#x: sol y luna
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bl4ckst4rrr · 8 months ago
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"my darling paramour, my internal flame, my figueroth."
i am PUMPING out art this week. they could never make me hate u fiyda
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noixdraw · 2 years ago
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Yamato invita a Mimi a ver las estrellas y no precisamente las del cielo 😏⭐💫✨
Colab con @avazans para seguir el evento de Mimato Sol y Luna (este es la continuación del anterior fanart que hicimos), nuevamente usamos de referencia una F2U que se cambió en algunas cosas, está vez hice a Yamato (coloreado y LineArt), a @avazans le tocó a Mimi (Coloreado y LineArt) también puso el fondo. Y este fue el resultado, espero les guste 😊
La versión sin censura la encontrarán en Twitter y Pixiv en cada una de nuestras cuentas.
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poetsblvd · 1 year ago
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fic recs ﹐ ( carlos sainz x reader )
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— key — fluff (❀) angst (✿) smau (❁) mature (❃) —
mi coràzon, mi alma, mi amor (❁) @love-belle
bèsame (❁) @lecsainz
maybe if you loved me series (✿) @leclercsbunny
smooth operator (❀) @fleetwooods
the other woman (✿) @sainzproductions
love is easy (love is kind) (❀) @vamossainz55
spoiled (❃) @thatsdemko
style (✿) (❃) @mickyschumacher
death of me (✿) (❃) (❀) @mickyschumacher
chilli and lime (❁) @lorarri
moth to a flame (✿) (❃) @lxclerc
the lusty month of may (❀) (❃) @monzabee
cockblock (❀) (❃) @lxclerc
not in the mood (❃) @monzamash
afterglow (❀) (❃) @dilemmaontwolegs
old money (❁) @astonmartinii
a house, a home (✿) @vetteltea
oh simple thing (❀) @formulaforza
has yet to pass (✿) (❀) @leclsrc
do you want it (❃) @leclsrc
haircare (❁) @fiftiefive
eight or higher (✿) @scuderiasundays
broken like a glass (✿) @vinylsbygi
hold back the river (✿) (❃) @curiousthyme
maroon (✿) @f1letters
in this lifetime or another (✿) (❀) @libraryofloveletters
luna, sol, y mar (❀) @weeknd-ogoc
mans world series (✿) (❃) (❀) @sgkophie
about damn time (❀) @love-belle
in the middle of the night (❃) @silversainz
august rush series (❃) (❀) @harley-sunday
you’re no good for me (❁) @starkwlkr
spanish lessons (❃) @vamossainz55
boyfriend (❃) @starshapedb0x
young and beautiful (❁) @cartierre
thirsty thoughts (❃) (❁) @lorarri
glass table girls (❀) (❃) @droolezz
tell me what i always knew (❀) @internetgremlin-writes
sleepy (❀) @writing-about-current-obsessions
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lily’s notes , hi! the works listed in this fic rec list do not belong to me! these have been beautifully written by some of my favourite writers on here , i have probably explored every single inch of the cs55 fandom to realise that he doesn’t get enough love , so these are some of the cs55 fics i always always find myself running back to <3 i do hope to keep updating this list , but thank you to the fabulous writers who come up with this work ur amazing and ilu !!
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libraryofloveletters · 2 years ago
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Smoothest of Operations
pairing: carlos sainz jr x reader
summary: late nights, jet leg and messed up sleep schedules lead to words spoken which would normally be kept to themselves.
author’s note: kicking it off with my love 🫶🏽 hope y’all enjoy this
all photos are from instagram and/or pinterest :) 
written in the photos series masterlist
youruser
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liked by landonorris, yourbestie, mickschumacher and 9,342 others 
youruser: la to chicago all the way to key largo with a side of silverstone
location: silverstone // tagged: landonorris, carlossainz55
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landonorris: carlossainz55 can you teach her the lyrics? It’s your song after all 
 ↪️carlossainz55: it’s your friend 
landonorris: thanks for using a not ugly pic of me
↪️youruser: brb gonna post all the ugly pics I have of you now!
ln4: pretty!!
mickschumacher: it was good to see you!!
  ↪️youruser: you too micky!!
danielricciardo: that’s not lando in the last pic?? he barely has body hair
↪️youruser: kinda weird that you know how much body hair lando has 🤨
↪️landonorris: I will be reporting both of you
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blue - carlos// grey - lando
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youruser and carlossainz55
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liked by landonorris, carlossainz55, danielricciardo and 11,332 others 
youruser: we’re all terrible at golf 
tagged: landonorris, carlossainz55, carlossainzoffical 
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y/nxcarlos: this was not on my bingo card 
 ↪️youruser: your user wasn’t on my bingo card either 
ferrari55xmclaren4: THE JOINT POST??? 
landonorris: you didn’t even play? 
carlossainz55: speak for yourself 
   ↪️youruser: don’t be mad cause papi is cooler than you amor
ln4cs55: HELLOOOO ALKSBQIEBFQE HER REPLY TO CARLOS??? 
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youruser 
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youruser: formula one driver, chef, boyfriend and uber driver; feliz cumpleaños mi amor. eres mi sol y mi luna, te amo siempre 🫶🏽
location: madrid // tagged: carlossainz55
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landonorris: this is how I find out you guys are dating? 
  ↪️youruser: we’re not dating, you’re dreaming 
user55: omg???????? 
ferraristopbreakingmyheart: this is soooooooo cute!!!!!!!!! 
danielricciardo: happy birthday mate! got yourself a gem of a girlfriend carlossainz55 
  ↪️carlossainz55: thanks mate, and yes I know, she’s the best ever
      ↪️youruser: high praise going on here
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zeinkblotpot · 10 months ago
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My day 1: Moon and Sun
Mi día 1: Luna y Sol
(but Philza is the night sky instead of the sun/pero Philza es el cielo nocturno en lugar del sol)
Aka pissa x hades (videojuego >:D)
Philza es Nyx y Missa es Selene
(Yes I am doing it early because I can't do it the week planned)
Event being hosted by @dramaticcrow click here for event post!
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Interested in commissioning?
Please consider reblogging, likes don't do anything on tumblr and reblogging is the only way to keep traction on a post <3
Por favor, considere reblogging, gustos no hacen nada en tumblr y reblogging es la única manera de mantener la tracción en un post <3
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hellokittywrites · 7 months ago
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TEETH
primera parte.
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¿se sellará la indescriptible atracción que sentías hacia Park Sunghoon con el pinchazo de un colmillo?
pair: vampire! park sunghoon x f!reader (no hay descripciones específicas de cómo luce físicamente, así que puedes imaginarla como quieras <3)
summary: sólo te diré que está inspirado en la canción teeth de enhypen, vampire academy y hierarchy ;)
warnings of part 1: menciones de mordiscos, sangre y ataques de pánico (si hay alguno más no dudes en decírmelo¡!). also, la academia se llama bram stoker en referencia al escritor de Drácula
words: 5501
segunda parte tercera parte
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¿Qué tenía Park Sunghoon que siempre conseguía dejarte sin respiración? Podía ser su característica belleza principesca, casi digna del llanto de una voz poética romántica inglesa que la llamaba desde la desesperación de sólo ver fealdad. Podía ser su caminar, simple ante los ojos de los principales catadores de modelos que deben crear ellas mismas con cada paso la pasarela, pero demasiado elegante como para ser tan simple. O simplemente era el hecho de que era el ex de tu mejor amiga.
Él cortaba tu respiración desde la incertidumbre. Una chispa de interés provocaba que tu mirada quedase atrapada en su belleza, en su caminar, en su identidad. O, la identidad que él debe tener sin ningún juicio último que lo destinase así salvo la existencia de tu mejor amiga, la cual lo hacía en un ex y, por tanto, alguien que jamás debe traspasar las líneas de lo desconocido. Pues no debes saber quién es Park Sunghoon verdaderamente, no debes sentir interés ante él ni definirlo de una manera que no se resuma en tres catadoras palabras: frío, egoísta y narcisista.
Así debía ser Park Sunghoon en tu perspectiva, dentro de tu propio juicio crítico. Una sombra de fealdad y no de la belleza que tus ojos tan inocente e involuntariamente percibieron. Una imagen despectiva, para nada atractiva ya que, ¿por qué querrías a alguien frío, egoísta y narcisista en tu vida?
Pero aquella fijación silenciosa e indeterminada que tu persona padecía sufrir ante el imponente Park Sunghoon no coincidía con los asentimientos de cabeza que siempre le regalabas a Aerin, tu mejor amiga, cada vez que mencionaba a este "ser sin corazón", como ella lo definía. ¿Estaba bien juzgar a una persona sin conocerla? ¿Dejarse llevar por rumores emitidos por una clara e indiscutible subjetividad? No, claro que no lo estaba y tus padres, especialmente tu madre, te lo había inculcado, repitiéndote la misma reflexión cargada de tolerancia millones de veces, demasiadas este último verano, antes de ingresar en la prestigiosa academia Bram Stoker. Lugar en el que conociste a tu nueva y aclamada mejor amiga y lugar dónde tu secreta fijación tan vergonzosa ha nacido con el nombre de Park Sunghoon.
Jamás te habías sentido de esta forma hacia alguien en tu corta vida de veinte años. Era una constante consciencia que, si vuestros ojos se encontraban, se volvía similar al encierre que una historia produce sobre ti, llevándote consigo a lo más profundo de sus páginas, una absorción plácida que en ningún momento te hace considerar tu necesidad de libertad individual. Podía sonar demasiado particular e intenso esta comparación, pero de verdad lo sentías de esa forma: tan irreal. Más razones que hacían que tu curiosidad creciera hasta lo superlativo, quemara hasta tu propio sentido común.
Y es que cuando hacías contacto visual con Park Sunghoon, un indescriptible nacía. Una pregunta sin respuesta, una negación sin argumento. Pero, sobre todo, una atracción con, lo que parecía, una imaginaria justificación. Porque, a ver, sí, eras reservada y observadora. Una Luna que debe sentirse atraída a un Sol y no a otra Luna. En cambio, eso no sucedía así contigo. Sunghoon, otra Luna era el centro de tu capacidad de sentir atracción por alguien. Y no eras muy fanática de los romances entre personas similares, más atraída hacia los polos opuestos.
Esta ferviente situación comenzó a principio de curso, la primera vez que su persona, junto con la de su famoso grupo de amigos, entró en tu campo de visión. Con tu uniforme negro con corbata azul, te sentaste en lo que los alumnos denominaban Comedor -cafetería en tu antiguo instituto- y, jugando con la tirita de un corte en tu pulgar que el libro que te encontrabas leyendo la noche anterior causó, Park Sunghoon apareció. 
No hubo una primera impresión. No hubo una reacción. No pensaste nada. Las acciones del protagonista de la novela que leías hicieron que, ante hombres reales, no hubiese estándar alcanzable. Sí, la belleza de Sunghoon era arrebatadora, digna de ser observada por más de cinco segundos o un minuto, pero no sentiste esa necesidad. Fue como ver una obra de arte que no resonaba contigo, aunque fuese la obra más destacada y más bella de todo un siglo de artistas galardonados. 
No sentiste nada, pero al mirar de nuevo hacia tu mano para seguir observando la tirita, tu piel se encontraba lo más erizada que jamás la habías visto. Una piel de gallina casi enfermiza, con las puntas de las uñas de tus manos temblando. La confusión reinó por completo tu mente, expresándose en un ceño frunciéndose. Te acariciaste la piel cuestionándote su estado, y tus yemas de los dedos casi no la sentían. Te incorporaste un poco en la silla, colocando tus manos en tu regazo, intentando calentarlas un poco, mientras decidías no darle mucha importancia y pensar en otra cosa. Y, a la vez que decidías olvidarte de ello, tus ojos parecieron tener otra opinión distinta a la de tu mente, pues se dirigieron directamente a lo que habían visto antes de centrarse en la tirita. Tus párpados los cubrieron casi buscando detenerlos pero ya era demasiado tarde.
Unos ojos negros, profundos como el carbón, ocultos entre una piel extremadamente pálida, casi sin vida, asomándose entre dos líneas de oscuridad dada por pestañas, unos ojos brillantes ante la luz del comedor pero aun así tremendamente opacos, capturaron todo tu ser, aunque solo deberían haber capturado tu mirada. Ahora sí, la piel de gallina fue sentida. Ahora sí, los rápidos latidos de tu corazón dejaron de ser ignorados por tu cerebro. Ahora sí, tu lengua empezó a quejarse de su sequedad. Ahora sí, habías notado aquel indescriptible.
Desafíamelo con biología o con física, pero sentiste como si Park Sunghoon te hubiera activado, encendido, creado. Por aquella milésima de segundo que aquel contacto visual duró, Park Sunghoon pareció autodenominarse como dueño de tu cuerpo, controlando tus acciones con una simple mirada, manipulándote a su semejanza. Pero esto no era posible y, buscando ignorar la grandiosidad de las nuevas emociones que acababas de descubrir en ti misma, tras ver como él, sin inmutarse, rompía aquella conexión, miraste hacia otro lado.
Lado en el que se encontraba Aerin y el resto es historia.
Ahora que te encontrabas observándola durante largos periodos de tiempo, buscando que no se enterase de las miradas furtivas que le estabas lanzando a Park Sunghoon inconsciente de las mismas y el cual se encontraba bajando las barrocas escaleras de la entrada principal de la Academia, notaste la gran diferencia entre él y Aerin.
—Entiende que, por mucho que ya hayan pasado dos meses desde mi ruptura con el ser desgraciado...— Hizo una mueca con los dientes que los dejó pintados de su llamativo pintalabios rosa. Rápidamente gesticulé el mensaje y, sin vergüenza alguna, pues Sim Aerin nunca sentía vergüenza de ella misma desde el ser desgraciado; y tras una sonrisa que, como siempre, nunca le llegaba realmente a los ojos, continuó. —Lo que equivale a tres meses en el curso y por tanto, el final del semestre, he decidido dar un evento—.
Sonrió triunfalmente. No era la primera vez que Aerin hacía este tipo de "eventos", término con el que realmente definía una fiesta privada dónde lo ilegal se volvía legal por el dinero en la cartera de papá, el director de Bram Stoker, tataranieto del verdadero Bram Stoker. Nunca habías asistido a aquellas fiestas encubiertas porque eran para los alumnos SSR, es decir, los hijos de los principales dirigentes, tanto económica como políticamente, de la alta sociedad del país. Estos alumnos se diferenciaban del resto con una corbata carmesí y, aunque no pareciese real, no había un clasismo encubierto. No existía a diario una gran diferencia entre ellos y el resto de alumnos. De esta forma, que Aerin se hiciese mejor amiga de una de las estudiantes nuevas becadas de tercer año, tú, no le sorprendía a nadie.
Ni siquiera existía un trato especial para con estos alumnos por parte de los profesores. Es como si ellos hubiesen con su personalidad y acciones, hecho olvidar al resto de su verdadera posición social. Gesto que se observa en cómo no existía un grupo de populares diferenciados intocables. Salvo el grupo de Park Sunghoon, alumno obviamente SSR que junto a sus amigos Heeseung, Jay, Jake, Sunoo, Jungwon y Niki; se mantenían como el único grupo en todo Barm Stoker conformado por sólo alumnos SSR de distintos cursos.
Aerin y tú érais del mismo curso que Sunoo y, pese a lo anterior mencionado, Sunoo había mantenido plenas conversaciones amigables contigo e incluso él te consideraba una amiga. Pero no del grupo que, desde tu punto de vista, parecía una fraternidad llena de secretos. 
Podía ser que era por malas experiencias del pasado, pero una parte de ti siempre esperaba lo peor de Aerin, o lo peor de Sunoo. Todos ellos compartían esa sonrisa que jamás llegaba a sus ojos, un gesto que, bajo tu juicio, resonaba a una amistad llena de un vacío que jamás se podría cubrir. Aunque también podía ser simples suposiciones, pues Aerin no había sido mas que amable y Sunoo, más de lo mismo.
Cierto era que habías notado una ausencia de envidia o celos de los alumnos de tu rango hacia ellos. Ni una queja, ni ningún mal deseo. Ni una revolución. Es más, parecía que estaban deseosos de tener la atención de los SSR, especialmente de Sunghoon, la cara de la Academia. Un deseo que no compartías y que, siempre que escuchabas conversaciones en el baño de las chicas o tus compañeros de clase te comentaban algo entre as líneas de "ojalá poder estar con ellos", la extrañez era sembrada en tu interior. No te habías acercado primero ni a Aerin ni a Sunoo y no creías que hubieras tenido esa necesidad si ellos no lo hubieran hecho. Y, con respecto a Sunghoon, mientras sus ojos no se encontrasen con los tuyos, escapar era todavía posible.
—¡Qué buena idea!— Dijiste sin saber muy bien qué responder ante la noticia de otro evento al que, por normas establecidas desde un criterio un tanto desconocido para ti, alumnos de tu rango no estaban invitados. Aerin frunció el ceño rápidamente y sentiste un miedo irracional a haber dicho algo equivocado o a que hubiese notado tus miradas furtivas hacia Park Sunghoon. —¿Por qué el desinterés?— Su comentario, como tantos otros que desde su ruptura con Sunghoon te había dirigido, volvió a descuadrarte por un instante. Pero, y similar a lo que siempre sucedía, como si se hubiese acordado de algo tremendamente importante, ignoraba su propio comentario, en este caso una pregunta, para continuar con su monólogo, volviendo a sonreír de esa forma tan... SSR.
Aquel cambio en la actitud de Aerin hacia ti en instantes como éste fue paralelo a su desastrosa ruptura con Sunghoon. Dos semanas tardó Aerin en darse cuenta de que verdaderamente Sunghoon iba en serio en aquella conversación que, sin querer, habías escuchado un sábado lluvioso de noche, volviendo de la biblioteca de la Academia, dirigiéndote a los dormitorios que te correspondían, los de los alumnos no SSR, los azules. Además del lujo, la única diferencia con los otros era que se encontraban en un edificio separado de la Academia, al aire libre.
El libro de Literatura Universal era bastante pesado y ocupaba incómodamente gran parte la circunferencia deforme que tus brazos doblados y unidos realizaban para poder agarrarlo. Tus bailarinas negras sin tacón conseguían no hacer ruido al entrar en contacto con el suelo de baldosa a cada paso, siendo sólo posible escuchar el ruido de la lluvia. Hasta que, justo cuando ibas a girar la esquina para seguir con tu recorrido, la voz de Aerin te hizo pararte en seco justo cuando te ibas a adentrar en el pasillo en el que ella estaba.
—¿Cómo que quieres romper conmigo? ¿Tú sabes con quién estás hablando ahora mismo?— Su voz sonaba con un toque de ferocidad que jamás habías escuchado en ella al sólo conocerla desde hace un mes en este momento. El silencio le respondió. —No sólo asientas con la cabeza, Sunghoon. Eso siempre me ha sacado de quicio— Recordaste cada vez que asentiste como respuesta a una pregunta de Aerin y fue ahí donde empezaste a notar esa sonrisa SSR y, así, el modelo de sonrisa SSR.
Escuchar el nombre del mencionado te cortó la respiración del susto. ¿Por qué del susto? ¿Qué es lo que pasaba? Seguías confundida por cómo te estabas sintiendo mientras tratabas de pegarte a la pared, escondiéndote. Apretaste más el libro contra ti. 
Entonces escuchaste la voz que llamaba al latido de tu corazón a revolucionarse, como si fuese dueña de ellos, de él. Pero no de manera romántica, sino de una forma primitiva, casi depredadora. Sonaba grave, aterciopelada y un poco nasal. A tus oídos, estúpidamente un Beethoven. ¿Cómo era posible que una voz fuese catalogada de esta manera por cómo tu cuerpo se sentía al escucharla? No sabías.
—Cállate. Me tienes harto, Aerin— Frío.
—Nunca quise esto y sólo acepté por mi padre y lo sabes— Egoísta.
—Ah, espera... No me digas... ¿Te has enamorado de mi?— Narcisista.
Podías hasta casi oír la sonrisa ladina burlesca con la que había pronunciado aquellas palabras.
Fue tal y como Aerin en dos semanas te describiría a Park Sunghoon. 
Sus palabras tan duras envueltas en el sonido tentador que su voz era te aterrorizó por completo porque, en vez de cesar todo aquel juego que considerabas individual del observar el efecto que Park Sunghoon tenía sobre ti, no cabía en tu cuerpo la necesidad de volver a jugar. Así, te fuiste de aquel pasillo sin escuchar más.
Dos semanas después te "enteraste" de lo sucedido y, a partir de ese encuentro, notaste el cambio en Aerin y el esquema, además del espejismo, en el que todos los SSR parecían estar dentro.
—Bueno, olvida eso. Lo importante es que, esta vez, estás invitada— Dijo Aerin cambiando de actitud mientras daba saltitos y te abrazaba efímeramente. No te dio tiempo a corresponder el abrazo. —¿Cómo? Pero, ¿eso es posible? ¿No va contra las normas?— Aerin te miró como si tuvieras tres ojos y no dos durante un momento, para después ignorar tu negación. —Todo está permitido y es legal, creo que ya sabes quién soy— Se rio y la mención de su identidad te produjo un escalofrío.
La principal razón por la que existía una aparente igualdad entre los alumnos era porque nadie hablaba de quienes eran en realidad. Todos lo sabían, pero ellos jamás habían forzado ese conocimiento en el resto. ¿La razón? Desconocida. Así, te reíste nerviosamente, haciendo como si no hubieses escuchado sus palabras. Los ojos de Aerin brillaron. Respuesta correcta.
—No acepto un no por respuesta. El impresentable va a estar allí y necesito a mi mejor amiga para que me apoye— Su brazo rodeó tus hombros mientras os girabais para ir a clase, apareciendo Park Sunghoon en tu campo de visión, el cual estaba hablando con Heeseung y Jake cerca de la escalera por la cual le habías visto bajar inicialmente.
Estabas tan centrada en Aerin que pensaste que Park Sunghoon sólo había bajado las escaleras para después desaparecer, pero parece que había estado ahí todo el tiempo tras encontrarse con sus amigos. Fue inevitable no mirarlo mientras se te secaba la garganta y decías un "Claro Aerin" al no poder dejar jamás que ella te pirase mirándole. Aerin casi paró en seco tras darse cuenta de la presencia de Park Sunghoon. Tras titubear un momento, retomó el paso a una gran velocidad que te sorprendió. Así, con tu mente sumergida en la sorpresa, tus ojos aprovecharon para dirigirse hacia él y tu corazón latió con fuerza. Como siempre, Park Sunghoon parecía inmune a hacer contacto visual contigo. Te miraba como si estuviera mirando al vacío, haciendo un contacto similar al que haces al confundirte y sonreírle a una persona que en verdad, estaba mirando a otra parte.
Así habías llegado a la conclusión de que, en verdad, debía de estar siempre mirando en otra dirección. No provocabas en él lo que el provocaba en ti. Además, no sentías que el mismísimo Park Sunghoon mirase en tu dirección las mismas veces que tú le mirabas.
Tu interior quería su atención, la necesitaba de una forma que nunca conseguía dejar de sorprenderte. Pero él seguramente miraba a Aerin, arrepintiéndose estos dos últimos meses de su decisión de abandonarla, de ser ese Park Sunghoon frío, egoísta y narcisista, de no ser él. La conexión tan individual que sentías hacia él te hacía pensar de esta manera, apenas sin conocerlo. Unos dirán idealización, otros dirán una búsqueda de entendimiento de tus propios gustos. Yo digo una satisfacción de los deseos de tu yo más profundo que parecía que sólo él podía brindarte...
Pero él estaba por Aerin. Estabas convencida.
Pero oh, cómo te equivocabas.
‧͙⁺˚・༓☾  ☽༓・˚⁺‧͙
Tras llegar al comedor casi escapando de su ex, Aerin te sentó en uno de los bancos, justo al lado de Sunoo. La miraste con duda, temiendo su reacción ante el encuentro con Park Sunghoon. Pero, para tu sorpresa, y en contradicción con sus apretados puños casi blancos por sus puntiagudas uñas, estableció. —El evento es este sábado, siento que te avisara tan tarde pero me estaba asegurando de que pudieras venir con seguridad y déjame decirte que... qué segura estoy— Pronunció esto último mirando hacia el horizonte, gesto que te descuadró un poco. Miraste a Sunoo, el cual te la devolvió con una sonrisa ladina. —¡Hay que prepararse!— Le sonreíste de vuelta mientras un sentimiento asfixiante se asentaba en tu pecho. Lo llamaste hambre pero y tras comer, el hambre no puede durar... ¿verdad?
‧͙⁺˚・༓☾  ☽༓・˚⁺‧͙
Park Sunghoon no estaba mirando a Aerin precisamente. Desde que te vio por primera vez, todas sus convicciones de haber estado vivo temblaron -y mira que ha estado vivo por mucho tiempo-, ya que fue observándote (y después de hacerlo) cuando fue totalmente consciente de que no estaba ciego, de que sus ojos observaban una realidad cuyos colores sólo podía conocer a través de ellos, que realmente observar es una acción impersonal en la que el objeto que ha conseguido toda su atención, se vuelve lo más importante para él, aunque sólo sea por un segundo, una milésima, un simple pestañeo.
Cuando Park Sunghoon te observaba, no podía centrarse en nada más. Pero esta esclavitud de su concentración no estaba producida por resultar cautivado ante tu presencia, no. Era porque, por muy irracional que sonase, Park Sunghoon se sentía responsable de cada movimiento que hacías, cada respiración, cada paso. Era totalmente exasperante. Poco a poco, su sanidad se veía intoxicada por ti y, cuando eran tus ojos los responsables de su gran carga, Park Sunghoon quería más de ti. ¿El qué exactamente? No tenía ni la remota idea. O de eso se intentaba convencer.
Tampoco, según él, tuviste ninguna influencia en su decisión de terminar su trato, su engaño con Aerin. Y, tras ahora abandonar el hall con su ex, tampoco sintió las inmensas ganas de que te dieras la vuelta, volviéndole a brindar toda tu atención.
