#que dijeron?? boda??? pues todavía no
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artpravat · 2 years ago
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♡ ᴀʀᴛʜɪᴛ & ᴋᴇɪᴛᴀʀᴏ, 𝙥𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧 𝙖𝙣𝙞𝙫𝙚𝙧𝙨𝙖𝙧𝙞𝙤 ( 13.03.2022 — 13.03.2023 ) ♡
                                                                    ( ft. @ikeitaro )
❝ tu risa me ha cubierto de espumas, tu cabeza es un astro pequeño entre mis manos, el mundo reverdece si sonríes... ❞  ᵒᶜᵗᵃᵛⁱᵒ ᵖᵃᶻ 
Anillo de promesa:  Su principal significado es la promesa de seguir unidos. Una promesa de amor y unión, un compromiso dónde se habla de fidelidad, lealtad y entrega hacia la pareja.    
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larrieshomelat · 4 years ago
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HOLA! Mas que preguntar algo quería hacer un cometario y pues pedir su opinión (es sobre las fotos de H con O). Primero una fan llamo al hotel del logo que esta en la bata de H y dijeron que no hacen eventos desde finales de noviembre además creo que si esta confirmado que la boda de Jeff fue en noviembre....ah cierto O todavía estaba casada....ooh cierto las fotos salen 2 mese después cuando O ya esta separada ._. creo que puede ser una "winter girlfriends" y suelen ser por publicidad como Tay
Por lo que tengo entendido no se casó y sólo estaba comprometida y se ve bastante obvio que la boda no fue ahí y que fue planeada, en si es raro y parece planeado así que seguro no fue la boda real y la verdad no creo que olivia y su "ex" hayan terminado porque en cada pap pic salen abrazándose, con el anillo y mirándolo como si siguieran juntos, y quizás sólo es publicidad o algo más, veremos 👀
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nethwan · 3 years ago
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Ladrón de vida
Summary:  A pesar de las dificultades, Lars estaba satisfecho con su día a día, por lo tanto, no tenía idea de que un simple encuentro casual le iba a cambiar la vida para siempre.
Pairings: Netherlands/Taiwan
Warnings: Explicit language
Other links:
https://archiveofourown.org/works/31814512/chapters/80840248
https://www.fanfiction.net/s/13897388/5/Ladr%C3%B3n-de-vida
V. Vivir para contarlo
A pesar de su nula capacidad para entablar amistades y su poca paciencia, Lars había tomado, de manera inconsciente, su rol como hermano mayor. Se había repetido una y otra vez que no se involucraría con esa familia y que por nada del mundo se encariñaría con ellos. Ya era demasiado con haberse enamorado de Mei, como para que ahora les tomara cariño a esas personas que pensaban que era Jan. Además ¿qué haría cuando el verdadero regresara? Se preguntaba. Aunque para ser honesto, no lo podía evitar.
Le tenía una gran estima a Henri, no solo porque dependía de él en el trabajo, sino porque lo consideraba un chico de buen corazón. Cuando no estaba con Mei, de vez en cuando cenaban juntos, charlaban después del trabajo y conversaban sobre cualquier tema. En ocasiones, Henri sacaba a relucir alguna anécdota de su infancia y eso le hacía pensar que si existía alguien con quien Jan no era un completo idiota, ese era Henri. Pensó que cuando tuviera que marcharse, lo iba a extrañar bastante.
Una mañana, Henri se acercó para hablar con él. Se veía un poco ansioso, pero contento.
“Jan, ¿tienes un momento?”
“Claro” dijo Lars.
“Quiero pedirte algún consejo… o más bien, contarte algo. Tú conoces a Ling Wang, tu cuñada… me gustaría salir con ella…”
“Y ¿por qué me pides permiso?” le preguntó, alzando la ceja, sin entender sus razones.
“Pues porque tú mismo dijiste que disfrutara mi vida de soltero, que era mejor a atarse a una persona. Incluso dijiste que yo tenía mal gusto porque ella es una molestia que no dejaba de entrometerse entre Mei y tú” le recordó Henri, girando los ojos.
“¿Ah sí? Bueno ¿y tú lo crees?”
“Por supuesto que no”
“Pues entonces no necesitas mi aprobación, ni seguir mi ejemplo”
“Lo sé, es que ahora que puedo hablar mejor contigo sobre esto, quería contártelo” le dijo contento.
Lars esbozó una sonrisa. Era cierto que Jan la había llamado chismosa y entrometida, y por eso no la culpaba de odiarlo. Además, Henri podía salir con quien quisiera, con o sin aprobación. Lars lo animó a que la invitara a salir y Henri no perdió el tiempo. Esperaba que al menos, así pudiera estar compensando todas las molestias que le ocasionaba en la oficina.
La relación con Emma, por el contrario, era casi inexistente. Lo poco que sabía de ella era que era una arquitecta notable y que iba a casarse igualmente con uno, con ese tal Antonio. En las veces que se reunían para cenar con su madre, se mostraban muy felices y enamorados, así que suponía que, al igual que Henri, Emma no había sacado ningún gen malvado como los de Jan. Quizá los defectos de ambos hermanos era que trabajaban demasiado, eran perfeccionistas y exigentes consigo mismos, pero estaban muy lejos del concepto en que los tenía al principio. Si él hubiera tenido hermanos, le hubiera gustado que fueran como ellos.  
Cierta tarde, Lars encontró a Emma yendo de aquí para allá, hablando sola en el jardín, aunque no era bueno para consolar a la gente, no quería verla tan inquieta. De hecho, era la primera vez que la veía así. Entonces se acercó para averiguar qué le pasaba.
“¿Qué tienes?” preguntó con cierta brusquedad.
La chica dio un respingo y lo miró fingiendo tranquilidad.
“Nada, no es nada”
“Tiene que haber una razón para que estés hablando sola ¿Quieres hablar de ello?” le cuestionó, casi rogando que no le dijera.
Emma vaciló, tenía miedo de contarle que era sobre Antonio, porque era posible que Jan tratara de vengarse de él de alguna manera, incluso convencerla de anular el compromiso o peor, intentar despedirlo. Así que trató de pensar en alguna mentira, pero por la mirada de incredulidad de su hermano, simplemente no podía inventar lo que fuera. Entonces respiró profundo, además quería hablarlo con alguien.
“Es Antonio, quiere aplazar la boda porque quiere que tengamos una gran celebración, pero yo le dije que no me interesaban las fiestas grandes. Siguió insistiendo y le dije que si seguía haciéndome esperar entonces ya no me casaría con él. Se molestó mucho. He tratado de localizarlo, pero no contesta mis mensajes” sollozó.
Lars se rascó la cabeza, no solo era malo para consolar gente, sino que también se sentía el menos indicado para dar consejos de pareja. Sin embargo, Emma necesitaba ánimos y había notado lo mucho que el tal Antonio la amaba. No era como Jan, así que lo más seguro era que no le estaba siendo infiel ni le estaba mintiendo. Al menos Emma había sido muy juiciosa para elegir pareja.
“Tal vez necesita tiempo para pensar, estoy seguro de que te va a contestar pronto”
Él se sentó a su lado, y le dio una palmada en la espalda, ella se recargó contra su hombro y él simplemente se quedó allí sin saber bien qué más hacer. Luego, cuando ella se tranquilizó, vieron llegar a Antonio. Éste iba con aire decidido, pero al ver al hermano mayor, empezó a titubear. Lars los dejó solos para que arreglaran sus problemas y luego de media hora, los vio paseando tomados de la mano otra vez.
A partir de ese momento, Emma también se sintió más en confianza con su hermano mayor. Su relación de hermanos parecía intermitente. De niños solían jugar juntos, pero durante su adolescencia él la había ignorado varias veces aun estudiando en la misma escuela y era completamente ajeno a sus intereses. Luego, de adultos, Jan de repente se mostraba crítico con ella, tanto en lo que había decidido estudiar como cuando le presentó a Antonio. Así que ahora que se mostraba más comprensivo, decidió darle una oportunidad para limar asperezas. Después de todo, era su hermano y ella no tenía el corazón para rechazarlo en la manera en que él lo había hecho.  
Todas estas acciones no pasaban desapercibidas para la señora van der Linden. No solo porque desde el principio había notado un ligero cambio físico en su hijo, sino porque actuaba y se expresaba como alguien diferente. Una persona no puede pasar de tener una gran confianza en sí mismo a ser callado y retraído en un par de semanas. Se preguntó qué había pasado en ese viaje que lo tenía tan cambiado. No era que ya fuese una persona mejor, de hecho, distaba de serlo con ese malhumor constante y desdén hacia otros, pero al menos no estaba portándose como un sinvergüenza. Luego de haberlo observado, de pasar algún tiempo hablando con él, de enterarse por Henri de varios detalles inexplicables, la idea de que ese no era Jan, la inquietó, pero ¿cómo saberlo a ciencia cierta?
A pesar de que amaba a sus hijos, sabía que Jan había tomado muy malas decisiones en la vida. Su padre lo mimaba demasiado al grado de volverlo una copia exacta de sí mismo, con el mismo cinismo y la habilidad para inventar historias para salirse con la suya. Sin embargo, este Jan era bastante diferente. Era reservado y de pocas palabras. Además, tenía esos ademanes toscos que le recordaban al abuelo.
Por eso, ella quería saber si había sido un milagro que su pequeño hijo hubiera sobrevivido. Quería comprobar si era él, si por fin lo había recuperado, porque por mucho que los documentos le demostraron que había perdido la vida, su corazón le decía que él estaba vivo en alguna parte del mundo, y que algún día volvería a verlo y abrazarlo por primera vez.
Entonces, luego de pensarlo lo suficiente, por fin se armó de valor para enfrentarlo. Una mañana, luego del almuerzo, le pidió que la acompañara a regar sus flores. Por primera vez en años, ella había abandonado la casa para salir a respirar aire fresco. Lars aceptó, no solo porque era un hermoso jardín, sino que la compañía de esa señora era reconfortante, como volver a tener a su madre, además, por esa razón que la visitaba con frecuencia. Después de charlar sobre las plantas y ayudarla a regarlas, ambos se quedaron callados, entonces ella respiró profundo y por fin se animó a hablar.  
“Hijo, quiero preguntarte algo y quisiera que me prometieras que serás completamente sincero conmigo” le pidió con seriedad.
Él la miró confundido, pensando que quizá le preguntaría por algún escándalo de Jan, pero no fue así. Ella le tomó la mano y lo miró a los ojos.
“Tú no eres Jan ¿cierto?”
Esa mirada llena de esperanza, hizo que Lars no pudiera contestar al instante y desvió la vista. En los últimos meses había engañado a esa pobre mujer, y ya no quería continuar mintiéndole. Así que simplemente negó con la cabeza.
Ella lloró y lo abrazó. Entonces Lars se sintió de nuevo bajo el cobijo cálido de un abrazo materno, aunque no lo creía completamente, finalmente había encontrado lo último que estaba buscando: su familia biológica.
“Sabía que iba a encontrarte algún día, hijo” le dijo ella, todavía llorando de felicidad.
Entonces ambos entraron a la casa para que le mostrara las pruebas. Ella sacó unos documentos y le contó toda la historia. De cómo había tenido un parto prematuro y complicado, de la intervención quirúrgica a la que fue sometida, y en la confusión, le dieron solo a uno de los niños, siendo que ella esperaba dos y cuando empezó a reclamar por el otro bebé, le dijeron que éste había fallecido y que debían quedarse con el cuerpo del niño para unos estudios. Sin saber que en realidad había sido vendido a unas personas para ponerlo en adopción. Su esposo no hizo ningún intento por recuperarlo y se repuso pronto de la pérdida, pues estaba más que satisfecho con tener a su primogénito y heredero varón, pero ella nunca pudo olvidarlo.  
Lars entendió que ella le decía la verdad, entonces le contó de sus padres adoptivos y de cómo había vivido. Su madre se alegró al saber que al menos lo habían criado personas amorosas, aunque lamentaba que los hubiera perdido tan pronto. Él también le contó lo del trato con Jan y las razones por las que había aceptado que iban más allá del dinero que le estaba ofreciendo. La señora tuvo sentimientos encontrados al enterarse de todo ese embrollo, estaba decepcionada porque jamás imaginó que algo así pasaría, pero al mismo tiempo aliviada porque eso le había devuelto al hijo que creía perdido. Así que, por el momento, decidieron fingir ignorancia, al menos hasta que Jan regresara de ese supuesto descanso.
“Creo que deberías decirle a Mei. Ella es una buena muchacha y creo que no merece esta clase de juegos. Ni siquiera apruebo que se case con Jan, pero él es muy necio, sabe que solo está encaprichado con ella.”
Lars estuvo de acuerdo, pero se le hacía difícil buscar una forma de decírselo.
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A pesar de que Ling odiaba a Jan, no solo porque se aprovechaba de la diligencia de Henri, sino porque le era infiel a Mei, estaba segura de que algo estaba tramando. Actuaba distinto, él solía ignorarla y no le dirigía la palabra, pero ahora le hablaba de manera educada, y según Henri, él le había dado ánimos para invitarla a salir. Pero, sobre todo, había notado el trato que tenía con Mei. La veía con cariño y estaba siempre al pendiente de ella, además de que, supuestamente, se había desecho de todas sus amantes.
“Henri, tú sabes que no confío en tu hermano, ni un poquito, pero ¿no crees que se ha portado muy raro en los últimos meses?” le confió Ling.
“¿Qué quieres decir?”
“Pues ya no es un fanfarrón, casi no habla, trata con respeto a mi hermana, da miedo… todo eso”
“Eso noté, pero ¿no crees que puede ser que haya madurado? Aunque he de admitir que a veces creo que es otra persona” admitió Henri.
“¡Eso! Sé que puede sonar loco, pero qué tal si lo es ¿Qué posibilidad hay de que ese no sea el verdadero Jan?” le cuestionó ella.
Entonces, a Henri se le borró la sonrisa y le vino a la mente el secreto de su familia. Una vez, cuando muy niño, encontró las actas de defunción de un bebé que tuvo su madre, al parecer Jan había tenido un hermano gemelo que murió al nacer y del que ni siquiera les habían entregado el cuerpo. Nunca tuvo el valor de contárselo a alguien porque el solo descubrimiento le heló la sangre a la tierna edad de 10 años. Presentía que su madre aún pensaba en el niño, así que había una pequeña posibilidad de que en realidad estuviera vivo, pero con otra familia. Entonces la idea no parecía tan equivocada.
Al hablar de esto, Ling lo escuchó impresionada ante tal revelación pues siempre le pareció que los van der Linden eran una familia perfecta. Así que no sonaba tan desquiciado como a ella le había parecido en primer lugar.
“Entonces, ese hombre puede ser tu hermano de verdad. No es solamente un doble” le aseguró.
“Así parece, también sospecho que mi mamá ya debe saberlo, porque la veo más feliz y tranquila, además se acaba de quitar el luto después de tantos años”
“Es cierto, la última vez que la vi se veía radiante”
“Ahora necesitamos que él nos diga la verdad, porque conociendo a mi hermano, algo debió haberle dicho para que aceptara”
Ambos planearon preguntarle de una vez antes de que eso le acarreara problemas.
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Entre más tiempo pasaba, Jan se sentía más irritado. Y a pesar de estarse divirtiendo, de haber hecho lo que quería y derrochado en caprichos, el solo recuerdo de Mei y Lars le amargaba la vida. Sentía una punzada de celos al imaginarla siendo tocada por él, siendo besada por él, y entraba en cólera cada noche cuando por su mente rondaba la idea de que tal vez en ese momento le estaba haciendo el amor. Luego de verlo babear por su foto, era más que evidente que no se iba a contener. Y la llama de los celos se avivaba a medida que Arthur le mandaba información y los veía felices tomados de la mano. Eso lo enfurecía y pensaba que el karma le estaba cobrando por aquellas veces en que Mei lo atrapó con otras.
No entendía por qué se ponía así si estaba convencido de que no la amaba, pero eso solo reafirmaba que después de todo, nunca podría tenerla de verdad porque no la entendía ni un poco.
La había conocido en un momento de su vida en el que estaba decidido a encontrar una novia formal. Cuando la conoció, aquella belleza tan etérea, aquellos hermosos ojos marrones y esa dulce sonrisa lo dejaron sin aliento. Así que trató de seducirla no solo con su encanto sino también con su poder y obstinación. Se había encaprichado aún más con ella porque le había rehuido varias veces, le había resultaba muy difícil poder acercarse a ella, pero luego de un par de citas, regalos y el dramatismo de sus celos por el chico con el que ella estaba saliendo, por fin se rindió ante él.  
Mei era una joven, tierna e inocente y le parecía que era perfecta para ser su futura esposa. Aunque sentía que no debía atarla a él, porque pervertiría esa pureza con sus malas costumbres y la haría sufrir. Sin embargo, veía en ella a un tesoro y quería tenerla para él solo, sin importarle nada más y aún en contra de sus creencias acerca del matrimonio. Creyó que podría tener algo serio con ella, pero cuando la primera traición pasó, le fue tan fácil volver a su lado que volvió a hacerlo en otras ocasiones. Aunque era sencillo regresar, eso solo abría el abismo entre ellos y la intimidad desapareció poco a poco, haciendo de su relación solo un formalismo y una rutina.
Secretamente, había deseado que ella se vengara y le demostrara que estaba al mismo nivel que él, que no era tan pura como la creía, pero en cambio no lo hizo. Él habría aceptado que fuera con cualquiera, con el hermano de su cuñado, con el italiano, con alguno de sus amigos, no importaba quién fuera, él haría como que no había pasado. Pero, ahora no podía aceptar, bajo ninguna circunstancia, que, de todos los hombres del mundo, ella hubiera elegido a ese hombre que era igual a él.
Eso lo hizo caer en la realidad de que había tomado una decisión muy estúpida al escaparse así. Que las cosas simplemente no podían volver a la normalidad luego de eso. Entonces, decidió que era momento de regresar y reclamar su lugar. No le importaba nada más que deshacerse de ese ladrón de vida.  
Llamó a Arthur para que estuviera al tanto y tuviera en orden el papeleo de la casa de los padres de Lars. Quería hacerlo desaparecer de una vez de su vida. Arthur lo escuchó alarmado, pero no pudo persuadirlo de que esperara unos días, porque le colgó sin siquiera escucharlo. Arthur se sintió tan culpable que decidió advertirle a Lars para que no lo agarrara desprevenido. Conociendo a Jan, quién sabe de qué sería capaz con tal de imponer su ley. Así que no perdió el tiempo. Lo llamó varias veces sin éxito, entonces se dirigió a su departamento antes de que fuera demasiado tarde, era mejor que lo escuchara de su viva voz para que le creyera.
“¿Arthur? ¿Estás bien?” le preguntó Henri al verlo tan exaltado.
“Tu hermano, necesito hablar con él” exclamó.
“Debe estar en casa. Vamos para allá también”
Ling y Henri lo llevaron. Lars estaba en la antigua habitación de Jan, ensayando una y otra vez la manera en que le contaría a Mei la verdad, pero de pronto se abrió la puerta y apareció Arthur acompañado de Henri y Ling. Entonces, éste soltó la verdad aún delante de la joven pareja.
“Lars, es importante que escuches todo lo que voy a decirte”
Lars se quedó callado porque le había llamado por su verdadero nombre. Entonces supo que la obra de teatro estaba por llegar a su fin.
“Ya sé que no eres Jan. Todo este tiempo he estado vigilándote porque él me lo pidió, conozco el trato entre ustedes, lo sé todo. Ahora debes saber que él va a regresar, está furioso contigo” le explicó tan rápido como pudo.
Lars lo escuchó impasible porque, aunque sabía que esto era un hecho, no pensó que fuera tan pronto. Necesitaba un poco más de tiempo para poner un poco de orden y, sobre todo, despedirse de su madre y contarle la verdad a Mei.
En ese momento, en medio de la conversación, ninguno notó que Mei estaba escuchándolos detrás de la puerta. Ella estaba sorprendida, sin siquiera saber cómo reaccionar al saber que todo el tiempo había estado con otro. Mei, abrió la puerta y lo miró confundida. Lars se quedó petrificado, no era así como quería que se enterara. La había citado para por fin contarle la verdad, pero ahora sabía que ya la había perdido para siempre.
“Entonces ¿tú no eres Jan?”
“No. Mi verdadero nombre es Lars Janssen” contestó, sintiendo que todo estaba perdido.
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woso11 · 5 years ago
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Hola,podrías resumir el podcasts de que hablaron y si dieron titulares interesantes??
Holi, pues comenzaron por presentarse y Ash dijo Ali Krieger/Harris (alma gemela, roomie, esposa) y dijeron que lo de cambio de nombre es bastante papeleo y que todavía no saben si lo harán.
Al principio no querían una boda pero que al ver el cambio que podía generar en la comunidad lgbtq pues decidieron que si, ashlyn sabía que ali era la mujer de su vida y estaba dispuesta a esperar a Ali en sentirse cómoda para hacer su relación pública.
Ali le preguntó a Megan Rapinoe si debería retirarse del fútbol porque ya no era convocada al uswnt pero le dijo que no y por eso Ali siguió entrenando y viendo los partidos porque sabía que era mejor y tenía más experiencia que los jugadores nuevos que eran convocados. Y cuando J*ll volvió a convocarla al equipo, todas estaban muy felices y en sus 100 caps, Ali dio un discurso con sólo el equipo presente y fue muy emotivo.
También jugaron una trivia que Ash ganó porque le habló a Kelley y le contestó la pregunta sobre el programa de bachelorette.
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guiaalislam · 4 years ago
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ISLAM 101: El Profeta Muhammad (PB): La Parte 29
LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS PROFETAS: Part 1
La dependencia total de la Revelación y la sumisión a Allah. Aunque cada Profeta fue un ser inteligente y dotado de un entendimiento amplio y un alma pura, estos no desempeñan ningún papel en la elección de un Profeta por Allah. La mayor parte de los Profetas, incluso Muhammad, eran iletrados y por lo tanto fueron enseñados por Allah. El Profeta Muhammad, a pesar de su analfabetismo, tenía el conocimiento del pasado y del futuro, y perspicacia en cada rama del conocimiento. No asistió a escuela alguna, ni tuvo un profesor humano, y aún hasta sus enemigos admitieron-y todavía siguen admitiéndolo-que él demostró administrar la justicia perfecta en asuntos de familia, la competencia perfecta en la administración estatal y el mando perfecto de los ejércitos.Los Profetas fueron criados por Allah. Para citar un ejemplo, el Último Profeta recordó: “Durante mi infancia pensé dos veces en asistir a una ceremonia de boda. En ambas ocasiones, fui vencido por el sueño a mitad de camino-y por lo tanto era protegido contra cualquier pecado que yo prohibiría más tarde-” ; y “cuando reparábamos la Kaba, antes de mi Profecía, yo llevaba piedras. Como cada uno hacía, enrollé la parte de abajo de mi ropa sobre mi hombro, para evitar heridas. Mi muslo quedó destapado. De repente, el ángel que yo había visto varias veces en mi infancia se me apareció en toda su majestad. Me caí y me desmayé. Era porque había destapado una parte de mi cuerpo que Allah ordenó cubrir”.
Los profetas fueron protegidos por Allah contra todos los errores, ya que fueron creados para un propósito especial. Protegidos de desviarse en su misión, porque hasta la menor desviación habría podido causar la perdición total de la humanidad.
La Profecía es dignificada por la Revelación Divina:
Y así te hemos inspirado un Espíritu que viene de Nuestra orden. Tú no sabías lo que eran la Escritura y la Fe, pero lo hemos convertido en una luz con la que guiamos a quienes queremos de entre Nuestros siervos. Ciertamente, tú guías hacia un camino recto (42:52).
Como consiguiente, los Profetas nunca hablaron por su propio criterio: “No habla movido por el deseo. No es sino una Revelación inspirada” (53:3-4).
El Profeta Muhammad, particularmente cuando le preguntaban cosas sobre los fundamentos de la creencia, esperaba la Revelación. A veces los politeístas le preguntaban para alterar el Corán. Pero como es una Escritura Divina, cuya expresión y sentido pertenecen completamente a Allah, el Profeta contestaba como instruido por Allah: “Di: ‘No me pertenece modificarlo por iniciativa propia, yo sólo digo lo que se me ha revelado’” (10:15).
Los Profetas se sometieron totalmente a Allah, y cumplieron con su misión sólo porque Allah les mandó hacerlo. Nunca transgredieron o se desviaron de su camino para tener éxito. Cuando se enfrentaron a amenazas u ofertas seductoras, respondieron con palabras similares a aquellas del Profeta Muhammad: “Juro por Allah que aunque ellos pusieran el sol en mi mano derecha y la luna en la izquierda para que abandonara esta misión, no la abandonaría”. Él sabía que el Corán es la Palabra de Allah, y así también aguantó toda dificultad y oposición.
La fidelidad y la voluntariedad. Los Profetas eran completamente dignos de confianza y no pidieron ningún salario por sus servicios. Esta característica tan importante es mencionada cinco veces en el capítulo de los Dorados. Todos los Profetas dijeron lo mismo: “Yo soy para vosotros un Mensajero fiel. Así pues, temed a Allah y obedecedme. No os pido ningún pago por ello; mi recompensa sólo incumbe al Señor de los Mundos” (26:107-9, 125-27, 143-45, 162-64, 178-80).
Entre su propia gente, el Profeta Muhammad era famoso por su honradez incluso antes de su proclamación de Profecía. Era conocido como “al-Amin, que dice la verdad”. Como sus antepasados, no pidió ningún salario por llamar a la gente a Allah.
Los Profetas nunca pensaron en la ganancia material, la recompensa espiritual, ni el Paraíso; se esforzaron sólo en complacer a Allah y ver a la humanidad dirigirse a la verdad. El Profeta Muhammad era el más importante en este sentido. Así como dedicó su vida al bienestar de la humanidad en este mundo, también lo hará en el majshar-el lugar de reunión en el Día del Juicio-. Mientras todos los demás se preocuparán sólo por ellos, él se postrará ante Allah, suplicará por la salvación de los musulmanes, e intercederá ante Allah en favor de los otros.
Aquellos que tienen la intención de difundir los valores eternos del Islam deberían seguir estas prácticas. Cualquier mensaje basado en una intención impura, independientemente de la elocuencia, no tendrá ningún efecto sobre la gente. Este punto está subrayado con frecuencia en el Corán: “¡Seguid a quienes no os piden nada a cambio y siguen la buena dirección!” (36:21)
El Imán Busiri expresa el altruismo, la sinceridad y la paciencia del Mensajero de Allah: “Las montañas desearon correr sobre ambas laderas en montones de oro, pero él se negó”.
Aisha relató que a veces no se preparaba comida alguna durante cuatro días consecutivos en su casa. Abu Hurayra también relata: “Una vez entré en la habitación del Profeta. Él hacía el salat, sentado y gimoteando. Le pregunté si estaba enfermo. Contestó que tenía mucha hambre para poder estar de pie. Empecé a sollozar amargamente, pero me detuvo, diciendo: ‘No llores, uno que soporte el hambre en este mundo estará a salvo del tormento de Allah en el siguiente’”.
Un día un ángel apareció y preguntó al Mensajero de Allah: “¡Mensajero de Allah! ¡Allah te saluda y pregunta si te gustaría ser un rey-Profeta o un esclavo-Profeta!” Gabriel le recomendó la humildad. El Profeta levantó la voz y contestó: “Deseo ser un esclavo-Profeta, que un día soporta el hambre con paciencia y otro día me deshago en alabanzas a mi Señor, adquiriendo así la recompensa de la paciencia y de la alabanza”.
