#vaporera
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Vaporera N1 de Mi Home: Potente y versátil, 3 niveles y 1500W por solo 27€
El 7 de noviembre se anunció que la Vaporera Multifuncional Eléctrica Mijia N1 ya se encuentra disponible para pre-pedidos en JD.com. La nueva Vaporera tiene un precio estimado de 199 yuanes, lo que equivaldría a unos 25,50 euros, y comenzará a venderse oficialmente el próximo 10 de noviembre a las 20:00 horas. Este innovador electrodoméstico destaca por su generosa capacidad de 13 litros, que…
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Se pasó las últimas tres horas preparando y cocinando panes al vapor y las porquerías quedaron crudas de abajo. No vuelve a cocinar jamás en la vida (?)
#yo (?)#es que no tengo vaporera#pero quedaron comestibles del resto fgdfjkg#no es algo que volvería a hacer anyways x'DD#Piper;;Hyunseok#Piper;;Seohyun#AU;;Change
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Gyozas o empanadas japonesas, rellenas de carne molida de puerco, hongos, condimentada con ajos y jengibre.
😃
Ingredientes para hacer gyozas caseras
* 1 paquete de masa de gyozas
* 250 gramos de carne picada de cerdo
* 200 gramos de hongos shitake
* 1 taza de col rallada
* 2 rabos de cebolleta
* 2 ajos
* 1 trozo de jengibre rallado
* Salsa de soya
* Aceite de sésamo
* Vinagre de arroz
* 1 shot de sake o mirin
Preparación:
En un bol vamos a preparar la mezcla. Picamos bien las verduras y las mezclamos con la carne picada, un chorrito de salsa de soya, el mirin, el jengibre rallado. Mezclamos bien.
En tazón pequeño preparamos la salsa. Mezclamos a partes iguales salsa de soya con vinagre de arroz y reservamos.
Sacamos las masas de gyozas y preparamos al lado un vaso con agua. Ponemos un poco de relleno en el centro de la tortilla, las doblamos por la mitad y las cerramos untando un poco de agua. Para cerrar las gyozas tenemos que ir haciendo unas especie de pellizco en la masa.
Una vez hechas todas las gyozas las ponemos en una vaporera durante unos 15 minutos. Seguidamente las pasamos por la plancha para darles un toque crujiente.
En algunos casos se pueden cocer en agua y luego pasar por la plancha con un chorrito de aceite.
Disfrute con salsa de chiles con ajo y espolvorear rabos de cebolleta y bañé con la salsa de soya con vinagre
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Saltat de verdures
Ingredients: 1 bròcoli mitjà un manat de col kale (250 gr aprox) 2 grans d´all unes quantes llavors de comí, una culleradeta de flocs de xili sec, unes quantes fulles de menta, suc de llima, sal pebre Preparació: Netegem bé les verdures, sobretot la col kale, més propensa a tenir sorra, tallem el bròcoli i posem aigua a bullir en una vaporera. Farem al vapor tan la col com el bròcoli, però…
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#ALL#BROCOLI#COL KALE#CUINA#FRUITA#LLAVORS DE COMI#LLIMA#MENTA#PEBRE NEGRE#PRIMERS PLATS#RECEPTA#SAL#VERDURA#XILI
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#108 Taco de sesos hervidos.
TAQUERÍA ALBA, Calle Melchor Ocampo 8, Colonia Centro, Zacatlán de las Manzanas, Puebla.
Los sesos de res o cerdo generalmente son una exquisitez en las taquerías. La mayoría de las veces se elaboran con los sesos hervidos o al vapor, y luego picados con chile verde, cebolla, cilantro, epazote o alguna hierba local. En algunas versiones fuera de la CDMX se preparan con otras hierbas como menta o hierbabuena, y el picor podría provenir de otros chiles secos o frescos regionales.
Esta versión parecía prometer pero al final presentó un sabor desangelado, falto de sal y sazón. Los sesos estaban muy pastosos -posiblemente resultado de las horas expuestos sobre la vaporera de la taquería- y su sabor no terminaba de ser apetecible a pesar de la incorporación de los chiles verdes y epazote.
#1000tacos2015#tacos#mexico#taco#cocina mexicana#miltacoscigmexico#cocinamexicana#miltacos#puebla#zacatlán#taco de sesos
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Aquí, todos somos uno
Rasco en la memoria algún trazo vívido de aquel viaje en los ferrocarriles hindúes hacia la ciudad de Coimbatore, en el estado de Tamil Nadu. Recuerdos vagos de un viaje aparcado en algún rincón de mis pensamientos. Un señor que me mira mientras saborea lo que parece ser un higo. Con certeza asumo la instante recompensa que le produce su dulce jugo, apostando por afirmar la presencia de un clima húmedo y un reguero de sudor en su espalda. Muy seguramente, también en la mía. Viajar en tren por estos lugares supone un ir y venir de escenas cotidianas lejanas a mi cotidianidad. Ver a alguien comiendo un melocotón en un tren en España no me despierta la más mínima curiosidad, aunque la escena guarde ciertas similitudes. Trayectos que están vivos, como si de un bazar sobre railes se tratara, el comercio y la compra venta no cesa en las siete u ocho horas que dura el trayecto. Chais con su aroma a cardamomo, pipas, dulces y cualquier otro tentenpié corren de unas manos a otras hasta mi litera o en mitad del pasillo. Aquí todos somos uno. No hay espacio vital, no se entiende, no existe. Las miradas se clavan en otras miradas, pasa el tiempo mientras se pierde el espacio. Mis retratos son valorados por todo el vagón, tengo la aprobación de mis compañeros de viaje. Se acaban los higos y la sandía mientras aumenta la humedad. Los ventiladores recrean una danza aséptica, arrítmica y deficiente mientras el humo del té se filtra en mi frente. Soy una tetera, una vaporera. El calor moja y la falta de brisa no calma mi sed.
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Ponerse al día con la ex
Shiitake
Camote
Chaucha (ejote en mx)
Coco
Semillas de girasol
Cebolla morada
Arroz
Miel
Salsa de chile de árbol
Lavanda
Cúrcuma y ajo frescos
Pimienta obvio
Uf, es larga, pero se pasa rápido si la haces pondiendote al día con una amiga. Primero puse en la vaporera de bambú las chauchas, el camote y el shiitake. Los hongos se dejan muy poco tiempo, solo hasta que se hinchen y larguen ese perfume terroso. Perlé el arroz con ajo y cúrcuma picaditas a cuchillo en tantito de aceite de oliva. A eso agreguéle una taza de agua y dejélo cocinándose. Una vez tiernas las verduras de la vaporera, las saltié con miel y salsa de chile de árbol. La miel es de apicultoras de Tepoztlan y la salsa de árbol artesanal del barrio. Junté el arroz con el salteado y lo tapé con unas hojitas de lavanda. Saltié los shiitake con cebolla morada y semillas de girasol a fuego alto para que todo se dorara. En fin, serví cada parte en capas y le tiré un chorrito de oliva. Estuvo brutal, háganla!
Gracias Belsi hermosa, que me regaña sin miedo por mis malas estrategias amorosas. Te quiero, nos vemos pronto. Y que viva la Saturnal!!! uwu
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DE PASEO POR AGUA ZARCA (parte 2)
Nuestra siguiente travesía en Agua Zarca fue aprender el preparado de algunos alimentos tradicionales. Como: tamales con carne de puerco “en verde”, ofrendas e itacates.
Para ello, Nahomi nos introdujo con una de las mejores cocineras de la comunidad: “Doña Ise”.
Para ser sincera, ya nos había ayudado con muchos puntos de la preparación de muchos de ellos; pero aún así trató de que tuviéramos la mayoría de la experiencia.
Comenzando con los tamales, agregabamos ingredientes por aquí y por allá, hasta tener una masa “re linda”, la cual untamos en unas hojas de maíz secas y rellenamos con guiso “en verde” para meterlos finalmente en la vaporera. Una vez el tiempo corrió para los tamales; dimos inicio a realizar los itacates.
Y Alexa al sentirse muy experta, que le empieza a dar duro en el molino de mano, para sacar primero la masa y después proseguiremos con el molido del relleno de los itacates, siendo frijolitos molidos con comino, chile local y sal, a estas les empezamos a dar forma como de gordita y terminamos su cocción en un comalito.
Finalmente llegó el momento que todas estábamos esperando: Las ofrendas; esas ricas galletitas que Nahomi siempre llevaba a la escuela, espolvoreadas de un color rosa vivo. Comenzamos tostando el grano de maíz seco (aquí le conocen al tipo de maíz como: “maíz nuevo”) para proseguir con su molido y mezcla con manteca de puerco, zumo de naranja, azúcar, etc. terminando de batir una masa uniforme pero moldeable a la vez.
Les dimos hermosas formas de corazones, flores, círculos, etc. Y las pusimos a hornear.
