#Aromas del Folclore
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Cierto día me bajé del tren a medio camino y eché a andar hacia U.. Mi intención era pasear plácidamente a solas por los gajos de la sierra, contemplando los vastos panoramas. El irregular camino atravesaba los bosques, más o menos paralelo a la vía vecina. Aquí y acullá se abrían flores otoñales. La tierra roja relucía húmeda y había troncos caídos embarazando el terreno. Mirando las nubes boyar en el cielo me puse a pensar en el antiguo folclore que pervive entre la gente serrana. En aquel traspaís montesino de tabúes primitivos y supersticiones se escuchan todavía gran número de leyendas y consejas. Muchos de los nativos siguen creyendo hoy día en tales cuentos. Las mozas y otros lugareños que pasaban por el balneario me contaron varías historias extrañas con voces transidas de temor y repulsión. Decían que las ánimas de los perros poseían a los moradores de cierto poblado y las de los gatos a los de otro. Los poseídos por perros comían sólo carne, mientras que los poseídos por gatos pescado nada más.
La gente del lugar llamaba a aquellos singulares poblados de los energúmenos, y procuraban no tener el menor contacto con ellos. Una vez al año los habitantes de los poblados presuntamente endemoniados elegían una noche negra sin luna para celebrar su fiesta. Ningún forastero podía presenciar lo que tenía lugar durante aquellos ritos misteriosos; y si por raro azar alguno llegaba a vislumbrarlos, callaba y no soltaba prenda. Corrían desenfrenadas hablillas sobre tales poblados: que si sus moradores eran adeptos a cierto género de magia, que si custodiaban un inmenso tesoro de origen desconocido... y demás por el estilo. Tras referir aquellos cuentos los nativos señalaban que uno de los poblados se encontraba muy cerca de las caldas y no hacía mucho que sus habitantes lo habían abandonado. Habían alzado sus reales y partido de repente, pero era creencia generalizada que continuaban sus prácticas clandestinamente en algún otro lugar. Como prueba definitiva los narradores relataban las vivencias de quienes se habían topado con los maléficos espíritus en su forma verdadera.
[...] Mientras me complacía en tales elucubraciones avanzaba por la montaña otoñal. El estrecho camino se prolongó un trecho y luego desapareció en lo hondo del bosque. La vía, única referencia con que contaba para orientarme, no se veía por ninguna parte. Me había perdido.
«¡Estoy perdido!» clamé desolado en mi interior, volviendo en mí y postergando mis reflexiones. Enseguida me alarmé y empecé a buscar el camino como un loco. Retrocedí pensando dar con él, pero sólo me desnorté aún más. Acabé atrapado en un laberinto inextricable de infinitas derrotas que se adentraban más en el monte y luego desaparecían entre la maleza. Así perdí mucho tiempo. En ningún momento vi a nadie, ni siquiera a un leñador. Cada vez más alterado, iba de un lado a otro impaciente como un perro que busca el rastro. Finalmente descubrí una trocha angosta pero definida por el paso frecuente de personas y bestias. Siguiéndola con los cinco sentidos puestos, fui descendiendo poco a poco la ladera. Cuando alcancé el pie de monte y avisté una casa pensé que ya podía tranquilizarme.
Llegué allá al cabo de unos horas y hallé un asentamiento humano de una naturaleza que jamás habría podido ni soñar. Lo que me encontré no fue el caserío de unos pobres campesinos, sino una ciudad próspera y bien trazada. Un conocido me habló una vez de su viaje en el ferrocarril transiberiano. Decía que los pasajeros atravesaban durante días estepas desoladas y despobladas que parecían no acabar nunca. Así que cuando el tren se detenía por fin, hasta el menor apeadero les parecía el de la ciudad más animada y próspera del mundo. Mi sorpresa sería por tanto pareja a la de mi amigo en aquella ocasión. Allí al pie de la ladera se extendían hileras y más hileras de construcciones. Torres y encumbrados edificios reluciendo al sol. Era una visión tan extraordinaria que no acababa de creer que aquella ciudad de maravilla pudiera existir de verdad en lo hondo de la sierra.
Me fui acercando a la ciudad, con la impresión de que veía el panorama proyectado por una linterna mágica. Pero en un momento indeterminado crucé al interior de la imagen y pasé a formar parte de la misteriosa ciudad. Bajando una calleja estrecha atravesé una apretada maraña de intrincados pasajes y salí de repente —¡tal como si viniera al mundo del seno materno!— en medio de una bullente avenida. Y la ciudad que veía era tan extraordinaria e insólita... Los alineados comercios y otros edificios estaban diseñados con particular gusto artístico. Todos encajaban como piezas en el designio estético común que transpiraba toda la ciudad. El conjunto era bello, pero su belleza no parecía haber sido creada conscientemente. Aquella apariencia artística se había desarrollado espontáneamente según la ciudad se añejaba y criaba la elegante pátina que daba fe de su antigüedad. Esta grave y distinguida hondura testimoniaba con patricia gracia de la vieja historia y larga memoria de sus gentes.
Su enjaretado era tan tupido que la avenida mayor tendría a lo sumo seis metros de ancho. Había bocacalles embutidas entre los aleros de las casas, al punto de ser como pasadizos angostos que se entretejían en un dédalo. Las calles descendían por cuestas empedradas o bajo las ventanas en voladizo, formando oscuros túneles. Había árboles floridos junto a las fuentes repartidas por la ciudad, como en climas meridionales. Lo inundaba todo una lobreguez honda y ubicua que volvía la atmósfera tan serena como la sombra de un denso laurel. Había una hilera de casas que parecían de daifas y de su interior llegaba un suave y pautado son de refinada música.
En la avenida principal vi muchas casas de estilo europeo con cristales en las ventanas en vez de las correderas de madera y papel propias de Japón. Un poste entorchado de rojo y blanco asomaba sobre el tejaroz de una barbería junto con la letrero escrito en inglés: Barbershop. También había en el barrio albergues tradicionales y lavanderías. En un cruce el ventanal de un estudio fotográfico reflejaba el cielo soleado de la tarde otoñal con la señera imperturbabilidad de un observatorio meteorológico. Ante una relojería estaba sentado el propietario con sus anteojos, trabajando embebido y apacible.
Aunque en las calles hormigueaba un caudaloso gentío, éste apenas levantaba ruido alguno. Un silencio contenido y morigerado dominaba el lugar, enlutándolo todo como un marasmo profundo. Advertí que el silencio de la ciudad se debía a la ausencia de carruajes tirados por caballerías: sólo había peatones. Y no sólo eso. La multitud guardaba silencio. Tanto hombres como mujeres tenían un porte aristocrático y ponderado, elegante y sereno. En especial las mujeres eran encantadoras y gráciles, casi retrecheras. Los que compraban en las tiendas y se detenían a charlar en las calles hablaban bajo, en una ceremoniosa melopea que parecía cascabelear el sentido del tacto más que el del oído, transmitiendo palpable y aterciopeladamente el sentido de lo que decían. Las voces femeninas poseían el suave y extático encanto de una caricia a flor de piel. La gente y los objetos devaneaban como sombras.
Enseguida me di cuenta de que el clima de la ciudad era una creación artificial cuya existencia estribaba en el agudo celo de sus habitantes. No se debía solo a sus construcciones. El sistema completo de nervios imbricados uno por uno para generar su atmósfera se dirigía a un único fin estético capital. Hasta la más mínima vibración del aire se conformaba estrictamente a las leyes de contraste, simetría, armonía y equilibrio. Leyes que sin embargo conllevaban ecuaciones diferenciales de extrema complejidad que suponían un arduo esfuerzo, lo que resultaba en la crispación y tremor de todo el sistema nervioso de la ciudad. Un ejemplo: la articulación de una sola palabra en un tono demasiado agudo era anatema, pues podía hacer estallar toda la consonancia de la ciudad. Cuando los habitantes hacían cualquier cosa, ya fuera caminar por la calle, mover las manos, comer, beber, pensar o escoger el motivo de su vestimenta, tenían que poner sus cinco sentidos en lo que hacían para asegurarse de que concertaba con el clima dominante, sin menoscabar el justo grado de contraste y simetría con su entorno. La ciudad entera era un castillo en vilo de quebradizo cristal. Una pasajera descompensación y todo se habría hecho añicos. Que el todo se mantuviera estable requería una delicada arquitectura aritmética y una tensa y compleja interconexión de los individuos, atendiendo a las leyes de contraste y simetría.
Por pavoroso que resultara, tal era la verdad de la ciudad. Un desliz causaría la caída y ruina del lugar. La nervosidad y el miedo habían atirantado peligrosamente las fibras nerviosas de todos sus moradores. Aquel plan de la población, aparentemente tan volcado en el aspecto externo, trascendía la simple cuestión de gusto. Escondía un vicio aún más grave y aterrador.
El instante en que comprobé aquello me angustié en extremo. El aire que me rodeaba estaba sobrecargado de electricidad y se sentía en él la tensión acongojante de los tensos nervios de la gente, a punto de saltar. La singular belleza y onírica quietud de la ciudad se me habían vuelto ya sofocadas y desasosegadoras. Me parecía que desentrañaba el código que me revelaría un terrible secreto. Un vago presentimiento, como un pálido recelo, me invadió, si bien no era capaz de interpretar qué quería decirme. Tenía todos mis sentidos alerta. Captaba en su más infinitesimal variación cada color, aroma, sonido, sabor y mensaje de todo lo que me rodeaba. Un hedor a cadaverina colmaba el aire y la presión barométrica subía a cada instante. Todos los fenómenos que se manifestaban en torno a mí parecían augurar algo terrible. ¡Estaba a punto de ocurrir algún portento! ¡Ya era inevitable!