—Parece que Aerin te sigue odiando, Sunghoon— Sim Jake mencionó mientras que, con los brazos cruzados en el pecho, hacía una mueca de cansancio hacia donde Aerin antes se encontraba contigo. Eran primos lejanos y, tantos años juntos (demasiados), habían creado una atmósfera un tanto extraña. Su pelo rubio se movió también, al nunca estar tan controlado por Jake como le gustaría. Esto lo distrajo por un momento y no se fijó en como Sunghoon siguió mirando hacia aquella salida, contemplativo. Gesto que no paso de largo por Lee Heeseung.
—Ah, ya.— Fue simplemente lo que Sunghoon le respondió. A esto, Jake gesticuló con cierta energía.
—¿Esa es tu reacción? ¿No estuvisteis saliendo juntos durante todo el verano?—Sunghoon miró a Jake con cierto aburrimiento.
—Nunca fue seriamente— Jake miró con shock a Heeseung mientras cerraba la boca.
Heeseung, tras mirar un segundo a Sunghoon, hizo contacto con Jake y tras ver su sorpresa, rompió su silencio. —¿Qué? ¿No lo sabías?— Jake negó con la cabeza un poco, todavía sorprendido. Heeseung rio mientras le daba un suave golpe en el brazo. —Eso te pasa por siempre irte a Australia en verano— Jake lo empujó y comenzó a caminar hacia el comedor, negando con la cabeza.
—No es mi culpa que mi familia sea de allí— Refunfuñando, fue seguido por Heeseung. Sunghoon, un tanto sonriente ante las reacciones de su amigo, les siguió también, unos pasos por detrás.
Jake, que iba unos pasos más por delante, se giró y, tras dirigirle una mirada de disculpa, se colocó junto a Sunghoon. —No pasa nada, Jake— Rio este último mientras Heeseung esperaba a que llegasen a su altura, aprovechando para seguir observando la actitud de Sunghoon. —¡Perfecto entonces! Porque me acabo de acordar de la gran noticia. Aerin hará otro de sus eventos este fin de semana—.
Llegaron a la altura de Heeseung y Sunghoon simplemente resopló. —Vamos Sunghoon, el rol de vegetariano no te va muy bien—
Heeseung miró a Jake de soslayo, esperando que no siguese por ese camino. Sunghoon se tensó al momento. —No soy un asesino—.
Su tono frío le recordó a Jake por qué era un tema sensible pero, buscando reconfortar a su amigo, continuó.
—Tranquilo Sunghoon, es sólo pasarlo bien. Nunca ha muerto nadie así que no deberías— Heeseung interrumpió. —Mejor cambiamos de tema, ¿vale?—
Siendo el mayor de los tres, tanto Jake como Sunghoon dejaron de mirarse para asentir y continuar caminando. —Ahora que lo pienso no se si suena tan bien... Aerin va a llevar a su amiga, así que será su protegida— Jake lo mencionó con toda la buena intención del mundo, pero a Sunghoon no le gustó ni un pelo el tono decepcionante que usó Jake ni la mirada compasiva que Heeseung le dirigió.
Una necesidad casi primaria de prohibir a todo aquel que no sea él de mencionarte en los términos a los que Jake se refería perforó sus instintos y casi llegó a hablar para expresar tu súbito estatus como suya. Claro que Sunghoon fue el primero que se paró a sí mismo, extrañado ante sus sentimientos y negando absolutamente una posibilidad de necesitar protegerte o, peor aún, de morderte.
‧͙⁺˚・༓☾  ☽༓・˚⁺‧͙
Llegó el sábado sin anormalidad ninguna. Tampoco era como si estuvieses esperando algún cambio en la monótona vida académica que llevabas, o eso te repetías continuamente. El final del semestre se había dado el día después de que Aerin te invitara a aquel evento y de que te lo anunciara. Así pasaste el miércoles, jueves y viernes sin clases en tu dormitorio sólo compartido por ti y tu soledad. Aunque no sólo estuviste pudriéndote en tu cama con un buen libro, sino que también quedaste con Aerin y Sunoo en una especie de bosques interiores que existían en la Academia.
Un diseño arquitectónico que jamás habías visto, pues toda la academia se encontraba cubierta de patios interiores con la única excepción de la salida a los dormitorios de los alumnos azules.
Acostumbrada a las ventanas y, especialmente, a estar en contacto con el Sol, la estructura de las aulas y de la academia entera en general te resultó al principio un tanto agobiante. Techos infinitos que formaban triángulos afilados apoyados en altas paredes que sólo se encontraban agujereadas por ventanas en lo más alto. Escuchar por primera vez las campanadas de lo que parecía Notre Dame te había sorprendido. Antes de trasladarte, sabías de la apariencia tétrica de la academia, pero cada techo formaba un escondijo perfecto para el mismísimo Fantasma de la Ópera.
Pero nadie más que tú parecía extrañada, así que la normalidad fue sencillamente fácil de alcanzar.
La tela roja que conformaba tu vestido imitaba a tu propia piel al abrazarse con gracia y elegancia a la silueta de tu cuerpo. Sunoo te había convencido para elegir aquel vestido, haciendo hincapié en su gusto exquisito, cualidad que la misma Aerin no compartía pese a ser también una alumna SSR. Ella vestía bien, pero Sunoo más. La mirada indescifrable que Aerin te había regalado tras verte con aquel vestido a la salida de la academia (el evento se celebraba en una de las tantas casas sofisticadas de propiedad del director de la academia, es decir, del padre de Aerin), provocó una cierta inseguridad en tu apariencia. Fue Sunoo que, tras encargarse de tu pelo, asesinó cualquier sentimiento de duda.
—Estás exquisita—Estableció tras hacer contacto visual a través del espejo que el chófer de Aerin siempre traía consigo. Tu ceño se frunció ligeramente ante el uso de aquel adjetivo entre los tantos similares que podría haber usado pero, centrándote en la Luna que se dejaba ver a través del cristal, sonreíste con gratitud.
Aerin con su vestido verde oliva también lucía absolutamente preciosa y, la forma en la que había mencionado a Sunghoon con tono de venganza, entre las líneas de "se arrepentirá de haberme dejado" tras Sunoo alabarla, sonaba más a una auto convicción que una promesa.
No decidiste prestar atención a cómo siguió la conversación porque... Sunghoon. Una adrenalina provocada por un estímulo que no sabías muy bien identificar se había asentado en tu vientre, haciendo casi temblar tus manos. Ahora el hambre era adrenalina.
Tu intuición te avisaba de que hoy no iba a ser como las otras veces, una presa que consigue escapar por la indiferencia de su depredador. Hoy, tu intuición te hacía asesina de tu propio juicio, o eso es el destino que ésta selló. ¿Iba a ser así? No tenias la prueba científica... ni siquiera sabías exactamente por qué te sentías así. Pero, cada vez que Park Sunghoon se hacía camino entre tus otros pensamientos hasta llegar al centro de tu mente consciente, la adrenalina se descontrolaba. Morirías de hambre a este paso.
Aunque tu juicio, todavía vivo, no quiso atender, ya que ¿por qué pasaría algo con Park Sunghoon justo hoy tras tres meses de simple atracción no correspondida?
De nuevo, erraste en el primer momento en el que estableciste que a Park Sunghoon le eras indiferente.
‧͙⁺˚・༓☾  ☽༓・˚⁺‧͙
El trayecto fue corto y simple, lleno de ilusión. No sabías que te esperaba y la cantidad de anécdotas que Aerin y Sunoo te contaban hicieron que tuvieses grandes expectativas. Tenías pensado pasarlo bien, intentando ignorar tus presentimientos, ya sean malos o buenos. Además de que todo iría bien, como muchas veces Aerin y Sunoo habían repetido porque ibas en calidad de su "protegida". Todavía no habías entendido muy bien qué significaba aquel término y las respuestas evasivas de Aerin no te aclaraban nada. Pero como estabas centrada en disfrutar del momento buscando cesar tu personalidad de naturaleza tan responsable que te ahogaba con el constante recordatorio de la existencia de consecuencias que tus actos podían llegar a producir, no insististe más.
Hasta que los viste. Varios pares, casi centenares, brillantes y puntiagudos, escondidos, casi tímidos en las distintas bocas por las que se asomaban. Colmillos.
Entrar en la fiesta que se estaba dando en la piscina no supuso ningún alteridad de tu intención inicial: pasarlo bien porque todo iría bien. Ni rastro de colmillos, nada. Simplemente te extrañaron dos cosas. La primera: ¿cómo una fiesta con tanta gente tenía tan poca iluminación, dependiendo solamente de la luz de la luna para ver? Aerin te habló de un apagón temporal. La segunda: ver la cantidad de parejas que se encontraban besándose en el cuello. Sunoo te dijo que eras demasiado inocente, hecho probablemente cierto.
Nada alarmante, nada alterante. Hasta que, tras estar bailando cinco canciones seguidas con Aerin y Sunoo (realmente te lo estabas pasando en grande), un pin pon con un borracho Jungwon y un descanso en la cocina con Jake y más conocidos; te excusaste para ir al baño.
Llevabas cerca de dos horas en aquella fiesta y sin una gota de alcohol en el estómago (sorprendentemente sólo había vino y Aerin no te lo recomendó al ser de mala calidad, pese a, después y desde la cocina, verla bebiéndolo), pensaste que buscar el baño no iba a suponer un gran reto. Pero te perdiste y caminando por el segundo piso sin rumbo alguno, la suerte preció estar de tu lado cuando lo encontraste.
Todo iba tan bien, tan perfectamente bien que mientras acercabas tu mano al pomo de la puerta entreabierta sonreíste para ti misma, sintiendo que habías juzgado todo demasiado meticulosamente, dándole la razón a tu madre. Hasta que lo escuchaste.
—Muérdeme, por favor— Una voz femenina y un sonido de piel desgarrándose rompieron el silencio de aquel blanco pasillo del segundo piso y, levantando la cabeza, viste a un Heeseung mordiéndole el cuello a una chica que no conocías haciéndolo sangrar.
Tus mofletes se calentaron y te apartaste rápidamente. Los gemidos de ella y los gruñidos de él anularon cualquier sonido que pudiste llegar a hacer mientras te alejabas, buscando volver a la piscina. Buscabas quitarte aquella imagen de la cabeza, aunque la sorpresa era indudable. Sabías que había gente a la que el dolor le producía placer y nunca te habías considerado una de esas hasta que viste aquella sangre corriéndole por su cuello. ¿Por qué tu cuello no paraba de palpitar?
Bajaste la escalera y echando una ojeada al primer piso para distraerte, volviste a encontrarte con la misma posición. En este caso, era Jake con una chica que tampoco conocías. Rápidamente seguiste bajando las escaleras, llegando al porche. Tu corazón latía demasiado fuerte y decidiste pese a lo que Aerin te había dicho, beber el vino servido. Necesitabas alcohol para quitarte aquella sensación.
Así te llevaste el vaso a la boca en la soledad de una desierta cocina. Todos estaban en la piscina bailando o besándose el cuello, pues la cantidad de parejas parecía haberse multiplicado desde el inicio de la fiesta. Verlas así te devolvió el recuerdo de lo que minutos antes habías visto y, ya sin dudas, te llevaste el vaso a la boca.
Un sabor metálico y un tanto caliente hizo contacto con tu lengua. Escupiste al momento. ¿Por qué aquel vino sabía a sangre? Abriste la nevera con la necesidad de quitarte aquel horrible sabor de la boca y las viste.
Más de veinte envases de plástico con etiquetas que ponían nombres de distintos animales en rojo te recibieron tras abrir la nevera. Era sangre de animal. El estómago te dio un vuelco y sentiste arcadas. Rápidamente fuiste al grifo y bebiste agua pese a nunca gustarte beber de él.
Mientras te limpiabas la boca notando que el gloss todavía resistía en tus labios, lo que habías visto anteriormente ya no te pareció una simple coincidencia. Así, con el ceño fruncido y una valentía calculadora, te acercaste a la piscina y observaste tus alrededores,¡. Destellos blancos similares a perlas parecían reflejar la luz de la Luna en aquellas parejas que ya no estaban unidas por un beso. Mirándolo mejor, era un mordisco.
Tu respiración se aceleró casi entrando en un ataque de pánico hasta que viste la figura de Aerin y Sunoo. Sintiéndote infinitamente aliviada, ibas a empezar a caminar para ir hacia ellos hasta que Sunoo abrió la boca tras acercarse al cuello de Aerin y viste con tus propios ojos como los dientes de Sunoo se transformaban en afilados colmillos que perforaron la piel de Aerin, haciéndola sangrar.
Las caricias de Aerin y sus ojos cerrados por placer fue la señal que necesitaste para darte cuenta de que había un consenso, de que esto era normal, de que esto era lo que pasaba en estos eventos.
Tu mente empezó a dar muchas vueltas, especialmente por el hecho de que no sabías muy bien qué tipo de culto de imitación vampírica se estaba llevando a cabo. Tu respiración se aceleró y entraste de nuevo en la casa, buscando escapar. Subiste la escalera hasta el primer piso sin darte cuenta de que Jake podría seguir allí (tampoco pensaste en ello del estado de shock en el que estabas entrando). Esta vez subiste hasta arriba de todo, no parando en el segundo piso. Necesitabas alejarte de fuese lo que fuese que estaba pasando abajo y, por alguna razón, ir arriba del todo. Necesitar ir arriba del todo.
Rápidamente, llegaste a la cima de las escaleras que consistía en una puerta ligeramente normal para el lujo del resto de la casa. Estaba entreabierta y la brisa nocturna salía de aquella. Justo lo que necesitabas en ese momento, lo que más anhelabas en ese momento estaba detrás de esa puerta. Así, cumpliste esa necesidad abriéndola y penetrándola.
Con las manos en los bolsillos y sus dos mechones de flequillo moviéndose en un dócil aleteo que la brisa nocturna provocaba, la figura esbelta e imponente de Park Sunghoon te recibió y sus profundos y mortales ojos se clavaron en tu persona sin titubeo ni expresión, pero con la intensidad de un contacto anhelado en sueños.
"Él es lo que necesito, mi sueño cumplido"
‧͙⁺˚・༓☾  ☽༓・˚⁺‧͙
notes 1: la segunda parte está en camino y esta semana estará terminada... no tengo pensado hacer más así que esto sería un one shot de dos partes (?). aunque si se me ocurre algún drabble pues quién sabe juju. espero verte en la segunda parte ilysm <3
ʕ•̫͡•ʕ•̫͡•ʔ•̫͡•ʔ•̫͡•ʕ•̫͡•ʔ•̫͡•ʕ•̫͡•ʕ•̫͡•ʔ•̫͡•ʔ•̫͡•ʕ•̫͡•ʕ•̫͡•ʔ•̫͡•ʔ•̫͡•ʕ•̫͡•ʔ•̫͡
notes 2: omg!! el primer fic en español que escribo por aquí... veremos. si te ha gustado puedes dar un like y rebloguear y, si te sientes amable, un comentario me haría super happy. no he visto muchos blogs escribir en español de enhypen e intimida un poco 🙂‍↔️ solo espero que te lo hayas pasado bien leyéndolo como yo escribiéndolo jusjus. i love you <3
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headmateelevator · 2 months ago
Note
hello! could we please request a level two ranboo (dsmp)? including typing example and excluding front triggers and roles!
with a space and winter/snow theme! a fem gender. and a few non-noun neopronouns please! also. idk if we are allowed to ask for things not on the template. but a few 1st person neopronouns too?
thank you! this blog is great btw! :D!!! -green anon
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order up!
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name(s) - Lumi , Boreas , Khione , Chióni , Eira , North , Frostine , Frost , Blizzard , Alba , Boo , Altitude , Apricity , Aquilo , Arctic , Blanca , Blizzard , Boreas , Chione , Crystal , Demetria , Freeze , Frost , Frostbite , Miyuki , Neve , Nevis , Andromeda , Apollo , Artemis , Aster , Asteroid , Astraios , Astro , Celeste , Celestia , Comet , Cos , Cosmos , Esther , Exo , Kulpar , Beloved , Luna , Matter , Moon , Nebula , Nova , Oranos , Orion , Sol , Soliel , Star , Starshine , Stella , Sun , Void , Nueve , Pan , Permafrost , Snow , Uncia , Viola , Winter , Xuĕ , Yukina , Snow , Andri , Bylur , Snowstorm , Permafrost , Aneira , Nevada , Alaska , Aquilo.
pronouns - they / them / she / her / ey / em / er / ers / hy / hyr / hy / hymn / ae / aer / it / that / thing / thon / thons / vae / vaer / se / sim / ny / nym / th-y / th-m / shy / shyr / thy / thym / x / xs / sh* / h*r / shx / hxr / hx / hxm / thxy / thxm / snow / snows / winter / winters / snow / flake / cold / colds / fre / freeze / bliz / blizzard / frost / frosts / chill / chills / frostbite / frostbites / tundra / tundras / arctic / arctics / shiver / shivers / ❄️ / ❄️s / 🌨️ / 🌨️s / 🧊 / 🧊s / spa / space / spaces / sta / star / stars / co / comet / comets / pla / planet / planets / gal / galaxy / galaxys / li / light / lights / mo / moon / moons / shi / shine / shines / tu / turn / turns / spi / spin / spins / su / sun / suns / bri / bright / brights / cro / crown / crowns / 🌌 / 🌌s / ✨/✨s / 🎇 / 🎇s / 🪐 / 🪐s / ⭐ / ⭐s / 🌟 / 🌟s / 🌀 / 🌀s / ☄ / ☄s / 🌠 / 🌠s / 🌙 / 🌙s / 👽 / 👽s / 👾 / 👾s / 👑 / 👑s / 💎 / 💎s / 🔭 / 🔭s / 🚀 / 🚀s / 🛰 / 🛰s.
1st person pronouns - i / me / my / mine / myself / ar / ar / arc / tic / arcself / mrri / mrre / mrry / mrrine / mrryself / i / ce / ice / icine / iceself / dai / dae / dy / daine / daiself / spi / spa / space / spacine / spaceself / sti / sta / star / starine / starself / X / X / Xy / Xine / Xself / li / love / lovely / lovine / loveself / ei / e / en / end / endself / dar / dare / darly / darling / darlingself / eye / meye / meye / meyene / meyeself.
gender(s) - girlish , genderflir , etheria , neogirl , nymgirl , luveratix , neigean , kalanagender , snowgirl , snowfallgender , lumilexic , noxventic , pleiadessidrea , spacegender , stargender , fargalaxian , astroscenic , galaxyflower , cosmiclatteic , galain , sueaumoc , noctichrine , canistellation , heavoid , beltzelestial , spacecoric , moongender , galasterios , staric , stargalactic , destria.
orientations - bisexual , masc leaning attraction.
species - half-enderman.
source(s) - c!ranboo , dsmp.
emoji(s) - ⬛ , ⬜ , 🌻 , ❄️ , 🌨️ , 🧤 , 🌌 , 🌠 , ✨ , 🌙 , ☄️
likes - cold weather , flowers , sweaters , comfortable clothes , friends , peaceful music , minecraft and other games , reading , watching youtube videos , meeting new people , stargazing , learning about space , aliens , cats , any animals or pets , going on walks , coffee , repeating things said by others (echolalia) , watching cartoons , cooking.
dislikes - sudden or loud noises , overheating , pain , loneliness , rude people , tags in shirts , cheap jumpscares (they always get hyr and shy hates it.) , sparkling water , feeling grimy or gross , picking sides.
personality description - a friendly and polite alter, they enjoy speaking to friends and people in the systems life any time they front, and love to meet new people when given the chance, once shy makes a friend, shy will remain loyal to them and stick with them in whatever situation they may need help with. while x loves meeting new people, ny often enjoys staying in and watching things on tv, or cooking something nice when given the time. she can often be a bit forgetful, but tries vaer hardest to keep up with things and people in their life, often writing things down in a notebook or notes app to keep track.
typing example / small message - hello, hello! I'm Boo, and it's nice to meet you!! li just thought mrri should write a little message to.. say hello and everything! dai'm honesty very excited to meet everyone in person!! this message probably isn't really enough to say hello properly.. or really say anthing about iceself.. but sti'm sure dai can give a better hello when I finally actually get there!! x'll hopefully see you later?
faceclaims -
( 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 )
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23 notes · View notes
skarsbabe · 10 months ago
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Sol y Luna; a captain's order.
Bill skarsgård x reader!au
Summary; A rejected soldier and his love-hating woman of a surgeon meets again in a different circumstance—hoping to forget about one another what will happen if old flames reignite in amidst of sworn duties and personal feelings?
TW. Implied violence, cursing. (talk of gùns, blàdes, etc.) Read at your own discretion.
a/n: inspired by descendant's of the sun series because i'm in love with it (and bill). I also might've changed a few details in this, and gave them their own background stories & characters.
word count; 2.6k
ATTENTION: I do not consent my work to be copied, posted, or plagiarized in anyway. This is an ongoing series let me know if you liked it!!
* All rights reserved for the original series. *
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"It's the demilitarized zone, so we'll resolve this in dialogue." Bill says casually as him and Wolf take their gears off. See this was a normal thursday for the big boss, atleast that's he thinks. Wolf looks at his friend with a blank face and eyes for hunger, maybe what hid behind his eyes has a double entendre since their meal was cut short by these troublemaking bastards.
The rest of the alpha team stood alert as they watch their captain and comrade approach the ruined building where two hostages are captured in. Two hands raised in a surrending manner bill spoke, "This is the operation commander, is the two hostages okay?," fuck they are really making it hard for them, he thinks.
"Let's stop this now, we'll send you home." he shouts from the outside making the hostage-taker scoff in response. "Looks like they won't go quietly," wolf whispers next to him, yeah man that's what I've been thinking, wanna hit this old style? He wants to say. "Let's go in." Bill smiles and nods before he clicks on his earpiece
"Big boss transmitting, I'm going in with wolf." Big bad soldier with a head full of ego.
"Piccolo transmitting, position secured." The two held up their hands together still, feigning in surrender in exchange for the two imprisoned victims.
"Snoopy transmitting, explosives in place." This all suddenly took all of the remaining special forces team's attention, especially harry potter. "We're using explosives?" snoopy glared at him "it's only a last resort in case the negotiation fails." The team gave their sighs of defeat and tight-lipped resignation while hoping for the best of not having any casualties for the day. Perhaps they still remember the earful they've received from the general.
"Stop this now while we still let you, it'll only get worse in the morning." Wolf's impending patience gets shorter each second these kidnappers waste.
Suddenly the doors busted open in place as the criminal's lunges at the two like dying hyenas out of the cage, all of them are armed with different blades. Classic move.
They all fought them off with ease until the the leader of the gang meet's bill's eyes. A familiar one he thought. Half of his face was being covered by the black balaclava but he knew that look all so well. One that thought him how to kill, and how to be killed, one they thought was gone, has reincarnated himself in front of him, meeting death itself.
Before he knew it a blade slashed itself into his side, waking his brain from his old dilemna of memories from the past, "sierra."
"I'm glad you recognized me, comrade." He laughs darkly as his eyes hold no remorse. "But i'm afraid I can't let a special forces man, let run free after this incident." He says before he swiftly runs his blade to his face once again, they fought time and time again before bill's blade reaches sierra's neck.
"you won't be able to kill me, we both know that a man of the country he serves cannot kill." The nerve of this man really.
"But we, the republic, are different." He smiles before bill feels the coldness of the barrel behind his head. Wolf turns to his side as he hears the sound of a glocking gun, seeing his comrade calm as he is while being in the line of meeting God.
"Seventy years since the division and yet we still have misunderstandings." Bill scoffs, before he looks at the man dead in the eyes. "If it is to protect the peace, we will shoot precisely, wherever, whenever."
sierra looks to his side to see a red dot following suit, pointing precisely on his forehead. "Let's not make any mistakes like this again. I don't interfere when an enemy makes a mistake."
"I can't come as a warrior and leave as a casualty." Sierra says as he orders his men to put the gun down. "Nice to meet you again, Captain Skargård."
"Likewise, but let's not make it an annual event, lieutenant Santos." sierra yields his weapon to the ground and orders his men to go follow him. "Big Boss transmitting, alpha team has resolved the situation."
"you must've felt proud, huh." Wolf whistles in his direction, smirking. "big bad cop."
"DID YOU SHOOT WITH YOUR EYES CLOSED? your score.."
"This barrel looks a little twisted, doesn't it?" Wolf complains in response while inspecting the toy gun in hand. "It doesn't shoot very well," while the two expresses their annoyance to the toy gun forcing and banging it in different ways the owner of the store yell's in caution "hey! Be careful with that!" He says before he snatches it from wolf's hands, "mister, your gun doesn't work." Bill snickers in response laughing in his friend's unimpressed face.
"That is because you aren't real soldiers, people in iraq uses this exact model and they work just fine," he yaps in annoyance. "This isn't the same model—"
"THIEF! THIEF! CATCH THAT THIEF!"
The sargeant sighs in place. As their attention caught on the commotion happening, "Let us borrow this for a bit." Before he snatches it away from the owner's hands, "but we're on our break, man." Bill complains before following his friend.
"It's a toy gun so we have a short range, about five meters." wolf says while they stand their ground aiming the gun at the alleged thief running on a motorcyle. "Ten meters,"
"Guys that's dangerous, move! move! You hey!" The thief screams, before the two clocks their toy gun in place. "Shoot." Baby bullets shoots through the teenagers eyes aiming it perfectly making him fall off and slide onto the fruit stand on the corner.
"Did you call the police?" Wolf asks the motorcyle owner, before he hears it's engine roar, "The motorcyle is fine, calling the police over for a coupon thrief is more bother than what it's worth. Besides his injury has nothing to do with me. Okay? Thank you." The man spoke hurriedly before he rode away. Wolf sighs in defeat before he saunters back with friend who seems to be writing something down on the thief's forearm.
"You little punk one wrong move and you could be stuck with lifelong spinal injury. Don't move." He says before he flicks the thief's forehead back to lie down.
"What are you doing now?"
"Providing first aid after an act of social injustice." He says before pulling the string from his pants, smiling mischeviously, "let me buy those two teddy bears there,"
"Ah, Those aren't for sale," the owner buts in again before he was glared by the two men in response. "Sell them to me, or I'll win them all."
