#fotos de puerto rico
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Una iglesia abandonada en Trujillo Alto, Puerto Rico. (2022)
An abandoned church in Trujillo Alto, Puerto Rico. (2022)
#Picturesofpuertorico#trujilloalto#fotos de puerto rico#photography#pictures of puerto rico#pictures from puerto rico#puerto rico#abandoned church#streetphotography
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Bad Bunny presentando su nuevo album en víspera de Reyes DeBÍ TiRAR MáS FOToS
#puerto rico#bad bunny#DeBÍ TiRAR MáS FOToS#artistas de puerto rico#puertorriqueños#puerto ricans#boricuas#esto es puerto rico#boricuasporelmundo#todo lo bueno de puerto rico#viva puerto rico#yo soy boricua pa'que tu lo sepas#puertorriqueñas#new music#yo soy boricua pa que tu lo sepas#despierta boricua#artistas boricuas#boricuas triunfando#boricuas be like#5 de enero 2025#vispera de Reyes#boricuas en new york#jóvenes puertorriqueños#puerto rican music#music
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¡un gato!
#puerto rico#cat#gato#fotos de gatos#summer#vacation#beautiful#girly aesthetic#braids#knotlessbraids#bohemian#boho braids#digital camera#digital photography
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Propaganda:
Percy
-Percy Jackson porque yo lo digo idc (no hay explicación blanca para ese muchacho ese mae es latino)
-Percy Jackson from the Percy Jackson and the Olympians series. Has mad silver teeth energy.
-Percy Jackson. He's an outsider. He works hard to get where he wants to be. He's cool. He's funny. He's an icon. He's from New York. Must I say more.
-percy jackson pq ele é rato de praia e só se fode se isso não é a experiência unificadora da América Latina não sei o que é
-Percy Jackson. Eu sei que tem pessoas com argumentos legítimos para isso, mas estou indo apenas pela ~vibe~
-Percy Jackson porque es de nueva york yo digo que es puertoriqueño 🫡
-percy jackson. he has to be latino he lives in nyc and is coded to be a minority. personally think he's argentino but i've seen hcs for venezuela, brasil, and puerto rico. shoutout to tumblr user latinopercy btw
Percy Jackson, por que ele claramente é latino. Ele deveria ser especificamente brasileiro e carioca. Filho do DEUS DO MAR !!!!! bebendo um mate na praia!!!!!
Percy Jackson. Mírenme a los ojos y díganme que no. Trauma con su papá ausente. Mamá adolescente. Un padrastro de mierda al que su mamá asesina. Un medio hermano al que al principio no quiere pero después adora. Le dan una espada y procede a desafiar dioses. Eso es muy de niño latino peleando con las autoridades del colegio.
-Percy Jackson, not only he lives in the harlem (wich im told is v latino heavy in the us) just look at him!! the attitude, the sarcasm the underdogism the jokes the flavour the disrespect to autority cmonnn, meu filho brasileiro eu sinto desde os 13 essa verdade! me diz se a sally n tem mó cara de tia mãe do seu amigo da escola, bota ai um sandra nela e fechou. (pros brarg ainda podiamos vencer por percabeth aka percy brasileiro/annabeth argentina abram seus olhos!!) enfim façamos o que rick não teve coragem!!
-Percy Jackson. He just has the vibes. After all the bullshit my boy went through, he just deserves it, as a treat.
- percy jackson bc seeing a demi god kid have adhd AND be latino would be epic especially bc he's the main character of the series also when i first read the book i kinda did read him as latino bc of certain thing described in the book
-Percy Jackson. en el libro dicen que su madre y poseidon cojieron durante un verano pero su cumpleaños es en agosto, lo que significa que tuvieron que cojer alrededor de diciembre. eso solo tiene sentido si es del hemisferio sur así que en mi corazón es latino
Peter Parker
-Spiderman. ya sabés
-Spiderman (Peter Parker). Por vibes y porque en cada maldita esquina de Latinoamérica hay un tipo vestido de spiderman. Qué sería de nosotres sin él
-El hombre araña, literal no hay trencito de la alegría o pelotero donde no aparezca, no importa la edad si le preguntas a alguien por un superhéroe te lo van mencionar. Es básicamente como Goku pero de cómics, hay publicidades y graffitis de él por todos lados, vas a una parrilla y lo tenés ahí pintado al spiderman en un pared preparando unos choris. Tenemos canónicamente? nuestro propio hombre araña (Julián 💙) y tengo fotos de un hombre araña con la camiseta de la selección festejando sobre un camión. (Disclaimer soy argentina 😅)
-Peter parker de Ultimate Spiderman 2012 por que NO DEJO DE VER UNA PROPAGANDA DE BELDENT CON SU ACTOR DE VOZ. TODO EL CAST DE DOBLAJE DE USM ES ARGENTINO Y ME ATORMENTA.
-homem-aranha, tem forte presença no carnaval de rua brasilero e claramente sabe dançar funk
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Bad Bunny rinde homenaje a Puerto Rico con su espectacular álbum DeBÍ TiRAR MáS FOToS
Bad Bunny realizó el lanzamiento de su sexto álbum de estudio Debí Tirar Más Fotos, abordando la lucha por preservar la identidad cultural.
Las 17 canciones de su más reciente proyecto lleno de ritmos caribeños y afroamericanos tocan diversos temas que honran a su natal Puerto Rico.
https://www.objetivoreggaeton.com/es/bad-bunny-es/bad-bunny-rinde-homenaje-a-puerto-rico-con-su-espectacular-album-debi-tirar-mas-fotos/
#badbunny#album#debìtirarmasfotos#puertorico#salsa#reggaeton#objetivoreggaeton#perreo#reggaetonitalia
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Captura de pantalla y foto sacada de una conversación de chat grupal del partido PNP donde una persona dentro de la Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico compartió datos personales de la Lcda. Mayra López Mulero
#puerto rico#despierta puerto rico#corrupción en puerto rico#esto es puerto rico#puertorriqueños#corrupción#despierta boricua#Mayra López Mulero#Comisión Estatal de Elecciones de Puerto Rico#noticias importantes sobre puerto rico#corrupt politicians#politicos corruptos#politicos de mierda#elecciones en puerto rico#noticias de puerto rico#noticias de pr#noticias#elecciones 2024#elecciones en Puerto Rico 2024#Jessika D. Padilla Rivera
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SHAKIRA (BZRP Music Sessions #53) - Hetalia Big World Collab! (LATAM ver.)
@sorvete-de-pacoca orders and I obbey.
OK SO I imagine a Whole-world-collaboration TikTok of ALL the (mentioned) countries canon and fancanon with this song because IT'S AMAZING and they are all supportive.
It's difficult to include them all for each line but; imagine all of them making videos, dancing and lipsyncking their part in perect spanish a few seconds (face, halfbody or fullbody). Imagine that all send this and someone makes the full song video with them. Probably Yao
Could be all Nyos!, yes, but in male version is funny too.
Adn it starts with America because, you know XD
That? this.
Have fun!
(Uh, uh, uh, uh) - Colombia
(Pa' tipos como tú) - Puerto Rico
(Uh, uh, uh, uh) - Nicaragua
Ah-oh - Panama
(Uh, uh, uh, uh) - Guyanas y Surinam and islands
(Pa' tipos como tú) - Costa Rica
(Uh, uh, uh, uh) - Guatemala
Perdón, ya cogí otro avión - Peru
Aquí no vuelvo - Ecuador
No quiero otra decepción - Chile and Pascua Island
Tanto que te las das de campeón - Venezuela
Y cuando te necesitaba - Rca. Dominicana
Diste tu peor versión - Haiti
Sorry, baby, - Puerto Rico
hace rato Puerto Rico
Que yo debí botar ese gato - N.Mexico
Una loba como yo no está pa' novato' - S. Mexico
Una loba como yo no está pa' tipos como tú, uh, uh, uh, uh - Paraguay
Pa' tipos como tú, uh, uh, uh, uh - Brazil
A ti te quedé grande - Argentina
Y, por eso, estás con una igualita que tú, uh, uh, uh, uh - Uruguay
Ah-oh, oh-oh - Bolivia
Esto es pa' que te mortifique' - Cuba
Mastique' y trague', trague' y mastique' - Cuba
Yo, contigo, ya no regreso - Ecuador
Ni que me llores ni me supliquе' - El Salvador
Entendí que no es culpa mía que te critiquen - Brazil
Yo solo hago música - Parana
Perdón que te salp---pique - Argentina
Me dejaste de vecina a la suegra - Nicaragua
Con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda - Costa Rica
Te creíste que me heriste y me volviste más dura - Mexico S
Las mujeres ya no lloran, - Venezuela
las mujeres facturan - Colombia
Tiene nombre de persona buena - Belice
Claramente, no es como suena - Guyana
Tiene nombre de persona buena - Guayana Francesa
Claramente - Paraguay
Es igualita que tú, uh, uh, uh, uh - Paraguay
Pa' tipos como tú, uh, uh, uh, uh - Chile
A ti te quedé grande - Monaco
Y, por eso, estás con una igualita que tú, uh, uh, uh, uh - Guatemala
Ah-oh, oh-oh - Bolivia
Del amor al odio hay un paso - Nicaragua
Por acá no vuelva', hazme caso - Uruguay
Cero rencor, bebé - Argentina
Yo te deseo que te vaya bien con mi supuesto reemplazo - Argentina
No sé ni qué es lo que te pasó - Chile
'Tás tan raro que ni te distingo - Chile
Yo valgo por dos de 22 - Puerto Rico
Cambiaste un Ferrari por un Twingo - Nicaragua
Cambiaste un Rolex por un Casio - Nicaragua
Vas acelera'o, dale despacio - Costa Rica
Ah, mucho gimnasio - Ecuador
Pero trabaja el cerebro un poquito también - Bolivia
Fotos por donde me ven - Uruguay
Aquí me siento un rehén - Paraguay
Por mí todo bien - Surinam
Yo te desocupo mañana - Surinam
Y si quieres traértela a ella, que venga también - Surinam
Tiene nombre de persona buena (uh, uh, uh, uh) - Paraguay
Claramente, no es como suena (uh, uh, uh, uh) - Brazil
Tiene nombre de persona buena (uh, uh, uh, uh) - Paraguay
Y una loba como yo no está pa' tipos como tú, uh, uh, uh, uh - Mexico S
Pa' tipos como tú, uh-uh-uh-uh - Mexico S
A ti te quedé grande - Argentina
Y, por eso, estás con una igualita que tú, uh, uh, uh, uh - Chile
Ah-oh, oh-oh -
(Uh, uh, uh, uh) -
Pa' tipos, pa'-pa'-pa' tipos como—
(Uh, uh, uh, uh) -
A ti te quedé grande - Belice
Y, por eso, estás con una igualita que tú, uh, uh, uh, uh (it's a wrap!) - Jamaica
Ah-oh, oh-oh - El Salvador
¡Ya está, chao! - Colombia, because she is the mother of Shakira ;)
#hetalia#latin hetalia#shakira LATAM version#i've got the whole Hetalia version if you want to#not spamming that is why LOL
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IMAGENES Y DATOS INTERESANTES DEL DIA 19 DE NOVIEMBRE DE 2023
Día Internacional del Hombre, Día Mundial del Saneamiento o Retrete, Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, Día Internacional de la Mujer Emprendedora, Semana Europea para la Reducción de Residuos, Semana Mundial de Concienciación sobre la Resistencia a los Antimicrobianos (RAM), Semana de Concienciación sobre el Azúcar, Semana Mundial del Emprendimiento, Año Internacional del Mijo y Año Internacional del Diálogo como Garantía de Paz.
San Barlaán, San Crispín y San Abdías.
Tal día como hoy en el año 1990
Algunos historiadores señalan el final de la Guerra Fría cuando hoy ser reunen en París (Francia) Estados Unidos, la Unión Soviética y otros 30 Estados en la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que concluirá el día 21 con la firma de la Carta de París para una nueva Europa. (Hace 33 años)
1969
En el Océano de las Tormentas aluniza el Apolo XII, segunda misión tripulada a la Luna, formada por Charles Conrad, Richard Gordon y Alan Bean. El 24 de noviembre regresarán a la Tierra. (Hace 54 años)
1882
En Argentina, el gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha, pone la primera piedra de la ciudad de La Plata, con la idea de que se convierta en capital marítima de la nación. (Hace 141 años)
1850
En Madrid (España), se inaugura oficialmente el Teatro Real, de estilo neoclásico, que estará dedicado a la ópera. (Hace 173 años)
1819
En Madrid (España) se abre al público el Museo Real de Pintura y Escultura, más tarde conocido como Museo del Prado, una de las mejores pinacotecas del mundo, bajo la dirección del marqués de Santa Cruz y del pintor Vicente López. En el día de su inauguración se exponen, para ser admiradas, algo más de 300 obras. (Hace 204 años)
1803
En la isla de Saint Domingue (actual Haití), tras la derrota sufrida ayer por el ejército francés en la batalla de Vertieres, las tropas indígenas del general Dessalines entran triunfantes en Cap Francais (actual Cabo Haitiano), por lo que Donatien Marie Joseph de Vimeur, Conde de Rochambeau, capitula y ordena la evacuación de la isla poniendo fin al dominio francés. Poco después de la salida de los franceses, Dessalines iniciará el terror y linchamiento de la población blanca, exeptuando a curas, médicos, técnicos y algunos partidarios de los haitianos. Devolverá a Saint Domingue su nombre indio de Haití y proclamará la República el próximo 1 de enero de 1804. (Hace 220 años)
1708
En el marco de la Guerra de Sucesión española, una escuadra angloholandesa toma la isla de Menorca (Baleares) con mínima resistencia dadas las escasas fuerzas españolas que defienden la isla. (Hace 315 años)
1564
Dos navíos grandes, dos pataches y un bergantín, zarpan del puerto de Navidad, en México, al mando del español Miguel López de Legazpi con 380 hombres y con la misión de conquistar y colonizar el archipiélago filipino, a donde arribarán el 13 de febrero de 1565. Una vez allí, no encontrarán prácticamente oposición de los nativos, posesionándose de los territorios casi sin verter sangre. El 15 de mayo de 1571 conquistarán Manila, en la isla de Luzón, y la erigirán como capital de ese bastión del imperio español. (Hace 459 años)
1493
Cristóbal Colón en su segundo viaje descubre la isla de Borinquen, a la que llama San Juan Bautista, hoy San Juan de Puerto Rico. (Hace 530 años)
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El día anterior, el clima era cálido, había turistas en las playas, la vida era normal. En 12 horas la tormenta "Otis" pasó a ser un ciclón categoría 5, fue una noche dura, las ráfagas de viento eran como turbinas de avión que no cedían, los vidrios de mis ventanas explotaron por la intensidad del viento. Hubo un momento en el transcurso de esas 4 horas en el que me rendí, el agua comenzó a entrar por la puerta trasera de la sala...solo tomé algunas cosas que creí indispensables como medicamentos, algunas herramientas e intenté salvar algunas cosas: una laptop y una tablet.
Cuando fui a la parte alta de mi casa y me vieron mi madre y su esposo, noté un miedo que no se puede explicar, una desesperación en los ojos de ambos y de pronto las ventanas explotaron en la habitación de ellos.
Nos refugiamos en el baño, era el lugar más seguro debido a los vidrios rotos que estaban esparcidos por todas partes, la desesperación que había visto antes se transformó en una convivencia rara de al menos 2 horas donde vi transmutar el miedo y la desesperanza en oraciones a lo que ellos conciben como un ser supremo. Sin mucho que decir desde mi agnosticismo solo recordé aquél pasaje de la biblia que mencionaron alguna vez en el colegio católico donde asistí: "Padre ¿Por qué me has abandonado?" Solo eso me explicó, en ese breve instante aquello en lo que ellos creen.
Entre las 3 y las 4 de la madrugada, Otis cedió y su intensidad bajó, la desesperación de mi madre convertida en gritos y llanto me orilló a tomar una decisión y era llevarlos a un lugar más seguro pero teníamos que caminar entre escombros, cosas aún volaban y peligros de la naturaleza y por peligros de la naturaleza me refiero a peligros como serpientes e incluso cocodrilos, llegamos al lugar seguro más cercano que encontramos, 100 metros entre la casa y ese lugar nos parecieron infinitos y eternos, encontramos vecinos en el camino y nos cobijamos entre todos para llegar ahí. No sé en qué momento me quedé dormido sentado en una silla en medio de un ciclón con vientos de tornado y lluvia que parecían ser un acumulado de los 2 años en que no había llovido, por la mañana me encontré ese paisaje desolador, destrucción y miedo en todas partes, rapiña como no se pueden imaginar, cuerpos sin vida en las banquetas, inundaciones, etc.
En el camino fui tomando algunas fotos y me di cuenta que aquél que era rico, aquél que era pobre, aquél que lo perdió todo, aquél que perdió cosas pequeñas nos encontrábamos en las mismas circunstancias, en exactamente la misma realidad tangente y observable, cada quien con una explicación similar pero desde su perspectiva y cosmovisión.
Otis destruyó mi puerto, destruyó a mi Acapulco, en tan solo 4 horas nos dejó una devastación inconmensurable, posiblemente tardemos un poco en volver; sin embargo, con la ayuda de la sociedad civil y la inteligencia de muchos hemos podido construir puentes de comunicación, formas de saber de alguien a quien amamos, hemos prestado nuestro móvil para que alguien pudiera comunicarse y avisar que se encontraba bien con la confianza, de que ese móvil volvería a nosotros, me han quedado grabadas las caras de alivio y felicidad de las personas que lograron comunicarse con sus seres queridos a través de mi celular y eso, amigos míos, no se puede pagar ni se puede cobrar.
