Tumgik
#tatuajes de dedos cruzados
pequenostatuajes · 3 years
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Por Ekaterina Heart Poke, hecho en Londres. http://ttoo.co/p/284619
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tatuajespequenos · 3 years
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Por Ekaterina Heart Poke, hecho en Londres. http://ttoo.co/p/284619
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tatuajesdefamosos · 5 years
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James McVey | Por Emma Bundonis, hecho en Londres. http://ttoo.co/p/237525
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tatuajeshombres · 5 years
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James McVey | Por Emma Bundonis, hecho en Londres. http://ttoo.co/p/237525
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ocasoinefable · 2 years
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-¿Dime qué ves desde ahí..?, ¿Hace cuánto que no estabas en un puente?- A veces me detengo y observo como las personas cruzan la acera, como suben y ascienden los puentes. A veces me miro las muñecas antes de colocarme las camisas, encuentro algunas horas y frases que no se van. A veces miro mi cuerpo desnudo y pienso en ¿por ques? Apila mis dientes y corto cada palabra, aun me sobresalta ese monstro que me arrancaba la voz mientras me sujetaba de las piernas y se perdía en medio de una oscuridad que nunca me atrevo a mirar, tengo miedo de ver las imagines completas, tengo enojo y asco, cólera entera de aplastarle los dedos con el filo de su peineta y que no se me vuelva acercar... ¿Quizás allí descubrí el lado maquiavélico que puede tener una cría de 5 años, que de golpe abrió los ojos, que de golpe se vio ser en medio de la nada, con ganas de ser algo diferente a un recipiente de alquiler? Quizás ante las amenazas supe que nunca más lo permitiría y sería capaz de doblarle a quien fuera que lo intentará, me propuse ser fuerte y cubrir a quienes lo necesitaran, allí viví la nausea y la frente de Dios contra la mía, unida a mi torso... Allí entre las botellas, luego los gritos y bombillas rojas me mire y me dije que no todo era así, que aun existían las cosas que había imaginado en algún momento, la risa que había sentido en algún tiempo... que aún estaba la sonrisa y la bondad, así que la buscaría y como sí fuera un reno la daría a quienes como yo solo tuvieron esa derrota de ser cruzados por ese aguijón. Pero al menos fue solo un año, hay quienes no conocen un fin del tiempo en sus tenazas, y por ellos lloro, por ellos muerdo mis manos, rezo y actuó con fe... ¿Pudo hacer Sido, pudo haber... puedo... Llora la vista muerta en mis ojos?, Pero es pasado. Bueno, solo sé que estoy de nuevo mirando a los ojos el escupitajo de aguijón... -¿Qué, qué veo?, una idea que salta y un latido que la detiene. ¿Qué veo?, un agujero que no habla solo se tira y un mirada que sueña... Evitó todo aquello, creo costumbres y hago lo posible por mantener los árboles frondosos vivos en mis pestañas; escribo en mi diario lloro y me desahogo, salgo al parque me siento en cualquier lugar observo las risas y las voces, la vida que camina y duermo por un rato, pienso en las palabras de quienes quiero y me quieren, pienso en tus letras, en las letras. Miro mis tatuajes, percibo el silencio. Escribo algún cuento y me sonrió, brinco la cuerda con algún poema y me abrazo. Leo algún ensayo, medito, discuto con las páginas, replanteó, inventó otro ensayó que anexó al anterior a un juego de avioncito que me ayuda a olvidar las ideas que no me sueltan. Coloco música, saco mis colores, las acuarelas, dibujo y canto a todo grito. Camino por las calles inventó una obra que se desarrolla con loca pasión. ¿Sí no puedo?, sí entonces no puedo, me arrojo a los pies del pasto y le hago voces mientras les creo un apartado. Entre todo esto me repito que no soy mala por pensar al ser desde el polvo y el filo, que hay belleza en mí a pesar de todo lo que me digo o recuerdo... Que hay sueños. he nacido más no estoy en condena, vuelo a veces y cuento la escarcha que gira entre los claros de la luna.
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xiaogirl · 4 years
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Sexo Salvaje.
— Lámelo — demandó la rubia empujando con el pie el torso desnudo de Feng, un chico universitario al que Xiao le calculaba al menos unos veinte años de edad. Él levantó el rostro y observó con detenimiento el rostro de ella. Desde su posición, con las manos atadas en espalda y arrodillado frente a ella, Xiao le daba la sensación de alguien capaz de golpearlo hasta dejarlo inconsciente.
La falda formal cenilla a su cadera y muslos combinaba de forma exquisita con la camisa de botones que se abría ante él mostrándole el realce que le daba el sujetador a su pecho y que parecía que lo había elegido negro de forma intencional para que se viera a través del blanco transparente de su blusa que no le dejaba mucho a la imaginación.
Para Feng, Xiao era una mujer dominante y contradictoria a su apariencia tierna porque el rostro pequeño, los piercings e incluso el tatuaje de una rosa en su pómulo izquierdo la hacía ver como una niña. Pero Xiao al hablar era completamente diferente, su tono siempre era autoritario, rudo, irónico e incluso hasta despectivo y ni hablar de su personalidad intensa, que le hacía sentir como si lo odiara, la presencia de Xiao era abrumarte, fuerte y podías sentirla entrar en la habitación sin que ella dijera una sola palabra.
Para Xiao, en cambio, Feng a pesar de su rostro bonito, su alta estatura y aquella apariencia que lo hacia ver alguien vigoroso, para ella solo era un juguete, al que podía tratar de la peor manera posible y soportaba sus golpes, porque esa era su relación.
Lo había conocido hace varios meses atrás en un bar gay, Xiao supuso que Feng era homosexual o al menos bisexual, su sorpresa fue saber que era completamente hetero y no dejaba de verle las piernas durante toda la noche, al fin y al cabo Feng era hombre y Xiao sintió asco en un principio.
Y quizás estaba lo suficientemente ebria para cuando habló con él y escupió sobre sus zapatos cuando este la invitó a un trago y todo fue tan rápido que para cuando ella se dio cuenta despertaba al amanecer enrollada en una sábana desnuda junto a él con el labio partido y la espalda llena de rasguños y ni hablar de la apariencia de Feng. Desde ahí, Xiao se convirtió en su ama y se juntaban a prácticas BDSM.
Y ahí estaban, el cuerpo desnudo de Feng acompañado del pie de la rubia empujando su pecho esperando a ser lamido. Él, obediente, hizo caso y metió el dedo pulgar de Xiao entre su boca, succionando y lamiéndolo, observó la expresión de la mayor que apoyaba su barbilla sobre el dorso de su mano con la vista fija en lo que hacía él.
Xiao empujó su pie de forma brusca en la boca ajena, mordiéndose el interior de la mejilla porque quería ocultar lo mucho que disfrutaba la expresión de estarse atragantando que hacía el muchacho, incluso se atrevió a preguntarle si le gustaba, Feng se quedó en silencio y simplemente inclinó su cuerpo para lamer el dorso del pie de Xiao de reposaba sobre el suelo aún metido en el tacón. Y no se detuvo allí, había trazado todo un camino desde esa zona hasta el la rodilla de la rubia hasta finalmente encontrarse con su muslo metiéndose entre las piernas de ella para besar el interior de los mismo.
Xiao lo observó y Feng a ella. Ella entendió el mensaje y ensanchó una sonrisa torcida antes de decir, — puedes, pero solo porque estoy de humor. Él aún con las manos atadas tras su espalda dirigió la vista hasta la parte oscura de la falda, preguntándose si ella se había tomado la delicadeza de ponerse bragas porque para cada encuentro ella parecía saber a qué iban y se despojaba de la prenda mucho antes de encontrarse con él.
Curioso intento levantar la falda con la boca, cosa que le fue fallida y ella solo dejó escapar una risa suave levantando la cadera para subirse la prenda. La intimidad de Xiao quedó al descubierto ante los ojos hambrientos de Feng.
No las trajo, pensó él y cerró los ojos, dichoso. Acercó el rostro lo suficiente, aspirando por un momento el olor de Xiao, creyendo que era demasiado extraño sentir que ella olía a menta, para cuando lamió toda la longitud se dijo a sí mismo que no solo era olor, sino que también sabía a ella. Suspirando contra su piel y con las mejillas encendidas comenzó el trabajo que tanto amaba hacerle a quien desde meses atrás llamaba “ama”, porque la palabra que le quedaba en todos los sentidos incluso si desconocía todo acerca de ella.
Feng se sentía en el paraíso lamiendo y succionado aquellas regiones que para él, estaba haciendo suyas, felicitándose a sí mismo cuando las manos de la rubia se apoderaron de su cabeza y lo apretó más contra su piel, gruñendo. Y no hallaba el momento en el que ella volviera a permitirle fundirse en su interior porque ya lo había hecho sufrir demasiado jugando con él.
El teléfono sonó, Xiao ignoró el tono y solo movió la cadera buscando que el chico lamiera más porque era experto en ello. El teléfono sonó de nuevo y para el tercer llamado alargó el brazo hasta el bolso sobre la mesa a un lado del sillón, rebuscando entre su interior el aparato que tanto sonaba sin soltar la cabeza de Feng, obligándolo a seguirse moviendo.
Contestó sin mirar el nombre del contacto, diciéndole a su acompañante que no debía detenerse, llevó el teléfono hasta su oreja, tomó aire y saludó, ocultando su tono desesperado. Para Feng fue increíble como ella manejó la situación ocultando por completo sus jadeos y gruñidos. Quiso llevarla hasta el límite querido probar que tanto sería capaz de ocultar, incrementando la velocidad con la que le hacía sexo oral, pero Xiao solo estaba en silencio y dejó de apretar su cabeza contra su intimidad.
— Deténte — demandó, él no hizo caso, ella volvió a darle la misma orden pero Feng sólo hizo caso omiso, lo siguiente fue un empujón y una cachetada lo demasiado fuerte como para hacerle girar el rostro.
Cuando miró de nuevo a Xiao, su mano roja se cerraba en un puño contra su pecho, tenía la mandíbula apretada y casi podía jurar que el teléfono se partiría ante su agarré. No controlaba su respiración y fuera lo fuera que estaba escuchando solo le hacía cambiar su expresión a una más enojada.
Xiao colgó el teléfono y observó la pared detrás de Feng por un largo tiempo, intentado nivelar su respiración llena de ira. Luego dirigió su mirada hasta el chico sobre el suelo, desató sus manos y mientras el sobaba sus muñecas ella se quitaba la ropa en silencio.
Feng no pudo decir que esa noche había disfrutada de lo que ella había hecho con él. Al contrario de otras veces había usado la fuerza, como una bestia desenfrenada que solo buscaba sacarse el enojo con sexo salvaje, lo había golpeado y dejaba caer su cuerpo contra él con brusquedad, no había sido violado, claro que no, pero su cuerpo lo reconocía como algo parecido. Para cuando despertó, Xiao ya se había ido, no había rastro de su presencia y parecía que todo lo que había pasado en la madrugada era una pesadilla que no quería recordar porque sentía que Xiao había cruzado los limites y solo su cuerpo de la forma más dolorosa posible. 
Encendió la televisión mientras reposaba su cuerpo desnudo sobre el sillón, con una bolsa de hielo sobre su pene porque este le dolía. Zigzagueo por los canales hasta que se encontró con el canal de las noticias con un titular llamativo para todos los chinos.
El jefe mayor de las triadas había sido asesinado por una mafia extrajera y con él un montón de personas más.
