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Cuidados.
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Definitivamente, esa madrugada no dormiría bien.
Cal se vio en la necesidad de sentarse en la cama, pues el estar recostado no parecía frenar el malestar que experimentaba, de ninguna manera. Condujo sus piernas fuera de las sábanas tras unos segundos sentado y quieto, y apoyó los pies en el suelo. En un nuevo intento por manejar la incómoda sensación, respiró profundamente, con la esperanza de que pasara pronto. Intentó encontrar estabilidad manteniendo ambas manos sobre el colchón, sujetando la tela entre sus dedos, con menos fuerza de la que creía que aplicaba, y volvió a respirar. El malestar, sin embargo, no pasaba. El frío comenzó a invadir cada centímetro de su piel, y recién ahí fue consciente del sudor que empapaba ya algunas partes de su cuerpo. El pijama que usaba apenas lograría devolver el calor que perdía.
Sabía que no tenía sentido perder la calma. ¿cuántas veces se ha sentido mal antes? demasiadas para recordarlas, eso era seguro. En teoría, ya debía estar acostumbrado. En la práctica, no obstante, era casi imposible que sucediera. El pobre consuelo que le quedaba -otra vez- era que, así como comenzó, debería terminar.
Empezó a sentirse extrañamente pesado y ligero al mismo tiempo, de manera intermitente. Mientras que deseaba tener algo de control desde la mente, su cuerpo involuntariamente intentaba sumar apoyo como creía mejor. Puso los codos sobre las rodillas y soportó el peso de su cabeza en sus manos, mientras sus intentos por respirar profundamente continuaban, cada vez más fallidos. Otra realización llegó como brisa a disipar por unos instantes su nubosa percepción del entorno. Despegó su cabeza de sus manos, volteó cuanto pudo, y sintió culpa: Seb dormía plácidamente en el otro lado de la cama, que por suerte era cómodamente amplia para ambos, por lo que -Cal creía- su sueño no había sido perturbado por la cantidad de giros y acomodos que él había tenido para intentar conciliar el sueño. Al menos, eso le reflejaba la respiración profunda y regular, y supuso que su expresión también, aunque estaba de espaldas. Aquí estaba él ahora, apenas pudiendo sentarse bien en la cama, mientras su pareja tenía un merecido descanso después de todo lo que se había vuelto a exigir física, mental y espiritualmente solo unos días atrás. Se sintió como un estorbo, por enésima vez.
“No escoges cuándo enfermarte” Sonaba en su cabeza, con la voz de su novio. Era lo que se aseguraba de decirle, verbalmente o con acciones, cada vez que sucedían estas cosas. Seb tenía un corazón de oro, después de todo, pero eso no cambiaba el hecho de que se convertía en una preocupación más para él, cuando Cal sabía que necesitaba estar libre de tensiones. Necesitaba tiempos de paz, por los dioses. ¿Era demasiado pedir una tregua a su salud caprichosamente mala por el bienestar de la persona que le entregaba tanto?.
Volvió a sostener su cabeza en sus manos, frustrado, mientras que su cuerpo continuaba enviándole señales de alerta. Alcanzó un punto en el que solo podía llenar la mitad de sus pulmones con aire, por mucho que intentaba recolectar más. Entre jadeos, su voz escapaba en gemidos cortos, más aguda, distante de su naturaleza suave, como tomando la decisión de pedir ayuda por cuenta propia a falta de su propia voluntad. Consciente de eso, y percibiendo lo que vendría -y rogando equivocarse porque era desagradable- reunió la fuerza que le quedaba y se puso de pie.
