#ecuchifinde2023
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jay-koffee · 1 year ago
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The contributions I made for the Ecuchi weekend, I truly love these two
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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Para el prompt Childhood Friends✨
Dicen que pasar mucho tiempo con alguien hace que empieces a mimetizarte, y si es de toda una vida, aún peor adjdjsn xP
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ecuchi-finde · 2 years ago
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Jay Koffee: Nuestro compromiso y dedicación se reflejan en cada detalle para que este evento sea tan maravilloso como estos dos. ¡Ya falta solo un mes para que comience! Esperamos sinceramente que lo disfruten al máximo.
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creepywonderland-pony · 1 year ago
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La Bruja de la Colina
Francisco vive en un pueblo donde todo el mundo teme a la horrible bruja que vive en la colina a los deslindes del bosque. Se dice que es una mujer cruel e inhumana, capaz de mandar volando a un ejército de hombres con su sola mirada, y de romper el cielo con su furia.
Por ello, cuando se adentra en los territorios de la bruja para recuperar a su perro y se termina topando con una niña de su edad, lo puede la sorpresa. Les comparto un pedacito de lo que escribí sobre el encuentro, para que comprendan la escena:
Francisco abrió la boca, ahogado en su propia sorpresa. Delante de él una niña de su edad lo observaba con una mezcla de sorpresa e irritación. Su cabello castaño caía largo y sedoso tras su espalda, enmarcando su rostro redondo. En su mano descansaba una canasta llena de yerbas, y sobre sus hombros, mecido por el viento, un chal más verde que el bosque mismo la envolvía entera, ocultando parcialmente su falda rojiza. Cuánto más la observaba, más irreal se volvía a sus ojos.
No cabía duda alguna. Por más inesperada que resultase su apariencia, debía tratarse de la bruja que vivía sobre la colina. El mal hecho persona.
Asustado, cerró los ojos con fuerza. Expectante ante lo que seguramente sería su final, o al menos el final de su vida como había sido hasta ese entonces. Sin embargo, para su sorpresa, ninguna maldición cayó sobre sus narices, ni aconteció tampoco transformación alguna en su cuerpo. Y los segundos empezaron a diluirse en minutos en la tensión de un silencio mutuamente ininterrumpido.
Nervioso, Francisco volvió a abrir los ojos, encontrando que nada había cambiado: ni la yerba a su alrededor, ni el susurro del viento en sus oídos, ni la niña aguardando a su lado.
La bruja, por su parte, le dedicó la mirada más penetrante que hubiese visto jamás, estremeciéndolo hasta la médula. “¿Qué haces aquí?” Lo increpó finalmente, sin miramiento o cordialidad alguna.
Francisco abrió la boca tratando de sonsacarse alguna clase de explicación, pero los nervios lo traicionaron, y no logró soltar más que un gritillo ahogado.
Y bueno no quiero dar spoilers pero de su encuentro nace un romance prohibido, rumores, envidia, celos, gente muere. Ya saben, lo usual.
Espero poder terminarlo en el futuro cercano. Y también que les haya gustado el dibujo Con esto termino mi participación en el Ecuchifinde c:
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espejoobsidiana · 1 year ago
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Juana Rosa!Inspired | Fem Ecuchi Fanmix
Elisa y Marcela con tren chileno edit - Isabel Coixet | Juana Rosa - Violeta Parra & Rosa Colorada - Tradicional chilena | Sinfonía de la Trilla - Pablo Neruda | Dame la Mano - Gabriela Mistral Taberna hacia 1900 en Valparaíso - Harry Grant Olds| La Noche - Eduardo Kigman | Fanfic: Flor del Ande/Flor de Trigo - espejoobsidiana
Escuchen Juana Rosa & Rosa Colorada
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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Una serie de viñetas de Iris con el prompt domestic life del día 2 que lo tiramos para el 3 :P
La convivencia tiene sus por menores, pero también los pequeños encantos y momentos cómicos, que hay que vivirlos para encontrarles la gracia.
(I: Me inspiró un chiste viejo de internet del que apenas me enteré, y el generador de incorrect quotes que encontré cuando mi cabeza estaba seca de ideas asdf)
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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AU Pancho Perrito
Manuela es una joven de provincia que tuvo que dejar el alero de su madre y el pueblo que había conocido toda su vida para trasladarse a Santiago a estudiar. Allí, cómodamente instalada en el pequeño departamento que le cedió su padre -ya que no quiso ir a vivir con él y su señora-, sin la necesidad de buscar trabajo gracias al auspicio del susodicho hombre, y sin ganas de fraternizar más de la cuenta con remilgosos estudiantes citadinos, la vida comienza a sentirse demasiado solitaria ¡Hasta que un día de feria...!
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Ahora con Panchito a su lado los días son más interesantes, pero hay algunos cambios que va a tener que hacer en su estilo de vida por el bien del niño
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Pero sin duda la vida es más bella e interesantes con Panchito a su lado
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ecuchi-finde · 2 years ago
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✨️¡ECUCHIFINDE!✨️
¡Hola a todes! Nos habíamos tardado en venir por aquí, pero de todas formas queríamos avisarles que este año se viene el primer evento ecuchi de la historia. Estaremos compartiendo cositas por esta cuenta y también en Twitter, por si quieren ir a seguirnos allá ¡Les estaremos esperando este 14, 15 y 16 de julio!
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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Aquí vienen las almas gemelas supremas: díganle hola a✨el Ketchup y la Mayo✨ los ganadores del concurso de disfraces del 5to C 😁♥️
Esto viene de un chiste interno tan pero tan viejo que tenemos con Iris, casi desde los inicios, por la obsesión de la Brotp con sus salsas
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creepywonderland-pony · 1 year ago
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¡Moomin au!
Manuel es un vagabundo que recorre el mundo a sus anchas, disfrutando de pescar y tocar su armónica. Para quienes no son cercanos, Manuel es una persona muy seria, relajada y por sobre todo cool. Se le conoce en el Valle de los Moomins como un aventurero que no teme romper las reglas y desafiar a la autoridad cuando encuentra algo injusto. Cosa que es cierta, pero solo es la mitad de la historia. En el fondo, debajo de su coraza, Manuel es una persona tímida, en extremo introvertida y con pocas habilidades sociales, pero muy muy dulce.
