Rum on a Fire - Enzo Vogrincic
+18! Dom!Enzo, biting, choking, creampie, dacrifilia, daddy kink, dirty talk, face sitting, fingering, sexo oral, sexo sin protección, size kink/size difference, spanking (sólo una vez), edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
El aroma del café persiste en la habitación, pero Enzo sólo percibe la fragancia de tu perfume y la sensación de tus dedos en su cabello. No tiene idea de cuánto tiempo lleva recostado en tu regazo, sólo sabe que está agotado y disfruta demasiado de tus caricias como para abandonar su lugar.
-¿De dónde sacaste las flores?
-De una maceta- contestás, como si no fuera más que obvio.
Emite un sonido de desaprobación y recordás la charla sobre no cortar flores ajenas, pero no dice nada más. Cuando cierra los ojos te deleitás con la imagen de sus pestañas oscuras y largas rozando su piel, la curva de su nariz y sus labios, que probablemente conservan el sabor del café y de su alfajor favorito.
Tus dedos comienzan a descender, delinean el puente de su nariz y la definida línea de su mandíbula para luego capturar su mentón con tu mano y acariciar su labio inferior con tu pulgar. Hace amague de morderte y el sonido que acompaña el gesto es enternecedor, pero sus movimientos letárgicos te permiten reaccionar a tiempo y escapar del juego que tanto adora.
Planta un beso en tu muslo, su mejilla reposando sobre este, y sentís la forma en que su mano acaricia tu piel con un toque casi imperceptible. Las yemas de sus dedos te provocan escalofríos y Enzo disfruta sentir que te estremecés, incluso si su intención sólo era mimarte para retribuir un poco de la atención que le brindás.
-Te extrañé- otro beso-. Mucho.
-Yo también te extrañé mucho.
Te dirige una mirada un tanto ambigua, en sus ojos una mezcla de timidez y algo más... Es algo oscuro, para nada inocente y con implicaciones que conocés a la perfección. Sus dedos se acercan más y más al interior sensible de tu muslo mientras deposita besos húmedos sobre tu pierna, sus dientes te rozan como una sutil amenaza y sus párpados se cierran por cuenta propia cuando comienza a sentirse embriagado de tu ser.
-¿Mucho…?- arquea una ceja. Contestás con un suspiro y sonríe contra tu piel.
Cada vez más desesperado, Enzo deja que sus dulces mimos se conviertan en un enérgico masaje y te provoca frotando tu ropa interior de manera superficial. Siente tu respiración acelerándose y la creciente inquietud que te generan sus acciones le fascina, pero no tanto como los gemidos que escapan de tu boca una vez que captura tu piel entre sus dientes y muerde con fuerza suficiente para dejar una huella.
Vuelve a besarte con suavidad, como si eso aliviara de alguna forma el incendio que provocó, y esta vez sus dedos presionan contra la tela ya humedecida que cubre tu intimidad. Suspira y alza la vista para encontrarse con que estás mordiéndote el labio y tus ojos están cerrados en un vano intento de contenerte, el control sobre tu cuerpo desvaneciéndose cada vez que su respiración cálida te golpea.
Enzo adora verte en tal estado, pero adora más saber que él es el único responsable.
Se reincorpora y te deja sobre su regazo sin esfuerzo alguno, la sorpresa robándote un pequeño grito y una risa. Sus manos encuentran su lugar debajo de la camiseta que tenés puesta para masajear tu cadera, tu cintura y tus costillas, donde dejan una sensación de cosquilleo. Te retorcés por el nerviosismo, al igual que cada vez que Enzo decide hacerte cosquillas, pero el movimiento sólo hace que tu centro entre en contacto con el bulto que deja ver su ropa interior.
Suspira y sus dedos se cierran sobre tu muñeca.
-Mirá cómo me ponés- coloca tu mano sobre su miembro cubierto, haciéndote gemir-. ¿Te gusta…?
-Mucho- confesás, tus dedos tirando de la cintura elástica de la prenda con anhelo.
-Mostrame entonces.
