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#Editorial Paraíso Perdido
crisrf1986 · 2 hours
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Mis lecturas del verano 2024
¡Hola, hola! Se acabó el veranito y vuelvo al blog con una entrada especial, un resumen de todas mis lecturas de la estación, que son bastantes. No haré reseña de todas, pues esto sería un testamento, pero si os dejaré información del libro y mi valoración en estrellas. Espero que os animéis a descubrir alguna de mis lecturas y que comentéis si compartimos libros leídos u opiniones. Empezamos…
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bocadosdefilosofia · 6 months
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«En el fondo de toda belleza yace algo inhumano, y esas colinas, la dulzura del cielo, esos dibujos de árboles pierden, al cabo de un minuto, el sentido ilusorio con que los revestíamos y en adelante quedan más lejanos que un paraíso perdido. La hostilidad primitiva del mundo remonta su curso hasta nosotros a través de los milenios. Durante un segundo no lo comprendemos, porque durante siglos de él hemos comprendido las figuras y los dibujos que poníamos previamente, porque en adelante nos faltarán las fuerzas para emplear ese artificio. El mundo se nos escapa porque vuelve a ser él mismo. Esas apariencias enmascaradas por la costumbre vuelven a ser lo que son. Se alejan de nosotros. Así como hay días en que bajo su rostro familiar se ve como una extraña mujer amada desde hace meses o años, así también quizá lleguemos a desear hasta lo que nos deja de pronto tan solos. Pero todavía no ha llegado ese momento. Una sola cosa: este espesor y esta extrañeza del mundo es lo absurdo.»
Albert Camus: El mito de Sísifo. Alianza Editorial, págs. 28-29. Madrid, 1981.
TGO
@bocadosdefilosofia
@dias-de-la-ira-1
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sobremesaliteraria · 2 years
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Un libro memoria
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Título: Exyugoslavia
Autor: Pierre Herrera
Editorial: Paraíso Perdido
Año: 2021
Calificación: 5/5
Leer Exyugoslavia de Pierre Herrera significó una experiencia que, como las piedritas que caen al agua, detonó ondas en mi memoria que se fueron expandiendo conforme avanzaba entre una página y otra. Partiendo de un hecho histórico como fue la disolución de la antigua Yugoslavia, el autor lo toma como punto de partida en una línea del tiempo que resulta íntima y llena de claroscuros, ¿de qué otra forma se puede retratar la vida sino es por medio de la belleza y lo trágico que la conforma?
Con un ritmo que fluye como son las experiencias de la juventud, Herrera presenta al lector un ensayo literarios (o varios), donde la violencia, la cultura pop y la familia entretejieron experiencias invaluables en la vida del autor. A pesar de la diversidad de temas que se abordan, hay uno que se siente en la mayoría de las páginas: la ausencia de la hermana que nunca conoció. Es curioso que, a pesar de que Pierre no tuvo oportunidad de convivir con esa hermana mayor que le antecedió, el retrato de aquello que pudo ser y no fue se impregna en cada línea que le dedica.
A esta pérdida se suma la de la casa en donde creció, aquella que fue testigo arquitectónico de muchas primeras veces y de momentos que, sin él, solo quedarán en la memoria del autor. Ante el miedo de que estos se pierdan con el paso del tiempo, Exyugoslavia es el receptor de esos recuerdos, plasmándolos en el papel hasta la infinidad de los tiempos, garantizando que, una vez leído el texto, el o la lectora serán también receptores de esa memoria que Pierre trata de rescatar. No solo eso, los lugares a los que refiere, la música, los programas domingueros de Canal 5 y algunas experiencias que comparte, coinciden con la narrativa de toda una generación que creció con ese mismo bagaje (o al menos muy similar en su mayoría), por lo que leerlo resulta también un detonante para quien lee. A su vez, aborda temas que resultan actuales, como es la delincuencia y las desapariciones que sin duda alguna nos han marcado intergeneracionalmente, por lo que también detona la reflexión sobre qué tipo de recuerdos son los que construiremos en un contexto tan complejo como el que nos toca afrontar actualmente.
Con una edición bien cuidada, sello de una editorial meticulosa en su ardua labor como lo es Paraíso Perdido, el ensayo de Pierre Herrera es un título que se disfruta y deja huella en quien lo lee.
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irmagallosstuff · 4 years
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Las lecturas que la pandemia me dejó
Las lecturas que la pandemia me dejó
Por Irma Gallo Faltan menos de dos semanas para que se acabe este 2020, que parece creado por la mente de Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick, Ray Bradbury o Isaac Asimov. Es buen momento para hacer balances; es más, casi todo el mundo los está haciendo: los medios tradicionales con sus resúmenes con “lo mejor del año”, o los colectivos con propuestas mucho más interesantes, como los maratones de…
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aricollage · 7 years
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Book cover for “Apócrifa. Libro Negro”, by Rafael Villegas.
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recazo · 3 years
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En la vida no se producen argumentos, Josep Pla
Después de hablar, durante tantos años, de lo que es y no es una novela, se ha llegado a tener una idea tan vaga sobre este género literario, que temo que La calle estrecha deba ser considerada como una novela de las del montón.
He aquí, esquemáticamente explicado, lo que sucedió con este libro. En un momento determinado me pareció divertido, sobre todo para evadirme de la pesada actividad periodística, utilizar la idea stendhaliana del espejo. Así es que hice pasar un espejo —mi modesto espejo— por una pequeña población del país, por una población llamada Torrelles, de unos cuatro mil habitantes. El espejo reflejó las imágenes que viven en este libro —imágenes que he descrito lo mejor posible y de acuerdo con las preferencias que mantengo desde la época, ya lejana, en que empecé a escribir: es decir, procurando poner el máximo interés en los detalles.
El espejo me proporcionó una serie de imágenes, pero acabé comprobando que no reflejaban ningún argumento trabado, ninguna arquitectura concreta. Un espejo es una fuerza pasiva, desprovista de facultades ordenadoras. Si el espejo no refleja ningún argumento es que por delante suyo no pasó ninguno. Ahora bien, como que este hecho me confirmó la sospecha que ya tenía de que en la vida no se producen argumentos a no ser por una rarísima casualidad —y que, por lo tanto, las novelas con argumento, más que reflejar la vida, arbitran una forma de artificiosidad—, no me consideré lo suficientemente autorizado para ser más papista que el papa ni, por lo tanto, a modificar ni en lo más mínimo estos reflejos del espejo.
