#Cornelio Fabro
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cristianesimocattolico · 2 months ago
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Cornelio Fabro: un grande filosofo cattolico del Novecento
Il sacerdote e teologo stimmatino fu uno dei pochi intellettuali cattolici che criticarono apertamente lo slittamento verso sinistra della società italiana del dopoguerra. Continue reading Cornelio Fabro: un grande filosofo cattolico del Novecento
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vecchiorovere · 3 months ago
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[ In autunno tutto ci ricorda il crepuscolo ]
e tuttavia, mi sembra la stagione più bella: volesse il cielo allora, quando io vivrò il mio crepuscolo, che ci debba essere qualcuno che allora mi ami come io ho amato l'autunno.
Søren Kierkegaard, Diario - A cura di Cornelio Fabro
ph Laura Makabresku
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utopense · 2 years ago
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PRESENTACIÓN DE LA OBRA DEL P. FABRO “INTRODUCCIÓN A SANTO TOMÁS”
El P. Ricardo Clarey presenta en esta serie de videos la obra de introducción al Aquinate escrita por el reconocido tomista italiano Cornelio Fabro. Las presentaciones se estructuran siguiendo los capítulos de la obra en los que no solo se da una visión panorámica de la vida y pensamiento de Santo Tomás, sino una valoración sobre sus elementos constitutivos y una visión sobre el pasado y el…
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cooperatoresveritatisinfo · 2 years ago
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Il teismo ateo dei teologi cattolici
Il teismo ateo dei teologi cattolici
Avendo avuto la fortuna di leggere in anteprima il nuovo libro di Stefano Fontana “Ateismo cattolico? Quando le idee sono fuorvianti per la fede” (Fede&Cultura, Verona, 2022), abbiamo deciso di scriverne una recensione perché è davvero un’opera da leggere e meditare se si vuole capire il motivo del dilagare dell’apostasia nel mondo cattolico. (more…)
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avereunsogno-62 · 4 years ago
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Una sera, anzi una notte, mentre aspettavo il sonno, tardo a venire, seduto sull’erba di un prato, ascoltavo le placide conversazioni di alcuni contadini lì presso, i quali dicevano cose molto semplici, ma non volgari né frivole, come suole accadere presso altri ceti […]. Infine tacquero, come se la maestà serena e solenne di quella notte italica, priva di luna ma folta di stelle, avesse versato su quei semplici spiriti un misterioso incanto. Ruppe il silenzio, ma non l’incanto, la voce grave di un grosso contadino, rozzo in apparenza, che stando disteso sul prato con gli occhi volti alle stelle, esclamò, quasi obbedendo a una ispirazione profonda: «Com’è bello! E pure c’è chi dice che Dio non esiste». Quella frase […], dopo mesi di studi aridissimi, toccò tanto al vivo l’animo mio che ricordo la semplice scena come se fosse ieri. Un eccelso profeta ebreo sentenziò, or sono tremil’anni: «I cieli narrano la gloria di Dio». Uno dei più celebri filosofi dei tempi moderni scrisse: «Due cose riempiono il cuore di ammirazione e di riverenza: il cielo stellato sul capo e la legge morale nel cuore». Quel contadino umbro non sapeva nemmeno leggere. Ma c’era nell’animo suo, custoditovi da una vita onesta e laboriosa, un breve angolo in cui scendeva la luce di Dio, con una potenza non troppo inferiore a quella dei profeti e forse superiore a quella dei filosofi.
(Enrico Fermi, in Cornelio Fabro, Le prove dell’esistenza di Dio)
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bergoglionate · 5 years ago
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Ma il sacerdote non è già sposato con la Chiesa? Chi è che vuole la botte piena e la moglie ubriaca?
Ma il sacerdote non è già sposato con la Chiesa? Chi è che vuole la botte piena e la moglie ubriaca?
