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#casas de poniente
dreamfyre01 · 3 months
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Historia de la Casa Dayne - CDHYF
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mexicoantiguo · 2 months
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Imagen de la Piedra del Sol como era exhibida en el Museo Nacional. México D.F. en el año de 1915.
"Inicialmente" fue colocada a un costado de la torre poniente de la catedral Metropolitana el 2 de julio de 1791.
En agosto de 1885 fue trasladada a la Galería de Monolitos del Museo Nacional (Antigua Casa de Moneda) de la calle Moneda.
En 1964 fue trasladada al Museo Nacional de Antropología e Historia.
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rubimoon45 · 2 months
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Una Gira Real bastante corta
Pairing: Benjicot Blackwood x fem!reader
Sinopsis: la gira real de la princesa comienza con rumores sobre su belleza e incapacidad de escoger a un pretendiente de su agrado. En las Tierras de la Tormenta se rumoreaba sobre su delicadeza, en el Valle del Arryn sobre su y ahora en las Tierras de los Ríos se hablaba sobre su austeridad en caso de elegir a un hombre de esa zona.
PARTE I
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La Gira Real inició en las Tierras de la Corona, continuó por las Tierras de la Tormenta y ascendieron al Valle del Arryn directamente en dragón. Buscarle un pretendiente adecuado a la princesa, según comenzaban los rumores, se estaba convirtiendo en una guerra en la que el victorioso sería alabado como un verdadero vencedor por cumplir todas las exigencias de la familia real. Aún sin tener la sangre de la Reina Rhaenyra corriendo directamente por sus venas, comenzaba a comentarse que la sangre del dragón se mantenía fuerte en todas sus líneas. Por supuesto, eso parecía contentar a Daemon Targaryen más que a cualquier otro, que respondía con cada rechazo con un cuervo instándola a continuar con la gira.
En su opinión, las Tierras de la Corona solo eran seguidores fieles a la corona y que aspiraban a relacionarse estrechamente con la familia real a cualquier coste. Estuvieron descartados desde el primer momento, por supuesto, y porque ninguno de los hombres que se presentaron consiguieron llamar su atención como esperaba. Había oído que la gira de la Reina fue corta, acortada por ella misma, antes de su primer matrimonio; no nacido de su gira, cabe mencionar, sino de una alianza para relajar las tensiones entre los Targaryen y los Velaryon. Los siguientes fueron los Baratheon en las Tierras de la Tormenta. Ahí fue recibida con agasajos propios de una dama de alta cuna y princesa, pero ese cuidado no fue compartido. Salió volando en Vermithor tan rápido como pudo, dirección al norte y con guardias Targaryen esperándola.
El Valle del Arryn no se quedaba corto. Lady Jayne la recibió de buena gana, al ser familia de la Reina, y no tuvo reparos en detener cualquier rumor que acechara a la princesa y a sus decisiones cuando ella rechazó al tercero. Había escuchado tantas Casas relacionadas con los Royce que al final de día acabó saturada de tantos cumplidos, promesas falsas y hombres adultos que comentaban haber conocido y competido por la belleza que fue Lady Laena, su madre, antes de comprometerse con Daemon Targaryen. Lady Jayne y los suyos la despidieron recordándole su próximo destino y esperando que de tener un pretendiente ya en mente lo anunciara próximamente a la Reina. Tal vez Lady Jayne fuese consciente de las tensiones que podrían generar esas acciones de la corona a la hora de buscar un pretendiente fuera del seno de los Targaryen, y quisiera ayudarla a mantener la mente clara.
Ciertamente la guerra se había evitado con las alianzas previstas por su tío. Los Hightower no impusieron su poder después de la reafirmación de Lucerys sobre su derecho sobre sucesor de Marcaderiva, perdiendo la fuerza que necesitaban para sus ambiciones. Con la muerte de Viserys I, Rhaenyra lo sucedió con éxito y todas las Casas recordaron su juramento, desligándose de la telaraña que Otto Hightower había tejido todos esos años para alzar a Aegon como rey sobre su media hermana. Por supuesto, no faltaron las amenazas de Daemon para recordar a los más reticentes a quién se enfrentaban ahora recién coronada y sobre quiénes iban a rebelarse; al puro lema de la Casa Targaryen, Sangre y Fuego.
Montó a Vermithor a primera hora de la tarde y salieron tan pronto como el sol asomó de entre las nubes de la cima del palacio de piedra. Volar en dragón era más rápido que seguir una caravana real. Afortunadamente, la organización de la Gira funcionaba perfectamente a cómo fue planeaba. Para cuando llegó a las Tierras de los Ríos a lomos del segundo dragón más grande de Poniente, Naerys Targaryen desmontó en el suelo húmedo y embarrado cercano a los dos ríos que confluían en Aguasdulces. La Casa Tully de Aguasdulces, Naerys se tomó su tiempo para observar el castillo en medio de ambos ríos, y el agua que chapoteaba contra los bordes. Su ancestro y fundador había entregado a los Tully los dominios de la antigua Casa Hoare como recompensa por su fidelidad en la Conquista de Poniente. Como Grandes Señores, se esperaba que fueran ellos los que la acompañasen a recibir a los pretendientes. Dado el temporal que se avecinaba por el este y que los había acompañado, los hombres de los Ríos estarían llegando a la fortaleza de los Tully para presentarse mañana a primera hora ante su princesa.
Como si fuera un presagio, el que parecía ser la cabeza de la casa
-Señor Tully, un placer estar en vuestras tierras.
-Lamento decirle que nuestro señor no ha podido levantarse de la cama para recibirla, princesa, pero me ha mandado a mí a recibirla con todos los honores que trae eso. Soy su hijo, Elmo Tully -dándole una larga reverencia, que se alargó un tiempo de más, los ojos del hombre, que no debía superar la cuarentena, se posaron sobre ella. Por supuesto, que la salud del viejo señor debía ser considerada con precaución a esas alturas-. Sin duda, mi princesa, y me consuela que haya llegado antes de las tormentas. Aquí, en nuestras tierras, conocemos el mal tiempo solo con levantar la cabeza al cielo y ver hacia dónde se mece el viento.
-Fortuna entonces en haber cogido a mi dragón.
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-La princesa Naerys Targaryen, hija de la Reina Rhaenyra -comenzó diciendo. Tuvo ganas de corregirle en lo último, pero era sabido por todos que la Reina la consideraba una hija más junto con sus hermanas, aún sin haber nacido de sus entrañas y útero. En compensación de la niña que abortó al escuchar de la repentina muerte de su padre, a la que habrían llamado Visenya-. Cada representante de su Casa expondrá su candidatura ante ella en orden, pacíficamente. Cualquier atentado contra su seguridad o el honor de cada Casa será severamente castigado.
Naerys se puso cómoda en el antiguo torno de la Casa Hoare, entregado por su ancestro a la Casa Tully. Definitivamente era más cómodo que sentarse en el Trono de Hierro, aunque los pies le quedasen colgando por su tamaño. Los primeros candidatos se presentaron con promesas de compromiso, felicidad y un hogar que darle a su enorme dragón una vez se mudase a sus tierras. La Casa Mallister y la Casa Cox. Una presumía de haberse relacionado en tiempos antes de los Conquistadores con los Targaryen, aunque eso fuera un desconocimiento para ella, y la Casa Cox, vasalla de los Baelish.
Rechazó a los dos, y señaló a los siguientes. Uno era un hombre adulto de la Casa Frey que alardeaba de haber entregado a su padre Daemon su lealtad en caso de haber ocurrido una guerra por la sucesión. Lo rechazó al instante con amabilidad, solo con la mención a la guerra. Una risa resonó en el espacio de piedra cuando el rostro del hombre Frey se frunció al ser cortado en su discurso. Solo la presencia de los guardias Targaryen llegados esa misma mañana consiguió que se retira de la fila junto con los rechazados. El siguiente pretendiente fue presentado por Elmo Tully, como había estado haciendo con cada uno y el mismo tono neutro y serio.
-Aeron Brakcen, de la Casa Brakcen de Soto de Piedra.
Naerys asintió, instándole a pasar. Era un joven de no más años que ella, con los colores bronce de su Casa, supuso, y el estandarte de un semental a dos patas en el pecho. Tenía el pelo por los hombros, de un rubio sucio, y un semblante redondo que aparentaba lucir más adulto.
-Soy Aeron Bracken, mi princesa, hijo de Amos Brakcen y sobrino del actual señor de Soto de Piedra -se presentó. Su voz resonó en la piedra fría del castillo. Fuera, llovía como lo predicho, y casi sentía pena por el dragón que esperaba por ella habiéndose acostumbrado a las cuevas de Rocadragón tras la muerte de su jinete anterior-. Puedo ofreceros tierras, joyas y todo lo que deseéis. Protección frente a las amenazas que acechen vuestro hogar.
Cruzó las piernas, dándole una larga mirada al heredero de la fortaleza a su lado. El rostro de Elmo Tully se mantuvo estoico, pero ese último comentario consiguió hacerle poner los ojos en blanco y que se recostara sobre su asiento, sacándole un suspiro. El silencio que se hizo se notó cuando las cabezas del resto de los pretendientes se volvieron entre ellos. Aeron Bracken se quedó inmóvil como el primero de la fila, sin saber bien qué hacer.
-Todos parecéis convencidos de que mi tío Aegon va a romper la sucesión de nuestra Reina, señores. Aún si se encuentra al otro lado del mar y no desea sentarse en el Trono de Hierro -Naerys se miró las uñas-. A no ser que usted apoye a mi tío Aemond que controla los dominios de los Peldaños de Piedra en nombre de la Corona, en una posible aspiración por ser varón. Supongo que sea eso.
Otra risa. Seguida de varias carcajadas. Pudo ver cómo Aeron Bracken perdía la compostura y sus orejas se ruborizaban a simple vista. Naerys levantó la mirada de su pretendiente. Tres chicos se reunían en la fila, apartándose del resto de pretendientes pero sin duda esperando a su turno con ella. Solo había uno que destacaba por su risa más escandalosa del resto y los ojos clavados en ellos.
-Usted, señor -anunció. Las risas se detuvieron, el silencio se instaló en la sala a excepción de su voz-. No puedo verlo bien desde aquí. Acérquese.
-¿Yo, mi princesa?
Naerys se inclinó para examinarlo. No debía de ser más mayor que ella, tal vez de la misma edad o unos años por encima de ella. Iba vestido de negro y rojo, colores similares a los de la Casa Targaryen, pero con la diferencia de que un broche en forma de cuervo sujetaba la capa que caía por la mitad de su cuerpo. Un rostro, atractivo y joven, con un pelo negro despeinado en una cara blanca.
-Supongo que viene a vender su candidatura a la hija del Príncipe Canalla.
-Por supuesto que vengo a por su mano, pero a diferencia de mi contrario puedo ofreceros a vos y a vuestro dragón vistas a algo más que no sean montañas y praderas secas. Todos conocemos cómo los Bracken hacen cuando nadie mira
Pudo ver cómo los hombres se separaban y echaban para atrás cuando Aeron Bracken se dio la vuelta con la mano en la empuñadura de su espada. El muchacho al que se enfrentaba, sin embargo, no retrocedió, simplemente les dio a todos una sonrisa arrogante y descarada que habría puesto a más de una dama patas arriba.
-Yo no, mi señor -interrumpió-. Me gustaría que me iluminaseis.
-Robando terrenos Blackwood, princesa. Cambias los mojones de las fronteras para que sus rebaños pasten en nuestras tierras y luego las cambian de nuevo para ocultar su fechoría.
-Es una vil acusación, joven Blackwood, y no es ni el momento ni el lugar en el que hacer un juicio -dijo Elmo Tully, agarrando los reposabrazos de su asiento en un intento de no responder a las intenciones del joven.
-Solo respondía a la pregunta de nuestra princesa, lord Tully. Nada más.
Aeron Bracken tensó los hombros, matando con la mirada a las acusaciones que habían hecho sobre su casa. Naerys, entonces, se puso en pie trayendo consigo la mirada de todos. Una vergüenza, es lo que era. Instar a un derramamiento de sangre en medio de la Gira Real de una princesa.
