#microhistorias
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La Pescá (on Wattpad) Relato corto sobre un rico plato para disfrutar.
@verobatto
#relato #microrrelato #cuento #microcuento #comida
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La marea controlable
Me gusta escribir porque me libero de fantasmas
Me gusta escribir porque libero fantasmas
Me gusta escribir porque sana mi cuerpo
Me gusta escribir porque le doy narrativa y una historia a mis alucinaciones
Me gusta escribir porque mareas incontrolables caben en menos de una hoja, caben a veces en una página o a veces la mitad
Me gusta escribir porque me relaja mi mente
Me gusta escribir porque las violencias vividas caben en una fuente genérica del computador (no dominan más mi mente)
Con letras pequeñas se hace un exorcismo de tristeza y se pulen las alegrías
Alegrías bien pulidas que caben en mi boca y sale una sonrisa de oreja a oreja
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Una ironía de la vida es que escribiré poemas sobre tí, detallaré con frenesí mi amor hacia tus manos y tu boca sobre mis aristas pero yo no seré la musa de tus sueños, ni narrarás con tinta torpe qué sientes cuando me ves cruzar la calle a tu encuentro. Solo en ese preciso instante sabré que algo se atascó por dentro, un fango que no logro descifrar pero lo suficientemente denso para hacerme fruncir el ceño. No sé si es decepción o dolor.
Emilia R.B
#español#escritos#letras#citas#frases#frases en español#poema#poesía#micropoema#microhistoria#desamor#desilusión#expectativas#relaciones#sentimientos#tristeza
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Blanco lado B
-Carruajes blancos y grandes carrozas...Lo he visto antes. La pomposidad y promesas que se desvanecen en el aire.
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Días furtivos.
Desde hace algunas varias semanas que no me he sentado a escribir algo que valiera la pena, solo he tenido tiempo para procesar mis desgracias, desde el maravilloso trabajo que se fue de las manos, a reponerme totalmente de mis fracasos en diversos aspectos y disciplinas, a veces la suerte sonríe y otras tantas solo se dedica a joderte, la aglomeración de situaciones nada favorables es lo que termina culminando en actos desesperados, pero bien, al final espero ver la luz del túnel y no desesperar ante tan inmensa obscuridad.
#cosas que pasan#cosas de la vida#relato breve#breve storia triste#breve#microhistoria#cosas que escribo#Mis escritos#mis textos#textos#obscurity
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funcionalidad
limitada a entenderme en solo una faceta
efímeros son los momentos en donde encuentro el yo
el estado me regula de lo que soy capaz o no
a no explorar la implicancia del yo con el otro
¿como formo mi ser histórico si se me contrae a entender una sola forma de lo que soy?
esta interseccionalidad entre mujer,pobladora,disidencia,precaria
historia contemporánea en base al territorio
pero me no me siento de ningún lado
quiero hacer historia de los míos
de esta microhistoria que alberga una densidad que me mueve
de la mujer que no es mujer
¿pero que es ser mujer en Latinoamérica ?
para entender todo esto al parecer debo seguir ahí
expando mi consciencia en esas 4 paredes
pero en la calle pareciera que más
caminando más
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Me ha encantado tu manera de escribir me identifique mucho 🥹🥹🥹 Me preguntaba en quién pensabas cuando escribes? 🤔🤔🤔
Primero que todo muchas gracias por escribir, y respondiendo a tu pregunta, en quien pienso es variable, por ejemplo, en mis escritos que son como microhistorias ahí pienso en gente que conocí y que me transmitieron algo en un momento (emociones, anécdotas, etc.), en otros casos, como en mis escritos mas recientes, ahí escribí sobre mis propias experiencias con personas que ya no están en mi vida.
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“Casi nunca es para siempre. Microhistorias de amor”, de Valeria Sampedro
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hojas en blanco
revisando viejos documentos encontré algo que habia escrito hace algun tiempo. Tal vez nadie lo lea pero se siente nice subirlo a un lugar publico. No soy la unica que tiene bloqueos de escritura asi que aajsjas.