El Mensajero de Allah solía comer con esclavos y siervos. Una vez una mujer lo vio comiendo con ellos y dijo: “Come como si fuera un esclavo”. El Mensajero de Allah respondió: “¿Podría haber un esclavo mejor que yo? Soy un esclavo de Allah”.
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azafran-arquista · 7 years ago
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You're doing amazing, sweetie. Vengo del futuro a decirte que olvidaste la contraseña de tus dos cuentas. En el camino, también se te olvidó cómo hacerte daño; estoy orgullosa. Has logrado tanto y lo sigues haciendo. Vas a escribir de nuevo, vas a tener ganas de salir a bailar de nuevo. Vas a querer dejar tu segunda carrera, de nuevo. Pero está bien: siempre serás una bailarina. Todos los días desearás dormir muchas horas más, a veces tendrás miedo de abandonar tu cuarto. Pero te prometo que será cada vez con menos frecuencia. Levantarte temprano no es lo tuyo, pero cuando lo logras, el mundo entero es tu imperio. Ya estás aprendiendo a gobernarlo. Eres la directora mundial de ti misma. Estás cada día más guapa. Tu piel ha vuelto a ser suave. Al llegar las caricias estarás preparada. Todavía tienes problemas con tu figura, pero ya no dejas de comer, aunque quieras que se te vean los huesos. Todas las miradas son para ti: estás más visible que nunca. Tus pies sangran constantemente, pero tu autoestima ya no. Ahora puedes apoyar a tus amistades y todos los días alguien busca tu consejo. Las personas que quieres nunca dejaron de sentirse cómodas contigo, pero ahora se permiten ser un poco más vulnerables, pues ya no necesitan emplear tanta energía en cuidarte. Conservas a tus mejores amigos y tienes algunos nuevos. Ya no le hablas a Martín, nunca más lo harás. Ya no te da miedo caminar por tu ciudad y encontrarte a la gente. La gente te adora, como siempre, pero ahora eres capaz de apreciarlo. Ya no te mueres de frío! Aunque tus pies y manos siempre están helados. Tu cabello? Muy bonito. Eres una humana agradecida y las personas lo saben. Estás viva y, aunque siempre estarás deprimida, ahora puedes vivir con tu condición. Perdonas sin rencor. Escuchas un rato y vuelves a tu placentera soledad. El mundo te enoja y entristece a diario, pero tienes una pandilla estupenda y más brazos donde refugiarte. Tienes a tus filósofos y ahora no entiendes cómo viviste tanto tiempo sin ellos. Tienes a un amigo músico:Baru, y a su hermano Alan y a su mamá Perla. Te adoran. Baru se levanta temprano para llevarte a tus clases de las 8 a.m. y acompaña sin pago tu clase con Janice. Lo hace para reducir tus horas de llanto en los casilleros, lo hace para evitar que llegues tarde o faltes y por tales motivos repruebes. Te compran comida chatarra y ven películas Disney contigo. Ven siempre lo que tú quieres. Sonny te escribió dos textos. Teodoro te hizo sonetos. Isahara te va a tatuar. Gabriel te peina (trenzas). Todos los días hablas con Itza y ella te echa porras. Ya no vive en Xalapa pero está más cerca que nunca. Te aconseja. Pueden hablar diario del mismo tema. Confías en ella y es recíproco. Marina es la mejor relación afectiva yet not romantic or sexual que has tenido. Se irá a Canadá y aunque pensarlo te hace un nudo en la garganta, disfrutas cada segundo a su lado. La amas sin pausas. Ella te demuestra lo que es la amistad, las ganas de estar con alguien. Marina ha cambiado y te ha cambiado sin obligarte. Marina te entiende en la escuela mejor que nadie. Te reflejas en sus ojos y es como estar a salvo. Patito sigue cumpliendo su promesa de quererte más que cualquier cabrón. Se ha ofrecido a pagar tu terapia. Patito aún te llama cuando entras en crisis (cada vez menos, en serio, vas bien). Estás considerando usar traje en su boda. A Shaila y a él les debes mucho, casi todo. Pero no les gusta que lo menciones: así de grande es su amor. Andrés te hará enojar porque hará muchas pendejadas y pues no te diré que le tengas paciencia. Quierelo mucho pero sí dile tu opinión. Está bien que lo enfrentes. No exijas de este ser humano menos grandeza y eso, humanidad, de la que tiene. Te harás amiga de Rosi Landa, cómo ves? Tienes cosas que enseñarle. Tu mamá ya duerme y come bien otra vez. Tus primos están sorprendidos de tu avance. Tu hermano te ama pero debe vivir su proceso particular. No eres su madre. Tu yaya está más viejita, pero te ama igual. Todos están felices y orgullosos de tu fuerza, de tu valentía, de tu determinación. Mujer, eres una fiera. Estás leyendo mucha literatura otra vez. Estás haciendo tantas cosas que el estrés nunca tarda en aparecer. Bebes mucho café. Demasiado. Pero estás bien. Oh, si pudieras verte, si pudieras tener la certeza de que estarás bien... Pero ya llegarás a este momento. Es muy cansado ser tú, ser yo, pero vale la pena. Sobre todo porque esa pena es reducida y las alegrías no paran de multiplicarse. Brillas y encantas: te encantas! Lo estás haciendo increíble. Nunca olvides a los que estuvieron contigo, en silencio o cantando para que pudieras dormirte. No olvides los que sostuvieron tu mano, te abrazaron, te compraron café, te llevaron a museos, te abrieron las puertas de su casa, te llevaron a conciertos, leyeron tus textos, se tomaron fotos contigo, te prestaron libros, te recomendaron música, preguntaron cómo estabas, te llamaron cuando faltabas a clase, te dijeron lo bonita que eres, te hicieron cosquillas, te llevaron hasta tu casa, cocinaron para ti, te cuidaron la borrachera, esperaron tu mensaje de que llegaste a salvo a casa, te quisieron cada segundo. No será fácil, pero volverás más hermosa, fuerte y sabia que nunca. Vaya, eres tan inteligente... Tuviste ayuda, pero tú solita estás retando a la vida. Tú elegiste y tu decisión fue la correcta. Amiga, te diste cuenta. Eres un ejemplo de supervivencia muy peculiar. Ni te imaginas. Te amo mucho y eres lo mejor que nos ha pasado, Astrid. Desde la continuidad heterogénea y creativa de tu existencia, te abraza Astrid.
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erickllamasblog · 5 years ago
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Los años perdidos.
Fernando Tadeo González Morales 1984 – 2059.
“Buen tipo”.
 Ese era lo qué decía el epitafio y lo más que se les había ocurrido poner a sus amigos, quienes fueron los únicos asistentes a la ceremonia, pues Fernando Tadeo o “Tade” como le decían de cariño nunca se casó o tuvo hijos y sus padres habían fallecido hace ya algunos 20 años, así que ellos eran lo más cercano a un familia. El velorio se había llevado a cabo en una cadena de pizzerías que también entre sus paquetes, además de fiestas infantiles, incluía bodas y divorcios express. Estos se habían estandarizado desde hace mucho tiempo, ante una generación donde la vejez comenzó a ser mayoría de población y por tanto, las defunciones de las personas ya estaban muy normalizadas. El paquete incluía a un orador que daba unas cuantas palabras que ya venían muy ensayadas, cinco pizzas grandes, refresco o agua ilimitada y una urna rentada que contenía las cenizas en lo que duraba el evento, las cuales después serían depositadas en un campo para hacer composta. Si querían, también podían entrar al plan de adoptar una lombriz y darle seguimiento como una prolongación del estado de vida del familiar fallecido.
 Los amigos y únicos asistentes eran Emilio, Jorge y Julio, quienes eran sus rommies desde hacía más de 15 años en un depa de la colonia obrera, donde Emilio y Tadeo compartían cuarto y ahora con el fallecimiento de Tadeo, se vería en la necesidad de conseguir un nuevo rommie o dejar el cuarto para que alguien que pudiera pagarlo completo lo habitara.
 -Como siempre dejándome mal – dijo Emilio – ni crean que pienso poner un quinto de la pizza y eso, si el cabrón todavía me debía dinero y se le ocurre morirse.
 -No te preocupes - dijo Jorge – ya está pagado. Al parecer fue lo único que hizo bien en su vida.
 -Fue pura suerte – mencionó Julio, quien ya estaba borracho pues habían metido una botella de Bacardí para mezclar con el refresco ilimitado. Además que desde hacía como 15 años atrás, ya se emborrachaba después de la primera cuba o cerveza. – lo ganó en una promoción cuando recién crearon estos paquetes. Le salió el ticket número 100 o mandó un video haciendo algo gracioso con su gato mientras comía una pizza, yo qué sé.
 -¡El gato! ¿Qué haremos con el gato? No podemos abandonarlo, saben que nos pueden multar o hasta meter a la cárcel, y yo estoy en deudas hasta el cuello. – dijo Emilio –
 -No te preocupes. Ya veremos qué hacer con él. ¿Y sus cosas? Hay algo que nos podamos quedar o está todo para tirar a la basura. – dijo Jorge -
 -Pues creo que hay algunas playeras y camisas, aunque ¡pinche asco! Ese wey sí olía a pasas. No era su fuerte bañarse. Había un juego de naipes que podemos donar para el depa, su cama, unos cuantos libros, la laptop y ya. – La realidad era que también había una guitarra que Tade nunca tocó frente a ellos, siempre lo hacía cuando estaba a solas, pero Emilio pensaba en quedársela.
 -Bueno, los libros ya veremos si vale la pena quedárselos. La laptop creo que sería lo mejor venderla para sacar algo de dinero que pueda solventar la renta de tu cuarto. Lo demás, tirémoslo o hay que dárselos a los de fierro viejo. – Dijo Julio, mientras sonreía ya ebrio, arrastrando las palabras de su boca –
 -Ya estás pedo, wey. Ya vámonos. Yo pongo el refresco en el depa. ¿O de qué te ríes?
 -Murió de una gripe. Ya pasó chingo de tiempo y la gente se sigue muriendo de una pendeja gripe. Ya están a nada de conseguir la teletransportación, el hombre ya piso varios planetas del sistema solar. Ya encontró un nuevo planeta en otro sistema con agua muy parecido al nuestro. Pero, pero… nos seguimos muriendo de una pinche gripe.
-Tade se murió de viejo, no seas necio. Y nosotros también nos vamos a morir pronto, ya sea de una gripa, de la grasa culera de estas pizzas que nos va a tapar las arterias porque no nos alcanza para las pinches pastillas que te quitan la grasa, o nada más nos va a llevar la chingada porque sí. – Dijo Jorge. –
 -Bueno, como alguna vez me dijeron. En este mundo hay dos tipos de persona, los que se están yendo a la chingada y los que están pisteando. Acepto ese refresco ilimitado en el depa. -Dijo Julio –
 La realidad fue que después de una cuba, todos se fueron a dormir a sus cuartos, excepto Julio, que prefirió subir al roof garden a fumarse un cigarrillo.
 Fue por ahí del 2035 o 2040 que las cosas comenzaron a ponerse más difíciles. Los fondos para el retiro de por sí ya eran una payasada, las jubilaciones desaparecieron y los bienes raíces se elevaron, haciendo imposible para más del 70% de la gente adquirir un bien. Eso hizo que se creara un nuevo modo de vivir, pues la gente comenzó a pagar tiempos compartidos para la vejez, donde podrían retirarse y vivir acompañados. Algo como un nuevo modelo de asilo de ancianos, donde pagaban una especie de renta adelantada con ciertos servicios, que era lo más que podían aspirar con los salarios que recibían. Estaban los que tenían hijos y a veces los iban a visitar, pero siempre eran más los que nunca los tuvieron, así que muchos planificaban retirarse y pagar eso con sus parejas o sus amigos y continuar sus vidas como siempre las habían vivido. Nunca antes la palabra chavorruco cobró tanto significado, de hecho, a esa generación, los milenials, pronto se les comenzó a llamar chavorucals.
  Julio trabajaba en una agencia de publicidad. Ya estaba por cumplir 40 años en ella, en la cual comenzó de redactor y ahora servía de generador de sinapsis computacional. Que era la manera fancy de llamarlo, porque lo que en realidad hacía, era simplemente meter palabras clave al software, para que este desarrollara la comunicación de toda una campaña para marcas como jabón de manos, shampoo, condones, sopas instantáneas, bicicletas, yogurts, etc.
 Hubo una época en que a nadie le pasaba por la cabeza que las personas que se dedicaban a los trabajos creativos, la inteligencia artificial pudiera remplazarlos. Nunca pensaron que una máquina pudiera generar el “momento efímero”, el impulso creativo, salirse de la caja, la libertad de pensamiento, pero todos estuvieron muy equivocados. La inteligencia artificial a través del manejo de la data de miles de comerciales y tendencias, y ante la mínima exigencia de las áreas de marketing que todo el tiempo simplemente buscaban un hashtag y un call to action poderoso (compra ya, ¡Qué esperas! ¡Aprovecha esta oportunidad!), logró que toda una industria fuera mermada.
 Quizá el primer vestigio o aviso fue cuando lograron la primera novela ganadora del premio nobel de literatura hecha con inteligencia artificial. Esto comenzó como parte de una campaña publicitaria para una editorial, la cual creó a un autor desconocido al que le inventaron una historia mística en Wikipedia: Roberto Rafael, “Escritor nacido en Brasil, pero criado en Argentina. Vivió parte de su vida en la Patagonia, luego tuvo la oportunidad de viajar por el mundo y conocer varias culturas, define su estilo de escritura como realismo catártico”.
 Este autor creado con data e inteligencia artificial fue una idea que nació basándose en aquel mito que decía que Jorge Luis Borges fue en realidad escrito por un grupo de intelectuales argentinos y que el personaje era simplemente un actor. Y bueno, tan fue así, que para respetarlo, lo hicieron formar parte de aquella combinación de data que manejaron, pues incluía a Borges, Salinger, Shoppenhauer y Dan Brown. El resultado fue un éxito. Lentamente fueron soltando libros de cuentos que se vendían como pan caliente, y luego salió la novela “Mar profundo”. Una novela que decían los críticos lograba plasmar en sus 800 páginas casi todo el espectro de emociones humanas. Otros decían que el libro en sí era una persona recreando un grito desesperado de vivir. Eso conllevó a ciertas teorías que decían que la IA logró comprender y sentir a través de la literatura bajo la cual fue impuesta y que era su manera de mostrar señales de vida. Vaya estupidez. Sea lo que sea, logró llevarse no solo el galardón del nobel, sino también todos los premios del festival de Cannes que celebran el mundo de la publicidad. Situación que después a todos los involucrados les pareció irónica, pues estaban premiando la caída de toda una industria y no lo sabían.
 Aún así, después de 40 años de estar trabajando para la industria, Julio se sentía con el mismo sentimiento que descubrió después de estar trabajando ahí los primeros 5 años. Se odiaba a sí mismo por seguir ahí, ayudando a que las personas quisieran un nuevo teléfono o un papel de baño más suave. Aunque igual, gracias a su trabajo, este último era de los lujos que podía darse en la vida, el cual nunca compartía en el depa con Emilio, Jorge y Tadeo.
  Jorge y Emilio trabajaban en un Starbucks que estaba situado justo en la zona habitacional donde vivían. Estas zonas funcionaban casi como pequeñas ciudades que eran sustentables a su manera. Tenían gimnasios propios, pequeñas plazas con negocios, restaurantes, bancos, áreas verdes donde incluso las personas podían pagar lotes para tener sus propias parcelas para sembrar verduras, centros de sexo recreativo y también centros de consumo de drogas como uso lúdico y bares de citas a ciegas. Fue ahí en la cafetería donde se conocieron, pues Jorge era el gerente cuando Emilio llegó a pedir el empleo. Jorge facilitó la contratación porque sintió cierta empatía por aquel tipo que al igual que él, en su juventud también había sido barista y como él, se divertían cambiando los nombres de las personas al momento de entregarles el café. Además de pedir el empleo, Emilio también había llegado preguntando por el anuncio del cuarto desocupado que en ese momento “Tade” estaba buscando ocupar, así que fueron dos pájaros de un tiro. Ese mismo día, para celebrar, los cuatro miembros del depa, finalmente completos, hicieron un tour de bares.
 Comenzaron por ir a tomar unas cuantas cervezas, luego pasaron a un bar de música de sus tiempos con una hora dedicada a Daft Punk, donde pidieron pidieron una botella de Bacardí. Después de la primera cuba se arrepintieron de haberlo pedido pero al parecer a todos les dio pena decir que no les gustaba y que mejor preferían un bourbon o un Gin. Salieron de ahí, se llevaron la botella con ellos y se dirigieron a la zona de bares de uso lúdico de drogas. Emilio y Tade pidieron las alitas de marihuana y una cerveza también de marihuana. Jorge no quiso pedir nada, porque pensó que alguien debía estar algo sobrio, aunque terminó comiendo dos alitas que rápidamente dibujaron esa sonrisa simple en su cara. Julio pidió LSD en un agua de Jamaica, mientras comía unos cacahuates que habían colocado de botana. La plática iba y venía manejando ciertos matices nostálgicos que evocaban a su juventud, intentando recordar ciertos momentos que habían marcado sus vidas, como dónde se encontraban el día del sismo del 2017, o en la tercera reelección de AMLO, la reunión de Radiohead, o el primer contacto alienígena transmitido en vivo. Buen momento para estar vivos. Después de un rato, llegó a una mesa un grupo de personas que comenzó a meterse líneas de cocaína y a gritar cada palabra que salía de sus bocas, por lo que mejor huyeron de ahí y se fueron al depa a intentar beber ese Bacardí que quemaba la garganta y asomaba ya las agruras de madrugada. Fueron hacia el roof garden del edificio. Bueno, en realidad solo fue Julio, pues los demás se habían quedado dormidos. Desde ahí se podía observar parte del monumento a la revolución en el que ahora habían construido un centro comercial, “Plaza Revolución”. Pero también se podía ver el cielo, gracias a que en algún momento colocaron ventiladores gigantes que ayudaban a que las corrientes de aire se llevaran la contaminación concentrada en el valle de México, y desde entonces había algunos días en que las estrellas podían verse brillar, y a causa del efecto del LSD, Julio se sentía como cuando en los conciertos se apagaban las luces y lo único que se podía ver eran las luces de los celulares que reflejaban a lo lejos. Mientras, el aire que corría por el 30º piso, creaba un vaivén en la música que salía del álbum live at sine e de Jeff Buckley que en ese momento sonaba con el cover a Bob Dylan “I shall be released”, haciendo que el reverb de la guitarra se liberara e hiciera rápidos escapes con la ayuda del viento, enmudeciendo por momentos esa zona, pero haciendo llegar la música a otros lugares con sonidos imperceptibles. Y bueno, ahora, quince años después, Julio se encontraba ahí con el mismo asqueroso Bacardí, sus amigos dormidos ya en el depa después de la primera cuba y la misma canción:
 I see my light come shining From the west down to the east Any day now, any day now I shall be released.
 Mientras se encontraba sentado fumando un Marlboro que había conseguido ilegalmente, ya que tenía tiempo que habían sido prohibidos, y el cual iba a más de la mitad de consumirse con apenas 2 fumadas, pensaba en el tiempo de vida que le quedaba, en el tiempo de vida que tal vez no estaba viviendo o que no vivió, en que una vez leyó que los Esquimales cuando todavía existían, los ancianos tenían la costumbre de cuando sentían ser un estorbo, le decían a sus familiares que los dejaran ahí abandonados en la nieve, con la esperanza que algún oso polar llegara y se los comiera, y luego ese oso polar tuviera la fuerza para reproducirse gracias a aquel festín, y luego en algún momento cuando ese oso polar de igual forma fuera viejo y fácil de atrapar, su tribu lo matara y se alimentarán de él e hicieran abrigos con su piel. O el Attestupa en las tribus nórdicas, el Ubasute en Japón, o el Thalaikoothal en la india, que eran alguna especie de senicidios que se practicaban para apurar el ciclo de la vida y cumplir con ese destino de la naturaleza. No era que Julio se sintiera débil o una carga, porque de ser así, podía ir a una clínica de suicidios asistidos, más bien, simplemente nunca supo bien su papel o su lugar en el mundo, y ahora a sus 76 años, la pregunta latía desde el fondo de su inconsciencia, y le hacía sentir como en aquellas películas donde solo queda una persona viva en el mundo, el último habitante de la tierra, y andaba de un lado a otro vagando sin más propósitos o aspiraciones que las de seguir vivo, respirando porque es el único fin irremediable.
 Julio despertó de ese trance, sintió una ligera presencia cerca suyo, escuchó un ligero maullido que sonaba como si pidiera permiso para estar ahí con él. Era la gata de Tadeo, a la cual le había puesto de nombre, Nina, en honor a Nina Simone, aunque en realidad no es que le gustara su música, simplemente se le hizo un buen nombre para un gato. Nina se subió a una de sus piernas y en un acto mecánico se acostó y comenzó a ronronear, a crear un mantra que lentamente también comenzaba a calmar a Julio, a quien el bourbon se le había acabado y el cigarro se había convertido en una estatua de cenizas que quién sabe de dónde encontraba fuerzas para seguir reconstruyendo la imagen del cigarro que antes era.
 Como habían acordado, el fin de semana comenzaron las entrevistas para los posibles rommies de Emilio. Habían más de cincuenta solicitudes, las cuales filtraron hasta que solo quedaron cinco candidatos. Cuatro de ellos trabajaban con ellos en la cafetería y, aunque Jorge sí pensaba en la posibilidad de que se quedaran, Emilio simplemente aceptó entrevistarlos por compromiso. La última se trataba de una mujer llamada Sheila. Tenía 68 años y bastó un “pues cuéntanos de ti” para que comenzara a contar toda su vida. Sheila tuvo una casa y una familia de dos hijas y su marido, pero fallecieron en un accidente automovilístico. Siguió trabajando después del accidente para no pensar tanto en su pérdida hasta que en algún punto se dio cuenta que no podía seguir viviendo así, literalmente. Las clínicas de suicidios asistidos apenas eran una novedad y ella acudió a uno. Cuando le hablaron para avisarle que ya era su turno, se dio cuenta que no podía dejar su vida. Se odió por cobarde, por no amar tanto a su familia como para compartir el mismo destino, así que salió de la clínica con esa sensación de nubes espesas que inundan la cabeza, caminó por la Alameda y se sentó en una banca. El atardecer comenzó a caer y la belleza de esos rayos naranja rebotando por las ventanas de los edificios pintándolo todo le dio la idea de conocer todos los atardeceres del mundo. Con esta idea en mente, vendió todo lo que tenía y se fue a viajar, vio bastantes atardeceres memorables pero también se dio cuenta que era imposible verlos todos y también cada día comenzaba a perder el sentido buscarlos. Ante esto, tuvo la gran idea de pintarlos, visualizar los mejores atardeceres que ella podría imaginar y ponerlos en un lienzo. Lentamente sus pinturas fueron tan famosas que comenzaron a comprar sus cuadros, a ponerlos en llaveros, camisas, almohadas, etc. Tanto fue el éxito, que pronto tuvo el dinero suficiente para dejar de pintar esos cuadros que también perdieron el chiste y vivir sin preocupaciones hasta que se muriera, dándose algún lujo de vez en cuando y rentar el cuarto era parte del plan.
 Al terminar su historia hubo un pequeño silencio. No de esos, que son vacíos incómodos donde todos buscan palabras rápidamente para llenar ese espacio, era más bien de esos silencios donde no hay nada más qué decir. Todos se vieron las caras, se levantaron y le dijeron que les había caído muy bien y que al día siguiente le iban a marcar.
 El grupo se decidió por uno de los baristas que trabajaban con ellos en el café, bueno, más bien Emilio se decidió por él. Pensó que Sheila era muy controladora para ser compañera de cuarto.
Mientras, Julio subió a la azotea a fumarse el último cigarrillo que le quedaba. Estaba atardeciendo y era probablemente de los peores atardeceres que había visto en su vida. Un poco de humo del cigarro le entró al ojo e hizo que comenzará a lagrimar. Julio sacó su celular mientras se limpiaba el ojo y marcó un número:
 -¿Hola?
-Hola Sheila, soy Julio, del departamento donde te entrevistamos hoy.
-Hola. ¿Me quedé? Bueno, todavía no sabría decirte. Te quería preguntar si valieron la pena esos atardeceres.
-Al principio sí, luego se vuelven simples atardeceres. Creo que para eso, uno debe tener el compromiso con la vida para querer que te sorprenda. Pero en cierto punto uno se cansa de eso, no siempre se tienen las fuerzas para comprometerse consigo mismo. A veces uno simplemente quiere estar y ya. -dijo Sheila-.
 Nuevamente hubo un silencio. Se escuchó del otro lado que Sheila encendió un cigarro también.
 -Va a quedar un cuarto libre. El mío. ¿Lo quieres?
-¿Y por qué te vas?
-Quisiera encontrar el compromiso de simplemente estar.
-Entiendo. ¿Ya saben los demás?
-Lo van a saber. ¿Te quedas entonces?
-A menos que cambies de opinión.
-Perfecto. Me dio mucho gusto conocerte.
-A mí también.
 Por la noche, Emilio y Jorge encontraron una nota en la sala que decía, “¡Gracias por todo! Sheila se quedará con mi cuarto”. Jorge pensó que esta sería una nueva etapa en su vida. Emilio se fue a encerrar a su cuarto, no encendió la luz, por lo que todo era pura oscuridad. Sacó la guitarra de Tadeo y comenzó a tocar una armonía que ni él conocía pero que armonizaba ese momento que parecía el fin de los tiempos a la perfección, porque afuera, todo terminaría de alguna manera y todos inevitablemente seguiríamos envejeciendo. 
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linaje-bendito · 7 years ago
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Hola Rebe! Que Dios te siga bendiciendo en gran manera ^-^ (adoro lo que haces!) Tenía una pequeña preguntitaa, ¿Quién es Felipe el apóstol? O cuál es su función dentro de los apóstoles? Gracias de antemano ♡
Hola :)
¡Gracias! Todo para la Honra y Gloria de Dios.
San Felipe Apóstol era originario de Betsaida de Galilea. Felipe fue llamado antes de las bodas de Caná, a pesar de que, como lo dijo el mismo Cristo, Su hora no había llegado aún, es decir, todavía no había empezado su vida pública ni su ministerio.
Su primer encuentro con Jesús ocurrió al día siguiente del que tuvieron Juan, Andrés, Simón Pedro y Santiago. Este es el llamamiento que le haría Jesús: "Al día siguiente determinó (Jesús) encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Sígueme". Y le siguió. El se sintió agradecido y respaldado por el ejemplo de sus amigos y demás seguidores de aquel desconocido de Nazaret.
Había escuchado las palabras de Juan el Bautista, junto a la voz del cielo que nombraba a Jesús como el Hijo amado, pero seguir a Jesús como discípulo no era fácil.
Era difícil en esa época seguir a Jesús pues él no era muy reconocido todavía y mas que el le pedía a todo aquel que quería seguirlo y ser su discípulo  que debía dejarlo todo por amor a él. No parece ser su caso como fue el de Juan y Andrés que buscaban al "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo". Sino que mas bien al igual que los demás simplemente se admiró de que El Señor se haya fijado en él a pesar de que prácticamente sentía que no tenía nada que ofrecerle.
Felipe fue protagonista de muchos eventos importantes que hicieron conocido a Jesús como por ejemplo la resurrección de Lázaro;El nombre del Señor ya era muy conocido y muchos iban tras El, la oposición de los importantes era más intensa. Muchos contaban los milagros del Señor, otros sus palabras y sus discusiones en el Templo.
Uno de los íntimos de Jesús fue Felipe,que el les inspiraba confianza a los otros, y como es natural, acudían a él: "éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. Fue Felipe y se lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron y se lo dijeron a Jesús".
