#Cocina americana
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cocineunacomida · 21 days ago
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Esta receta clásica de macarrones con queso es un plato imprescindible para los amantes del queso. 🧀🍽️ Con una corteza dorada y crujiente y un relleno de queso fundido increíblemente tierno, este plato es lo último en comida reconfortante. Perfecto para veladas acogedoras o como guarnición en grandes cenas familiares. 😍✨
👉 ¡Puedes encontrar la receta completa en mi blog!
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nonperfect · 2 years ago
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Desahogo .
La primera no es una queja, es una observación. Lo demás son quejas. Dicen los estudios que nos quejamos unas 20 veces al día como promedio. Y que es malo. Es un pensamiento negativo. Vale, lo asumo pero voy a quejarme. Cocina americana: La cocina americana o cocina abierta al salón es una forma de ganar espacio en una casa, aporta la visualidad de un entorno diáfano. Transparente, suelen decir…
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amiguiz · 1 year ago
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El Codelo llevaba tres años viviendo en la calle Festival, aunque en aquel entonces todavía no era el Codelo, en ese departamento alfombrado y con aire acondicionado y cocina totalmente equipada, adaptable a las necesidades del hombre genérico de mediana edad que era el Codelo pero que podría haber sido otro, cualquier médico, ingeniero, piloto o agente fronterizo, un departamento decorado en tonos grises, cafés, marrones y beige, sobre todo beige, con persianas americanas, a las cuales por supuesto el Codelo no llamaba americanas, y ventanas antirreflejantes.
¿Qué les pareció mi uso de las subordinadas? Estoy experimentando en técnica, ahorita le paso un trapito al párrafo.
(“Ahorita”, “trapito”, recursos que relajan y distienden, que abonan a la oralidad).
Llevaba tres años viviendo en Festival, de los cuales uno entero lo había pasado encerrado por la pandemia, siendo sus únicas salidas del cuarto al baño y del baño a la mesita que había acondicionado como oficina, persianas cerradas y focos encendidos, cuando me invitó a pasar con él una semana que se convirtió en dos años; así es como me gusta relatarlo aunque en estricto sentido es una mentirota: en Festival no duramos ni dos semanas, de inmediato comenzamos la búsqueda de un departamento acorde con las necesidades nuevas, las mías, y las nuevas suyas que eran complacer las mías; así son siempre las cosas en los inicios, mi casa tu casa, mi felicidad tu felicidad. Mis necesidades, cabe decir, eran bastante sencillas: básicamente luz natural y que el departamento no estuviera alfombrado y mucho menos decorado en tonos beige.
Esa semana en Festival yo me la pasé de vacaciones, a toda madre, dando brincos descalza en la alfombra que decía odiar y más fresca que una lechuga del Albertson’s bajo el ventilador de techo que accedí a usar a cambio de que el Codelo apagara el aire acondicionado, cosa que por supuesto ocurrió. De vacaciones en un sentido doble, porque, si bien estaba comodísima, desayunaba galletas con leche y miraba caricaturas como si el verano no fuera el del 2021 sino el de 1996, también dirigía esfuerzos conscientes y no tan conscientes a convencerme a mí misma y al mundo, es decir al Codelo, de que Festival no era ni sería nunca mi casa.
No diré que me comportaba como en un hotel, acaso porque no he estado en suficientes hoteles, pero sí diré que me comportaba como si mi paso por el departamento no tuviera consecuencias. Por ejemplo, cuando el Codelo por primera vez me vio tirando la borra del café en el triturador de alimentos, me sugirió que no lo hiciera, en ese tono exageradamente amable que él tenía y todavía tiene conmigo, un tono carente de malicia, carente de exigencia, más bien como un imploro, un ruego, un si te parece bien pero si no no importa te amo. Me dijo que la tarjea podría taparse. (Aquí abandoné las subordinadas porque aparece la acción concreta en pretérito simple. Ya no estamos ante el desarrollo del contexto, en el cómo habían transcurrido las cosas, sino ante el cómo fueron, qué detonó el estallido). Me dijo que podía taparse. Yo le dije que okay, por supuesto. Y no me volvió a ver hacerlo. Pero lo seguí haciendo. Seguí tirando la borra en el vertedero hasta que un viernes por fin se tapó.