-Esto es una pérdida de tiempo -murmuró, atrayendo la atención de Elmo Tully. El hombre se inclinó hacia delante, hasta quedar de pie con los brazos a los costados-. Continuaremos mañana antes del banquete.
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Naerys miró al viejo árbol que se levantaba amenazante sobre su cabeza. No más grande que Vermithor pero sin duda capaz de derribar hasta al hombre más fuerte.
-Lamento haberlo convocado tan de repente. Quería disculparme por lo sucedido en el salón. Aquí puede exponerme su candidatura sin...amenazas externas.
-Es honor, princesa. Soto de Piedra nunca ha tenido una princesa Targaryen o una dama de tan alta cuna.
-Así tengo comprendido por los maestres -explicó, y señaló al árbol que tenía delante-. A las princesas nos enseñan a bordar y una historia general que a los príncipes se les explica con todo detalle. Todavía dudo cuando miro un mapa y me dicen que señale algún punto con un nombre raro.
Los ojos del muchacho se posaron sobre el árbol, y luego en ella. No dijeron nada, pero vio la extrañeza en ellos por cómo la miraba. Hubiese preferido una risa a como estaba acostumbrada por sus tíos adultos o sus hermanas, que ese semblante casi estoico y carente de emoción.
-En la Fortaleza tenemos un árbol arciano, como recordatorio de que representamos a todas las ramas de Poniente. Tenemos un septo, un altar a los dioses de Valyria y un arciano, que algunos tildarían como una ofensa a la fe verdadera -inició, pasándose la lengua por los labios y con las manos juntas. La tela del vestido se mecía con la brisa que ascendía por las murallas del castillo y acababa en el patio ralentizada-. ¿Qué opina de eso, lord Bracken?
El muchacho Bracken no perdió el tiempo en responderle, con los brazos a su espalda atendiendo a lo que ella decía. Habían acordado verse frente al árbol viejo del patio interior de la fortaleza de los Tully, con, por supuesto y razones de decoro, guardias que los vigilasen.
-Mi hogar se remonta a los tiempos de los Primeros Hombres. Luchamos por establecernos y seguir nuestras convicciones, hasta que la Fe se impuso sobre nosotros y la defendimos fielmente.
-Apoyasteis a los militantes, tengo entendido -repasó sus lecciones de historia con él.
-Sí, mi princesa -asintió. Las hojas oscurecidas por las estaciones se mecieron sobre sus cabezas, algunas siendo arrastradas por el viento y otras sujetándose a las ramas-. Cuando el rey Aenys y Maegor se enfrentaron a la Fe, nosotros defendimos la religión y lo que significaba.
Naerys asintió, comprendiendo bien sus palabras.
-Mi familia no verá bien eso con buenos ojos, dada nuestra facilidad para cabrear a la Ciudadela con lo mínimo que hacemos.
Aeron Bracken sonrió, el pelo meciéndose en su rostro. Naerys hizo lo mismo, poniéndose a su lado, alejándose la corteza dura del tronco y la fuerte corriente que comenzaba a entrar en el patio. Las nubes amenazaban con otra tormenta.
-A raíz de cambiarnos a la fe verdadera, con respeto a sus convicciones, los Blackwood llevan atacándonos y tomando nuestras tierras.
-No deseo escuchar de guerras ni de conflictos ancestrales, solo de lo que cada Casa cree que puede aportar a la Corona con mi mano -respondió con severidad, obligando al joven a contener su lengua. Luego, Naerys lo pensó mejor y le sonrió aunque su corazón tirase hacia el otro bando-. Temo que eso sea debatido por los otros, señor. Vuestra historia, me refiero.
-Solo un tonto debatiría la historia que narran las crónicas de los Ríos.
Las mismas crónicas que llevaban años siendo escritas y reescritas buscando una historia general pero que se enfrentaban a la opinión de los maestres y la historia escrita antes de la Conquista. Naerys se limpió las manos en el corsé del vestido, que empezaban a sudar por el nerviosismo de exponer a la lluvia o de discutir sobre la historia de un continente que nunca gobernaría.
Ya se estaba dando la vuelta, de vuelta a la fortaleza, cuando Aeron Bracken se giró sobre sí mismo con la mano en la empuñadura de su espada y el rostro descompuesto.
-¿Puedo acompañarla hasta su dragón, princesa?
Naerys no necesitó darse la vuelta para responder.
-A no ser que sea un jinete, temo que mi dragón lo queme como almuerzo.
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Al menos la conversación con Aeron Bracken le dio una idea de lo que hacer esa tarde. Volaría sobre Vermithor antes de que estallase la tormenta, de nuevo, y regresaría a la fortaleza Tully cuando bajase de entre las nubes. Había escuchado de su tío Aemond que volar sobre las nubes era más divertido en una tormenta, como vivir una aventura y salir de las formalidades que significaban quedarse en la Fortaleza y atender a cuestiones de nobles. La primera vez, lo consideró un imprudente, pero cuando lo hizo... Fue más divertido de lo que él le explicaba.
En la fortaleza se cambió de ropa a una más adecuada al vuelo, de cuero negro, y salió acompañada de guardianes leales hasta una distancia prudente del dragón al que la guiaban. Vermithor se veía desde lejos, con sus escamas doradas y largos cuernos blancos y amenazantes. A diferencia de Caraxes, tenía el cuello más corto, pero de un grosor más abundante y adecuado a su enorme tamaño. Lo que no se esperaba al llegar era ver, no tan lejos de aquella magnífica bestia, a tres figuras rondándole. Los ojos negros de Vermithor apenas les prestaban atención, como cosas insignificantes que rondaban a su alrededor y no suponían una amenaza para su posición.
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-Si tanta curiosidad tienen por un dragón, señores, solo tendrían que haber preguntado en el salón.
Los tres miraron a sus espaldas sorprendidos y asustados. Naerys terminó de colocarse los guantes de cuero negro, tirando de ellos. Reconoció a los dos primeros como los hijos del heredero de la Casa Tully, a su vez adornados con un broche con el símbolo de su familia respectivamente. El otro fue fácil de reconocer por los colores que llevaba y su ahora reconocida facita.
-¿Va a montar en esa bestia, princesa? -preguntó uno de ellos.
Aunque los reconociera, sus nombres se le atoraban en la cabeza después de una gira con tantos apellidos y regiones. No supo quién era Oscar y quién Kermit, pero simuló que los conocía por quiénes eran como pudo. Clavó un tacón en la tierra empapada, levantando el fango cuando volvió a caminar hacia su dragón, pasando por el lado de ellos sin prestarles más atención de la necesaria.
-¿Vermithor? No es más que un gato grande, amarillo y quejica. Prefiere el clima de Rocadragón.
Como si fuera convocado, la gran cabeza de Vermithor se meció en su dirección. No enseñó los dientes, pero bien podría haberlo hecho con el mar humor que tenía siempre. Sacudió la cabeza, alejando a los pájaros que bailaban a su alrededor entretenidos. La Furia de Bronce, el dragón nacido en la cuna del rey Jaehaerys I, el temible dragón que enfrentaba a Vhagar en tamaño.
-Las tierras de Benji son similares a las de la Corona, señora, podría enseñárselas para su dragón -comentó uno, seguido de unas risas nasales y varios golpes.
-No le haga caso, princesa, solo es un patán -dijo el otro.
Ninguno sonaba como un verdadero señor, pero supuso que la juventud tenía eso. Ella, que solo se relacionaba con su familia, apenas podía disfrutar de esos lazos de amistad con otras personas.
-¿No se proponen ustedes? Podrían tener un huevo de dragón con mi mano. A cambio de ser leales a la Corona.
-Lo somos, princesa -respondió uno, solemne-. Ella es la verdadera Reina y quien la usurpe se enfrentará a las Tierras de los Ríos con todo lo que tenemos. Pero no somos adecuados para su rango.
Por supuesto. Formalidad que sonaba a una promesa que bien podría estar vacía. La Gira le había dado esa enseñanza. Tiró de las cuerdas que colgaban firmes de la montura del dragón, que estiraba para comprobar su tensión y por las que podría ascender hasta la silla sobre su lomo.
-Por supuesto, sino se habrían presentado o aprovechado en la comida con su padre, señores -Vermithor gruñó, un sonido gutural y tan antiguo que calaba los huesos de aquellos que lo escuchasen. Su mandíbula temblaba, a la vez que los dos huesos de su craneo se separaban para enseñar los afilados y peligrosos dientes que abundaban en su boca. A sus espaldas se escucharon los jadeos de sorpresa y miedo. La Furia de Bronce, suspiró-. Gīda, Vermithor.
Estiraba el brazo, que aunque no llegaba hasta su cabeza, acarició las escamas doradas y sucias por el temporal de las Tierras de los Ríos, sintiendo la piel caliente de su interior. Del fuego nacían y del fuego vivían, pero su interior ardía como si su alimento fuera ese elemento y no la media docena de animales de pastoreo que le daban para tenerlo contento. Vermithor dejó de gruñir, pero no de mirar enfadado a los tres muchachos a sus espaldas. Naerys le rio las intenciones, acariciándolo un tiempo de más hasta que los brazos unidos a las alas se movieron para dejarla ascender.
-Pobre del hombre que pida su mano y su dragón no lo acepte, princesa.
-Pobre del hombre que tenga que compartir lecho conmigo si se atreve a retar a mi dragón por mi cariño -respondió ella. Los tres muchachos se tensaron-. Rȳbagon naejot issa -acarició su cuello, rígizo y escamoso, más duro que las piedras de la isla donde se criaban y pasaba el tiempo junto con sus jinetes. Vermithor sacudió una vez más su enorme cabeza, los cuernos con él, y aulló al cielo a la vez que se levantaba en sus patas traseras y usaba los brazos alados para moverse hacia delante, como una serpiente reptando pero más fácil-. Sōvegon.
Naerys se agarró a las riendas, dándole un último tirón a los guantes que la protegerían del tiempo y de las quemaduras de las cuerdas. En cuestión de segundos, Vermithor ya había extendido en su plenitud sus largas alas, estirándolas, y volviendo a flexionarlas esta vez en vertical. Su cuerpo tembló, cuando el peso del dragón se despegó del seguro suelo.
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Cuando Vermithor aterrizó con ella, gruñendo y exclamando quejas sobre el terreno húmedo propiedad de los Tully, Naerys tenía la trenza revuelta y la ropa revuelta pegada al cuerpo. La ropa de montar de los jinetes debía de ser ajustada para evitar accidentes durante las maniobras, pero había jinetes que se las arreglaban como podían, como la Reina Rhaenys y la Reina Visenya durante la Conquista. Desmontó con la facilidad de un gato, ayudándose de las gruesas escamas que descendían hacia el pecho del dragón dorado y de las membranas gruesas de sus alas, de diferentes grosores dependiendo de la zona.
Lo que no se esperó fue que una figura ya conocida en el muelle del río. Al castillo de los Tully solo podía accederse cruzando el río en barca, una que pasaba cada cierto tiempo cuando el tiempo empeoraba para evitar ahogamientos. De haber llegado con mejor tiempo, tal vez la espera no se hiciera tan insoportable como tener que esperar bajo la suave llovizna y humedad asfixiante que le inundaba los pulmones. Al parecer, volar sobre las Tierras de los Ríos no solo era tedioso por la lluvia, sino también por la presión y la humedad de ese lugar. No sabría decir por qué, pero culparía a los maestres de no haberla avisado antes de su Gira Real.
-¿Sus amigos lo han perdido, señor?
-Oscar y Kermit Tully, princesa. Esos bastardos... -se inclinó suavemente, aferrándose a la tirantez del cinturón que sujetaba parte de su capa roja y de sus ropas oscuras. El broche metálico resplandecía entre tanta austeridad-. Regresaron antes que yo a la fortaleza y aquí me tiene, solitario en mis pensamientos esperando al barquero.
-Lamento escuchar su mala suerte.
-No hay nada de lo que disculparse. Solo a esos dos tontos que comparten cabeza y maldades.
