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#Internacionalismo
deadassdiaspore · 2 years
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Este 30 de diciembre se cumplirá el 64 aniversario de la Batalla de Santa Clara, victoria decisiva liderada por el Che Guevara y el Movimiento 26 de Julio contra el dictador Fulgencio Batista. A las 12 horas de la captura de la ciudad, Batista huyó de la isla y triunfó la Revolución Cubana.
Source:Manolo De Los Santos @manolo_realengo
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brunojordanposts · 29 days
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La necesidad de un nuevo vocabulario político
Por Michael Hudson Ex analista financiero de Wall Street y ahora asesor, entre otros, del gobierno chino.    La aplastante derrota del 4 de julio de los conservadores británicos, neoliberales y pro-guerra, a manos del Partido Laborista, también neoliberal y pro-guerra, plantea la pregunta de qué quieren decir exactamente los medios cuando describen las elecciones y las alineaciones políticas en…
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elduquebipolar · 2 months
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Resumen: Trump no me cae bien por su desprecio a las instituciones internacionales y medio ambiente. Pero el competidor de EUA es China, siendo la horrible invasión rusa a Ucrania un problema de Europa. Además de la OTAN, también hablo del sistema de San Francisco y la doctrina Monroe dentro de la cual Donaldo pondría orden en países problemáticos de Latinoamérica. Se proyecta la hegemonía gringa al futuro como se hace en producciones de ciencia ficción y se dejan varias preguntas en el tintero.
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jornalcompanheiro · 2 years
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"Porque nenhuma fronteira do mundo pode barrar a Revolução Social"
J. Companheiro
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mesetacadre · 3 months
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Ustedes también defienden el socialismo en un país. Ese tipo es un retrasado, pero ustedes podrían estar haciéndolo mucho mejor si dejaran de abordar el internacionalismo desde una perspectiva/posición nacionalista también en otras circunstancias. Los trabajadores no tienen patria.
Efectivamente, los trabajadores no tenemos patria. Pero la realidad material de la situación es que el capitalismo sí se organiza en países distintos, se desarrolla de forma distinta entre países, y por tanto las condiciones objetivas para la revolución aparecen de forma desigual, al igual que la capacidad y conciencia organizativa del proletariado varía entre países distintos. El socialismo en un sólo país toma esta realidad de que distintas secciones del proletariado tienen un desarrollo distinto, y la casa con el principio del internacionalismo proletario. Asegurar la continuidad de la revolución y el socialismo en los países donde ya está en marcha no es incompatible con coordinar y/o educar a los comunistas de otros países. Fue la URSS la que organizó la llegada de las Brigadas Internacionales a la guerra civil española, el mayor ejemplo de internacionalismo proletario que la historia ha visto, y la tercera internacional durante toda su historia avanzó muchísimo el MCI
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vioredynamite · 7 months
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Los liberales yanquis son pelotudos pero los yanquis "de izquierda" son más pelotudos. Imaginate llamarte "de izquierda" y hacerle la campaña a Biden. Se olvidaron el internacionalismo y el antiimperialismo en las urnas.
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la red inquebrantable entre el internacionalismo latinoamericano y el panafricanismo.
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jgmail · 8 months
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La hora de los Estados-civilizaciones
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Por Alain de Benoist          
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
“No puede existir una civilización digna de tal nombre que no haya rechazado algo o no renunciara a algo”. (Fernand Braudel)
La naturaleza del Nomos de la Tierra que determinará el Nuevo Orden Mundial naciente es testigo actualmente de la lucha entre tres modelos distintos: el internacionalismo liberal, los Estados nacionales nacidos del orden westfaliano y los Estados-civilización.
El internacionalismo liberal es una continuación del pensamiento liberal clásico que establece la necesidad de que exista un Estado de Derecho, la protección de los derechos individuales garantizados por una Constitución, la primacía de las normas durante cualquier procedimiento, la democracia parlamentaria y la libertad de mercado, elementos considerados como universales y “humanos” que únicamente es posible establecer olvidando las historias particulares de cada pueblo, por lo que aquellos que rechazan lo que ritualmente se presenta como “libertad y democracia” son inmediatamente considerados como no humanos y convertidos en parte del “eje del mal”, debido a que el liberalismo considera que cualquiera que se resista a la expansión de su modo de vida basado en el individualismo y el capitalismo es una “agresor”. Todo lo anterior demuestra que el liberalismo tiene una gran contradicción interna: por un lado, defiende teóricamente el principio de tolerancia frente a las decisiones individuales de cada uno, lo que lo lleva a defender la “neutralidad de los poderes públicos” (este es el origen de la laicidad francesa) (1), pero, por otro lado, quiere extender la idea del individualismo por todo el mundo en detrimento de otros sistemas de valores, lo cual va en contra del principio mismo de la tolerancia. El liberalismo no se contenta con afirmar la superioridad universal absoluta de la democracia liberal, sino que busca imponerla en todo el mundo, con lo cual multiplica su injerencia en todas partes, pasando de una simple teoría a una coartada ideológica que promueve una forma de imperialismo brutal. Este fue el caso de los Estados Unidos que pasó de la Doctrina Monroe (1823) que negaba categóricamente cualquier forma de intervencionismo (principio de neutralidad) a una teoría que promueve el derecho ilimitado de intervenir en todas partes. Carl Schmitt escribía que “el principio de no intervención y el rechazo de todas las potencias extranjeras por parte de Estados Unidos terminó evolucionando hasta convertirse en la justificación para todas las intervenciones imperialistas estadounidenses”.
Por otro lado, tenemos a los Estados-nación los cuales se conciben a sí mismos como la unidad política primera del orden internacional consagrado por las Naciones Unidas y que cada país debe afirmar su soberanía. Además, los Estados-nación rechazan el pluralismo típico de los poderes imperiales en favor de que cada pueblo tenga un territorio habitado por una única comunidad política, siendo intolerantes frente a las diferencias y homogeneizando todos sus componentes internos. El internacionalismo liberal no es el principal enemigo de los Estados-nacionales en la medida en que estos últimos siempre pueden ser colonizados por los valores liberales: conocemos muy bien el éxito que ha tenido el liberalismo a la hora de imponer la legitimidad universal de la democracia liberal (la cual Hayek llamaba la “protección constitucional del capitalismo”) y el libre mercado en todo el mundo. El internacionalismo liberal no considera a los Estados-nacionales como un obstáculo para la expansión internacional del mercado mundial, mientras que en el plano político y militar los apoya siempre y cuando le permitan expandir su influencia. Este ha sido el caso de la guerra de Ucrania, donde Estados Unidos apoya abiertamente las pretensiones de Ucrania de convertirse en un Estado-nación con tal de que esta se pliegue a sus intereses.
Sin embargo, esto último no se aplica a los Estados-civilización, a los cuales el internacionalismo liberal considera como sus principales enemigos ya que estos se oponen, debido a su propia naturaleza, a la difusión de los valores liberales. Pero, ¿qué es este recién llegado al que varios autores (2) denominan actualmente con el nombre de “Estados-civilización”? Los Estados-civilización son potencias regionales cuya influencia se extiende más allá de sus fronteras y que consideran el Nomos de la Tierra como fundamentalmente multipolar. En particular, China y Rusia son considerados como Estados-civilización. Sin embargo, esta categoría puede aplicarse a muchos otros Estados que han organizado mediante una cultura que tiene una larga historia varias territorios y grupos etnolingüísticos diversos como son el caso de India, Turquía e Irán, por solo citar algunos ejemplos. Los Estados-civilización oponen al universalismo occidental un modelo en donde cada civilización debe tener su propia identidad, basada en sus propios valores culturales e instituciones políticas que no puede ser reducido a un modelo universal. Además, los Estados-civilización no sólo quieren conservar su soberanía sin someterse a la dictadura de las élites supranacionales, sino que también quieren frustrar cualquier proyecto “globalista” destinado a reinar sobre todo el planeta, pues son conscientes de que cada cultura no es idéntica a las otras y afirmando que no puede existir una cultura que se imponga sobre el resto. Una característica que tienen todos los Estados-civilización es que denuncian el universalismo occidental como una forma de etnocentrismo enmascarado y un sistema elegante para ocultar su imperialismo hegemónico. Antes que nada, los Estados-civilización se fundamentan en su historia y su cultura no solo con la intención de afirmar que su modelo político y social es diferente al que pretende imponer el internacionalismo liberal, sino también con la intención de considerarlo como una alternativa, una especie de “buen vivir” tanto política como religiosa. Es decir, estos valores se consideran como sustanciales y no negociables, ya que el Estado mismo debe encarnarlos y defenderlos. En otras palabras, el Estado-civilización pretende establecer una concepción del bien basada en valores concretos y una tradición específica. Y no importa si son gobernados por un nuevo Zar, un nuevo Emperador o un nuevo Califa, todos ellos rechazan en nombre de la idea confuciana de la “armonía”, la herencia de la “Santa Rusia” (“Moscú, la Tercera Roma”), el eurasianismo, el hinduismo o la memoria del califato el dominio occidental. Lo que tienen en común todos los Estados-civilización es su negativa a someterse a las normas occidentales, aun cuando en el pasado aceptaron algunas de ellas con la intención de “modernizarse”. Por lo que occidentalización y modernización no siempre van de la mano.