Pese a toda la destrucción y todo lo desalentador que pudiera ser este panorama, Otis me ha dejado claro que en mi puerto habrá un cambio de conciencia, que un joven logró cambiar para siempre la forma de buscar a las personas en desastres naturales, que las cosas dependen de nosotros mismos, que hay un cambio en la conciencia colectiva y que además, este cambio ha quedado impreso en la mente, en la prensa, en las redes sociales, en la ayuda de quienes han llegado con un bote de agua o con un tráiler lleno de víveres, la ruina trajo consigo de la mano a una musa.
¡Gracias a todos por leer, gracias a todos por ayudar, gracias por preocuparse!
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¡Hola, buenos días, humanidad! ¡Feliz sábado! Hoy os traigo la foto de Fukuoka. Situada en la isla de Kyushu en Japón, es una ciudad palpitante que combina la modernidad con un rico legado cultural. Con su bullicioso puerto, rascacielos relucientes y una animada escena gastronómica, Fukuoka es un importante centro económico y cultural en el suroeste de Japón. Sin embargo, a pesar de su modernidad, la ciudad ha conservado encantadores espacios verdes y templos históricos que ofrecen un refugio tranquilo en medio de la agitación urbana. Los famosos ramen de Fukuoka son una delicia imperdible, y el espíritu acogedor de sus habitantes hace que los visitantes se sientan bienvenidos en esta fascinante metrópolis japonesa.
Para tener en cuenta...
Agradece por esa gota que desbordó tu vaso.
Agradece por ese hecho que hizo que explotaras y te llevó a tomar la decisión más arriesgada de tu vida, pero que a la larga hizo que te sintieras más feliz que nunca. No siempre tenemos la valentía para escuchar nuestro interior o seguir nuestros sueños y eso hace que nos quedemos en lugares que de a poco roban nuestra energía. Por suerte, la vida se encarga de impulsarnos a que saltamos al vacío y gracias a eso, aprendemos que detrás del miedo se esconden las mejores cosas. Por eso, si no estás bien y sientes qué la vida tiene más para ti, no esperes a que tu vaso se desborde, salta con confianza que hay un universo entero esperándote.
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La revista TIME ha dedicado su primera portada en ESPAÑOL al puertorriqueño Bad Bunny.
🇵🇷 Bad Bunny fue a la Universidad de Harvard y dio una charla sobre su protesta musical y activismo social a 300 estudiantes que abarrotaron un anfiteatro en el 2019.
El año pasado, el Wellesley College en Massachusetts comenzó un curso sobre el impacto sociopolítico del Conejo Malo en la sociedad. Este año, las universidades de San Diego y Loyola Marymount en California están ofreciendo cursos para estudiar cómo Benito Antonio Martínez Ocasio impacta la comunicación masiva y cultura global además de la política colonial de Puerto Rico. Todos estos cursos tienen matrícula llena y el de la Universidad de San Diego se ofrece a nivel de maestría.
Probablemente, los estudiantes de estas clases aprenderán que hay puertorriqueños, además de otros hispanos, que sufren de un complejo de inferioridad porque creen que el idioma inglés, la cultura y valores estadounidenses son superiores. En contraste, Bad Bunny ha declarado y demostrado que el idioma, la música y cultura estadounidense no tienen supremacía mundial.
Benito ha dicho: <<Yo siempre creí, desde el principio, que yo podía llegar a ser grande, que yo podía llegar a ser uno de los mejores cantantes del mundo sin tener que cambiar mi cultura, mi lengua, mi idioma, mi jerga. Yo soy puertorriqueño. ¿Por qué yo tengo que cambiar? Nadie le pide a un artista gringo que cambie, (su idioma y nacionalidad para ser exitoso)>>. En un artículo del diario español El País, Benito afirmó: <<Hay que romper eso de que los gringos son dioses … No, papi>>.
De hecho, el Conejo Malo es tan o más exitoso que cualquiera de los estadounidenses que cantan en inglés. Por tanto, los artistas de la nación puertorriqueña y de otros países hispanos no tienen que negar o modificar su identidad nacional ni doblegarse a las demandas del mercado estadounidense ni tampoco rendirle pleitesía para triunfar.
“Time”, una revista extranjera que el mes pasado cumplió 100 años de trayectoria, publicó por vez primera en su historia una portada con titulares exclusivamente en español para reconocer que Benito le está comiendo los dulces a los estadounidenses sin usar el idioma anglosajón. Aún más, Bad Bunny está dando cátedra sobre su puertorriqueñidad y el impacto mundial de sus comunicaciones mediante la academia estadounidense que ofrece sus cursos en varias universidades. Por tanto, ¿cómo se puede valorar, aprovechar y aplicar el contenido educativo de Benito en Puerto Rico?
La foto adjunta es de Elliot y Erick Jiménez para “Time”.
Read the TIME article here: https://time.com/6266349/bad-bunny-cover-story/
#bad bunny#this is bad bunny#revista time#time magazine#artistas de puerto rico#reggaton artist#artista boricua#noticias del reggaeton#reggaetón#puerto ricans#puerto rico#puertorriqueños#bad bunny fans
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NICOTINA
PRIMERA PARTE
Cuando estuvimos demasiado lejos del sol
Una novela de Kevin Morawicki
Un homenaje a nuestros padres.
En especial a Jorge Huergo y Ernesto “Quique” Morawicki,
Cultura Libre - Todos los derechos de autor liberados.
Provincia de Misiones - Argentina
INDICE (Primera Parte)
Capítulo 1 - Gauman, un ángel afligido por la libertad.
Capítulo 2 - Benito Romero, una operación clandestina del propio intelecto.
Capítulo 3 - InfoRico: periodismo literario y notas para una crítica cultural.
Capítulo 4 - El Instituto Privado de Intervenciones Clínicas Especiales.
Capítulo 5 - Sueños simples imposibles de recordar.
Capítulo 6 - Hoy no quiero que anochezca.
Capítulo 7 - InfoRico: esperando la cresta de la ola desde una intrépida sensación.
Capítulo 8 - Segunda visita del Dr. Lisandro Villegas Lima.
Capítulo 9 - Benito Romero y su “Diario de los días sin sentido”.
Capítulo 10 - Pero es de noche: prohibido prohibir.
Capítulo 11 - Sondear la entereza anímica de Benito.
Capítulo 12 - Libertinaje furioso en Puerto Rico.
Capítulo 13 - La palabra-mundo: la escritura como acto sanador.
Capítulo 14 - Papá nunca me preparó la comida.
Capítulo 15 - Corrección.
Capítulo 16 - ¿Prohibido prohibir la muerte?
1
GAUMAN, UN ÁNGEL AFLIGIDO POR LA LIBERTAD
Empezaremos justificando la primera reacción de Cristóbal “Gauman” Molina en el despertar de su propia tragedia. Ustedes calificarán de perversa su actitud, pero sólo lo harán al principio, ya que esta documentación tiene por objeto vencer ese prejuicio. No podría ahora culparlos si aborrecen de su reacción: cualquiera sentiría lo mismo con la información disponible hasta el momento. Yendo a los hechos, lo primero que hay que decir es que su despertar fue literal, en el mediodía de un 24 de diciembre y estando rodeado de cuerpos desnudos que dormían en el medio de una casa lujosa. Era evidente que la noche anterior, que había sido de cristal, se hizo después añicos. En una enorme mesa de algarrobo estaban los restos de un banquete. Bandejas de plata con restos de comida, botellas vacías de champagne y vinos de 50 dólares consumidos hasta la mitad. Por los grandes ventanales con cortinas de fina tela blanca ingresaba la luz melancólica de un sol parcialmente cubierto de nubes. Esa claridad externa, apenas más fogosa que una resolana, le daba al ambiente una tonalidad grisácea de foto antigua, sepia en pasado cristalizado, que es la luminosidad misma de los sueños.
Esta descripción importa a los fines de ofrecerles un contexto. Una escena que seguramente será descrita con mayor precisión y con mejor pluma en las crónicas de Benito Romero, y que, de suceder, serán sin falta incluidas en este volumen. Sólo digamos por el momento que Cristóbal Molina, alias “Gauman”, tiene 29 años y es hijo de un conocido psiquiatra y psicoanalista argentino y de una profesora de literatura. La Historia no se repite como farsa sino como superación: un joven y talentoso artista que ha subido alto y rápido por la escalera sin fin de la industria musical ahora se despierta en el mismo colchón en el que yacen los cuerpos de dos muchachas sin vida y sin ropa.
Que es la peor combinación, piensa Gauman, sin vida y sin ropa. Un hálito frío de cirujano experimentado parece dominarlo, como si la realidad que está viviendo no fuera su realidad inmediata. No hay dudas de que la escena es demasiado obvia, un maldito cliché, una falta de respeto artístico carente de toda creatividad. Un teatro de operaciones absurdo, que dicho sea de paso, es todo un título para una canción.
A estas disquisiciones de Gauman podríamos agregar, también a su favor, que el arte nace en las situaciones más impredecibles, y que lo que experimenta esta joven estrella del cielo musical lo demuestra. No es más ni menos que un momento de lejanía. Un momento de lejanía que él puede percibir y nombrar, y así su soliloquio se vuelve epifánico: necesito un momento de lejanía, un lugar entre paréntesis, un espacio ensordecido por la gloria de unas palabras dichas de par en par y entrepiernas, al otro lado se siente mucho mejor, es con vos, siempre es con vos, mi amor…
Gauman regresa del breve ensueño diurno hecho canción y piensa: si sólo tuviera un cuaderno y un lápiz para poder anotarlo. Porque sí, es eso: el estar lejos por lo menos un rato aunque ya hayamos entendido que los protagonistas de la agonía increíble que presenciamos somos nosotros mismos. Gauman insiste (tal vez no puede evitarlo) en vociferar mentalmente “Sin vida y sin ropa / Sin vida y sin ropa”. Y entonces lo hace: con el dedo índice escribe en las baldosas del piso con la tinta indeleble de la sangre a su lado derramada. Sus pensamientos pantanosos comienzan a sentir el sabor tentador de la adrenalina. Las palabras continúan repitiéndose en su cabeza, como un loop digital insertado en su cabeza, un proceso casi autónomo de su voluntad. "Un teatro de operaciones absurdo" repite, y al cabo la palabra “absurdo” lo hace volver en pensamientos, darse cuenta de que, sin el contexto físico de una morgue judicial alrededor, todo esto es un sinsentido, un despropósito, una estúpida ironía.
En definitiva y para resumir, Cristóbal “Gauman” Molina vivencia con fuerzas bestiales ese absurdo y su destino de artista lo lleva a vivir la escena desde su paroxismo dramático. El cometido del artista es hacer descender la Bestia pudiendo administrarla estética y narrativamente. No es más que eso, queridos lectores. Estamos ante el punto cúlmine de su experiencia cultural. Él no lo sabe aún, pero es probable que la intensidad artística de estas sensaciones sean las más altas en toda su vida. El único problema es que a Gauman el absurdo siempre le sacudió los estados de conciencia en los que se encontraba, cual sea que estos fueran, ocasionándole risas leves en el mejor de los casos y desproporcionadas en los peores. Por razones obvias esta vez sus emociones están amplificadas y brotan con mucho más descontrol que lo habitual. Y entonces sus carcajadas interrumpen el sueño apacible de los demás durmientes que despiertan para verlo reír junto a los dos cadáveres. Difícil regresar de una situación como esa.-
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BENITO ROMERO, UNA OPERACIÓN
CLANDESTINA DEL PROPIO INTELECTO
A la luz de los acontecimientos lo primero que podemos decir de Benito Romero brilla por su evidencia: él lee la noticia trágica que su amigo Gauman protagoniza y su corazón se desgarra sin síntomas, sin aviso, sin significado, que es la peor fisura que un cuerpo puede atravesar. La peligrosidad reside precisamente en ese carácter silencioso. Cuando una persona ignora algo que le está sucediendo, toda acción al respecto es imposible. Una única posibilidad se abre paso en estas circunstancias: el abandono de todo esfuerzo. Benito empieza entonces a dejar de sostener la insignia que le daba identidad personal, ese orgullo que sentía por la separación objetiva de sus impulsos personales respecto del mundo exterior. El dolor, que había sido sublimado por dicha separación psicológica, como si fuera una operación clandestina del propio intelecto, fue después emblema: tengo una disociación perfecta entre el mundo y yo. Benito siempre lo había hecho desde un confuso estado de conciencia, en cambio ahora comenzaba a entender por qué se ufanaba de sentir extrañeza sobre las cosas del mundo circundante. En las próximas páginas trataremos de reconstruir ese mecanismo para explicarlo. Por ahora importa decir que se abría ante él un hito desmesurado e infinito, sin dudas el más grande de su vida. Esa barrera que existía dentro suyo como rocas amuralladas en la dureza de sus costumbres obsesivas, daba inicio a su cristalización para después romperse, que es el destino natural de todo cristal.
Podríamos decir entonces que al leer la noticia Benito Romero aflojó completamente sus intestinos, tal vez por primera vez en su vida adulta. Es el desgarro solapado que inicia una explosión en cadena. ¿O no sentiste vos también, alguna vez, una fuerte reacción emotiva creciendo en cadena dentro tuyo, como si emergiera desde tus entrañas una bestia, y que ese crecimiento exponencial era sin embargo lento, la respuesta necesaria a algo o alguien que acababa de encender una mecha quemándose hacia la dinamita, sin que pudieras hacer demasiado para evitarlo?
Imagino que sí. Avancemos un poco más sin perdernos todavía en detalles. Justo es decir que todo lo que se inicia de este modo no está necesariamente destinado al acabose. Más bien está destinado a la transformación. Y ya tu sabes: cuando está todo mal, estar transformándote es la mejor noticia que puedes recibir. Aunque por el momento detestes el producto de esa transformación, o sea, te detestes a vos mismo.-
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INFORICO: PERIODISMO LITERARIO
Y NOTAS PARA UNA CRÍTICA CULTURAL
Odio ver así a San Epitafio, le dice Luisa Leader a Sandra Finoquiaro, ese brillo en los ojos son la ventana hacia su desalmado corazón. Cualquiera que le conozca podría notarlo, ¿no es así? Luisa cruza las piernas al sentarse en el suntuoso escritorio que encabeza y continúa hablando. Él sabe, Gregorio San Epitafio lo sabe desde el instante en que conoció la noticia, que la tragedia de Cristóbal y sus "Chacareros" será una fuente inagotable de dinero para él. Y te digo más, continúa Luisa mientras levanta el dedo índice de la mano derecha que brilla en el aire con el rojo radiante de un esmalte para uñas. Es casi un hecho que todo esto será un golpe de suerte definitivo: llegaremos incluso a disputar el mercado latino de los servicios de información. Cristóbal sólo le dará entrevistas a Benito y así las visitas y las ventas se dispararán exorbitantemente y comeremos perdices por los tiempos de los tiempos, salud. Y ya que estamos, querida Sandra, ¿me servirías un Vermut por favor? Porque todavía hay más: el Multimedios podría encarnar una épica de los acontecimientos que nos permita escribir una parte dorada en la historia argentina. Escribir bien y en velocidad es el camino más corto hacia la profundidad de los sucesos traumáticos que conmocionan al gran público. Poder contarlo abre la puerta al inframundo, son pasadizos hacia los cimientos civilizatorios que determinan todo lo que existe, como si fueran el Santo Grial de una comprensión social. ¿Me explico?
Con prisa Sandra ha terminado de preparar el aperitivo, alertada por el ímpetu que el relato de Luisa está tomando.
Accediendo a esos inframundos, continúa Luisa, vía la traducción de lo que de allí vaya emergiendo, se puede multiplicar el conocimiento relevante sobre una época. Más que puertas abiertas hacia un fenómeno epistemológico, esto será un pasadizo directo hacia la comprensión terrenal, un atajo, una sala de operaciones en la que sólo habrá que suturar un trabajo procesado de antemano y servido ya en bandeja. Y así simplemente ingresar a los pedazos diminutos o siderales de la Gloria. Dadas estas circunstancias, Sandra, el escenario está casi concluido. Puede que estemos ante la noticia más espectacular de nuestra historia. No exagero ni un ápice. Son demasiadas variables confluyendo en tiempo y lugar, con el telón de fondo de una crisis cultural latiendo agazapada. Un sólo atenuante podría estar habiendo y es que se esté tratando de una historia demasiado cinematográfica, hasta el punto de parecerle al gran público una copia gastada de literatura industrial, un aburrido calco melodramático de telenovela latinoamericana. Pero es difícil que la gente se canse de los géneros clásicos, amén de que ni San Epitafio ni nosotros vamos a permitirlo. Ese es el punto rojo de todo esto. Cómo decirlo… Es lo de siempre pero potenciado: con qué lenguaje contar algo que ya aparece contado en la realidad. ¿Seremos como Borges, Sandra, sabiéndonos entrelazar nosotras mismas en historias que nadie las narra, la apoteosis literaria de borrar las huellas mismas del narrador? Es un poco mucho, ¿no?
Me parece que sí, contesta Sandra, siguiéndole el juego desde el minibar ubicado entre los escritorios que ellas utilizan al frente de la Redacción.
Es que… Nuestro talento es lo único que tenemos, continúa Luisa. ¿Y sabés qué? Siento en mi cuerpo la adrenalina juvenil por última vez, y por lo tanto me desmadraré para que todo esto sea perfecto. Esa es mi contradicción, querida Sandra, ese es el foco de mi feliz angustia. Si nuestro periodismo amalgama fondo y forma, el efecto negativo de lo trillado no sucederá. Bien y mal que nos pese, haremos un trabajo magistral y será un éxito de taquilla.