En un dos por tres la casa tenía un aroma indiscutiblemente delicioso. Ya no sabíamos qué aroma nos gustaba más, si el de los tamales, los itacates o las ofrendas.
Agotadas por la clase express de “Doña Ise”, nos acostamos un poco, quedándonos dormidas; hasta que escuchamos que una de las charolas de ofrendas se estaba quemando por no estar al pendiente de los tiempos.
Al final aunque un poco quemadas logramos salvarlas y emplatar todos los demás alimentos que acabamos de elaborar.
Esa cena he de decir que fue de las mejores que he tenido en mi vida. Mi plato tenía un agradable olor a leña, manteca natural, canela, entre otras cosas. Que me hacía babear.
Sin más por el momento, les dejo porque se me está haciendo agua la boca.
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Arrocera Multiusos 0.5 libras con vaporera. – Tapa de vidrio refractario con ventilación para evitar la cocción excesiva de los alimentos. – Bandeja para cocer al vapor re movible. – Recipiente antiadherente re movible para limpieza fácil. – Luces indicadoras de cocción y de mantener caliente. – Función automática para mantener el arroz caliente una vez cocido. – Incluye taza medidora y cuchara.
NIO 699.99
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 142. VPX-01
Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 142. VPX-01
Hace 5 años…
Annie la Mandiles, como la conocían sus hermanos del Nudo Verdadero desde hacía poco más de medio siglo, se paró a un lado de la carretera, con la mirada perdida en el lejano horizonte. Ante ella sólo se erguía el amplio y despejado monte, cubierto de hierba seca, y sólo unos cuantos árboles casi pelones esparcidos por aquí y por allá. Las montañas más cercanas eran unas manchas grisáceas en la lejanía que prácticamente se mezclaban y perdían con el cielo. Un aire cálido y seco le golpeaba la cara, y agitaba levemente sus cabellos oscuros. A sus espaldas, las voces de Doug el Diésel y Phil el Sucio le llegaban escuetamente, mientras ambos seguían discutiendo la noticia que les acababan de dar.
Barry el Chino, Jimmy el Números, Andi Mordida de Serpiente, El Nueces… y ahora también Papá Cuervo. Sus hermanos, a los que se suponía iban en camino a ayudar como sus refuerzos, todos estaban muertos. Y lo peor era que la mayoría había sucumbido ante la mano de la vaporera que se suponía era su presa. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo había ocurrido algo tan horrible como eso en tan corto tiempo?
Aquello resultaba simplemente surreal. No sólo tenían esa enfermedad carcomiéndolos por dentro, sino que ahora una simple vaporera podía eliminar a varios de ellos así como así; como si fueran sólo moscas perturbándola.
Annie nunca había sido la más fuerte o inteligente del Nudo Verdadero. Pocas cosas la distinguían de los demás, salvo su cualidad de poder soltarse a llorar a voluntad; habilidad que resultaba útil en ocasiones, pero la mayoría del tiempo era opacada por las cosas increíbles que otros miembros del Nudo podían hacer como Andi, Mabel, y por supuesto la propia Rose. Incluso alguien como Sarey, que podía ocultar su presencia incluso del más observador, dado el momento podía ser de mucha más utilidad que alguien que simplemente podía llorar cuando se lo pedían.
Y lo más gracioso del asunto, por decirlo de una manera, es que en esos momentos no le era posible soltar ni una sola lágrima por sus hermanos caídos. No podía, o quizás en el fondo no quería.
—Es sólo una paleta —recalcó Doug con severidad.
—Los mató a todos —repitió Phil con insistencia, su voz temblándole un poco—. Incluso a Papá Cuervo. No sé qué clase de monstruo fue el que encontró Rose, pero es claro que no somos rivales para ella.
—No sabemos lo que pasó realmente. Quizás los síntomas de la enfermedad se presentaron y todos estaban demasiado débiles; quizás se confiaron; quizás los tomaron por sorpresa, o quizás la niña tiene algún tipo de ayuda.
—Demasiados “quizás”, Doug. La única verdad es que no tenemos ni puñetera idea de nada. Y no sé ustedes, pero yo no estoy dispuesto a tirarme a la boca del lobo sin tener claro a qué me voy a enfrentar.
—¿Y qué otra alternativa tenemos? —cuestionó Doug tajante—. Igual no importa. Rose quiere que demos media vuelta y volvamos, así que será mejor que nos movamos de una vez.
—¿Y volver para qué? —rio Phil, incrédulo—. ¿Oíste lo que dijo El Lamebotas? Rose no quiere soltar esto. Piensa vaciar todos los termos y que vayamos todos en contra de esa chiquilla. Aún si no terminamos muertos, terminaremos alertando a toda la maldita policía del estado de nuestra presencia. Rose ha perdido totalmente la cabeza.
—No —exclamó Annie de pronto en alto, llamando la atención de ambos hombres. Hasta ese momento se había quedado bastante callada.
La Mandiles se giró lentamente hacia ellos, mirándolos con seriedad en la mirada.
—Lo que está es dolida, herida —masculló despacio—. Por la muerte de su amado, y también por su orgullo roto.
—Y por eso mismo no puede pensar con claridad ni oír razones —señaló Phil con insistencia—. Aceptémoslo, hasta ahora siempre hemos creído ciegamente en sus planes, pero la verdad es que últimamente todos han terminado en un desastre. Ya no es la grandiosa e imponente Rose la Chistera que siempre hemos conocido. No lo ha sido desde que por su culpa todos nos contagiamos de esta enfermedad. Y mientras esté al frente del Nudo Verdadero, no tendremos futuro.
—¿Y qué sugieres? —preguntó Annie, más curiosa que molesta, aproximándosele con cautela—. No la podemos “derrocar” si eso es lo que piensas. Es muy poderosa. Además, no es así como funciona elegir un nuevo líder.
Y en realidad Annie no tenía claro cómo funcionaba, pero sabía que no era tan fácil como que uno renunciara y otro más tomara su sitio.
—No, claro que no podemos hacer algo contra ella —murmuró Phil, con voz ausente—. Pero tampoco tenemos que seguir haciéndole caso.
Doug y Annie lo miraron, desconcertados.
—¿A qué te refieres? —masculló Doug despacio.
La Mandiles permaneció en silencio todo el rato siguiente, mientras Doug y Phil discutían la propuesta de este último. Su opinión no fue requerida, y ella tampoco la expuso abiertamente. Pero aún sin ella, al final los tres tomarían el camino totalmente opuesto al que Rose les había ordenado. Ese día, los tres abandonarían para siempre el Nudo Verdadero. Y no serían los únicos.
* * * *
Los últimos días habían sido bastante extraños para el Nido en general, y en especial para el Dr. Russel Shepherd. Había demasiado que hacer, demasiado que supervisar, demasiado en qué pensar. Y aunque habitualmente se mostraba ante su equipo con una actitud jovial y enérgica, lo cierto era que ya para esos momentos comenzaba a sentir sobre los hombros el peso del verdadero cansancio.
Quizás ya era hora de que se tomara unos días libres; no recordaba la última vez que lo había hecho. Lamentablemente, dudaba que el trabajo se lo fuera a permitir. Además, ya casi era Acción de Gracias y al menos un tercio del personal de planta había solicitado su semana libre justo en esos días, así que con más razón no podía dejar las cosas sin supervisión. Quizás para Navidad todo estuviera mejor; igual él prefería más esas fechas que Acción de Gracias.
Aquella mañana, muy temprano, Russel se presentó en la sala de observaciones en donde el equipo médico había estado monitoreando el progreso de su segundo prisionero más reciente. Y aunque estos ya le habían informado con anterioridad de lo que vería, ciertamente le fue imposible no contemplar con una combinación de asombro y espanto el rostro dormido de Damien Thorn a través del cristal de la cámara hiperbárica; un rostro totalmente sano, sin rastro alguno de quemadura en él, ni siquiera una sola cicatriz. Con su cabeza totalmente cubierta de su grueso y brillante cabello negro, tan limpio y pulcro como si acabara de lavarse. Todo totalmente en su sitio, como si el horrible y deplorable estado en el que había llegado nunca hubiera ocurrido.
Russel sintió como un sudor frío le recorrió la frente, y se apresuró rápidamente a secarse con un pañuelo antes de que fuera muy evidente. ¿Por qué aquello lo ponía tan nervioso? No lo tenía claro, pero así era. Contemplar ese rostro dormido y calmado, le causaba todo menos tranquilidad. Temía que en cualquier momento esos ojos se abrieran repentinamente, se fijaran en él, y entonces…
—Increíble, ¿no le parece? —masculló la voz del Dir. Sinclair, justo cuando se paró a su lado para mirar también hacia el chico inconsciente—. Sólo unos cuántos días, y se regeneró totalmente de todas sus heridas, sin necesidad de ningún tratamiento adicional. ¿Con qué estamos lidiando, Dr. Shepherd? ¿Algún progreso con eso?