Panchito por otra parte es un Moomin (¿o un Snork ya que tiene cabello? Llevo semanas en esta discusión filosófica) que, para resumirlo, es una criatura de pelaje blanco y una nariz grande y redonda como un hipopótamo. Panchito es un ser muy amable, siempre dispuesto a ayudar al resto. Vive con un sentimiento de asombro y siempre dispuesto a disfrutar de cosas tan simples como coleccionar conchas de mar o conocer nuevos animales. Es medio ingenuo y emocional a veces, pero tiene buenas intenciones; y es sumamente querido por sus amigos y conocidos.
Manuel y Panchito son mejores amigos desde que se conocieron, un día en que manolo se topó de casualidad con el Valle de los Moomins (¿o snorks?). Desde entonces, Manuel visita a Pancho todas las primaveras y se queda hasta el final del verano para vivir aventuras juntos.
Por supuesto, no es un secreto para nadie que luego de un tiempo estos dos empezaron a gustarse (i mean, Pancho es la única persona por quien Manuel ha decidido echar *parcialmente* raíces). Pero shhh no les digan nada, sé que algún día lo notarán por su cuenta.
Ahora, Manuel sigue siendo un alma libre, por lo que cada que empieza a enfriar, toma sus cosas y se manda a cambiar a climas más cálidos. Panchito siempre lo extraña mucho cuando se va (al menos cuando no está invernando), y espera con ansias su regreso Y Manuel, bueno...
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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Más ladra que muerde (1/4)
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AO3
A los cinco, Manuel tuvo que ponerse firme.
Habían llegado niños nuevos al salón. Manuel se percató de eso en el instante que atravesó la puerta de la mano de su profesora, si bien aún no era muy bueno con las caras, al final del año anterior ya podía recordar a todos sus compañeritos; por eso llamaron tanto su atención los cinco extraños -tantos como los dedos de una manito-. Solo dos de ellos se parecían a animalitos; el niño tenía orejitas y cola peluda, y la chica estaba más cubierta de escamas, con cola como de lagartija; los otros tres nuevos eran super normales y aburridos como él y la mayoría de la clase.
No tardó en decidir que le gustaban más las orejas de su nuevo compañero, pues le recordaban a los perritos del vecino, igual que las de la profesora, pero el pelo del niño era más oscuro. Aunque ahora sabía que no debía intentar tocarlas como el año pasado. La profe y sus papás le explicaron que la gente no se acariciaba como a las mascotas, aunque pudieran convertirse en perritos grandes, o tuvieran alas de pájaro o cualquier otra cosa chistosa. Era una pena, pero no quería molestar a nadie, así que ya no estiraba las manos hacia la cara de su profe cuando le daba besos de despedida, ni agarraba a los mellizos Sánchez de las alas para que le prestaran atención.
Bueno, Manuel lo intentaba, y si él lo entendía, él, que le lloraba casi todos los viernes a su papá porque no tenían un perrito como los vecinos; no sabía porqué al resto le costaba tanto entender lo mismo.
- ¡Son tan suaves! ¡Qué lindo eres! -chilló Andrea, quien estaba junto a sus dos otras amigas en un rincón.
Manuel no solía jugar mucho con ellas porque las encontraba gritonas, y siempre se molestaban unas con otras por algo. Este día, sin embargo, no podía evitar mirarlas de vez en cuando, mientras correteaban al niño nuevo con las orejitas por todo el patio, y ahora que estaban en la sala. La profe apenas se había ido a acompañar a la niña-lagartija al baño, y en cuanto estuvo fuera, Andrea y su grupito se amontonaron alrededor del niño para tocarle todo el pelo.
- Uhm, gracias… pero, ya no quiero… -El niño-perro dio un paso al costado, y sacudió la cola lejos de la mano de una de ellas, justo para terminar cerca de los dedos de otra, que sin pena ni culpa le pellizcó una de sus orejas. El quejido suave del niño, y sus reclamos igual de suaves para que dejaran de tocarlo, lograron que Manuel se levantara y dirigiera sus pasos hasta aquel rincón, aunque no soltó el libro gigante de cuentos que llevaba una tarde intentando leer solito.
- Basta, que lo molestan -dijo en cuanto estuvo cerca. Las niñas se voltearon a verlo, pero en vez de alejarse, se apretujaron aún más, creando una pared humana alrededor del niño-perro.
- No es cierto, le estamos dando cariño, a mí me gusta cuando mi mamá me hace cariño -le contestó Andrea, con la seguridad de quien no sabe que no tiene idea de nada.
- Te gustará porque es tu mamá, pero él no quiere que lo toquen a cada rato –contestó Manuel.
Las orejas del chico se elevaron en su dirección, igual que su cola, pero no hizo nada más que mirarlo y se mantuvo callado.
- ¿Y tú qué sabes? ¡No eres su amigo! -Andrea se colgó del brazo del niño, y este se inclinó en sentido contrario, pero siguió sin decir nada.
Manuel entrecerró los ojos.
- ¡No le tiras las orejas a tus amigos! ¡Ni siquiera preguntaste si quería jugar contigo! -gritó en respuesta. Comenzaba a molestarse en serio, incluso sentía sus cachetes inflarse en los pucheros que su madre nunca tomaba en serio.
- ¡Sí quiere! ¿Verdad que te gusta jugar con nosotras? -Andrea finalmente se dirigió al niño, de quien se aferraba del con las uñas. Este la miró algo asustado, con ojos grandes y la boca hacia abajo, pero no dijo nada, como parecía ser su costumbre. Pronto el niño-perro cambió de enfoque, y se volteó a mirar a Manuel con ojitos grandes y lastimeros, pero tampoco dijo nada. Quizás era mudo a ratos.