No te enojes por lo que voy a decirte, le dice Sandra, entremezclando el rol de secretaria con el de amiga. Estás sobrevolando una tierra parecida a la que detestás en Gregorio, y dejame decirte que ésa no es la mejor versión de vos.
Puede que tengas razón, dice Luisa, lo reconozco. Como que me estoy posesionando demasiado, ¿no? Te confieso que mientras yo hablaba, al llegar al último tramo, algo de eso comenzó a sobrevolar mis pensamientos. Me es difícil ignorarme, Sandra, vos me conoces, y por lo tanto me creerás ahora si te doy la razón. No es que no me moleste que esto suceda y de hecho me cuesta aceptar que yo reproduzca las emociones huecas de San Epitafio, sus emociones-de-macho-alfa, qué horror. Son mis emociones determinando mis ideas, como cualquier hija de vecina. Ahora que comencé a envejecer te lo puedo reconocer. Pensar que me creí la historia de la intelectual que logra una emancipación total, una objetividad a la vez práctica y estética, simple y compleja. Pobre ilusa. Me creerías, Sandra, si te dijera que anoche me decía a mí misma: “Bella, pobre e ingenua jovencita fuiste, Luisa”. Pero en fin, eso nada importa ya y, volviendo al hilo de lo que te estaba diciendo, (sabés que en eso sigo siendo la misma: una persona que siempre sabe regresar al hilo troncal de su sensibilidad, así que, mi querida amiga Sandra, no te asustes de ningún extravío mental mío porque eso nunca jamás sucederá). Pues bien, dice Luisa, tenés razón: mientras descargaba mis sentimientos con todo lo que te venía diciendo, imprevistamente asaltada por la pasión que junta la seguridad ontológica con el miedo, sentía que yo misma me mordía la cola de mi propio relato. Presentí algo y hasta llegué a pensar, en milésimas de segundos, si vos te darías cuenta. Y sí, claro que te diste cuenta, si vos me conoces mejor que mi madre, que no es mucho decir. Y a decir verdad, no sé lo que me pasa, como si estuviera menopáusica, necesito como nunca antes salirme un poco de mis casillas de muchacha bien, estar un ratito en el viento de las emociones impactando sobre mi cara, el pelo sacudiéndose en un auto convertible, un film de Hollywood, es decir un mundo sin responsabilidades. ¡Yo!, Sandra, ¿podés creerlo? Que yo esté pensando y diciendo cosas como estás, alguna vez lo imaginaste?
¿Menopáusica dijiste, Luisa? ¡Por Dios! Vos, una refinada ensayista feminista que cualquier empresa francesa desearía para su Staff hablando así… Me estoy empezando a preocupar, Luisa. Si algo no nos falta en estas horas, es irrealidad. No me asustes.
Bueno, bien, no dramaticemos, contesta Luisa, quien parece haberse dado cuenta del exceso cometido y, hábil como siempre, se reposiciona. No dramaticemos que para eso está la realidad. Pensemos que esta perorata mía es sólo un momento de desquite, dice, la hora cero de un día laboral. Vos sabés que después yo recupero el tiempo perdido, y que termino sumando bastante más trabajo de lo que se espera de mí. Lo que sucede, Sandra, es que este estado de confusión es fundamental para lo que vendrá en el transcurso del día. No olvides que trabajamos con nuestro cuerpo antes que con la realidad, y que las sensaciones son la materia prima de nuestro trabajo. Producimos impactos duraderos en las almas de quienes nos siguen, y ese proceso productivo no funcionará bien si, ante tremendo shock noticioso, no revolucionamos primero nuestra estructura psicológica. Es casi un método. Reconozco que es un método arriesgado, que hay puntos de “no retorno”, que hacerlo de este modo no me causa ninguna gracia y que preferiría estar en silencio respirando y escuchando música en el colchón blanco de una habitación también blanca. Es más, si me dejo llevar yo también estoy preocupada, ¿sabés? Creo que eso es lo que está gravitando en mis subsuelos, puedo intuirlo y creo que vos ya lo intuiste, aunque sea una sensación casi desconocida para mí. Puede que necesite coquetear con esa posibilidad, pienso ahora sin haberlo pensado antes. Un modo de encantarme yo misma y procesar los hechos reales para imaginar las palabras que la puedan nombrar. Te repito, es mi método, es nuestro método para hacer un periodismo que marque una diferencia. Lenguaje y mundo: para conectar ambas circunstancias necesito primero conectarme con mi propia contradicción. ¿Me explico?
No sé Luisa, no sé. Casi no bebiste tu aperitivo. Te voy preparando otro, y eso que no soy mucho de venerar el alcohol, pero ahora parecería ser necesario o, más bien, útil.
¿Que no sabés si me entendiste?, dice Luisa. Uau. A tono con las circunstancias: esto nunca antes nos había sucedido. Lo que sea que nos une es una zona vaga en común, un territorio en el que podemos ejercer sin culpas la osadía y también la inestabilidad.
No sea exagerada, Luisa, dice Sandra Finoquiaro, mientras por un momento duda si comenzar a trabajar para cambiar de aire o profundizar el asunto hasta donde sea necesario. Pero después piensa que sí, que su principal trabajo es apoyar la conversación en curso. Digamos que creo captar la idea, interviene entonces Sandra, puedo imaginármela. Sólo que me perdí un poco en el último tramo de tu relato, como si estuvieras desnudando un método en tiempo real. La segunda racionalización de un mismo relato. No es que te quiera consolar o ser chupamedias, pero tranquila, claro que algo me doy cuenta del lugar conceptual que delineas al hablar y por el cual pretendés transitar. Dejame procesarlo un poco esta noche, todo estará bien, ¿sabés? Las cosas están yendo demasiado rápido, ¿no te parece?
Luisa Leader hace una pausa en su alocución y respira con profundidad, casi un suspiro que logra recomponer la situación. Es cierto tu señalamiento, dice al cabo mientras Sandra la escucha con perplejidad, estoy llevando el asunto a un racionalismo elevado y eso es por lo menos prematuro. No hacés sino confirmar el pasaje definitivo a mi vejez: ahora la sensatez lúcida está en vos. El discípulo que reemplaza al maestro, etcétera. Pero eso también ya está dicho, así que volvamos a San Epitafio, nuestro Jefe de No-Redacción, trataré de ser más directa en mi relato y no sufrir la vergüenza intelectual de la simpleza.
Luisa se levanta y se aleja de su sillón de suave paño verde, un mobiliario de estilo antiguo y madera noble que rompe el paisaje general de la Redacción, como si fuera una desafinación visual. Podría decirse que, más que un sillón, es un trono. Luisa camina rodeando los escritorios vacíos de las otras periodistas con las manos entrelazadas en la parte baja de su espalda.
¿El problema de fondo no será que todas somos un poco como él?, dice finalmente. Su voz retumba en la acústica fabril del tinglado. ¿La razón por la que todavía sigamos a su lado? ¡Qué horror! Sí, mi querida Sandra, es que tenés razón, como siempre. A veces pienso que la Jefa tendrías que ser vos. Jovencita, bonita, inteligente, bien estudiada y sin los prejuicios de una vieja como yo.
Tenés cincuenta y dos años, Luisa, dejate de joder, mujer. La contestación de Sandra huele a fastidio repentino, y de ahora en más habla mientras acomoda carpetas con tapas de cartulina celeste. Está parada frente al escritorio contiguo al de su jefa y a todas luces ha comenzado a trabajar: su ánimo no le permite otra cosa, la escucha es un asunto muy delicado y, en la quietud del silencio, una virtud casi imposible. Tal vez vos, dice finalmente entre suspiros de bronca y admiración, “Luisa Leader”, seas la intelectual más apetecible del Sur del Mundo.
Como si no escuchara las últimas palabras de su interlocutora y ensimismada en múltiples pensamientos, Luisa continúa hablando. Es más, dice, siguiendo tu argumento puede que a nosotras nos esté pasando algo parecido a lo que está viviendo San Epitafio. No tanto por el dinero, que en definitiva mucho no nos importa, sino por todo lo demás.
En eso podemos coincidir, contesta Sandra, un poco aliviada, no te olvides que, en tanto que Director, Jefe o lo que sea, Gregorio San Epitafio es responsable financiera y económicamente de todo esto. Es responsable por la sostenibilidad material del presente y su reproducción en el futuro.
Joder, mujer, contesta Luisa, estás cerca de decir que su función es la de ser nuestro padre. Mi querida Sandra, es demasiado temprano para reconocerlo. Y para ir cerrando nuestra conversación, ya que the workers are coming, te digo una última cosa: no niego la necesidad de su pragmatismo para regenerar constantemente las condiciones materiales de de nuestro oficio, especialmente los aspectos legales y los asuntos financieros, sin los cuales sería imposible un periodismo clásico en estos tiempos…
La alocución se interrumpe con el ingreso de Gregorio San Epitafio a la Sala de Redacción del Portal InfoRico, un antiguo edificio fabril con techos altos de chapa en estructura simple de vigas y hierros, sin separaciones internas. Las únicas paredes divisorias son las que forman su oficina, ubicada al frente del gran espacio en común. Gregorio San Epitafio, el Director y principal accionista de “InfoRico SA”, avanza en zigzag entre los demás escritorios, su cuerpo escuálido de un metro noventa camina con desparpajo, moviendo de costado sus largos brazos flacos en una de cuyas manos sostiene un cigarrillo. Estrafalario en su caminar, San Epitafio es un grupo de huesos largos sigilosamente articulados en un andar con premura y como descalzado del tiempo. Una especie en extinción. Pasa frente a ellas, les dice “Chicas, prepárense, el momento ha llegado” y continúa el camino frenético hacia su oficina.
¿Qué es lo que hay llegado?, se pregunta inmediatamente Luisa en voz alta, no dijo qué es lo que ha llegado.
Sandra, quien la mira sin dejar de clasificar papeles y de acomodarlos en carpetas, mueve la cabeza con gesto de negación y sensaciones de hartazgo. Dice: lo que acabás de decir, Luisa, todo lo que venís disertando ante este escenario vacío es lo que San Epitafio quiso significar en esa sola frase. No te hagas la desentendida. A veces le doy la razón a él, como si tuvieras un encono injustificado en su contra. Sé el cariño que le tenés y la historia que los une, pero no entiendo tus molestias, Luisa. Si no te gustaran tanto las chicas y él no fuera tan mujeriego pensaría que hay algo no saldado entre ustedes.
¿Algo sexualmente no saldado, decís? grita Luisa, sonriendo con ironía. Imposible. De todas formas me gusta que lo digas, me has sorprendido, le has puesto un poco pimienta a esta rutina pronta a dejar de ser rutina. Casi un adelanto de lo que vendrá…
Ah, mirá vos, dice Sandra, sos sarcástica en este contexto de gravedad institucional para todas nosotras. ¡Sos igual que él!
Luisa Leader se incorpora. Estás loca, nena, dice. No seas infantil, no hay nada más opuesto a mis gustos sexuales que San Epitafio, los cuales, aprovecho para aclararte, por si no lo sabías, no excluyen a los hombres. Es una cuestión de mentes, nena. Me extraña de vos. A propósito, mi querida, ¿desde cuándo tenemos charlas que atrasan un siglo nosotras dos?
Desde que comenzaste a pensar como Gregorio, le contesta Sandra. Conste que es la primera vez que te escucho hablar así.
Lo mismo digo, dice Luisa. Pero bien, está bien lo que decís, puede ser que sí… ¿Será que me hago la discreta porque sin saberlo estoy un poco nerviosa?
No, contesta Sandra, no estás nerviosa: estás muerta de miedo y no lo querés reconocer.-
4
EL INSTITUTO PRIVADO
DE INTERVENCIONES CLÍNICAS ESPECIALES
El Dr. Lisandro Villegas Lima entra en la habitación y a Gauman, que está acostado en su cama, no le sorprende su look jovial de exitoso profesional liberal. Viste un impecable guardapolvo blanco entallado, cuyo corte de hombros y de cintura parecen el traje de gala de un director de orquesta. O de un cineasta de renombre internacional que pasea en un descapotable por las calles de Los Ángeles, piensa Gauman. Estas y otras ideas lo mantienen entretenido durante los largos minutos que le lleva al Dr. Villegas Lima saludar, inspeccionar el lugar, abrir las cortinas para que entre la luz alegre de la mañana y se filtren los primeros rayos de sol.
De ahora en más yo seré tu médico, dice, finalmente, Villegas Lima. Al escucharlo, Gauman sonríe sin disimulo y deja pasar unos segundos antes de contestarle. ¿Eso es una bendición o una fatalidad?, dice. Preguntarle eso al médico le parece una ocurrencia grata y hasta necesaria, dado el contexto de encierro en el que se encuentra. Continúa: ¿O acaso no hay momentos y situaciones en donde el estado de ánimo tiene que ser sostenido artificialmente a fuerza de voluntad? A estas alturas de la civilización es innegable que el humor constituye una pieza decisiva del optimismo, no es así? ¿Y el optimismo no es entonces la llave mágica de toda reparación cerebral?
El joven doctor no sólo no manifiesta un gesto amable de complicidad ante la alocución sarcástica de su paciente, sino que se pone serio y simplemente dice, mirándolo fija y descarnadamente a los ojos: que yo sea tu médico es una decisión del Comité Ejecutivo del Instituto. De todas formas eso no importa, dice, convencido de que las preguntas de Gauman no buscan respuestas y que, en todo caso, le brindan información clínica. Además y en última instancia, agrega, lo que importa es cómo usted se siente.
Sin tutearme, piensa Gauman, en silencio, mientras piensa qué decir. Lejos de toda forma de paternalismo, dice. Está claro que usted no se parece a mi papá. Y vuelve a sonreír socarronamente, pero esta vez durante menos tiempo.
Ambos tienen una edad similar, Gauman más cerca de los 30 años, Villegas Lima acercándose a los 40. Ya sea como consecuencia de una angustia acumulada o por lo tétrico de la escena que protagoniza, Gauman siente dentro suyo algo parecido a una carcajada atrapada entre el esófago y las cuerdas vocales, una cosquilla agazapada pronto a explotar. Sabe que si se contiene durante mucho tiempo será peor y que la incomodidad o los nervios pueden llevarlo a las risas primero y a los ataques de risa después. Un simple e infantil ataque de risa socialmente incomprensible. Y tal vez riesgoso de protagonizar ante un psiquiatra. Es cierto que, en este momento, el contexto de esa sensación es su precario estado general de salud, que sin dudas es un atenuante innegable.
Para salir de ese mal trance, Gauman le pregunta a Lisandro Villegas Lima: ¿Qué lo trae por acá, Doctor? Con una mañana tan linda estallando en la ciudad, lo menos que yo haría en su lugar sería meterme en esta habitación a interactuar con un desequilibrado. Eso le quita la paz interior a cualquier persona de bien.
Es mi trabajo, Molina, contesta el médico.
La respuesta de Villegas es perfecta para simbolizar la situación: estamos ante la crudeza fría de una respuesta de rutina clínica. La tensión en el ambiente se intensifica por unos instantes y después cede a fuerza de un diálogo obligado pero ameno. Es probable que todavía Cristóbal Gauman Molina no lo sepa, pero comienza a gustarle la impronta de seriedad seca que este joven doctor impone a la relación médica. O es una careta pronta a caer, piensa, o puede que este tipo sea otra cosa. En definitiva, Gauman se da cuenta que tratar con un perfil profesional distinto a este hubiese sido un desastre. Que un psiquiatra joven tape su inseguridad con ademanes benevolentes y edulcorados con humor pedorro, no serviría. Es mejor así. Recio. Frío. Al borde del destrato.
Le haré unas pocas preguntas de rutina, dice el Dr. Lisandro Villegas Lima. ¿Le molesta la luz? Ahora no, responde Gauman. Eso quiere decir que a veces sí le molesta, ¿entiendo bien?, repregunta el médico. Sí, dice Gauman. ¿En qué momentos? Al despertar, cuando estoy en la oscuridad, en ese momento las luces artificiales me molestan especialmente. Comprendo, dice Villegas Lima mientras anota en su libreta. ¿Tiene zumbidos? Me parece que un poco, dice Gauman, trato de no escuchar nada, pero sí, si presto atención, algo de eso hay. ¿Tiene hambre? La pregunta del médico parece levemente fuera de contexto, así como también su continuación: Entiendo que estás comiendo bien... Efectivamente, Doc, estoy comiendo bien, responde Gauman. A menos que se refiera usted a asuntos sexuales. Haré como que no escuché, dice el médico con una tonalidad que los oídos musicales de Gauman identifican con alguna de las formas de la displicencia. ¿Querés que intervenga para que recibas algún menú particular?, pregunta el Doctor. No. Okey, continúa: ¿dolores de panza, acidez estomacal? Gauman niega moviendo la cabeza. Si mal no entiendo, dice el médico, tomás los remedios sin problema, ¿es correcto? Correcto, dice Gauman. ¿Vas al baño con normalidad? Sí. Todo ok, contesta Gauman, y especifica: La orina es amarillenta, un poco demasiado. Mejor dicho, es un amarillo tirando a anaranjado. Y ya que estamos, la defecación un poco demasiado sólida, faltando a mi costumbre. ¿Color? Marrón oscuro. Villegas Lima continúa el interrogatorio: ¿Te aburrís? No. ¿Te sentís más cerca de la tristeza o de la alegría? De ninguna de las dos, pero digamos que lejos de la tristeza, si es que tengo que responder sí o sí. ¿Tenés ganas de levantarte o preferís quedarte acostado? Ambas me vienen bien, sobre todo si las alterno. ¿Hay algo que sientas distinto? Eh… Gauman parece desconcertado por primera vez. No sé, dice, y se concentra para dar una respuesta. Esta vez parece hablar con absoluta seriedad. Que no escucho música, dice, ni pienso mucho. Estoy, nomás. Y no, la verdad es que no me aburro.