Pero la ciudad siguió igual. Las calles repletas de elegante gentío que iba y venía, avanzando sin el menor ruido, como hasta entonces. De algún punto lejano escuché un plañido sordo y sostenido, como el de las heridas cuerdas de un rabel. Como quien se ve embargado por un raro barrunto antes de un terremoto, yo auguraba el desastre, acongojado: «¡Si una persona a pocos pasos de mí tropieza, el acorde en que todo se funda sucumbirá, precipitándolo todo en el caos absoluto!».
Yo contendía con aquella espantosa visión como quien sufre una pesadilla de la que trata enloquecidamente de despertar. Cada segundo que pasaba el cielo era más diáfano y azul. La opresión del aire electrificado crecía y crecía. Los edificios cabeceaban, estirándose cada vez más larguiruchos. En algunos puntos se distorsionaron como grotescas agujas. Los tejados se volvieron huesudos y deformes como estiradas y finas patas de pollo.
«¡Ya está aquí!»
Dejé escapar tales palabras mientras mi pecho batía como un tambor. En ese momento una diminuta rata negra o algo parecido corrió por el centro de la avenida. La vi con portentosa claridad y definición. ¿Qué significaba? Me invadió la extraña certeza de que aquello daría al traste con la armonía de toda la ciudad.
Entonces... el universo se paró en seco y una quietud infinita se asentó sobre todo. ¿Qué vendría luego?
Una visión inconcebible y horripilante se presentó a mis ojos. ¡Manadas enormes de gatos se materializaron por todas partes, invadiendo las calles a mi alrededor! ¡Gatos, gatos, gatos, gatos, gatos y más gatos! ¡Dondequiera que mirara sólo había gatos! Rostros bigotudos de gatos en las ventanas de todas las casas, pegados a los cristales, como una galería de cuadros.
Empecé a temblar. Me faltaba el aliento de puro terror y casi perdí el sentido. ¡Aquello no era el mundo de los seres humanos! ¿Sólo había gatos allá? ¿Qué demonios había pasado? ¿Era real todo aquello? Sin duda algún mal me amagaba. O sufría una alucinación o me había vuelto loco. Mis sentidos se habían descompensado del todo y el cosmos zozobraba a mi alrededor. Sentí un miedo atroz. Una ruina definitiva y terrible se cernía sobre mi. Cerré los ojos y el miedo voraginoso corrió en estampida por mi tiniebla interior.
Pero de pronto volví en mí. Cuando el desbocado pulso empezó a amenguar, abrí los ojos para examinar la realidad que ahora me rodeaba.
La visión incomprensible de todos aquellos gatos había desaparecido. No había nada fuera de lo normal en la ciudad. Ventanas vacías y cuencas bostezaban en ayunas. El tráfico fluía sin incidencias mientras la greda blanca de las chatas calles se cocía al sol. No había en ninguna parte ni tan siquiera la sombra de un gato. El pueblo había experimentado un vuelco total en su atmósfera. Hileras de tiendas viejas y adocenadas. Pisaban las calles resecas de mediodía los mismos lugareños cansados y polvorientos que moran doquier en el campo. La misteriosa y pasmosa ciudad de hacía un instante se había desvanecido sin dejar rastro. Un mundo completamente diverso aparecía ahora, como si le hubieran dado la vuelta a un naipe. Un pueblo de campo común y corriente. ¿Era aquél el mismo U. de siempre que tan bien conocía yo? En la barbería de la esquina, por el escaparate, se veía de cara al paso una banda de sillones vacíos. A mano izquierda dormitaba la relojería ruinosa que nunca vendía nada, con la puerta trancada como siempre. Todo estaba exactamente tal como lo recordaba: una ramplona e impertérrita población provinciana.
Hagiwara Sakutarō
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Pharmacopea:
Albahaca. (Ocimum basilicum). Se emplean infusiones de albahaca. Magia vudú como amuleto de fertilidad para hombres, la poción rociada sobre el lecho conyugal, el falo ungido generosamente. La Hierba es tradicionalmente favorecida por la Matrona del Amor Abundante, Erzulie. Las infusiones frías que se hacen amasando y pulverizando las Hojas en Agua sirven como vigorizante externo del Fuego Interior de la Serpiente.
Mora. (Rubus fruticosa). Los hechiceros árabes estimaban las fuertes infusiones de hojas de mora como base para las pociones de amor. La proporción de 40 gramos de hojas frescas, o 25 de las secas, a un litro de agua hirviendo, es suficiente en fuerza para entregar la esencia de la Hierba Espinosa, aunque su acción, tanto en términos de vigor farmacológico como hechicero, es comparativamente débil. Por lo tanto, se emplea mejor en mezcla con hierbas tan resonantes como Damiana, Muripuama y pétalos de girasol. Los frutos también poseen un gran poder: pueden teñirse con alcohol de alta graduación con suficiente Aqua Vitae para cubrir, y las aguas de Amatistina resultantes se pueden usar como base para la adición de otras Hierbas.
Alcaravea. (Carum carvi). Las pociones de alcaravea eran una magia de amor común en la Europa medieval, y tenían la virtud especial de abordar la inconstancia de los amantes. Las semillas también han ocupado un lugar destacado en Love-Potions para garantizar la fidelidad. Emplear una decocción con 35 gramos de semillas en 400 mililitros de agua hirviendo. Se prefiere usar semillas que estén todavía verdes y maduras, ya que el Fuego Solar Ascendente no ha alcanzado su punto máximo; tales son de gran gloria.
Achicoria. (Cichoryum intybus). Conocida en el folclore medieval como Hierba del Amor, las raíces y flores frescas de Achicoria se usaban como ingrediente de las pociones de Atracción. The Roasted Root está comúnmente disponible, aunque de esta forma, Radix a menudo pierde algo de su Virtud por el Philtre a través de la destrucción por el Fuego. La planta se cultiva fácilmente y, una vez establecida, repoblará los parterres del jardín con alegre vigor. De la raíz fresca, hacer una decocción de 15 gramos en 500 ml. de agua hirviendo; de la raíz tostada, emplean proporciones similares, o un poco más, dependiendo del grado en que se haya horneado la raíz y su edad. De la flor fresca, que guarda un secreto sublime, hacer una infusión con 30 gramos de la flor a 550 ml. de agua hirviendo. También se pueden emplear infusiones de agua fría.
Chocolate. (Theobroma cacao). La nomenclatura genérica de Nuestro árbol, Theobroma, descifrada, traduce el significado de "Alimento de los Dioses". Los antiguos aztecas empleaban la tierra, semillas tostadas en combinación con canela, chiles, especies de flautista, flores de Quararibea funebris, vainilla y la copa de oro solanácea (Solandra spp.) En su cacahuatl, un afrodisíaco Philtre que se bebía dulce o dulcemente. salado. Este filtro también se ha utilizado como vehículo para la ingestión sacramental de setas de psilocibina. Otras especies de Theobroma se utilizaron en América Central y del Sur como mezclas para diversas preparaciones fitognósticas, como rapé y mezclas de tabaco masticatorio. Farmacológicamente, el cacao contiene cafeína y teobromina, ambos estimulantes del sistema nervioso central. El cacao en forma de cacao imparte fácilmente sus bendiciones a los espíritus rectificados y se exalta especialmente en un menstruo de ron.
Canela. (Cinnamomum zeylanicum). La acción principal de la canela sobre el cuerpo, cuando se consume, es producir calor, es decir, aumentar la circulación, la sudoración y elevar la temperatura corporal. Es un complemento invaluable del Love-Philtre para dar sabor, y tiene una tendencia a potenciar levemente los efectos de otras hierbas, probablemente debido al aumento de la circulación. Para dar sabor, se mezcla bien con hierbas de naturaleza amarga o resinosa, como la Damiana, suavizando su picadura en la lengua y, mezclada con moderación, realza sus componentes más sabrosos. Como regla general, use una rama entera de canela por cada litro de Philtre, aumentando según se desee. El espíritu rectificado resalta la bondad de Nuestra corteza en tintura sin volverla arrogante. La mayor parte de la canela comercial es, de hecho, Cassia o Canela bastarda (Cinnamomum cassia), y no solo es inferior en Virtud para el Philtre, sino que es algo cruel con el cuerpo. Exija Canela Verdadera al Boticario, no puede haber sustituto para sus sublimes dones. Evite por todos los medios el consumo de Aceite Esencial de Canela.
Clary Sage. (Salvia sclarea). La licenciosa reina de los sabios, Clary también es conocida como Moscatel Sage, y su aroma único corresponde en la forma más seductora al Divino Almizcle de la Excitación Femenina. Se sabe que la mera inhalación de la flor fresca y pegajosa evoca la gnosis erótica del verde, y puede usarse de esta manera como catalizador de Imaginal Arte. Conocida durante siglos como estupefaciente y afrodisíaca, Clary es un potente complemento de cualquier Nectareum Succubus. El quimista lo identifica como que contiene ácido clorogénico, un principio conocido por despertar las llamas de la pasión. Sus virtudes se extraen mejor en alcohol, en tintura o cordial. Para cordial, varios frescos
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Sexta noche de domingo del festival folclórico en la plaza 17 de Octubre
Sexta noche de domingo del festival folclórico en la plaza 17 de Octubre #Berisso
La Municipalidad de Berisso, a través de la Dirección de Cultura lleva adelante el XIV Festival de las Identidades Populares, “Los Siete Domingos del folklore” con gran repercusión del público local y de la región.
