#traje para perro
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Mi Primer Smoking👔
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obligaciones para con su sire son múltiples, eso es lo que implica la lealtad, y nunca se quejaría en voz alta, pero en ocasiones resiente que sea esperado algo tan tonto como tener que entregarle su sombrilla cuando separan sus caminos. el agua escurre de manera patética de su abrigo, su cabello y pertenencias están completamente arruinadas, y la humillación se hace espacio en su diafragma, un punzón cada que respira. maldice al cielo por la presencia que de repente identifica cerca. ‘ me callo si tu te callas. ’ gruñe. ‘ de hecho, ni siquiera estoy aquí. no existo. ’ / @leearen
📍 Alrededores de la tienda de antigüedades (Daikokuya).
Sentado en una banca, pasa una página más de libro que sostiene. Había caminado bastante (y estaba seguro de que seguía en territorio del Sabbat) pero supone que nadie dirá nada mientras no se meta en problemas… o al menos eso pensaba.
"Shhh… tienes que estar callade." le dice a la presencia ajena, sin mayores explicaciones.
#( 🌥️ ) — interacción.#leearen#aki venimos d nuevo#la traje como perro mojado para q se calle for once in her life n_n
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Busco material de otros SKINHEADS , SCALLY BIKERS, GEAR, MILITAR, para comprar y utilizar con mi perro.
En concreto busco Botas rangers 12 o 14 onzas, zapas nike air max leathers, shox NZ, rivalty, adidas country n° 42, material Nazi , ALPHAS Con parche o bordado SKINHEADS, trajes militares etc.
Podriamos montar mercadillos segunda mano..
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Enchanted
Leopold x fem!reader
Taylor Swift - Enchanted
My thoughts will echo your name, until I see you again
These are the words I held back, as I was leaving too soon
I was enchanted to meet you
Summary: Leopold, un caballero con elegancia de otra época, se encuentra en una ciudad moderna, lidiando con los altibajos de un mundo que no parece encajar con sus valores y estilo. Un día, en un parque, "paseando" al perro de su vecina ve a una joven que llama su atención de inmediato.
Category: Slow Burn Romance, Fish-Out-Of-Water, Meet Cute, Sweet and Lighthearted Encounters, Fluff, Period Piece Meets Modern World
{TW: Mild Social Misunderstandings, Brief Assumptions of Relationship Status, Nostalgic Yearning, Period-Modern Clashes, Wholesome Romantic Tension, Playful Banter**}**
El parque estaba particularmente animado aquella tarde, lleno de familias, bicicletas y alguna que otra ardilla que correteaba entre los árboles. Tomé un respiro, sintiendo el aire fresco de otoño mientras intentaba mantener el ritmo de Toby, mi perro de tamaño medio, que arrastraba su correa con la energía de un torbellino. Se emocionaba con cada pequeño movimiento y, francamente, era más rápido que yo para decidir qué dirección tomar.
—Toby, espera, tranquilo… —intenté calmarlo, aunque mi voz claramente no fue suficiente para detenerlo. Justo cuando me detuve para tomar aliento, me di cuenta de que ya no lo tenía a la vista.
A mi alrededor, gente y perros iban y venían, pero Toby… Toby había desaparecido en cuestión de segundos. Me giré a tiempo para verlo, allá a unos metros, corriendo hacia otro perro y su dueño. Aquel hombre tenía una postura recta, elegante, y aunque intentaba mantener el control de su perro, no parecía tener mucha experiencia con correas.
—¡Toby, no! —grité, comenzando a correr en su dirección, pero fue inútil. Antes de que pudiera hacer algo, mi perro se lanzó juguetonamente hacia el suyo, con tanta fuerza que logró desestabilizarlo. Para cuando llegué, aquel hombre, con su traje impecable y mirada de sorpresa, ya estaba en el suelo, con Toby saltando felizmente a su alrededor como si de un gran logro se tratase.
—Lo siento tanto —dije, intentando atrapar a Toby mientras sentía mis mejillas arder de vergüenza—. Normalmente es un poco travieso, pero esto... esto ha sido extremo, incluso para él."
Por un momento, no pude evitar reírme. Toby no dejaba de saltar alrededor del hombre como si quisiera felicitarlo por caer al suelo. La escena era surrealista: aquel caballero de aspecto pulcro, de porte tan distinguido, ahora en el suelo de tierra, y Toby con la lengua fuera, feliz de la vida.
El hombre me miró con una expresión que parecía debatirse entre la sorpresa y la exasperación. Sin embargo, tras un instante, sus labios se curvaron levemente en una sonrisa, y pude ver cómo sus ojos se llenaban de una chispa de diversión.
—Perdón… —dije entre risas, acercándome a él y extendiendo mi mano para ayudarlo—. No suele hacer esto... bueno, al menos no tan drásticamente.
Él miró mi mano, levantando una ceja con una especie de dignidad natural, antes de rechazarla cortésmente con un pequeño gesto.
—Le agradezco la intención, señorita, pero puedo valerme por mí mismo —respondió, incorporándose con precisión y sacudiendo ligeramente su abrigo, aunque era evidente que el polvo se había adueñado de su elegancia por completo.
Me mordí el labio, entre divertida y algo avergonzada. Él se irguió de nuevo, con ese aire impecable a pesar de la caída, y volvió su atención hacia mí, con una sonrisa ahora más sincera.
—Diría que su amigo aquí tiene una fuerza admirable... aunque quizá algo más de disciplina no le vendría mal.
Reí suavemente, encogiéndome de hombros mientras intentaba calmar a Toby, quien seguía disfrutando del caos que había causado.
—Tiene razón. No parece que la obediencia sea su punto fuerte.
A pesar de su formalidad, había algo en su forma de mirarme que transmitía un encanto casi cálido, como si la situación absurda lo hubiera divertido más de lo que dejaba entrever.
—Déjeme decirle que no veo muchos caballeros con... —me interrumpí, intentando encontrar las palabras correctas sin parecer demasiado directa— …bueno, con ese estilo tan particular.
Él bajó la mirada hacia su propio atuendo, como si recién recordara lo que llevaba puesto. Su chaleco cuidadosamente abotonado, el reloj de bolsillo asomando, y el abrigo de corte impecable parecían extraídos de otra época.
—¿Extraño? —respondió, alzando una ceja mientras sus labios formaban una leve sonrisa—. A decir verdad, es más bien usted quien va… inesperadamente desaliñada —añadió, con una nota de humor disimulado.
Sonreí ante el ingenio de su respuesta, notando el modo en que su porte formal parecía disolverse ligeramente. Me sentí tentada a seguir con el juego.
—¿Y qué se supone que haría alguien como usted, vestido para otra época, en un parque común? —le pregunté, cruzándome de brazos con una sonrisa que no lograba contener.
Él la mantuvo un segundo, como si disfrutara de la pregunta tanto como de mi reacción, y luego simplemente sonrió, encogiéndose de hombros con ese aire de misterio que parecía tenerle muy cómodo.
—A veces, uno termina exactamente donde debe estar, sin importar el siglo, —respondió, sus palabras tan enigmáticas como su mirada.
Justo en ese momento, el perro del hombre comenzó a sacudirse con entusiasmo, reclamando atención. Me agaché para acariciarlo, sonriendo ante su expresión amistosa.
—¿Cómo se llama? —pregunté, rascándole detrás de las orejas.
El hombre, que hasta entonces me había parecido elegante y seguro, frunció ligeramente el ceño.
—No tengo la menor idea. No es… —hizo una pausa, como buscando las palabras correctas—. No es mío, exactamente.
Levanté la vista, algo desconcertada.
—¿No es tuyo? —reí, mientras el perro lamía mi mano—. ¿Entonces… qué haces aquí, con él?
Él suspiró, lanzándole una mirada severa al animal, que parecía no tener ninguna intención de acatarla.
—Digamos que es… un préstamo, por así decirlo. Un acuerdo temporal, de mutua conveniencia.
Su manera de hablar, tan formal y algo anticuada, despertó aún más mi curiosidad. Había algo en su tono que hacía que cada palabra sonara como si viniera de un libro. Me crucé de brazos, entretenida por el enigma.
—Eso suena muy… diplomático —le respondí, esbozando una sonrisa—. Suelo escuchar “estoy cuidando al perro de un amigo” o “me pidieron que lo paseara”, ya sabes, algo… menos ‘de época’.
Él entrecerró los ojos, con una expresión entre divertida e intrigada.
—Pues, señorita, algunas costumbres de nuestra época no son tan malas… aunque debo confesar que su interpretación no es incorrecta.
Asentí, divertida, sin dejar de acariciar al perro.
Mis pensamientos divagaban, cuestionando si este encuentro no se volvería aún más interesante. Este hombre, tan fuera de contexto, parecía intensamente cómodo en su aire misterioso, y por alguna razón, la mezcla de sus maneras y su ropa hacían que me sintiera como en otra época. Me encontraba cada vez más tentada a seguir la conversación con él.
Sonreí, sin poder evitarlo.
—¿Siempre hablas así? Porque, bueno… estamos en pleno siglo XXI, y la forma en la que te expresas es… —me detuve, buscando una palabra adecuada—… divertida. Pero es raro, en el mejor sentido.
Él inclinó levemente la cabeza, como si analizara mi comentario.
—¿Divertida, dices? —preguntó, alzando una ceja con una ligera sonrisa—. No esperaba que elocuencia y diversión fueran palabras cercanas en este tiempo. Aunque confieso que algunas expresiones modernas… me cuestan.
Antes de que pudiera contestar, su perro tiró suavemente de la correa y se sentó en el césped, jadeando visiblemente.
—Creo que tu compañero necesita agua —le dije, señalando con la cabeza hacia el perrito que estaba casi tumbado en el suelo, respirando con fuerza.
—¿Acaso intenta decirme algo? —murmuró él, observando al perro con una curiosidad casi ingenua.
Contuve una risa, divertida por su desconcierto.
—A la vuelta del parque hay una fuente de agua para ellos. —le indiqué—. Podrías llevarlo allí, si quieres que recupere un poco de energía.
Él me miró, entre agradecido y sorprendido.
—Muy amable de tu parte, señorita… —dijo, y por un segundo, pareció dudar si debía preguntar algo más o no.
Me encogí de hombros, con una sonrisa.
—Lo hago más por el perro que por ti, pero si quieres, te acompaño —le respondí, guiñando un ojo mientras comenzaba a caminar en dirección a la fuente.
Él comenzó a caminar a mi lado, manteniendo una ligera distancia, como si la cercanía con alguien que acababa de conocer fuera una cuestión seria de etiqueta.
—No he tenido el placer de saber tu nombre —dijo, mirándome de reojo, con ese aire de formalidad que ya parecía natural en él.
—Me llamo Isa, Isabella—respondí, observándolo con una sonrisa—. Y tú… ¿tienes un nombre, o prefieres que te llame 'Señor siglo XVI'?
Eso arrancó una sonrisa sutil en sus labios.
—Muy graciosa, mi nombre es Leopold Alexis Elijah Walker Thomas Gareth Mountbatten.—Hizo una pequeña inclinación de cabeza, como si fuera parte de una presentación ceremonial—. Un gusto, Isabella, un bello nombre tienes.
Reprimí una risita y asentí.
—¿Así que... ‘Leopold’? Bueno, sin incluir los otros cinco nombre más que tienes, suena igual de antiguo que el resto de tu estilo. Me gusta, combina contigo —bromeé.
Caminamos unos metros en silencio, pero él parecía pensativo, como si sopesara mis palabras.
—Me pregunto… —dijo al fin, mientras sus ojos paseaban por el parque— si la vida en el siglo XXI es tan diferente como parece a simple vista. La gente se viste de una manera curiosa, y pareciera que el tiempo es algo que siempre se escapa.
Lo miré, sorprendida.
—Supongo que sí. Todo va rápido, y no sé si realmente todos entendemos el valor de cada momento… O al menos de cómo lo entenderían en tu… época —le dije, dejándome llevar un poco por su manera de hablar—. Aunque pareces adaptarte bien, con todo y el traje.
Él me lanzó una mirada rápida, llena de esa mezcla de sorpresa e intriga que llevaba desde que nos conocimos.
—Intento hacerlo. Aunque, debo decir que algunas cosas del presente aún me confunden bastante.
Llegamos a la fuente de agua y señalé el bebedero para perros, donde su compañero de cuatro patas casi saltó de emoción, bebiendo de inmediato.
Leopold sonrió, agradecido.
—Aprecio tu compañía y ayuda, señorita Isabella. No sé si habría llegado aquí sin ella.
—Tranquilo, me aseguré de que sobrevivieras al siglo XXI —bromeé, guiñándole un ojo.
Cuando el perro de Leopold terminó de beber agua, me di cuenta de que el carrito de helados estaba a pocos pasos de nosotros. Una idea traviesa me cruzó la mente. Tomé a Leopold suavemente del brazo, sintiendo cómo se tensaba ligeramente ante el gesto, y lo guié con una sonrisa.
—¿Qué haces? —preguntó, un poco desconcertado, mirándome como si acabara de proponerle una locura.
—Te estoy llevando a vivir la experiencia completa del siglo XXI. —Lo miré divertida, soltando su brazo solo cuando llegamos frente al carrito de helados—. ¿Te gusta el helado?
Él me observó, curioso, y después miró el carrito, con sus colores brillantes y la fila de personas esperando su turno.
—Helado… si, he oído hablar de él, pero no estoy seguro de haberlo probado.
No pude contener una sonrisa. Había algo inexplicablemente tierno en su manera seria de observar todo, como si estuviera analizando los detalles con sumo cuidado.
—Entonces será una primera vez —respondí, emocionada. Mientras revisaba la lista de sabores, traté de contener una risa al imaginarlo probando helado por primera vez—. ¿Qué te parece… uno clásico, como vainilla? O podrías ser más aventurero y probar algo nuevo… aunque con tu estilo, la vainilla te quedaría bien.
Él arqueó una ceja y asintió.
—Lo que tú sugieras, señorita. Confío en tu buen criterio en estos asuntos.