The man runs back with more stuff toy than they needed.
"I think she is the one." Wolf says before patting the head of his date, a white bunny plush bear. "yours is pretty cute." wolf teases as he sees his friend choke on his drink. "This? We're just friends," he responded with unfazed sarcasm, "is that so? Rejected you, again? That's why your friends?" wolf teases more before bill's phone rang, "oh you wanna play dirty. Oh look who's calling, what a coincidence." bill smiles in victory.
"What is that the unit? Are they gonna cut our lunch short, again?"
"Not our unit, but yours." Bill laughs as he flips the phone in wolf's direction, seeing the caller id as her name, In big bright bold letters.
Lieutenant. Vann-Reid
"Don't you dare answer that." Wolf hisses as his friend, who's still having his fun by pretending to swipe his finger onto the answer button. "I'll treat you steak." He tries to plead again, only to be met with more boisterous laughter coming from him, "Steak? I sure make enough money to eat that everyday, is that your best negotiation yet?" Bill simply taunts, he really is The big boss, wolf thinks, the big boss of ego and flattery.
"I have a cousin who's a flight attendant that I can set you up a date with now, decline that call." Now he really must've hit the jackpot as bill's eyes glints in delight.
"And you've been hiding that desirable family member from me? How dare you." Bill gasps in fake offence while clutching his chest. "C'mon stop with the dramatics, do you want it or not?" He glares at his friend again, "I didn't say anything did I? Give me your phone, c'mon I have to see this flight attendant cousin of yours,"
"I think it got stolen."
"What?"
fuck, it was must've been taken by the boy thief from earlier. "What hospital did they say they we're taking him?"
"Bed eight motorcyle accident, minor lacerations on his forehead and legs, right ankle suspected to be sprained."
Emma says as she reads his chart. "Mister if you don't mind me asking what happend to your forehead?" pointing to his, seeing marble shaped circles. "Oh wait, you also dropped this earlier from your jacket sir, it's been ringing nonstop." Emma smiles as she hands the patient his phone. "Oh no, no you hold onto it first, I'll just go at the comfort room."
Oh. he'll be back, she thought. Well, that was 20 minutes ago, too long for a bathroom break from a patient who's not suffering from any stomach problems whatsoever. Emma had been running around like a lunatic mother finding for her child before she stumbles and sees you doing your rounds.
"Doc. y/n thank god you're here. The patient in bed five, I-I think he might've ran away," she babbled, while panting from running too much. Seriously, how many patients do they lose in an average day? "Look he has this teddy bears wrapped around his head, and well, he's limp."
Behind her, there exactly stood a man in his early 20's in skinny jeans, with head covered by two plush teddy's, pink and blue. Limping his way out of the exit.
What a day to be an ER doctor, you think to yourself.
"Yeah, yeah, excuse me," the man says hastily before he limply took off, taking one step and a time. You both ran towards him. "Okay sir, this has been fun and all but we seriously have to treat you."
"I'm fine, why don't you believe me, look I can walk okay? just let me go." This man was really trying to be everything but convincing, "Sir if we don't treat that leg of yours, it could to more damage than it is, so listen to me and lie down," you sternly spoke, before assisting him to his bed.
"You don't get it if I don't get out of here, my boss will put me straight in the morgue."
Morgue?
"well are you part of a gang?" You asked without hesitation, Looking at his eyes directly. "W-What, no." the fear in his eyes doubled in sized when he realizes he's been caught. Well he may be part of a gang somehow, but he didn't expect this doctor to ask such direct ones as bait.
"Well this is a hospital. Tell that boss of yours that if he ever comes here, we'll call the security right away to have him thrown in jail, got it?" You assure him, "who wrote this?" seeing a note written in a black marker inlcuding his chart.
Boy thief, must be treated in the most painful way possible.
The boy sighed again, "ah well that has been there when the paramedics brought him in—" emma replied shortly before she was interrupted by the boy, groaning in pain. "It's the punks who shot me." You and emma laughed in amusement, "shot you? with what baby bullets?" Yes dammit, with baby bullets, a toy gun brought him to this condition.
"Well whoever did this is sure an expert in the field, look at these plush teddy's very fitting for a first aid." You mock him playfully as you order emma to get his x-ray checked, "I'll be back for you, nurse emma, call me if he ever tries to escape, again." As you walk away emma hands you a phone, "what is this?" You asked in curiousity, "well that patient in bed eight told me to onto it, but it wouldn't stop ringing so I didn't know what to do."
huh. Why wouldn't a phone owner answer his own phone?
You nodded towards her as you take the phone to see it still ringing, the caller id listing as Big Boss. Oh he really is part of a gang, and a lame one at that. You thought. "Hello?"
Bill sighs in annoyance as he grew tired of running in circles again and again through the white hospital halls, the dim lighting and people swarming around waiting to get treated, makes it harder for bill to retrieve the phone before he hears it ring for the last time and hears a response. "Hello?"
Angel. That's what bill heard, a savior in his time of need. "Hello is this the patient's guardian?," the woman, angel spoke again. bill loses his terrain of thought as he hears it being too close by? He opens one of the curtains behind him as he peaked to see a white wearing coat doctor suturing a patient in hand while holding, wolf's phone.
"well, yeah hello," bill then spoke from where he stood, puffing out his chest, smirking as he observed the doctor in front of him. You turn behind you as you hear an unfamiliar voice before catching up to what's happening, "I'll be back sir," you say before standing up to remove your glove and gauzes in place. Your hair struck in different places but you had never been more heavenly to bill's eyes. "Sir hello, are you the guardian or the patient's gang boss?" what.
"No, what?" bill retracts his statement from earlier, an angel isn't this fierce to make him sweat too much, no, he's part of a super elite team for fucks sake, why is he nervous about this woman questioning him. Pull yourself together.
"Well you answered the phone, does that mean your big boss?," you asked while showing him the caller id in the phone. "Well yeah, technically I am, doc. But hey listen—" you nod in petty aknowledgement before deciding to call the cops number in the keypad. "Hello yes? This is Doctor y/l/n, from Rutherford hospital I'm calling for a—hey what," before you knew it the phone was swiped away from your ear, flying before bill catches it with ease. "Listen, Doctora, y/l/n or whatever, my job is very confidential and I would get in risk if we involve the cops, just give me the phone and we'll leave," bill now smiled, hoping his charm would work on the doctor.
"Why would your job be in risk? So your admitting to be that patient's boss who'll put him in the morgue?" You narrow your eyes at him, before you get your name called by emma again.
"Doc! He espcaped again! Oh no I lost him," emma sprints towards her. seriously? "I would like to continue this Big boss, but I'm afraid I'll have to cut our meeting short by duty calls, excuse me." You ran towards emma as your coat rushes by the wind, meeting her halfway before ordering to call the security for assistance. Meanwhile bill thought he had fallen in love in the most accidental way, in a hospital.
What are the odds of meeting his future wife and savior of an angel on an average break?
_ _
a/n: that was the first chapter, let me know if this was badly written or not, it's my first time writing TvT
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ellivius · 4 months ago
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MidnightFestTober2024
Día 10: "Calaveras"
"El Sol se deshizo de la Estrella.
Desconsolada, la Luna llora su perdida, mientras la Calavera le ofrece un trato para volver a verla.
¿Qué tanto está dispuesta a arriesgar la Luna con tal de tener entre sus brazos a la Estrella una vez más?"
–Lady Bone Demon & Macaque.
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Este es un punto bastante importante de mi AU, ya que produce un desenlace diferente en la historia, va ligado a la serie pero con diferente objetivo por decirlo de alguna forma.
Aquí Macaque no muere a manos de Wukong como parece suceder en la serie (tengo teorias aparte sobre eso, pero eso ya es sobre la serie en si y es aparte), pero eso no significa que al final alguien si que fallecio y eso produce que se lamente constantemente por la pérdida que sufrió.
Su mente se lleno de pensamientos de venganza y dolor hacia todo el asunto, dejándolo vulnerable para cualquiera que quisiera aprovecharse, en este caso Lady Bone Demon. La dama de hueso al verlo tan mal decide aprovecharse, ofreciéndole un trato; si él la libera y trabaja bajo su mando, traerá de vuelta a la estrella en cuerpo y alma, en pocas palabras ofrece revivirlo.
Macaque, dolido y hasta cierto punto desesperado por resarcir el evento desafortunado, decide aceptar.
Ojo: Falta contexto, pero sé entenderá mejor conforme publique más cosas.
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La lista del MidnightFestTober2024 fue creada por Flarevany si quieren verla a fondo vayan a su perfil de Instagram, X o Facebook; en la imagen del MidnightFestTober2024 dice el nombre de sus perfiles.
Hasta la próxima aventureros ⚘️✨️.
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chimcess · 1 year ago
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→ Chapter Nine: Landscapes Pairing: Jimin x Reader Other tags: Werewolf!Jimin, Witch!Reader, Shifter!Reader, Shifter!Jimin, A/B/O Dynamics, Alpha!Jimin Genre: Supernatural!AU, Werewolf!AU, Angst, Mutual Pining, Fluff, Smut, Word Count: 10.2k+ Synopsis: Within the four realms of Lustra lay the Bangtan forest home to the Foxglove pack of the south and known as the “land of magic.” It is also home to the Bridd, a powerful witch from a cursed bloodline who is one of the sacred guardians of the forest. Y/N is the newest Bridd, a young girl who was given her position too early. Now a woman, Y/N is revered amongst the wolves as the most powerful witch they have ever known, but hiding under the surface is a woman who has to battle between her duty and her heart. Warnings: ANGST, strong language, PTSD, flashbacks, self-hate, self-depreciation, talks of death, nosey birds, Moland is a lot of fun to write about, (sorta) theft, home sickness, magic, very tame A/N: Don't know how I feel about this chapter. It was a bit difficult to write. I think you'll understand why in a moment. Thanks for reading!
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Namjoon pov
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I stood in the cramped boat house, the scent of Bridd lingering faintly but unmistakably fresh. It was a small concession I could offer Jimin, a flicker of hope in a sea of frustration. Hoseok had instructed me to search outside and follow the trail, a task I’d already performed yesterday. Jimin, in his usual manner, insisted on a double-check. Today’s search yielded better results; I could discern the subtle shifts in the scent. Bridd had stood exactly where I was standing no more than forty-eight hours ago.
“She’s long gone,” Hoseok’s voice echoed clearly in my mind, despite the distance between us—five miles at least. “Wonder where she went.”
“Taehyung mentioned Viridi Gramine,” Hyuna interjected, her focus sharp and unyielding as she scanned for any trace of Bridd. “Do you think she might be headed that way?”
“Doubt it,” I said, tracing the scent from a small cot on the floor to a rusty fridge. “I don’t think she was ever planning to visit our cousins.”
Hyuna mulled over this, while Hoseok wrestled with guilt. We had all chided him for it, but he couldn’t shake the feeling that if he had been able to speak to Bridd and Jimin, none of this would have happened. Apologizing for his perceived failure, the younger wolf returned to pondering Bridd’s whereabouts.
“Not far,” Hyuna mused thoughtfully.
“She could be out of Moland by now,” I said, my tone edged with concern. “I have no clue which direction she might have taken. She could be lost out there.”
The thought unsettled us all. Hoseok, knowing Bridd’s limited experience with the outside world, worried about her lack of navigational skills. Without a map, she was likely adrift. Hyuna, however, believed in Bridd’s survival instincts. If she had to fight, she could, and her shifting abilities would serve her well. Most likely, she had flown over the swamps and into Clarcton—an efficient and practical choice.
“That makes the most sense,” Hoseok agreed, his mental voice tinged with resignation.
Following her scent outside, it abruptly stopped at the small deck adjacent to the house. She must have shifted from there. We had hit a dead end. Hoseok let out a frustrated huff, while Hyuna attempted to calm him. I could now catch my sister’s thoughts, fraught with anxiety and worry. Yeong-Mi had always been prone to migraines and panic attacks; her stress was palpable.
“Shut up,” she snapped at me, her irritation clear but tinged with underlying stress. “He’s right, oppa,” she addressed Hoseok. “You can’t blame yourself. We all know who’s really to blame for this.”
Sol’s face flickered in her mind—distorted and unfamiliar. Yeong-Mi’s memory of Sol was tainted, a far cry from reality. She had no intention of facing the Luna again anytime soon, a sentiment Hyuna echoed with a delighted giggle. Hoseok mumbled something about Sol only trying to help, but none of us paid it much mind.
“Sol can’t bear all the responsibility,” I gently rebuked my sister. “Bridd still made the choice to run off.”
“If she had just minded her own business,” Mini barked, her frustration boiling over, “Bridd wouldn’t have fled! God, how could she say that to Jimin Oppa when we all know how stressed he’s been?”
“An idiot,” Hyuna snapped back, her anger flaring once more. “Between Bo, his brother, and the copiae, the guy hasn’t had a moment’s peace.”
I had tried to remain neutral but found myself agreeing with Hyuna. Sol had overstepped her bounds. Taehyung’s reaction to her misjudgment offered some solace. The boy had yet to touch his mate since Jimin’s frantic panic the night he discovered Bridd’s empty bed. Rumors of their constant arguing since her disappearance were spreading through Bangtan.
“Eun-Jin mentioned that Jimin said Bridd was heading to the Ozryn mountains alone,” my sister added. “I haven’t been around him since she left, so I don’t know the full story, but he’s devastated.”
Hoseok growled at Jimin’s name. Mini defended her favorite alpha while I reminded him of the bigger picture. Sol’s misleading information had set off a chain reaction. Jimin’s reaction, driven by incomplete information, had resulted in his current turmoil. Hoseok vehemently disagreed until Hyuna asked him how he would have reacted if he had believed she was going off to harm herself after recovering from an injury.
“She’s alone out there,” Hoseok grunted, his resolve wavering in the face of his wife’s reasoning. “He should have never let that happen.”
“It’s not his fault,” Jong-Hyun, Jungkook’s older brother, chimed in, having returned from his eastward search. “They’re both stubborn, and I doubt Bridd would have allowed him to come along. Ji-Hyun mentioned they had an argument the afternoon she left. He feels partly responsible for what’s happened.”
I growled, “That boy’s attitude is going to get him hurt. Is that why Callisto’s been even more irate than usual?”
Mini laughed, “I think that’s just how she is around you.”
We shared a laugh, the tension briefly easing. Hyuna and Hoseok had found each other, and my sister was their next stop. She was almost to Syrena, and the couple wanted to go for a swim. We declined their offer—I had no desire to be a magindara’s next meal. Yeong-Mi chose to wait with us, keeping an eye out for any elves.
I drowned out the cacophony of voices, focusing instead on the faint, elusive trail I was following. The swamps were vast and treacherous, a labyrinth where finding Bridd seemed almost impossible. Fear gnawed at me. I hoped to God she was out there, safe and vigilant, though I knew she wasn't invincible.
I sat by the murky water, staring into its depths as if it might offer some answer, until Hyuna’s voice broke through. Taehyung was looking for me. My father was worried about a group of elves spotted in the northwestern corner of Moland and needed me out of the forest. Jimin, stubborn as ever, refused to come home. Taehyung needed my help to strategize. Hyuna had looped back to meet me near Bridd’s now-destroyed cottage.
“We’re leaving him out here alone?” I asked, a hint of disbelief in my voice.
“Of course not,” Hyuna replied, her small red form bristling slightly. “Jong-Hyun and Hoseok are keeping an eye on him. He’s deep in the forest somewhere.”
She was disappointed about their postponed beach trip but chose not to dwell on it. I tried to offer some comfort, imagining them swimming and laughing together another day, but she waved it off. She was grateful, but the thought of discussing it further would only trouble Hoseok.
“And he hasn’t found anything?” I asked.
“Nothing,” Hyuna confirmed.
As I stepped into Bridd’s clearing, the sight of the wildflowers struck me. Her garden was a riot of colors, an oasis of beauty amidst the desolation. Her cottage, surrounded by a lush garden of vegetables, fruits, and herbs, seemed almost surreal. A porcelain birdbath stood at the front, perpetually full, as though enchanted. The perfect, curated meadow seemed a divine attempt to keep Bridd from sinking into despair. Hyuna lay in the grass near the ruined house, her face etched with sadness. Taehyung had said an elf caused the damage. Bridd’s scent still clung to the remnants of her home, but it was fading.
“I wanted to go inside,” Hyuna said, her gaze fixed on the gaping hole in the cottage’s front. Her sadness was palpable. “But I don’t think Jimin would appreciate it. This is the only place that still smells like her.”
“He’s been here,” I said, noting the strong, fresh scent of Jimin. “Is he sleeping in there?”
She nodded. “I think he’s trying to fix things up. Jungkook mentioned it to Cadoc. Jimin’s obsessed with getting everything right before she comes home.”
We exchanged a look. Neither of us held out much hope that our little bird would return soon. I had more faith in Bridd’s survival skills than Hyuna did, but neither of us knew when—or if—she would come back.
Hyuna recalled her trips to Bangtan when she lived in Viridi Gramine. The Ozryn mountains were harsh, unforgiving, and lethal. Despite her royal lineage and traveling with the most skilled guides, there was always a risk she might not return. After finding Hoseok, the thought of crossing those mountains had never crossed her mind until her mother fell ill.
I had never traversed the Ozryn myself, but Hyuna’s memories sent a chill through me. Bridd might very well perish out there, and no one could prevent it. I considered suggesting that Jimin and I abandon Foxglove to search for her, but a single glance from Hyuna wiped the thought clean. We couldn’t leave the village without more information.
Bridd’s death would shatter Jimin, and Taehyung and Sol’s marriage—already strained—would likely fall apart completely. The Park family would never be the same. I desperately hoped she would return to her senses, but deep down, I knew she wouldn’t. The fierce determination in her eyes when I visited her cottage after Sol’s birthday spoke volumes. Bridd had more fire in her than Hyuna realized.
“She’s never seen so much of the world before,” Hyuna whispered, her voice as if confessing a forbidden truth. “How can she know where to go if she doesn’t even know what to look for?”
“She has maps—”
“Maps that predate the industrial revolution,” Hyuna cut me off sharply. “That girl is lost, and you know it.”
I didn’t need to say more; we were in agreement. I reminded her of Bridd’s tenacity when threatened, recounting our fight outside the cottage. Hyuna chuckled, acknowledging Bridd’s fighting spirit but still worried. When Bridd was in the infirmary, the witches had mentioned her fainting spells. How could we be sure she wouldn’t collapse out there?
“We don’t,” I admitted. “We just have to have faith. For Jimin’s sake. For her friends’ sake.”
“And Bridd’s,” Hyuna added.
“And Bridd’s,” I agreed.
A distant howl pierced the forest, signaling it was time to move. Taehyung rarely shifted anymore, so it had to be urgent. Hyuna decided to accompany me and wait for her husband at the Temple, her thoughts wandering to the prospect of confronting Sol, though I chose to ignore it.
As we neared the village, I heard the voices of the other copiae joining the search. Ji-Hyun’s loud complaints about his sister-in-law’s dramatics stood out. Hyuna fought to suppress a snarl, her thoughts simmering with anger. The younger wolf quickly dropped the subject, but my distaste for him remained. Taehyung shared my sentiments and told the Park boy to head home for the day. Ji-Hyun managed to keep his thoughts to himself long enough to change, severing our connection.
“Irrumator,” Hyuna grunted, her thoughts shifting from Ji-Hyun to Sol.
I chuckled. “He’s young. Cut him some slack.”
“He’s older than Taehyung!” Hyuna snapped. “He should know better. What he said to Bridd was out of line. How can you defend him?”
I bowed my head, conceding. I respected Hyuna enough to avoid an argument, especially with the looming threat of war. Disagreements with her would mean disagreements with Hoseok, and that was something we couldn’t afford right now.
“It’s not defending him,” I said, trying to keep annoyance out of my voice. “I just think this is a time for unity. Arguing over something we can’t change is pointless.”
Hyuna huffed but let it go. I felt a small victory in that, knowing we needed to focus on more pressing matters. Taehyung’s thoughts reflected his inner turmoil. While he agreed on the need for unity against our shared threat, he was hurt and betrayed by his closest friend’s disappearance.
Sol stirred complex emotions within me. My yearning to lead had once blinded me to her true nature. When Taehyung was chosen over me, I was disappointed, but any lingering romantic feelings vanished. I was genuinely happy for him, even if my actions didn’t always reflect it.
Sol had always been obsessed with Jimin, her infatuation apparent in her teenage ramblings. Ahn had asked me to escort her while she shifted, and her incessant daydreams about Jimin were the last thing I wanted to hear. I found myself wanting to be at her side, to lead, and her thoughts of me were less than flattering.
Sol’s heartbreak over Jimin’s lack of interest was palpable. She had desperately sought his affection, willing to overlook her mates. Jimin, though kind and cordial, had rejected her advances. I understood now, and it made sense. He was deeply devoted to another.
Sol’s life took a nosedive into chaos the moment she found herself wrapped in Taehyung’s arms. At first, confusion and disbelief painted her world in shades of gray, but soon, that confusion melted into something pure, almost ethereal. It was as if she had been in love with him all along, as if it was written in the very fabric of her being. For Taehyung, the feeling was a mirror image of hers. Before Sol, his heart had been tethered to a local girl named Minji. But love, it seems, has a way of changing the script.
Still, Sol’s obsession with Jimin was almost automatic, a reflex she couldn’t control. They were closer in age than most of us (except Taehyung), though Jimin was still seven years her senior. He was always kind and thoughtful, qualities that drew her in like a moth to a flame. When she heard he might be in danger, she rushed to his side. What she told him, which I knew only because Jimin couldn’t stop replaying that night in his head, was meant to soothe him. Yet, she shoved her friendship with Bridd aside, put her trust with Taehyung on the chopping block, and risked straining her bond with Jimin himself—all to protect his fragile heart. It would have been admirable if she’d taken a moment to think, rather than barreling into his house like a bat out of hell, spewing melodramatic, and frankly, distorted versions of the truth.
The fallout was catastrophic. Jimin’s argument with Bridd was fueled by Sol’s words. The man was already on edge. His pack of fifteen had dwindled to seven, the newer recruits too green to be of much use. Stress and frustration boiled over the moment Sol’s dramatic tale hit his ears. She painted Bridd as a suicide-bound lunatic, claiming the witch was deceiving everyone about her intentions, determined to atone for her past sins. It was absurd, though not entirely untrue, but it came from a teenage girl who hadn’t truly listened. To Jimin, all he could hear was his mate marching to her death to atone for her silence.
The whole situation with Bridd was surreal. I was irritated by her reluctance to share her visions, but that frustration faded when I realized the depth of her fear and helplessness. We weren’t on good terms. Foxglove had distanced itself, and Ahn had been vocal about his plans to visit her cottage. I couldn’t blame her for hesitating to speak up when the threat was uncertain. Ahn might have had her killed.
“He would have been a fool,” Hyuna mumbled, breaking the silence.
“When wasn’t he?” I shot back, my tone dry.
Everyone shared my sentiment. Bridd was the last person to blame. Her actions, once she understood the gravity of the situation, revealed her true care. Cadoc’s account of waking up to find the little witch, broken and bloodied, but still determined to reach Foxglove, was enough to reduce even the toughest to tears. The second her eyes opened, all she could think about was getting back to Foxglove. Any lingering doubts about her intentions evaporated. Only a few, Ji-Hyun among them, remained wary, but they were making an effort for the pack’s sake.
At the village’s edge, I parted ways with Hyuna. She gave me a brief farewell before I shifted. I was more private than the others, especially Hoseok and Hyuna, and they were accustomed to giving me space during the shift. It was my most vulnerable moment, and I loathed feeling exposed.
Bangtan had various items of clothing stashed away, none of them tailored or particularly stylish, but they were functional. My mother was responsible for keeping the copiae clothed and cared for, a job she took very seriously. It was one of the few things my father felt proud of. He often demeaned her, telling her she needed to do better, be better, spouting the same old demeaning slogans the older men in town were fond of. I could never see the faults in any of the women, especially not my mother, but she never commented on it, and neither did I.
I found a pair of large, baggy pants and shifted. After putting on the cotton garments, I decided to forgo a shirt and made my way to the Temple. Taehyung was waiting for me, and I didn’t want to add to his burdens. I felt I had done enough of that already.
As I walked through the town, I saw Jimin’s mother, Mi-Jeong, helping Jungkook’s father chop wood for his roof. The Parks were an unusual family. Mi-Jeong was outspoken, fierce, and refused to bow to men’s expectations. Her stubbornness was rivaled only by her youngest child. My own family often criticized her ‘atrocious’ behavior, but I had always been fond of Mi-Jeong.
Ji-Hyun, on the other hand, was a quiet boy, favoring his mother with his sharp features and moss-brown eyes. He followed his brother around for years without complaint. That quietude lingered into his teenage years, but when he fell for a human girl, it sparked a fierce possessiveness. He fought for her, both verbally and physically, a devotion that changed him. His attitude was often defensive and quick to judge, but his love and loyalty for his family were unparalleled, even surpassing his older brother.
Jimin had always fascinated me. From the moment he was born, he had the village at his feet. His father had been a formidable figure, embodying the strength our people revered. His choice of bride was unusual, but everyone believed Ji-Won was up to the challenge of handling Mi-Jeong. Jimin, like his father, possessed all the traits of a Park: charm, wit, courage. What set him apart was the hidden sweetness he kept from the world. I saw it. I had always seen it.
The first glimpse I got of that sweetness was when he chased butterflies in his backyard. He was no older than four, but even at that age, boys were expected to show maturity. In public, Jimin was the epitome of a perfect child. Yet, watching him blow bubbles and giggle as he chased a monarch butterfly, I knew his public persona was an act.
Now, that same sweetness was on display once more, though in a far more public and painful manner. Jimin had shut himself off, avoiding conversations and shunning his closest friends, hiding away and waiting for the other piece of his heart to return. It was a strange sight: Park Jimin, usually so strong, now weak and in agony.
As Mi-Jeong’s eyes met mine, I saw the same sadness and worry reflected in her. I hoped her family would pull together, but I doubted it would happen until Bridd returned, if she ever did. The thought of the Park family’s fate if she didn’t come back sent a shiver down my spine. 