Era un olor horrible, a ratos agua estancada, a ratos cañería, a ratos animal muerto. Y así también era el aspecto de la sustancia que el departamento regurgitaba en la tarjea, algo como restos de excremento y cadáveres. Como estábamos en fin de semana, el de mantenimiento llegó hasta el lunes; por muy agringado que fuera Festival, seguía siendo El Paso.
El Codelo ya para ese entonces se había convencido a sí mismo, por no decir que lo había convencido yo, de que Festival era un lugar lleno de inconveniencias, el agua no tenía presión suficiente, el sol salía por el lado equivocado, hasta el ventilador de techo parecía un poco inestable y, para colmo, estaba el asunto del triturador.
Total que el lunes vino el de mantenimiento, que era uno de esos señores que intentan primero con el español, como tanteando a ver si de pura casualidad el cliente es mexicano, y que luego luego desistió porque el Codelo en aquel entonces en español no sabía ni cómo pronunciar su propio apellido y yo, situada, como he dicho, a medias en un hotel y a medias en una especie de limbo, decidí no entrometerme, mucho menos cuando el señor explicó que lo más probable es que la tapazón hallara su causa en los residuos de café.
Pero no tiramos residuos de café, dijo el Codelo en inglés, mirándome, ¿verdad, amor? Porque para entonces yo ya era amor.
No, amor, nunca.
Nunca, señor. Never, sir.
(Este post ya se extendió muchísimo y ni siquiera he llegado a lo que yo quería contar de inicio).
Pero, bueno, el chiste es que de la historia del café me quedé con dos ideas, la primera, que ya no quería mentirle al Codelo, que la siguiente vez que tuviéramos un triturador lo cuidaría porque estaría en mi casa, y la segunda, que tenía que honrar la confianza ciega que ponía Codelo en mí etcétera.
A los pocos días me fui al DF y le conté a Ale la historia completa de cómo había tapado el triturador de Festival, y nos reímos estruendosamente, de mí, antes que nada, del cochinero que había ocasionado, y de mi corazón de piedra que el Codelo había suavizado con su bondad. Luego, a la mañana siguiente, Ale me cachó lavando la cafetera que tengo en su casa y se me quedó mirando fijo, bien fijo, y también se le quedó mirando a la tarjea, y yo le juré amiga, no me atrevería, te lo juro, amiga, además tú ni siquiera tienes triturador. 
Pero sí me atreví. 
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seguirsinti · 1 year ago
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Varios meses han pasado y desde entonces, no he cruzado palabra ni mirada contigo. Aunque aún no estoy lista para ser amiga ni para hablar, hay tantas cosas que desearía contarte y reírme, criticar y marujear…
Te diría que la cafetera aún se llena de posos de café hasta el día siguiente, eso no lo cambiaré nunca, y que sigue amaneciendo algún pis en la cocina. Te diría que la Thermomix se ha convertido en mi gran aliada, que he aprendido a hacer un gazpacho de remolacha buenísimo y un puré de verduras que te chuparías los dedos. Contradiciendo mi antigua resistencia a los guisos en ella, me he hecho adicta a la temperatura 100 y velocidad cuchara.
Cuando cocino arroz los domingos, inevitablemente me vienen a la mente recuerdos. Y que el cocido sigue siendo mi plato estrella, aunque he descubierto un arroz negro congelado que parece sacado de la Marquesita para acompañar los calamares en salsa que cada día me salen mejor ( en la Thermomix, por cierto)
Estoy yendo a pilates y me sienta genial, pero no he logrado subirme a la bicicleta, sigue ahí, donde la dejaste. Las series ya no las veo sola, me acompaña Anita, me he enganchado a una telenovela llamada 'Café con aroma de mujer', y aunque me han recomendado otras, me cuesta empezarlas …
Los niños siguen nombrándote y recordándote. Desde que te fuiste, ya no llevan bocadillos al colegio. Juan me está dando algunos quebraderos de cabeza, y el opositor, bueno, en casa parece autista o está absorto en su teléfono, apenas lo veo, llega muy tarde.
La noticia de que mi amiga la de Huelva sufrió un infarto me impactó, casi me da a mi uno al enterarme, pero está bien, pasando por pruebas que van saliendo perfectas. Se casarán en septiembre de 2024, en el Rocío, y están muy ilusionados. Él se lo pidió a ella en su cumpleaños y fue muy emotivo, rodeados de amigos y familia.