Este domingo 25 de febrero se realizará la sexta jornada que contará con la actuación del taller de danzas “Aromas del Folclore” con la profesora Pilar Bermejo. También actuarán Marcel…
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#Alfredo Villarreal#Aromas del Folclore#Ceferino Céspedes#El Chango de Tartagal#Festival de las Identidades Populares#folclore#folklore#Los del Barrio#Los Remachaos#Los Siete Domingos del Folklore#Marcela Sol#Maxi Retamar#Pilar Bermejo
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La bermuda de John.
Está un poco desgastada. Me ha dicho que las manchas blancas se deben a que, en algún momento, utilizó esa bermuda para ayudar a su sobrino a decorar una taza que le enviaron para terminar como manualidad del kinder. Por eso también era parte de cosas importantes. Esa misma taza se le había caído mientras se hacía un café, pero esas manchas se lavaron: no eran tan nocivas, sin embargo, tampoco transparentes. ¿Entienden a lo que voy? Las cosas quedan, anduvieron y andan siempre con John, y siempre seguirán allí. La taza no llegó a romperse. Me comentó que los lados rasgados son porque…espera, no recuerdo, dijo. No recuerdo muy bien. Que quizás eran por las piedras en el arroyo, o que intentó escapar de un policía, o que se cayó subiendo al techo de la terraza de su mejor amigo. Que los hilos colgando le daban el “toque”, y el cierre roto no sería un problema. Que era cómoda para andar en skate, que era cómoda para estar en su casa, que la llevaba cada vez que necesitaba estar conmigo mucho tiempo.
Una vez se la olvidó.
Pero yo no me olvidé jamás de ella. Esa primera vez la guardé en la parte más profunda del armario y la saqué por error cuando intentaba buscar una camiseta que creí haber perdido. Allí estaba, con toda la historia: la pintura, el café, la terraza, el arroyo. Yo pensé que no podría llenarse de historias si no la tenía, y eso me dejaba desconcertada, por eso sacudí mi cabeza y alejé la idea. Es que eso significaba que esperaba escucharlas. A las historias, digo. Ya habían pasado meses desde que me contó una de sus últimas aventuras, y se fue sin dejar rastro de una parábola o algo por el estilo. Luego, cuando decidió regresar, se la entregué con la pintura intacta y un brillo en los ojos por saber sobre alguna aventura más. Quizá, también, con la esperanza de formar parte de alguna.
Se la volvió a olvidar otra vez. Yo solamente la doblé, pero es que esa vez sí había tomado parte en un personaje de las historias. La bermuda se llenaba de folclores y yo continuaba admirando las veces que salía por la puerta y sus costados se rasgaban más. Yo sabía muy bien que una bermuda nueva no tendría la misma magia que tenía esa, y odiaría verlo a John con otra cosa puesta. Odiaría nuevas historias. Siempre comenzaba con un “recuerdas cuando…?” y yo sí, sí que recordaba. Lo recordaba demasiado. Recuerdo ahora que, cuando me contó la nueva historia de una caída cerca de la playa, acabamos acribillándonos contra la pared entre gestos obvios y manifestaciones de silencio. Aprendí que el silencio a veces significa voluntad. Y no siempre es positiva. Su bermuda no solo tenía esos recuerdos tangibles, sino también los abstractos, y una nueva no haría tantas escaleras, no dispararía nuevas conexiones. Cuando se fue, la dejó tirada en la sala de estar, pero yo la sentía incluso desde el comedor. La buscó con la cabeza agachada y, después de eso, me contó varias historias más. Algunas veces llegó a prestármela, y eso lo hizo incluso peor.
Cuando se la olvidó nuevamente yo ni siquiera la doblé. Es decir…la usé todo ese tiempo que no quiso ser un cuentista. Ya no eran las manchas, era cómo tocó mi mentón cuando se acercó a preguntarme si quería acompañarlo a la feria de la esquina con solo la bermuda puesta y su torso con un moretón. Ya no era el cierre roto, era su voz canturreando Diómedes a las siete de la mañana. Ya no era la historia del café, era el café en sí. Con él, en él, con la bermuda puesta a las siete, a las nueve, a las diez. Entre cada olvido había un lapso de tiempo de huída de la bermuda un poco más corto, y, a diferencia de la última vez, que lo llamé para decirle que la busque y no quiso, decidí rogar porque la necesitase tanto como yo verlo a él en ella. Esa vez se me cayó por error una gota de parafina y no tuve agallas para lavarla y arriesgar borrar el aroma de situaciones que trajo con su estadía en casa. Se la devolví así, y no le importó. Yo lo agradecí tanto. Cuando volvió a casa con una “herida” más, le dije que parecía un diario íntimo. Se rió y me dijo que sí, pero yo no creí tan sátira mi razón. Hicimos más historias con él y su bermuda, pero como siempre, se tenía que quedar ella y él no. Él no.
La última vez fue un hastío. Yo creía que la tela saldría a caminar sola y hacer su parte de todo en mi diminuta cocina y la parte más grande del balcón. El cenicero se hablaba con las cenizas y yo veía como la bermuda iba tomando su forma hasta parecerse más a las piernas de John, sin embargo, eran alucinaciones. Estaba en fase uno. Siempre lo estuve. Pero los lapsos se volvieron a hacer incluso más cortos que siempre, y yo me quedaba a ver esa bermuda como si fuese suplemento vitamínico funcionando de motor, esperando no ser más una loca alucinando. Esperando que John trepara hasta ponerse de nuevo esa tela deteriorada para contarme qué le pasó esta vez. Antes de marcharse aquel martes con sabor a cementerios, le dije que su bermuda era un libro. Creo que al tocar la vereda de la calle quiso un volúmen dos. Lo espere como quién siempre sabe que la cosa puede ir incluso peor. Le abrí la puerta, no me despedí, no le dije que se fijara si no se olvidó su bermuda porque yo sabía que sí lo hizo a propósito. Intención, culpa, voluntad. Es que se la olvidó a un lado de los apuntes de Derecho. Como para que fuera yo la que no se olvide de nada, como para que no pueda olvidarlo a John. Esa vez la bermuda tenía llanto desesperado y manchas de un “no lo sé”. Tal vez usarla funcionaba como analgésico, pero el efecto placebo no siempre es convincente y todo eso parecía grito de socorro y bandera de rendición.
Una semana después sonó el contestador. Yo estaba preparando la cena.
“¡Hola! Lamento no poder responder, pero deja tu mensaje y te llamaré lo más pronto posible.”
Luego, sonó el buzón de voz.
—¿Ana? Soy John. Quería preguntarte si puedo buscar mi bermuda, y quizás hablar un rato. Es que…—se escuchó un suspiro del otro lado, yo no atendí— tan solo avísame si estás libre el viernes. Cuídate.
Tomé el teléfono antes de oír el pitido de que colgó y le dije que sí, que podía. Mi voz sabía a opio y la bermuda comenzó a apretarme. El ansiado viernes se atropelló con mi existencia, y yo miré la bermuda y la metí en mi bolso. Partí de casa, el trayecto en el taxi hasta la suya marcó más historias, le envié que estaba fuera. Me abrió, me agradeció el detalle, me invitó a tomar algo y me quedé a dormir. La última vez la manché sin querer con maquillaje, pero tampoco la lavé. Supongo que quería que estuviera tan lleno de mí como estaba tan lleno de él. Cuando lo tuve tumbado sobre mí con la bermuda dejando a la vista el elástico de su ropa interior, pensé que las cosas desgastadas tienen mucho más valor cuando encuentras quién las sigue venerando a pesar de lo rasgado y manchado. También pensé que quería que se olvidara de la bermuda siempre que tuviera la oportunidad. Él hacía historias y me las contaba y yo con todas esas historias hacía otras historias, como esta.
Me fui a las seis de la mañana, con mi bolso, rímel corrido y la paradoja de estar volviendo a mi casa sintiendo que dejaba mi hogar. Sábado, pleno sol queriendo decirme que las cosas andaban bien con esa bermuda; la calle estaba llena de historias y bermudas así, pero yo pensaba en John. En él y su bermuda rasgada. En nosotros cuando él estaba con su bermuda rasgada. En cómo yo quitaba esa bermuda rasgada. En cómo memorizaba cada hilo de esa bermuda rasgada. John pidiéndome cosas con la bermuda rasgada. John usando la bermuda rasgada. John rasgando su bermuda. John en su bermuda y yo en nada.
Le dejé una nota.
“Salí a comprar. Ven a casa y quédate por la semana. Olvídate de tu bermuda como si fuese una lista de compras: háblame si necesitas saber más, si no recuerdas algo. Yo sí, sí que recuerdo.
Te ama,
Ana.”
Entré a mi departamento, saludé al gato, dormí un poco más y me levanté a desayunar. Dos horas después sonó el timbre, y una figura con una bermuda medio mojada se presentó como culpable en un juzgado.
—A que no sabes qué sucedió —presionó mis labios contra los suyos y entró, acariciando mi cintura. Yo sonreí como preguntándole “qué” y le pasé una taza de café, como sabiendo la rutina— es que estaba en…
La memoria es compleja y tiene parámetros difíciles de dimensionar, pero esa bermuda guardaba una caja de hemisferios cerebrales que yo era incapaz de poner en palabras. Lo escuché, lo escuché tanto que creí que mis orejas sangrarían. Quería morir de él y esa bermuda con historias, aventuras, momentos, recuerdos, días, horas, segundos de su piel. En el parlante comenzó a sonar Fuego de Intoxicados y nos sentamos en el balcón.
Ojalá este desgaste me siga incumbiendo, John. Ojalá.
Y esta vez el lobo sí está acá. No miento.
