#juguetes para niños
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Nuestros niños y niñas son el pilar del pueblo de México: Llaven Abarca
Entrega juguetes a más de 5 mil niños y niñas en colonias del oriente de Tuxtla Gutiérrez.
Entrega juguetes a más de 5 mil niños y niñas en colonias del oriente de Tuxtla Gutiérrez. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- En el marco del Día del Niño y de la Niña, el diputado federal Jorge Llaven Abarca acompañado de su esposa y presidenta del Voluntariado “Siempre al lado de la gente”, Lupita Gómez Casanova, visitó diversas colonias populares de Tuxtla Gutiérrez para convivir y entregar juguetes…
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#jorge llaven abarca#juguetes felices#juguetes para niña#juguetes para niños#PVEM#Suchiapa#Tuxtla Gutiérrez
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Needle felt Dunsparce by TheMindOfAmu on Etsy
Este adorable Bicho es un Pokémon y se llama Dunsparce. Mide aproximadamente 25 cm de altura y está hecho de lana mediante la técnica de fieltro con agujas.
(Se realiza bajo pedido). Todos nuestros artículos están hechos a mano con amor y cuidado y algunos pueden tardar más en hacerse que otros, por lo que el tiempo de procesamiento puede variar, pero normalmente tomará 1-2 semanas.
Cada Pokémon de fieltro puede parecer ligeramente diferente al de la imagen; debido a la naturaleza artesanal del producto. Los colores o el tamaño pueden variar ligeramente.
Mis productos son adecuado para la decoración de habitaciones, decoración de Pascua, detalles como regalo de aniversario, cumpleaños, decoración de escritorio. Regalo hecho a mano para cualquier ocasión. Un hermoso regalo para todos los que admiran las creaciones ecológicas hechas a mano. Por favor, no dude en ponerse en contacto conmigo si tiene alguna pregunta.
⚠️Las esculturas de lana deben ser tratadas con delicadeza y se recomienda solo para fines de exhibición. (No es un juguete para niños ni para mascotas). No tire de las extremidades ni de la lana suelta.⚠️
NOTA: Todos los derechos están reservados a Nintendo y The Pokémon Company. Dunsparce no es mi personaje y no pretendo poseerlo ni ningún otro Pokémon.
Si buscas cualquier otro pedido personalizado no dudes en ponerte en contacto conmigo, sabré como ayudarte.
Puedes seguirme en mis redes sociales: Twitch: BecaGlez (Aquí me verás en vivo realizando las figuras) Instagram: Amumeow
#Este adorable Bicho es un Pokémon y se llama Dunsparce. Mide aproximadamente 25 cm de altura y está hecho de lana mediante la técnica de fie#(Se realiza bajo pedido). Todos nuestros artículos están hechos a mano con amor y cuidado y algunos pueden tardar más en hacerse que otros#por lo que el tiempo de procesamiento puede variar#pero normalmente tomará 1-2 semanas.#Cada Pokémon de fieltro puede parecer ligeramente diferente al de la imagen; debido a la naturaleza artesanal del producto. Los colores o e#Mis productos son adecuado para la decoración de habitaciones#decoración de Pascua#detalles como regalo de aniversario#cumpleaños#decoración de escritorio. Regalo hecho a mano para cualquier ocasión. Un hermoso regalo para todos los que admiran las creaciones ecológica#Por favor#no dude en ponerse en contacto conmigo si tiene alguna pregunta.#⚠️Las esculturas de lana deben ser tratadas con delicadeza y se recomienda solo para fines de exhibición. (No es un juguete para niños ni p#NOTA: Todos los derechos están reservados a Nintendo y The Pokémon Company. Dunsparce no es mi personaje y no pretendo poseerlo ni ningún o#Si buscas cualquier otro pedido personalizado no dudes en ponerte en contacto conmigo#sabré como ayudarte.#Puedes seguirme en mis redes sociales:#Twitch: BecaGlez (Aquí me verás en vivo realizando las figuras)#Instagram: Amumeow#handmade#pokemon#pokemonart#pokemonwork#needlework#needlefelting#needleart#handwork#needlefelt
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#🎄La Guagua turística de#LasPalmasdeGranCanaria se implica con los más desfavorecidos. Hoy#en la Avenida Mesa y López hasta las 19.00 horas#podrás acercarte para aportar un juguete nuevo o una donación a cambio de una invitación para recorrer la ciudad en la popular#guaguaroja.#👏Lo recaudado se entregará a la asociación Niños con Cáncer Pequeño Valiente y a la Casa De Galicia#📌Próximas fechas:#📍Martes#19#en la trasera del Teatro Pérez Galdós#📆Jueves#21 en el Centro Comercial Mogan Mall#📍Martes 26 en la Avenida de Mesa y López#📆Miércoles 27 y viernes 29#en el Centro Comercial Los Alisios
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Shy Girl. Capítulo 29: I Can See You
¡Hola! voy a publicar el capítulo de mi fanfic sin censura. Tuve que censurarlo por las nuevas políticas de Wattpad. Espero que les guste <3
ミ★ '𝘊𝘢𝘶𝘴𝘦 𝘐 𝘤𝘢𝘯 𝘴𝘦𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘸𝘢𝘪𝘵𝘪𝘯' 𝘥𝘰𝘸𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘩𝘢𝘭𝘭 𝘧𝘳𝘰𝘮 𝘮𝘦
𝘈𝘯𝘥 𝘐 𝘤𝘰𝘶𝘭𝘥 𝘴𝘦𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘶𝘱 𝘢𝘨𝘢𝘪𝘯𝘴𝘵 𝘵𝘩𝘦 𝘸𝘢𝘭𝘭 𝘸𝘪𝘵𝘩 𝘮𝘦★彡
—Reg... —susurró Reese para comprobar si su novia seguía despierta.
Luego de fallida fiesta en casa de Carly, Hal los había enviado a dormir. Una hora más tarde, Reese se encontraba recostado en su cama con la cabeza de su novia en su pecho mientras Malcolm y Dewey dormían en la cama de dos plazas junto a ellos.
Al oírlo llamarla, Regina movió la cabeza del pecho de Reese para colocarla en la almohada, lo que le permitió conectar sus ojos con los suyos.
—¿Qué pasa? —susurró Regina con algo de cansancio.
—Estaba pensando en lo que dijiste... —dijo Reese misteriosamente.
—¿Qué dije? —murmuró Regina, cerrando los ojos con demasiado sueño como para recordar cualquier cosa.
—Que también quieres que lleguemos hasta el final —le recordó Reese con una sonrisa, llevando su mano a su mejilla para acariciarla.
—¿Qué hay con eso? —preguntó Regina sonriendo con los ojos cerrados al sentir la caricia de Reese.
—Bueno... estamos en una cama... —insinuó Reese. Sorprendida, Regina volvió a abrir los ojos para encontrarse con la sonrisa traviesa de su novio.
—No vamos a hacer eso ahora —susurró escandalizada. Al instante, Reese quitó la mano de su mejilla y la miró como si le hubiera mentido.
—Dijiste que no me detendrías si lo intentaba —respondió Reese en otro susurro.
—Pero en la situación adecuada, no en la habitación con tus hermanos en la cama de al lado —replicó Regina mirándolo como si estuviera loco. —Duérmete —susurró volviendo a cerrar los ojos.
—¿Cuándo es la situación adecuada? —preguntó Reese con impaciencia, ignorando su pedido.
—No lo sé... —murmuró Regina abriendo los ojos con un pequeño bostezo. —Mañana mis padres no estarán en casa...
—Tus padres nunca están en casa en la tarde —respondió Reese sin ver la novedad.
—Sí, pero siempre tengo que cuidar a Alec. Mañana tiene práctica de futbol, así que... —dijo Regina esperando que él complete la frase.
—Tendremos la casa solo para nosotros —comprendió Reese con una sonrisa de emoción. —Pero, ¿Tenemos que esperar hasta mañana? —preguntó Reese con tono de queja. —No voy a poder dormir pensando en eso —agregó mirándola con cara de perrito mojado. Luego de un momento en el analizó la expresión de su rostro, Regina suspiró.
—Ten —murmuró Regina finalmente, tomando una de sus manos y pasándola por debajo de la remera que Reese le había prestado para dormir para colocarla sobre uno de sus pechos. Al tocarlo, el rostro de Reese se iluminó. —Diviértete con eso —dijo volviendo a cerrar los ojos con la intención de continuar durmiendo.
Sonriendo como un niño con un nuevo juguete, Reese acomodó la palma de su mano de modo que cubriera el pecho izquierdo de Regina por completo. Al inicio se conformó con mantenerla allí, observándola tratar de dormir. Luego, comenzó a acariciarlo con el pulgar en círculos, sonriendo aún más al verla amagar una sonrisa sin dientes varias veces por la sensación que le provocaba. Eventualmente, decidió que era momento de estrujar suavemente su pecho. Fascinado por la sensación, Reese rio tontamente y repitió la acción riendo luego de cada pequeño apretón.
Sin poder dormir al oír su risa, Regina abrió los ojos y lo observó reír con una sonrisa de diversión. —¿Qué es tan gracioso? —preguntó.
—Es muy suave, es divertido tocarlo —explicó Reese en un susurro, riendo tontamente sin dejar de masajear su pecho, lo que la hizo reír también.
—Lo sé —respondió Regina susurrando entre risas. —A veces lo hago también—admitió.
—No te preocupes, yo lo haré por ti —susurró Reese guiñándole un ojo con una media sonrisa, por lo que Regina tuvo que taparse la boca para no despertar a Malcolm y Dewey con su risa. —¿Puedo? —preguntó posando su mano libre en el borde de su remera mientras continuaba masajeando su pecho con la otra.
���Sí —accedió Regina, permitiendo que Reese pase su mano por debajo de su camiseta. Sin quitar una mano de su pecho izquierdo, emprendió un camino lento con la otra deslizando sus dedos desde su muslo hacia su seno derecho. Regina se estremeció al sentir las caricias de Reese subiendo lentamente. —Reese... —murmuró. Tal vez no había sido tan buena idea dejar que Reese juegue con sus pechos si quería dormir.
—¿Si? —preguntó Reese con una sonrisa burlona al verla estremecerse al tacto, deteniendo su mano en su abdomen para dibujar círculos con su dedo índice a la vez que hacía lo mismo con su otra mano en su pecho.
—Deja eso para mañana —susurro Regina con una sonrisa de disculpa, colocando su mano sobre la de él para detener las caricias en su abdomen.
—Está bien, si es lo que quieres me detendré —respondió Reese riendo, dejando su mano reposar sobre su abdomen. —¿Pero puedo seguir haciendo esto? —preguntó apretando suavemente su pecho con la otra mano, volviendo a reír tontamente al hacerlo. Contagiada por su risa, Regina trató de responder que sí podía si la dejaba dormir, pero ambos se quedaron helados al oír una voz en medio de la penumbra.
—¿Quieren dejar de reírse? —escucharon a Malcolm quejarse en un susurro para no despertar a Dewey. Rápidamente Reese quitó ambas manos de debajo de su remera y se giró con cara de pánico hacia su hermano apoyándose sobre su codo, mientras Regina se escondía detrás de su espalda entre las sábanas sintiendo sus mejillas arder. —Son las... —continuó quejándose Malcolm, sentándose contra el respaldo de su cama y echándole un vistazo al reloj. —...dos de la madrugada, duerman y dejen dormir.
—¿Qué escuchaste? —preguntó Reese alarmado, ignorando todas las quejas de Malcolm.
—Solo me despertaron con sus risas, no oí más n... —explicó exasperado, pero se interrumpió abruptamente al percatarse de la expresión de preocupación de su hermano y la timidez repentina de Regina. —¿Por qué? —preguntó Malcolm con los ojos muy abiertos.
—Por nada —respondieron rápidamente Reese y Regina.
—Voy a dormir, estoy muy cansado... —agregó Reese, levantando un poco la espalda para volver a acomodarse junto a Regina bajo la mirada perpleja de Malcolm. —Buenas noches —concluyó la conversación dándole la espalda a su hermano y pasando sus manos por la cintura de Regina para dormir por fin.
Aún sorprendido, Malcolm volvió a recostarse mirando hacia el techo. Retorciendo las sábanas entre sus puños, no podía dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir. —Ellos no estaban... —trató de hablar con el lector para eliminar la extraña presión que sentía en el pecho. —No creo que ellos... —murmuró, pero volvió a dejar la frase en el aire. —¿Saben qué? No me importa —dijo finalmente en un intento por quitarle importancia, volviendo a recostarse de lado para dormir.
•••
—No te limpies las manos en tu remera —reprendió Regina a Reese durante el desayuno, levantándose de su asiento para mojar una servilleta y limpiar la mancha de jarabe de su camiseta. Apenas se dio la vuelta, Reese volvió a hacerlo observando de reojo que no lo notara.
—Hazle caso a Regina, hijo —dijo Hal, mientras Regina se paraba junto a Malcolm, que buscaba jugo en la heladera, para mojar la servilleta en la pileta de la cocina. —Siempre tienes que usar una servilleta —dijo asintiendo con la cabeza mientras se limpiaba los dedos en la servilleta que llevaba colgada en el cuello de su camisa para no mancharse.
Girando nuevamente con la servilleta mojada, Regina observó asqueada como Malcolm bebía jugo del pico de la botella para luego pasárselo a Reese, que prácticamente eructó sobre la botella antes de pasársela a Dewey.
—¿Puedo usar un vaso? —preguntó Dewey igual de asqueado que Regina, sin aceptar el jugo.
—No, nada que requiera lavarse —respondió Hal con seriedad.
Entre tanto, Regina volvió a sentarse entre Reese y Dewey para poder frotar la servilleta humedecida sobre la mancha de jarabe en la remera de Reese. Al ver que había una mancha que no estaba antes de que se levantara, Regina lo miró con fastidio, pero él fingió no notarlo.
—¿Quieres jugo, linda? —preguntó Reese ofreciéndole la botella de jugo.
