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lasideasdeluna · 10 days
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Así suena el fondo.
No vengo a disculparme por cuánto tiempo llevo sin escribir aquí. Ustedes saben cuánto la luna se tarda en darle la vuelta al planeta.
Vengo porque los otros días (hace tanto tiempo como hace menos de tres días) me senté en el piso, detrás del mostrador de mi trabajo, a coger mi break. Ahí en un espacio tan pequeño que parece una mini guarida donde estarás a salvo del caos de las doce del medio día, cuando todo el mundo decide que quieren ir a almorzar al mismo lugar, pero en realidad no podrías estar acomodada en peor lugar. El caos no se detiene aunque te pongas audífonos. Tus compañeras siguen correteando de lado a lado, la campana de la cocina se revienta de tanto tocarla y la del barista se achicharra, el ringtone del teléfono se convierte en la melodía para alimentar pesadillas y los encargados se estresan más por verte ahí, en el medio, comiendo tu almuerzo demasiado tranquila. Nunca dejas de trabajar si te quedas ahí porque tus compañeras te preguntan por cuestiones de las mesas que dejaste a medias y, frente a ti en la parte de abajo, hay un compartimiento para vasos donde siguen encajando la mano para alcanzarlos, contigo en el medio. Estás en mal lugar para coger un break de media hora, y eso todo el mundo lo sabe. Por eso yo me voy a mi carro, que se llama Xander, y como más tranquila aún disfrutando del silencio. Pongo el teléfono en mute, por si las moscas...
Pero este día del que les hablo no pude irme a mi carro, y aunque me puse audífonos para acallar el maldito caos a mis espaldas, no pude evitar escuchar a todo el mundo a hurtadillas. Actualmente estoy leyendo Powerless, y ni siquiera la confesión de Kai a Paedyn en ese momento de la lectura me distrajo de las cosas que escuché en una ráfaga de cinco minutos:
"Los otros días, ese cliente me dijo que se le explotó una goma y tuvo que arrastrar su carro por to' esto hasta llegar a su casa." Dicen, casi siempre, mirando hacia el infinito.
"Necesito esa maquinita." Esto lo dicen con cara de imparcial, al borde de la histeria por desesperación, pero con el tono más calmado existente. Todas dan muchísimo miedo.
"¡Salte del medio!" Esto lo dicen con mucho cariño, aunque te griten.
"Juguito de parcha con la comida. El nene tiene sus nuggets y... ¡Ay! Déjame darle un juguetito a ver si deja el berrinche. Pobre madre. Tiene el salón entero de orquesta por el lloriqueo del nene." Todas, todo el tiempo, estamos pensando en voz alta. Yo, cuando no lo hago, le pongo subtítulos a mi cara. Me han dicho que tengo que quitárselos porque aparento demasiada amargura.
"¿Qué quieres?" Porque a veces nos quedamos mirando unas a las otras sin razón. "Un beso tuyo." Y es para demostrarnos nuestro amor y confirmar que no nos soportamos estrictamente durante momentos de caos.
"Se me olvidó tirar una orden." De momento, dicen, aunque neutrales, y como anticipando que podrían ponerse a chillar a continuación del enunciado. "No se lo digas a Lissandra." Hay que proteger nuestros nombres. Todos. Hasta el de los encargados. Cuando pasan estas cosas, se nos pone el cuerpo caliente de pies a cabeza y no sabemos qué cojones hacer para no empeorar el caos andante. "Y dile que te la pidieron ahora para que salga antes porque la mesa entera está comiendo." Pero siempre encontramos solución. En cualquier caso, la culpa siempre fue de cocina.
"¿Qué vine a hacer?" Dicen cuando entran al mostrador y se paran en el medio del camino, como Wonder Woman, alrededor de diez personas en un lugar tan pequeño. "¡Ah! La cuenta de la mesa uno."
"Se acabó la crema de plátano." Alguien, desde el otro lado del mostrador, anuncia. "¿¡QUÉ!? ¡Yo vendí cinco!" Imposible. Ofrecer esa crema siempre se nos olvida, pero a veces hay soldados entre nosotras que saben hacer su trabajo muy bien.
"Hazme un frappé de nutella, por favor. Ponte a hacer algo." Le dicen con actitud de fastidio, casi siempre, a la runner del día. Luego se dan un abrazo amistoso y cada quien se devuelve a sus tareas.
"¿Me puedes hacer un favor?" Una le pregunta a otra y casi siempre responden: "No" Pero igual se ignoran mutuamente. "Llévale esto a la mesa doce. Avanza."
Y el clásico es el que nunca falla. Cuando empiezan así: "Amiguis..." sabes que van a pedirte algo que les tienes prohibido pedirte de favor. "¿Tú le puedes decir a la mesa nueve que se vayan? Con palabras bonitas, claro. Es que ya les cobré y tenemos lista de espera para utilizar la mesa. Diles eso mismo. Tú puedes." La host o runner de ese día, de igual forma, casi siempre, son las víctimas de las meseras para esta asignación. Aunque por órdenes de Lissandra, deben ser las meseras quienes se encarguen de despachar a sus mesas. Cada quien tiene el talento para hacer, amablemente, esta cuestión. Yo no puedo ni cantar cumpleaños cuando me lo piden, así que es evidente la respuesta que le di a mi compañera este día, con el gesto más sarcásticamente simpático que pude poner: "Por su puesto que no lo voy a hacer."
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lasideasdeluna · 8 months
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El mundo, ¿qué es eso?
Hay que comenzar por cuál es el significado de un mundo a través de tus ojos. ¿El mundo existe o existe el planeta? Donde tú estás existiendo en este mismo instante, ¿estás siendo parte de un mundo o de un momento en concreto?
Me he dado cuenta de que aquí todo el mundo habla inglés. Ese spanglish que se me sale por el culo cuando la gente de aquí lo utiliza es el mismo que pertenece al mundo donde ellos existen. ¿Hace sentido eso? Igual mi mundo es puro español, intentando aprenderlo, definirlo y apropiarlo en todas sus formas posibles, mientras hago como que no entiendo lo que me dicen cuando me hablan inglés hasta que tengo que afrontarlo y convertirme en lo que tanto repelo. En primer lugar, ¿por qué cojones aprendí inglés? Hay una parte de mí que quiere estudiarlo tanto como apreciarlo, y otra a la que no le importa porque quisiera no tener que usarlo nunca. Sólo hasta que, sin lugar a dudas, lo necesito para comunicarme. Y no puedo culparme, porque estaría engañándome si digo que no lo utilizo en mi día a día, y que la otra mitad de lo que divide mi consumo es en el puñetero inglés. Sin embargo, ¿a quién le importa? A mí, en esencia, maldita sea.
Estoy siendo muy dramática, como siempre, buscándole las ocho patas al gato porque tengo dos, y son amarillos. Una compañera del trabajo nunca se aprendió sus nombres, y los otros días, para intentar ofenderme atacando a mis gatihijos, intentó decir sus nombres, pero sólo le dio para decir: "Por eso es que Pancho y Winini son así" cuando en realidad, son Maru y Kimchi. El mundo de mi casa no está diseñado para ese par de gatitos, que sé lo mucho que quieren explorar las calles y conocerlas. Pero, ¿saben ellos lo que les esperaría? Porque yo sé que no sobrevivirían ni una noche, teniendo en cuenta que los dos son tan valientes, que se asustan con el ruido del camión de la basura como si fuera un ser extraterritorial que pasa una vez en semana para devorarlos. Son tan inteligentes como cobardes, todo el mundo tiene una batalla sinfín con sus malacrianzas menos yo, porque fui quien los crié... Qué jodienda.
Éstas ideas comenzaron hace más de dos meses, diría yo, cuando estaba en un salón de clases donde me estaba quedando dormida y comencé a escribir. Ahora estoy en otro, hace más de dos meses después, y soy la primera en llegar. El salón está frío como la cordillera de Los Andes (porque, no, nadie puede dejar de pensar en esa película) y estoy segura de que los filtros de estos aires no los limpian desde el siglo pasado, por lo que siempre que estoy aquí, nos intoxicamos de una colonia imperial de hongos danzando por el aire que tú, yo y todos los presentes respiramos en los salones con aire acondicionado. Prefiero que no me acondicionen a un carajo, el mundo tampoco está hecho para que las bacterias compartan su población con nadie. ¿O no habías pensado en que te la pasas compartiendo tu cama con los ácaros? Qué asco. Yo la comparto con mis gatos y sus pulgas, cuando una vez le encontré una a Maru caminándole por el mentón, y lo metí a bañar siete veces. Dormí en la sala esa noche.
La clase ya comenzó: un tipo de filosofía donde hablamos de Heráclito y Jacques Derrida mientras cortan la grama afuera y se levantan aún más hongos, pólvora, pólen y esos bichos raros invisibles que se la pasan hincando la piel. En la última clase de Literatura, el profesor, molesto por muchas cosas, nos recordó que no olvidáramos que mientras nosotros discutíamos a Kafka en un salón de clases acondicionado, el mundo se estaba cayendo en pedazos. Guerras, genocidios y gritos de auxilio ignorados, porque no han sido silenciados. Simplemente el mundo occidental les ha dado la espalda. Entonces, ¿cómo sonó eso en tu cabeza? Porque en la mía sonó a que, si la tragedia no sucede en el mundo occidental, no existe, no existió o no es válida. Es lo más real que he pensado nunca, porque si echas un vistazo atrás, la única historia que tú y yo conocemos, es, meramente, occidental. ¿Qué es el mundo occidental, entonces? ¿Una noción de un conjunto potencial en el planeta o...?
En fin, una vez escuché: "Podemos empatizar, claro que sí, pero lamentablemente no podemos hacer nada más" y se me partió el corazón. Siempre he pensado en cómo el aspecto de la vida continúa para el resto del mundi mientras para otros se pierde, día tras día. Pero entonces, ¿qué mundo ese que continúa? ¡Cojones! ¿A que nunca habías pensado en la palabra mundo como te he puesto a pensar hoy?
Cuando a mí me dicen que yo vivo en mi propio mundo no me ofendo, porque es verdad, y es uno que yo misma me he encargado de crear. No le permito la entrada a nadie que no me inspire confianza. Por ende, he escuchado muchas veces: "A veces me gustaría saber qué tanto pasa por tu mente." Pero no lo entenderías y no lo sabrías jamás. Escribo en español, a veces hablo en inglés y penso em português para não perder a prática da língua.
Entonces, ¿dónde estábamos? Ah, sí. Que si, ¿qué es un mundo? Porque en el mío, han surgido todas éstas interrogantes sin congruencia. Ya está demás decir que siempre estoy pensando en muchas, muchísimas ideas. Mi mente nunca descansa, ni cuando duermo. Otras personas lo llamarían "pajaritos preñados". Pues esos pajaritos preñados, maldita sea, cagan las historias y los cuentos que a mí me gusta mucho escribir y a alguien le gustaría leer. ¿Tú vives en un mundo ordinario, haciendo lo mismo que hace la masa, sin definir tu nombre por quien eres en realidad, o ya has creado el tuyo?
PS: Las premisas subrayadas son, en realidad, links para que presionen, entren y se enteren de lo que estoy hablando, genios.
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lasideasdeluna · 11 months
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Me dijeron que escribiera algo.
Estoy en el salón de mi clase de Literatura Comparada, aguantando la respiración por esos 5 segundos que dicen que salvan vidas, porque alguien acaba de estornudar y es eso lo que se tardan las bacterias en volar en dirección contraria. ¿Quién desmiente mi mejor salvagripes?
Este profesor hace preguntas como: "¿De qué está hecho el silencio?" o "¿De qué está hecho el tiempo?" Para mí, el silencio está hecho de lo que está dentro de mi cabeza ahora mismo: un estado decidido de humor. No creo que el silencio sea un humor, pero ciertamente, es decidido por quien lo lleva a cabo. Ahora mismo, hay alguien que no lo está decidiendo mientras el profesor dirige la discusión de la clase, y tengo unas ganas con grandes potenciales de gritarle que cierre la boca. El tiempo, por otra parte, es mi mejor batalla indefinida. Pero eso ya lo saben.
Este profesor también tiene pinta de que fue príncipe en otra vida, o es que su peinado de todos los días lo hace parecido al príncipe de La Sirenita. Nunca había escuchado a un puertorriqueño hablar con tanta propiedad, pero supongo que los escritores (en su caso, comparatista) tienen el potencial de convertirse en grandes locutores de radio local si quisiesen. Aunque él es retirado, ya hace muchos años, de la escritura, sé que hay algo que lo devolverá pronto. A lo mejor habla demasiado como para no escribir algo, al menos.
Pero esto ya ha tomado otro rumbo, porque ha cambiado de día, y lo de arriba fue martes, y hoy es miércoles. Está lloviendo y estoy tomando café mientras escribo desde mi habitación y escucho a mi abuela celebrar porque pudo cogerse un nap durante el día. A veces me gustaría tener tanto tiempo libre como ella y luego pienso en las circunstancias de por qué una lo tiene, y la otra no, y se me pasa. También he pensado que quiero que lleguen las fiestas porque quiero comer mucho, ir a ver luces en urbanizaciones y a festivales navideños para tomar chocolate caliente y comparar artesanías. Ya me perdí el de mi propio pueblo porque no estuve pendiente a la fecha, pero al menos apenas es octubre.
Por eso en estos días terminé la serie de Wednesday en Netflix y la gente me reclama por qué no la había visto antes. Es obvio que estaba esperando que fuese spooky season para verla y eso ha hecho que me haya gustado el mes de octubre, pero por otra parte no me entusiasmo demasiado porque alguien me dijo que hay una guerra espiritual en el mundo y eso me da más miedo que mi madre endemoniada gritándole a Kimchi (un nuevo integrante que presento después). ¡Como sea! No hay tal cosa como el cumpleaños de nadie a fin de mes si tú no lo crees, como yo. En lo que sí creo es en cantar coritos religiosos cuando tengo miedo en la oscuridad y escucho un ruido providente de la sala, sabiendo que probablemente sea Maru preparándose en su caja de arena para dar una cagada.
En fin, me dijeron que escribiera algo, y me tomó dos días pensarlo y terminarlo. No vine aquí a quejarme, como el 85% de mis publicaciones. Sólo a recordar quién es Luna y a recuperarla antes de que acabe el año de gracia que la muy simpática decidió tomarse.
PS: Yo soy y seguiré siendo #TeamTyler. ¿Y tú?
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lasideasdeluna · 2 years
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Miedo
“Aquí va el texto” pone el cuadrado en blanco para que empiece a escribir, pero es que hoy no hay texto, hay miedo. Mucho, mucho miedo. Un miedo que gobierna mi vida y no me deja respirar. Un miedo que reprime emociones  poderosas, que cuando son liberadas, atacan y hacen mucho daño. El miedo del que te hablo no tiene cara, no tiene nombre y tampoco tiene razones. ¿Miedo a qué? ¿O a quién? Sólo lo es; miedo. ¿Qué sentías cuando de pequeño intentaban educarte diciéndote que, si no hacías caso, el monstruo de la película te iba a halar por las piernas en la noche? Porque yo sentía este miedo que, con el paso del tiempo no se frena, sino que aumenta y me priva de  metas que quiero alcanzar pero aún están muy lejos. “Yo soy bien miedosa” le he dicho a todos. “Pues tienes que empezar a dejar de serlo” me han dicho ellos. Pero qué fácil, ¿no? Cuando se ha sido así toda la vida y ahora es que comienza a perjudicarme. ¿Cómo empiezo a desvincularme de mi propia zona de comfort? Pues poco a poco, claro está. Pero es cuando todo va bien que me detengo y digo: “tengo mucho miedo” y no vuelvo a intentarlo jamás. 
Sin embargo, he decidido combatirlo con ayuda profesional. Nunca pensé encontrarme en una situación similar, pero esto más humano no me puede hacer. ¿La luna? Pues sí, hoy estaba muy grande y brillante. ¿Luna? Ah... pues esa ya no sé quién es. 
¿Me acompañas a ir a buscarla?
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lasideasdeluna · 3 years
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Sobrio
Hoy de camino a la universidad llovía y hacía mucho frío. 
Cuando llegué, estuve una hora y media tirada en la cama mirando TikTok porque quería descansar un rato, pero luego de un momento me sentí inútil, y no pude levantarme de nuevo. 
Hoy no habrá que analizar mucho para tratar de entender a Luna, las metáforas y las ocurrentes indirectas se le han quedado atrapadas en las estrellas que ahora no puede alcanzar. Cuando las miro, las contemplo un rato y me pregunto: “¿Las dejé ir o es que nunca las he alcanzado?” Como horita, acostada sobre la cama mientras miraba el grumoso techo de mi habitación. 
Últimamente me estoy aburriendo de la misma música, no he alimentado ninguno de mis playlists. Me gusta estar de regreso a la rutina, aunque no me guste lo monótono y odie madrugar todos los días. Aprecio el camino hacia la universidad conmigo misma, escuchando la música que ya me sé de memoria mientras bebo café frío. No obstante, también extraño a mi compañero matutino que hablaba hasta por los codos, pero me mantenía activa y balanceaba mis días malos. 
Cada vez que paso por aquí, lo hago con un propósito. Nótese el espacio entre las fechas de publicación; como si estuvieran persiguiéndome y este fuese mi gran refugio. Ciertamente es un estado de mi mente, pues Las Ideas de Luna no siempre existen, y por ende, no siempre son parte de mí. Hoy he visto muchísimas cosas donde no las hay. Me he dado cuenta de que el semestre apenas comienza a apretar y que el tiempo, esa guerra sinfín que tengo con el tiempo, me acaba de ganar la primera partida. 
Son las seis de la tarde, o por lo menos mientras escribo esto. Pienso en que es esta mi parte favorita del día: cuando el sol va cayendo y el día le abre el paso a la penumbra de la noche. Donde todavía hay claridad y colores que poco a poco van yéndose con lo que se vivió y dejó atrás hoy para enfrentarte con las afirmaciones que lograste en el día. ¿Cuáles son las tuyas? Porque yo no pude conseguir ninguna. 
Tengo tres... no, cuatro exámenes la próxima semana y no sé por qué no estoy preocupada. Al contrario, no siento nada. ¿Qué es peor? ¿Morirse de hambre o sostenerse con las migajas? Y yo qué sé. Sólo sé que, también, cuando tengo muchos objetivos y uno no me sale, abandono todos los otros y entro en un estado imparcial que flota como nube congestionada. Hablando de eso, ¿qué carajos pasaba con las nubes hoy? Mi ventana tembló, y mi escritorio, mientras estudiaba cuando un puto trueno reventó en el cielo y mi gato salió corriendo. 
A lo mejor es el semejante día que ha sido el de hoy. Tranquilo y sosegado, de hecho. Lluvioso, gris y frío también. Pero sobretodo normal. Eso es lo peor y lo más curioso. Que si fue normal... 
¿Por qué me siento tan desconectada de mi centro? 
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lasideasdeluna · 3 years
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¿Qué pasó ahora, Luna?
Bueno, pues que estoy ansiosa. 
Empecemos por que... esperé cuatro meses ENTEROS para que llegara el preciado verano y con él todo el tiempo libre del mundo. ¡Excelente! Es lo único que llevo pidiendo desde vete tú a saber cuándo, pero... ¿Por qué...? Quiero decir, ¿qué es... lo que pasa ahora que no consigo hacer nada? 
Soy un torbellino de ideas, emociones y sentimientos constantemente. ¡Siempre soy así! Lo peor es que nadie se da cuenta. Oye, que tú puedes pensar que estoy en perfectas condiciones. Es que así siempre me muestro (y que conste que esto no quiere decir que siempre esté escondida detrás de una gran coraza) pero, la mayoría del tiempo, estoy pensando en otras cosas. Estoy ansiosa porque el turno de trabajo termine para llegar a casa y sentarme frente a mi computadora. Estoy desesperada por continuar mi triología, el cuento que dejé a medias, terminar el escrito que enviaré a otro certamen o que llegue la hora de visitar nuevos lugares, ir a todas las playas de la isla, probar nuevas comidas, nuevos cafés, cosas radicales y fuera de mi rutina... 
Pero, cuando tengo las oportunidades (para ser más francos; ahora, que tengo el tiempo libre) no sé cómo hacerlo, por dónde empezar y me estoy muriendo de los nervios. Tengo retortijones ahora mismo. ¡Estáte quieto, estomaguito! Ay, yo qué sé. ¿Qué cojones es lo que estoy diciendo? 
Lo nuevo ahora es que llego a casa y me tiro como un rábano en la cama a mirar TikTok hasta la media noche mientras pienso en cómo puedo hacerme famosa. ¿Será que estoy experimentando la depresión? ¡Imposible! Ya he pasado por eso y no se siente tan patético. 
Empecemos de nuevo.
