#modo diablo
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RoCKSTAR 2.0 🤟🏼🚀
I'm usually into alternative music mostly in english, but when I tell you this people is making fall hard for trap.
#Duki#El Duko#Modo Diablo#Antes de Amari#Rockstar#Rockstar 2.0#El Quinto Escalon#Trap#Rap#Trap Argentino#Face Tattoos#AnotherGroupie#Skull#Skeleton#Skeleton Art
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#cool girl#it girl#girlblogging#gaslight gatekeep girlboss#ysy a#duki#modo diablo#argentina#trap#trap argentino
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No me gustan las llamadas, pero si me gustas ando como dijo el duko:
Toy pegado al phone phone phone, esperando la llama-ma-ma
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Ese culito me lo estudié
Como para una tesis
¿Cómo está tan buena, tú estás crazy?
Conquista territorio cuando sale con la bestie. 🔥
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kim wonseok - humano - 22 años - 01 de agosto del 2001 - leo - mesero / pandillero - fc: choi beomgyu
tw: grooming, murder(?)
HISTORIA
Wonseok nació en una familia completamente destruida. Su madre era adicta y siempre lo abandonaba cuando sus drogas se terminaban y tenía que salir a buscar más, nunca conoció a su padre y sus abuelos maternos decidieron que tuvieron suficiente con los hábitos de la mujer que le trajo al mundo, que también se deslindaron de cualquier tipo de responsabilidad con el más joven de la familia. Por ende, la pequeña criatura creció sin amor ni afecto real, volviéndolo un ente despreocupado y que no suele medir las consecuencias de todos sus actos.
Fue un niño de calle, siempre en el exterior con pandilleros y personas de mala muerte, siendo el pequeño mandadero de estos quienes le pagaban con algo de comer o simplemente con dejarles estar en su presencia, adoptar sus mañanas y manías; evolucionando para convertirse próximamente en uno de ellos.
Wonseok se metió en problemas desde muy temprana edad, cuando en sus eternos paseos por la urbe, se metía al subterráneo para robar a las personas. Tomaba desde bolsos, carteras y bolsas de compras recién hechas, también solía robar a los artistas callejeros y a los desvalidos que pedían dinero sin tocarse el corazón. Era inteligente y astuto hasta el punto donde hacía intercambios con otras personas por lo que solía robar, muchas veces simplemente por algo para llenarse el estomago para no irse a dormir con el hueco en la panza.
Amaba a su madre, aunque en la inconciencia él sentía que ella a él no. Pero eso no evitaba que se sintiera feliz de verla cuando volvía al pequeño departamento sucio y lleno de botellas de alcohol y colillas de cigarros, viendo que aun respiraba y estaba con vida. Wonseok era un gran mentiroso, contándole historias que nunca pasaron pero que lograban que la delgada y frágil mujer se riera con él, compartiendo un solo colchón mullido mientras ella lo abrazaba y le decía que era el hombre más inteligente y hermoso que había visto en toda la tierra, Wonseok no tenía ni siquiera diez años para considerarse un hombre.
Su vida dio un giro cuando una mañana helada de invierno, despertó con un cuerpo frío y agarrotado pegado a la espalda, dos delgados brazos le sostenían y le abrazaban como si no fuesen a soltarlo nunca y curiosamente, Wonseok supo que esa sería la ultima vez que sentiría el amor de su madre. La mujer falleció mientras dormía gracias a un paro cardiaco producto de sus adicciones, el frágil corazón no aguantando el estilo de vida que llevaba y a donde sin quererlo, arrastraba al pequeño a un agujero del cual no podría recuperarse nunca.
Wonseok cayó en la casa de sus abuelos donde su abuelo fue abusivo físicamente y psicológicamente, siendo el niño problema de siempre, escapándose de la escuela y yendo al arcade a juguetear con sujetos más mayores que él. Sus hábitos como amante de lo ajeno no mermaban, al contrario, se volvían más y más peligrosos cuando robaba joyería o relojes, cuando aprendió a vaciar tarjetas y desecharlas. Cuando asistencia social detectó que el par de ancianos no estaban capacitados para cuidar del niño, tomaron custodia de este y pasó a servicios sociales y cuidado del Estado.
Entraba y salía de diferentes casas hogar, de diferentes padres adoptivos rotativos que no hacían más que cuidarlo un tiempo y devolverlo por donde había venido. Un niño problema, una causa perdida, un dolor de cabeza, eran de las muchas frases que el muchacho se llevaba cada que volvía a caer en las manos del gobierno. Wonseok comenzaba a pensar que efectivamente, estaba de alguna forma maldito como muchas veces su abuelo le dijo.
Su vida cambió de nuevo cuando conoció a Minji, él tenía apenas 13 años y ella tenía ya 20. Era una bajista de una de banda de rock indie, que tocaba en los bares de mala muerte donde Wonseok rondaba para robar a quienes se le atravesaran en frente. Era una mujer enigmática, hermosa y que cautivó rápidamente su corazón adolescente, un corazón al cual le faltaba amor. Wonseok se enamoró de ella y Minji juraba, estaba enamorada de él.
Los excesos no se hicieron esperar al lado de alguien tan mayor, ella fue quien le enseñó a beber y fumar, fue también su primera experiencia sexual y con quien probó todo tipo de drogas. Ambos pasaban días enteros encerrados en el departamento de esta, Wonseok sintiendo otros brazos delgados envolverlo y decirle que era el hombre más encantador que había conocido, el amor de su vida, por quien daría todo y Wonseok profesaba los mismos sentimientos profundos y pesados por ella.
La desgracia volvió a tocar a su puerta cuando, con solo quince años, cometió un crimen imperdonable. Era una tormentosa noche de lluvia de verano, los relámpagos iluminaban las calles y él empapado corría por estas, llegando al departamento de Minji para encontrarla discutiendo con un hombre, un sujeto que sabía quién era por como Minji hablaba de “su acosador” pero no había visto nunca con sus dos ojos. Lo que era una discusión se tornó rápidamente en una situación más peligrosa, cuando Wonseok y este comenzaron con los golpes, cada espejo y cenicero se había trizas en el suelo y las filosas botellas de cerveza creaban un mural de colores en el piso. Wonseok no tiene muy claro como sucedió, como es que las cosas escalaron de manera tan abrupta, pero en un abrir y cerrar de ojos el fornido sujeto se desmorona y el muchacho observa sus pisadas manchadas de sangre, sus dedos que toman las manos de la fémina se tornan carmín y las sirenas de la policía ensordecen sus oídos más que los truenos del cielo. Minji le promete que todo estará bien, Wonseok no estaba tan seguro.
El flash de las fotografías le ciega cuando, luego de algunos meses, es declarado culpable como participante en un asesinato. Park Doyun había perecido de un apuñalamiento en la zona abdominal, que supuestamente, Minji había hecho. Wonseok alegó la inocencia de su novia, asegurando que había sido él quien lo hizo, pero la justicia no parecía querer ceder ante la ultima prueba de amor verdadero que él estaba dando. Minji fue derivada a la prisión femenil con cargos de muchos más años que él, en cambio Wonseok fue a parar a la correccional infantil al ser solo menor de edad.
Actualmente tiene un año fuera de prisión, pasó tres años encerrado en al correccional para luego ser derivado a una prisión donde sus abogados apelaron inocencia de su parte, como aquella mujer se había aprovechado de él y en menos de dos años, consiguieron liberarlo. Wonseok no es una persona con sueños ni aspiraciones, por ende, simplemente trabaja como mesero y bartender en un bar de mala muerte, consiguiendo subsistir con el sueldo y las propinas.
PERSONALIDAD
Wonseok es una persona exentica y extrovertida, no duda en acercarse a las personas que le parecen interesantes y entablar una conversación, no sabe leer el ambiente, por ende, nunca nota cuando es una persona indeseable. Ambicioso, fuerte y valiente, son cosas que pueden describirlo fácilmente puesto que a pesar de no ser alguien con metas en la vida, tiene ambiciones de vivir bien y comer bien, de siempre traer dinero en los bolsillos y codearse con personas que pueden brindarle esa seguridad.
Es pedante, arrogante y orgulloso, tiene una personalidad como los reyes de la selva, aunque no tenga nada a su nombre. No duda en aparentar para pasar desapercibido, engañar para conseguir lo que quiere y demostrar poder en base a su fisionomía o su personalidad explosiva. Es difícil conseguir que se retracte de algo, también que acepte sus errores y mucho más complejo será conseguir una disculpa de su parte cuando lo ha jodido.
Es consciente de su belleza, por ende, no duda en utilizarla para sacarle cosas tanto a hombres como mujeres. Tiene cosas de valor gracias a sus dotes seductores, difícilmente generará lazos reales con otros, puesto que los considera pasajeros y sin valor. Las personas son una mierda y él, inconscientemente, se considera dentro del grupo.
DATOS EXTRAS
Maneja una motocicleta, suele meterse en carreras clandestinas por la adrenalina.
Fuma y bebe, suele fumar hierba de vez en cuando, pero ha dejado las drogas más duras
Intentó estudiar durante sus años de prisión, pero fue en vano, no se considera una persona tan aplicada para conseguir una carrera
Ahora, con la mente un poco más madura, puede aceptar que él no mató a Doyun, pero si que fue de cierta forma cómplice en la situación. Sabe que Doyun era el novio de Minji, o es lo que sus abogados dijeron, que solo jugaba con él y lo utilizó de una manera despreciable.
Wonseok aun ama a Minji, le manda cartas siempre que puede y le jura que estará esperándola cuando salga de prisión. Ella nunca responde ninguna de estas.
Siempre sale con mujeres mayores, su terapeuta le ha dicho que es un intento fallido y llenar un espacio en su corazón que dejó su madre ausente y drogadicta.
Va a terapia porque su plan de reintegración a la sociedad se lo pide, pero no porque quiera ir.
No habla con sus abuelos, está seguro que ellos viven mejor sin él y él está mejor sin ellos.
No ha vuelto a parar en la cárcel, pero él asegura que es cuestión de tiempo nada más.
#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dialogue ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ kim wonseok ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ polaroid ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ kim wonseok ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ inside ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ kim wonseok ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ bio ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ kim wonseok ⠀ ❫#bios*#hace tanto que no sacaba un personaje funable#y el diablo en mi debía escribir esto fjkdsds#aunque nunca lo usE NI MODO
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"De rodillas ante los ojos de Dios acepto las consecuencias de mis actos y me quemo en las llamas del infierno."
"Diablo, tu que sabes del placer de la lujuria, abrazame con tu calor, mirame a los ojos y aterrame con tu imponencia, acepto mis pecados y por orden del poder divino me entrego ante ti para que elimines rastro de existencia o tortures la misma."
#frases#literatura#palabras#notas#text#escritos#religion#estado#modo#dios#diablo#escribiendo#historia
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Diablo® IV alcanza el cielo: ¡Ventas astronómicas de $666 millones en tiempo récord!
¡El infierno se desata con Diablo® IV! En tan solo cinco días posteriores a su lanzamiento, el juego ha arrasado con ventas directas que superan los $666 millones, marcando un hito sin precedentes en la historia de Blizzard Entertainment. Esta increíble cifra equivale a la recaudación de taquilla de la semana de estreno más exitosa del año. Los jugadores han sido cautivados por la última entrega…
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#aventura épica#éxito arrollador#Blizzard Entertainment#demonios aniquilados#Diablo IV#horas de juego#juego de servicio en vivo#modo Hardcore#ventas récord
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La Noche Del Diablo Parte 1
|Raian Kure x OC|Raian Kure x OC female|Raian Kure|
Synopsis: el Diablo Raian Kure está entrenando para el campeonato de las Batallas de Kengan. Mientras él está entrenando. De repente aparece una mujer con el pelo largo oscuro con la piel blanca como Blancanieves y unos ojos rojos que podían mandar a un hombre loco. Su abuelo insiste que se case con ella. Raian No sabes quién es la mujer, pero al principio él no quiere nada, pero cuando ve la personalidad y cómo es en total la mujer poco a poco comienza a cambiar su mente sobre ella. (esto ya es cuando Ohma y Raian y los demás forman el grupo in Kengan Omega, ya está Ryuki y Koga también.)
Advertencia: ⚠️ sangre, gore, explícito, violencia, angustia, brutalidad, marido basura, Brutal Raian Kure, blasfemia, sexo duro, besos ásperos, sexo sin protección, M y F oral, cría, advertencia de desencadenante
Solo 18+ No para los de más Así que por favor MDNI
Nota: algunas de las cosas en las advertencias no vendrán hasta más tarde, pero te estoy haciendo saber lo que tendrá la historia. Y estoy tratando de hacer este muy largo al menos. ¡Es Raian, ¡Necesita brillar! ¡Aún más!
Recuento de palabras: 1350
Era una noche ventosa fría. La Navidad era a la vuelta de la esquina y por tanto somos los Torneos Kengan llamados el calvario. <el br>
nevaba y Raian estaba en la nieve que salta de la azotea a la azotea en el modo del asesino.
anhelaba un poco de matanza después de su primera pérdida con su opositora Ohma Tokita. Ohma se quedaba en la finca del Clan de Kure para recuperar y aprender por supuesto algunas nuevas técnicas de enfrentamientos. <el br>
que también trataba de recuperar rápidamente por tanto podría volver a Satomi. Quien le esperaba atrás en Osaka. Raian estaba la formación en casa para estar en la forma superior para los torneos cuando de repente oyó un golpe leve.
El golpe pronto goot más alto y más rápido. Pronto oyó gemidos suaves. Echó una ojeada a través de la puerta tatami rajada y vio a Ohma y Satomi que se besa apasionadamente.
Ohma la tenía hecho subir contra la pared ya que devoró su boca avariciosamente. Satomi hizo envolver sus piernas alrededor de la cintura de Ohma fuertemente. <el br>
que pronto realizó por qué oyó el tremendo antes. Ohma hacía el amor con su esposa pero no era discreto sobre ello. <el br>
Raian sólo suspiró, enojado en el hecho que Ohma siempre tenía el hots para Satomi. <el br>
Allí era un tiempo cuando Raian realmente luchó con Ohma por Satomi. Satomi es una guerrera de la elite, un colmillo potente de Metsudo, el que significa que también era una mercenaria experta y no era sorprendente era el cabo de su propio recinto S.W.A.T y un general en el ejército japonés. <el br>
La mujer era talentosa y fría ensangrentado cuando quiso ser y Raian muy se atrajo a esto. Pero yo. El final eligió a Ohma.
tenía más de una conexión con él que con Raian. Raian es amargo en el hecho que Ohma básicamente tomó lo que podría haber sido su futuro cónyuge pero principalmente en el hecho que Ohma salió victoriosa en su última lucha de Kengan. <el br>
era amargo en el hecho que él, Raian Kure, el hombre más poderoso en el Clan de Kure fueron derrotados por un novato aficionado como Ohma. <el br>
Aunque no lo admitiera, ni hasta quisiera, Ohma era y todavía es un opositor formidable. Raian volvió a su formación Pero los gemidos de Satomi se hacían más fuertes por tanto decidió tomar misiones suplementarias y permiso. <el br>
Tan pronto como llegó a la prefectura de Yoshino donde la mayor parte de sus asesinatos ocurrirían. ¿Qué Raian no podía sacudir era el sentimiento que estaba siendo seguido de alguien, pero quién? No sabía exactamente pero podría sentir que era una fuerte presencia. <el br>
no hizo caso de ello por el momento cuando fue a lo que pareció a un hotel agotado donde algunos de sus objetivos se quedaban. Raian sonríe siniestramente ya que avanza lentamente a gatas y entra en uno de los dormitorios a través de una ventana abierta. <el br>
que ve su primer objetivo dormir ya que abajo le mira del techo en el modo del asesino. Silenciosamente aterrizó en sus pies y se movió sigilosamente hasta el hombre inconsciente. <el br>
Raian rompió el cráneo del hombre por la tierra. Se rió como un maníaco, disfrutando de cada minuto que trae el infierno en sus objetivos. <el br>
sin Embargo que pronto para cuando huele un olor dulce, embriagador, atractivo que parece haber abierto su ansia de la lujuria o más bien el despertado él de la hibernación.