Naerys tiró con fuerza de los guantes, dedo por dedo, deshaciéndose de la pesada tela. Primero lo hizo con la mano diestra, y luego con la zurda, en la que tardó más por la tensión del tejido alrededor de su piel.
-Espero que su vuelo haya sido igual de placentero que el de un hombre común a caballo.
-Hay quien dice que son lo mismo, señor -explicó, dejándose caer a su lado. No había más asiento que el banco donde él esperaba sentado. Lo que la sorprendió fue ver que no se apartaba para darle más espacio o por incomodidad de tenerla a ella envuelta en el olor de un dragón, nada grandioso, a su lado-. Esos mismos dicen que en Dorne hay gusanos bajo la arena esperando a comerse a quien amenace al reino o a su pueblo.
-Vaya idiotas -se rio él, encogiéndose de hombros ante el repentino frío que se levantaba. Naerys agarró los guantes antes de que salieran volando.
Las nubes lucían amenazantes a cada rato que pasaba. Los estandartes Tully de la fortaleza se revolvían por el mal tiempo que parecía quererse dejar caer sobre las Tierras de los Ríos.
-Conozco la historia de muchas de las Casas de Poniente. Mi educación se basó en eso -confesó, recogiéndose la falda y sentándose en el banco de piedra que decoraba el patio mientras esperaban a la barca-. Sin embargo, tengo entendido que los Blackwood tienen una historia de lo más curiosa. Oh, por ahí viene.
Se levantó rápida, tomando el brazo que el muchacho le ofrecía para subirse a la barca de madera que con facilidad los llevó río abajo hacia la fortaleza. Benjicot Blackwood se sentó frente a ella con sencillez, recogiéndose el final de la capa para estar más cómodo. El hombre que impulsaba la barca, un hombre anciano pero de brazos fuertes, parecía sumido en sus pensamientos.
-Es uno de los castillos más antiguos en pie, que se remonta a los Primeros Hombres -inició él-. Tenemos un enorme arciano que es el hogar de cientos de cuervos, de ahí el nombre de Árbol de Cuervo. Estamos lo suficientemente cerca de la costa como para que puedas ver la bahía, en caso de que sientas nostalgia -estudió su expresión, a ella, sin saber qué más decir que pudiera no saber a esas alturas. Al menos era listo. Estaba aburrida de caballeros que hablaban de guerra, de la pureza de la sangre de los Targaryen, de la dichosa costa que veían los Blackwood desde su torre más alta.
Todo señor de sus tierras debía aprenderse la historia de su Casa como algo obligatorio, pero supuso que en el caso de la Casa Blackwood la historia tenía más peso si estaba constantemente en tensiones con su vecina. Aún con esas, le sorprendía el hecho de que no se hubiese presentado con los otros pretendientes y solo hubiera encarado la valentía de Aeron Bracken como si fuera un juicio y no una candidatura por la mano de una princesa Targaryen.
-No tuvo tiempo de presentarse cuando los pretendientes hablaban.
-Sin duda mi padre me castigará por ello.
Naerys jugó con los dedos.
-Lord Blackwood luchó por la mano de la Reina hace unos años en su Gira. Mató a otro pretendiente, un Bracken sin duda. Pensaba que años después haría lo mismo.
-Todavía queda tiempo, princesa -respondió. Al estar sentado, se dio cuenta de la daga que colgaba de su cinturón y lo cerca que estaba de su mano en caso de necesitarla-. Antes de que se vaya a las Tierras del Oeste con los leones.
-Un dragón no teme a las ovejas. Menos va a temer a un león bañado en oro.
-Dicen que las Tierras del Oeste están bañadas por costas tan suaves que solo los Greyjoy de las Islas del Hierro son una amenaza para ellos, esos cobardes -en un principio, pensó que iba a añadir algo más solo por el tono brusco y burlesco con el que hablaba de sus vecinos al oeste, pero le sorprendió ver que contenía su lengua-. ¿Hará la gira hacia las islas, princesa?
-No. Al parecer, han llegado a un acuerdo de tregua para ser recibidos como unos pretendientes más en el continente.
-Estaría más cerca del mar -comentó, al parecer haciendo muestra de su amplio conocimiento en la geografía del continente. Claro, porque era un joven más que aspiraba a convertirse el señor de sus tierra como heredero.
Otra vez con el dichoso mar. Solo le dieron ganas de soltar una carcajada y retirarse a sus aposentos antes que volver a hablar del mar, las vistas, el sal... Le daba igual todo eso.
-Echo de menos el mar, sí, pero para eso tengo un dragón con quien vuelo todos los días y me protegería. A veces es mejor que un marido al que...complacer.
Se bajaron de la barca. En compensación por su servicio, Benjicot le dio un par de monedas que el hombre agradeció con un gesto de cabeza. El hombre continuó el trayecto, remando sin dificultad y siguiendo el ritmo acelerado del río. Benjicot y ella quedaron solos, sin alguien que los vigilase.
-Suena como si no quisiera casarse.
-El deber y el disfrute no son lo mismo. Sin duda que una mujer gobierne avanzará Poniente, pero tardarán en vernos como algo más que un útero en el que trabajar.
Su propia madre había muerto para darle a su padre un heredero, un niño que también murió cuando Vhagar calcinó a su madre tras darse cuenta de que moriría en el lecho y sin esperanzas de salvar a uno de ellos. Pero, ¿cuántas mujeres habrían muerto por eso? La propia Aemma Arryn, su madre Laena, la hija de la reina Alyssanne, Daella, ... Todo porque los maestres no pretendían estudiar el cuerpo de una mujer por el decoro y la intimidad y seguir el curso natural de las cosas.
Antes de darse cuenta, estaba girando los anillos en sus dedos con la mirada perdida en lo que fuese. En el barro, en la tierra, en el fuerte caudal que azotaba los bordes erosionados.
-Mi señora madre también murió al darme a luz, y mi padre no ha vuelto a casarse desde eso.
-Dicen que la guerra es el campo de batalla de los hombres y el parto el de las mujeres, lord Blackwood -comentó, en un tono lúgubre que no dejaba a la imaginación los oscuros pensamientos que comenzaban a arremolinarse en su cabeza. El recuerdo de un lecho ensangrentado, los gritos de unas mujeres de tez que había pasado de uno saludable a uno casi funerario y los cuchicheos de las parteras... Todo eso había ocurrido hacía trece años, pero continuaba presente como su propio reflejo-. Los hombres del reino creen que les beneficiaría tener lazos con los Targaryen para reclamar un huevo de dragón y, sin embargo, ninguna lo ha hecho por temor a la furia de los dragones.
-Son magnificas bestias.
Ella sonrió, dándole la razón, tal vez un poco más altiva que de costumbre. El chapoteo del agua mecía el río en un incesante baile, retando a los banquetes en su honor celebrados para pedir su mano. Palabrería, juramentos, rostros encantadores que la perseguirían por una gota de sangre en su descendencia,...
-La madre de la Reina, Lady Aemma Arryn, que los dioses la acojan en su gloria, podría haberlo reclamado como herencia materna. Pero no lo hizo. Se conformó con un matrimonio real y vivir en la Fortaleza Roja -dijo ella. De repente, su rostro se ensombreció, la sonrisa cayendo y vacilante-. Lo cierto es que el desconocimiento hace a las personas tontas y ella al igual que su madre temía a esas bestias. Hasta el mejor de los jinetes dragón teme a algo.
El mejor y el peor. Sus hermanas temían que sus dragones, todavía consideradas crías por muchos, no crecieran más. Su padre temía los desaires de su dragón, que siempre se había mantenido fiel a él y nunca desobedecido una orden dada por su vínculo. A mayor tamaño, los dragones buscaban sus propios objetivos. Vermithor ansiaba regresar a los oscuros pasadizos de Rocadragón. Y un dragón tan anciano y respetado como Vhagar, descansar después de años con jinetes yendo y viniendo.
-Lo lamento -se disculpó, rápida, al ver el rostro serio y vacilante del muchacho que la observaba. Sus labios se había convertido en una fina línea y tenía el rostro pálido-. Mi tía Helaena debe de haberme pegado su incertidumbre para hablar.
Alzó la cabeza al cielo, dejando escapar un sonoro suspiro. Iba a llover, si no lo estaría haciendo ya en otra zona de las Tierras de los Ríos no muy lejanas. Lo que significaba que Vermithor iba a estar toda la noche quejándose solo porque a ella le desgradaba ese tiempo que le alborotaba los rizos y la humedad la asfixiaba.
-Espero verle en el banquete y mañana con los pretendientes que quedan -dijo, limpiándose el sudor en las faldas del vestido. El estómago le pesaba como si fuera a echar todo lo comido esos días-. Este lugar... Se vuelve tedioso, pero mantiene cierto encanto a diferencia del este.
Le dio una última sonrisa a Benjicot Blackwood, también vacilante y demasiado forzada, antes de reunirse con los caballeros leales a los Targaryen y a los Tully por igual que esperaban un movimiento. Aún de espaldas, podía notar el peso de dos pares de ojos clavados en su nuca, en ella, a medida que se alejaba e iba haciendo más pequeña al ojo humano. Lord Elmo Tully esperaba tranquilo en la puerta junto con uno de sus hijos, que miraba al suelo aburrido y moviendo algo entre los dedos. Cuando llegó a ellos, Naerys sonreía más tranquila y con el corazón latiendo desbordado por el nerviosismo. Algo que no había notado ni sentido desde que abandonaron la Fortaleza Roja.
Puede que aprendiese con eso que el deber y el disfrute sí eran lo mismo. Con la persona indicada.
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-Rȳbagon naejot issa, sōvegon = Listen to me , fly.
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excusasbaratas · 1 year
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Siempre ha sido mi sueño tocar el piano, escribir un libro con una máquina de escribir y vivir una vida tranquila y pacífica. Unas cuantas flores en macetas, un gato, un tocadiscos, muchos libros, una pequeña casa en el campo rodeada de bosques inmensos y de esos árboles frutales que alguna vez planté. Y que más allá esté el mar, cuyas olas se puedan escuchar si prestas atención, a pesar del profundo silencio que parece haber. A parte, la música que suena, el rojo del sol poniente para apreciarlo solo o contigo, porque claro, en mis sueños también estás allí conmigo.
Denuczi
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boomgers · 6 months
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El destino del reino se bifurca en bandos… “La Casa Del Dragón · Temporada 2”
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Poniente está al borde de una sangrienta guerra civil con los Consejos Verde y Negro, luchando por el Rey Aegon y la Reina Rhaenyra, respectivamente. Como cada facción cree que el suyo es el asiento legítimo en el Trono de Hierro, todos deben elegir su bando.
Estreno: 16 de junio de 2024 por HBO y en Max.
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Avance: Consejo Verde
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Avance: Consejo Negro
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Basada en la saga ‘Fuego y Sangre’ de George R.R. Martin, la segunda temporada de la serie original de HBO, cuenta con las actuaciones de Emma D'Arcy, Olivia Cooke, Matt Smith, Eve Best, Steve Toussaint, Fabien Frankel, Sonoya Mizuno, Rhys Ifans, Jefferson Hall, Matthew Needham, Abubakar Salim, Gayle Rankin, Simon Russell Beale, Clinton Liberty, Jamie Kenna, Kieran Bew, Tom Bennett, Vincent Regan, Tom Taylor, Freddie Fox, Tom Glynn Carney, Ewan Mitchell, Phia Saban, Bethany Antonia, Phoebe Campbell, Oscar Eskinazi y Harry Collett.
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whitewolfjon · 13 days
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Hijos del príncipe Lucerys Velaryon y Lady Rhaena Targaryen
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Valaena Velaryon era una niña hermosa y brillante. Desde temprana edad fue educada por su padre para ser la heredera Driftmark.
Al ser la primera hija y la heredera de Driftmark sintió demasiada carga en sus hombros y en ocasiones escapaba a dragonstone para jugar con sus primos. Todo lo que deseaba era conseguido por su padre quien le regalaba vestidos, joyas y animales exóticos.
El príncipe Lucerys mandó construir un barco en honor a su hija.
Las personas solían decir que ella era demasiado parecida en carácter a su abuela la reina Rhaenyra Targaryen.
