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Autor desconocido
La depresión, en todos sus niveles de gravedad, siempre encuentra ese cruce de caminos entre el abatimiento, la infelicidad y muchas otras veces, con la culpa. Y ahí es donde estamos nosotros, en silencio y desesperados, remando en una gran laguna gris interior dentro de un exhausto cascarón exterior, donde ningún tipo de comprensión puede calmar ese nudo en la garganta que siempre nos deja al borde de las lágrimas. Buscamos la fuerza necesaria para llevar a cabo hasta las tareas más simples de nuestro día a día. Muchas pueden ser las causas: la frustración generada por aquellas metas que no pudimos alcanzar en el trabajo, en nuestros estudios y hasta en el amor. Y como si no fuera suficiente, todo el peso de nuestra culpa se metaboliza en forma de una enorme roca que poco a poco empieza a hundir nuestro bote, haciendo que sea cada vez más difícil poder llegar a la costa.
Incluso la depresión, siendo un sentimiento común en casi la totalidad de la humanidad, continúa siendo un tema casi prohibido entre nuestros yo interiores. Intentamos llevar nuestra dura existencia con normalidad, como si el pedir un abrazo y un poco de entendimiento fuera el peor de los pecados. Con una sociedad que aparentemente goza de un oasis de alegría, terminamos no solo luchando contra la pena, sino contra nuestro orgullo de pedir ayuda, ahogándonos aún más en un vaso de agua, empeorando como si en realidad no hubiera algo más normal y rutinario que el sentimiento de pesar.
La melancolía es aquel sentimiento que nos hace brotar lágrimas cuanto más apretamos el puño. Cuando las cosas se ponen más difíciles, es aquel sentimiento que nos ata al sufrimiento, producto de nuestra decepción, fruto de nuestros sentimientos sobre las experiencias que nos vemos obligados a atravesar como seres humanos. Nuevamente nos sentimos obligados a buscar empatía donde no la hay, donde la sociedad pretende que tenemos que mantenernos positivos ante cualquier adversidad. Sentirnos incomprendidos es nuestra primera reacción ante todas las cosas, creyendo injustificada tanta ira contra el mundo, producto de la falta de empatía que tiene nuestro entorno con nosotros. Pero es ah�� donde deberíamos sentirnos en paz, sentir que podemos amar y ser amados, pero nunca va a ser tan simple como eso.
Sentirnos tristes a veces funciona como una droga; uno poco a poco le va agarrando el gusto. Miramos con ojos incrédulos la posibilidad de que toda aquella gente decente y normal no pueda sentirse tan alienada e incomprendida como nosotros. ¿Acaso merezco cada uno de los golpes de la vida? ¿Acaso los tiempos duros son el resultado de tantos pasos en falso? ¿Acaso soy responsable de tanto dolor? Pero dentro, y muy en lo profundo de nuestro ser, el sentimiento de infelicidad es algo casi tan básico que costaría no encontrarle un sentido.
Queremos creer que, lamentablemente, nunca aprendemos de nuestros errores y que siempre es demasiado tarde para poder intentarlo de nuevo. Así perdemos meses y años, autoflagelándonos día a día con la fantasía: ¿qué hubiera pasado si...? en vez de tomar nuevamente las riendas de nuestra existencia dejando un poco de lado la imaginación y esa agridulce fantasía, en lugar de seguir engordando aquel sentimiento de ira y desesperación. Quizás deberíamos hacernos más tolerantes, amables, mejores personas para concentrarnos en lo que realmente importa. Es tan simple y tan difícil como eso. ¿Acaso no existen suficientes razones en nuestra vida para sentirnos felices? Es complicado porque siempre vamos a ser nosotros quienes debemos quitar la venda de la infelicidad.
Intentamos buscar culpables exteriores de aquellos sentimientos cuando somos nosotros los encargados de que ese río encuentre el mar. Nuestra vida siempre va a estar rodeada de malas decisiones. Muchas veces nos vamos a equivocar y vamos a ser testigos involuntarios del amor y del odio ajeno antes de que decidamos abandonar nuestro hogar y entregar la llave de la vida al siguiente inquilino. Junto con nuestro día a día, y a medida que vamos creciendo, vamos tomando conciencia del complejo entramado del vivir e ingenuamente creemos que somos incapaces de comprender algo tan complicado, cuando en realidad nadie puede.