Gesù fu celibe proprio per dare l’esempio e la testimonianza di questo intreccio, legame  INDISSOLUBILE… e ha posto DUE SACRAMENTI: quello del Matrimonio fra l’uomo e la donna PER DARE LA VITA; e quello del sacerdozio ministeriale PER CUSTODIRE E FORMARE ALLA VITA ETERNA…
«Il celibato sacerdotale, che la Chiesa custodisce da secoli come fulgida gemma, conserva tutto il suo valore anche nel nostro…
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anticattocomunismo · 3 years ago
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Il trionfo della pornoteologia
Il trionfo della pornoteologia
“Pornoteologia” è una espressione di P. Cornelio Fabro per indicare una certa corrente progressista che ha ribaltato la teologia morale cattolica dopo il Vaticano II. È un cammino iniziato nei primi anni ’70 e oggi quella teologia ha conquistato anche il Magistero. Così si comprendono meglio anche gli attacchi a Benedetto XVI. (more…)
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paoloferrario · 4 years ago
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EMANUELE SEVERINO RICORDA UGO SPIRITO , in Il mio ricordo degli eterni, Rizzoli, Milano 2011, p. 96
EMANUELE SEVERINO RICORDA UGO SPIRITO , in Il mio ricordo degli eterni, Rizzoli, Milano 2011, p. 96
Cornelio Fabro è stato molto amico di Ugo Spirito, che io conoscevo sin dal dicembre del 1950, quando ero andato a Roma per il concorso per la libera docenza. Spirito non era in commissione – che si riuniva nell’Istituto di Filosofia di cui egli, se ben ricordo, era direttore -, ma era molto favorevole alla mia candidatura.Da allora incominciò la mia amicizia con Spirito, che fece da collegamento…
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jgmail · 4 years ago
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Raíces teológicas del antropocentrismo eclesial
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En numerosos pasajes del Antiguo Testamento se encarece la dignidad del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios; esta referencia es su composición y fábrica, la hechura que lo define. No puedo ofrecer en este artículo un amplio desarrollo bíblico del tema; me limito a un solo ejemplo, el Salmo 8, que en una visión teocéntrica del mundo afirma que la grandeza o pequeñez de una criatura proceden de la relación que tenga con Dios. El mundo de los astros -que actualmente nosotros conocemos con una amplitud y profundidad que el salmista no hubiera podido sospechar- es grande porque fue creado a imagen de la inmensidad de Dios, de quien recibe la propiedad de imponer al hombre una respetuosa admiración. El ser humano -Adam- es grande en cuanto que Dios lo creó a imagen de su inteligencia, prerrogativa única en el universo: «Lo hiciste poco inferior a un dios (elohîm), lo coronaste de gloria (kabod) y esplendor (hadar); le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies» (Sal 8, 6 s.). La versión de los LXX lee: «Poco inferior a los ángeles» (brajý ti par' angélous); la Vulgata sigue esta lectura. Este poema ratifica el relato del Génesis: «Dios dijo: 'Hagamos al ser humano (adam) a nuestra imagen (selem), según nuestra semejanza (demut)' »; la traducción griega vierte, respectivamente, ánthrōpos, eikṓn, homóiosin (Gén 1, 26). El verso siguiente reza: «Y Dios creó al ser humano (adam) a su imagen (selem); lo creó a imagen de Dios, los creó varón (zajar) y mujer (nequebá)» (Gén 1, 27); según los LXX: ánthrōpos, eikṓn, ársen, thely.
En otro salmo aparece un contrapeso; la súplica incluye una advertencia razonable contra la desmesura: «Levántate, Señor, que los hombres ('enôsh) no se envanezcan (según el griego:que no se haga fuerte el ánthrōpos, que no prevalezca, que no triunfe), que aprendan que no son más que hombres ('enôsh)», Sal 9, 20-21.
La malicia del hombre pecador se multiplica en el Adam exiliado del Paraíso, a partir del fratricidio cometido por Caín; el Antiguo Testamento abunda sobre este argumento, y los escritos proféticos impugnan la ingratitud y la permanente rebeldía del pueblo de Dios. En los libros sapienciales se ofrece una ponderada reflexión sobre el argumento, según la cultura de cada época. Basten estas pocas referencias bíblicas.
