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analisword · 8 months ago
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem Reader)
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Epílogo:
Si Alana tuviera que decir en una sola palabra cómo se sentía en estos momentos, paz sería la adecuada, se encontraba con los pies sobre el tablero del automóvil, con un libro y Zola en sus muslos y Enzo cantando a todo a todo pulmón la música que sonaba en el radio.
Hace 6 meses que él la había sorprendido en la feria de libros de su ciudad, desde entonces, no habían vuelto a separarse. 
Como de costumbre, continuaron justo en donde se habían quedado la última ocasión, sólo que esta vez no tenían miedo, porque sabían  que esta vez sí permanecerían juntos.
La historia que Alana había pasado tanto tiempo escribiendo en el departamento de Enzo resultó un éxito total, sobrepasando las reviews buenas y ventas de su saga Arco de sangre, en resumidas cuentas, Alana logró fundar su propia editorial y ser la cabecera de ella, en donde un montón de mujeres habían sido firmadas para trabajar desde cualquier parte del mundo, sin tener que quedarse en un solo lugar para ser publicadas, claro, esto no hubiera sido posible sin la ayuda de Hector Moore, el cual terminó convirtiéndose no sólo en un gran amigo suyo, si no también de Enzo. 
Gracias al éxito de su nueva novela, Alana no tenía que preocuparse por sacar otra historia pronto, irónicamente, mientras Enzo trabajaba, ella se ponía a escribir cuentos de terror, ¿quién diría que el horror sí le terminaría gustando?
—¿Qué tanto estás pensando?—preguntó él aún con las manos fijas sobre el volante. 
—Nada, no puedo esperar por llegar a casa—exclamó americando a Zola.
—Yo tampoco—le sonrió. 
Por casa se referían a su próximo cuarto de hotel en la playa, porque cualquier lugar del mundo era su nuevo hogar. 
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analisword · 8 months ago
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem Reader)
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Capítulo 30 (Final).
2  años después. 
Enzo se encontraba en el aeropuerto, no era nada nuevo, los últimos 24 meses habían sido probablemente los más ajetreados de su vida, entre grabaciones, entrevistas, ruedas de prensa y promociones, no pasaba más de dos días en el mismo lugar, al menos en esta ocasión no se encontraba solo, su fiel compañera de aventuras, Zola, estaba plácidamente descansando en su transportadora, la gata desde hace mucho tiempo se había acostumbrado a viajar con él, unos pensarían que tanta ida y vuelta resultaría estresante para un simple gato, pero para Zola, estar lejos de casa resultaba una completa fiesta. 
Aunque bueno, ¿podría llamarle casa a lo que tenía en esos momentos? Pasaba más tiempo afuera que en Uruguay, pero hoy era día de volver con su madre y Martina, acababa de terminar la promoción de la película que durante tanto tiempo había estado grabando en España, oficialmente era libre por un par de meses. 
El maullido de Zola lo sacó de sus pensamientos, Enzo miró la hora de su reloj, era hora de su comida. 
—Vos tenés más claridad del tiempo que yo—dijo riendo restándole importancia a que alguien más lo escuchara, gracias al cielo sólo le habían pedido un par de fotografías en lo que esperaba su vuelo, quizá era por lo reservado que se había mantenido en los últimos dos años, después de Alana, su vida privada había dejado de ser muy interesante, se había hundido en el trabajo para no permitirse pensar tanto en ella. 
Claro que fallaba en el intento. 
No había día en el que no se preguntara si la chica se encontraba bien, sabía que lo estaba y tenía la esperanza de que, que Dios no quiera, alguna vez había algo malo sucediéndose,  Enzo fuese la primera persona a la que ella llamara. 
No se habían vuelto a ver desde aquél día en México, en el que Alana se fue en la mañana sin despedirse, no podía culparla, una segunda despedida sonaba igual o incluso peor que la primera, aún así, cuando Enzo despertó con frío aquella mañana en México sin Alana en sus brazos, lloró todo el viaje de camino al aeropuerto. 
Y un par de días más. 
Tampoco habían vuelto a hablarse, Enzo no había logrado conseguir salir con alguien más, ¿cuál era el punto? Alana era la única persona que él quería y odiaba tanto que la distancia y el destino haya podido con ellos. 
Sacudió su cabeza, no quería ponerse a llorar en medio del aeropuerto, decidió hacerle caso a Zola y sacó su pequeño plato y comida mojada de su mochila, la gata ronroneó apenas comenzó a comer. 
—¿Sos Enzo Vogrincic?—escuchó una voz infantil decir, Enzo levantó la vista y encontró un pequeño niño abrazado de una tableta electrónica, una mujer, la cual seguramente se trataba de su madre, se aferraba de su pequeño hombro, luciendo aún más nerviosa que él y con una sonrisa que lucía algo espeluznante. 
—Él mismo—dijo riendo, para ese entonces Enzo se encontraría cansado y en su límite de fotografías con fans, pero nunca se sentiría así con un pequeño niño, por lo que le regaló su mejor sonrisa. 
—¿Puedo tomarme una foto con vos?—preguntó.
—Eh, sí, sí, claro—dijo rápidamente—. Esperáme tantito—dijo abriendo la transportadora, ingresó el plato de Zola adentro y la gata se metió inmediatamente—. Listo. 
Después de pararse incómodamente, se limpió las manos en sus pantalones de mezclilla y se acercó al niño para tomarse la fotografía, la mujer le quitó la tableta electrónica de las manos.
—¿Necesita ayuda?—preguntó Enzo amablemente, la pobre mujer llevaba encima la maleta, la tableta, un libro y el celular. 
—Todo bien—dijo riendo—. Sonrían—indicó, Enzo tuvo que inclinarse un poco para que la diferencia de estatura no se notara tanto y sonrió ante la fotografía. 
Se despidió del niño y su madre, sin embargo, cuando el pequeño se acercó con su madre para tomar de vuelta su tableta, el libró cayó en el suelo. 
Enzo casi corrió a tomarlo, después de vivir con una escritora, había aprendido a apreciar y cuidar un poco mejor de los libros. 
—Aquí tiene—le extendió el libro y sin querer miró la portada, Enzo tragó en seco al observarla—. Disculpe, ¿cuándo salió este?
—Justo hace un par de días, sin embargo, pude obtenerlo hace casi una semana antes, la editorial me los manda con anticipación para escribir sobre ellos en mi blog. 
—¿Y qué le ha parecido hasta ahora?—preguntó mientras inclinaba un poco la cabeza, a juzgar por el separador, la mujer ya iba a más de la mitad de la historia. 
—Me ha encantando hasta ahora, si le soy honesta, es mejor que arco de sangre—dijo felizmente. 
—¿Puedo darle una hojeada?—preguntó con nerviosismo, sin responder, la mujer se limitó a devolverle el libro. 
Sus manos estaban temblando, cuando tomó el libro se sorprendió por lo gordo que era, conocía la historia perfectamente, se trataba del libro que Alana había escrito en su departamento, al fin estaba siendo publicado. 
El libro era más grande de lo que hubiera esperado, pasó las yemas de los dedos con delicadeza sobre las páginas, por un instante sintió que no se encontraba en el aeropuerto con unos completos desconocidos, estaba sumergido en otro mundo, con jardines secretos y dragones, Alana tenía el don de obtener ese tipo de reacciones incluso con sólo escribir un par de oraciones. 
Lo hojeó rápidamente, sabía que aunque quisiese, no podía simplemente ponerse a leer ahí. 
Antes de devolverlo, decidió revisar la contraportada.
Sintió que el alma se le iba a los pies. 
‘‘Para la persona que me prestó un escritorio para Escribir este libro Nada hubiera sido posible sin ti, también para ZOla, esta historia es de ustedes…’’
—No quisiera apresurarte, pero el vuelo a Uruguay estaba apunto de salir—dijo la mujer apuntando la pequeña pantalla, Enzo suspiró. 
¿Qué mierda estaba haciendo?
—No iré a Uruguay—exclamó entregando el libro, tomó su mochila y a Zola, necesitaba comprar un nuevo boleto de avión. 
                                                            ˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖ 
—Respira, tranquila, has hecho esto antes, puedes hacerlo una vez más—la motivó su hermana mayor mientras le echaba algo de aire con las manos, Alana sentía que el maquillaje en su rostro picaba de lo nerviosa que se encontraba. 
—¿Y si no les gustó?—preguntó nerviosamente por enésima vez. 
—Alana, hay como 300 personas esperando por ti allá afuera—dijo—. Además, el libro salió hace apenas unos días, dudo que alguien lo haya terminado aún. 
—¡Peor aún! ¿Qué si lo terminan después y se arrepienten de haber estado tanto tiempo esperando aquí?
—¿Podrías dejar de ser tan jodidamente pesimista por un momento? Esas personas llevan un buen rato esperando—coincidió—. Así que sal allá afuera y más te vale que les pongas una sonrisa bonita. 
Alana asintió efusivamente, se sentía como un luchador en la esquina del ring y con Anna como su entrenadora, era la feria de libros de su ciudad y por ello la firma de autógrafos de su nueva historia, al fin, después de tanto tiempo, la había compartido con el mundo entero. 
Tomó un último y largo respiro y subió al escenario, donde fue bien recibida con gritos y aplausos, Alana saludó con la mano hasta que se sentó en el enorme escritorio, un montón de sus libros estaban colocados estratégicamente como decoración, además el equipo de logística se había encargado de otorgarle una caja entera de marcadores permanentes para la realización de los autógrafos, durante casi tres horas, sonrió, conversó y firmó libros hasta que los dedos le cansaron, sentía el corazón llenó de amor y completamente agradecida por el recibiendo que le estaban otorgando, se encontraba hundida en sus pensamientos, con la mirada baja. 
—¿Podés firmarme este libro? Conozco la historia bastante bien.
Alana levantó la cabeza tan fuerte que sintió un tirón en su cuello, parpadeó varias veces. ¿esto era real, o era un producto de su cansancio y la cantidad exagerada de bebidas energizantes que había tomado desde temprano?