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No sabía por qué escribió esto, solo que quería hacerlo. Ninguna historia, conflicto o final llegaban a su cabeza, solo situaciones sueltas y conversaciones sin sentido, personajes sin nombre o villanos sin rostro, animales que nunca existieron y lugares abandonados, un castillo enorme abandonado en el claro dentro de montañas, una ciudad subterránea conectadas por túneles angostos, un pueblo pequeño con magia escondida entre los tablones de madera que conformaban los suelos de la casa, un arma poderosa, una elegida, una profecía, pero nada de eso tenía final, nada de eso tenía un motivo de ser.
Cada día su frustración crecía más y más, el rostro apabullado mirando sus manos sin saber que escribir, sintiendo su cabeza llenarse con cientos de ideas que no puede expresar, emociones que no puede describir, palabras que no conoce, todo junto y solo quiere escribir. Quiere escribir para olvidar lo que necesita hacer, lo que debería hacer, o lo que debería sentir. Quiere escribir para ser capaz de sumergirse en la historia y sus personajes, sus locaciones, sus sonidos, pero eso es imposible cuando lo único que tiene son páginas en blanco y miles de frustraciones a la punta de sus dedos. El deseo de relatar en la fibra de su lengua y dedos todos los días, todo el día, solo para ser malgastado y dejar hojas en blanco, hojas en blanco y una mente desbordada de conceptos sin terminar.
Dragones, sirenas, amor incondicional, decenas de cosas de las que desea escribir y no puede, lo peor, no entiende por qué. Aunque en la verdad sí lo sabe, sabe que desea escribir, miles de palabras sin detenerse y solo queriendo continuar, pero su chispa se apagó, y ni siquiera se había dado cuenta, un párrafo de cien palabras ya resulta difícil, y llegar a escribir mil es un completo logro. Cuando lee obras anteriores, viendo las veinte mil, diez mil palabras, se sorprende de cómo ha podido llegar a eso tan rápido, de forma tan fluida, que aunque la narración sea torpe y los adjetivos demasiados repetitivos, seguía siendo una historia completa, personajes con nombres, motivos y apariencias. Un comienzo, desarrollo y final entendibles con solo las primeras páginas. Y ahora, ahora solo eran momentos sueltos, personas sin sabor, sin motivo, situaciones sin terminar o descripciones imprecisas, incomodas.
Desde hace mucho tiempo que dejó de disfrutar de escribir, y aquello deja una sensación pesada en su pecho como una manta mojada, pesando el doble de lo que debería, empapando su corazón sin dejarle respirar, sentirse en calma. En algunas ocasiones sucede que hasta siente envidia de sí mismo, leyendo escrituras viejas, donde su narrativa sí lucía, recordando como aquella tarde o noche pudo escribir párrafo tras párrafo, letra tras letra como si no tuviera todo el tiempo del mundo, desesperado por arrancar las ideas de su mente y haciéndolo de una manera grandiosa. Ahora solo puede leerlos sintiéndose feliz por lo que hizo, pero la envidia y odio pesando en su pecho sin nada para evitarlo. No entiende que sucedió, no entiende por qué no puede seguir escribiendo, pero lo odia, lo odia con todo su corazón.
No tiene sentido, le gustaba escribir, escribir acerca de cualquier cosa. Una hermana buscando a su hermano, los días a días en una cafetería de barrio, una chica y su dragón, una joven con el poder de explorar las profundidades del océano, un hombre buscando a una niña en un pueblo lleno de gente extraña, o una organización creada para asesinar a la gente que sabía demasiado. Demasiados conceptos, demasiadas microhistorias, ¡Qué eran buenas! Realmente lo eran. Pero que nunca pudo continuar.
