#círculo cerrado
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jogosposts · 8 months ago
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Perdonar es:
Liberarse de la herida, sanar, seguir adelante, tener paz y tener tranquilidad.
Y perdonar no es sinónimo de:
Volver, olvidar, seguirse dejando ver la cara, ser bueno con el que no merece tu bondad y mucho menos seguir disponible por si la otra persona quiere volver.
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nubis84 · 10 months ago
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Rodearte de gente monotema, cerrada y obtusa, con récias raíces en su círculo de confort, te crea o fuerza una identidad.
Para encontrar tu propia identidad, saber quién eres, tienes que alejarte de lo que conoces, sobre todo si resulta tan familiar.
Temo que eso significa alejarte de tu lugar natal, círculo de amigos, familia y, principalmente, de tus costumbres.
Nos hemos ido definiendo a partir de lo que hemos visto o nos han contado otros. Esa especie de instinto de supervivencia es un lastre cuando ya nos valemos por nosotros mismos.
Toca despojarse de quienes somos para saber quiénes somos.
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xlomimi · 8 months ago
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Shy Girl. Capítulo 29: I Can See You
¡Hola! voy a publicar el capítulo de mi fanfic sin censura. Tuve que censurarlo por las nuevas políticas de Wattpad. Espero que les guste <3
ミ★ '𝘊𝘢𝘶𝘴𝘦 𝘐 𝘤𝘢𝘯 𝘴𝘦𝘦 ��𝘰𝘶 𝘸𝘢𝘪𝘵𝘪𝘯' 𝘥𝘰𝘸𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘩𝘢𝘭𝘭 𝘧𝘳𝘰𝘮 𝘮𝘦 
𝘈𝘯𝘥 𝘐 𝘤𝘰𝘶𝘭𝘥 𝘴𝘦𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘶𝘱 𝘢𝘨𝘢𝘪𝘯𝘴𝘵 𝘵𝘩𝘦 𝘸𝘢𝘭𝘭 𝘸𝘪𝘵𝘩 𝘮𝘦★彡
—Reg... —susurró Reese para comprobar si su novia seguía despierta.
Luego de fallida fiesta en casa de Carly, Hal los había enviado a dormir. Una hora más tarde, Reese se encontraba recostado en su cama con la cabeza de su novia en su pecho mientras Malcolm y Dewey dormían en la cama de dos plazas junto a ellos.
Al oírlo llamarla, Regina movió la cabeza del pecho de Reese para colocarla en la almohada, lo que le permitió conectar sus ojos con los suyos.
—¿Qué pasa? —susurró Regina con algo de cansancio.
—Estaba pensando en lo que dijiste... —dijo Reese misteriosamente.
—¿Qué dije? —murmuró Regina, cerrando los ojos con demasiado sueño como para recordar cualquier cosa.
—Que también quieres que lleguemos hasta el final —le recordó Reese con una sonrisa, llevando su mano a su mejilla para acariciarla.
—¿Qué hay con eso? —preguntó Regina sonriendo con los ojos cerrados al sentir la caricia de Reese.
—Bueno... estamos en una cama... —insinuó Reese. Sorprendida, Regina volvió a abrir los ojos para encontrarse con la sonrisa traviesa de su novio.
—No vamos a hacer eso ahora —susurró escandalizada. Al instante, Reese quitó la mano de su mejilla y la miró como si le hubiera mentido.
—Dijiste que no me detendrías si lo intentaba —respondió Reese en otro susurro.
—Pero en la situación adecuada, no en la habitación con tus hermanos en la cama de al lado —replicó Regina mirándolo como si estuviera loco. —Duérmete —susurró volviendo a cerrar los ojos. 
—¿Cuándo es la situación adecuada? —preguntó Reese con impaciencia, ignorando su pedido.
—No lo sé... —murmuró Regina abriendo los ojos con un pequeño bostezo. —Mañana mis padres no estarán en casa...
—Tus padres nunca están en casa en la tarde —respondió Reese sin ver la novedad. 
—Sí, pero siempre tengo que cuidar a Alec. Mañana tiene práctica de futbol, así que... —dijo Regina esperando que él complete la frase.
—Tendremos la casa solo para nosotros —comprendió Reese con una sonrisa de emoción. —Pero, ¿Tenemos que esperar hasta mañana? —preguntó Reese con tono de queja. —No voy a poder dormir pensando en eso —agregó mirándola con cara de perrito mojado. Luego de un momento en el analizó la expresión de su rostro, Regina suspiró.
—Ten —murmuró Regina finalmente, tomando una de sus manos y pasándola por debajo de la remera que Reese le había prestado para dormir para colocarla sobre uno de sus pechos. Al tocarlo, el rostro de Reese se iluminó. —Diviértete con eso —dijo volviendo a cerrar los ojos con la intención de continuar durmiendo.
Sonriendo como un niño con un nuevo juguete, Reese acomodó la palma de su mano de modo que cubriera el pecho izquierdo de Regina por completo. Al inicio se conformó con mantenerla allí, observándola tratar de dormir. Luego, comenzó a acariciarlo con el pulgar en círculos, sonriendo aún más al verla amagar una sonrisa sin dientes varias veces por la sensación que le provocaba. Eventualmente, decidió que era momento de estrujar suavemente su pecho. Fascinado por la sensación, Reese rio tontamente y repitió la acción riendo luego de cada pequeño apretón. 
Sin poder dormir al oír su risa, Regina abrió los ojos y lo observó reír con una sonrisa de diversión. —¿Qué es tan gracioso? —preguntó. 
—Es muy suave, es divertido tocarlo —explicó Reese en un susurro, riendo tontamente sin dejar de masajear su pecho, lo que la hizo reír también. 
—Lo sé —respondió Regina susurrando entre risas. —A veces lo hago también—admitió.
—No te preocupes, yo lo haré por ti —susurró Reese guiñándole un ojo con una media sonrisa, por lo que Regina tuvo que taparse la boca para no despertar a Malcolm y Dewey con su risa. —¿Puedo? —preguntó posando su mano libre en el borde de su remera mientras continuaba masajeando su pecho con la otra.
—Sí —accedió Regina, permitiendo que Reese pase su mano por debajo de su camiseta. Sin quitar una mano de su pecho izquierdo, emprendió un camino lento con la otra deslizando sus dedos desde su muslo hacia su seno derecho. Regina se estremeció al sentir las caricias de Reese subiendo lentamente. —Reese... —murmuró. Tal vez no había sido tan buena idea dejar que Reese juegue con sus pechos si quería dormir. 
—¿Si? —preguntó Reese con una sonrisa burlona al verla estremecerse al tacto, deteniendo su mano en su abdomen para dibujar círculos con su dedo índice a la vez que hacía lo mismo con su otra mano en su pecho. 
—Deja eso para mañana —susurro Regina con una sonrisa de disculpa, colocando su mano sobre la de él para detener las caricias en su abdomen. 
—Está bien, si es lo que quieres me detendré —respondió Reese riendo, dejando su mano reposar sobre su abdomen. —¿Pero puedo seguir haciendo esto? —preguntó apretando suavemente su pecho con la otra mano, volviendo a reír tontamente al hacerlo. Contagiada por su risa, Regina trató de responder que sí podía si la dejaba dormir, pero ambos se quedaron helados al oír una voz en medio de la penumbra.
—¿Quieren dejar de reírse? —escucharon a Malcolm quejarse en un susurro para no despertar a Dewey. Rápidamente Reese quitó ambas manos de debajo de su remera y se giró con cara de pánico hacia su hermano apoyándose sobre su codo, mientras Regina se escondía detrás de su espalda entre las sábanas sintiendo sus mejillas arder. —Son las... —continuó quejándose Malcolm, sentándose contra el respaldo de su cama y echándole un vistazo al reloj. —...dos de la madrugada, duerman y dejen dormir. 
—¿Qué escuchaste? —preguntó Reese alarmado, ignorando todas las quejas de Malcolm. 
—Solo me despertaron con sus risas, no oí más n... —explicó exasperado, pero se interrumpió abruptamente al percatarse de la expresión de preocupación de su hermano y la timidez repentina de Regina. —¿Por qué? —preguntó Malcolm con los ojos muy abiertos. 
—Por nada —respondieron rápidamente Reese y Regina. 
—Voy a dormir, estoy muy cansado... —agregó Reese, levantando un poco la espalda para volver a acomodarse junto a Regina bajo la mirada perpleja de Malcolm. —Buenas noches —concluyó la conversación dándole la espalda a su hermano y pasando sus manos por la cintura de Regina para dormir por fin. 
Aún sorprendido, Malcolm volvió a recostarse mirando hacia el techo. Retorciendo las sábanas entre sus puños, no podía dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir. —Ellos no estaban... —trató de hablar con el lector para eliminar la extraña presión que sentía en el pecho. —No creo que ellos... —murmuró, pero volvió a dejar la frase en el aire. —¿Saben qué? No me importa —dijo finalmente en un intento por quitarle importancia, volviendo a recostarse de lado para dormir. 
•••
—No te limpies las manos en tu remera —reprendió Regina a Reese durante el desayuno, levantándose de su asiento para mojar una servilleta y limpiar la mancha de jarabe de su camiseta. Apenas se dio la vuelta, Reese volvió a hacerlo observando de reojo que no lo notara. 
—Hazle caso a Regina, hijo —dijo Hal, mientras Regina se paraba junto a Malcolm, que buscaba jugo en la heladera, para mojar la servilleta en la pileta de la cocina. —Siempre tienes que usar una servilleta —dijo asintiendo con la cabeza mientras se limpiaba los dedos en la servilleta que llevaba colgada en el cuello de su camisa para no mancharse. 
Girando nuevamente con la servilleta mojada, Regina observó asqueada como Malcolm bebía jugo del pico de la botella para luego pasárselo a Reese, que prácticamente eructó sobre la botella antes de pasársela a Dewey. 
—¿Puedo usar un vaso? —preguntó Dewey igual de asqueado que Regina, sin aceptar el jugo. 
—No, nada que requiera lavarse —respondió Hal con seriedad. 
Entre tanto, Regina volvió a sentarse entre Reese y Dewey para poder frotar la servilleta humedecida sobre la mancha de jarabe en la remera de Reese. Al ver que había una mancha que no estaba antes de que se levantara, Regina lo miró con fastidio, pero él fingió no notarlo. 
—¿Quieres jugo, linda? —preguntó Reese ofreciéndole la botella de jugo. 
—Mmm... no, gracias —respondió Regina arrugando la nariz con asco mientras continuaba limpiando su camiseta. 
—¿Por qué te da asco? Compartimos saliva todo el tiempo —la cuestionó Reese, insistiendo en entregarle la botella de jugo. 
—Pero no comparte saliva conmigo —replicó Malcolm, sentado frente a ellos. 
—Le eructaste al pico de la botella —replicó Regina a la vez, dejando la servilleta a un lado al ver que la mancha ya no estaba. Al levantar la vista se percató de que Reese se acercaba a ella peligrosamente con una sonrisa de picardía. —¡Que ni se te ocurra! —exclamó asqueada, posando una mano en su mejilla para alejarlo de su rostro. Estaba segura de que pretendía eructar cerca de ella. 
 —Basta, niños —los reprendió Hal, quitándose la servilleta del cuello de la camisa para limpiarse las manos. —Limpiemos la mesa —propuso tirando la servilleta sobre  la mesa con todos los platos descartables. 
Al instante, Dewey y Reese se levantaron para buscar una bolsa de basura de un cajón de la cocina, mientras que Hal y Malcolm comenzaron a juntar los platos descartables. Sin conocer la nueva dinámica, Regina se levantó de su asiento para facilitarles el paso, viendo como Reese y Dewey sostenían la bolsa abierta para que Malcolm y Hal pudieran tirar allí todo lo que usaron. Cuando terminaron, Regina se acercó a los chicos para quitar todas las migas de la mesa, limpiándola realmente. 
—Ah, hablé con su madre anoche —comentó Hal abriendo la heladera mientras ellos terminaban de limpiar la mesa. — A todos los extraña mucho y volverá pronto —dijo con una sonrisa. Al oírlo, sus tres hijos voltearon a verlo con expresiones de pánico, por lo que Regina contuvo una carcajada. 
—¿Cuándo? —preguntó Reese alarmado. 
—Unas semanas —aclaró Hal, por lo que sus hijos suspiraron aliviados mientras Regina se reía de ellos. Sonriendo más relajado, Reese tomó la mano de Regina con la intensión de caminar juntos a la escuela. —¡Ah, Reese! —exclamó Hal, haciendo que se detengan para voltear a verlo con Malcolm junto a ellos. —Quiere que limpies las hojas del techo de la cochera cuando regreses de la escuela. 
—¡¿Qué?! —exclamó Reese abriendo mucho los ojos, a la vez que Regina juntaba las cejas y tiraba la cabeza levemente hacia atrás. —¡Pero hoy es el único día que los padres de Reg no están en casa al mismo tiempo que Alec! —replicó Reese. Sintiendo que sus mejillas enrojecer por la vergüenza, Regina apretó su mano levemente para llamar su atención. Al conseguir conectar sus ojos con los suyos, le lanzó una mirada de pánico para que notara lo que acababa de decir. —N-no podremos hacer la tarea —agregó Reese girándose nuevamente hacia su padre en un intento por arreglarlo, pero hasta Dewey lo miraba con incredulidad. 
