#qué horror es querer la atención de alguien
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No hay nada peor que sentir que compites con tus hermanas y saber que no tiene sentido, que está mal y que es egoísta y envidioso.
#qué horror es querer la atención de alguien#y sentir que la amenaza son tus hermanas#pero no las odio. mas bien es como aceptación e inclusp envidia de que sea tan natural para ellas#cuando aún no lo es para mí. por más que lo intente. sabes?#pero tengo que hacerlo natural y lo haré. pero sin él en mente. no volveré a cometer el mismo error#si cambio será por mí. no por alguien que no conozco e idealizo#basta#alstalking
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Tener hijos
Antes de arrancar, me gustaría aclarar que AMO a los niños de mi cercanía, el amor que brindan, la pureza y transparencia, su inocencia frente al mundo adulto y construido.
Y también aclarar que siempre hablando de los casos mayoría, estándar, no de excepciones.
Los hijos… Que responsabilidad. Que decisión. Que acción.
Será el ser humano consiente de la real dimensión y responsabilidad que es el hecho de traer a otro ser humano a este mundo?
Será real ese sentimiento de: “deseo de ser madre/padre”? De dónde viene? A quién o qué se lo adjudica?
Tengo 29 años y desde muy chica, quería ser madre y preferentemente madre joven. Tenía ese “deseo” de ser madre.
Hace algunos meses atrás, tuve un giro inesperado en mi vida, que me hizo cambiar el rumbo de mis pensamientos y convicciones. Fue como sacarme una venda de los ojos y poder ver todo desde otro lugar y as u vez, muy nítido.
Encontré una teoría (y ahora una convicción propia) del porqué el ser humano tiene hijos. Paso a contarles…
El ser humano es carente en muchas cosas. A lo largo de la vida, va identificando y tratando de mejorar. Pero hay una carencia mayor, que se trabaja de forma muy liviana y más que nada, como tema de tendencia y no tanto como algo real y sincero: el amor propio. El ser humano carece del amor propio ilimitado. El tener un hijo, lo habilita a volcar ese amor ilimitado en alguien. No es incondicional (todo lo contrario), pero si es ilimitado. El hijo es algo verdaderamente propio de quien lo tuvo. Es lo único verdaderamente propio de quienes lo tuvieron. El resto se puede perder, un trabajo, una amistad, una pareja, una casa, un auto, una posición en la sociedad, todo se puede perder en algún momento, un hijo no. Por más que suceda el fallecimiento del mismo, sigue perteneciendo a sus padres, es parte de ellos, literal: se creó a partir de ellos. Y aún más, es una creación netamente hecha por uno, desde su gestación hasta su crianza. De allí viene el “orgullo” de los padres cuando el hijo refleja algo que fue enseñado por ellos durante varios años de crianza. “Ven el fruto de su esfuerzo”. Señales del ego propio.
Es decir, llegue a la conclusión que el ser humano tiene hijos para llenar un vacío intangible e irremplazable.
Si se logra hablar *sinceramente* con una madre y con un padre, pueden tener los comentarios reales del
día a día: “dormir poco y mal, vivir preocupados por lo que les pueda pasar, estar corriendo de un lado a otro
por sus hijos, estar a mil manos y ojos porque caminan por todos lados y se pueden caer, tomar o comer algo indebido/peligroso. Gastos económicos constantemente. Preocupaciones de crianza, qué está bien, qué está mal, con quien dejarlos cuando van a trabajar, cuando están enfermos, cuando empiezan la escuela, liceo, etc. Tiempos limitados para ir al baño, bañarse, salir, momentos individuales, momentos de pareja, momentos con amigos, etc.” Escuchamos la famosa frase de “cuando sos madre/padre vos pasas a segundo plano, tu prioridad pasan a ser tus hijos”. ERROR, HORROR, ALERTA‼️ LA FRASE QUE REFLEJA LO MENCIONADO ANTERIORMENTE: el hijo es el mejor escudo para volcar la atención que no nos damos a nosotros mismos, en otro. Con la excusa perfecta y ya implantada socialmente como CORRECTA y aún más: ACTO DE AMOR! ALERT ‼️
Por otro lado, me hago muchas preguntas al mismo tiempo:
Porque voy a traer una vida al mundo, que voy a tener que preparar y crear para vivir/sobrevivir en este mundo? Si ni yo lo tengo tan claro como se hace, si yo no estoy 100% estable (nadie lo está) para entender cómo se hace para vivir y seguir atravesando preocupaciones personales, sociales y mundiales… Cómo y con qué derecho creo a otra persona para que afronte lo mismo que yo, de igual o distinta manera?
Porque voy a querer reducir mi horario de descanso? Porque voy a querer limitar mis tiempos personales, con amigos, pareja, etc? Porque voy a agregarme otra preocupación a mi vida? Porque voy a agregarme otro gasto (y que gasto!) a mi vida?
-La respuesta de los padres sería: porque el amor (ilimitado), puro y único que sentís por tus hijos, lo valen!
-Mi respuesta: Entonces decido tener ese amor ilimitado o tratar de encontrarlo conmigo misma, amarme ilimitadamente y que lo valga! Y no expongo a una nueva vida a atravesar frustraciones, logros y procesos del ser humano por mi vacío personal.
Por otro lado, aclarar que socialmente se dice que el amor hacia los hijos es incondicional, error, está LLENO de condiciones:
Es la única relación ejercida por poder y con condiciones naturales, que no se puede desligar. Desde los padres más liberales y “open mind” hasta los más tradicionales, estructurados y “cuadrados”.
Es la única relación que las condiciones están impuestas desde el inicio y por los progenitores/los que creían. Cualquier otra relación (amigos, trabajo, pareja, vecinos, socios) tienen condiciones directas o indirectas, pero las tienen por ambas partes. Cuando una de las dos partes comienza a incumplir en “lo acordado”, el vínculo cambia y si perduran los incumplimientos, la relación quiebra. De buena o mala manera, pero quiebra. Una amistad: cuando una de las dos partes da más que la otra, se plantea, se trabaja y si al tiempo continúa sucediendo, esa relación de amistad quiebra, se corta, se separan. Lo mismo en parejas y trabajos. Pero no en hijos. El común denominador (siempre hay excepciones), pase lo que pase, el amor de un padre a un hijo siempre va a estar dado. La relación lo mismo, puede oscilar en la frecuencia, distancia física y/o emocional, pero va a seguir existiendo. Porque un hijo no deja de ser hijo jamás.
A su vez, esas condiciones están 100% ligadas a proyecciones, ilusiones que los padres se hacen de sus propias creaciones, de sus hijos. Hasta el mas liberal, al tener un hijo proyecta sobre el mismo. Todas sus decisiones son basadas en esas proyecciones. Decide un modelo de crianza diario, una escuela, una manera de diálogo, etc. según los proyectos que visualiza sobre su hijo.
No es crítica, es poner en palabras una realidad, está impuesto por la propia naturaleza a que así sea. Y cuando los hijos crecen y probablemente no cumplan esas proyecciones (también algo natural), está el reclamo de los padres. “Con lo que invertí en tiempo para cuidarte”, “dejé trabajos por criarte mejor”, “priorice gastos para darte la mejor educación”, “noches sin dormir para cuidarte” y un montón más. Que también son naturales de cuando uno proyecta algo y no se cumple. El tema acá, es que esas decisiones fueron todas tomadas por una de las partes de esa relación: meramente propias de esos padres. No a pedido de nadie, ni de sus hijos ni de nadie. ELLOS quisieron/decidieron tener a esos hijos, ELLOS creyeron que era la mejor decisión hacer tal o cual cosa, ELLOS prefirieron priorizar tal cosa y dejar de hacer tal otra. Entonces, no debería haber ningún tipo de reclamo, porque fueron todas decisiones de un solo lado de la relación. Del otro lado, hay otra persona, con toda la libertad moral y emocional de tomar otra decisión que no estén en la proyección de sus creadores.
Difícil? SÚPER DIFÍCIL. Yo creo que es algo hasta imposible que no suceda. Es totalmente natural. Pasa en todas las relaciones, de todo tipo. Pero la diferencia es que acá no esta consensuado y se esta creando una nueva vida.
Puedo concluir que tener hijos, es un acto egoísta.
No se qué pasará en el futuro, si volveré a tener ganas de ser madre o no. Mi decisión actual y consciente es que no.
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EL RESCATE DE LOS CONDENADOS
Hay también otros motivos por los que las personas eligen a amigos que no son buenos para ellas. En ocasiones, lo hacen porque quieren rescatar a alguien. Es algo más típico entre los jóvenes, aunque se trata de un impulso que subsiste entre la gente mayor que resulta demasiado amable, que nunca ha dejado de ser ingenua o que no quiere ver las cosas tal y como son. Puede que se me objete: «No hay nada malo en ver lo mejor que tiene cada persona. La virtud más elevada es el deseo de ayudar». Pero no todo el mundo que fracasa es una víctima y no todo el mundo que está en el fondo quiere subir, aunque muchos sí quieren y muchos, de hecho, lo consiguen. Sin embargo, la gente suele aceptar o incluso magnificar su propio sufrimiento, así como el de los demás, si lo pueden presentar como una demostración de la injusticia que impera en el mundo. Nunca les faltan los opresores a las personas más sometidas, incluso cuando muchos de ellos, por su modesta posición, no son más que aspirantes a tirano. Es el camino más fácil de elegir, una y otra vez, si bien a largo término es un infierno. Vamos a imaginarnos a una persona a quien no le está yendo bien. Necesita ayuda y puede que incluso la desee. Pero no es fácil distinguir a alguien que de verdad quiere y necesita ayuda de alguien que simplemente está aprovechándose de la buena voluntad de otra persona. Es difícil distinguirlo incluso para la propia persona que quiere, necesita la ayuda y quizá está aprovechándose. Alguien que lo intenta, fracasa, es perdonado después y vuelve a intentarlo, fracasa, y es perdonado una y otra vez suele ser la primera persona interesada en que todo el mundo crea que esos intentos fueron sinceros. Cuando no se trata solo de ingenuidad, el intento de rescatar a alguien está a menudo motivado por la vanidad y el narcisismo. Algo así se expone en un clásico lleno de amargura, Memorias del subsuelo, del magnífico escritor ruso Fiódor Dostoievski, que empieza con estas famosas frases: «Soy un enfermo… Soy un hombre rabioso. No soy nada atractivo. Creo que estoy enfermo del hígado». Es la confesión de alguien abatido y arrogante, que transita por el inframundo del caos y la desesperación. Se disecciona a sí mismo sin la menor compasión, pero tan solo le sirve para expiar un centenar de pecados de los miles que ha cometido. Entonces, creyéndose redimido, el hombre del subsuelo comete la peor de las transgresiones posibles: ofrece su ayuda a una persona verdaderamente desafortunada, Liza, una mujer abocada a la prostitución en una situación desesperada típicamente decimonónica. La invita a su casa prometiéndole que su vida volverá al camino recto y, mientras espera a que aparezca, va alimentando fantasías de un carácter cada vez más mesiánico:
Sin embargo, transcurrió un día, y otros dos más; como no venía, comencé a tranquilizarme. Después de las nueve de la noche ya empezaba a sentirme especialmente animado, e incluso, a soñar con cosas bastante agradables: que yo, por ejemplo, salvaba a Liza solo con venir ella a verme y a escucharme […] que yo la instruía y la formaba. Finalmente, me percataba de que ella me amaba, sí, me amaba apasionadamente. Yo me hacía el despistado (no obstante, no sé por qué fingía; claro, que lo hacía por decoro). Finalmente, Liza, completamente turbada, maravillosa, temblando y sollozando, se echaba a mis pies diciéndome que era su salvador y que me amaba más que nada en el mundo.
Lo único que semejantes fantasías nutren es el narcisismo del protagonista hasta el punto que acaban aniquilando a Liza. La salvación que le ofrece exige mucho más compromiso, mucha más madurez de lo que él está dispuesto o puede asumir, y no tiene el carácter que se requeriría. Él se da cuenta en el acto, pero rápidamente lo racionaliza. Liza acaba llegando a su cochambroso apartamento desesperada por encontrar una salida a su miseria, jugándose todo lo que tiene en la visita. Le cuenta al hombre del subsuelo que quiere dejar su vida actual. ¿Y él qué le responde?
—¿Dime, por favor, para qué has venido a verme? —le dije sofocándome y sin coordinar ya el orden lógico de las palabras. Deseaba soltarlo todo de una vez; es decir, de un tirón; ni siquiera me preocupaba por dónde debía empezar. —¿Para qué has venido? ¡Responde! ¡Responde! —gritaba yo, fuera de mí—. Te lo diré yo mismo. Has venido, porque el otro día dije palabras conmovedoras. Y ahora que te has enternecido, quieres volver a escucharlas. Pues has de saber que aquel día me reí de ti. Como lo estoy haciendo ahora. ¿Por qué tiemblas? ¡Sí, me reí de ti! Un rato antes, durante la celebración de una comida, me habían ofendido aquellos individuos que llegaron antes que yo a la casa donde tú estabas. Fui allí con la intención de darle una paliza a uno de ellos, un oficial del ejército; pero no lo logré, no les pillé dentro; tenía la necesidad de vengar mi ofensa con alguien, de cobrarme lo mío, y como fuiste tú quien se puso a mano, descargué mi rabia riéndome de ti. Puesto que a mí me humillaron, yo también quería humillar a alguien; puesto que me trataron como un trapo, también quise sentirme poderoso frente a alguien […] Eso es lo que ha sucedido. ¿Y tú, te pensaste que había ido allí a propósito para salvarte? ¿Sí? ¿Lo pensaste? ¿Di, lo pensaste? Intuía que Liza pudiera estar algo confundida como para comprender todos los detalles; pero también sabía que entendería perfectamente la esencia de la cuestión. Así sucedió. Palideció toda poniéndose tan blanca como un pañuelo. En el gesto de querer decir algo, sus labios se torcieron enfermizamente y como si fuera abatida por un hacha, se deslomó sobre la silla. Durante el resto del tiempo permaneció escuchándome con la boca abierta, los ojos estupefactos y temblando de horror. La había apabullado el cinismo; el cinismo de mis palabras…
La petulante prepotencia, la indiferencia y la abierta crueldad del protagonista fulminan las últimas esperanzas que le quedaban a Liza y él se da cuenta. Peor todavía: algo en su interior lo había estado deseando todo el tiempo y también lo sabe. Pero un villano que desiste de su villanía no se convierte en un héroe. Para eso hay que hacer algo positivo, no simplemente no hacer algo que está mal. Ahora podrías objetar que el propio Cristo se hizo amigo de recaudadores de impuestos y de prostitutas. ¿Cómo puedo permitirme calumniar los motivos que puedan tener aquellas personas que quieren ayudar? Lo que pasa es que Cristo era el arquetipo del hombre perfecto y tú eres tú. ¿Cómo sabes que tus esfuerzos por hacer que alguien salga del pozo no acabarán hundiendo más a esa persona… o a ti? Imagínate el caso de alguien que tiene que supervisar a un equipo excepcional de trabajadores, todos ellos decididos a alcanzar un objetivo marcado colectivamente. Imagínatelos: diligentes, brillantes, creativos y unidos. Pero este supervisor también tiene bajo su responsabilidad a alguien que está dando malos resultados en otro puesto. En un arranque de inspiración y con sus mejores intenciones, el directivo traslada a la persona problemática a su equipo estelar, esperando que el ejemplo le sirva para mejorar. ¿Y qué ocurre? La psicología es unánime al respecto. ¿Acaso el intruso errante se endereza y empieza a hacer las cosas bien? No. Al contrario, el equipo entero degenera. El recién llegado mantiene su cinismo, su arrogancia y su neurosis. Se queja, se escaquea, falta a reuniones importantes y su trabajo de poca calidad provoca retrasos, ya que otra persona tiene que volver a hacerlo. No obstante, se le sigue pagando lo mismo que a sus compañeros. Los trabajadores entregados que están a su alrededor empiezan a sentirse traicionados. «¿Por qué me estoy dejando la piel para acabar este proyecto —piensa cada uno— cuando mi nuevo compañero no da un palo al agua?». Lo mismo ocurre cuando los terapeutas bienintencionados colocan a un delincuente menor de edad entre otros adolescentes comparativamente civilizados. Lo que se expande no es la estabilidad, sino la delincuencia. Es mucho más fácil ir hacia abajo que hacia arriba. Quizá estés salvando a alguien porque eres una persona fuerte, generosa y equilibrada que quiere realizar una buena acción. Pero también es posible —y quizá, más probable— que lo único que quieras sea llamar la atención por tus inagotables reservas de compasión y benevolencia. O quizá estés salvando a alguien porque quieres convencerte a ti mismo de que tu fuerza de carácter es algo más que una carambola de la fortuna, por haber nacido donde has nacido. O quizá es porque es más fácil parecer virtuoso cuando estás al lado de alguien absolutamente irresponsable. Empieza asumiendo que estás haciendo lo más fácil y no lo más complicado. Tu alcoholismo descontrolado hace que mis excesos puntuales con la bebida parezcan triviales. Mis largas y solemnes charlas contigo sobre el rotundo fracaso de tu matrimonio nos convencen a los dos de que tú estás haciendo todo lo posible y de que yo te estoy ayudando al máximo. Parece un esfuerzo, parece que hay cierto progreso. Pero para mejorar de verdad haría falta mucho más, tanto por tu parte como por parte de tu pareja. ¿De verdad estás seguro de que la persona que suplica que la salven no ha decidido ya mil veces aceptar la parte que le toca de un sufrimiento absurdo y cada vez más grave tan solo porque algo así es más fácil que asumir cualquier responsabilidad? ¿No estás participando de un engaño? ¿No es posible que tu desprecio sea en realidad más saludable que tu compasión? O quizá no tienes ningún plan, genuino o no, para rescatar a nadie. Te juntas con personas que son malas para ti no porque sea mejor para nadie, sino porque es más fácil. Y lo sabes, al igual que tus amigos. Estáis unidos por un contrato implícito, uno que tiene como objetivo el nihilismo, el fracaso y el sufrimiento más estúpido posible. Todos habéis decidido sacrificar el futuro por el presente. No habláis de esto, no os reunís y decís: «Vamos a ir por el camino más fácil, vamos a disfrutar con cualquier cosa que surja y, además, estamos de acuerdo en que no nos lo vamos a recriminar para que así sea más fácil olvidar lo que estamos haciendo». No se dice nada al respecto, pero todos sabéis que eso es justamente lo que está pasando. Antes de ayudar a nadie, tendrías que descubrir por qué esa persona tiene problemas. No tendrías que asumir directamente que se trata de una auténtica víctima de la injusticia y la explotación. Una situación así constituye la explicación más improbable, no la más verosímil. En mi experiencia —clínica y de otros tipos— nunca me ha parecido tan simple. Además, si te tragas la historia de que ha ocurrido algo horrible sin que la víctima haya tenido la menor responsabilidad al respecto, le estás negando a esa persona todo papel activo en su pasado (y, por implicación, también en su presente y su futuro). Lo que estás haciendo así es arrebatarle todo su poder. Es mucho más probable que un individuo en concreto simplemente haya decidido no coger el camino de subida porque le resulta difícil. Tal vez esta tuviera que ser tu hipótesis por defecto cuando te encuentras con una situación de este tipo. Igual te parece demasiado duro e igual tienes razón, es ir demasiado lejos. Pero piensa un poco en esto: es fácil comprender el fracaso, no hace falta ninguna explicación. Tampoco requieren ninguna explicación el miedo, el odio, la adicción, la promiscuidad, la traición y el engaño. No hace falta explicación para que el vicio exista, para que alguien se entregue a él. Es más fácil no pensar nada, no hacer nada y no preocuparse. Es más fácil dejar para mañana lo que puede hacerse hoy y asfixiar los meses y años venideros en los placeres ordinarios de este momento. Como dice el inefable padre de la familia Simpson justo antes de tomarse un tarro de mayonesa mezclado con vodka: «Eso es problema del Homer del futuro. ¡No me gustaría estar en su pellejo!». ¿Cómo puedo saber que tu sufrimiento no me exige que sacrifique todos mis recursos únicamente para que tú puedas postergar, solo por un momento, lo que acabará por llegar? A lo mejor es que ya no te importa lo más mínimo tu colapso inminente, que está ahí aunque tú todavía no quieres admitirlo. A lo mejor mi ayuda no cambiará nada, ni puede hacerlo. A lo mejor tan solo servirá para que mantengas a raya un tiempo más una verdad demasiado personal y demasiado demoledora. A lo mejor tu desgracia es una exigencia que me impones para que yo también fracase, para que la diferencia entre los dos que tanto te duele se reduzca, al mismo tiempo que sigues hundiéndote. ¿Y cómo sé que te negarías a entrar en un juego semejante? ¿Cómo puedo saber precisamente que yo no estoy haciendo otra cosa que fingir ser una persona responsable, «ayudándote» de forma inútil solo para no tener que hacer algo verdaderamente difícil pero que está a mi alcance? Quizá tu desgracia es el arma que esgrimes en tu odio hacia las personas que fueron mejorando y progresando mientras tú esperabas y naufragabas. Quizá tu desgracia es tu intento por poner en evidencia la injusticia del mundo, y evitar poner en evidencia tus propias faltas, tus propias incapacidades, tu negativa consciente a luchar y vivir. Quizá tu disposición para sufrir en el fracaso es inagotable, teniendo en cuenta lo que intentas demostrar con ese sufrimiento. Quizá es tu venganza contra el Ser. ¿Y yo, cómo podría hacerme amigo de ti cuando te encuentras en semejante lugar? ¿Cómo? El éxito, ese es el misterio. La virtud, eso es lo que no se puede explicar. Para fracasar tan solo tienes que desarrollar unas cuantas malas costumbres. Tan solo tienes que sentarte a esperar. Una vez que alguien ha pasado el tiempo suficiente desarrollando malas costumbres y esperando, ya ha perdido mucho. Mucho de lo que podría haber sido se ha esfumado y mucho de la persona en la que se ha convertido ya es real. Las cosas se derrumban por su propia inercia, pero los pecados de las personas aceleran su degeneración. Y entonces llega el diluvio. No estoy diciendo que no exista esperanza para redimirse, pero es mucho más difícil sacar a alguien de un abismo que levantarlo de una zanja. Algunos abismos son muy profundos y, cuando se ha llegado hasta el fondo, del cuerpo ya no queda gran cosa. Quizá por lo menos debería esperar hasta tener claro que quieres que se te ayude. Carl Rogers, el famoso psicólogo humanista, pensaba que era imposible empezar una relación terapéutica si la persona en busca de ayuda no quería mejorar. Rogers pensaba que era imposible convencer a alguien de que cambiara a mejor. El deseo de mejorar era, por el contrario, una precondición para el progreso. He tenido clientes que debían someterse a psicoterapia como resultado de sentencias judiciales. No querían mi ayuda y se veían obligados a solicitarla, así que no funcionaba. Era una farsa. Si mantengo una relación malsana contigo, quizá es porque tengo muy poca voluntad y demasiada indecisión para irme, pero no quiero saberlo. Así que sigo ayudándote y me consuelo con mi absurdo martirio. Quizá entonces pueda decir sobre mí: «Una persona que se sacrifica tanto, que tiene tantas ganas de ayudar a alguien, tiene que ser una buena persona». Pero no es así. Puede que yo tan solo sea una persona que intenta quedar bien fingiendo solucionar lo que parece ser un problema complicado, en lugar de ser verdaderamente buena y enfrentarme a algo real. Quizá en vez de persistir en nuestra amistad, tendría que irme a otra parte, poner mi vida en orden y dar buen ejemplo. Y nada de esto es una justificación para abandonar a aquellos realmente necesitados solo para ir detrás de tu mezquina y ciega ambición, por si hacía falta decirlo.
#liber#Jordan Peterson#El rescate de los condenados#12 reglas para vivir#amistad#traba amistad con aquellas personas que quieran lo mejor para ti#relaciones#cómo vivir#amigos#compañía
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Quizás, quizás, quizás
Day 7 of @frukweek: College AU/One More Night
Summary: Francis y Arthur se sientan en una fiesta a hablar sobre el resto de parejas que los rodean. Es una lástima que ninguno de los dos se dé cuenta de que ellos mismos son los tortolitos de quienes todo el mundo habla.
Relationships: FrUK (principal). PruCan y Ameripann (secundarias). SuFin, HongIce, DenNor, AusHun (mencionados).
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Final de semestre o no, era muy frustrante cargar con una botella de vino a todas las fiestas que asistía, pues aparentemente ningún universitario además de él tenía tan buen gusto en bebidas. La tarea se tornaba particularmente difícil cuando había brutos corriendo y rompiendo jarrones y vasos. Francis hubiese pensando que Matthias se habría puesto furioso si no fuera porque él era uno de los tantos brutos.
Gilbert estaba recogiendo algunas cervezas del refrigerador, mientras parloteaba sobre los numerosos talentos de Gilbird, el canario que tenía como mascota (Pierre era muchísimo más talentoso, claramente, pero no mencionó nada al respecto). Antonio fingía que lo estaba escuchando atentamente, pero su mirada se encontraba perdida entre la multitud. Francis no quiso preguntar.
Una vez que Gilbert había recogido las suficientes cervezas (Francis perdió la cuenta por la sétima) como para satisfacer su mal gusto, los tres amigos tomaron asiento en uno de los sofás disponibles.
Si bien le parecía muy poco sofisticado tomar vino en un vaso de vidrio común y corriente, después de ver las atrocidades de copas de plástico que había en la cocina, Francis optó por servirse un poco de su vino. Le ofreció a Antonio, quien lo declinó y decidió tomarse un jugo de naranja (Francis y Gilbert lo preferían así, pues el normalmente alegre y juguetón español se convertía en una bestia cuando estaba pasado de copas).
Francis dio un vistazo a su alrededor, tomando un sorbo de su vino y reconsiderando si ver a un grupo de universitarios ebrios bailar descoordinadamente era una buena manera de pasar su primer día de vacaciones. Gilbert se rió cuando una chica de primer año se cayó sentada, mientras que Francis se limitó a apreciar sus piernas.
