#Léucade Gaceta
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La musa: Alejandra Pinto
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La musa: Vania Amira
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La Musa: Daniela Toro
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La Musa: Francisca Beytía
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Gaceta de estética. Año 7, número 161. Del 20 de agosto al 2 de septiembre de 2018. Distribución gratuita.
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Edward Hopper. American Landscape (1920).
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Aleksandr Deineka. Boceto del mosaico Construcción Pacífica (1959).
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Puño y letra: Antonia Pozzi.
No tener un Dios, no tener una tumba, no tener nada firme, tan solo cosas vivas que se escapan; vivir sin ayer, vivir sin futuro, y cegarse en la nada (socorro) a causa de la miseria que no tiene fin.
Antonia Pozzi. Grito (escrito el 10 de febrero de 1932).
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Puño y letra: Višnja Milohnić Roje.
Epicúrea, a veces, otras, franciscana: nunca supe de puntos cardinales. El mar me guio entre ellos hasta que caí en la prisión de los sentidos. El eco no viene a mi oído y mis ojos no acarician la belleza. El perfume huye de mi piel y la boca no quiere más besos. Mis manos palpan la memoria perdida
Autorreferente
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Nijinsky, locura y poesía
Los rostros de Igor Stravinsky, Maurice Ravel, Anna Pavlova y Tamara Karsavina comparten espacio con Vaslav Nijinsky en una serie de retratos que parecen resumir buena parte de la historia de la danza de comienzos del Siglo XX y que se quiebran cuando el cristal deja caer su mirada sobre la temprana esquizofrenia diagnosticada al artista oriundo de Kiev. Dueño de un talento imbatible, es aún adolescente cuando conquista papeles estelares, haciendo gala del más inusitado en pointe, así como un pas de deux que se torna leyenda en noviembre de 1907, cuando interpreta La bella durmiente del bosque, y, sobre todo, un entrechat royale que, burlando las leyes de la gravedad, mantiene hasta hoy al mundo en suspenso. Tras saltar del Teatro Mariinski a los Ballets Rusos, bajo la égida de Serguei Diaghilev y las coreografías de Michel Fokine, comenzó a componer sus propias piezas, llevando a escena en 1912 La siesta de un fauno, poema sinfónico de Debussy, basado en la obra homónima de Mallarmé, y, al año siguiente, La consagración de la primavera, de Stravinsky, desatando el aplauso, aunque también el escándalo a raíz de los guiños de evocación sexual que Nijinsky ejecuta. Bajo arresto domiciliario en Hungría durante la Primera Guerra por su ciudadanía rusa, gracias a la gestión de Alfonso XIII logra zafar de ese trance, pero no de la enfermedad mental que empieza a evidenciar al calor de sus expediciones artísticas por América, con ataques de paranoia en plena actuación sentenciando el fin de su carrera antes de que se selle el término del conflicto internacional.
Trasladado por Romola, su esposa, a Saint Moritz para iniciar el tratamiento psiquiátrico bajo supervisión de Eugene Bleuler, el notable bailarín escribe, entre 1918 y 1919, su Diario, publicado en 1936 por expresa voluntad suya y en el cual es posible seguir al pie de la letra la feroz y feraz evolución de su locura. “Mis costumbres son diferentes de las de Cristo. A él le gustaba la inmovilidad, mientras que a mí me gustan el movimiento y la danza”, advierte en la partida, para luego oscilar, de una línea a otra, entre “yo soy Dios en carne y en el sentir” y “soy hombre, no Dios”. Semejante vaivén se aprecia cuando afirma que no está loco, o que finge estarlo, apenas antes de definirse como “un loco que ama a la humanidad”. Presididos por un terror a la gente, sus delirios incluyen la invención de una pluma-fuente con la cual espera hacerse millonario, aunque asegura detestar el dinero. Con todo, los desvaríos no le impiden constatar que las instituciones de asistencia a los pobres “se enriquecen a sí mismas” y que la historia y los museos “son como los cementerios”. El texto, sin embargo, fluctúa igualmente desde una narrativa desquiciada hasta imágenes de firme estatura lírica y onírica, como si los fragmentos de un poema hubiesen sido esparcidos a varias páginas de distancia entre sí. “Siento que los aviones destruyen a los pájaros”, dispara. Recuerda con respeto a Pushkin, Gógol y Dostoyevski, pero quiere pasar de la aguda reflexión al sentimiento puro. Por eso declara amar la belleza, “que no admite discusión”, y apunta a la capacidad de los niños de hacer, sin querer, cosas tremendas. “Miré a una estrella que no me dio las buenas noches. Me negó sus parpadeos”, anota mucho tiempo antes del único pasaje fechado y donde, cual estrofa retomada, sentencia: “Una estrella parpadeante, eso es vida; y una estrella fija es la muerte” (27 de febrero de 1919). Quizá entre ese abrir y cerrar de pestañas, como en sus saltos, siguen suspendidos Nijinsky y el mundo.
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David Smith. Song of the Landscape (1950).
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Gaceta de Estética. Año 7, Número 150. Del 19 de Marzo al 1 de Abril de 2018. Distribución Gratuita.
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La Musa: Paloma Kirchmann
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Gustave Doré. Dante y el Papa Adrián V (1868).
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Puño y Letra: Wolf Vostell.
A mí me interesa alargar las fronteras de la vida, del comportamiento de los hombres. Porque si la gente no aprende del arte la libertad necesaria, sigue actuando como lo que uno ve en una obra antigua. Yo deseo que la gente vea las nuevas formas, de belleza, que no son dos manchas de colores. Las nuevas formas de belleza son la ética y el momento en que alguien a través de la obra de arte se da cuenta de lo que es su existencia, y el arte le ayuda a autodefinirse. El hombre vive para sensibilizarse tanto, y autoeducarse tanto, como si fuera él mismo una obra de arte. No como artista, en eso no creo. Eso decía mi amigo Beuys: todo hombre es un artista. Yo digo que uno tiene que ser una obra de arte en sí mismo, y después crear.
Entrevista al diario El País. Madrid, 16 de mayo de 1994.
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Rei Kawakubo. 18th Century Punk (otoño-invierno, 2016).
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