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a-pair-of-iris · 1 year ago
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Con ustedes, American Parrots (1/?)
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"Es la reunión de la generación luego de 10 años, y para sorpresa de varios el más exitoso de todos no fue ningún atleta ni un super cerebrito, sino el flaco González, de quien nadie se acordaría si no fuera por los rumores de que se encerraba en los baños para fumar. Ahora, Manuel es parte de una exitosa banda de rock, American Parrots, y todos sus antiguos compañeros están desesperados por sacarse una foto y pedirle su autógrafo. Pero la única razón por la que Manuel trajo su cara y la de su compañera de grupo a la fiesta fue para reencontrarse con su ex mejor amigo de quien perdió el contacto; y quién sabe, tal vez Francisco esté interesado en encender una mecha que nunca se atrevieron a tocar en la escuela." La hermosa portada es cortesía de Aris quien hizo una maravilla de mis desvaríos de instrucciones. Gracias mana :3 tkm
AO3 Wattpad
Abriendo la noche, American Parrots
Una mujer a la entrada del evento, cuya cara ligeramente recordaba, le colocó el sticker con su nombre y antiguo curso en la chaqueta. Habían colgado luces y globos dorados y una gran pancarta arriba de la puerta del gimnasio, que decía “Bienvenidos generación del 2013”, lo que enseguida disparó la palabra cliché en su cabeza y, de pronto, Francisco se sintió inmerso en una de esas comedias románticas que a veces miraba con sus hermanas. Las manos comenzaron a sudarle, pues uno de sus objetivos para esa noche entraba dentro de la categoría de “cliché”, al igual que la pancarta.
“No hay nada de malo en querer hablar con tu viejo amigo…”, pensó, una de las tantas frases que se había repetido una y otra vez durante toda la semana, hasta decidirse en presentarse.
Al entrar, se encontró con al menos dos docenas de tiras de luces de navidad cayendo desde el techo del gimnasio, el que Francisco recordaba mucho más grande durante sus años de escuela. El comité definitivamente se había esforzado en conseguir focos en el mismo tono de amarillo cálido, pero en algún momento debieron acabarse en la tienda, pues entre los alargados comunes también podía ver unos en forma de globo y otros de estrella, los que estaban bastante lindos, por cierto; debía averiguar dónde los consiguieron para tenerlos antes de navidad.
Pronto localizó las mesas que hacían de bar en un rincón, y fue directo a preguntar por un rompope o un canelazo, o si no había alcanzado para un barman de verdad, quizás un poco de whisky, o como último recurso el champagne que ya podía ver servido en las lindas copas a un lado de la mesa.
- Han sido un par de años, eso pasa… no es la gran cosa… -se alentó en murmullos mientras esperaba al lado del bar.
Eran más bien 9 años y algunos meses, pero, ¿Quién los cuenta, eh? Un amigo es para siempre y todo eso…
- … solo es tu rico y famoso ex amigo del colegio, ja... -El golpeteo incesante que llevaba con el dedo comenzó a atraer las miradas de las otras personas cerca del barman, así que se forzó a parar, fingiendo que miraba algo en el celular.
Este rico y famoso amigo claramente aún no se presentaba, o todos estarían aglomerados en el mismo lugar, en vez de los grupitos dispersos por todas partes del salón.
Reconocía muchas caras, y otras eran bastante familiares, si bien los nombres no volvían con la misma rapidez. Varias miradas amistosas y saludos tímidos a la distancia, lo convencieron de acercarse a ciertas personas y sus respectivos conocidos cuando tuvo un diluido pisco sour en la mano, como forma de pasar el tiempo, aunque no se detuvo más que unos minutos con cada uno, y siempre volvía a un rincón para observar la entrada.
La mayoría diría que Francisco fue un chico popular en la escuela, en el estricto sentido de que muchos lo conocieron y tuvieron buena impresión de él. Sin embargo, y con la perspectiva que le han dado los años, la verdad es que no tuvo muchos amigos, de esos que uno desea seguir en contacto una vez graduados. Consideraba distinto a quien ahora esperaba volver a ver tan ansiosamente -por más de una razón-, aunque de igual forma se haya permitido perderle el rastro luego de unas pocas llamadas y mensajes al comenzar la universidad. La distancia y una serie de problemas personales jugaron en contra de esta amistad en especial, que pensó podría mantener a flote lo suficiente con un mínimo contacto hasta el momento en que pudieran retomar su relación, y ahora se arrepentía de su descuido.
Por un lado, era extremadamente difícil hacer amigos como adulto, sobre todo el disponer de tiempo y los ánimos para convertirlos en buenos amigos -para qué decir algo más que eso-. Además, en la medida en que pasaban las semanas de los últimos meses y se acercaba este día en específico, una profunda nostalgia lo obligó a rememorar los dos últimos años de escuela en que, contra el pronóstico de muchos, se había puesto cómodo al lado del lobo solitario del curso.
Manuel no fue un chico problemático, al menos no más que cualquier otro estudiante y; cuando a Francisco se le conocía por participar en muchos comités y talleres, y su apasionado interés por los animales y el medioambiente; de Manuel nadie sabía mucho, excepto que lo único más afilado que sus miradas era su lengua. En lo personal, Francisco había sucumbido a varios ataques de risa cada vez que Manuel terminaba de destrozar a alguien con sus palabras.
Durante sus remembranzas se preguntaba si acaso Manuel lo recordaría con igual aprecio, y es que, a pesar de cuán distintos los percibía el resto, nunca se había sentido tan cómodo con alguien como llegó a sentirse con el otro chico. Manuel entendía su aprecio por los animales, si bien nunca resultaron sus intentos de convertirse del todo al veganismo, y no le resentía sus largos descargos sobre la crisis medioambiental; incluso le respondía con curiosos comentarios sobre el comportamiento humano y la tan hipócrita idea de la racionalidad moderna. Manuel podría haber sido filosofo o investigador si no tuviera tanta alma de poeta, pensaba.