#BLONDIE.  #SC040
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lasideasdeluna · 4 years
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Corazones de papel
¡Oye, pues sí! Estoy vivaaaaaaaa. Miren, esto se puso intenso. Corazones de papel es un escrito que he tenido por siglos en las notas de mi celular y que nadie ha leído, a excepción de un par de mis amigas, que nunca saben decirme que no lol. Esta no es la versión original, pero solo he cortado unas cuantas partes por el bien de mi reputación. Coño, ni tanto. Que estoy exagerando. No os alteréis, colegas. La cuestión es que como el back-to-hell aka school/college me cogió desprevenida y no pude realizar unos planes que tenía para unos escritos, he decidido que el mundo lea esta maravilla. El tipo es un kbrón. De antemano. Así, crudo. Sin filtro. Pero si quieres enterarte por qué, entonces llega hasta el final. Prometo no abandonar este blog más de una semana. Tengo mil cosas que compartir, lo juro. Pero es que vamos pasito a pasito, suave-suavecito. Also, debo añadir que estaré comenzando a escribir mi próximo guión, Desperfecto AÚN está siendo masacrado (pero es un sobreviviente) y guess what!! Los profesores ya me dejaron como tres trabajos en grupo, a pesar de esta extraordinaria situación de la puñeter- pandemia. ¡Tremendo! Nada, yo me pico en cantos. Este blog será un sobreviviente tanto como Desperfecto que, con evidencia, no es perfecto na’. Sin nada más con qué fastidiarle la audición, disfruten de:
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Era una noche de otoño para ser exactos. La cuidad estaba silenciosa y despejada a éstas horas. Cuando miré la que se marcaba en el reloj frente a mí, me pregunté dos veces si ya me había sido suficiente la pérdida de tiempo. Por otro lado, no quería regresar a casa. Aquel departamento solo empeoraría mi estado de ánimo con sus pintas de habitación ajada. Había perdido la cuenta de cuánto rato llevaba sentada en la barra del bar. El asalariado ya me había preguntado varias veces si deseaba otro trago desde que lo único que me veía haciendo cada que volteaba, era mirar el copón vacío. Siempre intentaba disculparme con una sonrisa, pero debía haberme echado del bar mentalmente desde que había parado de consumir.
Cuando hice ademán de levantarme de mi asiento un terrible diluvio se desató afuera. Como si quisiera avisarme que aún no era hora de irse. En ese mismo instante el agudo sonido de la afinación de un micrófono me taladró la cabeza, y después de varios tragos, no se sintió muy bien. Me di la vuelta para encarar con la mirada entornada la pequeña tarima del bar con un chico sentado en un taburete y una guitarra en el regazo.
—Buenas noches—La audiencia podía contarse con los dedos, así que el chico hizo contacto visual con cada una de las personas que voltearon a verlo—. Es un poco tarde, pero nunca es tarde para buena música. Espero que lo disfruten.
La aspereza en su voz con la que se presentó fue lo que me hizo montarme otra vez en mi asiento. Tal vez podía ser que estuviese cansado o que simplemente fuera su tono de voz. Luego de regodearse inició la melodía con su guitarra, inmediatamente ambientando el bar al compás de la lluvia y el olor a licores. La intensidad de las luces del bar aminoraron para enfocar su lugar. Dio paso a su voz luego de su pequeña introducción haciendo que se repartieran una retahíla de escalofríos por todo mi cuerpo cuando empezó a cantar. Su canción tuvo un sinnúmero de entonaciones bajas que hicieron que resaltara su voz. Mientras cantó, nuestras miradas chocaron un par de segundos más de lo que hizo con otras personas. Se me volcó el estómago en varias ocasiones. Tal vez por los tragos o algo por, eso era lo más probable. Pero solo para mencionar, que desde mi lugar su mirada se vio intensa y sugestionada.
Luego de que su presentación terminó volví a mirar el reloj. Aunque aún no tenía planes de ir a casa no se me ocurrió nada más que hacer aquí. Después de todo, había estado matando tiempo, pero no ganando. La lluvia había cesado y no podía encontrar otra excusa para no irme.
Sin embargo, el chico de la canción tomó asiento a un lado de mí cuando estuve a punto de levantarme.
No vaciló cuando se sentó y me puso la mirada encima. Su olor me arropó como un endredón pesado hasta las narices, del cual no supe qué distinguir con exactitud. Olía a madera y también fuerte como la pimienta. Una cerveza fue puesta frente a él sin siquiera haberla solicitado. Él se la llevó a la boca sin dejar de regalarme toda su atención.
—Llevas todo el rato aquí. —comentó. Su voz sonó totalmente diferente. Tal vez más grave y áspera.
Lo encaré, pero mi mirada lo escaneó inconscientemente.
—Y tú lo has notado perfectamente.
—¿No te parece extraño que seas la única chica? —Tragué saliva luego de haber recorrido rápidamente el alrededor con la vista. El chico desvió su mirada a su bebida con indiferencia antes de echarse otro trago. Luego, volvió a enlazarse conmigo—. La mayoría tiende a irse antes de las dos y media de la madrugada.
—Hasta ahora no había importado tanto mi estancia.
—Solo me pareció extraño. —se irguió. Hizo que el asiento girara para quedar frente a mí, con un codo apoyado de la barra y la cerveza en la misma mano—. Damar
—Suriel—Le miré el tatuaje de la mano cuando hicimos apretón.
Damar se limitó a hacer un asentimiento mientras me sostuvo la mirada. Jugó con un hielo dentro de su boca que se asomó en la piel de sus mejillas. Bajo la penumbra, en sus ojos no encontré mucho. Solo una mirada constante, ambiciosa y penetrante.
—Parece como si no hubieras tenido un buen día de trabajo, Suriel. —me dijo.
Estuve a punto de preguntarle de dónde lo había sacado, pero el desvío de su mirada hacia mi torso me recordó que traía puesto mi uniforme laboral.
Me reí de mí misma.
—Es un poco evidente...
—¿Quieres sacarlo?
Lo miré.
— ¿Por qué te contaría algo así?
—No tienes que hacerlo —sonrió y se devolvió a su antigua posición, dejándome su perfil de vista. No pude pasar por alto los hoyuelos que se le marcaron—, pero te sentirías mejor.
Imité su posición y mi mirada chocó con el reloj un vez más. Damar no volvió a mirarme ni a decir otra palabra. Por lo que noté por el rabillo de mi ojo, parecía estar esperando por mí mientras miraba y recorría en círculos el bebedero del vaso con la yema de su dedo índice. Solté un pequeño suspiro. No quería decírselo a un cualquiera, aunque si lo pensaba dos veces, no importaría mucho lo que pensara de mí porque no me conocía. Tal vez podía ser cierto lo que él dijo y solo podría hacerme sentir mejor soltárselo a un desconocido.
Damar se paralizó después de haberme escuchado. Pareció como si se hubiera tomado unos segundos para procesarlo. Su mirada volvió a mí por encima de su hombro, un poco más sosegada que las anteriores.
—¿Por qué?
—Por cupo—apreté los labios—. O tal vez porque sí y ya.
—¿Y qué piensas hacer con eso? —Me señaló con un movimiento de su mentón, refiriéndose a mi uniforme.
—Tirarlo—me alcé de hombros—o venderlo.
—¿Y tú? —levantó la mirada—. ¿Qué harás?
Tragué saliva. No supe cómo responder o por lo menos rematarlo, pero al menos le sostuve la mirada. Me dio la impresión de que Damar se estaba poniendo muy cómodo como para indagar en la vida de una persona que no conocía en lo absoluto. No me estaba juzgando, pero tampoco me gustaba que se tomara la libertad de seguir preguntando. Se me trancó la lengua e incluso se me aceleró el pulso. Tal vez era eso lo que me había molestado y no el que estuviera preguntando. Si no, desde un principio no le hubiera contestado.
—Ya ha sido suficiente sobre mí, ¿no crees? —le dije. Damar sonrió. No sé si burlándose o compadeciéndose de mí—. ¿Qué hay de ti?
—Me voy a casar—soltó tomándome con la guardia baja. Soltó como si un novio no debiera estar emocionado. Lo acompañó de un largo y amargo trago de su cerveza. Se le perdió la vista en algún punto mientras tragaba con lentitud. Me di cuenta de que tenía una nariz perfilada y una larga y cuadrada mandíbula—con alguien a quien no amo.
Se me aceleró la respiración a medida que seguí notando la indiferencia con la que lo expresó. Aunque no pudo habérselo dicho a nadie mejor, pues ninguno de los dos estaba en posición de decir nada, me pareció la manera más cruda de decírselo a alguien.
Cuando se terminó su bebida me miró consiente de que la noticia había caído como balde de agua fría y que aún no había podido reaccionar. La verdad es que no sabía cuál de ambas situaciones era peor. Realicé que nada en realidad era tan grave hasta que escuchabas otras historias. Cualquiera de ambas posiciones apestaban, y al mirarlo a la cara, lo menos que se me hubiera cruzado por la mente era algo parecido.
Damar soltó una pequeña risa que me hizo regresar a tierra. Sus hoyuelos se abrieron paso en sus mejillas y me distrajeron de mis cavilaciones. Damar tenía cabello rizado y más o menos largo para un hombre. Un rizo le rozaba el pómulo derecho. A pesar de que mi vista perseguía cada detalle, no guardaba relación con ninguna de las preguntas que se formulaban dentro de mi cabeza.
—¿Tú qué harías? —Volvió a preguntar, tal vez para ponérmela más fácil.
—Decírselo a la persona. —sugerí, pero él negó con la cabeza—. ¿Por qué no?
—No está en las opciones cuando ha sido por arreglo.
Esbocé una pequeña sonrisa confundida.
—¿En qué siglo crees que estamos?
Damar se rió por lo bajo, esta vez asintiendo como si estuviera de acuerdo. Desvió la mirada dos veces, pero me la devolvió a los ojos batiendo sus largas pestañas.
—Entonces... ¿Así estarás el resto de tu vida? —le dije.
—¿Me sugieres algo?
—Otra cerveza. —bromeé. Llamé la atención del barman con un gesto de manos mientras Damar se reía.
—Te he visto antes...
—¿Cómo? —Lo miré, tomada totalmente por sorpresa.
—Aquí mismo sentada. —soltó una exhalación y se cruzó de brazos cuando la nueva jarra de cerveza fue plantada frente a él. Levantó su mirada—. Sufres decaídas cada... una semana y media, más o menos. Y siempre tomas los mismos tragos. ¿No te has dado cuenta que siempre es la misma canción?
—Y el mismo sujeto. —añadí, en efecto, refiriéndome a él.
—Ya... —sonrió. Tal vez para sí mismo—. El bar cerrará.
Miré la hora del reloj y de momento realicé que éramos los únicos en el bar. Miré desconcertadamente cómo Damar se regodeó para levantarse del taburete mientras que en mi mente no podía procesar que nuestra pequeña charla hubiera acabado tan rápido.
—¿Te vas? —Me arrepentí enseguida salió por mi boca y quise desaparecer de la faz de la Tierra. Soné como una colegiala desesperada, y cuando Damar me miró por encima de su hombro, el pecho podía explotárseme en cualquier momento.
Tal vez porque no se lo esperaba. Vamos, que yo tampoco. No obstante, después de haber recuperado sus movimientos corporales, Damar soltó un suspiro apoyado de frente a la barra y se tomó un par de segundos en volver a mirarme. También volvió a sonreírme, pero esta vez sí consideré que estuviera burlándose.
—¿Tienes algo mejor qué hacer?
  Si mi madre estuviese viva seguramente me reprendería hasta explotarme los tímpanos y eventualmente me desheredaría. Sin embargo, la mejor parte es que ya era una adulta. Una adulta a la que acababan de echar del trabajo porque habían encontrado en alguien con mejores capacidades que yo con un enriquecimiento excepcional para la compañía. ¿De qué otra manera podía ser útil? Más bien, ¿qué más podría pasarme? ¿De qué otra manera podría arruinárseme mi grandiosa vida? Pensé en que nada más podía afectarme la manera en que yo lo decidiera y que restarle importancia a que acabábamos de entrar juntos a mi departamento me haría sentir mucho mejor.
Simplemente, no tenía nada qué perder... porque no tenía nada.
—Puedes poner tu guitarra por ahí. Volveré con algo para tomar. —anuncié, dejándolo sentado en la mesa redonda que vestía el pequeño espacio entre la cocina y la puerta.
Mi cabeza daba mil vueltas cuando decidía pensar en una sola cosa. A lo mejor los tragos pudieron habérseme subido lo suficiente como para contrastar si en mi sano juicio hubiera hecho algo parecido. Mientras abría las botellas de cerveza, me preguntaba en qué otra cabeza hubiera cabido la idea de traerse a un desconocido a la casa. Que, de paso, estaba comprometido.
De regreso a la mesa encontré a Damar paseando su mirada por toda la estancia. El sonido de la botella contra la superficie anunció mi llegada, regresando toda su atención a mi lugar. Me pregunté qué podía estar pasándole por la cabeza desde que no había dicho ni una palabra. Damar y yo le dimos un trago a la cerveza sin quitarnos la mirada de encima. Aunque lucía sereno y tranquilo su expresión era inescrutable, y eso me estaba inquietando cada vez más. De momento su aura lucía más al mando en la barra del bar que en la mesa de mi departamento. Se sentía como si sus aires se le hubieran caído en el camino y ahora no tenía idea de qué se supone que rescatáramos de la conversación del bar para volver a tenerla.