Russel carraspeó un poco y se acomodó discretamente el nudo de su corbata. Respiró hondo intentando recobrar por completo la compostura antes de responderle.
—Me temo que no, señor. Los análisis que hemos logrado realizarle confirman que su bioquímica no es como la de los UX, ni siquiera parecida. En general, todos sus exámenes de sangre salieron casi normales.
—¿Casi? —inquirió Lucas, curioso.
—Sí. Al parecer hay cierta… estructura inusual en su sangre. Su ADN, para ser exactos, es un poco diferente al de un ser humano convencional.
—¿Qué me está diciendo, Russel? —susurró Lucas, cruzándose de brazos—. ¿Acaso no es un ser humano? ¿Qué entonces?, ¿un extraterrestre?
—Bueno, no tan diferente como para estar cómodo con ponerlo en esa clasificación. La estructura de su sangre sigue siendo similar a la que uno esperaría de un ser vivo de este planeta, sólo que no precisamente la que se suele ver en un ser humano. Según algunos miembros de mi equipo, se asemeja más a la que verías en… la sangre de un animal.
Lucas arqueó una ceja, claramente desconcertado con esa explicación que lo dejaba con aún más preguntas que antes.
—O en una hipotética cruza, más bien —añadió Russel con voz serena—. Me temo que no puedo darle más información de momento. Necesitamos seguir investigando. Pero de todas formas, no hay nada que nos indique que la inusual estructura de su sangre pudiera estar relacionada directamente con este acelerado y milagroso ritmo de recuperación. Al parecer debe haber algo más. Pero, repito, necesitamos seguir investigando.
—Tendrán todo el tiempo y recursos que necesiten para realizar esa investigación —recalcó Lucas con firmeza—. Pero eso será hasta que pueda interrogarlo de frente. Luego de eso, será todo suyo.
—¿Interrogarlo? —exclamó Russel, su voz temblando ligeramente—. ¿Quiere decir que… piensa despertarlo?
—Esa es la idea —asintió Lucas—. Hay muchas cosas que necesito saber de él, empezando por la identidad de las personas que lo protegen.
Miró sobre su hombro a los demás en la sala; sólo otros dos miembros del equipo médico. Lucas tomó a Russel discretamente del brazo y lo jaló hacia un lado de la sala para poder hablar con un poco más de privacidad.
—No puedo darle mayores detalles, pero sospechamos que podría haber incluso gente dentro del DIC que deliberadamente lo ha estado escondiendo de nosotros. Recuerda lo que estuvimos hablando con Douglas aquel día en la videollamada, ¿cierto?
Russel lo recordaba. Era difícil olvidar a un hombre adulto siendo reprendido de esa forma.
—Creía que había sido sólo un error —masculló Russel con ligera preocupación.
—Yo estoy casi seguro de que no fue así. Pero ese muchacho puede tener la clave para poder al fin estar seguros de eso, o no. Además, necesito también que nos diga todo lo que sepa de sus cómplices, empezando por la tal Leena Klammer, Lilith Sullivan, y una mujer que estuvo detrás de la muerte de… una vieja conocida en Los Ángeles, que parece ser que también trabaja para él. Así que sí, en vista de que ya está completamente recuperado, lo despertaremos para poder interrogarlo sobre todo eso. Ya hablé con McCarthy y el Sgto. Schur ayer sobre esto, y se está preparando una sala especial para ello. En cuanto esté listo, ocuparé que se encargue de llevarlo y despertarlo. Y claro, de volverlo a dormir en cuanto terminemos. ¿De acuerdo?
—De acuerdo, señor —asintió Russel, aunque en el fondo no se sentía precisamente muy convencido. Si ese chico le causaba tanta incomodidad estando dormido… no podía imaginarse cómo sería verlo despierto.
—Luego de ese interrogatorio tendré que retirarme —informó Lucas con seriedad—. He estado ya bastante tiempo aquí, y mi esposa me matará si no estoy en casa para Acción de Gracias. Confío en que podrán encargarse de todo ustedes solos.
—Claro —respondió Russel escuetamente.
Lucas sonrió satisfecho con su respuesta, y le dio un par de palmadas amistosas en su brazo, y luego se giró a la salida con la aparente intención de irse de la sala. Antes de alejarse demasiado, sin embargo, se detuvo un momento y se giró de nuevo hacia él.
—Apropósito, ¿en qué terminó la negociación con la química externa que logró despertar a Gorrión Blanco? —preguntó con marcado interés—. La Srta. Mathews, ¿cierto? ¿Aceptó al final nuestra propuesta o no?
—Me temo que no —respondió Russel, negando con la cabeza—. Lo ocurrido en aquel quirófano la alteró demasiado. No cree que este tipo de ambiente de… alto riesgo, se podría decir, sea lo suyo. Y me temo que podría tener razón.
Lucas asintió.
—Es una lástima. Logró en unos cuántos días lo que muchos otros no lograron en cuatro años. En fin, encárguese entonces de los preparativos para su traslado.
—Sí, señor.
Y sin más que agregar, Lucas se dirigió ahora sí a la puerta. Russel, por su lado, permaneció unos momentos en el mismo sitio, pensativo, admirando desde su posición a la cámara hiperbárica y a su inusual ocupante.
* * * *
Hace unos meses…
Aquel había sido para variar un buen día, y Annie la Mandiles sabía que en serio les hacía falta uno. Doug, Phil y ella habían ido tras la presa que Mabel la Doncella les había conseguido, mientras ésta iba por otra en compañía de James, Hugo, y un muy enfermo Marty. Aún desconocía como les había ido a ellos, pero el grupo de Annie ciertamente estaba muy contento con el resultado.
El niño paleto al que habían ido a buscar, un escuincle lleno de mocos, delgaducho y sucio, resultó ser un muy buen botín. No de los mejores que hubieran visto en sus años en el Nudo Verdadero, ni de cerca. Pero considerando los tiempos de escases por los que habían pasado, ciertamente poder llenar más de la mitad del cilindro con un vapor puro y lleno de energía, era algo digno de celebrar. Y Annie lo notaba vívidamente en el buen humor de sus dos acompañantes. Ella, por su parte, no podría decir que compartiera su sentir del todo. Más que alegría, a lo mucho lo que debía sentir es algo de alivio pero… ni siquiera estaba segura de sentir eso.
Cuando llegaron al punto de encuentro, un claro boscoso con sólo un camino de acceso, no había aún rastro alguno de sus demás compañeros. Los campers de Doug y Annie, y el de Hugo y Marty, se encontraban justo donde los habían estacionado, pero no había rastro del de Mabel y James, que era en el que se habían ido los cuatro a cumplir su respectiva misión.
—Aún no llegan —señaló Annie en voz baja, al tiempo que se bajaba de la camioneta de Phil, seguida de cerca por Doug.
—Ya deben estar en camino —indicó Phil despreocupado, apeándose también del lado del conductor—. Y si les fue tan bien como a nosotros, hoy comeremos como no lo hemos hecho en mucho tiempo. ¡Al fin!, ¡carajo!
Phil el Sucio estaba que no cabía de su excitación. Aquello resultaba un poco contagioso, incluso para Annie, aunque sólo podía limitarse a sonreír levemente.
—Voy a guardar esto —informó Phil, alzando el termo medio lleno que cargaba en su mano—. Y voy a traer un par de cervezas para celebrar, ¿de acuerdo? ¡Ni se les ocurra moverse!
Y antes de que alguno pudiera responder realmente algo, Phil corrió presuroso hacia el camper de Doug y Annie, en donde estaban guardando los termos de reserva.
Annie lo observó en silencio hasta que entró en la casa rodante, con sus brazos cruzados y su mirada un tanto distraída. Alzó luego su mirada al cielo, contemplando el cielo azul que los árboles dejaban a la vista, percibiendo además algunos de los rayos del sol que se filtraban entre las ramas y las hojas. Annie respiró profundo por su nariz. El olor de los bosques como ese solía parecerle agradable, incluso relajante. Pero hacía mucho tiempo que ya no sentía lo mismo; ni con los bosques, ni con nada. Como si en verdad se hubiera quedado vacía, desde aquel horrible día hace cinco años en el que el Nudo Verdadero dejó de existir.
Sintió entonces como unas grandes y fuertes manos se posicionaban en sus hombros, acariciándola con una delicadeza que parecería casi impropia de las manos que lo hacían.
—¿Un centavo por tus pensamientos? —murmuró la voz de Doug el Diésel muy cerca de su oído.
—Te costará más caro que eso —respondió Annie bromeando, apoyando su cuerpo hacia atrás para pegar su espalda contra el amplio y fuerte pecho de su pareja—. No es nada, sólo me siento un poco cansada.
—¿Cansada? —masculló Doug con preocupación, y de inmediato dirigió una mano a la frente de la mujer, temeroso de percibirla más caliente de lo debido.
