#comadrona
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«¿O cómo habremos de decirlo, Teodoro? Pues si para cada uno va a ser verdad lo que opina (doxázei) a través de la sensación y una persona no distingue (diakrineî) mejor lo que otra experimenta, y si uno no puede tener más autoridad para examinar si la opinión (dóxa) de otro es correcta o falsa, sino que, como se ha dicho muchas veces, cada uno sólo podrá juzgar (doxásei) si todo Io suyo es correcto y verdadero, ¿por qué entonces, amigo, Protágoras habrá de ser tan sabio que incluso justificadamente se considere maestro de los demás a cambio de altos honorarios, y por qué nosotros seríamos más ignorantes y tendríamos que frecuentar sus lecciones si cada uno es medida de su propia sabiduría? ¿Cómo no habremos de afirmar que Protágoras dice esto para ganarse el favor popular? Guardo silencio en cuanto a mí y en cuanto al ridículo al que nos exponemos debido a mi arte de hacer parir, y creo que lo mismo sucede con la actividad dialéctica en su totalidad. Si La Verdad de Protágoras es verdadera y [él] no habló en broma desde lo más íntimo de su libro, ¿no es una enorme e inmensa tontería inspeccionar e intentar refutar las apariencias (phantasíai) y opiniones (dóxai) de unos y otros, si las de cada uno son correctas?»
Platón: Teeteto. Editorial Losada, págs. 121-122. Buenos Aires, 2006.
TGO
@bocadosdefilosofia
@dias-de-la-ira-1
#platón#teeteto#protágoras#relativismo#opinión#dóxa#verdad#sensaciones#individuo#hombre#medida#sabiduría#conocimiento#apariencia#mayéutica#dialéctica#ética#sofística#sofista#época antigua#filosofía griega#teo gómez otero#prostitución del saber#maestro de la virtud#comadrona#arte de hacer parir#ayudar en el parto#hombre-medida#individuo-medida#favor popular
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UNIÓN INDIRECTA
→ Lucerys Velaryon x fem!Targaryen!OC | Alicent Hightower x Rhaenyra Targaryen.
✦ Sinopsis: La vida no deseó que estuvieran juntas, pero sus hijos eran capaces de unirlas en formas más allá de la simple compresión.
✦ Advertencias: Incesto / Matrimonio arreglado / Nacimiento / Fluff.
✦ Palabras: 738
✦ Pedido: @dlwlrmas-world
Alicent jadeó ansiosa y sostuvo con más ímpetu la mano de su hija, quien concentraba toda fuerza existente en pujar. Lanzó la cabeza hacia atrás y gruñó apretando los dientes, la Hightower temiendo que los rompiera mientras las venas del cuello saltaban y sudor caía desde la linea del cabello.
—¡Solo un poco más, Princesa! —exclamó la partera en jefe.
La joven soltó el aire contenido y miró el techo sin un pensamiento coherente, el dolor de una nueva contracción transformándole el rostro y preparándola para repetir el proceso.
—¡Viene, viene, viene! —avisó una ayudante arreglando un gran paño.
—¡Ahí…!
El agudo alarido del bebé penetró profundo en los oídos y sonrisas se formaron, palabras escurridizas rebotando en las paredes mientras las sirvientas se movían de un lado a otro.
—Lo lograste —suspiró Alicent extremadamente aliviada, con la mano libre yendo a quitarle el cabello del rostro.
—Por los Siete —jadeó exhausta, instintivamente acomodando los brazos y recibiendo a la pequeña criatura.
—Es un varón, mi Reina —festejaron las comadronas.
—¿Sano? —preguntaron madre e hija.
—Absolutamente. Respira y no presenta deformidades.
La joven miró al niño y sonrió rozando con cuidado una de las rojizas mejillas, enseguida saltando en el lugar gracias a las desgarradoras puntadas.
—Llamen a mi esposo —ordenó a una de las sirvientas.
La Hightower se puso recta y aguardó manteniendo modales, el Velaryon cruzando las puertas en menos de un parpadeo. Admiró la caótica escena y la sangre en las sabanas, pálido y tenso perdiendo el apuro y dando pasos inseguros al interior de la habitación.
—¿Cómo estás? —indagó, nervioso echando vistazos al pequeño bulto mientras se aseguraba de que ella no estuviera en peligro.
—Agotada y adolorida —reconoció relajando el cuello contra las almohadas—. Acercate, saluda a tu primogénito.
Lucerys cumplió y se inclinó a ver al bebé de rubios cabellos, con labios entreabiertos analizando cada detalle como si fuera irreal que aquello también lo creó él.
—Tan pequeño... —murmuró fascinado, la fijación siendo tal que ignoró la presencia de su madre.
Alicent tensó los hombros y conectó miradas con Rhaenyra, la cual asintió en reconocimiento antes de pasar.
—Felicitaciones —habló sincera colocándose al lado del muchacho.
—Gracias —dijo sonriente sintiendo un gran entumecimiento en las caderas—. ¿Quieres ver a tu nieto?
La oferta le recordó que finalmente era abuela y por unos segundos quedó petrificada, al momento mirando al pequeño tan desconcertada como Lucerys. Alicent ocultó la gracia que le provocaba verlos tan asombrados y se sumió en sus pensamientos, años atrás jamás imaginando estar en una situación como aquella.
Cuando el arreglo del matrimonio fue propuesto ciertamente se había manifestado en contra, pero no podía negar que el trato era beneficioso al los Velaryon ser una casa histórica llena de poder y dinero. Además, por más que prefirió hacer ojos ciegos, no podía negar los sentimientos de amor entre su hija y Lucerys. Empezó a temer las consecuencias de interponerse en el romance, por lo que, luego de mucha consideración, aceptó y aseguró la línea Hightower en Marcaderiva.
La noticia contentó a Viserys y rápido preparó la boda, los jóvenes uniéndose en alegría y poniéndose a trabajar en traer descendencia apenas tuvieron oportunidad. Tomó algunos meses, pero el embarazo pasó increíblemente rápido y ahora estaban ante la prueba irrefutable de la unión de las figuras femeninas más importantes del reino. Alicent jamás esperó que su relación con Rhaenyra llegara a nuevo puerto después del gran distanciamiento, pero aquel momento parecía sacado de un sueño.
La reina inspiró profundo y junto las manos al frente, con cariño admirando la escena hasta que sintió los claros ojos Targaryen posados en ella. Levantó la vista y conectó con la princesa, el sentimiento en aquellos irises hablando más de lo que alguna vez podría salir de sus labios. El corazón inmediatamente se aceleró y sintió los pómulos amenazar con tomar color, por un momento perdiendo noción del alrededor y confiando que estaban solas en los aposentos. De pronto el llanto del bebé cortó el aire y Rhaenyra miró al niño, allí golpeándola la concepción de que habían creado vida a través de sus hijos.
La descabellada idea empalideció a Alicent, pero la sonrisa y aura maternal de su antigua compañera solo la llevó a fantasear irracionalmente. Generar existencia entre dos mujeres era imposible, pero, ante los jóvenes nuevos padres, de alguna manera podía confirmar que lo habían logrado.
#hotd#house of the dragon#lucerys velaryon#la casa del dragón#hotd imagine#hotd x reader#hotd scenario#rhaenyra targaryen#alicent hightower#lucerys velaryon x reader#lucerys velaryon x oc#hotd fic#hotd fanfic#hotd imagines#hotd one shots#hotd oneshots#hotd oneshot#hotd one shot#imagine#oneshot#scenario#rhaenyra x alicent#alicent x rhaenyra#hotd scenarios
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I need help with pregnancy. What are the true terms in context for birth and labor? Because I'm not sure how to explain active labor and Braxton Hicks correctly in writing. (And maternity leave, if that's a thing)
For this I would recommend looking up the Wikipedia entry and switching the language to Spanish; that would have a lot more of the vocabulary in general
But I'll share what I know:
el embarazo = pregnancy
(estar) embarazada = (to be) pregnant [typically feminine; but the word embarazado/a can technically be masculine - the word itself means "encumbered" or "unwieldy", and so that's why the word embarazoso/a means "awkward" and can be said of awkward situations but it's the same idea as torpe "awkward"]
(estar) encinta / (estar) preñada = (to be) pregnant [these are more antiquated but still show up every so often - it's a bit like saying "to be with child"]
el parto = childbirth (or "labor")
el trabajo de parto = labor [lit. "the work of childbirth"]
parir = to give birth
el parto de nalgas = breech birth [lit. "buttocks birth", when the baby is upside down]
dar a luz = to give birth [lit. "to give to light"; another word for "childbirth" is el alumbramiento which in most situations means "enlightening" or "illumination", but it's "the act of bringing to light" which is also the expression for dar a luz]
la contracción = contraction
el útero = uterus
la matriz = womb [or "matrix" in other contexts]
el vientre = womb [another word for "belly" in some cases, el vientre is one of the words for abdomen, usually lower abdomen and in some cases "womb" anatomically]
nacer = to be born
el nacimiento = birth [not quite the same as el parto "childbirth", and el nacimiento can appear in la fecha de nacimiento "date of birth" and other non-medical contexts]
These are the basic words I know
I also know the field is called la obstetricia "obstetrics" but sometimes it's called la matronería - the word la matrona is one of the words for "midwife" along is comadrona
la comadre is today like "woman's best friend", but it's literally "co-mother" and comadrona is a woman who assists in giving childbirth
They can be masculine as el matrón or el comadrón but traditionally are feminine; the other word is el partero / la partera which is specifically related to el parto
I believe Braxton Hicks (las contracciones de Braxton Hicks) is also called el parto falso "false birth"
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A VERY IMPORTANT THING TO KNOW
el aborto will immediately make an English-speaker think "abortion"; this is not always what it means in Spanish
It can mean "abortion" but there is some nuance
el aborto espontáneo is "miscarriage", literally "spontaneous abortion"
When people are specifically speaking about abortion as in a planned one it often gets specified as el aborto inducido "induced abortion"
I say this because English-speakers tend to see it and think el aborto is always a planned thing and with the case of miscarriage you risk really offending someone if you get the context wrong
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aegon targaryen x sultan! ocfem
ADVERTENCIA: mención de AS, perversión de lactancia, secues/tro, venta de escla/vos
Aegon ya había creído perder la cabeza por completo durante los días que había pasado en el inmundo barco de esclavos que lo había tomado en Essos; no estaba seguro de si lo reconocieron como príncipe, pero creía que solo bastaron sus rasgos valyrios para hacerlo una mercancía valiosa.
"Ese no, él irá a un lugar más especial" había oído decir a uno de los hombres a cargo cuando intentaron bajarlo para agruparlo con los que serían vendidos en Astarpor, momentos como ese le hacían desear haber escuchado al cretino de Aemond, aunque, ¿él no podía haber dejado de buscarlo verdad? Seguro su madre había puesto aquellos ojos de ciervo lastimado que siempre usaba para manipularlo y que él continuara su búsqueda. Sí, Aemond lo encontraría tarde o temprano.
Ahora, mientras se recuesta en la amplia bañera de mármol, Aegon suelta una pequeña risita irónica sin poder evitarlo. Recuerda los temores que había pasado allí, los golpes que recibió por alegar ser un principe y negarse a comer la basura de sopa que servían y el pan agrio y duro con el que se acompañaba; pero ahora cerca de él tenía las frutas más dulces, el vino más dulce y los quesos más cremosos. Sus moretones se habían curado, su cabello lleno de mugre y grasa ahora estaba nuevamente blanco y su piel enferma había recuperado su color pálido natural, manteniéndola perfumada y suave con mezclas de flores y haciendo que los sirvientes agreguen un cubo de leche de burra a su bañera.
—Mi dulce favorito debe estar pensando algo muy bueno para no notar mi presencia—escucha su voz detrás de él, haciendo sus mejillas sonrojar y su cuerpo estremecer.
