#El crepúsculo de los ídolos
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«La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final —¡por desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!—, los “conceptos supremos”, es decir los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Una vez más esto es sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El hecho de proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto —ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienden los filósofos su estupendo concepto “Dios”... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimun [ente realísimo]... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! —¡Y lo ha pagado caro!...»
Friedrich Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos. Alianza Editorial, págs. 53-54. Madrid, 1998.
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«Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo»
Viktor Frankl, "El hombre en busca de sentido".
Nietzsche incluyó estas palabras en el "Crepúsculo de los ídolos". Viktor Frankl parafraseó esa frase para hablar acerca de como los humanos tendemos a buscar un sentido, un propósito, para las cosas que hacemos y vivimos en el mundo.
Esa fuerza vital que nos hace persistir en medio de situaciones difíciles buscando una justificación es fundamental para sobrevivir, aunque uno debe ser cauto al manejar esa fuerza vital porque así como puede ser un caudal de motivación suele ser también una justificación que nos encadena, nos condena para estar amarrados a personas y situaciones. Debemos tomar estas palabras desde la perspectiva del que debe emprender una tarea difícil, que requiere una voluntad descomunal, como una enfermedad, un duelo, una carrera universitaria, un trabajo que quizá no sea de nuestro agrado pero que necesitamos para poder tener un ingreso; es el aforismo del que acepta su destino y celebra la vida, pasa por las penumbras y entiende que resulta ser un proceso para conseguir algo más, debemos entenderla en el sentido que Nietzsche le quiso dar "si tenemos nuestro propio por qué en la vida, podemos soportar casi cualquier cómo..."
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Conformarse con los hombres, tener casa abierta en el propio corazón, eso es liberal, pero nada más que liberal. A los corazones capaces de la hospitalidad aristocrática se los reconoce por las muchas ventanas cubiertas y postigos cerrados: tienen desocupadas sus mejores estancias. ¿Por qué? - Porque esperan a huéspedes con los que uno no "se conforma" ...
EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS
FRIEDRICH NIETZSCHE
Mi temporada en el Infierno
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Nietzsche, ¡el gran SÍ a la vida!
Pierre Le Vigan
Nietzsche es un perspectivista, es decir, un pensador que nos dice que todo es cuestión de punto de vista. Pero también es un vitalista, una forma de pensar que nos dice que la vida —es decir, el movimiento, la metamorfosis, la muerte y el renacimiento— es el valor más elevado, es lo que debe guiar nuestra forma de ver el mundo. ¿Qué se interpone en el camino de la vida? Esta es la pregunta que se hace Nietzsche. Y como cualquier médico, primero intenta comprender, empieza por observar, no por releer su guía práctica o sus sagradas escrituras.
En el centro del pensamiento de Nietzsche está la constatación de que no logramos "afirmar la vida". No nos atrevemos a hacerlo. No nos atrevemos a vivir. Detrás de nuestras opiniones, a menudo se esconde algo. Detrás de nuestras racionalizaciones suele esconderse un miedo: el miedo a afirmarnos, a ser realmente nosotros mismos. Ésta es la filosofía de la sospecha. Con Nietzsche, podemos ir de sospecha en sospecha, de cueva profunda en cueva aún más profunda, cada vez más río arriba. Podemos y debemos volver atrás. No debemos temer lo que descubriremos en esta investigación. Un viaje terrible, que por supuesto incluye la idea del inconsciente, o preconsciente (que precede a la consciencia, como un prejuicio antecede a un juicio).
También podría decirse que Nietzsche deconstruye el sujeto, en el sentido de que deconstruye su autoevidencia. No, el sujeto no siempre es racional; no, no siempre es previsible. Nietzsche examina al sujeto para reconstruirlo, pero de otro modo, con menos falsas pretensiones. Del hombre al superhombre, que es un hombre más allá del hombre: éste es el camino que Nietzsche despeja. Según Nietzsche, el superhombre es el hombre que comprende y acepta esto: somos llevados por un soplo de vida que nos trasciende. La voluntad es lo que nos permite aceptar que estamos atravesados por fuerzas que nos empujan hacia más ser, más poder, más vida, más creación. Pero, ¿cómo se puede decir esto, y se puede decir con palabras?
Por qué Nietzsche es irrefutable
Como filólogo —fue profesor en Basilea desde los 25 años—, Nietzsche se planteó la siguiente pregunta: ¿puede la realidad ser captada en su totalidad por el lenguaje? Él no lo creía. Las palabras se convierten en ídolos: el amor, la sociedad, la humanidad, el progreso... Dios mismo es un ídolo. "Me temo que no podemos deshacernos de Dios porque seguimos creyendo en la gramática" (El crepúsculo de los ídolos, "La razón en la filosofía", 1888). Somos prisioneros de la fijeza de las cosas, o más bien de nuestra propensión a ver las cosas en su fijeza, porque eso nos tranquiliza. Somos prisioneros de la creencia hegeliana de que todo lo real es racional y todo lo racional es real. Nietzsche rechaza así el espíritu de sistema. Ese espíritu que pretende tranquilizarnos y nos impide volver a las cavernas más profundas. "El espíritu del sistema es una falta de probidad" (El crepúsculo de los ídolos, párrafo 26). Contra el sistematismo, Nietzsche aboga por el perspectivismo. Las cosas siempre se ponen en perspectiva, y estas perspectivas siempre cambian. Es un movilismo (en el que las cosas nunca dejan de cambiar), como el de Heráclito. Panta Rhei: "Todo fluye". Todo está sujeto al devenir. Llevado por un devenir. Son las pulsiones, o instintos, los que dan sentido a los fenómenos. "Todo lo que es bueno procede del instinto y, por tanto, es ligero, necesario, libre" (El crepúsculo de los ídolos, "Los cuatro grandes errores", 2).
Los puntos de vista son luces. Son antorchas que brillan en una dirección. Por eso Nietzsche se expresa a menudo en aforismos que, más que palabras, son sonidos. "¿Acaso los sonidos no permiten seducir tanto a todo error como a toda verdad: quién soñaría con refutar un sonido?" (La gaya ciencia, párrafo 106). Así pues, más que posibles refutaciones de Nietzsche, existen múltiples interpretaciones posibles de su pensamiento. "El elefante es irrefutable", decía Alexandre Vialatte. También lo es Nietzsche. Sobre todo, hay tantas interpretaciones de Nietzsche como lectores de Nietzsche. El propio Nietzsche dijo: "Uno no sólo quiere ser comprendido cuando escribe, sino que ciertamente tampoco quiere ser entendido". "No es en absoluto una objeción a un libro cuando alguien lo encuentra incomprensible: tal vez formaba parte de la intención del autor no ser comprendido por 'nadie'" (La gaya ciencia, párrafo 381).
Nihilismo bueno y malo
A principios de la década de 1880, Nietzsche se alejó del pensamiento de Schopenhauer. Para Schopenhauer, el hombre era el juguete de una voluntad de vivir universal y sin rumbo. Schopenhauer llegó a la conclusión de que era necesario renunciar al deseo como única forma de evitar ser zarandeado por él. Nietzsche, en cambio, cree que debemos anclarnos en el deseo. El deseo debe reconciliar el cuerpo y el alma. Por eso, la salud del alma y la del cuerpo son un mismo tema. El filósofo es un médico cultural. Estudia los síntomas de la enfermedad o enfermedades que afectan a la cultura. Y señala la causa de las enfermedades, por ejemplo, las religiones que inducen a la culpa, o las filosofías que devalúan la vida en favor de un trasmundo, de un mundo 'de antes', o de un mundo que 'debería ser' pero no es, o de un mundo 'salvado' que vendrá 'después' de la vida, etc.