Unos pocos segundos transcurren en la mente del médico, una sutil demora en la interlocución que se trasluce en su mirada fugazmente perdida en pensamientos. El tiempo, incluso en fracciones de segundo, trasunta información confidencial.
Esto es todo por hoy, dice Lisandro Villegas Lima, y se retira de la habitación. Queda flotando el humo invisible de la incertidumbre que Gauman tiene que aspirar. Una retirada abrupta, piensa, un poco brusca. ¿Qué hago yo ahora con todo lo que soy por dentro?
Gauman siente en su pecho el peso sutil de un espectro grisáceo de sensaciones. Podemos testificar que la tensión en el ambiente fue efectivamente densa y que la intervención médica, si bien necesaria e incluso obligatoria, provocó esa tensión. Gauman regula sentimientos, cansado de sus pensamientos. Fumate esta, dice finalmente, hablándose a sí mismo, y sin saber del todo qué es lo que verdaderamente está fumando-.
5
SUEÑOS SIMPLES IMPOSIBLES DE RECORDAR
Benito R omero se despierta con dolor de pensamientos. Enrevesadas y atadas unas con otras, sus ideas secas de sentimientos giran a su alrededor como un enjambre de abejas que lo asedian sin lastimarlo. Durante largos minutos permanece en la cama tratando de hacer pie en un suelo conocido, buscando en su cabeza alguna imagen que lo tranquilice. Sobrevuela sobre su propia conciencia como si él mismo fuera un territorio desconocido no apto para el aterrizaje. Como si mi conciencia diurna me fuera ajena, piensa Benito mientras dos gotas de sudor descienden sobre la piel morena y lisa de su rostro sin gestos, y en cambio el vasto inconsciente en el que estuve toda la noche sea mi realidad más evidente. Estos pensamientos lo ayudan de a poco a poner pie en la realidad, razón por la cual profundiza ese rumbo: decir que el inconsciente nos gobierna tanto o más que la conciencia es un adagio más viejo que el tiempo, piensa, y sin embargo sigue siendo una idea iluminadora. Todos ya sabemos que esto es así, pero no terminamos de asumirlo. Terrible fascinación con los lugares comunes. Y, entonces, cuando lo volvemos a pensar vuelve a asombrarnos, porque por más común que sea su sentido aún no lo hemos hecho carne propia. Herida narcisista para la célebre, o fatídica, contradicción de la modernidad occidental. Erigirse sobre la construcción de un sujeto racional infalible, piensa Benito, y sucumbir después a las más elementales emociones infantiles: es más fácil pensar que sentir.
Viejas ideas que se van refinando poco a poco en su vida solitaria y que lo ayudan a despertarse, quizás demasiado pronto, a fuerza de razonamientos cada vez más formales. Consciente e inconsciente, se dice a sí mismo, ¿cómo es eso de que mi vida no está gobernada por el raciocinio? Un pequeño burgués en la Viena del Siglo XIX reacciona impulsivamente. Rechaza de cuajo esa blasfemia. Es una oda a las puerquezas cavernícolas, dice el pequebú, una falta de decoro. Me pregunto con qué palabras podría haber significado ese señor vienés esa aberración moral: es seguro que con estas no. Benito juega intelectualmente consigo mismo para sentirse mejor. Adicción a los lugares comunes: ese mismo señor ahoga su pureza moral y se salva de las represiones que lo están matando frecuentando un prostíbulo de calidad media en la zona también media de la ciudad. Muchachitas y mejor si hay muchachitos, total la casa familiar es sólo un asunto de reproducción sexual. Un asunto administrativo como generar alimentos y proveer de servicios esenciales al hogar, dulce hogar. En momentos en que la civilización iba llegando al clímax intelectual de su época para después romper la frontera temporal hacia el Siglo XX con un gran orgasmo creativo de la mano de la invención del Psicoanálisis…
Con este método Benito Romero sale a flote, una vez más, de una noche nubarrosa de sueños y pesadillas. Su fascinación por lo obvio, por lo que se ha hecho verdad revelada en la cultura occidental siempre es adictivo para él. Puedo cansarme de cualquier cosa, piensa, menos de la crítica al sentido común más recalcitrante en el que yo mismo gozo al sumergirme, una y otra vez, como modo de darle sentido a mi vida cotidiana. Como el fumador que termina de vomitar por cólicos renales y, apenas se recompone, pide que le pasen uno de sus cigarrillos. Comparación rara. En fin y en todo caso, no son cigarrillos sino una pipa. La de Sigmund Freud. Sigmund, hermosa marca comercial. Freud, potente símbolo de casi cualquier cosa anormal que se quiere parecer a la normalidad. El neurólogo austríaco hecho estigma y propagado como un elemento de mercado, su pipa que fuma pensamientos y sus frases de publicidad en carteles de neón junto a un aviso de Coca Cola, un cliché hecho humor, un signo-comodín en todas las lenguas.
Estos pensamientos lo conducen después a otras sensaciones. Inmerso ahora en un insipiente malestar mental producto del pasaje acelerado desde el ensueño descontrolado hacia sus formas rápidas de actividad mental. Pero con la tranquilidad de haber aterrizado de este lado de la conciencia real. Recuerda entonces a su amigo Gauman, estando con él durante madrugadas enteras en la terraza chiquitita de su departamento alquilado, mirando las estrellas apagarse en medio de la luz que irradiaban sus agitados corazones. El mundo sería en el provenir algo grandioso, recuerda ahora Benito, no importaba si con éxitos o con fracasos pero dentro de una aventura tras otra en un planeta que se abriría al verlos pasar. Aquellas charlas fueron eternas, piensa Benito, y se siente un poco más aliviado al hacerlo. Una pizca de emoción siempre mejora la condición humana. Su hablar mental es su compañía, su salvación, pero es un motor sin aceite cuando escasea la emoción.
Un rato después Benito se levanta de la cama y busca su taza de aluminio, el recipiente preferido para constituir infusiones de yerba mate. Tan harto está del mate como elemento narrativo en novelas, publicidades y películas, el Yo Argento en un Hogar también Argento, que pronunciarlo le da escalofríos, una suerte de fobia profesional. Lo único que importa es poner a calentar agua en un calentador eléctrico. El gas se ha terminado y no ha recargado la garrafa. Recién después va al baño. Atiende, apenas, sus urgencias, ni siquiera se lava los dientes. Se siente desganado, algo que no suele sucederle al despertar, como si hubiese estado batallando toda la noche. Estar cansado es algo que podría sucederle en el transcurso de la tarde, o a la noche, pero las mañanas siempre son momentos para la acción. Mientras espera que el agua se caliente, deambula por la casa. Al llegar al living ve su cuaderno abierto arriba de la mesa. Algo entonces cambia, un click neuronal apenas perceptible que sin embargo le hace recordar, sea un sueño o fuera la mismísima realidad. Para cuando comienza a leer lo que allí está recientemente escrito, el corazón le late con una creciente frecuencia. Su situación cardíaca, empujada por emociones reprimidas, se acelera bajo la sensación de una tapa oxidada que podría destaparse.
Te quiero tanto, Hijo mío, que no sé qué hacer. Es como si te perdiera al buscarte, y si no te busco tu imagen se desvanece en el día a día de mi cabeza atormentada. Tanta es la intensidad de mí búsqueda que me equivoco al hacerlo. Lo hago y erro, y si no lo hago me muero por dentro. Aunque nada sepas de mi…
Las letras todavía calientes escritas anónimamente. La única paradoja es que están hechas a puño y letra de él.-
6
HOY NO QUIERO QUE ANOCHEZCA
Hoy no quiero que anochezca: podría ir y anotarlo en un papel, piensa Gauman, romper toda fatiga y todo sin sentido y hacerlo, como siempre, con esa prepotencia de trabajo que dicen que me caracteriza. Interrumpir una conmoción: abandonar un instante de sentimientos intensificados (¡que por fin me sucede!) para ir a anotarlo en un papel. Registrar las palabras que le dieron soporte al sentimiento. Benito usaría la palabra “entidad”: darle entidad a la experiencia que súbitamente nos posee. Con el riesgo de cortar esa sensación y nunca más volver a sentirla. Sentir sin lenguaje, o sentir para construir un lenguaje que potencie el sentimiento en una experiencia compartida. Yendo de la sensación individual a la experiencia social: precario equilibrio que pilotea el artista.
Gauman continúa su intenso soliloquio.
Es raro, en este cautiverio me estoy pareciendo a Benito. O a mi papá. Yo qué sé. ¡Eso mismo! Gauman se exalta subrepticiamente, y tararea las palabras en una melodía improvisada: yo qué sé / de vos / si ni siquiera sé de mí…
Una sonrisa marca su rostro perdido en pensamientos. La creación se diluye en palabras e im��genes oníricas. Un momento después, retoma el hilo de su conciencia.
Sí, hay algo de Benito que sobrevuela este encierro: analizarme a mí mismo como si no fuera yo. Su astucia de gato loco en los callejones esotéricos de una ciudad perdida. Nunca olvidaré cómo ese procedimiento suyo marcó su personalidad juvenil. Una especie de autoanálisis que nadie hacía, ni siquiera los adultos hacían, con excepción de los profesionales del análisis, entre los que estaba papá, obviamente. No conocía a nadie que pudiera sostener cuerdamente ese mecanismo pero Benito sí. (Nobody did it but he did). Como si fuera un Shaman. En realidad, los padres no importan ahora que hemos crecido, no importan y no deberían importar. Más bien es el tiempo reverencial de la amistad, diría Benito, y yo podría agregar que es el momento emancipatorio de la amistad. Y mi papá diría, con voz gruesa impostada: “Es la fuerza referencial de los pares lo que tracciona la sanación actual de los jóvenes, exceptuando las patologías profundas, por supuesto”. Mejor no pensar en estos asuntos técnicos dichos por otros. Más me gusta recordar a Benito en otra versión de sí… (¿Será que tengo ganas de verle?) Por ejemplo recuerdo un pasaje de una de sus crónicas, al identificar este supuesto método mío como el “modus operandi existencial haciéndose arte”. O algo así. Si no fuera un maldito escritor exitoso le diría “¡Qué yapú que sos!”. Es el arte del montaje de palabras y cosas, y él es el Elegido.
Durante algunos segundos su mente permanece en blanco, como en cortocircuito. Después retoma el hilo mental de su conversación. El asunto es que todas estas cosas no me las había planteado nunca antes. Creo que yo vivía en otra constelación de emociones, en donde había personas mágicas que me hacían más mágico aún, mientras habitábamos un montón de espacios en donde nos tratábamos bien…
Otra constelación de emociones, repite Gauman como despertando del ensueño de conversaciones consigo mismo. Mmm, podría anotarla como frase, no? Pero algo me dice que ya no estoy con fuerzas para hacerlo, que me estoy cansando un poco. Cansando de ser yo, supongo, de actuar de mí. Antes no me cansaba, sólo era yo, nomás. Sin pensar, sin analizar. Tal vez pueda consultarle su parecer al médico sobre este particular, por así decirlo.
Gauman sonríe ante sí mismo como si fuera su propio espectador. Sabe que algo ha cambiado pero sabe también lo más obvio: que él está internado sanitariamente y que tiene problemas con la Ley. Raro. Inverosímil. Tan extraño que suele olvidar su condición. Está acostado boca arriba en la angosta cama de hospital de su habitación del IPICE, tal vez el único mobiliario con estética “hospitalaria”. Los demás muebles y la ornamentación general del espacio parecen las de un pequeño pero respetable hotel de tres estrellas de una ciudad capital de provincia. Gauman se queda pensando en nada durante unos minutos. Los ojos grandes y fijos mirando la nada. Después mira la ventana y comprueba que las luces diurnas han disminuido su intensidad y que el crepúsculo ha comenzado.
Hoy no quiero que anochezca, dice. Y ya no hace falta anotarlo en un papel. Si también bajaran ente mí nuevas frases, si imaginara un verso entero, si descendiera también una lírica, sería porque habría transcurrido el tiempo necesario para que hubiera anochecido. Y para entonces habría concluido el sentimiento. En cualquier caso el sentimiento terminará. Si es que lo anoto o si lo dejo suelto sonando en mi cabeza igual terminará. ¿No es esa mi verdadera cárcel? Hagas lo que hagas, mi-fren, tu sentimiento terminará. Hagas lo que hagas / mi-fren / tu sentimiento terminará.
La cabeza de Gauman vuelve a apagarse un poco, sin dejar de tararear esas frases, como si rezara inconscientemente. Ondas eléctricas disminuidas dentro de un mantra occidental. Después retoma el pensamiento.
Y no me vengan ahora con que asumirlo es madurar. Aceptar que hagas lo que hagas el sentimiento en intensidad terminará, tiene que terminar, la tenes que terminar. Hagas lo que hagas / el sentimiento en intensidad terminará / tiene que terminar / la tenes que terminar, nene… Permitirlo es morirse un poco, secarse por dentro en una lenta disecación. No podrás vivir siempre en el sentimiento (dicen) pero entonces no puedes permitirte el sufrimiento de estar vacío. No llenarte de emociones porque después la vasija se vaciará. Supongamos que así sea. Pues entonces habrá que transitar una etapa de vaciamiento planificado, confiando que, al cabo, encontrarás algo nuevo para salir adelante. Con la satisfacción o con el regocijo de haber sentido en intensidad.
¡Patrañas!, vocifera mentalmente, estableciendo una contraindicación con lo antes pensado. Gauman juega con el pensamiento como si fuera él mismo su propio personaje mental.
Si esto sigue así, piensa, en este caso sí tendré que anotarlo. Y si sigue así surgirá irremediablemente una lírica. Más que escribir tendría que grabar. Y no me está permitido tener teléfono en este lugar. Así que mejor no hacer nada. La creación es una molestia. Un gran importunador de momentos lindos. Como la adicción al registro fotográfico. Se sucede un momento de infinita felicidad: sacar fotos. Algo extraordinario acontece: sacar foto. Es matar la experiencia antes de que se desarrolle, diría mi mamá, o Benito, ¿quién sabe? ¿Importa quién lo dice? Si total lo digo yo solo y sólo para ser escuchado por mí. Nota para el Doctor: este encierro está haciendo aflorar demasiadas voces en mi cabeza y no me está gustando nada.
Cierra los ojos con fuerza, como queriendo salir de donde está y volver a donde estaba antes. Hay algo en algunos pensamientos que aterciopelan sentimientos entrañables, aunque sean de corto alcance.
No quiero que anochezca, repite Gauman, mientras cambia de posición, sentado ahora en la cama. Un mantra que ordena lo que se empieza a desordenar. Un organizador útil en el caos del pensamiento. Hoy no quiero que anochezca: sí, es una frase potente, su música saldrá sola. Su lírica flota ya en el aire de quien la pronuncia. En el estado anímico que la frase reproduce. Las palabras que completarán esa estructura lírica intentarán sostener la misma intensidad. Serán buenos complementos, algunas frases lindas, un poco cliché como todas las frases lindas, un poco de oficio para que las subsiguientes frases que vayan siendo escritas repliquen el fraseo de la primera. Trabajo y más trabajo. Terminar exhausto, con o sin línea melódica, con el sinsabor del presente devastado anímicamente por la experiencia hecha obra pero con el alma vaciada del cuerpo. ¿Y entonces cómo seguir? Dormir: algo muy difícil. Salir a visitar a alguien: sin fuerzas para fonar, además de estar encerrado, que en este momento sería lo más difícil de franquear. ¿Tomar un trago para levantar? Sí, podría ser, pero aunque lo tuviera todo lo que sube después baja y baja bien fuerte, etcétera. Me da igual, ahora todo esto da igual, encerrado como estoy, en esta cama de hospital. Prohibido prohibir.-
7
INFORICO: ESPERANDO LA CRESTA DE LA OLA
DESDE UNA INTRÉPIDA SENSACIÓN
Después de una agotadora jornada de trabajo, Luisa Leader está sentada en su escritorio. Ya todos se han ido y la Redacción de InfoRico está vacía. Sus piernas cruzadas están apoyadas sobre una banqueta mientras se inclina levemente hacia atrás, dejándose hundir en el glamoroso respaldo blanco de su sillón de oficina. Enciende uno de sus finos y largos cigarrillos premium y se sumerge en un soliloquio típico de su personalidad.
¿Qué me está pasando con el placer?, se pregunta. Corporal, mental o material. El placer como sea que se lo conciba. Con su significación lindante con el gozo cortoplacista de su efecto anestésico (y por lo tanto un poco adictivo). O en su sentido más ancestral, de los tiempos cuando no existía como palabra en el lenguaje occidental y, en efecto, occidente aún no era occidente y las culturas eran múltiples y diversas y no obstante esta diversidad, compartían un denominador en común: el de conocer el mundo sin haber establecido aún el divorcio entre sujeto y objeto...
Pero, ¿qué importan estos pensamientos? Luisa se incorpora levemente hacia adelante. Hay pensamientos que ya no tienen sentido, reflexiona, y que últimamente sólo me cansan y me alejan todavía más de eso que me falta. Pensamientos embusteros como espejitos de colores, distraen la atención de una carencia. Solía ser un deleite, para mí, buscar un lenguaje para después utilizarlo en las circunstancias presentes, disfrutar el modo específico como se encadenaban sus piezas, sus relaciones, el efecto total del discurso. Bueno, me parece que ya no. Not anymore, Sir.
Luisa modifica sus gestos sin darse cuenta. De haber lindado el fastidio pasa a un rostro que se funde con el enojo. ¿A quién le importa si a mí no me importa? dice, y continúa pensando.