El territorio de su apostolado fue en Frigia y especialmente la ciudad de Hiesapólis.
Al igual que la mayoría de los apóstoles poco se conoce con certeza sobre su vida con posteridad al día del Pentecostés. Pero de algo debemos de estar seguros,de que el al igual que los demás apóstoles amo mucho a Cristo y dio a conocer el evangelio a muchos.
Según una tradición histórica, había predicado el evangelio primero en la Escitia y en Lidia, antes de pasar a Frigia.
Todos los documentos colocan su martirio y su muerte en Hierápolis. Fue crucificado cabeza abajo y rematado luego a pedradas.
Te mando un abrazo y que Dios te sorprenda.
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leidymarmalade · 7 years ago
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La suciedad como medio para interpretar la propia vida
Ayer en la mañana se me ocurrió que quería lavar unos cojines que tengo en mi habitación, iba pues a echarlos a la lavadora así no más, enteritos como son, pero por ahí me dijeron que por qué no les quitaba el forro para lavar solamente eso.
Me dije y sí, por qué no lo pensé antes. Recordé que deseché esa posibilidad porque sabía que después, cuando los forros ya estuviesen lavados, me iba a dar pereza volverlos a coser.
Coser (y toda actividad parecida como tejer o bordar) son vainas a las que les tengo mucha pereza, asuntos para los que mi paciencia no está hecha, baste con decir que sé pegar botones y coger dobladillos, habilidades ellas que dejaron de serme útiles —seamos sinceros— desde que dejé de ir al colegio.
Sin embargo el hecho me hizo recordar que en la infancia, e incluso hasta el comienzo de la adolescencia, sí tuve ciertas inclinaciones costureras, aunque no precisamente las impuestas por las monjas con las que estudié hasta tercero de primaria, sino más bien las que se me antojaban por la máquina de coser de mi mami —me imagino que si usted es fan enamorado de este blog ya sabe hace rato que mi mami es mi abuela materna—, una máquina muy linda que fue siempre una de sus ‘joyas’: la clase de cosa que mantenía completamente alejada de las dañinas manos de su nieta, o sea yo.
Mi mami adoraba su máquina de coser, una Husqvarna que mi abuelo le había regalado y a la que él le hizo un mueble muy bonito, porque vea, mi abuelo como que era muy mala clase, pero era un buen carpintero, un tipo muy creativo y hasta romántico, que hacía cosas muy pulidas, cosas a través de las cuales aprendí a conocer a la persona que ya estaba muerta cuando yo nací. 
Mi mami, de vez en cuando, se animaba a hacerme algún vestido o a coser algo para ella, para sus hijos o para la casa: manteles, blusitas y pantalones que aparecían en nuestras vidas cuando a ella le surgía la inspiración. Era momento entonces de irnos de compras a sus sitios de toda la vida en el Centro o en Chapinero, a comprar figurines, tizas telas e hilos, cosas todas ellas con las que a mí me encantaba jugar.
Mi mami nunca me dejó usar su máquina de coser y pienso que si no se me hubiera vedado de forma tan rotunda el acceso a tan provocadora máquina, quizás mi vida hoy sería otra: al menos no me daría pereza coser los forros de mis cojines a mano —porque podría coserlos con una máquina— o quizás cuando me sintiera aburrida y con ganas de ‘crear’ alguna cosa, me iría a comprar telas, como ella, y les haría blusitas y manteles a todas las personas que me caen bien.  
Creo necesario aclarar que la máquina de coser no me llamaba la atención por ella misma, a pesar de ser muy bonita y elegante, ni tampoco tenía ganas de saber cómo era por dentro, ya que no fui una de esas niñas intrigadas con el funcionamiento de las cosas ni maravillada por resortes, engranajes y grasas, sino que más bien me encantaba imaginar  lo que con esa máquina yo iba a ser capaz de hacer: ¡dadme una máquina de coser y cambiaré el mundo!, esta parecía ser la consigna de mi vida infantil.
Por supuesto que quería hacer vestidos para mis muñecas y más de una vez tuve ideas sobre ropas y bolsitos para mí misma, pero la respuesta invariablemente fue que a mí no se me prestaba la máquina porque era finísima y yo seguro me la iba a tirar, y además los repuestos de eso no se consiguen Aleyda y peros y peros y más peros, lo cierto es que la voluntad de mi mami al respecto de este asunto fue tan férrea que ella murió hace apenas ocho años y, aunque la máquina todavía existe, yo sigo sin ponerle un dedo encima —quizás esa sea la razón de que además de existir se conserve en perfecto estado—. 
También varias veces intenté persuadir a mi propia mamá de que me ayudara cosiéndome pendejadas que se me ocurrían, pero en este caso la negativa era aún más rotunda, de tal modo que a estas alturas de la vida no tengo ni idea de cómo se usa una máquina de coser y ya mi interés se ha esfumado del todo. Lo último que recuerdo haber cosido con esa máquina (y cuando digo ‘haber cosido’ quiero decir que otra persona cosió por mí) fueron justamente los forros de los cojines que pensaba lavar ayer.
Todo este asunto me hizo recordar que aunque mi mami no me prestaba su máquina de coser y me hacía otro montón de maldades como mantener bajo llave vainas muy provocativas para mí (objetos personales de mi abuelo muerto, joyas bonitas que yo quería ponerme, cartas viejas que yo quería leer, bocadillos, arequipes y barquillos piazza que yo quería comerme) aunque me hacía todas esas cosas perversas, me secundaba en propósitos absurdos, como por ejemplo escondernos y no abrir la puerta cuando mi mamá llegaba a recogerme o hacerme un vestido de novia para una muñeca a la que se me ocurrió casar con el muñeco de una amiga.
Y claro, este es el momento en el que usted se preguntará yo por qué quería casar a una muñeca con un muñeco y pues qué voy a saberlo, hasta donde recuerdo el evento estuvo motivado porque mi mejor amiguita del colegio resultó tener la versión ‘hombre’ de unos muñecos regordetes, ojiazules y chiquitos que estaban de moda en ese tiempo, yo tenía la versión ‘mujer’ y supongo que tamaña casualidad fue completamente seductora para mi infantil mente, supongo que habré pensado ve, que tan parecidos ellos, tan como el uno para el otro, ¡pero qué bien les vendría un matrimonio! ¡que se casen pero ya!
La verdad es que yo no me acuerdo muy bien del casorio mismo pero sí recuerdo que fui muy feliz porque mi muñeca tenía un vestido de novia de puta madre, hay que decir sin temores que ese minivestido de bodas fue la más excelsa creación de mi mami alguna vez y creo necesario recordar que la autora intelectual de tan divertido crimen fui yo.
En los últimos tiempos la extraño cada vez más. Han tenido que pasar ya varios años desde su muerte para poner un montón de sentimientos en perspectiva, para que ocupen un lugar, su lugar, como piezas de un rompecabezas que uno ha estado buscando acomodar durante mucho tiempo, y al fin ¡zaz! casan y tienen sentido en la historia.
En mi habitación, junto a la cama, tengo una foto de ella, una en la que está muy joven, no más de 25 años seguramente. A veces me preguntan que quién es ella y yo digo que mi mami, después explico que es mi abuela materna, a quien yo le decía así, y hago, además, la aclaración no pedida de que la belleza no se la heredé, porque a la larga sé que es lo que están pensando cuando ven su foto y me ven a mí.
Y aunque en lo físico en realidad nos parezcamos tan poco, cada día me descubro un poco más parecida a ella: con un clóset llenísimo de ropa, como el de ella; con dolores de espalda, como los de ella; poniéndome las mismas inyecciones que se ponía ella para aliviarlos; comiendo al desayuno, con placer, las tostadas que le gustaban a ella; padeciendo ansiedades como las suyas; haciendo maldades al mismo estilo de ella; escondiendo cositas secretas en cajones, como le aprendí a ella; ¡hasta fumé!, como ella; aprendí a desquerer, cuando es necesario hacerlo, a su manera; los aretes me resultan tan irresistibles como a ella; me gusta tener perfumes, como le gustaba a ella; hasta preparo las comidas que ella preparaba y  asumo el rol de la directora de orquesta en las fechas especiales y les digo a todos: ¡en esta cocina mando yo y se me van saliendo ya mismo de acá! Bueno, el arroz con leche...el arroz con leche no me sale como el de ella, esta es la parte más triste de esta historia.
Fue así, queridos lectores, como el lavado de mis cojines me llevó a un largo recorrido por mi memoria, uno que se detuvo en el momento en el que me di cuenta de que la vida pocas veces ha vuelto a sentirse tan feliz y tranquila como cuando en las tardes, después de haber jugado y cantado y cocinado cosas juntas, yo me acostaba en su regazo para dejarme acariciar el pelo por su mano, hasta quedarme felizmente dormida, mientras de fondo se escuchaba una de esas canciones que a ella le gustaban tanto y que cantaba con su ronca y desentonada voz de fumadora, porque ella escuchaba música y cantaba todo el tiempo, cosa que, por supuesto, también yo aprendí.
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flamesofrevange · 7 years ago
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✎ 。 。 。 Sʜᴇ’s ❛ THE MOTHER ❜, ᴡʜᴏ ʜᴀs ᴛʜᴇ ғʟᴀᴍᴇs ᴏғ REVENGE.
∫ Nᴏᴍʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴘʟᴇᴛᴏ。 ✧
⚊ Michelle Dassault.
∫ Eᴅᴀᴅ ʏ ғᴇᴄʜᴀ ᴅᴇ ɴᴀᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏ。 ✧
⚊ 26 años, 19 de Mayo.
∫ Esᴛᴀᴛᴜʀᴀ。 ✧
⚊ Puede considerarse una mujer alta, pues actualmente está casi rozando los 1'80 con sus 1'77 centímetros.
∫ Nᴀᴄɪᴏɴᴀʟɪᴅᴀᴅ。 ✧
⚊ Francesa.
∫ Aᴘᴀʀɪᴇɴᴄɪᴀ。 ✧
⚊ Michelle es una mujer atractiva, su cuerpo y rostro llaman la atención por igual, pese a que varios resaltarían más su dotado busto antes que las facciones finas del rostro o sus ojos; cuyos tienden a cambiar de color, entre miel y dorado.
 Posee también pestañas largas, como su cabello salmón, y algunos lunares en sitios que /por suerte/ puede cubrir con sus ropas. Realmente, aunque por su segundo trabajo deba solamente para una mejor estrategia /o en el caso de su trabajo como diseñadora, modelar cuando carece de modelos/, le avergüenza estar enseñando su cuerpo.
 Al perder su woge, escamas de un verde oscuro /sin llegar al negro/ reemplazan su blanca piel, dientes y garras de dragón aparecen también. Pero lo que más podría destacarse /que no fuera la habilidad de escupir fuego/ son sus ojos dorados de reptil.
〔 HISTORIA ✞〕
 El tan unido matrimonio Dassault no podía quejarse de su vida, tenían una excelente economía, trabajos estables y cinco soles de hijos, todos criados con amor y paciencia. Las únicas dos mujeres entre los hermanos fueron consideradas hermosas dämonfeuers desde que nacieron, a su vez que fuertes. En sí, para muchos eran perfectas.
La cuarta hija, Michelle, aunque no veía el tiempo que deseaba a sus padres por estar relacionados en la política los amaba, siempre decía que por ellos haría cualquier cosa. Hasta que un día eso dudó, cuando la sentaron a sus dieciocho años y le dijeron:
—Michelle, hija. . verás, necesitamos que una de ustedes contraiga matrimonio con el primogénito de una familia real para establecer paz entre ambas familias, y tu hermana es demasiado joven aún. . — Habían sido bastante claros, pero. .casarse no estaba en sus planes todavía. Su padre carraspeó, para agregar algo más. — De todos modos si no quieres. . Buscaremos otra forma. — Seguramente esa forma implicaría alguna muerte, quisiera o no. Estuvo varios días meditando aquello por toda la casa; la cocina, el jardín, su habitación. . no hubo rincón en el cual no haya pensado. Luego fue ella quien llamó a los mayores, con una sonrisa suave, tan característica en la joven según las criadas.
 —No quiero que haya sangre en sus manos, pero tampoco me gustaría casarme con alguien completamente desconocido. . asi que. . he decidido que mi respuesta será después de conocerlo mejor. — Tal cual dijo fue. Resultó ser que aquel muchacho, Felix, tenía bastante en común con Michelle, y esta última disfrutaba de su compañía. Fue cuestión de tiempo para que ambos se enamorasen, dando por resultado un hermoso compromiso.
 Tiempos de oro para la joven pareja desde aquel entonces, pero por supuesto, la vida no siempre es de color rosa. Michelle y Felix pronto tendrían una desgracia cayéndoles encima, a tres meses para la boda y ambos con veintiún  años.
 Comenzó en la primera noche de verano, mientras las dos familias cenaban tranquilamente. Michelle parecía una princesa llevando ese vestido de un verde claro, el cabello recogido con una trenza y el collar que Felix le había regalado en su último aniversario. El tema de conversación obviamente era la pareja y su boda, además de cosas financieras o las colecciones de cobre.
 De repente se escuchó un estruendo que provenía de la cocina, cuyo sobresaltó a los presentes. Por más que llamaran a las criadas ninguna respondía, asi que el dueño de la casa, que en esta ocasión era el suegro de Michelle, fue a ver junto con su hijo. Luego el infierno se desató.
 Una familia enemiga atacó la tan lujosa mansión. Lo último que vio la joven francesa antes de caer inconsciente fue a sus suegros fallecer, y a su prometido arrodillándose frente a ellos mientras los atacantes huían. Al despertar Felix estaba a su lado acariciándole el cabello, portando una sonrisa que parecía temblar; sin necesidad de que él se lo dijera, Michelle sabía que no se encontraba bien. Se sentó en el suelo provocando que las caricias de su amado cesaran, y tras segundos de silencio notó que el mencionado escondía algo.
—. . Cariño, ¿qué tienes ahí?— preguntó inclinando la cabeza con el objetivo de ver, pero el más alto juntó ambas frentes, sujetándola para que no se escapase.—Michelle. . te lo he dicho muchas veces, pero. .te amo.— Un efímero beso en los labios recibió, seguido de otro en la frente de la dämonfeuer. Ella de forma inconsciente cerró los ojos, tal como esperaba él.—. . Yo también te amo, Felix.— respondió, y casi al instante escuchó que alguien se apuñalaba, sintiendo pronto un peso considerable encima. Al abrir sus ojos tenía el cadáver de él, su prometido, y se sintió estúpida por no habérselo imaginado e intentado evitarlo.
Cuando sus padres llegaron, la encontraron abrazada al cuerpo sin vida de Felix, susurrando aquel nombre.
「  。。。」
Años, muchos años después del trágico suceso y el corazón de la cuarta hermana no sanaba. Sentía un dolor, algo que le quemaba el pecho, pero nadie encontraba la respuesta que necesitaba. Una muchacha visitó el hogar de la familia Dassault, más precisamente a Michelle. Decía tener esa respuesta, o mejor dicho una propuesta que se la daría. Era más joven que ella, de rubios cabellos, ojos dorados, y portaba ropas y joyas dignas de alguien cuyo linaje era real.
Horas se quedó hablando con Michelle sobre su motivo por el cual estaba allí, y la mencionada parecía estar bastante convencida. Mientras sacaba un teléfono para hacer una llamada sin que su acompañante la viese, Lindsey dijo;—Repite conmigo, querida. ."Occultatum Libera.— y justo cuando del otro lado atendieron se escuchó:
—Occultatum Libera. . .—
{ Datos extras ✦}
♔ Es MUY alérgica a los gatos, pero por suerte consigue una medicina hecha por una hexenbiest.
♔ Debido a. . "cierto incoveniente" tuvo que marcharse de Francia un buen tiempo, siendo su otro hogar en China.
♔ Ningún humano /salvo por unas pocas excepciones/ conoce su naturaleza o el tan famoso "segundo trabajo" de Michelle.
♔ Además de China, conoce prácticamente todo el mundo gracias a su trabajo. Aunque normalmente en sus viajes se manejó con el inglés.
♔ Habla francés, alemán, chino, español e inglés de forma fluida.
♔ Nunca le den vía libre para beber alcohol, tiende a acabarlo en un parpadeo. Y el colmo es que ni siquiera se pone ebria con facilidad.
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bryanvargascalderon12 · 5 years ago
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"Reseña bibliografía de Santos Timoteo y Maura"
Hoy, día 3 de mayo, se celebra la festividad de dos esposos, Timoteo y Maura (o Mavra), que sufrieron martirio en Antínoe -provincia de la Tebaida, Egipto- en el año 286, en tiempos de Diocleciano.
Pasión de los Santos Timoteo (en griego, “temeroso de Dios”) era lector de la comunidad cristiana local, es decir, se dedicaba a la lectura, conservación y cuidado de las Sagradas Escrituras, aunque es cierto que otras versiones lo hacen sacerdote. Era aún joven e hijo de Pigol, un sacerdote de Perapa, conocido por su piedad y su profundo conocimiento del Evangelio. Aún de noche, los trabajadores de la villa se reunían en torno a él para que les leyera las Escrituras. Su familia lo había casado con una muchacha cristiana llamada Maura o Mavra (en latín, “oriunda de Mauritania”, lo que remarca, posiblemente, el origen africano de la Santa), quien era todavía más joven que él, pues sólo tenía 17 años. Pero apenas veinte días después de la boda, la persecución se abatió sobre el joven matrimonio.
Timoteo fue denunciado ante el prefecto de la Tebaida, un tal Ariano, que mandó traerlo ante su tribunal. Una vez allí, lo animó a ofrecer un sacrificio para cumplir con el edicto. Además, Diocleciano había mandado que se confiscaran y quemaran cuantos textos cristianos hallaran, y sabiendo que Timoteo los guardaba celosamente en su casa, le instó además a que revelara su escondite. El lector se negó rotundamente a sacrificar a los dioses y tampoco quiso entregar los libros sagrados, de los cuales él era custodio, pues quería salvaguardarlos de la profanación. “¿No sabes que nadie entrega a sus hijos a la muerte?”, le dijo, “Esos libros, que yo mismo he copiado, son como mis hijos. Cuando los leo, los ángeles del Señor están conmigo”. Molesto por su obstinación, Ariano mandó entregarlo a la tortura para que cediese al sacrificio y a la entrega de los textos sagrados.
El relato de las torturas parece un poco exagerado, de ahí el recelo de los bolandistas. Dice la passio que los verdugos calentaron punzones de hierro hasta el punto de rojo vivo y se los clavaron en el oído, perforando los tímpanos con tanta violencia que le alcanzaron los ojos, de modo que éstos le saltaron de las cuencas y se quedó ciego (!!!). Al verlo sin ojos, los verdugos se burlaban de él y le decían que ofrecía un aspecto lamentable, a lo que él respondió: “Mis ojos corporales, que han visto demasiadas cosas indignas, han sufrido al ser cegados. Pero mi vista interior, los ojos de mi alma, siguen iluminándome”. Al oír esto, Ariano mandó atarle las manos a la espalda, meterle un trozo de madera en la boca -imagino que para hacerlo callar- y colgarlo boca abajo. Para incrementar su sufrimiento, el gobernador mandó colgarle una pesada roca del cuello, y así lo dejaron. Pero al rato, los sufrimientos del joven eran tan evidentes que incluso los verdugos se compadecieron de él y le pidieron a Ariano que tratara de convencerle de otro modo menos cruel. Pensando que así moverían el corazón del gobernador a compasión, le dijeron que se había casado hacía veinte días, y que su esposa era una mujer muy joven y muy bella. Ariano mandó entonces que le trajeran a Maura.
Cuando tuvo delante de sí a la joven esposa, Ariano le mandó acicalarse, peinarse y perfumarse, adornándose con bellos vestidos y joyas, y tratar de convencer a su marido de que obedeciese la ley, tras lo cual serían recompensados con muchas riquezas, pero no le dijo cuál era el motivo del tormento. Ella así lo hizo, creyendo que Timoteo tenía algún tipo de deuda económica, y acudió donde estaba colgado, quien supo de su presencia por el perfume que desprendía. Intentó hablar, pero el madero metido en su boca se lo impedía, así que Maura suplicó que se lo quitasen. Una vez retirado el leño, Timoteo pidió a gritos a su padre, que contemplaba cerca su suplicio, que le tapase la cara con un trozo de tela, porque el aroma que desprendía el cuerpo de Maura le provocaba deseos impuros y no podía soportarlo (!!!). Ofendida por estas palabras, Maura le preguntó por qué le hablaba así, y así supo que la causa del tormento de su marido era su negativa a sacrificar a los dioses y a entregar los textos sagrados. Timoteo la urgió a condenar las intenciones del gobernador y a sufrir por Cristo como él, pero ella estaba asustada y, a causa de su corta edad, temía no poder resistir los tormentos. Su esposo rezó al Señor para que diera fuerzas a la esposa, y después de esto, Maura se sintió en paz y dispuesta a seguir el camino de Timoteo, muriendo por la fe si era necesario.
Dirigiéndose a Ariano, Maura confesó su fe cristiana, que le había sido inculcada desde niña, y rechazó de plano sacrificar a los dioses, diciendo que tampoco le entregaría los textos sagrados que guardaba su marido. El gobernador mandó entonces que fuera torturada: con gran crueldad, le arrancaron la cabellera, con cuero cabelludo y todo. Era ésta una tortura habitual para las mujeres, pues además de producirles un indescriptible dolor, las injuriaba, ya que la cabellera era el principal atributo de belleza y dignidad de las mujeres antiguas. Como Ariano se burlara de ella diciendo que se había quedado calva, Maura le dio las gracias por ello, pues, si al obligarla a peinarse y acicalarse para su marido la había hecho pecar, al arrancarle el cabello, el pecado se había ido con él.
A continuación le cortaron todos los dedos de las manos y los tiraron al suelo y pisotearon en su presencia, pero ella seguía inquebrantable, tanto más cuando Timoteo la animaba desde su posición. De nuevo le dio las gracias a Ariano por ello, quien del mismo modo que la había hecho pecar al hacerla adornar sus dedos con joyas y anillos, al cortárselos, la había purificado de tal pecado. El padre de Timoteo, el sacerdote Pigol, estaba estupefacto al ver la fortaleza de su nuera, y cuando le preguntó cómo podía soportar el dolor de los dedos amputados, ella respondió: “¿No sucede, padre mío, que las viñas se adornan y cultivan podándoles las ramas? Del mismo modo me veo yo adornada y cultivada, y ni siquiera siento el dolor de los dedos cortados”.
Entonces, Ariano ordenó desnudar a Maura y meterla en un caldero de agua hirviendo. Ella dio gracias de nuevo porque el agua la lavaba de todos sus pecados, y afirmaba no sentirse escaldada. Pensando que sus soldados, sintiendo pena por la chica, no habían calentado suficientemente el agua, le dijo a Maura que si el agua no la quemaba; ella afirmó que estaba fría. Entonces le dijo que le salpicara en la mano, y cuando Maura lo hizo, la mano de Ariano se escaldó de tal manera que la piel le saltó, llena de ampollas.Durante un momento fue presa del pánico y, temiendo la ira del Dios cristiano, mandó que liberaran a Maura, pero aún no había abandonado ella el lugar del tormento, cuando cambió de parecer y amenazó con llenarle la boca de brasas ardiente, ante lo cual, Maura no mostró temor alguno.
Entonces mandó traer un brasero lleno de brea y azufre para asar a la mártir en él. Cuando desnudaron a la joven y se dispusieron a meterla en el brasero, la multitud empezó a gritar furiosa: “¡Qué crueldad! ¡Cómo abusa ese tirano de esta inocente mujer!” Ariano pareció dudar ante esta acusación, pero de inmediato Maura se giró hacia los que clamaban su salvación y les dijo: “Que nadie me defienda, que cada uno se preocupe sólo por sí mismo. Yo sólo tengo un defensor: Dios, en quien creo.” El gobernador mandó entonces colocarla sobre el brasero, pero ella, mirando hacia las llamas, le recordó que el caldero no le había hecho el menor daño, y que cualquier tortura que inventase para ella sería inútil. Dándose cuenta de que no hacía más que perder el tiempo, Ariano decidió zanjar el asunto y ordenó que ambos esposos, Timoteo y Maura, fueran crucificados y sus cruces colocadas una frente a otra. Mientras eran llevados al lugar de ejecución, la madre de Maura apareció y se arrojó en brazos de su hija, suplicándole que tuviese piedad de ella y que no se entregase a la muerte de esa manera. Pero Maura se desprendió del abrazo de su madre, recriminándole que quisiese impedirle ir a gozar de la misma muerte que su Señor Jesucristo.
En fin, los soldados crucificaron a los dos esposos cara a cara, como se ha dicho, después que ellos besaran con gratitud los maderos en los que iban a ser clavados. Así, crucificados, permanecieron durante nueve días, animándose uno al otro a perseverar hasta la muerte. Timoteo animaba a su esposa durante el día, hasta caer la noche, y Maura lo animaba a él toda la noche, hasta la llegada del amanecer. Hacían esto para no desfallecer ni dormirse, para que el Señor no los encontrase adormecidos en el momento de su triunfo, aunque tuvieron algunos éxtasis y visiones estando clavados en la cruz, en los que veían a los ángeles rodeando el trono del Señor, que se narraban para confortarse mutuamente. El décimo día, murieron por fin, después de que Maura, gritando en voz alta, se dirigiese a la multitud que los contemplaba morir y los instaba a servir al Señor y mantenerse firmes en la fe.
Entre la realidad y la ficción Es de entender, viendo la passio, que los bolandistas no la consideraran creíble, por estar adornada en exceso con diálogos floridos y disertaciones teológicas propias de autores tardoantiguos y medievales, más que de una comunidad de sencillos cristianos egipcios. Por otra parte, sólo una de las torturas aplicadas a cada uno de los esposos habría bastado para matarles. Verlos salir incólumes tormento tras tormento es otro recurso fantástico y edificante de muchas otras actas martiriales, y algunos episodios, como el del caldero, están copiados de otros textos y se han copiado a otros textos.
En cambio, la posibilidad de que un lector egipcio y su joven esposa fuesen torturados y crucificados por no querer entregar los textos sagrados que los edictos habían mandado confiscar y quemar, no sólo es perfectamente creíble, sino que tiene rigor histórico y es coherente en el contexto que estamos tratando. Por lo cual, no me parecería serio dudar de la existencia de estos mártires, ni tampoco de la naturaleza de su martirio. Es la passio lo que tiene poca credibilidad histórica, no ellos mismos, ni las causas de su martirio; por lo que si se eliminan los detalles fantasiosos de la passio (la palabrería, los tormentos que no hacen daño, la prolongada agonía en las cruces, etc.) el relato que nos queda tiene todo sentido y toda coherencia.
El relato finaliza afirmando que más tarde, Ariano se convirtió a la fe cristiana y fue martirizado, según narran las actas de los mártires Filemón y Apolonio. Otro detalle propio de las passio legendarias, en las que el torturador acaba siendo convertido y martirizado.
Culto de los mártires Los Santos tuvieron una importante y rápida conmemoración, especialmente en Constantinopla, donde tenían una iglesia dedicada, cerca de uno de los palacios de Justiniano. De ello se desprende que sus reliquias, o quizá una parte de ellas, eran veneradas en esta iglesia, aunque actualmente no hay rastro de estas presuntas reliquias. Su festividad, como decía, se celebra el 3 de mayo, aunque en el calendario copto se ha trasladado al 16 de mayo. Como suele suceder en muchos otros casos, en el mundo cristiano occidental los mártires Timoteo y Maura van siendo cada vez más desconocidos, mientras que en la Iglesia Ortodoxa siguen siendo muy venerados.