 —Reese, tu madre... —comenzó a sermonearlo Hal, haciendo la vista gorda ante lo evidente, pero fue interrumpido por las quejas de Reese. 
—¡Esto no es justo! —gritó Reese. —¡Mamá no puede controlarnos si ni siquiera está aquí! 
—Nadie está siendo "controlado" por tu madre —dijo Hal levantando las manos como si lo que acabara de oír fuera una ridiculez. —Por ejemplo, yo invité a un viejo amigo esta noche y aunque no le diremos nada a su madre, ¡No significa que nos controle! —aclaró Hal riendo nerviosamente. —Repito, su madre jamás debe saber esto y eso te incluye, Reg —dijo Hal con tono de advertencia. —Y a ustedes les caerá muy bien Larry, éramos inseparables en la preparatoria. Pero en serio, su madre no debe averiguar que estuvo en la casa —repitió con más enojo. 
Sin responder, Reese abandonó la cocina con fastidio tirando de la mano de Regina a su paso. Aún desconcertada y avergonzada porque Reese prácticamente había gritado frente a la mitad de su familia que pretendían intimar esa tarde, ella dejó que la arrastre con él sin protestar con Malcolm a unos pasos por detrás.
Los tres salieron de la casa y caminaron en silencio por lo menos tres cuadras. Reese estaba demasiado irritado como para hablar. Había fantaseado con mantener relaciones sexuales con Regina desde antes de que iniciaran su noviazgo y su madre se las arreglaba para arruinarlo aún a la distancia. Caminando de la mano con él, Regina mantenía la vista fija en el piso mientras se carcomía internamente por la vergüenza que sentía. En cambio, Malcolm los observaba con diversión.
—Reg, pareces un tomate —se burló Malcolm, ganándose una mala mirada de la pareja.
—Cállate, Malcolm —dijeron ambos entre dientes.
•••
—Hola, tomatito —se burló Madison al ver a Regina entrar en la clase de Literatura junto a Reese con las mejillas coloradas.
—Cierra el pico, North —dijo Reese caminando hacia ella con enojo. Sabía que Regina empeoraría si seguían mencionándolo, solo quería que estuviera bien e iba a pelear con cualquiera que se lo impidiera. Pero Regina lo tomó de la muñeca para detenerlo.
—Está bien, amor, es un chiste —sonriendo levemente para que no le diera tanta importancia.
—Sí, Puercoespín, no saques las púas —se burló Madison para hacerlo enojar más, por lo que Regina le lanzó una mirada de fastidio.
—No ayudas, Maddie —se quejó Regina, empujando a Reese hacia el fondo del aula para que se siente en su lugar, muy alejado de Madison. —Volveré contigo en un momento —dijo besando su mejilla al llegar junto a sus asientos. —¿Si? 
—Está bien... —respondió Reese a regañadientes, sentándose en su banco escolar. Seguía de muy mal humor luego del pedido de su madre, así que simplemente se quedó mirando hacia la ventana con el ceño fruncido mientras su novia se alejaba de él.
—¿Qué le pasa al Puercoespín? —preguntó Madison cuando Regina se sentó provisoriamente en el asiento detrás de ella. —No discutíamos desde esa vez que te tiró del cabello.
—Está enojado porque no podremos vernos en la tarde, su mamá le pidió que limpie el techo de la cochera —explicó Regina haciendo una mueca.
—¿Eso es todo? —preguntó Madison, inconforme con la respuesta. —Ayúdalo a limpiar, problema resuelto.
—Es que íbamos a ir a casa... —trató de que entendiera sin dar muchos detalles, pero Madison seguía mirándola como si ella y Reese hicieran un drama por nada.
—¿Y? Cambien el plan —respondió Madison como si fuera obvio.
—No estás entendiendo —dijo Regina negando con la cabeza suavemente antes de inclinarse hacia ella. Intrigada, Madison imitó la acción. —Mis padres y Alec no estarán en casa esta tarde, así que queríamos... —explicó bajando el tono de voz, pero dejó la frase en el aire asumiendo que su amiga entendería.
Al ver que el rubor volvía a aparecer en las mejillas de Regina, Madison la miró boquiabierta, acababa de comprender la situación. —¡Ah! ¡Hubieras empezado por ahí! —exclamó Maddie, riendo por lo mucho que le costaba a Regina hablar de eso. —O sea que les arruinaron el primer se...—comenzó a decir en un tono demasiado alto a criterio de Regina, por lo que la interrumpió rápidamente.
—¡Shhhh! —exclamó Regina moviendo sus manos delante de ella para que guardara silencio. Madison volvió a reír. —No quiero que todo el mundo se entere —susurró escandalizada, haciéndola reír aún más.
—¿De qué? —preguntó Carly, sentándose en su lugar habitual al entrar al aula, justo al lado del asiento que ocupaba Regina en ese momento. 
—Luego te cuento —respondió Regina sin querer hacer tanto escándalo al respecto allí, pero ya era tarde. 
—Reg y el Puercoespín quieren hacer ñiqui ñiqui —respondió Madison a la vez bajando el tono de voz para no se molestara, pero aún así recibió una mala mirada de Regina. —¿Qué? 
—¿Tienes que decirlo así? —murmuró Regina jugando con el anillo de su mano sintiendo cada vez más calor en sus mejillas. Entre tanto, Carly soltó un suspiro de sorpresa y cubrió su boca para evitar gritar de emoción. 
—¡Yo lo predije! —exclamó alegremente Carly, por lo que Regina y Madison la observaron confundidas. —Cuando Reese trataba de llamar tu atención tirando de tu cabello el año pasado. ¡Yo lo dije! ¡Sabía que cuando fueran novios no te quejarías cuando tirara de tu cabello! 
—¿De qué estás hablando? Nadie dijo nada de eso —replicó Regina extrañada. —Ni siquiera lo hicimos aún, mucho menos tiró de mi cabello —agregó bajando el tono de voz nuevamente. 
—Aún no, pero cuando lo haga, te gustará —respondió Carly guiñándole un ojo. 
—Pero si tú no lo has hecho, no lo sabes —respondió Regina dejando salir una pequeña sonrisa.
—Pero yo sí y sí, te gustará —dijo Madison riendo al final.
—¿Anthony te...? No, espera, no quiero saberlo —dijo Regina arrugando la nariz y negando levemente con la cabeza, haciendo reír a sus amigas.
•••
—Pimpón es un muñeco muy ¡Au! —gritó Dewey cuando otra piedra cayó sobre su pie. Mientras era obligado a cantar y bailar vergonzosamente, Reese le lanzaba piedras a su hermanito con una resortera gracias a la falta de supervisión paterna. —... muy guapo y de cartón ¡Au! —continuó cantando, pero otra piedra impactó contra sus pies. —...se lava la ¡Au! ...la carita con ¡Au! ...con agua y con... —esta vez fue interrumpido por el sonido del teléfono sonando.
—Te toca —dijo Reese para que respondiera mientras él colocaba una piedra sobre la resortera.
—¿Hola? —dijo Dewey al responder el teléfono, pero su expresión se tornó preocupada al levantar la vista. Frente a él, Reese apuntaba con la resortera directo en su cara.
—¡Hola, Dewey! —dijo alegremente Regina del otro lado del teléfono. —Podrías decirle a Re...
—¡Mamá! —gritó Dewey, interrumpiendo a Regina. Al instante, Reese escondió la resortera detrás de su espalda, asustado como si su madre pudiera percibir a distancia lo que le hacía a su hermano.
—¿Me acabas de llamar "mamá"? —preguntó Regina confundida en el teléfono.
—Estamos bien. —dijo Dewey, fingiendo hablar con su madre ante la mirada preocupada de Reese. 
—¿Qué? —preguntó Regina cada vez más confundida. 
—Sí, le preguntaré —continuó fingiendo Dewey —Mamá quiere saber si ya barriste la cochera —preguntó a Reese. 
—¡¿Me canceló por eso y no lo está haciendo?! —exclamó Regina indignada. 
—¡Ya voy! —escuchó gritar a Reese del otro lado del teléfono mientras Dewey sonreía complacido, acababa de encontrar la forma de defenderse de su hermano mayor. 
—¿Quieres decirme qué ocurre? —preguntó Regina a Dewey asumiendo que su novio había corrido a limpiar las hojas del techo de la cochera. 
—Mamá no está y papá trabaja. La casa es una anarquía y soy el eslabón más débil, tengo que defenderme —respondió Dewey, observando a Reese salir corriendo de la casa para ir a la cochera. 
—Entiendo... ��dijo Regina con un pequeño suspiro. —¿Qué te hizo Reese? 
—Me lanzó piedras con una resortera —explicó Dewey entre dientes.
—¡¿Qué?! —exclamó Regina entre sorprendida y enojada. —Lo voy a matar —murmuró para sí misma. Al oírla, Dewey abrió mucho los ojos asustado.
—¡No le digas nada! —dijo Dewey desesperado.
—¿No quieres que le diga que no te haga daño? —preguntó Regina sorprendida, eso no se lo esperaba.
—Si le dices sabrá que tú llamaste y perderé la única forma que tengo de defenderme. Por favor no le digas —insistió Dewey con tono de súplica. Regina lo pensó por un momento, pero finalmente cedió. 
—Está bien, no te mencionaré. Dile que llamé luego de tu mamá y que iré en dos horas —pidió Regina
—¡Gracias, Reg! —dijo Dewey alegremente antes de colgar.
•••
—No olvides limpiar las hojas de mi techo sin importar los planes que tengas con tu novia porque soy una vieja mala —se quejaba Reese dos horas más tarde sentado en su cama, imitando a su madre con enojo mientras Regina limpiaba la herida de su codo conteniendo una pequeña risa. Acostado en su propia cama, Dewey observaba a Reese con una sonrisa regodeándose de su sufrimiento discretamente. —¿Qué importa si está mojado y resbaloso? El techo tiene que estar limpio porque soy mala... 
—Reese, te resbalaste por pelear con un gato —dijo Regina sin poder evitar reír, ganándose una muy mala mirada de su novio. 
—¿Te burlas de mí? —preguntó Reese alzando una ceja con una media sonrisa. 
—¿Yo? ¡Jamás! —exclamó Regina fingiendo inocencia justo en el momento en el que oyeron el sonido del teléfono proveniente de la cocina. —Solo te estoy cuidando... —agregó levantando el codo de Reese y dejando un besito suave sobre la curita que le acababa de poner, para luego dedicarle una sonrisa de inocencia.  
—¡Yo contesto! —gritó Dewey antes de salir corriendo hacia la cocina, entrecerrando la puerta a su paso. Apenas cruzó la puerta, Reese inclinó levemente su cuello para comprobar que Dewey no estuviera cerca. Luego de comprobarlo, tomó una de las piernas de Regina para atraerla más hacia él y la colocó sobre su regazo mientras que la otra se mantenía detrás de su espalda, por lo que sus piernas rodeaban la cadera de Reese.  
—No... yo sí creo que te burlas de mí —dijo Reese con tono divertido, deslizando su mano derecha por la pierna de Regina que mantenía en su regazo desde la rodilla hasta el muslo.  
—Mmm... no sé qué te hace pensar eso... —respondió Regina juguetonamente, pasando sus brazos alrededor de su cuello y cruzando sus piernas alrededor de su cadera. —Simplemente mencioné que el gatito parecía el chico malo entre los dos —agregó manteniendo su tono inocente, pero con una sonrisa burlona en su rostro. 
—Ah, ¿Eso crees? —preguntó Reese con una sonrisa traviesa, lo había tomado como un desafío. —Veremos si sigues pensando que el gato es más malo que yo luego de que haga esto —en un instante, Reese hundió su rostro en el cuello de Regina para comenzar un camino de besos hasta su clavícula mientras continuaba acariciando el muslo de su pierna derecha. Sabía que sentía muchas cosquillas en esa zona y había conseguido el efecto deseado. Sin poder evitarlo, ella rio a carcajadas al sentir los labios de Reese recorrer su cuello. 
En un intento por evitar que continúe torturándola, Regina posó las manos sobre sus hombros y trató de alejarse de él tirando la espalda hacia atrás, pero no fue suficiente. Debido a la fuerza que Reese aplicó para mantener los labios en su cuello, Regina cayó de espaldas en la cama riendo cada vez más fuerte con su novio sobre ella dejando suaves besitos en su cuello y dibujando círculos en su muslo izquierdo. 
Lentamente, Reese comenzó a llevar sus besos desde su cuello a su mandíbula, luego de su mandíbula a su mejilla y, finalmente, unió sus labios en un beso desesperado. Sin dudarlo, Regina correspondió el beso acercándolo más a ella por el cuello. En medio del beso, Reese deslizó su mano por su pierna hacia el borde de su blusa. Aún sobre la tela, Reese acarició su abdomen como pidiendo permiso en silencio para meter una mano debajo de su blusa, lo que la hizo volver a la realidad. Rápidamente, separó sus labios y colocó una mano sobre la de Reese, evitando que continuara su camino hacia sus senos.  
