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En las dos últimas entradas, hemos reflexionado y visto ejemplos de cómo podemos unir dos concepto y estrategias de trabajo y diseño en el aula: las Situaciones de Aprendizaje y el Aprendizaje Basado en Proyectos: SABP. En esta entrada proporcionamos más ideas y ejemplos para ayudaros en el diseño de SABP. MÁS IDEAS PARA SABP Aquí tenéis algunas ideas de Situaciones de Aprendizaje Basadas en…
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2450- Nadie puede silenciar las voces de la conciencia
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Qué sería más conveniente; vivir de acuerdo a lo que te guía el cerebro primitivo, o con las ventajas superiores que te puede otorgar el funcionamiento de un cerebro prefrontal?
Cientos de años atrás Sudamérica era habitada por pueblos indígenas, la mayoría, eran seres pacíficos que vivían de manera armoniosa, saludable, en el lugar que ellos escogían para establecer sus vidas, sin intervenir abusivamente el entorno natural, y en ocasiones cuando las culturas se encontraban, intercambiaban conocimiento. No fue hasta que llegaron los españoles ingleses franceses y otras culturas europeas, quienes tomaron la decisión de invadir drástica y tortuosamente a los ancestros y entorno natural. Los indígenas vivían con base a su sistema primitivo, llevando una vida pacífica, cultivando los frutos endémicos del lugar, cimentando viviendas construidas con materiales de la misma tierra, tratando de causar el mínimo impacto al ecosistema, ya que ellos eran conscientes de que la madre tierra y el universo les proveía todo lo necesario para subsistir; otra parte, las culturas europeas al descubrir este continente, arrasaron con todo, trajeron virus, plagas, se apropiaron de las culturas violentamente, perturbando las tranquilas vidas de las culturas indígenas y alterando todo el ecosistema; entonces aquí viene la pregunta: por qué ellos que desarrollaron tecnología avanzada para llegar desde un continente a otro, por tanto, tenía más recursos intelectuales para haberse comunicado de una forma más prudente, lo hicieron de esa forma?
América del Sur era y es un continente rico en recursos naturales, también lo era en sus diversas culturas ancestrales, las cuales se podrían traducir en su cosmovisión de la vida. Estos seres no necesitaban más, sus vidas eran plenas, tranquilas, armoniosas en conjunto con la naturaleza, de lo contrario, la ambición de las culturas del continente europeo, si lo vemos de este modo, no han traído ningún beneficio; actualmente, vivimos en una sociedad superficial, basada en el consumismo, capitalismo y autoritarismo implícito, donde las personas viven para trabajar, están enfocadas solamente en adquirir cosas materiales u otros reconocimientos que les otorga un estatus social, pero que no necesariamente les trae satisfacción, pues lograr estos objetivos conlleva un alto esfuerzo tanto físico como mental y de auto abandono interminable, puesto que cuando logran estos objetivos, luego llega otra tendencia que tendrán que cumplir para mantener o elevar dicho estatus y, así de forma indefinida continúa este ciclo.
Cientos de año atrás, las culturas indígenas vivían autónomamente en sus pueblitos, no obstante, igual tenían una organización de interconexión, que les permitían comunicarse entre ellos e intercambiar conocimientos, aún así, nunca sintieron la necesidad de crear una gran potencia que les permitiera prever las amenazas que pudieran llegar desde otro continente o tierras. De haber sido necesario desarrollar el cerebro prefrontal, probablemente no habríamos sufrido la atrocidad traída por la invasión europea, tal vez seguiríamos viviendo de la forma que vivían nuestras culturas ancestrales, o quizás, hubiésemos desarrollado un cerebro prefrontal saludable, que nos hubiese permitido convertirnos en una gran potencia Sudamericana, capacitada para negociar con las existentes en el mundo, manteniendo su autenticidad.
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La muerte de Voltaire, ocurrida el 30 de mayo de 1778, no fue menos polémica que su vida. El gran pensador de la Ilustración, crítico feroz del poder religioso y defensor del pensamiento libre, enfrentó sus últimos días con el mismo espíritu que lo había definido. Sin embargo, hay una historia que, hasta el día de hoy, añade una capa de misterio y reflexión a sus momentos finales.
Tras años de exilio, Voltaire regresó a París aclamado por una ciudad que lo veía como un héroe intelectual. A pesar de su frágil salud, su ingenio permaneció intacto. Dicen que incluso en su lecho de muerte, cuando un sacerdote le pidió renunciar al diablo, Voltaire respondió con su acostumbrada ironía: “Ahora no es momento de hacer enemigos.” Sin embargo, no todo fue tan simple. Según algunos relatos, en sus últimos días, Voltaire habría expresado deseos de reconciliarse con la Iglesia y recibir la bendición de un sacerdote. Esta versión sugiere que, en medio de la agonía, el filósofo buscaba la paz espiritual, algo que muchos interpretan como una lucha interna entre sus convicciones y el temor al más allá.
Aquí es donde sus amigos entran en escena. Temerosos de que un arrepentimiento público borrara todo el legado de Voltaire, ellos intervinieron, impidiendo que cualquier sacerdote entrara en la habitación. Estos amigos, leales a la lucha intelectual del filósofo, creyeron que si se permitía un último acercamiento a la religión, toda su obra y su feroz crítica a la Iglesia quedarían en entredicho. Así, Voltaire murió sin recibir los santos óleos, rodeado de personas que velaban por su legado, pero quizás no por su alma.
Esta historia nos invita a reflexionar sobre el tipo de amigos que tenemos a nuestro alrededor. ¿Son los que nos acercan o los que nos alejan de nuestro propio creador?