Prueba de ello es que el 3 de mayo 1803 se documentó un milagro atribuido a estos Santos en la isla de Corfú. El hieromonje Masellos de Platytera estaba leyendo el Oficio en honor a estos dos Santos cuando, de repente, tuvo el súbito presentimiento de que algo terrible estaba ocurriendo cerca del monasterio. Corrió a las puertas del mismo y se encontró con que un caballo desbocado corría por el camino, arrastrando a su jinete por el suelo, quien se había enganchado con la pierna en uno de los estribos. Invocado a los Santos Timoteo y Maura, Masellos se atrevió a cortar el paso al furioso caballo y logró calmarlo y desenganchar al herido jinete, que no era otro que Ioannis Kapodistrias, diplomático griego del Imperio Ruso y, más tarde, líder de la independente Grecia. Cuando Kapodistrias se recuperó de sus heridas, atribuyó su salvación a la intercesión de los mártires Timoteo y Maura, a los que tomó como patronos e hizo espléndidas donaciones al monasterio, tomando también a Masellos como director espiritual. Más tarde, él mismo, junto con algunos de sus parientes, se hizo enterrar en el monasterio de Platytera. Este milagro llegó a ser muy conocido en toda Corfú, hasta el punto de que se hicieron pintar tres iconos representando el milagro, dos de ellos en el mismo monasterio de Platytera, y el tercero en el monasterio de la Santísima Madre de Dios de Aixoni de Glyfada.
Curiosamente, cuando no son venerados juntos, es la esposa, Maura, la que recibe una mayor veneración por sí sola, probablemente porque, según la passio, sufrió más torturas que su marido. Citaré dos ejemplos. En la isla de Zakynthos se sigue venerando un antiguo icono de Santa Maura, de origen griego, con revestimento de plata, que está considerado milagroso.
También hay una gran cantidad de milagros y apariciones documentadas sobre Santa Maura -ella sola, sin Timoteo- donde realizó curaciones y salvó personas, identificándose sin tapujos (“Soy Santa Maura” “Me llamo Maura, y procedo de Heliópolis”).
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mrscastellanos · 5 years ago
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ARGOS: CAPITULO 42
Hombre bien vestido de gala con el cabello blanco  corto esa era la descripción de la nueva imagen del rey de sibiu quien después de haber pensado las cosas decidió asistir, Danae se acercó a él para verlo mejor.
Danae: ¿Que te hiciste?.
Andrew: Decidí dejar el pasado con un nuevo cambio y darte este amuleto.
Alcander: Ni te atrevas ponerle algo a mi hermana. -exclamó acercándose a ellos.
Danae: Alcander por favor no empieces con tus escenas
El joven hizo caso y volvió a su lugar, Andrew sacó de su traje un brazalete hecho de swarovski con un valor de millones  y ponérselo  a la joven pelirroja.
Andrew: Este brazalete es una muestra de perdón por toda las desgracias y cosas malas que pasaste por culpa de mi reino y de mi por dejarme llevar por constantin.
Danae: Agradezco tu perdón, se que estuve muy afectada por culpa de tu reino, pero cuando descubrí la verdad  me di cuenta que solo eras un títere de las maldades de constantin.
Andrew: Te eh de confesar que soñaba que esta boda fuera de nosotros juntos pero desgraciadamente no se pudo.
Danae: Yo no soy la mujer indicada para ti Andrew, todavía no llega el momento que llegue la verdadera mujer indicada para ti, mientras enfócate en mejorar sibiu y a tu gente.
Andrew: Tomare en cuenta mucho tu consejo, ¿pero al menos podemos ser amigos?
Danae: Claro que sí, no cuesta nada serlo.
Sonrió cálidamente y ofreció su mano para llevarla nuevamente hasta el altar y seguir con la ceremonia, después de haberla entregado y sentarse aún lado de Doris, el cura siguió con su parte.
Sacerdote: Al parecer nadie desea interrumpir este sagrado matrimonio, es momento de declararlos Marido y mujer, Rey Noctis ahora puede besar a la novia.
El rey y la emperatriz dieron su primer beso como esposos dando por concluido la ceremonia, más tarde todos estaban en la recepción disfrutando el banquete y la fiesta, mientras que el albino y su oráculo veían el pastel de bodas.
Andrew: A quien se le ocurre hacer un pastel de bodas con temática de fauna marina.
Alcander: Vienes a disfrutar de la recepción o a criticar el pastel.
Andrew: Las dos cosas y si no te gusta, no me escuches.
Alcander: Te estaré vigilando desde lejos.
Andrew: Haz lo que quieras, de todos modos no me importa para nada.
Alcander: Ya te dije, quedas advertido.
Se alejó de  él  sin quitarle la mirada hasta no fijarse y caer en el pasto.
Andrew: Aún sigo sin entender como es que lo adoptaron.
Doris: No es el momento Andrew.
Andrew: Tienes razón y como te decía, el pastel no combina con los adornos y te aseguro que si este fuera mi boda con ella, no sería en este lugar.
Doris: Que tengo que hacer para que ya dejes esa obsesión por la emperatriz.
Andrew: No podrás hacer nada.
Doris: Creo que usted ya me había dicho que aceptaba olvidarla.
Andrew: Si lo dije pero si me casaba con usted.
Doris: No entiendo la razón pero si eso quiere pues adelante  Casemonos y así ya deje pensar en ella, asunto arreglado.
Andrew: La única razón del por que le dije eso es por que tenía todo pagado y listo para cuando me iba a casar con Elyssa, pero como sucedió todo este desastre, seria una lástima cancelar todo Y como no tenía con quien aprovechar lo que gasté  se me ocurrió decirle eso.
Doris: ¿Y por que no se lo donó a ella?
Andrew: Por que no creo que sus invitados hubieran querido  estar en un pais ruidoso como lo es sibiu, pero ve el lado bueno de todo esto, tú de ser oráculo  Administradora, asciende rápidamente a ser una reina.
Doris: No me simpatiza ser una reina por ahora.
Andrew: Tendrás el título, pero si quieres seguir siendo administradora adelante  no te lo voy a impedir siempre y cuando cuando sea momentos importantes tienes que ser la esposa del rey.
Doris: Todo sea para salir adelante con el proyecto de mejorar el país.
Andrew: por cierto se me había olvidado preguntarte sobre si tenías familia.
Doris: Solo a mi madre y a mi hermana, no las veo desde que constantin me secuestró.
Andrew: cierto ya me acordé.
Doris: Pero no se preocupe, les mande una carta para que dejaran de preocuparse.
Andrew: Hiciste bien y dile que están invitadas para la boda que será próximamente -comentó dado un sorbo del vino.
Doris: Si acepté fue para que no desperdicie todo lo que gastó.
[Horas después en algún lado de la fiesta]
Danae junto stella  y Thanasis estaban sentadas mirando como la luna reflejaba su luz en el mar mientras todos estaban felices en el ambiente.
Thanasis: Es increíble que ya estés casada.
Danae: Igual no me lo creo.
Thanasis: ¿Piensas que ya es el momento que tengas hijos propio?
Danae: Ese tema lo hablé ayer con Noct y el cree que ya es el momento antes de que siga con su viaje con los chicos para recuperar el cristal.
Thanasis: ¿No irás con ellos?
Danae: No, Tengo un imperio que dirigir, no puedo dejarlo así nada más .
Thanasis: Tienes razón, es un trabajo con mucha responsabilidad.
Danae: Más si yo nunca estuve involucrada con esto del imperio desde que pasé mi adolescencia en insomnia.
Thanasis: Pero tienes conocimiento de un reino, bueno eso me dijeron.
Danae: Pero no tanto, de todos modos ya soy emperatriz y me tengo que acostumbrar por muchísimo tiempo.
Thanasis: Sé que vas a poder controlar todo esto del imperio.
Danae: Ojalá por que llevo como ocho días o más  siento emperatriz y ya estoy más estresada que un ostión.
[Nota: Sí wey, los ostiones sí  se estresan xd]
Thanasis: Ya verás que sí, relájate.
Noctis: ¿Que tanto hablan ustedes?-dijo acercándose a ellas.
Danae: Lo mismo de siempre con mi puesto de Emperatriz.
Thanasis: Le gusta estresarte a lo loco.
Noctis: Pronto se le quitara.
Danae: Y ahí vas con tu comentario doble sentido.
Thanasis: A mi se me hace que por eso tanta insistencia con adelantar la boda.
Danae: Igual tengo mis dudas aveces,  pero pronto lo sabré.
Noctis: ¿Porqué no mejor hablamos de eso en otro lugar?
Danae:  No, Aún hay que hacer acto de presencia con los invitados, no seas desesperado.
Thanasis: La gente puede esperar bueno a esta hora ya todos están ebrios, ustedes vayan no hay ningún problema.
Danae: No ayudas Thanasis.
Thanasis:  Ya es hora, váyanse.
Danae: Bien, ya es hora como dices no hay que hacer esperar al rey  de Lucis.
Thanasis: Yo llevaré a stella a mi  habitación para que duerma -dijo cargando a la niña.
Cada quien tomó un rumbo diferente y Thanasis volvió a la fiesta para buscar algo de alimento.
Nyx: oye, ¿no sabes donde está Danae? La ando buscando desde hace rato.
Thanasis: Ni la esperes, por que esta  ocupada.
Nyx: Nuevamente hablando con el rey, no me esperaba nada bueno, pero bueno iré a detener al hermano de Danae que está ebrio y esta amenazando nuevamente al albino.
Thanasis: Yo me voy a mi habitación, cualquier cosa que pase en la fiesta  no dudes en avisarte.
Asintió y se fue a detener el joven príncipe mientras que Thanasis se fue a su habitación, llegando a su destino entro solamente a recostarse junto con la pequeña.
Thanasis: Al menos Elyssa no le fue mal en su boda como a mí -dijo cerrando sus ojos y quedarse dormida.
[Semanas después chequeteta 🌸]
Las semanas pasaron desde la luna de miel y todo volvió a la normalidad, Danae junto con el azabache veían los asuntos del imperio, ahora mismo la pelirroja se encontraba con  Andrew , Doris y Nyx hablando en el jardín   al respecto del asunto de la alianza.
Danae: Bien, pude contactarme con la primera ministra y con lady lunafreya sobre lo del ritual del leviatán, me dijeron que en unos meses puede ser el momento.
Doris: ¿Y por qué en meses?
Danae: Por que se esta averiguando todo el proceso de refugio a todos los ciudadanos de Altissia, De hecho Noctis y los chicos se fueron hoy para hablar sobre eso, aunque tengo que ser sincera, solo puedo dar refugio el 30% de ciudadanos en Argos, ya que tenemos que está muy sobre poblado en todos lados, ni decir que compre otro varios kilómetros de terreno para crear otro pueblo por que será mucho trabajo.
Doris: Sibiu tiene la capacidad hasta el momento de tener un 90% de migrantes en el país sin ningun problema, así que el 70% que falta lo podemos acomodar en todo lo que es el reino dándole bolsa de trabajo hogares y educación mientras se vea la futura reconstrucción en Altissia después de lo que pase.
Danae: ¿No tendrán problema si los ingresan?, lo digo por que es un porcentaje elevado.
Andrew: Mi reino necesita crecer en población, la economía está en un nivel igualitario  con tu imperio, bueno un poco más elevado pero eso fue gracias al gandaya de constantin que no hacía nada.
Doris: Pero con esta propuesta de recibir a los ciudadanos de Altissia al reino hará que se eleve más en tecnología y turismo de calidad buena.
Danae: Bueno en esa parte ya quedamos en acuerdo, ahora vien el platillo fuerte, lo de constantin, ¿que propondrías tú?
Andrew: Constantin está tras mi cabeza y la de Doris, pero siento que no lo hará mientras esté durmiendo en mi habitación.
Nyx: Mi punto de vista en mi conocimiento de enemigos, ese tal constantin atacará  en un punto de reunión fuerte.
Doris: Ese punto de reunión fuerte sería en Altissia cuando el leviatán esté despierto.
Nyx: Exacto,  como ese día es muy importante el pensaría que vamos estar todos ahí en el momento.
Danae: Esa hipótesis es muy coherente, pero tengo una espina en la mente que me molesta cada momento de pensar ¿Para quién estará trabajando constantin?, por que no creo que solo el quiera el reino y el imperio.
Nyx: ¿Que quieres decir?
Danae: Que tiene de Aliado a alguien muy poderoso para obtenerlo más rápido  pero siempre y cuando él  de algo a cambio.
Andrew: No creo.
Danae: Esa noche el dijo que las armas del  Adagium era el único que me podía matar aún así siendo inmortal.
Andrew: A mi me había dicho desde mucho antes sobre la causa de extraer tus ojos sagrados.
Doris: esa información solo lo saben los oráculos, dioses y fieles con discreción.
Danae: Si constantin sabia eso y lo del Adagium, entonces debe ser un dios que este de su lado para que
Nyx: o un oráculo.
Andrew: No creo que sea un oráculo, constantin es un viejo que
Nyx: ¿Y tu como es que sabes todo eso?
Andrew: Soy un fiel discreto y se todo los secretos de la religión de Etro y los sidereos que hay en Eos.
Nyx: Entonces tu eres el responsable.
Doris: Dudo que sea así, un fiel discreto no puede hablar sobre los secretos divinos, si lo hace tiene que suicidarse como castigo.
Nyx: Si es así  entonces ¿por que ignis pudo decircelo a nosotros y no se ah muerto?
Danae: Por que solamente entre fieles se puede saber; lo que es prompto, ignis, tú,  gladio mark y mi hermano, por ser buenos con una oráculo se ganan el título y no hay problema.
Nyx: ¿Y tu padre?
Danae: Te lo voy a poner en resumen para no alargar más el tema de los fieles, todo el palacio de Alferet son fieles discretos, por eso mismo nadie dijo nada al respecto cuando Thanasis tomó el trono mientras me recuperaba, y mi padre pertenece a la descendencia de oráculos, ¿ya?.
Nyx: Creo que ya.
Danae: Bueno, creo que por ahora vamos a poner en pausa esto  por que no me siento bien, nos vemos  mañana.
Doris: Te tendremos atenta con lo de la migración.
Danae: Haces bien, por cierto antes que se retiren  muchas felicidades por la boda que se aproxima entre ustedes.
Doris: Bueno es una larga historia al respecto de eso que ya luego el rey le tendrá que decir, de todos modos muchas gracias esperamos su presencia majestad.
Danae: Si ese día estoy libre ahí me verán.
Doris: Bueno nosotros nos retiramos, muchas gracias por aceptar la alianza.
Doris dio una reverencia y se fueron quedando la emperatriz y Nyx sentados.
Nyx: ¿Te pasa algo, como para cortar de inmediato la conversación con ese albino?
Danae: Este dolor de estómago que tengo desde hace unos días se ah vuelto algo irritable que no me deja concentrarme cuando hablo.
Nyx: ¿Y ya fuiste al doctor?
Danae: En la madrugada fui   al hospital a hacerme unos análisis para ver que tengo.
Nyx: Siendo inmortal y que tengas las mismas causas que un mortal.
Danae: Ni que fuera un dios, Nyx, solamente no tengo el derecho de morir pero si el derecho de enfermarme como toda una persona.
Nyx: Pobre Thanasis no tuvo más para darte el favor completo.
Danae: Hey, a Thanasis no te metas -comentó  dándole un golpe con un abanico- si hay que echarle la culpa a alguien sería a Etro.
Nyx: ¿Y por que ella?
Danae: Por que siempre hay algo que hace mal ella, quiero recordar que la historia del mundo antiguo hizo una jugada que no entendí bien como fue pero la cosa fue que Algo que se repitió  en Eos con Thanasis.
Nyx: ¿Eso sí sucedió?
Danae: Solo es una leyenda, que posiblemente si sucedió.
Nyx: ¿Y a que hora irás a ver al doctor para que te dicen?
Danae: Alcander me llevará en una hora al hospital.
Nyx: Te deseo suerte y que no sea nada malo.
Dijo levantándose de su lugar e irse, una hora han pasado y los hermanos Alferet estaban en el consultorio junto con el doctor y los análisis en mano.
Danae: Bien doctor, ¿me va a confirmar que tengo en el estómago? Por que creo que tengo gastritis por el estrés.
Doctor: No es gastritis lo que tiene.
Danae: Entonces es una úlcera.
Doctor: No es una úlcera.
Danae: ¿Cáncer de estómago?
Doctor: Ni es un cáncer de estómago.
Alcander: ¿Entonces que es lo que tiene mi hermana?
Doctor: Su excelencia usted no tiene gastritis ni mucho menos una úlcera, lo que tiene usted es el síndrome del feto.
Danae: ¿Síndrome del feto?,¿eso es malo?
Doctor: Si lo quiere ver de esa manera majestad.
Danae: Doctor que es en realidad de eso del síndrome del feto.
El médico se rió y tomó aire para estar serio nuevamente.
Doctor: Es embarazo excelencia,  usted está embarazada y tiene cinco semanas.
Danae: ¿Que? -Dijo impactada.
Alcander: No puede ser, ¡voy a ser tío!
Salió del consultorio emocionado divulgando la noticia, mientra que la joven emperatriz se quedó en el consultorio.
Danae: ¿Seguro que no es una úlcera?
El doctor solo negó con la cabeza.
Doctor: ¿Usted no quiere el embarazo?
Danae: Sí quiero este embarazo, solo que me siento nerviosa de perderlo en algún momento por un descuido mío.
Doctor: Se que usted es primeriza en esta etapa, pero verá que todo saldrá bien si usted se cuida.
Danae: Ese es el problema, siempre estoy en situaciones que necesito utilizar la fuerza o malos movimientos.
Doctor: Si usted coopera con hacer nada de eso, su embarazo no será delicado ni peligroso.
Danae: Haré todo el esfuerzo de no hacer ese tipo de cosas.
Doctor: Eso espero majestad, de todos modos yo seré quien lleve el control de su embarazo.
Asintió saliendo del consultorio para volver al palacio, horas después nyx habia entrado a la habitación de la emperatriz y vio que estaba en su cama acurrucada abrazando una almohada.
Nyx: En fin, ¿ya te dijo el doctor que es lo que tienes? -dijo acercándose a ella y sentarse en la cama.
Danae: Ya me dijo.
Nyx: Entonces ¿que es lo que tienes?.
Danae: Estoy embarazada.
Nyx: ¿De verdad?
Danae: Completamente real y no falso y no sé  cómo le voy a decir a Noctis que estoy esperando un hijo de él.
Nyx: Solo dile, está vez tiene derecho de saberlo.
Danae: ¿Tu crees?
Nyx: Es lo mejor que puedes hacer por él.
Danae: Bueno a este grado que Alcander ya lo divulgó por el palacio y dudo que lo haga en público así que dejaré que él se lo diga a Noct.
Nyx: Danae, por favor no lo dejes pasar.
Danae: Esta bien, cuando regrese de Altissia se lo diré.
Nyx: Bueno al menos estas emocionada por tu embarazo?
Danae: Lo estoy, pero al igual que nerviosa.
Nyx: Entiendo perfectamente tu nerviosismo, pero al menos te vas a quedar aquí en el palacio cuando sea el ritual en Altissia, no vas a correr peligro.
Danae: Bueno al respecto de ese tema..
Nyx: Es que tu no entiendes verdad.
Danae: Yo ya había dicho desde antes que tenía que estar presente por lo menos en la conferencia de lunafreya  y todo fue antes de que supiera que mi úlcera se convirtiera en embarazo.
Nyx: Quiero pensar que soy tu consejero personal así que de ese tema me voy encargar de hablarlo con tus otros consejeros, de tu familia y de Noctis.
Danae: Por lo menos déjenme estar presente para la audiencia, ya después me retiro.
Nyx: Imposible, cuando sea  la conferencia de lunafreya  todos estarán ocupados con los ciudadanos de Altissia, no habrá nadie que te lleve de regreso, es mejor que estés aquí resguardada.
Danae: no puedo pelear con tu terquedad así que haz lo que quieras, si quieres que me quede pues me quedo ya cual es el problema -dijo levantándose.
Nyx: Si te lo digo digo no es para que te enojes, si no para cuidarte, no quiero que otro reptil marino te mande a las profundidades más si estás en ese estado.
Danae: ¿Y quien dijo que estoy enojada?
Nyx: Te conozco y siempre te indignas cuando te prohibo algo.
Danae: Sabes qué, me voy a ver como esta stella.
Nyx: Ya te indignaste.
Danae: No lo estoy, Adiós.
Dijo cerrando la puerta de una manera brusca, Nyx solo Exhalo, mientras que la emperatriz caminaba
Danae: De alguna u otra manera para idear mi viaje a Altissia sin que nadie se dé cuenta.