Las mellizas nacieron hace dos meses y son dos muñecas, siempre que puedo, les echo una mano. En esa casa hay mucho trabajo, y tengo una favorita, la más rebelde, ¡cómo no! Es a la que mejor controlo y se calma conmigo. María y Víctor preguntan por su 'tío' y María cuando viene a casa te busca con la mirada.
Cuando voy al Upper y hay alguna oferta, todavía tengo que mirar tu número de teléfono para lo de la tarjeta amiga. No me la he sacado todavía. Se me hace raro ir a comprar sola.
Te contaría que tuvimos un viaje familiar a Roma, y me encantó y que te hubiese llamado desde allí para contarte la 'cagada' literal que tuve en el Vaticano, sin papel higiénico y en tierra Santa, no me sentó bien la pizza, ¡te hubieras muerto de risa!
No destapo el otro lado de la cama, así es más fácil hacerla después. La soledad nocturna ha vuelto, y no dejo que nadie(la pequeña de la casa) ocupe ese espacio, lo peor de todo es que me gusta la soledad. Ya no soporto que nadie me coja de la mano, me siento rara cuando los niños lo hacen, vuelvo a ser yo en ese sentido.
Hay tantas cosas que te diría y te contaría. Como que cambies esa chaqueta verde claro, ya estamos en octubre, y esos colores no pegan. También que inviertas en corbatas más modernas, te veo antiguo con las que llevas y que estás mejor con chino y americana sin corbata. Y ponte más los vaqueros negros, esos te quedaban muy bien. También deberías usar los zapatos nuevos, de Vilar, son muy chulos.
Te diría que te recortes la barba y el pelo. Y que, sorprendentemente, ahora te has vuelto un adicto a Instagram, buscando tener un millón de amigos y así más fuerte poder … como decía la canción, ¡mira que me diste follón con las redes!
El padre de Dolores ( comadre) está regular con cáncer de pulmón, y lo están pasando mal. Mi padre también está jodido, con problemas de corazón, mi hermano no se lo ha tomado muy bien.
Te diría que tienes unas hijas maravillosas y que lo de la mayor no es normal, aprovéchalas y disfrútalas mucho, yo ahora estoy más centrada en los míos.
Ya no fumo tabaco desde hace meses, solo el cigarrillo electrónico, no soporto el olor a tabaco en las personas.
Hay tantas cosas que desearía compartir contigo, como unos simples amigos, pero... sé que estamos mejor separados, que somos incompatibles como pareja. Pero también sé que como amigos podríamos ser los mejores. Sin embargo, por ahora, admito que todavía no estoy preparada.
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mueblesbrrv · 1 year ago
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TRABAJOS REALIZADOS A PEDIDOS EN SANTIAGO COCINAS AMERICANAS ,CLOSET,ESCRITORIOS ,MUEBLES DE RETAIL +56945279963
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ebzarq · 2 years ago
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Proyecto habitacional ubicado en Maitencillo, los espacios se abren hacia la playa aprovechando las vistas, y se extiende terraza escalonadas para generar jardines intermedios. Casa de 149 m2 RECINTOS: living- comedor - cocina americana - 4 baños - 4 dormitorios- 3 balcones – terraza en tercer piso- logia- CONTÁCTANOS AGENDA UNA REUNIÓN Y CUÉNTANOS TU IDEA O PROYECTO #arquitectura #diseño #sunset #casa #maintencillo (en Maitencillo) https://www.instagram.com/p/Cn_9ecmOb8n/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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lanuevajerga · 2 years ago
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Me gusta Saturno
Me gusta ese momento en que el kojak explota y mi lengua intuye un chicle delicioso, mitad roca mitad goma, que saboreo durante sólo tres segundos, después el tedio, la decepción. La brevedad de lo placentero me turba a veces, como los discos de Sonic Youth.
Me gusta intentar llegar al fondo de las cosas, nunca llego. Es igual que el bombo de la ropa sucia, puede que allí abajo, sepultadas, haya prendas del pleistoceno de mi vida, puede, que sobrevivan cosas que no quieran ser encontradas, que prefieran la soledad, como Jean Baptiste Grenouille, el de "El Perfume", él era feliz en su cueva hasta que aquel estúpido terremoto lo estropeó todo, dejémoslos tranquilos, a él y a la ropa que no quiere ser encontrada.