No perdés tiempo y liberás su miembro ardiente, tus dedos rozándolo con delicadeza antes de cerrarse sobre su extensión y comenzar a masturbarlo; Enzo inspira profundamente y cuando echa la cabeza hacia atrás un sonido gutural llega a tus oídos, acompañado por la imagen de una gota de líquido preseminal brillando en su punta y sus uñas casi enterrándose en tu cadera.
Continuás con los mismos movimientos, acariciás la punta con tu pulgar y te deleitás con las expresiones que se apoderan de su rostro y los sonidos involuntarios que emite ante tus caricias. Sentís sus manos sobre todo tu cuerpo, ansioso por más, por lo que decidís recostarte entre sus piernas y besar sus muslos y su cadera mientras trabajás para llevarlo hacia el borde del orgasmo.
Tu lengua recorre su miembro desde la base hasta su punta goteante y roja, tus labios cerrándose sobre esta mientras mantenés contacto visual con Enzo para poder ver la forma en que su rostro se transforma. Se muerde el labio y frunce el ceño, casi como si estuviera enojado, pero sus pupilas dilatadas y el brillo en sus ojos hacen que sus emociones sean más que evidentes para vos.
Una vez que comenzás a moverte, sus caderas reaccionan de manera automática y Enzo toma el control inconscientemente. Tus ojos se llenan de lágrimas debido a los reiterados golpes en el interior de tu boca y sus dedos tirando de tu cabello, uno que otro gemido dejándolo al ver la dificultad con que tomás sólo la mitad de su miembro en tu boca y cuán pequeña te ves entre sus piernas. Sólo cuando sus músculos se tensan decide liberarte, el hilo de saliva manchando tu mentón haciendo que se replantee su decisión.
Se deshace de su ropa y palmea su pecho tonificado con la clara intención de hacerte saber lo que quiere, pero te negás a causa de la vergüenza. Acorta la distancia entre ambos, una expresión preocupada en su rostro, y limpia con sus dedos el rastro de una lágrima.
-¿No querés...?
-Sí, quiero, pero…- tu voz se desvanece, pero Enzo ya sabe lo que ibas a decir.
Es consciente de lo mucho que te avergüenza tal posición, pero sabe que se debe más a la vulnerabilidad en la que te pondría dicha situación y no a la forma en que puedas verte ante sus ojos... También sabe que te encanta estar completamente a su merced, sometida a sus deseos y cediendo el control hasta ser un mar de lágrimas y súplicas.
-¿Color?- sus nudillos acarician tu mandíbula.
-Verde.
Te dedica una sonrisa antes de quitarte la ropa interior y moverte con facilidad para posicionarte sobre su rostro, sus manos acariciando tu cadera y sus labios depositando pequeños besos que alternan con mordidas inofensivas en tus piernas. Tomás aire y dejás caer un poco de tu peso, la calidez de su boca envolviéndote de inmediato y haciéndote gemir.
Estás completamente mojada y Enzo adora sentir tu esencia manchando sus labios y su lengua, que acaricia tus pliegues de manera experta hasta hacerte lloriquear. Disfruta la forma en que tus muslos suaves lo arropan y siente que podría morir al ver que tus dedos se cierran sobre tus pezones, notorios debido al color y la tela de tu camiseta. Sus labios se cierran sobre tu clítoris y succiona con fuerza, ganándose un grito ahogado de tu parte y confirmando que adoraría morir de esta forma.
Sus manos encuentran tu cadera y te fuerza a dejar caer todo tu peso sobre él, sus dientes rozando peligrosamente tu centro mientras continúa asaltándote con su lengua. Tus gemidos aumentan en volúmen, cada vez más constantes, y un hilo de palabras sin sentido surge de tus labios; logra distinguir su nombre y varias súplicas, pero el resto es un confuso producto de lo que el placer provoca en tu mente.
