#piel luminosa
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¿Puedo mezclar mi aceite de vitamina C, con el de vitamina E?
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Nunca es tarde para que brilles
Solo toca y descubre...
ÁNGEL R. O.
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Bello
Ella tiene la gracia de quien sabe escuchar los susurros del mundo, esa paciencia infinita que nace en el mar y en la lectura, donde cada historia es un rincón de escape y cada ola un secreto revelado. Ama el mar como si cada gota llevara una parte de su esencia, y en él encuentra el refugio que calma sus tormentas internas. Allí, donde el viento se vuelve amigo y las olas dibujan un latido eterno, halla la paz que tanto ansía, la estabilidad que se mece con el vaivén de las aguas. Es su santuario, su poesía en movimiento, su ancla cuando todo parece desbordarse.
“Me encanta escuchar”, dice, como quien despliega un manto de acogida, y uno no puede evitar sentir que sus palabras son un bálsamo. Ella ofrece su presencia, su corazón amplio y sincero, y aquellos que confían en ella encuentran consuelo, como si hablasen con alguien que no juzga, que comprende desde la profundidad de sus propias experiencias. “Siempre estoy aquí”, parece decir sin palabras, y en ese acto noble de escuchar sin esperar nada, revela su alma, pura y luminosa.
Es bella como un amanecer cálido. Su cabello castaño claro, iluminado por el sol, ondea como olas pequeñas y libres, y sus ojos claros contienen secretos de aquellos que saben observar la vida desde otro prisma. Hay en ellos un brillo particular, como el de los héroes de cuentos de hadas, aquellos personajes que miran más allá de lo evidente. Sus mejillas, a menudo encendidas como pétalos de rosa, revelan su pureza y la pasión con la que vive. Cejas perfiladas y pestañas largas enmarcan su mirada, dándole esa profundidad enigmática, esa belleza que habla de fuerza y dulzura al mismo tiempo.
Dicen que el valor se mide en actos silenciosos, y ella encarna esta verdad. Es una mujer valiente, una fuerza imparable que se enfrenta al mundo con carácter y resolución. Cuando tiene un objetivo, no hay tormenta que la desvíe; se abre paso con la tenacidad de quien conoce su propósito. Con un sentido del deber y una ética inquebrantable, ella ha ayudado a otros sin esperar retorno, tendiendo la mano a aquellos que más tarde le han dado la espalda. Y, aunque sufre por la traición de quienes la llaman “amiga” solo de nombre, jamás pierde la esperanza ni deja de ayudar, porque sabe que su corazón es noble, y eso la hace especial, única, hermosa.
“La creatividad es la magia que desafía el mundo”, alguna vez escuchó, y en ella esta frase resuena. Su imaginación es un vuelo constante, una obra en progreso donde cada libro es un portal a mundos inexplorados, donde cada historia la lleva a inventarse finales alternativos, a mejorar los finales románticos que, a menudo, le parecen injustos o insípidos. Así se eleva, se pierde en la maraña de palabras que lee y escribe en su mente, creando una novela en cada instante, enriqueciendo su espíritu y su visión de la vida.
Cuando canta —porque, sí, tiene esa elocuencia que convierte las palabras en música—, su voz revela una dulzura inesperada, como si, por un instante, el universo entero se callara para escucharla. Hay algo en su tono, en la suavidad y fuerza que se entrelazan, que evoca aquellos coros encantados de cuentos de hadas. Su voz es como un susurro de princesa en un bosque mágico, un eco de melodía que vibra en la piel y se queda grabado en el aire, dejando en quienes la escuchan una paz serena, una armonía que solo puede traer alguien que canta con el alma.
Es esa trifecta que pocos llegan a alcanzar: belleza, intelecto y espíritu. Y lo es de un modo natural, sin buscarlo, sin presumirlo. En ella, cada cualidad resplandece por sí misma, se integra en un equilibrio perfecto. Y así, siendo suya esta gracia única, recorre la vida como un faro que ilumina caminos, como alguien que, aun en medio de sus propios desafíos, encuentra fuerzas para sostener a los demás, para extender su compasión y sabiduría sin pedir nada a cambio. Como aquella línea en una canción de Disney, “Eres la estrella de la que nacen los sueños”, ella es esa chispa de esperanza, ese rayo de bondad en un mundo que, a veces, parece haberse olvidado de soñar.
Así, entre palabras, cantos y olas, vive. Y en su mirada queda el reflejo de todo aquello que ama, de todo aquello que la define. Porque ella es, en sí misma, un universo —un enigma y una verdad.
Es el tipo de mujer que no se doblega ante la vida, sino que la enfrenta con la frente en alto, con la serenidad de quien ha aprendido a sanar sus heridas. Hay en su andar una nobleza natural, un aura de fuerza silenciosa que la distingue, como si llevase una armadura invisible hecha de experiencias, amor propio y lecciones bien aprendidas. Ella no necesita mostrar sus cicatrices, porque cada una de ellas la ha hecho aún más hermosa, aún más indomable.
Para sus amigos, es un refugio en tiempos de tormenta, una presencia cálida que permanece cuando todos los demás se han ido. Y aunque la decepción a veces empaña su bondad, nunca deja que esto la defina. Sabe que dar es un acto de valentía, que ayudar, incluso a quienes no devuelven la mano, la eleva. A veces calla sus propios problemas, los guarda en lo profundo de su alma, como si supiera que, en cierto modo, su dolor también forma parte de su belleza. Porque hay una belleza única en la resiliencia, en esa capacidad de cargar con el peso de la vida sin perder la fe en las personas, en la amistad verdadera.