El solo hecho de que el público crea que las novelas deben tener argumento, no quiere decir ni mucho menos que existan argumentos en la vida. Esta necesidad del público es lo que demuestra que la vida, llevada al terreno literario, es una segregación informe y caótica de imágenes. La fatiga que produce este caos incesante e incomprensible es lo que hace desear una ordenación y una coherencia, aunque sean artificiales, arbitrarias y completamente inverosímiles. El bosque siempre enerva un poco. El jardín es más lógico y de mayor placidez. La característica de la vida viene definida por su insobornable variedad. Por eso hablamos siempre de la unidad como de un paraíso perdido en una lejanía tan remota que nos deja desolados.
Así pues, La calle estrecha no contiene ningún argumento satisfactorio. Ponerle uno habría rebasado mi proyecto, que era —repito— utilizar y simplemente el espejo. He tratado puramente de practicar la definición stendhaliana en un lugar concreto y determinado. Las imágenes reproducidas por el espejo no están tocadas —ciertamente— de una belleza ideal. Son imágenes absolutamente vulgares, de una extraordinaria vulgaridad. No me he atrevido a modificarlas ni aún mucho menos retocarlas. Son imágenes de la vida tal como es, más que imágenes inventadas y convencionales. Son imágenes de la realidad. En este sentido, el presente libro se encuentra en la línea de la prosa que se escribe en los países en que existe todavía una literatura. Esta prosa se halla afectada por un creciente respeto a la realidad prodigiosa e inagotable, grosera y mágica.
Esta novela es, en último término, el resultado que he obtenido pasando mi espejo por la calle Estrecha de Torrelles. Si la pequeña aventura no ha conseguido efectos más conspicuos y brillantes, ello se debe sin duda a que estos tiempos que vivimos no pueden dar más de sí.
Josep Pla Palafrugell, otoño 1949 Cadaqués, primavera 1951 Prólogo a La calle estrecha Editorial: Destino Traducción: Néstor Luján
Foto: Josep Pla
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En Mercadillo CEARTSLP con libros de Abismos Casa Editorial y Paraíso Perdido.
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Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré: carta de Alejandra Pizarnik a Silvina Ocampo
B. A. 31/1/72 Ma très chère, Tristísimo día en que te telefoneé para no escuchar sino voces espúreas, indignas, originarias de criaturas que los hacedores de golems hacían frente a los espejos (cf. von Arnim). Pero vos, mi amor, no me desmemories. Vos sabés cuánto y sobre todo sufro. Acaso las dos sepamos que te estoy buscando. Sea como fuere, aquí hay un bosque musical para dos niñas fieles: S. y A. Escribime, la muy querida. Necesito de la bella certidumbre de tu estar aquí, ici-bas pourtant [aquí abajo, sin embargo]. Yo traduzco sin ganas, mi asma es impresionante (para festejarme descubrí que a Martha le molesta el ruido de mi respiración de enferma.) ¿Por qué, Silvina adorada, cualquier mierda respira bien y yo me quedo encerrada y soy Fedra y soy Ana Frank? El sábado, en Bécquar, corrí en moto y choqué. Me duele todo (no me dolería si me tocaras –y esto no es una frase zalamera). Como no quise alarmar a los de la casa, nada dije. Me eché al sol. Me desmayé pero por suerte nadie lo supo. Me gusta contarte estas gansadas porque sólo vos me las escuchás. ¿Y tu libro? El mío acaba de salir. Formato precioso. Te lo envío a Posadas 1650, quien, por ser amante de Quintana, se lo transmitirá entre ascogencia y escogencia. Te (les) envié aussi un cuaderniyo venezol-ano con un no sé qué de degutante (como dicen Ellos). Pero que te editen en 15 días (…) Mais oui, je suis une chienne dans le bois, je suis avide de jouir (mais jusqu’au péril extrême). Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas y, surtout (bis10) tus manos que llevan a la casa del recuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero. Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo SIN FONDO. A él lo amo pero es distinto, vos sabés ¿no? Además lo admiro y es tan dulce y aristocrático y simple. Pero no es vos, mon cher amour. Te dejo: me muero de fiebre y tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva. Sylvette mon amour, pronto te escribiré. Sylv., yo sé lo que es esta carta. Pero te tengo confianza mística. Además la muerte tan cercana a mí (tan lozana!) me oprime. (…) Sylvette, no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace puesto que ya lo ves lo sexual es un “tercero” por añadidura. En fin, no sigo. Les mando los 2 librejos de poemúnculos meos –cosa seria. Te beso como yo sé i a la rusa (con variantes francesas y de Córcega). O no te beso sino que te saludo, según tus gustos, como quieras. Me someto. Siempre dije no para un día decir mejor sí. Ojo: esta carta tu peut t’en foutre et me répondre à propos des hormigas culonas. Sylvette, tu es la seule, l’unique. Mais ça il faut le dire: Jamais tu ne rencontreras quelqu’un comme moi –Et tu le sais (tout) (Et maintenant je pleure. Silvina curame, ayudame, no es posible ser tamaña supliciada -) Silvina, curame, no hagas que tenga que morir ya. *** Texto: Correspondencia Pizarnik, editora Ivonne Bordelois. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1998.
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azulblue9 · 5 years
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The BEAUTIFUL ONES Prince según Prince
O(+> 💜🎵💜 “Mi primer recuerdo. Sabes cuando puedes intuir si alguien sonríe sólo mirando a los ojos? Estos eran los ojos de mi madre (…) Para este escritor no había nada más bonito que los ojos de su madre”.
“El piano de mi padre. Esta es la primera cosa que recuerdo haber escuchado. Cuando era más joven, tocaba de una manera precipitada pero fluida. Era un sonido feliz”.