De este rechazo de los trasmundos procede la crítica de Nietzsche al nihilismo. El cual puede ser pasivo. Es el más común. Es el nihilismo del 'para qué'. El nihilismo del cansancio de vivir y de ser uno mismo. Ya no se cree en nada y ya no cree en uno mismo. Esto es la acedía [el desaliento vital]. Pero el nihilismo también puede ser activo: quiere destruir lo que vale algo, quiere envilecer. Quiere quitar el gusto por el trabajo bien hecho, el sentido de la honestidad, el pudor, etc. Se trata de un cinismo. Ya que la sociedad no es perfecta, que cada uno sea lo más imperfecto posible. Es un nihilismo de rabia. Y no es tanto una rabia de vivir como una rabia contra la vida.
Existe, no obstante, otra forma sutil de nihilismo que no consiste en querer destruir, sino al contrario en afirmar valores. Pero se trata de valores falsos, según Nietzsche, o más bien de valores débiles: el amor universal, la caridad mezquina sin generosidad, los derechos humanos, el igualitarismo, e l culto al progreso, el positivismo de un Auguste Comte... Se debe desmantelar esta forma sutil de nihilismo, que no se presenta como destructora, sino que sólo deja subsistir lo que es bajo y mediocre. Y para desmantelarla, puede haber (¡por fin!) un nihilismo bueno: un nihilismo activo que consista en barrer lo que nos rebaja, en liquidar los valores bajos, los valores no aristocráticos. Este nihilismo activo es entonces una negación de la negación, y esta negación es necesaria.
Proactivo, no reactivo
Tenemos que luchar contra lo que nos niega, y entre lo que nos niega están todas las utopías, desde la Utopía de Tomás Moro (1516) hasta 1984, de George Orwell (1949), pasando por Nosotros, los otros, de Zamiatine (1920), La Ciudad del Sol, de Campanella (1602) y La República, de Platón. Estas utopías son "fuerzas reactivas". Quieren reaccionar contra lo que impediría al hombre ser feliz, o justo, o bueno, o abierto al progreso, o todo ello a la vez. Quieren que el hombre sea perfecto, racional y previsible. ¡Atrevámonos a decir que entonces sería tremendamente aburrido! Así que tenemos que protegernos de los ideales basados en grandes ideas como el imperativo moral categórico de Kant, o el Espíritu Absoluto de Hegel que reconcilia la Lógica y la Naturaleza, y rechazar las utopías que imaginan al hombre reconciliado consigo mismo y con el mundo porque su propia naturaleza ha cambiado (o ha sido cambiada). Los dos procesos, uno aparentemente metafísico (por ejemplo, Hegel), el otro aparentemente imaginativo (por ejemplo, Campanella), son ambos utopías y pueden superponerse.
¿Debemos entonces destruir estas fuerzas reactivas que son los grandes relatos engañosos y las propias utopías? Nietzsche no lo cree así. Necesitamos estas fuerzas reactivas como enemigas. Es enfrentándonos cara a cara con estas fuerzas reactivas como podemos desarrollar nuevos valores que afirmen la inmanencia de la vida. Necesitamos convertir nuestras vidas en obras de arte y hacer así que los valores estéticos triunfen sobre los valores morales. Pero la estética significa aceptar tanto la alegría como el sufrimiento. El eterno retorno —una idea que se le ocurrió a Nietzsche a orillas del lago Silvaplana, en la Engadina, en agosto de 1881— significa el eterno retorno de todo, tanto de la alegría como del dolor. Es un sí incondicional a la vida, y no sólo un sí a las alegrías de la vida. Si la voluntad de poder es la fuerza motriz de este eterno retorno, no es sólo la voluntad de disfrutar, ni es principalmente la voluntad de dominar, a menos que incluyamos en la dominación la voluntad de dominarse a uno mismo. Como escribió Heidegger en Nietzsche II, la voluntad de poder es el qué, lo que la vida es (su esencia) en su inmanencia (el quid, la quiddidad), mientras que el eterno retorno es el cómo: cómo se manifiesta en cuanto inmanencia (el quod, la quoddidad).
Deseo de deseo y voluntad de voluntad
La voluntad de poder se opone a la voluntad de verdad, porque la búsqueda enfermiza de la verdad a toda costa puede ser exactamente lo contrario de la voluntad. La voluntad de poder es ante todo la voluntad de ordenar las propias pasiones. Nietzsche critica la "anarquía de los instintos" (la ve en Sócrates, el hombre que dijo: "La vida no es más que una larga enfermedad", el hombre enfermo por hipertrofia de su razón razonante). Así pues, la voluntad de poder es ante todo una voluntad de querer. Nietzsche rechaza de antemano cualquier interpretación puramente libertaria, hedonista o espontaneísta de la entrega a las fuerzas instintivas. Dicho de otro modo, Dioniso debe ser moldeado por Apolo. El uno sin el otro no tiene sentido. Sin Dioniso, no hay vida. Sin Apolo, la vida no produce ninguna obra de arte. Si Nietzsche acusa a Sócrates, a la metafísica y a la dialéctica de haber devaluado la vida, es porque quiere ser médico, recetando remedios para una "gran salud". Nietzsche opuso la metafísica y la dialéctica a la danza. ¡A Nietzsche le faltó conocer a una Lucette Almanzor! [la mujer de Céline. N. del T.].
Toda la búsqueda de Nietzsche consiste en rechazar las mentiras de un sentido del mundo que ya está dado, que sólo consistiría en el consuelo de una salvación, como con el cristianismo y las demás religiones, en el más allá. Nietzsche no niega que haga falta encontrar un sentido a nuestras vidas, pero su filosofía de la sospecha significa que el sentido se hace inaprehensible a medida que exploramos cada vez más profundamente la cueva. De ahí la apuesta de Nietzsche: debemos disociar la cuestión del sentido de la cuestión de la verdad. El sentido no se encuentra en las profundidades, sino en la superficie misma de la vida. En La gaya ciencia (Prefacio, IV), Nietzsche escribe: "Oh, aquellos griegos, cómo sabían vivir. Para ello hace falta a permanecer valientemente en la superficie, para ceñirse a los ropajes, a la epidermis, a adorar la apariencia y creer en la forma, en los sonidos, en las palabras, en todo el Olimpo de la apariencia. Los griegos eran superficiales… en la medida misma en que eran profundos".
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Acerca de la psicología del artista. Para que haya arte, para que haya algún obrar y contemplar estético, es indispensable una condición fisiológica previa: la ebriedad. Es necesario que la ebriedad haya incrementado primero la excitabilidad de toda la máquina: mientras no se llegue ahí, no hay arte. Todas las modalidades de la ebriedad, por distintas que sean sus causas, tienen la fuerza para ello: sobre todo la ebriedad de la excitación sexual, que es la forma más antigua y primigenia de la ebriedad. Lo mismo la ebriedad que viene en el séquito de todos los grandes apetitos, de todas las emociones fuertes; la ebriedad de la fiesta, de la competición, del do de pecho, de la victoria, de todo movimiento extremo; la ebriedad de la crueldad; la ebriedad en la destrucción; la ebriedad bajo ciertas influencias meteorológicas, por ejemplo la ebriedad primaveral; o bajo la influencia de los narcóticos; finalmente, la ebriedad de la voluntad, la ebriedad de una voluntad repleta e hinchada.
Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos
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Tú
"Si fueras una ola, serías mi juego favorito. Si me quisieras siempre, serías la plenitud. Si fueras una manera de hablar, serías el diálogo. Si lloraras inquieta, te buscaría y no te encontraría. Si fueras una puesta de sol, serías la más bella de todas. Si fueras un árbol, serías un cedro. Si ostentases colores, serías blanca y roja. Si fueras la nieve, pasarías más allá. Si fueras una sustancia, serías el bálsamo. Si fueras sustituida, serías la madera de una columna. Si yo fuera un barco, te llevaría delante mismo de la proa. Si no fueras una muchacha, serías una rosa silvestre. Si fueras una estrella invisible, serías el mutuo amor. Si me rodeases suavemente y te disolvieses, serías el rocío de la noche que moja los árboles. Si desfallecieras, serías un escudo roto. Si fueras una flor, nunca te apagarías. Si relampaguearas, serías talmente una piedra engastada del color del flujo del mar. Si te viese en cualquier lugar, te señalaría a ti. Si fueras indiferente, serías el crepúsculo. Si me mirases distraídamente, serías mi esperanza. Tu presencia me parece la forma más placentera de la armonía misma. Si la música se llenara de ti, brotaría un acorde grave y lastimero. Si fueras un trébol, serías la llave de la aurora. Si fueses la suavidad, serías el peso del agua. Si fueras la tristeza, serías los días y el tiempo. Si fueras un deseo, serías pasión desplomada. Si fueras la luna, serías un ala. Si fueras un reloj, serías un círculo profundo. Si fueras el espacio, serías su mitad y su centro. Si no fueras una estrella favorable, serías una roca que defiende un territorio. Si te escondieras de mí para siempre, serías la noche circundante. Si fueras un camino, serías la orilla del mar. Si fueras un jardín, serías un astro de flores. Si fueras un paisaje, serías un bosque que respira. Si fueras un anillo, serías eternamente irrompible. Si fueras sombra densa, serías un camino entre los astros diáfanos. Si fueras una tarde, serías un día. Si fueras un año, serías un siglo. Si fueras un ruido, serías el ruido de unos pasos que resuenan oídos en secreto. Si fueras un pedestal, serías una isla azulada. Si el mundo fuese roto en pedazos, serías su silencio. Si inclinaras más la frente, el corazón tintinearía claro. Si suspiras, el tiempo que pasa se vuelve dulce. Si te encaramas por el cielo, en la meditación te encuentro. Si fueras una bolita, serías una sola gota de agua. Vives en el sentido de la llama, no en el de la ceniza. Si fueras un número, serías una cantidad inacabable. Si mudaras de forma, serías una montaña oscura y agradable. Si fueras el viento terral, dormirías sobre una cola de colores. Si te conociera la lluvia, caería en el lugar que tú indicaras. Si intentaras salvar a alguien, lo llenarías de espigas. Si fueras una pared, te escudarían los árboles. Si cayera la luz, serías la copa de cada día. Cubrirías la juventud, si fueras la madrugada. Si pasara el otoño, tú serías la primavera inminente. Si fueras un color, serías la alegría del sol en un bancal de hierba. Si fueras una voz, tendrías el color de un perfume. Si fueras un perfume, tendrías la voz del color que te llevara. Si fueras un cristal, apagarías los suspiros. Si fueras un desierto, ondearías sin ningún límite. Si eres una palabra, serías amarse Si fueras un ídolo yo prepararía tu adoración en los santuarios. Si fueras tibia claridad, te rodearías de rebaños. Si fueras una gota de sangre, iluminarías. Si el mundo de vida fuera todo soledad y caos, ya estarías destinada a manifestarte. Si el mundo fuera una brumosa caverna, en ti convergerían infinitudes. Tu eres el más bello reflejo de la Imagen primordial Que allende los tiempos se multiplica inexpresable."
Joan Brossa
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Trabajos publicados por Friedrich Nietzsche
El nacimiento de la tragedia (Die Geburt der Tragödie, 1872)
Consideraciones intempestivas (Unzeitgemässe Betrachtungen, 1873-1876)
Humano, demasiado humano (Menschliches, Allzumenschliches, 1878)
Aurora (Morgenröte, 1881)
La gaya ciencia (Die fröhliche Wissenschaft, 1882)
Así habló Zaratustra (Also sprach Zarathustra, 1883-1885)
Más allá del bien y del mal (Jenseits von Gut und Böse, 1886)
Genealogía de la moral (Zur Genealogie der Moral, 1887)
El crepúsculo de los ídolos (Götzen-Dämmerung, 1888)
El anticristo (Der Antichrist, 1888)
Ecce homo (Ecce homo, 1888)
El caso Wagner (Der Fall Wagner, 1888)
Nietzsche contra Wagner (Nietzsche contra Wagner, 1888)
Crepúsculo de los ídolos (Götzen-Dämmerung, 1889)
La voluntad de poder (Der Wille zur Macht, publicado póstumamente)
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El más valeroso de nosotros rara vez tiene el valor de afirmar lo que sabe a ciencia cierta.
Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos
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CONFESIONES
Detesto los cocteles las condecoraciones los museos de cera y las novelas de final atroz
Odio a los traidores como se odia el infierno las cadenas las banderas arrodilladas
Soy terco sentimental ingenuo desconfiado
Aficionado al silencio a los centauros a las ausencias
Me gusta el crepúsculo el crucifijo en la yema de los dedos las orejas de mis hijos el galope de una lágrima
También las siamesas de miel en tus ojos Las expectativas para el puño y el abrazo
Prefiero las metáforas imperfectas y locas las ecuaciones eróticas las pinturas intensas aunque al pie de los colores la firma sea desconocida
Me gustan las rodillas cuando asoman como lengua de luz de tu pollera floreada
El peligro —no se tiene idea de cuánto me gusta el peligro— La desolación de los ídolos Los ríos que brotan de tus entrañas cuando tu voz se vuelve cristal
El policía que puso en el semáforo el color de tu piel
Amo el sol que hizo posible la malicia de tus ojos
Me gusta platicar con las multitudes ofrecerles un grano de arcilla la pata de un león para explorar los arbustos del paraíso
Amo a los niños a los venados Amo la exactitud de la imperfección
Y el gobierno de los resucitados Y a los cachorros sonrientes Y a las mujeres que he amado
Si mis amigos me quieren pido me cautericen lunares y me estrechen la mano.
Tomás Borge Martínez
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«-¿Es la ironía de Sócrates una expresión de rebeldía?, ¿de resentimiento plebeyo?, ¿disfruta él, como oprimido, su propia ferocidad en las cuchilladas del silogismo?, ¿toma venganza de los aristócratas a los que fascina? –Si uno es un dialéctico tiene en la mano un instrumento implacable; con él puede hacer el papel de tirano; compromete a los demás al vencerlos. El dialéctico deja a su adversario la tarea de probar que no es un idiota: hace rabiar a los demás y al mismo tiempo los deja desamparados. El dialéctico vuelve impotente el intelecto de su adversario. -¿Cómo?, ¿es la dialéctica en Sócrates tan sólo una forma de venganza?»
Friedrich Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos. Alianza Editorial, pág. 7. Madrid, 1973.
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A LOS FANBOYS DE FOUCAULT Invitación a la desacralización del ídolo
[Píldora reflexiva]
Es un autoengaño por parte de los filósofos y los moralistas salir de la décadence con el sencillo expediente de hacerle la guerra. Salir de ella excede a sus fuerzas.
