#la dama velada
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Rewrite the stars.
duke leopold x fem!courtesan reader
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Summary: Leopold, atrapado entre el deber y el amor, encuentra en una cortesana lo que nunca halló en su mundo de reglas y obligaciones. Aunque saben que su amor es imposible, el destino los une en encuentros furtivos llenos de promesas silenciosas. Pero las decisiones de la vida real acechan, y la resignación será la única forma de mantener intacto el recuerdo de su amor eterno.
Category: Historical Romance, Tragic Love, Forbidden Love, Secret Meetings, Intense Emotional Connection, High-Society Constraints, Yearning and Longing. {TW}: Unrequited Love, Emotional Pain, Societal Expectations, Self-Sacrifice, Longing, Bittersweet Farewell, Class Differences, Heartbreak, Separation, Impossible Choices.
a/n: Me la re volé en este shot, pero bueno espero que les guste, es algo re distinto y es bastante largo así que léanlo con paciencia y prepárense un cafecito. Me gustan mucho las cosas de época pero se me ocurren pocas cosas
You know I want you,
It's not a secret I try to hide,
You know you want me,
So don't keep sayin' our hands are tied.
Las velas ardían con una cálida elegancia en el salón principal, esparciendo un brillo dorado sobre los rostros de la distinguida sociedad que aquella noche se congregaba. Leopold estaba de pie junto a una de las grandes ventanas, apenas prestando atención a las conversaciones monótonas y las risas calculadas que flotaban en el aire. Aunque lo esperaban como heredero de su familia, las frivolidades de tales reuniones le parecían cada vez más vacías, un teatro repetitivo en el que todos conocían su papel.
Fue entonces cuando la vio, a unos pasos de distancia, conversando con su tío. No llevaba los ropajes de las damas aristocráticas, pero en su porte había una gracia natural que eclipsaba a cualquiera en la sala. Sus cabellos, recogidos de forma sencilla, caían como un delicado velo, y su expresión denotaba una inteligencia serena y libre, algo que jamás había visto en su círculo. El modo en que sonreía y sostenía la mirada, sin sombra de temor, le despertó una extraña curiosidad que no supo contener.
Antes de que pudiera detenerse, ya estaba acercándose, con un paso tan decidido como reservado. Cuando sus miradas se cruzaron, sintió que una conexión indescriptible se formaba en ese instante fugaz. Ella inclinó la cabeza levemente, en un gesto de cortesía que parecía casi una burla delicada a las formalidades de la alta sociedad. Él, sin perder la compostura, le extendió la mano en un saludo respetuoso, aunque en su interior algo distinto comenzaba a surgir.
“¿Puedo saber su nombre?” preguntó Leopold, sorprendido de escuchar su propia voz sonando con una suavidad que le era poco habitual.
Ella lo miró a los ojos, sin rastro de sumisión, y respondió, “Soy solo una cortesana, su alteza, traída aquí por su ilustre tío como adorno para la velada. Dudo que mi nombre sea de interés para alguien como usted.”
Sus palabras eran directas, pero había un leve destello en su mirada, como si estuviera midiendo su reacción, retándolo a ver más allá de sus palabras. Leopold, por primera vez, sintió el impulso de responder con sinceridad, de desprenderse de las normas de su clase. Era algo totalmente fuera de lo común, pero, en ese instante, la convencionalidad de su mundo se volvió irrelevante.
La cortesía de aquel primer intercambio fue interrumpida abruptamente cuando el tío de Leopold se aproximó, con el ceño ligeramente fruncido y una mirada que destilaba desaprobación. Su tono era bajo, pero lo suficientemente severo para ser escuchado por ambos.
“Leopold,” comenzó, con esa voz autoritaria que había aprendido a soportar desde niño, “no es momento de entretenerse de esta manera frente a toda la sociedad. Si tienes algún interés en... conocer mejor a esta dama, sería más prudente que lo hicieras en privado.”
Leopold sintió el calor del juicio en las palabras de su tío. A su alrededor, el murmullo de la sala continuaba, pero ahora percibía las miradas furtivas de los presentes, observando desde la distancia, siempre atentos a cualquier señal de debilidad o error en los miembros de su familia. Se enderezó y, sin apartar la vista de ella, apretó apenas los labios en una respuesta muda de determinación.
La cortesana, quien había seguido cada palabra de la reprimenda con una calma sorprendente, no hizo más que inclinar levemente la cabeza, como si entendiera demasiado bien su lugar en aquel escenario. Con una sonrisa irónica que apenas curvaba sus labios, miró brevemente a Leopold y, sin esperar respuesta, comenzó a alejarse en dirección opuesta, deslizándose entre los invitados con una gracia que parecía no necesitar aprobación de nadie.
“Que siga su camino por otro lado,” murmuró el tío de Leopold en tono de orden, observándola de reojo. "Esta es una reunión de respeto, Leopold, no un lugar para distraerse con... compañía inapropiada.”
Leopold, en silencio, dejó que la tensión de las palabras de su tío se desvaneciera. Sin embargo, en su mente, la imagen de aquella mujer —su porte, su mirada desafiante, y esa chispa en su mirada que parecía ignorar las reglas del mundo que ella misma habitaba— continuaba grabada como una llama que se rehusaba a extinguirse.
La velada avanzó hasta convertirse en una sucesión de despedidas y murmullos de invitados cansados, mientras los sirvientes comenzaban a recoger discretamente las copas y los candelabros. Leopold permaneció en la sala principal, pero su atención estaba fija en un rincón discreto donde ella, con un aire aparentemente despreocupado, observaba la escena. No intercambiaron palabras, solo una mirada de acuerdo tácito, como si ambos entendieran que ese instante era todo lo que podían tener frente a los ojos curiosos de la sociedad.
Al terminar la velada, a medianoche, con paso calculado, Leopold se acercó lo suficiente para que, sin que nadie notara, deslizara una pequeña nota en el bolsillo de su abrigo. La sensación de sus dedos rozando la tela fue breve, pero en ella había una carga de promesas y deseos reprimidos. Al alzar la vista, sus miradas se encontraron por última vez esa noche, y ella apenas inclinó la cabeza, sin mostrar la nota pero con la certeza de haber entendido su intención.
Pasaron los meses, y aquel rincón en una librería discreta, un lugar que el mundo parecía haber olvidado, se volvió su refugio compartido. Entre libros antiguos y sombras acogedoras, sus conversaciones fluían como si fueran los únicos en la ciudad. Allí, lejos de las miradas inquisitivas y las expectativas de la nobleza, Leopold era libre de descubrirla en su totalidad: su risa sincera, sus opiniones afiladas, y ese brillo en los ojos cada vez que él le hablaba de sus sueños, sueños que no tenían cabida en su vida de duque.
Cada encuentro era un espacio robado al tiempo, una burbuja donde existían solo ellos dos. Leopold se dio cuenta de que, con ella, todo parecía cobrar sentido. Ella no tenía las pretensiones ni la frialdad de las jóvenes presentadas por su tío; no intentaba deslumbrarlo ni agradarle con palabras vacías. Con ella, cada conversación, cada silencio, se sentía como un susurro de verdad, como algo que él no había encontrado en ningún otro lugar.
A su lado, las obligaciones, los compromisos y los títulos parecían desvanecerse, y él comenzaba a creer que el amor verdadero era una fuerza que podía superar cualquier límite impuesto. En aquellos momentos robados, entre risas y miradas intensas, Leopold supo que ella era más que una amante furtiva: era su igual, su confidente, y sentía que daría cualquier cosa por vivir siempre en su compañía.
Sabía que, en un mundo ideal, la tomaría de la mano y dejaría atrás las cadenas de su linaje para vivir junto a ella. Y aunque jamás se lo había pedido, sentía en cada palabra de ella una entrega incondicional, una devoción sincera que le hacía soñar con esa vida juntos, lejos de todo, donde las miradas de juicio y los deberes de su apellido fueran solo un recuerdo.
Una tarde, entre estanterías polvorientas y en silencio que parecía proteger sus secretos, ella se encontraba rebuscando en la sección de poesía. Era una especie de ritual entre ellos: cada encuentro, alguno de los dos elegía un libro para el otro, algo que representara sus pensamientos o sus sentimientos. Con el tiempo, habían acumulado una pequeña colección de volúmenes que eran, para ambos, testigos silenciosos de su amor.
Esta vez, ella buscaba uno que Leopold pudiera leer al atardecer, cuando el murmullo de la ciudad moría y ellos se entregaban a sus momentos a escondidas. Alzó la mano para alcanzar un libro en un estante alto, uno que llevaba un tiempo deseando mostrarle, pero su mano apenas rozaba la cubierta.
Justo cuando estaba a punto de desistir, Leopold apareció detrás de ella, su presencia tan cercana que casi pudo sentir el roce de su aliento en el cuello. Sin decir una palabra, extendió su brazo y alcanzó el libro con facilidad. La proximidad era tal que podía percibir el calor de su pecho en su espalda, y sintió cómo sus latidos aceleraban, conscientes de la intimidad de aquel gesto.
Con una sonrisa suave, le colocó el libro en las manos y, al inclinarse, su voz resonó en su oído como un murmullo apenas contenido: “Te dije que no tienes que hacer tanto esfuerzo… Estoy aquí, ¿no?”
Ella giró apenas el rostro, lo suficiente para mirarlo desde la cercanía de sus hombros, encontrándose con sus ojos, que reflejaban una ternura que pocas veces mostraba abiertamente. Aquellos segundos parecieron alargarse, suspendidos en una burbuja donde el mundo exterior no podía alcanzarlos. Era una escena típica, sí, pero en ellos, tenía una profundidad que ningún gesto ensayado podría igualar.
Finalmente, ella sostuvo el libro entre sus manos y, sin soltar la mirada, le susurró, “Entonces espero que disfrutes cada palabra. Este... es todo lo que no puedo decirte.”
Leopold observó el título y la portada, tratando de captar los secretos que ella escondía en las páginas de aquel libro, sabiendo que, para ambos, aquellos objetos eran más que palabras: eran cartas que no podían enviar, confesiones sin voz, y un amor que, aún prohibido, crecía con cada encuentro clandestino.
Ella lo observó en silencio por unos segundos, notando cómo su rostro, a pesar de la leve sonrisa, cargaba una expresión de cansancio que no se podía ocultar. Entonces, sin pensar demasiado, llevó su mano hasta su mejilla y lo acarició suavemente, el contacto delicado y lleno de significado.
El gesto hizo que Leopold se detuviera un instante, como si la calidez de su toque pudiera devolverle algo de la tranquilidad que siempre sentía cuando estaba con ella. Sin embargo, el tema que había estado rondando en su mente durante semanas apareció, inevitable, como una sombra que ya no podía ignorar.
“¿Y el matrimonio? ¿Cómo va todo eso?” preguntó ella, su voz baja, casi temerosa de que sus palabras pudieran romper la burbuja que los rodeaba.
La pregunta, aunque directa, no sonaba acusadora. Sabía que él estaba atrapado en una obligación de la que no podía escapar tan fácilmente. Sin embargo, en sus ojos brillaba una mezcla de tristeza y esperanza, como si, por un breve momento, deseara escuchar que él podía liberarse de las cadenas de su futuro impuesto.
El cambio en su expresión fue inmediato. Los ojos de Leopold se oscurecieron ligeramente, y un leve rubor comenzó a extenderse por sus mejillas, algo tan raro en él que no pasó desapercibido. Acomodó el libro entre sus manos, claramente incómodo con la pregunta, y negó con la cabeza con un suspiro.
“No quiero pensar en eso.” Su voz salió más firme de lo que esperaba, pero la mirada que le dedicó tenía una mezcla de melancolía y una angustia apenas contenida. “No... no quiero que esa sea mi vida, no quiero pensar en lo que debo hacer, ni en lo que esperan de mí. No cuando estoy aquí, contigo.”
Sus palabras flotaron en el aire, honestas y llenas de ese dolor que intentaba sofocar bajo el peso de sus responsabilidades. Su corazón latía rápido, sabiendo que, aunque él podía intentar evadir la realidad, en algún punto tendría que enfrentarse a las decisiones que ya estaban trazadas para él.
“Lo que quiero es... estar aquí contigo. Solo contigo, en este momento,” añadió, casi en un susurro, como si temiera que el destino pudiera escucharlo y arrebatarle lo que tenía.
La incomodidad de Leopold se hizo evidente, pero más allá de eso, en su mirada había algo más: una rendición, una aceptación silenciosa de que, por mucho que quisiera escapar de lo que le aguardaba, él deseaba profundamente estar con ella, a su lado, sin las barreras de la nobleza ni las expectativas de un mundo que no comprendía su corazón.
Ella sonrió con suavidad, tratando de comprender la lucha interna de él, aunque sabía que ambos compartían ese temor que flotaba en el aire. Era un miedo silencioso, palpable, que se ocultaba tras sus palabras y gestos. Sabían, en lo más profundo, que todo esto podría acabar de una manera que ninguno de los dos deseaba.