Te lleva al orgasmo sólo con su lengua y los sonidos obscenos que esta produce en contacto con tus pliegues y la humedad provocada por tu excitación. Recobrás un poco de fuerzas y te separás de su boca -un tanto sobre estimulada por sus labios que continúan besándote en todos los lugares posibles-, el brillo de tu liberación adornando su piel y una mueca de satisfacción u orgullo apoderándose de su rostro.
-Me encantás- da un beso a tu muslo-. ¿Puedo seguir...?
Te ayuda a recostarte y te sentís en trance al ver cómo pasa una mano por su cabello despeinado, tus ojos vidriosos siguiendo cada uno de sus movimientos hasta que se posiciona a tu lado y captura tus labios. El beso se torna intenso y su mano cerrándose sobre tu cuello no ayuda a calmar la sensación ardiente entre tus piernas, que sólo empeora cuando su lengua se cola en tu boca y sus dedos comienzan a ejercer presión.
No estás segura de qué provoca el leve aturdimiento que nubla tu mente, si es la restricción de oxígeno o la fuerza con la que Enzo te está besando, pero sus acciones se detienen antes de que pienses en advertirle. No tenés mucho tiempo para recuperarte antes de sentir sus dedos haciendo un glissando en dirección a tu centro, sus yemas deslizándose por tus pliegues y rodeando tu entrada, deleitándose al sentir que estás goteando.
Tu interior no opone resistencia alguna cuando introduce uno de sus dedos, la lentitud y profundidad de sus movimientos haciendo que tu respiración se entrecorte en un segundo. Cometés el error de mirar justo cuando su pulgar encuentra tu clítoris y comienza a masajearlo con círculos, el placer arrancando de tu garganta un gemido que borda lo pornográfico… Pero para Enzo no es suficiente, así que introduce otro dedo y acelera el ritmo.
El placer te desborda y los sonidos húmedos que llegan a tus oídos son tan indecentes como tus gemidos, que sólo actúan como fuel para las acciones de Enzo. Le encanta llevarte al borde, dejar que te pierdas por completo en las sensaciones mientras él se encarga del placer de ambos, saber que tu mente es una especie de boceto que él desdibuja hasta dejar en blanco.
-Papi…
Tu voz es poco más que un susurro, pero es suficiente para que te escuche. Sus dedos siguen asaltando tu interior mientras besa tu mejilla y repite palabras de aliento en tu oído, haciendo un esfuerzo inhumano por no frotar su miembro contra tu pierna cuando ve en tus ojos el reflejo de la desesperación y necesidad que sentís. Se lamenta cuando ve tus párpados caer, indicio de tu orgasmo desatándose, pero la imagen de tus pestañas brillantes por las lágrimas y tus dientes torturando tu labio le resulta celestial.
La tensión en tus músculos se disipa y tu cuerpo frágil reposa contra el suyo. Rodea tu cintura con su brazo y te atrae hacia su cuerpo aún más; tu espalda contra su pecho te permite sentir su respiración todavía acelerada y el calor que irradia su piel, pero este no se compara con el calor de su miembro aprisionado contra tu muslo, donde deja un rastro húmedo.
El particular sonido del lubricante llama tu atención y te preguntás en qué momento y de dónde lo sacó, pero sus dedos con producto frío en tu entrada hacen que te sobresaltes y te distraigas. Se disculpa y su voz ronca provoca un cosquilleo entre tus piernas, besa tu hombro mientras su punta acaricia tus pliegues y tu entrada antes de comenzar a introducirse en tu calidez.
-Papi- llorás, sensible ante el inevitable ardor de la penetración inicial.
-Ya sé, bebé, ya sé- dice en un intento de calmarte, regalándote un beso-. Estás muy apretada.
Sus movimientos son lentos y muerde tu hombro una vez que se adentra por completo, conteniendo sus deseos de forzarte a tomar sin protestar todo lo que él te ofrezca. Te da unos segundos para acostumbrarte a la intrusión, su mano acariciando tu cadera y luego dirigiéndose hacia tu clítoris, el contacto provocando que te contraigas alrededor de su miembro.
