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“¿Quién se rio?”
-Realmente no puedo creerlo, ¡esto es el colmo! - decía al límite de su autocontrol Howard “Howler”, segundo al mando en el equipo, al grupo de hombres que como niños regañados, estaban todos en fila con la cabeza baja escuchando sus palabras.
-No creo que sea para tanto, seguro podremos arreglarlo...- contestaba Astor “Hawk” alzando la vista hacia su camarada, solo para volver a mirar sus pies luego de hacer contacto visual con la expresión severa del otro. El otro hombre, algo más alterado, se inclinaba a ver más de cerca el daño ocasionado al camión.
-Sí claro. ¿Me pueden explicar cómo diablos pasó esto?- Volvió a mirar a todos, escuchando cómo pasaban a atropellarse intentando dar explicaciones. Hawk responsabilizaba a Seb por una idea impulsiva, Seb intentaba defenderse diciendo que no fue idea de él sino de Hawk, Sam confirmaba eso, a lo que Hawk aclaró que todo inició porque Sam había escuchado que el carro hacía un sonido raro en la última salida a terreno. Zeki guardaba silencio mientras también intentaba entender qué pasó, porque él pocas veces tenía relación directa con los destrozos grupales... pero a Howler le parecía que también tenía papel en la situación, ya que hasta donde gritó Hawk, había estado cerca y no los detuvo.
El bullicio se detuvo de lleno cuando Howler alzó la voz, superado. Una vez que todos volvieron a estar atentos, carraspeó y habló.
-Esta sí que no se las puedo cubrir, no es un foco o un plato roto. Tengo que avisarle a Ilya, y recen porque su castigo sea un descuento o una suspensión breve.
-Pero un descuento nos dejaría en la calle- Dijo Sam acongojado.
-Eso debieron pensarlo antes de hacer esta estupidez- Fue lo último que el peliazul dijo antes de subir por una escalera cercana, en dirección a la oficina de Ilya. Una vez frente a la puerta, golpeó dos veces y abrió sin esperar respuesta. Sabía que aquel a quien consideraba como hermano de sangre no le molestaría.
-¿Qué sucede?- Ilya asomó la vista de la pantalla de su computador hacia su compañero.
-Esos tontos nos van a llevar a la ruina. Ven a ver, no puedo solo con esto- Respondió agotado Howler, y lo esperó fuera sin más detalles.
Ilya suspiró y se incorporó rápidamente. Sin perder tiempo, ambos peliazules bajaron y se encontraron con el equipo, que ahí seguía en fila. Con la presencia de Ilya, se pusieron un poco más nerviosos, pero con el historial de percances que tenían, ya podían predecir lo que él en su rol de jefe les diría. Hubo silencio mientras el ruso examinaba detenidamente la escena del crimen, lo cual se dificultaba en parte por la poca luz con la que contaban, dado que ya era de noche y estaba dependiendo prácticamente de las luces del galpón. Ilya dialogó con el otro peliazul, hasta que se volteó a ellos. Esos especímenes tan únicos que le tocó dirigir...
Los cuatro podían jurar que sus orejas quedaron rojas luego del sermón que su jefe les dio, mientras su mano derecha asentía y complementaba con más sermones. Ilya optó por mandarlos lejos a ocuparse de otras cosas, mientras subía a su oficina nuevamente y ocupaba tiempo valioso de sus quehaceres en buscar algún mecánico que con suerte tuviese manejo con aquel tipo de camiones... y que con mayor suerte estuviese disponible a esa hora. Ni él ni Howler (y mucho menos los otros), aunque tuvieran conocimiento básico para arreglarlo, podían dar por seguro que quedaría como si nada hubiese pasado. De no conseguir a alguien... mejor ni pensar en las implicancias.
Buscó por lo que para él fueron eternos y desesperanzadores minutos. Algunos números disponibles en los registros especificaban los horarios laborales, otros a los que pudo contactar para consultar simplemente le respondieron que, o no se especializaban en lo que necesitaba, o no irían en plena noche a hacer el trabajo como él lo estaba pidiendo. Ya estaba resignado a tener que esperar hasta que saliera el sol para poder averiguar más, corriendo el riesgo de que sucediera cualquier evento que los pusiera en aprietos, hasta que, de pronto, una luz de esperanza se iluminó en su pantalla.
Ottar Ulberg, mecánico, servicio 24/7. Número de contacto...
Había un número de contacto, y otro nombre que, Ilya pensó, sería el de su taller. Aunque en el resto de la descripción decía que podía realizar visitas a terreno. Bastante oportuno.
A Ilya le sorprendió la cantidad de trabajos que podía hacer, y por sobre todo, que mencionara la posibilidad de chequeos a vehículos especiales. No quedaba muy claro a qué se refería, pero cualquier duda podría despejarse al llamar.
Se aventuró a marcar el número de contacto en su celular, y llamó. El tono sonó un par de veces hasta que del otro lado respondió una voz grave. Por la cantidad de trabajos posibles a hacer, era esperable que se tratase de alguien mayor, pero la voz sonaba joven, pese a la distorsión típica de los aparatos telefónicos.
Ilya se presentó brevemente, pidió disculpas por la hora y explicó la situación lo más concreta posible. Hizo especial énfasis en la prisa que tenía de que alguien pudiese revisar el camión pronto, dadas las emergencias que debían atender (omitiendo el castigo del cielo que caería sobre ellos si los superiores lo descubrían). Para su fortuna, aquel mecánico aseguraba poder revisar el daño durante esa misma noche -gracias al cielo- y mencionaba tener experiencia con ese tipo de vehículos pesados. Ilya le dio la dirección y acordaron que los costos se hablarían después, una vez evaluado todo. Sin dudas aquello daba más tranquilidad al ruso. ¿Cuántas personas podían afirmar tener experiencia con ese tipo de camiones? ¿Y una disponibilidad tan inmediata? Era una suerte que, sin dudas, no debían tentar otra vez... dentro de lo posible.
Suspiró y se levantó de su escritorio, yendo a revisar otros pendientes. Una vez finalizó, convocó al equipo para poder comunicar la buena noticia, no sin una pizca de indignación por tener que solucionar el problema que ocasionaban esos bobos una vez más. Pasó a comentarles la situación.
-Fue el único mecánico que encontré allá afuera que tiene experiencia con este tipo de camiones especiales. Llegará dentro de poco, ¡Así que no lo arruinen! Dejen que sea yo quien le explique qué pasó y tal vez tengamos suerte de que acepte hacer este trabajo ahora, bajo estas condiciones...-
-Sí- Dijeron casi todos al unísono
-Sí mamá, ya entendimos- se escuchó también en medio del coro. Pese a ser el jefe, el equipo se permitía cierta indisciplina, porque dentro de todo, eran todos camaradas, pares, hermanos de profesión.
-¡Nada de sí mamá! ¡Esto es serio!- Contestó Ilya sacado de sus casillas, sin darse cuenta de que, por la puerta, había ingresado una persona.
Aquella persona, un hombre mucho más alto que todos los presentes, se quedó mirando atento el sermón que el peliazul daba a los otros. Estos, como niños regañados, bajaban la cabeza aunque apenas podían contener la risa. Sin duda la escena era cómica, ya que dicho peliazul era más bajo que ellos, pero con su regaño, se veía mucho mas grande y mayor. Su figura llamó la atención del hombre. Tenía porte, autoridad en su voz, incluso cierta elegancia en medio de la molestia.
El recién llegado no pudo contener su propia risa, la cual dejó escapar brevemente. De inmediato, el tono de voz de Ilya aumentó, y su exasperación también. Claramente no había captado de dónde provenía.
-¡No es gracioso! ¿Quién se rio?-
-Me declaro culpable- confesó el responsable, y pudo ver cómo el peliazul daba un brinco y se volteaba lentamente a verle.
Ilya no pudo ocultar su sorpresa, y poco pudo controlar el rubor en sus mejillas. Por la puerta, el hombre recién llegado era un adulto joven, de cabello castaño largo que caía por sus hombros, con barba abundante, más alto que todos sus camaradas y de físico muy bien trabajado. Sus ojos con color como la arena le miraban directamente, y su sonrisa seguía formada en ese rostro de facciones duras pero al mismo tiempo cálidas. Vestía una chaqueta negra abierta, una polera gris, jeans ajustados con las rodillas rotas y unas botas toscas. Un casco era afirmado bajo su brazo derecho, y bajo el otro, un bolso grande, donde llevaba algunas herramientas. Definitivamente, era como un vikingo moderno. Ilya intentó recuperar la compostura ajustando sus lentes. El brillo en ellos ocultaba sus ojos, logrando que su expresión se percibiera un poco más neutral.
-Ahh jefe, creo que el mecánico llegó- Dijo Sam luego de algunos segundos de silencio. Desde luego que iba a aclarar qué estaba pasando, para todos. Mientras tanto que Hawk, Zeki y Seb miraban al visitante, Howler miraba a Ilya atentamente, absorbiendo sus reacciones. Ya le preguntaría después a su amigo qué le pasó, pues era evidente que se había descolocado un momento con el recién llegado.
El hombre con apariencia nórdica avanzó hasta estar frente a Ilya y extendió su mano para saludar.
-Hola, soy Ottar, el mecánico. ¿Eres Ilya? ¿tú me contactaste?
Ilya extendió su mano para concretar el saludo.
-Sí, soy yo. Gracias por venir.
Ambas manos se estrecharon, mientras sus miradas se encontraban, y sus caminos se conectaban para siempre.
#Ottar e Ilya#los inicios de su ship#:'D#con cariño uwu#aprovechando la inspiración nocturna#y sacando algo fugaz#NickyAndaEscribiendo
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“Mishka”
“¿Alguna vez te has dejado crecer barba? Pero no esa de tres días por no alcanzar a afeitarte, sino una abundante” Preguntó Ottar, varios minutos después de estar sintiendo las suaves caricias de Ilya en su barba. Ilya había trasladado su mano y atenciones ahí, luego de haber acariciado su pecho. Seguramente ya había grabado bien la sensación suave de esos vellitos en sus yemas, y había querido aventurarse a buscar otra textura. Su expresión era serena, entregada, casi como hipnotizada, hasta el momento en el que Ottar habló. Él no tardó mucho en contestar.
“No, la verdad no. No creo que me quede, y definitivamente no me vería tan bien como tú...” Y tras una pausa, continuó con una palabra que no había surgido entre ellos antes.
“Mishka”
“Mishka...” Repitió su pareja, con un tono pensativo. Dejó pasar unos segundos y complementó -aunque más bien era a modo de pregunta- con la única cosa que se le vino a la mente.
“...¿Mushka Mickey Mouse?”.
Ilya sonrió divertido por su reacción.
“Nyet, ratón no, Mishka...” Le respondió, mientras seguía jugando con su cabello entre sus dedos cariñosamente. Entonces, se acercó a su oído como para confiarle un secreto, el significado de aquella palabra misteriosa.
“Osito”
Ottar abrió más sus ojos y no pudo evitar reflejar sorpresa. Definitivamente no esperaba ese significado. La sorpresa inicial dio paso rápidamente a una sensación de calor en su pecho, que bañó todo su ser. ¿Así que así es como su novio le veía? solo por querer seguir escuchando esa encantadora voz, haría el papel de confundido. No era un gran actor, porque la sonrisa en su rostro difícilmente pudo esconderla.
“¿Osito?... ¿Quién, yo?”
Ilya rió melodiosamente por la ternura que le causaba esa situación. Un hombre tan grandote e imponente como su pareja, sonando así de curioso, y a la vez dulce y despreocupado.
“Pues sí, ¿Quién más? solo mírate... alto, fuerte... aunque no das miedo. Eres más como un oso de peluche grandote” Y remató sus conclusiones con un beso en su mejilla. Los segundos pasaban y su expresión risueña no desaparecía. Al hombre más fornido entre ambos le encantaba eso. Ottar rió por la comparación, y la lectura que Ilya hacía de sus características. El beso en su mejilla le sacó una expresión de felicidad casi infantil.
“Ah, así que no doy miedo... Rayos, yo pensé que te tenía aterrado. Fallé entonces...” Disfrutó del privilegio de ser testigo de esa sonrisa un instante más antes de capturarla con sus labios, en un ósculo parsimonioso, perfectamente correspondido por su compañero. Se dieron otros tantos, embobados, hasta que Ottar liberó sus labios para poder seguir con esa interesante conversación que comparaba su persona con un peluche.
“Entonces, deberías ser la envidia de los niños. Tienes uno de esos osos de feria solo para ti. Podríamos decir que así nos conocimos. Que me ganaste en una feria por una simple moneda”
Ilya por su parte seguía riendo, divertido con las ocurrencias del mas grande, mientras perpetuaba las caricias, cerca del mentón.
“Es el mejor premio, sin dudas”.
Su barbudo acompañante tomó su mano y depositó un casto beso sobre sus dedos, gesto que hizo sonreír halagado a su novio. Luego, alzó su vista intentando recrear una expresión más seria.
“Sabes, este oso tiene una queja contra su dueño...” Contempló cómo el otro levantaba sus cejas y le miraba con curiosidad. Tomó una pausa para favorecer la intriga y prosiguió.
“No me ha apretado lo suficiente como dice en la descripción del producto. Tengo palabras programadas y no me han apretado lo suficiente como para decirlas”
La risa brotó naturalmente del hombre interpelado, y respondió con agilidad, siguiendo el juego.
“¿Ah sí? pues mi queja es que no traía instructivo, entonces”
“Ah, no sé, seguro se quedó en la feria” Devolvió el, en ese instante, oso de peluche parlante.
“¿Qué pasa si lo aprieto aquí, por ejemplo?” Divertido, buscó la mano izquierda de Ottar y la apretó. Inmediatamente, Ottar puso una cara exageradamente sonriente con una mirada hacia la nada, tal como un juguete, y habló con una voz muy aguda.
“Cerca, pero lejos, ¡sigue buscando!”
En su mente, quería que Ilya le diera un abrazo firme. Prácticamente no tuvo que esperar, pues su pareja le abrazó bien apretado, mientras reía con fuerza por la expresión que él había hecho. Estaba realmente divertido y guiado por la hilaridad del momento, no podía contener ni su risa ni sus muestras de afecto.
“Ay, Ottar” dijo alegre, estrechándole contra sí.
Satisfecho por tenerle justo donde quería -o mas bien, satisfecho por estar justo donde quería- risueño y sin ninguna preocupación, Ottar pasó a envolverle en sus brazos también, y con una voz más aguda aún, extremadamente contraria a su voz naturalmente grave, comenzó a repetir la frase de millones de peluches en el mundo.
“¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!”
Y entonces, ya no pudo evitar su propia risa, y querer disfrutar también de esa unión desbordante de energía y calidez. Su corazón latía lleno de dicha.
“Ahí lo encontraste”
#Ottar e Ilya#*rueda hasta el infinito en feels*#NickyAndaEscribiendo#:B#ShipConAngy<3#sin read more porque son demasiado bonitos para el read more
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Quién no querría besarte.
La luz se colaba preciosamente entre las hojas de los árboles, en esa pacífica tarde. Junto con el vaivén del follaje de estos por la suave brisa que había, se decoraban las calles y casas de ese tranquilo barrio con una hermosa danza de brillos y sombras.
En el segundo piso de una de las casas del lugar se encontraba Seb, terminando de ordenar su habitación. El joven estaba cerca de la ventana cuando distinguió dos figuras a lo lejos, apareciendo por la esquina de la larga calle que conducía hacia ese sector residencial. No le tomó mucho tiempo identificarlas: la persona más baja vestida con un overol de jeans era Cal. Aún con la distancia, Seb podía percibir el aura radiante que desbordaba. El muchacho venía caminando al lado de otra persona, a quien Seb logró reconocer como Leo, el amigo de Cal, que era un poco más alto que él.
Sabía que Cal se dirigía a casa, donde él estaba, pues era la hora en que regresaba de una de sus clases. Por lo que pudo captar, debían estar hablando de algo interesante, porque Leo agitaba su brazo como si estuviera dando una gran explicación, y Cal le observaba atentamente. El paso de ambos era muy lento, así que seguramente la conversación era bastante atractiva para los dos.
Seb se acercó más a la ventana abierta, apoyándose con un brazo para mirar a los jóvenes con más detenimiento. Sabía que desde el exterior él no se vería, por el visillo que lograba esconder su presencia. Vio cómo los muchachos se detenían tras haber avanzado otro par de metros, y seguían platicando. Se fijó rápidamente en Cal: el de cabellos castaños se veía tan animado... Se notaba que estaba escuchando algo divertido, pues estaba riendo mientras Leo seguía hablando y añadiendo un tinte dramático con su cuerpo. Luego, este volvía a estar como si nada, pasando a contemplar a su risueño acompañante con una expresión bastante boba.
Seb gozaba de una excelente vista, que era base de sus reflejos rápidos. Ya le habían sido de utilidad en otras ocasiones, pero aquello que podía ser un gran don, en ese instante le estaba haciendo sentir cosas muy extrañas en su interior. No podía quitar la vista de ellos aunque todavía tuviese pendientes en su dormitorio. Lograba distinguir con claridad las expresiones de ambos pese a la distancia.
Por una parte, se sentía muy contento por Cal. Después de pasar por tiempos bastante difíciles y aguantar tantos temores y angustias solo, relacionadas a sus propios sentimientos - a los cuales Seb con sinceridad aclaró que no podía corresponder en ese entonces, aunque agradeció con toda su honestidad - volver a verlo sonreír, reír a carcajadas y cuidar con esmero sus plantas como antes era maravilloso. Por otra parte, sin embargo, algo le sucedía con la presencia de Leo aunque aún no lograba distinguir con claridad qué era. Esa sensación la había tenido durante semanas, desde que ambos muchachos habían comenzado a compartir más tiempo juntos.
¿Podría ser cierto sentimiento de protección? ¿Celos fraternos? Cal era muy importante para él. Aunque no compartieran sangre, su vínculo era, por donde se le viera, familiar. El que Cal haya confesado que tenía sentimientos por Seb no había cambiado el cariño que éste le tenía, sino que, por el contrario, logró fortalecer la confianza de ambos, junto con aliviar la pena del más joven al sacarse un peso tan grande de encima. Con el mismo cuidado que Seb había tenido con él durante todo el tiempo que se conocían, le brindó la seguridad necesaria para poder dejar el tema atrás y mantener un hermoso vínculo fraterno.
Tal vez... ¿solo le molestaba un poco la presencia de Leo? Porque en cierta manera modificaba la dinámica de ambos de ser la principal compañía del otro... Quizás también influía el gran deseo de protección que Seb tenía por Cal. Seb tenía la noción de que Leo era relativamente extrovertido, como él, así que quizás en un descuido podría poner en riesgo a su querido compañero de ojos verdes y perjudicar su salud.
Negó para sí mismo con su cabeza. El muchacho podía ser entusiasta, pero no era imprudente. Todavía recordaba la primera vez que lo conoció en persona.
Ya había escuchado a Cal compartiendo sobre ese amigo antes, y le había visto de lejos, previo a que se despidieran y Cal entrara a la casa - El otro llegaba hasta unos metros antes de la residencia y luego se devolvía por el mismo camino - pero parecía que cada día había más anécdotas entre ambos. Cal hablaba cada vez más de Leo, con una sonrisa más notoria. Hasta que una tarde, había sonado el timbre con insistencia, lo cual era poco usual.
Cuando fue a abrir la puerta, había un joven un poco más bajo que él, de cabello alborotado, vestido con jeans y una polera con un estampado que decía “¿cómo se llama?” con la palabra “llama” dentro de la silueta de ese animal. Como había dicho Cal, tenía un humor particular. Seb lo reconoció de inmediato como Leo.
“¡Hola! traigo un paquete” Decía sonriente mientras se volteaba y mostraba mejor a Cal, quien estaba sobre su espalda con los párpados cerrados. Leo le estaba cargando, quién sabía desde dónde. Antes de que Seb pudiera decir algo, o tender a preocuparse, él prosiguió.
“No, no es cierto. Perdón, Cal no es un paquete. Se sintió cansado en el camino y me ofrecí a cargarlo, ¿pero creo que se durmió?” Y tras eso, rió despacio y lo acomodó mejor con un movimiento suave, un ligero brinco.
El gesto era muy noble, sin duda. Seb intercambió unas cuantas palabras con él, y le dirigió escaleras arriba hacia el dormitorio del agotado joven en su espalda. Desde luego, iba atento por si es que Leo necesitaba ayuda al subir. Le había ofrecido tomarlo para liberarle del peso, pero él se había negado cortésmente.
“Pesa como una pluma, pero aun así pesa” Dijo él en medio del trayecto, riendo todavía a bajo volumen, temeroso a despertar a su amigo. Y una vez adentro del dormitorio, y tras dejar a Cal descansando en su cama con ayuda de Seb, el residente notó cómo el visitante contemplaba detenidamente los detalles en el espacio. A excepción de un par de papeles con apuntes repartidos en su escritorio, todo en la habitación estaba en orden, nada de extrañarse con Cal. Las plantas de interior rebosaban de vida, la luz entraba por la ventana y daba a la habitación un toque armonioso, destacando mejor algunos de los detalles delicados de la pared.
“Su habitación es muy él” Dijo Leo, y Seb pudo leer cierta ternura en su voz.
“Gracias por dejarme pasar” Dijo mientras bajaba por las escaleras. Su estadía fue muy breve.
“¿Le puedes decir a Cal que me debe un par de monedas por el viaje? Es broma. Por favor dile que no fue ninguna molestia, ¿sí? ¡Hasta pronto! fue un gusto conocerte en persona”
Y tras agitar su mano, siguió su camino.
Era un recuerdo tierno, sin dudas. En verdad estaba feliz de ver a Cal en una relación de amistad tan bonita, pero entonces... ¿por qué esa sensación en el pecho?
Podía ver que Leo seguía apreciando a Cal. Su amigo de ojos verdes había llevado su mano al rostro, intentando ocultar en parte su risa, que debía ser tanta que le hacía sentir algo de vergüenza. Seb conocía bien ese gesto, a Cal le daba algo de pena ser visto riendo sin control porque sentía más atención sobre él de la que le gustaba tener. Notó entonces la propia sonrisa en su rostro, nacida solo por verle a él. Cal merecía todas las alegrías y atenciones del mundo, aunque no lo considerara así, pues era un ser muy dulce, con un alma muy noble.
Pero así como nació su propia sonrisa, se desvaneció rápidamente por lo siguiente. Vio cómo venía a lo lejos un ciclista, pedaleando velozmente. No era raro ver ciclistas circulando por ahí, al contrario, la calle era perfecta para eso y Cal mismo se desplazaba con su bicicleta cómodamente por ese y sectores cercanos a distintas velocidades. En ese caso, el ciclista iba a gran velocidad. Delante de este iba un auto, que cada vez desaceleraba más su ritmo. Eran los vecinos que se preparaban para doblar hacia el estacionamiento de su hogar. Entonces el ciclista, para evadir el auto, subió a la vereda rápidamente. Seb sintió la alerta dispararse en su pecho cuando vio a Cal retroceder un paso, todavía riendo, quedando en camino directo del que venía.
Antes de que pudiera reaccionar de cualquier manera, lo siguiente que vio fue a Leo actuando rápidamente, tomando a Cal a prisa y atrayéndolo hacia su cuerpo, evitando así el accidente. Por la sorpresa, Cal dejó de reír al instante, su mano quedó atrapada en medio de ambos cuerpos y miró entonces a Leo, sorprendido. No le tomó mucho tiempo y miró en dirección hacia donde el ciclista había seguido su camino.
El corazón de Seb lentamente volvió a latir con más calma. Cal estaba a salvo, gracias a Leo. Captó que intercambiaron algunas palabras, y entonces... ambos siguieron otros segundos tal como estaban, mirándose. Luego de eso se alejaron, y vio que Leo tomaba algo de su cabello y lo acomodaba de nuevo. Tras eso, le dijo algo mientras acortaba la distancia. Decidió que lo más correcto era no seguir mirando, Cal merecía su espacio, su privacidad, así que se volteó y tomó lo primero que vio más cerca. Lo dejó en un lugar sin relación y repitió la acción con otro objeto, mientras algo en él pedía volver a la ventana.
“Sabes, a Leo le gusto, me lo confesó hace un tiempo y... siempre me dice cosas lindas, aunque con mucho respeto. Nuestra amistad sigue siendo bonita también. Yo no quiero hacerle daño, no quisiera lastimarlo porque, bueno... no tiene sentido, eso ya pasó. Entonces he estado pensando... ¿quizás podría darle una oportunidad? y... y a mí también. Creo que Leo es...es... tierno. Le tengo mucho cariño como amigo, ¿quizás pueden venir más cosas buenas?”
Apretó el objeto en sus manos recordando esas palabras, pero siguió con su plan de orden. Lo hizo hasta que escuchó un “¡Leo!” más cerca. Sin notar en qué momento sucedió, ya había regresado a la ventana a observar a la dupla, que había seguido caminando y ya estaba más cerca de la casa, al alcance de la audición del joven colorín al interior de esta. Cal había retomado una sonrisa en su rostro, y su atención estaba sobre su amigo, quien estaba arrojando golpes al aire.
“¡Y si se vuelve a asomar, eso es lo que le espera!” Dijo el autoproclamado justiciero.
“¡Ya te dije que no fue su intención! No lo muelas a golpes con tus super puños” Respondió Cal, divertido.
“Bueno, si tú lo dices. Pero eso es lo que le espera si en otro momento sí tiene la intención”
“No tienes remedio, Leo. No te metas en problemas por algo que no vale la pena”
“¡¿Cómo que no vale la pena?!” Exclamó escandalizado el de cabello alborotado, y se volteó por completo al otro. “¡Pero si eres tú Cal! Si te dejan plano en el piso como don Ramón, tengo que cobrar venganza por ti. ¡Justicia!” Y alzó su puño más alto.
“¿Don Ramón? oh cielos, qué referencias tienes” Cal completó su respuesta con otra encantadora risa. Leo en tanto pareció aprovechar la distracción de Cal para darse la vuelta y hacer algo fugaz. Seb vio cómo el rosal a espaldas de ambos, propiedad de otro vecino, se agitaba un instante. Entonces, Leo regresó a ver a Cal como si nada, escondiendo su mano derecha tras él. Cal no se habría dado cuenta de eso, pues tras recuperar el aliento, volvió a insistir en su idea anterior.
“Volviendo al punto, no puedes iniciar un conflicto con alguien cuando las cosas son accidentales. Tienes que comprender eso. Así es como muchos malos momentos pueden evitarse”
“Sí, tienes razón... ¡pero si te pasa algo ya sabes que no me contengo!”
“¡Que eso no es necesario! ¡Leo!”
La discusión avanzó sobre ese punto, pero distaba mucho de ser tensa para ambas partes. Más bien, solo era uno de ellos queriendo ofuscar al otro a modo de juego. Seb esbozó una sonrisa, ese par era definitivamente encantador.
Pero poco le duró su momentánea diversión por lo que veía – otra vez- puesto que en medio del intercambio de frases y reclamos, Leo exclamó un “¡Ah! ¡No puedo con lo bonachón que eres!” y en un movimiento rápido, antes de que Cal pudiese hablar, puso una mano en sus labios y depositó un beso sobre sus dedos. Los labios de ambos solo eran separados por estos. Y si bien fue algo impulsivo y tan pronto como se dio se acabó, Cal quedó como una estatua en su lugar, parpadeando y viendo a Leo. Lo único que cambió fue la expresión en el de ojos verdes. Sus hermosos rasgos articularon asombro, y el sonrojo en sus mejillas se intensificó.
Seb tuvo una sensación de caída libre, luego un frío absoluto. Al segundo después, un calor violento emanando desde su centro a todo su cuerpo. Sus manos temblaban. Intentó respirar profundamente para contener el torbellino de reacciones que se avecinaban, así como también de pensamientos. Lo único que seguía sin poder hacer, era apartar la mirada de los jóvenes a metros de la casa. ¿Por qué no podía simplemente mirar a otro lado? ¿volverse a lo suyo? ¿y por qué sentía tanto caos en su interior?
Escuchó a Leo disculparse como si no hubiera un mañana, y luego vio a Cal hablarle en un tono calmado, y con otra sonrisa en ese rostro tan limpio de cualquier resentimiento o gravedad. ¿Cómo podía ser así? Tan pacífico, tan afable, tan... Seb apretó sus labios, deteniendo su lectura sobre Cal y haciendo otra sobre la situación. Si no había otro tipo de reacción en contra de Leo por lo que acababa de hacer, entonces... ¿era definitivo que ya había algo más entre ambos?. Sacudió la cabeza otra vez. ¿Qué duda podía quedar? Intentó retomar la sonrisa de antes, pero no era fácil, sus músculos estaban bastante rígidos.