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TERROR NOCTURNO
Los Fantasmas o almas en pena(del griego φάντασμα, "aparición"), en los mitos urbanos y folclore de muchas culturas, son supuestos espíritus o almas errantes de seres muertos, que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible por ejemplo; visual, a través de sonidos, aromas o desplazando objetos conocido como poltergeist, esto causa una leyenda de terror principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas.
https://www.instagram.com/foja_7/
#mitosurbanos fantasmas leyendasdeterror almaserrantes quierosabersobreterrorymisterio poltergeisdefantasmas#Youtube
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Los Fantasmas o almas en pena(del griego φάντασμα, "aparición"), en los mitos urbanos y folclore de muchas culturas, son supuestos espíritus o almas errantes de seres muertos, que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible por ejemplo; visual, a través de sonidos, aromas o desplazando objetos conocido como poltergeist, esto causa una leyenda de terror principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas.
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COLECCIONISTAS
Aprendido o no, los arquitectos somos recolectores, tanto de imágenes como de objetos,estamos en búsqueda de inspiración, o bien, por placer tenemos colecciones de revistas de arquitectura y souvenirs de nuestros viajes.
Nuestros objetos se vuelven hilos de nuestra historia, pequeñas piedras que empleamos para apoyarnos y cruzar de lado a lado el camino de nuestra existencia. Cada pieza que elegimos, o que nos elige, dice algo de nosotros, de nuestra identidad, narra una historia de nuestro ser que no compartimos siempre verbalmente a los otros, a veces ni siquiera a nosotros mismos.
Sin embargo, como grupo la cosa se vuelve un poco más delicada. El taller está lleno de maquetas de estudio o finales, de juguetes didácticos que nos sirven para crear volúmenes que generan nuestra arquitectura, estantes llenos de muestrarios, pantones, reconocimientos a nuestra trayectoria, cuadros de edificios y/o ciudades visitadas, todo un folclor.
Cada una de nuestras obras es diseñada, construida y culminada gracias a las piezas o vivencias que aportan todos los integrantes. Así, un edificio pasa de ser el reflejo de un individuo al de una colectividad. Pero no hablamos sólo de los arquitectos, también del resto de personas que hacen posible que un proyecto sea llevado a cabo, todos los individuos tenemos historias propias que se reflejan en nuestras obras. Nuestra experiencia se vuelca en cada uno de nuestros movimientos y en nuestro trabajo.
En el caso de los arquitectos, basta con ver cualquier galería de uno de ellos para pensar que algo anda mal en esa persona. Tenemos la colección de fotos de lugares, colores y detalles arquitectónicos más importante del momento. Esto no es raro entre el gremio porque son decisiones tomadas para obra, porque son, además, momentos de gozo o aprendizaje, porque para nuestra mente absolutamente todo es referencia.
Somos seres altamente visuales, para nosotros, las imágenes son lo que los aromas para el perfumista, quien combina a la perfección cada esencia para lograr un objeto total que hable de una experiencia, que permita al otro vivir de otra forma, soñar, experimentar un mundo simultáneo al físico pero dentro de nuestra mente.
No es casualidad que tengamos guardados discos duros llenos, que ningún almacenamiento sea suficiente en el teléfono y que tengamos dos mil carpetas en la computadora que registran los procesos de diseño, construcción y, finalmente, de las obras terminadas.
Pero no. Esto no es suficiente. Si al paso de los años pasamos por la fachada de alguno de nuestros edificios debemos registrar los estragos que el tiempo ha hecho sobre ellos. Cómo es que la intemperie ha tocado los materiales en las fachadas o cómo los usuarios han intervenido sus espacios.
Así, cada construcción tiene una historia. Ha vivido y quienes la habitan lo han hecho con ella. La ciudad y sus partes están vivas y se transforman como cualquier ser de la naturaleza.
La historia de la arquitectura no se enseña de otra forma. Un libro de texto tiene obviamente y para su análisis muchos croquis. Cuando de los clásicos de la arquitectura se trata, y a falta de fotografías, se reúne todo el material gráfico posible. Incluso tenemos libros enteros de algún proyecto de nuestro arquitecto favorito y sí, lo tenemos guardado con fervor porque así somos.
Ahora nos sorpende ver a las nuevas generaciones que prefieren las visualizaciones digitales de un proyecto frente a una maqueta que permita sentir y ver el proceso creativo, dar vida a una obra a través de la materialidad.
Como en muchas otras áreas de la vida, los llamados milenials prefieren no conservar objetos que los aten. Sí, es verdad, poseemos objetos, pero ellos también nos poseen de una cierta manera. Y esto no significa que una forma de ver el mundo sea mejor que otra, simplemente son diferentes. “En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”, señaló Heráclito. Y es verdad que el fundamento de todo es el movimiento, así que lo único permanente resulta ser el cambio. Nosotros cambiamos y nuestros objetos a la par.
Sin embargo, los arquitectos seguiremos conservando esta manía de escribir un libro de nuestro paso por el mundo a base de objetos e imágenes memorables. Y si no, el que esté libre de pecado que haga su primer venta de garage, pero que por favor nos invite... por si algo nos gusta.
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Foto: Rafael Gamo
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Foto: Rafael Gamo
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Foto: Rafael Gamo
Edificio LVII
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JUAT BE
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Coco. Una apología.
Empezaré por lo obvio: lo más fácil de criticarle a la nueva cinta de Disney/Pixar “Coco” es su retrato rural y arquetípico de la cultura mexicana. Es cierto. Por décadas, México ha sido representado con paisajes desérticos, sombreros de palma y calles sin pavimentar. Mostrar a México como un país rural o pobre no es necesariamente indigno ni erróneo (¿alguien podría argumentar que esta no es una realidad de nuestro país?), pero es cierto que se trata de una visión sesgada y fácilmente reprochable de un país que sabe y reconoce su diversidad. Por supuesto que México es más que desiertos, trajes de mariachi, sarapes y tamales, como también Italia es más que su pizza, Francia es más que Paris, Estados Unidos más que Trump y cualquier otra nación es más que sus ídolos, modas o referentes. Sin embargo, es justo este cuerpo expresivo de la cultura de un país lo que permite atribuirle una personalidad distintiva, única y colectiva. Las festividades, indumentarias, comportamientos y el genio popular quizás no definen la totalidad de una comunidad, pero tampoco quiere decir que lo “mal representen”. ¿A qué viene esto? A que muchos reviews que he leído critican la película por su carácter folclórico que ya parece chiste gastado. Es cierto que “Coco” no hace gran cosa por disolver el retrato anquilosado de un México que no trasciende su carácter campesino. Sin embargo, ¿esto quiere decir que su ejecución o licencia artística es errónea, o peor, ofensiva?. A mi parecer, hay una gran diferencia entre rural y jodido y lo que muestra esta cinta no es un país jodido. No hay que olvidar que “Coco”, en primera, es una pieza de ficción y no un documental, y en segunda, que toma como pretexto para su narrativa solo una fracción de la idiosincrasia mexicana, que es su folclor, sin pretender servir como testimonio absoluto y vigente de nuestra condición. Herder decía que el folclor es fiel espejo de la cultura en que se nutre y conserva, y por supuesto, en que se imita. Nosotros mismos hemos adoptado las imágenes y arquetipos que nos definen hoy en el extranjero como referentes propios de nacionalismo y tradición. Basta recordar lo que se ve en las llamadas “Fiestas Mexicanas” donde abundan las Adelitas y los charros, las guitarras y rebozos, el mariachi y el tequila.
Contrario a lo aparente, “Coco” no es una historia acerca del “Día de Muertos”. No pretende enriquecer su propósito ni mucho menos resolver su origen. Más bien, la festividad sirve de contexto a una narrativa que precisamente tiene que ver con tradición, linaje y anhelos personales. Al final del día, ¿quién podría culpar a los creativos de Pixar por dejarse seducir por una de nuestras costumbres más estimulantes y atractivas?. Cualquiera podría inspirarse frente a su colorido, sus aromas y su colección de símbolos. ¿Quién osaría no estremecerse frente a una celebración que, a un tiempo, se mofa de la muerte y la venera?. ¿Quién no se fascinaría con las guirnaldas de cempasúchil o las catrinas de papel maché?. ¿Quién no querría contar una historia donde todos esos elementos interactuaran revestidos de magia, música y emoción?. Por supuesto que “Coco” no es la primera proeza fílmica ni artística en hacerlo. Sin embargo, su ejecución es loable, su fondo es conmovedor y su aportación a la visibilidad latina en la escena del cine hollywoodense y en el clima político-social actual, es románticamente relevante. Quizás no es el retrato mexicano ideal, pero es mucho más digno de lo que se ha dicho de nosotros últimamente.
Como pieza fílmica, “Coco” se distingue como una de las mejores producciones de Pixar, no solo después de recientes intentos simplones como “Un gran dinosaurio” o las secuelas interminables que nadie ha pedido de “Cars”, sino de todo su catálogo de universos memorables. Los pilares creativos, técnicos y retóricos que caracterizan a este estudio de animación alcanzan un nivel de complejidad y emotividad que no se veía desde “Intensa—Mente” (Inside Out, 2015). En “Coco”, la aparente historia cliché de “sigue tus sueños” tiene un aire de frescura precisamente gracias a la riqueza visual y alegórica que suma el Día de Muertos a la mezcla. El roce constante entre el peso de la familia y los deseos personales, la colisión entre expectativa y realidad y el dilema de seguir la brújula personal o la tradición, son temas explorados y abordados con sorpresiva madurez. Pero “Coco” no es solo eso, también es un cuento de inclusión, del desafío a las convenciones, a los prejuicios y las nociones preconcebidas. Una invitación inofensiva al replanteamiento de ideas y al diálogo entre oposiciones. Es un cuento de reencuentros, de perdón y de honor, pero también de resentimiento, traición y pérdida. Los giros inesperados de su trama añaden adrenalina al recorrido y recuerdan de pronto a los vuelcos vistos en “Toy Story” que añaden dimensiones y sorpresas a su argumento. Y es en estas sorpresas y guiños inesperadamente sombríos donde “Coco” supera las expectativas y trasciende su aparente mero cuadro folclórico en favor de una historia conmovedora, madura y relevante. Tal cual ocurre en la tradición de Día de Muertos, “Coco” vence la oscuridad para convertirse en una historia luminosa y optimista. Pero no un optimismo cursi, estúpido y banal, sino un optimismo basado en la superación de las adversidades a través de ambición, esfuerzo, valentía y determinación. Donde en otras películas el meollo de la aventura está en encontrar un artefacto mágico que resolverá el conflicto, aquí son los talentos propios, la solidaridad y “la bendición” familiar —todos agentes inherentes a los personajes y no artilugios exteriores— los verdaderos recursos de éxito o salvación.