Santo Tomás de Aquino recoge la rica tradición patrística. El hombre es un microcosmos; se lo llama minor mundus, porque en él se encuentran de algún modo todas las criaturas del orbe (I, q. 91, 1c.); le compete el dominio de las criaturas inferiores del mismo modo que él domina lo que encuentra en sí mismo (I, q. 96, 2c.). Estudiando la Encarnación del Verbo de Dios, el Doctor Angélico afirma que convenía que la causa universal de todo asumiera en la unidad de su persona divina aquella criatura que tiene una mayor comunicación con todas las demás criaturas. Como el hombre está constituido por la naturaleza espiritual y la corporal, resulta una especie de confín (confinium) por su cercanía, proximidad y vecindad entre ambas naturalezas (CG IV cap. 55, ad tertiam rationem). El destino de la criatura humana, su fin, lo exalta por sobre todo; respecto de algunas condiciones de vida es inferior a algunas criaturas, incluso puede asimilarse a las ínfimas. Sin embargo, según el orden del fin, nada hay superior a él, que está llamado a la felicidad, sino solo Dios, en quien consiste la perfecta felicidad del hombre (perfecta hominio beatitudo, CG IV cap. 54).
En 1974, el eximio filósofo Cornelio Fabro, restaurador de la metafísica tomista, publicó su libro L' aventura della teologia progressista, en el cual analiza ampliamente el abandono de la tradición bíblica y patrística acerca de la debida posición del hombre respecto de Dios; sobre la base de una secularización radical, y más concretamente por la asunción del principio del trascendental moderno se produjo el «giro antropológico» de la teología. El autor principal de la nueva postura fue Karl Rahner, el pensador jesuita que elaboró una hermenéutica inmanentista de Santo Tomás en varias publicaciones basadas en dos obras principales suyas: «Espíritu en el mundo» (Geist in Welt, 1939), y «Oyente de la Palabra» (Hörer des Wortes, 1941). Fabro describe exactamente la torcedura en que consiste la operación rahneriana (die anthropologisce Wende): reemplazar la «antropología teológica» de la teología tradicional -fundada sobre la trascendencia metafísica de Dios, y sobre la realidad sobrenatural de la redención en Cristo- por la «teología antropocéntrica», fundada sobre el principio moderno de inmanencia. Habría que superar lo que los autores progresistas llamaban el objetivismo teológico tradicional, porque este no diría nada al hombre contemporáneo. Así se propone una nueva gnosis, en la que el misterio de Dios queda reducido al significado que tiene para el hombre mediante una hermenéutica existencial.
Entre 1965 y 1983 el Padre Pedro Arrupe y Gondra fue Prepósito General de la Compañía de Jesús; en ese período el pensamiento de Rahner se convirtió de hecho en una especie de doctrina oficial de la Compañía, afectando seriamente la formación de esas generaciones, precisamente cuando numerosos jesuitas abandonaron el ministerio. Además, la doctrina rahneriana fue seguida por otros teólogos, que enseñaban en seminarios y facultades de Teología; el daño acompañaba las arbitrariedades que se cometían en nombre del «espíritu del Concilio», contrariando el magisterio de Pablo VI.
Fabro los caracteriza: «Los nuevos teólogos se sintieron autorizados a presentarse como los únicos intérpretes y árbitros de la fe, y los hermeneutas intocables de la Palabra de Dios. Más todavía, no solo se comportaron con escritos y con hechos como si el magisterio no existiese, sino que no hesitaron -Rahner a la cabeza- en discutir abiertamente los actos formales: por ejemplo, el Syllabus, de Pío IX, la Pascendi, de Pío X, la Humani generis, de Pío XII, la Humanae vitae y el Credo de Pablo VI, exigiendo de este último la retractación...».