No me importa si es la consecuencia de un desinterés general por lo complejo (que no es igual a complicado), o si fui yo sola la que me desencanté. Ejerzo el periodismo y eso no es poco. Vivo de eso, que es mucho, y encima llevo adelante una vida económica holgada. Soy la cabeza de una maquinaria editorial que amalgama crítica cultural con información de interés público, y que cuenta con no pocos lectores y muchos avisadores. El sueño de toda muchacha intelectual de familia bien. Y sin embargo no soy feliz.
Su mente mira hacia sus adentros con ojos quietos y grandes. No es que me sienta mal, continúa, todavía disfruto mi trabajo, es sólo que percibo que algo no está funcionando dentro mío. Es una incipiente sensación de perturbación. Se asoma, “intrépida sensación”, y avanza empecinada para emerger por completo en el momento menos pensado. Al menos eso parece. Algo todavía minúsculo pero ya imposible de disimular.
Pero, ¿perturbada de qué?, se sobresalta Luisa nuevamente. ¿Y por qué?
Por lo que hay que hacer, se responde casi sin pensarlo. Su introspección ha crecido en volumen y profundidad.
Tengo adoración por lo que hago y amo mis oficios recreativos, ¿será que es por eso que siempre quiero estar haciendo algo que me haga sentir la plenitud? Antes, en mi juventud, vaya si podía. Mis asuntos fluían por otros lugares. Desde la distancia con aquel tiempo y lugar es que puedo ahora comprenderlo. No sé si decir que por aquel entonces yo sí podía estar sin hacer algo, porque ese pensamiento ni siquiera pasaba por mi cabeza, era un significado imposible para los entretelones de mi alma que por ese entonces pisaban otras tierras simbólicas. Y aunque esto lo pienso en el presente respecto del pasado, creo que sí, que es así. ¿Cuáles asuntos? Y… por ejemplo perder mis sentidos en la nada, arrastrar a mi conciencia hasta el límite último del pensar, y simplemente dejarme ir. La cabeza, relajada de la tensión gravitacional del cuello que la sostenía, el cráneo que simplemente dejaba de pesarme, como si careciera de gravedad. Estaba y no estaba yo en ningún lugar, por decirlo de alguna manera. No sé, tendría que hacer una fuerte introspección a la luz de esto que ahora me perturba, y tratar de conocer qué hay de nuevo, viejo, como decía Bugs Bunny. Sujeto y objeto de un mismo proceso de conocimiento. Uau: todo tiene que ver con todo.
Luisa Leader sonríe levemente. El humor siempre salva. Un guiño codificado hacia uno mismo. La altura de sus reflexiones chocan de repente con las voces estrafalarias de Gregorio San Epitafio que, a lo lejos, dialoga con el sereno del viejo galpón fabril donde se refugia el edificio prometedor del Portal InfoRico. El cuidador nocturno es un señor de barba blanca y ojos chiquititos que toma mate en pava y escucha radio de onda corta durante toda la noche.
Escucha Luisa cómo las puertas se abren y cierran estrepitosamente hasta que la tranquilidad se recupera después del último portazo con el que San Epitafio ingresa a su oficina.
Pasa el tiempo, piensa Luisa, retomando la comodidad mental perdida y volviendo a los recovecos tranquilizadores del pensamiento, pasa la vida y sigo sin entender qué tiene este hombre para que tantas mujeres lo sigamos. No lo puedo explicar, francamente. Lástima que no está Sandra para hablarle, cómplice obligada de mis modos aterciopelados de renegar. Gregorio es tosco, es hiperquinético, es un hombre sin swing. Es una vergüenza para mi que yo no pueda desentrañar esa pregunta. ¿Por qué lo seguimos? Y más aún: ¿cómo él llegó hasta ahí, hasta esa posición?
Lo más probable es que la razón de una respuesta sea simple y evidente. Una racionalidad que, por su simpleza y evidencia, no pudiera yo captarla. Descarto, por razones obvias, las insinuaciones hipotéticas de Sandra y su psicoanálisis berreta, su interpretación freudiana de kiosco simplificado para el consumo de las masas, repugnantes bajo todo punto de vista. ¿Que una reprimida atracción sexual nos une? Qué barbaridades que dice últimamente esta chica. Antes no era así y eso que la conozco desde chica. Pensándolo bien, mejor que no esté ella acá en este momento. ¿Qué mejor que esta soledad? Quisiera sentirme mejor, sin dudas, pero justamente porque no me siento bien qué mejor que estar en una zona mínima de confort. En mi lugar colectivo pero sola, con Gregorio cerca pero lejos. La combinación perfecta. Si hubiera contraído matrimonio heterosexual ésa podría ser la manifestación más genuina de mi forma de ser una esposa. Juntos, bajo el mismo amplio techo, pero en lugares separados y con algunos espacio-tiempos en común. Y listo. Satisfacción garantizada.
Ahora Luisa vuelve a cambiar sus gesticulaciones y su hálito es más fresco, como si disimulara un contento. Una suerte de resignación envuelve sus pensamientos.
No lo sé con exactitud, pero si tuviera que arriesgar ahora mismo alguna respuesta diría que estamos con él porque es la única opción que tenemos. ¿Acaso existe alguien más con quien pudiéramos hacer lo que estamos haciendo?
En fin, creo que debo hablar con él. Ha sido una jornada de veinticinco horas y corresponde encontrarnos.-
8
SEGUNDA VISITA
DEL DR. LISANDRO VILLEGAS LIMA
En honor a la verdad, le dice Cristóbal Molina a Lisandro Villegas Lima, y alejándome yo de toda escaramuza, tenés que saber que me cuesta un poco creer en tu ciencia.
Es la segunda vez que se ven y el tono de su hablar es ahora levemente distinto.
Me cuesta creer en esta disciplina, continúa Gauman, después de haber visto a tantos médicos psicoanalistas traslucir seriedad y estilo en los mármoles del comportamiento público, lo que se dice “tener swing”, encarnando ellos solos toda la esencia del conocimiento humano, para después verlos sucumbir en la hipocresía más vil. Porque sí, de chico había cosas que yo ya sabía, quizás con un lenguaje más rudimentario y sin la eficacia lingüística -diría mi mamá- que adquiriría al desarrollarme como persona. Pero lo sabía y ni siquiera era por intuición que lo sabía, eran imágenes que circulaban por mi cabeza, nebulosas imágenes a las que tampoco les prestaba demasiada atención, pero que después, al entrar en la primera juventud, fueron corroboradas por la realidad.
Mientras se produce una larga pausa en el hablar, alentada por el silencio de estatua del médico, Gauman se sorprende pensando algo levemente distinto de lo que venía hablando: si verdaderamente su papá estaba en ese grupo de médicos psicoanalistas o, si más bien, podría haber pertenecido al Grupo Licenciatario, que era como les decían, peyorativamente, a los que ejercían la profesión sin ser médicos.
La primera respuesta que Gauman encuentra es que no, que el caso de su papá, hasta donde él tiene conocimiento, es distinto. Más complejo, más atípico, tal vez más grandioso pero también más cruel. Al darse cuenta de esto Gauman siente una repentina molestia anímica en alguna parte de su pixelado cuerpo interior. Y siente que ya no quiere salir airoso de ese contexto temático mediante la estratagema de decir una broma inteligente, ejerciendo el rol de un personaje que tal vez él ya no quiera ser. Por primera vez imagina una cosa distinta al truco escurridizo del humor sarcástico, como si comenzara a reconocer que ese ímpetu jocoso que habita en él también podría pronto desaparecer.
El Dr. Villegas Lima, que había estado leyendo adecuadamente el silencio de su paciente, decide intervenir en el momento justo. Premonitoriamente -dice- las imágenes mentales de infancia describieron tu realidad, ¿no es así? La pregunta es: ¿te molestaba la diferencia de lo que tu papá era en público y lo que era en la intimidad, o acaso te molestaba la índole misma de su profesión?
Cristóbal Molina siente entonces que algunas cosas a su alrededor se detienen, que las constelaciones de los elementos psicológicos que movilizan su vitalidad se desconectan. Impensada, imprevisible, subrepticia sensación de ofuscación para alguien como él. Como un apagón mental, siente que ya no quiere hablar más del tema. Y, lo que es peor, se da cuenta que eso que solía pasarle a los otros también puede pasarle a él. Por ahora es sólo una sensación, pero es una sensación increíble, nunca creí que estas cosas pudieran sentirse, piensa Gauman en su soliloquio interno mientras que Villegas Lima, con la astucia táctica de un gato con su presa, lo deja perderse en pensamientos.
Finalmente, dice Gauman, sospechando que el médico algo ya sospecha: ¿es que era esto? Sus gestos aumentan en dejos incipientes de alerta. ¿El inicio sideral del tan mentado sin sentido es esto? Una puerta maldita que se abre para entrar en vaya uno a saber dónde... Una puerta al infierno que es al mismo tiempo (me la veo venir) una puerta de posibilidad, pero a un costo demasiado doloroso…
Son las dos cosas juntas y a la vez, Cristóbal, acota suavemente el médico.
Pero es muy cliché, le responde Gauman, demasiado obvio. Finalmente el joven exitoso devenido fracasado (que en este caso vendría a ser yo) cede a las fuerzas corporales y hormonales que las circunstancias exigen y se detiene frente a las puertas de la depresión.
Es que a la realidad no les gustan las complicaciones, dice el joven médico y a Gauman le llama la atención esa frase, la tensión vocal con la que la ha pronunciado. El frío de piedra de un profesional de la salud cediendo paso al calor solar de la palabra, piensa Gauman, debilitado ahora por la fuerza adrenalínica de su propia conciencia.
Detrás de esa puerta está el infierno, dice Lisandro, eso es cierto. Y el infierno no es joda: el dolor puede matar. Pero sí, aunque te parezca un cliché, no tengas nunca ninguna duda, Cristóbal: para vos esa puerta también es una posibilidad.
¡Lo sabía!, grita Gauman, como despertándose del letargo y haciendo esfuerzos para volver a la realidad anterior. Su grito queda flotando en la habitación como una nota desafinada al interior de un discurso musical. Después continúa: es el optimismo que coopta todo conocimiento sobre el ser humano… Gauman amaga hacer una pausa para tomar fuerzas y retomar el fervor de la palabra, pero es lo último que dice. Al contrario de lo que parece ser el estado de su espíritu desesperado por acelerar su necesidad verborrágica, Gauman respira y se silencia.
Qué te pasa, pregunta el médico, tuteándolo por primera vez.
Largos segundos transcurren en la habitación, los segundos se hacen minutos, perdido Gauman en mundos mentales.
Decime, Cristóbal, decime lo que sea. Me interesa saber qué estás pensando.
Está claro que haber comenzado a tutear a su paciente va de la mano del ejercicio personal de la preocupación. Gauman lo mira, continúa pensando un poco más. Insinúa una disquisición mental en sus adentros y finalmente prima el silencio, nomás.-
9
DIARIO DE LOS DÍAS SIN SENTIDO
Tú que lo sabes todo, querido Diario, que todo lo escuchas: ¿puedes responderme esto? Te escribo desde chiquito y nunca antes necesité tanto una respuesta. Dime, ¿debo sentirme orgulloso de lo que he hecho en esta vida?
El Otro no existe, es cierto, pero existe en mi cabeza otra voz además de la principal. No me interesa saber si opera en mí un desdoblamiento, porque en todo caso no sabría cuál se desdoblaría de cuál. Cuál es la voz número 1, cuál la número 2, cuál la principal y cuál la subalterna. No me importa eso porque el lenguaje siempre es una “voz” y es gracias a ellas que yo puedo conocer el mundo y mis circunstancias. Y en el interjuego de esos lenguajes conozco los espacios, los sujetos y los significados. Sin perjuicio de que la operación de conocimiento más delicada sea conocerse a uno mismo. Detectar el mecanismo en el que se es parte del engranaje. Ser sujeto y objeto de conocimiento. Poder objetivarse, ser implacable con el objeto analizado aunque sea uno mismo.
Pues bien, querido Diario, sucede que me impacta, hasta cierto punto, la índole de lo descubierto en estos días, y que esta noche adquiere su forma total. Vuelvo a escribirte después de mucho tiempo (¿cuánto? quién sabe…) para compartirte estos conocimientos de reciente producción. He detectado en mí el siguiente patrón de comportamiento: cuando empiezo a perderme mentalmente y dejar de sentir el piso en mis pies, sentirme orgulloso de mí mismo se convierte en un antídoto. Importante es describir que se trata de una acción deliberada: necesito sentirme mejor y recién después recurro a la idea del auto-orgullo y no al revés. Lo que quiere decir que aquello no sucede naturalmente.
Nunca antes había necesitado yo de semejante procedimiento. La pregunta sería entonces: ¿antídoto contra qué? Pues, no lo sé a ciencia cierta. Razón por la cual te escribo, Querido Diario, energizado por una creciente preocupación al respecto, una “pre-ocupación” tal vez desconocida. Por-eso-te-escribo, querido diario. Preocupa que el mecanismo descrito se vaya acelerando y que cada vez necesite del antídoto con mayor frecuencia. Parece poco esto que he logrado comunicarte, pero no lo es: detecté el mecanismo y sopesé el aceleramiento de su frecuencia. ¿O eso te parece poco? No sea cosa que te empieces a parecer a las voces, separadas o mezcladas, y la idea que tengo de vos (en esta interacción) se parezca demasiado a la que ya tenía conmigo mismo a través del interjuego de esas voces. Y que escribirte sea apenas un cambio de soporte: de la oralidad mental a la escrituralidad recreativa del diario íntimo. Desilusión total.
En fin, continúo, sin saber mucho qué otra cosa podría hacer además de escribir. Lo mejor que puedes hacer es no abandonar, podría estar diciéndome una voz, sea propia o ajena, la diferencia cada vez interesa menos. No dejar de escribir, de expresar, de buscar y encontrar la articulación entre palabra y experiencia. ¿Sabés lo que creo? Que más allá de su teleología, lo hago porque tengo ganas, nomás. Parece poco, escribirle a uno mismo en la más completa soledad. Pero peor sería hacerlo en una mera instancia mental, sentado en un sillón, cigarro en una mano y un gran vaso de vidrio grueso con whisky en la otra, y que al coronar el soliloquio no quede nada de la gris materia del pensamiento, sólo la agria procesión de una resaca marca cañón.
Es curioso, me he puesto un poco chabacano en el decir y no es otra cosa que un suspiro del pasado, supongo, palabras de un tiempo anterior, como resabios de otras vidas. ¿O acaso fui yo el que hizo del ecosistema callejero un espacio de instrucción en la primera infancia? Eso que ya casi olvidé, ¿era yo deambulando entre sujetos institucionales perdidos y personas individuales encontradas en el recoveco más hermoso de un noble corazón? La realidad vivida se mezcla siempre en recuerdos sospechosos, como si fueran sueños. Experiencias que sucedieron indudablemente pero que sólo podemos acceder desde la interpretación que percuta la memoria. La acción de recordar activa la interpretación y, de ahí en más, vaya uno a saber qué fue y qué no fue realidad.
Sigo escribiendo sin borrar y sin pensar si mi literatura epistolar empeora o mejora con el transcurso de los párrafos. Abrirme hacia formas menos formalizadas (si se me permite la aliteración conceptual) es lo que se supone que diferencia a este escribir de mis otros modos de escribir. Pero volvamos. Y pasemos en limpio toda aquella vaina melodramática que he necesitado decir. Dicho en una sola oración: tener que pensar y poder convencerme que estoy orgulloso de lo que he hecho para que ese pensamiento opere como un antídoto para mi ánimo en franco retroceso.
Ahora sólo necesito pensar que ese mecanismo aminorará sus apariciones y que, más bien, sucederá con raras excepciones hasta desaparecer. Y volver a la normalidad. Cierto es que, a juzgar por lo sucedido en los últimos tiempos, se ha acelerado la frecuencia con que estos fenómenos psicológicos se manifiestan. Estoy dispuesto a aceptarlo después de haberme dado cuenta de que, a ese respecto, me estaba haciendo el distraído. Pensaba que mi fortaleza era la de poder ser independiente en mi relación con la realidad, pero ese pensamiento está deseando sucumbir. Y eso es una curiosidad no menor en mí. Al menos eso creo o me gustaría estar creyendo. Sí: me temo que es eso. Y si es un deseo, y si la experiencia en cuestión es deseo, las cartas están tiradas… Trataré de explicar un poco mejor este subproducto de mis formas recientes de conocer.
Recuerdo que, alguna vez, una muchacha me dijo: ¿cómo hiciste para llegar hasta donde llegaste, un chico del interior como vos? Me quedé pasmado ante la pregunta. Nunca me lo había planteado de esa manera. Más bien estaba yo absorto en aumentar exponencialmente lo que ya estaba haciendo, lo cual, por supuesto, me parecía poco. Trabajaba y estudiaba un par de horas y después me enredaba, preso del cansancio y de la imposibilidad de descansar. Sabe Dios (y lo dice un ateo) que el dormir es una condición que me ha sido dada en parcelas interrumpidas de tiempo. Es por eso que, desde chico, mi experiencia común fue la escasez. Pero no tanto la escasez material propia de la situación humilde de la que yo provenía, sino de aquella que surge en el crecimiento: ¿por qué no crezco más de lo que ya estoy creciendo? Una falta constante, una inexistencia de la saciedad. Como si estuviera corriendo para alejarme de un lugar (el abandono?, la pobreza?, la indiferencia? Sí, fue eso: el espasmo atónito y silencioso al comprobar que uno es un ser, una persona humana, que es receptor de la más absoluta indiferencia). Yo no era consciente del todo, o no me importaba, que a mis 15 años estuviera yendo a la escuela secundaria por la mañana, trabajando de ayudante de mecánico por las tardes, y escribiendo por las noches. La anormalidad que vivía para mi era normal. Por más estúpido que suene. Lo digo ahora que se entreabre una puerta de compresión distinta de todo eso. Una reinterpretación de lo mismo. Aunque no tenga ganas de hacerlo. Aunque no sea consecuencia de mi voluntad sino más bien de una fatalidad: la de no saber qué otra cosa puedo hacer para salir adelante.