—Supongo que tienes hermanos. —soltó confundiéndome por un instante, pero luego reparé en las fotografías que se veían desde donde estábamos.
—Así es. ¿Y tú?
—Uno menor... —Damar parecía rebuscar mucho sus siguientes palabras—. ¿Les has dicho la noticia?
—¿Tú sí? —Llamé su atención cuando me clavó la vista de golpe. Aunque se me cort�� el aliento por un instante, no reflejé mis emociones de ninguna manera. Mas cuando Damar ladeó una impertinente y pequeña sonrisa, decidí imitarlo.
—Creí haberte contestado la pregunta.
—Solo un cobarde se dejaría llevar por un arreglo matrimonial. —me eché un trago de la botella. Damar desvió la mirada a mi garganta cuando tragué—. Tú no tienes pinta de eso.
—¿De verdad? —Damar dejó la botella en la mesa y se inclinó para apoyar los codos sobre sus rodillas, de paso, disminuyendo la distancia entre nosotros. Supervisé cada uno de sus movimientos, al contrario de su mirada, que había ganado determinación y que no me había quitado de encima—. Y según tú, ¿de qué tengo pinta?
Decidí pensármelo dos veces. De momento la cerveza me había sabido más amarga y quería ir al baño para vomitarla. Aunque Damar me sostuvo la mirada un par de segundos, supo de antemano que no iría a contestarle en seguida, así que se tomó el tiempo de arrastrar sus dilatas pupilas por la longitud de mi rostro, cuello y torso.
Dejé la botella sobre la mesa. El sonido del encuentro con la superficie devolvió la mirada de Damar a mis ojos. Lo imité. Noté que nuestra cercanía no le incomodó. Cuando sentí la combinación de nuestras respiraciones, supe que él también podía sentirlo.
—En el bar tenías pinta de un hombre sincero. —susurré. Damar descendió su mirada—.  Creo que te sentaría mejor serlo antes de que puedas arrepentirte.
Damar asintió como si de verdad estuviese considerando lo que acababa de decirle cuando en realidad había estando canjeando su mirada entre mis ojos y mi boca cada vez que continué diciendo otra palabra. En ese momento me sentí osada. Mientras le sostuve la mirada a Damar pensé en que ninguno de los dos parecía estar realmente preocupado por los problemas que nos cargábamos encima de los hombros. Damar había confesado que ya me había notado antes y yo no podía sentirme más familiarizada con un completo extraño. Por un momento, por un distintivo momento, pensé en que ya nada era demasiado importante.
A lo mejor seguía siendo el efecto de los tragos, pero eso ni siquiera era relevante.
No me sorprendí cuando Damar atrapó mis labios de un movimiento. De hecho, abrí mi boca para permitirle el paso. La carnosidad y suavidad de sus labios me hizo saltar el corazón un instante, pero supe disimularlo mientras seguí correspondiéndole con otro meneo. Sentí la palma de su mano plantarse en uno de mis muslos y ascender su longitud mientras me embelesaba con los movimientos de sus labios, sin embargo, cuando sentí el apretón en una de mis caderas, me sobresalté y concluí el beso de una imprevista manera.
—Lo siento, yo...
—No pasa nada. —me dijo—. Ha sido mi culpa, lo siento.
Damar estaba listo para irse. No podía volver a dejarlo ir por segunda vez.
—Espera—Quizá me arrepentiría dos segundos después de haberlo analizado, pero desde el punto que ya habíamos alcanzado me daba igual. Ahora era yo la que necesitaba una segunda oportunidad—, no quiero que te vayas.
Escuché el pequeño suspiro de Damar y lo miré de reojo. Incluso desde mi lugar sus labios lucían rosados y recién ultrajados. Me devolvió esa sensación de querer volver a sentirlos en menos de lo que pensé que pude llegar hasta él. Cuando lo tuve de frente, uno de sus rizos se interponía entre su ojo derecho y su mirada me estudiaba con cierta irresolución. Hacía rato que no decía nada, pero no importaba. Sabía que no quería irse del todo. Sabía que deseaba esto tanto como yo.
—Suriel—A pesar de que ya lo había mencionado, mi nombre no había sonado tan cautivador nunca antes. Damar tragó saliva—, no podemos avanzar.
—Ya tiraste la piedra. —Enarqué una de mis cejas sin siquiera realizar lo imperiosa que había sonado—. ¿Vas a esconder la mano ahora?
Sin lugar a dudas, debió ser el efecto de los tragos. Debíamos apoyarnos de ahí. O por lo menos yo, para justificar la autenticidad de mi irracional comportamiento.
Damar me sostuvo de la nuca antes de arrasarme la boca con la aproximación de sus labios. 
TRES SEMANAS DESPUÉS
—¿Vienes en camino?
—Olvidé comprar la salsa picante para los tacos del piscolabis. —Me reí tímidamente por lo bajo mientras conducía por las calles del pequeño pueblito en el que vivía. Escuché el chasquido de mi amiga a través de la línea—. ¡Estaré allí en diez minutos!
—Que sean cinco. —Sicilia recomendó—. Quiero que estén todos los invitados primero. ¡No te tardes!
Llegué al vecindario de mi mejor amiga alrededor de siete minutos más tarde de lo que había aproximado. Aparqué mi auto unas cuadras más abajo de su casa desde que el lugar estaba abarrotado. Con suerte, la lluvia había cesado para cuando tuve que caminar hasta la casa de Sicilia. De otro modo, hubiera encharcado los zapatos que estrenaba hoy a juego con el vestido que estaba cernido a mi cuerpo.
Rodeé el ancho de la casa y pasé directamente a la carpa estilizada que Sicilia instaló en la parte trasera del jardín de su casa. Me encontré con algunas caras conocidas en el camino antes de llegar a la mesa de los piscolabis. Sicilia era una persona bastante perfeccionista y calculadora, así que debía estimarse la cantidad de trabajo que pasó decorando su jardín para la pequeña actividad que organizó su madre. El jardín contaba con una alberca y unas preciosas esculturas de cerámica alrededor de ella. Sicilia estaba obsesionada con la mitología griega y eso hasta un ciego podía notarlo.
La divisé a lo largo del atestado espacio. Llevaba un vestido blanco con estampado aflorado y falda de paneles que le llegaba hasta las espinillas. Un labial rosado que resaltaba su piel de porcelana y su cabello rubio atusado como a una de esas mujeres de la realeza.
Ella era todo lo que una mujer podría querer.
—��Ahí estás! —chilló cuando nos encontramos con la mirada—. ¡Dios! Llevo preguntando por ti desde hace un siglo. ¡Hazte para acá!
Rebasé el jardín de una esquina a otra y me adentré al interior de la casa. Sicilia rápidamente me recibió acomodándome el cabello sobre los hombros.
—Estoy hecha un puerco espín. —masculló.
—Estás perfecta, Lila.
—¡Estoy así! —Estiró los dedos de sus manos como si no tuviera articulaciones—. ¡Con los pelos de punta!
—Es normal que estés nerviosa, Lila. —dije desde su espalda, mirándola a través del reflejo en el espejo que teníamos enfrente—. ¡Además! Ya se han visto un par de veces.
—Si el tipo no decía más de tres palabras, ahora será incluso peor. Las cosas van a cambiar, Suriel. Van a cambiar y no sé si sea para bien.
—¡Escúchame! —la agarré de los hombros y la encaré. Decidí restarle importancia al asunto. Sicilia era la mujer más confiada de sí misma que había conocido nunca. Esto solo pasaba rara la vez—. ¡Estás exagerando! Tienes todo bajo control, Lila. Tú misma has dicho que es el indicado. Ese es tu chico.
En cambio, el anillo que Sicilia me mostró con solo levantar la mano fue lo único que necesité para sentir la realización caerme como balde de agua fría. Mi mirada canjeó entre sus ojos y el anillo.
—¿Tan rápido?
—Mamá dijo que en cuanto antes, mejor. —Sicilia ahora parecía ansiosa—. Estamos en apuros, Suriel. Y el tipo te baja el cielo si se lo pides. Compra una mina de oro si se lo pides. Compra al mejor séquito de doctores del mundo y los hace tocar la puerta de ésta casa si se lo pido. Es ahora o nunca.
Sicilia había conocido a este chico en la última intervención quirúrgica de su padre, y hoy todos tendríamos el honor de hacerlo. Era el hijo del propietario de la cadena de hospitales del pueblo y sobrino del presidente del Departamento de Salud del Estado. En resumidas cuentas, el chiquillo tenía una pila de contactos, disposiciones y firmas al alcance de su mano. La madre de Sicilia era una neuróloga en el hospital donde estaba la oficina del padre del chico. Eventualmente se relacionaron muy bien hasta convertirse en una allegada de mucha confianza. Por casualidades no tan sospechosas de la vida, Sicilia,  y ahora su prometido, se habían conocido y relacionado muy bien, aunque para su madre fuera más bien una especie de negociación. De este modo, tendrían acceso a los mejores hospitales, doctores y tratamientos para atender a su padre. Y no era que Sicilia no estuviese enamorada...
Si no más bien, se sentía completamente acorralada.
Cuando el presunto chico llegó a la actividad, decidí darle espacio a Sicilia. Sabía que causaría demasiado revuelo. Era la primera vez que se dejaba ver, y de solo saber que Sicilia por fin tenía un hombre en su vida, ya era suficiente. Me paseé por la mesa de los piscolabis para matar el tiempo. Agarré un platito para servirme un poco de todo lo que encontrara en el camino. Me serví un poco de jugo de frutas en un contenedor reusable y decidí mirar a mi alrededor para buscar un lugar en donde reposar con la picadera.
En eso, Sicilia y su prometido me sorprendieron por encima del hombro.
—¡Ella es mi mejor amiga! Suriel, te presento a Damar Ibáñez. —Cuando me volví completamente creí perder el peso de mi cuerpo y dejé caer mi contenedor tanto como mis piscolabis.
Sicilia intentó ayudarme mientras Damar se mostró con una impecable sonrisa.
—¿Estás bien? —me preguntó mirándome como si no fuese capaz de reconocerme. El desconcierto en su expresión, la naturalidad en su mirada y la intrepidez con la que fingía era lo que me había perturbado desde un principio. No sabía ni cómo encarar a mi mejor amiga. Sentí que el mundo se iba a acabar, pero Damar seguía intacto como un invitado dentro de él. Pacífico e intacto. —Estaba ansioso por conocerte, Suriel. Me han hablado maravillas de ti.
No copias. Cero adaptaciones. Por favor, respeten los derechos de autor.
¿Visualizas una segunda parte de Corazones de Papel? Repostéalo con tu respuesta y queda pendiente de lo que pasará. 
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sophiaasmind · 6 years
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Juntos por siempre
— ¡AL FIN! – James daba brinquitos – ¡SOMOS LIBRES! – se quitó la bata del colegio, dejando solo su camisa medio abierta y sus tirantes adornando el uniforme.
Recién habían terminado los TIMOS y nada mejor que celebrarlo con un descanso bien merecido en los jardines de Hogwarts.
— Cornamenta ¿Puedes dejar de gritar? – le dijo Sirius, recostado en un árbol tapándose el rostro del sol con la capa de James – intentó dormir, se recargó en el hombro de Remus quien estaba a su lado, leyendo y riendo de sus amigos.
— Nada de sueños y lecturas – les dijo James, pero no miraba a sus amigos, si no al chico que se acercaba a ellos – vamos a hacerle una pequeña broma a Quejicus.
Sacó su varita del bolsillo, Sirius saltó poniéndose de pie, olvidando por completo el sueño, Remus también bajó el libro rápido y se había puesto de pie para detener a sus amigos.
— No hagas nada de lo que te vayas a arrepentir, James – suplicó.
— No me voy a arrepentir de esto – dijo para si, sonriendo, ante tal gesto, Peter se encogió más de hombros como si eso fuera posible.
— ¡Hey Quejicus! – lo llamó Canuto, este se volvió a verlo con el ceño fruncido.
— ¿A quién le llamas así, Black? – se acercó amenazadoramente.
— No veo a alguien más que haya reconocido tu apodo – se burló.
Severus sacó su varita, y antes de poder hacer otra cosa, Snape ya flotaba por los aires, como si lo hubieran sujetado de los pies, quedando de cabeza, los chicos comenzaron a reír, al igual que algunos de los compañeros que estaban cercano.
— Eres más soportable cuando estás de cabeza – se burló James, señalando a la víctima con su varita para mantenerla en el aire.