Podemos añadir que se asumió la hybris de la cultura moderna, y su orientación inmanentista; la hermenéutica existencial reduce a Dios al verificarse de un encuentro que nos transforma, otorgando una importancia desmesurada a las condiciones de apropiación a través de las cuales el sujeto se apropia de la realidad de Dios. Según la herencia kantiana, se tiende a reducir a Dios al postulado de la acción moral; la teología progresista encuentra plena realización en la «teología de la liberación», y en la «teología del pueblo», ambas con proyecciones sociales y políticas; en estas expresiones el antropocentrismo es evidente. En mi opinión, se verifica en este caso una alteración doctrinal, no un mero aggiornamento de la presentación de las verdades. En Gaudium et spes 62 el Concilio distinguía entre el «depósito» de las verdades católicas, y el modo en que se las enuncia, manteniendo siempre el mismo sentido profundo, su significado; proponía actualizar el modo de exponer esas verdades, tomando en cuenta los hallazgos de las ciencias profanas, en primer lugar la psicología y la sociología. San Vicente de Lerins lo manifestó cabalmente en el siglo V: «Cum dicas nove, nos dicas nova»; decir de un modo nuevo, no decir cosas nuevas.
Fabro observa que el Concilio, sobre todo en la Constitución Lumen gentium, según la regla de aquel monje galo-romano, opta por un tradicionalismo eclesial dinámico, más allá de un estatismo o fijismo racionalista, y del historicismo romántico. Después del Concilio algunos autores hablaron de una «revolución copernicana» en el campo de la teología, y causa inquietud que en la actualidad se continúe afirmando que el Vaticano II fue «en cierto modo una revolución», sin advertir que se ha ido verificando en la cultura eclesial, por influjo de la cultura secular inspirada en la filosofía moderna, un vaciamiento de los dos pilares que son la trascendencia de Dios, y el carácter sobrenatural de la fe y de los misterios del cristianismo.
El Concilio de los Papas Juan y Pablo en sus documentos está en plena continuidad con la tradición. En la Constitución Gaudium et spes la antropología atiende debidamente a la situación histórico-existencial del hombre, y la ilumina con una inspiración eminentemente bíblica. Es, según indica Fabro, «antropología teológica» fundada en la Revelación, no «teología antropológica», que disuelve la Palabra de Dios mediante el discurso de las ciencias humanas. El hombre, creado a imagen de Dios, domina a todas las criaturas y ha de servirse de ellas para gloria de Dios; el pecado original inicia la dialéctica de la historia como lucha entre el bien y el mal; Cristo Redentor asume al hombre en su misericordia, y lo encamina a la vida futura; ya desde ahora, mediante la fe, puede contemplar y gustar el misterio divino; se afirma la existencia de la ley moral, escrita por Dios en el corazón del hombre; la gracia divina le hace posible superar la herida del pecado, que menoscaba su libertad; la realidad insoslayable de la muerte es transfigurada por la esperanza de la resurrección. Nada hay en esta exposición que autorice el giro antropológico rahneriano.
En su largo pontificado, Juan Pablo II ha ofrecido a la Iglesia y a la cultura contemporánea un amplísimo magisterio sobre todos los aspectos de la realidad humana, una antropología teológica con base en la tradición de la filosofía cristiana, enriquecida con el aporte filosófico moderno en consonancia con aquella. En la encíclica Dives in misericordia (§1, in fine) expresa la necesidad de articular, de manera orgánica y profunda, antropocentrismo y teocentrismo, lo que encontrábamos en las referencias al Salmo 8. Benedicto XVI ha subrayado la importancia de la noción de naturaleza, de ley natural, y orden natural, con el objetivo de perfilar un auténtico humanismo, sensible a la cuestión de la verdad y del bien como realidades objetivas, que tienen su fundamento en Dios. Nada más lejano del moralismo jesuítico de cuño kantiano, que se afianzó como consecuencia del «giro antropológico», y que asoma en las propuestas culturales y sociales del antropocentrismo eclesial: Dios y la religión encerradas en el ámbito de la «razón práctica». Además, como he podido comprobarlo personalmente, ese moralismo es, con frecuencia, relativista. La cuestión de la pobreza y la crítica de sus causas ocupa la máxima atención; se descuida el conjunto de los mandamientos de la Ley de Dios, y el Sexto no aparece en la predicación ordinaria, porque ya no se advierte su incidencia social, y su valor en la tutela de la familia, como Juan Pablo II lo formuló en catequesis que no habría que olvidar, puesto que conservan una permanente actualidad. Peor todavía: se descuida el anuncio explícito de Jesucristo, y de los misterios de la fe y la necesidad del culto de Dios.