Estos son los primeros recuerdos de Prince, que a pesar de que siempre fue muy receloso respecto a su vida personal, tres meses antes de morir decidió comenzar a escribir su autobiografía. Tenía editorial contratada -Random House-; título -The Beautiful Ones, como una de sus baladas más emblemáticas- e incluso un “negro”, Dan Piepenbring, un periodista de 29 años, admirador del músico, sin experiencia en una tarea similar, con quien inició el proyecto a principios de 2016 con una gran complicidad con el artista, y ya lo había anunciado oficialmente a bombo y platillo. Prince tuvo tiempo de entregar al joven periodista una treintena de hojas manuscritas a lápiz que narraban parte de su infancia y adolescencia para trabajar conjuntamente. Pretendía que el volumen fuera una labor a cuatro manos y manifestó a Piepenbring la intención de hacer el libro sobre la música “más importante hecha nunca”. Y no sólo sería un libro sobre música y autobiográfico. Su intención era mucho más ambiciosa: “Debería ser un manual para gente brillante, pero rodeado de autobiografía y biografía. Debería enseñar que lo que tú creas no es nada más que tuyo”. Y también quería ser un volumen para combatir el racismo y ayudar a la gente, “especialmente los jóvenes artistas negros, para que se dieran cuenta de su fuerza y capacidad”, explica Piepenbring. Prince, que acababa de iniciar una gira en la que tocaba acompañado sólo por el piano, estaba dispuesto a interrumpir los conciertos, si era necesario, para dedicarse exclusivamente durante un tiempo a terminar el libro y tal vez escribir algunos más. Piepenbring, en aquellos meses, nunca sospechó que el cantante sufriera algún problema de salud. Por eso cuando Prince murió repentinamente en abril debido a una sobredosis de fentanilo, su sorpresa fue mayúscula, como le ocurrió a tanta gente de su entorno y a sus seguidores.
Las memorias, pues, quedaron en suspenso hasta que finalmente la editorial y los herederos del artista encargaron a Piepinbring que hiciera de editor de un volumen, que por fuerza es muy diferente del que Prince había previsto con tanta ilusión. The Beautiful Ones, que aquí ha sido publicado por Reservoir Books de Random House, incluye la transcripción de las hojas escritas directamente por Prince (con fotos del original, también), con las notas que Piepenbring tomó durante las reuniones de trabajo, que también aportan interesantes reflexiones del músico. Desgraciadamente, las memorias se detienen en los años de instituto, justo antes de que comenzara su carrera profesional. En el volumen también se ha incluido el magnífico prólogo de Piepenbring explicando su experiencia con el cantante; fotos, dibujos, manuscritos de canciones y documentos inéditos que se han encontrado en el archivo del músico; y un texto de Prince de once páginas, que es un primer argumento para el posterior guión de la película Purple Rain. El manuscrito de Prince rezuma una cierta nostalgia de la vida en los años 60 en un tranquilo barrio de clase media en Minneapolis -ciudad que no sufría una segregación racial tan fuerte como en otros lugares de Estados Unidos- pero también sentido del humor y una sensación de paraíso familiar perdido que desaparece dolorosamente durante el traumático divorcio de los padres. Una confesión aterradora y con sentimientos contradictorios. “Mis padres eran maravillosos. Una de mis cosas favoritas era observarlos desde la cama, vestidos para salir por la ciudad. Incluso cuando mi madre volvía a casa andando de forma extraña, para mi valía la pena porque los veía felices. Siempre que estaban contentos el uno con el otro en el mundo todo iba bien ”. Pero cuando Prince tenía siete años, las cosas se empezaron a torcer: «Sentir los padres pelearse es aterrador cuando eres un niño. Y si hay violencia física, se te rompe el alma. Recuerdo que una noche oí cómo se discutían y la cosa se puso violenta. En un momento mi madre se metió en mi habitación y me agarró fuerte. Estaba llorando, pero lo hizo venir bien para sonreír y decirme: “Dile a tu padre que sea bueno conmigo”. Y me abrazó y me utilizó como escudo para él dejara de pelearse con ella. »
Prince habla también de los fuertes ataques de epilepsia que sufrió a lo largo de la infancia. “Siempre he tenido un cerebro hiperactivo y los desmayos pasaban sobre todo para pensar demasiado”, escribe. Los ataques desaparecieron cuando, según recordaba su madre, Prince le dijo que un ángel se le había aparecido y le había dicho que nunca más se pondría enfermo. Prince, a quien la familia llamaba con el mote de Skipper, huía de la realidad con fantasías en que “siempre iba de punta en blanco y siempre me llevaba la chica”. En su mundo de fantasía, el pequeño Prince podía volar y tenía superpoderes al estilo de Superman, el superhéroe que más admiraba y que seguía a través de la serie de televisión. Pero los superhéroes siempre eran blancos: “La imagen de uno mismo se ve afectada cuando eres negro y todos tus héroes son blancos”. En el manuscrito Prince también recuerda el primer beso con un niña blanca, que se parecía a Elizabeth Taylor, con la que jugaba a “las casitas” y él hacía el papel de marido ( “No éramos la primera pareja interracial de Minneapolis pero sin duda sí la más joven ”) o una actuación de claqué en un concurso de talentos del barrio en el que" el aplauso que recibí fue para que me bajara del escenario “, después de hacer el mismo paso durante media hora seguida sin música .
La lástima es que Prince no pudiera terminar una autobiografía en la que habría podido explicar muchos detalles desconocidos sobre su trayectoria musical, con aspectos tan interesantes como la batalla que mantuvo con su compañía discográfica, Warner, para recuperar los derechos de los originales de la su música. Todo en la escritura de Prince está empapado del deseo de libertad. Pero especialmente emocionante es cuando recuerda el momento concreto en que decide su vocación musical después de ver en el cine con su padre el film documental sobre el festival de Woodstook con las actuaciones de Santana, Jimi Hendrix y Sly & The Family Stone, que precisamente serían tres grandes influencias en la obra del músico: "Aquella experiencia me recuerda que cuando salgo al escenario tengo que hacerlo lo mejor posible porque puede haber alguien ahí fuera verte por primera vez. Los artistas tienen la capacidad de cambiar la vida a la gente con una sola actuación ”. Y eso mismo es lo que acabaría haciendo él durante casi cuatro décadas de espectacular carrera musical.” O(+> 💜🎵💜
Agradecimientos:
Montse Frisach agradecerte a través de Ber Ti Go tu confianza al cederme el permiso para compartir un pedazo del alma de nuestro amado PRINCE con mis contactos de FB, los cuales son muy especiales. Familia PÚRPURA de verdad, creéme, no más datos.