Snape solo se sacudía sin decir nada, estiró los brazos por la cabeza cuando se dio cuenta que ya no podía ser más humillado, podía distinguir a varios chicos más riéndose de el.
— ¡Basta, basta, James, basta! – se oía gritando Lily quién se acercaba corriendo – ¡Déjalo ir!
— ¿Acabas de llamarme James? – rió burlón, Lily no pudo evitar el sonrojo, pero lo siguió mirando con el entrecejo fruncido.
— ¡Déjalo! – le volvió a ordenar. El de gafas solo se encogió de hombros y apartó la varita del chico, quién cayó al piso, está vez nadie rió, Severus se puso de pie, sacudiendo su uniforme y rojo de la rabia.
— Tienes suerte de que haya llegado Evans, Quejicus – le dijo riendo.
— Yo no necesito ayuda de ninguna sangre sucia.
Los presentes ya se habían dispersado, Lily miró a su amigo con un gesto de tristeza y decepción, James le lanzó una mirada asesina, Sirius parecía asombrado al igual que Remus, Peter se escondió detrás de Canuto. Y Severus, notando su error, abrió la boca para decir algo pero las palabras no le salían.
— Hey... – James iba a reclamar, empujándolo hacia atrás, como quien quiere buscar pleito.
— No digas nada, Potter– lo calló la pelirroja, su mirada fuera Snape – que te has una buena vida... Quejicus.
— Lily, en serio, tines que bajar, amenazó en quedarse ahí toda la noche si no vas – dijo Mary entrando al dormitorio.
— No importa, que se quede ahí, se lo merece – respondió Marlene, con los brazos cruzados. La pelirroja les había contado a usted amigas lo sucedido, y con toda razón, todas estaban enojadas con Snape, diciéndole una y otra vez a Lily que ellas ya sabían cómo era su "amigo" si a ellas las trataba mal ¿Por qué a Lily la tenía que tratar diferente?
Cansada, la chica se dirigió al retrato de la Señora Gorda, se paró frente a Severus, con los brazos cruzados.
— Lo siento – comenzó el chico.
— No me interesan tus disculpas
— ¡Lo siento!
— Pues ahorrátelas – contestó con antipatía – si he salido es porque Mary me ha dicho que amenazaban con quedarte a dormir aquí
—Es verdad. Pensaba hacerlo. No quería llamarte sangre sucia, se me...
— ¿Se te escapó? – no había ni una pizca de compasión en la voz dela chica –Es demasiado grande. Llevo años justificando tu actitud. Mis amigos no entiendo si quiera por qué te dirijo la palabra, tú y tus valiosísimos amigos mortífagos... ¿Lo ves? ¡Ni siquiera lo niegas! ¡Ni siquiera niegas que eso es los que todos aspiran a ser! Estás esperando a unirte a Quien-tú+sabes, ¿verdad? – Snape abrió la boca pero la volvió a cerrar –No puedo seguir fingiendo. Tú has elegido tu camino y yo he elegido el mío.
— No... Espera, yo no quería...
— ¿Llamarme sangre sucia? Pero si llamas así a todos los que son como yo Severus ¿Dónde está la diferencia?
Snape no encontraba las palabras, y ella con una mirada de desprecio, se dio vuelta y se metió por el hueco del retrato.
— No debiste hacer, no debiste hacerlo – Remus repetía una y otra vez a James, iban detrás de la profesora McGonagall rumbo a su oficina, un camino que ya conocían tan bien como si sala común.
— Esto es imperdonable – dijo la profesora una vez que ya estaban sentados en unas sillas frente al escritorio, uno para cada uno, qué casi ya tenían su nombre en el respaldo – primero meter animales, y luego esto – alzó la mano hacia un costado señalando a los jardines – ¿No puede haber un día donde no hagan nada fuera de las reglas?
James susurró algo a Sirius como "¿hay reglas?" Y ambos rieron.
— Con todo respeto profesora – comenzó Remus, con su tono respetuoso habitual para hablar a sus mayores – nosotros no provocamos lo del ataque de los animales, y lo de hoy...
— Señor Lupin – Lo interrumpió – estoy muy decepcionada de usted, lo elegí como prefecto para que controlará a sus amigos, pero al parecer ellos lo controlan.
— Remus no tubo la culpa – intervino Sirius.
— Una más – los señaló con un dedo a los chicos pero su mirada iba a Remus – y dejas de ser prefecto.
Un sermón después, los dejó libre, se encaminaba a la sala común.
— Es nuestra culpa Lunático – habló James – sabes que no fue nuestra intención que quisiera quitarte tu título – lo dijo cuando ya habían entrado a su dormitorio.
— Cornamenta, no me importa el título – le sonrió – es solo eso, un título y un escudo en el uniforme.
— Pero en un futuro, esas referencias te ayuda a conseguir trabajo más rápido – apuntó Sirius.
— Soy hombre lobo, no voy a conseguir trabajo después de esto, aparte, no es seguro, la guerra ya ha empezado.
— Mientras estemos juntos y nos ayudemos mutuamente no va a pasar nada malo – consoló James.
— ¿Siempre juntos? –mm preguntó Remus.
— Siempre juntos – respondió el de gafas.
— Lo juro solemnemente – Sirius sonrió a sus amigos.
Miraron a Peter.
— Juntos siempre – susurró.
                                         •••
— No lo haré – sentenció Remus – yo sé que dije que deberíamos tener un pacto de nuestra amistad pero no era lo que me refería.
Habían ido a Hogsmeade, se había abierto una tienda de tatuajes, solo mayores de edad estaban permitidos, pero Sirius les había arreglado y falsificado la firma de sus padres.
— Yo tampoco quiero – susurró James.
— Vamos, no va a doler, son unas gallinas.
Les indicó a los trabajadores del lugar que podían trabajar en ellos.
El tatuaje diría "merodeadores" Sirius quiso el tatuaje en el brazo, Remus en la clavícula al igual que James y Peter decidió que en su muñeca quería el tatuaje.
Al final, todos no paraban de tiro, pues Sirius había llorado del dolor, pero a pesar de todo, siempre tendrían su juramento, juntos por siempre.
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Agosto 26 del 2022
Estoy bien,hago cosas nuevas
Duermo un poco más tarde los domingos
Hago mandados sin lista
A veces sirvo la leche antes que el cereal
Hoy se que las mentiras se dicen con los dedos cruzados
Me contaron que tienes nuevos tatuajes
Lees un poco más por las noches
Y evitas los olores dulces
Me pregunto porque
Hoy sabes que las mentiras se dicen con los dedos cruzados
Nunca pensé que al dejarte ir esa noche encontraría los restos de mi en el armario
Pensé que dolería pero fue una bonita coincidencia. Serendipia.
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pelikoi · 6 years
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Mara se dejó caer, satisfecha, sobre el colchón, arqueando la espalda con un suspiro. Sonrió al notar el peso de Nukkle tumbándose boca a bajo a su lado, gruñendo quedamente. Estiró el brazo, con los ojos entornados por la somnolencia tras el sexo, y acarició con la yema de los dedos la piel de la espalda del goblin, recorriendo las líneas borrosas  de un antiguo tatuaje hasta el hombro. Él hizo un ruidito de gusto y se reacomodó, poniendo los brazos bajo la cabeza, medio escondiendo la cara.  La chamana le observó en silencio. Le gustaba la punta caída de sus orejas que, en su opinión, le daban un aire de cachorrito que desentonaba con el resto de su rostro anguloso y con el cuerpo nervudo y áspero, cruzado por tantas cicatrices que destacaban sobre la piel como relámpagos en una noche de tormenta. Se apoyó sobre el codo, inclinándose sobre él, y le besó la nuca. El goblin se revolvió ligeramente. – ¿Qué pasa? – Me haces cosquillas con el pelo.– Incluso su voz era ronca y rasposa. Cuando pensaba en Nukkle le venía a la mente la imagen de una lija. Se preguntó si alguna vez había sido suave. Continuó con su paseo por la espalda de su amante, trazando intrincados dibujos invisibles con el roce de sus uñas. Frunció el ceño al toparse, en el costado derecho, con una marca que sobresalía, pálida, con forma de media luna. – ¿Fuiste esclavo? – ¿Mhm? ¿Qué dices, nena? - Giró la cabeza para mirarla con un ojo. – No pasa nada, ¿eh? Rayo fue esclavo también. – Bueno pues yo no.– Le vino un rapto de inspiración.– Solo soy esclavo de tus besos.– Sonrió, canalla, atrapándola con el brazo para tumbarla de nuevo junto a él. Mara puso los ojos en blanco. – ¿Alguna vez te ha funcionado eso? – No sé, dímelo tú.– La atrajo hacia sí y Mara le besó, riendo.– Gané.– Su sonrisa se amplió, haciendo surgir arrugas en la comisura de sus ojos.– Y bien, ¿a qué viene eso de – bostezó– si he sido esclavo? – Tienes una marca a fuego aquí.– La tocó. – Pensé que era por eso. – Ah.. eso. No, es por…– Aguantó la frase inacabada unos segundos, mientras se le ensombrecía la expresión. – Es por otra cosa. – ¿No me lo vas a contar? – Algún día. Ahora sé buena y déjame dormir un rato, ¿eh? Mara asintió y bromeó tildándole de “viejo” antes de acurrucarse a su vera. Ella se durmió antes. A pesar de sus palabras, traer a colación la marca había inmerso a Nukkle en una vorágine de recuerdos que le mantuvieron en vela un largo rato.
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pequenostatuajes · 4 years
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Por OK, hecho en Manhattan. http://ttoo.co/p/267519
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tatuajespequenos · 5 years
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Por Christopher Vasquez, hecho en Manhattan. http://ttoo.co/p/258044
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calacasycalaveras · 5 years
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Anillos de calavera joya para entusiastas moteros
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Anillos de calavera joya para entusiastas de las motos
Los diseños, materiales y precios de las joyas para hombres han evolucionado en las últimas dos décadas, especialmente en el ámbito de los atrevidos accesorios de estilo biker que son la manera perfecta de extender el caminar rebelde, hablar y guardarropa de chaquetas de cuero resistentes, jeans rasgados y botas resistentes. Sin duda, lo entendiste bien ... estamos discutiendo los anillos de calavera de Diamante y demás, que están destinados a los hombres que les gusta todo en el lado salvaje, particularmente sus gemas. Con un anillo de calavera de plata Diamante hecho deliberadamente en un dedo o más, el verdadero amante de los cruceros tiene la oportunidad de llevar a cabo una mirada malévola, amenazante, ¡no me molesta que sea llamativa y adecuada para la fumadora Harley en el frente! Los ciclistas extremistas, o 'renegados' como su abuela puede llamarlo, por regla general son exigentes con los adornos que usarían. 1. En el caso de que la leyenda del hard rock no sea loable, es horrible. 2. En caso de que parezca modesto, necesita clase y orgullo. ¿No utilizarías una cuerda en lugar de una cadena de bicicleta actualmente? 3. Incrementos con clase de piedras preciosas al rojo vivo en los anillos de calavera es un pensamiento descabellado que por fin hace de las gemas de motociclista una alternativa práctica frente a un anillo de piedras preciosas para hombres. Tener piedras preciosas Es la mezcla de estilo genuino y extravagante. En el momento en que uno necesita encender el fuego en el interior, déjelo ascender en llamas bajo una disposición caliente de ruedas, y conduzca sobre cada carrera de articulación de estilo estable de los adornos de los hombres del molino que ha hecho hasta ahora, la joya que se ve realmente en los anillos de calavera .
