Tumgik
#Sharon Carne
viir-tanadhal · 3 months
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Pet Shop Boys' song picks for various radio interviews for Nonetheless
BBC Radio 2 with Jo Whiley 4/25/2024
Chris
Black Beauty theme (childhood song)
Bedsitter by Soft Cell
Ain't No Stoppin' Us Now by McFadden & Whitehead (death song)
Neil
The Young Ones by Cliff Richard and the Shadows (childhood song)
Bedsitter by Soft Cell
Fantasia on a Theme by Thomas Tallis by Ralph Vaughan Williams (death song)
BBC Radio 6 with Lauren Laverne 4/26/2024
Chris
Was That All It Was by Jean Carn
This Time Baby by Jackie Moore
Native New Yorker by Odyssey
Neil
Borderline by Madonna
I Want You by Marvin Gaye
Born Slippy by Underworld
Greatest Hits Radio with Jackie Brambles 4/28/2024
Chris
Baby Love by The Supremes
For Once in My Life by Glen Campbell
Rhythm is a Dancer by Snap!
Neil
Girl Don't Come by Sandie Shaw
Whole Lotta Love by Led Zeppelin
Unfinished Sympathy by Massive Attack
BBC Radio 3 with Jess Gillam 6/8/2024
Neil
Ich Habe Genung (Cantata No 82) by J.S. Bach
Générique by Miles Davis
Symphonia Virginum: O Dulcissime Amator by Hildegard von Bingen
September Song by Kurt Weill; sung by Lotte Lenya
Tracks of My Years with Vernon Kay 6/9/2024
Chris
Stop! In the Name of Love by The Supremes
Fame by Irene Cara
Never Give You Up by Sharon Redd
Let Me Love You For Tonight by Kariya
A Love So Beautiful by Roy Orbison
Neil
I Am The Walrus by The Beatles
Papa Was A Rollin' Stone by The Temptations
Do Anything You Wanna Do by Eddie and the Hot Rods
This Is Not America by David Bowie
Unfinished Sympathy by Massive Attack
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coronangelic1 · 8 hours
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LNDS Ecuadorian headcanons
Hi im going through my Making Every Character Be From Where I Am Era because the electricity cutouts nationwide make me Hallucinate Them. Anyways. Enjoy! (First time doing something like this lol) (This post is in spanish)
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃ 𓆝 𓆟 𓆞𓆝
Rafayel
Lamparoso al punto que le tocas un pelo y ya anda diciendo que le pegaste. 
De Samborondón. “Mi Tia es Isabel Noboa” type of person.
Tiene una casa en Salinas en la que pasa el 90% del tiempo. 
Muy exquisito con la comida. Tipo lo llevas al café de Tere y en vez de pedir bolón o tigrillo pide un muesli porque según el “el maduro es muy pesado para la mañana” (he doesn’t know what the fuck he’s talking about)
Le pusiste Plástica de Tranzas una vez en joda y se ofendió. 
Te sacaria a citas al malecón (a regañadientes, porque el viaje de Samborondón para Guayaquil según el es “un gasto de tiempo” y que para que, si total pueden mejor ir a otro lado) , al Alban Borja (“Es que es hay variedad Raf” “Ay pero es que me pierdo”), y si le aceptas a cualquier lugar de Sambo mismo. 
No le gustaba el carnaval hasta que le caiste con globos de agua a la casa y le obligaste a jugar contigo.
Le dijeron mandarina una vez y pasó toda una semana rehusándose a que le pongas accesorios en la cabeza (la semana siguiente te vino a chillar de que Por Que No Me Prestas Atención y tu de que. Porque no querías pues chistoso)
Del Barcelona.
Primero muerto que antes que ser visto en un Tuti
Admira a Guayasamín y Endara Crow. 
Tiene contactos hasta en la penitenciaria del litoral Y Eso Me Asusta (basado en la info que tenemos hasta Breakthrough, esto seria lo mas cercano al canon tipo tiene contactos en el N-109 Zone?!?!?)
Canción que le daría: Les Petits Bâtards - Señales
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Xavier 
??? Guayaquileño??? Perhaps??? Tipo hay una diferencia muy grande de gente que nace y vive toda su vida en Guayaquil y personas que viven en Guayaquil pero nacieron en otra parte / sus familias vinieron a Guayaquil cuando eran chicos. Xavier sería Guayaquileño de pura cepa me thinks. 
Uno creería que el se duerme en el bus y despierta sin nada pero nunca le han robado nada. Aun. 
Probablemente tiene el celular más trucho de todos porque si le han robado antes, pero no en el bus. 
Resbaladera lover. Honestly will eat anything that is cheap. Papipollo. Pastel de carne. Encebollado en balde. You name it. 
Le vale verga los partidos pero si le preguntas es el Barcelona. 
Su gusto culposo es Sharon la Hechicera.
Te diría "ñaña" como apodo al inicio y es medio raro tipo Como Que Ñaña Que Te Pasa porque después empiezan a salir. Cambia el apodo por mami y te dan ganas de darle uno solo o morirte de la verguenza.
Va al centro de vez en cuando y conoce a medio mundo. La doña de la parada del bus siempre le pone más mayonesa al papipollo. 
El tipo de persona que conoce todos los lugares. Las importadoras chinas. Las ferias. Donde venden comida bonita, barata y buena. Te llevaría de citas a perderse por la ciudad.
Banco del pichincha user y se queja cada vez que la aplicación no le funciona.
Se pierde del carnaval por quedarse dormido.
Dios sabrá como sigue empleado si se despierta a las 3 de la tarde
Canción que le daría: Alkaloides - Ella viene del futuro / Ojeras
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Zayne
Es de la sierra. Vive en Quito pero nació en Riobamba.
Horneado lover. Llapingacho lover. Fritada lover. Tremendisimo hipócrita hijueputa como doctor porque te diría que no debes comer muchos dulces y al mismo tiempo se come una melcocha en frente tuyo. 
Hace las compras en el mercado porque “es mas natural y sano” (es mas barato). 
Te llevaría mas que todo a museos y parques para citas, caminaría por todo lado y al final te compraria algo para comer (abuelito activities)
Banco del pichincha user pero ya no se queja cuando le falla la aplicación.
Muy raramente insulta pero una vez le escuchaste putear a alguien y honestly why was that kind of hot. Like that shouldn’t be hot. Why is it. 
Si le hace al carnaval pero con cariño. Tipo no es un bestia como otra gente.
El tipo de persona que diria mija como un termino lindo para la novia. 
“Juega mejor la Liga de Quito” y le caen todos encima (es del Emelec, lastimosamente). 
“Abrigaraste no serás malita ve” on the streets “quítate esa pendejada” on the sheets
Se hace el muy serio y todo pero escucha a Don Medardo y sus Players cuando nadie lo ve (es lo único que lo hace no dormirse cuando trabaja de noche). 
Canción que le daría: Les Petits Bâtards - Vals del Tiempo Perdido
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Sylus
Uno creería que es de la costa pero es de la sierra. No sabes de donde. Nomas se le salió una vez un achachay cuando hacia frio e hiciste la conexión.
Pájaro azul lover, pero le hace a un poco de todo. 
Tiene vinilos de Julio Jaramillo. 
Te dedicó las de Nuestro Juramento y El Alma en los Labios (y te pusiste a llorar porque Chucha Que Te Pasa Me Haces Llorar Así Dedicándome Eso) 
Te encanta joderle con llamarle, y siempre te contesta con el “mande” más cansado del mundo.
Cada semana se va de la costa a la sierra y te trae cosas (más que todo dulces: suspiros, quesadillas, dulces de guayaba, etc)
Si viajas con el es obligatorio parar y comprar helados de paila. 
El tipo de persona que come humitas con panela.
“No me gusta el futbol” (de veras no le gusta el futbol (genuinamente) (va a decir que es del Barcelona si le preguntan))
Le hace al carnaval y te deja hecha mierda con agua con cebolla, huevos, y harina Y SE TE RIE MÁS ENCIMA. (La persona con la que mas te enojarías pero mas te divertirías también)
Vas al campo con el y los animales le hacen caso??? Princess behavior.
Tiene terrenos por todo el país que tu ni menor idea que hace o tiene ahi Y Eso También Me Asusta (literalmente el dueño del N-109 Zone)
Sus citas contigo podrían ser 1) ir a un lugar super caro aniñado que en tu vida has visto 2) ir a un agachadito en mitad de Dios sabrá donde es a media noche o 3) ir a lugares tradicionales. Nunca sabes que mismo va a hacer.
La única persona que te saldría un día domingo 3 de la tarde a decirte “Quieres ir a las islas Galápagos?” y que le harías caso.
Un día estuviste jugando con cuys y el mismo día el muy hdpt te lleva a comer cuy a propósito. 
Otro dia le mostraste algo que te querías comprar y te dijo que estaba full feo (te mandó a comprar algo más bonito ese día).
Canción que le daría: Da Pawn - Cambio de Tonalidad
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justforbooks · 10 months
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The actor Brigit Forsyth, who has died aged 83, made her name as Thelma in the BBC television series Whatever Happened to the Likely Lads? One critic described Thelma as so prim that she could turn the lifting of a lace curtain into an art form.