Un besazo O(+> 💜🎵💜
Autora del artículo original, en catalán, y traducción al castellano: Montse Frisach. Publicado en la revista digital 'Catorze'
Fuente: https://www.catorze.cat/noticia/13267/prince/segons/prince…
___________________ Prince 4ever! O(+> 💜🎵💜____________________
My first memory Do you know when you can intuit if someone smiles just looking into your eyes? These were my mother’s eyes (…) For this writer there was nothing prettier than her mother’s eyes. “
"My father’s piano. This is the first thing I remember hearing. When I was younger, I played in a rash but fluid way. It was a happy sound.”
These are the first memories of Prince, who although he was always very suspicious about his personal life, three months before he died he decided to start writing his autobiography. He had a hired editorial -Random House-; title -The Beautiful Ones, as one of his most emblematic ballads- and even a “black”, Dan Piepenbring, a 29-year-old journalist, admirer of the musician, with no experience in a similar task, with whom he started the project in early 2016 with great complicity with the artist, and he had already officially announced it by hype and saucer. Prince had time to give the young journalist about thirty pencil-handwritten sheets that narrated part of his childhood and adolescence to work together. He intended the volume to be a four-handed work and told Piepenbring the intention of making the book on music “most important ever made.” And not only would it be a book about music and autobiography. His intention was much more ambitious: “It should be a manual for brilliant people, but surrounded by autobiography and biography. It should teach that what you believe is nothing but yours.” And he also wanted to be a volume to fight racism and help people, “especially young black artists, to realize their strength and ability,” Piepenbring explains. Prince, who had just started a tour in which he played accompanied only by the piano, was willing to interrupt the concerts, if necessary, to devote himself exclusively for a while to finish the book and perhaps write some more. Piepenbring, in those months, never suspected that the singer suffered a health problem. That’s why when Prince died suddenly in April due to an overdose of fentanyl, his surprise was capital, as happened to so many people around him and his followers.
The memories, then, were put on hold until finally the publishing house and the heirs of the artist commissioned Piepinbring to act as editor of a volume, which is necessarily very different from what Prince had anticipated with such enthusiasm. The Beautiful Ones, which has been published here by Reservoir Books of Random House, includes the transcription of the sheets written directly by Prince (with photos of the original, too), with the notes that Piepenbring took during the work meetings, which also provide Interesting reflections of the musician. Unfortunately, memories stop in the high school years, just before he began his professional career. The magnificent Piepenbring prologue has also been included in the volume explaining his experience with the singer; photos, drawings, manuscripts of songs and unpublished documents that have been found in the musician’s file; and an eleven-page Prince text, which is a first plot for the subsequent screenplay of the Purple Rain movie. Prince’s manuscript oozes a certain nostalgia for life in the 60s in a quiet middle class neighborhood in Minneapolis - a city that did not suffer racial segregation as strong as in other parts of the United States - but also a sense of humor and a feeling of a lost family paradise that disappears painfully during the traumatic divorce of the parents. A terrifying confession and with conflicting feelings. “My parents were wonderful. One of my favorite things was to watch them from the bed, dressed to go out in the city. Even when my mother came home walking strangely, it was worth it to me because I saw them happy. Whenever they were happy with each other in the world everything was going well. ” But when Prince was seven years old, things began to twist: «Feeling the parents fight is scary when you’re a child. And if there is physical violence, your soul is broken. I remember one night I heard how they were arguing and it got violent. In a moment my mother got into my room and grabbed me tight. I was crying, but he did come well to smile and tell me: “Tell your father to be good to me.” And he hugged me and used me as a shield for him to stop fighting with her. »
Prince also speaks of the strong attacks of epilepsy he suffered throughout childhood. “I have always had an overactive brain and fainting passed mostly to think too much,” he writes. The attacks disappeared when, as his mother remembered, Prince told him that an angel had appeared to him and told him that he would never get sick again. Prince, whom the family called with the nickname of Skipper, fled from reality with fantasies that “I was always on top of white and the girl always took me.” In his fantasy world, little Prince could fly and had super powers in the style of Superman, the superhero he most admired and followed through the television series. But superheroes were always white: “The image of yourself is affected when you are black and all your heroes are white.” In the manuscript Prince also remembers the first kiss with a white girl, who looked like Elizabeth Taylor, with whom she played “the little houses” and he played the role of husband (“We were not the first interracial couple in Minneapolis but without a doubt yes the youngest ”) or a performance of tap in a talent show in the neighborhood in which" the applause I received was to get off the stage “, after doing the same step for half an hour followed without music.
The pity is that Prince could not finish an autobiography in which he could have explained many unknown details about his musical career, with aspects as interesting as the battle he had with his record company, Warner, to recover the rights of the originals of his music. Everything in Prince’s writing is drenched in the desire for freedom. But especially exciting is when he remembers the specific moment in which he decides his musical vocation after seeing the documentary film about the Woodstook festival in the cinema with his performances with the performances of Santana, Jimi Hendrix and Sly & The Family Stone, which precisely would be three major influences on the musician’s work: "That experience reminds me that when I go on stage I have to do my best because there may be someone out there to see you for the first time. Artists have the ability to change people’s lives with a single performance. ” And that is what he would end up doing for almost four decades of spectacular musical career.
Gratitud:
Montse Frisach, thank you through Ber Ti Go for your trust in giving me permission to share a piece of the soul of our beloved PRINCE with my FB contacts which are very special. Really PURPLE family, believe me, no more data.