Colocando su vino en la mesa de café enfrente de él, se recostó en el sofá. Se planteó la posibilidad de buscar a alguien con quien pasar una buena noche. ¡Ah!, qué desafortunado que entre sus compañeros de Teatro corriera la voz de que él se había acostado con la mayoría del grupo; es decir, no era ninguna mentira, pero igualmente le dolía el rechazo de los faltantes. Si tan solo supieran de lo que se perdían.
Miró a Gilbert de reojo, y no pudo evitar sonreír al notar que su amigo continuaba hablando de "lo lindo y amable que era Matthew" (Oh, iba a disfrutar tanto cuando el pobre desgraciado se enterara de que el tierno e inocente Mattie era nada más y nada menos que el primo favorito y más cercano de Francis). Antonio, por su parte, se reía tontamente y de vez en cuando le dedicaba al francés una sonrisa cómplice.
Tomando su vaso, se levantó del sofá con el fin de buscar a algún conocido o a alguien dispuesto a pasar la noche con él. O ambos. Así, se adentró en la cocina para primero servirse más vino, y una enorme sonrisa decoró su rostro al encontrarse con la persona perfecta.
–¿Eso que veo es vodka? –ni siquiera se tomó la molestia de disimular la burla en su forma de hablar y sus gestos.
Arthur pegó un pequeño salto por la sorpresa, y no tardó en mirarlo como si lo acabaran de atrapar cometiendo un delito. Francis no pudo evitar notar que lucía endemoniadamente guapo con su jacket de cuero negra, sus botas militares y sus piercings (Probablemente era solo una de sus muchas etapas, pero el francés a menudo le rogaba al cielo que esa en particular tardara un buen rato).
Dándole un vistazo al vaso con un líquido transparente, el británico no tardó en sujetarlo firmemente y en recobrar la compostura, no sin antes mirar de mala manera al francés.
–Quizás. No es asunto tuyo, de igual manera –sonrió ante la típica respuesta del inglés, cuyas mejillas ya se habían enrojecido.
–¿Puedo suponer que nadie te está esperando?
–¿Puedo suponer que seguirás insultándome si te digo que no? –murmur�� Arthur, saliendo de la cocina para volver a la fiesta. Francis lo siguió de cerca.
–¿Cuándo te insulté? –preguntó juguetonamente, mientras el otro parecía estar buscando un lugar para tomar asiento.
–No aprecio que me restriegues en la cara que no tengo tantos amigos como tú.
–¿Tantos? Eso implicaría que sí tienes amigos, querido –Arthur dejó de moverse por un momento, para entonces darse la vuelta, sonreírle con falsa dulzura y sacarle el dedo.
–Vete a la mierda.
Francis sonrió ampliamente, ahogando una risilla. Arthur rodó los ojos, para entonces continuar abriéndose paso entre la multitud hasta encontrar un sofá pequeño y vacío. Así, se apresuró a sentarse en él antes de que alguien lo tomara. El francés aprovechó el momento para apreciar la manera en que sus pantalones se amoldaban a sus piernas largas y delgadas, y el otro fingió no notarlo.
Una vez que habían tomado asiento, se inclinó para servirse más vino y dejó la botella sobre la mesita de café, mientras que su acompañante se quedó mirando a la multitud, tomando pequeños sorbos de su bebida.
La música sonaba intensamente en casi todos los rincones de la casa. Alfred se había ofrecido como DJ para la fiesta e incluso había llevado su equipo portátil. Así que ahí estaba, bailando al ritmo de la música y animando al público. Francis sonrió: si bien la carrera del chico era Arqueología, una vez este le había comentado que realmente le gustaba y le apasionaba la música. Francis no había dudado en motivarlo a que siguiera sus sueños, y el resto era historia.
–¿Crees que Alfred se vaya a cambiar de carrera? ���preguntó su acompañante, mirando al chico cantar en voz alta (tremendamente desafinado, pero con puro sentimiento) y tomando otro sorbo de su bebida.
Francis se quedó mirando a Alfred de nuevo, quien ahora estaba riendo y mezclando canciones. Al principio se encogió de hombros, sin querer prestarle mucha atención al tema; no obstante, tras continuar viendo al menor por otro rato, no pudo evitar dirigirse a Arthur de nuevo.
–Siento que esto es más un pasatiempo para él. ¿Alguna vez te ha contado sobre sus viajes? Es como si hablara del amor de su vida –Arthur también sonrió.
–¿Y Matthew? ¿Lo imaginas como enfermero? –Francis aprovechó todos los cursos de drama que había llevado para ese punto y le mostró su mejor expresión de desconcierto, con una ceja levantada y la boca abierta.
–¡Por favor! ¿Lo imaginas en algo que no se relacione con ayudar a los demás?
–¿Y como médico, entonces? –continuó interrogándolo Arthur, recostándose en el sofá, aún con su vaso de plástico en la mano. Francis aprovechó para moverse un poco y acomodarse de una mejor forma en el asiento.
–Irónicamente, no tanto. Creo que atraería mucha más atención y presión de la que le gustaría. Ser enfermero simplemente… le queda –respondió, para entonces tomar otro trago de su vino. Arthur se encogió de hombros, mas asintió de igual manera.
Ambos continuaron contemplando a las demás personas en la fiesta, algunas bailando y cantando, otras bebiendo como si fuera la última vez que lo harían en toda su vida e incluso observó a quienes estaban pescando (le agradeció al cielo que Gilbert no fuera uno de ellos, de lo contrario, probablemente se encargaría de que el resto su vida fuera miserable por no haber valorado a Matthew).
Fue entonces cuando empezó a fijarse principalmente en las parejas a su alrededor. Dado que Matthias compartía la vivienda con varias personas (su novio, el hermano de este y dos docentes universitarios), decidió que ellas serían un buen blanco. Así, no pudo evitar sonreír dulcemente al notar la forma en que el profesor Oxenstierna contemplaba al profesor Väinämöinen. Por lo que había escuchado, llevaban unos diez años casados y estaban considerando la adopción. Eran absolutamente adorables.
Cerca de las escaleras se encontraba Emil, el hermano menor de 18 años de Lukas Bondevik, con una botella de licor en su mano izquierda, mientras miraba a sus costados frenéticamente y arrastraba a Jia Long, el hermano menor de también 18 años de Yao Wang, consigo. Riéndose ante la escena, se fijó en la hora para ver cuánto tardaban sus hermanos mayores en descubrirlos y montarles una escena.
–¿Qué le habrá visto Lukas a Matthias? –preguntó Arthur repentinamente, entrecerrando los ojos. Siguió su mirada para ver a la pareja mencionada conversando cerca de la cocina. De un momento a otro, el danés se quitó su chaqueta para colocarla sobre los hombros del otro, y Francis pudo haber jurado que por un microsegundo vio que las costuras de los labios del noruego se elevaron levemente.
–Tú lo conoces mejor que yo. ¿Qué opinas? ¿Acaso los opuestos se terminaron por atraer o todo se debe a los increíbles encantos de Matthias? –para destacar lo último, se encargó de tomar la piña de plástico de la mesa y agitarla dramáticamente. Arthur rió en voz alta, y algunas personas a su alrededor se voltearon a verlo.
Se veía tan lindo cuando se reía así.
–¡Qué horror! –el inglés continuó riéndose un rato más, mientras él intentaba disimular su risa para evitar que más gente se les quedara viendo. Una vez que el otro se calmó, procedió a limpiarse las lágrimas que se le habían escapado– Creo que una vez me dijo que se sentía seguro con él o algo así, quizás es eso.
–Contrastan muy bien. Matthias le trae alegría y emoción a la vida de Lukas y él evita que Matthias muera haciendo algo estúpido. ¡Ah, el amor! –Arthur bufó, rodando los ojos.
Ambos se les quedaron viendo por un rato más, al menos hasta que cierto hermano sobreprotector chino llegó corriendo a toda velocidad hacia cierto hermano sobreprotector noruego. Apenas intercambiaron un par de frases antes de que los dos subieran por las escaleras como si de un maratón se tratara.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno.
Entonces escuchó el glorioso sonido de dos adolescentes atrapados. Al menos el de Emil, pobre chico. Luego creyó escuchar a alguien lanzarse por la ventana para aparentemente huir haciendo parkour (de acuerdo con los gritos que escuchó después), ese debió de ser Jia Long.
¡Ah, el amor joven!
–Discúlpenme, ¿han visto a mi hermano? –cuestionó una voz suave voz a su lado. Así observó la pequeña figura de Kiku Honda, un estudiante de Ingeniería computacional que había llegado como de intercambio, hasta que decidió quedarse en la universidad permanentemente. Francis sabía muy bien por qué o mejor dicho, quién.
–Ya lo atraparon –respondió Arthur cordialmente. A Francis le causaba gracia que dos personas con temperamentos tan diferentes como ellos dos pudieran congeniar así.
–Intenté advertirle –el japonés negó con la cabeza, suspirando–. Bueno, muchas gracias. Lamento molestarlos.
–¡Kiku, espera! –lo llamó antes de que pudiera irse muy lejos. El mencionado se devolvió de inmediato– Alfred está haciendo de DJ. Está por allá –lo señaló con el dedo para que Kiku lo notara, aunque no parecía ser una tarea muy difícil tomando en cuenta que la gente le estaba gritando al pobre que incluyera canciones viejas. Notó que al japonés se le escapó una diminuta sonrisa cuando lo vio.
–Muchas gracias. Que tengan una linda noche –comentó, antes de dirigirse a donde se encontraba Alfred. Francis no pudo evitar notar que tomó una bolsa de papas tostadas y una gaseosa en el camino
Hubiese jurado que se sintió como si se hubiese derretido por la manera en que los ojos de Alfred se iluminaron cuando vio a Kiku.
–¿Qué le habrá visto Kiku a Alfred?
–¡Qué grosero eres! –exclamó, frustrado ante la incapacidad de su acompañante de apreciar el amor en su más pura expresión. Arthur sonrió, sacándole la lengua. Francis disfrutó a más no poder su piercing durante los breves segundos en que pudo apreciarlo– Solo míralos, son tan tiernos –agregó, recostándose en el sofá. Sin darse cuenta, colocó su cabeza sobre el hombro del británico, quien lo miró de reojo, mas no comentó nada al respecto.
–Sí son muy tiernos –accedió Arthur, discretamente deslizando su brazo sobre los hombros de Francis, quien estaba muy distraído con la dulce escena como para notarlo.
–¿Cuándo crees que Alfred le va a decir lo que siente? –cuestionó, acurrucándose aun más. A Arthur se le escapó una pequeña sonrisa, que intentó disimular al morderse el labio.
–¿Aún no están juntos? Todo mundo sabe que sienten algo el uno por el otro –asintió con la cabeza, contemplando cómo Alfred dejaba puesta una compilación de canciones viejas (de artistas mujeres, se percató de ello apenas notó a Erzsébet y a Emma cantar Don’t Cha a todo pulmón) para irse a comer con Kiku.
–Siento que ambos suelen llevar las cosas muy lento. Tal vez sí conocen sus sentimientos, tal vez, no. Solo sé que harían una muy linda pareja.
Así se mantuvieron un rato, con ambos vasos ya vacíos colocados sobre la mesa y la música de fondo. Francis estuvo un rato tarareando la letra de las canciones y moviendo su cabeza y sus pies al ritmo de la música, mientras que Arthur se dedicó a revisar las notificaciones en su celular.
Entonces se quedaron ahí, disfrutando de la presencia del otro, además de la reciente sesión de chismes y de todo el drama que se había desarrollado en la fiesta. Incluso apreciaron cuando Erzsébet arrastró al pobre Roderich para bailar con ella, mientras este portaba una expresión de resignación y miseria absolutas.
Cuando Arthur estuvo pensando seriamente en sujetar a Francis de la cintura y echarle la culpa al alcohol, el último se sentó de golpe. Estuvo a punto de preguntarle si se encontraba bien, hasta que le prestó atención a la música de fondo. Ahí, maldiciendo su suerte, se resignó a que era muy tarde como para huir.
–¡Es mi canción! –exclamó alegremente al escuchar los primeros versos. Se volteó para mirar a su acompañante– ¡Vamos a bailar!
–No estoy lo suficientemente ebrio como para llegar a ese punto. Gracias.
Rodando los ojos, tomó la botella de vino, que convenientemente no se había terminado aún, para entregársela a Arthur. Este primero le dio un vistazo a la botella, luego lo miró a él y tras suspirar y encogerse de hombros, tomó un largo sorbo pico a botella. Posteriormente, se levantó del sofá y extendió su mano para que el otro la tomara.
–Vamos.
__________
Mientras Matthew se tomaba la quinta cerveza seguida como si fuera agua, Gilbert pensó que se había enamorado de la persona correcta. Lo confirmó con la adorable sonrisa que el chico le dedicó cuando notó que lo había estado observando.
Así, mientras él cargaba varias latas de cerveza, Matthew se llevó el té verde de Kiku y la Coca Cola de dos litros de Alfred. Los mencionados se encontraban sentados en una mesa, un poco lejos de la multitud, comiendo papas fritas y hablando de quién sabe qué (o al menos el estadounidense estaba parloteando y el otro asentía a sus palabras).
Una vez que habían tomado asiento junto a ellos, mientras los gemelos hablaban, él y Kiku se dedicaron a observar a la demás gente en la fiesta. Primero observó a Eli arrastrar al idiota de Roderich a la pista de baile, y así disfrutó profundamente de su expresión de mierda. Al parecer escuchó sus carcajadas, pues el austriaco le dedicó una mala mirada de reojo. Emma estaba bailando y animándolos, tan simpática como siempre.
Cuando creyó que la noche no podía ponerse más interesante, se topó a cierta parejita bailando, y ahí mismo le agradeció al cielo que no hubiese menores de edad en la fiesta, pues de lo contrario necesitarían terapia después de ver semejante atrocidad.
–¡Miren a esos dos! –exclamó Alfred de repente, su mirada fija en la pareja– ¡Y así dicen que no están juntos! Esperen, ¿qué están hacien…? Oh.
Matthew se encargó de cubrirle los ojos a Alfred y él, a Kiku. No podían permitir que sus mentes inocentes se corrompieran por culpa de ese par de idiotas.
–¿Apostamos por quién besa primero a quién? –cuestionó Matthew, posiblemente evitando seguir observando la escena. Asintió distraídamente– El que gana invita la próxima vez que salgamos.
–De acuerdo. Apuesto por Frannie. Confío en mi hermano del alma.
–Mala decisión. ¿No has visto a Arthur?
Ambos dirigieron nuevamente la mirada hacia los europeos, quienes estaban estableciendo contacto visual y aparentemente, estaban hablando. La mirada de Arthur empezó a bajar… ¡no, mierda, no!
–¡Te lo dije! –celebró Matthew en el momento en que el inglés jaló al otro del cuello de su camisa para besarlo. Gilbert brevemente pensó en la posibilidad de que se sofocaran el uno al otro si seguían así un rato más. De igual manera, gruñó ante su derrota.
–¿Ya se habrán dado cuenta de que son pareja? –intervino Kiku, moviendo la mano de Gilbert para que dejara de cubrirle los ojos.
–Creo que todos lo sabemos, menos ellos –agregó Alfred, quien aparentemente prefirió conservar su inocencia visual. El resto del grupo asintió, aún mirándolos fijamente–Tal vez deberíamos tenderle una mano a nuestro querido primo Francis.
Gilbert nuevamente asintió, sin prestarle mucha atención a sus palabras. Apenas le tomó un par de segundos darse cuenta de lo que había dicho.
–Esperen, ¿su qué?
__________
Cuando Francis se levantó la mañana siguiente, primero se percató de que estaba en su habitación. Luego le dio un vistazo al reloj en su mesita de noche, el cual indicaba las 8:32 am. Tras sentarse para estirar su espalda, miró a su lado izquierdo, donde se topó con la espalda desnuda de Arthur, quien dormía pacíficamente.
Después de levantarse de la cómoda, se colocó su ropa interior (era muy de madrugada como para escuchar los reclamos de Arthur por su “descaro, indecencia y exhibicionismo”) y se dirigió a la cocina. Primero se preparó su delicioso café con leche, al mismo tiempo que dejaba calentando el agua para el té de Arthur. Luego sirvió dos platos de tostadas francesas; pensó en ir a comprar un baguette, mas decidió que era mucho trabajo.
Cuando tenía la comida lista, el reloj de la cocina marcaba las 8:46 am, así que se apresuró a servir un vaso de agua y luego ir al baño. Una vez ahí, rebuscó en el botiquín hasta encontrar las pastillas del dolor de cabeza que el inglés prefería. La colocó en la bandeja con el resto de la comida y justo a las 8:49 am, entró en su habitación.
Tal como lo esperaba, Arthur apenas se estaba despertando. Primero mantuvo la cabeza contra la almohada, murmurando maldiciones contra el universo. Un par de segundos después, levantó la cabeza y se torció para mirarlo. Él, por su parte, colocó la bandeja a los pies de la cama, mientras el inglés se volteaba y tomaba asiento.
–¿Otra vez? –masculló, rascándose la cabeza. Francis asintió, pues no necesitaba más contexto como para saber de qué estaba hablando, y colocó el plato con tostadas y el té frente a él– Gracias –agregó, tomando la taza para tomar un trago de la bebida.
–¿Está bien si abro las cortinas? –Arthur le dedicó una mala mirada de reojo.
–Dudo mucho que mi resaca lo aprecie.
Sin más, se acercó a la bandeja para agarrar el vaso de agua y la pastilla, con el fin de ofrecérselas a Arthur, quien se la tomó sin pensarlo dos veces.
–Sé que lo odias, pero puedo prepararte un café si la pastilla no te hace efecto –el otro rodó los ojos, mordisqueando tu tostada.
–¿Podrías dejar de fingir que te importo solo para poder acostarte conmigo?
Francis juraría que la ira que sintió en ese momento fue la causa que provocó que respondiera sin pensar.
–Cuando dejes de fingir que estás ebrio solo para poder acostarte conmigo, por supuesto –el británico por poco y se fractura el cuello por la velocidad con que se volteó para mirarlo, con los ojos y la boca abiertos desmesuradamente–. ¿Crees que no conozco el sabor del vodka como para saber que estabas tomando agua? ¿O que en serio creo que tienes tan mala resistencia al alcohol como para ponerte así con un trago de vino? –la boca de Arthur se volvió a abrir y a cerrar en repetidas ocasiones, como si estuviera intentando encontrar una buena respuesta– Y aun peor, ¿crees que me acostaría contigo si supiera que estás ebrio? ¿Tan mal piensas de mí? –tomó una respiración larga y profunda con el fin de calmarse– Eres un buen actor, Arthur. Qué lástima que estés frente a uno profesional.
Poco a poco, en la cara del británico fue transcurriendo todo un abanico de emociones: desde la sorpresa, a la indignación, la ira y finalmente, la culpa. Cuando terminó con su serie de preguntas retóricas, Arthur se quedó mirando la comida por un momento, para entonces apartarla y levantarse de la cama con el fin ir a buscar su ropa.
–Ya debería irme –masculló, colocándose primero su ropa interior y luego su camisa. Francis supuso que prefería realizar una caminata de la vergüenza antes que enfrentarlo en ese momento. Así, se cruzó de brazos, sonriendo irónicamente.
–Somos unos hipócritas. Siempre estamos criticando las relaciones de los demás, pero nunca hablamos de la nuestra –le dio la impresión de que Arthur se estaba aprovechando de su jacket de cuerpo para utilizarla como un tipo de escudo.
Tras colocarse sus botas negras y sus medias (de Harry Potter, según lo notó Francis), Arthur recogió su billetera y sus llaves de la mesita de noche, mientras el francés continuaba mirándolo fijamente.
–Adiós. Gracias por la comida. Luego… luego hablamos –murmuró, para después empezar a caminar en dirección a la puerta principal.
–Arthur –lo llamó Francis firmemente, sin moverse de su lugar y sin cambiar la expresión en su rostro. El inglés se quedó quieto inmediatamente–. ¿Puedo asumir que sí sientes algo por mí, entonces? –le dio la impresión de que el otro se tensó, aunque intentó disimularlo.
–… quizás –susurró, y así salió de la habitación.
Francis negó con la cabeza, sonriendo genuinamente. Algún día iba a lograr que la respuesta fuera un “sí”, y sentía en su corazón que faltaba poco para que sucediera.
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Sylar Reed ❪ Vampire!Verse ❫
↳⋮⇶ Nombre: Sylar Reed. ̖́-
↳⋮⇶ Edad: Aparenta unos 22 años, en realidad tiene unos 230 años. ̖́-
↳⋮⇶ Orientación sexual: Demisexual. ̖́- ↳⋮⇶ Nacionalidad: Irlandés. ̖́-
↳⋮⇶ Raza: Vampiro, duh. ̖́-
« ✦ »-————「 ❛❛ Historia ❜❜ 」————-« ✦ »
Hijo de una bruja en un viejo y pequeño pueblo irlandés que era apegado a sus raíces parecía ser algo bueno, y lo era. Muchas personas en el pueblo les conocían, eran buenos con ellos y a él incluso lo protegían. A su madre la respetaban los pueblerinos e incluso otras brujas y criaturas mágicas, así que él tenía la mejor de las protecciones. Su padre también era alguien de temer, quien a pesar de ser un marginado toda su vida al punto de terminar en ese pueblo que estaba casi en medio de la nada, el también tenía la fuerza y valor suficiente para proteger a su hijo.
Era una pequeña familia feliz. Los problemas siempre se solucionaban tarde o temprano, su madre siempre cuidaba de ambos, su padre siempre trabajaba para contribuir a la economía del hogar y él intentaba ser obediente y responsable, así como aprender mucho para algún día ayudar a su madre con el trabajo.
Incluso esa “maldición” que tanto le advertía su padre que le arruinaría la vida resultó ser agradable, las sombras se volvieron sus únicas amigas, y ellas sin duda alguna obedecían todas sus órdenes, sin importar su poca edad. Eso alivió mucho a sus padres, y a él también lo hubiera aliviado, pero desde un inicio él nunca tuvo miedo.
Con una infancia tan tranquila y feliz, lo que menos se le ocurría es que un día la muerte tocaría a su puerta, pero fue exactamente lo que pasó.
Unas personas de la “iglesia” se establecieron en su pueblo, estuvieron un tiempo ahí hasta que los pueblerinos empezaron a aceptar las ideas que ellos daban. Su familia “abandonó” el pueblo, mudándose a lo más profundo del bosque. Pero eso no los protegió mucho, ya que a los oídos de esas personas llegó la noticia de que en el pueblo no había una sola bruja, sino muchas, eso enloqueció a la horda de personas que habían ahí, y pronto iniciaron las quemas de las mismas. Y por supuesto, a pesar de ser varias, había una que resaltaba entre todas, y ella era Neasa.
A su madre no le tuvieron miedo o respeto alguno, la atraparon en un pequeño descuido. La ataron en una cruz y la quemaron. Así de simple pareció, pero para él fue un jodido infierno, en especial cuando vio cómo trataban el arrebato de una vida humana como si fuera algún tipo de espectáculo, como la tachaban de ser un ser enviado por el mismo demonio. No entendía el odio de esas personas hacia lo que era diferente, a lo que era especial, tampoco entendía por qué la condenaban sin juzgarla o conocerla siquiera.
Quería pedirles que se detuvieran, quería liberar a su madre, quería salvarla de esas personas tan horribles, pero no lo hizo. Lograron intimidarlo, lograron dejarlo paralizado en medio de una horda de personas que tampoco podían creer lo que estaba pasando y mientras varios estaban dudoso de si realmente era correcto defenderla, preguntándose si eso no los llevaría a la condena de su alma por la eternidad, otros estaban tan impresionados y/o temerosos como para siquiera intentar algo, justo como estaba él. Su padre, quien le acompañaba, solo lo sujetó de la mano fuertemente para que no intentara hacer nada estúpido, mientras intentaba ocultar más el rostro de su hijo y el propio.
Después de ese traumático suceso, no habló, no jugó, ni siquiera le hizo caso a las sombras que parecían estar preocupadas por él, mucho menos le hizo caso a su padre. Ese comportamiento duró por lo menos un mes entero. Parecía estar muerto, pasando esa tarea de cuidar enteramente de él hacia su padre y las sombras. Lo cual fue muy difícil, ya que inmediatamente después de la muerte de su madre dejaron el pueblo, no pensaba poner en riesgo la única familia que le quedaba.
Vagaron durante mucho tiempo, años. Su rutina era establecerse en un pueblo, darse la mejor vida que pudiesen y retirarse cuando ya estaban llamando mucho la atención, ya que se corrió la voz de que la terrible bruja que habían asesinado había logrado tener una familia, que habían sobrevivido a la quema y que eran un peligro para las personas, así como también tenían descripciones físicas de cada uno.
La vida se volvió difícil y él no tenía día alguno sin que se sintiera miserable y culpable por la muerte de su madre, su padre se sentía igual, pero a pesar de ello nunca lo demostró.
No tenían hogar, no tenían a donde ir, la iglesia los perseguía y las sombras se habían puesto en contra de ambos.
Fue un día que su padre no pudo seguir, que ya no tenía esperanzas de salir con vida de esa situación y se quitó la vida, intentando llevarse a su hijo consigo. Está de más decir lo traicionado que Sylar se sintió, el sufrimiento que esa pequeña acción de su padre le causó. Se volvió inestable a raíz de eso, culpó y maldijo con todas sus fuerzas a aquellos religiosos que según él, le habían quitado todo.
Los años pasaron una vez más, y a medida que él iba creciendo su odio también, llegando a herir a personas inocentes nada más porque él creía que lo merecían, porque “apoyaban las ideas de unas personas desalmadas y corruptas”. Fue cuando se dio cuenta de que se estaba volviendo igual que ellos por la manera en la que quería combatir las injusticias de la iglesia católica que decidió poner fin a su propia vida. Era algo extremista, pero él no podía soportar la idea de ser igual que ellos, de volverse el monstruo que siempre le dijeron que era.
Y en vez de quedarse en la tierra, fue a parar al maldito infierno.
Al puto y jodido infierno.
