#( dynamic ♡ sooan & bulyeong )

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Tener contacto íntimo con Sooan aún era algo nuevo, podía notar que ambos deseaban ir más allá que una simple sesión de besos en el sofá o afuera en el jardín que dieron vida juntos. Bulyeong cumplió la promesa de encontrar el paraíso del sueño compartido, estableciéndose junto a su ahora esposo después de años de lucha contra un sistema corrupto y cruel, brindándole un mejor futuro a los humanos, a los amigos que hizo durante la odisea, su querido hijo y a la pequeña que este cargaba en sus brazos durante la última visita. Los tan ansiados días de paz al fin llegaron, construyendo un bonito hogar para que su dulce María se sintiese cómodo, rodeado de flores y animales, cerca de una laguna donde compartieron noches mirando las estrellas. El amor incondicional por Sooan dio fruto a un sentimiento nuevo, algo en su interior pedía sujetarlo de la cintura con mayor fuerza o acorralarlo contra una pared, pero José estaba inseguro, temía lastimarlo con su fuerza sobrehumana y romper al delicado y gentil ángel que duerme a su lado. Por eso fueron lento, iniciando roces con poca o nula luz sobre las ropas, brindándole al otro tiempo para poder cambiarse antes de dormir, respetando siempre la intimidad y lo que parecía ser algo suave se convirtió en un deseo más fuerte, llegando a soñar con poseer al más bajo la luna, despertándose con los latidos acelerados y regañándose a sí mismo porque no puede hacerle eso a su esposo, debe ser paciente.

Bulyeong ingresa a la habitación por una toalla, su cuerpo sudaba por cortar leña hace unos instantes por lo que se quita la camisa jurando estar a solas, sin embargo la imagen de Sooan cambiándose antes de la cena lo paraliza, soltando la prenda, balbuceando cosas sin sentido hasta que puede conectar las palabras “Disculpa… no sabía que estabas aquí.” Comenta avergonzado, las mejillas se tiñen sutilmente de rojo pero es incapaz de mirar a otro lado. Es la primera vez que logra apreciar algo de piel del contrario y puede sentir cómo el corazón alocado deseando salir de su desnudo pecho. “Yo— debería irme.”

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No, no quiere, gracias.

Siempre  tan  demandante  con  sus  atenciones,  debe  aprender  a  compartir  ♡

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El pequeño Suyeong, quien hace minutos atrás estaba feliz con el nuevo piano didáctico que recibió como un presente por ser el niño más dulce del mundo, ahora yacía en los brazos del alfa en silencio, sus preciosos y redondos orbes descansan de horas de diversión y clases personales de música. Bulyeong no sabe qué hizo para ganar el cariño del dulce ángel, siendo alguien que rara vez sonreía o demostraba alguna emoción en su rostro, así como tampoco entiende cómo estableció un vinculo con Sooan al punto que su corazón comienza a latir rápidamente cada vez que cruza caminos con este, llevándolo a pasar más tiempo con él y el cachorro que en su propio hogar. "¿Crees que puedas llevarlo a la cama? Tengo miedo que despierte si me alejo demasiado..." murmura, buscando con la mirada al omega que no desaparece de sus pensamientos ni siquiera en los sueños, dedicándole una amplia sonrisa.

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Ir de distrito en distrito es algo normal para él, tomando diversos trabajos sin importar qué tan arriesgados sean, tal vez porque en el fondo desea encontrar la muerte -sin importarle si es dolorosa o no- y así, detener los latidos de su corazón. Encuentra calma al caminar por las diferentes ciudades bajo las luces que decoran tiendas clandestinas, donde se puede encontrar des locales de comidas hasta prótesis robadas. Cada humano sobrevive a su manera, tomando trabajos que podían acabar con la poca humanidad que les queda, mientras otros esperan pacientemente cerrar los ojos para siempre entre la basura o escombros de edificios abandonados. Bulyeong ha encontrado tantos cuerpos que dejó de contarlos hace tiempo, al principio sentía incomodidad al tocar la fría piel de los cadáveres, teniendo malos recuerdos de quienes fueron su familia hace cientos de años y debió despedir para siempre, guardando en una pequeña cajita bajo su cama el juguete favorito de cada uno, siendo el único objeto que se llevó consigo cuando decidió huir con Haneul y Sooan.