No estaban preparados, ni él ni ella, para enfrentar la verdad de lo que sentían. Pero, a pesar de todo, ahí estaban, rodeados por la incertidumbre de un futuro que no podían controlar.
El corazón de ella latía rápido, no solo por el amor que sentía por él, sino por la necesidad de que ese momento, aunque efímero, permaneciera intacto. Y sin pensarlo más, sus manos se alzaron hasta su cuello, acariciando la suave tela de su chaleco, y de manera casi instintiva, lo atrajo hacia sí. Sus labios, que habían compartido tantas miradas llenas de palabras no dichas, finalmente se encontraron.
El beso fue suave al principio, tierno, como si estuvieran probando el agua antes de sumergirse por completo. Pero pronto, el amor y el deseo compartido entre ellos comenzaron a envolverlos, haciéndolos perderse en la calidez del abrazo. Ella cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera congelar el momento, impedir que el tiempo continuara su curso. El suave roce de sus labios se transformó en algo más profundo, más urgente, como si ese beso fuera una declaración muda de lo que sentían, un suspiro compartido entre los dos.
Leopold, al principio sorprendido por la intensidad de su gesto, no tardó en corresponder con la misma pasión. Sus manos, que habían quedado suspendidas entre el libro y el aire, encontraron su lugar en su espalda, acercándola aún más. El abrazo fue fuerte, como si quisiera asegurarla en su presencia, como si quisiera que el mundo que los rodeaba se desvaneciera y dejara solo a los dos, atrapados en la burbuja de su amor prohibido.
La suavidad de su piel, el delicado perfume que la rodeaba, todo parecía fundirse en esa sensación de intimidad que compartían. Y mientras sus corazones latían al unísono, ella sabía, de alguna manera, que este beso no solo era un consuelo, sino una promesa: que, aunque el mundo fuera en su contra, ese momento sería solo suyo, y que, por un instante, nada más importaría.
Ambos sabían lo que el futuro les deparaba, pero en ese segundo, nada podría separarlos.
El suave murmullo de la librería, tan acogedora y tranquila, se rompió bruscamente cuando unas voces comenzaron a filtrarse desde el pasillo cercano. Ambos se separaron al instante, sus corazones aún acelerados por la intensidad del beso, y se miraron con pánico, conscientes de que no podían ser descubiertos.
El sonido de pasos acercándose les hizo reaccionar rápidamente. Ella dio un paso atrás, apresurada, tratando de disimular su respiración agitada mientras sus dedos se despejaban de su cuello. Él se quedó paralizado por un momento, observando cómo ella comenzaba a alejarse. No había tiempo para nada más. Con una mirada fugaz, comprendió que debía dejarla ir, que era lo mejor para ella en ese instante.
Sin embargo, no podía permitir que la situación quedara expuesta. En cuanto ella se adelantó un paso más, Leopold, con la prisa de ocultar lo que estaba ocurriendo, comenzó a hacer una ligera preparación para enfrentar la incomodidad que vendría. Sus conocidos, aquellos que siempre eran una extensión de su tío, ya estaban demasiado cerca como para escapar con facilidad.
"Ah, Leopold, ¿aquí estás?" La voz de un hombre, uno de los viejos amigos de su tío, retumbó en el aire, y Leopold rápidamente dio unos pasos hacia el centro de la librería, de forma que los ocultara de la vista.
“Solo mirando unos libros,” respondió Leopold con una sonrisa tensa, intentando controlar el nerviosismo que amenazaba con delatarlo. “Nada más.”
Mientras tanto, ella, disimulando lo más que podía, comenzó a caminar hacia una de las estanterías más alejadas, como si nada hubiera ocurrido. Su corazón aún latía con fuerza, pero tenía que actuar con calma. No podía ser vista, no podía ser descubierta.
Unos segundos después, las voces comenzaron a hacerse más claras, y ella escuchó el nombre de Leopold mencionado entre las risas de los conocidos. “Debe de estar revisando sus lecturas. Un hombre tan serio como él nunca se pierde una oportunidad de mejorar su biblioteca," comentó uno de los hombres con una risa jovial.
Ella, con una pizca de dolor en el pecho, se forzó a sonreír, dándose la vuelta hacia las estanterías. Los ojos de Leopold la siguieron, pero el peso de la situación los mantenía a distancia. Sabía que debía separarse, que cualquier paso en falso podría ser el que los trajera de vuelta a la dura realidad.
Leopold, consciente de la presión que tenía encima, intentó mantener una conversación superficial con los hombres, el rostro sereno, aunque su mente estaba con ella, con sus manos que aún temblaban por el contacto perdido. No era la primera vez que sentía ese vacío al separarse de ella, pero cada vez, el dolor de la separación se volvía más fuerte.
Por fin, después de unos momentos tensos, los hombres comenzaron a moverse hacia otras partes de la librería. Leopold no perdió el tiempo: miró rápidamente hacia el lugar donde ella estaba, apenas un susurro de su figura entre las estanterías. Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero sabía que, por ahora, no podía hacer nada más. El peligro de ser descubiertos había pasado, pero el miedo a lo que vendría era aún más grande.
Con un último vistazo hacia ella, Leopold se giró hacia su grupo, actuando con naturalidad, pero sin dejar de sentir esa desconcertante sensación de que lo que más deseaba no podía ser suyo. Y ella... ella, por su parte, continuaba con su fachada, como si ese momento nunca hubiera existido. Pero en su corazón, la presión de un amor no permitido seguía ardiendo, casi abrasadora, como si cada latido fuera un recordatorio de lo que nunca podrían ser.
Habían pasado unas semanas desde aquel beso, aquella promesa no pronunciada, pero presente en cada pensamiento de ambos. El temor seguía pesando sobre ellos, como una sombra inquebrantable. Pero Leopold sabía que debía hacer algo, que algo debía cambiar si quería que su amor pudiera prosperar. Estaba decidido a revelarle su plan, pero no de cualquier manera. Quería sorprenderla, mostrarle que estaba dispuesto a todo, aunque esa noche lo llevaría a un lugar que sabía que no podía entender, pero que era parte del sacrificio que ambos debían hacer.
Esa noche, el aire fresco acariciaba su rostro mientras se acercaba a un local algo apartado en una zona más oscura de la ciudad. Sabía lo que pasaba ahí, lo había escuchado antes, pero jamás imaginó que sería él quien estaría entre el público, observando a la mujer que le robó el alma, envuelta en un entorno tan diferente al que él acostumbraba.
Leopold estaba nervioso. Sabía que lo que ella hacía no era bien visto, pero comprendía que, para ella, ese era el único medio de subsistencia. No era justo, pero era la única forma que había encontrado de sobrevivir. Y aunque no le gustaba, tenía que aceptarlo, aunque le doliera ver cómo se entregaba a otros mientras él estaba allí, observando, deseando estar a su lado.
Entró al local con la mirada fija en el escenario. Los rostros de los demás hombres en la multitud eran ajenos a él, pero su mente estaba completamente centrada en ella. La vio aparecer en el escenario con la gracia de siempre, su cuerpo deslizándose con una elegancia que lo dejaba sin aliento, pero el corazón de Leopold se apretó. No podía dejar de pensar en lo que representaba para ella estar allí, el precio que tenía que pagar para mantenerse a flote.
Se quedó entre el público, oculto entre las sombras, observándola bailar. Cada movimiento que hacía parecía llenar la habitación de una energía que la hacía destacar, pero Leopold no podía dejar de pensar en lo que realmente importaba: ¿cómo podía sacarla de ese mundo? ¿Cómo podía convencerla de que había una salida?
La miró, absorto, pero su mirada se cruzó con la de ella por un momento. Ella lo vio entre la multitud y sus ojos se encontraron, una chispa de sorpresa y algo más brillando en su mirada. En ese instante, Leopold pudo leerlo todo. Sabía que, a pesar de lo que estaba haciendo, ella sentía lo mismo, pero esa realidad también los mantenía atrapados en ese juego peligroso.
La música continuó, pero Leopold no podía apartar la mirada de ella. El dolor en su pecho aumentaba, y más aún cuando comenzó a pensar en lo que tenía que hacer. En ese mismo instante, en medio del bullicio de la sala, se dio cuenta de que el plan que llevaba en su mente durante semanas tenía que llevarse a cabo esa noche. No podía esperar más. Necesitaba ser valiente, y no solo en su amor, sino también en sus decisiones.
Cuando la danza terminó y las luces de la sala se apagaron momentáneamente, él se acercó a ella en cuanto tuvo oportunidad. La sorpresa en su rostro al verlo allí, entre el público, no se podía ocultar.
“Leopold…” susurró, con una mezcla de asombro y preocupación, pero sin poder disimular la calidez en su voz. “¿Qué haces aquí?”
Él, con su respiración aún acelerada, la miró a los ojos, tratando de encontrar las palabras correctas. Sabía que el momento estaba llegando, que la revelación de su plan cambiaría todo entre ellos. “He estado pensando en nosotros, en cómo podemos tener lo que queremos sin que el mundo nos lo arrebate… He planeado algo, algo grande. Pero quiero que tú también lo quieras.”
Su voz estaba llena de decisión, pero también de ese mismo temor que siempre había marcado su relación. Era un plan lleno de incertidumbres, de sacrificios. “Esta vida que tienes aquí, este trabajo, lo sabes tan bien como yo, no es lo que quieres. No es lo que mereces… Yo quiero darte más. Quiero que salgas de aquí. Quiero que estemos juntos.”
El peso de sus palabras colapsó el aire entre ellos. Ella, aún parada en el escenario, apenas podía creer lo que escuchaba. Sabía que algo estaba cambiando, pero nunca imaginó que él se atrevería a decirle algo así, y mucho menos en un lugar tan público.
Pero había algo en su mirada, en la forma en que él la miraba, que la hizo sentir que, tal vez, todo podría ser posible. Aunque sabía que su vida estaba marcada por un destino distinto, el hecho de que él la estuviera mirando de esa manera le hacía pensar que tal vez, solo tal vez, había una salida.
Leopold, al ver la confusión en su rostro, dio un paso más cerca, determinando que esa noche no habría más miedo. “Te amo. No quiero que vivas así. Permíteme cambiarlo todo para ti, para nosotros.”
El resto del ruido del local parecía desvanecerse mientras ella procesaba sus palabras. La posibilidad de un futuro juntos, aunque imposible, parecía tan real en ese momento que le costaba creerlo. Sin embargo, había algo en sus ojos, una verdad simple y honesta que no podía ignorar.
Ella lo miró, sus ojos llenos de esa mezcla de amor y dolor que solo él lograba provocarle. Sabía que sus palabras eran sinceras, que su deseo de cambiarlo todo por ella no era un simple arrebato, sino una decisión profunda. Pero, aún así, la realidad se interponía como una barrera que ninguno de los dos podía ignorar.
Con suavidad, se acercó más a él y alzó una mano hasta su rostro, sus dedos rozando su mejilla con una ternura infinita. "Leopold," murmuró, su voz cargada de emoción y fragilidad. "No sabes cuánto significas para mí. Te amo... te amo más de lo que he amado a nadie." Su mirada temblaba, pero la sinceridad en sus ojos lo atravesaba. "Y sé que tú también sientes lo mismo. Pero es complicado. Lo que tú eres, lo que representas… y lo que yo soy… no podemos huir de eso."
Él la tomó de la mano, sujeta a su rostro como si temiera que, al soltarla, ella se desvaneciera. "No me importa nada de eso. No me importa lo que piensen los demás, ni las obligaciones, ni las expectativas. Yo quiero una vida contigo," insistió, con la urgencia y la intensidad de alguien que ya no puede contenerse. "Sabes que no necesito nada más."
Ella suspiró, sabiendo que, aunque sus palabras encendían en ella la misma esperanza, ambos sabían la verdad que les ataba. "Y yo quiero una vida contigo," dijo, su voz volviéndose apenas un susurro. "Pero no puedo dejar que dejes todo… que arriesgues tu nombre, tu posición. Por más que te quiera y desee lo mismo que tú, sé que no se puede. Lo sabes, Leopold."
Las palabras cayeron entre ellos, pesadas y definitivas. Ella intentaba sostener una sonrisa mientras le acariciaba el rostro, queriendo que ese gesto calmara su propio dolor tanto como el de él. "No quiero que sufras, ni que un día mires atrás y te arrepientas. Este amor es hermoso, tan puro como fugaz. Debemos protegerlo, no mancharlo con sueños imposibles."
Leopold apretó la mandíbula, la frustración y la tristeza reflejándose en cada línea de su rostro. "Pero, ¿y si esta es nuestra única oportunidad? Si no lo intentamos, nunca sabremos qué podría haber sido. No puedo simplemente aceptarlo, como si fuera solo un sueño… tú eres mi realidad."