—Somos grandes fanáticos—habló nuevamente, Alana sintió un tirón en su corazón al ver que Enzo sostenía a Zola y sin pensarlo dos veces se abalanzó a ellos. 
No podía dejar de llorar, había un montón de emociones invadiéndola por completo, felicidad, confusión, amor. 
—¿Qué hacen acá? ¿Qué haces aquí?—preguntó Alana acariciando la cabeza de Zola, sentía una paz enorme al notar que su gata no la había olvidado aún y la dejaba tocarla de esa forma. 
—Leí tu dedicatoria—dijo suavemente, Alana era consciente  había un montón de personas viéndolos, algunos tomando fotografías y grabándolos, pero en ese instante, se sentía como si solo fueran ellos tres contra el mundo—. Lana, no quiero volver a perderme, mi lugar es con vos, ya sea que estemos aquí, en México, en Uruguay, en España, o hasta en Marte, pero mi lugar es aquí, con vos, vos sos mi lugar. 
—Enzo—fue lo único que podía decir, como siempre, él le quitaba las palabras a la mujer que más palabras tenía por decir. 
—Y se que no te puedo obligar a nada, no puedo obligarte que me sigas, y sé que será difícil y…
—Enzo—repitió. 
—Pero te he extrañado tanto y…
—¡Enzo!—dijo fuertemente, haciendo que el chico al fin se callara por unos segundos—. Te amo—declaró—. Te amo, yo tampoco quiero volver a perderme, mi lugar es contigo. 
Enzo sonrió fuertemente y Alana lo supo de inmediato, iban a estar bien, porque estarían juntos. 
Fin. 
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analisword · 8 months ago
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high infidelity (Enzo Vogrincic x fem reader)
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Capítulo 29.
—Bienvenido a México, esperamos que su estancia sea sumamente placentera—Enzo puso una sonrisa falsa en su cara al escuchar al hombre que acababa de darle la llave de su habitación de hotel, había escuchado esa misma frase al menos treinta veces desde su corta estadía en el país. 
—Gracias—agradeció, quitándose los zapatos apenas pisó el suelo y estuvo solo en su habitación, dejó la estatuilla de plata sobre la mesa de café, se quitó el nudo de corbata, dicho acto debió permitirle ingresar más aire a sus pulmones, pero el resultado fue dolorosamente pobre, sabía a ciencia cierta que la dificultad que tenía para respirar no se trataba de la entrega de premios a la que acababa de asistir, tampoco era el cambio de altura entre Uruguay  México, su nerviosismo y suspiros eran causados por saber que se encontraba en la misma ciudad que Alana, quizá más cerca de lo que imaginaba. 
Los últimos 7 meses habían sido cruelmente dolorosos, jamás en sus sueños más salvajes se imaginó experimentar un corazón roto de esa manera, donde el amor seguía igual de presente que desde el principio, donde la etapa de luna de miel no parecía terminar, donde ambos estaban dispuestos a pasar el resto de sus días con el otro, pero que las circunstancias no se los permitía. 
Enzo se quitó el saco y dejó caer su cuerpo en la cama, se encontraba agotado, ese mismo día había llegado a México y mañana a primera hora estaría de vuelta en un avión con rumbo a Los Ángeles para seguir con la ronda de prensa de su última película. 
Sabía que debía sentirse agradecido por todas las oportunidades que habían llegado a su puerta en los últimos años, muy por dentro lo hacía, pero eso no quitaba que a veces deseaba poder vivir una vida normal, una vida donde pudiera estar con la persona que amaba sin necesidad de sacrificar tanto. 
‘’La ciudad está preciosa, no puedo esperar para que estés aquí’’ Enzo bloqueó su celular después de leer el mensaje de texto que su compañera de reparto, Karla, acababa de mandarle, le respondería después. 
Se sentía impaciente, por un lado quería salir corriendo del hotel y buscar a Alana en cualquier rincón de la ciudad, juraba que la ciudad gritaba su nombre. 
Por otro lado, quería encerrarse hasta el día siguiente cuando  se fuera  del país, ¿y si Alana no quería volver a verlo? Debió de pensarlo mejor antes de mandarle su localización sin previo aviso, pero no lo hizo, simplemente le dejó saber que se encontraba en el mismo lugar que ella, joder, llevaban semanas enteras sin conversar.
Y la extrañaba como loco, la seguía extrañando con la misma intensidad que el día en el que tuvieron que separarse. 
Decidió enfriar su mente con una ducha de agua helada, conforme pasaban los minutos su esperanza iba muriendo, ¿qué había estado pensando? Mañana a primera hora volvería a estar lejos de ella, a cientos de kilómetros de distancia, volverse a ver sólo sería echarle limón a la herida. 
Pero entonces, unos golpes se escucharon en su puerta.
Tuvo que tomar unas bocanadas de aire y contar hasta 3, sólo Alana tenía el poder de ponerlo así de nervioso, sus manos limpias volvieron a sudar, entonces, un impulso de energía le recorrió la espina dorsal, sin volverlo a pensar, abrió la puerta. 
Alana estaba ahí, tan bella como siempre, su cabello más corto de lo normal, Enzo sentía que el aire volvía a sus pulmones y que su corazón era sacado de su caja torácica, era golpeado y volvía incrustarse en su cárcel de costillas. 
—Lana—murmuró en un hilos de voz, apenas audible para él. 
El labio inferior de Alana se protuyó, incidió que hace mucho aprendió era señal de un llanto temprano, pero no pudo observar las lágrimas en sus enormes ojos cafés, porque la chica se le lanzó encima. 
La abrazó como nunca lo había hecho, siempre era delicado con ella, siempre la percibió como una  mujer de cristal cuya fragilidad había que proteger, pero en este momento, después de tanto tiempo sin verse, quería apretujarse contra su cuerpo lo más que pudiera, quería abrazarla hasta que sus cuerpos de fusionaran. 
Su olor familiar le invadió las fosas nasales, el olor de su ex novia era el mejor perfume de todos. 
No podía creer que estaba volviendo a tocarla, a abrazarla. 
—Estás aquí—dijo él una vez se separaron, con el rostro de la chica entre sus manos, ella asintió, las manos de Enzo se mojaron, efectivamente, Alana estaba llorando. 
—Perdón por no avisar.
¿Estaba bromeando? Esta era la mejor sorpresa de todas, el regalo más precioso. 
—No tenés que disculparte—dijo—. Perdóname vos a mí.
Quería decirle tantas cosas, pero las palabras no salían, era como si su cerebro y su corazón no pudieran conectarse de manera adecuada con su lengua. 
Cuando al fin separaron sus cuerpos Alana comenzó a balancearse e inspeccionó la habitación con la vista rápidamente. 
—Felicidades—apuntó el premio que estaba sobre la mesa—. Te vi en la televisión. 
—¿Si?
—Sí. 
Enzo se rascó la nuca. 
—Y…—comenzó a decir—. ¿Cuánto tiempo estarás aquí?
—Mañana temprano me voy—carraspeó, Alana hizo una mueca. 
—Ah, ya veo—dijo, ¿a ella también le dolía toda la situación como a él?—. Debes estar agotado, quizá sea mejor que me vaya. 
—¡No!—dijo él rápidamente—. Digo, está bien, puedo dormir en el avión. 
—Bueno—rió por un segundo—. ¿Y a dónde vas de aquí? 
Era tan extraño mantener conversaciones banales con la persona con la que vivió hace un par de meses, con la persona que más adoraba en el mundo. 
Con el amor de su vida. 
—Los Ángeles—informó.
—Oh, ya veo.
—Zola se quedó con Martina—sintió la necesidad de informar, Alana se mordió el labio.
—Genial, hace mucho no me mandas fotos de ella—dijo tristemente, Enzo se odió al saber que él era partícipe de esa tristeza, hace mucho había dejado de darle actualizaciones sobre su gata, principalmente porque todo el asunto le resultaba muy doloroso, se sentía culpable por quedarse con Zola cuando Alana fue la que la encontró. 
—Ya lo sé, perdona—dijo sinceramente—. ¿Querés algo de comer? Puedo pedir room service. 
—Sí, me gustaría. 
Enzo asintió con la cabeza y corrió al teléfono de la habitación. 
Minutos más tarde se encontraban sentados en el piso, con una botella de vino y una pizza vegana completa para ellos dos solos, era extraño cómo podían simplemente continuar en el mismo ritmo que habían establecido antes de separarse. 
—Umm, creo que te hablan—dijo Alana apuntando el celular de Enzo, él carraspeó y volvió a bloquearlo, era Karla la que había estado llamando—. Puedo salirme si necesitas contestar—advirtió para después darle un largo sorbo a su segunda copa de vino.
—No, está bien—dijo él rápidamente. 
—Vi las noticias—carraspeó, tomó unos segundos y siguió hablando—. Enzo, no me molesta que tengas una nueva persona en tu vida, jamás estaría en mis planes atarte a mí—arrastró las palabras, Enzo no sabía si era por el vino o porque en realidad le costaba decir esa sentencia. 
—Karla no es mi nueva pareja—dijo él—. Nos han visto juntos un par de veces por temas de promoción de la peli, pero no estamos juntos. 
La verdad es que Karla sí había mostrado un poco más de interés en él que como un simple compañero de pantalla, pero, le resultaba imposible verla como a alguien más, le resulta imposible ver a cualquiera como alguien más. 
—Oh, creí que en realidad tenían algo—dijo ella pasando un mechón de su cabello detrás de su oreja. 
—¿Qué hay de vos y Hector?—preguntó aprovechando el coraje líquido que le otorgaba el alcohol, desde hace unas semanas habían estado circulando imágenes de ellos juntos, sabía quién era Hector, sabía que era un muy importante escritor en España, el mismo que le había ofrecido trabajo a Alana hace un tiempo. Y sentía que la idea de ellos juntos le quemaba la sangre. 
—Es un buen amigo—admitió—. Pero hasta ahí—dijo jugando con su copa, Enzo  tragó saliva en seco, Alana pareció hacer lo mismo y en un par de minutos más tarde, se encontraban en la cama completamente desnudos. 