A lot of kisses O(+> 💜🎵💜
Author of the original article, in Catalan, and translation into Spanish: Montse Frisach. Published in the digital magazine 'Catorze'
Source: https://www.catorze.cat/noticia/13267/prince/segons/prince…
Prince 4ever! O(+> 💜🎵💜
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xjoyce66 · 5 years
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María Teresa León
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María Teresa León est née le 31 octobre 1903 à Logroño. Elle est morte le 13 décembre 1988 (à 85 ans) à Majadahonda, près de Madrid. Elle fut romancière, essayiste, dramaturge et scénariste.
Son père, Ángel León, était colonel. Sa mère, Olivia Goyri, l’envoie étudier à l’Institución Libre de Enseñanza où enseigne María Goyri, sa soeur, une des pemières femmes espagnoles à avoir obtenu un doctorat et épouse du grand philologue Ramón Menéndez Pidal. María Teresa León obtient une licence en Philosophie et en Lettres.
À 16 ans, elle fugue et fait scandale. Un an près en 1920, elle épouse le journaliste et écrivain Gonzalo de Sebastián Alfaro. Elle rencontre le poète Rafael Alberti en 1929 et quitte son mari. Elle sera déchue de ses droits sur ses deux fils (Gonzalo et Enrique) qu’elle ne pourra pas revoir avant des années.
Elle adhère au Parti communiste et épouse en 1932 Alberti. Ensemble, ils voyagent dans plusieurs pays d’Europe. De retour à Madrid, Maria Teresa León crée la revue Octobre, « pour la défense de l’URSS, contre le fascisme ». Quand éclate la révolte des mineurs des Asturies, en 1934, le couple est à Moscou, au premier congrès des écrivains soviétiques. En Espagne, leur maison est fouillée. Pour le Parti communiste, ils partent aux États-Unis, puis au Mexique et à Cuba, afin de multiplier les conférences et articles pour alerter sur la menace fasciste.
La guerre civile les surprend à Ibiza. Dans un premier temps, ils se cachent dans l’île, puis reviennent à Madrid. À la fin du mois de juillet 1936, sous les bombardements, elle fait évacuer de nombreux tableaux des musées madrilènes vers des villes plus sûres. Elle fonde et anime la revue El Mono Azul, crée les Guérillas du théâtre, qui donnent des représentations près des lignes de front auprès des soldats républicains. Secrétaire de l’Alliance des écrivains antifascistes, Marie Teresa León organise les réunions de 1937 qui aboutissent au congrès de Madrid pour la défense de la culture. Il réunit de nombreux écrivains d’Europe et d’Amérique latine.
À la fin de la guerre civile, le couple est hébergé à Paris chez leurs amis, Pablo Picasso et Pablo Neruda. Ils vivent en exil en Argentine de 1940 à 1963, puis à Rome de 1963 à 1977. Maria Teresa León continue d’écrire mais doit faire face à la maladie d’Alzheimer. Elle n’aura conscience ni de la mort de Franco ni de son retour en Espagne en 1977, après trente-huit ans d’exil.
Dans Las simsombrero. Las pensadoras y artistas olvidadas de la Generación del 27 (Espasa, 2016; Booket, 2019), Tània Balló insiste particulièrement sur son œuvre qui est trop méconnue.
Memoria de la melancolía (Editorial Losada, Buenos Aires, 1970; Clásicos Castalia, 1999) est une autobiographie importante qui mérite d’être lue et relue.
« Porque todos los desterrados de España tenemos los ojos abiertos a los sueños. León Felipe aseguró que nos habíamos llevado la canción en los labios secos y fruncidos, callados y tristes. Yo creo que nos hemos llevado la ley que hace al hombre vivir en común, la ley de la vida diaria, hermosa verdad transitoria. Nos la llevamos sin saberlo, prendida en los trajes, en los hombros, entre los dedos de las manos… Somos hombres y mujeres obedientes a otra ley y a otra justicia que nada tenemos que ver con lo que vino y se enseñoró de nuestro solar, de nuestros ríos, de nuestra tierra, de nuestras ciudades. No sé si se dan cuenta los que quedaron por allá, o nacieron después de quiénes somos los desterrados de España. Nosotros somos ellos, lo que ellos serán cuando se restablezca la verdad de la libertad. Nosotros somos la aurora que están esperando.
Un día se asombrarán de que lleguemos, de que nos regresemos con nuestras ideas altas como palmas para el domingo de los ramos alegres. Nosotros, los del paraíso perdido.» (páginas 97-98)
«La memoria puede tener los ojos indulgentes. Ya no llegan a nosotros los ruidos vivos sino los muertos. Memoria del olvido, escribió Emilio Prados, memoria melancólica, a medio apagar, memoria de la melancolía. No sé quién solía decir en mi casa: hay que tener recuerdos. Vivir no es tan importante como recordar. Lo espantoso era no tener nada que recordar, dejando detrás de sí una cinta sin señales. Pero qué horrible es que los recuerdos se precipiten sobre ti y te obliguen a mirarlos y te muerdan y se revuelquen sobre tus entrañas, que es el lugar de la memoria.» (página 130)
«Somos el producto de lo que los otros han irradiado de sí o perdido, pero creemos que somos nosotros. ¡Qué equivocados vamos hacia la muerte! Yo siento que me hice del roce de tanta gente: de la monjita, de la amiga de buen gusto, del tío abuelo casi emparedado, del chico de los pájaros, del beso, de la caricia, del insulto, del amigo que se nos insinuó, del que nos empujó, del que nos advirtió, del que callado apretó los dientes y sentimos aún la mordedura… Todos, todos. Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr tantos años. Cuando estamos definitivamente seguros de ser nosotros, nos morimos.¡Qué lección de humildad!» (páginas 146-147)
«No sé si podemos elegir sitio para morir; Lo que decididamente no elegimos en nuestro complicado mundo de fronteras y pasaportes es dónde vivir. Dicen que desde hace siglos ocurre esto y, a consuelo de tontos…» (página 209)
« Estas cuartillas que voy escribiendo se me han volado todas dispersándose, jugando a la mala pasada de huirme. Voy hacia ellas, amarillas o verdosas aún. Cómo se han reído siempre delante de mis pasos todos los otoños. Se las lleva el viento, los vientos que nos soplan en los oídos las medias palabras. No sé ya qué me cuentan. Sé que silabean corriendo, juntando puntas de palabras, hasta palabras caminando pequeñas, persuasivas, enhebrando una verdad que jamás comprendemos. Vuelas, vuelas bien, memoria, memoria de la melancolía. Puede que sean los falsos recuerdos, los amores menudos los que hayan decretado que te lo diga en este otoño. Un otoño más. Basta, no quiero números no he sabido jamás qué debo hacer con ellos. Dirán las hojas que me faltan manos para agarrar mi verdadera vida o dientes para morderla. No, no, es que amarilleo también y doblo la cabeza cuando comienzan los otoños. Miro cómo corren hasta los papeles creyéndose pájaros o ese mensaje por el cual se ha pagado más para que llegue como el viento. Papeles en la calle…¿Los habéis visto volar? El mal humor ciudadano levanta su cuerpo leve y vuelan hasta que las ruedas del automóvil los detiene y aplasta con la ley del más fuerte. ¿Así me ocurrirá? En esta poco arrulladora vida, ¿volarán las hojas de mi recuerdo hasta que alguien las aplaste por inútiles?