El príncipe Lucerys Velaryon no deseaba que su hija contrajera matrimonio a tan temprana edad por lo que decidió casarla a los dieciocho años con el príncipe Aemon Targaryen.
Valaena murió a los diecisiete años víctima de los piratas. Las personas que lograron sobrevivir cuentan que ella dio pelea hasta su último aliento.
Apariencia:
Cabello: negro
Ojos: lila
Nombre de su barco
La perla
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Alyssa Velaryon era una niña reservada y observadora. En muy pocas ocasiones se le oía hablar, y cuando lo hacía las personas quedaban hipnotizadas por su dulce voz.
Quiénes oían su voz la apodaron "Alyssa la sirena".
Al poseer una belleza natural hombres y mujeres quedaban perdidamente enamorados de Alyssa, pero ella poco estaba interesada en el romance.
Alyssa Velaryon pasaba largas horas en la biblioteca de Driftmark, leía sobre los viajes de su bisabuelo Corlys Velaryon, y en secreto soñaba ser como él.
Alyssa Velaryon tenía dieciséis años cuando se convirtió en la heredera de Driftmark.
Tuvo tres hijos, dos hombres y una niña de nombre Valaena.
Apariencia:
Cabello: Castaño oscuro
Ojos: violeta oscuro
Barco:
La sirena
Dragón: desconocido
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Lianna o Laena Velaryon fue una niña amable y dulce. En todos los banquetes solía deleitar a las personas con su música y sus extensas conversaciones. Los hombres del príncipe Lucerys la amaban pues ella siempre levantaba sus ánimos.
Lianna no sólo amaba la música también amaba el romance y soñadora. Desde joven deseaba tener un matrimonio como el de sus padres.
Hombres de todo el reino se disputaban su mano, pero fue el príncipe Daeron Targaryen quien logró enamorarla.
Aspecto:
Cabello: plateado dorado
Ojos: violeta
Dragón: desconocido
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Corlys Velaryon fue nombrado en honor a su bisabuelo , Corlys Velaryon "la serpiente marina". Fue un hombre encantador y amable. Desde joven deseo convertirse en un capa dorada como su abuelo Daemon Targaryen. A muy temprana edad viajó a desembarco del rey para ser un capa dorada. Aunque su emoción duró muy poco, pues la realidad lo golpeó duramente.
Los hombres que pertenecían a las capas doradas no eran hombres honorables y muy pocas veces cumplían su juramento. El joven Corlys endureció su carácter e hizo que las capas doradas volvieran a su antigua gloria.
Apariencia:
Cabello plateado dorado y ojos lilas
Dragón:
Desconocido
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Laenor Velaryon es descrito como una persona reservada. Amaba los libros y las historias de su casa. Sus padres siempre sabían que se encontraba en la playa, en la biblioteca o pescando, pero cuando no lo encontraban en esos lugares era motivo para alarmarse.
Aunque en su vida tuvo todas las comodidades que deseaba y padres que lo amaban eso no fue suficiente como para cuestionarse su destino lo que lo llevó a viajar por todo Poniente, y eventualmente lejos de su hogar.
(El príncipe Lucerys Velaryon lo nombró en honor a su padre, Ser Laenor Velaryon)
Apariencia:
Cabello castaño oscuro y ojos cafés
Dragón:
Desconocido
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Corwyn Velaryon nació tres años después del fallecimiento de su hermana mayor. Durante toda su niñez fue débil y enfermizo. Lady Rhaena nunca se separaba de su hijo más pequeño, y nunca dormía por temor a que su hijo falleciera mientras dormía.
Corwyn amaba recolectar concha y perlas con las que hacía collares para sus padres y hermanos (Todos usaban sus regalos)
A medida que crecía se volvió más fuerte, y por primera vez fue capaz de explorar el mundo.
En un viaje con su hermano Laenor conoció a quien sería su tío y mentor, Addam Velaryon.
A pesar de haber viajado un sinfín de veces por el mundo decidió quedarse en Driftmark como caballero.
Contrajo matrimonio con la princesa Aerea Targaryen quién sería su única esposa y la madre de sus ocho hijos.
Apariencia:
De cabello castaño oscuro y ojos cafés
Dragón: Desconocido
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Datos:
El príncipe Lucerys siempre estaba nervioso cuando su esposa entraba en parto( caminaba de un lado a otro durante horas y tomaba una enorme cantidad de vino)
Todos los hijos de Lucerys y Rhaena tuvieron hijos (Corlys a pesar de gustar de los hombres deseaba ser padre de al menos un hijo/a)
Aerea Targaryen es hija de Lianna Velaryon (hermana de Corwyn)
Rhaena Targaryen tuvo a su último hijo entre los 35 o 40 años.
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carolinemoon · 1 month
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Viserys: Sabes que descarté esa idea desde el principio, tú y Aegon siempre os habéis llevado mal y hay demasiada diferencia de edad entre los dos, pero el candidato a consorte que tengo en mente, cariño, es perfecto en todos los aspectos- el rey guardó silencio mientras Rhaenyra lo miraba fijamente- Laenor Velaryon será tu consorte, hija mía, es solo tres años mayor que tú, un jinete de dragón y de linaje impecable, hijo de mi prima Rhaenys y Lord Corlys, no hay nadie mejor en todo Poniente para ser tu esposo, además es nieto del príncipe Aemon, nada haría más feliz a mi padre que ver a su nieta y al nieto de su hermano casarse y gobernar juntos estos reinos- dijo el rey con una sonrisa, Rhaenyra tenía los ojos muy abiertos, impactada por la propuesta de su padre, no podía dilucidar si era nerviosismo o que realmente quería creer que era una broma, pero su risa estalló.
Rhaenyra: Espero que todo esto sea una gran broma,padre, porque ni en mil años me casaría con alguien como Laenor ¡¿Qué pretende?! ¿Condenarme a ser una mujer amargada?! - gritó indignada.
Viserys: No entiendo tu reacción, Rhaenyra, y no me gusta el tono que estás usando para dirigirte a tu padre y rey, hasta donde sé, las veces que mi prima ha venido a la corte con sus hijos tras el regreso de Lord Corlys de los Peldaños de Piedra has realizado actividades junto a ellos y tienes una relación cordial con Laena y Laenor, sé perfectamente que los Velaryon esperan este compromiso y honestamente estoy de acuerdo con ellos, sabes que es importante para la corona y la unión entre ambas casas ha tardado demasiado en llevarse a cabo, obviando a Rhaenys y Corlys un matrimonio Targaryen-Velaryon no se celebra desde la boda de Aenys y Alyssa, de esa unión nació el mejor rey que estos reinos han conocido, mi abuelo, la madre del mismísimo Conquistador era una Velaryon, Laenor como tu consorte es un éxito asegurado, Rhaenyra, he hablado del tema con ellos y solo vemos ventajas en este enlace - reconoció lo que solo decepcionó a la princesa al saber perfectamente lo que se escondía tras sus palabras.
Rhaenyra escuchando a Viserys:
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foro-golden-blood · 2 months
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Ambientación General
Golden Blood - Foro de rol ambientado en el Torneo de Harrenhal
Si agudizas el oído en los pasillos del castillo o en los bulliciosos mercados, escucharás murmullos sobre el clima más cálido, que parece anunciar la esperada primavera. Sin embargo, aquellos con experiencia saben que el sol sobre sus pieles no presagia tiempos acogedores; el invierno aún nos acompañará por muchas lunas más.
Hace cinco años, en el 276 AC, la Fortaleza Roja se llenó de júbilo con el nacimiento del príncipe Viserys Targaryen, segundo hijo del Rey Aerys II y la Reina Rhaella. Viserys, pareció traer consigo el remedio necesario para recomponer los lazos familiares, otorgando algo de paz a los sirvientes del castillo y a los cercanos al rey, quien, aunque paranoico, estaba menos irritable de lo habitual.
Sin embargo, menos de un año después, estalló la Rebelión del Valle Oscuro, cuando Lord Denys Darklyn se negó a pagar sus impuestos y secuestró al Rey Aerys, en un intento de elevar su casa más allá de sus posibilidades.
Durante seis largos meses, el reino permaneció en vilo hasta que Ser Barristan Selmy, con valentía sin par, rescató al rey. Pero el daño estaba hecho; el trauma sumió a Aerys en una paranoia creciente, desconfiando de todos y recluyéndose en la Fortaleza Roja, arrastrando a su entorno al mismo espiral de miseria.
No hay certezas de por qué Aerys eligió a la princesa Elia Martell como pretendiente para el mayor de sus hijos, pero estando el rey más allá de la razón, en el año 280 AC, se celebró la unión entre el príncipe Rhaegar Targaryen y la princesa Elia en el Gran Septo de Baelor. Este evento debería haber sido una celebración de amor y alianza, pero el Rey Aerys, atrapado en su locura, se rehusó a asistir y prohibió la presencia del joven príncipe Viserys.
A pesar de estas sombras, ese mismo año vio el nacimiento de la princesa Rhaenys, la primera hija de Elia y Rhaegar.
En el tercer mes del año 281 AC, la noticia del segundo embarazo de la princesa Elia llenó de esperanza los corazones de aquellos que anhelaban la continuidad de la dinastía Targaryen. El carisma de Rhaegar era indudable, comenzando a provocar los celos del Rey, quien veía incrédulo el júbilo con el que se recibía a su nieta, aún más que para el nacimiento de su propio hijo Viserys.
Esta racha de festejos se intensificó con la caída de la Hermandad del Bosque Real, bandidos derrotados en el décimo mes. Fue entonces, en este clima de victoria y renovación, que Jaime Lannister fue nombrado miembro de la Guardia Real, un honor que provocó la renuncia inmediata de la Mano del Rey, Tywin Lannister.
La rapidez con la que Lord Owen Merryweather fue nombrado en su lugar dejó en claro que era una jugada cuidadosamente orquestada, una pieza más en el gran juego de tronos.
Año 281, mes XI — Aprovechando el clima benigno de la falsa primavera y el deseo de celebrar, Lord Walter Whent decide organizar un gran torneo en Harrenhal en honor a su hija, con el pretexto de mostrar el poderío de su Casa y encontrarle un pretendiente adecuado. No se ha visto una convocatoria igual en décadas, y no hay noble de Poniente que no haya recibido una invitación. Las huestes comienzan a llegar a Los Ríos, y Harrenhal se prepara para hospedarlos a todos.
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revistapipazo · 5 months
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Mp4 de la discordia
Mi gran amiga Dalila, me invitó al cumpleaños de su poniente esposo un Viernes. “Excelente” –pensé-.
El carrete prometía: Asado, copete, bailoteo y blá. Como andaba engrupiéndome a un minito, encontré la excusa perfecta para comérmelo seguir conociéndolo más y encontrar transporte gratis, así que lo invité.
“José Francisco, vamo a un cumple el Viernes?”
“En serio?”
“Sí poh, hueón. Si no, no te invito…”
“Ya!” –Entusiasmado el lagi.-
No sé qué chucha le encontraba al loco, porque detesto a la gente oscura, y éste, era casi negro . [No, mentira, pero moreno bien moreno]. Un cubano que vive hace como 20 años en Chile, alto, y bien rico. Nos conocimos en un carrete, nos amanecimos conversando, y desde ese momento, nos volvimos inseparables. Pensé que podría “haber algo piola” entre nosotros, porque la onda era mucha. Así que listo. Sólo quedaba dar el próximo paso.
El Viernes, me pasó a buscar a mi casa tipín 23:30 hrs. y partimos al cumple. La Dali vive en Macul, así que un hueón que me transportara era básico en caso de querer venirme a cualquier hora o lo que fuera. Llegamos al cumpleaños, y estaba realmente la raja. Yo –pa’ variar- no comí niuna hueá, y me dediqué a chupar como contratada. La Dali tenía un bartender que le hacía al arte de embriagarte con lo que se te parara la raja, y yo, muy pelotuda -como toda la vida-, me puse a mezclar ron, pisco, whisky, vodka, entre mojitos, whisky sour, piscolas, caipiroskas, roncolas y hueás. El punto, es que a las 2 am, estaba como zanja, pero digna en mi condición. José Francisco, muy moderado él, se tomó como 2 copetes porque estaba conduciendo. –Aunque le zapateaba el hocico por chupar como desesperado.-
Bailé hasta que las patas se me reventaron, y seguí chupando como mongólica. Sabía que la hueá no era gratis, y que tenía que llegar el momento en que debería “dar la cara” y aperrar como corresponde en estas situaciones de conveniencia. Ya me estaba entrando la ansiedad, porque José Francisco quería puro. Pero chucha, por más que intenté hacerlo, su piel reculiá me provocaba repulsión, y el entusiasmo se me iba a la mierda. Así que, a pura evasión con el socio.