Dick Clement and Ian La Frenais’s creation, which ran from 1973 to 1974, was the sequel to the popular 1960s sitcom The Likely Lads, which starred Rodney Bewes and James Bolam as Bob Ferris and Terry Collier, two single north-east England factory workers who share a flat and the same interests – women, drink and football.
Thelma Chambers was brought in as a girlfriend for the upwardly mobile Bob, now in the white-collar class with a house, car and annual holiday on the Costa Brava, scoffed at by Terry, who clings on to his working-class roots. Thelma and Bob were married halfway through the two series of the show.
“Up until then, I had done a lot of drama on telly,” said Forsyth. “If I wasn’t being murdered, I was murdering somebody or I was a disturbed art teacher. I was playing quite a lot of deranged people, so comedy was a nice change.”
She created laughs again with the sitcom Sharon and Elsie (1984-85), in which she co-starred as the middle-class Elsie Beecroft alongside Janette Beverley as the more down-to-earth Sharon Wilkes, two employees in a greetings card manufacturing company.
But Forsyth’s own favourite television part was Francine Pratt in Playing the Field (1998-2002), the on- and off-pitch women’s football drama created by Kay Mellor. Her character, who hates the game, is married to the Castlefield Blues’ sponsor, played by Ricky Tomlinson, and keeps him happy in return for designer clothes and other luxuries.
“I have never played awful glamour before,” she said. “I had a blond wig, six-inch heels, makeup and my bosom hitched up high.”
Forsyth was born in Malton, North Yorkshire, to Scottish parents, Anne (nee Forsyth), an artist, and Frank Connell, an architect and town planner, and brought up in Edinburgh. She was mesmerised by Stanley Baxter’s performances as a pantomime dame at the city’s King’s theatre and, aged 18, landed her own first lead role, as Sarat Carn, on her way to the gallows, in Charlotte Hastings’s play Bonaventure with the Makars amateur drama group.
But when she left St George’s school, Edinburgh, her parents insisted she learn a skill, so she trained as a secretary. After a couple of jobs, she headed for London and Rada (1958-60), where she won the Emile Littler prize.
She began her professional career back in Edinburgh with the Gateway theatre company (1960-61) before moving on to the Theatre Royal, Lincoln (1961-62) and the Arthur Brough Players in Folkestone (1962). With other actors already named Brigit McConnell and Bridget O’Connell, she changed her professional name to Forsyth on her return to Lincoln in 1962.
At the Edinburgh festival three years later, she played one of the witches in a headline-making production of Macbeth. “That show caused an absolute uproar because they wanted the witches to have the bodies of young girls and the faces of old women, and they wanted us to have our top half naked,” Forsyth recalled. “But the Earl of Harewood, who was running the EIF at the time, said ‘No’. So they put nipple caps on us, which looked absolutely disgusting – and they used to drop off each night. It was absolutely hysterical.”
Later, in the West End, Forsyth played Annie in The Norman Conquests (Globe, now Gielgud, and Apollo theatres, 1974-76) and Dusa in the feminist play Dusa, Fish, Stas and Vi (Mayfair theatre, 1976-77). She put her TV breakthrough down to cutting her hair short. “It proved a tremendously lucky omen,” she said.
That break came with Adam Smith (1972), in which she played the younger daughter of the title character, a Scottish minister (Andrew Keir). The director, Brian Mills, then worked with Forsyth on the psychological thriller Holly (1972), when she took the part of a young art teacher kidnapped by a mentally unstable student. Forsyth and Mills married in 1976.
Television roles kept on coming. She was Veronica, one of the product-promotion team, in The Glamour Girls (1980-82), Harriet in the inter-generational sitcom Tom, Dick and Harriet (1982-83), and Helen Yeldham, a hotelier, in the 1989 series of Boon.
There were also appearances in soap opera: as GP Judith Vincent in The Practice (1985-86); Babs Fanshawe, Ken Barlow’s escort agency date who dies of a heart attack, in a 1998 Coronation Street episode; Delphine LaClair, a sales rep for a French company interested in buying Rodney Blackstock’s vineyards, for two short runs in Emmerdale (2005 and 2006); Cressida, mother of the millionaire Nate Tenbury-Newent, in Hollyoaks in 2013; and three roles in Doctors between 2000 and 2012.
Forsyth also played the miserable Madge, who frustrates her sister Mavis’s attempts at a relationship with Granville, in the sitcom sequel Still Open All Hours (2013-19).
A cellist from the age of nine, Forsyth starred as the real-life virtuoso Beatrice Harrison in a 2004 tour of The Cello and the Nightingale. Also on tour, she was a remarkably believable Queen Elizabeth II in A Question of Attribution (2000) and played Marie in Calendar Girls (2008). “I’m Mrs Frosty-Knickers, the one who doesn’t approve of it all.”
In 2017, she played a terminally ill musician in the stage comedy Killing Time, written by her daughter, Zoe Mills, who acted alongside her. At the time, Forsyth revealed that her maternal grandfather, a GP in Yorkshire, had helped dying patients to end their lives. Declaring herself a supporter of euthanasia, she said: “He bumped off probably loads of people with doses of morphine.”
In 1999, Forsyth separated from her husband, but they remained friends until his death in 2006. She is survived by their children, Ben and Zoe.
🔔 Brigit Forsyth (Brigit Dorothea Connell), actor, born 28 July 1940; died 1 December 2023
Daily inspiration. Discover more photos at Just for Books…?
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ciclistasingolo · 1 year
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SABRAESHATILA.“Celodisserolemosche”
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17 set 2020
Fisk, Israele, libano, Palestina, Sabra, Sharon, shatila
by Redazione
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Vogliamo ricordare Robert Fisk, scomparso il 30 ottobre, riproponendovi l’articolo che il grande giornalista scrisse quando tra i primi ad arrivare nei campi profughi di Sabra e Shatila a Beirut dopo il massacro di migliaia di palestinesi nel settembre del 1982
di Robert Fisk – settembre 1982
Roma, 17 settembre 2020 Nena News – “Furono le mosche a farcelo capire. Erano milioni e il loro ronzio era eloquente quasi quanto l’odore. Grosse come mosconi, all’inizio ci coprirono completamente, ignare della differenza tra vivi e morti. Se stavamo fermi a scrivere, si insediavano come un esercito – a legioni – sulla superficie bianca dei nostri taccuini, sulle mani, le braccia, le facce, sempre concentrandosi intorno agli occhi e alla bocca, spostandosi da un corpo all’altro, dai molti morti ai pochi vivi, da cadavere a giornalista, con i corpicini verdi, palpitanti di eccitazione quando trovavano carne fresca sulla quale fermarsi a banchettare.
Se non ci muovevamo abbastanza velocemente, ci pungevano. Perlopiù giravano intorno alle nostre teste in una nuvola grigia, in attesa che assumessimo la generosa immobilità dei morti. Erano servizievoli quelle mosche, costituivano il nostro unico legame fisico con le vittime che ci erano intorno, ricordandoci che c’è vita anche nella morte. Qualcuno ne trae profitto. Le mosche sono imparziali. Per loro non aveva nessuna importanza che quei corpi fossero stati vittime di uno sterminio di massa. Le mosche si sarebbero comportate nello stesso modo con un qualsiasi cadavere non sepolto. Senza dubbio, doveva essere stato così anche nei caldi pomeriggi durante la Peste nera.
All’inizio non usammo la parola massacro. Parlammo molto poco perché le mosche si avventavano infallibilmente sulle nostrae bocche. Per questo motivo ci tenevamo sopra un fazzoletto, poi ci coprimmo anche il naso perché le mosche si spostavano su tutta la faccia. Se a Sidone l’odore dei cadaveri era stato nauseante, il fetore di Shatila ci faceva vomitare. Lo sentivamo anche attraverso i fazzoletti più spessi. Dopo qualche minuto, anche noi cominciammo a puzzare di morto.
Erano dappertutto, nelle strade, nei vicoli, nei cortili e nelle stanze distrutte, sotto i mattoni crollati e sui cumuli di spazzatura. Gli assassini – i miliziani cristiani che Israele aveva lasciato entrare nei campi per «spazzare via i terroristi» – se n’erano appena andati. In alcuni casi il sangue a terra era ancora fresco. Dopo aver visto un centinaio di morti, smettemmo di contarli. In ogni vicolo c’erano cadaveri – donne, giovani, nonni e neonati – stesi uno accanto all’altro, in quantità assurda e terribile, dove erano stati accoltellati o uccisi con i mitra. In ogni corridoio tra le macerie trovavamo nuovi cadaveri. I pazienti di un ospedale palestinese erano scomparsi dopo che i miliziani avevano ordinato ai medici di andarsene. Dappertutto, trovavamo i segni di fosse comuni scavate in fretta. Probabilmente erano state massacrate mille persone; e poi forse altre cinquecento.
Mentre eravamo lì, davanti alle prove di quella barbarie, vedevamo gli israeliani che ci osservavano. Dalla cima di un grattacielo a ovest – il secondo palazzo del viale Camille Chamoun – li vedevamo che ci scrutavano con i loro binocoli da campo, spostandoli a destra e a sinistra sulle strade coperte di cadaveri, con le lenti che a volte brillavano al sole, mentre il loro sguardo si muoveva attraverso il campo. Loren Jenkins continuava a imprecare. Pensai che fosse il suo modo di controllare la nausea provocata da quel terribile fetore. Avevamo tutti voglia di vomitare. Stavamo respirando morte, inalando la putredine dei cadaveri ormai gonfi che ci circondavano. Jenkins capì subito che il ministro della Difesa israeliano avrebbe dovuto assumersi una parte della responsabilità di quell’orrore. «Sharon!» gridò. «Quello stronzo di Sharon! Questa è un’altra Deir Yassin.»