Aprovechó el impulso, y entre la pared y un mueble de apoyo para avanzar y sobrellevar el mareo, logró caminar los metros que le distanciaban del baño adyacente al dormitorio. Otra vez agradecía mentalmente -dentro de lo que su nivel de consciencia le permitía- a Seb por haber insistido en escoger esa casa. Siempre velando por su bienestar, ese hombre. El baño estaba tan cerca, a solo unos pasos de la cama. Al menos no era solo para pasar malestares o por comodidad individual. En otras oportunidades, servía como bambalina o camarín, perfecto para preparar sus sorpresas para regalar a ambos experiencias y momentos íntimos innovadores, o momentos de relajo y ternura en otras ocasiones, tomando un baño juntos y mimándose mutuamente. Como todos los espacios de la casa, no era la excepción y era ya albergue de varios recuerdos bellos. Ahora no era el caso, pero al menos, iba a servirle para no entorpecer el sueño de Seb, no tan pronto al menos, mientras durara el mal rato. Al menos ese era su terco deseo.
“Necesita un adorno pronto, se ve triste” alcanzó a pensar mientras abría la puerta blanca y sin ningún detalle colgando de la madera, a diferencia de las otras puertas del hogar. Tanteó en la pared el interruptor y prendió la luz, empujando la puerta tras él para impedir que el resplandor bañara el rostro de Seb, aunque al menos estaba de espaldas todavía. Por desgracia no se cerró del todo, quedando un pequeño espacio que dejaba a la luz fugarse, pero poco pudo preocuparse de eso, pues la fuerza con la que había logrado llegar abandonaba su cuerpo rápidamente. Se sujetó en el lavamanos cuando su mundo dio vueltas, una parte de él dando gracias porque este estaba bien firme y fijo en su lugar. Cerró sus párpados con fuerza y aguantó cuanto pudo.
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Pese a que Seb estaba acostumbrado a dejar su somnolencia pronto si algo le sacaba de su sueño, habían días en los que el cansancio acumulado era tal que su habilidad simplemente no aplicaba. Su entrenamiento le había ayudado a estar preparado para responder, sea donde sea, y en otros momentos así había sido, incluso con Cal, en casa. En esa noche, no obstante, y pese a que había sentido a Cal moverse insistentemente en la cama a espaldas de él, el cansancio lo arrastraba de vuelta al mundo onírico. Perdió la noción del tiempo, entre sueños y vagas percepciones del entorno, hasta que un sonido le atrajo de regreso a la realidad: Una tos constante.
“Hmmh.. ¿Cal?” Aletargado, se volteó, a la par que extendía su brazo sobre el espacio a su lado, donde debería estar el cuerpo de su pareja. Su mano se encontró con el colchón, a su vez que una luz débil atravesó sus párpados cerrados. La tos de fondo no se detenía, lo que sumado con los datos anteriores ya procesados, le hizo abrir los párpados y disipar la somnolencia. Al abrir los párpados vio que la luz provenía del baño, que estaba con la puerta junta. Captó rápidamente que la tos provenía del interior y liberó su cuerpo de las sábanas.
Por costumbre y por entrenamiento, sus reacciones eran cautelosas, no exageradas. Se incorporó de la cama y caminó a paso firme pero controlado en velocidad. Conociendo la situación en la que Cal podía estar, no le servía tener una sobre-reacción, pues aquello solo podría poner peor al otro. Omitió el golpe a la puerta e ingresó sin consultar, con la misma cautela y atención con la que se había acercado, evitando que la puerta hiciera mucho ruido. Vio a Cal, que se encontraba de rodillas, apenas inclinado sobre el inodoro y sujetado a este como podía, con el cuerpo temblando. Un poco de su cabello húmedo se pegaba en su nuca, el resto caía sobre su rostro, medio cubriéndolo, medio pegándose a él también. El color de piel no era su hermosa blancura natural, sino que era un pálido verdoso, enfermo, que pintaba cada centímetro visible. Seb acortó la distancia entre ellos, asegurándose de no dar pisadas fuertes, pero con el suficiente peso como para anunciar su presencia en caso de que Cal no le haya notado aún.