Los colores neón del Distrito 5 parpadeaban, dando un aspecto más terrorífico a las calles y podía jurar escuchar gritos entre los callejones. Quizás eran pandillas enfrentándose por el territorio, o los soldados de la luz de Ciudad Luminosa buscando nuevos sujetos de pruebas, sea quién sea no iba a recibir ayuda, porque Bulyeong mantiene la vista en un cuerpo que yace en un montón de chatarra, con sangre y heridas a su alrededor. Se inclina hacia adelante para tocar la piel y comprobar si sigue respirando, sin embargo una extraña pero familiar sensación recorre por su espalda y está seguro que su rostro palidece. ¿Por qué? ¿Por qué ese chico le recuerda a Sooan? No se parecen en nada físicamente, pero la calidez que transmite es la misma a la de su amado a pesar que hay un agujero en su pecho. No tiene mucho tiempo para dudar pues percibe pasos a la distancia y en su dirección, así que carga al joven en sus brazos y se dirige corriendo al único lugar y persona en quién confía. Conoce cada distrito como la palma de su mano, por lo que trazar una ruta hacia el 1 no es tarea difícil, logrando camuflarse entre las sombras y asustando con la mirada a cualquier intruso que se sienta atraído. “¿Quién eres…?” pregunta en vano, el muchacho estaba al borde de la muerte y lo sabe por la forma que respira. Bulyeong se muerde el labio de la angustia, apresurando la marcha hasta llegar a unos suburbios que no conoce pero que su amigo describió con lujo de detalles en las cartas. Nunca creyó que volvería a él y si lo hacía, es porque fue capaz de enterar el amor para siempre. Se para frente a la puerta, dudando si habla, podía tocar, dejar al chico e irse antes que lo descubriera, no obstante su cuerpo se rehúsa a marcharse, diciéndole a gritos que hay algo especial en el humano que carga, algo que los conecta. “Sooan, soy yo, abre la puerta, es urgente.” Sus manos tiemblan y un dolor nace en su pecho, acompañado del mismo miedo que no ha experimentado desde que escaparon del laboratorio y su única preocupación era proteger a Sooan. “Alguien te necesita— yo te necesito, María, por favor.” La desesperación le obliga alzar la voz,  sujetando con fuerza el cuerpo del humano y sintiendo cómo va perdiendo su calor.

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"¿Sooan?" da un suave golpe a la puerta, no quiere invadir el espacio personal del otro pero tiene algo que decir o mejor dicho, algo que mostrar. Suyeong y la joven asistente de los doctores (que no le transmitían confianza) le incitaron a buscar un presente, algo que demuestre parte de los sentimientos que creyó enterrar pero renacieron desde que sus caminos se encontraron por el bien de su hijo. Así que, infestado de dudas y nerviosismo, es que gira el pomo de la puerta para ingresar, manteniendo una mano tras la espalda. "Conseguí esto... para ti." dice, enseñando el ramo de flores de diversos colores. Cultivarlas naturalmente ya no es algo común, no en ciudades donde la tierra ha dejado de ser fértil, sin embargo no se rendiría hasta buscar el paraíso de sus sueños.

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"Buscaré un lugar así en este distrito, ninguno desea estar lejos de nuestro hijo." nunca, ni siquiera cuando estaba encerrado en los laboratorios, logró imaginar que usaría esos términos juntos. Creció sin figura paterna pero intenta serlo para Suyeong aunque este ya sea un adulto independiente. Vuelve a reír ante el comentario de su amado, sujetándolo de la cintura. "Seguiste tu corazón, Sooan, no tienes de qué preocuparte. Tal vez no compartimos recuerdos en los últimos años, pero podemos crearlos ahora. Mi corazón te pertenecerá por siempre."