José Francisco, estaba muy irritado porque no lo pescaba más que para bailar,  me puso los puntos sobre las íes y me llevó al patio:
“Ya poh, Iso, qué onda? Acaso no te gusto? Yo pensé que teníamos onda!”
“No, no es eso, es que igual… ando ultra ebria y ná que ver poh. Vamo a bailar?” –Corriéndome olímpicamente.-
“ARGH! Ven pa’cá!” –Me abrazaba y quería puro chantarme un beso el hueón.-
Yo, zorra que soy hábil, esquivaba su hueveo con cualquier excusa barata.
Como el copete carrete estaba la zorra, no me di ni cuenta cuando eran más de las 7 de la mañana y mi socio seguía insistiendo con la hueá. Así que la mejor manera de zafar, era hacerme la ofendida, que yo “no soy de esa clase de minas”, y “pensé que éramos buenos amigos”. Así que me despedí de todos los hueones que quedaban, me chanté mi mp4 y huí como caballo de carrera, camino a tomar cualquier hueá que me dejara en el metro, llena de serpentina, challa hasta en la raja, y una coronita de lo más ahueoná y pokemona que podría existir en la cabeza, haciendo DON ridículo. A los dos minutos, llega José Francisco:
“Ni cagando te voy a dejar sola.  Estai muy pasá. No te urjai, sólo te iré a dejar a tu casa, no te huevearé más.” -Sí oh!-
Al salir al aire, quedé como pico, ya ni modulaba.
“HUEÓÓÓÓÓÓN! ÁNDATE A LA CHUCHA!!!!! DÉJAME TRANQUILA, VEEEEEETE! NO TE QUIERO VER NUNCA MÁS EN MI VIIIIIIIIIIIIIIDAAAAAAAA!!!!!!!!! YO AMO A OTROOOOOOOOARRRRRRRGGGGHHH!!!!!!!!!!!!”
“No, tengo un compromiso contigo, y te puede pasar cualquier hueá.” –Jugando sus últimas cartas, jurando que yo nací ayer.-
“Culiao, y tu auto?”
“Lo dejé estacionado, después lo vengo a buscar, pero te vas conmigo!” –Me ordenó el hijo de perra.-
Como no podía ser tan maricona con él, y realmente estaba como la pichula, dejé que se fuera conmigo, total, pico. El problema era de él, y en máximo una hora estaría en mi casa, sana, salva y fin.
Iba ebria y embalada escuchando a Daftcito Punkcito, sin darle ni pelota a este hueón. Todo el mundo me miraba con ganas de buitrear, y yo, ni ahí con los simios culiaos. Como el metro iba atestado de hueones que trabajan los Sábados –media novedá-, íbamos parados. Yo bailaba y cantaba feliz de la vida. José Francisco agarró papa,  me abrazaba, y yo, sencillamente me dejaba querer.
Transbordo a la línea 1 en Tobalaba. No sé realmente qué mierda me pasó, pero sentí unas ganas irresistibles de besar a este monito moreno, y lo dejé atrapado en la estación:
“Esperemos que suban todos los hueones y nos vamos solitos, ya?”
Que le dijeron a este otro… subieron todos los esclavos, y nos fuimos beso y beso en la escala mecánica culiá con Daft Punk de fondo, solos, cual parejita de pololis enamorados. Al llegar arriba, mi mp4 se silenció sin explicación alguna. Asumí que en el movimiento de soltar a José Francisco para que la escala no nos mandara a la chucha, los audífonos se soltaron, o en su defecto, la hueá se me había caído y la basura  se estaría haciendo pico en el borde traga-come-pica hueás. No lo tenía en ninguna parte. Era totalmente incomprensible el “Dónde quedó”, ya que no me lo robaron –estábamos solos-, y no estaba en ninguna parte. Al costado de la escala había una canaleta, y curá que andaba, asumí que estaba ahí. La hueá tenía como 25 cms. descubiertos y como 90 cms. sellados por una lámina de acero. Se me metió  en el seso que la hueá estaba ahí, y partí a pedir ayuda. Hablé con estos típicos hueones que están en los andenes, el que me mandó a hablar con los típicos hueones de chaquetas rojas. El loco me dijo que no se podía hacer nada, y que “en caso de encontrarse, tiene que venir a hablar con el Jefe de Estación mañana”.
Yo quería mi mp4 AHORA, así que exigí  en mi completa poca sanidad mental y mi ridícula estampa, que el Jefe se presentara ya. La mala raja de la mina que tuvo que lidiar conmigo, fue de antología. Era “Jefa” y se hizo acompañar de dos matones, en caso de que yo armara un escándalo. Mi lindo y conchesumadre acompañante, se desligó rápidamente de mí, y se alejó a un rincón a la chucha, para no comprometerse en ninguna hueá. Pico!
“YO SÉ QUE ESTÁ AHÍ, ASÍ QUE QUIERO QUE ABRAN LA HUEÁ!!!!!!!”
“Señorita, se lo robaron en el vagón”
“Culiá, cómo me lo van a robar en el vagón, si yo iba sola en la escala, escuchando música! No seai ahueoná, por la gran puta!”
“Entonces se lo sacó el caballero” –Aludiendo a que el negro me lo había derechamente, pelado.-
“Cómo se te ocurre, pelotuda!” –Aunque aún la pienso… Ahummmmm.-
“A verrrrrr!!!!!!! No me hable así, o vamos a tener que llamar a Carabineros! Mírese, así no se puede tratar con nadie, está ebria!” –Me grita la fea culiá.-
“Llama a los pacos poh, conchetumare! Y no me gritís, BASURA!!!!!!!”
En ese momento, me agarraron los pobres culiaos matones que la acompañaban, mientras la hueona le gritaba a José Francisco si “andaba conmigo”.
Al feo culiao no le quedó otra que acercarse, y yo, me puse a putear a destajo hasta que llegaron los pacos.
“Señorita, si no se calma, la vamos a tener que detener. Anda en evidente estado de ebriedad.”
“Llévenme, pero saquen mi hueááááááááááa!!!!!!!!!!!”
Tenía la tremenda cagá, y al final, los mandé a todos a la gran conchasumadre;  me fui gritando que “disfrutaran” de mi musiquita, y que se metieran mi mp4 en la raja, como si fuera la gran hueá.
Me dejaron ir no sé cómo, y lloré todo el resto de camino. A la media hora de llegar, suena mi citófono. Era José Francisco, que me dice:
“Por tu culpa, reculiá, me llevaron detenido a mí para declarar por tu show!”
“Ándate a la mierda, conchetumare” –Corté.-
Fin al divino romance.
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ao3feed-rhaenicent · 9 months
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sapphireblueandfire · 2 years
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Hola~~!! Qué te parece un vampiro!Aemond x cazavampiros novato!Luke? 😏 @aroanehring
Hey! Primero de todo! Llevo días dándole vueltas a esto porque vampiros <3<3<3 y ufff, a e m o n d vampiro, dos conceptos perfectos para freírle el cerebro a cualquiera ejrfnuierifuriiuf.
Y,
Imagina,
antiquísimos linajes y larguísimas historias familiares entrelazadas desde ya nadie recuerda siquiera cuando por lazos de sangre: los Targaryen y los Velaryon, las dos casas más poderosas de poniente pero―  la sangre, la sangre ha sido siempre un tesoro frágil, demasiado fácil de corromper y, inevitable como todas las cosas inevitables, eso es lo que al final ocurre. La obsesión por mantener una hegemonía, la obsesión por el poder, por la pureza del linaje. Al final, todo se pudre, se malogra. Y, cuando empiezan a cambiar, son solo detalles insignificantes, al principio, fáciles de ignorar. La sensación del sol algo demasiado ardiente sobre la piel, la sensibilidad casi enfermiza a la luz, los fallos sutiles pero persistentes en la pigmentación― 
Para cuando empieza la sed, ya es demasiado tarde.
Solo queda una cosa por hacer, cuando la enfermedad que se ha estado propagando durante generaciones como ríos subterráneos a través la sangre de las dos familias termina por separarles en aquellos que pueden vivir bajo el sol y aquellos que sólo pueden vivir de la muerte: darles caza a aquellos que se han convertido en monstruos. Destruirlos, antes de que puedan continuar propagando ésta enfermedad.
Así, su destino queda sellado. Vampiros y cazavampiros. Ānogar. Arghurys Ānogar. Rhaenyra es la mejor en más de un siglo. Reina entre los suyos por derecho de nacimiento, por el derecho que se ha ganado a base de sangre y hierro. Acero valyrio forjado fuego de dragón, es lo único que puede acabar con ellos, atravesando el cráneo, perforando de parte a parte el cerebro. Con ella, llega el ocaso de los Ānogar. Con ella, su número desciende hasta casi la extinción.
Es la noche en la que el pequeño Luke se escapa y la sigue hasta la emboscada la misma noche que le encuentran, al peor de todos ellos.
No son los últimos que quedan, pero por poco. Los espías estiman unos ocho, muy a lo sumo diez. Entran sigilosos, se confunden con el viento que agita las ventanas de bisagras viejas, con las sombras que anidan en las esquinas húmedas de la vieja mansión.
Todo pasa muy rápido.
Fuego y hierro y gritos y sangre goteando a chorro sobre el polvo del suelo y él y Rhaenyra, por fin frente a frente pero, de repente―
Luke, justo en el centro del peor lugar del mundo entero. Un niño y, él. La luz de las linternas corta como espejo contra la forma afilada de un cuchillo ungido en las bendiciones de los Siete y el sabor de la sangre caliente y―
. . .
{Quince años después}
Esto es lo que habría querido su madre.
Cuando el castillo aparece por fin al final del largo pasadizo de espino, recortado contra el cielo gris de tormenta como una imagen en claroscuro, Lu sabe que él está ahí. ‘Fué su sangre’ le explicó Rahenyra, cuando sus peores temores terminaron por confirmarse y Luke tuvo la primera de sus visiones. Imágenes de él, de todo lo que podía ver a través del ahora su único ojo. Luke le había cegado, había probado el sabor de su sangre. ‘El destino’ le dijo su madre ‘Ha puesto su marca en ti. Ahora debes seguir el camino por el que te lleve’
‘Él’ le dijo antes de morir ‘Él es tu destino. Y ya estás listo para cumplirlo’
Y ahora, Luke va a ponerle fin a todo esto.
El resto del camino transcurre a campo abierto, pero nada impide su paso. No quedan vampiros, ya, él es el último. Apenas quedan cazadores. Dos linajes enteros diezmados por ésta enfermedad, condenados a masacrarse. Inmensas cabezas de dragón, talladas en piedra, son lo único que le presta atención hasta que llegue a las altísimas puertas. Y lloran, un lamento de bisagras oxidadas y siglos de olvido que resuena en las altísimas bóvedas, contra las vidrieras oscurecidas de polvo que cuentan historias que ya nadie recuerda.
No importa. Luke sabe que él le espera.
Ha visto su rabia. Su desesperación. Su miedo. Ha visto siglos de soledad. La desesperación de una criatura incapaz de evitar su naturaleza.
Pasillos oscuros, la luz de luna iluminando su camino en riachuelos de plata, siglos de olvido asomándose curiosos para verle.
Y es como recuperar una vista que no sabía perdida, cuando por fin le encuentra. Cuando puede mirarle a él por fin y no solo a través de su único ojo. Y su madre le dijo que sería terrible. Que Luke debería tener cuidado, protegerse contra su poder, contra su odio.