Diamantes y calaveras reales: una nueva revelación
Para hacer un anillo de calavera de piedra preciosa absolutamente travieso, primero se lanza un anillo de plata y se rasca a mano con bengalas expresivas, tatuajes o sutilezas potencialmente diferentes. La gran estructura requiere piedras preciosas finas certificadas en la extensión de .1 quilates a .5 quilates, que luego se colocan deliberadamente de acuerdo con el cráneo. Las pequeñas piedras también pueden mejorar el templo, la mandíbula o, para todos los efectos, en cualquier otro lugar del anillo. ¡Sin embargo, a los hombres en su mayor parte no les importan los planes baratos que unen numerosas pequeñas piedras repartidas por todas partes! En el caso de que esté comprando para su media naranja o para otra enorme, recuerde eso. Para salvar el estilo varonil y el reclamo, el gran anillo de calavera de piedra preciosa tiene dos espléndidas joyas auténticas de corte redondo engastadas como los ojos de la calavera. Innumerables reflexiones de moda para la disposición de piedras preciosas oscuras pueden acelerar una apariencia de temática gótica progresiva mientras aún se descubre cómo reflejar el estilo urbano de una manera suprema diferente a la de otras piezas de volantes masculinas. En cualquier caso, la inclinación de cada individuo sería distintiva, por lo que la costumbre sería la respuesta principal para abstenerse de terminar con algo lamentable. Para aquellos que desafían los altos océanos al igual que consumen su elástico en los bulevares de la ciudad: los surfistas y los motociclistas disidentes, un anillo de calavera plateado diseñado en las líneas de un tema de Piratas del Caribe, con huesos cruzados, es un fuerte método para obtener un logotipo llamativo y cuadrado que comunique "arriesgado saber" mientras refleja el estilo individual. Verdaderas joyas, especialmente las básicamente impecables, piden un costo de primera clase. ¡De todos modos puede ser menos de lo que piensas! Read the full article
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Estudio sobre Ifigenia
Enfrentarme al recuerdo de Ifignenia tendido en la cama bajo la luz roja casi paranormal del hotel me paraliza y me hiela la sangre como si fuera un veneno, ya sea plasmarlo sólo en mi mente o en este papel, me petrifica. No es que se me ponga la mente en blanco, señor lector, no, nada de eso. No es un bloqueo, no es enfrentarme a la hoja en blanco simplemente, es algo que desde mi punto de vista, es muchísimo peor: Ifigenia en sí misma es interminable, tanto, que el torrente de palabras se acopla y se acumula en mi mente de forma que se queda ahí, atascado y no pueden fluir hasta mis dedos y hasta mi pluma. Entonces, usted comprenderá, estimado lector, la dificultad que representa para mí simplemente contarle, relatarle, ofrecerle aunque sea un ligero esbozo de lo que es ella y yo quiero explicarle porqué, porqué es importante que usted sepa. Es importante que yo le transmita con la mayor precisión posible y a todo detalle lo que Ifigenia es en este mundo y quizás en otros, porque fue mi amor. Solamente por eso, porque si usted lo sabe, si lo ve plasmado en este papel, inmediatamente, se creará un lazo especial y eterno que lo conectarán a este sentimiento especial, sólo por haberlo leído y comprendido.
¿Por dónde empezar entonces? Para que este estudio sea riguroso, supongo que tendría que referirme a la forma física que encarna en esta tierra. A primera vista, no es nada que podamos confundir en la cotidianidad  de cualquier avenida transitada, es algo fuera de lo común: una piel hermosa y  más blanca que el papel, surcada en la mayor parte de su superficie por hermosos tatuajes, cabello largo hasta los hombros de color negro, mentón definido como una escultura clásica, ojos grandes y fríos del color de los árboles en otoño, boca generosa, nariz pequeña, de altura estándar y complexión delgada. Me acuerdo que la primera vez que la vi, su rostro no fue lo único que me deslumbró, yo nunca se lo dije porque pensé que iba a considerarlo extraño, pero mi parte favorita sin duda eran sus manos. Tiene las manos más lindas, pequeñas, pálidas y perfectas que me haya cruzado en la existencia. Sobre todo me gustaban por lo pequeñas, no sé porqué, pero ese mismo día, cuando tuve sus manos entre las mías, supe que nunca me iba a cansar de acariciarlas. Todo su cuerpo era sin dudas un lujo para mí, todavía pienso que era alguna clase de justicia universal o algo así, no creí que fuera posible que yo tuviera acceso ilimitado a tanta belleza. Porque si algo se debe decir sobre Ifigenia es eso, que todo su ser exhala belleza. Hasta su nombre, que debo admitir, hasta conocerlo, nunca me había resultado particularmente agradable, me transmite belleza y por supuesto, es porque es ella la que lo porta. Para continuar mi descripción sin irme de las ramas (tanto), debo hacer mención de ese cuerpo en su totalidad. Los pechos y gran parte del torso, perfectamente proporcionado, está marcado por una gran flor de loto enmarcada en un círculo y luego en un triángulo, el abdomen, perfecto también y las piernas fuertes y delgadas terminan de completar a un ejemplar único en su clase. No sería suficiente toda la objetividad, todo el método científico para realizar una descripción que le hiciera justicia, por lo que mucho me temo, señor lector, que no podrá hallar aquí apuntes ordenandos por una claridad epistemológica, porque aquí, la ciencia no tiene lugar, yo le afirmo sin titubear, que Ifigenia es a todas luces, la criatura más perfecta que estos ojos hayan registrado en este tiempo y lugar.
No obstante, me voy a esforzar para continuar con la débil línea de este rejunte de descripciones y anhelos que intentar ser un apunte legible para usted, el que me lee. Ahora es donde debo referirme a su comportamiento, debo expresar lo observado y registrar todos los datos que recogí, como en todo experimento. Pero yo ya aclaré que esto no es cuestión de ciencia, entonces, no puedo asegurarle que vaya a comprender a la perfección cómo actúa porque ni yo misma pude, para serle sincera. Yo soy un ser simple como un cielo despejado pero ella, ella podría desafiar al mismísimo Lacan. Su primera característica es que es un ser musical, es por ello quizás que resulte tan dificultoso escribir sobre él, cuando su alma se materializa y se comunica a través de la música. De gustos muy peculiares, amante de las ciruelas, los mangos, el color verde agua y el clima frío. Detesta los ñoquis, a la cantante Madonna y a James Corden. Histriónica, extrovertida y atrevida por un lado, sutil, gentil, amable, suave y callada por otro. A veces, algo obsesiva, ansiosa y con una chispa de vanidad. Misteriosa, también, porque siempre lleva consigo una máscara que cubra su verdadero sentir pero algunas veces, creo que pude ver a través de esa máscara, creo que pude ver su ser realmente honesto, pero lo cierto es que no se lo podría asegurar, porque es muy inteligente también y sólo deja ver lo que ella desea que los demás vean. Sus ojos brillan de una forma especial, su sonrisa es sincera porque ocupa todo su rostro y su voz suena diferente. Sólo puedo suponer que así es como se ve cuando está realmente feliz. Jamás la he visto visiblemente enojado o triste con nada ni nadie, creo que sólo una vez la vi fruncir el ceño y nunca pero nunca percibí ni un poco de ofuscación en su voz. Dice que odia a una persona sin embargo, ni siquiera hablando de esa persona pude percibir odio en su voz o en sus ojos. Por supuesto, jamás la vi llorar ni nunca la escuché gritar. El mundo podía deshacerse en sus narices y permanecería de esa manera, inmutable, impávida e inalterable como un bloque de hierro.  Esa combinación, precisamente, tan peculiar, entre suavidad y dulzura con lo implacable de su máscara, lo hace tan únice y tan intrigante. Yo no la pude conocer mucho más, no me fue permitida tanta gloria, pero la superficie, lo poco que vi, fue suficiente para enamorarme.
Ahora, usted debe tener una idea más o menos cercana, no precisa, claro está pero es una idea de Ifigenia. Lo que pasa es que como dije al principio, ella es en sí misma interminable, entonces ningún apunte, ninguna prosa podría nunca encerrar todo lo que se puede decir sobre ella. Usted ahora sabe y si le pasa como a mí, si ya se siente con el corazón a punto de estallar en el pecho, tengo que advertirle que antes de lanzarse a una cruzada por su corazón, tenga en cuenta los posibles efectos secundarios basados en mi experiencia. Sí, porque la vida cambia después de conocerla. No pude volver a transitar el barrio de Caballito nunca más sin sentir una soga de angustia en la garganta, tampoco puedo escuchar Queen (su banda favorita) o tomar exprimidos de naranja. Parece poca cosa pero pruebe y cuénteme cómo le va. Quizás tenga dificultad para dormir, concentrarse, pensar, hablar y hasta podría presentar visión borrosa y algunos mareos. Consulte con su proveedor de salud si los efectos se prolongan, pero ya le digo que se trata del bien conocido, pegajoso, ineludible y molesto: amor.
Para terminar, querido lector, no me queda más que decirle que en realidad, no me haga caso, no le lleve el apunte a esas ridículas advertencias. Si tiene la suerte de conocerla, de enamorarse y dejarse llevar por la fuerza del corazón a ese ser tan especial, hágalo, no lo dude. Le aseguro que no tiene desperdicio, si quiere conocer el amor, búsquelo y vívalo. Esta humilde servidora no se arrepiente, nunca ni en esta vida ni en otras, porque estoy segura hasta los huesos, que mi destino era éste. Yo la estaba esperando, sin darme cuenta la estaba buscando y cuando la encontré no supe muy bien qué hacer ni qué había encontrado, sólo me di cuenta que la estaba buscando. Hoy sé muy bien que la mujer que yo conocí, fuese real o no, estaba hecha de todo mi amor, casi bordado con hilos de mi corazón.
Fotografía: Laguna de Chascomús
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writer, part two.
Durante todo el verano Aramis trató de armarse de valor, de buscar cualquier excusa para acercarse a él, incluso anotaba lo que le diría en una hoja de papel y se podía encontrarlo ensayando la misma frase una y otra vez, y se podía encontrarlo ensayando la misma frase una y otra vez. Y cuando creía que estaba listo, que no había nada que pudiese detenerlo, su mente sólo repetía “¿Estás seguro? ¿Qué tal si lo espantas? Con esos tatuajes y esos ojos tristes, ¿quién saldría contigo?” No recordaba el día exacto en que esos pensamientos le acechaban, pero nada podía callarlos y aparecían siempre para llevarse la poca seguridad que poseía.
Cuando llegó el otoño, el día de Halloween, acompañó a Claire y a sus amigos a pedir dulces de casa en casa, mientras Ian, que tenía trece, salía por su cuenta. No recordaba un treinta y uno de octubre en el que se hubiese disfrazado (en realidad, eran pocos los días de su infancia que recordaba con entusiasmo). Por supuesto, ella decidió maquillarlo. Aramis, así como muchos otros esa noche, llevaba en su rostro retratado un cráneo.
Después de varios bloques recorridos y las calabazas llenas, volvieron a la calle donde vivían. Llamaron a la puerta de cada uno de los vecinos antes de regresar a casa. “Ya tienes suficientes dulces...” Le decía. “¡Sólo una casa más!” Al final, todos le hicieron caso a la niña, que tocaba con entusiasmo el timbre de la vivienda de Paris. Y, en cuanto ésta se abrió, las tres niñas y los dos niños gritaron al unísono “¡Dulce o truco!”. El rubio se había quedado de pie en la acerca, recargado sobre uno de los árboles y con los brazos cruzados miraba toda la escena. Desde cualquier punto, la imagen de Aramis parecía realmente sombría. Un chico delgadito, a medio maquillar, empezó a repartir dulces a todos con una radiante sonrisa. Esa sonrisa capaz de ahuyentar a todos espíritus malignos aquella noche.
“¿Te gusta el maquillaje que le hice a Aramis? Es nuestro guardián hoy.” La castaña lo tomó de la mano y lo llevó hasta el portal, para que la luz de la casa le alumbrara. El de caballos largos sonrió, porque lo pudo ver de cerca después de mucho tiempo. Estaba agradecido que el maquillaje le cubría el rostro lleno de vergüenza. “¿Qué acaso todavía no se van esos niños?” Venía del interior. Era una voz masculina. Una pregunta que bastó para Paris se despidiera. Esperó unos segundos a que los niños se adelantaran para poder hablarle. “Gracias. Por los dulces.” Dijo, intentando no parecer nervioso. Un “¿Quieres probar los que hace la señora Williams? Son caseros y los mejores que probarás en tu vida.” estaba a punto de salir de sus labios, pero todo se convirtió en un “Feliz Samhain.” y se fue de allí.
No sólo había, probablemente, arruinado la oportunidad de que visitara la casa y pudiera hablarle unos minutos. También había hecho el ridículo. Esa noche, la celebración celta tenía mucho más significado para Aramis que disfrazarse de cualquier personaje y salir a emborrarse, ¿pero de dónde habían salido esas palabras? No es como si fuese por la vida deseándole feliz fin de la cosecha a quien se le cruzara. Y tuvo que ser con él. Justo con el chico de pelo azabache que lo traía loco. “Maldita sea.”
Luego de esa noche, no volvieron a cruzar palabra, sólo ocasionales saludos a señas. A pesar de la insistencia de Aramis de mirar hacia su morada, por las noches, cuando regresaba a casa, no tuvo suerte.
