#tres cuerpos salvajes
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Las mejores lecturas de este año fueron Chilenas, quiero leer mas literatura de otros continentes, espero este año mi visión de mundo se expanda.
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La foto que ve usted arriba parece sacada de una producción de Mario Testino, pero fue captada por un reportero gráfico de The Sidney Morning Herald, periódico conservador australiano, durante el funeral de Michael Hutchence, que hoy hubiese cumplido 56 años. Esa viuda compungida y perfecta es la cantante Kylie Minogue (que en cuatro meses cumplirá 48) y la imagen se tomó en la catedral de San Andrés en Sydney el 27 de noviembre de 1997.
Kylie Minogue ni siquiera era una viuda oficial. Ese papel era para Paula Yates, presentadora británica que moriría solo tres años después debido a una sobredosis de heroína. Y tampoco se diría que Minogue quisiera tomar ese papel. El velo ante los ojos es un un guiño obvio a su estatus de viuda del rock, pero el vestido corto, escotado y con los hombros al aire le da un aire de desidia que choca durante un acto religioso y parece un homenaje a su exnovio, que le había enseñado a rebelarse y a pasar de las normas. ** Se diría que decidió ser de cuello para arriba la viuda que el mundo del espectáculo esperaba y, de cuerpo para abajo, la rubia joven y digna de ser corrompida a la que Michael Hutchence amaba** y a la que dedicó Suicide blonde.
INXS fue una de las más exitosas bandas que exportó Australia y Hutchence su icono rock definitivo. Su romance con Minogue duró solo desde 1989 hasta 1991 pero volvió loco a la prensa durante toda una década. A él se le achacó el paso de ídolo naif de ella (producto de la factoría de éxitos Stock Aitken & Waterman) a supervixen del pop. "Él me lo enseñó todo sobre el sexo", revelaría ella años más tarde en una entrevista. Y por esta imagen da la sensación de que quiso agradecérselo hasta el final. En la prensa aparecen cada dos por tres célebres viudas que, incluso en momentos de dolor, intentan dar una lección de estilo. Pero lo que Kylie hizo el 27 de noviembre de 1997 fue dar una lección de coherencia, honra y veneración, un control total de imagen, persona y personaje más de una década antes de que Instagram o Twitter nos enseñasen a perfeccionar ese arte.
"Conocí a un tipo que era salvaje, rockero, sí, era todo eso. Pero siempre me duele tener que aclarar que también era poético, culto, gracioso y amable. Él era todas esas otras cosas. Fue una de las mejores épocas de mi vida". Ella fue la viuda más hipnótica y fascinante que hemos visto. Es imposible que tantas cosas se vuelvan a repetir en una sola imagen en blanco y negro tomada por un reportero de prensa en una catedral abarrotada de gente.
Vanity Fair, 22.01.2026
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El diablo dentro
Yo nomás les diré que el proceso de cortejo entre estos dos es innecesariamente largo y tortuoso porque son tercos y silenciosos. Ay, cómo los amo.
Canción para este capítulo: Cuando los pies besan el piso, Calle 13.
A partir de los 12 años, Fátima Mansur fue víctima de una furia abrazadora.
Era un revoltijo de cosas que no podía controlar: la ira de antepasados que nunca pudieron curar su enojo, la frustración de no entender por qué ni ella ni el mundo que conoció de niña ya no eran iguales, inconformidades incomunicadas contra sus padres y hermanos, sentimientos que nunca acabaron de cuajar, límites difíciles de cimentar...En fin, mil y un cosas en una.
Había días en los que su único deseo era gritarles a todos hasta que se le tronara la garganta. Días en cuyo único sueño era romperse los nudillo por puro pegarle a las paredes. Días en los que Macondo pudo haberse inundado gracias a las lágrimas de una quinceañera reprimida.
O más que reprimida... Una mujer aterrada de sí misma. Sólo ella conocía la violencia encerrada en su corazón. Su furia era un cerbero encadenado que se comería la tierra entera de un bocado si se soltaba. Sus palabras estallarían a todos sus seres amados en una bola de fuego si se permitía cruzar ese límite.
De veras creía a los demás incapaces de amarla con todo y bestia incluída.
Por eso bailaba.
Una madrugada a sus dieciocho años recién cumplidos, un gallo la despertó a picotazos en el pecho. Dicho animal no paró de atacarla hasta que llegaron juntos a la azotea de su casa, donde la esperaba el clan entero de los Mansur que Fátima no alcanzó a conocer. La esperaban con rebabas, laúdes y darboukas y de no haber sido por Rosario Urrutia de Mansur, su bisabuela, Fátima hubiese regresado a la cama con el Jesús en la boca.
Rosario la agarró suavemente de la mano, le besó la frente como cuando se caía en el jardín al jugar con sus primos y se puso a cantar con una voz que su bisnieta nunca había conocido.
Ahí, en el rincón más apartado de la casa, rodeada de familia y la luz de un tímido sol mañanero, Fátima soltó hasta el último pesar en su corazón gracias al movimiento de su cuerpo. Hasta que la ira se volvió controlable, sus familiares la guiaron por tres meses completos, regalándole un ritual en las madrugadas con la que podía purgar su veneno hasta que aprendiera a hablar de ello. O siquiera ya no tenerle miedo.
Por ello era recelosa, reservada. El mundo entero podía conocer todo de ella menos este instante de intimidad, de eternidad. Podían saber todo menos los callos de sus pies por tanto experimento corporal, todo menos la soltura de su pelvis o el temblor de su pecho o las canciones dentro de su cabeza.
Nadie nunca podía conocer a la mujer salvaje.
Entonces...entra Aureliano Buendía.
Aureliano estaba conversando plácidamente en la sobre mesa con los Mansur cuando sintió un ligero temblor bajo sus pies.
- Tranquilo, Buendía. Han de ser los pies inquietos de Fátima.
- ¿Cómo?
-Mi hermana baila todas las noches antes de dormir. - Aclaró Sofía, la menor de los Mansur mientras recogía los platos.
- Es parte de una rutina para... Purgarse. La hace feliz.
- Más ligera.- Complementó la madre.
Aureliano se quedó pensando por un segundo. Conoce a una Fátima callada, inmóvil. Le pica una curiosidad irremediable.
- ¿Puedo ir a ver?
El clan entero no se movió, a penas respiró. Entre todos se preguntaban lo mismo.
-No sé.- Se sinceró Karim.
- Fátima a duras penas nos deja verla. No le gusta. Bueno, más bien lo evita.- Aclaró Aida.
- La neblina evitó que nos dejara verla tres semanas, mínimo.- Comentó Anaan.
En ese momento un temblor más vigorozo que el anterior hizo repicar copas y cubiertos. Dicho movimiento despertó al segundo Buendía, levantándolo de su asiento gracias a un impulso primitivo, desconocido. No sabe exactamente a dónde va, qué lo guía. Salió del comedor, buscó entre los pasillos, afinó el oído, incluso se concentró en los recovecos.
Una ventana le hizo ver el furgor de una antorcha en la azotea y aunque nadie le dijo cómo llegar hasta arriba, Aureliano llegó. Subió las escaleras como quien encuentra su destino. Subió las escaleras con el corazón indicándole el camino hacia delante, más, más, más. Subió las escaleras como si las células de su cuerpo se supiesen el final de su historia.
Y ahí la encontró: hipnotizada en una meditación que nadie conocía.
Cuando Fátima bailaba, lo único existente era la tierra bajo los pies, el ardor en los pulmones y el sudor que le adhería la ropa a la piel.
Estaba ciega ante el mundo. Era una versión considerablemente más placentera que la neblina, una donde incluso eufórica, seguía siendo dueña de sí misma. Era feroz mas vulnerable; Frágil como las cenizas todavía encendidas.
Estaba la bailarina en pleno giro cuando sus piernas se detuvieron de golpe al ver a Aureliano. Ninguno de los dos se movió ni atentó a decir algo. Por un instante, Fátima consideró la idea de gritar o saltar al patio desde la azotea. Y él... Bueno, su mirada cristalina quería pronunciar todo lo que la voz era incapaz. Aureliano se sintió fuera y al mismo tiempo justo en el lugar donde debía estar. Se creía profano en este ritual y a la vez bienvenido por la misma fuerza que lo hizo encontrar a Fátima. Y ella a su vez no lo echaba. Ninguno sabía cómo proceder. La respuesta estaba en sus cuerpos. Aureliano se sentó en el suelo con las muñecas sobre las rodillas, las manos agarradas.
Y al principio hizo eso. Justo como ella, se le quedó viendo.
Fátima le clavó las pupilas por cinco minutos completos, de pie, quieta y jadeante. Se aseguró de que cada gramo de ponzoña en su cuerpo fuera directo a sus ojos y aterrara al segundo Buendía de tal forma que no la volviera a buscar.
No era porque quisiera ahuyentarlo... Quería asustarlo... Porque una vez que viera el diablo metido en ella, no se le iba a acercar ni para pedir la hora.
Así que Fátima empezó a moverse, con reserva, con vergüenza. Por primera vez le temblaban las piernas más allá de las órdenes de la música y se sentía frágil ante la presencia de cualquiera en su tierra de cólera.
Pero pasado un rato, Aureliano desapareció de su campo de visión, liberándola de la presión de ser...Menos monstruosa. La bailarina se concentró en el eco de sus pies sobre el pasto, en su respiración vigorosa, en el cielo estrellado y el coro de sus ancestros en su cabeza; a veces gruñía, se subía las enaguas hasta las rodillas, giraba con los brazos en cruz como si quisiese destrozar el mundo.
Acabó su ritual con los párpados cerrados y las rodillas en el piso. Se quedó en esa posición hasta recobrar el aliento sólo para perderlo una vez más.
Aureliano seguía sentado mirándola con la clarividencia de siempre... Mezclada con una reverencia y una calidez que Fátima había sentido jamás.
Se sentía adorada, cual si el segundo Buendía fuese un creyente en frente de una santa. Como si viese el cielo por vez primera. Parecía... Que quría ver más.
Fátima no supo qué hacer con eso, así que huyó.
No sin antes asentir en despedida.
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Alfa Dulce Omega Peligroso
Parte 8
Quitándote la ropa Bela pensaba en lo furiosa que su madre iba estar contigo, su primera elección de castigo seria cortarte las manos o al menos fracturarlas lo cual Bela no podía permitir debido a tu trabajo con Relia. Una semana en el calabozo, con una sola comida compuesta por pan y agua, además de veinte azotes diarios serían más que suficiente para enseñarte una lección. Aun así, la rubia tendría que calmarla para evitar que se sobrepasara y terminara matándote.
Saliendo de sus pensamientos y mirando tu cuerpo semidesnudo Bela finalmente observa tus cicatrices con más detalle, es la primera vez que lo hace pues el chequeo físico que te hizo fue con tu ropa puesta y no te pudo ver con claridad cuando te bañaste con Cassandra.
Tus piernas, tus brazos y tu torso están cubiertos de cicatrices, algunas son de garras, cortes y mordeduras (Bela le prendera fuego a su jardín si las marcas de dientes en tu brazo no son de Cassandra). Su origen mas seguro era de tu labor como cazadora y tus trabajos de carpintería.
Sin embargo, había otras que ella conocía bien.
Marcas de azotes.
La mayoría estaba en tu espalda, pero también había atrás de tus piernas, todas parecían ser de años atrás.
Así que al final tu sumisión y obediencia era debido a tu crianza, era de suponer, un hombre no toleraría que su hijo le faltara el respeto menos una hija, no le importaría que este fuera un alfa. Considerando que la presentación del subgénero era en los inicios de la infancia tu educación debió suprimir tus rasgos alfa de gran manera.
Pero un alfa siempre sería un alfa.
Rodeada de mujeres más pequeñas y débiles que tú, de un subgénero “inferior” por supuesto que tarde o temprano te sentirías con poder y derecho de establecer tu superioridad.
Y ahora tenías que ser disciplinada, las veces que sean necesarias para controlar esa bestia salvaje en ti.
Haa
Que decepción.
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“Dieciséis”
Tus gritos de dolor eran música para sus oídos.
“Diecisiete”
Siempre era lo mismo con los alfas y los hombres.
“Dieciocho”
Creían que tenían derecho de hacer lo que quisieran simplemente por su “Superioridad genética”.
“Diecinueve”
Imbéciles.
“Veinte”
Intentabas contener tus sollozos para proteger tu patético orgullo, Alcina rodo los ojos y señalo a su querida Bela que te bajara para desinfectar tus heridas y vendarte por el día.
Después de todo aun te necesitaba con vida.
Pero Alcina dejaría que Heisenberg le escupiera la cara antes de permitir que su amada Cassandra pase su periodo mas vulnerable con un alfa salvaje.
Agarrando la botella de alcohol la vacío sobre tus heridas.
“Te dije que te haría lamentarlo”
Tu llanto y quejidos de dolor le llenaban de satisfacción.
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Y a su Beta de miseria.
“Buenos días fenómeno”
La sirvienta te sonría con burla y en sus ojos solo había malicia, colocando la bandeja de comida sobre una mesa agarro la pieza de pan para luego pisotearlo y colocarlo de nuevo en la bandeja
“Tu comida esta lista”
Tomo el vaso de agua y escupió en él.
“Y tu bebida”
Dejo la bandeja lejos de celda, para alcanzarle tenias que estirarte y en consecuencia abrir tus heridas.
Era eso o no comer por otro día.
“¿Qué no tienes hambre?”
Tu estomago dolía, antes podías aguantar hasta tres días sin comer sin ningún problema, pero después de pasar un mes comiendo comidas plenas tres veces al día ya no tenias la misma resistencia que antes.
“Si no lo quieres me lo llevare”
Te estiraste para agarrarlo antes de que cumpliera su amenaza.
“UGH que asco, realmente eres un perro callejero”
Recogiendo la bandeja y el vaso se fue sin más de ahí.
Faltaban cuatro días mas para terminar tu castigo.
Te arrepentías de haber roto las reglas que la matriarca te había impuesto.
Aun así, lo harías de nuevo.
No importaba que Cassandra no te quisiera como compañera.
Su omega te había elegido como un alfa adecuado.
Y era tu deber defenderla cuando ella no podía.
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Knock Knock
“Pasa”
La sirvienta era una que apenas llevaba un año trabajando, Zina la única omega con excepción de Cassandra que no tenia compañero y prefería tomar supresores para sobrellevar su Celo.
“Disculpe interrumpirla Lady Bela”
“Está bien ¿Qué necesitas?”
Era bien sabido que toda las Dimitrescu eran mas suaves con las mujeres Omegas que con las Betas. Era difícil no serlo cuando eran las únicas que entendían y cumplían con las reglas del castillo sin drama alguno.
“Um es sobre el alfa”
BAM
“¿Te hizo algo?” Su voz era veneno puro. Sabía que debería haberte vigilado más, un alfa siempre seria un alfa fuera hombre o mujer.
“NO, NO, JAMÁS”
Bela respiro profundo y se sentó ojeando los papeles y libros en suelo gracias a su escritorio roto.
Tendría que encargarle a Relia uno nuevo
Zina se acercó para levantar todo lo que había caído al suelo, hablando mientras lo hacía.
“Ella solo va de su habitación, la cocina y el taller, no busca pelea o se sobrepasa con nadie, pero...” Coloca las libretas sobre la mesa de café y suspira. “No puedo decir lo mismo de las otras sirvientas”
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Crónica #2
De los recuerdos mas antiguos. La infancia almacena los mas atroces. La muerte de los perros siempre fue un suceso devastador. Vivir en el campo es un suceso salvaje que condiciona la vida. Cuando murió Princesa, la perra de mamá, nos vino de sorpresa; era sábado y nos alistábamos para ir a la iglesia. Mamá había salido al patio cuando llamo a Papá para que viera lo que sucedía. Princesa estaba acostada en su almohada debajo de la caseta heredada por los ancestros animales que antes vivieron allí. Estiraba las patas como quien corre, pensamos a primeras que estaba dormida y tenia pesadillas y por eso su cuerpo temblaba. Podría estar entrando en proceso de parto ya que tenia casi tres meses desde que los perros del barrio le rompieron el pañal de fique y la montaron mientras estaba en celo.
Tiene algo papi, le dijo mamá a mi padre.
El el suelo de la caseta, una culebra amarilla estaba enrollada con la cabeza mordisqueada. Princesa la había matado en la noche cuando todos dormíamos, quizá en medio de aquella lucha la culebra le mordió en algún lado y ahora ese sábado en la mañana veíamos a la pobre herida intentando pujar, intentando sacar el veneno.
Los perritos que llevaba dentro todos había muerto dijo el veterinario. Mamá había usado de sus ahorros para llevarla, tenía muchos años con esa perra, era la hija que no tuvo y la lloro tanto que se le corrió el rímel del maquillaje y fue tanto el liquido negro que con eso pinte un retrato de la difunta.
La perra está ciega y paralitica, los perritos se murieron, si quiere la dejamos así pero no podrá caminar y no la podrá ver, dijo el doctor quitándose los guantes después de haberle inducido un parto rápido al animal confirmando que eran cinco cadáveres los que llevaba dentro.
Mamá la mandó a dormir, no quería vivir con un animal en esas condiciones. recuerdo el rostro maltrecho de Mamá llorando días después.
Mas de quinientos bolos dijo mamá con un llanto fúrico, mas de lo que gano a la semana para que igual se muriera.
Eso lo cuenta mamá quien fue al doctor con la perra en una caja y regreso sin caja y sin perra, pero con el vestido de la iglesia manchado por el llanto y arrugado de tanto apretarlo en los costados.
El campo es un espacio gigante donde conviven lo monstruoso, la naturaleza es grotesca y cruel, enfermiza. Rambo era otro de estos míticos animales del cementerio familiar, lo encontramos en un saco en los potreros, junto con otros cuatro perros que ya no respiraban. No se como sobrevivió allí, estuvo en la casa un año y algo hasta que le dio por comer mierda de gallina. Entraba al gallinero y se saciaba mientras de la boca le escurrían hilos de baba, mamá lo regañaba y le limpiaba el hocico sucio de excrementos, le daba agua con una jeringa y reusaba a beberla. Con el tiempo se fue volviendo flaco hasta que desapareció y días después lo encontramos lleno de hormigas debajo de un escaparate de la sala.
Pasábamos de tener cinco perros rondando y luego cinco huecos en el patio donde los metíamos envueltos en cobijas.
La pobreza de los entierros era evidente al igual que la pobreza de la casa.
Les va a pasar algo muy malo a todos ustedes decía Juan sin camisa cuando un carro atropelló a Yogui mientras jugaba con los primos y el perro quedó chorreando sangre por la boca y por el culo. Este perro no se va a salvar dijo Tío José. Toca matarlo. Nadie tuvo el valor de matar al perro moribundo y con taquicardia y sudores Tío José y papá enterraron vivo a Yogui para que muriera ahogado bajo la tierra del patio y acompañara a los demás ancestros del cementerio común.
La pobreza que seguía consumiendo la casa, no permitía lujos. Si no hay para comer no hay para tener un perro decía abuela, pero aun así los perros, gatos y loros abundaban y así como el campo nos daba la vida, el mismo campo también la quitaba con sus lluvias eternas que desenterraban a los perros muertos y el monzón hacia flotar los huesos de los difuntos para luego tener que volver a enterrarlos.