Hoy todas se me han dispersado con vida propia y no con la que yo les impuse al escribirlas. ¿Cuándo caerán de nuevo? Es la bandada que huye al llegar mordiendo el frío y apenas dice adiós.» (páginas 393-394)
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crisrf1986 · 3 months
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Cosas que nunca dejamos atrás - Lucy Score
¡¡¡¡Hola, hola!!!! ¡Ya es viernes! Este es el primer fin de semana de Julio y os traigo una lectura muy fresca que os puede ayudar a sobrellevar el calorcito. Es la primera novela que leo de Lucy Score, pero no será la última. Se trata de la primera parte de la serie Knockemout, Cosas que nunca dejamos atrás. Os dejo la información y después mi opinión. Sinopsis: Si hay algo que tiene claro,…
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bocadosdefilosofia · 1 year
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«Nostalgia del paraíso perdido —real o imaginario—, el romanticismo se opone, con la energía melancólica de la desesperanza, al espíritu cuantificador del universo burgués, a la reificación mercantil, a la superficialidad utilitarista y, sobre todo, al desencantamiento del mundo. Esta idealización del pasado conduce a menudo a posiciones tradicionalistas, conservadoras, incluso reaccionarias; pero dista mucho de ser siempre así. Existe también en la historia del romanticismo una corriente revolucionaria que no apunta al pasado, sino a un desvío por el pasado en dirección a un porvenir nuevo. En el romanticismo revolucionario, al que pertenecen tanto Jean-Jacques Rousseau como William Blake, William Morris y Gustav Landauer, la nostalgia de épocas precapitalistas está investida por la esperanza utópica de una sociedad libre e igualistaria.»
Michel Löwy: Judíos heterodoxos: romanticismo, mesianismo, utopía. Anthropos Editorial, págs. 107-108.  Barcelona, 2015
TGO
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andressanana · 6 years
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Les dejo un adelanto de: "Fabulaciones, imaginería y libertad", libro colectivo donde publico un relato sobre Cortázar. Se estará presentando en la FIL Guadalajara el 30 de Noviembre, fue publicado por el ITESO y la editorial: Paraíso Perdido. #filguadalajara2018 #guadalajara #editorialdesign #edition #editors #diseño #diseñoeditorial #ladino #sefardí #sefarad #sephardi #sephardic #arte #ilustracion #ilustration #sepharad #sefardita #sefardíes #poema #poeta #poesía #poem #poetry #micropoema #art #literatura #literature #libro #book #dibujo https://www.instagram.com/p/BqoOBDaHngO/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=79iny8iim6ef
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aricollage · 7 years
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Book cover for “Apócrifa. Libro Blanco”, by Rafael Villegas.
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ivanrosadx · 3 years
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Cartas. Giambiagi y Atalaya. Prólogo de Juan Laxagueborde
Este libro reúne muchas de las cartas entre el crítico de arte Alfredo Chiabra Acosta, conocido como Atalaya, y el pintor Carlos Giambiagi. La primera es de 1913, poco después de haberse conocido, cuando Atalaya vivía en Rosario y dirigía la revista Bohemia, de la que Giambiagi fue un asiduo colaborador. La última es de 1932, pocas semanas antes de la muerte de Atalaya. Los dos tenían una voluntad anarquista impenitente, es probable que esta haya sido una de las causas que los unió. Si hay otra, es una mirada común sobre el arte. Compartían el interés por defender un pensamiento sobre las formas, los colores, las perspectivas, los materiales y los contextos de exhibición, así como también sobre el sistema en su conjunto para no caer en su tentación. No eludían, enfrentaban para dar con la autoconciencia, parienta de la lucidez. Eran de lo mejor de su tiempo, van a quedar para siempre en una historia de lo estimulante del arte argentino. Esto es así, paradójicamente así, gracias a que pertenecieron de una manera díscola a la época que les tocó.