Comienza a acelerar su ritmo y no hay forma de que reprimas tus gemidos, tu cuerpo reaccionando por cuenta propia cuando sentís cada vena y surco de su miembro rozando tu interior mientras su punta abusa de tu cérvix reiteradamente. Su ataque sobre tu clítoris no se detiene, su lengua se desliza sobre la piel sensible de tu cuello y posteriormente sus dientes apresan el lóbulo de tu oreja. Llegás al clímax ahogando un grito en la almohada.
Te arrastra hacia el borde de la cama y te deja sobre tus rodillas, las sábanas revueltas en tu rostro amortiguando tus jadeos cuando su palma impacta contra tu piel al volver a penetrarte. El sonido de su piel colisionando con la tuya inunda la habitación y las palabras que te dirige se pierden en algún punto en el aire antes de llegar a tus oídos, que parecen estar cubiertos con algodón.
Sus estocadas son profundas y frenéticas, pero cuando siente su orgasmo aproximándose se detiene. Retira su miembro hasta dejar sólo la punta dentro y acaricia con su pulgar el borde de tu entrada, embelesado por la forma en que la fricción enrojece tu piel. Escucha tus súplicas por más, lo llamás papi una y otra vez en un intento de convencerlo por continuar, pero no cede.
-Estás desesperada, ¿no?- pregunta. Ya sea que negás o asentís, se inclina sobre tu cuerpo para poder tirar de tu cabello y continúa:- ¿Querés más, princesa?
Te aleja del colchón y encuentra una respuesta en el hilo de saliva que cae de tus labios, acompañado por las lágrimas que recorren tus mejillas antes de humedecer las sábanas. Abandona tu interior y te oye protestar, pero te calmás cuando te deja sobre tu espalda y posiciona su cuerpo sobre el tuyo.
Te obliga a ver la forma en que su miembro acaricia tus pliegues, enrojecidos y más que húmedos, pero apartás la vista para ver su rostro cuando vuelve a hundirse en tu interior: sus ojos están cerrados y sus labios entreabiertos dejan salir un sonido casi animal, su cabello despeinado enmarcando sus rasgos a la perfección.
Lleva tus piernas a sus hombros y utiliza un brazo para aprisionar tus muslos contra su abdomen, su otra mano ubicándose en tu abdomen bajo y ejerciendo presión para sentir cómo tu interior se amolda a él, la forma en que tu cuerpo lo recibe cada vez. La sensación es abrumadora y tus manos se mueven en todos los sentidos buscando aferrarse a algo -lo que sea- para poder sobrellevar el placer que te invade, pero sólo encontrás las margaritas desperdigadas en el espacio entre la almohada de Enzo y la tuya.
-Papi, por favor, ¿puedo…?
Asiente mientras besa tu tobillo, sus ojos abriéndose de inmediato para poder presenciar el espectáculo que le ofrecés cada vez que acabás. Masajeás tus pechos y pellizcás tus pezones, justo como él suele hacerlo, y cuando el orgasmo te golpea repetís su nombre entre balbuceos. El movimiento de sus caderas no cesa ni por un segundo y tu rostro se contrae en una mueca de algo similar al dolor, pero que Enzo reconoce como la prolongación tortuosa de tu orgasmo.
Estás a punto de rogarle, pero sus jadeos te interrumpen y la repentina brutalidad en sus embestidas hace imposible formular palabra alguna. Su cabello brilla bajo la luz y cubre parte de su rostro cuando sus dientes se cierran sobre tu pierna. Sentís el palpitar de su miembro en tu interior y recuperás la voz.
-Adentro, por favor.
-¿Sí? ¿Querés que te llene la conchita…?- cerrás los ojos, casi avergonzada por lo mucho que disfrutás oírlo expresarse de esa forma-. Dios…
Sentís el calor de su liberación salpicando tu interior y suspirás satisfecha, tus brazos separándose instintivamente para abrazarlo cuando se desmorona sobre tu cuerpo y su rostro busca refugio en el espacio de tu clavícula. Masajeás su espalda mientras su respiración vuelve a la normalidad y estás casi segura de que percibís los latidos de su corazón.