“¿Quién soy?” parece decir su presencia; y la respuesta es múltiple, es infinita, porque ella es tantas cosas a la vez. Es quien lee para soñar, quien aconseja sin juzgar, quien ayuda sin pedir nada. Y en cada uno de estos gestos, en cada uno de sus actos, despliega su esencia. Hay quienes pasan desapercibidos, pero ella no: en cada paso deja una huella, en cada sonrisa un destello de su luz interna. Como esa frase de Cenicienta, “Ten coraje y sé amable”, ella es prueba viviente de que ambas cosas pueden coexistir en perfecta armonía.
Es de aquellas almas que ven el mundo en matices, que encuentran belleza en lo pequeño, en lo simple, en lo sincero. Cuando te cuenta sobre sus libros, puedes verla transportarse a esos mundos, puedes escuchar en su voz la emoción y la nostalgia, como si cada historia la hubiese tocado de un modo diferente. “Al final, todo es una historia”, dice, y en su forma de contar el mundo, de narrar su vida, hay un toque de magia, de esa magia que solo poseen quienes ven la vida con ojos de poeta, quienes saben que las palabras son también actos, que pueden sanar, transformar, acompañar.
Cuando lees en su presencia, es como si el tiempo se detuviera, como si el ruido del mundo se hiciera tenue y quedara solo el murmullo de las páginas, el suave deslizar de los sueños sobre el papel. Ella, la mujer de los ojos claros y la mirada profunda, convierte los libros en mundos vivientes, en ríos de ideas y emociones que fluyen en su interior. Leer para ella es como respirar, un acto vital, necesario. Y en sus silencios, en esos momentos en que se pierde en la narrativa, su imaginación despliega alas invisibles, y se eleva hacia el infinito, creando sus propias historias, porque sabe que a veces los finales necesitan de un poco más de esperanza, de un toque de magia.
Así es ella: un universo dentro de un cuerpo hermoso, un alma llena de arte y valentía, una mujer que lleva en su interior la sabiduría de los mares y la pasión de las palabras. Y aunque el mundo a veces la lastima, sigue adelante, porque su espíritu es inquebrantable, porque en su corazón existe una llama que arde con fuerza, una llama de bondad, de compasión, de sueños por cumplir.
La describiría como alguien a quien es imposible olvidar, como un susurro que permanece en la mente mucho después de que se ha ido. Ella es la prueba de que en este mundo existe la magia verdadera, esa que no necesita de hechizos ni de varitas, sino de almas grandes y corazones sinceros. Porque hay personas que pasan por la vida sin dejar rastro, pero ella… ella es un poema viviente, un canto al valor, a la belleza interior, a la nobleza sin condiciones.
En su esencia yace un tesoro que solo los ojos atentos pueden ver, y quien tiene la fortuna de conocerla sabe que ella es más que palabras; es esa presencia única, esa luz que atraviesa la sombra y la transforma en claridad. Es como llevar un fragmento de cielo en el bolsillo, un resplandor secreto entre los días. Su belleza queda ahí, delicada pero firme, en la memoria como un suspiro guardado entre las cosas más queridas. Su mirada clara, las mejillas sonrojadas, y ese destello suave de su cabello iluminan, incluso en ausencia marca el universo, como un eco persistente de algo infinitamente bello y sereno.
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Ir de distrito en distrito es algo normal para él, tomando diversos trabajos sin importar qué tan arriesgados sean, tal vez porque en el fondo desea encontrar la muerte -sin importarle si es dolorosa o no- y así, detener los latidos de su corazón. Encuentra calma al caminar por las diferentes ciudades bajo las luces que decoran tiendas clandestinas, donde se puede encontrar des locales de comidas hasta prótesis robadas. Cada humano sobrevive a su manera, tomando trabajos que podían acabar con la poca humanidad que les queda, mientras otros esperan pacientemente cerrar los ojos para siempre entre la basura o escombros de edificios abandonados. Bulyeong ha encontrado tantos cuerpos que dejó de contarlos hace tiempo, al principio sentía incomodidad al tocar la fría piel de los cadáveres, teniendo malos recuerdos de quienes fueron su familia hace cientos de años y debió despedir para siempre, guardando en una pequeña cajita bajo su cama el juguete favorito de cada uno, siendo el único objeto que se llevó consigo cuando decidió huir con Haneul y Sooan.
Los colores neón del Distrito 5 parpadeaban, dando un aspecto más terrorífico a las calles y podía jurar escuchar gritos entre los callejones. Quizás eran pandillas enfrentándose por el territorio, o los soldados de la luz de Ciudad Luminosa buscando nuevos sujetos de pruebas, sea quién sea no iba a recibir ayuda, porque Bulyeong mantiene la vista en un cuerpo que yace en un montón de chatarra, con sangre y heridas a su alrededor. Se inclina hacia adelante para tocar la piel y comprobar si sigue respirando, sin embargo una extraña pero familiar sensación recorre por su espalda y está seguro que su rostro palidece. ¿Por qué? ¿Por qué ese chico le recuerda a Sooan? No se parecen en nada físicamente, pero la calidez que transmite es la misma a la de su amado a pesar que hay un agujero en su pecho. No tiene mucho tiempo para dudar pues percibe pasos a la distancia y en su dirección, así que carga al joven en sus brazos y se dirige corriendo al único lugar y persona en quién confía. Conoce cada distrito como la palma de su mano, por lo que trazar una ruta hacia el 1 no es tarea difícil, logrando camuflarse entre las sombras y asustando con la mirada a cualquier intruso que se sienta atraído. “¿Quién eres…?” pregunta en vano, el muchacho estaba al borde de la muerte y lo sabe por la forma que respira. Bulyeong se muerde el labio de la angustia, apresurando la marcha hasta llegar a unos suburbios que no conoce pero que su amigo describió con lujo de detalles en las cartas. Nunca creyó que volvería a él y si lo hacía, es porque fue capaz de enterar el amor para siempre. Se para frente a la puerta, dudando si habla, podía tocar, dejar al chico e irse antes que lo descubriera, no obstante su cuerpo se rehúsa a marcharse, diciéndole a gritos que hay algo especial en el humano que carga, algo que los conecta. “Sooan, soy yo, abre la puerta, es urgente.” Sus manos tiemblan y un dolor nace en su pecho, acompañado del mismo miedo que no ha experimentado desde que escaparon del laboratorio y su única preocupación era proteger a Sooan. “Alguien te necesita— yo te necesito, María, por favor.” La desesperación le obliga alzar la voz, sujetando con fuerza el cuerpo del humano y sintiendo cómo va perdiendo su calor.