En su libro póstumo, Povedenie (“Comportamiento”), publicado en el 2021, el filósofo ruso Konstantin Krylov (1967-2020), sostiene que desde sus orígenes Rusia es un país ajeno al liberalismo. Rusia rechaza el liberalismo, pero no la democracia. A pesar de que Krylov se convirtió al zoroastrismo en uno de sus viajes a Uzbekistán, siempre subrayó en su trabajo la importancia de la religión ortodoxa. Por su parte Paul Grenier, que dirige el Centro de Filosofía Política Simone Weil de los Estados Unidos escribió hace poco un ensayo donde dice: “No conozco ningún intelectual ruso conservador que considere a Rusia como parte de la civilización occidental. Todos afirman que es algo completamente separado y distinto” (3). Tal opinión ya era sostenida por Nikolai Danilevski y Oswald Spengler que destacaban las especificidades del comportamiento social y los preceptos éticos de los rusos como, por ejemplo, la “nosotreseidad” de su lenguaje (en ruso no se dice “mi hermano y yo salimos a pasear” sino “nosotros y mi hermano salimos a pasear”). A la búsqueda del interés propio (self-interest) promovida por el liberalismo Rusia opone las prerrogativas de lo sagrado, negando relegarlas a la esfera de lo privado y rechazando la neutralidad del Estado a la hora de defender sus valores. Por lo tanto, en la guerra en Ucrania Rusia no solo busca evitar que la primera se convierta en un Estado-nación ajeno al espacio civilizatorio del mundo eslavo, sino que también rechaza la lógica misma del Estado-nación que busca imponer una visión puramente laica del mundo propia del liberalismo imperante en el “Occidente colectivo”, siendo este último percibido como una sociedad “decadente” respaldada por un sistema liberal hegemonizado por los Estados Unidos.
Otro proyecto es el planteado por la Escuela de Kiōto, la cual fue fundada en 1941 por Nishida Kitarō (1870-1945) y Tanabe Hajime, tal vez los primeros que, incluso antes de la aparición de los movimientos de descolonización, desarrollaron la idea de un mundo multipolar dividido en grandes espacios cada uno considerado como un crisol donde existían culturas y civilizaciones diversas. Estos filósofos japoneses fueron los primeros en criticar los principios abstractos del universalismo occidental, basados en el capitalismo y el cientificismo, en nombre de la pluralidad de culturas propia del “mundo real” (sekaiteki sekai). Los principales representantes de esta escuela filosófica fueron Kōsaka Masaaki, Kōyama Iwao, Nishitani Keiji y Suzuki Shigetaka. Los filósofos europeos que al parecer más los influyeron fueron Johann Gottfried von Herder y Leopold von Ranke. Además, la Escuela de Kiōto se ha visto muy influida en los últimos tiempos por las ideas de pensadores comunitaristas como Charles Taylor y Alasdair MacIntyre (4). Fue precisamente dentro de este grupo de filósofos que se propuso el proyecto de crear una “esfera de co-prosperidad para la Gran Asia Oriental”, la cual agruparía en su interior varios países de acuerdo a un sistema de valores compartidos y respetaría la autonomía de cada uno. Este proyecto no debe confundirse con el “japonocentrismo” de la derecha nacionalista ni con el imperialismo japonés de ese entonces, ya que tales ideas fueron censuradas oficialmente a partir de junio de 1943 por el Estado japonés que cerró todas las publicaciones de la Escuela de Kiōto, reprochándoles a estos autores el asignarle al gobierno japonés una misión que no fuera la mera expansión imperialista.
En la actual China también han aparecido pensadores parecidos, los fundadores de la Escuela Tianxia, como Zhao Tingyang, el historiador Xu Jilin, Xu Zhuoyun, Wang Gungwu y Liang Zhiping que abogan por “utilizar a China para explicar a la propia China” (yĭ zhōngguó jiěshì zhōngguó). A esta lista habría que agregar a Jiang Shigong, partidario del “socialismo con características chinas”. Todos estos teóricos hablan de la idea del Tianxia (“todo bajo el cielo”) (5), la cual es un principio espiritual de la China premoderna cuya manifestación concreta era el Imperio Celeste. El concepto de Tianxia es polisémico y ya desde los tiempos de Lao-Tse y Confucio hacía referencia al ideal de un orden civilizatorio donde China constituía el núcleo de un imaginario espacial donde existía un orden jerarquizado en el que cada uno de sus miembros ocupada su lugar de acuerdo a su propia “virtud” y donde el objetivo de todo el sistema político era garantizar la armonía del conjunto. Según Zhao Tingyang, se trata de un “concepto complicado en el que la metafísica como filosofía política sustituye a la metafísica como ontología de la filosofía primera” (6), afirmando con ello que las culturas orientales son incompatibles con otros sistemas de valores y que China debe escapar del eurocentrismo con tal de volver a asumir su papel como el Reino Medio. Xu Jilin considera que “el origen de la [actual] crisis no es más que la mentalidad que otorga la supremacía absoluta a la nación, por lo que para abordar realmente la raíz del problema”, escribe, “necesitamos una forma de pensamiento contrapuesta al nacionalismo. Llamo a esta forma de pensamiento un ‘nuevo Tianxia’, una perla de sabiduría axial propia de la civilización premoderna china que debe ser reinterpretada según los criterios modernos”.
Por su parte, los liberales siempre han afirmado “defender la civilización” que, a sus ojos, equivale a la imposición de los derechos individuales y el libre mercado sobre el resto... Cualquiera que se desvíe de esa interpretación deja de ser parte del “mundo civilizado” y quienes se niegan a ajustarse a tal modelo son inmediatamente deslegitimados y denunciados como “poderes autoritarios y antidemocráticos” como si la democracia liberal fuera la única forma de democracia posible. Resulta significativo que desde la década de 1990 las autoridades chinas hayan comenzado a rechazar cualquier crítica en su contra, especialmente en nombre de los derechos humanos, mientras afirman sus “valores asiáticos”. Xi Jinping dijo en enero de 2021 en el Foro de Davos que “la igual que no existen dos hojas iguales en el mundo tampoco existen dos historias, dos culturas o dos sistemas sociales iguales. Cada país es único en todos los sentidos y ninguno es superior a otro. No debemos atacar las diferencias, sino… los intentos de imponer una jerarquía entre las civilizaciones u obligar a alguna de ellas a alinearse con la historia, la cultura y el sistema social de otra”.
Este reconocimiento de la crisis tanto del universalismo como de la hegemonía occidental va de la mano de la sensación de que el orden internacional basado en el equilibrio y conflicto entre Estados-nación se ha acabado tal y como lo previó en la década de 1930 Carl Schmitt (7). El auge de los Estados-civilización implica el inicio de un nuevo orden mundial que ya no puede reducirse al equilibrio inestable entre Estados-nación. A medida que las civilizaciones se conviertan en el eje geopolítico de las futuras confrontaciones esto significará que el nuevo marco de lucha dejará de ser los Estados-nación tradicionales que serán reemplazados por los Estados-civilización. Los Estados-civilización darán lugar a un nuevo concepto de la soberanía que ya no tendrá nada que ver con los Estados-nación. Conviene hacer aquí una observación conceptual, ya que la palabra “civilización” no está exenta de ambigüedades ni mucho menos. Samuel P. Huntington comprendió que el significado de tal palabra varia ya sea que se utilice en singular o plural. No es una casualidad que el libro de Huntington The Clash of Civilizations (1996) fuera traducido al alemán como Kampf der Kulturen, ya que en Alemania Kultur es lo opuesto a Zivilisation y autores como Spengler, por poner un ejemplo, consideraban que la “civilización” era el estadio de decadencia final propio de las grandes culturas. Como ya hemos dicho, los liberales se presentan como los “defensores por excelencia de la civilización”, la cual entienden únicamente en singular, siendo este argumento el que legitimó en el pasado la colonización y que posteriormente llevó a Fukuyama a hablar del “fin de la historia” en el sentido de un mundo totalmente libre de las relaciones de poder. Los Estados-civilización, por el contrario, hablan de civilizaciones (o culturas) en plural, por lo que no defienden a la “civilización” como tal, sino únicamente a su propia civilización.
Ahora bien, valdría la pena preguntarnos hasta que punto los Estados-civilización han tomado el lugar de los imperios, tradicionalmente definidos como Estados multinacionales o incluso multiculturales que gobiernan vastos territorios y pueblos cuya autonomía local era respetada siempre y cuando se atacará la ley común creada por el poder central. El concepto de Estado-civilización se parece mucho al de “Gran Espacio” (Großraum) teorizado por Carl Schmitt, quien lo usó para repensar las relaciones internacionales e ir mucho más allá del sistema creado por los Estados-nacionales. Un “Gran Espacio”, según Schmitt, requiere de un “gran pueblo”, un vasto territorio y una voluntad de mantener su autónoma política. “Los imperios”, escribió, “son aquellas potencias dominantes cuya idea política irradia mucho más allá de sus fronteras y que, por principio, excluye la intervención de poderes extranjeros en su territorio”. Y continua: “El imperio es más que un Estado grande del mismo modo que un Gran Espacio no es únicamente un micro-espacio grande. La lógica que siguen los Grandes Espacios no tiene un alcance universal, únicamente busca integrar dentro de su territorio a terceros países sobre los que ejerce su influencia. Por lo tanto, se trata de un paradigma espacial y no nacional” (8). Finalmente diré que Europa, ese Gran Espacio de hibridación cultural e ideológica que existe desde hace dos mil años, es al día de hoy un lugar neutralizado donde chocan dos concepciones opuestas de la civilización.