Oh, su Esmeray, su tan amada emperatriz a la cual Aegon le daría todo de si mismo si ella lo pidiera; verla allí fue casi como un sueño; su figura comenzaba a redondearse con la crecida del bebé en su vientre, sus pechos llenos, sus caderas anchas, su vientre hinchado, todo parecía ser la mezcla perfecta para hacer que Aegon se hincara ante ella. Y lo había hecho más de una noche, adorandola de pies a cabeza, cubriéndola de besos y murmurando súplicas y palabras azucaradas, pidiéndole que lo tomara, que lo usara para su placer.
Aún puede recordar la noche en la que ella lo había elegido a él como su favorito luego de que la encargada del harén lo separara junto con otros tres hombres; la recuerda colocando en su mano un suave pañuelo morado, rozando sutilmente su piel con la yema de sus dedos mientras tenía una ligera sonrisa sobre sus labios. Aegon sabía que si ella hubiera pedido en ese momento que lo siguiera de rodillas por el inmenso palacio, él lo habría hecho.
—No escuché que los aghas la anunciaran, ¿nuestro bebé está bien, mi señora?—cuestionó con una pequeña sonrisa mientras le brindaba toda su atención, acercando su frente a su vientre tan pronto ella se acercó lo suficientemente.
—Sí, no es el bebé quien arde por el deseo de verte—bromea la mujer, acariciando su cabello platino con cuidado, bajando su caricia por sus mejillas—mi dulce amor—murmuró, soltando un pequeño gemido en cuanto él introdujo suavemente su pulgar en su boca, presionando la lengua contra la yema—la comadrona está segura de que le diste otra niña al imperio, bien echo, ojitos de lirio—sonrie mientras le da un estimado del sexo del nuevo bebé.
Esmeray amaba comparar cualquier característica física suya con alguna flor, Aegon juraba sonrojarse como una mojigata cada que encontraba en sus aposentos algún nuevo poema, sintiendo los latidos retumbar en su pecho y el hormigueo de sus dedos, deseosos de acariciar cada palabra en el papel.
Él jamás le contaría de sus visitas a burdeles y su accionar con algunas mujeres de menor clase, esta es su nueva vida ahora, él es suyo; jamás pertenecerá a alguien más salvo a su dulce señora y sus bebés solo crecerán en su vientre. Comprendía el sistema matriarcal por el que se regía la tierra que gobernada su amada señora, adaptándose rápidamente a ella cuando todo lo que se le dio fueron lujos por haber logrado poner una niña en el vientre de la emperatriz.
"El único favorito de su majestad" lo llamaron luego del primer parto de Esmeray, mientras se les repartían dulces, jugos y oro a los hombres del harén, quienes a Aegon no les daba mucho importancia; él era el único favorito de su Esmeray, él mismo la había oído decirlo mientras su lengua se adentraba en su calor y sentía sus carnosos muslos presionarle la cabeza mientras la hacía acabar.
—¿Qué ronda tu mente, dulce dragón?—cuestionó, retirando sus prendas para introducirse en la bañera, colocándose en su regazo, acariciando su cabello tan pronto como lo sintió esconderse en sus tetas.
—Digame que me ama, su majestad, se lo imploro—murmuró en un tono bajo mientras su rostro frotaba con la carne suave de su pecho antes de tomar uno de sus pezones en su boca, acariciandolo con su lengua antes de empezar a succionar.
—Mi pobre florecita, tan necesitado de cariño—respondió, dejandolo hacer lo que necesitara mientras dejaba suaves caricias por su piel y le permitía darse gusto con la dulzura de su leche—Mi corazón nunca anhelo a alguien o a algo como lo hace contigo—le susurró en el oído antes de reposar su mentón sobre su cabeza.
Esmeray no podía imaginar la vida que él llevaba antes de llegar a sus tierras, pero nunca hacía preguntas, creyendo que era difícil para él hablar sobre ello; imaginaba a su pobre amor siendo maltratado o agredido de alguna forma, descuidado y despreciado, por lo que estaba más que feliz de proporcionarle cada lujo que estuviera a su alcance. Las ropas más finas, las joyas más caras, todo lo que él deseara.
Y Aegon amaba esa nueva realidad, disfrutando de comodidades y lujos junto con el amor de una mujer hermosa.
#aegon ii targaryen#house of the dragon#hotd one shot#aegon targaryen#aegon ii#aegon targaryen smut#aegon targaryen imagine#aegon x oc#aegon targaryen x oc
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LÁGRIMAS DE MADRE (1/2)
Pairing: Sihtric Kjartansson x fem!reader
Sinopsis: el hijo de ambos se pone enfermo en el peor momento que podría ser para ellos.
Warning: abuso verbal, niño enfermo, relación complicada, angst, infidelidad.
La noche que Sihtric se marchó de casa se sintió como una de las peores tormentas que en sus años hubo vivido. Que en la pequeña aldea de Coochkam se hubiera pasado y arrasado... El agua caía del cielo como la Biblia narraba el Diluvio que Noe y sus seguidores sobrevivieron, encarchando los suelos desnudos en barro y obligando a los habitantes de la aldea a refugiarse en sus hogares. Ni siquiera recordaba lo que estaba haciendo con su esposo, que momento antes la había despedido teniendo que atender unos asuntos con sus amigos en la muralla de madera y sobre cómo repararla, apareció goteando agua y con el barro en las botas. Los dos estaban en la diminuta cocina haciendo la cena, con velas encendidas por toda la casa. Su hijo, de cinco años, jugaba con una de las espadas de juguete en la zona más alejada, simulando que se enfrentaba a un oponente, cuando Sihtric entró en la casa colando el frío en la casa.
Como siempre, Sigbjörn iba a saludar a su padre y le preguntaba si al día siguiente irían a pescar al río que guiaba el camino a la entrada de la aldea. Eso siempre le hacia levantar una sonrisa porque conocía las intenciones que llevaba con eso. Pasar tiempo juntos. Aunque fuera solo un niño. Pero ese día Sihtric simplemente le dio un golpecito en la cabeza a modo de saludo y le mandó que fuera a guardar sus juguetes.
-Tenemos que hablar -le dijo, en voz baja, con cierto cuidado antes que alterar la presencia de Sigbjörn.
-Dime entonces.
Incluso había dejado la cocina haciéndose para hablar. Lo demás... No recordaba más que reproches y gritos, maldiciones lanzadas al aire y algo rompiéndose que la había hecho apartarse. Pareciera que la tormenta había entrado por las ventanas aseguradas. Luego, él salió de nuevo a la tormenta sin perder el tiempo, gritando una última maldición. Sigbjörn salió del dormitorio corriendo y preguntando por qué habían gritado y su padre marchado. Los dedos de ella solo pudieron acariciarle la cabeza, la revuelta melena pelirroja que herederaba de ella sin ninguna duda, y besado su cabeza asegurándole que regresaría. No mencionó nada de lo ocurrido por su temprana edad y entendimiento. Un niño no tendría que soportar los actos de los adultos. Así comieron, los dos juntos, y a la hora de marcharse a la cama, el amor de una madre lo arropó.
Sihtric no regresó esa noche ni a la mañana siguiente.
Sigbjörn jugaba con los demás niños de la aldea en la plaza, o en lo que tendría que ser. Con el gobierno de Uthred como hombre de confianza del rey, aquella aldea había pasado de ser cristiana a una residencia para ambas religiones enemigas. Se había levantado una iglesia de piedra con la abadesa Hild de representante de la cristiandad. Mentiría si aun estando casada con un danés buscaba consuelo en los brazos de Dios. Al lado, la residencia del gobernador de la ciudad, ahora Uthred, se levantaba en madera y era el centro de la aldea. Los niños adoraban jugar ahí porque el terreno de delante era espacioso y nunca estaba lleno de obstáculos ni gente pasando con los animales de un lado a otro.
Ese día Hild estaba fuera aconsejado a unas monjas que entraban y salían a comprar. Ambas habían hablado sobre los adornos de la festividad que se acercaba y los problemas que podrían suponer en caso de que hubiese mucho alcohol y fuego de por medio.
-Cierto es que a Siggy le hace ilusión asistir. Me ha pedido que le haga una corona.
-Un buen muchacho, entonces -corroboró. Había sido ella la que atendió el parto cuando la comadrona poco podía hacer con la escasa ayuda-. No pide más de lo que un niño querría.
Milly asintió.
De repente, la pesadez se instauró en su pecho. Hild torció la cabeza, en señal de curiosidad por lo que le pasaba por la cabeza, y le puso la mano en el brazo con suavidad.
-¿Ocurre algo?
-Sihtric no ha dormido en casa.
-Ayer tuvieron que arreglar la muralla en medio de la tormenta. Se entretendrían para ponerla recta -dijo ella-. Podríais haber dormido en la iglesia con nosotros si lo pasasteis mal.
Milly cabeceó recordando la discusión. Los insultos y maldiciones. Lo que él le recriminaba haber hecho sin pruebas. Lo poco que había dormido había sido por culpa de esas palabras y al recordar su rostro furioso. Como no había dormido en casa, pensaba que habría regresado a la muralla o dormido en la casa de Osferth dado que era el único que no le molestaría. Pero cuando se lo había encontrado y dicho lo contrario acabó de darle otro sentido a lo que su mente maquinaba y, al mismo tiempo, amenazaba en crear escenarios.
-No ha vuelto esta mañana. Siggy me ha preguntado por él y piensa que se ha marchado de alguna aventura con los demás.
-Pero no lo ha hecho. Ingrith y Finan están aquí. Hoy han entrado a rezar unas horas.
-Explícale eso a un niño -respondió, acariciándose el estómago que comenzaba a revolverse-. Pienso... Qué tal vez la tormenta fuera a peor.
Hild respiró con fuerza, como si buscase inspiración en sus pensamientos. Ojalá ella pudiera hacer lo mismo.
-La iglesia siempre estará abierta para vosotros. Y estoy segura de que ese hombre tuyo puede ser...diferente a otros hombres.
Y tanto que lo era. Pagano, por mucho que intentase engañar a su mente. Pero ella también era diferente, siendo cristiana y todavía practicando mucho de sus ritos con algunas de las personas de su misma religión de la aldea. Ciertamente podría haber optado a otra persona llegado el momento, para establecer una alianza que beneficiase a su padre y consolidara el poder de la casa real a ka que pertenecía con un matrimonio beneficioso. Pero tras las consecuencias del asedio a Wessex por los daneses, su padre había declarado que su presencia bajo la protección de Lady Aethelflaed dentro de Mercia con los hombres de confianza de Uthred había sido más un lastre que una ventaja para los britanos de Gales. Su virtud puesta en duda, y un matrimonio arreglado con el hombre que había aceptado como su esposo y antes un amante. Lo cierto era que su historia se remontaba sin conocerse a cuando era una niña sin darse cuenta. Pero era un matrimonio mejor que vivir en un castillo encerrada pariendo y rodeada de infidelidades y criados.
Milly apretó suavemente la mano de Hild. Sus labios se elevaron en una sonrisa triste, pero no perdió la esperanza. Todavía podía ser que aquella discusión fuweaa producto de un estado de embriaguez, que tampoco sería extraño dada la facilidad para celebrar que los hombres tenían cuando conseguían una pequeña victoria.
-No quiero que Siggy piense que su padre desaparece siempre que puede. No es... No es como antes.
Porque ahora había paz. Una tregua entre daneses y cristianos. Una que se mantenía fuerte y resistía. Tampoco había amenaza alguna. Hild sonrió con cierta burla, pero tampoco fue mala.
-Parece que no conoces a esos muchachos, niña. Pero mantengo mi palabra. Si tienes duda alguna, preguntale a Uthred.
Ella asintió con razón. Lo cierta era que podía hacerlo, preguntarle si estaba ahí. O dónde podía estar. Quizás lo hiciese.
-Gracias, Hild.
-Que dios vaya contigo.