Ella cerró los ojos un momento, dejando que las lágrimas se acumularan detrás de sus párpados antes de abrirlos de nuevo. "Lo sé," susurró. "Pero a veces, incluso el amor no basta. Esto es más grande que nosotros."
Leopold sintió cómo el peso de sus palabras lo aplastaba, la tristeza dejando una herida abierta en su pecho. Sabía que ella tenía razón, que ese mundo al que pertenecían los juzgaría sin piedad. Pero no podía concebir una vida sin ella, sin su risa, sin esa complicidad que no había encontrado en nadie más.
Aún sosteniendo su mano, la miró una última vez, con una mezcla de desolación y amor eterno. "Entonces… déjame amarte hasta que el mundo nos lo permita," dijo finalmente, la voz rota. "Déjame robar cada segundo que podamos tener."
Ella asintió, sus lágrimas finalmente cayendo. "Sí, mientras podamos," dijo, envolviendo sus brazos alrededor de él, abrazándolo con la desesperación de alguien que sabe que está perdiendo algo irremplazable.
Ambos se quedaron así, envueltos en un abrazo silencioso, conscientes de que el tiempo estaba en su contra, pero decididos a desafiarlo una última vez, aunque fuera imposible.
Las semanas pasaron en un constante juego de encuentros furtivos y palabras susurradas al oído. Cada noche que podían verse era un tesoro escondido, un momento robado que ambos atesoraban como si fuera el último. La tensión entre ellos se hacía más palpable, un hilo invisible que los unía en cada mirada y en cada toque, consciente de que el final era inevitable, pero sin saber cuándo llegaría.
Una noche de otoño, mientras el frío empezaba a apoderarse de la ciudad, Leopold recibió una carta. Era de su tío, una nota corta, simple, pero con un mensaje claro: debía anunciar su compromiso en la próxima cena familiar, y cualquier retraso ya no era una opción.
Leopold sintió el peso de esas palabras caer sobre él como una sentencia. Su vida entera se había construido en torno a las expectativas de su familia, de su apellido, y sabía que su única rebelión había sido ella, ese amor prohibido que le daba vida y sentido. Con el corazón destrozado, decidió que debía verla, aunque fuera por última vez.
Al anochecer, acudió al lugar donde sabían que podían estar a solas, a salvo de miradas. Al verla, sintió cómo el dolor se mezclaba con una dicha inmensa. Ella estaba ahí, con esa serenidad que lo desconcertaba, mirándolo como si ya supiera lo que iba a decirle.
"Leopold," susurró ella antes de que él pudiera hablar, su voz apenas un hilo de aire, pero llena de ternura. "Ya lo sé."
Él bajó la mirada, incapaz de enfrentarse a la tristeza en sus ojos. "No quería que fuera así. No quería que terminara…" Su voz se quebró, y se acercó a ella, tomando sus manos como si fueran un ancla en medio de una tormenta.
Ella asintió, sus dedos acariciando los de él con delicadeza. "Lo sé. Pero también sabíamos que este momento llegaría." Su voz era suave, resignada, pero había una calidez en sus palabras, como si estuviera dispuesta a consolarlo en vez de romperse.
Él la miró, su pecho llenándose de una desesperación contenida. "Dime que podríamos intentarlo. Dime que…"
Ella negó con la cabeza, una sonrisa triste asomando en sus labios. "No podemos, mi amor. No sin pagar un precio que ambos sabemos que no sería justo. No puedo cargar sabiendo que dejarías todo por mi, no tengo nada, no quiero vivir con esa culpa. Esta es mi vida, y la acepto, no puedes dejarlo."
Él apretó las manos de ella con fuerza, deseando absorber cada segundo que le quedaba. "Te amo," murmuró, su voz rota por la desesperanza. "Te amo como nunca podré amar a nadie."
Ella esbozó una sonrisa llena de ternura y tristeza. "Y yo a ti, Leopold. Siempre serás mi único amor verdadero." Se inclinó hacia él, sus labios rozando los suyos en un beso lento, profundo, lleno de esa melancolía que se mezcla con la pasión.
Después, lo miró a los ojos, sus manos soltándose poco a poco, como si ya se estuviera despidiendo. "Adiós, mi querido amor. Que seas muy feliz, te amo."
Él la observó alejarse, cada paso que daba arrancándole una parte del alma. Era consciente de que, aunque la vida seguiría, algo en él quedaría roto para siempre. Supo, en ese instante, que aunque cumpliría con su destino, ella sería siempre su amor perdido, el recuerdo de una vida que solo pudo existir en sus sueños.
Esa noche, al retirarse en silencio, comprendió que había conocido el amor, el verdadero y eterno, y que lo llevaría en su corazón hasta el último de sus días. Aunque fuera un amor imposible, era el suyo, y eso era suficiente.
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CAP 30 - BAJO LA SUPERFICIE
|| ¿Qué es lo que mis ojos acaban de captar? ¿Una hermosa dama que se ha infiltrado en mi fiesta? Honestamente, no recuerdo haberte visto en mi lista de invitados || Exclama con una voz seductora, su mirada fija en mí.
|| ¡Liam! || respondo emocionada mientras me doy vuelta para mirarlo. Mis ojos se iluminan y mi corazón late con fuerza al verlo. Él me sonríe con picardía y lentamente me lleva a un lugar más reservado, alejándonos de las miradas curiosas.
|| Supongo que no debería sorprenderme verte aquí... || dice mientras una de sus manos descansa sobre la madera y se inclina lentamente hacia mí. Su aroma embriagador me hace cerrar los ojos por un momento. Acerca su boca a mi oído y susurra suavemente || Riley, realmente te ves hermosa y sexy hoy. Eres impresionantemente deslumbrante ||
|| Siempre tan encantado || Sonrío mientras mis manos juegan con los botones de su camisa || ¿Sabías que me muero por verte desde hace tiempo? ||
|| ¿De verdad? || pregunta con una sonrisa traviesa, acercándose más. Siento su aliento cálido en mi cuello, y un escalofrío recorre mi espalda.
|| Sí... || respondo, apenas capaz de ocultar mi emoción. Liam levanta suavemente mi barbilla con su dedo, obligándome a mirarlo a los ojos. La intensidad en su mirada me hace perder el aliento.
|| Pues no eres la única || susurra, sus labios apenas rozando los míos. Sin poder resistirme más, cierro los ojos y permito que nuestros labios se encuentren en un beso lleno de pasión y deseo. Al separarnos, él me sonríe y acaricia mi mejilla con suavidad || Por muy contento que estoy de verte, supongo que no estás aquí solo por mi compañía, ¿verdad? || pregunta Liam con una sonrisa insinuante, sus ojos brillando con curiosidad.
|| Desafortunadamente, no || respondo, lanzando un pequeño suspiro que tenía sostenido. Liam me mira con ojos amorosos y ansiosos || Quería aprovechar este evento para hablar con Sebastián. No quiero que pase más tiempo || Le explico.
|| ¿Sola? Por qué no me avisaste… ¿No deseas que te acompañe? || pregunta con preocupación, mientras coloco mi mano sobre su pecho, sintiendo su corazón acelerarse.
|| Me encantaría, pero probablemente sea más seguro si parece que no sabes nada aún. Al menos por ahora || le respondo, mirándolo fijamente || Pero Drake se ofreció a acompañarme. Dijo que él también necesita algunas respuestas || Y con mis palabras noto una chispa de incomodidad y celos en los ojos de Liam antes de que se recomponga.
|| Drake, ¿eh? || murmura, su tono apenas disimulando la molestia || Bueno, entiendo... Pero luego de que hables con Sebastián, de inmediato tomaré cartas en el asunto || Se inclina más cerca y comienza a susurrar en mi oído, su aliento cálido y sus palabras sutiles hacen que mis mejillas se sonrojen || Dejando ese tema a un lado... Mientras adornas inesperadamente mi presencia en este lugar, tengo una propuesta para ti. Hay un lugar particularmente agradable a lo largo del Sena, un puente con columnas coronadas por estatuas doradas. Lo he estado observando durante los últimos días y, alrededor de la medianoche, está completamente desierto || Se echa hacia atrás y tira suavemente de mi barbilla para que lo mire, sus ojos fijos en los míos con una intensidad electrizante || Por esta noche, me gustaría alejarte de todo esto... de nuestros enemigos y de los complots contra nosotros... y tener una velada juntos en el corazón de París || susurra, sus labios rozando los míos.
|| Liam, sabes cómo tentarme... || respondo, sonriendo coquetamente mientras mis dedos trazan líneas imaginarias en su pecho || No puedo resistirme a una noche así contigo… Aunque, ¿no estarás cansado después de todo esto? ||
|| ¿Cansado? Jamás… Mi tiempo contigo es como el aire para un hombre que se está ahogando. Nada me alejaría de ti || dice con una sonrisa traviesa, acercándose aún más || Entonces, está decidido. Haré que un auto te lleve. Nos veremos ahí a la medianoche. Te prometo que será una noche inolvidable ||
|| ¿Y qué es lo que estaríamos haciendo, exactamente? || pregunto, dejando que mi curiosidad y coqueteo se mezclen en mi voz.
|| Considéralo una… sorpresa. Pero te puedo decir que tendremos a París para nosotros solos mientras el resto de la ciudad duerme ||
|| Vaya… Suena asombroso || respondo, sorprendida y feliz.
|| Lo es, pero más lo es la idea de pasar tiempo contigo. Anhelo tenerte para mí más tarde || dice, acercándose aún más. Nuestros labios se encuentran en un beso lleno de promesas, dejando atrás cualquier rastro de celos y preocupación. Al separarnos, nuestras respiraciones están aceleradas. Liam se aleja un poco, marcando distancia, mientras yo me apoyo en una de las columnas del lugar.
|| Liam, ¿así que aquí es donde te escapaste? || exclama la voz de Charles. Al girar, veo que llega junto con Rashad. Ambos me miran de pies a cabeza || No sabía que las plebey... || comienza Charles en tono burlón, pero al ver la mirada seria de Liam, se detiene bruscamente y cambia de tono || Quiero decir, ¿las damas de la corte están permitidas en tu fiesta? || Y antes de que Liam pueda responder, Rashad intercede de inmediato.
|| Liam, ¿por qué tienes a una mujer tan hermosa en tu despedida de soltero? No sabía que estaba permitido || anuncia Rashad sin quitarme los ojos de encima. Noto que Liam frunce el ceño, claramente molesto por el comentario de Rashad || ¿Acaso tengo el placer de que me hayas venido a buscar? || añade Rashad, con una sonrisa insinuante.
|| ¿Buscarte? ¿Yo? || exclamo, sorprendida y sin saber cómo responder. Liam me mira y sonríe, adelantándose a contestar.
|| Para ser sinceros, Lady Riley parece siempre asomarse en eventos como estos || dice Liam con mucha seguridad, aunque noto un destello de celos en su mirada. Inmediatamente, me sale una gran sonrisa, entendiendo el porqué de su comentario. En efecto, esta sería mi segunda despedida de soltero.
|| Exacto, Liam tiene razón || digo, dándole un codazo y poniendo los ojos en blanco.
|| Entonces, ¿a qué se debe tu hermosa presencia? || pregunta Rashad, aún sin quitarme los ojos de encima, ignorando el evidente disgusto de Liam.
|| A un pequeño error… || respondo rápidamente, tratando de mantener la compostura mientras él y Charles me miran confundidos. || Pensé que era un evento para la corte. No creí que fuera exclusivamente la despedida de soltero de Liam ||
|| Bueno, valió la pena ese error. Así que, si necesitas aprovecharlo, estaré encantado de mostrarte algunos de los rincones más secretos de esta fiesta. Solo di la palabra || Liam se adelanta un poco más, colocando una mano firme sobre mi hombro, sus celos ahora evidentes en la tensión de sus músculos.
|| Rashad, Lady Riley es una dama bastante influyente en mi corte || interviene Liam con voz firme y autoritaria || Te sugiero que muestres más respeto || Su tono es cortante, dejando claro su molestia por sus insinuaciones. Rashad se sorprende y se nota bastante avergonzado.
|| Lo lamento, Liam… Lo siento, Lady Riley || responde Rashad más calmado. Charles aclara su garganta incómodamente para romper la tensión.
|| Por casualidad, ¿Lady Hana no está contigo? || pregunta, mirándome intensamente.
|| No, en estos momentos no || respondo con serenidad, notando su superficialidad y egocentrismo.
|| Qué lástima. Honestamente, me encantaría volver a verla || comenta Charles mientras saca un puro de una caja dorada y lo enciende con precisión. Su expresión es indiferente y engreída.
|| Charles, permíteme ser franca || digo, mirándolo directamente a los ojos || Estoy completamente segura de que no tienes ninguna oportunidad con Hana ||
Charles parpadea, sorprendido, y casi se atora con su cigarrillo. Rápidamente se recompone y me mira con incredulidad.
|| ¿Lo dices en serio? Pero esa no fue la impresión que tuve cuando hablé con ella… Parecía emocionada por conocerme ||
|| ¿Emocionada? Me temo que estás muy equivocado, Charles. Tal vez deberías considerar comprarte unos lentes. Quizás así veas la realidad con más claridad || Respondo con una sonrisa serena. Luego, añado || Hana es una mujer de inteligencia y carácter. Ella no se impresiona fácilmente por hombres que creen que su estatus le da derecho a su atención. Deberías enfocarte en ser alguien digno de respeto y no solo de posición || Charles casi salta de su lugar, pero se controla, exhalando un aro de humo. Liam me observa, tratando de contener su risa. Miro hacia donde está Drake y él me hace señas || Bueno, caballeros, ha sido un placer, pero las bebidas me llaman. Hasta luego || Ignorando las miradas de Charles y Rashad, me acerco a Liam y le doy una sonrisa cálida.
|| Su Majestad, nos vemos luego. Disfruta de tu fiesta || le digo suavemente, colocando mi mano en la espalda de Liam. Noto cómo susurra entre dientes "buena suerte". Le guiño un ojo, disfrutando de mi confianza y de los efectos que tengo en él antes de dirigirme hacia donde está Drake.