Se arrodilló a su lado y frotó su espalda con suavidad, deslizando la palma sobre la tela ya empapada por el sudor. Cal tosió un poco más y luego dejó escapar un quejido. Seb Sabía que no era momento de hablar, solo de acompañarle, e intentar brindarle apoyo. Esto último figurativa y literalmente hablando, ya que el mas bajo estaba a punto de soltarse. Se instaló mejor, dispuesto a acompañarle en lo que intuía que venía, y con cuidado y lentitud le tomó de las axilas y volvió a acomodarle bien sobre el inodoro, asegurándose de darle estabilidad con un brazo y seguir frotando su espalda con la mano libre. Cal por su parte intentaba respirar, pero más bien jadeaba, gemía y seguía temblando, sus brazos apenas ayudando a mantener distancia del hueco de la taza y sus párpados bien cerrados. Seb sentía y acompañaba el vaivén agitado de su pecho, atento a los sonidos y reacciones del menor, acercándose para despejar su rostro de aquellas hebras mojadas. Cuando las señales fueron evidentes, procedió a recoger el cabello oscuro de su novio, que fácilmente se quedó pegado donde lo acomodó, y se aseguró de sostenerle mientras él vomitaba una y luego otra vez. Siguió frotando su espalda, la preocupación reflejándose en su mirada cuando Cal volvió a evacuar por tercera vez tras unos segundos.
Cal escupió en un vano intento de dejar ir el mal sabor y la sensación desagradable, e intentó recuperar aire. Logró incorporarse y alzar la cabeza para respirar lejos del hueco, y una pequeña chispa de fuerza brotó en su cuerpo, lo que le permitió afirmarse mejor y mantenerse recto, aunque todavía no abría los ojos. Seb aprovechó eso para moverse y jalar la cadena rápidamente y alcanzar algo para limpiarle. Por fortuna las dos toallas de mano que usan estaban cerca, así que con la misma rapidez alcanzó ambas y pasó una -la más húmeda- por los labios de Cal, limpiando, y la otra seca por su frente y cuello. Aprovechó de ver mejor su rostro: tenía ojeras profundamente marcadas bajo esas largas pestañas, los labios sin atisbo de color sano, el ceño fruncido. Secó un poco mas la piel que pudo y aceptó que de la ropa sudada se encargaría dentro de poco. Dejó las toallas de lado y volvió a acariciar su espalda, y se dio cuenta de que seguía temblando, supuso que por el frío que debía sentir. Cal abrió los párpados y pestañeó pesadamente, solo para volver a cerrarlos, pero llevó su mano a una de las de Seb y le dio un apretón suave. Seb le correspondió el toque y pensó que era momento de levantarle de ahí y abrigarle más.
“Vamos a la cama” Le habló bajo, y debatió cómo llevarlo. Lo mejor sería ir despacio, sin movimientos bruscos o que empeoraran la sensación de mareo que sabía que el otro aún experimentaba. Lo más rápido sería cargarle, pero la posición no era la más cómoda para tomarlo. Decidió observar a Cal, él le haría saber qué necesitaba. Cal dio señales de querer levantarse por su cuenta, con la fuerza que había logrado reunir, así que Seb se sumó a ello, tomando uno de los brazos de su pareja y pasándolo tras sus hombros, y sujetando firmemente su costado. Le ayudó a ascender lentamente, atento a cualquier manifestación de malestar. Cal con su ayuda logró ponerse de pie, con la respiración aún complicada, y ambos comenzaron a avanzar muy lento, con Seb encaminando la dirección del mas bajo hacia la cama.