—Estoy bien —rio Annie, apartando la mano de Doug—. No es la enfermedad, en serio. Es sólo que tuvimos que conducir casi toda la noche. Te diré si me comienzo a sentir mal, te lo prometo.
—De acuerdo, yo te creo —asintió Doug, y se permitió entonces rodearla con sus gruesos brazos, y apoyó su barbilla contra su hombro—. Sé que siempre has tenido tus dudas con todo esto, y no te culpo. Pero las cosas parece que mejorarán. Y si seguimos así, dentro de poco podríamos incluso darnos el lujo de reclutar a nuevos miembros. Otro rastreador, quizás. Y así podremos conseguir mejores presas y estar más fuertes.
—¿Crear un nuevo Nudo? —masculló Annie, volteándolo a ver sobre su hombro con evidente escepticismo—. ¿De eso estamos hablando?
—¿Y por qué no? —respondió Doug con total seguridad—. Ya hemos pasado demasiado tiempo preocupados en sólo sobrevivir. ¿No es ya momento de comenzar a pensar en el futuro?
—Sí, por supuesto —respondió Annie, sonriente.
Doug se inclinó hacia ella y le dio un sonoro beso en su mejilla, y luego bajó a su cuello, causándole un poco de cosquillas.
—Por lo pronto, esta noche abriremos uno de los cilindros, y nos pondremos fuertes antes de emprender de nuevo el viaje. ¿Quién sabe? Quizás incluso Marty se ponga mejor.
Annie asintió como respuesta a su comentario, y Doug se apartó entonces de ella caminando en dirección al camper, quizás para reunirse con Phil y tomar una de esas cervezas que había sugerido. Ella, por su lado, se quedó de pie en el mismo sitio, con su mirada de nuevo alzada hacia el cielo.
Tomar una buena dosis de vapor, crear un nuevo Nudo… eran ideas que hace tiempo la hubieran podido emocionar, pero ahora eran sólo otras de esas cosas que la hacían sentir vacía con tan sólo pensar en ellas. Y aunque no se atrevería a decirlo en voz alta, la verdad era que incluso Doug se encontraba también como uno más de esa lista.
Descubrió de mala manera que, así como se le hacía fácil llorar a voluntad aunque no lo sintiera, parecía tener la misma cualidad de fingir o imitar otras emociones; como la felicidad, la excitación, o incluso el deseo. Pero lo cierto era que ya no creía ser capaz de sentir nada de eso. Pero sabía que no era culpa de algo que Doug o alguien más hubiera hecho mal. Ni siquiera se trataba de resentimiento reprimido por haberla convencido de abandonar a Rose, como el que Mabel claramente sentía hacia James y a veces era incapaz de esconder.
No, eso era algo que estaba totalmente en ella. Algo había muerto en su interior la noche en que Rose y los demás lo hicieron. Y ahora se sentía como un simple caparazón hueco, incapaz de sentir o desear nada, mucho menos poder pensar en el futuro como Doug le había sugerido. ¿Qué futuro podía tener un ser vacío como ella?
Bajó su mirada al escuchar el lejano sonido de un motor, resaltando enormemente en la casi absoluta quietud del claro. Al mirar hacia el camino que llevaba hacia donde se encontraban, le pareció percibir el lejano punto de un vehículo aproximándose.
—Creo que ya vienen llegando —pronunció con fuerza para que los otros dos la escucharan.
Doug y Phil salieron en ese momento del camper, cervezas en mano. Alzaron sus miradas en dirección del camino y… sus miradas no era precisamente de alivio.
—¿Son ellos? —masculló Doug, aprensivo, volteando a ver a su amigo.
Phil corrió en ese momento de regreso a su camioneta, hacia una de las maletas de la parte trasera de la que sacó rápidamente un par de binoculares. Los alzó y enfocó para poder distinguir con más claridad el vehículo que se acercaba.
—¿Qué demonios? —exclamó totalmente exaltado.
Annie se giró a mirarlo, y en cuanto Phil bajó los binoculares, pudo ver claramente su rostro pálido y sus ojos llenos de asombro… por no decir terror. Y al mirar de nuevo hacia el camino, y a pesar de no tener la vista tan aguda, le bastó para poder darse una idea de lo que tanto había espantado a su amigo.
Aquello no era el camper de James y Mabel. De hecho, no era un sólo vehículo, sino varias camionetas negras todo terreno, aproximándose a gran velocidad directo a su encuentro.
* * * *
Lisa contempló en silencio los cinco ratones muertos sobre su bandeja metálica. Todos habían convulsionado y sufrido una abundante hemorragia, creando charcos rojos bajo sus pequeños cuerpos, antes de perecer y quedarse completamente quietos. Una escena que era prácticamente una repetición de lo que habían sido sus primeros días en el Nido. ¿A cuántos ratones inocentes había asesinado desde que llegó a ese sitio? Y además de formas tan horrendas. Temía lo que pasaría cuando ese karma se le regresara.
Había estado toda esa mañana jugando con las dosis del Lote Diez, variando un poco las proporciones que habían logrado despertar a Gorrión Blanco. Sin embargo, no había podido replicar otro resultado favorable como los de aquel día. Era casi como si simplemente el Lote Diez hubiera decidido dejar de funcionar justo cuando Lisa creía haberlo comprendido, lo que resultaba muy, pero muy frustrante, por decirlo menos.
Desvió su mirada hacia un lado, de los ratones muertos a las radiografías sobre la pantalla de luz; las mismas del cerebro de Gorrión Blanco que el Dr. Shepherd le había mostrado la otra noche, y que mostraban claramente las nuevas lesiones que habían surgido en él. Había considerado que tal vez podría encontrar una nueva combinación que pudiera servir para volver a regenerar el cerebro de Gorrión Blanco, quizás incluso de forma permanente en esa ocasión. Pero comenzaba a pensar que quizás aquello había sido un simple golpe de suerte (si es que la muerte de toda esa gente, en la que por poco ella misma estuvo incluida, podía llamarse suerte de alguna forma).
Quizás el curarla lo suficiente para despertarla era lo más lejos que ella podía llegar. Y aunque no lo fuera, si tenía verdadera suerte no estaría ahí el suficiente tiempo para averiguarlo.
El sonido del candado electrónico de la puerta abriéndose captó su atención, sacándola de su cavilación. La puerta se abrió un instante después, y no le sorprendió ver aparecer del otro lado a Russel. De hecho, le parecía extraño no haberlo visto más últimamente.
—Srta. Mathews —le saludó el Dr. Shepherd, cerrando la puerta detrás de él. Miró discretamente hacia la charola de metal delante de ella, y luego la observó con una discreta sonrisa—. Imagine mi sorpresa al escuchar que ha estado solicitando más ratones de prueba y muestras de los compuestos del Lote Diez. Luego de nuestra conversación, creí que seguir haciendo estos experimentos sería lo último que querría hacer.
Lisa entornó los ojos y se giró al instante a los recipientes transparentes sobre su área de trabajo, tomando con una jeringa pequeñas dosis de cada uno para colocarlos en un tubo de ensayo nuevo.
—Y no está equivocado —le respondió mientras continuaba concentrada en lo suyo—. Sólo pensé que, ya que estaré encerrada aquí hasta quién sabe cuándo, al menos podría intentar hacer algo de provecho.
—¿Y eso es…? —inquirió Russel con curiosidad, parándose a su lado.
—Ver si puedo encontrar una mejor combinación del Lote Diez que pudiera serles de utilidad para… bueno, eso —señaló entonces con la jeringa en sus dedos hacia las radiografías en la pantalla de la pared—. O al menos dejarle en mis notas al que sea mi remplazo algo de camino por dónde empezar.
Russel miró un momento hacia la radiografía, no ocupando mucho para reconocerlas.
—Creía que tampoco sentía mucha simpatía por Gorrión Blanco.
—No es por simpatía —respondió Lisa de forma mordaz—. Sólo… no quiero que haya dudas de que hice un buen trabajo.
—No las habrá —señaló Russel con firmeza, y eso tomó a Lisa un poco por sorpresa.
El científico acercó en ese momento la silla que no hace mucho le pertenecía al Dr. Takashiro, y la estacionó cerca de ella. Tomó asiento, se giró por completo en su dirección, y la observó fijamente a través del cristal de sus anteojos.
—Estuve pensando en lo que hablamos —musitó el Dr. Shepherd con una seriedad que a Lisa le resultó inusual viniendo de él—. Es una química excepcional, Srta. Mathews. Inteligente, trabajadora y muy responsable. Sería una increíble adición a mi equipo, y una verdadera perdida si se va. Pero tiene razón en lo que me dijo: no me sirve de nada tener trabajando para mí a alguien que no desea hacerlo.
Hizo una pequeña pausa reflexiva, y entonces pronunció al final:
—Es por eso que he decidido finalizar nuestra relación de trabajo como usted desea. Con toda mi satisfacción y gratitud por el grandioso trabajo que hizo, por supuesto.