Y a favor de esa pequeña posibilidad de que lo recordaría, estaba el hecho de que llegó a mostrarle sus poemas y las historias cortas que escribía en ese tiempo. Actuaba avergonzado cada vez que le cedió sus libretas para que mirara, aunque Francisco recuerda haber insistido en lo buenos que eran. Alguno de sus comentarios debió convencerlo al final, puesto que un día sin esperárselo encontró en la librería un lomo con su nombre en él. Al inicio, solo tomó la antología de historias cortas porque quería tener algo ligero que pudiera leer entre las sesiones de fitness y yoga que dirigía, pero al abrir las solapas para leer sobre el autor, una foto en blanco y negro de su amigo apareció. No había reconocido el seudónimo J. M. Gonzáles hasta ese momento, pero su fotografía y los pequeños datos del autor no le dejaron dudas que se trataba de su Manuel. Buscó si había algo más de su amigo en la tienda y acabó comprando un libro de poemas y una novela corta junto con la antología, y disfrutó los tres inmensamente, reconociendo en algunos párrafos y oraciones el humor sarcástico tan característico de su amigo.
Lamentablemente, ya se habían distanciado para entonces, o lo habría llamado enseguida para preguntar por qué nadie sabía de esta maravilla. No entendía por qué no se hablaba más de su carrera como autor en las entrevistas a las que American Parrots asistía a cada rato, o por qué los fanáticos de la banda de rock no lo mencionaban más a menudo. Sin embargo, y como era común, fuera de los aplausos o críticas por la música que producían, lo más interesante para hablar era qué integrante de la banda se estaba acostando con quien; las apuestas de los últimos años era que Manuel como guitarrista y acompañante obviamente estaba saliendo con la vocalista principal, aunque Francisco no se lo terminaba de creer.
Podía ver que algunas personas en el salón traían camisetas, bolsos, e incluso algunos discos y vinilos del álbum estilo rockabilly de hace dos años, y se sintió un poco avergonzado del libro que cargaba en la bandolera colgando de su hombro. En su defensa, pensó que sería un buen tema de conversación en caso de que no supieran cómo romper el hielo después de tantos años. Viendo el escenario actual, estaba claro que muchas otras personas estarían en busca de la atención de Manuel, y no estaba seguro de poder robar un tiempo para él con la estrella de la velada. Si es que se presentaba. Había confirmado que estaría, pero nunca se sabe con los rockstars.
Daniel se tardó diez minutos en encontrar un buen lugar donde aparcar, pero parecieron eternos mientras Manuel miraba con aprensión todos los vehículos apostados en las calles laterales del colegio. En la invitación advertían que seguía existiendo muy poco espacio al interior, por lo que era preferible llegar sin auto o al menos hacerlo temprano si esperaban conseguir estacionamiento. Con ese tono pasivo agresivo tan irritante que siempre tuvieron los del comité de eventos, y que la vida adulta seguramente solo había reforzado.
- ¿Queres apostar cuántos se acercan más a mí que a vos? -Martina se dejó en paz el pelo por un momento y le dio un apretón en el brazo; en parte para sacarlo de su remolino de angustia; en parte para hacer que volviera a sentarse correctamente. Últimamente estaba bien insistente en que la acompañara a pilates y yoga, pues le surgió el descontrolado temor de que terminara con joroba a los 30 por encorvarse tanto.
- Podemos hacer lo mismo que el evento en Buenos Aires, y el que tenga que soportar menos lamebotas compra el vino y las papas para la tomadera de la noche -propuso una vez lo tuvo erguido, y pasó a acomodarle la corbata como por cuarta vez desde que habían dejado el hotel. Daniel les sonrió por el retrovisor y comentó que podrían añadir unas empanaditas o fritos de pollo esta vez.
- No sé cuántas ganas de comer vaya a tener cuando terminemos acá -se quejó Manuel, soportando los arreglos de última hora que Martina estimara conveniente.
Debió hacer un puchero o algo así, porque lo próximo que hizo la rubia fue apretarle las mejillas y moverle la chasquilla de la cara, tal cual hacía cada vez que lo encontraba “adorable”. Por eso, y una sarta de otros comentarios y gestos que no se dignaba a controlar frente a las cámaras, era que todos estaban tan convencidos de que eran pareja. Manuel tampoco sabía si simplemente disfrutaba hacer que se sonrojara, o estaba marcando territorio y jugando a largo plazo con él. Era algo que intentaba ignorar, más que nada, por los dolores de cabeza que le traía buscarle algún sentido a la rubia.
- Entonces te tomás un té mientras yo me chupo una birra, no te creas que vamos a poder comer nada entrando acá, seguro se nos acercan como moscas a la mierda -Manuel estaba acostumbrado a escuchar peores cosas viniendo de su boca, pues a pesar de la reputación de “buenos chicos” que les daban los medios, todos en la banda tenían su buen repertorio de palabrotas. Era solo que lo glamoroso del vestido y el maquillaje contrastaban cómicamente con el tono de Martina.
- Te pillaran las cámaras hablando así… -se burló.
- Dirían que claramente es culpa de vos -Martina finalmente dejó su ropa en paz y pasó a colocar sus manos sobre su propio pecho- Sho soy una delicada flor de la pampa. 
Manuel contuvo la risa justo antes de salir, pero Daniel, teniendo los beneficios de la parentela, se echó a reír sin culpa alguna, y Martina resopló.
- Pues con estos amigos… ¡Y vos! -Martina se inclinó hacia el asiento del chofer y tiró de la oreja a su primo, solo lo suficiente para que este dejara de resoplar, y mientras el más joven se masajeaba el dorso de la cara le dijo, apuntándolo con el dedo- Te quedas en el carro y atento al móvil, que nos dejaron venir sin guardaespaldas, pero quién sabe cómo se tornen las cosas una vez dentro.
- ¡Pero creí que iba a entrar con ustedes a comer! -se quejó el chico, indignado con las nuevas condiciones del trato. Martina le hizo un gesto para que dejara de chillar al instante. Fue entonces que Manuel decidió salir del vehículo y esperar a que los primos arreglaran los detalles entre ellos. Se alejó unos pasos, caminando sobre el pasto en dirección a la reja del colegio, pero aún así pudo escuchar partes de la discusión.