Me gusta la sensación de saber que he aprovechado el día, que he ayudado en todo lo que he podido y que he dedicado tiempo a mis cosas. A veces pienso en si las moscas tienen aficiones o en si les cambia el humor en función del tiempo.
Me gustan las listas de lo mejor del año en música, libros, series y películas. Según ellas tengo gustos raros, pocas veces encuentro tesoros ahí. Los tesoros no se buscan en estúpidas listas, me digo, van volando como las pelusas de mi cuarto cuando las tiro por la ventana y terminan posándose en algo, cambiándolo para siempre, como los tesoros que a veces se posan en mí sin siquiera saber por donde me han llegado. El mundo no sería el mismo sin mis pelusas, tampoco sin mis tesoros.
Me gusta escuchar flamenco los domingos por la mañana. Los domingos tienen varias vertientes: a veces los siento bonitos, luminosos, otros son sombríos y pesimistas. Pero al final, uno siempre se siente protegido los domingos mientras haya techo, al menos yo. Es un placer sobrevivir los domingos.
Me gusta que llueva y que ya no salga más el sol en todo el día. No te toca, sol. Cuando llegue tu turno dejaré que me bañes despacio, como la otra tarde en la estación, allí estuvimos tú y yo, midiéndonos como forajidos, sin movernos, pensando en que yo te sentía a tí, pero que tú a mi no. Después me dije que sí, que de alguna manera tienes que sentirme, sino nada de esto tendría lógica alguna.
Me gusta darme cuenta de que el tiempo pasa, es peligroso no percatarse de ello. Saber que voy a morir, tú y yo vamos a morir, puede que lleguemos a viejos, puede que no, pero vamos a morir. Entonces me convierto en blandiblú, me vuelvo ágil, divertido, y voy por casa silbando canciones de Kymia Dawson, sería genial que el amor fuera como las canciones de Kymia Dawson.
Me gustan mucho los bajos de Mecano, más aún los de Michael Jackson. Son increíbles, me revuelven, me estrujan cosas. Me pregunto cómo se le ha podido ocurrir eso a alguien, me pregunto por qué no se me ha ocurrido a mí antes la línea de bajo de "Billy Jean", me pregunto si Michael Jackson sabía tocar el bajo, apuesto a que no, tampoco es que le hiciera falta.
Me gusta cómo me siento al volver a casa tras el gimnasio. También le dedico tiempo a diario a mi cerebro. Si nuestros cerebros estuvieran recubiertos de cristal en vez de piel y se pusieran bonitos al hacer una derivada o al leer a Virgilio, el mundo sería un lugar maravilloso, o quizás no, quizás serían los fuertecitos los que tendrían la superioridad moral en vez de los gafapastas. Es complicado saberlo, yo sólo intento hacer las dos cosas por lo que pueda pasar, no ser tibio.
Me gusta como fluye un boli bic azul nuevo por el papel. Me siento como Michael Phelps, nadando a toda velocidad sin apenas esfuerzo, al menos un esfuerzo que se note desde fuera. Seamos bolis bic azules resbalando en celulosa a brazadas americanas, dicen que Michael Phelps no es de fiar.
Me gusta la yerbabuena. Ella me pide que la toque cuando nos vemos, se deja todo, yo también me dejo todo con ella, luego me huelo la mano y me acuerdo de mi abuela, ella usaba yerbabuena. Tengo una macetita de yerbabuena en mi cocina, abuela.
Me gusta que no haya colas en los sitios a donde voy. Esperar, la de cosas que se le han ocurrido a los grandes genios de la historia mientras esperaban o estaban aburridos. Es bueno aburrirse, yo hablaba con los muebles cuando me aburría y me sirvió de mucho, aunque no lo suficiente para tocar como el bajista de Michael Jackson.
Me gusta que sea jueves. Quiera o no este jueves que viene acabará y ya no será el mismo jueves nunca más pero da igual, los jueves hice cosas importantes, me acuerdo muy bien de algunos de ellos. La semana pasada fue jueves y él y yo lo dejamos estar, "no espero nada más de tí - le dije- ya nos dimos suficiente, dejemos que llegue el Viernes".