#que empiece el dolor y bondeo? que empiece el dolor y bondeo 😭#estoy lista para llorar como si no hubiese un mañana jsdgfsdfsfd#PERO ES QUE SON UNOS PEDACITOS DE LUZ 💔#PORQUÉ TUVIERON Y TIENEN QUE SEGUIR SUFRIENDOOOOOO 💔#sullyto por favor. abre los ojos y ayuda a tus papis a bondean en el futuro(?) 👀fsdfsdfs#( dialogue: gyeong bulyeong )#( dynamic ♡ sooan & bulyeong )#mikrokosmcs#( verse ❀ deus ex machina )#cualquier cosita me dices. te amito 💜
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El Shibari (縛り) significa "atadura" en japonés. Es un estilo de bondage que consiste en atar con cuerdas de fibras naturales siguiendo principios técnicos y estéticos elaboradas, en las que la geometría tiene un protagonismo incuestionable. Su aprendizaje requiere tiempo y práctica y sus procesos son lentos y complicados. No se trata solo de atar, sino que implica una experiencia estética.
I
La atadura
Imagen primaveral...
Vaina en flor.
II
Corbata roja
Mordiendo su muslo
Suenan los grillos...
III
Atando manos,
De rodillas orando,
Luz de plata..
IV
Cuerda roja
Suspende la gaviota,
La primavera
V
Absorto en ella
Luna de medianoche
La hojarasca...
VI
Cordón tensado
Tatuaje de cáñamo...
Ave en vuelo
VII
Cordón tensado
Tatuaje de cáñamo...
La Mariposa...
VIII
Flores y luna
La brida puesta...
Piel de mujer.
IX
Nudo escarlata
Despierta mi ardor...
Agonia mía.
X
Agua de luna
Luminosa al viento..
Embriagarme
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Cuando las noticias de que Suyeong había muerto comenzaron a llegar, Yohan no podía creerlo. Era como ver un Dios, una criatura omnipotente, ser destruida por aquello que tanto odió y por lo que él mismo juró destruir. Lo que fue un rumor entre los rebeldes, se volvió una realidad y el basurero donde el sinónimo de deidad para él, había perecido, se convirtió en su ultima morada. Yohan nunca tenía arrepentimientos, aseguraba que todas sus decisiones malas o buenas, aportaban algo a su crecimiento como humano. Pero esa noche, tuvo la primera regresión en su vida, el no poderse despedir. El luto se volvió rabia, contra si mismo por no detenerlo y decirle que se mantuviera con él, separarlo de Karel que eran solo problemas y rabia con Suyeong, porque sabía que nada ni nadie podría separarlo del hombre que sostenía su corazón en sus frías y robóticas manos. Pero Karel lo soltó, como aquella vez en el pasado y como ahora, llevándolo a su inminente muerte. Lo que fue culpa y rabia, se convirtió en locura cuando viéndose al espejo, se dio cuenta de que él tenía el poder de traerlo de regreso.
Meses de búsqueda y cobrarse miles de favores de las personas de la ciudad Luminosa, es que dio con el laboratorio donde su adorado Suyeong descansaba, donde las luces demasiado blancas, que lo mantenían iluminado en su féretro de cristal y agua gelatinosa, no le favorecían para nada a su cuerpo demacrado, conectado a tubos que mantenían sus sistemas funcionando. Ah, ahora podía entenderlo, la fragilidad del ser humano y el porque todos buscaban la inmortalidad. El cuerpo orgánico se echaba a perder, y si uno de los órganos se detenía, todos los sistemas lo harían. Suyeong dormía, su pecho subía y bajaba gracias a que sus pulmones funcionaban con ayuda de máquinas, pero el agujero en su caja torácica, indicaba la falta de algo muy importante y la razón del porque estaba ahora en esa posición más cerca de la muerte que la vida, del porque Yohan y muchos más habían decidido seguirlo en cuanto a sus enseñanzas y lo que profesaba, la razón del porque ese humano tan simple y que podría ser fácilmente remplazado, le había hecho buscarle por mar y tierra como un hombre famélico y sediento.
Suyeong había perdido el corazón, pero Yohan sabía dónde encontrar uno…
❥ ❥ ❥
El sonido de agua recorre las tuberías de su laboratorio subterráneo, el féretro de cristal está abierto pero el pecho está completamente cerrado, un color rojo fuego se enciende en la caja cada que el corazón de Lilith bombea en el pecho de su mejor amigo, el único que ha tenido. El científico limpia la piel orgánica con una solución para mantenerla suave, sin que se agriete, sin que el cascaron se rompa antes de que el cuerpo vuelva a despertar. Yohan acaricia la prótesis izquierda, aquella que el colocó sobre el hombro de Suyeong aquella noche cuando apareció en su laboratorio, desangrado y con un brazo arrancado. Le salvó la vida, aun y cuando el pirata odiase no ser de carne y hueso. Y otra vez, le había salvado la vida, pero dudaba que en esta ocasión le agradeciera por su ardua labor de conseguirle un corazón que nunca se detendría, que nunca morirá. Lilith ya no existe, Yohan ha perdido el interés en la revolución y ahora que todos habían perdido a su mártir, Yohan podía tener a Suyeong para si mismo, mantenerlo dormido en el féretro de cristal y agua por toda la eternidad.