Quello che trovammo nel campo palestinese di Shatila alle dieci di mattina del 18 settembre 1982 non era indescrivibile, ma sarebbe stato più facile da raccontare nella fredda prosa scientifica di un esame medico. C’erano già stati massacri in Libano, ma raramente di quelle proporzioni e mai sotto gli occhi di un esercito regolare e presumibilmente disciplinato. Nell’odio e nel panico della battaglia, in quel paese erano state uccise decine di migliaia di persone. Ma quei civili, a centinaia, erano tutti disarmati. Era stato uno sterminio di massa, un’atrocità, un episodio – con quanta facilità usavamo la parola «episodio» in Libano – che andava ben oltre quella che in altre circostanze gli israeliani avrebbero definito una strage terroristica. Era stato un crimine di guerra.
Jenkins, Tveit e io eravamo talmente sopraffatti da ciò che avevamo trovato a Shatila che all’inizio non riuscivamo neanche a renderci conto di quanto fossimo sconvolti. Bill Foley dell’Ap era venuto con noi. Mentre giravamo per le strade, l’unica cosa che riusciva a dire era «Cristo santo!». Avremmo potuto accettare di trovare le tracce di qualche omicidio, una dozzina di persone uccise nel fervore della battaglia; ma nelle case c’erano donne stese con le gonne sollevate fino alla vita e le gambe aperte, bambini con la gola squarciata, file di ragazzi ai quali avevano sparato alle spalle dopo averli allineati lungo un muro. C’erano neonati – tutti anneriti perché erano stati uccisi più di ventiquattro ore prima e i loro corpicini erano già in stato di decomposizione – gettati sui cumuli di rifiuti accanto alle scatolette delle razioni dell’esercito americano, alle attrezzature mediche israeliane e alle bottiglie di whisky vuote.
Dov’erano gli assassini? O per usare il linguaggio degli israeliani, dov’erano i «terroristi»? Mentre andavamo a Shatila avevamo visto gli israeliani in cima ai palazzi del viale Camille Chamoun, ma non avevano cercato di fermarci. In effetti, eravamo andati prima al campo di Burj al-Barajne perché qualcuno ci aveva detto che c’era stato un massacro. Tutto quello che avevamo visto era un soldato libanese che inseguiva un ladro d’auto in una strada. Fu solo mentre stavamo tornando indietro e passavamo davanti all’entrata di Shatila che Jenkins decise di fermare la macchina. «Non mi piace questa storia» disse. «Dove sono finiti tutti? Che cavolo è quest’odore?»
Appena superato l’ingresso sud del campo, c’erano alcune case a un piano circondate da muri di cemento. Avevo fatto tante interviste in quelle casupole alla fine degli anni settanta. Quando varcammo la fangosa entrata di Shatila vedemmo che tutte quelle costruzioni erano state fatte saltare in aria con la dinamite. C’erano bossoli sparsi a terra sulla strada principale. Vidi diversi candelotti di traccianti israeliani, ancora attaccati ai loro minuscoli paracadute. Nugoli di mosche aleggiavano tra le macerie, branchi di predoni che avevano annusato la vittoria.
In fondo a un vicolo sulla nostra destra, a non più di cinquanta metri dall’entrata, trovammo un cumulo di cadaveri. Erano più di una dozzina, giovani con le braccia e le gambe aggrovigliate nell’agonia della morte. A tutti avevano sparato a bruciapelo, alla guancia: la pallottola aveva portato via una striscia di carne fino all’orecchio ed era poi entrata nel cervello. Alcuni avevano cicatrici nere o rosso vivo sul lato sinistro del collo. Uno era stato castrato, i pantaloni erano strappati sul davanti e un esercito di mosche banchettava sul suo intestino dilaniato.
Avevano tutti gli occhi aperti. Il più giovane avrà avuto dodici o tredici anni. Portavano jeans e camicie colorate, assurdamente aderenti ai corpi che avevano cominciato a gonfiarsi per il caldo. Non erano stati derubati. Su un polso annerito, un orologio svizzero segnava l’ora esatta e la lancetta dei minuti girava ancora, consumando inutilmente le ultime energie rimaste sul corpo defunto.
Dall’altro lato della strada principale, risalendo un sentiero coperto di macerie, trovammo i corpi di cinque donne e parecchi bambini. Le donne erano tutte di mezza età ed erano state gettate su un cumulo di rifiuti. Una era distesa sulla schiena, con il vestito strappato e la testa di una bambina che spuntava sotto il suo corpo. La bambina aveva i capelli corti, neri e ricci, dal viso corrucciato i suoi occhi ci fissavano. Era morta.
Un’altra bambina era stesa sulla strada come una bambola gettata via, con il vestitino bianco macchiato di fango e polvere. Non avrà avuto più di tre anni. La parte posteriore della testa era stata portata via dalla pallottola che le avevano sparato al cervello. Una delle donne stringeva a sé un minuscolo neonato. La pallottola attraversandone il petto aveva ucciso anche il bambino. Qualcuno le aveva squarciato la pancia in lungo e in largo, forse per uccidere un altro bambino non ancora nato. Aveva gli occhi spalancati, il volto scuro pietrificato dall’orrore.
Tveit cercò di registrare tutto su una cassetta, parlando lentamente in norvegese e in tono impassibile. «Ho trovato altri corpi, quelli di una donna con il suo bambino. Sono morti. Ci sono altre tre donne. Sono morte.»
Di tanto in tanto, premeva il bottone della pausa e si piegava per vomitare nel fango della strada. Mentre esploravamo un vicolo, Foley, Jenkins e io sentimmo il rumore di un cingolato. «Sono ancora qui» disse Jenkins e mi fissò. Erano ancora lì. Gli assassini erano ancora nel campo. La prima preoccupazione di Foley fu che i miliziani cristiani potessero portargli via il rullino, l’unica prova – per quanto ne sapesse – di quello che era successo. Cominciò a correre lungo il vicolo.
Io e Jenkins avevamo paure più sinistre. Se gli assassini erano ancora nel campo, avrebbero voluto eliminare i testimoni piuttosto che le prove fotografiche. Vedemmo una porta di metallo marrone socchiusa; l’aprimmo e ci precipitammo nel cortile, chiudendola subito dietro di noi. Sentimmo il veicolo che si addentrava nella strada accanto, con i cingoli che sferragliavano sul cemento. Jenkins e io ci guardammo spaventati e poi capimmo che non eravamo soli. Sentimmo la presenza di un altro essere umano. Era lì vicino a noi, una bella ragazza distesa sulla schiena.
Era sdraiata lì come se stesse prendendo il sole, il sangue ancora umido le scendeva lungo la schiena. Gli assassini se n’erano appena andati. E lei era lì, con i piedi uniti, le braccia spalancate, come se avesse visto il suo salvatore. Il viso era sereno, gli occhi chiusi, era una bella donna, e intorno alla sua testa c’era una strana aureola: sopra di lei passava un filo per stendere la biancheria e pantaloni da bambino e calzini erano appesi. Altri indumenti giacevano sparsi a terra. Quando gli assassini avevano fatto irruzione, probabilmente stava ancora stendendo il bucato della sua famiglia. E quando era caduta, le mollette che teneva in mano erano finite a terra formando un piccolo cerchio di legno attorno al suo capo.
Solo il minuscolo foro che aveva sul seno e la macchia che si stava man mano allargando indicavano che fosse morta. Perfino le mosche non l’avevano ancora trovata. Pensai che Jenkins stesse pregando, ma imprecava di nuovo e borbottava «Dio santo», tra una bestemmia e l’altra. Provai tanta pena per quella donna. Forse era più facile provare pietà per una persona giovane, così innocente, una persona il cui corpo non aveva ancora cominciato a marcire. Continuavo a guardare il suo volto, il modo ordinato in cui giaceva sotto il filo da bucato, quasi aspettandomi che aprisse gli occhi da un momento all’altro.
Probabilmente quando aveva sentito sparare nel campo era andata a nascondersi in casa. Doveva essere sfuggita all’attenzione dei miliziani fino a quella mattina. Poi era uscita in giardino, non aveva sentito nessuno sparo, aveva pensato che fosse tutto finito e aveva ripreso le sue attività quotidiane. Non poteva sapere quello che era successo. A un tratto qualcuno aveva aperto la porta, improvvisamente come avevamo fatto noi, e gli assassini erano entrati e l’avevano uccisa. Senza pensarci due volte. Poi se n’erano andati ed eravamo arrivati noi, forse soltanto un minuto o due dopo.