Casi lograron llegar al umbral de la puerta cuando Seb sintió cómo las piernas de Cal temblaban violentamente y este volvía a perder su fuerza. Su buen agarre y sus reflejos rápidos le ayudaron a evitar que Cal se fuera con brusquedad hacia abajo y tuviera un efecto de látigo por tenerle sujetado. Dobló las rodillas y bajó de nivel hasta que Cal dependía solo de su ayuda, sin aplicarle alguna exigencia a su cuerpo. Decidió que era mejor cargarle en la distancia que quedaba y aprovechó la postura en que Cal quedó para cambiar el agarre en su cuerpo, soltar su brazo que cruzaba por los hombros para poder pasar su propio brazo bajo las rodillas de él y así alzarle con suavidad. Hecho esto, Seb evitó moverse de inmediato y le observó nuevamente, atento a su estado. Cal tenía su rostro en dirección hacia el de Seb, pero mantenía sus párpados muy apretados, expresión tensa, y seguía luciendo ese color enfermo. Por lo pronto al menos no parecía necesitar evacuar, pero Seb pensó que era mejor tener todo listo, por si acaso.
Avanzó paso a paso evitando mecer mucho a su compañero indispuesto y le colocó en la cama, sentado hasta que terminó de acomodar todas las almohadas necesarias tras su espalda, luego terminó de recostar y abrigar. Cal llevó una mano temblorosa hacia arriba y sujetó su frente en lo que Seb volvía al baño a buscar lo necesario: una cubeta, un vaso plástico con agua y otra toalla. Eso lo dejó en el mueble al lado de la cama y luego fue al armario para sacar un conjunto de ropa limpia para ayudar a cambiarle. Dejó eso a los pies de la cama y se sentó a ver a su novio una vez más, mientras acariciaba su muslo sobre las sábanas. Vio cómo Cal a los minutos volvía a respirar con dificultad, echándose aire, e intentaba controlar lo que sentía, apretando sus labios. Desde luego, no fue suficiente. Seb volvió a reaccionar con precisión, tomando la cubeta y acercándola a Cal, quien se había sentado rápido y ladeado, volviendo a vomitar. La sostuvo para él hasta que ya no venía más. Observó a su novio suspirar, tomar por su cuenta el vaso con agua y enjuagar su boca, volver a botar en la cubeta y finalmente volver a recostarse. Algo le hizo saber que lo peor ya había pasado, por fin. Fue a vaciar la cubeta, la limpió rápido y la dejó cerca solo por si acaso, luego empapó la punta de la toalla que había llevado y volvió a limpiar con especial delicadeza los labios de Cal. Cal tenía los ojos mas abiertos por fin, y aunque lucía agotado, al menos no parecía que el mundo le diera tantas vueltas, no tan violentas, al menos. Ahora le miraba, por fin, con un toque de culpa y otro de gratitud.
“Lo siento...tu sueño...” logró por fin articular.
“No te preocupes” Seb le regaló una de sus bellas sonrisas y con el área seca de la toalla, luego de destaparle, comenzó a secar el resto de sudor que quedaba bajo su polera. “Iré a prepararte algo liviano. ¿Crees que puedes cambiarte?”
Cal asintió, por lo que Seb le acercó la ropa, que él tomó, junto con la toalla. Seb salió de la habitación y volvió a los minutos con una infusión. Al volver encontró a Cal recostado, con la ropa limpia y cubierto bajo las sábanas nuevamente. Le ofreció lo preparado y se recostó a su lado mientras él bebía, viendo cómo el color estaba regresado de a poco a sus labios y piel. Una vez que terminó y que dejó la taza en el mueble, se acercó a Seb, acurrucándose contra él. Seb le recibió y le mimó con pequeñas caricias.
“Gracias, de nuevo” Murmuró sonriendo, y se quedó dormido al poco rato, producto del agotamiento, el alivio y los cariños de Seb.
“Te dije que no te preocupes” Seb susurró y suspiró con alivio al ver a Cal en un mejor estado, y dedicándole una mirada llena de amor, cerró sus párpados y se permitió volver a descansar. Del resto se encargaría después, pero conociendo a Cal, si se sentía mejor seguro se escabulliría para ordenar todo primero.
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