Lo que sucede es que la realidad, para mí, siempre fue una escena en segundo plano. Sabía que era verdadera, real, pero de alguna manera era una situación secundaria, nebulosa, que permanecía en un desnivel de importancia. Que me acompañaba con toda la normalidad del mundo y que así debía ser: que la realidad te acompañe, pero en un segundo plano.
A esta altura debo suponer que no es comprensible esto que digo. El radar que detecta lo inentendible de mí ya no falla, seguro de tantos años construyéndolo. Querido Diario: como el perro que no tengo quiero creer que vos sí me entendés, que comprendés todo lo que los demás no logran. Nunca me sentí solo ni creo sentirme así ahora, a menos que la soledad mortífera sea la necesidad no saciada de ser comprendido por alguien. Mi lucidez estructural, que todavía está intacta y que por lo tanto puede desdoblar los sentimientos de los pensamientos, me dice que entonces pueden estar sucediendo en mí dos procesos bien simples y humanos. Primero, contradicción mediante que yo te escriba para, al menos, no sentirme tan solo. Señal de que, segundo, quizás quiero salir de todo esto alguna vez.
Demasiado cliché para ser verdad. Supongo que a todas las personas les pasa igual alguna vez, sobre la base de que no somos todos iguales. Lo que yo no sabía, mi querido Diario, es que era cierto que ese orden se podría alguna vez cortar. Resquebrajarse de a poco y tal vez explotar. Y que temo sea lo que ahora me está pasando. La tenebrosa espera de quien espera (sí: espera) acurrucado en un rincón a ser asesinado. Segundos que pueden ser horas y años (sí, vos lo sabés bien: el tiempo es un asunto relativo), desear con todo el corazón que la hoja plateada del cuchillo que va a asesinarnos no entre en nuestros pulmones y nos vacíe de aire secándonos la vida. Creo que tengo miedo de que esa espera continúe, se afiance, persevere y que por lo tanto yo ya no sea el mismo nunca más. Tengo miedo de comenzar a sentir miedo. Si he de serme sincero, nunca tuve miedo, el efecto natural de lo antes descripto: la realidad me pasaba por el costado, mi realidad era una realidad de segundo plano. Si el peligro acechaba, pongamos por caso una serpiente (como me sucedió de chico, mientras dormía), ese hecho no me interesaba mayormente. Quitaba el asunto, lo corría de plano, lo cambiaba de lugar, o me movía yo hasta otro lugar y seguía en mi realidad, en mis pensamientos. No sé si yo sabía qué eran los sentimientos como ahora intuyo que éstos pueden llegar a ser. No lo quiero tampoco saber. Quiero seguir como estaba antes. Y no me importa lo que sea que signifiquen estas ganas de que todo siga como antes. No me interesan las formas existenciales de la contradicción. No me interesa atravesar el umbral de la liberación psicológica para dejar atrás mierdas traumáticas o lo que sea. Quiero seguir como hasta ahora, trabajando, escribiendo, imaginando. Solo y en paz.
Cierto es que si lo estoy escribiendo es porque estoy jodido. Nunca antes lo habría dicho así. Yo no quiero escucharme hablar de estas cosas, ¿entendiste? (Ya no me creo que te hablo a vos, Diario, la magia terminó: me estoy hablando a mi mismo, nomás.). No sé, mi maldita intuición parece ser superior pero parece también ser implacablemente imparcial: actúa conmigo con autonomía, con la misma severa objetividad que podría ejercer en otros. La intuición funciona sin lenguaje pero en algún momento del proceso se hace lenguaje. Y ahí radica mi preocupación: esa voz quiere comenzar a hablar y temo que después no quiera callarse. No sé qué hacer. De no haber cambios, está claro que el antídoto dejará de hacer efecto. Producir la idea del orgullo por lo que he hecho. Las fantasías acechan. A veces salvan, otras veces sirven para tirar un rato más hacia adelante, luego se gastan y desaparecen. ¿Ves? De eso hay que escribir: de la epidemia de fantasías que aqueja a nuestra gente con una constante: la ilusión del consuelo inmediato, el fin automático del dolor, y después gastarse en la nada. Es el destino cruel de toda fantasía. Gastarse, como se gastan los corazones que aman unidireccionalmente.-
10
PERO ES DE NOCHE: Prohibido Prohibir
Acostado, aún, en su cama, Gauman emerge del ensueño cuando las luces diurnas que minutos antes se filtraban por la ventana han desaparecido. Comprende que ha empezado a oscurecer. Pero es de noche, dice, como si no hubiera habido interrupción en esa línea sonora de pensamiento, la evidente continuidad cerebral en una zona activa del cerebro. Viniendo por un lado o por el otro, piensa, la cuestión es que has llegado igual a la densidad oscura del anochecer. Hubieses hecho lo que sea que finalmente quisiste hacer, el tema es que de igual manera sucedió.
Pero es de noche, repite. Las palabras merodean por su cabeza como un mantra. Van y vienen construyendo lentamente su musicalidad. Como las hormigas, piensa sin abandonar el murmullo mental, o como las abejas. Un trabajo desapercibido y constante.
Me da igual, ahora todo esto da igual, encerrado como estoy, en esta cama de hospital. Prohibido prohibir.
Lo dice mentalmente una vez más: Prohibido prohibir, y entonces su entendimiento se ilumina: Gauman recuerda el origen de la frase que viene resonando obstinadamente en su cabeza. Lo que estas palabras representan en lo profundo de este espacio y de este tiempo. Haber sido tapa de revista alguna vez. “Prohibido prohibir. Esoterismo musical para almas desganadas. Una conversación con Gauman Molina. Por Benito Romero”. O algo así.
Un trabajo magistral de Benito que ahora no sabe con exactitud cuándo ocurrió, podrían haber pasado años o meses de esa publicación. El tiempo está tan condensado, piensa, que me pierdo un poco en la temporalidad.
Me pierdo un poco en tu temporalidad, entre piernas y túneles, héroes y tumbas. Tu boca también es un túnel, conecta y vincula, electrifica y exonera las formas oxidadas de prohibir.
Es lo último que piensa. El efecto de la medicación es infalible. Podría domar a un toro si hiciera falta. ¿Podría domar a un toro? Cristóbal Gauman Molina cae de espaldas en la cama, preso de un sueño inducido.-
11
SONDEAR LA ENTEREZA ANÍMICA DE BENITO
Prohibido prohibir, me escribe Benito. Dice que la frase le pertenece a Cristóbal. Que cree que ahí podría residir gran parte del asunto. No sé qué entidad darle a su respuesta. Porque es justamente eso: una respuesta. Mientras esperamos que mande su trabajo (que ojalá sea lo más pronto posible) le he preguntado su opinión acerca de los acontecimientos recientes. A las claras no me aguanté la ansiedad de saber qué sentido le está dando a todo esto. Cómo estás percibiendo la situación, le dije, si ya intuía por dónde entrarle al asunto. Yo quería sondearle, ver qué cosas pasa por su cabeza atormentada. Una pregunta prematura, por cierto. Lo que sucede, Sandra, es que mi interés no era tanto el conocer asuntos del trabajo periodístico cuanto que tener información sobre la entereza anímica de Benito. Reconozco que la respuesta me dejó pasmada. No sé si refleja su lucidez como cronista excepcional (él ya está sabiendo exactamente cómo procederá), o si es un signo preocupante de su constitución psicológica que, encima, podría empeorar.
Sandra Finocchiaro escucha las disquisiciones semi privadas de su jefa, sabiendo que Luisa Leader no necesita más ayuda que la escucha en silencio.
Qué cosa con estos muchachitos, continúa Luisa, cambiando el tono de habla para sacudirse la modorra de algunas emociones ácidas, como si fueran las preocupaciones de una mamá. Me los comería amorosamente a los dos. Vivos, para sentir el latido único de sus corazones. La gente no lo percibe del todo, pero estos dos son seres extraordinarios. Ojalá no me equivoque. Y si me equivoco, mejor para ellos, en realidad: serán más felices. En muchos casos es mejor ser personas ordinarias y tener vidas ordinarias.
Sandra la escucha con la satisfacción de no haberse equivocado. Su jefa la necesita como escucha, la principal interpelación es escucharla. Sabiéndose escuchada, Luisa da lo mejor de sí. Aunque le cueste. Aunque el costo de lo que paga para dar lo mejor de sí sea un proceso engorroso y a veces excesivamente complejo. Tal vez innecesariamente complejo. De todas formas, Sandra la escucha con satisfacción. Está sentada en su escritorio contestando correspondencia digital. Sabe que en segundos más, Luisa continuará su “conversación” conmigo, piensa Sandra, aunque Luisa en el fondo sólo se ame a sí misma. Al pensar estas ideas, una hermosa sonrisa la embellece aún más. Es el gesto de disfrutar en silencio la corroboración de estar en lo correcto.
A propósito de esto último, una breve apostilla antes de seguir. No lo hemos dicho aún para no confundir a nuestros lectores en el entendimiento de los hechos acá narrados, la máxima objetividad posible que buscamos en el orden relatado, que es la principal arma retórica de cualquier acceso a la realidad. Sandra Finocchiaro es una de las muchachas más bellas que alguna vez hayan nacido en estas tierras. Producción autóctona de la buena, si se nos permite el giro idiomático. For Export. No se puede explicar una cosa tan linda, ni siquiera con frases populares. En fin, ahondar en estos detalles será tarea futura, y hacerlo en este momento sobrecargaría narrativamente el presente informe. Lo que decimos es simplemente un adelanto. Una información que más adelante puede ser decisiva, tal vez una clave central. No sólo porque Sandra posee una belleza corporal difícil de describir, no sólo porque es bonita en cada uno de sus gestos o porque su pensamiento eleva aún más su sensualidad, sino también porque los entretelones de su alma muestran niveles muy altos de la condición humana. Circula por la Redacción como si fuera un hada. Ahí radica el punto de envergadura casi antropológica que interesará a los hechos acá narrados. Por ahora volvamos a la historia.
Imprevistamente, Sandra sacude el estado de conciencia de Luisa (quien hace una nueva aseveración) con una simple repregunta.
No sé si estás de acuerdo conmigo, agrega Luisa a lo antes dicho: Gauman y Benito son un dúo dinámico extraordinario.
¿Son o eran?
La pregunta la desconcierta un poco y sus gestos lo evidencian: Luisa separa las manos y las mantiene en alto unos instantes, quedándose sin palabras.
Cómo estás con el sarcasmo, dice finalmente, largando un suspiro de alivio al poder decir algo.
No es sarcasmo, dice Sandra, es la realidad y hay que asumirla. Que sea trágica, dramática o que nos duela, no le quita lo real.
Bueno, sí, eso es así, o sea…
Hay que asumirlo, Luisa: algo ha explotado y varias cosas ya no existirán.
Silencio obligado. Luisa piensa un rato, cabizbaja, y después dice:
Sí, es cierto. Pero podemos acompañar la onda expansiva de esa explosión. Poder movernos en el groove de las ondas físicas y espirituales que vivifican a nuestro pueblo. Y eso es comprender, querida Sandra. El arte de la comprensión colectiva de los sucesos traumáticos hace parte del proceso de transformar la realidad. Ya vas a ver.
Luisa ya no es sólo la intelectual más sensual del mundo latino. Ahora es también la editora más descarnadamente eficiente que pueda imaginarse. Es casi lo que siempre quiso ser sin saberlo: una muchacha punk administrando la comunicación de las masas en un país a la deriva.-
12
LIBERTINAJE FURIOSO EN PUERTO RICO. Códigos éticos en pugna en la selva de cemento. Justicia por mano propia y sálvese quien pueda. El fracaso de la política y el tiempo magistral de la Justicia Federal.// Por Benito Romero, Especiales de Domingo para el Portal InfoRico, Periodismo literario para contar la realidad.
-¿Cómo se enseñan los buenos modales?- le pregunto a la Fuente, un empresario millonario que vive como clase trabajadora.
-A las patadas- responde.
-¿Y cómo se enseña entonces a respetar la Ley?
-Del mismo modo. A las patadas- repite.
-¿Lastimar a alguien no viola la ley?
-No-, dice.
-¿Por qué?
-Porque las patadas las doy yo. Yo solito. ¿Me entiende usted?
Me sonrío: es la sonrisa que enmascara el asombro. En el fondo, es un niño caprichoso el que habla. Nos separa un inmenso escritorio de roble, que es su trinchera, respaldado por una pared majestuosa con pinturas de mal gusto y fotos viejas de él y sus máquinas expuestas en secuencia cronológica, yendo de lo rudimentario a la tecnificación sin límites, la típica representación del progreso personal. Sus respuestas cortas me obligan a acentuar el rol de periodista y, ya tu sabes: todo periodista es un juez penitente de algún tipo de moral. Continúo el cuestionario de rutina:
-¿Podemos decir por lo tanto que la ilegalidad se soluciona con más ilegalidad?
-¿Pero qué está usted diciendo?-. El Empresario Millonario se sobresalta. Parecería que hablamos dos idiomas distintos. Lo irrita todo lo que no se ajuste al sentido común de su ética. Que son los códigos de la selva de cemento. Tiene ahora el rostro más rosado, una tez blanquecina que empieza a ponerse roja en los cachetes gordinflones de la cara. -¿Me está tomando por estúpido? -agrega-. El que corta calles recibe lazo. Látigo, cinto o palo. No hay nada más simple. ¿Entiende usted?
-¿Y qué pasa si el bando ajusticiado refuerza sus filas y consigue mejorar su armamento?- pregunto.
-Pues les mando un ejército entero si a estas lacras se les da por hacerse los mártires.
-¿Así de fácil?
-Por supuesto. ¿Quién se piensa que soy?
-No sé. ¿Quién es?
-¿Me está tomando el pelo, usted?
-Elogio del paramilitarismo, ¿es eso lo que quiere decir?
La velocidad creciente del diálogo se detiene. Se sucede un silencio denso. De reojo miro las pantallas que inundan su oficina reproduciendo en tiempo real infinitas imágenes captadas desde el exterior. Cámaras que filman múltiples personas trabajando en yuxtapuestos espacios edilicios que retransmiten en vivo y en directo. Más que una oficina de trabajo parece un búnker, pienso, casi una oficina gubernamental de control urbano. Control y disciplinamiento social. Una secretaría privada de Premios y Castigos. Los antiguos laboratorios de experimentación social aplicados a la rentabilidad. Fascinado por lo que veo, embelesado por mis interpretaciones, absorto en ideas que de repente se ven sacudidas por una terrible cachetada. El golpe estalla en mi oreja izquierda. Veo luces, o el espectro de reojo de un estallido lumínico, y siento un dolor sordo. Un estruendo seco e imprevisto que taladra mis cojones más profundos, creo que siento como si me han sacudido el mismísimo alma. Dentro mío se agitan fantasmas cuya existencia desconocía hasta este momento, siento sensaciones nuevas y siento también sensaciones de infancia (eso lo sabré después, claro está, cuando logre verbalizarlo buscando explicar lo que ahora me está pasando). Después de un breve lapso de desconexión, recupero la conciencia y escucho que el Gordo Millonario me grita. Está sacado: fuera de sí:
-¡La puta madre que te parió, pelotudo de mierda! ¡Larva inmunda! ¡De qué cloaca salió usted! ¡Retírese ya mismo!
En su lenguaje gutural el tuteo se empieza a mezclar con el no-tuteo, su habla entera está al borde del colapso. Me asombro de mí mismo al escucharme respondiendo inmediata y parsimoniosamente a sus preguntas que no son preguntas sino órdenes cubiertas por interrogaciones. Hablo como si no fuera yo el que habla.
-Pero si recién comenzamos, Míster.
Una extraña lucidez habla por mí, como si estuviera empezando a ser poseído por un espíritu. Nunca, en toda mi carrera, he abandonado un trabajo periodístico y tal vez esa costumbre o esa inercia mental o lo que fuera, me hacen pensar en ninguna posibilidad que no sea la de continuar esta tarea. Una tarea que consiste en no interrumpir el diálogo, el arte de hacer que una conversación no finalice, como el boxeador que invita a su oponente a ser golpeado para después cubrirse con experticia y hacerlo cansar durante la mayor cantidad posible de rounds. Hacer caer la guardia: ese es el secreto de todo ardid.
Mientras me acaricio el costado golpeado de la cara, agrego:
-Lo estuve esperando tres horas ahí afuera, Míster, ¿lo recuerda Usted? ¿Recuerda que me prometió su testimonio?
Y entonces la situación no sólo no se recompone sino que se profundiza. El Gordo se acerca y se para frente a mí, cara a cara, exigiendo que me pare recto como un soldado. “¡Es una orden!”, grita como un loco. Levanto mi cabeza con dificultad, con una lentitud de cámara lenta. Me doy cuenta que, a diferencia de mi habla que no está afectada por las circunstancias, mis movimientos corporales sí lo están. Lograr erguirme me cuesta un tiempo inmedible y eso me permite recordar lo que ya había olvidado: una bofetada más potente que todas las bofetadas juntas recibidas antes por mi padrino. Darme cuenta de eso funciona como una chispa neuronal dentro del daño cerebral acontecido. Es el inicio inevitable de una corta cuenta regresiva, una maldita mecha de dinamita que acaba de ser encendida.