Yohan eleva su mirada desde el pecho hasta un rostro, donde un par de ojos están muy abiertos y le observan fijamente. No tiene temor a pesar de la escena macabra, porque Suyeong no está exactamente despierto, solo son reacciones de un cuerpo que pelea contra la sangre nueva que bombea en su ser. Es como un muerto en vida, una criatura que carece de bondad. El científico sonríe, y aquellos ojos que antes le miraban brillantes y con cierta diversión, ahora le observar con un deje de frialdad y rencor. - —Sé que siempre quisiste vivir como un ser humano completo y morir como tal, Sully. Pero no podía dejarte marchar, ¿lo entiendes? — -es su ultimo acto egoísta, aquel que debió hacer inclusive antes de que todo aquello iniciara, antes de que su querido y adorado amigo perdiera la característica más grande se su persona, el corazón. Aquel cuerpo gruñe, o es el sonido que percibe, pero no se mueve, la maquinaría sigue incrustada en su piel y el órgano vital sigue palpitando en contra de la voluntad del ente. Yohan lleva una de sus manos para obligarlo a cerrar los parpados, sosteniendo la cabeza de Suyeong entre ambas palmas y se inclina para besar su frente. Hay devoción, pero sobre todo, una palpable obsesión con mantener con vida a la única persona que lo entiende. - —Descansa por ahora, mi buen amigo. Te prometo te sentirás mejor después.
#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dialogue ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ ji yohan ⠀ ❫#drabble*#* ⠀ 🧁 ⠀ ╱ ⠀ plot ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ deus ex machina ⠀ ❫#POR FIN PUDE SACARME AL LUNATICO DE LA CABEZA#tenía está idea del corazón sangrante en un feretro de cristal#con maquinas manteniendolo vivo a pesar de que sully odiaba la idea de dejar de ser humano#pero yohan no puede perderlo; no quiere y egoistamente lo mantiene con vida#sully está más muerto que vivo y tiene más odio que bondad#that's not sully pero para yohan es suficiente fjkdsdlsd#en fin ya puedo morir en paZ
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Los Siete Arquetipos
Serpiente (Sachamama) 1er chakra. Arquetipo del Sur. Te conecta con la Madre Tierra y con lo femenino. Es la más intuitiva y nos enseña a despojarnos de nuestro pasado personal así como ella se despoja de su piel, porque si no te desprendes de ello no podrás crecer. Tambien nos enseña a ver claramente a través de las aguas turbulentas.
Representa la fuerza de la vida primaria, quien conoce el camino a los lugares más profundos dentro de nosotros mismos. Quien camina con belleza sobre el vientre de la Madre Tierra, y quien conoce el camino de regreso a la inocencia. Nos ayuda a mantenernos con “mente fría” ante situaciones emocionalmente difíciles.
Jaguar Puma (Otorongo) 2do chakra. Arquetipo del Oeste. Es la Madre-Hermana Jaguar, sus poderes son los de moverse en la oscuridad y por lugares desconocidos.
Nos enseña a traspasar los límites del miedo, la violencia y la muerte. Y a caminar con impecabilidad y belleza por la vida es la cuidadora de la fuerza de vida. La guerrera Luminosa, quien no tiene enemigos en este mundo ni en el que viene. Representa el principio de la Vida/Muerte/Renovación.
Colibrí (quenti) 3er chakra. Arquetipo del Norte. Seres antiguos. Los ancestros, abuelos, abuelas, nuestro escudo linaje. Representa la sabiduría antigua, los que están fuera del tiempo, pero traspasan el velo para ayudarnos a recordar los caminos antiguos. El colibrí toma directamente del néctar de la vida. El Colibrí, siendo el pájaro más pequeño del mundo, cada año emigra atravesando el continente americano, de Sur a Norte. Atravesando huracanes y tormentas y sin perder ni un solo ápice de belleza.
Nos enseña a comportarnos como auténticos héroes. También nos enseña a vivir en el presente, a disfrutar del ahora.
Cóndor/Águila (Kuntur/anka) 4to chakra. Arquetipo del Este. Es el lugar del sol ascendente, el lugar del comienzo, el principio de la visión de nuestras alturas, visión de claridad y belleza. Las grandes alas de Cóndor sostienen al corazón, nos enseña a ver con los ojos del corazón. el que nos empuja fuera del nido para que despleguemos nuestras propias alas para que podamos siempre volar ala con ala con el Gran Espíritu.
Nos regala los dones de la visión y la claridad.
Huascar Inka, 5to chakra. Guardián del mundo Inferior. Históricamente fue uno de los dos hijos del último inca. Huascar era el guardian de las enseñanzas de medicina, y fue asesinado por su hermano, quien se juntó con los españoles. Se convirtió en el principio de la armonía del Mundo Inferior, el lugar oscuro y caótico de toda la creatividad en potencia. Es el renovador de la Tierra y nuestra necesidad personal de renovar nuestra propia tierra. El regalo de Huaskar es el de armonizar nuestras relaciones con nuestra propia sombra, con nuestro inconciente. Nos ayuda a meternos en lo inconciente, en lo que esta oculto. Ayuda a recordar e interpretar los sueños. Huascar te avisa si estas en condiciones de realizar iniciaciones y sanaciones. Te permite ver las intenciones reales de las personas, lo que está oculto.