—Mmm... no, gracias —respondió Regina arrugando la nariz con asco mientras continuaba limpiando su camiseta.
—¿Por qué te da asco? Compartimos saliva todo el tiempo —la cuestionó Reese, insistiendo en entregarle la botella de jugo.
—Pero no comparte saliva conmigo —replicó Malcolm, sentado frente a ellos.
—Le eructaste al pico de la botella —replicó Regina a la vez, dejando la servilleta a un lado al ver que la mancha ya no estaba. Al levantar la vista se percató de que Reese se acercaba a ella peligrosamente con una sonrisa de picardía. —¡Que ni se te ocurra! —exclamó asqueada, posando una mano en su mejilla para alejarlo de su rostro. Estaba segura de que pretendía eructar cerca de ella.
—Basta, niños —los reprendió Hal, quitándose la servilleta del cuello de la camisa para limpiarse las manos. —Limpiemos la mesa —propuso tirando la servilleta sobre la mesa con todos los platos descartables.
Al instante, Dewey y Reese se levantaron para buscar una bolsa de basura de un cajón de la cocina, mientras que Hal y Malcolm comenzaron a juntar los platos descartables. Sin conocer la nueva dinámica, Regina se levantó de su asiento para facilitarles el paso, viendo como Reese y Dewey sostenían la bolsa abierta para que Malcolm y Hal pudieran tirar allí todo lo que usaron. Cuando terminaron, Regina se acercó a los chicos para quitar todas las migas de la mesa, limpiándola realmente.
—Ah, hablé con su madre anoche —comentó Hal abriendo la heladera mientras ellos terminaban de limpiar la mesa. — A todos los extraña mucho y volverá pronto —dijo con una sonrisa. Al oírlo, sus tres hijos voltearon a verlo con expresiones de pánico, por lo que Regina contuvo una carcajada.
—¿Cuándo? —preguntó Reese alarmado.
—Unas semanas —aclaró Hal, por lo que sus hijos suspiraron aliviados mientras Regina se reía de ellos. Sonriendo más relajado, Reese tomó la mano de Regina con la intensión de caminar juntos a la escuela. —¡Ah, Reese! —exclamó Hal, haciendo que se detengan para voltear a verlo con Malcolm junto a ellos. —Quiere que limpies las hojas del techo de la cochera cuando regreses de la escuela.
—¡¿Qué?! —exclamó Reese abriendo mucho los ojos, a la vez que Regina juntaba las cejas y tiraba la cabeza levemente hacia atrás. —¡Pero hoy es el único día que los padres de Reg no están en casa al mismo tiempo que Alec! —replicó Reese. Sintiendo que sus mejillas enrojecer por la vergüenza, Regina apretó su mano levemente para llamar su atención. Al conseguir conectar sus ojos con los suyos, le lanzó una mirada de pánico para que notara lo que acababa de decir. —N-no podremos hacer la tarea —agregó Reese girándose nuevamente hacia su padre en un intento por arreglarlo, pero hasta Dewey lo miraba con incredulidad.
—Reese, tu madre... —comenzó a sermonearlo Hal, haciendo la vista gorda ante lo evidente, pero fue interrumpido por las quejas de Reese.
—¡Esto no es justo! —gritó Reese. —¡Mamá no puede controlarnos si ni siquiera está aquí!
—Nadie está siendo "controlado" por tu madre —dijo Hal levantando las manos como si lo que acabara de oír fuera una ridiculez. —Por ejemplo, yo invité a un viejo amigo esta noche y aunque no le diremos nada a su madre, ¡No significa que nos controle! —aclaró Hal riendo nerviosamente. —Repito, su madre jamás debe saber esto y eso te incluye, Reg —dijo Hal con tono de advertencia. —Y a ustedes les caerá muy bien Larry, éramos inseparables en la preparatoria. Pero en serio, su madre no debe averiguar que estuvo en la casa —repitió con más enojo.
Sin responder, Reese abandonó la cocina con fastidio tirando de la mano de Regina a su paso. Aún desconcertada y avergonzada porque Reese prácticamente había gritado frente a la mitad de su familia que pretendían intimar esa tarde, ella dejó que la arrastre con él sin protestar con Malcolm a unos pasos por detrás.
Los tres salieron de la casa y caminaron en silencio por lo menos tres cuadras. Reese estaba demasiado irritado como para hablar. Había fantaseado con mantener relaciones sexuales con Regina desde antes de que iniciaran su noviazgo y su madre se las arreglaba para arruinarlo aún a la distancia. Caminando de la mano con él, Regina mantenía la vista fija en el piso mientras se carcomía internamente por la vergüenza que sentía. En cambio, Malcolm los observaba con diversión.
—Reg, pareces un tomate —se burló Malcolm, ganándose una mala mirada de la pareja.
—Cállate, Malcolm —dijeron ambos entre dientes.
•••
—Hola, tomatito —se burló Madison al ver a Regina entrar en la clase de Literatura junto a Reese con las mejillas coloradas.
—Cierra el pico, North —dijo Reese caminando hacia ella con enojo. Sabía que Regina empeoraría si seguían mencionándolo, solo quería que estuviera bien e iba a pelear con cualquiera que se lo impidiera. Pero Regina lo tomó de la muñeca para detenerlo.
—Está bien, amor, es un chiste —sonriendo levemente para que no le diera tanta importancia.
—Sí, Puercoespín, no saques las púas —se burló Madison para hacerlo enojar más, por lo que Regina le lanzó una mirada de fastidio.
—No ayudas, Maddie —se quejó Regina, empujando a Reese hacia el fondo del aula para que se siente en su lugar, muy alejado de Madison. —Volveré contigo en un momento —dijo besando su mejilla al llegar junto a sus asientos. —¿Si?
—Está bien... —respondió Reese a regañadientes, sentándose en su banco escolar. Seguía de muy mal humor luego del pedido de su madre, así que simplemente se quedó mirando hacia la ventana con el ceño fruncido mientras su novia se alejaba de él.
—¿Qué le pasa al Puercoespín? —preguntó Madison cuando Regina se sentó provisoriamente en el asiento detrás de ella. —No discutíamos desde esa vez que te tiró del cabello.
—Está enojado porque no podremos vernos en la tarde, su mamá le pidió que limpie el techo de la cochera —explicó Regina haciendo una mueca.
—¿Eso es todo? —preguntó Madison, inconforme con la respuesta. —Ayúdalo a limpiar, problema resuelto.
—Es que íbamos a ir a casa... —trató de que entendiera sin dar muchos detalles, pero Madison seguía mirándola como si ella y Reese hicieran un drama por nada.
—¿Y? Cambien el plan —respondió Madison como si fuera obvio.
—No estás entendiendo —dijo Regina negando con la cabeza suavemente antes de inclinarse hacia ella. Intrigada, Madison imitó la acción. —Mis padres y Alec no estarán en casa esta tarde, así que queríamos... —explicó bajando el tono de voz, pero dejó la frase en el aire asumiendo que su amiga entendería.
Al ver que el rubor volvía a aparecer en las mejillas de Regina, Madison la miró boquiabierta, acababa de comprender la situación. —¡Ah! ¡Hubieras empezado por ahí! —exclamó Maddie, riendo por lo mucho que le costaba a Regina hablar de eso. —O sea que les arruinaron el primer se...—comenzó a decir en un tono demasiado alto a criterio de Regina, por lo que la interrumpió rápidamente.
—¡Shhhh! —exclamó Regina moviendo sus manos delante de ella para que guardara silencio. Madison volvió a reír. —No quiero que todo el mundo se entere —susurró escandalizada, haciéndola reír aún más.
—¿De qué? —preguntó Carly, sentándose en su lugar habitual al entrar al aula, justo al lado del asiento que ocupaba Regina en ese momento.
—Luego te cuento —respondió Regina sin querer hacer tanto escándalo al respecto allí, pero ya era tarde.
—Reg y el Puercoespín quieren hacer ñiqui ñiqui —respondió Madison a la vez bajando el tono de voz para no se molestara, pero aún así recibió una mala mirada de Regina. —¿Qué?
—¿Tienes que decirlo así? —murmuró Regina jugando con el anillo de su mano sintiendo cada vez más calor en sus mejillas. Entre tanto, Carly soltó un suspiro de sorpresa y cubrió su boca para evitar gritar de emoción.
—¡Yo lo predije! —exclamó alegremente Carly, por lo que Regina y Madison la observaron confundidas. —Cuando Reese trataba de llamar tu atención tirando de tu cabello el año pasado. ¡Yo lo dije! ¡Sabía que cuando fueran novios no te quejarías cuando tirara de tu cabello!
—¿De qué estás hablando? Nadie dijo nada de eso —replicó Regina extrañada. —Ni siquiera lo hicimos aún, mucho menos tiró de mi cabello —agregó bajando el tono de voz nuevamente.
—Aún no, pero cuando lo haga, te gustará —respondió Carly guiñándole un ojo.
—Pero si tú no lo has hecho, no lo sabes —respondió Regina dejando salir una pequeña sonrisa.
—Pero yo sí y sí, te gustará —dijo Madison riendo al final.
—¿Anthony te...? No, espera, no quiero saberlo —dijo Regina arrugando la nariz y negando levemente con la cabeza, haciendo reír a sus amigas.
•••
—Pimpón es un muñeco muy ¡Au! —gritó Dewey cuando otra piedra cayó sobre su pie. Mientras era obligado a cantar y bailar vergonzosamente, Reese le lanzaba piedras a su hermanito con una resortera gracias a la falta de supervisión paterna. —... muy guapo y de cartón ¡Au! —continuó cantando, pero otra piedra impactó contra sus pies. —...se lava la ¡Au! ...la carita con ¡Au! ...con agua y con... —esta vez fue interrumpido por el sonido del teléfono sonando.
—Te toca —dijo Reese para que respondiera mientras él colocaba una piedra sobre la resortera.
—¿Hola? —dijo Dewey al responder el teléfono, pero su expresión se tornó preocupada al levantar la vista. Frente a él, Reese apuntaba con la resortera directo en su cara.
—¡Hola, Dewey! —dijo alegremente Regina del otro lado del teléfono. —Podrías decirle a Re...
—¡Mamá! —gritó Dewey, interrumpiendo a Regina. Al instante, Reese escondió la resortera detrás de su espalda, asustado como si su madre pudiera percibir a distancia lo que le hacía a su hermano.
—¿Me acabas de llamar "mamá"? —preguntó Regina confundida en el teléfono.
—Estamos bien. —dijo Dewey, fingiendo hablar con su madre ante la mirada preocupada de Reese.
—¿Qué? —preguntó Regina cada vez más confundida.
—Sí, le preguntaré —continuó fingiendo Dewey —Mamá quiere saber si ya barriste la cochera —preguntó a Reese.
—¡¿Me canceló por eso y no lo está haciendo?! —exclamó Regina indignada.
—¡Ya voy! —escuchó gritar a Reese del otro lado del teléfono mientras Dewey sonreía complacido, acababa de encontrar la forma de defenderse de su hermano mayor.
—¿Quieres decirme qué ocurre? —preguntó Regina a Dewey asumiendo que su novio había corrido a limpiar las hojas del techo de la cochera.
—Mamá no está y papá trabaja. La casa es una anarquía y soy el eslabón más débil, tengo que defenderme —respondió Dewey, observando a Reese salir corriendo de la casa para ir a la cochera.
—Entiendo... —dijo Regina con un pequeño suspiro. —¿Qué te hizo Reese?
—Me lanzó piedras con una resortera —explicó Dewey entre dientes.
—¡¿Qué?! —exclamó Regina entre sorprendida y enojada. —Lo voy a matar —murmuró para sí misma. Al oírla, Dewey abrió mucho los ojos asustado.
—¡No le digas nada! —dijo Dewey desesperado.
—¿No quieres que le diga que no te haga daño? —preguntó Regina sorprendida, eso no se lo esperaba.
—Si le dices sabrá que tú llamaste y perderé la única forma que tengo de defenderme. Por favor no le digas —insistió Dewey con tono de súplica. Regina lo pensó por un momento, pero finalmente cedió.
—Está bien, no te mencionaré. Dile que llamé luego de tu mamá y que iré en dos horas —pidió Regina
—¡Gracias, Reg! —dijo Dewey alegremente antes de colgar.
•••
—No olvides limpiar las hojas de mi techo sin importar los planes que tengas con tu novia porque soy una vieja mala —se quejaba Reese dos horas más tarde sentado en su cama, imitando a su madre con enojo mientras Regina limpiaba la herida de su codo conteniendo una pequeña risa. Acostado en su propia cama, Dewey observaba a Reese con una sonrisa regodeándose de su sufrimiento discretamente. —¿Qué importa si está mojado y resbaloso? El techo tiene que estar limpio porque soy mala...
—Reese, te resbalaste por pelear con un gato —dijo Regina sin poder evitar reír, ganándose una muy mala mirada de su novio.
—¿Te burlas de mí? —preguntó Reese alzando una ceja con una media sonrisa.
—¿Yo? ¡Jamás! —exclamó Regina fingiendo inocencia justo en el momento en el que oyeron el sonido del teléfono proveniente de la cocina. —Solo te estoy cuidando... —agregó levantando el codo de Reese y dejando un besito suave sobre la curita que le acababa de poner, para luego dedicarle una sonrisa de inocencia.
—¡Yo contesto! —gritó Dewey antes de salir corriendo hacia la cocina, entrecerrando la puerta a su paso. Apenas cruzó la puerta, Reese inclinó levemente su cuello para comprobar que Dewey no estuviera cerca. Luego de comprobarlo, tomó una de las piernas de Regina para atraerla más hacia él y la colocó sobre su regazo mientras que la otra se mantenía detrás de su espalda, por lo que sus piernas rodeaban la cadera de Reese.
—No... yo sí creo que te burlas de mí —dijo Reese con tono divertido, deslizando su mano derecha por la pierna de Regina que mantenía en su regazo desde la rodilla hasta el muslo.
