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wingzemonx · 9 months ago
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 149. La Destrucción del DIC
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 149. La Destrucción del DIC
Francis, Gorrión Blanco, Lisa, Cody y Lucy no tardaron mucho en encontrarse con los extraños atacantes; casi en cuanto salieron de la sala de interrogatorios y avanzaron al pasillo. Algunos de ellos vestían uniformes y pasamontañas negros, pero otros más, para horror de Francis, vestían el distintivo uniforme azul de los soldados de la base; su uniforme, y el de sus supuestos compañeros, igual que aquello dos que habían tenido que matar hace sólo unos minutos atrás en la sala de interrogatorios. Y aun así, incluso estos no tuvieron reparo en abrir fuego en su contra en cuanto los vieron.
El sargento hizo que todos se refugiaran detrás del muro más cercano para ponerse a cubierto. Luego él mismo sacó su arma y comenzó a disparar a su vez contra los atacantes para mantenerlos a raya, aunque era imposible que él sólo pudiera hacer tal cosa con tan sólo su pistola. Por suerte, no se encontraba solo del todo.
En cuanto la ronda de disparos de Francis se acabó, y al parecer al mismo tiempo lo hizo la de los demás, Gorrión Blanco no tardó en salir presurosa de su escondite. Y antes de que Francis pudiera decirle algo, la joven utilizó su telequinesis, empujando a todos a los atacantes a la vez para estrellarlos con fuerza contra los muros como si los acabara de revolcar una ola. Un par de ellos murieron al instante, otros más quedaron malheridos, y el resto intentaron recuperarse rápidamente para proseguir con el ataque. Francis salió en ese momento, y con disparos certeros de su arma ya cargada abatió a tres de ellos, y Gorrión Blanco hizo lo propio con el resto, estrellándolos con violencia contra los muros.
El pasillo quedó rápidamente tapizado de rojo, y adornado con los cadáveres de aquellos hombres. Una escena bastante desagradable, en especial para aquellos en el grupo menos acostumbrados a tal nivel de violencia.
—No mires —le susurró Cody a Lisa, abrazándola contra él mientras avanzaban por el pasillo ahora despejado.
—No te preocupes por mí —le murmuró despacio la bioquímica, aunque de todas formas no miró, y permaneció con su rostro contra el pecho de su novio, aferrada a él en busca de aunque fuera un poco de sensación de protección—. ¿Estos hombres son en verdad soldados de la base? —cuestionó alterada, mirando de reojo el cuerpo de uno de ellos al pasar a su lado, y reconociendo fácilmente su uniforme—. Tienen que ser impostores, ¿no es cierto?
Sin tener que decirlo directamente, era claro que aquella pregunta iba dirigida a Francis. Sin embargo, éste no respondió, pese a que la verdad era que había reconocido con facilidad a varios de ellos, incluyendo los que acababa de liquidar con sus propias balas.
Él menos que nadie entendía lo que ocurría. ¿Cómo era posible que de la noche a la mañana sus propios hombres se hubieran volteado en su contra de esa forma? Su primer pensamiento hubiera sido que se debía al control mental de algún UP, incluso del propio chico Thorn al que se suponía iban justo a despertar esa tarde. Quizás habían errado con la dosis del sedante, o habían subestimado el alcance de lo que ese chico era capaz de hacer, y el resultado había sido todo eso.
Pero la infiltración de esos otros hombres de negro, claramente mercenarios, y ese extraño mensaje en las radios, que ahora deducía era la señal para comenzar el ataque… Todo eso implicaba una planeación previa, no un hecho que había ocurrido fortuitamente. Este ataque había sido planeado con plena consciencia, y sólo podría haber sido posible con personas infiltradas en la base. Pero, ¿quiénes? ¿Cuántos? ¿Y desde cuándo…?
Sin importar lo que fuera que estuviera en verdad detrás de todo eso, no podía permitirse perder el enfoque. Aquel era un campo de batalla, como tantos otros en los que había estado. Y las personas que lo acompañaban, aunque fueran civiles, dependían de él para salir de ahí con vida. No podía fallarles; ni a ellos, ni tampoco al director y al capitán, en especial desconociendo en quienes podían confiar ahí dentro.
El grupo llegó hasta una sala cuadrada y amplia, que parecía ser punto de intersección para otros cuatro pasillos. Francis, al delante de todos, pegó su espalda contra el muro, y con arma en mano se asomó con cuidado para revisar con la vista los alrededores. No había nadie; ni enemigos, ni tampoco potenciales aliados.
—Despejado, andando —indicó con firmeza, al tiempo que comenzaba a moverse, y los demás lo hicieron igual
—¿Andando hacia dónde, exactamente? —exclamó Lucy con tono de queja, siguiéndolos desde más atrás, pero con poca convicción en su paso—. ¿No deberíamos ir a la salida más cercana?
—Quizás tenga razón, sargento —le susurró Gorrión Blanco, avanzando a su lado—. Estando aquí dentro estamos prácticamente a la merced de estas personas.
—Tenemos que llegar a los ascensores —respondió Francis con voz cortante—. El Dir. Sinclair y el Capt. McCarthy estaban realizando el interrogatorio en el nivel inferior. Debemos llegar hasta ellos y brindarles apoyo. Sólo entonces saldremos todos juntos de aquí.
—¿Te has puesto a pensar que esas personas podrían estar ya muertas? —exclamó Lucy con tono punzante.
—Lucy —masculló Cody como reprimenda, volteándola a ver sobre su hombro.
—Sólo digo que si él quiere correr y jugar al héroe por todo este desastre, que lo haga. Pero no tiene por qué llevarnos a nosotros a la muerte con él.
—¡Lucy! —repitió Cody con más fuerza que antes.
—O vienen conmigo, o los encierro en una habitación hasta que todo esto termine —los amenazó Francis, girándose hacia ellos con su arma en mano—. Y no les garantizo que quien los encuentre después vaya a ser un aliado, o alguien tan amable como yo.
Se hizo el silencio entre ellos, pero en sus miradas se notaba la duda, en especial en Cody y Lucy.
—Pueden confiar en él —murmuró Lisa con seriedad—. Y también en ella —añadió, volteando ahora a ver a Gorrión Blanco, tomando a ésta un poco por sorpresa—. Sólo estando a lado de ellos dos estaremos a salvo.
Gorrión Blanco no pudo evitar sonreír un poco al escucharla decir eso. Le gustaba saber que la Dra. Mathews confiaba en ella, aunque fuera en una situación tan extrema como esa.
Por su lado, Cody asintió como aprobación a las palabras de su novia, y luego añadió:
—Si Lisa así lo cree, entonces yo también. Los seguimos.
—Bien —masculló Francis con seriedad—. Los ascensores están por aquí.
Dicho lo que se tenía que decir, el grupo siguió avanzando bajo la guía del Sgto. Schur.
—Grandioso —masculló Lucy con tono quejumbroso al final de la formación—. Vayamos entonces a la muerte segura…
Su comentario le ganó otro par de miradas de desaprobación, en especial de parte de Cody y Lisa. Ninguno le dijo nada a ella directamente, pero Lisa no tuvo reparó en compartir en voz baja su opinión a su novio.
—Tú amiga sí que es simpática —masculló con tono sarcástico.
—No es su culpa… creo —respondió Cody, un tanto dubitativo—. Es sólo que a veces no escucha lo que sale de su propia boca.
—Los puedo escuchar —farfulló Lucy a sus espaldas, claramente descontenta.
— — — —
Tras su accidentado, y casi milagroso, escape de aquella sala de observaciones, Russel había logrado de alguna forma moverse entre los pasillos repletos de toda esa locura, sin recibir ningún disparo de por medio. La base se había convertido en un verdadero infierno. A donde quiere que iba, todo lo que encontraba era sangre y cuerpos tapizando el suelo y las paredes. En un momento, tras girar corriendo una esquina, un pisotón mal afortunado de su pie derecho terminó por hacerlo resbalar en un charco de sangre en el suelo. El cuerpo del científico se precipitó al piso, golpeándose con fuerza contra su cadera. Pero lo peor fue por mucho que, encima de todo, había quedado prácticamente recostado sobre el cuerpo de un soldado muerto, al que además de todo le hacía falta la mitad de su cara.
Russel soltó un fuerte alarido al aire, se paró lo más rápido que pudo y se alejó trastabillando hasta pegar la espalda contra la pared. Al forzarse a desviar su mirada del cadáver, todo lo que vio fue rojo al notar que su impecable bata blanca estaba empapada en esos momentos de sangre. Se la quitó frenético, tirándola a un lado con desesperación. Se quedó petrificado en su sitio un buen rato, con sus piernas temblándole, pero negándose a ceder. Sólo el retumbar de disparos cercanos lo despertó y lo forzó a moverse de nuevo.
Aunque no pareciera en un inicio tener un destino fijo, su cuerpo pareció saber por sí solo lo que debía hacer: ir a su despacho privado, en donde guardaba su teléfono satelital. Era quizás el único medio por el que podría comunicarse con el exterior; con Douglas, Albertsen, o quién sea que pudiera mandarles apoyo. Por supuesto, no se le había escapado la horrible posibilidad de que alguno de ellos pudiera estar también involucrado en todo eso; si Ruby Cullen lo estaba, nada más lo podría sorprender. Pero en una situación tan desesperada, no le quedaban muchas opciones.
La ventaja que tenía para poder moverse con mayor libertad era su tarjeta y huella dactilar, que le daban acceso a prácticamente cualquier puerta, sala y ascensor de la base, lo que le permitía moverse por rincones que esperaba que sus atacantes no conocieran. De esa forma logró subir por las escaleras de emergencia de un ducto secundario hacia el nivel del departamento científico.
Se horrorizó, sin embargo, en cuanto ingresó por los alguna vez limpios y puros pasillos blancos, encontrándose con un reguero de cuerpos. Pero estos eran, para su espanto, miembros de su propio equipo; hombres y mujeres de ciencia, no soldados entrenados para pelear, que habían trabajado con él hombro a hombro, alguno por años. Personas que dependían directamente de él, y que debería de haberlos protegido de alguna forma.
¿Así es como se sentía ser un capitán y presenciar a tus hombres caer a tus pies?
Sintió de nuevo que su cuerpo se desplomaría al piso, o que sería atacado en cualquier momento por una arcada. Respiró hondo para intentar calmarse lo más posible, y forzarse a avanzar con paso cauteloso por el pasillo, cuidando de no tocar ninguno de los cuerpos. Unas voces cercanas lo hicieron girar en otra esquina y dirigirse a su destino por el camino largo. El pasillo de su oficina estaba, por suerte, despejado por lo que pudo prácticamente lanzarse corriendo hacia su puerta. Por un momento intentó abrirla directamente, empujándola con su hombro, olvidando por completo la cerradura electrónica. Sus manos nerviosas rebuscaron de nuevo su tarjea, la colocó sobre al sensor a un lado de la puerta, y escuchó a los segundos como el cerrojo se abría; el sonido le pareció tan estridente que por un momento temió que alguien pudiera haberlo oído.
Colocó su mano en la manija y abrió la puerta con cuidado. Había apenas abierto una pequeña rendija de diez centímetros, cuando sintió el frío y duro cañón de una pistola justo contra la parte trasera de su cabeza.
—No se mueva —pronunció una voz fría a sus espaldas, y le pareció casi sentir el aliento de aquella persona picoteándole la nuca—. Y no hable…
Russel soltó un pequeño chillido de miedo. Alzó tímidamente sus manos temblorosas en señal de rendición, sujetando entre sus dedos de la derecha la tarjeta de acceso.
—Por favor… no lo hagas… —susurró entre tartamudeos nerviosos—. No sé lo que quieres, pero por favor, no lo hagas… No soy un soldado, soy sólo un científico. Todo lo que he hecho es por el bien de la humanidad…
Sus desvaríos no tenían sentido, y él lo sabía muy bien. Aun así, su boca parecía moverse sola, soltando aquel desesperado e inútil ruego de clemencia.
—Cállese —pronunció con severidad aquella persona, pero sin alzar de más la voz—. Entre a la oficina, ahora —le ordenó de forma tajante, empujando su cabeza con el arma.
Russel obedeció, avanzando hacia la puerta para abrirla por completo e internarse en las sombras de su propio despacho.
—Encienda las luces —le ordenó aquella persona a continuación, y Russel acercó sin chistar su mano hacia el interruptor, y todo el lugar se iluminó al instante de luz blanca.
Su despacho era relativamente pequeño, y en esos momentos bastante desordenado, aunque él afirmaba que las mentes creativas siempre se movían y trabajan en espacio caóticos como ese. Había papeles, libros, y discos regados por todas partes; incluso unas viejas cintas VHS amontonadas en una caja, y piezas de computadora en otra.
Russel escuchó la puerta cerrarse con fuerza a sus espaldas, y su cuerpo reaccionó con un sobresalto, casi como si aquello hubiera sido un disparo. Por suerte no fue así. Pero aún no podía sentirse seguro, pues aquella persona había entrado con él, y su pistola seguía pegada contra su cabeza.
—¿Qué es lo que quieren? ¿Por qué hacen esto?  —se atrevió a preguntar, con la única pizca de arrojo que le fue posible.
—¿Se refiere a lo que ocurre allá afuera? —preguntó su captora, sonando incluso burlona al hacerlo—. No tengo idea de qué sea. Yo estoy aquí por otro motivo, y sólo aprovecho el momento.
Aquello lo desconcertó bastante. ¿Qué quería decir con aquello?
Sintió como el arma se apartaba de su cabeza en ese momento, y pareció ser suficiente indicativo de que podía bajar los brazos y darse la vuelta. Lo hizo con suma precaución, sin embargo, a la espera de que su captor le indicara en cualquier momento que se detuviera; no lo hizo. Al poder observar al fin a aquella persona, Russel se sintió aún más confundido.
Era una mujer increíblemente preciosa, tanto que estaba seguro de nunca haberla visto antes en esa base; no hubiera olvidado un rostro así jamás. Su piel era pálida y lisa como porcelana, adornada con algunos discretos lunares oscuros que casi parecían haber sido puestos sobre la superficie clara de su rostro de forma intencional. Su cabello castaño rojizo era brillante y sedoso, y sus rizos caían libres en sus hombros. Pero quizás lo más atrapante eran su par de ojos color miel, astutos e hipnotizaste. Usaba el saco azul de los soldados de la base, pero era claro que debajo de éste no traía el uniforme completo, pues se asomaban sus piernas cubiertas con unos ajustados pantalones oscuros.
A Russel no solían atraerle mucho las mujeres blancas, o más bien las mujeres en general. Pero esa chica en especial le pareció cautivadora por algún motivo que no supo interpretar, en especial dada la poco ortodoxa situación por la que cruzaba. Era evidentemente además que estaba fuertemente armada, no sólo por esa pistola con la que lo había apuntado hace un momento y que aún sujetaba con sus manos, apuntando con el cañón hacia la altura de las rodillas del científico.
—Es usted el Dr. Shepherd, ¿no es cierto? —preguntó aquella mujer, inclinando su cabeza hacia un lado.
—¿Quién eres tú? —respondió Russel por reflejo. Podría haberle negado que era él, pero supuso que sería inútil.
—No le interesa —escupió la extraña con sequedad, y volvió alzar su arma, apuntando ahora directo a la frente de Russel—. Me mandaron por usted, y vendrá conmigo. Y por lo que he visto, si acaso quiere salir con vida de aquí, no es que tenga muchas otras opciones.
—Si no estás con esas personas, entonces podemos ayudarnos —soltó Russel por reflejo—. Tengo un teléfono satelital especial que puede traspasar los inhibidores de la base. Con él podemos comunicarnos con el exterior y pedir refuerzos para que nos saquen de aquí.
La mujer lo miró con curiosidad, entornando un poco los ojos.
—¿Dónde está?
—En el cajón de mi escritorio —respondió señalando tímidamente con una mano hacia dicho sitio.
La mujer señaló con su cabeza hacia el escritorio, indicándole que podía acercarse. Russel se aproximó rápidamente hacia éste, y abrió el cajón superior de la derecha. Ahí se encontraba el artefacto, pequeño y rectangular, con una larga y gruesa antena.
—Aquí está —anunció entusiasmado, sacando el teléfono—. Sólo debo…
Antes de que pudiera terminar su frase, el ensordecedor estruendo del disparo cubrió la oficina entera, haciendo que Russel se sobresaltara. La bala que salió del arma de aquella mujer no lo tocó, pero estuvo bastante cerca pues impactó directo en el teléfono satelital que sujetaba hace un instante en su mano, volviéndolo pedazos de plástico y circuitos que cayeron al suelo como copos de nieva.
—Al parecer ahora sí soy su única opción, doctor —masculló la mujer con tono burlón—. Ahora muévase —prosiguió con mayor seriedad, apuntando con su cabeza ahora hacia la puerta—, que ese disparo pudo haber alertado a alguno de esos sujetos de afuera, y usted aún tiene que llevarme a un sitio antes de irnos.
—¿A dónde? —cuestionó Russel, aun temblando por el disparo.
—Al Nivel -20, a la sala 217.
Russel se sobresaltó atónito. Ese cuarto era en dónde estaba…
—¿Por qué ahí?
—Tampoco lo sé —exclamó la mujer, exasperada, y sin bajar su arma se le acercó rápidamente, lo tomó con agresividad de su camisa y lo jaloneó hacia la puerta—. Sólo me dijeron que debo llevarme lo que está en esa sala junto con usted. Así que ahora camine.
—Estás demente —farfulló Russel mientras avanzaba trastabillando hacia a puerta. Intentó resistirse un poco, pero aquella mujer era más fuerte de lo que parecía a simple vista—. Lo más seguro es que nos maten antes de poder llegar siquiera al ascensor.
—Entonces es bueno que lo tenga como escudo, doctor —rio la mujer con sorna, justo antes de abrir la puerta y prácticamente empujarlo con bastante agresividad hacia el pasillo—. Camine —le ordenó con rudeza, usando de nuevo su arma como incentivo.
 Resignado, y quizás en ese momento ya no siendo capaz de controlar siquiera su propio cuerpo, Russel comenzó a avanzar justo en la dirección para ir a dónde esa mujer quería ir. Y mientras lo hacía, comenzaba a hacerse a la idea de que no saldría con vida de ese lugar.
— — — —
Grish Altur, otra agente al servicio de la Capt. Cullen, tenía una misión crucial en el ataque al Nido. Dicha misión la llevó a dirigir a su grupo hacia el nivel de las celdas de contención, uno de los niveles más peligrosos pues muy pocos conocían toda la clase de amenazas que el DIC tenía ahí cautivas. Por suerte, ellos iban en busca de sólo una de ellas en particular, aunque eso no impidió que tuvieran que abrirse entre los soldados apostados en ese nivel para proteger las diferentes celdas. Fue una tarea complicada, pero al igual que en el resto de la base, el factor sorpresa fue su carta fuerte. Además de ello, Grish era una experta tiradora, capaz de poner la bala en donde ponía el ojo, dos de cada tres veces, lo que les dio la ventaja de acabar con una cantidad grande enemigos en corto tiempo, y con la menor cantidad de bajas de su lado.
Usando su aguda estrategia, lograron avanzar con bastante rapidez hacia la sala en particular que buscaban. Había dos soldados apostados en ella, que al parecer ni siquiera al escuchar los disparos a la distancia se atrevieron a dejar su puesto; así de importante era lo que ahí guardaban. En cuanto vieron a Grish y su equipo aproximarse, no tardaron en abrir fuego, logrando alcanzar a uno de ellos, abatiéndolo. Golpe de suerte para ellos, pero no les duró mucho pues de inmediato Grish contraatacó con sólo dos disparos certeros, cada uno a la pierna derecha de alguno de ellos. Los soldados cayeron al suelo sobre sus costados, y el resto del su equipo no tardó en acribillarlos una vez estuvieron tirados.
Una vez todo estuvo tranquilo, Grish respiró hondo, y se tronó un poco su cuello para liberar un poco de tención. Centró su mirada entonces en la puerta que esos dos soldados custodiaban, marcada únicamente con un V y I, simulando el número 6 romano; justo como les habían dicho.
—¿Es aquí? —cuestionó Grish, un tanto escéptica por el hecho de que resultara tan sencillo.
—Es lo que la información de Kat dice —le informó uno de sus acompañantes, encogiéndose de hombros.
—Bien, andando entonces.
Tomaron rápidamente la tarjeta de seguridad de uno de los guardias caídos, y con ella abrieron la puerta del cuarto de control. Los cuatro ingresaron a la habitación, en donde el hombre de los controles ya los aguardaba con su arma en mano. Antes de que pudiera disparar aunque fuera una vez, Grish fue mucho más rápida y certera, acertándole un tiro justo en el centro de la frente, sin siquiera detenerse a apuntar. El soldado cayó hacia atrás abatido, de espaldas contra los controles.
Grish sonrió satisfecha, e incluso sopló contra el cañón de su propia arma de forma presuntuosa.
El grupo avanzó hacia la consola, y sin la menor ceremonia uno de ellos hizo a un lado al hombre muerto y tomó asiento frente a los controles para ingresar al sistema. Mientras tanto, Grish avanzó hacia el vidrio unidireccional que separaba ese cuarto del de al lado. Ahí, encerrada en aquel pequeño cubo transparente, se encontraba justo la persona que habían ido a buscar.
La mujer de cabellos rubios en mono anaranjado estaba de pie en el centro de la curiosa prisión, mirando expectante hacia los lados, como esperando que algo saliera de alguna de las esquinas del cuarto. Grish pensó por un momento que había oído los disparos, pero según las especificaciones que había leído, ese cubo debía ser a prueba de sonido, por lo que se suponía no debería ser capaz de escuchar nada desde ahí dentro, que no proviniera de la bocina interna.
¿Quizás de alguna forma “sentía” que algo estaba ocurriendo? Había pasado cinco años en campo rastreando y vigilando a varios UPs, y aún seguía sin entender cómo era que funcionaban con exactitud sus extraños poderes.
—¿Es ella? —comentó curioso uno de sus compañeros. Grish se limitó sólo a asentir como respuesta.
—No parece gran cosa —comentó otro de ellos con tono burlón.
—No se confíen —les advirtió Grish, volteando a verlos con severidad—. Después de todo, es quien hirió tan gravemente al Salvador.
—De seguro es sólo una exageración —señaló el primero que había preguntado. Grish no respondió, pues en verdad no estaba segura.