I didn’t stop to talk to anyone, as I usually did. My mind was too scattered, and frankly, I was done with conversation. A constant stream of thoughts and voices in your head will do that. Fortunately, no one seemed put off by my silence. We were all grappling with uncertainty since losing one of our strongest fighters.
“Anything new, dog?”
The voice slithered through the air, smooth and grating, a rasp that scraped against my nerves. I clenched my teeth, trying to ignore the familiar sting. With a deep, slow breath, I turned to face the source of my irritation.
Seokjin was there, of course. He had become my personal Dante’s Inferno over the past few days. The man had a grudge that could outlast a vampire’s curse, and he still hadn’t forgiven me for taking a swing at his friend. His face was a storm cloud, eyes dark with disdain. Beside him, Yoongi was a ghost of his former self. He looked worse than ever—thin and ragged, like a paper doll battered by the wind. His hair was a disheveled mess, and his once vibrant blue eyes had dulled further, his pupil barely visible.
“Unfortunately not,” I said, keeping my voice even, though I wanted nothing more than to escape this confrontation. “A few are still out searching, but I was pulled away.”
“Hmft,” Seokjin crossed his arms, a gesture that seemed to tighten the knot of irritation on his face. “Figures.”
“What’s that supposed to mean?” I snapped, irritation bubbling up.
I never did like much about him.
“You don’t give a damn if you find her or not,” Seokjin’s voice was thick with anger, each word dripping venom. “None of you do.”
My patience was fraying, “That’s not true—”
“It’s that bitch’s fault she’s gone,” Seokjin shouted over me, his voice cracking like a whip.
“Stop yelling,” I said, struggling to keep my composure. The scene we were causing was spiraling out of control. My father would lose his mind. “I know what Sol did. None of us are happy about it, but I’m not a god. I can’t rewind time or bring her back. What’s done is done.”
“Yet you still follow her orders like some lapdog.”
“I follow Taehyung,” I corrected, my voice tight with restrained frustration. “By extension, that means I follow his wife. We’re at war, Seokjin. I’m sorry about Bridd, truly, and I hope she’s safe, but my life doesn’t revolve around her. I have a village to protect, a village she isn’t in. I won’t abandon it to chase shadows.”
Seokjin’s face was a furnace of rage now, tears brimming in his eyes. I couldn’t help but feel a pang of pity for him. Bridd was a close friend of his, and she had abandoned them—harsh words, but accurate in the rawest sense. The others had voiced their disgust when she vanished, their anger directed at our governing bodies. Sol had barred them from the Temple after one of Seokjin’s entourage had lashed out. Since that night, they’d remained cloaked in silence, not a whisper of their departure from the Park house.
“You’re going to let her die,” Seokjin’s accusation was a punch to the gut, raw and brutal.
Yes, if it meant saving my own. Bridd was a distant concern compared to the stakes at hand. I barely knew her; respect didn’t equate to prioritizing her over my sister. In this high-stakes game, I had to trust that she could handle herself and accept it.
“Jin,” Yoongi’s voice cut through the tension, soft yet firm. I had almost forgotten he was there. “Let it be. Namjoon has done what he can. Let’s return to Mi-Jeong’s.”
I was relieved that Yoongi seemed more composed than Seokjin. I sneaked a glance at him and was glad to see his hair growing back, a sign he was getting enough to eat. It was a small comfort, considering the grim reality of his condition. Yoongi’s blindness wasn’t just a loss; it was a nightmare. I remembered how his pain had been described—a brutal assault on his senses, panic attacks ripping through him like storm winds. Samanya had said the spell should have killed him, and his survival, with only his eyesight lost, was a cruel twist of fate.
“But—”
“Drop it,” Yoongi said, his voice a low rumble, stopping Seokjin before he could unleash another tirade. Without turning his head, he addressed me. “I apologize for his callousness. We’re all on edge. I hope you understand.”
This was the most I’d heard Yoongi speak, even during our time at Bridd’s cottage in the Spring. “It’s not an issue. I hope you’re feeling better.”
It was unnerving to talk to someone who couldn’t meet my gaze. Yoongi’s eyes, unseeing and vacant, stared blankly at the village’s edge. His voice was gruff and monotonous, a strange contrast to the depth of the situation.
“I am fine,” he replied. “We’re here because my mother wanted to know how far you believe she could have gone. I’ll tell her that she must have shifted and lost her scent.”
“Thank you,” I said, relieved by his ability to keep Seokjin quiet. “She was on a houseboat for a few hours before she left. Any ideas?”
“Thelma,” Seokjin grunted. “She must have rested and then taken off. Was anything missing?”
I shrugged. “I couldn’t say. Sorry.”
Seokjin shook his head angrily, a futile gesture.
“No need to apologize,” Yoongi said, raising a hand in a dismissive motion. It was unclear what he intended, but I chose not to dwell on it. “We’ll leave you alone now.”
Seokjin opened his mouth to argue but thought better of it. I smirked, feeling a bit of triumph. Yoongi’s presence was a useful deterrent for the annoying one. Scowling, Seokjin wrapped an arm around Yoongi and turned towards the residential district, their figures fading into the distance.
Taehyung was pacing when I finally found him in the Temple library. Books were strewn across the tables like fallen soldiers, pages ripped from their bindings stacked haphazardly at the edge of a massive oak table that had seen better days. His blonde hair was a shaggy mess, the back grazing his neck while the front hung just past his ears. Thick, wavy bangs spilled over his eyebrows, so long they were kept at bay by a headband.
The sight of him worried me. Taehyung was unraveling, a fraying thread in a tapestry of stress. He managed to keep it together during the elder meetings, putting on a brave face to avoid giving Ahn any satisfaction. But anyone could see the cracks beginning to show. Jimin was doing his best to keep Taehyung from falling apart, but he had his own demons to battle.
I had taken it upon myself to pick up the slack where Taehyung faltered. I owed it to both him and Jimin after my role in their exile. Taehyung, ever the forgiving soul, was more generous with grace than Jimin. But I knew I was skating on thin ice. Others might have taken my head for the disrespect I’d shown. Jimin might have if he wasn’t so focused on keeping the peace with his mate.
I needed to focus on the task at hand. Taehyung had summoned me for a reason, and I had to be there for him. His pacing showed no signs of stopping as I entered, a bad omen for the kind of conversation I was about to have. He seemed to find a semblance of calm when we discussed strategy, a fleeting solace in the chaos.
“Sorry for the delay, Tae,” I said, my voice soft and steady, hoping to cut through his distress.
He paused, his eyes bloodshot and glossy, cheeks flushed like someone had poured a pot of boiling water on them. His lower lip quivered despite his best efforts to steady it. Taehyung’s emotional rawness was always a puzzle. He was kind, gentle, a giant child who laughed at his own clumsiness and played with his younger siblings as if he were still a child himself.
He never shied away from tears. When Jimin’s father died, neither he nor Ji-Hyun shed a tear in public, though I knew better than to believe they didn’t grieve privately. Their show of stoicism was celebrated, a mask of bravery they wore for the town. Taehyung struggled to wear that mask as seamlessly as Jimin had.
Taehyung’s father hadn’t died in a blaze of glory. No heroics, just illness. Ahn had called him weak for succumbing to an infected wound, a sentiment not widely shared but unchallenged. My own mother, a loyalist to Ahn, had called him cruel for further tormenting a grieving family.
“I didn’t realize it had been so long,” Taehyung mumbled, resuming his restless pacing.
In that moment, he looked more like his father than ever. Dong-Min had been respected and wise, but he wasn’t the sort to attract crowds. An artist from Viridi Gramine, his works were beautiful, but he remained in the shadows. He’d found his muse in Hana, who had come from an abusive home. They had fled Withertusk together, and their troubles had melted away in Foxglove.
“You’re upset,” I said bluntly. Taehyung preferred directness. “What’s wrong?”
“Have I done something wrong?” His voice cracked, the tremor betraying his tears. “I want your honesty, Namjoon. Have I done anything horrible to her?”
“To who?” I asked, stepping closer to comfort him. His shoulders shook with quiet sobs, an effort to hide his pain from the world. It never occurred to me that he was trying to conceal his suffering so well. I had always misread him. He could only shake his head, eyes squeezed shut as new tears poured forth.
I wrapped him in an embrace, feeling the weight of his grief pressing into me. The last time he had cried on my shoulder was at his father’s funeral, a day when Ahn’s cruel words had cut him to the bone. Taehyung had stumbled out of the building, bleeding and torn, begging me to hold him. My father, showing rare kindness, had taken him home to clean up.
“You could never wrong her,” I said, not great with comfort but hoping my words would help. “Whatever happened between you two is just a wrinkle in time. Sol is angry with herself. She loves you, and she knows how much you love her.”
Tae sniffled, his cries muffled against my shoulder.
“Not Sol,” he sobbed. “Y/N.”
That was a harder pill to swallow. I could spout meaningless platitudes about his mate all day. Their love was a given. Taehyung had been furious with her for talking to Jimin behind his back, but I knew they’d work through it. Their bond was strong. His relationship with Y/N, though, was a different matter. I had never witnessed it firsthand, but I knew it was meaningful. Taehyung saw her as the older sister he never had, but I felt ill-equipped to guide him through this grief.
“You didn’t do anything to her, Tae,” I reasoned. “She made a choice to leave. She didn’t harbor ill will towards you. She even left you a note with your necklace. Doesn’t that say something?”
The red gem from Bridd’s gift pressed against my skin, a bittersweet reminder of her kindness. Taehyung had worn the necklace since reading the note, a gesture he hadn’t truly earned but had been given nonetheless. I had my own connection to Bridd through that journal she gave me, which had turned into a poetry book. I respected her, and that respect guided me in my attempt to console Taehyung.
“I told Sol,” Taehyung whimpered. “I told her after she asked me to keep quiet. It’s all my fault—”
“I’m done with the blame game,” I sighed, gently pushing him back to arm’s length. I gripped his shoulders. “Everyone’s been wallowing in self-pity. Y/N left to find help. No one forced her to do that. You and I both know she’s capable. Stop acting like she’s dead. She’s out there trying to help us. We need to stay focused.”
“What if she…” His voice faltered, unable to utter the word “death.”
“Then we make sure her sacrifice isn’t in vain,” I said, releasing him. “We plan, strategize, and fight tooth and nail against those things. For Bridd.”
I didn’t relish invoking her name this way, but I knew Taehyung would cling to it. Her name was a beacon of hope in this dark time. His eyes ignited with a renewed fire, the heat returning to them.
“For Bridd,” he echoed, as if making a solemn vow.
Inside, I prayed for her safe return. I was unsure how long this newfound fire would last, or what would happen if it burned out of control. Taehyung was obsessive by nature. As a child, he painted like his father, sculpted like our grandmother, and later, dived into gardening. Now, I feared his focus would be consumed by this war. He wasn’t ready for what was coming, but I had to believe in his strength.
“You should go see your mom,” I said sincerely. “I’m sure Jong and Jin miss you.”
I left unsaid my concerns about him being cooped up in the Temple since his return.
He nodded, “I will. Let one of the maids know I’ve left. I don’t want Sol to worry.”
“You’re not telling her you’re leaving?”
He frowned. “We’re not on speaking terms at the moment.”
Oh, Bridd, why did you have to leave? Why did Sol have to stir things up? Seeing Taehyung so defeated was a blow. The fire I had ignited in him didn’t soothe my worries. He was still adrift, and I feared my attempts at comfort had done more harm than good. Maybe it would have been simpler to let him cry it out. Navigating whether I’d said or done the right thing was a far more daunting task.
The day slipped through my fingers like a handful of sand, the minutes eroded by the grind of endless work. After my talk with Taehyung, he had gone off to find his siblings, while I remained buried in the heavy silence of the library. Despite our grim business of war, we still had our East Coast obligations to handle. Hours ticked by as I drafted warnings and travel advisories, scribbling frantically until my hand ached. 
When the time came to face the maps spread across the tables, I hoped the change in scenery would spark a breakthrough. The library was a cavern of paper and ink, and I dived into its depths, searching for something—anything—that might tip the scales in our favor.
But the talk of war had become a cacophony of angry voices. My father and Jimin were at each other’s throats, each stubbornly clutching their own version of strategy. My father wanted to march straight into Northorn, to meet our enemy head-on. Jimin, with his uncanny knack for seeing beyond the obvious, thought it was nothing short of idiocy. He argued that the elves would have the upper hand on unfamiliar ground. Our pack knew the forest better than anyone; it was our home turf, and it should be our advantage. 
Jungkook and I were on the same page, much to my relief. We didn’t want to die, but if the situation demanded it, we would. He leaned towards Jimin’s strategy, favoring a defensive stance in Bangtan. It made the most sense—until the elves found a way to stir up trouble.
The witches from Syrena arrived in the late afternoon, a storm of anger and despair. Their leader had fallen during the attack, leaving them in the care of the swamp witch. I felt a pang of sympathy for them, as they stumbled into our midst. Their rage was palpable, their grief a raw wound that bled into everything they did.
Yoongi was on my mind again. He was adjusting to his blindness, but the idea of him fighting was laughable. He was a fantastic fighter when he could see, but now he was little more than dead weight. It was a shame—he had been a force to be reckoned with, even if a spell had temporarily taken him out. I had no doubt he’d be back, even if it meant defying orders. His death, when it came, would be a dignified one.
Then there was Seokjin. He surprised me in ways I hadn’t anticipated. Despite my dislike for the witch, I had to admit the man could fight. He had defended his girlfriend, taken down countless elves, and even saved his father’s life. I hoped we could set aside our differences and train together. It was crucial that we learned to fight as a unit. I planned to discuss this with Jimin later.
Before I could lose myself further in thought, I caught her scent. The sweet, cloying aroma of Sol was unmistakable, a stark contrast to the damp, cold air of the library. Her bare feet were a whisper against the marble floor, and I braced myself for the encounter. Sol’s attempt to mask her natural scent had always been a losing battle, but I couldn’t fault her for it. Ahn had stripped her of her self-confidence, leaving her to second-guess everything about herself.
She appeared before me, her small figure framed by the ornate grandeur of the library. Her hair, unbound and flowing, was a cascade of dark waves, a sharp contrast to the cold sterility of the surroundings. I couldn’t help but feel uncomfortable with her exposure. Modesty was an old relic, but Sol had been taught its importance, and Ahn had made sure she lived in its shadow.
“Luna,” I greeted, my voice tentative. “Your hair…”
She sighed, as if resigned to my reaction. Her tone was edged with annoyance, but I couldn’t decipher why. Ahn had instilled in her a warped sense of propriety, and the way she wore her hair now seemed to mock it.
“Does it matter?” she murmured, a hint of bitterness in her voice. “We all know I’m no longer virtuous.”
I frowned. “Your virtue isn’t tied to your virginity, Sol.”
I could feel the discomfort between us, the unspoken boundaries crossed. Sol’s presence was like a weight on my chest, and I had to force myself to remain composed. Taehyung would be devastated if he caught us in such an awkward position. I stood up, putting a respectful distance between us, and turned my attention to the doorframe, trying to look anywhere but at her.
“What’s bothering you?” I asked, keeping my voice steady. “Aside from the obvious.”
I leaned against the doorframe, peering into the hall, grateful for the distance it offered. I heard Sol take a seat in the chair I had vacated, the sound of her movements marking her presence more than her words.
“You must think I’m pathetic,” Sol’s voice was a fragile whisper.
“Why would I think that?” I countered, genuinely puzzled.
She laughed, a hollow sound that resonated with self-deprecation. “You’ve been a constant in my life longer than anyone. You were there before Taehyung. You and I were almost betrothed, according to my father.”
The mention of Ahn made my skin crawl. He was no father of hers. The real truth was darker—Ahn had taken her from her real parents, Cho Haneul and Bong Ha-Yun, who had vanished from the village under suspicious circumstances. Whispers hinted at banishment or worse, but I’d always taken my mother’s word that Ahn had been behind it all. 
“I’ve never been fair to you,” Sol continued, her voice trembling. “I was mean, rude, and cold. I wanted Jimin so badly that I mistreated you. I’m sorry for that.”
I listened, indifferent. Sol’s words were a weak balm to old wounds. I knew her well enough to understand her manipulations, her selfishness veiled under layers of false remorse. 
“Why are you telling me this?” I asked, trying to keep my tone neutral.
“You knew me before Taehyung did. I know you didn’t like me, but I trust your opinion. I know I don’t deserve your kindness, but I’m asking for it anyway.”
Her voice was weary, and I found myself disenchanted with her pleas. I reminded myself of her age and the naivety that came with it, but it didn’t soften the irritation I felt. She had made mistakes, breached boundaries, and caused chaos, all while thinking she could remain unscathed.
“Am I a bad person?” she asked, her voice barely more than a breath.
“No,” I said firmly, though it was hard to mask my irritation. “But that doesn’t mean I’ll lie to make you feel better. You’ve caused enough damage, and it’s your responsibility to deal with the consequences.”
Her soft sniffles were a distant echo to my frustration. She had stirred trouble and failed to take responsibility for it. I wasn’t here to placate her. I was here to get through the day.
“I’m not the one to offer you comfort,” I said, turning away. “Seek solace from your maids. They’re trained to dry tears; I’m not.”
With that, I left the library, my mind already set on finding a place to rest. The Temple was no refuge from the turmoil of the day, but it was all I had. Maybe Sam would be around, and her company would be a welcome distraction. Her beauty and confidence had always been a bright spot, even if I wasn’t ready to entertain any advances. Tonight, though, I’d take any semblance of normalcy I could get.
I had no desire to return to my family home. Spending too long around my parents was like slowly going mad. The pretense I maintained with my father was exhausting, and my mother—well, she never had the backbone to stand up to him. My childhood was a grim carousel of beatings, with my mother watching, her own misery forgotten as long as she avoided the brunt of his rage. By the time Mini arrived, those days were behind us, and my father had stopped drinking. Our relationship had improved, but the bitterness lingered, festering like a wound that never fully healed. Sometimes, I wondered if I truly hated them both.
Lately, I had been crashing at Hoseok’s place. But he’d asked for some space, and I was buried in work, too tangled up to find another spot to crash. It was a far cry from the opulent room I had at the Temple, but the Temple had become a place I loathed. I’d have joined Jimin and the rest of the copiae, but the weight of my responsibilities kept me tied down. Stepping down as head council would mean my father or Bo would handle public relations, and the thought of that was enough to make me want to gnaw my own arm off. Taehyung would go berserk if those two were left in charge.
I racked my brain for other friends to stay with. The Parks would welcome me, but their home was overflowing with guests. Yoongi and the swamp witch’s families were still there, Jin’s group was with Taehyung’s family, and the Syrena witches were scattered among the wolf families and humans. They’d planned to stay at the Temple, but Sol had made a mess of that arrangement. Everything had spiraled out of control faster than I could keep up with.
“Lost in thought?” Jimin’s voice cut through my musings. 
I stopped in my tracks, realizing I had wandered into the copiae grounds. Jimin lounged on his porch, a large glass in hand, his face shadowed by a dark expression. The sharp scent of alcohol reached me even from the street. I approached him, trying to ignore the tumultuous thoughts of my father.
“You’re drunk,” I observed, taking the glass from his hand and sniffing it. Mead, probably from Jungkook’s stash. “This isn’t going to help.”
He shrugged, a gesture of defeat. “I know. Just needed a distraction.”
Here I was again, being dragged into someone else’s emotional wreckage. Even if Jimin hadn’t asked outright, I knew I’d end up hauling him inside and making him sleep. At least, I could crash here afterward. Tomorrow, I’d make sure he ate something and then convince him to help me go over documents at the Temple. He was the battle strategist, after all.
“I’m not in the mood for a heart-to-heart,” I said bluntly. “I’ve already dealt with two sob stories today, and my patience is shot. So you’re going to let me help you, and we’ll talk in the morning.”
Jimin leaned back, sweat glistening on his forehead and his hair a tangled mess. He looked uncharacteristically disheveled. I rubbed my face in frustration.
“Fine,” I sighed, “how about this: I need a place to sleep. I can’t stand Taehyung and Sol right now, and you—” I gestured at him, “—look like hell. Obviously, you’re a mess, but the pack needs you to pull yourself together so we can get through this.”
Jimin didn’t move. He remained like a statue, eyes fixed on something distant. “I’ll stay the night. Tomorrow, we’ll talk feelings or whatever. Then, we’ll come up with a plan to get you back in the game. Sound good?”
He rolled his eyes, a humorless laugh escaping his lips. “What’s the point?” His face crumpled in despair. I felt lost at sea, unable to handle his sorrow. Thankfully, he composed himself, though the heaviness lingered. “What’s the point of anything? Without her... it just doesn’t matter.”
I sat down beside him, the cold, rough wood against my legs. I tried to focus on this as a conversation between friends. Jimin had never asked me for anything before. When Taehyung was chosen, Jimin had been the first to urge me to stand firm against Ahn. I had been foolish, ignoring his advice. Now he needed me to be the rock, and I couldn’t let him down.
We couldn’t keep going like this. Jimin wasn’t in the right frame of mind, and I knew the only way to get him back on track was to think of something drastic. My mind was already spinning a plan, one that had seemed hopeless earlier, but now felt like a desperate gamble. Maybe, just maybe, giving him a glimmer of hope might help him pull himself together. Feeling a pang of guilt, I decided to go for it and face the consequences later.
“I know you’re hurting,” I said, trying to soften my tone, unsure if it worked. “I can’t even imagine what you’re going through. When you and Taehyung were gone, the guilt nearly ate me alive. It must be worse for you.”
“You don’t have to say anything,” he started to protest, but I brushed it off.
“I think I do. No one else seems to be,” I said, placing a hand on his shoulder. “We’re in deep trouble right now, Park. We need you.”
Jimin shook his head. “I wouldn’t be much help right now, Joon.”
“I don’t believe that,” I replied. “Honestly, anything you do would be better than the mess you’ve got going on. And by the way, your girl’s on my side. She’d be furious if she knew how much you’ve been slacking.”
That made him chuckle softly.
“That’s fair,” he said, a wan smile spreading across his flushed face. “She’s such a little firecracker, isn’t she?”
I nodded. “She once tried to set me on fire.”
We shared a laugh, remembering that day. Truth was, she scared the hell out of me. If she had really wanted to hurt me, she could’ve. I’d barely escaped with just a few scratches and bruises. Jimin had beaten me senseless when she got hurt, but I had a lifetime of memories that made me untouchable. Bridd, however, was another story.
“What if I made you a deal?” I asked, catching his attention.
He perked up. “What kind of deal?”
“If we make it through the next wave on top, I’ll help you find her.”
His eyes sharpened, a flicker of hope lighting up. “Really?”
Guilt twisted in my gut. I didn’t truly believe we’d reach that point. The elves were everywhere, their grip tightening on Northorn with each passing day. We were far from ready, and with traitors in our midst, the situation was dire. The alliance with the quietus was fragile, and the witch problem was something only Jimin could fix. It could be weeks or even months before we could search for Bridd. Still, I had to use her as leverage. We needed strong leadership, and the witch was the best motivation I could offer.
“I’ll go with you,” I said, doubling down. “We can take a small group. I’ve got connections with a quietus who knows the lay of the land. Finding her could be straightforward.”
“You’d do that for me?” He looked genuinely surprised.
I nodded. “If we’re in a position to do it, why not?”
I watched as he mulled it over, the distant look in his eyes dissolving into something clear, almost serene. He was on board. Hope unfurled in my chest like a fragile flower reaching for the sun. With Jimin on my side, dealing with Taehyung would be a breeze. The older alpha’s desire for redemption would give us a leverage, and if Jimin and Taehyung could join forces, we’d have Hoseok back in the mix too.
Things were starting to tilt in our favor. Soon, the elementals and witches would be joining our discussions, the elder council would be edged out by a new generation of leaders, and the war would start to feel like something we could actually manage. I might even be able to recruit a fresh wave of warriors to the copiae once the village saw Jimin’s renewed determination.
“Stay here as long as you need,” Jimin finally said, and I was doing a mental victory dance. “You can crash on the couch.”
I sprang up, ready to hit the sack, and gave his head a playful shove. He chuckled, swatting my hand away. We used to mess around like this all the time as kids—Jimin always had a knack for winning our wrestling matches. He was slippery as an eel.
“Let’s go, kid,” I said, stretching my arms above my head. “We’ve got an early start tomorrow. Council meeting.”
He nodded, reaching out for my help to stand. He must have imbibed more than I realized; it took a lot for alcohol to hit us this hard.
“Hopefully, Taehyung will deal with the two ancient relics in the Temple,” he slurred, stumbling inside and mumbling about how his bed felt like it had swallowed him whole.
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A/N: So Joon pov??? How do we like? He's not the only pov switch we're going to have, but we will be seeing a lot of our favorite (to hate) alpha joining our main squad. I thought he would be a good outside mind to get inside of since he's not as emotionally connected to Bridd as the others. Any guesses as to who our other switches might be?
p.s. These pov chapters will be a bit shorter than our normal, reader pov ones, but not by much.
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Taglist: @greezenini@adventures-in-bookland@kthstrawberryshortcake-main@zae007live@jimin-neverout@nikkiordonez12@canarystwin@yamekomz @chimthicc@michiiedreamer@amorieus@mima795@yunki-yunki-yunki
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las-microfisuras · 8 months ago
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Guapo mío: Cuando era pequeña coleccionaba plumas de aves. Llegué a tener doscientas. De veintisiete especies distintas. Tenía un sobre para cada pájaro. Nunca hablamos de nuestra infancia, ¿verdad? Es una de las cosas que espero que podamos hacer algún día. Inshallah. La gente suele hablar de su infancia cuando se enamora, pero nosotros no lo hicimos. ¿Por qué crees que fue así? Yo creo que lo sé, pero no encuentro las palabras. Las encontraré cuando salgas. Cada vez que acariciaba una de mis plumas de pájaro, pensaba en un deseo. Hace mucho tiempo creía que lo más próximo a lo eterno era esa sensación de beatitud que nos invade después de hacer el amor. Pero hoy diría que es escuchar un tipo de rumor particular, un rumor callejero, que empieza en el futuro, cuando las calles estén pavimentadas, cuando las armas se puedan quedar guardadas en casa y los padres puedan enseñar aritmética a sus hijos. Tu Aída
El maestro (a quien uno de los guardias le rompió el otro día las gafas) nos citó esto: "Entre las cosas más bonitas que ya no vemos están la luz del sol, las estrellas rutilantes en una noche oscura, la luna llena y las frutas del verano: las peras, las manzanas, los pepinos maduros". Escrito ayer mismo, como si dijéramos, añadió el maestro, hace tan sólo dos mil quinientos años.