Me gusta ver amanecer todos los días y confundir las nubes rojas con montañas enormes, me recuerda a "Interestelar": no son montañas, son olas gigantes.
Me gusta el reflejo de tu pelo y que me hagas preguntas que no sé contestar sobre astronomía. Lo único que se me ocurre decirte al respecto es que yo seré Saturno. Los niños nunca olvidan a Saturno porque tiene anillos de roca y polvo estelar a su alrededor, sólo por eso es inolvidable. Los niños se olvidan siempre de Urano. Voy a comprarme un anillo ya pronto porque se me había olvidado que me gustaban, también para parecerme a Saturno y así nunca me olvides.
Me pido Saturno.
Me gusta Saturno.
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chefherrera · 2 years ago
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CUETE MECHADO. ¡Cocina casera! Mi mamá comenzó a hacer este platillo luego de casarse, en el ´52. Era uno de sus favoritos y también el mío. El cuete es un corte duro que se beneficia de una cocción lenta y prolongada. Ella lo hacía de esta manera: al cilindro de carne se le practica un agujero con el descorazonador de manzanas, justo en el centro, y por este tubo se mete una mezcla de chorizo y tocino. La carne va sazonada después con sal y mostaza Dijon -no usar mostaza americana- y así se deja en reposo unas horas. Para que el trozo conserve su forma cilíndrica, hay que amarrarlo con hilo de algodón, con esto la cocción será pareja. Luego pasamos la carne al cocotte con una cebolla en octavos, una zanahoria grande en rodajas, un diente gordo de ajo, un cuarto de taza de vino de jerez seco y una taza de caldo de pollo. Tapar y estofar entre dos horas y media y tres. Sacas la carne, cuelas el caldo, haces un roux oscuro y le vas añadiendo el caldo hasta que se haga el gravy característico. El cuete se corta en filetes  y se sirve con puré de papa clásico (con mantequilla, sal, crema y pimienta negra). Se acompaña con una copa de un buen Tempranillo y no hay a quien no le guste este platillo. Me acuerdo el placer enorme de ir desbaratando el puré en el gravy para llevarlo a la boca con un pedacito de carne. Putamadre qué antojo y qué recuerdos. #guisosvergas #cocinacasera #cocinaclásica #cuetemechado #chorizo #tocino #tempranillo https://www.instagram.com/p/CmcXpE7uT21/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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wwwvilladejablue · 6 hours ago
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espitulaelepus · 1 day ago
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ㅤㅤ ㅤ ㅤ ㅤ |ㅤ그들은 입에 숨어
ㅤㅤ ㅤ ㅤ ㅤ |ㅤ셀 수 없는 꿈
ㅤㅤ ㅤ ㅤ ㅤ |ㅤ그리고 엄청난 슬픔
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ㅤㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤ𝑆𝑒𝑒 𝑚𝑜𝑟𝑒
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Samara, con las piernas cruzadas y el uniforme desabotonado, se sienta en el comedor. Sentada en la silla frente a ella se encuentra su compañera, Charlotte: Mujer negra de cuerpo tonificado y hermosos senos, objeto de la fijación de casi todas las reclusas. No teme presumirlos con el escote bien abierto y la ausencia de un sostén que nadie se atreve a recriminarle… Es decir, incluso para ella es un deleite de ver. En el fondo la carcome la culpa pensando que, inevitablemente, ve el atractivo erótico en la rareza de su piel oscura, en el grosor de sus labios carnosos y la inmensidad de sus ojos negros que contrastan tanto con ella misma.
— China ¿Cómo te va?
Samara aprieta los labios, un poco las piernas en una respuesta automática al desagradable apodo. Se acerca el cigarrillo a la boca y le da una calada larga, muy larga, llenándose así la boca de un humo que no inhala. En su lugar lo mantiene allí, por el gusto del sabor ardiente del tabaco que satisface su ansiedad y le adormece la lengua. Asiente, sin decir nada, como si el movimiento fuera suficiente para dar respuesta a la pregunta. Detesta la forma en que sus compañeras de celda han decidido apodarla con una nacionalidad que no le corresponde, a pesar de que ella siempre se ha dirigido a ellas con respeto y por sus nombres. Piensa que se trata de una costumbre muy americana, una muy desagradable a pesar de que en su propio lugar de origen existen distinciones muy marcadas para con los extranjeros. Cuando extiende el brazo y apaga la ceniza restante en el cenicero, le cala en el estómago recordar que ése era el último de la cajetilla que le quedaba.