Mientras camino hacia Drake, veo cómo Maxwell se apresura al centro de la habitación con su bebida y se aclara la garganta, haciendo tintinear el vaso con una cuchara cercana.
|| Buenas noches, damas y caballeros... Eeeeh… excepto que aquí no hay damas, por supuesto || Exclama mientras sus ojos se agrandan y evita mirarme || No, ninguna en absoluto || Vaya manera de pasar desapercibido. De repente todos los hombres en la sala dirigen su atención hacia él || Me gustaría proponer un brindis por nuestro maravilloso Rey || dice Maxwell. Liam sonríe desde el otro lado de la habitación.
|| Eres muy amable, Maxwell || contesta Liam.
|| Por supuesto, recuerda Aparte de amable, soy deslumbrantemente guapo, por cierto. Este día es tan especial que hasta el personal de limpieza merece una ovación || Continúa Maxwell con una sonrisa traviesa || Sí, ellos han hecho un trabajo increíble asegurándose de que no quedara ni una sola mota de polvo en este lugar. Vamos, un aplauso para ellos || El auditorio estalla en risas y aplausos, completamente cautivado por el ingenio de Maxwell. Mientras tanto, Drake y yo nos movemos en silencio a lo largo de la pared del fondo, aprovechando que todas las miradas están fijas en Maxwell || Y claro, no podemos olvidar al chef que nos ha deleitado con estos manjares. Si no fuera por él, estaríamos comiendo papas fritas y cacahuetes || Casi dejo escapar una carcajada por lo lejos que está yendo. Maxwell sigue hablando, ahora narrando una anécdota divertida sobre cómo casi confundió al jardinero con un invitado de la realeza.
|| ¡Rayos! Sí que sabe cómo llamar la atención, ¿no? || susurro riendo a Drake.
|| Quién como él. Pero bueno, hasta ahora todo va perfecto. Vamos por aquí, Sebastián debe estar en la parte posterior || me susurra Drake mientras nos deslizamos por las sombras, evitando ser vistos || Aprovechemos que nuestro amigo lo está dando todo en su discurso ||
Nos movemos con cuidado, manteniéndonos cerca de las paredes y evitando los grupos de hombres elegantemente vestidos que conversan en pequeños círculos íntimos o se mueven por el lugar. El aroma a perfume de alta gama y el humo de cigarrillos exóticos flotan en el aire, mientras los camareros elegantes navegan entre la multitud, equilibrando bandejas llenas de cócteles y champagne.
Finalmente, alcanzamos una esquina más tranquila y apartada del bullicio principal. Aquí, las luces son más tenues, creando un ambiente íntimo y acogedor. Sofás de terciopelo oscuro y mesas de mármol ofrecen refugio para conversaciones privadas o momentos de descanso entre bailes y brindis.
De repente, una mano firme toma mi brazo, haciéndome saltar del susto. No es Drake, sino Sebastián, cuyos ojos furiosos nos llevan a un rincón oscuro, alejados de las miradas curiosas. La música y las risas de la fiesta parecen disminuir en este pequeño oasis de privacidad, mientras Sebastián nos mira con atención antes de dirigir su mirada directamente hacia Drake.
|| Drake, estoy seguro de que estás disfrutando de la fiesta. El whisky y los bistecs parecen ser de tu agrado esta noche. Pero no entiendo por qué has traído una brecha de seguridad contigo || dice con seriedad, su mirada luego se posa en mí || Sé que ustedes dos se llevan bastante bien y son muy cercanos, pero temo que Lady Riley debe irse ||
|| No me voy a ir a ningún lado || exclamo, liberando mi brazo de su agarre con un movimiento brusco, la furia ardiendo en mis ojos || Tengo que hablar contigo, Sebastián || Mi arrebato lo toma por sorpresa, pero rápidamente recupera la compostura, su rostro se endurece.
|| Me temo que deberá irse, Lady Riley, o yo mismo la acompañaré afuera. Hablar no es una opción || dice, apretando mi brazo con más fuerza. Pero Drake interviene de inmediato, sujetando el brazo de Sebastián con firmeza y obligándolo a soltarme, mientras me coloca detrás de él, su ceño fruncido con determinación.
|| Lo que ella quiso decir es que QUEREMOS hablar contigo || exclama Drake con una rabia contenida. Sebastián se acerca, su tono de voz ahora un rugido.
|| Drake, si es necesario… Te acompañaré afuera a ti tamb--- || Amenaza, pero antes de que pueda terminar, me muevo entre ellos, mis ojos suplicantes buscando los suyos.
|| Sebastián, escúchame || le digo con desesperación || Solo necesito hablar contigo. No vine a causar problemas, pero hay algo que debo saber || Sebastián, aún enfurecido por nuestra presencia en la fiesta, intenta mantener la compostura. Su mirada se endurece mientras nos observa a ambos.
|| ¿De qué está hablando, Lady Riley? Esta es una fiesta privada. Ya ha causado suficiente revuelo al estar aquí. No tiene nada que buscar en esta fiesta || dice con frialdad. La tensión en el aire es palpable, cada segundo que pasa intensifica el enfrentamiento. Drake y yo intercambiamos una mirada, sabiendo que estamos en el filo de la navaja.
|| Sebastián, por favor || insiste Drake, tratando de calmar la situación || Esto es importante. Necesitamos respuestas, y sé que tú las tienes ||
|| ¿Respuestas? No sé de qué hablas, Drake, pero este no es el lugar ni el momento || Sebastián escupe la palabra con desprecio.
|| Sebastián, no tenemos que hacer esto aquí, pero no me iré sin hablar contigo || mi voz es firme, inquebrantable || Sé que fuiste tú ||
|| Sí, soy yo… Pero soy quien los va a sacar de la fiesta en este momento. Ahora, vengan conmigo || Sebastián se mueve para agarrarme una vez más, pero Drake intercepta su mano, bloqueándola y colocándose frente a mí. Claramente aprieta los dientes, luchando por mantener la calma.
|| No te hagas el desentendido. Sabemos que fuiste tú quien ayudó a tenderle una trampa a Riley... Así que no sirve de nada negarlo. Penélope le contó todo a ella sobre cómo la convenciste para sabotearla. Apuesto a que tú también estás detrás de lo de Olivia para que dejara la corte. Aunque sigo preguntándome por qué. ¿Por qué les harías eso a ellas? ¿A Liam? No tiene ningún sentido para mí || exclama Drake, lleno de rabia.
|| Drake... || Sebastián abre los ojos, notablemente nervioso. Mira alrededor de la habitación antes de encontrar la mirada de Drake de nuevo y comenzar a negar con la cabeza || No puedo hablar de esto ahora… Entiende que soy simplemente un sirviente de la corona ||
|| Sebastián, ¿por qué lo hiciste? ¿Qué fue lo que te hice yo? || exclamo frustrada. Sebastián me mira con un poco de vergüenza, pero Drake no le da tiempo para responder.
|| Sebastián, dinos quién tuvo su mano en esto. Quiero saber quién… Dímelo ||
|| Drake, no hagamos esto en este momento, por favor || Sebastián levanta las manos para calmarlo, mirando entre la oscuridad en la que estamos y la fiesta que se desarrolla afuera.
|| Sé que eres un buen hombre, Sebastián... Pero lo que hiciste, lo que casi ayudaste a Tariq a hacerle a Brown esa noche, es una locura. ¡Y lo sabes! Sé que tenías que estar trabajando para alguien. Sé que no harías... || exclama Drake, pero inmediatamente Sebastián golpea su puño en la pared al lado de Drake, casi raspándolo.
|| ¡MALDITA SEA, DRAKE! ¡DIJE QUE NO PUEDO HABLAR DE ESTO EN ESTOS MOMENTOS! || dice con los dientes apretados.
|| Sebastián, por favor... || finalmente logro hablar, intentando ocultar mi temblor mientras miro al suelo. Siento sus miradas sobre mí, pero trato de contener las lágrimas y el dolor que me abruma || Solo necesito entender. ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué ganaste al traicionar a alguien que confió en ti? || mis palabras salen entrecortadas por la emoción, pero mi voz es firme y determinada. Sebastián toma gentilmente mi brazo, esta vez de manera cariñosa.
|| Lo siento mucho, Lady Riley. De verdad, y para ser honesto, no fue nada personal… Es lo único que puedo decirle. Pero ahora, es tiempo de que se vayan || dice Sebastián mirándome con recelo. Drake toma el brazo de Sebastián fuertemente y, furioso, lo aleja de mí.
|| Retira tus manos de ella en este momento || exclama Drake mientras coloca su mano en mi brazo suavemente || Nos iremos… ¡Pero no puedo creerlo, Sebastián! ¡Siempre te jactabas hablándome sobre la lealtad y luego, a escondidas, le haces esto no solo a Brown, quien fue inocente en todo esto, sino a Liam! Qué lástima que no seas el hombre que pensé que eras. Mi papá estaría decepcionado de ti ||
|| Drake... lo siento. No quise... || Sebastián se mueve hacia Drake de nuevo, con una mirada muy triste || Como dije, esto no fue personal, lo juro ||
|| Honestamente, se siente muy personal desde donde estoy parado || le reclama Drake. La ira de Drake parece irradiar en el pequeño espacio, pero todo lo que siento ahora es pura tristeza, un peso abrumador en mi corazón. Todo esto no sirvió para nada || Vámonos, Brown. No vale la pena permanecer aquí ||
Pero antes de que podamos alejarnos de Sebastián, escucho una voz indignada detrás de mí.
|| ¡Por Dios santo! Me ausento durante diez minutos y regreso al caos absoluto. ¿Qué está ocurriendo aquí? || exclama Bertrand. Al encontrarse con mi mirada, su expresión cambia de indignación a sorpresa || ¿Riley? ¿Qué te pasó? ¿Qué haces aquí? || pregunta, asombrado y preocupado.
De repente, siento cómo la respiración de Drake cambia y comienza a volverse más rápida y pesada. En un parpadeo, sus ojos se fijan en Bertrand con una intensidad que nunca antes había visto. Sin decir una palabra, Drake avanza lentamente hacia Bertrand, sus manos cerrándose en puños y su mirada encendida de furia.
|| ¡TÚ! || exclama Drake, su voz vibrando de rabia contenida. Cada paso que da hacia Bertrand está cargado de una amenaza palpable, sus músculos tensos como un resorte a punto de estallar.
Bertrand retrocede un paso, sorprendido por la reacción violenta de Drake. La tensión en el aire es casi insoportable, como una tormenta a punto de desatarse. El silencio que sigue es ensordecedor, mientras todos los presentes contienen la respiración, esperando lo que está por venir.
@tessa-liam, @kingliam2019, @choicesficwriterscreations
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Les ruego una disculpa por el retraso, tuve varios inconvenientes y además una amiga me pidió que cambiara el rumbo del fic, en lo personal quería hacer una historia más inclinada hacia la aventura y las batallas, pero creo que la idea de Lyra no está tan mal. En fin espero que les guste y en especial a mi estimado seatrisa, espero de todo corazón que te guste este cambio. Aprovecharé también para aclarar algo, este fanfic ira subiendo de tono, me refiero a que tendrá una trama un poco mas cruda y explícita, aun así, procuraré no excederme ni ser demasiado explícita. Después de esto no queda mas que presentarles el siguiente capítulo.
Capitulo 4
Tras el largo camino de ida al castillo, Legend permaneció en silencio, incomodo con el atuendo que llevaba puesto, un traje elegante color lavanda, pomposo e innecesariamente incomodo.
La princesa Zelda de la época del capitán, también apodada Artemis, envió tres carruajes con caballos para recogerlos y llevarlos hasta donde sería el baile de otoño.