Fuentes:
J. G. Stockdale, The Life of Voltaire, 1789
E. J. Knapton, Voltaire and His Age, 1959
T. Besterman, Voltaire, 1969
I. Davidson, Voltaire: A Life, Profile Books, 2010
W. H. Barber, Voltaire: Historian, Oxford University Press, 1960
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Las Diferentes Generaciones y Sus Características
Explora las características distintivas de las diferentes generaciones, desde la Generación Silenciosa hasta la Generación Alpha. Descubre cómo los eventos históricos y los avances tecnológicos han moldeado a cada generación.
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#aprendizaje personalizado#avances tecnológicos#Baby Boomers#cambios sociales#características generacionales#comportamiento generacional#comunicación entre generaciones#conciencia social y medioambiental#conexión global#diferencias entre generaciones#diversidad e inclusión#evolución cultural#Generación Alpha#Generación Silenciosa#Generación X#Generación Z#historia generacional#impacto social en las generaciones#independencia generacional#Millennials#nativos digitales#tecnología en las generaciones#valores generacionales
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El camino hacia la verdad es a través del conocimiento...
Católico
@teatro-magico-solo-para-locos
#verdad#conocimiento#escritor#pensador#libertad de conciencia#anti progresismo#anti socialismo#anti comunista#batalla cultural#filosofía
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EL TIEMPO-EJE DE LA HISTORIA. VENIMOS Y VAMOS
Juan Rojo Moreno En esta obra de K, Jaspers, Origen y meta de la historia[1] se plantea aspectos curiosos de la evolución histórica que aparentemente es una continuidad, pero se pueden detectar saltos importantes en la misma, sin que sepamos exactamente qué fue lo que originó ese salto. Un ejemplo es cómo aparece el Homo Sapiens después de estar más de 200.000 años rigiendo la humanidad el…
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Spanish/Español:
Voy a hablar de acá de algunas cosas porque no quiero tocar twitter.
Existe el racismo en latam. El que lo niegue le falta un par de neuronas. El racismo es algo universal. Ahora, las formas de racismo que existen van a ser diferentes según la cultura. La palabra N en USA no tiene el mismo peso en LATAM porque lo más probable es que la gente ni siquiera supiese el verdadero significado hasta hace solo unos años. ¿Por qué? Porque tenemos idiomas diferentes y nuestras problemáticas sociales son diferentes.
Cuando alguien, en todo este caos, dice que no es justo que se juzgue de la misma manera a un latino que a un gringo no es porque sea racista. Es porque estamos pidiendo contextualizar el hecho: hace 10 años un adolescente de 14 años latinoamericano, con cero ingles y cero conciencia de la situación social de estados unidos dijo una palabra que, como la mayoría de nosotros, escuchamos en películas y canciones. No lo quita lo malo, pero mas preocupante sería que hubiese dicho una palabra racista para lo que es SU cultura y SU sociedad.
El QSMP es un server donde se derriban muros de idiomas y culturas. Este iba a ser un choque inevitable. Está bueno que alguien salga a hablar (Los que no lo hicieron ya) pero lo que no está bueno es atacar en vez de escuchar a quien no creció en USA. No porque no haya racismo en Latam, sino porque, como ya dije, es diferente. Es una lastima que un tema tan relevante como este, que se pudo haber traído a la conversación de forma constructiva y como una oportunidad de dialogar y crecer juntos como comunidades, se haya reducido a enviar odio y atacar a gente.
English/Ingles:
I'm going to talk about some things here because I don't want to touch twitter.
There is racism in Latam. Whoever denies it is missing a couple of brain cells. Racism is something universal. Now, the ways in which racism can be experienced are going to be different depending on the culture and the history of each contry. The N-word in the US doesn't carry the same weight in LATAM because most likely people didn't even know what it really meant until just a few years ago. Why? Because we have different languages and our social issues are not the same.
When someone, in the middle of all this chaos, says that it is not fair that a Latino is judged in the same way as a gringo, it is not because they are racist. It is because we are asking you to contextualize the facts: 10 years ago a 14-year-old Latin American teenager, with zero English and zero awareness of the social situation in the United States, said a word that, like most of us, he hear in movies and songs. It doesn't take away the bad, but it would be more worrying if he had said a racist word for what HIS culture and HIS society is.
The QSMP is a server where walls of languages and cultures are broken down. This was going to be an inevitable clash. It would be great if someone comes out to speak up (Those who didn't already) but what is not great is attacking instead of listening to someone who didn't grow up in the USA. Not because there is no racism in Latam, but because, as I already said, it is different. It's a shame that a such a relevant topic like this, which could have been brought up constructively and as an opportunity to have an important dialogue and grow together as communities, has been reduced to sending hate and attacking people.
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Por qué y cómo la clase social sigue siendo importante
Reseña de The Class Matrix. Social Theory after the Cultural Turn, de Vivek Chibber (Harvard University Press, 2022)
Por Nick French
Fuentes: Jacobin
Está de moda declarar que el marxismo no tiene mucho que decir sobre las sociedades complejas y modernas. Pero la clase y los intereses materiales que genera siguen siendo los rasgos centrales del capitalismo.
Aunque Occupy Wall Street, las campañas presidenciales de Bernie Sanders y otros acontecimientos devolvieron el tema de la clase y la desigualdad económica a la conciencia pública de los Estados Unidos en los últimos años, este resurgimiento fue acompañado de denuncias sobre el marxismo como un marco anticuado para el análisis social y político. Los expertos y los políticos nos advierten de los peligros de centrarnos demasiado en la clase o de tratarla como algo «más importante» que otras identidades sociales o formas de jerarquía.