Aquello era lo que los rumores decían, aunque otros más le achacaban lo ocurrido a la tal Gorrión Blanco, la chica que el Dir. Sinclair y Shepherd habían despertado con su químico raro. Pero al igual que a la mayoría, a ella le resultaba difícil de creer que alguien fuera capaz de herir al Anticristo, incluso siendo un UP. Pero sin importar cómo hubiera sido, o quién lo había hecho, la realidad es que el chico había sido sometido y aprehendido, y ese era el motivo de toda esa operación.
Pero aunque ninguna de esas dos hubiera tenido algo que ver, ambas representaban un peligro, en especial esa mujer ante ella: Charlene McGee, la ballena blanca del DIC. Por lo mismo, ninguna de las dos podía ser dejada con vida. Y en el caso de la Sra. McGee, el maestro Neff tenía un papel específico para ella, lo que hacía que esa misión fuera en efecto tan importante.
Tras observar a la Sra. McGee un rato más, se giró y caminó hacia la consola, parándose a lado del hombre que había tomado de control de ésta, inclinándose para ver los monitores y los controles por encima de su hombro.
—¿Y bien?, ¿lo encontraste?
—Eso creo —respondió su compañero con seriedad—. Justo como nos dijeron, ese cubo es totalmente hermético, y el oxígeno es suministrado por el mismo conducto superior por el que pueden también llenarlo de sedante. Con este control de aquí podemos cortar el oxígeno por completo, y con este otro activar un extractor que se encargará de dejar el interior prácticamente al vacío. Con eso no tardará en asfixiarse.
—Hagámoslo entonces —propuso otro de ellos, uno de los hombres de negro de Armitage. Era obvio que estos mercenarios carecían de la disciplina y la paciencia requeridas de un agente como ellos, pero igual el hombre sentado en la consola pareció estar de acuerdo y se dispuso a hacerlo.
—Aguarda —le detuvo Grish, tomándolo sutilmente de su mano—. ¿Puedes abrir el canal de comunicación desde aquí? Quiero hablar con ella.
—¿Para qué? —cuestionó su compañero, confundido.
—Llámalo cortesía profesional —le respondió Grish de forma cortante—. ¿Puedes o no?
El hombre asintió, un tanto vacilante, y de inmediato pasó a revisar para buscar el control que los comunicaría con la bocina interna del aquella jaula. Grish aguardó paciente a su lado.
— — — —
En efecto, el cubo de plástico térmico que aprisionaba a Charlie era a prueba de cualquier sonido exterior que no proviniera de aquella bocina, por lo que en general se encontraba siempre envuelta en un profundo y muy molesto silencio. Y por consiguiente, no había como tal escuchado los disparos, gritos y golpes que venían de afuera de la sala. Aun así, había sentido una extraña y repentina sacudida que la había hecho levantarse de un salto de su camilla, y ponerse en alerta, a la espera de que alguien, o algo, aparecieran ante ella.
No era la primera vez que sentía algo así, pero sí había pasado bastante tiempo desde la última vez. Recordaba que de niña era más común para ella sentir la cercanía del enemigo a su acecho, derivado por supuesto por su Resplandor. Pero de adulta aquella habilidad había menguado bastante; de otra forma, quizás podría haber percibido a los atacantes en aquella bodega, antes de que le disparara a Kali, y quizás todo hubiera sido diferente…
Pero no tenía tiempo para hundirse en dichos pensamientos. No sabía qué era lo que sentía acercarse, pero sabía que era algo real, no un simple y normal presentimiento.
Su incertidumbre pareció ser recompensada en cuanto la bocina sobre su cabeza sonó, y de ella provino una voz de mujer que no le resultó conocida.
—Sra. Charlene McGee, debo decir es un placer conocerla al fin. Todos en el DIC hemos escuchado mucho de usted.
—¿Y tú quién eres? —preguntó Charlie con voz cautelosa—. ¿Qué está pasando allá afuera?
—Eso no tiene por qué preocuparle —le respondió aquella persona desconocida, y a Charlie le pareció percibir incluso algo de burla en sus palabras—. Pero le complacerá saber que su más grande sueño se está haciendo realidad mientras hablamos.
—¿Y eso es…?
—La destrucción del DIC, por supuesto —respondió la voz en la bocina sin más, dejando a Charlie un tanto desconcertada—. O, al menos, del DIC como lo conoce actualmente. Y le complacerá también saber que usted tendrá un papel crucial en ello, recordada por siempre como la culpable detrás de lo ocurrido el día de hoy. Todo un ejemplo para los que vengan después de usted.
—No entiendo ni una sola palabra de lo que dices —le respondió Charlie con brusquedad—. Así que si lo que esperas es que colabore con ustedes de alguna forma, tendrás que ser mucho más convincente.
La voz en la bocina soltó de pronto una fuerte y casi estridente carcajada.
—¿Colaborar? —exclamó aquella mujer de forma risueña—. Me temo que no ha comprendido. Al igual que todos los demás incautos de esta base, su sacrificio será necesario para poder lograr un propósito mayor. Regocíjese con ello.
Charlie se quedó aún más confundida con aquella afirmación, pero supo en lo más hondo de su ser que no era para nada algo bueno. Pero antes de que pudiera cuestionar más al respecto, la comunicación terminó.
— — — —
—Ahora sí, corten el suministro de oxígeno y asfixiémosla —ordenó Grish en la sala de control, una vez que su voz dejó de escucharse en el interior de aquel cubo. Su compañero en la consola no tardó en hacer justo lo que decía.
Primero cortó el oxígeno, y luego activó el extractor, cuyo fuerte zumbido sobre su cabeza no tardó en captar la atención de Charlie. No tardó tampoco en darse cuenta de que el al aire en el interior comenzaba a ponerse pesado, y que poco a poco le costaba más respirar, hasta incluso comenzar a sentirse mareada. Todo frente a los ojos observadores de Grish y los otros del otro lado del vidrio.
—Sólo queda esperar a que pierda el conocimiento —señaló Grish con cierta jactancia—.  Y sin suficiente oxígeno ahí dentro, no la tendrá tan fácil para hacer sus trucos de fuego.
Parecía el plan perfecto, y todo gracias al Dir. Sinclair y la ingeniosa prisión que había diseñado para su archienemiga. Quizás le hubiera complacido saber que fue usada justo para lo que él esperaba, pero a esas alturas lo más seguro es que ya estuviera muerto, al igual que todos sus hombres.
El cuerpo de Charlie se tambaleó hacia un lado y se golpeó con fuerza el hombro contra una de las paredes transparentes. Luego cayó al suelo de rodillas y podría haberse desplomado por completo si no hubiera interpuesto las manos primero. Se quedó en cuatro, con su cabeza agachada y su cabello rubio cayendo sobre su rostro, mientras su cuerpo temblaba violentamente y se agitaba en sus esfuerzos casi sobrehumanos para jalar aire.
Parecía que todo terminaría más pronto de lo esperado…
De pronto, Grish y sus hombres vieron como la reclusa alzaba rápidamente su rostro, centrando sus intensos ojos directo en su dirección, casi como si fuera capaz de verlos a ellos directamente. Todos se estremecieron ante esta sensación, pero se forzaron a mantener la calma. Aunque esto no fue tan sencillo en el momento en el que contemplaron como la pared del cubo a la que Charlie miraba comenzaba a tornarse rojiza poco a poco, como una mancha voraz que iba creciendo y extendiéndose, hasta cubrir casi por completo las demás paredes.
—¿Qué está…? —murmuró uno de los hombres de Armitage, confundido, y al parecer algo preocupado.
—No teman —indicó Grish con voz neutra—. La División Científica creó esa jaula especialmente para resistirla. No logrará más que calcinarse viva a sí misma.
Todos guardaron silencio, contemplando el extraño fenómeno que ocurría ante ellos, sin comprender del todo el alcance de éste, Aunque ninguno estaba ahí físicamente, de alguna forma podía sentir como la temperatura del interior del cubo aumentaba exponencialmente, mientras esas paredes se tornaban más rojizas y brillantes, como lava hirviendo. El oxígeno en el interior pareció ser suficiente para que el calor tan intenso prendiera en llamas la cama, el lavado, e incluso las ropas de Charlie; aun así, ésta no se movió, ni siquiera pestañeó aunque estuviera cubierta de fuego. Fue una escena impactante y algo grotesca de ver.
De un momento a otro, toda la superficie del cubo estaba totalmente impregnada de ese intenso calor, y para su sorpresa éste pareció traspasar los muros y comenzar a afectar el exterior. Vieron como el suelo y el cristal unidireccional comenzaban a desquebrajarse, y las cámaras comenzaron a explotar.
Y entonces comprendieron que en efecto, algo no estaba bien.
—¡¿Qué demo…?! —exclamó Grish alarmada, dando instintivamente un paso hacia atrás. Vaciló un momento antes de ordenarles a sus hombres que salieran de la sala. Y para cuando se decidió a hacerlo, ya era tarde.
—¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!! —escucharon como Charlie gritaba con todas sus fuerzas, resonando como un fuerte rugido, a pesar de que no deberían poder escuchar nada del interior de esa cosa. Y un instante después, fueron testigos de cómo aquella prisión transparente estallaba por completo en una tremenda explosión que lo sacudió todo.
El vidrio se rompió en cientos pedazos, y Grish y sus hombres fueron golpeados de frente por una fuerte onda expansiva de calor, fuego, y escombros que los lanzó por los aires, y cubrió todo de rojo.
— — — —
La sacudida de la explosión provocada por Charlie fue tan grande, que incluso estando dos niveles arriba, Russel y Mabel lograron sentirla en su camino a los ascensores. Fue como un pequeño temblor bajo sus pies, mismo que casi hizo que el Dr. Shepherd cayera al suelo, sino fuera porque se logró sostener rápidamente del muro.
—¿Qué fue eso? —pronunció nervioso, mirando con aprensión a su alrededor.
—Ni idea… —susurró Mabel con seriedad, observando de reojo hacia sus pies. Había venido de abajo, eso lo tenía seguro. Pero lo único que a ella le interesaba es que fuera en un nivel diferente al que se dirigían—. No se distraiga —exclamó con rudeza, al tiempo que empujaba a su acompañante con una mano para obligarlo a seguir caminando. Russel no tuvo más remedio que así hacerlo.
Ciertamente a Mabel le preocupaba que quienes fueran estas personas intentaran algo más extremo, como volar toda esa base en pedazos antes de que pudiera salir. También le causaba curiosidad saber a qué se debía todo ese caos, y cómo era además que Verónica sabía que esto ocurriría. ¿Acaso eran personas que trabajaban ara Thorn? De ser así, estaba convencida de que eso sólo la pondría en más peligro.
Pero ella tenía una carta bajo la manga, y es que no era más la misma Doncella que el mocoso de Thron habían conocido; no desde que consumió el vapor de Rose. Así que si ese paleto o sus sirvientes intentaban algo en su contra, se llevarían una amarga sorpresa.
Tras dar la vuelta en una esquina, se encontraron de frente con dos soldados con uniforme del DIC que caminaban en su dirección contraria.
—¡Oigan! —gritaron los dos con fuerza, alzando sus armas hacia ellos.
Russel imploró al cielo (cosa que casi nunca hacía) para que fueras soldados reales del DIC y no alguno de estos infiltrados. Pero en cuanto le pareció más que evidente que se preparaban para abrir fuego en su contra, esa esperanza murió rápidamente.
Sin embargo, antes de que alguno pudiera jalar el gatillo, Russel miró sorprendido como ambos bajaban sus armas de golpe, y sus miradas se volvían perdidas y distantes, como si observaran fijamente algo sumamente interesante. Y unos segundos después, sin que las expresiones de sus rostros se mutaran ni un poco, alzaron de nuevo sus rifles, pero en esa ocasión no hacia Russel y su captora, sino que se giraron y apuntaron el uno al otro, con los cañones de las armas casi pegadas a sus pechos.
—¡Alto!, ¡no se muevan! —pronunció en alto uno de ellos como una advertencia—. ¡Dije alto!
—¡Dispáreles!, ¡ahora! —exclamó con potencia el otro, y ambos jalaron sus gatillos al mismo tiempo.
Y mientras en sus mentes de seguro abrían fuego contra algún enemigo que se les aproximaba, la realidad es que terminaron disparándose entre sí, perforándole el pecho a su compañero con una pequeña ráfaga de balas. Ambos cayeron hacia atrás, desplomados en el piso.
Russel se sobresaltó, atónito al presenciar esto. ¿Eso había sido caso…?
Miró lentamente sobre su hombro, en el momento justo para contemplar cómo Mabel observaba fijamente en dirección a los dos soldados muertos. Y, en especial, notó el singular e intenso brillo plateado que adornaba sus ojos; un brillo muy particular que él ya había visto antes.
—No puede ser —susurró despacio—. ¿Eres una UX?
Mabel volteó a mirarlo, y un segundo después el brillo de sus ojos se esfumó, volviendo a su color miel habitual.
—No sé de qué está hablando —le respondió con dureza—. Pero usted no entendería jamás lo que yo soy.
Russel decidió no decirle que en realidad conocía bastante bien lo que era ella; quizás demasiado bien, pues había dedicado una parte de su carrera ahí en el DIC a intentar comprender lo mejor posible la naturaleza casi sobrenatural de dichos seres, sin mucho éxito de momento… salvo quizás por lo que se ocultaba en la habitación 217 del nivel -20; justo a dónde ella quería que la llevara.
Mabel volvió a empujarlo para que siguieran avanzando, y recorrieron el corto tramo que los separaba de los ascensores.
—Use su tarjeta —le ordenó pegando el cañón del arma contra su nuca. Russel obedeció, pasó su tarjeta por el sensor del ascensor, y luego lo mandó a llamar. Éste no tardó en llegar a su nivel, y las puertas se abrieron ante ellos—. Entre, ahora.
—No sabes lo que hay ahí abajo —intentó explicarle Russel con desesperación—. En verdad estás cometiendo un error…
—Ya veremos —sentenció Mabel con dureza, y no tardó en empujar de forma casi violenta al científico hacia el interior del ascensor, que trastabilló y casi cayó al suelo de éste. Y tras obligarlo a volver a usar su tarjeta, ahora en el panel dentro del ascensor, e introducir el código de seguridad, hizo que comenzaran a bajar rápidamente hacia el nivel -20.
— — — —
Cuando Grish logró abrir de nuevo los ojos, lo único que vio fue rojo, y el brillo incandescente de las llamas que la rodeaban. Su calor además le golpeaba la cara, y sentía el aire quemándole la garganta en cuanto intentó aspirar aunque fuera un poco a sus pulmones. Estaba tirada en el suelo, mareada y confundida. Intentó gritar para llamar a alguno de sus compañeros, pero de su garganta no lograron salir más que unos cuantos gemidos, seguidos de unos borbotones de sangre que se le acumularon en la boca y escurrieron en su barbilla.
Giró su cuello como pudo a su alrededor, pero sólo vio escombros y más fuego, hasta que logó distinguir la cara desfigurada de uno de sus hombres a unos metros de ella, con la quijada desencajada tras un fuerte golpe, sus ojos desorbitados mirando a la nada, y la mitad de su cuerpo sepultado tras grandes trozos de concreto y hierro. Más atrás, entre el humo y las ondas de calor, le pareció distinguir las piernas de alguien más… pero nada más.
En ese momento, de alguna manera lo supo: todos estaban muertos, excepto ella… Y, en realidad, no era que su caso fuera mucho mejor, pues lo peor vino en el momento en el que hizo el vano intento de levantarse. En cuanto intentó mover el torso, un agudo y paralizante dolor la detuvo, y la hizo desplomarse de nuevo al suelo, al tiempo que soltaba al aire un ensordecedor grito.
Miró de reojo hacia su lado derecho, el punto en donde aquel dolor se había originado, y distinguió con horror la causa: un enorme pedazo transparente, de seguro perteneciente a alguna de las paredes de la prisión en forma de cubo, insertado tan hondo en su hombro derecho que casi le había rebanado el brazo entero, y ahora sólo se mantenía unido a ella por la gracia de unos cuantos ligamentos y músculos, como las hebras descocidas de un manga. No sangraba, pues aquel pedazo de seguro había estado tan caliente cuando la atravesó que le había cauterizado la herida el instante. Pero eso, por supuesto, no hacía nada para mitigar su espanto.
Volvió a intentar gritar en busca de ayuda, pero de nuevo su voz no le funcionó. Intentó arrastrarse hacia un costado con ayuda de su brazo bueno, pero cada movimiento, cada respiración, se volvió un suplicio.
De pronto, entre las llamaradas y el humo, logró distinguir la silueta de alguien que se aproximaba en su dirección. No veía con claridad de quién se trataba, pero no le importaba; quien quiera que fuera, le gritó desesperada por ayuda, o al menos en su mente creía estarle gritando. Pero su voz, tanto interna como externa, se calló de golpe en cuanto aquella persona se abrió camino entre las llamas y apareció de cuerpo entero ante ella.
Era ella, la mujer del cubo: Charlene McGee, casi totalmente desnuda, con apenas unos retazos carbonizados que en algún momento pertenecieron a su traje de prisionera, pero que no le cubrían prácticamente nada. Pero en su piel desnuda y expuesta, no había ni una sola marca de quemadura, ninguna herida, ningún golpe; estaba perfecta, con sus cabellos rubios agitándose como si se movieran al ritmo de las ondas de calor, y sus ojos brillando intensamente por el reflejo de las llamas en ellos, pero casi pareciendo como si en verdad dichas llamas provinieran de sí misma.
¿Cómo había sobrevivido a tal explosión sin un rasguño? ¿Cómo podía haber causado todo eso con su sola mente? No podía ser humana… Tenía que ser un monstruo…
Una oleada de terror, pero también de ira, inundó el cuerpo de Grish en ese momento, mientras observaba a aquella mujer ante a ella.
—Mal... dita… —masculló, su voz surgiendo de ella rasposa y dolorosa. Aproximó a tientas su mano izquierda en busca del arma en su costado, y en cuanto la sintió entre sus dedos, se sobrepuso a todo el dolor y la debilidad y la alzó hacia ella.
Charlie, al ver la pistola, se lanzó rápidamente hacia ella como una fiera.
Grish Altur, una de las mejores tiradoras del DIC, que daba en el blanco cada dos de tres veces, talento que le había hecho ganar muchas condecoraciones y elogios durante todos sus años de servicio… Pero en ese, que fue quizás el disparo más importante de toda su vida, las circunstancias extremas obviamente la llevaron a fallar… La bala pasó a un costado de la cabeza de Charlie y siguió de largo, logrando a lo mucho arrancarle uno de sus mechones rubios.
Un instante después de haber dado ese último disparo, Grish sintió como el arma se calentaba de golpe, quemándole entera su palma y obligándola a soltarla. Al segundo siguiente, Charlie se lanzó sobre ella, y la tomó con fuerza de la cabeza, azotándola contra el suelo; un charco de sangre se formó justo debajo de ella, pero Grish aún siguió lo suficientemente consciente para forcejear e intentar quitarse a su atacante de encima. Charlie tomó su cabeza firme entre sus manos, se enfocó entera en ella, y al segundo siguiente Grish sintió como toda su cara comenzaba a calentarse, subiendo de temperatura exponencialmente cada segundo.
Ahora sí fue capaz de gritar muy, muy fuerte, pero los gritos, y el dolor que los ocasionaban, no duraron mucho. La cabeza de la agente prácticamente explotó, presa de la enorme presión que se acumuló dentro de ella debido al calor, y entonces su cuerpo se quedó totalmente flácido e inmóvil debajo de Charlie. Ésta se quedó aún unos momentos quieta, sujetándola firmemente como si temiera que se fuera a mover en cualquier momento. Cuando fue evidente que eso no pasaría, dejó escapar un largo resoplido exhausto, y se dejó caer de costado a un lado del cuerpo.
Sentía que la cabeza le dolía horriblemente, y todo el resto de su cuerpo no se quedó atrás. Tenía claro que si acaso se atrevía a cerrar los ojos, aunque fuera un instante, muy seguramente se quedaría dormida; y eso era un lujo que no podía darse en esos momentos.
—Estoy demasiado vieja para esto… —murmuró despacio para sí misma con voz débil.
Se forzó a alzarse de nuevo, y le echó un vistazo más cuidadoso a la mujer a la que acababa de calcinarle el cerebro. O, más específico, miró con más cuidado sus ropas. Era un uniforme del DIC, en específico de sus agentes de campo; Charlie los conocía bien, pues habían sido sus principales perseguidores en los últimos años. Y si echaba un vistazo rápido al resto de los cadáveres en esa sala en ruinas, terminaría viendo que al menos un par más de ellos usaban los uniformes azules de los soldados de la base.
«¿Qué demonios está pasando?» se cuestionó totalmente perdida.
Su primera conclusión hubiera sido que Lucas los había enviado para matarla al fin, pero no tardó mucho en darse cuenta de que aquello no tenía sentido. Ya la tenía cautiva y en su poder; no tenía que hacer todo eso para deshacerse de ella. Además, estaban las cosas que esa mujer había dicho, y que hacían parecer que lo que hacía, no lo hacía por órdenes de alguien del DIC. Pero, entonces, ¿de quién…?
«¿Thorn?» pensó un tanto sorprendida, como un pensamiento que la golpeaba repentinamente, sin razón aparente. Pero era lo que parecía que tenía más sentido; todo ese desastre de alguna forma tenía que ver con él.
Fuera lo que fuera, no podía permitirse perder más el tiempo en ese lugar.
Rápidamente, y sin mucha delicadeza cabe decir, comenzó a despojar a Grish de cada una de sus prendas.
FIN DEL CAPÍTULO 149
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actnod · 1 year ago
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an unbearable pain, a beating in my brain that leaves the mark of cain right here inside
𝐒𝐍𝐄𝐀𝐊𝐘 𝐃𝐄𝐕𝐈𝐋 ; octavo capítulo.