-Extrañaba tanto esto- comenta, alejándose para mirarte a los ojos-. No te das una idea.
-Yo también lo extrañaba- sonreís-. Pero…, ¿no tenías sueño vos?
Suelta una carcajada pero no responde, en su lugar se estira para tomar una margarita y colocarla sobre tu oreja. Besa tus ojos, tu nariz, y por último envuelve tus labios en un apasionado beso que te deja sin aire.
-Gracias por el café- apoya su frente sobre la tuya-. Me ayudó bastante.
Sabés que no se refiere al café.
taglist:
@madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia
327 notes
·
View notes
gimme more 3
jaemin x leitora
parte 3/4
acho que vocês vão querer me esganar
MNDI
parte 1
parte 2
Sem saber o que fazer, você liga pro Chenle antes de ir. Obviamente estava impecável, lisa como um bebê, perfumada, basicamente preparada pra tudo, mas está tão nervosa que precisava de um choque de realidade.
“E você quer meu conselho para…?” A voz do outro lado da linha questiona, claramente ele está tentando tirar uma confissão de você.
“Ah, Chenle, não sei! Tô nervosa de ir conversar com ele.”
“Vocês dois não vivem enfurnados na casa do outro? O que aconteceu? Porra, ainda tá nessa história de ficar estranho?”
“Não sei pra que que eu–”
“Vocês ainda não foderam?” Ele pergunta mais direto, e você grunhe de raiva.
“Não, Chenle. É exatamente por isso que eu tô te ligando, porque eu preciso de…”
“Nem vem! Se o Jaemin descobre que eu te comi, eu tô ferrado.”
Você ignora o que isso implica, e grita mais com o amigo.
“NÃO É ISSO, ZHONG! Olha, sinceramente… Eu só precisava me acalmar. Talvez aconteça, talvez não… grande possibilidade de que não. Só que eu precisava me acalmar antes de ir, ouvir que não vamos estragar nossa amizade.”
“Ah, isso vai. Mas isso é bom, cara. Nada que um bom chá não resolva, vai por mim. Vai dar bom.”
Você segue pra casa do amigo sem imaginar seus planos quase maquiavélicos. Jaemin sabe o que quer, e ele vai ter. Como um calculista, ele prepara tudo muito bem: seu lanche favorito, bolo de cenoura com chocolate; um filme que você queria muito ver só esperando pra dar play; o sofá com mais almofadas; a meia luz e ainda uma janta engatilhada caso fique até mais tarde.
Ele te recebe com um sorriso grande no rosto, você chega até a pensar que ele parece confiante demais. O beijo no canto da boca e a mão na cintura são parte do plano, ele percebe que teu corpo reage rápido aos toques, as bochechas enrubescem. O lanche bem montado aquece seu coração enquanto conversam sobre os dias que passaram, e ele te dá toda atenção do mundo: balança a cabeça e reage a cada história, faz perguntas, se inclina com a mão na tua coxa pra te ouvir melhor. Definitivamente um mestre na arte de flertar sutilmente, sabendo que você notaria todos os sinais.
Depois de lanchar, ele te convida pra sala, te conduz pela mão, os dedinhos engatados te causam um risinho insistente, está boba por Jaemin enquanto admira as costas dele a cada passo até o outro cômodo. Ele se sente orgulhoso de si mesmo, a confirmação de que está caindo na armadilha dele encheu seu ego.
“Cê quer ver filme antes e conversar depois ou o contrário, princesa?” Ele pergunta pra te dar a falsa impressão de poder de escolha, já sabe onde vai terminar isso.
“Quero… quero ver o filme.”
Tão previsível.
Ele sorri, te entregando o controle e sentando colado em você, a perna cruzada se apoia na sua coxa, e você fica inquieta nos primeiros minutos. Aos poucos, ao longo do filme, relaxa nos braços do amigo. Ele até te puxa pra um abraço, e você encosta a cabeça no peitoral dele, ficando entre as pernas definidas de Jaemin.