La Iglesia se ocupa del cambio climático, la deforestación, el peligro de la proliferación de las armas nucleares, la violación de los derechos humanos y las injusticias sociales, el tráfico de personas y la situación de la mujer, temas sin duda ineludibles de nuestra Doctrina Social. Pero ¿qué lugar le destinamos al clarísimo mandato del Señor registrado en el final de los Evangelios de Mateo y de Marcos, que señala otras prioridades, cada vez más urgentes en un mundo que ha desplazado a Dios? Las palabras de envío pronunciadas por Jesús dirigen la misión de los Apóstoles a todos los pueblos -pánta tà éthne, Mt 28, 19- para hacerlos discípulos, cristianos, bautizarlos y enseñarles a cumplir los mandatos que Él ha establecido. Son enviados a todo el universo -eis tòn kósmon hápanta, Mc 16, 15- para anunciar el Evangelio a toda la creación -páse tà ktísei, ib-. Con la previsión del posible resultado: «El que crea y se bautice, se salvará; el que no crea se condenará» (Mc 16, 16, versículo que suele ser omitido cuando se cita el pasaje). El caso es serio, es der Ernstfall, al que se refería Hans Urs von Balthasar en su libro «Córdula o el caso auténtico». Ciertamente, el tenor del envío no fue: «Todos los hombres son cristianos anónimos -Rahner dixit-, ustedes háganles mejor, más feliz, la vida en este mundo».
+ Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata
Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro. Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).
Lunes 23 de noviembre de 2020. San Clemente I, Papa y Mártir.
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cristianesimocattolico · 7 years ago
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Don Divo Barsotti, fondatore della Comunità dei Figli di Dio, monaco e scrittore, mistico e maestro spirituale, figura grandissima. Un cristiano autentico, animato da fede profonda, un credente capace, anche grazie al suo carattere di toscanaccio verace.
di Aldo Maria Valli (11-03-2018)
«Non c’è peggior retorica della retorica della pietà. Cosa intendi quando parli di amore?».
Sapete di chi sono queste parole? Sono di don Divo Barsotti (1914–2006), il fondatore della Comunità dei Figli di Dio, monaco e scrittore, mistico e maestro spirituale, figura grandissima eppure ancora poco nota. Un cristiano autentico, animato da fede profonda, un credente capace, anche grazie al suo carattere di toscanaccio verace, di dire pane al pane e vino al vino, senza mai nascondersi e senza mai indulgere all’ecclesialmente corretto.
Benvenuto è quindi il libro Oceano di fuoco. Commentari su Divo Barsotti (Chorabooks), con il quale Aurelio Porfiri continua nella sua meritoria opera di diffusione del pensiero di questo maestro della e nella fede, morto novantaduenne nel suo eremo di San Sergio a Settignano dopo una vita da cattolico spesso solo e incompreso, perché sempre in controtendenza rispetto alle mode del momento. Basti dire che nel 1971, quando Paolo VI lo chiamò in Vaticano per predicare gli esercizi spirituali di inizio Quaresima, mentre nella Chiesa cattolica dilagavano la contestazione e l’anarchia, non ebbe timore di dire che «la Chiesa ha un potere coercitivo perché Dio glielo ha affidato, e allora deve usarlo». Parole che anche oggi fanno certamente balzare dalla sedia tanti vuoti profeti della sinodalità e della collegialità.