Y ahora los dedos se convierten cada vez más pesados, las letras distanciándose cada vez más. No sabe que escribir. Un escritor que no puede escribir es un escribano que no sabe leer, es inútil.
Está cansado, no puede escribir, y con todo el odio, envidia y desgano quemando sus pensamientos, el cansancio se encuentra sobre todo eso. Haciendo que cada vez pueda escribir menos y menos, hasta el día que solo tenga hojas y hojas en blanco. Es su mayor miedo, llegar a esa instancia. No quiere tener una hoja en blanco, pero cada día se hace más difícil. Simplemente no puede escribir, sus manos son pesadas y sus ojos están cansados. La sensación de comezón en su lengua va a seguir continuando, queriendo decir todo lo que tiene guardado, a quien sea que esté dispuesto a escuchar. Pero si ni siquiera el autor quiere escucharse a sí mismo, las historias están condenadas, y nada va a ver su fin.
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En medio de un suntuoso salón iluminado por candelabros de oro y adornado con tapices que narraban antiguas leyendas, los murmullos de los invitados se extinguieron gradualmente. La Princesa Elysia, envuelta en un vestido carmesí, con un corpiño ceñido que realzaba su figura y una falda amplia y oscura que bailaba alrededor de sus piernas se erguía con gracia frente al trono de su padre, el Rey Alaric Ardente.
Elysia ocupó el sitio que le correspondía junto al trono de su padre y, una vez sentada, la ceremonia se reanudó.
El Reino de Ardentia estaba inmerso en una celebración, ya que tras más de una década de batallas y tensiones con el Reino de Volcanya, finalmente se había conseguido la anhelada paz.
El Rey Alaric convocó a la nobleza a una ceremonia de celebración por la victoria obtenida y el cese de hostilidades.
Los años de guerra habían dejado profundas cicatrices en el Reino de Ardentia. Las tierras que antes habían florecido con bosques exuberantes y ríos cristalinos, ahora mostraban los estragos de la destrucción. Los campos agrícolas habían sido arrasados, los pueblos y aldeas habían sufrido saqueos y asedios, y la población había enfrentado incontables penurias. Los ecos de los enfrentamientos resonaban en cada rincón del reino, y las sombras de la incertidumbre habían oscurecido la alegría que alguna vez había llenado sus corazones. La economía estaba en ruinas, los recursos escaseaban y las vidas habían sido marcadas por la pérdida y el sufrimiento. La reconciliación con el Reino de Volcanya no solo marcaba el fin de una era de conflicto, sino también la esperanza de reconstruir lo que una vez fue y sanar las heridas que habían quedado abiertas durante tanto tiempo.
En el centro del salón, la luz de las velas bailaban en una danza de luz y sombras, los bardos con sus voces melodiosas tejían las historias ancestrales de valentía y sacrificio que cautivaban a los presentes, que se deleitaban con el banquete, cuando el Rey Alaric se levantó lentamente del trono.
El Monarca detuvo la ceremonia para hacer un pronunciamiento.
—En este día, que será recordado en los años venideros como el día que los vientos barrieron la sombra de la guerra y destrucción, me llena de orgullo anunciar un pacto que trascenderá las rivalidades del pasado y sembrará las bases de un futuro próspero para nuestro Reino. La sangre y la tierra se unen en una nueva alianza, pues mi querida hija, la Princesa Elysia desposará al Príncipe Aelior Volcano, heredero del trono de Volcanya.
Los asistentes permanecieron en silencio, asimilando la información, y después de un breve momento, estallaron en aplausos.
Las puertas del salón se abrieron de par en par dando paso al Rey Roran y su hijo, el Príncipe Aelior Volcano, seguidos por su séquito.
Al ver entrar a quienes consideraba sus enemigos, Elysia sintió una mezcla de emociones que le aturdió. La noticia del casamiento, que le había llegado como un relámpago en medio de la ceremonia, la tomó completamente por sorpresa. Un instante de asombro fue suficiente para que su expresión cambiara, transformando su rostro en una máscara de enojo y coraje. Sus ojos, antes serenos, chispearon con una ira contenida mientras sus puños se cerraban con fuerza.