- No me vengas con problemas pibe, ¡Vos le lloraste a mi tía que te dejara venir!
- ¡Pero dijiste que iríamos a fiestas! ¡Y solo me has tenido de chofer!
- Yo no prometí nada de eso, ¡Mi único deber era comprarte los pasajes…!
Al parecer habían sumado un piso más al edificio desde la graduación, y una nueva capa de pintura, aunque eso podría ser solo por los eventos de ex alumnos como el de ahora, o quizás para los padres que buscaban nueva escuela para el próximo año. De todas formas, todo lucía similar a lo que recordaba, y el sentimiento nostálgico que le había rehuido hasta el momento finalmente apareció. En general, la escuela no había sido ni buena ni mala, por mucho que a sus padres y a su hermana les haya angustiado la escasez de amigos, Manuel sabía manejarse y estar tranquilo solo. Era una de las muchas razones por las que al principio nadie se pudo creer la carrera en la que estaba teniendo éxito.
Dicho eso, por supuesto que gozó el momento en que finalmente consiguió uno, por muy poquito que durara esa relación al final. Lo de valerse solito le jugó en contra al momento de mantener la amistad tan bonita que recordaba con Francisco; y es que ni en los dos años que estuvo pegado al chico se acostumbró a poner atención a la regularidad con la que compartían mensajes y llamadas. Y luego conoció a Martina y el resto de los chicos, y empezó a tocar y escribir para la banda, además de sus publicaciones cortas. Para el momento en que se tomó un descanso de todo ese trabajo, se dio cuenta que habían perdido el contacto y, como tonto, lo dejó así.
La fe de recuperar el contacto era lo que finalmente convenció a Manuel de venir, pues no aceptó ninguna de las ideas de Miguel sobre aprovechar esta salida en público para la promoción de los siguientes conciertos. Quien fuera a ir de sus antiguos compañeros ya debía tener en mira los tickets, y con el éxito que gozaban últimamente, no necesitaban fanáticos por cortesía, o que solo buscaran presumir que fueron al mismo colegio que el guitarrista.
Sintió los tacones de Martina acercándose, y se volteó en el momento justo para que la rubia se colgara de su brazo, una posición ya típica para ellos en cualquier evento. Aunque esta vez no había ni una cámara a la vista o personas gritando como en los Grammy Latinos.
- ¿Y en qué quedaron con el cabro chico?
- Eh, se estará tranquilo el pibe, pero vamos a tener un buen recargo al final del viaje por el servicio al cuarto… -Eso se lo estuvo esperando desde que se enteró que Daniel iba a colarse una vez más en el viaje de su prima- Oh, y mañana hay que agendar otro transporte con el hotel para ir a la entrevista de la radio que quería Migue, porque dice que se va a quedar todo el día en la piscina.
- Y justo que mañana íbamos a la disco -bromeó, y Martina se sonrió.
- Podríamos pasar a una parrillada justo después de la radio -la rubia le siguió el juego, y continuó llenando su itinerario hipotético- No es culpa nuestra que se lo perdiera, viste, las entrevistas siempre te dejan un hambre feroz.
Siguieron planeando su próximo día, con ideas cada vez más descabelladas de las que Daniel se arrepentiría toda la vida de no haber participado, hasta que el portero les pidió firmar una lista de ingreso sin reconocer a ninguno de los dos; pero para ser justos, no parecía estar en el rango etario típico de sus fanáticos más leales.
-Oh, bueno… se esforzaron, al menos se esforzaron… -comentó Martina cuando llegaron frente al gimnasio decorado, escondiendo ágilmente la cara de las personas aún afuera mirando sus teléfonos.
- Tratemos de no parecer tan “snobs”, ¿Puedes? No quiero quedar con reputación de cuico o algo parecido -pidió, y apretó suavemente la mano que Martina aún tenía sobre su brazo.
- Siempre serás del pueblo Manu, no te preocupes por eso…
Martina lo dejó tomar unas cuantas bocanadas de aire para darse ánimos antes de atravesar la puerta. Ninguno de los dos estaba muy seguro cómo reaccionarían sus antiguos compañeros. Quizás le restarían importancia a su éxito actual justamente por haberlo conocido cuando era un adolescente común y corriente; aunque las experiencias con los conocidos del resto de la banda sugerían que no sería el caso.
- Ok, entremos…
No fue un estallido de gritos y conmoción lo que alertó a Francisco de que Manuel había llegado; creyó que alguien chillaría al momento de verlo y todos se agolparían a su alrededor, mostrándole el camino. En realidad, fue un tanto más gradual, aunque de todas formas su presencia inmediatamente atrajo personas a su órbita como un imán a la limadura de hierro. En un par de minutos los dos miembros de American Parrots -pues lo había acompañado la vocalista, dándole alguna credibilidad a los rumores sobre la pareja- estaban rodeados por al menos tres filas de personas, y cada vez más grupos de ex estudiantes se acercaban al perímetro que se había formado, esperando algún momento para interactuar con las estrellas.
Francisco no veía cómo podría acercarse a hablar directamente entre toda esa multitud, que ya exigía bastante atención. Y si es que lograba colarse hasta el frente de la pared humana, no podría intercambiar más que un par de palabras de cortesía, idénticas a las que el resto estarían diciendo, y quizás alguna mención de cuánto tiempo había pasado desde la última vez que hablaron.
Eso sonaba muy descorazonador, y de pronto se sintió muy incómodo, así que se alejó de la multitud entusiasmada hacia la periferia y fácilmente se integró al grupo de cinco de las ex estrellas del coro, que contaban con dos enfermeras, un ingeniero y dos abogados; si podía entender bien los pequeños comentarios que se hacían unos a otros.