Sigbjörn regresó corriendo de su juego. Tenía barro en los pantalones y su cara estaba igual de roja que la de una hoja en otoño. Sus cortos brazos rodearon su cintura como pudo, sonriendo y con el pelo pegado en la frente. La suave llovizna lo hacía parecer un perro mojado, pero no oler como tal. Milly le dio la mano con efecto, mirándolo.
-¿Ya tienes hambre?
-Madre, tengo calor.
Hild se inclinó hacia él, el rostro blanco y sonrojado. Sus ojos claros lo miraron atentamente como si examinara uno de los tomos que llegaban a la iglesia todos los días.
-Parece acalorado.
-Qué voy a hacer yo con este niño. ¿Te encuentras mal?
El niño negó con la cabeza.
-¿Padre va a enseñarme a pescar?
-Preocupate más porque terminemos hoy de comprar lo necesario para la comida. Si te portas bien puede que te enseñe.
La promesa no fue en vano. Sihtric era un padre cariñoso, prometiendo al nacimiento de Siggy que sería mejor hombre que el hombre que lo había criado como su hijo bastardo -ni siquiera lo llamaba padre, algo que jamás se había considerado- y educarlo con el respeto y honor de un guerrero danés. Ella esperaba educarlo en valores cristianos sin presionarlo, algo que ambos habían prometido hacer para no forzarlo a elegir... Pero a él le hacia ilusión enseñarle el valor de los daneses, de su cultura y costumbres, para educarlo como un buen guerrero llegado el momento. Las noches en vela contando sus aventuras antes de conocerlos no faltaba, con los tres tirados en la cama de matrimonio y Sigbjörn quedándose dormido con ellas. Así desde que había sido un recién nacido, frágil y dependiente de su madre.
El resto del día hicieron la compra en el mercado de la plaza, comprando verduras y carne recién trabajada del exterior. Lo que sobrase serviría para la cena y tal vez para la comida del día siguiente. Sigbjörn se quejaba a cada puesto que caminaban, sujetando su mano y cargando la cesta de la verdura más ligera. Aún era un niño, pensaba viendo sus ojos claros, piel suave y regordeta en las mejillas, un bebé a sus ojos, pero dentro de unos años tendría que prepararse para la batalla en caso de que llegase. Cuando cumpliese la edad suficiente. Le habría instigado a aprender el estilo de combate de sus parientes en Gales, pero dada la lejanía de la aldea con el reino vecino del oeste... Era casi un milagro que casi se conocieran abuelo y nieto. El día llegaría, y ella tendría que separarse de su niño, su bebé, el niño enfermizo que había salido de ella y reclamado su atención los primeros meses.
Hicieron la comida y comieron, nuevamente solos. A la hora de recoger, Sigbjörn volvió a salir tras recoger sus cosas y se fue a la casa de la mujer de al lado reclamando que era hora de volver a jugar. Milly sonrió a través del cristal de la ventana al verlo hablar con uno de los niños, sonrojados ambos por el frío de fuera. Se le encogió el corazón de felicidad. Era un niño que adoraba estar con gente. Con el niño fuera, recogió lo que quedaba por ordenar de la cocina y se sentó en una silla al lado del dormitorio, sacando de una cesta de paja la tela blanca en la que llevaba trabajando meses. La costura no era una de sus pasiones, pero era cierto que sus bordados eran de los mejores y Siggy necesitaba ropa de invierno adecuada para lo que se avecinaba. Le había pedido a Ingrith lana a cambio de unas telas que sobraban de la última costura para forrar el chaleco interior. Lo que sobrase de la lana podía ir a parar al forro interior de alguno de sus vestidos.
Al poco de empezar, la puerta se abrió y entró una persona. Milly dejó de tararear y de trabajar alzando la cabeza. Sihtric estaba ahí parado, con el pelo rizado por los hombros y la barba incipiente de los últimos días. La aguja se detuvo a mitad del trayecto, cuando ella contuvo la respiración.
-Tienes la comida en la mesa, si no has comido fuera...
Sihtric pasó por su lado, haciendo un esfuerzo por no mirarla, rápidamente. De un momento a otro, ya estaba entrando y saliendo del dormitorio.
-¿Y Sigbjörn?
Casi nunca llamaba por su nombre completo a Siggy. Solo cuando se portaba mal o era algo serio. Vio la primera alarma.
-En la casa de la vecina. Iban a buscar piedras cerca del río... -no acabó la oración, puesto que él había regresado al dormitorio y ya se escuchaba la madera sonar.
Milly se levantó y lo siguió. Dentro, la escena era decadente. No venía a descansar como Hild habría aconsejado de una larga noche y día trabajando en la muralla... Estaba recogiendo algo de ropa y metiéndola en una bolsa de cuero. Todo muy rápido.
-¿Uthred os ha llamado para iros? Habría llevado las armas al herrero.
No hubo respuesta. Su corazón se apretó, y tiró de las mangas de su vestido. Milly dio un paso al frente.
-Aunque para eso tiene que ser de repente. Puede que el rey lo necesite, no sé -murmuró, tragándose el manojo de nervios que aumentaba en su pecho a medida que él sacaba más ropa del baúl. Sihtric no se atrevía a mirarla, concentrado en su trabajo-. ¿Para cuándo volverás? Siggy quiere que le enseñes a pescar.
Sihtric se levantó, entonces, echándose la bolsa de cuero al hombro una vez cerrada. Parecía pesada, pero conociendo su fuerza dudaba que eso lo echase para atrás. No llevaba ningún armas. Aquello solo significaba una cosa: no iba a marcharse de misión con Uthred, Finan y Osferth. Pero sí que se marchaba, y por toda la ropa que se llevaba... Iba para largo. Entonces, Sihtric se quedó en pie quieto.
-No voy a enseñarle a pescar -dijo, firme y seco, sin dar más explicaciones-. Iba enserio.
-No puedes decirlo enserio -habló, entonces, cerca de alzar la voz por tremenda ofensa. Se refería a la discusión de la noche de antes, de lo que había escuchado antes de regresar a casa y el motivo por el que no había dormido con ellos. Milly apretó los labios, al ver que los ojos de Sihtric no se atrevían a posarse sobre ella. Como si fuera la vergüenza lo que le negase esa fuerza de voluntad, no la timidez-. Que te creas esa...farsa de borrachos a medianoche.
-Sería traición si lo hubiese dicho estando borracho.
Milly apartó la cabeza.
-¿De verdad lo crees, que te he sido infiel y Siggy no es tu hijo? Míralo a los ojos, sois idénticos. No te he engañado, eres el único hombre con el que he estado.
Encima de verdad.
-Es muy pelirrojo.
Pelirrojo. Esa era su escusa.
-¿Te tengo que explicar que toda mi familia es pelirroja aunque solo uno de mis padres lo sea? Pareces un necio por creerte esa mentira.
Por un momento, vio la tensión que se acumulaba en la base de su cuello, en la fuerza de voluntad que estaba haciendo en mantener esa conversación con ella. A Milly fue lo que más le dolió, que no confiase en ella después de cinco años juntos y con un hijo al que había cuidado ahora con falsas promesas. Un mentiroso. Era un mentiroso que se apoyaba en sus propios miedos por lo que le había pasado con su anterior esposa. Aquella mujer con la que había estado varios años, antes de conocerse, y de la que había descubierto que le era infiel cada vez que se marchaba de casa. A Sihtric le había dolido, sobre todo el enterarse que los dos hijos a los que había visto crecer y criado en el poco tiempo que pasaba por cada no era realmente suyos, sino de sus antiguos clientes al haber sido prostituta.
Milly nunca había hablado de ella porque era un tema delicado que todavía le hacía daño, el haberse enterado de la peor manera y en un momento poco idóneo. Y ahora le estaba haciendo lo mismo a ella, culpándola de una posible infidelidad e intentando llamar al hijo de ambos como bastardo. El miedo que siempre le había rodeado a él por el tipo de infancia y adolescencia que tuvo. Se mordió el labio, sabiendo que era imposible demostrarle más allá de los hechos ocurridos hace cinco años si era realmente su hijo o el hijo de un hombre cualquiera. Así pensaba de ella. Una embustera con falsas promesas de fidelidad y lealtad hacia su matrimonio.
-No te he sido infiel.
No hubo respuesta. Como era de esperarse. Sihtric pasó por su lado, evitando tocar su hombro cubierto por la tela gruesa del vestido. Su olor lo acompañó hasta la puerta, el olor de la nieve, el cuero y el bosque. Los rizos a sus espaldas chorreaban como si acabara de bañarse.
-Al menos ten la decencia de decírselo tú a Siggy, ¿no?
Pero él ya se había marchado.
Y a ella dejado sola, en las sombras que la luz no llegaba a tocar en una casa pequeña de madera que necesitaba la presencia de un hombre.
Pasaron dos días en los que Sihtric no volvió a casa ni supo nada de él. Ni siquiera un susurro en la aldea. Esos días, había pasado el tiempo hablando con Hild en la iglesia, las veces que dejaba a Siggy al cargo de Ingrith que encantada lo dejaba entrar a ayudarla a trabajar la lana, y buscaba consuelo en la casa de Dios como se le había aconsejado. Puede que encontrase algo de paz en sentarse de rodillas y rezar oraciones en silencio, a la vieja usanza cuando era una princesa britana y muy religiosa. Hild la acompañaba, y la abrazaba cuando se le escapaba alguna lágrima recordando lo que le tocaba vivir ahora con un esposo que la repudiaba. Y que no estaba por la aldea.
También pasaba tiempo con las mujeres del pueblo, ayudándolas en los recados y en lo necesario para la festividad que se acercaba. Tantos días pasaron que estaban a las puertas de darle la bienvenida a esa festividad pagana. A Siggy le hacía más ilusión que a cualquiera, correteando de un lado a otro y preguntándole si estaba lista su ropa. Se refería a la ropa que necesitaba un arreglo, de la más formal para ese tipo de festividades.
-Mami -escuchó un día desde el dormitorio. Ella estaba trabajando lo que quedaba de carne para la comida de mañana, habiéndolo acostado hacía rato creyendo que ya se habría dormido.
Milly fue corriendo al dormitorio, extrañada de que estuviera despierto y la llamase. Normalmente se levantaba e iba él, a no ser que estuviera muy cansado de jugar. Cuando lo vio tumbado en la cama, arropado tal y y como lo había dejado, pero con la frente empapada de sudor, el estómago de Milly se revolvió recordando los días en los que había estado enfermo de más pequeño.
-Me duele la tripa -sollozaba, apretando los ojos, o incapaz de abrirlos. Milly se acercó con una vela a la cama, posando la mano sobre su frente empapada el sudor...caliente. Estaba ardiendo-. Mami, me duele mucho.
Hizo lo que pudo la primera hora. Mojó varios paños en el agua de la palangana que usaban para lavarse las manos, y se la ponía en la frente para bajarle la temperatura y limpiarle el sudor. Apartó la pieles de la cama, haciendo a un lado las más gruesas y dejando una de las más finas que lo protegiera contra el frío. Los deditos de Siggy buscaron los suyos en cierto momento, solo para descubrir que también ardían y toda su mano estaba roja. A Milly se le cayó el corazón al suelo, al ver que la temperatura no le bajaba y la luna estaba en lo más alto. Volvía a llover, pero no con la misma rabia que la última vez, ahora solo unas cuantas gotas de seguido. Había gente pasando por delante de la ventana de la cocina, por lo que no todos estaban en la cama. Seguro que algunos estarían en la la taberna disfrutando de la noche antes de acostarse.