#relato#cronica#muerte#literatura latinoamericana#literature#cuento#relatos en tumblr#ruralismo#cuentos rurales#venezuela#escrito propio#escritos
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Música y drama, siempre de la mano
Esta tarde estaba yo bien nostálgica escuchando reguetón añejo y, escuchando a Romeo Santos me he dado cuenta de que muchas canciones describen demasiado bien algunos de mis roles y me he dicho, ¿dónde puedo compartir esta idea de mierda? Y aquí estamos
Imitadora, Romeo Santos: Un Ecthelion descorazonado cantándole a su señora
¿Quién es esta extraña que se ha apoderado de tu ser? ¿Dónde está la amante loca que me erizaba la piel? Porque ya tú no me tocas como lo hacía esa mujer Algo no anda bien Esta noche me hago el interrogante Y le pongo fin a la impostora, usurpadora Exijo contigo una entrevista Sospecho plagio a mi señora, mala imitadora
¿Tengo que añadir algo más? Literalmente el rol que estoy teniendo con @yuliw Osea es que para qué añadir algo más cuando Romeo Santos ya lo ha dicho todo...
Mayor que yo 3, Luny Tunes & co: Jarrik encandilado por la vieja
La canción no tiene pérdida, así que simplemente me limitaré a poner aquí mis estrofas favoritas, empezando por el estribillo:
Que la quiero mayor que yo, que yo Que me dé calor, que me dé de su amor Me eduque en experiencia, me deje loco Me lleve a la cama y me haga alucinar
And there's more...
Con esa experiencia que usted me ha conquistado Me tiene loco, me tiene enamorado Esa cinturita cómo que no ha cambiado Y esta noche la quiero tener... Allá en mí cama Tu cuerpo calentao, prendío en llamas El ronque dure hasta las tres de la mañana Yo forever, papá, tú forever, mamá
Y mi estrofa favorita donde me vuelvo loca (y Jarrik también)
Auh-auh, me puse salvaje Auh-auh, aguanta el voltaje Auh-auh, sacúdeme ese motete La llevo a caminar, suéltese, lo bajo pa' que respete Estoy enloquecido y convencido Que usted se va conmigo aunque me busque un lío No te obligo ma', si yo te sigo Tranquila que de aquí nos vamos encendío
Arte, si me preguntan.
Ella y yo, Aventura ft. Don Omar: dos hombres, una señora y un desengaño.
A ver, aquí entra un poco de mi headcanon porque Jarrik y Ecthelion ni se conocen, pero es que una vez más Romeo Santos aka. Ecthelion como el buenazo que es aconsejando a Don Omar aka. Jarrik que luche por amor cuando su amor es ni mas ni menos que su esposa. ¿El drama? ¿El plotwist? A cultural reset.
La cosa empieza con Don Omar aka. Don Bigotón rayado por su amor prohibido confesándole parcialmente la movida a su interlocutor:
Amigo, ella y yo Solo nos vemos a escondidas para ahogar esta prohibida pasión Y aunque tiene dueño, yo solo tengo un sueño, ser su protector Somos su marido, ella y yo
A lo que Romeo Santos aka Ecthelion el Santo responde con su zen y su temple, y empieza a caldearse la cosa:
Mi esposa y yo Somos felices, dos almas, matices en lo que es el amor Por eso te entiendo, y aunque sea casada, no te alejes por temor No lo hagas Don, ay, no, no, no
Y despues de unos cuantos tiras y aflojas... Llegó la CONFESIÓN de nuestro northel lover:
Amigo, pido perdón, yo nunca te fallé Me traicionaron las ganas de volverla a ver Y aunque todavía no puedo creer Lo que este amargo encuentro me hizo comprender Pues tú también llegaste a ese lugar Donde tantas veces yo la fui a buscar Y aunque no es fácil lo que voy a hacer Admitiré que salí con tu mujer
Spoiler: Ecthelion no se lo toma bien y rompen la relación que nunca tuvieron (?).
Pobre diabla, Don Omar: un Jarrik más morrotriste que nunca
Esta canción es simple y llanamente Jarrik Nordar con Nerissa. Me voy a tomar la libertad de cambiar el género de la Pobre diabla a pobre diablo y voilà, la relación de Jarrik y Nerissa in a nutshell.
Pobre diablo Se dice que se te ha visto por la calle vagando Llorando por una elfa que no vale un centavo Pobre diablo, llora por una pobre diabla Que no te valorizó nunca Y que nunca lo hará Que solo te hizo llorar Pero tú la amas Que no te valorizó Cuando con besos te hechizó Que solo te utilizó Y hasta te embarazó
Bueno, la última estrofa es difícil de cambiar pero creo que la idea esta bastante clarita JAJAJAJA.
Rueda rueda, Eddy Lover: se vienen cositas
Las cositas: Jarrik se entera de lo mala que es su vieja y la inperdona. ¡Que ruede la vieja, cuesta abajo y sin frenos!
Tú fuiste mala Fuiste veneno y mala Yo q te di el corazón Y lo echaste a perder Traicionándome, mala Vas a pagar por mala Tu pago es malo Yo te veré Para llorar, rogar Yo sé q tú Lloraras como he llorado Por ser tan mala Que te recojan con pala
Bueno, espero que este tremendo shitpost os haya sacado una sonrisa y hayáis descubierto tremendas joyas del reggaeton y entendáis así por qué este género es una de mis fuentes de inspiración y hype para mis roles y tramas JAJAJAJA.
Mención especial a @yuliw y @gamberroymaleante por ser las víctimas del shitpost de hoy 👁️🫦👁️
#kkoth#shitpost#oc: ecthelion kaashar#oc: jarrik nordar#oc: nerissa kaashar#reggaeton#tremendos dramas#a ritmo de bachata y reggaeton#no me juzguen sólo disfruten#Spotify
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baekho - gumiho - más de trecientos años - 03 de septiembre - virgo - consejero real de la familia kang - fc: kang taehyun
Su nombre significa “blanco y puro”, aunque su forma animal sea un zorro de color negro con tres líneas blancas en la frente, cada una por cien años de su vida. Tiene pupilas negras con tres delgadas líneas alrededor definiendo la forma de sus ojos.
Actualmente tiene tres colas, queriendo decir que ha vivido por trecientos años. Sabe que debió vivir mucho más tiempo, en su forma completamente animal, hasta adquirir longevidad y con ello sus poderes mágicos. Pero no tiene recuerdos de aquel entonces, solo hasta que comenzó a vivir como un gumiho.
Baekho nació cuando la sangre de una virgen se derramó sobre un campo de lirios blancos, tiñendo estos de rojos y luego de negro, cubriendo completamente entre sus hojas oscuras como la noche y malditas como su naturaleza, el frágil cuerpo de un semi-humano con una afelpada cola, dos orejas sobre su cabeza y amplios colmillos que desgarrarían piel.
Era un ente agresivo, seductor y sumamente letal, arrancándole los corazones a las personas que tenían contacto con él, siempre durante la noche de bodas o de encuentro sexual. Seguía su naturaleza como un zorro astuto que buscaba mantenerse con vida. No obstante, su vida cambió cuando conoció al actual rey del bosque, a quien había decidido embaucar y comerse su corazón mientras lo guiaba más dentro del bosque donde nadie pudiese encontrarlo. No obstante, su corazón se ablandó, cediendo por primera vez a la razón y en lugar de enredar al rey en el bosque, lo llevó hasta el camino que le llevaría a casa. El rey decidió darle una nueva vida, un hogar entre las paredes del palacio.
Baekho conforme los años pasaron, abandonó sus pocos modales y su forma salvaje de ser, volviéndose el ente centrado, agraciado y razonable que es ahora, sirviendo de consejero no solo para sus majestades actuales, sino para el par de capullos que vio nacer y crecer hasta convertirse en los herederos, corriendo detrás de ellos para evitar que se metan en problemas y siempre regañándolos con mano dura, pero con una caricia gentil a pesar de sus garras.
Sirve como profesor y catedrático para las villas y pueblos que son gobernados por sus señores, moviéndose constantemente para enseñar a los más pequeños historia, geografía, botánica y lenguas. Es una criatura sumamente inteligente, además de habilidosa en muchas cosas, todo gracias a años de aprendizaje que solo se acumulan para seguramente, brindarle una cola nueva pronto.
#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ bio ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ baekho ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dialogue ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ baekho ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ polaroid ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ baekho ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ inside ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ baekho ⠀ ❫#bios*#* ⠀ 🧁 ⠀ ╱ ⠀ plot ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ once upon a dream ⠀ ❫#nació el otro bebito del fantasy auuuu <3
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Lo inoportuno, otra vez (sobre Pierre Clastres y su libro La arqueología de la violencia)
Por Eduardo Viveiros de Castro
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Los salvajes quieren la multiplicación de lo múltiple. - Pierre Clastres
Volver a aprender a leer Pierre Clastres
Arqueología de la violencia, un libro publicado en francés en 1980 con el subtítulo de Investigaciones sobre antropología política, reúne en su mayoría textos escritos poco antes de la muerte de su autor tres años antes. Es la contraparte de otro libro que publicó una colección de artículos en 1974, La sociedad contra el Estado. Si este último tiene una mayor coherencia interna y cuenta con un mayor número de artículos basados en experiencias etnográficas de primera mano, Arqueología de la violencia documenta la fase de creatividad febril en la que se encontraba su autor en los meses que precedieron a su fatal accidente, a los 43 años, en una carretera de Cevennes.
Entre otros textos importantes destacan los dos últimos capítulos que componen el ensayo que da nombre a la colección en su forma actual y el artículo siguiente, que fue el último que publicó en vida. Son una reelaboración sustancial del concepto que hizo famoso a su autor, el de la sociedad primitiva como «sociedad contra el Estado». Revisando el problema clásico de las relaciones entre la violencia y la constitución del cuerpo político soberano, Clastres avanza una relación funcionalmente positiva entre la «guerra» (o más bien el estado metaestable de hostilidad latente entre comunidades autónomas locales) y la intencionalidad colectiva que define lo que constituye las sociedades primitivas (el espíritu de sus leyes, evocando a Montesquieu).
La muerte de Clastres fue la segunda pérdida trágica y prematura sufrida por la generación de antropólogos franceses formados en las décadas de 1950 y 1960. Este periodo de intensa efervescencia intelectual, tanto en Francia como en otras partes del mundo, provocó cambios en la sensibilidad político-cultural de Occidente y marcó la década de 1960-1970 con una característica única – quizás «esperanza» sería la mejor palabra para definir esa cualidad –. La neutralización de estos cambios fue precisamente uno de los principales objetivos de la «revolución de la derecha» que asaltó el planeta, imponiendo su fisonomía – al mismo tiempo arrogante y ansiosa, codiciosa y desencantada – en las siguientes décadas de la historia mundial.
El primero de la generación en marcharse fue Lucien Sebag, que se suicidó en 1965, para inmensa consternación de sus amigos (entre ellos Félix Guattari), de su maestro Claude Levi-Strauss y de su psicoanalista Jacques Lacan. Los doce años que separan la muerte de estos dos etnólogos nacidos en 1934, filósofos de formación, que rompieron ambos con el Partido Comunista después de 1956, y se convirtieron a la antropología bajo la poderosa influencia intelectual de Levi-Strauss (que entonces se acercaba a su cenit), explican quizá algo de la diferencia que sus respectivas obras tienen con el estructuralismo. Sebag, miembro de la vibrante comunidad francófona de judíos tunecinos, era muy cercano al fundador de la antropología estructural, que consideraba a este joven su probable sucesor. El extenso estudio de Sebag sobre los mitos cosmogónicos de los Pueblo, publicado póstumamente en 1971, fue uno de los materiales preparatorios para las extensas investigaciones mitológicas de Levi-Strauss, que finalmente revelarían a la antropología la originalidad del pensamiento amerindio. Sebag mantuvo, además, una intensa relación con el psicoanálisis; uno de sus pocos trabajos etnográficos publicados en vida analizaba los sueños de Baipurangi, una joven del pueblo aché, a la que Sebag visitó durante periodos que se solapaban con el tiempo que Clastres pasó entre ellos, antes de instalarse entre los ayoreos del Chaco para realizar un trabajo de campo que su muerte dejó inconcluso.
Lo que Clastres tenía en común con su amigo era la ambición de releer la filosofía social moderna a la luz de las enseñanzas de la antropología de Levi-Strauss; pero las similitudes entre sus respectivas inclinaciones se detenían más o menos ahí. A Sebag le atraían sobre todo los mitos y los sueños, los discursos de la fabulación humana; los temas preferidos de su colega eran los rituales y el poder, los vehículos de la «institución» de lo social, que ofrecían aparentemente menos espacio analítico a la antropología estructural. Además, Clastres se dedicó desde muy pronto a articular una crítica respetuosa pero firme del estructuralismo, negándose a adherirse a la doxa positivista que empezó a acumularse en torno a la obra de Levi-Strauss, y que amenazaba con transformarla, en manos de sus epígonos, en «una especie de Juicio Final de la razón, capaz de neutralizar todas las ambigüedades de la historia y del pensamiento» (Prado Jr, 2003:8). Al mismo tiempo, Clastres mostró a lo largo de toda su carrera una hostilidad aún más implacable – no precisamente respetuosa – hacia lo que él llamaba «etnomarxismo», es decir, hacia el grupo de antropólogos franceses que pretendían hacer encajar los sistemas de gobierno no centralizados (en particular, las sociedades de linaje de África Occidental) con los dogmas conceptuales del materialismo histórico.
Mientras Sebag escribió un libro titulado Marxismo y estructuralismo, Clastres nos dejó, en cambio, La sociedad contra el Estado y Arqueología de la violencia, los capítulos de un libro virtual que podría titularse Ni marxismo ni estructuralismo. Clastres veía en ambas posturas el mismo defecto fundamental: ambas privilegiaban la racionalidad económica y suprimían la intencionalidad política. La fundamentación metafísica del socius era la producción en el marxismo y el intercambio lo era en el estructuralismo, lo que hacía a ambos incapaces de captar la naturaleza singular de la socialidad primitiva, resumida por Clastres en la fórmula: «La sociedad contra el Estado». La expresión se refería a una modalidad de vida colectiva basada en la neutralización simbólica de la autoridad política y en la inhibición estructural de las tendencias siempre presentes de convertir el poder, la riqueza y el prestigio en coacción, desigualdad y explotación. También designaba una política de alianza intergrupal guiada por el imperativo estratégico de la autonomía local centrada en la comunidad.
El no-marxismo de Clastres era diferente de su no-estructuralismo. Para él, el materialismo histórico era etnocéntrico: consideraba la producción como la verdad de la sociedad y el trabajo como la esencia de la condición humana. Este tipo de evolucionismo económico encontró en la sociedad primitiva su límite epistemológico absoluto. A Clastres le gustaba decir que «en su ser» las culturas primitivas eran una «máquina de anti-producción». En lugar de la economía política de control – el control del trabajo productivo de los jóvenes por los viejos, del trabajo reproductivo de las mujeres por los hombres – al cual los etnomarxistas, siguiendo a Engels, veían actuar en las sociedades que denominaban, con impecable lógica, «precapitalistas», Clastres discernía, en esas «sociedades primitivas», tanto el control político de la economía como el control social de lo político. El primero se manifestaba en el principio de la suficiencia subproductiva y en la inhibición de la acumulación mediante la redistribución forzosa o la dilapidación ritual; el segundo, en la separación entre el cargo principal y el poder coercitivo y en la sumisión del guerrero a la búsqueda suicida de una gloria cada vez mayor. La sociedad primitiva funcionaba como un sistema inmunológico: la guerra perpetua era un modo de controlar tanto la tentación de controlar como el riesgo de ser controlado. La guerra sigue oponiéndose al Estado, pero la diferencia crucial para Clastres es que la socialidad está del lado de la guerra, no del soberano (Richir 1987). Arqueología de la violencia es un libro anti Hobbes (Abensour 1987). Podría ser incluso más bien un libro anti-Engels, un manifiesto contra el continuismo forzado de la Historia del Mundo (Prado Jr. 2003). Clastres es un pensador de la ruptura, de la discontinuidad, del accidente. En este sentido se mantuvo, quizás, próximo a Levi-Strauss.
La obra de Clastres es más una radicalización que un rechazo del estructuralismo. La idea de «sociedades frías», sociedades organizadas de tal modo que su historicidad empírica no se interioriza como una condición trascendental, encuentra en Clastres una expresión política: sus sociedades primitivas son las sociedades frías de Levi-Strauss; están en contra del Estado exactamente por las mismas razones que están en contra de la historia. En ambos casos, por cierto, lo que han rechazado sigue amenazando con invadirlas desde fuera o estallarlas desde dentro; este fue un problema al que Clastres, y Levi-Strauss a su manera, nunca dejaron de enfrentarse. Y si la guerra clastreana se adelanta al intercambio estructuralista, hay que subrayar que no lo suprime. Al contrario, refuerza (en su encarnación prototípica como «prohibición del incesto») su estatuto eminente de vector genérico de hominización. Por esta razón la prohibición del incesto es incapaz de dar cuenta de la singular forma de vida humana que Clastres denomina la «sociedad primitiva», que es para él, el verdadero objeto de la antropología o etnología, esta última palabra es la que a menudo prefiere para describir su profesión. Para Clastres, y este punto merece ser destacado en la actual coyuntura intelectual, la antropología o etnología es «una ciencia del hombre, pero no de cualquier hombre» (Clastres 1968). La misión de la antropología, arte de las distancias, ciencia paradójica, es establecer un diálogo con aquellos pueblos cuyo silenciamiento fue la condición de su propia posibilidad como ciencia: los Otros de Occidente, los «salvajes» o «primitivos», esos colectivos que escaparon al Gran Atractor del Estado.
Para Clastres la antropología encarna una consideración del fenómeno humano como expresión de la alteridad intensiva máxima, una dispersión interna cuyos límites son a priori indeterminables. «Cuando el espejo no refleja nuestra propia semejanza, no prueba que no haya nada que percibir», escribe el autor en “Copérnico y los salvajes”. Esta observación característicamente cortante encuentra eco en una formulación reciente de Patrice Maniglier (2005: 773-74) a propósito de lo que este filósofo llama la «promesa más elevada» de la antropología, a saber, la de «devolvernos una imagen en la que no nos reconocemos». El propósito de tal consideración, el espíritu de esta promesa, no es entonces reducir la alteridad, ya que esa es la materia de la que está hecha la humanidad, sino, por el contrario, multiplicar sus imágenes. Alteridad y multiplicidad definen a la vez cómo la antropología constituye su relación con su objeto y cómo este objeto se constituye a sí mismo. La «sociedad primitiva» es el nombre que Clastres dio a ese objeto y a su propio encuentro con la multiplicidad. Y si el Estado siempre ha existido, como sostienen Deleuze y Guattari (1981/1987: 397) en su perspicaz comentario de Clastres, entonces la sociedad primitiva también existirá siempre: como exterior inmanente del Estado, como fuerza de antiproducción que acecha permanentemente a las fuerzas productivas, y como multiplicidad no interiorizable por las megamáquinas planetarias. La «sociedad primitiva», en definitiva, es una de las encarnaciones conceptuales de la tesis de que otro mundo es posible: que hay vida más allá del capitalismo, como hay sociedad fuera del Estado. Siempre la hubo y – por eso luchamos – siempre la habrá.