De aquella noche, Luke sólo recuerda ponerse frente a su madre para protegerla, oscuridad y la luz reflejada en el corte de un cuchillo.
Lo que su madre nunca le contó es que él sería así de hermoso.
Aemond Targaryen. El último de los vampiros.
“Lucerys”
Es como el reflejo de un espejo sobre otro. Él está lejos y, de repente, es imposible que esté más cerca. El tacto de sus dedos fríos quema, es oro fundió en su mejilla, y Luke se siente arder, cuando él le mira, azul como el mar en calma de marcaderiva, zafiro dónde Luke le marcó una vez y para siempre. Y Luke no debería querer tocarle también pero―
Es suave, la piel como recién nacida de su cicatriz, él lugar sobre el que Luke marca un antes y un después en él, como sabe que nadie le ha marcado nunca.
“Vengo a matarte” le dice, porque se le encabrita la sangre en las venas, rompe en oleaje contra su pecho, le reconoce, Y Luke tiene que matarle, está destinado a matarle pero,
“Ya lo sé” los dedos sobre su mejilla trazan una línea curva, dibujan una media luna a lo largo del contorno de su ojo y el corazón de Luke late fuerte fuerte fuerte, como si quisiera salírsele fuera, como si ya no perteneciera más dentro de su pecho “Lo he visto”
Luke jadea. Inspira. Expira. Nunca pensó― nunca pensó que él también pudiera. Verle. Sentirle. Conocerle. Nunca pensó que Aemond estuviera unido a él, como Luke lo ha estado, todo este tiempo.
Eso susurra la voz de su madre en su cabeza, lejana como un fantasma, el eco de un recuerdo No cambia lo que debes hacer, Lucerys.
Retira la mano de la cicatriz. La envuelve alrededor de la empuñadura de su cuchillo. Piensa, como en un sueño distante, en que todo en su vida ha empezado y terminado en la piel de Aemond Targaryen. Se da cuenta, por primera vez, de que matará parte de sí mismo también, cuando le mate.
Pero eso no cambia lo que debes hacer, Lucerys.
“No, no cambia nada” Los dedos de Aemond persiguen la forma de su ceja, acarician las puntas de su pelo, le toca como Luke imagina que se toca por última vez algo que digno de grabar para siempre en el recuerdo, le toca como si hubiera querido tocarle desde hace mucho, mucho tiempo. “Sé lo que soy. Y sé lo que debes hacer. Solo te pido una cosa” El pulgar de Aemond recorre despacio la forma de sus labios, sigue mirándole como nunca antes le ha mirado, como Luke sabe que nunca volverá a mirarle nadie “Un día. Contigo. En pago por el ojo que me quitaste”
Y Aemond sonríe, una curva dulce, suave, afilada. Luke quiere enterrar los dedos en ese pelo suyo como hilos de plata. Quiere morderle la boca hasta que les sangren los labios.
Te está engañando, murmura Rhaenyra en su mente, pero su voz suena lejana, casi inaudible y ella no es la única que le habla al oído, que vive para siempre en el interior de su cabeza.
“Un día” susurra, y la sangre palpita en sus oídos, ensordece el mundo entero cuando Aemond le acaricia los labios con los suyos.
Mañana, piensa Luke, mientras saca la lengua para lamérselos, mientras deja que Aemond le separe los labios para besárselos como Luke sabe que no volverá besarle nunca nadie Te mataré mañana.
Aemond ríe en su boca, y su risa resuena como mar revuelto dentro de su cabeza, desata una tormenta en el mar de sus pensamientos.
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“Mañana” gime Luke en su oído a la noche siguiente y la siguiente y la siguiente, enredados los dos en la cama, sus muslos apretados contra las caderas de Aemond, ríos de sangre dibujándose sobre su piel donde las uñas de Luke le arañan al espalda “Mañana”
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ok, se que esto dista bastante de tu prompt pero-- es que soy terrible siguiendo una linea concreta y me voy por las ramas hahah, espero que aún así te haya gustado. no dejo de pensar en todo lo que harán en esos mañana ni en como sería una idea parecida a esta pero con aemond raptando a luke y llevándoselo a su castillo en pago por su ojo y esa conexión acercándolos el uno al otro inexorablemente a pesar de su odio y shbfsfbwrefbfew
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dreamfyre01 · 8 months
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thecursedthrone · 2 years
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Zahai mo Hazdar, también conocido como Zahai el Terrible, forjó su poder en Astapor durante veinte años, hasta convertirse en el más poderoso de los Bondadosos Amos. Creció ambicionando poder y algo que no tiene ningún hombre o mujer en la Bahía de los Esclavos: una corona. Una corona que le fue prometida por sacerdotisas de R’hllor por medio de una profecía que presagiaba una gran pirámide de dominio y poder. Una corona con la que deseaba recuperar la gloria inmemorial del Antiguo Imperio de Ghis ―y encumbrarse a sí mismo como el nuevo emperador. Zahai formó una alianza con los Grandes Amos de Meereen para tomar el control de Yunkai, subyugando a los Sabios Amos y apoderándose de su comercio de esclavos, y así expandir su autoridad e influencia.
Zahai sabía que, para restaurar el poder del Imperio Ghiscario, debía expandir su base de esclavos, que serían los ladrillos donde se construiría la estructura de la gran pirámide que se había afirmado en sus pensamientos. Pero incluso las ciudades esclavistas tenían una cantidad finita de prisioneros para comprar, secuestrar o robar ― esto es, una cantidad finita en Essos.
Hacia el oeste, atravesando las ruinas de la Antigua Valyria y todos los territorios y mares controlados por las Ciudades Libres, se encontraba el extenso continente de Poniente. Millones de personas vivían bajo el yugo de un único rey, sentado en el Trono de Hierro, decorado con mil espadas. Nunca nadie había controlado un dominio tan amplio como lo hacía la Casa Targaryen, que en otros tiempos hubiera representado el mayor de los obstáculos para sus ambiciones. ¿Pero ahora? Llevaban gobernando más de cien años sin su mayor arma: los dragones.
Si Zahai mo Hazdar planeaba llenar sus casas de esclavos para construir su nueva riqueza y su nuevo imperio, iba a necesitar de la mejor mano de obra. Fue así que, dos veranos e inviernos atrás, empezó a mover su fortuna. Aprovechándose de su nueva autoridad sobre Yunkai, y su creciente influencia sobre Meereen, el auto-apodado Amo Supremo de la Bahía de los Esclavos empezó a contratar corsarios y piratas para que extendieran su alcance hacia el norte de los Siete Reinos, en donde podría llevarse a los hombres del Pueblo Libre sin ser perturbado. Salvajes, les decían.
Cuando eso no fue suficiente, meses después los siguientes en caer fueron un gran número de vándalos de los Clanes de las Montañas del Valle de Arryn, desapareciendo en circunstancias misteriosas que los caballeros del Valle prefirieron ignorar. Un clan menos era un problema menos, al fin y al cabo. Pero eso tampoco le bastó a Zahai. Haciendo un acuerdo con Tyrosh (recientemente ocupada por el nuevo Arconte de la ciudad, Alequo Adarys Lengua de Plata, un miembro de la Banda de los Nueve), y particularmente con Samarro Saan, el Último Valyrio de Lys (también parte de la Banda), sus zarpas se esparcieron por las costas de Dorne y luego bajaron hacia las Islas del Verano, para apoderarse de los altos y fuertes habitantes de aquella región.
Los prisioneros capturados se fueron acumulando, y poco a poco las protestas empezaron a ganar volumen, pero el rey Aegon V tenía otras preocupaciones, y no podía priorizar algunos secuestros por más extraños que resultaran, particularmente si tenían lugar en tierras lejanas y poco importantes. Menos aún cuando a la gran mayoría de sus señores vasallos no parecía preocuparles. Y de eso se aprovechó también el Terrible, porque los siguientes en caer fueron los barcoluengos de los hijos del hierro.
Sin atreverse a atacar directamente las Islas del Hierro, sus flotas de corsarios y piratas se enfrentaron a los isleños en altamar durante seis meses, lejos de las costas y, a merced de sus emboscadas, capturaron barco por barco. Sus victorias le abrieron el Mar del Ocaso, permitiéndole llegar hasta las mismas orillas del frío e inhóspito Norte, menos vigiladas y protegidas que las del sur, pudiendo hacerse entonces con la estirpe del invierno.
Ahora sí, finalmente, los rumores de una flota de fantasmas empezaron a recorrer las aldeas y fortalezas de los Siete Reinos, perturbando a los campesinos y confundiendo a los nobles. ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Por qué se llevaban a sus víctimas? Y más aún, ¿a dónde se las llevaban? Por orden de Zahai mo Hazdar, sus hombres viajaban sin banderas ni distintivos, evitando puertos que no fueran de sus simpatizantes o aliados. Y los esclavos empezaron a llegar: primero de a decenas, luego de a cientos, finalmente de a miles, desde cada rincón del mundo conocido.
Pero eso tampoco fue suficiente. Para el Amo Supremo de los esclavistas, su Nuevo Imperio no podía abarcar solamente los antiguos dominios de Ghis. Tampoco le bastaban las ruinas de Valyria, ni sojuzgar a las Ciudades Libres que habían trascendido a sus antiguos amos.
No, lo que él quería era a los hombres libres de Poniente, que nunca habían conocido el sufrimiento del látigo, ni habían puesto a prueba el valor de su independencia. Aquellos hijos de Andalos y el Rhoyne, con sus blasones petulantes, en sus castillos vanidosos y sus coronas arrogantes. Ellos debían convertirse en los nuevos hijos de Ghis.
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rubimoon45 · 11 months
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SANGRE Y FUEGO
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CAPÍTULO 4: los ojos del dragón
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La herida quedó en nada cuando el maestre de Rocadragón puso lo que parecía un ungüento sobre el corte abierto y luego una venda limpia y preparada para esa clase de situaciones. De joven había visto varias de las heridas abiertas del Rey, antes y después de que tuviera que acabar postrado en una cama y dormido por la leche de la amapola que le servían mañana, tarde y noche. Sabía lo que significaba el dolor, tanto que podía oler el miedo de otros y transfórmalo en el suyo... Más o menos. El maestre los despidió de forma educada, dejándolos en el dormitorio con el guardia y la doncella que siempre la acompañaba. Esta comenzó a examinarle la mano al mismo tiempo que comenzaba a recoger los objetos que le había traído al sanador para cuidarla.
-No es como si se me fuera a caer la mano, Dorothea -anunció. Su doncella era una mujer de las calles pobres de Desembarco del Rey que consiguió entrar a su servicio cuando solicitó tener una doncella propia que la ayudase.
Algunas doncellas podían ser del otro continente, pero esas no gozaban de la libertad ni la buena reputación que las doncellas de Poniente tenían. Eran más esclavas y sirvientas que otra cosa. Lo que ella solicitó fue una doncella, no una prostituta que pudiera convertirse en la amante de su cuñado en algún momento. O que pudieran informar a la Reina en todo lo que hacía y dejaba de hacer. Eso, era más conocido como una espía al servicio de la Corona.
-Si se me permite la osadía, excelencia, he visto heridas menores que acabaron en peor.
-Confío en los cuidados de los maestres -le informó, tranquila y desde el asiento de su dormitorio. El mismo en el que su esposo pasaba más tiempo leyendo que compartiendo espacio con otros hombres.
-No en los maestres desconocidos.
Casi sonaba igual que Aemond con esos comentarios. Quizás su cabeza estuviera ordenada de la misma manera que el resto de sirvientas que atendían a la familia real y a las Grandes Casas de Poniente. Naerys se acarició la parte alta de la muñeca.
-Los votos de los maestres son iguales para todos. Atender, cuidar y proteger. Un matrimonio sonaría más libre que eso.
-Por supuesto, mi princesa.
Puede que tal vez eso fuera exagerado. Sabía demasiado bien que la traducción de algunos ritos a la lengua común no eran...del todo acertados. La Fe de los Siete proclamaba una cosa. El rito valyrio, por otro lado, una muy diferente a la de siete dioses capaces de controlar la vida de los humanos.
HACE 5 AÑOS
-Entonces, ¿puede explicarme alguien qué es lo que ha ocurrido para que se haya convocado una reunión así?