Ha, así que si era real.
Como sea, estuvo ahí un tiempo, nada impresionante en realidad, pero pudo notar que todas las religiones fallaron y acertaron en algo sobre el infierno, algo muy simple y estúpido; era un lugar con temperaturas extremas. Por supuesto que prefirió estar todo el tiempo de su estadía en el lugar más frío, ya que no habían intermedios.. Y tampoco habían libre albedrío o elecciones propias en ese lugar, pero eso a él le chupaba un huevo.
Otra cosa horrible de ese lugar es que las torturas y el tiempo que pasaba hacían que te diera la sensación de que todo era eterno, pero podía manejarlo bien, lo hacía después de todos los años que pasó siendo torturado por las sombras.
Pero, en un parpadeo ya estaba en su cuerpo. No falta decir que cuando abrió los ojos un fuerte instinto se apoderó de él, no opuso resistencia alguna a ello y se dejó guiar completamente por él para satisfacer sus deseos, ya que estaba tan confundido y hambriento. Cuando por fin recuperó la conciencia tenía en los brazos a una mujer, bastante joven, sus ojos estaban completamente blancos, tenía heridas en el cuerpo, su rostro tenía todavía una expresión de horror y había una marca muy característica de dos puntos en su cuello, junto con algo de sangre saliendo de los mismos. Con tan solo verla pudo saber que estaba muerta, era confuso, pero no le tomó mucho para saber qué era lo que le pasaba, qué era él.
Soltó el cuerpo como si no le importara, porque así era, estaba más asustado por darse cuenta de que había vuelto a la vida y que si antes era considerado un fenómeno, ahora si era un maldito monstruo. Escuchó como el golpe del cadáver pegando en el suelo había alertado a las personas del pueblo, como las luces de las casas se empezaban a encender, así que alarmado huyó lo más rápido que pudo, ocultándose en el bosque. Ese era el inicio de una nueva vida, una segunda oportunidad para vivir, aunque él dudaba que fuera algo bueno.
Tuvo la razón al dudar, su nueva vida siendo una criatura de la noche era horrible, lo peor era el temor que tenía ahora de quitarse la vida, ya que no sabía si lo dejarían descansar o se quedaría vagando por la tierra o se volvería algo peor que un vampiro. Por esas y más razones tuvo que soportarlo, y vaya que lo toleró. Llegó a los doscientos años sin suicidarse y logró establecerse por fin en otro país, sabiendo que eso le vendría mejor a él y el estilo de vida medianamente pacífico que intentaba mantener.
Otros 22 años más pasaron, el estaba bien establecido en su cabaña en el bosque de un pueblo que le recordaba mucho a su viejo y único hogar. Vivía sin necesidad de enfrentarse a otro cazador o a algún vampiro por querer controlar o ganar terreno. Si necesitaba alimentarse recurría a agarrar personas de la iglesia cuando salían de ella o de marginados y enfermos, después de todo el no se enfermaba y a pesar del mal sabor de su sangre eso lo alimentaba, aunque admitiría que a veces se daba unos pequeños gustos alimentándose de las personas que se sentía atraído por el olor de su sangre.
Creyó que su estilo de vida tranquilo y solitario continuaría así por muchos años más, pero ahí fue cuando se topó con un cazador, que parecía ser demasiado joven y valiente. Se enfrentó a él y supo desde el primer minuto que no ganaría esa batalla, el muchacho era demasiado hábil y él estaba demasiado oxidado. Escapó antes de sufrir mucho daño o de verse forzado a matarlo.
Tuvo más encuentros con él y llegó hasta a salvarle la vida, por supuesto que ello tuvo un precio, y ese era que el pequeño cazador se volviese su banco de sangre personal, aunque él también tuvo que aceptar a no alimentarse más que una vez a la semana y no matar a nadie.
Bien, siguieron esas reglas un tiempo más, hasta que al cazador se le ocurrió irse un buen rato del pueblo, y eso estaba bien, no le interesaba lo que hiciera mientras le dejara comida, el problema fue cuando notó el característico olor del agua bendita en ella. A raíz de eso, lo dejó incapacitado durante todo un mes.
Y hasta la fecha, no se arrepiente de haberlo hecho.
Cuando lo dejó incapacitado lo empezó a visitar, su corazón se ablandó un poco y decidió que estaría yendo todas las noches durante el mes completo, volviéndolo un hábito a la semana. A veces comentaba sobre su vida, preguntaba sobre la del contrario, le llevaba libros para que leyera y en otras incluso se iba temprano por algún descontento.
Pero fue un día, que decidió morder el cuello del muchacho para alimentarse, que se supone era algo normal en la vida de ambos, hizo que la situación se tornara bastante extraña, ya que el veneno que soltó con sus colmillos fue una clase de afrodisiaco para el cazador, mientras él empezó a desarrollar un tipo de deseo carnal hacia el. Ambos quedaron marcados por esa situación y se notaba, desde ese punto toda la sangre que tomara debía hacerlo desde un frasco.
Fue al final de la penúltima semana que decidió entregarle unas medicinas al cazador que él mismo había fabricado para que pudiese curarse de una buena vez y no sintiera pequeños dolores luego. Inmediatamente después de entregarle esas medicinas, se dio cuenta de lo que había hecho y avergonzado por lo mismo huyó de la cabaña sin decirle nada más. Escondiéndose en la suya y no saliendo de ahí durante muchos días, sin importarle si tenía hambre o no.
Otras tres semanas pasaron, y aunque no se reconocía ni así mismo por la manera en la que sus más bajos instintos le exigían alimentarse y los ataques que tenía donde perdía el control por ello, no salía de la cabaña.
Escuchó unas pisadas familiares acercarse a la puerta, detectó un aroma muy familiar y que le atraía y le gustaba, por eso cuando el cazador apenas abrió la puerta, este se le echó prácticamente encima, forcejeando y llegando a pelear contra el nada más para alimentarse, hiriendolo bastante en el proceso e inmovilizando al muchacho completamente con el uso de las sombras cuando por fin se aburrió de juegos. Lo mordió y bebió suficiente sangre como para dejarlo inconsciente, cosa que extrañamente lo horrorizó cuando volvió a sus cinco sentidos.
Desde ese pequeño incidente él se hizo cargo del cazador, no lo dejó irse de la cabaña, de hecho ni siquiera dejaba salirse de la cama más que para ir al baño o para que se aseara, y en eso último él le ayudaba. Ya no ocultaría ese comportamiento suave que tenía cerca del cazador, ya quería sacarlo de su vida incluso y en el proceso casi lo mataba.
A medida que el muchacho se iba recuperando el le iba dando más libertad, y por una simple pregunta que le hizo fue que aprovechó para besarlo y confesarse, por supuesto que no esperaba una respuesta positiva de su parte, pero ver que no le apartaba a golpes asqueado o le cortaba la cabeza de un tajo con una daga fue alentador... Y el inicio de una relación mucho más complicada entre ambos.
Pero todo fue cuestión de tiempo para que él cayera perdidamente enamorado del cazador y lo reconociera como tal, no tan solo como una atracción que ni siquiera podía determinar a qué demonios se debía, de la que luego creía que era algo pasajero y que desaparecería en cualquier momento. Y no solo eso pasó, el cazador empezó a corresponderle, que fue algo que lo hizo feliz y solo reafirmó sus sentimientos hacia el.
Llegó el punto donde ambos por fin se volvieron una pareja, donde se prometieron amarse y cuidarse uno al otro, y como buena pareja que eran, podían tener peleas, desacuerdos o problemas, pero juntos siempre superaron las adversidades y siempre lo harían.
Tanto tiempo juntos hizo que se decidieran de una buena vez y quisieran tener un hijo, y lo lograron, tuvieron a Selim, un pequeño bebé con ojos tan extraños como el padre pero con la tonalidad de la madre, un cabello de color negro y una piel clara pero no pálida. Una particularidad de él, es que era un dhampiro, debido a su raza y similitudes con ambos no estaba seguro de cómo es que lo tuvieron y estaba demasiado avergonzado de eso como para preguntarle a su amor, pero estaba seguro de que fue gracias a un favor que le debía una bruja a él. Así lo asumió, aunque eso estaba muy lejos de la realidad.
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Esquizofrenia
Deliraba…
Perdía la cordura.
¡Esa maldita casa!
Siempre me pareció tenebrosa, no por nada contrastaba con el enorme jardín, el espacio de juegos y una fachada tétricamente bien definida. Los cuadros del interior resaltaban por el aspecto tan degradado y tan viejo que tenían, los perros corrían por el lugar excitados, como si alguien los incitara a crear aquél infernal caos de lastimeros aullidos y ladridos. En un inicio era fascinante, intrigante. Pero al cabo de unas semanas, se volvió intensamente detestable, y mi mente comenzaba a confeccionar ideas lúgubres, dementes y frías.
Contén los ladridos de esos despreciables canes y ofrece sus despojos como sacrificio.
Era ese el propósito. ¡Ay de mí! Me contuve y deseché la idea, y aún después de haberlo hecho parecía lo más conveniente.
El terreno era amplio, envidiable a los ojos de las personas que admiraban su interior. ¡Y lo hacían! ¡Lo envidiaban! Sí… ellos lo hacían.
Si algo me parecía terrible no era la pequeña casa en la que habitaba, sino el amplio salón que se situaba en el fondo del terreno. Era oscuro, perfecto para mil y un crímenes, sospechoso, frío…, era el lugar donde los espíritus sueñan encontrarse y celebrar, contarse los unos a los otros las petrificantes historias sobre sus hazañas imperiosas, morbosas en el mundo de los vivos.
De algo estaba seguro: algunos se ocultaban conmigo. Cuando comía, mientras dormía, mientras vivía… ellos… lo hacían conmigo. El lugar era suyo y me advertían como un intruso, un espía, una amenaza. La fobia del descontrol se intensificaba, así que lo hice, asesiné a mis lanudos compañeros, los estrangulé a sangre fría. Desesperado y corroído por la inquietud los ofrecí en sacrificio.
-¡Oh!, Carismáticos invisibles! ¡Tomen esta ofrenda y retomen el camino al inframundo! ¡Dejad de atormentarme! ¡Os imploro! Esa fue y esa es la plegaria a mis poseedores, a los carismáticos invisibles.
Los tormentos cesaron un par de semanas, pero sólo eso, un par de semanas. Habían regresado y demandaban ser glorificados mediante actos atroces. Soporté lo mejor que pude los incesantes y escalofriantes susurros, esperando el permiso de vivir o siquiera de morir. No salí de la habitación, no pude encender las luces, no pude rogar piedad pues no me fue permitido
Existió el día en el que mis opresores se hallaban distraídos y me compraron el tiempo suficiente para poder efectuar mi escape, disimulando con gran dificultad el terror que me inundaba mientras bajo la lluvia caminaba. Eran nulos mis intentos por querer silenciar las voces enfadadas que me reprendían para hacerme volver. Era absurdo pensar en retroceder, mi valentía se encontraba comprometida por el estruendo de las furiosas voces que resonaban en mi perturbada cabeza. Era tarde, refiriéndome al tiempo, a las horas, a los segundos, a los minutos… Sin advertencia caí brutalmente contra el pavimento mojado y sucio. Mis párpados eran placas de acero y descendían sobre mis ojos cual yunque en el fondo de un mítico lago, me hallaba adormilado cuando un cruel trueno imitó la espeluznante voz del que me obligaba (con sepulcral mandato) a dirigirme a él por amo. Exaltado, liberé un alarido feroz y extenso que llamó la atención de pocos, me levanté y eché a correr en línea recta, animado por encajar en un sendero concurrido. Casi lo lograba cuando por accidente resbalé cayendo de bruces en el suelo nuevamente, aún con la lluvia por encima de mí. El golpe al rostro fue tan certero que dio la impresión de haber sido planeado con extraordinaria exactitud. Lentamente me volví sobre el fango, dando la cara al cielo ennegrecido y furioso. Gruesas gotas de lluvia golpeaban mi rostro. Llevé una de mis manos hacia mi nariz, y de ésta rezumaban gotas color carmesí, se arrastraban desde el arco de mis labios, recorriendo perezosamente mi cuello.
Empezaba a volver en mí cuando el descubrir en dónde me encontraba heló mis sentidos y erizó mi piel, haciendo trisas mi esperanza de escapar. Intenté levantarme demasiado pronto, supongo, cuando volví a depositarme en el suelo. Difícil era creerlo, no era posible aquel mortuorio escenario, debía ser mentira, una ilusión maldita creada con el propósito de atormentarme y obligarme a sollozar como un niño extraviado. Retrocedí hasta la entrada de mi hogar, aún en el suelo, contuve con extraña voluntad el impulso de querer vociferar en contra de todo lo que se hacía llamar bendito. Debo confesar que nunca fui un hombre religioso, y no pretendía serlo ni considerando la situación en la que desafortunadamente me encontraba. Trastornado comencé mi ascenso, apoyándome firmemente de espaldas contra la puerta de aluminio. Tardé más en ponerme de pie de lo que tardaron las voces obscenas en reclamar mi ausencia. ¡GRITABAN CON AUTORIDAD! ¡GRITABAN CON INDIGNACIÓN! ¡CON DESPRECIO!
Al cabo de un rato, alguien llamaba a la puerta.
-Buenas tardes, ¿se encuentra alguien en casa? –Asustado y nervioso atendí.
-Sí, se encuentran en casa. Diga.
-Buenas tardes, querido señor, venimos profesando la palabra de vuestro salvador desde gran distancia –involuntariamente fruncí los labios, dándoles forma, una forma siniestra. Abrí con aquella expresión infame en el rostro y respondí:
-¿Vuestro salvador, dice?
Jamás atendí visita alguna con tanto regocijo en tiempos anteriores, pues la rutina dictaba escuchar las intenciones de dicha persona y atenderla si me apetecía. Pude notar en sus rostros expresión de sorpresa al verme con tal apariencia. Era comprensible, yo mismo me hubiese dado asco y me hubiese sentido incómodo al momento de cruzar palabras con un hombre que lucía de tal patética manera, pero no habría razón por la cual molestarles si eran servidores de tan histórico personaje, juzgar no estaba dentro de los par��metros de su misión. Profesar, ser escuchados y objetar era y es el único propósito y nada más. Sus expresiones comenzaban a molestarme, obligándome a reiniciar el coloquio.
-¿Y bien? –pregunté con seriedad.
-Disculpe, ¿se encuentra usted bien? –Preguntó el aquejado misionero–. Luce un poco indispuesto.
-Desde luego que me encuentro bien, caballeros.
-¿Está seguro? Tiene sangre en el rostro y parece haber sido ungido en el fondo de una zanja –argumentó el ingenuo hombre– ¿Necesita ayuda?
Había olvidado por completo aquella mancha, claro que la había olvidado, ¿cómo pude olvidarla? Detalles tan pequeños… siempre los ignoraba.
-¿Señor?
-No tiene de que preocuparse, amigo mío, ha sido un accidente. Me encontraba arreglando parte del jardín trasero y me he golpeado. Fue un descuido, un leve descuido –recité, mientras resoplaba con furia y desconcierto en el interior– ¿He oído bien? ¿Han viajado desde gran distancia?
-Es correcto, hemos recorrido gran parte del sur. Ha sido un viaje sumamente cansado.
-Haré mi parte, por favor pasen –y así lo hicieron, obedecieron…- ¿Me permiten ofrecerles un poco de agua?
-La verdad es que nos vendría bien, muchas gracias, amable señor.
Vertí agua en un jarrón de jade, lo llené procurando derramar un poco sobre el suelo de la cocina y procurando, de igual manera, que fuera notada mi torpeza por aquellos hombres. Cogí dos vasos y los lleve al salón principal junto con el jarrón y los precipite en el centro de la mesa.
-Deben disculparme, caballeros, he derramado un poco de agua. Buscaré con que secar el suelo de la cocina. En un momento estaré con ustedes.
Salí sin prisa alguna, pues tenía asegurada mi victoria sobre aquellos cándidos religiosos. Volví un momento después, buscando la ayuda del más joven para que me ayudase a buscar algún paño dentro de las cajas que guardaba en el cobertizo, ya que solo así obtendría ventaja y nadie socorrería a su acompañante que presumía seis décadas. Puedo suponer que el viejo se inquietó después de varios minutos, pues no veía llegar a su compañero. Decidió ir a buscarle, lo que fue un grave error de su parte. Pensaba cederle mi lugar como prisionero de los carismáticos invisibles, tomaría mi lugar, mi importancia y mi demencia. Me oculté lo más rápida y sigilosamente que pude, sosteniendo un mazo con ambas manos detrás de la puerta, esperando por aquel fanático presuntuoso. Veía su sombra acercarse con cautela. Lanzó un chillido de horror al momento de ver que el cuerpo de su compañero yacía boca arriba y con la mandíbula cercenada.
– ¡Oh, Horacio! ¿Qué te ha pasado? –Sollozó y sus rodillas cedieron. Era su hijo. Sostenía el mango del mazo con ambas manos, nervioso. El sudor comenzaba a lubricar la madera.
Horrorizado, se inclinó sobre el cadáver, repitiendo el nombre de su hijo. Sin temor alguno volvió la mirada hacia donde me encontraba y me observó con incredulidad. Cubrió con sus manos su rostro y las voces comenzaron a exhalar maldiciones de nuevo. Exigían sangre, demandaban sacrificio…
¡GRITABAN! ¡LOS CARISMÁTICOS INVISIBLES GRITABAN! ¡OH DIOS! ¡OH DIOS! ¡PAREN! ¡LO HARÉ! ¡LO HARÉ, PERO PAREN! Y nuevamente lo hice. Un solo golpe y el cráneo de aquel hombre estaba hecho sábalos.
Las voces cesaron súbitamente.
Pasaron los días, sin salida ni solución aparente. Asesiné sin resistencia ni conciencia alguna.
La mayor parte del tiempo estaba ebrio, lo cual hacía un vacío en mi memoria y por consiguiente no recordaba nada del día anterior. El alcohol volvía soportable los indomables y agobiantes gritos de todas esas almas desgraciadas. Estaban esparcidas por los metros cuadrados en los que residían. Era su sirviente más fiel y también el más maldito de los malditos, si precisaba decirlo.
Desperté agonizando de resaca una mañana de tantas en mi vida, pero ésta en especial, sería imposible de olvidar. El alba rayaba sobre mi rostro, incapacitando mi desgastada visión, grazné un par de maldiciones y me levanté. Vaya sorpresa la que recibí al ver que mi madre cocinaba huevos y tostadas mientras mi padre leía uno de los tantos periódicos viejos que descansaban en una desgastada mecedora hecha de caoba. Me alarmé, debía sacarlos de la casa, pero no tenía ninguna excusa válida para que obedecieran. Yo, por otro lado, era obligado a rendir tributo en el preciso instante que alguien osara entrar en propiedad de los carismáticos invisibles. Sabía cuál era mi tarea, sin embargo, me reusaba a cumplirla esta vez.
-Madre, ¿Qué están haciendo aquí? ¿Cómo han entrado? –pregunté intentando ocultar mi frustración.
-Tu padre y yo pensamos que ha pasado largo tiempo sin vernos y… henos aquí
–respondió mi madre con su dulce e inocente voz.
-Te hemos visto dormido bastante cómodo en el jardín, no quisimos importunar tu sueño –incluyó mi padre.
Esta vez, mi paranoia se vio afectada por el nerviosismo que causaba siquiera pensar en liquidar a mis progenitores. Me senté de igual forma con ellos a la mesa con el corazón hecho dinamita.
-Tienen que irse –aclaré alarmado– deben irse en este preciso momento –insistí con los ojos bien abiertos.
-Pero, hijo, hemos llegado apenas hace un par de horas –respondió mi tan anciana y cortés madre.
Empezaba mi alma a desgarrarse cuando alguien citaba cerca de mi oído la siguiente oración en tono de mofa: “ya es tarde, debes hacerlo… sabes que debes hacerlo…”. Cual simio salta de su liana salté yo de la silla.
Ahí estaban ellos, los carismáticos ahora eran visibles. Serpenteaban alrededor de mis padres; los acariciaban, abrazaban y veían con deseo. Ellos deseaban su sangre, era la ofrenda por la que habían rogado tanto tiempo. Inundado de temor y desconcierto, subí a toda prisa las escaleras de mi infestado hogar. Me introduje en la habitación principal y aseguré la puerta, busqué desesperadamente la soga que entre sueños y desvaríos había ocultado. De cabeza puse la alcoba sin tener éxito. Buscaba y buscaba…, ninguna cuerda había sido guardada ahí. Salí de la habitación copiando los movimientos de una gacela en apuros, entré al cuarto secundario mientras mis padres me contemplaban estupefactos. Quité tan rápido como pude el colchón de una de las camas y… ahí estaba… ahí se ocultaba… ahí reposaba mi ilusión, mi salvación. Tomé de la esquina un banco empolvado y me encaramé en él entusiasmado, sujeté la cuerda en una de las vigas del techo a la perfección, y anudé el extremo sobrante a mi cuello, lo anudé con fuerza y destreza. Podía distinguir las apuradas pisadas de mis padres en los peldaños de madera. Horrorizados quedaron al ver que suavemente me dejaba caer hacia el suelo con la soga sujeta alrededor del cuello. Escucharon el golpe seco de mis pies cuando alcanzaron el piso. Alguien que también observaba mis actos, oculto en algún lugar del cielo o el infierno, me obsequió algunos segundos solo para obligarme a ver a mi madre tendida en el piso, sollozando, y a mi padre, que se encontraba patidifuso y traumatizado.
Años después decidieron vender la casa. Esa maldita casa.
Fue satisfactorio ver cómo las nuevas víctimas de los carismáticos invisibles se instalaban con harmonía y euforia en cada espacio de la casa, del salón y del jardín donde sus hijos jugarían más tarde con sus mascotas.
Los carismáticos invisibles no eran más mis amos. Era ya su amigo, era ya parte de su extensa armada, encomendando tareas profanas y demenciales a esas almas inocentes.
Las incitaba con frenesí y ellos con júbilo obedecían, repitiendo patrones establecidos eones atrás, eran, pues, las vidas de marcadas generaciones anteriores.
Se trata de un ciclo, y los ciclos, al igual que la vida, continúan...
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i(.)imgur(.)com/PxqLtir(.)png i(.)imgur(.)com/VAvYx09(.)png y así todo un canal //
Solo vengo a decirle a la persona cobarde que tiró esto, que lamento mucho la atención que no le dan en otro lado como para venir a compartir estas cosas.
Yo estuve en el servidor de Anthurium, y el canal del que está persona sacó estas capturas está marcado con una etiqueta a la que NO puedes acceder a menos de que estes plenamente consciente de que habrá temas sensibles (precisamente para que personas tontas cómo estás evitaran sentirse ofendidas o algo, como si estas cosas fueran dirigidas para ellos) y segundo, el canal se llama oversharing a modo de confesionario, que existía precisamente con el objetivo de que si alguien quería descargar algo y no podía con otra persona o no se, lo pudiera hacer ahí.
De aquí tomen: 1, no se puede acceder al canal sin querer hacerlo, no está abierto para todos, si quieres ver lo qué hay en ese canal es por eso, por que quieres. Y 2, es un espacio privado que no deberían estar compartiendo.
A mi esos screens me parecieron interesantes, son historias de horror que pasan, fuera de eso, no les veo lo malo. H͎y͎p͎o͎c͎r͎i͎s͎y͎
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No más segundo lugar
No es fácil admitir que somos el segundo lugar de alguien, la segunda opción o el bien conocido "plato de segunda mesa."
Si bien tenía una lista de amistades fracasadas, no me había sumergido a pensar realmente en el por qué sigo permitiendo ser el segundo lugar en la vida de alguien. (Bueno, en cuanto a amistades me refiero).
Para empezar tendría que reflexionar en que he tenido amigos que me han dicho "porque no te dejas querer" y voy detrás de aquellos que menos atención me prestan, cualquiera lo podría clasificar dentro de los parámetros que encasillan a aquellos "malos amores" o cruelmente una conexión intrínseca con los "daddy issues" y la forma en que permitimos que los demás nos traten. ¡Uf!
Entonces, quizás iba detrás de esa búsqueda de "aprobación" pero hoy medité en que si yo no me acepto tal cual soy, en el 100% de mi ser, con mis errores, dramas, aciertos, fortalezas, eso... ver mis fortalezas, si yo no podía verlas nadie más lo haría. Así que quizás no es responsabilidad de los demás, es mía y sólo mía del cómo permito que los demás me traten.
"Eso de poner límites está difícil, pero es parte de madurar" me dijo mi querida amiga con un poco más de camino recorrido en la sabiduría del aprender de la vida, -"bastante"- le respondí. Tardo mucho en poner límites, me resulta "bastante" difícil hacerlo porque en las ocasiones que lo he hecho, las personas salen huyendo o ¿es que hay algo más ahí? Sólo sé que lo que no se dice poco a poco va consumiendo al ser, así que pensemos: o lo olvido y continúo como si nada o lo enfrento y doy mi salto de fe "a lo que venga".
Me da miedo decir lo que siento y poner un "NO" ante alguien, por lo que debería poder reflexionar: ¿dónde quedó el respeto por mi misma? ¿Y si algo no me gusta por qué demonios me quedo con mi cara de "no tengo nada que opinar"? Si tengo un amplio criterio y un gran conocimiento, sé como dar una respuesta con un gran bagaje, pienso, sueño, ¡siento!
Y si mi amiga no me ha llamado en dos semanas y siempre soy yo quien le escribe, ¡claro que siento y siento mucho! Entonces ¿por qué sigo buscando este tipo de personas que parecieran no tener un espacio disponible para mi? No pido mucho... pero pareciera que sigo pidiendo lo mismo en cada una de mis relaciones (laborales, amistades, parejas) "APROBACIÓN".
¿Para qué busco que me aprueben? primera respuesta: ¡NO LO SÉ!
¿Qué obtendré con "la aprobación de los demás"? Un bienestar momentáneo que depende de los demás, ¡NO¡ ¡Basta! Que horror que mi bienestar dependa del criterio/emoción/sentimiento de los demás, ¡No, no y no!
