#Mi querido intruso
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letrocitia · 3 months ago
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La Celebración - Cuento corto.
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Cuando Thomas hizo acto de presencia, la mesa del comedor estaba vestida para una celebración por todo lo alto: platos y copas de cristal, cubiertos de plata, flores frescas y un delicioso aroma de comida marina flotaba en el ambiente y despertaba el apetito.
Su mujer, Victoria, le miró divertida mientras daba los últimos toques a la decoración en compañía de Amy, la mucama, quien hizo una torpe reverencia ante su patrón.
—¡Querido! ¿Acaso te olvidaste? ¡Hoy se cumplen cinco años! En la cocina Jane está preparando un festín: langosta, ostiones, caviar… Le pedí a Murray que traiga unas botellas de Chardonnay, quizás quieras supervisar eso.
Thomas se encaminó al sótano, pero Murray, el mayordomo, ya venía subiendo las escaleras con el vino.
—¡Oh! Señor, ¿le parecen bien estas? —dijo Murray con una sonrisa de oreja a oreja mientras le ofrecía una de las botellas a Thomas para su visto bueno.
—¡Perfectas! ¡Buena elección! Llévaselas a mi mujer, yo bajaré por algo más.
Mientras bajaba, sonrió al recordar cómo habían logrado correr a aquellos intrusos hacía cinco años. Victoria, que era terca al igual que una mula y no se resignaba a ver su hogar invadido por gente extraña, planeó cada detalle. Por supuesto Jane, la cocinera, Amy la mucama y Murray el mayordomo habían hecho su parte. Cada aniversario, los cinco se sentaban a la mesa para celebrar. Thomas al principio tuvo objeciones sobre cenar con la servidumbre, pero nuevamente su mujer se impuso. «Thomas, querido, sin ellos aún tendríamos a esas personas tan desagradables aquí. Se merecen festejar con nosotros». Y así había surgido aquella tradición.
—Se acuerdan de la noche que salieron corriendo? ¡Ya ni regresaron a hacer mudanza! —dijo Amy, que ya andaba algo achispada, mientras le hincaba el diente a una cola de langosta.
—¡Cómo olvidarlo! Recuerdo vívidamente esa noche, la familia completa se subió al auto a trompicones, me parece que uno de los adolescentes se iba meando encima. —dijo Murray a punto de soltar una carcajada.
Todos rieron de buena gana, Thomas, colorado por el esfuerzo y tosiendo preguntó:
—Fueron… Cof, los que más duraron, ¡jajaja! ¿Cuánto tiempo… Cof, cof, tuvimos que aguantarlos?
—¡Un mes! ¡Se me hizo eterno! —dijo Victoria alzando su copa.
—¡Brindemos por nuestra tranquilidad! ¡Que dure mucho tiempo! —dijo Thomas.
Tras la copiosa cena y varios brindis, todos le pidieron a Jane que era la más entendida en esos menesteres, que pusiera música para bailar en el fonógrafo.
Fuera, resguardados en sus respectivas casas y llenos de inquietud, los vecinos habían sido testigos de cómo la mansión abandonada desde hacía décadas, se iluminaba y se llenaba de risas y música. Como cada cinco de octubre, sentían la necesidad de santiguarse. Los más pequeños eran confinados en sus habitaciones y nadie, ni el más valiente, se atrevía a salir a la calle.
Autor: Ana Piera
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kumonomukoue · 4 months ago
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TWST: Scary Monsters! ~Endless Halloween Night~ Episodio 1-9 (traducción español)
EPISODIO 1-9 Para mí que se ha roto
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[ ♪ ]
CÁMARA DEL ESPEJO
CROWLEY: ¡¿QUÉ HA PASADO?!
RUGGIE: ¡Ah, Director, Leona!
JAMIL: Tenemos un problema. ¡¡Mire eso!!
CROWLEY: ¿A dónde está conectado el Espejo Oscuro?
SILVER: ¿Eh? Se suponía que los demás alumnos se refugiarían en la Cámara del Espejo.
¿Sólo sois 3? ¿Qué ha pasado con los demás?
JAMIL: Verás…
CROWLEY: ¡¿Pero qué te pasa, Espejo Oscuro?!
ESPEJO OSCURO: …
CROWLEY: ¡Espejo Oscuro!
¡Oye! ¡¿Hola?! ¡¿Me oyes?!
ESPEJO OSCURO: …
FLOYD: Para mí que se ha roto.
CROWLEY: Mi querido Espejo Oscuro, ¿por qué no respondes?
RUGGIE: Nada, ¡es lo que ha dicho Floyd!
Todos vinimos a la Cámara del Espejo como nos dijo, Director.
Después…
[FLASHBACK]
JAMIL: Bien, ya estamos todos.
FLOYD: Pero oye, ¿por qué tenemos que quedarnos aquí temblando?
Me aburro, voy a ver qué pasa fuera.
RUGGIE: ¡Eh, Floyd! ¡Eso solo puede salir mal!
ORTHO: ¡Yo voy con Floyd Leech!
Estoy preocupado por mi hermano, no puedo quedarme de brazos cruzados.
JAMIL: Oye, vosotros dos, parad de liarla haciendo cosas innecesarias.
ESTUDIANTE DE ESCARABIA A: Ahora que no está el director, sería un problem��n si alguien se rebelase…
ESTUDIANTE DE HEARTSLABYUL B: Anda…
ESTUDIANTE DE DIASOMNIA C: El Espejo Oscuro está un poco raro.
JAMIL: ¡¿Qué es esa luz, de dónde viene…?! ¡Ah!
“Cuando se reúnan todos los invitados, empieza la fiesta.”
JAMIL: ¡Alejaos todos del Espejo Oscuro ahora mismo!
TODOS: ¡¡¡U- Uaaaaaaah!!
[FIN DEL FLASHBACK]
RUGGIE: … y así es como el Espejo Oscuro los absorbió a todos haciendo un sonido raro.
De no ser por la barrera mágica de Jamil, nosotros habríamos acabado igual.
JAMIL: Perdonad, fue tan repentino que sólo pude proteger a unos pocos…
Sólo nos hemos salvado 4, los que nos alejamos del espejo y Ortho.
CROWLEY: No puede ser…
SILVER, RIDDLE, ROOK: …
CROWLEY: Aah… Aaaah… Tantos alumnos desapareciendo como si nada…
¡Esto es… es…!
¡¿CÓMO LE VOY A EXPLICAR ESTE ESCÁNDALO AL MUNDO?!
RIDDLE: ¡¿Sólo piensas en eso?!
LEONA: Sólo piensa en sí mismo.
CROWLEY: Ay ay ay, tengo que dar una conferencia disculpándome… No, primero tengo que darles la noticia a los padres… ay ay ay…
JAMIL: ¡¡Director, haga el favor!!
El culpable secuestró a los alumnos después de decir “Cuando se reúnan todos los invitados, empieza la fiesta”.
JAMIL: Mientras estemos aquí… ¡mientras nos reunamos todos, los secuestrados también estarán bien!
CROWLEY: ¡Ah, claro! Todavía podemos arreglarlo, ¡¿verdad?!
LEONA: Estén bien o no…
Hay muchas cosas raras con este espejo. Huele muy fuerte a un poder que no he olido nunca antes.
CROWLEY: No sé a dónde está conectado el Espejo Oscuro ahora mismo…
Pero emana un poder tan fuerte que incluso atraviesa el espejo.
De alguna manera, ese poder está interfiriendo con la barrera mágica de protección que cubre la escuela…
Parece que han convertido la barrera que nos protege de intrusos desde fuera en una barrera que no deja salir a lo que haya dentro.
Han atrapado tanto a las personas como el tiempo.
RIDDLE: ¿Entonces el hecho de que no amanezca es consecuencia del poder que emana del Espejo Oscuro?
CROWLEY: Yo diría que sí.
FLOYD: ¿Y si lo rompemos?
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Siguiente → EPISODIO 1-10 Me preocupa su futuro…
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⚠ Por favor, no resubas mis traducciones sin permiso. Puedes usarlas si me das créditos⚠
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Hasta aquí el noveno capítulo de Scary Monsters! ~Endless Halloween Night~, la segunda parte del evento de Halloween de Twisted Wonderland. 
¡Espero que os haya gustado y podéis sugerirme correcciones en los comentarios!
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idiotismoyviciosdellenguaje · 9 months ago
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Luna y Fuego, parte del borrador de una historia que debería terminar de escribir.
Diaelumini
            Tal como una frágil mariposa, la felicidad salió de su capullo convertida en nostalgia. Sus hermosos colores y delicadeza prometen su infinita juventud, pues, para nuestro triste ser, una belleza de esa magnitud debería ser eterna, pero, lamentablemente su vida es extremadamente corta.  La nostalgia solo se trata de un recuerdo idealizado.
El puñal clavado en la espalda que llegó a penetrar mi corazón se hace cada vez más pesado. Sé que es algo que me advirtieron que iba a pasar y que probablemente lo supere si sano con tiempo la herida. Pero ninguno de los dolores que he sentido en mi larga existencia se asemeja al que cargo gracias a su traición, haciéndose notar con cada bocado de aire que tomo.
Soy consciente de que muchos sentimientos entran, pero, pocos salen. Así, el cúmulo de emociones no retratadas ni en palabras, genera una pérdida de control y ahora simplemente me desconozco. Pensé que era fuerte y que podía soportar cualquier cosa, incluso la traición. Pero jamás me hubiese imaginado que el Ser al que le entregué mi corazón fuese capaz de quebrarlo con tanta crueldad. Decidí hacer oídos sordos a esa gente que intentó ayudar y hoy la Luna llora una vez más.
Pero, por ahora, lo único que sé es que merezco más que esto. El reino está en deuda conmigo por todo lo que he hecho y, sin embargo, al más mínimo error deciden castigarme de la manera más despiadada, robándome mi hogar y haciendo de él un lecho de rosas que no tardarán en marchitar y traerán desgracias con sus filosas y atroces espinas, pintando mi hermosa y querida Luna de rojo carmesí con la sangre de mi ignorante, pero tan querido pueblo.
Sé que debo recuperar lo que he perdido, incluso si tengo que dejar atrás el amor que todavía siento por Tyrnos y pelear con él para poder dar con la perversa Orden de las Rosas y recuperar el trono que me pertenece. Mientras mi Luz siga brillando, haré todo lo posible para acabar con esos intrusos.
Mi madre estaría muy decepcionada si hubiese visto el error que he cometido, pero, como murió, la noticia nunca llegará a sus oídos. Y qué alivio, porque puedo imaginarme sus gritos y reprimendas. Aunque me gustaría poder volver en el tiempo y agradecerle por obligarme durante años a aprender a usar todo tipo de armas. Mientras las otras chicas de mi edad tenían novios y aprendían la Danza de la Luna, yo aprendí a bailar con mis espadas. Quizás no fue la mejor experiencia en su momento, pues siempre he sido bastante superficial, pero ahora que la perdición me acecha, supe encontrarles valor a sus tormentosas enseñanzas. Después de todo, gracias a ellas pude desterrar al ambicioso consejero de mi padre, el cual deseaba hacerse con el poder absoluto de la Luna, cometiendo un regicidio e imponiendo una dictadura. Cuando mi padre me cedió el trono, el pueblo se alegró enormemente, ya que siempre me encargué de combatir las injusticias que cometían los nobles contra ellos.
Hubiese apagado mi Luz por Tyrnos un millón de veces si era necesario, le hubiese dado la Luna entera si él así lo quería, hubiese acabado con toda la nobleza lunar sin siquiera reflexionarlo un poco, si él así me lo pedía. No había nada que no fuera a hacer por él, absolutamente nada. Estaba a su merced, era su más fiel seguidora y no tenía ojos para nadie más, pues nadie se acercaba ni un poco a su nivel de divinidad. Él era la luz de mis ojos, lo único que necesitaba en toda la Luna. Y ahora, cuando se ha ido y me ha apagado, comprendo cuan idiota fui al entregarle mi Luz entera sin dejar un poco para mí misma. No hay nada de romántico en la traición y el vacío que se hace notar dentro de mí con cada resplandecer de mi corazón de plata.