Nietzsche, F. El crepúsculo de los ídolos (1889).
Compañeros y colegas, con relación a la controversial acusación de pedofilia, a Michael Foucault (no es la primera vez); les afirmo que, más allá de los moralismos o criterios de valor sobre la vida y obra del autor de Historia de la sexualidad y Vigilar y castigar; lo que nos invita este "escándalo", es a la sana y debida desacralización de los íconos, y su imperante necesidad de ellos; pues, con ello, se le da una nueva lectura a su pensamiento y a las repercusiones que se susciten, bajo un renovador matiz deconstructivo, riguroso y liberador. Más, cuando por ciertos sectores "fundamentalistas", han tomado el sistema post estructuralista de Foucault, como mandamiento bíblico, a la medida de una manufacturada agenda política, en pro del desarrollo de su propio proyecto socio cultural. Como siempre, se ha cambiado la cabeza del poder, más no la estructura inherente que la ampara. Una tragicómica ironía.
Por lo anterior, no es la Obra del autor, la directamente afectada, sino el discurso posmoderno que se ha basado en ella. Los defensores del francés, mencionan que se debe separar la Obra del autor; pero, lo curioso, es que quienes defienden ese discurso; no lo hacen cuando son ellos los que cancelan a otros. En fin, la doble moral de siempre, en los adoctrinados de cualquier índole y época.
En consecuencia, no es extraño o contradictorio, que un personaje como Guy Sorman, después de tantos años, haga ciertas afirmaciones sobre el pudor de Michel Foucault:
El filósofo francés relató en una entrevista que, en 1969, mientras visitaba al autor de Vigilar y castigar en Túnez, vio cómo este le pagaba a menores de edad para tener relaciones sexuales con ellos. Pese a eso, llamó a no "cancelar" su obra, sino que "mirarla de una manera diferente"[1].
Sobre la imagen sacralizada de este autor, en el contexto de tantos académicos y fundamentalistas que lo defienden, puedo decir que, en el caso de ciertas patologías y/o trastornos; suele ser que, dentro del perfil criminal, los psicópatas pueden emular un gran carisma, camaleonismo y pueden destacar en el campo que desempeñan. De igual forma, muchos han sido víctimas de una infancia difícil y/o tienen problemas congénitos, por lo que suelen reprimir por mucho tiempo, sus conductas perversas.
Como consecuencia, se comprende que no es nada extraño que, con Foucault, efebófilos como Jean Paul Sartre y su pareja sentimental Simone Beauvoir, fueran pro pedófilos. Evidencia que podemos encontrar, en la famosa Ley Del Pudor[2]
En fin, el libre pensamiento y el pensamiento en general, requiere de cierto rigor escéptico, investigativo y, ante todo, iconoclasta. La praxis de la Filosofía y la Ciencia, no merece menos. ¡Suerte con Foucault!
__________________
[1] Retamal, P. (29 de marzo de 2021). Guy Sorman acusa a Michel Foucault de abusar sexualmente de menores en África. LT. La Tercera. Recuperado el 03 de abril de 2021 de https://www.latercera.com/culto/2021/03/29/guy-sorman-acusa-a-michel-foucault-de-abusar-sexualmente-de-menores-en-africa/?fbclid=IwAR0Opj6kw1rvKPr8qVaLijJjt4XAgLkh9bdgOyKZeD6_5ULxx1y9QDaZg2w
[2] Historia de la polémica petición que firmó Foucault en defensa de tres hombres que tuvieron sexo con menores de edad. (1 de abril de 2021). Infobae. Recuperado el 03 de abril de 2021 de https://www.infobae.com/cultura/2021/04/01/historia-de-la-polemica-peticion-que-firmo-foucault-en-defensa-de-tres-hombres-que-tuvieron-sexo-con-menores-de-edad/?utm_medium=Echobox&utm_source=Facebook&fbclid=IwAR2hsmcVn_6p887CZBVZqIMNDHBqTN1BvqL6DvPW1twVJyU69E6wi_gv2b8#Echobox=1617305805
También adjunto_ https://es.wikipedia.org/wiki/Petici%C3%B3n_francesa_contra_las_leyes_de_edad_de_consentimiento?fbclid=IwAR0U1F32S93gaixT-_fTw_Nv7f2ttQHbICZj76NkKPZK4_R9bFA7DzGtxdk
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El crepúsculo de los ídolos | Friedrich Nietzsche
Aquellos grandes invernaderos para el tipo fuerte, para el más fuerte tipo de hombre que ha habido hasta ahora, las repúblicas aristocráticas del tipo de Roma y Venecia, entendían la libertad justo en el sentido en que yo entiendo la palabra libertad: como algo que se tiene y que no se tiene, que se quiere, que se conquista...
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ℰ𝓁 𝓅𝒶𝓈𝑜 𝒹𝑒𝓁 𝒶𝓂𝑜𝓇. Oh Dios, perdona que haya hundido mi vida En un oscuro sueño de amor. ¿Las lágrimas de la angustia alguna vez Lavarán la pasión de mi sangre? El amor custodia mi corazón En un canto de alegría, Mi pulso tiembla con su melodía; Mientras las frías ráfagas del invierno soplan Sobre mi, como una dulce brisa de junio. El amor flota sobre las brumas del amanecer, Y descansa en los rayos del crepúsculo; Él calmó el trueno de la tormenta E iluminó todos mis sentidos. El amor me sostiene a través del día, Y en sueños me acompaña por las noches, Ningún mal puede acechar mi vida, Pues mi espíritu es ligero como las flores. Oh Cielo, piedad por mi corazón inocente, El paso del tiempo quebró ese placer diario, El ídolo fue arrastrado por la corriente, Destrozando para siempre mi santuario. . . . ℰ𝓁𝒾𝓏𝒶𝒷𝑒𝒽𝓉 𝓈𝒾𝒹𝒹𝒶𝓁 (en Barrio de Salamanca) https://www.instagram.com/p/CDF6K_BDvKC/?igshid=ra8kv9kx26m2
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“Ó Brasília... Ouvindo as falas que vêm da tua casa, rimos. Mas quem te vê corre a pegar a faca.”
A frase que carrega o título desse ensaio é do dramaturgo alemão Bertolt Brecht, que coloca a Alemanha no lugar de Brasília e em evidência um país mergulhado num enérgico lodaçal, que nos serve como objeto de observação. A cólera que a alemã pode nos colocar em perspectiva. Se a história da cidade é a história da civilização. O que dizer de Brasília e que foi projetada com esse propósito? Até que ponto Brasília é capaz de carregar uma política personalista? A origem do termo cidade tem origem em civita que vem do latim e tem um duplo significado, pode ser aquele que exerce a sua cidadania e os limites urbanos de uma cidade, em latim, urbe também é cidade. Por isso, Brasília seria uma Roma Moderna? Até que ponto somos herdeiros do legado da civilização latina? Quem são os inimigos de Roma? O diabo é sim tão feio quanto se pinta?
A beligerância entre os poderes parece ser a tônica da vez, quando o Brasil não cria mais uma expectativa no futuro e por conseguinte bate-se um rompante marca de 24.549 mortes e 392.360 casos por COVID-19. Ao que tudo indica, todos os cenários são de pessimismo nos damos conta que não estamos no fundo do poço, abaixo dele tem um alçapão e ele é revogado diariamente por decreto presidencial. E parece que no fim cairemos no ninho da serpente, mas temos que pisar em sua cabeça. Na mise-en-scène desse descalabro, o gerenciamento presidencial parece se enobrecer com suas bravatas truculentas. O desconforto político vai de encontro frontal com a necessidade do estabelecimento de um plano estratégico no que tange o combate a pandemia. Desde março último, vemos que o presidente Bolsonaro faz desdém dos acontecimentos sanitários da nação, ele dá as costas aos mortos e os familiares. E como se não bastasse, deslegitima seus ministros e os técnicos. A ciência é obliterada, e o Brasil caminha para Idade Média.