Antes de ponerle límites a los demás, debo atender mi propia mente y ponerle un límite a mi estimado amigo más cercano: el autosabotaje.
He leído tanto "busca relaciones sanas", "busca personas con quien crecer" pero... ¿para qué las busco si no puedo estar en paz conmigo?
¡Qué ironía!
Mi alma y yo tenemos unos asuntos que reflexionar hoy.
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Laguna, 14 de febrero ‘21 PARTE 1
Finalmente después de mucho pensarlo, había accedido a venir, quizás podía cambiar su opinión o convencerlo de que volviera a casa y arreglar las cosas por muy difíciles que fueran. Era el responsable de muchas cosas horribles, y por su culpa había gente que había muerto – incluyendo mi hermana - , Hércules había estado en coma y a mí, me habían maldecido con una de mis mejores amigas, todo por mi padre por juntarse con ese tipo de personas tan horribles y despiadadas. Mientras caminaba por la nieve mirando a la nada, pensaba todo esto y en la vida antes de conocer el horror o el dolor, cuando era realmente feliz y no tenía ningún tipo de preocupación salvo dramatizar el tiempo de espera de mis películas favoritas.
No sabía por donde tirar, no quería adentrarme al bosque y terminar perdida, pero había gente por todas partes y solo quería que mi padre y yo estuviéramos en un lugar oculto donde poder hablar bien. Hacía igual de frío que en Invernalia, así que me había puesto un conjunto de cuero morado oscuro que mi tía Sheyk me había comprado para salir en la nieve y una gruesa capa de invierno, así como unas botas hasta la rodilla y que caminaba sin problemas. ¿Dónde diablos podía ir? Finalmente me alejé de la zona del castillo donde seguí el camino de algunos farolillos hasta un pequeñísimo bosque y enfrente un lago.
Me sentía inquieta, como si en cualquier momento pudiera aparecer Ambrosia y hacerme cualquier cosa. Mejor no pensar en ella o terminaría convocándola. Me eché la capa hacia atrás, si mi padre andaba cerca querría que me reconociera.
[Cuervo de Dunyasha]
Estaba furiosa, nunca me había sentido tan humillada como me había sentido en ese estúpido baile, donde no solo mi hermana se había reído de mí, sino que también aquel maldito enclenque me había ofendido de la peor forma posible. ¡Les odiaba! Quería que sufriesen de la misma forma que yo estaba sufriendo ahora y nada más más ver lo que vi en el laberinto decidí volver tras mis pasos en busca de Rapunzel, esa niña tan boba que mientras ella paseaba por los terrenos su novio se estaba besuqueando con la bicho raro de piel azulada. ¡Vaya con el enclenque y parecía tonto!
Esperaba encontrarle o todo mi plan se iba a venir a pique porque a medida que iba caminando por los terrenos la idea de hacer daño a ese maleducado que me había ofendido se iba perfilando en mi cabeza. No tenía nada en contra de la buena de Punzie, solo que era una amiga de la rarita de mi hermana, pero tampoco me importaba que ella recibiese daño, era tan solo una víctima colateral, aparte; necesitaba saber la verdad, una por muy princesita Disney no podía ir por ahí con la cornamenta del padre de Bambi, no señor. ¿Y si acababa que no podía ni cruzar la puerta? “Rasputín, ya sabes que debes de hacer” Le ordené a mi mascota y posteriormente cuando esta se puso sobre una de las ramas de un árbol cercano, empezó a graznar de forma escalofriante para llamar la atención de la niña y cuando creyó que ya tenía, empezó con lo bueno.
Y desde las sombras, escondida entre los arbustos hablé a través de mi anillo que me permitía a hablar a través de los animales. ¿Y quién era mi animal más leal? Mi cuervo que se llamaba Rasputín. — Que sorpresa verte por aquí, si buscas a Zefaris lo encontrarás en el laberinto, pero te advierto que no está solo, está besándose con la reina de San Valentin, ay cuanto lo siento… pero yo no miento, es más él la coronó como como reina, con corona incluida, a quien preguntes te dirá lo mismo… — Tras mis palabras, Rasputín soltó otro graznido y emprendió el vuelo dejando caer un par de plumas negras sobre Punzie y el suelo en salir volando y perderse en oscuro bosque cercano. “Bien hecho y ahora esperemos a ver si se va en busca de su noviete y le gira la cara.”
[Yo]
Estaba impacientándome aunque claro, no habían pasado más de cinco minutos desde mi llegada. Empecé a caminar de un lado a otro dejando un rastro de mis pisadas hasta que escuché el sonido de unas ramas y me puse en alerta. Poco después el sonido de un cuervo que no dejaba de graznar, ¿quizás era Freya? Poco a poco me fui acercándome hasta un árbol, como todo estaba oscuro y la luz de los farolillos no era suficiente, alce la mano para conjurar un lumos flotante y hacer bolar la luz por encima de mi cabeza y ahí me pareció ver el cuervo. —
¿Freya?
— le hable sintiéndome estúpida, no estaba segura si era ella o un cuervo común pero cuando escuche como el cuervo empezó a hablarme con voz humana di un paso hacia atrás sorprendida.
¿Cómo me había encontrado?
Quizás sería por la visión nocturna en su forma animaga, era lo más normal pero…empezó a decirme que Zefaris se encontraba en el laberinto besándose con una chica…la reina del baile. Y antes de poder decir algo el cuervo se marchó volando. —
¡Espera! Freyaaaa!
— grité con pánico de saber aquella verdad, empecé a sentirme mal y me apoye en el mismo árbol. Freya no tenía porqué mentirme ni inventarse nada de nada. Y confiaba en Zefaris, él no podía hacerme esto…sentí como mis ojos se aguaban y decidí que lo mejor era comprobarlo por mí misma.
Mi padre podía esperar, así que empecé a caminar deprisa hacia el camino de vuelta, no quería desesperarme o pensar mal de Zefaris pero tenía que verlo con mis propios ojos…
[Papa Evan]
Con el orbe que había conseguido en el mercado negro de Ketterdam en el bolsillo, me dirigí a tierras rusas sin saber si mi preciosa Punzie vendría o no, me había dejado claro que apenas quería saber de mí, pero aun así tal como le había dicho iba a estar esperándola en los terrenos de Koldovstoretz, con la esperanza de que todavía había posibilidades de que pudiera romper esa horrible maldición con la que cargaba,
No obstante, esa vez decidí no usar la poción especial que solía tomarme, no, esta noche estaba dispuesto a tomar todos los riesgos con tal de ver a mi hija si esta decidía presentarse y despedirme de ella tal como era debido. “Merlín, que venga… que venga” no era muy dado a suplicar, pero esa noche estaba dispuesto a hacer lo que fuese con tal de que Rapunzel viniera a nuestro encuentro.
No habíamos quedado en ningún punto en concreto, así que empecé a caminar algo inquieto pues no sabía si me la encontraría o de lo contrario me habría dejado colgado, hasta que tras pasado más de un cuarto de hora, tiempo que llevaba caminando me la encontré de cara y nada más verla fui corriendo hacia ella. — Cariño, ¿qué ocurre? — Se la veía apagada, triste y eso como padre que era me preocupaba, yo solo quería lo mejor para ella, siempre lo había querido. La sujeté de los brazos, abrazándola con todas mis fuerzas y luego miré a sus ojos tristes. — Punzie, cuéntamelo, ¿qué es que lo que tiene tan acongojada?
[Yo]
El colegio ruso era tan grande como cualquier otro, aunque quizás lo era más que Uagadou o Hogwarts, tampoco lo tenía claro y al ser de noche no lo apreciaba bien, pero los terrenos eran grandiosos y no tenía mucha idea de donde estaba el laberinto. Me negaba a que Zefaris fuera tan horrible para hacerme todas esas cosas…pero la advertencia de Freya me había puesto en alerta.
Y entonces vi a mi padre, parecía que estaba bien pero con aspecto cansado…y en ese momento solo era su niña, no me importaba lo que había hecho o lo que estaba ocurriendo, me lancé a sus brazos y lo abracé con fuerza, llorando. Tarde como un par de minutos antes de hablar y cuando lo hice me separé de él para mirarlo a los ojos. — Ho…hola yo…nada…es que…mi novio, me han dicho que él…se está besando con otra y que encima la ha coronado como la reina del baile — le confesé completamente triste y sintiéndome que no era suficiente para él. Me dio muy igual que supiera que salía con alguien y en ese instante necesitaba desahogarme.
[Papa Evan]
Por minutos seguí estrechándola entre mis brazos, deseando que estos le dieran algo de confort, al mismo tiempo que le daba la oportunidad de desahogarse todo lo que necesitaba. —
Shhh… llora todo lo que necesites.
— Acaricié su cabello con cariño y suavidad, aunque me quedé un poco pensativo. Punzie era mi niña pequeña, pero me estaba dando cuentan de que esta ya no era tan pequeña y que desgraciadamente me había perdido muchas cosas de ella y más me iba a perder, sentimiento que me entristecía en gran medida, llenándome de mucho pesar. Ojalá hubiera podido haber pasado más tiempo con ella, verla crecer, hacerse toda una mujer, pero me encontraba en tiempo de descuento y cada segundo que pasaba ya no podía recuperarse.
Ya veo… algo me dice que este es tu primer desengaño amoroso, Punzie, la vida está llena de esos momentos de angustia, te sentirás perdida, que vas a la deriva, pero el tiempo pone todo a su sitio. — Volví a abrazarla. — Estás en la adolescencia, la edad de los primeros novios y también los desengaños, créeme, a tu edad yo tuve mis primeras novias y no me duraron ni dos semanas, pero tampoco te creas que te voy a contar mis andanzas amorosas, no quiero estropear tu inocencia y con eso quiero pedirte que me prometas que no vas a tener prisa en hacerte mayor para hacer cosas de mayores como beber o ir a fiestas, quiero que disfrutes de tu adolescencia y cuando llegue el momento ya disfrutarás de lo otro, pero no quiero que te pierdas tus años más maravillosos por querer ir de prisa… — Inevitablemente aquello era una despedida pero esperaba que no se me notase, que simplemente estaba siendo lo que ella necesitaba en ese momento: A su padre. — Punzie. — Besé su cabello con ternura a mi princesa y luego suspiré. — Perdóname por los modales de mi última carta, llevaba mucha presión encima y la descargué contigo, no es justo y tampoco estoy enfadado por lo que me dijiste…
[Yo]
Te eché de menos— confesé sintiendo como poco a poco mi cuerpo se relajaba, aun con los ojos cerrados, aspirando su aroma y sin querer despegarme de su lado. ¿Podría coger mi mano e irnos a casa, junto al calor de la chimenea, todos juntos, por una vez? Extrañaba esos tiempos tantísimos. Finalmente me separé un poquito de él.
Pero se suponía que Zefaris es muy bueno, no sé, quizás es porque no soy suficiente guapa — debía de ser eso, había otras niñas más lindas que ella, como su prima Nova por ejemplo, o Summer, o Freya…odiaba admitirlo. En silencio me quede mirando a mi padre, ya no lloraba pero tenía los ojos un poco húmedos y tristones. Volví a abrazarme a él en el segundo abrazo y volví a cerrar los ojos, sin querer separarme jamás. Pronto crecería un poco más hasta tener trece y la verdad que crecer tan rápido era un rollo, ¡no quería hacerme grande! Todo pasaba tan rápido…y los mejores momentos de mi corta vida había sido así, de pequeña, antes de conocer el horror, el dolor o la pérdida. — Siempre puedes contármelo más adelante… — le digo mirándolo a los ojos y suelto un suspiro. — Te lo prometo, no beberé cerveza ni iré a fiestas hasta tener …¿quince? — igual no pensaba en esas cosas, antes prefería ir al cine con mis amigas, aunque…aunque si imaginaba bailando, en fiestas o bailes y eso me hizo volver a pensar en Zefaris porque era el único amigo bailarín que tenía.
Sentí como me besaba el cabello y volví a separarme de él. — Lo siento…es que hable con Hércules y bueno, él esta herido contigo papá…deberías de hablar con él, para intentar arreglar las cosas…no solo conmigo — esperaba que me hiciera caso, porque mis hermanos todos o mamá también contaban en esto.
[Papa Evan]
Yo a ti también princesa, mucho.— Inevitablemente, escuché sus pensamientos de querer ir juntos a casa y nada más me gustaría en el mundo que concederle aquello, me moría de ganas de regresar a casa, abrazar a mis hijos, besar a Sylke a quienes echaba de menos, incluso empezaba a añorar las peleas con Jeremíah, pero mejor que este no lo supiese o se le iba a subir el ego. No, no podía regresar, no me lo merecía, anqué también estaba el hecho de que si regresaba ya no podría irme de ninguna de las formas, me quedaría con ellos, sería el padre que durante tanto tiempo había sido ausente, quizás hasta podía reconectar con Hérc. Solo tenía que cogerle la mano y decirle vayamos a casa. Era tan fácil y a la vez tan difícil, pero esas palabras me quemaban en la garganta. Demasiado dolor, angustia, miedo habían sufrido y si me quedaba con ellos me arriesgaba a que ellos volvieran a ser dañados cuando llegase la tempestad porque tarde o temprano esta vendría a por mí y si me hundía, no quería arrastrarles conmigo. Ya había perdido a una hija y antes de perder otro hijo me arrancaría el corazón. No iba a volver, pero con mi partida pretendía alejarlos de ese gran mal que los acechaba.
Punzie, no digas esto, eres hermosa y guapa, pero si este Zefaris no sabe apreciarlo tiene dos problemas, uno es tonto y dos es ciego. — Y en verla con los ojos tristones le di otro abrazo y acto seguido, saqué un pañuelo de mi bolsillo, que usé para limpiarle las lágrimas de las mejillas, sentándome en cuclillas. Todavía estaba a tiempo de decirle de volver a casa y tener una prórroga de horas, días y con suerte meses, pero el riesgo era demasiado elevado y tenía miedo de apostarlo todo y perderlo. Tenía fe en que, a pesar de estar separados, que el amor que había entre Sylke y yo seguía siendo fuerte, podía aceptar a Jeremíah como parte de la ecuación y dejar atrás los celos, los rencores, estaba cansado de discutir, de perder el tiempo con estúpidas peleas. Quería confiar en que todavía estaba a tiempo de ser el padre que necesitaban mis hijos, de demostrarle a Hércules pues era el que estaba más decepcionado conmigo de que seguía siendo aquel a quien había admirado, podía intentar reconectar con él, dándole esa importante charla de que siempre debía de comportarse con las niñas mientras le enseñaba a afeitarse. Maldita sea, quería paz, estaba demasiado cansado y eso que solo tenía veinte y cinco años, pero me sentía como si tuviera el doble. Pero no iba a ser egoísta, no iba a sacrificar a mi familia por otra prorroga indeterminada que tenía fecha de caducidad cuando la oscuridad viniese a por mí. No, mi último sacrificio era una muestra de amor hacía mi familia.
Daba gracias de que Rapunzel no podía leerme mis pensamientos y que estos seguían a buen recaudo. No obstante, sonreí a pesar de mi tristeza pues no habría un más adelante, pero asentí. — De acuerdo, más adelante. — Volví a sonreír de nuevo y luego por su comentario se me escapó un poco la risa. — Iba a decir hasta los dieciséis, pero de acuerdo que sea hasta los quince y solo porque sé que eres buena y responsable.
Sé que está herido conmigo e intentaré arreglar las cosas con él. — Aseguré, aunque yo ya sabía que eso no podía ser posible, solo me quedaban un par de horas y malogradamente no podía dividirme, porque de poder hacerlo ahora estaría despidiéndome de todos mis seres queridos, pasando mis últimas horas con ellos, pero la que más me necesitaba era ella y ahí estaba, lo que me recordó la maldición y que iba siendo hora de ponerme serio, por mucho que quisiera disfrutar de un momento padre e hija como el que estábamos teniendo hasta ahora. — Cielo, sé que lo has pasado fatal pero tu abuela me dio la clave para evitar esa maldición, escucha atentamente lo que voy a decirte, no hagas caso al cuervo, por lo que más quieras cariño no le hagas caso sea lo que sea que te vaya a decir, ¿me oyes? No confíes en él, porque en el momento que lo hagas ya no habrá marcha atrás, la oscuridad te irá consumiendo y corrompiendo cada vez más a medida que tus emociones se volverán más negativas, debes de prometérmelo cariño que no vas a creer nada de lo que te diga… — Pero por la cara que veía en mi dulce princesa, intuí que ya era demasiado tarde...
Sin embargo, no me rendiría, haría lo que fuese por salvar a mi princesa de la oscuridad, lo que fuese, incluso arrebatar una vida…
[Yo]
Por mucho que se enfadase con él o terminase por decirle cosas tan feas y horribles cuando se enfadaba, en el fondo sabía que estar a su lado era como estar en un lugar seguro, a salvo, había venido completamente nerviosa, desconfiada e insegura y ahora todas esas sensaciones habían desaparecido, me sentía bien a su lado pero lo más importante es que me sentía feliz. Segura, tranquila y como si nada malo pudiera ocurrir. Pensaba en el hombre de la playa, aquel hombre indiferente y frío, los dos eran dos personas diferentes, distintas y todo por culpa de la oscuridad, quizás por no aceptarla o por aguantarse. Sabía que nadie era perfecto en esta vida y que empezaba a comprender que los errores se pagaban caro, a veces no había perdón para ellos, pero yo creía en mi padre aunque cualquier otro hubiera perdido la esperanza, yo sabía como era él y el hombre que me había cuidado, confiaba en esa persona y quería tener fe en ella, si yo no la tuviera, qué otro que no fuera la familia lucharía por él? Yo sabía quién era en realidad mi padre. —
Te quiero, te quiero tanto— le dije abrazándolo con tanta fuerza, habían sido meses y meses sin haber podido tener su contacto, su abrazo o sus palabras.
“Por favor no vuelvas a irte, no lo hagas.”
Quería decírselo y se lo diría más adelante.
Empezaba a tener un poco de duda e inseguridad, pensé en Valentino y la conversación del bosque en Navidad, siendo un pesado con la belleza de Freya y aunque me había dicho que era guapa creo que lo había dicho por decir. Y él era tan pesado con Freya que me di cuenta que Zefaris nunca me había dicho que era hermosa o no de la forma en que lo esperaba, qué otra chica podría haberle hecho olvidarse de mí? Empecé a sentir muchísima rabia, tanto como para querer partirle la cara y mire a mi padre aun con la desilusión o el fiasco que me había llevado. Dejé que limpiase mis lágrimas y me acomode en sus piernas para sentarme, gracias a la kefta de color fucsia que me había regalado mi tía Sheyk, no pasaba ningún tipo de frío. —Puede que Zefaris piense que soy tonta y no me vaya a enterar pero si es así, se va a enterar — no pensaba quedarme de brazos cruzados y mucho menos llorar por él. De hecho, pensé en Lando y si había algún otro evento pensaba ir con él me prohibieran salir o no.
Sonreí un poco más cuando me dijo que era buena y responsable, quizás un poco traviesa también pero eso no lo dije en voz alta. — Mis amigas y yo queremos hacer un aquelarre de brujas cuando seamos un poco más mayores… — le confesé aunque sin saber si le parecería una buena idea o qué. Cuando dijo que intentaría arreglar las cosas con Hércules me relajé y esperaba, de verdad que lo hiciera.
En ese momento parecía que tenía algo importante que decirme así que no le interrumpí, a medida que iba escuchando iba poniendo ciertas caras y sentí que mi sangre se congelaba. No…no podía ser cierto. — Pero que me estás contando papa…como que la abuela te dijo eso? — eso significaba que la habría ido a ver al hospital. Me lleve una mano al pecho como si me faltase respiración.— Creo que es demasiado tarde papa…hay una chica, se llama Freya, tiene mi misma edad y es una maledictus, al principio me llevaba un poco mal con ella pepepepero ….le di una oportunidad por…no puede ser — no, Freya no podía ser la causante de todo esto, era absurdo, no entendía nada. Alcé la mirada hacia los ojos de mi padre. — Ella no es una mala persona, la intento ayudar porque es muy insegura y de hecho en la practica de..animagia que tuvimos en Uagadou el profesor Hakim la trataba fatal, la comparó con un squib! Y entonces yo yo yo ataque al profesor cuando me convertí — empecé hablar atropelladamente sin entender por qué confiar en el cuervo iba a volverme oscura o que me fuera a corromper. ¿Su advertencia en cuervo minutos antes había sido para hacerme daño? ¿O es lo que hubiera hecho una buena amiga? Estaba completamente confundida. — Creo que ya es tarde papa, cuando ataque al profesor quise quise…por suerte tía Sheyk estaba ahí y me alejó volando del profesor, me convierto en un guepardo — mire a los ojos a mi padre, empezando a sentirme un poco nerviosa otra maldita vez.
[Papa Evan]
Y yo a ti, siempre te querré, siempre.— Respondí mientras volvía a estrecharla con mis brazos contra mi pecho para reconfortarla. Me dolía que un niño le hubiera partido el corazón, pero no podía hacer nada salvo lo que estaba haciendo, estar a su lado y hacer que se sintiese tranquila. El desamor era un procedimiento que solo el tiempo podía curarlo y poner las cosas a su sitio. Y cuando escuché su voz resonando en el interior de mi cabeza me estremecí, me suplicaba que no me volviese a ir lo cual me partía el corazón en mil pedacitos, porque no había nada más que deseara que quedarme con mis seres queridos, me había perdido muchas cosas, había permanecido demasiado tiempo lejos de ellos y estaba profundamente cansado, solo quería paz.
No iba a irme, no aún, no hasta haber ayudado a mi hija y asegurarme de que esta permanecía a salvo de esa maldición que pesaba cada día más en ella. Y una vez, acabé de limpiarle las lágrimas en sus mejillas me la quedé mirando y negué. — No Punzie, la venganza no te aliviará puede que un principio creas que sí pero el dolor seguirá en ti, cielo, no quiero que cometas los mismos errores que yo cometí, tu eres mejor persona de lo que yo fui. — Precisamente mi sed de venganza fue lo que me llevó a la perdición y no quería que ninguno de mis hijos pasara por lo mismo, eso sí que no. — Estoy orgulloso de ti. — Susurré volviendo a estrecharla entre mis brazos, sin poder evitar emocionarme y arrepentirme de todo el tiempo que había perdido por estar tan lejos de todos mis seres queridos.
¿Un aquelarre? Me parece bien, pero nada de magia oscura. — Me gustaba que tuviera amigas a las que considerase hermanas, yo en mis tiempos de estudiante también había tenido amigos así, incluso fundamos los Hijos de Slytherin, pero desgraciadamente la vida había hecho que nuestros caminos se separasen. Solo quedábamos Jack y yo, pero a partir de mañana solamente estaría él. Pensé con mucho pesar en mi corazón que se encontraba cada vez más quebrado.
Y cuando finalmente llegó el momento más importante de la noche, escuché sus palabras y asentí. — Regresé a Hogwarts para hablar con Beatrice y me la encontré haciendo nuevos dibujos y en uno de ellos salías tú, matándome, no entendía nada y como sabía que tú le habías pedido a tu abuela que me buscase, pensé que quizás ella sabría porque lo hacías y como evitarlo… — Empecé a explicarle, mientras seguía mirándola fijamente a los ojos. — Ambrosia antes de apuñalarla le reveló que la maldición podía evitarse solo si tu no confiabas en el cuervo. — Pero por cómo reaccionó supe que ya era demasiado tarde, que a pesar de mi advertencia ella ya había encontrado al cuervo y este iba a ser su perdición. No, si yo no lo impedía antes. — ¿Una maledictus? Punzie, las maledictus son propensas a sucumbir al lado oscuro y sus emociones son más intensas que cualquiera, muchas prefieren morir antes de sucumbir a la maldición que las condena y harán lo que sea para poder vivir, incluso vender sus almas a hechiceros oscuros que las atraen con promesas de liberarlas de su desgracia, pero nunca cumplen y esa maldición no se puede romper… — En todos los libros que había leído sobre el tema ninguno hablaba de una maledictus que hubiese sobrevivido a su condena. Esa niña llamada Freya estaba sentencia y no iba dejar que arrastrase a Punzie con ella.
¿Qué? ¿Qué atacaste a un profesor? — No pude evitar alzar la voz, no escandalizado sino preocupado por sus acciones, dándome cuenta de que ya había oscuridad en ella y no podía ser tan necio de creer lo contrario. Ese profesor se merecía eso y más, estaba seguro de ello por lo que me estaba contando, pero no podía dejar que eso fuera a más, que se dejase llevar por las emociones negativas, que se marchitase por dentro llenándose de oscuridad. Y entonces escuché sus pensamientos de nuevo, cuestionándose las cosas. No. No podía ser demasiado tarde, me negaba a creer en ello y de nuevo la estreché contra mí, abrazándola con un brazo y llevándome la otra mano en el bolsillo de mi chaqueta donde se encontraba el orbe que había comprado para hacer frente a esa horrible mujer.
— No temas, lo arreglaremos, nada está perdido. — Susurré para tranquilizarla, aunque yo no lo estaba, sentía que la situación se me estaba escapando de las manos, que, si no actuaba ya, todo estaba perdido. Ambrosia siempre ganaba porque siempre amañaba la baraja para tener la mano ganadora, era por eso que siempre estaba por delante cuando nosotros dábamos un paso, ella ya había dado dos. Siempre anticipándose, sacando las mejores cartas para derrotarnos una y otra vez. — No voy a dejar que ganes esta vez… — Susurré, no hablaba con Punzie sino con la misma Ambrosia en quien estaba pensando y podía ver donde se encontraba, cerca, ella siempre lo estaba, acechando en las sombras viendo como nos hundíamos en las aguas oscuras de la desesperación. Yo no era un rey en ese tablero de ajedrez, el rey eran Punzie, Hércules, Scar, todos mis seres queridos que sin ellos no era nada.
Ambrosia nos había acorralado, nos estaba haciendo jaque una tras otra, presionando, obligándonos a vivir con angustia, miedo, mientras ella se vanagloriaba de su superioridad. Y ahora lo veía claro, no podíamos ganar, por muchas piezas que moviéramos, Ambrosia Lovecraft siempre salía victoriosa porque nos obligaba a jugar según sus reglas, pues desde el principio siempre había sido ella quien tenía el control, no nosotros quienes para ella solo éramos ratitas.