Mis palabras ya no iluminan a nadie, solo los envenenan. Puedo sentir en mi interior como el color plateado se va tornando oscuro y sin brillo. Sucumbir a la Locura de la Luna Azul nunca fue opción, pero cada noche cobra más y más belleza la simple idea, porque sé que me entregué a alguien incorrecto y ahora estoy pagando el precio en monedas lunares, lo cual me hace querer destruir la Luna, el Sol, todos los planetas y las estrellas, para después simplemente desaparecer y así por fin liberarme del recuerdo de su existencia al lado de la traidora que está viviendo mi vida.
Comprendo ahora que el amor es debilidad y yo sin duda fui la más débil. Gracias a eso, la Luna sufre y me pesa. La responsabilidad que no pude cumplir, con su belleza lo paga y todo se vuelve más frío que antes. Mi reino de plata no podría estar peor.
Pero incluso entre tanto frío y oscuridad, hubo un fuego que se encendió para darles las esperanzas que necesitaban todos los que aún confiaban en mi retorno. La Luna resplandeció una vez más y todos los fieles, en nuestros frágiles corazones pudimos sentir el calor de ese fuego tan hermoso. Era como una conexión especial con un ser que todavía no se percataba de nuestra existencia. Supe en ese momento que alguien iba a salvarnos, a lo mejor era un nuevo amor, o al menos esperaba que lo fuera. Necesitaba llenar ese vacío de alguna forma, y aunque sabía que estaba mal, mi desesperación anulaba mi razonamiento. A lo mejor las cosas serían diferentes, quizás esta nueva persona sería leal. Tenía que descubrirlo.
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fumateloconcalma · 10 months ago
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Comparto tu pena
F: Vos no deberías estar acá S: Vos tampoco F: Yo estoy cuidando este lugar S: Este lugar no necesita tu cuidado y no voy a dejar que lastimes a los que están acá. F: Nunca lastimé a nadie, solo quiero que se vayan los intrusos. S: No hay intrusos que se tengan que ir, solamente vos. F: Vos sos al que llaman el traidor. S: Nunca traicioné a nadie, a mi me mintieron. F: Un humano no tendría que tener un demonio adentro de su cuerpo. S: Ese demonio ya estaba en el cuerpo de otra persona. Yo solo quise ayudar a un ser querido. F: Te maldijeron dejándote sin la capacidad de amar a las personas. Y seguís coleccionando sentimientos rotos. S: Tal vez algún día encuentre el perdón. F: El no lo ve como un sacrificio, sino como una violación a este plano. S: Lo sé, son precios a pagar. F: Vas a terminar ahogándote entre tantos pecados. No sentís pena ni arrepentimiento. S: Siento culpa cada vez que entro, pero acepto el camino que elegí. F: No tenés derecho a jugar con la mortalidad y un día te va a alcanzar la guerra de la que te escapaste. S: Tengo un trabajo que hacer, y espero ser yo el que la encuentre. F: Algún día vas a estar en mi lugar. S: Y espero encontrar a una persona que haga lo que yo estoy haciendo ahora. Pero es hora de que te vayas.
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lexibartholy · 2 years ago
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Mi querido intruso. El enemigo más dulce, un compañero difícil de tratar. Mi primer amante. Mi compañero perfecto🤍🧸.
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fjkoloffon · 4 years ago
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Las vueltas olímpicas a las glorietas, alrededor de la cama o sobre tu propio eje.
Cuando voy en mi coche y encuentro una glorieta, o cuando salgo a correr a la calle y paso junto a un kiosco en la plaza que sea, casi sin pensarlo le doy una vuelta. O dos o tres. Suelo hacerlo nada más si voy solo, es un ritual muy personal que me saqué de la película “Once Around”, o “Mi querido intruso”, como tuvieron a mal traducirla. 
La cinta, que se estrenó en 1991, es protagonizada por el magnífico Richard Dreyfuss, quien da vida a Sam Sharpe, un exitoso vendedor de tiempos compartidos que adquiere la extraña fascinación de dar vueltas a las glorietas en su limusina para celebrar sus éxitos. A mis 15 años de edad, pensé que yo un día haría lo mismo. Y aquí estoy, confesándoselos a mis 45. 
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Desde muy chico me volví algo supersticioso. A mi papá no le gustaba coger el salero de la mano de nadie, tampoco pasaba por debajo de las escaleras, tocaba madera si alguien contaba que le había ocurrido algo malo (para que a él no le sucediera) y confiaba en la benevolencia de los años nones. 
Mi pap´á y yo
Sus manías no me sorprendían, crecí con ellas y —claro—, yo salí también un poco obsesivo. Quizá por ello me hice a la idea de que, rotonda o kiosco que se cruzara en mi camino, yo le daría la vuelta para invocar el triunfo. Cada que salgo a correr por mi casa, invariablemente cruzo la plaza de Coyoacán, donde hay un kiosquito pintoresco, y lo rodeo unas tres veces. Si, ya de por sí, correr te hace sentir victorioso, levantar los brazos mientras le doy vueltas, es como mi vuelta olímpica, mi pequeño instante de gloria matutina.
Según Wikipedia, la primera vuelta olímpica tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de París en 1924. Uruguay participaba por vez primera en una competición intercontinental y, sorpresivamente, fue derrotando rivales, hasta que acabó por ganarse el corazón de los franceses. En la final contra Suiza, los apoyaron como si hubieran sido los locales. En agradecimiento, los sudamericanos dieron una vuelta a la cancha para mostrarle el trofeo a todo el público. 
Son tiempos de dar nuestras propias vueltas olímpicas: a las glorietas, quienes conducen; a las plazas, los que corren; al patio, aquellos que les cuesta caminar y se cansan; alrededor de la cama o la silla, los convalecientes de alguna enfermedad, y sobre su propio eje, los que ya casi no tienen fuerza pero desean sentirse —aunque sea una vez más— como bailarines. Da igual el sentido, da igual todo, aquí se viene a sentir.
Estoy en Twitter, FB��e IG como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería.
Columna publicada en el periódico El Universal.
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7sadic-writter7 · 3 years ago
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Bo sinclair y una lectora con fiebre
Amo a Bo Sinclair y esto lo escribí porque sé que puedo cambiarlo. Puedo repararlo con el poder del amor y mi fetiche con mecánicos :)
cantidad de palabras: 2770
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“Fiebre de verano”
Hacía tanto calor en el pueblo, el olor de la pintura era fresco, el sol había reducido a nada los charcos de agua que había dejado una pequeña lluvia en la mañana de ese mismo día y cada media hora escuchabas una cerilla prendiendo un nuevo cigarro en los labios de Bo: Te sentías sofocada, hasta inclusive se podría decir que condenada mientras las esposas dañaban tus muñecas y la cinta gris empegostaba tus tobillos y juntaba de forma incómoda tus piernas sudorosas.
No estabas de visita en la ciudad por voluntad, habías sido retenida tras ser enga��ada por Lester para reabastecerte de comida antes de proseguir haciendo auto stop en la carretera; esa era una larga historia, pero para resumir tu visita a Luisiana, habías querido irte un tiempo a la casa de tus padres y en un sorprendente giro de los acontecimientos olvidaste que te encontrabas demasiado corta de dinero a la mitad del camino. Eso te había jodido y en su momento no te interesó saber cuanto ¡Pero ahora lo sabías! Vaya que lo sabías.
—No está quedando nada mal. —escuchaste decir a tu captor quien no parecía notar el horrible calor al estar cubierto por un overol manchado de turquesa, muy contrario a ti que sufrías el verano aún con una amplia sombrilla puesta sobre tu cabeza. No entendías esas cosas de Bo Sinclair, te mantenía con vida y no te dejaba sufrir más de lo suficiente: Tal vez la soledad le había afectado más de lo esperado. —¿Tú qué crees?
—Es mejor que el gris que tenía. —suspiraste comparando el edificio que Bo intentaba remodelar con el resto de los que le seguían en la calle, este iba a ser un trabajo que duraría unos meses por lo que veías en el trabajo del mayor de los Sinclair. Pero Bo insistía en hacerlo solo, lo disfrutaba así, teniéndose únicamente como un alivio para comunicarse mientras que su hermano Vincent permanecía trabajando en su taller o revisando los alrededores en busca de intrusos.
—Cualquier cosa es mejor que el gris.
—Te dije que me gustaba más el naranja. —dijiste exhausta combatiendo contra el calor que parecía quemar el interior de tu cráneo mientras que una sutil brisa hacía temblar tu cuerpo. Era una sensación rara, te sentías enferma y débil, y aún cuando querías que Bo te tratara tenías miedo; no te habías acostumbrado totalmente a su presencia o sus arbitrarios tratos, no eran mejores amigos conviviendo en sus tiempos libres. Ustedes dos eran captor y presa, lo sabías muy bien y te mataba.
Te mataba porque Bo tenía momentos en los que era muy agradable.
—La tienda ya la pinté de naranja.
—Y mira lo bonita que quedó. —respondiste tratando de no hacer notar como poco a poco te estabas desvaneciendo. No era una táctica buena, ni mucho menos inteligente, pero mantendría a Bo concentrado en sus asuntos o al menos eso era lo que esperabas. 
—Sí, quedó muy bonita. —aceptó tu captor con una pequeña sonrisa. Bo siguió en su labor por unos minutos más, lo viste esmerarse en cada paso de su brocha por la pared previamente limada hasta que en su teléfono sonó la alarma de un mensaje que lo sacó de su estado de perfecta concentración. Eran días inusuales en los que el mayor de los Sinclair no tenía planeado matar chicos en su amada ciudad, por lo que selló los potes de pintura, puso la brocha húmeda sobre un periódico y se acercó a ti informándote sobre el mensaje que había recibido. —Vincent tiene el almuerzo listo, vámonos.
Bo despegó las esposas de la silla en la que te retenía y las pegó a tus muñecas dejándote con dos pares de esas cosas en tus brazos impidiéndote empujarlo y huir de él (como ya habías intentado cuando eras nueva en el pueblo), luego te tomó entre sus brazos y apoyó tu peso en su hombro como si tú no fueras más que granos de arena para él. El mecánico de la ciudad para estos momentos ya se había adaptado a tu peso y al transportarte de un lado a otro en aquel estilo te habías adaptado a Bo  sin quererlo; ya no peleabas contra él o siquiera te retorcías asqueada de tener sus escurridiza manos sobre tu trasero. A día de hoy solo observabas las tiendas alejarse con el calor de la fiebre que iba creciendo e impidiendo que prestaras tu atención a los viejos posters que buscaban a una nueva (viva) y brillante señorita Ambrose para coronar.
Si podías ser sincera contigo misma el pueblo no se veía tan mal si lo comparabas con la primera impresión que tuviste de él: Cuando llegaste pensaste que Lester te había arrastrado a una zona abandonada para matarte y comerte… y en lugar de eso te encontraste a Bo y te convertiste en su osito Teddy para las 24 horas del día sin sueldo establecido. A veces no sabías cual era peor; una mano con pequeñas manchas de pintura turquesa llegó a uno de tus muslos para darle un apretón.
—¡Bo! —era un idiota, uno muy grande que se burlaba de ti cada que podía. Gustaba de utilizarse como un alivio para su carácter de patán y muchas veces resaltaba en sus bromas y toques su lado agresivo. Era un hombre muy volátil y en aquel día lo habías agarrado estando bastante de buenas, era algo que se te antojaba bastante inusual y no podías encontrar por qué el gemelo malvado de Vincent reía de una forma tan… genuina.