Hizo los aportes necesarios a la charla cuando se lo pedían, pero la verdad, eran perfectamente capaces de mantener la conversación andando, incluso hablando uno sobre el otro. Francisco tenía algunas dificultades para seguir todos los hilos, pero eso también podía deberse a que un tercio de su atención estaba con el grupo, y el resto seguía pendiente del tumulto al centro de la habitación, que se hacía más bullicioso al tiempo que sus ex compañeros comenzaban a sacar la mercancía que habían tenido tan mal escondida hasta el momento. Cuando alguien consiguió bolígrafos para ambos artistas, empezaron los gritos estridentes que estuvo esperando escuchar, pues Manuel y su compañera -debió aprenderse bien los nombres del resto del grupo- comenzaron a otorgar autógrafos para todos quienes les rodeaban.
Los ex coristas no vieron los gritos de alegría y fanatismo con muy buenos ojos.
- Ash, ni que fueran tan especiales como para alterarse así-comentó Trinidad, una de las enfermeras. Miraba con disgusto al grupo de amigas que en el momento posaban junto a Manuel y su amiga rubia para unas fotografías.
- Sí, la verdad no creo que sepan muy bien qué están haciendo, yo habría hecho muchas cosas distintas si fuera el líder y escribiera las canciones, y te aseguro que no me habría demorado tanto en hacernos internacionales -comentó el abogado, con el mismo tono de voz que, Catalina decía, adquirían algunos de sus compañeros varones en las juntas del directorio. Ahora entendía cómo era ese picor interno, esas “llamas del infierno refulgiendo en el espíritu” que su hermana asegura experimentar cada que debía escucharlos volviendo a explicar lo que ella acababa de decir.
- Yo creo que nos habría ido mejor si hubiéramos decido hacer nuestro propio grupo… -comentó la otra que presumía de abogada.
- ¡Exacto! Nunca lo vi en las prácticas del coro o la orquesta -agregó el ingeniero, notando que no había abierto la boca en los últimos cinco segundos de la conversación- Gonzáles debió aprender a la rápida luego de la escuela, nunca tomó ninguna clase con la banda, no debió ser muy bueno como para entrar…
Y en ese instante decidió que iría a tomar algo de aire, pero no antes de detener el discurso claramente lleno de envidia y resentimiento de este grupito de tontos. Ahora sabía lo que le pareció extraño de ellos; eran de los que estudiaron pensando en el dinero y no porque algo fuera su pasión.
- La verdad es que a Manu nunca le gustó el profesor ni el ambiente que generaban algunos de los chicos de la orquesta, y ahora veo por qué… -su comentario los dejó en silencio al instante, y cinco pares de ojos se dirigieron como láseres hacia él.
- Y si recuerdo bien, desde que la maestra lo hizo cantar en el evento de homenaje en octavo año intentaron reclutarlo para el coro, quién sabe, tal vez eso habría evitado que quedaran en cuarto lugar en todos los campeonatos regionales hasta la graduación -Ante él tenía cinco caras en distintos grados de vergüenza, incomodidad, ira e indignación. Más que nunca estaba decidido a tomar el trago que le quedaba en el vaso y correr al estacionamiento, pero no sin antes darles una última pedrada. 
- Bueno, mejor para ustedes, o tendrían que tragarse la envidia al verle la cara todos los años en sus conciertos de exalumnos.
Seguro que había perdido puntos en su resolución del año pasado, sobre lo de ser un embajador de bondad y gratitud que habían discutido con el grupo de meditación; de igual forma escapó del lugar sin darles oportunidad de pensar en una objeción. Sobre a los dos abogados.
No pensó que vendría tanta gente, ¿No debería al menos un tercio ya estar casado y con hijos? Y quizás un quinto de la generación fuera del país o con mejores cosas por hacer; él podría estar haciendo otras cosas si Miguel no hubiera insistido tanto en que confirmara su asistencia y liberado su agenda justo para eso. Sabía que fue mala idea el asegurar su presencia tan pronto como lo hizo, hubo tiempo para que se corriera la voz y todas esas personas que normalmente se ausentarían cambiaran de opinión.
- ¿Podemos tomarnos una foto también? -preguntó la más parlanchina de un grupo de amigas que, con mucha determinación, se habían hecho paso hasta el frente de la fila- ¡Es que somos super fans!
“Claro, todos aquí lo son”, pensó con sarcasmo.
- ¡Pues claro! -dijo en voz alta, manteniendo una cara plácida.
A metro y medio de él, Martina seguía dando autógrafos y recibiendo abrazos, mientras otro “super fan” no se había contentado con el disco y la camiseta firmada, y continuaba hablándole de los otros muchos músicos que le gustaban y a los conciertos que había asistido de ellos, aprovechando de preguntar, una y otra vez, si quizás conocería a alguno de ellos. Decidió que acabando con su grupito -que sospechaba habían pertenecido al taller de teatro, pues reconocía un par de timbres de voz y expresiones dramáticas- iría a ahuyentar al sujeto. Claro, sin que se notara tanto que lo querían lejos.
Manuel adoraba a sus fans, eran geniales, no serían nada sin sus fans. Lo que le irritaba en el momento es que estaba seguro que más de la mitad de los que ahora pedían autógrafos y fotografías no eran, como algunos decían, “super fans”, ni siquiera fans normales. Debieron percatarse que el flaco Gonzáles era el que tocaba en una banda famosa en algún momento antes de la reunión, y se habrán escuchado un par de sus canciones más populares y aprendido algunos datos, como el nombre de la banda, por ejemplo. Aunque hubo uno, diez autógrafos atrás, que había insistido en llamarlos American Patos, así que… no era el mismo sentimiento de gozo que tenía cuando podía hacerle el día a un par de chiquillas/os, que se la gritaban y lloraban todo cada que lanzaban un nuevo single o tenía otra gira y eventos en público.
De igual forma, Miguel decía que “todo oyente irregular podía volverse uno dependiente si se le hacía sentir lo suficientemente especial”, por eso intentó creer en la sinceridad de estas personas un poco más, lo suficiente para sonreír en la selfie de grupo.
Las mujeres colocaron poses y rostros “sexies” a su alrededor, e intentó seguirles la corriente, aunque nunca se le dio bien la cara de pato.