Pero yo no estaba dispuesto a dejar que ella ganase, no esta vez, así que no me quedaba otra que romper el tablero, romper las reglas de Lovecraft y jugar sucio, pues solo así tendríamos una oportunidad contra ella.
[Yo]
No sabía cuanto tiempo llevábamos ahí pero después de todo me sentía mejor, relajada en sus brazos y diciéndole que le quería mucho. Algo dentro de mí creía saber que iba a ocurrir, no podía pedirle que volviera a casa porque él iba a volver a negarse, estaba triste y no quería escuchar una negativa más ahora mismo, no cuando me sentía algo bien. Escuché atentamente a mi padre diciéndome que no fuera vengativa pero sentía la necesidad de hacer daño a Zefaris o al menos dejarle las cosas claras. Estaba demasiado dolida con él. —
Intentaré hacer lo mejor que pueda papá
— no podía prometerle que me portaría bien, no estaba segura ni de mí misma y más con la maldición que cargaba encima. Sonreí un poco más y otro abrazo más, al cual pude memorizar su aroma y sentirlo.
Sí…bueno una de ellas es nigromante, no sé, esperemos no tocar nada de magia oscura — pero otra cosa que no sabía bien si podía prometerle, al fin y al cabo, Prai tocaba ciertos asuntos que para mí me eran desconocidos. —Siempre he querido aprender nigromancia y ahora que lo pienso me da muy mal rollo — cuando era más pequeña tenía una admiración por todo lo que hacía mi tía Sheyk, pero había que tener estómago para hacerlo. Y ahora no estaba del todo segura si quería seguir aprendiendo o no.
¿Beatrice? Sus dibujos son…son visiones del futuro? — acababa de descubrir algo de la pelirroja, algo que desconocía aunque bien sabía que las Doyle eran videntes de categoría, pero desconocía que se pudiera ver el futuro a través de los dibujos. Quizás incluso ahora con los mismos cuadros…el mundo de la magia no dejaría de sorprenderme y terminaba por descubrir nuevas cosas. — Maldita sea, y no pudo avisarme antes porque….estaba en coma — no me importó decir que me escuchase decir maldita, no había podido evitarlo. Pero eso no era todo, mi padre sabía más de los maledictus que yo y cuando empezó a decirme todas esas cosas empecé a sentirme peor. — No...no… — me lleve una mano al pecho, ¿Freya sería capaz de ser así? Y Valentino debía de estar ahora mismo con ella, bailando juntos, riéndose, quizás hasta besándose…empecé a sentir un poco de miedo, pero no quería pensar mal de Freya, no quería imaginarme que pudiera hacerle daño a él o incluso a mí que ahora nos llevábamos bien. Alcé la mirada de nuevo hasta mi padre, ahora empezaba a tener un poco de frío pero más por todo lo que me estaba diciendo. —Dios mío…sí, estaba con Freya, Sheyk estaba ahí para vigilarme y otro chico de Uagadou, el profesor era horrible y ella le costaba mucho transformarse. Y yo sucumbí a la oscuridad, empecé a escuchar voces de Cissy y Ambrosia diciendo que atacase y lo hice. Papa lo hice porque no soportaba que tratase mal a mi compañera…pero estaba tan ciega, el hombre era horrible y lo ataque, lo arañe y le hice daño. Tía Sheyk hizo que lo expulsaran después de esa clase __ me abrace a mi padre, mamá se había enterado y también me había abrazado. Yo ya no estaba del todo segura. A pesar de su abrazo me separé de él después de que murmurase eso a la nada, pero sabiendo a quién se estaba refiriéndose.
Papá…a pesar de lo que has dicho de los maledictus, que están malditos, no quiero rendirme con Freya, ella no tiene la culpa de serlo y creo que siendo su amiga, podría intentar hacerle bien, ella no tiene por qué hacerme nada malo — era arriesgado pero ¿qué podía perder? — Ya he dado señales de oscuridad, y he confiado en ella para que salga con mi mejor amigo… no puedo darle la espalda sin más — con eso me estaba refiriéndome a qué no iba a ir contra de ella pero tampoco perder la esperanza. — Tú y mamá sobretodo, todos tienen esperanza en mí, en que podremos romper o evitar lo que ocurrirá en verano…pero yo quiero tener fe en Freya, tener esperanza para ella también. Podríamos…podríamos buscar una forma de ayudarla a ella también? — le pedí mirándole a los ojos. — Aunque tenga que estar lejos de ella, pero…podemos?
[Evan]
Estoy seguro de que lo harás bien.
— Confiaba en ella y sabía que ella intentaría hacer siempre lo mejor, independientemente de la situación en la que se encontrase, estaba convencidísimo. Y acto seguido, seguí escuchando sus palabras tranquilamente, vaya con la amiga, pensé, pero tampoco me escandalizaba. Yo también era nigromante, de joven me había interesado mucho aquel tema y gracias a eso Wakanda volvía a estar viva después de que Isabelle la matase tiempo atrás. —
¿Por qué te da mal rollo? Si es por miedo, Punzie no debes de temer a la muerte, no tengas miedo a los muertos sino a los vivos, no te negaré que existen espíritus malvados y vengativos, pero por cada mal espíritu hay cien personas horribles.
— Hice una breve pausa y le sonreí con cariño. —
Igualmente eres muy joven, tendrás mucho tiempo para aprender por ti misma y junto tus amigas…
Sí, descubrí que Beatrice dibujaba el futuro durante el ataque, le requisé los dibujos y los oculté a todos, si alguien se hubiera enterado de ello, la habrían torturado. — Le expliqué por encima y asentí cuando me pregunto si sus dibujos eran visiones del futuro. — En su mayoría lo son, pero creo que también mezcla tiempos y ni siquiera es consciente de ello. Sin embargo, había llegado el momento de ponernos serios y cuando le expliqué lo de su abuela, volví a asentir. — La dejó en coma para que no pudiera avisar y cuando lo hiciese fuese demasiado tarde. — Otro ejemplo que confirmaba que Ambrosia siempre jugaba con la mano ganadora, no importaba lo que hiciéramos, ella siempre salía triunfante. — Ser maledictus es una de las cosas más horribles que pueden pasarte en la vida. — Esa niña llamada Freya me daba mucha pena, pero aun así haría lo que fuese para que no arrastrase a Punzie hacía el abismo oscuro. Poco después escuché su explicación de cómo había atacado a ese profesor, preocupándome más aun por todo lo que estaba diciendo y cuando mencionó que escuchó las voces de su bisabuela y Ambrosia me tensé tanto que me quedé bien rígido escuchándola. — ¿Has… has escuchado más voces? Digo si solo fue esa vez o hubo más veces... — Terminé de preguntar sintiendo como la boca se me quedaba desencajada y con mucho mal cuerpo, aquello era muchísimo más grave de lo que creía y escuchar voces nunca era buen augurio, jamás. Pero, aunque me había quedado más serio de lo normal, no estaba enfadado por lo que había hecho.
Sin embargo, escuchar lo siguiente que dijo me rompió más de lo que estaba. Rapunzel aun teniendo oscuridad en su interior seguía llena de bondad y que no se rindiese con su amiga, me llenaba de orgullo y me demostraba que ella era mejor que yo, ella era un alma luminosa como su madre y las dos eran fuertes. No obstante, no podía dejar que la oscuridad que había empezado a manifestar apagase su luz y mi deber como padre consistía en preservar su bondad. — Cielo… — La miré con mis ojos chocolate mostrándose serios, acto seguido, negué con la cabeza. — No puedes ayudarla, por mucho que quieras hacerlo, no debes. — Quizás era demasiado pronto para explicarle según qué cosas, pero Punzie había visto de primera mano lo dura y horrible que podía ser la vida, cosa que no me gustaba porque hubiera preferido que siguiese siendo una niña inocente que cuya mayor preocupación fuese esconder que tenía un novio a sus padres. Pero desgraciadamente la vida le había pateado tanto que le había hecho comprender que el mundo no era de luces y color, sino de grises cada vez más oscuros tirando a negro. — Ser maledictus te condena a vivir sabiendo en que llegará un día en que nunca más podrás ser humana, pero eso no es lo peor, lo más horrible es que con el tiempo tu humanidad acabará desapareciendo, solo quedará el animal, todo lo demás desaparecerá y esto es horrible, ¿Cómo crees que es vivir y tener que despedirte de tus seres queridos? — A mí ya me estaba rompiendo por dentro saber que esta era la última noche junto a ella, que no podría ver como crecía y se convertía en toda una mujer, que formaba junto con sus amigas aquel aquelarre. Mucha cosa ya me había perdido y más iba a perderme…
Entiendo que quieras ayudarla, que no quieras rendirte con ella, eso dice mucho de ti y me llena de orgullo ver cómo quieres luchar por alguien, pero no debes, Punzie por más doloroso que te resulte ahora, más lo será en un futuro cuando su maldición la consuma, decir adiós siempre es doloroso y más a alguien a quien quieres o aprecias. — Merlín, me dolía el pecho de solo pensar que yo antes del amanecer también iba a decirle adiós a mi hermosa hija. Se me quebraba el corazón hasta el punto de que quería llorar, pero me negaba a hacerlo porque no quería que ella descubriese que algo iba mal, no quería estropear esa noche poniéndola triste, pero algo me decía que era inevitable.
Puede que aquel profesor se metiese con ella, pero tarde o temprano aparecerá alguien que le venderá falsas promesas de ayudarla a romper la maldición y cuando ella acepté porque lo hará, porque si alguien viene en tus horas más oscuras y desesperadas diciéndote que puede salvarte de tu cruel destino, haces lo que sea, te aferras con todas tus fuerzas a ese clavo ardiente y aunque te las llamas te consuman, seguirás aferrándote y harás lo que sea con tal de salvarte, incluso traicionaras a tus seres queridos. — En mencionar aquello se me quedó mal cuerpo, pues Ambrosia había mencionado el cuervo y conociendo que esa mala mujer siempre iba dos pasos por delante, la idea que fue formándose en mi cabeza no auguraba nada bueno. — Punzie… esa mujer siempre ha ido por delante nuestro y hay algo que debes saber, ese reloj que Cissy rompió, me lo entregó Ambrosia en mi época más oscura, nunca vi su rostro en Hogwarts, pero cuando entré a los recuerdos de tu abuela para ver su rostro, la reconocí. ¿Y si Freya ya sirve a esa mujer? ¿Quién te asegura de que esa chica ya no esta pérdida? — Y entonces lo vi con más claridad y supe lo que debía de hacer. — Cielo, no podemos ayudarla, pero sí podemos aliviar su sufrimiento...
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Habitaciones : "Los licántropos del pantáno" JAN 27 2017
No podía evitarlo, necesitaba coger cualquier arma y romper el cráneo al primero que se me pusiera delante. Mi respiración se aceleró ante tales pensamientos que lejos de desagradarme o ver el horror en algo así, era mi deseo de ver mis manos manchadas de sangre vampírica. No me daba miedo de mi misma por tener esos pensamientos, ni siquiera si había caído en la oscuridad o en la sed de venganza, ¿por qué tenía que resistirme? Lo sentía con tanta fuerza que parecía que iba a explotar. Lamentablemente había matado a un ser tan puro, ¿por qué iba a estar mal matar a una bestia sin alma?. La vida de Clarisa estaba perdida para siempre. Pase de observar al gentío para mirar hacia los pequeños edificios de mi entorno, incluso la noche oscura y siniestra bajo la luz de la luna, era simplemente hermosa. Estaba en Nueva Orleans, no solo los vampiros eran los protagonistas de la ciudad, también existían la estirpe de magos y brujas que residían en aquellas zonas, en su mayoría ocultos, con magia tan diferente a la que yo conocía. “¿Y si aprovechaba mi tiempo aquí para poder investigar sobre la magia vudú y derivados? Conocen más a los vampiros que nosotros mismos” pensé mientras me fijaba en las tiendas ya cerradas de las calles de más abajo.
Sin darme cuenta, había terminado sentada al suelo y la cara pegada entre los barrotes, para seguir mirando todo lo que allí abajo sucedía, aunque mi mente vagaba en otro lado. “¿Y si conseguía algún anillo u objeto que me dijera que andaba cerca de una criatura para prevenir?” Me relamí los labios, ¿qué importaba mi vida cuando la misma peligraba? No era mejor caer luchando que quedarse de brazos cruzados viendo como los horrores pasaban por delante de tus narices? Terminé por tumbarme completamente adoptando una posición cómoda, con las piernas abiertas y estiradas, parecía que estaba muerta. Intentaba relajar mi propia ira. Lo más desgarrador no era temer a la muerte, era ver como esta te arrebataba a los tuyos dejando un vacío interior que no podías simplemente borrar o ignorar. Cerré los ojos.
[Evan]
Suspiro en presentarse delante de la puerta de Wakanda con una botella en la mano, quizás no era la mejor opción del mundo, pero estaba auto convencido de que tanto ella como él necesitaban aquello, necesitaban el alcohol para aliviar el dolor que cargaban, así que llamo dos veces en la puerta al más estilo “El Cartero siempre llama dos veces a la puerta” y de repente la puerta se abrió. – ¿Wakanda?, ¿Julia? – Preguntó, pero en no recibir respuesta, se adentró dentro de la habitación ajena y se fue acercando a oscuras, la puerta del balcón estaba abierta y encogida a los barrotes había una figura. ¿Estaba muerta? Vale, quizás era un pensamiento muy exagerado, pero teniendo en cuenta los rumores que había escuchado por parte de las brujas, uno tenía derecho a inquietarse por ello se fue acercando sigilosamente hasta donde estaba el cuerpo y le puso la mano en la espalda sintiendo como el corazón le latía demasiado rápido. – ¿Wakanda?
[Wakanda]
No sabía cuanto tiempo había pasado, soñolienta escuche mi propio nombre de la boca de alguien conocido, pero no quería despertar, quedarme quieta, tiesa en aquella noche fría estirada en el balcón era lo ideal. Quizás moría de frio, era una buena muerte, lenta y para nada dolorosa. Volví a escuchar mi nombre, chasqueando en un leve quejido que apenas salió de mis labios, abrí los ojos para reincorporarme con dificultad, sintiendo mi cuerpo adolorido pude divisar la silueta de Evan, justo a la entrada de la balconada. —
Hey
— lo salude sin ánimo alguno, poniéndome dificultosamente de pie. Tenía el cuerpo adolorido por vete tú a saber las horas que me había quedado allí dormida.
¿Qué coño podía decir al novio de mi mejor amiga? Cuando volví a mirarlo a los ojos lo único que pude ver fue el momento en que nos liamos en aquella fiesta, descontrolados y llenos de diversión, como si nada importase. La culpa me invadió de nuevo, por todo, era una mala persona. Al bajar mis ojazos, vi que tenía una botella de bourbon entre sus manos, algo típico de la zona. Reí irónicamente. — ¿Quieres emborracharte conmigo? ¿Enserio? — pase dentro de la habitación, casi tropezándome con algo que había en el suelo. Un cuadro que había lanzado horas antes. La habitación estaba hecha una porquería pero era algo que no me importaba mucho. Di con la lámpara que se encontraba en el suelo y la puse en la mesita, con suerte funcionaría y bingo, un poco de luz para ver nuestras caras amargadas y cansadas. Me senté al borde de una de las camas, cruzando mis largas piernas y mirando al piso de enfrente, a través del balcón que había dejado abierto. La mejilla en mi cara estaba en mejores condiciones pero se podía apreciar lo horrible que hubiera sido de no ser por los cuidados médicos de San Mungo.
[Evan]
Se alivió en ver como la rubia reaccionaba, tan solo debía estar dormida y no muerta, bueno eso lo dejaba más tranquilo, no quería lidiar con más muertes por unos años, cosa imposible pues al parecer el destino tenía grandes planes de por medio. –Hey.– Saludo a su compañera de curso, pero no de casa, aunque el saludo fue algo seco.
Respecto a lo del alcohol lo único que él hizo fue encogerse de hombros y suspirar, sabía que el alcohol o mejor dicho la bebida de aquel bastardo llamado Sebastian había hecho que ambos pasaran un rato del cual iban a sentirse culpables de por vida. – Si lo quieres decir así, que así sea. Pero creo que ambos necesitamos aliviar el dolor, desconectar del mundo y el bourbon ayuda, pero si no lo crees, me vuelvo a mi habitación, que posiblemente acabara igual de destrozada que esta…
[Wakanda]
No debía de beber, creía haber escuchado que nada de alcohol cuando me explicaron mi problema, lo que pasa yo no había estado muy al tanto. Mi mente por entonces se había esfumado y desconectado, por el horror, aunque sí, era consciente que estaba jodida. Entre lo de Vihren, la escapada y todo eso, había sido llegar a Hogwarts para largarme los días siguientes a esta mierda de excursión donde Julia me había arrastrado con ella. A LA PUTA CIUDAD DE LOS VAMPIROS. ¿Era normal que quisiera ser superwoman y querer matar aunque fuera a uno de ellos? Miré unos segundos a mi baúl, ahí en su interior estaba el arco que me había regalado Gideon…¿pero que iba hacer con uno si no estaba entrenada y un vampiro era más veloz que yo? Cogí la botella de bourbon de las manos de Evan, poniéndome cómoda en la propia cama e indicándole que hiciera lo mismo. — Tienes toda la razón, tenemos que desconectar de todo — destapone el tapón y bebí un sorbo tan bruto que un poco de líquido se me cayó por la barbilla. Luego, le pase la botella limpiándome con la manga de mi camisón.
[Evan]
Había prometido nada de alcohol y fiestas, pero por lo visto esta promesa iba a quedar en nada, aunque usar el alcohol como terapia ¿estaba justificado su consumo no? Era como el caso del cannabis, a veces lo usaban como fines terapéuticos, pues ese caso era uno de ellos, ambos necesitaban aliviar el dolor, en otras palabras; necesitaban terapia. Sonrió levemente en cuando ella le tomo la botella de la mano y fue directa a ponerse cómoda en la cama, entretanto, en cuando ella le indico que hiciera lo mismo, el joven se quitó las deportivas y se sentó al otro extremo de la cama en posición de indio. – ¿Cómo lo llevas Wakanda? – Preguntó el joven tomando la botella y bebiendo un buen trago para luego pasársela de nuevo.
[Wakanda]
¿Qué cómo lo llevo? ¿Tú que crees? Yo estaba delante. — señale la herida en mi rostro perfectamente visible, aunque claro eso no era más que una queja, era la puta realidad. Evan no había visto lo que yo, él no había visto el corazón de Clarissa Lancaster delante de mis ojos, aun latente y sangrante. Cogí el bourbon para dar otro trago. Una vez más me lamentaba de no haber sido yo la asesinada y no Clarissa. — Necesito drogarme para no tener pesadillas, pero aun así las sigo teniendo aun despierta. Cómo coño quieres que me sienta?No pude salvarla! — le grité unos momentos pero luego eché la cabeza hacia delante, mi cuerpo estaba completamente estirado. No iba a llorar pero si me sentía completamente desesperada, me sentía completamente rota en mil pedazos y la sensación de que era una completa inútil.
[Evan]
Era obvio que no lo llevaba bien y aunque esa pregunta había sido hecha por cortesía lo cierto era que él no era capaz de entender el dolor que ella sentía, pues él no había visto lo ocurrido, tan solo sabía lo que había pasado que una vampira le había arrancado el corazón a Clarissa, a su Clary. Solo la peor alimaña de todas podía arrancarle el corazón a alguien tan noble y puro como Clary. – Lo llevas mal, perdón, no quise molestarte. – Respondió y en cuando ella le dijo que necesitaba drogarse, él pensó en la caja de porros que tenía, bueno le faltaba uno por culpa de Sylke, pero eso era lo de menos, así que decidió sacarse la caja y mostrarle los porros. – Es todo cuanto tengo, son tuyos si quieres, los necesitas más que yo.
[Wakanda]
No molestas, todo el jodido mundo me pregunta que como estoy. ¿Cómo quieren que esté? — no podía evitar estar de mala hostia aun con Evan delante, yo no suavizaba las cosas, las decía tal como las sentía en el momento. Y ahora mismo, estaba cabreada como hacía un rato que había terminado destrozando prácticamente toda la habitación. Lo que no me espere es que sacara una caja misteriosa para ofrecerme lo que parecía ser un porro. Solo un poco, abrí los ojos a modo de sorpresa pero quizás eso calmaba mi ansiedad y mis nervios, no podía alterarme. Cogí uno mirándolo con curiosidad, apenas había fumado en mi vida, el tabaco no es que me llamase la atención. — Vale, te fumas uno conmigo? — suavice un poco mi rostro, no quería fumar ni beber sola, así que agradecí que él estuviera a mi lado en ese instante. Los dos estábamos afectados. Le tendí el porro para que me lo encendiera, dado que la varita estaba lejos de mi alcance.
[Evan]
Te entiendo, yo también odio que me pregunten esto a todo momento o que me muestren compasión por la perdida. – Confeso el joven ante su compañera, odiaba aquello y aunque entendía por qué todo el mundo lo hacía, él no quería compasión ni lastima. – Por eso me he aislado mucho estos últimos días y posiblemente lo acabe haciendo los próximos, no tengo los ánimos para estar con la gente. – Obviamente, Wakanda era una excepción, ella estaba tan rota como él, o incluso más. – Claro, sin problemas. – Respondió él mientras sacaba el encendedor del bolsillo de su pantalón y lo prendía. – Ya puedes darle una calada.
[Wakanda]
Permanecí en silencio porque no sabía muy bien que decir o que responder, lo entendía perfectamente, fueran compañeros de clase o tus propios amigos, estos no sabrían nunca por el horror que uno había pasado ante tal atrocidad. Había vivido una escena propia como si se tratase de una maldita película de terror, fue real y al vivirlo en mis propias carnes era peor, ni siquiera bastaba con imaginar algo así. Bebí otro poco más de bourbon como si se tratase de agua, el alcohol bajaba quemando mi garganta y esperaba que esa noche estuviera tan ciega como para dormir bien. — Vivimos en el infierno Evan, nadie hace nada para evitar las muertes, estamos en esta ciudad aun habiendo muerto personas en manos de béstias. ¿Qué coño hacemos aquí? — solté de repente mientras agarraba el porro entre mis manos. Le mire a los ojos un poco insegura dado que era la primera vez, según si no recordaba mal, que me fumaba algo así. Di una calada y el sabor me supo a mierda, pero me bastó. Tosí un poco y me quede mirando el cigarro entre mis dedos. — Lo siento — susurré sin mirarlo. — Yo no debería de estar aquí, no pude protegerla lo suficiente
[Evan]
Definitivamente ella necesitaba mucho más el alcohol que él, lo podía ver con claridad pues su dolor no era comparado con el suyo propio, ambos dolores eran profundos pero el de Wakanda era aún más debido a que ella había tenido que vivir la terrorífica escena en sus propias carnes. – Se supone que divertirnos en el carnaval, pero para mí ahora mismo diversión sería tomar la pistola que tengo escondida en mi maleta y salir a la calle a pegarles disparos a todos los vampiros, tengo entendido que las balas de madera les afecta, pero mientras caminaba por el barrio francés, escuche murmullos entre las brujas, parecían inquietas, decían que algo iba a pasar, no les preste mucha atención. – Agarró la botella y le dio un buen trago antes de encenderse su propio porro y darle una buena calada. Sonrió levemente en verla toser por el porro, pero en cuando ella le pidió disculpas, el joven suspiro y se acercó a ella para abrazarla durante unos segundos. – No digas esto, ni tampoco fue tu culpa, la única culpable es esa chupasangre que tiene los días contados, si hace falta forzare mi propia expulsión para buscar a la vampira y hacerla pagar… - Tras decirle aquello, decidió separarse de ella para no incomodarla de más.
[Wakanda]
Ante aquella nueva información, hizo que levantase el rostro completamente sorprendida. — Pero no somos cazadores, no tenemos experiencia y no podemos saber quién es quién…¿eso es lo que quieres hacer? — no estaba muy convencida de si salir a la calle para matar vampiros fuera lo idóneo, diablos, una parte de mí quería decir que sí, tenía un arco en mi poder pero no era una experta. Tenía otro tipos de armas, como la ballesta que había encontrado en aquella cabaña pero no me la había traído conmigo. Pensé en Gideon…¿Dónde estaría él? ¿Y si estaba por las calles cazando vampiros? Y si le pasaba algo? ¿Y si alguno de mis amigos estaban solos e indefensos…? El corazón se me aceleró rápidamente, no podía perder a nadie más. Mi mente estaba hecha un caos, una parte de mí quería huir hacia las calles cual salvaje pero otra no hacer nada y seguir bebiendo hasta quedar inconsciente. Evan me abrazo, yo cerré los ojos y me mordí el labio inferior. — Hablando de eso…he hecho un acuerdo con Hamilton. Él me va ayudar a encontrar a la vampira pero solo lo sabemos nosotros. Y debe de seguir así — Vihren lo comprendería, Evan había sido el novio de Clarissa, ella mi mejor amiga y para Vihren su tía. No había sido tan mala idea hacer aquel acuerdo con él, a pesar de que Vihren fuera a matar a saber quién.