A crença na hidroxicloroquina é mais uma dessas fantasias, ela ludibria a sociedade tentando engessar o debate com soluções simplistas que não atende de fato as necessidades no que diz respeito ao enfrentamento do vírus e o encontro de uma terapia eficiente. Todas as tentativas do governo em forçar essa situação, foi convertida num esforço perdido de tempo, dinheiro e vigor. O mais deplorável disso tudo, é que tempo, é tudo o que não temos. A capilaridade do nosso sistema de saúde é frágil, e as novas projeções indicam que o caos perpetrado nas capitais do país e nos principais centros urbanos passará também para as cidades do interior. Isso mostra que na chancela da pandemia, não se perder tempo, a doença não vê fronteiras, ela vai avançando de forma avassaladora. E cada dia que passar, os problemas vão se agravando a medida em que a instituição Presidência da República mostra um profundo desprezo pelas matérias que envolvem a saúde, o direito a vida e não obstante, a democracia. A frase de Dostoievsky é um ótimo indicador para o que se esperar de uma sociedade minimamente civilizada. “Não é necessário muito para destruir uma pessoa. Basta convencê-la de que todo o seu trabalho não possuiu nenhum significado.”. Nesse frisson, as narrativas presidenciais precisam perder força para serem eliminadas da agenda política nacional. Não é bom para o país e só atende as necessidades privativas, o Brasil acima de tudo, é um estelionato eleitoral.
É por isso, que aqui o Quem Tem Boca Vaia Roma pede vênia, para abrir o debate sobre os meandros políticos em meio a pandemia. Não dá para negar os fatos, Jair Bolsonaro é uma pessoa perigosa para democracia e para saúde pública. O presidente é um verdadeiro individuo personalista, e ele é assim, na pior acepção da palavra. Ele é imoral, depravado, descortês, não apresenta nenhum recato político ou mesmo um respeito pela instituição na qual ele presenta, ele se investe da loucura, no mau-caratismo, ele pede licença a democracia para mentir em público, insuflar o ódio contra a imprensa, assume que quer interferir nas instituições de Estado. Ele se envaidece em suas investigas de sucesso em corromper o Estado Democrático de Direito, se aproxima da Procuradoria Geral da República, assume que quer realizar ingerências na Polícia Judiciária do Estado. Usa sua influência política para perseguir opositores. E como se não bastasse, assume o discurso de armamento irrestrito da população no meio de uma pandemia, para que a população insurja contra a “ditadura” de prefeitos e governadores, ou seja, ele quer uma guerra civil. Bolsonaro quer fazer com que outras esferas do poder executivo e judiciário sejam considerados inimigos de Roma. Mas o que ele não entende é que a mesma porta que se abre ela se fecha. Quando o Senado Romano declarava uns de seus opositores políticos ou mesmo alguém que cometesse um crime de lesa-pátria, o indivíduo da sedição em questão era considerado um inimigo do Estado e portanto, era dever de todo cidadão romano reportar e prender esse indivíduo e o leva-lo a justiça de Estado, a qual não era morosa, mas implacável. Nesse ínterim, cria-se vícios políticos, já que a civilização romana tinha como uma de suas primazias o culto ao Estado, mesmo quando o Estado era personalista. Mas existem diferenças substanciais entre nós e eles. Quando um mal governo se instalava também era dever do cidadão derrubar o tirano, e pra isso surgiram dois caminhos o primeiro era o “sic semper tyrannis” que na acepção direta é “Abaixo os Tiranos, ou assim sempre os tiranos” é como se existisse um modus operandi que ofendesse Roma e desta feita, era mais que uma obrigação sair em defesa da civilização. O segundo caminho, era quando o governante já deposto era levado a Justiça, comumente era decretado a sua “Damnatio memoriae” ou “condenação da memória”, foi assim com Nero e Calígula por exemplo.
Substancialmente podemos esperar isso da política brasileira? O cenário é uma tormenta, os indicadores dos quais podemos tomar nota nos dizem que não é a via imediata, seria uma coisa inesperada, já que o Congresso Nacional não quer encarar os descompassos do presidente como um clima político para um eventual impeachment. Muito embora, isso seria algo extraordinariamente necessário para manutenção da ordem e uma nova movimentação política que nos afastasse do autoritarismo. Não dá para enxergar uma luz no fim do túnel, sequer há de fato túnel. O presidente da República vem num processo intenso de se blindar contra os movimentos do judiciário, no frigir dos ovos, é a intervenção na Polícia Federal supramencionada. E como se bastasse, se associa covardemente com os políticos e partidos do Centrão. Todo mundo já viu esse filme, o centrão salva ou derruba governos, um grupo muito forte que cria um establisment a sabor da maré. No mesmo tempo em que o barco está afundando, e Bolsonaro insiste em remar e assim faz entrar mais água, o Centrão percebe que sabe nadar, logo, o presidente está com eles, mas até quando eles vão estar com o presidente. Cabe dizer que a política do Centrão se recusa a fazer o abraço dos afogados. Mas ninguém está assistindo isso atônito, as peças estão se mexendo, o jogo está se armando. O crepúsculo do ídolo já foi anunciado.
Aquele ditado que “o peixe morre pela boca” nunca foi tão urgente como hoje. Em meio a todo descalabro político a dep. Frau Carla Zambelli vazou na última Segunda-feira (25) que alguns governadores estavam sendo investigados pela PF e que logo seria deflagrado a operação “Covidão”. Em menos de 24 horas, a PF do Distrito Federal fez uma operação no Rio de Janeiro contra o governador do Estado, a primeira dama, seus correligionários e empresários envolvidos num esquema de compra de respiradores e a abertura de hospitais de campanha. O governador do Rio de Janeiro é um grande opositor do presidente Bolsonaro. Entrando nesse mérito, é importante dizer que a Polícia Federal não é uma instituição particular do presidente e assim, não deve ser usada ao seu bel-prazer. Desta feita, cabe dizer também que existe sim a necessidade de se investigar os esquemas fraudulentos que acontecem no Estado do Rio, logo, o consenso é que existem dois descompassos, o vazamento de informações da PF para deputada, o que seria ilegal e inimaginável num país civilizado e que respeita a imparcialidade das instituições e o segundo disparate é mesmo o desvio de dinheiro público em matéria de saúde no meio da pandemia causada pelo coronavírus. A pandemia não pode ser utilizada pelos gestores de má índole como catapultas para suas fanfarrices corruptivas, é um problema quase normativo e insolúvel.