Elysia era una mujer fuerte, con cabello rojizo y ojos azules intensos, como su determinación. Manipuladora magistral, capaz de mover los hilos detrás de las cortinas para lograr sus objetivos. No se limitaba a las formalidades de la Corte. Su ambición y astucia la distinguían en un mundo de lucha constante. Abrazó su amor por la espada y el combate, convirtiéndose en una feroz guerrera, acompañando en los campos de batalla a su ejército y combatido contra el enemigo. Su habilidad con la espada era objeto de muchas historias que resonaban por todo el Reino, el movimiento de su espada cautivaba a todo aquel que lo presenciaba, con movimientos fluidos y coordinados que demostraban su control sobre el arma, capaz de enfrentar cualquier desafío.
El Rey Roran se aproximó con una majestuosa presencia hacia el Rey Alaric, inclinando su cabeza en una reverencia respetuosa que simbolizaba el reconocimiento de la nueva era de paz. A su gesto, el cortejo real que lo acompañaba siguió su ejemplo, doblando ligeramente sus cuerpos en muestra de respeto hacia el monarca anfitrión. Después de este intercambio formal, el Rey Alaric tomó el papel de anfitrión, presentando a sus acompañantes a través de gestos ceremoniosos.
Elysia se puso de pie de su asiento y, como miembro de la nobleza, se acercó a su prometido Aelior. Extendió su mano en un gesto que simbolizaba la aceptación del compromiso. Aelior tomó su mano y la besó, esbozando una sonrisa cínica mientras sostenía su mirada.
La ceremonia, convertida ahora en una fiesta de compromiso continuó durante el resto de la noche, con los presentes bailando y escuchando las canciones de los bardos, que danzaban sobre el escenario para entretener a las visitas.
Concluida la fiesta, todos regresaron a sus aposentos.
Elysia ardía en un furor incontenible. La sonrisa cínica de Aelior reverberaba en su mente. Al llegar a su alcoba una ira feroz se apoderó de ella. Sin dudarlo, se dirigió hacia el rincón donde descansaba su espada, la tomó y la desenvainó con un movimiento enérgico. La luz de la luna se reflejaba en el filo mientras comenzaba a lanzar tajadas a diestra y siniestra llevándose consigo cualquier cosa que se le atravesara, llenándose su habitación de los ecos del acero golpeteando diferentes objetos. Con cada tajo, su enojo encontraba un escape.
El sonido de alguien llamando a la puerta la interrumpió abruptamente. Elysia, agitada, se dio la vuelta hacia la puerta empuñando el acero, dispuesta a continuar lo que estaba haciendo con quien fuera que entrase.
La puerta se abrió y entró su padre, Alaric.
Elysia apretó el pomo de su espada, conteniéndose de no cercenar la cabeza de su padre.
—Comprendo cómo te sientes, Elysia—Alaric avanzó hasta la cama, mirando el desorden que había hecho su hija—. Nuestro deber es mantener la paz, asegurar la continuidad del Reino, el cual vas a liderar cuando yo ya no esté…
—Los tronos no se heredan, se toman—interrumpió Elysia con determinación palpable—. ¿Por qué no me lo revelaste, padre?
—Contrario a lo que puedas pensar…te conozco bien, hija mía. Sé cuánto desprecias los desplantes en público. Tenía la certeza que controlarías tus emociones y aceptarías la unión.
—La única unión que aceptaré es la de su cuerpo con la punta de mi acero—Elysia ejecutó un rápido movimiento con su espada, como si realmente se la clavara.
—La guerra nos estaba consumiendo, Elysia. Tú estabas dispuesta a sacrificar tu vida defendiendo al Reino, ¿Por qué no puedes hacer este sacrificio por él también? No he hecho más que apostar las piezas que tengo sobre el tablero. Espero lo entiendas.