Le  gustaba  su  risa,  y  la  forma  en  que  parecía  un  muchacho  joven  común  y  normal.  Bulyeong  más  que  nadie,  merecía  esa  humanidad.  -  —Quiero  un  hogar  en  un  espacio  lejos  de  todos,  en  un  área  menos  contaminada  —  -tiene  que  volver  a  tomarlo  de  las  mejillas  cuando  lo  tiene  rozando  su  nariz,  haciendo  el  mismo  movimiento  mientras  una  sonrisa  surcaba  su  boca.  -  —Lamento  haber  tardado  tanto  en  darte  ese  “tu  y  yo”,  mi  José. 

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El rostro del serafín rubio cambia de inmediato con esas caricias, sonriendo un poco y de la forma que solo tenía reservada para el más bajo. "Nunca he sido muy paciente, al menos no tanto como tú." habían pocas cosas que le importaban, además que las criaturas bajo sus órdenes cumplieran la palabra de Dios, este mismo y Sooan, lo demás estaba en un espacio diferente donde rara vez se preocupaba o prestaba atención. Bulyeong muerde la punta del dedo con suavidad, sin la intención de hacer daño pero si que le mire. "Solo digo que la Tierra sería mejor sin ellos." su misión no es vigilar las acciones de los humanos, aunque a veces llegaban a sus oídos cosas que han hecho, crueles en su mayoría. "Tal vez y si me besas, olvide su existencia un momento."

Sooan  se  ríe  despacio,  acariciando  entre  las  cejas  del  otro  para  eliminar  el  ceño  fruncido  antes  de  hablar  con  esa  serenidad  que  muchas  veces  daba  más  miedo  que  si  gritase.  -  —O  tal  vez  no  estas  ejerciendo  la  gran  virtud  de  la  paciencia  y  la  tolerancia,  mi  amor  —  -comenta,  aunque  a  él  tampoco  le  gustaran  mucho  los  humanos  como  en  épocas  de  antaño,  cuando  les  tenía  cierto  amor  y  cuidado  porque  eran  la  creación  nueva  de  su  padre.  Sooan  lleva  el  mismo  índice  hasta  los  labios  del  otro,  negando  con  la  cabeza  de  forma  suave.  -  —Suenas  resentido,  la  soberbia  también  es  un  pecado,  Bulyeong. 

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Confía que puede defenderse, pero estará vigilando a ese doctor por unos cuántos días, es por su seguridad.

Está  bien,  está  seguro  de  que  el  doctor  no  tiene  malas  intensiones…  o  eso  le  gustaría  pensar

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Espera un momento, genio, ¿Estás diciendo que María es más bello que él? Firma el divorcio ahora mismo.

Son  parecidos  pero  tan  diferentes  a  la  vez,  María  definitivamente  tiene  un  gesto  angelical  y  un  aura  divina…  Seungwon  es  más  masculino. 

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El rostro el más alto se ilumina tras el beso, provocando también una suave carcajada escape de sus labios. Nunca dejará de sorprenderle cómo Sooan derriba todas las murallas que rodean su corazón y dejan ver ese joven enamorado que estuvo escondido durante años. "Puedo construir una casita provisoria hasta que encontremos nuestro paraíso." no sería difícil para alguien con su fuerza y habilidad. Bulyeong se acerca más, frotando su nariz con la del contrario con ternura. "Tú y yo, juntos... María."

No  puede  evitar  sentirse  conmovido  por  lo  que  dice,  sus  ojos  siempre  parecían  brillantes  gracias  a  que  todo  le  producía  grandes  sentimientos.  -  —Tu  también  eres  especial  para  mi  —  -no  puede  contenerse  y  se  para  de  puntitas,  dejando  un  beso  en  la  comisura  de  sus  labios,  las  manos  bajan  ahora  a  sus  hombros.  -  —He  visto  métodos  de  como  hacer  florecer  algo  en  esta  tierra  árida,  he  pensado  siempre  en  nuestra  promesa…  solo  debes  construirme  un  hogar. 