Es digno de notar también el flagrante trabajo de investigación que hay detrás de todo el aparato creativo y que logra evocar con fidelidad desde los atavíos, ornamentos y expresiones populares de nuestro folclor, hasta las conductas que distinguen nuestras relaciones familiares. Sorprenden los detalles y las referencias bien logradas. Las calaveras, los alebrijes, el papel picado y la música regional dan contexto y esplendor. La arquitectura del “mundo de los muertos” parece aludir a los barrios mexicanos de casas empalmadas y multicolor. Los edificios sugieren desde el Art Deco del Centro Histórico o el gótico del Palacio de Correos, hasta las calles empedradas de Coyoacán o los callejones de Guanajuato. Incluso la aparición de Frida Kahlo es precisa en la parodia de su egolatría y excentricismo y el Xoloitzcuintli se reivindica como guía espiritual.
Para terminar, una anécdota. Hace 8 años que tuve la oportunidad de visitar Quebec, mi familia y yo nos topamos con un hombre que tocaba copas musicales, de esas que están llenas de agua a diferentes niveles y que producen melodías al ser rozadas con los dedos. Cuando nos acercamos a él nos preguntó si éramos de México, probablemente porque había escuchado nuestra charla en español o porque advirtió nuestros rasgos claramente latinos. Cuando afirmamos nuestra nacionalidad, inmediatamente dejó de tocar la pieza que estaba interpretando y comenzó a frotar las copas para que éstas entonaran, con sus voces de cristal, el canto popular de “La Llorona”. En medio de la belleza arquitectónica afrancesada de Quebec, mi sentimiento no fue de reproche ni de indignación. No me sentí denigrado por ser referido a mi nacionalidad a través de un son itsmeño en una tierra ajena. Por el contrario, se me nubló la vista, se me estremeció el corazón y suspiré en una mezcla agridulce de orgullo y nostalgia por la evocación digna de mi país a cinco mil kilómetros de distancia. ¿Por qué tocar esta pieza icónica, exquisita y eterna sin autor, efigie de nuestra cultura en vez de cualquier otra? Qué importa. “La Llorona” es mexicana y eso me bastó. Algo muy similar volví a sentir cuando la escuché interpretada justo en en el clímax de “Coco”. Esas lágrimas en los ojos, esos recuerdos familiares, esos rasgos bellos de nuestra cultura. Por supuesto que mis experiencias cursileras no son argumentos para sostener que “Coco” es un digno retrato de México o una gran pieza de animación y storytelling. Lo que sí pienso es que los cientos de personas que hicieron filas largas y abarrotaron las salas de cine desde el pasado fin de semana para verla con ánimo y entusiasmo son evidencia de que nuestra tradición, sea cual sea la plataforma en que se nos presente, nos llama o al menos, nos da curiosidad. Y, dados los sollozos audibles de tantos adultos durante la proyección, también nos conmueve. Lo más fácil de hacer con un filme de esta naturaleza es aproximarse con recelo y desdén anticipado, anteponiendo el nacionalismo o despreciando su intención. Al final, es una película de Pixar, no “El Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz.
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Nalgas lycra, Sodoma disco
Al borde de la Alameda, casi topándose con la iglesia colonial de San Francisco, la disco gay luce su ala meada en el neón fucsia que chispea el pecado festivo. La invitación a bajar los peldaños y sumergirse en el horno multicolor de la fiebre-music que gotea la pista. Allí la maricada desciende la amplia escalera de medio lado, como diosas de un Olimpo Mapuche. Altaneras, en la quebrada del paso que parece no tocar la hilachenta alfombra. Soberbias, en el gesto displicente de acomodarse las pinzas del pantalón recién planchado. Casi reinas, si no fuera por esos hilvanes rojos de la basta apurada. Casi estrellas, de no ser por la marca falsa del jeans tatuada a media nalga.
Algunas casi jóvenes, en la ropa sport clara y las zapatillas Adidas, envueltas en la primavera color pastel y ese rubor prestado del colorete. Casi chiquillas, a no ser por la cara plisada y esas ojeras de espanto. Apuradamente felices, llegan cotorreando cada noche a la catedral dancing, instalada en un subterráneo que ocupaba un cine de Santiago, donde quedaron los frisos etruscos en dorado y negro, las columnas helénicas y ese tufo a felpa mojada que pega fuerte cuando se cruza la puerta donde un hombrón controla el ingreso. En ese lugar, los cafiches revolotean en torno a los gays para que les paguen la entrada. «Adentro nos arreglamos», susurran en las orejas con aritos. Pero los gays saben que una vez adentro, «si te he visto, no me acuerdo», porque el taxi-boy se va de hacha al bar, donde las abuelas exhiben su alcancía tintineando en el hielo del whisky importado.
La barra de una disco gay es el lugar de los encuentros, el sitio más iluminado para reconocer a la bruja que se creía bajo tierra, como raíz de un filodendro sidoso. La misma que se lloró con lágrimas de zafiro, perdonándole todas sus malas artes, los escupos en el trago, los condones rotos, los exámenes AIDS falsificados de positivos, que llevaron al suicidio a varias depre-sidas. Sus artimañas para contagiar A medio Santiago porque no quería irse sola. «Es que tengo tantas amigas», decía. La misma perversa de regreso, más viva que nunca, riéndose luciférica con el trago en la mano.
Aquí corren los gin tónica, los pisco soda, los pisco sida, las piscolas o locas pisco entonando, el «Desesperada», de Martita Sánchez, que enloquece a las nenas disco. Las chicas short, que llegan al bar sofocadas pidiendo agua con hielo, empujando al oficinista de corbata que, preocupado, mira la entrada por si aparece un compañero de trabajo.
El bar de la disco es para cruzar miradas y exhibir la oferta erótica en las marcas de la ropa preferida. Las pintas de segunda, mano que ofrece la ropa americana. Así, el bordado Levis asegura una cola de lujo, un par de nalgas vaqueras infladas por la moda-, fibrosas en el gesto tenso.de apoyar los cachetes en la barra. Casi masculinas, si no fuera por la costura del jeans hundida en el tajo azulado. De no ser por el planchado y ese olor soft a detergente. A demasiada limpieza, como dando disculpas por ser así, explicando la homosexualidad en el borlado aroma que enmarca los gestos. Si no fuera por esa, nube densa del perfume coliza; la adicción por el Paloma Picasso, el Obsession for men de Calvin Klein, el Orfeo Rosa de Paco Colibrí. Si no fuera por todos esos nombres que emanan del aeróbico sopor, pasarían por hombres heterosexuales demasiado amigos, por machitos borrachos baboseando al compadre. Si no fuera por ese «Ay niña yo te dije», «Ay Chela te lo merecías por bruja», «Ay sí sí», «Ay sí no». Si no fuera por el «Ay» que encabeza y decapita cada frase, podrían verse sumados a la masa social de cualquier discothéque, que viste mezclilla y polera blanca con el caimancito mordiendo la tetilla.
Quizás, aunque la disco gay existe en Chile desde los setenta, y solamente en los ochenta se institucionaliza como escenario de la causa gay que reproduce el modelo Travolta sólo para hombres. Así, los templos homo-dance reúnen el gueto con más éxito que la militancia política, imponiendo estilos de vida y una filosofía de camuflaje viril que va uniformando, a través de la moda, la diversidad de las homosexualidades locales. Si no fuera que aún sobrevive un folclor mariposón que decora la cultura horno, delirios de faraonas que aletean en los espejos de la disco. Ese Last Dance que estrella los últimos suspiros de una loca sombreada por el sida. Si no fuera por eso, por esa brasa de la fiesta cola que el mercado gay consume con su negocio de músculos transpirados. Acaso sólo esa chispa ese humor, ese argot, sean una distancia politizable. Un leve pétalo huacho olvidado en medio de la pista, cuando el alba apaga la música, y las risas se confunden con el tráfico de la Alameda, en el pálido regreso a la rutina ciudadanal.
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Se llevó adelante la segunda jornada de “La Yapa” de los domingos de folclore
🌎 #Berisso | #Cultura 📬 Se llevó adelante la segunda jornada de “#LaYapa” de los #domingos de #folclore 💻
El domingo por la tarde, se llevó adelante la novena jornada del tradicional ciclo “7 Domingos de Folclore”, propuesta que organiza la Municipalidad de Berisso, a través de la Dirección de Cultura. Esta tiene como objetivo que los vecinos puedan disfrutar, con acceso libre y gratuito, de las danzas, la música y el canto durante las noches de verano.