Alaric se dio la vuelta y abandonó la habitación.
<<Las piezas necesitan quién las guíe>>pensó Elysia, mirando su reflejo en su espada.
Volcanya era un lugar sombrío y lúgubre que reflejaba la fuerza imparable de la naturaleza en su forma más ardiente y amenazante. Los terrenos de Volcanya eran testigos de la incesante actividad del volcán que dominaba el paisaje. Un territorio desolado, donde los bosques estaban poblados por árboles pelones y retorcidos que parecían haber sido despojados de su vida y vitalidad, con ramas desnudas que se alzaban como esqueletos hacia el cielo. Solo las plantas más resistentes lograban sobrevivir en ese ambiente hostil.
Los habitantes de Volcanya eran personas valientes que habían aprendido a vivir en armonía con la naturaleza implacable de su reino.
Alaric, Elysia y miembros de las familias de la nobleza más prestigiosas de Ardentia habían sido convocados al Reino de Volcanya para celebrar la unión matrimonial que sellaría el destino de ambos Reinos, asegurando la paz y prosperidad futuras.
La boda de Elysia y Aelior se llevó a cabo en un majestuoso salón, decorado con colores oscuros y detalles en tonos naranja y rojo, que eran los colores del Reino, pues reflejaban su naturaleza volcánica. El salón estaba iluminado por antorchas y candelabros, creando una atmósfera cálida y misteriosa. El altar estaba adornado con telas ricas y símbolos ancestrales tallados en piedra volcánica.
Elysia llevaba un vestido elegante que reflejaba su posición como guerrera y Princesa. Confeccionado en tonos oscuros, con un corpiño ajustado y una falda oscura que se degradaba en tonos naranjas y rojizos en la parte inferior. Por su parte, Aelior vestía una túnica negra con detalles naranjas y rojos creando un contraste sutil y llamativo. Llevaba una capa negra con fondo naranja, que fluía desde sus hombros hasta el suelo. En su cintura portaba una daga finamente labrada en una vaina decorada, un símbolo de su preparación para la defensa y la acción, meramente decorativa, pues Aelior era un ser cobarde por naturaleza, que sólo se mostraba valiente cuando tenía a sus guardias custodiándolo a todas partes que fuera.
Pronunciadas las palabras solemnes, el Rey Roran, investido con la autoridad conferida por la Corona, los declaró unidos en matrimonio.
Los esposos levantaron sus copas de plata y, tras entrelazarlas con gracia, bebieron de ellas en un gesto cargado de significado, simbolizando la unión y el inicio de su nueva vida juntos.
Una vez concluida la ceremonia, Elysia y Aelior se encerraron en sus aposentos, dispuestos a consumar la unión.
Tras cerrar la puerta, Aelior cambió su expresión en un siniestro cambio de máscara. Esbozó una sonrisa brutal, revelando su malicia oculta.
—No sabes cuanto he anhelado este momento— pronunció Aelior mientras avanzaba con determinación hacia Elysia.
—Y seguirás anhelándolo—Elysia se mantuvo firme.
Aelior tomó de los brazos a Elysia, la aventó sobre el lecho y se recostó sobre de ella. Elysia forcejeaba, intentando liberarse, pero su fuerza no se comparaba con la de él, quien logró imponer control sobre de ella, pero Elysia a pesar de estar sometida no cedía y seguía intentando liberarse. Aelior deslizó su mano por debajo de la falda de Elysia, recorriendo delicadamente su piel, subiendo lentamente hasta llegar a su sexo, que abrió de manera brusca e introdujo sus dedos sin el menor cuidado, hurgando desesperadamente hasta saciar su tentación. Elysia gemía de dolor, mientras continuaba intentando liberarse. Aelior, excitado, levantó el vestido de Elysia y liberó su miembro, dispuesto a penetrarla, pero ésta con un movimiento ágil y sigiloso arrebató la daga de la cintura de Aelior y con un movimiento rápido le cortó en el brazo, desconcentrándolo, situación que Elysia aprovechó para quitárselo de encima y tirarlo al suelo.