—Mmm... no sé qué te hace pensar eso... —respondió Regina juguetonamente, pasando sus brazos alrededor de su cuello y cruzando sus piernas alrededor de su cadera. —Simplemente mencioné que el gatito parecía el chico malo entre los dos —agregó manteniendo su tono inocente, pero con una sonrisa burlona en su rostro.
—Ah, ¿Eso crees? —preguntó Reese con una sonrisa traviesa, lo había tomado como un desafío. —Veremos si sigues pensando que el gato es más malo que yo luego de que haga esto —en un instante, Reese hundió su rostro en el cuello de Regina para comenzar un camino de besos hasta su clavícula mientras continuaba acariciando el muslo de su pierna derecha. Sabía que sentía muchas cosquillas en esa zona y había conseguido el efecto deseado. Sin poder evitarlo, ella rio a carcajadas al sentir los labios de Reese recorrer su cuello.
En un intento por evitar que continúe torturándola, Regina posó las manos sobre sus hombros y trató de alejarse de él tirando la espalda hacia atrás, pero no fue suficiente. Debido a la fuerza que Reese aplicó para mantener los labios en su cuello, Regina cayó de espaldas en la cama riendo cada vez más fuerte con su novio sobre ella dejando suaves besitos en su cuello y dibujando círculos en su muslo izquierdo.
Lentamente, Reese comenzó a llevar sus besos desde su cuello a su mandíbula, luego de su mandíbula a su mejilla y, finalmente, unió sus labios en un beso desesperado. Sin dudarlo, Regina correspondió el beso acercándolo más a ella por el cuello. En medio del beso, Reese deslizó su mano por su pierna hacia el borde de su blusa. Aún sobre la tela, Reese acarició su abdomen como pidiendo permiso en silencio para meter una mano debajo de su blusa, lo que la hizo volver a la realidad. Rápidamente, separó sus labios y colocó una mano sobre la de Reese, evitando que continuara su camino hacia sus senos.
—¡Espera, espera! —dijo Regina bajando el tono de voz a pesar de que no había nadie en la habitación. Sin comprender por qué lo detenía, Reese alejó un poco su rostro del de Regina esperando su explicación. —Dewey volverá en cualquier momento...
—¿Quieres que vayamos al armario? —preguntó Reese en broma, sonriendo burlonamente. Riendo, Regina le dio una pequeña palmadita en el hombro, lo que también lo hizo reír. Justo cuando Dewey entraba en la habitación, Reese se levantaba de encima de Regina para sentarse y le ofrecía una mano para que hiciera lo mismo.
—Sí, mamá, aquí está Reese —dijo Dewey parándose en la puerta de la habitación con el teléfono en la oreja. Al oírlo mencionar a su madre, Reese volteó a verlo preocupado y se levantó de la cama apenas Regina estuvo sentada. —Sí, se lo diré. ¿De verdad tiene que desvelarse toda la noche? ¿No puede reparar mi bici mañana? —preguntó Dewey al teléfono. Comprendiendo lo que hacía, Regina miró al niño con el ceño fruncido. —Bueno, tienes razón. El sábado en la mañana es el mejor día para salir —respondió al teléfono. Derrotado, Reese suspiró con fastidio antes de volver a girarse hacia Regina.
—Lo siento, amor, tengo que reparar la bici de Dewey —murmuró Reese, haciendo una mueca de fastidio.
—No es nada, entiendo —respondió Regina apretando los labios en una sonrisa sin dientes. —Voy a volver a casa, mis padres ya deben haber llegado —agregó, levantándose de la cama de su novio.
—Te acompaño —dijo Reese rápidamente. — Y prometo que iré a verte mañana por la tarde —agregó antes de colocar las manos en sus mejillas para volver a besar sus labios.
—Te estaré esperando entonces —respondió Regina con una sonrisa, dejando un último beso rápido en sus labios antes de separarse definitivamente.
Luego de mirarla embobado por unos segundos, Reese entrelazó sus manos para guiarla hacia la puerta con él. Antes de cruzar la puerta, Regina soltó su mano para darle a Dewey un abrazo de despedida mientras él la esperaba en el pasillo.
—Adiós, Dewey —dijo Regina, inclinándose para abrazar al niño que pasó sus brazos por detrás de su espalda en respuesta. —No dije nada porque lo merece por la resortera, pero no te pases con él —le advirtió en un susurro antes de soltarlo.
•••
—Gracias por acompañarme —dijo Regina con una sonrisa cuando estuvieron en la puerta de su casa, jugando con la mano de Reese.
—No iba a dejar que volvieras sola de noche —respondió Reese levantando sus manos unidas para dejar un besito en sus nudillos. Regina rió por el gesto y dejó un beso en su mejilla antes de soltar su mano para introducir la llave en la puerta. —Y mañana... —agregó Reese, posando una mano sobre la suya para evitar que girara la llave. —...podríamos terminar lo que empezamos —concluyó con picardía, por lo que Regina giró nuevamente hacia él sin soltar la llave.
—Claro, será muy divertido que mi mamá entre de golpe —respondió Regina irónicamente, sacándole una carcajada. —Creo que tendrá que ser el próximo viernes, cuando Alec vuelva a tener práctica de fútbol —dijo con una sonrisa de disculpa.
—¿El viernes? —dijo Reese como un quejido, quitando la mano para que pudiera hacer girar la llave. —¿No podemos encerrar a Alec en su cuarto el lunes hasta que lleguen tus padres? —preguntó tirando la cabeza hacia atrás. Regina rió creyendo que estaba bromeando, pero Reese hablaba muy en serio.
—No creo que se deje encerrar —respondió Regina riendo mientras giraba la llave por fin. —Aunque tal vez si tú lo convences... —dijo pensándolo mejor, sin llegar a abrir la puerta. Al oírla, a Reese se le iluminó el rostro.
—Cierto, soy su héroe. Me hará caso —dijo Reese con orgullo, haciéndola reír.
—Sí, lo eres —respondió Regina entre risas. —Y justamente por eso dudo que te haga caso —agregó abriendo la puerta por fin.
—No sé qué estás insinuando —respondió Reese, fingiendo no comprender con diversión mientras se acercaba a ella para recibir un beso de despedida. Regina volvió a reír y se acercó a él para rodear su cuello con las manos, de espaldas la puerta abierta de su casa, mientras Reese pasaba sus manos por su cintura. Poniéndose de puntitas de pie, Regina estaba a punto de cumplir su deseo cuando la voz de su madre detrás de ella la detuvo.
—¿Necesitas otra cosa para tu operación? —escucharon preguntar a Caroline. Confundida, Regina volvió a estabilizar sus pies en el suelo y soltó el cuello de su novio para dar unos pasos dentro de la casa, ignorando el quejido de Reese al darle la espalda. Justo frente a la puerta, Caroline y Phineas bajaban las escaleras lentamente conversando con la vista fija en los escalones, por lo que no notaron a su hija y su novio en la entrada.
—Mmm... creo que debo comer helado —respondió Phineas pisando el segundo escalón, lo que hizo su esposa se detuviera un escalón por debajo de él para observarlo confundida. Entre tanto, Regina escuchaba desde la puerta sin entender de qué operación hablaban con Reese tratando de llamar su atención.
—En realidad no creo que se coma helado para... —comenzó a decir Caroline arrugando la nariz, pero Phineas la interrumpió.
—Perdón, ¿Es una vasecto-tuya o una vasecto-mía? —preguntó Phineas posando una mano en su hombro e inclinando la cabeza. Desde la puerta, tanto Reese como Regina abrieron los ojos sorprendidos.
—...iré a pedir helado —respondió Caroline luego de un pequeño momento de silencio, a lo que Phineas sonrió complacido.
—¿Papá va a hacerse una vasectomía? —preguntó Regina sorprendida, logrando que sus padres levanten la vista hacia ellos.
—¿Le van a cortar su...? —preguntó Reese con expresión de horror, dejando la frase a la mitad.
—Ay por dios, mira la cara de horror del chico —susurró Phineas a su esposa, el terror que le generaba la operación comenzaba a reaparecer. A su lado, Caroline trataba de calmarlo haciéndole señas para que respire profundo. —Me arrepentí. No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, ¡No puedo hacerlo! —murmuró entrando en pánico antes de salir corriendo por las escaleras hacia su cuarto.
—¡Cariño...! —exclamó Caroline tratando de detenerlo, pero Phineas ya estaba en mitad del pasillo que daba a la habitación matrimonial. Al ver que tendría que calmar sus nervios otra vez, Caroline suspiró con cansancio antes de voltear nuevamente hacia los adolescentes. —No se asusten, solo es una pequeña intervención quirúrgica que tu padre se hará mañana... —dijo Caroline con tono tranquilizador, dando pequeños vistazos en la dirección en la que se había ido su esposo. —Tendrás que cuidar a Alec mañana por la tarde, me quedaré con él hasta que le den el alta —agregó sin prestarles mucha atención. Si lo hubiera hecho, probablemente habría notado las miradas cómplices compartieron Reese y Regina, pero estaba demasiado ocupada pensando en su esposo. —Reese, ¿Te quedas a cenar? —preguntó volviendo su atención hacia ellos justo cuando despegaban la mirada uno del otro.
—Gracias, señora Langdon, pero tengo que volver a arreglar la bicicleta de Dewey —respondió Reese, usando el tono educado que solo sacaba a relucir con la madre de su novia.
—Oh, será la próxima vez. ¡Envíale saludos a Hal! —exclamó Caroline mientras subía las escaleras para consolar a su esposo.
—Bueno... —dijo Reese con una sonrisa apenas Caroline desapareció por las escaleras, acercándose nuevamente hacia Regina para pasar sus manos por su cintura. — Tendremos que adelantar nuestros planes para el lunes...
—Sí, se te ve muy triste por eso —respondió Regina con una pequeña risa antes de dejar un beso rápido en sus labios como despedida. —Hasta mañana.
•••
—¡Hecho! Alec no saldrá del patio hasta que lleguen tus padres —dijo Reese muy orgulloso de sí mismo entrando por la puerta que conectaba el jardín a la sala de la casa de los Langdon el sábado en la tarde.
—¿En serio? ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Regina sorprendida, observándolo caminar hacia ella desde el sofá.
—Le prometí un par de secretos de Dewey si se quedaba en el patio —respondió Reese mientras se sentaba a su lado.
—El mejor hermano del mundo —dijo Regina irónicamente, haciéndolo reír.
—No te vi muy en contra de la idea de encerrar a tu hermano con llave en una habitación—replicó Reese entre risas.
—Shhh —dijo Regina riendo a la vez que se deslizaba más cerca de él, pasando las piernas por encima de su regazo y abrazándolo por el cuello para acercar sus rostros. Con una gran sonrisa, Reese se dejó atraer pasando la vista embobado entre sus ojos y sus labios hasta Regina rompió por fin la distancia entre ellos.
El beso era lento y dulce en un inicio, incluso podían sentir la sonrisa del otro sobre sus labios. Mientras Regina acariciaba la parte baja de su nuca, Reese deslizó sus manos por su cintura y, a medida que los besos se hacían más intensos, comenzó a acercarla más hacia él al punto de sentir su pecho pegado a su torso.
Totalmente perdida entre sus besos, Regina ni siquiera notó que Reese colocaba una mano por debajo de sus rodillas y otra sobre su cintura para levantarla suavemente hasta que se vio a sí misma sentada por completo en su regazo. Lentamente, Regina acomodó sus piernas a cada lado de las de Reese tratando de separar sus labios la menor cantidad de tiempo posible.
Entre tanto, él deslizó una de las manos por debajo de su remera. Regina se estremeció ante el tacto frío recorrer su abdomen hasta llegar a su pecho derecho. Al sentir que comenzaba a masajear su seno, ella movió las manos de sus hombros a sus mejillas para profundizar los besos, volviéndolos más desesperados. Para Reese esto fue una súplica de atención al pecho izquierdo, por lo que repitió la acción con la otra mano.
Casi sin quererlo, Reese descubrió algo nuevo sobre los senos. Mientras jugaba con ellos, rozó por accidente el pezón derecho de su novia. Fascinado, rompió el beso para observarla con un brillo en los ojos. La había oído jadear sobre sobre sus labios.
Sin notar el motivo de la expresión de Reese, Regina aprovechó la oportunidad para recorrer el camino desde la comisura de sus labios hasta su cuello con pequeños besitos. A la vez, Reese continuó jugando con sus pechos, pero esta vez no solo los masajeaba. Con delicadeza, comenzó a apretarlos desde la base hasta los pezones, sorprendiéndose al sentir que se endurecían debajo de sus dedos. Pero lo que más le gustaba era oír a Regina soltar pequeños jadeos cada vez que los tocaba.
—¿Subimos... a mi cuarto? —murmuró Regina haciendo una pequeña pausa al estremecerse por la atención de Reese en sus pezones.
—Por supuesto —respondió Reese con una sonrisa de picardía, volviendo a conectar sus labios sin dejar de jugar con sus pechos. Entre besos y pequeños jadeos, Regina comenzó a incorporarse con la intención de caminar hacia las escaleras, pero Reese se lo impidió. Rápidamente, alejó las manos de sus senos para volver a colocarlas en su cintura, sentándola en su regazo a horcajadas de un tirón. Confundida, Regina detuvo los besos para esperar una explicación. —Así no —respondió simplemente.
—¿Entonces cómo...? ¡Ay! —exclamó Regina riendo. En un segundo, Reese deslizó sus manos por debajo de sus piernas y se levantó del sofá con Regina aferrada a él. Para no caer, rodeo su cuello con los brazos y su cadera con las piernas mientras él subía las escaleras casi trotando.
En menos de un minuto llegaron a la habitación. Cerrando la puerta con el pie, Reese se arrojó sobre la cama con Regina riendo debajo de él. —¿Te parece divertido? —dijo Reese con una sonrisa burlona, quitando las manos de sus muslos para sostenerse sobre ella con los antebrazos apoyados a sus lados.