_ JOHN BERGER, "DE A PARA X: Una historia en cartas". Traducción: Pilar Vázquez. Alfaguara
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481mclarg · 1 month ago
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Tan poco mío. | 281
★ Yo, que nunca te tendré. Ella, que puede poseerte.
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•          Oscar Piastri x Logan Sargeant          •           Esp.
« K » Inspirado en los extractos de "Cartas al Rey de la Cabina" (de Luis Pescetti). Mismos extractos se encuentran presentes en la historia. (+ "Querido rey", canción de La Joaqui).
          Sus mechones dorados más brillantes que nunca, con los últimos pequeños rayos de sol rebotando en ellos, antes de ser reemplazados en el cielo por la blanca luz de luna. Un cielo despejado que Piastri admiraba como excusa ante el temor que Logan lo atrape observándolo a él.
Ciega de ausencia de no verte, ciega al resto de tu hueco en el mundo.
Harta de abrazar calaveras de tu presencia siento el aire que alimenta mis pulmones, respiro al imaginar que volvería a tenerte enfrente mío, doblando tu ropa y los jazmines, apoyando los azahares de tu frente.
          Oscar, sentado sobre la alfombra de la sala de estar de su departamento, veía al rubio que descansaba en su sillón.
          Su corazón daba un vuelco ante la idea, ante la vergüenza. Vergüenza de algo tan simple como una mirada, como si no hubiesen perdido todo el pudor hacía unas pocas horas.
          Después de disfrutar del calor ajeno, y seguirlo anhelando cuando la noche se lo llevaba junto con el sol. Las miradas deberían ser lo que menos vergüenza les provoque.
¿Por qué llamamos amor al amor? Con lo que cuesta, con lo que duele. Con lo que tarda, con lo que arde. Con lo que falta, con lo que quema...
          Logan se despierta al cabo de unos minutos, permaneciendo quieto en su lugar. Piastri no lo mira, está concentrado en el paisaje nocturno de la ventana.
          Las estrellas brillantes, casi tan hermosas como las pecas que él puede contar en la piel del australiano. Unirlas, formando preciosas constelaciones. Las estrellas debían de estar celosas.
          La espalda desnuda frente suyo, con marcas que permanecerían allí por días. Finas líneas rojizas deslizándose por el mapa que era su cuerpo. Como todo mapa, tenía unos grandes puntos amoratados señalizando sus zonas favoritas. Los repasaba con la mirada, como si temiese olvidarlos.
          Un último vistazo, antes de emprender su camino.
...con lo que falta, con lo que quema, con lo que ausencia, con lo que tiene, con lo que viene, con lo que ahueca...
          —Debo irme. —rompió el silencio. Un susurro ruidoso como vidrio estallando en la calma de aquel departamento.
          Oscar volteó, asintiendo. Saber que iba a suceder, repetir la misma rutina siempre, no evitaba esa mirada vacía. Una tristeza profunda de la que sólo Sargeant era testigo. Un sentimiento que sólo él le generaba.
          Se levantaron, reuniendo sus pertenencias en el camino hacia la puerta. Prendas en el sillón, sus zapatos en medio del pasillo, celular y llaves en la mesa de entrada. Destinados a repetir el mismo camino una y otra vez, hacia delante y en reversa.
          —Nos veremos en Hungría. —otro asentimiento débil. La falta de convicción siempre desarmaba a Logan. —No falta mucho tiempo. —en cinco días deberían estar abordando aviones para viajar hacia el país.
          Su mano enredándose en las hebras castañas, acercándolo. Oscar cediendo al tacto sin dudarlo, deslizó sus brazos en la cintura ajena.
          —¿Qué vamos a hacer en agosto? —
          —Lo mismo de siempre. —tranquilizó, antes de que sellaran la promesa con un último beso.
...con lo que silencia, con lo que canta... ...
          Sus vecinos debían de odiarlos. Pasando poco tiempo en casa, pero siempre haciendo tan evidente su presencia. El hogar de Logan era un poco más grande, con el lujo de tener una cama matrimonial que siempre era bien aprovechada por los jóvenes.
          Amaban el sentimiento. Eran adictos al contrario y a su calor. A tener tanto espacio, pero amontonarse como si les faltara. Dejando que sus piernas se enreden debajo de las sabanas, pegándose en un abrazo, piel con piel. El calor transmitiendo todos los sentimientos que ellos callaban.
          O, más bien, que no podían ser dichos con palabras pero que siempre encontraban otras formas de ser expresados.
...con lo que pajarito, pajarito, caracolito tan poco mío y de nadie.
          Un último beso fue dejado en su espalda, casi en el centro de ella. Escondido, sutil. No podía volver a marcarlo, no era suyo; no tenía el derecho. Dormía tranquilo sabiendo que el resto tampoco lo tenía.
          Su único consuelo.
          Se tragaba el cuento, se forzaba a creerlo, por su propio bienestar. Necesitaba mantener la cabeza, al menos mientras siguiesen quedando carreras en el calendario. No podía ceder ante sus ideas locas. No podía dejar que los celos se apoderen de él, aunque lo deseaba. No podía desear tanto a alguien que nunca iba a ser suyo.
Yo, que nunca te tendré.
          Personajes del pasado regresaban. Logan la juraba muerta, una persona enterrada en el olvido de la mente y corazón de Oscar.
          Oh, cuán equivocado estaba.
          Lo que era pasional se convirtió en rutinario. La rutina se deformó en casualidades. Lo casual se olvidó, y dio paso a nuevas experiencias.
          Una persona que sí podía reclamarlo tomaba su lugar, y él, cobarde, no hacía nada. No tenía caso, no tenía oportunidad. Luchar era en vano, si sabía que estaba perdiendo antes de comenzar.
Y aunque no te lleguen mis correos te escribo, y aunque no sepa si los lees, te escribo.
          Dolía. Dolía más de lo que creyó.
          Mentirse no era sencillo. Convencer a un tercero lo era aún menos. Nadie le creía sus falsas sonrisas, y eso lo frustraba. Quería estar solo, o volver el tiempo atrás, o quizás iniciar todo de cero. Quería tantas cosas, que no sabía lo que quería.
          Todo se mezclaba, y lo único que era claro, era que lo había perdido.
          Sin despedida, sin mensajes ni llamadas, sin explicaciones ni un cierre. Ahora alguien más sostenía sus manos, alguien más peinaba las castañas hebras, alguien más marcaba sus zonas favoritas en el mapa de su espalda y unía las constelaciones con finas líneas rojas.
          Ahora, Oscar pertenecía a alguien más.
Te escribía.
481MCLARG | 16 . 01 . 2025 | CORREGIDO
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teddycicada · 2 months ago
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TITULO: EL SOL, LA LUNA Y LA TIERRA
Pareja: Sun Wukong x Tripitaka, Wukong x Macaque (unilateral
Advertencia: Muerte de uno de los personajes, pensamientos internos del personaje. Está enfocado en el universo de Lego Monkie Kid.
Resumen: Macaque medita sobre qué tan cierta es la relación entre el sol y la luna porque la luna está más pendiente de la Tierra y el sol es indiferente con la Luna.
"La luna es la mejor pareja del sol, pues han existido para estar juntos. Son sus contrapartes. Pues no hay mayor amor que el que existe entre el sol y la luna."
Con aquella frase había finalizado una novela que el había seguido por varios meses.
Normalmente le agradaba el pensamiento de que el alguna vez fue la luna y Wukong fue el sol porque le gustaba sentir que su vida tuvo algún sentido alguna vez y no se encontraba en un momento mediocre donde tenía que trabajar como cualquier humano y soportar a clientes que nunca parecían contentos con nada de lo que el pudiera ofrecer en el teatro.
-Yo soy la luna, el es el sol. Si ambos nacimos para estar juntos, ¿Que era ese tipo? - solía pensar el mono.
El amor entre el sol y la luna fue un concepto incuestionable para Macaque, y habia sido así por siglos. Pero con el pasar de los años, la humanidad se desarrollo más e investigaron más del espacio. Entonces, el se dio cuenta que esa metáfora era realmente superficial y poco certera.
Porque al sol no le importa la luna. El sol es una masa gigante de fuego ardiente, que en cinco mil millones de años será una estrella roja que explotará y destruirá el sistema solar. Al sol poco le importa lo que ocurra con la luna.
Y aunque, el siente que su vida es parecida...hay otro dato a tener en cuenta.
La luna órbita alrededor de otra cosa. La luna daría todo de ella misma para proteger a la Tierra. La luna vive para la Tierra, órbita a su alrededor, la protege de cualquier cosa que le pueda hacer daño, controla sus mareas...La luna hace todo por complacer a la tierra. Ambos son un equipo imparable. Nunca hubo un romance entre el sol y la luna porque la luna ya estaba entregada plenamente a la Tierra.
Sin la luna, la Tierra estaría perdida porque la luna es parte de ella y sin la Tierra, la luna solo orbitaria como un objeto inútil alrededor de un sol al que no le importa la luna porque tiene más planetas que observar. El mono sabía que la luna recibiría más impactos por los meteoritos porque la Tierra no estaría a su lado para apoyarla.
"Tripitaka era la Tierra."
El mono comprendió esto demasiado tarde.
Desde que él se fue, Wukong solo vive atrapado en su día a día. De vez en cuando, Macaque lo molesta para hacerlo enojar y Wukong solo responde con muecas de asco y cansancio. A veces, Wukong ni siquiera reacciona.
Macaque admite para si mismo haber destruido varias veces el templo de Tripitaka. Bien por celos o bien por rabia. El odiaba a ese tipo, no porque fuera malo, sino porque el se había muerto. Si hubiera seguido vivo, Wukong no se vería tan acabado, tan drenado de energía.
Macaque miraba a la luna y pensaba para si mismo.
"El sol es un simple observador del amor que hay entre la luna y la Tierra. El sol observa su amor y observará a la luna abandonada cuando la Tierra se convierta en un paraje deshabitado, víctima de personas que le hicieron daño"
El mono se preguntaba a si mismo si le agradaba la idea de que la luna ahora orbitará sola. Porque hay una cosa segura en su vida, y es que la Tierra hace muchos años que está muerta.
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rubimoon45 · 9 hours ago
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Witness
Pairings: Satoru Gojo x fem!Reader
Content/Warnings: mentions of infidelity, chest pain, constant anxiety, intrusive thoughts, fear of superiors, weak character, is she the problem?, mentions of damage, blood
Summary: she married Satoru Gojo believing in his words and the truth in his eyes. In a single year, that idea seems to become a lie as the marriage only grows cold and her anxiety soars over its emptiness.
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Hace un año, sus ojos brillaban de alegría cuando escuchaba el nombre de la familia Gojo. Porque le recordaba al chico con el que se había prometido a los pocos meses de empezar a salir. Un auténtico partido tanto dentro como fuera del mundo de la hechicería. Atractivo, con carisma, con una personalidad bromista que no podías resistirte a no sonreír cuando bromeaba. Nadie podía decirle que no. Y, como jefe de su Clan, contaba con una cantidad de ofertas de matrimonio por los Grandes Clanes abrumadoras. Sumado a la presión de los Ancianos, que querían cuanto antes una alianza fuerte que mantuviera al clan Gojo atado a las normas del jujutsu y fuera del control de lo que ellos consideraban un crío, a todos les sorprendió el anuncio de su compromiso con una chica como ella.
Sin rango importante. Solo un título de bachillerato en el mundo humano y un grado normal en el mundo de la hechicería. Nada serio. Sin un linaje serio, aunque su madre fuera parte de los grandes Zenin, pero apartada de su herencia por casarse con un humano, que solo valdría para reforzar las infantilices en la que se había convertido el Clan portador de los Seis Ojos. Solo era una niña a ojos de todos. Una bastarda. Y ahora se había casado con el Hechicero Más Fuerte del mundo.
Hubo una vez en la que se dijo que podía aguantarlo. Las visitas que solo iban a comprobar el estado de su matrimonio. Las miradas agudas sobre si llevaba al heredero de los Gojo en su interior. Sobre si manifestaba algo más que un linaje bastardo que reforzarse su posición entre los Zenin. Algunas veces sus abuelos, o lo que ella debía considerar como tales, iban a visitarla, aunque su madre ya la había advertido hace mucho de lo que querrían. Influencia sobre ella y otro Clan.
Pero no fue eso lo que la destruyó, la amargó, la hizo estar incontables noches en vela mirando a la ventana como un búho. Fue otra cosa. Fue lo que ella misma tenía en casa, la persona con la que se casó.
Lo que ella no vio.
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Un año después
La luz tenue de la luna se colaba a través de las finas cortinas de la ventana, arrojando sombras largas y suaves sobre el suelo de la espaciosa sala de estar. El ambiente era un contraste amargo con calor y la pasión que una vez vivieron. Si miraba hacia una esquina, podía ver el retrato de la boda protegido por los sellos espirituales de los ancestros, una tradición de la familia que todavía se respetaba entre los Grandes Clanes por su conservadurismo. Hacía un año se habían casado, en ese jardín trasero a la enorme residencia del Clan Gojo siguiendo los valores de los hechiceros más antiguos, bajo la luz cálida del sol y los cerezos en flor. Cada centímetro era un recordatorio a esos primeros días de relación, cuando ella llegaba y los dos se sentaban a conversar o a ver una película abrazados. Recuerdos del pasado. Nadie le habría dicho la realidad de lo que sería su vida en ese momento, cuando era una niña inocente y el un adolescente traumado.
Constantemente se recordaba que era por eso. Que todo lo que él hacía era por la pérdida de la única persona que lo entendería. Que entendería sus acciones y lo haría reflexionar sobre ello. ¿Entonces ella para qué estaba? ¿Para ser una estatua fija en un rincón que observaba como ese matrimonio que había empezado feliz se estancaba? ¿Era eso? Sabía que las mujeres en los Clanes eran objetos, a veces unas más que otras, pero que él lo pensara así le dolía como un golpe en la cara.
Ese día, Satoru estaba sentado en el sofá, la mirada fija en un punto intermedio en el techo, la cabeza echada hacia atrás, en silencio. Siempre estaba en silencio. Empezaba a comprender que solo hacía eso cuando estaba solo, o pensaba que estaba solo. Como un gato que perdía las consciencia unos segundos pero siempre estaba alerta. Estaba segura de que no podría golpearlo, ni intentarlo, en esa especie de trance. Ella estaba al lado contrario del salón, de pie junto a la ventana, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de las cortinas. Su energía espiritual comparada con la de él, pero siempre presente, siempre perceptible para ambos. Porque ese mundo era así.
Una vez su madre la había intentado apartar de ese lugar. De esa vida llega de prejuicios antes de presentarte. Prefería que se hubiera quedado en el mundo normal, donde ella ahora vivía con su marido normal y vida normal. Pero no. Ella siempre había sentido que podía aspirar alto, utilizar el don que su madre le dio por genética.
-¿Podemos hablar? -comenzó ella, rompiendo el pesado silencio que había entre ellos.
Él no respondió al principio, como si no la hubiera escuchado. Pero luego, con un suspiro apenas audible, giró la cabeza suavemente hacia ella. Las hebras blanca se movieron con él. Sus ojos, ocultos tras las vendas oscuras de estar por casa, parecía inexpresivos sin necesidad de verlos. Ya lo conocía.
-¿Hablar? -repitió, su tono cargado de una frialdad que le resultaba extraño escuchar viniendo de él. Durante mucho tiempo, su voz había sido cálida, envolvente, como una promesa de seguridad. Ahora eran cuchillos afilados finamente.
Apretó los labios, tratando de reunir el dolor. La confianza que una vez había sentido en él era tensa ahora, capaz de romperse con ese cuchillo. Sabía que haberse casado con alguien como él nunca sería fácil. Ni en lo interno ni en lo externo. Ahora todo era un sueño lejano, un recordatorio a la verdad de su madre.
-No es lo mismo, ¿verdad? -dijo, su voz temblorosa, pero firme. Al menos podía ser sincera con ella misma.
Gojo dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando el techo de nuevo, como si las palabras de ella no tuvieran el peso suficiente para sacarlo de su propio mundo. Sus manos descansaban en su regazo, inmóviles, como si el hombre que siempre había sido una tormenta de energía, ahora estuviera congelado en un punto inamovible. Congelado. Tal vez ese primer año solo era una demostración de lo que se avecinaba. ¿Sería peor en el futuro? ¿Sería más...complejo?
-No sé de qué hablas -murmuró, sin emoción-. Nada ha cambiado.
Esa última frase la golpeó con fuerza. Nada ha cambiado. Pero sí lo había hecho. Su risa, su cercanía, el modo en que solían compartir incluso los silencios, todo eso se había esfumado. Incluso si dormían juntos, había un espacio enorme entre ellos, lejos de esos abrazos en los que se dormía pensando que podía protegerla de todo y todos. Las misiones lo mantenían alejado, sí, pero no era solo eso.
Había una distancia nueva entre ellos, una grieta que ni siquiera la magia podía cerrar.
-¿De verdad crees eso? -preguntó ella, la desesperación empezando a teñir su tono. Dio un paso hacia él, deseando, esperando que él al menos la mirara, que bajara esa barrera invisible que había levantado entre los dos-. No eres el mismo conmigo. Nos evitamos como si fuéramos extraños.
Él no se movió de su posición. El silencio se extendió una vez más, sofocante, cargado de todo lo que no decían. Finalmente, Gojo se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y quitándose lentamente las gafas. Sus ojos, esos ojos azules brillantes, finalmente la miraron, pero en ellos no había la calidez que ella había anhelado.
-Yo soy el mismo. Siempre he sido así -dijo en tono lento-. Quizá lo que cambió fue tu perspectiva. O quizás esperabas algo que yo no puedo darte.
La sinceridad brutal en sus palabras la hizo retroceder un paso, como si la hubieran golpeado físicamente. Había algo doloroso en la franqueza de Gojo, pero también una verdad amarga que ella no había querido ver. Tal vez había esperado más de él, más de lo que él podía o estaba dispuesto a ofrecer.
-¿Eso piensas? ¿Piensas que el problema es cómo veo las cosas? No he cambiado, pero sí mi alrededor.
-Entonces no deberías prestarle tanta atención a esas cosas.
-¿Y ya? ¿Así vas a acabar hoy?
Gojo la miró un instante más, antes de volverse a poner las gafas. El gesto fue como una declaración final, el muro entre ellos levantado una vez más.
Ella permaneció quieta en medio de la sala, el peso de la conversación aún suspendido en el aire como un frío invernal que parecía penetrar hasta sus huesos. Vacilaba, como lo hacía a menudo. Siempre había sido así, insegura de sus decisiones, preguntándose si estaba diciendo lo correcto, si estaba tomando el camino adecuado. Pero esta vez era diferente. Esta vez no se trataba de una misión fallida o un malentendido con otro hechicero de rango superior. Esto era mucho más profundo.
Era como caminar sobre hielo quebradizo. Podía sentir las grietas formándose bajo sus pies, amenazando con romperse si se atrevía a moverse demasiado rápido o demasiado lejos. Sus pensamientos eran un torbellino, pero en el fondo de su mente, una verdad oscura emergía lentamente: él ya había dejado clara su posición.
Gojo no la iba a buscar. No la iba a detener. Lo entendió cuando la dejó sola en esa sala sin mirar atrás. Su poder y su carisma lo habían hecho siempre inalcanzable para los demás, pero ella había creído que quizás con ella sería diferente. Tal vez, en los momentos en que se miraban a los ojos, había visto algo más, una vulnerabilidad oculta, una posibilidad de cercanía. Pero ahora parecía que ese anhelo había sido solo suyo.
Respiró hondo, sintiendo cómo sus dedos se cerraban sobre el borde de la cortina, apretando hasta que sus nudillos se volvieron blancos. ¿Por qué dolía tanto cuando, en el fondo, ya lo sabía? Desde hace meses, la distancia entre ellos había crecido, pero había seguido esforzándose, aferrándose a una esperanza vacía. Quizás era hora de dejar de vacilar, de enfrentar la realidad.
Con la mirada clavada en la puerta por la que él se había ido, dio un paso hacia adelante. Era un pequeño movimiento, pero para ella se sintió como romper el hielo bajo sus pies. El eco de sus propios pasos parecía resonar con fuerza en la silenciosa habitación.
Pero no avanzó más.
-De acuerdo.
Se volvió hacia la ventana. Afuera, la ciudad seguía su curso, ajena al conflicto interno. Los edificios parecían inmóviles, imperturbables, mientras su propio mundo se tambaleaba. No se permitió llorar.
Esta vez no.
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Estaba de pie frente a la mesa, con la mirada fija en el informe que tenía entre las manos. La hoja estaba marcada con los detalles que necesitaba: la maldición de grado dos en Kioto. No era una tarea particularmente difícil, pero el ambiente a su alrededor había cambiado. Todo, desde que había tomado la decisión de irse, estaba teñido por la distancia que sentía con todos. Incluso con los más cercanos. Incluso con él.
Satoru no la miraba directamente, y ella no esperaba que lo hiciera. Después de todo, ¿qué quedaba entre ellos ahora, más allá de la fría profesionalidad? Un frío anillo y papel firmado que ahora solo querría quemar hasta las cenizas. La misión era lo único que importaba en ese momento. Kioto era su destino, y el trabajo debía continuar, aunque el peso de su corazón fuera un lastre en cada paso. Al menos abandonar aquella casa, a todos, la alejaría un poco de su realidad.
-Te asignaré la misión de Kioto -dijo el jefe de la escuela de hechiceros, Yaga, con un tono neutro, mientras ella levantaba la mirada, mostrando que estaba atenta a cada palabra. Era algo sencillo, un encargo rutinario, pero eso no la hacía sentir más aliviada.
La misión no estaba pensada para ser compleja, pero el hecho de que fuera a Kioto la sacaba de su zona de confort, de los recuerdos que la hacían sentir la sombra de su fracaso.
-Una maldición de grado dos. Hay reportes de actividad en las afueras del templo Kiyomizu. -el jefe continuó, con calma, entregándole los papeles con la información detallada. Asintió lentamente, sintiendo la tensión crecer dentro de ella. Era solo otra maldición, otro trabajo para hacer. Nada más. No importaba lo que sentía o lo que estaba dejando atrás.
No era la misión lo que la preocupaba.
-¿Hay algo más que deba saber? -preguntó, forzando su voz a sonar profesional.
Estaba tan acostumbrada a este tipo de encargos, pero había algo diferente en este. El hecho de que se estaba alejando de todo. De él. A veces, salir de la escuela de hechiceros le daba un respiro, pero esta vez sentía que el espacio entre ella y Satoru se estiraba aún más, como una cuerda que se tensa hasta romperse.
-Nada fuera de lo común. Simplemente elimina la maldición y asegúrate de que no cause más problemas en la zona -respondió el jefe, su tono neutral. La misión no era urgente ni peligrosa, pero le recordó que aún estaba dentro del juego, que su trabajo seguía siendo el centro de su vida. No podía permitirse flaquear-. Por favor, sin ningún desastre.
Asintió, tomando la carpeta con la misión.
-Entendido -respondió, con una voz que no delataba ni un atisbo de duda. No quería mostrar debilidad, no frente a ellos. No frente a él.
Miró a Yaga con una ceja alzada, casi con incredulidad. La misión en Kioto era sencilla, pero la idea de ir sola en esos momentos, después de todo lo que había sucedido, no le parecía lo más sensato.
-¿Alguno de los alumnos vendrá conmigo? -preguntó, su voz controlada, pero con una leve tensión.
Aunque la maldición era de grado dos, siempre preferiría tener apoyo. Además, unirse con alguien podría ser una oportunidad para despejar la mente, aunque sea por un momento. Y si alguien podía ser útil en medio de la soledad, era un compañero. El jefe de la escuela la observó con una mirada indiferente por un instante, como si estuviera evaluando la situación.
-No. Es un trabajo sencillo -respondió, con una calma que indicaba que no se consideraba necesario mandar refuerzos. Hope frunció el ceño ligeramente, pero no dijo nada. El jefe siguió: - Si te encuentras con complicaciones, puedes pedir refuerzos, pero por ahora, no necesitas compañía.
Era una orden, no una sugerencia. Y aunque sabía que podía pedir ayuda en caso de que la situación se complicara, el hecho de que no se le ofreciera un compañero le dejó una sensación extraña. Quizás le estaban dando espacio para demostrar que podía manejarlo sola. O tal vez pensaban que, con la maldición de grado dos, no era necesario involucrar a un alumno o cualquier otro hechicero.
El silencio se alargó mientras procesaba la información. No había vuelta atrás ahora. La misión debía cumplirse y ella sería quien la llevara a cabo, sola. Era lo que esperaba, pero al mismo tiempo, esa soledad la incomodaba.
-Me encargaré de ello.
El jefe asintió con aprobación, como si hubiera recibido la respuesta que esperaba. Sintió la mirada fija en ella mientras se giraba para marcharse, pero decidió no devolver la mirada. No tenía ganas de más conversación. Lo único que quería era dejar la escuela, ir a Kioto y terminar el trabajo. Cuanto más rápido, mejor.
Mientras salía de la oficina, sus pasos resonaban vacíos en los pasillos. En su mente, solo había espacio para lo que debía hacer, para el trabajo. Pero, en lo más profundo, mientras sus pensamientos se dirigían hacia Kioto, su corazón no podía dejar de pensar en lo que había dejado atrás.
Aquel viaje a Kioto era una escapatoria. Un intento de enfocarse, de avanzar en algo concreto. Pero ni la misión ni la maldición podrían resolver lo que sentía.