-Majestad, créame que el motivo está más que justificado.
-Bien, entonces -el Rey se recostó al frente de la enorme mesa de piedra negra del Consejo. Su cara enojada miraba a cada uno de los que estaban sentados...y a los que estaban de pie-. ¿Qué es tan grave para convocar una reunión a estas horas?
Ambos, Aemond y ella, habían llegado a Desembarco del Rey hacía menos de una hora. Cuando dejaron a los dragones custodiados, fueron interceptados por la Guardia del Rey y obligados a montar en el carruaje que esperaba a la entrada del enorme Pozo Dragón. Ni siquiera era la hora del lobo.
Nada más llegaron a la Fortaleza Roja, custodiados por el jefe de la guardia en persona, fueron llevados de forma inmediata a los aposentos de la Reina. Esta esperaba despierta pero con el camisón puesto su llegada, con el rostro contraído de angustia. Lo primero que hizo fue vociferar si estaban locos por haber desaparecido de la capital de esa forma y no regresar hasta esa hora, al día siguiente de su marcha; juraba que todo el rato la recriminaba a ella de dar la idea. Naerys ni siquiera llevaba la ropa de vuelo, sino el mismo vestido que el día de ayer se había puesto y con el que había bebido la sangre de su primo -ahora, esposo- a las faldas de Monte Dragón.
Al igual que a ella, Aemond se vio sometido a un interrogatorio feroz lleno de preguntas y recriminaciones. Le recordó al interrogatorio en Marcaderiva, solo que a excepción de ese momento, ella no pudo sujetar su mano por la delicada situación en la que estaban. Sin embargo, tampoco es como si no lo hubiesen discutido con tiempo. Su única respuesta fue la verdad, cómo no, de lo que había sucedido en ese tiempo y a su marcha.
La reacción de la Reina fue convocar al Consejo Privado del Rey, al Rey y a todos los involucrados que estuvieran en la capital inmediatamente. Ambos fueron separados en contra de su voluntad; una doncella se llevó a Naerys a sus aposentos y varios guardias la custodiaron. No supo qué fue de Aemond hasta que lo volvió a ver en la Sala del Consejo.
Varias miradas incómodas recorrieron la sala por los integrantes del consejo. Lord Lyman Beesbury, el Consejero de la Moneda, fue el que se atrevió a romper el silencio:
-Su Majestad, vuestro... -las palabras parecieron atascarse en la garganta del hombre- hijo y vuestra sobrina han tomado los votos matrimoniales según el rito valyrio en Rocadragón.
El Rey Viserys I pareció no creerselo en un principio, puesto que la sombra de una sonrisa amenazó con salir, hasta que vio los rostros pálidos y la mirada avergonzada de la Reina clavada sobre la mesa. Naerys apretó los dedos de las manos, entrelazados delante de ella. Tenía los hombros caídos y no se atrevía a decir nada que pudiera acabar torciéndose. El anillo provisional adornaba su dedo anular, frío, entre otros anillos que solía llevar.
-¿Eso eso cierto?
Naerys sintió varias miradas curiosas voltearse hacia donde estaban. La más incómoda, la del Rey. Se suponía que había cosas que no debían decirse de esas formas. Pero eso era la Corte, el Consejo privado del Rey. Cosas así se debían discutir cada semana.
-Sí, Majestad -acabó por sucumbiendo a decir. Para qué mentir, se dijo, si ese Consejo se había formado para resolver esa clase de problemas.
La princesa Saerra, hija del anterior Rey, había sido obligada a convertirse en septa cuando su padre descubrió sus escándalos e intentos de casarse para resolver el problema. Lo único que había conseguido con eso era su expulsión de la Corte y posterior marcha a las casas de placer de Lysh.
-Mandad una misiva urgente -dijo, entonces-. A Rocadragón. Esto debe ser informado. Cuando la princesa Rhaenyra y el principe Daemon lleguen a la capital, que entonces este tema sea discutido. Hasta entonces...que el asunto sea mantenido en silencio.
Aemond y ella se miraron de reojo, ella sin atreverse a hacer contacto visual por completo en esa situación. Todavía habría gente que diría que estaba instándole a rebelarse contra las órdenes de su madre y la Mano. La reina Alicent abrió la boca, pero de ella no salió nada. El Consejo comenzó a levantarse, una vez el Rey se levantó. El rostro anciano, pero bien cuidado con el paso del tiempo, y despierto de la Mano fue a parar hacia ellos de nuevo.
-Majestad, no creo que el asunto sea tan...ligero, digámoslo así. Vuestro hijo y la hija de vuestro hermano con Lady Laena Velaryon han contraído matrimonio en secreto. Cómo sabemos que no mienten para cumplir sus deseos o mancillar la Corona. O peor, cubrir un acto tan delicado como la reputación dañada de la princesa en algún momento.
Todos se detuvieron al escuchar ese detalle. Varias miradas de nuevo sobre ellos, por no decir todas las del Consejo. La reina los miró con el rostro contraído de agonía y ansiedad, mientras que los ojos del Rey pasaban de ellos hacia la Mano.
-Eso no ha ocurrido -habló entonces Aemond, en un tono serio que buscaba la tranquilidad del que lo escuchase, pero firme. El ojo que miraba hacia el suelo ascendió y fue a parar hacia el Rey-. La princesa sigue como el día en el que nació.
-La única buena decisión de todo esto -gruñó Tyland Lannister, sonriendo, pero Naerys tuvo la sensación de que ese comentario iba con segundas intenciones.
-Entonces el asunto está resuelto -la reina levantó la cabeza en busca del apoyo de su marido-. Si no se ha consumado, el enlace no es válido. Rompamos esa tontería y comprometamos a los príncipes cuanto antes y alejémoslos.
Larys Strong, el único sucesor que quedaba de Harrenhal y de la familia Strong por línea directa tras el incendio del castillo, alzó la voz desde la esquina de su puesto. Siempre le había parecido un hombre extraño, con una pierna mal formada, y que acababa sabiendo sobre la vida de los demás antes que cualquier otro. Un hombrecillo misterioso, sin lugar a dudas.
-Si actuamos con rapidez, Majestad, un matrimonio entre ambos principes podría resolver el problema, si bien ha dicho ya la Reina. Sin embargo, podría levantar sospechas por su inmediatez.
Otto Hightower, Mano del Rey y abuelo del príncipe, lo miró vagamente. Casi podía ver la sonrisa triunfal en su rostro, de no ser por la siempre impecable barba que llevaba, con algunos pelos comenzando a teñirse de blanco.
-Nadie sospechará de una unión entre dos príncipes solicitados. Majestad -el Rey lo miró, casi de reojo, cuando comenzó a hablar del tema-, las hijas de Lord Borros Baratheon, las tres, están solteras y en edad de casarse. La más joven podría resultar útil, si bien la mayor ya puede considerarse demasiado adulta. Y una alianza con Dorne sería beneficiosa para el reino, si bien la princesa no está en línea directa al trono.
-No se hará tal cosa.
-Aemond -llamó la Reina, rápida y conteniendo una furia.
El hijo miró a la madre.
-Me arrancaré el otro ojo si eso ocurre y repudiaré a alguna de esas mujeres que se me ofrezcan.
-Deberías haberlo hecho antes, chico -la Mano lo miró sin expresión-. El sinsentido de está unión, si es que puede considerarse así, roza los límites de la paciencia que este Consejo ha tenido estos últimos años. Primero con la descarada boda que el príncipe Daemon tuvo con la princesa Rhaenyra sin haber pasado los seis meses de duelo.
El único sentido para la vida de ese hombre era criticar cada una de las acciones que su padre tomara. Desde sus puestos en el Consejo hasta con quién decidía casarse. Lo último que le faltaba decir era que ella podía ser una bastarda conociendo las preferencias en su pasado.
El Rey intervino, alzando una mano para detener un posible conflicto entre ellos, la otra yéndose a su cabeza.
-También hay otra opción.
-¿Cuál? -preguntó su tío.
-Legitimar el enlace de dos Targaryen de la misma forma que Aegon el Conquistador hizo con sus esposas. Pero tomando la oportunidad que en ese momento no pudo hacer para formar alianzas -los miembros del Consejo lo miraron como si comprendieran lo que estaba planteando. El rostro de Aemond se volvió de piedra-. Si bien no pudimos casar al príncipe Jacearys con la princesa Helaena porque ya estaba prometida, una alianza como esa entre el príncipe Aegon y la princesa Naerys sería beneficiosa.
Si bien las pocas veces que había visto una reacción tan violenta por parte de Aemond, esta vez no tuvo nada que ver con perder algún entrenamiento o la defensa de su propio reclamo sobre un dragón. Naerys lo miró, y si ella al menos hubiera podido resistir el impulso de gestualizar o manifestar sus emociones, tal vez pudiera haber sido menor el impacto de su rabia.
-Por encima de mi cadáver dejaré que eso ocurra -vociferó dando un paso hacia delante. Los guardias que tenían a la espalda y esos que custodiaban la protección del Rey se movieron al percibir una posible amenaza-. Que se case con una de sus putas o con una cabra.
-¡Aemond! -exclamó la Reina, levantándose, roja de ira y de vergüenza.
Humillar al hijo que favorecía y protegía por encima de todo era una cosa, pero que el hijo al que protegía y del que había dependido desde su nacimiento dijera esas cosas era suficiente para ella.
-Y yo lo seguiré -respondió ella. Lord Lyoman volvió la cabeza hacia ella, temblorosa-. Las torres son altas allá en Dorne, tengo entendido. Y las fosas de la Fortaleza Roja parecen profundas.
El Consejo guardó silencio por esa insinuación.
Naerys suspiró, pero no dijo nada, dejando que le diera la razón como a los tontos. Quién era ella para contradecirla. Podría tener una opinión contraria, pero a ningún noble le interesaba saberla. Dorothea se puso de pie y dispuso a salir del dormitorio, pero no antes de recoger el vestido de vuelo que se había quitado antes de dejar que le curasen la herida. El cuero estaba manchado de tierra y polvo, y parecía más un atuendo de batalla que de una señora dragón. Naerys le llamó la atención.
-¿Qué estás haciendo?
-Supuse que le vendría bien descansar, mi princesa.
-Aún es media tarde -se quejó.
En ese momento, una doncella rubia y de rasgos infantiles entró en el dormitorio. Llevaba un gorrito que ocultaba gran parte de su melena, pero algunos mechones caían por sus mejillas redondas y sonrojadas. Era más baja que su doncella.
-Princesa, la Reina quiere saber si está dispuesta para hablar con usted.
Entreabrió los labios. La Reina quería hablar con ella. Tal vez hubiese escuchado ya sobre el incidente en Pozo Dragón, o hubiera algún problema desde la llegada de la princesa Rhaenyra y los Targaryen y Velaryon de Marcaderiva. ¿Tan pronto? Imposible. Era imposible causar tantos problemas en unas pocas horas. A no ser que ella hubiese perdido el tiempo entre no ir a ver a su padre y a sus hermanas. Pensó en su abuela. Debería estar viendo ya al Rey, o esperaba que al menos pensando en las cosas que le había dicho.
-Por supuesto -miró por encima de su hombro-. Sir Arryk, ¿podría avisar a mi esposo de que el maestre ya ha finalizado su trabajo?
Sir Arryk, cuya apariencia era idéntica a la de su gemelo Erryk, cabeceó una respuesta afirmativa y marchó. El metal resonando a cada movimiento. Al poco de salir, la presencia de la Reina se hizo con todos los aposentos. Fue como tener la presencia de la propia Madre. La miró con suspicacia mientras se acercaba a donde estaba, el vestido verde como la llama del faro de Antigua moviéndose con ella.
-Me han contado sobre el pequeño accidente en Pozo Dragón -anunció a su llegada, una sonrisa extraña en sus labios. Llevaba el pelo castaño pelirrojo recogido tras su cabeza, con pendientes y accesorios dorados decorando su atuendo. La estrella de siete puntas brillaba en su pecho-. Espero que todo esté bien.