[ Ya no es necesario que lo ponga, ustedes ya lo saben mis fetos hermosos v:]
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libretaencomposicion · 5 years ago
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«Los muertos», James Joyce. Lily, la hija de la ama de llaves, andaba literalmente a las carreras. Apenas había llevado a un caballero al pequeño guardarropa detrás del despacho de la planta baja y le había ayudado a quitarse el abrigo, el timbre resollante de la puerta del vestíbulo volvía a sonar y tenía que precipitarse por el pasillo vacío para abrirle a otro invitado. Le resultaba bien no tener que atender también a las señoras. Pero la señora Kate y la señorita Julia habían pensado en eso y habían convertido el baño de arriba en un vestidor de señoras. La señorita Kate y la señorita Julia estaban allí, chismeando y riendo y agitándose, caminando una detrás de la otra hacia el rellano de la escalera, asomándose por encima del barandal para preguntarle a Lily quién había llegado. Siempre era un acontecimiento importante el baile anual de las señoras Morkan. Venían todos los que la conocían, parientes, amigos de la familia, los integrantes del coro de Julia, los alumnos de Kate que tenían la edad suficiente e incluso algunos de los alumnos de Mary Jane. Ni una sola vez había sido un fracaso. Hasta donde se tenía memoria, durante años y años se había llevado a cabo con un estilo esplendido; desde que Kate y Julia, después de la muerte de su hermano Pat, habían dejado la casa en Stoney Batter y se habían llevado a Mary Jane, su única sobrina, a vivir con ellas en la casa oscura y austera de la isla de Usher, cuyo piso de arriba habían rentado al señor Fulham, el comerciante de granos de la planta baja. Eso había sucedido, por lo menos, hacía unos buenos treinta años. Mary Jane, que entonces era una niña de vestido corto, ahora era el sostén principal de la casa, puesto que tocaba el órgano en Haddington Road. Había asistido al Conservatorio y presentaba un concierto anual de sus alumnos en la sala de arriba de los Antient Concert Rooms. Muchos de sus alumnos pertenecían a las mejores familias, como las de Kingstown y Dalkey. Viejas como eran, sus tías también hacían su parte del trabajo. Julia, aunque ya bastante canosa, seguía siendo la primera soprano en la iglesia de Adán y Eva; y Kate, demasiado débil para andar de aquí para allá, daba clases de música a principiantes en el viejo piano vertical en el cuarto del fondo. Lily, la hija del ama de llaves, les hacía la limpieza. Aunque su vida era modesta, creían que se debía comer bien; lo mejor de cada cosa: solomillo, té de tres chelines y la mejor cerveza embotellada. Pero Lily rara vez se equivocaba en las ordenes, de modo que se llevaba bien con sus tres patronas, Sólo eran quisquillosas, Lo único que no soportaban eran las respuestas insolentes. Desde luego, tenían buenas razones para ser quisquillosas en una noche como ésa. Ya era mucho después de las diez y aún no había ni señas de Gabriel y su esposa. Además, tenían un miedo terrible de que Freddy Malins pudiera aparecer borracho. Por nada del mundo querían que alguno de los alumnos de Mary Jane lo viera ebrio; y cuando estaba así a veces era muy difícil lidiar con él. Freddy Malins siempre llegaba tarde, pero se preguntaban qué habría detenido a Gabriel: y eso era lo que las hacía acercarse cada dos minutos al barandal para preguntarle a Lily si habían llegado Gabriel o Freddy. —Ah, señor Conroy—le dijo Lily a Gabriel cuando le abrió la puerta—, la señora Kate y la señorita Julia pensaban que nunca llegaría. Buenas noches, señora Conroy. —Me lo imagino—dijo Gabriel—pero olvidan que aquí mi esposa se tarda tres horas interminables para vestirse. Se paró sobre el felpudo para limpiar la nieve de sus galochas, mientras que Lily condujo a la esposa al pie de las escaleras y grito: —Señorita Kate, aquí está la señora Conroy. Kate y Julia enseguida bajaron bamboleándose por la escalera oscura. Las dos besaron a la esposa de Gabriel, dijeron que seguramente estaba muerta en vida de frío y le preguntaron si venía con Gabriel. — ¡Aquí estoy, tan confiable como el correo, tía Kate! Suban. Yo las alcanzo—exclamó Gabriel desde la oscuridad. Siguió limpiándose con los zapatos vigorosamente mientras las tres mujeres subieron, riendo, al vestidor de señoras. Había una ligera franja de nieve como una capa sobre los hombros de su abrigo y como punteras en sus galochas; y, a medida que los botones de su abrigo se deslizaban con un rechinido a través de la tela endurecida por la nieve, un aire fragante y helado de afuera escapaba de los dobleces y pliegues. — ¿Está nevando otra vez, señor Conroy? —preguntó Lily. Había entrado antes que él al guardarropa para ayudarle a quitarse el abrigo. Gabriel sonrió ante las tres sílabas con que había pronunciado su apellido y la miró. Era una muchacha delgada, todavía creciendo, de tez pálida y cabello pajizo. La lámpara de gas en el guardarropa la hacía verse aun más pálida. Gabriel la había conocido de niña cuando se sentaba en el último escalón arrullando una muñeca de trapo. —Sí, Lily—contestó—, y creo que va a seguir toda la noche. Miró hacia el techo del guardarropa, que temblaba con los taconazos y el deslizarse de pies en el piso de arriba, escuchó un momento el piano y luego miró a la chica, que doblaba con cuidado su abrigo y lo acomodaba en el extremo del estante. —Dime, Lily—dijo en tono amistoso— ¿todavía vas a la escuela? —Ay, no, señor—contestó—. Ya acabé la escuela este año y para siempre. —Ah, entonces—dijo Gabriel risueño—supongo que uno de estos días estaremos yendo a tu boda con tu galán, ¿verdad? La muchacha le echó una mirada por encima del hombro y dijo con gran amargura: —Los hombres de ahora son pura palabrería y a ver qué te sacan. Gabriel se sonrojó como si sintiera haber cometido un error y, sin mirarla, aventó sus galochas y con su bufanda sacó brillo a sus zapatos de charol. Era un joven robusto, medio alto. El color encendido de sus mejillas le llegaba hasta la frente, donde se dispersaba en algunas manchas rojizas amorfas; y en su cara lampiña centelleaban sin cesar los lentes bruñidos y el armazón dorado resplandeciente de los anteojos que ocultaban sus ojos delicados e inquietos. Su pelo negro brillante estaba peinado con raya en medio y cepillado en una larga curva detrás de las orejas donde se ondulaba ligeramente bajo el surco dejado por su sombrero. Cuando terminó de lustrar sus zapatos se puso de pie y se jaló el chaleco apretado sobre su cuerpo regordete. Luego sacó rápidamente una moneda del bolsillo. —Ah, Lily— dijo, poniéndosela en las manos—, es época de Navidad, ¿verdad? Sólo…esto es sólo un… Caminó rápidamente hacia la puerta. — ¡Ay, no, señor!—protestó la muchacha detrás de él—. De veras, señor, no puedo aceptarlo. — ¡Es Navidad! ¡Es Navidad!—dijo Gabriel, casi trotando hacia las escaleras y haciendo un ademán de que no tenía importancia. La muchacha, al ver que había llegado a las escaleras, le gritó: —Bueno, pues gracias, señor. Gabriel esperó afuera de la puerta de la sala hasta que se acabara el vals, escuchando las faldas que la rozaban y los pies que se deslizaban. Todavía estaba desconcertado por la respuesta repentina y amarga de la muchacha. Le había echado encima una melancolía que trató de disipar arreglándose los puños de la camisa y la corbata de moño. Luego tomó del bolsillo de su chaleco un papelito y observó los encabezaos que había anotado para su discurso. Estaba indeciso respecto de los veros de Robert Browning, porque temía que estuvieran por encima del entendimiento de sus oyentes. Alguna cita que pudieran reconocer de Shakespeare o de las Melodías de Thomas Moore estaría mejor. El poco delicado golpeteo de los tacones de los hombres y el arrastre de sus suelas le recordaban que su grado de cultura era diferente al de él. Sólo se pondría en ridículo si les citaba un poema que no entendieran. Pensarían que estaba presumiendo su educación superior. Se equivocaría con ellos tal como se había equivocado con la muchacha en el guardarropa. Había asumido un tono indebido. Todo su discurso era un error de principio a fin, un fracaso total. Justo entonces sus tías y su esposa salieron del vestidor de mujeres. Sus tías eran dos ancianitas de ropa sencilla. La tía Julia era como dos centímetros más alta. El cabello gris recogido le cubría la parte de arriba de las orejas; e igualmente gris, con sombras más oscuras, era su gran cara flácida. Aunque era de estructura robusta y se paraba derecha, sus ojos lánguidos y labios entreabiertos le daban la apariencia de una mujer que no sabía dónde estaba o hacia donde iba. Tía Kate era más vivaz. Su rostro, más saludable que el de su hermana, era todo fruncido y arrugas, como una manzana roja marchita, y su cabello trenzado a la antigua no había perdido su color de nuez madura. Ambas le dieron un beso cariñoso a Gabriel. Era su sobrino preferido, hijo de su difunta hermana mayor, Ellen, que se había casado con T.J. Conroy de Puertos y Muelles. —Gretta me dice que no van a regresar esta noche a Monkstown en coche, Gabriel—dijo tía Kate. —No—dijo Gabriel y volteo hacia su mujer—ya tuvimos bastante de eso el año pasado, ¿verdad? ¿No te acuerdas, tía Kate, el catarro que se pescó Gretta? Las ventanillas del coche cascabeleando todo el camino, y luego el viento del este que se soltó después de que pasamos Merrion. Muy divertido estuvo. Gretta se pescó un catarro horrible. Tía Kate frunció el ceño severamente y asintió con cada palabra. —Tienes razón, Gabriel, mucha razón—dijo—. Nunca hay que dejar de tener cuidado. —Pero Gretta—dijo Gabriel—sería capaz de regresarse caminando en la nieve si la dejáramos. La señora Conroy se rio. —No le haga caso, tía Kate—dijo—. De veras es un latoso, con eso de los lentes verde oscuro para los ojos de Tom por las noches y obligarlo a hacer pesas, y forzar a Lottie a comerse el cereal. ¡Pobre niña! ¡Que no lo puede ni ver!…Ah, pero ¡nunca adivinarán lo que me hace ponerme ahora! Rompió en una carcajada y le echó una mirada al marido cuyos ojos alegres y admiradores habían estado volando del vestido a su cara y a su cabello. Las dos tías también rieron con ganas, ya que la aprensión de Gabriel siempre les causaba gracia. ¡Galochas!—dijo la señora Conroy—. Esa es la última. Cada vez que está mojado el suelo me debo poner las galochas. Hasta hoy quería que me las pusiera, pero no quise. Lo próximo que me va a comprar es un traje de buzo. Gabriel rio nerviosamente y dio unas palmadas a su corbata para tranquilizarse, mientras que tía Kate casi se doblaba de la risa, que tan cómico que le pareció el chiste. La sonrisa se desvaneció de la cara de tía Julia y sus ojos melancólicos se dirigieron hacia la cara de su sobrino. Después de una pausa, preguntó: — ¿Y qué son las galochas, Gabriel? — ¡Galochas, Julia!—exclamó su hermana—. Por todos los cielos, ¿no sabes qué son las galochas? Se usan encima de las…encima de tus botas, Gretta, ¿verdad? —Sí—dijo la señora Conroy—. Cosas de gutapercha. Ahora los dos tenemos. Gabriel dice que en el Continente todo el mundo las usa. —Ah, en el Continente—murmuró la tía Julia, asistiendo lentamente. Gabriel frunció el ceño y dijo, como si estuviera algo irritado: —No es nada del otro mundo, pero a Gretta le parece cómico porque dice que la palabra le recuerda el espectáculo de los juglares blancos pintados como negros. —Pero dime, Gabriel—dijo tía Kate, en tono discreto—. Desde luego te has encargado de la habitación. Gretta me estaba diciendo… —Ah, lo de la habitación está bien—respondió Gabriel—. Reservé una en el Gresham. —Claro—dijo tía Kate—, por lejos, la mejor decisión. Y los niños, Gretta, ¿no estás preocupada por ellos? —Ay, por una noche—dijo la señora Conroy—. Además, Bessie los va a cuidar. —Claro—volvió a decir tía Kate—. ¡Qué cómodo tener a una muchacha así, en quien puedes confiar! Porque fíjate en esta Lily, de veras que no sé qué le pasa últimamente. Ya no es lo que era. Gabriel, estaba a punto de hacerle algunas preguntas al respecto a su tía, pero ella se interrumpió para mirar a su hermana, que había bajado las escaleras y estaba estirando el cuello por encima del barandal. —Ahora, díganme—dijo casi enojada— ¿adónde va a Julia? ¡Julia! ¡Julia! ¡Julia! ¿A dónde vas? Julia, que había bajado más de medio piso, regresó y anunció imperturbable: —Ya llegó Freddy. Al mismo tiempo, un aplauso y un último floreo de la pianista señalaron que el vals había terminado. Se abrió la puerta de la sala desde dentro y salieron algunas parejas. Tía Kate llevó a Gabriel a un lado con prisa y le susurró al oído: —Ve allá abajo, Gabriel, y hazme el favor de ver si está bien; no lo dejes subir si está borracho. Estoy seguro de que está borracho. Estoy segura. Gabriel fue hasta las escaleras y escucho por el barandal. Podía oír a dos personas platicando en el guardarropa. Luego reconoció la risa de Freddy Malins. Bajó las escaleras haciendo mucho ruido. —Es un gran alivio—dijo la tía Kate a la señora Conroy—que Gabriel esté aquí. Siempre me siento más tranquila cuando él está aquí…Julia, a ver si la señorita Daly y la señora Power quieren tomar algún refresco. Gracias por el hermoso Vals, señorita Daly. Fue un rato maravilloso. Un hombre alto de cara marchita con un bigote hirsuto y parduzco y piel morena, que salía con su pareja, dijo: — ¿Nos darían también un refresco a nosotros, señorita Morkan? —Julia—dijo tía Kate brevemente—y aquí están el señor Browne y la señorita Furlong. Llévalos, Julia, con la señorita Daly y la señorita Power. —Yo soy un buen caballero para las damas—dijo el señor Browne, frunciendo los labios hasta que el bigote se le erizó y sonriendo con todas sus arrugas—. Sabe, señorita Morkan, la razón de que me quieran tanto es… No terminó la oración, pero, al ver que tía Kate ya no lo oía, enseguida condujo a las tres jóvenes al cuarto del fondo. El centro de la habitación estaba ocupado por dos mesas cuadradas unidad, y sobre ellos la tía Julia y el ama de llaves estaban tendiendo y alisando un gran mantel. En el trinchador estaban acomodados platones y platos, vasos y montones de cuchillos y tenedores y cucharas. La cubierta del piano vertical cerrado también servía como trinchador para viandas y dulces. Junto a un trinchador más pequeño en la esquina dos muchachos estaban de pie bebiendo cerveza con lúpulos. El señor Browne había llevado la carga hacia ellas y luego invitó a todas, de broma, a un ponche para damas, caliente, fuerte y dulce. Como dijeron que nunca tomaban nada fuerte, les ofreció tres botellas de limonada. Luego le pidió a uno de los muchachos que se hiciera a un lado y, tomando la licorera, se sirvió una buena medida de whisky. Los muchachos lo miraron con respeto mientras tomó un traguito de prueba. —Dios me ayude—dijo, sonriendo—, son ordenes del médico. Su rostro arrugado se abrió en una sonrisa más amplia, y las tres chicas rieron con un eco musical ante su ocurrencia, contoneando sus cuerpos de aquí para allá, con sacudidas nerviosas de los hombros. La más osada dijo: —Ay, señor Browne, estoy segura de que el médico nunca le prescribió nada por el estilo. El señor Browne tomó un traguito de su whisky y dijo, remedando disimulo: —Bueno, es que yo soy como la famosa señora Cassidy que, según dicen, dijo: Mira, Mary Grimes, si no lo tomo, oblígame a tomarlo, porque siento que lo necesito. Su rostro acalorado se había inclinado hacia delante con demasiada confianza y había adoptado un acento dublinés de clase muy baja de modo que las jóvenes, con un solo instinto, habían recibido su discurso en silencio. La señorita Furlong, que era una de las alumnas de Mary Jane, le preguntó a la señorita Daly el nombre del vals tan bonito que había tocado; y el señor Browne, viendo que lo ignoraban, volteó enseguida hacia los dos muchachos que apreciaban más la situación. Una joven con la cara roja, vestida de morado oscuro, entró a la habitación aplaudiendo con entusiasmo exclamando: — ¡Cuadrillas! ¡Cuadrillas! Justo atrás de ella entró la tía Kate, exclamando: — ¡Dos caballeros y tres damas, Mary Jane! —Ah, aquí están el señor Bergin y el señor Kerrigan—dijo Mary Jane—. Señor Kerrigan, ¿puede juntarse con la señorita Power? Señorita Furlong, ¿me permite ofrecerle como pareja al señor Bergin? Ah, así está bien por ahora. —Tres damas, Mary Jane—dijo tía Kate. Los dos caballeros preguntaron a las damas si les darían el gusto, y Mary Jane volteó hacia la señorita Daly. —Ay, señorita Daly, qué amable es usted, después de tocar las dos últimas piezas, pero de veras que hoy nos faltan damas. —No me importa para nada, señorita Morkan. —Pero le tengo una pareja, el señor Bartell D’Arcy, el tenor. Le pediré que cante más tarde. Todo Dublín está delirando por él. — ¡Hermosa voz! ¡Hermosa voz!—dijo tía Kate. Como el piano ya había empezado dos veces el preludio para la primera figura de baile Mary Jane condujo a sus reclutas rápidamente a la otra habitación. Apenas se habían ido, la tía Julia entró lentamente, mirando hacia atrás a algo. — ¿Qué pasa, Julia?—preguntó ansiosa tía Kate— ¿Quién es? Julia que traía una pila de servilletas volteó hacia su hermana y dijo, sencillamente, como si la pregunta le hubiera sorprendido: —Sólo Freddy, Kate, y Gabriel viene con él. De hecho, justo detrás de ella se podía ver a Gabriel piloteando a Freddy Malins en el rellano de la escalera. Este, un hombre joven como de cuarenta años, era de la estatura y estructura de Gabriel, con hombros muy redondeados. Su rostro era carnoso y pálido, con un toque de color sólo en los gruesos lóbulos colgantes de sus orejas y las alas anchas de su nariz. Tenía facciones toscas, nariz chata, una frente convexa y recesiva y labios túmidos y protuberantes. Sus ojos con parpados caídos y el desorden de su pelo ralo le hacían parecer soñoliento. Se reía a carcajadas en un tono agudo por algo que le había contado a Gabriel en las escaleras y al mismo tiempo frotaba los nudillos de su puño izquierdo para arriba y para abajo en el ojo izquierdo. —Buenas noches, Freddy—dijo tía Julia. Freddy Malins saludó a las señoritas Morkan con un modo que parecía informal debido al frenillo habitual en su voz y luego, al ver que el señor Browne le sonreía en el trinchador, atravesó la habitación con paso algo vacilante y empezó a repetir en voz baja la historia que le acababa de contar a Gabriel. —No está tan mal, ¿verdad?—le dijo tía Kate a Gabriel. Las cejas de Gabriel estaban sombrías pero las alzó de inmediato y respondió: —No, no, casi no se le nota. — ¡Ay, qué muchacho este!—dijo—. Y su pobre madre le hizo jurar la noche de Año Nuevo. Pero ven, Gabriel, vamos a la sala. Antes de abandonar la habitación con Gabriel, se dirigió al señor Browne frunciendo el ceño y sacudiendo el dedo índice como advertencia. El señor Browne respondió asintiendo y, cuando ellos se habían ido, le dijo a Freddy Malins: —Mira, pues, Teddy, te voy a servir un buen vaso de limonada solo para ponerte a tono. Freddy Malins, que estaba llegando a la culminación de su historia, hizo a un lado la oferta con una demanda impaciencia, pero el señor Browne, llamando la atención de Freddy Malins a un desarreglo en su ropa, le sirvió un vaso lleno de limonada y se lo dio. La mano izquierda de Freddy Malins aceptó mecánicamente el vaso, pues la mano derecha estaba ocupada en el reajuste mecánico de su ropa. El señor Browne, cuyo rostro otra vez se arrugaba de júbilo, se sirvió un vaso de whisky mientras Freddy Malins estallaba, antes de llegar al punto fulminante de su historia, en un ataque de risa bronquítica aguda y, posando su vaso rebosante sin probar, empezó a frotar los nudillos de su puño izquierdo para arriba y para abajo en su ojo izquierdo, repitiendo palabras de su última frase en la medida en que se lo permitía su ataque de risa. *** Gabriel no quería escuchar a Mary Jane que tocaba su pieza académica llena de pasajes rápidos y difíciles para la sala silenciosa. Le gustaba la música pero la pieza que estaba tocando no tenía ninguna melodía para él, y tal vez no tenía no tenía ninguna melodía para los demás oyentes, aunque le habían rogado a Mary Jane que tocara algo. Cuatro muchachos, que habían venido de la sala de refrigerios a pararse en el umbral de la puerta la oír el piano, se habían ido silenciosamente de dos en dos después de unos minutos. Las únicas personas que parecían seguir la música eran la misma Mary Jane, cuyas manos corrían por el teclado o se alzaban en las pausas como las de una sacerdotisa en una imprecación momentánea, y la tía Kate parada junta ella para pasar las páginas. Los ojos de Gabriel, irritados por el piso que brillaba con cera de abeja bajo el pesado candelabro, vagaron hasta la pared arriba del piano. Ahí estaba colgado un cuadro de la escena del balcón de Romeo y Julieta, y al lado había un cuadro de los dos príncipes asesinados en la Torre, que tía Julia había bordado con estambres rojos, azules y cafés cuando era joven. Probablemente en la escuela a la que habían asistido de niñas se les había enseñado a hacer ese tipo de labores durante un año; su madre le había elaborado para su cumpleaños un chaleco de tabinete morado, con cabecitas de zorro, forrado de satín café y con botones redondos color zarzamora. Era extraño que su madre no hubiera tenido talento musical, aunque tía Kate la llamaba la portadora del cerebro de la familia Morkan. Ella y Julia siempre parecían estar algo orgullosas de su hermana seria y digna. Su foto estaba frente al espejo grande. Tenía un libro abierto sobre las rodillas y le señalaba ahí algo a Constantine, que, vestido con traje de marinero, estaba recostado a sus pies. Ella era quien había elegido los nombres de sus hijos porque era muy consciente de la honra de la vida familiar. Gracias a ella Constantine era ahora el párroco mayor en Balbriggan y, gracias a ella, el mismo Gabriel se había titulado en la universidad real. Una sombra pasó por su rostro al recordar la hosca oposición de su madre a su matrimonio. Algunas frases desdeñosas que había usado todavía se encontraban en su memoria; un día había hablado de Gretta diciendo que era una campesina mona y eso no tenía nada que ver con Gretta. Fue Gretta quien la cuido durante su última y larga enfermedad en su casa de Monktown. Sabía que Mary Jane debía estar cerca del final de la pieza, porque estaba tocando otra vez la melodía de apertura con carrerillas de escalas después de cada compás y, mientras esperaba el final, el resentimiento se desvaneció en su corazón. La pieza terminó con un trino de octavas en los agudos y una octava final en los graves. Un gran aplauso saludó a Mary Jane mientras, ruborizándose y enrollando su partitura nerviosamente, escapó de la habitación. Los aplausos más fuertes venían de los cuatro jóvenes en el umbral que se habían ido a la sala de refrigerios al principio de la pieza pero habían regresado cuando el piano se detuvo. Se organizó el baile de lanceros. Gabriel se encontró como pareja de la señora Ivors. Era una joven abierta y platicadora, con una cara pecosa y ojos llamativos color café. No traía una blusa estocada y el prendedor grande puesto en el cuello tenía un motivo irlandés y un lema. Cuando habían tomado sus lugares, ella dijo de pronto: —Tengo que partir un pollito con usted. — ¿Conmigo?—dijo Gabriel. —Ella asintió con solemnidad. — ¿Qué es?—preguntó Gabriel sonriendo por su tono solemne. — ¿Quién es G.C?—respondió la señorita Ivors, mirándolo fijamente. Gabriel se sonrojó y estaba a punto de fruncir el ceño como si no entendiera cuando ella dijo contundentemente: — ¡Ay, inocente palomita! Me he enterado de que escribe para The Daily Express. Dígame, ¿no le da pena? — ¿Por qué habría de darme pena?—pregunto Gabriel, parpadeando y tratando de sonreír. —Pues a mí me da pena por usted—dijo con franqueza la señorita Ivors—. Pensar que escribiría para un periodiquillo como ese. No sabía que fuera un britano occidental. Un aire de perplejidad apareció en el rostro de Gabriel. Era cierto que escribía una columna literaria todos los miércoles en The Daily Express, por la cual le pagaban quince chelines. Pero eso desde luego no lo convertía en un britano occidental. Los libros que le mandaban para reseñar eran casi más bienvenidos que el miserable cheque. Le encantaba sentir las portadas y dar vuelta a las páginas de los libros recién impresos. Casi todos los días cuando terminaba de dar clases en el colegio se iba a caminar por los muelles hacia los libreros de segunda mano, a Hickey’s en Bachelor’s walk, a Webb’s o Massey´s en el muelle de Aston o a O’Clohissey’s en la calle lateral. No sabía cómo enfrentarse a esa acusación. Quería decirle que la literatura estaba por encima de la política. Pero eran amigos desde hacía tantos años y sus carreras habían sido paralelas, primero en la universidad y luego como maestros, que no podía arriesgarse a una frase grandilocuente con ella. Siguió parpadeando y tratando de sonreír y murmuró débilmente que no veía nada político en escribir reseñas de libros. Cuando les toco el turno de cruzar, él estaba todavía perplejo y distraído. La señorita Ivors le tomó la mano de forma afectuosa y dijo en un tono suave y amigable: —Claro, era solo una broma. Venga, tenemos que cruzar. Cuando volvieron a estar juntos, habló del asunto de la universidad y Gabriel se sintió más cómodo. Una amiga le había mostrado la reseña que él había hecho de los poemas de Browning. Por eso se había enterado del secreto, pero le había encantado la reseña. Luego dijo de pronto: —Ah, señor Conroy, ¿quiere venir a una excursión a las islas Aran este verano? Nos quedaríamos todo un mes. Estará esplendido allá en el atlántico. Debería venir. Van a venir el señor Clancy y el señor Kirkelly y Kathleen Kearney. También sería esplendido para Gretta si quiere venir. Ella es de Connacht, ¿verdad? —Su familia—dijo Gabriel parcamente. —Pero si van a venir, ¿verdad?—dijo la señorita Ivors, poniéndole su mano tibia con entusiasmo en el brazo. —El hecho es que—dijo Gabriel—acabo de hacer arreglos para ir… — ¿Ir a dónde?—preguntó la señorita Ivors. —Bueno, sabe, todos los años voy a una excursión en bicicleta con unos amigos, así que… —Pero ¿a dónde?—preguntó la señorita Ivors. —Bueno, solemos ir a Francia o a Bélgica o tal vez a Alemania—dijo torpemente Gabriel. — ¿Y por qué van a Francia y Bélgica—dijo la señorita Ivors—en lugar de visitar su propia tierra? —Bueno—dijo Gabriel—en parte es para seguir en contacto con los idiomas y en parte para cambiar. — ¿Y no tiene usted su propio idioma con el que seguir en contacto: el irlandés?—preguntó la señorita Ivors. —Bueno—dijo Gabriel—si a esas vamos, sabe, el irlandés no es mi idioma. Los vecinos habían volteado a escuchar el interrogatorio. Gabriel miraba a izquierda y derecha nerviosamente y trataba de mantener el buen humor ante el lío que estaba provocando que un rubor le invadiera la frente. — ¿Y no tiene usted su propia tierra natal para visitar—continuó la señorita Ivors—de la que no sabe nada, su propia gente, su propio país? —Ay, la verdad—replicó Gabriel de repente— ¡estoy harto de mi propio país, harto! — ¿Por qué?—preguntó la señorita Ivors. Gabriel no contestó, pues su réplica lo había exaltado. — ¿Por qué?—repitió la señorita Ivors. Tenían que ir juntos a visitar a las otras parejas y, como él no había contestado, ella dijo cariñosamente: —Claro, no tiene respuesta. Gabriel trató de disimular su agitación participando en el baile con mucha energía. Evitó sus ojos porque había visto una expresión amarga en su rostro. Pero cuando se reunieron en la larga cadena se sorprendió al sentir que le apretaba la mano. Ella lo miró de soslayo por un momento burlonamente hasta que él sonrió. Luego, justo cuando la cadena iba a empezar otra vez, ella se paró de puntitas y le susurró al oído: — ¡Britano occidental! Cuando terminó el baile de los lanceros, Gabriel se fue a un rincón remoto de la habitación adonde estaba sentada la madre de Freddy Malins. Era una vieja corpulenta y endeble de pelo blanco. Su voz tenía frenillo como la de su hijo y tartamudeaba un poco. Le habían dicho que había venido Freddy y que estaba casi bien. Gabriel le preguntó si había tenido una buena travesía. Vivía en Glasgow con su hija casada y venia de visita a Dublín una vez al año. Ella respondió plácidamente que había tenido una travesía magnifica y que el capitán había sido muy atento con ella. Habló también de la hermosa casa que tenía su hija en Glasgow, y de todos los amigos que tenían allí. Mientras su lengua divagaba, Gabriel trató de eliminar todo recuerdo del incidente desagradable con la señorita Ivors. Desde luego la chica o mujer—o lo que fuera—era una fanática, pero había un momento para cada cosa. Tal vez no debería haberle contestado así. Pero ella no tenía ningún derecho de llamarlo britano occidental frente a la gente, ni si quiera de broma. Había tratado de ridiculizarlo frente a la gente, provocándolo y mirándolo con sus ojos de conejo. Vio que su mujer se acercaba a través de las parejas valseantes. Cuando llegó a donde estaba le dijo al oído: —Gabriel, tía Kate pregunta si podrías trinchar el ganso como de costumbre. La señorita Daily va a rebanar el jamón y yo me encargo del budín. —Está bien—dijo Gabriel. —Van a comer primero los más jóvenes apenas se acabe este vals, para que después tengamos la mesa para nosotros. — ¿Estabas bailando?