Sintió el peso de la misión en su espalda mientras caminaba por los pasillos de la escuela. Sabía que no podía dejar que sus emociones la dominaran, pero el vacío que sentía era innegable. Satoru había sido el centro de todo, su vida, su felicidad, sus temores... y ahora, no quedaba nada de eso. Solo el trabajo, las misiones, las maldiciones que debía exterminar.
Aunque el jefe le había dado la orden de ir sola, algo dentro de ella deseaba lo contrario. Necesitaba una distracción, alguien con quien compartir el peso de todo lo que llevaba dentro. Tal vez un alumno... alguien con más energía, más vitalidad, podría sacarla de su espiral de pensamientos oscuros.
Pero no había opción. Estaba sola, como siempre había estado.
Mientras cruzaba el umbral de la puerta hacia el exterior, el aire frío de la mañana la golpeó, devolviéndola a la realidad. Kioto. Era lo que tenía que hacer. La misión sería sencilla, eso decían, pero conocía bien la naturaleza impredecible de las maldiciones. A menudo, incluso las más simples se volvían un desafío si no se tomaban en serio. Y ella tenía que tomarla en serio. No solo por su deber como hechicera, sino también para olvidar, aunque fuera por un tiempo, lo que había dejado atrás.
En su mente, las imágenes de Satoru volvían a surgir. Su indiferencia. Su frialdad. No pudo evitarlo. Incluso ahora, mientras caminaba hacia la salida, su imagen seguía presente, grabada en su mente, más fuerte que nunca. Pero no podía permitir que eso la detuviera. ¿Estaba bien decirle algo? Ya conocía la situación, porque a pesar de no decir nada había estado escuchando. Aún así, sentía que le debía al menos eso. Comunicarse, como hacían siempre... O antes.
Sin embargo, a medida que caminaba hacia el tren que la llevaría a Kioto, pensó que quizás, tal vez, el aislamiento de esta misión podría darle algo de claridad. Necesitaba deshacerse de todo el peso emocional, dejarlo atrás, aunque solo fuera por unas horas. Sin embargo, la verdad era que la misión no era lo único que la llamaba, era la necesidad de escapar de lo que había dejado atrás. De sus sentimientos. De la ausencia de Gojo.
Mientras abordaba el tren, se hundió en su asiento. Los pasajeros a su alrededor no la miraban, y ella se permitió un breve respiro. Por un momento, dejó que su mente se despejara, y el silencio se instaló entre las paredes del vagón. Al menos, por unas horas, no tendría que pensar en él.
Pero a medida que el tren se acercaba a su destino, el peso de la maldición a la que se enfrentaría la trajo de vuelta a la realidad. En la estación de Kioto, apenas el tren se detuvo, se levantó con determinación. No importaba lo que estuviera sucediendo en su corazón. Había trabajo que hacer, y si había algo que siempre la había mantenido centrada, era la acción.
"Es solo otra maldición," se repitió a sí misma, como un mantra. Al fin y al cabo, esto era lo que hacía mejor: exterminar lo que no debía estar ahí.
Sin embargo, algo dentro de ella no dejaba de preguntarse: ¿De qué serviría todo eso si no podía enfrentarse a lo que realmente la estaba destrozando?
Sus pensamientos se detuvieron brevemente en el exterior del edificio. Otro edificio tradicional a lo que ya estaba acostumbrada, al lado de los edificios de enseñanza y donde guardaban las armas encantadas. Los tejados de losas negras reflejaban el sol del exterior, humedecidos por la lluvia del día anterior. Las voces de los adolescentes entrenando en el campo de entrenamiento exterior, que le recordaba al instituto donde ella había estudiado, solo que rodeada de humanos y risas a veces un tanto crueles. Ahí era lo mismo, solo que las risas crueles las daban los Ancianos. Se apoyó de espaldas en uno de los muros, de frente viendo a los de tercero entrenar por su cuenta; la joven Zenin, un pariente cercano suyo de la que apenas sabía nada, solo que odiaba a su familia, saltando en el aire; el hijo mayor de los Uzumaki hablando con alguna referencia a comida, dado que el poder de su familia era un asombro incluso para los más expertos; y el hijo adoptivo de Yaga, un peluche encantado de tamaño humano en forma de panda, al que originalmente habían llamado Panda. Faltaba uno, pero ese debía de estar siguiendo las órdenes de Satoru en encontrar lo que diablos se le hubiera perdido en Sudáfrica.
Miró al cielo, sintiendo los latidos de su corazón acelerarse. La incomodidad en su pecho se seguía sintiendo. Ir a una misión en otra ciudad, sola, a sabiendas de la complejidad que era. Pero a nadie le importaba eso; los Ancianos solo lo hacían pensando que así renunciaría y se concentraría en el único deber que tenía una esposa, o que renunciara y se convirtiese en una sombra en el mundo de la hechicería. Porque nunca aceptarían que una bastarda llegase más alto de lo debido.
Tal vez una opción era la mejor. La segunda, porque la primera significaría estar encerrada con un hombre que...No. Sacudió la cabeza separándose la pared y acercándose a las escaleras que descendían al campo de entrenamiento. Si continuaba pensando de su matrimonio así, se volvería igual que eras mujeres amargadas de las que su madre hablaba sobre su Clan. El cansancio emocional empezaba a pesarle cada vez más, como un yunque anclado a su pecho.
Mientras cruzada el área principal, su mirada volvió a vagar de forma distraída hacia la entrada del edificio donde había dejado a Yaga y a Satoru en el despacho. Ese maldito edificio que ahora solo le traía tan malos recuerdos. Hasta que lo vio. Satoru estaba allí, caminando hacia la salida, con su típida expresión tranquila detrás de la venda en sus ojos y postura erguida. Una mujer iba a su lado, a la que no conocía de haber visto nunca en el recinto. ¿Una nueva profesora? ¿Una alumna graduada? No era como las otras. Esta vestía el uniforme impecable de hechicería, con la solapa del alto rango marcada en el cuello. Ambos hablaban con una familiaridad -por la forma desinteresada de expresarse- que la detuvo en seco. La mujer sonreía, y Satoru iba con ella caminando sin ninguna prisa.
El nudo en su estómago se apretó, y por un momento, no pudo moverse. Era como si el mundo a su alrededor se hubiera detenido, dejándola en un estado de vacío total. Las voces de los estudiantes y profesores alrededor se apagaron, y todo lo que existía en su campo de visión eran ellos dos.
Satoru no la había visto aún. O no le importaba. Ya en la reunión le había dado igual lo que le dijeran. Él, que normalmente intervenía, ahora se mostraba más ausente que presente en el lugar donde estaba. Como si no le importara lo que decidieran.
Hope mantuvo la mirada fija, sin poder apartar los ojos de la escena. La mujer se inclinó un poco hacia él, diciendo algo al oído de Satoru, quien soltó una risa despreocupada. Una risa que ella no había escuchado en meses y cuyo recuerdo se le hundió en el pecho. El contraste la golpeó como un mazazo en el pecho. A ella, que apenas le dedicaba una mirada en los últimos meses. Nunca se había considerado una persona celosa. De hecho, pensaba que eso solo ocurría en las parejas más conflictivas. ¿Era esa la maldición del Clan? No era tanto la cercanía física.
Era lo que simbolizaba. Esa facilidad con la que Satoru podía estar con alguien más, mientras a ella la había dejado en la distancia emocional hacía tiempo. Había algo cruel en ello.
El aire alrededor de Hope parecía más frío de lo normal. Su corazón latía desbocado, pero su rostro permaneció inexpresivo, como si su cuerpo estuviera negándose a reaccionar. Sin embargo, sus manos apretadas en los costados temblaban levemente.
"Así que era eso", pensó, con una amargura que no pudo ocultar.
No había hablado apropiadamente con él en días, por no decir meses, y ahora tenía que aguantar sentirse así antes de marcharse a otra ciudad por un trabajo al que realmente podría renunciar cuando quisiera que nadie le pondría pegas. Pero ver esa escena frente a sus ojos, verlo tan cómodo, tan relajado con otra persona, hacía que todo lo que había reprimido comenzara a hervir dentro de ella. Era como si todo el peso de los últimos meses cayera sobre ella de golpe.
Ella respiró hondo, tratando de controlar la sensación de ardor que subía por su pecho. No iba a darle la satisfacción de una reacción.
Pero el dolor seguía ahí, profundamente arraigado.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, Satoru giró la cabeza y la vio. Casi pudo sentir cómo sus ojos se unían en la distancia, a pesar de la restricción de por medio. Su expresión cambió, pero solo por un segundo. Volvió a esa máscara despreocupada casi al instante, como si nada fuera anormal. La mujer también notó la presencia de Hope y, sin decir nada, se detuvo un momento, mirando entre ambos como si comprendiera que había algo no dicho entre ellos. Luego, con un leve gesto de cortesía, la mujer se despidió de Satoru y se alejó, dejando a los dos solos en la tensión palpable que colgaba en el aire.
No movió un músculo. Su rostro era una máscara de frialdad. Solo para no demostrar el malestar interno, la ansiedad que la carcomía, el cosquilleo que recorría sus dedos. No iba a ser la que hablara primero.
Satoru la observó durante unos segundos más, antes de soltar un pequeño suspiro y encogerse de hombros, como si la situación no fuera más que otra de esas trivialidades que él podía manejar con facilidad.
-¿Qué? -fue lo único que dijo, su tono casual y despreocupado, pero había algo en su tono que dejaba entrever que él sabía perfectamente lo que ella estaba sintiendo.
Hope apretó los dientes, sintiendo cómo la ira comenzaba a arder bajo la superficie, pero se obligó a mantenerse firme. No iba a dejarse llevar por las emociones.
No frente a él.
-No me esperes despierto esta noche.
-No -respondió, para después añadir-. No voy a estar en casa.
-Entonces me da igual esta conversación desde ahora.
Se giró para marcharse antes de que la rabia tomara el control de su cuerpo. Cada paso lejos de él se sentía como una lucha interna, pero no le daría el gusto de verla perder el control. Ella caminó a paso firme, dejando atrás la entrada de la academia, el eco de sus zapatos resonando contra las losas del suelo. Cada paso era una batalla por mantener la compostura. El nudo en su garganta se hacía más grande, pero se negaba a mirar atrás, se negaba a darle siquiera un segundo más de su atención.
Sabía que Satoru la había observado mientras se alejaba, pero lo que no sabía era si le importaba lo suficiente como para hacer algo al respecto. Esa indiferencia era lo que más dolía. La desconexión emocional que él mostraba constantemente. Había aprendido a esconderse tras esa máscara despreocupada que siempre llevaba puesta, pero Hope había dejado de ser una desconocida para él hacía mucho. Sabía que había algo roto en él, y que nunca lo admitiría.
Cuando llegó a una esquina del jardín donde estaba más segura de que nadie podría verla, su cuerpo comenzó a temblar. El nudo en su estómago, la opresión en el pecho, la rabia contenida. Todo se mezclaba, asfixiándola. Se apoyó contra una columna, cerrando los ojos con fuerza, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con salir.
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Varios días después
Regresó a casa después de la misión de Kioto, su cuerpo cansado y pesado después de dos días persiguiéndola hasta exterminarla. La maldición de grado dos que le habían asignado había sido complicada, más de lo que esperaba, pero no era solo el combate lo que la había agotado. El peso de sus pensamientos, de todo lo que había dejado atrás al partir, se sentía como una carga aún más pesada que el agotamiento físico.
Al llegar a la puerta de casa, una sensación incómoda se instaló en su pecho. Una punzada latiente de lo que se venía una vez cruzase el umbral de la puerta. Si es que ocurría algo. Después de una misión, él regresaba agotado más por el hecho de desplazarse y volver a la academia a rellenar el papeleo que por mover un dedo y usar sus conjuros. Y ella como una tonta iba siempre a sentarse con él a cuidarle a pesar de no tener ni un arañazo.
Una vez más, los recuerdos la llenaron en más de un sentido. Hacía tiempo, cuando ella regresaba, él aparecía de la nada y con una sonrisa empezaba a cuidarla. Como un perro herido al que tenía que consolarse para no dar más pena.
Entró, dejando la maleta junto a la puerta. La casa estaba oscura y silenciosa, como siempre. Ningún rastro de Satoru, ni siquiera sus zapatos estaban en la entrada. ¿Estaría con esa mujer? ¿Estaría en alguna misión? Aunque siempre podía ser que se hubiera olvidado de quitárselo o ignorado las normas. Probablemente estaba en alguna misión, como de costumbre, o quizás simplemente había decidido no estar allí cuando ella regresara. Eso no le sorprendía. Lo que sí la sorprendía era cuánto le dolía aún esa indiferencia.
¿Sabía acaso cuando volvería? ¿Sabía el dolor de cabeza que fue su misión, para alguien como ella que aunque no fuera débil, era una prueba más para demostrar que era válida? Los Ancianos tenían ese pensamiento de que si te casabas con alguien más fuerte que tu, debías demostrar que eras válido.
Caminó lentamente hacia la cocina, encendiendo la luz mientras sacaba un vaso de agua. Sus manos temblaban ligeramente. La misión había dejado su cuerpo agotado, pero también había algo más: su salud, que había ido empeorando desde hacía semanas.
Cada día, sentía que algo no estaba bien en su interior, pero se había mantenido firme. No quería mostrar debilidad, no frente a Satoru, no frente a nadie. Como una sensación que amenazaba con manifestarse en el exterior.
Se sentó, dejando el vaso sobre la superficie y cerrando los ojos por un momento. La sensación de vacío en la casa era casi insoportable, y a pesar de todo el dolor que había pasado, una pequeña parte de ella aún esperaba que Satoru apareciera, que se diera cuenta de lo que habían perdido. Pero no había señales de él, como siempre.
Cuando abrió los ojos, se encontró observando el rincón de la cocina, donde todavía estaban los libros de cocina que había apartado para la mudanza, pero que nunca llegó a empacar del todo. No había conseguido encontrar un lugar al que mudarse aún, y algo en su interior sabía que aún no lo había hecho porque no estaba lista para abandonar por completo esa vida. Tomó un respiro profundo, tratando de calmar el caos en su mente.
Sabía que no podía quedarse atrapada en ese ciclo, que eventualmente tendría que tomar una decisión. Pero ahora, el cansancio era demasiado, y lo único que quería era descansar, olvidar por un momento lo difícil que había sido todo.
En la nevera, el imán de todos los lugares a los que habían ido juntos relucían. Pocos, en concreto al sur de vacaciones, pero con un valor simbólico importante. Uno sujetaba una imagen de los dos delante del monte Fuji. Ahora el único valor que tenían era el deseo de romperlos.
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Los días siguientes fueron un verdadero tormento. Intentó mantener su rutina, pero cada paso parecía más pesado que el anterior. No había visto a Satoru en día. Shoko decía que estaba en una misión, pero ella empezaba a dudar en que fuera cierto. Al final, los amigos se protegían entre sí y Shoko había demostrado con anterioridad lo bien que se llevaban. Además, sumado al factor de que no había vuelto a ver a esa mujer del otro día por el campus. Yaga le había dicho que dentro de poco le darían otra misión, esta vez en el norte. La magia que antes fluía sin esfuerzo ahora era como un veneno que se enroscaba en su interior, bloqueando sus intentos de sanar.
Al principio, intentó ignorar los síntomas. Era una hechicera de rango alto, estaba acostumbrada a los retos, a las batallas. Podía superar cualquier obstáculo, podía afrontar cualquier maldición. Pero esto no era normal. Y el terror comenzó a apoderarse de ella.
Se encerró en su habitación, sentada en su cama con las manos temblorosas sobre sus piernas. No quería que nadie la viera así. Nadie debía saber que algo la estaba destrozando por dentro. Nadie debía saber que ella no podía controlarlo. Porque entonces tendrían una escusa para sacarla del mundo de la hechicería sin problemas, esta vez de verdad. Y lo último que necesitaba era eso. Volvió su mirada a la mesita, donde la cartilla del banco descansaba, mostrando el dinero que había ganado en esos años trabajando para unos hombres que solo la veían por su mancha en el linaje.
Sin embargo, la enfermedad, o lo que fuera que la afectaba, no daba tregua. Cada vez que se miraba al espejo, la imagen que le devolvía parecía cada vez más ajena. Su rostro estaba pálido, sus ojos hundidos, y su piel, antes tan vibrante, ahora parecía perder su vitalidad. Había algo en su interior que estaba apagando todo lo que una vez fue ella.
Un día, mientras luchaba por levantarse de la cama, una oleada de náuseas y mareos la hizo tambalear. Con un esfuerzo casi sobrehumano, logró llegar hasta la puerta de su habitación, buscando la salida, buscando algo de ayuda. No podía seguir de esa manera, y necesitaba respuestas.
Toc, toc.
Cada centímetro de esa casa, desde los muebles impecables hasta las paredes inmaculadamente blancas, parecía estar diseñado para recordar a cualquiera que entrara que ahí no había espacio para errores, ni para la debilidad. Ahora esperaba a la madre de Satoru, la Señora Gojo. La mujer que no conocía la calidez, ni mucho menos por su empatía, pero era lo que le tocaba por ser familia. Pero desde que había comenzado a mostrar signos de debilidad física, la familia Gojo había decidido tomar cartas en el asunto. El poder y la perfección eran todo en esa familia, y una esposa enferma no encajaba en esa imagen.
Las puertas de la sala se abrieron con un leve crujido, y allí estaba ella. La madre de Satoru, impecablemente vestida con un kimono blanco y negro, con el pelo recogido en un moño detrás de su cabeza, caminaba con la misma elegancia y frialdad que siempre había proyectado. Su mirada era como el hielo, analítica, juzgando cada detalle sin dejar traslucir emoción alguna.
Hope se enderezó, tratando de disimular el cansancio que le pesaba sobre los hombros. Los días después de la misión en Kioto habían sido difíciles. Las secuelas de la maldición de grado dos que había enfrentado habían afectado su salud más de lo que esperaba. Pero sabía que mostrar signos de debilidad frente a la madre de Satoru sería un error.
La mujer la miró desde arriba, deteniéndose frente a ella con una expresión imperturbable.
-Así que... -dijo finalmente, con una voz baja y controlada-. He escuchado rumores sobre tu estado.
Directa, como siempre. No había lugar para trivialidades con ella.
Pudo sentir un ligero escalofrío recorrer su espalda, pero se obligó a mantener una expresión neutral. Porque demostrar la debilidad en esa familia significaba estar perdida y sola. Y si ya no tenía el apoyo de su marido, el de la familia de él sería nulo a la mínima.
-Estoy bien, -respondió, tratando de sonar firme-. Solo ha sido una pequeña recaída.
La madre de Satoru entrecerró los ojos ligeramente, como si pudiera ver a través de cualquier fachada que intentara poner. Esos ojos azules y fríos que le devolvían la mirada... A pesar de no haberlo criado, eran idénticos a los de su hijo.
-Una recaída -repitió, sin emoción, pero con un matiz de desdén en sus palabras-. Y dime, ¿hasta cuándo esperas que esas "recaídas" sean aceptables?
El comentario golpeó más duro de lo que había anticipado. Sabía que la familia Gojo no toleraba la debilidad, pero enfrentarse a la realidad de cómo la veían le dolía más de lo que esperaba.
-Estoy trabajando en mi recuperación, -insistió ella de vuelta, manteniendo la calma, aunque sentía que su pulso se aceleraba-. Esto no es algo que interfiera con mis deberes como hechicera.
La madre de Satoru la miró por un largo momento, evaluando cada palabra, cada gesto. Finalmente, dejó escapar un leve suspiro, como si hablara con alguien que no había cumplido con sus expectativas.
-Lo que debes entender, -comenzó, caminando lentamente a su alrededor, sin apartar la vista-, es que en esta familia, el poder y la fuerza son lo único que importa. El prestigio, la imagen... no podemos permitirnos deslices. Si tienes alguna dolencia, se guarda en silencio, sin interferir.
Había un filo en sus palabras, una advertencia silenciosa, una presión que había sentido desde el día que se casó con Satoru, pero ahora, con su salud debilitada, esa presión se sentía asfixiante. Lo había aguantado en silencio porque en su momento pensaba que tendría el apoyo de al menos una persona y que la protegería. Incluso mentía a su madre y a su padre sobre cómo vivía, para que no se volviera igual de loca de lo que ella ya se estaba volviendo.
-No necesito que me lo recuerden, señora Gojo. -dijo, tratando de mantener el control de su voz. Sentía las palmas de las manos frías, pero no iba a dejar que eso la derrotara. No frente a esta mujer.
La madre de Satoru se detuvo frente a ella de nuevo, su mirada se endureció aún más.
-Entonces entiendes que no solo representas a ti misma, sino también a mi hijo y a esta familia. -su tono se volvió más afilado-. Espero que actúes en consecuencia.
Hope se mordió la lengua. Sabía a qué se refería. Sabía que le estaba diciendo, en su fría manera indirecta, que si no mejoraba su estado físico, sería desechada. O o intentaría. Tal vez lo consiguiera. Al final, no era más que una mujer que no había hecho nada por ese Clan. La familia Gojo no soportaría una debilidad tan visible en alguien que portara su nombre.
-Lo haré -respondió finalmente, sintiendo el peso de la carga que esas palabras implicaban.
-Bien, eso espero -La madre de Satoru dio un paso atrás, ajustándose el kimono de manera casi innecesaria, una señal de que la conversación había terminado-. No hay lugar para los débiles entre los Gojo. Ni siquiera si son familia.
Con esas últimas palabras, la madre de Satoru giró sobre sus talones y se dirigió hacia la puerta, dejándola en la fría y vacía sala. El dormitorio que una vez compartió con otra persona ahora se sentía una prisión. Una indirecta, una amenaza. Un guiño a que podían echarla y no pasaría nada.
Ella exhaló lentamente, sintiendo cómo la tensión se desvanecía un poco, pero no del todo. La presión no solo venía de su relación rota con Satoru, sino también del legado inquebrantable y despiadado de los Gojo. Sabía que si fallaba, si su cuerpo no respondía como debía, no solo estaría perdiendo a Satoru. Lo perdería todo.
Cada noche que pasaba en esa cama vacía, con el silencio de la casa ahogándola, le recordaba que el tiempo se estaba acabando. ¿Cuánto más duraría antes de que alguien decidiera que ya no servía para nada? ¿Cuánto tiempo antes de que Satoru, su suegra, o los Ancianos decidieran que ya no tenía valor? Se sentía tan pequeña, tan rota. La esposa de Satoru Gojo, el hechicero más fuerte, y sin embargo, ahí estaba, consumida por la ansiedad, incapaz de cumplir con lo que se esperaba de ella.
La familia Gojo no le perdonaría una debilidad. Y Satoru... Él tampoco lo haría.
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Dos días más después
Estaba de pie en el jardín de la residencia Gojo, con los brazos cruzados frente a su pecho para protegerse del frío leve que comenzaba a asentarse. El otoño estaba en pleno apogeo, y las hojas doradas y rojizas caían suavemente de los árboles, tapizando el suelo con una belleza tranquila y melancólica. Era una vista que solía traerle paz, pero ahora... todo se sentía distante, fuera de su alcance.
Aún podía caminar, aunque su cuerpo la traicionaba cada día más. La enfermedad que se había apoderado de ella desde esa misión en Kioto seguía erosionando su salud. A veces sentía que podía lidiar con el dolor físico, pero la desesperación y la fatiga mental eran algo mucho más difícil de soportar. Cada paso se sentía más pesado, más difícil, como si el peso de todo lo que no podía controlar la estuviera hundiendo lentamente. Había dejado de ir a la Academia de Hechicería hacía poco para quedarse descansando en casa.
Se detuvo junto a un pequeño estanque, observando cómo las hojas caían suavemente sobre la superficie del agua, creando ondas débiles que se desvanecían tan rápido como aparecían. Así se sentía su vida en ese momento: una serie de ondas que se esfumaban antes de tener un impacto real. Un reflejo fugaz de algo que alguna vez había sido, pero que ahora no significaba nada.
El aire frío le dolía en los pulmones, pero lo soportaba. Era un recordatorio de que aún estaba viva, aunque apenas lo sentía. La respiración se le hacía difícil, como si cada inhalación fuera un esfuerzo consciente. Sus manos temblaban levemente, pero las mantuvo firmes contra su cuerpo, fingiendo normalidad, como si alguien pudiera estar observándola.
No había nadie.
Satoru no estaba. Y la casa, con todo su lujo, era solo otra prisión. Sentía el vacío a su alrededor con más fuerza cuando estaba afuera, en ese jardín que alguna vez pensó que sería un refugio. Ahora era solo una extensión de la soledad que sentía en cada rincón de la mansión.
Las hojas caían, y con cada una, ella sentía que algo dentro de ella también se desmoronaba. La enfermedad la consumía lentamente, pero no era solo su cuerpo lo que se estaba desvaneciendo. Su espíritu se sentía quebrado, incapaz de luchar más, de sostenerse a sí misma o de sostener algo de lo que alguna vez había sido.
Sus pies se movieron lentamente, casi arrastrándose por el sendero de piedra. Había una sensación de finitud en todo lo que hacía. Cada paso, cada respiro, cada mirada al entorno que la rodeaba. El jardín había sido testigo de tantas promesas rotas, de tantas conversaciones no dichas. Y ahora era el lugar donde sus últimos restos de fuerza se agotaban.
Se permitió el lujos de cerrar los ojos un momento, dejando que el frío viento le acariciara el rostro. Quería aferrarse a algo, cualquier cosa, algún recuerdo de lo que había sido antes de que todo se rompiera. Antes de que Satoru dejara de estar presente. Antes de que la enfermedad comenzara a destruir su cuerpo desde dentro.
-Estoy... tan cansada -susurró, apenas audible para el viento.
El cansancio era profundo, no solo físico. Era una fatiga que nacía de la desesperanza, de sentirse invisible, insignificante en un mundo donde el poder lo era todo. La familia Gojo la había acogido al principio con expectativas, a regañadientes, pero ahora solo la miraban con desaprobación. Su enfermedad era una debilidad. Su relación rota con Satoru era una vergüenza. Y ella estaba atrapada en medio de todo.