Rimanemmo in quel giardino ancora per un po’. Io e Jenkins eravamo spaventati. Come Tveit, che era momentaneamente scomparso, Jenkins era un sopravvissuto. Mi sentivo al sicuro con lui. I miliziani – gli assassini della ragazza – avevano violentato e accoltellato le donne di Shatila e sparato agli uomini, ma sospettavo che avrebbero esitato a uccidere Jenkins e l’americano avrebbe cercato di dissuaderli. «Andiamocene via di qui» disse, e ce ne andammo. Fece capolino in strada per primo, io lo seguii, chiudendo la porta molto piano perché non volevo disturbare la donna morta, addormentata, con la sua aureola di mollette da bucato.
Foley era tornato sulla strada vicino all’entrata del campo. Il cingolato era scomparso, anche se sentivo che si spostava sulla strada principale esterna, in direzione degli israeliani che ci stavano ancora osservando. Jenkins sentì Tveit urlare da dietro una catasta di cadaveri e lo persi di vista. Continuavamo a perderci di vista dietro i cumuli di cadaveri. Un attimo prima stavo parlando con Jenkins, un attimo dopo mi giravo e scoprivo che mi stavo rivolgendo a un ragazzo, riverso sul pilastro di una casa con le braccia penzoloni dietro la testa.
Sentivo le voci di Jenkins e Tveit a un centinaio di metri di distanza, dall’altra parte di una barricata coperta di terra e sabbia che era stata appena eretta da un bulldozer. Sarà stata alta più di tre metri e mi arrampicai con difficoltà su uno dei lati, con i piedi che scivolavano nel fango. Quando ormai ero arrivato quasi in cima persi l’equilibrio e per non cadere mi aggrappai a una pietra rosso scuro che sbucava dal terreno. Ma non era una pietra. Era viscida e calda e mi rimase appiccicata alla mano. Quando abbassai gli occhi vidi che mi ero attaccato a un gomito che sporgeva dalla terra, un triangolo di carne e ossa.
Lo lasciai subito andare, inorridito, pulendomi i resti di carne morta sui pantaloni, e finii di salire in cima alla barricata barcollando. Ma l’odore era terrificante e ai miei piedi c’era un volto al quale mancava metà bocca, che mi fissava. Una pallottola o un coltello gliel’avevano portata via, quello che restava era un nido di mosche. Cercai di non guardarlo. In lontananza, vedevo Jenkins e Tveit in piedi accanto ad altri cadaveri davanti a un muro, ma non potevo chiedere aiuto perché sapevo che se avessi aperto la bocca per gridare avrei vomitato.
Salii in cima alla barricata cercando disperatamente un punto che mi consentisse di saltare dall’altra parte. Ma non appena facevo un passo, la terra mi franava sotto i piedi. L’intero cumulo di fango si muoveva e tremava sotto il mio peso come se fosse elastico e, quando guardai giù di nuovo, vidi che solo uno strato sottile di sabbia copriva altre membra e altri volti. Mi accorsi che una grossa pietra era in realtà uno stomaco. Vidi la testa di un uomo, il seno nudo di una donna, il piede di un bambino. Stavo camminando su decine di cadaveri che si muovevano sotto i miei piedi.
I corpi erano stati sepolti da qualcuno in preda al panico. Erano stati spostati con un bulldozer al lato della strada. Anzi, quando sollevai lo sguardo vidi il bulldozer – con il posto di guida vuoto – parcheggiato con aria colpevole in fondo alla strada.
Mi sforzavo invano di non camminare sulle facce che erano sotto di me. Provavamo tutti un profondo rispetto per i morti, perfino lì e in quel momento. Continuavo a dirmi che quei cadaveri mostruosi non erano miei nemici, quei morti avrebbero approvato il fatto che fossi lì, avrebbero voluto che io, Jenkins e Tveit vedessimo tutto questo, e quindi non dovevo avere paura di loro. Ma non avevo mai visto tanti cadaveri in tutta la mia vita.
Saltai giù e corsi verso Jenkins e Tveit. Suppongo che stessi piagnucolando come uno scemo perché Jenkins si girò. Sorpreso. Ma appena aprii la bocca per parlare, entrarono le mosche. Le sputai fuori. Tveit vomitava. Stava guardando quelli che sembravano sacchi davanti a un basso muro di pietra. Erano tutti allineati, giovani uomini e ragazzi, stesi a faccia in giù. Gli avevano sparato alla schiena mentre erano appoggiati al muro e giacevano lì dov’erano caduti, una scena patetica e terribile.
Quel muro e il mucchio di cadaveri mi ricordavano qualcosa che avevo già visto. Solo più tardi mi sarei reso conto di quanto assomigliassero alle vecchie fotografie scattate nell’Europa occupata durante la Seconda guerra mondiale. Ci sarà stata una ventina di corpi. Alcuni nascosti da altri. Quando mi inchinai per guardarli più da vicino notai la stessa cicatrice scura sul lato sinistro del collo. Gli assassini dovevano aver marchiato i prigionieri da giustiziare in quel modo. Un taglio sulla gola con il coltello significava che l’uomo era un terrorista da giustiziare immediatamente. Mentre eravamo lì sentimmo un uomo gridare in arabo dall’altra parte delle macerie: «Stanno tornando». Così corremmo spaventati verso la strada. A ripensarci, probabilmente era la rabbia che ci impediva di andarcene, perché ci fermammo all’ingresso del campo per guardare in faccia alcuni responsabili di quello che era successo. Dovevano essere arrivati lì con il permesso degli israeliani. Dovevano essere stati armati da loro. Chiaramente quel lavoro era stato controllato – osservato attentamente – dagli israeliani, dagli stessi soldati che guardavano noi con i binocoli da campo.
Sentimmo un altro mezzo corazzato sferragliare dietro un muro a ovest – forse erano falangisti, forse israeliani – ma non apparve nessuno. Così proseguimmo. Era sempre la stessa scena. Nelle casupole di Shatila, quando i miliziani erano entrati dalla porta, le famiglie si erano rifugiate nelle camere da letto ed erano ancora tutti lì, accasciati sui materassi, spinti sotto le sedie, scaraventati sulle pentole. Molte donne erano state violentate, i loro vestiti giacevano sul pavimento, i corpi nudi gettati su quelli dei loro mariti o fratelli, adesso tutti neri di morte.
C’era un altro vicolo in fondo al campo dove un bulldozer aveva lasciato le sue tracce sul fango. Seguimmo quelle orme fino a quando non arrivammo a un centinaio di metri quadrati di terra appena arata. Sul terreno c’era un tappeto di mosche e anche lì si sentiva il solito, leggero, terribile odore dolciastro. Vedendo quel posto, sospettammo tutti di che cosa si trattasse, una fossa comune scavata in fretta. Notammo che le nostre scarpe cominciavano ad affondare nel terreno, che sembrava liquido, quasi acquoso e tornammo indietro verso il sentiero tracciato dal bulldozer, terrorizzati.
Un diplomatico norvegese – un collega di Ane-Karina Arveson – aveva percorso quella strada qualche ora prima e aveva visto un bulldozer con una decina di corpi nella pala, braccia e gambe che penzolavano fuori dalla cassa. Chi aveva ricoperto quella fossa con tanta solerzia? Chi aveva guidato il bulldozer? Avevamo una sola certezza: gli israeliani lo sapevano, lo avevano visto accadere, i loro alleati – i falangisti o i miliziani di Haddad – erano stati mandati a Shatila a commettere quello sterminio di massa. Era il più grave atto di terrorismo – il più grande per dimensioni e durata, commesso da persone che potevano vedere e toccare gli innocenti che stavano uccidendo – della storia recente del Medio Oriente.
Incredibilmente, c’erano alcuni sopravvissuti. Tre bambini piccoli ci chiamarono da un tetto e ci dissero che durante il massacro erano rimasti nascosti. Alcune donne in lacrime ci gridarono che i loro uomini erano stati uccisi. Tutti dissero che erano stati i miliziani di Haddad e i falangisti, descrissero accuratamente i diversi distintivi con l’albero di cedro delle due milizie.
Sulla strada principale c’erano altri corpi. «Quello era il mio vicino, il signor Nuri» mi gridò una donna. «Aveva novant’anni.» E lì sul marciapiede, sopra un cumulo di rifiuti, era disteso un uomo molto anziano con una sottile barba grigia e un piccolo berretto di lana ancora in testa. Un altro vecchio giaceva davanti a una porta in pigiama, assassinato qualche ora prima mentre cercava di scappare. Trovammo anche alcuni cavalli morti, tre grossi stalloni bianchi che erano stati uccisi con una scarica di mitra davanti a una casupola, uno di questi aveva uno zoccolo appoggiato al muro, forse aveva cercato di saltare per mettersi in salvo mentre i miliziani gli sparavano.
C’erano stati scontri nel campo. La strada vicino alla moschea di Sabra era diventata sdrucciolevole per quanto era coperta di bossoli e nastri di munizioni, alcuni dei quali erano di fattura sovietica, come quelli usati dai palestinesi. I pochi uomini che possedevano ancora un’arma avevano cercato di difendere le loro famiglie. Nessuno avrebbe mai conosciuto la loro storia. Quando si erano accorti che stavano massacrando il loro popolo? Come avevano fatto a combattere con così poche armi? In mezzo alla strada, davanti alla moschea, c’era un kalashnikov giocattolo di legno in scala ridotta, con la canna spezzata in due.