Barsotti profeta lo fu sul serio, perché mise sempre Gesù Cristo al centro e non smise mai, in profonda sintonia con san Giovanni Paolo II e poi con Benedetto XVI, di proporre la questione della verità in relazione alla libertà dei figli di Dio e della chiamata alla santità.
Con quest’ultimo libro Aurelio Porfiri presenta una serie di pensieri sparsi che Barsotti, scrittore prolifico ma non sistematico, affidò a diverse opere, e così compone un mosaico nel quale rifulge la figura di Gesù, perché, come scrive Antonio Livi nella prefazione, l’impostazione di Barsotti fu sempre cristocentrica, nella consapevolezza che la vita del cristiano deve essere tutta incentrata sul mistero di Cristo, mediante il primato assoluto della preghiera articolata in adorazione, contemplazione e partecipazione alla liturgia.
In Divo Barsotti la parola è sempre precisa, spesso tagliente o addirittura acuminata. Nel suo pensiero non c’è mai traccia di sentimentalismo. Niente di più lontano da lui di certo cristianesimo dolciastro e consolatorio, tutto teso a cercare il compromesso tra il Vangelo e la mentalità dominante nel mondo. Ed ecco allora, a proposito della parola amore, l’invito a usarla con parsimonia e riserbo, perché «il vero amore non può parlare di sé», come sa bene l’innamorato sincero, e dunque «se uno parla d’amore segno è che non lo possiede e il suo linguaggio fastidisce e pesa come tutto quello che è falso».
Tutti i pensieri di Barsotti raccolti nel libro di Porfiri andrebbero citati, tale è la loro ricchezza e la capacità di aprirci orizzonti nuovi. Come succede quando ci si accosta a un mistico, si ha l’impressione di essere innalzati verso una dimensione tutta diversa da quella quotidiana, nella quale viviamo come irretiti e bloccati. Ci si sente attratti verso il Cielo, partecipi dell’azione creatrice.
«Quando parlo di bellezza intendo un valore che non ha bisogno di giustificazione: è la perfezione, la volontà di Dio».
«Sento che il problema di Dio è connesso al problema della libertà umana».
«L’uomo in generale non vive un vita cosciente: sono rarissimi coloro che veramente vivono. In quale profondità abissale vivrebbero colui che crede e colui che non crede se vivessero nella verità la loro fede! Perché anche l’ateismo è una fede. La santità divina dell’amore infinito o la santità demoniaca della solitudine assoluta: non si danno per l’uomo vero altre alternative di vita. Qualcosa che dà le vertigini».
Si diceva prima del rapporto con Giovanni Paolo II e della stima di Barsotti per il papa polacco. Non si creda però che la stima fece velo alla lucidità di pensiero. Quando ne sentì il bisogno, il monaco espresse le sue critiche, sempre in modo diretto e chiaro, anche a Karol Wojtyła, come nel caso del grande raduno inter-religioso di Assisi, che secondo Barsotti si prestava all’equivoco, e come nella lettera con la quale arrivò a rimproverare il papa per le troppe citazioni del Concilio Vaticano II, dato che, in fondo, quel Concilio ha «messo solo delle virgole al discorso continuo della tradizione».
Don Divo nel 1990.
Insomma, con Barsotti si torna alle radici, ai fondamenti della fede, a ciò che conta davvero. Leggendolo viene in mente la teologia di Cornelio Fabro, «e ciò spiega – scrive Antonio Livi – come egli si opponesse strenuamente a quella illegittima e nefasta interpretazione del magistero conciliare che io denomino “umanesimo ateo” e che si immiserisce la figura di Cristo, ridotto ormai a icona del moralismo sentimentale».