—No te duermas, no puedes saltarte comidas —era raro, era tan raro para ti verlo actuar tan bien por tanto tiempo cuando en tu mente seguían frescos los gritos, las quejas, las rabietas y el lanzar lo más cercano que estuviera a la mano. Se suponía que Bo te diera miedo y hasta cierto punto eso era verdad, pero otra vez tu mente comenzaba a irse por los lados que no eran y terminabas perdida en un callejón con un gran letrero neón que rezaba: Es una mala persona, pero tiene sus momentos. Sí, este Sinclair que te colocó en una silla a su lado para que comieras junto a él la comida de su hermano el artista (quien parecía que el arte voluntario escapaba de sus ágiles manos por completo) tenía momentos muy buenos como estos en los que te hacía pensar sin nada de cuidado y con extremo pudor que tal vez en un mundo menos loco y más fantasioso los dos hubiesen podido coincidir en algún bar y haber tenido este tipo de conexión romántica que aparece mucho en los libros y casi nunca en la vida real.
La mano de Bo llegó a tu cuello, te distrajiste demasiado y te perdiste por completo de las cosas que te estaba diciendo. Oh no, ese fue un grave error de tu parte, y lo corroboraste cuando al mirarlo finalmente su semblante se había tornado sombrío, tu mano tembló sutilmente dejando tu cubierto sobre el platillo que apenas habías probado. 
—¿Por qué estás tan caliente? —tu respiración se detuvo durante los escasos instantes en los que te perforó con aquella mirada maníaca que luchaba por no  perder el control bajo ningún motivo, el momento se había acabado. Bo dejó de lado su plato y te tocó con más insistencia, pasando de tu cuello a tu cara para bajar a tu pecho y sostenerte la mirada con severidad, estabas ida y ya no podías contenerte, tu cabeza ya no podía fingir más que podía mantenerse recta sin ayuda. —¡¿Por qué no me has dicho nada?!
Toda tu estructura tembló al recibir la vociferación de Bo quien dejando abruptamente su plato de lado jaló tu asiento más cerca del suyo. Si no fuera por qué el presionó su mano en tu mentón para mantener el contacto visual hubieses enterrado la atención de tus ojos en el suelo y suplicado porque su llama se apagase rápido, pero en sus ojos viste como la luz del día que aquel era un deseo tan estúpido y lejano como las ansias que aún guardabas de regresar a tu hogar.
—No pensé que fuera grave.
—¿No lo pensaste? —él repitió tus palabras con rudeza, como solía ser cuando algo (dígase cualquier inconveniente) hacía saltar sus alarmas y encendía su mal humor como si fuera su único método de defensa contra cualquier hecho que no se apegaba a sus planes o a sus deseos. Te estremeciste nuevamente cuando Bo se levantó azotando su mano contra la madera de la mesa —¿Para qué tienes cabeza si tu cerebro no sirve? 
Por un momento pensaste que desaparecería y te dejaría sola para buscar alguna pastilla que darte, pensaste que con eso podría liberar el aire caliente en tus pulmones y tal vez recargar tu cabeza contra la superficie fría de la mesa, no obstante, el único mecánico en kilómetros a la redonda te levantó y se dirigió escaleras arriba para dejarte caer en la cama que ambos compartían. No era algo que te calmara mucho, Bo repetía el proceso que seguían cada noche al llegar su labor en el pueblo; te liberaba de sus ataduras, ponía una crema en tus extremidades para evitar/minimizar las pequeñas líneas cicatrizadas que comenzaban a aparecer en tus muñecas y tobillos y te amarraba a la cama con ataduras más suaves que sorprendentemente no te molestaban al dormir. Pero en aquella ocasión Bo se saltó amarrarte a la cama y te hundió en una gruesa manta que tenía guardada en la cima del clóset para los días de invierno. 
—Quédate aquí y deja de hacer estupideces. —fue lo que te dijo para luego desaparecer por el marco de la puerta abierta, aunque no sin antes sacar un termómetro del fondo de uno de los cajones de su mesita de noche y meterlo en tu boca. Pero para desgracia de Bo no lograste seguir sus órdenes, estabas perdiendo el control de lo que sucedía en tu cabeza a la par que sentías que esta se desconectaba de tu cuerpo, sumándole a aquello que tú captor comenzaba a tardarse.
Presionaste uno de tus pies en las maderas tibias del piso de madera, no crujieron y su textura no se sintió vieja y seca, ahora que lo botanas tal vez esta era la primera vez que pisabas el suelo de aquella casa. Habías llegado una tarde, sola y sin mucho en el interior de tu mochila, compartiste unas cortas palabras con el mecánico del pueblo para preguntarle dónde podrías encontrar un servicio de transporte para llegar a la ciudad y luego le diste la espalda para mirar al gigantesco museo de cera. Qué terrible error.
Colocaste tu otro pie en el suelo, permitiéndote a ti misma en el proceso cerrar los ojos para disfrutar de aquel placer que no habías valorado nada. Cuando Bo te tuvo bajo su poder dejaste de usar tus piernas, eras su mascota de compañía y te llevaba en brazos a todos lados para luego amarrarte, seguir con su trabajo y divertirse con tu cuerpo cuando no le daban ganas de comportarse como un cretino con problemas de ira, sino como un cachondo bastardo. 
Presionaste el peso de tu cuerpo sobre tus pies sin notar que tan malo era tu estado hasta que perdiste el equilibrio para terminar resbalándote sobre la cama; ahí iba tu primer intento por recuperar la independencia sobre tu movilidad entre escalofríos y un terrible dolor de cabeza. No obstante, tu cuerpo siguió adelante pese al cansancio, lograste arrastrarte como pudiste hasta el marco de la puerta y apoyarte contra este para pasar a utilizar las paredes del pasillo para el beneficio de tus fatigadas piernas, por lo menos hasta que ya no pudiste seguir adelante y tuviste que tomar asiento en el antepenúltimo escalón de la escalera; desde ahí podías ver el desorden de una casa vieja llena de libros, muebles de madera sólida y polvo hasta en el pomo de la puerta cerrada.
Estuviste ahí sentada sin hacer nada, tratando de llegar a conectar los cables que imaginabas en tu columnas: desenchufados. Sin importarte luchar por escapar, buscar un arma o lo que fuera que finalmente te sacara de Ambrose, pero no. Tú te quedaste en la escalera cabeceando por el cansancio de tan solo haberte movido por cuenta propia en un tiempo realmente largo, deberías seguir adelante con tus débiles pasos, tal vez la puerta se encontraba abierta… tal vez esta era una oportunidad en un millón. Sin embargo no moviste ni un solo dedo para poner en marcha aquella suerte de plan que solo constaba de arrastrarte hasta las afueras de la casa y rogar por ser teletransportada mágicamente hacia cualquier lugar lejos de Ambrose, del museo de cera y los tres ciudadanos que nunca empacarían sus maletas para buscar más de la vida. No tenía caso y tu cabeza lograba entenderlo aún cuando pegaba tu frente contra  tus rodillas mientras esperabas.
¿A quién?
—¡Eh! ¿Qué haces allí? — A él.
Tardaste un poco en separar tu cara de su pequeño escondite, llegando a abrir tus ojos en el momento correcto; cuando Bo dejaba la bandeja llena de cosas que te ayudarían a mejorar tu pobre estado para encararte con aquella expresión furiosa que llevaba cuando las cosas no iban justo y como él lo requería. No sentiste el miedo venir al ser prácticamente devorada por esos ojos claros llenos de tantos sentimientos amargos que cualquier otra víctima se hubiese atragantado con su propia lengua, no temblaste de pavor cuando él colocó sus callosas manos sobre tus hombros, tú simplemente fuiste honesta mientras sostenías una expresión cansada, pero aliviada de ya no estar sola.
—Ahí estás. —fue lo que le dijiste con el termómetro aún colgando de tus labios resecos al hombre que ya no cargaba con su overol manchado por pintura, sino unos jeans y una camisa negra que le quedaba mejor que la mermelada al pan.
—Sí, aquí estoy ¿Acaso no te dije que no hicieras estupideces? —gruñó fastidiado quien podría considerarse la autoridad mayor en kilómetros a la redonda inspeccionando tu rostro y tratando de hallar la suficiente calma como para no zarandearte y sacarte aunque fuese un pequeño grito y quizás algunas bonitas lágrimas   —¿Qué es lo que crees que haces? ¿Acaso querías escapar de mí? ¡¿Es eso?! 
—¿A dónde iría? —Bo te quitó el termómetro para revisarlo y terminar dando con unos 40 grados muy preocupantes que lo hicieron maldecir por lo bajo mientras seguía escuchando tus palabras suaves y de un volumen más bajo de lo regular que le costó bastante captar. El mayor de los Sinclair debería considerar bajar el volumen de su música al trabajar —Aquí no pago renta y Vincent cocina mucho mejor que mi madre.
Bo mordió el interior de sus mejillas para no reírse de tu pequeña confesión, aunque las comisuras de sus labios se elevaron visiblemente cuando agregaste:
—No le digas a ella, se pondría furiosa.
Pero seguía molesto contigo ¡Por supuesto que lo estaba! Su ceño seguía fruncido y el plato con agua sobre la bandeja comenzaba a enfriarse mientras seguías divirtiéndote con hacerle perder el tiempo y preocuparlo con el hecho de que podrías irte en algún momento y no regresar. Bo no admitiría ni para sí mismo que le gustaba tu compañía más que el sexo que le dabas sin quejarte, llorar o intentar golpearlo. Claro, no es como si alguna de esas cosas representase un impedimento para él disfrutar sus encuentros sexuales con alguien, pero contigo cualquier cosa era mejor de alguna forma: Era agradable.
—Ven aquí, ya has perdido la cabeza por completo.
Bo tomó tus brazos en un intento por levantarte, lográndolo sin esperar a que buscaras rodearlo con tus brazos y piernas en un abrazo de oso. Era reconfortante para ambos, era válido y terminó de borrar la expresión rabiosa que era una constante en el rostro del único Sinclair en la escena. Bo te sostuvo y se permitió quedarse quieto por largos segundos mientras terminaba de procesar el hecho de que lo abrazabas con la poca fuerza que te quedaba voluntariamente y que en tu rostro se apreciaba la calma y la felicidad de ser sostenida por él: justo como nunca nadie lo había hecho desde que tenía uso de razón.
Tú realmente te habías propuesto construir tu propio lugar en su corazón ¿No es así? Bo lo permitiría por ahora y te correspondería el abrazo ¡Pero solo hasta que regresara a sus sentidos! Ni un minuto más allá de eso… ni un maldito segundo.
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sietetresietepm · 4 years ago
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Un intruso en mi cabeza
Desde que tengo memoria he categorizado y visualizado mis actos como si fueran de diferentes personas, no sé por qué siempre divido las cosas como si fueran ajenas y no las asumo como un todo, supongo que no me gustan las contradicciones y el desorden, y por lo mismo no he querido aceptar que al fin y al cabo eso somos todos.
Recuerdo que las dividía tanto que hasta en unas sesiones con mi psicóloga les pusimos nombres y formamos la personalidad y características de cada una, de cada “personita” que habitaba en mi cabeza. Creo que ahora lo veo como la película infantil “Intensamente” una actuaba y las otras se le tiraban encima diciendo que debía actuar más como María, o como Samanta, o como Laura, peleaban y peleaban y nunca estaban conformes, sabiendo que todas eran partes de la misma.
Pero esa historia no es sobre esas seis niñitas que hacían parte de mi personalidad e inseguridades sino sobre el número siete, que hoy, 5 años después puedo entender que también es parte de mi, y no algo o alguien externo que disfrutaba atormentarme y verme mal.
El nacimiento del “man de hoodie vinotinto” que es como lo he llamado siempre, fue periódico y enigmático, cada vez que aparecía medianamente entre mis sueños, las sombras y mis pensamientos, sentía una atracción inefable hacia él, siempre quería saber más, acercarme más, entenderlo y descubrir todo el misterio del que se se rodea, toda esa oscuridad. Pero a medida que me acercaba sentía una nube negra abrazándome y creciendo a mi alrededor, cada paso que daba hacía él me volvía más pequeña y más pequeña, cada vez me perdía más en su oscuridad.
Y pido perdón de antemano, me cuesta hablar y más sobre mi, todavía aún más sobre él, me cuesta hablar y más sobre lo que no conozco del todo, más de lo que no entiendo del todo, por eso los símbolos me ayudan... La fantasía aunque no lo crean puede ser más real que la realidad, al fin y al cabo solo es real aquello que antes podemos pensar e imaginar, además en nuestra cabeza la línea de lo que recordamos, imaginamos y soñamos es difusa; Pero bueno, no vamos a entrar en una discusión sobre lo que es real y sobre lo que no porque no acabaríamos nunca.