Quetzalcoatl 6to chakra, guardián del Mundo Intermedio. El que trae el día, estrella de la mañana. Quetzal es un hermoso pájaro de la jungla y Coatl es una Serpiente; “una Serpiente con alas y emplumada”, que ha adquirido el poder de volar. Organizador de tu mundo físico y Material. Trae armonía y órden a tu vida cotidiana. Quetzalcoatl trajo la irrigación, las plantas medicinales y los objetos de piedra, caminó por las Américas, trajo estabilidad, música, danza, flautas, tambores. Organiza tus relaciones con el mundo. Coordina las “casualidades o “sincronicidades”, que traen hermosas experiencias a tu vida.
Pachacuti, 7mo chakra. Protector del mundo superior, del tiempo venidero.
Historicamente, fue el rey Inca a quien le fue dada la profecía de que el mundo se daba vuelta (venida de los españoles). Es el arquetipo de las profecías, el cuidador de las posibilidades. Organizador del Mundo Superior, personifica el concepto de tiempo circular saliendo del tiempo lineal (hace que el tiempo se detenga), trae el orden celestial.
Pachakuti nos muestra nuestras posibilidades, destinos más favorables, permite reconocer qué es lo que se puede cambiar. Guardián del futuro, en quién te convertirás.
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Los mensajes que callé: Palabras sin fin.
He confiado en el poder de las palabras, a ojos cerrados, caminando por un campo oscuro, convencido de que encontraré la luz del otro lado. Pero, mientras vago por los mismos senderos del infierno, pese a la sanación que se pueda alcanzar, nadie te advierte que va a doler.
No es una quemadura ni torcedura del destino. Tal vez sea como arrancarse una bandita de una herida. Está cicatrizando, sanando bonito, pero te sacas la bandita, la rasgadura de la piel, y tirante es el dolor que escuece, que te recuerda que estás vivo.
Un solo impulso, un soplo de vida. Te recuerda que dolió, pero estás aquí.
Escribí, porque mi voz se silenció y las letras me dieron un nuevo significado.
Tenía un código oculto en mis dedos y le dieron forma a un mundo que solo transcurría en mi cabeza, como parte de mi imaginación, y cada fantasía se hizo realidad frente a mis ojos. En el papel que se empapó con la tinta y las lágrimas que me regocijan con la creación.
Escribí, porque se me hizo un hábito, quizá para exorcizar algunos demonios, darle un refugio al dolor que parecía extraviado y necesitaba del abrigo que solo mi voz cobijó a través del silencio, hasta que dejé de escribir. Me dolía demasiado.
Me vi desnudo y me asusté.
No pensé que les hice daño con mis letras y las culpé de toda causa, pero fui yo el villano de la historia. Qué ironía.
Dejé mis palabras solas, desabrigadas a la intemperie, y no me di cuenta que las necesitaba, aunque fuera pa’ llorar un poquito y sentirme acompañado, también quería sentir el calorcito que emiten cuando mi alma se siente luminosa y quiere reír.
Y retomé la escritura, porque era un hábito, el camino para encontrarme conmigo mismo y para conectarme de nuevo con el mundo, con la luz y mi dolor. Con mi oscuridad y sus matices.
No es fácil el luchar, resistir, ni acarrear con estas palabras que no tienen fin, pero es mi vía de sanación, para afrontar mi perdición.
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David con la cabeza de Goliat Guido Reni (Bolonia 1575 -1642) Hacia 1605 Pintura al óleo sobre lienzo 22x147 cm Inventario 1890 n. 3830
Al pintor boloñés Guido Reni se le suele atribuir el mérito de haber codificado un tipo de belleza ideal y "clásico" en el siglo XVII, centrado en la armonía de las proporciones y el diseño. Una inclinación natural al clasicismo que derivó de su formación inspirada en los modelos de Rafael, filtrada por las costumbres del boloñés Carracci. De hecho, alrededor de los veinte años, Guido, ya un artista experto, ingresó en la famosa Accademia degli Incamminati, la escuela de pintura fundada por Annibale Carracci con su hermano Agostino y su primo Ludovico, basada en la recuperación del ejemplo de los grandes maestros. del siglo XVI, especialmente dedicado al estudio de la anatomía y las figuras de la vida. A lo largo de su exitosa actividad, Guido Reni conservó una compostura luminosa y una claridad figurativa que a menudo hizo que su pintura contrastara con el naturalismo y la oscura teatralidad de los caravaggistas.
Hubo, sin embargo, un breve período en el que, tras trasladarse a Roma a principios del siglo XVII, Reni experimentó una apertura hacia los tonos y maneras de Caravaggio, recogiendo sobre todo algunos aspectos más superficiales, como los fuertes contrastes luminísticos o la predilección por temas históricos vinculados a episodios sangrientos. Sin embargo, una cierta frialdad gélida impregnaba sus figuras, que incluso en sus actitudes más crudas conservaban rasgos de melancólica elegancia.
Es el caso de este David con la cabeza de Goliat de los Uffizi: un tema ciertamente propio de los pintores de Caravaggio, que aquí se expresa sin sentimientos trágicos, con elegante distanciamiento. David posa como un dandy, con un sombrero rojo de plumas y el cuerpo iluminado por la luz de la luna, apenas cubierto por un rico manto con bordes de piel; las luces definen suavemente su cuerpo, mientras la oscuridad se extiende desde el fondo. El joven mira pensativamente la gigantesca cabeza cortada de Goliat: la acción ya ha terminado y el momento del drama ya se ha disuelto en meditación. El tema de David y Goliat, pintado por el 'sublime Guido' (como se le llamó durante mucho tiempo), tuvo mucho éxito: se conoce una bella variante en el Museo del Louvre y se conservan réplicas y copias en varios museos europeos.