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La correspondencia abarca la década del veinte completa. En los vaivenes de las palabras queda demostrado que había otras maneras de caracterizar aquellos años, que gracias a este libro dejan de ser solamente los años del debate sempiterno sobre las diferencias estéticas y políticas entre los grupos del barrio de Boedo y de la calle Florida. Giambiagi y Atalaya son espectadores e intérpretes de una década. Mientras la descolocan, la convierten en algo más. Algunas cuestiones tratadas en el libro me permiten, por ejemplo, imaginar una tercera forma. Asociar lo que dicen y la década al barrio de La Boca, al influjo de los pintores adorables del grupo Bermellón, bastante ácratas también. Atalaya fue un proyectista lleno de entusiasmos sin centro en ningún farol, pero atento a todo lo que sucedía en la pintura, el dibujo, el grabado y la escultura. No hacía falta estar en la crema, el centro eran sus pares, lxs miles de lectorxs que por entonces tenían las aventuras en serio en las que se embarcaban lxs anarquistas, y la búsqueda permanente del salario, del ganapán, en diversas publicaciones. Sus primeros textos incluyen también comentarios, cuentos, notas periodísticas y hasta crónicas policiales con minucias propias del género. Se terminó definiendo por los textos sobre arte, que escribía buscando una forma que se entienda sin renunciar al estilo. Escribía sin estridencias, quería ser transparente. Si no lo lograba del todo era por culpa de su intensidad, que terminó por definirlo para bien. Esa intensidad se nota en las cartas y se nota la búsqueda: “Amo la claridad: cómo quisiera ser claro, inteligente”. La simplicidad existía y la inteligencia también, lo que pasa es que era una escritura poco habitual, clásica y rara desde el vamos. Tenía un tono personal que sigue siendo entrador, basta con hojear el libro que recopila parte de sus críticas (1920-1932). Dice de Quinquela: “No es Walt Whitman, ni Poe, ni Cézanne, es solamente Quinquela Martín, pese a las profecías del crítico francés; y nuestro deber –penoso a veces– será el de aceptarlo como es, y no corregido, aumentado, desfigurado e inflado como nos lo fabricarán en el extranjero”. Dice de Bernaldo de Quirós, el pintor favorito de Perón veinte años después: “En su obra todo es cantidad, cantidad, y cantidad, y es con lo que pretende asombrar”. Dice del Salón de Acuarelistas de 1927: “Hay pintores que han expuesto asiduamente durante algunos años, y que se hallan en una subespecie: entre el hijo de papá y el diletante”. También podía ser bueno para enfatizar en lo que le gustaba sin esperar lo perfecto. Dice de su amigo Gómez Cornet, que fue también su retratista, que pintó un florero con un ejemplar de Acción de arte de fondo y es uno de los protagonistas de las cartas: “Se mezcla el tanteo con el intento de perfección, lo sabido con lo zurdo, en una fusión que crea una ensimismada imagen hondamente personal, y quizá gruesos defectos y bellas cualidades que a menudo componen un todo armónico”. Eso que persigue Atalaya, ese lugar del discurso adonde quiere llegar, lo vuelve una especie de paseandero que quiere sacarse las marcas de las pasiones haciendo crítica. Escribe con mucha gracia y es ligeramente barroco, que es lo mismo que decir que no quiere ser barroco o que es barroco pese a él. Es que algo de su escritura es hija de su época, como casi todas. Sin embargo, la mayoría es de su propia cosecha, de sus ganas de ser cáustico, elegante y directo en el mismo renglón. Tenía una personalidad dañada por cierta moral debilitada y una tristeza de fondo. Con problemas familiares, de salud, de manutención, de vivienda. Su autoestima era un subibaja, pero nunca dejaba de trabajar. Proyectaba revistas, editoriales, muestras, encuentros entre personajes que según él debían conocerse. Fue una vidriera de la autoestima expuesta a los problemas que todxs podemos tener y eso se lee perfectamente en estas cartas. Siempre estaba haciendo algo más que lo que le daba de comer y desparramaba hipótesis en conversaciones de ocasión o en los momentos de cariño donde la amistad o el medio lo permitían, ya fuera en los viajes en tranvía o bajo la sombra de una parra en la vereda de un barcito. En una de las cartas Carlos Giambiagi está hablando del entorno de la revista Acción de arte y dice: “Pero ellos no aman tanto, no odian tanto y creen todavía en una punta de cosas en las cuales nosotros no creemos ni podemos creer. En una palabra, somos anarquistas, en ese sentido de críticos agudos y de esperanza y fe en el porvenir”. Giambiagi era más temperamental y ascético que su compañero. Si se quiere, más optimista. Se nota lo que dicen varixs de sus amigxs: perseguía la franqueza. Lo que pasa es que su afán no estaba en distinguirse como artista dentro del sistema, sino en llegar al punto donde la pintura es la consecuencia de una tranquilidad a fondo. Eso no significaba que no estuviese atento a las peripecias sociales y políticas de su tiempo y, como Atalaya, renegara de las mezquindades en todo orden de cosas. Nunca dejó de ser un militante y un agitador gremial del arte. Fue un naturalista convencido, que hizo la experiencia de vivir entre lapachos, peteribíes y palmeras. Del libro se desprende su hábitat en un pilón de escenas. Durante gran parte del epistolario vive bajo un verde matizado por todos lados, el de Misiones, cerca de su amigo Horacio Quiroga, que era un pionero. Esa forma de vida fomentaba la huida del mundo capitalino hacia la humedad y el espesor de la Mesopotamia norte, pero también hacia algo más ordinario, elemental: la vida material con poco, la austeridad sin otras necesidades que la comida, el arreglo de las contingencias de la casa y los pocos materiales necesarios para pintar. Como artista era lento, se tomaba su tiempo para terminar. Un poco para razonar, con su ciencia acumulada por lecturas, los colores que ponía uno al lado del otro, confundidos en las junturas. Otro poco para no caer en el efectismo del pintor ciudadano olvidable, siempre pendiente de las modas o los reconocimientos pasajeros. En la rutina se interesaba por las menudencias cotidianas, se detenía a mirar un caballo, un pedazo de pan o un recodo del río Paraná para entenderlos en su volumen, con perspectiva. Era sensible al mundo de la vida y la atravesaba con un lenguaje llano. Tenía una certeza: “De la materia viviente nada más hermoso que el pensamiento”. Era un pintor que pensaba para ser más sensible a lo que no necesita pensarse. Cuando Giambiagi murió, en 1965, se publicó una semblanza en la revista comunista La rosa blindada, en la que se afirma que “su arte es permanente”, y por eso no necesitó encolumnarse con el cubismo ni con ninguna corriente protocolar y que estuvo siempre lejos de la idea de renovación total. A esta