Estos estribillos populares se hacen eco de afirmaciones que dominaron la teoría social académica durante décadas. Mientras que Karl Marx y sus seguidores consideraban que las fuerzas económicas eran fundamentales para entender la estabilidad y los conflictos sociales, los partidarios del «giro cultural» en la teoría social conceden un lugar de honor a los factores no económicos. Si la clase es una cuestión de ubicación de una persona en una estructura económica —si, por ejemplo, posee medios de producción o debe vender su fuerza de trabajo para ganarse la vida—, entonces tiene poco poder predictivo para explicar por qué la gente hace lo que hace, argumentan los culturalistas. En su lugar, deberíamos fijarnos en factores culturales contingentes: normas sociales, valores y prácticas religiosas.
Es fácil ver el atractivo de estos argumentos. A pesar de la renovada preocupación por la desigualdad económica representada por Sanders y fenómenos afines en otros lugares (el corbynismo en Gran Bretaña, Podemos en España, La France Insoumise), las críticas basadas en la clase social no lograron captar el apoyo de las clases trabajadoras a gran escala. Los viejos partidos de izquierda están en declive y cada vez más trabajadores gravitan hacia la derecha. La política mundial sigue experimentando un reajuste de clases: en comparación con principios y mediados del siglo XX, la clase se está convirtiendo en una categoría cada vez menos destacada de identidad y conflicto políticos. Las divisiones partidistas se están endureciendo, pero ningún bando afirma de forma creíble que representa los intereses —o que puede ganarse la lealtad— de los trabajadores.
En su reciente libro The Class Matrix: Social Theory After the Cultural Turn, [La matriz de clase: la teoría social después del giro cultural] el sociólogo Vivek Chibber sostiene que desestimar la importancia del análisis de clase es un grave error. Una comprensión marxista adecuada de la clase, afirma, puede hacerle frente a los argumentos culturalistas de la teoría social. Pero, sobre todo, el marxismo puede darnos un marco para entender por qué bajo el capitalismo los trabajadores serán más propensos a consentir el sistema que a rebelarse contra él y puede arrojar luz sobre cómo hacer realidad el cambio revolucionario.
Estructura económica y cultura
El núcleo del argumento de Chibber es una elegante explicación de la relación entre la estructura de clases del capitalismo y la cultura. Los culturalistas sostienen que todo comportamiento humano intencional está mediado por el «trabajo interpretativo de los actores humanos», como dice el teórico social William Sewell. Para que una estructura social —como, por ejemplo, la relación capital-trabajo asalariado— sea eficaz a la hora de motivar el comportamiento, los agentes que participan en esa estructura deben aprender e interiorizar los guiones culturales adecuados.
Este argumento, escribe Chibber, sugiere que «la existencia misma de la estructura parece depender de los caprichos de la mediación cultural». Si soy un trabajador, debo aprender e interiorizar el hecho de que tengo que encontrar y conservar un trabajo para poder mantenerme, y debo aprender e interiorizar las normas y hábitos necesarios para ello (normas de habla y vestimenta, ciertas habilidades, una «ética del trabajo», etc.). Si soy capitalista, tengo que aprender e interiorizar el hecho de que el éxito significa maximizar los beneficios, y debo aprender e interiorizar las normas y hábitos que me permiten hacerlo (un enfoque único en la ampliación de la cuota de mercado y la reducción de costos, por ejemplo, lo que requiere un trato despiadado para con mis empleados).
Así pues, puede parecer que la motivación humana se explica por la cultura «hasta el fondo». Pero no es así. Aunque los culturalistas tienen razón en que las personas deben adaptarse a determinados guiones culturales para participar en las estructuras sociales, admite Chibber, de ello no se deduce que esos guiones culturales tengan primacía causal a la hora de explicar la estructura. En cambio, la propia estructura económica explica por qué la gente necesita aprender e interiorizar los guiones pertinentes en primer lugar.
Pensemos en lo que ocurre si un trabajador no interioriza el guion cultural correspondiente a su función. Eso significa que no conseguirá un empleo; o, si lo consigue, no podrá conservarlo durante mucho tiempo. El resultado será la indigencia, el hambre y cosas peores. Del mismo modo, un capitalista que no interiorice el guion pertinente a su función pronto se encontrará con que sus empresas se van a pique y, si no se recompone, acabará encontrándose en la desesperada situación de un proletario sin propiedades.
Tanto para los capitalistas como para los trabajadores, la estructura económica genera poderosos intereses materiales que los obligan a interiorizar los guiones culturales correspondientes a sus posiciones de clase. Si no lo hacen, ponen en riesgo los fundamentos de su bienestar individual.
No se trata de negar la importancia de la cultura. Pero sí de decir que, si queremos entender por qué la gente en las sociedades capitalistas actúa como lo hace, la estructura económica debe tener un papel explicativo primordial. Esta afirmación se ve confirmada, según Chibber, por la expansión mundial del capitalismo en los siglos XX y XXI. Lejos de que determinadas concepciones culturales sean requisitos previos u obstáculos insuperables para el desarrollo de las estructuras de clase capitalistas, la imposición del capitalismo transformó a culturas de todo el mundo —incluidas las que antes se consideraban hostiles a las relaciones capitalistas— para adaptarlas a sus propósitos.