«En Clastres hay una forma de afirmación que prefiero a todas las precauciones académicas». Quien dice esto es Nicole Loraux (1987: 158-59), la insigne erudita helenista, que no dudó, sin embargo, en rebatir varias afirmaciones de Clastres con consideraciones críticas tan juiciosas como serenas. Una serenidad, hay que decirlo, bastante rara cuando se trata de la recepción de la obra de Clastres, cuya «manera de afirmar» es fuertemente polarizadora. Por un lado, despierta un odio intenso y asombroso entre los fanáticos de la razón y el orden; no es raro que su anarquismo antropológico sea objeto de veredictos que parecen pertenecer más a la psicopatología criminal que a la historia de las ideas. Incluso en el campo específico de la etnología sudamericana, donde su influencia fue formativa (no confundir con normativa) para toda una generación, se asiste hoy a una reintensificación del esfuerzo por anular su obra, en una mal disimulada jugada ideológica donde la «prudencia académica» parece funcionar como instrumento para desfigurar conceptualmente el pensamiento amerindio, reduciéndolo a la banalidad más insulsa, para someterlo a ese régimen de «armonía» que Clastres veía que amenazaba el modo de vida indígena en general.
Entre los espíritus más generosos e inquietos, en cambio, la obra de Clastres provoca una adhesión que puede resultar demasiado impetuosa, gracias al poder hechizante de su lenguaje, con su concisión cuasi formulista e insistente, con la engañosa franqueza de su argumentación y, sobre todo, con la auténtica pasión que transpira casi cada una de sus páginas, Clastres transmite al lector la sensación de que es testigo de una experiencia privilegiada; comparte con él su propia admiración por la nobleza existencial de lo absolutamente Otro, esas «imágenes de nosotros mismos» en las que no nos reconocemos, y que conservan así su inquietante autonomía.
Es un autor difícil. Son precisamente sus mejores lectores los que tienen que (re)aprender a leerlo, después de tantos años de estar convencidos de olvidarlo y abandonarlo. Deben permanecer atentos tanto a sus virtudes como a sus defectos: apreciar sus intuiciones antropológicas y su sensibilidad de etnógrafo de campo – Crónica de los indios Guayaki es una obra maestra del género etnográfico –, pero también resistirse a su finalidad a veces excesiva, en lugar de apartar tímidamente los ojos ante sus hipérboles y vacilaciones, sus precipitaciones e imprecisiones. Resistir a Clastres, pero sin dejar de leerle; y resistir también con Clastres: enfrentarse con y en su pensamiento a lo que permanece vivo e inquietante.
Maurice Luciani, en un elogio publicado en la revista Libre, mencionaba la «indiferencia ante el espíritu de la época» como uno de los rasgos más característicos de la personalidad irónica y solitaria de su amigo. Es una apreciación curiosa, dado que el espíritu de los tiempos actuales tiende a relacionar a Clastres con otro Zeitgeist para descartar su obra como, entre todas las cosas, anacrónica: romántica, primitivista, exotista y otros pecados variados que la crítica «neo-neo» (neoliberal y neoconservadora) asocia con el annus horribilis de 1968. Pero precisamente, Luciani escribió en 1978, cuando ya había comenzado el silencio o el oprobio que rodearía la obra de Clastres y de tantos de sus contemporáneos. Releer Arqueología de la violencia a treinta años de distancia es, por lo tanto, una experiencia a la vez desorientadora y esclarecedora. Si merece la pena hacerlo, es porque algo de la época en la que se escribieron estos textos, o mejor, contra la que se escribieron – y fue en esta exacta medida en la que contribuyeron a definirla –, algo de esta época permanece en la nuestra, algo de los problemas de entonces continúan hoy con nosotros. O quizá no: los problemas han cambiado radicalmente, dirán algunos. Tanto mejor: ¿qué ocurre cuando reintroducimos en otro contexto conceptos elaborados en circunstancias muy concretas? ¿Qué efectos producen cuando resurgen?
El efecto de anacronismo provocado por la lectura de Clastres es real. Tomemos como ejemplo los tres primeros capítulos de Arqueología de la violencia. El autor habla de los yanomami como «el sueño de todo etnógrafo»; descarga su iracundo sarcasmo contra los misioneros y los turistas sin prestarse a comparar la «reflexividad» del antropólogo con esas figuras patéticas; muestra una franca fascinación por un modo de vida que no duda en calificar de primitivo y de feliz; es presa de ilusiones inmediatistas y «faloculocéntricas», como muestra su elogio de la historia de Elena Valero; y se regodea en el pesimismo sentimental (Sahlins 2000) de la «última frontera», de la «última libertad», de «la última sociedad primitiva libre de Sudamérica y sin duda del mundo». Todo esto se ha vuelto propiamente indecible hoy en día, en la educada sociedad de la Academia contemporánea (la BBC o el Discovery Channel se encargan ahora de emprender y atontar tales preocupaciones). Vivimos en una época en la que el puritanismo lascivo, la hipocresía culpable y la impotencia intelectual convergen para cerrar cualquier posibilidad de imaginar seriamente (en lugar de limitarse a fantasear) una alternativa a nuestro propio infierno cultural o incluso a reconocerlo como tal.
El breve pero devastador análisis que Clastres hace del proyecto antropológico actual parece incómodamente aristocrático en un sentido nietzscheano. Pero simultáneamente anticipa la esencia de la reflexividad poscolonial que sumiría a la antropología en una aguda «crisis de conciencia» en las décadas siguientes, que resultó ser la peor forma posible de introducir una discontinuidad creativa en cualquier proyecto político o intelectual. Esta arista del pensamiento de Clastres se ha vuelto hoy casi incomprensible, con la creciente marea de buenos sentimientos y mala fe que tiñe la apercepción cultural del ciudadano globalizado neoccidental. Y, sin embargo, es fácil ver que la despreciativa profecía sobre los yanomami era sustancialmente correcta: “Son los últimos de los asediados. Una sombra mortal se proyecta por todos lados .... ¿Y después? Quizá nos sintamos mejor una vez rota la última frontera de esta libertad definitiva. Tal vez dormiremos sin despertarnos ni una sola vez.... Algún día, entonces, torres petrolíferas alrededor de los chabunos, minas de diamantes en las laderas, policía en los caminos, boutiques en las orillas de los ríos.... Armonía por todas partes”.
Este «algún día» parece bastante cercano: la minería ya está allí, causando estragos mortales; las torres petrolíferas no están tan lejos, ni tampoco las boutiques; la vigilancia de las vías públicas aún podría llevar algún tiempo (veamos cómo funciona la economía del ecoturismo). La gran e inesperada diferencia con la profecía de Clastres, sin embargo, es que ahora los yanomami han asumido la tarea de articular una crítica cosmopolita de la civilización occidental, negándose a contribuir a la «armonía en todas partes» con el silencio de los vencidos. Las detalladas e implacables reflexiones del chamán-filósofo Davi Kopenawa, en un esfuerzo conjunto de más de treinta años con el antropólogo Bruce Albert se materializaron, por fin, en un libro, La chute du ciel, que está llamado a cambiar los términos de la interlocución antropológica con la Amazonia indígena (Kopenawa & Albert 2010). Con esta obra excepcional quizás estemos empezando a pasar realmente «del silencio al diálogo»; aunque la conversación no pueda ser más que oscura y ominosa, pues vivimos tiempos sombríos. La luz está totalmente del lado de los yanomami, con sus innumerables cristales brillantes y sus resplandecientes legiones de espíritus infinitesimales que pueblan las visiones de sus chamanes.
Más que anacrónica, la obra de Clastres desprende una impresión de extemporaneidad. Uno tiene a veces la sensación de que es necesario leerle como si se tratara de un oscuro pensador presocrático, alguien que habla no sólo de otro mundo, sino desde otro mundo, en un lenguaje ancestral al nuestro y que, al no ser ya capaces de comprenderlo a la perfección, necesitamos interpretar: cambiando la distribución de sus aspectos implícitos y explícitos, literalizando lo que es figurado y viceversa, procediendo a una reabstracción de su vocabulario a la vista de las mutaciones de nuestra retórica filosófica y política; reinventando, en suma, el sentido de este discurso que nos resulta fundamentalmente extraño.
La sociedad primitiva: de la carencia a la endoconsistencia
El proyecto de Clastres era transformar la antropología «social» o «cultural» en una antropología política, en el doble sentido de una antropología que tomara el poder político (no la dominación o el «conflicto») como inmanente a la vida social, y que fuera capaz de tomar en serio la alteridad radical de la experiencia de los pueblos llamados primitivos; esto incluiría, antes que nada, el reconocimiento de la plena capacidad de autorreflexión de estos últimos. Pero para ello era necesario, en primer lugar, romper la relación teleológica – o más bien teológica – entre la dimensión política de la vida pública y la forma-Estado, afirmada y justificada por la prácticamente totalidad de la filosofía occidental. Deleuze escribió, en un célebre pasaje, que «la izquierda [...] necesita realmente que la gente piense» porque «el papel de la izquierda, tanto si está en el poder como si no, es descubrir el tipo de problemas que la derecha desea ocultar a cualquier precio» (1990/1995: 128,127). El problema que descubrió Clastres, el carácter no necesario de la asociación del poder con la coerción, es uno de esos problemas que la Derecha necesita ocultar. La antropología será necesariamente política, afirma Clastres, una vez que sea capaz de demostrar que el Estado y todo aquello a lo que dio lugar (en particular, las clases sociales) es una contingencia histórica, una «desgracia» más que un «destino».
Hacer pensar es hacer que la gente se tome en serio el pensamiento, empezando por el pensamiento de otros pueblos, ya que el pensamiento, en sí mismo, siempre convoca los poderes de la alteridad. El tema de «cómo tomarse finalmente en serio» las opciones filosóficas expresadas en las formaciones sociales primitivas vuelve con insistencia en Clastres. En el capítulo 6 de la Arqueología de la violencia, tras afirmar que la etnología de las últimas décadas había hecho mucho por liberar a estas sociedades de la mirada exotizante de Occidente, el autor escribe: «ya no lanzamos sobre las sociedades primitivas la mirada curiosa o divertida del aficionado algo ilustrado, algo humanista; las tomamos en serio. La cuestión es hasta qué punto hay que tomárselas en serio». ¿Hasta dónde? Ésa es la pregunta que la antropología decididamente no ha resuelto, porque ésa es la pregunta que la define: resolverla equivaldría para Clastres a disolver una diferencia indispensable e irreductible; sería ir más lejos de lo que la disciplina podría aspirar.
Quizá por eso el autor siempre asoció el proyecto de la disciplina a la noción de paradoja. La paradoja es un operador crucial en la antropología de Clastres: hay una paradoja de la etnología (el conocimiento no como apropiación sino como desposesión); una paradoja intrínseca a cada una de las dos grandes formas sociales (en la sociedad primitiva, el caciquismo sin poder; en la nuestra, la servidumbre voluntaria); y una paradoja de la guerra y del profetismo (dispositivos institucionales de no división que se convierten en los gérmenes de un poder separado). Incluso sería posible imaginar el primer gran personaje conceptual (o quizás «tipo psicosocial»; véase Deleuze & Guattari 1991/1996) de la teoría clastreana, el jefe sin poder, como una especie de elemento paradójico de lo político, término supernumerario y caso vacío a la vez, significante flotante que no significa nada en particular (su discurso es vacío y redundante), existiendo únicamente para oponerse a la ausencia de significación (este discurso vacío instituye el pleno de la sociedad). Esto haría del jefe clastreano, huelga decirlo, una figura emblemática del universo estructuralista (Levi-Strauss 1950/1987; Deleuze 1967/2003).
Sea como fuere, lo cierto es que hoy la paradoja se ha generalizado; no sólo los etnólogos se encuentran ante el desafío intelectual y político de la alteridad. La cuestión de «hasta dónde» se plantea ahora a Occidente en su conjunto, y lo que está en juego es nada menos que el destino cosmopolita de eso que nos complacemos en llamar nuestra Civilización. El problema de «cómo tomar en serio a los demás» se convirtió, él mismo, en un problema que es imperativo tomarse en serio. En La sorcellerie capitalistes, uno de los pocos libros publicados en la Francia actual que sigue el espíritu de la antropología clastreana (mediada por la voz de Deleuze y Guattari), Pignarre y Stengers observan: “Estamos acostumbrados a deplorar las fechorías de la colonización y las confesiones de culpabilidad se han convertido en rutina. Pero nos falta el espanto ante la idea de que no sólo nos tomamos por la cabeza pensante de la humanidad, sino que, con las mejores intenciones del mundo, no dejamos de hacerlo. [...] El pavor sólo comienza cuando nos damos cuenta de que, a pesar de nuestra tolerancia, nuestro remordimiento y nuestra culpa, no hemos cambiado tanto” (Pignarre & Stengers 2005: 88). Y la pregunta con la que los autores concluyen esta reflexión es una versión de la planteada por Clastres: “¿cómo hacer espacio para los demás?” (ibíd.: 89).
Hacer sitio a los demás no significa, desde luego, tomarlos como modelos, hacer que pasen de ser nuestras víctimas a ser nuestros redentores. El proyecto de Clastres pertenece a quienes creen que el objeto propio de la antropología es dilucidar las condiciones ontológicas de la autodeterminación del Otro, lo que significa ante todo reconocer la propia consistencia sociopolítica del Otro, que, como tal, no es transferible a nuestro mundo como si se tratara de la añorada receta de la eterna felicidad universal. El “primitivismo” clastreano no era una plataforma política para Occidente. En su respuesta a Birnbaum, escribe: “No más que el astrónomo que invita a otros a envidiar el destino de las estrellas milito a favor del mundo Salvaje. [...] Como analista de un cierto tipo de sociedad, intento desvelar los modos de funcionamiento y no construir programas...” (p. 210).
La comparación con el astrónomo recuerda la “visión desde lejos” de Levi-Strauss, pero le da un giro irónico-político, poniéndonos en el lugar que nos corresponde, como si el viaje a la vez deseable e imposible de realizar recayera sobre nosotros y no sobre los primitivos. En cualquier caso, Clastres no pretendía poseer los planos del vehículo que nos hubiera permitido realizar ese viaje. Creía que un límite absoluto impediría a las sociedades modernas alcanzar ese “otro planeta sociológico” (Richir 1987: 62): la barrera demográfica. Aunque rechazaba la acusación de determinismo demográfico (aquí, p. 216), Clastres siempre mantuvo que las reducidas dimensiones demográficas y territoriales de las sociedades primitivas eran una condición fundamental para la no emergencia de un poder separado: “todos los Estados son natalistas” (1975: 22). Las multiplicidades primitivas son más sustractivas que aditivas, más moleculares que molares, y menores tanto en cantidad como en calidad: lo múltiple sólo se hace con pocos y con poco.
No cabe duda de que el análisis del poder en las sociedades primitivas puede alimentar la reflexión sobre la política de nuestras propias sociedades (Clastres 1975), pero, se diría, de un modo sobre todo comparativo y especulativo. ¿Por qué el Estado – una contingencia antropológica, al fin y al cabo – se convirtió en una necesidad histórica para tantos pueblos y, especialmente, para nuestra tradición cultural? ¿En qué condiciones las líneas flexibles de la segmentariedad primitiva, con sus códigos y territorialidades, dan paso a las líneas rígidas de la sobrecodificación generalizada, es decir, a la puesta en marcha del aparato de captura del Estado, que separa a la sociedad de sí misma? Y más aún, ¿cómo pensar el nuevo rostro del Estado en el mundo de las “sociedades de control” (Deleuze 1995: 177-182) en las que la trascendencia se vuelve, por así decirlo, inmanente y molecular, el individuo interioriza el Estado y es perpetuamente modulado por él? ¿Cuáles son las nuevas formas de resistencia que se imponen, es decir, las que surgen inevitablemente? (Y decimos “inevitablemente” porque también aquí se trata de desvelar modos de funcionamiento, no de construir programas. O de construirlos mejor, más bien).
Hay dos formas muy distintas en que la antropología “universaliza”, es decir, establece un intercambio de imágenes entre el Yo y el Otro. Por un lado, la antropología puede hacer que la imagen de los “otros” funcione de tal modo que revele algo sobre “nosotros”, ciertos aspectos de nuestra propia humanidad que no somos capaces de reconocer como propios. Este es el proyecto antropológico que, iniciado en la Edad de Oro de Boas, Malinowski y Mauss, se consolidó durante el período en que escribía Clastres y ha continuado hasta nuestros días, de Claude Levi-Strauss a Marshall Sahlins, de Roy Wagner a Marilyn Strathern: el paso de una imagen del Otro definida por un estado de carencia o necesidad, por una distancia negativa en relación con el Yo, a una alteridad dotada de endoconsistencia, autonomía o independencia en relación con la imagen de nosotros mismos (y en esta medida, poseedora de un valor crítico y heurístico para nosotros). Lo que Levi-Strauss hizo por la razón clasificatoria, con su noción de pensamiento salvaje, lo que Sahlins hizo por la racionalidad económica, con su original sociedad acomodada, lo que Wagner hizo por el concepto de cultura (y naturaleza), con su metasemiótica de la invención y la convención, y lo que Strathern hizo por la noción de sociedad (e individuo), con la elucidación de las prácticas melanesias de análisis social y conocimiento relacional, Clastres hizo por el poder y la autoridad, con su sociedad contra el Estado, la construcción, por medio de la imagen del otro, de otra imagen del objeto (una imagen del objeto que incorpora la imagen que el otro hace de este objeto): otra imagen del pensamiento, de la economía, de la cultura, de la socialidad y de la política.
En ninguno de estos casos se trataba de levantar una Gran Muralla Antropológica, sino, más bien, de indicar una bifurcación que, aun siendo decisiva, no deja de ser contingente. Otra distribución cosmo-semiótica entre figura y suelo; la “integración parcial” de una serie de pequeñas diferencias como manera de hacer una diferencia. Es necesario insistir tanto como sea posible en la contingencia de estas metadiferencias o muchos otros “Estados” que se recrearán en la esfera del pensamiento, trazando una Gran División, una línea rígida o “mayor” en el plano del concepto. Y eso daría lugar a algo que Deleuze y Guattari (1987: 361-74) llamaron la “ciencia del Estado”, la ciencia teoremática que extrae constantes de las variables, frente al apuntalamiento de una “ciencia menor”, una ciencia nómada y problemática de las variaciones continuas, que se asocia con la máquina de guerra más que con el Estado; y la antropología es una ciencia menor por vocación (la paradójica ciencia de Clastres). Esta diferencia contingente entre el Yo y el Otro no impide, al contrario, facilita, la percepción de elementos de alteridad en el seno de nuestra identidad “propia”. Así, el pensamiento salvaje no es el pensamiento de los salvajes, sino el potencial salvaje de todo pensamiento mientras no sea “domesticado con el fin de obtener un rendimiento” (Levi-Strauss 1966: 219). El principio de suficiencia subproductiva y la propensión a la dilapidación creativa laten bajo todo el moralismo de la economía y la supuesta insaciabilidad post-lapsariana del deseo (Sahlins 1972, 1996). Nuestra sociedad también es capaz de generar momentos – en nuestro caso, siempre excepcionales y “revolucionarios” – en los que la vida se vive como una “secuencia inventiva” (Wagner 1981) y comparte con todas las demás (aunque sea de forma paradójica, medio negacionista) la interpenetración relacional de las personas que llamamos “parentesco” (Edwards & Strathern 2000; Strathern 2005). Y finalmente, en el caso de Clastres, la constatación de nuestra dependencia constitutiva, en el ámbito del pensamiento mismo, frente a la forma-Estado, no impide la percepción (y concepción) de todas las intensidades contrarias, fisuras, grietas y líneas de fuga a través de las cuales nuestra sociedad se resiste constantemente a su captura y control por parte de la trascendencia sobre-codificadora del Estado. Es en este sentido que la Sociedad contra el Estado sigue siendo válida como concepto “universal” y no como tipo ideal, ni como designador rígido de una especie sociológica, sino como categoría de cualquier experiencia de vida colectiva y relacional.