“Vaya, vaya vaya … …. es completamente el looker. Dijo una voz seductora detrás de él. Su audiencia era sensible ya que podría oír el chasquido y el golpecito de sus tacones altos. <el br>
que congeló cuando vio a una mujer menuda con largo, pelo negro del cuervo, sangre ojos carmesíes rojos que brillaron en la luz de la luna, con pestañas negras gruesas largas y sombra de ojos roja, labios rechonchos rojos que eran lustrosos. <el br>
llevó cheongsam mucho tiempo negro y de oro que abrazó a su cifra del reloj de arena perfectamente jactancia y acentuación de sus pechos voluptuosos y voluptuoso posterior con dos separación que baja a su jactancia de caderas de sus piernas acompañadas por stockings negros y de oro y tacones altos pointy negros y de oro.
Raian se mofa y gruñe cuando anda hacia su agrietamiento de sus nudillos. Entonces acudió a ella y lanzó un golpe a la mujer pero en vez de escabullirse o escaparse bloqueó el golpe con su hombro que se ríe de él sumamente.
“¡Ah mi! ¡De alguien impaciente! ¡Y muy impaciente!” Cacarea ya que levanta su pierna y logró conseguir un puntapié potente a su cara enviándole volando a la pared. <el br>
Raian se cierra de golpe en la pared, abriéndolo camino. Parece impresionado durante un minuto pero entonces se ríe entre dientes en la diversión y brinca a sus pies.
“Piernas agradables. ¡Cómo se llama usted usted poco diablillo!” Gruñidos Raian con su sonrisa siniestra habitual.
despacio anda hacia él influyendo en sus caderas coquetamente y de modo seductor. Se inclina más cerca a él mientras sigue sonriendo abiertamente sumamente.
“Akahana …. Akahana Kuroki … … pero me puede Llamar Kasha”. Hanae contestado con una sonrisa coqueta. Su voz pareció a mil besos del ángel dulces aún por la razón que sea le dio frialdad de un modo bueno.
“Debe ser Raian Kure … … el hombre más fuerte en la Familia de Kure. … interesante. ¡es completamente el asesino! Encuentro esto completamente encantador “. Akahana contestado con una sonrisa seductora.
acaricia su pecho. “¿Seguiremos luchando contra … … seguiré mostrándole mis habilidades … … .chisel pecho?” Contestó Akahana de modo seductor cuando le embromó lúdicamente.
«Lees mi mente, pequeño vixen». Raian respondió con un gruñido bajo mientras intenta patearla en la cara pero ella esquiva su golpe con gracia con sus reflejos súper rápidos.
«Buen intento de cosas calientes...... pero vas a tener que ser más rápido que eso». Risueño Akahana en diversión mientras se burlaba cada vez que él se acercaba a aterrizar un golpe en él.
"Dijiste que te llamara Kasha, ¿verdad? Como en la infame demonesa que castigó a aquellos que son corruptos y malvados en su propio funeral usted arrastra sus almas a las profundidades del inframundo...... qué mujer ". Raian se burló con un brillo en los ojos. El hombre estaba claramente interesado.
«El mismo en la carne». Habló Akahana con una siniestra sonrisa.
Raian la agarra fuertemente por la cintura. «Bueno, no es alguien que se pone demasiado manitas..... o querías sentir mi tonificada y atlética cintura o querías ponerte raro». Ella se inclina cerca para susurrar seductivamente en su oído.
"Realmente eres un poco vixen! Apuesto a que causas caos dondequiera que vayas? " Raian se acobarda mientras intenta levantarla en el aire para golpearla en la pared. Pero Akahana lo arrodilla en el intestino y se arrodilla al suelo agarrándose del estómago riéndose psicóticamente.
Raian estaba disfrutando tanto con Akahana que olvidó por qué estaba allí en primer lugar.
Sin embargo, Akahana tenía otros planes en mente. Ella volvió su atención hacia ella amenazándolo con su horquilla en la garganta.
"¡Eres multi-talentoso! ¡Qué divertido! " Se ríe de diversión.
Akahana lo besa apasionada y profundamente. «Mmm........ mmm».... Akahana mons suavemente mientras corta su labio inferior haciéndolo sangrar un poco.
Raian se lame un poco el labio inferior, saboreando su sangre y su sabor. Sus labios estaban aún más rojos e hinchados mientras se besaban más o menos.
Pronto se retira y se aleja. Salta de la ventana del segundo piso desapareciendo en el aire.
Emite un silbato satisfecho. Su lápiz labial sonrió en sus labios mientras suspira contento lamiendo el lápiz labial con su lengua.
"¡Ahora esa es una puta que sabe cómo follar duro! ¡Si vuelvo a verla haré que la perra grito mi nombre! ¿Dónde estaba? ¡Oh sí cazando a estos malditos bastardos! " Cackled Raian maliciosamente mientras que él fue en una matanza asesina en sus objetivos.
Al día siguiente, al llegar a casa, vio a la misma mujer de anoche hablando con su abuelo Erioh Kure.
"Ah Raian... finalmente has vuelto. Esta es Akahana Kuroki, tu novia ". Respondió Erioh con una sonrisa engreída.
Para continuar.
#kengan ashura fandom#kengan ashura#fandom writing#smut#smut writing#my writing#raian kure#kengan ashura smut#anime and manga#raian x oc#raian kure x reader#raian kure x female reader#in Spanish I
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¿Quién ríe ahora?[One-shot] [post-canon]
Post-canon, angst, venganza, violencia, tortura, Agatha!fantasma, Lady Death. Darkfic (el último que hago antes de pasar a la programación habitual!)
No se hace enojar a Lady Death. Sólo un idiota lo haría, un idiota y Agatha Harkness.
"Adivina qué, Agatha. Tenías razón, yo no tengo corazón. ¿ves?"
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La muerte había abandonado el nombre Rio. Lo dejó hace siglos, muchos siglos. Lo perdió como el lado humano que había desarrollado y también como su negro corazón, al cual pudo ver hacerse trizas dentro de ella. Los restos, como cenizas semitransparentes, se fueron con el viento para desaparecer completamente y para siempre.
A partir de ese momento, la muerte no se enfocó en absolutamente nada más que su trabajo. Los cuerpos. Las almas que necesitaban ser atendidas con urgencia. Cada vez llegaban más, una después de otra, y aquello la mantenía ocupada realizando viaje tras viaje, transportándose hacia distintos lugares de la tierra a presenciar los momentos finales de cada ser viviente. Continuó haciendo visitas a Italia, Brasil, México, Francia, Rusia, Bolivia, a todos los países y ciudades del mundo para tomar los cuerpos, hacer que sus almas crucen la puerta al más allá, tomarse un par de minutos y volver a lo mismo.
Jamás volvió a mostrar su forma humana. Ni siquiera para guiar a las almas de niños, su forma original se volvió su uniforme diario y ya no necesitaba aquel cuerpo humano que no le trajo más que dolor y miseria. La muerte desearía poder tirarlo a un bote de basura en la tierra y quemarlo, pero tenía mucho trabajo que hacer.
Olvidó la piedad, la consideración, la empatía.
"De todos modos tampoco es que todos los humanos la posean, al diablo con eso"
Repetía para ella misma, porque, sin las almas, la muerte se pasaba los días sola y habían días en los cuales ni siquiera escuchaba su propia voz. Se había vuelto un ser de aspecto aterrador, digna de las peores pesadillas, pero no le importaba lo que la sucia raza humana piense, ni lo que desee. Ya cometió ese error una sola vez y se juró a sí misma no volver a caer bajo la trampa de cualquier insignificante ser viviente. Se volvieron poco menos que ganado.
"Soy el orden natural de las cosas" se repetía constantemente.
Le tocó ir de nuevo a los Estados Unidos, la muerte le guardaba un poco de fastidio al país y mucho más si se trataba de Salem, Massachusetts. Después de hacer una visita a Los Ángeles para esperar a que una mujer madura y ebria se vuele la cabeza de un balazo, apretó los puños y fue a Salem igual, desapareciendo en una niebla negra para volver a un lugar que conocía muy bien.
No podía ser ella. No justamente ella. ¿Qué clase de tortura cósmica era todo esto? Esa forma fantasmal, el cabello blanco y largo y el vestido, el aura púrpura, y la sonrisa triunfante que la hizo enfurecer.
"No esta malnacida de nuevo"
Agatha Harkness, el fantasma, flotaba con animosidad justo a unos pasos. Jugaba a atravesar cosas y un ave pequeña.
La última vez que se vieron fue en el llamado sendero de las brujas, siglos atrás. Aquel último encuentro la dejó destrozada desde entonces, aborreciendo a la mujer y haciendo intentos desesperados de quitarla de sus recuerdos con una carga enorme de trabajo duro. El único motivo por el cual Agatha pudo haberla llamado era irse como correspondía y estar lista para ver a su hijo.
"NO" pensó la muerte. "Me NIEGO a llevarme a esto. ¡NO!" Deseó irse, pero al parecer Agatha Harkness había decidido que su trabajo estaba terminado y, así como si nada, deseó irse a ver al niño. Siempre hacía lo que quería, sólo pedía las cosas y exigía ser atendida. No lo tendría esta vez, la muerte le cumplió su último deseo la última vez y se juró a sí misma no volver a ser un tapete. No más deseos, ni contemplaciones.
Deseó gritar y destruir todo a su paso, no pudo evitarlo y todos los árboles a su alrededor murieron, cayeron, las plantas se iban secando y el fantasma se aproximó observándola detenidamente.
La muerte tenía puesta la capa negra encima que jamás se quitó. Cogió su daga y apretó fuertemente el mango, algo le sucedía y no se explicaba bien qué era. Su corazón negro ya no estaba, no podía explicar ese arranque de ira.
"Cuánto tiempo" Dijo Agatha Harkness observando a la muerte con curiosidad y sin tener respuesta alguna.
Silencio.
"No pensé que llegaría a decir esto pero ya no es tan terrible verte" la voz fantasmal de Agatha hacía eco, y la muerte no dijo una palabra de nuevo. Sólo mostró la daga.
"Oh, ¡vamos! han pasado siglos. Muestra tu otra forma" Agatha sonreía maliciosamente y extendió la mano hacia su hombro, tratando de invadir su espacio personal pero la atravesó. "Yo sé que quieres" Agatha siempre se la pasaba dando órdenes y comportarse como si estuviese en un hotel de lujo a donde vaya.
Silencio.
"¿Vas a continuar haciendo este teatro? No te deja bien parada en tu trabajo, ¿o me equivoco? ¿Puedo hablar con tu supervisor? La señora Rio Vidal..." Agatha empezó a usar su clásico sarcasmo como lo hacía en vida, gastando bromas pesadas hasta que la muerte la interrumpió.
"Rio se ha ido. Soy la muerte"
Agatha se burló y siguió flotando en círculos alrededor de ella.
"Lo dices como si no lo supiera, pero te recuerdo querida que Rio también es tu nombre y es más fácil para mí decirlo así, y menos problemático para Marvel Studios y Disney, por supuesto..."
"Sólo dirígete a mí como corresponde, además ¿qué diablos haces tú aquí? Me haces perder el tiempo. ¿Vas a marcharte o no?"
"Cumplí mi misión, el trabajo no resuelto. Es tu tema ¿no? Tú ves y sabes esas cosas, es tu área. El asunto es que acabé y deseo..." Agatha hizo una corta pausa, reacomodando sus ideas. "...y deseo verlo. Tú sabias que en cualquier momento yo querría ir" Agatha fantasma se cruzó de brazos y miró fijamente al cráneo que la muerte mostraba por cara. Por una parte odiaba hacer lo que Agatha deseaba, pero otra parte de ella encontró en la acción un motivo para fastidiarla.
"Fui una guía espiritual. Conduje a Billy y a su hermano hacia donde debían ir. Volví a morir, volví a ser un fantasma porque al parecer alguien no quiso tomar mi alma" dijo Agatha en tono acusatorio. "Pero creo que es tiempo de irnos. No me sentía preparada pero ahora sí. Llévame con él." Ordenó.
Si la muerte mostrase un rostro humano, hubiese puesto los ojos en blanco.
"¿Alguien no quiso tomar tu alma? Por favor, Agatha. No seas ridícula. ¿Quién fue la que me hizo prometer que no volvería a mostrar mi cara? Es más..." la muerte hizo una pausa "tú rompiste el pacto que hicimos y lo último que hice por ti fue respetar lo que deseabas, incluso cuando no merecías nada más proveniente de mí. No haré más por ti"
"Pero debes hacerlo, es lo que siempre haces. Además, rompí el trato que hicimos" Dijo Agatha, en tono desafiante. "Así que muestra tu otra forma, con esta no me dan ganas de tener una conversación"
"¿Y qué si esta vez hago una excepción?" La muerte empezó a jugar con su daga pasando los dedos por la hoja mientras hablaba "y si ahora decido romper las reglas por mí y no llevarte a ningún lado porque no lo mereces?" Dijo calmadamente. "Si, es mi trabajo...pero así como cometí el error más estúpido de darte seis años con tu hijo, hoy puedo decir no, paso."
La sonrisa pícara de Agatha se fue desvaneciendo, y la fantasma frunció el ceño.
"No serías tan cruel. No te creo capaz"
"¿Ah, si?" Respondió la muerte en un tono burlesco. "Adivina qué, Agatha. Tenías razón, yo no tengo corazón. ¿ves?"
La muerte se quitó la capa mostrando una figura femenina casi esquelética, el traje tenía aspecto gastado, pero lo que horrorizó a Agatha al punto de atravesar su rostro con su mano transparente fue el enorme agujero en el medio del área del pecho. Parecía como si alguien hubiese sacado el corazón violentamente y hubiese dejado así el cuerpo. La piel se secó, dejando una espantosa vista que la muerte mostraba con orgullo, como si de un emblema se tratase.
"Nada me detiene de no llevarte a ningún lado y hacer que te la pases por aquí vagando y flotando como estúpida el resto de la eternidad. Simplemente dejarte aquí, sin que conozcas la paz, sin darte la posibilidad de que tu mugrienta alma reencarne. Si no fuera por la enorme carga de trabajo que tengo en estos momentos me quedaría a ver cómo entras en crisis y suplicas pero ya no eres importante" dijo la muerte, volviendo a jugar con su daga.
"¿Sabes? Antes te quería en el más allá, con nosotros, y me preguntaba por qué te negabas a ir...pero cambié de idea el momento en el cual te moriste por primera vez. Lo mejor de todo es que esto no afecta el balance, así que yo gano, y tú te quedas atascada aquí y ni siquiera la familia con la cual estás asociada te va a poder ayudar, esto va más allá de cualquier tipo de magia"
La sonrisa pícara que Agatha tenía al inicio se esfumó totalmente. Incluso, la forma cómo flotaba indicaba que estaba realmente asustada. El miedo podía verse en su rostro semitransparente.
"¿Y si quiero irme?"
"Decidiste ser fantasma, Agatha, lo hiciste para deshacerte de mí y lo hiciste porque SABÍAS que yo respetaría tu deseo incuso al morir, cosa que hago así no lo merezcas. Lo habrás planeado todo pero ahora yo decido si te vas o no. Así como escuchaste" La muerte disfrutaba al ver a Agatha lucir confundida y alterada.
"Pero espera..." Dijo Agatha. "No puedes hacerme eso, ¡tú me amas!" Exclamó Agatha señalando a la muerte con el dedo y la mirada fija en los orificios que tenía por ojos. "Yo sé que aún me amas"
"¿Quién dice? ¿Tú?" Contestó la muerte en un tono burlón. "Eso fue hace tiempo. Lo que quedó de esos sentimientos se fue contigo y esa escena melodramática que hiciste antes de morir. No te amo más, Agatha. Eso sí, reconozco lo buena actriz que eres, ¿Dónde está tu Emmy? a mejor actriz de serie dramática"
Agatha sólo flotaba, confundida y sin saber qué responder, sus palabras parecían quedarse atascadas.