Pedí un par de helados y le extendí uno a él. Leopold lo tomó, mirándolo como si le acabara de dar una pieza de arte extraña.
—¿Y ahora? —preguntó, sosteniéndolo con cierto recelo.
—Pues, ahora lo comes —me reí suavemente y le mostré cómo dar el primer mordisco.
Él siguió mi ejemplo, probando un poco de helado, y al instante su expresión cambió de sorpresa a una sonrisa genuina.
—Debo admitir que… esto está delicioso. Aunque también bastante frío —dijo, riendo casi a regañadientes, mientras el helado se derretía un poco en su mano.
Nos quedamos ahí, disfrutando de nuestros helados, y él parecía casi absorto en la simpleza del momento, como si estuviera en un mundo nuevo.
Leopold miró el helado en su mano, luego a mí, con una expresión de leve preocupación.
—Me temo que debería compensarte por esta experiencia… pero no tengo moneda alguna en mi posesión —dijo con tono serio, aunque se notaba su leve incomodidad.
Reí suavemente, sacudiendo la cabeza. —No te preocupes, va por cuenta de la casa. Considera el helado como un regalo.
Él asintió, agradecido, aunque parecía tomarse la falta de dinero más en serio de lo que imaginé. Aun así, retomamos el paso y comenzamos a caminar en dirección a la ciudad, cada uno con su helado en mano y sus perros avanzando a nuestro lado. Noté que el ruido de la ciudad parecía llamarle la atención cada vez más; sus ojos recorrían los edificios modernos, los vehículos y la gente como si fuera un espectáculo.
—¿Siempre está todo tan… activo? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
—Sí, esta parte de la ciudad no descansa. —Lo miré, divertida—. Me imagino que debe ser muy diferente a lo que estás acostumbrado.
—Diría que es… excesivo —respondió, aunque sonrió levemente—. Aunque, admito que encuentro ciertos encantos en su caos.
Solté una risa y, sin darme cuenta, la conversación continuó hasta que nos acercábamos cada vez más a mi calle. Sus respuestas y observaciones, tan diferentes a las de cualquier persona que hubiera conocido, despertaban una curiosidad en mí difícil de ignorar. Y, a medida que avanzábamos, el camino de regreso a casa pareció acortarse más de lo que esperaba.
—Bueno, aquí estamos —dije, señalando mi edificio, con una leve mezcla de pesar y sorpresa por lo rápido que había pasado el tiempo.
Él se detuvo, mirándome con una expresión en la que pude ver el reflejo de aquella misma sorpresa. —Entonces, esta es tu morada… —dijo, como si el término “casa” fuera insuficiente para describirla.
Reí suavemente y asentí, manteniendo la puerta abierta. —Sí, aquí es donde vivo.
Nos quedamos unos segundos en silencio, hasta que él dio un paso hacia atrás con una ligera inclinación de cabeza. —Aprecio mucho tu… hospitalidad, y el curioso sabor del helado —dijo, mirándome—. Ha sido… realmente peculiar, gracias.
Me reí, sintiendo que lo que parecía un adiós formal escondía algo más.
—Ciertamente lo ha sido, Leopold —respondí, con una pequeña sonrisa—. Tal vez, si alguna vez te encuentras sin alguien que te explique las peculiaridades de este siglo, podríamos repetirlo.
Él pareció considerar mis palabras, y en su mirada, por un instante, vi algo de aquella chispa que había visto antes.
Justo cuando iba a hablar para despedirse, una figura apareció de la nada, casi como si hubiera salido del viento mismo. Una chica de cabello rubio, corto y liso, con una expresión entre preocupación y exasperación, corrió hacia nosotros. Parecía agitada, y al reconocer a Leopold, frunció el ceño.
—¡Leopold! Llevo un buen rato buscándote —dijo, con voz firme, cruzándose de brazos.
Él, sorprendido, alzó las cejas y le dedicó una leve reverencia. —Oh, mis disculpas. Me he… entretenido un poco más de lo que anticipaba.
La chica soltó un suspiro y lo miró con una mezcla de familiaridad y regaño que me hizo sentir como si estuviera presenciando algo privado. Suspiró otra vez, mirándome ahora con curiosidad, antes de volver a dirigir su atención a él.
—Por favor, no te alejes tanto la próxima vez —le dijo con un tono algo suave, pero con una mirada que dejaba claro que no era una simple petición.
Sentí una leve incomodidad, como si de repente hubiera irrumpido en una escena en la que no tenía lugar. La familiaridad con la que se hablaban y su postura protectora hacia él dejaron una impresión que no podía ignorar. ¿Sería… su novia? La idea hizo que una leve incomodidad se asentara en mi pecho, y de pronto, el momento se sintió como una despedida inevitable.
Leopold notó mi expresión y se volvió hacia mí, pareciendo un poco más reservado.
— Gracias nuevamente, Bella. Ha sido una tarde… inolvidable —dijo con una leve sonrisa, mirándome por un instante más largo de lo necesario antes de dar un paso hacia atrás.
Asentí, sonriendo con algo de nerviosismo, sin saber muy bien qué decir. —Claro, un placer haberte conocido, Leopold.
Con una última inclinación de cabeza, él se dio la vuelta y comenzó a caminar junto a la chica, quien seguía lanzándome miradas ocasionales. Al verlos alejarse, no pude evitar preguntarme si lo volvería a ver alguna vez.
Los observé mientras se alejaban, un poco desorientada y sin saber muy bien cómo sentirme al respecto. La puerta estaba a solo unos pasos, así que me giré para entrar en mi edificio, cuando escuché mi nombre resonando en el aire.
—¡Espera!
Volteé rápidamente y ahí estaba Leopold, con esa intensidad en sus ojos y una leve sonrisa en el rostro. Dio unos pasos hacia mí, ignorando a su acompañante que lo miraba con incredulidad, y se detuvo lo suficientemente cerca como para que nuestras miradas se encontraran de nuevo.
—¿Podrías anotarme tu dirección? —preguntó con esa voz tan particular, formal y a la vez suavemente intensa—. Sería un placer… saber más de ti. —Se inclinó ligeramente hacia mí y, con una sonrisa encantadora, añadió—: Porque no he encontrado en esta ciudad algo tan interesante como tú y.. me gustaria recompensarte por el helado.
La sinceridad en su mirada y ese comentario me hicieron sonreír, y cualquier duda que tuviera se desvaneció en el acto. Saqué un papel y buscando una lapicera en mi bolso, le di mi número, tratando de ignorar el latido acelerado de mi corazón.
—Quiero verte pronto, entonces —dije, mordiéndome un poco el labio mientras anotaba mi número y mi dirección en el papel.
Él sonrió, guardando el papel con cuidado. —Eso espero, sinceramente.
Al final, nos despedimos, y cuando me giré para entrar, no pude evitar sentir que todo acababa de dar un giro inesperado y maravilloso.
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high infidelity (Enzo Vogrincic x fem reader)
Capítulo 19.
—Creo que con esto es más que suficiente—se quejó arrugando la nariz mientras sujetaba a Zola entre sus brazos, la gata hacía lo posible para escapar del agarre, pues había estado bastante divertida toda la tarde caminando alrededor del hotel.
—No, mira lo roja que tienes la nariz—replicó Alana mientras le aplicaba otra generosa capa de bloqueador solar.
—Creo que prefiero que esté roja a que parezca que me he lavado la cara con coca—dijo Enzo, durante los días que llevaban en la playa, se había rehusado a utilizar protector solar porque no le agradaba la sensación que le dejaba en la piel.
—No seas quejumbroso—dijo Alana cerrando el bote, Enzo le respondió sacando la lengua, Alana no pudo evitar soltar una carcajada, en verdad parecía que el chico había hundido su cara en cocaína—. Se va absorber rápido—dijo intentando tranquilizarlo.
Enzo rodó los ojos y siguieron caminando, se encontraban explorando la parte trasera del hotel, en donde se encontraban dos gigantescas piscinas y un montón de sillas de playa y camastros, a unos metros estaba el océano completo para ellos.
—Auch, ¡Zola!—gritó con dolor, la gata acababa de encajarle las agarras por al menos tercera vez seguida.
—Déjala en el suelo, no se escapará—ordenó Alana, la gata tenía puesta una pechera y correa, ya había estado caminando un buen rato sin problema alguno, sin embargo, de un momento a otro Enzo se preocupó de que la gata fuera a huir directo al océano—. Es inteligente como su madre—dijo con tono de superioridad.
—Ya, y también es idiota como su padre—dijo Enzo, aún así colocó la gata en el suelo y sujetó la correra fuertemente.
—Tiene complejo de perro, no pensé que le gustaría estar así—rió mientras observaba a Zola, la gata caminaba tranquilamente por la arena, como si hubiera pasado toda su vida en la playa a pesar de su corta edad.
—Estoy seguro que alguien acaba de fotografiarnos, ¿crees que somos malos padres por traer a una pobre gata a la playa?—preguntó Enzo con tono de preocupación.
—¡Por supuesto que no!—replicó Alana—. Mírala, se la está pasando increíble.
Enzo sonrió con cariño ante la imagen, la conexión entre ellos era casi palpable.
Pero entonces, en una fracción de segundo, una gaviota voló cerca de la superficie del mar, probablemente buscando comida, Zola se volvió loca y corrió con tanta fuerza hacia el océano que la correa abandonó la mano de Enzo.
—Mierda, mierda—exclamó Alana, las personas alrededor miraron con gracia la escena, no podía decir lo mismo de Enzo, su novio lucía como si estuviera apunto de sufrir un infarto.
—¡Zola! ¡Vení para acá!—gritó como nunca lo había escuchado, con un tono bastante agudo y femenino a decir verdad y sin previo aviso corrió directo al océano—. ¡Gata mala!
—Tranquilo, sabe nadar—gritó Alana con todas sus fuerzas mientras ahuecaba su boca con las manos para que su voz fuera más audible.
—¡De nada sirve si una ola se la lleva!—replicó Enzo sin voltear a verla, ya se encontraba dentro del agua y estiraba el brazo intentando recuperar la correa.
Alana miró la escena con mortificación, dejó la bolsa de playa y se adentró al mar a pesar de no llevar traje de baño.
Zola maullaba con fuerza mientras nadaba intentando permanecer en la superficie, aún así, tenía ese ligero brillo de diversión en sus ojos mientras huía de Enzo.
—Está disfrutando esto—se quejó Enzo con la respiración agitada mientras movía los brazos fuertemente para alcanzar a la mascota.
—¡La tengo!—exclamó Alana sujetando la correa, jaló a Zola, sin embargo de una zancada, esta brincó al pecho de Enzo, el cual la tomó con fuerza para recuperarla.
Se escucharon algunos aplausos y risas, Alana apretó los labios con vergüenza, eso definitivamente estaría por todo Twitter.
—Retiro lo dicho, somos pésimos padres—dijo regresando a la orilla del mar.
Zola iba de lo más tranquila en los brazos de Enzo.
—No te lamas, estás llena de sal—la regañó mientras caminaban de vuelta al hotel, no necesitaban decir que no les apetecía seguir al aire libre después de lo ocurrido.
—¿Crees que le haga daño?—preguntó Alana con nerviosismo, no podía evitar sentirse culpable por lo sucedido, pues ella había incitado que la gata caminara por la arena, intentó alejar la cabeza de Zola de su lomo, para evitar que siguiera lamiendo, pero esta le respondió con un rasguño.
—Definitivamente no es bueno—respondió Enzo.
—Es mi culpa—dijo Alana con arrepentimiento, tomó una toalla de la bolsa y la colocó sobre Zola, la pobre gata no dejaba de temblar del frío.
—Aunque la tuviera en mis brazos todo el tiempo, ambos sabíamos que algo así sucedería, es culpa mía por sugerir sacarla de la habitación en primer lugar.
—Al menos fue divertido mientras duró—dijo Alana mientras ingresaban a la habitación.
—Hay que bañarla para que se le quite la sal—dijo Enzo quitando la correa, Zola corrió a revolcarse a la cama.
—Sí, tienes razón—apoyó la idea, tomó a Zola entre sus manos, Enzo ingresó al baño para inciar la bañera.
—Nunca había bañado un gato—confesó Alana.
—Nunca había tenido un gato—añadió Enzo sentándose a lado de ella y volviendo a revisar la temperatura del agua.
Irónicamente, Zola parecía más asustada del agua de la tina que la del océano, tanto Enzo como Alana estaban haciendo lo posible para quitarle la sal del cuerpo, pero resultaba imposible y 5 minutos después, ambos tenían los brazos repletos de rasguños.
—Eso no está funcionando—se quejó Alana mientras evitaba que la gata saltara de la bañera por quinta vez—. Yo creo que ya no tiene sal, con esto es suficiente—dijo intentando convencerse a sí misma.
—Amor, no hemos podido enjuagarla nada, tenés más agua encima vos que ella—resopló Enzo echando la cabeza hacia atrás, era su último día en la playa y ninguno había imaginado pasarlo de esa manera—. ¿Sabes qué? La llevaré al vet que está acá en el hotel para que la bañen ellos—dijo simplemente.
—¿Hay veterinario aquí?—preguntó Alana entredientes, juraba que el ojo le estaba temblando.
—Ehh, sí, nos lo dijeron cuando nos dieron el recorrido, ¿no te acordás?
—¿Y qué hacemos nosotros intentando bañarla?—se quejó elevando la voz.
—Pensé que nos ayudaría a reforzar nuestro vínculo con ella—dijo Enzo con obviedad, a veces olvidaba que Enzo en verdad veía a Zola como una hija.
—Llévala tú, yo voy a cambiarme—respondió Alana de mala gana, en realidad no estaba enojada con él, sólo agotada.
—Vámonos Zola, mamá explotará en cualquier momento—dijo Enzo tomando a la gata y saliendo de la habitación, Alana rodó los ojos, se cambió y se echó en la cama.
Tiempo más tarde, Alana abrió los ojos lentamente, apenas Enzo y Zola habían abandonado la habitación, había caído en un necesario y profundo sueño.