Eran los últimos días del año y las nevadas eran cada vez más fuertes. Aprovechaba para sentarse en el sillón pegado a la ventana, mirar a través de ella y, mientras admiraba los copos blanquecinos caer, garabateaba frases aquí y allá en su libreta. Y, por supuesto, también veía hacia el otro lado de la calle y se perdía en su imaginación.
Una luz se había encendido una de las habitaciones del primer piso, una persona impregnaba su aliento en el cristal y dibujaba algo que parecía una carita triste. Entonces, Aramis, haciendo lo mismo, dibujó en la suya un signo de interrogación. Del lado opuesto, podía, con trabajos, leer cuatro letras “cold”. El rubio respondió con cuatro por igual, “coat”. Un segundo después, la ventana se abrió para dejar ver a un Paris tembloroso, que negaba con la cabeza y se encogía de hombros. Él también abrió la suya y le sonrió. Ambos sabían que era suficiente. Que el escritor saldría de su escondite, cruzaría la calle y el pelinegro le recibiría en un abrazo. Un abrazo que duraría toda la noche, puesto que ambos dormirían juntos, con sus cuerpos entrelazados, bajo tres cobijas e impregnándose del olor del otro. Rosas. Estaba seguro de que olería a rosas.
La sonrisa se le borró del rostro, porque su escena se vio interrumpida por una persona que tocaba al timbre de la casa del chico. Era otro hombre. Alto, delgado y de cabellera corta y castaña. Bastante alto, a decir verdad. Más que él, podría apostarlo. ¿Era algún familiar? Jamás lo había visto. Unos segundos después, después de lo que vio, habría dado lo que fuese porque ese extraño fuese un familiar.
Sintió como el corazón se le cayó desde el desván hasta la calle. Una caída tan alta que provocó que el sonido fuese estruendoso. Podía verlos, regados en el asfalto, todos y cada uno de los pedazos en los que se había convertido su corazón. La ventisca que hacía pronto se los llevó todos, sin dejar rastro. Sus ojos oscuros parecían buscarlos, pero no, estaban fijos en una cosa, mejor dicho, en una persona. Dos, en realidad. Dos personas que se besaban en el portal de la casa de enfrente. Una de ellas era Paris.
Pasaron alrededor de cinco minutos, cuando Aramis se levantó de ese lugar y se sentó en la cama, ni siquiera se dio cuenta cuando la puerta se había cerrado y ya no había nadie en ese lugar. Es que el dolor que sentía en su pecho era un dolor que nunca había sentido y no sabía ni como moverse, ni como caminar, ni como pensar. Es como si en su interior se hubiese alojado un metal pesadísimo, que buscaba una eventual salida y en esa salida, le rompía, le quemaba, le desgarraba.
Era más de medianoche y por fin estaba dentro de la cama, pero en un estado tal, que sabía que no podría conciliar el sueño pronto. Sus labios le sangraban de tanto que se los había mordido, al igual que las uñas de sus dedos. Hacía un frío espantoso y aún así se había quedado sólo con su ropa interior, porque se deshizo del resto como si estuviera sucia, infectada, como si esas prendas fuesen las responsables de su desgracia.
Miraba al techo, ya que quería evitar mirar a otros lados. Ese pequeño lugar que había adaptado como habitación, estaba lleno de hojas de papel pegadas con tachuelas a la madera. Las ideas en su cerebro iban y venían tan rápido que necesitaba su material a la mano, y entre tantas historias inclusas, más hojas necesitaba. En especial, desde que lo conoció. Todas sus aventuras llevaban por protagonista a Paris y, en ese momento, no podía ver su nombre sin derrumbarse. Cedió. Miró hacia su costado derecho. No era bueno dibujando, menos personas, así que en una de esas tardes en las que se sentaba en la banca del jardincito, dibujó una rosa, no era perfecta, pero sin duda su mejor intento porque la había hecho pensando en el muchacho de los ojos almendrados. Esa rosa que luego coloreó con dos de los lápices de Claire y la pegó a un lado de su cama.
Volteó su cuerpo para no tener que enfrentarse a ese recuerdo. Sin embargo, cuando cerró sus ojos, fue simplemente peor. Ya no eran historias, ya no eran palabras, ya no eran rosas, era el rostro de Paris en todo su esplendor. Esos ojos preciosos y esa sonrisa celestial. Tan sólo horas antes se hubiese perdido en él, en todo su ser y en toda su majestuosidad. Ahora sentía como si le arrancaran cada nervio de su cuerpo. Ese hermoso rostro que tantas veces soñó con tener entre sus manos, esa deslumbrante piel que tanto soñó con acariciar, eran sólo figuras de humo que se desvanecían frente a él. Porque, en ese preciso momento, otro lo besaba, otro lo tocaba, otro lo hacía suyo.
“…why I'm no one that you choose?”
Paris nunca fue suyo para llorarlo. Y, aún así, parecía que esa noche no tendría fin. Y, presentía, que ninguna otra lo tendría jamás.
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thelastdada · 6 years
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Stay - Capítulo 26
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La cena termino de forma natural, se levantaron y Jiyong le propuso dar una vuelta alrededor de las cabañas, había una zona de paseo muy cerca del sitio así que les dieron indicaciones y les pidieron regresar antes de las diez de la noche. Se abrigaron lo suficiente y caminaron lentamente a través del pasillo solitario, donde solo lamparas de noche iluminaban el paisaje blanco. Sus chamarras se rozaban ligeramente y eran el único ruido que se podía escuchar, cosa que hizo reír a Jiyong, Seungri sonrió de vuelta y saco su mano del bolsillo para meterla en la del otro. Entrelazaron sus dedos y se sonrojaron un poco, así que regresaron la mirada al frente.
—¿Tienes planes para el día de tu cumpleaños?
El martes era 12 de diciembre, y si no fuese por Jiyong, Seungri hubiese olvidado su propio cumpleaños —no lo sé, por lo regular siempre salgo de viaje con Jonghoon.
—Oh...
—Pero este año no me ha dicho nada, quizá pueda pasarlo en casa —añadió tranquilo.
Por primera vez en años, Seungri deseaba esa comodidad, simplemente estar en casa, viendo una película, haciendo palomitas y... tal vez descansando sobre el hombro de Jiyong. La simple idea lo hizo sentirse bien. Sin embargo, pensar en su cumpleaños pasado casi le daba escalofríos, porque había tenido una gran noche, pero al despertar las cosas se volvieron complicadas. Entre que tenía rasguños en toda la espalda y que no encontraba como regresar a su hotel, había sido un completo desastre. Y entre risas incomodas para sus amigos, se quedo pensando todo el camino de regreso en lo mal que estaba yendo su vida.
En retrospectiva, Seungri ya no estaba seguro de si el pasado era peor que su presente. Miro a su derecha y la nariz y mejillas rojas de Jiyong lo hicieron caer en que el presente no era tan malo. Se estiro e hizo la cosa más cursi y cliché posible, sin soltar su agarre, lo acerco a él y rozo su nariz con la suya, para luego dejar un beso tierno en su mejilla.
El pelinegro sonrió ampliamente, tornándose rojo de inmediato, soltó una simple risita y hundió su rostro en el cuello de Seungri. Quien naturalmente se estaba sonrojando también, casi arrepintiéndose de la acción —te quedaras sin aire —lo molestó luego de un rato.
El mayor negó moviendo su cabeza, pero al momento se separo casi sin aire —¿deberíamos regresar?
—No tenemos ni cinco minutos fuera.
—Pero tengo frío, además mañana saldremos de nuevo.
Al final accedió y regresaron por el mismo camino, donde se encontraron al mismo señor que les había dado las indicaciones —¿regresan tan pronto jóvenes?
Jiyong asintió —está demasiado frió.
—Tómense un rato en las aguas termales y luego vayan a recostarse, dormirán plenamente.
—Creo que haremos eso, muchas gracias y nos vemos mañana —el hombre los despidió y se perdieron dentro del sitio.
Seungri no había soltado la mano de Jiyong en todo el camino, instintivamente quiso soltarlo cuando llegaron hasta el señor, pero se mantuvo con determinación. No pensaba hacer lo mismo que Changwook hacía con él. Cada salida a escondidas siempre conllevaba grandes cuidados de parte del mayor, por lo que Seungri siempre terminaba deseando simplemente sostener su mano mientras tomaban un paseo. Era la cosa más simple, y ahora ese pequeño detalle lo llenaba de emociones frente a Jiyong.
Al llegar a su habitación comenzaron a quitarse los muchos abrigos y bufandas, Jiyong solo se quedo en camiseta y dijo que estaba listo para meterse, alegando que esperaba al menor afuera. Seungri se quedó mirando con detalle por los ventanales, donde el pelinegro ya se retiraba su pantalón y su camiseta, dejando a la luz todas esas marcas de tinta. Lo miro estirarse y sintió escalofríos al apreciar el tatuaje de su nuca. Giro la mirada y se fue hacia el baño, donde entre muchos pensamientos comenzó a quitarse la ropa. Se miro al espejo y se movió un poco para apreciar su propia marca de tinta.
Estaba aterrado.
Seungri quería a Jiyong, eso ya estaba más que claro. Y si lo quería... tenía que confiar en él.
—¿Te vas a meter con todo y bata? —pregunto el pelinegro cuando lo vio salir envuelto en la bata negra que estaba en el baño, el mayor nado lentamente y se quedo en la orilla, esperándolo.
—¿Qué tal esta? —preguntó metiendo uno de sus pies en la orilla izquierda, donde estaban unas escaleras.
—Deliciosa —nado de vuelta a la otra orilla cuando Seungri comenzó a entrar y a deshacerse de la bata— ¡woooah! —exclamó, haciendo saltar un poco al menor— ¿es eso un tatuaje?
Seungri se congeló.
Y Jiyong nado hacia él.
—Lee Seunghyun ¿tienes un tatuaje? —volvió a preguntar ahora estando cerca— es pequeño, pero lo tienes.
—Es algo sin importancia —musito cobardemente.
Jiyong lo analizo y regreso a mirarlo con una sonrisa —y tu abuelo hablándome de tu inocencia —se burló.
Soltó una risita nerviosa y se hundió por fin en el agua tan caliente —esta muy caliente —se quejó.
—Toma unos minutos acoplarte —comentó el mayor cuando llegaron a la orilla que les dejaba la vista de varias luces nocturnas y el bosque nevado— ¿no es precioso el lugar?
Seungri asintió mucho más tranquilo, se recargó en la misma zona que él y cerró los ojos —sigue estando caliente.
—Eres un niño, aguántalo —le salpico un poco.
Esbozo una sonrisa y se concentró en no sentir lo caliente, dejando que su cuerpo se relajara, como se supone debía de funcionar aquello. Jiyong mantuvo el silencio junto con él, solo dejando que el vapor y el agua los mantuviera unidos. Era como si estuvieran en una burbuja, una burbuja lejos de todo y de todos. Seungri quería hacer eterno ese momento. Era una felicidad fugaz, que le daba miedo, pero no lo suficiente como para arruinarle los pensamientos. Abrió los ojos y miro a su lado, donde Jiyong ya se había dado media vuelta, con los brazos cruzados sobre la orilla de piedras y con los ojos cerrados.
Era irreal.
Un par de gotas de sudor corrían por su frente, su expresión era sumamente tranquila, su respiración era rítmica y casi hipnotizante. Sintió escalofríos cuando el recuerdo de la sala de arte lo invadió, cuando se quedó en silencio mirándolo desde las escaleras, apreciando la delicadeza de sus facciones y pensando lo mucho que parecía una obra de arte. Jiyong era más que atractivo, y en ese instante, Seungri pensó en que el sobrenombre de 'dragón' le quedaba chico. Para él, Jiyong era un príncipe.
—Creo que me estoy quedando dormido —murmuro, sacando a Seungri de su ensueño.
El menor se acercó más a él, le sonrió y paso un par de dedos por su cabello, moviendo el flequillo que estaba creciendo más —¿te han dicho lo apuesto que eres?
—Me lo dijo mi mamá hace unos días.
Se río sinceramente.
—No puedo creer que seas mío.
Jiyong correspondió esa mirada tan fija, soltó un suspiro y paso una mano tras su nuca para acercarlo, quedando frente con frente —yo tampoco puedo creer que seas mío.