Estoy sentada frente a mi computadora escribiendo esto mientras pienso en cómo seguir leyendo el libro que empecé y estoy temblando. Me miro al espejo y me pregunto qué demonios me voy a hacer en el pelo para presentarme con decencia al trabajo. También pienso en por qué desperdicio el tiempo y no me pongo a escribir. Es que necesito un día entero para recapitular, leer ideas y manifestar, y no lo conseguiré por lo menos hasta la semana próxima. Me pregunto cómo la estará pasando mi novio al otro lado de la isla (Cabo Rojo, para ser exactos. Maldito suertudo). Lo envidio (de buena forma, coño), pero disfruto virtualmente en la playa con él. Mi pierna está en constante movimiento y me sudan las manos mientras escribo. ¿Por qué estoy tan nerviosa? ¿O es que estoy ansiosa? 
Tengo que enviar un escrito a España antes del 30 de junio. Si lo envío la semana próxima, llegará a tiempo, ¿no? ¿Por qué me estreso tanto por eso si la administración va a considerar la fecha del matasellos antes de tirarlos a la basura? Tengo que imprimir el manuscrito otra vez y tengo que pasarme por Best Buy para comprar una impresora porque, si sigo enviándole escritos de 30 y 70 páginas a mi madre para que me haga el favor en su trabajo, puedo estar haciendo que le estén contando los días antes de que la echen por mi culpa. El pecho me aprieta y hace calor, pero la temperatura no está tan alta. Huele a arroz y mi gato me acaba de morder un tobillo. Mi corazón retumba. ¿Vivir así es saludable? 
¡Me quiero hacer un tatuaje en la cadera! ¿Me hago una luna o una caravéla para que mi padre infarte? Escucho a mi abuela no saber qué champú usar para lavarse el pelo mientras la radio suena y veo puntos negros. ¿Quizás me está bajando la azúcar? Imposible, desayuné bien. Mentira, sólo tomé café. Ni siquiera sé cómo se escribe aquella palabra: si carabela o caravéla y me entero de que carabela es un tipo de barco que antiguamente era utilizado por España. España me suena a entusiasmo si es que las palabras pueden escucharse y mi madre cree que sutil lleva acento. Estoy escribiendo demasiado, pero mis dedos tampoco paran de teclear. ¿Qué hora es en Ámsterdam y cómo le dicen en tu país a aquella palabra? 
Ya, he parao’. Acaban de leer a la voz de mi cabeza y ahora van a pensar que estoy loca. Siempre he pensado que esto es cosa de ser hija única (aunque no exactamente, no lo soy. Que mis hermanos no se ofendan, por favor) pero hablar con mi consciencia es uno de mis pasatiempos. Como paso mucho tiempo sola, nos pasamos hablando de cosas como las que acaban de leer y el problema del momento en que no sé cómo darle entrada a todo lo que estaba esperando para hacer en mi tiempo libre. Que alguien me pegue un ti-
Mami, no te creas lo que acabo de poner aquí. Es Luna, no soy yo. 
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lasideasdeluna · 3 years
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Dentro de la cabeza de Luna.
Mi madre me lo pregunta todos los días. 
Me mira y me dice: Pero, ¿qué es lo que estás esperando? Tanto que me jodes tú a mí con que haga algo para buscar información, me mueva y descubra cuáles son los primeros pasos para emprender un negocio familiar. Si tú sólo mueves el culo para comer e ir a trabajar, ¿por qué no puedes moverlo para publicar tus libros?”
¡Y sí, no me lo tienen que repetir, tiene razón! Todas las veces que he recibido esa pregunta, me refugio detrás del: “Es que no tengo tiempo. Estudio, trabajo y apenas escribo ya. Tengo que esperar al verano para ponerme a bregar con eso.” Lo cual, también es cierto, pero no... quizás no del todo. Sigo viendo eso de “publicar mis libros” más lejos que Japón. Y, coño, que los otros días me puse a pensar en lo lejos que está Japón de verdad. Ese dicho sí que hace sentido, así que, imagínense lo casi imposible que parece para mí eso en estos momentos. 
Frustraciones siempre habrán en nuestras vidas. Y ustedes dirán: “¿Frustraciones de qué mierda habla ésta niña luego de haberse ganado primer lugar en un Certamen de Literatura?” Pues, precisamente fue ese inesperado premio lo que me hizo reconsiderar mi nudo de pensamientos, decisiones, ambiciones, deseos y metas. 
La pregunta es: ¿qué es lo que en realidad me espera? ¡Un carajo si no muevo el culo para cosas que en realidad me gustan! Las agencias, estudios editoriales y todas estas empresas no van a llegar a mí si no las atraigo yo primero con mis escritos, así como hice con el jurado del Certamen. Pero, ¿por qué estoy dándole tantas vueltas? ¿Será que estoy muerta del miedo y es evitándolos mi manera de protegerme? 
Otra cosita, ¿qué carajo hago estudiando Psicología? Ganar el Certamen en categoría de cuento hizo que, de momento, mientras el jurado recitaba nada más que buenísimas críticas constructivas, me preguntara si creía que este momento iba a durarme toda la vida. La gente dice mucho por ahí que habrá tiempo para todo y más para los jóvenes, que apenas están empezando a vivir. ¡Tiempo mis cojones, porque la juventud tampoco me va a durar toda la puñetera vida! ¿Acaso es por eso que, mientras me cuelgo en las clases virtuales, estoy tan desesperada por saber de una vez qué cojones es lo que quiero hacer? No sé qué demonios haría con un bachillerato en Literatura, pero tampoco con qué entusiasmo ejercería uno en Psicología. 
Estoy cien por ciento segura de que, si fuera por mí, viviría de escribir y leer libros. Pero, ¿es eso tener los pies bien puestos sobre la Tierra o pensar en puros pajaritos preñados de mierda? Bien, y si estoy segura de eso, ¿cuándo cojones voy a atreverme a contactar a las agencias? ¿Cómo ese que hago que Penguin Random House me note? Porque escondiéndome detrás de mi estúpido miedo no va a ser. 
Las señales están frente a mi nariz. Mi nariz es pequeña como una nuez, pero si sé que la tengo porque puedo notarla, eso quiere decir que también estoy notando las señales, pero las estoy ignorando. ¿Qué carajo? ¿Alguna vez han visto una luna roja? Síp, esa soy yo. 
Ayer recibí muchos mensajes bonitos. Personas que, desde el principio y antes de gritarle al mundo lo que me gusta, lo sabían y nunca me dejaron sola. Todos repiten lo mismo en sus mensajes. Cosas así como: “Serás grande” “Nunca dudes de tu talento” “Eres una gran escritora” “Nunca pienses que no puedes”. Y, bueno, ahí está el problema. En un campo tan maltratado como lo es la Literatura y sus ramas, cuesta un poquito creer que se es bueno. Porque si se es bueno, uno se convierte en Best-Seller Author, ¿no? Pero, ¡sorpresa! ¿Qué carajos vas a hacer luego? Los escritores se mueren de hambre, ¿lo olvidas? No existe escritor en el universo que viva solamente de eso. Entonces, ¿cómo organizo todo esto? 
¿Por dónde empiezo? 
¿Qué decisión tomo primero? 
Mami, no lo sé. Por ahora voy a seguir comiendo pasta en Fusión y llorando con películas, libros y series de amor. 
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lasideasdeluna · 4 years
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Lo que pasó fue que Luna y el Sol tuvieron una discusión acalorada, pero no hay mejor calorcito que el que se siente cuando regresamos a casa. 
¡Ha pasado mucho tiempo! Luna... pues no sé, tuvo que cambiar de circuito para no aparecerse por aquí por tanto tiempo. La pandemia es, en efecto, un contexto desalentador. ¡Pero qué flojera, hombre! Al inicio de la cuarentena podía notarse que todos estábamos enardecidos. Muchísimos talentos ocultos se dejaron sentir. Las personas perdieron el miedo y se atrevieron a hacer las cosas que siempre quisieron, pero nunca encontraban la valentía para dar el primer paso. Esos primeros avisos del fenómeno que vendría para quedarse alarmaron a todo el mundo, pero hubo una parte de nosotros que dominó nuestra percepción en aquel instante. A mediados de marzo, donde el semestre estaba apenas comenzando a descuartizarnos, necesitábamos un jodido respiro. ¡Y lo tuvimos! Nos animamos, les mostramos al mundo caras que jamás habían visto de nosotros, empatizamos, nos reinventamos, nos atrevimos. Por fin encontramos el tiempo y el espacio para dedicarlo exclusivamente a nosotros. 
Mientras el virus tocaba la puerta de quizás tu vecino, algún familiar o un conocido.
Luego de meses y a punto de cumplirse el año, no se siente igual, ¿verdad? 
Pues no. Este blog fue producto de una recolecta de coraje, tiempo libre y creatividad, pero la pandemia se ha apoderado tanto de nosotros que se pierden las ganas y se olvidan las razones de por qué fue que comenzamos. Así que no ha sido hasta entonces, cuatro meses después, que me he animado a regresar a mi Luna. ¡Esto apesta! ¡Apesta a polvorín, cajones amontonados y a ático abandonado hace cincuenta años! 
¿Qué pasó con el journal que supuestamente iba a traer a Las Ideas de Luna? ¿Qué demonios pasó con Desperfecto y dónde está en estos momentos? ¿Qué pasó con tu familia verde? ¡Tus plantas también sufren tus crisis emocionales! ¿Acaso las dejaste morir? ¿Qué pasó con tus escritos y con el nuevo cortometraje en el que trabajarías? ¡En fin! ¿Qué pasó con tus Lunas? 
La respuesta es que intentaré no dejarme caer tAn BaJO otra vez. Tengo mucho que hacer, muchas metas que alcanzar, muchos sueños y deseos y no me puedo conformar con donde estoy. ¡La vida se cruza paso a paso, pero OJO, se va rápido! Así que para todos aquellos que les sucedió como a mí, levanten el culo, por Dios, y agradézcanmelo después. 
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1. Hay un coffee shop en el pueblo donde vivo al que siempre que iba, disfrutaba mucho, y pensaba: “Si hay un lugar en el que sería feliz trabajando, sería este” ¿Y QUÉ CREEN? PUES SÍ, CONSEGUÍ TRABAJO ALLÍ Y NO PIENSO DEJARLO HASTA QUE decidan que llevo mucho tiempo y sea hora de saltar fuera del barco. Algo así como... ¿hasta que tenga 30 años? 
2. Volví a leer fanfics en Wattpad. Que alguien me pegue un ti-
3. Tuve una, esta vez, crisis existencial, y se me ocurrió que quería cambiarme de concentración y de universidad porque quería ejercer la cosa que más me gusta en este universo: escribir. ¿Será Luna lo suficientemente valiente para saltar, esta vez, desde un precipicio? 
4. Lo mejor que me ha pasado en esta puñetera pandemia ha sido adoptar a mi gatito Maru. Es amarillo, tiene ojos marrones, la cabeza pequeña y el cuerpo gordo y grande. Sólo tiene siete meses, es un dolor en el culo y lo amo mucho. 
5. He conocido gente nueva y he restablecido contacto con viejos conocidos que ahora son amigos :’)
6. He recolectado nueva música, y eso es muy importante. 
7. Siempre supe que era una brujita Hufflepuff, pero luego de ver la saga de Harry Potter y obsesionarme, pude confirmar mi casa. Intenté leer los libros, pero ellos también sufrieron mis crisis. 
8. NO LE HE BAJADO A LAS DÓSIS DE CAFÉ :D 
9. Estoy intentando comer saludable y bajarle a las cantidades (porque si alguna vez me ves comiendo, bueno, pues soy... soy un cochinito) pero es un poco difícil si me encaras con un plato de pasta con panecito con ajo, bro.
10. He declarado que Desperfecto será una triología con dos libros complementarios. How fun? 
Y bueno, he intentado ponerlos un poco al día. ¡Que sigo siendo la misma! Pero quizá ahora regrese con un poquito más de agallas y alegría <3
¡NOS LEEMOS! 
Instagram: fmrtinz
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lasideasdeluna · 4 years
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Corazones de papel
¡Oye, pues sí! Estoy vivaaaaaaaa. Miren, esto se puso intenso. Corazones de papel es un escrito que he tenido por siglos en las notas de mi celular y que nadie ha leído, a excepción de un par de mis amigas, que nunca saben decirme que no lol. Esta no es la versión original, pero solo he cortado unas cuantas partes por el bien de mi reputación. Coño, ni tanto. Que estoy exagerando. No os alteréis, colegas. La cuestión es que como el back-to-hell aka school/college me cogió desprevenida y no pude realizar unos planes que tenía para unos escritos, he decidido que el mundo lea esta maravilla. El tipo es un kbrón. De antemano. Así, crudo. Sin filtro. Pero si quieres enterarte por qué, entonces llega hasta el final. Prometo no abandonar este blog más de una semana. Tengo mil cosas que compartir, lo juro. Pero es que vamos pasito a pasito, suave-suavecito. Also, debo añadir que estaré comenzando a escribir mi próximo guión, Desperfecto AÚN está siendo masacrado (pero es un sobreviviente) y guess what!! Los profesores ya me dejaron como tres trabajos en grupo, a pesar de esta extraordinaria situación de la puñeter- pandemia. ¡Tremendo! Nada, yo me pico en cantos. Este blog será un sobreviviente tanto como Desperfecto que, con evidencia, no es perfecto na’. Sin nada más con qué fastidiarle la audición, disfruten de:
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Era una noche de otoño para ser exactos. La cuidad estaba silenciosa y despejada a éstas horas. Cuando miré la que se marcaba en el reloj frente a mí, me pregunté dos veces si ya me había sido suficiente la pérdida de tiempo. Por otro lado, no quería regresar a casa. Aquel departamento solo empeoraría mi estado de ánimo con sus pintas de habitación ajada. Había perdido la cuenta de cuánto rato llevaba sentada en la barra del bar. El asalariado ya me había preguntado varias veces si deseaba otro trago desde que lo único que me veía haciendo cada que volteaba, era mirar el copón vacío. Siempre intentaba disculparme con una sonrisa, pero debía haberme echado del bar mentalmente desde que había parado de consumir.
Cuando hice ademán de levantarme de mi asiento un terrible diluvio se desató afuera. Como si quisiera avisarme que aún no era hora de irse. En ese mismo instante el agudo sonido de la afinación de un micrófono me taladró la cabeza, y después de varios tragos, no se sintió muy bien. Me di la vuelta para encarar con la mirada entornada la pequeña tarima del bar con un chico sentado en un taburete y una guitarra en el regazo.
—Buenas noches—La audiencia podía contarse con los dedos, así que el chico hizo contacto visual con cada una de las personas que voltearon a verlo—. Es un poco tarde, pero nunca es tarde para buena música. Espero que lo disfruten.
La aspereza en su voz con la que se presentó fue lo que me hizo montarme otra vez en mi asiento. Tal vez podía ser que estuviese cansado o que simplemente fuera su tono de voz. Luego de regodearse inició la melodía con su guitarra, inmediatamente ambientando el bar al compás de la lluvia y el olor a licores. La intensidad de las luces del bar aminoraron para enfocar su lugar. Dio paso a su voz luego de su pequeña introducción haciendo que se repartieran una retahíla de escalofríos por todo mi cuerpo cuando empezó a cantar. Su canción tuvo un sinnúmero de entonaciones bajas que hicieron que resaltara su voz. Mientras cantó, nuestras miradas chocaron un par de segundos más de lo que hizo con otras personas. Se me volcó el estómago en varias ocasiones. Tal vez por los tragos o algo por, eso era lo más probable. Pero solo para mencionar, que desde mi lugar su mirada se vio intensa y sugestionada.
Luego de que su presentación terminó volví a mirar el reloj. Aunque aún no tenía planes de ir a casa no se me ocurrió nada más que hacer aquí. Después de todo, había estado matando tiempo, pero no ganando. La lluvia había cesado y no podía encontrar otra excusa para no irme.
Sin embargo, el chico de la canción tomó asiento a un lado de mí cuando estuve a punto de levantarme.
No vaciló cuando se sentó y me puso la mirada encima. Su olor me arropó como un endredón pesado hasta las narices, del cual no supe qué distinguir con exactitud. Olía a madera y también fuerte como la pimienta. Una cerveza fue puesta frente a él sin siquiera haberla solicitado. Él se la llevó a la boca sin dejar de regalarme toda su atención.
—Llevas todo el rato aquí. —comentó. Su voz sonó totalmente diferente. Tal vez más grave y áspera.
Lo encaré, pero mi mirada lo escaneó inconscientemente.
—Y tú lo has notado perfectamente.
—¿No te parece extraño que seas la única chica? —Tragué saliva luego de haber recorrido rápidamente el alrededor con la vista. El chico desvió su mirada a su bebida con indiferencia antes de echarse otro trago. Luego, volvió a enlazarse conmigo—. La mayoría tiende a irse antes de las dos y media de la madrugada.
—Hasta ahora no había importado tanto mi estancia.
—Solo me pareció extraño. —se irguió. Hizo que el asiento girara para quedar frente a mí, con un codo apoyado de la barra y la cerveza en la misma mano—. Damar
—Suriel—Le miré el tatuaje de la mano cuando hicimos apretón.
Damar se limitó a hacer un asentimiento mientras me sostuvo la mirada. Jugó con un hielo dentro de su boca que se asomó en la piel de sus mejillas. Bajo la penumbra, en sus ojos no encontré mucho. Solo una mirada constante, ambiciosa y penetrante.
—Parece como si no hubieras tenido un buen día de trabajo, Suriel. —me dijo.
Estuve a punto de preguntarle de dónde lo había sacado, pero el desvío de su mirada hacia mi torso me recordó que traía puesto mi uniforme laboral.
Me reí de mí misma.
—Es un poco evidente...
—¿Quieres sacarlo?
Lo miré.
— ¿Por qué te contaría algo así?
—No tienes que hacerlo —sonrió y se devolvió a su antigua posición, dejándome su perfil de vista. No pude pasar por alto los hoyuelos que se le marcaron—, pero te sentirías mejor.
Imité su posición y mi mirada chocó con el reloj un vez más. Damar no volvió a mirarme ni a decir otra palabra. Por lo que noté por el rabillo de mi ojo, parecía estar esperando por mí mientras miraba y recorría en círculos el bebedero del vaso con la yema de su dedo índice. Solté un pequeño suspiro. No quería decírselo a un cualquiera, aunque si lo pensaba dos veces, no importaría mucho lo que pensara de mí porque no me conocía. Tal vez podía ser cierto lo que él dijo y solo podría hacerme sentir mejor soltárselo a un desconocido.
Damar se paralizó después de haberme escuchado. Pareció como si se hubiera tomado unos segundos para procesarlo. Su mirada volvió a mí por encima de su hombro, un poco más sosegada que las anteriores.
—¿Por qué?
—Por cupo—apreté los labios—. O tal vez porque sí y ya.
—¿Y qué piensas hacer con eso? —Me señaló con un movimiento de su mentón, refiriéndose a mi uniforme.
—Tirarlo—me alcé de hombros—o venderlo.
—¿Y tú? —levantó la mirada—. ¿Qué harás?
Tragué saliva. No supe cómo responder o por lo menos rematarlo, pero al menos le sostuve la mirada. Me dio la impresión de que Damar se estaba poniendo muy cómodo como para indagar en la vida de una persona que no conocía en lo absoluto. No me estaba juzgando, pero tampoco me gustaba que se tomara la libertad de seguir preguntando. Se me trancó la lengua e incluso se me aceleró el pulso. Tal vez era eso lo que me había molestado y no el que estuviera preguntando. Si no, desde un principio no le hubiera contestado.
—Ya ha sido suficiente sobre mí, ¿no crees? —le dije. Damar sonrió. No sé si burlándose o compadeciéndose de mí—. ¿Qué hay de ti?
—Me voy a casar—soltó tomándome con la guardia baja. Soltó como si un novio no debiera estar emocionado. Lo acompañó de un largo y amargo trago de su cerveza. Se le perdió la vista en algún punto mientras tragaba con lentitud. Me di cuenta de que tenía una nariz perfilada y una larga y cuadrada mandíbula—con alguien a quien no amo.
Se me aceleró la respiración a medida que seguí notando la indiferencia con la que lo expresó. Aunque no pudo habérselo dicho a nadie mejor, pues ninguno de los dos estaba en posición de decir nada, me pareció la manera más cruda de decírselo a alguien.
Cuando se terminó su bebida me miró consiente de que la noticia había caído como balde de agua fría y que aún no había podido reaccionar. La verdad es que no sabía cuál de ambas situaciones era peor. Realicé que nada en realidad era tan grave hasta que escuchabas otras historias. Cualquiera de ambas posiciones apestaban, y al mirarlo a la cara, lo menos que se me hubiera cruzado por la mente era algo parecido.
Damar soltó una pequeña risa que me hizo regresar a tierra. Sus hoyuelos se abrieron paso en sus mejillas y me distrajeron de mis cavilaciones. Damar tenía cabello rizado y más o menos largo para un hombre. Un rizo le rozaba el pómulo derecho. A pesar de que mi vista perseguía cada detalle, no guardaba relación con ninguna de las preguntas que se formulaban dentro de mi cabeza.