Elysia se incorporó, y con la daga por delante avanzó hacia Aelior de forma amenazadora.
Aelior, cubriéndose la herida con la mano, estalló en carcajadas.
—No puedes tocarme. Un solo llamado y estarás en la horca antes que finalice el día y tu Reino se pudriría en llamas.
Elysia ignoró las palabras de Aelior y siguió avanzando, esbozando una pequeña sonrisa.
—No contaría con ello—dijo con tono desafiante.
De repente, Aelior comenzó a sentirse sofocado. Un terrible ardor afectaba su garganta. Tosió repetidamente, pero el dolor persistía. Vomitó sangre y siguió tosiendo, como si algo estuviera atascado en su garganta.
—Es mi turno de sonreír—Elysia le devolvió la sonrisa cínica que le había hecho el día que anunciaron su compromiso—. ¿Recuerdas el vino que nos bebimos en la ceremonia? Contenía una pequeña dosis de un hongo venenoso de Ardentia, letal para cualquiera.
—No te saldrás con la tuya—emitió Aelior un susurro frágil por el dolor.
—Pero, si ya lo hice—rió Elysia.
Con sus últimas fuerzas, Aelior le gritó al Guardia para que entrara en su auxilio. El guardia abrió la puerta en un instante y entró con la espada desenvainada.
Aelior, repleto de sufrimiento, apuntó a Elysia, mientras su otra mano abrazaba su garganta.
El guardia miró a Elysia y apuntó su espada hacia ella.
—Es hora—dijo Elysia.
El guardia bajó la espada y se la entregó a Elysia, ante la mirada atónita de Aelior.
—No creíste que depositaría toda mi confianza en el veneno, ¿verdad?—Elysia empuñó la espada y realizó dos pequeños tajos—. No, yo pienso en todo. Y, todo mundo tiene un precio, sólo hay que saber cuál es.
Dicho esto, Elysia blandió la espada y la incrustó en el pecho de Aelior, entintándola de sangre.
—Mi Reina—dijo el Guardia—tenemos que sacarla de aquí, sígame—abrió la puerta y revisó que estuviera libre.
—¡Espera!—gritó Elysia. Caminó hasta donde se encontraba el guardia y cerró la puerta.
El guardia permaneció inmóvil, esperando su siguiente orden.
Elysia alzó la espada, agarró el pomo y asestó un tajo preciso en el cuello del guardia, cortándolo. La sangre brotó en un chorro, salpicándole el rostro.
—Tengo mis propios planes—dijo Elysia, limpiando sus labios con la lengua.
Tomó la daga del suelo y comenzó a desgarrar su vestido, haciendo pequeños cortes, después se hizo algunos cortes en los brazos y en la espalda hasta donde alcanzó.
Con la sangre escurriendo por su piel, gritó:
—¡Déjalo! ¡No! Por favor, ¡Suéltalo! ¡No le hagas daño!—arrojó diversos objetos por la habitación, tratando de hacer el mayor ruido posible—¡No lo mates! ¡Auxilio! ¡Auxilio!
Varios guardias acudieron al llamado de ayuda en la habitación del Príncipe Aelior, donde se toparon con la horrenda escena y encontraron a la Princesa Elysia bañada en sangre, llorando por la muerte de su esposo.
Los guardias escoltaron a la Princesa al cuarto del Rey Roran, quien inmediatamente ordenó a sus hombres que se desplegaran para custodiar el Reino. Ordenó que llevaran hasta él al Rey Alaric, que dormía en el otra ala del castillo, como un huésped.
—¡Mi Rey!—Elysia se arrodilló llorando ante Roran, con majestuosa actuación—¡Por favor, discúlpeme por no haber salvado a nuestro Príncipe! Fue muy tarde, demasiado tarde mi intervención.