La falsa explicación de la falsa conciencia
Los marxistas sostienen que el capitalismo implica esencialmente la explotación y la dominación de la clase obrera por la clase capitalista. Al no tener acceso a los «medios de producción», los trabajadores deben vender su fuerza de trabajo a quienes sí los tienen: los capitalistas. Una vez que el trabajador consigue un empleo, está sometido a la tiranía del patrón, que intentará sacarle el máximo trabajo por el mínimo salario posible. Aunque los trabajadores son los que producen los bienes y servicios que vende el capitalista, éste se queda con la mayor parte del excedente social producido por sus empleados en forma de ganancias, mientras que los trabajadores reciben una miseria en forma de salarios.
Este antagonismo de intereses implicado en la relación capitalista-trabajador asalariado, y los perjuicios que impone a los trabajadores, conduce al conflicto. Marx, observando las incipientes organizaciones obreras y movimientos políticos de su época, pensó que este conflicto adoptaría una forma cada vez más colectiva y revolucionaria: los trabajadores se unirían para resistir a su explotación y finalmente «expropiarían a los expropiadores», aboliendo la propiedad privada y acabando por completo con el capitalismo.
Esto no ocurrió. Hubo, por supuesto, revoluciones socialistas en países donde el capitalismo apenas empezaba a desarrollarse, empezando por Rusia en 1917, pero estas sociedades pronto degeneraron en regímenes autoritarios y a finales de siglo evolucionaban en dirección capitalista. En Occidente, los partidos socialistas se acomodaron gradualmente al sistema capitalista y acabaron por alejarse incluso de la promoción de reformas significativas del sistema y de la representación de sus bases obreras tradicionales. Incluso los sindicatos llevan décadas en declive a nivel mundial.
¿Por qué no se cumplieron las profecías revolucionarias del marxismo? Según los pensadores de la Nueva Izquierda, la respuesta está en la cultura. Los trabajadores tienen interés en organizarse colectivamente para defender su bienestar y, en última instancia, derrocar el sistema capitalista. Pero fueron completamente adoctrinados por la ideología burguesa para aceptar el sistema como moralmente legítimo, y anestesiados por los superficiales consuelos de «la industria cultural», la promesa de bienes de consumo y similares. La idea es que si los trabajadores pudieran atravesar el velo de la ilusión y reconocer sus verdaderos intereses, se rebelarían.
Chibber utiliza su concepción materialista de la clase para desmontar este argumento. El problema de esta explicación es que, como resultado de su posición de clase, los trabajadores experimentan a diario daños generalizados y pérdida de autonomía en el trabajo, sufren ansiedad por encontrar o conservar un empleo y llevan adelante una lucha continua para mantener un nivel de vida confortable. Decir que la clase trabajadora en general ha caído presa del adoctrinamiento ideológico equivale a afirmar que la ideología ha anulado estos aspectos destacados de la experiencia vivida de los trabajadores, que la influencia de la «cultura burguesa» es tan fuerte que provoca un «colapso cognitivo» sistemático, es decir, una falsa conciencia. Peor aún, esta explicación posiciona de manera extraña al teórico como alguien que tiene más comprensión de la experiencia de los trabajadores que ellos mismos.
Y, de hecho, los trabajadores suelen resistirse a su explotación. Eluden sus responsabilidades cuando están en el trabajo; llaman para reportarse enfermos cuando no lo están; y, ocasionalmente, cometen pequeños robos o actos de sabotaje contra su empleador. Estas formas generalizadas de resistencia individual demuestran que las personas trabajadoras no son simplemente víctimas ingenuas de los mitos procapitalistas.
Por qué los trabajadores (sólo a veces) se rebelan
Entonces, ¿por qué no se rebelan los trabajadores? La respuesta está en los costos y riesgos asociados a la acción colectiva. Los trabajadores dependen de sus empleos para mantenerse a sí mismos y a sus familias. No es cierto que los trabajadores «no tengan nada que perder salvo sus cadenas»: al organizarse o emprender acciones con sus compañeros de trabajo, podrían muy bien perder sus medios de vida. «La miseria de ser explotado por los capitalistas no es nada en comparación con la miseria de no ser explotado en absoluto», bromeaba la economista Joan Robinson.
Además de la vulnerabilidad al desempleo, hay muchos otros obstáculos para una estrategia de resistencia colectiva. Los trabajadores tienen intereses diversos que a veces se oponen a la acción colectiva. Por ejemplo, aunque a largo plazo la gran mayoría de los trabajadores se beneficiarían de la creación de poderosos sindicatos y organizaciones políticas, a corto plazo, los trabajadores afortunados o muy cualificados pueden conseguir un mejor acuerdo para sí mismos mediante la negociación individual con los empresarios.
Además, está el problema del oportunismo: aunque todos se beneficien del fruto del esfuerzo colectivo, ningún trabajador individual saldrá perdiendo si no contribuye. Esto crea un fuerte incentivo para que los trabajadores eludan sus responsabilidades en los esfuerzos de organización colectiva, pero si un número suficiente de individuos lo hace, los esfuerzos fracasarán.
La conclusión de Chibber es que Marx se equivocó al pensar que el capitalismo produciría naturalmente a sus propios «sepultureros». Por el contrario, los intereses materiales generados por la estructura de clases normalmente militan en contra de la acción colectiva y, en su lugar, empujan a los trabajadores a promover sus intereses trabajando duro y «manteniendo la cabeza gacha», al tiempo que participan en actos ocasionales de resistencia individualizada. Los teóricos de la Nueva Izquierda que afirman que los trabajadores no se rebelan porque están bajo el dominio de la ideología burguesa parten del mismo supuesto erróneo que Marx: piensan que las razones de la aquiescencia de los trabajadores deben venir de fuera de la estructura económica. De hecho, en la mayoría de los tiempos y lugares, la estructura de clases proporciona razones suficientemente fuertes por sí misma para evitar la resistencia colectiva, por no hablar de la actividad revolucionaria.