                                                  ˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖ 
Alana despertó horas más tarde, tenía el cuerpo algo adolorido, unos fuertes y largos brazos la tenía completamente amarrada, para ser más precisos, Enzo. 
No sabía cómo habían terminado en esa posición, si el día anterior le hubieran dicho que amanecería de esa forma con Enzo, creería que se trataba de un simple sueño. 
Como pudo se liberó del agarre, el reloj marcaba las 5 de la mañana, seguramente no faltaba mucho para que Enzo se despertara y fuera directo al aeropuerto, Alana se cambió lo más rápido que pudo, dejó un último beso sobre los labios de su ex pareja y salió de la habitación, terminando con el corazón hecho pedazos por segunda vez. 
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analisword · 8 months ago
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem Reader)
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Capítulo 28.
6 meses después.
Dicen que el tiempo tiene el poder de sanar todas las heridas, sin embargo, el tiempo se estaba tomando su dulce tiempo sanando esta. 
Habían pasado 6 meses desde la última vez que Alana vio a Enzo, la última vez que se besaron y abrazaron, también la última vez que pudo sostener a Zola.
Irónicamente, los primeros días fueron los más sencillos, cuando a ninguno le caía aún la cruel realidad de estar separados, durante los primeros días, se sentían casi como si nunca se hubiesen separado, las videollamadas eran constantes, charlaban durante largas horas y aunque no fuera lo mismo que estar frente a frente, casi se sentía de esa manera, por un instante una ligera llama de esperanza se incendió en el pecho de Alana, ¿y si intentaban una relación a distancia’
Sin embargo, con el tiempo se fue haciendo más pesado, principalmente por el cambio de horarios, Enzo se la pasaba de arriba a abajo, literalmente, un día estaba en un país y a las pocas horas se encontraba en otro, era imposible seguirle la corriente, cuando Alana se paraba a desayunar, Enzo se iba a dormir, también la angustia y claro, los horribles celos tomaron lugar, Alana sentía envidia de las personas que podían estar cerca de él, las personas que podían tocarlo y escuchar su risa en vivo y en directo, las videollamadas cada vez fueron siendo menos, la gota que derramó el vaso fue una tarde en la que Alana fue con su familia a ver una película y lloró todo el rato deseando que Enzo estuviera allí, quería regresar el tiempo, quería volver a dormir abrazada de él, la noticia de su rompimiento se esparció como el viento, no ayudaba que en tres de las cinco entrevistas que Enzo hacía en la semana fueran dirigidas exclusivamente a su relación con Alana, él, como el gran profesional que era, las evadía con gentileza y astucia, aunque eso terminó confirmando lo que todos sospechaban: Habían terminado, la distancia desgraciadamente había podido con ellos. 
Por supuesto, Sebastián también se había enterado del rompimiento y la mudanza, le mandó un largo correo electrónico (ya que Alana había bloqueado su número telefónico) en la que la felicitaba por el nuevo contrato en la editorial más prestigiosa de México, Alana sintió cólera al leer el e-mail y se limitó a eliminarlo. 
Por otro lado, no todo era tan malo, Alana estaba bastante contenta con su nueva editorial, al igual que con la pasada, tenía bastante libertad de expresión creativa, Alana nunca había escrito tanto como en estos momentos, y a veces se sorprendía a sí misma escribiendo párrafos que sabía serían del agrado de Enzo, muy por dentro deseaba que Enzo los llegara a leer alguna vez. 
Decidió además suspender por un tiempo indefinido la historia que escribió en el departamento de Enzo, principalmente porque despertaba muchos sentimientos, sin haberlo hecho conscientemente, fragmentos de ella y Enzo estaban en las páginas de esa historia, ¿podía culparse a sí misma? Por supuesto que no, al final del día, Enzo siempre había sido su más grande inspiración, incluso antes de conocerle. 
La mudanza fue algo complicada, principalmente porque tanto sus padres como su hermana, deseaba que ella se fuera a vivir con ellos, Alana finalmente tomó el papel que durante tanto tiempo había evadido en su estancia en México: el de una adulta. 
Fue así como decidió irse a vivir por sí sola en una pequeña casa que se encontraba cerca de su nueva editorial, no era la más lujosa ni estaba situada en el sitio más prestigioso de la ciudad, pero era suya. 
Ahora se encontraba trabajando en fragmentos cortos de ciencia ficción que se publicaban en la página de la editorial, al principio, su jefe no estaba muy convencido, o más bien, creyó que serían un completo y rotundo fracaso, sin embargo, el público los recibió con un muy buen apoyo, en su tiempo libre también editaba manuscritos de sus otros compañeros, sí, podía decir que tenía días bastantes ocupados. 
Aún así, siempre parecía tener minutos extra para pensar en Enzo. 
—Adelante—gritó al escuchar los toquidos de la puerta de su oficina, se talló los ojos cansados con las yemas de sus manos, tuvo que parpadear dos veces para asegurarse que lo que estaba viendo era real y no un producto de su imaginación. 
—Hola, Alana—respondió.
—Hector, ¿qué haces aquí?—preguntó parándose abruptamente, inconscientemente alisó los pliegues de su blusa, Hector Moore, como desde el día en el que lo conoció, se miraba impecable. 
—Esperaba un mejor recibimiento—rió. 
—Perdona—se disculpó—. No quise sonar así, simplemente no te esperaba…Emm, toma asiento—le indicó. 
—Sólo estaba bromeando contigo—dijo él—. Tuve una junta de negocios en la ciudad hace unas horas y justo iba pasando por aquí, espero no te moleste. 
—No, no, para nada—dijo sinceramente, Hector y su editorial le habían abierto las puertas en España cuando muchas editoriales no lo habían hecho. 
—Te seré honesto—dijo—. Me parece algo amargo venir acá y ver que Moore perdió a una gran escritora, pero me alegro que te la estés pasando bien, se ve que estás bien establecida—dijo él inspeccionando la oficina con la mirada. 
—Sí—afirmó—. Empecé a trabajar aquí apenas me mudé, me ha ayudado bastante con…—se calló, no le apetecía hablar de su vida privada, Hector pareció notarlo. 
—Ya veo, ¿te gustaría salir por algo te tomar? Yo invito.
Alana tragó saliva en seco, nadie la había invitado a tomar algo desde su ruptura con Enzo, claro que sabía que eso no significaba nada, pero no quitaba que se sintiera extraño. 
—Vamos—la alentó. 
—No lo sé—respondió simplemente, ¿cuándo había comenzado a sentirse nerviosa?
—Sé que estás en tu tiempo libre—dijo él—. Me lo dijo tu secretaria—recalcó. 
Nota mental: Regañar a su secretaria.
Alana se mordió el interior de su mejilla.
Quizás salir un rato con alguien diferente le ayudaría a distraerse. 
—De acuerdo—dijo simplemente elevando los hombros. 
—¿Segura?
—Hector, no me hagas que me arrepienta de mi decisión—rió. 
—De acuerdo, de acuerdo, vámonos. 
Alana salió de su oficina, sintiendo que su estómago se volcaba un poco, tuvo que repetirse a sí misma que no estaba haciendo nada malo, tenía derecho de salir con otras personas, de ampliar su círculo de amigos, al final del día, esa había sido otra de las razones por las que había vuelto a México.
—¿Estás bien?—preguntó Hector, gracias al cielo él estaba pendiente de la carretera con las manos fijas sobre el volante.
—Sí, obvio—respondió ella quizás más rápido de lo normal—. Es sólo que hace mucho no hacía algo como esto—carraspeó. 
—¿Subirte a un auto?—preguntó sarcásticamente, Alana rodó los ojos—. Y…¿cómo está Enzo?
—Eh…—comenzó a vacilar sin saber muy bien qué decir, tenía semanas sin saber de él, comenzó a jugar con sus dedos, pensar y hablar de Enzo siempre la ponían nerviosa. 
Siempre la ponían triste. 
—¿Todo bien con ustedes?
—Temas de distancia—dijo incómodamente. 
—Ya, perdona si pregunté algo que no debía. 
—Está bien. 
El viaje fue rápido, Hector se decidió por una cafetería que no estaba muy lejos de la editorial, con el paso de los minutos, Alana logró desenvolverse un poco más, no era de extrañarse que al principio ella se encontrara tan incómoda y sería, siempre se le había dificultado entablar conversación, pero Hector hablaba hasta los codos, lo cual facilitó la convivencia.
—¿Cuál es tu carrera frustrada?—preguntó Hector después de dar otro sorbo de café, desde hace unos minutos la conversación se había tornado en una entrevista del uno hacia el otro. 
—Biologa marina—dijo. 
—No te creo. No tienes cara de eso.
—Por algo es mi carrera frustrada—comenzó a decir, sumergiéndose en una plática extensa sobre cómo de pequeña quería ser doctora de ballenas, casi al final de su discurso se dio cuenta que Hector ya no estaba prestando atención, en cambio, su vista estaba fija en una de las pantallas de la cafetería—. ¿Qué tanto ves?—dijo con tono de ofendida.
—Alana—la nombró suavemente, con cautela, casi. 
Alana se giró animosamente para descubrir qué era lo que había robado por completo la atención del escritor, entonces sintió que su corazón se caía a los pies, era un programa de espectáculos, en donde aparecían unas imágenes de una cara bastante familiar con la leyenda de: 
‘Enzo Vogrincic y su co-protagonista Karla Hidalgo, ¿la nueva pareja del año?’
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analisword · 8 months ago
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high infidelity (Enzo Vogrincic x fem reader)
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Capítulo 27.
Las pasadas tres semanas se sintieron como un verdadero sueño, Alana se había encariñado aún más con la familia de Enzo, iban de compras, se hacían las uñas y todas las cosas que Alana se había privado de hacer por no tener amistades femeninas, una vez las mujeres se fueron, Enzo le dedicó todo su tiempo a ella, al fin habían aprendido a cocinar y hornear sin estar apunto de quemar la casa, por lo que una de sus actividades favoritas era experimentar en la cocina, claro, con cientos de distracciones como bailes y besos en lo que la comida estaba lista, también habían visto un montón de películas y leído dos libros en conjunto. 