Parte 2
Perdón también por dar tantos rodeos y por pedir tanto perdón, volviendo a la historia de cómo conocí a este sujeto, de cómo y cuando me empecé a dar cuenta de que estaba presente en mi vida.
Todo empezaba en sueños, sentía que me perseguía alguien, sentía que desde algún lugar me miraba, pero no me sentía cómoda, sentía que no era alguien bueno, un color gris fuerte que me penetraba con su mirada en mis sueños.
Era así una semana o dos, donde ya despierta andaba paranoica pensando que también me iba a perseguir o a mirar desde lejos, no lo veía como una pesadilla, siempre lo he sentido real.
Luego era la voz, que al momento de describirla me quedo sin palabras, una voz de hombre pero no gruesa aunque sí imponente, empezaba a escucharlo en mi cabeza y no me pregunten por qué pero sentía el mismo color, la misma presencia, sabía que era él quien me daba órdenes todo el día, o me hacía fantasear con dolor, primero hacia mi misma, veía cualquier objeto corto punzante y me decía “clávatelo”, “córtate”, “mira cuánto placer se siente”, “házmelo a mi”, veía un jarabe, unas pastillas, etc, y me incitaba a tomarlo, a saltar. Todo era un juego para él, podía escuchar su risa sarcástica cuando lo rechazaba, cuando no llegaba hasta el punto que él quería, tenía siempre un tono burlón y retador.
Luego me decía que le hiciera daño a los demás, fantaseaba con ver a alguien quemándose, fantaseaba con el sufrimiento y el placer que se encontraba en el dolor.
Como buena católica en un principio pensé que era un espíritu, algún demonio perdido con ganas de arrastrarme, de robarse mi alma, sentía como si él se manifestara en mi cuerpo, y aunque lo dejaba, también intentaba acercarme a Dios y le pedía que me salvara de ese demonio; irónico.
Pero cada vez era peor, luego empecé a sentir que me seguía, en la vida real o bueno cuando estaba despierta, creo que lo “real” y lo “bueno” está sobrevalorado; yo iba caminando y lo sentía detrás mío, sabía que era él, un tipo alto de hoodie vinotinto pero sin un rostro definido, después no escuchaba solo su voz, sino que lo sentía siempre a mi lado, hablando e incitándome a terminar todo, a liberarme, a hacer las cosas bien de una buena vez, y aunque nunca he querido morirme, siento que en ese punto tenía tanto poder sobre mi, que dejé de escuchar a las demás que estaban en mi cabeza y en medio del trance solo lo escuchaba a él, me perdí en él, así como ustedes se pueden perder por amor, perder en una droga, o en una canción.
Cuando estaba a punto de encontrarme con él cara a cara, un miércoles en la madrugada de febrero, le hice caso y cogí diferentes cajas y tarros de pastillas, en su mayoría analgésicos, y aunque yo no me quería morir empecé a tomarme una por una, suena raro, lo sé, pero en serio no me quería morir, estos 5 años he dedicado mucho tiempo a pensar en ese día, en el nivel de consciencia en el que me encontraba y en realidad considero que ese día bajé al infierno y volví a la vida, volví para enamorarme de la vida y aferrarme a ella con más fuerza que nunca.
Lo sé, probablemente me estén juzgando por hablar del infierno, y de cosas sumamente cristianizadas como el bien y el mal, les pido perdón y esta vez no pediré perdón por disculparme tanto, pero así es cómo crecí, rodeada de esta doctrina, probablemente los lectores que han crecido con doctrinas diferentes pueden comparar estas palabras con alguna más acorde a sus creencias, siéntanse libres de hacerlo; y no, no digo que fui al infierno y me encontré lugar repleto de llamas y un hombre rojo con el tridente, no me refiero al infierno que muestra la literatura católica, solo supongo que si existiera un lugar donde las “almas” de los “pecadores” son eternamente torturadas, mi infierno sería en el que estuve ese día, y creo que así como todos deberíamos tener nuestra propia percepción del creador, también todos deberíamos tener nuestra propia versión del tártaro y eso no lo voy a discutir.
Parte 3
Me arreglé para ir a clase como de costumbre, tal vez un poco más sonámbula y dispersa de lo normal, un poco más perdida, más callada, por lo demás todo seguía igual, así tú te quedes atrás, el mundo sigue, así es y así siempre será. Los recuerdos ahora son difusos, tengo lagunas, pero hay momentos que siempre van a quedar, seguía tomándome las pastillas, con mi termo de agua a la mano, mientras escuchaba al profesor dar clase como de costumbre, pero poco a poco venían cosas nuevas, era toda una experiencia sensorial.
Lo que más me impactó es cómo poco a poco todo se iba apagando, todo se volvió lento, con cada pastilla, la confusión crecía, se hacía más lento todo, menos mi corazón, uno, dos, tres; pum, pum, pum.
Recuerdo que ese día tuve un quiz de química, y durante toda la clase estuve intentando escribir algo coherente, pero me costaba sostener el lápiz, me costaba no quedarme dormida sobre el pupitre, creo que esa fue la peor parte, luchar para no quedarme dormida, seguía y seguía tomando las pastillas, para eso supongo que no era tan torpe; al final de la clase ni sé qué entregué, por supuesto todo estaba mal... me estaba muriendo, ¿¿ la vida estaba huyendo de mi cuerpo y tenía que pensar y resolver un examen de química ?? Hay cosas que no tienen mucho sentido, estuve todo el día así y aún no puedo creer que solo se hayan dado cuenta de lo que en realidad pasaba hasta casi la 1 de la tarde, (hoy agradezco que lo hicieran) es irónico cómo todos estamos rodeados de personas que viven en su propio mundo y son ignorantes e indolientes con lo que está en frente de sus narices.
Luego dejé de sentir las piernas, no me querían hacer caso, solo sentía cosquillas y en ese momento, por primera vez en el día fui consciente de lo que estaba pasando, fui consciente de que aunque él me dijera que todo estaba bien, nada estaba bien en realidad, me iba a morir.
La vida,
la muerte,
yo estaba perdida,
y ya me había gastado toda mi suerte.
ellos iban a pensar que era suicida,
cuando mi madre me veía como una niña fuerte.
¿y a mi familia? ¿A ellos quién los cuida?
¿iban a entender que era culpa de esa mente retorcida o también iban a pensar que era una malagradecida?
La vida, la muerte,
¿Podrían ellos vivir con algo tan fuerte?
¿Cómo iban a actuar cuando vieran mi cuerpo inerte?
me imagino a mi mamá gritando que me despierte,
sin entender que la oscuridad a cualquiera pervierte.
Después de ser consciente de la realidad y de pensar en pedir ayuda, pasó algo demasiado irónico, ahora cuando lo recuerdo no puedo evitar esbozar una sonrisa de lástima, fui consciente de que la vida se me escapaba y aunque de cierta forma tuve algo de miedo, no fue suficiente para pedir ayuda, le temía más al qué dirán que a la muerte, le tenía más miedo a la reacción de mis papás, la decepción, los gritos, los chismes, los problemas que vendrían detrás de esa incoherente acción que a morir y dejar todo como si nada.
Y esto ahora me da risa ya que me muestra una parte importante de mi personalidad, en varios casos de mi vida me he dado cuenta de que no me importa hacerme daño o hacer cosas que no quiero de verdad, con tal de no generar caos y problemas, ya sé que está mal, y si alguno es igual por favor reflexione... creo que ahora soy un poco más egoísta, algunos dicen que no es egoísmo, qué es amor propio y eso suena mejor supongo.
No sentía los pies, no me respondían las piernas, sentía un cosquilleo en los brazos y me costaba estar despierta, el corazón corriendo y el cerebro durmiendo.
(Decidí contarles un poco más sobre mi y sobre uno de los capítulos de mi vida que más me ha marcado, coméntenme si les gustaría que siguiera con la historia) 👁🤍
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oceano-de-letras · 5 years ago
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Querido destino solo dime si es correcto dejar que aquel intruso haga que mi corazón lata desenfrenadamente y mi sonrisa cada vez sea más grande.
Seedpain.
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williammoll · 4 years ago
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Yo no fui querida nunca, cuando quise. Y no he podido querer a los que dicen que me han querido. Es la vulgar historia que nuestro pueblo sabio concreta en el adagio: "Amor loco, yo por vos y vos por otro". Cultivo un poco (un poquito chico) de desdén. Y no dejo a los intrusos entrar en mi vida y a empañar lo que Dios me ha dado. Y no concedo derecho a entristecerla, sino a los sucesos definitivos de la vida.
Gabriela Mistral. Bendita mi lengua sea.
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mr-nauseam · 3 years ago
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Justo donde me dejaste.
...
El tiempo empezó a detenerse antes de que el jurado llegara a declarar su sentencia.
Holmes escuchó atentamente la tormenta afuera, sabiendo lo que pasaría cuando se abriera la puerta y resonaran los primeros pasos: tendría una respuesta, lo que significaba que su angustia podría tener final o podría ahogarlo en la tristeza.
Para sus extraños compañeros era el mismo hombre inalterable, Athelney Jones y Jonathan Small eran ignorantes del corazón temeroso que estaba cerca de ambos. No pasó mucho tiempo para que Watson llegará, así que sin querer pensar, esperó pacientemente y cuando su querido amigo les mostró la caja vacía, un sonido parecido al de un cristal romperse invadió su conciencia.
El mundo entonces se movió más lento, más lento desde que Holmes supo que lo había perdido para siempre.
...
Cuando los intrusos se fueron y recuperaron su privacidad, pasaron unos segundos atrapados en ese preciado sentimiento de comodidad y paz que siempre tuvieron juntos, esa era una emoción que ahora mismo se sentía tan frágil.
Él no estaba seguro de si alguna vez podrían recuperarla cuando Watson decidiera anunciar su condena. El silencio entre ellos fue una tregua, un descanso que Watson le otorgó a Holmes en su bondad antes de romper el corazón del hombre que lo había sido todo para él.
—Bueno, y con esto acaba nuestro pequeño drama —comenzó Watson.
“En realidad es el comienzo de nuestro drama”, pensó Holmes, pero no dijo nada, dejándole continuar.
—Me temo que sea esta la última investigación en que tendré la ocasión de estudiar sus métodos, Holmes. La señorita Morstan me ha hecho el honor de aceptarme como futuro esposo.
Holmes lo sabía.
Cada detalle en su rostro, en su mirar, el gesto nervioso en sus manos, su extraña tranquilidad ante el tesoro desaparecido, la pequeña sonrisa que se le escapó, se lo dijeron así que no podía esperar un resultado distinto pero a pesar de todo dolía escucharlo.
Porque escucharlo lo hizo real, tangible, abrumador.
Holmes soltó un suspiro melancólico y fue sincero con él:
—También yo me lo temía. La verdad, no puedo felicitarle.
Pudo ver la decepción en el rostro de Watson, una parte de Holmes se sintió mal y pensó que si tan solo tuviera más fuerza, si tan solo fuera una persona más amable podría ocultarle su dolor pero… ¿Valía la pena hacerlo?
—¿Existe algún motivo para que se sienta usted molesto por mi elección? —le cuestiono.
Casi se ríe, ¿Qué clase de pregunta fue esa? Holmes tiene un millón de razones para estar molesto, pero ¿Por qué Watson le pregunta?, ¿Acaso podría ser sincero y revelar sus deseos? ¿Era este Watson dando una señal, una pista de que si revelaba su verdad, no recibiría odio ni rechazo?
Holmes lo pensó racionalmente y concluyó que estaba perdiendo su juicio, era cierto que quería decirle a Watson que lo amaba, que quería estar a su lado, pero no puede ser tan egoísta, así que deja que todas las cosas quería decirle a John se desvanezcan.