El cielo gradualmente desdibuja los contornos de luz natural dando paso a estrellado cielo nocturno, los farolillos de papel teñidos en diferentes coloraciones delinean la rutas y crean túneles etéreos de luz; algunos brillan en el aire como luciérnagas, mientras que otros se alinean en los caminos iluminando la oscuridad con ambarino resplandor. El aire impregnado de un perfume dulce y ahumado proveniente de los puestos callejeros de comida que atraen a humanos por igual. Algunos llegan envueltos en deslumbrantes kimonos, otros optan por vestimenta casual, pero no puede faltar máscara elaborada que ayuda a mezclarse con las sombras en una danza surrealista que difumina  lo humano de lo sobrenatural. El sonido de tambores anuncia el inicio de enigmática procesión yokai que crea fascinación y horror a la par. No importa si eres un adulto o te encuentras entre los más jóvenes, la anticipada emoción te tiene disfrutando de cada ser que pasea por delante de ti. ¿Eres capaz de distinguir al kappa de los kitsune? Tal vez te has topado con un tengu o te sacaste una foto con un oni. Me pregunto cuáles has acertado e identificar; quizás alguno de ellos sea en efecto uno de los tantos seres mitológicos que abundan en cuentos japoneses. Pero a ti, vástago, eso no te importa. Siempre has sabido aprovechar la felicidad ajena en beneficio propio, eres experto en utilizar la distracción humana. El coro de risas y murmullos alegres que se mezclan en el aire con la música folklórica son tu señal para disfrutar de próximo festín. Los mortales, despreocupados, se aglomeran en los puestos callejeros, seleccionando con deleite aperitivos a su antojo. Algunos van apresurados hacia lugareños que ofrecen sake para dar ese toque final a noche festiva, ignorando por completo que cainitas llevan el mismo sistema siendo punto de interés uno muy diferente a platillos típicos del lugar. La fortuna les sonríe después de casi destrozarlos. Unas semanas atrás dudaban de su propia fortaleza y casi se rinden ante La Bestia que rasguñaba amenazante para tomar asiento principal. Los ilesos podrán disfrutar de velada sin mayor intranquilidad, sin embargo, aquellos que aún relamen heridas se tomarán el papel de cazador con más seriedad.  Entre la masa de humanidad, los vampiros discernen potenciales presas, conscientes de la necesidad de reponerse de la desventura por la que Lupinos les hicieron pasar. La danza encantadora de los yokai encubre el verdadero juego, en un acto de desafío silencioso que pone a prueba los límites de quienes pretenden mantenerse del lado bueno de figuras soberanas. Mientras tus ojos se pierden entre bizarros o tenebrosos estímulos que al final te resultan cautivadores, de soslayo capturas una sombra corriendo entre la multitud y, en seguida, otra por el lado que habías descuidado. ¿Habrá algo sucediendo entre los demonios? ¿Será esta otra excusa para los seres del Mundo de las Tinieblas efectúen sus planes alternos? El ambiente entre el arroyo de cuerpos cambia drásticamente cuando movimiento tan brusco como la inmortalidad amerita, por agarre femenino sobre tu brazo te saca de ensoñación. Torrente de emociones y anticipación fluye, mas es difícil quitarse de encima la situación de deja vú cuando el tacto familiar se ata a aquel mechón rosado delator debajo de pesada máscara de papel maché con la que te descubres enfrentándote.  — ¿Qué tan dispueste estás a jugar esta noche?
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐎𝐎𝐂.
¡Bienvenidos a la décimo primera actividad! En esta ocasión, los vástagos podrán distenderse de noches tan dolorosas para pasar una noche entre demonios mitológicos. ¡Ah! Que sus imponentes apariencias no te engañen, la mayoría son simples mortales que se esconden bajo aquellas grandes máscaras con la que se celebra a los Yokai. ¿O es que tú también te unirás a la tradición?   Más allá del desfile principal, pueden encontrarse con diferentes puestos de recuerdos para quien quiera llevarse un souvenir. ¿O quizás gustan tomarse unos segundos para apreciar las diferentes exposiciones artísticas? Narración teatral de leyendas, performances y de dibujos o esculturas, ¡Todo para enriquecer su vista! No menos importante que la tradición, distintos puntos de venta de alcohol al aire libre se despliegan bajo frío manto estrellado, pero solo uno ofrece bebidas para los vástagos — ah, pero con una trampa: el vitae humano de acceso fácil continúa siendo limitado, por lo que sólo hay vitae animal disponible entre las diferentes bebidas.   El río que acompaña el paisaje otoñal sobre el parque continúa siendo parte vital de la zona, con muchas de las personas que se acercan a la festividad tomando la oportunidad para dar paseos en barco a través del río o simplemente sentarse a orillas del mismo para apreciar el reflejo de la luna sobre el suave movimiento cristalino. ¿Tal vez te interesa tomar por sorpresa a aquellas parejas que disfrutan un picnic bajo la penumbra? Mientras los vástagos disfrutan de lo que resulta ser un menú abierto con los cientos de humanos paseando por los distintos puntos disponibles del parque, quizás les interese aumentar sus posibilidades involucrándose en las actividades disponibles en un intento por combatir su enemigo eterno: ¡el aburrimiento! Si tienen suerte, hasta se encontrarán con extranjeros que viajan para ser testigo de las celebraciones. Sin embargo, se deberá tomar en cuenta que al mismo tiempo que gozan de las amenidades en un esfuerzo por olvidar, los antiguos de Lasombra han decidido que después de la puesta en duda de sus fortalezas como especie, aprovecharán del desfile para llevar a cabo otro de sus rituales y de nuevo, la indicación hacia sus chiquillos ha sido invitar a externos a su clan de participar en sus juegos de tener la valentía. ¿Quiénes podrán descubrir y andar de la mano de las sombras? 
⦾ Este evento se dará la noche del 25 de Noviembre  para los vástagos, en el Parque Kitanomaru. Les invitamos a ver este tablero de Pinterest para ambientarse más en la locación.
⦾ Se desarrollará a través de starters abiertos. Apreciamos la reciprocidad por lo que antes de abrir un starter recuerden responder al menos tres publicaciones que ya estén en el blog, una vez alcanzadas las notas deseadas, son libres de eliminar la publicación de dicho apartado. No olviden rebloguearlos en el blog de starters. De tener algún problema con el acceso, no duden en acercarse a la administración.  
⦾ Durante esta actividad, el código de vestimenta será de ropa tradicional japonesa con máscaras relacionados a los Yokai. Están invitados a publicar lo que están vistiendo sus personajes y luego rebloguearlo en el blog de ediciones. 
⦾ Queremos recordarles que, a pesar de ser un grupal de temáticas sensibles, nuestra prioridad es la comodidad de todes nuestres usuaries por igual, así que les pedimos tengan cuidado con la manera con la que se abordan estos tópicos en el dash ya que se trata de un espacio compartido y pedirles, por favor, que no hagan caso omiso a la lista de triggers que se encuentra actualizada para que puedan hacer uso correcto de cada etiqueta. 
⦾ La selectividad, rol burbuja o parecidos están estrictamente prohibidos. De sentirse afectade por alguna de estas situaciones, por favor siéntanse libres de acercarse a la administración.
⦾ Para las personas que aun no lo han deshabilitado, les recordamos que sus buzones deben de permanecer cerrados para los mensajes anónimos en todo momento y hasta nuevo aviso.
⦾ Tendrán la opción de retomar un máximo de una convo de la actividad anterior en manera de flashback. Para esto, deberán tener por lo menos cinco convos activas en la actividad que se está realizando en este momento.
⦾ Por último y no menos importante, la actividad tendrá una duración de diez días. La actividad siguiente comenzará el 9 de DICIEMBRE a las 16 hs GMT-6.
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violenceislying · 5 months ago
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La mentira sería su final
Triste y amarga ilusión
Eterno resplandor
Que ilumina los escombros
Reliquias de un corazón
Endurecido a fuego
Dulce melancolía de aquel engendro
Maldito poeta que escarba entre recuerdos
En busca de los retazos
De la felicidad que alguna vez sintió
Escribió por ahí
El enigma que lo enloqueció
Envuelto de aire y fuego
Sin aliento cogió vuelo
En el cielo no habría sufrimiento
Cómo un pez nado en el infierno
El final de la mentira
Sería un pájaro con dirección al horizonte
Que fue dejando plumas
Camino hacia la verdad
Quien es realmente el pez
Que meditó entre el caos
Y engendro las tinieblas
En tiempos de guerra
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heartytireddanny · 10 months ago
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La Espada Maldita
I
La antigua profecía decía que solo aquel que pudiera empuñar la Espada de Luz, aquel que tuviera la bendición de la Diosa Areis, sería el Elegido para derrotar al Rey de las Tinieblas, poniendo fin a la guerra entre la Luz y la Oscuridad.
La leyenda cuenta que la Espada había aparecido mágicamente en medio de la noche, con una luz tan brillante que despertó a todo el Reino. La luz pareció ser concentrada y moldeada en la forma de una espada, que se encontraba incrustada en una piedra negra reluciente, con la profecía escrita en la piedra donde yacía encajada la espada. Cuando se alcanza la mayoría de edad, es la tradición que se trate de sacar la Espada de su empuñadura para saber si se es el Elegido destinado a poner fin a la guerra; muchos jóvenes dedican sus primeros años a entrenar para ser dignos del gran regalo, para luego decepcionarse de no ser elegidos, resignados a tener que llevar una vida normal.
A lo largo de los años, múltiples familias gastaron su fortuna en crear el Perfecto Elegido pero ninguna había tenido éxito, lo cual condujo a que la mayoría se fuese a la ruina. Los más afortunados, o con mayor riqueza, simplemente se volvían militares del reino y al crecer se volvían los mentores de los jóvenes que aspiran a ser el Elegido.
Pyre no era como ellos. De haber sido por él, nunca habría hecho el viaje hasta Astí para participar en una tradición de casi 100 años en la cual no le importaba, pero era necesario tener el sello mágico de “empuñe la espada y fracase” una vez que eras mayor de edad y te podías meter en graves problemas si te rehusabas a participar y lo que menos quería era problemas con el Templo.
Pyre había crecido en un pueblo de los extremos, lejos de la capital y de la frontera con Ethyrs, bajo el cuidado de un viejo y malhumorado cazador y como tal, creció sin la obsesión que tenían los otros jóvenes de su edad con ser el Elegido y derrotar a la Oscuridad. Mientras otros jóvenes aprendían a blandir la espada, Pyre aprendió a cazar como un cazador de las montañas Nyou, cuando ellos aprendían hechizos y encantamientos útiles para una pelea, Pyre aprendió a usar su magia para desvanecer su presencia y mezclarse con su entorno. Pyre fue criado como un cazador, por uno de los mejores cazadores de las montañas Nyou según su padre, e iba a volverse uno.
Pyre tenía un plan: realizar la tradición, fracasar y volverse un cazador en las montañas de Nyou. Tal vez ir al campamento dragón y adquirir equipo dragónico. El plan de Pyre era simple y poco ambicioso, muy, muy simple y fácil de seguir. ¿Entonces cómo pudo fracasar en lo más simple?
El pueblo estalló en vítores, el Sumo Sacerdote se acerca y dice algo pero no le presta atención, solo puede ver en trance la espada en su mano, sin comprender realmente lo que acaba de suceder. Aun estando bajo la luz del sol la hoja brilla intensamente, hecha con una luz tan pura, como la del resplandor del sol reflejado en el agua, que parece casi líquida en sus manos pero sabía que sería capaz de cortar cualquier cosa en su camino. La empuñadura está bellamente elaborada, de tal forma que le recuerda a una estrella, con una hermosa gema morada en el pomo que le dejó sin aliento cuando la vió, fue como ver una noche sin luna en el bosque, también, de una manera que no podía explicar con palabras, sabía que de alguna manera, estaba… viva.
―No ―fue lo primero que dijo, saliendo de su trance. Ya no estaba en medio de la plaza del pueblo, mientras estaba distraído lo habían llevado al templo y lo estaban conduciendo a alguna parte que desconocía. El sacerdote se detuvo abruptamente, y se giró lentamente para verlo con una cara de incredulidad.
―Disculpe Elegido, creo que no lo entiendo, ¿está rechazando la armadura del Caballero de la Luz?
―No, estoy rechazando el puesto de Elegido. Jamás pedí esto, encuentra a otro Elegido porque yo no iré y no me obligarán a hacerlo.
Resulta que sí podían hacerlo. Ingenuamente creyó que el rol podía ser transferido a otra persona si el Elegido transfería voluntariamente la Espada de Luz a otro candidato e hizo una apuesta vinculatoria con el Templo: si la Espada era transferible, el nuevo Elegido iría en su lugar y él continuaría su viaje a las montañas Nyou; si perdía la apuesta, tomaría la Espada y viajaría hasta la capital de Ethyrs para cumplir con el propósito de la Espada. El Templo había ganado, no hubo manera posible, ni con contratos mágicos, ni acuerdos o magia vinculante, de transferir la Espada Maldita, como comenzó a llamarla en su mente, ¡incluso trato de romperla a propósito en un arranque de ira (para horror del templo) pero la hoja ni siquiera se rasguño!
Así fue como llegó a su situación actual, al frente de un pequeño grupo que fue entrenado para acompañar al Elegido en su aventura el cual platicaba ruidosamente, expresando su emoción de por fin haber encontrado al Elegido y ser parte de lo que seguramente se convertirá en leyendas que durarán por generaciones y otras tonterías más. Podría ser peor, pensó en sus adentros, el templo podría haberlo obligado a usar esa voluminosa armadura que tenían para él y no su atuendo simple y práctico de cazador; lo único positivo del asunto es que le habían dado armas dragónicas y le habían permitido quedárselas al finalizar su aventura, ventajas de ser el seleccionado de una profecía antigua, supuso, a ningún reino le agrada mucho la idea de mandar a su Elegido a la guerra en nombre de su reino sin el equipo adecuado, a merced de morir por cualquier otra cosa menos para en lo que fue destinado. Sí, pensó mientras oía la estruendosa risa del grupo detrás de él y le daba un vistazo a la marca del contrato vinculatorio en el dorso de su mano izquierda, podría ser mucho peor.
Podría romper el contrato vinculatorio, es un cazador y aunque sus compañeros sean los mejores guerreros de Asteryos, no se puede competir con el sigilo de un cazador de Nyou. Podría simplemente esperar a que estén dormidos en la noche, tomar su caballo con sus cosas y usar magia de sigilo hasta llegar a las montañas Nyou donde la magia natural del lugar evitará que rastren su propia magia. Era capaz de visualizar todo con perfecto detalle, que hechizo usaría, que ruta podría usar para evitar lugares donde podrían buscarlo, podría hacerlo pero no lo haría. Pues las consecuencias de romper un contrato vinculatorio son nefastas e impredecibles, algunas personas dicen haber perdido uno de sus sentidos por semanas o meses mientras que otras fueron incapaces de usar su magia o alguna herramienta por años, y hay historias de peores consecuencias que Pyre no quiere saber si son reales o solo una historia para evitar romper los contratos.
Fue en la segunda noche cuando acamparon finalmente, el grupo hablaba animadamente en un costado del fuego, contando historias y chismes, mientras que Pyre estaba al otro extremo organizando sus recursos.
― ¿Y qué hay de ti Elegido? ¿Cuáles son tus habilidades de batalla? ―preguntó Ardza, de magia de viento, repentinamente y sacando efectivamente a Pyre de sus pensamientos. Repentinamente se sintió cohibido ante la perspectiva de compartir sus escasas habilidades de combate con personas que han entrenado toda su vida para formar parte del grupo del Elegido.
―Yo, eh, puede que jamás me haya llamado la atención ser el Elegido así que… ¿Jamás traté de aprender nada fuera de las habilidades normales de cacería? ―Lo último salió como pregunta pero no pudo evitarlo, repentinamente el ambiente se calló y todos lo observaban fijamente con distintas expresiones.
― ¿Sabes usar la espada?
―No.
― ¿Lanzar algún hechizo de combate?
―Tampoco.
― ¿Sabes siquiera pelear cuerpo a-? No, espera eso es obvio ―dijo con frustración el de armadura pesada, Gorbo.
―Tenemos que volver ―decidió Lailah, magia de plantas―, si vamos en estas condiciones es una derrota segura. Necesitamos volver y enseñarle a usar apropiadamente una espada.
Comenzaron a discutir entre ellos, sobre cómo decirle al templo que el Elegido no podía sostener una espada y cómo no estaba listo para cumplir la profecía. No podían volver, este viaje ya era lo suficientemente largo hasta Ethyrs sin tomar en cuenta ningún inconveniente o retraso, si regresaban estaría atrapado en entrenamientos en Astí por tiempo indefinido hasta que lo consideren digno de partir. Eso podría ser mucho tiempo, no podía esperar más, debía convencerlos de continuar su viaje.
―Enséñenme ―dijo Pyre, cortando abruptamente las discusiones, tomó el silencio como una invitación para continuar―. Es un largo viaje hasta la frontera con Ethyrs, seguramente pueden enseñarme a usar la espada en ese tiempo, de esa forma no perdemos tiempo regresando a Astí y con el entrenamiento posterior.
―Eso sonaría genial Elegido, pero no aprenderás a usar una espada y luchar con ella en menos de seis meses ―señaló Ardza.
―Soy un cazador, ¿recuerdan? No es como si no supiera nada acerca del manejo de armas ―exclamó Pyre―. Además, ustedes son los mejores guerreros de la capital, si ustedes no pueden enseñarme a usar una espada no creo que otra persona pueda.
Al final, después de más argumentos y cuestionamientos, Pyre convenció al grupo de entrenarlo mientras realizaban el viaje aunque eso significaba que el viaje se alargaría significativamente por las sesiones de entrenamiento. Aunque tomaría unos meses más de viaje sobre los posibles años de entrenamiento bajo la tutela del templo cualquier día.
II
Habían pasado varios meses desde que salieron de la capital de Asteryos. Pyre aprendió a usar la Espada Maldita sin muchos problemas, lo atribuyó a que no estaba completamente ignorante en el manejo de armas blancas, nunca sería tan bueno como lo era Ardza, una maestra de la espada, en tan poco tiempo pero al menos podría derrotar a un espadachín o, como decía Ardza, “no haría el ridículo”.
― ¿Y qué saben de Ethyrs? ―preguntó Solise, magia de curación, poco después de alejarse del último pueblo donde se reabastecieron algunos de sus suministros.
―Yo escuche que a sus difuntos los vuelven joyas para aumentar su maná ―dijo Elijah, magia de hielo, los demás hicieron sonidos de disgusto y asco―, ¿lo sé verdad? La gente en Ethyrs es muy perversa.
Por algún motivo se sintió incómodo ante el último comentario, creía que esa tradición era maravillosa, al usar su magia sería como si ellos estuvieran a tu lado y era hermoso. Pero se abstuvo de comentar algo al respecto, en su pueblo natal ya era repudiado por haber expresado sus opiniones antes y solamente era tolerado porque su padre lo tenía bajo su cuidado y era un buen cazador, pero estos no eran pueblerinos comunes de los cuales podría huir, se trataba del grupo que lo acompañaría hasta la fortaleza del Rey de las Tinieblas. No podía permitirse animosidad hacia su persona en una situación tan delicada como la actual, no podía, por lo que se tragó sus comentarios como bayas amargas y guardó silencio mientras escuchaba como calumniaban las tradiciones y costumbres que eran diferentes a las suyas.
―Y cuéntanos Elegido ―a pesar que les había dicho su nombre al comienzo del viaje y después había insistido en que lo llamarán por su nombre, el grupo seguía llamándolo por ese título―, ¿qué hay en las montañas Nyou a las que tanto quieres ir?
Ah, había visto venir esa pregunta desde hace algún tiempo ya, desde que expresó su deseo de ir a las montañas Nyou, y con una facilidad practicada dijo.
―Mi padre era un cazador que creció en las montañas Nyou y mientras crecía me fue contando historias sobre las montañas que fueron su hogar, supongo que simplemente quiero ir a ver las historias con mis propios ojos.
No era del todo una mentira, realmente quería ver las montañas Nyou donde habitaban bestias tan mágicas que su poder persistía aún después de su muerte pero en realidad quería conocer más acerca de su pasado.
Fawkes le había dicho que un día, mientras estaba de cacería, se encontró un pequeño niño que dormía en la hierba alta vestido con ropas de esclavo y con suciedad del bosque, el niño había pasado varios días vagando por el bosque y si no fuera por Fawkes, habría muerto. Después de llevarlo con la Sanadora del pueblo el niño se recuperó y pudieron hacerle preguntas, sabía su nombre pero no su apellido, tampoco sabía quiénes eran sus padres o de donde era; de acuerdo con los fragmentos de información que obtuvieron no fue complicado ver el cuadro que se había formado, eso no quería decir que fuera más fácil de aceptarlo, el niño posiblemente había sido víctima de los esclavistas, que habían sellado sus memorias con magia y, de alguna manera, se las ingeniado para escapar de sus captores antes que se completará el hechizo, lo cual borró el recuerdo de dónde estaba el campamento del cual había huido.
El cazador y la sanadora acordaron que sería peligroso para el niño quedarse cerca del lugar, en caso de que los esclavistas lo estuvieran buscando, pero tampoco confiaban en nadie más del pueblo. Por lo que el cazador se iría con el niño lejos de las montañas, tal vez a algún pueblo lejano en Asteryos donde haría pasar al niño como suyo. Ambos acordaron mantener el incidente entre ellos, al día siguiente el cazador se estaba yendo rumbo al sur.
Pyre tenía la esperanza de que, si volvía a esos bosques, encontraría a la persona que selló sus recuerdos y lo obligaría a anular su hechizo, pues solo aquel que impuso el hechizo puede retirarlo. Anhelaba recuperar sus recuerdos y saber quién era su familia, tal vez verlos y mostrarles aquello en lo que se había convertido.
III
―El Rey de las Tinieblas invita al Elegido a pasar a la fortaleza de forma pacífica y discutir de algunos asuntos con él ―el grupo comenzó a avanzar hacia las puertas, el guardia bloqueó el acceso―, sin embargo hizo énfasis en que solo el Elegido debía entrar.
El grupo trató de persuadir a Pyre de no hacerlo, de que hallarían la forma de entrar por su cuenta, pero los hizo callar al señalar que posiblemente nunca habría otra oportunidad de terminar la guerra sin más derramar más sangre. Omitió a propósito que el contrato vinculatorio que hizo al inicio con el templo decía que tenía que cumplir con el propósito de la Espada Maldita, lo que significaba que mataría al Rey de las Tinieblas, de una forma u otra todo terminaría con la muerte del Rey. Entró solo a la fortaleza y fue escoltado a través de la fortaleza por interminables pasillos hasta llegar a una gran habitación, posiblemente una oficina para discutir asuntos con los representantes de otras tierras.
Sin detectar otra presencia de magia, además de la suya y de la Espada Maldita que jamás había abandonado su mano, decidió investigar la habitación hasta que llegará el Rey de las Tinieblas. Ignorando los papeles esparcidos sin cuidado en el escritorio, porque ser atrapado viendo lo que podría ser información confidencial era demasiado comprometedor, revisó la librería que tenía contenido variado. Los libros iban desde la historia de Ethyrs y la historia de Aslán desde el punto de vista de Ethyrs hasta cómo cultivar flores meteorito para hacer un brebaje para calmar a niños inquietos.