—Muy divertido —respondió Regina riendo antes de volver a dejar besitos cortos en sus labios. Colocando las manos detrás de su nuca para profundizar el beso, hizo caer su peso por completo sobre ella.
—A mí me parece divertido que no te hayas puesto sujetador —dijo Reese entre besos, aprovechando que ya no necesitaba sostenerse con sus brazos para volver a deslizar sus manos por debajo de su remera. —Aunque no puedo quitártelo si no lo llevas puesto...
—Oh, lo siento. ¿Quieres que me ponga uno? —preguntó Regina con diversión. —Porque están en ese cajón, podría... —dijo señalando hacia el armario, pero Reese la interrumpió.
—¡No! —exclamó Reese rápidamente antes de volver a unir sus labios, haciéndola reír en medio del beso. —Así estás perfecta... —agregó con una sonrisa traviesa mientras se alejaba unos centímetros para empezar a levantar su remera lentamente. Con una pequeña sonrisa, Regina permitió que quite la camiseta por completo mientras jugaba con el cinturón del pantalón de Reese.
Una vez que arrojó la remera de Regina en alguna parte de la habitación, Reese observó fascinado sus propias manos caer con delicadeza sobre los pechos desnudos de su novia. Riendo por su expresión de embobado, Regina bajó los besos hacia su cuello, viendo de reojo la sonrisa de disfrute de Reese. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo ya que él puso el rostro a la altura de su pecho izquierdo para poder dejar pequeños besitos sobre él a la vez que continuaba masajeando el otro con la mano. Luego de unos minutos, lo introdujo por completo en su boca. Regina contuvo la respiración por unos segundos sorprendida antes de las manos al cabello de Reese.
—Reese... —murmuró Regina, aunque sonó más bien como un jadeo al sentir la lengua de Reese hacer círculos sobre su pezón. Con una media sonrisa, Reese levantó la vista hacia ella mientras continuaba con su tarea, disfrutando hacerla retorcerse debajo de él. —Reese... —repitió tratando de calmar su respiración y deslizando sus manos a sus mejillas para apartar su boca de su pecho. A pesar de que lo estaba disfrutando, quería que le prestara atención antes de seguir. Suponiendo que tenía otra idea en mente, él se dejó guiar hasta que volvió a enfrentar sus rostros. —Trajiste protección, ¿Verdad? —preguntó Regina entre pequeños besos, mucho más cuerda al no tener la lengua de su novio sobre su pecho.
—¿De qué hablas? —preguntó Reese sin dejar de besarla, manteniendo sus ojos cerrados con una sonrisa placentera sin dientes.
—Ya sabes... un condón —respondió Regina rompiendo los besos y alejándose unos centímetros para verlo mejor. Como respuesta, Reese juntó sus cejas confundido. —¿Esa cosa que tienes que ponerte para no dejarme embarazada? —explicó, aunque sonó como una pregunta al ver que ni siquiera sabía qué era.
—Ah, sí, claro. Sé lo que es —respondió Reese asintiendo con la cabeza, cosa que era claramente una mentira.
—¿Entonces tienes uno? —preguntó Regina. Sabía que estaba mintiendo, pero a la vez se aferraba a la posibilidad de que en verdad tuviera uno para continuar. Al ver que Reese le dedicaba una sonrisa de disculpa, Regina suspiró frustrada.
—Relájate —dijo Reese sin darle importancia, volviendo a unir sus labios en pequeños besos para poder seguir hablando. —Podemos arriesgarnos —agregó, comenzando a bajar sus besos para volver a poner su atención en sus pechos.
—¿Arriesgarnos? —repitió Regina pestañeando varias veces mientras él continuaba con su camino de besos hacia sus senos.
—Ajá... —murmuró Reese llegando por fin a su pecho derecho para dejar pequeño besitos en él, repitiendo su accionar previo con el izquierdo. Antes de que pudiera meterlo en su boca, Regina salió de su estupefacción y lo alejó de un tirón, empujándolo a un lado de la cama para dejara de estar sobre ella. —¡Oye! ¿Cuál es el problema? Te gustó cuando lo hice en el otro—se quejó mirándola con el ceño fruncido.
—¿Arriesgarnos? ¡¿Arriesgarnos?! —repitió Regina indignada levantándose de su cama. Una vez de pie, comenzó a buscar su remera por el suelo mientras cubría sus senos con un brazo. —¡Ni loca me arriesgo a tener un bebé! ¡¿Estás demente?! —exclamó encontrando por fin la remera y volviendo a ponérsela.
—Pero nos estábamos divirtiendo —replicó Reese con tono de queja.
—Y nos seguiremos divirtiendo cuando consigas protección —respondió Regina tomando su mano y tirando de él para obligarlo a levantarse, ignorando sus quejas.
—Estás enojada, no vas a querer cuando vuelva —protestó Reese mientras era arrastrado por su novia fuera de la habitación.
—No estoy enojada, solo... ¡¿Arriesgarnos?! —repitió, aún sin poder creer que haya dicho eso.
—Eso solo prueba mi punto —dijo Reese bajando las escaleras detrás de ella.
—No porque mientras tú vas a una farmacia yo... —comenzó a hablar una vez que llegaron al final de las escaleras, pero se detuvo por unos segundos a pensar cómo seguiría la frase. —...voy a darme una ducha para relajarme —concluyó finalmente.
—Está bien... —respondió Reese haciendo una mueca. —Compraré condones —concluyó.
—Genial —dijo Regina dejando un beso en su mejilla antes de abrir la puerta, pero Reese no tuvo tiempo de salir de la casa.
—¡Ah! ¡Hola! Estábamos por tocar el timbre —exclamó Mitchell, el tío de Regina, terminando de cerrar la puerta de su auto mientras su esposo sacaba a Lily del asiento trasero.
Olvidando lo que acababa de ocurrir, Reese y Regina compartieron miradas de preocupación. Una de las cosas que dejó bien en claro Caroline cuando abandonó la casa esa mañana era que Reese no podía entrar. Aunque no era su madre, los habían descubierto.
—Hola... —dijo Regina volviendo su vista hacia sus tíos, tratando de mantener la calma con una sonrisa forzada. Entre tanto, Mitch y Cam se acercaron a ellos con Lily en brazos.
—Phineas nos dijo que Alec y tú estarían solos durante su operación. Así que pensamos que necesitarían compañía, pero veo que ya la consiguieron —comentó Cameron lanzándole una mirada cómplice a los adolescentes, por lo que Regina se ruborizó y Reese sonrió con incomodidad.
—¿Entonces van a quedarse? —preguntó Regina para cambiar casualmente el tema, aunque le interesaba mucho que se fueran.
—¡Ay, no! Lily es la compañía —respondió Mitch antes de volver al auto para sacar un bolso con algunas pertenencias de la bebé. Desde la entrada, Reese y Regina lo miraron con impotencia.
—No tenemos mucho tiempo, pero estará con ustedes por un par de horas —dijo Cam entregándole a la bebé a Regina.
—P-pero no podemos cuidar a Lily —respondió Regina con nerviosismo, aunque sostenía a su prima en brazos, observando a su tío Mitch dejar un bolso de bebé junto a ella.
—Sí, estamos haciendo tarea —concordó Reese tratando de sonar convincente, utilizando la misma excusa que le había dado a su padre.
—Sí, claro. Díselo a tu cabello despeinado y a sus pezones erectos —respondió Cam con una sonrisa que indicaba que no iban a engañarlo, haciendo que el rostro de Regina enrojeciera aún más y que Reese hiciera una mueca de fastidio.
—Cam, deja de molestarlos y vámonos, se hace tarde —dijo Mitchell haciéndole señas para que volviera al auto con él.
—Tienes razón vámonos. Recuerda que debe tomar una siesta en una hora, pero no más de media hora o no dormirá en la noche —advirtió Cam a Regina antes de seguir a su esposo hacia el auto.
—¡Y no le diremos a Caro que Reese estaba aquí! —agregó Mitchell abriendo la puerta del auto.
Resignados, Reese y Regina se despidieron de ellos desde la entrada, observando el auto alejarse. Cuando ya no pudieron ver el auto, Regina entró en la casa con la bebé en sus brazos mientras Reese cerraba la puerta detrás de ella.
—Genial, tenemos el bebé sin la diversión —dijo Reese con fastidio, observando a Lily jugar con el cabello de Regina.
—¿Ves por qué no hay que arriesgarse? —respondió Regina igual de fastidiada que él, entregándole a la bebé mientras él hacía una mueca. —Voy a ponerme un sostén, dile a Alec que ya puede entrar.
•••
—Creo que Reese y yo tenemos una maldición de celibato o algo así —dijo Regina con hartazgo, tapándose el rostro con las manos.
El lunes durante el almuerzo, se encontraba sentada en la mesa que siempre ocupaba con sus amigas quejándose de su mala suerte. Habían pasado días desde que había comenzado a tratar de tener más intimidad con Reese, pero aún no habían conseguido avanzar más allá de segunda base.
—No seas exagerada, no puede ser tan malo —dijo Danny riendo, logrando que Regina quite las manos de su rostro para mirarla.
—La última vez que lo intentamos terminamos cuidando un bebé. ¡Un bebé! —repitió como si hubiera un mensaje encriptado en ese suceso.
—Uy, sí. El universo te está diciendo que no lo hagas o quedarás embarazada —se burló Maddie en broma, pero Regina pareció tomarlo en serio.
—¿Tú crees? —preguntó con tono de preocupación.
—Reg, si tienes miedo no es necesario que lo hagas —dijo Lorelai riendo.
—No, no, no. Sí que quiero hacerlo —dijo Regina muy segura de lo que decía. —Tengo muchas ganas de hacerlo, en realidad —admitió jugando con sus manos algo avergonzada. —El sábado Reese estuvo tan bien que... me dejó... —dejó la frase a medias demasiado avergonzada como para continuar.
—¿Mojada y con ganas de más? —supuso Danny con diversión.
—Sí —confirmó Regina volviendo a cubrirse el rostro con las manos mientras sus amigas se reían de ella.
—Ya encontrarán un lugar en donde hacerlo —dijo Talía para tranquilizarla, pero no surtió efecto.
—Es imposible... —murmuró Regina quitando sus manos de su rostro, acababa de sonar el timbre que indicaba el inicio de la siguiente clase. —Mi papá estará en casa toda la semana por la operación y su casa siempre está llena de gente. Perdimos nuestra oportunidad el sábado —explicó mientras las siete se levantaban y comenzaban a caminar hacia el aula.
—Entonces háganlo en la escuela —sugirió Carly.
—¿En la escuela? —repitió Regina arrugando la nariz. A unos metros de ellas pudo ver a Reese caminar de frente directamente hacia ellas.
—¡Sí! Bueno, no en un lugar en qué puedan verlos. Tal vez el armario de limpieza... —se explicó mejor Carly.
—¡Uh! Pueden escabullirse de una clase, es excitante —agregó Melody con emoción mientras se acercaban más a la puerta del aula.
Regina no respondió durante unos segundos, estaba demasiado distraída observando a Reese acercarse a ella. Se veía tan lindo y lo necesitaba tanto que sentía su estómago estrujarse. Cuando llegaron por fin frente al aula, la cantidad de gente que se acumuló provocó que Reese y Regina cruzaran por la puerta uno al lado del otro. Al rozar su brazo con el suyo Regina sintió que se le erizaba la piel.
—No lo sé... —respondió finalmente a sus amigas.
•••
Reese y Regina no llegaron al final de la clase. Luego de una hora de pequeños coqueteos desde sus asientos, él le había susurrado que buscara una excusa para salir del salón antes de levantarse y, luego de pedir permiso a la profesora, salir él mismo del aula. Diez minutos más tarde, Regina siguió sus pasos.
No tardó mucho en encontrar a Reese. Aún desde la puerta del aula pudo verlo esperándola al final del pasillo, recostado en la pared sonriéndole desde la distancia. Comprobando que no había nadie que pudiera verlos, Regina caminó hacia él a paso rápido. Al llegar, descubrió que no era casualidad que la esperara al final del pasillo. Reese estaba recostado justo junto a la puerta del cuarto de limpieza.
Sin perder el tiempo, Reese se abalanzó sobre sus labios apenas la tuvo enfrente, haciéndola chocar contra la pared. Mientras él sostenía sus mejillas con las manos para inclinar su rostro unos centímetros hacia arriba y así profundizar el beso, Regina tanteó la pared detrás de su espalda en busca de la manija de la puerta. Cuando la encontró, la abrió rápidamente y caminó de espaldas con Reese aún sobre sus labios. Dejando un último beso, Reese se separó para girarse a cerrar la puerta.
—Mira... —dijo Reese luego de cerrar la puerta con una sonrisa triunfante, sacando del bolsillo de su pantalón una tira de preservativos para enseñársela. Regina observó la tira de preservativos conteniendo una pequeña risa, había al menos cinco allí.
—Creo que solo necesitaremos uno —dijo Regina con diversión, tomando la tira de su mano para desprender uno.
—Eso ya lo veremos, nunca se sabe —respondió Reese encogiéndose de hombros con picardía, haciéndola reír, a la vez que dejaba la tira sobre la estantería que se encontraba detrás de su novia.
Siguiendo sus movimientos con los ojos, Regina no pudo contenerse más. Dando un pequeño saltito, volvió a unir sus labios en un beso desesperado mientras se sostenía de sus hombros para mantenerse a su altura. Rápidamente Reese llevó las manos a sus muslos, levantándolos levemente para que rodeara su cadera con sus piernas, cosa que Regina hizo al instante. Entre besos, Reese dio un par de pasos hacia delante, haciéndola chocar contra la estantería llena de artículos de limpieza para sentarla en el borde de uno de los estantes. Al hacerlo, la estantería de metal se movió tanto que hizo un gran estruendo. Rompieron el beso del susto, pero al instante comenzaron a reír.
—Tenemos que ser silenciosos —susurró Regina tratando de mantener su risa en un tono bajo.