—¿De verdad? —preguntó Lisa, notándosele algo suspicaz. Russel asintió con afirmación.
—Pero me temo que tendrá que esperar un par de días para poder irse.
—¿Por qué?
—Bueno, por simple logística. Esta semana será Acción de Gracias, y como ha de suponer muchos pedirán su semana de descanso a partir de este momento. Así que será más sencillo para todos transportarla de nuevo al mundo real junto con los demás miembros del personal que dejarán la base pronto. Usted lo entiende, ¿cierto?
Lisa no respondió, pero en efecto lo entendía. No era la situación ideal, pero lo entendía. Y al menos eso significaba que podría estar en casa para Acción de Gracias, y eso ciertamente no le molestaba.
—Está bien —masculló Lisa despacio—. Gracias, Dr. Shepherd.
Russel asintió, y le sonrió con gentileza; otra expresión que a Lisa le resultaba extraña en él pues sus sonrisas no solían sentirse tan… sinceras. De hecho, toda su presencia se sentía diferente; más seria, pensativa, incluso algo cansada.
El científico se paró en ese momento de su silla, y sin pronunciar alguna despedida se dirigió hacia la puerta para salir.
—¿Sabe? —pronunció Lisa de pronto en alto para llamar su atención antes de que se fuera—. La clave de todo esto ha sido siempre el VPX-01 —declaró, alzando uno de los franquitos de vidrio, en esos momentos ya casi vacío—. Es el compuesto central y más importante del Lote Diez, como bien usted sabe; además de ser responsable de hacer que éste logre tener un efecto tan agresivo en el cuerpo del sujeto, pero a la vez tan efectivo. Pero no sólo me refiero a eso pues, como se lo había mencionado antes, uno de los mayores problemas que tuve al realizar las pruebas fue mi desconocimiento total de qué es exactamente esta sustancia. Si quiere tener mejores resultados la siguiente vez, creo que va a ser importante que sea mucho más comunicativo con mi remplazo sobre qué es exactamente, de dónde se obtiene, cómo es que puede hacer lo que hace…
—Me temo que ese es uno secreto institucional mucho más allá de lo que abarca su Autorización de Seguridad —indicó Russel, volviendo a su más conocido tono burlón, mientras se giraba hacia ella—. Pero habría podido compartírselo sin problema si hubiera decidido quedarse. Aunque… —calló un momento, y observó pensativo hacia un lado—. Es probable que no hubiera resultado muy sencillo de entender para usted.
—¿Por qué lo dice? —inquirió Lisa, confundida pero también curiosa—. ¿No le he demostrado en este tiempo que soy bastante capaz de entender incluso las cosas más complicadas?
—No me refiero precisamente a eso —respondió Russel, negando con la cabeza—. Pero ya no importa. ¿Necesita un poco más de él? —preguntó de pronto, señalando al frasquito que Lisa aún sostenía en la mano.
—Si fuera posible, sí —respondió Lisa, dudosa—. Pero si es algo tan especial, no quisiera que lo desperdiciaran en alguien que ya va de salida.
—Le conseguiré un poco para que pueda seguir con sus experimentos el tiempo que le quede aquí —indicó Russel sin vacilación alguna—. Un pequeño regalo de despedida, ¿de acuerdo?
—Supongo —murmuró Lisa, encogiéndose de hombros—. Gracias.
Russel asintió, y ahora sí salió de la sala.
* * * *
Hace unos meses…
Los vehículos negros se acercaban rápidamente por el camino, y la indecisión de Annie, Doug y Phil resultó ser fatal. Sin saber exactamente quienes eran o cuál era su cometido, ¿qué era lo que debían hacer? ¿Intentar enfrentarlos?, ¿o quizás mejor huir? Y cada segundo que pasaban sin tomar una decisión, el peligro se aproximaba más.
Al final, el primero en reaccionar fue Phil el Sucio, que en cuanto sus piernas se lo permitieron se dirigió corriendo de nuevo hacia la parte trasera de su camioneta, sacando su rifle de asalto de la misma bolsa de la cual había sacado los binoculares. Y antes de que Annie o Doug pudieran decirle algo, Phil colocó el arma contra su hombro, apunto hacia los vehículos a la distancia y abrió fuego repetidas veces.
Las balas rebotaron contra el chasis reforzado de la camioneta negra que iba al frente de la formación, creando unas pequeñas chispas. El vehículo giró un poco, quedando en diagonal en el camino y se detuvo. Los demás autos lo hicieron también, pero prácticamente lo hicieron ya en la mera entrada del claro, lo suficientemente cerca para que sus ocupantes se bajaran presurosos: al menos quince hombres con trajes de asalto color negro, armas largas, cascos y caretas que cubrían por completo sus rostros. Los quince se dirigieron presurosos hacia ellos en formación militar, y los que iban más adelante alzaron sus armas y abrieron fuego mientras avanzaban.
Los tres verdaderos se refugiaron rápidamente detrás de la camioneta de Phil, y las balas de los atacantes chocaron contra ésta, haciéndole profundos agujeros en su armazón.
—¡¿Quién jodidos son?! —exclamó Annie, respirando con agitación. Sentía su corazón casi a punto de explotarle bajo el pecho.
—¡¿Y yo qué mierda voy a saber?! —exclamó Phil, asomándose rápidamente por el capot de la camioneta para disparar contra los extraños y que se disiparan un poco—. ¡Tenemos que largarnos de aquí!
Phil señaló con su arma hacia el camper de Hugo y Marty, que era el más cercano a su posición.
—¡No sin los termos! —exclamó Doug con fiereza.
—¡Hagan lo que quieran, entonces! ¡Yo me largo! —señaló Phil desdeñoso, y sin más se dirigió corriendo hacia el camper.
—No, Phil —exclamó Annie con inquietud—. Debemos estar juntos…
—¡Olvídalo! —gritó Doug con voz de mando, tomándola del codo con algo de brusquedad—. ¡Vamos a nuestro camper! Debemos recuperar los termos e irnos.
Doug no esperó ninguna confirmación de su parte, y sin más comenzó a correr en dirección a su casa rodante. Annie vaciló unos momentos, mirando hacia Phil y hacia Doug sin estar segura de a quién seguir. Al final, su cuerpo se inclinó a seguir a su pareja, y se apresuró a salir del refugio de la camioneta e ir detrás de él.
Las balas volaban por los aires, y Annie casi le pareció sentir como le pasaban sobre su cabeza o le zumbaban en el oído. Al sonido de los disparos, sin embargo, se sumó de golpe el de una fuerte y estridente explosión que lo sacudió todo.
Instintivamente Annie se detuvo un momento y se giró hacia atrás, sólo para ver que el camper de Hugo y Marty comenzaba a prenderse en llamas, y un denso humo oscuro emanaba de él. ¿Qué había pasado? ¿Le habían arrojado una granada? ¿El tanque de gasolina había estallado? No tenía idea. Pero lo que le pareció más alarmante fue distinguir la figura de Phil en el suelo, de espaldas a algunos metros del camper, aturdido. Al parecer había sido arrojado hacia atrás por la explosión, e intentaba recuperarse.
¿Debería ir y ayudarlo…?
—¡Annie! —escuchó que le gritaba Doug, ya prácticamente en la puerta de su camper, haciéndole un ademán con su mano de que siguiera avanzando.
La Mandiles comenzó a correr hacia él, pero justo a mitad del camino sintió un dolor punzante y ardiente en su pierna derecha. Una bala acababa de entrarle por un costado de su pantorrilla, atravesándola de lado a lado. Annie gritó de dolor y se desplomó al instante pecho a tierra. Se giró a ver su pierna, que empezó a sangrar abundantemente, y luego se giró hacia Doug. Éste la miraba desde la puerta del camper, con sus ojos pelones y desconcertados.
Annie extendió una mano hacia su pareja, suplicándole en silencio que la ayudara. Doug titubeó un instante, y al final… se dirigió hacia el interior del camper, dejándola ahí tirada. Y por primera vez en mucho tiempo, Annie fue capaz de sentir algo en su pecho vacío, aunque no fue para nada un sentimiento agradable.
Se giró como pudo en el suelo para ver a Phil. Éste avanzaba tambaleándose hacia su camioneta, aturdido y golpeado tras aquella explosión. Como pudo abrió la puerta del conductor y se subió casi arrastrándose, intentando encenderla a tientas con las llaves que estaban aún en el arranque. Antes de que pudiera lograrlo, Annie vio también a uno de los hombres de negro, posicionándose justo delante de la camioneta, alzar su arma, apuntar directamente hacia él y disparar; todo en menos de un segundo.