El segundo modo por el que la antropología se universaliza a sí misma, en cambio, pretende demostrar que los primitivos son más parecidos a nosotros que nosotros a ellos: también son maximizadores genéticos e individualistas posesivos; también optimizan los costes-beneficios y toman decisiones racionales (lo que incluye ser convenientemente irracionales en lo que se refiere a su relación con la “naturaleza”: ¡exterminaron la megafauna en América! ¡Incendiaron Australia! ); son tipos pragmáticos y con sentido común como nosotros, que no confunden a los capitanes de barco británicos con dioses nativos (Obeyesekere contra Sahlins) ni experimentan su yo interior y sustantivo como entidades “dividuales” relacionales (LiPuma contra Strathern); también instituyen desigualdades sociales a la menor oportunidad; ansían el poder y admiran a los que son más fuertes; aspiran a las tres bendiciones del Hombre Moderno: la santísima trinidad del Estado (el Padre), el Mercado (el Hijo) y la Razón (el Espíritu Santo). La prueba de que son humanos es que ahora comparten todos nuestros defectos, que se transformaron poco a poco en cualidades durante las décadas que nos dieron a Thatcher, Reagan, la Patriot Act, la nueva Fortaleza Europa, el neoliberalismo y la psicología evolutiva como un extra. La sociedad primitiva es vista ahora como una ilusión, una “invención” de la sociedad moderna (Kuper 1988); esta última, aparentemente, no es una ilusión y nunca fue inventada por nadie; quizás porque sólo el Capitalismo es real, natural y espontáneo. (Ahora sabemos dónde se esconde el verdadero núcleo del delirio de Dios).
Es contra este segundo modo de universalización – reaccionario, poco imaginativo y, sobre todo, reproductor del modelo y de la figura del Estado como verdaderamente Universal – contra el que se escribió, preventivamente podría decirse, la obra de Clastres. Porque él sabía muy bien que el Estado no podía tolerar, nunca toleraría, las sociedades primitivas. La inmanencia y la multiplicidad son siempre escandalosas a los ojos del Uno.
Individuos frente a singularidades
La tesis de la sociedad contra el Estado se confunde a veces con la doctrina del libertarianismo en el sentido “americano” del término, como si toda su lógica equivaliera a una oposición a la injerencia del gobierno central en la vida de los individuos, un elogio del llamado “libre” mercado, una defensa de las milicias ciudadanas, etcétera. Pero defender el desmantelamiento teórico del concepto de Estado como telos de la vida humana colectiva para abrazar un rechazo de la organización política como tal, o convertirlo en un himno al “individualismo rudo”, es un error grotesco. El capítulo 9 del presente libro es instructivo a este respecto, ya que analiza un error de lectura simétrico. Pierre Birnbaum, cuyas críticas refuta aquí el autor, hace una lectura durkheimiana de la tesis de la Sociedad contra el Estado, identificándola como “una sociedad de coacción total”. Clastres resume así la crítica: “En otras palabras, si la sociedad primitiva se desentiende de la división social, es al precio de una alienación mucho más espantosa, la que somete a la comunidad a un sistema opresivo de normas que nadie puede cambiar. El ‘control social’ es absoluto: ya no es la sociedad contra el Estado, es la sociedad contra el individuo”.
La respuesta de Clastres consiste en decir que el “control social” o, mejor dicho, el poder político, no se ejerce sobre el individuo sino sobre un individuo, el jefe, que se individualiza para que el cuerpo social pueda continuar indiviso “en relación consigo mismo”. A continuación, el autor esboza la tesis de que la sociedad primitiva inhibe al Estado mediante la extrusión metafísica de su propia causa y origen, atribuyendo ambos a la esfera mítica del Don primordial, aquello que escapa totalmente al control humano y, como tal, no puede ser apropiado por una parte de la sociedad para convencionalizar las desigualdades mundanas. Al poner sus bases fuera de “sí misma”, la sociedad se convierte en naturaleza, es decir, se convierte en lo que Wagner (1986) llamaría un “símbolo que se sostiene por sí mismo”, bloqueando la proyección de una Convención totalizadora que la simbolizaría, por así decirlo, desde arriba. La trascendencia heterónoma del origen sirve entonces como garantía de la inmanencia y autonomía del poder social. Clastres atribuye esta miniteoría política de la religión primitiva a Marcel Gauchet, quien años más tarde la desarrollaría en una línea que Clastres tal vez no hubiera podido predecir. Gauchet atribuyó el origen del Estado a esta misma exteriorización del origen – mediante una toma de posesión humana del lugar de la trascendencia –y pasó de ahí (para abreviar) a una reflexión sobre las virtudes del Estado constitucional liberal, un régimen en el que la sociedad se acercaba a una situación ideal de autonomía mediante una interiorización ingeniosa de la fuente simbólica de la sociedad que no destruiría su exterioridad “instituyente” como tal. El Estado contra el Estado, por así decirlo, en una sublimación del anarquismo clastreano, que se vería finalmente transformado en un programa político defendible.
Me parece que la respuesta a Birnbaum podría ir más lejos. La sociedad contra el Estado está efectivamente contra el individuo, porque el individuo es un producto y un correlato del Estado. El Estado crea al individuo y el individuo requiere al Estado; la auto-separación del cuerpo social que crea al Estado crea-separa igualmente a los sujetos o individuos (singulares o plurales), al mismo tiempo que el Estado se ofrece como modelo para estos últimos: I'Etat c'est le Moi. Por eso es importante distinguir la sociedad clastreana de su homónima durkheimiana, fuente de equívocos no siempre aclarados por Clastres, que en ocasiones tendió a hipostasiar la sociedad primitiva, es decir, a concebirla como un sujeto colectivo, un Super-Individuo que sería realmente, y no sólo formalmente, exterior y anterior al Estado (Deleuze & Guattari 1987: 359) y, por lo tanto, ontológicamente homogéneo con él. La sociedad durkheimiana es la forma-Estado en su disfraz “sociológico”: piénsese en la coercitividad constitutiva del hecho social, en la trascendencia absoluta del Todo en relación con las Partes, en su función de Entendimiento universal, en su poder inteligible y moral de unificar el múltiple sensorial y sensual. De ahí la relevancia estratégica, para Durkheim, de la “oposición” entre individuo y sociedad: uno es una versión del otro, los “miembros” de la Sociedad como cuerpo espiritual colectivo son como minúsculos o sub-Estados individuales subsumidos por el Estado como Super-individuo. El Leviatán. La sociedad primitiva de Clastres, por el contrario, está en contra del Estado y, por lo tanto, en contra de la “sociedad” concebida a su imagen; tiene la forma de una multiplicidad asubjetiva. Del mismo modo, sus componentes o ��asociados” no son individualidades o subjetividades, sino singularidades. Las sociedades primitivas no reconocen la “máquina abstracta de la facilidad” (Deleuze & Guattari op.cit.: 168), productora de sujetos, de rostros que expresan una interioridad subjetiva.
Una interpretación del anarquismo de Clastres en términos individualistas o “liberales” sería por un error simétrico al tipo de lectura que imaginaría su sociedad primitiva como un orden totalitario-totalizante de tipo “durkheimiano”. En la feliz fórmula de Bento Prado Jr. (2003), su pensamiento era, más que anarquista, “anarcóntico”, palabra que incluye no sólo la referencia a la función arcóntica (gobernante) ateniense, sino también la cadena /óntico/, como modo de personificar el contenido metafísico u ontológico del anarquismo de Clastres, su oposición a lo que él consideraba el principio fundador de la doctrina occidental del Estado, a saber, la idea de que el Ser es Uno y que el Uno es Dios.
Entre filosofía y antropología
Es habitual considerar a Clastres como un autor del tipo erizo (“una sola idea, pero una GRAN idea”), defensor de una tesis monolítica, la “Sociedad contra el Estado”, un modo de organización de la vida colectiva definido por una relación doblemente inhibidora: una interna, la jefatura sin poder, otra externa, el aparato centrífugo de la guerra. Es en esta misma dualidad donde se vislumbra la posibilidad de lecturas filosóficas alternativas de la tesis clastreana.
La primera lectura pone el acento en el papel de Clastres en la determinación de una “función política” universal encargada de constituir “un lugar donde la sociedad se presenta a sí misma” (Richir 1987: 69). La sociedad contra el Estado se define, en estos términos, por un cierto modo de representación política, mientras que la política misma se concibe como un modo de representación, un dispositivo proyectivo que crea un doble molar del cuerpo social en el que se ve reflejado. La figura del jefe sin poder destaca aquí como el mayor descubrimiento de Clastres: una nueva ilusión trascendental (ibid.: 66), un nuevo modo de institución (necesariamente “imaginario”) de lo social. Este modo consistiría en la proyección de un exterior, una Naturaleza que debe ser negada para que la Cultura o la Sociedad se instituyan, pero que al mismo tiempo debe ser representada en el interior de la cultura a través de un simulacro, el jefe sin poder.
Esta aproximación a la obra de Clastres efectúa lo que puede llamarse una “reducción fenomenológica” del concepto de sociedad frente al de Estado. Tiene su origen en la aproximación entre Clastres y los intelectuales que se reunieron en torno a Claude Lefort en la revista Textures y, a continuación, en Libre, donde se publicaron los tres últimos capítulos de Arqueología de la violencia. Lefort, antiguo alumno de Merleau Ponty, fue cofundador con Cornelius Castoriadis del grupo “Socialismo o Barbarie”, un actor importante en la historia de la política libertaria de izquierdas en Francia. La marca de este ensamblaje fenomenológico-socialista (que incluía a Marcel Gauchet hasta su realineamiento en 1980) era la combinación de un antitotalitarismo resuelto con un humanismo metafísico no menos acérrimo que se revela, por ejemplo, en la posición “anti-intercambistas” que asumió tempranamente Lefort. La crítica de Lefort a la búsqueda estructuralista de reglas formales que subyacen a la práctica, y su preferencia por entender “la conformación de las relaciones vividas entre los hombres” (1987: 187), podría haber influido sobre Clastres, junto a la teoría de la deuda de derivación nietzscheana más explícita que conecta la obra de Clastres con el anti-intrercambismo de signo muy diferente de Deleuze y Guattari.
Esta lectura fenomenológica confiere a la “antropología política” de Clastres un sesgo decididamente metafísico. Desde ese punto de vista, es a través de la política como el hombre, el “animal político”, deja de ser “meramente” un animal y es rescatado de la inmediatez de la naturaleza y convertido en un ser dividido, que tiene tanto la necesidad como la capacidad de representar para ser. Lo extrahumano, incluso cuando se reconoce como esencial para la constitución de la humanidad, pertenece al ámbito de la creencia; es una división interna de lo humano, pues la exterioridad es una ilusión trascendental. La política es el espejo adecuado para el animal convertido en Sujeto: “Sólo el hombre puede revelar al hombre que es hombre” (Lefort en Abensour 1987: 14).
La segunda y, a mi juicio, más consecuente apropiación de la etnología de Clastres pone el acento en la inscripción de los flujos más que en la institución de los dobles, en los códigos semiótico-materiales más que en la Ley simbólica, en la segmentariedad flexible y molecular más que en la macropolítica binaria del adentro y el afuera, en la máquina de guerra centrífuga más que en el caciquismo centrípeto. Me refiero, por supuesto, a la lectura de Clastres que hacen Deleuze y Guattari en El Antiedipo (1972/1983) y Mil mesetas (1981/1987), donde las ideas de Clastres se utilizan como uno de los pilares para la construcción de una “historia universal de la contingencia” y de una antropología radicalmente materialista, que se encuentra a las antípodas del espiritualismo político que se desprende de su interpretación fenomenológica.
El Antiedipo fue un libro esencial para el propio Clastres, que asistió a los cursos que luego se publicarían en forma de libro, mientras que Mil mesetas, publicado después de su muerte, criticó y desarrolló sus intuiciones en una dirección totalmente nueva. En cierto sentido, Deleuze y Guattari completaron la obra de Clastres, dando cuerpo a la riqueza filosófica que yacía en potencia en ella. El embarazoso y vergonzoso silencio con el que la antropología como disciplina recibió los dos libros de Capitalismo y esquizofrenia, en los que tiene lugar uno de los diálogos más apasionantes y desconcertantes que han mantenido jamás la filosofía y la antropología, no deja de tener relación con el malestar similar que la obra de Clastres provocó en un entorno académico siempre prudente y mojigato. “Me parece que los etnólogos deberían sentirse como en casa en el Antiedipo...” (Clastres en Guattari 2009: 85). Pues bien, la inmensa mayoría de ellos no lo hicieron.
En el Anti-Edipo, la sociedad contra el Estado se convierte en una “máquina territorial primitiva”, perdiendo sus connotaciones residuales de Sujeto colectivo y transformándose en un puro “modo de funcionamiento” cuyo objetivo es la codificación integral de los flujos materiales y semióticos que constituyen la producción deseante humana. Esa máquina territorial codifica los flujos, inviste los órganos, marca los cuerpos: es una máquina de inscripción. Su funcionamiento presupone la unidad inmanente del deseo y de la producción que es la Tierra. La cuestión del jefe impotente se resitúa así en un contexto geofilosófico más amplio: la voluntad de no división que Clastres veía en el socius primitivo se convierte en un impulso a la codificación absoluta de todos los flujos materiales y semióticos y a la preservación de la coextensividad del cuerpo social y del cuerpo de la Tierra. La conjuración “anticipatoria” de un poder separado es la resistencia de los códigos primitivos a la sobrecodificación despótica, la lucha de la Tierra contra el Déspota desterritorializador. La intencionalidad colectiva que se expresa en el rechazo a unificarse bajo una entidad sobrecodificadora pierde su máscara antropomórfica, convirtiéndose – y aquí estamos utilizando el lenguaje de Mil Mesetas – en un efecto de un determinado régimen de signos (la semiótica presignificante) y el dominio de una segmentariedad primitiva, marcada por una “línea relativamente flexible de códigos y territorialidades entrelazados”.
La principal conexión entre el Antiedipo y la obra de Clastres es un rechazo común, aunque no exactamente idéntico, del intercambio como principio fundador de la socialidad. El Anti-Edipo sostiene que la noción de deuda debía ocupar el lugar que ocupaba la reciprocidad en Mauss y Levi-Strauss. Clastres, en su primer artículo sobre la filosofía del caciquismo indígena – una crítica enrevesada de un primer artículo de su maestro, donde el papel del jefe era pensado en términos de un intercambio recíproco entre el líder y el grupo – ya había sugerido que el concepto indígena de poder implicaba simultáneamente una afirmación de la reciprocidad como esencia de lo social y su negación, al situar el papel del jefe fuera de su esfera, en la posición de un perpetuo deudor del grupo. Sin quitar al intercambio su valor antropológico, Clastres introdujo la necesidad sociopolítica de un no-intercambio. En sus últimos ensayos sobre la guerra, la disyunción entre intercambio y poder se transforma en una extraña resonancia. Al dislocarse de la relación intracomunitaria a la relación intercomunitaria, la negación del intercambio se convirtió en la esencia del socius primitivo. La sociedad primitiva está “contra el intercambio” por las mismas razones por las que está contra el Estado: porque desea la autarquía y la autonomía, porque sabe que todo intercambio es una forma de deuda, es decir, de dependencia, aunque sea recíproca.
Mil Mesetas retoma las tesis de Clastres en dos largos capítulos: uno sobre la “máquina de guerra” como forma de pura exterioridad (en la que la violencia organizada o la guerra "propiamente dicha" tienen un papel muy secundario) en oposición al Estado como forma de pura interioridad (en el que la centralización administrativa tiene un papel igualmente secundario); y otro capítulo sobre el “aparato de captura”, que desarrolla una teoría del Estado como modo de funcionamiento coetáneo a las máquinas de guerra y a los mecanismos de inhibición de las sociedades primitivas. Estos desarrollos no sólo modifican elementos de las proposiciones de Clastres, sino también algunas de las categorías centrales del Anti-Edipo. El esquema Salvaje-Bárbaro-Civilizado se abre lateralmente para incluir la figura central del Nómada, a la que la máquina de guerra se ve ahora constitutivamente asociada. Una nueva tripartición, derivada del concepto de segmentariedad, o multiplicidad cuantificada, hace su aparición: la línea flexible y polivocal de los códigos y territorialidades primitivos; la línea rígida de la resonancia de la sobrecodificación (el aparato del Estado); y la(s) línea(s) de fuga trazada(s) por la descodificación y la desterritorialización (la máquina de guerra). La sociedad primitiva de Clastres (los “Salvajes” del Anti-Edipo) pierde su conexión privilegiada con la máquina de guerra. En Mil Mesetas se considera que simplemente el reclutamiento como forma de exterioridad para conjurar las tendencias a la sobrecodificación y a la resonancia que amenazan constantemente con subsumir los códigos y las territorialidades primitivas. Del mismo modo, el Estado puede capturar la máquina de guerra (que es, no obstante, su exterioridad absoluta) y ponerla a su servicio, no sin correr el riesgo de ser destruido por ella. Y, por último, las sociedades contemporáneas permanecen en pleno contacto con su infraestructura “primitiva” o molecular, “impregnada de un tejido flexible sin el cual sus segmentos rígidos no se sostendrían”. Con ello, la dicotomía exhaustiva y mutuamente excluyente entre los dos macrotipos de sociedad (“con” y “contra” el Estado) se diversifica y complejiza: las líneas coexisten, se entrecruzan y se transforman unas en otras; el Estado, la máquina de guerra y la segmentariedad primitiva pierden sus connotaciones tipológicas y se convierten en formas o modelos abstractos, que se manifiestan en múltiples procedimientos y sustratos materiales: en estilos científicos, filias tecnológicas, actitudes estéticas y sistemas filosóficos tanto como en formas macro-políticas de organización o modos de la representación-institución del socius.