Notas:
1. Trans: La laïcité (laicidad) es un concepto francés que aboga por la separación de la religión y el Estado, garantizando la igualdad de trato y la libertad de creencias para todos los individuos.
2. Christopher Coker, The Rise of the Civilizational State. Londres: Polity, 2019.
3. “Konstantin Krylov’s Ethical Theory and What It Reveals about the Propensity for Conflict between Russia and the West”, en Telos 201 (invierno de 2022), p. 112.
4. Kenn Steffensen, “The Political Thought of the Kyoto School”, en Michiko Yusa (ed.), The Bloomsbury Research Handbook of Contemporary Japanese Philosophy, Nueva York: Bloomsbury, 2017. Véase también John W. M. Krummel, !The Kyoto School's Wartime Philosophy of a Multipolar World!, en Telos 201 (invierno de 2022), pp. 63-83.
5. Se dice que el Tianxia alcanzó su época dorada en tiempos del duque de Zhou, un líder militar y escritor que vivió en el siglo XI a. C. y que a veces es considerado como el fundador del confucianismo, aunque vivió varios siglos antes que Confucio.
6. “La philosophie du tianxia", en Diogène, 2008, 1, pp. 4-25. Véase también Zhao Tingyang, Tianxia, tout sous le même ciel [2016], París: Cerf, 2018.
7. Amitav Acharya, The End of American World Order, Cambridge: Polity, 2014; Oliver Stuenkel, Post-Western World: How Emerging Powers Are Remaking Global Order, Cambridge: Polity, 2016. Véase también Martin Jacques, When China Rules the World: The End of the Western World and the Birth of a New Global Order, Nueva York: Penguin Press, 2009; Charles Horner, Rising China and Its Postmodern Fate, Athens: University of Georgia Press, 2009.
8. Karl Peyrade, “Le droit des peuples réglé sur le grand espace de Carl Schmitt”, texto en línea, 23 de mayo de 2017.
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gifsdefisica · 2 years
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"Os Comunistas, sendo internacionalistas, podem ser ao mesmo tempo patriotas? Pensamos que não só podem mas também devem. São as condições históricas que determinam o conteúdo concreto do patriotismo. Existe o 'patriotismo' dos agressores japoneses e o de Hitler, e há o nosso próprio patriotismo... Os comunistas japoneses e alemães são pela derrota de seus próprios países na guerra. É do interesse dos seus povos contribuir, por todos os meios, para a derrota dos agressores japoneses e de Hitler... As guerras desencadeadas pelos agressores japoneses e por Hitler são tão nefastas aos restantes povos do mundo como aos povos do Japão e da Alemanha. Mas as coisas são distintas para a China, que é a vítima da agressão. Por isso é que os comunistas chineses têm de unir o patriotismo ao internacionalismo. Nós somos ao mesmo tempo internacionalistas e patriotas, a nossa palavra de ordem é combater o invasor para defender a Pátria ... Só o combate pela defesa da pátria permite que vençamos os agressores e libertemos a Nação. E só essa libertação tornará possível a emancipação do proletariado e do povo trabalhador. A vitória da China e a derrota do imperialismo que a agride constituirão exatamente uma ajuda para os povos dos demais países. Por conseqüência, o patriotismo constitui uma aplicação do internacionalismo na guerra de libertação nacional". TSÉ-TUNG, Mao. Apud. Máo Jr. José Rodrigues. A Revolução Cubana e a Questão Nacional (1868 - 1963). 1° ed. São Paulo: do Autor, 2007, p. 73. Arte: agitprop chinesa #materialismo #dialetica #maxismo #maotsetung #patriotismo #patria #nacionalismo #relovução #questãonacional #socialismo #comunismo https://www.instagram.com/p/CmelMssLEdi/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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deadassdiaspore · 2 years
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DOCILIDAD
https://youtu.be/VLjFBbgU000
Presento el texto base del podcast:
LOS CIUDADANOS “DÓCILES”: ASPIRANTES TAIMADOS A LA DIGNIDAD DE MONSTRUOS
1)
Dado el conflicto, el disturbio, la insurgencia, los historiadores (y el resto de los científicos sociales) inmediatamente se disponen a investigar las “causas”, a polemizar sobre los motivos, a buscar explicaciones, a interpretar lo que se percibe como una alteración en el pulso regular de la Normalidad. Causas de los ‘furores’ campesinos medievales (Mousnier), causas de las ‘revoluciones burguesas’ del siglo XIX (Hobsbawn), causas de las ‘revoluciones de terciopelo’ de 1989 en el Este socialista,... Sin embargo, la ausencia de conflictos en condiciones particularmente lacerantes, que hubieran debido movilizar a la población; los extraños períodos de paz social en medio de la penuria o de la opresión; la misteriosa docilidad de una ciudadanía habitualmente explotada y sojuzgada, etc.; no provocan de igual modo el ‘entusiasmo’ de los analistas, la ‘fiebre’ de los estudios, la proliferación de los debates académicos en torno a sus causas, sus razones...
Se diría que la docilidad de la población en contextos histórico-sociales objetivamente explosivos, bajo parámetros de sufrimiento, injusticia y arbitrariedad a todas luces ‘insoportables’, es un fenómeno recurrente a lo largo de la historia de la humanidad y, en su paradoja, uno de los rasgos más llamativos de las sociedades democráticas contemporáneas. Aparece, a la vez, como un objeto de análisis tercamente excluido por nuestras disciplinas científicas, una empresa de investigación que nuestros doctores parecen tener ‘contraindicada’. ¿Por qué?
2)
Wilhem Reich, en Psicología de masas del fascismo, llamó la atención sobre este hecho: lo extraño, lo misterioso, lo enigmático, no es que los individuos se subleven cuando hay razones para ello (una situación de explotación material que se torna insufrible en la coyuntura de una crisis económica, de la intensificación de la opresión política y de la brutalidad represiva, del germinar de nuevas ideas contestatarias,...), sino que no se rebelen cuando tienen todos los motivos del mundo para hacerlo. Esta era la “pregunta inversa” de Wilhem Reich: ¿Por qué las gentes se hunden en el conformismo, en el asentimiento, en la docilidad, cuando tantos indicadores económicos, sociales, políticos, ideológicos, etc., invitan a la movilización y a la lucha?
Trasplantando su pregunta a nuestro tiempo, grávido de peligros y amenazas de todo tipo (ecológicas, socio-económicas, demográficas, político-militares, etc.), con tantos hombres y mujeres viviendo en situaciones límite -no solo “sin futuro”, sino también “sin presente”- y con un reconocimiento generalizado de la base de injusticia, arbitrariedad, servidumbre y coacción sobre la que descansa nuestra sociedad, podríamos plantearnos lo siguiente: ¿Cómo se nos ha convertido en personas tan increíblemente dóciles? ¿Qué nos ha conducido hasta esta enigmática docilidad, una docilidad casi absoluta, incomprensible, solo comparable -en su iniquidad- a la de algunos animales domésticos y, lo que es peor, a la de los “funcionarios”?
3)
Isaac Babel, corresponsal de guerra soviético, cronista de la campaña polaca desplegada por el Ejército Rojo en torno a 1920, contempla atónito las matanzas gratuitas llevadas a cabo en nombre de la Revolución. Cuarenta soldados polacos han sido detenidos. Los reclutas cosacos preguntan a Apanassenko, su general, qué hacen con los prisioneros, si pueden disparar contra ellos de una vez. Apanassenko, educado en el internacionalismo proletario y en la universalización de la Revolución, responde: “No malgastéis los cartuchos, matad con arma blanca; degollad a la enfermera, degollad a los polacos”. Babel se estremece y mira hacia otro lado. Esa noche escribirá en su diario algo que no será ajeno a su posterior encarcelación y a su fusilamiento acusado de actividades antisoviéticas: “La forma en que llevamos la libertad es horrible”.
Días después se repite la escena, pero ya sin necesidad de que los soldados cosacos pierdan el tiempo preguntando qué deben hacer a su general: degüellan a una veintena de polacos, mujeres y niños entre ellos, y les roban sus escasas pertenencias. A cierta distancia, Apanassenko, que se ha ahorrado la orden, los premia con un gesto de aprobación y de reconocimiento. Babel mira a los cosacos, sonrientes después de la matanza; los mira como se mira algo extraño, indescifrable, algo misterioso en su horror, algo terrible y, sobre todo, enigmático: “¿Qué hay detrás de sus rostros; qué enigma de la banalidad, de la insignificancia, de la docilidad?”, anota, al caer la tarde, en su Diario de 1920.