La vida en verdad era maravillosa, claro, si ignoraban el hecho de que esos eran sus últimos días juntos. 
No habían conversado más sobre el elefante de la habitación y Alana no sabía que era más doloroso: Si saber que esos eran sus últimos momentos juntos o ignorar ese hecho. 
Cualquiera que fuera la respuesta, no podía negar que había pasado las mejores tres semanas de su vida, también habían vuelto a la playa por una semana entera, en donde Zola pudo jugar en la arena (esta vez no se la llevó las olas, gracias al cielo). 
Literalmente hablando, empacar no fue nada difícil, Alana no tenía mucha ropa y todos sus libros cupieron perfectamente en una caja de cartón, sin embargo, metafóricamente hablando, empacar le resultó la cosa más difícil que alguna vez haya hecho en su vida, no creía poder volver a usar esa ropa o volver a leer esos libros sin pensar en Enzo y en los maravillosos meses que pasó a su lado. 
—Quisiera que esto hubiera sido diferente—carraspeó Enzo con voz triste mientras Alana terminaba de guardar su último par de zapatos, cuando se permitían hablar de cómo había terminado la relación, Enzo no dejaba de culparse a sí mismo por no haber sido más honesto y realista desde el principio. 
—En—dijo ella acercándose y tomándolo del rostro, sus ojos se veían pesados y cansados y ella odiaba saber que era parte de esa tristeza—. Eres la persona más maravillosa que alguna vez haya conocido, y si tuviera que elegir volver a vivir todo esto aún sabiendo el final, lo haría sin pensarlo, porque tú vales la pena, sean unos meses, un par de semanas o unos cuantos minutos, ¿me escuchas? Estoy tan agradecida y feliz por haber podido vivir esto contigo. 
—¿Crees que algún día nos volvamos a encontrar?—preguntó él, Alana inmediatamente sintió su labio inferior temblar, había llorado más en las últimas horas que lo que lo había hecho en los últimos meses, quizá estaba intentando parecer fuerte frente a Enzo, pero por dentro, sentía que todo se rasgaba y rompía. 
—Sí—afirmó—. Quizá en otras circunstancias—dijo, su tono sonaba como premio de consolación, la mera idea de poder volver a estar con Enzo en un futuro la mantenía cuerda. 
—Yo también volvería a vivir todo lo que pasé con vos—respondió acariciando su mejilla, Alana no pudo más y se rompió en los brazos de la persona que mejor la conocía en el mundo. 
                                                               ˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖ 
Enzo podía recordar cada una de las rupturas amorosas por las que había pasado a lo largo de su vida, la primera fue a los 15 años, cuando su novia del colegio, María, lo terminó porque se dio cuenta que “él era muy bajito para ella” tres años después, conoció a Bea, a sus cortos 18 años pensó que era a indicada, hasta que la encontró besándose con su mejor amigo de ese entonces, después llegó Sonia, su relación más seria de esas tres, él tomó la decisión de romper con ella por diferentes factores, fue doloroso, pero pudieron permanecer como viejos amigos lejanos. 
Sin embargo, jamás creyó experimentar una ruptura como la que estaba experimentando con Alana, donde el amor era tangible, donde no habían segundos pensamientos por parte de ninguno, donde era la mera vida y el destino los que se metían entre ellos dos. 
El amor que sentía por Alana era algo que no podía poner en palabras, eran colores, olores y una gama amplia de diferentes emociones, era estar maravillado por cada cosa que ella hacía o creaba, era estar enamorado de su mejor amiga, de su confidente, de su compañera en crimen, pero si se querían tanto, ¿por qué tenían que terminar de esta forma? Ambos se encontraban en el aeropuerto, con un pasaje de avión con destinos diferentes en las manos. 
—¿Me mandarás fotos de ella?—preguntó Alana con voz ronca, tenía los ojos hinchados y pequeñitos de tanto llorar, estaba aferrada a Zola, ambos habían tomando la decisión de que Enzo se la llevaría, a pesar de tener una agenda mucho más apretada que Alana, era evidente que la gata hace mucho tiempo había elegido a un favorito, Enzo se sentía fatal al respecto, pero a la vez se sentía agradecido de saber que al menos  tendría la compañía de su fiel amiga felina. 
—Claro que sí—respondió él asintiendo varias veces con la cabeza, Alana le sonrió y regresó a Zola a su transportadora, apenas tuvo las manos libres, Enzo se apresuró a abrazarla fuertemente, no podía estar un minuto más sin tocarla, Alana respondió el abrazo con la misma efusividad. 
—Enzo—chilló—. Te voy a extrañar—repitió por enésima vez. 
—Yo también te extrañaré un montón—dijo él. 
Cuando se separaron Enzo la tomó de las mejillas, analizó meticulosamente su rostro, no quería perder de vista ninguna pestaña, ninguna peca o pliegue, quería recordarla por completo. 
Enzo sabía que no había un amor más puro que el que había entre ambos, porque a pesar de esa enorme y fuerte pasión, estaban dispuestos a poner sus sueños primeros, y quizá de eso se trataba estar completamente enamorados. 
—Vuelo 313 con destino a Ciudad de México, favor de acercarse a la puerta 9—se escuchó desde los parlantes, Alana se puso rígida bajo el toque de su ahora ex pareja. 
—Esa es mi llamada—dijo limpiándose las lágrimas, Enzo asintió—. Gracias por todo—dijo inclinando la cabeza, Enzo no podía hablar, no podía gesticular, usualmente Alana lo dejaba sin palabras, desde hace mucho tiempo se había dado cuenta de eso, lo dejaba sin palabras cuando decía alguna ocurrencia o cuando lo miraba con esos enormes ojos marrón, también lo dejaba sin palabras cuando lo tocaba de la manera que sólo ella lo podía hacer, pero nunca se imaginó que lo dejaría sin palabras bajo estas circunstancias, en donde le estaba rompiendo el corazón. 
Alana se limitó a dejar un húmedo beso en su mejilla derecha y alejarse con pasos lentos. 
—¡Lana!—le gritó cuando Alana estaba a casi dos metros de distancia, ella se giró para prestarle atención, él dijo las palabras que se había guardado durante mucho tiempo—. Te amo—dijo sintiendo como su corazón chocaba frenéticamente contra su caja torácica, Alana sonrió tristemente. 
—Te amo más—gesticuló sin soltar sonido, Enzo se llevó la mano al pecho.
Un te amo jamás se había escuchado así de triste antes. Y era una verdadera lástima que se hubieran atrevido a decirlo hasta que se separaron. 
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Capítulo 26.
El desastre del departamento era equiparable al lío que estaba en la mente de Alana; había botellas de vino vacías por todos lados, confetti en el suelo y restos de comida vegana en lugares que parecían hasta estratégicos, por otro lado, la mente de Alana estaba llena de pensamientos de duda y miedo, cuando despertó, quiso que todo fuera un sueño, una terrible pesadilla, pero el dolor de su cabeza y la sequedad de su boca delataron el terrible suceso de la noche anterior, el caer en la realización de que sus días a lado de Enzo estaban contados.
La familia de Enzo no estaba en el lugar, Martina le había comentado la noche anterior que se estaban quedando en un hotel a unas cuantas cuadras del departamento, Enzo y Zola estaban en el departamento, pero ella nunca se había sentido tan sola antes. 
—Buenos días—carraspeó tímidamente, Enzo levantó la cabeza de golpe, apartando su atención del mosaico que llevaba limpiando con el trapeador más tiempo de lo normal. 
Odiaba esto, sentir que hablaba con un extraño, cuando Enzo era la persona que mejor conocía, y él era la persona que mejor la conocía a ella. 
¿Cómo se supone que tenía que dejar ir a la persona que llevaba todos sus secretos, sueños y ambiciones?
—Buenos días—respondió él tímidamente, podía decir que hasta con tono de nerviosismo—. ¿Querés una aspirina? Para la resaca. 
Los labios de Alana rompieron en una leve sonrisa. 
—No, estoy bien—mintió, quizás el dolor de cabeza no era tan intenso, pero anímicamente se sentía fatal. 
—Parece ser que la fiesta terminó bastante tarde—informó él con tono de obviedad, Alana asintió, ellos se habían quedado prácticamente dormidos sin despedirse de nadie—. Martina me dijo que ella fue la encargada de decirles que se fueran. 
—Adoro a tu hermana—declaró.
—Sos la primera en decirlo—dijo él riendo con tristeza, la tensión se podía cortar con un cuchillo. 
—Tenemos que hablar—dijeron al mismo tiempo, Enzo dejó el trapeador apoyado en la mesa y caminó hacia Alana, conforme él se acercaba, los latidos de su corazón se aceleraban, Dios, lo quería tanto.
No quería perderlo. 
—Vos primero—indicó él una vez se sentaron, Alana sintió una ola de paz cuando Enzo la tomó de las manos, indicador de que aunque estuvieran a punto de hablar de algo delicado, seguía entregándole todo su apoyo y comprensión. 
—¿Es verdad? ¿Lo de las giras?—sabía de antemano que su pregunta era estúpida, pero muy por dentro, su ciego optimismo tenía la esperanza de que todo se tratara de un error, que el alcohol en su sistema haya alterado la realidad, sin embargo, Enzo enderezó su espalda y evadió su mirada, Alana sintió que el corazón se le iba a los pies. 
—Sí—respondió—. Primero toca la gira de la peli que grabe antes de esta, una vez que esta sea editada, toca irme de gira de nuevo—respondió, Alana tragó en seco, se sentía tonta, tonta por creer que podía tener una relación normal con una superestrella, era un jodido ganador del Oscar, ¿por qué había pensado la posibilidad de poder tener una vida normal a su lado?
—Cuánto—tragó saliva—. ¿Cuánto toman esas giras?
—Depende, un par de meses, a veces hasta un año. 
—¿A qué países sueles ir?
—Principalmente Latinoamérica, como Uruguay, México y Argentina, también todo lo que es Estados Unidos. 
—Ya veo. 