Un movimiento en el lado izquierdo llamó su atención, una cortina de color gris cubría lo que parecía ser un retrato en la pared y eso generó preguntas. ¿Por qué ocultarlo tras una cortina?, ¿por qué no simplemente retirarlo de la habitación? Lo cual decía que el Rey de las Tinieblas tenía un problema con procrastinar, cosa que duda mucho, o lo que hubiese debajo de la cortina era algo que el Rey quería que Pyre viera. Preparó su espada, inseguro de lo que podría haber detrás de la cortina porque hasta donde sabía retirar la cortina activaría una alerta y sería emboscado, y de un solo movimiento retiró la cortina, permitiéndole ver lo que había detrás. Lo que vió le hizo soltar la Espada Maldita, la cual cayó con un gran estruendo en el suelo.
Pyre jamás fue una persona vanidosa, la vida de un cazador gira entorno a sus habilidades no en su apariencia, pero aun así conocía su propio rostro y la mujer del retrato era casi idéntica al mismo rostro que alguna vez una comerciante le había mostrado tratando de venderle joyería. El mismo cabello lacio morado, las mismas facciones afiladas, incluso el mismo cuerpo esbelto pero donde los ojos de Pyre eran como cuarzos dorados, los suyos eran como topacios negros, tan oscuros como una noche sin luna. A su lado se encontraba un hombre de cabello rizado azul como la noche y ojos como cuarzos dorados, portando una armadura del cazadragones y la legendaria Espada Gram, y en la parte inferior había un grabado: Rey de las Tinieblas Ernox y la Reina de la Oscuridad, Oresa.
―Bienvenido de vuelta, Príncipe de la Oscuridad ―dijo una voz detrás de él, una mano grande y pesada se apoyó en su hombro, en ese momento sintió como la marca vinculatoria se desvanecía: había cumplido el propósito de la espada―. Te tomaste tu tiempo pero al fin estás en casa, hijo mío.
Continuará…
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jgmail · 1 year ago
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SOBRE LOS CICLOS CÓSMICOS Y LOS RITMOS DEL TIEMPO EN LA INDIA: UN NUEVO ENSAYO DE NUCCIO D'ANNA
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Giovanni Sessa
Nuccio D'Anna ha añadido recientemente un importante texto a su producción bibliográfica. Beneficiará, en particular, a los lectores interesados en los estudios histórico-religiosos y tradicionales. Nos referimos al volumen, I cicli cosmici. Las doctrinas indias sobre los ritmos del tiempo, en las librerías de ediciones Arỹa (para encargar: [email protected], pp. 240, euro 26,00). En estas páginas, el autor demuestra un dominio poco común de la vasta literatura crítica, además de acompañar sagazmente al lector en la exégesis de los complejos textos sagrados centrados en la temporalidad cíclica. Esta tarea se lleva a cabo con referencia al método comparativo, a través del cual se puede deducir el valor universal de los mitos y símbolos. Los contenidos tratados son tan vastos que resulta realmente difícil resumirlos en el espacio de una reseña. Por ello, sólo nos detendremos en algunos plexos teóricos.
D'Anna comienza presentando el sentido y el significado del "Centro" en el mundo tradicional. Lo hace deteniéndose en el valor del monte Meru: "considerado el reflejo del polo celeste que sostiene, gobierna y orienta todo el movimiento del cuadrante cósmico" (p. 3). La estructura axial de la montaña induce a considerarla como: "el vehículo de las bendiciones divinas otorgadas incesantemente [...] Meru aparece como el "árbol del cosmos"" (p. 4). Según la tradición védica, de sus ramas descendieron los rayos de Sūrya que transmitieron a la humanidad la "ley de Varuṇa, el Ṛta, el Orden que es la Verdad". El Ṛta: "tiene una relación directa con la estabilidad de la constelación de las siete estrellas de la Osa" (p. 5). La Montaña sagrada está estrechamente relacionada, por un lado, con Agni, el dios prototípico del fuego que arde con resplandor en el centro del mundo, y, por otro, con Brahma, la deidad formativa que puede compararse a la "Roca indestructible", de la que irradian las "cualidades" divinas. Meru se eleva en el centro de una isla circular que se subdivide en siete "regiones", alrededor de las cuales hay siete océanos en correspondencia "con el orden planetario estructurado habitualmente en siete niveles" (p. 10). La última extensión de mar se denomina "Océano de Leche".
El autor precisa: "En el curso del desenvolvimiento cíclico en cada una de estas 'islas', la Tradición [...] deberá encontrar necesariamente su propio desarrollo integral, que desembocará inevitablemente en el agotamiento de todas las posibilidades espirituales vehiculadas en el mundo" (p. 13). De este modo, se revela la conexión de dicho simbolismo con el desarrollo cíclico. Cada punto de giro, en tal cosmosofía, está custodiado por una divinidad: el cosmos mismo adquiere rasgos maṇḍálicos. El eón actual, en la lista de los 30 kalpas, ocupa el lugar 26 (Varaha-Kalpa) y está precedido por el Padama-kalpa. A la luz de la enseñanza tradicional, la manifestación ha retrocedido debido al "peso de los hombres", que han llevado a cabo una manipulación del Dharma. Durante el kalpa que precedió al nuestro, Viṣṇu 'El Durmiente' realizó 'su propia intervención cosmogónica bajo la apariencia de una flor de loto que surgió de su propio ombligo' (p. 20) y esto permitió una perfecta continuidad doctrinal y ritual entre el sexto y el séptimo Manvantaras de nuestro kalpa.
Brahma hizo surgir la 'tierra primordial': 'el arquetipo o modelo preformal de una realidad aún inmaculada' (p. 21). Cada vez que el Principio desciende al devenir, según la perspectiva india tradicional, da lugar a un verdadero 'sacrificio universal'. Es un acto capaz de actuar contra los 'poderes de las tinieblas'. Un papel esencial, en este sentido, atribuye D'Anna a Prajapati, que se unió a la Tierra inmaculada surgida de las Aguas. Él: "simboliza la Unidad inefable de la que han fluido todos los demás dioses y a la que volverán" (p. 28). Dicha potestas mira en todas las direcciones espaciales. Las aguas primordiales no son más que la transcripción simbólica del "murmullo" del paso del tiempo, ya que el Principio, a la luz de los estudios de Marius Schneider, citados varias veces por el autor, no es más que sonido-luz. Los cantores sagrados: "Odian la esencia sonora y presensible [...] que se vierte 'naturalmente' en la vida cósmica" (p. 31). El canto solar de los siete Ṛṣi formaba la cabeza de Prajapati que, al armonizar el sonido y el ritmo, 'hacía posible la formulación de fonemas y sílabas' (p. 33).
El autor recuerda que el séptimo Manvatara comenzó después del Diluvio. La era actual se divide en cuatro yugas, cuyo desarrollo se ordena en torno al símbolo de la década, que marca el empobrecimiento espiritual progresivo, inducido por los poderes catagógicos de Koka y Vikoka (Gog y Magog). La primera edad es la "Edad de la Verdad" y de la plenitud espiritual. El color que la connota es el blanco, revelando su esencia sapiencial y la de la casta Haṃsa: "En el juego indio de los dados [...] esta primera edad [...] corresponde a la "tirada" exitosa" (p. 112). En la segunda edad, actúa la "dinastía solar", que pretende preservar la tradición "no humana", realizando una acción conservadora, similar a la atribuida en Occidente a Saturno. El valor ritual del juego de los dados, bien conocido en Roma (podía practicarse durante las Saturnalia, con ocasión del solsticio de invierno), estaba vinculado a determinadas coyunturas astronómicas. Los "puntos" grabados en las caras de los dados se llamaban "ojos", ya que hacían referencia a las "luminarias" que brillaban "en el cielo de lo primordial védico" (p. 115).
Cuando se evidenciaba un lanzamiento desordenado de los dados, se atribuía a la pesadez espiritual del ciclo, correspondiente al frenético torbellino del mundo. La tirada de dados en la que aparecían tres indicaba la segunda era, en la que el mundo descansaba sobre los "tres cuartos" del dharma. Su color era el rojo. El dos en el juego de dados, se refería a la tercera edad, en la que el mundo se desarrolla sobre la relación luz/oscuridad, que tiende cada vez más a cristalizar estos dos poderes en sentido opuesto. En ella, sattva se retira, rajas y tamas predominan. Su color es el verde.
Por último, el kali-yuga, cuyo comienzo: "se fijó para que coincidiera con la coyuntura auroral que comenzó a las 6 de la mañana del 18 de febrero de 3102 a.C.". (p. 118). Este yuga también se divide en cuatro sub-edades: es la edad del resurgimiento de las fuerzas magmáticas y caóticas que desbordan la perfección del Origen. Śiva también se retira de las apariencias fenoménicas. Para comprender el desdoblamiento cíclico, es necesario referirse a la precesión de los equinoccios, en la que la oblicuidad de la eclíptica y el ecuador dibujan una "peonza" cósmica. Esta precesión: "sigue desplegándose en torno a un verdadero 'soberano' que dirige su curso: es Dhruva" (p. 131), el polo fijo, garante del retorno al orden al final del kali-yuga. D'Anna enriquece la presentación de los ciclos indios con numerosas referencias eruditas a las tradiciones griega, mesopotámica y taoísta, rastreando ecos incluso en la astronomía de Kepler. También analiza el complejo simbolismo subyacente a la visión cíclica y aclara, entre otras cosas, la debilidad de la exégesis "naturalista" del tiempo cíclico, incluso la formulada por Eliade, basada en la referencia a los ciclos lunares: "Sólo esta (la) dimensión cósmico-triunfal puede hacer contemplar la profundidad, la altura y la amplitud del sustrato espiritual que nutre la íntima relación existente entre los fonemas, los sonidos, los colores, los lenguajes animales [...] las exploraciones celestes [...] los momentos estacionales" (p. 209), la relación entre el macrocosmos y el microcosmos. El ensayo de D'Anna es realmente exhaustivo.
Fuente: https://www.paginefilosofali.it
Traducción: Enric Ravello Barber
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lecturasdiarias · 17 days ago
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Lecturas de la Epifanía del Señor
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Lecturas del día 5 de Enero de 2025
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 60,1-6
Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora.Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial
Sal 72 (71), 1-2. 7-8. 10-11. 12-13
R./ Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. R./ Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, ere tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. R./ Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante el se postrarán todos los reyes y todas las naciones. R./ Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Al débil librará del poderoso y ayudara al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado. R./ Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 3,2-3a.5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Mateo 2,1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor
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miguel-castro70 · 1 month ago
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aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
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Tito 2:13
42 Referencias Cruzadas  
Isaías 25:9
Y se dirá en aquel día: He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.
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Mateo 16:27
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. 
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Mateo 25:31
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 
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Mateo 26:64
Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 
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Marcos 14:62
Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 
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Marcos 8:38
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
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Hechos 24:15
teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.
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Romanos 15:13
Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
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Romanos 5:5
y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
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Romanos 8:18
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
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1 Corintios 1:7
de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo;
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2 Corintios 4:4
en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
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2 Corintios 4:6
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 
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Colosenses 1:23
si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.
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Colosenses 1:27
a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
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Colosenses 1:5
a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio,
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Colosenses 3:4
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
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2 Tesalonicenses 2:16
Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia,
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2 Tesalonicenses 2:8
Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; 
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1 Timoteo 1:1
Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza,
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2 Timoteo 1:2
a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor. 
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2 Timoteo 4:1
Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,
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2 Timoteo 4:8
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
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Tito 1:2
en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,
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Tito 1:4
a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador. 
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Tito 3:4
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
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Hebreos 9:28
así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
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1 Pedro 1:3
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
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1 Pedro 1:7
para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
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2 Pedro 1:1
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:
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2 Pedro 3:18
Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
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1 Juan 4:14
Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
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Judas 1:21
conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
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Apocalipsis 1:7
He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. 
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ochoislas · 4 months ago
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EL MUNDO
Anoche contemplé la Eternidad, como anillo de luz pura sin término, serena, cuanto lúcida; y en torno el Tiempo —en horas, días, años— movían las esferas como tiniebla inmensa, donde el mundo se hundía con su cortejo. Con su rara cadencia el tierno amante dentro se querellaba; su laúd cerca, su ilusión, sus raptos y sus acedos trances, guantes y lazos —tantos cepos necios—; mas su caudal preciado llevaba el viento, mientras en tal flor derramaba los ojos.
El oscuro ministro atribulado, como calígine nocturna y torpe, la inercia no vencía; ideas reprobatorias, como eclipses, su espíritu motejan; clamando fuera, nube de testigos con una voz lo acosa. Mas el topo cavaba, subrepticio, un soterraño paso, con que agarrar su presa, bien que su arte entendieran algunos; las aras lo cebaban; eran moscas y plagas los perjurios; lluvia de sangre y lágrimas vertían que él muy exento bebe.
Sobre un montón de orín, medroso avaro, su vida consumía, casi a sus manos temiendo fiar cenizas; mas no suma una pieza, pues le aterra el cerco de ladrones: allá sufrían muchos tal vesania, su pecunio en un puño. El epicúreo gloria del sentido, sin fingimiento, hacía; otros que erraban en mayor exceso aún lo publicaban; era siervo el más flaco de los bienes que, aunque nulos, aprecia, y, pobre y denigrada, la Verdad tales triunfos humillan.
Con todo había quien tras largo llanto, remontaba al anillo entre alabanzas, desechando las alas. Necio, pensé, quien noche oscura elige antes que vera luz, y en espeluncas aborrece el día que la senda esclarece, la que de esta mortal, negra manida hasta Dios nos exalta, por la que hollar se alcanza al sol, cobrando resplandor que lo ofende. Mas mientras yo impugnaba su locura, no sé quién, susurró: «Tal anillo no entrega el Desposado sino a su Desposada».
*
THE WORLD
I saw Eternity the other night, Like a great ring of pure and endless light,    All calm, as it was bright; And round beneath it, Time in hours, days, years,   Driv’n by the spheres Like a vast shadow mov’d; in which the world   And all her train were hurl’d. The doting lover in his quaintest strain   Did there complain; Near him, his lute, his fancy, and his flights,   Wit’s sour delights, With gloves, and knots, the silly snares of pleasure,   Yet his dear treasure All scatter’d lay, while he his eyes did pour   Upon a flow’r.
The darksome statesman hung with weights and woe, Like a thick midnight-fog mov’d there so slow,   He did not stay, nor go; Condemning thoughts (like sad eclipses) scowl   Upon his soul, And clouds of crying witnesses without   Pursued him with one shout. Yet digg’d the mole, and lest his ways be found,   Work’d under ground, Where he did clutch his prey; but one did see   That policy; Churches and altars fed him; perjuries   Were gnats and flies; It rain’d about him blood and tears, but he   Drank them as free.
The fearful miser on a heap of rust Sate pining all his life there, did scarce trust   His own hands with the dust, Yet would not place one piece above, but lives   In fear of thieves; Thousands there were as frantic as himself,   And hugg’d each one his pelf; The downright epicure plac’d heav’n in sense,   And scorn’d pretence, While others, slipp’d into a wide excess,   Said little less; The weaker sort slight, trivial wares enslave,   Who think them brave; And poor despised Truth sate counting by   Their victory.
Yet some, who all this while did weep and sing, And sing, and weep, soar’d up into the ring;   But most would use no wing. O fools (said I) thus to prefer dark night   Before true light, To live in grots and caves, and hate the day   Because it shews the way, The way, which from this dead and dark abode   Leads up to God, A way where you might tread the sun, and be   More bright than he. But as I did their madness so discuss   One whisper’d thus, “This ring the Bridegroom did for none provide,   But for his bride.”
Henry Vaughan
di-versión©ochoislas
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robertobaoriate · 9 months ago
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Oraciones para los que ya no estan en la tierra:
Para los recién fallecidos.
ORACIÓN. Dios Todopoderoso, que tu misericordia se extienda sobre el alma de N..., a la que acabas de llamar hacia ti. ¡Que las pruebas que ha sufrido en la Tierra se consideren a su favor, y que nuestras plegarias mitiguen y abrevien las penas que aún tenga que sufrir como Espíritu!
Espíritus buenos que habéis venido a recibirlo, y tú particularmente, su ángel de la guarda, ayudadlo a despojarse de la materia. Dadle la luz y la conciencia de sí mismo, a fin de sacarlo de la turbación que acompaña al tránsito de la vida corporal a la vida espiritual. Inspiradle el arrepentimiento de las faltas que haya podido cometer, y el deseo de que se le permita repararlas, para acelerar su adelanto rumbo a la vida de eterna bienaventuranza.
N..., acabas de ingresar en el mundo de los Espíritus y, sin embargo, estás aquí presente entre nosotros. Nos ves y nos escuchas, pues la única diferencia entre tú y nosotros es el cuerpo perecedero que acabas de abandonar y que muy pronto quedará reducido a polvo.
Has dejado la grosera envoltura, sujeta a las vicisitudes y a la muerte, y sólo conservas la envoltura etérea, imperecedera e inaccesible a los padecimientos. Si bien ya no vives con el cuerpo, vives la vida de los Espíritus, y esa vida se halla exenta de las miserias que afligen a la humanidad.
Tampoco tienes delante el velo que nos oculta los resplandores de la vida futura. De hoy en adelante puedes contemplar nuevas maravillas, mientras que nosotros estamos aún sumergidos en las tinieblas.
Vas a recorrer el espacio y visitar los mundos con plena libertad, mientras que nosotros nos arrastramos penosamente en la Tierra, donde nos retiene nuestro cuerpo material, semejante para nosotros a una carga muy pesada.
El horizonte de lo infinito va a desplegarse delante de ti, y ante tanta grandeza comprenderás la vanidad de nuestros deseos terrenales, de nuestras ambiciones mundanas y de los goces fútiles con que los hombres tanto se deleitan.
La muerte, para los hombres, no es más que una separación material de algunos instantes. Desde el destierro donde nos retiene aún la voluntad de Dios, así como los deberes que tenemos que cumplir en la Tierra, seguiremos acompañándote con el pensamiento, hasta el momento en que se nos permita reunirnos contigo, así como tú te has reunido con los que te precedieron. Nosotros no podemos ir al lugar en que te encuentras, pero tú puedes venir a nuestro lado. Ven, pues, junto a los que te aman y que has amado. Ampáralos en las pruebas de la vida. Vela por los que te son queridos. Protégelos, según tu poder. Atenúa sus pesares con el pensamiento de que eres más feliz ahora, y mediante la consoladora certeza de que llegará el día en que estaréis reunidos en un mundo mejor.
En el mundo en que te encuentras habrán de extinguirse todos los rencores terrestres. ¡Ojalá, de aquí en adelante, seas inaccesible a ellos, para tu felicidad futura! Perdona, pues, a los que te han hecho algún agravio, como ellos te perdonan los que tú cometiste contra ellos.
Nota. Pueden añadirse a esta oración, aplicable a todos, algunas palabras especiales, según las circunstancias particulares de familia o de relaciones, así como a la posición social que ocupaba el difunto.
Si se trata de un niño, el espiritismo nos enseña que no hay en él un Espíritu que ha sido creado recientemente, sino uno que ha vivido ya y que puede ser muy adelantado. Si su última existencia ha sido corta, se debe a que no era más que el complemento de una prueba, o a que constituía una prueba para sus padres.
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zunnyrouz · 1 year ago
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Ella como solo es inigualable nuestra AMADA...LA VOS UNIVERSAL....
LA HUMANIDAD DESPIERTA M.s.m
No hay algo más, puro bello, verdad y ayuda a evolucionar ...lo que tenemos en nuestro corazón ❤...nuestros ojos irradiará la belleza del alma 💕 ♥, edificará a millares....LOS AMO 💖 💕 ♥ RECIBAN UN ENORME ABRAZO DE LUZ DEL PADRE AMOR Y VIDA 💛DESCUBRIR LA JESTACION DEL AMOR
NO ES UN CHISTE ...
.¡¡¡EL VERDADERO AMOR !!!
SI TAN SOLO COMPRENDIERAS .
CREÓ QUE LO INTENTARIAS....
EMPESANDO A PREGUNTARTE ....
¿¿¿SI ELLA ME AMA...LA RAIS DEBE ESTAR EN MI ALMA Y SI LO BUSCO???........
DE SEGURO LA ENCONTRARIA Y LA AMARA
ENTONCES LOGRARIA ESA PACION.DE SU MIRAR
NOS ENSANCHARIAMOS COMO EL MAR.....
SI LOS RIOS SE UNEN A EL .
¿¿¿PORQUÉ NO EL MAR A EL????
SERIAMOS FELIZ FELIZ FELIZ
INSP: AL AMOR....
POR L.C.C.ZUNNY ROUZ...
6:54 ;18/10/2023 BS.AS.ARGENTINA P.T.F.D.E.A.D.C.==== ¡TÚ CREES QUE VIENEN A INVADIRNOS LOS EXTRATERRESTRES,! PUES NO!, ====
PORQUE DESDE ANTES DE NUESTRA CREACIÓN EN LA TIERRA COMO HUMANOS, ELLOS YA EXISTÍAN!! Y COMO TAMBIÉN SON HIJOS DE LA CREACIÓN,....(SON LOS ARCÁNGELES DE LA ANTIGÜEDAD).....Y AHORA YA NO QUIEREN VENERACIONES....SOLO QUIEREN AYUDARNOS A EVOLUCIONAR, PORQUE EL PADRE DEL UNIVERSO ASÍ SE LOS HA PEDIDO,....TAMBIEN ESTAN HECHOS A SEMEJANZA DEL CREADOR,..... NADA MÁS QUE ELLOS VIBRAN EN UNA FRECUENCIA MAS ALTA QUE NOSOTROS,.....IMAGINATE, VIENEN DE LA DIMENSIÓN..21... Y NOSOTROS VIBRAMOS APENAS EN 3ra. TERCERA DIMENSIÓN,..... CUÁNTO NOS LLEVAN DE ADELANTO,.....ENTONCES NO LOS VEAMOS COMO LOS DESCRIBEN EN LAS PELÍCULAS,.....Y SON QUIENES NOS VAN A SACAR DEL.....LETARGO EN EL QUE SIEMPRE HEMOS VIVIDO,.....GRACIAS AL OSCURO O (DEMONIO, SATANÁS),.....Y SE HACE NECESARIO QUE CON MAS GANAS ESTEMOS RETRASMITIENDO LOS MENSAJES QUE NOS DEJAN A TRAVÉS DE SARITA A. OTERO PLATAS, NUESTRA CONTACTADA EN MÉXICO Y PIDEN QUE SOLO.....EL AMOR ES EL QUE VA A.RAMITAS SECAS..SÓLOVIVE... TE ENCONTRÉ EN EL CAMINO...GRACIAS POR VOLVER A VIVIR...MAS REGALARMES ESAS FLORES... NO TE PEDÍ TANTO...GRACIAS POR ELLOS..ESTAS ENTRE LAS MILES,QUE LE PEDÍ...SÓLO VIVE.Y ME REGALARON... PRIMAVERAS...INSP:a ramitas E.en el camino P. POEMAS L.C.C.ZUNNY ROUZ POEMAS C.C.ZUNNY ...22:14 ;11/11/2023.BS.AS.ARGENTINA F.D.E.A D.C..... C.CONMIGO...DIOSCES EN EMBRIONES
ETERNAMENTE BRILLARÁS MAS
TÚ FELICIDAD EMANARÁ.AMOR ...