Las hojas seguían cayendo, una tras otra. La naturaleza seguía su curso, implacable y bella, mientras su cuerpo y su vida se desmoronaban poco a poco. Abrió los ojos y miró hacia la mansión a lo lejos, imponente y majestuosa. Pero para ella, era una prisión hecha de silencio y expectativas incumplidas. Satoru no estaba ahí. Nunca estaba ahí. Y cada día, su ausencia se sentía más permanente, más como una confirmación de que había sido dejada atrás en todos los sentidos posibles.
Ella seguía caminando. Aún podía caminar. Pero sabía que no por mucho tiempo más. El dolor en su cuerpo, que hasta entonces había sido un murmullo constante, se apagó por completo cuando sus ojos lo vieron al otro lado del jardín.
Satoru estaba ahí, cerca del seto alto que separaba el jardín trasero de los terrenos principales de la mansión, como si hubiera aparecido de la nada más absoluta para llenar el silencio con...más silencio. El cuerpo de ella tembló ligeramente, dando un paso hacia delante, pero se detuvo. No estaba solo. Una mujer alta, de cabello oscuro y mirada suave, estaba frente a él, a una distancia demasiado cercana para ser simplemente casual. La postura de Satoru era relajada, aunque el leve movimiento de su cabeza indicaba que estaban conversando de algo importante. La reconoció como la mujer que estaba ese día en la Academia con él, la misma por la que su relación se había vuelo muchísimo más distante.
Se sintió como si todo a su alrededor se congelara. Ni siquiera el chal sobre los hombros podía protegerla. Las hojas seguían cayendo, pero en su mente el mundo se había detenido, encapsulando esa imagen de ellos dos. No podía oír lo que decían, pero no necesitaba escucharlo. La cercanía, la familiaridad en la forma en que la mujer tocaba ligeramente el brazo de Satoru, era suficiente para que una punzada de algo mucho más fuerte que el dolor físico le atravesara el pecho.
Su corazón latía dolorosamente. Quería moverse, pero sus pies se sentían como si estuvieran anclados al suelo. Quería apartar la mirada, pero no podía. Satoru no había cambiado. Su frialdad hacia ella, la distancia emocional, las excusas constantes... todo tenía una razón ahora. La traición no era tanto el hecho de que él estuviera con otra mujer. Lo que dolía más era la indiferencia. La sensación de haber sido olvidada, de que su dolor y su sufrimiento no significaban nada para él.
El viento frío sopló, haciendo que algunas hojas se levantaran en espirales suaves a su alrededor. Aun así, ella no se movió. Solo los observaba, incapaz de comprender cómo había llegado a esto, cómo se había convertido en una espectadora más de su propia vida. Sus dedos se tensaron, el frío calando hasta los huesos, pero el dolor emocional era mucho más intenso. Era como si las hojas cayendo representaran cada parte de ella desmoronándose, pedazo a pedazo.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero las mantuvo contenidas. No valía la pena llorar, no aquí, no ahora. El jardín, una vez un refugio para ella, ahora era el escenario de una verdad que no podía ignorar más.
Satoru y la mujer rieron suavemente, aunque las palabras no le llegaban. Una risa que levaba tiempo sin escuchar ni ver, y ahora lo hacía con otra persona. Era solo la imagen, la evidencia palpable de lo que siempre había sospechado, lo que más la hería. Sus rodillas colapsaron en medio del sendero de piedra, el dolor en su pecho explotando de una manera que no había sentido antes. Su visión se volvió borrosa, con la imagen de esos dos grabada en su memoria, y un sabor metálico inundaba su boca. Instintivamente, llevó una mano temblorosa a sus labios y, cuando la retiró, vio el rojo peligroso de la sangre manchado su piel.
La sorpresa y el horror se apoderaron de ella mientras intentaba ponerse de pie, pero sus piernas no respondían. El dolor era intenso, ardiente, como si algo dentro de ella estuviera desgarrándose sin remedio. El jardín, que hacía solo un momento era un lugar de traición silenciosa, ahora se había convertido en una prisión en la que su cuerpo la abandonaba.
-¡Señorita! -la voz de la criada resonó a lo lejos, pero Hope apenas podía concentrarse en el sonido. Todo se sentía lejano, como si el mundo se estuviera desmoronando a su alrededor. La joven criada, que había estado cerca de la entrada de la residencia, corrió hacia ella tan rápido como pudo-. ¡Ayuda! -gritó la criada, mientras se arrodillaba junto a ella, sus manos temblorosas intentando sostenerla-. ¡Alguien, por favor, ayuda!
Esta vez escupió más sangre, una cantidad alarmante que manchó el suelo y las mangas de su ropa. Sus ojos se llenaron de lágrimas involuntarias, pero no por el dolor físico. No podía evitar pensar en lo que acababa de ver, en Satoru y la mujer al otro lado del jardín. Todo su sufrimiento, su enfermedad, la traición... parecía haberse acumulado hasta llegar a este punto.
-No… puedo… -intentó decir, pero sus palabras fueron cortadas por un ataque de tos violento. La sangre seguía fluyendo, más de lo que su cuerpo podía soportar. El sabor de la muerte estaba en su boca, y aunque intentaba aferrarse a algo, cualquier cosa, sentía que se deslizaba cada vez más rápido hacia la oscuridad.
Pero apenas podía responder, su cuerpo completamente debilitado por la enfermedad que la había estado carcomiendo desde hacía meses. Su mente se nublaba, y todo lo que podía escuchar ahora eran los latidos de su propio corazón, cada vez más lentos y débiles.
El jardín se desvanecía ante sus ojos, las hojas que caían, el viento que soplaba, todo parecía tan distante y ajeno. No había consuelo en ese momento, solo un profundo dolor en su alma que iba más allá de lo físico.
"Satoru..." pensó, su mente regresando a él, no al hombre que vio con otra mujer, sino al Satoru que había conocido al principio. Al hombre que había amado, aunque ese amor nunca le había sido devuelto de la manera que esperaba.
Las lágrimas corrían por su rostro, mezclándose con la sangre que aún manchaba su boca. La criada seguía llamando a gritos por ayuda, pero todo se sentía lejano, como un eco en un mundo que ya no le pertenecía. Una muerte en la familia Gojo no pasaría desapercibida, aunque en el corazón de Hope, esa familia ya no era su hogar desde hacía tiempo.
Y entonces, Hope cerró los ojos. El dolor persistía, pero su conciencia se desvanecía lentamente, como si el otoño que la rodeaba la estuviera envolviendo en un manto de silencio y frío.
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Recobró la conciencia a las pocas horas, solo para darse cuenta de que estaba tumbada en la cama en el suelo, en el futón, rodeada de sellos mágicos. Su respiración agitada y entrecortada.
El agotamiento la consumía y la fiebre que la había atormentado durante días parecía estar desbordando su cuerpo. La enfermedad que le había robado la vitalidad, esa maldición invisible que la corroía, había empeorado drásticamente. Su rostro, ya pálido por la enfermedad, se encontraba aún más demacrado, y la piel de sus labios, antes tan suave, ahora estaba agrietada. La sombra de la agonía se reflejaba en sus ojos, pero había algo más... una especie de resistencia, una lucha silenciosa que parecía estar desmoronándose ante la tormenta que azotaba su cuerpo.
Los sirvientes de la familia Gojo, junto con algunos médicos, habían hecho lo que pudieron, pero todos sabían que la situación era desesperada. No había mucho más que pudieran hacer. En una familia como los Gojo, donde el poder y la sangre eran todo, la debilidad de un ser humano común no tenía cabida.
El cuarto estaba sombrío, apenas iluminado por una luz suave que se filtraba a través de las cortinas cerradas. No decía nada, no podía decir nada. La garganta le ardía. La sirvienta todavía caminaba por la habitación limpiando la sangre que ella de tanto en tanto escupía. Cada respiración que tomaba le costaba un esfuerzo monumental, y cada exhalación parecía arrancarle un pedazo más de su alma. El dolor se había vuelto constante, como un eco que retumbaba en su pecho, y sus ojos, vacíos de lágrimas, apenas podían sostenerse abiertos.
La puerta se abrió. No podía mover la cabeza para ver quién había entrado, pero reconoció inmediatamente la fría presencia de la madre de Satoru. Una mujer que siempre había sido un muro impenetrable, y ahora parecía más distante que nunca, la misma que le había dicho que se comportara y no mostrase su debilidad o... La tensión aumentó y, aunque atrapada en su cuerpo débil, notó que su propia ansiedad comenzaba a arder con más fuerza.
-No hay nada que hacer -las palabras llegaron claras a sus oídos, despojando cualquier ilusión de esperanza que ella hubiera podido tener. Las palabras eran lo mismo que siempre había escuchado, incluso mientras ella estaba con vida. Nada de lo que ella hiciera iba a importar, ni siquiera las misiones que ganase o el éxito que algún día tuviera.
Su cuerpo temblaba, sus pensamientos eran oscuros y desordenados, y sin embargo, su mente gritaba por su atención.
A través de la niebla de la fiebre, intentó enfocarse en su voz. Pero él nunca le dijo nada que pudiera reconfortarla. Imaginarse que él estaba con ella, sujetando su mano y cuidando su fiebre alta. Intentando ignorar el hecho de que su alrededor era muy similar a la celda de hechicería que había en la Academia. Pero la realidad era diferente. No estaba con ella. No la abrazaba, no la tocaba, no había ninguna palabra suave. Todo lo que sentía en el aire era la constante ausencia de su amor. Y el silencio, todo lo que la rodeaba, la alejaba más y más de la realidad.
Intentó crear su propia realidad. Una donde Satoru la cuidaba, donde bromaba con el futuro, en el que le decía que la próxima vez se pondría enfermo aposta para que ella le cuidara. Porque el Satoru que ella conoció era así, siempre bromeando y haciéndola reír. Solo para no recordar la realidad solitaria en la que se encontraba, en la que solo era un problema y la trataban como una molestia. Una parte de ella se imaginó esa escena. Empezó a imaginarse que la criada, cuando limpiaba su sudor, sonreía y se preocupaba por ella más que por seguir órdenes.
Y entonces, todo lo que sintió fue desesperación. La tristeza de no haber podido ser más que la mujer que alguna vez fue su esposa, la impotencia de no haber podido salvar algo tan frágil como ella misma, y la verdad de que Satoru ya se había ido. Había elegido otro camino y convertido a ella en un mártir al que nadie adoraría.
La fiebre la consumía más rápido ahora, la visión se nublaba, y las sombras comenzaban a robarle las fuerzas. Pero en lo profundo de su ser, en algún rincón de su alma, algo seguía luchando, algo se negaba a rendirse por completo, como si todavía tuviera algo que decirle a él, aunque nunca lo pudiera escuchar.
El dolor en su pecho aumentó. La ansiedad que siempre había estado ahí, oculta, como un veneno lento, comenzó a desbordarse, y en medio del dolor y la fiebre, sus ojos se llenaron de lágrimas por fin, pero eran lágrimas de rabia, de frustración. Un último esfuerzo por mantener la conciencia la llevó a abrir los ojos, una vez más. Viendo la habitación desvanecerse, ella murmuró, casi para sí misma.
-Me habías prometido tanto...
Pero antes de que pudiera terminar la frase, la oscuridad la abrazó. La fiebre, el dolor, el vacío y las palabras no dichas finalmente la reclamaron. La luz de las velas desapareció, y con ello, cualquier esperanza de que alguna vez pudiera haber sido suficiente para él.
Volvió a despertarse en... No supo cuánto. Tal vez horas. Tal vez días. Pero seguía en el suelo tapada hasta la barbilla y con el sudor empapándola.
Esta vez la conciencia regresó más lentamente, como si el mundo estuviera cubierto por una capa gruesa de niebla. No podía moverse con rapidez, su cuerpo estaba agotado, como si hubiera estado luchando contra una corriente imparable. La fiebre seguía quemando su piel, y su respiración era irregular, pero algo la había despertado. Algo había cambiado, pero aún no lograba ubicarlo.
Cuando sus ojos finalmente lograron enfocarse, se dio cuenta de que ya no estaba sola. Una figura fría y distante estaba de pie junto a la cama. La mujer no la miraba con cariño ni con ninguna emoción cálida. Era una presencia impasible, tan glacial como siempre. La madre de Satoru Gojo. Seguía ahí, observando como su nada, desde otro plano.
Su mirada no estaba centrada en ella, sino en algo más allá, como si ella no estuviera realmente allí, como si fuera un mero objeto en su campo de visión. En su rostro no había señales de preocupación, solo una expresión dura, como si todo fuera parte de un protocolo o de una obligación más que de un acto genuino de cuidado.
-Otra vez despierta -la voz de la madre de Satoru fue fría, casi cortante, como si apenas le importara que hubiera vuelto de las sombras. No hubo consuelo en sus palabras. Ni siquiera un atisbo de alivio. No había preocupación en su tono. Solo una constatación de hecho.
Intentó incorporarse, pero su cuerpo no respondió. El esfuerzo de mover siquiera un dedo parecía agotador. En lugar de ofrecerle apoyo, la madre de Satoru simplemente la observó con la misma mirada fría.
-¿ Y bien? ¿Cómo te sientes? -La pregunta salió de sus labios sin ninguna emoción. Pero, a pesar de lo impersonal que sonaba, había algo detrás de sus palabras. Algo que ella podía distinguir, aunque era difícil ponerle nombre. No era compasión. Era un interés calculado, algo más relacionado con los deberes familiares que con su salud.
Ella, por otro lado y como era de esperarse, no podía responder de inmediato. Respiró profundamente, luchando contra el dolor que se extendía por su cuerpo, y finalmente encontró algo de aire para hablar.
-... No es tu preocupación -su voz salió quebrada, pero con una determinación que ni siquiera ella pensó que tendría. La vida de Satoru no era su preocupación, y ahora la suya tampoco.
La madre de Satoru no mostró ninguna sorpresa ante su respuesta. En lugar de eso, hizo una leve inclinación de cabeza como si hubiera esperado esa respuesta. Sus rasgos afilados, que debían venir de familia, crearon sombras en los huecos que los huesos dejaban con la tenue luz de las venas.
-Es mi preocupación, porque todo esto afecta al Clan -La mujer dio un paso atrás, cruzando los brazos sobre su pecho. Las mangas de su kimono bailaron con ella-. Satoru no puede permitirse debilitarse por una mujer, y mucho menos perder el control de sus emociones por causas tan… triviales.
Triviales.
La palabra resonó en el aire con una frialdad implacable. Como si lo que había vivido, el sufrimiento, la enfermedad, todo lo que había pasado, fuera solo un obstáculo en el camino del Clan Gojo. Y, por supuesto, Satoru, su hijo, debía ser la prioridad. Nada más importaba.
Hope intentó no mostrar la rabia que crecía dentro de ella, aunque sentía como si su pecho fuera a estallar. ¿Eso era lo que pensaba? Que todo lo que había sufrido no valía más que un "problema" para el Clan?
-No soy solo un problema -consiguió decir, aunque las palabras salieron entrecortadas, casi como si fueran un suspiro de resignación. Pero sabía que no tenía fuerzas para pelear por algo que ya había perdido.
La madre de Satoru levantó una ceja. El desprecio en su mirada se volvió más evidente, y su voz se tornó aún más calculadora, sin ninguna empatía, sin ninguna amabilidad.
-Satoru es el futuro del Clan. Tú, simplemente, eres un lastre -las palabras caían de sus labios como si fuera una sentencia de muerte, como si ya hubiera resuelto todo en su mente-. Me imagino que él también lo ha entendido, si está tan tranquilo últimamente.
Esa frase. La frase sobre Satoru, tan fría, tan calculada, provocó que un nudo se formara en la garganta. ¿Tan lejos había llegado todo? ¿De verdad pensaba que él no sentía nada, que solo estaba siendo "tranquilo"? ¿Cuánto sabía esa mujer de lo que ocurría en aquella casa? Probablemente porque se lo dijeran las criadas. Porque nada escapaba del control. Si era así, entonces sabría que habían dejado de compartir cama hacía más tiempo de cuando aparecieron los problemas. Satoru... Él era el heredero, la parte importante del Clan.
-No soy una pieza en tu maldito juego familiar.
-Lo eres, y lo sabes -la madre de Satoru dejó caer las palabras con la misma frialdad de siempre, sin vacilar-. Te queda poco tiempo, y la decisión de lo que venga después solo dependerá de ti. Pero, en última instancia, Satoru debe estar listo para cumplir su destino. Y si tu salud sigue siendo un problema, entonces será una decisión que él tendrá que tomar.
Lo que decía era claro. No había espacio para los sentimientos, no había espacio para la humanidad o para el sufrimiento. Todo estaba ligado a la supervivencia del Clan. Si moría, si su salud empeoraba, simplemente sería otra consecuencia que no afectaría al legado de los Gojo. Su madre siempre tuvo razón, entonces. Ella era un objeto, una herramienta. Y si tenían que deshacerse de ella, sería por métodos limpios. Tendría que haberle hecho caso... Tenía que haberle hecho tanto caso.
Qué mejor método que dejarla morir en el último momento. Entonces desaparecería sin haber dejado huella. Su familia... No. Los Gojo nunca fueron su familia, ni de lejos. Sus padres sí, pero dónde estaba ahora. ¿Dónde estaba él ahora? ¿Con esa mujer? ¿Sonriendo, como siempre lo hacía? ¿O… lo había afectado todo lo que había pasado entre ellos? ¿Esa indiferencia de la madre de Satoru lo había hecho alejarse aún más de ella? Se preguntaba si alguna vez realmente le importó o si simplemente fue parte del plan para mantener su posición en la familia.
-¿Tan poco soy que verme muerta es la mejor solución para sacarme de esta familia? Pensaba que al menos me darían el lujo de poder divorciarme.
-No empieces con tus dramas de niña pequeña. Un Clan como este no puede permitirse un escándalo.
-Mejor un divorcio que descubrir la verdad, ¿no?
También se preguntaba si la elegirían a ella. A la otra mujer. O la harían pasar por lo mismo que a ella. Si era de un buen linaje, la aceptarían sin problema, y más si tenía un gran poder. Ella cerró los ojos con fuerza, tratando de reprimir la rabia que hervía en su interior.
La mujer no respondió. No necesitaba hacerlo. Todo lo que decía, todo lo que hacía, solo confirmaba la diferencia entre ellos. Entre Hope y el mundo al que había sido arrastrada. Cuando finalmente se fue, dejándola sola una vez más, el eco de sus palabras resonó en la habitación como una condena. "Tú eres un lastre."
Y aunque ya no había fuerzas en Hope para llorar o seguir luchando, una última chispa de rabia y desesperanza permaneció en su pecho, recordándole que, por más que intentara, siempre sería parte de ese mundo que nunca quiso aceptar.
Finalmente, se levantó lentamente. Le dolía, cada músculo, cada hueso, como si el propio cuerpo la estuviera traicionando. Pero la necesidad de hacer algo, de cambiar algo, la empujó a ponerse en pie. A pesar de la debilidad que sentía, a pesar de que cada paso era una carga para ella, tenía que moverse.
La habitación estaba tranquila. Demasiada tranquilidad. Más de lo que habría estado en mucho tiempo, aunque fuera de otra manera a la que le gustaría. Y de alguna manera, eso era peor que cualquier ruido que pudiera haber escuchado. Se acercó lentamente a la ventana, y desde allí, vio cómo el sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte. Las sombras del jardín se alargaban, y el mundo parecía seguir su curso, ajeno a lo que ocurría dentro de las paredes que la rodeaban. Pero ya no podía seguir ignorando la verdad. Ya no podía seguir ignorando lo que era, lo que había sido y lo que podría ser.
La enfermedad.
El Clan.
Satoru.
Todo parecía una maraña sin fin, y en el fondo, ella sabía que no tenía muchas opciones. Si ella moría, si la enfermedad acababa con su vida, el mundo seguiría adelante. Satoru seguiría adelante. Cuando muriera, él podría casarse con quien quisiera. Vivir una vida tranquila, sin responsabilidades, tal vez incluso feliz. Una familia que ella nunca tendría.
A lo lejos, en el jardín, vio algo que la hizo detenerse un momento. Una figura que caminaba hacia la casa, tan familiar. Ella no supo si quería verlo o no. La mezcla de resentimiento, dolor y agotamiento la invadió de inmediato. Él seguía siendo el mismo, pero algo dentro de ella se había quebrado. ¿Qué haría si él volvía a acercarse, a mirarla con esos ojos fríos? ¿Qué quedaba para ellos? ¿Podía cambiar y regresar a ser el hombre de siempre?
Esperó, con la respiración entrecortada, a ver si él la reconocía desde donde estaba, o si seguiría su camino como si nada hubiera cambiado.
Un par de segundos después, él levantó la vista, y sus ojos se encontraron. No hubo palabras, solo una mirada. Y entendió, aunque no quería admitirlo, que no había regreso. Que ese amor se había extinguido hacía mucho, que las verdades que le dijo eran mentiras piadosas por no seguir aguantando a los Ancianos. Pero, pese a eso, lo que más le dolía era otra cosa. Era que nunca la había amado, nunca luchado por ella.
Observó desde la ventana la figura de Satoru, que permanecía ahí, de pie, con una actitud tan distante como siempre. No hubo un gesto de sorpresa, ni de curiosidad en su rostro cuando sus ojos se cruzaron brevemente. ¿Sabría al menos lo que le ocurría? ¿Sabía acaso de la visita de esa mujer a la que llamaba madre y los motivos? Nada había cambiado. La habitación, en silencio, parecía respirar con ella, como si cada suspiro de su cuerpo, cada pensamiento oscuro, estuviera impregnado en esas cuatro paredes. Pero ya no quería seguir en este lugar, en este vacío. Ya no deseaba seguir sufriendo en una casa que la despojó de su dignidad y de su lugar en el mundo.
El peso de su cuerpo, que ya era casi imposible de cargar, no era tan pesado como la carga emocional que le oprimía el pecho. Ya no podía más. Ni con la enfermedad que la consumía, ni con las constantes decepciones que se sucedían una tras otra. La promesa rota de Satoru, la indiferencia de su madre, el sufrimiento prolongado. Nada tenía sentido aquí.
Con una decisión repentina, casi sin pensarlo, comenzó a recoger lo poco que quedaba de sus pertenencias. Tomó lo esencial, lo que podía llevar consigo sin esfuerzo, y guardó las pocas cosas que aún quedaban de una vida que ya no le pertenecía. Ya no quedaba nada en esta casa que la atara, nada que la hiciera querer quedarse.
Sabía que regresar a su familia no sería fácil. Había muchas preguntas, muchas expectativas que enfrentar. Pero lo que había vivido aquí, en esta casa llena de mentiras y promesas rotas, era algo que ya no podía soportar. En su corazón, sentía que regresar con su familia, donde la querían, era la única salida. Aquellos que la habían amado antes de conocer a Satoru, antes de que el Clan Gojo la atrapara en su red. Allí, al menos, aún había algo de paz. Un lugar lejos de esa ciudad, de ese mundo de hechicería al que una vez quiso con tantas ansías pertenecer...
Caminó hacia la puerta. Su cuerpo temblaba, pero su determinación era firme. Ya no había espacio para el arrepentimiento ni para la duda. Abrió la puerta, y al dar un último vistazo al lugar donde todo había comenzado, se dio cuenta de que, de alguna manera, había dejado atrás una vida rota.
"Lo que venga después... no puede ser peor que esto," pensó mientras atravesaba el umbral de la puerta. Sin más, se adentró en la noche que la esperaba. Ella había cedido toda su vida por unas personas que nunca lo merecieron. Cuando desapareciese, podría dejarlo todo atrás. Satoru... A él, el primero. Él seguiría siendo el hombre más fuerte, con su sonrisa que ocultaba mil cosas. Pero no era su lugar estar ahí. No lo había sido nunca. Ni siquiera el amor o la traición le daban el derecho de seguir atada a un lugar que ya no la reconocía como alguien más que un accesorio en la vida de los Gojo.
La enfermedad consumía su cuerpo, pero algo dentro de ella no estaba dispuesto a rendirse. No podía morir aquí, en esta casa. No mientras aún quedaba la posibilidad de volver a ser alguien. Al menos con su familia, con los que le importaban, aún había esperanza de recobrar parte de sí misma.
No hubo despedidas, no hubo explicaciones. Solo un último paso hacia la libertad. Nadie la detuvo al verla pasar. Sabía de buena gana que la noticia le llegaría primero a la Señora Gojo, que lo aceptaría sin problema y puede que hasta lo celebrarse. Le daba igual. Esa mujer podía pudrirse con ese Clan lleno de corrupción.
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Dos años después
Han pasado dos años desde que Hope dejó atrás la vida que había conocido, la vida con Gojo, la que la había consumido poco a poco hasta despojarla de todo lo que alguna vez fue. Regresó con sus padres, a su pueblo natal, alejándose de la ciudad como si fuera la mejor decisión. Era un pueblo al norte de la capital, donde las montañas nevadas y los campos de arroz rodeaban las casas de tejados bajos. Nada parecía haber cambiado en ese lugar.
Aquel lugar, frío y lejano, le ofreció algo que nunca encontró en el mundo de la hechicería: paz. La enfermedad que la había debilitado durante tanto tiempo había disminuido, aunque las cicatrices en su cuerpo y en su alma permanecían, casi invisibles, pero siempre presentes. No le importaba. No importaba ya lo que había sido, ni la vida que había dejado atrás. Lo único que importaba ahora era el presente. Al principio, su cuerpo había luchado contra la debilidad, luchado contra la fatiga y el dolor que se arrastraba por su sistema, pero su familia, aunque distante al principio, había sido un refugio silencioso pero constante. Le ayudaron a reconstruir su vida paso a paso. Nada de lo que había sido la vida en la academia de hechicería, ni en la casa de los Gojo, quedaba en ella.
Hubo un momento en el que llegó a pensar que la raíz de su enfermedad se debió en principio a ese lugar. A esa casa que nunca le había generado más recuerdo que el abandonar sus momentos de felicidad. O incluso las personas. No le habría extraño que fuera por eso.