—Lana, no sabés cuánto lamento no habertelo dicho antes, todo esto es mi culpa—dijo con un hilo de voz mientras se llevaba la mano al pecho, se veía completamente arrepentido. 
—No es tu culpa—dijo—. Yo debí de suponerlo, sabía que esto no iba a ser sencillo, pero aún así me adentré a esto, porque eres tú—dijo elevando sus hombros. 
—Me siento fatal.
—Yo también—coincidió. 
—Sé lo mucho que has batallado con el tema de no sentir que pertenecés a un lugar.
Alana se limpió una lágrima, ¿qué seguía después de esto? 
—Adoraría que me acompañas a las giras—dijo Enzo con tono de súplica mientras volvía a tomar sus manos, Alana sintió esa característica rágafa de energía, Alana soltó un sollozo y negó con la cabeza. 
—No puedo creer que estuve a punto de firmar con una editorial aquí en España cuando te vas a terminar yendo—dijo, Enzo bajó la cabeza—. ¿Por eso no querías que firmara con Moore?
—No—negó él—. Bueno, en parte sí, pero Alana, no quería que firmaras con ellos porque sé que no te gustaría escribir libros de terror, lo tuyo son dragones, guerras y princesas.
—Puedo escribir sobre dragones, guerras y princesas que den miedo—bromeó, ambos rieron tristemente, Alana sorbió por la nariz. 
—Sé que podrías—dijo. 
—Enzo, llevo los últimos años con esta horrible sensación en el pecho de no pertenecer a ningún lugar, y cuando te conocí, sentí como si al fin hubiera encontrado mi hogar, pero…
—No te voy a pedir que vengas conmigo si no querés—la interrumpió, Alana lloró más, estaba dando todo de sí. 
—¿Cuánto inicia la gira?—preguntó con miedo. 
—En tres semanas—respondió él después de varios segundos en silencio, Alana apartó las manos de él y echó la cabeza hacia atrás, intentando procesar esa información, sentía que se le iba el aire, por lo cual tuvo que pararse de golpe y comenzar a caminar de un punto a otro. 
—Lo siento, Lana, en verdad lo siento mucho—dijo llorando. 
—¿Tres semanas? ¿Te vas en tres semanas  y no me lo habías dicho?—preguntó con incredulidad, ¿cuánto tiempo hubiera extendido Enzo el decirle la verdad de no haber sido por su hermana? 
—Perdóname—repitió. 
—¿Y a dónde te vas?
—Argentina, un par de días, de ahí pasamos a Uruguay, luego todo Estados Unidos.
Alana tomó una gran bocanada de aire. 
—Lana, espero que comprendás que esto también es difícil para mí, vos sabés que yo también extraño mi casa, extraño mi país, a mi familia, llevo más de un año sin ver a mi papá, yo también quisiera detener todo y quedarme en un punto fijo, pero no puedo, no se puede—dijo rápidamente, ahora se encontraban cada uno en un extremo de la sala, desde lejos parecía que estaban en medio de un combate. 
—Me lo puedo imaginar, Enzo, yo nunca dije que esto no era difícil para ti también—dijo acercándose a él, lo tomó del rostro y limpió sus lágrimas. 
—Perdóname, perdóname por favor—repitió, Alana asintió varias veces, sólo para darle un poco de tranquilidad a su novio, pero sabía que no tenía nada que disculparle, él sólo estaba haciendo su trabajo, sólo estaba haciendo lo que amaba.
—Si querés—comenzó a decir—. Si querés puedo cancelar las giras, podríamos tener más tiempo juntos. 
—No—neǵo rápidamente—. Enzo, por mucho tiempo dejé de hacer lo que más amaba por una persona, tú sabes lo miserable que eso me hizo sentir, yo jamás te pediría algo así, como también sé que tú nunca me pedirías que dejara de escribir. 
—Supongo que esto significa tomar caminos separados—dijo él en un murmullo, oficialmente el corazón de Alana había terminado de romperse, porque sabía que era cierto. 
—Supongo que sí.
Se miraron por varios segundos sin decir nada, sólo absorbiendo el dolor del otro, en medio de la sala donde habían pasado tantos momentos juntos, donde habían iniciado una preciosa amistad para después formar una sana relación en donde se ponían sus sueños y ambiciones antes que el otro.
—Supongo  que—carraspeó ella—. Aún tenemos tres semanas más, ¿no?—dijo con un triste tono de consolación. 
—Hagamos lo mejor de estas 3 semanas—dijo él, Alana sonrió ampliamente y lo besó, haciéndole saber con ese beso que siempre estaría en su corazón.
Pasarían las mejores tres semanas de sus vidas.
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 25:
Cuando Enzo dejó su quinta copa vacía de la noche  en la mesa de cristal, supo que tenía que dejar de beber, al menos si no quería hacer el ridículo enfrente de personas tan importantes. 
Cuando Alana y su familia sugirieron la fiesta, la idea no le encantó, nunca le gustaron las multitudes,  ni ser el centro de atención, ni hablar en público, sin embargo, podía decir que en contra a todo pronóstico, esta era una de las mejores noches de su vida, estaban sus amigos, compañeros de trabajo y claro, las mujeres más importantes de su vida, ¿qué más podía pedir? Quizá si pudiera cambiar algo, sería que Lana pudiera estar más tiempo a su lado, pero la chica se veía bastante divertida y bien acompañada por Martina, la cual la tenía de arriba a abajo, a pesar de lo lejos que se encontraban (es decir, los separaba el sillón de la sala) no podía dejar de observarla, Alana tenía el poder de iluminar cualquier habitación que pisase, su largo cabello castaño caía de manera despreocupada por toda su espalda, su flequillo estaba perfectamente peinado aunque un poco más largo de lo normal, Enzo hizo nota mental de volverlo a cortar cuando tuvieran oportunidad.
A decir verdad, nunca se había considerado una persona romántica, claro que había tenido sus novias y claro que había regalado flores y chocolates en más de una ocasión, pero nada se comparaba a ella, nada se comparaba a lo que sentía por Alana. 
La mujer había llegado a cambiarle el  mundo por completo, lo hacía sentir en casa, incluso si no eran del mismo país, incluso si ambos se encontraban a cientos de kilómetros lejos de casa, su lugar era con Alana.
Se sentía tan agradecido con su yo del pasado, ese Enzo que tuvo el coraje y valentía de acercarse a ella y pedirle su número telefónico, eso era otra cosa que nunca había hecho antes, pero Alana tenía este campo magnético que lo empujaba a ella, es como si ella fuera el sol y el el planeta que orbitaba a su alrededor. 
Alana se encontraba en esos momentos hablando animosamente con Martina, se notaba de lejos que ella también estaba borracha, sus mejillas se encontraban más sonrojadas de lo normal, su equilibrio estaba algo afectado y claro, estaba haciendo esa manía de pasarse la lengua por el labio inferior, cosa que por cierto, lo estaba volviendo loco. 
Fue una grata sorpresa el darse cuenta que Alana parecía caerle muy bien a Martina, ella era una adolescente algo difícil, le había espantado más de una novia en el pasado, incluso Sonia, que siempre fue muy amable con ella, nunca terminó siendo del agrado de Martina. 
Pero, ¿en realidad se lo podía cuestionar? Resultaba imposible que Alana no le agradara a las personas, no cuando era tan sencilla, carismática y amable, no cuando era  así de brillante. 
No podía entender aún cómo había personas que la habían defraudado y se empeñaban en lastimarla, ¿quién en su sano juicio haría tal cosa? Enzo se había hecho una promesa hace mucho tiempo: Proteger a Alana al 100 %, sin importar las circunstancias o el tiempo. 
Entonces, de un momento a otro, Alana frunció el ceño y huyó de la sala, dejando a una Martina bastante consternada.
Enzo caminó rápido hacia su dirección, sin importarle las personas con las que había estado conversando. 
—Creo que quiere estar sola—dijo Martina con tono de nerviosismo, Enzo apretó la mandíbula, ¿qué mierda le había dicho a Alana que la había hecho sentir mal?
—¿Vos le dijiste algo?
—No, sí,  no sé—respondió con preocupación genuina, tenía cara de arrepentimiento, Martina no tenía filtro, a veces hablaba sin pensar o simplemente decía cosas imprudentes, Enzo se limitó a sacar aire por la nariz y seguir a Alana. 
—Amor—tocó la puerta, pero Alana no respondió—. ¿Está todo bien? Si Martina te dijo algo inadecuado no le hagás mucho caso, es un poco infantil. 
Sin embargo no obtuvo respuesta, por lo que simplemente entró a su habitación, era un completo desastre debido a que horas antes habían estado preparándose por la fiesta, por lo que Alana había dejado maquillaje esparcido por todo el lugar y diferentes cambios de ropa, de no ser por lo borracho que estaba en esos momentos, probablemente se hubiera  puesto a limpiar. 
Al no encontrar rastro de su novia en la habitación, tocó la puerta del baño. 
—¿Quién es?—preguntó Alana desde el otro lado de la puerta, su voz sonaba débil y entrecortada, lo cual prendió focos de alerta en Enzo, la preocupación hizo que la borrachera se esfumara un poco de manera instantánea. 
—Soy yo, En—respondió—. ¿Estás bien? Voy a entrar. 
Al no obtener un no como respuesta, se dispuso a ingresar al baño, la imagen lo rompió, Alana se encontraba hecha bolita a un lado de la taza del baño, el maquillaje corrido delataba que había estado llorando y sus labios se veían secos. 
—Hey, ¿qué pasó?—preguntó Enzo sentándose frente a ella, la simple pregunta hizo que Alana volviera a llorar—. Mi vida, me estás asustando, ¿te dijo algo Martina?—preguntó, Alana negó rápidamente con la cabeza, todo su rostro se encontraba rojo y sus ojos estaban hinchados.
—¿Por qué no me lo dijiste?—preguntó con un hilo de voz, Enzo tragó saliva en seco, ¿de qué hablaba? 
—¿Por qué no te dije qué, bonita?
—Que te vas a ir—respondió, Enzo hizo una mueca. 