Información de la web de la Gallerie degli Uffizi, imagen/es de mi autoría.
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Mis ojos, ya veteranos en mil batallas, captan un sinfin de estímulos día sí y día también...
Muchas instantáneas se almacenan en la alacena de mi mente, ocupando espacio algunas de ellas, otras inservibles y olvidadas en algún oscuro rincón lleno de telarañas y melancolías.
Pocas de ellas tienen un brillante marco a su alrededor, madera noble que las recubre con esa capa de barniz que protege de lágrimas y tormentos propios...
Éstas relucen en mi memoria, son las que me guían en momentos lúgubres, son las que me conducen en mi camino por sendas llenas de incertidumbres...
Capto la luz por un objetivo que ha visto mucho, demasiadas vicisitudes he tenido que filtrar para poder conservar la cordura.
Asimilar sinsabores de oscuros bodegones pintados por pedantes que se creían genios, absorber la luz de otras personas, artistas anónimos de la vida pero que impriman mi alma de una infinita paleta de colores cargada de optimismo y humildad...
Revelar el carrete de mi vida de todo lo acontecido en mi dilatada existencia parece una ardua tarea que no sé si quiero emprender...
Mis lentes permanecen empañadas por la acumulación de lágrimas que ya no brotan, ríos salados se desbordaban antaño por los surcos de piel que pueblan mi rostro maduro...
Creo que el visor que me hace ver la vida de esta manera está empezando a fallar y verse borroso.
No quiero que los años que me quedan por fotografiar sean contaminados por el cansancio y hastío que me acompañan, no deseo que el resultado de mi paso por este mundo se vele y no tenga nada que ofrecer a los demás...
¿Puede que necesite en mi vida otra perspectiva, una artista como tú sería capaz de hacerme ver las cosas de una forma más liviana y optimista?
¿Acaso necesito del flash que me ofrece tu luminosa sonrisa para que me guíe el resto de mi vida?
©Navegandoportumente
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Mi decepción con el protector solar Avène SPF 50 micropigmento: razones, por las que no es adecuado para pieles negras
Por qué el protector solar Avène SPF 50 con micropigmentación, no es una buena opción para pieles oscuras Hola, Curly. Sé que resulta curioso hablar sobre un protector solar ahora que estamos en pleno invierno, pero creo que es el mejor momento. Así podrás tenerlo en cuenta para el próximo verano o, si vives en un lugar de clima cálido, para cualquier época del año. Mi consejo es claro: no…
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En el próximo mes
Lo que me da tu piel
"Que me darán tus brazos. Que me dara tu piel. Tanto calor para en loqueser".
ÁNGEL R. O.
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¿Cuántas mitologías hacen una vida?
Presentación del libro De Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood, de Claudia Lucotti
Irene Artigas (de 2014)
Orfeo (1)
Margaret Atwood
Caminabas frente a mí,
llevándome de regreso
a la luz verde que alguna vez
sacó los colmillos y me mató.
Fui obediente, aunque
insensible, como un brazo
dormido; regresar
al tiempo no fue elección mía.
Ya estaba acostumbrada al silencio.
Algo se desplegó entre nosotros
como un murmullo, como una cuerda:
mi nombre anterior,
estirado.
Tenías tu vieja correa
contigo, puedes llamarla amor,
y tu voz de carne.
Ante tus ojos sostenías con firmeza
la imagen de lo que querías
de mí: que viviera otra vez.
Esta esperanza tuya fue la que hizo que te siguiera.
Fui tu alucinación, escuchando
y floral, y me cantabas:
ya me crecía una nueva piel
en la mortaja de neblina luminosa
de mi otro cuerpo; ya
había fango en mis manos y tenía sed.
Sólo podía ver la silueta
de tu cabeza y hombros,
negros al contraluz de la boca de la cueva,
así que no pude mirar tu rostro
cuando te volviste
para llamarme porque ya
me habías perdido. Lo último
que distinguí de ti fue un óvalo oscuro.
Y, aunque supe que esta falla
te lastimaría, tuve que
replegarme como una polilla gris y dejarte ir.
No creíste que fuera algo más que tu eco.[1]
Quise empezar esta presentación del libro De Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood, de Claudia Lucotti, con esta pregunta y este poema como ejemplos de los rumbos a los que volver a leerlo me llevó. Y es que no sólo se trata de un texto muy crítico, agudo y completo de la poesía de Margaret Atwood, una de las voces más importantes de la literatura canadiense contemporánea, sino que es una revisión meticulosa de nociones fundamentales de lo que es la poesía, de cómo entenderla, de qué debe ser, desde la perspectiva de mujer, lectora, profesora, investigadora, en México, a principios del siglo XXI, de Lucotti.
La historia de Orfeo en el poema de Atwood es la misma que ya sabemos, pero está contada desde Eurídice, desde otra parte y es esa otra parte del mito y su relación con la escritura una de todas las cosas que quedan subrayadas por el recorrido que hace Lucotti de las diferentes etapas de la poesía de la canadiense. Y es que De Perséfone a Pussycat… puede leerse como una revisión muy inteligente del papel que tienen el lugar y el mito en la escritura de esta poeta y en la configuración de identidades individuales y literarias. A partir de una primera contextualización biográfica, Lucotti lee a Atwood en su contingencia (Canadá, mediados y finales del siglo XX, mujer, escritora) y nos recuerda la importancia de nociones como las de voz, identidad y entorno para mapear su escritura y cuestionar qué es escribir desde un lugar.