- Y ahora, ¿Puede ser cada una por separado? ¿Para el Instagram?
Sus fans eran maravillosas. Amaba a sus fans. No era nada sin sus fans. Se siguió repitiendo, aunque cada vez se convencía menos a sí mismo.
Continuó sonriendo, firmando cosas y posando junto a gente de la que olvidó el nombre en cuanto el siguiente grupo se colocó en frente. Y a pesar de lo mucho que esperó y soportó, nunca apareció la única persona que estaba deseando ver.
“¡¿Y dónde mierda esta Francisco?!” apretaba y relajaba los dedos, con los ojos en las personas en frente, pero ladeando sutilmente la cabeza para observar por el rabillo del ojo lo que podía del resto de la habitación. Con tanta gente a su alrededor, la tarea se le hacía difícil, y en verdad no distinguía mucho más allá, por lo que, en cuanto apareció la oportunidad de escabullirse, la tomó. Ese momento fue cuando una de las chicas que recordaba haber visto al mando de todo acto y acontecimiento en sus días de escolar, se montó al pequeño escenario del gimnasio e hizo estremecer los oídos de todos los presentes al encender el micrófono.
- ¡Saludos a todos! ¡Otra vez! Sé que deben estar disfrutando la velada, reencontrándose con tantas caras familiares y recordando los buenos viejos tiempos, así que no les quitaré mucho tiempo, pero ¡Es hora de los premios!
Expresiones confundidas aparecieron en los rostros de la mayoría, y en ese instante en que las masas se olvidaron de él, atravesó los pocos pasos que lo separaban de Martina.
- Voy a ir a buscar por afuera.
- ¿Tu amigo? -la rubia felizmente no necesitó que gastara más palabras explicándole a quién iría a buscar.
Le dio un apretón suave a su mano, en parte como confirmación, en parte pidiéndole perdón anticipadamente por dejarla sola manejando la situación allí dentro. Sin más que hacer, se escabulló como una rata a los rincones más oscuros, para hacer su camino hacia la puerta de evacuación que veía abierta al extremo opuesto de la entrada. Con suerte habría menos gente por ese camino, y la que se encontrara seguramente habría tenido mejores cosas que hacer, como fumar, o revivir un viejo romance besuqueándose entre los arbolitos del patio escondido por ese lado del gimnasio.
Francisco acabó escondido en las gradas de la cancha de futbol, en el espacio donde un agujero negro parecía formarse por la excesiva separación de los postes de luz. En sus tiempos de estudiante se enteró que era uno de los rincones donde se suponía ibas a besuquearte durante las tardes de invierno, cuando acababan los talleres y ya estaba oscuro, pero aún no echaban a todos fuera del colegio. No es que alguna vez lo haya hecho, y si hubiera tenido la oportunidad de compartir saliva en la escuela, lo habría hecho entre los estantes polvorientos de la biblioteca; una ubicación más respetable, desde su perspectiva.
Considerando el espíritu de remembranza de la noche, y como se sentía de ganas de ser sincero en la privacidad de su cabeza, la verdad es que llegó a imaginar cómo sería haberse besado con Manuel entre la sección de fantasía y literatura latinoamericana, o quizás en el rincón donde guardaban las enciclopedias, pues nadie nunca las pedía. Si es que el chico hubiera estado interesado en eso, estaba casi seguro que le habría parecido romántico de su parte, el considerar sus gustos con tanta atención. A Manuel le habría gustado tener su primer beso entre Tolkien y García Marques.
Dio un suspiro y se ajustó la chaqueta, y el viento helado que corrió lo devolvió al presente.
No tenía caso pensar en las oportunidades perdidas. El hecho es que era un cobarde, entonces y ahora, diez años no habían podido ayudarlo con eso. Podría volver adentro e intentar en serio hablar con Manuel, atravesar en medio de toda la gente y pararse frente al hombre y exigir un minuto de su atención, al menos para quitarse la interrogante que lo agobiaba desde hace meses, “¿Te acuerdas de mí? ¿Fui tan importante como tú lo fuiste para mí?”; pero el tan solo pensarlo le daban ganas de vomitar.
“Debería irme ya”, no le interesaba quedarse a ver la supuesta ceremonia de premios, ni el video conmemorativo para el que estuvieron pidiendo fotos. Había respondido con algunas que aún conservaba, aunque ahora se arrepentía, si aparecía cualquiera de las fotos en donde Manuel salía sonriendo por sobre su hombro, en un estúpido collage dentro de un seguramente mediocre video con una canción cursi de fondo, bueno, probablemente se pondría a llorar en medio del gimnasio. Y los celulares tenían mejores cámaras que cuando salió de la escuela. Se sentía muy viejo y abatido para llevar con gracia esa clase de vergüenza.
Esos era sus sombríos pensamientos, cuando una oscura silueta en los bordes de la cancha hizo que se le fuera el alma por un segundo. Se quedó petrificado en su lugar oculto en las gradas, y por su mente pasaron un centenar de posibilidades, antes de recordar que; ya no era un escolar tras horas en la escuela; y que definitivamente su vida no era una película de terror, de esas en las que moriría por ser un estudiante solo en la escuela de noche. Respiró aliviado, y observó el caminar errático de la figura. Atravesaba la cancha a paso veloz, y miraba hacia los costados con mucha frecuencia. Quizás también estaba pensando en las películas de terror, o no sabía dónde se encontraba el baño. Su lugar en la oscuridad total evitó que el personaje lo percibiera, así que fue testigo de un momento de franca emotividad cuando la persona se detuvo en medio patio, agitó los brazos por sobre su cabeza y pateó el piso en frustración.
Tales gestos le trajeron recuerdos, y una chispa de esperanza lo obligó a levantarse y seguir con los ojos la figura del hombre que poco a poco regresaba a los pasillos mejor iluminados del colegio. Al ver la tela rojo vino del esmoquin que llevaban esos hombros estrechos, se echó a correr antes de pensarlo mejor o perderlo de vista.
El maldito no había venido.
O al menos, eso parecía.