—Perdona, ¿te desperté?—preguntó Enzo suavemente mientras le bajaba el volumen a la televisión.
—No—respondió—. ¿Llevo mucho tiempo dormida?
—Unas dos horas, aún no me llaman para recoger a Zola—dijo Enzo.
Se quedaron viéndose unos segundos en silencio, hasta que ambos rompieron en risas al mismo tiempo.
—Qué desastre—exclamó Alana carcajeándose mientras se llevaba las manos a la cara.
—Creo que a la próxima hay que conseguir niñera—dijo Enzo con el mismo tono, sujetó las manos de Alana y las apartó de su rostro—. Voy a extrañar estar aquí con vos—dijo en voz baja, Alana sonrió lentamente.
—Yo también—dijo con nostalgia, los últimos días habían sido maravillosos, le había encantado estar en medio de la nada sin preocupaciones, empujó lejos la idea de que al día siguiente tendrían que volver a casa, Enzo retomaría las grabaciones, Alana la escritura y claro, tenía que buscar una nueva editorial.
—¿En qué tanto pensás?—preguntó Enzo apartando un mechón de su cara, se encontraba arriba de Alana, sin apoyar por completo su cuerpo para no lastimarla, pero sí lo suficiente para que pudiera sentirlo.
Alana tomó una gran bocanada de aire y se dispuso a hablar, Enzo la escuchó con suma atención.
—Estoy preocupada por el asunto de la editorial, ¿qué si no consigo una nueva?—preguntó con miedo, Enzo le acarició el rostro, lo cual fue suficiente para que sus temores se calmaran un poco, tenía el poder de hacer que sus miedos se esfumaran.
—Amor, estoy segura que lo harás, sos la mejor escritora del mundo—dijo él, Alana apretó los labios, sabía que eso no era verdad, pero eso no quitaba que se sintiera importante al saber que Enzo la consideraba tal—. ¿Por qué no te publicas independientemente?
—Aunque el proceso de publicación es más sencillo, la distribución será más complicada—respondió ella, en los primeros años de su carrera había sido una escritora independiente, y aunque había aprendido bastante durante ese tiempo, la idea de volver a eso la atemorizaba.
—Bueno, no pensemos en eso ahora, ¿vale?—sugirió Enzo, Alana asintió y estiró el cuello para besarlo, demostrando lo mucho que apreciaba su apoyo.
Los labios de Enzo la recibieron tan familiares como siempre, suaves y estableciendo el ritmo, Alana llevó sus dedos hacia el cabello de él, haciendo que él soltara un jadeo ahogado al toque de manera casi instantánea, hace un tiempo había descubierto lo mucho que al chico le gustaba que Alana jugara con su cabello, y desde entonces, no paraba de hacerlo.
Enzo profundizó el beso, dejando que su lengua entrara sin previo aviso a su boca, ella la recibió gustosa, Enzo la tomó del cuello para poder llegar aún más profundo y firme, Alana movió sus piernas para rodearlo de la cintura y sentir su cuerpo aún más cerca, no podía obtener suficiente.
No sabe cuánto tiempo estuvieron en esa posición, besándose ferozmente y restregándose el uno contra el otro, pero supo que era demasiado cuando sus respiraciones se encontraban más agitadas de lo normal, se separó un poco de él para tomar oxígeno, encontrándose con la mirada dilatada de Enzo, tenía la boca entreabierta y el cabello más despeinado que de costumbre.
—Te quiero tantísimo—se escuchó a sí misma decir, nunca había sido una persona que hablara mucho en ese tipo de situaciones, pero desde que estaba con Enzo, eso había cambiado.
Todo había cambiado.
—Te quiero—respondió Enzo hundiéndose en su cuello, Alana gimió y comenzó a tirar la camisa de él para quitársela, pasó las yemas de los dedos a lo largo de toda su espalda, sintiendo como sus músculos se contrarían ante el toque y el movimiento de sus caderas, minutos más tarde ya no había capas de ropa separándolos.
—Mierda—maldijo cuando sintió a Enzo bajar por su cuerpo depositando besos por todos lados, hasta llegar a su zona más sensible, sabía la manera adecuada de tocarla y besarla para que ella fuera un completo desastre y no pudiera hacer nada más que gemir y balbucear.
Alana elevó las caderas hacia la cara de él y cuando estuvo apunto de venirse, él separó su boca, haciendo que ella soltara un sonido de queja.
Enzo la tomó de la cintura nuevamente y ella repitió el movimiento, haciéndole entender que le daba permiso de ingresar, lo sintió llenándola por completo de un sólo deslizamiento, Alana soltó un grito más fuerte de lo que esperaba, haciendo que Enzo riera.
Cada embestida se sentía mejor que la anterior, el sexo nunca había sido algo primordial para Alana, pero justo en ese momento, sintiendo a Enzo llenándola por completo, sintió que podría pasar toda su vida en esa posición.
La habitación se llenó de los sonidos que los dos emanaban, sus cuerpos chocando, las respiraciones agitadas y los gemidos de ambos, Enzo no temía en demostrar lo bien que él también se estaba sintiendo, lo cual resultaba la cosa más excitante del mundo.
Cayó desplomado en su cuerpo cuando ambos terminaron, Alana sentía que su alma se le había ido y se encontraba suelta por ahí, nunca se había sentido tan querida como en esos momentos.
—¿Estás bien?—preguntó Enzo arrastrando su cuerpo para abrazarla—. Tu mente parece estar en otro lugar—Alana salió de su trance para mirarlo fijamente.
—Creo que podría estar contigo para siempre—confesó, la expresión de Enzo se rompió en una sonrisa genuina y depositó un beso sobre los labios de Alana, demostrándole que él pensaba lo mismo.
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Entre muros y silencios (Parte 3)
by Aris
5.432 palabras
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—Hemos tenido un clima estupendo ¿No te parece? —le comentó Manuel al perro que lo acompañaba caminando distraído por el pasillo, una costumbre que había adquirido hace un tiempo.
Lo decía en serio. Las nubes y la niebla seguían mayormente presentes, claro, pero la prolongada falta de temporales capaces de abrir huecos en los muros era algo que no le pasaba desapercibido. Incluso el diluvio desatado tras la llegada de Francisco había durado apenas unas horas antes de menguar y estabilizarse. Eso tenía a la gente de buen humor, esperanzados en que los frutos alcanzaran a cuajar y los techos a cubrirse antes de que asomara el próximo aguacero.
Él también se encontraba de un humor particularmente bueno. No que acostumbrase a estar molesto, solo pensó que sería diferente con la imprevista adquisición de su nuevo esposo, pero lo cierto era que las cosas con el príncipe iban bien. Inesperadamente bien.
Francisco era fácil de tratar. El miedo que exudaba del joven tras su llegada fue decayendo rápido, o al menos lo suficiente para hacerlo espabilar. Todavía se le veía nervioso y melancólico a ratos, pero se esforzaba por adaptarse a la vida del castillo, mostrar buen humor y ser útil, por lo que Manuel se esforzaba también en hacerle las cosas más llevaderas y atender a sus inquietudes de mejor manera que esa primera mañana en el comedor, cuando estalló en carcajadas como no se había reído en mucho, mucho tiempo. O cuando al día siguiente se despertó con el muchacho instalado en su puerta.
“—¿Ropa nueva? —Repitió Manuel con acidez.”
Reconocía que no había reaccionado de la mejor forma ante la primera solicitud de Francisco. Pero en ese momento le había parecido una petición odiosamente estúpida, como si el otro no fuera capaz de entender que las mantas apolilladas y manchas de humedad no eran simples decoraciones para crear ambiente. O tal vez lo había notado y solo estaba siendo un bastardo malcriado. Como fuera, estaba más que dispuesto a pensar lo peor de él.
“—Sí, es que- bueno, verá… —balbuceaba el chico evitando su mirada y frotando nervioso sus manos. Al menos tenía la sensatez de mostrarse avergonzado—. La que traje no es apropiada para este ambiente.
—¿Demasiado elegante para sus tareas mundanas, alteza? —siseó Manuel, listo para asestarle unas cuantas bofetadas verbales al chiquillo si le daba la oportunidad, pero por suerte Francisco se apresuró en poner paños fríos.
—Le aseguro que no es nada de eso. —dijo con suavidad, alzando las palmas frente a él en son de paz—. Pero la señora Marta me advirtió que podría pensar eso en cuanto se lo mencionara. Me aconsejó que mejor debía enseñarle la magnitud del problema.
Eso apaciguó enseguida a Manuel. Si Marta había considerado el tema digno de su atención, entonces debía de ser así. Ya más calmado, acompañó a Francisco hasta su recámara y comprendió que tenía toda razón.
—¿Se supone que esto es… una camisa? —preguntó Manuel, alzando con la punta de los dedos la supuesta prenda. Era un trozo de tela semitransparente surcada por varios hilos dorados y piedras brillantes. Relucía al contacto de la tenue luz de la mañana como si un firmamento de estrellas estuviera cosido a ella, o como si le hubiesen arrancado las alas a un millar de libélulas para prenderlas a una lujosa red.
Francisco bufó, a la vez avergonzado y divertido por sus reacciones y creciente espanto ante el desventurado guardarropa que abarrotaba sus baúles.”
El muchacho le había explicado que se trataba de la última moda en la corte en cuanto a ajuar de novios: telas finas y delicadas repletas de encajes y suntuosas terminaciones; cortes ceñidos al cuerpo, pero de vaporosas mangas; amplios escotes en pecho, espalda y otro buen tanto de sugerentes transparencias. Se notaba que estaba pensado para un clima mucho más cálido, y para enmarcar bellamente su figura e incitar el deseo de su pareja.
Nada de eso le serviría allí. Así que Manuel enseguida le encargó a Marta hacerse cargo del asunto y asegurarse de que Francisco tuviera ropa adecuada, algo práctico y cómodo para el ambiente y vida en el castillo, no fuera a ser que los demás lo acusaran de traer a su esposo en harapos.
A partir de ese momento, y como consecuencia de esa situación, su predisposición hacia el príncipe cambió y una especie de relación cordial comenzó a florecer naturalmente entre ellos, aunque era Francisco quien buscaba constantemente su compañía, como un patito aferrándose a lo primero que había visto al aterrizar en ese nuevo mundo.
Por lo general Manuel se las arreglaba para despachar pronto a cualquiera que lo importunara por demasiado tiempo, pero resultó que no le molestaba la presencia tranquila de Francisco a su lado.
El príncipe solía instalarse todas las tardes en los futones a la esquina de su taller mientras Manuel trabajaba reparando artefactos dañados o preparando ungüentos en el mesón, y se dedicaba pacientemente a remendar calcetas, pantalones y sábanas, o pulir botas y cacerolas, actividades que jamás hubiera imaginado que realizaría de buena gana. Cuando se aburría de pincharse los dedos con la aguja daba algunas vueltas inspeccionando los estantes. Manuel lo observaba de reojo, notando como los ojos del chico se iluminaban o sus cejas se alzaban al dar con algo interesante. A veces cogía frascos, estatuillas, o uno que otro libro, y pasaba los dedos por las ajadas y amarillentas páginas, hojeándolos hasta que el polvo que se levantaba de ellas lo hacía estornudar.
Era un poco adorable, de una forma sencilla y desarmante, y Manuel no podía evitar sentir cierta ternura creciente hacia él.
Eso lo conflictuaba sobremanera. Hubiese preferido que le diera motivos para rechazarlo, que se comportara con arrogancia y altanería hasta hacerse insufrible, para así poder seguir alimentando el desprecio instintivo que sintió al verse tan inesperadamente enlazado a él. Hubiera querido que le diera la excusa perfecta para poder volcar todo el resentimiento que sentía por esa despreciable familia sin culpas sobre él. En cambio, se veía obligado a lidiar con un frustrante conflicto de emociones, donde una parte de él quería mantenerlo lo más apartado posible, y la otra se hallaba incapaz de negarle el acceso a través de las barreras que inútilmente intentó levantar entre ellos.
También estaba el tema de la magia.
La dinastía de los Burgos había prosperado a costa de su linaje y de su gente, usando artimañas para mantener abierto el flujo de magia que era drenada de sus tierras temporada tras temporada. Sin embargo, hace semanas, desde que trajo al príncipe consigo, Manuel sentía su presencia intensificándose. El cambio era débil todavía, casi imperceptible, pero estaba retornando. Notaba que el aire a su alrededor se volvía un poco más denso cada vez que se concentraba; que la carga en la tierra, en las rocas y en las plantas estaba cambiando; que al despertar tenía un cosquilleo en la punta de los dedos, como si su antiguo poder hubiese vuelto durante sus sueños.
“El trato se ha cerrado y la vida puede seguir su curso…”
No había sopesado realmente las implicaciones cuando pronunció esas palabras, aturdido como estaba por lo reciente de la situación. Pero ya con la mente más clara comenzaba a entenderlo: el flujo se había cortado por fin. Después de siglos, el antiguo equilibrio volvería a sus tierras, y no sabía de qué formas extrañas les afectaría. Cómo le afectaría a él.
Se detuvo a medio pasillo al notar una silueta difusa caminando en el jardín trasero.
—¿Cómo fue que llegó allí? —No tuvo que pensar mucho para darse cuenta que se trataba justamente del joven que últimamente poblaba todos sus pensamientos y reflexiones. Nadie iba por ese sector ya que no había huertos ni nada útil que hacer, era simplemente un antiguo paseo abandonado y olvidado en el tiempo.
Lo observó por un rato en silencio a través de la ventana. Estaba a una distancia considerable, pero incluso desde allí podía notar el semblante triste y melancólico del chico mientras se envolvía a sí mismo con los brazos.
Eso bastó para ponerlo en marcha nuevamente.
-o-
—¡Pero por la miéchica! ¡Córrete bestia! —rezongó Muriel al tropezarse otra vez con uno de los perros que rondaban en la cocina, esperando por caricias o cualquier pedazo de comida que cayera de los mesones al suelo.