—¡Espera, espera! —dijo Regina bajando el tono de voz a pesar de que no había nadie en la habitación. Sin comprender por qué lo detenía, Reese alejó un poco su rostro del de Regina esperando su explicación. —Dewey volverá en cualquier momento... 
—¿Quieres que vayamos al armario? —preguntó Reese en broma, sonriendo burlonamente. Riendo, Regina le dio una pequeña palmadita en el hombro, lo que también lo hizo reír. Justo cuando Dewey entraba en la habitación, Reese se levantaba de encima de Regina para sentarse y le ofrecía una mano para que hiciera lo mismo. 
—Sí, mamá, aquí está Reese —dijo Dewey parándose en la puerta de la habitación con el teléfono en la oreja. Al oírlo mencionar a su madre, Reese volteó a verlo preocupado y se levantó de la cama apenas Regina estuvo sentada. —Sí, se lo diré. ¿De verdad tiene que desvelarse toda la noche? ¿No puede reparar mi bici mañana? —preguntó Dewey al teléfono. Comprendiendo lo que hacía, Regina miró al niño con el ceño fruncido. —Bueno, tienes razón. El sábado en la mañana es el mejor día para salir —respondió al teléfono. Derrotado, Reese  suspiró con fastidio antes de volver a girarse hacia Regina. 
—Lo siento, amor, tengo que reparar la bici de Dewey —murmuró Reese, haciendo una mueca de fastidio. 
—No es nada, entiendo —respondió Regina apretando los labios en una sonrisa sin dientes. —Voy a volver a casa, mis padres ya deben haber llegado —agregó, levantándose de la cama de su novio.
—Te acompaño —dijo Reese rápidamente. — Y prometo que iré a verte mañana por la tarde —agregó antes de colocar las manos en sus mejillas para volver a besar sus labios.
—Te estaré esperando entonces —respondió Regina con una sonrisa, dejando un último beso rápido en sus labios antes de separarse definitivamente.
Luego de mirarla embobado por unos segundos, Reese entrelazó sus manos para guiarla hacia la puerta con él. Antes de cruzar la puerta, Regina soltó su mano para darle a Dewey un abrazo de despedida mientras él la esperaba en el pasillo.
—Adiós, Dewey —dijo Regina, inclinándose para abrazar al niño que pasó sus brazos por detrás de su espalda en respuesta. —No dije nada porque lo merece por la resortera, pero no te pases con él —le advirtió en un susurro antes de soltarlo.
•••
—Gracias por acompañarme —dijo Regina con una sonrisa cuando estuvieron en la puerta de su casa, jugando con la mano de Reese.
—No iba a dejar que volvieras sola de noche —respondió Reese levantando sus manos unidas para dejar un besito en sus nudillos. Regina rió por el gesto y dejó un beso en su mejilla antes de soltar su mano para introducir la llave en la puerta. —Y mañana... —agregó Reese, posando una mano sobre la suya para evitar que girara la llave. —...podríamos terminar lo que empezamos —concluyó con picardía, por lo que Regina giró nuevamente hacia él sin soltar la llave.
—Claro, será muy divertido que mi mamá entre de golpe —respondió Regina irónicamente, sacándole una carcajada. —Creo que tendrá que ser el próximo viernes, cuando Alec vuelva a tener práctica de fútbol —dijo con una sonrisa de disculpa.
—¿El viernes? —dijo Reese como un quejido, quitando la mano para que pudiera hacer girar la llave. —¿No podemos encerrar a Alec en su cuarto el lunes hasta que lleguen tus padres? —preguntó tirando la cabeza hacia atrás. Regina rió creyendo que estaba bromeando, pero Reese hablaba muy en serio.
—No creo que se deje encerrar —respondió Regina riendo mientras giraba la llave por fin. —Aunque tal vez si tú lo convences... —dijo pensándolo mejor, sin llegar a abrir la puerta. Al oírla, a Reese se le iluminó el rostro.
—Cierto, soy su héroe. Me hará caso —dijo Reese con orgullo, haciéndola reír.
—Sí, lo eres —respondió Regina entre risas. —Y justamente por eso dudo que te haga caso —agregó abriendo la puerta por fin.
—No sé qué estás insinuando —respondió Reese, fingiendo no comprender con diversión mientras se acercaba a ella para recibir un beso de despedida. Regina volvió a reír y se acercó a él para rodear su cuello con las manos, de espaldas la puerta abierta de su casa, mientras Reese pasaba sus manos por su cintura. Poniéndose de puntitas de pie, Regina estaba a punto de cumplir su deseo cuando la voz de su madre detrás de ella la detuvo. 
—¿Necesitas otra cosa para tu operación? —escucharon preguntar a Caroline. Confundida, Regina volvió a estabilizar sus pies en el suelo y soltó el cuello de su novio para dar unos pasos dentro de la casa, ignorando el quejido de Reese al darle la espalda. Justo frente a la puerta, Caroline y Phineas bajaban las escaleras lentamente conversando con la vista fija en los escalones, por lo que no notaron a su hija y su novio en la entrada. 
—Mmm... creo que debo comer helado —respondió Phineas pisando el segundo escalón, lo que hizo su esposa se detuviera un escalón por debajo de él para observarlo confundida. Entre tanto, Regina escuchaba desde la puerta sin entender de qué operación hablaban con Reese tratando de llamar su atención. 
—En realidad no creo que se coma helado para... —comenzó a decir Caroline arrugando la nariz, pero Phineas la interrumpió. 
—Perdón, ¿Es una vasecto-tuya o una vasecto-mía? —preguntó Phineas posando una mano en su hombro e inclinando la cabeza. Desde la puerta, tanto Reese como Regina abrieron los ojos sorprendidos. 
—...iré a pedir helado —respondió Caroline luego de un pequeño momento de silencio, a lo que Phineas sonrió complacido. 
—¿Papá va a hacerse una vasectomía? —preguntó Regina sorprendida, logrando que sus padres levanten la vista hacia ellos.
—¿Le van a cortar su...? —preguntó Reese con expresión de horror, dejando la frase a la mitad. 
—Ay por dios, mira la cara de horror del chico —susurró Phineas a su esposa, el terror que le generaba la operación comenzaba a reaparecer. A su lado, Caroline trataba de calmarlo haciéndole señas para que respire profundo. —Me arrepentí. No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, ¡No puedo hacerlo! —murmuró entrando en pánico antes de salir corriendo por las escaleras hacia su cuarto.
—¡Cariño...! —exclamó Caroline tratando de detenerlo, pero Phineas ya estaba en mitad del pasillo que daba a la habitación matrimonial. Al ver que tendría que calmar sus nervios otra vez, Caroline suspiró con cansancio antes de voltear nuevamente hacia los adolescentes. —No se asusten, solo es una pequeña intervención quirúrgica que tu padre se hará mañana... —dijo Caroline con tono tranquilizador, dando pequeños vistazos en la dirección en la que se había ido su esposo. —Tendrás que cuidar a Alec mañana por la tarde, me quedaré con él hasta que le den el alta —agregó sin prestarles mucha atención. Si lo hubiera hecho, probablemente habría notado las miradas cómplices compartieron Reese y Regina, pero estaba demasiado ocupada pensando en su esposo. —Reese, ¿Te quedas a cenar? —preguntó volviendo su atención hacia ellos justo cuando despegaban la mirada uno del otro. 
—Gracias, señora Langdon, pero tengo que volver a arreglar la bicicleta de Dewey —respondió Reese, usando el tono educado que solo sacaba a relucir con la madre de su novia. 
—Oh, será la próxima vez. ¡Envíale saludos a Hal! —exclamó Caroline mientras subía las escaleras para consolar a su esposo. 
—Bueno... —dijo Reese con una sonrisa apenas Caroline desapareció por las escaleras, acercándose nuevamente hacia Regina para pasar sus manos por su cintura. — Tendremos que adelantar nuestros planes para el lunes...
—Sí, se te ve muy triste por eso —respondió Regina con una pequeña risa antes de dejar un beso rápido en sus labios como despedida. —Hasta mañana.
•••
—¡Hecho! Alec no saldrá del patio hasta que lleguen tus padres —dijo Reese muy orgulloso de sí mismo entrando por la puerta que conectaba el jardín a la sala de la casa de los Langdon el sábado en la tarde.
—¿En serio? ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Regina sorprendida, observándolo caminar hacia ella desde el sofá.
—Le prometí un par de secretos de Dewey si se quedaba en el patio —respondió Reese mientras se sentaba a su lado.
—El mejor hermano del mundo —dijo Regina irónicamente, haciéndolo reír.
—No te vi muy en contra de la idea de encerrar a tu hermano con llave en una habitación—replicó Reese entre risas.
—Shhh —dijo Regina riendo a la vez que se deslizaba más cerca de él, pasando las piernas por encima de su regazo y abrazándolo por el cuello para acercar sus rostros. Con una gran sonrisa, Reese se dejó atraer pasando la vista embobado entre sus ojos y sus labios hasta Regina rompió por fin la distancia entre ellos. 
El beso era lento y dulce en un inicio, incluso podían sentir la sonrisa del otro sobre sus labios. Mientras Regina acariciaba la parte baja de su nuca, Reese deslizó sus manos por su cintura y, a medida que los besos se hacían más intensos, comenzó a acercarla más hacia él al punto de sentir su pecho pegado a su torso.
Totalmente perdida entre sus besos, Regina ni siquiera notó que Reese colocaba una mano por debajo de sus rodillas y otra sobre su cintura para levantarla suavemente hasta que se vio a sí misma sentada por completo en su regazo. Lentamente, Regina acomodó sus piernas a cada lado de las de Reese tratando de separar sus labios la menor cantidad de tiempo posible.
Entre tanto, él deslizó una de las manos por debajo de su remera. Regina se estremeció ante el tacto frío recorrer su abdomen hasta llegar a su pecho derecho. Al sentir que comenzaba a masajear su seno, ella movió las manos de sus hombros a sus mejillas para profundizar los besos, volviéndolos más desesperados. Para Reese esto fue una súplica de atención al pecho izquierdo, por lo que repitió la acción con la otra mano.
Casi sin quererlo, Reese descubrió algo nuevo sobre los senos. Mientras jugaba con ellos, rozó por accidente el pezón derecho de su novia. Fascinado, rompió el beso para observarla con un brillo en los ojos. La había oído jadear sobre sobre sus labios.
Sin notar el motivo de la expresión de Reese, Regina aprovechó la oportunidad para recorrer el camino desde la comisura de sus labios hasta su cuello con pequeños besitos. A la vez, Reese continuó jugando con sus pechos, pero esta vez no solo los masajeaba. Con delicadeza, comenzó a apretarlos desde la base hasta los pezones, sorprendiéndose al sentir que se endurecían debajo de sus dedos. Pero lo que más le gustaba era oír a Regina soltar pequeños jadeos cada vez que los tocaba.
—¿Subimos... a mi cuarto? —murmuró Regina haciendo una pequeña pausa al estremecerse por la atención de Reese en sus pezones.
—Por supuesto —respondió Reese con una sonrisa de picardía, volviendo a conectar sus labios sin dejar de jugar con sus pechos. Entre besos y pequeños jadeos, Regina comenzó a incorporarse con la intención de caminar hacia las escaleras, pero Reese se lo impidió. Rápidamente, alejó las manos de sus senos para volver a colocarlas en su cintura, sentándola en su regazo a horcajadas de un tirón. Confundida, Regina detuvo los besos para esperar una explicación. —Así no —respondió simplemente.
—¿Entonces cómo...? ¡Ay! —exclamó Regina riendo. En un segundo, Reese deslizó sus manos por debajo de sus piernas y se levantó del sofá con Regina aferrada a él. Para no caer, rodeo su cuello con los brazos y su cadera con las piernas mientras él subía las escaleras casi trotando.
En menos de un minuto llegaron a la habitación. Cerrando la puerta con el pie, Reese se arrojó sobre la cama con Regina riendo debajo de él. —¿Te parece divertido? —dijo Reese con una sonrisa burlona, quitando las manos de sus muslos para sostenerse sobre ella con los antebrazos apoyados a sus lados.
—Muy divertido —respondió Regina riendo antes de volver a dejar besitos cortos en sus labios. Colocando las manos detrás de su nuca para profundizar el beso, hizo caer su peso por completo sobre ella.
—A mí me parece divertido que no te hayas puesto sujetador —dijo Reese entre besos, aprovechando que ya no necesitaba sostenerse con sus brazos para volver a deslizar sus manos por debajo de su remera. —Aunque no puedo quitártelo si no lo llevas puesto...
—Oh, lo siento. ¿Quieres que me ponga uno? —preguntó Regina con diversión. —Porque están en ese cajón, podría... —dijo señalando hacia el armario, pero Reese la interrumpió.
—¡No! —exclamó Reese rápidamente antes de volver a unir sus labios, haciéndola reír en medio del beso. —Así estás perfecta... —agregó con una sonrisa traviesa mientras se alejaba unos centímetros para empezar a levantar su remera lentamente. Con una pequeña sonrisa, Regina permitió que quite la camiseta por completo mientras jugaba con el cinturón del pantalón de Reese.