—Lo sé, lo siento —respondió Reese entre risas en otro susurro.
Cuando ambos se calmaron, Reese volvió a besarla suavemente, pero de a poco comenzó a volverse más intenso. Abandonando sus muslos al ver que podía sostenerse por su cuenta, deslizó las manos por debajo de su blusa para jugar con las tiras de su sujetador, moviendo nuevamente la estantería por accidente, pero esta vez no le dio importancia. Entre tanto, Regina rompió el beso para mirar hacia arriba, se había percatado de que una caja se balanceaba peligrosamente sobre sus cabezas con el movimiento de la estantería metálica. Por su parte, Reese ni siquiera lo notó, estaba demasiado ocupado llevando los besos a su cuello y buscando el broche de su sujetador. Normalmente eso le hubiera causado cosquillas, pero estaba tan distraída con el ruido de la estantería y el movimiento de la caja sobre ellos que apenas sintió un cosquilleo.
—¿Me ayudas? No encuentro el broche —susurró Reese, despegando los labios de su cuello para volver a dejar pequeños besitos sobre sus labios.
—¿Ah? —preguntó Regina confundida, bajando la vista para prestarle atención. Había estado demasiado inmersa en los ruidos que podrían hacer que los descubrieran.
—El broche del sujetador —repitió Reese entre besos.
—Ah, sí —respondió ladeando un poco la cabeza. Al oír su tono de voz, Reese detuvo sus besos. La conocía lo suficientemente bien como para saber que algo no iba bien. —Es que este es distinto, no está ahí —explicó colocando sus manos encima de las de él detrás de su espalda para guiarlas hacia el espacio entre sus senos, dejándolas justo encima del broche.
—¿Qué pasa? —preguntó Reese un poco preocupado, quitan las manos de debajo de su blusa para colocarlas en su cintura. Imitando el gesto, Regina volvió a dejar las suyas sobre sus hombros.
—Nada, solo me distrae un poco el ruido. Siento que nos van a encontrar aquí y... —explicó apenada, pero dejó la frase en el aire.
—...y no quieres hacerlo aquí —concluyó Reese.
—No... lo siento —respondió Regina abrazándolo por el cuello apenada.
—No tienes que disculparte —respondió Reese dando unos pasos hacia atrás dentro de lo que podía en ese pequeño cuarto, permitiendo que Regina vuelva a colocar los pies en el piso. —Quiero que te sientas cómoda y que ambos lo disfrutemos —agregó, haciéndola sonreír enternecida y abrazarlo con más fuerza. En respuesta, Reese la abrazó por la cintura y dejó un beso en su frente antes de que Regina apoyara su cabeza en su hombro. Se mantuvieron en esa posición por varios minutos hasta que Regina rompió el silencio.
—Aunque admito que hubiera sido un poco romántico que nuestra primera vez fuera aquí —dijo Regina con una pequeña risa. Sin comprender a qué se refería, Reese la miró extrañado.
—¿Romántico? —repitió alzando las cejas.
—Sí... bueno... aquí fue donde nos escondimos del prefecto el año pasado, ¿Recuerdas? El día que me prestaste tu remera —explicó Regina, separándose de su hombro para mirarlo a los ojos.
—Es verdad —confirmó Reese dejando ver una sonrisa al recordarlo. —Estabas llorando —agregó deslizando un mechón de su cabello por detrás de su oreja.
—Sí, estaba llorando —recordó Regina con leve sonrisa. —Y tú fuiste muy dulce conmigo ese día...
—Ah, por eso sería romántico —comprendió Reese, acercándola más hacia él.
—Bueno, mas bien porque... creo que ese fue el momento en el que empecé a enamorarme de ti —explicó Regina sintiendo una timidez repentina, por lo que bajó la vista mordiéndose el labio inferior al terminar de hablar. Al volver a mirarlo a los ojos, se encontró con la gran sonrisa de alegría de Reese justo antes de que volviera a inclinarse para besarla con ternura, quitándole la timidez por completo.
•••
—Sí, mamá. Mi cama ya está donde da el sol y la cama de Reese está en el armario como querías —dijo Dewey entrando en su habitación con el teléfono en su oreja, mirando con una sonrisa sin dientes a Reese empujando su cama en el armario.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Regina con hartazgo, parada detrás de Reese con los brazos cruzados. —Los padres de Talía llegarán en una hora y ya no podrá prestarnos su casa para... —comenzó a quejarse, pero se detuvo con nerviosismo al recordar que Dewey seguía ahí. —...hacer la tarea —agregó, maldiciéndose mentalmente por usar la misma excusa tonta de Reese.
—¡Voy tan rápido como puedo! —respondió Reese terminando de poner la cama en el armario y pasando junto a ella para agacharse a mover la cama grande.
—Lo está haciendo muy bien mamá, deberías dejarlo descansar —dijo Dewey al teléfono, sentándose en la cama grande mientras Reese la movía hacia la ventana.
—Gracias, Dewey. Eres un buen hermano —dijo Reese con una sonrisa. A su lado, Regina miró al niño con el ceño fruncido.
—Dijo que no —respondió Dewey.
—Amor, ¿No te parece un poco extraño que tu mamá solo llama para que arregles la bici de Dewey, que cambies los muebles de lugar de Dewey...? —trató de hacerlo razonar por cuarta vez en el día para que se diera cuenta por sí mismo de lo que ocurría, pero Reese solo la miró confundido desde el suelo.
—¿Qué insinúas? —preguntó Reese pasando la vista entre Dewey y ella.
—No lo sé, ¿Tú qué crees? —replicó Regina mirándolo como si fuera obvio.
—Oye, si quieres habla tú con ella —intervino Dewey al ver que estaba a punto de lograr hacer que Reese lo descubra, tendiéndole el teléfono.
—¡Ah! ¿Vas a desafiarme, duende maligno? —exclamó Regina indignada, colocando sus manos en su cintura. —Por supuesto que hablaré con ella —dijo con una sonrisa desafiante, por lo que Dewey abrió mucho los ojos. Sabía que estaba tirando demasiado de la paciencia de Regina para mantener su defensa contra Reese. De mala gana, dejó que Regina le quitara el teléfono de las manos. —Hola, señora Wilkerson —dijo Regina mirando fijamente a Dewey, mientras Reese escuchaba con preocupado detrás de ella. Por supuesto, no era Lois, solo era la contestadora. —Reese prometió que saldría conmigo esta tarde... Sí, ¡Gracias! —exclamó fingiendo que Lois le permitía llevarse a Reese, quien alzó los puños a modo de festejo a la vez que Dewey apretaba los labios. —Ah, ¿Quiere que Dewey regrese la cama de Reese a su lugar? Sí, le diré. Adiós —agregó Regina antes de colgar el teléfono y devolvérselo, por lo que el niño la miró con los ojos entrecerrados.
—¡Genial! —exclamó Reese, caminando hacia ella para tomar su mano. —No olvides poner las sábanas —advirtió a Dewey con tono amenazante antes de tirar de la mano de su novia para salir de la casa.
•••
Zafarse del engaño de Dewey no sirvió de mucho. Ni siquiera llegaron a entrar en casa de Talía, desde la ventana pudieron ver a sus padres mirando la televisión en el sofá.
Cinco horas más tarde, Regina leía en su habitación cuando oyó el sonido ya familiar de unos pequeños golpes en su ventana. Rápidamente dejó el libro a un lado de su cama y corrió a abrir la ventana, permitiendo que Reese entre en su habitación.
—Pudiste habérmelo dicho —dijo Reese apenas entró, parándose detrás de ella con el ceño fruncido mientras Regina cerraba la ventana.
—Ya sabes que Dewey mentía sobre las llamadas de tu mamá —supuso Regina volteando a verlo. A modo de respuesta, Reese emitió un pequeño gruñido. —Lo siento, pero le lanzaste piedras con una resortera y era la única forma de la que podía defenderse. Aunque se haya aprovechado de eso —dijo un poco apenada, pero a la vez convencida de lo que decía.
Sin poder pasar mucho tiempo enojado con ella, Reese asintió haciendo una mueca mientras pasaba sus manos por su cintura. Al instante, Regina correspondió el abrazo pasando sus brazos por detrás de su cuello, pegándose a su cuerpo.
—Lo siento —repitió Regina, abrazándolo con fuerza y apoyando la mejilla en su hombro.
—Está bien, me lo merecía —admitió Reese reforzando el agarre en su cintura y ladeando la cabeza para apoyarla sobre la suya. —Y ya me encargué de él —agregó con una media sonrisa.
—No quiero saber que hiciste, pero también se lo merecía —dijo Regina apretando los labios.
—¡Por supuesto! Intentó cortarme el cabello —comenzó Reese volviendo a fruncir el ceño. Al oírlo, Regina levantó la cabeza para verlo con los ojos muy abiertos.
—Nooo —dijo juntando las cejas y ladeando la cabeza mientras llevaba las manos al cabello de Reese para acariciarlo. Entre tanto, él cerró los ojos con una sonrisa sin dientes, disfrutando las caricias. —Me encanta tu cabello de puercoespín —agregó jugando con su cabello, haciendo que Reese abriera los ojos para lanzarle una mirada de fastidio.
—Vas a pagar por eso —dijo Reese con una sonrisa traviesa, empujándola suavemente hacia la cama hasta hacerla caer debajo de él. Tomándola desprevenida, comenzó a besar su cuello a sabiendas de que la haría reír a carcajadas por las cosquillas que le daba.
—Lo siento, pero no puedo hacerlo por ahora—dijo Regina entre risas, tratando de alejarlo de su cuello.
—¿Cómo que no puedes? —preguntó Reese con tono de queja, permitiéndole apartarlo de su cuello para poder mirarla a los ojos. —Son las dos de la madrugada, nadie nos molestará y estamos en un lugar cómodo...
—No es eso... —lo interrumpió Regina, mirándolo apenada con una sonrisa de disculpa. —Estoy menstruando, no podremos intentarlo por una semana —explicó haciendo una mueca con los labios. Apenas la oyó, Reese dejó caer la cabeza sobre su pecho casi como si se hubiera desmayado. Al instante, Regina colocó una mano en su cabello para acariciarlo, tampoco estaba muy feliz con eso.
—Voy a matar a Dewey... —murmuró Reese entre dientes.
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Feliz día del niño para él, que me usó como juguete y volvió días rosados en neutrales.
Hijo de la gran…
-Celys
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Ya está listo el tercer Capítulo de Mi Au de el Asombro circo digital, "El increíble circo del Limbo" la foto no es mia, Créditos de la foto: endomentendo.
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*Pomni estaba en frente del dormitorio de los hombres, estaba allí para pedirle a Jax que le ayudara a hablar con ese tal Kaufmo para saber si era cierto que existía una salida de ese lugar.
Estaba por tocar la puerta cuando Kinger la abrió
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Pomni & Kinger:
Ha!
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*Ambos se asustaron Pero después se tranquilizaron*
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Pomni:
Disculpa no fue mi intención asustarte
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Kinger:
Digo lo mismo, nos vemos!
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*Kinger empezó a caminar mas de prisa, Pomni observo dentro del dormitorio de chicos y Jax estaba jugando con Caíne, cuando devolvió la mirada a dónde estás Kinger vio que este estaba entrando al cuarto de castigo y que había dejado la puerta abierta, así que decidió pasar de Jax y se diriguio a dicho cuarto aprovechan la oportunidad*
*Al llegar camino despacio para no llamar la atención de nadie, Pomni al ver el lugar lo analizo con cuidado ya que le parecía extraño, la zona de la entrada era un lugar alto, pero bajando habían como una especie de pueblo y las paredes estaban pintadas para asemejar el bosque que se encontraba afuera de circo dando la ilusión de que estaban en el exterior, las casas parecían bloques de construcción para niños pero muy grande.
Antes de poder seguir viendo el lugar, Pomni vio a Kinger y decidió seguirlo, al bajar, Pudo ver qué una mujer estaba hablándole a varios bloque de construcción como si tuvieran vida propia, estaba por acercarse a ella para oir lo que decía pero al ver que kinger se detuvo frente a otra mujer paso de ella y se acercó con cuidado a el*
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Kinger:
Cómo has estado?
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???:
Oh? Eres tu otra vez, me alegra volver a verte
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*Pomni se detuvo se escondió detrás de un árbol artificial del lugar y escucho a Kinger hablando con la mujer
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Kinger:
Han presentado mejoría?
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???:
No mucho en realidad, Gloink sigue pensado que es una reina y que sus juguetes son sus súbditos y Kaufmo se retrajo y ya no quiere hablar conmigo
-
Kinger:
Que hay de los otros?
-
???:
Caíne me advirtió la última vez que no bajara a los pisos infieriores ya que tiene un plan para el resto
-
Kinger:
Ya veo, aún así me alegra ver qué estás bien
-
*El reloj de Kinger sonó*
-
Kinger:
Lo siento me tengo que ir, no puedo pasar mucho tiempo aquí
-
???:
Lo sé, Aún asi gracias por venir, nos volveremos a ver?
-
Kinger:
Claro que sí, hasta pronto
-
???:
Adiós
-
*Kinger se empezó a retirar del lugar, Pomni pensó en ir a ver a ese tal Kaufmo y se escondió mejor para evitar que Kinger la viera, después de de que este pasará, algo hizo que ella alzara la voz de un susto*
-
???:
Hola, eres amiga de Kinger?
-
*La mujer con quien había hablado Kinger había visto a Pomni y se acercó para saludarla, ella se asusto ante el saludo y Kinger volteo dándose cuénta y llendo a dónde estába Pomni*
-
???:
Kinger, porque no me presentas a tu amiga
-
Kinger:
Oh! Ella es Pomni, acaba de llegar recientemente, no te preocupes no es una mala persona
-
???:
Me alegra
-
Kinger:
Pomni, te importa acompañarme?