Aunque constantemente seamos bombardeados por las malas noticias en un mundo sin lugar para los débiles, nos autoconsolamos interiormente con la promesa de que el mañana será mejor. Pero, lamentablemente, un día la gallina infinita de los huevos de amor simplemente muere. ¿Entonces acaso ese dolor es el producto de nuestro fracaso? Rechazamos cual tabú uno de los sentimientos más primitivos que tenemos como humanidad, avergonzados de ser seres sensibles como si el mundo no nos estuviera poniendo en constante prueba. Somos nosotros quienes debemos poner peso a nuestra existencia y entender que los sentimientos no son positivos o negativos, simplemente son.
¿Acaso estás dispuesto a llevar esa pesada mochila al resto de tu vida, o peor aún, terminar con ella cuando solo bastaba vaciarla de piedras? Somos prisioneros, captores y guardias de nuestro mismo exilio, y a su vez somos aquellos quienes portan la llave para salir caminando de esa prisión de tonos grisáceos. Tenemos terror a nuestros defectos como si fuéramos la mismísima representación de todo lo que está mal en el mundo, cuando son los mismos problemas que día a día combate tu vecino, tu amigo, el presidente y el hombre más rico de la tierra. Tan solo si por un segundo pudiéramos entrar en la cabeza de aquella persona que tanto anhelamos ser, te sorprendería saber que está pasando, pasó o pasará por lo mismo que nosotros.
Aquellas inquietudes existenciales son la respuesta de nuestra propia interpretación al dolor y a la tristeza. Sobre todas las cosas, nos sentiríamos mucho menos solos. Debe haber pocas confesiones más vergonzosas para nosotros mismos que admitir que estamos solos. Y es gracioso, como si rodearnos de personas nos convirtiera en individuos más o menos respetables. Pero contra nuestro terco yo, esto es una característica casi innegable de que somos personas sensibles y la soledad es su fruto. Ser incomprendidos nos vuelve solitarios, y el no poder saciar aquella necesidad de compartir nos vuelve aún más alienados.
Vivimos en una contradicción constante entre la honestidad y la aceptación. El ser nosotros mismos nos hace culpables de ser rechazados. Vivimos constantemente bombardeados con la disyuntiva de elegir entre ser aceptados o dejar abierta la posibilidad de poder hacer daño. No podemos culpar a otros por no querer aceptar quiénes somos y menos castigarnos por ello. Cargamos casi orgullosamente el estandarte de la soledad como si quisiéramos disfrutar solo nosotros de nuestro dolor. Y por más que nuestro entorno quiera ayudar, nos hacemos oídos sordos.
En realidad, quieres seguir nadando solo en el océano, sabiendo que tu barco ya se hundió. Y aunque sepas que la felicidad te está esperando en la orilla con los brazos abiertos, cuando te des cuenta de que ese orgullo que te impide pedir ayuda es el resultado de una sociedad que nos preparó psicológicamente para que los hombres sean fuertes, carguen los rieles de la vida y puedan, en su peor instancia, ir a la guerra y salir ilesos, vas a comprender que rechazar tus sensibilidades es un acto de traición a ti mismo.
Aunque constantemente vivamos con la idea platónica de encontrar a nuestra alma gemela que nos comprenda perfectamente, deberíamos entender que la vida nos enseña a todos de distinta manera y en diferentes momentos. Ciertamente nunca vamos a encontrar esas personas súper preparadas para entender nuestro dolor, pero sin duda alguna existen. Lo que sí te aseguro es que nunca vamos a poder sobrellevar ese dolor con la mentalidad egoísta de guardarnos todas nuestras penas para nosotros mismos. Es algo inevitable, pero sin darnos cuenta estamos siendo más crueles con nosotros mismos de lo que seríamos con nuestro peor enemigo.