Una vez que arrojó la remera de Regina en alguna parte de la habitación, Reese observó fascinado sus propias manos caer con delicadeza sobre los pechos desnudos de su novia. Riendo por su expresión de embobado, Regina bajó los besos hacia su cuello, viendo de reojo la sonrisa de disfrute de Reese. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo ya que él puso el rostro a la altura de su pecho izquierdo para poder dejar pequeños besitos sobre él a la vez que continuaba masajeando el otro con la mano. Luego de unos minutos, lo introdujo por completo en su boca. Regina contuvo la respiración por unos segundos sorprendida antes de las manos al cabello de Reese. 
—Reese... —murmuró Regina, aunque sonó más bien como un jadeo al sentir la lengua de Reese hacer círculos sobre su pezón. Con una media sonrisa, Reese levantó la vista hacia ella mientras continuaba con su tarea, disfrutando hacerla retorcerse debajo de él. —Reese... —repitió tratando de calmar su respiración y deslizando sus manos a sus mejillas para apartar su boca de su pecho. A pesar de que lo estaba disfrutando, quería que le prestara atención antes de seguir. Suponiendo que tenía otra idea en mente, él se dejó guiar hasta que volvió a enfrentar sus rostros. —Trajiste protección, ¿Verdad? —preguntó Regina entre pequeños besos, mucho más cuerda al no tener la lengua de su novio sobre su pecho. 
—¿De qué hablas? —preguntó Reese sin dejar de besarla, manteniendo sus ojos cerrados con una sonrisa placentera sin dientes. 
—Ya sabes... un condón —respondió Regina rompiendo los besos y alejándose unos centímetros para verlo mejor. Como respuesta, Reese juntó sus cejas confundido. —¿Esa cosa que tienes que ponerte para no dejarme embarazada? —explicó, aunque sonó como una pregunta al ver que ni siquiera sabía qué era. 
—Ah, sí, claro. Sé lo que es —respondió Reese asintiendo con la cabeza, cosa que era claramente una mentira. 
—¿Entonces tienes uno? —preguntó Regina. Sabía que estaba mintiendo, pero a la vez se aferraba a la posibilidad de que en verdad tuviera uno para continuar. Al ver que Reese le dedicaba una sonrisa de disculpa, Regina suspiró frustrada. 
—Relájate —dijo Reese sin darle importancia, volviendo a unir sus labios en pequeños besos para poder seguir hablando. —Podemos arriesgarnos —agregó, comenzando a bajar sus besos para volver a poner su atención en sus pechos.
—¿Arriesgarnos? —repitió Regina pestañeando varias veces mientras él continuaba con su camino de besos hacia sus senos. 
—Ajá... —murmuró Reese llegando por fin a su pecho derecho para dejar pequeño besitos en él, repitiendo su accionar previo con el izquierdo. Antes de que pudiera meterlo en su boca, Regina salió de su estupefacción y lo alejó de un tirón, empujándolo a un lado de la cama para dejara de estar sobre ella. —¡Oye! ¿Cuál es el problema? Te gustó cuando lo hice en el otro—se quejó mirándola con el ceño fruncido. 
—¿Arriesgarnos? ¡¿Arriesgarnos?! —repitió Regina indignada levantándose de su cama. Una vez de pie, comenzó a buscar su remera por el suelo mientras cubría sus senos con un brazo. —¡Ni loca me arriesgo a tener un bebé! ¡¿Estás demente?! —exclamó encontrando por fin la remera y volviendo a ponérsela.
—Pero nos estábamos divirtiendo —replicó Reese con tono de queja.
—Y nos seguiremos divirtiendo cuando consigas protección —respondió Regina tomando su mano y tirando de él para obligarlo a levantarse, ignorando sus quejas.
—Estás enojada, no vas a querer cuando vuelva —protestó Reese mientras era arrastrado por su novia fuera de la habitación.
—No estoy enojada, solo... ¡¿Arriesgarnos?! —repitió, aún sin poder creer que haya dicho eso. 
—Eso solo prueba mi punto —dijo Reese bajando las escaleras detrás de ella. 
—No porque mientras tú vas a una farmacia yo... —comenzó a hablar una vez que llegaron al final de las escaleras, pero se detuvo por unos segundos a pensar cómo seguiría la frase. —...voy a darme una ducha para relajarme —concluyó finalmente. 
—Está bien... —respondió Reese haciendo una mueca. —Compraré condones —concluyó. 
—Genial —dijo Regina dejando un beso en su mejilla antes de abrir la puerta, pero Reese no tuvo tiempo de salir de la casa. 
—¡Ah! ¡Hola! Estábamos por tocar el timbre —exclamó Mitchell, el tío de Regina, terminando de cerrar la puerta de su auto mientras su esposo sacaba a Lily del asiento trasero. 
Olvidando lo que acababa de ocurrir, Reese y Regina compartieron miradas de preocupación. Una de las cosas que dejó bien en claro Caroline cuando abandonó la casa esa mañana era que Reese no podía entrar. Aunque no era su madre, los habían descubierto. 
—Hola... —dijo Regina volviendo su vista hacia sus tíos, tratando de mantener la calma con una sonrisa forzada. Entre tanto, Mitch y Cam se acercaron a ellos con Lily en brazos.  
—Phineas nos dijo que Alec y tú estarían solos durante su operación. Así que pensamos que necesitarían compañía, pero veo que ya la consiguieron —comentó Cameron lanzándole una mirada cómplice a los adolescentes, por lo que Regina se ruborizó y Reese sonrió con incomodidad. 
—¿Entonces van a quedarse? —preguntó Regina para cambiar casualmente el tema, aunque le interesaba mucho que se fueran. 
—¡Ay, no! Lily es la compañía —respondió Mitch antes de volver al auto para sacar un bolso con algunas pertenencias de la bebé. Desde la entrada, Reese y Regina lo miraron con impotencia.  
—No tenemos mucho tiempo, pero estará con ustedes por un par de horas —dijo Cam entregándole a la bebé a Regina. 
—P-pero no podemos cuidar a Lily —respondió Regina con nerviosismo, aunque sostenía a su prima en brazos, observando a su tío Mitch dejar un bolso de bebé junto a ella.
—Sí, estamos haciendo tarea —concordó Reese tratando de sonar convincente, utilizando la misma excusa que le había dado a su padre.  
—Sí, claro. Díselo a tu cabello despeinado y a sus pezones erectos —respondió Cam con una sonrisa que indicaba que no iban a engañarlo, haciendo que el rostro de Regina enrojeciera aún más y que Reese hiciera una mueca de fastidio. 
—Cam, deja de molestarlos y vámonos, se hace tarde —dijo Mitchell haciéndole señas para que volviera al auto con él. 
—Tienes razón vámonos. Recuerda que debe tomar una siesta en una hora, pero no más de media hora o no dormirá en la noche —advirtió Cam a Regina antes de seguir a su esposo hacia el auto. 
—¡Y no le diremos a Caro que Reese estaba aquí! —agregó Mitchell abriendo la puerta del auto. 
Resignados, Reese y Regina se despidieron de ellos desde la entrada, observando el auto alejarse. Cuando ya no pudieron ver el auto, Regina entró en la casa con la bebé en sus brazos mientras Reese cerraba la puerta detrás de ella. 
—Genial, tenemos el bebé sin la diversión —dijo Reese con fastidio, observando a Lily jugar con el cabello de Regina. 
—¿Ves por qué no hay que arriesgarse? —respondió Regina igual de fastidiada que él, entregándole a la bebé mientras él hacía una mueca. —Voy a ponerme un sostén, dile a Alec que ya puede entrar. 
•••
—Creo que Reese y yo tenemos una maldición de celibato o algo así —dijo Regina con hartazgo, tapándose el rostro con las manos.
El lunes durante el almuerzo, se encontraba sentada en la mesa que siempre ocupaba con sus amigas quejándose de su mala suerte. Habían pasado días desde que había comenzado a tratar de tener más intimidad con Reese, pero aún no habían conseguido avanzar más allá de segunda base.
—No seas exagerada, no puede ser tan malo —dijo Danny riendo, logrando que Regina quite las manos de su rostro para mirarla.
—La última vez que lo intentamos terminamos cuidando un bebé. ¡Un bebé! —repitió como si hubiera un mensaje encriptado en ese suceso.
—Uy, sí. El universo te está diciendo que no lo hagas o quedarás embarazada —se burló Maddie en broma, pero Regina pareció tomarlo en serio.
—¿Tú crees? —preguntó con tono de preocupación.
—Reg, si tienes miedo no es necesario que lo hagas —dijo Lorelai riendo.
—No, no, no. Sí que quiero hacerlo —dijo Regina muy segura de lo que decía. —Tengo muchas ganas de hacerlo, en realidad —admitió jugando con sus manos algo avergonzada. —El sábado Reese estuvo tan bien que... me dejó... —dejó la frase a medias demasiado avergonzada como para continuar.
—¿Mojada y con ganas de más? —supuso Danny con diversión.
—Sí —confirmó Regina volviendo a cubrirse el rostro con las manos mientras sus amigas se reían de ella.
—Ya encontrarán un lugar en donde hacerlo —dijo Talía para tranquilizarla, pero no surtió efecto.
—Es imposible... —murmuró Regina quitando sus manos de su rostro, acababa de sonar el timbre que indicaba el inicio de la siguiente clase. —Mi papá estará en casa toda la semana por la operación y su casa siempre está llena de gente. Perdimos nuestra oportunidad el sábado —explicó mientras las siete se levantaban y comenzaban a caminar hacia el aula.
—Entonces háganlo en la escuela —sugirió Carly.
—¿En la escuela? —repitió Regina arrugando la nariz. A unos metros de ellas pudo ver a Reese caminar de frente directamente hacia ellas.
—¡Sí! Bueno, no en un lugar en qué puedan verlos. Tal vez el armario de limpieza... —se explicó mejor Carly.
—¡Uh! Pueden escabullirse de una clase, es excitante —agregó Melody con emoción mientras se acercaban más a la puerta del aula.
Regina no respondió durante unos segundos, estaba demasiado distraída observando a Reese acercarse a ella. Se veía tan lindo y lo necesitaba tanto que sentía su estómago estrujarse. Cuando llegaron por fin frente al aula, la cantidad de gente que se acumuló provocó que Reese y Regina cruzaran por la puerta uno al lado del otro. Al rozar su brazo con el suyo Regina sintió que se le erizaba la piel.
—No lo sé... —respondió finalmente a sus amigas.
•••
Reese y Regina no llegaron al final de la clase. Luego de una hora de pequeños coqueteos desde sus asientos, él le había susurrado que buscara una excusa para salir del salón antes de levantarse y, luego de pedir permiso a la profesora, salir él mismo del aula. Diez minutos más tarde, Regina siguió sus pasos. 
No tardó mucho en encontrar a Reese. Aún desde la puerta del aula pudo verlo esperándola al final del pasillo, recostado en la pared sonriéndole desde la distancia. Comprobando que no había nadie que pudiera verlos, Regina caminó hacia él a paso rápido. Al llegar, descubrió que no era casualidad que la esperara al final del pasillo. Reese estaba recostado justo junto a la puerta del cuarto de limpieza. 
Sin perder el tiempo, Reese se abalanzó sobre sus labios apenas la tuvo enfrente, haciéndola chocar contra la pared. Mientras él sostenía sus mejillas con las manos para inclinar su rostro unos centímetros hacia arriba y así profundizar el beso, Regina tanteó la pared detrás de su espalda en busca de la manija de la puerta. Cuando la encontró, la abrió rápidamente y caminó de espaldas con Reese aún sobre sus labios. Dejando un último beso, Reese se separó para girarse a cerrar la puerta. 
—Mira... —dijo Reese luego de cerrar la puerta con una sonrisa triunfante, sacando del bolsillo de su pantalón una tira de preservativos para enseñársela. Regina observó la tira de preservativos conteniendo una pequeña risa, había al menos cinco allí. 
—Creo que solo necesitaremos uno —dijo Regina con diversión, tomando la tira de su mano para desprender uno. 
—Eso ya lo veremos, nunca se sabe —respondió Reese encogiéndose de hombros con picardía, haciéndola reír, a la vez que dejaba la tira sobre la estantería que se encontraba detrás de su novia. 
Siguiendo sus movimientos con los ojos, Regina no pudo contenerse más. Dando un pequeño saltito, volvió a unir sus labios en un beso desesperado mientras se sostenía de sus hombros para mantenerse a su altura. Rápidamente Reese llevó las manos a sus muslos, levantándolos levemente para que rodeara su cadera con sus piernas, cosa que Regina hizo al instante. Entre besos, Reese dio un par de pasos hacia delante, haciéndola chocar contra la estantería llena de artículos de limpieza para sentarla en el borde de uno de los estantes. Al hacerlo, la estantería de metal se movió tanto que hizo un gran estruendo. Rompieron el beso del susto, pero al instante comenzaron a reír. 
—Tenemos que ser silenciosos —susurró Regina tratando de mantener su risa en un tono bajo. 
—Lo sé, lo siento —respondió Reese entre risas en otro susurro. 