Por último, al mismo tiempo que hacen suya una de las tesis fundamentales de Clastres, cuando afirman que el Estado, más que suponer un modo de producción, es la entidad misma que hace de la producción un “modo” (op.cit.: 429), Deleuze y Guattari desdibujan la distinción exagerada que hace Clastres entre lo político y lo económico. Como es sabido, la actitud de Capitalismo y esquizofrenia frente al materialismo histórico, incluso frente al etnomarxismo francés, es bastante diferente de la del autor de “Los marxistas y su antropología” (cap. 10). Ante todo, la cuestión del origen del Estado deja de ser el misterio que siempre fue para Clastres. El Estado deja de tener un origen histórico o cronológico, ya que el propio tiempo se convierte en el vehículo de causalidades inversas no evolutivas (op.cit.: 335, 431). No sólo hay una presencia real muy antigua del Estado “fuera” de las sociedades primitivas, sino también su presencia virtual perpetua “dentro” de estas sociedades, bajo la forma de los malos deseos que es necesario conjurar y de los focos de resonancia segmentaria que siempre se desarrollan. La desterritorialización no es históricamente secundaria al territorio, los códigos no son separables del movimiento de descodificación (op.cit.: 222).
Criticadas y recalificadas, las tesis expuestas en los textos breves de Pierre Clastres tienen, pues, un peso decisivo en la dinámica conceptual de Capitalismo y esquizofrenia. En particular, la teoría clastreana de la “guerra” como máquina abstracta de generación de multiplicidad, opuesta, en su esencia al monstruo sobrecodificador del Estado – la guerra como enemigo número uno del Uno – desempeña un papel clave en uno de los principales sistemas filosóficos del siglo XX.
Entre antropología y etnología
El actual entusiasmo en torno a los descubrimientos arqueológicos, en la Amazonia, de vestigios de formaciones sociales que se asemejaban a los cacicazgos del Círculo-Caribe, así como el avance de los estudios históricos sobre las zonas de contacto entre los estados andinos y las sociedades de las Tierras Bajas, han llevado a los estudiosos a descartar el concepto de “sociedad contra el Estado” como un artefacto doblemente europeo: confunde como original lo que en realidad es el resultado de una dramática involución de las sociedades amerindias a partir del siglo XVI; y sería una proyección ideológica de algunas viejas utopías occidentales que alcanzaron nueva vigencia durante la fatídica década de 1960.
El hecho de que estas dos diferentes argumentaciones invalidantes fueran movilizadas conjuntamente contra Clastres por ciertas corrientes de la etnología contemporánea sugiere que esta última no está libre de su propia carga ideológica. El enfoque en las tendencias centrífugas que inhibieron la emergencia de la forma-Estado nunca impidió a Clastres identificar “el lento trabajo de las fuerzas unificadoras” en las organizaciones multicomunitarias de las Tierras Bajas o la presencia de estratificación social y poder centralizado en la región (especialmente en el norte de la Amazonia). En cuanto a las utopías “anarquistas” europeas, sabemos cuánto deben al encuentro con el Nuevo Mundo a comienzos de la Edad Moderna. Los desencuentros fueron muchos, sin duda, pero no arbitrarios. Por último, y lo que es más importante, cabe señalar que la regresión demográfica postcolombina, por catastrófica que efectivamente fuera, no puede explicar el alfa y el omega del paisaje sociopolítico actual de la América indígena; al igual que cualquier otra trayectoria evolutiva, la “involución” expresa mucho más que limitaciones adaptativas. Es sobre este excedente crucial de sentido – de estructura, de cultura, de historia o como se quiera llamas – el que permite hablar de la pertinencia etnológica de la tesis de la “sociedad contra el Estado” y en función de la cual debe ser evaluada.
La sociedad primitiva era quizá, para Clastres, algo así como una esencia; pero no era una esencia estática. El autor siempre la concibió como un modo de funcionamiento profundamente inestable en su misma búsqueda de estabilidad ahistórica. Sea como fuere, existe efectivamente un “modo de ser” bastante característico de lo que él llamó sociedad primitiva y que ningún etnógrafo que haya convivido con una cultura amazónica, incluso con una que tenga rasgos bien definidos de jerarquía y centralización, puede dejar de experimentar en toda su evidencia, tan omnipresente como elusiva. Esta forma de ser es “esencialmente” una política de la multiplicidad; Clastres sólo puede haberse equivocado al interpretarla como si debiera expresarse siempre en términos de una multiplicidad “política”, una forma institucional de autorrepresentación colectiva. La política de la multiplicidad es un modo de devenir más que un modo de ser (de ahí su carácter elusivo); se instituye o institucionaliza efectivamente en determinados contextos etnohistóricos, pero no depende de esa transición a un Estado molar para funcionar, sino todo lo contrario. Ese modo precede a su propia institución, y permanece o vuelve a su estado molecular por defecto en muchos otros contextos no primitivos. “La sociedad contra el Estado”, en resumen, es un concepto intensivo, designa un modo intensivo o una forma virtual omnipresente, cuyas condiciones variables de extensificación y actualización corresponde determinar a la antropología.
La posteridad de Clastres en la etnología sudamericana siguió dos ejes principales. El primero consistió en la elaboración de un modelo de organización social amazónica – una “economía simbólica de la alteridad” o una “metafísica de la depredación” – que amplió sus tesis sobre la guerra primitiva. El segundo fue la descripción del trasfondo cosmológico de las sociedades contraestatales, el llamado “perspectivismo” amerindio. Los dos ejes exploran la fértil vacilación entre tendencias estructuralistas y postestructuralistas que caracteriza la obra de Clastres; ambos privilegian una lectura deleuzo-guattariana frente a una lectura fenomenológica. Juntos, definen una cosmopraxis indígena de alteridad inmanente, que equivale a una contraantropología, una especie de “antropología inversa”, que se sitúa en el precario espacio entre el silencio y el diálogo.
La teoría de la guerra de Clastres, aunque a primera vista parece reforzar una oposición binaria entre el adentro y el afuera, el Nosotros humano y el Otro menos-que-humano, en realidad acaba por diferenciar y relativizar la alteridad y, por lo mismo, cualquier posición de identidad, socavando el subtexto narcisista o “etnocéntrico” que a veces acompaña a la caracterización que el autor hace de la sociedad primitiva.
Imaginemos la etnología clastreana como un drama conceptual en el que se enfrentan un pequeño número de personae o tipos: el jefe, el enemigo, el profeta, el guerrero. Todos son vectores de alteridad, dispositivos paradójicos que definen al socius mediante alguna forma de negación. El jefe encarna la negación de los fundamentos intercambistas de la sociedad y representa al grupo en la medida en que esta exterioridad se interioriza: al convertirse en “prisionero del grupo”, contra-produce la unidad y la indivisión de este último. El enemigo niega el Nosotros colectivo, permitiendo que el grupo se afirme contra él, por su exclusión violenta; el enemigo muere para asegurar la persistencia de lo múltiple, la lógica de la separación. El profeta, a su vez, es el enemigo del jefe, afirma la sociedad contra el jefe cuando su titular amenaza con escapar al control del grupo afirmando un poder trascendente; al mismo tiempo, el profeta arrastra a la sociedad hacia una meta imposible, la autodisolución. El guerrero, por último, es enemigo de sí mismo, destruyéndose en pos de una inmortalidad gloriosa, ya que la sociedad que defiende le impide transformar sus prestigiosas hazañas en poder instituido. El jefe es una especie de enemigo, el profeta una especie de guerrero, y así una y otra vez.
Estos cuatro personajes forman, pues, un círculo de alteridad que contra-efectúa o contra-inventa la sociedad primitiva. Pero en el centro de este círculo no está el Sujeto, la forma reflexiva de la Identidad. El quinto elemento, que puede considerarse el elemento dinámico central precisamente por su excentricidad, es el personaje sobre el que descansa la política de la multiplicidad: el aliado político, el “asociado” que vive en otra parte, a medio camino entre el grupo local, co-residente, y los grupos enemigos. Nunca ha habido sólo dos posiciones en el socius primitivo. Todo gira en torno al aliado, el tercer término que permite la conversión de una indivisión interna en una fragmentación externa, modulando la guerra indígena y transformándola en una relación social fílmica, o más aún, como sostiene Clastres, en la relación fundamental del socius primitivo.
Los aliados políticos, esos grupos locales que forman una banda de seguridad (e incertidumbre) en torno a cada grupo local, se conciben siempre, en la Amazonia, bajo la apariencia de afinidad potencial, es decir, como una forma cualificada de alteridad (afinidad matrimonial) pero que, sin embargo, sigue siendo alteridad {afinidad potencial), y que está marcada por connotaciones agresivas y depredadoras mucho más rituales que productivas – es decir, realmente productivas – que la mera enemistad indeterminada y anónima (o que la reiteración despotencializadora de los intercambios matrimoniales que crea una interioridad social). Es la figura inestable e indispensable del aliado político la que impide tanto una “reciprocidad generalizada” (una fusión de comunidades y una unidad sociológica superior) como la guerra generalizada (la atomización suicida del socius). El verdadero centro de la sociedad primitiva, esa red laxa de grupos locales celosos de su independencia recíproca, es siempre extra-local, pues se sitúa en cada punto donde puede efectuarse la conversión entre interior y exterior. Por esta razón, la “totalidad” y la “indivisión” de la comunidad primitiva no contradicen la dispersión y la multiplicidad de la sociedad primitiva. El carácter de totalidad significa que la comunidad no forma parte de ningún Otro o Todo jerárquicamente superior; el carácter de indivisión significa que tampoco está internamente jerarquizada, dividida en partes que forman un Todo interior. Totalidad sustractiva, indivisión negativa. Falta de distinción localizable entre un interior y un exterior. Multiplicación de lo múltiple.
La sociedad contra el Estado es un proyecto únicamente humano; la política es un asunto estrictamente intraespecífico. Es con respecto a este aspecto que la etnología amerindia avanzó más en los últimos años, extrayendo las intuiciones de Clastres de su caparazón antropocéntrico y mostrando cómo su decisión de tomar en serio el pensamiento indígena requiere un cambio de la descripción de una forma (diferente) de institución de lo (igualmente concebido) social a otra noción de antropología – otra práctica de la humanidad – y a otra noción de política – otra experiencia de la socialidad –.
El capítulo 5 de Arqueología de la violencia es un texto fundamental a este respecto. El autor escribe allí: “Cualquier estancia en una sociedad amazónica, por ejemplo, permite observar no sólo la piedad de los salvajes, sino la integración de las preocupaciones religiosas en la vida social, hasta un punto que parece disolver la distinción entre lo secular y lo religioso, difuminar los límites entre el dominio de lo profano y la esfera de lo sagrado: la naturaleza, en resumen, al igual que la sociedad, está atravesada por lo sobrenatural. Así, los animales o las plantas pueden ser a la vez seres naturales y agentes sobrenaturales: si la caída de un árbol hiere a alguien, o una bestia salvaje ataca a alguien, o una estrella fugaz cruza el cielo, se interpretarán no como accidentes, sino como efectos de la agresión deliberada de poderes sobrenaturales, como espíritus del bosque, almas de los muertos, incluso chamanes enemigos. El rechazo decidido del azar y de la discontinuidad entre lo profano y lo sagrado conduciría lógicamente a abolir la autonomía de la esfera religiosa, que se situaría entonces en todos los acontecimientos individuales y colectivos de la vida cotidiana de la tribu. En realidad, sin embargo, nunca completamente ausente de los múltiples aspectos de una cultura primitiva, la dimensión religiosa consigue afirmarse como tal en determinadas circunstancias rituales específicas”.
La decisión de determinar una dimensión religiosa “como tal” – la negativa, por lo tanto, a extraer las consecuencias de lo que sugería la cosmo-lógica general de las sociedades amazónicas – indica quizá la influencia de Gauchet. Esto hizo que Clastres fuera menos sensible al hecho de que la “sobrenaturalización” común de la naturaleza y la sociedad hacía totalmente problemática cualquier distinción entre estos dos ámbitos. Bajo ciertas condiciones cruciales – condiciones religiosas, precisamente – la naturaleza se revelaba como social y la sociedad como natural. Es la no-separación cosmológica de naturaleza y sociedad, más que la exteriorización por la “sociedad” del poder como “naturaleza”, lo que debe conectarse con la no-separación política que define a la sociedad frente al Estado.
Y, aun así, Clastres nos pone en el buen camino. En ese capítulo esboza una comparación entre las cosmologías de los pueblos de los Andes y de las Tierras Bajas, que contrastan diacríticamente en cuanto a sus respectivos modos de tratar a los muertos. En el altiplano agrario, dominado por la máquina imperial de los incas, la religión se basa en un complejo funerario (tumbas, sacrificios, etc.) que vincula a los vivos con el mundo mítico original (poblado por lo que el autor denominó de forma un tanto inapropiada “antepasados”) por medio de los muertos; en las tierras bajas, todo el esfuerzo ritual consiste, por el contrario, en disociar al máximo los muertos y los vivos. La relación de la sociedad con su fundamento inmemorial se hace, por así decirlo, sobre el cuerpo muerto de los difuntos, que deben ser desmemorializados, es decir, olvidados y aniquilados (comidos, por ejemplo) como si fueran enemigos mortales de los vivos. Yvonne Verdier (1987: 31) en su bello comentario de Crónica de los indios Guayaki, señaló que la gran división entre los vivos y los muertos era una garantía de la indivisión entre los vivos. La sociedad contra el Estado es una sociedad contra la memoria; la primera y más constante guerra de la “sociedad para la guerra” se libra contra sus muertos desertores. “Cada vez que se comen a un muerto, pueden decir: uno más que el Estado no conseguirá” (Deleuze & Guattari 1987: 118).
Pero hay que dar un paso más. El contraste entre los Andes y las Tierras Bajas sugiere que la distinción variable entre los vivos y los muertos tiene una relación variable con otra distinción variable, la que existe entre los humanos y los no humanos (animales, plantas, artefactos, cuerpos celestes y otros muebles del cosmos). En los mundos andinos, la continuidad diacrónica entre los vivos y los muertos opone conjuntamente a estos como humanos a los no humanos (que son así potencialmente concebidos como una sola categoría englobante), sometiendo el cosmos a la “ley del Estado”, la ley antropológica de lo interior y lo exterior, al mismo tiempo que permite instituir discontinuidades sincrónicas entre los vivos, bloqueadas en las sociedades contra el Estado gracias a la aniquilación de los muertos (no ancestralidad = no jerarquía). En las Tierras Bajas, la extrema alteridad entre los vivos y los muertos acerca a los humanos muertos a los no humanos, es decir, a los animales en particular, ya que es común en la Amazonia las almas de los muertos se conviertan en animales, mientras que una de las principales causas de la muerte es la venganza de los “espíritus de la caza” y otras almas animales sobre los humanos (los animales como causa y resultado de la muerte humana). Al mismo tiempo, sin embargo, esta aproximación hace de la no-humanidad un modo o modulación de la humanidad: todos los no-humanos poseen una esencia o poder antropomórfico similar, un alma, oculta bajo su variado ropaje corporal específico de cada especie. Las relaciones con la “naturaleza” son relaciones “sociales”, tanto la caza como el chamanismo pertenecen a la biocosmopolítica; las “fuerzas productivas” coinciden con las “relaciones de producción”. Todos los habitantes del cosmos son personas con su propio lugar, ocupantes potenciales de la posición deíctica de “primera persona” en el discurso cosmológico: las relaciones interespecies están marcadas por una disputa perpetua en torno a esta posición, que se esquematiza en términos de la polaridad depredador/presa, siendo la agencia o subjetividad ante todo una capacidad de depredación. Esto hace de la humanidad una posición marcada por la relatividad, la incertidumbre y la alteridad. Todo puede ser humano, porque nada es sólo una cosa, cada ser es humano para sí mismo: todos los habitantes del cosmos perciben a su propia especie en forma humana como humanos y ven a todas las demás especies, incluidos nosotros, los humanos “reales” (quiero decir, reales para “nosotros”) como no humanos. La diseminación molecular de la agencia “subjetiva” por todo el universo, al atestiguar la inexistencia de un punto de vista cosmológico trascendente, se correlaciona obviamente con la inexistencia de un punto de vista político unificador, ocupado por un Agente (el agente del Uno) que reuniría en sí mismo el principio de humanidad y socialidad.
Es lo que los etnólogos de la Amazonia llaman “perspectivismo”, la teoría indígena según la cual la forma en que los humanos perciben a los animales y otros organismos que habitan el mundo difiere profundamente de la forma en que estos seres ven a los humanos y se ven a sí mismos. El perspectivismo es “cosmología contra el Estado”. Su fundamento último radica en la peculiar composición ontológica del mundo mítico, esa “exterioridad” originaria hacia la que se proyectarían los cimientos de la sociedad. El mundo mítico, sin embargo, no es ni interior ni exterior, ni presente ni pasado, porque es ambas cosas, del mismo modo que sus habitantes no son ni humanos ni no humanos, porque son ambas cosas. El mundo de los orígenes es, precisamente, todo: es el plano amazónico de la inmanencia. Y es en esta esfera virtual de lo “religioso” – lo religioso como inmanencia – donde el concepto de sociedad contra el Estado obtiene su verdadera endoconsistencia etnográfica o diferencia.
Es de la mayor importancia observar, pues, que el modo de exteriorización del origen que es específico de las sociedades contra el Estado no significa tampoco una exteriorización “instituyente” de lo Uno ni una unificación “proyectiva” de lo Exterior. Debemos tomar nota de todas las consecuencias del hecho de que la exterioridad primitiva es inseparable de las figuras del Enemigo y del Animal como determinaciones trascendentales del pensamiento (salvaje). La exteriorización sirve a una dispersión. Estando la humanidad en todas partes, el “humanismo” no está en ninguna. Los salvajes quieren la multiplicación de lo múltiple.
Fuentes:
Abensour, M. (Ed.), L’Esprit des lois sauvages. Pierre Clastres ou une nouvelle anthro- pologie politique. Paris: Seuil, 1987.
Barbosa, G., “A Socialidade contra o Estado: a antropologia de Pierre Clastres.” Revista de Antropologia 47 (2), 2004, pp. 529-576.
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Fuente: https://my-blackout.com/2018/04/19/eduardo-viveiros-de-castro-the-untimely-again/
#amazonia#estructuralismo#pensamiento#pensamiento salvaje#antropología#postestructuralismo#anarquismo#política
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"No podía ir a ninguna parte. Me jalaron el cabello y me arrancaron la ropa varias veces. Hasta el día de hoy, la gente aún me reconoce. Todavía estoy luchando contra la imagen que tengo de 'La Laguna Azul' (1980)".
El concepto original del director de "La Laguna Azul", Randall Kleiser, era que los dos personajes adultos actuaran toda la película desnudos, lo que asustó a muchos actores (incluyendo a Jennifer Jason Leigh, que fue la primera opción para el papel femenino principal).
Después de que Leigh rechazara el proyecto, los productores le ofrecieron el papel a Diane Lane y a Willie Aames después de hacerles pruebas de pantalla juntos en México, donde Lane estaba filmando un western... pero la pareja discutió la desnudez juntos después de que se fuera el equipo y llamaron unos días después para decir que tampoco harían la película.
Con el rodaje a punto de comenzar en cuestión de días, el desesperado director aceptó dejar que Brooke Shields hiciera la película principalmente vestida, con una doble de cuerpo empleada para las escenas de desnudez. Con eso resuelto, el director de casting volvió a las miles de cintas de audición que habían grabado durante el curso de un año y decidió que Christopher Atkins estaría bien si se hacía una permanente en el cabello para verse más salvaje.