La puerta al principio de la salita se abrió, y entró la niña-lagartija seguida de la profesora. Andrea comenzó a llamarla, con la sola intención de decirle que Manuel las estaba molestando, pero estaba preparado para defenderse esta vez. Estaba seguro que habría salido bien y la profe le habría dado la razón, si es que la niña a su derecha no hubiera elegido ese preciso instante para volver a meterle mano al niño nuevo. La vio cómo estiró la mano y, con más fuerza de la necesaria, apretó la cola del niño-perro y jaló.
El aullido que este dio asustó a todo el salón, y para Manuel, en especial, fue como si hubieran pateado a su propio cachorrito. La profesora no pudo dar más que dos pasos en la dirección del grupo cuando, de un segundo al otro, Manuel sujeto con ambas manos su gran libro ilustrado, y girando medio cuerpo se lo estampó al centro de la cara a la otra niña.
La manito del niño-perro sobre su muñeca lo calmaba un poco, pero no del todo, así que seguía agitando las piernas sobre la silla gigante de adulto junto a la oficina de la directora. Las uñas del chico, Francisco -al fin había abierto la boca para decirle su nombre-, eran un poco más largas de lo normal, y se enterraban en la tela de su cotona, aunque no hacían más que apretarle un poco la piel. Es más, solo se sentían como un pinchazo suave, así que aún no encontraba alguna razón para decirle que se las quitara de encima.
Le parecía que Francisco, -Fran-, estaba mucho más nervioso que él, quizás nunca había tenido reunión privada con ninguna directora. No eran la gran cosa.
Los dos dieron un salto cuando la puerta al pasillo se abrió, y por esta entró la profesora seguida de otra mujer. Era una señora con las mismas orejas de Fran, y avanzó al doble de velocidad hacia ellos, abriendo los brazos en cuanto estuvo cerca.
- Oh, bebé, ¿Estás bien? ¿Quieres que nos vayamos? -le preguntó al niño sentado a su lado.
En vez de lanzarse contra ella como todos esperarían, Fran se aferró aún más fuerte al brazo de Manuel, esta vez rodeándolo con ambas manos y sujetándose a su cotona con todos los dedos. Hasta dio otro de esos gemidos lastimeros de cachorro.
- ¡No! -aulló Fran, pegándose como un pulpo al costado de Manuel.
- Bebé, ¿Qué tienes? -preguntó la señora, un poco asustada.
- ¡Me estaba defendiendo, mami! ¡No podemos dejarlo solo! ¡La profesora va a volver a tratarlo mal!
Un silencio rotundo se impuso en la habitación por un instante. La mujer siguió perpleja durante dos pestañeos, aunque casi al instante se volteó y fulminó a la profesora con la mirada. El pelo de las orejas y la cola se encresparon y unos pequeños colmillos se asomaron entre los labios de la madre de Fran. En cambio, las orejas y cola de la mujer más joven se agacharon en respuesta, acabó dando un paso atrás y esquivando la mirada de la otra.
- ¡Golpeó en la cara a su compañera! ¡Toda la clase comenzó a espantarse! Tenía que regañar a Manuel, esa no es forma de resolver los problemas.
La verdad le había parecido un poco exagerado, el cómo sus compañeros empezaran a correr y gritar por toda la habitación después de escuchar la cachetada que le plantó con el libro a Mariana. De igual forma, Manuel recibió el regaño con la mayor calma que pudo -ya le incomodaba un poco llorar en público-, aunque se rehusó de lleno a disculparse cuando Mariana acabó de llorar. Y por eso estaban donde estaban, incluyendo a Fran, que por nada del mundo quería soltarlo, lo cual le parecía justo, después de todo; se había metido en problemas defendiéndole el trasero.
- ¿Y qué problema fue el que necesitaba resolver solo? Si se puede saber -El pelo erizado de la madre de Francisco se quedó donde mismo, y un tenue gruñido se colaba entremedio de cada palabra que pronunciaba.
- Bueno…
- No pararon cuando Fran les dijo que no quería que le metieran mano -contestó Manuel con toda seguridad, pues había escuchado en la tele a alguien usando las mismas palabras. Debió expresarse bien, pues la madre de Francisco comenzó un pandemonio al que su madre le metió más leña cuando al fin llegó.
Nadie se fue muy contento ese día, a excepción de Manu y Fran, quienes decidieron serían mejores amigos desde entonces. Aunque al principio a Manuel le pareció que era pura conveniencia, pues en cuanto entraba al salón, Fran se le colgaba al brazo y ya nadie se atrevía a rozarlo siquiera, asustados de que Manuel comenzara a usar los libros grandes que tanto le gustaban para ir a golpearlos. Sin embargo, pronto ni le importó, porque Fran se le enroscaba a un costado para la siesta y los mantenía calentitos, además que lo ayudaba a juntar las silabas que aún le costaban cuando se acomodaban para leer; ganar-ganar, siempre quiso un perro de mejor amigo.
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creepywonderland-pony · 1 year ago
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Rayén invitó a todo el curso para celebrar el cumpleaños del manolo; pero como todo niño que nació en fechas importantes no fue nadie a su fiesta salvo el compañero extranjero (a quien obviamente no le podrían importar menos las fiestas patrias ajenas). Coincidentemente, Francisco también es el mejor amigo de Manuel, y habría asistido a esa fiesta de todos modos aunque hubiesen caído rayos y centellas.
Al final el cumpleaños se transformó en una pijamada llena de dulces y comida rica cuando los papás del Pancho le dejaron quedarse hasta el día siguiente. Los dibujé con pijamas abrigados porque (más encima) fue uno de esos 18 de septiembre en los que se nubla y llueve. Pero nada de eso le importó al manito, para él fue el mejor cumpleaños de su vida 😌💕
Dicho eso, sepan que la soa Rayén se bajó y subió a todos los apoderados en la siguiente reunión por dejarle solo al niño (y tras confirmar!!)
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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El novio misterioso
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AO3 Wattpad
No era lo más atestado que habían visto el cine cerca del barrio, esa siempre sería la vez que consiguieron los boletos para el estreno de Toy Story 4; del cual salieron completamente emputecidos y llorando, así que intentaban nunca mencionarlo. Por eso, aunque fuera mitad de verano y estuvieran rodeados de personas por todos lados -con el aire acondicionado solo aumentando el bullicio y esparciendo el olor a sudor y bloqueador-, les era de poco interés la cantidad de gente, es más, la congestión servía a sus propósitos, pues estaban en mitad de una misión de espionaje.