Una de las primeras cosas que había aprendido de Alicent Hightower con el tiempo, era su inmaculada fe y su favoritismo por proteger la Corona de cualquier amenaza sin importarle los costes. Recordaba a la perfección su cara reflejada en el cuchillo cuando fue a atacar a la princesa Rhaenyra tras el accidente en Marcaderiva, su conversación sobre el deber y las advertencias del Rey llamando a ambas para que se detuvieran. Se había quedado agarrando a sus hermanas, protegida a su vez por los brazos de su abuela y la figura de su abuelo por delante de las tres.
No dudaba de sus buenas intenciones. Pero siempre que fueran dirigidas hacia sus hijos. Ya había visto el favoritismo hacia su hijo mayor, el intento de acercarse a su hija -pero que ella rechazaba, de alguna manera- y las quejas que podía llegar a tener tanto con Aemond y Daeron. Podía intuir que despreciaba la idea de que Aemond estuviera casado con ella, desde su actitud en el Consejo que se formó cuando se enteraron de la noticia hasta algunas miradas y comentarios. Tanto a ella como a su familia. Y que no pudiera cumplir las pocas expectativas que tenía en ella, eso debía de hacer muy feliz porque entonces estaría demostrando su punto. Y Daeron... No lo conocía tan de cerca, puesto que vivía en Antigua con su familia Hightower como copero del hermano de su abuelo.
-Gracias, excelencia -respondió-. Me han curado bien. Desde pequeña siempre he sanado rápido.
-No lo dudo. La sangre valyria es especial.
Naerys se llevó la taza de té a los labios, anteriormente había sido dejada ahí por su doncella mientras el maestre trabajaba, no sin antes dirigirle una sonrisa a la Reina. Luego, le hizo un gesto invitándola a sentarse. Ella se quedó de pie, observándola.
-Espero y que la princesa Rhaenyra haya ido a veros después de ver al Rey -comentó. Pudo ver en el rostro pálido de ella, con unos rasgos y expresiones que daban miedo de lo parecidos que eran a los de su esposo, una reacción-. Entiendo que mi padre, el príncipe Daemon, haya llegado bien.
-La salud de ambos es igual a la última vez que nos vimos, aquí en capital. No puedo decir lo mismo de tus hermanos, a los que no he visto desde ese tiempo.
Y así esperaba que continuase. Sin embargo, la situación iba a obligarlos a estar a todos juntos mañana, si es que no ocurría algo por el camino que hiciera que se adelantara el momento. Rezaba porque no ocurriese algo. Tampoco entendía porque el tema no se discutía cuanto antes, ese día. Pero no se lo pensó demasiado.
-Venía a hablar con Aemond -dijo, entonces-, pero supongo que los hombres hacen cosas extrañas cuando no están con sus mujeres o madres, quienes les dan la vida. Me preguntaba si tú lo sabrías.
-Majestad, es muy amable en pensar que yo estoy al tanto de lo que el príncipe hace. También me preguntaba dónde podría estar, he mandado a sir Arryk en su búsqueda.
-Qué considerada -le sonrió, pero incluso eso le quedaba demasiado forzado.
Los rizos castaños a su espalda se movieron cuando se acercó a la baldosa sobre la chimenea. Ahí, Aemond depositaba diferentes armas cortas, en concreto tres dagas con empuñaduras concretas, algunas destinadas para el uso del arma y otras más decorativas que otra cosa. Al lado de ellas, un candelabro de cinco varas y una réplica exacta en miniatura de un huevo de dragón expuesto.
-Mañana será el juicio sobre la herencia de los Velaryon, un tema delicado para esta familia -se quedó mirando a las dagas en silencio, y pudo percibir algo de tensión sobre sus hombros. Siempre caminaba erguida, tal vez demasiado, y eso la hacía intimidante. Elegante y mortífera-. Puedo intuir que Aemond está en un momento delicado también. Al tener que volver a ver a quien le quitó algo que le pertenecía.
Se refería a Lucerys. Y a la pelea que tuvieron siendo unos niños. La misma por la que dejó una cicatriz en el brazo a la heredera. Aemond no hablaba del tema más de lo debido, salvo cuando tenía un mal día y tenían que darle leche de amapola para los dolores en la cuenca del ojo. Ella intentaba controlarlos, de verdad que lo hacía, pero algunos dolores acababan en el exterior y ahí estaba ella para recibir sus gritos y amenazas. La primera vez, fue tal la pelea que acabó llorando y volviendo a sus antiguos aposentos por miedo a lo que pudiera desarrollarse. Sobre lo demás, evitaba hablar del tema, aunque había momentos en los que ella lo veía acariciando la zona o mirando al parche
-Los dos ya son mayores, su gracia, no niños pequeños. A excepción de Lucerys.
-Una esposa debe servir y defender los intereses de su marido, aunque se contraria a ellos. A veces, incluso, te haces a la idea de que tal vez su pensamiento no es tan malo.
Otro sorbo. El té sabía diferente, tal vez por la llegada de alguna nueva especia de Essos o de Dorne. Inspiró para olerlo; fuerte y dulce, pero de sabor amargo. Lo poco que había comido ese día, junto con su té, sabían diferente.
-Y atiendo en todo lo que respecta a mi esposo.
-No lo dudo.
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Me imagino así a ambos en alguno de los bailes en esos años de matrimonio, aunque a él no le gusta bailar. Y a Naerys de esta forma, pero con un predominio por el azul Velaryon
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kdizmedia · 2 years
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“Viserys de la casa Targaryen, cerró los ojos y se durmió. Jamás despertó. Tenía cincuenta y dos años de edad y había reinado sobre la mayor parte de Poniente durante veintiséis. Entonces, estalló la tormenta y danzaron los dragones.”
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htca2 · 2 years
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CASA ESTUDIO BARRAGÁN
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Arquitecto: Luis Barragán Morfïn
Año de Construcción: 1948               
Área construida:  
Ubicación: Tacubaya, Ciudad de Mexico
Biografía del arquitecto
Luis Barragán Morfín nació el 9 de marzo de 1902 en Guadalajara, México y falleció el 22 de noviembre de 1988 en México. Él fue un reconocido arquitecto de la luz y del silencio mejicano. Estudió ingeniería civil e inició su actividad profesional en 1927. Aunque se graduó en ingeniería en 1923, descubrió su estrecha afinidad con la arquitectura que le rindió, en 1980, un premio Pritzker. Más tarde reconoció que la carencia de los estudios en arquitectura pudo haber sido un punto positivo, ya que la ausencia de la técnica académica le permitió alcanzar soluciones instintivas a problemas de diseño.
Una parte de su estilo arquitectónico se debe gracias a un viaje realizado a España entre 1924-1925, ahí viajó por Sevilla, Granada y luego por Marruecos. De él se impregnó de las referencias lumínicas pictóricas despertando su sensibilidad por los espacios de tradición árabe y los jardines mediterráneos. Su evolución arquitectónica se basó en la búsqueda de una síntesis personal de la arquitectura mexicana con las aportaciones de las vanguardias europeas.
La arquitectura de Barragán es misterio, reconocimiento, silencio, intimidad. Sus proyectos nunca llegan a fijarse ni detenerse en la persecución externa, sus planeamientos externos son austeros, casi pobres, desnudos. Su belleza se encontraba al otro lado, entre las paredes, en la conjunción de sus jardines y ventanales discretos, sus albercas con fuentes. En la arquitectura de Barragán todo es geometría perfecta, líneas rectas, cuadrados rectángulos. Con ellos levantaba muros gigantescos para solo permitir la vista al cielo y a las nubes.
Todos sus proyectos tienen una característica importante: el color. Es un color mutable en función de los humores y estados del alma, nunca utilizará el verde puesto que para ello está el color de las plantas, empleará el blanco, rosa, azul, negro, naranja empleándolos como la luz y memoria de los paisajes en los que ha estado.
En definitiva, la arquitectura de Barragán envolverá como presencia física, simple y densa, imposible de imitar o de fotografiar; universal y actual. Su arquitectura es perenne. 
Descripción de la obra
La casa Estudio Barragán se sitúa en un céntrico barrio de Tacubaya en la ciudad de México con orientación sur-poniente, donde se situaba la casa en la que él mismo vivía anteriormente y donde construirá su lugar. Barragán escogió este terreno donde previamente quiso acondicionar un jardín donde proyecta en sucesión dos casas.
En la misma, Barragán quiso desarrollar un ambiente de su gusto personal, procurando que tuviera rasgos tanto de la arquitectura popular como de los antiguos conventos de México, y que fuese a la vez una expresión de la arquitectura contemporánea. Pretendía desarrollar una casa que tuviese tantos rasgos de arquitectura mexicana como el estilo internacional. Esta, fue su obra más personal, de abstracción, dispersión y equilibrio.
La fachada principal de la casa se alinea con la calle obedeciendo al gesto de las demás construcciones y se presenta como una frontera masiva de aberturas dosificadas y contiene una ventana reticular y translúcida. La casi totalidad del exterior conserva el color y la aspereza naturales del aplanado de concreto donde solamente se han pintado las puertas de acceso peatonal y vehicular, así como la herrería de las ventanas. El proyecto fue creado a modo de una isla en la ciudad, horizontal completamente, encerrada en sí misma y tan solo abierta al jardín interior, aislada del entorno urbano del que reniega desde el mismo plano del suelo.
En cuanto al programa de la vivienda, dentro de la casa se pasa de un espacio a otro mediante zonas de transición; pasos, vestíbulos, puertas profundas, vestíbulo de retención, biombos…donde nada se ofrece directamente, nada es obvio ni inmediato, todo hay que descubrirlo. La escalera que contiene la casa, cobra gran importancia ya que los espacios se sitúan unos junto a otros, al lado, o incluso encima, así el movimiento que describe cada escalera permite observar una sucesión parcial de espacios próximos, nunca la totalidad de la obra. Estos espacios son generosos, confinados y autónomos, y se compone volumétricamente de dos espacios principales y autónomos: el salón-biblioteca y la azotea.El interior y el exterior mantienen una estrecha relación mediante la disposición de los techos ya que estos parecen flotar sobre los tabiques los cuales no siempre llegan a tocarlos.
En este proyecto, la naturaleza y los elementos vegetales cobran una gran importancia puesto que ordenan el espacio, delimitan las vistas e incluso marcan el territorio que se debe seguir. Barragán emplea una vegetación salvaje y desordenada para obtener un jardín sin formas predeterminadas.
Contexto Cultural
Después de un corto paréntesis de cinco años en los que no ejerce, y ya en la segunda mitad de los años cuarenta, Barragán se reconcilia de nuevo con la arquitectura y la reprimida sociedad a la que pertenece, y recupera las ganas de construir. Va a realizar entonces su casa, la llamada casa-estudio Luis Barragán, obra que resume en sí misma todo el mundo personal y espacial del arquitecto mexicano hasta ese momento. Y es en ésta, su primera casa, y en la colindante y posterior, donde hay más similitudes con la obra de Le Corbusier, pues desarrolla su arquitectura más racionalista, reposada e intensa.
Con esta casa quería hacerla especialmente a su gusto puesto que no buscaba clientela ni seguía sus deseos de estos. El deseaba recrear algo en nostalgia con los ranchos, los pueblos y con la idea que tenía del confort. Todo esto hizo posible que proyectara su casa.
Webgrafía
Luis Barragán - Consultado el 24/11/2022
URL: https://es.wikiarquitectura.com/arquitecto/barragan-luis/
Casa Estudio Luis Barragán - Consultado el 24/11/2022 URL:https://www.urbipedia.org/hoja/Casa_Estudio_Luis_Barrag%C3%A1n
Casa-Taller Luis Barragán - Consultado el 24/11/2022
URL: https://whc.unesco.org/es/list/1136
Casa Luis Barragán - Consultado el 24/11/2022
URL: http://www.casaluisbarragan.org/
Bibliografía
Ruiz Barbarin. (2008). Luis Barragán frente al espejo: la otra mirada. Fundación Caja de Arquitectos. 
Barragán. (1994). Luis Barragan : exposición antológica, Madrid 29 de noviembre de 1994 al 18 de enero de 1995. Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, Centro de Publicaciones. 
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