Ele espera até que você se esqueça do porque veio, espera até que esteja tão envolvida no filme que não pense muito sobre as digitais calejadas alisando teus braços devagar. E, realmente, você não responde. Então, mais devagar ainda, ele desce os carinhos pras pernas, focando em massagear tuas coxas de fora pra dentro, começando do joelho, passando pelo meio… É quando ele chega mais perto do quadril que você se remexe no colo masculino.
“Tá tudo bem, linda?” Finge preocupação, deveria ser pago pela atuação excelente, quando ele mesmo estava se controlando pra não se deixar levar.
“Sim, Nana.” Tua voz sai abafada, as palmas macias insistem no carinho na parte interna da tua coxa. Sem perceber, você abre um pouco mais as pernas, e Jaemin faz bom proveito do acesso extra.
As mãos sobem mais, testando os teus limites. Ele já não foca mais na TV, você o sente respirar no teu cangote, completamente investido no que está fazendo contigo.
“Jaemin!” Exclama surpresa ao sentir as mãos passarem pelos ossinhos do quadril, evitando o centro ardente de propósito.
Virando-se pra trás, encontra o rosto confuso do amigo. Ele quase ri, porém força a expressão questionadora.
“Que houve, princesa?” Ele não resiste deixar um beijinho na tua bochecha tão próxima, e você fecha os olhos.
“Seu carinho, Nana…” Não consegue completar a frase, Jaemin desce os beijinhos pro teu ombro exposto, te causando arrepios.
“Tava bom, é?”
Você assente, sem forças. Esqueceu mesmo que teu objetivo ao virar-se era, na verdade, confrontá-lo pelas ações. Está rendida nos braços de Jaemin, e ele aproveita o momento pra te virar inteira, botando tuas pernas envolvendo seu quadril.
“Quer conversar agora?”
Ele sabe o quão bonito é. Repousa a cabeça no sofá, acariciando suas coxas como antes, mas te olha com uma intensidade quase magnética agora. Você não é capaz de desviar o olhar, admirando cada traço de seu rosto, especialmente quando ele toma o lábio inferior nos dentes perfeitos.
Não, quero te beijar. A resposta fica entalada na garganta, porém é como se ele tivesse escutado teus pensamentos. Ele aproxima o rosto do teu, estudando tuas feições com cuidado. Te dá um selinho molhado, sente o gosto doce do hidratante nos teus lábios e se afasta pra checar se está tudo bem.
A boquinha partida, esperando mais, os olhos cerrados… Jaemin fica maluco, sente uma vibração na garganta, satisfeito demais com tua docilidade.
Novamente te beija, e agora de verdade. Abusa teus lábios um tempinho antes de lambê-los, encontrando tua língua na dele logo depois. O ritmo é insanamente devagar, gostosinho demais. Acaba contigo, acaba com ele.
Jaemin suga tua língua com devoção, ainda mais lento do que antes. Ele aperta tua bunda com vontade quando você geme na boca dele, te fazendo sentir a rigidez deliciosa que crescia conforme se beijavam, se tocavam.
Perdendo um pouco da vergonha, tuas mãos passeiam pelo corpo musculoso do rapaz a fim de explorar as áreas sensíveis. É inevitável arranhar o peitoral bem trabalhado, gostoso, e Jaemin suspira, mordendo teu lábio, demora pra soltar.
“Tava querendo tanto, gatinha.” Ele declara, interrompendo o beijo, estabilizando teus quadris, te fazendo parar.
Óbvio que ele queria continuar, a vontade é de te rasgar no meio. Mas não era o plano, queria te provocar até te ver quebrar, ficar doida pra dar pra ele.
Não que você já não estivesse uma pilha de nervos, a ereção roçando na tua intimidade, a expressão safada no rosto dele, as respirações se misturando. Jaemin alcançaria teu limite logo.
n/a: ai, ai, na jaemin... eu escrevi essa fic tem MESES. a parte 4, porém, tá em produção. é a parte final! vamos ver o que vai sair. <33
90 notes
·
View notes