A TUS SERES QUERIDO ...
EN LOS BRAZOS DE LUZ DEL PADRE AMOR Y VIDA RECONFORTARÁS TU PACION DE VIVIR.ERES LUZ UNO EN ÉL,.. .
ERES MENTE INFINITAMENTE, EN EVOLUCIÓN.....
ERES ÉL, EN TODA EXISTENCIA ERES,ELCREADOR ....
ERES LA INMINENCIA DE SER,TÚ
TÚ ....ERES EL PADRE...ERES PACION ,AMOR VIDA LUZ ........... EN EL TODO Y TODOS...
SOLDADO CON ESPADA DE LUZ. TE BEN,POR DOQUIER...
NO HAY TINIEBLAS,DESDE TÚ EXISTENCIA...
SOS...ERES Y EMANAS LUZ,AMOR, VIDA CON TU MIRAR...
TU RESPLANDOR...EMANA VIDA A LOS INFINITOS MUNDOS .CREADO
INFINITAMENTE ESPARSE... CREACION EN EL FIRMAMENTO.
SONRRIE...ERES...SOIS ÉL PADRE AMOR Y VIDA EN TI ...
ISNP :A.C.I.,EL PADRE AMOR Y VIDA ZUNNY ARG ROUZ.
12:17 ; 04 /10/2023 BS.AS.ARG. F.E.A.D.C.P. T.C.E.D.INP:L.C.C.ZUNNY ROUZ .A. N.G.J.C.P.ARGENTINA.F.D.E.
22:24 ;07/09/2023
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wingzemonx · 1 year ago
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 146. Sólo queda esperar
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 146. Sólo queda esperar
Los disparos y el alboroto que se escuchaban a lo lejos cesaron abruptamente, lo que aun así no terminó por tranquilizar a Mabel. Siguió avanzando por el bosque en la misma dirección, pero con paso mucho más precavido, y su mirada fija en todo su alrededor. Cerca de diez minutos más de caminata, al fin logró divisar lo que Verónica le indicó que encontraría: una enorme montaña alzándose a lo lejos, en medio de un claro entre los árboles. Aunque más que montaña, parecía más una formación rocosa vertical y recta, como una torre hecha de roca, tierra, y algo de vegetación, que se alzaba en lo alto como una atalaya que vigilaba todo aquel paramo.
Un pequeño Monte Olimpo.
Mabel se colocó pecho a tierra entre los árboles de una loma, ocultándose bien de la vista de cualquiera que pudiera pasar cerca de ahí. Tomó su rifle, y con la ayuda de la mira de éste comenzó a recorrer la parte baja de la montaña, no tardando demasiado en notar algo fuera del lugar. Había un sendero que se abría paso hacia el lateral de la montaña, al ras del suelo. El sendero terminaba en lo que parecía ser el hueco de una caverna.
Justo donde Verónica le había indicado que lo encontraría.
«Así que esa es mi entrada» pensó mientras observaba aquel agujero por la mirilla. Pero no sería tan fácil como sólo pasar caminando por ella, y eso también se lo había advertido aquella chiquilla. Y tuvo oportunidad de comprobarlo en ese mismo instante, cuando un jeep verde con al menos cinco personas encaramadas en él se dirigió justo a aquel punto.
Mabel se pegó más contra el suelo, y retrocedió un poco para ocultarse más entre la maleza. Por la mirilla de su rifle, vio como el vehículo se detenía frente a la entrada de la cueva, y de ésta salían dos hombres de uniformes azules, fuertemente armados con armas largas mucho más espectaculares que la suya. Uno de ellos se aproximó al vehículo, mientras el otro vigilaba los alrededores. Tras un rato, ambos se hicieron a un lado, y el vehículo siguió adelante, hasta perderse en el interior de la cueva. Los dos soldados los siguieron poco después.
No tenía que echar un vistazo ahí dentro para saber que aquello no era en realidad una cueva. Y, más importante, que se encontraría con más que sólo un par de soldados ahí dentro. Así que si quería en verdad ingresar a lo que se ocultaba ahí debajo, necesitaría un poco de ayuda adicional.
«Y ahora, ¿dónde está la dichosa distracción?» pensó con molestia, su dedo moviéndose inquieto contra el gatillo de su arma, pero sin intención alguna de presionarlo (aún).
Verónica le había dicho que la reconociera en cuanto la viera, pero de momento no había señal alguna de nada que pudiera darle libre acceso como prometió.
«Supongo que sólo queda esperar» concluyó con irritación, soltando justo después un largo suspiro.
Y eso hizo. Se quedó en su sitio, mirando hacia la cueva por la mirilla, y aguardó…
— — — —
La sala de monitoreo y seguridad del Nido se encontraba en el nivel superior de la base. Desde ahí, se llevaban a cabo tareas generales de control y seguridad, como el monitoreo de las cámaras de seguridad principales de todos los niveles, que se mostraban en pantallas colocadas por toda la pared frontal. Igualmente se activaban las alarmas de emergencia ante cualquier eventualidad, se detectaba la presencia de cualquier aeronave que volara en el espacio aéreo de la base, y se le autorizaba (o no) su aterrizaje en la plataforma. También se encontraban conectados directamente con el sistema de audio interno de la base, desde el cual por medio de sus altavoces podían hacerse anuncios generales para que todo el personal lo escuchara, incluso enviándolos a sus respetivos radios comunicadores.
Aquel sitio podría considerarse los ojos y los oídos del Nido, desde donde se vigilaba todo lo que ocurría en él. O, casi todo.
Usualmente había de cinco a diez personas por turno sentadas en los diferentes puestos de la sala, pero esa tarde había sólo dos. El resto o habían bajado a comer, o se preparaban para dejar la base para su permiso de Acción de Gracias. Cerca de la mitad del personal de base se ausentaría durante esos días, por lo que las cosas estarían muy tranquilas por ahí. De hecho, tras la llegada de Charlene McGee y aquel otro prisionero, las cosas ya habían estado bastante calmadas, resaltando únicamente esa intromisión de dos extraños en los terrenos, y si acaso la repentina llegada de la Capt. Cullen. Luego de eso, ya no había nada en los planes de los siguientes días. Sólo sentarse, estar de guardia, y esperar.
—¿Crees que se podamos ver el partido de los Cowboys en alguno de esos monitores? —comentó con voz monótona uno de los dos soldados asignados a la sala, el más joven de ambos, mientras observaba hacia la imágenes de la cámara de seguridad; nada fuera de lo normal en ninguna de ellas, igual que en las últimas horas; y días. Ese sería apenas su primer año asignado al Nido, así que aún se estaba acostumbrando a la manera de trabajar en aquel sitio.
Su compañero, más grande y experimentado, rio divertido.
—Toda comunicación con el exterior es restringida; entrante o saliente. Sin embargo…
Miró a su alrededor, como si temiera que alguien oculto en algún rincón pudiera oírlos. Aproximó más su silla hacia su compañero, y con voz confidente le susurró:
—Hay formas de arreglarlo sin que los jefes lo sepan —seguido después por un discreto guiño de su ojo—. Una vez que el Dir. Sinclair se vaya al fin, y la base se vacíe, las cosas se relajarán. Tú nomás ten paciencia.
—Hablando del director, ¿es usual que se quede tanto tiempo por aquí?
—Sólo cuando ocurre algo importante, supongo; como la aprehensión de esa mujer que trajeron hace una semana. Pero esta estadía me parece ha sido un poco más larga que otras, así que no debe tardar mucho en irse. Su esposa lo hará dormir en el sillón si acaso se le ocurre faltar a la cena de Acción de Gracias.
El soldado complementó su comentario con una sonora risa burlona, misma que inevitablemente su compañero más joven terminó por imitar a su propio modo.
—¿Acaso la esposa del director tiene su carácter? —preguntó curioso.
—No sé, es lo que algunos dicen; que la verdadera jefa es la Sra. Sinclair. A mí no me importaría hacer lo que ella me dijera, ¿sabes? Y es que no la has visto, pero tiene un trasero de…
Antes de que pudiera concluir su comentario, ambos escucharon como la cerradura electrónica de la puerta de la sala pitaba, y ésta se abría poco después. El soldado mayor alejó por mero reflejo su silla de la de su compañero, y carraspeó disimulado, como si intentara deshacerse de cualquier rastro que podría haberle quedado en la garganta de su inoportuno comentario.
—¿Cómo están, muchachos? —masculló de forma cantarina una voz dulce desde la puerta, seguida por el sonido de ésta volviéndose a cerrar—. ¿Se están portando bien?
Ambos hombres se giraron al mismo tiempo hacia la recién llegada, y una sonrisa alegre se dibujó en sus labios al reconocer el rostro redondo y afable de Kat (Kathy para los más allegados), la amable mujer de cincuenta años que trabajaba como secretaria del Capt. McCarthy. Aunque casi de inmediato la atención de ambos se centró en aquello que la mujer de cabellos rojizos canosos cargaba en sus manos: una charola de plástico de la cafería, con tres tazas humeantes sobre ella.
—Hoy amaneció más frío, ¿no les parece? —comentó Kat con cierto humor, aproximándose hacia ellos con la charola—. Mis huesos me dicen que dentro de poco comenzará a nevar; quizás esta misma noche, con un poco de suerte. Pero mientras tanto, les traje un poco de chocolate caliente.
—Muchas gracias, Kathy —pronunció el soldado mayor, esbozando una jovial sonrisa. Extendió sus manos hacia la charola, tomando una de las tazas entre ellas—. Qué bendición tenerte por aquí.
—Gracias, señora —secundó el soldado más joven, tomando la otra taza.
—Kathy, por favor —rio la secretaria con tono bromista, al tiempo que se permitía sentarse en otra silla con la tercera taza que había traído consigo—. Nadie me ha dicho “señora” desde que dejé de ser instructora de vuelo. Bueno, salvo mis yernos, pero a ellos se los permito.
—¿Fue piloto? —comentó curioso el soldado joven, al tiempo que daba un sorbo de su taza.
—Ahí donde la ves, Kathy participó en la Tormenta del Desierto —añadió el otro solado, con tanto orgullo como si hablara de sí mismo—. Una de las primeras mujeres en su campo.
—Eso fue hace ya bastantes presidentes —comentó Kat con tono risueño. Sujetó su taza entre las manos cerca de su rostro, soplando su contenido antes de atreverse a darle un primer sorbo—. Qué tranquilo está por aquí —señaló mirando hacia la sala casi vacía—. ¿Ya todos se fueron a sus casas?
—Aún no —negó el soldado más joven—. Los transportes llegarán hasta después de las cuatro.
—¿Tú pasarás la fiesta aquí con nosotros, Kathy? —preguntó el soldado mayor con curiosidad.
—Oh, por supuesto —respondió ella con tono animado—. ¿No sabes que esta base sería un desastre si me ausentara aunque fuera un día?
Ambos rieron con fuerza, como si aquello se tratara de alguna broma interna entre ellos. El soldado joven no lo entendió del todo, pero igualmente rio para acompañarlos.
—Este chocolate está muy bueno —comentó el soldado mayor, alzando su taza en el aire—. Pero creo que me gustaría con algo un poco más fuerte, ¿sabes?
—Voy un paso delante de ti, mi amigo —señaló Kathy con tono de complicidad, justo antes de introducir una mano en el interior de su chaqueta, y extraer de su bolsillo interno una pequeña licorera plateada—. De la botella que el jefe guarda en su escritorio. Sírvanse, yo invito.
Los dos soldados no dudaron en aceptar su ofrecimiento, y cada uno vertió un poco del licor opaco en su respectiva taza. Poco a poco los tres comenzaron a relajarse, y el ambiente se fue aflojando entre charla y charla.
— — — —
Tras haber prácticamente huido de aquella sala de investigación, dejando atrás a Gorrión Blanco y al Sgto. Schur, Lisa se dirigió hacia la cafetería para beber algo. Lo que quería era tranquilizarse, por lo que un café quizás no sería la mejor opción, y por eso optó por un té de manzanilla. Al principio no sintió que le hiciera mucho efecto, pero poco a poco pudo percibir que sus manos, y de paso el resto de su cuerpo, dejaban de temblar.
Aun estando ahí sentada, seguía sintiéndose abrumada por la sensación de esa energía invisible aprisionándola, apretándola como un doloroso abrazo del que no podía librarse. Y no necesitaba imaginarse lo que aquella chica pudiera ser capaz de hacerle teniéndola así, inmovilizada y totalmente a su merced; ella misma lo había presenciado de primera mano en aquel quirófano, como azotaba a todas aquellas personas contra las paredes, el techo y el piso como si no fueran nada.
Nada le impedía hacerle lo mismo… o incluso algo peor que superara lo que ya había visto.
Para cuando logró salir del estupor de aquellos pensamientos, se sorprendió con la sensación de sus mejillas húmedas. Había empezado a llorar sin que se diera cuenta.
Rápidamente alzó las manos hacia sus ojos y mejillas, y comenzó a tallar ambos con algo de desesperación para borrar las pruebas de aquel vergonzoso desliz. Ya había tenido suficiente de Gorrión Blanco, el Nido, y de toda esa locura. Era hora de volver a casa, aunque tuviera que subirse a la fuerza a algún helicóptero.
Una vez que terminó su té, se dirigió presurosa de regreso a su habitación, para empacar todas sus cosas y estar totalmente lista cuando el transporte llegara. Aunque antes de comenzar con eso, se tomó unos minutos para darse una ducha rápida, a pesar de que se había duchado esa mañana luego de su entrenamiento. No había algún motivo claro para ello, simplemente había tenido la necesidad de hacerlo; como si con eso pudiera quitarse de encima la sensación incomoda que los poderes de Gorrión Blanco habían dejado en su piel.
Luego de salir de la ducha, se vistió con uno de sus atuendos más casuales que había traído consigo, para estar lista para irse: pantalones rosados ajustados, una blusa blanca, y sus tenis azules para hacer ejercicio. Dejó su bata blanca de laboratorio sobre la cama, disponiéndose a no volver a ponérsela. Sacó el resto de su ropa del armario de su habitación, y comenzó a doblar prenda por prenda para meterla en su maleta de forma ordenada. Por suerte no había traído tantas cosas. Lo único que le faltaba eran su computadora, su teléfono, y demás dispositivos que le habían quitado al llegar.
Estaba ya cerca de terminar de guardar sus cosas cuando escuchó que llamaban a su puerta; de forma bastante contundente. Algo temerosa por dentro, se aproximó a la puerta y la abrió y con cuidado. Y como si fuera una repetición de aquella otra ocasión en la que igualmente alguien había ido a tocar a su puerta, aunque había sido a mitad de la noche, dos soldados de caras recias y malhumoradas aparecieron del otro lado, observándola con severidad.
—Dra. Mathews, venga con nosotros, por favor —indicó uno de ellos con tono áspero, quizás incluso con apuro.
—¿Mi transporte llegó? —musitó Lisa entre sorprendida y emocionada—. ¿Pueden esperar un minuto? Casi termino de empacar.
—No se trata de eso, señorita —respondió rápidamente el otro soldado, rompiendo rápidamente la alegría que le había llegado por un segundo—. Venga con nosotros, por favor. El Sgto. Schur la necesita para resolver un asunto.
Lisa suspiró, resignada. Ignoraba qué era lo que el sargento pudiera querer con ella, si no era quizás disculparse por lo ocurrido con Gorrión Blanco. Y si acaso era eso, ella ciertamente no tenía interés alguno en dicha disculpa. Aun así, por las expresiones en las caras de ambos soldados, supo que al igual que aquella otra noche no tenía opción de negarse.
—Está bien —masculló despacio, claramente de malagana.
Antes de salir del cuarto, sin embargo, se dirigió a su cama y tomó de nuevo su bata blanca, colocándosela sobre su atuendo de salida. Bien o mal, debía ser profesional hasta el último instante.
— — — —
Ese día más temprano, Damien Thorn fue sacado de la cámara hiperbárica por primera vez desde su arribo al Nido, y colocado en una camilla acondicionada con correas de contención. Para ese punto su recuperación era completa, y no quedaba en su cuerpo ni un sólo rastro de las horribles quemaduras, ni un hueco en su cabello, y ningún efecto secundario que sus exámenes pudieran arrojar, salvo la misma irregularidad en su sangre que aún no lograban explicar. Fuera de eso era, para todo diagnóstico, un jovencito bastante sano, y no uno que hasta hace unos días sufría de quemaduras de tercer y cuarto grado en cada centímetro de su cuerpo.
Un verdadero milagro, si es que algo que tuviera que ver con ese muchacho pudiera catalogarse como tal.
Aun profundamente dormido a causa del potente sedante, los miembros del equipo médico lo colocaron delicadeza en la camilla, y lo aseguraron fuertemente las correas de cuero, fijándose en que quedaran lo más apretadas posible. Su comodidad no era en lo más mínimo su prioridad.
Una vez recostado y sujeto, y mientras los efectos del sedante aún siguieran presentes, lo transportaron sobre la camilla desde la sala de observaciones donde lo habían tenido todo ese tiempo, hasta el nivel superior en donde se encontraban los quirófanos.
El lugar elegido para llevar a cabo el interrogatorio del Dir. Sinclair fue justo el quirófano 06, uno muy similar a aquel en donde Gorrión Blanco había despertado, de la misma forma circular, y el mismo nivel superior desde el cual las personas podían observar el procedimiento que en el nivel inferior se realizara. Una de las únicas diferencias era que éste no contaba con un techo de cristal separando ambos niveles; y esto era de hecho algo apropósito, y era uno de los motivos por lo que aquel sitio había sido elegido para tal ocasión.
Para cuando el equipo médico ingresó al quirófano por las puertas principales del nivel inferior, toda la galería del pasillo superior era ocupada por una serie de soldados, colocados uno al lado del otro a una distancia especificada, cada uno con un rifle de largo alcance en sus manos, y sus ojos bien fijos en la parte inferior. Era claro que desde su posición podían dispararle a cualquiera allá abajo sin ningún problema. Y, por supuesto, esa era la idea.
El equipo médico colocó la camilla de Thorn en el centro de aquella circunferencia. Ahí ya aguardaban dos máquinas especiales, hechas especialmente para suministrar medicamentos o diferentes químicos a los sujetos de prueba. Conectaron una de ellas al brazo derecho del muchacho, y en cuanto la encendieron comenzó a suministrar poco a poco una dosis del químico que se encargaría de mantenerlo dormido. Conectaron la segunda máquina a su brazo izquierdo, pero ésta la dejaron sin encender; al menos, de momento.
Terminada su labor, el equipo médico se retiró, y tras de ellos la puerta del quirófano se cerró con una pesada placa de acero. Thorn se quedó ahí, recostado, dormido, y vigilado por los agudos ojos de los hombres en la parte superior, con sus armas listas para ser disparadas al primer indicio de que el muchacho moviera aunque fuera un dedo antes de tiempo; al menos, esas habían sido sus órdenes.
Adyacente a las puertas de la galería de la parte superior, se encontraba una habitación de monitoreo, similar a la misma adyacente a la habitación que contenía la celda de Charlene McGee; ese había sido otro motivo para elegir aquel quirófano. Desde ahí, a través de los monitores, se podía apreciar totalmente el interior del quirófano, la camilla en el centro, y los soldados apostados en la parte superior. Todo bajo la protección de un vidrio espejeado, y una fuerte puerta blindada. Es justo desde esta habitación desde la cual Lucas, Russel, Davis y Ruby fueron testigos a través de los monitores como traían a Thorn y lo colocaban en su sitio. Adicional a ellos cuatro, se encontraba un miembro del equipo de Russel, sentado frente a los controles para su manejo durante el interrogatorio.
—Como puede ver —comenzó a explicar Russel, señalando con un dedo hacia el monitor desde el cual se apreciaba de más cerca la camilla y su ocupante—, el sujeto está conectado a la Máquina 1, que le suministra el ASP-55, configurado de momento en la dosis adecuada para mantenerlo completamente dormido. Conectamos la máquina a estos controles —prosiguió apuntando con una mano hacia la consola delante de ellos, con diferentes botones y palancas de control al alcance del hombre sentado delante de ella—. Desde aquí podemos activar la Máquina 2 para que suministre el RTP-34, y así despertarlo. Igual podemos regular la dosis del ASP-55 mientras el individuo esté despierto. En este nivel —señaló con un dedo hacia una un pequeño panel con una aguja, a un nivel inferior al que la aguja apuntaba en ese momento—, podrá estar despierto, pero lo suficientemente afectado para que no pueda hacer uso de sus habilidades.
—¿Estará lo suficientemente lúcido para responder mis preguntas? —preguntó Lucas, curioso.
—Difícil decirlo —musitó Russel, vacilante—. El efecto del sedante en esos niveles varía entre cada individuo, pero en la mayoría de los otros casos ha funcionado bien. Pero si acaso se detecta que el sujeto intenta cualquier cosa fuera de lo esperado, podemos activar al instante desde aquí que la Máquina 1 suministre la dosis máxima del ASP-55, lo que lo dormirá de nuevo en cuestión de segundos.
—Como medidas adicionales —intervino McCarthy en ese momento, apuntando también hacia los monitores—, como puede notar lo amarramos bien a esa camilla, de tobillos, muñecas y torso, lo que lo mantendrán inmovilizado. Y en la parte superior de la galería, hemos colocado diez hombres, listos para abrir fuego si acaso de alguna forma el muchacho se libera.
—Espero no tengamos que llegar a eso —señaló Lucas sin ligera preocupación. Lo que menos deseaba de momento era haber pasado por todo eso, para perder al chico tan rápido.
—Usted estará aquí en la galería, fuera del quirófano junto con los soldados —prosiguió McCarthy, señalando en la pantalla un punto vacío en el nivel superior, reservado como dijo especialmente para el director—. Así, si por algún motivo las demás medidas fallan, podremos cerrar la bóveda superior y sellar la habitación por completo, apresando Thorn, y teniendo ahora la opción de suministrar el ASP-55 en forma de gas. Como pueden ver, todo está cubierto.