Para Milly eso era otra realidad. En otra ocasión significaría tener que esperar a que Sihtric llegase o ir a buscarlo directamente para avisarlo de lo que sucedía. Pero esta vez estaba sola, con un hijo enfermo que iba empeorando. Solo le quedaban unas opciones. Milly maldijo, pero se apretó los lazos del vestido antes de asegurarse las botas y caminar nuevamente hacia la cama. Ahí, agarró algunas de las pieles más ligeras y cogió en brazos a Siggy, cubriéndolo antes de salir de la casa en busca de ayuda. Había una curandera además de Eadith, que ahora residía cerca de la casa del gobernador de la aldea por petición de Uthred. Pero quedaba más lejos que la mujer que había ayudado a su hijo a nacer hacía cinco años, cuando el parto se complicó y la fiebre del recién nacido subía en sus primeros días. Siggy sollozaba en su cuello, ocultando el rostro ahí, con una respiración entrecortada que solo hacía que le pesase más el corazón cada vez. El sudor no tardó en mojarle el hombro, o la lluvia sobre sus cabezas, o ambas cosas.
La cabaña de madera, con un pequeño patio donde habían plantadas unas flores medicinales, seguramente, estaba a unas pocas de la suya. La vieja madera estaba oscura, pero además de eso estaba bien cuidada. La curandera era una chica que había enviudado al poco de casarse, sin hijos, su esposo víctima de la enfermedad que asoló Mercia y se desplazó hacia el norte al mismo tiempo que el rey merciano fallecía. A Milly siempre se le ponían los pelos de punta cuando cruzaba la casi caída cerca, puesto que recordaba los aullidos de dolor que la mujer había dado
-Señora, es muy tarde -anunció. Tenía el pelo revuelto, y debajo de una vieja manta un camisón blanco que se esforzaba por ocultar-. ¿Qué ocurre?
-Es Siggy -le acarició la espalda debajo de la manta, atenuando sus llantos-. Tiene fiebre y se quejaba del estómago. Creo...creo que tiene algo.
-Siempre ha sido un niño enfermizo -apuntó sin maldad alguna, y asomó la cabeza para verlo...de lejos. Las mejillas de la mujer se pusieron rojas-. Me temo que no puedo atenderlo ahora. Tal vez Eadith pueda, estaba despierta cuando Lord Uthred ha regresado.
Milly apretó los brazos abrazando a Siggy. El niño se revolvió, temblando e intentando esconderse con más profundidad en su cuello delgado.
-Oh -balanceó a Siggy como si lo meciera, intentando dormirlo aunque el dolor y la fiebre se lo impidieran.
En la cama había una persona, un hombre. No le daba la cara, solo podía verse su espalda bien formada y ancha, probablemente un hombre de su edad o cercano a su edad. Iba sin camisa, y estaba tapado de cintura para abajo por unas pieles que lo protegían. Milly apartó la vista de esa imagen. Hasta que vio los rizos que dejaban al descubierto un tatuaje oscuro que recorría su cuello y ascendía por la curva del centro de los hombros hasta la nuca de nuevo a la cabeza. Intrincados patrones que reconocía a simple vista.
Milly lo reconocía. Lo reconocía por haber pasado los dedos por él, por haber trazado su forma siempre que podía. La sombra de un significado clavado en la piel blanca de un hombre. Cuando hacía sus trenzas, cuando le cortaba el pelo que acababa por molestarle en la cara y se hartaba de las trenzas o las coletas. Fue a tragar saliva, pero se encontró en que su cuerpo no respondía. Peor hubiese sido montar un escenario cuando su hijo estaba más que enfermo. La curandera tuvo que darse cuenta de lo que ella había alcanzado a ver, y acercó más la puerta en un intento de ocultarlo. Su rostro no mostraba emoción alguna más que con la que había abierto.
-Puedo intentar algo, pero no... -extendió la mano para retirarle el pelo de la frente, pero ella fue más rápida al esquivarla. La mano se quedó en el aire, la sombra de un buen acto intentando ocultar un pecado.
-No, eh, No. No lo toques.
A Milly no le importó que la falda se le manchase de barro y lluvia, ni que las botas se le apretaran en los dedos con la fuerza con la que los apretó. Lo que más le importaba era salir de ahí, olvidar esa imagen y poner a salvo a su hijo. Sin dejarla acabar, se dirigió al segundo lugar seguro que podía refugiarlos a ella y su pequeño niño, y caminó hacia él con el rostro empapado de lluvia y sal.
Cuando la puerta de madera oscura de la casa de Ingrith se abrió, el rostro de Milly estaba igual de rojo que el de Siggy temblando en sus brazos por la fiebre.
La fiebre de Siggy no disminuyó aunque se pasase las horas rezando mientras Ingrith y Eadith hacían todo lo posible para bajarle la fiebre . El dolor de vientre al menos disminuyó tomando unas hierbas purgatorio, que lo ayudarían si las continuaba tomando cada ciertas horas. Hild apareció al escuchar la noticia de labios de Finan, que obedecía a todo lo que Eadith le pedía de ayuda e incluso había ido a despertar a Osferth para que moviera el culo y ayudase, según dijo cuando apareció con el pelo pegado a la frente y ojeras bajo los ojos.
Ella solo podía rezar. Y mirar cómo el niño que había salido de ella sufría y lloraba cuando se despertaba alucinando por la gravedad de la fiebre. No... No estaba preparada para eso, para verlo sufrir. Si fuera por ella, tomaría todo su dolor y se lo pondría encima siempre y cuando su pequeño estuviera libre de todo mal. Si el padre Beocca siguiera vivo, le hubiese pedido unas oraciones y consejo. Pero estaba Hild, que había sido aconsejada tantas veces por él que se la podía considerar un segundo padre Beocca.
-¿Qué le ocurre, Eadith?
-Seguramente sea un resfriado. Si es un niño enfermizo es probable que siempre sea lo mismo.
-¿Enfermizo? El condenado tiene mejor salud que todos nosotros y muerde como un perro -ladrón Finan desde el otro lado, ganándose un golpe de su mujer.
Osferth dejó de cortar con una cuchilla los tallos de una raíz para pasar por su lado. Milly acarició suavemente los rizos por el sudor que se formaban tras las orejas de su hijo, con tanta delicadeza que temía que el hacerlo más fuerte lo rompería en pedacitos.
-Decía que le dolía la tripa.
-Y ya hemos solucionado eso, pero la fiebre... Eso es lo que me preocupa ahora.
Solo era un niño, se dijo en sus pensamientos conteniendo las lágrimas. Las que no había derramado ni en el peor momento de su familia y que contenía con tanta fuerza que le pesaba la cabeza. Un niño alegre y enérgico capaz de hacerse amigo hasta de su peor enemigo, y sólo con cinco años. Había dejado de ser el niño enfermizo cuando superó los dos años, como si Dios hubiese escuchado sus plegarias para volverlo un jovencito fuerte para el mundo en el que vivían.
Milly y Finan se quedaron solos. Los demas fueron a buscar cada uno por su cuenta; Ingrith al río a por agua, Osferth acompañado a Eadith a por mas hierbas de su casa. Sin embargo, ninguno dijo nada. Se quedaron en silencio, con la suave respiración de Siggy de fondo. Por la ventana entraban los primeros rayos de sol, del amanecer. Se pasó la lengua por los labios. Llevaban toda la noche despiertos cuidando de él y no mejoraba, solo habiendo conseguido solucionar uno de los pocos problemas
-¿Y el condenado de su padre?
-Por ahi -respondió secamente, acariciando la mejilla regordete de Siggy.
Ni lo sabía ni quería hacerlo. Aunque conociéndolo continuaría en la cama de aquella mujer mientras su hijo luchaba contra la muerte. Su falso hijo, ahora. Él lo llamaría así para olvidarse el compromiso que tenía con ellos, la promesa de protección que les había dado desde el primer momento que supieron que estaba en camino.
-Le traeré de los pelos como lo encuentre -lo escuchó bufar-. Su hijo aquí...
-Dijo que no lo consideraba su hijo por ser muy pelirrojo -escupió, tensando loa lavios por la brusquedad con las que salieron sus palabras-. Si él lo considera así, entonces no quiero volver qaverlo, Finan.
Vio la sorpresa cruzarle el rostro, que en algún momento habría sido joven y disfrutado de la buena vida por las arrugas que comenzaban a formarse en las comisuras de sus ojos y en la frente. La sorpresa se convirtió en enojo, y el enojo en rabia que apareció en la forma con la que agarraba la empuñadura de la daga y la fogata en sus ojos.
-Comadreja. Ahora como lo pille te prometo que le castraré. Hablarle así a su esposa, a su hijo pequeño, sabandija. Cuando lo vea...
-Gracias. Pero ahora prefiero asegurarme de que Siggy esté bien. Es lo más importante.
-Deberías descansar -aconsejó Eadith de buena gana-. Siggy está en buenas manos, señora.
Señora. Era un apelativo que no escuchaba en mucho tiempo y que se refería a su antiguo estatus. Descansaba esentada en frente de una mesa con comida que Ingrith amablemente le había dado. Ahora, casada con un pegano, lo habría perdido a ojos de cualquier cristiano. Y más en Wessex. Aunque continuaba teniendo la sangre de Hywel, del rey más querido de Gales. Y ahora que probablemente Sihtric la repudiaba como su esposa, buscando otra que realmente le compensara todo el daño recibido de las anteriores, podría regresar a... No, eso no podría ser.
-Siggy quería ir a la fiesta. Le dije que se lavara los días de antes, para tener buen aspecto... ¿Es mi culpa que esté enfermo? ¿Por qué ha cogido frío al salir del agua? Los niños son muy delicados.
-Él es fuerte. Nunca se habría resfriado por eso teniendo una salud tan fuerte... -Eadith sonrió como pudo, sin mucha fuerza pero tampoco como si le diera pena que una madre derramara penas y se echara la culpa del estado de su hijo-. A veces los niños se ponen enfermos. Eso que dijo Finan de que era duro es cierto, señora. Lucha como un guerrero.
Lo sabía. Lo sabía demasiado bien. En lo profundo de su corazón conocía los comportamientos de los enfermos, de los curanderos cuando sabían que se acercaba el final de la vida. Y que Dios los tuviera en su gloria después de eso.
-Él... Se puso enfermo al poco de nacer. Ingrith lo cuidaba mientras yo me recuperaba del parto, pero aun así sabía que podía morir. Era tan pequeño, tan delicado... -su voz perdió fuerza, con el recuerdo de las incontables noches sin dormir y su lento proceso de recuperación. Cuántas veces se había despertado con los llantos de su hijo recién nacido, de la ayuda que Ingrith le había brindado y de las recomendaciones del curandero cuando creían que iba a morir. El cómo ya desde pequeño habría tenido que trabajar en la manta de la sepultura... y cómo se había recuperado y recobrado las fuerzas-. Las madres lloramos la muerte de nuestros hijos antes de tiempo.
Recordó la tela blanca en la que llevaba semanas trabajando, en cómo decorarla y en qué podrían usarla más que en una manta para decorar la cama. Entonces se le vino a la cabeza que podría ser parte de un anticipo a lo que ocurriría, en lo que decoraría a Siggy y estaría con él en la otra vida. Ojalá lo hubiese bautizado, pues ahora se arriesgaba a dejar el alma de su pequeño hijo vagando por la eternidad. Nunca volverían a estar juntos, ni en la otra vida ni en ningún lado. Si Siggy moría...entonces ella moriría de pena. Estaba sola, estaría sola sin marido y sin hijo.
-Me hubiese dado cuenta antes. Siempre estoy con él, pero ahora... Los dos estamos solos en un mundo de crueldades, Eadith. Tu lo sabes más que nadie, me temo.
-Así es.
Y si le había molestado decirlo tan airadamente, no replicó con nada y solo se sentó con ella al lado de la cama donde el niño respiraba con dificultad. Como si su propio cuerpo estuviera en una lucha contra él mismo. Tenía las mejillas sonrojadas, casi rojas, y sabía con solo verlo que estaba sufriendo. Milly titubeó al principio, pero al final se inclinó sobre la cama y agarró la mano sudorosa de su pequeño hijo, sintiendo la suave presión de su carne y deditos cuando notó su presencia. Casi la hizo sonreír, el ver que su hijo era el doble de fuerte por ambos.