—¿Tú qué harías? —Volvió a preguntar, tal vez para ponérmela más fácil.
—Decírselo a la persona. —sugerí, pero él negó con la cabeza—. ¿Por qué no?
—No está en las opciones cuando ha sido por arreglo.
Esbocé una pequeña sonrisa confundida.
—¿En qué siglo crees que estamos?
Damar se rió por lo bajo, esta vez asintiendo como si estuviera de acuerdo. Desvió la mirada dos veces, pero me la devolvió a los ojos batiendo sus largas pestañas.
—Entonces... ¿Así estarás el resto de tu vida? —le dije.
—¿Me sugieres algo?
—Otra cerveza. —bromeé. Llamé la atención del barman con un gesto de manos mientras Damar se reía.
—Te he visto antes...
—¿Cómo? —Lo miré, tomada totalmente por sorpresa.
—Aquí mismo sentada. —soltó una exhalación y se cruzó de brazos cuando la nueva jarra de cerveza fue plantada frente a él. Levantó su mirada—. Sufres decaídas cada... una semana y media, más o menos. Y siempre tomas los mismos tragos. ¿No te has dado cuenta que siempre es la misma canción?
—Y el mismo sujeto. —añadí, en efecto, refiriéndome a él.
—Ya... —sonrió. Tal vez para sí mismo—. El bar cerrará.
Miré la hora del reloj y de momento realicé que éramos los únicos en el bar. Miré desconcertadamente cómo Damar se regodeó para levantarse del taburete mientras que en mi mente no podía procesar que nuestra pequeña charla hubiera acabado tan rápido.
—¿Te vas? —Me arrepentí enseguida salió por mi boca y quise desaparecer de la faz de la Tierra. Soné como una colegiala desesperada, y cuando Damar me miró por encima de su hombro, el pecho podía explotárseme en cualquier momento.
Tal vez porque no se lo esperaba. Vamos, que yo tampoco. No obstante, después de haber recuperado sus movimientos corporales, Damar soltó un suspiro apoyado de frente a la barra y se tomó un par de segundos en volver a mirarme. También volvió a sonreírme, pero esta vez sí consideré que estuviera burlándose.
—¿Tienes algo mejor qué hacer?
  Si mi madre estuviese viva seguramente me reprendería hasta explotarme los tímpanos y eventualmente me desheredaría. Sin embargo, la mejor parte es que ya era una adulta. Una adulta a la que acababan de echar del trabajo porque habían encontrado en alguien con mejores capacidades que yo con un enriquecimiento excepcional para la compañía. ¿De qué otra manera podía ser útil? Más bien, ¿qué más podría pasarme? ¿De qué otra manera podría arruinárseme mi grandiosa vida? Pensé en que nada más podía afectarme la manera en que yo lo decidiera y que restarle importancia a que acabábamos de entrar juntos a mi departamento me haría sentir mucho mejor.
Simplemente, no tenía nada qué perder... porque no tenía nada.
—Puedes poner tu guitarra por ahí. Volveré con algo para tomar. —anuncié, dejándolo sentado en la mesa redonda que vestía el pequeño espacio entre la cocina y la puerta.
Mi cabeza daba mil vueltas cuando decidía pensar en una sola cosa. A lo mejor los tragos pudieron habérseme subido lo suficiente como para contrastar si en mi sano juicio hubiera hecho algo parecido. Mientras abría las botellas de cerveza, me preguntaba en qué otra cabeza hubiera cabido la idea de traerse a un desconocido a la casa. Que, de paso, estaba comprometido.
De regreso a la mesa encontré a Damar paseando su mirada por toda la estancia. El sonido de la botella contra la superficie anunció mi llegada, regresando toda su atención a mi lugar. Me pregunté qué podía estar pasándole por la cabeza desde que no había dicho ni una palabra. Damar y yo le dimos un trago a la cerveza sin quitarnos la mirada de encima. Aunque lucía sereno y tranquilo su expresión era inescrutable, y eso me estaba inquietando cada vez más. De momento su aura lucía más al mando en la barra del bar que en la mesa de mi departamento. Se sentía como si sus aires se le hubieran caído en el camino y ahora no tenía idea de qué se supone que rescatáramos de la conversación del bar para volver a tenerla.
—Supongo que tienes hermanos. —soltó confundiéndome por un instante, pero luego reparé en las fotografías que se veían desde donde estábamos.
—Así es. ¿Y tú?
—Uno menor... —Damar parecía rebuscar mucho sus siguientes palabras—. ¿Les has dicho la noticia?
—¿Tú sí? —Llamé su atención cuando me clavó la vista de golpe. Aunque se me cortó el aliento por un instante, no reflejé mis emociones de ninguna manera. Mas cuando Damar ladeó una impertinente y pequeña sonrisa, decidí imitarlo.
—Creí haberte contestado la pregunta.
—Solo un cobarde se dejaría llevar por un arreglo matrimonial. —me eché un trago de la botella. Damar desvió la mirada a mi garganta cuando tragué—. Tú no tienes pinta de eso.
—¿De verdad? —Damar dejó la botella en la mesa y se inclinó para apoyar los codos sobre sus rodillas, de paso, disminuyendo la distancia entre nosotros. Supervisé cada uno de sus movimientos, al contrario de su mirada, que había ganado determinación y que no me había quitado de encima—. Y según tú, ¿de qué tengo pinta?
Decidí pensármelo dos veces. De momento la cerveza me había sabido más amarga y quería ir al baño para vomitarla. Aunque Damar me sostuvo la mirada un par de segundos, supo de antemano que no iría a contestarle en seguida, así que se tomó el tiempo de arrastrar sus dilatas pupilas por la longitud de mi rostro, cuello y torso.
Dejé la botella sobre la mesa. El sonido del encuentro con la superficie devolvió la mirada de Damar a mis ojos. Lo imité. Noté que nuestra cercanía no le incomodó. Cuando sentí la combinación de nuestras respiraciones, supe que él también podía sentirlo.
—En el bar tenías pinta de un hombre sincero. —susurré. Damar descendió su mirada—.  Creo que te sentaría mejor serlo antes de que puedas arrepentirte.
Damar asintió como si de verdad estuviese considerando lo que acababa de decirle cuando en realidad había estando canjeando su mirada entre mis ojos y mi boca cada vez que continué diciendo otra palabra. En ese momento me sentí osada. Mientras le sostuve la mirada a Damar pensé en que ninguno de los dos parecía estar realmente preocupado por los problemas que nos cargábamos encima de los hombros. Damar había confesado que ya me había notado antes y yo no podía sentirme más familiarizada con un completo extraño. Por un momento, por un distintivo momento, pensé en que ya nada era demasiado importante.
A lo mejor seguía siendo el efecto de los tragos, pero eso ni siquiera era relevante.
No me sorprendí cuando Damar atrapó mis labios de un movimiento. De hecho, abrí mi boca para permitirle el paso. La carnosidad y suavidad de sus labios me hizo saltar el corazón un instante, pero supe disimularlo mientras seguí correspondiéndole con otro meneo. Sentí la palma de su mano plantarse en uno de mis muslos y ascender su longitud mientras me embelesaba con los movimientos de sus labios, sin embargo, cuando sentí el apretón en una de mis caderas, me sobresalté y concluí el beso de una imprevista manera.
—Lo siento, yo...
—No pasa nada. —me dijo—. Ha sido mi culpa, lo siento.
Damar estaba listo para irse. No podía volver a dejarlo ir por segunda vez.
—Espera—Quizá me arrepentiría dos segundos después de haberlo analizado, pero desde el punto que ya habíamos alcanzado me daba igual. Ahora era yo la que necesitaba una segunda oportunidad—, no quiero que te vayas.
Escuché el pequeño suspiro de Damar y lo miré de reojo. Incluso desde mi lugar sus labios lucían rosados y recién ultrajados. Me devolvió esa sensación de querer volver a sentirlos en menos de lo que pensé que pude llegar hasta él. Cuando lo tuve de frente, uno de sus rizos se interponía entre su ojo derecho y su mirada me estudiaba con cierta irresolución. Hacía rato que no decía nada, pero no importaba. Sabía que no quería irse del todo. Sabía que deseaba esto tanto como yo.
—Suriel—A pesar de que ya lo había mencionado, mi nombre no había sonado tan cautivador nunca antes. Damar tragó saliva—, no podemos avanzar.
—Ya tiraste la piedra. —Enarqué una de mis cejas sin siquiera realizar lo imperiosa que había sonado—. ¿Vas a esconder la mano ahora?
Sin lugar a dudas, debió ser el efecto de los tragos. Debíamos apoyarnos de ahí. O por lo menos yo, para justificar la autenticidad de mi irracional comportamiento.
Damar me sostuvo de la nuca antes de arrasarme la boca con la aproximación de sus labios. 
TRES SEMANAS DESPUÉS
—¿Vienes en camino?
—Olvidé comprar la salsa picante para los tacos del piscolabis. —Me reí tímidamente por lo bajo mientras conducía por las calles del pequeño pueblito en el que vivía. Escuché el chasquido de mi amiga a través de la línea—. ¡Estaré allí en diez minutos!
—Que sean cinco. —Sicilia recomendó—. Quiero que estén todos los invitados primero. ¡No te tardes!
Llegué al vecindario de mi mejor amiga alrededor de siete minutos más tarde de lo que había aproximado. Aparqué mi auto unas cuadras más abajo de su casa desde que el lugar estaba abarrotado. Con suerte, la lluvia había cesado para cuando tuve que caminar hasta la casa de Sicilia. De otro modo, hubiera encharcado los zapatos que estrenaba hoy a juego con el vestido que estaba cernido a mi cuerpo.
Rodeé el ancho de la casa y pasé directamente a la carpa estilizada que Sicilia instaló en la parte trasera del jardín de su casa. Me encontré con algunas caras conocidas en el camino antes de llegar a la mesa de los piscolabis. Sicilia era una persona bastante perfeccionista y calculadora, así que debía estimarse la cantidad de trabajo que pasó decorando su jardín para la pequeña actividad que organizó su madre. El jardín contaba con una alberca y unas preciosas esculturas de cerámica alrededor de ella. Sicilia estaba obsesionada con la mitología griega y eso hasta un ciego podía notarlo.
La divisé a lo largo del atestado espacio. Llevaba un vestido blanco con estampado aflorado y falda de paneles que le llegaba hasta las espinillas. Un labial rosado que resaltaba su piel de porcelana y su cabello rubio atusado como a una de esas mujeres de la realeza.
Ella era todo lo que una mujer podría querer.
—¡Ahí estás! —chilló cuando nos encontramos con la mirada—. ¡Dios! Llevo preguntando por ti desde hace un siglo. ¡Hazte para acá!
Rebasé el jardín de una esquina a otra y me adentré al interior de la casa. Sicilia rápidamente me recibió acomodándome el cabello sobre los hombros.
—Estoy hecha un puerco espín. —masculló.
—Estás perfecta, Lila.
—¡Estoy así! —Estiró los dedos de sus manos como si no tuviera articulaciones—. ¡Con los pelos de punta!
—Es normal que estés nerviosa, Lila. —dije desde su espalda, mirándola a través del reflejo en el espejo que teníamos enfrente—. ¡Además! Ya se han visto un par de veces.
—Si el tipo no decía más de tres palabras, ahora será incluso peor. Las cosas van a cambiar, Suriel. Van a cambiar y no sé si sea para bien.
—¡Escúchame! —la agarré de los hombros y la encaré. Decidí restarle importancia al asunto. Sicilia era la mujer más confiada de sí misma que había conocido nunca. Esto solo pasaba rara la vez—. ¡Estás exagerando! Tienes todo bajo control, Lila. Tú misma has dicho que es el indicado. Ese es tu chico.
En cambio, el anillo que Sicilia me mostró con solo levantar la mano fue lo único que necesité para sentir la realización caerme como balde de agua fría. Mi mirada canjeó entre sus ojos y el anillo.
—¿Tan rápido?
—Mamá dijo que en cuanto antes, mejor. —Sicilia ahora parecía ansiosa—. Estamos en apuros, Suriel. Y el tipo te baja el cielo si se lo pides. Compra una mina de oro si se lo pides. Compra al mejor séquito de doctores del mundo y los hace tocar la puerta de ésta casa si se lo pido. Es ahora o nunca.
Sicilia había conocido a este chico en la última intervención quirúrgica de su padre, y hoy todos tendríamos el honor de hacerlo. Era el hijo del propietario de la cadena de hospitales del pueblo y sobrino del presidente del Departamento de Salud del Estado. En resumidas cuentas, el chiquillo tenía una pila de contactos, disposiciones y firmas al alcance de su mano. La madre de Sicilia era una neuróloga en el hospital donde estaba la oficina del padre del chico. Eventualmente se relacionaron muy bien hasta convertirse en una allegada de mucha confianza. Por casualidades no tan sospechosas de la vida, Sicilia,  y ahora su prometido, se habían conocido y relacionado muy bien, aunque para su madre fuera más bien una especie de negociación. De este modo, tendrían acceso a los mejores hospitales, doctores y tratamientos para atender a su padre. Y no era que Sicilia no estuviese enamorada...
Si no más bien, se sentía completamente acorralada.
Cuando el presunto chico llegó a la actividad, decidí darle espacio a Sicilia. Sabía que causaría demasiado revuelo. Era la primera vez que se dejaba ver, y de solo saber que Sicilia por fin tenía un hombre en su vida, ya era suficiente. Me paseé por la mesa de los piscolabis para matar el tiempo. Agarré un platito para servirme un poco de todo lo que encontrara en el camino. Me serví un poco de jugo de frutas en un contenedor reusable y decidí mirar a mi alrededor para buscar un lugar en donde reposar con la picadera.
En eso, Sicilia y su prometido me sorprendieron por encima del hombro.
—¡Ella es mi mejor amiga! Suriel, te presento a Damar Ibáñez. —Cuando me volví completamente creí perder el peso de mi cuerpo y dejé caer mi contenedor tanto como mis piscolabis.
Sicilia intentó ayudarme mientras Damar se mostró con una impecable sonrisa.
—¿Estás bien? —me preguntó mirándome como si no fuese capaz de reconocerme. El desconcierto en su expresión, la naturalidad en su mirada y la intrepidez con la que fingía era lo que me había perturbado desde un principio. No sabía ni cómo encarar a mi mejor amiga. Sentí que el mundo se iba a acabar, pero Damar seguía intacto como un invitado dentro de él. Pacífico e intacto. —Estaba ansioso por conocerte, Suriel. Me han hablado maravillas de ti.
No copias. Cero adaptaciones. Por favor, respeten los derechos de autor.
¿Visualizas una segunda parte de Corazones de Papel? Repostéalo con tu respuesta y queda pendiente de lo que pasará. 
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lasideasdeluna · 4 years
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Canvas (versión original)
¡! Hola, les dice Luna <3
Bueno, quizás me haya desaparecido un poquito. Hasta mi madre me lo dijo y yo tipo: que va, niña. Un bloguero que no desaparezca no es real. Todos tenemos nuestros momentos y a decir verdad la edición de Desperfecto se roba la mayoría de mi tiempo. Solo quisiera que ustedes pudiesen ver cómo están descuartizando a mi bebito. ¡Y no digo que no me guste porque me encanta! Es un trabajo entre editor y escritor, pero es agotador porque debemos revisar el mismo capítulo una infinidad de veces para mirar qué cambios se ven bien y qué cambios no. Lo único que sé es que Desperfecto se convertirá en adulto. Ahora mismo es un bebé, y cuando culmine la edición, estará oficialmente listo para comerse el mundo. <3
Y bueno, ya sé que fue lo que les prometí, pero ahora mismo nadie se acuerda de eso. Lo del juego del colgaito se quedará para cuando Navidad sea en abril, o sea, nunca. Vamos, no se ofendan. Todos sabemos que el nombre del ángel masculino aka protagonista de Desperfecto se quedará para cuando puedan leerlo. A ustedes, Cabrita Loca y Henessy (sabrán que me refiero a dos de mis amigas en cuanto lean esos apodos secretos), a ustedes personalmente les digo: no se atrevan a abrir la boca. Es importante mantener la identidad de este ángel secreta. Mil gracias xoxo
Hombre, quizás esta introducción sea eterna, pero este es el último párrafo que escribiré antes de lanzar el escrito de CANVAS, JODER. ¡Lo atesoro tanto! Este manuscrito que les dejaré es el original; lo primero de primero que escribí en julio del 2019 para llevar a cabo este hermoso proyecto. Mi mejor amiga un día me dijo: siéntate y escríbeme algo que sea de amor, arte y medio fantástico. Y yo bueno, pues no se diga más, querida. Canvas fue una historia que desarrollé  en un intercambio de pensamientos con mi mejor amiga y luego plasmé en las notas de mi iPad, convertí en guión y luego el resto del equipo lo llevó a la pantalla. Haber tenido la oportunidad de ser parte de este increíble proyecto me llenó de inspiración, amor y alegría. Me hizo conocerme un poquito más a mí misma y trajo a mi vida personas genuinamente cándidas y bondadosas. Esta experiencia, en efecto, para mí será inolvidable, pero necesitaría hacer otra publicación para contarles cómo me siento en realidad o si no, no paro de escribir. 
Este manuscrito fue considerablemente corroborado y editado, pero si encuentran errores pues upppppsssss. Me estaba quedando dormida, lol. ALSO quédense conmigo hasta el final. El outro probablemente sea igual de largo, pero me quedan cosas por decir. Como el libro siempre tendrá cosas distintas a la película, disfruten aquí de:
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Merlí estaba acuclillada en el centro de su estudio masticándose las cutículas de las uñas. Se preguntó si realmente sería suficiente lo que había realizado para sí mimsa y para todos aquellos que tuvieran la dicha de verlo. Pero, ¿y por qué no iba a serlo? No pudo haberle salido mejor que eso. Merlí exhaló después de echarle una sistemática ojeada a todos los cuadros. Se limpió el sudor que se le estaba acumulando en las entradillas de la cabeza, o quizás simplemente lo hizo por inercia. Frente al espejo, intentó convencerse por última vez. Incluso buscó las últimas señales de incertidumbre que le quedaran en su propio rostro para desahacerse de ellas con rapidez. Si no salía ahora, no lo haría nunca. Puede que estuviese temerosa como un chihuahua, pero pensó que podía con eso y mucho más. Estaba finalmente preparada, o al menos eso fue lo que vino recordárdose mentalmente todos y cada uno de los días para poder aplicárselo.
Una vez salió de su departamento, tomó un taxi para dirigirse a la galería del pueblo… Bueno, con esos planes también se había dirigido hasta el taxista que se paró, pero enseguida hizo ademán de adentrarse al vehículo, el taxista le manoteó. Le dijo que no tenía espacio para todos sus maletines porque la cajuela del taxi estaba fuera de servicio por vete tú a saber qué y que si la dejaba montarse, habían posibilidades de que le rajara los ventalanes o que no pudiese mirar por el retrovisor en caso de que tuvierse que dar reversa. En fin, Merlí se quedó con la palabra en la boca cuando el taxista arrancó y la dejó. Merlí decidió no alterarse de inmediato. Quizás había empezado mal, malísimo, pero eso no significaba que el resto del día resultaría igual.
Merlí soltó el más exasperado de los suspiros cuando llegó a la galería del pueblo caminando con todos los maletines de sus cuadros a la mano, pero lo peor apenas estaba a punto de pasarle por la cabeza. Nadie llegaba feliz a ninguna parte después de haber caminado un sinnúmero de kilómetros bajo el resplandeciente sol de una grandiosa mañana de verano, pero nada de eso le cosntaba a Merlí. De hecho, era cierto que de antemano no estaba feliz, sin embargo, se echó a reír sin ningún tipo de gracia después de haber visto la calzada de la galería abarrotada de personas. Ni si quiera estaba muy bien orientada sobre cómo se realizaba la inscripción o a qué mostrador debía ir para identificarse como uno de los artistas. Le pidió al cielo que no le tocara hacer turno en esa fila, porque de lo contrario, allí mismo se declaraba vencida. Merlí optó por abrirse el camino entre el tumulto de la fila para alcanzar la entrada del bloque e identificarse. No había tiempo qué perder sin mencionar que estaba en contra del reloj. Una vez se presentó con el anfitión, le alivió que le pidieran el nombre y el apellido para pasarla directamente al salón. Después de todo, pensó que las cosas pudiesen estar yendo muchísimo peor.  