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Bulyeong se pierde en su tarea, explorando con sus labios la delicada piel ajena, escuchando cada sonido que Sooan produce por la estimulación y succionando alrededor de la areola. Debe controlar su instinto para no morderlo ahí mismo, quiere ser tan gentil como sea posible al ser la primera vez juntos, dejando los deseos más fuertes para otras ocasiones donde estén entre las sábanas. Sus ojos se abren un poco al ser llamado, en un principio cree que lo hizo por la excitación, pero cuando su esposo le sujeta el rostro es que regresa su mirada a él algo preocupado, lo primero que pasa por su mente es que debe detenerse y es ese beso lo que borra de inmediato la idea de su cabeza. “Te amo, Sooan, te amo de aquí a la estrella más alejada de la galaxia… mi corazón es tuyo, cada latido te pertenece.” Repite, los iris fijando en los del más bajo, dejando un espacio entre ambos cuerpos para que no se sienta tan oprimido. Una dulce sonrisa, aquella reservada para María, aparece en su semblante, besando el rostro del otro y enamorándose de lo hermoso que luce con un tono carmesí decorando sus facciones. Sooan era todo lo que podía pedir, la única persona capaz de entenderlo aun cuando le cuesta expresarse desde que eran niños, siendo alguien que prefería escuchar a los demás que platicar. Puede escuchar la cremallera bajando y una mano baja nuevamente, jalando hacia abajo la prenda, todo eso manteniendo total atención con él como lo pidió. “Te amo, mi Sol, el día que nos reencontramos me prometí— estar a tu lado, para siempre.” Quizás la situación fue triste y dolorosa, mientras esperaban que Suyeong se estabilizara y donde los secretos y sentimientos del pasado comenzaron a resurgir. Bulyeong toca el borde de la ropa interior, el dedo índice se desliza hacia el centro, gruñendo ante la sensación de lo suave que es.  “Iré lento, mi amor, dime si debo ir más lento o detenerme.” Comenta, besando la punta de la nariz del contrario antes de unir ambas frentes, las tres falanges más largas exploran la zona, las yemas moviéndose en círculos a un ritmo más rápido que como lo hacía minutos atrás. Quiere ver los gestos que hace ante el roce y quiere escuchar claramente los gemidos que comienza a endurecer su propia entrepierna. “Eres la persona más hermosa del mundo, María, te amo...”

Su  respuesta  le  produce  una  risita  adorable,  puesto  que  tenía  razón  de  que  él  defendía  a  Bulyeong  de  todo  el  mundo  cuando  hablaban  sobre  su  cara  de  pocos  amigos  o  que  parecía  siempre  listo  para  atacar,  el  mismo  Haneul  siendo  uno  de  los  primeros  en  decir  aquellas  cosas  de  él.  Pero  Sooan  se  jactaba  de  conocerlo  más  que  todos,  mucho  más  que  cualquiera,  consiguiendo  ver  otras  facetas  dulces  y  adorables  de  él,  ahora  esperando  conocer  tal  vez  su  lado  más  primitivo,  más  salvaje.  El  más  bajo  deja  escapar  un  gemido  cuando  siente  la  mordida  en  el  cuello  y  los  dígitos  entre  sus  piernas,  siendo  consumido  por  un  cumulo  de  sensaciones  que  le  erizan  la  piel  y  le  obligan  inconscientemente  a  cerrar  las  rodillas  en  torno  a  las  caderas  del  otro.  -  —Bulyeong…  —  -sus  manos  se  enredan  en  el  cabello  del  otro,  tirando  de  este  cuando  comienza  la  suministración  de  atenciones  a  los  dos  botones  que  se  endurecían  al  contacto,  su  cadera  moviéndose  en  contra  de  los  dígitos  cerca  de  su  centro  y  sintiendo  la  deliciosa  presión,  la  fricción  de  su  ropa  con  el  pequeño  bulto  de  nervios  entre  sus  piernas.  -  —Mírame…  —  -pide,  con  esa  voz  que  se  quiebra  suavemente,  con  esos  vocablos  que  son  gentiles  mientras  sus  manos  vuelven  a  tomarlo  de  las  mejillas,  obligándolo  a  subir  de  nuevo  hasta  hacer  contacto  visual  y  rozar  sus  labios  en  un  beso.  -  —Puedes  hacerlo,  tócame,  pero  dime  que  me  amas  y  dímelo  a  los  ojos  —  -sus  manos  son  libres  de  hacer  lo  que  quiera  con  él,  pero  por  ahora,  quiere  tener  el  control  sobre  a  donde  mira  y  que  observa  exactamente.  Siente  la  cara  enrojecida  y  de  nuevo  tiene  ganas  de  llorar,  tal  vez  es  la  ansiedad  que  le  produce  todo  eso,  o  simplemente  es  la  certeza  que  tiene  de  que  Bulyeong  va  amarlo  y  adorarlo  sin  importar  nada  más.  Sooan  mismo  es  quien  lleva  una  de  sus  manos  hasta  el  botón  y  cierre  de  su  pantalón,  deshaciéndose  de  él.