Se perdió parte de la respuesta de Cal por haberse puesto a pensar, pero cuando volvió su atención por completo a ellos, apreció la forma en la que Cal dejaba de tener sus manos extendidas -en un gesto de contención y calma para el otro- y pasaba a acomodarse un mechón de su cabello castaño tras la oreja. El espectador nuevamente pudo reconocer el significado de eso, y parte de él se preguntó si el otro muchacho lo sabía también, antes de esforzarse por enésima vez en empujar su deseo de comparación e intromisión lejos de escena.
Leo y Cal avanzaron otro poco hasta estar ya en la entrada del antejardín de la vivienda. El más alto de ambos se quedó unos pasos atrás, marcando así que ya era la hora de separarse. Cal se volteó y le sonrió con dulzura.
“La pasé muy bien hoy. Gracias por todo, Leo. Y por no dejar que me aplanaran en el suelo”
“De nada” Respondió su compañero, correspondiendo con su propia sonrisa. “Yo también la pasé muy bien contigo hoy. Y bueno, como siempre”
“Ay, no exageres... pero me alegra mucho escuchar eso”. Tras eso, Cal agitó su mano en señal de despedida e hizo el ademán de avanzar. Sin embargo, fue detenido por la voz del otro.
“Cal, espera...”
Cal, dubitativo, se volteó lentamente.
“¿Sí?”
“Esto... esto es para ti”
Y dicho eso, extendió la rosa que había cortado y escondido tras él. Cal se aproximó y la tomó con cuidado.
“Leo...Es muy bonita. Gracias” Acto seguido, le miró perspicaz.
“Yo sabía que algo habías escondido detrás tuyo”
“Ah, sí” Dijo Leo, pillado. “la corté cuando no me veías”
“Los vecinos me van a reclamar porque les quitaste una flor”
“Solo fue una, no la extrañarán. Y además viene a dar a buenas manos. No sé cómo lo haces, pero te he visto cuidar flores cortadas, y nunca se mueren”
“Mmm...” Murmuró el receptor de tan bonito ejemplar de rosa, mientras sus mejillas se encendían otra vez por la valoración de sus habilidades. “Solo me esmero en cuidarlas, con cariño”
“Tienes un don, ¿sabes? eres especial. No muchos logran tener un jardín tan bonito. Peeero, si quieres la devuelvo. Sé que tu corazón tan bueno no aguanta este crimen. La pondré donde estaba”
Leo pasó a tomar la rosa de las manos de Cal, lo que hizo que el otro reaccionara rápidamente, intentando alcanzarla.
“¡Así no funciona y tú lo sabes!” Exclamó el más bajo mientras reía.
“Es cierto, ya es tuya” Aclaró su amigo haciéndose el derrotado, pero aún sin entregar el regalo.
“No me refería a eso, pero gracias. La cuidaré bien” Cal dejó de insistir en recuperarla y esperó.
“Me alegra escuchar eso. Bueno, ya me tengo que ir...”
A pesar de esa afirmación, ninguno de los dos tomó distancia. Se quedaron otro instante juntos, viéndose. Solo se rompió el silencio cuando Leo mencionó suavemente el nombre de Cal, liberando un suspiro.
“...Bueno, entonces, esta se queda contigo”
Y entonces, aproximó la rosa a sus propios labios, para depositar un beso afectuoso sobre sus pétalos. Luego de eso, la acercó al níveo rostro de Cal, y topó sus finos labios con estos. Cal permaneció en su lugar un instante, hasta que tomó la rosa con su mano y la bajó hacia su pecho.
“Me haces cosquillas” Y se quedó mirando la rosa.
“Nos vemos”
Leo retrocedió y finalmente, agitando su mano, se fue en silencio.
En el segundo piso, Seb estaba petrificado. Solo salió de su estado con un respingo, después de escuchar la puerta de la casa cerrarse relativamente fuerte y un “¡Ya volví!” de parte de Cal.
Quiso hacer todo lo posible para no lucir fuera de sí, así que se tomó su tiempo, respirando profundo e intentando poner su mejor cara. Cuando sintió que lo lograba, descendió por las escaleras y fue al encuentro de él. Lo encontró en la cocina, poniendo la rosa que instantes atrás causó tormento en su interior, en un vaso con agua. Recién ahí se dio cuenta de que Cal tenía otra florecita en su cabello. Era muy pequeña.
“Wow, Cal, eso estuvo muy cerca... ¿estás bien?”
“Sí, sí. Estoy bien, muchas gracias”
“Que poco cuidado. ¡Ya va a ver! no deberían dejar a locos al volante”
“Leo... es una bicicleta, y fue accidental estoy seguro” la sangre volvía a circular en su cuerpo, tan solo gracias a los comentarios de su amigo. Solo entonces se percató de cómo estaban. Sintió vergüenza y se disculpó.
“Lo siento”
“¿Por qué te disculpas?”
“Por...eh... ¿por mi pose de damisela en apuros?”
“¡Ah! Tranquilo, no pasa nada”
Leo liberó su cintura y entonces formó una perfecta “o” con sus labios.
“No me había dado cuenta”
“¿De qué cosa?” Preguntó Cal.
“De lo fina que es tu cintura”
“Ah, eso...” Su expresión comenzó a ensombrecerse. Era una etapa de muchas dudas y le costaba aceptar su cuerpo todavía.
“No lo digo para mal, te lo juro. Es fina, como las abejas, y... tú sabes lo que pienso sobre ellas”
Si tan solo pudiera controlar su sorprendente capacidad de sonrojarse con facilidad...
“Ahora entiendo todo. Eres una abeja, o en tu vida pasada fuiste una”
“Siempre con tus comentarios peculiares” Respondió Cal, aún muy sonrojado y viendo la manera de alejarse con suavidad.
“Cal espera, mira, tienes algo en el cabello”
Leo tomó algo pequeño de su cabeza y se la mostró. Tras eso la reacomodó en su oreja.
“Hasta las flores caen a tus pies”
Entonces, Leo se acercó y dejó un beso en su frente.
“Que bueno que estás bien”.
Sería un bonito recuerdo, sin dudas. Cal dejó el vaso en el mesón cuando sintió pasos aproximándose a él. Se volteó para saludar.
“¡Seb! Hola, ¿cómo ha estado tu día?” Preguntó Cal, con una hermosa sonrisa en su rostro. Seb respiró profundamente una vez más, y trató de hacer todo lo posible por mantener un tono neutral en su respuesta.
“Bien… ¿y tú qué tal? Veo que te hicieron un regalo”
El joven de ojos verdes parpadeó y observó el vaso en el mesón, dejando de sonreír un instante. Al siguiente segundo, podía percibirse la ternura en su mirada. Tomó el vaso y lo aproximó a su pecho, mientras volvía a mirar a Seb con la misma expresión dulce de antes, pero sumando cierta perspicacia.
"Oh, esto. Sí… ¿Estabas mirando?" Preguntó con naturalidad, sin apartar la vista del joven de ojos ámbar.
El mas alto entre ambos estaba en un plano relativamente distante hasta ese momento y no había pensado mucho más allá antes de hablar. Todavía tenía demasiado frescas las interacciones que había contemplado entre Cal y Leo, y por lo mismo seguía con la turbulencia en su interior a pesar de que los ejercicios de respiración previos habían apaciguado relativamente lo que experimentaba. Pero definitivamente la última pregunta de Cal le hizo reconectarse con la realidad, con fuerza. Claro, no tenía cómo saber que era un regalo si no había estado mirando. Cal no cortaría tan fácilmente una flor, aunque le encantara.
Para no dejar a su amigo con la consulta al aire, respondió optando por la sinceridad. Le sostuvo la mirada, pero pronto la apartó unos segundos. Se veía tan feliz todavía… debía ser por el obsequio, ¿cierto? Intentó no pensar más, sin embargo, había algo que lo carcomía, y necesitaba preguntarlo en algún momento.
"Sí, escuché que volvías y miré por la ventana..."
"Oh, ya veo. Siempre tan atento Seb" Contestó el de cabellos castaños cariñosamente. Su respuesta también se percibía sincera. En el fondo, siempre le conmovía lo atento que su compañero podía ser, con él y con todos. Tras eso, prosiguió contando el detalle, aunque Seb ya lo supiera.
"Leo me la dio. Me sorprendió un poco" Su mirada esmeralda se posó otra vez en la rosa y su sonrisa creció, gestos que fueron seguidos atentamente por Seb. Éste no pudo evitar sonreír de lado, pues siempre había querido verlo así, feliz, radiante y risueño. Sí, eso era lo que quería, ¿no? También que Cal pudiera experimentar ese enamoramiento adolescente, esa ilusión, que pudiera compartir sus sentimientos con alguien igual de amable que él… Entonces, ¿por qué esa punzada permanente en el pecho desde que los divisó?
De alguna manera, sus siguientes palabras fluyeron.
"Dime, tú y él, ¿ya hablaron sobre... ser novios?"
Cal apartó rápidamente la vista del regalo, para ver directamente a Seb, nuevamente. Definitivamente fue tomado por sorpresa con esa pregunta.
"¿Eh? ¿Novios? No, no...” Los nervios se hicieron presentes de inmediato. Como pudo, el joven se esforzó en articular algo más elaborado.
“Es decir, sé que él tiene sentimientos por mí y es muy halagador, en verdad, él mismo me lo dijo, y también sabe algo sobre los míos… pero aún no... No hemos hablado de eso"
Finalizado eso, dejó que el silencio reinara entre ellos por lo que pareció una eternidad, aunque había sido menos de diez segundos. Luego entrecerró los ojos y frunció el ceño, más preocupado por la actitud del otro. Sin embargo, el rubor en sus mejillas no lo había abandonado en ningún momento.
"¿Sucede algo?"
“¿Cómo puede ser tan bello sin darse cuenta?” Fue el pensamiento fugaz que cruzó por la mente de Seb. Ni siquiera se sermoneó a si mismo por eso, sino que continuó con la conversación, pues le costaba creer que el tema no se hubiese tocado aún, con todas las muestras de afecto que presenció.
"No es nada, solo me preguntaba ¿por qué no? Cuando lo comentaste me pareció que te agradaba la idea. Y es evidente que a él también, entonces, ¿qué los detiene?"
“Seb..." Cal dejó el vaso sobre el mesón a una distancia segura del borde para evitar pasarlo a llevar, y se giró, quedando completamente de frente a Seb. La mirada que le dio estaba cargada de preocupación, y se le sumaba la curiosidad, e inclusive un toque de timidez. Definitivamente estaba sucediendo algo que le costaba descifrar y necesitaba saber qué era. Para ello quizás lo mejor era seguir atendiendo las consultas de él.
"La verdad es que no era algo que tenía claro, solo fue un deseo vago de... Querer seguir adelante, por mi parte. Pero él es un buen amigo, y muy buena persona, lo quiero mucho por eso, y no quiero lastimarlo, mucho menos usarlo… y él sabe mis temores y aun así me anima y es muy dulce… pero yo..." A pesar de sus esfuerzos, lo confuso de la situación solo hacían aumentar sus nervios y la divagación. Cuando se dio cuenta de que no tenía una mejor respuesta para darle, decidió que era su turno de indagar.
"No te había escuchado así antes. ¿Qué sucede? ¿En verdad estás bien?" Alcanzó a decir, y la voz de Seb emergió más pronto de lo que pensaba, con tono bastante firme. Y su mirada… seguía siendo difícil de leer.
"Cal, no desvíes el tema, esto es sobre ti. Sí, también me parece una buena persona, y no tienes que hacerlo ahora si no te sientes seguro. Está bien. Es solo que, no quisiera que te frenaras por otras razones, ¿sí? No te detengas... no te contengas…"
Cal parpadeó y dio un leve respingo por la firmeza de su voz. Le miró más preocupado, llevando una mano a su pecho como intento de protección inconsciente.
"Seb, sí sucede algo. Por favor dime, no me mientas, nunca me habías dicho cosas así, tan... Determinado en ... Empujarme a..."
Pero las palabras se fueron perdiendo, pues de pronto, Seb comenzó a acortar la distancia entre ambos. Eso se hizo más notorio cuando le acarició el cabello, que, a diferencia de ocasiones anteriores, en donde se lo había alborotado de manera más cariñosa, en ese momento lo hizo con una suavidad y cuidado únicos.
"No quiero que nada te frene, quiero que seas feliz" Fue lo siguiente que dijo, aunque Cal podía sentir que sus palabras poco tenían que ver con lo que preguntaba previamente, acerca de su relación con Leo. El carmín se intensificó en las mejillas del joven, que estaba básicamente atrapado entre el mesón y Seb. Sus labios se separaron más del asombro frente a las nuevas palabras del colorín.
"Intentó besarte... ¿por qué no lo dejaste? ¿No confías en él?" Y mientras decía eso, Seb continuó acercándose más hacia su rostro, inclinándose y así disminuyendo la diferencia de altura de ambos. Su mirada parecía hechizada, y Cal seguía sin entender qué estaba sucediendo, o más bien, sin creerlo. Su propio corazón latía rápidamente, y a pesar de saber que quizás no era lo más prudente, se quedó en su lugar, quieto, expectante. En contraste, poco podía evitar el paseo de sus ojos por los de Seb y sus labios, más que solo para poder descifrar lo que le sucedía. Cuando la tensión era suficiente para él, miró al lado.
"Y- yo... No sé qué dices"
Sorprendentemente, su intento de evitar el contacto visual directo con Seb fue interrumpido por él mismo. Seb, en un impulso, tomó su barbilla y lo hizo voltear de nuevo hacia él. El gesto no fue brusco, a pesar de lo veloz que reaccionó el más alto. Sus dedos estaban bien posados, tocando su piel con la presión suficiente como para haber recuperado la mirada directa del joven de ojos verdes. La mirada ámbar estaba impregnada de anhelo. Ni siquiera el sonido de sorpresa de Cal por lo que acababa de hacer apagó la intensidad de eso en sus ojos.
Cal podía sentir sus propios latidos. Cualquier sonido del ambiente quedó ahogado por ellos, e incluso el entorno físico se volvió difuso. Solo era consciente de la manera en la que Seb retomó el acercamiento hacia él, con sus ojos en dirección hacia sus propios labios. Ante lo inminente, se dejó llevar y cerró sus párpados, esperando la presión en sus labios. Pero en un intento de despertar de ese increíble sueño en vivo, llamó al otro.
“¿Seb?” Fue rápido, su voz estaba cargada de nervios.
Seb al escuchar a Cal llamándole, logró reaccionar de su estado hipnotizado, comprendiendo lo que estaba a punto de hacer. Retrocedió lentamente, con el asombro grabado en su expresión.
"Perdón, no quería ponerte incómodo” Respiró profundamente e hizo un esfuerzo por recuperar una actitud neutral, evitando lo que acababa de ocurrir.
“No tienes que hablar de eso ahora, lo siento..."
"¿Qué... fue eso?" Por supuesto, Cal no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. Y estaba en su derecho de pedir explicaciones, sobre todo después de lo que había pasado entre ellos antes. Si Seb había rechazado la posibilidad de tener algo, ¿por qué ahora estaba actuando así?
Seb le dio la espalda, incapaz de mirarlo más sin sentirse atraído por sus labios. En su mente cruzaban las sonrisas y el sonido de la risa de aquel precioso muchacho.
"Leo no quiso besarme…" Y tú tampoco. Habló la voz interna de Cal, cosa que le hizo apretar los labios en respuesta.
Seb al escuchar esto volteó de nuevo hacia él, más exasperado, cerca del límite de su autocontrol. Tomó a Cal de los hombros, y recordó en un destello de imágenes todo lo que vio. Cómo Leo aproximaba a Cal a su cuerpo, las sonrisas, los sonrojos, el beso separado solo por sus dedos, la dedicatoria de beso con la rosa… ¿Cómo podía decir eso entonces?
"¿Por qué piensas eso? ¿Por qué no querría?"
Cal, como pudo, pese a la perplejidad por el estado de Seb, siguió atendiendo sus dudas. La diferencia de alturas entre ambos destacándose otra vez.
"Porque solo es mi amigo ¡Y simplemente no quiso!" Su voz también transmitía cierta desesperación. Desesperación por la situación. Leo era su amigo, y él quería cuidar eso, y no usarlo para poder olvidar o superar sus sentimientos por Seb, a pesar de que Leo sabía eso y le había dicho que no debía sentirse mal por nada. Y, por otro lado, Seb que se negó antes, y ahora parecía igual de desesperado por dar un paso más con él.
El silencio se hizo otra vez entre ambos por algunos segundos. La expresión y postura corporal de Seb fue cambiando. Se veía… rendido. Cal también sintió su desesperación disminuir, dando paso a la confusión. Los sentimientos de Seb habían cambiado, eso era obvio. Pero no era Obvio por qué. El rubor que se había perdido regresó a adornar sus mejillas, cuando Seb le dedicó una mirada cargada de ternura al tiempo que acariciaba su mejilla, repasando el rubor y perdiendo unos dedos en sus cabellos castaños.
“Cal de verdad... ¿no te das cuenta? ¿De lo hermoso que te ves cuando te sonrojas así? ¿Quién no querría besarte…”
Derrotado por su propio caos, Seb se acercó más hacia él, lentamente, con los ojos entrecerrados, avanzando directo hacia sus labios.
“... O tal vez, soy yo quien perdió el juicio"
Una parte de Cal gritaba que retrocediera, esa era su parte protectora. Poco pudo hacer para atenderla pues seguía contra el mesón de la cocina, retroceder no era una opción. Se volvió hiper consciente de lo rígido que estaba su cuerpo, sin ninguna voluntad de huir, solo de permanecer quieto. Miró de reojo la mano en la mejilla, sintiendo el calor que aumentaba en toda la zona de contacto. Realmente quería besar a Seb. Era algo que había deseado por muchos años, y a pesar de que sentía una espina clavada en su corazón por como se estaban dando las cosas, terminó por ceder también al instante.
"¿Seb, que haces?" Susurró, pero ya no tenía la intención de antes, de hacerlo reaccionar. Solo quería confirmar lo que estaba a punto de ocurrir, y prácticamente estaba seguro de que ahí sí sucedería. Cerró sus párpados y volvió a esperar.
Seb muy en el fondo sabía que esa última pregunta debía haberle detenido, que no debería continuar… Pero con lo perceptibles que estaban sus sentidos, no notaba a Cal esquivo. Quizás no le causaba las cosquillas que Leo tal vez sí le había provocado afuera, pero… Cal tampoco temblaba, y su voz no sonaba como antes.
A último momento, y haciendo prevalecer el hecho de que Cal realmente no le había confirmado o permitido su deseo explícitamente, desvió el beso, el cual se posó en su mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios.
Cal estaba viviendo un sueño, y una explosión de emociones brotó desde el fondo de su ser cuando Seb le besó tan cerca de su boca. Todo era real, la cercanía de sus cuerpos, la respiración de Seb contra su piel, aquella leve humedad de sus labios tan cerca de los propios... Su corazón latía a mil. Estaba tan cerca, tan cerca… olvidando lo correcto y lo incorrecto, Cal se atrevió a borrar la distancia entre los labios de ambos con suma lentitud, de manera que ambos fueron entrando en contacto directo. Aquello fue acompañado con un suspiro embelesado por su parte.
Al sentir aún más cerca el roce, Seb no pudo resistirlo más, y procedió a acunar el rostro de Cal con ambas manos. Tras eso, se apartó unos milímetros, y entonces sí, le depositó un primer beso superficial pero electrizante. Luego atrapó sus labios entre los suyos una, dos, tres veces. Probó desde diferentes ángulos, con el corazón desbordante de sus propias emociones también. En su pecho se posaron las manos de Cal, que buscaba una manera de mantenerse estable. Sus piernas flaqueaban por la intensidad de lo que estaban haciendo. Cal era inexperto, nunca había besado a alguien, pero a pesar de ello, intentó corresponder, rozando, acariciando y atrapando suave y tímidamente los labios del muchacho más alto.
Una sensación nueva recorría todo su cuerpo, y su respiración se agitó cada vez más al sentir cómo Seb atrapaba sus labios con los de él varias veces, cambiando el ángulo y exhalando también más agitado. Producto de eso, y de todo lo que experimentaba, no pudo evitar hacer un sonido más agudo. Por tanto tiempo había mantenido la fantasía de besar a ese apuesto joven, que le robaba el aliento cada día más. Vivir tan cerca era una tortura que apenas había podido llevar. A duras penas había logrado ocultar sus sentimientos durante varios años, pero finalmente pudo saber cómo eran. Efectivamente, eran perfectos, blandos, cálidos, y por supuesto más experimentados, eso le produjo un escalofrío que recorrió nuevamente todo su cuerpo y provocó otro sonido, un dulce y fugaz gemido.
Seb, sintiendo cómo le correspondía tímidamente, e incitado también por ese sonido suave, se permitió depositar un beso más largo, separándose sólo hasta cuando notó que le falta el aliento. Liberó un sonido de desahogo, de sed mitigada, y abrió sus párpados para mirar atentamente a Cal, expectante.
El suspiro aliviado de Seb le volvió a anclar a la realidad. Cal fue abriendo sus párpados lentamente, regalando esos orbes esmeraldas al único que para él existía en el mundo en ese segundo. Estuvo con la mente en blanco inicialmente, dedicando una mirada embobada a Seb. Sus mejillas, labios y nariz estaban pintados con un color rojizo, producto del intercambio de primeros besos que acababan de tener.
"Cal..." Seb no quería romper la atmósfera, ese silencio de perfecta paz, sin remordimientos, sin pensamientos que lo empañaran, en el que sólo dejaron que sus corazones hablaran por ellos y sintieran sin ataduras. Pero debía decírselo, decirle lo que había callado ya tantos días, desde aquella confesión, desde que había empezado a observarlo con otros ojos.
"Cal yo... debo decirte algo"
Fue sorprendido por una risita adorable de parte de Cal. Vio cómo se llevaba dos dedos a sus labios y los acariciaba suavemente.
"Sí... Creo que sí" Dijo entonces, tímido, pero con un toque de esperanza e ilusión, que se reflejaba en sus ojos y toda su cara.
El colorín no podía negar que le causaba demasiado alivio no ver ni una pizca de rechazo por lo que acaba de hacer, ¿sería que sus sentimientos por él seguían intactos a pesar de su primera negativa? Por alguna razón, eso le emocionaba demasiado, suficiente para seguir callando las voces internas que le gritaban que se detuviera, que aún podía retractarse, que aún podía regresar al buen camino, respetar su amistad, y el vínculo fraterno que tenían.
"Verás, he intentado no pensar en ello, pero la verdad es que, después de lo que pasó en el bosque, no he podido dejar de mirarte..."
Como pudo se armó de valor -que había decidido casi abandonarlo después de besarle- para continuar.
"He ido notando cómo has ido recuperando la alegría, tu sonrisa. Antes no sabía por qué te notaba tan triste, pero después de aclarado todo, me dio mucho gusto ver que volvías a reír, a atender tus plantitas, a cantar mientras lo hacías, de verdad que sí"
Empezó a ponerse nervioso, pero se obligó a continuar. Ya le había besado, ya había dado el paso, y Cal esperaba la explicación. Si no continuaba ahí, nunca lo haría. Bajó la vista un instante, sonrojándose, pero recobró las palabras.
"Y así, cuando menos me di cuenta, empecé a sentirme más que feliz por ti... no sé cómo decirlo, solo que cada vez te veía más radiante, más cautivador, más encantador..."
Cal le miraba con una mezcla de sorpresa, alegría, y seguía atento a cada palabra de él. Realmente seguía con dificultades de procesar que lo que acababa de pasar y estaba pasando todavía era real y no un sueño. Se obligó al máximo a no sacar conclusiones antes de tiempo. Cuando vio el sonrojo de Seb tras confesar esos pensamientos, sintió un pequeño empujoncito para poder hablar, pues no había querido interrumpirle antes.
“¿Más que feliz? ¿Te...te gusta no solo verme así, riendo, haciendo cosas? ¿Qué... qué es lo que te gusta?"
Tan pronto como hizo sus preguntas se sintió muy bobo, inconexo con lo anterior. La culpa la tenía su cabeza en las nubes con todo eso. pero Seb no reaccionó mal a ellas, sino al contrario.
"Oh Cal, eres tan dulce..." Un malestar empezó a crecer en el pecho de Seb, el pensamiento de que él, por ser mayor entre ambos, aunque fuese por poco, debería cuidar a Cal, proteger esa dulzura e incluso cierta inocencia y no corromperlo era cada vez más ruidoso dentro de sí. Pero no podía ahogar sus sentimientos, no lograría nada con ello tampoco a esas alturas. Optó por seguir siendo sincero hasta el fin.
"Me gusta la manera en que brillan tus ojos cuando te entusiasmas con algo, por eso quería que intentaras algo con tu amigo, con Leo... Porque, bueno, no quiero decir que tener una pareja sea lo más intenso que te puede pasar, o que sea la única manera de experimentar sentimientos tan fuertes, pero te conozco, y sé que podría ser una muy buena experiencia para ti, compartir aventuras al lado de alguien en quien confíes, alguien que fuera tan cariñoso y entregado como tú... "
Cal se mostró conmovido por sus palabras, pero también se volvía a despertar la confusión en él. Con los segundos ganó más valor para hablar, y con más coherencia.
"Esa persona, la persona a quien yo quería...esa persona me dijo que no se podía. Pero ahora no sé qué creer. ¿En verdad eso es lo que pensabas para Leo y para mí? Porque hoy... Pasó esto y... Estabas tan raro antes de todo. Te sentí... ¿molesto?"
Seb exhaló, atrapado. Cal era demasiado perceptivo, claro que lo iba a notar a pesar de cualquier intento de ocultarse.
"Eso es porque... ah, conoces mi postura Cal. Vivimos en la misma casa, llamo madre a tu madre, le dices padre a mi padre, mientras ellos nos vean como hermanos, aunque no lo seamos, no debo quererte..."
“¿Entonces por qué?” Interrumpió Cal, más tenso. La alegría en su expresión se difuminó. Solo había más confusión que antes, e incluso un rastro de dolor.
“No entiendo, ¿por qué reaccionaste así? ¿por lo de Leo? ¿por qué me besaste si no me debes querer? ¿Cómo me quieres? No entiendo Seb"
Seb no quería causarle más angustia, pero él mismo no pudo evitar sentir que algo se le clavaba en el corazón con su dilema. Continuó con una mirada que reflejaba su batalla interior, y con una voz que empezaba a quebrarse por la tensión.
"Precisamente porque te conozco y sé cómo eres de amable, atento, dulce... que no he podido dejar de verte así de feliz, radiante, cautivador... la verdad es que yo, quisiera..."
Hizo una pausa e inspiró profundo, apretando los puños a sus costados, con el corazón en la mano, bajando la mirada. Tras eso siguió, recuperando más valor.
"Quisiera ser esa persona que te acompañara, ser con quien compartas todas esas experiencias especiales que soñé para ti, quisiera ser... tu novio, Cal"
Los ojos de Cal se abrieron más, y éste se quedó varios segundos en silencio, solo observándole, atónito. Lentamente su expresión fue disminuyendo, pasando del asombro a una expresión difícil de describir. Mientras seguía mirando a Seb a los ojos, parpadeó, no pareciendo consciente de que varias lágrimas habían iniciado su descenso por sus mejillas.
"No juegues conmigo... Por favor Seb..."
Seb alzó la vista de nuevo al escuchar la angustia de su voz. Se encontró con esas lágrimas cayendo, lo que hizo que olvidara su propia tensión y pasara a concentrarse más en Cal que en sí mismo.
"No... no quiero jugar contigo, por eso quiero ser muy sincero. Te quiero, Cal, y sé que..." Tal vez sonaría muy osado, ególatra incluso, pero le había escuchado y sabía que era real. "Sé que tú también. Pero quiero que entiendas todo lo que eso realmente significa"
Fue el turno de Cal de bajar su vista, con sus manos tomadas a la altura de su pecho. Su respiración se aceleró un poco, con sus mejillas húmedas por las lágrimas, intentaba procesar todas sus palabras, todo lo que Seb le estaba confesando y pidiendo. Su interior era una tormenta de emociones y sentimientos, ideas caóticas y deseos gritando porque se concedieran. Rogaban porque hiciera algo, y ni siquiera sabía qué exactamente. Seb le estaba correspondiendo. ¡Seb le está correspondiendo! ¿Por qué no podía reaccionar de manera más sencilla? Todo se sentía muy complicado. Sentía temor, ansiedad, anhelo, ganas de huir, ganas de quedarse. Su rostro reflejaba su angustia por todo lo que experimentaba, y las lágrimas no dejaban de brotar. Aunque lo curioso era que, incluso dentro de todo el caos, esas lágrimas también son eran por felicidad.
Seb se tomó un momento para hacer una pausa al ver a Cal así de conmocionado. Era una situación difícil, pero lo último que quería era complicársela aún más, hacerlo sentir mal después de todo el trabajo que había hecho por superar su tristeza anterior. Entonces se acercó. Primero le secó las lágrimas con cuidado, mirándolo con ternura, y luego le abrazó, queriendo transmitirle tranquilidad. Era difícil, pero nada valía esas lágrimas.