Mi cuerpo crecientemente energizado y rectamente erguido se sostiene con mayor firmeza con la mano izquierda apoyada en el frío roble del escritorio. El Gordo sigue pegado a mí, arrimando su ancha nariz de boxeador contra la mía y gritando como pocas veces me gritaron. Él suelta un peligroso grito de guerra y yo paladeo un secreto y desconocido amor a la muerte.
-¡Andate ya rata inmunda! -grita.
-No, Míster -le respondo con una tranquilidad lejana e impropia-. Esperé tres horas y Usted prometió que respondería mis preguntas.
Hablo como si yo fuera otro, como si la gravedad traumática de toda mi vida se condensara en este espacio y en este momento y su represión latiera agazapada. Pienso, o boceto un pensamiento que tiempo después desarrollaré, y es que debo estar en un estado de shock, porque me siento ajeno a lo que está pasando, no tengo miedo y quiero más. (“Quiero más”, comienzo a escuchar en el silencio espantoso de mi mente, como un eco increscendo, “quiero más”.). Si hay represión es porque soy yo, pienso, casi un poema. Hay algo vertiginoso en todo esto: un sentido general de lejanía de lo que me está pasando, a la vez que me siento más yo, por así decir. Una paradoja imposible de explicar con palabras.
-Váyase- insiste el Viejo Gordo, esta vez con un tono un poco menos violento. Le tiembla el labio superior de su cara gordinflona. Huelo la adrenalina indiscutible del miedo, mi estado de delicada conciencia me permite percibirlo, como si yo fuera un venerable brujo. Unas palabras aparecen en mi cabeza: El miedo es la antesala de algo olvidable. Aunque ya no es el lenguaje el que gobierna mis posiciones. Más bien me gobierna alguna vieja forma de esoterismo. El tiempo está ahora más lento para mí mientras soy mucho más rápido que él. Una combinación perfecta para todo enfrentamiento a muerte. Continúo el diálogo aunque, claro está, no es un diálogo de ningún tipo lo que nos vincula, sino una obstinada pasión por la sangre.
-Y le digo algo más, Míster. No sé a qué se refiere con “lacra”. Pero le cuento. ¿sabe usted que antes de venir yo estaba trabajando y que interrumpí mi tarea por la gravedad de los acontecimientos de público conocimiento? ¿Sabe Usted que trabajo dieciséis horas diarias desde que soy niño, sábados y domingos incluidos? Le puedo asegurar que Usted no es el único que trabaja en Argentina. ¿Y sabe qué, Míster? Usted tiene la mala leche de un macho blanco malcogido que nada sabe hacer más que oprimir a alguien, a su propia mujer o a un subordinado. En todo caso, ¿quiere jugar a quién trabaja más, Míster? ¿El juego adulto de quién la tiene laboralmente más larga?
Ahora noto que estoy recuperando el aliento (cambio corporal) y fortaleciendo mi posición subalterna (trastocamiento de las relaciones de poder). Y es justo al momento de notar esos cambios que, con una brutal fuerza diabólica, el Gordo me empuja y siento que vuelo hacia otra dimensión. Mi cuerpo pasa por arriba de la silla en la que antes estuve sentado y caigo sobre el armario de metal que está a la izquierda de la puerta de entrada, en la pared opuesta al ancho escritorio de roble. Me cubro la cara con el antebrazo derecho, en un reflejo instintivo de defensa. Como si un adulto me estuviera por volver a cagar a cintarazos siendo yo un niño. Desprotección tan abismal que sólo queda cubrirse. Hacer algo distinto es en absoluto impensado: los golpes se podrían triplicar en intensidad si lo hago y el dolor sería entonces inaguantable. La idea de que el agresor pueda tirárseme encima está presente mientras me toco un párpado que erupciona sangre. Supongo que es sangre porque es un líquido espeso y caliente que me nubla la visión. Hay silencio en la habitación, el silencio que continúa al rayo en la antesala de una tormenta. Creo que al caer me he golpeado la cara contra el picaporte de bronce del armario. Demoro algunos segundos en recobrar la conciencia de la situación. Mientras escucho su respiración agitada de furioso animal asustado, creo entender lo que durante años no podía entender. Miro al Gordo asqueroso que retrocede de espaldas hacia la pared, inmóvil, los grandes ojos fijos y exaltados perdidos en el elixir de una ira pasajera, pronta a ceder paso al inexorable terror. Ese miedo que va creciendo en sus ojos es una caricia poderosa para el centro de mi alma. Dentro mío se despierta una sensación milagrosa que ilumina cada rincón de mi cuerpo y estimula hasta la última oscuridad acumulada. Eso, o lo que sea que me está pasando, hace que me sienta flotar, como si despegara lentamente del piso. El tiempo se desdobla, es eterno y estoy más vivo que nunca. El tiempo también es quietud y es posible manipularlo fácilmente, como si fuera mi servidumbre. Comprendo entonces que, en última instancia, la situación, ahora, es mía. Yo gobierno sin ninguna molestia el mundo que reina en esta habitación.
Como si fuera un virus contagioso, la Bestia (o como sea que se llame) desciende y se apodera de mí. En un solo movimiento me levanto y le salto encima. Atravieso la habitación en el aire y sin tocar el suelo caigo sobre él, toda la velocidad de mi peso cae sobre el pobre viejo que cae de espaldas y sus huesos crujen como ramas secas. Ahora sólo es un gordo asustado que cambió su mirada lujuriosa por una simple y llana conmiseración. Pero ya es tarde, pienso o se lo digo (no me importa esa diferencia), ahora es muy tarde, mi amor... Acelero el tiempo y comprendo que es mi turno, que me toca a mí, el famoso y frío frenesí de la venganza. Estoy sentado sobre su barriga y lo miro. Él me esquiva la mirada y entrecierra los ojos, ateniendo apenas a levantar débilmente los brazos y girar su cara un tres cuarto perfil. Linda foto, digo. Esta vez no dudo si sólo lo pienso sino que lo digo bien clarito: Linda foto, ¿no? Mientras levanto mi puño izquierdo y respiro suave, profunda, parsimoniosamente. Linda foto baby, insisto, porque decirlo me llena de placer. ¿Acaso no es bueno registrar los momentos importantes para no olvidarlos nunca más? ¿No le parece a usted lo mismo, Mister? Del bolsillo izquierdo de mi bermuda de jean saco un pequeño teléfono y lo fotografío. El Gordo está menos gordo ahora, como si ya se hubiera desinflado un poco al exhalar por demás el aire tóxico que respira. Cierra los ojos y me dice algo impensado.
-No: por favor no.
Como si el Viejo Pordiosero supiera lo que está a punto de pasar. Tal vez no sepa con exactitud la magnanimidad de lo que pronto sucederá, pero sabe algo que ya ha sucedido y es que él ha perdido por completo el control de la situación.
Sentado sobre su barriga con mis rodillas apoyadas en el suelo a ambos lados de su cuerpo, comienzo a pegarle en la nariz una y otra vez. Reiterada, metódicamente, con las dos manos, como si entrenara en un gimnasio de boxeo. Su cara se cae a los costados y eso dificulta poder romperle estructuralmente los huesos de la nariz. La sangre es mucha y mancha la alfombra de su oficina. Después le pego en la boca con la misma velocidad neutral y los mismos golpes repetitivos, esta vez con una sola mano. Como si no quisiera agotar mis fuerzas, la fría dosificación de mi violencia administrada.
Don Exequiel Rojas Alcorta yace en el piso de su oficina. La sangre de la boca pasa a sus pulmones y estómago, lo que se dice tragarse su propia sangre. La nariz sigue sangrando a chorros (no sabía que una nariz podía sangrar tanto), tal vez sí he logrado romperle los huesos nasales completamente, pienso. Los dientes se le cayeron como si fueran de leche aunque está claro que eran postizos. Tiene los ojos blancos, los iris metidos hacia adentro de cada cavidad ocular. Está inconsciente o se hace el inconsciente. Le digo:
-Hay que aprender a respetar, Míster.
Le pego un par de puñetazos más, los hematomas parecen no tener el aspecto que deberían. La Bestia que me ha tocado es hábil: detiene los golpes en el momento justo, evita el umbral que separa la vida de la muerte. El Empresario Millonario aún respira. Con dificultad pero respira. Tose un poco, sus ojos se acomodan y parece mirar la nada. Mientras le descargo en la cara todo el líquido de mi vejiga acumulado en las tres horas de espera, le digo “Somos todos iguales, papu, ¿sí?”, me doy vuelta y me voy.-
13
LA PALABRA-MUNDO:
LA ESCRITURA COMO ACTO SANADOR
La enfermera ha sido clara con la información intempestiva enviada por el Doctor Villegas Lima. Escribir un diario. O sea, un registro diario de las cosas que pienso y siento. No más que eso, lo que sea que te salga al escribir sin pensar ni esforzarte, vos hacelo nomás, ¿entendés Cristóbal?
¿Qué podría haberle contestado yo? Pero más vale que entiendo, ¿te pensás que soy pavo? ¡Tonta!
No, mentira, era un chiste. No sería tan descortés, ni en la acción ni en el pensamiento. Se me está haciendo un costumbre pensar que hablo como si no tuviera filtros, en absoluta conciliación con mis lados oscuros.
Pero hablando en serio, sigamos. Y comencemos a escribir. Consignas claras y simples para ciudadanos responsables. Y eficaces. Útiles. Producir y procrear. Contribuir al desarrollo general de la sociedad. Darles (darles) un futuro mejor a los hijos. No desear la mujer del prójimo. O el hombre. Lo que raye. El tema es no desear, básicamente. En fin, no cumplir la tarea: ¿para cuándo es? ¿cuándo hay que entregar? ¿ya corrigió? No sea cosa que esté mal. Etcétera. Pero sabés qué, doctorcito pedorro, yo ya tengo algo escrito desde antes de la consigna, y podría hacerlo pasar por “Diario”. Le pongo una fecha actual y listo. Cuando vos vas yo ya fui y vine diez veces, gil, soy hombre de 20 centímetros, ¿vos no? ¿Querés pelear? (Señoras y señores, tranquilos, esto último es sólo una prueba para chequear mi intimidad, ustedes saben: respeto irrestricto a la intimidad, el ser humano como objeto de estudio, no sea cosa que con la excusa de la metodología de la salud se pasan de la raya. ¿Pasan todo lo que pienso y digo o sólo informan lo que corresponde, lo que yo elegí transmitir por fuera de mi fuero íntimo. Que sería un poco más delicado. Más duro. Más triste...
Listo. Listo de prolegómenos disuasivos con lo que es verdaderamente grave. Ahí va.
El miedo te hace ir a lugares que de otro modo no irías. Eso pienso. Yo estuve ahí. Sí, puedo decir que estuve ahí. Aunque de modos diversos y casi sin darme cuenta por dónde andaba, sí señor, allí estuve, a través de modalidades que ahora pretendo descubrir. Mentiría si dijera que confío en la eficacia sanadora de poder decirlo. Las palabras son sanadoras (diría el santo padre terrenal, el papi) en determinadas circunstancias específicas de luz y temperatura. ¿Por qué las digo yo si no son mis palabras? Pues no sé. Respuesta de manual: para no disgustar a mi madre. O para retar al Padre, en el sentido de confrontarlo. Y no será también por temor a que no me saquen de acá nunca más si no respondo a las expectativas conductuales esperadas. Casi como incumplir la tarea encomendada. No cumplir: un temor que creí ajeno pero que esta reclusión lo redefine. Un miedo que persiste, un poco, acechando dentro mío con eterna paciencia hasta emerger de pronto en un momento cualquiera. Cumplimiento y control, los elementos que gestiona la responsabilidad que te come la cabeza y te seca el corazón.
Y que lo hace desde las entrañas malditas del intestino delgado. O del intestino grueso. Esa zona oscura del cuerpo que condensa la podredumbre que ha generado la energía vital. El ácido que constituye la materia prima del miedo y que perfecciona su sustancia maléfica al pasar por el sistema digestivo. (Nota extramental: estas líneas podrían interesarle a Benito, me parece). Se une a los demás órganos y química general que fabrican lo más vital que tenemos gracias a desechar los más poderosos tóxicos. Nadie lo dice pero el miedo se genera en ese proceso que es material y también esotérico, es todo eso al mismo tiempo: lo que allí se produce, en el fondo, nadie lo sabe y, tal vez por eso mismo, es la producción humana que explica casi todo. Es la tercer pata de la principal antinomia que es la materia versus lo etéreo, el dinero versus el espíritu. Son opuestos en la medida que sean parte de lo mismo, las caras de una misma moneda, que cada una contenga partes de la otra. El bien y el mal, por ejemplo, la principal categoría simbólica que produce la digestión humana. Somos lo que comemos, etcétera, somos también las emociones que nos llegan o las que ya tenemos, extraetcétera.
Pero volviendo a lo que me incumbe, que no sé bien qué es pero que hago como si lo supiera, cumplo mi palabra empeñada de realizar el ejercicio en tiempo y forma. Escribir sobre cualquier cosa, menos sobre lo sucedido en la madrugada del 24 de diciembre. No hace falta ir a la facultad de psicología para darse cuenta de que, acá, decir “No escribas sobre esto” significa “Escribí sobre esto”. No sé si caer o no en la trampa, mi impulso más habitual es el de no morder el palito y en todo caso boicotear la técnica de recolección de información. Diagnóstico eficaz para intervenciones también eficaces, ¡llame ya!
Por otra parte, reconozco que esto no es joda y que de última el único en peligro en todo esto soy yo. Se asoma detrás de mi hombro el susurro de una voz inteligente y cálida que me dice “Ya está, Cristóbal, ya no es gracioso que te hagas el gracioso”, y lo peor de todo es que me parece que tiene razón. Él, o yo, está empezando a tener razón. Sólo les pido a ambos que no discutan mucho delante mío y se pongan de acuerdo porque si hay algo que cansa es el cansancio de la duda. (Risas.) Hablando en serio, el peor cansancio es el de la ambivalencia. Voy por acá, voy por allá. Está bien, o está mal. Asoma entonces el manual de principiante de toda psicología moderna para decirnos que lo que enferma es el problema moral y ya tu sabes, esa vaina sí que es ácida mientras parece dulce: una disquisición que no sé si enferma pero que te deja medio chiflado seguro, que es lo mismo.
Imagino que Usted, Doctor, que está ahí aunque intento pensar que no, me dirá que racionalizo mucho. A lo que yo le contestaría, “¿Pues vió? Yo pienso lo mismo. Qué se le va a hacer.” Cuando escribo me pasa eso. Quiero creer que hablo de un modo distinto, bien distinto. Más copado, más informal, más interesante. Si hablara como escribo creo que me quedaría siempre solo. Por aburrido. Más aburrido que dormitorio sin decoración. Que dicho sea a propósito, podrían poner ilustraciones más verdaderas en mi celda, no?
La oración anterior es un buen cierre del texto, ¿no cree Doc? Aunque si cuantifico lo escrito veo que todavía falta mucho por escribir. Francamente pensé que había avanzado más. El tiempo es una cosa relativa. O el esfuerzo medido por el tiempo es una cosa bien relativa, no le parece Doc? Bah, la cuantificación de resultados es lo que mata. O lo que enferma y la evaluación de resultados es lo que termina matando. Diría mi papá, o tal vez lo diga yo malinterpretando a mi papá. ¡Ah!, esto último le interesó, ¿no?
Dicen también que uno no recuerda los momentos traumáticos. Aunque más bien me gusta pensar algo diferente pero parecido: el recuerdo de una situación angustiante es siempre incompleto. Y más todavía: ser incompleto es su principal característica. Primero olvidamos los aspectos subjetivos más importantes de ese momento, simbolizados en los hechos objetivados, y después olvidamos que lo olvidamos. Y a partir de ahí en nuestra conciencia ya no quedan huellas de lo que nos traumatizó. Y fuiste. No hay nada por hacer allí donde no hay problemas. Supongo que alguien ya conceptualizó estas ideas, las dijo antes y mejor, ensayó una argumentación de la metaforización y lo patentó. Pero es tarde, siempre es muy tarde, mi amor…
Pd. estas últimas palabras no son para vos, Lisandro, son para Benito. Es más, al releerlas por poco pensé que él las había escrito. Las dejo en este informe para que se las hagan llegar, del modo que sea, y para hacerle llegar al Consejo Directivo del IPICE mi intención de que él me visite. Es mi voluntad. Comuníquese, archívese, concrétese.-
14
PAPÁ NUNCA ME PREPARÓ LA COMIDA
Es medianoche y estos pensamientos recorren el alma de Benito Romero, que reposa en la oscuridad de su habitación, recostado en la cama, boca arriba. Sus ojos marrones brillan de tanta quietud.
¿Será que mi vida siempre será así? La potencia de todas las cosas que soy, que podría haber sido y que puedo todavía ser. Junto a la vergüenza de no ser casi nada.
Sus pensamientos se pierden en distancias siderales, como si durmiera despierto.
La vergüenza de no ser, repite, y al repetir cae en la cuenta del exceso de dramatismo. Se desvela un poco, movilizado por la sensación de haber extremado el pensamiento.
Pero le gusta. La frase le gusta y eso lo anima un poco, lo conecta con alguien más además de sí mismo. Es una frase bien tanguera, piensa, de las que le gustan a Gauman. El rock no sería nada sin el tango. Un titular de revista de los años noventa.