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No duda que Suyeong sea una persona encantadora cuando crezca, es atento, amable y muy obediente cuando le enseña las notas musicales o alguna melodía sencilla para sorprender a su padre. Bulyeong es hijo único y se mudó solo al comenzar la universidad, tiene pocos amigos y prefiere estar en casa que salir con los demás de fiesta o recorrer la ciudad, sin embargo había algo especial en hacerlo junto a ellos y fotografiar cara risita del pequeño o sonrisa del mayor. “¿Soy un buen chico?” pregunta, ladeando la cabeza con curiosidad. El tema de la edad no es algo importante para él cuando sabe que su alma lo adora por completo, buscando una forma de demostrar sus sentimientos pero sin ser tan explícito por miedo a que, aquello que cree es recíproco, sea un producto de su imaginación. “Sully podría pedir la Luna y yo la bajaría con tal de hacerlo feliz.” exagera, aunque eso no significa que no intentase cumplir los sueños del cachorro, sabe que jamás será su padre biológico pero no le molesta si el pequeño lo ve como algo parecido. Toda su atención vuelve al omega, a quien acaricia los cabellos con una mano libre, la otra descansando en la espalda de Suyeong. “Y eso también te incluye a ti, hyung, eres más lindo cuando sonríes y no te preocupas tanto por mi. Estoy aquí porque quiero y me siento como en casa, no le des más vueltas al asunto o te morderé las mejillas.”

Sooan  no  puede  evitar  que  la  vainilla  de  su  esencia  comienza  a  impregnar  el  ambiente  de  su  propia  casa,  cuando  observa  como  Suyeong  cabía  perfectamente  en  aquel  recoveco.  Mira  como  el  pequeño  se  hace  una  pequeña  bolita,  su  cabello  caía  sobre  la  frente  y  por  instinto  el  cachorro,  llevaba  un  dedo  hasta  su  boca  para  succionar.  -  —Gracias  Bulyeong-ah,  me  he  dedicado  a  criar  un  buen  chico  —  -no  teme  decirlo  con  todas  sus  letras,  está  educando  un  caballero  y  un  alma  gentil  que  seguramente  atraería  a  miles  de  personas  por  su  personalidad  tan  fascinante  a  una  corta  edad.  Sooan  como  buen  educador,  se  estira  para  retirar  aquel  dedito  de  la  boca  de  su  bebé,  acariciando  su  rostro  antes  de  llevar  la  misma  mano  para  pellizcar  entre  sus  dedos  la  mejilla  del  muchacho.  -  —Y  tu  eres  un  buen  chico  por  terminar  tus  deberes  antes  de  venir  a  jugar  con  Sully  —  -aquello  también  era  una  pequeña  broma  gracias  a  la  edad,  Sooan  nunca  sentía  que  lidiaba  con  un  chico  inmaduro  cuando  estaba  con  Bulyeong,  pero  el  diablo  en  su  hombro  siempre  le  repetía  que  era  un  alfa  joven,  con  un  futuro,  con  probablemente  muchos  omegas  de  su  edad  persiguiéndolo.  El  mayor  resopla  gentilmente,  alcanzando  su  té.  -  —Vas  a  malcriarlo  si  siempre  le  cumples  todos  sus  pequeños  caprichos…  no  me  molesta,  sabes  que  eres  bienvenido  aquí  en  casa  y  en  el  jardín  de  infantes,  pero  me  da  cargo  de  conciencia  pensar  que  te  estamos  robando  valioso  tiempo. 