«Ho sentito la Comunione come il gettarsi dell’anima in un Oceano di fuoco», scrive Barsotti in La fuga immobile. È il pensiero dal quale Aurelio Porfiri ha preso spunto per dare il titolo al suo libro e qui si coglie tutto lo sforzo del mistico che cerca di esprimere l’inesprimibile, di descrivere ciò che può soltanto essere vissuto nel profondo dell’anima. Giustamente, in proposito, Porfiri cita la Lettera agli artisti di san Giovanni Paolo II (1999), quando il papa sottolineò l’analogia tra l’artista e il credente, entrambi partecipi del divario incolmabile tra la limitatezza umana e lo splendore della bellezza assoluta, eppure entrambi tesi a colmare quella distanza lasciandosi attrarre dall’abisso di luce o, appunto, dall’oceano di fuoco.
In una cultura come l’attuale, nella quale, anche fra cattolici, si è dominati dalla prospettiva orizzontale, fino a immaginare che esista un dovere di Dio alla misericordia e un diritto della creatura a riceverla, Barsotti va controcorrente e ripropone la prospettiva verticale: «La grandezza ma anche la tragicità della vita è che noi possiamo pregare, ma solo nella fede la nostra parola raggiunge Dio e ha una risposta. Sei tu che entri misteriosamente nel mondo di Dio, non è Dio che entra nel tuo».
«Non è Lui che entra in te; sei tu ed è tutta la creazione che entra in Lui. Egli è più vasto della creazione, è più profondo dell’abisso». E quando l’impresa si fa talmente difficile da sembrare impossibile, il mistico non può che arrendersi all’evidenza e abbandonarsi totalmente:
«Tutto, tutto è vuoto, è falso. L’unica Realtà è Dio».
«La fede diviene sempre più inconcepibile, per questo diviene sempre più vera. Come potrebbe essere fede in Dio se non superasse infinitamente ogni pensiero dell’uomo?».
«Il cammino della santità passa necessariamente attraverso gli abissi. Tutti i santi sono uomini che hanno rischiato la pazzia, la dissoluzione interiore, che hanno dovuto conoscere e superare l’angoscia senza fondo».
Don Divo nel 2001.
Come si vede, ritorna l’idea dell’abisso e c’è questa consapevolezza della tragicità insita nell’esperienza di fede quando è vera, non superficiale o di maniera. Il che porta Barsotti a dire: «La fede è sempre miracolo. Pretendere che siano molti i credenti è assurdo. È già inconcepibile che v ne sia qualcuno, ma bastano pochi a dare a tutti gli uomini una speranza, una ragione di vivere, a essere sostegno dell’universo».
Chiara è anche la consapevolezza che, oggi più che mai, credere in Cristo determina una separazione dal mondo e condanna alla solitudine: «Il problema è sempre lo stesso, ma oggi è divenuto estremamente grave: possiamo credere nel Cristo? Tutta la cultura moderna lo nega. Chi crede deve dunque negare la cultura moderna. Chi crede deve accettare di essere solo».
Numerosissime, ripeto, sono le citazioni che meriterebbero di essere riportate e che Aurelio Porfiri commenta di volta in volta collegandole alla sua esperienza, ad altre letture, alla realtà del nostro tempo.
Trovo bellissima la citazione relativa al silenzio («Il silenzio di Dio è il silenzio che segue la morte in croce; in quel silenzio precipita e affonda tutta la creazione accolta nella pace di Dio. È in quel silenzio che l’umanità di Gesù entra nella gloria. Il silenzio stesso è la risposta del Padre al grido di Gesù») e, specularmente, mi sembra alquanto pertinente questa riflessione, che è anche un monito, su certa sterile verbosità diffusa in una Chiesa che non sa più indicare e riproporre l’essenziale: «Credo che siamo rimasti in pochissimi, ma forse, probabilmente, più nessuno legge i documenti emanati dalla s. congregazioni, dalla Conferenza episcopale italiana, i discorsi del santo padre. La parola tanto più perde di efficacia quanto più si moltiplica».
(fonte: aldomariavalli.it)
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  Nell’oceano di fuoco di Divo Barsotti Don Divo Barsotti, fondatore della Comunità dei Figli di Dio, monaco e scrittore, mistico e maestro spirituale, figura grandissima.