[Evan]
No era cazador, ni tampoco se lo había replanteado nunca serlo, de hecho, su plan inicial era estudiar para acabar siendo inefable en el ministerio ya que desde siempre ese trabajo le había dado cierta curiosidad pero ahora con la muerte de Clarissa, toda su vida y todos sus planes se habían girado del revés, en lugar de girar a la derecha, ahora había girado dirección a la izquierda, tomando un sendero que lo llevaba a lo desconocido donde era incapaz de saber si al final del camino había un gran abismo. – Quiero llevarme a tantos como me sea posible, pero sé que eso sería un suicidio. – Lo mejor era cambiar tema, pero no sabía de qué hablar, últimamente tampoco estaba muy hablador y tampoco quería hablarle de que había magia negra que quizás podía traer de vuelta a Clary. Pero en cuanto Wakanda le hablo de aquel complot secreto que afectaba también a Vihren Hamilton, el Slytherin presto más atención a las palabras de la rubia y en cuando esta termino de hablar, sin pensárselo ni por unos segundos, acepto. – Guardare el secreto y quiero formar parte de esto, quiero justicia para Clary y quiero que esa vampiro sufra como nunca ha sufrido. [Wakanda]
No era cazador, ni tampoco se lo había replanteado nunca serlo, de hecho, su plan inicial era estudiar para acabar siendo inefable en el ministerio ya que desde siempre ese trabajo le había dado cierta curiosidad pero ahora con la muerte de Clarissa, toda su vida y todos sus planes se habían girado del revés, en lugar de girar a la derecha, ahora había girado dirección a la izquierda, tomando un sendero que lo llevaba a lo desconocido donde era incapaz de saber si al final del camino había un gran abismo. – Quiero llevarme a tantos como me sea posible, pero sé que eso sería un suicidio. – Lo mejor era cambiar tema, pero no sabía de qué hablar, últimamente tampoco estaba muy hablador y tampoco quería hablarle de que había magia negra que quizás podía traer de vuelta a Clary. Pero en cuanto Wakanda le hablo de aquel complot secreto que afectaba también a Vihren Hamilton, el Slytherin presto más atención a las palabras de la rubia y en cuando esta termino de hablar, sin pensárselo ni por unos segundos, acepto. – Guardare el secreto y quiero formar parte de esto, quiero justicia para Clary y quiero que esa vampiro sufra como nunca ha sufrido. [Evan]
También le dio una calada al porro mientras meditaba un poco de todo, pero igualmente a causa de lo que se estaba fumando no era capaz de pensar con mucha claridad. Le fue dando la razón mientras le daba otro trago a la botella de bourbon y posteriormente se la volvió pasar por si quería beber otro trago. – Sí, dicen que la mejor venganza es la que se sirve en frio. – Volvió a darle una calada al porro y luego se rio al igual que ella, menudo par que estaban hechos. – ¿No debería ser como Moriarty? Creo que Moriarty era el malo, maloso que lo tenía todo planeado hasta el detalle por algo era el emperador del crimen. – No había leído esas novelas, pero tenía algo de cultura literaria de los muggles. Igualmente, en su estado tampoco podía decir nada sensato. – Sinceramente… no lo sé, hasta hace poco quería ser inefable, pero ahora mismo mi vida ha girado hacia la izquierda sin saber a dónde me lleva, se puedo decir que ahora mismo estoy sin rumbo fijo, ¿y tú? [Wakanda]
No rechace otro trago de la botella, el sabor era fuerte pero me iba acostumbrando. Me quede en silencio y hablando solo lo necesario, después de todo, me sentía un poco más tranquila, supuse que sería el porro que me estaba fumando y me dejaba atontada. — Moriarty….diría que sí, es bastante maquiavélico en sus planes — le mire de reojo con una pequeña sonrisa, extrañada de que supiera de quién se trataba. — Pensaba que los Hunt no teníais ni idea — comenté como si nada acercándome de nuevo el cigarro a mis labios. Creo que empezaba a darme como sueño pero me reí tontamente al haberme quedado embobada mirando una mosca ¿o era ilusión mía? Giré mi rostro para mirar a Evan, sintiéndome a gusto que estuviera a mi lado esa noche. — Quería ser arqueóloga y encontrar tesoros, algo así como Indiana Jones…pero tampoco me importaría cambiar de nombre y vida — volví la mirada al techo, ¿qué otra cosa podía llegar a ser? — Me gustaría volar. Ir hacia las nubes y sentarme en una de ellas… — extendí los brazos como si pudiera hacerlo, imaginándome una noche estrellada y envuelta en las nubes del cielo, donde el único sonido fuera alguna que otra ráfaga de viento o mi propia respiración. Ver el mundo desde allí arriba junto a las estrellas debía de ser impresionante…
[Evan]
Eh que los Hunt podemos saber quién es Sherlock Holmes y el Profesor Moriarty, que mi padre y Axel sean unos rancios tradicionalistas, no quiere decir que los demás también lo seamos. – Todo aquello lo dijo riéndose a causa de los efectos del alcohol y el porro que estaba fumando, desde luego mala combinación. Presto atención al sueño de su compañera, desde luego le pegaba eso de ser arqueóloga, al igual de que a él le pegaba lo de ser inefable, por mucho de que tanto su padre como su tio, querían que se dedicase al derecho mágico. – Siempre podemos hacer una promesa de que una vez finiquitemos a esa vampira, nos dedicaremos al máximo para lograr nuestros objetivos, tu arqueóloga y yo inefable. – Debería haber seriedad en aquello, pero era imposible cuando uno iba bastante fumado. A continuación, en escuchar las palabras de la joven sobre lo de las nubes se quedó pensativo igualmente era quizás un delirio a causa del porro, pero acabo diciendo. – Creo que eso es posible, hay encantamientos para transformar las cosas, quizás haya uno para hacer que las nubes adquieran la misma consistencia de una colchoneta. [Wakanda]
Seguí su risa tontamente, siempre había idealizado esa clase de familias pero no todas terminaban siendo como las de antaño, por lo general me gustaba ver que las generaciones siguientes iban abriéndose al camino del mundo muggle como las cosas tan típicas o conocidas. Yo no hubiera soportado la era medieval o victoriana. Antes muerta que señorita. El porro iba desvaneciéndose en mis dedos, así que tras una última calada lo dejé en el cenicero que estaba en la mesita. Bostecé exageradamente, creo que hoy iba a poder dormir la mona una buena y larga noche. Giré mi rostro hacia Evan, sin decir ni una palabra y dejando ver que estaba conforme con sus palabras, yo ya no estaba segura de nada y si iba a vivir el tiempo necesario como para cumplir mi sueño. Por eso, me era indiferente ahora mismo ciertas cosas y me alejaba del futuro centrándome en el ahora. — No creo que se pueda…no lo veo…pero sería genial…o tener polvos de hadas…volar hasta la luna o simplemente por el cielo.
[Evan]
Se fue riendo solo durante un buen rato a causa del alcohol y el porro, desde luego nada de lo que él estaba diciendo tenía sentido, pero aun así en su cabeza creía que tenían algun sentido, por insignificante que fuese. – ¿Polvos de hada? ¿Existe esto? – Pregunto justo al instante que a él también se le escapaba un bostezo pues a saber qué horas eran ya y lo cierto era que los ojos ya empezaban a pesarle un poco, al igual que su compañera. – Los muggles han ido a la luna, ¿Por qué los magos no podemos hacer lo mismo? – Pregunto volviendo a bostezar de nuevo como un perezoso, ¿no había unos animales que se llamaban así? En ese instante su cabeza ya no pensaba muy bien, por lo cual apago su porro en el cenicero antes decirle a su compañera de que quizás era hora de irse a dormir.
[Wakanda]
Ni idea…pero sería genial, ¿no? — comenté sintiendo como mis ojos se iban apagando, iba a caer en cualquier instante, lo notaba en mi cuerpo. Lo deseaba, sinceramente solo quería dormir, si pudiera, me casaría con mi cama. Bostecé, y volví a mirar a Evan, tenía la melena alborotada, por alguna extraña razón recordé aquella noche de verano donde nos habían atacado los inferis y lo recordé desnudo. No pude evitar reírme tontamente. — Perdona, me acordé de aquella noche donde te despelotaste…estabas tan borracho — sonreí tontamente, mi segunda fiesta y había sido caótica, recordé entonces el reto de besar a Clarissa y me entristecí nuevamente. Igual, nunca lo iba a olvidar. Todo había quedado en un jodido susto. — Me gustaría más sentir el viento en mi cara — susurre acurrucándome a su lado, poco después, si Evan me dijo algo, no me enteré, me dormí segundos después a su lado. [Evan]
Asintió con la cabeza, aunque le seguía dando ideas a lo de volar por las nubes, menudas cosas en las que pensar, pero gracias a aquello, su mente estaba distraída y por unos instantes no pensaba en cosas malas. En cuanto ella empezó a reírse, él se quedó mirándola por unos instantes un poco atónito, pero luego empezó a reírse a carcajadas. – Joder como la liaba, malditos inferis, nos dieron muchos problemas. Tras escuchar aquello, se quedó en silencio meditando una pequeña idea que decidió poner en práctica, había leído que en un colegio en áfrica enseñaban la magia sin varita por lo cual intento un Ventus no verbal y aunque los resultados no fueron los que esperaba, si logro que hiciera una pequeña brisa que les daba a la cara de ambos. – Buenas noches… - Susurro cerrando los ojos y dejando que el sueño viniese a él también.
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So be it
No era obscuridad. Era caos a lo que Matt llamaba hogar cuando tan solo era un niño. Las calles nocturnas y silentes carecían de vida y la melancolía era el rastro que dejaba cada uno de sus pasos. No sentía frío, solo sentía vacío. No anhelaba nada en especial pero sus ojos siempre se paseaban por las aceras como si buscaran algo.
Y entonces un día lo encontró, tropezándose contra piedras imaginarias y con el rostro distorsionado debido al alcohol nublando sus sentidos. Avanzó hasta tenerlo tan cerca que el nauseabundo olor que lo rodeaba atravesaba su olfato y revolvía sus entrañas. El hombre estaba tan borracho que a duras penas podía sostener suficiente equilibrio para que su cuerpo no se desplomara contra el pavimento y le era fascinante observarlo, la crudeza de cuán patético podía llegar a ser el hombre en un estado de miseria, así como le resultaba enervante por los malditos recuerdos que se tejían en su memoria.
Apenas con once años de edad, el mundo frente a sus ojos se había mostrado sin piedad alguna y con las más crueles intenciones anidándose como insectos debajo de la piel; para Matt no era suficiente con simplemente ver a una persona, adquiriendo la particularidad de no dirigir palabra alguna hasta no haber visto acciones más allá de palabras. Observador, así lo habían tildado muchas veces en el orfanato incluso sacándolo a relucir como un signo de madurez para tan corta edad y situación, sin embargo, para él, la palabra más cerca llegaría a ser precaución. La había leído varias veces, buscado en esos libros donde constantemente se solía adentrar cuando deseaba acallar las voces, los recuerdos y el aburrido panorama que lo rodeaba.
Su inocencia estaba marchita y si bien en ese preciso instante una frase como esa no hubiera evocado forma comprensible para su joven mente, la devastadora sed por avivar su sangre que colmaba sus sentidos segundo a segundo era la prueba más vehemente de ello.
Un vehículo del año estacionado frente a las puertas de un edificio atrajo la atención del hombre y la mirada de aquel niño fue a dar sobre aquel transporte también. Era raro encontrar un automóvil de ese valor en una zona tan peligrosa de la ciudad que una desmesurada risa resonó en la calle a medida que el tambaleante alcohólico se acercaba. Cuánto dinero han de haber tenido para gastar en ese antojo. Qué clase de vida llevaría el dueño de tan dichoso y caro objeto. Por qué la vida era tan mierda con su existencia mientras otros podían vivir de lujos y vanidades, sin preocuparse por el mañana. Condenada y asquerosa vida, poniendo a unos en una cuna de oro y a otros en un basural. Sin percatarse, las manos de ese hombre se encontraban golpeando las ventanas con una fuerza que aumentaba como el caudal de un río bajo una incesante tormenta. Al igual que sus pensamientos, los golpes incrementaban en la rudeza con la que los rojizos puños colisionaban una y otra vez contra el cristal, sin ni siquiera sospechar los horrorosos moretones que se cocinaban entre esa dermis. Bajo la única luz de aquel alumbrado público, los ojos del único espectador de aquella disonante escena brillaban con un atisbo de fastidio y otro de fantasmal fascinación.
“...trillaba sobre el agua en una fuerza tan explosiva que las profundidades del océano hervían como una caldera insondable”.
No lo vio venir.
Cuando el cristal finalmente cedió debajo de sus regordetas manos incrustándose dolorosamente en diminutos pedazos en la callosa piel y el agudo y escandalizado grito de una mujer rompiendo la apaciguada y frívola calma de la noche.
Todavía en un traje de secretaria que para ese entonces iba desaliñado y el hombre que la acompañaba luciendo un sastre de finísima tela, a pasos rápidos ambos se acercaron al susodicho vehículo donde aquel sujeto permanecía con manos sangrientas y maltrechas, hinchadas de tantos golpes. La mujer parecía haber perdido el habla mientras sus manos colapsaban en un ataque de nervios al verse temblorosas cubriendo su boca y por inercia, su acompañante tomaba un paso delante de ella, maldiciendo las pérdidas.
— ¿Qué mierda cree que está haciendo? ¡Llamaremos a la policía en este instante! ¿Sabe con quién se está metiendo? Claro que no, por dios, cómo va a saber alguien como usted... Va a pagar muy caro por esto.
Palabras necias a oídos sordos. La carcajada que explotó del que parecía ahora sobrio hombre había sido tan desgarradora como el par de negras orbes que desenfocadas buscaban dirigirse hacia donde provenía la voz. El objeto de su desafortunada vida. El ser que le había robado la oportunidad de ser exitoso. El culpable de su desdicha vestido en ropas que podrían servirle para días y semanas de sustento. El aroma de perfume caro impregnaba el ambiente, tan diferente al de las putas baratas que solía visitar.
El hombre frente a él lo tenía todo con tan solo chasquear los dedos, ¿y para qué? Personas como él jamás sabrían aprovecharlo. Era una pérdida de tiempo, de esfuerzo, gente como ellos se divertía mientras la muchedumbre a la que pertenecía trabajaba día y noche para llevar un mísero pan a la boca.
— ¿Acaso no me escucha? ¡Le dije que se mue-
Había pasado tan rápido que los ojos de la mujer seguían abiertos de par en par al igual que sus labios, el horror asfixiando el insonoro grito que se terminó por ahogar en su garganta tan falta de aire.
Uno, dos, tres... Nueve. Diez.
La cuenta estaba perdida si no seguías el golpeteo de lo que restaba de ese cráneo contra el arco de la ventanilla volviéndose cada vez más asqueroso, la sangre chorreando sin parar como si le hubieran abierto mil agujeros dentro de la piel y desgarrado por estos con los dedos. El cuerpo inerte ante una fuerza descomunal y casi sobrehumana por cómo incluso aquel metal parecía querer ceder ante los brutales impactos. Y esa risa llena de vigor, de delirio y de satisfacción en el agresor que causaba una minúscula curva sobre unos finos y rosáceos labiales de alguien que se encontraba apenas a unos metros de distancia, cubierto por una sudadera negra más grande que su pequeño cuerpo.
Las sirenas de la policía y la ambulancia llegaban tarde, como siempre. Matt había emprendido su camino de retorno para entonces; la suerte de la mujer no había resultado mejor que la de la primera víctima.
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Just let me love you
Yoonmin pt1
Tal vez fue su sonrisa o su acento de Busan lo que me hacía mirarle como a un idiota.
Tal vez era su manera de bailar o su voz irreal la que me dejaban embobado. No lo tengo claro. Pero él, todo él, se había impregnado en mi ser.
Su voz, su piel, su aroma y ahora era imposible quitármelo de la cabeza.
Se suponía que era un hombre serio y con los pies en la tierra, que no me iba a encariñar de un chaval más joven que yo y mucho menos de alguien de nuestro grupo.
Se suponía que tenía que ser racional, maduro pero...con Jimin no podía.
Cuando su voz me llamaba con ese “Yoongi-yah” yo como el tonto que era siempre me giraba con una sonrisa en la cara.
Pensé mucho en ello, en ese sentimiento que el chico de Busan despertaba en mí. Pensé en cómo no era más que un capricho, en algo pasajero que por cuestiones obvias de confianza yo mismo había confundido. Pero me equivoqué. Claro que me equivoqué.
Fue obvio cuando empecé a sentirme incómodo cuando se cambiaba de ropa. A veces evitaba mirarle su pecho y estómago desnudo porque algo dentro de mí se encendía. Luego empezó a ser incómodo el quedarme a solas con él. ¿Qué por qué?
Porque me hablaba y no podía prestarle atención. Mis ojos iban directamente a su boca, a esos labios gruesos y demasiado carnosos.
Me sentí incómodo porque no quería que él notara que lo que yo creí que era una simple tontería, se estaba convirtiendo en algo demasiado profundo.
Una tarde cualquiera mientras estábamos en el salón Jimin se acercó a mí con una cara que no me gustó mucho.
-Yoongi, ¿puedo hablar contigo un momento?-Su tono me asustó.
-Claro.
Me levanté y lo seguí por el pasillo hasta su cuarto. Jimin caminaba en tensión, con esos hombros tan perfectos encogidos y con sus manitas moviéndose con rapidez. Abrió la puerta de su habitación y entramos. Se giró hacia mí y con sus cejas muy juntas empezó a hablar casi sin coger aire.
-Si he hecho algo que te haya molestado por favor dímelo. No me gusta que estemos enfadados, que me evites de esa manera. De verdad, Yoongi-Hyung, dime qué he hecho mal y lo arreglaré.
-Jimin...-Me pasé la mano por la nuca y suspiré.
-No puedo seguir así...yo....-Lo miré y sus ojos estaban empezando a llenarse de lágrimas.
-No Jimin..no llores...Por favor.
-No me odies. Lo arreglaré. Lo que sea....Te lo juro.
-Jiminie no te odio, idiota.-Me acerqué a él con el corazón golpeándome el pecho.
-Sí me odias.-Lo abracé mientras él se tapaba la cara con las manos.
-No...-Bajé el volumen de mi voz.-He estado...estresado y lo he pagado contigo. Perdóname.
-¿Se..seguro?
-Seguro. No podría odiarte aunque quisiera.
Mientras lo abrazaba me impregné de su aroma, de ese dulce olor que siempre le acompañaba. ¿Cómo se suponía que debía vivir con él durmiendo bajo el mismo techo que yo? Me desgarraba la idea, lentamente.
Pasaron semanas, meses e intenté esforzarme para que Jimin no volviera a sentir que estaba enfadado con él. Me era insoportable verle llorar, sufrir o simplemente no verle con una sonrisa en la cara.
Yo ya sabía que Jimin era más oscuro de lo que la gente creía. Tenía sus propios demonios que lo atormentaba y por ello no quería alejarme de él, tal vez porque era egoísta o porque lo amaba demasiado, no lo sé.
Intenté seguir con mi vida y puse mucho énfasis en no pensar en Jimin como algo más que un amigo. Lo intenté con todas mis fuerzas. Me obligué a salir con otras personas, a buscarme “amigos” para pasar las noches que más solo me sentía. Nada funcionó. Nada parecía poder borrar ese sentimiento que se aferraba a mí.
No lo negaré, a veces mientras estaba encerrado en el GeniusLab lloraba. En silencio, como si me doliera algo en lo más profundo del alma. Lloraba y me culpaba a mi mismo por ser así, por querer algo que no podía tener, por no poder amar a otra persona que no fuera él.
Ese sentimiento tan horrible se instaló en mí y sufrí. Me quemaba por dentro, me desgarraba hasta la parte más pequeña de mi ser. Quería que el mundo me diera tregua, que mi propio corazón me diera un respiro, pero no iba a ser posible.
Dejé de comer. Dejé de dormir. Dejé de sonreír, si es que alguna vez lo había hecho, y también dejé de relacionarme con mis amigos. Al principio todo el mundo pensó que era por el exceso de trabajo. Cuando estamos produciendo un nuevo álbum paso muchas horas en el GeniusLab así que no era raro.
Trabajé como un energúmeno. Horas, horas y más horas con tal de no pensar en él y en la horrible situación en la que me encontraba. Trabajé hasta la extenuación con tal de eliminar de mis pensamientos su preciosa cara.
Trabajé hasta que un día caí al suelo.
Estábamos en la sala de ensayos y no recuerdo cuando había sido la última vez que había comido o bebido algo. Llevábamos más de dos horas bailando y mi cuerpo no pudo más. Un momento estaba escuchando la música y a mis compañeros y al otro estaba mirando al techo con un pitido horrible en los oídos.
-¡Yoongi!
La primera cara que vi fue la suya, vaya ironía. Vi esos ojos preocupados y su cara de horror justo encima de la mía. Era consciente que aquello no podía seguir así, pero no sabía cómo manejarlo.
-¿Me escuchas? ¡Yoongi!
-Sí....sí...-Intenté levantarme pero no pude, no tenía fuerzas.
Entre Jimin y Namjoon intentaron sentarme en el suelo y dejarme apoyado contra la pared. Me sentía débil y no solo físicamente. Algunos de los miembros del staff corrieron a ver qué me había pasado, pero los alejé a todos.
-No voy a ir al médico. Quiero dormir.-Dije para mi mismo pero suficientemente alto para que todos me escucharan.
-Te llevo. Venga ayudadme.-Seokjin Hyung y Namjoon me levantaron del suelo con poco esfuerzo, más que nada porque mi peso era como el de una pluma.
Me llevaron sin decir nada, ellos ya sabían que si no me apetecía hablar no iba a salir ni una sola palabra de mi boca. Se preocuparon de dejarme bien metido en la cama y de llevarme un vaso de agua y algo de comer por si luego me apetecía.
Se fueron.
Lloré.
Estaba tan cansado de mi mismo que ya no sabía cómo comportarme. Estaba agotado de no saber manejar ese sentimiento que tenía hacía Jimin y todo ello me estaba matando lentamente.
Toc Toc Toc
La puerta se abrió lentamente y cerré los ojos. Era él, lo sabía antes incluso de que decidiera sentarse a mi lado en la cama.
Con los ojos cerrados sentí el peso de su cuerpo en el colchón, el olor de su piel inundándome por completo.
-Sé que no estás durmiendo Hyung.-Dijo con su acento de Busan.
No respondí, me quedé sin moverme y con los ojos cerrados.
-Me has dado un buen susto.-Su mano buscó la mía por encima de la manta y la cogió.
Una pequeña corriente me zarandeó y me vi obligado a abrir los ojos para mirarle. Él siempre era dulce y calmado, como un ángel que se hubiera perdido en la tierra y yo..yo no era más que alguien demasiado roto y oscuro para él. Yo quería quedármelo para mí, hacerlo mío e impregnarlo con todo lo que era aunque sabía que eso no iba a ser posible.
-¿Qué te pasa?-Su voz era como un susurro y aunque me hizo una pregunta él sabía que no iba a contestar.-Llevas así mucho tiempo Yoongi-yah...
Cerré los ojos y dejé que su mano acariciara la mía, era lo más cerca que iba a estar de su alma nunca.
-Si te ha pasado algo dímelo...Podemos buscar una solución pero por favor deja de maltratarte de esta forma.
-No se puede solucionar Jiminie...-El sonido de mis palabras rasposas rozaban la desesperación.-No se puede...
Lo miré directamente a los ojos sabiendo que tenía razón. Yo era de aquella manera y no había vuela atrás.
-Yoongi....-Se acercó un poco más y dejó su mano, la que había estado acariciando la mía, en mi mejilla.
Sentí el fuego de su piel abrasarme y con desesperación le cogí por la muñeca.
-No hagas eso. Vete por favor.
Y con la mirada perdida se fue.
Me quedé solo.
Lloré.
Pensé en él tanto como mi cabeza me dejó. Jimin no me amaba, no había estado nunca interesado en ningún chico, es más, todos sabíamos que tenía algunas amigas con las que pasaba el rato. Jimin no era como yo. Él era una hada, un ángel que tenía que alejarse de mí.
Y eso hice. Me alejé todo lo físicamente posible a él.
Durante un tiempo funcionó, evitaba comer a la misma hora que él, evitaba sentarme a su lado en cualquier ocasión que me lo permitiera e incluso dejé de compartir momentos con los demás con tal de no verle.
Nam vino a hablar conmigo un día. Lo sabía, que aquello era insostenible pero era la única forma que tenía para seguir viviendo en aquella casa.
-No puedes seguir así.
-Cállate.-No quería ser borde, pero la situación me sobrepasaba.
-No. Deja de hacer el imbécil. ¿Crees que no sabemos por qué te comportas así?
La pregunta me dejó aterrorizado y lo miré a los ojos con un miedo que me estaba engullendo.
-¿Qué dices?
-A veces creo que eres más idiota de lo que pareces. ¿Sabes lo mal que lo está pasando Jimin con todo esto? ¿Sabes cómo llora?
-Déjame por favor...
-Díselo Hyung...
-No digas tonterías...¿Quieres que deje el grupo? ¿Es eso? Porque te aseguro que es lo que pasará en el mismo momento en que él sepa algo de...
-¿De lo que sientes?
-Sí...
-Mira Yoongi.-Namjoon se levantó de la silla y me miró muy serio.-No voy a permitir que te consumas de esta manera. Haz lo que tienes que hacer o te juro que yo mismo lo haré.
-No te atreverás.
-Pruébame.
Su amenaza quedó en el aire y salió del GeniusLab.¿De verdad pretendía que hablara con Jimin? ¿Qué me acercara a él y le dijera que estaba enamorado de él? Suspiré. La idea más surrealista de la historia.
Unas noches después al salir del GeniusLab fui a la cocina a buscsr algo que llevarme a la boca. Los mayores habían salido y aunque me habían pedido que les acompañara me negué. No tenía fuerzas más que para lamerme las heridas.
Caminé por el pasillo y entonces la escuché, la voz de Taehyung. La conversación que se intuía provenía de su habitación y sin poder evitarlo me quedé ahí espiándoles.
-Jimin-ssi por favor...-Taehyung imploraba.
-Jiminie no digas tonterías, no llores.- Jungkoom también estaba ahí. Yo estaba de pie delante de aquella puerta haciéndome eco de una conversación que ya sabía de antemano que me iba a hacer daño.
-No puedo más...no puedo...
Jimin.
Había tanto dolor en sus palabras que se me creó un nudo en la garganta. Todo era culpa mía. Siempre.
-No llores...
-Me voy. Necesito irme.-La declaración de Jimin me dejó blanco.¿Se iba? ¿Dónde? ¿Por qué?
-No puedo ni...ni mirarle a la cara y..-le costaba hablar por el llanto-y él me odia...me odia.