En la segunda jornada de “La Yapa” se…
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#17 de octubre de 1945#7 Domingos de Folclore#anfiteatro “Hugo del Carril”#Aromas de Folclore#Berisso#cultura#Daniela Azás#Día Internacional de la Mujer#Fabián Cagliardi#Guillermo Manso#La Yapa#María María Bernaviti de Roldán#Matías Serrano#Morena Spalletti#Nativos#Nico Cercola#Toby Villaba
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Ulises amarrado al mástil para resistir el canto de las sirenas.
Canto de sirenas.
Las sirenas (en griego antiguo: Σειρήν Seirến, ‘las que atan/encadenan’, quizá relacionado con el persa Sir, ‘canto’, y con el sánscritoKimaira, ‘quimera’) son criaturas marinas mitológicas pertenecientes a las leyendas y al folclore.
Canto de sirenas.
La frase “canto de sirenas” se utiliza para señalar un discurso elaborado con palabras agradables y convincentes, pero que esconden alguna seducción o engaño.
La frase tiene su orígen en unos seres fabulosos llamados sirenas.
Las Sirenas eran divinidades marinas, hijas del dios-río Aqueloo y de Melpómene, Calíope u otra Musa, y se las representaba como mujeres jóvenes con cola de pez, aunque en las representaciones más antiguas pueden aparecer representadas como seres híbridos de mujeres y aves.
Su número oscilaba entre dos y cinco, con los siguientes nombres:
Agláope (la de bello rostro),Telxiepia (de palabras aclamantes) o Telxínoe (deleite del corazón),Pisínoe (la persuasiva),Parténope (aroma a doncella),Ligeia (empleado luego por Edgar Allan Poe para el célebre cuento homónimo sobre una mujer de mortal belleza),Leucosia (como un ser puro),Molpe (la musa),Radne (mejoramiento)y Teles (la perfecta).
Poseían una extraordinaria voz con la que se atrevieron a desafiar a las Musas, que las derrotaron y les arrancaron las plumas. Ellas, muertas de verguenza, se refugiaron en el estrecho de Mesina, donde atraían a los navegantes con su canto y los hacían enfrentarse a los terribles monstruos Escila y Caribdis.
Los primeros navegantes que consiguieron pasar indemnes por allí fueron los Argonautas, cuyos remeros siguieron el canto melodioso de Orfeo. Pero es en la Odisea (12.39 ss) donde se nos relatan cómo Odiseo, deseoso de escucharlas, y siguiendo las instrucciones de la maga Circe, taponó los oídos de sus marineros con ceras y se hizo atar al mástil de su barco. De esta forma gozó de la melodiosa voz de estos seres, y se reotrció de dolor cuando se alejaba de su canto tan cautivador.
Significado
Cantos de sirena: frase utilizada para todas las situaciones que embelesan, seducen o arrastran a una persona por su magnificencia, grandiosidad o por sus perspectivas de futuro, cuando en realidad son falsas, simples rumores.
¿Qué es el canto de las sirenas? La mitología atribuye un gran poder de seducción a las voces de estos seres. Janire Rámila El 15 de junio de 1608, el capitán inglés Henry Hudson escribió esto en su cuaderno de bitácora, tras navegar cerca de la costa norte de Rusia: “Esta mañana, uno de nuestra tripulación vio una sirena por la borda. Los marineros Thomas Hilles y Robert Raynar dijeron que, aunque el cuerpo era grande como el de un hombre, tenía espalda de mujer y senos, piel pálida, cabello largo y negro y cola de delfín moteada como una caballa”. Desde antiguo, las sirenas han formado parte de la mitología. En Babilonia, hacia el 5.000 a. C., existía la creencia en Oannes, diosa con forma de pez. También en Siria se adoraba a la diosa de la Luna, Atargatis, muy parecida en imagen. Durante el siglo XIX y XX se las representaba según el canon romántico de la época, sentadas en rocas y peinándose de forma sensual los largos cabellos dorados. Pero si hay un rasgo que define a este ser mitológico, ese es, sin duda, el gran poder de seducción que se atribuía a su voz. El primero en relatar esa cualidad terrible fue Homero, en cuyo célebre libro de La Odisea, las describe como seres que “hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas”, puesto que aquel que escucha su voz “nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos(…). Antes bien, lo hechizan estas con su sonoro canto, sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca”. Esas voces eran lo que se conocía como el canto de las sirenas, una terrible amenaza a evitar por los marineros de la Antigüedad durante sus navegaciones por elMediterráneo, pero una herramienta de marketing en la Edad Media, cuando numerosas tabernas utilizaron la figura de la sirena para adornar los carteles de las posadas, en la creencia de que así atraerían a más clientes. También en el siglo XIX algunos desaprensivos intentaron realizar negocio con las sirenas, cosiendo la parte superior de un mono con la mitad inferior de un pez y exponiendo el resultado en ferias, previo pago de una cantidad para poder presenciar ese fenómeno. Ahora se piensa que la creencia en ellas podría haber surgido del avistamiento de focas y manatíes, también llamados vacas marinas, animales hoy bien conocidos pero misteriosos en aquellos tiempos.
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¿Las mandarinas se comen afuera?
Si algún escritor se dedicara a las tradiciones que cada familia en el mundo tienen, seguro sería algún “best seller” en todas las librerías del mundo, cada uno de esos tomos.
Hay tradiciones que son más habituales y simples, y otras más exóticas e inusuales.
Qué familia Argentina no tiene el folclore de un rico asado, de los inseparables mates, las tortas fritas en días de lluvia, el locro de invierno; unas canciones y guitarra de por medio, encuentro con amigos. U otras más extrañas, como poner los cubiertos en la mesa de una manera específica; otros que comienzan por el postre y luego van por el plato principal en un medio día; otros más religiosos: como esconder debajo de la mesa alguna botella de vino durante la oración (para que Dios no lo vea); u otros rezos y oraciones kilométricas que para cuando terminan, ya no te acuerdas para que te sentaste a la mesa. En una manera más global, y bastante excéntricas; por ejemplo en la isla de Borneo, en Asia, una tradición impide que los recién casados utilicen el baño las tres noches y días siguientes a su matrimonio. Se cree que de esta manera se atraerá felicidad y fertilidad a la unión (si, lo sé, te llenaste de preguntas como yo); en India, los miembros de la comunidad Aghoris, quienes alaban a Shiva, practican el canibalismo. Los cuerpos muertos deben ser cortados y sólo se comen los brazos y piernas (si, también lo sé, menos mal que solo brazos y piernas ¿no?); En Kenya, al mes de casados, los esposos deben vestir de mujeres para entender las dificultades que ser esposa representa (emm… no tengo más datos).
Ahora, lo interesante de todo esto, y direccionando el foco, es que a toda tus formas y tradiciones habituales o no, cuando te casas, se suman todas las de ellas y su familia: dos cosas pueden suceder; o se multiplican todas las rarezas o se trata de depurar algunas de las cuales nunca entendiste el por qué se hacían. Aquí es donde aparece mi suegra, una persona maravillosa (por si está leyendo este artículo). Un día me llamó la atención cuando quise comer unas mandarinas en el comedor, y la ley fue: las mandarinas se comen afuera. El motivo termina siendo lógico: el aroma fuerte de la fruta, llenaba toda la casa y entiendo como que eso “no quedaba bien”.
Varias veces escuché que una manzana podrida, pudre todo el cajón. Que mientras más lejos tenga a la persona de “mal olor” más beneficioso y digno será dicha comunidad, ministerio o grupo congregacional. Lejos de estar en contra de la disciplina o procesos que conllevan las malas decisiones, sí me sublevo a la formalidad disciplinaria.
Me llevó a escribir esto no sólo por los que tuvimos las malas experiencias de una incorrecta “disciplina”, donde fue más un castigo, que una ayuda al camino de la genuina restauración; sino de las tantos jóvenes que en los últimos dos años me contaron que se sienten mandarinas que no son dignos de estar “dentro”, sino que son lastimados, marcados, y hasta en ocasiones expulsados de una denominación por ser tan malas personas, por dar mal ejemplo, o mal olor; o sea: por ser mandarinas.
En la etimología de la palabra, todos debemos estar en disciplina, como medio para alcanzar y ser lo que soñamos. Mirarnos cada mañana al espejo y decirnos: “estás disciplinado”, es un buen ejercicio. Porque estar en disciplina es orden, es dejar de hacer unas cosas para realizar otras, es administrar nuestro tiempo. Es algo complicado muchas veces pero beneficioso. Teresa de Calcuta dijo esta frase: “La disciplina es el mejor amigo del hombre, porque ella le lleva a realizar los anhelos más profundos de su corazón”. En algún momento del camino desviamos el significado de esta palabra, y pasó a dar miedo, inseguridad y heridas a muchas personas.
Hay una historia de una persona que está por encima de todas, de alguien que vino a mostrarnos un camino a seguir. El, tan controversial, revolucionario, como a la misma vez maravilloso y sorprendente: Jesús.
El está contando una series de parábolas y concluye con una última: un pastor tiene cien ovejas, pero por alguna razón se le pierde una y resuelve; dejar a las 99 e ir a buscar a la que se había perdido. No se alegra por la que no está, no pone pretexto por el cual no está… va a buscarla. Lo asombroso es que no sólo la busca, también la encuentra, cura sus heridas, y la carga hasta el redil con las demás. Que hermoso ejemplo de disciplina y restauración!!. Pero el autor de la parábola no queda ahí; sino que añade: (…) “les digo la verdad, se alegrará más por esa, que por las noventa y nueve que no se extraviaron” (NTV). ¿Se alegró por la perdida? ¿La volvió al redil con las demás? ¿La fue a buscar? Mientras tratamos de hacer una pausa y pensar bien la historia, Jesús sigue añadiendo más información, explicando: »Si un creyente* peca contra ti,* háblale en privado y hazle ver su falta. Si te escucha y confiesa el pecado, has recuperado a esa persona. Pero, si no te hace caso, toma a uno o dos más contigo y vuelve a hablarle, para que los dos o tres testigos puedan confirmar todo lo que digas. Si aún así la persona se niega a escuchar, lleva el caso ante la iglesia. Luego, si la persona no acepta la decisión de la iglesia, trata a esa persona como a un pagano o como a un corrupto cobrador de impuestos. (NTV).