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"Eres especial para mi." reafirma, sintiendo cómo sus mejillas aumentan de temperatura tanto por las caricias como por las palabras que salen por su propia boca. Bulyeong era serio y frío, pero tenía una clara debilidad por Sooan que le hace hablar sin pensarlo. "Aún debo buscar el lugar de nuestros sueños, construirte una casa, plantar cientos de flores y formar una familia contigo, mi amor."

Se  encoge  de  hombros,  sin  soltarlo  en  ningún  momento  porque  le  gustaba  como  se  sentía  debajo  de  su  toque,  cálido.  -  —Me  gusta  cuando  profesas  esa  clase  de  amor  y  deseos  por  mí,  me  haces  sentir  especial  —  -acaricia  sus  pómulos  con  los  pulgares,  riendo  despacio.  -  —Llevaremos  a  nuestro  niño  a  la  victoria,  luego…  podemos  hacer  muchas  cosas  juntos. 

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Hermoso, divino, perfecto, Bulyeong se queda sin palabras para definir lo enamorado que está del más bajo y de la preciosa sonrisa que nunca deja su rostro. "Pensé que ya lo habías asumido." ahora es él quién ríe, recargándose ante el suave toque. "Una vez esto acabe y Suyeong se alce con la victoria te haré mi esposa, mi dulce María."

El  color  le  pinta  la  cara,  riéndose  despacio  antes  de  sostener  entre  sus  manos  las  mejillas  del  otro.  -  —¿Tu  futura  esposa?  ¿Vas  a  pedirme  casarme  contigo?  —  -le  hacía  ilusión  algo  como  eso.

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La manera que se refiere a él le produce cosquilleos en el estómago, las manos de Sooan con finas y pequeñas en comparación a las suyas, pero es primera vez que recorren su cuerpo y reprime gruñidos gracias al beso. El dolor que conllevó reemplazar los frágiles huesos con material resistente hacía su día a día un infierno, al menos por dentro, pues por fuera aparentaba estar bien y no preocupar a las dos personas que continuaban a su lado y lo mantenían con vida. Con el tiempo se fue acostumbrando y el resto de su estructura asimiló los implantes, comenzando una rutina para aprender a manejar la energía de sus golpes y movimientos. Ahora su esposo podía acariciar el fruto del entrenamiento, subiendo un poco el pequeño ego del más alto. “Sigo teniendo cara de mal genio, los animales, Sully y tú son los únicos que conocen más allá de mi faceta como José.” Enterró todos sus sentimientos cuando sus caminos se separaron, sabiendo que no volvería amar a otra persona que no fuese María a pesar que esta había elegido a alguien más. Bulyeong fue sanando cuando se volvieron a reencontrar, conociendo a humanos peculiares ligados a su hijo y disfrutando otra vez vivir, pero siempre reservó la expresión de alegría para los más cercanos y quienes le rescataron del aislamiento. Sigue las palabras de Sooan, sus labios dejan los del más bajo y comienzan a bajar por el mentón, besando la manzana de adán y mordiéndola con suavidad. Una mano se desliza entre ambos cuerpos y se escabulle entre las delgadas piernas del otro, tanteando los muslos interiores con los dedos, rozando ligeramente la entrepierna de su esposo, subiéndola hasta el vientre y presionando la zona. “Te amo, mi amor, te amo tanto… y quiero demostrártelo hasta mi último suspiro.” comenta ahora que su boca descansa en el suave pecho, trazando un recorrido del centro a los botones, turnándose en atenderlos con tímidas lamidas, ansioso por probar más de él que no tarda en restregar con mayor presión la parte más sensible de su esposo y que lo hace diferente a él pero no puede esperar a apreciar. “¿Puedo quitarte el pantalón ahora?”