Sus últimas palabras estaban acompañadas de su respectiva dosis de orgullo, mismo que al parecer era compartido por Russel. Lucas asintió, al parecer bastante conforme con la explicación. Sin embargo, alguien en aquella sala no parecía tan convencida.
—¿Están seguros? —inquirió Cullen, algo tajante, jalando la atención de los tres hombres—. En el reporte algunos de los hombres mencionaron haber visto cosas extrañas mientras intentaban apresarlo. Otros dicen que pudo hacer que sus compañeros se atacaran entre sí. Y el ataque a la Sra. Wheeler fue a kilómetros de distancia entre ambos. Todo eso señala a que el chico tiene la capacidad de ejercer algún tipo de control sobre la gente, incluso si no está cerca de ellos. De ser así, ni esas correas, ni esa bóveda de acero, evitaran que pueda hacer lo mismo con cualquiera de esos hombres armados.
—Pero el ASP-55 sí —señaló Russel con dureza—. Está diseñado justo para entorpecer las funciones cerebrales del UP que se encargan del manejo de las habilidades psíquicas. Está más que probado su efecto, como alguien de su posición ya debería saber bien, capitana.
Había desafío en su voz, la misma que se presentaba siempre que cualquiera, incluso Lucas, ponía en dudas sus métodos o conocimientos. Cullen por supuesto que percibió aquello, y todo en su postura indicó de inmediato que no le agradaba en lo más mínimo. Dio un paso hacia Russel, sólo teniendo ella claro lo que pensaba hacer. Lo que fuera, Lucas intervino de inmediato antes de que lo hiciera.
—Tranquilos, todos —exclamó el director con brusquedad, colocándose rápidamente entre Russel y Ruby—. Entiendo tus inquietudes, Cullen —añadió girándose directo hacia su agente—. Y las de todos. Pero cómo puedes ver, se han tomado todas las medidas a nuestro alcance, dadas las circunstancias. Sería irresponsable de nuestra parte afirmar que no existe un riesgo, pero siempre hay uno cuando se trata de lidiar con este tipo de individuos.
—Entiendo lo que dice —respondió Cullen, al parecer más tranquila—. Pero no es necesario que usted personalmente se exponga a ese riesgo. ¿Por qué no permite que yo realice el interrogatorio? Sabe bien que tengo bastante experiencia en esa área por mis años en la Agencia.
—Sí, bueno —masculló Russel con tono sarcástico—. Por la naturaleza inusual de nuestros prisioneros y de lo que son capaces, aquí no podemos darnos el lujo de estrellar sus cabezas contra las paredes o someterlos a ahogamientos simulados. No la mayoría de las veces, al menos.
El desafío continuaba presente en su voz. Lucas rápidamente se volteó a mirarlo sobre su hombro, y sin decir ni una palabra dejó que su sola mirada le indicara que guardara silencio. Russel alzó sus manos en señal de derrota, y dio un paso hacia atrás.
—Agradezco tu ofrecimiento, Cullen —indicó Lucas, girándose de nuevo hacia ella—. Pero como te dije hace un rato, tengo asuntos con este chico que necesito ver por mi cuenta. Si no te sientes cómoda con esto, puedes retirarte y esperarme en el despacho de McCarthy hasta que termine.
—No será necesario —respondió la agente rápidamente, negando con la cabeza—. Me quedaré a observar, si les parece bien.
Lucas asintió de forma afirmativa a sus palabras.
—Entonces comencemos, ¿les parece bien? —añadió entonces, girándose hacia el resto, que asintieron en silencio—. Cuento con ustedes para reaccionar si cualquier cosa sale mal. Y tengan ojos y oídos bien abiertos, por si detectan algo que yo no.
—Sí, señor —respondió McCarthy en nombre de todos los demás.
Dicho todo lo que se tenía que decir, y aclarado todo lo que se tenía que aclarar, era tiempo de dar inicio a aquello.
— — — —
Lisa no recordaba haber estado en el nivel a donde los dos soldados la llevaban. Si su memoria no le fallaba, era lo más abajo que le había tocado ir dentro del Nido, pues en su mayoría solía moverse en lo que respectaba a las áreas médicas y de observación, o las zonas de acceso general como la cafetería y el gimnasio. Pero a donde la llevaban estaba más abajo, peligrosamente cerca de los niveles subterráneos que le habían dicho en una ocasión que eran las zonas más restringidas y resguardadas de la base. Sintió un vuelco en el pecho al sentir que podrían estarla llevando para allá, intuyendo que las implicaciones detrás de eso no podían ser buenas.
Por suerte, no llegaron tan lejos.
Cuando bajaron del ascensor, lo que los recibió fue un pasillo bastante similar a muchos otros que había visto en esa base: de paredes y luces completamente blancas, de apariencia pulcra y silenciosa, con varias puertas enumeradas y cerradas a un costado. Lo que quizás resultó un poco diferente, fue que a su costado izquierdo había largos ventanales de cristal que daban hacia un área inferior, en donde vio varios vehículos de tierra estacionados, como jeeps, camionetas negras, incluso un par de vehículos convencionales de apariencia más común. Y quizás lo más resaltante de todo, un par de aviones de combate pequeños.
¿Era algún tipo de hangar quizás? ¿Por qué la llevaban ahí exactamente?
Pero los soldados no la llevaron ahí como esperaba, sino que dieron la vuelta en un pasillo adyacente, y los tres avanzaron por algunos minutos más. Ninguno de los soldados dijo nada, y Lisa tampoco se molestó en preguntar; había aprendido ya que no le dirían nada aunque insistiera. Al final llegaron justo ante una puerta a mitad de otro pasillo, que no tenía ningún número o letrero en ella. Uno de los soldados la abrió y se hizo a un lado, dejándole el camino libre. Lisa intuyó que debía entrar primero.
El interior se veía opaco, algo oscuro, y eso la puso nerviosa. El otro soldado, a sus espaldas, la empujó un poco con una mano sobre su hombro, por lo que no tuvo más remedio que avanzar.
Al ingresar, para su pesar, lo primero que sus ojos vieron fue el demasiado reconocible rostro de Gorrión Blanco girándose hacia ella, sonriéndole en cuanto la vio.
Lisa se detuvo de golpe a apenas unos pasos de la puerta.
—Oh, no —masculló en alto—. No quiero hablar con ella…
Se giró en ese momento rápidamente con la clara intención de salir de inmediato de ahí, pero los dos soldados que la acompañaban interpusieron sus cuerpos en el camino para impedírselo. Uno de ellos incluso cerró firmemente la puerta detrás de él, para dejar más que claro que de ahí no saldría sin su autorización.
—Dra. Mathews… ¡Lisa! —pronunció Gorrión Blanco rápidamente, como si esperara que llamarla de esa forma, y recordarle que ella misma le había pedido llamarla así, ayudara a zanjar esa situación tan incómoda—. Espera, por favor. Lamento mucho lo ocurrido hace rato, en verdad no era mi intención provocarte ningún un daño.
—¡Menos mal! —exclamó Lisa con ironía, girándose hacia ella para encararla, pero inconscientemente casi pegando su cuerpo contra los soldados que vigilaban la puerta, como esperando que estos la defendieran si algo ocurría—. ¿Qué es lo que quieres? Me dijeron que el Sgto. Schur era quien me requería.
Gorrión Blanco asintió rápidamente.
—Ocupamos tu ayuda para identificar a una persona.
—¿Identificar? —masculló Lisa confundida, y la muchacha de cabellos rubios señaló entonces con su cabeza hacia un lado de la habitación.
Sólo hasta ese momento Lisa notó que en la pared a su derecha había un gran cristal que separaba ese cuarto del adyacente, como había visto tantas veces en las áreas médicas y científicas, que separaban el área de observación de la sala de experimentación o recuperación. Solamente que esa sala se parecía mucho más a las de interrogatorio que Lisa había visto en series de televisión, con una habitación cerrada donde el detective encaraba al sospechoso, mientras sus compañeros observaban todo tras el cristal espejeado de la sala continúa. Y de hecho, lo que lograba ver a través de dicho cristal parecía ser justo eso: una mesa cuadrada, con dos personas sentadas de un lado, y un hombre de cabellos rubios y espalda ancha (que Lisa supuso era el Sgto. Schur) sentado del otro, de espaldas al vidrio.
Lista se aproximó más para echar un vistazo a las otras dos personas sentadas en la mesa: una mujer y un hombre. Y fue justo éste último el que captó por completo su atención en cuanto lo vio con claridad.
—¡Oh, por Dios! —exclamó el alto totalmente exaltada, tapándose su boca con ambas manos, como si intentara evitar decir algo más—. ¿Cody?
Sentía como si hubieran pasado años desde la última vez que lo vio, pero el tiempo que hubiera pasado no bastaba para no que no lo reconociera. No traía sus anteojos, su cabello estaba totalmente desarreglado, su rostro tenía manchas de lodo igual que sus ropas… pero era él. Estaba ahí sentado, hablándole al parecer exaltado al sargento, aunque en ese momento Lisa era incapaz de escuchar lo que decía.
Gorrión Blanco se le aproximó rápidamente por un costado, pero ella apenas y lo notó pues seguía con sus ojos bien abiertos puestos en aquel chico al otro lado del cristal.
—¿Es ese hombre tu novio? —preguntó Gorrión Blanco con cautela—. ¿Del que me hablaste?
—¡Sí!, ¡es él! —exclamó Lisa en alto, claramente alterada—. ¿Qué hace aquí? ¿Qué hace ahí?
—Los sorprendieron en los terrenos de la base, en compañía de esa mujer. Afirmó que venía a buscarte.
—¿A mí? —exclamó Lisa atónita—. No puede ser…
Gorrión Blanco extendió en ese momento su mano hacia un botón en la pared, a un lado del vidrio. Y en cuanto lo presionó, por un altavoz comenzaron a escuchar lo que se decía en la otra habitación. Y aún a través de la distorsión del altavoz, Lisa reconoció claramente la voz de Cody, lo que la estremeció un poco.
—…en especial si la base en cuestión ni siquiera está bien señalizada —indicaba con voz molesta, agitando sus manos en el aire de forma exagerada, pese a estar firmemente sujetas con unas esposas—. Ni siquiera está marcada en el mapa. No debería haber nada en esta zona.
—Saltar una barda con un cartel que indica “Propiedad Privada” es por sí solo un delito —respondió Francis con absoluta calma, que no se contagió en lo absoluto hacia Cody.
—Una barda que dos personas como nosotros cruzaron con suma facilidad, cabe mencionar. Dudo que ésta sea la primera vez que esto ocurre. Y en todo caso, a lo mucho lo que pueden hacer es culparnos de invadir propiedad privada. Porque ni siquiera pueden aceptar que este sitio existe, ¿no es cierto?
Lisa soltó un agudo resoplido, y llevó una mano a su frente como señal de frustración. Sí, por supuesto que era Cody. Y en su mente sólo pudo maldecir el tan férreo instinto de justica de su novio. ¿Lo mataría en serio quedarse callado un segundo y no buscar más problemas de los que obviamente ya tenía?
Pese a las provocaciones, Francis se mantenía sereno, quizás como un reflejo de su propia disciplina militar. Con suma calma, se apoyó hacia atrás contra el respaldo de su silla, cruzó las piernas, y dio vuelta a la pequeña libreta que tenía sobre la mesa.
—¿Por qué no empezamos de nuevo desde el principio? —propuso con voz fría, al tiempo que tomaba la pluma y acercaba la punta de ésta a la hoja en blanco—. ¿Cuáles son sus nombres? Los reales.
Cody resopló con exasperación.
—Ya se los dije, mi nombre es Cody Hobson. Soy maestro de secundaria en Seattle, mi madre vive en Fairhope, Alabama, y Lisa Mathews es… es mi novia. Ella podrá confirmarles quién soy si van y la traen aquí.
Francis anotó todo lo que decía, o al menos hizo como que lo anotaba.
—Entendido —masculló con indiferencia, y se giró entonces hacia la otra persona en la mesa—. ¿Y usted?
Lucy respingó un poco al sentirse aludida de pronto. Hasta ese momento se había mantenido en su mayoría abstraída en sí misma, como ausente, dejando que la conversación se centrara más que nada entre Cody y Francis. Al ver que su intervención era requerida, rápidamente se sentó derecha, colocó sus manos (también esposadas) sobre la mesa, y pronunció lo más firme que le fue posible.
—Greta Blake… Mi nombre, me refiero; es Greta Blake.
Cody se giró rápidamente a mirarla, la incredulidad se había apoderado totalmente de su rostro. Por su parte, Lucy prosiguió sin ponerle atención al efecto que sus palabras habían tenido en su compañero de apuros.
—Tengo veintiséis años, vivo en Bismarck, Dakota del Norte, y trabajo como diseñadora gráfica freelancer. Y no tengo a nadie que pudiera confirmar mi identidad… salvo quizás mi tía Gwen que vive en Denver, pero no he hablado con ella en mucho tiempo. Quizás debí de haberlo hecho, al menos responderle sus postales de navidad…
—Suficiente, gracias —masculló Francis, alzando una mano en su dirección para indicarle que parara. Lucy asintió, y agachó de nuevo su mirada. Algunos mechones de su cabello le cayeron sobre el rostro.
��¿Te llamas Greta? —preguntó Cody, claramente confundido.
—Por supuesto —respondió Lucy (o Greta) con tono irritado—. “Lucy” es sólo es seudónimo que uso para la Fundación. Nunca quise que ninguno de ustedes conociera mi verdadero nombre, pero ahora que me has arrastrado a todo esto…
—¿Te parece que es el mejor momento para hablar de eso?
—No, porque no es el mejor momento para nada en realidad, Cody Hobson.
—Silencio, por favor —ordenó Francis con tono autoritario, con su mirada fija en su libreta mientras seguía anotando. Ambos callaron de golpe ante su indicación.
En el cuarto adyacente, Lisa observaba todo aquello en silencio.
—¿A ella también la conoce? —preguntó Gorrión Blanco a su lado, a lo que Lisa respondió rápidamente negando con la cabeza.
—Nunca la había visto. Pero Cody tiene amigos que yo desconozco.
Había cierta amargura en su voz al decir aquello. Recordaba claramente aquella llamada que Cody había recibido la otra noche de una “amiga” que ella desconocía, y que necesitaba su ayuda. ¿Se trataría quizás de esa misma mujer en la sala de interrogatorios?
—Muy bien —pronunció Francis en alto, dejando la libreta sobre la mesa, prácticamente azotándola contra ésta—. Ahora díganme, ¿qué hacían rondando por esta zona exactamente?
—Eso también ya se los dije —contestó Cody, exaltado—. Vine a buscar a Lisa, Lisa Mathews.
—La mujer que dice que es su novia, ¿correcto? —indicó el sargento, echándole un vistazo rápido a su libreta—. ¿Por qué piensa que esa persona está aquí?
—¿Cómo puede negarlo? La otra chica lo confirmó, la llamó Dra. Mathews.
—¿Su novia es doctora?
—Sí… bueno, no. ¿Intenta confundirme?
Francis ignoró su pregunta, y en lugar de eso tomó de nuevo la pluma y fingió escribir algo más en la libreta.
—¿Cómo dieron con este sitio? —cuestionó tras unos segundo con voz acusadora.
Cody y Lucy (¿Greta?) se miraron el uno al otro.
—Eso prefiero no responderlo —murmuró Cody con firmeza.
—¿En verdad cree que está en posición de negarse a responder? —espetó Francis, notándosele por primera un rastro de enojo en su tono.
Cody suspiró, al parecer bastante agotado para ese punto. Alzó sus manos esposadas hacia su rostro, y con sus dedos se talló un poco los ojos. Extrañaba sus lentes; cuando no los usaba tras largo rato, comenzaba a dolerle la cabeza. Y si a eso le sumaba lo estresante y agobiante de toda esa situación, era el coctel perfecto para la jaqueca que comenzaba a tomar forma en su cabeza.
—Escuche, por favor —murmuró ahora procurando utilizar un tono mucho más moderado. Su expresión entera igualmente se suavizó, adoptando una postura casi suplicante—. Lamentamos en serio haber causado todas estas molestias. De haber sabido que esto era una… base militar o lo que sea, no nos hubiéramos metido de esa forma. Sólo quiero saber si Lisa está bien. Estoy en verdad preocupado por ella, y la preocupación quizás me hizo actuar sin pensar. Pero le aseguro que nuestras intenciones no son malas. Por favor, sólo dígame si Lisa está aquí, y si está bien… Por favor.
La suplica en su voz se volvió aún más intensa conforme progresó con aquellas palabras. Y aunque el rostro del militar ante él se mantuvo inmutable y frío, lo que dijo le llegó con mucha más fuerza a la persona que lo observaba a través del espejo a sus espaldas.
Lisa sintió como el corazón se le apretujaba al escuchar a su novio suplicar de esa forma para saber de ella. Y aunque gran parte de ella estaba molesta con él por lo que por supuesto que había sido una insensatez, otra comenzó a sentirse culpable. Y aunque la culpabilidad era claramente más pequeña que el enojo, por algún motivo le afectó mucho más.
—Quiero hablar con él —soltó de golpe, girándose hacia Gorrión Blanco. Ésta se sobresaltó, sorprendida.
—No sé si el sargento lo permita —respondió la muchacha, dubitativa.
—Entonces quiero hablar con el sargento —añadió Lisa, tajante—. Ahora.
Gorrión Blanco vaciló un poco sobre qué hacer. Al final, decidió que dejar aquello en manos de Francis sería lo más sensato. Así que tocó con fuerza en el vidrio con sus nudillos, para llamar la atención del sargento en la otra habitación. Éste se giró un momento sobre su hombro para ver el espejo a sus espaldas, y entonces se puso de pie.
—Vuelvo en un momento —les indicó a los dos prisioneros, y se encaminó hacia la puerta de la sala.
— — — —
Lucas salió de la sala de monitoreo, y se dirigió por el pasillo de la galería superior hacia la posición que le habían asignado. En cuanto detectaron su presencia, los diez soldados en la galería se pararon firmes, alzando sus armas con sus cañones apuntando al techo. Lucas les respondió su gesto con un ligero asentimiento, y les indicó igualmente que podían volver a sus posiciones originales. El sitio en el que se paró quedaba justo delante del rango de visión de Thorn, por lo que en cuanto se despertara, desde su posición ahí abajo podría verlo directamente a él.
Más que apropiado.
Lucas respiró hondo por su nariz, se paró firme con sus manos en los bolsillos, y miró atentamente al muchacho. Parecía igual de inofensivo y pequeño como lo había visto en la cámara hiperbárica. Apenas un muchacho convirtiéndose en adulto. Pero Lucas sabía muy bien lo peligroso que podía ser dejarse llevar por esas apariencias. Niños más pequeños y a simple vista más inofensivos que él, habían sido capaces de crear estragos inimaginables para la mayoría.
Y si una fracción de lo que todos creían de ese muchacho era cierta, podía representar incluso un peligro mayor que esos otros casos. Por lo que era importante desde el inicio mostrar confianza y firmeza ante él; demostrarle en qué posición estaban, y quién mandaba ahí.
—Despiértenlo —indicó con firmeza, mirando hacia una de las cámaras del techo para que McCarthy y los otros lo miraran por los monitores de la sala de observación.
Russel le indicó con un asentimiento al técnico en la consola que obedeciera la orden, y éste lo hizo sin chistar. Lo primero fue reducir la dosis de la Máquina 1, para que el ASP-55 no lo durmiera, pero lo mantuviera lo suficientemente atontado para no poder concentrarse lo suficiente y usar sus poderes. Lo segundo, fue activar la Máquina 2 para que administrara una dosis rápida y precisa del RTP-34, el químico especialmente diseñado para contrarrestar los efectos somníferos del ASP-55 y hacer que el sujeto se despertara.
Y una vez aplicado estos dos ajustes, sólo quedaba esperar.
Todo se quedó en absoluto silencio, tanto en el quirófano como en la sala de observaciones. Los ojos de Lucas y de los diez soldados estaban fijos en el muchacho ahí abajo en la camilla, y los de Russel, Ruby y Davis lo miraban también a través de los monitores. Los segundos corrieron con lentitud, envueltos en tensión y expectación. Los latidos de algunos se aceleraron, y sus bocas se secaron, entre ellos el propio Lucas.
Y entonces, al fin un cambio. Una pequeña contracción muscular en el rostro del muchacho, seguido de un pequeño quejido apenas audible surgiendo de su boca aún cerrada. Un instante después, aquellos parpados se abrieron con pesadez, revelando debajo de estos los somnolientos ojos azules de pupilas dilatadas, que rápidamente parecieron sufrir en cuanto la intensa luz blanca que alumbraba el cuarto entró en contacto con ellos.
Otro quejido más, un ladeo de la cabeza hacia un lado, y luego el primer intento de mover su cuerpo, dando como único resultado que su mente comenzara a volverse consciente de su situación. Los ojos se abrieron de nuevo, y a como su posición le permitió alzó su cabeza para poder ver las gruesas correas de cuero que lo rodeaban, y poco después los delgados tubos transparentes conectados a sus brazos, y que terminaban en esas dos máquinas, cada una a cada lado de su lecho.
—¿Qué? —susurró despacio, con apenas un ápice de emoción en su voz.
Pasaron unos segundos más, en donde su mente se esforzaba para salir de ese letargo que aún lo golpeaba, y ponerle un orden a cada una de esas cosas, y darle forma a algún pensamiento mínimamente coherente. Al lograr tal proeza, lo primero que pudo materializarse de sus labios fue un simple:
—¿Y ahora qué es esto…?
No había preocupación o angustia alguna en su tono, ni siquiera curiosidad, lo que podría fácilmente ser adjudicado a los efectos del sedante.
—Bienvenido al Nido, Sr. Thorn —pronunció Lucas en alto, y su voz retumbó en el eco del techo alto del lugar.
El muchacho debajo recostó de nuevo su cabeza en la camilla y posó la mirada perezosa justo en él, notándosele en ese momento al fin un tanto confundido por su presencia, y la de los otros soldados en la parte superior. Su mente, de nuevo, pareció ponerse a trabajar para poner esos nuevos pedazos de información en la pila.
Lucas continuó.
—Por la autoridad que me confiere el gobierno federal de los Estados Unidos de América, es mi placer informarle que ha sido detenido por sus acciones realizadas en contra de este país y su gente. Y será confinado a estas instalaciones hasta que se determine si representa o no un peligro a la seguridad nacional, o a los intereses de su pueblo. ¿Entiende lo que le acabo de decir, Sr. Thorn?