—No me voy a ir a ningún lado, acá estoy—dijo intentando tomarla de los brazos, pero ella se apartó, Enzo sintió que una fibra de su corazón se rasgaba ante aquel rechazo. 
—No hoy—dijo ella—. Después, pronto.
—Lanita, no te estoy entendiendo nada, estás borracha y yo también, ¿no querés mejor irte a dormir?—sugirió.
—¡No!—gritó la chica, a pesar que se encontraban a centímetros de distancia—. Te irás para promocionar la peli. 
—Lana, acabamos de terminar de filmar, falta que la editen y todo ese embrollo—quiso animarla. 
—No esta, la pasada que grabaste. Pero después será esta, luego otra y otra y otra…
Enzo suspiró, hace apenas unos días le habían dado la noticia que la otra película había terminado de editarse, lo cual significaba que empezarían las giras de promoción, claro, por el momento sólo se lo había dicho a su madre y Martina. 
—Supuse que lo sabrías—dijo simplemente. 
—¿Cómo iba a saberlo?—dijo.
—Lana, soy actor, es lo que hago. 
—Disculpa por no saberlo—dijo sarcásticamente—. Pero resulta que eres el primer actor con el que salgo. 
—Tenés razón, debí de haberlo dicho con anterioridad—se disculpó, sentía que la piel le picaba de la culpabilidad, la verdad es que, llevaba meses empujando lejos  la idea de las giras promocionales,  tal vez porque muy por dentro, sabía que representaría un problema para ambos. 
—Yo te lo he contado todo—dijo Alana, sonaba agotada—. Lo de las editoriales, estoy apunto de escribir un puto libro de terror por esta cerca de ti, ¿y ahora me estás diciendo que no sabías que te irías?—dijo parándose, se tambaleó, por lo que Enzo la sostuvo, impidiendo que ella cayera, pero Alana le apartó las manos de encima. 
—No dije eso—replicó, Alana mordió el interior de su mejilla y asintió. 
—Sí,  tienes razón—tomó aire. Creo que eso es lo peor, que todo el tiempo lo supiste y aún así me tuviste aquí. 
—¿Qué querías qué hiciera?—preguntó, sintió algo húmedo en su mejilla, ¿en qué momento había comenzado a llorar?
—¡Qué fueras honesto conmigo, joder! Es lo único que he pedido de ti. 
—Quería hablar contigo al respecto de eso hoy—dijo, era la verdad, había querido conversar con ella antes de la fiesta, pero Alana había estado tan animada que no tuvo la oportunidad de hacerlo. 
—Supongo que ya lo estamos haciendo—dijo caminando hacia la cama, Enzo la siguió—. ¿Qué esperabas? ¿Qué yo me quedara aquí en España en lo que tú te vas a recorrer el mundo?
—Vos podés escribir en cualquier parte del mundo—soltó, arrepintiéndose de inmediato, Alana lo miró con incredulidad. 
—Te refieres a donde tú estés. 
—Sí. 
Alana negó con la cabeza, la estaba cagando, la estaba cagando demasiado, porque era consciente de lo mucho que Alana odiaba no estar en un punto fijo, sabía lo mucho que le dolía no estar en México, cuanto y más estar en un montón de países diferentes. 
—Alana, es mi trabajo—dijo con tono de súplica. 
—También es el mío—replicó ella con voz baja, dándose la vuelta y acostándose en la cama, dándole la espalda.
—Lana…—dijo él acostándose detrás de ella y tomándola por la cintura, sintió que su mundo se iba abajo, pues podía sentir lo mucho que ella también estaba llorando. 
—¿Podemos estar así un momento?
Enzo asintió y la abrazó más fuerte, le dolió hasta el alma, porque antes ella solía decirle si se podían quedar así para siempre, ahora lo único que pedía era un momento. 
¿Acaso eso era lo último que tenían?
Un simple momento más, una última noche juntos.
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 24.
Alana había pasado por momentos bastante vergonzosos a lo largo de su vida, como cuando se graduó de primaria y su pareja de baile de graduación la dejó plantada, por lo que tuvo que bailar sola la coreografía que la generación entera había ensayado durante meses, o aquella vez en la que su blusa tenía una gigantesca mancha de mostaza mientras firmaba su contrato con la editorial y claro, cuando salieron las imágenes de ella apretando el trasero de Enzo mientras daban un paseo en el parque, pero nada, absolutamente nada, se comparaba con lo que acababa de sucederle. 
—Amor, no es para tanto—dijo Enzo a sus espaldas mientras ella buscaba ropa limpia en su maleta. 
—¿No es para tanto?—gritó—. ¡Es la primera vez que las conozco y me vieron prácticamente desnuda!
—No estás desnuda—replicó—. Bueno, ahora sí—dijo él con tono burlón mientras ella se quitaba la toalla para ponerse ropa interior.
—Qué horror, ¿qué van a pensar de mí?—gritó con tono de mortificación. 
—Que sos una chica muy guapa y limpia… y con un cuerpo de infarto—dijo él riendo. 
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?—gritó lanzándole la toalla, él soltó una carcajada mientras la atrapaba. 
—Es mi familia, me han visto en peores condiciones que esta—dijo él abriendo el closet y sacando ropa limpia.
—De seguro tu madre ahora me odia—dijo Alana con tono horrorizado, siempre le había importado dar una buena primera impresión—. ¿No pudiste avisarme al menos que vendrían?
—¡No tenía idea!—dijo él pasándose la camisa por encima de su cuerpo. 
—¿Por qué no te creo nada?—dijo ella cruzando los brazos sobre su pecho.
—Bueno, quizá mi madre sí mencionó algo sobre venir a visitarnos—admitió—. Pero en mi defensa, no creí que fuera precisamente hoy. 
—Esto es un desastre. 
—Ya, no es para tanto, anda, vení a saludar, se mueren de ganas por conocerte. 
Enzo prácticamente tuvo que llevarla a rastras de vuelta a la sola, ambas mujeres se encontraban bastante cómodas, pues su madre se encontraba peleándose con el control remoto de la televisión y la hermana menor de Enzo se encontraba bastante divertida jugando con Zola. 
—¡Al fin regresaron!—exclamó la madre de Enzo—. Por un momento creí que continuarían haciendo lo que interrumpimos, si saben a lo que me refiero—exclamó guiñandole un ojo Alana, ella respondió apretando los labios, sintiéndose bastante apenada. 
—¡Mamá!—exclamaron Martina, la hermana de Enzo y él en unisio. 
—No estábamos haciendo nada de eso—dijo Alana nerviosamente—. Sólo…estábamos…limpiándonos—apenas salieron esas palabras de su boca, se arrepintió al instante, Martina ahogó una risa mientras que Enzo negó con la cabeza. 
—No nací ayer, no tiene nada de malo, sólo espero que se estén cuidando, soy demasiado joven para ser abuela. 
—¡Mamá!—gritó Enzo. 
—Deja de gritarle a tu madre, que llevo meses sin verte frente a frente—lo regañó—. Mejor decíme quién es esta chica tan linda. 
—Actúas como si no supieras—dijo entredientes—. Alana, esta es mi madre, Bianca, mamá, esta es mi novia, Alana. 
—Hola, mucho gusto—dijo Alana nerviosamente. 
—Ay, no actúes tan nerviosa, prácticamente te vi todo, vení a darme otro abrazo—Bianca abrió los brazos ampliamente, los pies de Alana actuaron por instinto propio y se acercaron a abrazarla, sintió como la mortificación y el nerviosismo pasaban a segundo plano. 
—Y bueno, ella es mi hermana menor, Martina—la adolescente se limitó a saludar con un asentimiento de cabeza. Alana prefirió no invadir su espacio personal y se limitó a saludarla con la mano. 
—¿Gustan algo de tomar?—carraspeó.
—¿Tenés cerveza?—preguntó Martina. 
—Eh…—dijo Alana buscando ayuda con la mirada, sí que tenían cerveza, pero no estaba segura en dársela a una menor de edad.
—¡Martina!—gritó su madre. 
—Sólo está jugando con vos—dijo Enzo rodando los ojos. 
—Estamos bien, linda, gracias—dijo Bianca, Alana asintió con una leve sonrisa. 
—No tenía idea de que vendrían tan pronto—dijo Enzo sentándose en el sillón, Alana corrió a sentarse a su lado y sintió como él apoyó una de sus manos en su espalda baja, transmitiendo seguridad. 
—¿Querés que nos vayamos?
—¡Por supuesto que no!—exclamó Alana—. Son más que bienvenidas aquí.
—Me agrada, no como vos—le dijo Bianca a su hijo. 
—Vale, gracias—respondió él sarcásticamente. 
—Mamá insistió en venir ahora que Enzo terminó las grabaciones—informó Martina. 
—Desde que comenzó a grabar películas apenas puedo verlo—añadió la mujer—. La vida era mejor cuando hacía sus pequeñas obras de teatro.
—No seas exagerada, mamá. 
—En fin, deberíamos hacer algo para celebrar—sugirió la mujer. 
—No es necesario—dijo modestamente. 
—Pues yo creo que es una gran idea—agregó Alana—. No cualquier día se termina una filmación, además está tu familia aquí, deberíamos hacer algo para festejarte—dijo emocionada.
—Podemos ir a cenar y ya—dijo él. 
—No, deberíamos hacer algo más grande—dijo Martina bastante entusiasmada. 
—¿Por qué no hacemos una pequeña reunión aquí? Invitamos a algunas personas del staff y amigos, preparamos la cena, abrimos una botella de vino. 
—Yo estoy dentro—dijo Martina rápidamente. 
—Nada de vino para ti, señorita—replicó Bianca—. Pero creo que es una idea genial. 
—Anda, di que sí—dijo Alana empujando a Enzo del hombro, al igual que ella, el chico podía llegar a ser algo antipático, pero su madre tenía razón, no todos los días se terminaba un proyecto tan importante como ese. 
—Bueno, ya que insisten tanto. 
Las tres mujeres gritaron y aplaudieron emocionadas, Enzo quiso disimular, pero Alana notó como sus labios se curvaban en una ligera sonrisa. 