"Tranquilo, podemos hablarlo con más calma si quieres... "
Cal llevó las manos de su pecho a la espalda de Seb, mostrando la clara intención de querer abrazarle, y de pronto, comenzó a reír. Inicialmente fue a volumen bajo, muy tímido, pero luego fue escalando. No era una risa escandalosa, pero era alegre, muy alegre.
"No puedo creerlo, estoy demasiado feliz, Seb. ¡Demasiado feliz!" Por la intensidad de sus emociones, no podía evitar temblar un poco, pero se sentía realmente acogido en los brazos del más alto. Su corazón latía con fuerza, le parecía que podía sentir el de Seb también.
"Así está mejor..." Seb le acarició el cabello, protector, sin deshacer el abrazo, contento de sentirlo menos angustiado. Eso era lo que más deseaba, ahora estaba más que seguro. Quería proteger esa sonrisa. Cal sonrió y hundió su rostro en el pecho de Seb. Luego alzó la mirada para ver al muchacho.
"Entonces... ¿El beso... fue por celos? O más bien, te armaste de valor por ver los casi besos de leo" Se le escapó una risa solo por cómo sonaba eso, con lágrimas todavía amenazando con caer.
Su compañero rio en respuesta de su alegría contagiosa, de cómo podía llorar y reír de un momento a otro. Hacía que de pronto, plantear todo pareciese menos imposible que como lo había pensado.
"Tal vez, un poco de ambos. Creí que estaba listo para dejarte volar, para verte feliz con alguien que pudiera ofrecerte lo que yo no... " En medio de su confesión, se permitió acariciarle una mejilla con el pulgar. "Pero fui débil y ahora, creo que lo único que temo es que te arrepientas"
"¿Arrepentirme yo?" Parpadeó Cal, y luego puso una expresión más seria.
"Seb, he estado enamorado de ti por tanto tiempo. Creo que no podría arrepentirme nunca, no después de que me dijiste todas esas cosas hermosas. Leo es un muy buen amigo, pero mi corazón... Mi corazón siempre ha sido tuyo… y tú lo sabes" Sonrió nuevamente, aunque también había un dejo de preocupación.
Seb le miró entre conmovido y apesadumbrado por la manera tan bella en que reafirmaba sus sentimientos por él, viendo luego cómo cambiaba su expresión y entendiendo que probablemente tenía las mismas preocupaciones que él. Pero aún no quería centrarse en los obstáculos mayores frente a ellos, así que abordó otra cuestión primero.
"Bueno, ¿sabes? cuando uno está enamorado tiende a idealizar a la persona amada. Y es normal, pero Cal, quiero que lo sepas, temo no poder ser siempre la persona que crees que soy... "
Cal no estaba seguro de entender bien a qué se refería, así que quiso descartar lo primero que se le vino a la mente.
"¿Me quieres decir que lo que siento por ti no es real? Yo sé que es real, no es idealizado..." No pudo evitar tensarse. Era difícil creer que Seb creyera tales cosas de él, pero necesitaba quitarse ese temor, escuchar la respuesta del propio Seb para acabar ese fantasma. Y también, de paso, liquidar el temor de que Seb estuviese accediendo por alguna presión.
"No tienes que fingir Seb, por favor, no quiero eso. Quiero... Quiero que seas real, como ahora. Ahora... Eres real, ¿Cierto?" La angustia se hizo presente en su expresión, temiendo porque tal vez Seb podía estar pidiendo ser su novio solo para… no lastimarle. Pero eso negaría todas las palabras bellas que le dijo antes, y Cal no podía dudar de la sinceridad con la que Seb le habló en ese momento. Lo sentía.
"Sí, quiero ser lo más sincero contigo, perdona si sonó a otra cosa. Y si es lo que sientes, claro que es real, tampoco lo estoy poniendo en duda... " Seb respondió, deteniéndose luego para acomodar mejor sus pensamientos e ideas. Se separó un poco más, siguiendo atento a las reacciones de Cal. Éste se mostró más aliviado, descartando al menos esos temores que sabía eran infundados.
“Lo que intento decir es que, ya te he hablado sobre las cosas lindas de tener una relación con alguien, la compañía, el cariño, la confianza. Pero también hay cosas malas e igual de intensas que pueden suceder. Las personas por lo general no piensan en eso, solo lo hacen, en especial cuando ya te ha pasado antes y no te importa lo malo, solo quieres volver a intentarlo con otra persona... "
Una sombra de dolor tiñó el rostro de Seb. le habían exigido mucho antes, recriminando errores. No habían sabido comprenderle y tener paciencia cuando era niño. Destellos de recuerdos de su vida en el orfanato ensombrecían más su interior, pero fueron interrumpidos por la voz de Cal.
"Creo que lo entiendo... Pero... Yo te quiero mucho, Seb. Creo que... No, estoy seguro de que nada cambiará eso. Y te conozco, y sé que eres bueno. Sé que nunca me harías daño. Y si me hicieras daño, sé que no sería a propósito"
El castaño tomó las manos de Seb y le miró a los ojos con mucha dulzura, con todo el cariño que le tenía al mayor, que trascendía lo romántico en ese instante. Sus siguientes palabras las dijo con la mayor sinceridad posible.
"Yo creo que las personas buenas como tú pueden equivocarse y no ser condenadas por eso”
Una pausa tomó lugar por poco, pero estaba cargada de emociones de ambos. Luego de ella, Cal rompió el silencio con su nuevo temor.
” Incluso, creo que más daño te podría hacer yo"
"Oh no, jamás podrías..." Respondió ágilmente Seb, queriendo eliminar esa posibilidad de manera automática. Por un segundo apenas visible, una expresión de dolor cruzó con nitidez su mirada. Era el reflejo más claro de algo roto muy en su interior, que le pedía a gritos que aceptara el bálsamo que Cal le ofrecía. Tal vez era egoísta, tal vez se estaba aprovechando de esa alma tan noble e inocente a sus ojos, pero quería creer tanto en sus palabras…
Cal se encargó entonces de reforzar su punto, notando que Seb era quien necesitaba un sostén en ese instante.
"Seb" Dejó como inicio, tomando aire y queriendo tomar también todo el dolor que en parte sabía que Seb guardaba por su historia. Si Seb quería ser su compañero y cuidar sus momentos felices, él quería estar para Seb en esos y sus momentos oscuros también, así como él ya lo había estado para Cal.
"Por favor, equivócate conmigo. Por favor, sé persona conmigo. No tienes por qué esforzarte por ser perfecto. Te lo juro." Apretó más sus manos y mantuvo su mirada enlazada con la de él, continuando.
"Para mí ya eres perfecto. Solo por ser tú mismo"
"Cal..." El joven apretó con más cariño las manos que sostenían las suyas, anclándose mentalmente a ellas, inundado de una ternura y una paz que no creía que sería capaz de encontrar en una situación así. Era reconfortante, esperanzador. Quería aferrarse a esa luz que vislumbraba, a través de la luz de los ojos de Cal. Depositó un beso en sus manos.
"Está bien, es lo que quieres, y es lo que quiero, eso lo entiendo bien. Solo hay una cosa más..."
"¿Qué cosa?" Preguntó con curiosidad el otro.
"La familia" Dijo sin rodeos, bien consciente de que era algo que ninguno de los dos podía ignorar. "No sé qué pienses tú, pero yo siento que no es algo que deberíamos ocultarles..."
La ola de realidad golpeó con fuerza a Cal. Claro que eso era un gran obstáculo. Tuvo la mente lejos de eso por varios minutos de su conversación, preocupado por Seb, por su inseguridad, pero ahora que había regresado ese importante detalle, su corazón comenzó a latir más rápido, y no por alegría. Bajó la vista y tomó las manos de Seb con más fuerza, intentando mantener la estabilidad en medio de esa sensación brusca. Sus mejillas rosadas se desvanecieron, dando paso a su color más pálido.
"Sin embargo… Entiendo que puede ser un poco difícil de entender, de aceptar, así que tal vez sea mejor esperar y… mantenerlo en secreto un tiempo"
Cal se acurrucó contra él, resguardándose en ese pecho amplio que siempre le acogía cuando lo necesitaba. Asintió a la idea de Seb, confiando en él. Todavía no soltaba sus manos. Ambas estaban muy cálidas y eso también le daba cierta tranquilidad, más aún con los latidos de Seb, ya más parsimoniosos.
"Tienes razón, creo que necesito prepararme para eso. Todo esto es... Es como un sueño aún"
Seb estaba de acuerdo con eso. Si de verdad era un sueño, no quería despertar aún.
"Esperemos entonces... y después pensaremos qué hacer, ¿sí?" Y dicho eso, le besó la frente, intentando borrar lo que quedaba de los pensamientos angustiantes. Después, se quedó ahí recostado ligeramente sobre su cabeza, sin desenlazar sus manos, queriendo transmitir su deseo más profundo, de no soltarse nunca.
"Te quiero, Cal, te quiero muchísimo..."
"Yo también te quiero mucho...” Sonrió con timidez Cal. Esperó un momento y volvió a hablar.
“¿Me podrías besar otra vez?"
Su ahora novio le sonrió, embelesado.
"¿Cómo podría negarme cuando me lo pides así?"
Entonces, guió sus manos de manera que le rodearan el cuello, mientras él buscó acercarlo más desde su cintura. Cal se dejó aproximar mientras se ponía de puntitas, en un esfuerzo para apoyar a Seb y no hacerle inclinarse mucho. Listo eso, Seb depositó otro beso sobre sus labios, largo, desbordante de emoción, sellando con eso un acuerdo de amor puro y sincero, bellamente correspondido por Cal, a pesar de sentirse más inexperto y torpe que él. Seb logró hacer a un lado todo lo que nublaba en ese momento, incluida la vocecita que le susurraba 'si no fuera algo malo no tendrían que ocultarlo'. Simplemente la calló, y se entregó en ese beso. El rubor volvió una vez más al rostro de Cal, que se derretía internamente por las manos de Seb en su cintura. Definitivamente no había nadie más en el mundo en ese momento para él, que Seb, su novio. Se entregó por completo a él, a su ritmo, su presión, e hizo un sonido de satisfacción, dulce, que fue seguido por otro de Seb, y las sonrisas de ambos.
Quién no querría besarte, pensaban los dos.
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Y mañana también estaré para ti.
(POV)
Escucho el sonido de la puerta, y me dirijo hacia ella desde el sofá en el que estaba a punto de caer en los brazos de Morfeo. Acabo con la penumbra del espacio al presionar el interruptor de la luz, y entonces, te veo.
“El corazón regresa a su dueño” escucho de tus labios, y sonrío. Es parte de nuestra eterna promesa, esa que hacemos cada vez que vas a cumplir con tu labor. “Mi corazón va contigo” es lo que siempre te entrego cuando te marchas. Incluso si es antes de que el sol salga, no me pierdo el comprometerte con esa deuda que tú cual caballero recibes. Y mi alma respira por fin solamente cuando regresas a casa. Tú como si hubieses cuidado de un tesoro todo ese tiempo, me dedicas esa frase por fin, con suma reverencia, cumpliendo tu misión más personal.
Me acerco más, para darte la bienvenida, y entonces distingo mejor tu rostro. Luces cansado, distante, abrumado. Apenas sonríes... puedo leer el esfuerzo que tus músculos hacen para esbozar esa línea.
“Es uno de esos días” Pienso. Se me aprieta el corazón solo de pensar en lo que debes haber pasado hoy, o ayer, tú sabrás. Mi marcha se ralentiza hasta que por fin estoy frente a ti, mi gran amor. Extiendo mi mano lo más calmado que puedo, y acaricio tu mejilla con suavidad. Está un poco fría, producto de la noche que sigue su curso, sin inmutarse por los asuntos de nosotros los humanos. Siento que cargas tu cabeza más contra mi palma, así que me permito prolongar el contacto con otra caricia, ahora con mi pulgar.
Te conozco desde hace muchos años, y sé que lo mejor es no presionarte. Pero estoy aquí, para ti. Sé que aunque no me lo pidas con palabras, necesitas alguna forma de contención. Veo tus párpados cerrarse lentamente y volver a abrirse, mientras tus brazos rodean mi cuerpo y me atraen más contra tu pecho.
Nos quedamos así unos segundos, aunque me parezcan muchos más minutos, y entonces suspiras. Ese pequeño sonido... pareciera como si también estás aliviado por regresar. El peso de tu mentón en mi cabeza solo me confirma lo agotado que debes estar, tanto física como mentalmente, y quizás hasta espiritualmente. Sé que asumes tanto peso sobre tus hombros, que me sorprende aún más la forma en que resistes y sigues teniendo luz propia para todos.
Aspiro tu aroma y sonrío, otra vez invadido por el alivio de tenerte en casa. Hueles a algo dulce, seguro te diste una ducha fugaz antes de regresar. Pero todavía logro percibir tu sudor , y otro aroma vago...¿a quemado? ¿a qué te has enfrentado esta vez, cariño? Creo que sería bueno que tomes otro baño, para tomar más distancia de ese estímulo, pero uno más largo, con agua temperada y mi cuidado. No creo que vaya a aceptar un no como respuesta por parte tuya, discúlpame por eso.
Cuando me liberas es cuando puedo empezar a transmutar mi deseo de cuidarte a acciones concretas.
“Ven, mi amor”. Digo, mientras tomo tu mano, y te guío por nuestra acogedora morada, esta que juntos hemos estado llenando de objetos y sobre todo de recuerdos preciosos. Escaleras arriba, rechina la suela de tus botas con la madera, y sonrío brevemente por ese sonido que rompe el silencio. Dedico mi sonrisa a ti, que me sigues a pesar de estar mucho más atrás de lo que yo distingo. No puedo saber si hay silencio en tu interior, o un caos. Sigo sin soltar tu mano, que se ha entibiado al enlazarse con la mía. Cruzamos por el pasillo del segundo piso, pasando por las puertas cerradas donde descansan nuestros pequeños angelitos. Ellos duermen pacíficamente, con esa increíble e inocente certeza de que su padre estará con ellos pronto. A veces es desconcertante incluso para mí.
Llegamos a nuestro dormitorio y cierro la puerta cuando entras. Aún no suelto tu mano, pero deberé hacerlo pronto, por eso la aprieto solo un poco más. Sigo guiándote por el costado de nuestra cama, hacia la última puerta que nos recibe. Estamos en nuestro baño. Te conduzco unos pasos más, hasta que por fin estamos al lado de la tina. Suelto tu mano y deposito las mías en tus hombros, para que te sientes en el inodoro. Te doy la espalda un momento mientras preparo el agua caliente y comienzo a llenar la tina. Pienso en incorporarle unas hierbas y eso hago. Lavanda, manzanilla y más, ellas te cobijarán con sus propiedades. Luego te miro a los ojos.
“Cariño, ya vengo, buscaré ropa limpia” Mi voz se desliza con un tono cálido y bajo, pero sé que me escuchas con claridad. Después de dejar en la cama tu ropa y el secador, regreso a ti. Te veo todavía sentado sobre el inodoro, intentando desabrochar tus botas, y aún cuando me acerco con tranquilidad, actúo más apresurado al notar eso. Me arrodillo frente a ti y tomo tus manos, las beso con todo mi cariño y las dejo sobre tus rodillas mientras niego con mi cabeza.
“Yo me encargo” Afirmo con el mismo tono que antes, pero intento imprimir cierta autoridad en las palabras y en mi cuerpo. Con agilidad desanudo los cordones y retiro ambas botas de tus pies, y procedo entonces a apartar el resto de prendas de tu cuerpo, respetuosamente. Siento tu mirada sobre mí y contemplo tu rostro otra vez. Espero que mi expresión no refleje la preocupación que siento. Hay unas ojeras distinguibles bajo tus ojos, y el brillo en ellos... no sé si estás conmovido por lo que hago, o es que acaso sientes algún tipo de dolor que necesitas sacar pronto.
Vuelvo a sonreír para ti, intentando de nuevo decir con eso que estoy contigo. El único sonido que llena el lugar es el del agua en la tina. Cuando despejo tu espalda noto mejor lo tenso que estás. Mi cielo, prometo llenarte de besos para suavizar tu angustia en unos minutos.
Entonces, te guío hacia la tina. Te sientas sin inconvenientes dentro, pues el agua está a buena temperatura. Me siento en el banquito que mantenemos en el baño para ocasiones como esta, y el recuerdo de tus dedos en mis cabellos derrite mi corazón. Huele a las hierbas que puse en el agua, que flotan frente a tus ojos. Mojo tus cabellos rizados y me pierdo un instante en ellos, viendo cómo cambia la forma de tus rizos entre mis manos que los acunan mientras sigo en mi labor de empaparlos. Tus párpados se mantienen cerrados en eso. Por favor, quédate conmigo, porque si te duermes no tengo cómo sacarte. Esa idea me hace reír despacio y la confieso contigo. Tú intentas sonreír una vez más. Eres tan fuerte.
No sé si es lo mejor que puedo hacer, pero intento llenar más del silencio con comentarios casuales. “¿Te gusta el jabón que compré?” te pregunto mientras lo muestro y comienzo a usarlo en ti. “Tiene forma de girasol, me encantó cuando lo vi”. Pensé en ti cuando lo vi, con ese color tan vivo, tan alegre...Pero sé que tú no puedes brillar como un sol todos los días. Nadie puede. Mi promesa es que te sostendré hasta que puedas ponerte de pie nuevamente. Siento algo de culpa por hacerte comentarios tan vacíos, pero, ¿sería correcto si te pregunto qué fue lo que pasaste? sinceramente no lo creo, no en este momento.
Intento limpiar tu cuerpo con mucho cuidado. No quiero darte un trato brusco, como una virutilla para olla. Levanto tu brazo como si fuera la hoja de una planta, algo delicado, y lo atiendo con reverencia. Lo mismo hago con el resto de piel que voy encontrando mientras avanzo. Tu espalda amplia y llena de pecas hace que me distraiga otros instantes. Me concentro aún más cuando hago espuma en tu cabello, llevado a otros recuerdos gratos gracias a mi olfato. Así continúo hasta que tu voz me trae de regreso.
“¿Cómo están los niños?” Dices, con una voz más ronca que antes.
“Muy bien. Hoy jugamos mucho. Se acostaron muy agotados” Te contesto y luego te doy más detalles de nuestra jornada en tanto que paso a limpiar una vez más tu cuerpo hasta que ya estás listo. No quiero que pierdas el calor ahora que la tina está vacía, así que te envuelvo con toallas y te extiendo la bata. Ya queda cada vez menos para que puedas descansar por muchas horas.
Nos dirigimos a la cama e intento secar lo mejor que puedo todas tus hebras cobrizas. Tardo en darme cuenta de que estoy tarareando una canción que nos gusta mucho a ambos, y cuando lo hago, no me detengo. Cuando termino hago el ademán de levantarme para alejar lo que ya no es necesario, pero tú me detienes. No puedo evitar parpadear algo sorprendido. Siento cómo cambias tu ubicación, rodeas mi cintura con tus brazos y descansas tu rostro en mis muslos. Te quedo mirando quien sabe cuánto tiempo, pero no impido lo que necesitas. Dejo en el suelo el secador que tenía en la mano y acaricio tu cabeza. El silencio nos rodea otra vez, pero se quiebra, con un sollozo que proviene de ti.
La sonrisa que en algún momento formé se desvanece lentamente. Sigo sin expresar mi preocupación con claridad, pero la siento a flor de piel. No detengo mi contacto contigo, hago que perdure. Paseo mis dedos con todo el cariño que puedo imprimir en ellos por tu cuero cabelludo, y cruzo también hacia tus hombros, rascando con suavidad. Tú me aferras más apretado y tus sonidos me reflejan que necesitas desahogarte ya. También intento apretarte más contra mí, presionar más mis palmas en tu espalda, hacia mí.
“Está bien cariño... déjalo salir” Digo en un susurro, y me mantengo firme para que puedas permitirte esto por fin.
Así continuamos, ya no me importa saber del tiempo. Lo único que tiene toda mi atención eres tú. Tiemblas mientras lloras y recuperas aire, y yo empujo con todas mis fuerzas el nudo en mi garganta hacia el olvido, y sobo tu espalda con lentitud.
Cuando tienes un momento de pausa, de frágil calma, me muevo solo un poco, alcanzando tus brazos e intentando levantarlos respetuosamente, mientras me recuesto. Intento invitarte a que te reacomodes también, y lo haces. Alcanzo a distinguir tu rostro: tus ojos están rojos y empapados, tu nariz también. Es una vista angustiante, pero es parte de lo que necesitas permitirte sentir y expresar.
Acomodas tu cabeza sobre mí una vez más, sobre mi vientre. Pareces estar en una postura más cómoda, de lado, mirando hacia mí. Retomo mis caricias en tu rostro, tus cabellos, tu brazo, y finalmente sostengo tu mano. Sigues desahogándote, hasta que veo tus párpados comenzar a cerrarse con pesadez. No detengo mis caricias con la mano disponible en tus rizos. Ojalá pudiera absorber tu dolor... pero esto es lo que puedo hacer. Acompañarte, y cuidarte mientras lo vives.
Finalmente, te derrota el cansancio. No sé si el alivio, pero por lo menos sé que podrás descansar unas horas, hasta mañana. Y mañana, también estaré para ti, como sea que te sientas. Y nuestros pequeños también, sé que querrán estar contigo y para ti, su héroe, su papá.
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Cuidados.
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Definitivamente, esa madrugada no dormiría bien.
Cal se vio en la necesidad de sentarse en la cama, pues el estar recostado no parecía frenar el malestar que experimentaba, de ninguna manera. Condujo sus piernas fuera de las sábanas tras unos segundos sentado y quieto, y apoyó los pies en el suelo. En un nuevo intento por manejar la incómoda sensación, respiró profundamente, con la esperanza de que pasara pronto. Intentó encontrar estabilidad manteniendo ambas manos sobre el colchón, sujetando la tela entre sus dedos, con menos fuerza de la que creía que aplicaba, y volvió a respirar. El malestar, sin embargo, no pasaba. El frío comenzó a invadir cada centímetro de su piel, y recién ahí fue consciente del sudor que empapaba ya algunas partes de su cuerpo. El pijama que usaba apenas lograría devolver el calor que perdía.
Sabía que no tenía sentido perder la calma. ¿cuántas veces se ha sentido mal antes? demasiadas para recordarlas, eso era seguro. En teoría, ya debía estar acostumbrado. En la práctica, no obstante, era casi imposible que sucediera. El pobre consuelo que le quedaba -otra vez- era que, así como comenzó, debería terminar.
Empezó a sentirse extrañamente pesado y ligero al mismo tiempo, de manera intermitente. Mientras que deseaba tener algo de control desde la mente, su cuerpo involuntariamente intentaba sumar apoyo como creía mejor. Puso los codos sobre las rodillas y soportó el peso de su cabeza en sus manos, mientras sus intentos por respirar profundamente continuaban, cada vez más fallidos. Otra realización llegó como brisa a disipar por unos instantes su nubosa percepción del entorno. Despegó su cabeza de sus manos, volteó cuanto pudo, y sintió culpa: Seb dormía plácidamente en el otro lado de la cama, que por suerte era cómodamente amplia para ambos, por lo que -Cal creía- su sueño no había sido perturbado por la cantidad de giros y acomodos que él había tenido para intentar conciliar el sueño. Al menos, eso le reflejaba la respiración profunda y regular, y supuso que su expresión también, aunque estaba de espaldas. Aquí estaba él ahora, apenas pudiendo sentarse bien en la cama, mientras su pareja tenía un merecido descanso después de todo lo que se había vuelto a exigir física, mental y espiritualmente solo unos días atrás. Se sintió como un estorbo, por enésima vez.
“No escoges cuándo enfermarte” Sonaba en su cabeza, con la voz de su novio. Era lo que se aseguraba de decirle, verbalmente o con acciones, cada vez que sucedían estas cosas. Seb tenía un corazón de oro, después de todo, pero eso no cambiaba el hecho de que se convertía en una preocupación más para él, cuando Cal sabía que necesitaba estar libre de tensiones. Necesitaba tiempos de paz, por los dioses. ¿Era demasiado pedir una tregua a su salud caprichosamente mala por el bienestar de la persona que le entregaba tanto?.
Volvió a sostener su cabeza en sus manos, frustrado, mientras que su cuerpo continuaba enviándole señales de alerta. Alcanzó un punto en el que solo podía llenar la mitad de sus pulmones con aire, por mucho que intentaba recolectar más. Entre jadeos, su voz escapaba en gemidos cortos, más aguda, distante de su naturaleza suave, como tomando la decisión de pedir ayuda por cuenta propia a falta de su propia voluntad. Consciente de eso, y percibiendo lo que vendría -y rogando equivocarse porque era desagradable- reunió la fuerza que le quedaba y se puso de pie.
Aprovechó el impulso, y entre la pared y un mueble de apoyo para avanzar y sobrellevar el mareo, logró caminar los metros que le distanciaban del baño adyacente al dormitorio. Otra vez agradecía mentalmente -dentro de lo que su nivel de consciencia le permitía- a Seb por haber insistido en escoger esa casa. Siempre velando por su bienestar, ese hombre. El baño estaba tan cerca, a solo unos pasos de la cama. Al menos no era solo para pasar malestares o por comodidad individual. En otras oportunidades, servía como bambalina o camarín, perfecto para preparar sus sorpresas para regalar a ambos experiencias y momentos íntimos innovadores, o momentos de relajo y ternura en otras ocasiones, tomando un baño juntos y mimándose mutuamente. Como todos los espacios de la casa, no era la excepción y era ya albergue de varios recuerdos bellos. Ahora no era el caso, pero al menos, iba a servirle para no entorpecer el sueño de Seb, no tan pronto al menos, mientras durara el mal rato. Al menos ese era su terco deseo.
“Necesita un adorno pronto, se ve triste” alcanzó a pensar mientras abría la puerta blanca y sin ningún detalle colgando de la madera, a diferencia de las otras puertas del hogar. Tanteó en la pared el interruptor y prendió la luz, empujando la puerta tras él para impedir que el resplandor bañara el rostro de Seb, aunque al menos estaba de espaldas todavía. Por desgracia no se cerró del todo, quedando un pequeño espacio que dejaba a la luz fugarse, pero poco pudo preocuparse de eso, pues la fuerza con la que había logrado llegar abandonaba su cuerpo rápidamente. Se sujetó en el lavamanos cuando su mundo dio vueltas, una parte de él dando gracias porque este estaba bien firme y fijo en su lugar. Cerró sus párpados con fuerza y aguantó cuanto pudo.
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Pese a que Seb estaba acostumbrado a dejar su somnolencia pronto si algo le sacaba de su sueño, habían días en los que el cansancio acumulado era tal que su habilidad simplemente no aplicaba. Su entrenamiento le había ayudado a estar preparado para responder, sea donde sea, y en otros momentos así había sido, incluso con Cal, en casa. En esa noche, no obstante, y pese a que había sentido a Cal moverse insistentemente en la cama a espaldas de él, el cansancio lo arrastraba de vuelta al mundo onírico. Perdió la noción del tiempo, entre sueños y vagas percepciones del entorno, hasta que un sonido le atrajo de regreso a la realidad: Una tos constante.
“Hmmh.. ¿Cal?” Aletargado, se volteó, a la par que extendía su brazo sobre el espacio a su lado, donde debería estar el cuerpo de su pareja. Su mano se encontró con el colchón, a su vez que una luz débil atravesó sus párpados cerrados. La tos de fondo no se detenía, lo que sumado con los datos anteriores ya procesados, le hizo abrir los párpados y disipar la somnolencia. Al abrir los párpados vio que la luz provenía del baño, que estaba con la puerta junta. Captó rápidamente que la tos provenía del interior y liberó su cuerpo de las sábanas.
Por costumbre y por entrenamiento, sus reacciones eran cautelosas, no exageradas. Se incorporó de la cama y caminó a paso firme pero controlado en velocidad. Conociendo la situación en la que Cal podía estar, no le servía tener una sobre-reacción, pues aquello solo podría poner peor al otro. Omitió el golpe a la puerta e ingresó sin consultar, con la misma cautela y atención con la que se había acercado, evitando que la puerta hiciera mucho ruido. Vio a Cal, que se encontraba de rodillas, apenas inclinado sobre el inodoro y sujetado a este como podía, con el cuerpo temblando. Un poco de su cabello húmedo se pegaba en su nuca, el resto caía sobre su rostro, medio cubriéndolo, medio pegándose a él también. El color de piel no era su hermosa blancura natural, sino que era un pálido verdoso, enfermo, que pintaba cada centímetro visible. Seb acortó la distancia entre ellos, asegurándose de no dar pisadas fuertes, pero con el suficiente peso como para anunciar su presencia en caso de que Cal no le haya notado aún.