-
Pomni:
Por supuesto que no
-
Kinger:
Nos vemos otra vez
*Kinger se retiró junto con Pomni, al salir, ella intento excusarse*
-
Pomni:
Yo, lo siento, no quise
-
Kinger:
Está bien, querías ver a Kaufmo verdad?
-
Pomni:
como lo sabes?
-
Kinger:
Escuché tu conversación con Jax cuando estaba jugando ajedrez, sin embargo debo decirte que Kaufmo no está muy bien ahora mismo
-
Pomni:
Que fue lo que le pasó? Y que pasa con esa mujer? Porque está allí?
-
Kinger:
Ella era una de nuestras amigas, al principio, Caíne, Shira, Gloink y Yo nos encontramos en el bosque del inicio, con el paso del tiempo a Gloink se le ocurrió la idea de crear un lugar para que los extraviados llegaran, Caíne y yo no estabamos de acuerdo, ya que al no saber cómo funcionaba este lugar y el poder crear cosas de las cenizas pues...
Era muy peligroso, No teníamos ni idea de como controlar a alguien si quisiera iniciar un conflicto y hasta que punto podría llegar a escalar, sin embargo Shira apoyo la idea y al final caine y yo aceptamos.
Después de crear el el circo, empezó a llegar gente, sin embargo, Gloink pues, empezó a ser mas avariciosa, quería controlar a los demás y para cuando la confrontamos ya era tardé, había creado varios lugares subterraneos en el circo y aun no conocemos mucho de ellos
-
Pomni:
Espera, y que paso con la gente que llegó?
-
Kinger:
Estában atrapados allí, intentamos ayudar a varios pero...
Cuando llegamos simplemente habían desaparecido
No sé porque pasó realmente, Pero tengo la hipótesis de que si pierdes la esperanza en este lugar, puedes desaparecer, sin embargo, no sé si sales de aquí a otro mundo o simplemente dejas de existir
-
Pomni:
Y Shira?
-
Kinger:
Ella entro en depresión...
Después de que esas personas desaparecieran y Gloink eloqueciera, pensó que todo esto era su culpa y empezó a cuestionarse todo lo que había hecho
Se perdió en sus pensamientos y aunque no sé si te lo abra dicho caíne, El tiempo no pasa igual para cada persona
Cuándo nos dimos cuenta de que ella estaba mal, Ya era demasiado tarde, desde ese entonces, ella suele perder la memoria y otras veces tiene momento de lucifer
La visito todo los días con la esperanza de que eso le ayude, pero ella se olvida de mis cada cierto tiempo
-
Pomni:
No sabía que la cosa estaba así
-
Kinger:
Y sobre Kaufmo pues, el llegó después de que Caíne y yo mantuvieramos bajo control a Shira y a Gloink, y a diferencia del resto, el era diferente, el decía que recordaba haber muerto y que eso le trajo aqui
Caíne y yo ya teníamos las sospechas de que algo así pasaba, pero Kaufmo solo nos ayudó a confirmarlas
-
Pomni:
Podrías tratar de ser un poco mas específico?
-
Kinger:
Existen 2 posibilidades, la primara, es que estamos en un mundo distinto al nuestro, y la segúnda, es que hayamos muerto y este lugar sea lo que sigue después de la muerte
-
*Pomni se puso algo nerviosa*
-
Pomni:
No es una especie de broma cierto? Y no hay posibilidad de que esto sea solo un sueño?
-
Kinger:
No, Pero hay algo que puedo decirte, no somos los únicos aquí
-
Pomni:
Que quieres decir?
-
Kinger:
Hace unos días antes de que llegarás, al mirar por las ventanas ví algo moviéndose afuera, y como en este lugar no hay vida silvestre, eso quiere decir que hay mas personas allí afuera vagando, tal vez una de ellas tenga mas información
-
Pomni:
Y porque no se lo has dicho a los demas?
-
Kinger:
Yo diría que por Miedo...
Tengo miedo de que mi teoría sea cierto, y que aquellos que estén afuera sean malas personas
Solo, prométeme que no se lo dirás a Caíne?
-
Pomni:
Porque no a Caíne?
-
Kinger:
Caíne a estado un poco loco, es difícil de explicar pero no esta en su mejor momento
-
Pomni:
Entiendo
-
Kinger:
Aún así no te preocupes, tengo planes de contárselo, solo estoy esperando a que se reponga
-
Pomni:
Bien
-
Kinger:
A! Pomni, una cosa mas, trata de hacerte amiga de alguien, puede que no me creas, Pero la soledad aquí es lo peor que te podría pasar
-
Pomni:
Porque lo dices?
-
Kinger:
No hay que ser muy inteligente para entender el porque, Un mundo desconocido y sin color, sin saber la fecha, el dia o la hora, es deprimente tal vez no lo parezca, pero te va afectando si estas solo y la compañía de un amigo te podría salvar de...
Malos pensamientos
-
Pomni:
Gracias por el consejo...
-
Kinger:
Bien, tengo que regresar, Nos vemos!
-
*Kinger se retiró de nuevo al dormitorio de los chicos, Pomni camino lentamente al dormitorio de las chicas, estaba por entrar Pero Ragatha justo salió, parecía que estaba saliendo a escondidas, al voltear vio a Pomni y se asusto tirando los papeles que llevaba consigo*
-
Ragatha:
Ponmi, que estás haciendo?
Pensé que estabas descansando
-
*Ragatha estába nerviosa y recogía los papeles que tiro rápidamente, Pomni le ayudo a recoger uno y vio que ella estos estaban dibujados los planos del lugar con pequeñas anotaciones sobre dónde buscar la próxima salida, Ragatha al verlo se quedó en silencio y Pomni se lo regreso*
-
Ragatha:
Por favor no se lo digas a nadie...
-
Pomni:
De acuerdo...
-
Ragatha:
Quiero decir, no es que me desagrade este lugar, es solo que...
No, creo este lugar sea todo
-
Pomni:
O-oye, está bien no tienes que darme explicaciones
-
*Ragatha seguio hablando*
-
Ragatha:
Es solo que siento que no está bien sabes?
Todo es como muy...
Bueno? Y algo me dice que no debería ser así, que estoy olvidado algo importante y... Y...
-
*Ragatha se sentó en el suelo y dejo sus papeles a un lado*
-
Ragatha:
Ya ni siquiera se porque busco la salida...
Realmente no me quiero ir pero aunque no lo recuerdo, se que siempre que algo bueno me pasa algo termina arruinandolo
Quisiera recordarlo Pero se que siempre es así...
-
*Pomni se sentó al lado de Ragatha y está se recostó en su hombro, entendió lo que Kinger le dijo hace rato sobre la importancia de no perder la esperanza y decidió ayudarla*
-
Pomni:
Sabes...
Kinger me dijo que no se lo dijera a Caíne Pero no dijo nada sobre ti
-
Ragatha:
Que cosa?
-
Pomni:
Kinger dice que vio a alguien afuera antes de que yo llegara, y dice que es posibilidad que hayan mas personas en el bosque, tal vez una de ellas te ayude a encontrar la salida
-
Ragatha:
De verdad!?
Gracias por contarme
-
*Ragatha le dió un abrazo muy fuerte a Pomni*
-
Pomni:
Si embargo hay que esperar, Kinger aun no se lo cuenta a Caíne, dice que esta esperando el momento adecuado
-
Ragatha:
Está bien, entiendo solo tengo que espera
-
Pomni:
Y eso lo por curiosidad...
Porque quieres encontrar la salida de aquí?
-
Ragatha:
He? Bueno...
La verdad es que extraño el calor
-
Pomni:
Color?
-
Ragatha:
Ya sabes, no ser blanco, negro o gris todo el tiempo, me gustaría volver a ver colores otra vez, realmente no quiero irme Pero, siento que una vida sin color es...
Deprimente...
Aunque me quedaría aquí sin dudarlo si volviera a ver colores
-
Pomni:
Te entiendo, en ese caso cuenta conmigo, te ayudare a encontrar la salida o encontrar colores
-
Ragatha:
gracias Pomni, realmente me hacía falta una ayuda
-
.
.
.
.
.
-
Caíne:
Oh? Kinger ya regresaste
-
Kinger:
Hola, paso algo?
-
Jax:
Si, oye ayúdame a convencer a Caíne y volver a darme la revancha
-
Kinger:
Revancha?
-
Jax:
Daaa, no recuerda que perdí contra esas?
-
Kinger:
Oh! Es cierto
-
Caíne:
Ya le dijo que si su juego volvía a salir en la ruleta tendría su revancha
-
Jax:
En serio Caíne? Has visto bien esa
-
Caíne:
Por supuesto que si, yo la cree
-
Jax:
Bien, pues si recuerda hay mas de 50 juegos allí, y las probabilidades de que salga Paint ball otra vez son muy bajas
-
Caíne:
Pero aún así
-
Kinger:
Y que tal lo haces cediendo otro turno, Quiero decir, darle su revancha a Jax Pero si la próxima vez toca un juego de el giras la ruleta otra vez
-
Caíne:
Bueno, eso tiene mucho mas sentido
-
Jax:
Pero está vez no lo haremos de la misma forma
-
*Jax arroko el libro guia de Caíne del cuarto de control*
-
Jax:
Diseñare contigo el próximo Paintball, está vez será un reto de verdad...
-
Caíne:
Bueno, si tú lo quieres así, Pero nada de trampas en beneficio propio
-
Jax:
Tu tranquilo, se exactamente que hacer
-
*Jax empezó a reír como un villano, Caíne y Kinger se miraron*
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Kinger:
Jugamos ajedrez?
-
Jax & Caíne & Bubble:
Claro!
-
.
.
.
.
.
-
Shira:
Hola Gloink, disfrutando de la vista
-
*Shira de acerco a saludar a
Gloink, sin embargo un bloque cayó detrás de ella se dió la vuelta, Gloink y Kaufmo fueron con Shira para ver qué había sucedido y Vieron que de arriba alguien tiraba una cuerda*
-
Gummigoo: Si que esa alto, estás segura de que por aquí es la entrada?
-
Max:
Eso dijo la princesa jefe
-
Gummigoo:
Bien, andando!
-
*Gummigoo, Max y Chad bajaron por la cuerda, encontrándose con Kaufmo, Shira y Gloink*
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Continuara
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Cascos de la Amistad | Franco Colapinto
summary: Franco y Agus comparten un momento íntimo en un hotel en Las Vegas, cuando ella le regala un casco personalizado con sus iniciales, despertando emociones profundas en ambos.
pairing: franco colapinto x (fem)! teammate
wattpad: jinetacromadette
masterlist
En la habitación de Agus, en un hotel que parecía apenas contener el caos de Las Vegas afuera, ella revolvía con ansias una bolsa sobre la cama. Franco la observaba desde un costado, apoyado contra el marco de la puerta. Había algo casi hipnótico en la concentración con la que buscaba, como si se tratara de un ritual importante.
—Como tenemos una gran conexión, yo sé que te va a gustar —dijo ella, segura de sus palabras, pero con una chispa de emoción en los ojos.
Cuando al fin lo encontró, alzó el casco con una sonrisa tan grande que pareció iluminar toda la habitación.
—¡Es este! —exclamó, alzándolo frente a él.
Franco dio un paso adelante, intrigado. El casco era blanco con detalles azules, elegante y sofisticado, pero lo que más llamó su atención fue la bandera argentina en los costados y la frase que coronaba la parte trasera: “Coronados de gloria.” Sin embargo, lo que lo descolocó fueron las iniciales grabadas debajo de la bandera: “AL.”
—Pero mirá lo que es eso… —murmuró, tomando el casco entre sus manos con cuidado, como si fuese un objeto sagrado. Sus dedos recorrieron las superficies lisas y brillantes, sintiendo cada detalle. La combinación de colores, los acabados, todo era perfecto—. Es muy lindo, en serio —dijo al fin, con una sonrisa que parecía iluminar su rostro—. Me hace acordar a uno que solía tener… pero este es más lindo.
—Obvio que es más lindo —respondió Agus, mirándolo con ese toque de orgullo que le calentaba el pecho.
Franco asintió con una sonrisa amplia, esa que rara vez mostraba, y siguió inspeccionando el casco como un niño que acaba de ver su juguete en la vidriera de una tienda.
—¿Es para vos? —preguntó, aunque en su interior ya conocía la respuesta.
—Sí, ¿te gusta? —dijo Agus, mirándolo en busca de su aprobación.
—Me encanta. Es hermoso.
Sus dedos recorrieron el diseño, notando cada detalle, cada textura. Algo en él quería decir más, expresar lo que estaba sintiendo, pero las palabras se quedaban cortas.
Ella estaba acostumbrada a verlo emocionarse, a que su pasión por las carreras dominara cada pequeño momento, pero algo en esta escena era distinto. Quizás era porque no se trataba solo de un casco. Era de ella. Llevaba sus iniciales.
—Creo que me tengo que pedir uno —dijo Franco, y su voz sonó honesta, casi urgente. La necesidad no era tanto el objeto, sino lo que representaba.
—Probátelo —lo animó Agus, acercándose un poco más.
Él la miró, dudando por un segundo.
—¿Decís?
—¡Sí! —respondió ella con entusiasmo, y la manera en que sus ojos brillaban al mirarlo lo hizo sonreír.
Con cuidado, se colocó el casco. Mientras caminaba hacia el espejo, sintió el peso sobre su cabeza, un peso que, lejos de incomodarlo, lo hacía sentirse protegido, conectado con algo más grande. Cuando se vio reflejado, soltó un suspiro y no pudo evitar reír suavemente. Le quedaba perfecto, como si hubiese sido hecho para él.
—Es… hermoso… —murmuró, más para él mismo que para ella—. Está buenísimo, definitivamente me voy a pedir uno.
Agus, detrás de él, sacaba algo más de la bolsa. Aunque él no podía verla, ella lo observaba a través del reflejo en el espejo, sonriendo de manera sutil. Había algo en su expresión que la hacía sentir ligera, como si todo en ese momento tuviera sentido. Pero al mismo tiempo, esa sensación de vértigo, de estar en un borde que no podían describir, seguía presente.