- Deberíamos pedir una bolsa para cada uno, esto no nos va a alcanzar ni para los comerciales -exclamó Rodrigo, en medio de sus otras dos primas, el único que no tenía interés en mirar por los bordes del pilar detrás del que se estaban ocultando.
- No puedo creer que eso sea lo que te preocupa ahora… -respondió María, la pelinegra que aún llevaba los lentes oscuros bajo techo. A diferencia de su estilo habitual, aquel día iba vestida con chaqueta y pantalón deportivo, además de las zapatillas de gimnasia que jamás tocaba si no necesitaba correr en las mañanas para la profesora de gimnasia.
- Pues me preocupa bastante, siempre que me distraigo ustedes no me dejan nada… -Tenía muchos recuerdos de estar hambriento a mitad de película cada vez que se les ocurría salir en familia.
- ¡Mentiras! ¡Eso nunca ha pasado! -María se volteó en su dirección, y levantó sus lentes oscuros solo para dedicarle una mirada molesta.
- ¡Claro que sí! ¿De qué me estás hab…?
- ¡Se mueven!
La inminente discusión se vio interrumpida por la mayor de los primos, quien sujetó de los brazos a los otros dos, y a tirones los hizo avanzar con la masa de gente que comenzaba a formarse para ingresar a la sala de proyección. A propósito fueron quedándose al final de la fila, para seguir ocultándose de las posibles miradas de las dos personas a las que estaban espiando con tanta determinación.
- ¿Qué están haciendo? ¿Están mirando hacia acá? -preguntó María, de espaldas al inicio de la fila y con la cabeza gacha. Estaba convencida de que, de los tres, era la más reconocible a larga distancia, por eso no quería arriesgarse a echar un vistazo.
- No, para nada, Pancha aún está colgada de su brazo, parece que siguen conversando -Catalina intentaba verle el perfil al tipo con el que estaba su otra prima, pero hasta el momento, no había tenido suerte ni para verle la nariz, así que dio otro paso lejos de la fila, buscando un mejor ángulo. Con cada centímetro creía estar más cerca de descubrir si era más o menos atractivo que el novio anterior.
- Sigo preguntándome porqué aún no nos lo presenta, nunca se había tomado tanto tiempo con ningún tipo -comentó Rodrigo, tan bajito en la habitación atiborrada, que por poco ninguna de las chicas logró escucharlo.
- Eso mismo me preocupa ¡Quizás con qué bandido anda ahora la picaflor! Recuerdo al menos dos que necesitaban terapia urgente -agregó María. En verdad la tenía un poco preocupada su prima, pero era una mínima parte; el resto de ella no se podía creer que la santurrona de Francisca le estuviera duplicando el número de novios. Necesitaba respuestas, y saber si tenía otros prospectos secretos o qué pasaba.
- Tampoco se ve como su tipo usual, ¿Verdad? ¿Saben a lo que me refiero? -Catalina agitó la mano en dirección a la pareja. Rodrigo alzó la vista, María se volteó, y por una vez, los tres primos se encontraron observando directamente a quienes habían seguido furtivamente al cine.
Sabían a lo que se refería Catalina. El personaje a un lado de Francisca era un misterio, incluso sin contar que aún no podían verle la cara. Tenía una mopa despeinada de cabello castaño, piernas de fideo y llevaba un chaleco amplio de color rojo con rayas blancas; lo único llamativo del tipo, al menos desde atrás. No habría nada de malo, suponían, si el desfile de exnovios de Francisca no pareciera haber sido reclutado a las salidas del gimnasio.
- Quizás nunca nos presenta a los feos -musitó María, con algo de esperanza. Tanto Rodrigo como Catalina le dieron una palmada.
Continuaron con su espionaje improvisado y torpemente ejecutado, pero consiguieron entrar a la sala de proyección y ubicar sus asientos sin que la pareja notara su presencia. Aunque quedaron cuatro filas detrás, y por mucho que no necesitaran lentes, ninguno tenía super visión, por lo que continuaron avistando solo la parte trasera de sus cabezas, y de vez en cuando la punta de alguna nariz.
- Es bastante bajito, ¿Verdad? Se ven de la misma altura, nunca había tenido un novio tan bajito -comentó Catalina mientras pasaban los comerciales antes de la película. A pesar de que más de un adelanto de película le habría parecido interesante, no le despegaba la mirada a las dos cabezas, que cada tanto volvían a juntarse en medio de los asientos.
- Por eso les digo, a los patitos feos debe sacarlos a escondidas.
- Ya basta María.
- Quizás está tratando algo nuevo, puede que le hayan aburrido los bíceps y el olor a sudor -dijo Rodrigo, insertando su comentario en medio de la conversa de sus primas, así como se encontraba físicamente sentado entre las dos. Cuando éstas lo miraron, les ofreció un poco de las palomitas que sostenía sobre sus rodillas.
Habían caído en cuenta del enamorado secreto de Francisca por puro accidente. Al menos eso les había jurado María, quien, por lo que contaba, vio de casualidad el mensaje entrante de WhatsApp en la pantalla del celular de la menor, cuando esta estaba ocupada en otras cosas. No confiaban del todo en lo fortuito del asunto, pero la curiosidad los tenía en vela hace un tiempo, pues a pesar del sinnúmero de planes que habían hecho para el verano, Francisca no paraba de excusarse de la mayoría.
- No sé si le guste tanto, saben, no he visto que se den ningún beso ni nada -señaló Catalina a unos veinte minutos de haber comenzado la película. Los veía inclinarse regularmente y compartir las palomitas y el refresco, pero nada más.
- Quizás es tímido -sugirió Rodrigo, quien por una vez sentía la necesidad de defender a uno de los novios de su primita. La falta de besuqueos en verdad hacía que el nuevo sujeto le estuviera cayendo en gracia, a diferencia de las chicas.