Seungri sonrió y mato esa distancia tan corta, dejo un beso suave entre sus labios y se alejó, dejándolo con los ojos cerrados. Respiraron sus alientos por unos segundos. Sin duda Seungri quería eso, poder respirar el mismo aire que él, poder tocar la suavidad de su cabello en cualquier momento... poder sentir esos aleteos en su corazón al tenerlo a su lado. En un movimiento simple, Seungri entrelazo sus brazos frente a él, sosteniéndolo contra la orilla del sitio. Estando así de cerca, Jiyong sonrió y recargo su cabeza en sus brazos, dejando un beso suave en ellos.
El olor de su cabello siempre era tan embriagante, Seungri cerró los ojos y se perdió en la cercanía y en su aroma —¿Qué significa tu tatuaje? —la suave voz lo hizo tensarse.
Aclaro su voz y agradeció no estar dándole la cara —un nuevo inicio —musito seguro de sus palabras.
—Sinceramente jamás creí que tendrías uno, me pareces una persona muy pura.
—Para mi tu eres la persona más pura —dejó caer su cabeza entre su cuello y su hombro— y estas lleno de significados —se alejo un poco y lamió con cuidado el arcángel en su nuca, ganándose un jadeo por lo bajo de parte del mayor. Los detalles eran muy cuidadosos, el trabajo del artista sin duda había sido el mejor, y toda esa perfección estaba sobre la piel de Jiyong, un ser aun más perfecto. Seungri se encontró a si mismo deseando lamer cada tatuaje que el mayor tenía encima.
Con suma lentitud comenzó a delinear su tatuaje a besos, dejando que la respiración de Jiyong se desestabilizara, sus manos deshicieron el abrazo y lo hicieron girar sin moverse de su sitio. Los pies de ambos tocaban la superficie, Seungri bajó sus manos y acarició su espalda suavemente, lo sedujo con la mirada y lo hizo sentirse indefenso. Instintivamente, el mayor cruzo sus brazos tras el cuello del pelinegro y dejo sus labios entreabiertos, ya que suaves jadeos abandonaron su boca cuando Seungri llegó a su cadera. Jugueteó un poco sobre la orilla de su short y termino por levantarlo del trasero —¿Qué haces? Nos van a ver —se quejó aun cruzando sus piernas tras de él para estabilizarse.
—Todos deben estar durmiendo a esta hora, tranquilo —lo calmó con un beso lento.
El cual Jiyong se esforzó en mantener así, sin embargo, Seungri lo hizo abrir más la boca, comenzando un baile con sus lenguas. Lo junto más a su cuerpo y sintió que aquello era su perdición, ya que sus labios tenían el mejor sabor del mundo. Sintió cosquilleos en su entrepierna y, además, por la cercanía podía sentir como Jiyong también estaba consiguiendo una erección. Mordió su labio inferior con suavidad y lo distrajo con otro beso lento, sin embargo, Jiyong reaccionó cuando la mano de Seungri se intentó colar debajo de su ropa —van a vernos Ri.
—Estoy seguro de que somos los únicos en esta zona —regreso a dejar un pico en sus labios, casi rogándole que lo dejara continuar.
Jiyong regresó el beso y eso pareció ser la confirmación, ya que Seungri pudo meter su mano con tranquilidad, el beso se interrumpió cuando un jadeo separo al mayor —shh... —susurro robándose ese jadeo y volviendo a besarlo a la vez que tomaba con seguridad su ya ansiosa erección. Acarició la cabeza haciéndolo gemir poco a poco, comenzó un movimiento lento y tortuoso con su muñeca, apretando un poco y gozando del placer que abrumaba al mayor.
—Vamos a... ahh —Seungri cubrió la punta de su pene y lo miro fijamente, jurando que nunca había visto a alguien lucir tan hermoso mientras estaba excitado— a la cama, ahora —musito firmemente cuando abrió los ojos otra vez.
Seungri no protestó y fue llevado de la mano hasta la habitación otra vez, se secaron rápidamente y Jiyong no pensó dos veces en empujarlo sobre la cama. Sonrió y se recorrió hasta las almohadas, dejando que el pelinegro se recostara sobre él y así ayudarlo a terminar eso que dejaron a medias. La mirada de Jiyong cambió y su acercamiento fue rápido, dejando que sus besos dominaran, impidiendo que lo tocara y dejando claro lo que buscaba.
El menor palideció prontamente, aceptó los besos y caricias, pero su cuerpo se comenzó a tensar de a poco. Jiyong noto aquello, pero lo dejo ir pensando en que podía ser el frío de haber salido de las aguas... cuando no lo era. Detuvo el ataque en sus labios y bajo hasta su cuello, ayudándole a destensarse, soltó el agarre en sus manos y acarició con suavidad sus brazos, bajando hasta su pecho, donde decidió dejar ligeras mordidas y besos húmedos.
Pero la tensión de Seungri no bajaba, aumentaba.
El mayor sabía lo que hacía, no era su primera vez estando arriba, por ende, comprendía que Seungri quizá era un primerizo. Detuvo todos sus movimientos y regreso a estar contra su rostro, lo beso con menos intensidad y se alejó, mirando como el pelinegro lucía sinceramente acomplejado —¿quieres que vaya más lento? —susurro.
Seungri le regresó la mirada y negó —perdón, es solo que... —las palabras no salían y su mirada se perdía en otro lado.
—Prometo tener todo el cuidado del mundo, como lo tuviste conmigo —musito comprensivamente, el menor asintió aun con la expresión perdida. Jiyong lo besó para ayudarlo a regresar, demostrándole que sería atento y delicado. Tomo con más calma sus caricias y prefirió quedarse besándolo un rato más, sin embargo, no se sentía tranquilo con el animo de Ri.
Bajó su mano lentamente y llegó hasta su miembro, notando que este seguía duro, lo acarició sobre la ropa y provoco que el menor se alejara otra vez. Se había alejado por la intensidad al sentir su mano acariciándolo, Jiyong no dejo de rozarlo y lo miro fijamente. Repentinamente pensó en que Seungri bien podía ser la persona más vulnerable, con esa mirada sensible, sus mejillas enrojecidas y ese brillo de duda en sus ojos. El menor estiro su mano y comenzó a tocar a Jiyong como respuesta, un par de caricias sobre la ropa y el mayor bajo su propio short, dejando que Seungri lo tocara plenamente. Cruzaron miradas de nuevo y Seungri lo imitó, quedando todavía más vulnerable a sus ojos. Sus labios se buscaron de nuevo en la necesidad de cercanía, los dos sujetaban los miembros contrarios y se masturbaban con el mismo ritmo.
La noche se torno silenciosa, un silencio tan profundo que se volvió vulgar solo escuchar el sonido de sus lenguas colisionando con pasión. Sus cuerpos se ajustaron más, cruzando piernas y dejando que sus manos continuaran con su trabajo hacia el otro. Ligeros jadeos y gemidos se entrecruzaban con sus besos por lo cerca que se sentían del clímax, se miraron fijamente una vez más y la mirada de Seungri bajo por completo, mirando a la perfección lo que sucedía debajo. Jiyong aferrado a su miembro y Seungri al suyo, ambos goteando por la ansiedad de terminar y alcanzar su orgasmo. Sus ojos retornaron al mayor y prácticamente con un beso y un par de movimientos más rápidos, los dos gimieron al sentir como terminaban eyaculando entre sus abdómenes.
Jiyong miro todo a detalle, sintiendo como la intensidad de su orgasmo había crecido por solo mirar esos labios entreabiertos del pelinegro, el sudor en su frente y el calor presionando su cuerpo... Jiyong quería que todo ese momento fuera solo suyo, que cada vez que Seungri luciera así fuera solo frente a él y que no dejara que nadie más lo tocase de esa forma.
Tan solo que esa intimidad que compartían fuese solo suya.
...
El día sábado paso volando para ambos, entre compras, paseos por mercados y muchas comidas, al final decidieron ingresar al templo que estaba cerca de las cabañas. El hombre que les dio indicaciones les dijo que estaban a tiempo de llegar al recorrido final, así que se apresuraron a terminar sus bocadillos y tomaron un taxi que los dejo en el sitio cuando solo faltaban diez minutos. Anotaron sus nombres y les dijeron que solo serían un grupo de cinco personas debido al horario y al frío que había.
Envueltos en silencio, el grupo de extranjeros, salvo por Jiyong y Seungri, se adentraron al primer sitio a donde los guiaban, dieron un par de vueltas escuchando con atención el significado de cada cosa. Seungri tembló un poco cuando una ventisca los abrazó, junto sus manos y las llevo a sus bolsillos. El mayor se quitó un guante y se lo extendió —no, no, debes tener frío —se negó.
Jiyong tomo su mano y se lo coloco con cuidado —así los dos tendremos una mano disponible —sonrió mientras seguían el recorrido.
El monje hablaba en un fluido ingles mientras les contaba las muchas historias del pequeño cuarto al que estaban entrando, se sentaron contra una pared y quedaron tan juntos que sus rodillas chocaban. El monje se puso a preparar té a la vez que explicaba el proceso, enjuagó los platos sobre la misma agua caliente y todos mantuvieron silencio por la interesante explicación. Les entregaron un poco a cada uno y lo degustaron con calma, Seungri sonrió y atrapó la mirada de Jiyong, quien sonreía de la misma forma por el sabor tan rico del té. Diez minutos después, el monje les ató un trozo de estambre en las muñecas, como una pulsera. El significado era espiritual, y conllevaba la promesa de no olvidar el sentimiento que vivían en ese instante.
Salieron del lugar y con una ligera reverencia se despidieron del grupo que los había acompañado, decidieron vagar por el templo, ya que el monje había dicho que la mayoría de las personas llegaban y solo tomaban una fotografía para el recuerdo, y que le entristecía que no disfrutaran de todo lo que el lugar ofrecía. Jiyong coló su mano sin guante en la bolsa de la chamarra de Seungri y lo obligó a mantenerse cerca, Seungri no se negó y entrecruzo sus dedos bajo la tela.
El frío casi se les había olvidado, caminaban a pasos sumamente lentos y respiraban con un ritmo relajante. En la mente de Jiyong estaba todo lo sucedido la noche anterior, seguía abrumado con la intimidad que habían compartido, y más allá de sentirse asustado, por primera vez se sentía tan solo feliz. Feliz de tener a Seungri de esa forma, de saber que su amor era más que reciproco y por supuesto, feliz de sentirse tan pleno. La noche anterior, luego de terminar se limpiaron con cuidado y se envolvieron en las cobijas, continuaron desnudos y con las piernas entrecruzadas, respirando el mismo aire y acariciando el cabello y rostro del otro con parsimonia. Sin decir ni una palabra y solo comunicándose con sonrisas y miradas, ese era el momento que quería mantener siempre en su corazón.
Regresaron a la cabaña y dejaron las bolsas con todo lo que habían comprado, Jiyong se desvistió y de inmediato se fue a la zona de afuera, con Seungri siguiéndolo a distancia —¿de verdad disfrutas eso verdad?
Salió con su cabello empapado y asintió sonriendo —ven, solo nos queda esta noche.
—Iré a buscar mi traje de baño —no le dio oportunidad de responder y regresó a la habitación.
Jiyong nadó hasta la misma orilla del día anterior y suspiro llenándose de tranquilidad, se sentía en paz consigo mismo y sumamente feliz. Tanto que se sintió mal. Porque seguramente su mejor amigo no la estaba pasando tan bien, el recuerdo lo abrumo y sacudió su cabello, pensando en que tenía que hablar con el moreno. Y quizá, decirle todo sobre Seungri...
—Pedí la cena a la habitación, así no nos sentiremos un matrimonio de 30 años en el restaurante —musito el pelinegro interrumpiendo sus pensamientos.
—Oh, esta bien.
El agua se movió poco a poco y Seungri estuvo a su lado en cuestión de segundos —¿pasa algo? —preguntó sinceramente extrañado.
—No, no... —la mirada del pelinegro no mejoro, se acercó y le dejo un beso en el hombro donde su tatuaje de números romanos descansaba— estaba pensando en Youngbae.
—¿No ha regresado a casa?
Negó —ni lo hará.
—¿Por qué? ¿Se enojo tanto?
—Creo que planea vivir con Hyorin, pero con las peleas ya no pudo decirme nada y parece ser que los del departamento les apresuraban o algo así.
—Necesitas hablar con él... cuéntale todo —dejó de mirar al paisaje y le dio su atención al menor— los secretos entre mejores amigos no son buenos, y menos si son como hermanos. Dile sobre mí, y déjame hablar con él también, de cierta forma le debo una disculpa.
—No quiero apresurarte Ri, se que querías esperar.