Cuando ambos se calmaron, Reese volvió a besarla suavemente, pero de a poco comenzó a volverse más intenso. Abandonando sus muslos al ver que podía sostenerse por su cuenta, deslizó las manos por debajo de su blusa para jugar con las tiras de su sujetador, moviendo nuevamente la estantería por accidente, pero esta vez no le dio importancia. Entre tanto, Regina rompió el beso para mirar hacia arriba, se había percatado de que una caja se balanceaba peligrosamente sobre sus cabezas con el movimiento de la estantería metálica. Por su parte, Reese ni siquiera lo notó, estaba demasiado ocupado llevando los besos a su cuello y buscando el broche de su sujetador. Normalmente eso le hubiera causado cosquillas, pero estaba tan distraída con el ruido de la estantería y el movimiento de la caja sobre ellos que apenas sintió un cosquilleo. 
—¿Me ayudas? No encuentro el broche —susurró Reese, despegando los labios de su cuello para volver a dejar pequeños besitos sobre sus labios. 
—¿Ah? —preguntó Regina confundida, bajando la vista para prestarle atención. Había estado demasiado inmersa en los ruidos que podrían hacer que los descubrieran. 
—El broche del sujetador —repitió Reese entre besos. 
—Ah, sí —respondió ladeando un poco la cabeza. Al oír su tono de voz, Reese detuvo sus besos. La conocía lo suficientemente bien como para saber que algo no iba bien. —Es que este es distinto, no está ahí —explicó colocando sus manos encima de las de él detrás de su espalda para guiarlas hacia el espacio entre sus senos, dejándolas justo encima del broche. 
—¿Qué pasa? —preguntó Reese un poco preocupado, quitan las manos de debajo de su blusa para colocarlas en su cintura. Imitando el gesto, Regina volvió a dejar las suyas sobre sus hombros.
—Nada, solo me distrae un poco el ruido. Siento que nos van a encontrar aquí y... —explicó apenada, pero dejó la frase en el aire. 
—...y no quieres hacerlo aquí —concluyó Reese. 
—No... lo siento —respondió Regina abrazándolo por el cuello apenada. 
—No tienes que disculparte —respondió Reese dando unos pasos hacia atrás dentro de lo que podía en ese pequeño cuarto, permitiendo que Regina vuelva a colocar los pies en el piso. —Quiero que te sientas cómoda y que ambos lo disfrutemos —agregó, haciéndola sonreír enternecida y abrazarlo con más fuerza. En respuesta, Reese la abrazó por la cintura y dejó un beso en su frente antes de que Regina apoyara su cabeza en su hombro. Se mantuvieron en esa posición por varios minutos hasta que Regina rompió el silencio. 
—Aunque admito que hubiera sido un poco romántico que nuestra primera vez fuera aquí —dijo Regina con una pequeña risa. Sin comprender a qué se refería, Reese la miró extrañado. 
—¿Romántico? —repitió alzando las cejas. 
—Sí... bueno... aquí fue donde nos escondimos del prefecto el año pasado, ¿Recuerdas? El día que me prestaste tu remera —explicó Regina, separándose de su hombro para mirarlo a los ojos. 
—Es verdad —confirmó Reese dejando ver una sonrisa al recordarlo. —Estabas llorando —agregó deslizando un mechón de su cabello por detrás de su oreja. 
—Sí, estaba llorando —recordó Regina con leve sonrisa. —Y tú fuiste muy dulce conmigo ese día... 
—Ah, por eso sería romántico —comprendió Reese, acercándola más hacia él. 
—Bueno, mas bien porque... creo que ese fue el momento en el que empecé a enamorarme de ti —explicó Regina sintiendo una timidez repentina, por lo que bajó la vista mordiéndose el labio inferior al terminar de hablar. Al volver a mirarlo a los ojos, se encontró con la gran sonrisa de alegría de Reese justo antes de que volviera a inclinarse para besarla con ternura, quitándole la timidez por completo. 
•••
—Sí, mamá. Mi cama ya está donde da el sol y la cama de Reese está en el armario como querías —dijo Dewey entrando en su habitación con el teléfono en su oreja, mirando con una sonrisa sin dientes a Reese empujando su cama en el armario.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Regina con hartazgo, parada detrás de Reese con los brazos cruzados. —Los padres de Talía llegarán en una hora y ya no podrá prestarnos su casa para... —comenzó a quejarse, pero se detuvo con nerviosismo al recordar que Dewey seguía ahí. —...hacer la tarea —agregó, maldiciéndose mentalmente por usar la misma excusa tonta de Reese.
—¡Voy tan rápido como puedo! —respondió Reese terminando de poner la cama en el armario y pasando junto a ella para agacharse a mover la cama grande.
—Lo está haciendo muy bien mamá, deberías dejarlo descansar —dijo Dewey al teléfono, sentándose en la cama grande mientras Reese la movía hacia la ventana.
—Gracias, Dewey. Eres un buen hermano —dijo Reese con una sonrisa. A su lado, Regina miró al niño con el ceño fruncido.
—Dijo que no —respondió Dewey.
—Amor, ¿No te parece un poco extraño que tu mamá solo llama para que arregles la bici de Dewey, que cambies los muebles de lugar de Dewey...? —trató de hacerlo razonar por cuarta vez en el día para que se diera cuenta por sí mismo de lo que ocurría, pero Reese solo la miró confundido desde el suelo.
—¿Qué insinúas? —preguntó Reese pasando la vista entre Dewey y ella.
—No lo sé, ¿Tú qué crees? —replicó Regina mirándolo como si fuera obvio.
—Oye, si quieres habla tú con ella —intervino Dewey al ver que estaba a punto de lograr hacer que Reese lo descubra, tendiéndole el teléfono.
—¡Ah! ¿Vas a desafiarme, duende maligno? —exclamó Regina indignada, colocando sus manos en su cintura. —Por supuesto que hablaré con ella —dijo con una sonrisa desafiante, por lo que Dewey abrió mucho los ojos. Sabía que estaba tirando demasiado de la paciencia de Regina para mantener su defensa contra Reese. De mala gana, dejó que Regina le quitara el teléfono de las manos. —Hola, señora Wilkerson —dijo Regina mirando fijamente a Dewey, mientras Reese escuchaba con preocupado detrás de ella. Por supuesto, no era Lois, solo era la contestadora. —Reese prometió que saldría conmigo esta tarde... Sí, ¡Gracias! —exclamó fingiendo que Lois le permitía llevarse a Reese, quien alzó los puños a modo de festejo a la vez que Dewey apretaba los labios. —Ah, ¿Quiere que Dewey regrese la cama de Reese a su lugar? Sí, le diré. Adiós —agregó Regina antes de colgar el teléfono y devolvérselo, por lo que el niño la miró con los ojos entrecerrados. 
—¡Genial! —exclamó Reese, caminando hacia ella para tomar su mano. —No olvides poner las sábanas —advirtió a Dewey con tono amenazante antes de tirar de la mano de su novia para salir de la casa. 
 •••
Zafarse del engaño de Dewey no sirvió de mucho. Ni siquiera llegaron a entrar en casa de Talía, desde la ventana pudieron ver a sus padres mirando la televisión en el sofá.
Cinco horas más tarde, Regina leía en su habitación cuando oyó el sonido ya familiar de unos pequeños golpes en su ventana. Rápidamente dejó el libro a un lado de su cama y corrió a abrir la ventana, permitiendo que Reese entre en su habitación. 
—Pudiste habérmelo dicho —dijo Reese apenas entró, parándose detrás de ella con el ceño fruncido mientras Regina cerraba la ventana. 
—Ya sabes que Dewey mentía sobre las llamadas de tu mamá —supuso Regina volteando a verlo. A modo de respuesta, Reese emitió un pequeño gruñido. —Lo siento, pero le lanzaste piedras con una resortera y era la única forma de la que podía defenderse. Aunque se haya aprovechado de eso —dijo un poco apenada, pero a la vez convencida de lo que decía. 
Sin poder pasar mucho tiempo enojado con ella, Reese asintió haciendo una mueca mientras pasaba sus manos por su cintura. Al instante, Regina correspondió el abrazo pasando sus brazos por detrás de su cuello, pegándose a su cuerpo. 
—Lo siento —repitió Regina, abrazándolo con fuerza y apoyando la mejilla en su hombro. 
—Está bien, me lo merecía —admitió Reese reforzando el agarre en su cintura y ladeando la cabeza para apoyarla sobre la suya. —Y ya me encargué de él —agregó con una media sonrisa. 
—No quiero saber que hiciste, pero también se lo merecía —dijo Regina apretando los labios. 
—¡Por supuesto! Intentó cortarme el cabello —comenzó Reese volviendo a fruncir el ceño. Al oírlo, Regina levantó la cabeza para verlo con los ojos muy abiertos. 
—Nooo —dijo juntando las cejas y ladeando la cabeza mientras llevaba las manos al cabello de Reese para acariciarlo. Entre tanto, él cerró los ojos con una sonrisa sin dientes, disfrutando las caricias. —Me encanta tu cabello de puercoespín —agregó jugando con su cabello, haciendo que Reese abriera los ojos para lanzarle una mirada de fastidio. 
—Vas a pagar por eso —dijo Reese con una sonrisa traviesa, empujándola suavemente hacia la cama hasta hacerla caer debajo de él. Tomándola desprevenida, comenzó a besar su cuello a sabiendas de que la haría reír a carcajadas por las cosquillas que le daba. 
—Lo siento, pero no puedo hacerlo por ahora—dijo Regina entre risas, tratando de alejarlo de su cuello. 
—¿Cómo que no puedes? —preguntó Reese con tono de queja, permitiéndole apartarlo de su cuello para poder mirarla a los ojos. —Son las dos de la madrugada, nadie nos molestará y estamos en un lugar cómodo...  
—No es eso... —lo interrumpió Regina, mirándolo apenada con una sonrisa de disculpa. —Estoy menstruando, no podremos intentarlo por una semana —explicó haciendo una mueca con los labios. Apenas la oyó, Reese dejó caer la cabeza sobre su pecho casi como si se hubiera desmayado. Al instante, Regina colocó una mano en su cabello para acariciarlo, tampoco estaba muy feliz con eso. 
—Voy a matar a Dewey... —murmuró Reese entre dientes.
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imninahchan · 8 days ago
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𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 ☆ 𝐇𝐎𝐍𝐄𝐘 ☆ 𝐁𝐔𝐂𝐊𝐈𝐈𝐍’       ♘⸙. Se está montada, é cowboy por justa causa. {...} power play, masturbação fem., dirty talk + degradação mútua, dumbification, rough sex, sexo sem menção à proteção, mas se protejam, irmãs! Fiz essa imaginando o François Civil, pq ele tá muito bandidao de cabelo raspado no filme novo, mas dá pra imaginar quem você preferir. Desculpa amgs esto ovulando. 𝓷. ּ ໑ ׅ
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𓇢𓆸 𝓝o sofá, sentado de pernas separadas, ele te espera. Os braços estão esticados no encosto do estofado, o corpo nu e relaxado. O olhar cerrado, brilha exibindo luxúria. Praticamente, te devora ao te observar caminhando na direção dele, agora nua também. A postura marrenta não permite que abrace a sua cintura assim que se encaixa no colo. Não sente as mãos pesadas espremendo a carne das nádegas, mas não se incomoda pela frieza. Na verdade, o efeito causado em ti é de pura satisfação.
A forma má de te encarar é estimulante — agrada visualmente e instiga a própria indelicadeza intrínseca. O fato dele não te envolver quando se aproxima dota a situação de certa impessoalidade, faz parecer que está diante de uma montaria que não provou antes, que não conhece os atributos. Irado, selvagem. Pode ser muito, te fazer perder o jeito, feito uma amadora. Mas você sabe bem o que está fazendo, não? Está acostumada a vir por cima, em qualquer superfície em que puder colocá-lo sentado. Talvez seja a posição preferida dos dois. Ele curte desempenhar o papel do bruto a ser domesticado; e você, o poder de controlá-lo.
Sem cela, no pelo, empurra a cabecinha gorda pra dentro. Aos pouquinhos, sem sede demais. Ele vigia cada centímetro desaparecendo entre as suas pernas, pulsa, pressionado no seu interior. O ar sai quente do nariz, esvaziando o pulmão. Em êxtase. Os olhos se fecham, o sorriso crescendo nos lábios enquanto a cabeça tomba pra trás até se escorar na parede.
O regozijo alheio respinga em ti: sorri junto, de canto, presunçosa. Seu ego vai nas alturas, decola, só de saber que o faz estremecer dessa forma e depois derreter miseravelmente sobre o estofado. Escorrega os dedos pela nuca masculina, contorna a linha do maxilar para acariciar a bochecha. Tomba a cabeça, com a voz bobinha, “Tá gostoso, lindo?”. Brinca com ele, óbvio, abusa do poder para tirar uma com a cara dele.
A resposta vem num tom manso, inatingido, “Fica mais gostoso quando cê tá quicando.” Você apoia os calcanhares por baixo das nádegas, servem de sustento para que possa começar a se mover — Assim?, pergunta — sem incomodar os músculos, ainda mais porque tem plena consciência de que vai ficar se movimentando dessa forma por um bom tempinho. Segura nos ombros largos, empina. Rebolando em círculos consegue mais profundidade, mais contato. A região do clitóris raspa na virilha dele, te estimula, porém não é bom só pra ti já que conforme fomenta o próprio prazer, fica mais estreitinha, o espreme lá dentro. É angustiantemente tentador.