Las indicaciones del anfitrión fueron simples: Merlí cruzó un elegante vestíbulo con un candelabro colgando del techo hasta que se andentró en un espacioso y sofisticado salón. Aunque era su segunda vez participando del concurso, este año los contrincantes parecían ser más experimentados que los del pasado mientras ella permanecía con su tétrico y rancio estilo de pintura. Notó muchas variaciones en el estilo de los cuadros  de los demás. Había textura, surrealismo, realismo, paisajes, excelentes difuminaciones en los colores y entre otros. Merlí realmente se intimidó. Se preguntó si había dado lo mejor de ella. Le fue inevitable no poder compararse, quiso asegurarse de la credibiliad de la respuesta que ella misma sabía que podía darse. Su estilo era carasterístico por lo abstracto, los colores ténues y opacos, y el simbolismo. Ella lo tenía bastante claro, pero se preguntó en ese mismo momento si eso sería suficiente para el magistrado del concurso . Allí, alrededor de todas las demás exhibiciones. Merlí miró sus cuadros y luego los de los demás. Tampoco pudo evitar entrar en un mini ataque de ansiedad y pánico.
Merlí perdió la cuenta de cuánto había estado esperando por su turno en el salón. Se entretenía mirando cómo iban siendo menos los contrincantes a su alrededor. Eso la estaba inquietando bastante, aunque fueran puntos a su favor. Significaba que su turno se estaba acercando, pero esperanzaba no salir de la reuinión con el magistrado con las manos llenas, como todos los demás. Si sus cuadros cautivaban al magistrado del concurso, se los quedaban para iniciar el proceso de exhibición. De esa forma, declarando al ganador. Merlí estaba constantemente rogando que esta fuera su oportunidad y que nadie se la fuese a volver a quitar. Estaba sudando y temblando por la desesperante espera interminable cuando sucedió exactamente lo que deseó que no. Merlí se petrificó en el momento en que se encontró con las manos vacías de el último concursante que había entrado a la oficina hasta el momento y presenció cómo lo agasajaron entre aplausos y sonrisas. Miró a su alrededor, realizando que no era la única siendo testigo del gran momento del ganador. Todos lucían igual de abatidos que ella. Merlí se decepcionó. Así era esta industria. Así funcionaban las cosas para los artistas que intentaban alcanzar la cima de un salto sin un buen apellido ni mucho qué ofrecer. Ella lo sabía, pero esta vez realmente había creído que sí. Que este sería su momento de brillar y que nada sería capaz de arrebatárselo. Sin embargo, este capítulo de su historia tampoco tenía un final feliz.
Merlí tomaba de la botella de alcohol como si después de acabársela todo fuese a solucionarse. La noche estaba estrellada y encima de ella. A los vecinos de el siguiente edificio les pareció bien tirarse un fiestón el día en que ella lo había perdido todo. Sentía frustración, impotencia y ganas de finalmente tirarlo todo por la borda. Y también reconsiderar las palabras de su padre, quien sabía a la perfección a dónde la llevaría eso del arte y los museos. Pues a ningún sitio. Merlí se rio porque era exactamente en donde se encontraba en ese momento, en ningún sitio. En ningún sitio donde tuviera estabilidad, dinero y felicidad.
De hecho, estaba en la terraza de su departamento, lloriqueando y medio borracha.
Supo que la cosa podía ponerse peor cuando sintió lloviznas en su espalda encorvada. Con la mandíbula bien apretada y la mirada envenenada, encaró la pila de cuadros que había hecho en una esquina de la terraza. Los mismos cuadros con los que se había dirigido hoy a la galería. Si esperaba a que la lluvia se intensificara, todo su empeño, su trabajo y su dedicación, se disolvería con las gotas de la lluvia. Aunque eso no venía al caso en ese momento, Merlí realmente se tomó la molesta de hacerse la pregunta. Si la lluvia no los arruinaba, ¿qué se supone que haga con ellos? ¿En qué esquina del pueblo me paraba para ver a quién le interesaban?
Merlí explotó.
Se levantó de un salto, tambaleó, pero llegó hasta donde se encontraban los cuadros y los comenzó a destruír con sus propias manos. Chilló, maldijo y gruñó. Tomó sus cuadros y los convirtió en pedazos. Tiró uno que otro al vacío y no le importó que la acusaran de irresponsable y basurera. El camión de la basura pasaba temprano todas las mañana para hacer su trabajo, así que fue lo menos que le preocupó a Merlí en ese momento. De hecho, se distrajo cuando comenzó a patearlos. Como bien había imaginado que pasaría, los colores de sus pinturas se diluyeron con las gotas del torrente de lluvia que eventualmente se desató. Ya no podía distinguirse absolutamenten nada. Le mostró el dedo del medio de cada mano a los vecinos de la fiesta y los maldijo antes de darse la vuelta para irse.
Sin embargo, un pedazo de uno de los cuadros que Merlí había tirado por el vacío, de alguna manera u otra regresó y la golpeó en la coronilla de la cabeza. Merlí cayó tendida al suelo y se sumió en uno de los más profundos sueños que jamás había tenido antes.
A la mañana siguiente, Merlí se despertó un poco aturdida. A decir verdad, bastante. Cuando intentó levantarse, una punzada en la cabeza hizo que regresara a la cama de un tirón. Se regodeó y estiró los huesos antes de salirse de la cama con cautela y detenimiento. Se dirigió automáticamente al baño, aunque de camino fuera tambaleándose como si tuviera la cabeza más pesada que el cuerpo. Soñolienta, se miró en el espejo y entornó la vista. Necesitó enfocarla mucho más para poder mirarse. Mientras tanto, se animó a sí misma a la velocidad de una tortuga hasta que finalmente se encaró con sus propios ojos.
Y algo más a sus espaldas.
O alguien más.
— ¡Aaaaaah! — gritó y cerró la puerta a sus espaldas de un acto reflejo. Pegó la oreja a la superficie de la puerta y rodeó sigilosamente la manija de la puerta con su mano para trabrarla sin hacer sonar las bisagras. — ¿Qué quiere? ¿Quién es? ¡No tengo dinero!
Merlí no escuchó ninguna respuesta, no obstante, lo que escuchó a continuación le puso los pelos de punta. Alguien rebuscaba entre lo que parecían ser utelnsilios en la cocina de su departamento. Le estaba claro. ¡Se habían metido para robarle sus pertenencias! ¿Por qué no se trajo su celular para reproducir música como todas las mañanas? ¡Le hubiera sido considerablemente útil en ese preciso momento.
Merlí dejó de divagar y arrancó el sostén vertical de la pared donde tenía colgado su lienzo para usarlo como arma de defensa. En cuanto llegó a la cocina a pasos tremendamente cautelosos, se encontró con la anchura de la espalda de un sujeto que husmeaba entre las alacenas de la cocina. El sujeto no tardó en percibir a Merlí y reaccionó tomando un sartén y apuntándolo en su dirección. Merlí se sobresaltó y, en su defensa, también lo apunto con el sostén de metal.
— ¿¡Quién eres!? — Merlí fue en plan de golpearlo con el sostén, pero el sujeto se volvió cada vez más pequeño intentando protegerse del golpe.
— ¡Espera, espera! ¡No te haré nada, lo juro!
— ¿Y entonces qué quieres? ¿¡De dónde vienes!?
— Soy el vecino de arriba. — contestó con un drástico cambio de comportamiento. El sujeto parecía saberse los caminos del departamento tanto como Merlí, que cuando le pasó de largo con naturalidad, se quedó de piedra. — ¿No te acuerdas de mí?
— ¿Qué? ¿De arri..? — Merlí se cortó a sí misma en el momento en que miró el techo y reparó que no existía ningún “vecino de arriba”. Rápidamente recordó que vivía en un último piso cuando se encontró con el sujeto burlándose de ella. — Pero, ¿¡y tú quién te crees que eres!?
— ¡Basta, basta! — el sujeto chilló, saltando entre los muebles del departamento de  Merlí como si estuviera en una carrera de obstáculos.
En efecto, el obstáculo de esta carrera eran Merlí y el sostén de metal con el que lo estaba persiguiendo. Ambos llevaron la carrera hasta el comedor, donde el sujeto dejó caer las sillas del juego de mesa después de él para bloquearle el paso a Merlí. Luego el sujeto lo siguió de largo hasta la habitación de Merlí. Mientras cruzaron el corredor, él se giró para echarle un vistazo a Merlí sin dejar de correr.
— ¡Me llamo...!
— ¿¡Qué!? — Merlí siguió corriendo detras de él sin detenerse ni porque se cayera su jarrón favorito
— ¡Que me llamo...! — Pero el portazo no la dejó escucharlo.
Merlí se detuvo frente a la puerta de su propia habitación tratando de recuperar su respiración. Por un momento, era lo único que también se escuchaba al otro lado. Tenía el corazón en la garganta con miedo de que él ya se hubiera echado en los bolsillos más de lo que ella esperaba. Ella jamás había pasado por algo similar. La calle donde ella vivía no tenía mala fama, así que no tenía ni la más mínima idea de quién podría tratarse este tipo ni de dónde había salido.  
— Vamos a hacer una cosa. — el sujeto jadeó desde el otro lado.
— ¡Sal de ahí ahora o llamaré a la policía! — Merlí chilló y forcejó la manija de la puerta en un bruto intento de abririla.
— Abriré la puerta si sueltas esa cosa con la que quieres abrirme la cabeza y, de paso, te digo mi nombre. ¿Te parece?
Merlí exhaló y se tomó un tiempo. Tenía la garganta completamente reseca. Pensó en que si aceptaba el trato, le resultaría más fácil liquidarlo. Merlí tragó saliva y se sacó algunos mechones de cabello que se le habían pegado en la cara.
— Está bien.
Ni ella misma hubiera confiado en ese tono, pero al parecer para aquel tonto había sido suficiente, y cuando la puerta se abrió lentamente, Merlí había desplegado una sonrisa de oreja a oreja.
Empujó la puerta con toda su fuerza y entró zarandeando el sostén por el aire, esperando a encontrarse con la cabeza del tipo y golpearlo. Sin embargo, Merlí no se fijó cuando se tropezó con el pie del sujeto, que esperaba intencionalmente detrás de la puerta para hacerla caer directamente de cara al suelo.
Haciendo que se despertara de repente y se apoyara de un movimiento sobre las palmas de sus manos.
Merlí tosió, recuperándose del gran susto y se sentó. Se dio cuenta de que seguía en la terraza de su departamento y que se había quedado dormida después de haberse golpeado con algo que le cayó en la cabeza. Estaba empapada, y a pesar de que la lluvia ya había cesado, hacía demasiado frío como para soportar otro minuto allí sentada. Tenía el cuello y gran parte del cuerpo entumecido por todo el tiempo que sostuvo la posición en la que había caído sobre en el suelo. Decidió no darle más vueltas al asunto y se levantó para entrar a su departamento. Pensó en que aún podía recuperar el sueño si se apresuraba antes de que amaneciera por completo.
Se hizo el camino hasta su habitación a oscuras una vez dentro. Fue quitándose las prendas que sabía que no la dejarían conciliar el sueño y que estaban demasiado mojadas antes de llegar a la puerta. Cuando entró, la puerta se topó con algo en el suelo que no la dejaba abrir por completo. Merlí lo pateó a un lado sin prestar atención. La cerró a sus espaldas y siguió. No obstante, Merlí seguía encontrándose con cosas en el suelo en su caminata y que no recordaba que había dejado. Tuvo que encender una lámpara cuando se golpeó el dedo meñique del pie para ver si el golpe había logrado un sangrado, sin embargo, Merlí se distrajo con lo que su mirada se fijó más allá de su dedo adolorido.
Frunció el ceño cuando vio unos cuadros, pues ella no había olvidado ninguno antes de salir en la mañana. Notó que los tamaños eran más grandes de lo que ella usualmente acostumbraba a utilizar. Merlí no supo cómo habían llegado hasta allí ni de qué pinturas podían tratarse. Se acuclilló frente a ellos para poder voltearlos y encararlos. Merlí se frotó los ojos antes de encararse con el primero, pero cuando lo hizo, se paralizó. Cuando vio el segundo, el cuerpo comenzó a calentársele y luego de haber visto el tercero, no supo exactamente cómo seguir reaccionandio. Sin embargo, en su mente solo había podido relacionarse una sola cosa:
— Bruno
Merlí no pegó el ojo lo que restó de la noche. El amanecer se abrió como un lienzo brillante que cubrió toda la sala de estar de su departamento, el mismo lugar donde Merlí había pasado todo el rato sentada. Observó desde el primer cuadro hasta el tercero por lo que ya parecía una eternidad. Su pierna izquierda no podía dejar de moverse y tampoco había dejado de masticar sus uñas. No paraba de hacerse muchas preguntas dentro de su cabeza que no tenían ninguna respuesta.
Cuando volvió a mirar el primer cuadro, se levantó en dirección al baño de su habitación y se detuvo en frente del lienzo que colgaba verticalmente en el sostén de la pared. Estaba intacto y como lo había dejado la última vez, además de que nunca se le había ocurrido sacar ese sostén de sitio. Luego de haber regresado frente a los cuadros, se desvió a la cocina. Rebuscó entre sus alacenas y cayó sentada de golpe en el suelo cuando encontró el sartén que estaba buscando. Se lo llevó y se paró frente a los cuadros. Para finalizar, le dió una mirada desde su estancia a la puerta entre abierta de su habitación. Intentaba unir las piezas necesarias para corroborar que no estaba volviéndose loca. O tal vez sí... Y esto no tenía nada qué ver con lo que ella pensaba.
En la tarde a Merlí le tocaba cerrar en su turno de trabajo. No tan lejos de su hogar y un poco retirado del suburbio, trabajaba en una librería. Hoy que no había podido dormir como Dios mandaba, debía quedarse para revisar el registro de todos los libros que pronto estarían recibiendo. Así que después de haber asegurado las puertas de entrada, haber cambiado el letrero de <abierto> a <cerrado> y haberse llevado un vaso desechable con café, tomó asiento frente al escritorio del almacén, encarándose con todo el papeleo ahora le tocaba revisar. Esperaba que el café fuera el mejor de todos. No podía fiarse de que aún faltaba dos semana para la entrega. Debía terminar el papeleo con cinco días de anticipación.
Merlí comenzó a rebuscar entre los papeles hasta que uno llamó su atención. Frunció el ceño cuando notó que el papel no guardaba relación con los otros y que al parecer alguien estuvo lo bastante aburrido como para ponerse a hacer dibujitos. Merlí sabía que no podría seguir tranquila sin antes haber hecho algo por ese boceto inconcluso. Comenzó a arreglarlo un poco en el mismo momento en que le echó un vistazo a la hora. Sin embargo, se respingó luego de haber escuchado un sonido providente del salón principal. Cuando ella misma se había asegurado de cerrar la tienda.
Merlí salió de los almacenes con cautela. En cuanto se encaró con el salón principal lleno de estantes, mesas y la puerta, se quedó en silencio. A penumbras miró a su alrededor. Pegó el grito en el cielo cuando el sonido de un par de libros cayéndose al suelo la tomaron por sorpresa. Merlí abrió unos ojos como platos después de encararse con el intruso.
— Lo siento... — el chico dobló una pequeña y avergonzada sonrisa.
Merlí lo señaló con los dos dedos índices. Miró a su alrededor, se le trabó la lengua e incluso dio una vuelta en el mismo lugar. Volvió a mirarlo con la misma expresión de desconcierto mientras el chico parecía admirarla como si tampoco entendiera lo que pasaba.
— ¿¡Tú otra vez!?
— Así es. — suspiró como si estuviese cansado y se cruzó de piernas y brazos a la vez — ¿Te hice falta?
— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? La tienda cerró ya hace... Yo no...
— ¿La tienda cerró? — el chico ladeó su cabeza, mirando a Merlí como supiera algo de lo que ella no tenía idea — Yo no estaría muy seguro de eso.
Merlí frunció su ceño luego de que él hubiera desviado su mirada a su alrededor. De repente la puerta principal se abrió, abriéndole el paso a un par de clientes dentro del bullicio de una noche común y corriente en la librería. Merlí ahogó un grito mirando el regocijo de su alrededor que momentáneamente había nacido. Las personas estaban yendo y saliendo de la sección de café, se escuchaba el crujido de las sillas al sentarse y hasta la leve música lo-fi que siempre se ponía de fondo. El sonido de la caja registradora fue lo más que espantó a Merlí.
— Hora de irse — el chico de la sonrisa se adelantó como si hubiera predecido lo que pasaría a continuación.
— Cambio de turnos, Merlí. — le avisó su supervisor — Vete a casa.
Merlí se volvió con cara de terror hasta el chico, quien la esperaba con una triunfante sonrisa de media luna. Ladeó su cabeza en la misma dirección que empezó a caminar en plan de que Merlí lo siguiera para salir del establecimiento.
— Dale, que tú tienes cara de las que tienen que estar temprano en casa. Como la cenicienta, porque si no — chasqueó los dedos — se te acaba el tiempo.
— Pero es que yo no voy a ir a ningún lugar contigo. — Merlí se detuvo en seco, después de que él le hubiese abierto la puerta de un taxi.
El chico enarcó una ceja.
— ¿Ah, no?
— No.
— ¿Ah, no? — repitió, haciéndose el sorprendido.
— Que no. — Merlí vociferó y retrocedió un par de pasos.
— ¿Por qué? — El chico cerró la puerta del taxi y escondió las manos en los bolsillos de su cazadora. — ¿Porque no sabes quién soy? — Merlí se sintió intimidada por la cercanía que de momento estaban experimentando entre sí. — ¿Porque no me conoces?
Inahaló después de haber reunido el coraje para mirarlo a los ojos.
Pero exhaló cuando se fijó en las tonalidades tropicales de sus ojos. Divisó verde, amarillo y marrón, y pensó que nunca antes había visto unos ojos tan bonitos como los de ese chico.
— Vámonos — el sujeto soltó.  
— ¿A dónde? — Merlí respondió, frunciendo el ceño.
— A París.
— ¿Qué?
— A dónde tú quieras — el chico se alzó de hombros — yo te llevo.
Merlí a penas conseguía respirar de la forma adecuada. No sabía en qué momento le quitaba la mirada de encima, ella estaba paralizada.
— Pero es que la última vez me pusiste el pie para tirarme al piso.
El chico soltó una risa vibrante.
— Así que tienes buena memoria... — Se tomó el tiempo de apreciarla o tal vez de anunciarle su próximo movimiento con la mirada. El chico deslizó sus dedos por la sien de Merlí hasta encajarle un par de mechones de cabello por detrás de la oreja. — ¿Cómo me llamo?
Merlí sintió su pecho caliente y a punto de explotar. Conservó su boca entreabierta para tener una mejor circulación de aire, pues no estaba segura de cuando podía perder la cordura.
— Bruno. — dijo a un hilo de voz.
Bruno sonrió. Realmente la chica tenía memoria.
— El placer es mío, Merlí.
Merlí no se volvió a preguntar qué hacía en el almacén a esa hora cuando se despertó. En su mente todo estaba completamente brumoso y confunso. Reposó su espalda del asiento e intentó analizar todo lo que en ese momento pasaba por su cabeza. Además de haberse levantado con una sensación de carencia, sostenía una percepción de déjà vu que no le dejaba enfriarse el cuerpo. En el momento en que espabiló, tomó sus cosas y corrió a casa. Corrió por el pueblo a altas horas de la noche como si de eso dependiera su vida. Al llegar a su condominio, abrió los portones que dejó como libros abiertos de par en par y subió las escaleras hasta la última planta. Con la garganta seca y el corazón agitado, se detuvo frente a la puerta de su departamento. Consideró abrirla antes de hacerlo. Sus manos estaban temblando y sudando, así que las entrelazó para desperezarse antes de agarrar la manija.
Merlí entró con la misma cuatela de un felino a punto de atrapar a su presa. Se adentró a su propio departamento con temor de lo que pudiera encontrar. Encendió la primera luz que tuvo cerca y se quedó estática, esperando a que alguien apareciera o explotara el microondas. Al confirmar que no había ninguna amenaza, emprendió una carrera hasta su habitación sin mirar atrás y empujó la puerta con más ímpetu de lo que pretendió. La cerró después de ella y la bloqueó para senrtirse completamente segura. Se arrodilló y asomó la cabeza por debajo de su cama para alcanzar con ambos de sus brazos los cuadros que había guardado. Volvió a confirmar que estuvieran los últimos tres que había visto, contándolos y asegurándose de que estuvieran intactos. Sin embargo, cuando volvió a asomar la vista debajo de la cama, se encontró con un par más que no había visto antes. Luego de alcanzarlos y haberles echando un vistazo, estuvo a punto de desmayarse.
Realmente estuvo a punto de desmayarse.
Por la estación de radio que Merlí más escuchaba pasaban su canción favorita. Era el fondo que se escuchaba la mañana en que se levantó con ganas de desayunar huevos fritos. Después de limpiar un poco la sala de estar, regresó de un salto a la cocina antes de que los siguientes huevos fritos se achicharraran y los emplató. Les echó una pizca de pimienta y se los llevó en una mano mientras que en la otra sostuvo un vaso con jugo de naranja.