- ¿Dónde está la pasión? ¿El entusiasmo? ¡La he visto dando nalgadas! No, aquí algo pasa, quizás sea una cita de lástima -María tomaba puñado tras puñado de palomitas mientras analizaba cada movimiento de la pareja. Cabe decir que no se había enterado de nada de la trama en esos veinte primeros minutos.
A los cuarenta minutos, Rodrigo finalmente había comprendido que la película era más de terror que de misterio, a diferencia de lo que le había dado a pensar el tráiler.
- Oh, no… oh no, no, no, no… -El chico se fue encogiendo en su asiento, en un inútil intento de sentirse protegido en la enorme habitación llena de extraños, con la enorme pantalla lista para mostrarle algo que no quería ver.
- Compórtate Rodri, aquí no puedes ponerte a gritar como en la casa -Catalina puso una mano sobre el brazo de su primo, mientras María fue más práctica que sensible, y rápidamente se hizo de la bolsa de palomitas, para mantener lo poco que quedaba a salvo del asustadizo del grupo.
- Si te pones a llorar, juro que me cambio de asiento, no me hagas pasar vergüenza de nuevo.
Cinco minutos después ocurrió el primer jump scare de la película, y el grito de Rodrigo retumbó en toda la sala, al igual que todos los otros que soltó durante el resto de la cinta.
- ¡Ni siquiera daba tanto miedo! -Gritó María, al tiempo que se deshacía de la bolsa vacía de palomitas en el contenedor justo fuera de la sala.
Habían esperado varios minutos durante los créditos a que la pareja saliera antes que ellos, mientras eso ocurría, varias personas de las filas cercanas les dedicaron más de una mirada a los tres adolescentes, que intentaban desaparecer en las butacas.
- No fui el único que se asustó -Rodrigo intentó defenderse, aunque ninguna de las dos le hizo mucho caso. Por una vez, tenían cosas más importantes que burlarse de él.
- ¡No los veo por ningún lado! María, ¿Dónde pudieron haber ido? -Catalina dio un giro completo, intentando ubicar a su prima y el desconocido, pero se habían esfumado.
- ¡Argh! -María alzó los brazos y dio un pisotazo al suelo alfombrado-. ¡No debimos tardarnos tanto! ¡Quizás a qué rincón se la llevó ese cretino!
- ¿Podríamos ir a ver a la parada de bus? -sugirió Rodrigo, ya bastante cansado luego de tantos sustos. Estaba listo para desistir e irse a dormir hasta el otro día y olvidarse de toda esta operación fallida.
- Aún es temprano, no creo que se hayan ido, deben estar en alguna tienda o por los árboles de afuera -Catalina tenía sus ojos puestos en la pizzería, creyendo que sería buena idea comenzar a revisar los puestos de comida, en caso de que hayan planeado una cita más larga.
- De hecho, pensábamos ir por papas fritas, quizás me convenza de dejarles las recocidas.
Rodrigo soltó un nuevo grito de terror, y las muchachas se voltearon tan rápido que sus cabellos oscilaron como látigos. Por detrás de uno de los pilares que habían usado antes para esconderse, apareció Francisca, con las manos en la cadera y un rostro molesto.
- ¿Se puede saber qué hacen siguiéndome como detectives de segunda? ¿Y cómo supieron siquiera que iba a estar aquí? -La chica de pelo corto se cruzó de brazos, y siguió mirándolos.
 Entre los tres se miraron por un segundo, antes de explotar en una cacofonía de voces.
- ¡Es que nos tenías locos de curiosidad!
- ¡Te estabas comportando muy extraño!
- ¡Ni siquiera quería estar aquí! ¡Ellas me obligaron!
Catalina y María decidieron ignorar aquel comentario de Rodrigo por el momento.
- ¿Por qué no nos dijiste que tenías novio de nuevo? -la cuestionó María, saltándose por completo la parte en la que se sentía culpable por espiar, y dio dos pasos más cerca de su prima- Porque ya van semanas que nos abandonas para andar con este, supongo… ¿Por qué no nos lo has presentado?
- Sí, eso mismo, chica, y digo, no lo he visto de cerca, pero parece algo lejos a tu menú usual -Catalina se colocó hombro con hombro junto a María.
 Luego de unos segundos, Rodrigo decidió imitar a sus primas, y se unió al frente que quería respuestas, con brazos cruzados y todo.
De un momento a otro, la mesa se dio vuelta en su contra, y Francisca se encontró con la cara roja de vergüenza y esquivando las miradas de sus familiares.
- Bueno, sí, tienen razón, los he dejado un poco de lado -Con dedos inquietos se reacomodó algunas mechas detrás de la oreja, y carraspeó un par de veces antes de atreverse a mirarlos a la cara otra vez- Y sé que no es del tipo con que usualmente salgo, pero por eso mismo quería ver cómo iban las cosas antes de hacer las presentaciones… ¡Pero hubieran esperado un poco más! ¡Ya lo iba a hacer!
- Oh, ¿Entonces sí te gusta? -preguntó Rodrigo, algo entusiasmado con la noticia. A diferencia de sus primas, que al nuevo modelo le faltaran músculos y unos centímetros de piernas no lo tenía tan perturbado.
Una sonrisita se posó en la cara de Francisca, y su sonrojo se hizo más visible.
- Pues sí… no sabía qué pensar al principio, pero ahora me gusta bastante -compartió la sonrisa con el muchacho, y a pesar de los rostros incrédulos de María y Catalina, continuó con igual entusiasmo- Es muy dulce, y tenemos varias cosas en común y hablamos todo el tiempo, más que con cualquiera de mis ex, creo que eso es algo bueno…
Mientras más contaba, sus primas parecían irse convenciendo de darle una oportunidad justa al sujeto. Rodrigo estaba más que listo de darle la bienvenida a la familia.
- ¿Y dónde está este pan de dios? -preguntó Catalina, pues no creía que estuviera esperando detrás del pilar a que Francisca le diera el pie para su entrada.