Yo me pregunto lo mismo, me interrogo por este “enigma de la docilidad” que nos aboca, todos los días, a la infamia de una obediencia insensata y culpable. He mirado a mis ex-compañeros de trabajo, profesores, cosacos de la educación, como se mira algo extraño, indescifrable, algo misterioso en su horror (horror, por ejemplo, de haber suspendido al noventa por ciento de la clase; de haber firmado un acta de evaluación, con todo lo que eso significa: ¿cómo se puede firmar un acta de evaluación, aunque nos lo pida el Apanassenko de turno -“matad con arma blanca”?). Ante las pequeñas ‘unidades’ de profesores, avezadas en ese degüelle simbólico del “examen”, me he preguntado siempre lo mismo: “¿Qué hay detrás de sus rostros; qué enigma de la banalidad, de la insignificancia, de la docilidad?”. Docilidad también del resto de los funcionarios, de tantísimos estudiantes, de los trabajadores, de los pobres...
4)
Recientemente, Daniel J. Goldhagen, en Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto, ha subrayado, de un modo intempestivo, la culpabilidad de la sociedad alemana en su conjunto ante la persecución y el exterminio de los judíos; ha remarcado la participación de los alemanes ‘corrientes’, afables padres de familia y buenos vecinos por lo demás, gentes completamente normales (como reza el título de un libro de Christopher R. Browning), en todo lo que desbrozó el camino a Auschwitz.
Estos alemanes corrientes, lo mismo que los cosacos de Apanassenko, torturaron y mataron a sangre fría, sin que nadie los obligara a ello, sin necesitar ya el empujoncito de una orden, deliberadamente, en un gesto supremo, y horroroso, de docilidad -seguían, sin más, la moda de los tiempos, se dejaban llevar por las opiniones dominantes, calcaban los comportamientos en boga, se apegaban blandamente a lo establecido... No es ya, como solía decirse para disculpar su aquiescencia, que ‘cerraran los ojos’ o ‘miraran hacia otra parte’ -eso lo hizo, mientras pudo, Babel-: abrían los ojos de par en par, miraban fijamente a los judíos que tenían delante, y los asesinaban. Es un hecho ya demostrado, por Goldhagen, Browning y otros, que estos homicidas no simpatizaban necesariamente con la ideología nazi, no eran siempre funcionarios del Estado (policías, militares,...), no cumplían órdenes, no alegaban ‘obediencia debida’: eran alemanes corrientes, de todos los oficios, todas las edades y todas las categorías sociales, hombres de lo más normal, tan corrientes y normales como nosotros; gentes, eso sí, que tenían un rasgo en común, un rasgo que muchos de nosotros compartimos con ellos, que nos hermana a ellos en el consentimiento del horror e incluso en la cooperación con el horror: eran personas dóciles, misteriosa y espantosamente dóciles. Toda docilidad es potencialmente homicida...
Aquellos jóvenes que, en un movimiento incauto de su obediencia, se dejaron reclutar y no se negaron a realizar el Servicio Militar, cuando la “objeción” estaba a su alcance, sabían, ya que no cabe presuponerles un idiotismo absoluto, que, al dar ese paso, al erigirse en “soldados”, en razón de su docilidad, podían verse en situación de disparar a matar (en cualquier ‘misión de paz’, por ejemplo), podían matar de hecho, convertirse en asesinos, qué importa si con la aprobación y el aplauso de un Estado. La docilidad mata con la conciencia tranquila y el beneplácito de las Instituciones. Goldhagen lo ha atestiguado para el caso del genocidio... En general, puede concluirse, parafraseando a Cioran, que la docilidad hace de los ciudadanos unos “aspirantes taimados a la dignidad de monstruos”.
5)
Sostengo que este enigmático género de docilidad es un atributo muy extendido entre los hombres de las sociedades democráticas contemporáneas -nuestras sociedades. En la forja, y reproducción, de esa docilidad interviene, por supuesto, la Escuela, al lado de las restantes instituciones de la sociedad civil, de todos los aparatos del Estado. Me parece, además, que esa docilidad potencialmente asesina y capaz de convertirnos en monstruos, se ha extendido ya por casi todas las capas sociales, de arriba a abajo, y caracteriza tanto a los opresores como a los oprimidos, tanto a los poseedores como a los desposeídos. No resultando inaudita entre los primeros (empleados del Estado, propietarios, hombres de las empresas,...; gentes -como es sabido- con madera de monstruos), se me antoja inexplicable, sobrecogedora, entre los segundos: docilidad de los trabajadores, docilidad de los estudiantes, docilidad de los pobres,...
Trabajadores, estudiantes y pobres que se identifican, excepciones aparte, con la misma figura, apuntada por Nietzsche: la figura de la víctima culpable. “Víctimas” por la posición subalterna que ocupan en el orden social -posición dominada, a expensas de una u otra modalidad del poder, siempre en la explotación o en la dependencia económica. Pero también “culpables”: culpables por actuar como actúan, justamente en virtud de su docilidad, de su aquiescencia, de su conformidad con lo dado, de su escasa resistencia. Culpables por las consecuencias objetivas de su docilidad...
Docilidad de nuestros trabajadores, encuadrados en sindicatos que reflejan y refuerzan su sometimiento. Desde los extramuros del Empleo, las voces de esos hombres que huyen del salario han expresado, polémicamente, la imposibilidad de simpatizar con el obrero-tipo de nuestro tiempo: “Es más digno ‘pedir’ que ‘trabajar’; pero es más edificante ‘robar’ que ‘pedir’”, anotó un célebre ex-delincuente...
Docilidad de nuestros estudiantes, cada vez más dispuestos a dejarse atrapar en el modelo del “autoprofesor”, del alumno participativo, activo, que lleva las riendas de la clase, que interviene en la confección de los temarios y en la gestión ‘democrática’ de los Centros, que tienta incluso la autocalificación; joven sumiso ante la nueva lógica de la Educación reformada, tendente a arrinconar la figura anacrónica del profesor autoritario clásico y a erigir al alumnado en sujeto-objeto de la práctica pedagógica. Estudiantes capaces de reclamar, como corroboran algunas encuestas, un robustecimiento de la disciplina escolar, una fortificación del Orden en las aulas...
Docilidad de unos pobres que se limitan hoy a solicitar la compasión de los privilegiados como privilegio de la compasión, y en cuyo comportamiento social no habita ya el menor peligro. Indigentes que nos ofrecen el lastimoso espectáculo de una agonía amable, sin cuestionamiento del orden social general; y que se mueren poco a poco -o no tan poco a poco-, delante de nuestros ojos, sin acusarnos ni agredirnos, aferrados a la raquítica esperanza de que alguien les dulcifique sus próximos cuartos de hora...
6)
De todos modos, se diría que no es sangre lo que corre por las venas de la docilidad del hombre contemporáneo. Se trata, en efecto, de una docilidad enclenque, enfermiza, que no supone afirmación de la bondad de lo dado, que no se nutre de un vigoroso convencimiento, de un asentimiento consciente, de una creencia abigarrada en las virtudes del Sistema; una docilidad que no implica defensa decidida del estado de las cosas.
Nos hallamos, más bien, ante una aceptación desapasionada, casi una entrega, una suspensión del juicio, una obediencia mecánica olvidada de las razones para obedecer. El hombre dócil de nuestra época es prácticamente incapaz de “afirmar” o de “negar” (Dante lo ubicaría en la antesala del Infierno, al lado de aquellos que, no pudiendo ser fieles a Dios, tampoco quisieron ser sus enemigos; aquellos que no tuvieron la dicha de ‘creer’ de corazón ni el coraje de ‘descreer’ valerosamente, tan ineptos para la Plegaria como para la Blasfemia); acata la Norma sin hacerse preguntas sobre su origen o finalidad, y ni ensalza ni denigra la Democracia. Es un ser inerte, al que casi no ha sido necesario “adoctrinar” -su sometimiento es de orden animal, sin conciencia, sin ideas, sin militancia en el frente de la Conservación.
Los cosacos dóciles de Babel no ejecutaban a los polacos movidos por una determinación ideológica, una convicción política, un sistema de creencias (jamás hablaban del “comunismo”; era notorio que nunca pensaban en él, que en absoluto influía sobre su comportamiento); sino solo porque en alguna ocasión se lo habían mandado, por un espeluznante instinto de obediencia, por el encasquillamiento de un acto consentido y hasta aplaudido por la Autoridad. Goldhagen ha demostrado que muchos alemanes ‘corrientes’ participaron en el genocidio (destruyeron, torturaron, mataron) sin compartir el credo nacional-socialista, sin creer en las fábulas hitlerianas; simplemente, se sumergían en una línea de conducta lo mismo que nosotros nos sumergimos en la moda...
7)
Ningún colectivo como el de los funcionarios para ejemplificar esta suerte de docilidad sin convencimiento, docilidad exánime, animal, diría que meramente alimenticia: escudándose en su sentido del deber, en la obediencia debida o en la ética profesional, estos hombres, a lo largo de la historia reciente, han mentido, secuestrado, torturado, asesinado,... Se ha hablado, a este respecto, de una funcionarización de la violencia, de una funcionarización de la ignominia...