Se arrodilló a su lado y frotó su espalda con suavidad, deslizando la palma sobre la tela ya empapada por el sudor. Cal tosió un poco más y luego dejó escapar un quejido. Seb Sabía que no era momento de hablar, solo de acompañarle, e intentar brindarle apoyo. Esto último figurativa y literalmente hablando, ya que el mas bajo estaba a punto de soltarse. Se instaló mejor, dispuesto a acompañarle en lo que intuía que venía, y con cuidado y lentitud le tomó de las axilas y volvió a acomodarle bien sobre el inodoro, asegurándose de darle estabilidad con un brazo y seguir frotando su espalda con la mano libre. Cal por su parte intentaba respirar, pero más bien jadeaba, gemía y seguía temblando, sus brazos apenas ayudando a mantener distancia del hueco de la taza y sus párpados bien cerrados. Seb sentía y acompañaba el vaivén agitado de su pecho, atento a los sonidos y reacciones del menor, acercándose para despejar su rostro de aquellas hebras mojadas. Cuando las señales fueron evidentes, procedió a recoger el cabello oscuro de su novio, que fácilmente se quedó pegado donde lo acomodó, y se aseguró de sostenerle mientras él vomitaba una y luego otra vez. Siguió frotando su espalda, la preocupación reflejándose en su mirada cuando Cal volvió a evacuar por tercera vez tras unos segundos.
Cal escupió en un vano intento de dejar ir el mal sabor y la sensación desagradable, e intentó recuperar aire. Logró incorporarse y alzar la cabeza para respirar lejos del hueco, y una pequeña chispa de fuerza brotó en su cuerpo, lo que le permitió afirmarse mejor y mantenerse recto, aunque todavía no abría los ojos. Seb aprovechó eso para moverse y jalar la cadena rápidamente y alcanzar algo para limpiarle. Por fortuna las dos toallas de mano que usan estaban cerca, así que con la misma rapidez alcanzó ambas y pasó una -la más húmeda- por los labios de Cal, limpiando, y la otra seca por su frente y cuello. Aprovechó de ver mejor su rostro: tenía ojeras profundamente marcadas bajo esas largas pestañas, los labios sin atisbo de color sano, el ceño fruncido. Secó un poco mas la piel que pudo y aceptó que de la ropa sudada se encargaría dentro de poco. Dejó las toallas de lado y volvió a acariciar su espalda, y se dio cuenta de que seguía temblando, supuso que por el frío que debía sentir. Cal abrió los párpados y pestañeó pesadamente, solo para volver a cerrarlos, pero llevó su mano a una de las de Seb y le dio un apretón suave. Seb le correspondió el toque y pensó que era momento de levantarle de ahí y abrigarle más.
“Vamos a la cama” Le habló bajo, y debatió cómo llevarlo. Lo mejor sería ir despacio, sin movimientos bruscos o que empeoraran la sensación de mareo que sabía que el otro aún experimentaba. Lo más rápido sería cargarle, pero la posición no era la más cómoda para tomarlo. Decidió observar a Cal, él le haría saber qué necesitaba. Cal dio señales de querer levantarse por su cuenta, con la fuerza que había logrado reunir, así que Seb se sumó a ello, tomando uno de los brazos de su pareja y pasándolo tras sus hombros, y sujetando firmemente su costado. Le ayudó a ascender lentamente, atento a cualquier manifestación de malestar. Cal con su ayuda logró ponerse de pie, con la respiración aún complicada, y ambos comenzaron a avanzar muy lento, con Seb encaminando la dirección del mas bajo hacia la cama.
Casi lograron llegar al umbral de la puerta cuando Seb sintió cómo las piernas de Cal temblaban violentamente y este volvía a perder su fuerza. Su buen agarre y sus reflejos rápidos le ayudaron a evitar que Cal se fuera con brusquedad hacia abajo y tuviera un efecto de látigo por tenerle sujetado. Dobló las rodillas y bajó de nivel hasta que Cal dependía solo de su ayuda, sin aplicarle alguna exigencia a su cuerpo. Decidió que era mejor cargarle en la distancia que quedaba y aprovechó la postura en que Cal quedó para cambiar el agarre en su cuerpo, soltar su brazo que cruzaba por los hombros para poder pasar su propio brazo bajo las rodillas de él y así alzarle con suavidad. Hecho esto, Seb evitó moverse de inmediato y le observó nuevamente, atento a su estado. Cal tenía su rostro en dirección hacia el de Seb, pero mantenía sus párpados muy apretados, expresión tensa, y seguía luciendo ese color enfermo. Por lo pronto al menos no parecía necesitar evacuar, pero Seb pensó que era mejor tener todo listo, por si acaso.
Avanzó paso a paso evitando mecer mucho a su compañero indispuesto y le colocó en la cama, sentado hasta que terminó de acomodar todas las almohadas necesarias tras su espalda, luego terminó de recostar y abrigar. Cal llevó una mano temblorosa hacia arriba y sujetó su frente en lo que Seb volvía al baño a buscar lo necesario: una cubeta, un vaso plástico con agua y otra toalla. Eso lo dejó en el mueble al lado de la cama y luego fue al armario para sacar un conjunto de ropa limpia para ayudar a cambiarle. Dejó eso a los pies de la cama y se sentó a ver a su novio una vez más, mientras acariciaba su muslo sobre las sábanas. Vio cómo Cal a los minutos volvía a respirar con dificultad, echándose aire, e intentaba controlar lo que sentía, apretando sus labios. Desde luego, no fue suficiente. Seb volvió a reaccionar con precisión, tomando la cubeta y acercándola a Cal, quien se había sentado rápido y ladeado, volviendo a vomitar. La sostuvo para él hasta que ya no venía más. Observó a su novio suspirar, tomar por su cuenta el vaso con agua y enjuagar su boca, volver a botar en la cubeta y finalmente volver a recostarse. Algo le hizo saber que lo peor ya había pasado, por fin. Fue a vaciar la cubeta, la limpió rápido y la dejó cerca solo por si acaso, luego empapó la punta de la toalla que había llevado y volvió a limpiar con especial delicadeza los labios de Cal. Cal tenía los ojos mas abiertos por fin, y aunque lucía agotado, al menos no parecía que el mundo le diera tantas vueltas, no tan violentas, al menos. Ahora le miraba, por fin, con un toque de culpa y otro de gratitud.
“Lo siento...tu sueño...” logró por fin articular.
“No te preocupes” Seb le regaló una de sus bellas sonrisas y con el área seca de la toalla, luego de destaparle, comenzó a secar el resto de sudor que quedaba bajo su polera. “Iré a prepararte algo liviano. ¿Crees que puedes cambiarte?”
Cal asintió, por lo que Seb le acercó la ropa, que él tomó, junto con la toalla. Seb salió de la habitación y volvió a los minutos con una infusión. Al volver encontró a Cal recostado, con la ropa limpia y cubierto bajo las sábanas nuevamente. Le ofreció lo preparado y se recostó a su lado mientras él bebía, viendo cómo el color estaba regresado de a poco a sus labios y piel. Una vez que terminó y que dejó la taza en el mueble, se acercó a Seb, acurrucándose contra él. Seb le recibió y le mimó con pequeñas caricias.
“Gracias, de nuevo” Murmuró sonriendo, y se quedó dormido al poco rato, producto del agotamiento, el alivio y los cariños de Seb.
“Te dije que no te preocupes” Seb susurró y suspiró con alivio al ver a Cal en un mejor estado, y dedicándole una mirada llena de amor, cerró sus párpados y se permitió volver a descansar. Del resto se encargaría después, pero conociendo a Cal, si se sentía mejor seguro se escabulliría para ordenar todo primero.
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Solo personal autorizado.
“Oye Cal” Seb logró llegar al lado de su novio pese a los jalones de brazo de uno de sus compañeros del cuartel. “Los chicos me están llamando, no sé qué quieren... ¡ah, que ya voy! ¿Te incomoda si me voy con ellos por un rato?”
“No, claro que no.” Cal le sonrió, y no pudo evitar reír al ver cómo llegaban dos más a llevarse a Seb de su lado mientras seguían comentándole algo que no lograba entender claramente. La música y las voces del resto de asistentes a la celebración llenaban el ambiente. “Ve con ellos antes de que te desarmen el brazo, yo me iré a sentar afuera en alguna mesa disponible”
Ambos se dieron un beso fugaz y un “te amo”. Seb se alejó unos pasos junto a sus camaradas, que le despeinaban los rizos mientras seguían haciéndole comentarios con sonrisas amplias en sus rostros y uno de ellos le dirigía una mirada traviesa a Cal, típico juego entre ellos. Cal mientras tanto se dirigió hacia el amplio jardín del recinto, que estaba bien decorado y contaba con muchas mesas y sillas para poder socializar. La noche era cálida, ideal para estar ahí y conversar con quien se deseara. Las mesas estaban bien abastecidas de bocadillos y vasos con diferentes tipos de bebestibles. Cal se sentó en una mesa un tanto mas apartada de las otras, que estaba desocupada. Conocía de vista a algunas personas, pero prefería tomar un respiro pues ya había conversado bastante en el salón. Desde donde estaba podía ver a Seb reír y hablar animadamente con sus amigos, y una sonrisa volvió a nacer en su rostro. Notó cómo de vez en cuando Seb le dirigía una mirada y le correspondía el amor a distancia con el mismo gesto, que no duraba mucho porque sus camaradas de nuevo lo absorbían en una avalancha de afectos y empujones amistosos y seguían hablándole, solo sabrían ellos de qué.
Tomando uno de los vasos con contenido sin alcohol y bebiendo lentamente, Cal pasó otro rato disfrutando de identificar las flores y plantas que decoraban el lugar, recordando los momentos que más le gustaron de la ceremonia y los más divertidos de esa mañana, con Seb y él casi llegando tarde por no poder evitar mimarse por lo bien que ambos se veían. Se distrajo también apreciando el cielo estrellado y respondiendo preguntas breves a quienes necesitaban algo.
Pasó otros minutos solo, hasta que de pronto, un hombre de apariencia joven pero mayor a él se cruzó en su campo visual. Tenía su abrigo en una mano y un vaso en la otra.
“Disculpa, ¿puedo sentarme aquí?” Preguntó el desconocido con una voz suave. Cal logró escucharle bien gracias a que la música del recinto había bajado de volumen y ya no había tanta gente en el jardín.
“Sí, adelante, está desocupado como puedes ver” respondió en tono tranquilo.
“Ha sido un gran día, mucha celebración ¿no te parece?” el otro procedió a dejar el vaso en la mesa y a sentarse frente a él. como la mesa no estaba junta a otra como en otros casos, ambos no quedaron tan lejos el uno del otro, sin embargo había un espacio prudente todavía.
“Así es” Cal volvió a responder en el mismo tono de antes, sumando una leve sonrisa, luego siguió hablando mientras miraba a otro punto, específicamente una hermosa flor en una jarra cercana. “Es bueno poder tener estas instancias y participar en ellas, aunque no conozca a todos los asistentes. Se ve que son personas alegres”. Al terminar su frase, notó cómo la persona sentada frente a él le miraba con atención, tal vez demasiada, lo que le produjo cierta incomodidad. ”Ah... ¿Sucede algo?”
Para su sorpresa, el hombre reaccionó parpadeando y agitando la cabeza, riendo brevemente. “No, nada malo, es solo que acabo de darme cuenta de lo descortés que he sido. No me he presentado, lo lamento mucho. Soy Nathan, mucho gusto...”
“Soy Caleb” le aportó Cal para completar su frase. Nathan hizo una pequeña reverencia con la cabeza, repitió el nombre de Cal y bebió de su vaso. Insistió en mantener el diálogo con preguntas casuales sobre la jornada y opiniones, y Cal siguió ofreciendo respuestas hasta que ambos ya habían entablado una conversación mas animada, risas incluidas. A diferencia de Cal, Nathan había tomado mas vasos en medio de la charla y parecía no darse cuenta de que se había acercado unos cuantos centímetros mas a él, solo cuando sus pies se toparon bajo la mesa, este reaccionó retrocediendo y disculpándose. Cal no quería pensar mal de alguien apenas conociéndole, pero se quedó con una sensación de advertencia. Todavía podía ver a Seb y a los muchachos, que se habían cambiado de lugar pero aún estaban en su visual. Notó que Seb le estaba prestando atención entre interacciones, ya no tan sonriente como antes, pero tampoco tan serio, y una sensación de protección volvió a él. Le dedicó otra sonrisa al amor de su vida.
Las preguntas de Nathan fueron pasando a comentarios, y los comentarios a afirmaciones, pero todo tranquilo. Cal se estaba distrayendo recordando otra cosa, dando respuestas mas cortas y evitando la curiosidad del otro sobre temas mas personales, hasta que de pronto todas sus alertas escalaron de golpe, cuando sintió el roce de la mano del mayor contra la suya. Más que roce, fue el peso completo y bien ubicado de la mano ajena sobre la propia. Reaccionó alejando su mano y levantándose. El otro reaccionó también.
“¡Oh!, ¡disculpa!, quería tomar otro vaso pero fallé, mis sentidos están algo cansados, será porque he bebido de más”
“Entiendo” Respondió, sin afán de armar mayor escándalo pero deseando hacerle caso a su incomodidad, porque antes lo dejó pasar, error. “De todos modos, creo que me hará bien caminar un poco, solo” Se aseguró de marcar bien esa última palabra. “Ten una buena noche”. Y sin darle tiempo de replicar, Cal se alejó de la mesa y caminó hacia el salón.
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“Alguien está celoso” afirmó uno de sus compañeros mientras picaba las costillas de Seb con el codo. “De ver al pequeño tulipán pasarla bien con otro”.
“¡Traigan el extintor antes de que prenda todo!” decía otro mientras agitaba sus manos como si hiciera calor.
Seb intentó alejarlos nuevamente, sin éxito. Había reído a carcajadas con ellos, mientras miraba de vez en cuando a Cal y le transmitía su amor con miradas o gestos a la distancia. Redujo las veces en que le mandaba afectos cuando se percató de que estaba charlando con alguien más, y aunque sabía que no tenía por qué sentirse así, lentamente sus risas fueron bajando al ver que Cal reía con aquel sujeto. Sin embargo, captó cómo Cal volvió a mirarle y a dedicarle una sonrisa preciosa, y Seb sintió esa sensación disminuir.
“Ya dejen de molestarlo, saben que Seb no es así. No es celoso, solo es un inseguro sin remedio. ¿Que todavía no entienden que estos dos son el dorama del barrio? Ya respira, hombre, todo está bien”
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Cal caminó hacia el grupo mientras se frotaba el dorso de la mano casi por instinto, donde el otro había técnicamente depositado su propia mano, porque eso no fue un roce. Incluso pese a lo rápido que se retiró, quedó el fantasma de una caricia sutil reproduciéndose en su piel. Le empezaba a causar ansiedad y desagrado. Respiró profundamente y llegó al lado de Seb, intentando ofrecer una de sus hermosas sonrisas, y aunque haya podido resultar convincente para cualquiera, desde luego que no lo era para su novio, quien sabía leer cada pequeño detalle de él. Tras unas cuantas palabras con los demás, y las disculpas de estos por haberle “robado” al novio por tanto tiempo, la pareja se quedó sola en ese punto del salón. Seb le observó y bastó con un segundo para saber que el mas bajo estaba pasando por algo.
“¿Estás bien Cal? te vi animado conversando con esa otra persona pero ahora te ves nervioso...¿pasó algo?”
Cal entendió que Seb no había visto la escena y algo de alivio llegó a su interior.
“No mucho, solo... me sentí incómodo, y de todos modos ya tenía mucho rato sentado ahí. Ya memoricé todas las flores”. Intentó reír pero sabía que eso no aliviaría mucho el momento. Vio cómo Seb observaba sus manos y recién ahí captó que seguía frotando la zona, ya rojiza por la insistencia. Seb tomó sus manos para detener la acción, y le habló con delicadeza.
“Te vas a lastimar si sigues así, Cal”
Seb sabía que a pesar de tener rasgos finos y realmente bellos que podían atraer con facilidad a otros, Cal era tímido y le avergonzaba recibir mucha atención de los desconocidos, e incluso con la confianza que había entre él y el grupo de colegas y casi hermanos de Seb, a veces también reaccionaba así con ellos. De la mano con eso, su novio era una persona llena de amor y no solía reaccionar bruscamente, salvo situaciones muy específicas. También sabía que por lo mismo, algunas personas inescrupulosas intentaban acercarse más a él, en plan de cortejo, y que por lo mismo, cuando le tocaban con segundas intenciones, Cal podía llevar la situación, pero pasaba los momentos posteriores frotándose el área de contacto inconscientemente como si quisiera quitarse una mancha. Había puesto mucha dedicación en entender los detalles de su pareja, igual que Cal con él.
“Te tocó aquí” Seb pasó su pulgar sobre la piel “¿verdad?”
“Dijo que fue un accidente, pero no lo sentí así... Lo siento.”
“Cal, no tienes por qué disculparte” Con extrema suavidad, Seb envolvió la mano de Cal entre las suyas, y la llevó a sus labios para depositar tiernos besos en ella. “No tenemos que seguir aquí si estás inseguro. ¿Quieres que regresemos a casa?”
Cal sintió cómo el carmín decoraba sus mejillas, y miró con cariño cómo Seb hacia lo mejor para aliviar su molestia. Sus besos eran una cura poderosa y efectiva. Se acercó otro poco a él, quedando casi cuerpo con cuerpo.
"No es necesario. Vi que la estás pasando bien con los chicos, y no quisiera limitar eso. Además, recuerda que les pidieron quedarse al discurso que viene. Luego de eso ya podremos ir a descansar"
"De acuerdo. Pero ya sabes, cualquier cosa me avisas"
Seb dejó ir su mano con un último besito, y luego le dió una caricia dulce en la mejilla con las yemas de sus dedos. Acto seguido, levantó la vista con una expresión seria, buscando en el entorno a Nathan, que no se veía cerca.
"Me encanta ver cómo pasas de ser tan dulce a ser tan rudo" Cal se puso de puntitas y besó su mejilla. Transcurrió el tiempo y ellos permanecieron juntos o relativamente cerca, volviendo cada uno a establecer conversaciones fluidas con otras personas conocidas. Otras cosas sucedían mientras tanto, según lo organizado. Gente que se subía al pequeño escenario a decir algo o a animar un segmento de lo que quedaba de celebración. Cal miró a su alrededor de vez en cuando, no pudiendo ver a Nathan cerca, por lo que ya había vuelto el relajo a su cuerpo. Tal vez se había marchado. La cercanía de Seb también le daba mucha tranquilidad, y nuevamente agradeció por tener a alguien tan maravilloso como compañero de vida. Se acercó a él para decirle que iría a los baños, a lo que Seb le respondió que le esperaría, y que ya no quedaba mucho para el discurso en el que debía estar.
Cal salió en dirección a los baños, que estaban cruzando el jardín y doblando hacia un sector con luz más tenue, tras un muro que daba mas privacidad a la construcción bien cuidada y adornada como el resto del local. En el camino vio a pocas personas sentadas todavía en las mesas, aunque como ya era más tarde tenían puestos sus abrigos. Extrañó el propio que había quedado adentro y se propuso caminar más rápido para volver pronto.
Terminada su necesidad y mientras lavaba sus manos y ordenaba sus cabellos frente al espejo, notó por el reflejo una sombra en la entrada. No le dio mucha importancia. Al salir, reconoció el abrigo y sintió sus alarmas dispararse nuevamente.
"Caleb, que gusto volver a verte" Nathan se puso frente a él, el alcohol alcanzando el olfato del mas joven, eliminando por completo la fragancia ambiental con la que el baño estaba perfumado. "Pensé que te habías ido y que estabas molesto conmigo"
Cal retrocedió un paso para poder pasar por su lado. "No debiste tocarme así. Ni siquiera te conozco, y aunque lo hiciera, no corresponde" Dicho eso intentó pasar sin darle mayor tiempo a Nathan, quien reaccionó con una expresión dolida. "Ya te dije que fue un accidente, me falló la distancia. Por favor, no te enojes conmigo. Disfruté mucho la conversación, me alegra haberte conocido"
Cal comprendió que era inútil discutir con alguien, más si está evidentemente pasado de algunas copas. Suspiró y asintió "... Está bien, ya pasó. Pero no deseo conversar contigo en este momento. Tengo que volver, me están esperando"
Nathan le siguió, no impidiendo su caminar pero permaneciendo a su lado.
“Por favor no me sigas” Cal estaba empezando a perder la calma.
“Pero el camino de regreso es solo uno”
Cal siguió caminando a paso firme, esperando que una de las piedras del camino terminara por desestabilizar al hombre que no estaba en sus 5 sentidos. Por alguna razón habían cerrado una de las puertas del muro que permitía pasar hacia los baños, dejando un espacio mas reducido. Las pocas personas que quedaban en el exterior cuando pasó seguro estaban adentro para atender lo último de la noche. Por desgracia, el otro pareció aprovechar esa misma situación para adelantarse a Cal y apoyarse en la puerta, impidiendo el paso.
“Déjame pasar”
“Dame un segundo, estoy algo mareado”
“Basta de excusas. Déjame pasar”
“Escucha, Cal, creo que eres increíble...realmente no fallé antes, detesto mentir cuando recién estoy conociendo a alguien”
Cal retrocedió lo poco de espacio que tenía tras él al sentir cómo Nathan se le acercaba centímetro a centímetro. Ahora era completamente consciente de todas sus características. Era alto, con mayor musculatura que él, extremidades largas. Cal definitivamente no quería armar un escándalo después de haber compartido buenos momentos con la gente que estaba en el interior, menos antes de un discurso en el que sabía que reconocerían a Seb y su equipo por su compromiso con la comunidad. Escuchó el sonido de las piedras siendo hundidas en la tierra por pasos e intentó ver de reojo quien se acercaba, no pudiendo lograrlo por el ángulo. Con la esperanza de que se moviera de la puerta ahora que venía alguien acercándose, volvió a hablar.
“No estoy disponible. No insistas más”
En ese momento una brisa helada bañó su piel y sus cabellos, haciendo que su flequillo y un mechón se soltara de su oreja y danzaran sobre su rostro. En cosa de un segundo, Nathan había acercado su mano y acomodado el mechón de cabello tras la oreja de Cal nuevamente, como hipnotizado por el movimiento. Sus dedos trazaron senderos entre las suaves hebras, junto con la vocalización de un “wow”. El poco calor que cal tenía se desvaneció por completo, y no pudo evitar levantar la voz a la vez que intentaba alejar la mano de su rostro. Ya no aguantaba la situación.
“¡Deja de tocarme!”
Los pasos se aceleraron y en un pestañeo, una mano sujetó firmemente la muñeca de Nathan, apartándola de Cal.
“Ya te dijo que no quiere que lo toques” Soltó Seb con falsa calma. Su mirada severa, de hielo, directamente dirigida al otro sujeto. Cal no sabía si era efecto de alguna luz, pero podía asegurar que el ámbar de los irises de su novio cobraron un color mas intenso. No esperó otro segundo y aprovechó el espacio para moverse, ubicándose detrás de Seb, permitiéndose por fin abrazarse a sí mismo para intentar cubrirse del frío.
“Oye, auch, tranquilo...” evidentemente, el alcohol se le había esfumado al encontrarse con la mirada de Seb, quien además le ganaba por unos centímetros en altura, y por supuesto, en apariencia. Recuperó su mano bruscamente y se frotó la muñeca. “Solo estábamos caminando y pasando el rato, conociéndonos... ¿tú eres?”
Seb aún dándole al tipo una mirada penetrante, extendió su brazo y rodeó a Cal, quien se apegó a él de inmediato, con un brazo cubriéndose todavía, mientras que con su otra mano tocaba el mechón anterior. Agradeció internamente la calidez del cuerpo de Seb y la protección, y Seb lo leyó por la cercanía.
“Soy su novio. Así que déjalo en paz”
Aún con poca luz, ambos pudieron notar cómo la cara del otro pasaba por distintos tonos. En un vano intento por no perder la poca dignidad que le quedaba, se peinó el cabello corto hacia atrás y habló en tono despreocupado.
“Ah, bueno, en verdad no estabas disponible, pensé que era el típico comentario para hacerte más interesante”
“No, no lo está. No vuelvas a acercarte a él. Déjalo. En. Paz. ”
Nathan, sin tentar más a su suerte y con un último sonido de queja, se alejó de ellos. Seb siguió con la mirada todos sus movimientos, hasta que vio cómo salía del recinto sobre otro automóvil. Solo ahí, y con un último sonido de desaprobación, se permitió por fin bajar la guardia y mirar a Cal, quien le observaba con un brillo especial en sus ojos. Seb lo tradujo como una mezcla de gratitud y aprecio. Y lo era, junto con más cosas.
“Gracias” Dijo Cal, apoyando su cabeza en el pecho de Seb. Seb le rodeó con ambos brazos, la diferencia de alturas marcándose con claridad pero no impidiendo la entrega total en sus miradas.
“¿Te lastimó?”
“No, pero fue muy invasivo”
”Oye...”Seb tomó el mechón que Cal tocaba con insistencia, acariciándolo con delicadeza, sintiendo lo suave y dócil que era. Luego, se acercó y depositó un beso, como hizo con el dorso de su mano antes, y finalmente lo acomodó nuevamente tras la oreja de Cal, quien volvió a tener sus mejillas pinceladas con un precioso rubor. “Tranquilo. Todo está bien”
Seguido de ese gesto tan dulce, tomó su mentón y depositó otros dos besos, uno en su frente primero, y otro en sus labios.
“Volvamos adentro. Ya nadie te incomodará, te lo aseguro”
Cal se volvió a aproximar, besando nuevamente a Seb y asintiendo.
“Solo personal autorizado puede tocarme” dejó salir, y ambos rieron, regresando juntos al salón, bien abrazados.
Una vez adentro, Cal por fin pudo ponerse el abrigo que tanto deseaba, y por fin, definitivamente aliviado de que no se encontraría por lo pronto con ese sujeto, se preparó para regalarle su mas bella sonrisa y celebrar con la mayor de las alegrías el reconocimiento que Seb estaba por recibir junto a los otros. Y cuando estuvieran en casa, se aseguraría de agradecerle nuevamente, esta vez, con todas las libertades y la confianza que habían construido juntos, un agradecimiento solo para él.
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El desafío.
@l-e-i-n-t-h yo soy tu secret santa! :D
Querida compatriota, te deseo lo mejor para este 2019! me disculpo por lo tarde que comparto mi regalo. La carga académica finalizó recién este viernes (y podría haber seguido hasta este lunes pero por suerte me eximí de un examen xD wii) Deseo con todo mi corazón que mi regalo sea de tu gusto. Sé que te gusta mucho escribir y pensé que sería bonito entregarte algo escrito también :) Fue todo un desafío salir de mi zona segura (los dibujos) jeje pero aquí está.
Advertencia: Es un escrito largo, puede tener personajes un tanto ooc y eso. Ojalá que esto pueda crear una versión de cierto personaje para ti que no odies :3 <3</p>
Se acercaba una fecha realmente crucial para la diosa. Era momento de defender con todas sus fuerzas, cosmos y voluntad a aquella ciudad que estaba bajo su protección. Toda la tierra estaba bajo su protección. Sin embargo, el peligro en esta oportunidad se concentraba específicamente sobre Atenas, emblema de la deidad. Cada cierto tiempo, todos los dioses que tuvieran bajo su protección a alguna ciudad debían enfrentarse personalmente en una competencia -ya fuese combate cuerpo a cuerpo, o habilidad con algún arma- contra la Diosa de la destrucción de ciudades, Enyo. Aquellos que perdían, se veían obligados a renunciar a la protección que brindaban, y debían mirar cómo ella llevaba a cabo lo que mejor sabía hacer, derramar sangre y derribar la ciudad junto a sus Makhai. Era una prueba de fuego para los dioses, para probarse a sí mismos y a su propia divinidad, y por lo mismo, ninguno podía renunciar a dicho enfrentamiento. Se había consolidado como tradición.
El día anterior había sido demasiado tenso. Todos los dioses se habían reunido, listos para esperar el dictamen de aquella cuyo nombre significaba “Horror”. No era habitual tenerla en el resto de reuniones que se realizaban, pues no eran de su interés. Para alguien sedienta de sangre y que amaba el calor del combate, la diplomacia era una verdadera pérdida de tiempo, y los buenos modales nada más que una hipocresía. Para ella, el único interés era sentir el aroma y calidez de la sangre fresca sobre sus armas y su cuerpo. Por fin, tras un remolino escarlata, apareció.
Atenea pudo volver a conocerla en persona entonces: Ojos intensamente rojos y mirada fría, cabello corto y del mismo color furioso que sus irises, piel bronceada y llena de marcas negras que creaban diversos patrones sobre su piel. Sobre su cuerpo una pechera muy bien elaborada, mas un cinturón donde colgaban espadas, una a cada lado. Cuchillas en sus muslos, protecciones en sus piernas, y más armas en su espalda. Una verdadera diosa guerrera, un verdadero desafío.
Uno de los presentes quiso acortar la distancia abismal que podía sentirse entre ellos y la recién llegada, con un pobre intento.