Para Lucotti, “voz” es el “yo poético”, la “persona poética” que escuchamos en el poema y que identifica con la voz misma de Atwood, ya que, incluso en “los casos en que la poeta hace uso de personajes que aparentemente no tienen nada que ver con ella” (14), por regla general se está refiriendo, en mayor o menor medida, a ella misma. Así, Lucotti se coloca en ese espacio crítico que no acata el mandamiento tradicional que prohíbe confundir el yo del poeta con esa voz que suena en el poema. Por otra parte, la “identidad”, para ella, es “en primer lugar un serie de características específicas que marcan a un individuo o una comunidad” (14), lo cual no significa que “estas características deban ser en absoluto homogéneas, ya que muchas veces resultan discordantes, incluso opuestas, además de que bien pueden recombinarse así como transformarse a lo largo del tiempo”(14). Estos dos conceptos y su forma de colocarse frente a ellos son los ejes de una cartografía que traza un espacio de cuestionamiento y construcción de mundos, un libro que es un lugar para pensar universales y particulares.
Lucotti considera que en la poesía de Atwood puede encontrarse la huella irremediable de su entorno, de un lugar muy específico y de la conciencia de la importancia de la relación con el mismo. No por nada, por ejemplo, en el epígrafe al capítulo II (“The man came from nowhere/ and is going nowhere”) hace referencia a la importancia de venir de un lugar y de ir a otro, además de tener conciencia de ello (Los epígrafes de cada uno de las capítulos son verdaderas iluminaciones de lo que contienen). Lucotti nos explica cómo en los poemas de Atwood, el paisaje canadiense no es sólo un escenario, sino que la voz poética es una con él “y por lo tanto, el lago y el bosque no funcionan sólo como marco para una situación, sino que son parte central de esta voz poética. De hecho, el yo poético no podría ser sin el lago y el bosque, así como tampoco existiría el poema sin esta situación tan especial”(72). Esta aseveración surge de un conocimiento profundo del contexto de Atwood, de leer, por ejemplo a Northrop Frye y recuperar su idea de que a la “sensibilidad canadiense” le “causa menos perplejidad la pregunta ‘¿Quién soy’, que un acertijo del tipo de ‘¿Dónde es aquí?’”(81). Comprenderse en términos de un entorno no es caer en los clichés de que Canadá es sólo una hoja de maple, sino habitarlos cuestionándolos y modificándolos. “Margaret Atwood […] pone en práctica una nueva forma de ver y relacionarse con los espacios a partir de una visión que combina el reconocimiento del hecho de que pertenecemos a un orden colectivo con una tendencia paralela de querer cuestionar ese orden de modo más particular” (98).
Además de la revisión cuidadosa y recuperación de las otras voces sobre Atwood, y de la de la misma Atwood, de la traducción de todos los textos (en su mayoría hechas por Rocío Saucedo y la propia Lucotti), en este libro se encuentran momentos de franca y gozosa revelación. Por ejemplo, cuando se relata el momento en el cual a Atwood se le “avisa” que será escritora:
El día que me convertí en poeta fue un día soleado sin particular ominosidad. Iba caminando a través del campo de futbol, no debido a que estuviera interesada en los deportes o tuviera planes de fumar un cigarillo tras la caseta del campo –la única razón para ir ahí – sino porque era ésa mi ruta usual a casa desde la escuela. Me alejaba con mi usual estilo furtivo, sin sospechar nada malo, cuando un grande e invisible dedo pulgar descendió del cielo y presionó en la parte superior de mi cabeza. Se formó un poema. (26)
Gozosos son también el momento en el que Lucotti señala cómo Atwood subvierte la idea de que “escribir no es algo que se hace, sino que se es”, para decir que se es poeta por lo que se hace, y cuando, y aquí es donde me detendré un poco más porque es la parte que más me mueve del libro, reflexiona sobre el manejo del mito que hace Atwood, en el contexto de la literatura canadiense, y en el de la noción misma de poesía. Tomando en cuenta lo que Northrop Frye, James Reaney y Jay Macpherson elaboran en torno al mito, Lucotti analiza varias de las colecciones de Atwood y plantea un problema muy interesante de lo que puede ocurrir cuando éstos, los mitos, se reescriben. Sus ejemplos concretos son algunos de los poemas de Morning in the Burned House. Aquí presento uno para seguir con su argumentación y para compararlo con el de “Orfeo 1”, que es posterior.
“Crésida a Troilo: un obsequio”
Me obligaste a darte obsequios venenosos.
No puedo decirlo de otra manera.
Todo lo dado fue para deshacerme de ti
como si fueras un mendigo: Toma. Vete.
La primera vez, la primera oración incluso
fue en respuesta a tu reclamo silencioso
y no por amor, y por tanto no
un obsequio, sino para quitarte de encima,
para que ya no subieras las escaleras
y me acosaras furtivamente,
pues cada vez que volteaba, al regar
los narcisos, o al cepillarme los dientes,
ahí estabas, alcanzaba apenas a verte
de reojo. Periférico. Flotante. Nadie
jamás te dijo que la gula y el hambre
no son lo mismo.
¿Cómo comenzó todo esto?
Con Lástima, ese ángel livianito
con sus húmedos ojos rosados y alas resbalosas
de membrana mucosa.
Causa tantos problemas
Pero nada de lo que te di te venía bien;
era como el pan blanco para los peces de colores.
Tragan y tragan y eso los mata,
y flotan en la fuente, panza arriba,
con expresión de asombro
y haciéndonos sentir culpables
como si su tóxica glotonería
no fuera cosa de ellos.
Ahí sigues, afuera de la ventana,
todavía con las manos extendidas,
pálido y con ojos de pescado, comportándote
como un ingenuom, como un muerto de hambre.
Bien. Ten esto entonces. Toma más cuerpo.
Come y bebe.
Sólo lograrás enfermarte. Enfermarte más.