Francisco escondió una sonrisa escuchando a la anciana despotricando mientras el enorme perro negro y lanudo solo se estiraba perezosamente en el mismo lugar, haciéndole más difícil avanzar. Ya estaba acostumbrado a los reclamos de la irritable pero inofensiva anciana, así como a las risotadas burlonas y comentarios irónicos del resto. Aunque los había sufrido enormemente los primeros días, temiendo que sus amenazas de convertirlo en un sapo verrugoso o un insignificante ratón de campo cada vez que olvidaba tapar la cacerola del arroz o salar las papas se volvieran realidad, incluso luego de que Manuel le asegurara que ninguna de ellas tenía en realidad la capacidad de usar esa clase de magia.
Hasta los gigantescos perros que se acurrucaban frente a la chimenea en el comedor o allí junto a los fogones le habían parecido unas bestias imponentes y tenebrosas; pero con el tiempo entendió que solo eran cachorros como cualquier otro, ansiosos de que les rascaran la pancita, y que las palabras duras de esas personas casi nunca iban en serio. Solo era su forma habitual de relacionarse y mantenerlo en línea mientras se ganaba su lugar entre ellos.
—Están muy malcriados ustedes —continuaba Muriel, esta vez regañando a toda la camada amontonada frente al puchero hirviente de sopa. La miraban atentamente, sin inmutarse ni un poco por su tono severo—. En mis tiempos se las habrían visto feas, manada de haraganes. Entonces sí que había perros de verdad, cazadores astutos y bravos dignos de respeto. Si no hubiese sido por ellos todos nos habríamos muerto de hambre…
—Ay, no empiece… —protestó por lo bajo uno de los chiquitos sentados al lado de Francisco. El trío de niños había tenido la mala suerte de asomarse a la cocina en busca de golosinas justo durante la guardia de Muriel, quien los obligó a quedarse ayudando a Su Real Caracol -como le había apodado ese día- a limpiar lentejas para ganarse el derecho a un postre.
—¿Cómo así? —preguntó Francisco, genuinamente intrigado, al mismo tiempo que el chico. Los dos niños se llevaron las manos a la cabeza instantáneamente, y la pequeña que se había instalado sobre su regazo desde el momento en que entraron en la habitación se bajó de un salto en cuanto vio aproximarse a la enorme mujer.
Francisco se reprendió a sí mismo que ese breve momento de curiosidad le fuera a costar varios puntos de simpatía con los pequeños. Pero tal vez el brillo en los ojos de Muriel lo valiera. La anciana parecía entusiasmada ante la oportunidad de relatar, una vez más, la misma historia que había contado innumerables veces a lo largo de su vida, pero en esta ocasión a alguien que jamás había escuchado nada al respecto.
—Ah, esos sí que fueron tiempos difíciles, los de mi infancia. —comenzó Muriel, deteniéndose un momento para recordarlo bien—. Pasamos varios años con inundaciones y deslizamientos que sepultaban barrios enteros. Fue entonces que el señor decidió abandonar finalmente toda la zona Este y trasladarnos a los pocos que quedábamos dentro del castillo. Se imaginará que tanta lluvia también arrasó con los campos, ni el arroz aguantó mucho sin pudrirse, así que sobrevivíamos a puro grano y papas del silo, carne seca y las tórtolas que caían congeladas en los tejados. Y de la caza, claro. En ese tiempo había cuadrillas de batidores. Eran más grandes aún que estos, con unos ojos que brillaban como antorchas en la oscuridad y un olfato tan fino que podían encontrar un rastro de presas a kilómetros de distancia.
«Recuerdo una tormenta en particular. Yo era muy niña todavía, pero recuerdo que estuvimos casi un mes completo refugiados aquí dentro y las provisiones se acababan. El viento soplaba tan fuerte que parecía que las murallas se iban a derrumbar, y la nieve lo cubría todo, impidiendo salir a buscar alimento. Pero entonces el señor, terco como una mula, se montó el abrigo y con siete de sus mejores perros se aventuró en la tormenta, desafiando al frío y la oscuridad.
Estuvimos dos días esperando, temiendo lo peor. Al tercer día fue que escuchamos los ladridos a la distancia. Corrimos a las puertas y ahí estaba, con sus perros agotados pero triunfantes, arrastrando tras ellos un gran león de montaña y un buen atado de conejos. Aquella carne nos salvó, y a esos perros los teníamos por héroes. A los siete los enterramos en el Patio del Homenaje, junto a los antiguos nobles y señores, y otros grandes sabuesos y corceles. Algún día le mostraré las placas. —Entonces lanzó una mirada severa al grupo que seguía tumbado perezosamente—. Pero ahora, mírelos, con el clima tan bueno y ahí se los ve holgazaneando junto al fuego esperando sobras.
—Tranquila, Muriel, que todavía son cachorros. Ya espabilarán. —suspiró Carmen, que a medio relato había entrado a la cocina para relevarla de su guardia.
—No si dejan que los niños los sigan tratando como mascotitas… —protestó Muriel, viendo molesta como los chiquillos sacaban dos pancitos cada uno de la bandeja que la recién llegada les alcanzó, y huían raudos por el pasillo.
Francisco vio en ambas esa expresión poco frecuente de que estaban a punto de comenzar una discusión en serio, y se adelantó a Marta en su intento por distraer su atención.
—Manuel debió aprender de sus antecesores esa dedicación por su gente. Dígame ¿Se parece mucho a su abuelo? —comentó, buscando desviar la conversación de regreso al relato de Muriel. Intentó pensar en algo más cuando las mujeres solo se lo quedaron mirando—. ¿O a sus padres? Últimamente me he estado preguntado por su familia.
Todos en la cocina se quedaron en silencio por un largo instante. Las tres mujeres intercambiaron miradas significativas entre ellas, como si estuvieran deliberando sobre lo que debían decir y cuál de ellas debía hablar. Finalmente, fue Marta quien rompió el silencio.
—Se parece mucho a sus padres... —comenzó—. Y a su abuelo. Los señores han hecho siempre lo mejor que han podido. El amo Manuel, sobre todo, ha sacrificado mucho por la dedicación hacia su gente, y por eso todos le guardamos gran respeto y aprecio.
—Puede que a veces no lo muestre abiertamente, pero es un hombre muy atento y afectuoso. —complementó Muriel.
Francisco sintió una sensación reconfortante escuchando esas palabras sobre el que era su marido. Quería seguir preguntando, aprender más sobre la familia de Manuel, el pasado del lugar y sus historias. Pero antes de que pudiera formular otra pregunta, Carmen intervino con brusquedad.
—Tal parece que nos hemos quedado sin papas. —declaró, su tono firme retomando el control de las labores—. Altecita, sea bueno y vaya a buscar más al almacén, que todavía queda mucho por hacer antes de la cena.
Algo desorientado por el intempestivo corte de la conversación, Francisco se levantó dispuesto a cumplir lo que le había encomendado, pero en cuanto lo hizo notó los cuatro sacos de papas descansando junto a las alacenas, y entendió que solo quería sacarlo de la habitación y que dejara de interrogarlas.
-o-
Francisco dejó escapar un largo suspiro mientras se alejaba de la cocina, sus pasos resonando suavemente en los pasillos.
No era la primera vez que pasaba, de hecho, se volvía algo habitual que lo apartaran y le escondieran cosas. Era una sensación de desarraigo, como si siempre estuviera en los márgenes, sin pertenecer del todo a este nuevo mundo. Aunque se esforzaba por aprender y adaptarse, se daba cuenta de que aún lo trataban como a un forastero que no debía estar allí y, si bien sabía que era un proceso que le tomaría bastante tiempo, más que las pocas semanas que llevaba conviviendo con ellos, el recordatorio permanente de ser un intruso lo envolvía como la bruma fría que rodeaba permanentemente el castillo.
Con cada paso que daba, se sentía más pequeño, más aislado, más solo. Perdido en sus pensamientos, apenas notó cómo se desviaba de su camino hacia el almacén. Los pasillos parecían alargarse, las galerías se sucedían una tras otra, hasta que finalmente se detuvo, sin saber exactamente dónde estaba. Al levantar la vista, se encontró en un lugar diferente a todos los que había visto antes.
No era como los huertos, ordenados y bien protegidos de las inclemencias del tiempo. El lugar que se abría ante él se había dejado libre de resguardo para que la naturaleza reclamara lo suyo, así como el sendero por el que Manuel lo había traído al castillo. Los caminos de gravilla y piedras estaban desdibujados, apenas visibles entre las altas malezas y los arbustos que crecían sin contención alguna. Flores silvestres de colores apagados se asomaban tímidamente entre el follaje, mientras una fila de delgados árboles, antinaturalmente alineados, flanqueaban el espacio alzándose como colosos marchitos. Al seguir avanzando, sus ojos se posaron con los restos de una fila de asientos ocultos entre las enredaderas, junto a pilares y estatuas rotas cubiertas por gruesos mantos de tierra, musgo y líquenes. En el centro de todo se hallaba una enorme fuente, sus distintos niveles rellenos por múltiples capas de tierra acumulada, hojas secas y ramas caídas sobre las que generaciones de aves y otros animales habían construido nidos y madrigueras.
Francisco se detuvo frente a la fuente, sintiendo cómo el peso del lugar se apoderaba de su ánimo. Al parecer se había topado accidentalmente con los antiguos jardines de recreo, aunque en su estado actual más parecían un cementerio de lo que una vez fue un pasado brillante y glorioso. Otra vista trágica que hacía más evidente su decadencia actual y se transformaba en un reflejo de su propia melancolía. Era un asunto inquietante, y no podía negar que tenía gran atractivo para él y su curiosidad, pero aún no se sentía con la confianza necesaria para intentar abordarlo con sus nuevos vecinos o Manuel, por temor a ofenderlos y que se cerraran aún más con él.
Una ráfaga de viento frío le hizo estremecer y se envolvió instintivamente con sus brazos, deseando haber traído uno de sus nuevos abrigos. La superficie de su ropa ya estaba cubierta con una fina capa de rocío dejado por la niebla a su alrededor. No era tan espesa como el día en que llegó, desde el centro del patio podía ver la parte de los detalles en la fachada del castillo: los altos techos, las grandes ventanas y finas terminaciones bajo una cubierta de enredaderas que amenazaba con tragarlo y hacerlo parte del bosque circundante.
—No ha sido tan malo. —Se dijo, buscando salir del pozo emocional al que se estaba dejando arrastrar.
No había sido tan malo como se estuvo temiendo en un inicio. La vida que llevaba allí no le resultaba del todo desagradable tampoco. Aunque fuesen labores pequeñas, le gustaba ocupar sus días sintiéndose de utilidad, para variar. Dentro de todo, se sentía a gusto trabajando en la cocina y ayudando a servir la comida; estar con los animales en los corrales y en los huertos sin preocuparse por arruinar su ropa; interactuar con la gente sin tanto protocolo y jerarquías marcadas.
Tampoco le disgustaba el entorno, rodeado de bosques y verdor, respirar el aire fresco que se colaba por las mañanas. Pero seguía extrañando el sol, ese sol dorado de las tardes calentando con dulzura su piel, reconfortándolo. Todavía no se acostumbraba al frío permanente y a las múltiples capas de ropa en las que debía envolverse para soportarlo, aunque en algo se compensaba con la calidez de reunirse todos alrededor de la chimenea en el comedor, compartir con los demás, con los niños, los perros… Y Manuel.
Le agradaba Manuel. Era un hombre serio y terriblemente callado, pero era bueno con él y lo trataba con respeto y consideración. Francisco había empezado a notar los pequeños gestos que tenía con él, como el juego de dedales que apareció en su canasto de costura; las velas o la leña extra dejada para el bracero en su habitación los días que sacaba un libro del estante en el taller para leer de noche; o cómo siempre tenía a mano una manta para deslizar sobre sus hombros cada vez que lo veía temblar ligeramente. Eran detalles discretos, pero que apreciaba enormemente pues daban cuenta de su preocupación y atención.
Solo quisiera que le hablara más. No le molestaban las largas pausas en silencio, pero sí le gustaría poder conversar más seguido y libremente con él. Tenían temperamentos similares y estaba seguro de que se llevarían bien, tal vez incluso llegaran a volverse amigos, si tan solo pudieran conocerse mejor. Se le hacía evidente que a Manuel no le gustaba hablar mucho sobre sí mismo. Sus conversaciones, aunque cordiales, rara vez se desviaban de lo necesario y cuando lo hacían, Francisco notaba cómo el hombre rápidamente cambiaba de tema o encontraba alguna razón para excusarse.
Entendía que debía darle su espacio y acabaría soltándose con el tiempo, pero le estaba resultando demasiado difícil respetar sus ritmos cuando se sentía tan solo y desesperado por un contacto más íntimo. Anhelaba tener otra vez, aunque fuera una sola conexión autentica y profunda. Necesitaba con urgencia volver a sentir esa sensación familiar y de pertenencia que había perdido de golpe. Se sentía tan solo y perdido entre esa gente.
Francisco sintió el peso del grueso manto de piel extendiéndose sobre sus hombros, su tibieza abrasándolo de forma reconfortante, disipando parte de sus lamentaciones. Alzó la vista para encontrar a Manuel acuclillado frente a él, prendiéndole con cuidado el broche de madera para afirmar la capa en su lugar.
—Gracias. —murmuró Francisco, dedicándole una suave sonrisa—. Todavía no me acostumbro al clima de aquí. Pero hasta ahora no ha sido tan malo como me estuvieron advirtiendo.
Manuel soltó un leve suspiro.
—Eso es porque hemos tenido un clima particularmente bueno estas semanas. —comentó, sentándose a su lado. Francisco no se percató que estaba sentado al borde de la pileta destruida sino hasta que vio al otro haciéndose un espacio—. Aunque puede que a usted no le parezca, alteza. —dijo con cierto aire socarrón, sacudiéndose las gotas que se acumulaban en las puntas de su cabello.