Camminammo in lungo e in largo per il campo, trovando ogni volta altri cadaveri, gettati nei fossi, appoggiati ai muri, allineati e uccisi a colpi di mitra. Cominciammo a riconoscere i corpi che avevamo già visto. Laggiù c’era la donna con la bambina in braccio, ecco di nuovo il signor Nuri, disteso sulla spazzatura al lato della strada. A un certo punto, guardai con attenzione la donna con la bambina perché mi sembrava quasi che si fosse mossa, che avesse assunto una posizione diversa. I morti cominciavano a diventare reali ai nostri occhi.
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lamilanomagazine · 1 year
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Bologna: presentata la rassegna "Carne-focus di drammaturgia fisica"
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Bologna: presentata la rassegna "Carne-focus di drammaturgia fisica" Bologna, è stata presentata stamattina al Teatro Arena del Sole la rassegna Carne – focus di drammaturgia fisica a cura della danzatrice e coreografa Michela Lucenti, che attraverserà nei prossimi mesi le Stagioni dei teatri ERT di Modena, Bologna, Cesena e Castelfranco Emilia, e si apre dal 19 al 22 ottobre con il Prologo, in programma tra l’Arena del Sole e il Teatro delle Moline di Bologna. Prologo Carne, la rassegna di danza di Emilia Romagna Teatro ERT / Teatro Nazionale dedicata alla drammaturgia fisica e curata dalla coreografa e danzatrice Michela Lucenti, torna a intrecciarsi con le Stagioni dei Teatri della Fondazione con 24 spettacoli di cui 5 prime assolute, dopo il successo dello scorso anno, confermato dall’importante riconoscimento ministeriale con il punteggio più alto fra i 57 festival e rassegne. Nata per esplorare le possibilità narrative e interpretative del linguaggio del corpo, «testimone di un presente (complicato e violento) dove è necessario un senso etico nuovo», afferma la curatrice, Carne punta l’attenzione «su un corpo non solo armonico, ma che si prenda la responsabilità di agire sulla scena accettando lo statuto simbolico che le immagini del suo racconto propongono». Il programma accoglie una pluralità di linguaggi, provenienze geografiche e origini culturali: fra personalità internazionali, maestri italiani, talenti emergenti, percorsi dedicati ai territori e alla formazione nell’ambito della Scuola di Teatro Iolanda Gazzerro, cofinanziata dal Fondo Sociale Europeo e dalla Regione Emilia-Romagna. L’obiettivo è di rendere accessibile il linguaggio della danza, cercando «attraverso la performance, una funzione sociale comunitaria condivisa, un coinvolgimento con tutta la cittadinanza attiva anche diversamente abile, alla ricerca di un nuovo teatro fisico popolare» – conclude Lucenti. In questa traiettoria la curatrice ha costruito a Bologna un Prologo di quattro giornate, interamente dedicato alla drammaturgia fisica, che inaugura la seconda edizione di Carne, tra il Teatro Arena del Sole e il Teatro delle Moline, dal 19 al 22 ottobre. Un programma originale che accosta artisti molto differenti della scena italiana e internazionale: il coreografo israeliano Sharon Fridman, maestro della contact improvisation; il regista e attore Giuliano Scarpinato che si mette alla prova con la danza per la prima volta collaborando con il performer Cristian Cucco e il musicista Giacomo Agnifili nel nuovo lavoro All about Adam; Federica Rosellini, attrice, regista e autrice e la danzatrice Francesca Zaccaria in un inedito incontro artistico, Não Não (Primo studio). Fridman, invitato da Michela Lucenti, avrebbe dovuto condurre a Modena il laboratorio con le allieve e gli allievi della scuola di ERT Iolanda Gazzerro, con una dimostrazione finale del percorso pedagogico a Bologna, dove avrebbe presentato anche un medley di tre sue differenti creazioni, Tres Piezas Cortas. A causa dei recenti sviluppi del conflitto israelo-palestinese lo spettacolo è stato annullato, mentre il laboratorio e l’esito Le parole del corpo sono stati curati dalla danzatrice e collaboratrice storica di Sharon Fridman, Melania Olcina, in condivisione con il coreografo. Fridman è attualmente atteso in Italia per il 19 ottobre. Giovedì 19 ottobre alle ore 20.00 debutta in Sala Salmon All about Adam – Indagine danzata sul maschile italiano, un progetto nato dal dialogo fra il regista e attore Giuliano Scarpinato, il performer Cristian Cucco e il musicista Giacomo Agnifili, sui modelli che hanno formato la loro identità dagli anni ‘80 a oggi. «In uno scenario frammentato, – scrive il regista – fitto di vecchi e nuovi stereotipi, ricorre l’ipotesi che l’evoluzione del maschio non riesca a tener testa all’ascesa continua, rapida, mediaticamente roboante del genere femminile. Una nuova guerra dei sessi? La fine dei ruoli tradizionali?». All about Adam vuole essere un’indagine danzata sulla storia del maschile nel suo specifico italiano, ma anche una proposta di un nuovo codice da rifondare dopo la fine di quel sistema di valori (produzione ERT / Teatro Nazionale, Fondazione Luzzati - Teatro della Tosse, in scena fino a sabato 21 ottobre). Venerdì 20 ottobre alle ore 19.00 al Teatro delle Moline è previsto Não Não (Primo studio), performance coreografata e diretta da Federica Rosellini e Francesca Zaccaria, due artiste con formazioni diverse, un’attrice, l’altra danzatrice, che qui si mettono in gioco insieme in un progetto ibrido, che fonde il teatro con l’arte della ceroplastica, un corpo a corpo con la materia scultorea: «Ci avviciniamo alla materia della cera – scrivono le artiste – per le sue qualità scultoree e fortemente simboliche, per la sua malleabilità e per questa possibilità esclusiva di applicarvi elementi naturali e prodotti organici, particolari veri». Lo spettacolo sarà in scena fino al 22 ottobre. Una collaborazione produttiva ERT con Aldes. Alle 20.00 la replica di All about Adam nella Sala Salmon dell’Arena del Sole, mentre alle 21.00 in Sala Leo de Berardinis è in programma l’esito de Le parole del corpo, il Corso di Alta Formazione della Scuola di Teatro Iolanda Gazzerro di ERT, cofinanziato dal Fondo Sociale Europeo e Regione Emilia-Romagna e svolto da Melania Olcina in condivisione con Sharon Fridman. Lo spettacolo sarà introdotto da Michela Lucenti e Sharon Fridman. Fridman e Olcina, invitati da Michela Lucenti, hanno lavorato assieme a sedici studenti per sperimentare in contesti di creazione artistica il metodo del danzatore israeliano, basato sul contatto e la relazione tra corpi. Al termine della performance segue Eclissi, lavoro conclusivo del percorso tenuto da Michela Lucenti sempre con le allieve e gli allievi della Scuola Iolanda Gazzerro. Sabato 21 ottobre replicano gli spettacoli Não Não (Primo studio) alle ore 19.00 al Teatro delle Moline e All about Adam in Sala Salmon alle ore 20.00.... #notizie #news #breakingnews #cronaca #politica #eventi #sport #moda Read the full article
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richardejanonpa · 2 years
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Repost from @checoacosta • Estoy por aquí entretenido con mis pequeñas hijas Sharon y Naomi, pero ese "mamonazo" musical que acaba de lanzar Shakira, hay que hacerle su comentario. Excelente sonido, concepto musical en el que ella nada como pez en el agua, producciòn y demás. Me disculpan unos que otros detractores, “detractoras”, criticones y “criticonas” 😁😁, pero que vaina tan buena! Jejejeje! Me he gozado la canciòn, y definitivamente esta mujer es única! La conozco desde pequeña y ese talento en el que ella y su familia han confiado siempre, lo está aprovechando con creces! La música es un lenguaje universal con el cual puedes transmitir lo que quieras. Hay canciones para cualquier momento o circunstancia, que pueden coincidir con situaciones de muchas personas. Pero cuando la percibes en carne propia, obvio que tiene más penetraciòn en el oído y corazòn de tus seguidores! Conclusiòn: esta mujer es demasiado inteligente, y sumado a su talento y a sus historias vividas, han hecho de ella, la más grande estrella musical colombiana! Amiga Shaki, la vida sigue y estoy seguro que siempre estarás en ese techo y vigente! Ah...y siga facturando comadre! Que le pique al que le pique. Y que se siga rascando! A mi me rasca es el “galillo! Jejejejejejejejejeje! @shakira @bizarrap (en Barranquilla) https://www.instagram.com/p/CnUz9HnuyKz/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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selfdiscoverymedia · 4 years
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LM20-25 Sharon Carne and the Sounds of Wellness
LM20-25 Sharon Carne and the Sounds of Wellness
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“for the LOVE of Music with Sara Troy and her guests Sharon Carne, on-air from June 16th
Sharon’s passion is to help you remember that sound was our human family’s first language. To help you remember how deeply every particle of your being is wired to respond to sound. And how sound can support your wellbeing in profound ways life – to reduce stress, help you concentrate, energize you,…
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omegaplus · 6 years
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# 2,395
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Heart “These Dreams” American 12″ (1985)
Fleetwood Mac’s Stevie Nicks passed this up and ended up in Heart’s hands, who took it with them for their self-titled record. This was the first time sister Nancy Wilson, not Ann, who was featured on a Heart single. She was congested and ill when she recorded "These Dreams”, which explained her raspy vocals. (Though, not even close enough to achieve Kim Carnes status.) Their producers, who were thrilled with Wilson’s sick vocal quality and wanting to replicate magic, famously asked Nancy “can’t you just get sick again?”