Merlí se sentó en la cabeza de la mesa. Le echó una inquisitiva mirada de reojo a Burno, preguntándose en qué brujería debió haberse metido para explicar el tipo de cosas que habían pasado en los últimos días. Bruno solo se limitó a comer sin levantar la vista ni por equivocación.
— ¿Tienes alguna idea de eso? — Merlí le preguntó, señalando los cuadros que había encontrado en las últimas noches apilados en una esquina del comedor.
Bruno los miró con desinterés, negó con la cabeza y alzó los hombros
— Bien. Entonces, ¿por qué estás aquí?
— Pensé que ya habíamos pasado ese capítulo. — la miró con evidente agobio — ¿No te aburres de preguntar lo mismo?
— Es que necesito que alguien me explique lo que está pasado. ¡Eso es todo! — Merlí se rio de sí misma. — ¿Qué te parece?
— ¿Qué te parece a ti si recoges tus cosas y vamos a la playa?
Merlí frunció el ceño.
— Allí no se me ha perdido nada.
— Bueno, no sé... Quizá encuentres inspiración y te relajas un poco. Podrías encontrar algo qué pintar y de momento convertirlo en lo mejor que pudo haberte pasado nunca.
Merlí enarcó una ceja e intentó disimular la sonrisa que amenzaba con delatarla. No porque estuviera burlándose de él, si no más bien porque no podía visualizarse de esa manera. No con lo mal que últimamente estaba yéndole en la vida.
— Pues... ¿Te digo una cosa? — Merlí soltó y Bruno le prestó toda su atención — No tengo auto.
— No hace falta.
Merlí perdió el aliento y se cubrió el rostro cuando todo su cabello empezó a estorbarle. En un abrir y cerrar de ojos, la arena estaba hundiéndole los pies y lel sonido de las olas romopiendo en la orilla sustituyó la música de la radio. Merlí ya no sabía cómo volver a mirarlo, sin embargo, Bruno ya estaba completamente encantado.
— ¿Que demon…? En serio, ¿qué eres? — Merlí lo miró a los ojos. Bruno sonrió de costado, viendo cómo su cabello no la dejaba enfocar su mirada.
Y la apreció. Merlí definitivamente se veía más bonita cuando lo miraba a los ojos.
— Parte de lo mejor que pudo haberte pasado nunca.
Entonces, fue el momento en que Merlí y Bruno comenzaron a volverse inseparables.
Bruno y Merlí se habían vuelto tan unidos, que cada vez que Bruno no estaba con ella, Merlí sentía un gran vacío que se le alojaba en el pecho. Merlí comenzó a llegar a casa con apuros, esperanzando volver a encontrarse con Bruno en los momentos en que ella lo añoraba. Como no siempre pasaban el tiempo juntos, Merlí decidió empezar a escribir en una libreta todo de lo que quería acordarse cuando se vieran para contárselo. La obsesión fue tanta que incluso se metía en su propia habitación y cerraba todas las ventanas para simular que ya era de noche y así estimular sus ganas de dormir para ir a encontrarse con Bruno. Merlí perdió la cuenta de en cuantos lugares se quedaba dormida. De hecho, comenzó a tener problemas en el trabajo a consecuencia de llegar tarde o quedarse dormida en cualquier esquina. De alguna manera u otra, Bruno siempre conseguía estar ahí cada que Merlí lo necesitaba. Eso fue precisamente lo que comenzó a distorsionar los encuentros de Merlí con él, porque llegó un momento en que Merlí ya no podía distinguir en cuál realidad estaba viviendo. Comenzó a creer que vivía mejor dentro de sus sueños y no en la vida real. Vivía esperando con ansias la hora de dormirse y dormía deseando que jamás tuviera que despertarse.
Bruno y Merlí visitaron lugares que ella jamás pensó tener la oportunidad de ir. Luego de cada viaje, se sentaban en la terraza del departamento de Merlí a tener la platica más larga de sus sueños sobre todo lo que habían visto o hecho. Bruno descubrió que Merlí no le tenía miedo a nada siempre y cuando se sintiera segura de donde y con quien estuviera. Aventuraron en todas las partes del mundo a donde Bruno la llevaba y la traía de vuelta a casa para asegurar que se despertara como si en realidad todo no hubiera sido solo un sueño, sino la próxima mañana de uno de sus viajes. En varias ocasiones, Merlí se despertaba feliz. Eso después de haber visitado varios de sus lugares favoritos, Los cuadros que aparecían cada mañana luego de despertarse le devolvían la sensación de los lugares que visitaba con Bruno, pero lo más importante era que le confirmaban que había sido real. O por lo menos, así ella pensaba. Estar con Bruno le devolvió todo el ánimo que creyó haber perdido luego de la descalificación del concurso de la galería. Se mostraba más alegre y ella misma lo reconocía. Incluso su supervisor comenzó a  notarlo, cuando Merlí comenzó a despedirse de él antes de cambiar de turnos.
Merlí intentó recrear las pinturas de los cuadros que proyectaban sus sueños en varias ocasiones. Al parecer algo no hacía bien. Terminaba dándose por vencida cuando comenzaba a pintar a Bruno. ¡Era como si el chiquillo ya viniese hecho! Nunca podía conseguir pintarlo con la exactitud que los cuadros y eso la molestaba. Se le pasaba después de recordar que tenía las pinturas originales, no necesitaba copias. Sin embargo, esa se convirtió en la razón número uno de Bruno para burlarse de ella. Merlí se acostumbró demasiado a la vida que le daban sus sueños. Mientras el tiempo siguió pasando, y ella seguía levantándose y realizando que los mejores momentos de su vida solo se trataban de sueños, comenzó a desilurionarse y a perder las ganas de seguir viviendo de esa manera. Por más que le gustara estar con Bruno dentro de los sueños, nunca serían nada más que eso.
A ella no le gustaba darle muchas vueltas al asunto. Quizá debía conformarse y listo.
Luego del turno de su trabajo, Merlí llegó a casa y lo siguió directo hasta su habitación. No comió, se despojó de su ropa de camino al baño y se dio una rápida ducha. Regresó a su habitación para alistarse e ir a la cama, pero los últimos cuadros que habían aparecido llamaron su atención y tuvo que detenerse para echarles un vistazo. Sintió su pecho calentársele con un poco de melancolía luego de mirar la pintura en donde se gastaban una batalla de cosquillas en la cocina mientras preparaban pasteles de bolsillo. En el próximo cuadro aparecían recostados en la terraza mirando las estrellas, en donde Bruno se despidió de ella con un beso en la frente cuando estaba a punto de despertarse.
Merlí se subió a su cama y suspiró. Perdió la vista en un punto del techo cuando se acostó y dejó que el sueño la ganara pasivamente para así poder encontrarse con Bruno otra vez.
Pero esa noche Bruno no apareció.
Merlí se despertó de un salto recuperando frenéticamente su respiración. Saltó fuera de la cama y comenzó a buscar entre todos los cuadros. Pensó en que su memoria estaba fallándole luego de realizar que no podía recordar si había soñado o no. Merlí no encontraba nada que le probara lo contrario, y cuando pasó una semana, supo que Bruno no tenía intenciones de aparecer en lo asboluto. Merlí aprendió a dormirse tranquilamente, intentando no forzar el querer encontrarse con Bruno. Pero algunas noches no sabía cómo controlarlo y se despertaba ahogada en llanto y gritos desgarradores.
Merlí subió a la terraza de su departamento para tomar aire fresco, sin embargo, se detuvo en el momento en que lo vio sentado en el suelo. Miró a su alrededor intentado volver a localizarse y reparar que realmente, Bruno estaba ahí.
— ¿Bruno? — Merlí no sabía cómo dirigirse a él después de no haberlo visto por tanto tiempo. Si se lo preguntaban, sí que estaba molesta y sí quería que le dijera todo lo que ella quería saber, pero ella sabía que algo más allá debía ocurrir. Bruno no hubiera desaparecido sin una razón válida. — ¿A dónde fuiste? — Bruno no contestó ni hizo ademán de intentarlo. — Pensé que no iba a volver a verte…
Merlí escuchó un suspiro de parte de Bruno. Por alguna razón sintió quebrarse un poco más que antes. A lo mejor esto era una señal. Verlo después de tanto tiempo definitivamente debía significar algo que... probablemente no fuera a gustarle a ninguno de los dos.
Bruno la miró por encima de su hombro sin llegar a encararse con ella y luego devolvió la cabeza.
— Lo siento.
Merlí se acercó en cuestión de zancadas y se acuclilló frente a su espalda encorvada. Reparó en que su aroma estaba más que presente y que siempre era la misma. También en cómo inhaló y exhaló, demostrándole que respiraba y que estaba más vivo que en las pinturas de los cuadros. Lo sujetó por la nuca mientras lo rodeó para sentarse frente a él y se encaró con un par de ojos tremendamente desalentados. Esa noche, los tenía color café.
— Pero tenía qué hacerlo. — Bruno terminó de decir, mirándola de hito en hito. Luego de haberse espabilado brevemente, sonrió de costado y acunó la mejilla izquierda de Merlí en su mano. — ¿Qué quieres ha...?
— ¿Por qué? — Merlí lo interrumpió — ¿Por qué tenías qué hacerlo?
Bruno apretó su mandíbula y tragó saliva.
— Tú muy bien sabes por qué.
— No — Merlí logró levantar su debilitado tono de voz —, de hecho, no lo sé. Desaparecer no arregló nada y no arreglará nada, Bruno.
Bruno ladeó la cabeza en un gesto de desacuerdo con Merlí. Decidió agarrar su rostro con ambas de sus manos para asegurar que sus miradas no pudieran salirse de la del otro.
— Merlí, escúchame.
Merlí lo miró de hito en hito, pero en cuanto realizó que de su terraza habían pasado una vez más a la playa, cerró los ojos soltando la primera lágrima.
— Bruno... — sollozó.
— Quieres saber realmente por qué estoy aquí, ¿no? — Bruno limpió las lágrimas de Merlí con sus pulgares. — Merlí, tú me creaste. Todo por lo que has pasado durante toda tu vida lo haz hecho sola. Siempre lo haz hecho todo sola. Pero en el fondo — Bruno señaló el centro del pecho de Merlí con la yema de su dedo índice mientras que el labio inferior de Merlí tembló de miedo. —, muy, muy en el fondo, estás cansada. Ya no puedes soportar un minuto más. Un minuto más sola. Y desde pequeña has tenido esta... esta visualización del chico de tus sueños, ¿no? — Bruno sonrió con lástima — Pues eso es lo único que soy. Soy el chico de tus sueños y es ahí donde único me podrás encontrar.
Merlí derramaba un torrente de lágrimas que se atascaban entre las manos de Bruno. Deslizó un lado de su rostro en una palma de las manos de Bruno para sentir su tacto y sollozó como quien no podía respirar.
— Hey — Bruno susurró y juntó ambas de sus frentes para llamar la atención de Merlí. — Podemos hacer algo hoy. ¿A dónde quieres ir? — Merlí negó con la cabeza cuando volvieron a encontrarse con sus miradas. Bruno le sonrió ligeramente en plan de animarla, pero no tuvo éxito. — ¿Qué quieres hacer?
— Quedarme aquí — Merlí logró decir, amortiguando todo el dolor que sentía en el nudo de la garganta. — contigo. No me quiero ir. Quiero quedarme en este sueño para siempre.
Bruno volvió a apretar la mandíbula cuando sintió que estaba a punto de echarse a llorar. Soltó un exasperado suspiro que le aflojó el cuerpo y sujetó a Merlí por la nuca para limpiárle las últimas lágrimas. Merlí le sostuvo la mirada pensando en que debía memorizarse todo el rostro de Bruno a la perfección. También pensó en que debía asegurarse de recordar que su tacto siempre era caliente y que tenía un lunar encima del labio superior. Merlí le rodeó el cuello con sus manos y Bruno no dejó de observarla hasta que después de haberla acercado lo suficiente a él, su vista se distrajo con sus labios. El pulgar de Bruno se deslizó por la mejilla de Merlí como una de sus lágrimas y le acarició la comisura de los labios antes de capturarlos con los suyos sutil y delicadamente. Temiendo a espabilarla con el gesto lo suficiente como para hacer que se despertara del sueño, Bruno decidió no apresurarse. Cuando percibió que Merlí cedió al beso, Bruno intensificó las caricias y los movimientos con sus labios. Merlí enredó sus dedos por el cabello de la nuca de Bruno cuando ambos respiraron sobre los labios del otro y cuando el beso concluyó, Bruno le besó la frente.
— No... — Merlí murmuró — Bruno, no... No dejes que me vaya.
Pero pronto los brazos de Bruno se encontraron despejados, y esa noche, Merlí se despertó ahogada en llanto y con un inmenso dolor aplastándole el pecho.
Un año después
Merlí volvió a mirarse en el espejo muchísimo más segura de sí misma. Esta vez lo había conseguido. Su sueño se había hecho realidad y esta vez la oportunidad había sido puesta sobre sus manos. Merlí se presentó en la galería del pueblo con una vestimenta más elegante y sofisticada de lo que ella solía acostumbrar a usar. ¡Lo más que le entusiasmaba es que se había dirigido en su propio auto! ¿No era eso genial? El pecho se le infló de alegría cuando se encontró con todo el público que abarrotaba el lugar solo para echarle un vistazo a sus cuadros. Merlí era el centro de atención. Sus pinturas realmente habían sido todo un éxito. Incluso la llevaron a aparecer en las portadas de las revistas artísticas que a ella más le encantaban. Rompió récords y fue reconocida internacionalmente. Cabía mencionar que esa era la quinta exhibición en su propio país.
Entre todo el bullicio de reporteros, fanáticos y fotógrafos, Merlí logró hacerse el camino dentro de la galería sin saber que el chico de sus sueños también se encontraba allí. Merlí era recibida y escoltada por guardias de seguridad para dirigirla al salón de exhibición mientras Bruno se miraba a sí mismo, preguntándose por qué el chico de los cuadros lucía como él. Cuando Merlí finalmente llegó al salón, ella y Bruno llegaron a estar más cerca de lo que realizaron, pasándose de largo o coincidiendo en las mismas partes del salón sin siquiera notarse. Merlí estaba muy ocupada presentándose con todos los que se le acercaban para felicitarla. En fin, estaba ocupada disfrutando de uno de sus grandes días. Mientras tanto, Bruno seguía mirándose a los ojos en cada una de las pinturas. Con las manos guardadas en los bolsillos de su cazadora se preguntó si realmente el chico de los cuadros se trataba él, y si sí, cómo rayos podría ser eso posible. Se preguntó si podría tratarse de lo que estaba pensando y si realmente esta vez no estaba dentro de  uno de sus sueños.
Bruno se fijó en las firmas de todos los cuadros a su alcance y que todas estaban localizadas en la misma parte. De momento se espabiló y miró frenéticamente por todo su alrededor.
Merlí acababa de despedirse de unos empresarios cuando se dio la vuelta y fue sorprendida por más personas que se le acercaban para felicitarla. El propietario de las galerías le sonrió con un asentimiento y Merlí le devolvió el gesto. Internamente chilló de la emoción que le dio ser notada por él. Muchas personas le preguntaban de dónde había sacado la inspiración para hacer sus cuadros y si era cierto que fueron basados en hechos reales. Merlí no sabía cómo responder a eso, pero intentaba disimularlo con algo en que había pensado que era relativamente cierto. Depende de qué realidad estemos hablando, les decía a todos. Al final del día, su éxito había sido gracias a él.
Sin embargo, no cabía duda de que esta vez sería real. Bruno se paralizó en el momento en que la vio desde su estancia. Merlí estaba charlando con un grupo de personas cuando desvió su mirada inercialmente y no pudo volver a regresarla. Se le calentó todo el cuerpo y sintió mucho, mucho miedo.
De que volviera a estar en uno de sus sueños.
Mientras la distancia iba acortándose entre ellos, cada vez dudaba más. Estaba idéntico y por un momento pensó que debía apresurarse antes de que volviera a despertarse.
Pero no era un sueño, él era real.
— Dime que no estoy soñando. — Merlí susurró.
El chico que estaba parado al frente de Merlí ladeó una encantadora sonrisa. Merlí se derritió. No podía esperar a escuchar su voz.
— No — respondió — Tengo un cierto parecido con el chico de tus pinturas, ¿no?
Cuando Merlí escuchó su voz, contuvo la respiración sin darse cuenta. Luego de un pequeño trance, se rio de sí misma.
— Así es. — Merlí quería decir mucho más, pero no sabía cómo empezar a hacerlo. Tampoco quería echarse a llorar y arruinar su maquillaje. Si el chico no le decía su nombre, podría considerarse desalojar el lugar antes de que Merlí pudiera explotar.
Pero, de pronto, la siguiente pregunta cayó sobre ella como un balde de agua fría.
—¿Cómo se llama? — le preguntó, refiriéndose el chico de las pinturas.
Merlí esbozó una temblorosa sonrisa.
— Bruno.
Y Bruno, el chico que tenía en frente y el mismo de sus pinturas, le ofreció la palma de su mano para estrecharla.
— El placer es mío, Merlí.
No copias. Cero adaptaciones. Por favor, respeten los derechos de autor.
¡Ayyyyyyyyyyyyyy! Bueno, chillé. Que conste que la voy a ver otra vez... Espera, ¿qué? ¿Que si en dónde la puedes ver? ¡Coñoooooo, pero si está en youtubeeeeeeee, siiiiiiiiiiii! Me muero. Cariño, mira, la puedes encontrar aquí y la puedes ver cuantas veces quieras. Para aquellos que no lo sepan, Canvas es un cortometraje inspirado en este manuscrito que compitió en el Festival Ponte los Cortos de Puerto Rico y fue el ganador de: mejor track original, mejor actor y mejor actriz. ¡Polaris Productions es la casa productora que lo dio a luz! Aka mi equipo favorito, en donde tuve la oportunidad de ser la guionista este año. ¡Puedes conseguirnos aquí y darnos follow, like, share, de todo! Si por casualidad te enamoraste del Bruno o de la Merlí del cortometraje (que no me malinterpretes, eh. Que eso pasa. Hasta yo) bueno pues sus perfiles también los puedes encontrar en el último link. Escribir Canvas fue un proceso de imaginación y construirlo hasta ver el resultado final es algo que nunca podré superar. Literalmente. Jamás. Ever. Lo veo y es como volver a chillar por primera vez. Con sentimiento. Así como si yo no lo hubiese escrito. Real. Intenso. Recomiendo mi equipo aka casa productora al cien. Somos la hostia, tío. Somos un equipazo. Si los quieres conocer a todos, vuelve a presionar aquí. Les mando besos a todos y saben lo agradecida que quedaré por la eternidad. Espero que el manuscrito de Canvas les haya gustado igual. Varias cositas son diferentes al cortometraje, pero la esencia no se perdió en ningún momento y eso es lo más que me encantó de todo esto. Así es, tengo mucho más qué decir, pero no lo haré. Quizás esto merezca otra publicación. 
Sayonara <3
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lasideasdeluna · 4 years
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Desperfecto Q&A pt 2
Bueno, bueno... Aquí Luna regresa con la segunda parte de su matadero. Quizás esté exagerando, pero así le llaman al proceso por el que toda obra debe pasar antes de solicitar cualquier otro tipo de servicio editorial, mejor conocido como: Edición de Contenido. Desperfecto está actualmente atravesando una y Luna solo espera que sea fuerte y capaz de soportarlo, porque sino, ella misma va a tener que unirse al club de los ángeles caídos. Pero si se lo preguntan de otra manera, es lo menos que le molesta. Si caerse conlleva ser recibida por el ángel masculino del misterioso nombre aka su propio personaje, entonces les manda un saludo a todos desde las puertas del inf-
Mejor no. Eso no fue para nada gracioso.
Aquí van el resto de:
SUS PREGUNTAS
“¿con q editorial estás trabajándolo?”
Bueno, primero busqué mucha información sobre editoriales tradicionales locales. Me encontré con una editora autónoma, pero como no estaba recibiendo manuscritos en ese momento, me recomendó con un estudio editorial llamado Las Marías. El nombre me cayó como balde de agua hirviendo porque pensé que el estudio estaba localizado en el municipio Las Marías, y de solo pensar en el tremendo viajecito que me gastaría si quería darles una visita, me entraron ganas de sacarme alas. Al final del día no fue nada más que producto de la ignorancia de una niña de diecinueve años, porque el estudio en realidad está localizado en San Juan. ¡Pueden echarle un vistazo a su página web! Tienen un site en donde publican datos constructivos, pequeñas descripciones de sus servicios editoriales y chácharas semanales con una taza de café para espabilar, como dirían las chicas del estudio. Para acceder, presiona aquí.
“Ya tienes una visualización de la portada?”
Pues si te soy sincera, me paso cambiándola. Sé lo quiero y sé cómo es que quiero que se vea, pero parece ser que aún no encuentro la foto perfecta. ¡Supongo que aparecerá!