El muchacho lo miró fijamente mientras pronunciaba todo aquello, sin dejar muy en claro si en verdad lo escuchaba o no. Parpadeó un par de veces de manera perezosa, y entonces respondió:
—Ni una palabra, me temo. —Justo después, una sonrisa astuta y torcida se dibujó en sus labios—. Pero suena divertido.
Lucas se forzó por mantenerse sereno, resultándole difícil disimular lo mucho que aquello lo había desconcertado. Debía ser el efecto de la droga que no le permitía comprender del todo lo que le acababa de decir. De otra forma, no tenía cómo explicar esa actitud tan desconectada y perdida.
Y la misma pregunta que había rondado su mente tantas veces antes volvió de nuevo a acosarlo: ¿quién es realmente Damien Thorn?
— — — —
Unos segundos después, Francis hizo acto de presencia en la misma habitación de Lisa, Gorrión Blanco, y los dos soldados que habían escoltado a la primera.
—Srta. Mathews —saludó el sargento, acompañado de un ligero asentimiento.
—Ella lo reconoció —se apresuró Gorrión Blanco a indicar—. Sí es la persona que dice ser.
—De eso ya no me cabe duda —comentó Francis, cruzando los brazos frente a su amplio pecho.
—Entonces debe saber que no representa ningún peligro —exclamó Lisa, dando paso hacia él—. Es sólo un… tonto, pero es inofensivo. Por favor, déjenlo ir.
Francis negó categóricamente con la cabeza.
—Entró ilegalmente a los terrenos de la base. Esa es una violación muy seria, que no puede simplemente dejarse pasar.  Además, creo que todos aquí sabemos que no es tan “inofensivo” como usted afirma. ¿O sí?
Lisa se estremeció al escuchar tal acusación, y se quedó lívida, incapaz de responderle algo concreto. Era claro lo que intentaba decirle con esas palabras: “ya sabemos lo que su novio es capaz de hacer”. Aquello, en realidad, no era ninguna sorpresa, pues el Dr. Shepherd ya se lo había dado a entender antes.
Respiró hondo por su nariz, intentando recobrar la calma, antes de volver a hablar.
—Esto es mi culpa, ¿de acuerdo? Yo me vine para acá sin decirle a dónde iba, por qué, o por cuánto tiempo. Tuvimos una discusión antes de eso, y… no sé, supongo que lo preocupé. Pero nunca pensé que haría una locura como venir a buscarme.
—Con todo respeto, sus problemas personales no son de nuestra incumbencia, Srta. Mathews —sentenció Francis con severidad, haciendo que las mejillas de Lisa se encendieran—. Lo ocurrido ya trasciende más allá de usted, o de nosotros.
—¿Qué le pasará entonces? —musitó Lisa con preocupación, volteando a ver lentamente hacia la otra habitación; hacia el rostro angustiado de su novio, sentado en aquella mesa.
—Eso ya no me corresponde —respondió Francis, ecuánime—. El Dir. Sinclair quiere hablar con él, y entonces decidirá cómo proseguir.
—¿Van a arrestarlo? ¿O acaso a…?
No fue capaz de terminar su pregunta; la sola posibilidad la paralizaba.
—Como dije, ya no me corresponde a mí decidirlo —repitió Francis, de nuevo mostrándose frío, aunque ya no tanto como antes.
Lisa avanzó afligida hacia el cristal, hasta casi pegar su rostro. Colocó sus dedos cuidadosamente sobre éste, mientras sus ojos contemplaban desolados hacia aquel chico, que tantas preocupaciones pero también alegrías había traído a su vida. Aquel muchacho que la hacía enojar tanto, y le llegó incluso a asustar un poco en cuanto le mostró de lo que era capaz. Pero, y ahora veía con claridad, nada de eso tenía tanto peso o tanta importancia como todo lo bueno que había existido entre ambos, y que aún podía existir.
Siempre y cuando ambos pudieran salir con vida de ese sitio, volver a casa, y fingir que todo eso jamás había ocurrido. Aunque, por más vueltas que le diera al asunto, Lisa tenía claro que quizás no podría ser por completo de esa forma; no para uno de ellos, al menos.
—Bien —suspiró derrotada, girándose de nuevo hacia el Sgto. Schur—. Entonces dígale al Dr. Shepherd que acepto su propuesta. Me quedaré, formaré parte de su equipo, y participaré activamente en la creación del Lote Once… y todo lo que eso implique. Sólo a cambio de que lo dejen ir sin hacerle ningún daño.
Aquella repentina propuesta tomó por sorpresa tanto a Francis como a Gorrión Blanco. Había resolución en su voz, y ni rastro de titubeo, como se esperaría de una decisión ya tomada. Aun así, su mirada reflejaba abatimiento, miedo… como se esperaría de una decisión que no se quiere tomar en realidad.
—Lisa —susurró Gorrión Blanco en voz baja, inquieta. Quería decirle algo, pero no lograba darle forma en su mente a ninguna palabra.
Quien habló al final fue Francis, aunque en realidad él no tenía mucho que decir en el asunto planteado.
—No sé si el Dr. Shepherd tenga alguna gerencia en esto… pero se lo informaré en cuanto pueda. Quizás él pueda hablar con el Dir. Sinclair para que sea indulgentes.
—Gracias —asintió Lisa agradecida, ofreciéndole además una pequeña sonrisa—. Por ahora, déjeme por favor hablar con él.
—Eso no creo que sea prudente…
—Por favor, sargento —intervino Gorrión Blanco en ese momento, parándose entre ambos—. Es una mujer enamorada deseando poder hablar con su persona especial.
—Yo no lo… diría de esa forma —susurró Lisa, algo apenada y con sus mejillas aún más encendidas—. Pero, por favor, sólo un segundo. Necesito decirle yo misma que estoy bien, o no se calmará.
Francis la miró, evidentemente debatiéndose entre aceptar o no tal petición tan fuera del protocolo. Aunque claro, mucho en toda esa situación se encontraba ya de por sí fuera de cualquier protocolo.
—Por favor, sargento —repitió Gorrión Blanco con insistencia—. Permítaselo, y le prometo que de ahora en adelante me portaré bien, y le haré caso en todo lo que usted me diga.
—Tendrías que hacerlo aunque no lo hiciera —respondió Francis, mordaz, a lo que la muchacha respondió con una risilla juguetona, y un encogimiento de hombros. El sargento suspiró, resignado—. Está bien, acompáñeme.
Dicho eso, se giró hacia la puerta y salió por ella. Lisa asintió y se apresuró a seguirlo. Antes de irse, sin embargo, en contra de todos sus instintos se giró hacia Gorrión Blanco, y en voz baja le dijo:
—Gracias…
—No, no diga eso —respondió la muchacha rubia, negando con la cabeza—. Yo soy quien te debe una disculpa por lo de hace rato.
Lisa se limitó a sólo esbozar una sonrisa incomoda, asentir, y de inmediato se apresuró a alcanzar al sargento en el pasillo.
En verdad le confundía demasiado su sentir hacia esa chica. ¿La odiaba?, ¿le temía?, ¿le tenía cierto aprecio?, ¿o incluso sentía cierta responsabilidad hacia ella? Era tan confuso sentir tantas emociones tan diferentes por una misma persona.
Y un poco así era como se sentía con Cody en esos momentos.
— — — —
La quietud que hasta hace poco reinaba en la sala de monitoreo, fue rápidamente remplazada por las risas de los dos soldados, y de su visitante inesperada que había llegado con chocolate caliente. Ésta última además, quizás un poco inspirada por el alcohol, no tardó mucho en comenzar a hablar de varias anécdotas divertidas que tenía en su historial como piloto, instructora, secretaria (o asistente ejecutiva, como prefería ella), madre y abuela. Sorprendentemente, son de estos últimos dos puestos de los que Kat tenía más cosas que contar.
—Y entonces, ese par de mocosos entraron corriendo a mi comedor a mitad de nuestra plegaria, persiguiendo a ese enorme San Bernardo, que hasta la fecha no tengo idea de dónde salió. Y los tres estaban cubiertos de lodo de cabo a rabo; en serio, eran más lodo que niños y perro en ese momento. Lo regaron todo por mi alfombra, mis paredes, mi mesa… y luego simplemente salieron por la misma puerta como si nada hubiera pasado. Se los juro, era una jodida escena de Beethoven ocurriendo ante mis ojos.
Los dos soldados rieron sonoramente, con una clara combinación de diversión e incredulidad ante la anécdota.
—No lo creo —comentó el soldado joven entre risas—. ¿Y qué les hiciste?
—¿Qué hubieras hecho tú? —le regreso Kat con tono desafiante.
—Si fueran mis nietos o mis hijos, los hubiera puesto a limpiar todo con sus rodillas pelonas, y sólo un cepillo de dientes, hasta que pudiera comer de ese suelo.
—Bastante similar a lo que me cruzó por la cabeza —comento la secretaria, encogiéndose de hombros—. Pero su madre comenzó con que “sólo son niños, no saben lo que hacen. Están muy arrepentidos. Hablaré seriamente con ellos, y no volverán a hacer nada parecido…” bla, bla, bla. Ya saben cómo son estas nuevas generaciones; oyen la palabra “disciplina” y ya creen que están en la Alemania Nazi, con la Gestapo tocando a sus puertas. Por eso este país está como está, por consentirles tantas cosas a estos niños. Tarde o temprano, alguien tendrá que poner orden, aunque sea a la fuerza.
—Amén por eso, hermana —exclamó el soldado mayor sonando como una alabanza al cielo, mientras alzaba su taza al aire.
La conversación prosiguió con animosidad en torno al mismo tema por un par de minutos más, hasta que fue drásticamente interrumpida por el tintinear de unas campanas que resonaron con fuerza.
—Oh, disculpen —pronunció Kat apenada—. Esa soy yo.
La secretaria colocó rápidamente su taza de chocolate sobre la consola más cerca de ella, y aproximó su muñeca derecha hacia su rostro. En ésta, traía lo que a todas luces se veía como un reloj inteligente, en el cuál al momento de presionar su pantalla, la alarma que había sonado se detuvo de pronto.
—Creí que no podíamos meter ese tipo de dispositivos aquí —indicó el soldado joven, observando perspicaz el reloj.
—¿Me vas a acusar, acaso? —bromeó Kat, guiñándole un ojo de forma coqueta. El soldado simplemente rio, divertido—. Descuida, es sólo un pequeño recordatorio que puse para que no se me pasara la hora —añadió con tono más relajado, parándose en ese momento de su silla.
—¿Tienes que tomar una pasilla o algo? —inquirió el soldado mayor con curiosidad, al tiempo que se empinaba lo último que quedaba de chocolate en su taza.
—Algo así…
Rápidamente, Kathy llevó su mano derecha hacia la parte posterior de su cintura, tomando lo que ahí traía oculto: una pistola 9 mm color arena, que tomó firmemente entre sus dedos delgados, y al instante siguiente jaló con rapidez hacia el frente, apuntando con ella directo al solado mayor. Sin vacilación, y sin tener que tomarse siquiera un instante para apuntar, jaló del gatillo una sola vez, y la bala salió disparada del cañón, atravesó la taza por la base, haciéndola explotar en pedazos, para luego seguir de largo directo a la cara del soldado, terminando por penetrar por la esquina interna de su ojo derecho, y saliendo por parte superior de la cabeza. Una explosión de sangre y materia cerebral bañó la consola y los monitores a sus espaldas. Su mano, con los dedos aún aferrado al asa de la ya inexistente taza, cayó colgando sin oposición hacia un costado.
Todo fue tan rápido que el otro soldado apenas y logró procesar el estruendo del disparo. Se giró a mirar rápidamente a su compañero, y apenas logró distinguir su rostro lívido, y el gran agujero en donde debería estar su ojo, antes de que un segundo estruendo retumbara en el eco de la sala. La segunda bala entró directo por su sien derecha, atravesándolo de lado a lado hasta salir del otro lado, regando lo que arrastró a su paso en la pared y el suelo. Su cuerpo se precipitó hacia adelante, quedando con su cara presionada contra los controles de la consola.
Kat mantuvo su arma en alto unos segundos más, señalando con ella a ambos, como si esperara que cualquiera diera señal alguna de requerir un disparo más. No sucedió; ambos se quedaron quietos en su sitio, mientras la sangre brotaba de sus heridas y escurría hasta gotear al suelo.
Suspiró un poco más tranquila. Bajó su arma, y con sus dedos acomodó con cuidado un mechón de cabello rojizo que se había salido de su sitio. Dejó su arma sobre la consola un momento, y tomó de nuevo su taza con chocolate, dándole un trago más largo que los anteriores. Ya estaba frío, pero ciertamente no le disgustó.
Con la taza en mano, se aproximó a la silla del soldado mayor, y con un fuerte empujón lo hizo a un lado para que el cuerpo cayera sobre su costado en el suelo, azotando con fuerza. Se sentó en la silla y se giró hacia la consola, rebuscando con su mirada el botón que necesitaba. Requirió limpiar un poco los restos en el panel antes de atreverse a presionar cualquier cosa, pero no tardó mucho en estar lista.
Se acercó el micrófono para anuncios a su boca, carraspeó un poco para darle un poco más de firmeza a su voz, y entonces presionó el botón que activaba el protocolo de emergencia; aquel que haría que su voz se escuchara en cada altavoz y radio dentro de la base.
—Atención, a todo el personal del Nido —pronunció por el micrófono, utilizando ese tono dulce y suave que tanto la caracterizaba entre sus compañeros—. Éste es un anuncio importante. Presten atención, por favor…
FIN DEL CAPÍTULO 146
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actnod · 1 year ago
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𝐏𝐑𝐄𝐅𝐀𝐂𝐈𝐎; 𝐀𝐂𝐓𝐈𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐃𝐎𝐒.
— CALLEJÓN AL COSTADO DEL VESUVIUS / 3:27 AM.
Es inexplicable el cambio de ambiente cuando la puerta de emergencia da la bienvenida a la noche, otra parte del Mundo de las Tinieblas, menos conocida para aquellos más favorecidos por las vueltas del azar. La cara de la luna que la mayoría de vástagos prefiere pasar por largo una vez que la ciudad nipona se vuelve disponible para ellos. Los ladrillos del exterior muestran la madurez del edificio, la suciedad hace sentido entre los contenedores de basura y ni mencionar el hedor que evidencia que se encuentran entre residuos del goce de la eternidad.  La acústica al interior se convierte en un espectro lejano y los tímpanos apenas descifran la introducción del siguiente set. Es mala costumbre de los más jóvenes salir en búsqueda de un poco de aire, pobres neonatos infelices que aún no se adaptan a su realidad e intentan utilizar un órgano inservible. Los cigarrillos son cosa de todos los días, beneficio de dejar de percibir la muerte como una funcionalidad y eso mismo comparten aquellas figuras que susurran entre sí, decorados entre hilos de plata.  — ¿Estás pensándolo? ¿Lo que estamos haciendo? — Estoy seguro de lo que hablo.   A un costado, figura encorvada se esconde entre vestimentas muy lejanas a las que la dueña del club ha propuesto. silueta intenta pasar desapercibida aunque la manera en que venas azules se delinean con fuerza contra piel verdosa delatan a dónde pertenece aquel ser, no le saca los ojos de encima a las facciones que le son desconocidas y el más alto de la dupla, irises demasiado claros para ser normales le analizan con recelo. Por primera vez, cuando par de colillas caen y calor se extingue en concreto, se deja escuchar, por naturaleza escéptico: — ¿Lo consultó con Aiko antes? ¿Por qué deberíamos confiar en su palabra? El ambiente parece helarse en aquellos segundos de silencio, palabras que no son dichas, pero que pueden sentirse en la tensión hasta los cimientos. El dilema eterno de los inmortales vuelve a presentarse, incluso entre quienes actúan bajo los ideales que les han sido contagiados y con mente puesta en el bien mayor. Los egos salen a relucir, resalta la decadencia de cualquier lazo, la vulnerabilidad es palpable y existe ante los ojos de quien teme cometer el error de evidenciarse con un sencillo paso en falso.  El corazón casi podría jurar bombear a la espera de que alguien muestre el valor de defenderse para avanzar con certeza, pero es el rechinido de vigas, inconfundible y la apertura que les brinda un vistazo de los beneficios de los que se privan sobre la cabeza del joven de cabello oscuro como la noche, aquel rostro resuena con una familiaridad que para dúo principal es inconveniente. Cuarteto de miradas se intercambian unas entre otras, no necesitan de la voz de ninguno para que piezas del rompecabezas comiencen a crear imagen y antes de que alguna extremidad responda, las excusas se presentan en forma de murmullos, en un parpadeo volviendo a dejar a la triada en soledad con el resplandor de la luna.  — Ahora háganse cargo.
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐎𝐎𝐂.
⦾ La información narrada previamente no es conocida por ningún vástago. Es únicamente material adicional para el conocimiento del cuerpo de usuaries. 
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verdeaguacomics · 1 year ago
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ELOISA aguarda a que vuelva el otoño. Es una Crisálida de fuego que detona en los corazones noctámbulos, a media cuadra de la glorieta de INSURGENTES, se vislumbra en el vaho de los cristales y el Metrobus abre sus puertas al desfile de las adversidades. RENACE Eloisa, al recibir un vaso de unicel con atole de guayaba, doce pesos por un abrazo hogareño entre los claxóns, la humedad de diez horas laborales, y un cometa brillando entre el neón del imperio. La gesta heróica del uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu relampagueante, vuelve ELOISA en la azotea de un edifico de apartamentos que por poco cae en 2017, y ahora es refugio de ocupas sudamericanos, hermanos sureños en busca de un hogar, igual que nosotros los desterrados por la mafia inmobiliaria. MARCHA Eloisa, por las calles que fueron nuestras, le secundan las campanas de los recolectores, el latido de las motocicletas, las madres con sus bolsas de mandado en una mano y sus hijas en uniforme de secundaria en la otra. Y a cada paso una grieta en el asfalto, una llama de ternura que ahuyenta a las bestias. Mira su esplendor, es Eloisa la profeta prometida, su resplandor ciega a la noche y caen a las tinieblas los Nómadas digitales, como hormigas ante la lluvia. DANCEMOS con Eloisa, somos sus hijos bastardos, sus hermanos no reconocidos, sus padres ausentes, sus cicatrices inflamadas, sus caries empastadas, y sus manos que acarician la mejilla del niño que fuimos hace tantos años.
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"Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas" (CV II-Gaudium et Spes, 12-13)
Pensamientos para el Evangelio de hoy «Él salió del seno de la Virgen como el sol naciente, para iluminar con su luz todo el orbe de la tierra. Reciben en esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin» (San Ambrosio) «Jesús ha venido a liberarnos de la esclavitud del demonio sobre nosotros. Y no se puede decir que así exageramos. Siempre debemos vigilar contra el engaño, contra la…
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lecturasdiarias · 28 days ago
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Lecturas de la Solemnidad de la Natividad del Señor
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Lecturas del día 25 de Diciembre de 2024
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 52,7-10
¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, al mensajero que trae la buena nueva, que pregona la salvación, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: Tus centinelas alzan la voz y todos a una gritan alborozados, porque ven con sus propios ojos al Señor, que retorna a Sión. Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor rescata a su pueblo, consuela a Jerusalén. Descubre el Señor su santo brazo a la vista de todas las naciones. Verá la tierra entera la salvación que viene de nuestro Dios.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial
Sal 98 (97), 1.2-3ab.3cd-4.5-6
R./ Toda la tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. R./ Toda la tierra ha visto al Salvador.
El Señor ha dado a conocer su victoria, y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel. R./ Toda la tierra ha visto al Salvador.
La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor. R./ Toda la tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey. R./ Toda la tierra ha visto al Salvador.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 1,1-6
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por medio del cual hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen fiel de su ser y el sostén de todas las cosas con su palabra poderosa. Él mismo, después de efectuar la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la majestad de Dios, en las alturas, tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más excelso es el nombre que, como herencia, le corresponde. Porque ¿a cuál de los ángeles le dijo Dios: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy? ¿O de qué ángel dijo Dios: Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo? Además, en otro pasaje, cuando introduce en el mundo a su primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Juan 1,1-18
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”. De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.
Palabra del Señor
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shiningamongdarkness · 2 years ago
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Chapter 49. Let them go
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Shining among Darkness
By WingzemonX
Chapter 49. Let them go
Once the police let them go, Matilda, Cody, and Cole inevitably ran into each other again at the hospital entrance, even though their last conversation had practically been a goodbye. The air between them had become particularly awkward. Furthermore, the exhaustion was more than noticeable on their faces and postures. The only thing Matilda wanted in those moments was to get to her hotel, bathe as best as possible that her wound would allow, and sleep… also as best as that horrible wound would allow.
But before all that, she would have to prepare everything for her departure to Arcadia, to rest for a few days at her mother's house until her health improved. With her arm in this state, it was not advisable to fly, so her most viable option would be a train, which would take perhaps more than a full day to arrive in Los Angeles.
And about her rental car, another complication stood in the way of the psychiatrist's immediate wishes. Due to all the medications they had given her, including the anesthetic that had put her to sleep, and additionally her immobilized right arm, it was also not recommended that she drive, although the distance between that point and her hotel was not so long. However, Cole offered to do it for her since they would be going to the same place anyway. Matilda accepted in a somewhat cold way.
"I'll be staying in Salem, too," Cody pointed out, taking his two companions by surprise.
"Are you sure?" Matilda questioned uncertainty. "What about your…?"
"There's no way I can sleep without having nightmares tonight," he said with some regret. Then he felt his jacket, specifically the pocket inside it, making it sound like a rattle. "I'll have to use my pills. Besides, I'm too exhausted to go all the way to Seattle."
Matilda and Cole said nothing to him. They hoped that he really knew what he was doing.
The drive to Salem was really quiet. Cole had his sight fixed on the road, Matilda was staring thoughtfully out the passenger window, and Cody was fighting not to fall asleep in the backseat; the last thing they wanted was for one of the professor's vivid illusions to appear in front of them right there in the middle of the road. Neither said much, no more than a few random comments, most coming from Cole and none from the Californian woman beside him.
Once they reached the hotel and Cole parked the car in the parking lot, Matilda bolted inside, only offering a terse good night without looking at them. She entered the reception area before anyone stopped or spoke to her, and they quickly lost sight of her. Cole got out soon after, slamming the door with some force as a sign of frustration.
"Remember, it's rented," Cody muttered in a muffled voice, getting down as well. "At least you didn't kick it like that chair."
"I need a drink," the policeman murmured, running his hand over his face.
"I believe you. But I have to see if I can get a room, so…"
Cole waved a hand in the air, signaling him to go confidently. Cody took him at his word and entered the hotel through the same door Matilda had gone through. And once again, Cole was left alone.