Shields tenía 14 años cuando apareció en la película. Todas sus escenas de desnudez fueron realizadas por la coordinadora de dobles de la película, Kathy Troutt, de 32 años. Shields hizo muchas de sus escenas topless con el cabello pegado a los pechos. Atkins tenía 18 años cuando se filmó la película y él realizó sus propias escenas de desnudez (que incluían una breve desnudez frontal).
"Déjame decirte algo: si estás en una isla durante tres meses y medio y estás a cuatro horas y media en bote del almacén más cercano, y no hay nadie más que 30 miembros del equipo en la isla, te garantizo que estarías corriendo sin ropa".
Después de ver la película, John Gibbons, un herpetólogo (científico de reptiles) de la Universidad del Pacífico Sur, se dio cuenta de que las iguanas que aparecían en la película eran una especie distinta que los científicos nunca antes habían visto ni documentado. Posteriormente, Gibbons visitó Nanuya Levu, la isla de Fiji donde se hizo la película, y nombró a la especie como la Iguana Crestada de Fiji.
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Evento: El mundo al revés - tercera parte
Ayuda a los ankamianos a encontrar la inspiración
Debes completar la misión Sin inspiración.
Comprueba que todos los indicadores estén en verde
Debes completar la misión Simulaciones peligrosas.
Rompe la maldición del rolbac
Debes completar dos veces la misión Estamos realizando tareas de mantenimiento en el servidor.
Explora los sueños infinitos de los doceros en el simulador
Debes completar la misión Simulaciones infinitas.
Identifica una amenaza que planea sobre el Mundo de los Doce
Ve a la segunda sala de oficinas e interactúa con el Droopica de peluche, que se encuentra en la derecha de la sala inferior, al lado de la computadora derecha de la sala.
Te toca ir a Picahari, pero antes de ello, [!] compra 10 Cuadradito de chocolate con leche a Stayfun Bonnawa, que está dentro de la chocolatería de Pandala [23,-27]
Ve a Picahari en [7,-67] y habla con la gaviota Droopica. Puedes llegar a esa parte de la zona usando el Barco uginak de la Costa de Rano en [12,3]
Convertido en gaviota, regresa a Ankama y ve al Ankabar para hablar con el Gaviota de peluche, que está sobre uno de los asientos en el lado inferior de la sala.
[!] IMPORTANTE: Al final del diálogo, la gaviota te dirá una zona, que es distinta y aleatoria para cada persona.
[!] IMPORTANTE: Dependiendo de la zona que te haya mencionado la gaviota, debes ir a una posición específica y hablar con Dropica. Aquí dejo una lista de zonas con las posiciones donde se encuentra Droopica:
Bahía de Cania[-31,-17]
Linde del Bosque Maléfico[2,17]
Afueras de Brâkmar[-32,33]
Calas de Astrub[11,-26]
Campamento de los goblin[-5,3]
Ciudad de Astrub[10,-21]
Campo de los Ingals[7,5]
Campos de Astrub[5,-22]
Campos de Cania[-22,-39]
Cementerio de Astrub[-2,-14]
Cementerio de los Héroes[-23,-58]
Cementerio de los Torturados[-12,41]
Claro de Brus Bulguro[10,10]
Rincón de los Jalatós[2,12]
Tierras desoladas de Sidimote[-21,25]
Feria del Trool[-9,-37]
Bosque de Amakna[9,21]
Bosque de Astrub[-1,-25]
Bosque de kaliptos[-10,6]
Arboleda nevada[34,-80]
Archipiélago wabbit[23,-9]
Isla de los Náufragos[-42,0]
Lago de Cania[0,-42]
Pantanos de Amakna[-10,3]
Pantanos nauseabundos[-10,-2]
Pantanos sin fondo[-10,3]
Sierra de Cania[-13,-24]
Montaña de los crujidores[0,-8]
Linde del Bosque de los Abráknidos[-14,-10]
Pen��nsula de las gelatinas[8,29]
Playa de coral[-53,-1]
Playa Tortuga[35,4]
Llanura de los puerkazos[-3,-33]
Llanura de los escarahojas[3,26]
Llanuras Rocosas[-20,-56]
Praderas de Astrub[9,-14]
Península de los dragohuevos[-4,28]
Ribera del golfo sufokeño[4,24]
Caminos rocosos[-29,-28]
Territorio de los bandidos[13,11]
Territorio de los dragopavos salvajes[-21,7]
Pueblo de los bworks[-6,9]
La pelea es de tres oleadas y se realiza en solitario. Los monstruos se adaptan a tu nivel.
Oleada 1: 1 Wauwau mojado + 1 Wauwau loquillo
Oleada 2 (en 4 turnos): 2 Wauwau rabioso + 1 Wauwau loquillo
Oleada 3 (en 4 turnos): 1 Wauwau malo + 1 Wauwau loquillo + 1 Wauwau mojado
[!] No dejes que el Wauwau rabioso te pegue en cuerpo a cuerpo, o te quitará 100 PM todos los turnos.
Para finalizar este objetivo, ve al Pueblo de Amakna[-1,0] AP y habla con cualquiera de los Droopica presentes en el mapa.
Combate el estrés a base del hechizo Doom
Ve a la primera sala de oficinas y habla con Ankamiana estresada.
Luego de hablar con ella eres teletransportado al Sueño del Mundo de los Doce donde se encuentra un Bábaro diferente al que se conoce.
Mientras estás en el lugar, ganas la alteración temporal Alterabuso y 9 hechizos temporales.
La pelea se realiza en solitario.
Debes usar algunos hechizos sobre ellos antes de usar Doom en algunos monstruos.
Los monstruos cambiarán de color cuando se pueda usar Doom sobre ellos.
1. Protector del tuilpán de papel (Doom en turno impar)
2. Cuerbok (Doom en turno par)
3- Vengadora enmascarada (Desembrujo + Doom)
4. Gólem devastarúnico (Furia de Soon + Doom)
5. Escupefux (Furia de Soon + Doom)
6. Gambafetada (Pasaturnonoob + Doom al siguiente turno)
7. Bábaro (Doom un turno después de que todos los anteriores hayan muerto). Bábaro siempre debe morir al final.
Eres teletransportado a otro mapa del Sueño del Mundo de los Doce, esta vez junto a [!] [UNKNOWN_TEXT_ID_7222], con el que tienes que hablar.
La pelea se realiza en solitario.
Te enfrentas a 8 Cire Momore, de los cuales solo uno de ellos es el verdadero.
Debes usar Doom sobre los 7 Cire Momore falsos, hasta que solo quede el verdadero.
Debes estar a más de dos casillas de todos los Cire Momore en sus inicios de turno, sino morirás instantaneamente.
¿Cómo saber quien es falso o verdadero?: Activa la opción de Opciones > Funcionalidades > Al pasar el puntero > Mostrar la previsualización de los efectos del hechizo. Ya en el combate, con el hechizo Doom en el cursor, pasa el puntero por todos los Cire Momore. Si al pasar el puntero, tu nombre también se muestra, significa que el Cire Momore al que estás apuntando es el verdadero y todos los demás son los falsos.
Eres teletransportado a otro mapa del Sueño del Mundo de los Doce, esta vez junto a [!] [UNKNOWN_TEXT_ID_605], con el que tienes que hablar.
Eres nuevamente teletransportado a otro mapa del Sueño del Mundo de los Doce, que es del antiguo mapa final de la eliminada Mazmorra de los Firefux.
Habla nuevamente con [!] [UNKNOWN_TEXT_ID_605].
Habla con Peki Peki, quien acaba de aparecer.
Debes derrotarlo
1. Usa Furor de Soon en Peki Peki. Él creará varias ilusiones de él mismo. En un mismo turno, usa Papirotazo sobre todos ellos hasta encontrar al verdadero. Si no lo encuentras, Peki Peki volverá a crear nuevas ilusiones. 2. Al encontrar al verdadero, Peki Peki invocará 8 araknas invulnerables. Usa Invulnerabilidad Infinita sobre las araknas para quitárselas y derrótalos con tus hechizos propios. 3. Luego, Peki Peki se transportará, colocando cuatro glifos en sus diagonales. Peki Peki también gana un estado encima de él, que te indica en qué glifo debes colocar a Peki Peki. Usa Superposicionamiento sobre él y luego usalo sobre el glifo donde quieras transportarlo. Debes posicionarlo 8 veces. 4. Después, ganará un estado de color negro. Debes usar el hechizo B sobre él para que lo conviertas en un estado de color blanco. 5. Usa el hechizo A y pasa turno para que el combate termine.
Habla con Peki Peki, tras finalizar el combate y seras devuelto a las oficinas de Ankama. Habla con la Ankamiana estresada y terminaremos esta parte de la misión
[!] IMPORTANTE: Ahora puedes repetir las tres peleas anteriores para ganar Kamas de Ankama:
Si derrotas a Bábaro consigues 1 Kama de Ankama.
Si derrotas a Cire Momore consigues 8 Kama de Ankama.
Si derrotas a Peki Peki consigues 1 Kama de Ankama.
Solo puedes participar 1 vez cada 2 horas.
Para seguir con la cuarta parte, el servidor debe haber realizado 1500 misiones de cada simulación y 50000 puntos de análisis en sueños infinitos.
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Sonic Calendar Story - Isekai Ôgiri #12: Super Sonic en Egg Field (Diciembre 2023)
Relato Original del Sonic Channel (30/11/2023)
Acto 12: El Arma Definitiva de Eggman (Primera Parte)
*Duuuuuuuuuuuuuum*
Un gigante púrpura y dorado, de unos cien metros de altura, aparece desde arriba y desciende con chispas púrpuras que llenan su enorme cuerpo.
Luego, se fusiona con la gran antena parabólica en forma de flor que había elevado a Sonic y los demás desde el subsuelo con su espalda. Se completa la fusión con enredaderas y raíces que se extienden desde la flor. Finalmente, como si no pudiera soportar su propio peso, el gigante se arrodilla en el suelo y posa ambas manos al suelo, adoptando una postura parecida a la de una bestia salvaje, y se queda inmóvil.
“What? ¿Qué es ESO?”
"No lo sé... ¡Pero la energía de fricción cognitiva es increíblemente intensa!"
“¿Suplicando por su vida tan pronto? ¡Tiene que ser una broma!”
Mientras los tres expresan su escepticismo, Eggman se presenta con un discurso alegre desde el interior del gigante.
“¡JO JO JO! ¿Asustados? Probablemente no entendáis siquiera qué es esto, panda de idiotas. ¡Pues mirad bien! ¡Contemplad cómo se transforma al mundo perfecto! ¡Contemplad cómo logro la conquista del otro mundo!”
El gigante tiembla y emite un rugido furioso.
¡Graaaaaaaw!
“¿¡...!?”
Un campo de energía en forma de cúpula se expande desde la flor del gigante con una fuerza tremenda. Transforma rápidamente el paisaje interior en ruinas inundadas, engullendo a Sonic y los demás en un abrir y cerrar de ojos, y sigue expandiéndose hacia donde llega la vista
Bum, bum, bum
"Esto es... ¡Ngh!"
"Duele... ¡Argh!"
“M-mi cabeza…”
Apenas con tiempo para preocuparse por las anomalías que los rodeaba, los tres se agacharon, abrumados. Desde arriba, la voz triunfante de Eggman resonó sobre ellos.
“¡JO JO JO! ¿Lo habéis visto? ¿Lo habéis oído? ¿Os habéis sorprendido? ¡Este es el milagro de mi arma definitiva, el Egg Field!
Al ver a Sonic y los demás sin poder moverse, Eggman, complacido, continuó.
"Este lugar es un espacio dimensional que puede cambiar la línea de tiempo de un mundo donde, debido a un pequeño descuido mío en el pasado, todo salió mal. ¡Este planeta y... las memorias de todos los que viven aquí serán sobrescritas!"
Al mirar a su alrededor, Sonic y sus amigos vieron las calles de Station Square destruidas e inundadas...
Era el lugar donde Eggman había perdido una gran batalla, cuando dejó que Chaos, la legendaria deidad destructiva, se descontrolara. Al menos, eso es lo que debería haber sucedido... Pero recuerdos difíciles de aceptar se estaban imponiendo en las mentes de los tres.
Eggman conquistó el mundo con Chaos…
…Juro lealtad a Eggman…
“No way! ¡Tiene que ser una broma! ¡Ugh!”
“¡Es esa flor!...¡Esa flor en la espalda del robot ha creado este campo…!”
“¡Mierda! ¡Recuerdos que no conozco se están infiltrando en mi cabeza…!”
Un mundo feliz conquistado por Eggman... un mundo improbable estaba siendo forzado a convertirse en "verdad".
Con los recuerdos volviéndose borrosos, sintieron cómo los edificios inundados a su alrededor se transformaban lentamente en estructuras de Eggman.
“¡Hey! ¿estáis bien?”
Una comunicación urgente de Silver llega al dispositivo de Tails.
“¡Encontré a más compañeros con Esmeralda del Caos! ¡Iremos para ayudar…!”
“¡N-no! Si entráis en este campo…os lavarán el cerebro”
La voz de Tails, que apenas podía respirar, se desvaneció. Silver estaba fuera del Egg Field, que se había expandido varios kilómetros de diámetro, bajó los hombros con una expresión de asombro.
“No puede ser…”
“¡JO JO JO! ¡Insignificantes insectos atrapados! Mi dominio sobre este planeta ya está siendo reconocido por la propia madre naturaleza ¡Rendíos!”
Eggman miró hacia abajo a los tres que estaban postrados sin poder moverse y declaró su victoria con una voz extasiada.
En el momento en que todos pensaron que no había más opciones, sucedió algo…
¡Clang!
Un resplandor blanco de alta densidad atravesó el centro mismo del Egg Field... ¡Y perforó y consumió la flor en la espalda del gigante!
“¡¿Qué está pasando?!”
Duuuuuuum…
En un sorprendente ataque sorpresa, el gigante se retorció de dolor mientras le rasgaban la espalda. A pesar de las explosiones que se sucedían por todo su cuerpo, logró mantenerse en pie apoyado en sus tentáculos y raíces, logrando enderezarse.
“¿¡Pero qué diablos!? ¡Mi Egg Field!”
Al ser cortada la fuente del origen, el Egg Field desapareció instantáneamente.
Aunque el paisaje circundante seguía siendo Station Square sumergido en agua, Sonic y sus amigos se liberaron de la sobreescritura de sus recuerdos y recuperaron rápidamente su vitalidad.
“Thanks! ¡No sabemos quién eres, pero nos has salvado!”
Tanto Eggman como Sonic quedaron atónitos ante este golpe inesperado.
Más adelante descubrirán que ese ataque provenía de un puerto ubicado a cientos de kilómetros de distancia...
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...Elevándose sobre el puerto y dejando que el humo resonante del plasma se disperse desde el cañón de su pecho, estaba el gigante de acero Gran Bot Kaizer, mirando hacia el horizonte distante.
"¿F-Fue buena idea disparar justo ahora?" susurró Cubot.
“¡Qué dices! ¡Está claro que era un enemigo con esa energía descontrolada!” intervino Orbot.
"En la guerra, el que golpea primero gana. Desaparición de reacción de alta energía. Misión cumplida", declaró así la situación Gemerl. Luego hizo un gesto de brindis con la mano izquierda.
“...También es verdad. Después de disparar eso, no nos podremos mover bien en un tiempo”.
"Sí, vamos a tomar una copa en el bar de aceite y luego a dormir~♪"
Finalmente, el gigante de acero se separó en tres robots, apoyándose el uno en el otro mientras desaparecían felices por un callejón bullicioso del distrito robótico...
—--------------------------------------------------
"¿Ya has acabado con todo tu repertorio, Eggman? ¿Te enseño a hacer malabares?"
Sonic provoca a Eggman mientras se acerca con gracia al gigante herido.
“¡Bicho molesto! ¡No te pongas gallito cuando lo único que habéis hecho es romper el dispositivo de amplificación y difusión! ¡Será sólo de forma local, pero el poder extramundo sigue intacto! ¡Toma!”
Eggman, de forma deliberada, agita el brazo del gigante de la misma manera que Sonic, y desde la superficie del agua debajo de ellos y desde el interior de las paredes y ventanas de los edificios, innumerables raíces y enredaderas de árboles gigantes brotan y se abalanzan ferozmente sobre Sonic y los demás.
"¡Ja! ¿Crees que puedes detenerme con ramitas como estas?"
"Pero... ¡Son demasiados, Sonic!"
"¡Tsk! ¡No acaban nunca!"
Las raíces y enredaderas que el gigante montado por Eggman desata parecen interminables, incluso cuando son derribadas una y otra vez ¿Es también poder de la transformación de otro mundo?
"¿Qué pasa? ¿Queréis más? ¡Puedo daros tanto como queráis!"
Tan pronto como Eggman se sintió seguro de su ventaja...
¡Ra-ta-ta-ta-ta!
Las raíces y enredaderas del gigante fueron dispersadas repentinamente por una ráfaga de disparos. Eggman se enfurece ante este contraataque inesperado.
“¿¡Quién ha sido!? ¿¡Quién se está entrometiendo!?”
“...ESCUELA OMEGA. PRESENTE.”
Ahí, de pie con una gatling en alto, se encontraba el robot definitivo, Omega, un robot completamente armado.
Luego avanzando desde atrás, un gran ejército de Arreglos Florales de Batalla, usando las extrañas plantas de acero llamadas "Flores Mecánicas" como "Flores de Batalla", una manifestación del arte marcial conocido como Senkadô.
Brrrrrrr…
Con el emblema 'Ω' brillando en su kimono, Omega, el maestro de la escuela, y su discípula Rouge, lideran con determinación.
“DETECTADA NUEVA ESPECIE DE FLOR MECÁNICA GIGANTE. SE EFECTUARÁ LA ELIMINACIÓN”
“No me importaría ayudar, Maestro…Pero ¿me darías las tijeras de podar Topacio de recompensa~♪?”
Las raíces en el suelo son aplastadas por las Flores de Batalla de Omega, mientras las enredaderas en el cielo son conquistadas por las de Rouge. Se ha dado vuelta la tortilla. La feroz ofensiva de Sonic y los demás comienza.
“¡Alto! ¡Deteneos!”
Con su defensa desgastándose rápidamente, Eggman muestra evidentes signos de pánico. Levanta el puño del gigante para atacar a Omega y Rouge, pero...
¡Clang!
Es repelido por una barrera psíquica de color plata.
“¿¡Pero qué!?”
“¡Por fin estamos aquí! ¡Habéis aguantado bastante bien! ¡Ya todo está bien!”
“Ese destello blanco que vimos antes…¿Eso fue lo que Amy llamaba ‘El Tendedero’?”
¡Por fin llegaron los refuerzos, Silver y Blaze, irrumpiendo desde el cielo! Silver bloquea mientras que Blaze lanza sus ataques…Juegan con el gigante con una combinación perfecta de ataque y retirada.
“¡Argh, molestas moscas!”