"Pobre Agatha Harkness...por fin quiere reunirse con el pequeño Nicky...pero no tomó en cuenta que fue un pedazo de mierda en vida. Falló la estrategia está vez, Agatha"
"Primera vida" contestó Agatha. "En la segunda salvé a Billy, ayudé a esos chicos, ayudé a Jen, entendi que Nicky debía irse...y lo quería conversar contigo ¿eso no cuenta?" Agatha sonaba irritada, tenía los labios fruncidos y los brazos cruzados, sólo quedó suspendida a un metro del suelo.
"¿Y eso qué? No vas porque yo lo decido" Dijo la muerte. "No me interesa si salvaste a la humanidad, así como pude romper las reglas por ti, también lo puedo hacer contra ti. Ahora si me disculpas, tengo trabajo real que hacer, y otra cosa más..." hizo otra corta pausa.
"...no vuelvas...a mostrar...tu cara"
Dijo la muerte dándose la vuelta y a punto de desaparecer entre más niebla negra.
"Te seguiré llamando hasta que lo hagas" Dijo Agatha, muy confiada y cruzada de brazos. "No voy a parar" Agatha ya sonaba muy alterada.
"Suerte con eso, Agatha. No atiendo a más fantasmas varados en la tierra por siglos, nueva política de la empresa. Yo me buscaría un pasatiempo"
"¡RIO!" Gritó Agatha, todas las plantas alrededor de ambas entidades se habían marchitado. "¡...Por favor, mi amor, quiero ir, quiero verlo!"
Antes de desaparecer, la muerte se detuvo y volteó por un segundo.
"No esta vez, Agatha, lección aprendida, no meterse con la muerte, ¡Es una mala, muy muy mala idea! No se usa a la muerte, no se traiciona a la muerte"
Se retiró entre risas, desapareciendo, dejando un gesto con la mano mostrando el dedo medio al irse y dejando a Agatha Harkness dando un grito tan desgarrador que pudo haber espantado a las criaturas que vivían en ese bosque si no se hubieran muerto con las plantas ya marchitas.
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Delicious temptation on a cold heart
-Ran Haitani x fem!reader
/ You can traslate to your lenguage if you want to dead it /
Words: 14,5k
Synopsis: the Haitani´s Empire is wealthy and powerwful over all Roppongi. Bonten is dangerous than ever.
First chapter, second chapter, thrid chapter, fourth chapter, fifht chapter _Masterlist_
El salón brillaba con la luz suave de las lámparas de araña, y el sonido de la música de cuerdas llenaba el aire, mezclándose con el murmullo elegante de las conversaciones. La fiesta estaba en pleno apogeo, con camareros deslizándose entre los invitados, sosteniendo bandejas de champán y aperitivos delicados. Hope estaba de pie cerca de una de las ventanas grandes, mirando hacia el exterior, intentando calmar el torbellino de emociones que la había estado acosando toda la noche.
Se había vestido como le dijeron. Elegante. ¿Qué era eso? Solo había vestido dos estilos en toda su vida. El formal que la obligaban a llevar en la residencia de su familia y del que se deshizo con la boda y luego el que ella llamaba "despreocupado". Este consistía en vaqueros ajustados o sueltos y jerseys y chaquetas. Nada de vestidos ni ropa con sus medidas y que adaptaban cuando cogía o perdía peso. Y, ahora, parecía más un disfraz entre toda ese gente. Un vestido blanco hasta las rodillas, fluido, que había encontrado entre toda la ropa de su armario y tacones que entendió que por el color iban a juego. De joyas había cogido un collar plateado y largo con pequeñas joyas verdes -esmeraldas reales, supuso- y unos pendientes a juego. Por supuesto, llevaba la alianza de matrimonio. En ese mundo para apariencia lo era todo.
Ran se encontraba unos metros más allá, hablando con un grupo de conocidos del trabajo, sus sonrisas y risas ocasionales retumbando en los oídos de Hope como una burla cruel. Estaban ahí, en esa fiesta perfecta, con la gente perfecta, pero dentro de ella todo estaba mal. Se sentía fuera de lugar, atrapada en un mundo donde cada palabra parecía un desafío, cada gesto una acusación velada. Los tacones le hacían daño. La poca gente con la que hablaba eran extraños y acababan hablando de inversiones y beneficencia.
Las miradas que había intercambiado con Ran durante la noche no habían sido las usuales. Ya no eran cómplices ni llenas de lo que fuera que vivieron en Osaka. Eran frías, tensas, como si estuvieran esperando el momento en que todo estallara. Era como vivir en una realidad paralela, lejos de un momento inicial lleno de diversión a su manera de ser y, de repente, nada. Frialdad. Y cuando una de las mujeres del grupo soltó una risa demasiado alta tras un comentario de Ran, algo en Hope se quebró.
Estaba cansada. Le dolía el cuerpo, con la presencia de los daños en el cuerpo y mentales por lo ocurrido en Osaka y días antes, y solo quería regresar a casa y sentarse y descansar. Hablar con Ran, tal vez, sobre lo que pasaba entre ellos. Podía intentar, al menos, convencerlo de que no estuviera tan enfadado si le prometía a cambio no hacer ninguna imprudencia como la de salir a la tormenta.
El corazón le latía fuertemente. Una mujer castaña y con un traje verde de lo más elegante se le había acercado a preguntarle sobre su interés en una asociación. Hope la escuchaba, pero apenas le prestaba atención. Los dedos le temblaban en la copa de champán, del que bebió otro trago. ¿Debía hacerlo en su estado? De todos modos, no sabía nada. ¿Qué diablos hacia ahí? ¿Por qué no estaba en su casa?
-Discúlpeme un momento.
La mujer le sonrió con educación, aunque era capaz de distinguir la tensión en sus facciones cuando empezó a alejarse. Dejó su copa de champán sobre una mesa cercana y caminó hacia Ran, sin pensar realmente en lo que estaba a punto de hacer. Su corazón latía rápido, y su mente estaba nublada por una mezcla de resentimiento y dolor.
-Ran, ¿podemos hablar? -dijo, interrumpiendo la conversación con más brusquedad de la que había planeado.
Los ojos de Ran se encontraron con los suyos, y Hope vio una sombra de incomodidad cruzar su rostro. Las personas a su alrededor guardaron un breve silencio, percibiendo la tensión, antes de volver a sus propias conversaciones, pero la atmósfera ya se había cargado.
-Mi esposa -presentó en voz baja. La mujer que tenía delante asintió, con una sonrisa hambrienta en unos rasgos simétricamente perfectos. Ran le puso una mano en la parte baja de la espalda, inclinándose hacia ella-. Ahora no -respondió Ran en voz baja, sin alterar la calma superficial que mantenía-. Estamos en medio de algo, Hope. Es importante.
Pero Hope no podía esperar. El silencio era lo último que necesitaba. En lo que se había convertido... Sintió la humillación acumulándose en su garganta, una mezcla de inseguridad y frustración que no podía contener más.
-¿No podemos hablar ahora? Estoy muy cansada. De verdad -su voz temblaba, y aunque trataba de no levantarla, estaba claro que había un filo afilado en sus palabras.
Ran soltó un suspiro pesado, y la sonrisa social que había mantenido hasta entonces se tensó visiblemente. Solo para ella. A ojos de los demás, debía de seguir siendo el encantador hombre que amaba la atención. O lo que diablos fuera que pensasen esas personas ridículamente ricas.
-No es el momento ni el lugar -dijo con los dientes apretados, la tensión en su mandíbula evidente. Estaba tratando de mantener el control, pero su mirada revelaba la frustración que intentaba reprimir.
-¿Cuándo es el momento, entonces? -replicó ella, sintiendo cómo la rabia y el cansancio se mezclaban. Sabía que estaba haciendo una escena, sabía que todos a su alrededor probablemente estaban escuchando, pero en ese instante no le importaba demasiado.
Las miradas furtivas de los otros invitados no pasaban desapercibidas. Algunos se alejaron discretamente, pero otros permanecían, fingiendo no prestar atención, aunque era evidente que estaban atentos al desarrollo de la situación. Ran, consciente de las miradas sobre ellos, dio un paso hacia Hope, bajando la voz, pero con una frialdad que la hizo estremecerse.
-Ahora no.
Hope sintió cómo un calor incómodo subía por su cuello, mezclando el enfado con una profunda vergüenza. Estaba allí, frente a él, delante de todos, y lo único que sentía era humillación. ¿Por qué tenía que ser ella la que se sintiera mal? ¿Por qué, si realmente lo estaba mal y él era consciente? O es que tenía que enseñarle la tímida cicatriz al lado de su frente disimulado con el peinado. Pero a esas alturas, ya no podía dar marcha atrás. Había aguantado demasiado, y ahora todo estaba saliendo a la superficie de la peor manera posible.
-Solo te estoy preguntando si podemos irnos -le intentó explicar-. O si yo puedo irme. No me gusta esto.
-Suficiente -exclamó, de forma que sólo ella lo viera. La mano en su parte baja se volvió tenso, como si quisiera agarrarla y alejarla de todo eso, pero se contenía-. Te he dicho que ahora no.
-Solo te estoy pidiendo una cosa.
Después de lo que pareció una eternidad en medio del salón lleno de gente, Ran asintió con la mandíbula tensa y tomó del brazo a Hope, guiándola hacia uno de los rincones menos concurridos de la fiesta, al lado de una elegante columna de mármol decorada con guirnaldas unidas a una cadena de tímidas luces cálidas que la envolvían. Nunca entendería si teniendo una cultura se aceptaba la invasión y dominio de otra al otro lado del mundo. La música y el bullicio continuaban, pero a su alrededor las miradas furtivas no dejaban de seguirlos.
-No puedes hacer una escena así aquí -dijo con voz baja pero firme-. Lo único que estás haciendo es fastidiar una oportunidad como esta. Necesito esto, Hope, y a la larga tú también te vas a beneficiar de esto.
Se quedó muy quieta y con la boca abierta. Nunca lo había visto así. Fuera lo que fuese... Daba miedo. Hope negó con la cabeza. Estaba sorprendida, muy sorprendida, de que de repente toda la furia y el veneno que hubiera en Ran fueran hacia ella. Se quedó inmóvil, viéndole aflojarse ligeramente el cuello de la chaqueta.
-Pero...
-¿Pero, qué? Dijiste que vendrías y actuarías -replicó, apuntando lo obvio. Con el pequeño matiz de que ella no había aceptado del todo, sino que se le había puesto encima una responsabilidad-. Pero lo único que has hecho es aislarte como si no fuera tu mundo.
Tal vez es que no lo fuera.
Que ese mundo lleno de excentricidad y dinero no fuera suyo porque no lo quería ni realmente había tenido la oportunidad de vivir en él. Sin duda, su hermana se pavonearía con el mejor de sus trajes y joyas y se relacionaría con todos. Pero ella… Ella era otra persona. Una más simple.
-Estoy cansada -respondió, con la verdad por delante. Pero a esas alturas, en ese contexto, solo sonaba como una niña mimada en vez de lo que proponía.
-¿Crees que todo es tan fácil? -respondió, casi con veneno en la lengua y la vena de su cuello a punto de estallar-. Ahora, cumple tu papel y habla con los demás como yo sí estoy haciendo. Aquí hay un orden.
Pestañeó un par de veces en el intento de contener las lágrimas vacilantes. Las palabras de Ran eran duras, pero lo peor era que Hope sabía que tenía razón. Lo sabía. En todo había un orden, lo sabía y conocía por el lado malo de la historia, pero que alguien como él se lo echase en cara le dolía y le quemaba en el pecho. El mismo que le había dicho que la respetaba a su manera de ver las cosas en el matrimonio, y que protegería sus votos a pesar de no ser un matrimonio normal.
Hope tragó saliva, las palabras atascadas en su garganta. Lo que más la desgarraba era que Ran tenía razón. Pero tampoco podía ignorar el dolor que la invadía y le machacaba el cuerpo y los pies, ese vacío que él no parecía comprender, esa sensación de que cada vez que intentaba acercarse, algo se rompía aún más.
-¿Tanto te cuesta hacer las cosas? ¿Tanto te cuesta hacer lo que has hecho toda tu vida, viviendo entre lujos y con una educación de las mejores? -le preguntó él, sin mirarla, y dando sorbo a la copa de champán que el camarero se había acercado desfilando con la bandeja-. A veces parece una salvaje.
Solo le había pedido marcharse antes. Solo eso. ¿Y le estaba haciendo una escena diciendo todas esas cosas horribles de ella? Las piernas de Hope temblaron ligeramente. Los pies le dolían, pero se las arregló para mantenerse en pie como pudo. Sentía la cara arder de vergüenza y rabia. Vergüenza porque la estaban regañando como una niña y rabia porque era incapaz de hablar; sentía la lengua pegajosa en la boca y los dedos crisparse en los puños temblorosos de una dama. No. Ella nunca había sido una dama. Aunque la hubiesen criado de esa manera, seguía siendo una persona normal. Una bastarda.
Tal vez él tuviera razón. Con la cara roja y ese aspecto, podía decir que la había cagado de verdad. Que nada de eso era un juego. Nada lo era. Aunque la vistieran y la adornaran a ese nivel, nada iba a cambiar lo que realmente era. Una intrusa en ese mundo. Una persona que fue abandonada por su madre a los pocos meses en la casa de su amante, que resultaba ser una persona de gran estatus y una pésima persona. Una que recibió una educación excelente para el poco valor que tendría. Ni las palizas de su padre y tutores la habían convertido en alguien decente... El peso de todo se echó sobre ella. Tal vez... Tal vez su madrastra tuvo razón el día de su boda:
«-Es una pérdida de tiempo y de dinero esforzarse contigo. Eres una desagradecida. Me he esforzado tantos años contigo y fíjate, no eres más que una pérdida de un tiempo que podría haber dedicado en mi hija -le había dicho, mirándola a través del espejo una vez le pusieron el vestido. Uno que le apretaba y apenas dejaba respirar, y el velo, como si pudiera cubrir algo de valor personal-. El señor Haitani tendría que haber elegido a tu hermana, pero como siempre, tienes que arruinarlo todo. Ahora, más te vale que te comportes a no ser que quieras que tú pequeña jugarreta se tuerza».
Hubiese sido más fácil habérselo jugado como decía ella. Haber hecho una escena que la degradase hasta el punto de que nadie la viera como una figura decente de tradición y elegancia. Que nadie se quisiera casar con ella. Perder su valor y vivir encerrada en una casa maldita. Si no lo hizo fue por huir de ese lugar. Si estaba como estaba ahora, era por sus deseos.
Por su egoísmo.
Por querer algo que nunca conseguiría.
La música y las risas a su alrededor parecían más lejanas de lo que realmente estaban. Para Hope, la habitación parecía encogerse, el peso de las palabras de Ran cayendo sobre ella como una losa. Sabía que tenía razón. Sabía que ella misma estaba contribuyendo al muro que se alzaba entre ellos, pero escuchar a Ran ponerlo en palabras, frente a toda esa gente, la hacía sentir más humillada que nunca.
Porque se había casado con el trofeo que todos ansiaban, mientras que ella era las sobras de una familia que habría dado cualquier cosa por hacerla desaparecer y cederselo a su perfecta hija de rizos y piel claros.
-Ya veo. Lo siento.
Hope intentó controlar su respiración, que comenzaba a agitarse por el descontrol emocional que sentía en su interior. El hambre también influía negativamente, sustituyendo ese apetito por una incapacidad de contenerse. Pensaba que aguantaría, pensaba... No pensaba nada. Le temblaban las manos, y el cuerpo. No sólo por el miedo y los recuerdos exactos que se repetían en su cabeza, sino por el alcohol que la confundía.