El pelinegro negó con la cabeza y recargó su barbilla en el mismo hombro que besó —ya no quiero guardar secretos, y estoy muy seguro de que lo que menos quiero hacer es esconderte así. Quiero que todos sepan que eres mi novio y que nadie puede acercarse a ti.
Su expresión se volvió seria, se movió un poco y rozo los labios de Seungri, dejando un beso casto, del que sus labios se encargaron de prolongar solo un poco —creo... creo que te amo —musito sin abrir los ojos y a tan solo unos centímetros de sus labios— te amo Seunghyun.
Los dos se mantuvieron callados y quietos, solo dejando que sus respiraciones y el agua hicieran ruido —yo...
Jiyong le impidió continuar con otro beso, uno largo y significativo, un beso que le demostrara la sinceridad de las palabras dichas —no respondas si no lo sientes, dímelo cuando más lo sientas, cuando te queme el pecho como lo hace el mío en este momento —Seungri le acarició el cabello mientras lo miraba fijamente, como si admirara lo que tenía enfrente, cosa que hizo sentir más que desnudo a Jiyong.
Esa noche cenaron entre besos y carcajadas sinceras, esa noche Seungri lo tomo y lo hizo suyo más de una vez, para quedar tan cansados que las palabras no pudieran salir. Envolviéndose otra vez en una noche llena de significado, otra noche donde sus corazones se sentían más cerca que nunca y donde sus pieles ardían si no se rozaban bajo las cobijas.
...
—¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Felicidades querido Seungri! ¡Felicidades a ti! —Seungri sonrió como estúpido y cubrió su rostro con su cobija— fui el primero ¿verdad?
Se destapó y mantuvo el teléfono con la videollamada frente a su rostro —son las cinco de la mañana Ji —musito soltando un bostezo.
—Algo me decía que tu mejor amigo podía dejarte un mensaje a las 12 o algo así.
—Su mensaje me llegó a las 12:05 y el tuyo llegó a las 11:59, quizá él si fue el primero —se rió y miro como el mayor hacia sobresalir su labio inferior— no importa quien sea el primero, lo que importa es que tu me cantaste a las cinco de la mañana.
Y la hermosa sonrisa regreso —creo que me emocione, pero es que estoy nervioso porque esta tarde tengo una reunión importante.
—No me dijiste de que era —se levantó y sacudió su cabello.
—¿No prefieres dormir? Puedo llamarte más tarde.
—No, cuéntame, de todas maneras tengo muchas cosas que hacer del trabajo, porque un chico me secuestro el fin de semana.
—¿Un chico? —endureció su expresión y sonó molesto.
Seungri no lo miro y comenzó a adentrarse al baño —sí, mi amante.
—¿Y que tal es tu amante ese? —comentó inmerso en su papel.
—Casi no me dejo dormir en las noches, era insaciable —y la risita de Jiyong mato la seriedad de su tontería— ¿y de que será la reunión?
Dejó el teléfono sobre una repisa y tomo su cepillo de dientes, dándole toda su atención —se trata de un grupo nuevo, Hyunsuk quiere que yo haga su álbum de debut, pero parece ser que hay mucho talento dentro del grupo así que estoy nervioso.
—¿Por qué roben tu lugar o me perdí?
—Estoy nervioso porque se trata de un grupo nuevo, cuando trabaje con los chicos de Winner ellos ya habían debutado, pero hacer un álbum de debut significa que de ello dependerá si tienen éxito o no —asintió y enjuagó su boca— será a las cinco de la tarde, puedo verte antes y después, tu decides.
—Podemos ir a comer cuando salga del trabajo, como a las dos.
—Pásame la dirección de tu oficina, me gustaría conocerla, y de allí te llevaré a un restaurante muy rico.
—Perfecto.
Dos horas después, Seungri había terminado con algo de papeleo, miro con detalle como sus planes estaban concretándose de a poco, pensó en su cita con Hideo y suspiro pesadamente. Había mucho por venir, pero si quería arreglar las cosas, hacer todo eso era necesario. Comenzó a firmar varias ordenes y escuchó el timbre de su casa, se sintió extrañado, porque nadie tocaba nunca.
—¡Feliz cumpleañooooooooos! —dio un saltito y casi no reconocía a Jonghoon por los globos que cubrían su cara, el mayor esbozo una sonrisa y dio un paso al frente— ahora muévete, tengo que meter todo.
Seungri se rió y lo miro pasar con las manos llenas de bolsas y globos atados a sus muñecas, era el más exagerado de todos. Le ayudo con varias cosas y lo guío al salón —¿de verdad? —dijo señalando el ramo de flores.
—Eso lo envió mi mamá, dijo que seguramente necesitabas algo natural en tu casa, por poco y viene a cocinarte —el castaño se hincó frente a la mesita del centro y comenzó a sacar todo— sopa de algas, hecha por mí.
—No podía faltar —comento sonriente, su amigo asintió orgulloso y le extendió más comida.
Jonghoon siempre era quien le daba la sopa de algas, así le costara conseguir los ingredientes cuando andaban en el extranjero, de alguna forma la hacía —tiene años que no celebramos tu cumpleaños en Corea, así que te hice todo lo que antes no podía porque andábamos en quien sabe dónde.
—Gracias, por todo esto —el otro asintió y comenzó a comer junto con él.
Seungri se sintió nostálgico con los recuerdos que ambos traían de regreso, desde su primera fiesta de cumpleaños hasta el primer viaje, todo sonaba demasiado lejano. Jonghoon estaba incluso cerca de comprometerse y Seungri estaba en una relación seria, y claro, a punto de cometer asuntos más serios todavía. Escuchó con atención los comentarios del mayor y sonrió sintiéndose identificado, el castaño le contaba lo mucho que quería compartir su vida con su novia y tocar un punto adulto para ambos. Hablaba de hacerse cargo de la empresa de sus padres y de sentar cabeza, a sus 25 años... todo sonaba tan extraño. Y quizá lo más raro era que Seungri se identificaba con sus palabras.
Lo miro hablar durante un rato, riéndose y comentando de vez en cuando, pensó en que pronto tendría que contarle todo sobre su trabajo. Jonghoon no lo tomaría como los demás, de eso estaba más que seguro, sin embargo, seguía sintiendo miedo al rechazo. Jiyong había visto el tatuaje, pero no lo había relacionado... aun. Mientras los pensamientos más se juntaban, más prisa sentía por decir la verdad a todos sus seres cercanos. No estaba seguro de que tan buena idea era, pero al menos Hoya había tenido un muy buen punto cuando lo escuchó, había dicho que aquella era una forma de protegerlos y de dejarles saber lo que podría pasar en algún momento cuando no lo encontraran en ninguna parte.
Tendrían al menos una idea de que estaba a salvo y con gente de confianza, si es que eso de verdad les tranquilizaba.
...
La puerta de su oficina se abrió y recibió con sorpresa a Masashi seguido de Hideo, Naoki y Hoya. Reverenció y los invitó a sentarse deprisa, se sintió nervioso y sonrió para recibir los arreglos florales que le otorgaban —¿así que esto es lo que elegiste? —Seungri asintió.
—V.I esta manejando la tienda en su punto de ventas más alto y no dudo en que suba aun más —comentó Masashi orgulloso.
Hideo asintió contento con lo que escuchaba —Naoki me ha dicho que es tu cumpleaños, supongo que tienes planes por eso pasamos a visitarte rápidamente —explico.
—Muchas gracias, no debieron tomarse el tiempo.
—Tonterías, la familia siempre tiene que felicitarse en persona, así que déjame abrazarte —musito mientras se levantaba. Las palabras de Naoki fueron una daga golpeando en su pecho, no iban con mala intención, pero Seungri sintió amargura al pensar en que su familia sanguínea quizá ni pensaba en él.
Abrazaron a Seungri y se despidieron luego de entregarle varios presentes, todos fueron saliendo hasta que Hideo pidió un segundo a solas, así que los dejo a todos fuera —¿estas seguro de todo lo que estas planeando? —preguntó seriamente.
El menor se congeló un segundo, sin embargo, no dudo —lo estoy —Hideo mantuvo la mirada en sus ojos y palmeo su espalda, demostrando su apoyo.
Lo acompaño a la puerta y miro como todos esperaban en silencio, los despidió con una reverencia al igual que toda la oficina y se detuvo al ver como un pelinegro con una sudadera de peluche rosa resaltaba en medio del lugar. Todos se fueron y Jiyong se acercó con una mirada algo perdida —pueden salir a comer, avísales a todos —le pidió a su asistente y abrió la puerta para que su novio pasara.
El mayor lo tomo de la corbata negra con puntos blancos, haciéndolo sonreír de inmediato —¿te gusta? —Jiyong le respondió con un beso.
—Felices 25 —musito en sus labios y Seungri los junto de nuevo.
—La mejor felicitación del día —se rió. Jiyong lo fue acorralando hasta hacerlo chocar con el frente de su gran escritorio, lo beso con intensidad y coló sus manos hacia su espalda baja, sintiendo como solo esa camisa blanca lo separaba de su piel— ¿tienes algo con las oficinas? —preguntó juguetón a la vez que disfrutaba la atención.
—Tengo algo contigo en este traje blanco, ¿es nuevo? —preguntó mientras lo acariciaba de los brazos.
—Me lo regaló Jonghoon esta mañana, ¿es bonito?
La respiración de Jiyong se aceleró y comenzó a besar su cuello —se te ve precioso, se ajusta en los sitios ideales —Seungri soltó una risita y lo tomo de la barbilla para acercarlo a su rostro otra vez.
—Espera un momento, deja que todos terminen de irse.
Jiyong asintió y se quedo abrazándolo en silencio, quizá paso menos de un segundo cuando el mayor decidió retomar su idea. Lamió con suavidad el cuello de Seungri y deshizo lentamente su corbata, abriendo un poco del cuello de la camisa y respirando el olor de su colonia por completo. Mordió su clavícula de forma coqueta y comenzó a acariciar sus caderas, hasta que sintió el limite de su pantalón. Invadió sus labios de nuevo y llevo sus manos de lleno hasta su trasero, manoseando con decisión y disfrutando de la respiración acelerada del menor. Sus labios se separaron y Jiyong sintió que algo más necesitaba su atención, así que comenzó a hincarse con cuidado. Abrió un poco más los ojos y se sintió importante al ver como la entrepierna de Seungri ya estaba más que despierta, lo acaricio sobre la tela blanca y se mordió los labios al empezar a desabrochar el pantalón. Apenas su mano bajo sus pantalones, el teléfono del menor comenzó a sonar —ignóralo —le pidió, Jiyong lo hizo y tomo con su mano derecha la imponente erección.
El timbre dejo de molestar y cuando Jiyong lamió la punta, este volvió a sonar, haciéndolo rodar los ojos y seguir con su asunto. Escuchó un jadeo y varios bolígrafos cayéndose cuando metió todo lo que pudo a su boca —¿te gusta? —preguntó cuándo lo tuvo fuera.
—Estas matándome bebé —murmuro acelerado, llevo una mano al cabello del mayor y lo acercó de nuevo a su miembro, haciendo que chupara de la forma más lenta y tortuosa.
Los sonidos se volvieron vulgares y obvios para quien estuviera pegado a la puerta o a las ventanas, pero no podían evitarlo, Seungri mordía sus labios y maldecía por lo bajo en su intento de no gemir ante la felación. Pero no sería tan sencillo, ya que Jiyong succionó de la nada y lo hizo gruñir profundamente —shhh —lo reprimió mirándolo fijamente.
La lengua de Jiyong se volvió habilidosa conforme lo lamía, con su mano izquierda lo masturbo suavemente para darse un momento y poder lamer sus testículos, donde casi conseguía que Seungri deshiciera el silencio una vez más. Regresó a la punta y lo molesto una y otra vez con varias succiones, Seungri lo soltó y se sostuvo mejor del escritorio, esforzándose en no terminar como adolescente precoz por todo su rostro.
Las cosas y el silencio fluían bastante bien, sin embargo, el teléfono regreso a molestarlos, luego de un par de veces, Jiyong se separo y le pidió que respondiera de una vez, Seungri abrió su saco y respondió sin mirar quien era —¿sí?
—¿Por qué demonios no respondes Seunghyun?
—¿Jungshin?
—El abuelo está en urgencias, se desmayó en el trabajo. Ven al hospital ahora mismo.
El corazón de Seungri se detuvo y sus manos comenzaron a temblar, Jiyong se puso de pie y lo miro preocupado —¿paso algo malo? ¿Ri?
—Mi abuelo... mi abuelo está en el hospital.
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