Desde su ángulo Annie no fue capaz de verlo con total claridad, pero lo sintió en cada fibra de su cuerpo. La bala atravesó el parabrisas, y siguió de largo hasta la frente de Phil, atravesándola también de adelante hacia atrás. Restos de cráneo y sesos volaron de su parte trasera, manchando el vidrio posterior de la camioneta; eso Annie sí lo pudo ver. Pero igual las manchas de sangre no duraron mucho, pues casi al instante el Sucio entró en ciclo y su cuerpo se esfumó por completo, dejando detrás sólo sus ropas contra el asiento del piloto, y rastros de vapor grisáceo que Annie pudo ver cómo se escapaba por la ventanilla y se alzaba hacia el cielo.
Phil estaba muerto. Esos sujetos lo acababan de ejecutar sin el menor miramiento, y dentro de poco ella sería la siguiente.
Escuchó en ese momento como el motor del camper de Doug y ella se encendía, al igual que sus luces. Por mero instinto, Annie comenzó a arrastrase hacia allá por el suelo, jalando su pierna herida detrás de ella y dejando un rastro de sangre en la tierra. No logró llegar muy lejos, antes de que unas manos enguantadas la tomaran con fuerza de los brazos y la alzaran con brusquedad, causándole un fuerte respingo de dolor.
Dos soldados la sujetaron con fuerza de cada brazo, sometiéndola y obligándola a quedarse de rodillas en el suelo. Escuchó más disparos, y como pudo alzó su mirada al frente, sólo para ver como más de esos hombres de negro disparaban contra su camper mientras éste comenzaba a avanzar y abrirse paso. Incluso estando en movimiento dos de esos hombres lograron introducirse por la puerta abierta de un costado hacia el interior. Annie escuchó más detonaciones y golpes provenientes de adentro, y el camper dejó de moverse abruptamente, acompañado de un fuerte rechinido.
Y aunque no lo vio, también lo supo; fue como una terremoto formándose en su propio pecho, que luego le recorrió el cuerpo entero hasta los pies. Doug también estaba muerto…
De nuevo, otro sentimiento logró aflorar en ella, exteriorizándose en la forma de una pequeña lágrima que le recorrió su mejilla.
Todo lo que siguió resultó confuso, pues para esos momentos la mente de Annie la Mandiles prácticamente se había ido a pasear, dejando su cuerpo totalmente solo. Ya ni siquiera sentía el dolor de su pierna, o las manos que le apretaban los brazos. Ya no sentía nada…
El motor del camper se apagó, y poco después los dos hombres que habían ingresado salieron de él con un salto. De un momento a otro, todo el sitio se llenó de esos hombres de negro, yendo y viniendo, revisando todo el lugar. Annie estaba tan perdida en sí misma que no supo qué tanto tiempo estuvo ahí, pero en algún punto al alzar su mirada de nuevo, se vio rodeada por todos aquellos hombres armados que la miraban hacia abajo como a un insecto.
—Ella es la única que queda, todos los demás fueron neutralizados —escuchó como informaba uno de ellos con voz fría.
Uno de los soldados se aproximó hacia ella, se posicionó justo delante y alzó su rifle, pegando la punta del cañón de éste contra al frente de la mujer. Annie sintió el frío del acero contra su piel, y le resultó casi agradable. Cerró sus ojos, y simplemente aguardó.
—Espera —pronunció con fuerza otro más, y el cañón se retiró rápidamente de su frente—. Nos dijeron que lleváramos al menos a uno de ellos con vida.
Aquella afirmación desconcertó a Annie, más de lo que ya estaba. Abrió sus ojos de nuevo, sólo el instante correcto para alcanzar a ver la culata de uno rifle dirigiéndose de lleno contra su rostro. Después, todo se volvió negro.
* * * *
El nivel más bajo del Nido era el -20, ubicado en el subsuelo, cinco niveles por debajo de la enorme montaña que albergaba el resto de la base. Esos niveles eran los más restringidos de todos, con gruesas capas de acero que los convertían en uno de los bunkers más seguros, y el sitio ideal para proteger los secretos mejor guardados del DIC. Muy pocas personas tenían acceso a esas áreas; sólo las de más alto rango dentro del departamento como el Dr. Sinclair, el Cap. McCarthy y, por supuesto, el Dr. Shepherd como cabecilla de la unidad científica.
Tras su conversación con Lisa, Russel se dirigió por el ascensor hacia dicho nivel, pasando su tarjeta por el escáner de éste, seguido de un código de seguridad que tuvo que teclear en el tablero. Una vez que llegó al nivel deseado, fue admitido por un recibidor totalmente alumbrado con luz blanca, y una única puerta reforzada con dos soldados armados apostados en ella, además de un tercero ubicado tras un módulo y un cristal. Russel tuvo que dirigirse justo hasta éste último, y especificar en voz alta ante una pantalla con micrófono y cámara su nombre, puesto, y la sala a la que se dirigía.
—Dr. Russel Shepherd, Jefe de Investigación, sala 217.
Además de la información dada, la pantalla se encargó también de escanear su rostro entero, y el guardia pudo ver toda esa información en su pantalla para comprobar su identidad y autorización. Todo aquello era mera formalidad, pues los soldados que custodiaban ese nivel sabían muy bien quién era el Dr. Shepherd, así que no hubo problema en comprobar su información y darle acceso.
La puerta de acero se abrió al instante, dejando a la vista al otro lado un largo pasillo, también alumbrado con esa pulcra luz blanca. Russel avanzó por éste con paso decidido. A cada lado había puertas numeradas, y delante de varias de ellas (la que se encontraban ocupadas en esos momentos) había algún soldado adicional apostado, de pie firme en su posición. Al llegar a la sala con el número 217, el soldado delante de ella le ofreció un saludo respetuoso, mismo que Russel respondió con un ligero asentimiento de su cabeza. El soldado se hizo a un lado, y usando su respectiva tarjeta la pasó por el escáner de la puerta para que ésta se abriera.
Muchos pasos, mucha seguridad, pero nada era demasiado considerando que lo que varias de esas salas guardaban eran algunos de los bienes más preciados del DIC, incluyendo lo que se escondía en la sala 217.
En el interior de esa sala, había dos miembros del equipo médico y dos del equipo científico, monitoreando una serie de pantallas que mostraban los signos del espécimen que tenían ahí recluido. Había adicionalmente dos soldados más en cada extremo de la sala, de pie sólo observando. Y en el centro de la sala, dentro de un largo cilindro de grueso vidrio que se extendía desde el suelo al techo, se encontraba justamente el espécimen en cuestión.
Su cuerpo, cubierto con una simple bata blanca, se encontraba atado de piernas y brazos a lo que parecía ser una camilla colocada de forma vertical, de tal forma que el individuo permaneciera prácticamente de pie. Además de los aparatos conectados a su cuerpo para medir sus signos vitales, tenía dos tubos pequeños conectado a cada brazo, cada uno conectado a su vez a una máquina distinta colocadas en lados contrarios de la inusual celda de contención.
Russel avanzó hacia el cilindro, sin que ninguno de los presentes reparara demasiado en él, pues su presencia resultaba bastante común para ellos. Se paró justo delante de éste, y contempló al espécimen. Éste tenía en ese momento la cabeza agachada, y sus largos cabellos oscuros caían al frente. Parecía inconsciente, o al menos lo suficientemente débil para que se le dificultara mantener su cuello erguido. De hecho, todo su cuerpo delgado se veía flácido, incapaz de sostenerse si no fuera por las gruesas correas que lo sujetaban.
Russel acercó una mano hacia un botón colocado en la parte exterior, que activaba el sistema de comunicación con el interior del cilindro. Un pequeño pitido resonó en el interior, haciendo que el espécimen se estremeciera un poco, quizás sacudido fuera de su letargo.
—Buenos días, Annie —pronunció Russel con seriedad, su voz sonando en la bocina interna del cilindro por la cual el espécimen lograba escucharlo.
La persona al otro lado del cristal alzó débilmente su rostro, enfocando de forma difusa su mirada en el hombre delante de ella. Russel, por su lado, fue capaz de contemplar con total claridad el rostro demacrado y cansado de Annie la Mandiles, del infame Nudo Verdadero. Su espécimen UX, como dentro del DIC conocían a los verdaderos como ella.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Russel, sin que su expresión severa se mutara ni un ápice.
—¿Cómo me siento…? —masculló Annie con voz carrasposa—. ¿Cómo crees que me siento?, ¡estúpido paleto! —gritó de golpe, zarandeándose además, logrando que sus correas rechinaran un poco.
—Veo que estamos con más energía que de costumbre —pronunció Russel con elocuencia—. Quizás eso significa que no necesitas tu dosis de hoy.
Hizo entonces el ademán de querer darse la media vuelta y retirarse, y eso provocó un repentino golpe de terror en su prisionera.
—No, no, espera —susurró Annie casi suplicante—. Por favor… la necesito… me siento realmente mal… por favor…
Russel se giró de nuevo a verla, y pudo apreciar la desesperación desbordando de la mirada de Annie. La misma desesperación de un adicto consumado sufriendo de varios días de abstinencia, lo cual era de hecho bastante parecido a lo que debía sentir.