Significativamente, estos profesionales que no retroceden ante la abyección, capaces de todo crimen, rara vez aparecen como fanáticos de una determinada ideología oficial, creyentes irretractables en la filantropía de su oficio o adoradores encendidos del Estado... Son, solo, hombres que obedecen... Yo he podido comprobarlo en el dominio de la Educación: se siguen las normas “porque sí”; se acepta la Institución sin pensarla (sin leer, valga el ejemplo, las críticas que ha merecido casi desde su nacimiento); se abraza el profesor al “sentido común docente” sin desconfiar de sus apriorismos, de sus callados presupuestos ideológicos; y, en general, se actúa del mismo modo que el resto de los ‘compañeros’, evitando desmarques y desencuentros.
Esta “docilidad de los funcionarios” se asemeja llamativamente a la de nuestros perros: el Estado los mantiene ‘bien’ (comida, bebida, tiempo de suelta,...) y ellos, en pago, obedecen. Igual que nuestro perro condiciona su fidelidad al trato que recibe y probablemente no nos considera el mejor amo del mundo, el funcionario no necesita creer que su Institución, el Estado y el Sistema participan de una incolumidad destellante: mientras se le dé buena vida, obedecerá ladino... Y encontramos, por doquier, funcionarios escépticos, antiautoritarios, críticos del Estado, anticapitalistas, anarquistas,..., obedeciendo todos los días a su Enemigo solo porque este les proporciona rancho y techo, limpia su rincón, los saca a pasear... Me parece que la docilidad de nuestros días, en general, y ya no solo la docilidad funcionaria, acusa esta índole perruna...
8)
Desde el campo de la sicología -sicología social, sicología de la paz, sicología clínica,...- se han aportado algunos conceptos, elusivos y tambaleantes, con la intención de esclarecer este “enigma de la docilidad”, abordado como enigma de la parálisis (no-reacción, ausencia de respuesta, ante el peligro, la amenaza o incluso la agresión).
Partiendo de las tesis de Norbert Elias, que interpreta la civilización de los individuos como formación y desarrollo gradual de un aparato de auto-coerción (un aparato de auto-represión que lleva a los sujetos a no exteriorizar sus emociones, a no desatar sus instintos, a no manifestar su singularidad, a sacrificar su espontaneidad y casi a desistir de expresarse), Hans Peter Dreitzel ha defendido la idea de que “en los países industriales los individuos se encuentran doblemente ‘paralizados’ como consecuencia de la fuerza del aparato de auto-coerción y de la extremada complejidad de las cadenas de acción”. El “hombre civilizado”, vale decir el “hombre de Occidente”, es, desde esta perspectiva, un ser que se auto-reprime incesantemente, de modo que en él, y por ese hábito de la autoconstricción, de la autovigilancia, “la energía para huir o para oponerse está paralizada”(P. Goodman). Esta “parálisis”, esta “falta de energía para huir o para oponerse”, se resuelve al fin en aquella docilidad estulta y casi suicida de los hombres de las sociedades democráticas contemporáneas. En Retrato del hombre civilizado, Emil M. Cioran abundó, por cierto, en esa visión de la Civilización como degeneración, como retroceso, como alejamiento de la base natural, biológica, del ser humano -olvido de nuestra espontaneidad y de nuestra animalidad.
Para Dreitzel, como para Goodman o para Cioran, habría algo terrífico en el “proceso de civilización”; algo siniestro y no-dicho que acudiría justamente por el lado de aquel aparato de autocoerción, por el lado de la parálisis que origina y de la docilidad a que aboca; algo que nos erigiría, como he anotado, en aprendices desapercibidos de monstruos; algo, en fin, que echó a andar en Auschwitz y que aún no se ha detenido -un horror que nos persigue desde el futuro. En palabras de Dreitzel: “Hasta ahora solo se han tomado en consideración las, aún así dudosas, ganancias humanitarias del proceso de civilización; y no sus pavorosos ‘costes humanos’ (...). En este país, Alemania, la cuestión se plantea con toda brutalidad: ¿Es Auschwitz un retroceso momentáneo en el proceso de civilización, o no será más bien la cara oscura del nivel de civilización ya alcanzado? ¿Cuánta coerción internalizada debe haber acumulado un hombre para poder soportar la idea, y no digamos ya la praxis, de Auschwitz?”. La interrogación es perfectamente retórica: Auschwitz solo fue posible -y así lo considera Dreitzel- en el seno de una sociedad altamente civilizada; devino como un fruto necesario de la Civilización Occidental, un hijo predilecto de nuestra Cultura; se desprendió por su propio peso de este árbol de la auto-represión y de la docilidad que llamamos “Capitalismo Liberal”. Auschwitz es la verdad de nuestras democracias, el resumen y el destino de las mismas...
Goldhagen ha hablado de la “responsabilidad individual” de todos y cada uno de los alemanes de ayer en el genocidio (por participación o por pasividad). Karl Otto Apel ha añadido la idea de una “responsabilidad heredada”, como alemán, en todo lo que su pueblo ha podido hacer (“Soy hijo de este pueblo y pertenezco a la tradición socio-cultural e histórica de este pueblo... No puedo negar que soy corresponsable de lo que este pueblo haya podido hacer”). Dando un paso más, y acaso también para no satanizar en exceso a los alemanes (el Diablo no tiene patria: ya se ha globalizado), yo me permito apuntar la corresponsabilidad de todos nosotros, en tanto hombres dóciles, en el Auschwitz que ya conocemos y en los que tendremos ocasión de conocer. En la medida en que consintamos que la docilidad acampe a sus anchas en nuestro corazón y en nuestro cerebro, seremos los padres morales y los artífices difusos de todos los Holocaustos venideros...
9)
Otros psicólogos, como Harry Stuck Sullivan o el americano Ralph K.White, han intentado concretar un poco más los mecanismos psíquicos que acompañan y casi definen la mencionada parálisis del hombre contemporáneo. Y han aludido, por ejemplo, a la autoanestesia psíquica y a la desatención selectiva.
La autoanestesia psíquica permite al ‘hombre civilizado’, que ya ha interiorizado unos umbrales estremecedores de contención, hacerse insensible al dolor derivado de la percepción del peligro, de la constatación de la amenaza -dolor de una comprensión de la iniquidad de lo real-, y al padecimiento complementario de la conciencia de su esclerosis (reconocimiento de aquella “falta de energía” para huir o para oponerse). Autoanestesiado, todo lo acepta: la insidia de lo de ‘afuera’ y la vergüenza de lo de ‘adentro’; las miserias de lo social y su propia miseria de ser casi vegetal, casi mineral, monstruosamente dócil. Todo se admite, a todo se insensibiliza uno, como mucho con una “ligera mezcla de resignación, miedo, impotencia y fastidio” (Lifton).
Por su parte, la desatención selectiva, un mirar a otro lado, desconectar interesada y oportunamente, pretensión de no-ver, no-sentir y no-percibir a pesar de todo lo que se sabe, quisiera “lavar las manos” de la parálisis y de la docilidad cuando el sujeto se enfrenta por fin a las consecuencias de su no-movilización: la atención se concentra en otro objeto, cambiamos de canal perceptivo, hacemos ‘zapping’ con nuestra conciencia. Desatención selectiva por no querer “asumir” a dónde lleva la docilidad... White señala que la desatención selectiva se estabiliza en algunos individuos, ampliando su campo, haciéndose casi general, a través de una sobreatención compensatoria (una atención focalizada obsesivamente sobre un único objeto, o sobre unos pocos objetos), sobreatención de índole histérico-paranoide.
En el caso de los profesores, hombres normalmente dóciles, paralizados, extremadamente civilizados (es decir, auto-reprimidos), cabe observar, en efecto, cómo la desatención selectiva que les lleva a ‘desconectar’, a no querer saber, de su propio oficio (“el tema de la enseñanza no me interesa nada”, me han dicho a menudo), se complementa con una sobreatención histérico-paranoide, un centramiento desaforado y enfermizo, devorador, en algo no-escolar, extraescolar, algo que de ningún modo remite o recuerda a la Escuela: sobreatención a algún ‘hobby’, a algún proyecto (construcción de una casa, preparación de un viaje, estudio de una operación económica,...), a algún interés (afectivo, o sexual, o intelectual, o...), a alguna cuestión de imagen (la línea, el cuerpo, el vestir, los signos de ostentación,...), etc. Como la autoanestesia psíquica no es muy efectiva en el caso de la docencia -el sujeto se expone casi a diario, y durante varias horas, a la fuente de su dolor-, la desatención selectiva (desinterés por la problemática escolar, en sus dimensiones sociológicas, políticas, genealógicas, ideológicas, filosóficas,...) y la sobreatención histérico-paranoide paralela quedan como los únicos recursos para procurar ‘sobrellevar’ la mentira de una tarea envilecedora y la conciencia de que nada se le opone, nada se trama contra ella.
10)
Desde un campo muy distinto, y con unos intereses divergentes, Marcel Gauchet, analista y comentarista de ese otro enigma, ese otro absoluto desconocido (está entre nosotros, pero no sabemos con qué intenciones), que llamamos Democracia Liberal -ya he adelantado que, en mi opinión, los regímenes liberales conducen a una modalidad nueva, inédita, original, de “fascismo”-, ha pretendido asimismo arrojar alguna luz sobre este desasosegante misterio de la docilidad contemporánea.