—Y eso que soy austero con estas cosas —comentó Franco, girándose un poco para mirarla—. Yo uso los que me dan. Tengo uno solo mío y está en las últimas.
—Sí, es verdad —respondió ella, sacando otro casco de la bolsa—. Siempre usás el mismo. ¿No creés que es momento de cambiarlo?
Él la observó, intrigado, cuando ella le extendió el nuevo casco. Frunció el ceño, notando que era igual al anterior. Pero cuando sus ojos se fijaron en el detalle, lo entendió.
Las iniciales habían cambiado. Ahora no eran “AL”. Ahora eran “FC”.
—Me estás jodiendo… —murmuró, sus ojos yendo del casco a Agus, que sonreía con picardía.
—Lo pedí para vos. Pensé que te iba a gustar.
Las palabras lo golpearon con una calidez inesperada. Franco apretó el casco contra su pecho mientras una sonrisa enorme y sincera se extendía por su rostro.
—Probalo —susurró ella, y algo en su tono lo hizo sonreír de manera involuntaria.
La emoción lo invadió, y antes de pensarlo demasiado, la abrazó, apretándola con fuerza mientras el casco descansaba entre ellos.
—¡Es hermoso! —exclamó, cerrando los ojos mientras la sentía entre sus brazos—. Vos sos hermosa.
El susurro quedó suspendido en el aire. Ella se rió, nerviosa pero cálida, como siempre.
—¡Bueno, pero probátelo! —replicó Agus, separándose un poco mientras lo miraba con ojos brillantes.
Franco le hizo caso. Se colocó el casco y volvió al espejo. Esta vez, cuando se miró, el impacto fue distinto. Ahora llevaba algo que lo representaba completamente. Era suyo. Y, al mismo tiempo, no podía evitar pensar que de alguna manera también seguía siendo de ella.
Como su corazón.
Cuando se giró hacia Agus, su decisión estaba tomada.
—Está muy lindo, pero quiero el otro.
Ella frunció el ceño, aunque su sonrisa no desapareció.
—Es el mismo, ¿eh? No cambia nada —dijo, acercándose mientras repasaba el casco con las yemas de los dedos.
La distancia entre ellos era mínima ahora. Su mano, que había estado tocando el casco, bajó hasta su hombro, descansando allí con una suavidad que le hizo estremecer. Ambos se miraron, sostenidos en esa tensión que nunca terminaba de resolverse. No era algo nuevo; llevaban tiempo en ese juego de provocaciones, ese ir y venir que parecían dominar con naturalidad. Pero en ese instante, algo era diferente.
Había algo magnético en la forma en que ella se movía, con ese aire entre seguridad y dulzura que tanto lo desarmaba.
—No, no son iguales —repitió él con firmeza, devolviéndole la mirada. Había algo íntimo y vulnerable en ese instante, como si ambos se estuvieran diciendo algo que no terminaban de verbalizar. —El otro tiene tus iniciales, Agus. Yo lo quiero para mí, así voy a estar más lindo.
Ella entrecerró los ojos, divertida, como evaluando cuánto de broma y cuánto de verdad había en su comentario. Al final, sonrió y subió ambas manos hasta sus hombros, rodeándolo en un abrazo que a Franco lo dejó sin palabras.
—¿Así vas a estar más lindo? —murmuró cerca de su oído.
Él asintió, sintiendo que cualquier respuesta coherente lo eludía, y la envolvió entre sus brazos. Se sentía un idiota, pero ¿qué podía hacer? Ella tenía ese efecto en él, lo hacía bajar la guardia, lo desarmaba por completo.
—Chi —susurró, como si con eso pudiera explicar lo que pasaba por su cabeza. Y se quiso pegar mentalmente por la forma en que dijo esas palabras, ya demasiado era para manejar todo y ahora reaccionaba como un bobo frente a una mujer.
Agus se rió suavemente, tan cerca de su cara que Franco sintió cómo el calor subía por su cuello. Ella dejó un beso en su mejilla, y él cerró los ojos por un breve segundo. La mente le jugaba una mala pasada; cada uno de esos gestos le parecía un mensaje cifrado que solo él podía escuchar.
—Sos muy lindo —dijo Agus, en ese tono de voz suave, casi un susurro, que a Franco le hacía sentir un vértigo desconocido.
Franco abrió los ojos y se encontró con los de ella. En ese instante, se dio cuenta de que no solo estaba sobrepensando. No, definitivamente no. Había algo en la manera en que lo miraba, en la cercanía que ahora se sentía tan natural, que no podía ignorar.
Pero mas allá de esa tensión obvia, el momento tenía una ligereza casi familiar, una comodidad que no siempre estuvo allí. Porque todo había empezado de manera muy distinta.
La primera vez que lo vio, Agus estaba en el baño de la sede de Williams, frotando desesperada la mancha de café que decoraba su camisa blanca. La misma que había elegido con tanto cuidado para su primer día como piloto oficial de Fórmula 1.
—Perfecto, Agus. Tu debut triunfal y ya das la nota —se murmuró al espejo.
El desastre había comenzado cuando, en medio de los nervios, no logró esquivar a Franco en el pasillo. Él, con reflejos impecables, trató de sostenerla antes de que se cayera, pero no pudo salvar el vaso de café.
—¿Estás bien? —le preguntó, su voz un balance perfecto entre preocupación y diversión.
Ella apenas pudo asentir, señalando su camisa arruinada.
—Tu café no sobrevivió.
Él se rio, una risa breve pero tan genuina que a Agus no le quedó más opción que unirse.
—Creo que la camisa tampoco sobrevivió. Perdón, Agus. Te juro que no fue mi intención arruinar tu debut triunfal.
Ese momento, incómodo y torpe, había marcado el inicio de su amistad. Lo que en ese instante era solo un intercambio gracioso se transformó rápidamente en una conexión que Agus no había anticipado.
Ahora, la distancia que antes parecía lejana era inexistente. Agus estaba tan cerca que podía sentir su aliento, y no solo eso: lo abrazaba con esa confianza que solo se construye cuando alguien ocupa un lugar especial.
—Vos sos la más linda del mundo, Agus —dijo Franco, en un tono bajo, cargado de honestidad. Sentía sus manos en su nuca, jugueteando con el cabello corto de la base de su cuello, y esa caricia lo hacía sentir algo inexplicable. —Realmente me encantó, la pegaste.
Ella sonrió, y en ese gesto había algo más que orgullo por haber acertado con el regalo. Dejó otro beso suave en su piel, tan breve como significativo. Era un gesto que no solía hacer, pero desde hace unas semanas Franco la sentía más cercana, más demostrativa.
—Sos un poco demandante a veces —murmuró Agus, con esa voz suya que siempre sonaba cálida—, pero si querés el otro casco, te lo cedo.
Franco sonrió, casi embobado, y dejó salir una risa baja y maliciosa.
—Siempre consigo lo que quiero —afirmó, alzando una ceja con falsa seguridad.
Agus no se apartó; al contrario, lo miró con los ojos entrecerrados, cargados de una chispa juguetona.
—Eso es una habilidad que me gusta mucho de vos —dijo en un murmullo. Entonces, con un gesto lento, llevó su dedo índice a su mejilla y le apretó la piel con ternura—. Ojo que hay que bancarse mis iniciales en un casco, eh.
—Vos tranquila —respondió finalmente, en un tono que intentaba igualar el suyo, mientras sus ojos recorrían el rostro de Agus con descaro contenido—. Yo nervioso, amor.
Se miraron en silencio, como si se estuvieran midiendo. Franco no sabía cuándo había comenzado a sentir ese vértigo cada vez que estaba con ella, pero ahí estaba, haciendo que todo pareciera distinto.
—Gracias —dijo finalmente, rompiendo la tensión con un susurro. Sentía que necesitaba decir algo para no quedar atrapado en ese intercambio sin fin—. Estoy muy contento, en serio.
Agus pareció volver a la realidad, y su expresión se suavizó.
—Me alegra mucho que te haya gustado —dijo con gentileza—. Sabía que te iba a encantar, lástima que le erré con la inicial, pero… tenemos gustos muy similares.
Franco rió, relajándose un poco.
—Míralo como… cascos compartidos.
—¿Cómo cascos de la amistad? —preguntó ella inocente, y él bajó la vista con una sonrisa.
—Algo así… —respondió, tragando saliva. Qué le iba a decir, ¿que no?
Agus se rió, y esa risa tenía algo que siempre lo hacía sentir en casa.
—Me gusta pensar que vamos a compartir todas nuestras carreras juntos, ahora —agregó ella, ladeando la cabeza.
—Soy un genio, lo sé —bromeó Franco, pretendiendo creérsela, y ella volvió a reír.
—Sí, mi amor. Sos un genio —respondió Agus, separándose tranquila. La forma en que el apodo salió tan natural lo desarmó de nuevo. Ella no parecía siquiera haberlo notado, pero Franco exhaló un suspiro.
¿Cómo habíamos llegado hasta acá? pensó él mientras guardaba el casco en la bolsita y se sentaba en la cama.
En ese momento, no había palabras que pudieran capturar lo que sentían. No porque no quisieran explicarlo, sino porque no sabían cómo. Y quizás, en el fondo, aún no era necesario
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modern! aemond targaryen x autistic! reader
• Al comienzo de la relación, solía tomar de mala manera muchas de tus preguntas o comentarios, sin agradarle la forma o el "tono" en que las hacías, ahora conociéndote un poco mejor, cada que lo siente indaga un poco más antes de responder.
• En el caso de que necesites ser contenida, estará más que feliz de abrazarte en la forma en la que prefieras, apretandote con fuerza contra él mientras te calmas.
• Siempre tiene consigo un pequeño kit de costura que guarda en su auto, su bolso o algún bolsillo por si acaso se te olvida quitarle la etiqueta a alguna prenda o tienes alguna costura o etiqueta que no notaste que era molesta hasta que te la pusiste.
• Tiene para ti cualquier bebida, golosina o comida que te agrade. Incluso si tienes momentos en los que solo quieres comer una sola cosa, él la conseguirá para ti.
• En el caso de que pases tiempo en su casa, siempre tendrá para ti platos, vasos y cubiertos que puedas usar sin molestia (grandes, pequeños, pesados o ligeros) así como luces que no lastimen tus ojos o telas en los muebles que no te hagan querer arrancarte la piel con un pelador de papas. (ese capaz fue muy específico)
• Por desgracia, comparte cierta parte del grupo de amigos que tiene con Aegon, por lo que en las reuniones que tienen, si asistes tu, él tendrá pequeños juguetes que puedas tener en la mano, tapones para oídos si no quieres llevar tus auriculares o arreglará la juntada en un lugar donde puedas recurrir a un espacio alejado más calmado y sin tanta gente.
• Con él no hay ningún: "es que me da vergüenza..." ES UNA HERRAMIENTA QUE TE AYUDA A DESENVOLVERTE MEJOR EN EL DÍA A DÍA, MANDARÁ AL CARAJO A QUIÉN TE DIGA ALGO.
• Nunca fue mucho de las mascotas más allá de una vieja gata llamada Vhagar que tuvo de niño, pero si tienes algún animal de apoyo estará bien con recibirlo.
• No te lleva a muchas de sus reuniones familiares; Aegon no es muy comprensivo sobre tu sensibilidad auditiva y su madre, al igual que hace con Helaena, tiende a infantilizarte o hablarte lento como si tuvieras algún retraso. Aemond siempre trata de corregir ciertas cosas, brindando la información a la que pudo acceder, pero hasta que eso cambie no te expondrá a eso si no lo deseas.
• "Perdón, sé que vimos está película muchas veces, pero es que..." está bien, él está entretenido viéndote a ti repetir los diálogos y escuchar esa risa bonita en respuesta al mismo chiste que escuchó docenas de veces.
• "Sabías que..." no, él no sabía, dile más. Ama sobre todo cuando le das datos que aprendiste de un tema que a él le gusta para contárselo después.
• Explica lo que necesitas saber sobre ciertas normas sociales no escritas que no puedes entender, aunque siempre termina siendo él quien se replantea esas cosas porque la forma en la que tu explicas tu razonamiento es más lógico que lo suyo.
• Tiene mucho dinero propio y aún más si suma lo que sus padres depositan en una cuenta de banco separada para él, por lo que cualquier cosa del tema que te interese él la comprara para ti; ya sean peluches, ropa, maquillaje, pósters, figuras de acción, stickers, lo que sea.
• En el caso de que hayas tenido alguna mala relación antes, está decidido a expresar abiertamente cuánto ama la forma en la que eres, ya sea guardando en una cajita de madera bien decorada cualquier piedrita, hojita, hilito o botón que le hayas dado o agradeciendo tus actos de servicio.
• Si pasas por momentos de mutismo selectivo, él se ofrecería a hacerte tarjetas.
• Siempre va a intentar que seas más abierta sobre la forma en la que disfrutas que te quieran, ¿qué tipo de toques te agradan más? ¿suaves, bruscos? ¿hay alguna zona que no pueda acariciar? ¿cabello, manos, mejillas? dile, él quiere aprender.
#modern!aemond oneshot#aemond targaryen#house of the dragon#aemond targaryen x reader#aemond targaryen oneshot#ewan mitchell#aemond one eye#hotd aemond#prince aemond targaryen#la casa del dragón#hotd one shot#aemond x you#aemond x fem!reader#aemond targaryen x female reader
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Christmas has Arrived
Christmas is upon us once again, a symphony of twinkling lights, the cold breezy winter air, the laughter and joy of kids outdoors playing with all their new toys.
Santa Claus has finished delivering all his presents his belly full of milk and cookies, the elves are taking a long-needed rest, but my end of the job has just begun. I made sure to deliver these very special presents myself, from me to you.
Have you been naughty or nice?
Only one way to find out, time to start unwrapping your Christmas presents and find out what Santa Claus brought you.
Merry Christmas.