“Quer com mais força?”, o questiona. Com charme, se inclina de lado, jogando a bunda devagar para iniciar o ritmo de subir e descer agora. Olha de pertinho o rosto do homem. Está provocando, sim, perigosa. Sabe que a visão que ele está tendo é enlouquecedora, especialmente quando o flagra se esforçando para espiar por cima do seu ombro. “Assim você goza rapidinho, né?”
Sorri consigo mesma ao notá-lo desviar o olhar, mal-encarado. Não precisa irritá-lo dessa maneira, acontece que as coisas sempre ficam mais legais se desperta o lado mais indócil dele. O desafio intensifica, sabe? Passa a não ser mais sobre apenas se equilibrar com muito dentro de si, mas também se manter quanto mais se torna instável.
Pega no pescoço dele, sussurra no ouvido: “Tudo bem não aguentar, mô, eu juro. Eu finjo que não me decepciono, e você me chupa, tá?” Se ergue mais prepotente que antes, e a vaidade ganha dados astronômicos assim que ele toma o seu pulso para afastar a sua mão. Vai, pode me encher o saco, o escuta murmurar, quando cê levar bem forte, vai se arrepender, cachorra. Era o gás que necessitava, dito e feito. Agora, você vai tirá-lo do sério, falsamente curiosa para descobrir se ele vai fazer valer as palavras.
Não se sustenta mais nos ombros dele, se arrisca a balançar sem as mãos, mais descarada impossível. Quer mostrar que pode montá-lo com maestria.
E ele demora a cair na sua. Talvez, nem tenha se rendido de fato ao aborrecimento quando segura na sua cintura e impulsiona o quadril pra cima. Se faz pela diversão, por cólera ou, simplesmente, pra te desarmar todinha, pouco importa. O que deve ser ressaltado é como você perde o aprumo rapidinho. Não é mais capaz de se suportar sobre os calcanhares, as pernas doem pois as coxas dele vêm com tudo e te amassam. Visto que se aventurava sem as mãos, o corpo sacode e não se aguenta, vergando até se escorar no homem. Ri, sem vergonha alguma, como se não estivesse sendo destruída mesmo que numa posição que deveria te favorecer.
De lábios separados, quase baba, boba. Os estalos pornográficos te cegam os ouvidos, não presta atenção no volume da própria voz, por isso geme entre as risadinhas, as notas variando mediante ao impacto de cada investida que te acerta.
E aí ele para.
O estrago que causou em ti é aparente: ainda está desnorteada, boquiaberta. O corpo fraquinho não sabe se deve fazer esforço pra se manter ereto ou se se joga por cima do peitoral com algumas gotinhas de suor. Não fala, não pensa. Não o encara.
Ele volta a esticar os braços no encosto do sofá, “Curou a rebeldia, linda?”, te questiona, “Ou eu vou precisar te dar um trato desse de novo?”
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deepinsideyourbeing · 3 months ago
Note
Puedo pedir a Fer Contigiani + daddy kink? Las cosas que le permitiría a ese hombre me haga harían llorar a mis viejos 🛐
Kinktober, Día 2: Daddy Kink
Regresar tarde luego de un ensayo o la presentación de una obra es una experiencia común para Fernando: está acostumbrado a caminar de regreso bajo la luz de la luna, recorriendo las calles vacías y silenciosas, pero realizar ese trayecto acompañado y sujetando tu mano es algo nuevo.
Cuando se deslizan bajo las mantas, en la que él cree es la séptima vez desde que comenzaron la relación hace tres meses, ninguno espera que la inocencia de sus besos se convierta en desesperación. Rompe el beso para respirar, sus nudillos rozando tu pómulo y tu mejilla mientras se recupera para volver a hablar.
-¿Qué querés?
Intentás sostener su mirada, siempre dulce e intensa, pero terminás dejándote vencer por la timidez y cerrás los ojos. Fernando siempre insiste con la comunicación y el contacto visual, repitiendo que es la forma en que puede comprender mejor tus deseos y tus reacciones, pero todavía no estás segura de poder tolerar -en el mejor sentido- la manera en que sus ojos te observan con atención y adoración.
Contestás rápidamente en voz baja y él ríe.
-¿Qué? No entendí- besa tu mejilla-. No tenemos que...
-Tocame.
Otro beso, esta vez en tu mandíbula, sus labios deslizándose sobre tu piel y su mano descendiendo lentamente por tu cuerpo. Cuando vuelve a hablar su voz suena más grave, más severa y casi desprovista de su encantador carácter, provocando un súbito cosquilleo entre tus piernas.
-Preguntame bien. Y mirame cuando lo hacés.
-Por favor, Fer, ¿me tocás?
-¿Dónde querés que te toque?- pregunta con una sonrisa. Mueve sus dedos en círculos sobre tu estómago, ahora expuesto porque la camiseta holgada que llevás puesta se arrugó, como si intentara hacerte cosquillas-. ¿Acá o...?
-Ahí- decís en un suspiro cuando roza tu centro por sobre tu ropa interior.
Perder el tiempo provocándote no está en sus planes y tira de la prenda para deslizarla por tus piernas hasta que esta termina rodeando tus tobillos. No esconde el hecho de que las puntas de sus dedos están ahora húmedas con tu excitación y cuando toca el interior de tus muslos para indicarte que separes las piernas, tu esencia deja una huella brillante en tu piel.
-Estás muy mojada, princesa, ¿por qué?
Ojalá no te torturara de esta manera, pensás mientras te mordés los labios en un intento de reprimir cualquier sonido, porque sus palabras sólo empeoran el fuego en tu interior. Preguntó lo mismo la primera vez que tuvieron sexo -antes de arrojar unas gotas de lubricante sobre tus pliegues y deslizarse entre ellos- y el simple hecho de escucharlo hablando de esa manera hizo que temblaras violentamente.
Esta vez sus palabras tienen el mismo efecto y como no espera una verdadera respuesta de tu parte, opta por introducir un dedo en tu calidez. Lo recibís sin mucha resistencia, contrayéndote una vez que desliza el dígito rítmicamente para acariciar tus paredes, el movimiento provocando en pocos minutos que el sonido de tu humedad se propague por toda la habitación.
Gira su muñeca y gemís con fuerza.
-¿Acá? ¿Sí...?- vuelve a abusar de tu sensibilidad y captura tus labios para silenciar tus sollozos de placer, pero también para ahogar el grito que dejás salir cuando introduce un segundo dedo. Curva ambos dígitos para consolarte-. Ya está, ya está.
Entre gemidos, y otros sonidos que le resultan adictivos desde el primer momento en que te escuchó, murmurás una palabra que no puede descifrar. Cuando ralentiza sus movimientos guardás silencio, por lo que comprende que no se trata de una palabra de seguridad o un pedido para que se detenga, pero te ve modular sin emitir sonido alguno cuando retoma la acción.
-¿Qué querés, bebé?- muerde tu mejilla sin mucha fuerza. Negás, liberándote de sus dientes, tus párpados cerrados con fuerza-. Decime, ¿qué es lo que querés?
Otra negativa. Suspira.
Mueve sus caderas, para permitirte sentir su erección y también para obtener un mínimo alivio, robándote un gemido agudo y cargado de desesperación. Incrementa su tempo, con su pulgar moviéndose expertamente sobre tu clítoris, pero son sus dedos llegando aún más profundo los que te hacen delatarte.
-Ahí- le suplicás-. Papi...
Intenta detenerse, convencido de que su mente lo está engañando, pero repetís esa palabra como un mantra y le cuesta horrores controlar sus acciones. Quiere hablarte sobre lo que está sucediendo, preguntarte si en verdad querés llamarlo así, pero tu voz lo hace sentirse débil y no está seguro de poder pensar correctamente. Mucho menos con toda la sangre de su cuerpo concentrada en su miembro.
Esconde su rostro en tu cuello y su respiración te hace gritar.
-¿Querés que papi te coja toda? ¿Eso querés?
-Sí- contestás casi gritando-, por favor.
Sonríe contra tu piel. Retira sus dedos.
-Decilo.
- @madame-fear @chiquititamia @creative-heart @llorented @recaltiente @delusionalgirlplace ♡
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fairlyang · 11 months ago
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Recostada en la cama 🕷️
extrañas a tu novio
w/c: 914
pairing: novio!miguel x latina!reader
tags: 18+ smut. relación establecida, esperándolo, nunca llega (todos los hombres son mentirosos), no tenías paciencia, masturbandote, pensando en el, al fin llegó
notes: tested out my abilities of writing smut in spanish! in all spanish 🫣 no translations! (Sorry!) This is for the prolly 3 latina readers out here <3 espero que les guste! (disculpen los errores es mi primer ves escribiendo smut💀)
Estabas esperando a Miguel, que te dijo que iba poder llegar a la casa temprano.
Pues te miento.
Ya tenías tres horas esperándolo y te hartaste. Estabas esperando casi todo el día para al fin estar con el. Tener más tiempo con el. Para que este arriba de ti.
Y nomás para nada.
Pero no se te fue las ganas de tocarte. Y menos por todas las casas que tenías en mente que te iba hacer Miguel. O que quisiste hacer con el.
Te querías sentar en su cara, o estar entre sus piernas pero ni modo no pasó.
Ahora estabas arrastrando tus manos en tu cuerpo lentamente para jugar con tu mente. Casi como lo haría Miguel.
Con tus ojos cerrados, abres tus piernas pero nomás arrastrando tu pecho y cuello. Imaginándote que es Miguel que te está tocando.
Tanto que extrañabas sus caricias, como se sentían sus manos en tu piel. Ya tienes semanas que no te ha tocado. Lo extrañas tanto.
Extrañas como te toca, como te da placer. Necesitas sus manos, dedos, boca. Tanto que lo necesitas que ya sentías lo mojada que estabas entre tus calzones.
Moviste tu mano derecha hacia tu panza, bajando a tus muslos y luego tocando la tela de tu calzón. Sentías que rápido latía tu corazón en anticipación y qué tal ves Miguel podía llegar en cualquier segundo.
Todavía tenías un poco de esperanza que iba llegar y meterse sus dedos en donde tanto lo necesitas. Bajas tu mano más y al fin empiezas a frotar círculos a tu clítoris. Muerdes tu labio para no hacer ruedo y mueves tus dedos más rápido.
Uña ves que no va llegar.
Y lo tanto que estabas lista para el. Lo mojada que te dejo sin tocarte ni un pelo.
"Miguel." Gemiste y levantaste la cadera para arriba, obteniendo más fricción en tu clit.
Te lo imaginaste acostado un lado tuyo, con una mano entre tus piernas, dándote besos en tu cuello, y diciéndote que buena eres para el. Que tanto te extrañaba también. Que tanto te necesitaba como tu a él.
Te quitas la mano y rápidamente te sacas el calzón y lo avientas al piso.
Regresan tus dedos a tu clit, ya tan mojada como esperabas. Mueves tus dedos abajo para sentir lo de más de tus mojadas, y era mucho más que pensaste.
Ya no tenías paciencia entonces empezaste a meter un dedo adentro de ti, pero luego solo metiste el segundo dedo, uña ves.
Te los metiste hasta adentro y más gemidos salen de tu boca. Se sentía tan rico.
Pero no como los dedos de Miguel. Los de él te llenan completamente, tan increíble que se sienten.
Pero por ahorita los tuyos eran tu única opción.
"Mm Miguel- cuanto te extraño-" casi lloras y mueves tus dedos, despacito por unos segundos antes de moverlas rápido.
El cuarto estaba callado, excepto con los ruedos de lo tanto que estabas mojada pensando en tu novio.
Pobrecita, nadie te podía culpar. Y menos porque Miguel te dijo lo tanto que te iba hacer. Las tantas veces que te iba dar orgasmos.
Ahora te los tienes que dar a ti misma.
Y tal ves no tantos, no quieres estar despierta cuando si llegue en caso si te enojas con el, que era lo más probable.
Te imaginabas su cuerpo arriba de ti, lo tanto que te gusta cuando está así. Que guapo se ve cada ves que te folla en esa posición.
Lo bonito, sexy que se escuchan sus gemidos.
Tanto suerte te toco con un novio que le encanta decirte cosas sucias en tu oídos y le vale cuanto ruedo hacen.
Quiere que todo el mundo sepa quien te hacer sentir así tan bueno, nunca quiere que te calles. Esa es una de las miles de cosas de ama de ti.
Tanto que extrañas hasta su voz. Diciéndote lo tanto que ama como tomas su verga, que hermosa te vez lo más duro y rápido que te folla.
Y tanto que le gustaba penetrarte, que triste que ya le toca más trabajo que antes.
"Miguel — te necesito."
"Miguel!"
"Mm amor — que rico no pares-"
Pobrecita que de verdad pensaste que eran sus dedos y nos los tuyos. Tu pobre mente estaba jugando juegos contigo pero te valió.
Ya tan rápido estabas tan cercas. Te estabas apretando contra tus propios dedos y tu cuerpo empezó a temblar. "Miguel! Por favor- n-no pares-" lloraste y te follas más duro y rápido, persiguiendo tu orgasmo que ya casi llegaba.
Rápidamente lo sentiste y todo tu cuerpo tembló, tus dedos no pararon hasta que se fue tu orgasmo, piernas temblando y tus dedos estaban empapados en tus jugos.