-No te odia...Jimin...-Creo que era Jungkook quien le hacía la réplica.
-Espera. La puerta se abrió de golpe.
Mierda. Ahí estaba el ángel más perfecto del mundo con la cara hinchada de llorar y los ojos oscurecidos por la pena.
Al verme se quedó clavado en la puerta mirándome con una mezcla de odio y pena.
-Hyung...-La voz de Taehyung salía de detrás de Jimin.
No contesté. Seguí mi camino con una presión en el pecho ya muy conocida para mí. Caminé unos metros intentando alejarme lo posible de él pero una mano me agarró con demasiada fuerza. Sentí la rabia en ese agarre y me giré para mirarle.
-Quiero hablar contigo.
Afirmé con la cabeza y lo seguí por el pasillo hasta su habitación. Jungkook y Taehyung nos miraron pasar pero no dijeron nada simplemente se encerraron en la habitación. Lo seguí por el pasillo sabiendo exactamente qué me iba a decir. ¿Qué le iba a contestar? ¿ Cómo iba a poder levantarme a la mañana siguiente sabiendo que se había ido por mi culpa?
Esa situación tenía que acabar y sabía muy bien cómo solucionarlo.
Jimin cerró la puerta y cogió aire. Sé que para él era difícil expresarse y abrirse, no tanto como a mí, pero claro yo soy un caso perdido. Su cara estaba encogida por un sentimiento que no supe leer. Quería morirme, quería desaparecer para no tener que lidiar con ese sentimiento que me estaba ahogando.
-Hyung...-Su voz sonó trémula y llena de dolor.
No pude contestar. Nos quedamos en silencio en esa habitación a oscuras, con todo ese aire espeso y doloroso a nuestro alrededor. ¿Cómo habíamos acabado así?
-Me voy..me voy a ir a Busan.
Cerré los ojos cuando lo dijo.
-...-Abrí la boca para decir algo pero no supe el qué.
-Esto es lo mejor para todos. No puedo seguir...-Se pasó la mano por la cara.-No puedo vivir así Hyung. Si..si tanto te molesta mi presencia entonces...me iré. Ya está.
-Jimin.-No sé cómo me salió la voz.
-No. Déjame acabar.-Su cara estaba en tensión, aunque no había luz en aquella habitación, sus ojos me perforaron.-Sé que he hecho algo que te ha molestado o te ha dolido. Lo siento. Lo siento mucho Hyung, sea lo que sea...Pero si no puedes perdonarme entonces me iré. Eres mucho más valioso que yo aquí, tu trabajo es más importante. Lo sé, por eso me iré yo antes de que lo hagas tú.
-¿Qué estás...-Intenté acercarme a él porque sus palabras me estaban quemando.
Di un paso hacia delante pero él se pegó a la puerta. No me quería cerca, eso estaba claro.
-Jimin...
-Pensaba..pensaba que éramos amigos Hyung...-Su voz se rompió y empezó a llorar.
-Lo somos.-Mentí.
-No...no es verdad.-Las lágrimas le caían sin control mientras su espalda se tensaba contra la puerta.-No es verdad...
Como un idiota que soy me acerqué a él y me quedé a la mínima distancia posible, rozando mi frente contra la suya, tocando la punta de sus zapatos con los míos.
-Lo siento...-No pude decir nada más.
-¿Qué..qué he hecho mal?-Tenía la cara bajada y seguía llorando.-¿Qué he hecho para que me odies tanto?
Sus preguntas eran como alfileres punzantes y atravesaban mi piel y mi alma. Levanté las manos y las dejé en su cuello para que me mirara. Él no se iba a ir, no lo iba a permitir...No.
-Mírame.-Intenté sonar relajado, cosa que se alejaba bastante de la realidad.
-No.
-Jimin.-El tono de mi voz le hizo levantar la mirada.
Mal. Joder, muy mal.
Todo lo que tenía pensado decirle desapareció. Todo ese esfuerzo que había puesto durante meses para evitarle, se esfumó. Todo mi autocontrol se desvaneció entre las sombras de aquella habitación.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas, sus mejillas estaban rojas de llorar al igual que sus labios que estaban hinchados y temblorosos.
Perdí lo poco que me quedaba de humanidad cuando me miró. No pude evitarlo, no quise, porque en el fondo pensé que ese era mi regalo de despedida.
Sin dudarlo mucho acerqué mi boca a la suya, suave, sin saber si me apartaría o no. Solo quería sentir esos labios contra los míos aunque fuera una sola vez en mi vida. Solo quería ese pequeño momento egoísta, porque para mí ya estaba todo perdido. Ya no había vuelta atrás, nunca la hubo.
El calor de su piel contra la mía me dio vida, me dio un calambrazo directo al corazón. Nunca quise abrir la boca y buscar su lengua pero él...él lo hizo. Tal vez fue instintivo, tal vez porque mis manos le estaban agarrando del cuello y la cara...No lo sé, pero ese pequeño roce se transformó en algo demoledor y vivo, en un torbellino de emociones que me trastocó por completo.
Sentí su aliento dentro de mi, nuestras lenguas jugando, sus dientes mordiéndome los labios y luego...luego el frío.
Primero fue un empujón, luego fue un dolor punzante en la cara. Me merecía aquél puñetazo. Me merecía que me atropellara un puto camión.
Abrí los ojos aún de pie pero a varios metros de Jimin, él se miraba el puño con el que acababa de pegarme y lloraba. Otra vez, como siempre cuando estoy a su lado.
Su pequeño cuerpo se encogió y se quedó en el suelo llorando con una agonía que me dolía de una forma indescriptible.
-El que se va soy yo Jimin.-Caminé por su lado sin mirarle, no podía.-Por favor, cuídate.
Esa noche la recuerdo un poco borrosa. Sé que llamé a un taxi mientras hacía una pequeña mochila, también recuerdo salir de casa en silencio y con algo roto dentro de mí. Sé que esa noche la pasé en un hotel esperando a que se hiciera de día y así poder coger un avión.
Después todo fue una vorágine. Fue como una pesadilla, densa, amarga. Llegué a Daegu pero no fui a casa de mis padres, no me veía capaz. Me instalé en casa de un amigo y ahí me quedé. Me quedé agonizando por todo lo que había hecho y por lo que sabía que no podía arreglar.
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LA SOMBRA DEL ESPEJO
La sombra que veía tras ella en el espejo del baño apareció desde el día que comenzó a vivir con su nueva pareja.
Sara había conocido a Pablo como a la antigua usanza, charlando esporádicamente cuando él iba a tomarse un café de buena mañana o a almorzar con sus compañeros de trabajo en la cafetería donde ella trabajaba a media jornada. Se gustaron casi de inmediato. Ella solía trata a la gente con mucha alegría, siempre sonriente, y por eso tenía muy buen don de gentes para trabajar cara al público. Para Pablo, la sincera sonrisa de Sara cada vez que le daba los bueno días le parecía el mejor chute de energía para comenzar una jornada productiva en la oficina.
La química que flotaba entre ellos era evidente, de modo que ni ella se sorprendió cuando él la invitó un día como cualquier otro a cenar, ni él tenía dudas de la afirmativa respuesta.
Cuando llegó el día que tanto esperaban, ambos se arreglaron para lo que sabían que iba a ser una velada perfecta. Y ninguno de ellos se equivocó. Aquella cita fue la primera de otras tantas, de tardes de cine en casa y de noches donde ambos se entregaban hasta casi el amanecer.
Por eso a nadie le extrañó que en menos de un año Sara estuviera mudándose al espacioso piso de Pablo.
Y sí, fue desde aquel mismo día, cuando su pesadilla comenzó.
Al principio, esa sombra que Sara veía era pequeña, y la interpretó como un defecto de fabricación o una mancha...pero tal y como los días pasaban, veía como esta iba creciendo.
Un domingo por la mañana, mientras Sara se peinaba tras ducharse, observó con atención como aquella cosa amorfa casi doblaba su tamaño desde el primer día que la vio. A su impresión, parecía una figura amenazante tras su espalda, que parecía querer abalanzarse sobre ella de un momento a otro.
-Pablo, ¿sabes cómo se hizo la mancha que tienes en el espejo?-le preguntó aprovechando que Pablo iba por el pasillo de camino a la cocina. Él la miró extrañado por la pregunta, y observó con atención donde le estaba señalando ella.
-Cariño, yo no veo nada.- dijo despreocupado, mientras la abrazaba por la espalda, depositando un suave beso en su hombro.
-¿Cómo que no? ¡Pero si está justo ahí! ¿De verdad me estás diciendo que no ves nada?
Pero él insistía que en el espejo no había ninguna sombra. Sara, alucinada, volvió a fijarse en el espejo. La sombra parecía querer ahora envolverle a él, abrazando su pecho y acariciando su rostro. No podía jurarlo con seguridad, pero estaba convencida de que aquella cosa, poco a poco, iba tomando el aspecto de una sombra humana, y aunque se apreciaba muy vagamente ésta se movía con mucha lentitud por el espejo.
Durante varios días, casi como una obsesión, Sara pasaba largos minutos mirando el espejo, analizando y reflexionando. Aquella tarde llamó a sus mejores amigas, aprovechando que Pablo estaba trabajando, para enseñarles aquella cosa que tanto le estaba perturbando. Ellas, a las que había revelado en secreto su miedo días antes y tenían muchas ganas de ver eso tan raro que pasaba ahí, tampoco veían nada.
-Está justo aquí, a mi lado, como si estuviera pegada a mí ¿De verdad tampoco la veis?
-Lo siento Sara, pero el espejo está completamente normal.
-Yo sólo veo el reflejo de nosotras tres.
Sara suspiró desolada. Era imposible que lo estuviera imaginando ¿O acaso había desarrollado alguna patología extraña que le hacía ver esas cosas solo a ella? Si nadie más la veía ¿Podría ser que el problema estuviera en su mente?
A la mañana siguiente, al despertar, un sudor frío recorrió su cuerpo. Había tenido la peor pesadilla de su vida. La sombra, siempre presente, siempre a la espera, ya no estaba en el espejo, sino a su lado, mirándola fijamente con unos ojos sombríos. La sombra no tenía rostro, pero sí esa horrible mirada llena de odio y obsesión. Y por más que intentó moverse, Sara sintió como aquella criatura se metía dentro de ella por cada poro de su piel.
No pudiendo más, se levantó de un salto, ignorando la voz de Pablo que, asustado, le preguntaba que ocurría. Se dirigió al baño, y miró al espejo con desesperación. La sombra seguía ahí. Y tenía el mismo aspecto que en su sueño.
-NO…esto no puede estar ocurriendo de verdad.
-¿Aún sigues con esas?- Sara gritó, llevando su mano derecha al pecho. En la puerta, Pablo la mirada sorprendido, sin entender qué diablos le estaba ocurriendo.
-He tenido una pesadilla horrible. No entiendo como nadie la ve, pero está aquí, y empiezo a soñar con ella. YO…-Sara se detuvo al notar que sus mejillas estaban húmedas. Ni tan siquiera se había percatado de que estaba llorando. Pablo, en un gesto de compasión, y preocupado por ella, acortó la distancia que los separaba y la abrazó con fuerza mientras mesaba con suavidad sus cabellos.
-Cielo…no quiero que te sientas mal por lo que voy a decir, pero creo que deberías ir a hablar con alguien sobre esto.
-¿Te refieres…a un psicólogo?- Ella alzó su rostro, aún en sus brazos, para mirarle a la cara. Pablo tenía su atención puesta en el espejo, pero nada parecía indicar en él que estuviera viendo algo.
-Sí. Nadie más que tú está viendo lo que dices que ves. Quizás es el estrés por el trabajo, o el cambio de vivienda...no sé. Pero sea lo que sea un profesional te podrá ayudar.
Sara se apretó más contra el cuerpo de Pablo, notando que se relajaba con el compás de su respiración. Aún en esa posición, buscó su reflejo, y tal y como temía ese ser seguía ahí, muy cerca de ellos.
-Tienes razón. Voy a llamar antes de ir a trabajar a ver si pueden darme cita para esta tarde.
Y así lo hizo, aunque no tuvo la suerte de tener cita hasta la tarde siguiente.
Cuando llegó a casa del trabajo para la hora de comer, mandó un mensaje a Pablo para comentarle lo de la cita del psicólogo. Fue cuando un ruido proveniente del cuarto la puso en alerta.
Miró la hora en el móvil que ya tenía en la mano y comprobó que, efectivamente, a esas horas Pablo aún debía estar en la oficina.
La puerta estaba cerrada con llave, a simple vista no parecía forzada, y aquel piso estaba en una quinta planta en un edificio de nueve alturas, por lo que era imposible que nadie se hubiese colado por la ventana.
De nuevo escuchó ese ruido, esta vez más cerca y agudizando el oído se percató de que parecían pasos. El lento caminar de unos pies que se arrastraban.
Notó como su respiración aumentaba, entrecortándose al querer salir con velocidad entre sus dientes. Su estómago parecía contraerse, y el latir de su corazón comenzó a sonar tan fuerte, que ya no era capaz de escuchar ese ruido extraño.
Tragó saliva, paralizada aún en la entrada de la casa, mirando fijamente el pasillo, donde podía controlar tanto la puerta del dormitorio como la del cuarto de aseo, mientras sus nodillos apretaban con tanta fuerza el mango de su bolso que estos empezaban a estar blancos.
Fue entonces cuando la vio. Una silueta oscura que cubría su rostro con un largo amasijo de pelo revuelto apareció del dormitorio.
Sara ni tan siquiera lo pensó. Impulsada con una energía que creía perdida, giró su cuerpo a gran velocidad, cogió las llaves de casa que colgaban del cerrojo y abrió la puerta con tanta velocidad que esta rebotó contra la pared, haciendo sin duda una marca en ella y volviendo con fuerza a su lugar. Pero poco le importaba.
Salió corriendo, dejando las llaves aún puestas en el cerrojo y tiró de la puerta para tratar de cerrarla y así ralentizar lo que sea que fuera aquella mierda que la estaba atormentando.
Para su horror, al girarse un leve instante y ver que esta quedaba cerrada, una mano negra se agarró con fuerza en su largo cabello, empujándola de nuevo al interior de la casa. Sara gritó, tratando de soltar aquella cosa de su pelo e hizo fuerza con la cabeza. Sintió como los mechones cautivos salían despedidos de su cráneo, dejando un intenso dolor allí donde estaban, y cayó al suelo por la fuerza ejercida. Lo mimo debió ocurrirle a su atacante, puesto que dejó de verle por ese instante, y aprovechó para, ahora sí, cerrar la puerta de golpe y salir corriendo escaleras abajo.
A la noche, cuando Pablo volvió de trabajar, se encontró mal colocado el felpudo que daba la bienvenida a su casa. Al abrir la puerta, se inquietó al ver que no estaba cerrada con llave, y cuando entró escuchó el leve tintineo de las llaves de Sara, las cuales estaban colgando del pomo.
Todo aquello le resultaba demasiado extraño, pero dado que Sara últimamente no se encontraba bien, pensó que quizás había tenido un ataque de pánico.
Saber que su actual pareja estaba pasando por un momento difícil le inquietaba mucho. Y al pensarlo, resurgieron en su mente recuerdos dolorosos. Un pasado que no podía ni deseaba borrar, pero que le atormentaba cuando le volvía a la mente.
Haciendo un esfuerzo por no recrearse en ello y fue hasta el cuarto, donde dejó sus cosas y se dispuso a llamar a su chica. Al tercer tono una voz temblorosa se escuchó desde el otro lado del aparato.
-Sara. Acabo de llegar a casa y he visto que están aquí tus llaves ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estás?
-Pablo…por favor sal de esa casa. He visto algo raro allí y…
-Aquí no hay nada raro, lo único extraño que he visto lo has dejado tú.
-No…no lo entiendes. He visto algo en el pasillo al llegar a casa. Me ha agredido y…
Pablo se irguió de forma automática, mirando a su alrededor. No parecía que en el piso faltara algo o que las cosas estuvieran removidas. Todo sonaba extraño, pero dado su estado no quería tacharla de paranoica.
-¿Dónde estás ahora? Iré a buscarte.
-No quiero volver allí.
-No hace falta que vengas. No pasa nada. Dime dónde estás.
Le pareció sentir duda en el breve silencio donde Sara parecía pensarse las cosas.
-He vuelto al piso viejo donde estaba…sabía que aún no lo habrían alquilado y me quedaba una copia de la llave que no devolví por error.
-Está bien. Voy hacia allí, espérame en el piso y hablamos.
Pablo colgó y se dispuso a volver a coger las cosas para salir de inmediato, cuando de pronto sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo. Se giró con brusquedad, buscando algo que no sabía poner nombre.
-Estoy empezando a sugestionarme- Dijo en voz alta mientras recorría el pasillo para ir en busca de Sara. Pero antes de salir por la puerta, cuando estaba apagando la luz, volvió a notar ese frío, ahora en el pecho, y una extraña sensación de carga en el cuerpo. Se tocó el tórax, tosió ligeramente, y con más pesar de lo que se atrevía a admitir fue hacia el piso de Sara.
Sara le esperaba inquieta. Tenía la piel pálida y tic bastante evidente bajo su ojo izquierdo. Pablo casi no reconocía en ella a la mujer alegre y jovial de la que estaba enamorado. Trató de tranquilizarla por todos los medios posibles. Le hizo una infusión con miel, puso la televisión, y ambos pasaron el rato en el sofá, abrazados, mientras ella se terminaba la bebida y Pablo la miraba de vez en cuando de reojo.
No quería comentarle nada de lo sucedido mientras ella no lo hiciera primero, y mucho menos que él también había tenido una sensación extraña antes de ir a buscarla.
Al final, ambo pidieron pizza para cenar, se pusieron una película y consiguieron relajarse un poco.
Sara seguía sin querer hablar de lo ocurrido, pero le insistió en que se quedase con ella a dormir aquella noche en el apartamento. Pablo no lo dudó un instante, pese a que necesitaría ropa limpia para ir a trabajar al día siguiente. Ya se acercaría al piso antes de acudir al trabajo.
Ya más tranquilos, ambos fueron a la cama, entrada la noche.
Todo pudo haber sido normal. Sara consiguió dormir por fin sin pesadillas. En sus sueños ella caminaba de la mano de Pablo por el paseo de un parque que no conocía. Él le sonreía, más joven que ahora, acariciaba su cabello, aunque sentía que éste era diferente. Pero no importaba. Estaba feliz, sintiendo como Pablo la abrazaba por la espalda.
Sí, quizás todo había sido una sugestión, un ataque de pánico o histeria por toda la presión que estaba sintiendo.
Quizás a la mañana siguiente, le comentaría a Pablo la idea volver al piso.
Pero esa madrugada, cuando una gélida brisa le hizo despertar de su descanso, supo desde que abrió los ojos que todo iba a cambiar para siempre. Adormilada, pudo ver una silueta que la miraba fijamente. Era la sombra la que estaba en la habitación, al lado de su cama y encorvada hacia ella.
Como en el piso, cuando estaba en el pasillo, ya no hacía falta el espejo para poder verla.
Sara trató de gritar, pero algo frío apretando su garganta se lo impidió. Y lo único que sintió fue como aquella sombra se metía por su boca, ahogándole al dar con las paredes de su tráquea y notando como aquella cosa comenzaba a llenarla por dentro.
Con aquella cosa invadiendo su cuerpo y su mente, volvió a ver a Pablo dentro de su sueño, paseando de la mano de una joven que no era ella, a la que sonreía dulcemente. Enamorado.
Intentó gritar una vez más, un intento a la desesperada. Pero en apenas un segundo, todo se volvió oscuridad.
Cuando Pablo despertó, aún con los ojos cerrados, buscó a tientas el cuerpo de Sara junto a él en la cama. Pero notó algo frio, y extrañado se giró para mirarla, viendo, para su asombro, como unos ojos fríos e inocuos le miraban fijamente.
Una mirada que creía perdida. Un amor que le hablaba en pasado.
La cara de Sara se veía amoratada bajo el leve brillo del Sol que se colaba por las ventanas. Pero aunque su rostro era el mismo, la sonrisa torcida que le mostraba, aquellos ojos que nunca podían olvidar le hizo recordar a lo que tanto extrañaba.
Su antigua mujer...el amor de su vida...la cual perdió en un robo a mano armada donde ella y dos personas más fallecieron en un tiroteo.
Ella le sonrió en un rostro sin vida, sin perder esa macabra sonrisa y esos ojos que parecían salirse de sus órbitas. Con delicadeza, su antigua mujer le acarició la mejilla con extrema dulzura.
-Hola cariño. Ya he vuelto a casa.
Pablo abrió la boca para decir algo.
Pero solo un grito nació de su garganta.
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[Fanfic] Mucha caza y poco amor
Calificación: +14
Categoría: M/M
Fandom: Teen Wolf (TV) Relación: Chris Argent/Peter Hale (Petopher)
Tags: First Kiss, Denial of Feelings, Soulmates, Alternate Universe - Soulmates, Soulmate-Identifying Marks, Character Study, POV Chris Argent
Idioma: Español
Palabras: 2681
Resumen: Los Argent nunca han confiado en las almas gemelas. Cuando sus hijos conseguían su marca a los catorce años, les obligaban a cubrirla. Eran los padres quienes decidían con quiénes debían casarse sus hijos y estos no tenían nada que decir al respecto. Probablemente nunca conocerían a sus almas gemelas, pero era algo que se les inculcaba desde pequeños: sus vidas estaban dedicadas a la caza de los monstruos, no podían perderse en historias de amor.
Los Argent nunca han confiado en las almas gemelas. No podían permitir que cualquiera se uniera a su familia. Cuando sus hijos conseguían su marca a los catorce años, les obligaban a cubrirla con una banda de tela en su brazo (no era algo extraño, muchas personas lo hacían, aunque con ideas más románticas en mente), algunos optaban por hacerse un tatuaje encima para cubrirlo cuando eran mayores. Eran los padres quienes decidían con quiénes debían casarse sus hijos, normalmente algún miembro de otra rama de la familia o de otra familia de cazadores si necesitaban una alianza. Y los hijos no tenían nada que decir al respecto. Probablemente nunca conocerían a sus almas gemelas, pero era algo que se les inculcaba desde pequeños: sus vidas estaban dedicadas a la caza de los monstruos, no podían perderse en historias de amor.
Christopher Argent había despertado el día de su decimocuarto cumpleaños con la marca tatuada en su brazo, la marca que su alma gemela compartiría. La observó por un minuto, se levantó y se colocó en el brazo la banda que su madre le había dado el día anterior. Estaba verdaderamente convencido de la labor que llevaba a cabo su familia y aceptaba que pensar en su alma gemela –intentar encontrarla, enamorarse– tan solo sería un inconveniente para su trabajo.
A los dieciocho años, Chris se casó con Victoria, la mujer que sus padres habían escogido para él. No estaba enamorado de ella, pero sabía que podían mantener una relación civilizada. Victoria sería la próxima matriarca de la familia Argent y su deber no era amarla sino protegerla y apoyarla durante su mandato.
Chris nunca pretendió descubrir quién era su alma gemela, pero no pudo evitarlo, Peter siempre llevaba las mangas de lo que fuera que tuviera puesto recogidas hasta los codos, mostrando orgulloso la marca en su antebrazo. Conocía a Peter Hale desde hacía mucho tiempo, habían ido a la misma escuela primaria y al mismo instituto incluso si se llevaban casi siete años de diferencia (el hijo menor de los Hale había conseguido saltarse dos cursos y no le quedaban más que un par de años para graduarse aunque estaba seguro de que lo haría incluso antes).
Ese día lo vio cuando el chico salía del cine junto a unos amigos (que evidentemente eran mayores que él, pero no se veía en absoluto fuera de lugar). Sus ojos se habían visto de inmediato atraídos por la marca en su brazo. No podía creer que Peter (uno de los Hale, un hombre lobo, un pequeño bastardo como ya había demostrado que era) fuera su alma gemela. No importaba de todos modos, jamás habría nada entre ellos, el hombre lobo jamás sabría que Chris era su alma gemela. Por un lado, sentía algo de lástima por él, nunca encontraría a su alma gemela y sabía lo importante que eso era para un hombre lobo. Habría sido una relación imposible de todos modos y, sobre todo, peligrosa.
Chris mantuvo su marca oculta y no volvió a mirar más de lo necesario al lobo.
Dejaron Beacon Hills poco después de que Allison naciera.
Un día, años después, despertó en medio de la noche con la marca en su brazo ardiendo. Cuando Victoria le preguntó qué sucedía, respondió que había sido solo una pesadilla. Salió de la habitación con la excusa de despejarse un poco y esperó durante horas hasta que la marca en su brazo dejó de arder y su cuerpo dejó de temblar. Por la mañana, lo único que quedaba para recordarle lo que había sucedido era un hormigueo en su brazo. Esa tarde descubrió que la casa Hale había ardido con todos sus habitantes dentro. Chris sabía que Peter no estaba muerto, no había sentido que muriera por cerca que hubiera estado, pero no investigó más allá.
Regresaron tiempo después a Beacon Hills. El infierno se desató, su hija encontró a su alma gemela en un hombre lobo (quizás era cosa de familia) y su hermana murió a manos del hombre cuya familia había aniquilado.
El dolor que había sentido esa noche años atrás no fue comparable al que sintió la noche en que Peter ardió de nuevo, a manos de otra Argent, y finalmente murió bajo las garras de su propio sobrino. Realmente esperaba haber sido capaz de ocultar de los demás el horrible dolor que se extendía desde su brazo. Por suerte, todos estaban demasiado pasmados por la escena ante sus ojos como para prestarle atención a él.
(No quiso pensar en el vacío que sentía en su pecho desde aquella noche).
Victoria murió (Chris la mató) y lamentó su pérdida porque la quería, imposible no hacerlo tras tantos años juntos.
Entonces, esa misma noche, Peter resucitó. Por supuesto, si alguien podía hacer algo así era Peter Hale.
(No quiso pensar en que el vacío que sentía había desaparecido).