Nosso modelo institucional apresenta fragilidade latentes em seus mecanismos de instauração do sistema de freios e contrapesos, as quais se apresentam como um dos principais responsáveis pelo déficit democrático no país. Se a curva da pandemia vem num processo ascendente quase ad eternum, a nossa democracia faz a contracurva, exista uma falsa impressão de politização no país, as pessoas podem ter mais acesso a informação, mas é preciso entender a qualidade essa informação, quais são as intensões, sobretudo, quando é preciso lutar contra os moinhos de ventos que são as Fake News. Logo, qual a qualidade desse corpo crítico político. Tal afirmação se comprova com a intromissão do clã Bolsonaro, que agem nas lacunas da institucionalidade, assume as chantagens políticas, que criam cenários que falseiam a realidade, levam injúria e perseguição aos seus opositores. É a institucionalização do Gabinete do Ódio, suas bravatas são públicas e notórias. Ao falar sobre a política saque uma arma? Na reunião ministerial último 22 de abril, foi bradado pelo próprio presidente que ele tem um “Sistema de Informação Particular” e ele funciona, é o único que funciona. Não fica claro que tipo de Sistema é esse, se é oficial ou paralelo, se é de conhecimento público ou se é secreto, é profundamente um sinal de que as coisas estão erradas. Caso seja uma polícia secreta, então ela é de Estado, e isso se nos aproxima cada vez mais do totalitarismo, é uma cópia da Geheime Staatspolizei, isto é, a Gestapo do Reich e seus serviços sujos contra a civilização?
A Roda da Fortuna faz um movimento, está prestes a girar, aquele que estão encima, logo estarão embaixo. A delação premiada está sobre a mesa. Nas últimas semanas assistimos as idas e vindas do empresário e ex-apoiador de Bolsonaro durante a campanha presidencial de 2018. Paulo Marinho, já prestou três depoimentos, dois na Polícia Federal e um no Ministério Público, e em todos ele reafirma a sua versão, o Herr Flávio Bolsonaro recebeu informações privilegiadas sobre a Operação Furna da Onça, que investigava as rachadinhas de Flávio e Fabrício Queiroz. O vazamento de informações parece ser a tônica desse governo, que mesmo antes de começar já tinha se envolvido em dissensos políticos, sem o mínimo de decoro. E isso se torna evidente, ao passo que o nosso modelo democrático se torna refém de uma existência sistêmica dessas lacunas, logo, parece que as instituições não conseguem salvaguardar a isonomia dos poderes constituintes. Bolsonaro segue como o inimigo número 1 de Roma, é por isso que ele precisa parado, o cidadão das civitas brasileiras precisam estar atento com o seu dever cívico, e quão perigoso esse sujeito investido de uma instituição de poder pode ser. Pois o poder não corrompe, ele revela. O Brasil parece virar uma pária política, nos últimos trinta anos tentamos fortalecer o espírito democrático, mas parece que o nosso caminho é andar pelas palavras do ex-presidente da França Charles De Gaulle, ele afirmava categoricamente: “O Brasil não é um país sério”. Devemos aceitar esse destino fatídico, atroz e funesto? O Brasil precisa sair desse lodaçal político.
Gabriel Costa Pereira é Professor e Historiador da Arte na rede particular de ensino, é pesquisador dos temas estética, arquitetura e estética política nazista, esse ensaio foi escrito no dia 27 de maio de 2020.
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Hell’s Angels
Os olhos têm aquela expressão vazada de maldade inocente, de suprema condescendência, como dos ídolos talhados em ouro e prata à luz das tochas, indiferentes às cerimônias e ao borbulhar das paixões e sacrifícios humanos; a macia pele do rosto de dezenove anos incompletos transparece e crepita, mas não se deixa tocar e, se o faz, o seu tato é de borracha ou vinil, porque os jovens de dezenove anos incompletos são pequenas monstruosidades portadoras do aleijão psíquico, faltando pedaços como um ombro para se chorar, um olhar atento, o gesto brusco no vácuo do antebraço consolador; os lábios congelados na frase de Peter Pan "eu sou a juventude eterna!”, a mão perpetuamente brandindo a estocada final na passagem do tempo. Um adolescente é sempre monstruoso porque desumano, assim como um deus, assim como um anjo, assim como você, Robi.
Eu o conheci precisamente no dia que completava trinta anos, dirigindo amargurada meu automóvel para o analista. Pensava: o Superman também tem trinta anos — mas o fato é que ele não existe, eu sim, e muito passageiramente, pelo visto. Fisgava-me freqüentemente refletindo sobre a minha transitoriedade e a imutabilidade da natureza. Esse mesmo céu, esse mesmo crepúsculo, essa mesma intensidade de tons avermelhados e laranja que contemplei aos quinze anos, estão agora testemunhando meus trinta, inalterados, imperturbáveis, tão odiosamente imutáveis, mas, se ter consciência disso é o preço da mortalidade, eu prefiro pagá-lo a permanecer nesse estado bestialício de eternidade inanimada como as areias, os corvos, o crepúsculo, as montanhas e o mais.
O que não deixa de ser putamente injusto, prosseguia pensando, quando o ronco de uma motocicleta ao lado do automóvel sobrepujou a música em FM como também os pensamentos acima descritos, além de todo o resto, o que acabou por irritar-me. Havia esquecido que deixara o vestido levantar exibindo as coxas, daí Robi, o motoqueiro, aparecer na minha janela, caninos pingando sangue.
Por segundos, foi como se estivesse me vendo lá fora, do outro lado da juventude, há dez, doze anos atrás, o sorriso entre tímido e malicioso, olhos irrequietos, inseguros, lábios naturalmente úmidos, cabelos emaranhados e elétricos como filamentos de cobre molhado e, Deus meu, que beleza!
Quando desviei o rosto tinha envelhecido o suficiente a ponto de fixar os olhos embaçados nos ponteiros luminosos mas, empurrando a dor para baixo, sete palmos no inconsciente, senti só irritação pela intromissão do rapazinho que perturbava meus pensamentos, minha solidão, minha maturidade, espiando, sem mais nem menos, para dentro do carro, com a mesma sem cerimônia que um bebê, escondido debaixo da mesa, espiaria as calcinhas das senhoras.
Devo acrescentar que, dentro de um automóvel, sinto-me tão absolutamente só e segura como no ventre materno e, além do mais, não havia notado as coxas. A bem da verdade, fiz tudo para livrar-me dele, mas o destino conspirou:
Destino I: Motoca seguiu-me até vaga da zona azul e, após observar divertido cerca de dezoito manobras humilhantes e mal sucedidas, ofereceu-se para estacionar o automóvel de madame:
Destino II: Acertou na primeira (não que fosse muito bom, ruim sou eu, especialmente se observada por crianças. Elas me põem nervosa).
Destino III: Obrigada / Você tem telefone? / Não me importa nem um pouco deixar que os homens fa . . . / Estou sem lápis / Mas quantos anos você tem? / Oitenta e cinco. Tem caneta? / Não saberia exatamente o que fazer com você / (Risinho pilantra, procura pedaço de papel na carteira) / 62-3145. Tchau, tenho hora no médico / Médico? / Analista / Pra quê o psiquiatra, garota? / Analista / É. Analista / Demora pra explicar / Eu telefono / Então telefona / Meu nome é Robi / Wood? / O quê? / O meu é Diana. Tchau. O tempo fluiu (como sempre).
Passaram-se duas semanas. Não paro em casa, mas o garoto tinha um faro diabólico. Sempre me pegava nos intervalos da muda de roupa, banho, jantar e outra escapada. Enquanto isso eu: a) estava sendo perseguida por um cineasta maldito; b) batia cartas comerciais; c) fazia um tratamento dentário intensivo; d) chateava-me com os amigos no bar; e) ou seja, merdava.