Ok; demasiada información donde tengo que analizar el contexto, las formas y el original: pero parece muy clara la forma: tres oportunidades desechadas es igual a ser tratado como algo tan bajo para esa época como un cobrador de impuestos, y no solo es cobrador de impuestos sino que también un corrupto cobrador de impuestos. De esa no se sale, no hay manzana más podrida que esa, ni mandarina tan grande.
Lo que más me llamó la atención y fui aprendiendo, es que de todo lo que Jesús enseñó en ese momento, de las varias historias ligadas a un mismo tema… sólo nos quedamos muchas veces, con la parte de tratar a un “pecador” como un corrupto cobrador de impuestos; con la formalidad sistemática de los pasos para la correcta expulsión de la mandarina que da mal olor. Pero perdimos, lo que para mi, es el eje principal de la cuestión: el perdón como lo venía enseñando antes Jesús, el ir a buscar y por sobre todo: olvidarnos de quien enseñaba estas cosas: Jesús; el mismo que dice que hay que tratar al pecador que en tres oportunidades no quiere cambiar, como corrupto cobrador de impuestos; el mismo Jesús que luego va a comer con un corrupto cobrador de impuestos. El amor anteponiéndose a las formas y tradiciones.
Vuelvo a reafirmar que no estoy a favor del pecado, pero me siento desafiado también a estar a favor del amor, por sobre los prejuicios, intolerancias y formas. Las mandarinas para mí, se comen adentro, al pecador se lo va a buscar, se intenta que vuelva, se lo cura y se lo hace parte de una familia con la misma fe, de una tradición donde el amor actúa antes que la sentencia. Quizás la sentencia es inevitable, pero que no lo pase solo si se puede evitar.
En la casa de mi suegra, las mandarinas se comen afuera, en la casa de Jesús, adentro.-
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LOS FANTASMAS
Los Fantasmas o almas en pena(del griego φάντασμα, "aparición"), en los mitos urbanos y folclore de muchas culturas, son supuestos espíritus o almas errantes de seres muertos, que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible por ejemplo; visual, a través de sonidos, aromas o desplazando objetos conocido como poltergeist, esto causa una leyenda de terror principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas.
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Las ciudades más bonitas de España
Nuevo artículo publicado en https://www.absolutviajes.com/las-ciudades-mas-bonitas-de-espana/
Las ciudades más bonitas de España
Si hay un virtud que caracterice a España es la variedad y contraste de sus escenarios. Podemos esquiar en los Pirineos y tomar el sol en una isla de clima subtropical para, después, perdernos por las calles cosmopolitas de Madrid o asomarse a los patios coloridos de Andalucía. Una singularidad confirmada por las ciudades más bonitas de España que os traemos a continuación.
Córdoba
La ciudad favorita de este autor todavía conserva parte de un legado románico, judío, musulmán y cristiano que ha impregnado las calles, edificios y puentes de esta maravilla andaluza. El Centro Histórico de Córdoba, designado Patrimonio de la Humanidad, gira en torno a su imponente mezquita, ejemplo de la arquitectura mudéjar a pesar de los constantes intentos por parte de la Iglesia de acercarla al terreno católico. El mejor punto de partida antes de una fotografía típica en el Puente Romano, un buen salmorejo típico en alguno de sus bares o una visita a los famosos patios cordobeses que conforman una fiesta que cada mes de mayo despliega un manto de aroma y color por toda la ciudad. Si además os sobra algo de tiempo, siempre podéis acercaros a la ciudad palatina de Medina Azahara, último patrimonio de la Unesco en territorio español.
Sevilla
Cuando caminas por las calles de Sevilla te percatas de la grandeza a la que sucumbe una de las ciudades más gloriosas de España. Su casco antiguo, el más grande de Europa junto al de Venecia y Génova, es una muestra de su esplendor centenario conformado de numerosos edificios: La Giralda, la icónica Torre del Oro asomada al Guadalquivir o un exuberante Alcázar utilizado como escenario en Juego de Tronos contrastan con esa Sevilla más experimental en forma de mirador futurista (Las Setas) o el arte que se respira en el folclórico barrio de Triana. Sin duda, la mejor ciudad para inspirar ese duende andaluz que salta de caballo de caballo por las calles de Sevilla.
Barcelona
Pocas ciudades rezuman el encanto de Barcelona. La ciudad más internacional de España no solo parte de un entramado urbano perfectamente trazado e influenciado por el París de Haussman, sino que regala a los ojos una obra de Antonio Gaudí que se distribuye por los rincones más insospechados de la Ciudad Condal, desde una Sagrada Familia que nunca respira o un Parque Güell que promete un laberinto de simbolismo y color único. Acariciada por el mar, Barcelona se nutre de una escena nocturna y cultural única a través de barrios como la bohemia Gràcia o el cosmopolita barrio del Born para terminar entre fiesta y brisa en playas como La Barceloneta o, mi favorita, la Mar Bella, al final del no menos recomendable barrio de Poblenou.
Toledo
Conocida como “la ciudad de las tres culturas” por haber aglutinado a las poblaciones cristiana, judía y musulmana durante varios años, la Toledo antigua se desparrama sobre un cerro asomado al río Tajo donde su entramado de callejuelas y referencias a la historia de Castilla convierten la ciudad manchega en todo un deleite para los sentidos. La plaza de Zocodover marca el inicio de una ruta entre retazos de la historia, una catedral de Toledo imponente, sinagogas, balcones de otro tiempo o tiendas de navajas que contrastan con la reciente fiebre gastronómica que se ha desatado en la ciudad entre platos como carcamusas, migas o cochifritos.
Salamanca
Cuna de cultura e historia, Salamanca ostenta la universidad más antigua de Occidente como prueba de un carácter único que se despliega en forma de dos catedrales – la Vieja y la Nueva -,el Convento de San Esteban o la Iglesia de Santiago. Iconos que conforman un Casco Histórico designado Patrimonio de la Humanidad al que sigue su condición de Ciudad Europea de la Cultura o una Semana Santa considerada como Interés Turístico Nacional. Porque es aquí, en Salamanca, donde la historia de los amantes de La Celestina se respira en sus huertos y nombres como Cristóbal Colón o Antonio de Nebrija resurgen entre esta ciudad única.
San Sebastián
También conocida como “Donostia”, la que es una de las ciudades más bonitas de España continúa atrayendo a turistas y curiosos que se acercan a este antiguo paraíso balneario que a mediados del siglo XIX sucumbió a una apariencia afrancesada y burguesa a través de su arquitectura. La Catedral del Buen Pastor o el Ayuntamiento son dos buenos ejemplos de un estilo neogótico que se extiende a través de su Casco Antiguo hasta acariciar la mayor atracción de San Sebastián: la playa de la Concha, un edén litoral bordeado de montes como El Urgull o el Igueldo.
Madrid
Toda España se encuentra en Madrid, esa capital llena de contrastes donde todos podemos sentirnos hijos adoptivos y sus influencias se entremezclan con un microcosmos cosmopolita único. Desde lugares icónicos como esa Gran Vía que marca la ruta por museos icónicos como el Reina Sofía o El Prado, pasando por el etnicismo de Lavapiés, el ambiente de La Latina, el esplendor de sus mercados o los submundos encerrados en El Retiro, Madrid no da un suspiro cuando se trata de descubrir todos sus rincones. Si además te sobra tiempo, siempre puedes visitar Aranjuez y sus suntuosos palacio y jardines o perderte por los bosques de una Sierra de Madrid que se confirma como un diamante en bruto del paisajismo.
Santiago de Compostela
Junto con Jerusalén y Roma, Santiago de Compostela conforma uno de los mayores núcleos de peregrinación del mundo, irradiando un encanto y solemnidad como otros pocos lugares. La considerada como una de las ciudades más bonitas de España, en Galicia, encierra en su casco antiguo designado Patrimonio de la Humanidad una Catedral de Santiago donde la tumba del famoso apóstol atrae a miles de personas que, desde diferentes lugares, inician año tras año el famoso Camino de Santiago.
Del folclore de Sevilla a la elegancia de San Sebastián, España confirma su potencial como una meca de los contrastes, la historia y la cultura única.
¿Cuáles son, en tu opinión, las ciudades más bonitas de España?
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La vida es eterna en cinco minutos
Aunque la poética de Víctor Jara no deja de evolucionar, tres rasgos dan cuerpo, de principio a fin, a su estilo: el juego de oposiciones -generalmente entre lo sacro y lo profano-, la adscripción a versiones flexibles del ritmo, que oscilan entre la métrica clásica y el versículo, y la construcción de metáforas de fuerte peso visual. El primero tiene su fuente en el ingreso del autor al Seminario con miras a abrazar el sacerdocio, camino interrumpido por la imposibilidad de la religión de competir con la realidad, a la que el artista se entrega por completo. El segundo también halla asidero en los templos, donde el compositor estudia canto gregoriano, y se matiza con el trabajo de recopilador que luego emprende en el ámbito del folclore. El tercero, en cambio, se aloja en la infancia del vate, quien extrae de ella un sinnúmero de instantáneas cuyo fogonazo es de poderoso alcance. “Una espiga hay en el campo,/ una espiga colorada,/ si juntos la cosechamos/ grande será nuestro pan”, rezan los octosílabos de Qué saco rogar al cielo, en 1962, el mismo año en que La luna siempre es muy linda abre los fuegos con el dístico “recuerdo el rostro de mi padre/ como un hueco en la muralla”. A tal recurso, que hace de la imagen la más gravitante síntesis, acude igualmente a la hora de protestar contra la Guerra de Vietnam, cuando “la luna es una explosión/ que funde todo el clamor” (El derecho de vivir en paz, 1970); al fijar la escena de Luchín (1972), “con la pelota de trapo,/ con el gato y con el perro/ y también con el caballo”, o al momento de deslizar la bella cotidianeidad de Cuando voy al trabajo (1973): “cuando miro los rostros/ tras el vidrio empañado/ sin saber quiénes son, dónde van”.