Francisco volvió a sonreír. Eso era lo que llamarían mal clima en su casa, pero entendía que las cosas eran muy diferentes allí. Todo era mucho más duro: el clima impredecible; el frío que se colaba en los huesos; la comida, las personas, hasta las carcomidas paredes de ladrillo, que se sostenían en pie a pura determinación y puntales de madera. No había casi lujos, ni siquiera para ellos siendo los señores, cosa que se evidenciaba en los parchados bordes de la capa sobre sus hombros. Cada cosa tenía un fin práctico y no se desperdiciaba nada, hasta las cosas más extrañas tenían alguna utilidad.
Recordaba la primera vez que se había cortado picando pimientos. Manuel estaba con ellos en la cocina en ese momento, moliendo hierbas en una esquina. Luego de tranquilizarlo en su pánico inicial por la cantidad de sangre brotando de su dedo, el hombre detuvo momentáneamente a las mujeres en su intento por enrollarle la mano con un trapo y, en cambio, apretó la herida de tal forma que varias gotas del viscoso azul cayeron sobre el mejunje que había estado preparando. Rato después le explicó la razón de su perturbador comportamiento.
“—Siendo un príncipe, su cabello, uñas, lágrimas, o cualquier otro ingrediente que pueda obtener de usted tienen al menos diez veces más propiedades mágicas que la de cualquier otra persona de aquí. Más aún su sangre. —dijo Manuel, revolviendo el cuenco donde la preparación marrón comenzaba a volverse de un intenso violeta—. Lo había estado pasando por alto, pero a partir de ahora solicitaré más seguido de su cooperación, alteza.”
Entonces se había estremecido, pensando que lo haría sangrar y llorar sobre el caldero a diario, pero únicamente le había entregado varios frascos en donde debía meter cada pestaña perdida o hebra de cabello que quedara en su cepillo, cada lagaña, cada cerumen, y otras asquerosas menudencias de su aseo matutino; así como un pequeño tubito que transportaba a todas partes para cuando volviera a cortarse o se pinchara el dedo. Era algo vergonzoso y repugnante, pero inofensivo, así que no tuvo una verdadera excusa para negarse a hacerlo, y al cabo de un tiempo se volvió un asunto rutinario.
Había aprendido a apreciar esa mentalidad diligente y precavida con la que se manejaban, aunque le resultaba demasiado demandante en comparación con su hogar, donde no existía esa preocupación constante por el futuro y los tiempos de escasez, tan ajenas a la vida cotidiana de su gente.
Fue entonces cuando su mirada volvió a vagar por el lugar en el que se encontraban. Había algo desconcertante en ese rincón del castillo. Presentaba un marcado contraste con el resto de los espacios exteriores, donde cada centímetro de tierra estaba cuidadosamente cultivado o siendo preparado para ello.
—Es curioso. —dijo Francisco, rompiendo el silencio mientras sus ojos recorrían los viejos jardines—. Todo aquí es tan... utilitario, tan enfocado a lo esencial. Y sin embargo, este lugar... —hizo un gesto con la mano, abarcando la extensión de pilas de escombros y estatuas casi tragadas por la tierra y las enredaderas—. Este es uno de los antiguos patios de recreo ¿Verdad? De cuando las cosas iban mejor. —No pudo evitar deslizar una de las tantas preguntas que se agolpaban en su cabeza y en su lengua.
Manuel se puso tenso por un instante, observando el mismo paisaje con una expresión pensativa.
—Disculpe, no era mi intención incomodarlo… —comenzaba a disculparse Francisco.
—Sí. —Fue lo único que dijo Manuel al principio, haciéndole creer que de hecho estaba molesto—. Es otro vestigio de esos tiempos…
Había algo en su semblante que Francisco no logró descifrar, una mezcla de nostalgia y tristeza. A ese primer comentario le siguió una larga pausa, como si estuviera decidiendo qué y cuánto decirle, si es que debía decir algo más.
—Aunque más bien era un jardín privado, destinado para el uso de unos recién casados. —elaboró a continuación.
Francisco se giró enseguida en su dirección, intrigado por la pequeña pieza de información que acabara de soltarle voluntariamente. Ansiaba que no acabara allí, con esas dos escuetas frases. Quería saber más, que le contara más. Así que hizo lo mejor que pudo por inspirarle lástima y hacerlo sentir comprometido, mirándolo directamente con la súplica evidente en los ojos.
Manuel resopló al notarlo, arrepentido de haber abierto la boca, pero tuvo la gentileza de proseguir con el relato que hubiese preferido ahorrarse.
—Era un regalo de bodas, junto con todo este pabellón. —prosiguió, señalando el ala que tenía la fachada más finamente ornamentada de todo el edificio—. La construcción tardó varios años porque cada uno de los árboles, mármoles, flores y piedras que se usarían, así como las sedas, algodón y lana para vestirlo fueron seleccionados personalmente por el novio, que quería traer lo mejor de todos los reinos conocidos hasta entonces para deleitar a su futura pareja y no echara tanto en falta las bondades del mundo exterior luego de trasladarse a este pequeño y aislado confín. Decían que durante ese tiempo se podían ver grandes barcos que cubrían todo el horizonte hasta donde alcanzaba la vista, y la gente se amontonaba en las calles para admirarlos a su paso y las mercancías que traían. Fue el tiempo en que mayor prosperidad se vio en el señorío. La gente estaba contenta y expectante del gran acontecimiento… —Entonces se detuvo un momento, remeciéndose incómodo en su lugar—. Pero la boda no ocurrió, y el jardín nunca llegó a usarse para lo que fue creado. Con el tiempo y las desgracias que siguieron cayó en el olvido y los siglos de constante abandono lo transformaron en estas ruinas.
—Eso es… es bastante deprimente. —Francisco se sintió particularmente conmovido al escuchar ese pequeño trozo del pasado y el destino truncado que cubría con un nuevo halo de melancolía el lugar. Ahora los pilares caídos, troncos secos y curvados y las baldosas tragadas por la maleza y el tiempo le inspiraban más lástima que antes—. Como una flor marchita. El eterno fantasma de un corazón roto.
—No tanto así. No se puede decir que fuera un matrimonio motivado por amor, más que nada un intercambio conveniente. —quiso aclararle Manuel, todavía mirando el exterior del edificio, una nota de abatimiento colándose en su voz.
Francisco lo imitó, observando con nuevos ojos la gris y triste construcción. Intentó imaginar cómo habría sido durante sus días de gloría, con las molduras intactas y coloridos estandartes colgando de los balcones; las vidrieras completas y mármoles lustrosos reflejando la luz del sol y el oro y plata de las finas mercancías traídas para la boda; los caminos y senderos enmarcados por hileras de altos árboles y fragantes flores interrumpidas por hermosas esculturas.
—Tal vez se planteara así —dijo, apenas un murmullo—. Pero si el hombre se tomó tantas molestias para asegurar la comodidad de su pareja, es imposible pensar que no tenía esperanzas puestas en su unión. Grandes ilusiones de una vida que se vieron truncadas de un momento a otro.
Sintió los intensos ojos del otro hombre sobre él y al girarse para comprobarlo lo descubrió mirando en su dirección, pero no parecía mirarlo a él, sino más bien a través de él, a algo mucho más allá.
Manuel guardó silencio por varios instantes, perdido en sus pensamientos y Francisco se mantuvo muy quieto y callado para no importunarlo.
—Sí, ciertamente fue así. —admitió finalmente, volviendo al presente.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué no ocurrió la boda? —se atrevió a preguntar Francisco.
—Solo él estaba dispuesto a cumplir con su parte del trato. Los reyes en realidad nunca tuvieron la intención de entregar al príncipe que habían prometido en matrimonio.
«Que esta unión de por concluida la deuda del reino.»
«Finalmente, los reyes han cumplido su palabra y la mano de un príncipe fue entregada en matrimonio.»
Francisco recordó las palabras del erudito, y las de Manuel en el comedor durante su primera mañana, y entonces tuvieron un poco más de sentido. Su esposo pareció notar la realización en sus ojos y asintió ligeramente antes de apartar otra vez la mirada.
—Supongo que finalmente cumplirá su propósito luego de tanto tiempo. No puedo hacer lo mismo con el pabellón porque lo necesito para las funciones del castillo, pero considere el jardín como suyo. Puede hacer cuánto le plazca aquí. Siento que se encuentre en tan pobre estado.
—Me gustaría restaurarlo. —dijo en un impulso. Pensó en arrepentirse de lo que acababa de decir, pero ciertamente no quería hacerlo—. Sé que es un capricho tonto, pero me gustaría intentarlo, saber cómo se veía y recuperar cuanto se pueda se esa antigua belleza. Si me lo permite y no es demasiado inconveniente, claro. Le prometo que no descuidaré mis deberes, ni tampoco le pediré que destine recursos a la empresa. Seguro se le puede dar uso a algunos de los materiales más duros, vaciar la fuente, quitar las malezas, podar los arbustos y volver a delimitar los caminos. Podría ser una buena zona de descanso, y de recreo para los niños cuando el clima sea más favorable…
—De acuerdo. —aceptó Manuel, más fácilmente de lo que habría pensado—. Puedo facilitarle un par de manos para que lo asistan con las tareas pesadas. Y buscaré entre los archivos los planos del diseño original si de algo le sirven.
—Gracias. —Una sonrisa tiró de los labios de Francisco, una verdadera y amplia sonrisa que le llegaba hasta los ojos y enviaba un cálido alivio por todo su cuerpo—. Y gracias por su regalo, en verdad lo aprecio.
—A usted. —Manuel le sonrió tímidamente de vuelta.
Se quedaron un buen rato más allí, lado a lado contemplando el patio en un cómodo silencio. Francisco realmente sentía que podría llevarse bien con ese hombre, desarrollar un mutuo afecto y confianza, y llegar a ser buenos amigos a pesar de todo.
A lo lejos, y varios metros por sobre sus cabezas, un amplio hueco se abrió entre el tupido cúmulo de nubes, dejando pasar un cálido rayo de sol.
#latin hetalia#ecuchi#lh: ecuador#lh: chile#entre muros y silencios#fanfic#arranged marriage#slow burn#hurt/comfort#our post#our posts
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"No, Thomas. That's not true. You were there to help me!"
"But I couldn't do anything! All I did was get you into trouble. And now you're hurt because of me!"
"Thomas! No, you-"
"It's always the same. I'm nothing but trouble to others."
I don't know what I expected out of her, but getting my ear pulled was not one of them.
"Will you listen to me?!"
"Yeouch! Hey! Cut it out!"
"Well, I wouldn't do that if you were listening!"
"Listen to what? How much I suck?"
"You stupid... don't you get it? You were there for me! You talk about how much I got hurt but look at that bump in your head! And it's because YOU tried to help ME.
You could have left me behind, but you didn't. And that matters!"
I had no response to that.
"And I already had problems with that Barton kid, okay? I didn't want to play with him and his stupid dog before so he went and acted like a jerk about it. It wasn't your fault."
I still remember the warmth of that hug.
"I don't care if that grouchy old man calls you criminal or whatever. You were there for me, and now I'm here for you. Deal?"
I don't know what got over me, but I couldn't help my tears.
--- -No, Thomas. Tu tratabas de ayudar.
-Pero no pude hacer nada. Solo te traje problemas, y te lastimaron por eso. -Eso no es cierto. Tu... -Siempre es lo mismo, solo traigo problemas. No se qué cosa esperaba que hiciera, pero jalarme la oreja no era una de ellas. -¿¡Me vas a escuchar!? -¡Ouch! ¡Oye, basta! -¡Pues tú no me escuchas! -¿Para qué, si soy un fracaso? -Seras... ¿qué no entiendes? Tú estabas tratando de ayudarme. Hablas de como me lastimaron, pero mira tu cabezota. Te paso eso por ayudarme a MÍ. Pudiste abandonarme, pero no lo hiciste. ¡Y eso importa! No tenía respuesta ante ello. -Y yo ya tenía problemas con los Barton. Ese niño se molestó porque no quería jugar con el y su tonto perro. No es tu culpa que sea tan malo. Todavía recuerdo el calor de ese abrazo. -No me importa si ese viejo amargado te dice criminal o lo que sea. Tu estuviste conmigo entonces, y ahora yo estoy contigo ahora ¿De acuerdo? No se que me pasó pero no pude contener las lágrimas.
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Terminado, tuve algunos problemas al decidir, si colocaba las orejas de perro o conejo, pense poner ambas y usar las orejas de conejo como una diadema, pero no se vei bien, despúes decibi dejar solo las de perro, el problema fue es que realmente queria dibujar un traje de conejo, y sin la orejas sentia que faltaba algo, jaja asi que al final se quedo con ellas. Es mucha palabreria para un dibujo, pero lo tenia que sacar de mi mente.
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Este texto, me llegó al alma, y creo que tiene que ser compartido por todos lados.
Lecciones de un perro viejo.
“Yo tuve un perro viejo que me enseñó sobre la vida.
Vivía desde hacía unos 14 años en un estacionamiento, dormía en el piso frío, a veces a la intemperie, comía cuando alguien le arrimaba algo y le tenía pánico a las personas.
Vaya uno a saber cuántas veces le pegaron, jamás le habían hecho una caricia, mordía a cualquiera que osara acercársele.
Un buen día, el casero del estacionamiento se fue y lo dejó abandonado otra vez, el portón cerrado, bajo la lluvia.
Comencé a alimentarlo, me gruñía, y hasta intentó morderme.
Yo vivía cerca, entonces empezó a comer en casa y luego entró.
Cuando me mudé lo traje, ya se dejaba tocar y hasta pedía alguna caricia, estaba conociendo el amor. Y de pronto se volvió mi sombra, viejito, ciego, sordo, casi sin olfato, me seguía, pegadito a mis talones, me recibía con sus grititos de viejo caduco, se fregaba como un gato en mí y dormía a mi lado siempre. Me buscaba como un radar por toda la casa y cuando yo salía, él se encargaba de proporcionar un espectáculo de verdaderos escándalos, gritando por mí.