— Mi abogado busca un apelación- Samara interrumpe con un “oh” que no da pie a más conversación de su parte pues la boca de Charlotte no se sabe detener — Pero no acepté el proceso. Prefiero pudrirme aquí a que me pase lo mismo que a la cisnecilla.
Ése apodo que todavía duele como herida fresca en las pieles de todas. La pausa que sigue al comentario es incómoda e incluso dolorosa. Las obliga a recordar la pérdida de una compañera a causa de un proceso legal mal llevado y demasiado rebuscado para una mujer que no conoce el idioma del estado. Durante un largo instante se desvían las miradas y suspiran las penas para volver a acomodarse en su lugar intentando esconder la tristeza que las acosa por encima de las cabezas en la forma de una nube invisible.
— Pero… Charlotte-. Samara corta sus palabras casi de golpe cuando la mirada intensa de su compañera se posa en ella. Jamás ha sabido leer la redondez extrema de sus ojos, para ella siempre parecen des aprobatorios pero, en ésta ocasión encuentra una sonrisa que delata cierto grado de entusiasmo.
— Tu quieres saber qué pasó ¿Verdad? Pues te voy a contar. Puedes empezar por olvidar esa mierda de que yo no lo hice, yo fuí. Yo lo maté.
Que delicioso es el acento de Charlotte en el oído de Samara. Es fuerte y al mismo tiempo melódico, la fuerza con la que contrae las palabras en expresiones más cortas flexión lingüística que vuelve aún más acelerado su discurso, la prisa de su lengua hace que sea fácil sentir su profunda emoción por hablar. Hay elocuencia siempre en sus oraciones, ninguna palabra cae fuera de lugar. Toda una erudita bien educada en su propio mundo, una experta en el arte de traspasar historias en el arte verbal.
— Sábado por la mañana y yo estaba en mi cocina. Con las manos atoradas en el pollo que acababa de robar de la tienda y él entró allí.
Cuando el relato comienza Samara se lleva las manos a los botones, lentamente cierra cada centímetro para retomar el decoro y se acomoda en su lugar. Entonces está lista para comenzar la transición hacia su mundo de fantasía, lentamente su mente se ahoga en la voz de su compañera y empieza a formar con atención a los detalles la narrativa que ella le presenta en imágenes vívidas dentro de su pensamiento.
Así pues imagina a Charlotte en la cocina, con las manos aferradas al cuchillo de carnicero que siempre les ha dicho era su favorito. Un pollo entero descansa en la barra sobre un plato de plástico grueso. Despacio el ave va rompiéndose en piezas más pequeñas ante la fuerza con que la mujer deja caer el utensilio de cocina. Una y otra vez, nuevas piezas se desprenden. No puede evitar imaginarla con el ceño fruncido y sus preciosos labios apretados por el esfuerzo.
Samara se deja llevar por sus maquinaciones, se niega a permitirse imaginar un nombre que no sea hermoso al lado de sus compañeras. Para ella deberían ser todos los hombres más hermosos que hayan pisado la tierra. Por ende, el occiso se materializa en su pensamiento como un hombre gigante que supera con creces el metro con setenta y cinco centímetros de ésta mujer. Gigante y fortachón, con la grasa envolviendo con gracia la musculatura bien formada. Del tipo que solo se asoma cuando debe realizar algún esfuerzo significativo. Sin cabello, igual que ella, sin barba porque ella siempre ha dicho que las odia.
Y entonces, con sus dos personajes creados, está lista para continuar recreando aquella historia que le es contada.
— “¿De dónde sacaste ese pollo, puta? Te estás tirando al carnicero”
La frase termina de tirarla en la fantasía como un empujón muy certero. La sumerge por completo en su propio pensamiento. Ha escuchado antes detalles de ésta conversación, no se le complica imaginar el como Charlotte rueda los ojos con fastidio y deja caer el filo del pesado cuchillo sobre el plástico. Le reclama con un suspiro exasperado el atrevimiento de tan estúpida acusación a su esposo. La ve girarse, dispuesta a confrontar con palabras a un monstruo que ya se encuentra listo para el enfrentamiento.