Particular atención merece, entre esos tres rasgos de su lírica, la estética del contraste, pues, llevada al plano de una bisagra de lo divino y lo humano, es la que permite constatar cierto cambio de tono entre unas y otras composiciones. Si en aquellas la figura de Cristo es sustituida por la invocación a Ernesto Che Guevara (El aparecido, 1967) o al padre del movimiento obrero chileno (A Luis Emilio Recabarren, 1969), en estas focaliza su llamado en un sujeto colectivo que “pinta el azul del cielo” (Brigadas Ramona Parra, 1970), “anuncia la paz” (Vamos por ancho camino, 1971), vive “la primavera que todos/ vamos construyendo a diario” (Vientos del pueblo, 1973) y hace “andar las fábricas” (Somos cinco mil, 1973). Por otra parte, una confrontación como “que saco rogar al cielo/ si en tierra me han de enterrar”, no solo inaugura el poema que toma de allí su título, sino, asimismo, el tópico en que hace centro, en toda su longitud, la escritura del recordado trabajador del Departamento de Extensión de la Universidad Técnica del Estado. De hecho, el trazo anafórico que arroja el segundo verso -tierra/ enterrar- parece seguir, desde 1962, un curso latente hasta transformarse, en 1973, en la análoga fórmula donde el creador constata “que el canto tiene sentido/ cuando palpita en las venas/ del que morirá cantando/ las verdades verdaderas”. Se trata de Manifiesto, pieza clave de su cancionero tanto porque alude con preciosa sencillez a la emblemática obra que da nombre y apellido a su compromiso, como porque echa a andar un lazo identitario entre las luchas de una y otra época, entre canto y cantera: “Ahí donde llega todo/ y donde todo comienza/ canto que ha sido valiente/ siempre será canción nueva”. El contrapunto entre lo celeste y lo terrestre viste cada línea de Plegaria a un labrador (1969) y se respira nítidamente en Angelita Huenumán (1969), donde “es un milagro cómo teje/ hasta el aroma de la flor”, pero la exploración hace cumbre en los versos de Te recuerdo Amanda (1968), en los cuales otra vez un dístico consigue captar la esencia del mensaje de Víctor Jara. “La vida es eterna/ en cinco minutos”, dice este pasaje oximorónico que, inserto en una historia, torna sagrada y urgente la construcción del aquí y del ahora.
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Carmen Souza y Theo Pascal concierto en Teatro Arbolé
Carmen Souza junto al gran bajista Theo Pascal el nuevo disco “Creology” es una búsqueda de raíces sonoras y una excusa para seguir descubriéndose musicalmente.
Existe un punto aparentemente inconexo donde las voces del jazz abrazan las del soul, el folk y las raíces, una encrucijada sobrenatural en el panorama musical actual que tiene el nombre de Carmen Souza.
Carmen Souza se desprende de los arneses de los géneros musicales para situarse con su voz en una esfera de infinitas texturas, colores e intenciones que hacen de su música un viaje multisensorial por tierras extrañas pero irresistiblemente seductoras. Residente entre dos mundo (Londres, su ciudad de acogida y Lisboa, su ciudad natal), el embrujo de su voz es así una llamada a la oración para los religiosos del jazz cantado, el folclore isleño y los sonidos criollos.
Con orígenes caboverdianos pero crecida en Lisboa
En sus últimos discos, Carmen Souza ha demostrado su destreza y acierto en la fusión de ese delicioso cóctel de ritmos de archipiélago con elementos del jazz contemporáneo y la música afrolatina. Kachupada o Epistola son buena prueba de ello.
Ahora Carmen Souza publica un nuevo disco, “CREOLOGY”, grabado nuevamente junto a Theo Pascal, en el que reúne elementos de la cultura criolla. Un viaje por Cabo Verde, Mozambique y Angola, pero también Brasil, Cuba y Nueva Orleans.
Carismática y apasonada, a ratos dulce y en otros melancólica, Carmen Souza demuestra una vez más el amplio espectro de su destreza musical como cantante, intérprete y compositora.
Carmen Souza es una artista singular. Una artista a la que da gusto escuchar en directo porque sus canciones suenan frescas, nuevas, diferentes a lo que podemos oír en sus grabaciones.
El álbum Creology fue lanzado en abril de 2017, con Theo Pascal, y toma el dúo de vuelta a las raíces de la música criolla.
El álbum recibe excelentes críticas y el público responde con varios espectáculos se agotaron en todo el mundo.
La gira ha superado el anterior, con 72 conciertos reservado en todo el mundo, en su primer año de funcionamiento y sigue contando más.. En noviembre, Creologygira con la red Blue Note Club en España, Italia y China y Carmen Souza y Theo Pascal sonido único está incluido en Gerhard Kubik LIBRO “Jazz Transatlántica, Volumen II: Derivados del jazz y novedades en Siglo XX África” (EE.UU. ) con un 7 página dedicada capítulo a su encuentro con Pascal Souza y música. Gerhard Kubik es uno de los eruditos más conocidos en el campo de la etnomusicología y la investigación en la música, la danza y las tradiciones del África y las Américas.
Hacia el final del año, Carmen Souza recibe una medalla de plata al Mérito Cultural por el Gobierno de Cabo Verde, el reconocimiento oficial de su trabajo en la promoción del nombre de Cabo Verde en el reconocimiento internacional importante y Nacional.
En 2018 Creology recorrido continúa.
Sin lugar a dudas, Carmen Souza se han convertido en una verdadera fuerza de la música del mundo y uno de los cantantes de jazz en la demanda de Europa, como alguien dijo: “. Carmen Souza no tiene que decidir si su música es jazz o ‘World Music’ Su estilo es tan única como convincente y sus raíces del Cabo caboverdiana tan evidente como su deseo de crear un nuevo lenguaje bajo la etiqueta de ‘World Jazz’.
PREMIOS: 2013 Cabo Verde Music Awards a la Mejor Cantante Femenina (CV) 2013 Cabo Verde Music Awards a la Mejor Morna (CV)
NOMINACIONES: 2016 nominación a Mejor africanos Jazz @AFRIMAAWARDS (All Africa) 2015 Cabo Verde Music Awards Nominación Mejor cantante femenina (CV) 2014 alemán Records premios de la crítica Nominación ‘Live at Jazz Festival Lagny’ (DE) 2013 Cabo Verde Music Awards Nominación Mejor Kola Sanjon (CV) 2013 Cabo Verde Premio de Música Nominación Mejor álbum acústico (CV) 2010 y 2017 Pre-Grammy nominación como Mejor contemporáneo expediente de la música mundial (EE.UU.)
Lo que dice la prensa:
“Esta mujer debe entrar ya por derecho propio en el podium de las grandes voces femeninas africanas”. WORLD MUSIC
“Carmen Souza viaja muy lejos en su música, pero no tanto como para perder de vista la tierra de sus ancestros.[…] El aire ensimismado y melancólico de la morna y el batuque envuelve una cocción musical rica en aromas y sabores”. EL PAÍS
“Carmen Souza tiene una voz perfecta, o mejor dicho: tiene varias, porque maniobra en todos los registros. […] luminosa y sorprendente”. EL PERIÓDICO DE GRANADA
“Era uno de los mayores atractivos del cartel del Womad y nada más comenzar la actuación se hizo evidente. Con su voz sensual y seductora, llena de registros, se llevó al público de la mano a través de sus ritmos de Cabo Verde e hizo que todo San Jorge siguiera las suaves letras portuguesas que sacan los bueno y lo malo de la vida”. EL PERIÓDICO
“Carmen Souza ha destilado una original propuesta que mezcla sus raíces lusoafricanas con una mentalidad abierta, que la acerca al jazz”. LA VANGUARDIA
Del cielo a la Tierra, (…) nos vienen muchas cantantes muy diferentes a la cabeza pero ninguna comparación hace la justicia a Souza. Ella proyecta una sensibilidad contundente única en su especie”. FROOTS (UK)
“la voz de Carmen suena como granos de maíz sobre una bandeja tradicional de madera en ocasiones, y al siguiente segundo estalla en notas dolientes. Se encuentra en la tierra prometida que existe entre el Birdland de Nueva York y las arenas doradas de Cabo Verde”. BOOK PAPER SCISSORS
Carmen Souza llega a Zaragoza para participar en el I Ciclo musical Femenino Plural “Femenino Plural“, cinco conciertos con música hecha por mujeres, que se celebrará del 26 de junio al 26 de julio con Ala.Ni, Carmen Souza y Theo Pascal, Nora Norman, Marinah y Chicuelo, y De la Puríssima. “Femenino plural” está organizado en colaboración con Antípodas producciones y ZZ Producciones y ofrece un espacio en Zaragoza que por un mes estará lleno de voces internacionales en femenino. Un ciclo de mujeres no solo para mujeres.
Un ciclo de mujeres no solo para mujeres
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