-Enyo, bienveni…
-Corta ya con eso. No me interesa su absurda formalidad. Estoy hambrienta de caos. Veamos quién me cederá una ciudad esta vez.
Tras un muy pesado silencio, mientras la recién llegada miraba a todos los presentes, Enyo finalmente tomó su espada y apuntó a la dama de largos cabellos lila.
-Es tu turno, Atenea.
La aludida permaneció con un rostro sereno, dio un paso adelante y mantuvo postura firme. Como era la tradición, la diosa de la destrucción escogería también el tipo de enfrentamiento que se desarrollaría. La diosa de la sabiduría esperó paciente el detalle.
-Sin tu báculo con luz parpadeante, dudo que sepas hacer mucho más. Este es mi desafío: Tiro con arco. Escoge a uno de tus guerreros. Intentaré matarlo con 3 tiros. Si logras desviar mis tiros con tus flechas, tú ganas. Pero si una flecha logra derramar aunque sea una gota de su sangre, pierdes.
Ante la mención del peligro para alguno de sus amados caballeros, tanto la diosa como la mujer en su interior sintieron un inmenso temor. Necesitó de mucha fuerza de voluntad para no demostrar ningún tipo de debilidad o inseguridad ante todos los presentes, y en lo que fue menos de un segundo, pensó en sus opciones. Suplicar por la vida de ese caballero no era opción. Cuando toda una ciudad llena de vidas inocentes estaba en peligro, la diosa no podía apelar por clemencia a una sola persona. Ella debía ser capaz de protegerle a él y a todos. Tampoco era una opción pedir otro tipo de desafío, pues sería admitir la derrota de inmediato. Ella no era experta en tiro con arco, pero se perfeccionaría. Nadie pagaría por su inmadurez de nuevo. Saori Kido, reencarnación de Atenea, lucharía hasta el final. La diosa de la sabiduría no huiría.
-Acepto el desafío, Enyo.
La de ojos rojos le regaló una sonrisa burlesca.
-Tienes tres semanas. Y ahora ya no puedes usar tu carta de damisela en peligro… Ah, cómo gozaré con los gritos y el olor de la carne quemándose ese día.
-o-
-Mi señora, necesita comer algo. No tendrá suficiente energía si solo bebe su té.
Tatsumi. Como siempre muy atento y protector con ella.
-Por el momento no tengo hambre. Muchas gracias Tatsumi. Debo comenzar pronto a perfeccionar mis habilidades, de lo contrario, muchas vidas inocentes sufrirán.
-Pero mi señora, usted es la protectora de la tierra. ¿Acaso no puede simplemente ignorar ese descabellado desafío? No sería la primera vez que se enfrenta a otro dios para salvar a la humanidad. Y jamás ha perdido. Los caballeros siempre logran triunfar gracias a su ayuda. Y a la mía por supuesto. Nadie puede salir victorioso al enfrentarse al gran Tokumaru Tatsumi.
Una suave risa escapó por los labios de Saori. Es cierto, siempre ha tenido a fieles guerreros a su lado, y a Tatsumi. Pero esto era distinto.
-Esto es distinto de los eventos a los que te refieres, Tatsumi. Aquellas amenazas que regresaban cada cierta cantidad de siglos, eran por la codicia y ambición de dominio hegemónico de los dioses. Pero han quedado por fin en el pasado gracias al pacto de paz. Sin embargo, el desafío contra la diosa Enyo escapa de cualquier intento de tregua. Es una prueba para los propios dioses, para demostrar su valencia y poder para ser considerados como tales. Mi voluntad de ir contra dicha tradición solo reflejaría que no soy apta para ser el recipiente de Atenea, que no soy apta para velar por lo que está bajo mi amparo. Es lamentable para mí decirlo, pero en este desafío, las personas solo pagan porque su dios protector falla. Si ella pierde, no lastima a nadie.
La dama del vestido blanco respiró profundamente, y se levantó de su asiento.
-No puedo quedarme de brazos cruzados mientras el tiempo transcurre. Yo soy Atenea, y no fallaré. No tengo tiempo que perder. Dime, ¿Seiya regresó de su viaje a Japón?
Seiya había salvado su vida muchas veces en el pasado, y lo había hecho disparando una flecha. Era una poderosa opción para considerar como maestro.
-Por desgracia, aún no regresa. Tengo entendido que regresará en dos semanas, tal vez un poco más. ¿Necesita que le contacte?
Seiya había salvado su vida disparando flechas. Pero esas flechas no pertenecían a Pegaso, sino a otra armadura que llegaba a dar vuelta la balanza a favor de la vida de Saori.
Sagitario.
Sonrió de nuevo, esta vez, más amplio.
-No. No te preocupes. Creo que es hora de visitar a un buen maestro, y volver a ver a un querido amigo.
-o-
-Eso es pequeña, ahora solo tienes que levantar un poco más este brazo y… ¿sucede algo?
La pequeña de cabellos castaños dejó caer al pasto su arco y flecha hechos a medida, apuntó con su índice hacia la figura que se aproximaba a donde estaban, y partió corriendo a toda velocidad a su encuentro.
-¡Tía Saoriiii!
Saori se arrodilló para quedar a la altura de la menor y recibió el impacto de la alegre carrera. Los tiernos brazos de Dione envolvieron cuanto cuerpo pudieron.
-¡Has crecido mucho desde la última vez que te vi, querida!
Aioros acortaba la distancia a una carrera mas lenta, con una gran sonrisa en su rostro. En lo que llegaba, Dione hablaba a una velocidad superior a cualquiera conocida por la humanidad. Cuando llegó por fin con ellas, tocó el hombro de su hija y habló con tranquilidad.
-Princesa, ¿por qué no vas a avisarle a mamá que la tia Saori llegó de visita? Tal vez podamos comer algo rico, jeje.
Con el brillo del entusiasmo en su inocente mirada, Dione soltó el abrazo y partió corriendo hacia la casa. Saori se puso de pie y cuando iba a hablar, Aioros entonces cambió su expresión a una mas seria y se arrodilló haciendo reverencia.
-Es un honor tenerla en mi humilde hogar, Diosa Atenea.
Cierto. Ella es la reencarnación de una deidad y sus caballeros mostrarían sus respetos primero. Pero por un momento que fuera, necesitaba dejar de lado esa relación asimétrica y tener un reencuentro más humano. Extendió su mano para ayudarle a levantarse.
-Por favor, Aioros. No es necesaria la reverencia. Menos en tu hogar.
El arquero levantó su mirada hacia la mano en espera de ser tomada. Accedió al contacto y luego de ponerse de pie -y superar por varios centímetros a la mujer- le entregó una expresión muy cálida. Cerraron la distancia con un afectuoso abrazo.
Cuando deshicieron el humano recibimiento, el mayor habló.
-Hace tiempo que no venías. Los asuntos diplomáticos te han tenido bastante ocupada, ¿no es así?
-Así es. Y lamento mucho que esta ocasión de reencuentro tenga un objetivo específico de fondo por mi parte.
-No pasa nada. Al menos sirve para volver a saber de ti fuera del santuario. Tanto protocolo genera demasiada distancia. ¿Qué necesitas?
Inevitablemente, la expresión de Saori mutó a una donde no había espacio para la tranquilidad.
-Vine porque necesito de tu ayuda, Aioros.
El castaño también se puso más serio, de nuevo.
-¿Es por el desafío de Enyo?
-¿Lo sabías?
Aioros respondió su pregunta con un intento de suavizar la tensión.
-Tatsumi ya perdió el entrenamiento, conservar información clasificada ya no es lo suyo. Creo que debería jubilarse o te podría meter en problemas. En realidad, no escuché mucho porque la señal durante el viaje no era buena. Alcancé a entender ese nombre y un par de medias palabras. Pero sé que si se menciona ese nombre, implica el desafío de los dioses. De algo me sirvió haber estado horas y horas sentado escuchando al patriarca. ¿Qué tal?
Saori guardó silencio unos segundos. Durante todo el viaje fue pensando en cómo explicar la situación de la mejor manera, y en un parpadeo, todo ya estaba más que claro. Jamás había dudado de la sabiduría de Aioros, simplemente al perderse en sus pensamientos, había pasado por alto la posibilidad de que ya supiera de qué se trataba todo. No por nada aquel hombre había sido escogido para ser el sucesor del patriarca.
-Así que es el turno de Atenea ahora, ¿no es así?.
La dama respiró profundamente y apretó sus puños, mirando al mayor con determinación.
-Exacto. Y necesito de tu ayuda para poder salir victoriosa. Necesito que el mejor arquero entre mis filas me entrene, y ese no es otro que tú, Aioros de Sagitario. ¿Cuento contigo?
El hombre entregó una amplia sonrisa a la mujer, orgulloso de la madurez que reflejaba; y luego el caballero respondió a la diosa. Su puño golpeó sobre su pecho. Expresión acorde al tipo de relación que ahora invocaba.
-Cuente con este fiel caballero, ahora y siempre. No le fallaré.
-Tampoco te fallaré.
Unos pasos aplastaban el pasto a lo lejos y hacían sonar el suelo con su rápida carrera. Dione regresó a ambos adultos y coronó el fin de su recorrido con brincos alegres.
-Mami dice que todo está listo y que ya pueden entrar.
-Espero que hayas traído todo lo necesario porque pasarás el próximo mes hospedándote con nosotros. Nada de ir volando todo el tiempo entre un lado y otro.
-Espero a Seika no le incomode. Puedo buscar otro lugar cercano para quedarme. Y de paso conversar con Tatsumi acerca de seguir planeando cosas sin mi consentimiento.
-Ya sabía que venías así que no habrá sorpresa con eso. Anda, vamos a comer. Luego me puedes hablar más de los detalles de lo que se le ocurrió a esa diosa demente.
-o-
El entrenamiento comenzaba bien temprano, cuando el sol recién comenzaba a bañar los verdes campos con su cálida luz.
-Muy bien. Para comenzar, necesito saber cuál es tu ojo director. Es importante saberlo porque en base a eso podremos partir usando un tipo de arco, diestro o zurdo. Si eres zurda de vista, deberás usar un arco para zurdo aunque no lo seas de mano, ¿entendido?
Aioros entonces recogió un papel con un orificio en su centro y se lo extendió a Saori.
-Sujétalo de los bordes y mantenlo extendido, deja tus brazos bien estirados, eso es. Ahora, mira por el orificio hacia esa botella que dejé puesta sobre la madera.
Saori iba obedeciendo cada instrucción al pie de la letra.
-Eso es. ¿La ves bien? Ahora, anda acercando el papel a tu rostro, despacio. Hacia tus ojos.
Después de realizar el ejercicio, el castaño tomó el papel y lo guardó doblado en su bolsillo.
-Ya está. Eres diestra. No será mucho problema entonces. Usarás un arco diestro y no tendremos que preocuparnos por fortalecer el otro brazo, porque usarás tu brazo dominante. Aprovecharemos la fuerza que tienes.
Ya estaba claro de antes que cualquier duda era bienvenida, así que no dejaría pasar la opción de preguntar todo lo necesario, aunque esto fuese recién el comienzo.
-¿Cómo supiste lo del ojo?
-Porque cuando te acercas el papel al rostro, para seguir mirando el objetivo, desvías el orificio más hacia uno de tus ojos. Es una forma fácil y efectiva de saberlo. Si lo hiciéramos más veces el resultado sería el mismo.
-Comprendo.
Aioros se apartó unos metros hacia donde había depositado varios arcos, entre recurvados clásicos tallados en una sola pieza, y otros ensamblados de distinto material. También habían muchas flechas. Tomó un arco y se aproximó a la joven mujer de nuevo. Ambos se sentaron en el pasto.
-Este es un arco recurvado clásico, y será el que aprenderás a usar. Dudo que Enyo use un arco más complejo. Esta es por excelencia la forma del arco en las historias míticas y desafíos divinos.
Dejó a Saori sentir su peso y textura, apreciarlo por algunos momentos, y luego, lo retiró de sus manos para poder presentarlo formalmente.
-Necesitas conectarte con esto desde el origen, así que te enseñaré el nombre de todas sus partes. También te enseñaré a ensamblarlo.
Pasaron varios minutos en los que el caballero dorado expuso cada una de las partes del arco, indicándolas y explicando detalles. Luego, fue mostrando paso a paso cómo armarlo y revisando que ella lo hiciera correctamente. Después de un par de horas transcurridas conectándose con lo inicial de la arquería, y varios intentos, Saori logró armar el arco paso a paso ella sola, de manera efectiva. En ningún momento se notó impaciencia en su rostro, sino mucha entrega para entender y realizar bien cada movimiento.
En un momento dado, le surgió otra duda.
-¿Existe mucha diferencia entre ese tallado y este?
-La verdad es que sí. Por lo general los tallados en madera y sin cobertura de refuerzo son más frágiles. La tensión de la cuerda puede deformarlos y la fuerza podría incluso romperlos. Este tiene una cobertura que lo hace irrompible y, si te fijas, hacia el final de las palas la punta tiene más curvatura. Eso ayuda a dar más velocidad al tiro.
-Velocidad es una de las cosas que mas necesito. Junto con precisión, desde luego.
-Así es. Velocidad y precisión es lo que más necesitas para ganar. Pero creo que ya tienes algo de lo segundo. Si no me equivoco, acabaste con Hades con puntería así que no estás tan atrás. Comenzaremos a practicar la postura, pero después de comer.
-o-
-Ya es hora de ir a entrenar, ¡arriba arriba!.
Saori abrió los párpados con pereza y se encogió en la cama que habían dispuesto para ella. Aunque no entró al espacio, bastó con el toque firme en la puerta de Aioros para despertarla, al ritmo del universal “ta tacata-ta, ta tá”. Se tomó un momento para acostumbrar la vista a la luz matutina que se colaba por las cortinas, y luego de bostezar, se sentó y estiró para acabar con el embrujo de la cómoda cama. Ropa cómoda para practicar, cola alta para evitar que sus largos cabellos interfirieran, cara bien lavada para eliminar lo último de sueño que quedaba, y manos a la obra.
La reencarnación de Atenea alcanzó a su maestro tan pronto como pudo y esperó a la primera instrucción, como sagradamente lo había hecho durante la primera semana que llevaba aprendiendo. Durante dicha semana, además de aprender a ensamblar correctamente y en buen tiempo el arco, habían practicado ejercicios de respiración, elongación y meditación para el control corporal y de pensamientos, algo totalmente favorecedor para estar en armonía antes de pasar a la práctica como tal, para vincularse con la arquería completamente. También, el mayor instruyó a la aprendiz sobre la velocidad del viento, indicando valores estimados para que luego lograra distinguirlos tras sentir la corriente impactando su piel. Lo último que habían practicado era el cálculo aproximado de la distancia de algún objeto, solo con la vista.
No era sorpresa que ella mejorara rápidamente sus habilidades. La constancia y el esfuerzo que ponía a la labor, sumado a su realidad de divinidad, permitían un progreso veloz. Algunas cosas requerían más ensayo, pero algo que Aioros podía rescatar era la paciencia y madurez con la que procedía, sin perder la calma o tener una baja de autoestima por no lograr alguno de los objetivos. Ya no veía a una jovencita aprendiendo a ser una diosa, sino a una mujer muy empoderada con su rol. Con aquellas cosas ya dominadas en tiempo récord, era momento de dar el siguiente paso.
-Practicaremos tu postura y comenzaremos a disparar flechas.
Aioros, al lado de Saori y con arco en mano, posicionó sus pies paralelamente, a una distancia adecuada y luego, con postura bien erguida y respiración profunda, levantó el arco y tensó la cuerda. Todo esto sin flecha ubicada para disparar. Finalizada la demostración sin palabras, procedió a explicarle a la pelilila cada característica de la postura, a la vez que ella repetía las acciones. Con distancia respetuosa y tacto específico, el santo dorado fue corrigiendo la altura de sus brazos, haciendo que uno se alineara correctamente con su cara y el otro al tensar, llegara a la distancia ideal, paralela a su perfil. Después de repetir lo que parecieron incontables y eternas veces el acto de levantar el arco y tensar, el profesor tomó una flecha y la acomodó.
-Dispara a la diana.
Tras un tiempo de concentración, Saori disparó la flecha, la cual pasó por un costado de la diana y se clavó en el pasto.
-De nuevo, otra. Recuerda tener en cuenta la dirección y velocidad del viento. Calcula la desviación por ti misma.
Tras 5 flechas que pasaron de largo, la sexta impactó en el borde de la diana. El rostro de la practicante se iluminó y miró a su instructor, el cual asintió con la cabeza y la invitó a continuar con un gesto de su mano. No faltaron muchos más disparos hasta que las flechas comenzaron a impactar en el sector celeste, cruzando hacia lo rojo. Hacia el final de la jornada de entrenamiento, por lo menos una flecha había impactado en el centro amarillo. El ejercicio de puntería se practicó los siguientes 4 días, y al quinto día ya todos sus disparos daban al centro. Durante todos esos días, Dione jugaba y corría a distancia segura, de vez en cuando colándose a los entrenamientos y entregándole a Saori la vista de Aioros como un cálido padre de familia. En una oportunidad cuando la nena se fue a jugar a otro lado, la diosa miró a Aioros, sonrió, y tomó sus manos.
-Me alegra mucho poder ver lo feliz que eres en familia. Después de todo lo que has pasado… mi corazón se alivia al saber que puedes disfrutar esa calidez. Y yo también pude disfrutar de la calidez del afecto humano durante mi niñez, gracias a que me salvaste cuando era bebé. Sé que fallé muchas veces, que pensaba y decidía cosas erróneas, y que mi inmadurez causó mucho dolor y sufrimiento a los que debían protegerme. Que muchas vidas se perdieron por mi tardanza… Pero hoy puedo hacer la diferencia, y eso es gracias a ti, Aioros. Muchas gracias por salvarme, por brindarle tu apoyo a Seiya mediante la armadura dorada para que lograra vencer y salvarme. Te aseguro que ya no más. Ya no tendrás que cargar con eso. Con mi debilidad e irresponsabilidad. Esta es la última vez que recibes ese peso. Lucharé al lado de mis caballeros hoy y para siempre, sin ser más un objetivo a salvar, sino una diosa a la cual puedan mirar y sentir que pueden dedicarse a su único real objetivo, defender el amor y la justicia. Como diosa, no puedo mostrar favoritismo por ninguno de mis caballeros, pero, gracias por ser el héroe de Saori Kido, Aioros. Por ser su ejemplo de resiliencia.
-o-
El resto de días hábiles de entrenamiento hasta la fecha del desafío, ambos se enfocaron únicamente en disparar a objetos en movimiento. Primero, Aioros entregó todos sus consejos a la aprendiz para predecir la trayectoria, calcular únicamente con la memoria corporal la tensión y velocidad necesarias para acertar, y luego lanzaba objetos como tablas de madera, piedras o latas. Los platos no eran una opción, pues Seika se pondría furiosa si arruinaban sus sets. Ella había sido sumamente comprensiva y paciente durante esas semanas de entrenamiento. Entendía perfectamente la seriedad del asunto y colaboraba con lo que estaba a su alcance. Saori y ella también habían tenido la oportunidad de profundizar en muchas cosas cuando no estaban practicando, sobre todo en horas previas al sueño. El ambiente era muy ameno.
Cuando los objetos en movimiento eran completamente alcanzados por las flechas de la diosa, nuevamente, en un periodo de práctica mas corto que ningún otro, El heleno decidió que era tiempo del desafío final: Interceptar flechas.
-El movimiento será muchísimo más rápido que el de todos los objetos que arrojé previamente. Los arrojé con todas mis fuerzas y lograste dar con todos, lo cual es excelente. Pero no se comparan en nada con algo que va al triple de velocidad y cuyo cuerpo ocupa la nada misma de espacio en movimiento. Comencemos.
Acto seguido, ambos tomaron sus arcos y flechas puestas en un portaflechas que acomodaron en sus espaldas, y se prepararon para disparar.
-Intenta interceptar mi flecha.
De pronto el ambiente se puso increíblemente tenso. Pese a los intentos por relajar sus respiraciones y músculos, la invocación de la actividad real del desafío traía consigo el peso de lo que estaba en juego. La diosa comenzó a transpirar muy frío, por primera vez en días.
“ La mente en calma”
Una voz distante susurraba esas palabras.
Una flecha se clavó en el saco blanco puesto como cuerpo objetivo.
“Ni siquiera lo intentaste”
“He fallado”
“¿Hola?”
Gritos, fuego. Ríos de sangre, montañas de cuerpos. Podía verlo, estaba frente a ella. Podía sentir el aire hirviendo bañando su piel. La mujer iba a dar un paso atrás, pero cuando su pie estaba a punto de tocar el suelo, una fuerza más grande emergió desde su interior.
“No es real. Esto no es real. Y no lo será jamás. No lo permitiré. Ya basta de retroceder, ya basta de temer. YO DEFENDERÉ A MI TIERRA”
Al abrir los ojos de nuevo, se encontró con la mirada confundida de Aioros.
-Lo lamento mucho Aioros. No pasará de nuevo. Dispara de nuevo, estoy lista.
-Muy bien. Tomaré eso como que mi tiro fue demasiado fácil para intentar esforzarte. Lo haré más difícil entonces.
Agradeció ese nuevo intento de aliviar la tensión. Al nuevo intento, su cuerpo estaba mucho más relajado, y sus ojos llenos de determinación. Pese a observar e intentar predecir la trayectoria de la flecha, no consiguió interceptarla al primer intento. Tampoco al segundo, pero su mirada jamás abandonó aquel fuego.
Los días se destinaron solo a interceptar flechas. La vista de la diosa se agudizaba a cada intento, ojos bien abiertos siguiendo el objeto, cual lechuza sigue a su presa antes de cazarla. Finalmente, el tan anhelado logro llegó. La primera flecha interceptada con la propia fue una gran sorpresa para Aioros, quien iba a celebrar el mérito, pero al ver la concentración y entrega de Saori, sonrió para sus adentros y procedió a disparar otra flecha. Esa flecha también fue interceptada.
Después de varios intentos exitosos, Aioros decidió acercarse a su aprendiz para felicitarla, y decirle que podía tomar un respiro. Al ver sus ojos, parpadeó varias veces y luego, para sorpresa de Saori, hizo una reverencia.
-Sus ojos han despertado. Es un honor ser testigo de este momento, diosa Atenea.
-¿A qué te refieres? De pie por favor, Aioros.
Él hizo como se le pidió, volviendo a permitirse un trato más cercano.
-Podrás ver bien en el espejo del baño. Ya es hora de una pausa. Pero esto es sorprendente. No pensé que viviría tanto como para verlo, o más increíble aún, no pensé que ayudaría a que sucediera.
-No puedo entender a qué te refieres.
-Ya lo verás.
Dentro de la casa, en el baño, Saori observó sus ojos y parpadeó varias veces, sorprendida también. El color de sus irises había cambiado, ahora eran de un color gris muy especial, plateado más bien. Brillaban con una luz propia, y eran distintos a cualquier tono gris existente entre los humanos. Eran los ojos grises de Atenea. Los que habían despertado y le habían permitido interceptar todas las flechas. Miró por la ventana y fue capaz de distinguir cada singular pasto en el que se enfocaba. Su visión se había vuelto tan aguda cuando la destinaba a un objeto, como las aves asignadas a su divinidad.
-o-
El desafío era al día siguiente. Saori había interceptado todas las flechas, desde las que tenían varios segundos de separación entre uno y otro lanzamiento, hasta apenas uno o mucho menos de un segundo, pues Aioros era increíblemente veloz. La velocidad de la luz también le acompañaba en sus lanzamientos.
Solo quedaba un último pendiente.
-Yo lo haré. Yo seré ese caballero.
Eso cortó abruptamente los pensamientos y acciones de la diosa.
-No puedo permitirlo, Aioros. Tu familia…
-Todas las personas a las que defenderás tienen familia. Además, ¿No confías en el entrenamiento que te dio tu maestro?
La respuesta vino sin pensarlo un segundo. Le miró a los ojos. Los propios habían regresado a su color habitual.
-Por supuesto que sí.
Esto se sentía casi como una devuelta de favor. Aioros brindó su apoyo para salvarle la vida muchas veces en el pasado. Ahora, de todos los posibles candidatos que podrían existir para ser el blanco en el desafío, parecía que en realidad no había otra opción más que él. El destino tenía unas maneras extravagantes de hilar las cosas.
-De acuerdo. Te presentaré a ti, y saldremos victoriosos. Debemos prepararnos para partir lo antes posible. Pero me corresponde hablar con Seika también.
-Nada más espero que no me cueste el matrimonio.
-o-
Un fuerte abrazo a Seika y Dione marcó la partida de Aioros y Saori. Esta última tomó unos segundos extras y le susurró a la japonesa.
-Volverá a casa, Seika. No les fallaré.
-o-
Finalmente el día llegó. Atenas estaba en un peligro que solo podía ser evitado por su diosa protectora, reencarnada en Saori Kido. El desafío tenía lugar en el teatro de Orkhoménos, antigua ciudad que en la gloria clásica de Grecia realizaba festivales y homenajes a los dioses Zeus, Atenea, Demeter y Enyo.
Con algunas divinidades de espectadores, y sus soldados, se completaba la temática de espectáculo. Sin embargo para la diosa de la sabiduría, solo un lado celebraría. Ella, su caballero dorado, y sus protegidos. Apareció con paso firme y vestimenta ligera, consistente en calzas deportivas, zapatillas y una polera apegada a su figura, cola alta igual que en las prácticas de tiro. Nada de glamour divino ni modelaje de vestidos. Tras un remolino escarlata, apareció la desafiante, Enyo. A diferencia de la vez anterior que se vieron, ahora no lucía ninguna parte de armadura. A la par que Saori, lucía un look mucho más deportivo. Pantalones con estampado de camuflaje, botas de combate y polera blanca sin brazos, lo que permitía ver los trazados negros que adornaban su piel.
-Llegó el momento, niña. ¿Dónde está tu soldado?
Aioros se aproximó hacia su diosa, poniéndose a dos pasos tras ella, firme. Vestía la ropa de entrenamiento del santuario. La peliroja lo miró directo a los ojos, luego a Saori, quien tras unos segundos manteniendo sus párpados cerrados, los abrió para revelar que ahora poseían el color plateado. Los ojos de Atenea. Enyo alzó una ceja.
-Hmm, Eso es nuevo. De acuerdo, no perdamos más tiempo.
Ambas deidades caminaron a puntos estratégicos ya indicados dentro del teatro, mientras que Aioros se posicionó contra un pilar, conservando su serenidad. La distancia era similar a la del blanco con el que ambos practicaban, y no corría mucho viento, por lo que para el arquero ya existían puntos a favor para Atenea.
Enyo tras llegar a su posición, se volteó mirando directamente a Aioros.
-Solo por si acaso. Para que no esquives mis disparos.
Un par de las líneas de su brazo derecho se desplazaron y cayeron como sombras al piso, y se extendieron a una impresionante velocidad hacia el heleno. Se esparcieron por su cuerpo trazando nuevas líneas en su piel y dejándolo completamente inmóvil. Saori lo miró preocupada.
-¡Aioros!
-Relájate. Solo son Horcos y Alke. Se van a encargar de mantenerlo quieto. No queremos que se lastime, ¿o sí?
El juramento y el coraje guerrero, acompañando -aprisionando, más bien- a Aioros. El castaño solo podía respirar y mover sus ojos. Miró a Saori y le transmitió toda su confianza.
Vencerás.
Primer lanzamiento. Ambas diosas en posición. El público en completo silencio, expectante. Los ojos de Atenea resplandecían más que nunca, observando la flecha a punto de volar. Enyo tensó la cuerda, y la flecha retrocedió junto a su mano. El aire a su alrededor se contrajo de manera increíble. Ella era una diosa de guerra y destrucción. Saori preparó su disparo también, una sola gota cayendo por el costado de su cara. La gota cayó en cámara lenta y cuando impactó el suelo, ambas flechas salieron volando, por un imperceptible tiempo de diferencia. La flecha de Enyo se rompió a la mitad tras el impacto de la flecha de Atenea, a tres cuartos del trayecto hacia Aioros. La diosa sangrienta sin cambiar su expresión seria, miró a la de ojos grises, y luego cambió de ubicación. Saori lo hizo también. El público tardó mas tiempo en reaccionar, con un “¡Oh!” colectivo, lo que devolvió el aire que el disparo había absorbido.
Desde una nueva posición, prepararon un segundo tiro. Nuevamente el aire respirable se redujo a cero. Aioros no se había movido ni un milímetro. Tensaron cuerdas…
La segunda flecha fue interceptada, punta contra punta, cancelando la velocidad y cayendo al suelo ambas. Nuevamente, el público respiró. Solo quedaba un tiro.
Tras un nuevo cambio de ubicación, la diosa de la destrucción esta vez colocó tres flechas y tensó. Un dios espectador alzó la voz.
-¡Enyo! ¡Eso no es justo! No deshonres el desafío que tú misma impusiste.
La de piel tatuada con sus espíritus de batalla no quitó la vista de su objetivo, pero aún así respondió.