Éste mastodonte que pondría en vergüenza a cualquiera de ellas se abalanza sobre la figura ya no tan imponente de su compañera, con las manos extendidas se aferra a su cuello. Gordos, muy largos y fuertes, esos dedos no tienen complicación en envolver la delgadez de Charlotte que sufre de desnutrición desde pequeña. La sacude con una brusquedad indescriptible y la aleja de la cocina arrastrándola consigo hasta la puerta. Es tanta la sorpresa, la presión, el miedo, que el cuerpo de la mujer se tensa. Inesperadamente Charlotte se convierte en una piedra incapaz de relajar el espasmo que se vuelve permanente. El mismo que ha convertido a todos sus músculos en piezas incapaces de moverse. Todas ellas atoradas como engranajes de una máquina que ha detonado un mecanismo de seguridad.
— Siguió insultándome, sentí el temor correrme por la sangre, la voz se me había terminado. Veinte veces estiré la mano, veinte veces lo apuñalé.
Samara siente culpa. En su imaginación ella admira esta escena desde un asiento en un auditorio, muy por debajo del escenario, pero Charlotte lo vivió en carne propia y sabe lo afectada que se siente por ello cuando la ve dirigir la mirada hacia sus manos temblorosas sobre la mesa, evadiendo así el brillo de interés en los ojos de la asiática. El mismo que lleva a todas las presas a contarle sus penas porque se sienten escuchadas de una forma que nadie las ha escuchado nunca
Ya sea por rabia, por miedo. El sentimiento es lo suficientemente intenso como para dificultarle la tarea de desenvolver una goma de mascar que se lleva a la boca.
— En ese momento, Samara… Yo caí en cuenta de que era él o yo. Que no saldría caminando de esa pelea como en otras ocasiones lo hice. Un hueso fracturado, un ojo morado, un diente menos, sería solamente una decoración de la consecuencia final. De mi propia muerte como la liberación que el sistema no quiere darnos. Somos negros, Samara, salvajes a los ojos de los policías que se paraban en mi puerta a veces preguntando el porqué del alboroto constante.
La culminación perfecta de la puesta en escena continúa con el relato de Charlotte. La película se desarrolla de forma fiel a cada palabra. El cuerpo del mastodonte cae al suelo con un estruendo, sus gritos suenan fuertes a pesar de que se desangra sobre las ropas de la mujer. Como un gusano se retuerce sobre el suelo lanzando patadas en un intento por defenderse de la recién nacida bestia, indómita se le trepa en el torso y golpea el filo de su cuchillo favorito contra el pecho del varón una y otra vez intentando ahogar el sonido de aquella fúrica voz que incluso en la vulnerabilidad de su posición no deja de proferir amenazas, claramente incapaz de reconocer que ahora él es la víctima de toda la situación.
Las mejillas tintadas de rubor carmesí intenso difuminado por el dorso de la mano que limpia constantemente los residuos del nuevo maquillaje. El acto evita que se rueden a los ojos las gotas de sangre. Se ve su piel también empapada por las lágrimas que se derraman sin aparente control. Son el resultado de años de frustración contenida que son violentamente expulsadas de su cuerpo al ritmo de cada nueva cuchillada. Las últimas van más allá del último aliento de su esposo, Charlotte, enajenada, había olvidado que esperaba a que se callara para detenerse y obedeció ciegamente al impulso de sus músculos poseídos por las emociones que en raudales asfixiantes le estaban consumiendo la vida entera en cosa de segundos.
De vuelta en la realidad, luego de un frenesí efímero, puede escuchar la puerta ser golpeada, voces masculinas se alzan del otro lado y cuestionan el origen del alboroto. Ella suspira y se levanta del suelo, dejando como banderilla que anuncia su victoria el mango rojo intenso del utensilio sobresaliendo del prominente pecho del hombre. Recupera su dignidad entre la frustración y una frágil compostura se arma rápidamente creando un disfraz de confusión lo suficientemente convincente como para ser recibida en los brazos del primer hombre que arremete contra la puerta y se adentra en el departamento luego de derribarla.