—Calma, hija mía—intervino Roran, deslizando su mano por su cabello con gestos llenos de ternura—. Estoy seguro que descubriremos quién está detrás de esta conspiración.
—¿Conspiración?—Elysia dibujó un rostro de sorpresa.
Roran se quedó callado, mirando hacia el horizonte.
Alguien llamó a la puerta.
—Adelante—dijo Roran.
Uno de sus asistentes apareció, pero se quedó en el umbral al ver a la Princesa Elysia en la habitación.
—¿Puedo hablarle, Su Majestad?—preguntó el asistente.
Roran detectó un aire sospechoso y se movió hasta la puerta, donde el asistente le susurró algo al oído. Después, se marchó.
Roran se dio media vuelta, su rostro había cambiado. Era un rostro sereno, pero en sus ojos se reflejaba un profundo enojo.
Caminó hacia la ventana, ignorando a Elysia por completo, olvidándose que estaba ahí.
Elysia presintió una mala noticia.
<<¿Se habrán dado cuenta?>>pensó.
Su mente comenzó a trabajar tratando de detectar si algo pudo haberla delatado, mientras buscaba algo con qué defenderse en caso de ser necesario.
Roran se giró hacia Elysia.
—No puedo imaginar lo que sería capaz de hacer contra la persona que asesinó a mi hijo—dijo en tono serio, avanzando en dirección hacia Elysia—. Pero, estoy por averiguarlo.
Con un movimiento ágil, tomó a Elysia del cabello, jalándola hacia atrás, apretando fuertemente.
—¿Creíste que no nos daríamos cuenta?—Roran le susurró en el oído. Luego, le propinó una fuerte bofetada—. Encontraron rastros de tu hongo venenoso en la copa de Aelior—dio un par de bofetadas más y la arrastró por la habitación jalándola del cabello. Elysia luchaba por liberarse, pero el dolor la tenía a merced de Roran.
—Tienes agallas, lo reconozco—Roran volvió a abofetearla—. Tu padre jamás habría podido orquestar algo así. Ahora…¿Quién morirá primero? Creo que tu padre merece sentir lo que se siente que le maten a su hijo. —Roran desenvainó su espada—Quizás podemos hacerte sufrir un poco antes de matarte.
En ese momento, las puertas se abrieron abruptamente, y varios guardias de Ardentia entraron con espadas en mano, sus hojas teñidas de rojo. Les seguía el Rey Alaric, quien también portaba su espada y vestía una armadura reluciente en tono gris. La armadura estaba compuesta por placas de acero bruñido y estaba adornada con grabados que narraban sus batallas pasadas. Sobre su cabeza, se alzaba un yelmo ornamentado con finos detalles grabados, protegiendo su rostro mientras su mirada fría y penetrante se asomaba a través de las aberturas.
—¿Qué es esto?—preguntó Roran con expresión de incredulidad. Su rostro se tensó al ver a los guardias de Ardentia, irrumpiendo en su santuario privado, alternando la mirada entre las espadas teñidas de rojo y su propio atuendo desprovisto de protección.
Dos guardias desarmaron a Roran inmediatamente. Elysia les pidió que le entregaran su espada.
—Qué bonito final, ¿no lo crees, padre?—levantó la espada—El Rey de Volcanya asesinado con su propia espada.
—Tengo que reconocer que me has sorprendido. Nunca creí que funcionaría tu idea.
Elysia clavó la espada en el estómago de Roran y la sacó lentamente, mirándolo a los ojos, saboreando el dulce momento. Un charco de sangre se formó al instante. Después de unos segundos, Roran cayó muerto sobre su propia sangre y Elysia arrojó la espada sobre su cuerpo.
Los guardias salieron de la habitación dejando solos a Padre e hija para que planearan su siguiente movimiento. Debían evitar a como diera lugar que el ejército de Roran se revelara contra ellos por sus acciones.