Ahora, era otra persona. No era la misma Hope que había estado al borde de la muerte, temerosa de enfrentarse a la verdad. Había aprendido a cuidar de sí misma, a encontrar consuelo en las pequeñas cosas. Ya no era la esposa olvidada, ni la mujer que se sacrificaba por una familia que no la quería. Era alguien nueva, construyendo una vida sencilla pero llena de propósito. Una mujer que tendría que haberse quedado en ese lugar y nunca salido.
Ahora su vida era diferente, igual de normal a lo que su madre había esperado en su momento. Daba clases a los niños de primaria, enseñándoles lo que podía, incluso cuando los recursos eran escasos, en una pequeña escuela que estuvo apunto de desparecer hasta que ella se ofreció. Pero los niños eran lo único que la mantenía firme. En sus ojos veía lo que ella misma había perdido, lo que en su momento pensó que no podría recuperar nunca: una oportunidad de ser feliz, de ser algo más que la suma de las expectativas de los demás.
El día transcurría sin prisa. El viento soplaba con suavidad, arrastrando las hojas secas y trayendo consigo una frescura que ya no sentía ajena. Esa vez estaba en la cocina ayudando a su madre, cuya expresión relajada le generaba lo mismo. No necesitaba más. No necesitaba lujos ni las riquezas a las que un día pudo acceder hasta que la arruinaron emocionalmente. Había aprendido a valorar lo que realmente importaba. Lo último que había sabido del mundo de la hechicería fue por el correo que Shoko de vez en cuando le mandaba. De alguna manera, era la única que conocía su verdadero paradero, un secreto a voces en ese mundo de oscuridad. Le contaba todo.
Cuando terminó de servir el arroz con vegetales, se sentó junto a su familia en la pequeña mesa, su madre sonriéndole tímidamente, su padre silbando mientras cortaba las verduras. La conversación se desvanecía entre risas y bromas sencillas, sin discusiones, sin sombra de grandes traumas. Por una vez, se permitió sentir lo que realmente significaba estar en paz.
El sol comenzaba a ponerse detrás de las montañas, tiñendo el cielo de colores cálidos. La oscuridad comenzaba a caer lentamente, pero ya no temía lo que el futuro pudiera traer. Si algo había aprendido, era que siempre se podía empezar de nuevo. Había superado el dolor de perderlo todo, de abandonar su vida anterior. Había hecho frente a la muerte de la mujer que había sido, pero había dado paso a algo nuevo, a una vida donde podía elegir.
Cuando las clases de la tarde terminaron, paseó por el campo, mirando cómo las sombras del atardecer se alargaban. El aire fresco del norte le despejaba la mente. En ese silencio, en la quietud de la naturaleza, no había nada que la perturbara. No había espacio para el pasado, no había lugar para... Rara vez lo recordaba. Solo cuando sus ojos se posaban en el anillo que dejó de usar nada más llegó al pueblo o en la medicina que debía tomar para las pesadillas por las maldiciones que había destruido en su vida como hechicera.
Un día, mientras caminaba de regreso a casa después de una jornada en la escuela, un cartero se acercó a ella. Estaba en una calle secundaria del pueblo, con las casas dispersas y rodeadas de campos verdes. El hombre, con una sonrisa forzada, le entregó una carta. Era una carta de la academia de hechicería. Después de todo lo ocurrido, jamás se habría imaginado vivir de esa manera y menos que la Academia se pusiera en contacto con ella. Sin embargo, la carta parecía oficial.
Con un suspiro, rompió el sobre. Se trataba de una carta de reclutamiento. La guerra interna los habría dejado sin hechiceros útiles y los Ancianos estarían ampliando sus redes incluso para gente como ella. Tenía su mérito. Sin decir nada, había tirado la carta a la basura y renunciado una vez más al mundo de los Clanes, la hechicería y las maldiciones. Si querían ayuda, que buscasen a otra persona. Porque ella no iba a regresar.
Había hecho las paces con su pasado yendo a templos budistas y rezando, pero jamás perdonaría la forma en la que fue tratada. Y ellos deberían recordarlo también. Hope estaba dando clase poco después de negar la oferta, de pie frente a los pupitres, observando a los niños que sonreían y parloteaban mientras contemplaban sus tareas. La luz cálida entraba por las ventanas, a pesar del frío del exterior, y el sonido de los lápices y papeles. Los niños no sabían nada de su pasado ni de las cicatrices que aún llevaba, pero para ellos, ella era simplemente su profesora, la persona que les enseñaba a leer y escribir, a contar. Y eso era suficiente.
El timbre del descanso sonó al poco tiempo, y anunció que se pusieran las chaquetas y cogieran sus almuerzos para ir al polideportivo a almorzar y jugar. En días como esos, a veces era más seguro que estuvieran en un edificio que fuera donde pudieran ponerse malos. El ajetreo de risas y el olor a pintura llenó la diminuta clase con dibujos y papel pintado. Ella se quedó en la clase mientras otro profesor iba a vigilarlos. Tenía que organizar los materiales antes de la otra clase o cuando volviera a sonar el timbre.
La puerta volvió a abrirse con un crujido que la delataba. Ella seguía encogida dándole la espalda cuando ocurrió. Al principio, pensaba que se trataba de que era uno de los niños que se había olvidado algo, pero cuando se dio la vuelta con los papeles que acababa de ordenar en las manos, se encontró con una figura que no esperaba ver.
-¿Te has dejado al..? -se quedó con las palabras en la boca. Un hombre alto, con una presencia imponente, se encontraba en el umbral de la puerta. Su cabello blanco, familiar de una forma que le hizo el corazón latir un poco más rápido, caía desordenadamente sobre su rostro. Los ojos, como siempre, parecían estar mirando más allá de ella, fríos y calculadores, como si el tiempo no hubiera pasado. No llevaba la venda ni nada de por medio. No supo cómo interpretar aquello.
En un instante, sintió una mezcla de emociones que pensaba adormecidas por los tutoriales en youtube. El frío de la tarde se coló en sus huesos, y por un momento, las paredes de la escuela se desdibujaron. La figura que había dejado atrás, la que pensaba que ya no le importaba, aparecía frente a ella con la misma confianza de siempre como si todo lo ocurrido entre ellos no fuera más que una anécdota sin importancia. El desprecio, el desentendimiento, esa mujer, su enfermedad... Fue como si todo volviera a ella en una ola de emociones incapaces de mantenerse a raya.
-Espero no estar interrumpiendo -respondió él, voz tan relajada como siempre. Dos años sin verse, y era lo primero que decía. Pero algo en su mirada era distinto, algo oscuro que la recorría. Era el tono que usaba cuando no tenía paciencia.
Ella, por otro lado, se quedó allí, en silencio, observándolo. Ahora. Dos años sin verse, sin hablarse, sin interesarse el uno en el otro... Y ahora era cuando aparecía sin avisar. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo en ella. La rabia que pensaba adormecida empezaba a resurgir solo con ver esa bonita cara plagada de mentiras.
-¿Qué quieres? -su voz salió fría, pero controlada. No era la misma que antes. El dolor de su pasado de alguna manera la había hecho más fuerte, desde los continuos desplantes de esa venenosa mujer que consideraban matriarca de la familia hasta el último de los recuerdos en ese mundo.
Él la miró, el silencio entre ambos pesando como una nube oscura cargada de tormentas. En su rostro no había sonrisas ni gestos fáciles. Simplemente la observaba, como si la estuviera analizando, como si buscara algo en ella que ya no estaba. En otro momento, tal vez se hubiera asustado. Pero ese pasado suyo era una piedra en el camino del mismo tamaño que él.
-Hay algo que ha cambiado.
Levantó una ceja, sin dejar que sus emociones se filtraran. ¿De qué quería hablar ahora? ¿Justo ahora quería hablar? ¿De qué, en especial? ¿De cómo la había abandonado a la primera de cambio? ¿De cómo se sintió hace dos años cuando empezó a dejar de mirarla con cariño? Seguro que se lo había pasado genial esos dos años. Pensando que estaba muerta y su matrimonio anulado por viudedad, que le permitía volver a casarse esta vez con alguien con quien sí le interesase estar.
-¿Vas a aceptar?
Sintió una ligera punzada. Supo a qué se refería después de unos pestañeos. Le sorprendía verlo en persona solo para preguntarle eso.
-No es asunto tuyo si acepto o no.
-Sigues siendo del Clan Gojo. Cuando te fuiste, olvidaste firmar el divorcio.
Lo miró por un segundo más, su corazón latiendo con rapidez. El valor de sus palabras era más intenso que las ganas de gritarle. Seguía siendo un idiota. No quería saber nada. La verdad era que, a pesar de todo, él seguía siendo la misma persona que la había lastimado. No importaba cuánto hubiese cambiado. Ella había seguido adelante sin él.
-Gracias a Dios sigo viva por haberme ido. Y es un milagro que me veas y me hables. ¿Se siente diferente a las otras veces? ¿Al menos te dolió saber que podrían haberme matado y hecho parecer por muerta?
Los ojos de él parpadearon. Ella no apartó la mirada en ningún momento.
-Estás exagerando.
-¿Exagerando? Vuelve a tu casa y dile a los demás que he muerto a ver cuánto tardan en celebrarlo. ¿O ya te han casado con quien no querías? Sería lo normal después de todo.
-Maldita dramática... -le escuchó murmurar, frotándose el ceño. La rabia solo regresó a ella. La osadía de venir ya era una tontería, pero tratarla de idiota era otra cosa.
-¿Sabes qué? Sí, estoy exagerando. Ahora vete, que ya tienes tu respuesta. No voy a volvería a la hechicería ni por todo el oro del mundo. Que los Ancianos se arruinen, y de paso sus Clanes. Si ahora están arruinados y los Clanes en guerra, podéis desaparecer todos que no moveré un pelo por nadie después de lo que me hicisteis.
-¡No entiendes nada, joder!
-No! ¡Eres tu quien no entiende nada! Estoy cansada de callarme. Ya tienes el "no", así que márchate.
Hubo un largo silencio después de eso. Ambos sabían que no había vuelta atrás. Las palabras que habían dicho no podían deshacerse. Pero al menos, finalmente, la verdad había salido a la luz.
-No es nada de eso. Si no quieres volver, no vuelvas. Pero las reservas de hechiceros han reducido.
-Eso no es mi problema.
-Sigues registrada como hechicera. Cuando te mandan una orden, debes regresar a la sede. Todos los hechiceros siguen esperando órdenes para reagruparse.
-Llamé a Yaga para renunciar nada más me fui. No tengo que seguir órdenes de unos hombres a los que ya no reconozco como líderes.
Satoru la miró en silencio unos segundos. Aunque si eso estaba confirmado, sabía de primera mano que los hechiceros que se daban de baja todavía eran considerados hechiceros en momentos concretos. Y eso, era un momento especial. Lo que seguía sin entender era el por qué estaba él.
-Los Ancianos no lo ven así.
-Por Dios Santo... ¿Quieres el jodido anillo? Te lo mandaré por correo. ¿Quieres el divorcio? Dame los papeles para que te cases con quien te de la real gana -tuvo ganas de chillarle más cosas, de detallarle explícitamente cómo casi muere en la cama el día que regresó a la casa de sus padres por la tristeza y el miedo a morir sola-. Pero como siempre vas a negarte a escuchar mi versión.
Los dedos de ella envolvieron los papeles una vez más, para dejarlos de nuevo en una mesa. Sabía que de todo aquello no iba a sabir una pelea física, pero a veces era mejor tomar precauciones. Como si se tratase de nada, Satoru levantó la cabeza y la miró con esa soberbia suya.
-Bien. Estoy aquí. Habla. Dime lo que nunca he escuchado.
El silencio volvió a la habitación, pero esta vez no estaba acompañada por el miedo o la desesperación que había sentido durante años. Era diferente. Esta vez, ese silencio le traía una sensación de poder que no había conocido en mucho tiempo. Libertad y coraje. Sin miedo a las represalias que podrían caerle por levantar mínimamente la voz... Esta vez, eran ella y él dispuesto a escucharla, aunque luego hiciera oídos sordos.
Se dirigió al espejo de la clase, observándose, las manos temblando ligeramente. La enfermedad había dejado huellas en su rostro, desde el cansancio hasta el recordatorio de que tenía que cuidarse, pero eso no le importaba. Lo que veía ahora era diferente: fuerza, resolución. El dolor, la humillación, la soledad... todo eso había forjado algo nuevo dentro de ella. Y ahora, estaba lista para enfrentarlo todo.
-Si ni siquiera tuviste el valor de hacer que funcionara. Te casaste conmigo, te divertiste, lo entiendo, y luego me dejaste pudrirme en una mentira mientras tu te paseabas con otras mujeres. ¡No te importe ni un solo segundo! ¡Ni cuando la enfermedad me estaba matando tuviste el valor de venir a mi lado y mentirme aunque fuera para hacerme sentir bien! -chillo esto último, señalándolo, culpándolo de una forma tan directa que dolía la realidad y dureza con la que hablaba.
Sabía que todo esto implicaba riesgo, pero ya no le importaba. Había estado al borde de la muerte antes, y sobrevivió. Ahora, era momento de tomar el control de su vida, de hacer que Satoru sintiera el peso de sus decisiones. No quedaba más espacio para las dudas, para la debilidad que él siempre había visto en ella.
-¿Y sabes que es lo peor de todo? Que llegué a odiarme. Pensé que el problema era yo. Que no era lo suficientemente buena para ti, para el ‘hechicero más fuerte del mundo’. Que si me esforzaba más, tal vez, solo tal vez, te dignarías a verme -dejó caer la mano a su costado, apoyándose en la mesa del escritorio con pegatinas alegres y dibujos coloridos, muy alejados a la realidad por la que estaba pasando-. ¡Pero no! Nunca fuiste tú quien me falló. Fui yo, por creer que merecía algo más de ti. Por pensar que tal vez, en el fondo, tenías un corazón.
Los ojos de él bailaron un brevemente momento a otro lado, un gesto mínimo que ella pasó por alto. Pero ella ya no tenía compasión, no esta vez que se le tenía permitido hablar. Sin normas estúpidas, sin expectativas.
-Tu no eres fuerte. Eres un cobarde. Un niño mimado que nunca ha aprendido a enfrentarse a la realidad. Siempre con esa máscara, esa maldita arrogancia... Es lo único en lo que esos viejos cobardes detrás de biombos tenían razón. Por dentro estás tan vacío que te piensas que todos somos herramientas. Dices que quieres cambiar las cosas... Y eres igual a todos ellos.
Satoru la miró de nuevo, sus ojos fríos, pero sin esa chispa de superioridad que solía acompañar cada palabra. Esta vez, no tenía respuesta. Por ella. Porque por primera vez, ella lo había dejado sin nada que decir, y lo sabía.
-Puedes quedarte con ese título inútil que yo viviré aquí y disfrutaré hasta el final cómo tu mundo se destruye por su propio peso. Sigue jugando a ser el más fuerte, a ser intocable. Pero recuerda esto: no importa cuántas maldiciones derrotes, cuántos hechiceros controles, al final siempre estarás solo. Y eso, Satoru, es lo que realmente te mereces.
Satoru apretó los puños, pero no dijo nada. Simplemente se quedó allí, quieto, mientras las palabras de Hope colgaban en el aire como cuchillas. Como si finalmente esa máscara suya hubiera caído y cedido al peso de esa responsabilidad inútil que el mundo había depositado en él. Como si hubiera despertado de un sueño que lo mantenía adormecido. Sabía que había sido dura, que sus palabras habían sido crueles, pero ya no le importaba. Había pasado demasiado tiempo sufriendo en silencio, y ahora, por fin, había puesto fin a esa etapa.
-¿Piensas que voy a estar solo siempre?
-La única persona en la que confiabas decidió cambiarse de bando porque vio lo que tu te negabas a entender -ella apretó los labios, conteniendo las lágrimas que tan peligrosamente amenazaban con derramarse-. Y la otra que pensaba que eras diferente te ha abandonado por su propio bien.
-¿Sirve de algo una disculpa?
-Ya es tarde. Haberlo pensando hace tanto, tanto, tiempo... Puede que en ese momento te hubiera perdona. Ahora solo quiero que te vayas.
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bokuto-kotaro · 4 months ago
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Twisted Wonderland x Yū Au Monsters
Capitulo 1 Especial Halloween
El motor de tu auto ronroneaba bajo la noche estrellada mientras cruzas el largo camino de carretera sobre el agua, hoy, por suerte era una noche de marea baja, aunque eso no te impedia morirte de miedo, las luces del tablero y las intermitentes eran lo unico que te daba luz en tan oscura noche, aunque la luna brillaba como si fuera la estrella de este espectáculo, lo cierto es que hoy, el que reinarias serias tú. La carretera no parecia tener fin, el silencio y la soledad tambien parecían pesadas esta noche, tenias miedo, era de noche y parecia que te mirasen.
Un destello negro parecio verse a traves de las luces intermitentes y frenaste el carro con fuerza chocando con el volante por el movimiento fuerte, los neumaticos rechinando, levantaste la vista del volante, y una pequeña manchita tierna aparecio en tu vista, un pequeño gatito negro en el asfalto, su mirada brillaba en la oscuridad, te estremeciste, sin pensarlo abriste la puerta del auto y agacharte para ver si el gato estaba bien, parecia golpeado y arañado como si hubiera tenido una pelea, sin embargo no tenia ni una marca de que le hubiera pasado algo por el auto, lo tomas entre tus brazos acunandolo, tal y como si fuera un bebé.
El gato maullo, y tu caminaste hacia el auto y te sentaste en el asiento del piloto, acomodandolo a él en el asiento del copiloto y haciendole una pequeña caricia en la cabeza como una forma de decirle que estaba todo bien, el parecia calmado a cambio de ti que casi temblabas de susto por la noche, no pudiste evitar pensar que ese gato sabia algo que tu no sabias, aceptando su presencia reanudaste el marcha. Tuvo que pasar un tiempo para que pudieras llegar y la noche se habia convertido en mañana, Al llegar al centro del pueblo, te topaste con la hermosa arquitectura tradicional japonesa y un bonito templo japones con un gran jardin botánico con un estanque.
Maneje un poco más hasta las orillas del bosque, donde se suponia que estaria mi nuevo hogar, una minka antigua que habia sido vendida a su propietario, Crowley y luego arrendada por mi, el sol de la mañana iluminaba los árboles alrededor de la minka, que se alzaba frente a mí como un relicario de tiempos antiguos. Tenía una belleza misteriosa, como si el lugar guardara secretos antiguos en cada viga de madera oscura y cada panel de papel desgastado. El gato negro, que se había mantenido extrañamente en calma durante todo el viaje, saltó del asiento cuando abrí la puerta y se deslizó con elegancia al suelo. Me miró, como si esperara que yo diera el siguiente paso.
-Parece que ya llegamos, eh gatito- murmuraste sin esperar respuesta pero aún asi el gato logro responderte con un maullido, no podías sacudirte la extraña sensación de que te observaban con demasiada intensidad, pero descartaste el pensamiento. Abriste la puerta principal de la minka abarrotado de cajas de mudanza, aunque claro, eras tu solamente o tal vez con ese nuevo gato, el incienzo y él olor a madera antigua inundaban la casa, dejaste las cajas y las maletas a la entrada de la sala y te fijaste en cada rincón, las paredes shoji que pareciera que en cualquier momento sebromperian, las esquinas llenas de telas de araña y el piso lleno de polvo, "bueno, este seria tu nuevo hogar" pensaste.
Antes de que pudieras pensar en hacer algo la puerta Shoji se abrio y con el un hombre con mascara de cuervo y un traje poco comun - Uh ¿disculpe?- tu voz resono en la habitación grande - Oh tu debes ser Yū- dijo, su voz sonaba un tanto excentrica, te encanto, antes de que pupieras decir que si, él volvio a hablar " Yo soy Crowley, el propietario de esta casa, un gusto" tomo tu mano y la balanceo arriba a abajo, el gato se acerco a ti y te rozo, haciendote una especie de caricia para ti, - Oh aqui estabas gato maldito- Crowley hablo al verlo, tu rostro fue de sorpresa -¿Oh? Es tuyo, lo encontre en medio de la carretera- dijiste tomando al gato y poniendolo entre tus brazos "Que, ¿Grim?, oh quedatelo ese gato lo unico que va a lograr sera dejarme en banca rota" ahora el nombrado Grim gruño por lo dicho y mostro sus colmillos ante Crowley.
—Gracias... supongo, Crowley-san —dijiste, intentando mantener la compostura mientras Grim se acurrucaba en tu regazo, emitiendo un ronroneo suave.Crowley soltó una risa que resonó en la sala casi vacía, reverberando en las paredes cubiertas de polvo. El hombre se giró para examinar la minka como si inspeccionara un objeto de gran valor. -Oh, pero que pena, mira que sucio esta, que vergüenza conmigo- te tomo de un brazo mientras hablaba y fue caminando contigo fuera de la minka "Que tal si sales por un rato y yo traigo a alguien que limpie aqui" abrio la puerta de tu auto y te metio a fuerzas para que te vayas del lugar. Antes de poder protestar contra Crowley, ya estabas conduciendo, con Grim a un lado, supiste a que lugar dirigirte. Al templo del pueblo.
Al estar ya ahi, te bajaste del auto, Grim detras tuyo, paseaste por el jardin, hasta que Grim rasco tu pierna en busca de atención, y lo logro, cuando lo miraste y empezo a correr, fuiste tras él, y te llevo hasta una estatua de Kitsune, ahí, paro de correr y se detuvo moviendo sus patitas hacia arriba, rascando el material de la estatua, te maravillaste ante tan preciosa estatua, pasaste tus dedos con cuidado por la estatua, sintiendo el suabe material del marmol tallado. -Que estas haciendo niño- una voz tras de ti te hablo y tu te volteaste, un xhico de piel palida y cabello rojizo te hablo, -Ah yo estaba mirando la estatua- y cuando te mostraste a señalarla, ya no estaba.
-Si vienes al templo tienes que entrar a rezar, esa es la regla numero 580 del templo- miraste al chico joven en un son de sorpresa pero te mantuviste callado y entraste al templo por la entrada trasera, diste un poco de dinero al templo y te incaste a rezar, o bueno, fingias rezar mientras sentias la mirada del pelirojizo en tu nuca, cuando terminaste te paraste y saliste del templo, -Asi que este es el nuevo juguete del jefe Crowley- te volteaste a verle con furia y viste como un chico de cabello anaranjado, ojos rojos y un corazon rojo tatuado en el ojo te habia hablado, a su lado un chico de cabello negro azulado y ojos verde azules te miraba, escondiendo una risa. Mientras te recuperabas de la sorpresa, los dos chicos se acercaron más, sus miradas curiosas fijas en ti. El chico pelirrojo sonrió de manera traviesa, mientras que el de cabello negro azulado parecía un poco más reservado, aunque su expresión mostraba interés.
-¿Tú quién eres?- preguntaste, tratando de mantener la calma, mientras Grim se estiraba a tu lado, como si compartiera tu confusión.- Soy Ace, el mejor en hacer travesuras en esta isla- respondió el pelirrojo, con un guiño. -Y él es Deuce- continuó, señalando al chico a su lado, quien asintió, aunque su expresión era más seria. -Espero que estés preparado para la vida aquí- dijo Deuce, su tono más cauteloso que el de Ace. -Esta isla tiene sus peculiaridades. La mayoría de las reglas son tonterías, pero hay algo de verdad en ello. Aquí, nada es lo que parece. Mejor que te vayas acostumbrando —agregó Deuce, mientras te miraba con curiosidad. - Y, por cierto, el gato negro que tienes parece estar más que interesado en ti. Grim se estiró y maulló, como si entendiera lo que decían. Te sentiste un poco avergonzado por la atención que el gato estaba recibiendo. Te agachaste para acariciar a Grim, buscando un poco de consuelo. -Lo encontré en medio de la carretera- dijiste, tratando de explicar. -No sabía que estaba tan... "marcado" por Crowley-. Ace soltó una risa casi burlona. -Ah, Grim tiene un par de trucos bajo la manga. Te lo advierto no te dejes engañar por su apariencia tierna.
Les sonreiste y tomaste a Grim en brazos, -Esta bien- reiste -Entonces vamos pequeño monstruito- jugueteaste con Grim y te fuiste al auto, diste una ultima mirada al templo y terminaste por manejar hasta tu minka de nuevo.
Y en el templo, mientras Ace y Deuce miraban el auto irse, una mancha negra llena de humo verde aparecio, -Va a ser emocionante tenerlo aqui- Crowley les sonrio a ambos, sonriendo con los ojos entrecerrados -Cuidenlo por mi ¿si?- Crowley puso sus manos en los hombros de los dos chicos y Ace hablo -Después de que se entere no durara ni un dia aqui, Crowley, lo sabes- Crowley suspiro ante la mencion de Ace y dijo -Él-
-Él es especial-
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nekoannie-chan · 1 year ago
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Week 37 Reblog Masterlist
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Welcome to Week 37 2023 or Week 193, as always, fics would be listed in the order I read them.
I hope you enjoy it!
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This is the list of the fics I read and recommend in Week 37 2023:
Bitter sweet (Steve Rogers X Reader) by @sunvmarsmars 💚💙
Brock fic (Brock Rumlow X Reader) by @fluffyprettykitty💚
Sour (Steve Rogers X Reader) by @sunvmarsmars 💚💙
The story of us (Steve Rogers X Reader) by @lives-in-midgard 💚💙
Tart (Steve Rogers X Reader) by @sunvmarsmars 💚💙
What you can do for your country (Steve Rogers X Reader) by @krirebr 🖤❤️
A midnight picnic (Steve Rogers X Reader) by @aikaterini-drag💚💙
Citrus (Steve Rogers X Reader) by @sunvmarsmars 💚💙
Written in the stars (Steve Rogers X Reader) by @americas-ass-writing 💚
Luna y Sol (Marcos Díaz X Mutant!Reader) by @trashmagines 💚
His agent (Steve Rogers X Reader) by @ynscrazylife 💚💙
Spiked punch (Steve Rogers X Reader) by @jamneuromain 💚
Drunk in love (Steve Rogers X Reader) by @twinklecrazymind 💚
Feathers and laugther (Steve Rogers X Reader) by @aikaterini-drag💚
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