Carecemos de un factor importantísimo en el camino hacia la felicidad: el perdón. Esa disculpa que no le negaríamos a nadie que, de rodillas y con lágrimas en los ojos, te gritara con el corazón abierto "estoy muriendo por dentro." Aunque la idea de dejar de sentir te susurre en cada esquina y la presencia de quienes nos quieran se sienta muy, pero muy lejos, te lo digo de corazón, como alguien que lo vivió: no dejes de sentir. Si tomas esa decisión ahora, en este momento tan lúgubre de tu existencia, puedes ver cómo todo se desvanecerá. Pero tienes que mirar un poco a largo plazo. El mañana realmente puede llevarse ese dolor, y todas esas cosas que no podíamos soportar se harán poco a poco soportables. Junto con una mentalidad meramente positiva, pasarán a la eternidad como tópicos casi tan insignificantes como lo fueron alguna vez cuando se nos cayó un dulce en nuestra niñez.
La cualidad más importante de nuestra miseria, y que muchos ignoran, es que nos hace poco a poco, día a día, un tanto más humanos.
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ADHD AWARENESS MONTH QUOTE 12 OF 12
Wednesday, October 25, 2023
Support is the number one thing when it comes to fighting a mental illness. And the ones who have walked in the same shoes as you are the very best support system. There is no stigma in this group. There is no judging. We aren’t here to judge. We are here to understand and to let you know you aren’t alone in whatever battle you are facing. And that is why we started this group called You Matter. –…
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I want to tell you that I like you, that I would have given you a chance. But you ended up looking for someone else. I'm glad that you like them, at least.
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Anyone else feel this?
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Life Lens - Entry 245
I don’t fake my lifestyle; I keep it real. I have my good days and my bad days, my broke days and my paid days, my up days and my down days. Life isn’t a constant highlight reel, and I’m not here to pretend it is. What matters most to me is that, no matter what kind of day I’m having, I keep fucking moving. I push through the challenges, embrace the highs, and learn from the lows. It’s all part…
#AuthenticLiving#GoodDaysBadDays#KeepItReal#KeepMovingForward#LifeStruggles#PersonalGrowth#RealTalk#Resilience#StayMotivated#TheLoulouge
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A Step Away
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#ResilienceStory#EmotionalJourney#OvercomingAdversity#InnerStrength#InspiringTales#HopeAndCourage#LifeStruggles#PersonalGrowth
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💔 Homeless but Not Hopeless💔
Today, I'm sharing one of the most personal and raw pieces of my journey. In Homeless but Not Hopeless, I open up about the challenges I faced living on the streets, but also the hope I held onto through it all. 🌧️💪
This story is a reminder that even in our darkest moments, there’s always a glimmer of light. If you’ve ever felt lost or struggled with life's hardships, I hope this post brings you comfort and strength.
🔗 Read the full post here:
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The Day My Mother Tried to Kill Me
I was 10 years old. It was a day brimming with life—the sun shining brightly, the kind of day that makes a child yearn to be outside, soaking in the warmth. My friends and I were on the sidewalk, waiting our turn to rollerblade. There were six, maybe seven of us, all laughing, taking turns. I was just another kid, eager for my moment on the wheels.
And then I saw her.
My mother appeared out of nowhere, a belt gripped tightly in her hand. Her eyes were dark with fury, and the sight of her froze me in place for a split second. Then I ran. Fear and shame twisted inside me, and I bolted. I didn’t want her to catch me—not in front of my friends, not like that. But it didn’t matter how fast I ran. The belt was already striking me before we even reached home. She didn’t care that my friends were watching, didn’t care about my tears. If anything, their presence seemed to fuel her anger, as if publicly humiliating me was part of the punishment.
When we got to the house, I frantically tried to take off my rollerblades, hands shaking with desperation. But she was right behind me, relentless. There was no escape. The belt came down harder, each strike burning like fire across my skin. It wasn’t just physical pain—it was deeper, a kind of pain that made me wonder why she hated me so much. I was just a child.
But that wasn’t the worst part.
The nightmare truly began when she knocked me to the floor. I hit the ground, face first, feeling the cold yellow tiles of my bedroom press against my skin. I can still feel those tiles. I would lie on them every night when I went to bed, and they would always remind me of that moment.
Then she climbed on top of me. I felt her weight crush my neck, her feet pressing down with an intent I couldn’t comprehend. Her words were like a death sentence: “I’m going to kill you.” Over and over again, she repeated it, mechanical, full of malice. It was as if I had left my body, watching the scene from above—me, small and fragile, lying helpless, and her, towering over me, intent on ending my life.