- Ah, justo entró al baño cuando los vi, pero ya debe venir en camino…
En efecto, no esperaron mucho, pues unos minutos después, en medio de una discusión para decidir si irían por la porción de papas o lo cambiarían por unas pizzas para todos, Francisca alzó la cabeza y le sonrió a algo en la distancia.
- Oh, ¡Ahí viene mi bomboncito! -exclamó, y los ojos se le encendieron de alegría.
Nuevamente sincronizados, los tres dieron media vuelta con la anticipación picándoles los pies.
- Uh… -dijo la única persona frente a ellos.
Que resultó ser una chica.
Bajita, delgada, con las mechas castañas y el chaleco a rayas que habían estado observando toda la tarde.
Y era una chica.
- ¡Manu! ¡Mira cariño, estos son mis primos!
Manu les agitó la mano, y al siguiente instante se sonrojó e intentó ocultarlo jalándose el cuello del chaleco hacia la cara.
- Oh por la virgencita… -murmuró María, sin apartar los ojos del fideo con pelo- Es adorable.
- ¡OH POR DIOS TIENES NOVIA! -Catalina dio un chillido que hasta a ella le sorprendió. Se tomó un momento para observar a la chica de pies a cabeza, y a continuación se lanzó a darle un abrazo asfixiante- ¡No me lo creo! ¡No me lo creo Fraaaan! ¡Ah!
- ¡Dámela! ¡Déjame verla bien! -María se acercó con los brazos extendidos, y sujetó lo primero que pudo agarrar de la muchacha, que por suerte solo fue su brazo-. Oh, cielos, olvida las pizzas, ¡Vamos a ir a probarte ropa! -comentó con algo de desdén hacia el enorme chaleco que traía.
Rodrigo se dio un minuto para sentirse desilusionado por el nuevo amigo que nunca existió, pero pronto se sumó a los esfuerzos de Francisca de recuperar a su novia de las manos exaltadas de María y Catalina. Al menos fue el primero en presentarse como la gente.
Tiempo después, cuando solo quedaban las sobras de las dos pizzas familiares que habían decidido pedir, los tres tuvieron que coincidir que esta era una pareja divina, y que Manuela untando los bordes restantes de masa con kétchup para Francisca, antes de que la rara de su prima pudiera hacerlo, era lo más tierno de la vida.
FIN
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espejoobsidiana · 1 year ago
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Titulo: Machi Weye
Resumen: El Imperio Inca ha sido reconstituido, Sacha (Francisco) está casado con Nahuel, machi poderoso. Martín, un visitante argentino no termina de entender.
Advertencias: Universo alternativo totalmente indulgente, nombres casi cambiados y un poco de patriarcado de la parte de Martín.
Kusi Yupanqui - Perú / Miguel Karati - Bolivia / Julio Sacha - Ecuador / Francsico
Nahuel es Manuel y Catalina, ella misma
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creepywonderland-pony · 1 year ago
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Buenas Impresiones
Parodia de Falsas Impresiones, mi fanfic argchi a la Jane Austen. Porque puedo.
Para el Ecuchifinde 2023
Sir González, de la Mansión Santiago, había sido merecedor del título de caballero luego de sus valientes esfuerzos en la guerra y, con ello, de los beneficios de un tranquilo retiro en el campo para disfrutar, junto a un nuevo ingreso de veinte mil libras; de las dichas de un matrimonio joven y una familia que estaba recién conformándose. Allí, al lado de una compañera de temperamento afectuoso y gran sensatez, aprendió a olvidar la vida en el mar y a suavizar su vigoroso carácter con tal de acomodarse al papel de propietario de tierra firme. Siempre gentil y generoso con los que le rodeaban, era considerado un buen señor por la servidumbre y un amigo querido por quienes tuvieron la dicha de conocerlo en sus mejores años.
Pero lamentablemente la rueda de la fortuna nunca para de dar vueltas, y Sir González, quien tuvo la suerte de armarse de honor y fortuna donde otros muchos solo encontraron la muerte, vivió la desgracia de ver partir a aquella a la cual había dedicado todos sus logros cuando apenas empezaba a gozar de la anhelada felicidad connubial. El dolor de la separación, luego de largos años de cartas secretas, promesas, y sueños sobre un futuro juntos, fue demasiado grande para él; y con el corazón roto Sir González se recluyó en su hogar, limitándose a la compañía de la pequeña sociedad del vecindario y de una biblioteca que fue creciendo año tras año, a la par que su carácter volvía cada vez más obtuso y ensimismado. Sin embargo, el destino no fue tan cruel con Sir Manuel González como habría de esperarse, pues junto a él pudo conservar el último regalo de su esposa y su mayor tesoro en esa vida: su amada hija, Manuela. 
La señorita González había vivido sus primeros años como una niña linda, animada y risueña; y aunque casi una vida completa acompañada por el duelo de una madre que apenas logró conocer había disminuido sus ánimos, ni la desdicha ni la soledad consiguieron impedir que creciera para convertirse en una preciosa muchacha. Sus rasgos bonitos habían florecido con la frescura de la juventud, su semblante había adquirido una apacible suavidad, y sus bien cuidados modales se habían vuelto cada vez más encantadores. Si a ello se le sumaba la cuantiosa dote que su título de hija única le había provisto, y su posición como primogénita de un caballero; resultaba evidente que la señorita González estaba destinada a ser el objeto de admiración de todo aquel que la rodease. Y así habría sido, si los buenos atributos de la cuna y las ventajas de una belleza natural hubiesen sido acompañados por un carácter igualmente atractivo; pero, tristemente, los perjuicios de la ausencia de una madre atenta y la protección de un padre demasiado cariñoso causaron estragos en ella que ni las mejores institutrices lograron enmendar. 