Gauchet parte precisamente de lo que podemos conceptuar como docilidad de la ciudadanía ante la forma política de la democracia liberal -una docilidad que no significa respaldo firme y convencido, sino mera tolerancia, aceptación desapasionada y descreída. Detecta, incluso, “un movimiento de deserción cívica de la democracia que la abstención electoral y el rechazo hacia el personal político en ejercicio está lejos de medir suficientemente”. En el momento en que el régimen demo-liberal se queda sin antagonistas de peso (por la cancelación del experimento socialista en la Europa del Este), parece también que no convence a la población y que simplemente se ‘soporta’. Gauchet habla de una “formidable pérdida de sustancia de la democracia, entendida como poder de la colectividad sobre sí misma, que explica la atonía, o la depresión, que esta sufre en medio de la victoria”. El aliento que mantiene viva la democracia no es otro que el aliento de la docilidad: como fórmula vigente, consolidada, que de todos modos “está ahí”, se admite por docilidad; pero ya no despierta ilusiones, ya no genera entusiasmo, no suscita verdaderas adhesiones, resueltas militancias. “Si está ahí, y parece que no tiene recambio, que siga estando; pero que no espere mucho de nosotros”: esto le dice el hombre dócil, todos los días, al sistema democrático... Curiosamente, la hegemonía de la cultura democrática se ha acompañado de una despolitización sin precedentes de la población.
Incapaz de amar o de odiar el sistema político imperante, inepta para afirmar o negar una fórmula de la que deserta sin acritud -o que acepta sin convicción-, la ciudadanía de las sociedades democráticas se hunde hoy en una apatía difícil de explicar. Marcel Gauchet busca esa explicación en un terreno equidistante entre lo social y lo psicológico. Consumido en inextinguibles conflictos interiores, corroído por innumerables dilemas íntimos, atravesado por flagrantes contradicciones, el hombre de las democracias -sugiere Gauchet- ya no puede cuestionar nada sin cuestionarse, no puede combatir nada sin combatirse, no puede negar sin negarse. “Lo que combato, yo también lo soy (o lo seré, o lo he sido)”. De mil maneras diversas el hombre contemporáneo se ha involucrado en la reproducción del Sistema; y obstaculizar o torpedear esa reproducción equivale a obstaculizar o torpedear su propia subsistencia. Gauchet menciona el atascamiento, la inmovilización, que se sigue de esos imposibles arbitrajes internos, de esas perplejidades desorientadoras, de esos torturantes dilemas de cada sujeto consigo mismo.
Entre estas contradicciones paralizantes encontramos, por ejemplo, la de aquellos críticos del Estado y del autoritarismo que se ganan la vida como funcionarios o insertos en un aparato o en una institución de estructura autoritaria; la de los enemigos del Mercado y del Consumo que se aficionan a los “mercados alternativos” y a un consumo de élites, de privilegiados (artículos ‘bio’, o ‘eco’, o ‘artesanales’, o de ‘comercio justo’, o...); la de los padres de familia ‘antifamiliaristas’; la de los defensores de la libertad de las mujeres enfermos de celos cuando sus mujeres quieren hacer uso de esa libertad ‘con otros’; la de los antirracistas que no terminan de ‘fiarse’ de los gitanos; etc., etc., etc. La lista es interminable, y ninguno de nosotros deja de aparecer entre los afectados...
Solo se puede luchar de verdad desde una cierta coherencia, desde una relativa pureza; si se consigue que nos instalemos en la inconsecuencia y en la culpabilidad, se nos habrá desarmado como luchadores, se nos habrá desacreditado ante los demás y ante nosotros mismos, se habrá dejado caer sobre nuestra praxis el anatema de la impostura, de la doblez, de la falsía. Por otro lado, “asumidas” dos o tres contradicciones, se pueden asumir todas; cerrados los ojos a dos o tres pequeñas miserias íntimas, se pueden cerrar a la miseria total que nos constituye. La docilidad del hombre contemporáneo se alimenta, sin duda, de este juego paralizador de las contradicciones personales, de este astillamiento del ser a golpes de complicidad y culpabilidad. El individuo que se sabe culpable, cómplice, apoyo y resorte de la iniquidad o de la opresión, dócil por no poder rebelarse contra nada sin rebelarse contra sí mismo, no encuentra para sus conflictos interiores otra salida que la seudo-solución del “cinismo” (percibir la incoherencia y seguir adelante) o la huida hacia ninguna parte de la “negativa a pensar”, del vitalismo ciego, amargo, del sensualismo desesperado... No sé si con estas observaciones de Gauchet, sumadas a las de Dreitzel y otros, el “enigma de la docilidad” se hace un poco menos opaco, un poco menos abstruso. Desde luego, no son suficientes...
11)
Algunos autores asumen esta docilidad de la ciudadanía contemporánea como un hecho incontestable, un factor siempre operante; una realidad casi material que han de incorporar a sus análisis, pero sin ser analizada en sí misma; evidencia que ayuda a explicar muchas cosas, aunque permaneciendo de algún modo inexplicada (¿inexplicable?); cifra de no pocos procesos actuales, que no se sabe muy bien de dónde procede o a qué responde. Calvo Ortega, abordando cuestiones de educación, subraya, en esa línea, el “enorme automatismo del comportamiento social”; y M. Ilardi ha apuntado el “fin de lo social” como cancelación de toda forma de apertura insubordinada al Sistema...
Yo, que tampoco hallo muchas explicaciones a esta faceta dócil del hombre de las democracias, y que me resisto a esquivar el problema mediante la apelación a “conceptos-fetiche” (el concepto de alienación, por ejemplo), quiero remarcar no obstante la responsabilidad de la Escuela en la forja y reproducción de esa rara aquiescencia. Estimo que se está diseñando una “nueva” Escuela para reasegurar la mencionada docilidad, hacerla compatible con un exterminio global de la Diferencia y sentar las bases de una forma política inédita que convertirá a cada hombre en un policía de sí mismo (“neofascismo” o “posdemocracia”). Junto a la docilidad de las gentes, la disolución de la “diferencia” en irrelevante “diversidad” prepara el camino de ese Sistema. Y la Escuela está ya allanando las vías...
*** *** *** *** *** ***
Compuse este texto en 2005, e hizo parte de “El enigma de la docilidad”, obra publicada por Virus en España, Abecedario en Colombia, No ediciones en Chile y Nautilus en Italia, entre otras editoriales.
Tras la pandemia, sometí esas ideas a cierta corrección, señalando el tránsito del Policía de Sí Mismo posdemocrático al Ciudadano Robot contemporáneo, característico del Capitalismo vírico y bélico, necrófilo y necrófago.
El podcast que comparto danza entre esas dos figuras, enlazando las problemáticas abordadas en “El enigma...” con los asuntos de que me ocupé en “La Forja del Ciudadano Robot”, ensayo breve en vías de publicación, en el que se incluye el siguiente fragmento:
Demofascismo optimizado, bajo la rentabilización socio-política de la pandemia
Uno controla a todos (dictadura clásica): desde la cúpula del Gobierno se nos da la orden del confinamiento y la obedecemos.
Todos controlan a uno (vigilancia de la colectividad sobre el individuo): surge la llamada «policía de los balcones» y, de entre los sumisos, muchos denuncian a quienes transgreden la norma.
Uno se controla a sí mismo (auto-coerción, auto-dominación, fin del anhelo de libertad): y cada cual sale de casa sujeto a franjas horarias, a medidas, a plazos, a reglamentos; sale como un robot, algo más que un policía de sí mismo.
Durante mucho tiempo me equivoqué y consideré que estos tres modelos de dominio y opresión eran sucesivos, como por fases, y ahora estábamos en la última, en la del auto-policía.
Hablé del «modelo del autobús» que leí en Calvo Ortega y López Petit: en los autobuses antiguos un empleado picaba el billete de todos los pasajeros (uno los controlaba a todos, dictadura directa); pasó el tiempo y se colocó una máquina para que cada usuario picara el billete por sí mismo, pero bajo la mirada de todos los presentes, por quienes era observado y podía ser denunciado (todos controlaban a uno, coerción comunitaria); por último, se alcanzó el momento en que uno subía a un autobús vacío y, sin presión externa, sin testigos, picaba «libremente» su billete (uno se controla a sí mismo, sujeción demofascista).
Pero hoy se está dando la suma de las tres fases, como si ya no fueran «etapas» sino superposiciones: el Estado que decreta, la ciudadanía que obedece y señala a los disidentes, los individuos que se auto-reprimen y consienten su robotización integral.
Se pudo sacar a los perros; y mucha gente se prodigó en ese paseo fiscalizado, en el que se manifestaba una suerte de ambigüedad civilizatoria: ¿cómo explicar la relación entre un animal doméstico, el ser humano, y otro, el ser canino?, ¿qué puede brotar de la relación entre estas dos servidumbres?
Se pudo sacar a los niños como si fueran perros, y surge una pregunta derivada: ¿qué puede surgir de un paseo conjunto del domesticador y del domesticable?