-Ni se te ocurra volver a hacer una escena -respondió él sin mirarla-. Parece que lo único que sabes hacer aparte de pintar y comportarte como una niña. Tendría que haber traído a otra persona.
Hope sintió cómo la presión en su pecho se intensificaba, como si una cuerda invisible la estuviera apretando hasta asfixiarla. La sola mención de esa otra persona le dolió como un puñetazo en la boca del estómago, como unas manos estrangulándola hasta dejarla sin sentido… Pero, en el fondo, sabía que Ran tenía razón en eso, sabía que ella había mantenido todo dentro durante demasiado tiempo, pero ahora que estaba allí, frente a él, incapaz de contener sus emociones, todo parecía salir de la peor manera posible.
Hope se dio la vuelta y se marchó. Pero no a otra zona para seguir con aquello, donde las miradas estuvieran sobre ella juzgándola o haciéndola sentir enferma. Se mezcló entre la gente, sí, que todavía los miraban con curiosidad por saber qué hablaban, pero su destino fue otro. Uno muy diferente.
No tendrían que haberla sacado de casa. No tendría que haber salido. Su única función en aquel adorno de matrimonio era no molestarle. Y lo había jodido todo pensando que podría funcionar algo que nunca estuvo en marcha. Tendría que haberse quedado como estaban, sin hablarse e ignorándose como lo que ambos querían; una liberación de aquel papel.
Se tropezó con un par de personas y se disculpó con ellas mientras buscaba la salida. Desaparecer de ahí es lo que necesitaba. Nadie la conocía, así que nadie la echaría de menos. Contuvo las lágrimas hasta el final, y se sentía orgullosa de aquello. De no haberse humillado más de lo justo cuando encontró la salida y bajó los escalones del edificio hacia la calle. Los tacones la estaban matando. Casa. Solo quería llegar a casa, quitarse aquel disfraz que la habían hecho llevar pensando que cambiaría algo y no volver a salir en mucho tiempo. No ver a nadie, también.
Porque estaba segura de que a la perfecta de su hermana pequeña le hubiese quedado mejor que a una pelirroja fea y enferma. Una cuyo futuro estaba marcado por la decadencia tanto laboral como emocional.
Una vez dentro y sola del coche, se quitó los tacones. Tenía los dedos rojos y los talones hinchados con heridas. Hope dejó caer los tacones en el asiento a su lado, centrándose en las heridas recientes y sangrantes. Entonces, se permitió el lujo que hasta el momento había contenido de llorar. Las primeras lágrimas cayeron sobre el vestido intacto de la velada, y las siguientes continuaron el camino hacia sus miembros descubiertos. Intentó limpiarlas sin éxito. Estaba siendo ridícula. Estaba humillándose con eso. Había gente muriéndose de hambre en cualquier parte del mundo y ella estaba llorando porque su pareja le había dicho la verdad a la cara.
La vergüenza y humillación volvieron como una ola que arrasaba todo a su regreso al mar. Las palabras de Ran dolían, pero dolía más la verdad que había en ellas. Que hubiese preferido llevar a esa persona en vez de a ella. Era ridícula y una egoísta, una persona que solo se preocupaba por ella y veía a todos como enemigos. Otra lágrima cayó, pero para ese momento eran un río en descenso sobre su mejilla. Una niña patética que siempre había recibido atención. La amargura se instaló en ella, como una segunda capa. ¿En qué momento pensaba así? Todo eso era mentira. Solo hacía falta verlo en una radiografía. La cantidad de huesos rotos y soldados, los partes médicos en los que se hablaba de inflamación en zonas superficiales y sus continuos sangrados.
Volvió a mirar los tacones. Y al vestido que seguía llevando. El collar y la pulsera se sentía como cadenas alrededor de ella. Se quitó una, seguida de otra que acabaron al otro lado del coche.
-A casa -consiguió decir, con un hilo de voz.
En silencio, el coche se puso en marcha. Lejos del edificio, lejos de la fiesta, lejos de absolutamente todo ese mundo que la detestaba.
Hope no salió de su estudio en una semana. A Ran Haitani tampoco le importó. Seguramente porque nunca me había importado ella.
La noche en la que regresó a casa descalza y con la cara hinchada de llorar en la parte de atrás del coche, fue cuando lo decidió. Después de comerse un plato recalentado de macarrones y llorar en el suelo del cuarto de baño para quitarse todo aquel disfraz que la adornaba. Luego hubo lanzado el anillo de matrimonio a cualquier lado de la habitación para no volver a verlo. Se encerró en su estudio y pintó. Pintó toda la noche hasta que se durmió en el sofá lleno de apuntes sucios tapada con una manta que apestaba a acetona. Si Ran volvió a casa esa noche, le dio igual.
La criada le dejaba la comida delante de la puerta, y la merienda y la cena. Supo que tenía que hacerlo cuando se negó a aparecer el primer día y la criada le dejó las comida y ropa limpia. Había un baño en esa habitación. Nunca se imaginó tener que usarlo.
Otras veces, en vez de pintar, se quedaba mirando a la nada. La batería se le acabó al segundo dia. Estaba segura de que su tía se iba a preocupar por no llamarla ni ir a verla... Pero de todos modos, no hizo nada por remediarlo. Lloraba la mayor parte del tiempo, y la otra se dedicaba a gasta ríos montones de pintura que había en los armarios en cuadros iracundos y lamentables a la vista.
Ahora, entre pinceles y lienzos a medio terminar, su mente volvía una y otra vez a esa noche. Las palabras de Ran seguían ahí, clavadas como espinas. No es que él no la entendiera, pero había algo en su comentario que tocaba una herida profunda, una inseguridad que Hope nunca le había confesado. Inseguridades, probablemente. Y una fragilidad que él había aprovechado. Sabía que no podía culpar a una persona que perdía los estribos de esa manera por algo que era su culpa, pero sí a una que le había gritado lo inútil y tonta que era continuamente. El perfecto Ran Haitani había decidido humillar a su esposa en vez de así mismo, porque nada iba mal con él. Dejar a salir las imperfecciones de ella era mejor que asumir muchas otras cosas.
El sonido familiar de la puerta del estudio entreabriéndose hizo que Hope levantara la mirada, pero no dejó el pincel. Era la criada, una mujer silenciosa y meticulosa que había trabajado para ellos desde que recordaba esa casa. Hope siempre la apreciaba por su discreción, pero desde la discusión con Ran, incluso la presencia de esa mujer le resultaba incómoda. Era como si su vergüenza se hiciera más palpable cuando había alguien cerca.
Cruzó el umbral con su paso suave, cargando una bandeja con algo de comida que Hope había ignorado en las últimas horas. ¿Qué hora era? Todavía hacía sol. Sin decir nada, la dejó en la mesa pequeña junto a la ventana. Al colocar el vaso de agua, Hope notó el leve titileo del teléfono móvil que Amalia llevaba en la mano, y supo, antes de que ella siquiera abriera la boca, lo que estaba por pasar.
-Es el señor -respondió, con cuidado. Conocía la situación entre ambos mejor que ninguno en esa casa. Probablemente la habría escuchado llorar varias veces.
Hope contuvo la respiración. Los ojos de la mujer eran neutrales, pero Hope sentía el peso del momento, de la decisión que estaba por tomar. Podía sentir el nudo su estómago apretandose y tirando de ella al fondo del largo helado. No estaba lista. No estaba preparada para escuchar de nuevo su voz, su tono, volver a soportarle a él y su carácter. Sus manos temblaron, pero no extendió el brazo para tomar el teléfono que la criada le tendía con tanta amabilidad en su cara.
En cambio, negó con la cabeza lentamente, una expresión firme, pero doliente, y volvió la vista hacia el cuadro. La pintura roja chorreaba como sangre... Hayakawa. Él ya no estaba.
Silencio por parte de ella.
Escuchó de fondo un cuchicheo, un parloteo rápido al otro lado de la línea, con seguridad. Odiaba pensar en que estaba tan acostumbrada a escucharle hablar que lo echaba de menos. «No».
-Insiste, señora.
Hope no se movió. Lentamente, dejó el pincel sobre la paleta en la mesa...y cogió una
-Y yo insisto también.
-Señora...
-¡Dile...! -no pudo evitar alzar la voz. El sonido de la radio quedó opacado en el proceso-. Dile que si tiene tiempo para llamar, tiene tiempo para buscar a otra persona que entretener. Pero yo también tengo cosas que hacer.
La criada asintió en silencio, entendiendo que no podía insistir más. Dio media vuelta, y mientras se dirigía hacia la puerta, Hope sintió una punzada de culpa, una especie de vacío que se expandía dentro de ella. Justo antes de que saliera, Hope habló, su voz quebrada.
-Gracias.
La mujer asintió sin mirarla, cerrando la puerta tras de sí con un cuidado excesivo, como si temiera romper algo más que el silencio de la habitación. Se lo merecía. Por ser una niña arrogante y quejica. Que todos se apartaran de ella.
Tal vez fuera lo mejor.
El estudio volvió a sumirse en la calma asfixiante de los días anteriores. Hope se quedó mirando el lienzo, su mente dando vueltas, pensando en lo que Ran habría dicho si hubiera contestado. Quizás estaba equivocado, quizás también estaba sufriendo, pero ella no podía darle lo que pedía todavía. No sin resolver antes su propia maraña interna. ¿Por qué iba a estar sufriendo? ¿Por qué una mancha no salía de su camisa favorita? Podía comprar otra. Como siempre hacia la gente con dinero. También podría comprarse una nueva esposa, una sumisa y que supiera comportarse.
Cerró los ojos, recordando las palabras de Ran en la fiesta, su tono despreocupado, casi burlón, como si no hubiera considerado el daño que podían causar. Pero la verdad era que no fue solo el comentario lo que la hirió. Fue el subtexto, la sensación de que Ran, la persona que debería entenderla, no valoraba lo que ella hacía, su arte, su dedicación. Su vida se había convertido en una acumulación de grandes sacrificios, pero esa noche... esa noche se sintió como si todo eso no hubiera significado nada para él.
Su atención se posó en la mesa donde había dejado las cosas el primer día que se encerró ahí. El bolso colgaba de un lateral... Su contenido se había desparramado cuando lo lanzó lejos. Tickets, chicles, monedas sueltas, el monedero... Y una bolsita.
Hope abrió la bolsita. Varias cayeron en su palma abierta y con restos de pintura al inclinarla. Pequeños círculos con relieve e inscripciones iguales en diferentes colores, igual que en los folletos que repartían en los hospitales para evitar las adicciones. Parecían golosinas, tal vez fuera eso lo que más le atrajese. Tal vez fuera por eso que los adictos se volvían locos por ellas, no sólo por lo que contenían.
Se tomó una.
Rindou Haitani estaba en su salón.
Al día siguiente, mientras Hope aún estaba sumida en su rutina de aislamiento, una serie de golpes inesperados en la puerta del estudio la sobresaltó. No eran los golpes suaves de la criada. Eran más firmes, casi autoritarios, y su sonido rompió la calma tensa del estudio. Hope se levantó del sofá con una mezcla de curiosidad y molestia, su mente aún revuelta por la pastilla que había leído la noche anterior. Solo la había hecho sentirse peor.
Cuando abrió la puerta, se encontró con una figura que no esperaba en absoluto.
Rindou, el hermano menor de Ran, estaba de pie en el umbral, con los brazos cruzados y un ceño serio que lo hacía parecer incluso más intimidante de lo habitual. Hope parpadeó, sorprendida. Apenas tenía relación con él; su presencia en la casa era rara, casi inexistente. Por lo menos, mientras ella estaba dentro. Fuera, podria pasar cualquier cosa. Aunque eran familiares, siempre había sentido una distancia entre ellos, lo había demostrado el que le hubiese conocido de la peor manera posible.
-¿Puedo pasar? -preguntó, sin molestarse en suavizar su tono. Por alguna razón, ni eso consiguió enfadarla.
Hope se detuvo en seco.
-¿Vienes a decirme que hable con tu hermano?
Los ojos grises de Rindou se posaron sobre ella. Si le daba asco cómo estaba, no dijo nada y lo camufló muy bien.
-Eh... -dijo, no muy seguro-. No me pagan por ello.
Hope asintió, aún demasiado sorprendida para articular una respuesta. Dio un paso atrás, dejándole espacio para entrar. Él cruzó el umbral con la confianza de alguien que no estaba acostumbrado a pedir permiso. Justo como su hermano... Pero de otra manera que no sabría descubrir.
Una vez dentro, Rindou se detuvo en el centro del estudio y observó brevemente el desorden que lo rodeaba: lienzos a medio terminar, pinceles abandonados y, sobre todo, el aire denso y cargado de días de aislamiento. La mirada de Hope seguía clavada en él, aún tratando de entender qué hacía ahí. Una persona estaba en su lugar sagrado, y era el hermano de la persona que más detestaba en ese momento por debajo del abusador de su padre. Hope no sabía qué le pasaba. ¿Serían los efectos de la pastilla? Probablemente la estaba juzgando. Por el desorden y el sin sentido que era tener un espacio como ese cuando se carecia de un talento en primer lugar.
-¿Y mi hermano?
Las palabras de Rindou, tan directas, le atravesaron. Hablar con él era como enfrentarse a una versión de Ran, pero más cruda, sin la calidez ni la sensibilidad que a veces encontraba para su beneficio. Sin embargo, había algo en su tono que no era solo crítica, sino preocupación, aunque fuera difícil de detectar. Tal vez eso fuera mejor que oculta sus pensamientos, directamente.
-Donde sea -respondió, encogiéndose de hombros-. Con su amante. Matando. Contigo... -sacudió la cabeza-. No lo sé. Pero no aquí.
Hope se apoyó en la encimera sucia del estudio. Estaba todo manchado de pintura ya seca. Había dejado sobre unos periódicos antiguos los botes de pintura vacíos. Los había acabado todos, y en algún momento había decidido usar las manos para esparcir la pintura húmeda que quedaba al fondo sobre el lienzo. Los tres lienzos estaban al lado de la ventana secándose. El caballete sucio estaba vacío, a excepción de la paleta que colgaba de un extremo y los pinceles.
Sentía los ojos de Rindou sobre ella aún con la cabeza clavada en él suelo. Aún tenía las manos en los bolsillos de los pantalones, como si esperase algo más de aquella visita inesperada. Ahora que lo pensaba, era la primera persona que entraba en aquel estudio con su permiso.
-Los problemas maritales de mi hermano mayor no son mi problema -dijo con un tono bajo, pero firme-. Ran es idiota, pero al menos conoce su lugar. Y no está en el trabajo o donde lo pueda encontrar.
Al menos en sentimiento era compartido. Hope no se movió de donde estaba, pero sí que se atrevió a mirarle a la cara.
-Pero está raro -continuó, con su tono monótono-. Ha aceptado viajar a Shanghái con uno de nosotros para... Unas cosas que no deberías saber. Da igual. Quédate con lo primero. ¿Sabes dónde puede estar?
Hope apretó los labios. Otro viaje. No le sorprendía. Su matrimonio había sido así desde el inicio; él viajando y ella en esa ciudad que comenzaba a aborrecer. No era ninguna sorpresa, más allá de que al menos ahora sabía que aquello sí era un viaje de trabajo y no una... Hope sacudió la cabeza.
-¿Y por qué me lo dices?
Vio que Rindou sacaba una mano del bolsillo y se la pasaba por el pelo, un corte mullet atractivo y moderno. Un gesto rápido para quitarse un mechón de la cara.
-Shanghái no tiene una buena relación con nuestros negocios.
Arqueó una ceja, instándolo a continuar.
-En el sentido personal. Uno de sus distritos comerciales en la capital era Roppongi hasta que empezaron con la competencia. Nos los quitamos de encima y ahora nos toca buscarnos las vidas con sus jefes. Si no hacemos un acuerdo, comenzarán una guerra que perderán y que no nos beneficiaría.