“De qué se trata!”
Puedes pasar por la primera parte del Q&A para descubrirlo. Dejé una sinopsis y una pequeña descripción. <3
“Como la escritora, ¿cuál personaje te gustó desarrollar y cuál no?”
Qué fuerte esta pregunta, por el amor a Dios. Si tuviera la oportunidad de conocer a mis personajes, no sabría para dónde mirar. Para empezar, mi personaje favorito, con la evidencia que aún no conocen, es el ángel masculino que no quiero que se revele su nombre, lol. Ya llegará su bellísimo momento. Y el personaje que menos me gustó escribir fue la misma protagonista, Briel. Quizás al final puede que me haya compadecido, pero actualmente es evidente que debí haberla tirado del cielo sin alas. 
“Quiero leerlo ya”
Yo también quiero que lo leas. xoxo
“Me gusta mucho el nombre.”
A mí también, kid. Para la próxima, hazme una pregunta, ¿quieres? ;)
“Si tuvieras que describirlo en una sola palabra, ¿cuál sería?
¡Me mueroooooo! ¿Por qué están haciéndome esto? Anyways, hm... Desperfecto es... osadía. Eso es todo. Omg, chiLLÉ.
“Qué tácticas utilizaste para escribirlo?”
Jajaja, ¿a qué te refieres con eso? Quiero decir, si la mayoría piensa que escribo profesionalmente frente a una computadora, ¡PUES NO! En realidad, escribo en las notas de mi celular. ¡No me juzguen! Es muchísimo más cómodo y accesible que permanecer sentada por HORAS frente a una computadora. A decir verdad, esos maratones me los gasto cuando me dedico a convertirlo en un documento de Word y a editarlo. Si iCloud se llega a infectar de cualquier arrebato y todas mis notas se borran, finalmente me declararía extinta. 
“¿Tendrá alguna continuación?”
¡SISISISISI! ¡Estoy muy emocionada! Esta historia actualmente continúa y hasta me atrevo a decir que la secuela de Desperfecto será muchísimo más entretenida e intensa. Puedo dejarles el nombre. Igual me de con publicar contenido en mi Instagram sobre la secuela, que se titula: El infierno en tu cielo. Y es en este momento que se escuchan todos los “Señor reprenda el diab-” Amén, señora, amén. Estoy muuuuy de acuerdo con eso, pero insisto en que esto es solo pura ficción. No se alarme si encuentra a su nieta/o leyendo esto.
“Una pequeña descripción de los personajes”
Válgame, qué intriga... Bueno, los personajes principales de Desperfecto son: Briel, el ángel masculino aka _________ y Tiamat, que vendría siendo un importante querubín. Luego vamos conociendo a Crisávela, (que un funfact sería que el lector cero de la editorial me dijo que el nombre sentaba con su semejante genio de engreimiento y vanidad, lo cual describe, en efecto, a Crisávela :D) Arlet, Oskár, Pol, Ioana, Térren, (inspirado en el guardián del polvo mágico de Tinker Bell, pero para nada parecido) y quien sabe si se me queda alguien más. ¡Todos vendrían siendo ángeles y personajes secundarios (a excepción de Térren, que descubrirás lo que es cuando leas el capítulo nueve, lol). Eventualmente se presentan Kaspar y Jasám, y un presunto intruso llamado Samael. No puedo entrar en muchos detalles sin exponerte spoilers, así que se quedará para cuando lo puedas leer. La mayoría de los nombres los saqué de las gavetas de mi cabeza, pero no voy a tirarme la de mi madre y pensar que me los inventé porque puede que vengan a virarme la tortilla y que escuche el nombre en una tienda de ropa como Kress. 
“Trama?”
Échale un vistazo a la primera parte del Q&A. Ahí encontrarás la respuesta ;)
“Algo que te recuerde a él”
¿A quién? ¿Al libro? Porque si es así, me temo que mi vida cotidiana me recuerda que tengo que terminar de escribir porque hasta mis personajes me halan de las orejas.
“Me gustaría saber qué tiene de desperfecto”
El ángel masculino del nombre misterioso. <3
Ya está, lo he decidido. ¡Jugaremos al colgaito para descifrar el nombre de mi ángel preferido! Será simple. Deberán estar pendientes a mis historias en Instagram para poder participar. El resultado final lo publicaré en la próxima visita a mi blog. ¿Les parece bien? Al diablo con lo de hablar en tercera persona. Puedo disculparme con Samael después. ¡Me emocioné! Quiero acercarlos lo más que pueda a Desperfecto para que cuando pueda publicarlo, con el favor de Dios, chillen igual que yo cuando lo estaba escribiendo. Nos volveremos a leer tan pronto todos los preparativos estén listos. Si aún no me sigues en Instagram, no dudes en hacerlo. 
¡NOS LEEREMOS!
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lasideasdeluna · 4 years
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Desperfecto Q&A
¡Hola, les dice una de las lunas de Luna! Mira que encontró un par hace unos días y aún no para de hablar sobre ellas.
El momento de responder a las preguntas de sus seguidores ha llegado. Hace unos días atrás, Luna dejó una publicación en la historia de su Instagram con una cajita de preguntas para todos aquellos que estuviesen interesados en saber más allá de esta portada:
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¡Para los que no lo saben, Luna escribió un libro! Un libro, como tal. De rabo a cabo. Un libro, you guys. Con páginas y eso. Bueno, debajo del título puede que no se lea Luna, pero eso es solo porque sacó a pasear una de sus lunas... Ah, ¿ahora ven por dónde iba todo el rollo? No, bueno, en realidad... ahí abajo tienen su verdadero nombre. Quizás exótico para algunos, normal para aquellos que ya la conocen desde hace mucho tiempo o ya lo habían escuchado antes o simplemente un nombre y ya. De hecho, es la mezcla del nombre de ambos de sus padres. Su madre pensó que estaba creando el universo al unir el nombre de su esposo con el suyo hasta que lo escuchó dentro de una tienda (Kress, para ser exactos, lol) y se indignó cuando se dio cuenta de que no se estaban refiriendo a su hija. 
En fin, Luna no vino para hablar sobre sus lunas. ¡Vino para contestar sus preguntas! Después de recibir una considerada cantidad, decidió que iría a dividirlo en dos partes. ¿Cómo sé que Luna contestó mi pregunta? Estarán redactadas exactamente de la misma manera en que las recibió. Confía en que tengan buena memoria ya que ella no tiene intenciones de revelar ningún nombre de usuario o algo similar sin antes no haber sido notificado. 
Espera que con estas respuestas despierte muchísimo más su curiosidad y estén dispuestos a participar en el próximo Q&A sobre Desperfecto o algo más. ¡Finalmente sin nada más qué decir, aquí va! 
SUS PREGUNTAS 
“Que si la escritora está free para un café”
Bueno, el café y yo nos llevamos muy bien, pero esta no es una pregunta sobre Desperfecto. Tendrás que intentar sonsacarme de otra manera. Siguiente.
“¿Cómo encuentras la inspiración?”
Usualmente escuchando música, ¿sabes? No sé si te pasa, pero cuando uno escucha de esa música que nos llena demasiado y nos lleva a trances más allá de la Tierra es cuando mejor nos sentimos con todo lo que nos rodea, y en mi caso, es cuando la inspiración llueve como si fuera una tormenta. Trato de vincular lo que me dice la canción (desde la pista, la melodía, las notas y las voces) con algo que podría representarla a la perfección. Y síp, todo lo que he dicho hasta ahora ha rimado como si te estuviera bromeando, pero no lo estoy haciendo. Que no. ¡Que eso no te distraiga! Tampoco es que encuentro la inspiración cada vez que me pongo los audífonos y sin ellos no puedo funcionar, pero sí es lo que más suele ayudarme cuando quiero crear. 
“¿De qué o con qué te inspiraste para escribir la historia?”
A verrrrrr, puede que esta sea mi pregunta favorita porque hasta yo me rio de mí misma. Si te cuento... bueno, estoy a punto de hacerlo, pero me refiero a que fue de una manera bastante... ¡Bueno, ya verás! Desperfecto no siempre fue Desperfecto hasta que descubrí... bueno, que un día me levanté temprano, desayuné y me senté en el sofá. Me puse a ver... unos muñequitos que pasaban por la televisión y... resultó ser... que los busqué por YouTube para continuar viéndolos y así no tener que seguir madrugando. ¡Me obsesioné con unos muñequitos para niños pequeños sobre ángeles y demonios porque me estaban inspirando, y los tuve que ver desde el principio hasta el final! Se llaman Angel’s Friends. No los busques, por favor. No quiero que descubras las cosas con las que yo me distraigo. Puede que siente un poco denso e impactante eso de demonios para niños pequeños, pero la realidad es que la animación no es nada más que eso, dibujos animados, y no puede ser más constructiva para enseñarle a los niños la importancia de las diferencias entre el bien y el mal... En realidad, cambié de opinión. Búscalos para que veas lo indefensos que son y que fui yo la macabra y la que tuvo que venir a distorsionar lo que vio para crear su propia historia. 
“Tuviste algún bloqueo escribiéndola ?”
Pero, ¿qué dices? Pues claro que no. Solamente la pausé desde inicios de mi senior year con un total de quince capítulos hasta inicios de la cuarentena, que fue cuando finalmente pude terminarlo... Síp, así es. Tremendo bloqueo, ¿no? Me metí en una laguna tan profunda que no había alma que pudiera sacarme. 
“Una sinopsis de la historia!”
Esto es emocionante... No se asusten, por Dios. Todo aquí adentro es: ficción, fantasía, romance, misterio y drama. Y si tengo que decirlo, pues para lectores con mente... pues abierta, ¿vale? Que soy una hija de Dios, no me jod-
La Santísima Trimurti era el lugar al que todos los ángeles de Las Alturas deseaban ir. Era el único sitio en donde serían capaces de aprender, ejercitar y adiestrarse para convertirse en los mejores soldados de El Reino de Dios. Pero también, el único lugar en donde podía descubrirse la verdadera naturaleza de un ángel. Briel pensaba que todos los ángeles se comportaban igual y que no cabía en la cabeza de ninguno traicionar la voluntad del Creador. Ciertamente habrá un ángel en particular que hará que Briel cambie totalmente de parecer y que, de algún modo, termine volviéndola igual que él. Sin embargo, ¿hasta dónde los van a llevar sus distintivos cuestionamientos?
¿Hasta el punto de enamorarlos?
Simplemente había algo mal con él y Briel estaba dispuesta a averiguarlo.
¿O a resguardarlo?
“Que me lo envíes pa leerlo ya”
Verás, eso sería andarse con preferencias. Me comprometo a notificarte  cuando esté perfectamente editado y listo para salir a la calle. Estoy segura de que la primera copia de Desperfecto será la que agarren tus manos. Y, por cierto, solo fui considerada contigo. Esto no fue una pregunta, pero, si quieres también te regalo besos. Muchos besos. 
“De que se trata?”
Si en la sinopsis no quedó muy claro, se trata sobre el encuentro de dos ángeles completamente diferentes dentro de La Santísima Trimurti, que vendría siendo un lugar muy, muy importante dentro de los cielos. No lo busques, me lo he inventado, lol. Estos dos ángeles deberán enfrentarse a un sinnúmero de cosas que pondrá a prueba su verdadera naturaleza: permanecer como un ángel o caerse del cielo y convertirse en lo que le sigue. 
“Ay romance?”
Como te tengo confianza, niñita, si tienes hambre seguramente la nevera debe estar cerca. Lo que pasa es que te comiste la «h» en el «ay», así que vendría siendo «¿hay?» y no «¡ay!» de que me estoy muriendo. ¡Y claro que hay romance! Si no escribo romance en mis historias, no sé lo que estoy haciendo. Evidentemente en la sinopsis se presenta uno de los protagonistas que vendría siendo el ángel femenino, Briel, pero el nombre del ángel masculino permanecerá como un misterio por el momento.
“En qué estabas pensando cuando decidiste escribir Desperfecto? Cuál ha sido tu mayor inspiración?”
Con certeza, estaba pensando en lo bueno, bueno no, buenísimo que iba a hacer del ángel masculino. ¡Es que es un bombón y está como quiere! Me gustaría describírtelo, pero dejaría de ser una sorpresa. El relacionar su carácter, físico y su intelecto con el de un ángel era demasiado para mí. A mí siempre me ha intrigado la fisionomía que se dice de los ángeles, e imaginar a mi personaje como uno, bueno... que te lo digo yo. Y mi mayor inspiración durante el proceso de escritura de Desperfecto, definitivamente no fue la música, sino la saga de Hush Hush. Si no la han leído, se las recomiendo. Patch es literalmente un ángel caído del cielo y Nora puede irse al infier- Que conste que no cometí ningún tipo de plagio, adaptación o algo por el estilo. Cuando tengas la oportunidad de leer Desperfecto, sabrás a lo que me refiero. 
“Por qué Desperfecto?”
¡Buenísima pregunta! Verás, en El Reino de Dios todo se supone que sea perfecto, ¿no? Estamos hablando del cielo, de los ángeles, del paraíso, etc. Puede que resulte absurdo que en un lugar tan deseado exista la inmoralidad, pero no imposible. Fácilmente pude haberlo titulado “Imperfecto”, pero el problema con eso es que nada es imperfecto en El Reino de Dios a excepción de lo que no tienen control: los ángeles que habitan en él, en este caso, los únicos desperfectos.
“Cuántos capítulos tiene? Piensas hacer un segundo libro?”
¡Tiene treinta y cinco capítulos incluyendo el epílogo! Puede que suene mucho, pero son cortísimos. Me odio por haberlos escrito de esa manera. Sin embargo, vine con recompensa porque, en efecto, actualmente estoy escribiendo la secuela y los capítulos son... bastante... eternos, lol. ¿A quién no le gusta eso? 
“Te inspiraste por hechos reales?”
Jajaaaaa, evidentemente no. Pero si me lo preguntas de otra manera, pues sí me gustaría conocer a un ángel como A... hasta ahí te lo dejo ;)
“User de Wattpad?”
Uyuyuyyyyy, eso sería muy comprometedor. No puedo dejar que la gente que me conoce descubra esa parte de mí. Que quede entre los lectores de Wattpad que jamás sabrán quién soy y yo. 
¡Bueno, hasta aquí el primer round de preguntas! Que intennnnso, joder. No he sudado ni nada por el estilo, pero siento que les entrego una grandísima parte de lo que es Desperfecto con tan solo contestando esto. Solo esperen a la próxima parte... Mejor dicho, solo espera tú, Luna, que no vas a sobrevivir ni a la primera pregunta. De todos modos, dará lo mejor de ella. Fíjense en el cambio drástico de narrador. En la editorial con la que Luna está trabajando la regañaron por eso, pero lo que ellos no entendieron es que todo en sus escritos es hecho con un propósito. Vital. Exquisito. Monumental. Así, tipo: saliéndose por la pantalla. Que se sienta como un viaje extraordinario e impredecible. Hasta el punto en el que ya ni el mismo autor aguanta más. Y ese es...
confundir al lector <3 Buena no, buenísima en eso. Como Az... ¡Nope! ¿Y si jugamos al colgaito para descifrar el nombre del ángel masculino? Jiji.
Luna los leerá en la próxima. 
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lasideasdeluna · 4 years
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Remember pt 2
¡Segunda parte de Remember porque ha sido bien recibida! 
No lo puedo creer. Estoy muy agradecida. ¡Gracias a todos aquellos que se han dedicado a leerme! Espero que les haya gustado tanto como a mí escribirla. Marcus es demasiado tierno y Aera la mujer más valiente y determinada que él pudo haber conocido. Si les interesa saber de quién era el manuscrito originalmente cuando era fanfiction solo tienen que preguntarlo, lol. A lo mejor algunos viren los ojos y otros se queden para obligarme a publicarlo en su auténtico formato. Y sí, eso rimó. Es un terrible dolor en el- En fin, noten que me he interrumpido yo misma. Puede que se pregunten en dónde están todos esos lectores de los que les he hablado y estén pensando que probablemente me los haya inventado, pero lo que muchos no conocen es que pueden bajar la aplicación, crearse un perfil y encontrar mi blog en donde podrán darme like, comentar, repostear y hasta guardar mis escritos en favoritos. Para la próxima vengo con una dinámica antes de soltar otra historia que nos ponga a saltar, llorar o enloquecer. Nótese que Luna no ha escrito en tercera persona hasta ahora porque se le ha olvidado por completo, pero descuiden, no es que tenga el trastorno de personalidad. En realidad le gusta referirse a sí misma desde otra perspectiva y es evidente que tampoco piensa acabar de escribir esta eterna introducción. Ya se ha despedido un sinnúmero de veces, pero promete que esta será la verdadera. Sin nada más qué decir, disfruten de la última parte de Remember. 
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Con el paso del tiempo no volví a saber de ella. Todos y cada uno de los asalariados que venían a hacerme el chequeo diario no tenían intención de cooperar. Se sintió como volver a comenzar. Los primeros días me costaba mucho realizar lo que sabía que iría a pasar una vez más. Creí estar tan cerca de conocer la verdad y de recordar gracias a Aera. Desde entonces no dejaba de dibujar el rostro de la persona que ella me había pasado primero y comenzaba a resultarme familiar. Comenzaba a recolectar una serie de fragmentos en mi memoria que sabía que podían llevarme a un lugar, pero ahora que querían hacerme lo mismo otra vez, sentí que me habían dejado caer.
    No podía saber nada de Aera. Nadie quería decirme nada sobre ella y sabía que todavía estaba en el hospital porque seguía escuchando su nombre. Cuando más cerca me encontraba de llegar, tuvo que suceder algo que no me hiciera volar. Había reconocido voces, espiado a las enfermeras y asistido intencionalmente a las actividades del hospital, pero nada era capaz de llevarme hasta ella. Incluso me daba las vueltas por su habitación hasta que me di cuenta de que el interior estaba completamente vacío. También realicé el transcurso del tiempo una vez dejé de necesitar la silla de ruedas. Creí que era motivo suficiente para ganarme algún detalle sobre Aera, pero ni la conserje fue capaz de decirme si al menos se encontraba bien.
    Comencé a pensar que algo gravísimo le había pasado y me dejé llevar. Quería asegurarme de que yo me estaba recuperando tanto como ella. Quería contarle todas las cosas que habían pasado y todo lo que había recordado. En cambio, solo me dio para recostarme sobre el malhumor y la inactividad que todo esto me estaba generando. Me dejé llevar por mi resignación, a pesar de que ella sabía que yo no me conformaba con cualquier cosa.
Debió sentirse completamente abandonada. No, no debió.
Abandonado me sentía yo.
    La miré por encima de mi hombro en cuanto el auricular rebotó contra mi torso. Me robó el aliento en cuestión de segundos. Evidentemente no estaba esperándomela. Hacía tanto tiempo que no sabía de ella que ya me estaba haciendo la idea de volver a ser mi propio acompañante, pero cuando la miré a los ojos y ella me sonrió, no pude sentir lo mismo. Seguía siendo ella con certeza. Noté que había adelgazado un poco más, pero el brillo estaba de regreso en sus ojos.
De todos modos, quise fulminarla con la mirada y fingir que no me había sorprendido para nada.
— Debes estar enfadado.
Bufé.
— ¿No me digas?
— Te ha ido bien. — soltó y noté por el rabillo de mi ojo que estiraba su cuello. No sé si se refería al dibujo que estaba trazando o a algo más generalizado. — Te veía casi todos los días caminando por el jardín trasero.
    La mano con la que trazaba se me tensó por completo, así que tuve que detenerme un momento. Quise mirarla del todo, pero no quería que el interés se me saliera por los poros. Sí, estaba molesto. Estaba bastante molesto, pero también estaba preocupado. Llegué a pensar que ya no le importaba. Que no quería volver a verme o saber de mí por cualquier razón. Incluso pensé si había hecho algo que la hizo sentir mal, pero no encontré nada. Y si ese llegaba a ser el caso, tampoco me acordaba. La mirada de Aera no me garantizaba nada. Su introductora sonrisa lucía como si fuera digna de un desconocido y no de mí. Creo que eso era lo último que me hacía falta.
Cuando vi que hizo ademán de levantarse porque yo no decía nada, la sujeté de la muñeca del brazo correspondiente de un solo movimiento. Aunque Aera se desconcertó, me dio tiempo a organizar mis pensamientos.
— Toma asiento, por favor. — Aera me obedeció sin quitarme la mirada de encima. Traía un semblante expectante mientras miraba cada esquina de mi rostro esperando a que dijera algo más. Quise tomarme más segundos.
— ¿Estás bien? — sonó como una madre preocupada. Su mirada también me cuestionaba de la misma manera. Encaré el dibujo reposado en mi regazo y volví a mirarla a ella.