Pero los trabajadores pueden organizarse, y de hecho lo hacen, para luchar contra sus explotadores. ¿En qué condiciones es viable la acción colectiva? Un ingrediente crucial, sostiene Chibber, es la creación de una cultura de la solidaridad:
[Los trabajadores] tienen que hacer su valoración de los posibles resultados, al menos en parte, en función de cómo afectará a sus compañeros; esto se deriva de un sentido de obligación y de lo que deben al bien colectivo (…). Al dirigir a cada trabajador para que vea el bienestar de sus compañeros como algo que le concierne directamente, un ethos solidario contrarresta los efectos individualizadores generados normalmente por el capitalismo. Y hacerlo permite la creación de la identidad colectiva que, a su vez, es el acompañamiento cultural de la lucha de clases.
Cuando los trabajadores llegan a considerar a su propio bienestar como ligado al de los demás, los obstáculos normales para la acción colectiva se reducen. Están más dispuestos a asumir riesgos individuales y son reacios a aprovecharse de los esfuerzos de sus compañeros.
Una vez más, la cultura se ve limitada por los intereses materiales. Un ethos solidario no es lo mismo que un ethos altruista, en el sentido de una preocupación desinteresada por el bienestar de los demás. La solidaridad consiste más bien en formar un sentimiento de obligación recíproca en torno a intereses compartidos. Sabiendo que, a largo plazo, todos se beneficiarán de unas organizaciones de trabajadores fuertes, los trabajadores interiorizan normas que cambian su forma de sopesar los costos y los riesgos asociados a la acción colectiva. Mi sentido de la obligación hacia mis compañeros puede permitirme superar mi miedo a las represalias del jefe; puede animarme a considerar que un aumento salarial individual aquí y ahora es menos importante que la seguridad que ofrece un contrato sindical; me hará ver al oportunismo como una traición vergonzosa a mis compañeros.
Cuando los trabajadores construyen culturas de solidaridad, es más probable que sigan estrategias de resistencia colectiva y que tengan éxito. Pero debemos hacer hincapié en que la organización basada en la clase no es la única forma en que los trabajadores pueden perseguir sus intereses de forma colectiva bajo el capitalismo. Por supuesto, también pertenecen a organizaciones formales e informales basadas en la raza, la etnia, la religión, el parentesco y otras identidades sociales. Los trabajadores pueden utilizar estas redes para sortear las vicisitudes de la competencia en el mercado laboral acaparando recursos y oportunidades de empleo; y así es como la utilidad de estas estrategias da lugar a ideologías justificadoras del racismo, el etnocentrismo y similares.
Estas identidades colectivas, al igual que la de clase, se basan en la estructura económica del capitalismo. Sin embargo, con el tiempo, el hecho de que los trabajadores den prioridad a su identificación con (digamos) miembros de su raza o correligionarios hace que sea menos probable que forjen coaliciones grandes y duraderas para promover sus intereses y facilita que los capitalistas logren enfrentar a los trabajadores entre sí. (Si un sindicato se niega a admitir a trabajadores no blancos, por ejemplo, tarde o temprano se encontrará con que los patrones emplean a esos trabajadores excluidos como rompehuelgas).
Por lo tanto, la razón para tratar a las culturas de solidaridad de clase como especialmente importantes no es que consideremos de forma chovinista que la opresión de clase es moralmente más importante que otras jerarquías sociales, como denuncian algunos críticos malhumorados. Es porque organizarse en función de la clase es la única estrategia factible a largo plazo para resistir y finalmente superar la dominación capitalista y socavar así la base material de la opresión racial y de otras formas de opresión.
Clase, política y política de clase en el siglo XXI
De ello se deduce que la formación de clases —la transformación de los trabajadores de una «clase en sí» a una «clase para sí» consciente y organizada, en términos de Marx— es una propuesta extremadamente delicada. Los incentivos materiales generados por la estructura económica del capitalismo desalientan la organización colectiva de clase y, en su lugar, empujan a los trabajadores a buscar medios individuales para defender sus intereses o, de lo contrario, a recurrir a redes de parentesco, raza, etcétera, que los enfrentan a sus potenciales compañeros de lucha.
Gracias a los heroicos esfuerzos de organizadores de izquierda ideológicamente comprometidos con la construcción de culturas de solidaridad, el movimiento obrero nació y creció a pasos agigantados a finales del siglo XIX y principios del XX. Estos organizadores contaron con la ayuda de circunstancias propicias. La rápida industrialización llevó a un número cada vez mayor de trabajadores a las grandes fábricas y a los densos centros urbanos, lo que hizo menguar el miedo de los trabajadores al desempleo de larga duración. En la mayor parte del mundo capitalista, los trabajadores estaban políticamente privados de sus derechos, lo que reforzaba su sentimiento de injusticia y ponía de manifiesto la necesidad de organizarse en función de su clase para exigir derechos políticos y económicos. Los trabajadores vivían cerca unos de otros en los barrios marginales de la ciudad, segregados de otros elementos de la sociedad, lo que facilitaba la toma de conciencia de sus intereses comunes y la forja de una identidad colectiva.