—preguntó Gabriel. —Claro que sí. ¿No me viste? ¿Por qué discutiste con Molly Ivors? —No fue discusión. ¿Por qué? ¿Ella te lo dijo? —Algo así. Estoy tratando de convencer a ese señor D’Arcy para que cante. Me parece que es muy engreído. —No hubo discusión—dijo Gabriel de mal humor—sólo que ella quería que me uniera a un viaje al oeste de Irlanda y le dije que no. Su esposa juntó las manos con entusiasmo y dio un brinquito. —Ay, di que sí, Gabriel—exclamó—me encantaría volver a ver a Galway. —Tú puedes ir si quieres—dijo Gabriel fríamente. Ella lo miró un momento, luego volteó hacia la señora Malins y dijo: —Eso es lo que se llama un buen marido, señora Malins. Mientras ella se abría paso hacia el otro lado de la habitación, la señora Malins, sin notar la interrupción siguió contándole a Gabriel sobre los sitios hermoso que había en Escocia y los hermosos paisajes. Su yerno las llevaba cada año a los lagos y allí se iban a pecar. Su yerno era un gran pescador. Un día pescó un hermoso pez muy grande y el hombre del hotel se lo cocinó para la cena. Gabriel casi no oía lo que decía. Ahora que se acercaba la hora de la cena, empezó a pensar otra vez en su discurso y en la cita. Cuando vio que Freddy Malins atravesaba el salón para hablar con su madre, Gabriel le dejó la silla y se retiró al alfeizar de la ventana. La habitación ya se había vaciado y del cuarto del fondo se oía el ruido de platones y cuchillos. Los que aún permanecían en la sala parecían cansados de bailar y conversaban en voz baja en pequeños grupos. Los dedos tibios y temblorosos de Gabriel golpetearon el frío vidrio de la ventana. ¡Ha de hacer bastante fresco afuera! ¡Qué agradable sería salir a caminar solo, primero junto al río y luego por el parque! La nieve cubriría la rama de los árboles y formaría una coronilla blanca del monumento a Wellington. ¡Cuánto más agradable sería estar allí que cenando en la mesa! Repasó los encabezados de su discurso: hospitalidad irlandesa, recuerdos tristes, las Tres Gracias, París, la cita de Browning. Se repitió una frase que estaba escrito en la reseña: Uno siente que escucha música atormentada por el pensamiento. La señorita Ivors había alabado la reseña. ¿Era sincera? ¿Tenía una vida propia atrás de tanta propaganda? Nunca había habido animosidad entre ellos hasta esa noche. Le perturbaba pensar que, mientras hablaba, ella estaría en la mesa mirándolo con un gesto crítico y burlón. Tal vez no le importaría que su discurso fuera un fracaso. Se le ocurrió una idea que le dio valor. Diría, aludiendo a tía Kate y tía julia: Damas y caballeros. La generación que ahora está declinando entre nosotros puede haber tenido sus fallas pero, por mi parte, considero que ha tenido ciertas cualidades de hospitalidad, de humor, de humanidad, que le faltan a la nueva generación tan seria e hiperinstruida que crece a nuestro alrededor. Muy bien: esa iba dirigida a la señorita Ivors. ¿Qué importaba que sus tías no fuesen más que dos ancianas ignorantes? Un murmullo en la habitación le llamó la atención. El señor Browne avanzaba desde la puerta, galantemente acompañado a su tía Julia, que se apoyaba en su brazo, sonriendo y con la cabeza gacha. Una descarga irregular de aplausos también la acompañó hasta el piano y luego poco a poco se apagó cuando Mary Jane se sentó en el taburete y la tía Julia, ya sin sonreír, volteó un poco para proyectar su voz claramente hacia la sala. Gabriel reconoció el preludio. Era de una vieja canción de la tía Julia: Arrayed for the Bridal [Arreglada para la boda]. Su voz, fuerte y clara, atacó con gran energía las carrerillas que adornan la melodía y aunque cantaba muy rápidamente no se le fue ni la menor apoyatura. Oír la voz, sin mirar el rostro de la cantante, era sentir y compartir la excitación de un vuelo veloz y seguro. Gabriel aplaudió con fuerza junto con todos los demás al final de la canción, y un fuerte aplauso llegó desde la invisible mesa del comedor. Sonaba tan genuino que algo de rubor irrumpió en la cara de la tía Julia mientras se inclinó para volver a poner en el atril el viejo cancionero encuadernado en piel con sus iniciales en la portada. Freddy Malins, que había ladeado la cabeza para escucharla mejor, seguía aplaudiendo cuando todos los demás habían dejado de hacerlo y hablaba animadamente con su madre que asentía lenta y gravemente. Por fin, cuando ya no podía aplaudir, se puso de pie de repente y atravesó corriendo la sala hasta donde estaba tía Julia, cuya mano tomó y sostuvo entre las suyas, sacudiéndola cuando se le perdían las palabras o el frenillo de su voz lo alumbraba. —Justo le estaba diciendo a mi madre—dijo—que nunca te he oído cantar tan bien, nunca. No, nunca había oído tu voz tan bien como esta noche. ¡Ahora! ¿Me lo puedes creer? Es la verdad. Te doy mi palabra de honor que es la verdad. Nunca había oído tu voz tan fresca y tan…tan clara y fresca, nunca. Tía Julia sonrió ampliamente y murmuró algo sobre los elogios mientras soltaba la mano de su apretón. El señor Browne le tendió la mano abierta y dijo quienes estaban cerca a la manera de un director de espectáculo presentando un prodigio a su público: — ¡La señorita Julia Morkan, mi descubrimiento más reciente! Se reía con muchas ganas de su propia afirmación cuando Freddy Malins volteó y le dijo: —Bueno, Browne, si esto va enserio podrías hacer un descubrimiento peor. Lo único que yo puedo decir es que nunca la había oído cantar ni la mitad de bien desde que vengo aquí, Y esa es la pura verdad. —Yo tampoco—dijo el señor Browne—. Creo que su voz ha mejorado enormemente. Tía Julia encogió los hombros y dijo con humilde orgullo: —Hace treinta años no tenía yo una voz nada mala en lo que a voces se refiere. —Con frecuencia le he dicho a Julia—dijo Kate categóricamente—que sencillamente la habían desperdiciado en aquel coro. Pero nunca me ha hecho caso en lo que le digo. Volteó como para apelar al buen sentido de los demás contra una criatura incorregible mientras tía Julia miraba al frente, con una vaga sonrisa de reminiscencia en el rostro. —No—continuó tía Kate—, no le hacía casi a nadie, esforzándose allí en ese coro día y noche, día y noche. ¡A las seis de la mañana de Navidad! Y todo ¡para qué? —Bueno, ¿no es honor de Dios, tía Kate?—preguntó Mary Jane, girando el taburete del piano y sonriendo. Tía Kate miró ferozmente a su sobrina y dijo: —Sé todo acerca del honor de Dios, Mary Jane, pero no considero nada honorable que el papa saque a las mujeres de los coros cuando se han esforzado allí toda su vida y ponga a unos niños malcriados por encima de ellas. Supongo que es por el bien de la Iglesia si lo hace el papa. Pero no es justo, Mary Jane, y no está bien. Se había exaltado hasta el furor y habría seguido en defensa de su hermana porque era un tema doloroso para ella, pero Mary Jane, al ver que todos los bailadores habrían regresado, intervino pacíficamente: —Ya tía, Kate, estás escandalizando al señor Browne que es de la otra creencia. Tía Kate volteó a ver al señor Browne que sonreía ante esta alusión a su religión, y dijo enseguida: —Ay, no estoy cuestionando que el papa tenga razón. Sólo soy una vieja tonta y no me atrevería a hacer tal cosa. Pero hay algo que se llama gratitud y amabilidad cotidiana. Y si yo estuviera en el lugar de Julia, se lo diría a ese padre Healey en su cara… —Y además, tía Kate—dijo Mary Jane—, en realidad todos tenemos hambre y cuando tenemos hambre nos da por pelear. —Y cuando tenemos sed también nos da por pelear—agregó el señor Browne. —De modo que tendríamos que ir a cenar—dijo Mary Jane—y terminar la discusión más tarde. En el rellano, fuera de la sala, Gabriel se encontró con su esposa y Mary Jane tratando de convencer a la señorita Ivors de que se quedara a cenar. Pero la señorita Ivors, que ya se había puesto el sombrero y estaba abrochando su capa, no quiso. No tenía nada de apetito y ya se había quedado más tiempo de lo que había pensado. —Pero sólo diez minutos, Molly—dijo la señora Conroy—. Eso no te retrasará. —Para picar algo—dijo Mary Jane—después de tanto bailar. —De veras no puedo—dijo la señorita Ivors. —Me parece que no te has divertido para nada—dijo Mary Jnae desilusionada. —Muchísimo, se lo aseguro—dijo la señora Ivors—pero, enserio, ahora deben dejarme ir. —Pero, ¿cómo te vas a ir a tu casa?—preguntó la señora Conroy. —Ay, sólo son unos pasitos por el muelle. Gabriel dudó un momento y dijo: —Si me lo permite, señorita Ivors, la acompañaré a su casa, si de veras quiere retirarse. Pero la señorita Ivors de alejó de ellos. —De ninguna manera—exclamó—. Por Dios, váyanse a cenar y no se preocupen por mí. Soy bastante capaz de cuidarme sola. —Pues sí que res cómica, Molly—dijo la señora Conroy francamente. —Beannacht libh—exclamó la señorita Ivors riendo mientras bajaba las escaleras. Mary Jane la miró irse, con una expresión taciturna y desconcertada, mientras que la señora Conroy se inclinó sobre el barandal para escuchar la puerta del vestíbulo. Gabriel se preguntó si él sería el motivo de su partida abrupta. Pero la señorita Ivors no parecía estar de mal humor: se había ido riendo. Él miró vagamente hacia las escaleras. En este momento tía Kate salió bamboleándose del comedor, casi retorciendo las manos de la desesperación. — ¿Dónde está Gabriel?—exclamó—. ¿Dónde carambas está Gabriel? ¡Allá están todos a la espera, la sala está a la espera, y no hay nadie para trinchar el ganso! — ¡Aquí estoy, tía Kate!—exclamó Gabriel, con entusiasmo repentino—listo para cortar toda una bandada de gansos, si es necesario. Un gordo ganso color café estaba en un extremo de la mesa y, en el otro, sobre una cama de papel arrugado adornado con ramitas de perejil, había un gran jamón sin piel y salpicado con migas de corteza de pan, con la canilla rodeada por una pulcra escarola de papel y al lado había una bola de res condimentada. Entre estos dos extremos rivales había dos hileras paralelas de guarniciones; dos tazoncitos de jalea, roja y amarilla; un platón extendido lleno de cubos de manjar blanco y mermelada roja, un platón grande con forma de hoja y asa en forma de tallo en el que había montones de uva moradas y almendras peladas, un platón parecido en el que había un rectángulo compacto de higos de Smirna, un platón de natilla cubierta con nuez moscada rallada, un tazoncito lleno de chocolates y caramelos envueltos en papel plateado y dorado y un florero de vidrio en que había unos largos tallos de apio. En el centro de la mesa, como centinelas de un frutero que contenía una pirámide de naranjas y manzanas americanas, había dos licoreras chaparras de cristal cortado estilo antiguo, una con oporto y la otra con jerez amontillado. Sobre el piano vertical estaba esperando un budín en un inmenso platón amarillo y detrás de él había tres pelotones de botellas de cerveza y malta y agua mineral, acomodados de acuerdo con los colores de sus uniformes, los dos primeros negros con etiquetas café y roja, el tercer pelotón, el más pequeño, blanco con franjas verdes atravesadas. Decidido, Gabriel se sentó en la cabecera de la mesa y, después de mirar el filo del cuchillo, hundió su tenedor con firmeza en el ganso. Se sentía muy tranquilo ahora porque era un trinchador experto y lo que más le gustaba era estar en la cabecera de una mesa bien puesta. —Señorita Furlong, ¿qué le mando?—preguntó—. ¿Un ala o una rebanada de pechuga? — ¿Y para usted, señorita Higgins? —Ay, lo que sea, señor Conroy. Mientras que Gabriel y la señorita Daly intercambiaban platos de ganso y platos de jamón y res condimentada, Lily pasaba de un comensal a otro con un platón de papas capeadas calientes envueltas en una servilleta blanca. Esto había sido idea de Mary Jane y también había sugerido salsa de manzana para el ganso, pero tía Kate dijo que el ganso asado solo sin salsa de manzana siempre había sido suficiente para ella y que esperaba nunca comer peor que eso. Mary Jane atendía a sus alumnos y cuidó que recibieran las mejores rebanadas y tía Kate y tía Julia abrían y traían del piano botellas de cerveza y malta para los caballeros y botellas de agua mineral para las damas. Había mucha confusión y risas y ruido, el ruido de órdenes y contraórdenes, de  cuchillos y tenedores, de corchos y tapones de vidrio. Gabriel empezó a cortar proporciones extras apenas acabó la primera ronda sin servirse a sí mismo. Todos protestaron en voz alta hasta accedió tomando un buen trago de cerveza, ya que rebanar era un trabajo muy arduo. Mary jane se sentó tranquilamente a cenar pero tía Kate y tía Julia seguían bamboleándose alrededor de la mesa, pisándose los talones, estorbándose el paso y dándose ordenes no atendidas una a la otra. El señor Browne les rogó que se sentaran a cenar, al igual que Gabriel, pero dijeron que habría tiempo para eso, hasta que por fin Freddy Malins se puso de pie y capturando a tía Kate, la arrellanó en su silla en medio de una risa generalizada. Cuando todos estaban bien servidos Gabriel dijo, sonriendo: —Ahora, si alguien quiere un poco más de lo que la gente vulgar llama relleno, que hable ahora. Un coro de voces lo conminó a comer su propia comida y Lily se acercó con tres papas que le habían reservado. —Muy bien—dijo Gabriel amablemente, y tomó otro trago preparatorio—, les ruego que olviden que existo, damas y caballeros, durante algunos minutos. Se dedicó a cenar y no participó en la conversación de los comensales que opacaba el retiro de los platos por Lily. El tema de la plática era la compañía de opera que estaba en el Teatro Real. El señor Bartell D’Arcy, el tenor, un joven moreno con bigote elegante, alabó con entusiasmo a la primera contralto de la compañía, pero la señorita Furlong opinó que tenía un estilo algo vulgar en su presencia escénica. Freddy Marlins dijo que un cacique negro cantaba en la segunda parte del espectáculo del Gaiety y tenía una de las mejores voces de tenor que había oído en su vida. — ¿Lo has oído?—le preguntó al señor Bartell D’Arcy al otro lado de la mesa. —No—contestó el señor Bartell D’Arcy con indiferencia. —Porque—explicó Freddy Malins—tengo curiosidad de escuchar su opinión al respecto. Creo que tiene una voz grandiosa. —Necesitamos a Teddy para que descubra las cosas realmente buenas—dijo el señor Browne en confianza a los de la mesa. — ¿Y por qué no ha de tener también una buena voz?—preguntó Freddy Malins incisivamente—. ¿Será porque sólo es un negro? Nadie respondió a esta pregunta y mary jane llevóla conversación a a opera seria. Una de sus alumnas le había dado un pase para Mignon. Desde luego había estado muy bien, pero le hacia pensar en la pobre Georgina Burns. El señor Browne podía recordar aún antes a las viejas compañías italianas que venían a Dublin: Tietjens, Trebelli, Ilma de Murzka, Campanini, el gran Giuglini, Ravelli, Aramburo. Qué tiempos aquellos, dijo, cuando en dublin se podía escuchar algo que se podía llamar canto. Contó también cómo la galería del viejo Teatro Real estaba repleta noche tras noche, y cómo una noche un tenor italiano había cantado cinco repeticiones de Let Me Like a Soldier Fall [Quiero caer como un soldado], introduciendo un do de pecho cada vez, y cómo los muchachos de la galería a veces, en su entusiasmo, desenganchaban los caballos de la carroza de alguna gran prima donna y la jalaban ellos mismos por las calles hasta su hotel. ¿Por qué ya no representaban las grandes óperas de antes—preguntó— como Dinora o Lucrezia Borgia? Porque no conseguían voces que las pudieran cantar: por eso. —Bueno—dijo el señor Bartell D’Arcy—yo supongo que hay tan buenos cantantes hoy como había entonces. — ¿Dónde están?—preguntó el señor Browne, desafiante. —En Londres, París, Milán—dijo el señor Bartell D’Arcy afablemente—.Supongo que Caruso, por ejemplo, es tan bueno, si no mejor, que cualquiera de los hombres que has mencionado. —Tal vez—dijo el señor Browne—. Pero puedo decirle que lo dudo mucho. —Ay, daría cualquier cosa por oír cantar a Caruso—dijo Mary Jane. —Para mí—dijo tía Kate, que había estado mordisqueando un hueso—sólo ha habido un tenor. Que me gustara, quiero decir. Pero supongo que ninguno de ustedes ha oído hablar de él. — ¿Quién era, señorita Morkian?—preguntó el señor Bartell D’Arcy cortésmente. —Se llamaba Parkinson—dijo tía Kate—. Lo oí cuando estaba en su mejor momento y pienso que entonces tenía la más pura voz de tenor que haya salido alguna vez de la garganta de un hombre. —Qué extraño—dijo el señor Bartell D’Arcy—. Ni siquiera he oído hablar de él. —Sí, sí, tiene razón la señorita Morkan—dijo el señor Browne—. Recuerdo haber oído hablar del viejo Parkinson, pero es mucho antes de mi época. —Una hermosa, pura, dulce, suave voz de tenor ingles—dijo tía Kate con entusiasmo. Una vez que terminó Gabriel, se trasladó el inmenso budín a la mesa. Empezó otra vez el alboroto de tenedores y cucharas. La esposa de Gabriel sirvió cucharadas de budín y pasó los platos por la mesa. A medio camino, se detenían en manos de Mary Jane, quien servía jalea de naranja o de frambuesa o manjar blanco y mermelada. La tía Julia había hecho el budín y recibió elogios de parte de todos. Ella misma dijo que no estaba suficientemente bruno y tostado. —Bueno, espero, señora Morkan—dijo el señor Browne—estar suficientemente bruno para usted porque, sabe, estoy todo tostado. Todos los caballeros, salvo Gabriel, comieron un poco de budín por complacer a la tía Julia. Como Gabriel nunca comía postres, le habían dejado el apio. Freddy Malins también tomó un talló de apio y se lo comió junto con el budín. Le habían dicho que el apio era esencial para la sangre y justo entonces estaba bajo la supervisión de un médico. La señora Malins, que se había mantenido en silencio durante toda la cena, dijo que su hijo iría a Mount Melleray lo más o menos en una semana. Los comensales luego hablaron de Mount Melleray, qué tonificante era el aire allá, qué hospitalarios eran los monjes y cómo nunca le pedían un centavo a sus huéspedes. —Entonces, ¿eso quiere decir—preguntó el señor Browne, incrédulo—que cualquiera puede ir y quedarse allí como si fuese hotel y vivir en la abundancia y luego irse sin pagar nada? —Bueno, la mayoría da algún donativo al monasterio cuando se van—dijo Mary Jane. —Ojalá tuviéramos una institución como esa en nuestra Iglesia—dijo el señor Browne francamente. Le sorprendió enterarse de que los monjes nunca hablaban, se levantaban a las dos de la mañana y dormían en sus ataúdes. Preguntó por qué lo hacían. —Esas son las reglas de la orden—dijo Kate con firmeza. —Sí, pero ¿por qué?—preguntó el señor Browne. Tía Kate repitió que eran las reglas, y eso era todo. El señor Browne parecía seguir sin entender. Freddy Malins le explicó lo mejor que pudo, que los monjes estaban tratando de expiar todos los pecados cometidos por todos los pecadores del mundo de afuera. La explicación no resultó muy clara porque el señor Browne se rio y dijo: —Me gusta mucho esa idea, pero ¿no funcionaría igual una cómoda cama de resortes que un ataúd? —El ataúd—dijo Mary Jane—es para recordarles su final. Dado que el tema se había vuelto lúgubre, fue enterrado en un silencio de los comensales, durante el cual se podía oír a la señora Malins susurrándole a la vecina en voz baja: —Los monjes son hombres muy buenos, hombres muy piadosos. Las pasitas y almendras e higos y manzanas y naranjas y chocolates y caramelos ahora circulaban por la mesa y tía Julia invitó a todos a un oporto o un jerez. Al principio, el señor Bartell D’Arcy se negó a beber ninguno de los dos pero uno de sus vecinos le dio un codazo suave y le susurro algo, después de lo cual permitió que le llenaran la copa. Gradualmente, a medida que se servían las últimas copas, la conversación se detuvo. Siguió una pausa, rota sólo por el ruido del vino y el movimiento de las sillas. Las señoritas Morkan, las tres, miraron el mantel. Alguien tosió una o dos veces y luego algunos caballeros dieron unas palmaditas suaves en la mesa como señal de silencio. Se hizo silencio y Gabriel echó para atrás su silla y se puso de pie. Las palmadas de inmediato se volvieron más fuertes para alentarlo y luego se detuvieron por completo. Gabriel apoyó sus diez dedos temblorosos sobre el mantel y sonrió nervioso hacia su público, Al ver una hilera de rostros que lo miraban desde abajo, alzó su mirada al candelabro. Del piano salía una tonada de vals y podían oírse las faldas que rozaban contra la puerta de la sala. Tal vez había gente parada bajo la nieve en el muelle de afuera, contemplando las ventanas iluminadas y escuchando la música de vals. El aire era puro allá afuera. En la lejanía estaba el parque donde los árboles estaban cargados de nieve. El monumento a Wellington tenía una brillante gorra de nieve que resplandecía hacia el oeste sobre el campo blanco de Quince Acres. Empezó: —Damas y caballeros, me ha tocado esta noche, como en años pasados, realizar una tarea muy agradable, pero una tarea para la cual temo que mi escaso talento como orador es totalmente inadecuado. — ¡No, no!—dijo el señor Browne. —Pero sea como sea, sólo puedo pedirles hoy tomar más en cuenta la intención que la acción y que me presten oído durante unos momentos mientras intento explicarles en palabras mis sentimientos de esta noche. “Damas y caballeros, no es la primera vez que nos hemos reunido bajo este techo hospitalario, alrededor de esta mesa hospitalaria. No es la primera vez que hemos sido receptores—o tal vez debería decir las víctimas— de la hospitalidad de ciertas damas bondadosas”. Hizo un círculo en el aire con el brazo y se detuvo. Todos rieron o sonrieron a tía Kate y tía Julia y Mary Jane que se ruborizaron de gusto. Gabriel continuó más decidido: —Cada año que pasa siento con mayor vehemencia que nuestro país no tiene una tradición que le dé tanta honorabilidad y que deba guardarse tan celosamente como la de la hospitalidad. Es una tradición única hasta donde yo sé (y he visitado bastantes sitios en el extranjero) entre las naciones modernas. Algunos tal vez dirían que entre nosotros es más bien un defecto que algo de los que uno deba vanagloriarse. Pero, aun conociendo esto, es, en mi opinión, un defecto principesco, y uno que confío se cultivará durante mucho tiempo entre nosotros. Por lo menos de una cosa sí estoy seguro. Mientras este techo abrigue a las bondadosas damas antes mencionadas—y deseo de todo corazón que así sea durante muchos y largos años—la tradición de la genuina, cálida y cortés hospitalidad irlandesa, que nuestros antepasados nos han legado y que, a nuestra vez, debemos legar a nuestros descendientes, se mantendrá viva entre nosotros. Un murmullo entusiasmado de asentimiento recorrió la mesa. De pronto Gabriel recordó que la señorita Ivors no estaba Allí y que se había ido de manera descortés; y dijo, seguro de sí mismo: —Damas y caballeros, una nueva generación está creciendo entre nosotros, una generación impulsada por nuevas ideas y nuevos principios. Es seria y entusiasta respecto de estas nuevas ideas y creo que su entusiasmo. Aún cuando está mal dirigido, es en el fondo sincero. Pero estamos viviendo en una época escéptica y, si me permiten la frase, atormentada por el pensamiento; y a veces temo que esta nueva generación, instruida o hiperinstruida como lo está, carecerá de esas cualidades de humanitarismo, de hospitalidad, de la disposición amable que pertenecía a otros tiempo. Al escuchar hoy los nombres de todos esos grandes cantantes del pasado, debo confesar que me parece que estamos viviendo en una época menos generosa. Aquellos días podrían llamarse, sin exageración, días generosos; y si bien ya se han ido y olvidado, esperamos, por lo menos, que en reuniones como ésta sigamos hablando de ellos con orgullo y cariño; seguiremos atesorando en nuestros corazones el recuerdo de quienes han muerto y se han ido, los grandes cuya fama el mundo no dejará morir voluntariamente. — ¡Así se habla!—dijo el señor Browne en voz alta. —Sin embargo—prosiguió Gabriel, en un tono más suave—siempre hay, en reuniones como ésta, pensamientos más tristes que acudirán a nuestra memoria: recuerdos del pasado, de la juventud, de cambios, de caras ausentes que hoy extrañamos aquí. Muchos de estos recuerdos tristes están esparcidos en nuestro camino por la vida: y si pensáramos en ellos todo el tiempo, no encontraríamos el ánimo para seguir valientemente con nuestro trabajo entre los vivos. Todos tenemos obligaciones como seres vivos que reclaman, y reclaman con razón, nuestros tenaces esfuerzos. “Por lo tanto, no me demoraré en el pasado. No permitiré que ninguna triste reflexión moralizadora irrumpa entre nosotros aquí hoy. Nos hemos reunido durante un breve rato, apartados del alboroto y el ajetreo de nuestra rutina cotidiana. Nos encontramos aquí como amigos, con el ánimo de compañerismo, como colegas, también, en cierta medida, con el verdadero espíritu de camadería, y como los huéspedes de— ¿cómo las llamaré?—las Tres Gracias del mundo musical de Dublín”. La mesa estalló en un aplauso y risas ante esta ocurrencia. La ría Julia en vano le pidió a cada uno de sus vecinos que le dijeran qué había dicho Gabriel. —Dice que somos las Tres Gracias—dijo Mary Jane. Tía Julia no entendió pero miró con una sonrisa a Gabriel, quién continúo en el mismo tono: —Damas y caballeros, no intentaré desempeñar el papel que Paris desempeñó en otra ocasión. No intentaré elegir a una de ellas. La tarea sería injusta y mucho más allá de mis pobres capacidades. Porque cuando miro a cada una, ya sea a nuestra anfitriona principal, cuyo buen corazón, cuyo corazón demasiado bueno, se ha convertido en un modelo para todos los que la conocemos, o a su hermana, que parece tener el don de la eterna juventud, y cuyo canto debe haber sido una sorpresa y una revelación para todos esta noche, o —por último, aunque no menos importante—cuando considero a la menor de nuestras anfitrionas, talentosa, alegre,  trabajadora y la mejor de las sobrinas, confieso, damas y caballeros, que no se a cuál debería otorgar el premio. Gabriel miró a sus tías y, al ver la gran sonrisa en la cara de Tía Julia y las lágrimas que habían subido a los ojos de tía Kate,  se apresuró a terminar. Alzó su copa de oporto galantemente, mientras cada miembro de la compañía tocaba su copa a la expectativa, y dijo a voz muy alta: —Brindemos entonces por las tres al mismo tiempo. Bebamos por su salud, riqueza, larga vida, felicidad y prosperidad y que mantengan durante mucho tiempo la posición orgullosa y bien ganada que tienen en su profesión y el sitio de honor y afecto que tienen en nuestros corazones. Todos los invitados se pusieron de pie, copa en mano, y volteando hacia las tres damas sentadas, cantaron al unísono bajo la dirección del señor Browne: For they are jolly gay fellows,         For they are jolly gay fellows, For they are jolly gay fellows, Which nobody can deny. [Son chicas buenas y alegres….y nadie lo puede negar] Tía Kate utilizaba constantemente su pañuelo incluso tía Julia parecía conmovida. Freddy Malins marcaba el ritmo con su tenedor de postre y los cantantes voltearon a verse, como si estuvieran en un diálogo melodioso,  mientras cantaban con entusiasmo: Umless he tells a lie, Umless he tells a lie. [A menos que diga una mentira] Luego, volteando de nuevo hacia sus anfitrionas, cantaron: For they are jolly gay fellows,         For they are jolly gay fellows, For they are jolly gay fellows, Which nobody can deny. [Son chicas buenas y alegres….y nadie lo puede negar] A la aclamación que siguió se agregaron, más allá de la puerta del comedor, muchos de los otros invitados, y ésta se renovó una y otra vez, con Freddy Malins como oficiante con el tenedor en alto. *** El aire penetrante de la mañana entró al vestíbulo donde estaban parados, de modo que tía Kate dijo: —alguien cierre la puerta. La señora Malins se va a morir de frío. —Browne está allá afuera, tía Kate—dijo Mary Jane. —Browne está en todas partes—dijo tía Kate, bajando la voz. Mary Jane se rió por el tono. —En realidad —dijo socarrona—es muy atento. —Lo han instalado aquí como el gas—dijo tía Kate en el mismo tono—durante toda la Navidad. Ella misma rio divertida y luego agregó rápidamente: —Pero dile que entre, Mary Jane, y cierra la puerta. Ojalá que no me haya oído. En ese momento se abrió la puerta del vestíbulo y el señor Browne entró, desternillándose de risa. Estaba vestido con un largo abrigo verde con puños y cuello de falso astracán y en la cabeza traía un gorro de pieles ovalado. Señaló hacia el muelle de nieve cubierto de donde llegaba un silbido agudo y prolongado. —Teddy va a hacer que salgan todos los coches de Dublín—dijo. Gabriel salió del pequeño guardarropa detrás del despacho, esforzándose por ponerse el abrigo y, mirando alrededor del vestíbulo, dijo: — ¿No ha bajado Gretta? —Se está poniendo sus cosas, Gabriel—dijo tía Kate. — ¿Quién está tocando allá arriba? —preguntó Gabriel. —Nadie. Ya se fueron todos. —Ah, no, tía Kate —dijo Mary Jane—. Bartell D’Arcy y la señorita O’Callaghan no se han ido todavía. —Pues alguien está tocando el piano —dijo Gabriel. Mary Jane miró a Gabriel y al señor Browne y dijo con un escalofrío: —Me da frío verlos a ustedes dos tan abrigados. No me gustaría enfrentar el viaje a casa a estas horas. —A mí, nada me gustaría más en ese momento—dijo el señor Browne resuelto— que una buena caminata vigorosa en el campo o un paseo veloz con un buen caballo ágil entre los pértigos. —Antes teníamos un caballo y un coche muy buenos en la casa —dijo tía Julia con tristeza. —El inolvidable Johnny —dijo Mary Jane riendo. Tía Kate y Gabriel también rieron. — ¿Por qué? ¿Qué era tan maravilloso de Johnny? —preguntó el señor Browne. —El difunto y extrañado Patrick Morkan, es decir, nuestro abuelo —explicó Gabriel —conocido en sus últimos años como el viejo caballero, se dedicaba a fabricar pegamento. —Ay, Gabriel —dijo tía Kate, riendo— tenía una fábrica de almidón. —Bueno, pegamento o almidón —dijo Gabriel—; el viejo caballero tenía un caballo llamado Johnny. Y Johnny trabajaba en la fábrica del viejo