Cuando por fin se detuvieron, el castillo estaba lleno de personas, enormes mesas repartidas por el gran salón ofrecían comida extravagante, bocadillos, cerveza y licores exóticos traídos desde los diferentes puntos del continente y más allá.
Los músicos tocaban canciones sobre las hazañas del capitán en la guerra y alguno que otro chisme de los Zora para amenizar la velada, pues pronto la princesa aparecería para abrir el banquete y después bailar con su amado Link en la enorme pista,
Las luces tenues y los perfumes golpearon a Legend con mucha más fuerza que ese pequeño pingüino boxeador de Holodrum .
El grupo se pegó más los unos a los otros, se sentían observados, mujeres y hombres nobles los miraban con lujuria o desprecio y reían al toparse con sus miradas azules, verdes y violetas, "la cadena "como les apodo Wind, estaban nerviosos, excepto Wars, quien parecía estar en su elemento, vestido con un traje azul con bordados color plata, botas negras y una capa de terciopelo fino. Wars se internó en la fiesta, saludando con gracia a las personas que se le acercaban, hablando con ellos y comportándose a la altura del evento.
No lograron ni llegar hasta la mitad del salón, cuando una multitud los rodeó, pero en lugar de seres malditos, eran personas que buscaban charlar, conocerlos y quizás tener algo más.
Como era de esperarse, uno de los platillos predilectos de hombres y mujeres, fue Legend, no tardó ni cinco minutos cuando un grupo de mujeres lo abordaron, separándolo de sus hermanos, quienes igual que el, fueron alejándose unos de otros.
Camino un poco, pero de nuevo le cortaron el paso, esta vez fueron varios hombres, uno de ellos le ofreció una copa que también rechazó. Cumplidos, piropos, incluso flores eran ofrecidas ante los pies del veterano, pero el solo quería salir de ahí y rápido.
Luego de evadir a unas hijas de un coronel, se acercó a Hyrule, quien ya estaba rodeado de hombres y mujeres, varias manos traviesas le tomaban por el cuello de la túnica, bajando despacio hasta su pecho y su cinturón, las damas le pedían que les contara sobre las batallas que un joven de tal belleza pudo haber librado, el pobre chico estaba abrumado, no sabía qué contestar, pero por suerte, su héroe llegó para salvarlo y juntos, se escabulleron a un balcón, donde no había nadie.
Legend: maldito capitán, ya nos la pagará
Hyrule: no sabía que los bailes reales fueran así, creía que eran más…
Legend: todos son iguales, la misma mierda elitista en todos lados
Legend se sentó junto a él, en serio estaba asqueado y molesto. Paso una mano tensa por su frente, estaba mareado, otra vez le costaba respirar, pero por fortuna, no estaba solo.
??: Link! ¡Que alegría verte! Un chico vestido con una túnica purpura con bordes de oro, pantalones oscuros y una media capa negra, salió disparado para abrazar a Legend
Legend: ¿pero que mierda? Ravio? ¿Qué estás haciendo aquí?
Ravio: vine en misión diplomática, la princesa Hilda y yo venimos para mejorar las relaciones con otros reinos. ¡Pero… mírate nada más! ¡Que guapo te ves! ¡Incluso te cortaste el cabello! ¡Al fin dejaste que alguien que no fuera yo lo hiciera, te ves muy bien y tu hermano! Hola Hyrule!-el chico se lanzó a los brazos del otro.
Hyrule atrapado en el incomodó abrazo contesto: también me da gusto verte Ravio
Ravio: bueno porque no vamos adentro, los tragos están buenos, también hay alguien que quiere verte link- refiriéndose a Legend.
Legend aun aturdido, le contestó al mercader: lo siento Ravio, no tengo ánimos para hablar con nadie.
Ravio: ¡oh vamos! No te pongas difícil, además, tengo mucho que contarte
Legend molesto le respondió: escucha no tengo intensiones de estar en esa fiesta, si quieren entrar háganlo yo los espero aquí.
Ravio sabía que cuando Link se comportaba así, era imposible convencerlo, prefirió darle espacio y evitar una reacción peor: está bien, te veremos después. Vámonos Hyrule, están sirviendo unas bebidas muy buenas. Segundos después de que se fueran, Legend se asomó por el borde del balcón, estaban como a unos 40 metros de altura, ni con la vara de somaria lograría crear un punto seguro para escapar, vencido se dejó caer sobre la banca de mármol, furioso, incomodó y con una migraña épica. Se cruzó de brazos y miro hacia las estrellas…
Cuando de repente, alguien se sentó a su lado.
Legend: Ravio ya te dije que te fueras a la mier…
Fable: Hola Link, veo que sigues siendo el mismo de siempre
Como si le hubieran mordido la espalda, Legend se levantó, mirando sorprendido a su princesa, quien usaba un precioso vestido verde, la cintura era ceñida y el escote dejaba ver solo lo necesario, su largo cabello rubio estaba recogido en una trenza con listones y en la frente llevaba una tiara con una bonita esmeralda.
Legend: ¿qué hace aquí? No… no sabía… yo…
Fable: jeje también me da gusto verte querido, se suponía que era una sorpresa, solo tu compañero Wars, Artemis, Hilda y Ravio sabían que estaría aquí, pero mírate! Que guapo te ves, no recuerdo la última vez que te vi sin la túnica roja.
Legend no podía responder, se sentía avergonzado, feliz, furioso e incómodo al mismo tiempo y es que en serio le daba mucho gusto ver a su princesa otra vez, aunque la situación definitivamente no era la más cómoda para él.
Fable: me gusta tu nuevo peinado, te ves encantador- Fable extendió una mano y la paso por la melena de Legend, acomodándole los preciosos hilos dorados y rosas.
Legend: pero ¿qué haces aquí? ¿Qué?…
Fablé: nada, solo vine a buscar algo que le pertenece a nuestro reino, es… un tesoro muy preciado
Legend: ¿de que estas hablando?
Fable lo miraba extraño, aunque no era la primera vez que tenían conversaciones sobre recuperar artículos de la corona, había algo más, la forma en que ella sostuvo su mano y la cubrió con las suyas, el cómo sus ojos se llenaron de luz cuando se acercó a el… Legend ahora sí que estaba preocupado.
Legend: ¿Majestad, que está pasando?
Fable: me gustaría volver adentro, la fiesta es muy agradable...
Legend: espere no lo entiendo, alteza, por favor- el tono de voz le cambio, la duda lo estaba empezando a carcomer y su princesa simplemente no le dijo nada.
Fable: Link acompáñame, no podemos seguir aquí afuera, está empezando a hacer frío
Y como todo buen héroe, obedeció.
Fable por su parte, tomo del brazo a su guerrero y camino con el hacia el salón, donde fue conducido hacia el centro del lugar.
Legend vio que sus hermanos tenían copas en las manos y empezaban a relajarse, incluso el viejo, quien jamás se imaginó que se vería tan bien con esa ropa.
La fiesta estaba en su apogeo, las personas danzaban alegremente y Fable en ningún momento le soltó, luego Ravio y la princesa Hilda se acercaron, ella saludo a Link como si fuera de la realeza, haciendo una reverencia y refiriéndose a él como usted.
Legend no le prestó atención, solo quería que todo terminara, luego de un rato Artemis apareció sobre el escenario junto a Wars, quienes hicieron señas para que se acercaran, pero Legend se resistió, no subiría y era su respuesta final, Fable podría enojarse con él, pero ya era suficiente.
Hyrule por suerte se acercó a él, poniendo una mano sobre su hombro, tenía las mejillas rosadas y una copa llena de líquido dorado, estaba muy borracho.
Legend: ¿mierda que les pasa? En serio no soporto esto- pensó, mientras su princesa daba un discurso sobre los tiempos difíciles y la colaboración entre Lorule y los dos Hyrules, que traerían paz y prosperidad a la gente, y que al fin podría recuperar lo que una vez su padre y el consejo le arrebataron.
Legend:… de que está hablando?-Legend no estaba bien, seguía mareado y poco le faltaba para vomitar, cuando escucho a Fable decir:
Fable: gracias a mi querida Artemis y la bruja Lana, pudimos encontrarlos…
Legend quiso escuchar, pero no aguantaría mucho, necesitaba liberar su estomago
Fable …a mi hermano, Link Daphne Hyrule, príncipe heredero de la corona de Hyrule y héroe de las leyendas!
Los primeros segundos no escucho nada, el mundo se detuvo y sintió frio, luego como si de nuevo estuviera revolcándose en el mar, como cuando llego a Koholint. Hyrule volteo a verlo con una expresión indescriptible, mezcla de sorpresa, negación y tal vez demasiado alcohol, quito la mano de su hombro y dio un paso hacia atrás, Legend en respuesta se alejó de su protegido y vio a Wars sonriendo mientras levantaba un cáliz, las personas a su alrededor aplaudían y le vitoreaban, Wild puso cara como si hubiera matado a un cachorro y Twilight parecía estar ahogándose con su bebida, Time estaba pálido y el trago que tenía en la mano se estaba derramando, Wind estaba en el piso inconsciente y quien sabe en donde estaba el resto.
Ravio se le acercó para empujarlo hasta donde su hermana lo esperaba con los brazos abiertos.
Subió al escenario como pudo, pues ese traje no lo dejaba ni respirar y solo abrazo a Fable tan fuerte como pudo, estaba en shock, su cerebro no alcanzo a codificar lo que había escuchado, luego contra su voluntad, se separó de ella y una sirvienta le dio un cáliz de oro con alguna clase de licor, miro con terror al público y busco a Ravio con la mirada, pero no lo veía, las manos le temblaban, el corazón le latía extremadamente rápido y tras unos cuantos brindis, un chispazo en su cabeza lo hizo bajarse del escenario para buscar la salida, ni siquiera se detuvo cuando su nueva hermana le llamo, anduvo trotando por los pasillos, hasta que al fin llego a un jardín, ahí encontró un sendero hacia la ciudadela.
Camino sin detenerse, estaba fuera de control, su magia soltaba chispas y un fuerte aroma a azufre, pero no se detuvo, aunque ya estaba empezando a verse los primeros destellos de luz en el cielo nocturno, se perdió entre los bosques, sin detenerse, camino por horas, desde el alba hasta el ocaso y de nuevo, otra vez más, hasta que, para su suerte, encontró un portal, que lo llevaría lo suficientemente lejos de ahí.
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endulzamiento carmesí, silueta la brisa del mar que viví
danza contemporánea, brillo esmeralda, la cabaña de pena que su príncipe hizo revivir,
gusto a rosa, la maceta y la farola de lapsus, un testimonio de alcoba, la vida pasearse, ese culo pasearse en su troba
rompe la ola, corre su sangre, reliquia carbura, diseño altruista, arquitectura simbólica
mil noches en turno, supo trabajar sus lagrimas, el taxista de velada instancia dejo huellas en esa cintura
felina de pasada, una alfombra que deslumbra su gala, mira atrás su cordura indaga, no more, se seca; caen pestañas
lleva una daga por si un día un intruso la asalta, no descarta la idea, morir es una posibilidad si quiera grata
me lleva en su coche un desconocido, la luna es testigo, cobalto sus uñas se pliegan, un arma de fina dama, cromo en su mochila
dispara mami, las velas se apagan, esa agua con pétalos y sales para reestructurar el alma, la reventó, se la llevo como en la dana
tómate toda ese coctel de memoria y fuego; arde en llamas, una lana más cosió, la manta con sus mandalas, un sándalo para elevar, esculpida en cuerpo de Afrodita
tráeme traguito que la maleza me quita, rosquita, cremita, pastelito dulce para entibiar to los dramas
es como un lugar que abandonado estructuras inquietan, un par de linternas, que a mí la miseria no me ahuyenta
yo te hago un fueguito en medio de la senda, te abro puertas, un par de ritos que un portal te sorprenda, maestre del temple esquivando balas en su bicicleta
la aurora; su color, sé la sinergia una frecuencia que puede revelar si procede a ejecutar las palabras secretas
lleva en su bolsillo un protector contra la maldad que en el cielo trazan los jefes del supremo conocimiento, mal ahí, el peregrino supo enseñarme a Dios como defensa,
me curo de a poquito, porque pruebo de cada platito, si la vida en tranvía supone revolver la tripa, escupir en base a la experiencia, no me callo; la gata intrépida
y seré mala, buena, portadora de momento, del presente, de la época, del bendito predico, hare krishna, purifica y aleja los entes, no tengo ojos para ver, pero como glóbulo se defiende, también el cuerpo siente
cómete todo esto cuando el mundo se acabe, cuando el sistema colapse, cuando las redes bloqueen la posibilidad de textearte
diente de león, kalanchoe, rúcula, hierbajos que el monte soprende
la luna se posa para cantarte un par de baladas que acunen su nostalgia, hortencias, santa ritas; un arco donde supere todas las odiseas, caza la presa
caza la presa
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Eclipse solar
Esta historia es sobre las dos chicas más hermosas en todo el sistema: Sol y Luna.