—Tenemos que salir del Reino antes que amanezca—Alaric comenzó a deshacerse de su pesada armadura—De lo contrario, vamos a terminar igual que ellos—señaló el cuerpo inerte de Roran.
—No te preocupes, padre—Elysia levantó la espada ensangrentada de Roran—. Ya me ocupé de todo.
Elysia avanzó hasta donde se encontraba la espada de Alaric, la tomó y la arrojó hacia atrás de ella. Continuó avanzando hacia su padre, jugueteando con la espada.
—¿Qué haces?—Alaric se puso nervioso. El semblante de Elysia le provocaba terror—. ¡Guardias! ¡Guardias!—gritó Alaric.
—No te esfuerces…ya me ocupé de todo.
—¿Por qué, Elysia?
—¿Por qué?—preguntó Elysia con tono de ironía—Tú me vendiste al mejor postor, como mercancía…me traicionaste—gritó.
—Era lo mejor para el Reino, nuestro Reino. Quería dejarte un Reino próspero, con futuro.
—Te lo dije padre…los tronos no se heredan…se toman—gritó en el momento en que le clavó la espada en el pecho—. No podía esperar a tu último aliento para perseguir mis ambiciones. Mi sed de grandeza es mucha y es momento de forjar mi destino.
Guardias de Volcanya, coludidos con Elysia, aguardaron el momento indicado para someter a los guardias leales a Ardentia y así poder consumar el inicio de su Reinado, como Reina de ambos Reinos.
Los cadáveres de Alaric, Aelior y Roran ardieron juntos en una enorme fogata, mientras Elysia permanecía sentada sobre un tronco, bebiendo una copa de vino con su corona sobre la cabeza, la corona de la traición.
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Microhistoria De Amor
Lo sabemos todo uno del otro
Y las cosas que nos gustan son bastantes parecidas
Pero somos un poco diferentes de las parejas normales Desde que somos amigos Las manecillas del reloj no se ha movido
Siempre manteniendo la misma distancia
Los dos somos incapaces de transmitir nuestros verdaderos sentimientos
Si de repente todo comenzará a ser perfecto por arte de magia
Se sentiría tan falso los fuertes latidos del corazón,el nerviosismo,la ansiedad por verte
Todo eso representa lo que por ti siento
Enamoremonos mientras holganazeamos
Acortando la distancia de un milímetro a cero
De aquí en adelante quiero que nos acurruquemos más juntos
De forma que siempre recordemos este sentimiento ¡mucho más!
Eres mi sueño hecho realidad
Con el primer beso, sabré que me necesitas y que me quieres
Con el segundo beso, sentiré que me amas Pero, con estos momentos juntos Siento que estaré en los mejores días de mi vida
Se que podremos continuar mucho tiempo junto para recordar todos esos momentos
Y cuando llegue el momento de que nos separamos por cualquier motivo nunca te dejaré ir de mi corazón
Nunca me dejaré que mi tiempo se acabe Estemos así por siempre
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Sobre la microhistoria
La microhistoria, una práctica historiográfica cuyo método se interesa ante todo y sobre todo por los procedimientos concretos y detallados empleados por el historiador. Sin embargo, la microhistoria no posee un cuerpo de ortodoxia establecido; sino que pudiera ser considerada como un trabajo experimental del ejercicio de la investigación del pasado, con una amplia relación con las ciencias…
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Atrapo su mirada.
Me saborea como un plato dulce mezclado con picante.
Ahogo mi voz mordiéndome los labios.
Danzamos y nos miramos.
Una obra privada, un invento del amor y lo que pasa cuando fusionas fuego y agua.
Emilia R.B
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Que ganas de encontrar a alguien que en verdad se interese por uno, que muestre sus ganas de estar con uno a diario; aun así sea con un simple mensaje y que sobre todo lo vea a uno con ojos de prioridad y no de opción.
Microhistorias de un navegante.
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