Entonces aprendí que nunca es tarde para amar sin reparos, que por más que la vida haya golpeado, el corazón sigue intacto, que la capacidad de sentir cosas buenas es una inagotable fuente de felicidad.
Aprendí con mi perro viejo que se puede confiar, él me enseñó eso cuándo empezó a dejarse acariciar por extraños, (aun habiendo sido maltratado por otras personas).
Mi perro viejo se fue hace unos días, sigo llorando su muerte, sigo buscándolo al lado de mi cama, en las madrugadas estiro mi brazo para acariciarlo, y ya no está.
¿Cómo olvidar la suavidad de su pelaje?¿Cómo no recordar su hociquito húmedo acariciándome? ¿Cómo olvidar su nobleza, su lealtad y su amor incondicional hacia mí? ¿Cómo dejar de amarlo?.
Recuerdo sus últimos días, maltrecho, dolorido, cansado, y aun así, me buscaba por todos lados.
Lo despedí con toda la tristeza y el dolor que se puede sentir al perder un gran amor, pero habiendo cumplido la promesa que le hice cuando lo traje: que nunca jamás lo iba a abandonar, ni dejarlo sin asistencia, que ya no dormiría a la intemperie una noche siquiera y no volvería a sentir hambre. Cuando se estaba yendo, lo abracé y le dije que siempre, siempre lo voy a amar, y que sobre todo, iba a sentir su falta cada día de mi vida.
Me enfurecí y despotriqué contra la muerte, él vivió sólo un año y nueve meses rodeado de cariño, no es justo, contra los catorce que vivió casi abandonado a su suerte.
Pero también le agradecí toda la entrega pura y noble que me dio y más que nada, la gran lección que me enseñó sobre la vida, la esperanza y el amor.”
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Margarita García Alonso,#GraphicDesigner #Cuba #France
Serguei Esenin (Konstantínovo, Riazán, 21 de septiembre de 1895- -Leningrado, 28 de diciembre de 1925)
CONFESION DE UN GOLFO
No todos saben cantar,
No todos saben ser manzana
Y caer a los pies de otro.
Esta es la suprema
Confesión de un granuja.
Ando intencionalmente despeinado,
Con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta alumbrar en las tinieblas
El otoño sin hojas de vuestros espíritus.
Me gusta que las piedras de los insultos
Caigan sobre mí como granizo vomitado por la tormenta.
Entonces es cuando aprieto con más fuerza
El globo oscilante de mi cabezota.
Con qué nitidez recuerdo entonces
La laguna cubierta de hierba y la voz ronca del aliso
Y que en algún lugar viven mi padre y mi madre.
Mis versos les importan un comino,
Pero me quieren como a un campo, como a la carne de su carne,
Como a la buena lluvia que en primavera ayuda a salir a los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
Cada vez que me lanzan una injuria.
¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente están viejos y feos
Y siguen temiendo a Dios y a los espíritus del pantano.
¡Si sólo pudieran comprender
Que su hijo
Es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no temían por él
Cuando se mojaba los pies en los charcos del otoño?
Ahora anda de sombrero de copa
Y con zapatos de charol.
Pero con el mismo espíritu juguetón de antes.
De aldeano travieso.
Desde lejos saluda con una gran reverencia
A las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías.
Y cuando se cruza con los coches de la plaza,
El olor del estiércol lo remonta a los campos de su tierra
Y está dispuesto a sostener en el aire la cola de cada caballo
Como si fuese la cola de un traje de novia.
Amo mi tierra.
¿La amo con locura!
Aunque sobre ella caiga toda la tristeza y el moho de los sauces.
Gozo con los hocicos inmundos de los cerdos
Y con las notas estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de los recuerdos de infancia,
Sueño con la niebla y con la humedad de las tardes de abril,
Cuando nuestro arce se puso en cuclillas
Para calentarse los huesos en la hoguera del crepúsculo.
¡Trepando de rama en rama,
Cuántos huevos no robé de los nidos de las cornejas!
¿Seguirá siendo el mismo de antes, con su copa verde?
¿Tendrá todavía la corteza tan dura?
¿Y tú, mi querido perro fiel
Overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
Y vas de un lado a otro del patio arrastrando tu cola caída.
Tu nariz no distingue ya el establo de la casa.
Cuánto no significan para mí nuestras pillerías de antaño
Cuando le robaba pan a mi madre
Y lo comíamos entre los dos, mordiéndolo por turno
Sin sentir repugnancia.
Soy siempre el mismo,
Mi corazón es siempre el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como los azulíes en el trigo.
Y yo, extiendo las esteras doradas de mis versos
Quiero decirles a ustedes
Mis palabras más tiernas.
¡Buenas noches a todos!
¡Buenas noches!
Rozando por última vez la hierba del crepúsculo
Ha enmudecido la guadaña de la aurora.
Y siento unas ganas locas
De mear a la luna desde la ventana.
¡Luz azul, en este azul profundo
Ni siquiera la muerte me importa!
¡Que importa que yo parezca un cínico
Con un farol colgando del trasero!
Viejo, buen y supercabalgado Pegaso,
¿Qué falta me hace a mí tu trote blandengue?
Yo he venido como un severo maestro
A cantar y a ensalzar a las ratas.
Como agosto, vierte
Mi cabeza el vino espumoso de mis cabellos.
Yo quiero ser ese amarillo
Que nos lleva al país que navegamos.
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Elegía Para N. N.
Si es demasiado lejos para tí, dilo. Habrías podido correr sobre las pequeñas olas del Báltico, atravesar el campo de Dinamarca, la floresta de hayas, virar hacia el océano, y ya está, cerca, el Labrador, blanco en esta estación del año. Tú, que soñabas una isla solitaria, si temes las ciudades, el parpadeo de los fuegos sobre las autorrutas, habrías podido tomar el camino de los bosques sordos, sobre torrentes revueltos y azules, y rastros del ciervo y del reno, hasta las Sierras, hasta las minas de oro abandonadas. El Río Sacramento te habría llevado entonces, por entre las colinas recubiertas de encinas espinosas. Todavía un bosque de eucaliptos, y estarás en mi casa.
Es cierto, cuando la manzanita florece, y la bahía es azul en las mañanas de primavera, yo pienso a mi pesar en la casa entre lagos y en las redes recogidas bajo el cielo Lituano. La cabaña donde te despojabas de tu traje antes del baño se cambió para siempre en un cristal abstracto. Y en él está la oscura miel de la tarde, junto al balcón, y las pequeñas lechuzas, graciosas, y el olor de los arneses.
Cómo podíamos vivir entonces, yo no puedo decirlo. Las costumbres, los trajes, vibran imprecisos, inconsistentes, tensos hacia el final. Es tal vez que pensábamos en las cosas tal como son? El saber de los años fogosos ha enrojecido los caballos ante la forja, y las pequeñas columnas en el mercado de la aldea, y los peldaños de madera y la peluca de Mamá Fliegeltaub.
Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes: cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser, la gente, las comarcas. Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería, pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa. Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe esa pálida ceniza de Sachsenhausen con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.
Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos, a la ciudad donde la sangre del propietario alemán fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó. Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país. No se puede entrar dos veces en el mismo lago, sobre hojas descompuestas de abedul, y quebrando una estrecha estría de sol.
Tus faltas y las mías, no fueron grandes faltas, tus secretos y los míos, no eran grandes secretos. Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo, cuando te ponen una cruz entre los dedos, y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.
No, no es porque estés tan lejos que no has venido el otro día, la otra noche. De año en año madura en nosotros y nos invadirá, yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.
Berkeley, 1963
Czeslaw Milosz
Versión de William Ospina
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Dia 5
07/06/2024 1:20 AM
Hoy quisiera ser breve con lo que haré, pero conociéndome, sé que no será así, porque ya va una semana y apenas llevo un simple boceto. La verdad, me hubiera encantado usar mi día libre para más, pero estaba decaído, y no soy nada productivo durante el día. Por la noche/madrugada, me siento vivo, me siento yo mismo. Solo mi música, el sonido del teclado al escribir, y mis notas y dibujos a un lado. No hay ruido de afuera, mi perro ya está dormido, nadie toca a la puerta a estas horas. Hay excepciones como el ruido de carros y motos a toda velocidad, algún borracho o, de vez en cuando, la ráfaga de un arma de fuego. Pero, por lo general, es tranquilo. Además, el ambiente está un poco más fresco; ha estado lloviendo estos días y la sensación es preciosa. Algo que siempre me ha fascinado desde que tengo memoria son los días lluviosos. Salir en mi bicicleta de niño, el ruido de la lámina sonando como una nana que me relaja al dormir. Amo esas sensaciones, me da un escalofrío cada vez que escucho la lluvia.
La lluvia me trae muchos recuerdos y siento que son lo mejor que tengo.
Dibujé esto pensando en esta misma:
3:54 PM
Mi último break del día, aprovechando escribiré algo. El día ha estado X, nada nuevo, llamadas y más llamadas. Una lástima que no traje mi laptop al trabajo para adelantar y tener el blog del día de hoy listo para subirlo, porque estaré aquí por más de una hora esperando a que habiliten el servicio de bus hasta las 7. Tendré que ver shorts de YouTube para matar el tiempo, el cual casi ni tengo. Me despido por el momento.
11:24 PM
Al parecer, sí llovió mientras terminaba mi turno, lo cual tranquilizó el ambiente para bien. Amo la lluvia, no sé cuántas veces lo he comentado, pero sí, la amo. Perdón, paro...
Por otro lado, me siento inspirado, como si pudiera hacer cinco dibujos a la vez, pero no, no puedo. En fin, continuando con el boceto, ya tengo la base de lo que será. Para ser sinceros, lo único que haré será copiar seis veces el dibujo final de la lata para luego imitar la pieza de "arte contemporáneo" y ya. Lo complicado será igualar el estilo renacentista. He aquí cómo se vería el resultado final.
No es la gran cosa pero ya luego veré si hoy en un par de horas continúo con la obra en cuestión. Aprovechare que ire a la universidad y le preguntaré a un compañero por ideas para mejorarlo. Eso sería todo por hoy del día 5. Lindo día/noche.
Se despide nuevamente, D.G.
#digital art#animation#artists on tumblr#drawing#my writing#digital illustration#blogdiario#blog#personal blog
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Lobos salvajes
Parte 2/2
"Que rara nuve en forma de tortuga" comento Razo al lobo de pocas palabras el cual solo jadeaba con la lengua fuera como un perro " abra más nueves raras como esa?" Pregunto curioso
"Niño, pon atension" Ordeno Rojo serando las cortinas cosa que hizo agachar la cabeza al más joven "continúa Rosa"
"Bien, como decía, tal ves borrarle la memoria con los polvos mágicos de Hallo sea buena idea, así tal ves María pueda echarle algún cuento y así nuestra existencia seguiría siendo un misterio" sugirió "pasa algo Cero?" Le pregunto al notar que este estaba aguantnado la risa
"No...solo que je, polvos mágicos jeje"
"Idiota" lo llamo Hallo
"Kris, puedes venir? Tenemos que hablar de algo" se escucho un grito desde las escaleras, había llegado el momento de hablar
"Desenme suerte...¡ya bajo!" Dijo para retirarse del cuarto
"Ojalá y el tipo de verde se largue" gruñó el de cabeza de calabaza
....
El lobo se acercó a su hermana siendo recibido por algunas palmadas en la cabeza echas con cariño. Luego noto al otro humano un poco serca de ella y lo miro mal, pero no dijo nada al respecto.
"Bien Kris, me gustaría saver tu versión de los echos, como llego nuestro invitado aquí" comento en busca de respuestas para ambos, el lobo grande asintió y comenzó a explocarse
" bien, todo comenso cuando regresábamos de nuestra sesión de casa, éramos doctora, Rojo, Hallo y yo, habíamos atrapado un venado, que por sierto Pandy y Cero se encargaron de la piel"
"Una preocupación menos, contiua" Pido, aunque Chris no entendió el comentario
"Como decía, hibamos de regreso a la cabaña cuando notamos que alguien nos seguía así que Hallo se hizo invisible y le dio con un palo"
"Eso explica el dolor de cabeza" comento Chris " pero, porque me trajeron aquí?"
"Rosa no quería dejarte tirado y te llevo aquí apesar de nuestras quejas" explico el animal
"Bueno, ya que tenemos todo el contexto, creo que podemos empezar con el borrado de memoria, llama a Hallo por favor " Pido la chica dejando sorprendido a Chris
"Que? Pero yo no quiero que me borren la memoria" protesto Chris
"Lo siento, pero no está en disposición, es muy peligroso que alguien más se entere de la existencia de ellos" explicó "pero no te preocupes para ti será como si hubieras pasado todo el día inconsciente" eso no tranquilizó al chico
"Pero estos lobos son increíbles! Unos más altos que los normales, una tiene alas, otro se puede transformar en sombras, otro literalmente es un cadáver viviente, y me gustaría saber más de ellos!" Dijo emosionado, Chris legítimamente quería saver más de estas fascinantes criaturas y no podía soportar la idea de olvidar su encuentro "no puede haber otra manera?" María miró a otro lado apenada y fue Kris quien tomó la palabra
"Humano, no eres el primero en enterarte de nosotros y muchos trataron de investigarnos, al final solo querían el poder que guardamos y usarlos como armas, como se que no eres como ellos?"