Certa tarde, final de expediente no escritório, eis Robi que surge ao lado da minha escrivaninha: vamos sair? Caninos pingando sangue. Sem saber como, ele vencera as estruturas de aço da burocracia e, munido de crachás, credenciais de apoio e um sorriso tentador, me apanhara sobre uma IBM, dois diretores afoitos e quarenta e cinco atentos funcionários entrincheirados na vastidão do expediente. Como se eu não tivesse coisa melhor a fazer no mundo que sair com ele. E não mesmo. Para mim a situação se afiguraria esmagadora, mas Robi era um caçador nato. De toda uma vasta multidão de admiradores, ele se destacara surpreendendo-me na minha própria cidadela. Ele, Robi, o motoqueiro. Era incrível.
— Sente-se, sorri divertida, já termino essa carta. Mas meus dedos tremiam. Cruzar ou não as pernas? Dirigir-me como agora ao meu ? e se ele dirigir-se à mim? Teria forças psicológicas para proceder aos processos e pareceres? Então era assim que eu sobrevivia? Aquele garoto de jeans, blusão de couro e botas de montaria, sentado displicente numa das poltronas da sala de espera, transformara-se no meu inquisidor, meu juiz de alçada, meu anjo vermelho, Lúcifer, o decaído, piscando de sua torre flamejante, reduzindo a cinzas e ao ridículo aquele santuário simétrico da burocracia. E não tinha consciência disso. Tanto melhor. Consciência tenho eu, por isso as coisas dão no que dão. Ficam mal paradas. A evidente oposição do garoto ao ambiente produzia-se como um fenômeno natural. Bastaria que ele (ou nós) acordássemos para que o encanto fosse desfeito. E as oposições são tão tentadoras , tão novela das oito, que eu já andava ansiando por uma paixão lamacenta. Na verdade, estava me atirando dentro dela. Com maiô executivo e tudo.
Saímos. No meu carro porque a moto estava quebrada. A princípio eu o fitava como se estivesse observando um formigueiro: com .curiosidade cientifica, ócio e nenhuma emoção. Puro divertimento. Dentes um tanto amarelados (feitos de doce de leite, desses com vaquinha no rótulo); olhos que jamais se fixavam no interlocutor, uma aflição mal disfarçada pelo paradeiro que dar às mãos, o crânio ligeiramente achatado, mas ao contrário do achatamento produzido pelo fórceps, bebê Robi parecia ter sido retirado da mamãe com uma forminha de tostex, Deus me perdoe, mas era só um defeitinho à toa; um belo nariz e um bom corte de cabelo, em camadas. Como James Dean, comparei mentalmente. Mas só mentalmente, não verbalizaria a comparação. Talvez ele não conhecesse James Dean. Talvez me achasse velha demais ao compará-lo a alguém antigo como James Dean. Imagino o que pensaria se exumasse coisas como George Raft ou Johnny Weismüller, tango, Tarzã, bolero e Gilda!
Mudando um pouco de assunto, estávamos num bar. Eu bebia vodca com suco de laranja, ele coca-cola. O problema não era propriamente a bebida, mas sim a falta de grana, explicou. A gente acostuma a não beber e também não fumar, vive-se de hamburgers e chiclete, é isso. Classe média alta paulistana, Robi estudava bastante, o colégio era um bocado puxado, tinha papai, mamãe, uma governanta romena (babá, neném) e só pensava em duas coisas: garotas e moto. E isso quer dizer que não pensava. Devaneava. Flutuava. Flanava. Fluía. Ele simplesmente existia! A frase de Nelson Rodrigues "toda mulher devia amar um menino de 17 anos" furou-me o ventre e atingiu em cheio o, digamos, coração. Depois havia lido numa revista feminina que o homem atinge sua potência máxima dos 13 aos 22 anos. Robi, com 19, estava na faixa. Ótimo. O problema nessa idade é que se pensa tanto em sexo que na hora de fazer quedamo-nos psicologicamente impotentes, em pânico. A realidade é tão besta comparada à fantasia, àquele ser esplendido que julgamos ser. Dos 13 aos 22 anos fazemos portanto muita ginástica. Física e mental. Mas nunca em sincronia, eis a questão. Nunca estamos onde devíamos estar, nunca estamos em parte alguma. A eterna dicotomia corpo e alma. E falando em dicotomia, a razão dos meus devaneios, no momento, fazia observações, aliás muito interessantes, sobre a sua (dele) conceituação de bem e mal. Para ele não existia. Porque, veja, garota, o que é legal pra mim pode não ser pra você, tudo é relativo, aquele mendigo fodido ali na esquina pode estar muito mais numa boa que nós aqui bebendo, meu pai se acha muito certo quando dá esmolas ou vai à porcaria duma missa, mas o mendigo pega à grana e vai comprar cachaça e o padre vai gastar o dinheiro nas corridas de cavalo e todo mundo então fica muito feliz pensando estar certo, era só não pensar ,porra nenhuma ou até cometer um crime que ia ter um sujeito feliz, sei lá, vai que o cadáver tivesse inimigos ou você própria morresse de tesão por sangue, tudo é um jogo, garota, o cara dança se não souber jogar; quer dizer, dança como meu pai, puta babaca, ou o padre viciado ou o mendigo da esquina... Menos você, Robi, pensei, julgando-os todos. Arquivando-os, classificando-os para poder controlá-los, dominá-los senão você se perde na floresta e começa a chorar de medo, neném. Fazendo voltar o filme do tempo, vi-me a mim própria dizendo aquelas s coisas. Com aquele mesmo ar de rarefeito desprezo: Mas, o coração é um. caçador solitário, sentenciei emocionada, Carson MacCullers tinha razão, e Flanery 0'Connor e todas essas irlandesas e irlandeses passionais, e até Faulkner, Scott Fitzgerald, inclusive você Robi, que nada sabe de nada, também com seu tacape envenenado.
Estávamos na época do Natal. Natal de 1976, amaldiçoado Natal fodido, mais precisamente no dia 22 de dezembro, sexta-feira, e Robi ,tinha um problema: a irmãzinha de quatro anos, faltava comprar o presente dela. Ele descobrira que Gugui (Maria Augusta) lhe daria umas luvas bacanérrimas de moto, tinham custado uma grana, garotinha genial a Gugui, ele precisava retribuir, saca? Não sabia com quê.
Uma boneca, sugeri irrefletidamente. Ele fez cara de "não dá pra inventar um presente mais criativo?" Fosse então por isso, comecei a defender veementemente a idéia: porque uma boneca voltou a ser um presente criativo, porque é o sonho de toda garotinha, porque hoje em dia tem bonecas geniais, porque era um presente que a Gugui não esqueceria, porque eu ajudaria a escolher e porque e porque. E perguntei quanto ele tinha porque, além de tudo, uma boneca custa uma nota preta. Robi espiou a carteira: uma quina e dois duques. Setecentos, somei e traduzi mentalmente, deve dar.
Mas a tal boneca custou. duas quinas que eu tive de ajudar a pagar. Enquanto ele pegava o dinheiro, meio sem jeito, eu argumentava: - Fica como um presente meu para a Gugui. Sem ela saber, claro. Papai Noel é invisível. E depois, até que eu gostaria de ter uma irmãzinha só para dar um presente como esse...
Ele me olhou como quem diz "não faz média. Paga e pronto". O.K. Robi; neném, vou ser clara. Para falar a verdade não ligo a mínima pra dinheiro, mas esta noite eu acho que tenho de suborná-lo. A você e à sua juventude. Pensava tudo isso enquanto ele guiava sem destino (a boneca no banco de trás), perdidos no trânsito pesado daquela cidade cheia de luzes, vozes arranhando alto-falantes, sinos transistorizados de Belém, reflexos dourados, homens sanduíche, lixo, gritos de crianças ensandecidas pela Noite Feliz.