Entonces, retiró la mano a regañadientes, torciendo el gesto mientras se apartaba las lágrimas que amenazaban por derramarse. Eadith se levantó para dejarle espacio al salir del pequeño dormitorio.
Tenía que escribir una carta.
-Asegúrate de que llegue pronto, por favor.
El hombre cabeceó una respuesta, confirmando que se daría la mayor prisa posible desde el primer momento. A Milly no le quedó otra que confiar en él, y en el peso que llevaba en sus manos. Eadith se marchó para recoger unas cosas más que pudieran aplacar la fiebre en crecimiento de Siggy, así que la dejó marchar. Y fue en ese momento en el que se dio cuenta de que estaba sola con su hijo después de varios días
Entonces, en ese momento privada de compañía, Milly se permitió un lujo. Un pequeño lujo que solo una madre en ese momento, ese pequeño momento que tenía para ella, se permitió reconocer. Su corazón se oprimió con tanta fuerza al dejar las lágrimas salir
Vio el anillo. El dichoso y hermoso anillo que todavía significaba algo para ella y para la institución que ofició su boda. Un matrimonio. Una lealtad. Una promesa. Algo que en esos momentos ya no existía y a la que maldecía internamente como el responsable de todo lo que ambos estaban sufriendo. Porque en esos días había aprendido una cosa: los hombres solo se preocupaban por ellos mismo, y por confirmar sus sospechas. Sihtric había tomado su decisión, así que era el momento de que ella tomase la suya. Sin más preámbulos, Milly se sacó el anillo que decoraba su dedo anular, el dedo de las promesa ahora convertidas en cenizas, y lo aplastó de un golpe en la mesa. El anillo brilló, un objeto muy valioso ahora convertido en un tormento que le pesaba en el alma.
El de una atadura que la consumía. Que maldecia sus acciones.
-Sabía que estaríais solos -escuchó la puerta abrirse, el sonido de las bisagras crujiendo. Ahí estaba Ingrith, con una cesta seguramente con más comida. ¿Cuánto había pasado? No dormía ni comía, no desde que su hijo estaba enfermo. Él tampoco, y lo poco que comía era cuando despertaba-. He visto a Eadith salir al bosque a por plantas.
-Hola.
Ingrith dirigió su atención al anillo que ahora estaba al otro lado de la mesa, con una mirada intrigada, pero no dijo nada y se acercó a ella. Si también vio el rastro de lágrimas secas en su cara, tampoco lo comentó. Ella entró y cerró al puerta tras de sí. Dejó una cesta
-Te vendría bien comer algo.
-Ya he comido. Antes, pero a Siggy le ha vuelto a subir y...
-Por eso más que nunca deberías hacerlo.
Hubo un silencio entre ellas que podría cortarse con un cuchillo, pero no de tensión. Escuchó un suspiro escapar de los labios de la mujer rubia.
-Finan me ha dicho que Sihtric no ha estado con vosotros y...me he hecho una idea de lo que ocurría. De lo que podía pasar. Lo lamento mucho, que él resulte ser u desgraciado.
-Él se fue y no ha vuelto -quiso dejar clara su posición, y lo que ella consideraba adecuado-. Ha dejado claro que ya no le importamos, así que soy la única que se preocupa por Siggy.
Ingrith se alisó la falda sentándose a su lado. La silla crujió por el peso, pero más parecía por la pesadez de los recuerdos de aquella casa que en algún momento hubo sido un hogar feliz.
-Antes he visto que le dabas una carta a uno de los guardias.
-Ah, sí -dijo ella-. Le he pedido que lleve la carta a la capital, directamente a Aldelmo, que él sabría qué hacer con ella. Confío en Eadith y en sus remedios, pero mi hijo... Si sobrevive no quiero seguir viviendo aquí, arriesgándome a que se pueda volver a poner enfermo y estemos solos. No, no podría.
El peso en su pecho no se aligeró ni cuando lo dijo, lo que había escrito en la carta que llegaría directamente a Aldelmo, y a partir de ahí directamente a la fortaleza de su hermano cerca de la frontera con los mercianos. Él sabría que hacer, al ser el primero que quería sacar a su hermana de ese territorio impío gobernado por paganos y que el rey se lo permitía. Él ayudaría. Confiaba en ello.
-Y de todas formas, quiero que Siggy sea bautizado. Me niego a verlo morir sabiendo que su alma vagará sin rumbo sin poder ir al Cielo, a no verlo nunca más -tras decirlo, sus dedos pasaron por la ropa que todavía quedaba por arreglar de Siggy. La que hubiese llevado... Su amiga cabeceó un asentimiento, sabiendo a que lo que se refería con ello. También era cristiana, aunque dejase de lado muchas veces su religión y se lo tomase a la ligera.
-Sihtric se enfadará -respondió Ingrith, suavemente, pero dándole la mano en un gesto de apoyo.
Le dieron ganas de burlarse, pero el decoro se lo impidió.
-Para cuando nos marchemos ya no importará. Me dijo tantas cosas esa noche, y al día siguiente no pudo ni mirarme a los ojos para preguntarme si Siggy era realmente su hijo. ¿Y sabes cuál fue su excusa? Que se parecía demasiado a mí. Es la primera vez que lo he odiado. Pero ahora me temo que lo desprecio y lamento.
Ingrith se mordió el labio inferior, como si intentase no preguntar lo obvio. El resultado de la discusión. Le dio una mirada más al anillo. Juró que de poder hacerlo, lo hubiese fundido en ese momento.
-Estaba en la cama con otra persona antes de que llamase a vuestra puerta -agachó la cabeza avergonzada, de los actos de él y de lo que estaba siendo soportar tantas cosas al mismo tiempo. No sé atrevió a mirarla, aunque supiera que el corazón de Ingrith era amable y abogaba por la paz y el bienestar. Los ojos volvieron a picarle-. Pero yo soy la infiel, la que ha parido a un bastardo.
Los ojos de Ingrith volvieron a posarse en el anillo, y luego en ella. En ellos vio la duda, la confusión, el misterio que todavía quedaba en el aire y los motivos por los que Sihtric había tenido la lengua suelta de insultarle de aquella manera.
-Tal vez hablarlo sea bueno. Él también ha sido parte de la vida de Siggy.
-Siggy no sabe lo que ha pasado. No ha tenido el valor de hablar con él -su voz flanqueada. En algún momento su corazón tuvo que romperse y su resistencia con ella, porque se había echado a llorar-. Y ahora mi niño se muere y no soy capaz de hacer nada mas que pedirle ayuda a mis hermanos.
Ingrith se marchó tras asegurarse de que comiera y estuviera bien. Le prometió que estaría la noche en vela cuidando de Siggy mientras ella intentaba descansar, pero una vez se fue Milly hizo otra cosa. No podía estar con su hijo, así que lo único que podía hacer por él era trabajar por su cuenta en algo para él. Recogió sus juguetes del suelo, intentando no echarse a llorar cada vez que encontraba uno que todavía guardase su olor. Su ropita, pequeña, aún tenía su olor. Rebuscando en el armario encontró la manta que lo había tapado cuando era solo un bebé recién nacido, en la que había trabajado durante los meses de embarazo para envolverlo nada más naciera. La miró unos minutos, inspirando cerca de ella el olor que todavía guardaba de cuando solo era un bebé, su olor natural y la leche.
Encontró alguno de sus antiguos juguetes también. Los animales de madera tallados por su padre antes de nacer, un regalo que quería que tuviera al estilo de los niños daneses. Algunos llevaban talladas runas, que en su momento le habían disgustado pero con el tiempo acostumbrado como simples decoraciones a su parecer. Tocó una, maldición el momento en el que había dejado que se hijo se mezclara con la otra parte de su herencia. Sin un bautizo, estaba perdido. Pero ya no se le podía sumergir, era demasiado grande y estaba demasiado enfermo como para ponerlo en el seno de Dios. Peor aunque quisiera culpar a su padre... no podía hacerlo, en parte porque ella se lo había permitido. Miró a los caballos de madera, a los animales de caza, y al que se suponía que era un hombrecillo cazando con una espada en la mano diestra. Luego, a la mantita de recién nacido y su pequeña ropa doblada en el baúl. Todavía quedaban algunas prendas de Sihtric, pero a esas no les hizo caso. Si eso ya las quemaría para hacer el fuego.
Al final, se levantó recogiendose las faldas y cogió su kit de costura. Todavía le quedaban hilo y lana, las agujas estaban afiladas y sobraba tela de sus trabajos anteriores. Se sentó en la silla al lado del dormitorio, bajo la luz de una vela encendida, y comenzó a trabajar en la tela de la mantita descosiendo algunos puntos mal dados y corrigiendolos con otros más correctos.
Entonces, en el momento de mayor concentración, la puerta de la casa se abrió y entró una persona. No la había cerrado, tal vez tendría que haberlo hecho, pero incluso en eso había fallado. De haber estado Siggy y ella solos...
-Pensaba que no habría nadie -fue lo primero que dijo, lo primero que escuchó en días en los que añoraba su voz aunque fuera a gritos. Estaba como la última vez, con el pelo trenzado había atrás, los mechones de en medio liberados, y la barba incipiente ahí. Se la habría cuidado donde estuvo... O lo que fuera que hubiese hecho con esa mujer. Ya no importaba.
-Pensaste mal -respondió, y tras unos segundos volvió a trabajar en la tela. Falló en una de las puntadas y tuvo que volver al punto donde había errado.
No era como la noche de la tormenta pero podría haber sido igual de haber estado la casa caliente y hubiese ruido de fondo, la voz de su hijo y el sonido de los cuchillos de la cocina. Ahora solo estaban los dos, tan diferentes entre ellos, y una manta.
-Quería ver si estabais bien.
-Ni siquiera tendrías que estar aquí -respondió ella conteniéndose a discutir. La mala mirada hacia la manta no faltó, por supuesto-. Estamos...bien.
-Eres mi mujer -le dijo-. Y él mi hijo.
-Ahora es tu hijo -se burló, apartandose. Cogió otra vez la tela blanca poniéndola en su regazo, volviendo a trabajar en ella. No quería verle.
Lo escuchó caminar. No hacía ella, sino hacia el dormitorio. Como la última vez, entró y salió en cuestión de segundos. Le había dado tiempo a pasar la aguja con el hilo rojo a través de la suave tela.
-¿Y Siggy?
Sus dedos acariciaron la tela de la superficie, apretando en la zona que correspondía con lo que quería crear. Una flor, como las que crecían en las murallas del castillo de su padre, donde le hubiese gustado llevar a Siggy algún día para que conociera la historia de sus antepasados. Al menos en la otra vida podría tenerlas cerca, arropado por el cariño incondicional de su madre. Pasó la aguja, dos veces más, siguiendo las puntadas con cuidado por la parte de debajo.
Más pasos. Esta vez hacia donde estaba ella sentada.
-¿Dónde está el niño?
-No debería ni decírtelo.
-Eres cruel, mujer.
-Y tu patético. Al menos espero que tengas la decencia de llevarte el resto de tus cosas.
Tranquilamente, Milly se levantó con la tela que trabajaba y se acercó a la mesa donde la extendió. Los pétalos comenzaban a tomar forma, el rojo inundando la tela y el marrón siguiendo lo que en algún momento será el emblema de la familia a la que Siggy pertenecía por su lado, la monarquía britana de Gales. Su herencia. Un miembro activo que merecía ser enterrado con sus símbolos. Dado que nunca había podido conocer a ninguno de ellos. Acarició una de las florituras del borde, la primera que había hecho para la mantita y que significaba cariño incondicional.
-¿Y tu anillo?
-Debería venderlo para pagar a Eadith. Tal vez lo haga.
Acarició los pétalos, bajando los dedos hacia la mayúscula inicial del nombre de su hijo. Tendría que bordar todo su nombre, el completo, en vez del apodo para que se reconociera en la otra vida. Pensaba hacerlo en medio del emblema y de las flores.