-Dije tres tiros. No tres flechas. No estoy modificando nada. Mis desafíos son lo único que merece mi respeto.
Era todo o nada, para ambas.
-Saori tampoco apartó la vista de sus ahora tres objetivos, y ubicó en su arco sus tres flechas. Tensó con toda su fuerza. Aioros y ella sabían de la posibilidad de que eso sucediera. La misión de la diosa de la sabiduría era estar siempre un paso adelante que sus enemigos.
Nuevamente un silencio abrumador. Incluso el tiempo se detuvo. Lo único que rompió por completo el embrujo de la incertidumbre fue el poderoso grito de guerra que Enyo lanzó. Alala, que se manifestó en su piel con un patrón único mientras que sus ojos rojos brillaban como fuego.
La flechas de ambas volaron, dos flechas de Enyo fueron impactadas de lleno y destruidas en el camino, sin embargo, la tercera solo recibió el aire de la flecha de Saori y siguió su trayectoria directo hacia Aioros. La flecha se enterró a milímetros del cuello de Aioros, en la superficie tras él. Enyo desapareció en su remolino color sangre y apareció al lado del arquero, mientras que las marcas oscuras abandonaban su cuerpo y regresaban a la mujer. Saori partió corriendo hacia ellos, sus ojos volviendo a su color normal. Enyo tomó el mentón de Aioros sin importarle el ruido que empezaba a inundar el lugar otra vez, y observó su cuello. Ni una gota de sangre. Lo soltó y miró a Saori, varios centímetros mas baja que ella, y relajó su expresión. No alcanzaba a ser una sonrisa, pero al menos era un gesto menos asesino.
-No pensé que ganarías. No suelen sorprenderme muchas cosas, así que siéntete honrada.
-Tuve un buen maestro.
-No, sentimentalismos no, por favor. No arruines mi día más de lo que ya está ahora. En fin, intentaré destruir tu ciudad en otra ocasión. Te pondré una prueba imposible la próxima vez. Y te ahorraré la pregunta que me haces en cada nuevo cuerpo de mocosa que usas. No dejaré de destruir. Existiré mientras los humanos existan, Atenea. Igual que tú. Te guste o no, los humanos son seres de conflicto, y lo que tú defiendes y lo que yo causo al final solo son dos caras de la misma moneda.
Finalmente, miró al público y señaló a un espectador.
-¡El siguiente eres tú, Poseidón!
Y en un pestañeo, la diosa de la destrucción había desaparecido.
-o-
Saori acompañó a Aioros en el regreso a su hogar. Aioros fue recibido con un gran abrazo y mucho sentimiento por parte de Seika y Dione, quienes también abrazaron cálidamente a la deidad. La ciudad y toda su gente estaban a salvo, y aquel arquero que le había salvado la vida incontables veces también. El día de reencuentro y reflexiones de lo ocurrido terminaron con un afectuoso abrazo de agradecimiento entre ambos, y una promesa de volver a visitar, ahora sin nada más que con el objetivo de disfrutar un descanso.
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¿Ventana o pasillo?
–Será mejor que pases la noche aquí, Ilya. Hay una niebla muy densa afuera empezando a cubrir todo. Conducir así sería muy peligroso…
Desde el acogedor interior de la casa rodante, Ottar, con taza en mano, contemplaba el exterior a través de una de las ventanas. Entre los árboles, la fantasmagórica luz del crepúsculo trazaba sus últimas pinceladas antes de ser absorbida completamente por un espeso manto blanco-grisáceo. El hombre entonces deslizó el vidrio y puso el seguro, para que no se perdiera la calidez de aquel hogar.
Ilya, quien estaba a su lado, asintió mientras terminaba de quitar pequeñas astillas y hojas secas de su abrigo. Hab��an estado paseando por el bosque en donde se encontraban, lugar que estaba volviéndose panorama frecuente para compartir tardes libres. Varias hojitas habían quedado enganchadas cuando había dejado la prenda en el suelo a modo de manta para descansar y apreciar la belleza y armonía de los árboles y montañas más lejanos.
Ottar prendió la luz cuando la oscuridad de la noche arribó. La música de la radio a pilas en una de las repisas llenaba los silencios ocasionales, más no incómodos, que tenían ambos hombres mientras compartían un par de tazas de té y bocadillos.
De pronto, Ottar se dió cuenta de algo.
–No puedes dormir con eso puesto, después amanecerás con la hebilla del cinturón marcada en la piel. Déjame pasarte algo más cómodo.–Y tras eso, se levantó de su asiento e hizo un gesto con su mano para que Ilya le siguiera hacia la cama. Abajo del colchón, habían dos corridas de cajones, frente a los cuales Ottar se inclinó para buscar algo. El espacio se aprovechaba muy bien, pensó Ilya, y luego de eso, la realidad cayó de golpe.
Ilya sintió un golpe de calor en el rostro, que intentó mantener bajo control respirando tranquilamente, al tiempo que tomaba asiento en la cama. Lamentablemente para él, el bonito carmín en sus mejillas ya había sido captado por el reojo del noruego, a pesar de estar inclinado hurgando.
–Tengo esta polera y este short. Short porque aquí se conserva bastante el calor. Pero si lo prefieres, también tengo un pantalón.–Decía mientras exponía las prendas a su pareja, prefiriendo no hacer comentario del rubor. El ruso se tomó un segundo para ordenar sus pensamientos intrusivos y retiró de la manos extendidas de Ottar el conjunto que prefería.
–...Prefiero el pantalón, gracias.
Ottar entonces se levantó ágilmente, con una sonrisa en su rostro, y giró sobre sus talones. Conocía los espacios y distancias de su casa rodante como la palma de su mano, por lo que no era de extrañar que al momento de empezar a desvestirse, no chocara con los muebles o esquinas a su alrededor.
Empezar a desvestirse…
Ilya sintió que su pulso se disparaba. Su corazón latía con fuerza mientras sus ojos se mantenían clavados en el más alto, siguiendo la fluidez de sus movimientos. Ottar retiró su chaqueta primero, y prosiguió a liberar su cuerpo de la polera que lo cubría. El peliazul apreció la manera en que los músculos de su amplia espalda trabajaban y luego se relajaban, y su cabello caía y se acomodaba con gracia sobre sus hombros. Cuando Ottar llevó sus manos hacia su cinturón, Ilya no pudo evitar tensarse. El colchón bajo él sonó ligeramente, lo que ayudó a que el otro volviera su atención hacia él.
Ottar captó la tensión en su compañero y detuvo sus movimientos. Una pequeña alarma saltó dentro de él, al recordar que para el ruso, todo aquello era nuevo. Quería respetar sus límites y su comodidad siempre, por lo que se reacomodó el cinturón y le miró con leve preocupación.
–¿Te hago sentir incómodo? Disculpa, es que, es la costumbre. Puedo terminar en el baño para que te sientas tranquilo y también te cambies.–Dijo mientras señalaba la puerta tras él.
–No, aquí está bien. Puedes terminar… solo… ¿Puedes mirar hacia otro lado?–Contestó Ilya sujetando más firme las prendas en sus manos. Ottar entendió que se refería a cuando él procediera a cambiarse de ropa y asintió.
–Perdón, sé que no es importante, pero me siento más cómodo así.–Aclaró el ruso todavía perturbado por el momento.
–Descuida, así será.–Respondió Ottar sin complicaciones. Éste se volteó nuevamente y continuó con su cambio. Rápidamente se puso su conjunto para descansar, y para no voltearse, acomodó los objetos de la repisa a su alcance, aprovechando de apagar la radio. Ilya tras él se desvistió rápidamente y se abrigó con la ropa prestada, dejando la propia doblada al final de la cama y sus lentes encima, suponiendo que no se dañarían. Cuando se sintió más preparado, aclaró su garganta.
–Ya estoy listo Ottar.
El más alto giró y observó a su pareja con el improvisado pijama. No pudo contener una fugaz risa cuando la tela se deslizó unos centímetros por el pálido hombro del más bajo. Si bien Ilya no era precisamente delgado, su contextura no terminaba de llenar la parte superior del atuendo. A decir verdad, pensó Ottar, no le lucía mal el estilo oversize.
El noruego se acercó al ruso y señaló la cama.
–¿Ventana o pasillo?
Ilya miró la cama y entendió que se refería a la ubicación para descansar. Observó la ventana, sin cortinas, y pensó que le permitiría observar el exterior, de paso le ayudaría a distraerse. La lámina polarizada con la que contaba le garantizaba que nadie podría verle desde afuera -aunque era casi imposible que alguien se intentara asomar dado el lugar en el que se encontraban-. A pesar de la neblina, todavía podría ver las copas de los árboles estando recostado. No le dió muchas vueltas y entregó su respuesta.
–...Ventana.–Fue la escueta respuesta del peliazul.
Ottar hizo un gesto con su mano invitándole a acomodarse, e Ilya lo hizo. Tan pronto como se recostó, se volteó quedando completamente en dirección a la ventana. Y tan pronto como terminó de instalarse, su cuerpo se tensó al sentir el notorio peso de Ottar invadiendo el colchón tras apagar la luz. Casi por instinto se aproximó más al límite de la cama, para dejarle más espacio al noruego. Ottar terminó de acomodarse, cubrió a ambos y se quedó quieto. Había distancia suficiente entre ambos cuerpos, pero para Ilya era como si lo tuviese a milímetros.
Y por fin había llegado el momento, ya no se podía retrasar más. Ahí estaban ambos, lado a lado en la misma cama.
–Si te dejo demasiado apretado contra la pared me dices. No tengo problema con dormir en la silla para que estés más cómodo.- rompió el silencio el más corpulento, hablando bajo.
–Estoy bien así, Ottar. No te preocupes.–Dijo Ilya intentando sonar tranquilo. Aunque juraría que los latidos de su corazón se escuchaban en toda la casa rodante.
Transcurrieron unos minutos de silencio, Ilya intentando dejarse llevar por la quietud de la noche, intentando que el sueño lo abrazara, esperando que algo sucediera afuera. Sin embargo, estaba más despierto que nunca; sus sentidos con un nivel de percepción demasiado elevado captaban la respiración regular de Ottar, y la temperatura que gradualmente iba aumentando bajo las sábanas gracias al calor de ambos cuerpos. Se enfocó en la ventana, pero la neblina afuera se negaba a cooperar siquiera con una pequeña apertura para poder ver las estrellas.
Se sentía más vulnerable que nunca. Había sido una pésima idea pedir la ventana, y peor aún, darle la espalda a Ottar. No podía verle, no podía saber en qué estaba, ni predecir algún movimiento de su parte. Era intimidante sentirse a merced de otra persona.
–¿Ottar?.–Su voz emergió débil en el silencio, el tono una mezcla de pregunta y súplica.
–¿Si?.–Contestó su pareja tras él, e Ilya captó que también estaba de lado… de lado mirando hacia él.
–¿Puedo moverme un poco? No necesitas levantarte, solo quiero darme la vuelta.
Escuchó la risa encantadora de Ottar. Esa que era muy varonil, y que no podía negar que le gustaba mucho, porque era contagiosa. Pero justo en ese momento no podía disfrutarla.
–Está bien.–Dijo el otro.
Ilya apoyó los brazos sobre la cama y se movió con extremo cuidado y lentitud. Tanta que incluso él cayó en cuenta que era demasiada. Tras terminar, se encontró de frente con Ottar, y notó que sus ojos estaban esperando recibir la mirada del ruso, con la sonrisa todavía grabada en su expresión.
–Hola.–Le dió la bienvenida al peliazul, saludo que fue correspondido por éste.
Por alguna razón, al ver sus ojos, Ilya comenzó a tranquilizarse. Su corazón agitado lentamente volvió a una marcha más regular, y la mano que inconscientemente había apretado en su pecho se abrió. Quizás fue porque Ottar lucía muy relajado, y porque en su rostro tenía una expresión bastante boba. Era diferente a lo que esperaba, y lo agradeció en sus adentros.
Si Ottar se veía excitado, definitivamente no sabría qué hacer.
La agitación de Ilya poco a poco fue disminuyendo, lo suficiente como para que voluntariamente, se acercara unos centímetros más a Ottar. Ottar se aproximó también, sus manos estaban a una altura visible para Ilya. Se aproximó hasta que sus frentes hicieron tierno contacto. Estando más cerca de su rostro, y todavía con la sonrisa grabada en él, el grandote volvió a hablar.
–¿Puedo besarte?
Fue el turno de Ilya de liberar una risita. Cuando conoció a Ottar, a primera impresión no habría pensado que ese hombre tan fornido que realizaba trabajos pesados, fuera en verdad tan dulce, atento y preocupado.
–Sí, sí puedes.
El primer beso fue superficial, y le siguieron otros varios, muy calmos. Fueron acompañados con dulces caricias en las mejillas y para despejar el rostro de algunas hebras rebeldes, sobre todo en el caso de Ottar. Éste aprovechó la distancia después de recuperar el aire para profesar sus sentimientos una vez más.
–Me gustas mucho, Ilya.
–Eres muy dulce, ¿sabes? No lo habría pensado la primera vez que te ví.- confesó el ruso, perdido en el recuerdo del día en que se conocieron.
Eso dió paso a más recuerdos de aquel día, y de la primera semana tras eso. Una semana llena de malos entendidos, por culpa de los colegas de Ilya, que disfrutaban de perturbar su serenidad después de percatarse de la evidente química entre ambos.
El silencio volvió a hacerse presente en la noche, y con ello, resurgió la preocupación en Ilya. ¿No estaría decepcionando a su pareja? No era extraño que esas cosas pasaran cuando uno se quedaba a dormir en casa del otro.
No era extraño tener sexo. Con los nervios, que Ottar claramente había leído en él, quizás…
–¿Ottar?
–Dime.
–Y... cuando me pediste que me quedara a dormir aquí contigo, ¿no pensaste en que podía pasar algo más?
Ottar parpadeó confundido con la pregunta.
–¿Algo más?
–¿De verdad... no te molesta si no hacemos algo más que solo besarnos?.–La genuina urgencia por saber empapaba la pregunta del peliazul. Conociendo a Ottar, con lo respetuoso que siempre ha sido, tal vez no se animaría a expresarle ese tipo de emociones sin que le preguntaran.
Ottar se acomodó mejor en la cama, apoyando su cabeza en el dorso de su mano. Su cabello cayó hacia el lado con gracia. Observó a Ilya, absorbiendo cada detalle de sus facciones, y entonces soltó otra risa corta.
–Para partir no esperaba que te quedaras hasta tan tarde, así que eso ya es algo novedoso. Me siento muy bien contigo aquí, y desde luego no podía dejar que te marcharas en las condiciones que hay afuera. No podría dejar que algo te pase por un descuido...
Con su mano libre, se permitió repasar despacio la línea de su mentón. La encontraba delicada pero al mismo tiempo muy varonil.
–...Y eso es lo que me gustaría aplicar a nuestra relación, ¿Sabes? Ir con calma, con cautela, con paciencia... A veces las cosas solo se dan, y está bien. Y a veces hay momentos como este, y son lo mejor…–Al notar en la expresión de Ilya que aún persistía la duda, continuó, impregnando más seguridad a su voz.
–No sé tú pero para mí todo esto ya es un "algo más". ¿A cuántos les has dejado que te miren así? Que compartan contigo así… que puedan besarte así. Lo otro pasará cuando sea el momento. No es una obligación ahora.
Si bien sabía que aquella no era la primera relación de Ilya, estaba seguro de que varias experiencias sí eran completamente nuevas para él. El primer beso de ambos tomó tiempo, y varios intentos fallidos. Pero para Ottar, lo más importante era que su compañero se sintiera cómodo. Sabía que los sentimientos eran mutuos.
–Ottar…–Conmovido, Ilya se aproximó más hacia él, y fue acogido entre sus brazos. Por fin se sentía completamente aliviado, lo suficiente como para sentir por fin el cansancio. Cerró sus párpados y respiró profundamente.
–¿Más tranquilo?.–Preguntó Ottar, acariciando despacio su cabello, y cerrando sus párpados también, listo para intentar dormir por primera vez con su pareja. Ilya acomodó su mano, topando el pecho de Ottar. Podía sentir sus rítmicos latidos, lo que le hacía sentir aún más seguro.
–Sí... Buenas noches, Ottar.
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Recordatorio
Había iniciado el día con una leve sensación de molestia, pero nada que fuese un real obstáculo para desarrollarse en sus funciones habituales.
Participó en las actividades rutinarias y también en los momentos de distensión junto a sus compañeros, pues sabía que era importante sumarse de vez en cuando y no ser sólo una figura de autoridad que los sermoneara o limitara constantemente. Reír era un buen aliado contra la rutina y los pensamientos intrusivos que a diario le invadían, seguramente igual que a sus camaradas.
Todo marchó bien durante unas horas, pero a pesar de que su ánimo era estable, la sensación de leve molestia había progresado, volviéndose una punzada persistente y cada vez más dolorosa en su pómulo, mismo que estaba tatuado con una notoria cicatriz que se extendía y perdía tras su oreja y cabello. Una marca que no tenía mucho tiempo de antigüedad.
Las experiencias tempranas con el dolor físico le habían llevado a acostumbrarse y tolerar distintos niveles, a soportarlos en silencio sin expresarlos ni preocupar a sus pares. Todo su cuerpo estaba lleno de recordatorios de episodios de su vida con los que en cierta medida ya había hecho las pases, y de los cuales, también había aprendido a aislarse cuando ya no podía disimular.
Eso fue lo que prefirió, cuando el dolor volvió a aumentar y reclamó toda su atención. Se excusó con el grupo diciendo que debía revisar documentos en su oficina, que tardaría y que se comportaran en su ausencia, y procedió a retirarse.
Subir las escaleras fue un castigo extra, pero a pesar de las dificultades de coordinación y equilibrio, finalmente logró llegar a su destino, cerrar la puerta y disfrutar de manera intermitente del silencio, cuando su tortuoso recordatorio se lo permitía.
Respiró profundamente, y como si su palma tuviese la cura a su sufrimiento, la llevó y depositó contra su piel afiebrada. Desde luego nada disminuyó, pero el sutil gesto de encogerse y contenerse a sí mismo era un consuelo. Con sus párpados cerrados y bien apretados quería usar las energías que le quedaban para seguir teniendo el control de la situación.
Sus oídos apenas percibían los sonidos a su alrededor, su cabeza lo engañaba con la amenaza de explotar o romperse en cualquier momento. Su único alivio era el frío que sentía cuando una brisa misericordiosa ingresaba por la ventana e interactuaba con las perlas de sudor en su piel.
Hubo un ruido cerca, aunque no tenía la capacidad siquiera para distinguir a qué correspondía. Entonces, una voz suave se abrió paso, en medio de su artificial sordera. Por la fonética parecía su nombre, o más bien su apodo "Howie", pero no tenía la energía para descifrarlo. No obstante, la voz volvió a dirigirle palabra.
–¿Te duele mucho?
Reconocería esa voz en cualquier lugar, fuese vidente o ciego. Era la voz de Ilya, su camarada, su amigo, su hermano de alma. Con él sabía que no necesitaba mentir, ni ocultar, pues ambos compartían un vínculo más profundo y un nivel de intimidad mayor. No obstante, su terca forma de ser lo empujó a querer minimizar su real estado de todos modos incluso con él. Retiró la mano de su rostro y se esforzó por sonreír al recién llegado.
–Estoy bien, solo me fui por algunos pensamientos.
Absolutamente, su peor intento.
–¿Estás seguro?– preguntó Ilya, y él sabía que era más bien por darle la oportunidad de ser sincero que porque realmente tuviera la duda. Howard abrió los párpados y trató de enfocarse en la figura que le acompañaba. Logró posarse en el rostro del otro, que reflejaba una expresión de angustia, poco común para los demás seguramente, pero que él ya había visto y grabado a fuego antes en su memoria. Ya la había visto en el día de su milagroso despertar, después del accidente con el que justamente había decorado su mejilla con medalla de guerra permanente. No se arrepentía de nada en cualquier caso. A cambio de eso, la persona más importante para él estaba con vida, y ahí, a su lado.
–Te puedo traer un analgésico, no seas terco…– Howard notó cómo el otro se acercaba más a observarle detenidamente. Cerró sus párpados ante una nueva arremetida del dolor, lo que hizo que los músculos de su cara se tensaran inevitablemente. Tomó aire por enésima vez y asintió a la sugerencia del más bajo.
–Creo que me haría bien… olvidé traer las de casa. Pero… no quiero causar problemas, sabes que todo lo que sale del botiquín tiene que quedar registrado… No quiero darle más motivos a los superiores para desconfiar de mí.
–Lo sé...– desde luego sabía que Ilya entendía el motivo de su preocupación. Su milagrosa recuperación no estaba exenta de ciertas sospechas de algunos altos mandos. "Tonterías" coincidían muy en sus adentros ambos.
–...Pero no puedo simplemente dejarlo así.– La firmeza a través de la calidez en esas palabras sacó otra sonrisa suave en Howard. De pronto, sintió los dedos de Ilya rozar con extrema delicadeza la línea de la cicatriz. El gesto era cuidadoso y transmitía comprensión, y empatía. Sabía que Ilya nunca haría algo que buscara provocarle más dolor. Sus siguientes palabras terminaron por cobijarle completamente:
–No te preocupes, quedará registrado a mi nombre. Cualquier duda al respecto sabré desviarla. En seguida regreso.– Y antes de ir por el medicamento, Ilya acortó la diferencia de alturas fugazmente, con un beso corto sobre la marca, movido por el agradecimiento a la valentía de aquel hombre que se había lastimado cuidando de él. Ambos podían llamarse con orgullo hermanos, más que solo compañeros de equipo. Ya tenían muchas historias juntos; la marca en la mejilla del más alto era un recordatorio frecuente.
Una sonrisa como promesa de que volvería pronto, y el primero al mando se retiró de la oficina hacia la enfermería.
Howard se tocó la cicatriz, en medio de la molestia, podía sentir un suave hormigueo justo en donde Ilya depositó sus labios.
–Aquí esperaré entonces.– afirmó ya más aliviado.
#Ilya y Howard#bellosbrotp#NickyAndaEscribiendo#Ottar e Ilya#No está Ottar pero está Ilya así que por eso el Tag para dejar todo en orden
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Labios rojos.
Yay! continuando con más momentos de Seb y Cal x)
Seb abrió los párpados, permitiendo que la luz y el entorno entraran a su campo visual y le dieran la bienvenida a la realidad una vez más. Estaba con su cuerpo levemente encorvado, reposando con el peso hacia su izquierda. Suspiró, se inclinó lentamente sentándose aún sobre el colchón, y se estiró para alejar la pereza. Aún quedaba luz, así que no estaba seguro de cuánto tiempo había dormido. Con la mente lo suficientemente despejada ya del mundo onírico, recordó que no estaba solo en esa cama. Miró hacia su derecha y sonrió con ternura.
Cal dormía a su lado, boca arriba y con su rostro ligeramente cargado hacia donde estaba Seb. Su mano derecha sobre su abdomen y su izquierda descansando sin tensión cerca de su cabeza. Seb se tomó unos segundos para apreciar en detalle al durmiente una vez más. Nunca se cansaba de hacerlo. Como estaba durmiendo no podía apreciar sus ojos dueños de ese hermoso color jade, que resplandecía de manera única cada vez que la alegría iluminaba su rostro. Pero tenía muchos más detalles que sí podía disfrutar: Sus largas pestañas que se encrespaban naturalmente; su cabello chocolate desordenado sobre la almohada, con hebras traviesas deslizándose por su frente y mejillas; su tez increíblemente suave que ya tenía grabada en la memoria de su propio tacto; sus facciones andróginas muy cautivadoras y por último sus labios, esos que eran blandos, cálidos y que adoraba besar. Los miró con devoción. Se dió cuenta de que todavía estaban algo pálidos. Hace poco habían ido al doctor para controlar su anemia, y todo marchaba en orden luego de eso, sin embargo aún faltaba que agarraran su color natural por completo.
De pronto una idea loca se le cruzó. Sonrió y se levantó de la cama con cuidado, para no despertar al bello durmiente. Fue hacia donde tenía todos sus elementos para pintar y rápidamente buscó entre tanta cosa lo que necesitaba. Buscó y buscó hasta que encontró. Levantó el pequeño objeto rojizo y regresó al dormitorio. Una vez ahí, quitó la tapa y giró la base. La punta del labial se asomó, brillando gracias a la luz de la ventana. Era una de las tantas cosas y elementos que poseía para realizar obras de arte, ya que no solo plasmaba sus ideas o paisajes en papel o tela, sino que también disfrutaba pintar sobre su novio, quién se prestaba a veces como lienzo viviente. (O al menos prestaba rostro y cuello, ya que era demasiado vergonzoso como para ceder mas piel). El menor apoyaba a su artista favorito y tenían una colección de fotos muy bellas con los distintos resultados. Ahogó una risa breve con su palma, y luego se subió a la cama gateando despacio hacia el chico que aún dormía. Lo observó fugazmente, viendo una vez más ese rostro andrógino que le embelesaba, y finalmente se decidió a aplicar el color intenso que traía a sus níveos labios. Tomó sus mejillas entre su mano para hacer que mirara hacia arriba, girando con cuidado la cabeza, para posteriormente deslizar sus dedos por ellas y ejercer un poco de presión sobre las comisuras para tensar y tener más facilidad de pintar. Porque sí, lo haría. Pintaría los hermosos labios de su novio no solo para regresarles color, sino porque no podía evitar querer potenciar su belleza, como la obra de arte que era, aunque todo partiese como una travesura.
Sin perder mas tiempo comenzó a deslizar el labial brilloso y de textura medio viscosa por los labios del castaño. El color se quedaba en ellos y contrastaba fuertemente con la palidez de su rostro, dando la sensación de que era de porcelana. Seb agradeció que Cal tuviera el sueño pesado, así su plan no tendría interrupciones. ¿O sí? Retiró sus manos y retrocedió lentamente, sentándose al costado del cuerpo cubierto de su pareja cuando sintió un "Hmmm..." seguido del despertar más adorable del universo. Cal abrió los párpados liberando sus iris verdes y después de algunos parpadeos somnolientos, se incorporó despacio y miró a Seb con duda. Solía despertar y ver al colorín a su lado o sosteniéndole en un abrazo protector, pero no era común verlo sentado y mordiéndose el labio inferior mientras le veía directo al rostro, con algo en su mano... ¿Eso era un labial?. Recordó una sensación extraña de presión en sus comisuras y bastante confundido preguntó:
"¿Seb... qué estás haciendo?"
El mayor que se mordía los labios por la escena no pudo aguantar mucho más, y sin entregar respuesta verbal alguna, se acercó al confundido chico y le besó. Fue un beso repentino, largo y cargado de sentimientos. Eso terminó por despertar bien al otro, que solo se limitó a parpadear varias veces al no entender absolutamente nada. Cuando Seb se separó con una sonrisa de oreja a oreja, Cal pudo ver el color carmesí en los labios del otro. Tocó sus propios labios, empezando a entender de qué se trataba todo.
*
“Saldré pronto”
Seb estaba casi listo para ir al cuartel a cumplir con su turno. Cal le preparó un pequeño pote con alimento para que disfrutara antes de las comidas que solían hacer todos los compañeros allá. No había olvidado la travesura del labial aunque ya habían pasado varios días, y esperó lo suficiente hasta tener la oportunidad de vengarse. Seb se acercó a la mesa a recoger el pote y ese fue el indicador. Sacó de su bolsillo el famoso labial, pintándose fugaz pero efectivamente y se acercó lo más rápido que pudo, dando al chico desprevenido un sorpresivo beso en el cuello. Se alejó rápido dándole la espalda y tomó la toallita desmaquillante que tenía en el otro bolsillo, sacándose el labial. Lo hizo pasar como una risa ahogada por la palma para que el otro no sospechara. Luego dio la vuelta y escondió la evidencia en el bolsillo trasero de su pantalón. Su cuerpo fue capturado por unos brazos fuertes y sus labios por los del mayor. Al separarse actuó con total inocencia, con una sonrisa encantadora y pura. El más alto se puso una chaqueta que cubría la marca roja, así que mientras caminara por la calle no recibiría miradas, pero lo mejor llegaría cuando se la quitara dentro del ambiente templado del cuartel.
Cuando Seb se despidió y salió, el castaño soltó una risa traviesa.
“Buena suerte con las bromas de los chicos”
(está 100% inspirado por esto :’D es tan cute <3 ) </p>
nos vemos en la próxima x)
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Tarde de lluvia y tinta.
hi <3 estoy muy inspirada, además es el mes del orgullo y por ello me propuse como meta escribir algunos momentos (a veces más cutes, otras quizás con algo más de sufrimiento pero seguirán siendo cutes) de estos dos chicos, Seb y Cal.
el primero de 10 abajito X)
Como todos los días, puso especial atención al pronóstico del tiempo, el que venía después de las noticias de la tarde. Cuando se lo perdía, solía buscarlo por Internet. Jamás lo ignoraba. Tenía un jardín que cuidaba con todas sus energías, que adoraba, y no dejaría que una lluvia arruinara a los “retoños” que no estaban bajo techo; si podía trasladarlos, lo haría, sino, improvisaría con un cobertor como ya había hecho en otras ocasiones. Escuchó la tele atentamente. Cuando acabó, repitió mentalmente las palabras.