E agora? O olhar dele desceu agudo, filhote de falcão da campina, sobre minhas pernas cruzadas. Senti-me desconfortável. Sugeri comermos. Ele disse está bem e eu olhei bem firme para frente. Não queria ver aqueles olhos, não queria ver aquele rosto, não queria ver aquela expressão especialmente perversa, infantilmente perversa, não queria me sentir velha demais, o outro lado do espelho desse rosto cuja expressão também já fora minha, e sabia, que ele pressentia haver algo errado comigo, essa minha pretensa segurança, pretensa maturidade, um vago movimento de mendicância, e que, por exemplo, nem ao menos eu gostava de mim, senão não prosseguiria por tempos imemoriais caçando aves implumes na orla do pântano. Se não estivesse ferida, estaria voando.
Fomos a uma cantina italiana. Ou melhor, eu o levei a uma cantina italiana. Garçons amigos, contas penduradas, etc. A luz avermelhada das velas incidindo sobre o xadrez vermelhinho das toalhas e lambendo-lhe o rosto, Robi ficava com uma expressão solene, de coroinha. Mas não era bem assim, principezinho do ritual de iniciação. Ajeitei-me na cadeira, pedi mais vinho, segurei sua mão debaixo da mesa (ele não admitia demonstrações em público), apalpei suas pernas musculosas debaixo do grosso índigo blue, pedi-lhe para afastar as coxas, mergulhei a mão com segurança, fechei os olhos e pensei: Meu Deus. Retirei a mão, voltei ao vinho. Robi continuava sério, olhando além da janela, além dos queijos, dos salames, dos presuntos que oscilavam sobre sua cabeça. Como quem acompanha o vôo de uma mosca, foi descendo a vista e perguntou o que está olhando? Eu disse nada / me deixa encabulado / porque? / fica me olhando assim / assim como? — mordi os lábios, não confessar nunca! Nada. Não quer mais vinho? Estendeu o copo, enchi, sorrimos. Não gostaria de ir para outro lugar? Os olhos negros baixos no prato foram levantando lentamente, emergindo da sombra com macia ironia, mas o foco não subiu além dos meus lábios. bem. Apague a vela, neném.
Sensivelmente alterada, informei-lhe que guiaria o automóvel. Não disse nada. Sentou ao meu lado num silêncio noturno de animal confiante. As ruas que percorremos estão na minha lembrança como um longo corredor recheado de espessa nebulosa cinza-chumbo varrida por vento escuro. De esquina em esquina, clarões e colares de luzes assaltavam a mente enevoada, mas, nem por isso, desviei-me do trajeto impresso em meu cérebro como uma fita gravada, alheia ao álcool, aos impulsos, à minha dor.
Bati a porta do carro. Robi, do outro lado, hesitava, olhando o pacote, retângulo negro de estrelinhas prateadas sobre o banco traseiro. É só uma boneca, ninguém vai roubar, ela tem destinatário. Encarou-me magoado — "é só uma boneca" — mas eu já não estava pensando nisso.
O quarto tinha um espelho redondo sobre a cama, e foi nele que eu e Robi nos vimos pela primeira vez. Aparentemente não havia nenhuma diferença: uma mulher de estatura média, cabelos castanhos sobre os ombros, rosto oval e pálido. Um homem, também de estatura mediana , cabelos, etc. Nada. Nenhum indício do buraco negro, o corte no tempo. Robi respirou fundo e agarrou-me por trás, grudando-se ao longo do corpo. Eu disse calma e ele me jogou no colchão como uma bola de pingue pongue. Oscilei umas duas vezes, o colchão gemeu dolorosamente. Deitou sobre mim, tentando desabotoar-me. Está perdendo tempo, eu disse levantando e me despindo. Cabeça pousada nas mãos, Robi sorria, preparando-se para assistir. Muito esperto. Despi-me rapidamente e fiquei olhando bem na cara dele. Pronto, eu disse, agora você. Desviou o rosto, sem graça. Com a mão esquerda foi tirando o blusão, a direita apagou a luz do teto, permanecendo apenas o foco avermelhado do abajur. Estava deitada, fumando, quando sua massa rija desabou sobre mim. Procurei seus lábios mas ele disse não, estou resfriado. Então. esperei. Você gosta assim? perguntou ajeitando-me de bruços. Abraçava-me com palmas e dedos gelados, comprimindo minhas costelas, machucando-as, em vez de acariciá-las. A coisa funciona só da cintura para baixo, como um vibrador elétrico, mas é bom, pensei, deixando-me penetrar rijamente pelas costas, usando, por assim dizer, só uma parte do meu corpo, como se o resto estivesse paralisado, ou morto, como se aqui ninguém suportasse um dramático relacionamento frontal, com beijos, orifícios, acidentes e cicatrizes, com um rosto, um nome, uma biografia. O prazer é bom, pensei, costuma ser forte, mesmo assim... Espiei Robi e seu desempenho: cabelos grudados na testa molhada, uma das sobrancelhas arqueadas de perversidade, lábios entreabertos para respirar, braços esticados, mantendo-me firmemente afastada de seu corpo para ver melhor. 0 que me chateia é esse distanciamento crítico, parece estar consertando a moto — essa máquina de prazer — está olhando a coisa funcionar, como seu próprio coração a bater fora do corpo, as engrenagens da máquina molhadas de suor e gosma orgânica, mais lento, mais acelerado, mais lento, agora rápido, acelere, mais rápido, mais rápido. Pronto. Terminou. Ouvi Robi ofegar. Continuei de costas. Estendi o braço e peguei um cigarro. A respiração agora era regular, pesada. Virei-me para olhá-lo: havia algo de comovedor — sempre há algo de comovedor — num jovem adormecido. Ficam tão desamparados. Braços estirados de sonâmbulo (os mesmos que me empurravam, potentes, há quinze minutos), mãos como dois pássaros gêmeos, aninhados, desvalidos, o sexo recolhido no meio das pernas, envolto em espumas de marés mortas, os músculos faciais desabados, descompostos, oferecendo-se e negando-se ao mesmo tempo, supremamente, a qualquer contato humano, fosse um soco ou um beijo, esse rosto inumano das crianças e dos deuses, esse destruidor florido por sobre quem paira agora essa atmosfera verde de piscina lunar salgada, esse vapor ardente e mortal, bafo primordial de mundos e canteiros de estrelas, de sentimentos em estado gasoso, sóis e planetas.
Bem, pensei, é tarde. Vesti-me rapidamente, em silêncio. Fechei a porta sem ruído. Desci. O saguão deserto. Ao entrar no automóvel ,vi o pacote no banco de trás. Essa agora, pensei. Carreguei essa boneca tempo demais, as juntas dos dedos me doem, o barbante áspero imprimiu marcas profundas, roxas, em cruz, nas palmas feridas, o seu peso é insuportável. Reunindo minhas últimas forças, consegui tirá-la do carro e levá-la até a portaria do hotel. Um empregado sonolento atendeu-me:
— É para o rapaz do 35. Acorde-o às seis e quarenta e entregue o presente. Com votos de Feliz Natal, pensei. Virei as costas e saí.
Guiando de volta para casa, eu me intrigava porque havia mandado o sujeito acordá-lo às seis a quarenta, porque especificamente seis e quarenta? Anoto mentalmente: perguntar ao analista.
(Márcia Denser, em: Os Cem Melhores Contos Brasileiro do Século, org. Ítalo Moriconi)
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