Y es que desde niña la señorita González había sufrido de una curiosidad innata que nadie se había preocupado de controlar, y que había encontrado vuelo en la fascinación por la lectura y una escandalosa libertad para hacerse con los volúmenes de la biblioteca de su padre siempre que lo deseara. Para mayor colmo, al haberse encontrado a sí misma como única dueña y señora de la Mansión Santiago a muy temprana edad, había sido mal acostumbrada a ser escuchada en sus ideas y considerada en las decisiones; lo que la había impulsado a convertirse en una joven demasiado segura de su propio juicio y excesivamente independiente. Por si eso fuera poco, su natural timidez, que consistía en el mayor encanto ante los extraños, solía diluirse demasiado rápido en su afilada mente como para que cualquiera que hubiese quedado prendado por su belleza la cortejara más que un par de semanas. En consecuencia, a sus veinte años Manuela González se había transformado en una joven demasiado ingeniosa y despierta para ser del agrado de cualquier caballero sensato en búsqueda de una esposa.
Por fortuna, no existe ningún defecto que el amor no vuelva invisible, y aunque ya a sus dieciséis años transitaba de boca en boca la terrible sentencia de que la señorita González jamás hallaría marido, había más de un par de oídos sordos que se negaban fervientemente a creer que tan cruel futuro estuviese destinado a la mejor de todas las jovencitas. Una de las principales defensoras de Manuela era Lady Burgos, viuda de un terrateniente rico, e íntima de Lady González mientras fueron vecinas. Luego de su repentino fallecimiento había tomado bajo su protección a la pequeña niña, prometiéndose no descansar hasta verla convertida en todo lo que su madre alguna vez soñó. Fue así como las visitas de Lady Burgos junto a su hijo, Francisco, se volvieron una situación recurrente en la Mansión González, hecho al que su dueño jamás puso impedimento alguno, valorando sabiamente el acceso a una opinión femenina en sus planes y agradeciendo, por sobre todo, el poder invocar el recuerdo de su esposa en compañía de una vieja compañera de desdichas.
El por qué dos almas tan cercanas en dolencias y domicilio como Sir González y Lady Burgos no incursionaron en la senda hacia el matrimonio no requiere mayor explicación que el simple hecho que ninguna parte contemplase jamás la posibilidad de una alianza, demasiado ocupados tanto en la crianza como en revivir la memoria de los seres amados como para siquiera poner sus pensamientos en ello, menos aún sus corazones.
En cambio, las razones de por qué jamás se estableciera un compromiso entre la señorita González y el joven señor Burgos, resultó un misterio incomprensible para toda su sociedad hasta que, llegados a una edad oportuna, la misma incertidumbre cayó sobre los susodichos. Fue allí que ambos jóvenes, a pesar de hacer crecido como compañeros de juegos y confidentes desde la cuna, reconocieron en sus afectos más que el candor propio de los amores fraternos. Y tras un par de ires y venires rumiando sus sentimientos, y algo de ayuda de su figura materna, la verdad terminó por volverse aparente, comprometiéndose sus destinos con la bendición de ambos padres de por medio. Un desarrollo de lo más natural dos jóvenes apuestos, de buena crianza y acaudalados; y por lo mismo, celebrado por toda la sociedad, al menos en apariencia.
Por este mismo motivo aconteció que, cuando la señorita González se halló a sí misma perdiéndose en la multitud en una fiesta durante su estadía en Bath; ningún baile se le fue concedido al joven que la rescató de la vergüenza pública. Y de la misma forma fue ignorada la hija del cliente del señor Burgos, aun tras perseguir su interés durante toda la semana que estuvo de visita en su hogar. Estando sus corazones ya ocupados, no había distracción alguna que lograse tentarles a cometer indiscreciones. Y sumergidos en un amor tan dulce como intenso, sus vidas transcurrieron con suma tranquilidad, sin saberse siquiera deseados por ojos ajenos.
Por supuesto, como todo enlace entre dos almas, su romance no estuvo exento de sus propias trabas; pero siendo su amor tan grande y sincero, ningún inconveniente o presión social logro jamás separarles.
Fue así que el joven señor Burgos, conociendo el enorme afecto de su prometida hacía su padre, y la debilidad del caballero en dejar ir a su única compañera y más grande tesoro, no tuvo reparo en ceder su independencia, aceptando vivir tras sus nupcias en la Mansión González; para la leve molestia de Lady Burgos, quien tenía ilusiones de recibir en su nido a los recién casados y los retoños que esperaba de su unión. E igualmente fue con el mismo espíritu, poniéndose por segunda vez en evidencia como el mejor de los hombres, que apoyó a su amada en el proceso de convertirse en una célebre novelista, sin importarle los rumores y malas lenguas que circularon en su nombre por la profesión de su prometida. Nada de ello, ni su reputación ni sus conexiones era importantes, cuando la felicidad de su queridísima Manuel estaba en juego.
Su boda se celebró en su vigésima primavera, ante la bendición de las flores y los murmullos de abejorros; para la sorpresa y envidia de todo su círculo social. Y su vida conyugal imitó el mismo sentimiento de paz que el día en que unieron sus nombres, regalándoles dos niñas y un varón, junto a largos años de ininterrumpida felicidad. Ni un día de penas llovió sobre sus cabezas, dichosos por siempre de haber encontrado a su alma gemela en su propio vecindario y sin esfuerzo de por medio.
Así fue la historia de la señorita González, quien a pesar de todos los rumores y aprensiones que circulaban a su alrededor, no tuvo que esforzarse en hallar al esposo que tanto se pensó que no llegaría, ni tampoco luchar en exceso para cumplir sus sueños. Viviendo contenta, amada y tranquila hasta el final de sus días.
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a-pair-of-iris · 1 year ago
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Día Flojo
By Aris.
Solo Manuel y Francisco holgazaneando en un día flojo. Oneshot para el ecuchifinde 2023 (1.136 palabras)
Ao3 Wattpad
Era un día flojo. De esos días grises y fríos de invierno que te quitan las ganas de todo y te insisten acaloradamente que te quedes en tu cama. Esos donde las nubes taponean el cielo y corre un viento fresquito, pero no lo suficientemente húmedo como para anunciar un inminente aguacero y obligarte a cocer zapallo.