I remember the cold floor. Her weight. My breath slipping away. In that moment, I truly believed this was the end. I believed my mother was going to kill me. And worse, I believed I deserved it.
Years have passed, but the memory of that day never left me. The bruises faded, the physical pain dulled with time, but the emotional scars never healed. I spent years trying to understand why. Why she hated me so much. Why she felt the need to destroy me. For so long, I asked myself what I had done wrong. What was it about me that made her so angry? Was I really that bad?
It took me years to realize the truth: the problem wasn’t me. It was never me. My mother wasn’t my mother. She was someone deeply broken, consumed by her own wounds, her own rage, her own unresolved trauma. But understanding that didn’t make the pain disappear. It didn’t make the fear, the hurt, or the betrayal any easier to carry.
I still carry this trauma, like an open wound that refuses to heal. Some days, the bleeding stops. I can almost forget. But then something happens—a sound, a smell, a fleeting memory—and the wound tears open again. The pain of being treated as less than nothing, of being suffocated by the person who was supposed to protect me, echoes in the deepest part of me.
There’s no cure for this kind of pain. No amount of time or understanding can erase it. I’ve simply learned to live with it. I’ve learned to live with the knowledge that I deserved so much more than I got, and that none of it was my fault.
And yet, despite everything, the ghosts of that day still haunt me. They whisper whenever I witness family dynamics that remind me of the home where I grew up. They remind me of the love I was denied, the safety I never had.
But I found something else—a mother I never knew I had. Gaia, the Earth, took me in. She showed me what it means to be cared for, to be nurtured. Where my biological mother failed, Gaia stepped in, cradling me in her embrace. The role of a mother that I was denied in life, I found in her. She taught me that I am worthy of love, that I am not broken, that none of it was ever my fault.
That knowledge, that connection with the Earth, keeps me going. It holds me through the darkest nights, when the memories threaten to swallow me whole. Because I know that I am not alone. I am held by something greater—something that sees me, loves me, and will never, ever try to suffocate me.
For that, I am eternally grateful.
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Check out Vietnamese and Chinese versions: https://ngocnga.net/adulthood/?utm_source=tumblr&utm_medium=social&utm_campaign=quote 😢💔🧘 At this age, if something can still make you cry hard, it must be something so sad, painful, and exhausting that no amount of eating, drinking, or sleeping can fix. // Dào le zhè gè nián jì rú guǒ hái yǒu shén me néng ràng nǐ dà kū yī chǎng de, nà yī dìng shì chī duō shǎo hē duō shǎo shuì duō shǎo dōu jiě jué bù liǎo de hěn nán guò hěn xīn tòng hěn lèi de shì.
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Escape.
I’m sitting here in this dark room, just staring at the walls, feeling like the whole world’s on my shoulders. I didn’t think it would be like this—I used to dream about something better. I wanted to be happy, to have a real family, a place where people actually cared about me. But now, that feels like a stupid dream I barely remember. Every day is just the same, over and over. I wake up, hoping…
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TUKANG WARUNG SONGONG || KERUPUK TAHFIDZ EPISODE 1
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Fate
Fate is magical yet game changer because it change in a sneak of time, in a snap. It's like suddenly you are in another that you don't want to and cannot breath. Acceptance is the key to what Fate can bring us.
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Is this what we really wanted? . . . Dm for any credits/ queries . . .
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Overcoming Life Challenges: Strategies for Resilience and Growth
Discover effective strategies to tackle life's challenges with resilience and positivity. Learn how to navigate obstacles, overcome adversity, and grow stronger in the face of life's toughest moments.
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A Step Away
2017
I will spend my life trying to make it right, Fight for justice, bring truth to light. But today I stop—no more sacrifices, No more caring, no more bending to their vices. I give up. They don’t see, they don’t care, Even God helps those who help themselves.
If they want to live in shadows, let them, I will not be dragged down, Won’t share their pain, their sorrows— Self-inflicted wounds that never heal. I showed them a better way, But they remain arrogant, ignorant, fools.
I stand back, step away from them all, For I am not strong enough, Wise enough, smart enough To carry the weight of a world full of hypocrites. Let them suffer the consequences, Let them taste the wrath they’ve sown.
Accuse me, hate me, But this life is temporary after all, And I choose not to fall In the hollowed hearts of those Who refuse to rise.
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