“Thsse Dreams” was dedicated to Nancy’s friend Sharon Hess who died of leukemia. Its’ subject matter is about one who experiences fantasy when dealing through a insurmountable situation; the lyrics demonstrate an ever-changing fantasy world which there is no stasis or stability, just a brand new outcome with each awakening day.
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mariana-oconnor · 3 years
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I'm curious about "save the acrobat, save the world"
That's my ghost carnival fic! It has had many names in its time and I think I've finally settled on Carne Vale because of the dual meaning.
I've talked about this one before, but it still lingers on. I wrote more on it the other week because all the Hallowe'en stuff around had me pining for it.
Basic summary: Bucky, Sharon and Sam host a YouTube ghosthunter series. Steve is their camera man. They are hired to look into the mysterious disappearance of Carson's Carnival and they get more than they bargained for.
Here's a snippet of Bucky being kinkshamed:
"Forget your Annie Oakleys and your Buffalo Bills… anyone can shoot a gun! You know what takes real skill? A bow and arrow. Here he is, the world’s greatest shot, the Amazing Hawkeye!”
As he says the final words, the handkerchief is shot right out of his hand, an arrow pinning it to the nearest pillar. The crowd gasps as the lights grow dim.
Hawkeye descends. He’s in one of those giant ring things, upside down and only kept in place by his legs, splayed wide in the splits. A spotlight hits him and he shines like an amethyst. Bucky knew who it would be - the third act, he had said, but somehow seeing Clint hanging like that, upside down, half naked, his thighs straining against the tight, spangled fabric of his pants.
“Fuck me,” he mutters.
“So the ghost clowns you’re scared of, but the ghost with the actual weapon is what floats your boat?” Sam mutters. “You know there’s something wrong with you, Barnes, right?”
“Don’t kink shame me,” Bucky bites back.
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la-semillera · 3 years
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Rosemarie Trockel & Sharon Olds
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PRIMERA NOCHE
Dormía debajo de ti,
inmóvil y oscura como un paisaje
deshabitado, y mi sangre se secaba
lentamente entre nosotros, y el corte en mi carne
empezaba a cicatrizar, frontera abierta,
desvanecida para siempre.
Los moradores de mi cuerpo empezaron a
levantarse en la oscuridad, a empaquetar y a mudarse.
Toda la noche, montones de gente
vestida con gruesas ropas viajaron hacia el sur dentro de mí
llevando a cuestas casas, sacos de
grano, y de la mano a los niños, bajo
un cielo como el humo. Los pastos
se movieron centenares de kilómetros.
Ciertos animales
se encontraron, de pronto, casi extintos,
uno o dos raros
bultos nudosos en lugares opuestos de la tierra.
Otras formas se multiplicaron,
masas de alas rojo oscuro
salieron a raudales de ninguna parte. Los ríos
cambiaron su curso,
el idioma cambió
completamente de rumbo
y empezó a ir en sentido opuesto.
Al amanecer las migraciones acabaron. La ultima
orilla de la sangre se había secado,
y como un animal recién nacido a punto de recibir
su primera impresión
abrí los ojos y te vi.
- Sharon Olds, de Satán dice, Traducción de Rosa Lentini y Ricardo Cano Gaviria.
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pixuou · 3 years
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Sharon didn't rest long after getting dumped by John Mole, however. She quickly threw herself at her charming neighbour Julien Cooke.
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Julien fell head over heels for Sharon, as expected. He even took the effort to show interest in her hobbies, and even though he didn't like dancing or going out before, he gathered all his confidence and danced with Sharon numerous times.
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The gesture wasn't reciprocated though, as Sharon wasn't afraid to let him know she never wanted to hear about the secret ingredients to good pork chops or the twenty different ways to make chili con carne again.
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Eventually, Julien asked the risky question too.
Julien: So, we've been going out for a while now, and I know you said you're not the relationship type, and that you've had bad experiences with commitment in the past, which I understand, but I was thinking, what if we-
Sharon: Stop right there. Yes, I said those things, and I said them because I meant it, and I still do.
Julien: But is this really how you wanna live all your life? I have all this space here, waiting for someone like you, you could move in with me for free and leave your sister's house finally, and-
Sharon: I am perfectly happy living with my family, thank you. [She wasn't.]
Julien: But you live in a single room, like a teenager still depending on her parents but going out every night to prove her agency and simulate freedom - but this can not be what you call freedom! You're 34 for Watcher's sake!
Sharon: And? Age is a social construct. I do what I want, and I still like having fun.
Julien: But don't you ever think about, like... settling down? Starting a family while you still can?
Sharon: OMW, you really don't get it, do you? You're just like all those other men. Why do you all insist on telling women how to live? You say I live like a teenager, but really you're just angry because it's YOU who wants to be my father and control me. I'm done.
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corallorosso · 3 years
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CE LO DISSERO LE MOSCHE 39 ANNI FA LA STRAGE DI SABRA E CHATILA di Robert Fisk “Furono le mosche a farcelo capire. Erano milioni e il loro ronzio era eloquente quasi quanto l’odore. Grosse come mosconi, all’inizio ci coprirono completamente, ignare della differenza tra vivi e morti. Se stavamo fermi a scrivere, si insediavano come un esercito – a legioni – sulla superficie bianca dei nostri taccuini, sulle mani, le braccia, le facce, sempre concentrandosi intorno agli occhi e alla bocca, spostandosi da un corpo all’altro, dai molti morti ai pochi vivi, da cadavere a giornalista, con i corpicini verdi, palpitanti di eccitazione quando trovavano carne fresca sulla quale fermarsi a banchettare. Se non ci muovevamo abbastanza velocemente, ci pungevano. Perlopiù giravano intorno alle nostre teste in una nuvola grigia, in attesa che assumessimo la generosa immobilità dei morti. Erano servizievoli quelle mosche, costituivano il nostro unico legame fisico con le vittime che ci erano intorno, ricordandoci che c’è vita anche nella morte. Qualcuno ne trae profitto. Le mosche sono imparziali. Per loro non aveva nessuna importanza che quei corpi fossero stati vittime di uno sterminio di massa. Le mosche si sarebbero comportate nello stesso modo con un qualsiasi cadavere non sepolto. Senza dubbio, doveva essere stato così anche nei caldi pomeriggi durante la Peste nera. All’inizio non usammo la parola massacro. Parlammo molto poco perché le mosche si avventavano infallibilmente sulle nostrae bocche. Per questo motivo ci tenevamo sopra un fazzoletto, poi ci coprimmo anche il naso perché le mosche si spostavano su tutta la faccia. Se a Sidone l’odore dei cadaveri era stato nauseante, il fetore di Shatila ci faceva vomitare. Lo sentivamo anche attraverso i fazzoletti più spessi. Dopo qualche minuto, anche noi cominciammo a puzzare di morto. Erano dappertutto, nelle strade, nei vicoli, nei cortili e nelle stanze distrutte, sotto i mattoni crollati e sui cumuli di spazzatura. Gli assassini – i miliziani cristiani che Israele aveva lasciato entrare nei campi per «spazzare via i terroristi» – se n’erano appena andati. In alcuni casi il sangue a terra era ancora fresco. Dopo aver visto un centinaio di morti, smettemmo di contarli. In ogni vicolo c’erano cadaveri – donne, giovani, nonni e neonati – stesi uno accanto all’altro, in quantità assurda e terribile, dove erano stati accoltellati o uccisi con i mitra. In ogni corridoio tra le macerie trovavamo nuovi cadaveri. I pazienti di un ospedale palestinese erano scomparsi dopo che i miliziani avevano ordinato ai medici di andarsene. Dappertutto, trovavamo i segni di fosse comuni scavate in fretta. Probabilmente erano state massacrate mille persone; e poi forse altre cinquecento. Mentre eravamo lì, davanti alle prove di quella barbarie, vedevamo gli israeliani che ci osservavano. Dalla cima di un grattacielo a ovest – il secondo palazzo del viale Camille Chamoun – li vedevamo che ci scrutavano con i loro binocoli da campo, spostandoli a destra e a sinistra sulle strade coperte di cadaveri, con le lenti che a volte brillavano al sole, mentre il loro sguardo si muoveva attraverso il campo. Loren Jenkins continuava a imprecare. Pensai che fosse il suo modo di controllare la nausea provocata da quel terribile fetore. Avevamo tutti voglia di vomitare. Stavamo respirando morte, inalando la putredine dei cadaveri ormai gonfi che ci circondavano. Jenkins capì subito che il ministro della Difesa israeliano avrebbe dovuto assumersi una parte della responsabilità di quell’orrore. «Sharon!» gridò. «Quello stronzo di Sharon! Questa è un’altra Deir Yassin.» Quello che trovammo nel campo palestinese di Shatila alle dieci di mattina del 18 settembre 1982 non era indescrivibile, ma sarebbe stato più facile da raccontare nella fredda prosa scientifica