Estos hechos estructurales e institucionales fueron terreno fértil para el crecimiento de poderosos movimientos obreros y partidos socialistas. Esas organizaciones lucharon por una «humanización» parcial del capitalismo, redistribuyendo la riqueza y los ingresos hacia las clases pobres y trabajadoras. Durante un tiempo, especialmente en la posguerra, el rápido crecimiento económico permitió a los empresarios absorber (a regañadientes) las demandas redistributivas de los sindicatos y los partidos de izquierda. Sin embargo, el descenso de las tasas de ganancia a partir de la década de 1960 obligó a los empresarios a ser menos tolerantes y los capitalistas comenzaron a contraatacar, aplastando con éxito a los sindicatos y haciendo retroceder al Estado del bienestar en gran parte del mundo desarrollado.
Esta historia nos lleva al periodo neoliberal, del que los trabajadores aún no pudieron salir. Durante décadas, sufrieron el estancamiento de los salarios y la erosión de los bienes públicos. Al principio, señala Chibber, los trabajadores respondieron retirándose de la actividad política y de la vida cívica. Pero los últimos años mostraron expresiones activas de descontento, con un repunte de las huelgas (aunque todavía a niveles históricamente bajos) y con explosiones de ira en las urnas, bajo la forma de apoyo a partidos y candidatos populistas y antiestablishment, tanto de izquierda como de derecha.
Este patrón de desafección y enojo de la clase obrera es comprensible en términos materialistas, al igual que los obstáculos para una renovación del movimiento obrero organizado y de los partidos políticos de masas de la clase obrera. Los factores estructurales e institucionales subyacentes al nacimiento y expansión de la vieja izquierda ya no existen. A escala mundial, las economías capitalistas se están desindustrializando, lo que supone un menor crecimiento del empleo, la dispersión de los trabajadores en empresas más pequeñas y una menor seguridad laboral. En la mayoría de las democracias capitalistas, los trabajadores tienen ahora plenos derechos políticos y ya no están geográficamente aislados en sus propias comunidades densamente pobladas, sino dispersos en los suburbios, entre otras clases.
Estos hechos significan que el proyecto de organizar a los trabajadores tiene un carácter totalmente diferente al que tenía a finales del siglo XIX y principios del XX. «El estatus electoral y las condiciones sociales de los trabajadores trabajaban antes en tándem con la estructura de clases para empujarlos hacia una identidad común», escribe Chibber, «pero ya no es así». Hoy en día, su estatus electoral y sus condiciones sociales separan a los trabajadores, exacerbando la tendencia a adoptar modos de resistencia individualizados o más restringidos y limitados.
De vuelta a la clase
The Class Matrix no está exenta de defectos. Chibber no ofrece ni defiende explícitamente en ninguna parte una definición de los intereses materiales, una noción fundamental para su explicación de la motivación humana en el capitalismo y para su distinción entre las explicaciones materialistas y culturalistas de la estructura social. Tampoco discute las conexiones entre intereses, preferencias y motivaciones, un tema que durante mucho tiempo obsesionó tanto a filósofos como a científicos sociales, y sobre el que Chibber hace algunas suposiciones controvertidas que no saca del todo a la superficie. (Muy brevemente: parece trabajar con una definición de los intereses materiales como componentes universales del bienestar, arraigados en las necesidades y capacidades biológicas humanas, que regulan sistemáticamente las preferencias y motivaciones de las personas en todos los contextos culturales. Se trata sin duda de una concepción plausible y defendible de los intereses, pero no creo que sea autoevidente).
Por último, muchas de las formulaciones del libro sugieren una dicotomía entre las formas individualistas de resistencia a la dominación y la acción colectiva basada en la clase. Pero como ya se dijo, y como el propio Chibber reconoce en algunos momentos, las estrategias colectivas de promoción de intereses también pueden presentarse como confianza en colectividades raciales, étnicas y otras colectividades no clasistas. Hay, por supuesto, una similitud importante entre las formas individualistas de resistencia y la dependencia de redes restringidas para acaparar ventajas: significan no unir a los trabajadores para desafiar al capitalismo desde la raíz y son, por esa razón, en última instancia contraproducentes.
Sin embargo, se trata de quejas sobre la presentación más que sobre el fondo. En general, The Class Matrix es una exposición clara, convincente y sistemática de la opinión de que la clase es una realidad objetiva que moldea de forma predecible y racional el pensamiento y la acción humanos, una realidad que debemos abordar seriamente si queremos comprender la sociedad contemporánea y sus síntomas mórbidos.
Los socialistas de hoy nos enfrentamos a la difícil tarea de construir culturas de solidaridad en un terreno diferente y menos favorable que el de nuestros predecesores. Si esto es posible, y de qué forma, son cuestiones que Chibber deja en manos de sus lectores. Pero es probable que su contribución a la comprensión de lo que es la clase, y por qué importa, resulte indispensable para encontrar las respuestas.
Nick French. Editor de Jacobin Magazine (EE. UU.)
Traducción: Pedro Perucca
Fuente: https://jacobinlat.com/2025/01/por-que-y-como-la-clase-social-sigue-siendo-importante/
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Narita, Nakatsugawa, Magome, Tsumago, Kiso, Yabuhara y Narai
En el aeropuerto, las maletas salen por la cinta perfectamente colocadas.
Áreas de descanso sin gasolinera, pero con una especie de food hall, con distintos tipos de negocios de comida donde comer o comprar.
Límite de velocidad a 80 en autovía que nadie respeta.
Nakatsugawa y su calle, en mi imaginario típica, no muy ancha, con arbolitos en los laterales y cables cruzando.
Mi primer onsen (en realidad sento).
Onsen: recinto para bañarse baño tipo balneario de aguas termales naturales.