El resto del día se encargaron de limpiar el departamento por completo, entre sacudir, ordenar y preparar la comida, Alana se olvidó por completo del incidente de la mañana, ella, Enzo y Martina se la pasaron al menos dos horas en el supermercado escogiendo un montón de ingredientes para la cena, así como las botellas de vino que aunque Martina no iba a poder beber, tuvo la dicha de escogerlas. 
Durante la tarde todos cocinaron, claro, bajo las instrucciones de Bianca, pues Martina era igual o peor chef que Enzo y Alana. 
Enzo fue el encargado de llamarle a algunos amigos de la filmación, incluyendo a parte del staff y director, también aseguró que Lucía y Mayra asistirían, lo cual hizo sentir a Alana bastante bien. 
—Te mirás preciosa—dijo Enzo rodeando su cintura con los brazos y observándola  a través del espejo, Alana sonrió—. No tengo cómo agradecerte por tu paciencia, mi familia puede llegar a ser un poco ruidosa. 
Alana se giró para observarlo mejor, él también se veía guapísimo con su traje perfectamente planchado y la camisa de vestir desabotonada de los primeros 3 botones, Enzo no mentía al decir que su familia era algo ruidosa, pero también tenían un maravilloso sentido del humor, hicieron sentir bienvenida a Alana desde el primer instante. 
—Pues yo creo que son maravillosas—dijo dejando un pequeño beso en su nariz—. Y no tienes nada que agradecer, hiciste un gran trabajo durante la filmación, es digno de celebrar. 
—Harás que se me suba a la cabeza—dijo él riendo, Alana rodó los ojos y lo abrazó fuertemente, dejando que su olor la embriagara por completo, no podía creer lo mucho que había cambiado su vida, y se encontraba eternamente agradecida por ello. 
—Alana—carraspeó su novio—. Entre el asunto del viaje y mi madre llegando de sorpresa, ya no tuvimos mucho tiempo de conversar, ¿ya tomaste una decisión con respecto a lo de las editoriales?—preguntó sutilmente. 
Alana tragó saliva, claro que se lo había pensando, todo el viaje de regreso a España estuvo imaginando todos los escenarios posibles, las editoriales de México le habían encantado, se sentía en casa en ellas, pero estar lejos de Enzo la había hecho sentir fatal, además, viéndolo con mirada fría, prácticamente ya se había hecho una vida entera en Sevilla. 
—Eh…sí—dijo. 
—¿Y bien?—preguntó Enzo mirándola con sus profundos ojos cafés, ¿cómo podía estar lejos de ellos? ¿cómo tan siquiera se había planteado la idea de estar lejos de él?
—Firmaré con Moore—respondió—. Me gusta el horror, puedo intentarlo, será divertido—dijo elevando los hombros. 
—¿Pero qué pasará con la historia que llevabas escribiendo durante meses?
—Pues…—vaciló, pensó la posibilidad de simplemente dejarla en una de las editoriales de México, pero sabía que eso no era posible, sólo era válido estar firmada en una sola editorial, y Moore había sido la ganadora—. Si está destinada a ver la luz del día, algún día lo hará—dijo simplemente, pero Enzo no movió ni un sólo músculo de la cara. 
—Lana…
—Después hablamos más de esto—dijo ella—. Hoy es tu día, anda, vamos afuera—dijo empujándolo por los hombros, Enzo lucía como si quisiera seguir la conversación, pero ella no se lo permitió. 
Las personas que se encontraban en la sala rápidamente se acercaron a saludarlos, Alana conocía a algunos bastante bien, mientras que a otros nunca los había visto en su vida, después de un par de copas más, ambos pudieron estar más cómodos, Enzo conversaba con todos con bastante felicidad, mientras que Alana lo veía desde lejos, Martina le hizo compañía en todo momento. 
—Es hora de que Enzo de unas palabras—gritó Lucía mientras chocaba un tenedor con su copa para captar la atención de los presentes, Enzo negaba con la cabeza. 
—¡Sí, que hable!—gritaron Martina y Alana en unísono, provocando risas. 
Después de un par de chantajes más, Enzo se paró en medio de la sala y comenzó a hablar. 
—Hola, eh, bueno, soy Enzo—comenzó a decir, provocando que un montón de personas rieran, incluyendo a Alana, debido al dato tan obvio que acababa de dar. 
—¡Eso ya lo sabemos, por eso estamos acá!—gritó alguien desde lejos. 
—Es verdad—dijo riendo, era notable que ya se encontraba algo borracho—. Bueno, primero que nada, les quiero agradecer por su presencia, significaba mucho para mí, este proyecto en verdad fue una bestia de reto pero disfruté cada momento, quiero agradecer a Javier, el director—dijo apuntándole, todos comenzaron a aplaudir—. Por su gran trabajo, por regañarme cuando debía y también cuando no—todos volvieron a reír—. A Lucía, obvio, por ser mi amiga desde que éramos niños y hacerme ver más presentable en pantalla, obvio a mi familia, por volar hasta acá para verme así de borracho.
—Se está extendiendo bastante como por haber dicho que no quería hablar, ¿no?—dijo Martina en el oído de Alana, haciéndola soltar una carcajada que se escuchó más fuerte de lo normal, todos voltearon a verla y ella se tapó la boca avergonzada. 
—Y claro, para aquella risa que podría reconocer en donde sea—dijo levantando su copa—. Mi Lanita, no tengo palabras para decir lo que vos significás para mí, nada  de lo que hago tiene sentido si  vos no estás acá, te quiero. 
Alana le lanzó un beso desde su lugar, y aunque sabía que todas las miradas estaban sobre ella, por un instante se sintió como si sólo ella y Enzo estuvieran en la habitación. 
—Bueno, espero que sigan disfrutando de la deliciosa comida—terminó su discurso, el director de la película se lo robó para hablar más con él, por lo cual Alana se giró a Martina para seguir con la conversación que tenían antes de que Enzo acaparara la atención de todos. 
—Wow—dijo ella. 
—¿Qué?—preguntó Alana con intriga. 
—En verdad está enamorado de vos—dijo—. Digo, claro que ya lo sabía, pero hoy que estuve con ustedes me quedó mś que claro, vos sacás lo mejor de él. 
—Él también saca lo mejor de mí—dijo—. Es una persona maravillosa. 
—Estoy muy feliz por ambos, sobre todo por él, nunca pensé que podría verlo así de feliz con alguien—dijo ella, Alana arrugó el entrecejo al escucharla. 
—¿Por qué dices eso?
—Eh, pues ya sabes—dijo nerviosamente, como si hubiera metido la pata. 
—No realmente. 
—Bueno, es que por su trabajo, siempre le resultó difícil estar con alguien.
—Su trabajo jamás fue un obstáculo para mí—dijo simplemente. 
—¡Sí, a eso me refiero! Porque vos sos escritora, entonces podés seguirlo a dónde sea. 
—¿Cómo?—preguntó confundida. 
—Ya sabes, por las promos, son mínimo 6 meses de viaje constante por cada película que estrena, pasa la mitad de su vida arriba de un avión y la otra en diferentes países, recién terminó de filmar esta película, pero la última que grabó ya terminó de editarse, entonces comenzará la gira de nuevo y apenas termine esa iniciará la otra. 
Por un momento Alana la dejó de escuchar, sólo podía verla en silencio moviendo la boca, ¿por qué no lo había pensado antes? Martina tenía razón, Enzo se la pasaba de país en país, no tenía un lugar fijo.
No tenía un hogar fijo. 
Había estado tan envuelta entre ellos que se había olvidado de eso por completo, ¿Pero por qué Enzo no se lo había recordado? ¿Cuándo se iría de España? ¿Cuándo volvería?
—¿Estás bien?—preguntó Martina preocupada—. La cagué, ¿no es así?—preguntó  nerviosa. 
—Tengo que ir al baño—dijo Alana abandonando el lugar, captando como Enzo le daba una mirada llena de confusión.
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 23:
Gracias al cielo (y a muchas tazas de té relajante y mensajes de aliento por parte de Enzo) el resto de sus días en México habían sido muy tranquilos, el propósito del viaje que su novio había preparado para ella se había cumplido, Alana se la pasó bastante bien cerca de su familia, recorriendo la ciudad en la que creció y recordando de dónde venía, también había ido a un par de entrevistas, no podía negar que se sentía bastante tranquila y motivada al saber que aún había bastantes editoriales interesadas en ella y en la nueva historia que había creado, no sólo eso, absolutamente todas le dijeron que no les importaba su nueva situación amorosa, que su vida privada no era tan importante y sobre todo, que ellos nunca volverían a contratar a Sebastián bajo ningún motivo.
A pesar de que sus días fueron mucho más felices, la nostalgia de no estar con Enzo le había pegado mucho más fuerte de lo que había imaginado, nunca pensó que estar tan lejos de su novio por un par de días le costaría tanto, y aunque cada noche hicieron videollamada por largas horas, en todo momento Alana había deseado poder atravesar la pantalla de su celular para besarlo y abrazarlo.
Justo en estos momentos, la nostalgia de estar lejos de él se había esfumado, pues Alana acababa ya estaba de vuelta en Sevilla. 
—Extrañaba estar aquí—dijo Alana barriendo el departamento con la mirada.
—El lugar se sentía bastante tranquilo sin ustedes, más ahora que ya terminé las grabaciones—informó Enzo aún sin soltarla de la cintura, desde que se bajaron, él amarró sus brazos al cuerpo de Alana y no la dejó ir ni un sólo momento, no era queja, Alana se sentía bastante feliz al saber que él también la había extrañado mucho, él no dejaba de repetirlo desde que pasó por ella al aeropuerto. 
—Tú y yo pasaremos ahora bastante tiempo juntos—dijo Alana girándose hacia él y rodeándole el cuello con los brazos, Enzo soltó una pequeña risa que se escuchó como música para sus oídos. 
Al parecer Zola también había extrañado bastante el departamento, pues inmediatamente corrió al sillón y le encajó las garras para afilarlas, por primera vez desde que la adoptaron, a Enzo no le pareció importarle. 
—Presiento que te aburrirás de mí muy rápido—dijo ella, Alana no hacía mucho en el día más que jugar con Zola y escribir. 