altura de la historia argentina del arte Giambiagi tiene algo de eslabón perdido y trasciende las influencias de Martín Malharro, por ejemplo. Sus pinturas son cándidas, hasta idílicas, como paraísos laicos para la clase obrera. La poética naturalista y un poco entre sueños de sus cuadros es la traducción cariñosa de sus pensamientos, que se muerden la cola con su personalidad ingobernable. Los protagonistas intercambian saberes, posiciones, anécdotas, meditaciones, filosofías,  vivencias y tribulaciones. Todo el libro se estructura en torno a la preocupación por el trabajo, la salud y el bienestar no egoísta, que incluye una existencia libre y crítica a la vez. Atalaya tenía la impronta de un “sacador de revistas” (como se autodenominaba Nicolás Casullo), que estimula a su amigo a escribir, ilustrar, traducir, corregir. Le pasa trabajos, le cuenta las peripecias de la burocracia en la industria editorial. Giambiagi, como está lejos y en zonas no metropolitanas, puede decir menos sobre el trajín permanente del oficio del crítico que es también un obrero. Pero dice mucho sobre las razones principales de ser artista bajo el signo de la sospecha, en una carrera permanente para encontrar la pieza que falta a la hora de entender la sensibilidad de un artista como él, con sus malestares y sus paranoias que le sirven para algo, una escala que lo hace hablar más allá del arte nacional. No es casualidad que una de las primeras agrupaciones anarquistas argentinas, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), tenía en su nombre la palabra región para no decirle al país ni república ni nación, para no creer en los límites legales sino en la idea de región, más geográfica, más plástica. A lo largo del epistolario los dos sufren, expresan el padecimiento de un mundo poco preparado para ellos, con una perspectiva disidente, conscientes de sus propias realidades materiales y de los límites de la realidad en tanto sistema de signos mundial, moderno, alienante, maquínico e inalcanzable. ¿Qué hacer ante esto? Encontrarle la vuelta: pintar, decir, confabular, proyectar. Justificar las semanas dejando lugar para la manifestación concreta del arte, para la escritura crítica o la invención que sucede al tedio. Sin que el padecimiento ni el vinagre del siglo XX arruinen las promesas de la alegría que se siente cuando se da con la verdad, que pasa rápido. Es que los espera pronto el siguiente padecimiento. En la rueda del aquí y allá, de la felicidad y los pesares, de la actitud afirmativa y la queja, las cartas son una especie de bibliorato sin renglones vacíos que nos hace acordar a lo arduo del compromiso ácrata como razón de ser. Nos damos cuenta no solo que se les dificulta vivir del arte, sino que directamente se les hace muy difícil vivir. Durante todo el libro se los nota deseosos de saber y actuar. Esta actitud se combina con un tono de animadversión y desinterés, o incluso ira, por los lenguajes obvios de su época. Van por más con modestia y energía, que se sostiene en una vida saludable que le escape a los nervios modernos; Atalaya es el que más sufre esto. Son escépticos hasta de la revolución. Porque son anarquistas de varias maneras: combinan un colectivismo soñador con algunos rasgos de anarquismo individualista. Se autodeterminan y abrazan la fraternidad como principio. Son dos estoicos y así lo postula Atalaya en una carta. A diferencia de los cínicos, creen en la comunidad, pese a lo difícil de mantener los lazos. Tienen una ética materialista del desapego y de la confianza en la naturaleza como rectora general. Pero además buscan la felicidad no en el placer, sino en la idea clásica de virtud, que es lo mismo que buscarla en la bondad sin especulaciones. Son estoicos, también, porque ven pasar los malos momentos y las etapas de lamento sin perder las ganas. Se enojan pero siguen. No pierden las ganas porque saben renegar, porque purgan las malas noticias hablando y haciendo. Las cartas son el resultado de un desahogo de a dos. Se resignan a estar solos. La amargura los aferra al arte y aledaños, el objeto de sus recurrencias. Se quieren, se admiran y tienen todo el tiempo ganas de verse. Comparten dilemas sobre la profesión y las preguntas sobre cómo vivir en relación al arte. Como si se preguntaran todo el tiempo si es un oficio o qué. Dice Giambiagi en una carta del 21 de junio de 1925: “Somos desiguales, raros, locos”. Se reconocen así, más allá de las polémicas con las que se dan manija y de las que solo se enteran ellos. Porque las cartas también son la cantera de críticas que tocan hasta las amistades más permanentes, como el caso del escultor Sibellino, el tercero en discordia casi siempre. Le tiran tierra a personas concretas y a una predisposición de la vida intelectual a no pensarse más allá de los satélites de la época, sea realismo, expresionismo, futurismo o neocriollismo. Militan, a su manera, contra el refinamiento innecesario. En la volteada cae casi todo y quedan ellos combatiendo a las capillas fifí del arte desarrollista y defendiendo las cosas populares leídas con sensibilidad crítica. Hacen algo con el resentimiento para no ser unos resentidos. Desarrollan el presentimiento y lo ejercen durante toda la vida, porque defienden la intuición y se cuidan de la tentación de los temas de moda, siendo críticos de esos temas y de ellos mismos, pero también fomentando la soledad: cierta misantropía con amor. Dice Atalaya el 29 de agosto de 1929: “Enumerar no es lo mismo que crear”, está poniendo de un lado la razón y del otro la intuición, lo arbitrario. No porque no crean en la razón, sino porque saben que no hay comprensión sin sensaciones propias. Las cartas son una especie de psicoanálisis sin querer, con los esclarecimientos de zonas oscuras y los síntomas pertinentes. No verse en medio del teatro de la terapia clásica les permite seguir creando, sin trabarse con la angustia de tener que encontrar la verdad en lo no dicho. Se dicen de todo a ellos mismos; y ahora nos lo dicen también a nosotrxs, lxs lectores de sus cartas que no se imaginaron. Me parece que estamos en problemas, porque no sabemos bien en qué época estamos. Quizá sean ellos los que nos puedan ayudar a saberlo.
Juan Laxagueborde
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crisrf1986 · 7 months
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Trilogía Los habitantes del aire - Holly Black
¡Hola, holaaaa! El 2024 ha llegado lleno de grandes historias y debo admitir que, por el momento, esta ha sido mi favorita. Un mundo de fantasía, amistad, familia, odio y mucha maldad dan paso a un amor imposible, rodeado de ambición y mucho dolor… Hoy os voy a hablar sobre la trilogía Los habitantes del aire, formada por El príncipe cruel, El rey malvado y La reina de nada. Os dejo la…
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