—De ninguna manera. Creo que es una de las jóvenes más encantadoras que he conocido, y ha sido más útil en esta tarea de lo que podíamos esperar. Cuenta con verdadero talento, como lo demuestra el que entre todos los papeles que tenía su padre guardase precisamente el plano de Agra.
Las mentiras empezaron a salir sin que pudiera detenerlas.
—Pero el amor es un estado emotivo, y todo lo emocional resulta opuesto al razonar frío y sereno, que yo coloco por encima de todas las cosas. No me casaré jamás, por temor a perder el juicio.
Tensión, un silencio lleno de llantos silenciosos y todo esto fue interrumpido por la dulce risa de Watson: —Confío en que mi juicio saldrá con bien de la prueba.
“Mi juicio no pudo sobrevivir a la terrible experiencia de amar”. Fue una idea que resonó en el alma de Holmes.
—Pero luces cansado.
Holmes no quiso ver sus ojos cuando notó el tono de preocupación que hacía temblar la voz de Watson, de repente la idea de enfrentar esa mirada tan azul como el océano resultaba intimidante.
—Sí; la reacción se deja ya sentir en mí. Durante una semana voy a estar tirado como un trapo.
Como un muñeco de trapo, que ha sido abandonado debajo de la cama, condenado a estar en la oscuridad, sin nadie que lo pueda rescatar, sin nadie que lo pueda escuchar. Así se sentía él.
Antes de que terminara la noche, Holmes se aferró a la botella de cocaína, esperando que esta adormeciera sus sentidos y lo hiciera insensible al dolor que sentía cuando estaba atrapado entre las paredes de Baker Street.
Pasaron los meses y sucedió lo inevitable, fue entonces que Holmes algunas veces pensó en mudarse, en huir de los recuerdos pero él (Watson, su Watson) lo había dejado allí, congelado en el tiempo y no podía irse, no podía ser ya parte del brillante futuro, él pertenecía al pasado, al tiempo en el que solo existían ellos dos y nadie más. ---
Inspirado en: right where you left me - taylor swift. Sí, no existía como tal una versión en español de este one-shot ya que lo había escrito en inglés para practicar el idioma pero me di a la tarea de traducirlo ya que escribir en inglés me hizo amar aun mas a mi precioso idioma muack. Versión en inglés disponible aqui o en mi AO3.
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fumateloconcalma · 2 years ago
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Sabotaje
A veces siento que mi día a día es una Montaña Rusa, desde que abro los ojos es un no parar hasta que se hace de noche. A veces el recorrido es mas tranquilo y derecho, a veces tiene subidas y bajadas, vueltas y reversa. A veces necesito salir a respirar y a veces necesito quedarme solo ahogándome en el humo contaminante. A veces necesito ver gente para despejar, y a veces necesito despejar de la gente. Si paso mucho tiempo sin ver a nadie, se apodera de mi una angustia sin origen aparente, un sentimiento de soledad que me hace verme a mi y solo a mi, perdiendo la noción de los que me rodean. A veces me pasa lo opuesto, cuando paso días seguidos con mis seres queridos siento necesitar un descanso. No porque deje de querer a nadie, ni porque alguien me caiga mal. Sino porque hay un intruso adentro mio que no deja de torturarme en mi cabeza con las cosas que merezco y las que no. No es fácil poner en palabras lo que no está claro tampoco en la mente. A veces quiero aparecer de abajo de una valdosa floja en un día de lluvia, y a veces solo quiero ser invisible, ciego, sordo y mudo. A veces necesito que me estén atrás y otras que no me molesten. A veces necesito la opinión del resto y a veces necesito que ni me hablen. A veces quiero darlo todo, y a veces renunciar. A veces quiero ser perdonado, y otras veces quiero ser olvidado para que nadie derrame lagrimas el día que me ausente para siempre. A veces solo estoy triste sin saber por qué, y a veces finjo ser feliz delante de los demás para no preocupar a nadie. A veces estoy orgulloso del lugar en donde estoy, y a veces quisiera recomenzar en otro lugar. A veces extraño personas, y a veces digo que ya las olvidé. A veces quiero gritar y a veces quiero callar. A veces quiero bajarme de esta montaña rusa a pesar de que siga en movimiento.
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tararira2020 · 4 years ago
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| Ira |
Romina
José María Fernández Alara
Esto no es un cuento, es una historia real que sucedió el jueves 23 de julio 2020, mientras nos rodeaba la pandemia. Como confirmación de verdad he respetado el nombre de quienes fueron parte de ella.
Cuando sonó el timbre estaba en la cocina preparando el mate y me pregunté quien llamaba a las nueve y media de la mañana en un día lluvioso, en plena cuarentena total. No fui hacia la puerta sino que entreabrí la ventana. Hay una seria recomendación de seguridad de primero ver quién es antes de abrir la puerta.
Al mirar hacia afuera recordé que el primero en avisar fue Enrique, luego Rosa mandó un WhatsApp. Esta semana comienzan los testeos de Coronavirus en San Telmo. Personal sanitario de la Secretaría de Salud van a recorrer el barrio haciendo chequeos preventivos. A los propietarios de los inmuebles elegidos se les va a mostrar una nota donde se les comunica la elección del domicilio y solicita prestar colaboración.
Detrás del vidrio estaba una chica jovencita, menudita, más bien baja, con uniforme celeste de enfermera, guantes y máscara de plástico. Llevaba un kit en el que leyendo la mitad pude adivinar que decía “Covid 19 – Sec. Salud – Comuna Uno”. A unos pasos de ella estaba otra muchacha con barbijo de tela, también joven, vestida de particular, con un traje sastre negro, pero que llevaba colgado del brazo algo blanco que imaginé un guardapolvo.
- Buenos días, señor, – me dijo, mientras me extendía una carta- espero  que pueda atenderme. Ya van tres casas que no me contestan. Vengo por el testeo.”
La llovizna estaba convirtiéndose en lluvia y líneas de agua se deslizaban sobre su máscara de protección. Hasta me pareció ver que detrás de las gotas su mirada  me pedía que las dejara pasar porque se estaban empapando.
Miré la nota, vi el membrete, los sellos y mi dirección. No sé por qué pesó más la lluvia y algo frágil dentro mío, que la obligación de sopesar la autenticidad, legalidad y demás cosas necesarias a ser observadas en el húmedo papel.
Al minuto siguiente les estaba abriendo la puerta. Como ustedes saben, vivo con Gloria, mi mujer, en una vieja casona de San Telmo, de esas que tienen de entrada un portón de cuatro puertas, que a los pocos metros desemboca en dos patios con galerías a los costado, adonde dan las habitaciones.  
Entró la enfermera con su kit, agradeciéndome y se puso a un costado de la entrada. La otra chica pasó a mi lado y llamativamente, en estos tiempos de distanciamiento, me saludó tocándome el brazo con la mano y siguió caminando hacia el patio delantero.
Como mi atención estaba centrada en la enfermera, pensé que a la otra, la acompañante, le había llamado la atención la vieja casona y se había asomado al patio de curiosa.
La enfermera sacó del kit algo como un formulario y empezó con las preguntas: Cuántas personas vivían en la casa, el nombre y edad de ellas, si estaban en el domicilio...
Mis respuestas eran concisas y rápidas, pero comencé a escuchar como un eco. Presté atención y noté que había una repetición de lo que decía, pero rara. Hablé más despacio y escuché clarito que la otra muchacha había pasado al patio y que repetía cantando lo que yo decía.
En ese momento apareció Gloria, que se estaba levantando y al oír el timbre y la conversación se había asomado a una de las puertas que del comedor dan al patio para averiguar qué pasaba. Cuando comencé a contarle, me preguntó si estaba con barbijo. Como le contesté que no, le alcanzó mi barbijo a la chica que estaba en el patio, quien me lo acercó.
Ahí me distraje un poco y volví a concentrarme en las preguntas. Pero de nuevo el eco  cantado. Ya un poco entre desorientado y molesto, le pregunté a la enfermera.
- Decime. Esta chica que está en el patio… ¿Viene con vos?
- No, señor. – Me contestó con cara de asombro-. Yo creí que vivía aquí. Venía atrás mío. No la conozco.
Bueno, pensé: me hicieron el cuento. Ya está. Caí en la trampa yo solito. Ahora abren la puerta y entran los muchachos. Pero no. Todo seguía igual, salvo que desde el patio venía un canturreo monótono en voz baja. Me repuse y rápidamente  caminé hacia el patio.
- ¿Qué haces acá? –le pregunté con voz alta, un tono duro y serio y mi peor cara de malo- ¿Quién sos?
La chica no se inmutó. Se había sentado en un silloncito de metal que hay en un costado y desde allí,  me miraba mansamente y continuaba cantando.
Volví sobre mis pasos a ver si la enfermera estaba abriendo la puerta a sus cómplices, pero me la encontré donde la había dejado, pero ya apoyada contra el ángulo de la puerta y la pared. Tenía los ojos agrandados que se le salían de la máscara y me miraba fijo.
- No sé nada, señor. No viene conmigo - atinó a balbucear-
De vuelta en el patio encaré seriamente  a la otra y ya en voz fuerte le grité
-Te vas. Vamos,  ¡fuera! Ya mismo salís de acá.
La chica no se inmutó. Paró de canturrear, posó en mí sus ojos claros, me miró fijo y sólo me contestó:
-Yo vivo acá – y volvió a su canto –.
- Te vas o llamo a la policía. ¡Vamos!
Como no me contestó, pasé delante de ella y entré a buscar el teléfono. Cuando estaba volviendo me encuentro con ella que estaba entrando. Entonces grite más fuerte aún que no entrara. La chica retrocedió y volvió al patio con cara de asustada.
Con mis gritos apareció Gloria,  quien recordando seguramente a sus antepasados, guerreros de la Independencia, presurosa se acercaba con dos paraguas para defendernos por si nos atacaba. Tomé uno y salí con el teléfono en una mano y el paraguas empuñado en la otra.
Allí me encontré con la chica decía algo sobre un bebé y volvía canturrear. La enfermera seguía petrificada contra la puerta. Le pedí a Gloria que no saliera y a través del vidrio vi que tenía el paraguas con las dos manos, en posición de bayoneta calada.
Tomé el teléfono y marqué el 911. Me atendieron al instante. Tuve que repetir dos veces lo que sucedía hasta que lo tradujeron a su idioma: “Intruso, femenino, joven, delirante, no agresivo”. Sin mucha convicción me aseguraron que un móvil salía ya.
Pasaron quince minutos donde, como en un mal documental, se repetía todo: mis gritos, el canturreo, palabras un poco inconexas, la enfermera pegada a la puerta y Gloria que me miraba a través del vidrio de la puerta y me decía que llamara a Nahuel, su querido sobrino, que es oficial de la Policía. Como sé que vive en Monte Grande, tardé un rato en escuchar que ella me decía que trabajaba cerca y seguro que podía mandar alguien.
A la segunda llamada me contestó el celular. Al escuchar lo que pasaba Nahuel quería venir por el tubo. Quedó en mandar a un amigo y antes de salir para aquí, le pidió a Barbie, su novia, que la llamara a Gloria para estar cerca de ella.
La chica se había ido cerca de la puerta y ante la mirada horrorizada de la enfermera, se sentó en el suelo y sin sacarse la ropa, hizo pis. Luego se paró y siguió hablando sola.
Volví a insistir con el 911 y de vuelta toda la explicación y la extraña disculpa: “Cálmese. Usted no habló conmigo. Ya le mando un móvil”.
A los quince minutos oí ruidos en la puerta y me fui para adentro para ver por la ventana qué pasaba. Eran el amigo de Nahuel y el patrullero que llegaban al mismo tiempo. Ya podía respirar un poco más tranquilo.
-Tuvimos una emergencia, jefe – se disculpó el oficial que bajó junto con un agente más joven.- la cosa está complicada en todos lados. Ya estamos aquí.
Yo les abrí la puerta, pensando que por ahí la chica aprovechaba para escaparse, pero no, se quedó adentro lo más pancha y se puso al lado mío. El oficial me hizo ir hacia el patio, mientras el más joven enfrentó a la chica. Todavía estaba de espaldas, cuando oigo:
- ¿Qué hacés aquí, Romina?