Benito se ubica luego en una posición más típica de su personalidad. Más cercana a sus costumbres. Regresan sus preocupaciones cotidianas a un primer plano de conciencia. Piensa:
El deseo de ser alguien crece a medida que mi juventud, o lo que sea que fuera, llega a su plenitud. Como un maldito condenado a prisión efectiva, a quien le llega el momento de querer sacudirse y escabullirse de la situación que lo envuelve, a pesar de que sabe que no tiene escapatoria.
No es que él fuera masoquista al sumergirse tanto tiempo en estos pensamientos, sino que sabe que la inmersión en el dolor de sí mismo es también la fuente originaria de su producción periodística. Resquemor mental y existencial que no puede ser fingido, para que funcione tiene que ser genuino. Al menos esa es la interpretación que le ofrecemos al lector: entender a Benito Romero por fuera de las psicologías habituales. Ser exégetas de algo distinto. Con buen tino y paciencia crítica verán los resultados veraces de esta propuesta que, por ejemplo, podría explicar sus altibajos anímicos no como una cuestión clínica sino metodológica. Tanto más se sumerge en tormentos mentales propios o imaginados en otras personas, tanto más puede encarnar aquello que después narrará.
De hecho y de repente, Benito cae en la cuenta que de las muchas opciones que disponía para su próxima crónica, hay un asunto que lo moviliza más que el resto. Una historia que no reunía hasta el momento las condiciones necesarias para que él se embarcara en ella como hecho laboral. Ahora le dan ganas de que esa sea la próxima historia. Simplemente por ganas de que así sea. Nada ni nadie objetaría su decisión, el único obstáculo es su relevancia. En todo caso su posible irrelevancia pública. Hacer algo que no cumpla las expectativas. Es decir portarse mal. O Fracasar. Como quiera llamársele. Una situación que nunca le importó porque cada una de sus publicaciones habían abierto expectativas temáticas allí donde no había ningúna expectativa. Dentro de un proceso inconsciente que se desarrollaba de forma natural, si esto es posible en el mundo social. Hasta el punto de que Benito había llegado a considerar que él era un condenado al éxito, un dato normal de su biografía, sin que eso lo excitara mayormente. La descripción objetiva de la situación existencial en las que estaba inmerso.
Eso sí, hay cambios. Siempre hay cambios, piensa. Percibe una diferencia subjetiva imposible de negar. En estos días algo es levemente distinto. Algo que no sabe exactamente qué es pero que más o menos se podría describir como el nacimiento de una simple inseguridad dentro suyo. Como si simplemente no estuviera cien por ciento seguro por primera vez. Como si le importara la repercusión de su próximo trabajo. Mucho peor: como si no se animara. Como si tuviera miedo. ¿De qué? ¿De quién? Si no tengo a nadie, piensa Benito. A nadie. No tengo mamá, no tengo papá…
Olvida pronto esta escalada dramática y la historia en cuestión regresa, el asunto lo visita una vez más. Niñez complicada que un entrevistado famoso se ha animado a contarle. Relación entre las biografías individuales y las grandes tramas sociológicas en cada momento histórico. Absolutamente fundamental para un cronista. Yo no soy el protagonista de la historia pero podría serlo, dice Benito mentalmente. “Siempre podemos ser los protagonistas de cualquier narración”, escribe en su cuaderno de notas, una libreta pequeña que manotea de la mesa de luz, después de encender el velador. Parece una libreta de almacenero, con un lápiz atado al espiral de alambre que enlaza el lomo de las hojas rayadas.
Papá nunca me preparó la comida para la escuela. Que podría ser el título. Porque la historia ocurre en una escuela. Nenes y nenas gritando y riendo y jugando y peleando. Alboroto. Maestros que intentan conducir las conductas colectivas siempre al borde del fracaso. Y la violencia, que es peor. Simbólica o física, cualquier de las dos afecta a emisores y receptores, claro está.
A la hora de la merienda todos sacan los recipientes de sus mochilas, sus manteles, sus cucharas. Prontos a recibir la comida comunitaria. Algunos niños comienzan a reírse. Y a burlarse. Un único niño, apocado como un pollito mojado, es el destinatario de las risas y de los dedos que señalan esa anomalía que divierte, que entretiene, que descomprime. El niño ha traído una comida tradicional y dice lo que sólo un niño puede decir, perplejo e ingenuo, grado cero de maldad, a través de un hilito partido de voz infantil: “Me lo hizo mi papá”.
Piensa Benito que esa frase, “me lo hizo”, debería estar contando otra cosa, una paliza, una cicatriz, no un acto de amor. No se explicaría, de lo contrario, por qué las risas, por qué las burlas. De lo contrario sería muy triste. Muy angustiante. ¿Y quién quiere sentirse angustiado un viernes de madrugada? ¿Yo? Si estamos viendo que la angustia está matando a un niño que no soy yo.
Benito Romero nunca ha llorado en su vida. Al menos que él recuerde. Tampoco se había conmovido alguna vez, en el sentido habitual de esa experiencia. Cabe aclarar que casi toda su conciencia es un estado permanente de conmoción, pero en un sentido distinto al habitual. Sin emociones en el plano consciente o, mejor, sin emociones que no estuvieran siendo manipuladas. Nada a la deriva. Nada fuera de la capacidad de control. Decimos todo esto para graficar la importancia de esta situación. Que es diferente (insistimos) preso de una conmoción silenciosa que no se parece en nada a sus conmociones anteriores. Poseído, el inconsciente conectado con su consciencia, difícil de explicar con palabras, en la bisagra de un abismo mental sin retorno. Mi mamá nunca me preparó la comida para llevar a la escuela, piensa. Mucho menos mi papá, continúa. Pero hubiese sido lindo.
Es parte de su método. Casi cínicamente tiene que atravesar un transe de conmoción sin lo cual su producción periodística no lograría atravesar un sendero de fertilidad primero y de vitalidad después.
Benito sale bien parado del trance y se levanta a tomar unos mates. Con satisfacción y hasta con picardía siente que lo ha logrado nuevamente, allí cuando parecía imposible de suceder. Ardides casi chamánicos. Aunque sabe que algo está cambiando y a pesar de que no puede ignorar que algo viene siendo distinto. La típica sensación de que algo puede fallar. Que casi falló. Que podría haber fallado. El orgullo anterior de haber coqueteado con el límite se transmuta ahora en un leve sopor de preocupación sofocado con una sensación de alivio. De futuro alivio: algo podría liberarse en el futuro. Lo desconocido pero anhelado. Mientras calienta el agua en la pava escribe:
Papá nunca me preparó la comida. Qué lindo hubiese sido.
Cuando está por escribir la segunda frase para continuar su trabajo, se le nubla la visión, tambalea su equilibro y se quiebra en llantos. Las dos manos en la cara, un poco encorvado primero, de rodillas después.-
15
CORRECCIÓN
Interesante manejo del presente, Benito, gramaticalmente hablando. No dejás de sorprenderme y por eso amo lo que hacés. No sé, eso sí, si está bien lograda la primera parte del artículo. No recuerdo haberte mandado a corregir alguna vez pero ahora es mi responsabilidad hacerlo.
Me siento rara. Pero es lo que toca. Le pasé el artículo a Gregorio. Esta vez necesito su opinión. Manteneme al tanto de cualquier corrección al respecto, si la llegaras a hacer. Besos, Luisa.-
16
¿PROHIBIDO PROHIBIR LA MUERTE?
No sé qué decirte, Lisandro, por un momento ya no quise seguir siendo yo, o algo así. No fue para tanto, pero pude pensar la prohibición en última instancia: “Prohibido prohibir la muerte, incluso en los casos que asesino y asesinado sean lo mismo”. Pero que no panda el cúnico, fue sólo un lapsus momentáneo de mi conciencia. Después me repuse, después volví a la normalidad. Y ahora no pienso en eso. Pienso en el hecho de que el protagonista de toda esta mitología estoy siendo yo. Cuesta creer. Creer o reventar. Ir o quedar, matar o morir. Es como si la identidad estallara como una copa de cristal contra el piso y, acto seguido, todo se tiñe de blanco. El blanco de la nada, del vacío, el blanco de estar en otro lugar cuando tenés que estar acá sí o sí, blanco-escuela, blancas paciencias en blancos pasillos de hospital, luz blanca en quirófanos también blancos. La pantalla del cine que se funde a blanco y la película que termina.
Entiendo, dice Villegas Lima. El interés principal del médico es que su paciente hable, no importa tanto lo que diga sino que diga. Especial interés adquiere el haber roto el silencio, interrumpir la caída en un vacío sin retorno.
Porque sí, Gauman continúa hablando, al principio dicen que el sin sentido es blanco. En todo caso las tinieblas vendrán después, acontecerá la oscuridad y todo eso, pero no al principio. Como el mítico túnel que atraviesan los que comienzan a morirse y que después cometen una última travesura que es volver y contarlo. Pero ya ve, Doctor: regreso: usted sabe que siempre regreso.
Esta vez los dos sonríen ligeramente, presos inevitables de alguna forma de complicidad. Y también apresados en el hecho de que no les queda otra.
El Dr Lisandro Venegas Lima suspira sin disimular el sonido que produce la inspiración, y al exhalar dice, sin perder el ritmo en la interlocución:
No te imaginás la importancia que tiene que te esté pasando esto ahora y no más adelante, Cristóbal, que hubieras seguido durante mucho tiempo con evasivas propias de un shock traumático, no era el mejor cuadro de situación.
Ni Gauman ni Lisandro saben a ciencia cierta la gravedad de fondo del cuadro clínico en el que están ni para dónde podría evolucionar. No está clara la magnitud de los hechos de salud en juego. Está claro que no saber con exactitud las características de la evolución clínica de un paciente es hoy día la regla y no la excepción, fenómeno que parecería explicar la religiosidad de no pocos médicos. Gauman continúa la conversación.
Al decirlo estás rompiendo los umbrales simbólicos de nuestra relación, dice sin disimular la afectividad que envuelve las palabras pronunciadas.
La complicidad entre ellos ahora es evidente.
No es un reclamo de novia, agrega Gauman, lo que pasa es que estás comunicando los entretelones discursivos de tu cocina profesional.
El médico también sonríe un poco más, tal vez porque sabe que esta vez no tiene nada para decir, y que es mejor decir nada.
Epa, agrega Gauman, qué bien que suena eso: estás comunicando los entretelones discursivos de tu cocina profesional / los entretelones discursivos de tu cocina profesional. “Tu cocina profesional”. Candidata a Hit.
La risa se suelta de ambos como carreteles de hilos y el sonido de su energía se desparrama por la habitación. Veloces, también espasmódicas, las risas pronto desaparecen. Ninguno de los dos lo piensa pero podrían estar sintiéndolo: para seguir riendo habría que exorcizar la culpa de las dos muchachas que ya no están. Y eso llevará tiempo, en el mejor de los casos. Y en el peor de los casos, mejor no pensar. A favor de ellos y de su impulso a sentir un minuto de plenitud, cabe decir que en todo prolegómeno de un largo proceso terapéutico, hay que saber disfrutar algo en el presente, abrirse a la pizca escurridiza de un instante de felicidad. Porque existe un noventa y ocho por ciento de posibilidades que por delante esté el infierno, más o menos transitorio, pero infierno al fin. Y tanto Molina como Villegas Lima saben que el infierno no es joda. Parece joda pero no es. Quemarse lentamente en una gran bola de fuego parece símbolo, parece metáfora, pero no lo es. Morir de angustia es la peor de las muertes.
Para no faltar a la verdad hay que decir por último que sobran los dedos de una mano para contar casos similares éste cuyos afectados hayan salido adelante. Pero lo vamos a intentar. Todos lo vamos a intentar. El intento, la voluntad, incluso la esperanza ingenua. No están solos. Gauman no está solo, que es lo único que importa por el momento. Benito tampoco: su trastabillante corazón late en la habitación vacía de su amigo. Sentirse juntos en la adversidad estando separados parece imposible, pero tenemos que transcribir la verdad: es al revés. Cuando hay amistad verdadera, que siempre es una forma de amor, lo difícil es que no exista cercanía en la distancia: no sentir la presencia del ausente es imposible.
Por la ventana se filtra una canción. No negamos que pueda ser simplemente el recuerdo mental de una canción, de todas formas suena la melodía y la letra en la cabeza de Cristóbal Gauman Molina: “So close / no matter how far”. Sí, la respuesta es sí: unas horas más tarde, en plena madrugada, en una sesión de insomnio, Benito Romero escuchará la misma canción. Remembranzas de una época que rompen las cárceles del tiempo y del espacio. Agosto y Septiembre de 1991. El apogeo de los años 80 y el umbral hacia el mundo digital. Sentados juntos alrededor de un magnetófono de casete. Un grabador. Escuchando “Nothing Else Matters”: ha salido el disco compacto de Metallica.
El espacio tiempo es una cosa relativa. Esta noche pueden estar juntos en una habitación de hospital o en la casa familiar de Gauman, justo cuando empezaban a dejar de ser niños. Los que crean vivirán. Mientras estén vivos vivirán, y si les toca la muerte morirán habiendo estado vivos. El desafío no es vivir, queridos lectores, el deseo no es evitar la muerte: el asunto es no morirse en vida.-
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BAD BUNNY - DeBÍ TiRAR MáS FOToS (Short Film)
Bad Bunny lanza un cortometraje donde da a entender que el personaje que interpreta Jacobo Morales es él en la etapa de envejeciente.
En el video se muestra el problema de gentrificación en Puerto Rico, donde extranjeros llegan a tratar de adueñarse de lugares provocando alza en precios y costos, lo cual termina en los locales mudándose del área o del país. También critica las nuevas panaderías o ‘coffee shops’ donde te cobran altos precios por los productos y se alejan de la panadería tradicional de barrio donde el dueño hasta fiaba.
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Bad Bunny Celebrates Album Release in His Native Puerto Rico
Bad Bunny was living his best life in his native Puerto Rico, celebrating the release of his sixth studio album, “Debí Tirar Más Fotos,” with an impromptu performance that had everyone vibing! Check out the clips — Bad Bunny literally took things to new heights, making his way to the balcony of the Casa Histórica De La Música in Cayey to hype up his fans … rocking an oversized straw hat, taking…
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Presunto asesino de CEO de UnitedHealthcare habría estado en Puerto Rico: estas son las fotos.
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16 casos de corrupción en el gobierno de Puerto Rico para no olvidar
En nuestra historia política han ocurrido sucesos que han sacudido la confianza en los políticos y han afectado enormemente el desarrollo y crecimiento de nuestro país.
1) Miguel Ortiz Vélez: exalcalde de Sabana Grande, afiliado al PPD, fue separado de su puesto en 2018 por robo y mal manejo de fondos federales. Está en espera de juicio.
2) Fernando Tonos: exrepresentante PPD convicto en 1994 de apropiación ilegal agravada, tres cargos de soborno y tres de aprovechamiento de funcionarios y servicios. Condenado a cumplir 17 años de cárcel.
3) Ángel “Buzo” Rodríguez: ex-alcalde de Toa Alta, bajo el PNP, fue sentenciado en 1999 a cinco años de prisión por cargos de soborno por pretender obtener $2.5 millones de fondos federales asignados por FEMA luego del paso del huracán Georges.
4) Víctor Marrero “El Búho”: ex-senador por el PNP fue encarcelado en el 2000 por apropiarse de $600 del erario.
5) Víctor Fajardo: ex-secretario de Educación convicto en 2000 por desviar sobre $4 millones hacia su propio bolsillo y a las arcas del PNP.
6) Edison Misla Aldarondo: ex-representante PNP hallado culpable en 2004 por 15 cargos de corrupción por la venta fraudulenta del Hospital de Manatí. Se encontraba en prisión por por delitos sexuales, así como por corrupción gubernamental y luego, incluso, fue penalizado por violación a normas correccionales al implicársele en el uso de un teléfono celular en prisión.
7) José Granados Navedo: exvicepresidente de la Cámara por el PNP condenado en 2007 a 24 meses de cárcel por su participación en esquema de conspiración, extorsión y lavado de dinero del Superacueducto del Norte.
8) Jorge de Castro Font: exsenador arrestado en 2008 bajo cargos de fraude y conspiración. El año siguiente se declaró culpable de 21 cargos. Fue sentenciado en 2011.
9) Iván Rodríguez Traverzo: ex-representante del PNP sentenciado en 2013 a tres años de cárcel por utilizar a cuatro empleados de su oficina de distrito en Isabela para limpiar y pintar un potrero en Quebradillas de cara a un evento de recaudación de fondos.
10) Antonio Soto “El Chuchin”: ex-senador del PNP, se declaró culpable en 2015 de delitos de evasión contributiva y de enriquecimiento ilícito, por cobrar dietas legislativas de forma ilegal.
11) Anaudi Hernández: recaudador de dinero del PPD, se declaró culpable en 2016 de 14 cargos de corrupción gubernamental a cambio de un acuerdo de sentencia.
12) Instituto del Sida: el médico cubano Yamil Kourí (foto), la empresaria Jeannette Sotomayor y el también empresario Armando Borel fueron acusados en 1999 de conspiración contra el gobierno estadounidense por dirigir un fraude de $2.2 millones al Instituto.
13) Freddy Valentín Acevedo: ex-senador PNP, declaró culpable en 2004 de extorsión a contratistas del Gobierno y de conspirar para lavar dinero. Fue sentenciado a 33 meses de cárcel, pero su pena fue rebajada a 18 meses de encierro por su cooperación con las autoridades.
14) Sol Luis Fontanes: en 2013, el xalcalde de Barceloneta bajo el PPD se declaró culpable en la esfera federal por corrupción, con dos cargos de soborno.
15) Ramón Orta: exsecretario del Departamento de Recreación y Deportes bajo el PPD, fue arrestado en 2017 por el FBI por un alegado esquema millonario de enriquecimiento ilícito a través de propuestas con fondos federales.
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