Ya se había recorrido casi toda la planta baja y, a menos que Francisco se haya vuelto un rebelde y haya irrumpido en la biblioteca o el laboratorio de biología, no se le ocurría dónde más buscar que no fuera empezar a llamarlo dentro de los baños.
Así que, solo cabía pensar que el desgraciado ni se había presentado, con su suerte, seguro ya estaría casado, con dos hijos y otro en camino; o en algún barco océano adentro persiguiendo balleneros con los estúpidos de Greenpeace. Iba a tener que contratar un detective privado como los ridículos cuicos en las novelas de su mamá, solo para saber a qué mugrosa bodega al interior del amazonas tendría que ir a rescatarlo de las compañías forestales a las que intentaba desmantelar.
Su escritor interno inventaba muchos cuentos, lo sabía, pero la desolación comenzaba a azotarle en la cara más que el viento helado.
Ya se quería ir, desaparecer del tonto evento que no le sirvió para nada más que darle una ligera jaqueca. Quería colocarse sus lentes de sol, aunque fuera de noche como todo un gil, y hacerse ovillo en un rincón del auto hasta llegar de vuelta al hotel. Incluso dejaría que Martina le hiciera cariño en el pelo y le cantara “Manuelita la tortuga” por millonésima vez; pues incluso cuando intentaba subirle el ánimo no podía dejar de ser un poco perra.
Sacó su cajetilla de cigarros del bolsillo interno del esmoquin, y comenzó a agitarlo para que los palillos que tenía adentro en vez de cigarros hicieran ruido como sonajera y le bajaran la angustia. Una de las primeras cosas que Miguel hizo como agente fue obligarlo a dejar de fumar, pues dijo que ni de chiste iba a lograr cantar los coros y tocar la guitarra un concierto completo por quien sabe cuántas noches seguidas con pulmones llenos de toxinas. Con el tiempo y la fama, trabajaron y conocieron personalmente un sinnúmero de otras bandas y cantantes, así que sabía que Miguel estaba lleno de mierda; pero ya había hecho la pega de abstenerse por más de un año, así que el hábito se quedó, junto con todas las muletas que sus compañeros lo ayudaron a inventar, por muy ridículas que fuera.
El choque de los palillos y su nube de penuria ocultó los pasos de quien se acercaba, lo suficiente para que la voz a su espalda lo tomara por sorpresa.
Su cajetilla cayó al suelo, y un toque de hielo le recorrió la espalda al escuchar su nombre pronunciado por una voz grave pero agradable. Un sentimiento de familiaridad le picó el pecho, y se volteó tembloroso a ver si era por quien se había estado lamentando, o solo otra desilusión más que llevarse esa noche.
Sus ojos se toparon con unos almendrados de pestañas largas que a veces lo visitaban en las noches, y del pecho se le escapó una respiración ahogada. El otro hombre no se percató, en parte porque no parecía poder mirarlo directamente. Francisco agachaba la cabeza, y metía las manos en sus bolsillos, meciéndose de un lado a otro.
Se veía nervioso.
Se veía como un sueño en ese traje.
- Eh, hola, pues… perdón, quizás ya no te acuerdes de mí, pero, solíamos ser amigos… -comenzó a murmurarle al piso.
Seguía igual de obtuso al parecer.
Daba igual, siempre le habían gustado sus hombres un poco mensos. Como le recriminaba su mamá.
- ¡Weón! -le grito, a lo que el otro hombre dio un respingo-. ¡Déjate de tonteras, Pancho!
En un momento desenfrenado, se abalanzó sobre su antiguo amigo. Su acercamiento careció de cualquier delicadeza, no calculó ni distancia ni aceleración, y chocó contra el pecho del otro con tanta fuerza que por poco terminan ambos en el piso. Como un niño torpe elevó los brazos y se aferró al cuello de su antiguo amigo, y este por suerte respondió sujetándolo alrededor de la cintura.
Con el descaro que llevaba años aprendiendo de Martina, frotó su mejilla contra la de Francisco antes de acomodar la barbilla sobre el hombro de este, ajustando su agarre en la espalda del otro hombre para mantenerlo inmóvil contra su pecho por algo más de tiempo.
- Mierda, Fran… -susurró en un jadeo. El golpe de adrenalina inicial por el reencuentro corrió su curso, y con algo de vergüenza sintió que sus ojos comenzaban a lagrimear más rápido de lo que podía controlar. Su voz brotó resquebrajada de su boca, y Francisco claramente lo notó, si el apretón que le dio con sus brazos significaba algo.
- Manu…
- Te he echado de menos… -le confesó con un hilo de voz, y la cara roja de vergüenza. Aunque la mano que Francisco movió hasta su nuca lo ayudó un poco con el bochorno.
Cuando la otra se posó en su espalda baja y lo acercó al abdomen firme del hombre, pues, el calor en su cara se dirigió a otra parte.
- Yo también… -Francisco soltó una risita.
Manuel sintió una sonrisa tirando de la comisura de sus labios. También sintió en la piel las vibraciones del pecho frente a él, y frotó el mentón sobre las solapas del traje al que se aferraba.
- Te he extrañado bastante… -Francisco carraspeó, y luego de darle otro apretón a las dos partes del cuerpo de Manuel donde tenía las manos, hizo el esfuerzo de alejarse, aunque no demasiado.
Erguidos frente a frente, notaron que seguían prácticamente de la misma altura, lo que era perfecto para mirarse directamente a los ojos sin problema alguno.
- ¿Dónde te estabas escondiendo, ah? No te vi acercarte en ningún momento allá adentro -dijo Manuel, con algo de reproche en la voz. Había mostrado la cara, sin peluca ni gafas allá en el gimnasio, solo para que a Francisco se le hiciera más fácil encontrarlo; y lo vino a hacer aquí afuera donde a trechos les faltaba luz para verse los pies.
- Uh… -Francisco frotó una mano contra su pantalón, y con clara vergüenza dijo- Me dio algo de nervios acercarme, no sabía bien si te acordarías, o querrías volver a verme…
- Pancho -Manuel detuvo en seco esa línea de pensamiento, solo con el tono de voz y la mirada en blanco. Francisco le sonrió por hacerlo.