—Bueno, esa actitud me agrada más —indicó Russel con tono burlón. Se giró en ese momento hacia uno de los miembros del equipo científico, y con un pequeño ademán de su cabeza le indicó que podía proceder.
No se necesitó más explicación, pues estaba más que claro. El hombre de bata blanca se dirigió a su terminal, y tras presionar algunas teclas, la máquina conectada al brazo derecho del espécimen comenzó a zumbar. Y un segundo después, un líquido transparente comenzó a viajar por el delgado tubo transparente, lentamente hasta introducirse directo al cuerpo de Annie la Mandiles.
En cuanto aquel líquido, una mezcla muy especial y única del Lote Nueve, ingresó dentro del cuerpo de Annie, el cuerpo de ésta se estremeció, y su rostro se alzó por completo. Un pequeño quejido de dolor, o quizás incluso de placer, surgió de la boca de aquel ser con forma de mujer. Como todas las veces anteriores, sus ojos resplandecieron con ese mismo fulgor plateado, y poco a poco sus brazos delgaduchos, casi esqueléticos, comenzaron a cubrirse de nuevo de músculos. La fuerza volvía a su cuerpo, la claridad de su mente también. Poco a poco volvía a parecerse más a aquella mujer que habían aprehendido hace meses en aquel bosque, y que desde entonces había sido su prisionera… por no llamarla sujeto de estudios.
Sin embargo, el proceso siempre se detenía justo antes de que dicha fuerza llegara a ser demasiada, aplicando sólo la dosis suficiente cada cinco días para que su espécimen no muriera; una dosis que ya estaba más que medida. Y cuando llegó a ese punto, la máquina que le suministraba el Lote Nueve dejó de zumbar, y el líquido dejó de correr. El cuerpo de Annie se relajó de golpe, y el fulgor de sus ojos se desvaneció. El pico de energía que había sentido por un instante, rápidamente fue menguando, y la debilidad se apoderaba de nuevo de ella.
—Maldita sea… ¡maldita sea! —exclamó Annie casi llorando, cargada de una gran frustración. Volvió a zarandearse con desesperación, pero sus correas no permitieron que sus extremidades se movieran ni un centímetro de su posición.
Cada ocasión sentía por un momento que estaba a punto de recuperar sus fuerzas, de volver a ser ella misma, pero cada vez lograba apenas rozar la superficie para de nuevo sumergirse en esas aguas oscuras que habían sido su existencia todos esos meses. Esa sustancia, ese químico extraño que su cuerpo procesaba como algún tipo de vapor sintético, era lo único que la había logrado mantener apenas con vida ese tiempo. Pero así como le hacía bien, le hacía también un tremendo daño; podía sentirlo cada vez que entraba en su cuerpo, como le quemaba por dentro como si le desgarraran sus venas y sus entrañas con ácido. Y, aun así, añoraba con ansías que llegara el momento de su próxima dosis. Se había vuelto totalmente dependiente de ella; era lo único que podía hacerla sentir que aún estaba viva, y que ese no era un maldito infierno en el que había caído.
Aunque claro, esas personas no la mantenían con vida sólo porque sí. Y ese proceso de administrarle su horrible químico lo hacían por sus propios motivos.
—Sigan con la extracción —ordenó Russel, y justo entonces otro de los miembros de su equipo hizo lo debido en su consola.
La máquina conectada al brazo izquierdo de Annie se encendió, y al instante ésta gimió adolorida. Un claro rastro de sangre comenzó a brotar de su brazo, abriéndose camino por el delgado tubo, hasta llegar a la máquina, donde era vertida gota a gota en el interior de una bolsa almacenadora.
Esa sangre, extraída del cuerpo del UX, sería luego pasada por un proceso meticuloso para separar sus componentes, y aislar uno en específico. Un compuesto que el cuerpo de los UX, incluida Annie, producía de manera natural una vez que asimilaba el vapor de sus víctimas o, en este caso, esa combinación única del Lote Nueve que simulaba bastante bien las propiedad de dicho vapor. El mismo compuesto desconocido, o uno muy similar, que días antes los analistas de laboratorio del hospital detectarían en los exámenes de sangre realizados a Mabel la Doncella cuando ésta estaba en coma. El mismo compuesto que el DIC llamaba como nombre clave VPX-01…
Ese era el secreto que Russel acababa de mencionarle a Lisa que no podía compartirle, y que quizás no hubiera sido capaz de entender. El VPX-01 era el compuesto desconocido, casi mágico, que Russel y su equipo teorizaban le daba a los UX su aparente inmortalidad y capacidad de regenerar las células de su cuerpo. Y, desde que lo descubrieron, era el elemento más importante que conformaba al Lote Diez. Y era extraído directamente de la sangre de su prisionera en la habitación 217 del Nivel -20 del Nido.
Esto era algo que muchos no conocían, ni siquiera el Sgto. Francis Schur a pesar de haber participado meses atrás en los primeros experimentos del Lote Diez, del que él resultaría el único sobreviviente. Pero quizás, gracias a los nuevos descubrimientos realizados por la Srta. Mathew en su trabajo en el proyecto Gorrión Blanco, aquel desastroso resultado podría ser corregido. Esa era la mayor expectativa de Russel con todo ese trabajo.
—¿Por qué me siguen haciendo pasar por esto? —escuchó de pronto como la voz de Annie mascullaba con debilidad, sonando incluso casi como sollozo—. ¿Por qué no me matan de una buena vez…?
—Todo es por un bien mayor, Annie —le respondió Russel con voz tranquila, mientras la bolsa de sangre se seguía llenando—. Con tu ayuda, podremos al fin entender la naturaleza de los UP, y la mejor manera de usarlos en beneficio de la seguridad de nuestro país. Si me lo preguntas, el pasar por esto, es un castigo bastante indulgente en comparación con todos los crímenes que has cometido. Todos los niños inocentes que has asesinado a lo largo de… ¿cuánto tiempo, Annie? ¿Un par de siglos?
Annie no respondió nada. Su cabeza volvió a caer hacia el frente, y posiblemente se estaba acercando de nuevo a la inconsciencia.
—Como sea, a mí no me corresponde juzgar eso —añadió Russel encogiéndose de hombros—. Mi interés es meramente científico. Así que mientras no descifremos la forma de replicar el VPX-01 sin requerir de alguien como tú, serás nuestro huésped de honor.
Se dio en ese momento la vuelta, dirigiéndose a uno de los gabinetes ubicados a un lado de la sala, en donde guardaban bajo llave las muestras recién elaboradas del Lote Diez y, por supuesto, las del VPX-01 en su estado puro. Russel tomó una pequeña botellita de éste último para llevársela a Lisa, justo como se lo había prometido, y se dirigió al momento a la puerta para llevárselo. Antes de irse, sin embargo, la voz de Annie volvió a resonar entre todo el agotamiento que la inundaba.
—Si no me matan ahora, cuando salga de este maldito tubo… juro que los destriparé vivos a todos; a cada uno de ustedes…
Alzó en ese momento su rostro, clavando directamente en Russel su mirada repleta de furia, la emoción más real que era capaz de sentir desde que estaba ahí.
—Y ni siquiera lo haré para alimentarme, pues no hay nada de provecho que pueda extraer de vejestorios inútiles como ustedes… Lo haré por mero gusto… Y lo disfrutaré como no tienes idea…
Soltó en ese momento una sonora y estridente risotada, que retumbó con fuerza en toda esa sala, y dejó visiblemente desconcertados a todos los presentes; incluso al propio Russel. Sin embargo, éste no pronunció palabra alguna, y en su lugar optó por irse de una vez por donde vino, dejando atrás a Annie que seguía riendo cuando la puerta de la sala 217 se cerró a sus espaldas.
FIN DEL CAPÍTULO 142
Notas del Autor:
—Annie la Mandiles es un personaje perteneciente a la novela y película de Doctor Sleep o Doctor Sueño de Stephen King, siendo un miembro más del Nudo Verdadero. En la novela y en su respectiva adaptación no se dieron muchos detalles sobre ella, salvo algunas referencias y que fue parte de uno de los grupos que dejó el Nudo Verdadero tras la muerte de Papá Cuervo. Por ello, gran parte de lo expuesto en este capítulo con respecto a su apariencia y personalidad, se basan mucho en mi propia interpretación del personaje. El mismo caso aplica para Doug el Diésel y Phil el Sucio.
—Los flashbacks mostrados en este capítulo son un complemento de lo que anteriormente se contó en el Capítulo 75, solamente que en aquel entonces fue narrado desde la perspectiva de Mabel y James, pero ahora toca mostrar lo ocurrido en el campamento desde la perspectiva de Annie. Si alguno no recuerda del todo aquello, le sugiero darle una leída rápida a dicho capítulo para poder comprenderlo mejor, pero tampoco es obligatorio.