"....desde que era joven me interese en la seguridad y protección de cada criatura y con este traje mis amigos, mi hermano y yo no emos asegurado barias veces de procurar el bienestar de los animales, con esto no te pido que me creas ,entiendo que esto lo hacen para protegerse, solo les pido una oportunidad"
El chico de verde suplico por una oportunidad, solo eso les estaba pidiendo, tanto la chica como el lobo se miraron indecisos, si realmente se merecía esa oportunidad o solo era un falso discurso como otros que an escuchado. María miró al chico a los ojos y vio que tenía algo especial, tal ves si estaba diciendo la verdad
" bien"
"Bien!? Pero María!" Se quejo Kris
"Le daremos una oportunidad, pero eso es todo, si le cuestas a alguien de ellos te borraremos la memoria y al que le ayas contado y no volverás a saver de este lugar entendido?" Dijo firme María con una seriedad que asustó a los dos Chris
" entendió" dijo asintiendo con la cabeza
"Bien, entonces será mejor decirles al resto que pueden bajar, que es seguro por ahora" dijo mirando al lobo el cual entendió la señal y alzó un aullido para que los demás bajen
"Bien, llego mi turno, nos vemos nunca humano" dijo de forma extraña mente feliz siendo detenido Kris el cual coloco una sus patas en la calabaza antes de que hiciera algo
"En realidad no los llamamos para eso" respondió Maria lo que sorprende a los lobos "el humano está en fase de prueba, así que por ahora no se le borrara la memoria" aclaro, se pudo ver un poco a Hallo desanimado por eso
"Que buena noticia, ase tiempo que me gustaría conocer otros humanos" comento feliz Angy la cual se acercó a Chris de forma amigable y juguetona, a lo cual este se enterneció y le dio unas caricias detrás de sus orejas
"Es un gusto que me permitan conoserlos"
"Eso significa que podemos jugar contigo?!" Pregunto Razo con entusiasmo y apoyo sus patas delanteras en el hombro del chico "a mi me gusta jugar a la pelota y Hasper al frisbi" se escucho un ladrido que provenía de Hasper había traído una pelota de tenis algo dañada
"Jaja parece que estarás ocupado un poco" dijo riendo la chica "Hallo"
"Si ya voy" dijo para después lanzar les a los lobos un polvo que los combirtio en husky's siberianos "trata de no hablar Razo, o el disfraz no servirá de nada"
"Guaf" respondió el de ojos amarillos, lo único que no cambiaba en ellos
"Disfraz?" Le pregunto Chris a la chica
"Es por si ay alguien serca, cuando jugamos afuera, es más fácil que desmemorizar a todo mundo" bromeo un poco sacandole una risa a Chris el cual tomó la pelota que le trajeron y junto a María salieron afuera, aún no iba a llover, así que querían aprovechar
Chris lanzó la pelota y los dos "perros" salieron corriendo tras ella "así que el equipo kratt" comento viendo a Razo y Hasper pelear por la pelota "creo haber escuchado de ustedes antes"
"Seguramente, nuestras investigaciones y protección sobre la vida salvaje no se hicieron esperar para nadie" dijo un orgulloso Chris tras lanzar la pelota de nuevo
"Ya veo, el chaleco es lindo, es una especie de uniforme o algo así?" Pregunto, atreviéndose a tocar un poco la tela del traje, dejando un poco sonrojado a Chris "Oh! Párese estar echo con tela anti balas, lo mismo con los guantes" dijo maravillada sosteniendo una de las manos de Chris
"Bu-bueno, no es un simple chaleco María, este es el traje animal, con el me puedo transformar en cualquier criatura y"
"CHRIS" se escucho una vos molesta seguido de unas risas en el fondo
________________________________________
Martin salió corriendo en dirección al restaurante rodante de Gourmound, estaba decidido a rescatar a su hermano menor antes de que le hicieran algo, Aviva y Koki estaban detrás de él tratando de seguirle el ritmo, pero difícil cuando el estaba tan concentrado
"Porque esta actuando así? No es la primera ves que capturan a Chris" cuestiono entre susurros Koki
"No lo se, a lo mejor se siente culpable" susurro Aviva
No tardaron mucho en encontrar el restaurante de Gourmound, casi y parecía estar al descubierto apropósito, esto hizo que Aviva empezará a dudar, algo le paresia muy extraño
"Yo iré a buscar a Chris, ustedes distraiganlos" dijo Martin al ver a su hermano atado en una esquina sin siquiera zachbots que lo vigilarán, pero Aviva lo detuvo
"Espera Martin, ay algo raro en todo esto"
"Gourmound y Zach secuestraron a Chris ¿que raro ay en eso?" Pregunto molesto
"Martin, solo míralo, en primera no hay nadie vigilando, Chris ya hubiera escapado hace mucho o estaría peleando con ellos, en seguida, fue demasiado fácil encontrarlos, asta tu deviste penar que es por lo menos curioso, no?"
"Bueno si, pero"
"Y tercero Chris no tiene puesto su traje y no me digas que se lo quitaron, Zach me lo hubiera presumido en la cara para hacerme enojar" exclamó ella un poco molesta, el de azul se quedó callado un momento y miró a su hermano, era un poco distinto ahora que lo veía mejor su cabello era más oscuro y sus ojos eran de un color rojo, pero fuera de eso se parecía mucho a el"
"...es un Zachbot" dijo Martin al fin molesto "nos trajeron aqui a perder el tiempo!"
" claro que si! Que esperaban" los sorprendió Zach por detrás
"Zach! Donde esta Chris!?" Exigió saber Martin, el cual se acercó muy peligroso a Zach, pero a este no pareció importarle
"No lo se, solo lo hicimos para distraerlos y que no pudieran encontrar a la rata verde antes de que llueva" dijo un poco juguetón y tomandolo a broma
"No te creo" exclamó Koki "algo deves estar tramando"
"Oye solo planeamos esta distracción, hacerlos pelear un poco antes de que se dieran cuanta del engaño y fuera demasiado tarde para buscarlo" explico el chef que apareció detrás de ellos y se coloco junto a Zach "pero se ve que son más listos de lo que pensaba...bueno la aguacate lo es"
"¿Por qué me apodo aguacate?" Pensó Aviva con los ojos en blanco
"Agh!" Gruñón Martin mientras pisoteada con fuerza el piso y se retiraba
"Martin espera!" Las dos chicas salieron corriendo detrás de él
"Los seguimos?" Pregunto el chef al ver lo gracioso que era Martin molesto
"La duda ofende" respondió Zach y salieron corriendo detrás de ellos
"Dejen de seguirme todos!" Pidió enojado el de azul
"Pero Martin" dijo Aviva tratado de hacercarsele, pero este la aparto "aún tenemos que encontrar a Chris"
"Ya lo hago yo, no devi dejar la búsqueda individual" murmoro molesto
" esto es más divertido de lo que pensé jajaj"
"Si, yo no lo había visto así desde que eramos niños y una niña le quito un Peluche de rana jaja"
"Esto no es divertido, y es por su culpa que el esta así para empezar " dijo molesta koki
"Entonses nuestro cometido esta echo jaja" se burlo Gourmound
"Hablando de Chris, no es ese?" Pregunto Zach señalando hacia una cabaña, la cual se podía ver a Chris junto con una chica de buso Rosa pastel y de cabello castaño
"CHRIS!" Grito Martin molesto mientras que los dos villanos comenzaron a reirse
"Hola Martin, perdón por alejarme" se disculpo apenado el menor
"Nada de hola ni que nada, saves lo preocupado que estaba? Porque no llamaste o trataste de buscarnos?" Chris se sintió un poco culpable
"Lo siento, fue mi culpa" se disculpo María antes de que Chris hablara
"Y tu quien eres?"
"Mi nombre es María, un gusto" dijo de forma dulce
"Eh si...Chris despídete de tu amiga y vamonos antes de que llueva" dijo ignorando a la chica la cual parecía molesta
"Que grosero" pensaron los lobos que observaban desde el interior de la casa
Razo se acercó a Chris con la pelota junto con Hasper los cuales querían seguir jugando " lo sinto chicos, pero Chris tiene que irse" los acaricio María "en otro momento seguiremos jugando" dijo Chris poniendo se a la altura de los animales y los acaricio un poco
"Antes de irte" se le acercó con una bolígrafo y tomó el brazo de Chris y le escribió algo en su brazo "para comunicarnos luego, adiós Chris" se podía notar un leve rubor en ambos y Chris estaba muy avergonzado
"A-adios" dijo algo avergonzado para después sentir como lo arrastraban legos "Eh? Martin!" Se quejo tratando de safarse
"Estas tardando mucho" reclamo el mayor mientras todos se alejaban y María se despedia con la mano mientras veía como se alejaban
"Entonses....te gusta?"
"Razo!" *sonrojada*
...
"Martin no seas tan duro con tu hermano" resongo Aviva al hermano mayor
" si pobre lo estas avergonzando frente a su novia" se burlo entre risas Zach
"No es mi novia, solo somos amigo" dijo algo sonrojado
"Chico, vimos lo serca que estaban y te escribió su número en tu brazo, no tienes que ocultarlo" dijo Gourmound apuntándole con el dedo acusador "o que? Nos vas a decir que una chica tan dulce y linda no te gusto con lo nervioso que estabas?" Chris no pudo decir nada ante eso, solo se sonrojo más
"Si mejor dinos como la conociste para encontrar una igual, eh, eh" dijo pícaro Zach pegandole con el codo
" y si mejor ya se van?" Los miro sería Koki causando que los villanos sonrieron atrapados y se largaran "que molestos" muemuro Aviva y regresaron a Tortuga donde ya más tranquilos esperaron a la lluvia y Chris registro el número de su nueva amiga y sus increíbles animaciones.
#wild kratts#chris kratt#maria larras#martin kratt#aviva corcovado#jimmy z#koki wild kratts#gaston gourmand#zach varmitech#f/o x s/i#wild kratts fanart#wild kratts fandom#wild kratt fanfic#self ship#self insert#self h@rm#self love
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Phantoms and Whispers
R. J. Lupin
El invierno llegó a Hogwarts, la nieve cubre la mayor parte del castillo y sus alrededores, a diferencia de los años anteriores, esta vez me quedé en Hogwarts y no fui a casa para las vacaciones de navidad, será raro no tenerles cerca en esta fecha, Theo tuvo que ir a la mansión Nott así que en cierto aspecto estoy sola, lo cual es una ventaja y una desventaja, lo bueno es que voy más seguido a ver a Sirius, le he dejado unas mantas y mucha comida, me hace sentir mejor el saber que aquí la está pasando mejor que en Azkaban
- ¡Ara! ¿Qué delicia me traes hoy para comer? - me pregunta.
- Te he traído variedad, pero también traje una poción mata pulgas, me estresa que te estes rascando de manera constante - le comento.
- ¿Qué? ¡No! ¡No esa maldita poción otra vez! - Exclama -. Remus y James me hicieron tomarla cuando iba a clases ¡Es horrible!
- Las pulgas aparecen por la poca higiene, ahora no tienes los recursos como para tener buena higiene, así que esta es la única manera - le digo -. ¿Cómo es que tenías pulgas cuando ibas a clase? La profesora McGonagall es una animaga también y no pareciera sufrir de pulgas.
- Supongo que las cosas funcionan diferentes si se trata de perros o gatos - dice alzando lo hombros para luego darle un mordisco a uno de los bizcochuelos.
- ¿Quedaste en algo con el gato? -le pregunto.
- Sí, de vuelta de vacaciones me dará el papel con las contraseñas para ir a buscar a Peter, si por alguna razón yo no pudiera entra, él se encargará de llevar a Peter a la salida - me responde.
- Tenemos plan b, eso es bueno.
Cuando los estudiantes volvieron a Hogwarts empezamos a actuar, Sirius no logró entrar en la sala común de Gryffindor, pero el gato de Hermione nos ayudó e hizo que la rata saliera, ahora solo quedaba encontrarla, ya que se había logrado escapar de nuestras manos.
- Tenemos muchas clases seguidas - le dije a Theo mientras veía como empezaban a floreces las flores.
- Es por el extra curricular - me explica él - si no lo hubiéramos tomado ahora tendríamos libre.
- ¡Su gato la mató! - escuchamos, al parecer Ron peleaba con Hermione por la desaparición de su rata, al parecer darse por muerta es una de sus especialidades.
- Aramia Jenell si no te mueves llegaremos tarde.
- Es verdad, lo siento - digo bostezando.
A la semana ya habíamos conseguido algo.
- Vaya Remus, bienvenido - dice Sirius.
- Hola profesor.
- Está vivo - dice él-. Todo este tiempo lo estuvo - se veía bastante conmocionado.
- ¿Qué te hizo cambiar de opinión? - pregunta Sirius.
- Harry tenía el mapa, vio a Peter en el - deja el mapa frente a nosotros.
- ¿Este es el famoso mapa del merodeador? - pregunto y ellos asienten -. ¿Saben lo que esto significa? Con esto podremos encontrar a Peter con mayor facilidad, podremos seguirle el rastro y que cuando ande por los alrededores del sauce boxeador le tomamos por sorpresa.
- Eso será algo difícil de predecir, lo más seguro que de momento el mapa lo tenga Sirius, no serviría de nada que lo tengamos nosotros - dice Remus.
- Trataré de pasarme por aquí antes de ir a dormir, así traigo comida a Sirius de paso - les informo -, aunque eso es lo que he estado haciendo desde hace un buen tiempo ¿Profesor Lupin, usted pasará la luna llena aquí?
- Sí y preferiría que no estés aquí esa noche, Sirius con su forma animaga me puede ayudar - me dice.
- Comprendo, falta poco para la luna llena, traeré harta comida para que Sirius pueda sobrevivir ese día de mi ausencia.
- Lo dices como si fueras indispensable - se burla Sirius.
- Soy indispensable - le aclaro -, sin mi estarías pasando hambre y frío, además de que nunca habrías sabido lo del gato o las contraseñas.
- ¿No se te está haciendo tarde, Aramia?
- Mientras no me encuentre con Filch todo estará en orden, Snape no me castigaría y puedo ser muy persuasiva con McGonagall.
- ¿Ya terminaste el trabajo que dejé para mañana a primera hora? - pregunta Remus.
- ¿Trabajo? ¿Qué trabajo? ¿Saben? me ha empezado a dar mucho sueño, creo que es momento de que vaya a dormir - digo como excusa para escaparme y hacer el bendito trabajo.