di un esame medico. C’erano già stati massacri in Libano, ma raramente di quelle proporzioni e mai sotto gli occhi di un esercito regolare e presumibilmente disciplinato. Nell’odio e nel panico della battaglia, in quel paese erano state uccise decine di migliaia di persone. Ma quei civili, a centinaia, erano tutti disarmati. Era stato uno sterminio di massa, un’atrocità, un episodio – con quanta facilità usavamo la parola «episodio» in Libano – che andava ben oltre quella che in altre circostanze gli israeliani avrebbero definito una strage terroristica. Era stato un crimine di guerra. Jenkins, Tveit e io eravamo talmente sopraffatti da ciò che avevamo trovato a Shatila che all’inizio non riuscivamo neanche a renderci conto di quanto fossimo sconvolti. Bill Foley dell’Ap era venuto con noi. Mentre giravamo per le strade, l’unica cosa che riusciva a dire era «Cristo santo!». Avremmo potuto accettare di trovare le tracce di qualche omicidio, una dozzina di persone uccise nel fervore della battaglia; ma nelle case c’erano donne stese con le gonne sollevate fino alla vita e le gambe aperte, bambini con la gola squarciata, file di ragazzi ai quali avevano sparato alle spalle dopo averli allineati lungo un muro. C’erano neonati – tutti anneriti perché erano stati uccisi più ventiquattro ore prima e i loro corpicini erano già in stato di decomposizione – gettati sui cumuli di rifiuti accanto alle scatolette delle razioni dell’esercito americano, alle attrezzature mediche israeliane e alle bottiglie di whisky vuote. Dov’erano gli assassini? O per usare il linguaggio degli israeliani, dov’erano i «terroristi»? (...) Appena superato l’ingresso sud del campo, c’erano alcune case a un piano circondate da muri di cemento. Avevo fatto tante interviste in quelle casupole alla fine degli anni settanta. Quando varcammo la fangosa entrata di Shatila vedemmo che tutte quelle costruzioni erano state fatte saltare in aria con la dinamite. C’erano bossoli sparsi a terra sulla strada principale. Vidi diversi candelotti di traccianti israeliani, ancora attaccati ai loro minuscoli paracadute. Nugoli di mosche aleggiavano tra le macerie, branchi di predoni che avevano annusato la vittoria. In fondo a un vicolo sulla nostra destra, a non più di cinquanta metri dall’entrata, trovammo un cumulo di cadaveri. Erano più di una dozzina, giovani con le braccia e le gambe aggrovigliate nell’agonia della morte. A tutti avevano sparato a bruciapelo, alla guancia: la pallottola aveva portato via una striscia di carne fino all’orecchio ed era poi entrata nel cervello. Alcuni avevano cicatrici nere o rosso vivo sul lato sinistro del collo. Uno era stato castrato, i pantaloni erano strappati sul davanti e un esercito di mosche banchettava sul suo intestino dilaniato. Avevano tutti gli occhi aperti. Il più giovane avrà avuto dodici o tredici anni. Portavano jeans e camicie colorate, assurdamente aderenti ai corpi che avevano cominciato a gonfiarsi per il caldo. Non erano stati derubati. Su un polso annerito, un orologio svizzero segnava l’ora esatta e la lancetta dei minuti girava ancora, consumando inutilmente le ultime energie rimaste sul corpo defunto. Dall’altro lato della strada principale, risalendo un sentiero coperto di macerie, trovammo i corpi di cinque donne e parecchi bambini. Le donne erano tutte di mezza età ed erano state gettate su un cumulo di rifiuti. Una era distesa sulla schiena, con il vestito strappato e la testa di una bambina che spuntava sotto il suo corpo. La bambina aveva i capelli corti, neri e ricci, dal viso corrucciato i suoi occhi ci fissavano. Era morta. Un’altra bambina era stesa sulla strada come una bambola gettata via, con il vestitino bianco macchiato di fango e polvere. Non avrà avuto più di tre anni. La parte posteriore della testa era stata portata via dalla pallottola che le avevano sparato al cervello. Una delle donne stringeva a sé un minuscolo neonato. La pallottola attraversandone il petto aveva ucciso anche il bambino. Qualcuno le aveva squarciato la pancia in lungo e in largo, forse per uccidere un altro bambino non ancora nato. Aveva gli occhi spalancati, il volto scuro pietrificato dall’orrore. (...) Jenkins e io ci guardammo spaventati e poi capimmo che non eravamo soli. Sentimmo la presenza di un altro essere umano. Era lì vicino a noi, una bella ragazza distesa sulla schiena. Era sdraiata lì come se stesse prendendo il sole, il sangue ancora umido le scendeva lungo la schiena. Gli assassini se n’erano appena andati. E lei era lì, con i piedi uniti, le braccia spalancate, come se avesse visto il suo salvatore. Il viso era sereno, gli occhi chiusi, era una bella donna, e intorno alla sua testa c’era una strana aureola: sopra di lei passava un filo per stendere la biancheria e pantaloni da bambino e calzini erano appesi. Altri indumenti giacevano sparsi a terra. Quando gli assassini avevano fatto irruzione, probabilmente stava ancora stendendo il bucato della sua famiglia. E quando era caduta, le mollette che teneva in mano erano finite a terra formando un piccolo cerchio di legno attorno al suo capo. Solo il minuscolo foro che aveva sul seno e la macchia che si stava man mano allargando indicavano che fosse morta. Perfino le mosche non l’avevano ancora trovata. Pensai che Jenkins stesse pregando, ma imprecava di nuovo e borbottava «Dio santo», tra una bestemmia e l’altra. Provai tanta pena per quella donna. Forse era più facile provare pietà per una persona giovane, così innocente, una persona il cui corpo non aveva ancora cominciato a marcire. Continuavo a guardare il suo volto, il modo ordinato in cui giaceva sotto il filo da bucato, quasi aspettandomi che aprisse gli occhi da un momento all’altro. (...) . I miliziani – gli assassini della ragazza – avevano violentato e accoltellato le donne di Shatila e sparato agli uomini, ma sospettavo che avrebbero esitato a uccidere Jenkins e l’americano avrebbe cercato di dissuaderli. «Andiamocene via di qui» disse, e ce ne andammo. Fece capolino in strada per primo, io lo seguii, chiudendo la porta molto piano perché non volevo disturbare la donna morta, addormentata, con la sua aureola di mollette da bucato. (...) Sentivo le voci di Jenkins e Tveit a un centinaio di metri di distanza, dall’altra parte di una barricata coperta di terra e sabbia che era stata appena eretta da un bulldozer. Sarà stata alta più di tre metri e mi arrampicai con difficoltà su uno dei lati, con i piedi che scivolavano nel fango. Quando ormai ero arrivato quasi in cima persi l’equilibrio e per non cadere mi aggrappai a una pietra rosso scuro che sbucava dal terreno. Ma non era una pietra. Era viscida e calda e mi rimase appiccicata alla mano. Quando abbassai gli occhi vidi che mi ero attaccato a un gomito che sporgeva dalla terra, un triangolo di carne e ossa. Lo lasciai subito andare, inorridito, pulendomi i resti di carne morta sui pantaloni, e finii di salire in cima alla barricata barcollando. Ma l’odore era terrificante e ai miei piedi c’era un volto al quale mancava metà bocca, che mi fissava. Una pallottola o un coltello gliel’avevano portata via, quello che restava era un nido di mosche. Cercai di non guardarlo. In lontananza, vedevo Jenkins e Tveit in piedi accanto ad altri cadaveri davanti a un muro, ma non potevo chiedere aiuto perché sapevo che se avessi aperto la bocca per gridare avrei vomitato. Salii in cima alla barricata cercando disperatamente un punto che mi consentisse di saltare dall’altra parte. Ma non appena facevo un passo, la terra mi franava sotto i piedi. L’intero cumulo di fango si muoveva e tremava sotto il mio peso come se fosse elastico e, quando guardai giù di nuovo, vidi che solo uno strato sottile di sabbia copriva altre membra e altri volti. Mi accorsi che una grossa pietra era in realtà uno stomaco. Vidi la testa di un uomo, il seno nudo di una donna, il piede di un bambino. Stavo camminando su decine di cadaveri che si muovevano sotto i miei piedi. Saltai giù e corsi verso Jenkins e Tveit. Suppongo che stessi piagnucolando come uno scemo perché Jenkins si girò. Sorpreso. Ma appena aprii la bocca per parlare, entrarono le mosche. Le sputai fuori. Tveit vomitava. Stava guardando quelli che sembravano sacchi davanti a un basso muro di pietra. Erano tutti allineati, giovani uomini e ragazzi, stesi a faccia in giù. Gli avevano sparato alla schiena mentre erano appoggiati al muro e giacevano lì dov’erano caduti, una scena patetica e terribile (...) (Occhi sul Mondo)
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vecchiorovere-blog · 3 years
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Tutta la primavera dormiva tra le tue mani!     Hai suscitato con un gesto la festa delle rose     e hai innalzato, folle,     la saetta di luce che impregna le strade.     Tutta la primavera!     Fervori dell’istante trafitto di boccioli,     grazia timida e leggera del profumo senza traccia,     carezze che aprono il sesso delle ore.     Sgorgarono da i tuoi palmi in estasi gioiosa     i trilli e le brezze. E il tuo gesto segreto     ha destato in rossori la pubertà del mondo.     Ogni cosa per te! Perché le tue mani lente     hanno brevemente cinto la mia carne fremente,     perché sfiorando il mio corpo     hai svegliato un fiore che porta la primavera. ( "Primavera" da Cantico inutile, 1936  - Ernestina de Champourcín - ) painting by Sharon Freeman
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joementa · 4 years
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The Themes Of February And March.