Ahora, cada persona puede sacarse a pasear a sí misma, en el cumplimiento forzoso de normas, de franjas (¿deberíamos decir «fajas», porque oprimen, molestan y ocultan supuestas fealdades?), de limitaciones sociales y geográficas; y la interrogante es clamorosa: ¿cabe esperar algo de esta suerte de robot, absolutamente programado, aparte de que, ojalá, desaparezca junto al virus del Capital y del Estado?
Durante más de un mes, las gentes de muchas pequeñas localidades se privaron de salir, de pasear, de ir a los campos para recoger sus alimentos (podían, eso sí, ir a la tienda, porque lo primero y lo último sigue siendo el mercado). Y a las autoridades políticas, confiscadoras de libertades, les daba igual que en esas zonas no hubiera contagiados, no hubiera enfermos. A día de hoy, les dicen que ya pueden salir, y entonce salen.
Esto me recuerda una imagen desalentadora, que me asaltó en la ciudad de Alta, en pleno círculo polar noruego… Unas cuantas personas tenían que cruzar una carretera, pero el semáforo para los peatones estaba en rojo. Yo miro a la derecha y a la izquierda, y la vista casi se me desvanece en una llanura tan inmensa: no hay ningún vehículo por ningún lado y es verdad que, en toda la mañana, apenas habían aparecido por allí dos o tres autos. Me dispongo a cruzar, pues, tan tranquilo; y las gentes me chillan, me recriminan, se enfadan conmigo. Regreso entonces al puesto de espera y cruzo con ellas, tras disculparme, cuando el semáforo de los peatones se pone en verde. «Obediencia mecánica olvidada de las razones para obedecer», escribí entonces. Y es lo que está pasando ahora: se nos insta a la obediencia no tanto para superar una crisis sanitaria como para sancionar el auto-aniquilamiento de nuestra autonomía y de nuestra libertad.
Optimización del demofascismo.
Cuando desaparezca el virus, quedará algo peor que toda enfermedad: el Ciudadano Robot.
https://youtu.be/VLjFBbgU000
Pedro García Olivo
www.pedrogarciaolivo.wordpress.com
Alto Juliana de Sesga
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yo-sostenible · 1 day
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Te leemos las noticias aquí Ilustración: Marcia Miranda Boletín Nyéléni número 57 El orden comercial internacional actual fue establecido con el fin de apoyar la expansión de las empresas transnacionales y mantener el control de las potencias coloniales sobre los recursos naturales del mundo. La Organización Mundial del Comercio, el FMI, el Banco Mundial y los acuerdos de libre comercio han sido utilizados para desmantelar las políticas nacionales que garantizaban la soberanía de los pueblos sobre los recursos nacionales y los mercados locales. Por este motivo,  esta edición del Boletín Nyéléni analiza el impacto del actual sistema de comercio mundial sobre las políticas nacionales, especialmente las que garantizan precios justos para los productores y consumidores de alimentos. Estamos luchando por reconstruir la soberanía alimentaria, es decir, por cambiar el sistema de comercio mundial y permitir que los países desarrollen políticas que garanticen medios de vida dignos para todas las personas, en particular para los pequeños productores de alimentos. Precios mínimos de apoyo, inversiones en existencias públicas, gestión de la oferta, compra pública de alimentos, etc.: hay muchos ejemplos inspiradores de políticas públicas que aseguran unos ingresos justos a la población rural, garantizando un debate democrático, que no quede en manos de los “mercados”, sobre el modo de organizar nuestros sistemas alimentarios. Esta edición del Boletín Nyéléni exige acabar con el modelo explotador de expansión del capital a través de los acuerdos de libre comercio. En ella se explora la urgente necesidad de romper la hegemonía del libre comercio y construir una alternativa que defienda la solidaridad, el internacionalismo y respete la diversidad, la autonomía y la soberanía alimentaria de naciones y comunidades. La Vía Campesina, Grupo ETC,  Transnational Institute -Para descargar el boletín en PDF, haga clic en el siguiente enlace Boletín Nyéléni Num 57(1,02 MB) Fuente: Nyéléni
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bunkerblogwebradio · 30 days
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Ou por que os ukrainianos desapareceram em vastas extensões do império russo?
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Na União Soviética as estruturas autoritárias e os ideólogos do Partido Comunista gostavam criar lendas e mitos. Em um sexto do globo terrestre, talvez seja difícil de encontrar um ramo de atividade humana em que durante o domínio bolchevique não foi construído um belo mito. Esta mitologia tornou-se objeto de trabalho meticuloso e de ordem corporativa dos diplomados pseudo intelectuais, os quais concentravam-se, principalmente, nos terrenos sociológicos e conhecimentos históricos. Se calcularmos a quantidade de tratados "científicos" e teses defendidas, revela-se que justamente nesta esfera criou-se a maioria dos mitos. São de amplo conhecimento os mitos cor-de-rosa sobre o internacionalismo soviético, papel messiânico de "irmão maior", a fusão voluntária das nações e criação de uma nova, "excepcional e histórica comunidade-nação soviética", isto é, "população de língua russa".
O apogeu da criminalidade mito-criadora deu-se no período da tirania de Stalin e Brezhnev. No entanto, o que se refere à época da destruição nacional e russificação da nação ukrainiana as primeiras iniciativas ocorreram na época dos monarcas russos. Os bolcheviques, neste assunto, revelaram-se dignos sucessores dos avanços czaristas. Se acreditar na propaganda oficial comunista, o movimento dos povos ao império soviético e impreciso amorfismo da "população da língua russa" ou "nação soviética" reflete a objetividade dos processos de integração que ocorreram na sociedade. Tramitavam eles, aparentemente, sem pressão das estruturas governamentais e sem influência "da administração orientadora".
Em frenética histeria chauvinista de grande Estado esqueceu-se até a destruidora característica essencial do império czarista, dada pelo próprio pai do socialismo russo, exemplo e líder do proletariado mundial. É conhecido o episódio em que, entusiasmado com a conquista do poder pelos bolcheviques, Lenin, muito acertadamente, chamouRússia Imperial, cárcere das nações. Os historiadores pós-revolucionários que em ritmos acelerados vieram, originaram-se do resplandecer dos operários vermelhos e cresceram sob o capote militar de Stalin, esqueceram que, ainda nos tempos de Ivan, o Terrível, a agressividade e a expansão militar tornaram-se dominantes na política exterior do então jovem império. Como professavam os pastores espirituais de Ivan, o Terrível: "Rússia deve, continuamente, ampliar suas fronteiras à custa de seus vizinhos". Portanto, não é de estranhar, que no transcorrer de 525 anos, do século XV até o presente momento, o império conduziu 329 anos em guerras, quase dois terços de sua história. Ele lutou com 26 países e regiões vizinhas. Graças às suas ações militares o império russo aumentou, nesta época, seu território quase em 1.000 vezes.
Ainda em 1462, a área de Moscovia (antigo nome da Rússia - O.K.) era de, aproximadamente 24 mil quilômetros quadrados. Mas, já em 1914 o Império Russo ocupava um sexto das terras secas do nosso planeta (23,8 milhões de km²). O território da Rússia, a partir do século XV, aumentava, em média, 80 quilômetros quadrados por dia. Para este crescimento territorial despendeu-se enorme potencial econômico e sacrificou-se milhões de vidas humanas.
Hoje cada pessoa, não contaminada com chauvinismo de grande potência e despojada de ambições imperiais, compreende perfeitamente, que após a queda do despotismo czarista em fevereiro de 1917, a maior parte das terras que compunham o despótico império novamente foram anexadas pela nova pressão bolchevique, a assim chamada União Soviética, somente graças a traição de Lenin e ajuda das baionetas.
Em relação a Ukraina, o primeiro comandante do Exército Vermelho Leon Trotskyi, ainda em 1920, sem excessiva diplomacia declarou abertamente: "O governo soviético manteve-se na Ukraina até agora (e manteve-se com dificuldade), basicamente com a força de Moscou, comunistas notáveis e Exército Vermelho". A independência puderam conseguir apenas aquelas colônias (Finlândia e Polônia), para as quais faltou força militar. No entanto, o inesquecível Ilich não pôde aceitar a perda da Polônia e já em 1920 recomendava aos seus falcões vermelhos rever a revolução polonesa com baionetas. E seu fiel discípulo e companheiro Stalin, em 1939, tentou absorver Finlândia, mas não obteve sucesso.
Somente graças à resistência e aliados da coalisão anti-hitlerista na Segunda Guerra Mundial não houve anexação direta ao império, de muitos países do Leste Europeu. Mas, com intervenção do império soviético, na maioria deles predominou regime comunista fantoche. Todos eles terminaram sua existência inglória quase simultaneamente com o colapso da antiga União Imperial.
Como nos tempos do czarismo, também durante o período soviético, o germe de nosso Estado e raízes da cultura ukrainiana o governo soviético destruía frenética e sistematicamente. Para aqueles que ainda acreditam cegamente nos mitos de criação pacífica do império, nos processos "naturais" de fusão das nações, em uma aversão patológica dos ukrainianos em relação ao seu idioma e cultura, em sua autofagia e seu desejo nostálgico de "confluência ao mar russo", recordamos os marcos mais significativos no caminho da destruição da genealogia ukrainiana, demolição da cultura e espiritualidade da nação ukrainiana e sua russificação. Sem esses conhecimentos não se alcança a profundidade do abismo, ao qual Ukraina foi conduzida durante 340 anos.