Me di vuelta como un resorte; el oficial se me acercó y me dijo en voz baja:
- Es una piba del barrio… Media loquita. Está en situación de calle.
- ¿En situación de calle? –Pregunté- mirando que estaba  bien vestida y peinada-
- Sí – me contestó serio-. Ayer la encontramos desnuda. Las colegas de la comisaría la vistieron y hasta la peinaron. Pero no pudimos hacer más. El fiscal sostuvo que no estaba cometiendo ningún delito y el médico que la atendió dijo que estaba bien, que se ubicaba bien en espacio y tiempo... La tuvimos que soltar.
Entonces comenzó una larga charla donde los policías, de mil maneras trataban de que Romina saliera, y lo único que obtenían era su respuesta de que esa era su casa y que ella vivía allí. Los argumentos que usaban los policías pasaban de la alta dialéctica sofista al dulce chamuyo y  las voces desde la seriedad de  autoridad constituida a ruegos en la oreja con voz suavecita. La indiferencia firme de la muchacha no se perturbaba, al contrario les bajaba una mirada condescendiente, como que eran ellos los que no entendían.
Como yo ya me había tranquilizado, pude observarla  con más atención. Era llamativa la tranquilidad con que se movía. Su rostro era blanco, sus ojos claros tenían una mirada ausente, pero mansa. Su pasividad transmitía paz, que coincidía con la paciencia de los policías que la trataban casi con cariño.
Gloria salió al patio y se puso a charlar con el amigo de Nahuel. Todavía llevaba el paraguas. Esta vez apoyado en el hombro.  En un momento se dio cuenta y señaló el cielo que seguía encapotado y dejó el paraguas en un mueblecito que había en un costado.
Cuando todo parecía que había entrado en un círculo sin salida. Vi movimientos en la puerta y de repente desaparecieron todos, incluida la enfermera que no se había movido desde que entró. No sé si respirado… ¡Romina había aceptado salir!
De curioso, entré y me fui a la ventana para ver cómo terminaba la cosa. Observé que los policías se subían al patrullero y se iban raudamente. Me imaginé que se la llevarían con ellos, pero unos fuertes golpes en la puerta me anoticiaron que Romina quería volver a entrar en “su casa”.
No podía creer que los policías se hubieran ido. En la vereda de enfrente, estaba parada la enfermera, todavía shockeada y con la mirada fija en lo que sucedía en la puerta.
En ese momento vi a Nahuel que llegaba y que junto con su amigo trataban de calmarla. Los golpes y los ruidos continuaron por un rato. Yo me corrí de la ventana y entorné el postigo porque pensé: Lo único que falta es que me vea y comience a golpear acá.
Al rato, escuché que se detenía un auto en la vereda y entreabrí un postigo. Eran los policías que habían vuelto. Iba a protestarles cuando escuché que hablaban en voz baja con Nahuel que se les había acercado.
-Nos llamaron de urgencia. A dos cuadras de acá había un 238, pero cuando llegamos ya estaba interviniendo el subcomisario, así que volvimos… con Romina. En el camino llamamos al Same. Están mandando una ambulancia.
Los saludé con la mano. Y de nuevo la charla con Romina, quien al verlos se calmó bastante, pero no aflojó en su intento de entrar y de sostener que ésa era su casa.
En la vereda de enfrente seguía parada (¿petrificada?) la enfermera. Se había levantado un poco la máscara y se podía ver que sus ojos estaban atentos pero que estaba lejos de entender lo que pasaba.
Desde la ventana pude ver que aparecía lentamente una ambulancia del Same. El chofer estacionó enfrente; un médico joven, de anteojos ahumados, se bajó y se dirigió a hablar con los policías. El chofer, por su lado, se informaba por la enfermera que parecía responderle con monosílabos.
Una nueva tarea nacía: convencer a Romina de que lo mejor para ella era subir a la ambulancia. No iba a ser fácil. Gloria y yo estábamos pegados al medio postigo abierto de  la ventana. La conversación se hacía difícil de escuchar porque con tantos interlocutores se volvía confusa.
Unos golpes fuertes en la ventana nos hicieron saltar. Cuando la entreabrí más, me encontré con el más joven de los policías, el agente, que con voz seria me decía:
-Jefe, ¿No podría preparar un tecito para Romina? Póngale, por favor mucha azúcar. Vaya a saber desde cuando no come. Seguro que eso la va a calmar un poco.
Fue el té más raro que con Gloria preparamos en nuestros largos años de vida en común. Cuando estuvo no muy caliente se lo acerqué al agente a través de la reja. Escuché tragos, gorgoritos y largos suspiros.
Cuando volví a mirar por la ventana vi una procesión: el médico que suavemente llevaba a Romina del brazo, los dos policías atrás, Nahuel y su amigo y finalmente el chofer, acompañado de la enfermera. Todos iban acercándose lentamente a la parte de atrás de la ambulancia.
La Romina ya estaba entregada. Con los brazos caídos y la cabeza un poco inclinada miraba la puerta de casa, como despidiéndose. La enfermera la ayudó a subir y junto con el médico se quedaron atrás con ella. El chofer puso el motor en marcha y la ambulancia despaciosamente se fue calle abajo.
Gloria fue a preparar un cafecito para Nahuel y los policías que se relajaban estirando los brazos y moviendo el cuello. Yo me quedé solo en la ventana pensando adónde la llevarían.
De a poco nos fue abandonando la sensación de miedo. Quedó lejos la angustia y nos cansamos de decir ¡qué suerte que no pasó nada! También nos reímos mucho de la estrategia de los paraguas. Pero, con el correr de los días, nos fue invadiendo una  duda:
¿Romina era un chica del barrio, media loquita y en situación de calle, o era un ángel de ojos claros, medio perdido, que necesitaba un té con mucha azúcar y decidió pasar a tomarlo en casa?
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mipc · 4 years ago
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Mi libertad recién encontrada
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Un día lluvioso de noviembre, solo sollozando en mi habitación, descubrí lo doloroso que es amar a alguien en toda su libertad. Estaba apegado a él y me dolía que no decidiera, libremente, amarme solo a mí.
Me parece un milagro, o al menos algo poco común, recordar con tanta claridad los sueños, y más recordar tres sueños seguidos.
En el primero recorría, junto a mis amigos, extensas praderas de pasto escaso. Al mirar al suelo resaltaban las manchas marrones de tierra árida y, aun así, vistas desde la distancia, las escasas briznas de césped proyectaban la ilusión de fértiles campos verdes en los que el viento corría libre hacia nosotros. También había un gran molino que completaba una imagen bucólica. Íbamos todos caminando de vuelta a la cabaña donde nos hospedábamos, y yo sentía la necesidad de preguntarle a Felipe por la ubicación exacta de nuestra cabaña —tal vez me daba miedo perderme y a la vez quería saber para poder regresar solo— y él solo me regañaba por querer llamar siempre la atención. Empezamos a discutir y al final le dije “Pues me voy”, y él decía “No, pues yo me voy”, y desperté sin saber cuál de los dos se fue primero.
En el segundo me infiltraba en recintos en los que sucedían actividades clandestinas—incluso la más prohibida de todas las acciones humanas, que está prohibida porque el deseo que crea la necesidad de cometerla es uno de los más obscenos y culposos de todos los deseos humanos en el tiempo en el que vivo, podía ser cometida ahí—. Entraba por el baño de un restaurante hacia pasillos y recovecos y en uno de ellos veía a Simón rodeado de una multitud de hombres. Antes de que él me viera, me asustaba y trataba de huir. Un niño me decía que quería jugar conmigo y yo le decía que no podía porque estaba huyendo de una persona, que no quería que él me viera. El niño me dijo que había una salida secreta, me indicó el camino para dejarme solo deambulando por grandes espacios, casi vacíos, en los que los condenados y los traviesos esperaban cometer esas acciones. Todo el tiempo, recorriendo esos espacios y siendo testigo del placer que puede causar en ciertos seres humanos la degradación de otros, entre otras cosas, me sentí conflictuado, perseguido y en peligro, hasta que desperté.
En el tercero —que fue corto y consecuente con el sueño leve pero placido de una siesta después de almorzar— entraba a una bodega por un centro comercial. La bodega era aterradoramente grande, y estaba aterradoramente vacía. Mi miedo era tan grande que me paralizaba y no me dejaba mirar hacia arriba. En el momento, todavía dentro del sueño, me pareció entender que esa bodega era una metáfora de mi libertad recién encontrada. Cuando me tiraba al suelo, boca arriba, y por fin miraba hacia arriba, un resplandor me segaba, y entonces desperté mirando fijamente hacia la luz que se filtraba por una pequeña abertura entre las cortinas de mi habitación.
Me detuve a pensar en esa idea: “mi libertad recién encontrada”. Me pareció que conectaba los tres sueños. En los tres me encontraba en espacios demasiado amplios con respecto a mi presencia. Sin embargo, seguía siendo yo y únicamente en el último sueño sentí que me diluía hacia ese vacío aterrador.
En el primero todavía no tenía mi libertad, pero la deseaba. Cuando pedía saber la ubicación de la cabaña en la que nos hospedábamos lo que estaba pidiendo era mi independencia, quería tener una certeza que me permitiera dejar de depender de otros y, aun sin intención de extraviarme, poder reconocer con precisión el lugar al que debía regresar, el lugar seguro donde alguien me esperaría, y decidir yo mismo regresar. No era por llamar la atención. De pronto recibir y pedir atención es una de las coerciones del espíritu que todavía no es libre. Un niño que necesita ser cuidado, un niño que pide ser cuidado, un niño sobreprotegido, un niño que necesita ser vigilado, un niño consentido, un niño que pide ya no ser cuidado, un niño caprichoso, y, al final, todavía un niño que refunfuña y hace pataleta a su amigo, que es el padre sobreprotector, sin saber verbalizar sus intenciones.
En el segundo sueño estaba en conflicto con una idea de libertad, quizás más explícita. Mi conflicto tenía que ver con un rechazo, o un recelo, o un desdén, hacia ese hedonismo decadente, entregado enteramente a los placeres carnales y la gratificación de la satisfacción del deseo más allá de cualquier coerción moral. Y en el sueño yo tomé la decisión de distanciarme de esos placeres, me asusté y hui a la vez que seguí deambulando para ser testigo de sus actos y tratar de comprenderlos. Y me asusté y me sentí perseguido por quienes sabían que era un intruso en su deseo, cuya acción consecuente presenciaba, pero no cometía. Un morboso. Yo era un traidor entre ellos, mi mirada se proyectaba desde un faro que se colapsaba con cada paso, que intentaba arrojar luz sobre un deseo que solo acontecía en la clandestinidad de un espacio cerrado, aunque amplio, laberintico e inabarcable. Un espacio en el que el vacío era el telón de fondo para el devenir espectral del deseo, que igual no lo llenaba y permanecía en todas partes, y el más aterrador de los vacíos estaba en la mirada de los condenados a la degradación, que es la mirada con la que me camuflé y me salvé de ser exterminado, me hice pasar por uno de ellos para que no descubrieran que era el traidor, el que quería acusarlos, y por fin, me dejaron de perseguir.
No se le ofrece una ética a quien no tiene un conflicto consigo mismo ni con su deseo. Que hagan lo que les plazca. Dios está muerto de todos modos, pero me parece triste y a la vez aterrador estar abandonados al devenir de los asuntos terrenales, resignarse a ser dueño de la propia vida y a la vez estar abandonado al poder de sometimiento de otros, sabiendo que no hay castigo divino ni quien exima la culpa de la decisión libremente tomada, que no hay confesión redentora antes de dormir, que solo queda protegerse, elegir, olvidar y seguir.