------------------------------------------------------- La Navidad ha llegado
La Navidad está aquí una vez más, una sinfonía de luces parpadeantes, el aire frío y ventoso del invierno, la risa y la alegría de los niños al aire libre jugando con todos sus juguetes nuevos.
Santa Claus ha terminado de entregar todos sus regalos y su pansita llena de leche y galletas, los elfos están tomando un descanso muy necesitado, pero mi parte del trabajo apenas comenzo. Me aseguré de entregar estos regalos tan especiales yo misma, de mi parte para ti.
¿Has sido travieso o te es portado bien?
Sólo hay una manera de saberlo: es hora de empezar a desenvolver tus regalos de Navidad, aver que te trajo Santa Claus.
Feliz Navidad.
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Hear me out: childe and his boyfriend competing for Teucers attention, they love eachother very much but when it cones to being teucers favorite they have an unspoken rivalry
💖~ I'm listening to you and I love what you say!
Warning: Nope now 💖, Male!Reader | English is not my native language, so if I have made any mistakes in the translation, I am open to corrections | Content in spanish and english!
Spanish:
Salir con Nobile es una aventura divertida y hermosa. Hay ocasiones en las que quieres lanzarlo desde la montaña más alta de Liyue, pero luego ambos están teniendo una tarde tranquila mientras te cuenta con quiénes ha peleado en la semana o cómo le ha ido en sus misiones.
No es muy complicado satisfacer a este tonto, solo le gusta tenerte a su lado el mayor tiempo que pueda. Eres su preferido, su niño bonito y el mejor a sus ojos. Pero solo falta que llegue un pequeño niño especial para que toda la relación de un vuelco.
Las mejores vacaciones son cuando las pasan Nobile y tú con su familia, pero siempre hay un favorito para todo.
Teucer es un amor y el que diga lo contrario, diga hora y fecha y estarás dispuesto a partirle su madre a alguien. Así de mucho querías a tu casi hermano.
No lo secuestrabas ni nada, pero era común que salieras con el niño a pasear por las tiendas y le terminarás comprando algunas cositas, todo con las mejores intenciones. La mayor intención: ser el favorito de Teucer.
Al inicio a Nobile le gustó mucho la idea de verte ser tan cariñoso con su hermano. Luego empezó a notar que ya no estaban tanto tiempo con él y el fatui volvió a tirar de la cuerda para que su hermano lo siga viendo como su héroe preferido.
Nobile le cuenta historias de sus viajes vendiendo juguetes, luego lo compra con algunas golosinas y el niño está de nuevo en la palma de la mano de su hermano.
No puedes evitar una mueca en tu rostro. Está bien, puedes arreglarlo. Esperas al momento indicado, cuando Nobile está distraído, y le ofreces a Teucer jugar un rato en el patio.
Nobile sale a buscarlos luego de un rato y le ofrece al pequeño unos aperitivos porque seguramente está muy cansado. Su mirada en ti, la amorosa y preciosa mirada que siempre te habla de su consideración, ahora tiene un ápice de superioridad.
El pobre Teucer se siente en las mejores vacaciones, siendo bañado con palabras amorosas, regalos, caramelos y juguetes mientras no para de pensar en que sus hermanos mayores son muy divertidos. No tiene idea de que estás a punto de lanzar a Nobile por la ventana y que él ya no quiere dejarte entrar a la casa.
Solo es necesario que notes que tienes demasiado tiempo libre con Teucer para que notes que tu novio no está intentando algo nuevo, y lo buscas en su habitación mientras revisa una mochila con armamento. Una nueva misión, un nuevo tiempo en el que no estará aquí.
Lo entiendes, no dejarás que Teucer lo sepa tampoco, por lo que se unen nuevamente para sacar la maleta y volver con el niño para que juegue con Nobile un rato más antes de irse.
Él confía en que lo cuidarás, confía en ti como en nadie más y se despide entre burlas. Volverá para reclamar su puesto como el preferido de Teucer, pero por ahora te va a dar ventaja.
Claramente, cuando por fin vuelve no tienes idea, pero lo sabes porque hay una nota en la cocina con el desayuno y el lugar a donde fue con Teucer a pasear, burlándose por haber ganado esta vez.
English:
Hanging out with Childe is a fun and beautiful adventure. There are times when you want to throw him off the highest mountain in Liyue, but then you're both having a quiet afternoon while he tells you who he's fought this week or how his missions went.
It's not very difficult to satisfy this fool, he just likes to have you by his side for as long as he can. You are his favorite, his pretty boy and the best in his eyes. But all that remains is for a special little child to arrive for the entire relationship to turn upside down.
The best vacations are when you and Childe spend time with his family, but there is always a favorite for everything.
Teucer is a sweetheart and whoever says otherwise, say the time and date, and you'll be willing to beat someone up for it. That's how much you loved your little brother.
You didn't kidnap him or anything, but it was common for you to go out with the child to walk through the stores, and you would end up buying him some things, all with the best intentions. The greatest intention: be Teucer's favorite.
At first, Childe really liked the idea of seeing you being so affectionate with his brother. Then he began to notice that he were no longer with him as much, and the fatui again pulled the rope so that his brother would continue to see him as his favorite hero.
Childe tells him stories of his trips selling toys, then buys him with some candy and the boy is back in the palm of his brother's hand.
You can't help the grimace on your face. It's okay, you can fix it. You wait for the right moment, when Childe is distracted, and offer Teucer to play for a while in the yard.
Childe goes out to look for you after a while and offers the little one some snacks because he is probably very tired. His gaze on you, the loving and precious gaze that always tells you of his consideration, now has an iota of superiority.
Poor Teucer, he feels like he's having the best vacation, being showered with loving words, gifts, candy and toys, while he can't stop thinking about how much fun his older brothers are. He has no idea that you're about to throw Childe out the window and he doesn't want to let you in the house anymore.
You just need to notice that you have too much free time with Teucer to notice that your boyfriend isn't trying something new, and you look for him in his room while he goes through a suitcase of weapons. A new mission, a new time in which he will not be here.
You get it, you won't let Teucer know either, so you team up again to take out the suitcase and return to the boy to play with Childe a little longer before leaving.
He trusts that you will take care of him, he trusts you like no one else and he says goodbye with mockery. He'll come back to claim his spot as Teucer's favorite, but for now he'll give you the advantage.
Clearly, when he finally comes back you have no idea, but you know because there's a note in the kitchen with breakfast and the place where he went with Teucer for a walk, making fun of him for winning this time.
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después de los ask de Enzo con bebés no para de pensar en los demás chicos cómo papás y me muerO 🥹🥹🥹
Me imagino a Pipe con un nene queriendo enseñarle a jugar fútbol
Fluff ♡
Felipe observaba con ternura cómo el pequeño de dos años, que había heredado su cabello castaño y el color de sus ojos, jugaba con la pelota que le había regalado sólo unas horas atrás. El jardín trasero de la casa que ahora llamaban un hogar estaba desprovisto de cualquier peligro y el niño corría libremente por todos lados.
Cuando tu esposo abandonó el banco en el que ambos se encontraban creíste saber hacia dónde se dirigía la situación y no pudiste evitar preocuparte. Felipe era bruto y el fútbol lo apasionaba, habías perdido la cuenta de cuántas veces te pidió verlo en los partidos con sus amigos, y también la de la cantidad de lesiones que sufrió.
-Ojo- advertiste-. No le vas a tirar la pelota en la cara.
Soltó una carcajada y se agachó para quedar a la altura del pequeño.
-Es para patear esta pelota- explicó con suavidad-, no para tirar. Mirá, así.
Mientras Felipe realizaba su pequeña demostración, golpeando la pelota con la parte interna del pie, podías apreciar la atención y la inocente admiración con que lo miraba tu hijo. La escena te hizo sonreír y de no haber estado tan absorta en las personas que más amabas habrías recordado tomarles una foto.
El pequeño imitó la acción con movimientos torpes pero Felipe lo festejó de todas formas, gritando como si se encontrara frente al máximo goleador de todos los tiempos. Lo tomó entre sus brazos e imitando un festejó lo arrojó unos pocos centímetros en el aire, con más cuidado del que dejaba ver.
Continuaron con las lecciones bajo tu atenta mirada, ambos disfrutando de la compañía del otro y de tus palabras de aliento acompañadas de aplausos. El sol comenzaba a caer en el horizonte y la luz dorada iluminaba el cabello cada vez más despeinado de ambos, así como sus ojos cada vez que te miraban en busca de aprobación. Era encantador el parecido que guardaban.
-Mañana lo llevo a probarse en River- bromeó en algún momento Felipe.
Cruzaste tus brazos y negaste mientras intentabas contener tu risa. Grandes eran las probabilidades de que Felipe lo volviera un fanático de su equipo favorito, que pronto lo vistiera con las camisetas y que en caso de que el integrante más pequeño de la familia compartiera su pasión, esta los hiciera todavía más unidos de lo que eran.
Unos minutos más tarde abandonaron el jardín y mientras ellos recogían los juguetes desperdigados por la sala pudiste oír la conversación que mantenían... Bueno, era más que nada Felipe prácticamente monologando, explicando un sinfín de aspectos sobre el deporte que el pequeño todavía no comprendía en lo absoluto.
-¿Qué es eso de llevarlo a la cancha?- preguntaste cuando entraste en la habitación-. Todavía no sabe ir al baño.
-Y no importa- dijo Felipe entre risas, sujetando al menor entre sus brazos y besando su cabello antes de hablarle-. En un futuro vamos a ir todos juntos, ¿sabés? Con mamá y tus hermanitos.
Las últimas palabras las dijo mirándote y conteniendo la risa, esperando que lo regañes por la insinuación, pero sólo sonreíste. La idea de agradar la familia jamás había cruzado tu mente, pero si Felipe iba a ser así de fantástico y tierno siempre...
Para las Pipe girlies <3 taglist: @madame-fear @delusionalgirlplace @recaltiente @llorented @chiquititamia @lastflowrr @creative-heart <3
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De vez en cuando, muere un gran hombre y este país llora unido al pie de su tumba como si lo quisiera de verdad. De vez en cuando, estalla una bomba y la solidaridad aflora entre nosotros como las mariposas en el rosal. De vez en cuando, en nuestra historia ocurre un genocidio en tierras lejanas llenas de “parias” y entonces unas cuantas lágrimas brotan colectivas de los ojos de la impunidad. De vez en cuando, un niño es violado cual si fuera de trapo y entonces nuestras morales dobles entran en pánico. De vez en cuando, un esposo asesina a su esposa en defensa de su honor burlado. De vez en cuando, un político corrupto le roba al pueblo los recursos de su futuro. De vez en cuando, susurran los periódicos algún fraude electoral y todos queremos estallar. ¡De vez en cuando este país de mierda tiene memoria y dignidad! De vez en cuando, los ciudadanos recuerdan la hermandad y se unen entre diferentes para luchar. De vez en cuando, las banderas se pueden ondear por la victoria de la humanidad. De vez en cuando, lo negro es bueno y el miedo nos hace hablar. ¡De vez en cuando, este país de mierda recuerda que puede cambiar! De vez en cuando, los niños pueden soñar con una casa y un juguete para jugar. De vez en cuando, se construyen parques y se olvida al rival. ¡De vez en cuando, en este país de mierda se puede crear! De vez en cuando, se dice lo que se siente sin temor al qué dirán. De vez en cuando, en mi país la gente dice no MÁS. De vez en cuando, nos acordamos de los demás… De vez en cuando, miramos más allá de nuestra propia miseria. De vez en cuando, derrotamos la indiferencia y abrazamos la conciencia de la libertad. De vez en cuando los buenos somos más y nos resistimos a actuar solo de vez en cuando. DE VEZ EN CUANDO, ALGUIEN ME RECUERDA QUE PUEDE SER SIEMPRE…
Johana Patiño (Colombia, 1982)
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En realidad, la película Coraline se basa en la novela de 2002 del mismo nombre escrita por el británico Neil Gaiman.
Sin embargo, la historia original viene de un relato antiguo y espeluznante de su ciudad natal: Condado de Hampshire, en el Reino Unido.
Cuenta la historia de que fuera de Hampshire vivió una anciana con su nieta recién nacida.
Su hijo y su nuera habían perdido la vida en un terrible incendio y la niña había sobrevivido milagrosamente.
Pasó el tiempo y la chica nunca fue vista saliendo a jugar.
Su abuela la mantuvo encerrada y no dejaba que nadie se acercara a la casa, así que la apodaron 'La Mala Madre'.
Tanto misterio despertó la curiosidad de varios de los niños del pueblo que, en un reto de valentía, decidieron esperar hasta la noche para entrar a la mansión y conocer a la misteriosa niña.
Pero cuando entraron no encontraron indicios de que una niña estuviera viviendo allí, sin ropa, sin juguetes, todo lo que encontraron fue una cuna.
Dentro encontraron el cuerpo de un bebé, casi completamente quemado, con botones en el lugar donde deberían ir los ojos y puntadas donde habría estado previamente la boca.
Entonces supieron la verdad: la niña nunca había sobrevivido al incendio, lo único que la anciana había logrado recuperar era su cuerpo al que se aferraba como si todavía tuviera vida.
Los niños huyeron asustados de la casa y contaron lo que habían visto a sus padres. Finalmente la anciana fue ingresada en un hospital psiquiátrico donde permaneció hasta el día de su muerte.
Rescatados del anterior @jartiameteneis.
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Sera que soy el nuevo juguete favorito para el niño solitario, que solo conmigo juega porque estoy disponible. A veces me pregunto hasta cuando seguiré siendo su juguete, sera hasta que me deteriore, no cumpla su función, te aburras o hasta encuentre uno nuevo.
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Puedo aparentar ser frío, hasta desalmado a veces. Claro, puedo aparentarlo, pero no lo soy. Soy el mismo niño, ese que cubría sus juguetes para que no se enfriaran, aquél que los abrazaba, que los tranquilizaba cuando la noche era tan fría y los miedos abundaban.
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