1708-1709 - repressão brutal da nação ukrainiana pelo verdugo Pedro I, ao movimento de libertação nacional e a destruição total do restante da Ukraina como estado.
1720 - decreto de Pedro I sobre proibição de edições de livros ou jornais em língua ukrainiana.
17-01-1721 - extermínio maciço dos cossacos ukrainianos na guerra russa do Norte, na conquista litorânea do Mar Báltico e sua dominação, na construção do Canal Ladoha e São Petersburgo.
1729 - decreto do Sínodo sobre exclusão das cartilhas e textos de livros religiosos ukrainianos em posse da população.
1768 - conspiração criminosa de Catarina II com a nobreza polaca para em conjunto reprimir o movimento de libertação do povo ukrainiano, na região do lado direito do rio Dnipró "Pravoberezhna Ukraina" (que estava sob o domínio polonês - O.K.), e que entrou para história sob o nome de "Koliivchena"; primeira deportação em massa dos ukrainianos para Sibéria.
1768-1775 - aniquilação dos cossacos ukrainianos na guerra russo-turca.
1775 - insidiosa destruição pelos esbirros da Catarina II da Sich Zaporozhka (região da Ukraina onde viviam os cossacos, sua base militar - O.K.), fechamento de escolas ukrainianas adjuntas às chancelarias cossacas, prosseguimento na escravização da nação ukrainiana.
1771-1783 - liquidação definitiva da autonomia ukrainiana representada pela "Hetmanchena" (de Hetman - lider cossaco O.K.) do exército cossaco.
1811 - fechamento, durante o governo de Alexandre I, da Kyivo-Mohylianska Academia - centro espiritual de cultura ukrainiana.
1816 - 1821 - ocupação militar da Ukraina com a força de 500 mil soldados, sob a forma de unidades do exército nas terras ukrainianas.
1847 - destroçamento da Irmandade Kyrylo Myfodiivska (organização que pretendia uma sociedade com base em moral cristã, criar uma federação democrática de nações, com direitos iguais e independentes, destruição do czarismo, fim da escravidão, direito à língua, ensino e cultura nacional -O.K); terror político sob o czar Mykola I.
1917-1920 - invasão da Ukraina pelos exércitos de Denikin, destruição do Estado ukrainiano. Guerra fratricida provocada entre os bolcheviques e as forças de Deniken, derrocada do movimento nacionalista ukrainiano.
1921-1922 - anos de política comunista de guerra e fome na Ukraina, que ceifou a vida de centenas de milhares de pessoas, brutal sufocamento de aldeões insurgentes e derramamento de sangue no combate aos operários grevistas.
1928-1932 - coletivização da agricultura na Ukraina que conduziu ao destroçamento das aldeias, aniquilação das camadas melhor posicionadas e deportação de milhões de aldeões para além das fronteiras ukrainianas.
1929-1930 - início do grande terror político na Ukraina, destruição da Igreja Autocefálica Ukrainiana.
1932-1933 - fome artificial na Ukraina [Holodomor], provocada pelo governo bolchevique com a finalidade de destruir os insubmissos aldeões. Pela avaliação dos especialistas internacionais, na Ukraina morreram de fome mais de 10 milhões de pessoas.
1933 - telegrama de Stalin mandando parar a ukrainização, liquidação da assim chamada tendência nacionalista.
1933-1938 - genocídio em massa contra nação ukrainiana, com destruição total do ensino e cultura.
1938 - resolução de Stalin sobre a obrigatoriedade do aprendizado da língua russa.
1939 - guerra contra Finlândia com a meta de conquista. Prejuízos econômicos e consideráveis perdas humanas ukrainianas.
1939-1940 - anexação da Ukraina Ocidental (anterior domínio polonês, austro-húngaro e novamente polonês - O.K.). Repressão em grande escala contra população, deportações para longínquo Oriente e Sibéria de quase 500 mil ukrainianos ocidentais.
1941-1945 - segunda guerra mundial, iniciada pelos regimes nazistas e bolcheviques, que conduziu à completa ruína da economia ukrainiana e morte de cada sexto habitante da Ukraina (aproximadamente seis milhões de pessoas).
1944-1945 - elaboração do plano de Stalin-Beria sobre deportações de ukrainianos, ordem nº 78/42 da NKVD e "Narcomat" (Comissariado Popular da Defesa da URSS) de 22.06.1944: "Evacuar para outros países da URSS todos os ukrainianos".
1946-1947 - fome na Ukraina, na qual morreram dezenas de milhares de pessoas.
1947 - em grande escala, a ação comum soviético-polonesa Visla, que destruiu centenas de milhares de ukrainianos que viviam na Polônia.
1944-1949 - destruição do exército insurgente ukrainiano (que agia na clandestinidade - O.K.) e deportação em massa da população da Ukraina Ocidental para o norte siberiano.
1954-1959 - assimilação de 10 milhões de hectares de terras virgens no Cazaquistão e Sibéria, fato que retirou da Ukraina recursos materiais e humanos (da Ukraina saíram perto de três milhões de jovens trabalhadores).
1064-1983 - reações do partido comunista e luta com o novo renascimento ukrainiano.
1978 - deliberação do Comitê Central do PCUS para fortalecimento do estudo e ensino da língua e literatura russa (circular Brezhnew).
1983 - resolução do Comitê Central do PCUS para fortalecimento do estudo da língua russa nas escolas (decreto de Andropov).
1986 - Catástrofe de Chernobyl, a qual é consequência do partido comunista totalitário e irresponsabilidade perante a nação. Em consequência foram excluídos 5 milhões de hectares de terras agricultáveis, sofreram consequências três milhões de pessoas, a população tem seus genes ofendidos para séculos. O antigo império deixou Ukraina sozinha com a tragédia de Chornobyl.
1989 - resolução do plenário do Comitê Central do PCUS sobre único idioma oficial, o russo, em URSS (circular de Horbachov).
Quanto à Criméia, esta triste lista de ações antiukrainianas podem prolongar a Constituição e Leis aprovadas em 1992 sobre o ensino na República, as quais, nesta região, realmente colocam o idioma ukrainiano fora da lei. Portanto, a fuga da situação em que hoje se encontram a economia e a vida espiritual na Ukraina necessita procurar, não em breve independência, mas na permanência do suficientemente longo jugo colonial.
O seu alcance e nascimento é também a nossa baixa consciência nacional, a ausência de orgulho nacional, traições, negação de tradições nacionais, perda de orientação moral, muito comuns, especialmente nas regiões sudeste e central.
A situação demográfica em qualquer país - um dos mais sólidos indicadores de sua prosperidade. Ela reflete não só a estabilidade econômica e política da sociedade, é também indicador da saúde da nação. Uma nação privada do crescimento natural de sua população, não tem futuro, e é condenada à extinção.
A análise da situação demográfica da Ukraina, em sua longa permanência na composição do império russo argumenta convincentemente, que são os ukrainianos, o povo mais próximo de uma catástrofe étnica. Infelizmente a tragédia de Chornobyl em 1986 agrava esse problema ainda por centenas de anos. Todavia, a mortalidade na Ukraina já supera os nascimentos. É o primeiro sinal que a nação começa extinguir-se. Ukrainianos - uma das mais populosas nações européias, que nos últimos anos está sobre o precipício.
Pelos dados estatísticos, na Ukraina, desde o final do século XIX até o final do século XX registraram-se as mais baixas taxas de crescimento natural da população. Assim, enquanto em 1913 a população da Ukraina (sem as províncias ocidentais e Bukovyna), que era de 35,2 milhões de pessoas, em 1939, depois da adesão à União Soviética destas regiões, contavam-se 40,5 milhões, ou seja, em 25 anos a população aumentou apenas cinco milhões de pessoas. E, nos próximos 20 anos (1939-1959) o aumento da população constituía somente 1,4 milhões de pessoas (população em 1959 - 41,7 milhões.
Primeiramente na Ukraina começou a extinção da aldeia. Como informa o membro-correspondente da Academia de Ciências da Ukraina Liubomyr Perih, "O processo da perda dos índices da nação teve início nas aldeias em 1979 e, um pouco mais tarde nas cidades - em 1990. Ainda em 1920 o crescimento normal da população ukrainiana constituía mais de 300 mil pessoas. Ao cabo de dez anos este número diminuiu para 174 mil. Sendo que durante este período o acréscimo verificava-se somente na população citadina.
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jornalcompanheiro · 2 years
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Solidariedade ao Povo Curdo! Viva a Revolução no Curdistão! Jin Jiyan Azadi!
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Chomsky y sus reflexiones sobre la crisis ambiental
La editorial Altamarea publica en español ‘Autoridad ilegítima’, un compendio de entrevistas en las que el pensador y lingüista norteamericano critica la poca ambición de la política institucional y defiende el internacionalismo, la solidaridad y el activismo. Política, pensamiento y acción. En esos tres conceptos se puede resumir el último compendio de entrevistas realizadas a… Chomsky y sus…
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deblala · 2 months
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Rockefeller Internationalism - Internacionalismo Rockefeller
https://www.bibliotecapleyades.net/esp_sociopol_rockefeller.htm
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