Para lo poco que necesitaba saber, le estaba contando más cosas de las que esperaba. Entonces sí que se habían criado en Roppongi y eran cercanos a ese mundo del comercio. Al menos eso resolvía parte de los misterios de Ran Haitani. Una parte de todos ellos.
-¿De verdad te crees que me hará caso? Soy la última persona que quiere ver -acabó por decir, en un tono distante y frívolo que rivalizaría con cualquier persona de su familia-. Además, tú pasas más tiempo con él y le conoces. Sin ofender. A mí no me quiere ni ver en pintura.
-No me ofendo -dijo él con sencillez-. Es la realidad.
Al menos él sí que era sincero. Puede que empezase a caerle bien, aunque fuera por la realidad que era esa relación nefasta y desastrosa. Hope se apartó del mueble arrastrando los pies. Los ojos de Rindou se movieron con ella.
Hope suspiró, frotándose la frente y quitándose el sudor.
-Hablar con su amante sería más fácil. Seguro que está con ella, donde sea que estén.
-Ran no tiene una amante, eso lo sé.
Le dieron ganas de echarse a reír, solo por lo gracioso que sería verle la cara al hermano menor que tan fielmente creía en él. No podía evitar pensar en si una vez fue esa persona, que confiaba ciegamente en Ran a pesar de conocer la realidad del matrimonio. Una vez había pensado en la posibilidad de criar a un hijo que no fuera de ellos solo para ahorrarse el pato y compartir cama con él… Y ahora estaba actuando como todo lo contrario, como si le hubiera importado siempre ese hecho y compartir a su marido.
Estaba confundida. Pero estaba más enfadada que eso, y triste. Dolida y destrozada. A veces era mejor no descubrir la verdad.
-¿Te ha dicho algo de por qué estamos enfadados? -preguntó, seguida de una cierta curiosidad.
-Como he dicho, no me importan mucho vuestros problemas maritales.
Cómo no.
Tal vez se lo hubiera dicho y lo ignoraba, pero dudaba que fuera así. O tal vez supiera más de lo que decía, pero era cierto que no quería meterse en los problemas de su hermano. Preferiría quemarse las manos que la humillación pública. Hope miró los cuadros pegados a los ventanales para que se secaran. Una semana entera dibujando y pintando sin sentido para unos cuantos garabatos y manchas. Por no decir que estaba perdiendo el tiempo en abandonar su verdadera responsabilidad: su trabajo de final de grado. Necesitaba acabarlo para entregarlo y que le dieran el título, pero en ese momento, estaba tan mental y físicamente destruida que no sacaba fuerzas para nada. Solo para expresarse a base de brochazos y gastar pintura que en su momento reservó para su obra de final de carrera.
Vio de reojo cómo Rindou se paseaba por el estudio. Las manos en los bolsillos, en una postura tan dolorosamente similar a la de su hermano que solo le daban ganas de gritarle en el caso de que le estuvieran gastando una broma. La última que lo había visto, fue en la casa de Osaka, antes de que Ran la llamara estúpida y forzara a actuar como una verdadera mujer casada; y ella, en consecuencia, se volviera loca. Lo único bueno que podía decir de esa persona a que tampoco conocía era que al menos, a su manera de ver, no era tan estúpido de insultar a la primera. Si los cuadros al lado de las ventanas le parecían horribles, lo camuflaba bastante bien.
-¿Kandinsky? -fue lo único que preguntó.
-No -respondió, mirando hacia lo que él señalaba. Un cuadro con pinturas rojas y azules, en colores oscuros que representaban… Lo que diablos hubiese sentido. Tristeza, tal vez. O rabia-. Él tenía un don y seguía pautas musicales. Nunca habría pintado esto. Y yo tampoco.
Rindou abandonó el estudio minutos después, después de intentar debatirle un aspecto del arte contemporáneo que, según él, se lo habían enseñado en el instituto, y probablemente el apartamento acompañado por la criada. El estudio se sentía repentinamente frío a pesar de la calefacción encendida. ¿Era así como sería su vida? Hope miró a su alrededor.
Y se quedó sola de nuevo.
Ran apareció a la una de la madrugada por casa.
Ella estaba sentada en el final de las escaleras. Las luces de la planta de abajo estaban tenuemente iluminadas, pero podía verse más allá de la nariz de uno. Se había duchado una hora antes, pero tenía el pelo húmedo todavía y ropa cómoda.
Tuvo que verle algo en la cara, porque lo primero que dijo fue entre dientes y rodando los ojos. Él levantó la vista, sorprendido de verla fuera del estudio. Sus ojos se encontraron, y Hope pudo ver el cansancio en su expresión, y la molestia de tenerla ahí. Los días de silencios absolutos en casa, de ignorarse de diferentes formas y, puede, que el haber rechazado la llamada, habían dejado huella. En ambos, seguramente. Dejó de mirarse al espejo hacía mucho para no saber cuál era el nivel de daño que supuso esa fiesta. Pero su mirada no era de ira, sino de algo más difícil de descifrar: tal vez decepción, tal vez resignación.
-No. No voy a discutir hoy contigo.
-¿Y yo sí? -preguntó, sin poder evitar la hostilidad.
Ran suspiró, inclinando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos por un momento, como si estuviera debatiéndose internamente. Aquello demostraba todavía más que no la soportaba, que todo fue un paripé. Exactamente como se merecía. El silencio se alargó, y Hope sintió que el aire entre ellos se volvía más denso, como si la distancia emocional que había crecido entre ambos en esa semana fuera más fuerte de lo que esperaba.
-Tenemos que hablar. Sobre Shanghái.
Había esperado resistencia, pero no esa frialdad, casi distante. Ran no solía evitar las discusiones; era el tipo de persona que enfrentaba los problemas de frente. Pero en ese momento, algo en él parecía haberse cerrado.
Hope pudo ver que algo había cambiado en él, algo que la hizo sentir una culpa aún más profunda. E irritación. De todo. Justamente lo que trató de evitar aquella toda esa semana de silencio; pero mientras ella había estado encerrada en su estudio, procesando su dolor, él parecía haber llegado a un punto de alejarse todavía más. Sabía que no pasaba las noches en casa por lo que escuchaba fuera el escritorio cuando la criada hablaba con la otra mujer de la limpieza. Que el cuerpo seguía como si nadie viviera en esa casa.
-¿Quién te ha dicho eso? -preguntó, tensando la mandíbula.
-Rindou.
Ran suspiró una risa llena de sarcasmo.
-Por supuesto que él haría eso.
-Estaba, está, preocupado. Vino hace unas horas para hablar conmigo-respondió ella, ignorando como podía las manchas rojas del cuello de su camisa y su apariencia-. Te ha llamado varias veces.
Ninguno dijo mucho más. Ran sacó del bolsillo su teléfono, con una funda negra, con el ceño fruncido y una expresión seria que le confirmó lo que ella estaba diciendo. Hope distinguió la molestia en su mirada.
-Vete a la cama -dijo él-. Estaré en...
-Te va a decir que eres un imbécil por irte a Shanghái y pensar que puedes solucionarlo. Tú, de entre todas las personas, y la persona que te lleves contigo-dijo ella-. Y yo también te lo diría, pero visto lo visto eso te va a dar igual. Así que por una vez, imagina que soy Rindou quien te lo dice.
Los dedos de Ran se crisparon alrededor del teléfono, pero al menos ni lo rompió ni se lo lanzó a la cara. Siempre había sido alguien que evitaba las confrontaciones directas, pero esta vez la tensión estaba empezando a romper su fachada fría. Comenzaba a saber cómo leerlo. Hope le vio pasarse la mano de nuevo por la cara. De nuevo, sus ojos volvieron a posarse en las manchas rojas de su camisa. No dijo nada, solo apretó los labios y los dedos y esperó una respuesta en silencio.
-No te metas en mis asuntos.
Las palabras no fueron un grito, pero dolieron igual. Hope sintió que su corazón se encogía al escuchar el reproche en su voz, y entendió la situación. Pero había algo en ella que la empujaba a intentarlo, porque sabía que, si no lo hacía ahora, quizás esa distancia entre ellos se volvería insalvable. Sólo por Rindou. Sólo porque su hermano pequeño se preocupaba por él, porque parecía el único de los dos que se preocupaba por los dos.
Hope decidió dejarlo pasar. Justo lo que esperaba. Había aprendido que no servía de nada echar más leña al fuego, pero también no provocarle sin salir una herida. Y no estaba de humor para soportar una discusión con él. Simplemente estaba cansada de todo, quería tumbarse y que el día acabase para volver a la monotonía básica.
Se levantó del escalón, guardando las manos en los bolsillos de la sudadera cerrada, apartándose el pelo con un movimiento de cabeza. Estaba dispuesta a irse sin empezar una pelea. Esta vez. Lo cual ya era de por sí una hazaña para lo que era ella. Una niña mimada y egoísta. Lo recordaba demasiado bien.
-Hazlo por él -le pidió, a la desesperada, pero sin parecer que iba a lanzarse a sus pies para que le hiciera caso. No haría eso nunca más-. Ha venido hasta aquí y me ha dicho que...
Una familia se preocupaba. Una familia se quería. Incluso si ella no tenía, la familia de él sí se preocupaba por él. Tal vez no se mereciera aquello, tal vez tenía más de lo que una persona como él necesitaba, pero era Rindou el que la había visitado y metido entre ellos para él.
-Alguien tiene que resolver esto, Hope. Son asuntos que nunca entenderías -respondió él, con un tono que la cortó-. No todo se revuelve moviendo las pestañas y esperando sin hacer nada. Y tú no tienes que entender nada. No algo tuyo, sino mío y de mi trabajo. Si no puedes aceptarlo, entonces mejor déjalo en paz.
La brutalidad de sus palabras la golpeó como un puñetazo en el estómago. Sintió que le arrancaban el aire de los pulmones. El silencio que siguió fue denso, opresivo, solo roto por su respiración acelerada y el ruido lejano de la calle que se colaba desde la ventana.
-Dijiste que tu hermano era una de las cosas que más te importaban. ¿Era mentira? Ha tenido la molestia de venir y pensar que yo puedo ayudar. ¿Sabes la humillación que eso? Pensar que eres importante en la vida de alguien. ¿En qué más estabas pensando para que tu hermano viniera a hablar exactamente conmigo?
Él no respondió de inmediato, pero en ese silencio, ella entendió todo. No necesitaba que lo dijera en voz alta, pues esa respuesta siempre había sido lo más transparente entre ellos. Lo vio en la manera en que la evitaba con la mirada, en la rigidez de sus hombros, en la manera en que sus palabras se habían convertido en cuchillos. Siempre había sido así. Él siempre había sido así.
-Bonten.
Bonten. Rindou y Bonten, fuera lo que fuese eso. Siempre sería eso, nada más. El dolor en su pecho era insoportable. Como un saco que había tomado todo lo posible de ella hasta reventar y destrozarla. Pero tenía que aguantarlo. Porque acabar destrozada en frente de alguien como él era ser la imagen de la decadencia, de lo que una vez juró que nunca sería ni en su peor pesadilla.
No se trataba solo de la discusión o de Shanghái. Era la certeza de que, en el fondo, él ya había tomado su decisión, independiente de lo que pudiera ocurrir en el futuro y de lo que la persona que más amaba y conocía le hubiera recomendado, y no había vuelta atrás. El rostro de Rindou se le apareció en la mente, en el momento exacto que le pidió que hablara con su hermano. Las lágrimas que tanto había contenido finalmente escaparon, pero no se movió, no intentó detenerlo.
-Siempre quieres más, ¿no? Aunque eso signifique destruir todo a tu alrededor. Entonces vete -murmuró, dándose la vuelta, su voz vacilando. No supo de dónde había sacado fuerzas para responderle con esa frialdad-. Vete a donde te dé la gana, pero no esperes que alguien se quede esperando lo que ocurre.
-Nunca te pedí que lo hicieras -replicó, con la misma frialdad.
Ella lo miró una última vez, sus ojos llenos de un dolor silencioso pero devastador, camuflado en la sombra de la ignorancia y el desdén más absolutos. Las manos en los bolsillos de la sudadera sudaban y temblaban. Quería irse. Necesitaba... Necesitaba salir de ese lugar, respirar aire, sentir la luz del sol, aunque ahora fuera de noche.
-Tienes los restos de la cena en la nevera.
Luego, sin decir más, dio media vuelta y salió de la habitación, el eco de sus pasos resonando en el pasillo vacío. El golpe de la puerta resonó con fuerza en el pasillo mientras ella salía del departamento, sintiendo como si hubiera dejado algo irremediablemente roto a sus espaldas. Tal vez fuera así, por exactamente eso.
Sus pasos eran rápidos, casi frenéticos, mientras intentaba contener la rabia y el dolor que latían bajo su piel, a punto de estallar. Estaba demasiado abrumada por la discusión, por las palabras hirientes que se habían lanzado el uno al otro como dagas todo ese tiempo y el desdén que sentían el uno por el otro. Sus palabras amables se habían acabado desde el momento que ella se perdió en la tormenta y despertó en una nueva realidad matrimonial.
¿Cómo había llegado todo a esto? Se preguntaba una y otra vez mientras apretaba los puños, sus uñas clavándose en las palmas. Siempre había sido así. Desde que nació, se le dio a entender que nunca tendría opción a elegir y menos cuya opinión fuera a tener en cuenta. La educación estricta, las palizas, los dolores en las articulaciones que podía sentir solo con pensar en los momentos dentro de aquella casa lujosa y jaula por dentro... No había cambiado absolutamente nada. Esa constante necesidad de más. De algo más grande, más peligroso, más poderoso. Pero ella siempre había pensado que, al final, en algún momento de su vida podría respirar.
Durante dos años fue así. Los dos se ignoraban y no mediaban palabra, pero al menos podía tolerarse. Y ahora no quedaba nada de eso; solo podía tomar el camino fácil que era irse con la única persona que en ese mundo la apoyaba, por poco que le quedase. Caminó directamente hacia el dormitorio, encendiendo la luz con un rápido movimiento. Hacía una semana que no entraba en ese lugar, a excepción de un momento en el que salió para recoger algunas de sus cosas sabiendo que la casa estaba vacía. El cuarto estaba ordenado, las sábanas intactas, todo en su sitio, pero a ella le parecía un lugar ajeno. Un escenario vacío, sin la calidez que alguna vez sintió para llamarlo como "suyo". Decidió no perder el tiempo en ñoñerías.
Se dirigió al armario, las luces del techo encendidas, y sacó una pequeña maleta, el sonido de la cremallera llenando el aire mientras la abría con determinación. El armario olía a la colonia de Ran. Comenzó a meter ropa en la maleta: un par de camisetas, unos jeans, ropa interior, y un suéter abrigado. No estaba empacando mucho, solo lo esencial para pasar la noche fuera. Pero mientras sus manos doblaban las prendas y las colocaban cuidadosamente en la maleta, sentía que este simple acto tenía un significado mucho más profundo. Era como un acto de afirmación, de reafirmar que podía elegir su propio camino, aunque solo fuera para una noche. Se estaba yendo, al menos por ahora, para poner distancia entre ellos, para aclarar sus pensamientos sin la presencia opresiva de Ran.
A aquellas alturas, lo que le ocurriera no iba a ser responsabilidad suya. Que hiciera lo que quisiese. Ella también lo haría, y a su manera de ser. No iba a dejar que sus tonterías le afectasen durante un segundo más.
A medida que iba llenando la maleta, sus movimientos se volvieron más rápidos, más seguros. Tomó su cepillo de dientes, algunos productos de cuidado personal, y los metió en un neceser pequeño. Intentó convencerse de que era lo correcto, que era lo que se merecía por esas semanas de insomnio y malas experiencias. Que después de haber vivido todo aquello, no había lugar para ella en ningún lado de esa casa y de la vida de él. Cerró la maleta de golpe y la levantó, sintiendo el peso físico y emocional de lo que estaba a punto de hacer. Mientras caminaba hacia la puerta, algo en ella se relajó ligeramente.
Esta noche, al menos, se iba a elegir a sí misma.