No sabía si era a causa del frío, la falta de luz o la cortina gris que se cernía sobre el mundo llevándose el color y la alegría de la vida, pero lo cierto era que Manuel nunca había sido capaz de luchar contra la apatía e inutilidad que le causaban esos días. Los había sufrido de chico, muerto de frío y hecho un ovillo en su banco en el colegio, cuando su mamá conseguía sacarlo a rastras de la cama y meterlo medio despierto en el furgón con un termo envuelto en paños de cocina que le empapaba de té toda la mochila. Esos tiempos oscuros habían acabado hace mucho, por suerte, y gracias a sus horarios flexibles ya ni su mamá podía hacer nada para moverlo de su lugar en el sillón.
Ese fin de semana había sido ese tipo de días, pero a esas alturas del domingo le parecía llevar toda la vida tendido en el sofá de la sala, envuelto con la manta de polar y chiporro más suave que encontraron en el supermercado. Tenía los miembros y la existencia adormecidos, los ojos cansados y algo nublados. A ratos dormitaba, a ratos miraba nada en el celular, a ratos simplemente se relajaba escuchando las campanas de viento que se balanceaban igual de perezosas en el balcón, el murmullo apagado de la ciudad por debajo.
Ahora escuchaba principalmente el murmullo de la televisión que Francisco había encendido y cambiaba a cada tanto, sin detenerse a ver nada realmente. Su novio parecía estar igual que él, sin energías para nada más que sostener el control en la mano y removerse en el hueco que encontró para tumbarse entre él y el respaldo del sillón.
Nunca dejaba de extrañarle esa predilección que Francisco, siendo el hombre grande y vistoso que era, sentía por los espacios pequeños. Era su costumbre andarse por los rincones, metido en las esquinas o entre los pilares, hundirse en los asientos hasta medio fundirse y desaparecer metido entre cojines o las personas a su lado. Tal vez fuera cosa de familia, como contrapeso al alboroto y la atención que atraían sus hermanas donde sea que estuvieran. Le parecía que Rodrigo era igual, al menos por lo que se quejaba Fernanda. En fin, vaya uno a saber por qué le gustaba tanto estar arrimado a algo, la cosa era que en ese momento lo tenía arrimado a su costado, con medio cuerpo sobre sus costillas y una pesada pierna cruzada por encima de las suyas, agarrándolo para no acabar tirándolo por accidente del sillón, así como les había pasado en sus primeras y precarias vacaciones por la selva, esas en que despertó hinchado de picaduras de mosquito y al borde de un ataque anafiláctico.
No se estaba quejando, por cierto, su novio resultaba un guatero muy cómodo, y una buena espalda que acariciar a falta de un perro.
Francisco finalmente pareció decidirse por un canal, una especie de documental de vida salvaje de esos que tanto le gustaban al castaño, con animalitos corriendo, tomas panorámicas y sonidos relajantes que le daban a Manuel más ganas de dormir. Se encontró cabeceando otra vez luego de unos minutos escuchando las olas rompiendo apaciblemente en una playa con el cielo igual de gris que el que tenían sobre ellos.
Al principio las cosas no eran así. A diferencia de él, Francisco era una hormiguita hacendosa y trabajadora durante el invierno, de esas que aprovechan el mal tiempo para hacer la limpieza y poner bonito el hormiguero, hornear pasteles y dejar repleto el refrigerador con las guarniciones para la semana. Un ejemplo de ama de casa. De hecho, el primer invierno que pasaron viviendo juntos se la había llevado volteando de cabeza el lugar cada fin de semana: barriendo pisos, fregando baldosas, cambiando sábanas, sacudiendo el polvo de las cortinas, reordenando estantes y jugando con las plantas, la tierra y los gusanos en el balcón; mientras él intentaba acomodarse frente a la tele para desperdiciar el día como el cielo demandaba, sintiendo la mirada acusadora del castaño sobre su nuca cada vez que este descansaba en sus esfuerzos de pulir las aureolas dejadas por los vasos sobre los muebles de madera. Un verdadero fastidio, heredado de una buena crianza en una casa llena de mujeres pulcras y mandonas. Él también se había criado con varias de esas, y no es que fuera un inútil holgazán que le dejaba a Francisco todo el cuidado de su casa, pero no tenía intenciones de mantener esas costumbres de locura sanitizadora estando lejos del yugo de su madre, menos cuando la naturaleza le pedía sosiego.
Por suerte para su relación, en tan solo un año de convivencia había conseguido contagiarle su flojera invernal, como la mala influencia que todas las señoras en su adolescencia le decían que era, relegando esas molestas tareas de limpieza conjunta a días más cálidos.
—¿Tienes ganas de hacer algo? —Le preguntó Francisco de pronto, ahogando un bostezo y sacándolo de la semi inconsciencia en la que estaba metido. Tuvo miedo de que algún ánimo repentino se hubiera apoderado del cuerpo de su novio y los obligara a dejar los lugares en los que estaban tan cómodos.
—¿Como qué? —preguntó de vuelta, inclinando el rostro para ver a Francisco, que también se había acomodado sobre su pecho para poder mirarlo.
—No sé… algo —comenzó su novio, jugueteando perezosamente con un botón de su camisa— ¿Salir a algún lado, ver una película, pedir para comer… limpiar la casa? —Con lo último supo que solo lo estaba molestando, más cuando los labios del castaño se curvaron en una sonrisa burlona. Quiso aventarle el cojín que tenía a un lado de la cabeza, pero los brazos no le respondieron más que para darle unos cuantos manotazos descoordinados y revolverle el cabello ya despeinado.
Luego de unas varias risitas ahogadas, Francisco volvió a acomodarse, esta vez quedando más arriba, lo suficiente como para esconder el rostro en el hueco del cuello de Manuel, su respiración causándole cosquillas.
—¿O hacerme el amor? —murmuró meloso junto a su oído, disparando un escalofrío por su piel que consiguió despertarlo un tanto del letargo.
—Mmm… Tal vez luego. —dijo en un inicio, pero la boca de Francisco jugando con el lóbulo de su oreja y sus manos revoloteando plácidamente por debajo de su camisa pronto lo hicieron reconsiderar ese “tal vez” y ese “luego”.
Al final no iba a ser un día tan flojo después de todo.
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