He stood to one side of the vehicle for a while, thinking of what to do. Would he go for that drink by himself? Would he take that cigarette he hadn't been able to, or perhaps wanted to, smoke all night? Or would he follow the example of his friends and go straight to sleep? The last option didn't appeal to him, but the first two might.
He took out his pack, took a cigarette between his lips, lit it without hesitation, and began to smoke it calmly, trying to calm down... if that was even possible. After all, nothing in all that situation was worthy of inspiring calm.
He raised his gaze to the starry Salem sky, letting the smoke slowly billow out of his mouth and settle over him like a dirty gray cloud, obscuring the stars for a few moments. Thus it felt as if he had a great dark cloud over his head, waiting for the best moment to drop a heavy rain on him and perhaps some lightning.
"You should consider quitting smoking," he heard a voice abruptly to his right, taking him so by surprise that he jumped to the side in alarm. "It won't do you any good in the long run," added the same voice.
The rugged, somewhat square face of the late Dr. Malcolm Crowe turned to him, offering him a curious, mocking smile. Recognizing it, Cole's initial shock lessened, though it became more of an unusual strangeness. Twice in one day; it was uncommon for Cole to see Dr. Crow so often, not since he was a child.
"Is it a real warning?" It was the first thing that occurred to him to say, although the ghost only answered him with a subtle shrug. A little more confident, Cole leaned back against the car next to his unexpected visitor, but his attitude turned slightly rougher. "Did you know this would happen? The escape, the death of that woman, Eleven…?" Crowe didn't reply. "You could then have warned me much more clearly."
"You know..."
"That it doesn't work like that, yeah, yeah," Cole finished, just before taking another deep drag on his cigarette.
He, more than anyone else, knew that some of the dead could see much further than the living, even into the past or the future. But it wasn't like turning on a television and sitting down to watch a movie. As was the case with those shine ones who had a particular affinity with seeing or feeling what would happen, the information often came to them in pieces, which had to be put together and interpreted later. And yet, there were other times when they could know or sense that something was going to happen, but they didn't have the ability, or perhaps the permission, to pass that information along, even to those like him. So recriminating to that being, who shouldn't even be in that world anymore, for what happened was totally meaningless. The actions of the living were solely the responsibility of the living themselves.
"Do you at least have any advice on what I should do now?" He asked him, somewhat hopeful that Dr. Crowe could at least give him some guidance, as he had in many other moments when Cole had felt just as lost.
He heard him sigh, and a cold sensation ran through the place from below to above. Crowe was looking toward the door through which his two new friends, if he could still call them that, had left. His expression was concerned, quite tangible, coming from the face of someone who had died years ago.
"Go home, Cole," he exclaimed suddenly. "Stay away from this, like your mother asked you to."
"Go?" Cole snapped, almost as if the innuendo insulted him. "Just so? Is that your advice?"
"That's the only one I can give you, as your psychiatrist and friend."
Cole snapped, apparently not too pleased with what he was hearing. He returned his cigarette to his lips and inhaled again with some insistence. Although, he noticed how, little by little, that ceased to relax or calm him as much as he needed.
"And if I do… will this all work out?" He questioned, intrigued, without looking at his visitor. "Will everything be alright?" He raised his eyes at that moment to the door, which seemed to him for a moment more distant than before. "She will be alright?"
In his head, the warnings that his mother had given him hovered:
"This case in which you have been involved is more dangerous than you think. You have to leave as soon as possible, get away from this whole thing. Or else... you'll die... and she too..."
Unfortunately, however, Crowe did not have a satisfactory answer to ease his doubts.
"I don't know, Cole," the late psychiatrist murmured ruefully. "I don't think there is anyone living or dead who can assure you of such a thing. Not this time... not with this enemy you've gotten involved with."
Cole quickly lifted his face and turned it squarely on him, intrigued and surprised by the sudden mention.
"Are you talking about who attacked Eleven? Do you know who he is?"
He was unable to hide his urgency to find out. That person, the threat that had lain over his head like that deadly rain cloud. Did he know who he was? Did he know who that hidden enemy was? Cole was sure beforehand that he wouldn't tell him if that was the case, but he still couldn't help but question it. The result, however, was as expected.
Crowe slowly shook his head, not seeing it.
"If I told you, you'd try to go straight for him, wouldn't you?" he responded in dismay, and Cole could not deny it. "It is your decision whether to do it or not, but I refuse to deliberately push you in that direction; your mother wouldn't forgive me. Besides, he's not the only one you have to watch out for, but you already know that."
Cole exhaled heavily through his nose and leaned back against the vehicle. The disappointment was quite palpable, even his anger. But Crowe was adamant about his answer, and he couldn't blame him for being. Cole himself wasn't really sure what he would do if he had that information at hand.
After a while in which both remained silent, the spirit took a few steps away from the vehicle and turned to the detective with a calmer and more serene face.
"I have to go," he informed her bluntly. "I've been here too long already. I don't think we'll see each other again for a long time."
"Didn't you say you'd be around if I needed anything?" Cole commented in a slightly jocular tone. "I feel I'll see you sooner than you think."
Crowe gave a light chuckle at the suggestion.
"It may be so." He smiled at him. "See you later, Detective Sear."
"See you later, Dr. Crowe."
After that last friendly goodbye, the psychiatrist turned around and began to walk as if he were going to enter the hotel as well. However, halfway there, he disappeared, fading into the background and completely taking his presence with him, including the cold.
Cole stayed there a while longer until he finished his cigarette. He didn't think carefully about the hidden meaning of those words, what had happened, or what his following action would be. He just stood there, finishing his cigarette and thinking about that drink.
— — — —
Matilda gave up her idea of ​​taking a full bath at that point due to her injury and just washed her hair and part of her body, just enough to make herself as comfortable as possible. The medicines still had her in a daze, so once she finished her improvised wash and barely managed to put on her pajamas, she lay in bed for a few moments, looking at the ceiling as if it was the most fascinating thing in the world. She forced herself not to stay like this for too long, and she immediately took her cell phone with the intention of… she really didn't know what she wanted to do.
Her first instinct was to investigate what to do with her rented vehicle, but then she thought of Eleven, Mike, and her daughter. Should she call them to find out how she was doing? She didn't know if she would be too intrusive. And, on top of that, she wouldn't know what to tell them that could be comforting; she was terrible at those things, which was not a remarkable quality for a psychiatrist.
Then she thought about her mother. Shouldn't she call and tell her what happened? She would otherwise end up arriving at her door out of nowhere with a gunshot wound to her shoulder. But if she told her what happened on the phone, she might upset her even more...
She sighed in frustration and pressed the screen of her phone against her forehead as if hoping it would help her think. She inevitably remembered Cole and Cody and that she had maybe been pretty rude to both of them a few moments ago. They hadn't done anything, and they were just as affected by all this as she was. And instead of reaching out to them with a helping hand, she had chosen to run away… Yes, that was the best way to describe it.
What kind of psychiatrist was she? At that rate, she would have to go to therapy herself, and everyone knows that doctors make the worst patients. She might have to apologize to both of them before she leaves in the morning, especially to Cole. They had already started to get along, and she suddenly returned to her rough attitude out of the blue.
But anyway, by that day, it was too late. Perhaps the best thing would be to sleep, rest, and worry about the rest the next day...
Then she suddenly heard someone knocking on the door, taking her by surprise. She flinched a bit, and her movement caused a nagging pain sensation in her shoulder. She waited a bit for the pain to subside, and then she carefully stood up and approached the door, almost without thinking. In fact, she was about to just open it directly, but before touching the knob, she thought twice. Hadn't there been too many misfortunes that day to be so reckless? She then decided to look through the peephole first to see who it was. That, however, did not help her much to calm down.
Standing in the hallway outside the door was Cole, looking to the side as he waited for some response from her. Matilda backed away from the door a little as if it had frightened her. What was he doing there? Has something happened? And how did he suddenly appear just when she thought of him? And… why was she reacting so nervously exactly?
Matilda breathed slowly, trying to calm down. That reaction was immature and irrational. With more courage, she removed the chain and lock, opening the door wide enough. Cole turned to her as soon as the door opened and smiled, apparently a little timid and uncomfortable. Before saying anything, the detective raised what he was carrying in his right hand: a six-pack of beers, one of which was already missing.
"Would you like a beer before bed to make amends, doctor?" he suggested with a jocular tone.
Matilda looked at him sternly but not too severely. He didn't look drunk as such, but she felt he had more than one beer on him. Even so, she was surprised, and at the same time a little embarrassed, how despite everything he behaved so lightly with her, wanting to "make amends" as if everything was slipping away from him. Either he was a person with a good emotional balance, or it was another one of his masks.
"Sorry, I don't drink alcohol," she replied, trying not to be sharp. "And even if I did, I couldn't mix it with my medicines."
Cole just smiled and nodded a little.
"I had a feeling that you would tell me just that…" he murmured, pointing at her with a cunning gesture. "Sorry for the interruption. Goodnight…"
He made a dismissal gesture with his head, and without another word, he turned around with the clear intention of returning to his own room.
"But…" Matilda said forcefully, drawing his attention before he left. The doctor seemed to debate with herself again for a few moments, but in the end, she opened the door wider and stepped aside. "Come in if you want. I guess we could both use a little talk."
"Will you charge me for the consultation?" the detective asked playfully, to which Matilda responded only with a questioning look. Choosing then not to continue tempting fate with jokes, Cole accepted the invitation.
The officer entered the room, and Matilda closed the door behind them.
— — — —
Cody lucked out and got a single room for the night, though it cost a lot more than he expected. He hadn't brought pajamas with him, so he just took off his shirt and pants to sleep in his underwear. He didn't have a toothbrush, either. And, actually, he hadn't even eaten anything, although for some reason, he wasn't hungry; in fact, his stomach felt queasy.
He didn't take a shower, just washed his face and soaked his hair a bit. Then he lay down on the bed, resting his head on a tower of three pillows to be almost sitting up, and turned on the television for a few moments. He didn't pay much attention to it; he had it more like background noise so as not to sink into silence.
The professor's blue eyes focused more than anything on the orange bottle with those magic pills that guaranteed him to be able to sleep all night without any dreams or nightmares, at the cost of practically not resting. But God knows what else unknown side effects could come on suddenly. He wondered if he really needed them; maybe nothing would happen, maybe he cared too much... But he knew that he was fooling himself.
Cody knew very well how his mind worked, and he knew there was no possible way he could get through the night without some horrible nightmare accompanying him. Whether it was the Canker Man, Lily Sullivan, or a horrendous, misshapen dark mass eating Eleven without him being able to reach her. Whatever it was, it would materialize through the corridors of that hotel, putting all guests in danger.
So, not taking that pill was not an option. Still, he had been staring at the bottle for about half an hour, waiting for something in his label to change and tell him not to do that.
He sighed wearily, placed the pills on the nightstand, and took his phone instead. He reviewed his conversation with Lisa. He had texted her twice after what had happened at the hospital and tried to call her once he was in his room. Lisa didn't respond to any of those things and didn't show up as she logged in for hours.
Cody tried not to let that bother him, especially when he had ignored her a few days after her discussion; perhaps it was her way of getting back at him. However, their last conversation had him unsettled, especially about what Lisa could do with the information he had shared with her. Not that he expected her to tell anyone, but maybe she just wouldn't take it well. He might not hear from her for days, and when he finally located her, it would be to end it all on bad terms.
He suddenly felt somewhat selfish and foolish for thinking about it at a time like this. Eleven was in a coma, people had died, Samara had disappeared, Matilda had been shot, and they had no idea who this mysterious enemy was that was haunting them or whether sooner or later it would come back to attack them again. By comparison, his concerns felt a little small... but not unimportant.
Without quite consciously proposing it, his hands opened the bottle and took out one of those small pinkish oval pills. He gazed at it for a few seconds in his hand, somewhat fearfully, only to be shoved right into his mouth, followed later by a small sip from the glass of water that rested on the nightstand.
It was done.
He lay on his back, staring at the ceiling while the television and light were still on. His vision and mind soon wandered, and the sounds on the TV distorted and confused. From one moment to another, he wasn't exactly asleep, but his body no longer moved; his eyes didn't really look at anything, and his ears didn't hear any sound either. He was simply there, reclining, his bald eyes unable to close, while his mind disappeared overhead. In a way, that feeling was like a nightmare, but at least it was one that only tormented him… as it should be.
— — — —
Cole sat on the floor mat to one side of the bed, quietly sipping his beers. Apparently, the fact that Matilda rejected them was not a reason for them to go to waste. For her part, the room's guest sat on the bed with her legs stretched out. While he drank beer, she settled for one of the complimentary bottled water and bag of peanuts that came with the room; these last ones she had placed on the bed cover so that they were easier to take with her free hand.
"He didn't know he was dead? Really?" The psychiatrist questioned skeptically. Before Matilda was aware, her casual conversation had quickly turned to the subject of ghosts. She supposed it was pretty common in a conversation with friends over beers and appetizers on nights to start talking about spirits and demons out of the blue. But this occasion was special because she was doing it with someone who was supposed to be more than an expert in the field.
Cole took a sip of his second (or third?) can before answering her.
"It's not that weird, actually," he explained. "I think I had already told you about it, but when death is violent and sudden, the transition from one state to another is so abrupt that the souls become confused, and they cannot process the entire experience. From that moment on, they live their day to day without realizing the passage of time or those things that contradict the reality they want to believe. It doesn't happen every time, but it is common."
Surprisingly, the officer spoke quite fluently and eloquently despite already having a few milliliters of alcohol on him, perhaps even more eloquently than he did when he was sober.
"I don't get it," Matilda pointed out, just after popping a peanut into her mouth. "Do you want me to believe that he was unaware that his wife, or anyone else, wasn't speaking to him or even aware of his presence?"
"I told you," Cole shrugged, "they interpret the passage of time and reality as best fits what they want to believe. You are a psychiatrist; you must understand it better than me. As in the aftermath of a traumatic experience, some memories are blocked, and realities are created to protect themselves."
"And does that apply to ghosts as well?" Matilda questioned, arching an eyebrow.
"So it seems."
"How interesting," muttered the brunette, somewhat sarcastically. "If I had met you before, I could have done my thesis about the psychology of the dead."
Cole laughed, amused by her jovial comment.
"I don't think many in your line are ready to take that idea seriously. Like you, for example," he pointed at her with the same hand that held the can.
"Do you think I'm not taking this seriously?"
"You do?"
No, she didn't really… or at least, not entirely. But right now, she felt much more open to considering the possibility. Quite a few uncontrollable things had happened in the last few days, in which her pride and arrogance hadn't been much help. And after learning more about Detective Sear, she didn't see why he would cheat or lie. Besides, it's not like she was going to solve the mysteries of life and death that very night; it was just a pleasant chat between friends. And perhaps, hearing more about how he saw this world of wandering spirits, she would understand a little what was hidden behind his mask of cheerfulness and carelessness.
"And you knew he was a ghost?" Matilda asked, trying to get back to the story they were talking about.
"Not at first," Cole replied, moving his head slightly to one side, then the other. "Now I have learned how to recognize them, and mainly to feel them. At least most of them... But back then, I could only trust their appearance and the cold that accompanied them. The first two times I saw him, I didn't feel the same as with others, but I could tell as I spent more time with him. Well, it also helped that my mom never mentioned she wanted me to see a psychiatrist. And once I mentioned it to her, I realized she didn't know what I was talking about. After that, I was able to see him in his actual appearance."
"And what was that?" Matilda asked with genuine interest.
"Basically, he looked so normal, but for some reason, many wandering ghosts who haven't crossed to the other side yet, are usually seen with the appearance they had the moment just before they died. In Dr. Crowe's case, he was shot in the abdomen, and his shirt was covered in blood. As far as it goes, he was the most minor terrifying thing I saw at the time."
"And he didn't realize it?"
"What? The blood stain? I suppose not. I go back to what I said before: they deceive themselves. But when I realized what he really was, I was not afraid of him like the others because I never felt threatened by him. He really wanted to help me, and he succeeded. He..." Cole paused for a moment, staring at the opposite wall, losing himself a little in that thought. "I think he was the first real friend I ever had… and he was already dead."
Although, at first, she joked a bit with the idea, in reality, Matilda began to find that point a bit interesting. The idea, hypothetical or not, of studying the states of mind that a deceased person passed through would be a totally virgin field in which there would be much to discover. Although, if that was in any way possible, she could bet that someone else, with the help of someone like Cole, had already done something similar without ever publishing it or passing without drawing much attention from the scientific community, for obvious reasons.
Matilda took a small sip from her water bottle as she thought about this. Leaving aside the professional (or pseudo-professional) nature of the matter, there were some other implications inherent in the possibility of speaking with the dead, some of a more… personal nature, but which she refused to give a definite shape in his head. As if that embarrassed her.
"And you told him?" Matilda asked suddenly after that moment of silence, taking Cole a little off guard.
"Excuse me?"
"Did you tell that man he was actually dead?"
"No…" Cole hesitated. "But I gave him a little push so he would figure it out on his own. After that, I didn't see much of him, so I assumed he had crossed over to the other side. Once every few years, though, he reappears to give me some advice, as if he were my personal Obi-Wan.
His "Obi-Wan"; that statement brought back to Matilda an old memory. She looked thoughtfully toward the door and picked up one more peanut from the pile next to her.
"When a soul crosses to the other side... can it return to this world?" she asked suddenly, with some hesitation in her tone. Cole turned to look at her, puzzled. Not because of her question but because of how she had asked it.
"Only on infrequent occasions, and I think only with people like me," he replied more seriously than before. "That is, with the proper Shining to communicate with them. But they never stay long. Being on this side is sometimes painful. Why do you ask?" Cole turned fully to her, looking at her with curious eyes. "Are you thinking about that doctor who jumped off the roof or Mrs. Morgan?" Matilda continued to stare at the door without saying anything. "Or in Carrie White?" Matilda remained silent, although her face made a little frown, similar to how her stomach hurt.
Cole then started to get to his feet, as dexterous as the beers he'd had would allow, and sat down on the edge of the bed. Matilda didn't stop him. The detective looked at her seriously, like a parent about to lecture a child; one fair but severe.
"I'm the least suited to say this, or perhaps the most depending on how you look at it," he stated calmly. Matilda looked at him just a bit. "But it isn't good to cling to the dead" He paused to drink a little of what was left in his can and clear his head in the process. "My mother died of cancer about eight years ago… or is it already nine? Anyway, when it first happened, it was so easy… to call her before me and be able to see her and talk; pretend that she had never left. But what I was doing was wrong. I was hurting her for my selfish desires, and me the same. I understood the hard way that although it is very difficult, perhaps one of the most challenging things that can be done, the best thing is to let them go. So they can rest in peace, and so can we."
Matilda was struck by how wise and convincing those words sounded, even from someone half drunk. Although she had not been through an experience even remotely similar to the one he described, she could imagine the emotional impact that could have on an individual. Perhaps that had been part of that mask he was now wearing, but she felt that while she was listening to him, she had been able to see and hear the real Cole Sear for those moments. And what she perceived… she had to accept that she didn't dislike him. Although if he smelled less of alcohol, it would be better.
The brunette smiled without meaning to, and not sure why exactly. It had simply gotten away from her.
"Eleven was right," she pointed out suddenly, sitting up straight on the bed and moving closer to him. "You really have a perspective on all of this that I could never have or even understand. I wish I could have used it better instead of feeling threatened by your presence. Maybe things would have turned out differently…" She looked ruefully to the side.
"It wouldn't have, and you know it," Cole scoffed. "If it makes you feel any better, I also felt a little jealous when I asked about you and heard everything the Foundation people said about "Eleven's Favorite."
"Oh, God," Matilda exclaimed between giggles. "Do they really call me that?"
She had come to think that everything Cody had said to her was just to annoy her, but it seemed that it was a very real nickname.
"Don't tell them I told you," Cole asked between some laughs. "But the reputation that precedes you can be intimidating and create a lot of expectations."
"So much pressure. Well, I hope I met those expectations."
"You did," the detective pointed out with conviction, leaning toward her slightly. "And too much..."
This took Matilda a little by surprise. She felt her cheeks flush, and unconsciously she leaned back a bit as if wanting to make even a little more distance between them. Cole apparently thought he had made her uncomfortable, which Matilda wasn't sure if it had been true or not. Despite his alcoholic state (which he apparently could control well), the policeman had the clarity to decide that perhaps it had been enough for one night.
"I'd better go," he said, getting up from the bed with everything and the couple of beers he had left, staggering a bit in the process but managing to stay on his feet. "You sure want to sleep. Tomorrow you will travel, after all."
"Yes, that would be for the best," Matilda replied calmly, also standing up to lead him to the door.
"Next time we meet, you'll have to tell me about that poltergeist you saw when you were a kid. "
"I don't think so," Matilda whispered wryly. She didn't think they could ever reach that level of trust.
The psychiatrist opened the door for him, and Cole walked slowly, perhaps to avoid falling. Before he got out, however, Matilda stopped him.
"Cole, wait a bit," she whispered, placing a hand on his arm to stop him. Her eyes stared at him with some intensity. "Tell me the truth… what was it you saw in Samara?" Cole looked at her blankly. "Everything you told me about a demon haunting her… was it serious?"
Cole couldn't figure out if she was asking because she was beginning to believe him or perhaps because she was hoping he would tell her something that would clear up the significant doubts that were starting to occupy her mind. The beer didn't help him much in finding out, either. For the same reason, before saying something that could ruin that little moment they had shared, he decided to say something that perhaps was not what she expected, which was quite sincere anyway.
The officer took a deep breath and leaned against the door frame to keep from falling.
"People like Eleven and I tend to walk in the shadows so much that it's all we see at one point. But you were able to see the light in that girl and realize that there was goodness in her. Maybe that was what she needed most, really. I am convinced that if you had had the time and the opportunity, you could have saved her, regardless of what I did or did not see."
Matilda smiled thinly and leaned her head against the open door.
"That doesn't comfort me."
"I know," Cole replied, shrugging. "But unlike Carrie White or Mrs. Morgan, Samara is still alive. As long as she's alive, there's still hope, right?"
Matilda nodded slightly, not in fact entirely convinced.
"Good night, Detective."
"Good night, Doctor."
Cole backed away, swinging down the hall a bit until he reached the elevator at the end of it. Matilda closed the door carefully after he left, and she stood in front of it for a while, her forehead resting against the smooth wooden surface. She wasn't sure if that short conversation had helped either of them in any way. But something was a little more certain: she was going to miss that… "detective of the dead."
She sighed and smoothed her hair a bit with her free hand. Now she really had to try to sleep. How well Cole had said, tomorrow she had to travel.
END OF CHAPTER 49
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