Ahora quiero pensar en el momento en el que me he sentido más libre en toda mi vida. No un momento fugaz de placer desaforado, no de euforia, ni de decadencia, ni uno en el que sentí que podía realizar todos mis deseos sin ningún tipo de restricción; uno de libertad estable y prolongada. Paradójicamente lo encuentro en el momento en que la humanidad fue condenada al encierro. La primera cuarentena. Transcurrieron meses en los que estuvimos recluidos en los confines del lugar que cada uno llamaba hogar. Comprendo que para sentirse libre deben cumplirse unas condiciones mínimas de bienestar —en ese momento no tenía que preocuparme demasiado, mi salud dependía de mi propio cuidado, tenía un techo, comida y una familia que los proveía, así no sea una familia cuya compañía me reconforte—. A cambio de sacrificar los momentos de diversión en compañía de mis amigos, los seres más queridos, obtuve una libertad que nunca había tenido.
El mundo no se detuvo, pero en el proceso de intentar vislumbrar la manera de proceder, de continuar con la vida, muchos se vieron confrontados con una incertidumbre que ponía en jaque cualquier noción de futuro ligada al propósito, cualquier noción de pasado ligada a la construcción de un sujeto, cualquier noción de presente ligada a una ocupación. Y utilizo la palabra ocupación porque me inclino a pensar que es en la decisión sobre la ocupación del tiempo que muchos depositamos nuestra libertad. Nos sentimos libres en la medida en que decidimos qué hacer con nuestro tiempo, decidir ver esta o aquella serie o película, aceptar este o aquel trabajo, adquirir este o aquel conocimiento, apoyar esta o aquella lucha política, repetir y hacer eco una y otra vez de esta o aquella consigna —¡cierra el pico pajarraca! Los trolls han decidido salir de sus guaridas para dejar ver ante el mundo sus caras de locos y sus fatales atuendos, y se han tomado el capitolio del imperio—, y así en un largo y obvio etcétera que llamamos vida.
En medio de la contingencia y el encierro lo que yo sentí fue el alivio de no sentir la presión, interna y externa, de convertirme en alguien y hacer algo con mi vida. Estaba cómodo con mi falta de ser, al asumirla me salvaba del fracaso implícito en esa falta. “Ahora puedo ser tan holgazán como siempre he querido” les decía a mis amigos, mientras la noche se me convertía en día jugando videojuegos con el chico que no me amaría o escribiendo poemas en los que imaginaba sus muertes y sus funerales – también imaginaba el funeral de mi amor–. Me sentía libre en la medida en que el propósito de mi ocupación dejó de ser absoluto. No me sentía en la obligación de hacer todo lo posible para escapar de las condiciones externas en las que me encontraba irremediablemente inmerso, sino que me sabía en la libertad de decidir conscientemente tomar acción —o no— para alcanzar el anhelo o el propósito que deseaba —o no— realizar. La intención estaba puesta entre paréntesis, por decirlo de alguna manera. No escribía los poemas para ganar el premio de poesía (aunque concursaría). No jugaba videojuegos con él para acabar con mi soledad (aunque la aliviaría). En ultimas era la libertad de ver pausado el deseo lanzado y contemplarlo desde la distancia, aún lejos del blanco, vislumbrar la escisión, el vacío en su ambivalencia y su significado.
Fue precisamente eso lo que me fue revelado en el tercer sueño. Cuando pensaba en “Mi libertad recién encontrada” me refería a la libertad que me había sido dada a cambio de mi esperanza recién perdida, que es lo mismo que decir que asumí mi fracaso.
El día entre el primer y el segundo sueño recibí una llamada telefónica. Aunque la había estado esperando, en el preciso momento en que contesté y escuché su voz, se sintió muy repentina. Se me hizo un nudo en la garganta y sentí que no estaba preparado para decirle nada (pero respondería). 
Era una llamada de Simón, esa persona a la que me dolió amar en toda su libertad. Me llamó y dijo “Ya regresé, ¿nos vemos”, respondí “No”, dijo “Bueno” en un tono que me pareció arrogante y despreocupado y me confirmó la poca urgencia que tenía de verme (no me extrañas como yo te extraño, no deseas verme como yo deseo verte, eres feliz sin mí y por eso no te diré que con la distancia yo solo confirmé que te extraño y lo mucho que te amo), me deseó “feliz navidad, feliz cumpleaños y feliz año”, respondí “No” (no, no he sido feliz desde que te fuiste y desde que me espetó el pensamiento de que ese otro chico, con el que andas, en menos de nada consiguió todo lo que yo de alguna manera quería de ti), preguntó “¿No recibes mis felicitaciones?”, respondí “No” (yo fui un iluso por creer que me extrañabas y que podrías volver para tenderme una mano, para darme un beso, para ofrecerme la posibilidad de volver a creer en ti y dejar de pensar que esa vez que lloraste conmigo fue solo un acto teatral, como estas felicitaciones), me dijo “Bueno, entonces cuando quieras hablar o que nos veamos me dices” (una vez más: No, aunque yo ya te había perdonado el perdón solo puede dársele a quien lo ha pedido, y tú no lo has pedido y entonces lo tengo guardado, pero de pronto lo guardé donde ya no sé dónde está y no me das tiempo tiempo de buscarlo, a ti solo te gustan los sentimientos rápidos y las emociones desechables), se despidió y colgó.
Al principio me sentí confundido. Sentí que la conversación había sido muy insignificante y me conflictuaba mi incapacidad de decir otra cosa. Solo dije “No”, una y otra vez “No”. Un niño que hace pataleta, un ni��o que no sabe verbalizar sus pensamientos. Quise buscar la certeza que me daría independencia, para negar la necesidad de atención.
Lo único cierto, me pareció, era que la espera había terminado, y al no tener más ya la esperanza hacia donde lanzar el deseo, el propósito, o la ilusión, asumí mi fracaso, y lo que encontré entre mis manos fue la libertad. Entonces la pregunta era: ¿qué harás con tu libertad recién encontrada? “Pon la corona en el suelo”, me dije, “olvida el poema, la declaración, la confesión, y el resto de la conversación, hasta que solo quede el alivio”. Solo aliviado al fin. Y el alivio se manifestó como una reformulación en la forma en la que decía mis pensamientos. Ya no le hablaba a un tú, hablaba de un él. Y así es que volví a hablar conmigo otra vez, como lo hacía antes de conocerlo.
Pero antes de la reformulación, antes del pensamiento, antes de la libertad, estaba la esperanza, ahora perdida, y quizás fue eso lo que me hizo pensar que esa libertad recién encontrada era una libertad indeseada.
Ahora quiero pensar en el ideal de libertad, en lo que significa ser libre y si realmente vale la pena dar la vida a ello. Entonces regreso a la ocupación, a cómo nos sentimos libres repitiendo o haciendo eco una y otra vez de esta o aquella consigna, todo con el fin de encontrar un estado ideal de bienestar en el que desparezca el conflicto externo entre el anhelo propio y el del otro, el conflicto interno entre las condiciones y el deseo; el estado en el que podamos hacer únicamente lo que el corazón desea y lo que al cuerpo place, y en una conjunción perfecta desaparezca la necesidad de plantear cualquier ética o manera de ser, porque todos y cada uno estarían en armonía consigo mismos y con su deseo. Y me devuelvo a la dicotomía entre la ocupación y el vacío.
En el tercer sueño me aterraba mirar al espacio vacío. No sé si fue todavía en el sueño, o justo al despertarme, que me pareció una metáfora. Era como una casa en la que me habían abandonado. Él tomó todas sus cosas y se fue, de pronto fui yo el que lo echó, y yo me quedé solo y aterrado mirando al vacío que había dejado, contemplando la falta de su presencia. Y tenía sentido, él era mi mayor ocupación. Dedicarle mi tiempo y lanzar mis anhelos hacia él me parecía la decisión más libre. Nada ni nadie me obligaba a hacerlo. Solo lo hacía. Después de todo, después de la llamada, al perder la esperanza, eso era lo que tenía, la potencialidad de no ser (su amante, su amado), la libertad de llenar ese vacío con otra cosa, cualquier cosa, excepto él. Al final del sueño me diluyo en el vacío. Me sé libre en la medida en que asumo mi fracaso y miro directamente a la aterradora potencia del vacío que me rodea, que es a la vez el todo, el tiempo, el espacio, la vida, y la existencia de las que dispongo. Así como el ser humano se hace falta de ser para preguntarse quién debería ser o qué hacer con su vida, y al cuestionar su ser ejerce su existencia, yo me hago vacío para ejercer mi libertad.
A primera vista parecería que la forma más pura de la libertad es escapar de toda ideología, afrontar el fracaso y abandonar toda ilusión, toda esperanza. ¿Pero es eso posible? ¿No es más noble luchar por un ideal que podría liberar incluso a aquellos que encuentran comodidad en su opresión? Me lo pregunto porque me pregunté si estaba feliz con mi libertad recién encontrada, y quizás no. Desde hacía mucho tiempo había lanzado mi deseo sin esperar amor (aunque lo quería). Y de pronto en el fondo quiero seguir esperanzado, seguir deseando su dominio, su persecución y su sufrimiento. Pero me parece que eso solo significaría traicionar a quienes siempre desearon mi libertad, quienes me ayudaron a obtenerla. Aún protegido por ellos, siento que tengo la libertad de elegir traicionarlos. Este vacío solo representa mi libertad en la medida en que puedo tomar la decisión de volver a llenarlo, en la medida en que me posiciono y decido mirar hacia su potencia para encontrar una nueva esperanza, y volver a creer.
Es así como regreso a ese día de noviembre, porque hoy todavía sollozo pensando en él, sigo lamentando la perdida de mi esperanza, sigo renegando de mi libertad. En el sufrimiento recuerdo lo doloroso que es amar a alguien en toda su libertad, tratando de amarme a mí en esta, recién encontrada, libertad.
Sobre mis cuadernos de niño de colegio Sobre mi pupitre y los árboles Sobre la arena sobre la nieve Yo escribo tu nombre
Sobre todas las páginas leídas Sobre todas las páginas en blanco Piedra sangre papel o ceniza Yo escribo tu nombre
Sobre las imágenes doradas Sobre las armas de los guerreros Sobre la corona de los reyes Yo escribo tu nombre
Sobre la jungla y el desierto Sobre los nidos sobre los arbustos con flores amarillas Sobre el eco de mi infancia Yo escribo tu nombre
Sobre las maravillas de las noches Sobre el pan blanco de los días Sobre las estaciones ennoviadas Yo escribo tu nombre
Sobre todos mis harapos azules Sobre el estanque el sol mohoso Sobre el lago la luna viviente Yo escribo tu nombre
Sobre los campos sobre el horizonte Sobre las alas de los pájaros Y sobre el molino de las sombras Yo escribo tu nombre
Sobre cada respiro del amanecer Sobre el mar sobre los barcos Sobre la montaña demente Yo escribo tu nombre
Sobre la espuma de nubes Sobre los sudores de la tormenta Sobre el aguacero y la llovizna Yo escribo tu nombre
Sobre las formas centelleantes Sobre las campanas de colores Sobre la verdad física Yo escribo tu nombre
Sobre los senderos llenos de vida Sobre las rutas extendidas Sobre las plazas que desbordan Yo escribo tu nombre
Sobre la lámpara que se enciende Sobre la lámpara que se apaga Sobre mis casas reunidas Yo escribo tu nombre
Sobre la fruta cortada en dos Del espejo y de mi recamara Sobre mi cama como una concha vacía Yo escribo tu nombre
Sobre mi perro ávido y tierno Sobre sus orejas paradas Sobre su pata coja Yo escribo tu nombre
Sobre la tabla de mi puerta Sobre los objetos familiares Sobre la flama de fuego bendito Yo escribo tu nombre
Sobre toda la carne concedida Sobre la frente de mis amigos Sobre cada mano que se tiende Yo escribo tu nombre
Sobre el vitral de sorpresas Sobre los labios atentos Muy por encima del silencio Yo escribo tu nombre
Sobre mis refugios destruidos Sobre mis faros colapsados Sobre los muros de mi aburrimiento Yo escribo tu  nombre
Sobre la ausencia sin deseo Sobre la soledad desnuda Sobre la marcha de la muerte Yo escribo tu nombre
Sobre la salud recuperada Sobre el riesgo desvanecido Sobre la esperanza sin recuerdo Yo escribo tu nombre
Y por el poder de una palabra Yo retomo mi vida Nací para conocerte para nombrarte
Libertad.