Uno de los guardaespaldas estaba ahí. Miraba al a uno de los cuadros abstractos que siempre había visto ahí cogiendo polvo y odiado. Su tía tenía una casa a su nombre, ahora vacía por su estancia en el hospital. Muchas veces le dejaba claro que podía usarla cuando le diera en gana, sin necesidad de avisar… Ese podría ser su escondite, o su mausoleo. Un lugar donde realmente pudiera descansar y pensar; saber qué hacer a continuación.
-Señora -el hombre hizo una reverencia por la mitad al verla. Sus ojos se clavaron en la bolsa que llevaba en el hombro-. ¿Va a…?
-Llévame al hospital. Quiero estar con mi tía.
Al principio, el hombre se quedó quieto y en silencio. Estaba pensando. Era la una de la madrugada, los hospitales no dejaban entrar a las visitas a esa hora. Y él lo sabía, pero a ella le daba igual lo que pensaran de ella a esas alturas.
-El señor Haitani no nos ha dicho nada.
-Lo que el señor Haitani diga me da igual -respondió, y casi se sintió mal por hablarle a alguien que no tenía la culpa de nada, que solo seguía órdenes-. Dame las llaves del coche. Tiene GPS, ¿no? Con eso servirá para que no os despidan.
El hombre la miró en silencio, con los hombros tensos y sin saber bien qué hacer, pero una de sus manos ya estaba hurgando en los bolsillos de su traje. Lo estaba poniendo en un compromiso; si obedecer al hombre que le pagaba el salario con una generosa cuenta u obedecer a la mujer de este, que al parecer no tenía el mismo papel autoritario por ser un objeto conseguido con un contrato. A la mierda de todo. Podía llamar a un taxi y marcharse a donde le diera la gana que nadie la encontraría. Al final, a nadie le importaba lo que dijera.
Hope se marchó esa noche a casi la una y media de la madrugada, y condujo por las calles de Roppongi hasta salir del famoso distrito y adentrarse en un mundo que apenas reconocía. La casa de su tía no estaba en el distrito, sino en un barrio tranquilo pero rico donde muchas celebridades importantes del sector residían o tenían sus segundas casas. Era una residencia amplia, con ese detestable estilo minimalista pero que al menos se compensaban con una decoración cuidada y de color por los cuadros abstractos que recordaba haberle recomendado una vez… Resultaba que su tía era probablemente la única que le prestaba atención, al parecer.
Ahí iba a quedarse. En esa casa tan vacía y silenciosa, pero con una alarma de protección que al menos la acompañaba y hacía sentir segura. La piscina en el patio exterior estaba bien cuidado cuando salió a revisar las cerraduras, y a recoger una segunda llave que había debajo de un jarrón. Decidió al instante que iba a dormir en el cuarto de invitados, más que nada porque aquello no era su casa y no quería resultar una invasora.
Después de una semana, sabría lo que hacer.
Después de una semana, puede que hablase con Ran.
Pensaba quedarse una semana.
Pensaba que aguantaría solo aguantó cuatro días hasta volverse loca.
El primer día, la primera vez que se despertó pensaba que estaba en una pesadilla. Con la respiración acelerada y el cuerpo empapado en sudor, se había despertado violentamente de una pesadilla. Pero eso fue por la noche. Aquella noche de antes, la noche que decidió marcharse del apartamento de Roppongi, fue la noche que pudo dormir. Una noche tranquila en la que durmió sin interrupción, sin soñar, sin el miedo constante… Hasta que se despertó por el sonido de la alarma que la asustó. Y todo estaba en silencio, uno al que no estaba acostumbrado; a la calma, a estar lejos de las tensiones de la vida cotidiana… Fue como respirar por uno mismo. No duró mucho hasta que llamó a su tía y habló con ella. No iba a ir a verla, pero se pasaría por el hospital cuando se acostumbrase a aquel silencio y soledad.
Llevaba dos años acostumbrada a la presencia de la criada, la amable mujer a la que casi había despedido cuando estuvo a punto de pasarle el teléfono con Ran al otro lado. No debería haberlo hecho, pero estaba enfadada. Solo tendría que haberle hecho pasar un mal momento a la persona en el teléfono, pero no a ella. Y se arrepentía. Ese día no hizo mucho, solamente pasear por la casa, por el patio con la piscina, y respirar. Y pensar en…nada. Realmente no había pensado en nada.
Al día siguiente, fue casi de lo mismo. Empezó a hacer cosas de la universidad, conectada al ordenador de la casa con su cuenta de alumno. Estuvo todo el día trabajando, buscando referencias históricas y pictóricas, buscando ejemplos que sirvieran para lo que estaba haciendo con su lienzo. Todo lo que sirviera para distraerse y avanzar en lo que realmente tenía interés para ella.
Su carrera.
Su carrera y su futuro.
Pero, esa noche, el silencio la volvió loca. Dio otro paseo, y cenó por segunda vez una pieza de fruta al lado de la piscina mojándose los pies, angustiada por toda esa soledad y sobre todo el silencio. Se preguntó cuánto hacía que nadie se bañaba en ella, del por qué la cuidaban un lugar que dentro de poco dejaría de funcionar correctamente. Las fotos de su tía en el pasillo de arriba le recordaban a una parte de su infancia, de cuando la mujer iba a la casa familiar para las celebraciones más por compromiso que por querer, y se quedaba con ella sentada en las escaleras mientras los hombres fumaban y la pesada de su hermana lloraba por la atención que rápidamente las criadas le daban por miedo. Había sido la única persona en apoyarla, dentro y fuera de esa casa, y pensar en perderla… Era como perder su único apoyo en aquella vida. ¿Qué haría sin ella? Tenía que verla graduarse, verla convertirse en lo que había participado.
El tercero decidió dividir el día para tener tiempo para ella misma. Por la mañana, hizo la comida mientras veía tutoriales de comida básica y limpió. Descubrió antiguos bocetos de ropa que su tía había descartado en algún momento de su vida, pero guardado en la calidez de su hogar. También descubrió el retrato de su antiguo marido, un hombre que le fue infiel y ella se divorció por adulterio. Por la tarde, comió y dejó los restos para la cena en la nevera, apenas llena, lo que indicaba que pronto tendría que salir para hacer la compra. Su tía la habría provisto de comida en silencio después de avisarla del tiempo que pasaría en su casa. Continuó con su trabajo, y se atrevió por primera vez a investigar sobre la aplicación de trabajo y las ofertas que más le interesasen para el futuro; descubrió de paso que habían empresas que contrataban becarios todavía en la universidad que fomentaban su futuro y le daban oportunidades para cuando comenzara su vida laboral.
Nada como tener un Plan B en caso de emergencia.
Por la noche, se fue a la cama después de darse un largo baño donde leyó en las noticias que su universidad había aceptado una donación de diversas empresas para financiar el arte y la cultura de las letras.
No pudo dormir bien. De hecho, tardó más entre vuelta y vuelta en coge una postura adecuada para hacerlo.
El silencio en la casa era abrumador, roto solo por el leve zumbido del aire acondicionado. No hacía calor, pero la temperatura interior era calurosa por la calefacción, decente. Hope se despertó de golpe, su garganta seca y la mente aún confusa por los retazos de un sueño inquieto. ¿Desde cuándo soñaba con Anabella rechazando su último trabajo? Eso la hizo pensar fugazmente en que debería quedar con ella para que revisara sus escritos. Con un suspiro cansado, se levantó de la cama, incapaz de soportar la pesadez en el pecho, y salió al pasillo en dirección a la cocina, incapaz de quedarse quieta hasta volver a dormirse, el frío del suelo acariciando sus pies descalzos. Todo parecía normal, como siempre. Terriblemente aburrida, silenciosa, vacía…
¿Su tía se habría sentido en algún momento de esa manera? Después del divorcio, se centró en su carrera laboral y fue el momento de mayor éxito, pero a la vez que se le sumaban los problemas de la enfermedad y la disputa por los bienes familiares.
El apartamento estaba oscuro, pero la luz tenue de la luz entraba por los enormes ventanales hasta el techo. Las luces de la piscina y el exterior guiaban el camino. Al menos los arquitectos fueron inteligentes en el diseño del hogar, sin perder detalle. Las luces, eso sí, creaban sombras de las que hasta el momento no se había percatado, tanto de muebles como del movimiento del agua. ¿Iba a pasar otra vez mirando el movimiento del agua de la piscina? Si lo hacía, esta vez cogería una manta para no helarse. No había cogido un pijama, y dormía ahora con la ropa interior puesta y una camiseta, cosa que el tiempo no le agradecía. ¿Iba a comerse medio tarro de helado como la primera noche después de soñar de nuevo con lo ocurrido en Osaka? No quería recordarlo, solo le daba dolor de cabeza, en la pequeña cicatriz, de cuando se había caído y golpeado contra una piedra en el camino. Cómo el frío le había helado el cuerpo mientras intentaba regresar a la casa.
No encendió las luces; la penumbra ya le era algo familiar. Abrió la puerta de la nevera y sacó una botella de agua, el brillo frío iluminando la pequeña habitación durante un instante. Bebió, sintiendo su garganta y cuerpo refrescarse, y enseguida se dio cuenta de lo exagerada que estaba siendo solo por una pesadilla. Al menos, ya que todavía estaba despierta podría continuar redactando o estudiando todo lo atrasado. Sí, podría ser… Al darse la vuelta, el corazón le dio un vuelco. Mientras giraba para servirse, notó algo que hizo que el aire se le atascara en la garganta. Una figura, inmóvil, sentada en el sofá del salón. El susto fue tan repentino que casi dejó caer la botella.
-¿Qué co…? -se quedó por la mitad al darse un golpe contra la encimera, que la asustó, su voz rompiendo el silencio.
Ran estaba sentado en el sofá, como si hubiera estado allí toda la noche. Sus codos descansaban sobre las rodillas, y las manos entrelazadas colgaban entre sus piernas. Tenía la cabeza inclinada hacia adelante, pero sus ojos estaban fijos en ella, oscuros y serios bajo el cabello desordenado que le caía sobre la frente. Estaba quieto, demasiado quieto, como un muñeco de tienda al que vestía y movían a su antojo. Como un depredador analizando a su presa en silencio, antes de que esta la descubra. Supuso que ese era su trabajo; analizar y saber quién era cada persona.
Pero esa forma de observar… Era aterrador, por quedarse corto. Sus dedos se aferraban a la botella de agua fría, pero el frío en su pecho era más fuerte, tanto que se había quedado congelada en el sitio. ¿Cómo había llegado? ¿Cuánto tiempo llevaba…? Un momento. ¿Cómo había entrado? Lo primero que hizo al llegar a la casa fue asegurarse de su propia seguridad.
-¿Qué haces aquí? -preguntó en voz baja, apenas en un susurro, su voz temblando un poco de lo que le habría gustado. Dejó la botella sobre la encimera, pero no la soltó.
Ran levantó la cabeza lentamente, como si fuera consciente del impacto que su presencia tenía en ella. En su rostro no había ni rastro de la arrogancia habitual, ni de la sonrisa socarrona que muchas veces la desconcertaba. Esta vez, solo la miraba con una intensidad que la hacía sentir vulnerable, desnuda ante sus ojos. Y nada de eso le gustaba. Porque la primera vez que se sintió así, habían acabado en otra discusión entre muchas a lo largo de esas semanas.
-Te fuiste -fue lo primero que dijo, en un tono neutro que aun así se sintió como una pesadez en los hombros-. Sin permiso y sin seguridad.
Ran se recostó hacia atrás, a una lentitud aterradora, pasándose una mano por el cabello en un gesto que ella conocía bien. Estaba intentando contenerse, buscando las palabras adecuadas y que no consiguieran una mala reacción de ella, algo que rara vez hacía. Empezaba a entenderlo, a leer a través de él, aunque a él no le gustara. Era directo, sin filtros, siempre diciendo lo que pensaba, pero esta vez parecía caminar sobre una cuerda floja.
-Pensaba que habrías hecho una locura hasta que ese guardaespaldas me dijo que te había dado las llaves del coche -continuó él, con una sinceridad que rara vez mostraba y una parsimonia envidiable. A la vez, la estaba retando-. ¿Sabes que tiene GPS? Has estado tres días sin moverte del mismo sitio, al menos en coche.
El rostro de Hope se endureció por un instante, recordando cada palabra hiriente que se habían lanzado ese día, aunque no fuera la intención por la que había empezado a hablar con él esa noche, sino en nombre de Rindou. Pero cuando Ran llegó hasta ella, quedó atrapada por sus ojos, esos ojos que lograban derrumbar las defensas que intentaba levantar.
-Necesitaba espacio, y no necesitaba permiso ni de ti ni de nadie para marcharme. Quería, y quiero -remarcó esto último para hacerse entender, aunque sabía que era imposible-, estar sola.
-¿Espacio? -la interrumpió, en un susurro afilado, casi como una advertencia-. ¿Te parece que después de todo puedes simplemente desaparecer y pedir espacio? Podrían haberte secuestrado solo por esta tontería. Hacerte daño. ¿Te parece que es una situación que me agrada vivir?
Se levantó lentamente del sofá, y a pesar de la oscuridad, su movimiento tenía una fluidez que era casi intimidante. Con la agilidad de un felino acechando a su indefensa presa… Sus pasos fueron lentos, deliberados, mientras se acercaba a ella, la mirada fija, penetrante, como un depredador que no había decidido aún si atacar o no.
Lo primero que hizo Hope fue retroceder un paso, sin quererlo, su cuerpo reaccionando antes que su mente. Fue como un instinto, un movimiento instintivo de su cerebro para huir de lo que podría avecinarse. El apartamento que había sido su refugio ahora se sentía demasiado pequeño, demasiado claustrofóbico. Ran no era un hombre fácil de leer, pero la energía que emanaba en ese momento era densa, casi sofocante. Podía conocer algunos de sus gestos, pero no sus verdaderos pensamientos. Había tensión en cada músculo de su cuerpo, en cada paso que daba hacia ella.
-No podía estar en esa casa más tiempo o me volvería loca, y lo sabes -dijo, sabiendo que no le importaba lo que dijera-. De todas formas, ¿qué más te da? Deberías estar en Shanghái. O no. Porque me da igual a estar alturas. Supongo que si estás aquí es porque Rindou ya te habrá llamado imbécil.
-¿No podías soportarlo? -su voz era como una bofetada, pero baja, casi susurrante, haciendo que fuera… Más peligroso-. ¿Pensabas que marchándote de esa manera ibas a salirte con la tuya?
-Lo he conseguido y sin problemas. No ha estallado la guerra, ¿no? Porque estás aquí después de… -miró el reloj encima de la nevera, marcando la hora que era y lo tarde que era. Solo podía pensar en que era demasiado tarde y que llevaba ahí esperando como un verdadero psicópata-… Cuatro días. Ya son las doce.
Él no respondió de inmediato. Se enderezó, separándose unos centímetros de ella. Deslizó las manos por los bolsillos de su chaqueta de cuero, como si aquello fuera la cosa más casual del mundo, pero su mirada no perdió ni un ápice de intensidad o significado.
-Deberías estar en Shanghái, o donde sea. Pero no aquí. ¿Por qué has venido aquí, Ran? ¿Te aburrías? ¿O es tu misión enfadarme o hacerme sentir como si fuera una mierda?
De repente, sin previo aviso, sacó las manos de los bolsillos y las posó en la encimera a ambos lados de ella, encerrándola entre sus brazos. Hope no pudo evitar retroceder un poco más, su espalda chocando con el borde de la cocina. Ahora estaba atrapada, literalmente, con su cuerpo pegado al de él, sintiendo el calor y la tensión que emanaban de Ran.
-Lo que necesitamos -continuó, su voz baja, casi ronca— es que dejes de huir de lo que ocurre. No puedo soportar verte correr cada vez que las cosas se complican. Y tú tampoco deberías quererlo.