Ambas se conocieron hace muchísimo tiempo, nos remontaremos un poco a ello. Sol, por supuesto, era una chica sumamente hermosa, extrovertida, de piel bronceada y un tanto seductora, una chica totalmente segura de sí misma, pues sabía que sin ella, no podrían existir los follajes más divinos de este mundo.
Por otro lado, Luna era una chica más reservada, un tanto tímida, de tez pálida, aunque no menos hermosa, ella era más modesta, no sabía muy bien las bellezas que traía al mundo, mucho menos era consciente de la propia que ella poseía, al menos no como Sol.
Ambas chicas se coqueteaban cada amanecer y atardecer, pues eran los momentos donde ambas podían coexistir. Con el tiempo, dieron los siguientes pasos, evidentemente, Sol fue la primera en confesar sus sentimientos con una carta de amor representada con la creación de las "Baobab", las "Damas de noche" y los "Dondiegos de noche". Por si no lo saben, son flores que mayormente abren sus pétalos o florecen de noche. Sol quería que Luna se sintiera igual de especial, porque así lo era.
Al ser un tanto infantil y caprichosa, solía tener intentos de sacarle palabras amorosas (o candentes) a Luna, provocando que la pobre sufriera ataques de timidez (también conocidos como "lunas rojas"). Su pregunta más frecuente solía ser:
"Del uno al diez, ¿cuánto me quieres?"
Nuestro lindo satélite difícilmente respondía, porque en primer lugar, diez era un número muy bajo. En segundo, no solía decir las cosas en voz alta, era el tipo de demostrarle aquello a su resplandeciente novia mediante besos y caricias. Sin embargo, Luna quería darle la reciprocidad que Sol merecía, por eso le propuso tener una cita.
Dicha cita dio paso a uno de los eventos más interesantes y hermosos en la historia de los astros: Un eclipse solar.
Luna trabajó arduamente, creando millones y millones de estrellas, cada una con un detalle único, otras formaban figuras divinas que los humanos llaman "constelaciones", al ser una perfeccionista, se encargó de que cada una fuera una pequeña representación de lo que Sol significaba para ella.
La velada estaba siendo espléndida, Luna no dejaba de admirar lo bellísima que estaba su preciosa dama, la miraba con unos ojos de amor tremendo, aunque por dentro se moría de los nervios, intentó mucho que no se le notaran tanto.
Con su típica timidez, abrazó el cuerpo de su amada chica por detrás, dejando algunos besos por el cuello.
"Mi resplandor...", murmuró.
"¿Sí, mi perlita nocturna?" Sol no sabía lo que pasaba y ya tenía una enorme sonrisa plasmada en los labios. Aunque los de la contraria le arrancaron un suave suspiro.
Luna fue subiendo las manos por el cuerpo de Sol, hasta cubrirle los ojos.
"Recuerdas que... sueles preguntarme, que del uno al diez, ¿cuánto te quiero?"
"¿Me lo dirás al fin?"
"Algo así... quiero preguntarte: del uno al diez, ¿cuánto crees que te amo?"
"Hm... no lo sé, pero creo que me merezco un diez, ¿no?"
Dejó un beso en el hombro de Sol y le descubrió los ojos, mostrándole la hermosura de una noche estrellada que se extendía por miles de millones de años luz, por supuesto que ella se conmovió al verse reflejada en cada destello, después de todo, era la estrella más grande y el amor de su vida había plasmado pequeñas partes de ella misma en el cielo donde Luna era la reina. La platinada volvió a rodear el cuerpo de la chica de destellos dorados, diciéndole al oído:
"No. Te mereces un infinito".
#i got inspired by this beautiful piece of art that i found on pinterest#mine#escritos#improv#amor#sol#might edit later#if you know who this art belongs to pls lmk so I can give credits
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Giovanni Battista Lombardi - 1869 - La Dama Velada - Museo Soumaya México
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La Edad de Plata
Jacopo Zucchi (Florencia 1541 - Roma 1590)
Hacia 1575
Óleo sobre tabla
50x39 cm
Inventario 1890 n.1506
El pequeño cuadro, junto con su colgante que representa el Siglo de Oro, procede de la Villa Medici de Roma, casa de Fernando I cuando aún era cardenal. A partir de las fuentes documentales, parece muy probable la hipótesis de que los dos paneles estuvieran destinados a ser utilizados como portadas de retratos.
Alumno de Vasari, Jacopo Zucchi se convirtió en su principal colaborador participando en la decoración del Salone dei Cinquecento y del Studiolo de Francesco I en el Palazzo Vecchio. En 1572 se instaló en Roma, convirtiéndose en el artista favorito de Fernando de Médicis, quien le confió la decoración de su villa en el Pincio.
Las Metamorfosis de Ovidio son la probable fuente iconográfica de este pequeño cuadro: podemos suponer que el pintor, que poseía un profundo conocimiento de la mitografía, tenía conocimiento directo de ella.
Ovidio dice que en la Edad de Plata Júpiter asumió el mando del mundo y dividió el año en cuatro estaciones. Entonces, por primera vez, los hombres necesitaron refugio y cultivar la tierra para tener provisiones para el invierno.
Siguiendo la historia de Ovidio, el cuadro muestra unas chozas rudimentarias al fondo y un granjero arando un campo con un arado; El carro de Apolo vuela en el cielo, rodeado por las horas del día y la noche y las cuatro estaciones. En el centro se encuentra la diosa de la Justicia con espada y balanza, acompañada de un querubín que muestra, escrito sobre un gran cuadro, un pasaje del Génesis (Gen 3,19) "Comerás pan con el sudor de tu frente ". La joven sentada en primer plano a la derecha simboliza el Arte y el Conocimiento, mientras que las herramientas a sus pies, un cincel, una paleta, un compás y un globo terráqueo, aluden a las artes mecánicas. El rastrillo, las espigas y la antorcha encendida que porta el putto que está a su lado son atributos de Ceres, diosa del trabajo en el campo. La figura vestida de blanco del lado opuesto, que contempla con adoración el corazón elevado al cielo, podría ser la personificación de la Caridad, mientras que el grupo compuesto por la joven acompañada de dos querubines juguetones, el anciano barbudo y la dama velada representan las cuatro edades del hombre. La alegoría del cuadro debería, por tanto, ilustrar el advenimiento de la Justicia divina para presidir el paso del tiempo y las actividades del hombre.
Desde el punto de vista estilístico, el pequeño cuadro puede remitir a la producción del artista de mediados de los años setenta: personajes que se concentran en los laterales de la escena dejando libre el centro, figuras sentadas en primer plano que guían la mirada del espectador hacia la lectura. la composición, contrapicado y construcción espacial diagonal para aumentar la sensación de profundidad.
Información de la web de la Gallerie degli Uffizi, imagen/es de mi autoría.
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Dona de uma intensidade nem sempre bem quista, Hana não conseguia se lembrar de uma ocasião em que desejasse mais a habilidade de conseguir se isolar emocionalmente de uma situação como naquele momento. Já desconfiava que a noite seria ruim, visto que não possuía qualquer afinidade com nenhum dos convidados – pelo contrário, chegava a pensar que os desprezava na maior parte. Ouvia relatos e nutria algumas memórias distantes de quando ainda pertencia a esse mundo de pompa e extravagâncias, mas estes há muito haviam sido soterrados sob pilhas incontáveis de experiências ruins da mais completa rejeição e hostilidade. Para todos os presentes, era óbvio que Hana não se encaixava de forma alguma em meio ao garbo desnecessário e intenções veladas, e eles sequer faziam questão de esconder tal pensamento. Gostaria de dizer que a noite havia passado como um borrão, mas a verdade era que sentira cada momento arrastado, agudamente ciente dos olhares que a percorriam de cima a baixo vez ou outra como se pudessem vê-la por dentro, como se a própria matéria que compunha o corpo da jovem fosse inferior à dos demais. Seu sangue fervia nas veias, a língua chegava a formigar com o instinto de retrucar, mas estava em desvantagem tremenda e em um nível de exaustão que parecia ir tão profundo quanto seus ossos. Com tamanho desagrado, não era surpresa alguma que não visse a hora de ir para casa, mesmo que o conceito de lar e o sentido a ele associado também já fossem realidades distantes para a jovem. E, para completar, Sebastian ainda havia soltado sua mão durante o jantar. Não era nada, sabia disso, inferno, mas estava cansada de fazer vista grossa para pequenos nadas e suas gigantescas implicações. Nem mesmo o comentário de mal gosto traçado por um dos amigos do marido carregava tanto peso para Hana como aquele insignificante gesto.
O caminho para casa foi marcado pelo mais absoluto silêncio, a jovem tentando abafar seus sentimentos efervescentes. Silêncio. Descalçou os saltos altos na entrada do apartamento (silêncio), retirou os brincos de madrepérola – medíocre frente aos diamantes, esmeraldas e rubis que ostentavam as excelentíssimas damas de um jantar muito além do repertório de Hana. Caminhou até a cozinha (silêncio) em pés descalços, a sensação fria sob as solas um alívio mísero frente a frustração que borbulhava em si. Concentrou-se em organizar as louças do escorredor (silêncio) quando ouviu Sebastian se aproximar, seguido pelo ruído branco de água corrente na pia. Hana agarrou a pedra da bancada até que suas juntas ficassem brancas pela força, mas nem mesmo a distração física foi capaz de barrar o comentário que vinha entalado em sua garganta. “You used to stand up for me. Now you drop my fucking hand at dinner while your friends take their turns humiliating me.” Não esperava que ele a respondesse, acostumada ao tratamento de (silêncio), mas a noção não a calou. Mesmo que não obtivesse resolução alguma, era impossível manter a frustração engavetada. "Why are you friends with those losers, anyway? All they ever do is boast about money they haven't earned, flaunt their fast cars, and show off their pretentious jobs they got through their daddy's connections. Fancy apartments and worthless, mindless, stupid shit. It's pathetic." Todo o desdém e ressentimento que vinha nutrindo desde o início da noite a tomava por completo, irritada até o último fio de cabelo por ter desperdiçado tempo (precioso) em quem nada valia. "Do you actually relish being reminded of the life you'll never have? Is that what this is about? Seeking visual affirmation that you should've married some snobbish, insufferable, shallow daddy’s girl who would've effortlessly pleased your friends and family, who would've given you that picture-perfect white picket fence life that I'll never measure up to?” O tom ficava mais inflamado conforme as palavras se atropelavam no caminho para fora de suas cordas vocais. “Look at me! Say something, goddammit, don��t just stand there! You dropped my fucking hand, Sebastian!”
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*Una hermosa noche en el parque*
Miguel Angel :*mira la luna*(pensamientos💭) cuando tiempo vendrá Anastasia Espero que llegue pronto he preparado una cena romántica ~😁💕🍝
Anastasia :*se acerca a Mikey* hola mi príncipe hermoso llegue a tiempo para nuestra cita 😘💖💕
Miguel Angel :*se voltea y mira a Anastasia* ¡Guau!, princesa te ves muy hermosa con ese vestido 😍💘💞👗✨
Anastasia : jajaja, muchas gracias cariño estuve arreglándome mi cabello y eligiendo el vestido hermoso 🤭💕💗👗💄*abraza la mano de Mikey* ya podemos empezar Con nuestras cita 🥰💝💞
Miguel Angel :*sonrie con picardia* por supuesto preciosa vamos 😊💕*seva con Anastasia* Te llevaré a un lugar que he preparado para nosotros tu y yo 😏💗💘
Anastasia : En serio espero que sea algo muy romántico como un paseo en Canoa para ver las estrellas ☺️💕💗 🛶🌌
Miguel Angel : los abras cuando lleguemos y está escondido en los arbustos ☺️ 💖💞🌿*entra en los arbustos* llegamos y ahora mira que eh preparardo y te gustará 😘💝✨*guiña a Anastasia*
Anastasia :*entra lo arbustos y mira un comedor* Oh cielos, hiciste una cena están hermoso 😃💕💗🍝
Miguel Angel :*abraza a Anastasia por detrás * si he preparado esta cena romántica yo mismo porque soy un caballero que hace una linda velada para su linda dama 😏💘💞🍽️🍝¿Dime te gusta querida? 😉💖✨
@inspiredwriter
Anastasia: My dear, I adore it all!😍🌌🌿🍝💘 *Kisses Mikey on the cheek* Muah~😚💋💝💕You are the best my prince🥰
Michelangelo: *Blushes* Haha, I just wanted to please you😄💗💞 So let me help you sit down, milady😏💖 *Sits Anastasia at the table* Do you want to try my spaghetti?😘🍽🍝
Anastasia: With pleasure, my darling gentlemen🤭🥰🎩 *Eating her spaghetti* Mmm~😚🍝
Michelangelo: *Eating his spaghetti* Mmm~😈🍝
Anastasia: *Kisses Mikey on the lips* Mmm?!😳💋
@swagtreecrown
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La historia de la princesa Hase y su madrastra Terute: Primera parte
El deseo de Toyonari y Murasaki.