Luego de un buen fin de semana en Hogsmeade y de haber arrasado con la tienda de dulces tocaba volver a las clases, hoy no íbamos a tener cuidado de criaturas mágicas, ya que al parecer iban a ejecutar al hipogrifo, o eso escuchamos decir a Malfoy, pobre animal, no tenía la culpa de que un idiota se le acercase y le provocase, en su situación yo te también habría golpeado a Draco, y hablado de golpear a Draco, vemos a Draco sujetar su nariz maldiciendo a Hermione.
- Esa maldita sangre sucia, tendré la cabeza de ese pollo como trofeo en casa - les dice a sus amigos.
- ¿Qué habrá pasado ahora? -pregunto mirando a Theo.
- No tengo idea - dice para luego tomar un libro y empezar a leerlo.
- Ese estúpido pollo - se queja nuevamente el rubio platinado.
- ¿Te alegra tener la cabeza de un animal como trofeo? - le pregunto -. Vaya idiota, creí que serías más inteligente, si de verdad te importara o tuvieras un mínimo de inteligencia habrías usado los contactos de tu padre de mejor forma. Todo el drama que hiciste para luego sentirte satisfecho con tener la cabeza del Hipogrifo, que patético.
- ¿Acaso tú habrías hecho algo mejor? - pregunta serio.
- Por supuesto, viendo como juega tu padre me hubiera gustado conseguir alguna amonestación para ellos o ventajas hacia mi persona luego de tan traumático hecho - digo en tono burlesco.
- ¿En verdad habrías hecho algo así? No te creo.
- La principal diferencia entre tú y yo, Malfoy, es que yo pienso y veo más allá, antes de hacer mi jugada pienso en dos movimientos más adelante, es solo estrategia para conseguir lo que quieres, pero bueno, con lo estúpido que eran tus objetivos no puedo esperar más de ti - le sonrío falsamente.
- ¿Estás segura que no eres adoptada? Con lo fría y calculador que eres parecieras ser una Malfoy.
- Creo que mi cabello es la clara respuesta de que no soy una Malfoy, ahora si me disculpas tengo cosas más importantes hacer - miro a Theo que tenía una sonrisa en los labios y se pone a caminar -. ¿Qué tal salió?
- Demostraste quien mandaba.
- Ahora supongo que me va a acusar con su papá - río.
- Lo dudo, eres miembro de una de las familias sagradas, me atrevería a decir a que intentará que te unas a su grupo.
- ¿Junto a Parkinson, Grabbe y Goyle? No gracias.
- Dije lo mismo, más que amigos él tiene perros falderos, yo no soy de esos - murmura -, él único que se salva es Blaise.
- Tienes razón, él es agradable y no insulta a la inteligencia con sus comentarios como lo hacen los otros.
- Aun no entiendo cómo es que pasan de año.
- Contactos - le explico -. Con contactos se pueden hacer muchas - veo a la chica rubia, Marlene, mirar hacia el sauce boxeador.
- Me alegra que Remus no vaya a pasar solo esta luna llena - dice James -. Le vi dirigirse a al sauce boxeador - por alguna razón me sentía inquieta.
- Algo va a pasar -dice Marlene sin despegar su vista del sauce boxeador.
- ¿Ara? ¿Sucede algo? -
- Quejicus va hacia el sauce boxeador -informa James.
- Necesitan ayuda.
- ¿Aramia? - Theo se pone frente a mí y toma mi cara con sus manos -. ¿Sucede algo? ¿Qué pasa?
- Tengo que ir al sauce boxeador -le respondo - no te preocupes, estaré bien.
Corro en dirección del sauce boxeador, encanto el árbol y paso por el pasaje para llegar a la casa de los gritos, subo al segundo piso al escuchar el ruido de algo romperse. Paso con varita en mano y me encuentro al profesor Snape inconsciente, me adentro más en la habitación y me encuentro al trío de oro junto al profesor Lupin y a Sirius.
- Un día que no estoy contigo, Sirius y ya has montado todo un espectáculo - comento sorprendiendo al resto -, ahora hagamos las cosas rápido, suelta la varita Potter.
- Háblenme de Pettigrew - exige Potter.
- ¿Fawley también está metida en esto? - pregunta Weasley por lo bajo.
- Estudió con nosotros, creímos que era nuestro amigo -explica Remus.
- No - niega Potter -, él murió ¡Lo mataste! - apunta a Sirius con su varita y en respuesta yo le apunto.
- Eso creí hasta que mencionaste verlo en el mapa.
- El mapa nos mintió.
- El mapa jamás engaña - dice Sirius -. Pettigrew está vivo y está ahí - dice señalando.
- ¿Que? ¿Usted cree que yo? - pregunta Weasley nervioso.
- No tú ¡Tú rata!
- Scabbers lleva en mi familia...
- ¡12 años! Una larga viva para una simple rata - le insiste Sirius - Le falta un dedo ¿Cierto?
- ¿Y eso que?
- Todo lo que quedó de Pettigrew fue su...
- Dedo - completa Sirius -, el cobarde se lo corto para que pensara que estaba muerto y luego se transformó en una rata.
- Demuéstramelo -dice Potter, Sirius va a tomar la rata, pero Weasley no la quiere soltar - dásela Ron -
- Dale la maldita rata - le digo, Sirius logra quitarle la rata y se la lleva mientras esta empieza a chillar.
Preparo mi varita para lanzar un finite, Sirius deja la rata sobre un viejo piano y esta empieza a correr empezamos a lanzarle hechizos y justo antes de que logre escaparse logramos darle haciendo que se convierta nuevamente en humano, Sirius y Remus le sacan del hueco en el cual él se había metido.
- Remus, Sirius, mis queridos amigos - abre un poco los brazos y luego intenta escapar nuevamente, cosa que claramente no funcionó -. Harry mírate, eres igual a tu padre, a James, nosotros éramos amigos.
- ¿Como te atreves a hablarle? ¿Como osas hablar de James en frente de él? - dice Sirius.
- Entregaste a Lily y a James a Voldermort ¿cierto? - pregunta Remus.
- No era mi intención hacerlo, no saben la clase de armas que él posee ¿Qué habrías hecho tú, Sirius? ¡¿Qué habrías hecho tú?!
- ¡Hubiera muerto! ¡Hubiera muerto antes de entregar a mis amigos!
- Después de todo el perro es el mejor amigo del hombre ¿No? - pregunto, Pettigrew se cerca nuevamente a Harry.
- Harry, tu padre no me mataría, él me perdonaría, me perdonaría.
- ¿Lo hubieras hecho? - le pregunto a James y él mira fijamente para luego susurrar un "no lo sé".
- Debiste saber Peter, que, si Voldemort no te mataba, nosotros sí ¡cualquiera! - Sirius y Remus tienen a Peter acorralado.
- ¡No!
- Harry este hombre... - empieza a decir Remus con voz pausada.
- Se lo que hizo, lo llevaré al castillo - dice Potter a lo que alzo una ceja.
- Gracias Harry - Peter se acerca a Potter para abrazarlo.
- ¡Suéltame! dije que te llevaré al castillo para que los dementores te lleven - aclara.
- Eso suena a algo que haría Lily - dice James con una sonrisa triste.
-Ustedes adelántense, yo me encargo de Snape - les digo.
- Fawley, tienes cosas que explicarnos -dice Potter.
- ¿No te meterás en problemas si Snape te ve aquí? - pregunta Hermione.
- El problema más grande que tengo es que me estoy perdiendo la cena, podré con Snape, ustedes vayan - les digo.
Ellos bajan y se van por el túnel mientras yo me quedo sentada en el suelo viendo al profesor Snape inconsciente, ni me molesté en sacarle los escombros que tenía encima. Fue un par de minutos que pasó cuando este empezó a moverse, se levanta y me queda mirando.
- Fawley.
- ¡Profesor! ¿Se encuentra usted bien? Le he encontrado inconsciente- en teoría lo que estaba diciendo era cierto, ya que cuando llegué él ya estaba inconsciente.
- ¿Qué haces en la casa de los gritos?
- Yo también le podría preguntar lo mismo, profesor, supongo que bastará con decir que tengo autorización del profesor Dumbledore, usted puede preguntarle y le explicará la situación - le respondo.
- Muévete Fawley, es tarde para que estes aquí - dice de forma tosca -, sal.
- ¿Está seguro, profesor? Acaba de despertar, no sé lo que le habrá pasado, pero podría tener alguna secuela - intento detenerle para darle tiempo a los demás de irse.
- ¿Qué ocultas Fawley? -dice antes de retirarse, le sigo el paso y pasamos por el túnel, a la salida de este esté se acerca al trío de oro y se pone frente a Potter, un rugido llama mi atención, oh no.
Remus golpea a Snape, pero no logra ser nada grave, Sirius, en su forma animaga, se lanza sobre Remus para poder distraerlo y ganar tiempo.
- Tenemos que irnos - susurro -. Sirius nos está dando tiempo para que huyamos.
Potter hace caso omiso a mis palabras y se va detrás de ellos para intentar "ayudar" a Sirius ¿Qué podría hacer él contra un hombre lobo? Por lo menos Sirius con su forma Animaga puede ser más ágil y escurridizo, y que decir de los dientes.
Teníamos que volver al castillo antes de que la pierna de Weasley empeore por la mordedura, o de que Remus vuelve a por nosotros, pero no podíamos dejar a Potter y Sirius, me dispongo a ayudar a Hermione tomando a Weasley de un lado para movernos a un lugar más seguro, Snape iba preparado en casos de que Lupin volviese.
Paro de caminar, me empiezo a sentir agobiada y escuchar muchas voces hablando a la vez, suelto a Weasley para poder taparme los oídos con las manos. Las voces van en aumento, quieren que grite, alguien va a morir y podría ser alguno de ellos.
- ¡AAAAAAHHHHHHHHH! - un grito desgarrador sale de mi garganta, veo como todos tapan sus oídos como acto reflejo, cuando guardé silencio Snape se acerca con una mirada seria -. Preguntas para después, nosotras llevaremos a Weasley al castillo, busque a Potter y a Black - le digo, este no lo duda y va siguiendo el camino que había tomado Potter.
- ¿Que fue eso? - pregunta Hermione.
- Eso es lo de menos, tu amigo tiene que ir a enfermería, las mordeduras de perros son muy propensas a infectarse.
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FANFIC UNA NOCHE CON RAFAMON (twokinds edition)
Rafamon: bueno ya, acabo mi turno, como gran templar, me preguntó cómo estará, trac-
*una figura femenina de una keindra zorro en su cuarto estaría en la cama al abrir la puerta vestida lindamente con un traje de maid*
Laura: AMO RAFAMON QUE BUENO VERLO
rafamon: -///- que no me digas amo cariño las otras se pondran algo cel-
*otra keindra entra a la habitación ella parece una leoparda y gata café con toques de blanco y unos hermosos ojos*
Katherine: señor rafamon ya doble la ropa y cocine
Rafamon: aww Katy querida no debiste
Laura:.*con una correa para perros puesta* quiero amor de mi dueño
(gracias por alentarme @spark-un-lobo-blanco )
CONTINUARA
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Soltó un suave gemido y despertó de golpe, vio a su esposo con su pequeña dormidos, pero ella se levantó por algún motivo, camino hacia la pequeña cama que ahora estaba Rufus entre dormido, lo sabía porque abrió ligeramente sus ojos y volvió a cerrarlos.
Su fiel amigo Rex lo acompañaba para darle calorcito, el frío del otoño ya se hacía notar y Nico simplemente se fue a sentar junto a el.
Tomo su teléfono y le escribió a su hermana Domi, que también tenía sentimienros por ese cachorro, ambas lo eligieron del refugio cuando habían decidido vivir juntas.
— Rufus está mal, creo que no pasará la noche, no he tenido cabeza para poder avisarte, lo siento.
Envío Nico en un audio a su hermana que vivía al otro lado del mundo y que la diferencia horaria era bastante. Pero pronto vio el estado «Online»
— ¿Que es lo que tiene, lo llevaste al veterinario? Y si es así, ¿Que es lo que tiene? Pobresito bebé, dale un besito de mi parte . La voz adormilada y preocupada de su hermana sonó detrás de su teléfono y la morocha simplemente suspiro.
— Está muy enfermo Domi, su cuerpo no responde, el veterinario no dió noticias alentadoras, así que simplemente lo traje a casa...para que pasara con nosotros lo que le queda, está muy mal...
Decía Nico con tristeza mientras acariciaba las patitas de Rufus que la miraba simplemente. Envío el audio y suspiro con fuerza simplemente.
Nico ni se dió cuenta cuando una lágrima corrió por su rostro, e hizo una suave mueca acariciando el lomito de su mascota, sin darse cuenta estaba llorando en silencio.
Una profunda penaa inundó, moediendose los labios con fuerza para no sollozar, se quedó en silencio largos segundos mientras lo miraba.
— Todos te amamos Rufus...has Sido un gran perrito, mereces estar bien y estar sano...—se limpiaba las mejillas húmedas pero no basta a— nosotros cuidaremos de Amelia con Rex y Ría, prometemos no desenterrar tus huesitos,
Mientras hablaba Rufus movía suavemente su colita y la miraba con cariño. Todo eso más la hacía llorar, sin poder contener toda esa pena que sentía dentro, pero buscaba valor para seguir hablando, necesitaba despedirse de su amigo.
— No le daremos más comida a Rex o será un caballo enorme— Hablaba con su perro como si fuera una persona y le sonreía ante la pena que tenía, sollozando suavemente para no despertar a nadie.
— Te amo mucho, ya te puedes ir...nosotros estaremos bien, y te amamos con todo el corazón, siempre serás amado en esta casa
Susurraba mientras que sentía como cada vez se iba apagando.
Al darse cuenta se alejo ligeramente de Rufus y golpeó suavemente la pierna de su esposo, el cual despertó de un salto, y al verla llorando dejo a la pequeña dormida, suavemente en la cama para bajar al piso y abrazarla.
— Se nos va, ven
Nico y Adam simplemente acompañaron los últimos minutos de Rufus entregándole el amor que el merecía por todo lo que el le había entregado a ellos, se fue una noche de otoño, rodeado de las personas que más lo amaban.
Q.D.E.P Rufus 9-10-2023
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