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Tamales de hoja de plátano
seguramente as escuchado acerca de los típicos tamales de hoja de plátano oaxaqueños. estos suelen estar rellenos de diversos guisos como mole con pollo, cerda en salsa roja o verde, carne de res en salsa roja también pueden solo de chípil .
el modo de preparación de los tamales es muy sencillo en una olla pequeña con suficiente agua cocinaremos la carne de cerdo con sal al gusto y un diente de ajo. Cuando el agua hierva la carne soltará un poco de espuma que sacaremos con una cuchara.Cuando la carne esté bien cocida, la sacamos del agua y la desmenuzamos muy bien.Desvenamos los chiles ancho y guajillo, y los ponemos a remojar unos 10 minutos.En una sartén con apenas unas gotitas de aceite de cocina vamos a freír la cebolla junto con los jitomates, un diente de ajo. Mientras se fríen vamos a moler muy bien un par de clavos de olor y los mezclamos con una cucharadita de pimienta.A la licuadora: tomamos la cebolla junto con los jitomates y el diente de ajo, los chiles ya remojados, el clavo y la pimienta, y licuamos todo por un minuto con un chorrito de agua de la carne.En otra sartén ponemos a calentar 1 cucharada de manteca de cerdo, y agregamos nuestra salsa. La dejamos cocinar por unos 10 minutos a fuego muy lento (moviendo regularmente con una cuchara de madera), agregando poco a poco la carne desmenuzada.Mientras la carne se empapa de la salsa, en la batidora agregamos 2 cucharadas de manteca, y poco a poco la masa de maíz.Ahora la hoja de plátano: la vamos a cortar en piezas de unos 25 centímetros. Ponemos nuestras hojas en una superficie plana, y con la brocha de cocina untamos en la hoja un poco de manteca, ahora tomamos un puño de masa y hacemos con ella una “cama” sobre la hoja. Encima de la masa colocamos una cucharada de la carne en la salsa roja.Nota: debemos reservar un trozo de hoja de plátano, que vamos a cortar en tiras de 30 centímetros. Las usaremos para amarrar nuestro tamal como un regalo.Vamos a envolver el tamal como un paquete cuadrado, y lo colocamos en la vaporera por un mínimo de 40 minutos.
Los tamales son un platillo que se remonta a la época prehispánica de México, se dice que eran un alimento para las grandes fiestas, también se preparaban para agradecer la fertilidad de la tierra, en cualquier evento social y como ofrenda a los muertos.
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un episodio de fantasmas, art0 para siempre (se puede reproducir con la voz del Google Translator)
los mosquitos son el nuevo enemigo de la humanidad, salís a la calle embadurnado de repelente y te seguís adentrando en la vida como si nada porque adentrarse, comprometerse con la vida es básicamente el único motivo de estar vivo.
una hoja amarillenta cae pesada de la planta que cortó una amiga de raíz la otra vez en el lugar donde venden las mejores empanadas del mundo. las empanadas me obsesionan porque son una comida barata, compleja y deliciosa que nos caracteriza como lugar en el mundo, el resto de las empanadas no nos llegan ni hasta los tobillos. hasta los tobillos nos llegan los mosquitos del dengue.
comí hamburguesas imaginando un mundo mejor para mí hoy, comida reconfortante, basura yankee con queso derretido. pero en el fondo deseaba comerme una docena de baos preparados en una vaporera que heredé de no sé quién después de que mi madre muriera y a la cual abandoné en la antigua y olvidada casa de mi padre donde supe vivir como miles de años.
en ese interín aparecés vos con la boca llena de aceite de una pasta judía para mí mal hecha pero en general cuando me amás o tenés culpa cualquier cosa que haga te gusta. en cambio, yo voy a pen(S)ar cuando me pregunten por vos ahí debe estar culiando con algún feo.
feo puede ser cualquier ser humano que no sea yo porque lo único lindo para vos solo puedo ser yo, y eso no es algo que esté solo en mi imaginación, que navegue como un barco a la deriva como cuando teníamos muchos menos años y eras un mar borracho que me llevaba de acá para allá detrás tuyo.
de todas formas esto no solo es válido para vos.
en un universo de fantasmas mi mérito es el amor, como toda meritocracia fue construido a imagen y semejanza propia. creyendo y llevando a cabo lo que según los cuentos infantiles de princesas caracterizan como la forma única e ideal que puede tener el romance.
un romance no se tiene con cualquier feo, los feos no son aptos para el amor.
pero feo tiene una connotación muy distinta de la que tiene para ustedes en ese espectáculo diminuto en el que viven donde todo lo que se dice es literal, la primera acepción de la palabra, blanco o negro. un feo carece de belleza interior, carece de la belleza que solo algunas obras de arte pueden despertar.
de ahora en más usaremos fe0 así no se confunden con lo que piensan desde que tienen uso de razón, en este caso, estaría lleno de así llamados lindos muy fe0s, horribles.
para finalizar quiero decir que como fantasma no quiero perseguirte solo estar cerquita tuyo y asustarte de vez en cuando de la manera en la que lo hacen los amantes cuando se enamoran y lo descubren casi precedido de un paro cardíaco o ataque de pánico porque si hay algo que da el amor es miedo.
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MUSCLOS A LA MARINERA
Ingredients 2-3 persones: 1 quilo de musclos 1 ceba 1 all 1 cullerada de concentrat de tomàquet 1 cullerada de maizena 1 bitxo petit 1 got de fumet de Peix ½ got de vi blanc Sal i julivert Preparació: Primerament us haig de dir que per fer aquesta recepta he fet servir una cassola amb vaporera, si no en teniu, podeu fer la salsa per un costat i coure els musclos per l’altre. Netegeu bé els…
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#165 Taco de mixiote de carnero en fiesta infantil.
Fiesta infantil en Agrícola Oriental, Alcaldía Iztacalco, CDMX.
Los mixiotes son un buen ejemplo que en México existen platos que a la vez son técnicas de cocción, y también nombre del insumo principal para ejecutar dicha técnica. Por tradición centenaria, en el centro del país es costumbre encontrar plantíos de agaves pulqueros de los que se extraen diversos insumos como gusanos de maguey rojos y blancos, pencas para la cocción de barbacoa, aguamiel para elaborar jarabes o pulque, y en última instancia el mixiote o una película delgada que recubre las pencas de la planta viva.
En la actualidad, la extracción de esta cutícula está altamente regulada y protegida ya que al extraerla la planta comienza a morir porque las pencas se quedan sin protección al medio ambiente. Por ello se recomienda un uso consciente y moderado.
El mixiote se convierte en técnica cuando se usa para envolver diversas proteínas (conejo, res, cerdo, carnero o borrego) que pueden o no ser marinadas con adobo de chiles secos, guarnecido con verduras, hierbas aromáticas u otros sazonadores. Se somete a cocción generalmente dentro de vaporeras para asegurar que las proteínas se suavicen y se impregnen de los aromas y sabores del marinado.
Esta versión fue servida como comida dentro de una fiesta infantil lo que lo confirma como un plato fácil de preparar y servir, y que permite el adecuado control de porciones para los comensales.
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Bolitas de verdura
Ingredientes:
500 gr ejotes
2 zanahorias grandes
2 papas peladas
4 cdas de maizena (almidón de maíz, fécula de maíz)
Sal y aceite lo necesario
Preparación:
Desinfectar los ejotes y después picarlos finamente.
Picar la zanahoria y papa en cuadros pequeñitos.
En una cacerola poner a hervir poca agua (la suficiente para cubrir toda la verdura picada), una vez esté hirviendo, agregar ½ cda de sal y ½ de aceite.
Poner a hervir el ejote picado por 2 min, pasados los dos minutos agregar la zanahoria y papa picada y hervir por otros dos minutos.
Escurrir las verduras y en un tazón agregar la maizena y 2 cda de sal.
Mezclar con las manos hasta que toda la verdura esté cubierta por una capa de maizena.
Formar bolitas pequeñas (aprox. 3 cm de diámetro) con la mezcla apretando con la mano y dándole forma con las palmas.
Cocer al vapor por 10 min. a fuego alto, en una vaporera o usando papel de aluminio forma un aro, ponlo dentro de una cacerola, agrega un poco de agua y pon un plato encima del papel aluminio en donde pondrás las bolitas.
Una vez listas servir con una salsa a tu gusto.
Para la salsa:
3 dientes de ajo grandes
1 cda ajonjolí
1 cda chile rojo en polvo
2 cdas de salsa de soya
1 cda de vinagre de arroz o ½ de vinagre blanco normal
Preparación
Picar el ajo finamente, mezclarlo en un tazón junto con el chile en polvo, pimienta en polvo al gusto y el ajonjolí.
Verter encima de la mezcla aprox. 2 cdas de aceite hirviendo y dejar enfriar.
Una vez frío, agregar la salsa de soya. y revolver bien.
Fuente foto y receta: https://youtu.be/S4VU_mV39xo
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