El gigante de Eggman, molesto con esto, levanta ambos brazos para perseguirlos, y…
“¡Abrid paso! ¡Abrid paso! ¡Es hora del número principal! ¡Aquí llega Vector Man!”
Mientras rechaza las enredaderas que se le acercan, Vector llega volando a velocidad supersónica con su capa ondeando. Y entonces…
“¡Tengo el estómago vacío!”
Con un impactante golpe ascendente al gigante, hace que este, que tenía como unos 100 metros de altura, se encorvara como un arco.
“¿Ah?”
Gracias al sorprendente ataque, el gigante cae de rodillas con la cabeza baja. Y en ese momento, a simple vista del gigante está…
En la superficie, esperándolo mientras apretaba los puños, la silueta del Rey de la Lucha.
“Más te vale que te vayas preparando…”
¡Ka-Boom!
El poderoso gancho del rey Knuckles, hace volar la cabeza del gigante. En el interior de la armadura expuesta, destella una esfera morada…
"¡Ahí está! ¡Ese es el punto débil! ¡Rápido, hay que...!"
Tan pronto como Tails expone la debilidad, dos voces resuenan como si lo hubieran estado esperando...
"¡Control Caos!"
Con destellos, Sonic y Shadow desaparecen en el vacío cerca del núcleo del gigante. Sus Homing Attack golpean el núcleo.
Eggman dispara rayos sin sentido desde el núcleo para defenderse…
“¡Parad!”
“Aaaargh”
¡Boom!
Los homing attack impactan perfectamente. En el instante en que los dos aterrizan, ocurre una gran explosión.
"¿...Lo hicimos?"
Todos observan con la respiración contenida al gigante que permanece inmóvil.
Y entonces...
Cuando el humo de la explosión se disipó…no había un solo rasguño en el núcleo de la cabeza del gigante.
—----------------------------------------------------------
“¡JO~ JO JO! ¡Qué lástima! Para vuestra desgracia este núcleo es imposible de destruir.”
"No... Ni siquiera Sonic y Shadow pueden destruirlo..."
Tan pronto como el feroz ataque de Sonic y los demás se detiene, el gigante comienza a regenerar lentamente las áreas dañadas. A pesar de que el núcleo vulnerable está expuesto, en ese momento, incluso Tails estaba a punto de darse por vencido...
"¡Sonic, toma esto!"
La voz de Blaze resonaba desde el cielo, lanzando la joya que tenía en la cola de su vestido hacia Sonic con un destello brillante
Cuando se acerca a Sonic, cambia a su forma original, la Esmeralda del Caos morada, emitiendo una luz intensa. Y en respuesta, el broche en el pecho de Sonic también se transforma en una Esmeralda del Caos blanca, comenzando a brillar.
Blaze y Sonic asienten en silencio. Y en ese momento, todos comprenden simultáneamente lo que deben hacer.
"¡Esto es mejor que lo tengas tú, Sonic!"
"¡El amuleto de la victoria! ¡Te lo confío!"
"¡Sonic, esto es mejor dejártelo a ti!"
Una tras otra, las joyas llenas de los sentimientos de todos, tiara, colgante, cinturón de transformación, regresan a su forma original y brillan con una variedad de colores.
"Solo te lo estoy prestando. ¡Aún es mío!"
Entonces, Knuckles empuja el cinturón del campeón hacia Sonic, y Shadow también lanza su micrófono.
“¿Shadow…?”
Sonic, que estaba a punto de bromear sobre lo cooperativo que estaba siendo Shadow, se dio cuenta al recibir la Esmeralda del Caos que algo no iba bien. Rápidamente se percató de que Shadow se había lastimado la pierna.
Durante el ataque del núcleo, un láser lo alcanzó accidentalmente.
Después de que Shadow hiciera una expresión de descontento, miró a Sonic y, con una sola frase, le dijo:
“No la fastidies”.
En ese momento, la Esmeralda del Caos verde de repente brilló intensamente. Las Esmeraldas restantes también aumentaron su resplandor, y en una deslumbrante explosión de luz...
Al siguiente instante, Sonic se transformó en Super Sonic, irradiando un resplandor dorado, invulnerable.
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"¡¿Qué?! ¡Super Sonic?! ¡Imposible! ¿Cómo...?"
Justo cuando Eggman acababa de reparar la cámara en la cabeza del gigante, se quedó atónito al ver de repente a Super Sonic en su campo de visión. Aunque aún protegía desesperadamente el núcleo sin cubrir por completo, retrocedió con su gigantesco cuerpo.
"No me voy a extender en explicaciones. ¡Vamos a acabar con esto de una vez!"
Después de una pequeña inhalación, Sonic, con su cuerpo dorado que emanaba luz, se lanzó hacia adelante...
"¡Aaaah!"
"¡Detente!"
Sonic, convirtiéndose en un rayo de luz, atravesó al gigante de Eggman junto con el núcleo que aún protegía con sus manos. Un instante después, una gran explosión interna ocurrió, y el gigante se dispersó en pedazos.
¡Booooom!
"¿Lo logramos esta vez?"
"No, aún no."
Shadow interrumpió la celebración de Tails, pero Super Sonic también miraba los restos ardientes con una expresión seria.
"Ya es hora de que salgas, Eggman. ¿O quieres convertirte en huevo cocido?"
¡Bim!
Respondiendo al llamado de Sonic, como si fuera en respuesta, un punto de luz brillante apareció entre los escombros del gigante...
“¿¡ !?"
En medio de la atención de todos, esa luz aumentó repentinamente su intensidad, y con una onda de choque, hizo volar los escombros. Luego, lentamente se elevó hacia el cielo. Y esa luz divina eventualmente tomó la forma de una figura humana... que se dirigió hacia Sonic y los demás con una majestuosa voz.
“Ni yo mismo pensé que llegarías a ver este as bajo la manga…Vas a enterarte de lo que sucede cuando osas desafiar al creador de este Otro Mundo”
... La verdadera batalla en el cénit está a punto de comenzar
(Continuará…)
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Rudy x Reader.
❥ Dance .・。.・゜✭
No entendías. Simplemente no entendías que había salido mal. Estabas ahí, apuntando tu arma al imbécil y de pronto estabas en el suelo y tu cabeza daba vueltas alrededor. Si no hubiera sido porque Rudy entró rompiendo la puerta te hubieran metido una bala directo en el cráneo.
Entonces los gritos de Alejandro llenaron tu mente y mientras tratabas de procesar todo escuchabas como él y Rudy discutían por culpa del maldito estrés y porque habían perdido a tres Vaqueros en la persecución de Valeria. Alejandro estaba emputado. Pero tú también. Porque te había dejado sola para ir a perseguir a la mujer solo y dárselas de héroe.
—¡A dónde chingados crees que vas! — lo escuchaste gritarte mientras empujabas la puerta del gimnasio del cuartel para irte a tu habitación.
—Alejandro ya, déjala en paz.
Rudy, tu Rudy. Siempre abogaba por ti cuando tu rebeldía pasaba los limites. Pero esta vez no había sido por tu culpa, había sido culpa de la impertinencia de Alejandro. Ya le habías gritado lo suficiente y no querías seguir viéndolo no gritándole. Sabiendo que solo era producto de la ira que sentías por la impotencia. Y tú dulce Rudy, te había enseñado muy bien a aprender a controlar tus impulsos de ira con el tiempo. Y tenías que admitir que te dio gusto la semi sonrisa que te dio justo antes de que desaparecieras por la puerta hacia el pasillo. Porque sabías que estaba orgulloso del control de tu temperamento.
Nadie pensaría que él siendo alguien tan dócil y lleno de temple, escondía un animal salvaje detrás de esa sonrisa y te daba mucho gusto, ser la única al que él podía llamar, mi amor.
La única otra cosa que te podía calmar era bailar. Cosa que nunca se pudo convertir en tu trabajo, porque conociste el ejercito y te enamoraste de todo lo que eso conllevaba, considerando de manera feliz tener tu propio tiempo para bailar de vez en cuándo.
Y el ballet. Era la segunda cosa que siempre lograba calmarte. Así que a penas llegaste a tu habitación te quitaste los zapatos, cogiste tus zapatillas de ballet, te amarraste el pelo en una ligera coleta y abrirse el cajón de tu roja para sacar la pequeña falda de ballet rosa de seda que Rudy te había regalado el año pasado para navidad.
Tomaste tu teléfono y pusiste una canción, Mitski - first love/late spring.
Comenzaste a moverse despacio en el espacio que hacías al empujar tu cama contra la pared y tus movimientos se volvieron cada vez mas rudos y emocionales a medida que la canción bamboleaba con el ritmo. No era precisamente una canción de ballet como tal pero podías interpretarla a través de tus emociones mientras tratabas de apartar esos pensamientos llenos de rabia.
No pasó mucho hasta que viste que tu puerta se abrió pero no te detuviste. Sonreíste y seguiste bailando con tus brazos y pies, una obra de arte que el consideraba tener el privilegio de tener solo para él. Te rodeó despacio, con las manos en la espalda no perdiéndose ni uno de tus movimientos y de pronto, mientras estirabas una de tus piernas hacia arriba sentiste sus manos en tus caderas y su cuerpo en tu espalda.
Su respiración suave en tu nuca mientras bajabas la pierna y dejabas caer tu cabeza en si pecho, ondulando tu cuerpo en un movimiento giratorio. Tus manos sobre su pecho mientras bajabas y girabas y lo rodeabas. Sus ojos te seguían con adoración, te alejaste y volviste envolviéndote con sus brazos. Sus labios tocaron la piel sensible debajo de tu oreja y su mano se plasmo a lo ancho de tu vientre haciéndote perder el hilo de los movimientos.
—Ya pasó mi amor — susurró son sus labios moviéndose a lo largo de tu cuello — ¿Quieres hablar de ello?
—No — dijiste en un hilo de voz dejando caer tu cabeza en su pecho, dándole libre acceso a tu piel — todavía no me relajo del todo.
—Oh mi vida yo puedo arreglar eso — sus labios se movieron hacia arriba y sosteniendo tus caderas te giró con suavidad para que lo miraras a los ojos — te ves tan linda cuando bailas.
Suspiraste dejando caer tu frente contra sus labios mientras él te envolvía con sus brazos.
—Fue mi culpa — dijiste en un susurro — culpé a Ale pero yo fui la tonta que titubeó porque vio al niño. Por eso él tuvo que ir solo a perseguir a Valeria.
—No fue culpa de nadie de aquí ¿De acuerdo? — besó reiteradas veces tu rostro — estas cosas pasan, vamos a arreglarlo ¿Si? Los dos estaban muy cabreados y la cagaron gritándose cosas sin sentido.
—Pensé que Valeria iba a matar al niño Rudy — susurraste finalmente dejando salir la razón de todo tu comportamiento — me aterré. Perdí la cordura. Y me bloqueé.
—Mi amor — él tomó tu rostro entre sus manos y te hizo mirarlo, secando tus lágrimas con sus pulgares — el niño está bien, Alejandro lo sacó de ahí y está con su mamá ahora.
—Lo sé, Ale me dijo mientras me gritaba — hiciste un puchero — soy una idiota.
—No lo eres.
—Lo dices porque me amas.
—Te amo, y no lo digo por eso. Eres hermosa mi amor, fuerte e inteligente y humana. Es de humanos errar y tener sentimientos, no somos putas maquinas — te hizo sonreír revoloteando los ojos y luego te miró a los labios mientras las tuyas bajaron el cierre de su chaqueta militar — y eres mía. Y siempre te voy a proteger.
—Eres tan dulce Rodolfo.
Tus labios rosaron los suyos y él gruñó vibrando en lo más profundo de su garganta.
—¿Y quieres que sea dulce ahora mi amor? — su mano derecha trazó toda tu espina dorsal haciéndote gemir.
—No — deslizaste tu lengua por sus labios y llevaste tus manos a su cinturón — quítame la rabia como solo tú lo sabes hacer.
—Con mucho gusto mi princesa — te besó el cuello con un suave mordisco, tan tierno que no esperaste que te gira bruscamente contra la cómoda, empujando tu espalda hacía abajo presionando sus caderas contra tu trasero — agárrate fuerte.
No alcanzaste a hablar cuándo te bajó los pantalones y la ropa interior de un tirón. Te reíste por lo bajo y te llenó de golpe.
—Rodolfo...
Tus gemidos se escucharon hasta el comedor y los de Rudy, que decir.
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Juego de claroscuros sobre las tres dimensiones de este salón...
Expectativas ansiosas...
Respiración agitada....
Sudor que emana de tus poros presa de la incertidumbre...
Ebria de deseo, sobria en tus decisiones ...
Humedad que decora tus labios, brillos lascivos que a su paso riegan tus muslos obligados por la impertérrita ley de la gravedad...
Tacones que sustentan tu cuerpo angelical, curvas que tu mente recubre con un manto de perversión...
Devoción por estos momentos que son únicos e irrepetibles...
Enfundada en negra lencería y vestida de cuero y metal, ropajes y complementos que te otorgan un aura de pecado y tentación...
Ángulo de inclinación en tus caderas en señal de ofrenda a mi persona, de entrega incondicional a mis deseos y de devoción por esa energía invisible que nos une a ti y a mí...
Tan bella... te necesito!
Tan inmóvil... cuantas ganas te tengo!
Tan salvaje... toda mía!
Tan atractiva... te deseo!
©Navegandoportumente
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Care-cer
Ese salvaje diafánismo que evoca el amor.
Traspasar otro cuerpo, contenerlo, acurrucarlo.
Emanciparlo hasta las sienes
sumergirlo en mar abierto a ver si flota.
Contener las lágrimas ebrias de cólera.
Sí, amar, presuntamente el verbo hecho carne -contrición de dos cuerpos que profesan amarse- más conocido y poco vivido: profesado, rasgado, reinventado
del humano tácito al renuente ser.
Podría ser la mejor experiencia de dos, tres, cuatro.
O la lúgubre ensoñación de una estela lunar.
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El guardián de los monstruos
Su papel como guardián no se limita solo a la esmeralda maestra, sabe que una de sus tareas primordiales es mantener el equilibrio del caos, pero si es sincero, no esta seguro de que significa eso.
Mantener la esmeralda alejada de cualquiera que quiera hacer el mal es como sabe que puede mantener el orden, pero hay algo más, algo en el fondo que se esconde, algo que no puede explicar pero que sus instintos le dictan "mantenlos dormidos" ¿que exactamente debe mantener dormido? no lo sabe, pero entiende que es importante para que el orden natural de la vida continue.
Entonces sucedió, en una mañana mientras flotaba tranquilamente en los canales de Hydrocity, primero fue un temblor que lo sacudió por completo provocando que por poco se ahogara, nado rápidamente a la orilla, tosiendo bocanadas de agua y buscando aire frenéticamente, cuando llegó a la orilla permaneció de rodillas con la vista enfocada en el piso, pero su mirada estaba perdida, en su mente las vistas de hielo, volcanes, cascadas y mares aparecieron como una película.
Están despiertos.
El conocimiento y entendimiento llegó a él, los titanes despertaron y debe evitar que él caos reine, hasta que él rey aparezca y los detenga.
Corrió lo más rápido que pudo hacia la esmeralda maestra buscando respuestas, no esta seguro de lo que debe hacer, necesita la orientación de la esmeralda. Cuando llegó a la cima del santuario y posó sus manos en el cálido cristal la única respuesta que obtuvo fue "cálmalos"
Pero, ¿Como se supone que lo haga?; Los titanes son prácticamente dioses, criaturas hechas de caos que dominaron el planeta mucho antes de que los mobianos existieran, y él es solo … él.
Los titanes se mueven rápido y debe evitar que ocurra un enfrentamiento entre ellos, se lanzo de la isla hasta el pico de energía más grande que podía detectar. No sabe como lograra detenerlos, pero lo descubrirá sobre la marcha.
Cuando llegó a la superficie no fue una sorpresa ver a Sonic y los demás cerca del area, se acerco a ellos para saber su plan.
"Terminar de evacuar a todas las personas de la ciudad y detener a esas cosas" Contestó Vector, entonces no había plan.
El suelo tembló y el aire se volvió tan caliente que costaba respirar, Rodan y los Mutuos se acercan, tiene que hacer algo para evitar que pelen entre si, ¡¿Pero que?!
La desesperación lo carcomía, debe darse prisa, puede sentir el flujo de caos en el mundo comenzando a desbordarse. Rodan volaba sobre sus cabezas, faltaba una esmeralda caos para poder usar a super Sonic, los Mutuos se acercan, deberán enfrentarlos de frente, entonces... se sentó.
"¡¿Qué carajos haces knuckles?!"
Siguió sus instintos y tomo una posición de loto, cerro los ojos y busco las firmas de energía de los titanes, no fue difícil pero eran erráticas, salvajes, no queriendo ser controladas.
Podía escuchar el disturbio a su alrededor, los gritos de sus amigos insistiendo en que se levantara, el rugido de los tres titanes frente a él y la desaprobación de los que aun no se acercaban, cinco energías caos en total, debía conectar con ellos para evitar el caos, debe mantenerlos tranquilos hasta que el rey aparezca. El ruido comenzó a desvanecerse, él zumbido de las poderosas energías lo envolvió.
Por otro lado, la pandilla no podía creer lo que estaban mirando, las tres criaturas, que se habían mostrado hostiles desde que Eggman las despertó, detuvieron su marcha destructiva y se posaron frente a Knuckles, el equidna no parecía darse cuenta, perdido en alguna clase de trance supernatural, sus rastas flotando ligeramente entre remolinos de energía verde y marcas blancas dibujándose por su cuerpo, verlo era hipnotizante, como ver a un ser divino.
Una ráfaga de aire los hiso apartar la vista y ver como desde el cielo una enorme polilla descendía, seguida muy de cerca por un gran dragon de tres cabezas que, a diferencia del resto de criaturas, se veía muy enojado. El rostro de Knuckles se arrugo, pareciendo concentrarse.
Ghidorah se opone a ser tranquilizado, negándose a ser controlado por un guardian insignificante, pero Knuckles debe hacerlo, Ghidorah es quien más problemas trae al equilibrio del mundo, esta lleno de energía caos pero es tan diferente, no es de este mundo, Knuckles no puede mantenerlo silenciado como al resto.
Intenta concentrarse en el dragon sin descuidar su agarre del resto, pero no lo consigue, los hilos de caos que coloco sobre la energía de Ghidorah comienzan a desquebrajarse, lo va a perder.
Un temblor, dos temblores, entonces un gran e imponente rugido resonó , Godzilla a llegado.
La pandilla estaba preocupada por el nuevo monstruo que apareció, la versión gigantesca de un dinosaurio soltó el rugido más intenso que habían escuchado, sin estar afectado por lo que sea que el equidna estuviera haciendo.
Se prepararon para pelear, detendrían a ese monstruo sin duda alguna. Pero entonces todos los monstruos que habían permanecido quietos se movieron al unisono, lanzando rugidos en respuesta.
Todos y cada uno de ellos dio la vuelta, volviendo sobre sus mismos pasos hacia el lugar de donde habían salido, excepto el dragon, él permaneció en su lugar, flotando sobre el suelo, retando al monstruo más nuevo, ambas criaturas se miraron fijamente por unos segundos, la tensión era tan densa que a la pandilla le costaba respirar, al final el dragón soltó lo más parecido a un resoplido y se dio la vuelta, perdiéndose entre las nubes.