La vida continuó y los horrores no se detenían en Beacon Hills. Estuvo a punto de morir a manos de la darach y después Allison murió a manos del nogitsune. Esa muerte dolió más que la muerte de su alma gemela. No fue solo un ardiente dolor en su brazo, fue su corazón haciéndose pedazos. La lloró como no había llorado a nadie. Por mucho tiempo pensó que no podría recuperarse.
Se marchó porque esa ciudad ya le había arrebatado demasiado y no creía que le quedara más que pudiera sacrificar. Creyó que nunca tendría una razón para regresar. Qué equivocado estaba. El benefactor y Kate, quien ya no era humana, pero seguía viva. Peter estaba ahora en Eichen House y era probablemente lo mejor (al menos estaba vivo). No fue a visitarlo jamás. ¿Por qué iba a hacerlo? Pero era difícil dejar de pensar en qué estaría sufriendo allí. Sabía que aquello no era una cárcel cualquiera, aunque él tampoco era un preso cualquiera.
Después llegaron los Doctores del Mal, la Bestia de Gevaudan y Gerard (el único que debería estar muerto y no lo estaba).
Más pérdidas y más dolor. Chris sentía ese vacío dentro de él y observaba su antebrazo que había llevado toda su vida cubierto porque, a diferencia de la mayoría, jamás había recibido su marca a los catorce años. Frunció el ceño. Tenía una extraña sensación, como si olvidara algo que debería recordar. El vacío que sentía en su pecho era asfixiante. Había perdido a su esposa, había perdido a su hija, había... había perdido todo lo que tenía. Y seguía luchando.
(Algo faltaba. En los escasos momentos en que estaba distraído se encontraba llevando la mano a su antebrazo, donde su marca debería estar, pero nunca había aparecido. Algo faltaba, algo que no debería haber perdido).
La Cacería Salvaje llegó a Beacon Hills (¿a dónde si no?) y este era un enemigo que no sabían cómo vencer, contra el que las balas y las garras no servían para nada. Los chicos estaban seguros de que los Jinetes Fantasma se habían llevado a alguien importante, a uno de sus amigos, alguien que podría resolver esto.
(Chris aún sentía ese vacío que no estaba seguro por qué había sido llenado antes. No quería pensar en ello. Seguía tocando la banda en su brazo).
Los Jinetes seguían atacando y llevándose a gente y entonces-
Su brazo ardió como había ardido hacía años, pero no recordaba por qué hasta que lo recordó y al quitar la banda vio la marca.
Peter. Todas las memorias fluyeron dentro de él como una catarata intentando aplastarlo. ¿Cómo podía haberlo olvidado? Su alma gemela, incluso si jamás se lo confesaría. El hombre que había desatado el infierno en Beacon Hills. El hombre al que su familia había destrozado la vida. El hombre al que habían condenado a no encontrar a su alma gemela jamás por las normas de los Argent. El hombre al que le habían arrebatado todo. El hombre que aún se levantaba y seguía luchando, arremangándose y mostrando orgulloso su marca.
Cuando lo vio tumbado en la cama del hospital, todo su cuerpo quemado de pies a cabeza, solo pudo pensar «al menos esta vez no ha sido a manos de un Argent». No podía apartar la mirada y ni siquiera se percató de haberse acercado hasta estar de pie junto a su cama.
Peter le miraba, sus pálidos ojos azules resaltando contra su piel ennegrecida. Sabía que lo reconocía y no parecía molesto, no parecía querer que se marchara o al menos no hizo ningún gesto indicándolo. Probablemente no podía hablar, pero tampoco parecía alterado por su presencia. Entonces, Peter levantó una mano temblorosa y Chris se sobresaltó un poco, pero no se movió. Deslizó los dedos por su brazo, apenas capaz de mover sus músculos y probablemente sufriendo por ello, hasta que un dedo se deslizó bajo la banda que ocultaba su marca.
Peter lo sabía.
¿Desde cuándo? ¿Por qué nunca lo había dicho? ¿Por qué nunca había hecho nada? (Aunque tal vez el hecho de no haberlo matado ya era algo).
Entonces, Melissa entró en la habitación y Chris huyó con una triste excusa.
No volvió a ver al hombre lobo hasta que todo volvió a la normalidad (o lo que se consideraba normal en Beacon Hills). La próxima vez que lo vio, estaba a la puerta de su apartamento. No había rastro de quemaduras, su torso cubierto por un jersey blanco con un amplio cuello en uve y las mangas arremangadas hasta los codos. La marca en su antebrazo destacando en su piel.
No se molestó en preguntar cómo lo había encontrado, se apartó y lo dejó pasar. Peter entró en la casa, cruzando el pasillo hasta el salón como si hubiera estado allí cientos de veces. Rodeó el sofá hasta plantarse frente a la ventana, inspeccionando el salón con las manos en las caderas.
—Esto es terrible, no tienes gusto alguno—sentenció sacudiendo la cabeza—. No puedo creer que seamos almas gemelas, mi gusto es impecable.
—¿Desde cuándo lo sabes?—le preguntó.
Peter lo miró arqueando una ceja casi como si le estuviera llamando idiota.
—Desde siempre. Los hombres lobo no necesitamos una marca que nos diga quién es nuestra alma gemela—respondió como si fuera algo evidente, algo que Chris debería saber (y quizás debería dado su trabajo).
Chris se llevó la mano al brazo, pasando los dedos sobre la banda. No tenía sentido seguir ocultándola, Peter ya sabía lo que había debajo, la misma marca que él siempre mostraba orgulloso. Se quitó la banda y la dejó caer al suelo, mostrando su marca por primera vez a alguien más. Podía sentir un hormigueo en su marca y no estaba seguro de si era real o su imaginación.
—¿Por qué no lo dijiste antes?—le preguntó.
—¿Qué sentido tenía hacerlo?—replicó, encogiéndose de hombros—. Sé que los Argent no se casan con sus almas gemelas, son siempre matrimonios concertados con otros cazadores. Y, aun si no hubiera sido así, ¿qué pareja habríamos hecho? Un cazador y un hombre lobo, demasiado cliché para mí.
—¿Por qué ahora entonces?—la actitud de Peter lo estaba aturdiendo un poco, no era lo que esperaba. Siempre pensó que el lobo se cabrearía por no haberle dicho nunca que era su alma gemela, pero al parecer lo sabía, quizás incluso antes que él.
—Porque ya no eres un cazador—respondió con una de sus maliciosas sonrisas.
—Soy un cazador.
—No en el sentido tradicional. Los cazadores no acuden a la llamada de los hombres lobo para ayudarlos. A pesar de que cada vez paredes más... curtido—y evidentemente lo decía de un modo que significaba viejo—, te has vuelto blando.
—Tomaré eso como un cumplido viniendo de ti.
—Tómalo como quieras—puso los ojos en blanco como si ya estuviera cansado de esa conversación.
—¿Qué es lo que quieres, Peter?—preguntó. Odiaba tener tantas preguntas y ninguna respuesta.
—Te quiero a ti, ¿no es evidente?—¿Cómo podía decirlo con tanta facilidad, con tanta ligereza?
—¿Por qué iba a querer tener nada que ver con un asesino como tú?
—Oh, por favor, Christopher—sonaba exasperado, pero bien podría ser todo una actuación—. Ambos sabemos que has matado a más gente que yo, incluso si los cazadores no cuentan a los hombres lobo como gente. Y si aquellos hombres a los que maté hubieran sido hombres lobo, también los habrías matado sin dudar un segundo. Solo estamos nosotros dos, Christopher, dejemos la hipocresía de lado, ¿quieres?
—Sigo sin entender por qué estás aquí, por qué quieres empezar con esto precisamente ahora.
El rostro de Peter se volvió serio de repente. Sus ojos lo miraban humanos, pero con un brillo que le hacían sentir algo nervioso. Siempre habían sido unos ojos muy intensos, parecían poder ver a través de ti. Chris podía perderse en ellos si no tenía cuidado.
—He sido quemado vivo tres veces. Tras la primera, a manos de tu querida hermana, los últimos miembros que quedaban vivos de mi familia huyeron y me abandonaron sin tan siquiera mirar atrás. La segunda, a manos de tu hija y sus amigos, mi propio sobrino me enterró bajo los restos calcinados de mi antigua casa y no regresó a visitarme hasta que cierta banshee lo trajo para resucitarme. La tercera vez y por primera vez, alguien me visitó. Sin segundas intenciones, solo para asegurarse de que seguía vivo, de que existía. ¿Me recordabas, Christopher?
—La marca desapareció cuando te llevaron. Mis recuerdos sobre ti también. Pero sabía que faltaba algo, sentía un vacío, como...—no podía decirle esto a Peter, no podía desnudar su alma ante este hombre que usaría cada una de sus palabras para acabar con él—. No entendía cómo podía ser una de esas personas sin alma gemela.
—Así que me echabas de menos—pretendía sonar soberbio, casi burlón, pero Chris pudo oír algo de alivio en su voz.
—Quizás. Pero eso no significa que quiera empezar una relación contigo.
—Por supuesto. ¿Quién querría estar con su alma gemela? Es tan ridículo—se mofó sarcástico.
—No podemos-
—¡Ahórratelo!—por primera vez su tono sonó alterado, estaba molesto, enfadado, y no intentaba disimularlo ya—. Ya no estás casado, no tienes ninguna responsabilidad con nadie, no eres un cazador. Más te vale buscar una buena excusa para seguir rechazando esto—le desafió, mostrándole su marca.
Chris abrió y cerró la boca un par de veces sin saber qué decir. En realidad, no era capaz de pensar en ninguna excusa, pero era difícil superar el mantra que se había estado repitiendo durante toda su vida: su vida estaba dedicada a la caza de los monstruos, no podía perderse en historias de amor. Pero se daba cuenta de que eso no era cierto, no lo había sido desde hacía tiempo. Se había perdido en el amor que sentía por su hija y que le había hecho cambiar tanto. Y los monstruos en realidad no eran monstruos, no todos ellos (sabía que Peter no lo era, al menos no más que él mismo).
El lobo se acercó, los brazos extendidos a ambos lados y las manos abiertas, intentando parecer inofensivo (y fallando estrepitosamente porque Peter era de todo menos inofensivo). Las puntas de sus zapatos se tocaron y Chris no retrocedió. Nunca se había sentido en verdadero peligro ante este hombre. Sabía lo peligroso que era, pero de algún modo también sabía que no moriría a manos suyas.
—¿Y bien?—le preguntó el lobo con casi un susurro.
Chris extendió la mano y tocó la marca en el brazo de Peter, sus dedos apenas rozándolo.
—No encuentro ninguna excusa—respondió—. Tampoco quiero una.
—Al fin—suspiró, sus ojos brillando por un momento.
Peter lo agarró por el pelo con una mano de forma brusca y ruda y juntó sus labios con nada que pareciera dulzura (pasión, deseo y lujuria, pero en absoluto ternura), y eso estaba bien con Chris, no esperaba ni quería dulzura de Peter. Estaba tan absorto en el beso que apenas se percató de la forma en que su marca hormigueaba como si una corriente eléctrica pasara a través de ella, el vínculo con su alma gemela despertando por fin.
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Las casas astrológicas: CASA 9. La cosmovisión.
La casa 9 es una casa de expansión de la conciencia, por eso abarca temas como la religión, la filosofía, nuestra vocación de vida (por eso nos preparamos para ella y estudiamos todo lo necesario con placer), creencias, estudios superiores (universidades, institutos, esoterismo), las culturas extranjeras, lo foráneo, las publicaciones, los viajes al exterior, la metafísica, el estatus social (aunque esto se ve también en la casa 10), y la síntesis que hacemos en nuestra mente respecto a cualquier cuestión (nuestra versión de lo que es la VERDAD). Esta casa nos habla sobre nuestro concepto sobre Dios, el Universo y la Creación (si creemos en algo superior o no). Tiene resonancia con el signo Sagitario y el planeta Júpiter. A mi me encanta esta casa que pertenece al axis de la comunicación y los viajes junto con la 3 porque es aquí donde vemos qué entendemos sobre el mundo y qué esperamos de él y cuáles son nuestras aspiraciones en base a nuestras creencias y pensamientos. Acá es donde queremos encontrarle sentido a la vida. Veamos:
Sol en casa 9: según la astrología tradicional esta es una casa de gozo para el Sol, o sea que es el mejor lugar para que este astro exprese su energía creativa y de afirmación identitaria frente al mundo. Dependiendo de las alineaciones, es muy probable que el nativo tenga mucha capacidad para eso que le encanta hacer y hasta puede graduarse y volverse un experto en el tema. Eso sí, es un poco “fundamentalista” con sus creencias, “todos están equivocados menos yo” suele ser su forma errática de ver la vida, y si no cambia esto puede traerle muchos problemas en su profesión por ejemplo. Es muy “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” también. Lo que tiene de muy bueno es que tienen su versión de lo que es la verdad bien clara y no se dejan envolver por nada ni nadie fácilmente, ya que su consciencia está muy despierta en este sentido. Los viajes al exterior y estudiar varias filosofías lo volverán un ser más íntegro y sabio.
Luna en casa 9: esta posición para la Luna no es muy cómoda porque la persona ve expuesta su emocionalidad y sentimientos a corrientes de pensamiento que la influencian mucho y eso no siempre es bueno porque el nativo con este astro no tiene mucha perspectiva en un principio para ver con claridad si las ideas que está dejando entrar en su vida le convienen o no. Es una posición influenciable y se puede ser víctima de manipulación y estafa, por eso es bueno que aquellos que tienen la Luna en casa 9 sepan esto y lo tengan en cuenta cada vez que alguien les da ideas o los invita a cualquier evento; PIENSEN EN SU SEGURIDAD Y BIENESTAR antes de decir que sí a nada. Buscan refugio en la religión, en la universidad, en grupos políticos, en cultos, ateísmo, agnosticismo, etcétera. También seguramente ha heredado un cuerpo de creencias de la familia y dependerá del individuo querer romper con ellas o no. No sería raro que venga de un lugar lejano o que su familia sea de ascendencia extranjera.
Mercurio en casa 9: acá Mercurio está en exilio, no es su casa natural y a veces puede tener problemas para sacar conclusiones (síntesis) porque justamente es el planeta que busca información y la clasifica, pero no necesariamente extrae lecciones de esto. Igual es una posición muy linda porque le da al nativo mucha curiosidad y ganas de aprender y entender el mundo. Tiene facilidad para el estudio y los idiomas extranjeros, es un aprendiz veloz, y es probable que su vida se encuentre plagada de viajes. Si está mal aspectado puede que la persona sea rígida mentalmente o que no sepa entender los puntos de vista de los demás.
Venus en casa 9: el nativo está muy cómodo y contento con su forma de pensar y ver la vida. No le cuesta entender a otros (a menos que esté mal aspectado), y quiere llegar a un acuerdo mutuo con cualquiera que tenga diferencias de ideología. Muestra mucho interés por otras culturas y le interesa establecer relaciones (hasta románticas o de amistad) con personas de otros países. Que se vaya a vivir a otro país después de casarse o a estudiar o por trabajo es una posibilidad. Su vida social reposará en la Universidad/instituto, la Iglesia (de cualquier religión), club filosófico, partido político, movimiento social, etcétera.
Marte en casa 9: esta posición da gusto por la ingeniería y las ciencias aplicadas generalmente. También el nativo no es muy conciliador y hasta de a ratos pretende imponer sus creencias o simplemente se niega a entender o respetar la cosmovisión de los demás. Es fácilmente provocado a la hora de debatir y siempre va a querer tener la última palabra. Si está mal aspectado da tendencia al fanatismo o al fundamentalismo de cualquier ideología, religión, filosofía, etcétera. Lo que tiene de bueno esta posición es que da gusto por los viajes al estilo aventura, y que son muy francos con sus opiniones y pensamientos.
Júpiter en casa 9: Júpiter acá se siente cómodo y listo para intentar conocer el mundo y comprenderlo. Es capaz de ver el gran panorama de una situación y sacar una lección importante al respecto. Es capaz de integrar lo que aprende para poder aplicarlo luego. También esta posición trae mucho consigo eso de “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, que se volverá problemática si está mal aspectado. Confía mucho en lo que cree y en lo que sabe, pero debe cuidarse de no caer en excesos y de creer que su verdad es la última y única que vale. Si está mal aspectado, el fanatismo es un posible rasgo. También tiene que tener cuidado cuando va al extranjero y evitar cualquier tipo de problema con las leyes de otros países.
Saturno en casa 9: si está bien aspectado entonces los nativos son personas muy centradas y que ven las diferentes ideologías políticas, religiosas y culturales con mucho sosiego y balance, extrayendo lo mejor de cada una para integrarlo en sus vidas. A diferencia del Sol o Júpiter en casa 9, Saturno predica algo y lo lleva a cabo. Llevan cierta intolerancia (o límite claro en su tolerancia) con ciertas cuestiones porque su forma de pensar es más bien pragmática antes que idealista y también materialista, con cierta tendencia hacia el pesimismo. Cuando está mal aspectado entonces ahí la cosa cambia, porque sus creencias son severas y creen que hay que llevar a la práctica ciertas leyes que castiguen fuertemente o tienen una visión muy cerrada que no quieren cambiar bajo ningún punto de vista. En realidad esto último tiene que ver con miedo a dejar de creer en lo que conocen porque les cuesta horrores cruzar la barrera de lo desconocido. También implica que habrá pocos viajes al extranjero que le interesen pero que serán largos, o que se mude para trabajar y vivir en otro país el resto de su vida. De todas formas siempre serán militantes fieles de sus ideas porque compromiso y ganas de trabajar duro por el mundo que quieren crear les sobran.
, Urano en casa 9: los ideales son muy importantes para el nativo, especialmente aquellos que sean de izquierda o de corte progresista en general. Siente inclinación por la tecnología y verse involucrado en ese tipo de estudios y desarrollo de la misma. Toda la ciencia en general le parece atractiva, especialmente lo que sea de vanguardia en cualquier campo. Le gusta provocar y escandalizar a los conservadores y es muy creativo para llamar la atención en este sentido. Pero le falta compromiso con alguna idea, y no es nada raro que cambien de partido político, religión, carrera, filosofía, estudios, pensamientos extremistas o excéntricos, etcétera. Pueden surgir problemas inesperados en los viajes al exterior o sorpresas muy bienvenidas. Con Urano uno nunca sabe bien qué sucederá.
Neptuno en casa 9: acá más allá de los aspectos buenos o malos, el nativo SIEMPRE tiene que tener cuidado en los viajes al extranjero chequeando MUY bien no sólo sus papeles personales sino también los lugares en donde planea quedarse porque puede ser víctima de estafas y engaños muy peligrosos. No debe aceptar ir a lugares de los que no tenga toda la información necesaria.Lo mismo con grupos religiosos, esotéricos o políticos turbios, porque puede ser víctima de gente muy mal intencionada. El individuo con esta posición lamentablemente es muy crédulo y fácil de manipular, a menos que haya otros factores en la carta que le pongan los pies sobre la tierra y le otorguen discernimiento. Por otro lado, esta posición nos habla de ideales elevados y muy espirituales, con tendencia al pacifismo y al misticismo. Todo lo que es esotérico y del ocultismo es de interés y el individuo decide indagar y hasta ejercer estas disciplinas marginales como profesión. También puede suceder que se le haga difícil elegir una postura ideológica o una carrera debido a que Neptuno eclipsa bastante la claridad mental y la toma de decisiones en el rumbo de vida.
Plutón en casa 9: con esta posición hay una enorme necesidad de descubrir LA verdad de todo. El nativo no para hasta llegar al fondo de un asunto porque su curiosidad natural se ve intensificada por la presencia plutoniana. También busca transformarse en los viajes y en aquello que estudia con pasión. La capacidad analítica es enorme y por eso puede extraer la verdadera esencia de cada lección para aplicarla. En cualquier grupo ideológico que se involucre se verá envuelto en luchas de poder ya sea por el control del mismo o por defenderse de otros que quieren quitarle su influencia. Mal aspectado hay mucha intolerancia e incapacidad para dejar ser y pensar a los demás. Pretende imponer sus ideas de manera violenta y muestra una falta de visión sana y no destructiva del mundo.
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La Mujer Que Va Dentro
Inglés autor: @imagining-supernatural Traducido por: @kclaire1
Drabble pedido anónimamente: ¿Podrías hacer un drabble con la lectora y Sam, en el que la lectora esté un poquito rellenita y él la ayude con sus problemas de autoestima?
Recuento de palabras: 950
Advertencias: Problemas de autoestima
English Version: The Woman Inside
Todo estaba mal. El tejido era demasiado estrecho en la parte del pecho y de tus hombros y demasiado ancho debajo de tus caderas. Por no mencionar tus piernas. Realmente no querías mencionar tus piernas, pero eran como difíciles de ignorar teniendo en cuenta la forma en la que parecían emerger desde la parte de debajo de tu vestido.
“¿Has encontrado algo ya?” te preguntó Sam desde el otro lado de la cortina del probador.
Girándote, intentaste ver qué tal te quedaba en la parte del culo—eso fue un error. Nada bien.
“A lo mejor Dean y tú deberíais ir esta noche. Yo me quedare en el hotel y buscaré información.” De ninguna manera ibas a ser capaz de perpetrar un milagro y encontrar un vestido que te quedara bien antes de la gala de esa noche.
“Tienes que venir. Todos tenemos que estar en el asunto, ¿recuerdas?”
Bufaste. “Por favor. Cómo si alguien fuera a querer hablar conmigo y mucho menos darme información jugosa sobre lo que sea que estamos cazando.”
Pantalones de yoga y camisetas. Eso era lo que te ponías. Desde luego no esos vestidos tan elegantes. Aunque, a lo mejor…
Te recogiste el pelo, probando si un recogido alto podría mágicamente cambiar tu apariencia por la de alguien que se merecía ir a la gala del brazo de Sam Winchester. Después de todo, tu pelo era tu mejor recurso.
Con un vistazo al espejo y una mueca te dejaste caer el pelo hasta que quedó en su sitio. Exponer tu cuello sólo acentuaba lo anchos que eran tus hombros y lo poco que estaban hechos para esos vestidos.
“¿Qué acabas de—? T/N, cualquiera tendría suerte de poder hablar contigo aunque fuera por un minuto en la fiesta de esta noche.”
“Lo que tú digas,” murmuraste, frunciendo el ceño ante tu reflejo. Se suponía que el negro te hacía más delgada, ¿verdad? Pues, quién lo hubiera dicho aparentemente no te conocía a ti. “Lo dices porque eres mi amigo y ya me conoces. Si no me conocieras, sería la última persona con la que querías hablar está noche. Especialmente en esta estúpida cosa que llevo puesta.”
“Vale, voy a entrar dentro.”
“Sam, ¡no!”
Pero era demasiado tarde. La cortina se movió y él se coló dentro. Viste con horror como sus ojos recorrían tu cuerpo. Y no era un repaso rápido de hacer porque había mucho cuerpo que recorrer. “Madre mía.”
“Lo sé, es horrible. Mis brazos parecen los del jodido Hulk si Hulk no fuera verde y estuviera gordo en lugar de musculado. Y mis caderas parecen como si alguien hubiera metido a presión una docena de globos dentro. Y no me hagas hablar de lo grandes que parecen mis tetas en este estúpido vestido. Dean y tú deberíais dejarme en el motel esta noche. Sacareis más de la gala si no estoy con vosotros asustando a la gente.”
“¿De qué coño estas hablando, T/N? El vestido te queda… estás deslumbrante.”
“Deslumbrante como el rayo de la muerte,” murmuraste. Sam sólo estaba siendo amable. Eso era lo que él hacía.
“Lo que puede que esté muerto es el sentido común.” Estaba deliberadamente avanzando paso a paso hasta que estuvo detrás de ti, imponente en el espejo. “Viéndote con ese vestido… T/N, digamos que no estoy teniendo pensamientos muy amigables ahora mismo.”
“¿Qué coño significa eso?”
¿No amigables? Lo opuesto a un amigo era un enemigo. ¿Qué demonios estaba diciendo? A lo mejor ese vestido era el que finalmente le hacía darse cuenta de lo enorme que estabas. A lo mejor se había dado cuenta de que tu sitio no era con Dean y con él, Los Winchesters, esos Dioses Griegos.
“Significa,” te susurró al oído, cálidas manos descansando sobre tus hombros y lentamente deslizándose por tus brazos. “Que me está costando mucho no arrancarte ese vestido aquí mismo.”
La caricia de Sam te trajo incredulidad y carne de gallina. Con la mandíbula caída y los ojos de par en par abiertos, no tenías ni idea de qué responderle. Le miraste en el espejo mientras él se armaba de valor para dar un paso atrás.
“Vas a llevar ese vestido a la gala,” te ordenó. “Todo el mundo va a querer hablar contigo y cuando lo hagan, se darán cuenta de que eres mucho más que una mujer preciosa porque tienes además cerebro y determinación. Se enamoraran de ti igual que—” Se quedó callado y tú estabas demasiado confusa y asustada como para pedirle que acabara esa frase. “Confía en mi, T/N. ¿Ese vestido y tu cerebro? Descubrirás quién y qué estamos cazando en la primera media hora.”
Vale. ¿Cómo coño respondías a eso? Sam solo estaba siendo tu amigo. Te estaba diciendo lo que pensaba que necesitabas escuchar. Eso era todo. Así que ya podías hacer que tu corazón se calmara, devolver el vestido rechazado a la percha, y prepararte para una noche cómoda en la habitación del hotel con los libros que necesitabas para buscar información.
“Creo que estás llena de mierda.”
“Estoy llena de algo, sí, pero no de mierda.” Sam te agarró del brazo y tiró de ti hasta que te giraste para mirarle. “Confía en mi, T/N. Serás el centro de atención esta noche en la fiesta y después—“
Se interrumpió de nuevo, pero esta vez no pudiste contenerte. “Después… ¿qué?”
Su leve carcajada resonó dentro del probador y desvió la mirada por un momento, pasándose la mano por el pelo. “Luego, si quieres, podría ayudarte a quitarte ese vestido. Podemos asegurarnos de que Dean se va con alguna chica de la fiesta y así yo puedo enseñarte exactamente lo que ese vestido y la mujer que va dentro me hacen.”
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