- Bueno… también quería… hablar un rato, en privado, y allá adentro, pues…
- Sí, entiendo -Manuel tuvo que soltar una carcajada, imaginando la pelea que habría sido sacarse a sus “super fans” de encima para tener, aunque fuera un minuto, en privado para conversar con Francisco. Quizás aquí afuera no era tan mal lugar para encontrarse.
Aunque podía conseguir algo mejor.
- Oye, ¿Viniste solo? ¿Tienes un rato para copuchar en el rincón? -preguntó, observando con atención el rostro de Francisco. Tenía ideas, y había sentido cosas en el abrazo que compartieron; algunas cosas provenientes de Francisco -unas bastante delatoras-, pero seguía sin tener del todo claro en qué situación estaba navegando con el otro hombre.
- Ah, sí, vine solo… -Francisco lo miró fijamente por un momento, y con voz tentativa agregó- No es que haya alguien a quien quisiera traer y… -sus mejillas se sonrojaron un poco, Manuel pudo notarlo a pesar de la mala iluminación- … no me molestaría ir a otro lado contigo y… charlar.
La entonación que usó en esa última palabra, le indicó a Manuel que estaban considerando lo mismo.
Quizás Manuel sí tenía un rockstar dentro de él. Con esa idea, lentamente entrelazó sus dedos con los de Francisco y comenzó a guiarlo hacia la calle a un lado del colegio.
- ¡… se lleva el premio por quien ha tenido más hijos! -la chica en el escenario acabó sus gritos, y una muchacha a quien le habría venido bien un poco más de rubor en la cara pálida de cansancio se las arregló para subir los peldaños con la panza claramente de embarazada que cargaba. El que suponía había echo la otra mitad del esfuerzo para obtener el premio, se tardó un poco en soltar la copa de la que bebía para ir a ayudarla.
Mientras el resto aplaudía, Martina intentaba mantener la cara plácida y sonrisa de barbie que practicaba cada noche escuchando a Miranda. Eso, al tiempo que reprimía los estremecimientos que le daba la idea de parir siquiera una vez.
En sus conversaciones con Manuel, cuando ambos estaban sufriendo de insomnio por el jet lag a lo largo de los años, había llegado a aceptar que la maternidad quizás no era un destino asegurado como le contó su abuelita, y perdonarse mayormente por ello. Aunque el flaco había llegado a convencerla que no se vería tan mal como pensaba con una barriga de esas; eso por aquella vez en que quedaron tan borrachos en Madrid, que no encontraron nada mejor que fingir ser madres en espera en el cuarto de hotel. Según lo que les gritó Miguel en la reunión del siguiente día, Manuel dio la actuación de su vida en el pasillo fuera del cuarto, gritando con tal convicción que se le había roto la fuente que hasta ambulancia llegó a llamar la pobre mucama con la que se toparon.
Su amigo a veces se convencía a sí mismo que ser esposo y padre tampoco estaba en su destino, y que una manada de perros sería su familia cuando estuviera viejo y mañoso. Pero Martina pensaba que si alguien podría sacar bebés medio decentes y adolescentes casi soportables sería su Manolito. Si es que ella solo sería la tía estilosa de esas criaturitas, o tendría que poner la mitad del ADN para hacerle el milagro al flaco, aún no lo tenía claro.
- El siguiente nominado es un compañero muy especial, tan especial, que no hay día que no se escuche algo de él en la radio…
“Oh, ya empezamos…”. Martina miró discretamente por la habitación, en la lejana posibilidad de que Manuel haya vuelto al gimnasio y conseguido de alguna forma pasar desapercibido entre las mesas y globos.
- … definitivamente ganó los premios de quién hizo más dinero, y quién ha viajado más lejos…!
La multitud comenzó a percatarse que el aludido no estaba por ningún lado, y como visores de submarino, volteaban sus cabezas hacia Martina como si una onda de choque se esparciera invisible por la habitación.
- ¿… Manuel? ¿Dónde está Manuel? -preguntó finalmente la autoproclamada directora de ceremonias. Y no tardó mucho en ubicar a Martina, con toda la gente ya mirándola.
- Ah, tuvo que ir al baño… -con facilidad, proyectó su voz para que todos en la habitación pudieran escucharla, y le hizo el gesto con la mano de que “siguieran rodando” a la mujer frente al micrófono- Seguro ya vuelve, pero sigan, sigan…
- Oh… -en su favor, la mujer se recuperó rápido de su desilusión, y continúo entregando las piochas de plástico que valían de premio para las más ridículas nominaciones posibles. Martina no sabía en qué momento habían recopilado la información que esta gente parecía tener del resto de los presentes, pero le tranquilizaba no estar en la línea de fuego.
Continuó observando la habitación distraídamente, hasta que se topó con una espalda que reconocería a kilómetros, perteneciente a quien le había dicho claramente que debía quedarse con el auto.
Caminó ágilmente entre las personas, y por una vez en lo que iba de la noche, ignoró todos los pedidos por autógrafos y fotografía. En menos de dos minutos estuvo al lado de su primo, a quien sujetó del brazo y volteó en su dirección antes de que pudiera colocarse otro canapé en la boca.
- ¿Y vos qué haces? ¡Te dije que aquí no tenías que entrar! -le dijo entre dientes.
Daniel la miró con los ojos de conejo asustado que acostumbraba cuando se veía en problemas. Aunque pronto superó el susto, y volvió a estirar la mano al canapé con camarones que había sido su objetivo. El irrespetuoso.
- ¡Pues perdón! Pero Manuel me dijo que podía entrar un rato a estirar las piernas y comer algo.
Eso no se lo había esperado.
- ¿Manu? ¿Ya se fue al auto?
No debió irle bien en su búsqueda, entonces. Pobrecito, debía estar muy deprimido. Parece que iba a ser noche de tragos, seguro los de la radio les perdonarían estar un poco atontados.