No tendrás cura.[2]
Lucotti considera que este poema “se construye a partir de la destrucción de mitos e ideologías que no permiten aprehender de manera acabada la realidad que nos ocupa, mostrando o recreando situaciones de manera irónica y por lo general exenta de trascendencia o de la presencia de un sentido único”(p.145). Para Claudia ésta es una salida poco satisfactoria que, aunque se justifica dentro de un marco feminista –lo cual no es poco, añadiría yo--, como poesía lleva a un punto en el cual la ironía, sin nada que la sustente más que la desarticulación de algún otro sistema, conduce al “reverso de la palabra, la no comunicación” (2002, 127). En estos textos, nos sentimos perdidos, incapaces de encontrar un lugar para nadie, de reconocer nada con claridad. Lucotti argumenta, siguiendo a Octavio Paz, que no es posible vivir sin correspondencias, sin sistemas que nos permitan “descifrar el universo para volver a cifrarlo”(130). De aquí, presenta lo que para ella debe hacer la poesía y lo que son la no poesía y la antipoesía en páginas realmente fascinantes que valoran y atesoran de manera muy justa las colecciones que siguieron a ésta de Atwood y en las que sí se logra volver a cifrar algo. Su lectura del poema “Not the moon” es sorprendente y resume muy bien lo que ella espera de un texto poético: “una luz … que ilumine…y deje flotando en el aire un cierto destello que podría incluso funcionar como representativo del rastro que deja tras de sí un poema que logra iluminar, que logra transmitir de modo íntegro, es decir, que logra ser poesía” (177). Y dicha iluminación se consigue conmoviendo al lector, “obligándolo a reposicionarse de entrada con respecto a lo que va a leer, y [poniendo] en funcionamiento no sólo el lado emotivo sino también el racional” (177).
Estas reflexiones de Lucotti en torno al mito, la poesía de Atwood, la poesía en general y el papel que tienen en nuestras vidas, la colocan junto a pensadores como Roberto Calasso para quienes las mitologías son fluctuantes. Porque el mito es una hoja que cae del árbol, es el pleamar y la tormenta y puede ser una tabla de quesos, el rostro de una diva, un niño jugando futbol, un mosquito que no te deja dormir, un búho y una gatita, reconfortados porque la luna sigue estando ahí. El mito puede ser una máquina de plumas, un corazón de obsidiana, una caja llena de esperanza, una profecía que no sabemos leer. Un laberinto en el que nos perdemos, una muralla que nos separa. Es, y aquí no puedo evitar recordar a Adrienne Rich, a quien Atwood leyó con pasión y de quién aprendió una perspectiva, un tesoro del naufragio. Una simulación de lo privado aislada en lo universal. Densidad camuflada en transparencia. El mito es una analogía que se sostiene y no por eso deja de cuestionar y conformar el mundo; una analogía que se constituye como una forma de llegar más allá de “nuestras actuales limitaciones mentales”.
Eso es lo que Lucotti encuentra en gran parte de la poesía de Atwood y la utilización del mito es sólo una manera de explicar su asombro ante el trabajo de esta escritora y de enseñarnos a leerla. Porque eso es lo que Lucotti hace en este libro: enseñarnos a leer: con profundidad, con respeto, con distancia crítica y con una ética consciente de que la literatura es una especie de terapia no sólo de los deseos sino de las visiones, de lo más individual y de lo colectivo.
Claudia Lucotti. 2013. Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood. México: Bonilla Artigas/ Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
[1] La traducción es mía. El poema en inglés fue tomado de Atwwod, Margaret. 1987. Selected Poems II. Poems Selected & New. Boston: Houghton Mifflin Company.
[2] La traducción es de Claudia Lucotti y se incluye en el libro que presentamos (144).
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Una crisis de identidad absurda e hilarante
En Silvia Prieto (Martín Rejtman, 1999) una joven de 27 años se resuelve a empezar una nueva vida, pero, a partir de esa decisión trascendental e individual, todo se le irá presentando como intercambiable, como recurrente, como poco exclusivo, incluyendo su nombre propio, sus relaciones de amistad, de pareja y ex parejas y, también, los numerosos y extraños objetos que circulan de punta a punta entre todos los personajes del film. Con un tono tan absurdo como cercano a sus personajes, Rejtman dispone un desfile de situaciones ridículas en protagonistas mayormente inexpresivos, raros y muy queribles, sorprendiendo también con un guión original plagado de diálogos y situaciones ingeniosas, acciones intempestivas y un desenlace genial y sorprendente. Vínculos y objetos que se truecan, identidades que se desdibujan, apodos que irritan, comidas que se repiten, regalos que transitan, incluso una crítica a la manipulación de la televisión configuran de esta manera un universo singular, sumamente ocurrente y disfrutable, sostenido a la vez por un humor elaborado, trabajado con sutileza, que divierte desde el sinsentido, desde la impavidez y la resignación casi imperturbables de sus personajes y sus conversaciones.
Una obra donde, además, la figura clásica del doppelgänger, del doble malvado frecuente en la literatura, se aleja de su connotación oscura o perturbadora para terminar presentándose con matices risibles propiciando una comicidad insólita, adorable, luminosa. Así, si bien Silvia Prieto será una y también muchas otras a la vez (el naipe del ancho falso de basto es una metáfora notable) y objetos como una botella de whisky, un saco importado, una estatuilla de bazar, trozos de pollo al horno, un tapado de piel, libros de poesía, jabones, restaurantes chinos e incluso amigos, maridos o esposas reduplicarán su presencia en múltiples espacios, cuerpos y relaciones, esta creación de Rejtman, no obstante, se vuelve una pieza única, induplicable, en la historia del cine argentino.
*Proyectada en el ciclo Encuesta: cine argentino en la ENERC, el CCK y el Museo MALBA
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Por Gabriel Yurdurukian
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