I don’t know if you’ve been paying attention or not, but all of my playlists in February had one overarching theme (besides the Valentine’s Day playlist) which aligned with the theme of February.  I’m going to do the same thing in March as well.  And this week I decided to overlap both of the themes in February (Black History Month) and March (Women’s History Month).  This is just a very small sample of some of my favorite black female musicians.
I hope all of you are staying strong and safe.  I’ve been letting the music help me get through these crazy and difficult times. Hopefully music is helping you as well.
Apple Music: https://music.apple.com/us/playlist/the-themes-of-february-and-march/pl.u-8aAVokqFNmrv5R
Spotify: https://music.apple.com/us/playlist/the-themes-of-february-and-march/pl.u-8aAVokqFNmrv5R
H.E.R. – “Fight For You”
Alicia Keys – “Doesn’t Mean Anything” (The Element Of Freedom)
Erykah Badu – “Appletree” (Baduizm)
Beyonce – “Love Drought” (Lemonade)
Sade – “The Sweetest Taboo” (Promise)
Xscape – “My Little Secret” (Traces Of My Lipstick)
Janet Jackson – “All For You” (All For You)
Tinashe – “Flame”
Janelle Monae – “Turntables”
Solange featuring Sampha – “Don’t Touch My Hair” (A Seat At The Table)
DeJ Loaf – “Changes”
Sharon Jones & The Dap-Kings – “Stranger To My Happiness” (Give The People What They Want)
Darlene Love – “Night Closing In” (Introducing Darlene Love)
Jean Carn – “Free Love” (Jean Carn)
The Jones Girls – “You Gonna Make Me Love Somebody Else” (The Jones Girls)
Megan Thee Stallion – “Crying In The Car” (Suga)
Cardi B featuring Bad Bunny & J Balvin – “I Like It” (Invasion Of Privacy)
Whitney Houston – “I Wanna Dance With Somebody (Who Loves Me)” (Whitney)
Lizzo – “Good As Hell” (Coconut Oil EP)
Aretha Franklin – “I Say A Little Prayer”
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lamilanomagazine · 1 year
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ERT/Teatro Nazionale presenta il progetto della stagione 2023/2024
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ERT/Teatro Nazionale presenta il progetto della stagione 2023/2024. CLEOPATRA Se è davvero amore il tuo, quanto è grande? ANTONIO Contare l’amore è da mendicanti. CLEOPATRA Fin dove si spinge? Devo saperlo. ANTONIO Allora dovrai per forza scoprire un nuovo cielo e una nuova terra. Dopo gli ottimi risultati dell’anno teatrale appena concluso, che ha registrato nel complesso 140.000 spettatori migliorando il livello della Stagione pre Covid 2018/19, Emilia Romagna Teatro ERT / Teatro Nazionale offre un’anticipazione delle produzioni e coproduzioni che saranno realizzate nel 2023/24, in attesa delle conferenze stampa e delle presentazioni ai docenti e al pubblico previste a Modena, Bologna e Cesena rispettivamente il 5, 6, 7 e il 19, 20, 21 settembre, quando si illustreranno i cartelloni del sistema teatrale ERT. Il Ministero della Cultura con la pubblicazione dei contributi FUS per il 2022 ha premiato ERT come primo Teatro Nazionale per dimensione d’impresa e per punteggio qualitativo e quantitativo (complessivamente 90 punti su 100). Ha inoltre riconosciuto il focus sulla drammaturgia fisica Carne come primo fra i 57 festival e rassegne di danza per punteggio complessivo, con il contributo più alto fra le 17 rassegne. 52 produzioni e coproduzioni, di cui 30 nuovi allestimenti e 22 riprese, 3 internazionali, 23 spettacoli in prima assoluta e 4 prime nazionali. Per la Stagione 2023/2024 il progetto produttivo di ERT / Teatro Nazionale coinvolge importanti artisti del panorama italiano, oltre al direttore Valter Malosti, Nanni Moretti, Motus, Federico Tiezzi, Sandro Lombardi, Jacopo Gassmann, Alessandro Serra, Michela Lucenti / Balletto Civile; e maestri internazionali fra cui Pascal Rambert, Theodoros Terzopoulos, Stéphane Braunschweig, Hannes Langolf, Sharon Fridman. Tra gli altri artisti sostenuti da ERT si segnalano Fabio Condemi, Matilde Vigna, Federica Rosellini con Francesca Zaccaria, Roberto Latini, Veronica Cruciani, Giuliano Scarpinato, Roberta Lidia De Stefano, Kepler-452. Un ricco intreccio da cui emergono alcuni focus: un omaggio a Giovanni Testori in occasione del centenario della nascita, il tema del lavoro, la drammaturgia fisica nella rassegna Carne, curata da Michela Lucenti. Intorno all’opera di William Shakespeare si sviluppano nuove riscritture, grandi interpretazioni attoriali, progetti di danza, progetti musicali e il lavoro artistico svolto nelle carceri di Castelfranco Emilia e Modena.... #notizie #news #breakingnews #cronaca #politica #eventi #sport #moda Read the full article
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countryhixes · 4 years
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Baker Knight...
He played music with Eddie Cochran, wrote pop songs for Ricky Nelson, Elvis Presley, Frank Sinatra, Dean Martin... wrote country songs for Hank Williams Jr., Mickey Gilley, Jerry Lee Lewis... wrote psychedelic songs for the West Coast Pop Art Experimental Band... was a founding member of the bubblegum group, The Sugar Bears...
Baker Knight was born Thomas Baker Knight, Jr., in Birmingham, Alabama on the Fourth of July, 1933. After graduating from high school, he spent three years in the Air Force, where he learned to play guitar. After leaving the Air Force, he spent a year at the University of Alabama but could not afford to return for his sophomore year. Instead, he enrolled at a Birmingham art school and learned technical illustration and draftsmanship.
In 1956, motivated by the popularity of Elvis Presley, Knight formed a band, Baker Knight and the Knightmares. The band became popular in Birmingham, and within a year, it was successful enough to serve as the opening act for rockabilly star Carl Perkins and country singer Conway Twitty. Their debut single, "Bop Boogie to the Blues", was released on Kit Records that year. The next release, "Bring My Cadillac Back", was a local hit and was picked up for national distribution by Decca Records, but radio stations refused to play it as they believed it served as unpaid advertising for Cadillac cars. Decca held on to Knight and had him release three solo records: "Reelin' and Rockin' (Bippin' and Boppin' Over You)", "Just a Little Bit More", and "Love-A Love-A Love-A". None sold well, and Decca dropped his contract soon afterwards
Baker moved to Los Angeles to capitalize on an offer of movie role that didn't pan out. The time he spent prowling the streets of Los Angeles, looking for a break, influenced the writing of his most famous song, "Lonesome Town," a commentary about being all alone in a strange town like Hollywood.
He became friends with Eddie Cochran and Cochran's girlfriend, songwriter Sharon Sheeley, introduced him to Ricky Nelson. "I played a few songs for him," Knight recalled, "and much to my surprise, his manager called two days later and told me Ricky wanted to record two of the songs. They offered me a $2,000 advance, which was unexpected but most welcome at the time, considering I was flat broke." Within six months, Nelson's version of "Lonesome Town cracked Billboard's Top 10, peaking at #6, while ts B-side, "I Got a Feeling," another song written by Knight, charted at #11. Nelson eventually recorded 21 original songs written by Knight. But as a solo artist, Knight was less successful and was eventually dropped by Coral Records.
Knight wrote almost 1,000 songs, which were recorded by over 40 singers, including Elvis Presley, who had a hit in 1970 with The Wonder of You." Knight continued to record solo with RCA, Chess, Reprise, and Challenge, but never with much luck. He pursued his movie career, but he only appeared on screen once, in the 1966 B-movie, Swamp Country. He had a small part and sang several of his own songs.
In 1966, Dean Martin picked up "Somewhere There's a Someone", the first of eleven of Knight's songs he would cover. Frank Sinatra recorded a handful of Knight tunes, including "Anytime at All". Knight also wrote psychedelic music for the West Coast Pop Art Experimental Band in the late 1960s.
In 1971, he teamed with producer Jimmy Bowen and singers Kim Carnes and Mike Settle to create the bubblegum pop studio group The Sugar Bears. An album, Presenting the Sugar Bears, and three singles were released with one song, Knight's "You Are The One", reaching #51 on the Billboard charts.
Knight turned to country music in the 1970s, writing songs for Ernest Ashworth, Hank Williams, Jr., Jerry Lee Lewis, Dave & Sugar, and Mickey Gilley, whose No. 1 hit "Don't the Girls All Get Prettier at Closing Time" won Knight the Academy of Country Music's Song of the Year in 1976.
Baker Knight returned to Birmingham in 1985. His songwriting lapsed when he became plagued by agoraphobia, chronic fatigue syndrome and continued to suffer from tremendous pain on a daily basis. He died on October 12, 2005 from a self inflicted gun shot wound to the head. He was 72 years old.
via Jeff Jakowlew
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