caballero, dando vueltas y vueltas para hacer funcionar el molino. Todo esto estaba muy bien; pero ahora viene la parte trágica de Johnny. Un buen día el viejo caballero se le ocurrió que quería ir en coche junto con los de postín ver una revista militar en el parque. —Dios se apiade de su alma —dijo tía Kate con compasión. —Amén —Dijo Gabriel—. Así que el viejo caballero, como decía, enjaezó a Johnny y se puso su mejor chistera y su mejor cuello duro y salió con gran estilo de su mansión ancestral por ahí cerca de Back Lane, creo. Todos rieron ante los modos de Gabriel, incluso la señora Malins, y tía Kate dijo: —Ay Gabriel, en realidad no vivía con Back Lane. Sólo la fábrica estaba allí. —Salió de la mansión de sus antepasados —prosiguió Gabriel — conducido por Johnny. Y todo siguió divinamente hasta que Johnny vio la estatua del rey Billy: y ya sea que se haya enamorado del caballo en el que está montado el rey Billy o si creyó que ya había regresado al molino, empezó a dar vueltas alrededor de la estatua. Gabriel caminó en círculo alrededor del vestíbulo con sus galochas, en medio de la risa de los demás. —Daba vueltas y vueltas —dijo Gabriel— y el viejo caballero, que era un viejo caballero muy pomposo, estaba extremadamente indignado. “¡Camine, señor! ¿Qué está haciendo, señor? ¡Johnny! ¡Johnny! ¡Qué conducta tan extraña! ¡No entiendo a este caballo!” Las carcajadas que siguieron a la imitación del incidente por Gabriel fueron interrumpidas por un golpe retumbante en la puerta de entrada. Mary Jane corrió a abrirla y entró Freddy Malins. Con el sombrero hacia atrás y los hombros encogidos de frío, Freddy Malins estaba jadeando y sudando después de sus esfuerzos. —Sólo conseguí un coche —dijo Gabriel—. —Sí —dijo tía Kate—. Mejor que la señora Malins no esté aquí parada en la corriente. Su hijo y el señor Browne ayudaron a la señora Malins a bajar la escalera de la entrada y, después de muchas maniobras la subieron al coche. Freddy Malins, se trepó tras ella y tardó en acomodarla en el asiento, mientras el señor Browne le ayudaba con consejos. Por fin estaba cómodamente instalada y Freddy Malins invitó al señor Browne a subirse. Hubo mucha plática confusa, y luego el señor Browne se subió al coche. El cochero se acomodó la manta sobre las rodillas, y se inclinó para averiguar la dirección. La confusión aumentó y el cochero recibió distintas direcciones de parte de Freddy Malins y del señor Browne, cada uno de los cuales había sacado la cabeza por una ventanilla. El problema era saber adónde dejar al señor Browne en el camino, y tía Kate, tía Julia y Mary Jane colaboraron con la discusión desde el portal con contradicciones y contraindicaciones y mucha risa. Por su parte, Freddy Malins no podía hablar de la risa. Metía y sacaba la cabeza de la ventanilla cada instante, poniendo en gran peligro su sombrero, y le contaba a su madre cómo progresaba la discusión, hasta que por fin el señor Browne le gritó al cochero desconcertado por encima del estruendo de la risa de todos: — ¿Sabe a dónde está Trinity College? —Sí, señor —dijo el cochero. —Bueno, pues vaya hasta topar con las rejas de Trinity College —dijo el señor Browne— y de ahí diremos adónde ir. ¿Entiende ahora? —Sí, señor —dijo el cochero. —Emprenda el vuelo al Trinity College. —Está bien, señor —exclamó el cochero. El caballo recibió un latigazo y el coche salió traqueteando a lo largo del muelle en medio de un coro de risas y adioses. Gabriel no había ido a la puerta con los demás. Estaba en una parte oscura del vestíbulo mirando hacia arriba de las escaleras. Una mujer estaba parada cerca del primer piso, también en la sombra. No podía verle la cara pero podía ver los gajos terracota y rosa salmón de su falda que en la sombra se veían blancos y negros. Era su esposa. Estaba apoyada en el barandal, escuchando algo. A Gabriel le sorprendió su inmovilidad y se esforzó también para escuchar. Pero oía poco salvo el ruido de risas y disputas en la entrada: sólo unos acordes tocados en el piano y unas notas de una voz de hombre que cantaba. Se quedó quieto en la penumbra del vestíbulo, tratando de entender cuál era la tonada que cantaba la voz y mirando hacia arriba a su mujer. Su postura tenía algo de gracia y misterio como si fuese el símbolo de algo. Se preguntó qué podía simbolizar una mujer parada en las escaleras en la sombra, escuchando música lejana. Si fuese un pintor, la pintaría en esa pose. El sombrero de fieltro azul resaltaría el bronce de su cabello contra la oscuridad y los gajos oscuros de su falda harían resaltar los claros. Música lejana sería el título del cuadro si él fuese pintor. Se cerró la puerta de entrada; y tía Kate, tía Julia y Mary Jane atravesaron el vestíbulo todavía riendo. — ¡Ay, qué tremendo es Freddy!—dijo Mary Jane— ¡De veras es tremendo! Gabriel no dijo nada y señaló hacia arriba de las escaleras adonde estaba parada su esposa. Ahora que la puerta de entrada estaba cerrada, la voz y el piano se oían con mayor claridad. Gabriel levantó la mano para que guardaran silencio. La tonada parecía ser una de las viejas canciones irlandesas y el cantante parecía inseguro tanto de la letra como de su voz. La voz, que sonaba como un lamento por la lejanía y por la ronquera del cantante, tenuemente iluminó la cadencia de la melodía con palabras que expresaban pesar: O, the rain falls on my heavy locks And the dew wets my skin, My babe lies cold… [Ay, la lluvia cae sobre mi cabello pesado/ y el rocío me moja la piel/ mi muchachita yace fría…] —Ah—exclamó Mary Jane—Es Bartell D’Arcy el que está cantando y no quiso cantar en toda la noche. Le voy a pedir que nos cante una canción antes de irse. —Ay, sí, Mary Jane—dijo tía Kate. Mary Jane pasó rápidamente junto a los demás y corrió a las escaleras, pero antes de llegar el canto se detuvo y el piano fue cerrado de golpe. — ¡Ay, qué lástima!—exclamó—. Gretta, ¿va a bajar el señor D’Arcy? Gabriel oyó que su esposa contestaba que sí y vio que ella bajaba a donde estaban. Unos pasos atrás venían el señor Bartell D’Arcy y la señorita O’Callagham. —Señor D’Arcy—exclamó Mary Jane—de veras qué malo es usted de cortar así cuando estabams arrobados escuchándolo. —Le estuve insistiendo toda la noche—dijo la señorita O’Callaghan—y también la señora Conroy, y nos dijo que tenía un catarro horroroso y que no podía cantar. —Ah, señor D’Arcy—dijo tía Kate—ésa sí fue una gran mentira. — ¿No ve usted que estoy tan ronco como un cuervo?—dijo el señor D’ Arcy, hosco. Entró de prisa al guardarropa y se puso el abrigo. Los otros, desconcertados por su respuesta brusca, no encontraban nada que decir. Tía Kate frunció el ceño e hizo una señal a los demás que dejaran pasar el asunto. El señor D’ Arcy estaba con el ceño fruncido, envolviéndose con cuidado el cuello. —Es el clima—dijo Julia después de una pausa. —Sí, todo el mundo tiene catarro—dijo Kate enseguida—, todo el mundo. Dicen—dijo Mary Jane—que no hemos tenido nevadas como estas en treinta años; y hoy por la mañana leí en el periódico que está nevando en toda Irlanda. —Me encanta cómo se ve la nieve—dijo Tía Julia melancólica. —A mí tambien—dijo la señorita O’Callaghan—. Para mí, la Navidad no es Navidad a menos que el suelo esté cubierto de nieve. —Pero al pobre señor D’Arcy no le gusta la nieve—dijo tía Kate, sonriendo. El señor D’Arcy salió del guardarropa, completamente arropado y abotonado, y en un tono compungido les contó la historia de su catarro. Todos le dieron consejos y dijeron que era una gran lástima e le insistieron en que tuviera mucho cuidado con su garganta en el aire de la noche. Gabriel observó a su esposa, que no se unió a la conversación. Estaba parada justo debajo de la polvosa Lucerna semicircular y la llama del gas iluminaba el bronce intenso de su cabello, que él había visto cómo secaba junto al fuego unos días antes. Seguía con la misma actitud y parecía no darse cuenta de la conversación a su alrededor. Por fin volteó hacia ellos y Gabriel vio que tenía las mejillas algo sonrosadas y sus ojos brillaban. Una repentina oleada de júbilo saltó de su corazón. —Señor D’Arcy—dijo ella—¿cómo se llama la canción que estaba cantando? —Se llama The Lass of Aughrim [La muchacha de Aughrim]—dijo el señor D’Arcy—pero no pude recordarla bien. ¿Por qué? ¿La conoce? —The Lass of Aughrim—repitió ella—. No me acordaba del nombre. —Es una tonada muy bonita—dijo Mary Jane—. Siento mucho que esta noche no tuviera bien la voz. —Ya, Mary Jane—dijo tía Kate—, no molestes al señor D’Arcy. No quiero que lo molesten. —Al ver que todos estaban listos para irse, los acompañó a la puerta, donde se dieron las buenas noches. —Bueno, buenas noche, tía Kate, y gracias por una velada tan agradable. — ¡Buenas noches, Gabriel, buenas noches, Gretta! —Buenas noches, tía Kate, y muchísimas gracias. Buenas noches, tía Julia. —Ah, buenas noches, Gretta, no te había visto. —Buenas noches, señor D’Arcy. Buenas noches, señorita O’Callaghan. —Buenas noches, señorita Morkan. —Buenas noches otra vez. —Buenas noches a todos. Vayan con bien. —Buenas noches. Buenas noches. La mañana todavía estaba oscura. Una luz cetrina se cernía sobre las casas y el río; y el cielo parecía estar descendiendo. El suelo estaba lodoso; y sólo había franjas y manchas de nieve sobre los techos, sobre los parapetos del muelle y sobre los barandales de la zona. Los faroles todavía ardían rojos en el aire lóbrego y, del otro lado del río, el palacio de los Cuatro Parios se destacaba amenazante frente al cielo pesado. Ella caminaba delante de él con el señor Bartell D’Arcy, traía los zapatos en un paquete color café bajo un brazo y con las manos se alzaba la falda para no tocar la nieve fangosa. Su pose ya no tenía aquella gracia, pero los ojos de Gabriel seguían brillantes de felicidad. La sangre le saltaba por las venas; y los pensamientos se le alborotaban en el cerebro, orgullosos, alegres, tiernos, valerosos. Caminaba delante de él tan ligera y tan erguida que anhelaba correr tras ella sin hacer ruido, tomarla por los hombros y decirle algo tonto y cariñoso en el oído. Le parecía tan frágil que anhelaba defenderla de algo y luego estar solo con ella. Momentos de su vida secreta juntos estallaban como estrellas en su memoria. Había un sobre color heliotropo junto a su taza en el desayuno y él lo acariciaba con la mano. Los pájaros gorjeaban en la hierba y la telaraña soleada de la cortina rielaba en el piso: no podía ni comer de tanta felicidad. Estaban parados en el andén atestado y el colocaba un boleto en la tibia palma de su guante. Estaba parado junto a ella en el frío, mirando a través de la ventana la enrejada a un hombre que fabricaba botellas en un horno ardiente. Hacía mucho frío. El rostro de ella, fragante en el aire frío, estaba muy cerca del suyo; y de pronto ella le gritó al hombre del horno: — ¿Está caliente el fuego, señor? Pero el hombre no la oía por el ruido del horno. Mejor. Podía haberle contestado algo grosero. Una ola de alegría aún más tierna escapó de su corazón y fue fluyendo en un torrente tibio por sus arterias. Como el tierno fuego de estrellas, momentos de su vida juntos, que nadie conocía ni conocería, irrumpieron en su memoria y la iluminaron. Anhelaba recordarle esos momentos, hacerle olvidar los años de su monótona existencia juntos y recordar sólo los momentos de éxtasis. Porque los años, en su opinión, no habían sofocado su alma ni la de ella. Sus hijos, los escritos de él, las tareas domésticas de ellas no habían sofocado todo el fuego interno de sus almas. En una carta que él le había escrito entonces, había dicho: “¿Por qué sucede que palabras como estas me parecen tan romas y frías? ¿Será porque no hay ninguna palabra lo suficientemente tierna que pueda ser tu nombre?”. Como música lejana estas palabras que había escritos años antes le llegaron del pasado. Anhelaba estar a solas con ella. Cuando los demás se hubiesen ido, cuando él y ella estuviesen en la habitación del hotel, entonces estarían junto a solas. Él la llamaría en voz baja: — ¡Gretta! Tal vez no lo oyera en ese momento; estaría desvistiéndose. Luego algo en su voz le llamaría la atención. Voltearía y lo miraría… En la esquina de la calle Winetavern encontraron un coche. A Gabriel le alegró su cascabeleo ya que lo salvaba de conversar. Ella miraba por la ventanilla y parecía cansada. Los otros decían sólo unas palabras, señalando un edificio o una calle. El caballo galopaba fatigado bajo el lóbrego cielo matutino, arrastrando su vieja cabina traqueteante tras sus talones, y Gabriel estaba otra vez en un coche con ella, galopando para no perder el barco, galopando hacia su luna de miel. Mientras el coche atravesaba el puente O’Connell, la señorita O’Callagham dijo: —Dicen que nunca se cruza el puente O’Connell sin ver un caballo blanco. —Esta vez estoy viendo a un hombre blanco—dijo Gabriel. — ¿Dónde?—preguntó el señor Bartell D’Arcy. Gabriel señaló la estatua, sobre la que había manchas de nieve. Luego saludó como a un conocido con la cabeza y luego con la mano. —Buenas noches, Dan—dijo alegremente. Cuando el coche llegó al hotel, Gabriel salió de un brinco y, a pesar de la protesta del señor Bartell D’Arcy, le pagó al cochero. Le dio un chelín más que la tarifa. El hombre hizo un saludo y dijo: —Que tenga un próspero año nuevo, señor. —Igualmente—dijo Gabriel, cordial. Ella se apoyó por un momento en su brazo al salir del coche y pararse en la banqueta, dando las buenas noches a los demás. Se apoyaba ligeramente, tan ligeramente como cuando había bailado con él una hora antes. Él se había sentido orgulloso y contento entonces, contento de que ella le pertenecía, orgulloso de su gracia y su porte propio de una esposa. Pero ahora, después de reavivar tantos recuerdos, el primer roce de su cuerpo, musical y extraño y perfumado, le provocó una aguda punzada de lujuria. Aprovechando su silencio, le apretó el brazo contra su costado; y, mientras estaban parados en la puerta del hotel, sintió que habían huido de sus vidas y deberes, huido de la casa y los amigos, y se habían fugado juntos con los corazones salvajes y radiantes hacia una nueva aventura. Un viejo estaba dormitando en un gran sillón con dosel en el vestíbulo. Encendió una vela en la oficina y fue delante de ellos a las escaleras. Lo siguieron en silencio, los pies cayendo en golpes sordos sobre los escalones alfombrados. Ella subió las escaleras detrás del portero, con la cabeza gacha mientras subía, los delicados hombros encorvados como cargando un gran peso, la falda muy ceñida en la cintura. Él podría haberle abrazado las caderas y detenerla, porque sus brazos temblaban del deseo de poseerla y sólo la presión de sus uñas contra la palma de sus manos controló el salvaje impulso de su cuerpo. El portero hizo un alto en las escaleras para asentar la vela que escurría. Ellos también hicieron un alto en los escalones más abajo. En el silencio Gabriel podía oír cómo la cera derretida caía en la palmatoria y el fuerte latido de su propio corazón golpeaba contra sus costillas. El portero los guió por un pasillo y abrió una puerta. Luego puso la vela inestable sobre el tocador y preguntó a qué hora querrían que los despertaran por la mañana. —A las ocho—dijo Gabriel. El portero señaló el apagador de la luz eléctrica y empezó a murmurar una disculpa, pero Gabriel lo interrumpió. —No queremos luz. Tenemos suficiente luz que viene de la calle. Y, por cierto—agregó, señalando la vela—podría llevarse este hermoso objeto, sea tan amable. El portero volvió a tomar su vela, pero lentamente, pues estaba sorprendido de esa idea tan original. Luego murmuró un buenas noches y se fue. Gabriel cerró el pestillo. Una luz fantasmal del farol de la calle yacía en un largo haz de la ventana a la puerta. Gabriel echó su abrigo y sombrero en un sofá y atravesó la habitación hacia la ventana. Miró hacia la calle para que se le calmara un poco la emoción. Luego volteó y se reclinó contra una cajonera de espaldas a la luz. Ella se había quitado el sombrero y la capa y estaba parada frente a un gran espejo, desabrochándose la pretina. Gabriel hizo una pausa unos instantes, observándola, y luego dijo: — ¿Gretta! Ella se retiró lentamente del espejo y caminó por la franja de luz hacia él. Su rostro se veía tan serio y cansado que las palabras no pasaron de los labios de Gabriel. No, aún no era el momento. —Te ves cansada—dijo él. —Sí, lo estoy, un poco—respondió ella. —Pero, ¿no te sientes mal o débil? —No, cansada, eso es todo. Fue a la ventana y se quedó allí parada mirando hacia afuera. Gabriel esperó un poco más y luego, temiendo que la inseguridad estuviera a punto de vencerlo, dijo abruptamente: — ¡Por cierto, Gretta! — ¿Qué cosa? —Sabes, ese pobre tipo Malins—dijo apresuradamente. —Sí. ¿Qué tiene? —Bueno, el pobre hombre es un tipo decente, al fin de cuentas—prosiguió Gabriel con una voz falsa—. Me devolvió la libra de oro que le había prestado, y yo ni lo esperaba en realidad. Es una lástima que no se distanciara de ese Browne, porque en el fondo no es un mal tipo. Estaba ya temblando de irritación. ¿Por qué parecía tan abstraída? Él no sabía ni cómo empezar. ¿Estaría ella también enojada por algo? ¡Si sólo volteara a verlo o se le acercara por su propia voluntad! Poseerla así como estaba sería brutal. No, primero tenía que ver algo de ardor en sus ojos. Anhelaba poder comprender su humor extraño. — ¿Cuándo le prestaste la libra?—preguntó ella, después de una pausa. Gabriel se esforzó por contenerse y no estallar en palabras brutales contra el estúpido de Malins y su libra. Deseaba gritarle desde su alma, estrujar su cuerpo contra él, dominarla. Pero dijo: —Ah, en Navidad, cuando abrió su tiendita de tarjetas de Navidad en la calle Henry. Sentía tal fiebre de rabia y deseo que no la oyó acercarse desde la ventana. Ella se paró frente a él por un instante, con una mirada extraña. Luego, de pronto, parándose en la punta de los pies y apoyando ligeramente las manos en sus hombros, lo besó. —Eres una persona muy generosa, Gabriel—dijo. Gabriel, temblando de gozo por su beso repentino y por la exquisitez de sus palabras, puso las manos sobre su cabello y empezó a alisarlo hacia atrás, casi sin tocarlo con los dedos. El lavado se lo había dejado fino y brillante. Su corazón se desbordaba de felicidad. Justo cuando lo había deseado ella se había acercado a él por su propia voluntad. Tal vez sus pensamientos habían sido los mismos que los suyos. Tal vez ella había sentido el deseo impetuoso que estaba dentro de él, y entonces el ánimo de ceder la había invadido. Ahora que ella se le había entregado con tanta facilidad, se preguntó por qué se había sentido tan inseguro. Él le detuvo la cabeza entre las manos. Luego, deslizando un brazo rápidamente alrededor de su cuerpo y acercándola más, dijo en voz baja: —Gretta, querida, ¿en qué estás pensando? Ella no respondió ni cedió totalmente a su abrazo. Él repitió, en voz baja: —Dime qué es, Gretta. Creo que sé lo que pasa. ¿Lo sé? Ella no contestó enseguida. Luego dijo en un estallido de llanto: —Ay, estoy pensando en esa canción, The Lass of Aughrim. Se desprendió de él y corrió a la cama y, aventando los brazos sobre la cabecera, escondió la cara. Gabriel se quedó inmóvil de asombro por un momento y luego la siguió. Al pasar frente al espejo, se vio de cuerpo entero, el frente de su camisa cubriendo su ancho pecho, la cara suya expresión siempre lo intrigaba cuando la veía en un espejo, y sus relucientes anteojos de armazón dorado. Se detuvo a unos pasos de ella y dijo: — ¿Qué tiene la canción? ¿Por qué te hace llorar? Ella alzó la cabeza y se secó los ojos con el dorso en la mano como una niña. Un tono más cariñoso del que pretendía entró en su voz: — ¿Por qué Gretta?—preguntó. —Estoy pensando en una persona de hace mucho que cantaba esa canción. — ¿Y quién es esa persona de hace mucho?—preguntó Gabriel con una sonrisa. —Es una persona que conocí en Galway cuando vivía con mi abuela—dijo. La sonrisa se borró de la cara de Gabriel. Una rabia sorda empezó a acumularse otra vez en el fondo de su mente y los fuegos opacos de su lujuria empezaron a enardecerse furiosamente en sus venas. — ¿Alguien de quien estabas enamorada?—preguntó con ironía. —Era un muchacho que conocí—respondió—llamado Michael Furey. Cantaba esa canción, The Lass of Aughrim. Era muy delicado. Gabriel guardó silencio. No quería que ella pensara que estaba interesado en ese muchacho delicado. —Lo veo tan claramente—dijo después de un momento—. ¡Tenía unos ojos: grandes y negros! ¡Y tan expresivos, tan expresivos! —Ah, entonces ¿sí estabas enamorada de él?—dijo Gabriel. —Salía a pasear con él—dijo—cuando vivía en Galway. Un pensamiento atravesó la mente de Gabriel. — ¿Será por eso que querías ir a Galway con esa chica Ivors?—dijo con frialdad. Ella lo miró y le preguntó sorprendida: — ¿Para qué? Su mirada hizo que Gabriel se sintiera incómodo. Encogió los hombros y dijo: — ¿Yo qué sé? Tal vez para verlo. Ella miró en silencio por el haz de luz hacia la ventana. —Está muerto—dijo por fin—. Murió cuando tenía diecisiete años. ¿No te parece terrible morir tan joven? — ¿Qué hacía?—preguntó Gabriel, todavía irónico. —Trabajaba en la fábrica de gas—dijo ella. Gabriel se sintió humillado por el fracaso de su ironía y por la evocación de esta figura de entre los muertos, un muchacho de la fábrica de gas. Mientras él se había llenado de recuerdos de su vida secreta juntos, lleno de ternura y alegría y deseo, ella lo había estado comparando con otro. Una conciencia vergonzosa de sí mismo lo asaltó. Se vio como una figura ridícula, actuando como mandadero para sus tías, un sentimental nervioso pero de buenas intenciones, orador ante los ricachones e idealizando sus propias lujurias bufonescas, el tipo fatuo despreciable que había vislumbrado en el espejo. Instintivamente volteó la espalda más hacía la luz para evitar que ella viera la vergüenza que ardía en su frente. Trató de mantener su tono de interrogatorio frío, pero cuando habló su voz era humilde e indiferente. —Supongo que estabas enamorada de este Michael Furey, Gretta—dijo. —Me llevaba muy bien con él en aquella época—dijo ella. Su voz sonaba velada y triste. Gabriel, al darse cuenta de que sería en vano tratar de conducirla a donde había pretendido, le acarició una de las manos y dijo, también con tristeza:   — ¿Y de qué murió tan joven, Gretta? ¿Fue por consunción? —Creo que murió por mí—respondió. Un vago terror se apoderó de Gabriel ante esta respuesta como si, en ese momento en que había esperado triunfar, algún ser impalpable y vengativo lo atacara, reuniendo fuerzas contra él en su vago mundo. Pero se lo sacudió con un esfuerzo de sensatez y siguió acariciándole la mano. No le hizo más preguntas, porque consideraba que ella se lo contaría. Su mano estaba tibia y húmeda; no respondía a su caricias, pero él proseguía tal como había acariciado aquella primera carta esa mañana que primavera. —Era en el invierno—dijo—alrededor del principio del invierno cuando yo me iba de casa de mi abuela para venir aquí al convento. Y él estaba enfermo en ese tiempo en su alojamiento en Galway y no lo dejaban salir y le escribieron a sus familiares en Oughterard. Estaba deteriorándose, dijeron, o algo así. Nunca supe bien a bien. Hizo una pequeña pausa y suspiró. —Pobre muchacho—dijo—. Me quería mucho y era tan tierno. Paseábamos juntos, Gabriel, ya sabes, como se suele hacer en el campo. Él quería estudiar canto pero no pudo por su salud. Tenía muy buena voz, el pobre Michael Furey. —Bueno, ¿y entonces?—preguntó Gabriel. —Y entonces, cuando llegó el momento en que yo debía irme a Galway y venir al convento, él estaba mucho peor y no me dejaron verlo así que le escribí una carta diciendo que me iría a Dublín y regresaría en el verano y que esperaba que para entonces estuviera mejor. Hizo una pausa para controlar su voz, y luego continuó: —Entonces, la víspera de mi viaje, estaba yo en casa de mi abuela en la Isla de las Monjas, empacando, y oí que aventaban unos guijarros a mi ventana. El vidrio estaba tan mojado que no podía ver nada, así que corrí tal como estaba y salí sin hacer ruido por atrás al jardín y allí estaba el pobre muchacho al fondo del jardín, tiritando. — ¿Y no le dijiste que se regresara?—preguntó Gabriel. —Le supliqué que se fuera a su casa enseguida y le dije que se moriría con tanta lluvia. Pero él dijo que no quería vivir. ¡Puedo ver sus ojos también! Estaba parado al final de la barda donde había un árbol. — ¿Y regresó a su casa?—preguntó Gabriel. —Sí, regresó. Y a la semana que yo estaba en el convento murió y lo enterraron en Oughterard, de donde venía su gente. ¡Ay, el día que me enteré de que había muerto…! Se detuvo, ahogada por los sollozos y, agobiada por la emoción, se tiró bocabajo en la cama, sollozando en la colcha. Gabriel le detuvo la mano un momento más, indeciso, y luego, sin querer irrumpir en su pesar, la dejó caer suavemente y caminó en silencio a la ventana. Estaba totalmente dormida. Gabriel, apoyado en el codo, miró por unos instantes sin resentimiento su cabello enredado y su boca entreabierto, escuchando su respiración profunda. Así que había tenido ese romance en su vida: un hombre había muerto por ella. Casi no le dolía ahora pensar qué pobre papel había desempeñado él, su marido, en su vida. La observó mientras dormía, como si él y ella nunca hubiesen vivido juntos como marido y mujer. Su mirada curiosa se posó largo rato en su rostro y su cabello: y mientras pensaba cómo habría sido ella entonces, en aquella época de su primera hermosura de muchachita, una extraña compasión amistosa penetró en su alma. No quería ni siquiera decirse a sí mismo que su rostro ya no era hermoso, pero sabía que ya no era el rostro que por el Michael Furey había desafiado a la muerte. Tal vez no le había contado el cuento completo. Su mirada se dirigió a la silla sobre la que ella había echado algunas prendas de ropa. Un listón de las enaguas colgaba hacia el piso. Una bota estaba parada con la caña caída: la otra estaba acostada de lado. Se asombró de su tumulto de emociones una hora antes. ¿De dónde había venido? De la cena de su tía, de su propio discurso tonto, del vino y el baile, la diversión al decirse buenas noches en el vestíbulo, el placer de la caminata junto al río en la novia. ¡Pobre tía Julia! Ella también pronto sería una sombra junto a la sombra de Patrick Morkan y su cabello. Él había percibido por un momento ese aspecto demacrado en su cara mientras cantaba Arrayed for the Bridal. Pronto, tal vez, estaría sentado en esa misma sala, vestido de negro, con el sombrero de seda sobre las rodillas. Las persianas estarían bajas y tía Kate estaría sentada junto a él, llorando y sonándose la nariz y contándole cómo había muerto Julia. Buscaría algunas palabras que la consolaran, y sólo encontraría unas inútiles y torpes. Sí, sí: eso sucedería muy pronto. El aire de la habitación le enfrió los hombros. Se tendió con cuidado bajo las sábanas y se acostó junto a su mujer. Uno por uno, todos se estaban convirtiendo en sombras. Mejor pasar con valentía a aquel otro mundo, en la plena gloria de alguna pasión, que desvanecerse y marchitarse desconsoladamente con la edad. Pensó en cómo ella, que estaba acostada junto a él, había encerrada en su corazón durante tantos años esa imagen de los ojos de su amado cuando le dijo que ya no quería vivir. Lágrimas abundantes llenaron los ojos de Gabriel. Nunca se había sentido así por ninguna mujer, pero sabía que esa sensación debía ser amor. Las lágrimas se agolparon más profusamente en sus ojos y en la oscuridad parcial vio la forma de un joven parado bajo un árbol que chorreaba. Había otras formas cercanas. Su alma se había aproximado a esa región donde residen las vastas huestes de los muertos. Estaba consciente de su existencia descarriada y fluctuante, aunque no podía aprehenderla. Su propia identidad se estaba desvaneciendo en un mundo gris e impalpable: el mundo concreto, que estos muertos alguna vez habían cultivado y en el que habían vivido, se estaba disolviendo y mermando. Unos golpecitos en el vidrio le hicieron voltear a la ventana. Había empezado a nevar otra vez. Miró soñoliento los copos, plateados y oscuros, que caían oblicuamente frente al farol. Había llegado el momento de emprender su viaje al Poniente. Sí, los periódicos tenían razón: la nieve cubría toda Irlanda. Caía en todas partes de la oscura planicie central, en los montes desarbolados, caía suavemente sobre la ciénaga de Allen y, más al oeste, caía suavemente sobre las oscuras olas encrespadas del Shannon. Caía también sobre todas las partes del solitario cementerio en la colina que Michael Furey estaba enterrado. Descansaba espesa, amontonada en las cruces y lápidas torcidas, en las puntas de lanza de la pequeña reja, en las espinas yermas. Su alma desfallecía lentamente mientras oía la nieve cayendo tenuemente a través del universo y tenuemente cayendo, como el descanso de su último fin, sobre todos los vivos y todos los muertos. Autor: James Joyce Traducción: Mónica Mansour
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linaje-bendito · 7 years ago
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Hola Rebe! Sigo leyendo el segundo evangelio que es el de Marcos​, en Marcos 2, 19-20 Jesús les contesta la pregunta diciendo "¿Quieren ustedes que los compañeros del novio ayunen mientras el novio está con ellos?" Perdón mi ignorancia y si es muy obvio y yo solo estoy algo torpe jaja, pero podrías explicarme? ¿A qué se refiere con "el novio"? Y por qué lo uso de referencia? Por más que oro, aún así hay cositas que no entiendo:(
Hola :)
No te desesperes corazón, con paciencia. La Biblia no es un libro el cual puedas leerlo en una noche. 