Lee la segunda parte aquí.
Lee la tercera parte aquí.
Lee la cuarta parte aquí.
Gracias a la intervención de Kannon, el príncipe Toyonari y la princesa Murasaki concibieron a una hija a la que llamaron Hase, pues en aquella población se encontraba el templo en el que oraron todos los días solicitando el milagro de convertirse en padres.
Durante el embarazo, los futuros padres se encargaron de conseguir a los mejores maestros para su hija. Cuando la niña pudo ponerse en pie y balbucear, comenzó con sus clases de música, poesía y declamación. Con el tiempo, la niña creció y se convirtió en una mujer muy talentosa para el koto y la escritura de poesía, además de ser bondadosa y alegre.
Hase era famosa en todo Japón. Siempre que Toyonari y Murasaki tenían invitados en su palacio, la princesa era la encargada de deleitarlos con sus exquisitas interpretaciones de koto. Así, poco a poco se fue dando a conocer, y las historias sobre ella no tardaron en llegar al palacio imperial.
Una tarde soleada, Murasaki murió. Mientras Toyonari y Hase lloraban desconsolados por la muerte de la amorosa esposa y madre, recibieron una misiva imperial: Hase era invitada a tocar el koto frente a los nobles miembros de la corte del emperador y la emperatriz. Padre e hija depusieron su dolor para prepararse, pues aquel no sería un acontecimiento cualquiera.
Entre ensayo y ensayo, Hase dedicaba su tiempo libre a transcribir sutras, con la esperanza de que su madre Murasaki alcanzara el paraíso de Buda. Por su parte, cansado de la soledad de su lecho, Toyonari se volvió a casar con una mujer de nombre Terute.
Aunque era hermosa, la mujer era superficial y su único deseo era desposarse con un hombre rico como Toyonari. El único defecto que tenía él era ser padre de una educada dama como Hase, que le significaba un obstáculo. Siempre que Terute ambicionaba algo, su hijastra intervenía en favor de preservar la templanza y austeridad de su padre. Además, ella era un recordatorio de que Toyonari ya había tenido una esposa a la que amó en demasía, y ello la hacía sentirse celosa. En un intento por hacer que su esposo olvidara a su antigua mujer, Terute no tardó en quedar embarazada.
Todos los sirvientes del palacio de Toyonari y la propia Hase pensaron que el carácter de Terute se templaría con la llegada de su primogénito, pero no fue así; se volvió aún más celosa y su desdén hacia Hase creció desmedidamente. Siempre estaba pendiente de cualquier oportunidad que le permitiera opacar y molestar a la muchacha; en una de esas, Terute se incluyó en el concierto de koto que se daría en el palacio imperial. Ante el escptisismo de su esposo y su hijastra, la mujer se defendió insistiendo en que podía acompañar la melodía del koto con la flauta. Aunque no sabía tocarla, en el mes que quedaba antes del concierto, se esforzó por superar la maestría de Hase, que había dedicado toda su niñez y juventud en dominar el koto y la declamación.
El día del concierto había llegado. Toda la familia de Toyonari se dirigió al palacio imperial , donde se tenía preparada una magnífica velada para los aristócratas del país. En los jardínes se dispusieron hermosas telas bordadas para que los nobles comieran bocadillos, bebieran sake y jugaran kemari mientras se deleitaban con la música. El emperador y la emperatriz aguardaban expectantes detrás de un biombo decorado con los emblemas del imperio.
Hase y Terute aguardaban nerviosas la señal del maestro de ceremonias: tras el gesto que anunciaba el inicio, Hase acarició suavemente la primera cuerda de su koto. Pronto, Terute se le unió con la flauta. Al cabo de unos minutos, se hizo evidente que la mujer no era buena con el instrumento: constantemente se equivocaba de notas, se quedaba sin aliento e intervenía cuando no debía. Hase se esforzó por guardar la calma y continuó con su interpretación dando lo mejor de sí. Los aristócratas, todos ellos educados en la música, desaprobaron a Terute, pero halagaron a Hase, que demostró tener experiencia y, sobre todo, sensibilidad para tocar piezas clásicas con elegancia y maestría.
Los sonidos incoherentes de la flauta eran tantos que Hase se detuvo unos instantes y cesó la vibración de su cuerda. En ese momento que no se escuchó la melodía, Terute tocó una nota falsa que se notó demasiado. Enfadada y avergonzada, la mujer no tuvo más remedio que pararse y retirarse. El concierto finalmente terminó con un estruendo de aplaudos y halagos para Hase.
Terute estaba furiosa, pues consideró que Hase lo había hecho a propósito para humillarla; no se daba cuenta que en realidad toda la culpa era suya, por entrometerse en el concierto sin saber tocar apropiadamente un instrumento musical. Decidida, planeó vengarse de su hijastra y deshacerse de ella de una vez por todas.
Continuará...
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"Buenas tardes, distinguidas damas y caballeros. Confío en que disfruten de una placentera velada. Es para mí un honor comunicarles que hemos coronado al triunfador de la contienda"
"En la jornada de hoy, nos ha sido otorgado el privilegio de presenciar magníficas destrezas entre cada recién llegado; no obstante, únicamente uno de ellos podrá alzarse con el codiciado premio. Dicho caballero, vencedor de la competición de este abril de 1888, es... ¡El señor Matheo Leighton! Le invitamos a que suba para recibir su bien merecido premio"
"Expreso mi sincero agradecimiento a todos ustedes por el honor de obtener el primer puesto. Sin embargo, deseo fervientemente que sea mi esposa, la distinguida señora Leighton, quien ascienda a este estrado y acepte conmigo este premio, ya que su posesión no me pertenece más a mí que a ella"
"Te quiero, mi dulce Evangeline. Por fin podremos ser una familia completa, en un hogar mucho más grande para que todos nuestros hijos corran y jueguen... No habría logrado esto sin ti, querida. Nunca" susurró en su oído, mientras los presentes, competidores y observadores, aplaudían.
"¡Te quiero, mi único amor!"
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Decir adiós a Fundación Origen, 1a parte
Creí haber superado mi patología, pero lo que sucedió ayer miércoles 24 de enero de este año que comienza, me sacó de mi error. Se manifestó uno de los síntomas más problemáticos y dolorosos de mi personalidad, una sensibilidad mayor a la de muchas personas. Respecto a esto último, he llegado a pensar que si bien, ser muy sensible implica mucho sufrimiento, también conlleva mayor capacidad para sentir empatía y solidaridad por otro ser humano, o por otros seres vivos.
Si ese es el precio que tengo que pagar, estoy dispuesto a ello.
Fundación Origen
Hace menos de un año, el último domingo de febrero de 2023, intenté hacer uso de un recurso de orientación emocional vía telefónica. Marqué el número y me respondió un individuo del género masculino (algo problemático en tantos individuos en la actualidad, pues la naturaleza parece haber fallado, convirtiéndolos en seres amorfos, asexuados / afeminados) que me agredió de una forma velada y por demás cobarde diciendo en este turno no hay psicólogas.
Volví a marcar y conseguí ser atendido. La dama que me prestó el servicio no pareció sorprendida cuando le informé de lo que me había dicho su compañerito y me ofreció comunicarme con la supervisora en turno. Al terminar la llamada, pedí a la psicóloga que me atendió (que hizo muy bien su trabajo, lo cual agradezco en todo lo que vale) que me comunicara con su supervisora, así lo hizo.
Para mi sorpresa, tomó la llamada la psicóloga Celia, a la que yo tenía en muy alta estima. Una semana más tarde, el primer domingo de marzo de 2023, intenté usar este servicio y me respondió el mismo individuo, u otro muy parecido, e hizo exactamente lo mismo que la semana anterior, me negó el servicio diciendo en este turno no hay psicólogas.
Conseguí ser atendido y una vez más, pedí se me comunicara con la supervisora en turno para darle la queja. Habría sido agradable volver a coincidir con Celia, pero no sucedió eso. Me contestó una mujer (no tomé nota de su nombre) que manejó el asunto de una manera absolutamente incorrecta. Deformó lo que yo decía con toda intención, mostrando malicia, buscando provocar frustración y enojo en su interlocutor para después argumentar que le estaba levantando la voz, faltándole al respeto y proceder a informarme que a partir de ese momento se me retiraba el servicio.
Dejé de usar ese recurso, de orientación emocional en Fundación Origen durante muchos meses. A finales de ese año, 2023, en un momento de mucha dificultad, intenté volver a ser atendido y para mi sorpresa, sucedió eso, se me brindó la atención. Un poco más adelante (no puedo precisar la fecha), la psicóloga Celia me informó que no es posible retirar el servicio a un usuario.
Esa psicóloga que hacía labor de supervisión aquel primer domingo de marzo de 2023 se comportó como una mujer inmoral e indecente, algo que se da por todas partes, no pocas mujeres hacen eso en una época en que se ha puesto de moda el tema violencia de género, que todo tipo de personas, asociaciones y partidos políticos toman como bandera de la manera más hipócrita, para engañar y manipular a personas incautas, ingenuas o extremadamente tontas. La mayor parte de las veces, la intención no es ayudar a nadie.
El asunto —lo que hizo esa supervisora— llama la atención porque Fundación Origen es una asociación civil orientada a ayudar a la mujer, y entre su personal hay personas del género femenino que violentan a usuarios; ni hablar de integrantes del género masculino (que más bien parecen aberraciones de la naturaleza, asexuados o afeminados) que hacen eso mismo sin la menor provocación de parte de quien solicita la ayuda y las personas encargadas de atender el problema hacen lo más opuesto a lo que sería su labor.
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Descubriendo el Encanto de los Acompañantes en Medellín
La ciudad de Medellín, enclavada en el corazón de Colombia, es conocida por su belleza natural, su vibrante cultura y su espíritu acogedor. Sin embargo, además de sus atractivos turísticos convencionales, Medellín ofrece un mundo de entretenimiento y compañía que a menudo pasa desapercibido. En este artículo, exploraremos el intrigante mundo de los acompañantes en Medellín y cómo pueden enriquecer tu visita a esta fascinante ciudad.
Acompañantes Medellín: Más Allá del Turismo Convencional
Cuando se piensa en Medellín, es fácil imaginar sus hermosos paisajes montañosos, su deliciosa comida y su gente amigable. Pero, para aquellos que buscan una experiencia más íntima y personalizada, los servicios de acompañantes en Medellín ofrecen una perspectiva única.
Estos profesionales, en su mayoría mujeres hermosas y cultas, se dedican a proporcionar compañía atractiva y agradable para una variedad de ocasiones. Ya sea que estés buscando alguien con quien explorar la ciudad, compartir una cena romántica o simplemente disfrutar de una conversación interesante, los acompañantes en Medellín están ahí para hacer que tu estancia sea inolvidable.
Diversidad de Experiencias
Una de las ventajas de los acompañantes en Medellín es la diversidad de experiencias que ofrecen. Puedes encontrar acompañantes que se especializan en:
Turismo Acompañado: Si deseas descubrir los lugares más hermosos y secretos de Medellín, un acompañante puede ser tu guía personal. Te llevarán a lugares que a menudo no aparecen en las guías turísticas y te ayudarán a conocer la auténtica cultura local.
Cenas Románticas: ¿Buscas una velada romántica en uno de los encantadores restaurantes de Medellín? Los acompañantes pueden ser la compañía perfecta para una cena íntima, proporcionando conversación agradable y una presencia encantadora.
Acompañantes para Eventos: Si estás asistiendo a un evento social o de negocios en Medellín y no quieres ir solo, un acompañante puede ser tu acompañante ideal. Te ayudarán a causar una impresión duradera y a sentirte cómodo en cualquier situación.
Compañía Social: A veces, todo lo que necesitas es una conversación interesante y la compañía de alguien agradable. Los acompañantes en Medellín están disponibles para charlar y compartir momentos especiales contigo.
Profesionalismo y Discreción
Un aspecto fundamental de la industria de los acompañantes en Medellín es el profesionalismo y la discreción. Estos servicios se ofrecen con el más alto nivel de ética y confidencialidad. La privacidad de los clientes y la de las acompañantes son prioridades, y todas las transacciones se manejan de manera segura y confidencial.
Cómo Elegir un Acompañante en Medellín
Al elegir un acompañante en Medellín, es importante considerar tus necesidades y preferencias personales. Comunícate con las agencias de acompañantes de renombre, como [nombre del sitio web], que ofrecen una variedad de opciones y te ayudarán a encontrar la acompañante adecuada para ti. Asegúrate de discutir tus expectativas y deseos con claridad para garantizar que la experiencia sea satisfactoria para ambas partes.
Conclusión
Los acompañantes en Medellín ofrecen una forma única de disfrutar de la ciudad y experimentar la compañía de personas agradables y cultas. Ya sea que estés buscando explorar los encantos de Medellín, disfrutar de una cena romántica o simplemente charlar con alguien interesante, los acompañantes pueden enriquecer tu experiencia en esta hermosa ciudad colombiana.