Hope se quedó sin aliento, atrapada entre el miedo y la familiaridad de lo que significaba estar tan cerca de él. El peligro en su tono, esa mezcla de posesión y frustración, la hacían sentir una espiral de emociones que no podía controlar. Había querido distancia. Quería pensar. Pero él la había alcanzado. Y ahora, con su cuerpo tan cerca, su mirada penetrante y su presencia envolviéndola, sentía que estaba perdiendo el control de nuevo.
-No entiendes nada -dijo ella-. Nunca lo has hecho. ¿Para qué? Si tu vida era y sigue siendo sencilla cuanta menos atención me prestes o mires a tu alrededor. Seguro que habría sido un alivio dejarme en esa montaña, casado con otra mujer a la que sí quieres.
La observó en silencio por un momento, sus ojos recorriendo su rostro, como si buscara algo que le parecía interesante. Y eso, la ponía de los nervios.
-No he venido aquí para discutir más, pero me estás tentando -susurró, inclinándose lo suficiente para que su aliento rozara su piel-. He venido porque no puedo dejar que esto termine así. Las cosas no funcionan así, Hope. Y deja de hablar como si tuviera una mujer en cada brazo porque sabes, te dije, que no es así. No soy un mujeriego como te gustaría que fuera. Ni siquiera tengo el tiempo que me gustaría para ello.
Tenía valor que le dijera eso después de lo que vivieron. Hacía mucho ya que su mano se había enfriado, y cambió la botella de extremidad. Luego, lentamente, retiró una mano de la encimera y la levantó hasta rozar su mejilla, un gesto que contrastaba con la intensidad de todo lo demás.
-No dejaré que te vayas -murmuró, cargada de una amenaza latente-. Te guste o no, estamos casados.
Hope lo sabía. Sabía demasiado bien que estaban casados, pero que a nadie más le importaba lo que ocurriera de puertas para dentro. Lo único que se buscaba con esa alianza, eran beneficios. Extender el linaje de los Wägner a través de una gran familia y exitosa para dar beneficios a lo que los Wägner perderían por tener dos hijas; una bastarda y una legítima, pero mujeres al final de la noche. Ninguna heredaría, sino que a través de su descendencia daría un buen uso a su género. Hope llevaba atrapada en esa vida años, hasta que se casó con Ran Haitani en un intento se alejarse y al poco tiempo, hacía poco, descubrió que no era más que una herramienta.
Ahora, estaba atrapada entre el calor de su cuerpo y el frío gélido de la amenaza. Su respiración se aceleraba, pero esta vez no era solo por el miedo. Era por la rabia que había estado acumulando durante días, por la frustración de que él quisiera tener el control, de que nunca le permitiera espacio para respirar, para pensar. De volver un enser inútil y la tratase como le viniera en gana. Estaba tan cansada.
-Cállate ya.
Hope cerró los ojos, su cuerpo respondiendo a la mezcla de sensaciones contradictorias: la familiaridad de su toque, el miedo a su intensidad, y la parte de ella que sabía que, a pesar de todo, nunca la dejaría ir por mucho que lo intentase. El silencio de la habitación se hizo aún más notable, casi podía saborearlo. Ran, que siempre tenía el control, aplacado por dos simples palabras.
-¿Qué?
Hope le sostuvo la mirada, sin apartar los ojos, a pesar de que su corazón palpitaba con fuerza y sus oídos comenzaban a escuchar su flujo. Ya no iba a dejar que la callasen. No iba a dejarse intimidar. Estaba cansada de que todos la manejaran a su antojo. Ahora, iba a ser ella la que rindiera cuentas.
-Te he dicho que te calles -repitió, su voz más firme con una fuerza desconocida-. No voy a escuchar más de lo que tengas que decir. Estoy cansada de todo, y tu ni siquiera te das cuenta. Ni siquiera te das cuenta de por qué estoy aquí. ¿Para qué? Es más fácil arrastrarme de los pelos, ¿no? O atarme.
Hope respiró hondo, su pecho subiendo y bajando mientras sentía la furia crecer dentro de ella. No tenía miedo de él en ese momento, no como lo había sentido antes. No iba a ceder más terreno.
-No tienes ni idea de lo que dices nunca, del daño que haces. O tal vez sí, que es lo probable, porque siempre consigues que la gente se sienta mal incluso sin tener la culpa de nada. ¡Y no es justo, joder! -le echó en cara, por primera vez usando un tono serio y duro, sin dejarse achacar por la situación-. ¡Eres un egoísta! Siempre lo has sido. Desde que apareciste por la casa de ese hombre y dijiste que te casarías sí o sí. No sabes ni siquiera lo que…
Su otra mano se levantó y se posó en su cadera, firme, tirando de ella con un gesto suave pero inevitable, su palma apretando la parte de piel cubierta por la ropa interior. Hope sintió el calor de su cuerpo acercándose aún más, una presión que la atrapaba, que la mantenía en ese espacio donde cada fibra de su ser respondía a la cercanía de Ran. Tampoco parecía importarle que su única ropa fuera la de estar en la cama; ropa interior y una camiseta de tirantes. Podía sentir su aliento en su cuello, sus labios peligrosamente cerca de su piel.
-Lo que necesitamos -la interrumpió él, su tono bajo y amenazante- es dejar de huir cada vez que las cosas se complican. Porque no voy a ir detrás de ti como si no tuviera derecho a estar en esto. ¿Crees que voy a dejar que te alejes solo porque estás asustada? -sus ojos se oscurecieron aún más, su mano en su cadera aferrándola con más fuerza-. Eso es de cobardes.
Sentía la presión de su cuerpo sobre el suyo, la manera en que su proximidad la envolvía, atrapándola entre el deseo y el miedo. Ahogándola, amarrándola a un destino del que ella no saldría viva. Como una araña con sus víctimas. Sabía que Ran tenía una forma de no aceptar el “no”, de empujarla hasta sus límites, de volverla completamente loca, y ahora lo estaba haciendo de nuevo.
-Estás huyendo porque es más fácil que enfrentar lo que realmente piensas. Lo que sientes.
Su rostro se inclinó aún más cerca, su nariz rozando la de ella, su aliento cálido sobre sus labios. Hope sintió su pulso acelerarse aún más, el calor de su cuerpo haciéndola sentir vulnerable, atrapada. Sabía que Ran podía leerla (había aprendido en ese corto tiempo pasando tiempo juntos), y lo odiaba por eso. Odiaba cómo siempre encontraba el modo de desarmarla, de hacerla confrontar sus emociones, incluso cuando lo único que quería era huir. Huir del destino, de un futuro incierto que no le gustaba.
Quería ser artista, vivir esa vida bohemia de la que todos hablaban, encontrarse a sí misma en un estilo, y una vez se replanteó hasta aceptar la beca estudiantil para marcharse a Europa a estudiar el tiempo que necesitase, abandonando todo porque a nadie le importaría… Pero no lo hizo. Por miedo a exactamente eso. A abandonar todo, a abandonar una vida que en el fondo disfrutaba de que fuera así; aburrida y simple, lo que ella siempre había buscado. Sin palizas, sin órdenes… Pero ahora, estaba huyendo.
-No puedes alejarme -murmuró él, su voz apenas en un susurro mientras sus labios rozaban los de ella, temblorosos-. Lo que hay entre nosotros es más fuerte que esto. Esa tensión, esas discusiones, nuestras miradas.
Las palabras de Ran se clavaron en su mente, dejando a Hope en una confusión emocional. Una parte de ella no podía soportar la manera en que él manejaba todo, como si el control fuera su derecho. Como si ella no tuviera otra opción de aceptar… Pero también había otra en la que sabía que tenía razón, que lo que había entre ellos dos era algo que no podía ignorarse. Ni huyendo, ni alejándose lo máximo posible.
Y, sin embargo, en ese momento, con su cuerpo atrapado entre él y la encimera, sus dedos aferrándose a su cadera, y su mirada inquebrantable clavada en ella, Hope sintió que cualquier resistencia que quisiera mostrar se desvanecía. Lo odiaba, pero también lo amaba. Lo temía, pero también lo deseaba. Y esa dualidad la estaba destrozando.
-Tal vez sí sea una cobarde, pero tengo motivos -susurró, las lágrimas empezando a acumularse en sus ojos después de un rato de silencio tenso-. No sabes absolutamente nada de mí, ni de cómo me siento ni nada.
-No, no sé nada, pero porque tú tampoco dejas que lo sepa -repitió, casi como un suspiro. Ran exhaló, su aliento cálido acariciando la piel de su rostro. Bajó la mano de su muñeca, dejando que sus dedos trazaran una línea lenta y calculada por su brazo, generando escalofríos, hasta entrelazarse con los suyos. El simple contacto la hizo temblar-. Pero eres la mujer que se negó a ponerse mi apellido. Eres la mujer más necia que me he encontrado nunca. No puedes huir cada vez que te sientas abrumada, porque esa no es la mujer que vi en esa casa pintando y debatiendo sobre qué color debía usarse.
Hope sintió una mezcla de emociones aplastándola, sofocándola. Lo recordaba; recordaba lo que le dijo, la mezcla de pinturas, la breve conversación que tuvieron antes de su compromiso repentino… Pero también sabía que estar con Ran significaba aceptar todo lo que él traía consigo: la intensidad, el peligro, la posesión. Él la quería, pero a su manera, y esa manera la hacía sentirse atrapada, como ahora, con su cuerpo rodeado por el de él, sin escapatoria.
-Yo… -susurró, intentando encontrar las palabras correctas, pero él la cortó antes de que pudiera continuar.
-No. No hay más excusas, más huir -voz se volvió aún más baja-. Soy tu esposo. Y te guste o no, estamos juntos en esto. No te voy a dejar marchar, Hope. No voy a dejar que sigas pensando que solo eres la decoración de una casa vacía.
Sus palabras cayeron sobre ella como una sentencia, y por un momento, el miedo la envolvió por completo. Sabía que Ran no era de los que se rendían, y ahora lo veía más claro que nunca. Había una posesión en su mirada, una determinación implacable que la hacía sentir pequeña, acorralada. Casi como la del día de su boda, cuando le puso el anillo el dedo y dijo sus votos. Pero al mismo tiempo, esa misma intensidad, esa fuerza arrolladora que siempre había sido parte de él, también la atraía de manera irremediable.
-Eres un imbécil.
Ran Haitani la miraba con cierta adoración.
La tensión en la habitación era palpable, envolviéndolos como una tormenta que amenazaba con desatarse en cualquier momento. Los dedos de Ran seguían entrelazados con los de ella, su tacto firme pero no agresivo, como si tuviera el control absoluto incluso en ese gesto aparentemente inofensivo. Cada milímetro de espacio entre sus cuerpos parecía electrificado, cargado de una energía que era imposible ignorar. Y Hope lo sentía en cada respiración, en cada latido de su corazón acelerado.
-No me mires así -murmuró ella, sin saber si sus palabras eran una súplica o una advertencia. Sus ojos lo evitaban por momentos, pero algo más profundo la obligaba a mirarlo, atraída por la intensidad que él irradiaba-. Lo odio.
Ran no apartó la mirada. Al contrario, sus ojos recorrieron cada centímetro de su rostro, descendiendo lentamente hasta sus labios, como si cada parte de ella fuera un terreno que él reclamaba sin necesidad de palabras. Era esa misma intensidad la hizo tambalearse durante su beso en el ascensor, ese modo en que podía hacerla sentir deseada y vulnerable al mismo tiempo.
-¿Cómo quieres que te mire, entonces? -preguntó él en voz baja, su tono teñido de una provocación peligrosa-. ¿Quieres que pretenda que no me vuelves loco cada vez que estás cerca? ¿Que no me importa que hayas intentado huir de mí desobedeciendo mis órdenes más directas?
Su aliento se hizo más pesado, su proximidad llenando el espacio que quedaba entre ellos. Ran no necesitaba alzar la voz para que sus palabras la alcanzaran de lleno, cargadas de una promesa velada. Y aunque en su mente, Hope luchaba por mantenerse firme, su cuerpo la traicionaba. Sentía el calor de él irradiar hacia ella, una atracción magnética que no podía negar, incluso si quería.
-No estoy huyendo de eso -dijo, pero su voz sonó más suave de lo que pretendía, y sabía que Ran lo notaría.
Ran soltó una pequeña risa. Era más una afirmación de control, como si ya supiera lo que ella estaba sintiendo, lo que intentaba negar.
-¿Ah, no? -susurró, su rostro inclinándose aún más cerca, hasta que su nariz rozó suavemente la de ella-. Entonces dime, Hope, mi querida Hope… ¿qué es lo que quieres ahora? -su tono era bajo, seductor, casi un desafío-. ¿De verdad quieres que me vaya, que te deje sola aquí, cuando sé perfectamente lo que estás pensando, lo que sientes?
Hope cerró los ojos por un instante, luchando contra el deseo que se agitaba en su interior. Podía sentir la calidez de los labios de Ran apenas a unos centímetros de los suyos, el latido constante en su pecho aumentando con cada segundo que pasaba. Él la rodeaba, no solo físicamente, sino con su presencia abrumadora, con la manera en que siempre sabía cómo desmantelar cada barrera que intentaba levantar.
No respondió de inmediato, pero su silencio solo parecía alimentar la seguridad de Ran. Y no podía evitar sentir ese desprecio naciendo de nuevo por su personalidad arrogante. Sus dedos, aún entrelazados con los de ella, se movieron lentamente, trazando círculos suaves sobre su piel, un toque que era a la vez tranquilizador y cargado de intenciones.
-No tienes que decir nada -murmuró él, su voz casi un ronroneo mientras sus labios rozaban la línea de su mandíbula, apenas un roce, pero lo suficiente para hacer que Hope contuviera el aliento-. Puedo sentirlo. Siempre lo he hecho. ¿O es que no recuerdas nuestros anteriores besos?
Sus labios siguieron bajando lentamente, casi rozando su piel, lo suficientemente cerca como para que el calor de su aliento la hiciera estremecer, pero sin tocarla completamente, lo que solo aumentaba la tensión. Hope apretó los labios, tratando de resistir esa atracción que la envolvía, pero su cuerpo reaccionaba antes que su mente. Sus respiraciones se volvieron más rápidas, más profundas, y su piel hormigueaba bajo el contacto de Ran.
-Ran… -intentó protestar, pero su voz sonaba quebrada.
La interrumpió, levantando la otra mano para deslizarla por su espalda, acercándola aún más a él en un gesto inesperadamente placentero y despreocupado. Sus largos dedos se posaron sobre la tela de su espalda baja, acariciando la zona distraídos.
-No tienes que luchar contra esto, Hope. No puedes luchar contra lo que ocurre entre nosotros -sus labios descendieron lentamente, apenas rozando la piel de su cuello, enviando una descarga eléctrica por su cuerpo-. Contra mí -Hope sintió que sus fuerzas flaqueaban.
Su resolución desmoronándose ante la forma en que Ran la tocaba, cómo su voz parecía calmar y encender sus sentidos al mismo tiempo. Sabía que debía poner distancia entre ellos, que este ciclo de atracción peligrosa y discusiones intensas los estaba consumiendo. Pero, al mismo tiempo, cada centímetro de su ser gritaba por esa cercanía, por esa conexión tan poderosa que la dejaba sin aliento.
No podía ser. No podía ocurrir nada entre ellos, porque entonces perdería el control. Solo pensarlo, le recordaba las amenazas de su padre sobre que fingiera que había perdido la virginidad con él en vez de dejar que lo descubriera al momento. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo iba a ser tan mentirosa y humillarse de esa manera? Le dejó claro que si no lo fingía, el matrimonio sería anulado porque se siempre buscaba esa inocencia para demostrar que los hijos no fuera ilegítimos.
-Esto no está bien. Me estoy volviendo loca, no puedo pensar con la claridad -murmuró débilmente, aunque su cuerpo traicionaba esas palabras al acercarse más a él, al dejar que la calidez y la firmeza de Ran la envolvieran por completo.