Poema “Liberté” de Paul Éluard, la traducción es mía. 
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maeda-ai · 4 years ago
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Tanto por aprender
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Anime: Dragon Ball Z
Rating: M
Pareja: Gohan & Videl
Sinopsis: One-shot. Los libros quedaron olvidados en el piso y ellos, agitados... Había muchas cosas por aprender esa noche, aunque hacer el amor no era un tema que viniese en la guía de estudios.
Advertencia: Lemon (NSFW)
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Por: Maeda Ai.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
.
Por más que intentaba concentrarse en la información escrita en el libro, Gohan simplemente no podía decir de qué trataba este, aunque hubiese estado leyéndolo por un par de horas. Podría decirse que fingía leer cuando en realidad se moría de nervios.
Videl le había pedido que estudiasen juntos para el examen de ingreso a la universidad, así fue como el muchacho terminó en la casa de Videl, en su recamara más exactamente.
Gohan no tenía necesidad de ello, él era un genio, además no podía concentrarse estando a solas con la chica.
* ¿Cómo vas, Gohan?. *
El cuerpo del chico se tensó al escuchar a su amiga. Con tonta sonrisa, el joven Son contestó que todo estaba bien.
Kami !, esto era más difícil que cualquier otra batalla que hubiese librado.
Escondido tras un libro, Gohan pudo admirar detalladamente a la joven frente a él. Ella se había dejado crecer el cabello, recordándole los días cuando recién la conoció; Videl era pequeña, frágil, por supuesto desde el punto de vista de un sayajin. Aunque para ser humana y mujer, era realmente fuerte, ni que decir de su carácter.
Hacía muchos años que el chico había aceptado ante sí mismo los sentimientos que por esa joven tenía, desde que casi la matan en el torneo, luego la pelea contra Majin Boo, más él nunca le había hablado de su sentir. Quizás esta era la oportunidad para. . .
* Sabes, Gohan?... * _Él alzó el rostro, atento a la delicada voz de la joven._ * Yo quería decirte que mi papá no está en la ciudad, tal vez... quieras quedarte aquí; él no nos molestará. *
* ¿Q-qué, qué es lo que quieres decir, Videl?. *
El muchacho soltó el libro, sorprendido ante las palabras de su amiga, y reía nerviosamente, como tratando de disimular la incómoda situación.
La mirada de Videl se tornó decepcionada, triste; se había dado por vencida. Ella había sido sutil y detallista, pero ese hombre no era capaz de notarlo, así que ahora fue más directa, pero. . .
* Yo no te gusto, ¿verdad?. *
Fue la conclusión a la que la mujer había llegado; su compañero paró de reír ante aquellas palabras.
¿Gustarle?, Gohan creía que Videl era la chica más linda que hubiese conocido, y si el guerrero no hacía evidente su interés, bueno, pues podríamos culpar a la sangre, ¿no?, después de todo él es muy parecido a su padre. También podríamos culpar a la herencia sayan que corría por sus venas, ¿ha habido algún sayajin en la historia del universo que demuestre sus sentimientos por una mujer?.
El muchacho suspiró resignado, pensando que si tuviese que existir un guerrero sayajin con esas características, ese definitivamente tenía que ser él.
* Sa- sabes, Videl, t-tu me gustas... mucho, yo t-te... e-eres... *
La mujer aferró el libro contra su pecho, sorprendida, incrédula ante lo que estaba pasando, pero ansiosa por escuchar esas palabras. Más el chico era una maquina de tartamudeo que no podía culminar su frase. Finalmente, Videl se hartó de esperar y se inclinó hacia su compañero, besándolo fugazmente.
Gohan la miró incrédulo; fue tan rápido, el roce entre sus labios no había durado más que un parpadeo y la mujer se mantenía cerca de él, mirándolo esperanzada. Digamos que fue instinto, porque Gohan sinceramente no podría decir que fue lo que lo impulsó a besar a la joven, lento, suave, tranquilo y hasta un tanto duradero. A ese beso le siguieron tantos más como la pareja pudo practicar. Más apasionados y profundos, robándose el aliento.
Los libros quedaron olvidados en el piso y ellos, agitados. . . ella sobre él, saciándose de esos dulces y amables labios que tanto había deseado.
Todo iba normal, muy tranquilo considerando el carácter de ambos, solo estaban saciando el deseo de besarse. ¿Cuándo fue que ese deseo desencadenó uno más intimo y fuerte?, quizá estaban demasiado entusiasmados como para notarlo, pero cuando lo hicieron, ambos se hallaban en ropa interior, respirando agitados, él presionando a la chica bajo su musculoso cuerpo y el alfombrado piso.
* Lo, lo siento, no quise... *
* No importa, está bien. *
Videl acarició el rostro de su compañero para luego rodearle el cuello con sus brazos, obligándolo a inclinarse hacia ella y besarla de nuevo.
""Si piensa que se va a escapar dejándome así, está loco.""
Una traviesa idea pasó por la mente de la mujer. No era su verdadera intensión llegar a tanto, pero ahora que tenía a ese hombre para ella sola, no pretendía dejarlo.
Videl no dio tregua en sus besos al tiempo en que sus pequeñas manos iban y venían, atrevidas, por el perfecto cuerpo del guerrero, prodigándole caricias que lo estaban haciendo perder el control.
Kami !, su toque era tan suave y sin embargo, tan apasionado. Ella era fuego!.
Gohan poco pudo controlarse ante la suavidad de esa mujer y terminó por arrancarle lo poco que le restaba de ropa. Ante él, la pequeña figura se mostraba perfecta en su desnudez. Frágil, delicada. El sayan rogaba por no lastimarla y no pudo evitar preguntarse: ¿cómo es que su padre y Vegeta parecían no tener problema en ese aspecto con sus esposas?, en especial Vegeta, él es brusco, salvaje y. . .
Gohan sacudió la cabeza, las ideas se le estaban yendo por otro lado. Miró entonces a su compañera, ansiosa por él. El joven suspiró hondo, esperando no hacerle daño a su amiga.
Así, sus labios inexpertos viajaron de la boca de Videl a su cuello, entreteniéndose ahí por un rato para luego escaparse hasta los senos, suaves, pequeños pero firmes. Los sonrosados pezones estaban rígidos, atrayéndolo.
Gohan besó primero el pezón izquierdo y poco a poco comenzó a lamerlo, luego a succionarlo mientras acariciaba el otro.
* Oh, Gohan, sí... *
Ella cerró los ojos y gimió agradada. ¡ Y pensar que apenas comenzaban !.
Tanto era el gozo en Videl, que no se percató en qué momento la boca del guerrero viajó de sus pechos a su sexo. Habían hecho el recorrido por su vientre, lo sabía por la repentina humedad, pero no fue consciente de los labios de su amigo hasta que estos besaron su monte de venus.
Si existe más de un paraíso, Videl estaba a punto de entrar al que ella tanto anhelaba. Lo hizo cuando el sayan lamió lentamente la línea de su sexo, jugando un rato para luego separar los pliegues íntimos e irrumpir en ella cuanto podía, penetrando con su lengua, acariciando, brindando placer, lamiendo.
La mujer arqueó la espalda y alzó las caderas, disfrutando de los labios y la lengua del sayajin que no paraban de hacerla gozar; algunas lágrimas escaparon de los oscuros ojos de la joven.
""E-esto es... divino !!.""
Tras este pensamiento, Videl dejó que su voz se escuchase en la habitación; débiles gemidos que entonaban el nombre del guerrero.
Se mantuvieron así por un rato hasta que Gohan decidió que era suficiente. Si seguía así, tendría un orgasmo solo de escuchar a su compañera clamando por él, así que se arrodilló, tomando lugar entre las piernas de la joven, tomándose un momento para admirar la belleza de la chica.
¿En verdad estaban haciendo esto?. Gohan se mordió el labio inferior, ya no había vuelta atrás simplemente porque no podía ni quería.
Sujetando su pene, erecto y duro cual roca, el muchacho rozó la punta de este a lo largo de la vagina de su amiga, como si estuviese pintando algo que requería de sumo cuidado.
Ambos suspiraron cuando el chico penetró solo la punta de su miembro, permaneciendo inmóvil por un rato, disfrutando de la calidez que Videl le estaba regalando.
Gohan empujó un poco más, clavándose hasta la mitad de su hombría, llevándose la inocencia de su compañera, quien gimió levemente adolorida por la última embestida. De por sí ya era difícil soportar el duro intruso que anidó en su vulva.
No estaba segura, pero la mujer casi podría jurar que no había muchos hombres con el pene tan grande y grueso. Ella sonri�� feliz al saber que uno de esos pocos estaba con ella.
Un último empujón y el hombre yacían totalmente clavado en el sexo de la mujer.
Se miraron, ella alzó el rostro, buscando un beso que se tornó desesperado y poco después acompañando el frenético vaivén de las caderas de ambos amantes.
Erra irreal, Videl era tan pequeña y frágil bajo el cuerpo del sayajin cuya fuerza parecía controlar por mero instinto. Gohan se preguntaba cómo es que la chica podía soportar la gruesa y dura hombría que en ella se clavaba.
Suspiros y gemidos que al guerrero simplemente le parecían hermosos, eran lo que la chica le regalaba al tiempo en que sus sexos compartían la caricia más íntima y bella que dos cuerpos pudiesen compartir.
El vaivén entre sus caderas se tornó frenético. Gohan se olvidó de controlarse, fue entonces que realmente disfrutó del coito.
* Oh, Gohan !!, aahhh !!... *
Videl cerró fuertemente los ojos mientras sus uñas se clavaban en la espalda del sayan, desgarrando superficialmente la piel. La chica lanzaba las caderas al encuentro del pene del muchacho, hasta que en dado momento no pudo más, arqueó la espalda y gritó el placer de un orgasmo. Las pulsaciones de su vagina fueron la ruina para el guerrero, quien poco pudo soportar la hermosa caricia. Sus corazones latían rápidamente y sus respiraciones continuaban agitadas, aun cuando Videl buscó los labios del sayajin.
* E-eso fue... genial, ¿n-no crees?. *
La voz de Gohan sonaba entrecortada, Videl sonreía con la mirada perdida más allá del simple reflejo de los lindos ojos del guerrero.
* Bueno, tenemos hasta el examen para practicar, luego tendremos que buscar otro pretexto. *
Gohan no podía estar más de acuerdo con la mujer entre sus brazos.
Compartieron un nuevo beso y volvieron a mecer las caderas. . . había tanto por aprender.
Finalizado.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Siento que este fic no estuvo tan fuerte como yo hubiese querido.
Es difícil, Gohan no es el tipo de hombre lujurioso o pervertido; es realmente difícil hacer un lemon con esta pareja que, por culpa de Gohan, no derrame miel ¬¬'.
~*~
Este fanfiction fue escrito por MAEDA AI. Y es material de "Fallen Angel".
Totalizado el 11 de Febrero de 2008.
La dama del Hentai: Maeda Ai.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
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vidrio-delgado · 6 years ago
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Reflexiones con vista al mar
Querido mar,
llévate mis pensamientos,
pues ya no deseo poseerlos.
Ocúltalos de mí
en ese infinito lleno de misterios
donde no se encuentra fin,
sólo principio eterno.
Te los transmito desde la punta de mis dedos,
arrebátalos con las caricias de tu agua cristalina,
llévate todos los lamentos
que se han formado en este cuerpo.
Déjame solo el recuerdo
de la calma tocando mi piel,
hazme sentir el amor
imaginando ese paisaje
revestido de faldas de encaje,
bailando al compás del aire,
golpeándose incesantemente con la arena.
Pensar que somos intrusos de tu grandeza
fingiendo ser dueños de una tierra,
ingenuos al pensar que sobrepasamos tu fuerza.
Tú que me puedes quitar el suelo que pisan mis pies
con un solo arrastre
y una canción de sirena.
Furia a lo lejos,
clavados
tronadores en el viento,
calma en la tierra,
diamantes incrustados en la arena.
Querido mar,
llévate mis penas.
—Karena.
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