- Pues entonces nos vamos, no vale la pena quedarse más si el flaco ya está listo para volver al hotel.
- ¡Oh, yo no contaría con eso! -Daniel alzó la voz al final, en el tono de alguien que sabía algo que otros no, y se estaba riendo a carcajadas en la privacidad de su cabeza por eso. Martina frunció los ojos ante ese tono.
- ¿De qué estás hablando? -pronunció bien cada palabra, y vio cómo su primo no sabía si temblar donde estaba parado o continuar riéndose para adentro.
- Pues verás, se apareció de la nada tocándome el vidrio de la ventana, casi me da un infarto, pensando que venían a robarme o algo, pero resultó ser Manuel, quien venía muy tomado de la mano con su… “amigo”.
El payaso de Daniel hasta hizo las comillas con sus dedos, pero al menos le pintó el cuadro a Martina bastante claro.
- No me lo creo… -de todas formas declaró su incredulidad.
Esa zorra. No donde se iba a sentar.
- No sabía que Manu tuvo novios en la escuela, si me hubieran dicho que quería reconectar con uno hoy, habría guardado algunas toallas del hotel en la cajuela.
Daniel estaba siendo demasiado progresivo con todo esto. Eso empezaba a irritarla.
- ¡Esa zorra!
Alguien iba a tener que premiarla por su paciencia, Martina era prácticamente una santa a estas alturas.
Al menos un nuevo novio, es más, un amor juvenil reconquistado, significaba que el corazoncito de Manuel iba a latir con más sonetos cursis y versos acalorados para posibles canciones. American Parrots estaba necesitando material para otro álbum.
La Santa Martina se merecía otro Grammy latino.
Y si este no terminaba de convencerla para el flaco, bueno, a ver si el tal Francisco soportaba un tour con la banda, o los flashes de cámaras y siestas en aeropuertos eran demasiado para él. Quizás si acababan rompiendo, su corazón roto les conseguiría lo imposible y sacarían álbum dos años seguidos.
Martina también podía ser una perra si quería.
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awkward-sultana · 2 months ago
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A few Harris memes to enjoy while you cook your pets, guillotine your newborns and schedule your prison sex change.
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just-barrow · 4 months ago
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😭🥰🥹😍😊
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arthistoryanimalia · 6 months ago
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For #WorldArtNouveauDay on #MosaicMonday:
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1. Louis Comfort Tiffany (American, 1848-1933)
“#Parakeets & #Goldfish Bowl” Window, c.1893
Leaded stained & opalescent glass; bronze chain
Framed (with molding): 79 3/4 x 44 x 2 1/4 in.
2. John La Farge (American, 1835-1910)
“Butterflies & Foliage” Window, 1889 Leaded stained & opalescent glass
Overall (with original wood frame): (71 1/2 x 32 3/8 x 1 3/4 in.)
Framed (w/metal outer frame): (73 x 33 1/4 x 6 1/2 in.)
On display at Museum of Fine Arts, Boston
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na-bird-of-the-day · 5 months ago
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BOTD: Yellow-chevroned Parakeet
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Photo: Tom Benson
"Native to tropical South America, east of the Andes and south of the Amazon, these small parakeets are popular cagebirds. Escapees from captivity have become locally common around some cities in southern Florida and southern California. They are usually seen flying in small, noisy flocks."
- Audubon Field Guide
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marejadilla · 3 months ago
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Andrea Napolitano, “Rose breasted cockatoo-galah cockatoo-parrot”  Pastel painting
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hickorybird · 1 year ago
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Happy Pride from the pride flock! 🏳️‍🌈💖
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dougdimmadodo · 4 months ago
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Fast Fauna Facts #11 - Scarlet Macaw (Ara macao)
Family: Macaw Family (Psittacidae)
IUCN Conservation Status: Least Concern
Like other macaws the Scarlet Macaw's bill is large, powerful and unusually flexible, allowing it to manipulate and break hard fruits and seeds when feeding. Scarlet Macaws have frequently been observed using this ability to feed on hard unripe fruit, and as most other fruit-eating animals in their range are unable, or unwilling, to feed on such fruits it has been suggested that this is an adaptation that allows them to access food sources their competitors cannot. Many unripe fruits contain chemicals called tannins which are bitter-tasting and weakly acidic in order to discourage animals from eating them until the seeds within them are mature and ready to be spread, and the acidity of the tannins they eat may explain why Scarlet Macaws have occasionally been observed engaging in geophagy (the act of swallowing soil, rocks or, in the case of Scarlet Macaws, clay), as most clay is weakly alkaline and therefore may help to neutralize the tannins and make them easier to digest.
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Image Source: Here
<-Previous (Rhubarb) I Next (Century Plant)->
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theamericanpin-up · 1 year ago
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Bradshaw Crandell - "Glamour for Polly" - 1940's Gerlach-Barklow Co Calendar Illustration
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the-cricket-chirps · 1 year ago
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Joseph Cornell
Untitled (The Hotel Eden)
c. 1945
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shadyparade · 6 months ago
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diasporangael · 4 months ago
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icecreamwithjackdaniels · 8 months ago
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Jeremiah J. White (American, b. 1981), "Best Friends"
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arthistoryanimalia · 6 months ago
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Claudio Tozzi (Brazil, b.1944) Papagália – Colcha de Retalhos, 1980 Acrylic on canvas, 70 x 70 cm
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na-bird-of-the-day · 4 months ago
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BOTD: Yellow-headed Parrot
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Photo: Ami Nia PapaMossi
"Because it can be trained to imitate human speech, this chunky parrot has been popular in the cage bird trade. As a result, it is now endangered in the wild. Formerly widespread in Mexico and northern Central America, it is thought to have declined by 90 percent in it native range. Escaped cage birds have established feral flocks around Los Angeles and San Diego, California, and locally in southern Florida. The few seen in southern Texas are probably escapees also, although some might possibly be wild strays from the population in Mexico."
- Audubon Field Guide
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captainadwen · 1 month ago
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not gonna lie i am disappointed that the trailer music from the wild robot wasn't in the actual movie
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