No  puede  evitar  sentir  los  ojos  colmados  de  lagrimas  conforme  el  contrario  recitaba  las  más  bellas  y  preciosas  palabras  de  amor  dichas,  siendo  muy  parecidas  a  los  votos  de  matrimonio  que  le  dijo  cuando  colocó  el  anillo  sobre  su  dedo  anular.  A  pesar  de  que  el  momento  exige  otro  tipo  de  emociones  y  sentimientos,  Sooan  se  siente  en  paz  y  tranquilo,  abrumadoramente  adorado  de  una  forma  en  que  el  corazón  le  lata  desembocado  y  asiente  suavemente  cuando  el  beso  llega  a  su  boca,  aprieta  sus  brazos  en  torno  al  cuello  del  otro  y  lo  pega  más  cerca,  soltando  un  suave  sonido  contra  el  ósculo  mientras  sus  pieles  desnudas  se  estaban  tocando.  Se  siente  caliente  y  firme,  seguramente  diferente  a  su  complexión  más  suave.  Los  sonidos  ligeramente  más  obscenos  se  hacen  presentes  cuando  sus  lenguas  danzan,  no  peleando  por  dominancia,  pero  si  exigiendo  sentirse  una  con  la  otra.  Sooan  cae  sobre  la  cama  de  forma  elegante,  su  cabello  negro  y  ligeramente  más  largo  crean  un  halo  oscuro  contra  lo  blanco  de  las  sábanas,  de  su  propia  piel  y  el  rojo  de  sus  labios  abusados  por  un  beso  perfecto.  -  —No  quiero  que  te  detengas,  mi  ángel  guardián  —  -está  seguro  de  lo  que  dice  cuando  vuelve  a  besarlo,  sus  manos  delicadas  se  pasean  por  el  cuerpo  del  otro.  No  siente  las  cicatrices  de  las  prótesis  de  sus  brazos,  admirando  el  excelente  trabajo  que  hicieron  con  Bulyeong  para  que  se  viese  orgánico  y  no  ultrajado  por  los  científicos,  por  lo  que  puede  pasearse  por  sus  bíceps  y  antebrazos,  volviendo  de  nuevo  para  tocar  su  clavícula,  los  pectorales  y  los  abdominales.  Sooan  exhala  un  jadeo,  encantándole  lo  que  toca.  -  —Eres  tan  atractivo,  ¿desde  que  momento  dejaste  de  ser  mi  niño  con  bracitos  de  fideo  y  una  cara  de  pocos  amigos?  —  -cuestiona,  riéndose  ligeramente  mientras  rozaba  sus  narices,  sus  piernas  abriéndose  tímidamente  para  hacerle  cabía  al  otro  entre  ellas.  Reparte  besos  por  sus  facciones,  especialmente  por  la  adorable  nariz  circular  antes  de  exhalar  una  petición  en  su  boca.  -  —Tócame,  por  favor,  José.  Hazme  sentir  amado,  tal  cual  soy…

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Cómo podría estar tranquilo si ese loco quiere tocar a su futura esposa. No no no, no lo permitirá.

Él  honestamente,  está  calmado.  Quién  piensa  que  no  está  calmado  ante  la  presencia  de  cierto  Doctor,  es  su  adorado  José.