Sento: igual que el onsen pero sin ser aguas naturales.
Rotenburo: lo mismo que el onsen pero al aire libre.
Visitar los baños termales es un acto cultural, social y conlleva un ritual. Generalmente acudes vestido con un yukata o un samue Hombres y mujeres por separado, todo el tiempo. Una toalla de ducha y otra más pequeña. No está permitido ningún tipo de traje de baño. En el vestuario hay que desnudarse y coger la toalla pequeña para entrar en la zona de aguas y taparse ligeramente por encima si así se prefiere, mientras uno se desplaza. En la sala hay una pared con unos cuantos habitáculos separados por un murete de altura media (en algunos no hay muro). En cada habitáculo hay un espejo, un taburete bajito con una repisa a la misma altura (a un palmo del suelo) sobre el que está apoyada una palangana de madera o plástico donde cae el agua del grifo de la ducha que aparte también tiene alcachofa. Sobre la repisa, botes grandes de champú y jabón. Uno se ducha sentado, para preservar intimidad y no salpicar al resto. La limpieza corporal es a conciencia y siempre previo a entrar en las bañeras o piscinas. Allí entra uno limpio. Se trata de un momento de relajación. Cuando uno lo estima oportuno se sale, se puede volver a duchar y antes de ir a la zona de vestuario se ha de secar bien, para no salir mojado. En el vestuario suele haber de todo, secador y cremas, todo dispuesto para irse a la cama o comenzar el día. Porque lo más curioso de estos baños es el horario, suelen abrir desde media tarde hasta primera hora de la mañana, como para dar servicio tanto a los que prefieren ducharse por la noche como a los de por la mañana. Y durante el horario laboral permanecen cerrados.
No sabemos todavía a qué hora amanece pero a las seis es completamente de día. Y a las cinco de la tarde es completamente de noche.
Ir tocando las campanas para auyentar a los osos en el tramo de la ruta Nakasendo entre Magome y Tsumago.
Los jardines de las casas con los árboles y arbustos perfectamente recortados y arreglados.
Mi primer soba.
La tienda de cerámicas de segunda mano, la gymkana fotográfica del samurai y la tarta con deliciosa nata en Narai. Hasta Dani quería repetir.
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PET PLANT LIFE
“Siembra vida juntos cultivamos un futuro más verde”
Nuestra campaña de recolección de PET en escuelas tiene como fin promover el reciclaje y la conciencia ambiental. El objetivo es recolectar botellas de PET para venderlas a empresas de reciclaje y usar el dinero obtenido para comprar semillas.
IMPORTANCIA DE LAS SEMILLAS
Los estudiantes participan activamente recolectando, clasificando y aprendiendo sobre sostenibilidad. Con las semillas compradas, se pueden plantar huertos en la escuela o en la comunidad. La iniciativa educa sobre el cuidado del medio ambiente y fomenta el involucramiento estudiantil, mientras se difunde y mantiene a través de incentivos y seguimiento Asimismo, al abordar este tema, buscamos no solo informar, sino también inspirar un cambio cultural en la comunidad.
Seleccionamos el tema de contaminación por PET( polietileno tereftalato) ya que es un tema importante porque es un material no biodegradable lo cual puede estar en el ambiente por cientos de años hasta que se deshaga por completo y por su acumulación excesiva en áreas provocando daños en estas zonas en donde se localice dando paso a enfermedades y daños estructurales a dichas zonas y la falta de conciencia de la población por si exceso uso cotidiano y por su desecho no adecuado, se debe de dar a conocer cómo se puede llegar a reutilizar y poder desecharlo en los lugares correspondientes y evitar la contaminación por PET.
La campaña de recolección de PET se convierte en una plataforma para empoderar a los estudiantes, mostrándoles que cada acción cuenta y que pueden ser parte de la solución. Al vincular la recolección con la compra de semillas para cultivar verduras, demostramos que el reciclaje no solo es una responsabilidad ambiental, sino también una oportunidad para fomentar la sostenibilidad y la salud. Este enfoque integral ayuda a construir un sentido de pertenencia y compromiso hacia el cuidado del medio ambiente, creando un futuro donde la conciencia y la acción van de la mano.
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2407- El fin siempre es temprano, cada día es toda la vida en tiempo pleno, no hay más que el hoy, que este momento solo en que conozco que estoy vivo y siento.
(Arturo Uslar Pietri)
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Hablemos del alcoholismo!
El alcoholismo es una enfermedad que afecta no solo al individuo, sino también a su entorno. Es crucial abordarla con empatía, reconociendo que es una condición que puede afectar a cualquier persona. El consumo excesivo de alcohol tiene graves consecuencias para la salud y puede contribuir a problemas familiares y sociales. Es importante comprender que el alcoholismo es una enfermedad que requiere tratamiento y apoyo, y la sociedad debe promover la conciencia, la educación y un cambio cultural que reduzca la presión social para consumir alcohol. Aquellos que enfrentan el alcoholismo merecen compasión y acceso a recursos para superar la enfermedad. La prevención, la educación y el apoyo son fundamentales para construir comunidades más saludables y compasivas.
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Because I, a mestiza, continually walk out of one culture and into another, because I am in all cultures at the same time, alma entre dos mundos, tres, cuatro, me zumba la cabeza con lo contradictorio, Estoy norteada por todas las voces que me hablan simultaneamente
— Gloria Anzaldúa, "La conciencia de la mestiza: Towards a new consciousness."