“..Mañana tendremos precipitaciones...” Confirmada la predicción de su vecina: llovería. Ella era una señora mayor muy alegre, que vivía junto a su gemela y que ambas, por su carisma y actitud, parecían estar disfrutando juntas una segunda juventud. “¡Cuídense, querido! mañana lloverá, lo presienten mis huesos” le había dicho desde la rejita de su casa, antes de entrar. Estuvo pensando en eso mientras miraba al cielo, ahora estaba seguro de lo que debía hacer. Sonrió por 3 cosas: No sería una lluvia tan fuerte según el meteorólogo de la tele (aunque debía proteger todo igual), no habrían vientos fuertes tampoco, y lo mejor de todo: Su novio tendría unos días de descanso partiendo por mañana, y podría abrazarlo, mimarlo y obligarlo a quedarse recostados hasta tarde.
*
Había comenzado a llover desde temprano, y aunque habían transcurrido varias horas, el sonido del impacto de las gotas contra el exterior se mantenía. Era una lluvia tranquila, de esas que permitían estar en paz, tener una charla, escuchar el agua y distraerse viendo gotas deslizarse por la ventana desde la comodidad del sofá. Eso era lo que hacían ellos.
Seb yacía hacia la orilla del sofá, su cuerpo ocupando todo el largo, y con su brazo rodeaba de forma muy protectora a su novio, depositando la palma en su antebrazo. Cal por su parte estaba ligeramente encogido, abrazando la cintura de Seb como un oso y apoyando su cabeza en parte del pecho del colorín, una de sus piernas envolviendo las de su novio. La temperatura al interior de la casa era ligeramente fría, pero al estar juntos en un espacio reducido como el sofá podían conservar un agradable calor. La ventana quedaba atrás del respaldo y permitía la entrada de una suave luz blanquecina. El cielo oscilaba entre tonos grises claros, y otros mucho más oscuros. Cal topaba completamente el respaldo del sofá con su espalda. No podía ver el exterior, pero no le molestaba en absoluto. El sonido suave de fondo era más que suficiente para saber lo que seguía pasando. Además, tenía a la vista al chico más apuesto y maravilloso del mundo, y eso no lo cambiaría por nada. Se dedicó a ver la hipnótica forma en la que el pecho de Seb subía y bajaba, parsimonioso, con cada inhalación y exhalación, y también podía escuchar sus encantadores latidos. Quiso acariciarle, pero no romper la tranquilidad del momento, por lo que solo movió su pulgar sobre la tela de su abrigo sin deslizar la mano. Con lo que su pulgar abarcaba estaba bien. Sabía que le transmitiría el cariño que le tenía de igual manera. El mayor sonrió y besó sus cabellos castaños en respuesta. Habían tenido una plática amena y ahora solo estaban en silencio, dándose pequeñas muestras de afecto.
De pronto el interior de la casa comenzó a iluminarse de forma distinta y muy intensa. Tonos rojizos que iban cargándose más con los segundos reavivaron todo lo que estaba sumergido en la oscuridad. Ambos parpadearon y miraron por la ventana. Afuera seguía lloviendo con calma, pero el cielo lleno de nubes se había abierto un poco, dando paso a algunos rayos del atardecer, lo suficientemente poderosos como para haber iluminado el cielo tan rápido y de tal manera que dejó sorprendidos a ambos, y seguramente a más de otra persona afuera. Era un espectáculo hermoso que posiblemente sería coronado con un arcoiris en cualquier segundo.
Intentaron reacomodarse luego de ser testigos de ese momento tan llamativo, y lo lograron por unos pocos minutos. Al menos hasta que el colorín rompió el abrazo con cuidado. Con mucha suavidad y ante la mirada curiosa de los preciosos ojos verdes de su acompañante, le habló.
“Un boceto rápido. En seguida vuelvo”
Acto seguido, se inclinó a besar la cabeza del mas bajo. Cal pudo sentir cómo esos labios esponjosos se hundían suavemente entre sus cabellos castaños oscuros y le depositaban el beso, y sonrió. Seb era un gran artista, y seguramente lo que vieron momentos atrás lo había inspirado muchísimo. Lo dejaría pintar. Intentaría no estorbarle, pero estaba tan cómodo y tibio ahí, que la idea de salir para darle más espacio no le convencía. Esperaría a ver dónde se ubicaba su novio para pintar. Si no era a su lado, no tendría otra que ir a buscar la manta para conservar el calor, pero lo haría sin quejarse, solo porque Seb estaría haciendo algo que le encantaba, y ver eso lo valía todo.
*
Seb regresó con todo lo que necesitaba en muy poco tiempo, y antes de que Cal alcanzara a preguntarle, se acomodó donde estaba antes, a lo largo del sofá,a su lado. El de ojos verdes tardó unos segundos en procesarlo, y cuando lo hizo, se incorporó en el espacio reducido y se aprisionó lo más posible contra el respaldo. No es que no quisiera estar a su lado, todo lo contrario, pero quería evitar ser un obstáculo para la movilidad de su artista favorito. Se ofreció a sostener el estuche o los lápices que utilizaría, para evitar la clásica pérdida de lápices cuando se está haciendo algo en el sofá.
Apoyar el peso superior en un solo codo durante un rato se volvió una molestia. Quería volver a estar recostado, pero tampoco quería limitar la agilidad y rapidez que Seb necesitaba para plasmar el momento. De todos modos, y a riesgo de cortar la inspiración, preguntó:
“¿Puedo apoyarme? ¿te entorpecería mucho?”
Como respuesta obtuvo una risa suave, un asentimiento con la cabeza, y un comentario.
“Claro que sí puedes, no me estorbas para nada. Además, apenas ocupas espacio”
Eso no le cayó muy bien al menor. Intentó poner cara de enojado (lo que fue innegablemente adorable) mientras se dejaba caer lentamente más cerca de Seb y acomodaba su cabeza en el hombro. Porque de enojo en realidad, nada.
“Eres un pesado. Ya sé que soy un flacucho”
De inmediato el otro se disculpó, aún sonriendo.
“Es broma, es broma. Lo siento. Eres pequeño y adorable. Sabes que así me gustas mucho”
Pequeño y adorable. Cal sonrió pensando en las diferencias físicas entre ambos: Seb era varios centímetros más alto, y gracias a su entrenamiento como bombero y anterior práctica de parkour, tenía un muy buen físico: músculos trabajados, espalda más ancha (y llena de un universo de pecas que le encantaban)... en general era un joven que destacaba. Además tenía esa cabellera colorina que parecía irradiar luz propia: la luz especial, cálida, alegre y amena de Seb. Él en cambio era bajito, mucho más pálido y sin un físico trabajado. No estaba peligrosamente delgado, tenía relleno,sí, pero al lado de Seb, se sentía como un papel. Al menos Seb le amaba tal como era, con todo e inseguridades, y eso lo hacía sonreír el doble.
Se relajó por completo y se dedicó a contemplar en silencio el avance de la obra de su novio. Su vista paseaba entre el dibujo y el rostro de él, intentando mover la cabeza lo menos posible. Podía sentir lo inspirado que estaba, lo comprometido, lo concentrado en reflejar lo mejor posible lo que veía en aquel espacio reducido, y Cal no tenía duda de que lo lograría. No sentía la necesidad de mirar nuevamente por la ventana para comparar, porque lo que sucedía afuera estaba frente a él, siendo plasmado con esa entrega y dedicación totales, tan mágicas que encantaban y enamoraban más de lo ya posible.
Era el reflejo de la realidad, y confiaba completamente en su talento. Lástima que no tuviera ese talento para pintar la otra obra de arte que estaba frente a él. La luz rojiza hacía que Seb se viese como un ser etéreo. Potenciaba el color de sus ojos ámbar dándoles un brillo único, y trazaba líneas de brillo también en sus cabellos de una manera ceremoniosa, su perfil tenía un halo que lo hacía lucir como una divinidad. Definitivamente estaba en su elemento, en su ambiente. Y aunque no pudiese plasmar lo que veía en un papel, definitivamente lo grabaría a fuego en su memoria, porque Seb mismo era una hermosa obra de arte viva.
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Las estrellas no solo están en el cielo.
Una noche de verano es ideal para ver las estrellas en familia y escuchar algunas breves pero dulces historias.
Ese día había sido un día de bastantes quehaceres, pero para Cal, no representaba ningún malestar, pues disfrutaba realizarlos. Su trabajo con flores y otros elementos se articulaba cómodamente con los deberes del hogar, ya que su casa se situaba en un terreno generoso que le permitía tener su fuente laboral ahí mismo. Nada mejor para él que poder vivir de lo que le apasionaba, y poder estar presente y ser un constante apoyo para las personas que más amaba en el mundo: Su esposo, Seb, y desde hace un par de meses, el primer hijo de ambos, Lyef, quien llegó a sus vidas como una luz cálida, un tesoro precioso. La pequeña familia estaba pasando por momentos realmente hermosos y plenos.
Así como en días previos, Cal había puesto al bebé en una sillita especial para tenerle a su lado, que cuidaba su postura. Para otros momentos, lo acomodaba en su fular y mantenía junto a su pecho, pero por el tipo de trabajo que estaba haciendo esos días, prefería tener al pequeño a distancia segura y bien protegido de la luz del sol.
Terminó lo último que estaba haciendo y sonrió satisfecho, mirando a su hijo.
-Muy bien, eso es todo por hoy, ¿Qué dices mi vida, vamos por un baño y a descansar?-.
Lyef, quien alternaba su atención entre los juguetes colgantes de su silla y lo que Cal estaba haciendo, cuando escuchó la voz de su papá soltó una risa encantadora y aplaudió con sus manitos. Cal se contagió de esa risa e hizo lo mismo.
-Creo que eso es un sí. Muy bien, vamos-.
Tras una ducha para ambos, para quedar frescos luego de haber hecho un buen trabajo en esa bonita y calurosa tarde, se vistió con ropa holgada y a su hijo le buscó un adorable y cómodo conjunto. Luego de estar listos, se recostó con él en el sofá. Miró el reloj en la pared y suspiró, pensando que si no había alguna situación importante, Seb llegaría dentro de una o dos horas, más o menos. En el sofá se entretuvo jugando con su bebé, quien a pesar de la hora y del baño, seguía con bastante energía.
En un momento, vio por la ventana, y contempló lo despejado que estaba el cielo. Era una noche cálida, y las estrellas resplandecían en el firmamento. Decidió cambiar de lugar, e ir al exterior, a disfrutar de la noche con Lyef. Le tomó en sus brazos y caminó hacia el mesón, donde tenía post it y un lápiz. Dejó escrito “Estamos en el jardín” y lo puso en un lugar fácilmente visible, para que cuando su esposo llegara a casa, lo viera. Luego de eso, fue a buscar una manta para ambos por si acaso y salió al jardín.
Una vez ahí, se acomodó con su pequeño en la hamaca, cubrió a ambos con la manta y miró el cielo estrellado, sintiendo una increíble paz en su interior. Lyef mostraba un poco menos de energía que antes, pero continuaba extendiendo sus manitos y sujetando el cabello de Cal o tocando su rostro.
Cuando Cal sintió la atención de Lyef con sus ojitos y manos en sus labios, siguiendo la forma de su sonrisa, tomó su manito y le dio un beso sonoro. Después de eso, Lyef se recostó en su pecho boca arriba y miró al cielo. Con ello, las palabras nacieron con facilidad del interior de Cal para su hijo.
-¿Te gustan las estrellas, mi vida? A mí también, mucho. ¿Sabes por qué me gustan tanto? Porque cuando las veo recuerdo a papi Seb. Recuerdo lo muuucho que lo amo. Así como te amo a ti. Para mí, ustedes dos vienen de allá arriba, cayeron como estrellas a mi vida-.
Tuvo una breve pausa para besar los cabellos colorines de Lyef, gesto que capturó la atención del pequeño, quien volvió a voltearse. Cal prosiguió tras tocar con cariño la naricita del nene.
-Son muy hermosas, ¿No? Para mí, ustedes son mi cielo y mis estrellas, son brillantes como ellas. Cuando papi no está cerca, solo debo mirar al cielo para sentirme acompañado por él... ¿Te cuento una historia de papi, que me gusta mucho creer? Cuando papi Seb cayó del cielo para vivir con nosotros, pasó entre muchas estrellas para llegar, y muchas de esas se le quedaron pintadas en su espalda. Papi Seb tiene un pedacito del cielo en su espalda. Seguro que lo has visto, porque eres un niño muy observador. Si el día de mañana te llenas de pintitas como él, solo será porque tú también pasaste por el cielo, cuando bajaste para vivir con nosotros-.
Tras eso, volvió a tocar la naricita de Lyef, donde se marcaban muy suavemente unas cuantas pecas, y le volvió a dar otro beso sonoro. Lyef levantó más su mirada y balbuceó, en un tono que Cal había asimilado que usaba con Seb. Decidió responder en base a lo que recién le había dicho.
-Sí, mi amor, papi Seb-.
Lyef se detuvo un segundo y luego comenzó a balbucear más animado, con una expresión muy alegre. Cal nuevamente se contagió de su ánimo, y de la idea de estar dialogando con su retoño. Volvió a afirmar lo anterior.
-¡Sí! ¡Así es! ¡papi Seb!-.
Fue entonces cuando escuchó pasos acercarse por el pasto y vio a Lyef extender sus manos con más entusiasmo, pero antes de que pudiese incorporarse a ver al que se aproximaba, su propia frente fue receptora de un cariñoso beso. Seb había llegado a casa y había sido testigo de aquel momento tan dulce de aquellos seres amados por él, su familia. Tenía la notita de Cal en su mano y una expresión que desbordaba ternura.
“Cariño” Dijo Cal con una gran sonrisa en su rostro, y luego correspondió gustoso el nuevo beso que Seb le daba, en sus labios. El recién llegado guardó el papel en el bolsillo de su pantalón y acarició la mejilla de Cal antes de contestar al recibimiento verbalmente con un “ya llegué”. Entonces, pasó a mirar a Lyef y le tomó en sus brazos.
-Así que papi Cal te estaba contando cosas de las estrellas, ¿eh? te voy a contar un secreto pero no le digas a nadie… él tiene estrellas en sus ojos, cuando seas grande podrás verlas tú también…-. De pronto, Seb retrocedió y articuló una expresión de sorpresa.
-¿Cómo? ¿Que ya los habías visto? ¡Qué bebé tan observador!-. Envuelto en la ternura de la ocasión, acercó a Lyef y le hizo cosquillas en su pancita, un “brr” con sus labios, cosa que hizo reír a su hijo con ganas.
Cal, que estaba a punto de derretirse por las palabras de su marido, terminó de hacerlo cuando vio cómo Seb hacía reír al pequeño y luego le mimaba con mucho afecto. La risa contagiosa de Lyef era música para sus oídos, y la de Seb también. Se sumó a ambos con la propia, y recibió de vuelta al nene en sus brazos mientras Seb hacía un buen esfuerzo por entrar en la hamaca con ellos sin causar un accidente. El vaivén hizo reír nuevamente a Cal. Cuando lo logró, Cal dejó a Lyef entre los dos, cubrió a todos con la manta y extendió sus brazos intentando abrazar a los dos reyes de su corazón. Seb también correspondió aquello, de forma que quedaron enlazados y resguardando a su hijo en un abrazo cálido. En silencio, contemplaron el cielo estrellado sobre ellos, disfrutando la inmensidad y la belleza que estaba ante sus ojos. Lyef se quedó dormido al poco rato entre sus padres. Evitando que se despertara, Cal habló en voz baja después de unos minutos.
-Es igual a ti. Alegre, curioso, lleno de energía, lleno de luz… me llena de felicidad tenerle en mi vida, tenerles a ambos. Gracias por este regalo tan hermoso. Él es mi príncipe, y tú eres mi rey-.
Seb sonrió nuevamente y le miró con todo su afecto. Miró también al durmiente retoño entre ellos y suspiró. Todavía le parecía increíble el hecho de tener un hogar y una familia que le esperara y acogiera con tanto amor, pero cada vez que abría sus ojos, era la más pura verdad. Esa era su bella realidad. Rozó la mejilla y los cabellos de su esposo con delicadeza mientras se perdía en sus orbes que poseían luz propia. Como le había dicho a su hijito, había estrellas en aquellas esmeraldas aún cuando la noche no permitía ver su real color. Cal volvió a hablarle bajo, junto con reproducir la misma caricia en Seb.
-Bienvenido a casa, mi vida -.
Inundado de todo lo que sentía, Seb le respondió también en un tono bajo y cariñoso.
-Me alegra estar en casa con ustedes, contigo, mi amor-.
#Seb#Cal#y su hijo Lyef#NickyAndaEscribiendo#nicky no para xD#son cosas guardadas que ahora ven la luz uwu
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El amor no se puede ocultar
Primera marcha de Seb y Cal.
Por fin era el gran día! Cal miró su calendario con entusiasmo una vez más, por la tremenda emoción que sentía. Desde luego el círculo rojo en el papel no iba a desaparecer, pero para sus adentros, necesitaba convencerse una y otra vez de que no estaba soñando.
Descubrió su cuerpo de las sábanas por fin luego de llevar despierto un buen rato, y se sentó en la cama, estirando sus brazos hacia el cielo lo máximo que podía; la sonrisa en su rostro no lo abandonaba en ningún momento. Esa enorme sonrisa no era solo por aquella jornada prometedora, sino que también por lo que había vivido unas cuantas horas antes con su pareja. Adoraba recibir y corresponder el amor profundo y sincero de su novio, que, si bien se había dejado llevar y le había cambiado los planes sin querer, a Cal no le molestaba realmente. Seb solo podía causarle ternura con sus descuidos. Rió suavemente, recordando el consuelo que intentó darle, y se tocó el cuello.
Tuvo tiempo de pensar cómo podía solucionar el asunto en su cuello, ya que llevaba despierto un buen rato. Necesitaba cubrirlo al salir, por precaución. ¿Servirían los tips de belleza que solía aplicar, como la cuchara fría o la bolsita de manzanilla? Calculó y dedujo que no iban a ser muy efectivos, pues la marcha era dentro de poco y tenían los tiempos ajustados, era arreglarse y salir.
Finalmente, tuvo la idea perfecta: usaría uno de sus collares o cintas más ajustados al cuello. Tenía varios accesorios de ese tipo, con distintos diseños, que podrían ser ideales para cubrir la marca morada que habían creado los labios de Seb en su piel tan pálida. Solo era cuestión de ver cuál quedaba mejor con la ropa que con tanto esmero había escogido para esa ocasión. Escogió el que consideró más adecuado y se levantó por fin.
Buscó y tomó el conjunto seleccionado, que consistía en una sudadera sin capucha, holgada de cuerpo y de puños apretados, que dejaba un hombro descubierto. El color de la prenda era negro y tenía un arcoiris que cruzaba el pecho y continuaba en los antebrazos, manteniendo la forma cuando éstos estaban hacia abajo descansando. Para la parte inferior había escogido unos jeans relativamente ajustados y sus zapatillas más cómodas. Había dejado todo preparado para tomar y dirigirse a darse una ducha fugaz apenas se levantara. Así lo hizo.
Se sintió fresco y con energías renovadas luego de su baño, y se vistió con lo seleccionado, sin poder dejar de sonreír mientras se veía al espejo. Debajo de la sudadera, su cuerpo era un lienzo lleno de marcas, pero todas se mantenían bajo la frontera que le había establecido a Seb, todas excepto aquella marca solitaria en su cuello. Volvió a reír despacio, terminó de secar y peinar su cabello, y tomó el accesorio escogido: una bella cinta negra, con una flor roja del tamaño suficiente para cubrir la evidencia de la pasión de su novio. Debajo de la flor caían dos finas cadenas que terminaban en pequeñas gemas rojas cada una. Puso aquel accesorio en su cuello y contempló satisfecho el resultado. Salió del baño, cogió lo último que necesitaba de su habitación y bajó las escaleras a prisa, exclamando un “¡Hasta pronto!” al resto de residentes sin detenerse.
Seb ya le esperaba afuera, listo también para comenzar ese día especial. Cal pensó que lucía increíble, y se preguntó cómo su novio podía superar esa impresión cada día. Seb abrió la puerta del auto, para Cal, quien no esperó y se subió. El más alto cerró la puerta y se fue al lado del conductor, subió, encendió el vehículo y ambos se fueron rumbo hacia una ciudad cercana donde se desarrollaría la marcha más grande . El plan era desayunar juntos en algún local tranquilo dentro de lo posible, entendiendo la fecha y la cantidad de personas que andarían en la calle desde temprano al igual que ellos, y luego sumarse a la marcha y disfrutarla con todo. Era su primera marcha del orgullo juntos como pareja y ambos estaban muy entusiasmados.
En el camino, Cal aprovechó de acariciar la mano de Seb de vez en cuando, dejar besos en su mejilla y cantar una que otra canción que sonaba en la radio mientras veía el camino. Los gestos eran felizmente correspondidos por su pareja, cuando las pausas en el camino lo permitían.
Cuando llegaron a la otra ciudad, tardaron un poco, pero lograron encontrar un buen lugar para dejar estacionado el auto, y entraron para desayunar en un local de apariencia muy acogedora, al igual que sus trabajadores. Desde la ventana podían ver a las personas pasando con atuendos coloridos, globos, banderas, carteles y más detalles, mientras disfrutaban de los bocadillos y bebestibles que habían pedido. Tras terminar y conversar otro tanto, ambos sonrieron entusiasmados, aunque Cal pudo notar cómo la sonrisa de su maravilloso novio iba disminuyendo mientras miraba fijamente un punto en él: su cuello. Vio cómo su expresión iba pasando de la alegría a la culpa gradualmente, y no tardó en comprender el motivo.
-Cariño... recuerda lo que te dije. No te aflijas, en verdad no pasa nada-. Tras eso, tomó la mano de Seb que yacía apoyada en la mesa, y la acarició con dulzura.
-Lo sé, es solo que... ah, cambié tus planes. Debiste recurrir de emergencia al collar-. Dijo Seb, después de mirar la dulce unión de las manos de ambos, todavía con esa expresión de arrepentimiento.
Cal negó con la cabeza y le regaló una hermosa sonrisa.
-De todos modos, es un lindo accesorio, ¿no te parece? Creo que queda muy bien con todo lo demás-. Con su mano libre, el de ojos verdes tocó la flor y siguió las cadenitas que descansaban sobre su delicada piel. Seb siguió el movimiento y volvió a sonreír, su expresión fue abandonando la culpa y pasó a otra más tranquila. No tuvieron la oportunidad de seguir sus mimos y consuelos, ya que desde el exterior emergió una música bastante animada y alguien avisaba que la marcha estaba a punto de comenzar, además que podían ver a mucha más gente que antes circulando.
Pagaron lo consumido y salieron a la calle en dirección a la concentración. Efectivamente había mucha más gente reunida de la que alcanzaban a ver desde el local, y el espacio desbordaba colores y motivación. Las banderas se agitaban por lo alto y las personas hablaban, otras bailaban animadas y muchas más se mostraban afecto sin temor. Cal se contagió de la alegría del ambiente y solo sumó más entusiasmo al que ya traía desde hace días. Abrazó a Seb con fuerza, hundiendo su rostro en el pecho del más alto y luego mirándole con todo el amor que sentía por él. ¡Estaba demasiado emocionado!
Ambos tuvieron sus propias muestras de afecto, dulces y personales, y también compartieron con otras personas, conociendo sus experiencias y compartiendo parte de la de ellos mismos, hasta que los organizadores dieron el inicio oficial a la marcha. La música resonaba por los parlantes y los carros bellamente decorados con globos y flores al inicio comenzaron a avanzar. La gente comenzó a avanzar también, agitando las banderas y todo lo que traían con fervor. Muchos llevaban sus propios instrumentos e iban sumando más música y buen ambiente al momento. Era una marcha realmente alegre, y si bien aún había mucho por lo cual luchar, en donde se encontraban la diversidad era respetada, y tenían la posibilidad de visibilizar y apoyar a otras instancias.
El recorrido era largo y lo más esperado sucedería al final, donde desfilarían varios carros alegóricos, con drag queens y kings. No quitaba que todo lo que sucedía en el trayecto era igualmente disfrutable. Diversos artistas y gente talentosa, personas ágiles con banderines, transformistas, cuerpos pintados, o solo las mejillas, y muchas más caminando con libertad, expresándose su amor. Seb y Cal caminaban de la mano felices, absorbiendo la buena energía de todo lo que les rodeaba, riendo y disfrutando juntos.
Llegado cierto punto del camino, algo cruzó el pensamiento de Cal. Estaba viendo las muestras de afecto a su alrededor, la alegría, el orgullo por ser quienes eran y amar a quienes amaban libremente. Nadie se ocultaba, nadie temía... entonces, comenzó a sentir de otra forma el accesorio en su cuello. ¿No estaba acaso ocultando una marca? Lo hacía, sí, por un tema más estético que otra cosa, pero, ¿todavía era necesario hacerlo? No sentía vergüenza de que su piel quedara marcada por el amor de su novio, al contrario, era un recordatorio precioso. Una evidencia de que Seb se entregaba apasionadamente a él y solo a él. Entonces, ¿Por qué seguía usándolo?
Recordó también la expresión de culpa de Seb, y sintió una punzada en su pecho. El collar comenzaba a sentirse molesto, doloroso incluso, no por rozar la zona sensible, sino porque estaba ocultando el amor de su pareja, ese que, a pesar de respetar su capricho por usar esa ropa, no había podido contener tanto. Y eso no tenía nada de malo, no ahí. Necesitaba hacer algo al respecto.
Miró hacia atrás para ver que no había alguien muy apegado a ellos ya que quería detenerse, y apretó la mano de Seb para llamar su atención.
-Seb, dame un segundo por favor-. Habló un poco más fuerte de lo habitual, debido a todos los sonidos del ambiente. Acto seguido, se detuvo, y Seb que había captado el apretón y la petición, lo hizo también. La gente que venía tras ellos se desvió y caminó por los lados de ambos sin ningún problema.
Cal tomó ambas manos de Seb, mirándole a los ojos y con una hermosa sonrisa, que reflejaba la tremenda felicidad que le producía estar ahí con él. Tomó aire y dejó salir con naturalidad sus siguientes palabras.
-Seb, te amo. Te amo demasiado. Tal vez crees que tienes idea de cuánto, pero yo creo que no. La verdad... la verdad es que, no creo que las formas que tengo de demostrarlo puedan reflejar la inmensidad de lo que siento por ti. Pero me alegra demasiado que lo que he podido entregarte hasta ahora te ha hecho sentir feliz-
Dejó escapar una risa, que Seb también logró escuchar en medio de la gente que seguía circulando por sus costados. Seb le sonrió, podía sentir la calidez de sus manos, el amor en sus palabras que resonaban con sus propios sentimientos. Le escuchó atento, y miró con cierta curiosidad por la confidencia repentina. Cal entonces continuó.
-Tú también me haces tan feliz, ¡Demasiado feliz! Y no quiero ocultarlo, no aquí. No quiero ocultar nuestro amor aquí-. Dicho eso, soltó las manos de Seb, dejando ir sus dedos lentamente. Seb sintió el deseo de decirle algo. Logró decir su nombre, un “Cal...” tranquilo, pero al notar que Cal parecía aún no haber terminado lo que deseaba hacer, decidió callar y esperar. El más bajo entonces tomó de su muñeca un elástico para el cabello, que había cogido antes de salir, y lo llevó a sus labios, sujetándolo un momento con ellos mientras acomodaba su cabello en una coleta alta. Seb observó cada movimiento, casi como hipnotizado. El movimiento natural de su novio le parecía tan sensual, pues acentuaba la finura de sus rasgos, y despejaba la línea de su cuello, que era abrazada por la cinta. Era una vista preciosa para él. No pudo evitar suspirar.
Cal se tomó unos segundos luego de hacerse la coleta, para poder mirar el rostro de Seb de nuevo. No sabía cómo era posible, pero con cada momento que pasaba con su novio, sentía que crecía más su amor. Y deseaba que lo que estaba a punto de hacer, pudiera ser un buen ejemplo del cariño y la validación que le daba al amor de él. Llevó sus manos a su nuca, buscó el broche y con una lentitud ceremonial, retiró el collar de su cuello y lo guardó en su bolsillo.
El hechizo en el que Seb estaba sumergido se deshizo, dando paso a su asombro. Miró sorprendido el acto de su novio, apenas pudiendo hablar en un continuo.
--Ah... pensé que…- De pronto, las palabras tenían otro sentido. Uno muy literal. No lo había captado, hasta ese momento. La sorpresa fue disminuyendo, pasando a la comprensión. El momento entre ambos era muy íntimo, apenas y sentían a la gente y el ruido a su alrededor. Recobró mejor el habla y siguió.