-¿El crío está con Eadith?
Milly torció la cabeza hacia él, solo para encontrarse con la confusión en unos ojos que en algún otro momento la habrían atraído a su juego. Solo que aquello no era un juego, nunca lo había sido. Y cuando vio la confusión, sorpresa y rabia que pasaba por sus ojos verdes oscuros... Supo que Sihtric no se estaba quedando con ella ni estaba siendo cruel. Estaba preguntando de verdad dónde estaba Siggy, preocupándose por él y sorprendido de que estuviera con la curandera con la que no había pasado la noche. Milly vio todo eso, e instantáneamente la tristeza y el miedo que la habían inundado todos esos días salió a flote a modo de la rabia pura de una madre.
-¿Tanto tiempo has pasado en casa de otra persona que no sabes lo que ha pasado? Y te haces llamar padre.
-Yo no...
Intentó acercarse a ella, pero la rabia corría por sus venas en el momento que le empujó el brazo lejos de ella y golpeó el pecho. No fue suficiente para moverlo, pero tuvo su impacto.
-¡Basta ya, mujer! Dime por qué Eadith está con Sigbjörn.
-¡Eres un puto bastardo, nuestro hijo muriéndose y tu tirándote a la primera que ves por el pueblo!
Algo en su mirada bailó, aunque mantuviera el gesto duro e intentase detener los golpes que ella le daba en el pecho. Milly sintió que iba a echarse a llorar de nuevo en ese mismo momento, a medida que aumentaba la fuerza de sus golpes.
-¡Se muere! Mi niño se muere y tu mientras tanto fuera perdiendo el tiempo en tus propias interpretaciones. ¿Dónde estabas? ¿Dónde se supone que estabas, eh? Te vi, maldito bastardo. Te vi tumbado en esa cama el mismo día que Siggy se puso enfermo.
Sihtric apretó los labios, lo vio, pero no se atrevió a decir nada cuando ella le recriminaba lo ocurrido. Porque efectivamente era su culpa el no saberlo. Su culpa el no interesarse. Su culpa el haberlos dejado en esa situación y que ella sufriera el doble que una familia normal. El rey Alfredo había abogado y defendido la paz entre ambos pueblos, aunque fueran enemigos, y ella en su momento había confiado en esa promesa del futuro. De una tierra unida. Su padre, incluso, tan devoto como era, pensaba que la unidad era lo más importante. Ella, sin embargo, empezaba a detestar esa visión, ese concepto, ese futuro.
Y todo porque su marido era incapaz de mantener la polla dentro de los pantalones. De confiar en las palabras de un desconocido sobre la herencia del hijo de ambos, a quien llevaba criando con el mismo cariño que un lobo a su cachorro. Cachorro. Así lo había llamado varias veces cuando estaba en su vientre creciendo. ¿Y para qué? Para abandonarlos en el momento más importante. Y ahora hacerse el inocente, la víctima... Lo odiaba. A sus ojos ya no era el valiente guerrero danés que los había salvado a Aelfwynn, Aethelstan y ella de los hombres cuando el rey de Mercia falleció.
-¿Dónde has estado mientras él preguntaba por ti y esperaba a que llegases? En casa de otra pasando el rato. Escuchándote a ti mismo con que estaba bien, que era lo justo, porque yo habría hecho lo mismo.
Milly le dio un último empujón, que lo hizo golpear la pared en un ruido seco. No hizo gesto alguno de que le hubiese dolido, pero tampoco se contentó con aquello. Ella solo pensaba en una cosa, por otro lado, lo más cruel que se le podía ocurrir y escapar tan a la ligera.
-No eres tan distinto haciendo esto que tu padre, Sihtric.
-Yo no soy ese hombre -dijo él, claramente dolido-. No hables de él tan a la ligera.
Pensó en Siggy, y en las miles de conversaciones que habían tenido sobre el hombre que había sido el padre de Sihtric cuando estaba vivo. El tipo que en teoría era el abuelo de su hijo y el peso que tendría que llevar. Sintió que su estómago iba a darle un vuelco, que iba a vomitar todo lo poco que había comido. Sihtric había hablado de él lo justo para dejarle claro que todavía era un tema delicado, algo con lo que tendría que lidiar incluso en un próximo futuro. Aunque hubiesen pasado varios años. Los rumores sobre Kjartan el Cruel eran abundantes y la presencia de su hijo legítimo también, con el daño que habían dejado en la vida de los hombres más recientes, tanto sajones como ingleses. No era como si Sihtric fuera gritando su parentesco, pero Siggy... Él decía que había algo en su mirada que le recordaba a él, que incluso lo asustaba.
-No lo digo por hacerte daño. Sabes lo que es ser un bastardo, y aún así piensas que Siggy lo es y yo te he sido infiel. ¿Cuándo? Sigue pensando en ello. Estoy...cansada de pensar en ti mientras nuestro hijo se muere -dijo, y suspiró con pesadez al final. El pecho se le apretó, pero de alguna manera se sintió más ligero que antes.
Le dio una última mirada. Una con cuidado. Y otra a la mantita que arreglaba. Sus dedos pasaron una última vez por el patrón de las flores, antes de recoger el trozo de tela y abrazarlo contra su pecho.
-No puedo pensar en lo nuestro mientras pasa esto. No puedo. Si quieres el divorcio o lo que sea hazlo, romperemos nuestros votos. Pero Siggy y yo nos iremos de aquí de rosas maneras.
Caminó hacia la puerta ignorando los pares de ojos que la taladraban desde detrás. Hacia frío a través de la madera. El corazón le dolió, de verdad, frente a la impotencia que su cuerpo sentía. Rompía algo para arreglar lo otro, aunque me costase todo.
-Siggy es más importante ahora mismo. Y eso lo entiendes si has venido a buscarlo.
Incluso su matrimonio.
#Sihtric kjartansson x reader#Sihtric kjartansson#Sihtric#Sihtric x reader#Sihtric x you#lastkingdom
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Different Mayan Artist's rendition of
~ 𝒞𝒰𝑅𝒜𝒩𝒟𝐸𝑅𝒮𝐼𝑀𝒪 ~
In each photo, one could identify aspects of spirituality, healing, or medical aid depicted in each artists specific style. Their perspective on the different rituals, practice, and healing styles of curandera/os varies by artist, a testament to the longevity and multifaceted nature of Curanderismo.
Both pieces are titled, Comadrona, meaning, midwife.
Each of these pieces shows a ritual, cleansing or spiritual affair.
Here we have a patient and their Curandero, a relatable experience by many standards.
All pieces courtesy of artemaya.com
PICTURED
1.Art/Imagen: Comadrona © Mario Gonzalez Mendoza (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
2.Art/Imagen: Comadrona © Julian Coche Mendoza (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
3.Art/Imagen: Curacion Maya © Mario Gonzalez Chavajay (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
4.Art/Imagen: Baños Medicinales © Diego Isaias Hernandez (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
5.Art/Imagen: Zanacion Maya © Mario Gonzalez Chavajay (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
6.Art/Imagen: Curandero © Domingo Garcia Criado (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
7.Art/Imagen: Curandero de Hueso © Mario Gonzalez Chavajay (Maya; Guatemala), courtesy of ArteMaya.com
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La cigüeña es un ave de buen agúero. Se come los bichos del campo (los feos, los malos, a los que tenemos manía); simboliza la prudencia en heráldica; construye nidos que nos hacen exclamar "¡oh, mira, qué grande, allí en lo alto de la torre!; vuela en escuadra con elegancia; incluso trae a los recién nacidos cual comadrona. ¿Cómo se llama el ruido que hace con el pico?: crotorar. Suena como cotorrear, ¿no?
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| Ría |
TOPOLOGÍA DE LA PALABRA
Apología del matambre
Esteban Echeverría
Un extranjero que ignorando absolutamente el castellano oyese por primera vez pronunciar, con el énfasis que inspira el nombre, a un gaucho que va ayuno y de camino, la palabra matambre, diría para sí muy satisfecho de haber acertado: este será el nombre de alguna persona ilustre, o cuando menos el de algún rico hacendado. Otro que presumiese saberlo, pero no atinase con la exacta significación que unidos tienen los vocablos mata y hambre, al oírlos salir rotundos de un gaznate hambriento, creería sin duda que tan sonoro y expresivo nombre era de algún ladrón o asesino famoso. Pero nosotros, acostumbrados desde niños a verlo andar de boca en boca, a chuparlo cuando de teta, a saborearlo cuando más grandes, a desmenuzarlo y tragarlo cuando adultos, sabemos quién es, cuáles son sus nutritivas virtudes y el brillante papel que en nuestras mesas representa.
No es por cierto el matambre ni asesino ni ladrón; lejos de eso, jamás que yo sepa, a nadie ha hecho el más mínimo daño: su nombradía es grande; pero no tan ruidosa como la de aquellos que haciendo gemir la humanidad, se extiende con el estrépito de las armas, o se propaga por medio de la prensa o de las mil bocas de la opinión. Nada de eso; son los estómagos anchos y fuertes el teatro de sus proezas; y cada diente sincero apologista de su blandura y generoso carácter. Incapaz por temperamento y genio de más ardua y grave tarea, ocioso por otra parte y aburrido, quiero ser el órgano de modestas apologías, y así como otros escriben las vidas de los varones ilustres, trasmitir si es posible a la más remota posteridad, los histórico-verídicos encomios que sin cesar hace cada quijada masticando, cada diente crujiendo, cada paladar saboreando, el jugoso e ilustrísimo matambre.
Varón es él como el que más; y si bien su fama no es de aquellas que al oro y al poder prodiga la rastrera adulación, sino recatada y silenciosa como la que al mérito y la virtud tributa a veces la justicia; no por eso a mi entender debe dejarse arrinconada en la región epigástrica de las innumerables criaturas a quienes da gusto y robustece, puede decirse, con la sangre de sus propias venas. Además, porteño en todo, ante todo y por todo, quisiera ver conocidas y mentadas nuestras cosas allende los mares, y que no nos vengan los de extranjis echando en cara nuestro poco gusto en el arte culinario, y ensalzando a vista y paciencia nuestra los indigestos y empalagosos manjares que brinda sin cesar la gastronomía a su estragado apetito; y esta ráfaga también de espíritu nacional, me mueve a ocurrir a la comadrona intelectual, a la prensa, para que me ayude a parir si es posible sin el auxilio del fórceps, este más que discurso apologético.
Griten en buena hora cuanto quieran los taciturnos ingleses, roast-beef, plum pudding; chillen los italianos, maccaroni, y váyanse quedando tan delgados como una I o la aguja de una torre gótica. Voceen los franceses omelette souflée, omelette au sucre, omelette au diable; digan los españoles con sorna, chorizos, olla podrida, y más podrida y rancia que su ilustración secular. Griten en buena hora todos juntos, que nosotros, apretándonos los flancos soltaremos zumbando el palabrón, matambre, y taparemos de cabo a rabo su descomedida boca.
Antonio Pérez decía: "Solo los grandes estómagos digieren veneno", y yo digo: "Solo los grandes estómagos digieren matambre". No es esto dar a entender que todos los porteños los tengan tales; sino que solo el matambre alimenta y cría los estómagos robustos, que en las entendederas de Pérez eran los corazones magnánimos.
Con matambre se nutren los pechos varoniles avezados a batallar y vencer, y con matambre los vientres que los engendraron: con matambre se alimentan los que en su infancia, de un salto escalaron los Andes, y allá en sus nevadas cumbres entre el ruido de los torrentes y el rugido de las tempestades, con hierro ensangrentado escribieron: Independencia, Libertad; y matambre comen los que a la edad de veinte y cinco años llevan todavía babador, se mueven con andaderas y gritan balbucientes: Papá... papá... Pero a juventudes tardías, largas y robustas vejeces, dice otro apotegma que puede servir de cola al de Pérez.