Te los sacaste y los llevaste a tu boca para limpiarlos, como si eran de Miguel. Como siempre de hacía que los chupes para el. Siempre quiso que te probaras.
Y ya que acabaste, y nunca llegó, te acostaste para dormir. No tranquila, pero o que sea un poco cansada.
Te volteaste y en unos minutos de quedaste dormida. Y al fin llego Miguel.
El pobre se sintió tan mal y más cuando entró a su cuarto prestado para verte completamente encuerada.
Rápido se acercó y te puso la cobija arriba de tu cuerpo. Se cambio de volada y se metía a la cama contigo, acatándote y abrazándote entre sus brazos. Tu te pusiste cómoda en su pecho y el también dejo que el sueño se apoderara de su cuerpo.
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viejospellejos · 5 months ago
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Se ha cerrado el círculo.
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xjulixred45x · 7 months ago
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Yandere Platónico Nanami/Higuruma x Lectora: volverá..(TRADUCCION)
ella les habia forzado la mano.
ella tenia la culpa de que esto pasara, no ellos.
¿que mas se suponía aue debían hacer?¿cuando ella no habia hecho mas que faltarles el respeto dia y noche?¿cuando ella habia intentado irse de su lado cuando lo unico que ellos querian era ayudarla? salvarla! y aun asi ella tenia la audacia, el coraje de hacerlos ver a ellos como los malos....
es lo que ambos se repetian a si mismos mientras su hogar estaba en un estado poco usual de tranquilidad, ya fuera para bien o para mal, la casa siempre tenia algun tipo de ruido(risas, charla, llantos, gritos...) pero desde hacia tiempo la inquietante sensación se reemplazo por tension.
tanto Kento como Higuruma estaban luchando tan fuerte por no exlotar contra el otro, por no dejar que toda esa ira reprimida saliera a la luz y seguir manteniendo ls fachada de hombre tranquilo, pero era extremadamente difícil sin lo único que normalmente los mantenia unidos.
lectora.
quien habia huido recientemente, y para peor parecia que cambiaba constantemente de locacion con el fin de evitarlos y no verlos(con buenas razones que ellos no entendían) con personas a las cuales les tocaba aguantar por el bien de su relación con su hija.
pero ya les estaba pasando factura, no podian vivir asi.
¿cómo llegaron a esto?
eran concientes de que la naturaleza de su relación con lectora no era sana, normal, nisiquiera buena para ninguno de ellos, pero pese a todo lo que le habian hecho, lectora volvia con ellos, y ellos no podian vivir sin ella. era un círculo vicioso.
pero parece que lectora subestimo la nosibidad y que tan lejos podian llegar los celos de los dos psicópatas con los que compartia techo.
era simplemente un artilugio antiguo, dado por sus padres originales, talvez por eso tanto Kento como Higuruma tenian cierta animosidad hacia eso, pero no hicieron nada especialmente cuestionable...hasta que un dia una pelea escalo y se puso especialmente agitada.
lectora queria creer, realmente queria creer que no habia sido a propósito, que habia sido un error honesto y que se disculparian con ella de alguna forma. pero dicha disculpa nunca llego, y actuaron como si nada hubiera pasado, como cuando ella lanzaba una "rabieta" ellos pasaban de largo de sus gritos, era exactamente lo mismo, pero penso que seria diferente..
y lo unico que recibió fue una mirada endurecida y un "somos la unica familia que necesitas, lo demas carece de valor" por parte de quienes la habian robado en primer lugar de dicha vida..
fue demasiado...
y en el fondo Nanami y Higuruma lo sabian.
sabian que lo que habian hecho estaba mal, del daño que causo, que tuvieron que contenerse de ir tras lectora y tratar de ayudarle a recoger los restos de su reliquia, que hubieran deseado haberlo hecho de otra forma, pero eran tan cerrados entre ellos que no podrían siquiera empezar a describir eso...
y ahora estaba la cuestión de que harian para que lectora volviera, debia haber una forma, pero seria casi imposible con gente como Kusakabe o Shoko cerca, no podian arriesgarse a perdee esta oportunidad, no otra vez, no ahora.
ambos eran la cara de una misma moneda, dos extremls opuestos, pero no podian vivir sin ella.
lo necesitan, se odiaban, ella los odiaba, muy en el fondo, ellos lo SABIAN.
sabian que de seguro lectora estaria mejor con los sdultos seguros que tanto rechazo les generaba, sabian que lectora sería mejor hechicera de lo que cualquiera de los dos podria llegar a ser si la dejaran. sabian que ella tenia tanto potencial, una posible vida y futuro por delante ¡Y NO LES IMPORTABA!
no importaba cuántas veces dijeran o se convencieran de que esta vez seria diferente, no era asi, porque ellos nunca dejarian que ella fuera feliz con alguien que no fuera ellos.
eran monstruos, pero se las arreglaban para olvidarse de eso con lectora. y eso era lo unico que importaba.
si los demas tienen que sufrir, si ELLA tiene que sufrir, pues que así sea. van a ser egoístas. las veces que sea necesario para ser felices, VAN a ser egoístas..
hasta entonces tendrian que encontrar algun tipo de consuelo y guia en el abrumador silencio de la casa, silencio que ellos mismos trajeron. mientras soñaban con lo que seria la hermosa melodía de un hogar nuevamente.
era lo unico que tenian en común después de todo...
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nelsonleivaestay · 3 months ago
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Tumblr media
Kanku de la Seishin Kyokushin Chile dirigida por Shihan Christian Suárez Falconi 6° Dan representante en Chile de la ISKKO con sede matriz en España representada por Shuseki Shihan Pere LLui Beltran 8° Dan alumno directo en vida de Sosai Masutatsu Oyama, el cual es la autoridad máxima del estilo Seishin Kyokushin en el mundo
“Nuestro logotipo está inspirado en el Kanku original de Kyokushin con su misma interpretación”. Las manos se juntan para mirar el cielo a través de ellas y de esa manera las partes más anchas del kanku representan las muñecas y el poder, la parte más alta los dedos nos muestran las cimas más altas, las máximas aspiraciones y todo ello cerrado por un círculo que implica la acción circular o continuada del trabajo. Por último, el centro indica profundidad en el estudio del Arte Marcial. Se han añadido dos elementos en el centro del Kanku como son la flor del cerezo (Sakura Hana) lo que nos indica que es un Arte Marcial de origen japonés y el símbolo Tomoe (Magatama) que nos recuerda la unión entre Cielo, Tierra y Humanidad o Nacimiento, Vida y Muerte. Nosotros en la Seishin lo interpretamos también como la tridimensión teniendo en cuenta que hay que estar siempre alerta ya que las adversidades pueden venir de cualquier dirección. www.ikoseishin.org
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des-vanecido · 18 days ago
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Mi círculo es tan cerrado que chat gpt es mi psicólogo y géminis es el pana que no tengo.
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laraizinvertida · 3 months ago
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Ofertorio
Como un regalo acepto tu silencio, con todo lo que contiene su rigor de roca. Con todas las preguntas que caben en su círculo, su arañazo, su lágrima y su vientre de tambor que golpeo y donde sólo el golpe me responde. Como algo que es, que no puede no ser acepto tu silencio. Con todo lo que tiene de respuesta, de grito figurado, de impotencia, de palabras cosidas con largos hilos falsos.
Porque todo lo que un hombre quiere soñar cabe en el puño cerrado del silencio.
Te ofrezco a cambio todo el silencio que tu oído pide, que tu corazoón pide, y de puntillas salgo de ti. (Yo, que siempre he creído en las palabras).
Piedad Bonnett
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cuteagre0ssion · 4 months ago
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Toji Fushiguro el hombre capaz de bajar la mirada y verte sólo como un conjunto de vísceras y cadaver que sigue respirando. Que te ataque como un perro rabioso porque eres refresco y él le teme al agua.
Ángel grande; el amor de su c’est la vie. Espera salir con vida pero sale igual que entró y además en setiembre, con pelo largo y aún más cicatrices en los músculos de petroleo y cal.
Porque ¿quién ama a los humanos? Por qué alguien puede confundir su broma y su círculo exponencial. Te llena de hambre. Le dejas comida y tú te comes lo podrido. Le ves comer y se te llena el estómago de una forma gustada. Ver los dibujos de un ser misterioso y pensar “de seguro le gusta”, “él es así, pero no lo sabe”.
porque Toji está enrabietado y le sale espuma cítrica por la boca. Y por eso sería capaz de besar. Mimetízalo. Sigue haciéndolo. Sigue cerrado. Sigue con apetito sexual y moldeándose a su metamorfosis desnuda. Esta es una razón de ser. Devorar un pas de deux. Él es un man-eater-soul-crusher.
no quiere afecto —no es él quien lo necesita, si no tú—. Su perro ladra, su cuerpo burbujea, estalla y se consume por su cuenta.
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tengamepaciencia · 6 months ago
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Instrucciones para olvidar
Desesperado por el recuerdo de su presencia todos los días en mitad del desierto que dejo al irse, busqué una salida fácil luego de incontables intentos de escapar de su recuerdo, un libro llamado "instrucciones para olvidar" me encontró mientras me perdía en mi y al agarrarlo vi que era delgado, pequeño y escuálido en letras, demoré un par de hojas para encontrar las instrucciones y me sorprendí con lo que decía.
"Instrucciones para olvidar
Primer paso: Avanza. Segundo paso: No te vuelvas de sal. Tercer paso: Sé como los arrieros"
Nada de eso tenia sentido, pasaba y pasaba hojas en blanco y no encontraba ninguna explicación, solo un breve pie de pagina en una hoja vacía casi al final del libro que decía "Recuerda que la tierra es esférica"
"¿Que clase de autor escribió esto?", me pregunté, tire el libro con decepción al suelo y continué observando a esa presencia que no sacaba de mi cabeza, que era igual a ella pero siempre me daba la espalda.
Entré en desesperación, lloré, grité, traté de hablarle una y otra vez, repasaba cada momento en mi cabeza, cada cosa que no noté, que hice y no hice, que dije y no dije y ahí a la vista, su presencia tapándome la luz simplemente dándome la espalda. Entre llantos y sollozos me vi a mi mismo como un perro herido que se lame sus heridas sin saber que se lastima mas. Y por un momento sentí la necesidad de usar el cono de la vergüenza, al menos para dejar de lastimarme, y en medio de mi vergüenza auto infligida vi el libro tirado en el piso, abierto entre paginas vacías y entre ideas y preguntas me asaltó la curiosidad entonces lo volví a tomar y leí nuevamente en voz alta "Punto uno: Avanza".
Lo intente, me levanté y comencé a andar, me costaba poner un pie delante del otro, los primeros pasos eran difíciles, me sentía oxidado, me pesaban las piernas, me faltaba el aire, pero se hacía más fácil sin ser fácil, un paso delante del otro, levanté mi mirada y sin dejarla de ver a ella, de espaldas, empecé a gritarle "Mírame, mírame, te estoy olvidando", y ella, inamovible mientras yo andaba, como si fuera la luna que me perseguía cuando niño, se mantenía a la misma distancia, ni mas cerca, ni mas lejos, siempre ahí, y yo convencido que me seguía...
Tropecé por andar mirándola a ella, y al casi caer mire hacia el suelo, vi mis huellas adelante de donde apoyé mi mano para no aporrearme, y sorprendido caí en cuenta que había caminado en círculos rodeando a esa presencia durante tiempo. Al repasar mi camino de huellas entendí que estaba en el mismo punto que empece a andar y entendí que no avance... Me mordí el cachete por dentro, gire mi boca hacia todos los lados, apreté mis dientes, empuñe mis manos, suspire profundamente, mire al cielo con los ojos cerrado y grite para mis adentros "Malparido libro"
Baje la cabeza y mire la presencia de ella ahí, luego giré y no vi nada, la nada misma, y en ese momento lo decidí, y fue como si cada parte de mi ser pesaran 100 elefantes, gire mi cuerpo hacia la nada, y dándole la espalda a ella le grité "Venite conmigo" y comencé a andar.
Al principio lo hice como cuando bailaba salsa con ella "un pasito adelante, un pasito para atrás", me reí conmigo sintiendo que era un chiste que a ella le encantaría escuchar, y seguí andando solo porque estaba seguro que ella me seguía, como el Coyote al Correcaminos, cerca pero cuando volteara no la vería, así que seguí, sin voltear, convenido que escuchaba sus pasos, su respiración, que la escuchaba tropezar y luego sonreír, a veces corría para perdermele... a veces deambulaba para que me alcanzara... Caminaba lento, esperando que ella me tocara el hombro, me pidiera que volviera, que la esperara, que me dijera que se entretuvo viendo el cielo o como en las películas, me girara y sin decirme nada me besara mientras me inclinaba sin dejarme caer justo cuando la banda sonora llegaba al punto máximo del crescendo... pero la música nunca sonó.