Recuerda que, al optar por los servicios de acompañantes, es esencial mantener la discreción y el respeto mutuo. Con la elección adecuada, tu estancia en Medellín puede convertirse en una experiencia inolvidable que combina el encanto de la ciudad con la compañía de personas encantadoras.
Para más información:- Damas De Compañía Medellin
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María Lucelly Murillo obtuvo la prueba de jabalina en los Juegos de Colombia
En una de las pruebas centrales de la jornada vespertina, este lunes 20 de noviembre en Armenia, María Lucelly Murillo ganó el lanzamiento de jabalina para damas en el marco de los Juegos Deportivos Nacionales Eje Cafetero, de Colombia. Murillo sobresalió con su marca de 62.41 metros, que le permitió superar a la subcampeona mundial y recordwoman sudamericana Flor Denis Ruiz (61.20) en otro gran duelo. Murillo también había alcanzado la final mundialista en Budapest, en agosto pasado. La medalla de bronce fue para Yicet Jiménez con 52.34. La jornada se había iniciado con las pruebas de 10 mil metros. Iván González confirmó su favoritismo en hombres con 29:42.36, delante de Nicolás herrera (29:48.54) y Rubén Barbosa (29:51.41). Y en damas ganó Lina Pantoja con 34:51.41,2 seguida por Leidy Romero con 34:57.31 y la ex campeona sudamericana Carolina Tabares con 34:59.83. Mayra Alexandra Gaviria se adjudicó el lanzamiento de martillo con 66.32, quedando en segundo peusto Carolian Ulloa con 63.33 y tercera, Yennifer Barahona con 53.62. El plato fuerte de la velada fueron las finales de los 100 metros llanos. En damas ganó la campeona panamericana de largo Natalia Linares quien marcó 11.34, delante de Angélica Gamboa (11.40) y Evelyn Rivera (11.54). Y entre los hombres el vencedor fue Carlos Palacios con 10.12, delante de Yesid Florez (10.22) y Neikder Abello (10.28). Read the full article
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LA SOMBRA
DEL SUELO LEVANTA ALGO. UN FRUTO GRASO.
LE QUITA LA CÁSCARA RESECA, LO RASPA CONTRA SU SACO Y LO MUERDE.
RUMBO A LA CENA DE GALA EN SU CORCEL NEGRO.
UNA IMAGEN LO ACECHA, LA PERCIBE. CERCANA.
CUANDO EL CABALLERO HABLA, ALGO SALE DE SU BOCA. Y DE SUS OJOS. HUMO.
LAS PUPILAS CONSUMIDAS LE BRILLAN CON LUZ SALVAJE.
EL GRAN JINETE SE REPITE A SÍ MISMO:
'HE DE CONSERVAR LA GRACIA. Y LA ELOCUENCIA AL DECIR.'
ENTRE RISAS Y MÚSICA PROFANA TRANSCURRE LA VELADA.
LAS DAMAS DE CLASE LO OBSERVAN A ESCONDIDAS. JAMÁS DEMUESTRAN INTERÉS.
LES GUSTA ESPIARLO, FANTASEAR CON UN ENCUENTRO SECRETO, PECAMINOSO, BAJO.
LAS COPAS GOLPEAN, SE SUCEDEN EN FRENESÍ. EN EL TRANCE DERRITE SU RELOJ.
LIVIANO SE ALEJA PERO AL HACERLO EQUIVOCA SU CAPA.
’A QUIÉN PERTENECE ÉSTE ABRIGO QUE CALZO? TAN A MEDIDA, TAN FAMILIAR.’ SE PREGUNTA.
DE LA ARBOLEDA SURGE UNA FIGURA LÁNGUIDA SOBRE UN ANIMAL.
ESA SOMBRA NUEVAMENTE. LO RODEA.
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León Magno Montiel @leonmagno. Su presencia tenía esplendor, ella encarnaba el perfecto balance entre sensualidad y el más elevado misticismo. Fue una mujer-ángel, su tez blanca reflejaba una luz rosa, su sonrisa era serena, ella sabía reclamar miradas. Sometía a los espectadores y los ponía a derecho de su gracia. Su voz, era la corona de su grandeza, posía una exquisita tesitura de mezzosoprano. Era dama era Gladys Vera, la cantante más reconocida en el ámbito gaitero de todos los tiempos. Gladys nació el 4 de julio de 1949 en el sector La Hoyada, en donde estuvo la sede de la primera hidrológica de la ciudad, hacia el final de la avenida Bella Vista. Fue bautizada con nombres clásicos: Gladys Mercedes, sus apellidos, Vera Mora. La ciudad de Maracaibo aún rememoraba a los aguadores y sus recuas de asnos, llevando las botijuelas a las casas de barro reseco y caña. Como todas las muchachas zulianas, Gladys Mercedes comenzó a participar en las veladas musicales familiares, le gustaba ejecutar el furro, el instrumento insignia de la gaita. A principios del decenio 1960 ingresó al conjunto Santa Canoíta, con el rol de percusionista, quizá poco usual para una fémina. Por esos años, recibió la influencia de grandes cantoras del género, solistas que le marcaron un sendero de calidad: Altagracia Vílchez, Raiza Portillo, Betty Alvarado. En 1966 ingresó al conjunto Santanita, divisa fundada el 26 de julio de 1964, el día de Santa Ana, de allí su nombre. Participó junto a sus hermanos Oswaldo Vera y Miguel Mora. Solía actuar en el centro nocturno Los Alisos y en la Fuente de soda El Naranjal, allí comenzó su estelar trayectoria como solista, sustituyendo a su mentora Raiza Portillo, quien había sonado en todo el país con los temas “La bella del tamunangue”, “Las campanas de San Juan” y “El gavilán”, expresando una gran alegría y un potente carisma. En 1973 Gladys pegó el tema “Yo soy la gaita”, en 1974 logró el primer premio en El Festival de gaitas Virgilio Carruyo, con el tema “Mi orgullo” de Astolfo Romero. Ese fue el aldabonazo para anunciar su carrera llena de éxitos. Así comenzó, su saga de triunfos, le siguieron gaitas de gran calidad, como “Estampas” de la autoría de Astolfo Romero: “Se solía emperifollar la vieja María Dolores cuando con furros y tamboras a su casa llegaban era la abanderada y una gaita le iban a dar”. (Astolfo Romero, 1979). En 1976 grabó la danza “Amor marginal” de la autoría de Víctor Hugo Márquez, donde retrata a la mujer marginada y abusada de las barriadas venezolanas de entonces: “Tenía yo quince años veinticinco vos y con picardía nos decíamos adiós por la puerta del racho pasabas mirón me echabas piropos y me hablabas de ilusión”. (V. H. Márquez, 1976). Ese mismo año grabó uno de sus temas más relevante “La antorcha” de la autoría de Simón García, una sublime protesta contra la antigua planta petroquímica El Tablazo, ubicada en los Puertos de Altagracia, un complejo industrial altamente contaminante. Su obsoleta planta de cloro-soda vertía desechos al lago y emanaba gases malignos que produjeron graves daños a la población zuliana, especialmente a los habitantes del pueblo mirandino El Hornito: “Mira como altiva se levanta al cielo hiriendo tus noches su resplandecer, antorcha que humilla que es escarnio felonía permanente luz incandescente que engaña a la gente con brillo oropel”. (Simón García, 1976). El conjunto Santanita tenía como principal distinción sus coros polifónicos, los arreglos vocales realizados por su hermano Oswaldo Vera, quien tenía formmación coral. Respaldados por una percusión de alto nivel ejecutada por Hugo Bohórquez, Diógenes Madrid, William Caraota Molina, Juan Carlos Viloria, Antonio Espina “El Mandril”. Y la armonía vanguardista a cargo de José Luis Suárez, Edwin “Sopita” Carrasquero y Sundín Galué. Gladys Vera sonaba en las emisoras de occidente, con los temas “Galante y coqueta”, “Por eso g
aita” en 1977 de Humberto Mamaota Rodríguez; “Mi gentilicio”, “Latinoamericano” de Rafael Rodríguez en 1979, “Siempre estaré contigo” y “Anhelo” en 1980. A finales del año 1979 una terrible noticia estremeció a la ciudad; Gladys fue diagnosticada de lupus. En esos días de confusión e incertidumbre, se le realizó un gran homenaje donde participó todo el gremio gaitero, también participaron los comunicadores liderados por Henry José Chirinos. Su gran amigo Ricardo Portillo le compuso el tema “Mis gratos recuerdos” era una mirada retrospectiva a su carrera. Afortunadamente, su patología autoinmune se hizo estacionaria, ella superó ese trance y pudo seguir desarrollando su gran pasión, el canto. Con la gaita “Mi vieja plaza Baralt” compuesta por Jesús Bravo González, participó en el Festival una gaita para el Zulia en 1985, logrando una destacada figuración, el tema quedó como un clásico para la posteridad. “Mi entrega” es otro tema romántico icónico, compuesto por Ricardo Portillo, ella lo grabó en 1991 con Maragaita. Con esa agrupación militó desde 1988 hasta la temporada de 1991, al año siguiente pasó a Cardenales del Éxito. En su primera temporada con esa divisa grabó “Fuente Divina”, una danza con características de salmo, cuya letra es de Jesús Rizo y la música del trovador Jorge Luis Chacín: “Hermoso lago hermosa fuente divina lleno de plenitud y transparencia viste nacer a mi China. Fueron los peces junto a las olas los que llevaron la tabla de nuestra Santa Patrona” (Rizo y Chacín, 1992). En esa década sonó en toda Venezuela con “Corazón y sentimiento”, “Sangre gaitera” en 1995, “Lucero de amistad” acompañada por el coro de la iglesia San Ramón Nonato. El gran animador Jesús Terán Chavín solía presentarla como “La monumental de la gaita”, con mucha emoción, el público la recibía de pie, como tal: “Si tuvimos un Aguirre monumental, ahora tenemos a Gladys, ella es nuestra monumental”. Desde 1999 acompañó a Ricardo Cepeda en el lanzamiento de la agrupación Los Colosales, con ellos participó en el tema “Cántame”. En esa divisa se mantuvo hasta la temporada 2001. En paralelo Gladys Vera grabó como invitada especial con la agrupación Birimbao “Juanita prendé el fogón” junto a Jerry Sánchez. Participó durante una temporada en Los Compadres del Éxito, y el cuatrista Douglas Isea la invitó a participar en su proyecto discográfico El Trabuco Gaitero en “Somos la gaita”. Con la Orquesta Sinfónica de Maracaibo dirigida por Havid Sánchez realizó un gran concierto de gala, que más tarde se grabó. El talentoso saxofonista y director de orquesta Juan Belmonte, escribió para ella “La suite gaitera” que tituló “Gladys Perpetuum”, una oda a su extenso repertorio como solista. Se estrenó en el Teatro Bellas Artes el 4 de noviembre de 1994 con éxito resonante. Es una obra innovadora. Gladys compartió sus días con Fernando Calzadilla, fue su esposo por 32 años, un militar retirado, perteneciente a la Armada Venezolana, pero además, es un hombre prendado de la gaita, esa pasión los unió. En su hogar siempre sonó su música, está lleno de sus recuerdos, de sus preseas y fotografías testimoniales. Él le ayuda a organizar su agenda de visitas a los medios y sus actuaciones, con una gran dedicación. Con Fernando compartió gustos sencillos: su predilección por la gastronomía zuliana, sus paseos por La Vereda del Lago, sus giras musicales, sus amistades. Desde el año 2001 nuestra sempiterna reina de la gaita colaboró con la agrupación Los Chiquinquireños, con ellos ha grabado varios surcos para ofrendar a la Virgen Chiquinquirá, de la que se considera su hija. Logró notoriedad con el tema “Cuando habla mamá” de Víctor Hugo Márquez, grabado junto a Carlos González. Ella las define como gaitas oraciones, cargadas de gran expresividad y talento, con la misión de homenajear a la Virgen de rostro moreno, la que nos identifica desde hace tres siglos. Esa mujer elegante, que lucía hermosos ropajes y se cubría con chales señori
ales, fue la voz femenina referencial de la gaita venezolana: Gladys Mercedes, no sólo tuvo título de reina, tuvo andar y la pose natural de una reina. Como cantó el vate chileno Huidobro en su “Altazor”: “Si tú murieras las estrellas a pesar de su lámpara encendida perderían el camino ¿Qué sería del universo?” Desde su nuevo paisaje, al que partió la tarde del lunes 14 de septiembre 2015, Gladys Vera seguirá ejerciendo su reinado gaitero, para la mayor gloria de nuestra música. Para recibir en tu celular esta y otras informaciones, únete a nuestras redes sociales, síguenos en Instagram, Twitter y Facebook como @DiarioElPepazo El Pepazo
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