Siguiendo, pues, en mi propósito, entraré a averiguar quién es éste tan ponderado señor y por qué sendas viene a parar a los estómagos de los carnívoros porteños.
El matambre nace pegado a ambos costillares del ganado vacuno y al cuero que le sirve de vestimenta; así es que, hembras, machos y aun capones tienen sus sendos matambres, cuyas calidades comibles varían según la edad y el sexo del animal: macho por consiguiente es todo matambre cualquiera que sea su origen, y en los costados del toro, vaca o novillo adquiere jugo y robustez. Las recónditas transformaciones nutritivas y digestivas que experimenta el matambre, hasta llegar a su pleno crecimiento y sazón, no están a mi alcance: naturaleza en esto como en todo lo demás de su jurisdicción, obra por sí, tan misteriosa y cumplidamente que solo nos es dado tributarle silenciosas alabanzas.
Sábese solo que la dureza del matambre de toro rechaza al más bien engastado y fornido diente, mientras que el de un joven novillo y sobre todo el de vaca, se deja mascar y comer por dientecitos de poca monta y aún por encías octogenarias.
Parecer común es, que a todas las cosas humanas por más bellas que sean, se le puede aplicar pero, por la misma razón que la perspectiva de un valle o de una montaña varía según la distancia o el lugar de donde se mira y la potencia visual del que la observa. El más hermoso rostro mujeril suele tener una mancha que amortigua la eficacia de sus hechizos; la más casta resbala, la más virtuosa cojea: Adán y Eva, las dos criaturas más perfectas que vio jamás la tierra, como que fueron la primera obra en su género del artífice supremo, pecaron; Lilí por flaqueza y vanidad, el otro porque fue de carne y no de piedra a los incentivos de la hermosura. Pues de la misma mismísima enfermedad de todo lo que entra en la esfera de nuestro poder, adolece también el matambre. Debe haberlos, y los hay, buenos y malos, grandes y chicos, flacos y gordos, duros y blandos; pero queda al arbitrio de cada cual escoger al que mejor apetece a su paladar, estómago o dentadura, dejando siempre a salvo el buen nombre de la especie matambruna, pues no es de recta ley que paguen justos por pecadores, ni que por una que otra indigestión que hayan causado los gordos, uno que otro sinsabor debido a los flacos, uno que otro aflojamiento de dientes ocasionado por los duros, se lance anatema sobre todos ellos.
Cosida o asada tiene toda carne vacuna un dejo particular o sui generis, debido según los químicos a cierta materia roja poco conocida y a la cual han dado el raro nombre de osmazomo (olor de caldo). Esta substancia pues, que nosotros los profanos llamamos jugo exquisito, sabor delicado, es la misma que con delicias paladeamos cuando cae por fortuna en nuestros dientes un pedazo de tierno y gordiflaco matambre: digo gordiflaco porque considero esencial este requisito para que sea más apetitoso; y no estará de más referir una anecdotilla, cuyo recuerdo saboreo yo con tanto gusto como una tajada de matambre que chorree.
Era yo niño mimado, y una hermosa mañana de primavera, llevóme mi madre acompañada de varias amigas suyas, a un paseo de campo. Hízose el tránsito a pie, porque entonces eran tan raros los coches como hoy el metálico; y yo, como era natural, corrí, salté, brinqué con otros que iban de mi edad, hasta más no poder. Llegamos a la quinta: la mesa tendida para almorzar nos esperaba. A poco rato cubriéronla de manjares y en medio de todos ellos descollaba un hermosísimo matambre.
Repuntaron los muchachos que andaban desbandados y despacháronlos a almorzar a la pieza inmediata, mientras yo, en un rincón del comedor, haciéndome el zorrocloco, devoraba con los ojos aquel prodigioso parto vacuno. "Vete niño con los otros", me dijo mi madre, y yo agachando la cabeza sonreía y me acercaba: "Vete, te digo", repitió, y una hermosa mujer, un ángel, contestó: "No, no; déjelo usted almorzar aquí", y al lado suyo me plantó de pie en una silla. Allí estaba yo en mis glorias: el primero que destrizaron fue el matambre; dieron a cada cual su parte, y mi linda protectora, con hechicera amabilidad me preguntó: "¿Quieres, Pepito, gordo o flaco?".
"Yo quiero, contesté en voz alta, gordo, flaco y pegado", y gordo, flaco y pegado repitió con gran ruido y risotadas toda la femenina concurrencia, y dióme un beso tan fuerte y cariñoso aquella preciosa criatura, que sus labios me hicieron un moretón en la mejilla y dejaron rastros indelebles en mi memoria.
Ahora bien, considerando que este discurso es ya demasiado largo y pudiera dar hartazgo de matambre a los estómagos delicados, considerando también que como tal, debe acabar con su correspondiente peroración o golpe maestro oratorio, para que con razón palmeen los indigestos lectores, ingenuamente confieso que no es poco el aprieto en que me ha puesto la maldita humorada de hacer apologías de gente que no puede favorecerme con su patrocinio. Agotado se ha mi caudal encomiástico y mi paciencia y me siento abrumado por el enorme peso que inconsiderablemente eché sobre mis débiles hombros.
Sin embargo, allá va, y obre Dios que todo lo puede, porque sería reventar de otro modo. Diré sólo en descargo mío, que como no hablo ex-cátedra, ni ex-tribuna, sino que escribo sentado en mi poltrona, saldré como pueda del paso, dejando que los retóricos apliquen a mansalva a este mi discurso su infalible fallo literario.
Incubando estaba mi cerebro una hermosa peroración y ya iba a escribirla, cuando el interrogante "¿qué haces?" de un amigo que entró de repente, cortó el revesino a mi pluma. "¿Qué haces?", repitió. Escribo una apología. "¿De quién?" Del matambre. "¿De qué matambre, hombre?" De uno que comerás si te quedas, dentro de una hora. "¿Has perdido la chaveta?" No, no, la he recobrado, y en adelante sólo escribiré de cosas tales, contestando a los impertinentes con: fue humorada, humorada, humorada. Por tal puedes tomar, lector, este largo artículo; si te place por peroración el fin; y todo ello, si te desplace, por nada.
Entre tanto te aconsejo que, si cuando lo estuvieses leyendo, alguno te preguntase: "¿qué lee usted?", le respondas como Hamlet o Polonio: words, words, words, palabras, palabras, pues son ellas la moneda común y de ley con que llenamos los bolsillos de nuestra avara inteligencia.
Biblioteca Nacional de la República Argentina, Buenos Aires, 2007.
Publicado por primera vez en 1836 en El Recopilador, periódico dirigido por Juan María Gutiérrez.
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Lobo #1 (El último Czarniano)
Primera parte; Retrato de un psicópata. Un singular punk alienígena, el ultimo de su especie que el mismo se encargó en aniquilar pues quería ser único."La única manera de hacer soportable la violencia es reírse de ella".
Una serpiente en el edén: No hace mucho tiempo, en una galaxia tan lejana que ni una vez en su historia tuvo contacto con otros sistemas estelares, existía la perfección.
La llamábamos Czarnia. Armonía. Cielo. El hogar de una de las razas más nobles y bellas que nunca emergieron de las estrellas de la madre universal. Czarnia paraíso de amor y tranquila armonía donde los días eran largos las noches doradas y los sueños de todos se cumplían. No había guerra. No había hambre. La muerte solo llegaba a aquellos que la escogían como alternativa a una vida sin fin. No había violencia. Ni siquiera existía una palabra para definir "pelea", o "disputa" u "odio", aparte de la frase traducible como: "Estoy en leve desacuerdo con usted y más que deseoso de entrar en un armonioso dialogo con vistas a encontrarle solución, pero primero tomemos un glóbulo de néctar y un pellizco de deliciosa ambrosía mientras observamos las perfectas formas de una obra de arte estéticamente estática". Pero en el edén nació una serpiente... y su nombre era Lobo.
Se dice que la comadrona que lo trajo al mundo sintió una extraña y desconocida sensación en el momento de su nacimiento. Con el paso del tiempo, hemos llegado a la conclusión de que se trataba de una terrible aprensión.“¡El diablo!”, gritó, “¡El diablo encarnado!” Nadie sabía de qué estaba hablando, pero a esta anónima mártir le cupo el dudoso honor de convertirse en la primera víctima de Lobo. Ella fue la primera enferma mental que había tenido el planeta en más de diez milenios, y nadie supo nunca por qué rehusó regenerar los cuatro dedos que el nocivo hijo de la oscuridad le había arrancado de un mordisco. Las mejores mentes de Czarnia –las mejores mentes existentes- emplearon años de estudio en el fenómeno Lobo. Las teorías fueron numerosas: un gen renegado; posesión demoníaca; la teoría del chivo expiatorio, que mantenía que aquella era la forma en que el universo compensaba la hiperabundancia de las cosas buenas de la vida en Czarnia; el principio de la incertidumbre de Heideleide, cuyos seguidores insistían en que Lobo tenía que ocurrir alguna vez en algún lugar y que había sido cuestión de suerte que ocurriera allí. Otros, como la profesora del jardín de infancia, Lubla Blak, no tenían tiempo para teorías. “Lobo era un pequeño bastardo”, declaraba poco antes de su muerte en un nunca resulto bombardeo de napalm. Lubla creía que, debido a algún capricho de la naturaleza, el uno por ciento del poder mental de todos los czarnianos encauzados al desarrollo vital se había visto revertido de alguna manera en Lobo. Toda su voluntad, su energía, su habilidad, estaba dirigida a sembrar el caos con tanta frecuencia y alcance como le fuera posible… ¡Y vaya si lo creó! Ciertamente, Lobo abrió una brecha en la intelectualidad del glorioso sistema educativo de Czarnia. Nadie estudiaría mientras él pudiera aporrear a un compañero de clase, o a un profesor. Lobo “dirigió” pronto su escuela. Ya a los cinco años de edad era increíblemente feroz, un hecho atestiguado por su primer director, Egon N’g, cuya garganta fue desgarrada durante un ataque de ira del odioso niño. Cuando lo encontraron sus vecinos, había garabateado en el suelo el siguiente mensaje con su propia sangre: “Mi confianza en la bondad natural del curso de las cosas se ha visto seriamente perturbada, si no totalmente destruida. Me reúno con la Unidad Universal. ¡Adiós Paraíso! Postdata: Por vuestro bien, cread los conceptos de Policía, Castigo y Prisión.” Sí, esto necesitó mucha sangre, pero la muerte del señor N’g fue lenta. Policía. Castigo. Prisión. ¿Pero qué eran aquellas cosas, en el nombre de la bendita cornucopia? Y mientras tanto, en las clases de Czarnia, sangre derramada, cuerpos golpeados y huesos rotos marcaban los progresos de la Serpiente. Una era terminaba. En la galáctica distancia un apagado tambor comenzó a sonar, presagiando el fin de la perfección.
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Patología Obstétrica
Las comadronas de oficio, también conocidas como parteras tradicionales, han desempeñado un papel crucial en la atención a la salud sexual y reproductiva de las mujeres durante siglos. A pesar de la creciente medicalización del parto en los últimos tiempos, las comadronas de oficio siguen siendo una figura importante en muchas comunidades, especialmente en áreas rurales y de bajos…
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RETO LECTOR 2024 - Libro 45 - El Dilema de Anke Hoff: Comadrona en la Oscuridad
9 de Noviembre 2024 - Este sábado, os traigo al blog, una historia, en parte de ficción, sobre una realidad atroz : " La enfermera de Hitler" de Mandy Robotham. Buen fin de semana a todos!
Anke Hoff, una joven comadrona, es encarcelada en uno de los campos de concentración nazis debido a su colaboración con los judíos en su ciudad. En el campo, ayuda a las mujeres a dar a luz, experimentando el horror de presenciar un hecho tan hermoso en medio del infierno. Su destreza al traer nuevas vidas al mundo llama la atención de alguien poderoso, y Anke se encuentra obligada a encargarse…
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«SÓCRATES: Y el arte de la mayéutica, ¿no nos está diciendo que todo esto ha nacido como algo vano y que no vale la pena nuestro cuidado?