— “Estaba muy drogado, intenté detenerlo, él se volvió loco”-. Repite Charlotte en un tono agudo y teatral que pretende imitar lo ahogado de su voz en el momento, aunque Samara sabe que no se acerca ni un poco a la desesperación que debió sentir en la ocasión. — Pero su sangre estaba sobre mi. Empapándome. Cálida y apestosa, Samara. Se sentía como si se hubiera corrido a borbotones sobre mi cuerpo y me hubiera marcado con su esencia de una forma diferente. El hijo de puta se ha muerto y yo lo sigo cargando encima como este sucio uniforme de mierda.
Charlotte se mete los dedos entre las telas, debajo del doblez de la carne. Samara la mira escudriñar un poco el espacio antes de extraer un cigarrillo maltrecho que se lleva a los labios para encenderlo. Siente al verla como se le remueven las entrañas confundidas por la ausencia de una compañía masculina, sobre todo cuando se lo extiende y se lo entrega para que sea ella quien lo disfrute en su lugar.
Samara, con gusto, lo mete en su boca y saborea con gusto culposo el regusto salado del sudor de Charlotte, todavía excitada con la imagen de su imponente feminidad apagado la existencia de su malnacido esposo.
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cocinandoencas4 · 7 days ago
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En una mano el tenedor y en la otra un chusco de pan, todo preparado para unos deliciosos calamares acompañados de una sabrosa salsa picante, hoy comparto con vosotros esta apetitosa receta
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cocineunacomida · 22 days ago
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Jugosa, sabrosa y simplemente clásica: ¡esta hamburguesa americana con queso te trae la sensación del diner directamente a casa! 🍔🧀 Con queso tierno fundido, bacon crujiente y una hamburguesa de ternera perfecta, esta hamburguesa es imprescindible para todos los amantes de la comida casera. 😋🔥 Tanto si se trata de una barbacoa como de una velada acogedora, ¡este clásico siempre es perfecto!
👉 ¡Puedes encontrar la receta completa en mi blog!
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digimolay123 · 9 days ago
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Receta de ñame confitado | Epicuro
En 1936, un agricultor George Washington Carver publicó dos versiones de glacéed batatas en un boletín de agricultores. Cuarenta años antes, el legendario chef Fannie granjero incluyó su receta de batatas confitadas en lo que se convertiría en su libro de cocina homónimo. Es decir, el plato más conocido como “ñame confitado” tiene una larga historia en las mesas americanas. Con sus raíces más…
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danielcv · 10 days ago
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Aunque mis primeros 5 o 6 años de vida viví con mi papá y con mi mamá en casa de mis abuelos paternos, nunca experimenté lo que era pertenecer a una familia hasta que nos fuimos a vivir a un apartamento en un conjunto que se llamaba Cerros del Rodeo. Ese apartamento era el primer apartamento propio que teníamos. Fue comprado una vez mi papá logró establecerse en una buena compañía con algunos beneficios adicionales. Ellos facilitaron el acceso al crédito que nos permitió comprar dicho apartamento. Era aproximadamente 1987.
La primera noche, después del trasteo (mudanza), mi papá y mi hermano se fueron a buscar una ferretería para comprar un cable coaxial porque teníamos "parabólica"! Encender el televisor por primera vez y escuchar los acentos mexicanos y gringos hizo que esta prendida de televisor fuera especial. Poco pude dormir pensando en lo que vendría en esta nueva vida.
Recuerdo que no armamos las camas. Más bien tiramos los colchones en la sala, uno al lado del otro. Éramos los cuatro durmiendo juntos en la sala llena de cajas por desempacar. Yo tenía seis, mi hermano 12, y papá y mamá cerca de 33.
A la mañana siguiente me despertó el sol entrando por la ventana, que logramos tapar con las cobijas de la cama y unos clavos. Eso fue tan práctico... cuatro clavos, la cobija. Los cuatro durmiendo en el piso en nuestro apartamento nuevo. Esa mañana supe lo que se sentía por primera vez tener una familia.
Toda la escena estaba bañada por la luz del sol, las paredes y los pisos blancos. La cocina, al estilo de los ochentas, con barra americana y "pollo" de "formica". Todo con acentos tubulares de color rojo. ¡No podía gritar más 80's! Allí vivimos cerca de 4 años, hasta un tiempo después de yo hacer la primera comunión. Obvio hui a colegio católico.
Tengo una adicción a la nostalgia.
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calleochonewscom · 13 days ago
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