-Que... ¿No lo querías ocultar?-. Se atrevió a preguntar de todas formas, y llevó una mano al cuello de Cal, para poder acariciar superficialmente la marca. Cal rió, todavía con sus ojos sobre el rostro de Seb. Su proceso de confusión, asombro y comprensión le divertían. Terminó depositando su mano sobre la de él, y acortando más la distancia entre ellos.
-No hay nada que ocultar aquí. Mucho menos el cariño de mi novio.-
El rostro de Seb se iluminó. La alegría no se hizo esperar más. La dulzura de Cal siempre lo hacía sentir feliz, y una vez más pensaba en lo afortunado que era, por recibir el amor de aquel a quien consideraba tan especial. En su rostro se marcó un bello rubor, acompañado de una risa inevitable. Se sentía halagado también.
-¿No te preocupa que alguien piense que soy demasiado rudo contigo?- Dijo, mientras pasaba a sostener y acariciar la mejilla de Cal con una mano.
Le haré saber a dónde puede irse con sus pensamientos- Afirmó entonces Cal, intentando sonar serio, pero la alegría que sentía le impedía cambiar su tono o expresión. Correspondió la caricia, tocando la mejilla de él. Era una constante de ambos quedar como un reflejo cuando tenían ese gesto tan dulce.
-Yo sé cómo eres, y te adoro con el alma, Seb.-
El colorín sonrió y se acercó como para besarle, pero mantuvo unos centímetros de distancia.
-De verdad sabes cómo tenerme a tus pies. Ven acá…-
Tras decir eso, y en un movimiento rápido, cambió su postura y tomó a Cal en brazos, riendo, con el corazón ligero. Lo sujetó bien y dio un par de vueltas al más puro estilo de una pareja recién casada, luego acercó sus frentes de nuevo, orgulloso también de poder mostrarle al mundo que ese chico era el dueño de su corazón.
Cal hizo un sonido de sorpresa apenas Seb le alzó, ¡Siempre era tan ágil! el corazón golpeaba con fuerza su pecho por la alegría y la dicha del momento, de todo lo que ya habían compartido, y por la esperanza de lo que vivirán juntos en el futuro. No podía, y no quería evitar exclamar su amor una vez más.
-¡Seb! ¡Te amo, te amo! Yo también estoy a tus pies.-
Rió en el giro, abrazando su cuello, y sintiendo todavía que eran solo ellos dos en el mundo. Un mundo colorido, lleno de brillos y banderas, música y globos. Cerró sus ojos cuando Seb juntó su frente con la de él, y le habló con voz más tranquila, pero todavía audible.
-Tú estás a mis pies, y yo estoy a los tuyos…-
Tras abrir los ojos, y sintiendo el cariño con el que su novio le miraba, decidió eliminar la última distancia que quedaba entre ellos, y besar sus labios. Seb le correspondió, impregnando su beso con todos los bellos sentimientos que tenía por Cal.
De pronto un sonido insistente los devolvió a la realidad. La gente a su alrededor les aplaudía y arrojaba confetis, siendo testigos de aquella hermosa muestra de amor entre ambos. Ninguno de los dos pudo evitar sonrojarse, pero rieron alegres otra vez. No había motivo para avergonzarse, solo para sentirse orgullosos. Finalmente, tras la marcha, pudieron ver los carros alegóricos desde una muy buena posición, y abrazados con ternura. Eran realmente hermosos, llenos de adornos y flores. Los carros con flores hacían que los ojos de Cal brillaran mucho más de lo posible; Seb sentía demasiada ternura por ello y besaba su mejilla con cariño. En uno de esos carros, uno grande lleno de lazos y flores, venía una hermosa drag queen, quien, al ver a la joven pareja, les arrojó unas coronas de flores y un beso coqueto. Ambos la miraron con agradecimiento y se pusieron uno al otro las coronas que habían recibido, sellando el momento con otro largo y precioso beso.
El regreso al auto fue en medio de más mimos dulces y del intento infructuoso de quitarse la explosión de confetis en los cabellos de ambos, y, sobre todo, en medio de mucha satisfacción y orgullo por su primera marcha, la primera de muchas más, estaban seguros de eso.
#Seb#Cal#NickyAndaEscribiendo#escrito del pride month del 2020#pero que se me fue subir antes jaja#girasoles bellos en su primera marcha :B
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Quién no querría besarte.
dibujos que vienen de este escrito. uwu
#seb#cal#NickyAndaEscribiendo#dibujos que acompañan al escrito#pero que no subí allá porque ya era muy largo#estos dos me dieron mil años de energía para escribir sus historias x)
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Preguntemos a papá
“Papi” Escuchó Cal a unos pocos metros de distancia y se volteó, viendo al pequeño dueño de esa dulce voz: su hijo Lyef. Había entrado al comedor cargando en sus manos unas hojas blancas y crayones de varios colores.
“¿Sí? ¿Qué pasa hijito?” Mientras aún lo tenía en la mirada, Cal se acercó al lado de la sillita de bebé donde estaba la integrante más pequeña de la familia, Melissa, esperando por la comida que el joven papá recién le había preparado. Dejó entonces sobre la mesa el recipiente que tenía en su mano, y acercó otra silla al lado de donde él se instalaría, para que Lyef también pudiese estar junto a él. El niño dejó sus hojas y crayones en la mesa y se ubicó en la silla que su progenitor había dispuesto para él. Cal fue el último en acomodarse, quedando en medio de sus dos retoños amados, lo cual le hizo sonreír. Miró primero al mayor de sus hijos.
“¿Tienes hambre Lyef?”
“Nop” Respondió el nene mientras balanceaba sus piernas y miraba a la mesa, donde estaban las cosas que había traído. Cal acarició sus cabellos colorines con ternura, lo que hizo que el pequeño sonriera al recibir ese gesto cariñoso y liberara una pequeña risa. Con ello, el mayor volvió a admirar la alegre explosión de pecas sobre su nariz y pómulos. Era un pequeño precioso, encantador, e indudablemente parecido a su marido. Y si bien no era tan inquieto, de igual manera desbordaba una energía radiante. El padre terminó por depositar un delicado beso sobre la cabeza de su hijo.
“Está bien. Voy a darle de comer a tu hermanita ahora”
Luego de eso, tomó el recipiente con la mezcla preparada para su hija y comenzó a alimentarla, acompañando el momento con sonidos animados. Terminó bastante inmerso en el momento, pendiente de darle las cucharadas con cuidado y limpiar su mentón, y ya cuando estaba acabando, fue cuando volvió a escuchar la voz de su otro retoño.
“¿Mi papi Seb?” Dijo, mientras continuaba un dibujo que había iniciado en lo que Cal prestaba su atención a Melissa.
“Fue a comprar algunas cosas que faltan para el almuerzo, ya pronto viene” Respondió.
“No, pero, ¿Cómo se llama?”
Cal dejó el pote ya vacío en la mesa y rápidamente limpió la carita de la nena, para pasar a ver mejor a Lyef.
“¿Cómo se llama qué cosa, mi niño?”
“Eso que hace con los tíos... es que se me olvidó"
Su progenitor se quedó en silencio unos instantes, intentando comprender la pregunta. Sabía a qué tíos se refería, pero decidió consultar igual, por si es que Lyef se refería a otras personas.
“Con los tíos... ¿El tío Ilya y los demás? ¿a ellos te refieres?”
“Sí”
“Ah, ya. Bombero, hijo. Papi Seb es bombero. Otra palabra que también usan con ellos es rescatistas. Pero creo que tú conoces más la primera, ¿no?”
¡Bombero! ¡sí!”
Cal liberó una risa por la energía con la que Lyef le respondió. Su carita reflejó la alegría de haber podido encontrar la palabra que se le había olvidado. Generalmente cuando Seb se iba, mencionaban la palabra “cuartel” o “estación”, o simplemente “trabajo”. El menor sabía de la palabra “bomberos”, pero a Cal no le extrañaba el olvido. El joven papá entonces recordó la temática que comenzarían a ver en la escuela de Lyef. Empezarían a hablar sobre los trabajos u ocupaciones de sus padres, para conocerlos mejor, y también hablarían de los sueños de los pequeños. Cal se había ocupado de enseñar de a poco a Lyef que su papá trabajaba ayudando a quienes lo necesitaban, igual que los tíos, e incluso habían ido juntos a visitarlo a él y a los demás, pero ahora que lo pensaba mejor, nunca le había explicado en detalle la ocupación de Seb.
“¿Y sabes lo que hace papi como bombero?” preguntó.
”Ayuda a la gente” Dijo el niño colorín mientras terminaba su dibujo de un jardín lleno de flores de colores, y en medio, la figura de una persona sonriente con cabello castaño y una regadera en la mano. Le dio unos toques finales y cambió a otra hoja en blanco. Cal sintió una agradable calidez al ver cómo su hijo le retrataba, y volvió a acariciar sus cabellos. Tras eso, tomó a Melissa de la sillita, se la acomodó en el pecho, sobando su espalda con suavidad, y retomó la conversación con Lyef.
“Sí, es cierto, ayuda a la gente. Y no solo a ellos, sino que también a cualquier criatura que lo necesite. Los animalitos también necesitan su ayuda a veces, ¿sabes?, y él se las da. Pero su trabajo es distinto al doctor al que visitamos, por ejemplo, o a las profesoras de tu escuelita. ¿Sabes cómo ayudan los bomberos?”
“No mucho papi”
“Una cosa que hacen es luchar contra el fuego”
Cal vio cómo el menor hacía una perfecta “o” con su boca, sorprendido por lo que acababa de escuchar.
“¿Luchar contra el fuego? ¿Como un súper héroe?” Preguntó entusiasmado.
“Mmm... Papi no tiene superpoderes como los súper héroes que vemos en la tele, cariño. Pero sí tiene muuuchas cosas que lo hacen un súper héroe. Por ejemplo, tiene un corazón...” Dejó la frase incompleta para que su hijo la completara.
“¡Enoormee!” Respondió Lyef extendiendo sus brazos con mucha alegría.
“¡Así es! Tiene un corazón enorme. Lleno, lleno, muy pero muy lleno de amor. Y para luchar contra algo que puede asustar, hay que ser valientes. Papi también es muy valiente, igual que los tíos.
La carita de Lyef no daba más de la emoción, aunque luego, cambió a una genuina curiosidad.
“¿El fuego es malo papi?”
“Mmm...” Cal se detuvo a pensar bien en su respuesta. De todos modos, sabía que, una cosa era lo que él podía opinar, y otra cosa era lo que Seb podía opinar. Desde luego, por ser él quien se veía expuesto a esos escenarios, para Cal esa era la opinión que tenía más peso. Pensó que era mejor que todas las preguntas relacionadas al trabajo de Seb fuesen respondidas por él mismo. Él por su parte, podía apoyar compartiendo con su pequeño el “lado b”, el rol de la familia, la realidad humana de Seb, es decir, que no era alguien que no se cansara o no sintiera cosas, y desde luego, fortalecer el hecho de que Seb a pesar de pasar algunos días lejos, les amaba inmensamente.
“Esa es una pregunta que estoy seguro que papi Seb puede responder mucho mejor que yo, así como también te puede contar mucho más de las cosas que hace. Yo creo, que el fuego veces es bueno, y a veces puede ser malo. Peeero, puede ser malo porque hay gente que lo ocupa sin cuidado. De todas maneras, papi sabe mucho más de todo esto que yo. Ya debe estar por llegar. Cuando llegue le haremos todas las preguntas que tengamos, ¿te parece?”
“Bueno”
Cal pellizcó suavemente la mejilla de Lyef y volvió a acomodar a Melissa en otra posición, mas recostada en sus brazos. Luego de eso, señaló con su dedo el dibujo anterior.
“Lyef, ¿Y ese de ahí soy yo?”
El pequeño asintió enérgicamente y le acercó el dibujo a Cal.
“Vaya, ¡Es igual a mí! ¡Tienes mucho talento! mi pequeño gran artista”
“Mi papi Seb es bombero y mi papi Cal cuida las flores”
“Sip, ese es mi trabajo. Cuido flores y muchas plantitas. Y hago que se pongan mejor y más bonitas si están tristes o débiles”
Justo en ese momento, la puerta de la casa se abrió. Seb entró con una mano ocupada cargando un par de bolsas, y tras cerrar la puerta, se dirigió hacia donde estaba su familia.
“Lamento la demora, había mucha gente. Pero conseguí todo lo que necesitamos”
“Descuida amor, Melissa ya comió y Lyef y yo hemos estado muy entretenidos hablando. ¡Oh! ¡y mira su dibujo! ¿Sabes quien es?”
Seb dejó las bolsas en la mesa y miró el dibujo.
“¡Eres tú Cal!” Dijo sin tardar mucho, con entusiasmo, y cal no pudo evitar reír, tras ver la misma expresión iluminada con ánimo que hace unos pocos minutos atrás vio articularse en su hijo.
“Así es, ¡Soy yo! Lyef tiene mucho talento. Y también tiene algunas preguntas para ti”
“¿Para mí? Muy bien, solo denme un segundo”
Seb partió al baño de visitas a lavar sus manos y volvió inmediatamente, sentándose en la silla que quedaba desocupada.
“¿En qué puedo ayudar?”
“Lyef tiene algunas preguntas sobre tu trabajo. Yo respondí algunas cosas, pero le dije que el que sabía mucho más eras tú. Así que...” Cal parpadeó al sentir que la pequeña en sus brazos se frotaba los ojos con insistencia y bostezaba.
“Parece que alguien tiene sueño” Mencionó Seb, sonriendo.
“Me ocuparé de ella, ya vuelvo. Anda cariño, hazle a tu papi todas las preguntas que tengas”
El más joven de ambos papás se levantó con la nena en brazos, y tras besar una vez más a su hijo mayor, le dio una sonrisa encantadora a su marido, y subió al segundo piso a encargarse de la menor. Tardó poco a comparación de otros días, y al volver a bajar, encontró a Seb haciendo una actuación frente a Lyef, como si estuviera golpeando a algo que lo quería envolver. Lyef por su parte, reía y agitaba sus manos también.
“¡Entonces a veces las llamas son muy altas! y yo no podría solo contra ellas, aunque luche y siga luchando mucho. ¡Pero ahí es cuando aparece el tío Ilya y mis otros amigos! y me ayudan arrojándole un graaan chorro de agua al fuego, que lo debilita más y más, y cada vez se hace más y más chiquito”
Cal se acercó con naturalidad, intentando no interrumpir el momento tan bello que estaba viendo. Tomó las bolsas de la mesa y se dirigió a la cocina para comenzar a preparar el almuerzo para él y sus seres más amados, mientras seguía escuchando cómo Seb seguía contándole de manera entretenida más ejemplos de su labor, y cómo Lyef le hacía más preguntas y también se sumaba a la actuación de su padre, dándole ánimos y riendo con ganas.
Esa misma tarde, Lyef terminó otros dos dibujos, el de una persona con traje de bombero, luchando contra unas llamas enojadas, y luego otro donde aparecía extendiendo las manos hacia otras personas, que sonreían. Mostró todos sus dibujos a sus padres, incluyendo al de Cal con las flores que había hecho antes, y les habló lo que había aprendido, siendo aplaudido, abrazado y envuelto en el amor de los mayores.
#cal#seb#y sus retoños lyef y melissa#Sunflowershipping#ojalá para derretir corazoncitos <3#NickyAndaEscribiendo
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Hay que darle gracias a la lluvia
escrito cute, nueva ship <3
“Vi que mañana llueve, y tú tienes libre, ¿cierto?” Habló con calma Ottar, después de un pacífico silencio. La pregunta iba dirigida a su pareja, Ilya, quien estaba muy cómodo entre sus brazos, disfrutando de las ventajas del físico más amplio de su novio. Ambos llevaban un buen rato así, recostados y envueltos por el calor del otro, contemplando el atardecer, cuya belleza quedaba enmarcada entre las ventanas de la casa rodante en la que Ottar vivía.
“Ajá” afirmó Ilya, sin mayor elaboración, aunque no se escuchaba somnoliento. Ottar sonrió, disipando la idea de que tal vez tanta tranquilidad había dormido a su acompañante. Si ese hubiese sido el caso, al menos ya se había sacado los lentes que usaba. Estaban seguros en la pequeña repisa cercana. Pasó a su siguiente pregunta.
“¿Por qué no te quedas a dormir conmigo? Y mañana no salimos a ninguna parte”
Ilya, por su parte, se acurrucó más contra su cuerpo, suspirando, bañado por la paz de la contemplación al cielo y la calidez del más grande.
“No pensaba ir a ningún otro lado..." Fue su respuesta. Simple, natural. Había ido con el deseo de poder quedarse con él más tiempo, aprovechar esos días libres lejos de sus compañeros de labores. Aunque los estimaba mucho, a veces podían acabar con su paciencia.
Ottar fue entonces quien suspiró contra los cabellos azulados de su pareja, y apretó más el abrazo, satisfecho con su respuesta.
"Qué buena decisión”
La lluvia que se avecinaba posiblemente había cambiado los planes que Ilya había trazado para pasar su descanso junto a su novio, pero en el fondo, realmente no era problema. Qué mejor que un día de hacer absolutamente nada más que estar juntos, en aquel acogedor vehículo, habilitado por Ottar para ser su propio hogar. Aún siendo dos adultos, altos, de físico marcado, aquel espacio no se sentía tan pequeño. Era del tamaño justo y necesario para recibir a Ilya y seguir siendo, como Ilya mismo lo sentía, un lugar acogedor, no incómodo ni estrecho. Si circulaban con cuidado por las partes mas ocupadas por los muebles, entonces no tenían ningún percance.
Así siguieron, charlando, escuchando música y distintos programas por la radio instalada, circulando dentro de la casa rodante y estirando las piernas en el exterior un rato, disfrutando de cada momento, solo ellos dos. Hasta que se oscureció, y el cielo, carente de estrellas, reflejaba que tarde o temprano se cumpliría el pronóstico dado para el próximo día.
Nuevamente en el interior, Ottar se aseguró de cerrar bien todo, mientras Ilya se instalaba en la cama. Ottar desarmó su peinado, liberando sus cabellos castaños largos de aquel tomate desordenado que se había hecho en algún momento de la tarde, y preparó té para ambos. Mientras esperaban por aquello, él tomó su pijama de un cajón bajo la cama: una polera blanca gastada y unos pantalones grises, muy cómodos. Luego miró a su pareja. Recordó que no vino con mucho y se rascó la barba.
“Creo que de nuevo no viniste tan preparado. Deja ver qué tengo para ti”
Siguió buscando en aquel cajón y encontró otro pantalón cómodo, con elástico en la cintura, y otra polera, en mejor estado que la que él usaría. Se las entregó a Ilya y pasó a vestirse con el nuevo conjunto para descansar. La tentación de mimar a Ilya mientras se cambiaba también era enorme, pero se contuvo. Tenían muchas horas por delante para demostrarse su cariño mutuamente.
Una vez que terminó de vestirse con su pijama, miró a su novio, quien también estaba listo. Se quedó en blanco unos instantes, contemplando cómo, a pesar de que el ruso era fornido, no llenaba la prenda. Al contrario, la polera le quedaba un poco grande, dejando ver algo más de piel bajo su cuello y parte de su hombro. Era una vista que podía tener dos posibles consideraciones. O era tierna, o era sexy. En el caso de Ottar, no se molestaba en excluir una. La vista era tierna y sexy al mismo tiempo. Le hacía consciente de la diferencia física que todavía existía entre ambos. El noruego, fiel a su propio estilo, quiso sacudirse de su embelesamiento con un comentario rápido. Se acercó a Ilya y le despeinó.
"Ottar número dos. El té está listo"
Ambos tomaron té sentados en la cama, que les ayudó a conservar el calor, y una vez terminaron, volvieron a recostarse y a acurrucarse. Se quedaron dormidos entre besos perezosos y caricias tiernas, y con el sonido de la lluvia recién iniciada.
Al día siguiente, la lluvia se había intensificado, ambos pudieron notarlo al volver a la realidad. Para Ilya, aquel momento era demasiado reconfortante. Despertar cobijado por el calor de Ottar, en vez de amanecer en su propia cama, en su casa solo, en aquellos días libres, no tenía precio. No lo cambiaba por nada. Abrió sus párpados para encontrarse de frente con el rostro de su novio, quien le esperaba con una cálida sonrisa que su barba no podía ocultar, y caricias suaves en su propia mejilla. Junto con el beso de buenos días, eran la recepción perfecta. Ilya le acomodó algunos cabellos traviesos que se habían cruzado por su cara, y luego de que ambos disfrutaron de un rico desayuno, volvió a acurrucarse contra su pecho, mirando por la ventana cómo caía la lluvia con mayor intensidad y sintiendo los latidos de su novio, fuertes, vigorosos. Ottar siguió dejando caricias tranquilas en su brazo, perdido en la plenitud de esa cercanía, de lo que iba de esa jornada.
“…Mmh…”
“¿Qué pasa?”
“…Nada malo, solo tuve ganas de dibujar algo, pero olvidé mis cosas”
“Oh… lo siento, creo que no tengo nada útil para eso”
“No te preocupes. Vengo a pasar el día contigo, realmente”
Y así fue como, días después de esa visita, él estaba guardando su regalo en otro cajón, esperando el momento para entregárselo a Ilya.
“¡Es cierto!” Dijo Ottar, después de tener ese recuerdo. “Ilya… te tengo una sorpresa”
Sin esperar mucho a que su pareja se acomodara y procesara todo, se levantó de la cama y buscó en el cajón donde sabía que estaba su regalo. No lo había envuelto, pero pensó que quizás era mejor así, sin tanto misterio. También quería ver la reacción de Ilya desde el primer segundo. Cuando captó que su novio estaba sentado mirándole con atención, levantó el obsequio y lo depositó en sus muslos. Aquello consistía en un cuadernillo de dibujos, con hojas especiales para el tipo de dibujo que solía hacer Ilya, y un set de distintos tipos de lápices y plumas. Un regalo para su novio artista, para que no volviera a extrañar dibujar cuando tenía inspiración.
Ilya miró el regalo al tiempo que lo tomaba. Su expresión era difícil de descifrar, la única certeza era que se había quedado sin palabras. La dificultad para leer su expresión solo fascinaba más a Ottar, quien desde hace un tiempo comparaba a Ilya con un lobo, por la elegancia, la aparente frialdad, el aura de misterio y misticismo que le rodeaba y por más detalles.
Ilya se quedó contemplando el regalo otros segundos, y en su interior, comenzó a entender lo que significaba. Ottar había pensado en él. En su rostro entonces nació una sonrisa, al tiempo que acercaba el obsequio a su pecho, abrazándolo, como un tesoro preciado. Para Ottar, cada una de sus reacciones era oro puro, y se sentía realmente privilegiado. Como líder de un equipo, y en su día a día en general, Ilya siempre proyectaba más seriedad, una imagen más fría, ordenada, y era bastante reservado. Poder ser testigo de sus emociones y su reacción tan genuina, le hacían sentir muy afortunado. Ottar le sonrió también, sin querer interrumpir su cadena de reacciones. Sentía un calor exquisito en el pecho.
Ilya entonces, levantó su vista hacia él, su expresión más fácil de leer: estaba conmovido por aquel regalo, y agradecido. Eso lo externalizó, después de otros instantes.
“Gracias” Fue un tono tan suave, que Ottar sintió que era capaz de derretir cualquier hielo en el exterior. Sonrió más amplio a su pareja, todavía contemplando la sonrisa en su rostro.
“Ver esto hace que todo valga la pena. Eres fascinante" Dijo luego, y luego pasó a acariciar su mejilla, mirándole con ternura.
"Aún no sé qué es eso que encuentras tan fascinante, pero gracias, de verdad..." Tras eso, Ilya volvió a bajar la vista unos instantes. No lucía apenado, sino pensativo con aquello que Ottar le acababa de decir. En verdad no terminaba de comprenderlo, pero no lo pondría en duda tampoco, solo podía sentirse feliz, la sonrisa en su rostro creció. Ottar, que le seguía mirando, rió por lo bajo cuando escuchó su incomprensión. Movió la cabeza en una negativa suave, y buscó un par de palabras para dárselas a su pareja.
“A veces las cosas son simples”
Ilya volvió a mirar el cuadernillo y el set, y entonces, se sintió inspirado.
"Está bien si lo pruebo ahora mismo?"
El rostro de Ottar se animó más con eso, y pellizcó su mentón de manera juguetona.
"¡Claro que sí! ¿Por qué me preguntas? Anda, deja fluir el atacazo artístico"
Ilya rió y le dio un beso fugaz en la mejilla, después buscó sus lentes y un lugar y posición cómoda. Ottar por su parte, luego de acariciar su mejilla justo sobre el lugar en donde su novio depositó su beso, pasó a sentarse en el sector del comedor. Apoyó el codo sobre la mesa, descansó su mentón en la palma de su mano y miró por la ventana hacia la lejanía. Cuando Ilya solía tener sus momentos de inspiración, él le daba su espacio y respetaba el momento.
Una vez que Ilya se instaló bien, comenzó a trazar líneas, haciendo contacto visual con Ottar de tanto en tanto. Él, después de unos minutos, se dio cuenta y le miró con curiosidad.
"Trata de no moverte mucho” Rompió el silencio el artista. “Solo un momento más..."
Ottar alzó una ceja y luego volvió a estar como estaba antes.
"No pensé que yo sería lo primero que ibas a dibujar ahí"
"Eres lo mejor del paisaje en los alrededores” Dijo tras otro momento de silencio Ilya. “No iba a desaprovecharlo"
"¿Mejor que la lluvia? ¿mejor que el bosque?" Sonrió un poco, pero de inmediato volvió a hacerle caso y no moverse tanto.
Así pasaron los minutos, hasta que Ilya terminó su trabajo. Tras eso, se quitó los lentes, los dejó de nuevo en la repisa y regresó a la cama, e invitó a Ottar a seguirle. El mas grande no lo dejó esperando, y regresó con él, envolviéndole una vez mas con sus fuertes brazos. Ilya entonces alzó su cuadernillo y le mostró el resultado. Ottar abrió sus ojos reflejando gran sorpresa, alternando entre el cuadernillo y su pareja. Finalmente, sonrió y le volvió a despeinar una vez más.
"¿Bromeas? ¡Está genial! Hasta mejor que la realidad diría yo, y eso estaba bastante difícil de superar" Guiñó un ojo, coqueto, y apretó el abrazo, pegando sus frentes.
“Te amo” Afirmó, luego de una pausa. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había dicho esas palabras.
“¿Por un dibujo?” Su acompañante sonrió y le acarició la mejilla, sobre la barba. “Tal vez sí debí ser artista entonces…”
Sus labios fueron visitados por un beso fugaz, por los labios de Ottar, y su piel acariciada por su barba.
“Tienes mucho talento” la voz de Ottar sonó menos ronca que lo natural. Estaba disfrutando mucho la caricia incesante en su mejilla.
"Me alegra que lo creas" Siguió con el diálogo Ilya, aún sintiendo el beso cosquilleando sobre sus labios, no pudiendo evitar sonreír otra vez. "Porque me siento algo oxidado, no he podido dibujar tanto como quisiera desde que me uní a los bomberos... supongo que también necesitaba algo que de verdad me inspirara"
Tras eso, le acunó el rostro con cariño, atesorándole aún más que al regalo que solo un rato atrás había sido obsequiado. Cerró sus ojos, sintiendo la respiración de Ottar acariciar su piel.
"Quiero recordarte así, este momento, cada vez que vea ese dibujo" Abrió sus ojos entonces, y miró a los de su novio, con su sonrisa más suave.
Ottar puso su mano sobre una de las de él, y le habló con un tono un poco más bajo. Eso ayudó a que su voz naturalmente grave se profundizara.
"Suena como si fuera la única vez que tendremos un momento así. Y no pienso dejar que eso suceda, tú lo sabes"
"Más te vale que no..." Ilya suspiró embelesado, acariciando con el pulgar a su amado, y deseando que de verdad pudieran tener más y más momentos como ese. Se inclinó y depositó otro beso en los labios de aquel hombre con apariencia de guerrero vikingo.
Ottar correspondió el beso con otros más. “Mío, mío” afirmó, para coronarlos. "¿Qué me harías si no cumplo mis promesas? ¿Me dibujarías más feo?"
Y aunque liberó un poco su agarre, siguió manteniendo a Ilya entre sus brazos, protegido, acogido. Tenía el espacio perfecto para poder besar su cuello, y su hombro. Era mucha la tentación, y no la dejaría pasar como con los pijamas.
“Hay que darle gracias a la lluvia” Pensó entre besos. Tenía todo el día para regalarle más cariño a su amado lobo, y no lo desperdiciaría.
#Ottar e Ilya#estrenando nueva ship#they are SOOOO cute#ft angy mi compa de feels#NickyAndaEscribiendo
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