— Sé que no te gusta que te pregunten. Podrás ser mayor que yo, pero la diferencia no me da ni para llamarte señora, así que no me gusta que me trates como si fuera un niño. — Aera relajó su entrecejo y entreabrió sus pequeños labios. — Te dije que siempre iba a estar habláramos o no. Te dije que era una promesa, pero tú no me escuchaste porque aún estabas... — débil, inconsciente y delicada — un poco dormida.
— ¿Te metiste a mi habitación? — su tono ganó un puño de recelo.
— ¿Creíste que no iba a hacerlo? — alcé mis cejas con determinación — Primero pensé que no, pero se me antojó después de escuchar lo que hablaban las enfermeras mientras me hacían el chequeo pensando que estaba dormido.
— ¿Qué dijeron? — Aera se había arremolinado en un desasosiego que la quería hacer estallar. Ahora su mirada me estaba punzando en todos lados de mi rostro exigiéndome que terminara de hablar. Tuve que apartar un segundo la mirada para prepararme mentalmente en caso de que fuera capaz de soltarme algún golpe, si es que se tomaba el atrevimiento.
Aunque no fuera a darle lo que quería escuchar.
— Que te ibas a sanar. — solté y presencié el desaliento que quería ver en su rostro— Tarde o temprano te ibas a curar, y que yo iba a estar en cada uno de tus momentos sin importar todas las veces que me quisieras echar. ¿Es mucho para ti?
    Aera soltó un gran suspiro de puro cansancio y abatimiento. Miró a su alrededor probablemente realizando que no tenía ninguna otra opción. En cambio, todavía podía notarse un poco de recepción. Estaba cansadísima, maldita sea, cansadísima. No comprendía porqué venía hasta aquí solo para sonreírme y fingir que nada estaba pasando.
— ¿Qué estás haciendo? — solté cuando Aera volvió a ponerse de pie — ¿A dónde vas? 
— Hoy puedo mirar al sol y decirle que tengo un amigo que no piensa dejarme tranquila. — me sonrió. Dos pliegues se le hundieron en cada mejilla. — ¿Quieres acompañarme? 
    Caminamos por los alrededores del hospital y fue inevitable mantenerme intacto en mi petulante posición. Aera me hacía reír de indescriptibles maneras. Tenía grandes e incomparables ocurrencias. Cuando me di cuenta, me encontré mirándola mientras se sostenía el estómago de la risa. A pesar de que era distinguible su delicado aspecto, estaba igual de brillante que el sol que nos coloreaba. Me hice el distraído cuando encontró su mirada en la mía y le seguí la risa para enmascararme un poco, pero era inútil. Pensé en lo mucho que la había extrañado y en lo mucho que me había llenado el pecho volver a verla.
    Aera se sujetaba del mástil con suero que siempre arrastraba y en esta ocasión yo me apoyaba de una muleta. Habíamos llegado a la pequeña presentación de una cantautora al final de nuestra caminata. La audiencia aplaudía al ritmo de la chica cantando y también tocaba la guitarra con sincronización. Miré a Aera para confirmar su deleite ante la presentación y ella me respondió con una sonrisa de oreja a oreja. Comenzaba a transmitirme su encantador humor, así que comencé a mover la cabeza al ritmo de la canción.
Hasta que mi mirada chocó y no pude salirme tan rápido del trance.
La cabeza me palpitó y un zumbido me tiritó en ambos de mis oídos. Comencé a balbucear y a intentar regresar el estado de mi memoria al normal.
— Aera, creo que... Creo que estoy recordando algo. — Pero no escuché ninguna correspondencia de su parte. — ¿Aera?
Se me cayó la muleta en alguna parte cuando aterricé a un lado del cuerpo de Aera tendido sobre el suelo con el sol apuntándole en el rostro.
    Ya dentro del hospital se la habían llevado a urgencias con un corillo detrás. Llegué hasta donde una enfermera me permitió, pero estuve a punto de cruzar la sección para asegurarme en todo momento de su estado. La enfermera me reconoció y con sutilidad hizo que me apoyara de ella para dirigirme a otro lugar. No podía procesar absolutamente nada de lo que había pasado. Ni si quiera estaba escuchando con nitidez. Tenía la mente en blanco y hecha un arrabal al mismo tiempo. Se demoraron demasiado en darme noticias de ella y por un instante me preocupé que fuese a pasar mucho tiempo otra vez, haciéndola desaparecer.
    Cuando escuché que necesitaban transfundirle sangre fui el primero en ofrecerme. Sabía que éramos del mismo grupo sanguíneo y aunque la enfermera que compartíamos me miró con cara de pocos amigos, no pudo oponerse demasiado. Ahora era el único con el que podían contar.
— Tienes la presión muy baja, Marcus.
— Hazlo.
— No puedes donar así.
— Entonces deme cualquier cosa. Un remedio, pero  hágalo. — Tenía la coronilla de la cabeza apoyada de la pared y la mirada perdida en el infinito. Ya me estaba sacando de quicio que siempre me dijeran que no. — Lamentablemente no tienen otra opción.
    La enfermera terminó suspirando y salió del pequeño cuarto. Sí, podía suspirar todo lo que quisiera. Podía vaciar el mundo de un suspiro. Yo ya estaba cansado de que todo el mundo me mintiera incluyendo a Aera.
    La enfermera regresó con un vaso aparentemente de agua. Aunque lo miré con recelo, lo tomé. Casi lo devuelvo con la misma velocidad después que cayó como un pedazo de piedra en mi estómago y me raspó toda la garganta.
— ¿¡Qué me diste!? ¿¡Vinagre!?
— Lo que pediste, genio. — me fulminó con la mirada — Un remedio. — La miré por el rabillo del ojo un poco avergonzado por no haberlo pensando antes. Me regodeé en mi lugar cuando ella comenzó el proceso de transfusión. — Estás a punto de que te den el alta y es lo último que te hace falta, Marcus. Por favor, no te metas en más problemas. 
    Apreté tanto mi mandíbula que me dio dolor de cabeza. No quería pensarlo demasiado. Era una de las cosas que quería decirle a Aera en cuanto nos viéramos. No quería tomarla de sorpresa, pero al parecer nada pudo jugar a mi favor. Todo se me salió de las manos incontrolablemente y cuando pude volver a realizarlo, ya había pasado más de un mes.     Estaba muy emocionado. Desde que me habían dado el alta me la pasaba dándole constantes visitas a Aera, y la última vez que había venido, habíamos jugado varios juegos de mesa, vimos algunos episodios de una telenovela e incluso nos habíamos quedado dormidos en el mismo momento. Si no hubiese sido por la misma enferma, me hubiera quedado a pasar la noche sin ninguna molestia. Esperaba que esta nueva visita fuera igual. De hecho, tenía muchas cosas que contarle y venía a sorprenderla con un detalle. ¡Flores! Desde que me había levantado no había podido esperar mucho. Quería que las horas pasaran rápido para poder regresar a verla tan pronto como fuera posible. Aera estaba presentando mejorías en su estado de salud. No había desarrollado más tumores y le quedaban pocas sesiones para culminar su tratamiento. Era un día digno de celebrar y esperaba que ella estuviese tan emocionado como yo.
Sin embargo, me desorienté en el momento en que entré a la habitación.
Y también recordé.
— Oye... — Lo sacudí, pero al ver que no respondía, se me aceleró mucho el corazón. Tenía una capa de sudor calcinándome todo el cuerpo. No teníamos mucho tiempo. Aún y así, él tampoco parecía tener intenciones de reaccionar. — ¡Despierta!
— Me queda poco tiempo, Marcus…  — Pensó que estaba dormido. Yo también lo pensé. Pensé que había sido solo un sueño y que las caricias que sentía en mi cabello solo eran parte de mi imaginación. — Probablemente no seas capaz de perdonarme, pero no puedo dejar que tus últimos recuerdos conmigo sean así. Prefería que me olvidarás primero. — A Aera le corrían lágrimas por las mejillas. Me había quedado dormido como un tonto con la cabeza recostada sobre su cama. Me sentía bien estando a un lado de ella con la esperanza de que cuando me fuera, ella también fuera capaz de irse conmigo. Tenía muchos planes para nosotros. No sé si fue ella quien no quiso escucharme o yo quien no pudo mencionárselos antes. — Escuché tu promesa. Sí que te escuché... Ahora debes escuchar la mía para que ambas sean capaces de mantenerse con vida.
Y entendí a lo que se refería, de pie a la que solía ser su cama, pero vacía.
    Mi mente recapituló a la velocidad con que el auto me arrolló y yo arrastré a Otis, mi mejor amigo de la infancia, fuera de la habitación prendida en llamas. Su nombre siempre estuvo plasmado en el papel que ella me entregó y su rostro en el dibujo que ella diseñó.
    Comprendí que era Aera quien iba a llevarme de la mano hasta el lugar a dónde siempre intenté decirle que quería ir, pero no podía recordarlo. Era ella quien iba a guiarme. Quien iba a asegurarse de dejarme en un buen lugar bajo buenas manos antes de marcharse. Por eso vino a presentarse en primer lugar.
Por eso había venido a hacerme recordar.
¡Fin!
No copias. Cero adaptaciones. Por favor, respeten los derechos de autor. 
Luna no puede si quiera creer cuántas veces las palabras rimaron en esta redacción. ¡Es ridículo! A lo mejor ustedes lo encuentren interesante y cautivador, pero para ella no puede ser más molestoso. Jajaja, ¿alguna sugerencia además de tenerse que poner a buscar sinónimos para desvincular la rima en sus palabras? No escribes poesía, Luna, escribes relatos. ¡Relatos! 
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lasideasdeluna · 4 years
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Remember
¡Hola, les dice Luna! 
Aquí con la primera parte de su primer escrito. Al que tantas vueltas le ha dado. Escribió esto a mediados de cuarentena y es parte de una pequeña saga en la que quiso trabajar antes de volver a los brazos de uno de sus propios personajes literarios favoritos. A lo mejor por eso encuentren un poco de inconsistencia en la trama pero tampoco es como si hiciera falta otro enlace para comprender este. ¡Es una historia que le entusiasma mucho! Y, de hecho, originalmente es una fanfiction, pero Luna quiso dar una buena impresión, así que se puso a cambiar los nombres para que fuera más fácil para el lector entablarse con los personajes. Vale, se nota que ella habla mucho. Sin más demora, disfruten la primera parte de:
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Nunca podía pensar con claridad. De momento las lagunas mentales estaban siendo muy comunes en los últimos días. Desde que había realizado la situación por la que estaba pasando, quería saber porqué. Me había empeñado tercamente en averiguar qué había pasado, pero al parecer nadie podía echarme una mano. Nadie podía ayudarme.
    Cuando entreabrí los ojos, ya estaba en el hospital. Había un sinnúmero de personas a mi alrededor vociferando cosas que no podía entender y pasándose artilugios entre sí. Supuse que estaba en la semi inconsciencia cuando vi la cara de un amigo sabiendo que no estaba ahí. Eso era todo lo que tenía de él y a lo único que podía aferrarme. No sabía de dónde lo conocía, de dónde lo había visto o cómo acabamos siendo amigos. Solo sabía con exactitud que ese era mi amigo y que tenía que volver a encontrarlo.
— No pasa nada, Marcus. — me decía, y era de la única manera que sabía que sí pasaba. Pasaba de todo. Él siempre lo decía para minimizar la gravedad del asunto. — No pasa nada.
    Esa primera noche que pasé en el hospital, desperté cuando la tormenta estaba en pleno apogeo. Habían tres ventanales en mi habitación por los que era capaz de verse el diluvio de afuera y cada que relampagueaba, la habitación se inundaba como si estuvieran tomándole una fotografía. No sentía la mitad de mi cuerpo o a lo mejor era que aún estaba dormido. Lo único que pude notar en ese preciso momento mientras intentaba enfocar la vista en el techo, era que no encontraba nada en mi memoria que no fuesen un sinnúmero de preguntas sin un posible contexto.
Me asusté.
Me asusté mucho.
    Sentía mucha calor. A decir verdad, no entendía por qué de repente me ponía a sudar como un puerco. También me subía mucho la temperatura. Me debilitaba de sobremanera. Tampoco podía respirar. No sabía con exactitud por qué tenía retratos de su cara sin poder identificarla. Lo veía sentado en el sofá, de cara al ventanal, al lado de mi cama, cuando cerraba los ojos, y cuando los abría, ya no estaba.
    Ningún doctor me creía. Tampoco las enfermeras. No había nadie en que pudiese apoyarme porque todos estaban convencidos que algún antibiótico me había puesto a alucinar. Puede que no estuvieran mintiendo, pero yo sabía que iba más lejos. Iba más allá. Algo debía significar. Necesitaba muchas respuestas. Yo lo tenía que averiguar. ¿Quién era esa persona y por qué sabía que era mi amigo?
    Un día volvió a hacer mucha calor. Sentía que me estaba asfixiando. Que podía desfallecer. Sentía todo el peso de mi cuerpo sobre otra persona. No, espera. A lo mejor no. A lo mejor yo cargaba con ella. ¿Con ella? ¿A dónde íbamos? ¿Por qué la cargaba? ¿Me estaba ayudando a mí o yo lo ayudaba? ¿Quién era?
Calor. Dios mío, demasiado calor. Me estaba picando. Picando. ¿Picando?
— Marcus.
¿Qué? ¿En dónde estás? ¿Por qué no puedo verte?
— Vete.
— No voy a dejar de molestarte.
— Marcus, vas a perder todo tu tiempo.
— ¡No! ¡Aguarda! — resoplé y dejé caer mis hombros en cuanto la enfermera comenzó a empujar mi silla de ruedas. La escuché reírse a mis espaldas, pero si pensaba que me contagiaba la gracia, estaba muy equivocada. — Llevo tres semanas aquí metido sin enterarme de nada. A ti te tengo que ver la cara a menudo. ¿En serio no puedes echarme una mano?
La palma de la mano de la enfermera se asomó por el rabillo de mi ojo derecho. Chasqueé la lengua y bufé en plan de queja. La empujé con la mía para sacarla de mi vista.
— No es gracioso.
— ¿Cómo voy a seguir repitiéndote lo mismo de distintas maneras? — me puso contra el margen de una mesa que me llegaba un poco más arriba del ombligo. Habíamos llegado al salón recreativo. Ella tomó asiento en frente de mí y decidí encararla con cara de pocos amigos. — Te he dicho lo único que sé. ¡Incluso es lo mismo que tenemos apuntado en tu historial médico! Lo siento mucho, Marcus. Es lo único que tenemos.
    Eso a mí no me convencía en lo absoluto y mucho menos me constaba. En realidad, la única que estaba perdiendo el tiempo era ella al no ayudarme con esto. Sabía a la perfección que no iba a rendirme tan fácilmente sin importar cuantas veces me repitiera lo mismo. No entendía por qué le costaba tanto. A ella y a los demás. ¿Por qué no podían decirme la verdad?
— Mira, ésta noche pasarán una película. — añadió como si intentara alentarme después de que la había fulminado con la mirada — Les prepararemos palomitas de maíz y gaseosas. Quizá pueda ayudarte a distraerte un poco.
— No quiero distraerme, quiero saber de dónde conozco a esa persona. — mascullé inclinándome sobre la mesa para no llamar la atención con mi repentino coraje. Noté la pequeña fugacidad en la expresión que puso. — Y sé que ustedes saben algo más. Sé que ustedes saben quién es porque los escuché hablando la última vez. — La enfermera abrió unos ojos como platos aunque intentó disimularlo sin conseguir mucho éxito. Ya lo había confirmado. — No me tienes que seguir mintiendo. Mejor dime que no me lo quieren decir y dejaré de meterme en más problemas por el momento.
¡Cierto! La última vez me había caído de la silla de ruedas cuando intenté estirarme demasiado para alcanzar algo. No pude pararme de la cama por tres días enteros.
— Marcus…
— No — Estaba listo para irme, pero ella me suplicó con la mirada —. No digas nada si vas a mentirme de nuevo en la cara.
    Me di la vuelta manipulando las ruedas de mi silla y me hice el camino fuera del salón. Estaba en el punto en que todo me apestaba. Pensé en que un último intento de pretensión iría a resignarla y me confesaría exactamente lo que quería que me dijera, aunque ya lo hubiera escuchado. ¡Pero era imposible! Realmente me había molestado. Ésta planta del hospital ya me la sabía de memoria y no había lugar en donde pudiera desquitar mi rabia sin ser supervisado por alguien. Quería irme a casa. Quería poder molestarme con alguien porque me había dicho la verdad en vez de ocultármela. Tenía muchas emociones encontradas y cuando eso pasaba, mi mente se atascaba. Se paralizaba. Como si mi cuerpo fuese capaz de seguir funcionando, pero sin mi propio consentimiento de saber qué estaba haciendo.
Sin embargo, fui perfectamente capaz de realizar cuando paré en seco. Los frenos de mi silla de ruedas rechinaron. Pareció la arribada de un caballo, pero cuando la encaré, me confundí por un momento.
    Ladeé momentáneamente la cabeza intentando descifrar a qué venía esto, pero el cuerpo se me desinfló por completo cuando fui capaz de divisarla. La palma de su mano se inclinó de manera que reveló su rostro. Antes había sido la razón de por qué me había detenido. Apareció en mi camino como si hubiese estado ahí todo el rato esperando a que la notara para, con suerte, no acribillarla en mi carrerita. La palma de su mano abierta me había encarado como si tuviera voz propia y me hubiese mandado a parar. Me pareció completamente extraño, pero cuando el gesto ahora me ofrecía su mano y me había revelado su rostro, sentí una punzada en el pecho.
Y una corazonada. Tal vez una pista. Una unión.
Sentí que ya la había visto en alguna parte.
— Hola — me saludó cuando hicimos apretón —, soy Aera. Me parece que esto te pertenece.     
Fruncí mi ceño antes de agarrar el pequeño doblaje del papel que me ofrecía. Ciertamente no la conocía, pero sabía que la había visto. En cambio, ella parecía estar muchísimo más familiarizada conmigo. Se me antojaba extraño, pero de mala manera. Por lo menos sólo hasta que enfrenté la cara del papel después de haberlo desdoblado. 
— ¡Oye! — Cuando me volví sobre mi silla de ruedas ella ya no estaba por ninguna parte. Me encontré a mí mismo a lo largo del pasillo. El papel temblequeaba entre mis manos mientras intentaba escudriñar por mi memoria con todas mis fuerzas. En el papel se leía un nombre que me resultaba hogareño, pero no sabía de dónde con exactitud.
Intenté recordar. Intenté recordar con todas mis fuerzas, pero evidentemente todo lo que hacía era completamente inútil.
— Esa canción me gusta. 
— ¿Quién te preguntó? 
Bufé.
— Ogro.
— Mocoso.
    Cuando la noche cayó, salí de mi habitación en plan de husmear por la planta. Si calculaba bien mis movidas podía pasar desapercibido y evitar que me arrastraran a ver la dichosa película. La última vez que pusieron una, a un paciente que había sufrido un infarto le subió la presión arterial. De verdad no estaba seguro de que las actividades que organizaban semanalmente para subirnos los ánimos fueran de gran ayuda, pero el personal daba lo mejor de ellos. En realidad, era mucho mejor que estar día y noche encerrado entre cuatro paredes, pero a veces pensaba que intentaban muchas cosas con demasiado vigor y terminaban saliéndose de control.
    Giré por el corredor que se estiraba a mi izquierda, pero fui bajando la velocidad de mi aproximación a medida que comencé a escuchar un par de voces a lo largo. Era experto en escuchar conversaciones ajenas. ¡Vamos, no tenía nada de malo si no tenían nada qué esconder! Aunque fuese evidente que sí. Si no querían decírmelo, tenía que averiguarlo yo por mi propia cuenta, y no me importaba en lo absoluto que se molestaran conmigo por darse cuenta. A decir verdad, era rápido y ágil en mi silla de ruedas. Hasta ahora nadie había sido capaz de notarme fisgoneando detrás de una puerta o una pared. Hasta esa noche.
    Alguien siseó a mis espaldas como si quiera llamar mi atención. Sabía que estaba llamándome a mí. Era el único a la vista en el corredor, pero me preocupaba más el hecho de con quién pudiese encararme una vez revelara mi posición. La persona volvió a sisear cuando no reaccioné de inmediato.
— Vas a hacer que nos descubran.
— Pero si ya lo han hecho.
    Me inmovilicé por unos segundos antes de mirar por encima de mi hombro para encontrarme con la chica de hace rato a un lado de la enfermera, que tenía las manos puestas en jarras. Cuando le divisé la ceja enarcada y la indiscreta expresión de molestia, solté un sonoro suspiro cayendo sobre el espaldar de mi silla. Sabía que me había metido en problemas... una vez más.
— Es cierto cuando dicen que las paredes escuchan. — La enfermera comentó con ironía mientras empujaba mi silla de camino a la sala de la película. La tal Aera caminaba al nivel de la velocidad con la que la enfermera me arrastraba, remolcando el sostén del que colgaba la solución que tenía inyectada.