-¿No está bien? -repitió él, su tono cargado de una seguridad absoluta mientras sus labios seguían trazando una línea peligrosa en su cuello-. Entonces, ¿por qué no te apartas? ¿Por qué no me dices que pare?
Su boca llegó a su oído, a las pecas que decoraban las puntas y que ella había odiado a medida que pasaba la adolescencia, y Hope sintió el escalofrío que recorrió su columna vertebral cuando el susurro de Ran la envolvió.
-Porque no quieres que lo haga -terminó él, con una convicción que la dejó completamente expuesta-. Quieres esto tanto como yo, pero desde hace tiempo.
Ran tenía razón, y ambos lo sabían. Sus cuerpos estaban tan cerca que podía sentir su corazón latiendo contra su pecho, y el deseo latente entre ellos era imposible de ignorar. Las manos de Ran, una en su cadera y la otra aún entrelazada con la suya, la mantenían atrapada, pero de una manera que su propia piel ansiaba. Cada roce, cada palabra susurrada, cada mirada oscura y cargada de deseo estaba llevándola al límite.
Hope exhaló un suspiro tembloroso, sus pensamientos enredados en la maraña de emociones que la envolvían. Parte de ella quería resistir, quería recuperar el control de la situación, pero otra parte, una mucho más profunda y poderosa, estaba rindiéndose al magnetismo que Ran siempre había ejercido sobre ella.
-Dime que pare, Hope -susurró él, su voz grave y cargada de desafío mientras sus labios finalmente rozaban los suyos, apenas un contacto superficial, pero lo suficiente para hacerla temblar y jadear-. Dime que no lo quieres, y lo haré.
Hope abrió los ojos lentamente, su respiración acelerada mezclándose con la de Ran. Lo miró fijamente, viendo la intensidad en sus ojos, el fuego que ardía entre ellos, y se dio cuenta de que no podía decir esas palabras. Porque en ese momento, con él tan cerca, lo único que podía sentir era el deseo de estar aún más cerca.
Era tan diferente a ese catastrófico fría. El día que decidió perder la virginidad a modo de venganza personal contra su familia con un chico cualquiera. Hope sintió su pulso acelerarse bajo la mirada penetrante de Ran, sus cuerpos tan cerca que podía percibir el calor irradiando de él, mezclándose con el suyo. El desafío en su voz, el roce apenas perceptible de sus labios, todo estaba diseñado para empujarla al límite, para que cediera completamente a ese deseo que la envolvía. No era lo mismo que con ese chico, que apenas había hecho más que meterse entre sus piernas y decirle cosas bonitas mientras la ligera capa de sangre corría y él buscaba su placer.
Sabía que debería decirle que parara. Que lo que pasase entre ellos no podía continuar. Las discusiones, la intensidad abrumadora, esa pasión extraña que jugaba entre ellos como un partido de tenis, cada un pasándose el relevo... Todo eso la estaba destrozando lentamente. Pero cuando lo tenía tan cerca, cuando sentía cómo él podía reclamarla con esa seguridad implacable, era como si todo lo demás se desvaneciera. Como si el mundo a su alrededor le rogara que por una vez fuera ella quien bajase los muros.
-Eres cruel -susurró de nuevo, su voz temblando entre el anhelo y la resistencia-. Siempre lo has sido. Primero, llamándome niñata sin conocerme lo más mínimo y ahora viniendo a este lugar pensando que voy a volver así porque sí.
-Dilo -insistió él-. Dime que me detenga.
Pero Hope no pudo. En otro momento y en otro contexto, podría haberlo hecho sin dudar un solo segundo. Sus pensamientos eran una maraña de emociones, de deseo, de furia y de miedo. Las palabras no salían. Y Ran lo sabía. Él la conocía demasiado bien a aquellas alturas, sabía exactamente cómo hacerla perder el control, cómo desmantelar cada muro que intentaba levantar entre ellos. Era peligroso, seductor, y en ese momento, completamente imparable. Un maldito psicópata que le había metido una bala en la cabeza a un hombre que fingió ser su guardaespaldas y luego sacó de la ciudad y salvó de la muerte.
Con un suspiro ahogado, Hope levantó la mirada hacia él, sus ojos cargados de una mezcla de emociones que ni siquiera podía desentrañar completamente. Ran la observaba, esperando su respuesta, sus labios aun peligrosamente cerca de los suyos, y el silencio entre ellos era denso, cargado de esa tensión que parecía a punto de explotar.
-No puedo -fue lo único que logró decir, su voz un susurro roto, casi inaudible.
#ran haitani bonten#ran haitani#ran haitani x you#tokyo revengers ran haitani#ran haitani x reader#haitani brothers#tokyo revengers
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trampa al tiempo le está pasando el trapo a ameri... toxic yaoi
#ojala q con culto vuelva modo diablo o mw mato 🤣#hoy me termine de leer monster. cine 🚬. ahora me puse a leer yawara#nero habla
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El licenciado.
El licenciado despertó, manteniendo la sensación de cruda sin haber tomado alcohol, era el hecho de tener que dormir mínimo 6 horas y trabajar 14. Aunado a perder 3 horas más entre insomnio y el transporte público no le estaba favoreciendo para esta vida.
Transporte público....
Fue distinto ese despertar, no pensó en llorar o sentir desasosiego.
Tras de salir de la cama, tomar un baño y alistarse para salir a sus deberes con un almuerzo a medio probar, siguió pensando en el transporte público y miro el reloj; vio que aún estaba a tiempo para tomar el autobús de las 7:30 AM y ya iba con los minutos contados preguntándose:
¿Porque diablos desde temprano ya es tarde para todos?
¿O solo lo era para esa pobre alma?
Al llegar vio que apenas iba partiendo el de las 7:25 AM pero no sé inmutó en preocuparse pues siempre toma el que llega 5 minutos después, preparó sus audífonos y se dispuso a escuchar música mientras esperaba el arribo.
Al entrar y como siempre ya estaba hasta la madre de lleno, algo normal que no le venía haciendo mella desde hace meses, siguió escuchando música y sentía como la gente que ahí estaba aglomerada, como los animales de criadero se aglomera en un camión de redilas, se empujaban uno al otro para intentar no caer al movimiento del transporte.
-El lic después pensó- no quiero estar chocando con la gente que ahí se encontraba acorralado.
Era inevitable y recordó las clases de matemáticas y física de la secundaria y el bachiller dónde hablando de las dimensiones de los objetos o cuerpos no recordaba con exactitud el termino del profesor pero tenía la noción de lo que hablaba, en fin no estaba para recordar la clase y de todos modos, ¿a que quería llegar el licenciado con esto?
Sabía que en ese autobús caben poco más de 60 personas pero el problema son las dimensiones ya que como una mota de polvo regresaba un recuerdo y volvió a pensar:
¿Por qué mierda la gente sube con botes de pintura? De talvez 20 litros montados en diablitos...
Y aún así se molestan porque no pueden subir o porque hay poco espacio.
¡Y sabiendo que en uno de esos viajes alguien subió con un estúpido tanque de gas!
¡Cabrón! Si voy con el pendiente de que no me asalten a medio autobús.
No imaginaba que un ojete se subiera con la amenaza de bomba con un maldito y estúpido tanque de gas a las 3 de la tarde y con casi 35° de calor.
Y vino a su mente un pensamiento crítico que tal vez sea mal visto y mal interpretado pero aún así el lic se dispuso a plasmarlo, porque no es que no exista ese punto es que realmente es una situación real del cual nadie piensa hablar.
El lic pensó:
Hay demasiadas personas en el transporte que tienen las dimensiones fisiológicas las cuales fácil podrían ser 2 personas o hasta 3, y ese asunto lo dejo con un seño fruncido, porque esas mismas personas son las que más se molestan por el poco espacio que hay.
Señor/señora, ¡no empuje! bajo en la próxima.
-No solo basta con lidiar con que el autobús este deteriorado, que tenga amenaza de tétanos cada que suba y lidiar con los molestos vendedores ambulantes, trovadores, los de rehabilitación ahora tengo que lidiar con que usted señor/señora que carga un tanque de gas en un transporte público.
No se encabrone porque no cabe con todo y sus dimensiones.
Está pensamiento salio de su mente estresada:
-O le bajan a las papitas o no se suban con un pinche tanque de gas a media tarde.
Me es suficiente con tolerar los empujones y pisotones.
Finalmente el lic salió del tortuoso autobús y se dirigió a su trabajo mientras seguía pensado en el transporte público, la gente con dimensiones fisiológicas desatendidas.
Por cualquier motivo... ¿Cómo voy a saberlo?
Tendré que volver en la misma línea que tome y solo espero no ver a alguien cantando lamento boliviano o con un pinche tanque de gas.
-Mala poesía
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“Me causa gracia lo exagerado que eres, bobo.” Replica de inmediato, Nicholas es lo más importante en su vida y si algún día sus caminos se separan, sea cual sea el motivo, siempre tendrán una parte del otro en sus corazones y un hogar al cual regresar. Ambos son alfas así que no pueden marcarse, sin embargo no lo sienten necesario teniendo una conexión que va más allá de algo platónico o soulmates. “Eres un vil manipulador, uno muy lindo y gruñón, he de admitir.” Los iris del joven lobo brillan de felicidad al ver su objetivo cumplido, sintiendo las frías manos ajenas en sobre su piel, inclinándose hasta rozar las narices queriendo hacerle cosquillas. “El otro día pensaba… que me gustaría compartir algún adorno contigo, ya sabes, como un amuleto.” Similar al que muchos vampiros usan para estar bajo los rayos del Sol o que las ninfas emplean para salir de sus territorios con total libertad, con la diferencia que este sea una forma de comunicar a los demás que ambos no están disponibles para relaciones.
“Y el único que tendrás” es el pensamiento intrusivo que recorre su cabeza de inmediato, puesto que su deseo de poseerlo y mantenerlo alejado de todo el mundo que no fuese él mismo, estaba cada día más latente. Hace años asumió que no iba a amar a nadie como amaba a Lyon, y que no querría que el licántropo amase a nadie que no fuese él. - —¿Osas reírte de mí, chico malo? — -tiene que contener la risa cuando es besado de esa forma esporádica, manteniendo su fachada seria producto de unos celos ridículos. - —En este mundo cruel y oscuro, donde mi propia sangre se ríe en mi cara de mis preocupaciones, no hay nada por lo que sonreír — -el melodrama se acaba cuando las comisuras de sus labios, siempre rojizos y llenos de vida por la sangre que probaba de su gemelo, le hacen lucir vivo. Levanta las manos de nuevo, sosteniendo ese bonito rostro tan parecido al suyo, pero con evidentes cambios gracias a sus naturalezas. - —Solo quiero que seas feliz, que nunca dejes de sonreír… pero espero que todo eso, sea solo conmigo.
#LO SON (cuando no están modo lokitos(?))#tienen la relación más cute 🥺#no saben que según el guion todo se va al diablo por kianDIGO(?)#( dialogue: lyon choi )#( dynamic ♡ nicholas & lyon )#( verse ❀ once upon a dream )#mikrokosmcs
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¿Qué estás usando? (Español ver.)
prompts por @raven-cincaide-words
A veces cuando Missa no está en la casa a Phil le gusta meterse en el armario a ver que cosas interesantes tiene su novio en el armario. Siempre que Missa iba de viaje traía cosas interesantes a la casa, y caían al armario para ser “organizadas” luego, aunque ese luego nunca llegaba.
Así que había puesto uno de los discos de vinilo que Missa había comprado en Chile en una visita que le había hecho a Phillip, Plantasia, cree que se llamaba, y estaba simplemente tomando cosas que le parecían interesante.
Lo primero que sacó del armario fue un fez marroquí, era bastante viejo y estaba cubierto de polvo, en cambio, el sombrero de Mariachi estaba intacto, Missa probablemente olvido que el fez existía, siempre cuidadoso con sus pequeños tesoros culturales, había un par de sombreros más, que seguramente era de sus viajes a Sudamérica, Missa tenía la costumbre de viajar al hemisferio sur en los meses que hacía más calor y la pobre calaca siempre terminaba quemándose si no compraba un sombrero.
Con una sonrisa decidió abandonar su sombrero de cubeta por el sombrero de Mariachi, y siguió revisando más de las cosas que Missa había abandonado en la oscuridad de su armario.
Lo siguiente que llamo su atención era una capa de plumas de cuervo, sabía que su suegra, si ahora le decía suegra no Señora Sinfonía, la había hecho ella misma, de hecho Phil y los niños recientemente habían recibido una capa de plumas para cada uno, pero no era lo mismo que la capa original, la capa de Missa olía a cempasúchil, canela y el característico olor a incienso ceremonial, así que se lo puso, simplemente para rodearse del olor confortante de su novio.
En una de las perchas también había un poncho andino, era blanco, pero todos los dibujos estaban hechos en un morado oscuro, lo que sí lo sorprendió era ver las calaveras en el diseño, no sabía qué hacían ponchos con ese diseño. El pocho tenía una etiqueta colgando, “para la santa muerte” decía en una hermosa caligrafía, Philza no sabía español y tampoco tenía muchas ganas de buscar su comunicador y traducirlo, así que lo dejó ser.
También tomo la caja en la que Missa guardaba las máscaras que había recolectado a lo largo de los años. Abrió la caja y se llevó un susto al ver una máscara del diablo, era una máscara intricada de color y brillos, que según Missa le explico bastante emocionado cuando Phillip al fin le había conseguido una, era la representación de Luzbel, un demonio que luego de ser derrocado por el Arcángel San Miguel, empieza a honrar a la virgen.
Con una pequeña risita dejo la máscara a un lado y sacó la siguiente, era una máscara veneciana, era una máscara de doctor de plaga, le recordaba un poco a su máscara de BOLAS, era blanca, tenía un hermoso diseño dorado en las orillas y un montón de plumas de cuervo a su alrededor, dentro de la máscara, con el mismo color dorado decía “Per la santa morte”
Qué curioso.
La siguiente máscara era sin duda mexicana, porque era muy parecida a la que Missa normalmente usa, pero mucho más intrincada, tenía flores de cempasúchil talladas y una línea de pequeñas calaveras, como si la calaca estuviera usando una diadema, también tenía escrito por dentro, miccahuacayotl, ese idioma sí que no lo reconocía.
De todos modos decidió no ponerse ninguna de las máscaras, eran demasiado hermosas para que Phil pudiera arruinarlas sin querer.
Lo siguiente que llamo su atención fue un traje de charro negro, con unos hermosos bordados dorados de huesos, parecía que todo el traje estaba bordado como un esqueleto, y Philza quería probarse la chaqueta, no sabía si le quedaría, Philza era más bajo que Missa, pero Missa era delgado en las partes que Philza era grueso… si mejor no iba a intentar eso, pero sí se puso el lazo.
Cuando fue a colgar otra vez el traje del bolsillo cayó una nota, decía, “Para el Charro Negro, más conocido como la santa muerte misma.”
“El Charro Negro…” Murmuró Phil para sí mismo, ¿Dónde había escuchado eso? Seguramente de alguna historia que Roier o Missa le habían contado.
Volvió a guardar la nota e ignorando esa sensación de que algo olvidaba volvió a revisar el armario, había una cajita que llamó su atención, era de madera y tenía un corazón con una calavera tallada en el medio, con curiosidad decido sentarse en la cama para ver que era esa cajita que Missa tenía tan escondida entre las profundidades de su armario.
“¿Qué estás haciendo, querido?” La voz de Missa lo sobresalto, Philza se dio vuelta para ver a su novio parado en el arco de la puerta, “¿Qué estás usando?” Dijo el mexicano riendo.
“Solo un par de cosas que encontré en tu armario,” dijo Philza dejando la cajita en la mesa de noche, “¿Me veo bonito?” Preguntó en un tono chillón y empalagoso de voz.
“Por supuesto que sí, mi amor” dijo Missa dándole un beso en los labios a Philza y tomando la caja y guardándola en su bolsillo, para sus adentros Missa suspiro aliviado, Philza casi descubre el anillo de compromiso que había comprado.
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