Knuckles observó este desarrollo con miedo, sabiendo que si Godzilla y Ghidorah peleaban la balanza del caos perdería su equilibrio, así que no pudo evitar soltar un suspiro cuando vio a Ghidorah retirarse. El suelo retumbo otra vez al son de los pasos de Godzilla, antes de que este se perdiera por el mar que rodeaba a la ciudad pudo sentir la energía caos del rey entrelazándose con la suya, recibiendo lo más parecido a "buen trabajo" del titan. Su corazón latió fuertemente al saber que había cumplido con su deber.
Después de eso el agotamiento lo golpeo y todo se volvió negro, apenas fue consiente de unos brazos que lo envolvieron.
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Y, ta,tan....
Esta a sido la cosa mas fumada que he escrito, haaaaaaaaaaa!!!
He estado viendo muchas películas de Godzilla últimamente y mi guardián favorito se cruzo por mi mente cuando vi Godzilla: el rey de los monstruos. Y así nació esto 😅😅😅😅
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[Fanfic Newcob]
Omegaverse.
Omega Jacob/Alfa Newt.
Relación establecida
Fluff. Mucho fluff. Tantísimo fluff.
Romance. ¡Demasiado romance!
Smut desvergonzado. R18 (¡pero es muy corto!).
Hoy no habrá historia para celebrar el cumpleaños de mi hermoso y divino señor Holmes, sin embargo, cariño, una hizo lo posible para al menos traer un regalito de reyes jajaa.
Y, por supuesto, esta historia esta dedicada a mi hermosa y querida @drunkenelevator, de cuyo arte sigo enamorada y que, espero, este año siga complaciendo a nuestro pequeño fandom con sus preciosas obras 🥰✨. Bebé, espero que esta cosita te guste 💖💖💖
* * *
Luego de apenas tres días de celo, Jacob encontró su cuerpo cubierto de mordidas. Las tenía en los hombros, los brazos, los muslos, ¡e incluso había una en su pie izquierdo! Muchas de ellas se ubicaban en el estómago, en el culo y el cuello. Marcas que no incluían moretones de labios dominantes, rasguños de garras largas, irritaciones por una lengua con púas, huellas de manos o de dientes no trasformados en colmillos. El cuerpo de Jacob ardía por la devoción y la posesión impresa en él.
Newt dormía abrazándose a su cintura, su aliento suave le acariciaba la sien y su verga medio dura contra el muslo era una agradable fuente de calor, que se esparcía alrededor de su cuerpo y le provocaba suspiros. El viento salado y refrescante entraba por las altas ventanas, reemplazando por muy poco el aire viciado de la habitación. La luz del sol iluminaba las paredes angulosas, y viniendo de lo alto, conferían a la habitación casi vacía de un efecto que la hacía parecer de mayor tamaño. Ayudado por esa luz, Jacob regresó a su examen, sin moverse, de cada lesión en su cuerpo.
Desafortunadamente, ellas desaparecían demasiado rápido. Las que Newt le hiciera el primer día no eran ya sino hermosos recuerdos, y las que se marcaban solo por encima de su piel, de prestar la suficiente atención, Jacob podría observarlas desapareciendo a simple vista. La saliva de su Alfa que le impregnó desde la primera mordida en sus glándulas y la lengua insaciable que no dudaba en lamerlo de los pies a la cabeza, pocas oportunidades le daban para vanagloriarse como lo quisiera sobre sus marcas posesivas. No borraban el recuerdo, sin embargo, y eso le bastaba.
Además, por supuesto, el precioso hombre mágico siempre se encargaba de marcarlo, sea cual fuere la ocasión, —y ahí un detalle que siempre inundaba a su corazón de tranquilidad— con la boca o las manos cualquier parte de su cuerpo. Lo que, cuando no tenía a su ahora pequeña y poco convencional manada, que servía como un recordatorio constante; antaño le significó la única manera de saberse irremplazable, de tener un lugar que nadie llenaría si no estaba él; que pertenecía y ya nunca estaría solo. Hechos que hizo del conocimiento de Newt luego de que descubriera Jacob la incontable cantidad de sellos posesivos la primera vez que hicieron el amor, y Newt estuviera listo para irse de su vida para conseguir su perdón.
Examinando la media docena de mordidas en su muñeca izquierda, recodó la forma en que, al principio, ni siquiera Newt entendía cómo es que tener tan mala relación con su lado Alfa lo orillaría tarde o temprano a volverse salvaje. Y, por supuesto, incluso antes de Jacob, el feroz Alfa, que con tanto fervor Newt intentaba esconder para ayudar a criaturas, se vio empujado tan al límite por aquellos que las maltrataban, que poco había faltado para no suceder lo peor. Reaccionar así al maltrato de seres inocentes en la presencia de los mismos seres, no lo dejaba realmente en el mejor escenario delante de ellos, lo que lo obligaba a restringirse con mayor ímpetu.
Pero un Alfa no debería ser contenido de esa manera, de no ser por sí solo un hombre tan poco social —y de serlo, si se hubiera encontrado con mejores ejemplos de personas— pudo alguien informarle que no precisaba de contenerse para ayudar a las criaturas; que la feroz protección y el enojo desmedido a quienes lastimaban y mataban por veneficio propio, no tenía que ser, por fuerza, guardado en lo profundo de su alma. Que bien podía beneficiarse de la ira y sacar provecho de su posesividad. No siendo el caso, Jacob admiraba ahora los profundos rasguños que las garras de Newt le hicieron en los muslos.
Ese el resultado de un Alfa que, luego de décadas, finalmente se le permitía ser visto y sentido. Jacob sonrió, ante lo que significaría una dualidad de hombre, no resultaba serlo en absoluto. No para él, siendo justos. Newt fue un Alfa ante su presencia desde que se conocieron, y todo cuanto sabía de él antes de eso se coincidía por la manera en que actuaba, volviendo fácil el deducir que decía la verdad. Cierto fue que su primer encuentro no se trató de una reclamación salvaje y un trato inmediatamente posesivo, sin embargo, aún a falta de una declaración gritada a los cuatro vientos, el hombre tuvo el atrevimiento de marcarlo con su saliva ni medio día después de su primer encuentro.
El movimiento de su risa provocó que Newt acercara la nariz a su cuello, inhalando de la fuente su buen humor y, todavía dormido, sonrió. Jacob averiguó enseguida que Newt no lo marcó de forma consciente. Su Alfa lo hizo. El mismo Alfa que se mostró ante Jacob luego de que el Omega corriera para salvar su vida de una erumpent en celo. Aquella vez, Newt no consiguió luchar contra una parte tan importante de él. Y Jacob, que ninguna queja emitió cuando Newt usó su saliva para la amalgama que pondría en su cuello, y que lo guio a Central Park para buscar una criatura que en su vida tuvo la mente para imaginar; se entregó.
Se entregó al hombre más amable, dulce y cariñoso que jamás hubiera conocido.
—Me encargaré de eso, bonito. —Jacob reaccionó dando un saltito entre los brazos de su esposo. Suspirando, sintió sus besos a lo largo de la nuca y el hombro.
—Esta bien, deberíamos tomar una ducha primero. —Newt tembló junto a él, estirándose como un gato. Jacob sonrió.
—Pegajoso…
—A eso me refiero.
Newt lo sostuvo de la cintura todo el camino al baño. Se colocó para protegerlo de primer chorro de agua fría y lentamente lo acercó, enredando los dedos entre su cabello castaño. Aunque Jacob amaba el profundo aroma de su esposo marcándolo, suspiró al liberarse de la basta cantidad de sensaciones viscosas y secas sobre su cuerpo. Las manos de su Alfa, cuidadosas, esparcieron la espuma y lo libraron poco a poco de cada rastro que su amor le dejó en la piel.
Dándose media vuelta, siguiendo las instrucciones de su esposo, Jacob pronto advirtió esas manos sobre sus hombros y espalda. Con los ojos cerrados, el Omega disfrutó de los mimos. Conocía a la perfección la forma en que su esposo seguía metódicamente una eficiente rutina para limpiarlo, casi nunca saliéndose del guion a menos que las circunstancias lo ameritaran. Jacob no podría adivinarlo a menos que fuera demasiado obvio, y aunque lo sorprendiera de vez en cuando, nada diría en contra. Así, en tanto su adorado Alfa le lavaba los muslos, ningún otro sentimiento opacó al tierno cuidado de su amado esposo.
Una vez terminó el turno de Jacob para lavar y adorar a su Alfa, Newt se encargó de secarlo de los pies a la cabeza, besando cada parte con una ternura que conmovió a Jacob hasta el alma. Su amor por Newt resonando a través del lazo que los unía y siendo devuelto con la misma intensidad. Newt se secó rápidamente y los vistió a ambos con batas ligeras. Jacob Recibió un beso en la frente y, luego de seleccionar los productos a utilizar, Newt lo colocó de espaldas al lavabo.
—No te muevas, cariño —pidió Newt, y Jacob, que en absoluto requería de la advertencia, asintió y se dejó guiar por las manos de su Alfa.
La crema especial que Newt hacía para los dos y las navajas que siempre mantenían su filo, pese a la facilidad, aún dotaba a la escena todo cuanto un Omega mimado podría desear… Tal vez, Jacob ciertamente lo sentía así. El borde fino le acarició la piel suavemente, llevándose con suma efectividad el poco y preciado bello de tres días. Newt se aseguraba siempre de sostener su cabeza y moverlo a la posición deseada tan cual un artesano toca a su obra, amoroso y tierno, temeroso de provocar algún daño, mas preciso en su actuar, consciente de que la duda ningún bien haría.
Terminado el asunto, procedió a recortar los escasos milímetros del bien cuidado bigote que el Omega logró crecer. Las pequeñas, frías y lujosas tijeras le acariciaron tiernamente el labio superior, y en tanto, el Alfa se mordisqueaba su propio labio entre dientes nerviosos. A Jacob se le volvió un imposible apartar su mirada de ese hermoso rostro; le contó las pecas, detalló su nariz, avistó las preocupadas cejas y delineó cada veta de oro inmerso en los preciosos lagos verdes cristalinos de sus ojos.
—Jacob, por favor… —Sonriente, el Omega desvió su atención a la pequeña ventana, regresándola a su esposo ni tres segundos después. Las mejillas de su Alfa, teñidas de un suave rubor, redoblaron su belleza, así como la admiración de Jacob.
—No puedo evitarlo, ya lo sabes.
Por toda respuesta, Newt le dio un rápido beso en los labios, le acarició la cintura y continuó con su trabajo. Jacob no intentó siquiera disminuir la emoción arrolladora que la atención, el calor y la vista de su esposo le imponían en cada latido. Newt tampoco se lo pidió.
Siendo apenas el tercer día de celo, ninguno contemplaba como una opción válida el separase una distancia mayor a seis metros ni apartarse del campo de visión por más de cinco minutos. Así, una vez terminara la limpieza y refrescara su piel sensible con una loción sin sabor y sin aroma, Newt rechazó aceptar que su Omega le extendiera las mismas consideraciones.
—Me encargaré de ello cuando vuelvas al nido y duermas un poco.
De la forma en que entraron, Newt lo llevó de regreso. Su hombre mágico rescató su varita de la mesita de noche y, con algunos giros de su mano, cambió las mantas, sábanas, toallas y almohadas sucias; limpió el muro que rodeaba el nido, reemplazó la pila de toallas en la mesita de noche y ventiló la habitación. Jacob aún luego de un año, no podía creer que parecía entrar a un nido nuevo cada vez que Newt lo limpiaba.
—Sé que no debería disculparme, bebé, aún así… —dijo el Omega, muy avergonzado, sin querer contar las profundas marcas en la espalda y los hombros de Newt. Aun si él cicatrizaba a mayor velocidad, la cantidad superaba las que pudiera o no recordar haberle dejado.
Newt, de espaldas entre sus piernas, rio. Jacob recibió una enorme oleada de orgullo y buen humor.
—Me gustan. Significa que hice un buen trabajo.
—¿Un buen trabajo? Tú… Bestia. —Los pies de Newt bailaron de un lado a otro, su risa golpeando cada uno de los ángulos en la habitación y una a una de las costillas de Jacob. Cariñosamente, el Omega le besó en la espalda y, preparando el gotero con esencia de díctamo, terminó de seleccionar las marcas profundas—. ¿Estás listo, Alfa? —Newt asintió, enviándole tranquilidad a través del lazo.
Jacob se aseguró de consolar el ardor y las molestias que venían con la curación acelerada, besó la renovada piel y usó lo dedos para mimarlo hasta que su esposo recupero su calor. Completada su tarea, fue el turno de Newt para buscar, entre sus heridas, las que pudieran tener un mayor riesgo de infección en tanto se curaban.
—Oh, amor, si solo pudieras verte —susurró Newt antes de acariciarle las caderas y besarle en el centro del pecho, justo sobre su corazón.
Recostado ya en el centro del nido, con su esposo entre las piernas, Jacob tembló. Los dedos de su Alfa lo sostenían ahí en donde las yemas de sus dedos quedaron impresas y lo besaba justo en la cicatriz de sus colmillos. Un rubor se fue extendiendo alrededor de su piel, subiéndole la temperatura y acelerándole el pulso, la respiración. A ese hermoso hombre pertenecía y con cuánto devoto amor portaba sus marcas.
—No entiendo cómo pueden tus ojos ser tan oscuros y brillantes, cómo es tan claro lo que sientes y cómo puedes permitir que sea yo quien lo provoque. Jacob, mi bonito Jacob..., vas a matarme.
Jacob no supo quién se levantó primero, pero en el instante en que sus labios se encontraron, nada de eso importó. Los sedosos labios de Newt tomaron su boca con la liviandad de un capullo que se abre para mostrar sus pétalos. Flor hermosa que esparció su perfume en las marcas de su pecho, estómago, vientre y muslos. Sellaba efectivamente las heridas, curaba la piel que, el Omega esperaba, no mucho después sería decorada nuevamente.
Completada la tarea, e incluso si no era el caso, Jacob instó con manos nerviosas el regreso de su Alfa sobre su boca. No cabía en sí de la urgencia que apremiaba a sus labios y a su lengua por tener el sabor de Newt bailando de nuevo junto a él. Su adorado hombre, que se había encargado magistralmente de dotarlo con tiernos cuidados, no dudó en seguir la orden, besándolo tan lento y tan profundo como lo ansiaba. Aquellas palmas, cuya suavidad se perdía entre cicatrices y parches de piel mal curados, no detuvieron los senderos dibujados sobre la piel del Omega.
La diestra del Alfa pronto halló su lugar bajo los revueltos risos castaños, sosteniendo a Jacob e impidiéndole moverse de su lugar o apartarse de sus labios; la mano izquierda se ubicó en la polla medio dormida de Jacob. Ansiosos jadeos golpearon la boca de Newt, el aliento de su Omega lo consumía, lo acorralaba, dejándolo sin ninguna escapatoria. Y Jacob nada hizo para detenerlo, al contrario, instando a sus caderas contra la palma de su esposo, incluso si se trató de un ritmo pausado, aún su Alfa pareció complacido con su cooperación. Pese a que no fue otro sino el muggle quien hubiera iniciado tal empresa, su Alfa no dudó en ponerse al mando para brindarle a su esposo cuantos placeres deseara.
—¿Esta bien así, dulzura?
Asintiendo, el Omega se entregó por entero al movimiento suave y firme sobre su polla. Los hábiles dedos envolvieron su tronco y lo masajearon de arriba abajo, extrayendo las primeras gotas de presemen. La boca insistente e invasiva de su esposo limitaba su voz, no obstante, nada le haría rechazar el placer que comenzaba a cubrirle como miel pegajosa y dulce. Newt no aceleró en absoluto, aun así, sus acciones certeras mantuvieron a Jacob inmóvil bajo su cuidado.
Envolviendo con una pierna la cadera de su esposo, Jacob se entregó a los dedos que invadieron su perineo, torturando su carne sensible y acercándose demasiado al borde de su agujero, solo para retroceder antes de tocarlo. No se movió para que su Alfa continuara ese camino y, probablemente, Newt tampoco habría reaccionado a su favor. Su hermoso hombre sabía lo que necesitaba; cómo enloquecerlo con el ritmo más suave y llevarlo al clímax sin apenas esfuerzo. Por ello es que incluso antes de pensarlo, su Alfa regresó a mimarle la verga llorosa.
Un hilillo de saliva conectó sus bocas antes de que su Alfa descendiera con besos tiernos a través de su cuello. Jacob tembló, atento a la implícita orden de no moverse y al tiempo siendo consumido por la lentitud de aquellas manos firmes. Cuando su Alfa, sin embargo, se dedicó por entero a mimarle la punta de la verga, Jacob nada logró hacer contra el anuncio del próximo orgasmo. El paulatino vaivén de aquellos dedos y la delicadeza de su afecto cubrían al Omega del placer más afable, de la lubricidad más frágil. Jacob no quería que se detuviera.
—Vamos, cariño… Déjame verte —le susurró Newt al oído, mordiéndolo después—. Omega, dame un poco de crema dulce.
Atendiendo a la orden de su Alfa, el susceptible Omega no logró contenerlo. Los dedos lánguidos de Newt se cubrieron de inmediato con eyaculación cálida mientras Jacob se deshacía entre sus brazos, cantándole agudos gemidos y tiñéndose su cuerpo lascivo del color de un hermoso fénix.
Cada agitada respiración de Jacob fue atendida por la boca de su Alfa, que lo besó en cada esquina del rostro y le susurró amorosas naderías cada vez que se alejaba. Newt lo acarició hasta que el último rastro del clímax desapareció, y en seguida, con un movimiento fluido y natural, se limpió los dedos con la lengua. Si la respiración de Jacob fallaba, al ver a su Alfa lamiendo su esencia, su corazón amenazó con detenerse.
Jacob se sabía adorado y amado por Newt, no existía en él la menor duda ni algún reticente pensamiento que le hiciera pensar lo contrario. Cómo podría cuestionarlo siendo atendido y tratado de esa forma. Estando bajo la mirada atenta de esos preciosos ojos verdes y bajo el cuidado, la protección y el obvio deseo de mantenerlo a salvo y complacido, Jacob se sentía amado, anhelado.
Newt también lo limpió con la lengua y luego con la toalla húmeda. Besándolo en la frente, le dijo:
—Duerme un poco, ¿de acuerdo, bonito? Me encargaré de esto —acariciándose el mentón cubierto de pálidos bellos—, e iré a calentar la comida. —Jacob asintió y lo vio irse tras un casto beso en los labios.
Suspiró al cerrarse la puerta.
Ya lo extrañaba.
* * *
Cómo decirte que mi Jacob es una princesa, sin decirte que es una princesa 🤭. De todas formas, amor mío, muchas gracias por leer, realmente espero que te haya gustado.
Por favor, perdona todos los errores que te encuentres, intentaré corregirlos pronto 🫠. Me voy por ahora, deseándote un feliz día y un increíble inicio de año ❤️🔥, no olvides dejarme tu opinión y tu amorcito uwu.
Nos leemos pronto 🥰
¡Te adoro! 🥺💖💖💖💖💖💖
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