TEETETO: Sí, sin duda.
SÓCRATES: Pues bien, Teeteto, si después de esto intentas quedar encinto de otras cosas, si logras hacerlo, estarás lleno de cosas mejores gracias al examen que hemos llevado a cabo ahora; si quedas estéril, serás menos pesado y más amable para los que se relacionan contigo, pues con sensatez no creerás saber lo que no sabes. Tanto —y nada más— es lo único que mi arte puede hacer, y no sé nada de lo que los demás —cuantos son y han sido hombres grandes y admirables— saben. Pero este arte de dar a luz lo recibimos en suerte mi madre y yo de un dios; ella lo pone en práctica entre las mujeres; yo, en cambio, entre los jóvenes que revelan nobleza y son meritorios. Y bien, ahora debo comparecer ante el Pórtico del Rey para hacer frente a la acusación que Meleto ha presentado contra mí. Sin embargo, mañana temprano, Teodoro, regresaremos de nuevo aquí».
Platón: Teeteto. Editorial Losada, pág. 247. Buenos Aires, 2006.
TGO
@bocadosdefilosofia
@dias-de-la-ira-1
#platón#teeteto#sócrates#mayéutica#método mayéutico#meleto#saber#acusación#acusación popular#pórtico del rey#comadrona#comadrón#partera#ayudar a dar a luz#dar a luz#filosofía griega#época antigua#teo gómez otero
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Reto módulo 2
Para este reto he elegido a una mujer pionera en la isla que yo vivo, Fuerteventura, a la que recuerdo como una persona muy fuerte y emprendedora, en mi infancia, allá por los inicios de los 70 a los finales de los años 80. Se trata de "la practicanta" Chanita Suarez.
Esta mujer nació en Fuerteventura en 1922, en una familia adinerada de la zona que, seguramente debido a su estatus, le permitió estudiar en la escuela desde pequeña.
Fue criada en una familia de cuatro hermanos, siendo tres de ellos varones y ella la única hija, la hija menor. Esta circunstancia y la sociedad extremamente patriarcal de la época, hicieron que sus padres fueran muy reticentes a que la niña estudiara. No obstante, Chanita superó ese rol machista y consiguió estudiar y terminar tres carreras, enfermería, magisterio y psicología. Eso sí, tuvo que esperar a cumplir los 30 años para comenzar a estudiarlas, pero eso no le impidió terminarlas y cumplir sus sueños académicos.
Con el título de enfermería en la mano, comenzó a ejercer su verdadera vocación de ayudar a los demás, acudiendo a atender a personas a los lugares mas inaccesibles de la isla, llegando a tener que llegar en muchos casos a zonas sin carretera donde solo se podía acceder en pequeños barcos o "chalanas" de los pescadores. Aquí cumplía muchas veces las labores de comadrona para mujeres que nunca habían recibido asistencia de manera profesional en ninguno de sus partos por la falta de sanitarios en sus zonas de residencia.
Una de las anécdotas más curiosas del pueblo en la época, fue cuando le trajeron el coche que compró en Las Palmas, un Volkswagen escarabajo beige, que tuvieron que descargar por barco en el muelle y que atrajo a muchos vecinos a ver como lo conducía Chanita, pues debía ser la primera vez que una mujer "se atrevía" a conducir un coche en el lugar. Yo nunca la vi conducir, era muy pequeño, pero lo que si recuerdo de siempre es oír los comentarios machistas y estereotipados de que no sabía conducir, que iba como una tortuga, que era como tener una loca en la carretera, etc. etc.
Además de estos increíbles logros de la época como estudiante y conductora, Chanita decidió no casarse ni tener hijos biológicos (con el tiempo si tuvo hijos adoptivos), lo que hizo que la estigmatizaran como una mujer poco agraciada que se "quedó para vestir santos" y a la que nadie quería. Imagínenos la fuerza y determinación de esta mujer y lo que tuvo que pasar en aquellas fechas por el simple hecho de estudiar, conducir y ayudar a los demás viviendo su propia libertad.
También recuerdo que Chanita, en sus vacaciones, se dedicó a viajar y recorrer todos los países que pudo, logrando dar casi la vuelta al mundo.
Esta mujer, inspiración de muchas mujeres de mi pueblo y de Fuerteventura que, la veían como una persona fuerte e independiente, recibió su merecido homenaje a principios de los años 2000, con el otorgamiento de una calle en el municipio, la calle "practicanta Chanita Suarez" que , en sus propias palabras en la inauguración de la misma demostró el amor incondicional a su familia y dijo "el auditorio, la prensa, todo el mundo me felicitaba; yo mientras pensaba en mis padres, ojalá hubieran estado allí. Me sentí la mujer más feliz del mundo". "Si tuviera que mandar un mensaje a las jóvenes de hoy en día, les diría que no tuvieran complejos de nada, en esta vida hay que ser valientes",
Por todo ello, creo que Chanita, con su ejemplo, logró ayudar a conseguir una sociedad más igualitaria en Fuerteventura y fue una figura inspiradora para todas las niñas y mujeres con las que convivió.
Fuente: Memorias de Chanita Suarez, 1 de enero 2004 de Juan Luis Calbarro
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No sabemos cuál era el “cable pelao” entre Simón y Manuel, pero yo voto por la inocencia del “caudillo de dos colores”. Dicen en Ciudad Bolivar que por las noches, a veces, se escuchan las ráfagas de plomo que dieron en el cuerpo de Manuel Carlos…Tuvo razón Bolívar? O es, acaso, otro pelón de El Libertador como el de Miranda?. Usted qué opina? Leamos este interesante texto de Antonio Mirabal: El General Manuel Carlos María Francisco Piar Gómez, nació en Willemstad, Curazao el 28 de abril de 1.774. (Wikipedia) Acerca del nacimiento del General Manuel Carlos Piar Gómez se han tejido varias versiones. Una, de la propia María Isabel Gómez, mulata curazoleña, excelente comadrona, de quien algunos historiadores dicen haber sido la madre del “Caudillo de los colores”, como lo llama Francisco Herrera Luque. Piar habría nacido el 28 de abril de 1.782, como lo manifiesta ella misma ante la Comisión de Bienes Nacionales, cuando procuraba una pensión por la muerte de su hijo, que había servido con valentía e interés patriótico por la guerra de Independencia de Venezuela. Algunos historiadores basados en informaciones recogidas de la época, aseguran que Manuel Piar fue hijo de una joven perteneciente a una distinguida familia de Caracas, de apellido Aristigueta. Eran nueve jóvenes, las más bellas de la Caracas mantuana, llamadas las Nueve Musas. Una de ellas se enamoró del príncipe José Francisco de Braganza y al quedar encinta, los padres y el mismo príncipe para evitar un escándalo y los consiguientes comentarios, la confinaron al Convento de las Monjas Concepciones de Caracas, donde dio a luz su hijo. Este fue entregado para su crianza a la mulata curazoleña, antes mencionada y a su marido Fernando Piar, quienes se trasladaron a Curazao, según el historiador Tavera Acosta. La Aristigueta era pariente del Libertador. También han comentado otros historiadores, de acuerdo a los rumores de ese tiempo que, además de los presuntos padres citados, el vencedor de San Félix, Maturín y Juncal pudo haber sido hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte padre de Simón Bolívar. Conjetura que círculó profusamente en la sociedad caraqueña. Pero para la consagración de la historia son secundarios los pormenores y conjeturas del nacimiento del General Manuel Piar. Lo cierto, y la grandeza de su vida, estriba en que el General en Jefe del Ejército Patriota venezolano fue uno de los mas prominentes valerosos y exitosos oficiales en las luchas sostenidas por el Ejército Libertador encaminadas a la Emancipación de la Patria. El General Manuel Piar, a los 23 años, participó en la Conspiración de Gual y España, en 1.797, y cuando ésta fue develada logró escapar a Curazao, donde contrajo matrimonio, en 1.798 con Marta Boom. En 1.807 formó parte en el proceso independentista de Haití. Poco después de producirse el grito de Independencia de 1.810 inició su carrera como oficial en Puerto Cabello en la Armada Venezolana en 1.811. Sirvió bajo las órdenes del Generalísimo Francisco de Miranda hasta la infausta capitulación en 1.812. Pasó después a Oriente, incorporándose a las tropas que comandaba el General Santiago Mariño, formando parte de los 45 emigrantes que se reunieron en Chacachacare el 11 de enero de 1.813, para invadir a Venezuela. Su actuación fue brillante, honra para la patria en la empresa descomunal de batallar tesoneramente por la libertad y la emancipación de su Venezuela, a la que sirvió con desinterés y patriotismo. Se impuso con su talento y valentía en las batallas de Güiria, Maturín, Los Magueyes, Los Cocodrilos, Cumanacoa, El Juncal, Paso de Cura, San Félix. Siempre vencedor, la única vez que salió derrotado fue en el sitio El Salado (El Carito), por las tropas de José Tomás Boves. El General Manuel Piar tuvo serias contradicciones con el General Simón Bolívar, Jefe Supremo y con otros altos oficiales del Ejército. Se ...
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📖: 𝓐 𝓢𝔀𝓮𝓮𝓽 𝓢𝓽𝓲𝓷𝓰 𝓸𝓯 𝓢𝓪𝓵𝓽
ᗩᑌTOᖇ: 𝚁𝚘𝚜𝚎 𝚂𝚞𝚝𝚑𝚎𝚛𝚕𝚊𝚗𝚍
𝓢𝓸𝓫𝓻𝓮 𝓮𝓵 𝓛𝓲𝓫𝓻𝓸 ↓
Cuando un grito agudo despierta a Jean en mitad de la noche durante una terrible tempestad, está convencida de que debe haber sido un sueño. Pero cuando el grito se repite, Jean sale al exterior y se asombra de lo que descubre: una joven parturienta, calada hasta los huesos por el frío y que apenas habla una palabra de inglés.
Aunque Jean es la única comadrona en kilómetros a la redonda, no sabe quién es esta mujer ni de dónde viene; sólo puede suponer que es la nueva esposa del vecino de arriba, Tobías. Y cuando Tobías llega a su cabaña en busca de su esposa, Muirin, las preguntas de Jean se multiplican. ¿Por qué ha mantenido en secreto el embarazo de su esposa? ¿Y por qué la actitud abierta de Muirin cambia por completo en cuanto está en su presencia?
Aunque Jean aprendió hace mucho tiempo que no debe meterse en los asuntos de los demás, su creciente preocupación -y sus crecientes sentimientos- por Muirin le impiden dejar de lado sus preocupaciones. Pero cuando las respuestas que encuentra son más desgarradoras de lo que jamás hubiera imaginado, teme haberse puesto en peligro a sí misma, a Muirin y al bebé. ¿Será capaz de arreglar las cosas y salvar a la mujer que ama antes de que sea demasiado tarde, o alguien tendrá que pagar con su vida por las acciones de Jean?
𝚃𝚛𝚊𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘𝚗 𝙽𝚘 𝙾𝚏𝚒𝚌𝚒𝚊𝚕
ᑭᗪᖴ: (📕)
Eᑭᑌᗷ: (📕)
ᗰOᗷI: (📕)
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Por alguna extraña razón que desconozco, la fiebre suele aparecer a la noche.
La ultima vez que la vi me golpeó la puerta y como vecina comadrona, sin esperar a que le abra, entró de sopetón.
Pegó un portazo sacudientome entera la piel, hasta el ultimo poro donde hay un pelito y empezó su trabajo de invasión hacia el corazón.
Supongo que por eso fue tan común que la soledad, la angustia y la tristeza también se hayan presentado.
Todas en comunión. Mi cuerpo sensible, humano, mortal, solo quería sentir un abrazo pero al mismo tiempo fue incapaz de recibirlo, entro en colapso y se hizo agua de mar.
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