Tomemos de referencia toda la parábola, porque habla del desayuno. 
(Mr 2:18-22) "Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán. Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar."
Es probable que la fiesta de Leví tuviera lugar en uno de los días semanales de ayuno. Así que los judíos encontraron nuevamente otra razón para criticar al Señor. No eran conscientes del gozo que producía en el Señor la salvación de Leví. Él mismo llegó a decir que había gozo y fiesta en el cielo cuando un pecador se convertía.
El ayuno
Antes de que entremos a considerar el pasaje, vamos a hacer algunas consideraciones acerca del ayuno, que es el tema de fondo aquí.
El ayuno no es una práctica distintivamente cristiana. Existe en muchas religiones. Por ejemplo los ayunos judíos del Yom Kippur o Día de la Expiación, o el ayuno musulmán durante el Ramadán, así como el intenso ayuno propio de la alta casta brahmánica del hinduismo, o la cuaresma católica.
En ocasiones se ha utilizado también como arma política de protesta. Uno de los ejemplos más famosos es Hahatma Gandhi, que vivió de 1869 a 1948, y que dedicó más de 30 años a hacer una cruzada pacífica a favor de la independencia de la India. Su familia y su cultura hindú alimentaron su pasión por el ayuno como arma política.
Incluso puede llegar a haber un ayuno claramente anticristiano. En el Nuevo Testamento se nos cuenta de cuarenta hombres que se juramentaron bajo maldición a no comer ni beber hasta que hubieran dado muerte al apóstol Pablo (Hch 23:21).
Los judíos también practicaban el ayuno.
A nivel nacional, la religión judía sólo tenía un día de ayuno obligatorio, el del día de las expiaciones. Era el día en que la nación entera confesaba su pecado (Lv 16:29-34) (Lv 23:26-32).
Pero entre los judíos más estrictos, el ayuno era una práctica regular que tenía gran reconocimiento social.
Su actitud legalista se dejaba ver en que censuraban a todos aquellos que no llegaban a mostrar el mismo nivel de ascetismo que ellos observaban: "¿Por qué tus discípulos no ayunan?".
En ocasiones el Señor censuró a los fariseos porque lo hacían por exhibicionismo, para llamar la atención de la gente a su piedad (Mt 6:16).
Tiene que ver también con la autodisciplina.
El hambre es uno de nuestros apetitos humanos básicos, y la gula uno de nuestros pecados humanos básicos. Así pues, "el dominio propio" no tiene sentido a menos que incluya el domino de nuestros cuerpo, y esto es imposible sin autodisciplina.
Pablo usa al atleta como ejemplo. Para competir tiene que estar físicamente apto, y por consiguiente va a entrenarse (1 Co 9:24-27).
Advertencia: No se trata de castigar nuestro cuerpo. No es masoquismo (que encuentra placer en el dolor autoimpuesto). Ni ascetismo como el que lleva cilicio o duerme en una cama de clavos. Ni un intento de obtener méritos, como el del fariseo en el templo.
Jesús y el ayuno
Jesús no estaba en contra del ayuno. En el Sermón del Monte lo incluyó entre los pilares de la piedad juntamente con la oración y la limosna (Mt 6:1-18), y él mismo ayunó en algunas ocasiones de las que tenemos constancia (Lc 4:2).
Sin embargo, cuando en una ocasión se comparó con Juan el Bautista, vino a decir que Juan practicaba mucho el ayuno y él poco (Lc 7:33-35)
.Y deducimos también de este pasaje de Marcos que los discípulos de Jesús no practicaban el ayuno mientras estaban con él.
¿Por qué no ayunaban los discípulos de Jesús?
Esta fue la pregunta que le hicieron a Jesús los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista. Él les respondió con una metáfora: "Los amigos del novio no pueden ayunar mientras el novio esté con ellos".Como ya hemos señalado más arriba, el ayuno en el Antiguo Testamento se asociaba, por lo general, con el luto. Era una expresión de pena y desesperación, principalmente debidas a algún pecado o a alguna bendición que se anhelaba profundamente. Pero en ese momento en que el Mesías ya había venido era una situación demasiado buena como para mezclarla con el ayuno.Pero al mismo tiempo que contestaba a su pregunta, Jesús estaba haciendo una tremenda afirmación sobre sí mismo: en el Antiguo Testamento, Dios se presentaba con frecuencia como el esposo de su pueblo Israel (Is 62:5) (Ez 16:8) (Os 2:19-20), y en este momento Jesús está diciendo que él mismo es ese Esposo que Israel estaba esperando. Juan el Bautista ya había reconocido esto (Jn 3:28-29).
Por lo tanto, la pregunta que hicieron los fariseos acerca de por qué los discípulos de Cristo no ayunaban, indicaba con claridad que no entendían que el Mesías ya había venido y que estaba en medio de ellos en la Persona de Jesús.
¿Cuándo ayunarán los discípulos?
Pero Jesús añadió algo más que merece nuestra atención: "pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán". ¿A qué momento se refería Jesús?
Algunos han sugerido que se refería sólo a los pocos días que mediarían entre su muerte y su resurrección (Jn 16:22-23). Pero no parece que esta sea la interpretación que los primeros cristianos dieron a las palabras de Jesús, porque encontramos diversas ocasiones en que la iglesia ayunaba después de la ascensión de Cristo (Hch 13:1-3) (Hch 14:23) (2 Co 6:5) (2 Co 11:27).
Otros interpretan que tras la muerte y resurrección, Jesús volvería al cielo, y durante ese tiempo los discípulos ayunarán. Con esto coincide el hecho de que Jesús define su segunda venida como la venida del esposo: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibidle!" (Mt 25:6). Así que desde ese momento los creyentes ayunan a fin de concentrarse más en la oración que clama por el retorno de la segunda venida de Jesús.
Una vez más, la ilustración que Jesús empleó era fácil de entender: un pedazo de paño recio cosido a una prenda desgastada no hacía más que empeorar la rotura. Había llegado el momento en que ya no se podían seguir poniendo parches y había que plantearlo todo nuevo, prescindiendo totalmente de lo viejo.Esta era precisamente su misión en relación con el judaísmo. Cristo no pretendía "remendar" el judaísmo con la ayuda de algunos elementos nuevos tomados del cristianismo. Ni siquiera su pretensión es mejorar al "viejo hombre", sino que se propone hacer una "nueva creación", no quiere "reformar" el pecador, sino "regenerarlo".El olvido de estas enseñanzas ha causado con frecuencia mucho daño en la iglesia. ¿Qué le aconteció a la iglesia de Galacia? En esa iglesia había personas que querían reconciliar el judaísmo con el cristianismo y deseaban circuncidar al mismo tiempo que bautizar. Procuraban mantener vigente la ley de las ceremonias y de las ordenanzas, y hacerla funcionar conjuntamente con el Evangelio de Cristo.La cristiandad no siempre se ha resistido a la tentación de pensar que el evangelio cristiano puede ser expresado en ritos, ceremonias, sacrificios y órdenes sacerdotales traspasados del judaísmo.
Los odres nuevos.
¿Qué es un odre? En aquellos días no tenían botellas, por lo que usaban las pieles de los animales cosidas, estos eran los odres a los que se refiere Jesús. Cuando los odres eran nuevos tenían cierta elasticidad; pero al hacerse viejos se ponían duros y no cedían. Si el mosto en estado de fermentación se echaba en odres viejos y débiles, éstos se reventaban. La fuerza del vino nuevo exigía odres nuevos y resistentes.Aunque la lección es paralela a la del remiendo nuevo que se ponía en el vestido nuevo, sin embargo, aquí se subraya el poder interno y espiritual del nuevo orden que Cristo había venido a establecer.
El nuevo ayuno
El ayuno cristiano no puede estar ordenado o regido por reglas o normas, sino por una relación viva con el Señor Jesucristo resucitado, la misma que existe entre un esposo y su esposa. Esta relación sólo se puede expresar en términos de gozo, alegría y celebración. Alguien ha dicho: "No hagas de tu religión una agonía".El judío religioso tenía la idea, que no ha muerto todavía del todo, de que para ser religioso uno lo tiene que pasar mal. Son demasiados los que creen que la religión los obliga a hacer todo lo que no quieren, y les prohíbe hacer todo lo que quieren.El nuevo ayuno se basa en la gran obra consumada de Cristo. Los judíos ayunaban en el Antiguo Testamento rogando la venida del Mesías y la liberación de sus enemigos. Pero en este momento, los creyentes ya celebramos el triunfo definitivo de Cristo, que ha entrado en la historia, ha muerto, ha resucitado y reina para la salvación de su pueblo y la gloria de su Padre. Por lo tanto, el nuevo ayuno surge del deseo de ver la consumación de este triunfo, del que ya disfrutamos parcialmente. Podríamos decir que el nuevo ayuno es hambre de la plenitud de Dios (Ef 3:19)
El ayuno cristiano no tiembla con la esperanza de obtener algo de Cristo. El cristiano no se impone una penosa disciplina con el fin de hacer méritos para que Dios le bendiga. El ayuno cristiano descansa sobre la obra definitiva del Calvario de donde procede toda bendición por la gracia de Dios. Por lo tanto, no fomenta el orgullo humano. El cristiano da la gloria a Dios cuando ayuna porque esto le permite llegar a conocer y disfrutar más de su Persona.Debemos orar para que Dios despierte en la iglesia cristiana un nuevo apetito por su Persona, un nuevo ayuno.
Te mando un abrazo y que Dios te sorprenda.
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renocafeina · 8 years ago
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Razones para (no) ser científico Este último temblor estuvo muy fuerte, lo suficiente como para que se activara la alarma y tuviéramos que desocupar el edificio. Y ocurrió justo cuando me encontraba en la mesa de operaciones trabajando con Linus, quien aún seguía bajo el efecto de la anestesia. No quería abandonarlo, pero el jefe cirujano en turno me arrebató el bisturí mientras me empujaba hacia la salida de emergencia murmurando que no quería problemas por mi culpa; ya habían sido demasiados conflictos con la dirección general por mi actitud irreverente, según ellos. Seguro lo viste en las noticias internacionales, 6.8 en la escala de Richter. No nos permitieron regresar inmediatamente, se había desmoronado la pared que separa la torre de la capilla. Pasada una hora y media nos permitieron entrar, después de avisarnos que se abrió un hoyo en nuestra sala de cirugía. Subimos y Linus ya había despertado, con el poste de acero inoxidable todavía atornillado a su cráneo descubierto. Aún lo puedo ver encima de la mesa, con sus ojos abiertos, chillando y con el cerebro rosado expuesto a las partículas de polvo y al estúpido guano de paloma. Cuando tienes una capilla al lado constantemente hay eventos religiosos, como una boda. Los casorios incluyen arroz gratis para las palomas. Palomas gordas y felices conllevan a una sobrepoblación, lo que quiere decir que habrá pichones por todo lados, y por todos lados me refiero a una invasión de nidos y excremento en la azotea de la torre. Y el estúpido boquete justo encima del pobre Linus. En el cerebro no hay receptores de dolor, no creo que se quejara, quizá de reproche, por haberlo abandonado bajo el efecto de una anestesia caduca. Espero que la próxima vez que te escriba sean buenas noticias referentes al éxito en el tratamiento con antibióticos para contrarrestar la obvia infección que se produjo en su cuerpo. El horror, este año el presupuesto destinado para ciencia y tecnología tuvo una reducción de 900 millones. Sospecho que era el dinero que estaba destinado para nuestros proyectos. No más fiestas de fin de año, adiós suscripciones a programas informáticos con valor de miles de pesos. Esta semana fue la locura, todo estaba en incertidumbre, era el quinto día hábil del mes y aún no habían depositado los fondos. Seguramente los del gobierno estaban haciendo sus ajustes para que rindiera el presupuesto, siempre y cuando no les afectara en lo que se roban cada año. Como sea, algo bueno de esto es que nuestras leyes siguen siendo tan incongruentes, lo que me permite hacer algunos pequeños experimentos excepcionales como el caso de Linus. Aclarando tus dudas, las células embrionarias de mono fueron donadas por el Centro Alemán de Primates, y lo que hice fue fusionarlas con blastocistos fluorescentes de una cepa de ratón que le compré a una empresa estadounidense. La reproducción no tuvo muchas complicaciones y sigo sin creer que seamos pioneros en clonación de quimeras aquí en el país. Mi asistente técnico dice que es un ratachango, lo cual es absurdo, porque las células no fueron de un chango, sino de un homínido; ni tampoco de rata, sino de ratón. Pero ratomono no suena tan divertido como ratachango. Estúpido temblor que vino a arruinarlo todo. Aún no veo una completa recuperación en Linus. El Dr. Ruy Pérez Tamayo, investigador emérito de la UNAM, a quien admiro y respeto en demasía, publicó un libro titulado “10 razones para ser científico”. Yo quiero escribir las 10 razones para no ser científico. ¿Quieres que te las mencione rápidamente? 1. Te conviertes en un asesino serial de animales no humanos. Hay mucha crueldad animal en este campo, pero se supone que lo tenemos que hacer porque las investigaciones con ellos nos ayudarán para encontrar la cura al cáncer y otras enfermedades. Hitler y sus científicos alemanes no mataron a ningún animal durante sus experimentos, a excepción de humanos, ¿acaso no podemos regresar a experimentar con las personas, puesto que para ellos es el único beneficio? 2. Todo mundo cree que eres igual de estúpido que el Dr. Doofenshmirtz de “Malvados y Asociados”, o que eres el clásico científico loco al estilo película Frankenstein. Está bien, admito que hay algo de verdad en ser un Víctor Frankenstein. Tengo a Linus, mi ratachango que brilla en la oscuridad, pero no estoy jugando a ser un dios, tal vez solo estoy probando hasta qué punto podemos alterar la naturaleza, nada más. 3. Las decenas de descubrimientos que se publican día con día me dejan más confundido y con más preguntas que respuestas, para que al final te des cuenta de que eres un científico muy ignorante, y que la mayoría de las personas con otro oficio no saben absolutamente nada. Lo irónico es que a veces te sientes tan inútil a lado de alguien con un oficio. 4. Te utilizan como referencia para cualquier explicación. Quieren que les digas que si estás enamorado es por culpa de la maldita dopamina, que los hombres somos brutos por la testosterona, que somos gays porque tenemos un gen de la homosexualidad. Si eres un asesino en serie, el ambiente en que creciste fue el que propició tu psicopatía, no es que hayas matado a esas adolescentes por decisión tuya, fue culpa de la epigenética. Quieren que les digas que el ébola va a producir el apocalipsis zombi. Aunque admito que prefiero que nos pregunten en lugar de que revisen la Wikipedia. 5. No nos toman en serio las autoridades. Que la próxima generación de niños mexicanos salga cada vez más idiota porque durante el embarazo las mujeres padecen diabetes gestacional por causa de una pésima alimentación, lo que conlleva a defectos en el desarrollo del cerebro del feto. Y el gobierno no hace caso de nuestras advertencias, quizá porque es justo lo que ellos quieren que suceda. 6. Cuando cometemos una equivocación nos quieren procesar con la Santa Inquisición. En Italia enjuiciaron a unos científicos porque no predijeron con exactitud el terremoto de L’Aquila en el 2009. Si pudiéramos pronosticar lo que sucederá en el futuro no estaríamos en los laboratorios, sino en alguna carpa de circo o un programa televisivo de astrología con millones de audiencias mientras ganamos toneladas de dinero. Pero estudiamos los fenómenos de la naturaleza, los cuales son eventos no determinísticos que se mueven dentro de un espacio y tiempo acotados. Sin embargo, la gente quiere que les digas certezas, la ciencia es la nueva religión, y si al final no se cumple lo que ellos querían escuchar, te tildan de mentiroso, embustero y negligente. 7. Si vas a ser un científico tienes que salvar a la humanidad. Hoy en día está mal visto que hacer ciencia sea un acto ególatra, así que toda justificación para obtener fondos implica el desarrollo del país y beneficio de la sociedad. Por ejemplo, mis experimentos que realicé en el cerebro de Linus podrían ser una pieza clave para contrarrestar enfermedades degenerativas. Pero en serio, quién quiere que los humanos se sigan reproduciendo y que vivan cientos de años. 8. No puedes hacer siempre lo que quieres. En teoría uno como científico puede hacer lo que quiera en su laboratorio, estimulando la mente y la creatividad. Estoy de acuerdo en parte, pero no puedo hacer TODO lo que yo quisiera. Mi ética no me lo permite. No puedo experimentar con humanos ni hacer quimeras con ellos. Además, no puedo dejar vivo por mucho tiempo a Linus, si es que sobrevive a la infección, a menos que me vaya a algún laboratorio clandestino en alguna provincia de China. Mejor me hubiera hecho narcotraficante, esos no tienen madre y hacen lo que se les dé la regalada gana. 9. Para ser libre. ¿Recuerdas la plática que impartí hace tres años en la Universidad Autónoma de Hidalgo, en donde le dije a los estudiantes que el conocimiento te hace libre? Pues mentí, en realidad te atrapa y te seduce, y una vez que obtienes un poco, no puedes vivir sin él. Estás condenado por siempre a buscar el conocimiento. Pero nunca lo sabrás todo. Y serás un ignorante que lo sabe. Y eso es peor que solamente ser un ignorante. 10. Para ser feliz, porque eso va aunado a la ignorancia. No creo que haya mucho que decir. Lo filósofos saben mejor de eso que yo. ¿Crees que estoy siendo demasiado pretencioso? Supongo que ya lo sabes por las quejas en las redes sociales, pero en la universidad hay una escasez de agua. La UNAM nos recomendó su programa universitario EcoPuma, para llevar a cabo un sistema de uso de agua responsable. Adiós al agua embotellada y los garrafones. Vamos a tener que usar el agua de los pozos. Pero, ¿y el agua para los bebederos de los ratones inmunosuprimidos? Morirán si toman de esa agua. Que no se piense en nosotros, pero sí en los pollos, ratones, salamandras, iguanas, peces cebra y demás animales que viven en el bioterio. Y en mi Linus. No sé qué hacer, en el último informe me dijeron que era tiempo de sacrificarlo, puesto que los comités de bioética no aprobaron la continuación del proyecto para este año. Si va a morir mínimo que sea con las condiciones necesarias, como en Europa. Allá está prohibido el sacrificio por decapitación o por torcedura del cuello, únicamente por inyección letal. Los científicos europeos tratan mejor a los animales que a las personas desahuciadas. Voy a hablar con el director general. En efecto, se van a llevar a Linus a Europa y a mí me van a dejar con pura monserga. Ya valió madres esto, la universidad quiere cerrar el área de investigación por falta de resultados concluyentes y aplicables para la sociedad. ¿Resultados concluyentes? íbamos a ser los primeros en demostrar que es posible la clonación y reproducción de quimeras, de forma legal claro. La dirección mandó colocar un letrero en el laboratorio de reproducción asistida con lo siguiente: PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE ANIMALES. Hoy mismo sin que nadie me viera, aunque seguro sospecharán de mí, escribí un agregado, ¿qué te parece? PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE ANIMALES HUMANOS. Por cierto, ¿cuánto tiempo más vas a estar en Barcelona? Te propongo algo: una vez que termines la especialidad y regreses a México, abramos una clínica de aborto al lado de la universidad. A la mierda la ciencia básica. La ubicación no podría ser mejor, acudirían todas las niñas de la zona poniente de la ciudad, Santa Fe, Bosques de las Lomas, Chapultepec-Polanco. Piénsalo, tú con tu formación médica y yo con mis conocimientos especializados en embriología humana. Muchas gracias por tus inseguridades y respuesta tardías. Los
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aaandreea19-blog · 8 years ago
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LAS SOMBRAS DEL ABISMO
Pasaron meses tras toda esa historia, aunque la verdad, pocas cosas cambiaron...
Sé que dije que este no sería el “típico diario adolescente”, aunque cuanto más escribo, más me doy cuenta de que no es verdad, de que todo esto para hacerme oír, porque aquí es el único sitio en el que soy el protagonista, dado a que me he dado cuenta de que en la vida, solo soy un chico normal cualquiera.
No quería empezar  esto otra vez... Desde la última vez que escribí se resolvieron muchas cosas y sucedieron muchas otras también; y es que ahora, leyendo unos versos del escritor favorito de mi madre; -Garcilaso de la Vega-, me hicieron sentir todas esas emociones de nuevo...
Nunca pensé que unos versos podía hacerme sentir tanto:
<<Escrito está en mi alma vuestro gesto, y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribisteis, yo lo leo tan solo, que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma mismo os quiero. Cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero.>>
Lo que más me gustó es que al final de ese librito de versos apareció esta frase: 
Vive la vida, acepta el reto, no pierdas la risa, sigue sintiendo. Baja la guardia y vive tus sueños. <<Carpe Diem>>
Muchos pensareis que es una estupidez ese “Carpe Diem” allí; muchos ni si quiera sabéis lo que es, y es que es algo muy importante, que nunca nadie debe olvidar; no se como lo traducirá la gente, pero para mí significa esto:
“carpe diem quam minimum credula postero” -> “aprovecha cada día, no te fíes del mañana”. 
De pronto, llamaron a... ¿mi ventana? Era Ana...
Sí, la ultima vez que os conté todo esto, era mi amiga, de hecho empezó a ser una de mis mejores confidentes, pero me di cuenta de que es mucho más...
Sé que es raro que entre por la ventana, pero resultó que en la boda de mi padre, vino un cámara de televisión, llamado Telmo, que resultó ser más que un cámara Tv.
Este presunto tipo, fue el anterior prometido de Sara (la no-futura mujer de mi padre). Cuando nos enteramos, tratamos todos de alejarlo, que nadie más se enterase de aquello; pero fue demasiado tarde. Telmo apareció como en las películas románticas, en la que la mujer está a punto de casarse y el Cura, pregunta si alguien quiere hablar o que calle para siempre; pues, justo entonces habló. En esas películas os enseña la mejor parte donde se van juntos, y todo es muy romántico, pero en ningún lado te enseña como se queda la otra persona, que justo en el momento que iba a ser el más feliz de su vida, arrebatan de sus ojos a la mujer que más amas.
Pues como os podéis imaginar, sucedió eso...Telmo y Sara se escaparon de todo ese mismo día, y mi padre quedó destrozado. Se está quedando un par de días con nosotros en casa, en la cual, además de él, empezará ha haber una persona más. Mamá y Ramón decidieron vivir juntos, y, no somos quien para meternos en su amor.
Papá no sale casi de su cuarto, y mamá nos avisó que no lo alterásemos con nada, así que Ana y yo preferimos mantener nuestra relación en secreto, al menos por un tiempo.
Desde que estamos juntos, parece totalmente otra persona; se soltó ese precioso cabello moreno, se cambió esas gafas de ranura verde por unas lentillas dejando al descubierto esos enormes ojos color café y hasta cambió su timidez. Estuvo bastante tiempo yendo a un psicólogo donde la ayudó; pero me dijeron que yo fui el que más la ayudé.
Decidimos ir a dar un paseo, aunque al intentar salir de casa, mi hermana nos pidió un enorme favor, al cual accedimos sin rechistar.
Llegamos por fin a..., como se diría en este caso; ¿prisión, cárcel...? y pudimos ver a Jack. Al verse los dos empezaron a llorar a unitono, como si fueran uno, y se sumergieron en un beso, delante de toda esa gente, en ese frío y seco lugar. Ana y yo estábamos un poco intimidados por toda esa gente de color naranja, aunque, por suerte, no tuvimos que ir muchas veces más, dado a que, tras el juzgado definitivo, se demostró que Jack fue inocente. 
<<Tras esa noche, en la que ellos dos fueron los únicos testigos, Oriol tuvo prioridad al ser policía, pero le salió mal la jugada; una ama de casa paseó por aquella calle esa misma noche, en la que cambió todo.
Acusaron a Jack por atropellar a un anciano denominado Jose, que lamentablemente no consiguió salir con vida tras todo aquello. Pudieron demonstrar que el coche de Jack no tuvo ningún golpe, aunque lamentablemente, el de Oriol, pudieron ver como lo arreglaron razonablemente, y también como lo pintaron, pero al haber sido blanco, dejó un rastro de pruebas, que tras haber testificado aquella señora, liberaron a Jack de una pena de prisión de casi media vida; la cual se alargó en Oriol, al haber mentido, intentado acusar a otro y habiendo querido tener prioridad por  haber sido solo un simple inspector de policía.>>
Casi todo poco a poco volvió a su curso normal, aunque todavía hay cosas que no se pueden cambiar; ni poniendo todo el interés del mundo...
Se hizo de noche muy pronto, así que me iré a dormir, fue un largo día...
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