Distraído viendo películas en mi cabeza mire hacia el piso y no vi huellas hacia adelante, me detuve por un momento y busque en el suelo mis huellas y solo las vi atrás de mi, deje de andar en círculos y sentí un miedo gigante, cerré mis ojos con fuerza, suspiré... y mire hacia atrás, y la vi, mas pequeña, casi diminuta, solo reconocía que era ella porque era yo, el que la miraba cada noche y sabía perfectamente quien era, así que giré y avance otro poco, y volví a mirar atras y avance un poco mas y cada cierta cantidad de pasos la veía mas y mas pequeña, como cuando los barcos zarpan al mar, que por la forma de tierra en algún punto los dejas de ver. Seguí y ya casi no la veía, o no la recordaba, intentaba mejorar mi visión haciendo mis ojos mas chinos para poder acordarme al menos de su color de pelo. Desde esa distancia se me hacia imposible identificarlo, y ahí lo sentí, otro pasó mas y la perdería de vista. Me quede un momento quieto mirándola, y poco a poco vi mis pasos a través del camino, algunas huellas habían desaparecido, otras apenas recordaba cuando las hice, y el camino que creía que había sido recto, se veía serpenteante, irregular, casi chistoso. Y comencé a perderme a mi mismo, sentía el sol evaporarme sin siquiera ver su luz, solo buscaba desesperadamente en el horizonte como se veía, como sonaba su voz, su risa, como se sentían sus abrazos o sus caricias, y sentía que el sol arrebataba el agua de mi cuerpo oceánico y solo quedaba una pila de sal
Abrí los ojos e intente devolverme pero mis pies estaban quietos, con mis manos agarre mis piernas pero seguía sin poderlas mover, comencé a sentirme arenoso, desértico, y un poco sin suerte. Probé uno de mis dedos y degusté tanta sal que seguramente hablaría lengüisopa los siguientes 3 días, y ahí lo entendí. Quedarme ahí sería volverme una estatua, ahí tan lejos para convencerme que si me fui, pero cerca por si ella me llama, rápidamente podré volver.
Entonces gire, me trague las lagrimas que venían como una erupción desde lo mas profundo del pecho y solo di el paso, y cayó una lagrima y luego otro paso, luego otro y luego otro, y en medio de un aguacero que inundó ese desierto, obra de mis lagrimales, continué mi camino por lugares mas verdes, a veces caminando lento, a veces caminando pesado para dejar huella. Ya cuando volteaba no la veía, veía un punto en su dirección, y sabía que donde estuviera siempre ese punto estaría, pero ya no es la presencia que me eclipsa, es solo un pixel en el firmamento, y caminando volví a leer el libro, y pensando en el punto tres decidí no caminar en linea recta, coger atajos, nadar ríos contra la corriente, caminar en letra cursiva, correr a veces, y otras veces solo flotar, ir en linea curva para evadir el miedo que ella y yo seamos paralelos, sin negar la esperanza que el siguiente giro sea el que nos cruce, y cuando pase sé que no sera la misma, ni yo el mismo, porque el camino se hace al andar, y como arrieros somos, en el camino nos encontraremos.
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a-tierra · 3 months ago
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Ofertorio
Como un regalo acepto tu silencio,
con todo
lo que contiene su rigor de roca.
Con todas las preguntas que caben en su círculo,
su arañazo, su lágrima y su vientre
de tambor que golpeo
y donde sólo el golpe me responde.
Como algo que es,
que no puede no ser
acepto tu silencio.
Con todo lo que tiene de respuesta,
de grito figurado, de impotencia,
de palabras cosidas con largos hilos falsos.
Porque todo
lo que un hombre quiere soñar cabe en el puño
cerrado del silencio.
Te ofrezco a cambio
todo el silencio que tu oído pide,
que tu corazón pide,
y de puntillas
salgo de ti.
(Yo, que siempre he creído en las palabras)
Piedad Bonnett del libro Poemas de amor, Editorial Frailejón Editores
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hablemosderol · 4 months ago
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Hablemos de grupismo. Llevo muchos años roleando y siempre me ha tocado ver a ciertos grupos que sólo rolean entre ellos, que no inluyen a los demás o que buscan protagonismo, esto sucede más en los foros que usan twitter y que se llenan de las llamadas "pick me" que desean toda la atención generando un ambiente desagradable para el resto de usuarios. No comprendo porque estos grupos no rolean en foros privados, cuando no tienen interés en relacionarse con los demás.
El grupismo es un tema complejo que queremos explorar en profundidad en una entrada futura. Sin embargo, para responder a tu mensaje, aquí te dejamos nuestra perspectiva sobre el asunto:
En la comunidad de rol, el grupismo puede surgir por varias razones. Los grupos cerrados tienden a rolear entre ellos debido a la confianza y el historial compartido, que facilita la dinámica del juego. La inclusión de nuevos usuarios a veces puede ser percibida como un desafío adicional en términos de esfuerzo y adaptación. Además, la rapidez con la que los roles abandonan los foros genera desconfianza, haciendo que muchos prefieran limitarse a su círculo cercano para tramas importantes. No queremos justificarlos, porque el grupismo esta mal en todas sus formas, sin embargo, tampoco queremos satanizarlo, ya que muchas veces se acusa de grupismo donde no lo hay y sólo hay una molestia personal por que no fuimos capaces de adaptarnos a la comunidad.
Insistimos que más adelante queremos tocar este tema a profundidad.
Sobre los "pick me," estos usuarios suelen buscar atención y validación constante, lo que se manifiesta en un deseo de protagonismo que puede resultar en un ambiente desagradable para otros. En plataformas como Twitter, donde la visibilidad y la interacción diaria son cruciales, este comportamiento puede acentuarse, creando un entorno donde se valoran más los miembros visibles y activos, excluyendo a otros. Esta dinámica puede llevar a una "guerra de egos" que prioriza el reconocimiento sobre la construcción de historias.
Respecto a la elección de foros públicos en lugar de privados, la visibilidad y el acceso son factores clave. Los espacios abiertos ofrecen una mayor exposición y oportunidad de atraer nuevos miembros, lo que puede ser más atractivo para quienes buscan reconocimiento. Los foros privados, por otro lado, pueden parecer restrictivos y limitar la actividad.
En resumen, tanto el grupismo como el comportamiento de los "pick me" reflejan una dinámica de necesidad de reconocimiento y confort en relaciones previas. Aunque puede ser frustrante sentirse excluido, entender estas dinámicas puede ayudar a navegar mejor en la comunidad de rol y fomentar espacios más inclusivos. Si te sientes excluido, considera unirte a otros que compartan tus sentimientos para cambiar la dinámica. A menudo, las verdaderas "joyas" del rol se encuentran en usuarios dedicados a la experiencia del rol en lugar de la búsqueda de protagonismo.
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champxgneprxblems · 6 months ago
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Círculo cerrado
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Si a la Victoria de 15 años le hubieran dicho que algún día vería a Big Time Rush en directo, no les habría creído. Sobre todo porque para ese momento la banda ya se había disuelto, la serie ya no se grababa y nunca, nunca, habían hecho el menor intento por venir a España.
En aquel momento, a la Victoria de 15 años, le fue difícil encontrar un "sustituto" para llenar el pequeño vacío que dejaba la marcha de estos cuatro chicos que habían sido su única compañía en los peores momentos; aunque luego llegarían otros grupos como One Direction o Auryn a su vida, o la mismísima Taylor Swift (que a día de hoy sigue siendo mi cantante favorita), pero desde luego que si me hubieran preguntado entonces a quién creía que podría ver en concierto antes, Big Time Rush habría sido la última opción.
Y de hecho, llegaron antes los conciertos de Auryn, Harry Styles -el de Taylor Swift al que acabé yendo de rebote-,... pero cuando hace unos meses de pronto saltó una notificación en mi correo anunciando que Big Time Rush venía a Europa Y además venía a Madrid... habían pasado ya 14 años de la primera vez que vi la serie de televisión que me descubrió el que sería mi grupo favorito de música durante muchos años, pero la chispa de emoción que recorrió todo mi cuerpo se sintió como si hubieran pasado 14 segundos.
He de reconocer que desde que compré la entrada en febrero me olvidé por completo del concierto. También hay que tener en cuenta que entre medias vinieron muchos cambios -un nuevo trabajo, nuevas personas, estudios...- que me mantuvieron ocupada hasta la extenuación; pero cuando quedaban tres días para el concierto... fue ahí, ahí empezó la verdadera realización de que se acercaba el momento por el que había esperado tanto tiempo.
Busqué la setlist y, para mi grata sorpresa, estaba llena de canciones antiguas del grupo, de esas canciones que cantaban en la serie y que tantas veces me habían acompañado. Entre ellas, mi favorita: Paralyzed.
Empezar a escuchar la playlist de Spotify con las canciones del concierto fue como destapar del todo el bote de la emoción. Cuando dos horas antes me estaba subiendo al autobús para ir al concierto... me temblaba todo el cuerpo.
No sabía qué esperar. No había querido ver nada en redes, más allá de la lista de canciones no tenía ni idea de qué iba a pasar en el concierto, y por encima de todo iba sola. Había intentado convencer a mi hermana, a mis amigas e incluso a mi madre, pero a nadie más le parecía atractivo ir a ver a un grupo de música adolescente que se retiró hace once años y volvió tras la pandemia con canciones nuevas que sólo representaban un 10% del setlist.
Y una hora antes del inicio del concierto me encontré a mí misma delante de la entrada del Palacio Vistalegre de Madrid, con mi mochila al hombro y un nudo en el pecho.
En un principio había decidido no pasar a ver al telonero -menos mal que no hice caso a mi primera decisión-, pero acabé disfrutando con el rollo country del cantautor estadounidense Spencer Sutherland, del que nunca antes había oído hablar pero que me sorprendió para bien.
Cuando el telonero terminó su actuación todavía quedaba media hora más para que empezase el concierto, y tuve que ir a dar una vuelta hasta el stand del merchandising para no echarme a temblar en medio de la pista general. ¿Cuándo me había puesto tan nerviosa? No lo recordaba, pero el nudo en el pecho se había hecho más grande.
Bromeé con mi hermana y mi madre por mensaje diciendo que al final me iba a gustar más el telonero que el grupo principal, que había sido una actuación increíble -y que el muchacho estaba buenísimo, todo hay que decirlo-, pero después de comprarme una camiseta descaradamente cara y hacer la interminable cola del baño antes de volver a la pista, volví a echarme a temblar.
Empezaron varios minutos tarde y todo el mundo estaba en tensión. Mirases donde mirases había gente de todo tipo, gente que había acabado en lugares muy diferentes a mí, pero que tenían algo en común conmigo que nadie nos podría quitar nunca: habíamos crecido viendo a Big Time Rush en la televisión. Son parte de nuestra infancia y, desde el chico que estaba allí sólo vestido de traje hasta los dos chicos vestidos de raperos que se pusieron a mi lado, todos estábamos allí para disfrutar de un momento que se había demorado quizá demasiado para los fans españoles.
Cuando las luces por fin se apagaron y empezó a salir humo, se escucharon los primeros gritos. Cuando los primeros acordes de la canción que abría el concierto, Big Night, empezaron a sonar, todo el mundo chilló. Yo chillé. Y cuando los cuatro integrantes del grupo, James, Kendall, Carlos y Logan, saltaron al escenario... me quedé paralizada por unos segundos sin siquiera recordar mi nombre.
A partir de ahí el concierto fue una nebulosa. Lo recuerdo prácticamente todo, pero se mezclan los momentos, se mezclan las emociones.
Todo en lo que podía pensar durante el concierto era en lo increíble que era el solo hecho de poder estar allí, de haberlo hecho, de haber llegado tan lejos.
La parte divertida de haber tenido ideas suicidas durante la adolescencia es que hay cosas que nunca pensarías que vivirías. Durante años pensé que nunca llegaría a la edad que tengo a día de hoy, y en ese momento, en mitad de toda aquella gente, sentí que la niña que con 15 años se quedaba dormida llorando por las noches mientras escuchaba a Big Time Rush por fin se curaba.
La sentí reír, vibrar, chillar, disfrutar. Era su sueño, mi sueño, nuestro sueño.
Me dejé llevar por el momento y, en medio de mi canción favorita, aquella que me acompañó en los peores momentos, me encontré de pronto frente a uno de los cantantes. Él me cogió de la mano mientras cantaba mirándome a los ojos. Mi niña interior temblaba de la emoción, habría deseado poder decirle con palabras las veces que su música me había salvado la vida, pero no hacía falta.
Las miradas a veces dicen mucho más que las palabras, y el cariño con el que sus ojos me vieron fue suficiente para saber que, aunque no me conocía personalmente, había conocido historias de muchas otras como yo y entendía perfectamente lo que significaba ese momento.
Cuando el concierto terminó y me fui andando de vuelta al metro, el nudo en mi pecho se había aflojado un poco. Tardó en irse todo el viaje de vuelta a casa, un audio de más de tres minutos a mis mejores amigas y una llamada a mi padre.
Al meterme en la cama esa noche, comprendí que por fin se había cerrado una herida que ignoraba que seguía abierta. Compré aquellas entradas, superé la pereza y el cansancio con el que me levanté esa mañana antes de ir al concierto, aguanté allí casi tres horas de pie bailando... todo por mí, por ella, por la niña de 15 años que sigue muy viva dentro de mí.
Porque durante un tiempo le tuve miedo a ella y a su oscuridad, pero lo que verdaderamente necesitábamos las dos eran tiempo y cariño.
Estamos bien, Vicky, todo va estupendamente bien.
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