    La miré por el rabillo de mi ojo. Al parecer cojeaba un poco, pero caminaba bastante rápido. Debía ser nueva o trasladada de otro hospital, ya que era la primera vez que la veía por los alrededores. Intenté hacer memoria de donde me resultaba su cara tan familiar. A lo mejor también era del área y nos habíamos cruzado en otro momento, pero eso hubiera sido muy difícil de recordar y mi mente apenas daba para reconocer el rostro de mi madre cada vez que venía de visita. La voz de la enfermera me sacó de mi propio trance y me dio tiempo a enderezar la cabeza antes de que Aera pudiese notarme estudiándola con la mirada.
    La enfermera me aparcó a un lado de un asiento disponible en la última línea frente a la pantalla. Volví a mirar a Aera cuando noté que estaba dificultándosele tomar asiento. Se sujetó del mástil que traía con las manos y se dejó caer como si no fuese capaz de doblar mucho las rodillas. Me pregunté qué pudo haberle pasado. Fue inevitable no notar sus gestos de incomodidad. Cuando estuvo finalmente sentada, soltó un suspiro de flojedad, frotándose las manos contra los muslos después de que se le hubiesen resbalado del soporte por sudación.
— ¿Tienes algo que quieras decirme?
Bufé haciéndome el desinteresado.
— ¿Por qué?
— Es que no has parado de mirarme. — Aera sonaba bastante tranquila aunque a mí se me hubieran subido los calores en el cuerpo.
— No he estado mirándote. — sentencié fijando la mirada sobre la pantalla aunque no estuviese prestándole la mínima atención. Momentáneamente mi mente recordó nuestro encuentro de ésta mañana y tuve que obligarme a abandonar mi indiferente conducta. En realidad, me espabilé más rápido de lo que hubiese querido. — De hecho, sí tengo una pregunta. — Aera asintió sin prestarme mucha atención — ¿De dónde sacaste el papel que me diste ésta mañana? ¿Qué significa?
— No lo sé, pero pensé que podría serte útil. — Aera desvió su mirada para encararme por primera vez. — Me resultas muy familiar.
    Y, de momento, volví a sentir la corazonada. La misma que cuando la vi por primera vez. La misma sensación. El mismo apretón en el pecho. Cuando me sonrió tuve que tomarme el tiempo de estudiarle todo el rostro. Su sonrisa sentaba bastante acogedora, como si ya la hubiera visto antes. Aera me miraba de hito en hito, y cuando pensó en que había sido suficiente, devolvió su mirada a la película, pero yo no pude desconectarme tan rápido. Me había quedado perplejo. Si estábamos pensando lo mismo, seguramente pudiese estar recordando un poco. Solo un poco, pero era suficiente. Sentí una punzada bastante dolorosa en mi cabeza y tuve que quitarle la mirada. Esforzarme mucho a veces tenía consecuencias, pero si estaba siendo capaz de recordarla a ella, probablemente también podía hacerlo con eso que me robaba el sueño.
Probablemente, solo probablemente, podía estar recordando algo. Era suficiente.
Tenía que convencerme con que era suficiente, pero en realidad estaba totalmente desesperado.
— ¿Me estás jodiendo, Marcus? 
— No.
— ¿Cómo pretendes que haga eso? 
— Diciéndoselo — me alcé de hombros —. Es fácil, ¿no? 
— ¿Te acuerdas de mí? — Aera bromeó tomando asiento con su bandeja de comida en frente de mí. No habíamos podido vernos mucho en los últimos días. Hubo momentos en donde solo fuimos capaces de notarnos a lo largo de los pasillos. En realidad, me habían diagnosticado otras pérdidas de memoria por una alteración que había desarrollado. Y al parecer, Aera estaba muy enterada de lo que estuvo pasando conmigo.
Intenté esconder la sonrisa que se me esbozó mientras masticaba mi comida.
— Es un alivio.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó, echándose un bocado de arroz en la boca.
— No me acuerdo muy bien. — bromeé, y Aera se atragantó con su comida. Intenté no hacer lo mismo con la mía y me eché un buche de agua hasta que me di cuenta de que había terminado el vaso. Aera terminó de toser regulando el ritmo de su respiración. — ¿Tú cómo estás?
— Bien. Hoy tengo una sesión de quimioterapia. Es una de las más largas. — Me tensé en mi lugar, pero rogué porque Aera no lo hubiese notado. Terminé de masticar, y en cuanto tragué, volví a apretarme la mandíbula sin saber muy bien qué responder... o si quiera qué pensar. Aera nunca hablaba de su enfermedad, sin embargo, soltó una risita después de haber notado mi estúpido comportamiento. — Descuida. Me estoy recuperando muy bien.
— No dije que no. — Intenté salvar la conversación — Yo también tengo una sesión. Me podrán a caminar por el jardín como a un preescolar. Es bastante vergonzoso.
— Ni siquiera es para tanto. — Aera me miró con una burlona sonrisa. — ¡Es bueno que salgas a pasear! Al menos uno debe hacerlo por los dos.
— ¿A qué hora es tu sesión?
— A las tres y media. — Aera parecía restarle importancia — Y no necesito un guardaespaldas. Estaré en perfecta condición.
— Supongo que sí — opté por imitarla —, pero a esa hora ya habré terminado la mía y no tendré mucho qué hacer.
— Siempre puedes espiar la administración de las secretarias. — me enfrentó con una ceja enarcada — Creo que es el único cuarto que te falta.
Asentí mientras miraba el techo y lo consideraba. Fruncí las comisuras de mis labios de manera que mi labio inferior sobresalió cuando encaré la divertida expresión de Aera.
— Así que, no quieres que te acompañe.
— No dije eso.
— En otras palabras. — exhalé y me recosté del espaldar de mi silla una vez hube terminado mi comida, pero volví a apoyarme sobre la mesa para intentar acercarme más a Aera — ¿Sabes? La enfermera que compartimos podría matarte.
Ella pareció desconcertada.
— ¿Por qué?
— Porque has estado escabulléndote a la habitación del inválido más problemático del hospital. — intenté parecer desinteresado. Como si le hubiera puesto el problema sobre la mesa y ahora le tocaba a ella solucionarlo. — ¿Qué crees que pueda pasar si se entera?
Aera abrió unos ojos como platos. De momento, no hizo nada más que observarme estupefacta.  
— ¿Me estás amenazando?
— ¿Yo? — estallé una aguda carcajada — ¿Por qué te haría yo una cosa así?
— Marcus.
— Aera — Me salí de mi personaje, pero le regalé una pequeña sonrisa cuando me miró con cara de pocos amigos —, no sé cuántas veces ya te lo he dicho, pero no me importa repetírtelo. Respeto que no te guste compartir tus situaciones, pero no tienes que hacerte la fuerte conmigo. Aquí nadie lo es.
— De hecho — me interrumpió el ademán de girar mi silla de ruedas cuando me puse la bandeja sobre el regazo y estaba listo para irme —, todos son unos guerreros. Nunca antes había visto tanta persistencia en alguien. Ni mucho menos dejarse vencer por una silla de ruedas.
    Aera me sostuvo unos segundos la mirada. Parpadeé un par de veces, pero estaba totalmente ensimismado. Cuando me regaló una de sus miles de sonrisas, sentí una punzada en el lado izquierdo de mi cabeza que ella fue capaz de observar cuando no pude evitar hacer un mohín por la repentino punción.
Intentó reprimir su risita. A lo mejor ella no lo sabía, pero mirarla me dolía. Literalmente dolía. Podía soportar el dolor, pero no que tuviese que tratarse de ella.
— ¿Estás bien? — me preguntó con una suavidad en su voz que me recordó el rostro de mi madre.
    Asentí frenéticamente y el flequillo me chocó contra la frente un sinnúmero de veces. Me fui lo más rápido posible sabiendo que iba a ser perseguido por su mirada. En esta sesión daría incluso lo mejor de lo que mis piernas fueran capaces de permitirme. Por un momento, quería que las horas pasaran rápido. Quería volver a verla de nuevo y decirle todo lo que me pasó por la cabeza... con un poco de suerte. Rogué que no se me olvidara.       Sin embargo, cuando volví a mirar la hora en el reloj supe que algo había pasado. Después de pasearme por la zona de las terapias y no encontrarla, decidí ir a buscar a nuestra enfermera. Cuando la encontré, le supliqué que me llevara con ella. Le dije que era de vida o muerte aunque no estuviese en posición de bromear con nada después de nuestra última conversación. Intenté hacerme el muerto para que me llevaran al chequeo, pero no funcionó. Si a Aera le había pasado algo, no podía estar en otro lugar. Me pregunté si ella también me mentía. Cuando estábamos juntos no parecía lucir enferma. En realidad, no presentaba síntomas y nunca la había escuchado quejarse de nada. Siempre andaba riéndose y haciendo reír a los demás. Era difícil visualizársela de otra manera. Era buena aparentando que nada pasaba. En el momento en que estábamos a punto de cruzar su habitación le dije a la enfermera que me había alcahueteado que se detuviera, que era suficiente aquí.
    Me sentí un poco nervioso. En realidad no estaba seguro si me sentía nervioso o miedoso de saber qué había en la habitación. Cómo la encontraría. Me asomé un poco por el espacio entre el marco y la puerta. No alcanzaba a divisar nada con certeza, pero fue inevitable ignorar las cosas que sí había visto.
Como la prótesis que simulaba una pierna apoyada de los pies de la cama.
Automáticamente recordé su inconfundible cojera y me sorprendí de lo rápido que mi mente relacionó un objeto con una memoria.
— ¿Qué estás haciendo?
— Nada.
— Acabo de verte rebuscando en mis cosas. ¿Crees que soy estúpido? 
    Decidí regresar a mi habitación. Ciertamente era un experto fisgoneando y escuchando las conversaciones que se filtraban por las paredes, pero no sentí la misma sensación de cuando espiaba a los demás. Me sentía culpable y chismoso. Como un ladrón. Sentía que si hacía lo mismo con ella, estaría traicionándola de alguna manera. Y con eso sí que no podía jugar.
    A la mañana siguiente recibí un recado de su parte. Aunque pedí algún estado de su salud, no quisieron darme mucha información. Pensé en que ella pudo haber sido capaz de solicitarlo. Cuando desdoblé el nuevo papel, plisé un poco mi entrecejo y lo miré. A los ojos. Lo miré de arriba a bajo también.
Era un dibujo. Un muy buen dibujo de ese amigo mío que tanto quería volver a ver.
— ¿Dónde está Aera? — bramé en el primer mostrador que me encontré — ¿Está en su habitación?
— Me temo que no puedes... ¡Marcus! — Las enfermeras y administradoras de la estación se espabilaron cuando seguí mi camino de largo haciendo rodar mi silla con todas mis fuerzas. — ¡Deténganlo ahora!
    Giré de golpe a la izquierda con tanto ímpetu que estuve a punto de irme de cara al suelo, pero tan pronto me recompuse, continué mi carrera alentando a todos los que estaban en mi camino. Cuando llegué a la habitación de Aera, abrí la puerta de una patada y azotó, haciendo que todas las miradas cayeran sobre mí como resortes. Me petrifiqué al instante cuando realicé que su familia estaba de visita. Tragué un puño de saliva. La mujer primero me observó con atrocidad y luego quiso estudiarme con una metódica ojeada. Por otro lado, el hombre de unos cincuenta y tantos parecía esperar pacíficamente que dijera algo. Sin embargo, cuando encontré la mirada de Aera, todo el cuerpo se me desinfló.
   Ella tampoco me esperaba, pero no dejó que su impresión se reflejara en ningún músculo de su cara. De hecho, me miraba como si acabara de ser descubierta con las manos sobre la masa. Tenía la piel seca y opaca. Los labios agrietados y un par de ojerosos ojos sin el peculiar brillo que los destacaba. Cuando Aera desvió su mirada de la mía quise hacer algún ademán. Cualquiera para intentar llamar su atención una vez más, pero supuse que había sido demasiado tarde.
Aera no volvió a mirarme.
— ¿Qué hace este niño aquí? — su madre objetó — ¿Quién lo ha dejado entrar?
— ¡Lo siento mucho! — una enfermera que no supe identificar por su voz ya iba adueñándose de las empuñaduras de mi silla — De verdad, lo sentimos mucho. Nos encargaremos de que no vuelva a pasar. No se preocupe.
Intenté hacer otro ademán, pero era evidente que ya era demasiado tarde.
No copias. Cero adaptaciones. Por favor, respeten los derechos de autor. 
Pd: Pronunciación correcta de «Aera» es “Era”
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lasideasdeluna · 4 years
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Ven a conocer a Luna
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Como va el título, porque si van a estar intentando buscar a Luna en sus escrituras, ella ha sido considerada y ha querido presentarse antes de publicar una. Y sí, podemos empezar por que tiene tendencia de hacer que las palabras rimen sin darse cuenta. Es una cosa que ha desarrollado últimamente, como la impaciencia de saber si los emails llegan o no y por qué no contestan igual de rápido que ella. Aquí van:
20 COSAS SOBRE LUNA Y SUS LUNAS 
1. Su comida favorita es la pasta, no hay break. Se come tres platos corridos y también es capaz de comerse una combinación china por sí sola. ¡Es una máquina!
2. Es boricua, puertorriqueña. A veces de la luna también, pero no cambia su isla por nada. Alguien muy especial le enseño a valorarla. 
3. No es una novedad que le gusta leer y escribir. Actualmente está terminando la saga de Hush Hush, pero su libro favorito se llama Carry on, Simon de Rainbow Rowell. 
4. Su signo zodiaco es Géminis y pues sí, si eres aficionado a estas cosas, es una doble cara, pero buena gente... Evidentemente no sabe bromear.
5. Hace poco descubrió que le gustan mucho las plantas y ahora no puede vivir sin ellas. 
6. Sus lugares favoritos son la playa y... el cuello de su novio. Ya está, lo dijo. Tampoco es una novedad.
7. En la cuarentena que por obligación el mundo entero tuvo que someterse, descubrió que es capaz de tomarse diariamente tres y cuatro jars de café frío. Si ya le gustaba, ahora que descubrió cómo hacerlo en casa, el encanto es peor.
8. Su nombre real es extremadamente largo (bueno, está exagerando), pero no le gusta. De todos modos ha sabido valorarlo y buscar las formas de hacerlo sonar bonito. 
9. Tiene un gran grupo de amigas. Todas son muy diferentes, y están juntas desde la intermedia (middle school). Cabe mencionar que han sobrevivido entre tantas diferencias encontradas. Muchos dijeron que la amistad no iba a perdurar (Luna se puede incluir, es una ingrata), pero desde entonces siguen juntas y hasta ahora no hay nada que las pueda separar.
10. Luna se está arrepintiendo de que sean 20 y no 10 cosas sobre ella.
11. Está en el proceso de publicar un libro. Deséenle suerte. Es un proceso largo y tedioso que todavía ve fuera de su alcance, pero se propuso que sea cuando sea, podrá lograrlo. 
12. Se considera a sí misma bastante pesimista, sin embargo, siempre es la que está brindando consejos y animando a los demás sobre cosas que parecen salirse de la realidad. Es bastante... complicada.
13. Su número favorito es el tres. Desde pequeña ha dicho que da mucha suerte.
14. Su color favorito es el negro porque es el único color que no da ningún tipo de problema. Vete a pensarlo por un momento.
15. Tiene una pequeña obsesión con los bikinis.
16. Prefiere el día que la noche, le da miedo la oscuridad y las películas de terror, pero le gusta verlas.
17. Es hija única, aunque no exactamente. Conoció a sus medios hermanos ya hace mucho tiempo, pero no tuvo la dicha de criarse con ellos. Los que tienen hermanos siempre le dicen que debe ser un sueño. Ella dice que siempre está dispuesta a cambiar papeles para saber qué se siente pelear con un hermano y cuán intensas son las ganas de querer arrancarle la cabeza. 
18. Hablando de hermanos, siempre quiso tener un hermano gemelo.
19. No se nota, pero le gusta el kpop y los dramas coreanos.
20. Su canción del momento es: Fantansy de Bazzi.
Annnnnd, it’s a wrap!!! Supongo que después de esta publicación estará lista para compartir con ustedes sus escritos. Cabe mencionar que el propósito de este blog es entretenimiento. Si te gusta leer, imaginar, el romance, el drama, la fantasía, las fanfics, los libros, Patch Cipriano, Hardin Scott, los Hidalgo, hombre... pues este blog es para ti. Habrán variedades. Citas, fanarts y mil inventos más. En fin, pretende abarcarlo con todo lo que se invente. Hagamos de este blog un lugar fuera del planeta, en donde puedan venir a soñar e imaginar que andan en la vida del personaje que esté narrado, quien probablemente les vaya a caer mal como todos los personajes literarios que narran. Por alguna razón, caen peor que los demás. Debe tratarse de la habilidad como lector de leer sus pensamientos y las razones de las idioteces que se pasan haciendo para arruinar la historia. Anyway, más adelante estarán viéndola. El tag le sentó bastante bien. Ahora finjamos que se despide de ustedes a través de un mensaje de texto:
Bye
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lasideasdeluna · 4 years
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Eres exactamente igual a mí en la redacción y también me dicen Luna, aunque sólo es mi apellido :v
¿¡Tu apellido es Luna!? ¡Me encantaaaaaaaaa!
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lasideasdeluna · 4 years
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Luna es nueva en esta cosa.
Así es. En esto de blogs, digo. Todos alguna vez llegamos hasta aquí pensando en que sería otra buena plataforma para venir a pasar el rato, mirar memes y perder el tiempo. Hasta yo, no les miento, pero descubrí que Tumblr es mucho más que eso. Por eso he decidido volver. 
¡Hola, mucho gusto! 
Me llamo Luna... Me dicen Luna... Bueno, me gusta que me digan Luna. Incluso  le insinué a mi madre que me cambiara el nombre, pero se indignó tipo: “Con todo el cariño con el que tu padre y yo te hemos puesto tu nombre, ¿vienes tú a querer cambiártelo?” Bueno, mamá, es que semejante nombre que tengo. Además, Luna sienta con mi cara. < o.o >
¿Qué exactamente hago aquí?
Pues pa’ bloguear, ¿no? Pues no. Estoy aquí porque pretendo compartir con ustedes las bobadas que me paso escribiendo. ¡Ay, qué va! No soy escritora, pero me gusta escribir lo que me paso imaginando. Aunque ni tanto, ¿va? Lo peor que un lector puede hacer es intentar relacionar al autor con lo que escribe. Lo dice mi descripción. ¡Yo soy yo y mis personajes son solo mis personajes! A lo mejor me los haya inventado, pero eso no quiere decir que tenga control sobre ellos, ¿saben? Piensan y actúan por sí solos. ¡Qué frustrante! Que me ha pasado y me han incriminado de cosas como: “¿Por qué escribes semejantes barbaridades? ¿Tú pasaste por algo similar? ¿Cómo puedes describir situaciones por las que nunca has pasado? ¿Qué cojones te pasa por la cabeza? Que E.L. James no pasó por las cincuenta sombras de Grey para escribirlas, hombre, gracias. xoxoxo
¿Ya me quieren leer?
En fin... Me voy a dedicar a conocer mejor la plataforma antes de subir algo. Es cierto que tengo una cuenta de Wattpad en donde también publico barbaridades, pero quería tratar algo nuevo. Veré cómo me va. Quiero conocerlos a todos. Para dejarlos con una idea, escribo de lo que me salga de los cojo- escribo narraciones, cuentos, cositas cursis y así. Bueno, ni tan cursi tipo besos de pico de pollo, pero no es novedad que soy una sl*t for romantic & cheesy movies, lol. Escribo de todo un poco, seamos realistas. ¿Cuántos años tienes? ¿Doce? Si los tienes, te invito a que tomes tus cosas y te pongas a ver Discovery Kids. Era lo que yo veía a los doce, be easy conmigo. Pero bueno, probablemente este blog no sea el adecuado para ti. Puede que escriba drama, fantasía, romance, etc, pero todos sabemos a dónde nos lleva todo esto, quiero decir, es mucho más serio de lo que ya sabemos. 
Léanme en la próxima xoxo
El punto es el siguiente: si estás aquí, viniste para pasar un rato dentro de una de mis historias, para comprenderlas y valorarlas. ¡No te puse una pistola en un ojo, coño! Si ese no fuera el caso, al menos quédate para... Sí, bueno, no me voy a poner como Jo March de Little Women si no te gustan mis escritos, pero puedo ponerme como Bella cuando se enteró de que Jacob se emprimió en Renesmee. Es solo un decir, nada es literal en este blog. Además, no promovemos la violencia. Todo es singular. 
Anyways, debo parar ahora porque sino, nunca lo haré. Espero encontrarme con alguien que disfrute mis escritos en este camino de incertidumbre. Veamos qué tal me va. Finjamos que acaban de terminar de leer un email de mi parte. Es que últimamente he mandado muchos. 
Gracias de ante mano,
Luna. 
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