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"Nos lavamos las manos"
La Paradoja de la Inacción Activa: Reflexiones Sociológicas y Filosóficas sobre la Tendencia Humana a Lavar nuestras Manos
Resumen:
En la sociedad contemporánea, se observa una curiosa contradicción en la forma en que los individuos interactúan con los problemas sociales. A menudo, nos encontramos "lavándonos las manos", evitando implicarnos activamente en cuestiones importantes, pero, paradójicamente, somos los primeros en quejarnos y lamentarnos por el estado de la sociedad. Este artículo busca analizar las razones subyacentes a esta paradoja, explorando aspectos sociológicos y filosóficos que nos ayuden a comprender mejor este fenómeno.
Introducción:
El ser humano es un ser social que habita en una red interconectada de relaciones y dinámicas sociales. A pesar de esto, a menudo nos encontramos desinteresados o desmotivados para involucrarnos de manera activa en los problemas que afectan a nuestra sociedad. Sin embargo, es común que nos quejemos y expresemos nuestra insatisfacción con el estado de las cosas. Esta aparente contradicción plantea una pregunta fundamental: ¿por qué nos lavamos las manos y nos implicamos menos en ciertos problemas de la sociedad, pero somos los primeros en quejarnos continuamente de que todo está mal?
Razón 1: La comodidad de la inacción:
Uno de los motivos más evidentes es la comodidad inherente a la inacción. Implicarse en problemas sociales requiere tiempo, esfuerzo y, a veces, sacrificios personales. Es más fácil y cómodo permanecer en nuestra zona de confort, dejando que otros se ocupen de los asuntos problemáticos. Lavarnos las manos es una forma de evadir la responsabilidad y proteger nuestra tranquilidad personal.
Razón 2: La ilusión de impotencia:
Muchas veces, los individuos se sienten abrumados por la magnitud de los problemas sociales. La sensación de impotencia puede llevarnos a creer que cualquier acción que realicemos será insignificante frente a la complejidad de los desafíos existentes. En lugar de enfrentar esa realidad incómoda, nos refugiamos en la queja, ya que nos da la sensación de que al menos estamos expresando nuestra insatisfacción, aunque no hagamos nada concreto al respecto.
Razón 3: La alienación de la responsabilidad:
La sociedad contemporánea se caracteriza por la división del trabajo y la especialización. Como resultado, a menudo nos encontramos en situaciones donde se espera que otros se hagan cargo de los problemas sociales. Delegamos nuestra responsabilidad en líderes políticos, activistas o expertos, creyendo que ellos son los únicos capaces de encontrar soluciones. Sin embargo, al desentendernos de estos asuntos, perpetuamos un sistema que despoja a los individuos de su agencia y capacidad de acción.
Razón 4: El fenómeno de la desconexión moral:
La desconexión moral es un fenómeno que nos permite separar nuestras acciones de las consecuencias éticas y sociales de las mismas. Nos enfrentamos a una desconexión entre nuestras creencias y valores y nuestras acciones cotidianas. Esta desconexión continúa perpetuando nuestra inacción. Nos lavamos las manos al separar nuestra conciencia moral de la realidad social, permitiéndonos vivir en una especie de burbuja individualista.
Razón 5: La sobrecarga de información:
Vivimos en una era de sobreinformación, donde constantemente somos bombardeados con noticias, problemas y crisis de todo tipo. Esta sobrecarga de información puede generar una sensación de apatía y desensibilización. Nos acostumbramos a la constante presencia de problemas en los medios de comunicación y, en lugar de confrontarlos, optamos por ignorarlos o minimizar su importancia. Esta actitud pasiva contribuye a la paradoja de "lavar nuestras manos".
Razón 6: La influencia del entorno social:
Nuestro entorno social y cultural desempeña un papel fundamental en nuestra participación activa en los problemas sociales. Si vivimos en una sociedad donde la indiferencia y la apatía son la norma, es más probable que adoptemos esas actitudes. Además, el miedo al rechazo social o al ostracismo puede llevarnos a evitar involucrarnos por temor a las repercusiones negativas.
Reflexiones finales:
La paradoja de "lavarnos las manos" y quejarnos continuamente de la sociedad revela una serie de complejidades sociológicas y filosóficas que deben ser abordadas. Es importante reconocer que nuestra inacción tiene consecuencias y que la queja sin acción es una forma de perpetuar los problemas que tanto criticamos.
Para superar esta paradoja, debemos comenzar por tomar conciencia de nuestras propias contradicciones y examinar los motivos detrás de nuestra inacción. Es necesario cuestionar y desafiar nuestras propias barreras psicológicas y sociales que nos impiden involucrarnos activamente en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
Además, es esencial promover una cultura de responsabilidad individual y colectiva, fomentando la participación ciudadana y el empoderamiento de las comunidades. La educación y la sensibilización son herramientas clave para generar un cambio de mentalidad y romper con la inercia de la queja pasiva.
En última instancia, debemos recordar que la verdadera transformación social requiere tanto la crítica como la acción. No basta con lamentarse de los problemas, sino que debemos comprometernos activamente en la búsqueda de soluciones. Solo a través de un esfuerzo consciente y colectivo podemos superar la paradoja de "lavarnos las manos" y trabajar hacia un futuro más prometedor para todos.
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La libertad de conciencia es sagrada y sin ella no hay libertad de expresión, ni decisión, ni autodeterminación, sin ella no hay democracia...
Pensador
@teatro-magico-solo-para-locos
#democracia#libertad de pensamiento#libertad de conciencia#pensador#antiprogresismo#antimarxismo#antisocialismo#sociedad#filosofía#nueva derecha#batalla cultural
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