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sakrum1 · 6 years ago
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Attempting to translate from Italian to English Cornelio Fabro's <<La svolta antropologica di Karl Rahner>> Ambisyoso lang? Hahaha para sa thesis ng isang kapatid! :) pic.twitter.com/VRpSICP6ZA
— Rey Carlo Sajulan (@ReyCarloCamillo) April 4, 2019
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utopense · 2 years ago
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"ATEISMO Y FILOSOFIA CONTEMPORÁNEA" Pbro. Christian Ferraro
CONTENIDO 1. Breve reseña de Cornelio Fabro 2. El Proyecto Cultural Cornelio Fabro 3. Leer y estudiar a Cornelio Fabro La gracia del Tomismo ¿Por qué leemos y estudiamos a Cornelio Fabro? San Juan Pablo II escribió: “La filosofía es como el espejo en el que se refleja la cultura de los pueblos”[1]. Por tanto, el estudio de la filosofía es para nosotros –dedicados específicamente a la…
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cooperatoresveritatisinfo · 5 years ago
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Don Morselli: il celibato non è solo un diritto della Chiesa, ma è mistero della sponsalità del Cristo con Essa
Don Morselli: il celibato non è solo un diritto della Chiesa, ma è mistero della sponsalità del Cristo con Essa
Ricordando a tutti voi il nostro ricco dossier sulla questione del celibato, vedi qui, proponiamo ora alla vostra attenzione una breve ma intensa risposta di Don Alfredo Maria Morselli ad un confratello…. seguirà poi una riflessione di mons. Piacenza che cita Benedetto XVI sull’argomento, a chiusura dell’Anno Sacerdotale 2009-2010.
(more…)
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bergoglionate · 9 years ago
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Sacerdoti santi o sacerdoti buoni?
Sacerdoti santi o sacerdoti buoni?
«I guai della Chiesa sono derivati da quanto hanno detto e fatto, dopo il Concilio, parecchie persone […]. Da questo punto di vista, il più pericoloso dei teologi non è Hans Kung, perché sostiene tesi così strampalate che nessuno (o quasi nessuno) gli crede. Il più pericoloso è il gesuita Karl Rahner, il quale scrive benissimo ed ha l’aria di essere ortodosso, ma ha sempre sostenuto che occorre…
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paoloferrario · 5 years ago
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LO SAPEVI CHE ... Negli anni Sessanta Martin Heidegger si recava privatamente a Roma, dove in più di un'occasione ha incontrato il teologo Cornelio Fabro
LO SAPEVI CHE … Negli anni Sessanta Martin Heidegger si recava privatamente a Roma, dove in più di un’occasione ha incontrato il teologo Cornelio Fabro
LO SAPEVI CHE … Negli anni Sessanta Martin Heidegger si recava privatamente a Roma, dove in più di un’occasione ha incontrato il teologo Cornelio Fabro. Durante una mangiata in trattoria, Fabro gli parlò del controverso articolo di Emanuele Severino “Ritornare a Parmenide” (1964), che in quegli anni stava sconvolgendo il panorama filosofico italiano. Interessato e sorpreso di fronte al contenuto…
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aurelioporfiri · 9 years ago
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“L’opera di tutta una vita” / "Work of a whole life" (ita-eng) - Sr. Rosa Goglia
“L’opera di tutta una vita” / “Work of a whole life” (ita-eng) – Sr. Rosa Goglia
Conclusa l’immane fatica dello studio sull’ateismo dall’antichità ai nostri giorni ed avendo riscontrato attraverso gli scritti dei pensatori e finanche nel carteggio, a volte, l’insopprimibile rapporto con l’Assoluto, Cornelio Fabro lavora sul problema della preghiera. Pubblica La preghiera nel pensiero moderno (Ed. di Storia e Letteratura, 2°, 1983), lavoro da lui definito “l’opera di tutta una…
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