—Yo podría estar con vos todo el día sin hacer nada y para mí sería el día más interesante del mundo—dijo, Alana sintió ese característico calor en su pecho ante las palabras y lo abrazó fuertemente. 
—Cariño, vos sabés que te quiero un montón, pero en estos momentos necesitás una ducha urgente—dijo él, Alana soltó una carcajada, sabía que tenía razón, había sudado como puerco durante el viaje, no le importaba que se lo informara, ya tenían ese grado de confianza. 
—Tú también hueles horrible—exclamó ella arrugando la nariz de forma algo exagerada, Enzo había ido al gimnasio antes de recogerla en el aeropuerto.
—Hay que ducharnos antes de que Zola se vomite por nuestro olor. 
Lograron entrar al baño de puro milagro, pues durante todo el recorrido estuvieron apunto de caerse unas tres veces debido a que Enzo no se atrevía a soltarle la cintura.
Se despojaron de sus prendas en lo que el agua se calentaba, lo hicieron lentamente, se estaban tomando su tiempo, pues tenían prácticamente el día entero para ellos solos. 
Entraron al agua dejando que la lluvia artificial los empapara por completo, Enzo tomó el shampoo y lavó el cuero cabelludo de Alana, de no ser porque el cuerpo de él la tenía bastante despierta, pudo haberse dormido ahí mismo, los largos y delgados dedos de Enzo acariciaban su cabeza con bastante delicadeza, haciéndola sentir bastante relajada,  una vez que terminó, Alana hizo lo mismo por él, pero debido a la diferencia de edad, sus brazos terminaron muy cansados.
El jabón líquido se llevó el sudor de ambos por completo, una vez que se encontraron limpios, Alana quiso girar la llave para cerrarla.
—Pará—dijo Enzo en voz baja mientras detenía la mano de ella. 
—¿Qué pasa?—preguntó, sin embargo, muy apenas pudo terminar la pregunta, pues los labios de él comenzaron a repartir un montón de besos en su cuello, Alana casi se ahogó con su propia respiración, su piel se encontraba el doble de sensible debido al vapor del agua. 
—En—soltó en un gemido que la hizo sentir algo patética, Enzo tenía el poder de ponerla a temblar en un solo segundo. 
—No tenés idea lo mucho que te he extrañado—repitió ahora bajando sus labios por su hombro derecho mientras que sus dedos recorrieron sus caderas, Alana cerró los ojos al sentirlo de esa forma. 
—Abrilos—le ordenó—. Llevaba días sin ver tus preciosos ojos.
Alana los abrió lentamente, era difícil mantenerlos abiertos debido al agua, la imagen de Enzo con el cabello mojado y los labios  entreabiertos le pareció una obra de arte, no pudo evitarlo y brincó a devorarlos. 
La intensidad del beso aumentó de un momento a otro, ambos se encontraban soltando sonidos que se mezclaban con el sonido del agua chocando contra los mosaicos de la ducha, Enzo la tomó de los muslos y con mucho cuidado hizo que las piernas de Alana le rodearan la cintura, debido a lo resbalosa que estaba la situación,  Enzo no tuvo más remedio que pegarla contra la fría pared para sostenerla de mejor forma. 
Alana llevó sus dedos hacia el cabello del chico y comenzó a jalarlo gentilmente, haciendo que el suspirara de placer. 
Sus respiraciones ahora eran una misma y podría jurar que podían escuchar el pulso acelerado de ambos.
Ambos se encontraban impacientes, para Alana no era suficiente tenerlo así, lo necesitaba más cerca, sentía que sus cuerpos estorbaban y que quería entrelazar su alma con la de él.
—Por favor—rogó, ni siquiera sabía lo qué estaba pidiendo, sólo quería que Enzo hiciera algo, lo que fuera, lo quería ya. 
—No te he preparado—murmuró él con voz entrecortada.
—No importa—aseguró. 
No tuvo que decir más, Enzo se adentró en ella de un sólo empujón, ella soltó un grito de placer, entonces, un sonido agudo la distrajo. 
—¿Escuchaste eso?—preguntó cómo pudo, se encontraba sorprendida de que fuera capaz de terminar la pregunta, pues en ningún instante Enzo detuvo sus movimientos. 
—No—dijo él aumentando la profundidad de sus embestidas, pero entonces, se volvió a escuchar. 
—Creo que están tocando el tim…bre—dijo como pudo. 
—No le tomés importancia—dijo él, Alana mordió su labio inferior al sentirlo justo en el punto más sensible de su interior y decidió hacerle caso, quien fuera que estuviera afuera podía esperar. 
Pero entonces sonaron los golpes de la puerta, quien fuera que estuviera tocando la puerta lo tenía que estar haciendo muy fuerte para que se escucharan hasta el baño. 
—En…ah…creo que tienes que ir a ver—dijo Alana para nada contenta, pero los sonidos estaban siendo una horrible distracción. 
—Vale—dijo él saliendo de ella, Alana soltó un gemido de queja al volver a sentirse vacía. 
—Tápate—le indicó Alana apuntando la clara prominencia—. No te tardes—dijo ella volviendo a besarlo. 
—Si seguís besándome así, no podré abrir. 
—Sólo revisa que todo esté bien, te estaré esperando aquí.
Enzo salió del baño no muy contento y con la toalla sobre su cintura, aprovechó el tiempo a solas para desenredar su cabello con los dedos.
—¿Enzo?—gritó con tono desesperado, su novio se estaba tardando más de lo normal, ahora se arrepentía de haberle dicho que fuera abrir. 
Desesperada, cerró la llave y se envolvió en una toalla. 
—¿Por qué tardas tanto?—gritó entrando a la sala, sintió la sangre cayendo por sus pies, que la tierra la tragada, giró la cabeza hacia Enzo, él se encontraba igual o más mortificado que ella. 
—¿Interrumpimos algo?—exclamó la preciosa chica de no más de 17 años, su voz salió con un tono burlón, Alana se aferró a su toalla.  
—¡Alana! Al fin te conocemos—gritó la señora corriendo a abrazarla sin importar mojarse.
La hermana y madre de Enzo estaban en el departamento.
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 22.
—Hola.
—Hola, tú. 
Alana sintió esa familiar calidez llenarle el pecho al ver el rostro de Enzo desde el otro lado de la pantalla, después de una muy incómoda, desastrosa y melodramática cena con sus padres, al fin había podido estar a solas, apenas le avisó a su novio, él no tardó ni un minuto en llamarle por FaceTime. 
—¿Esa es tu habitación?—preguntó Enzo acercándose a la cámara, como intentando capturar al máximo el ambiente  que rodeaba a su novia, ella se sintió algo avergonzada al respecto, como si fuera una adolescente mostrándole su habitación a un chico por primera vez. 
—Gracias, el viaje estuvo largo y agotador, ¿qué tal tú?—preguntó Alana con sarcasmo. 
—Perdona, amor—dijo Enzo soltando una risa—. ¿Cómo te fue? ¿Estás contenta?—preguntó con su tranquilizadora voz, Alana apretó los labios ante la imagen de él acostado en la cama, sin camisa y con el cabello revuelto, era un poco ridículo, pero verdaderamente lo extrañaba, por primera vez, deseaba estar en Sevilla. Y claro que estaba contenta por ver a su familia después de tanto tiempo, sólo que las cosas no salieron como las había imaginado. 
—Eh, fue…intenso—declaró mientras recordaba las desastrosas escenas.
—Te extraño—dijo Enzo—. También a Zola, ¿dónde está?
—Aquí—dijo Alana volteando la cámara por unos segundos para grabar a la gata subiendo a su cama. Estoy sorprendida por lo tranquila que estuvo durante el viaje. 
—Siento envidia de vos por ser la primera en verla trepada a un avión. 
—No fue nada emocionante, se la pasó dormida—dijo riendo—. Hablando de dormir, ¿no estás cansado? Son como las tres de la mañana allá—dijo acostándose en su cama junto a Zola, el olor de detergente le llenó las fosas nasales, inmediatamente haciéndole recordar su infancia y adolescencia, no le había apetecido mucho volver a la casa de sus padres después de lo agotadora que fue la cena, pero no quería molestarlos más, por lo que terminó aceptando dormir ahí. 
—No—dijo el chico, pese a su respuesta, sus ojos se veían rojos del sueño, Alana decidió ser algo egoísta y dejarlo pasar, simplemente porque quería seguir conversando con él—. Vos debes estar agotada. 
—Estoy bien, ver a las niñas me llenó de energía—dijo—. Son como pilas portátiles, te lo juro. 
—No puedo esperar para conocerlas—dijo Enzo riendo.
Alana no pudo evitar verlo con tristeza, Enzo se sentía tan entusiasmado por conocer a su familia, se lo repetía cada que ella les hablaba sobre ellos, sólo esperaba que sus padres fueran amables cuando finalmente lo conocieran, sabía que lo adorarían, Enzo tenía ese poder sobre las personas, pero sus padres podían ser algo estrictos al principio. 
—Te daré un tour rápido—dijo Alana brincando de la cama, no quería sentirse más abrumada y triste. 
—Genial, al fin—dijo emocionado, como si llevara años esperando ese momento. 
—Bueno, esta es mi cama—dijo mostrando su pequeña cama, Zola estaba hecha bola sobre la almohada. 
—Lindo edredon—dijo riendo, Alana movió la cámara, para que Enzo no siguiera burlándose de sus sábanas de ositos. 
—Eh…bueno, este es mi librero—dijo mostrando el mueble de madera.
—Está vacío—dijo él elevando las cejas. 
—Es porque me los llevé todos a Sevilla, duh. 
—Ahora tus libros están acá—dijo Enzo mostrando el librero de su habitación, repleto de los libros de él y Alana. 
—Exacto—respondió—. Mmm…este es mi escritorio—caminó hacia la pequeña mesa de madera, sólo había un par de lápices y una libreta—. Aquí escribí el primer libro completo de arco de sangre—informó. 
Enzo miraba y escuchaba todo con atención, comportándose como su fan número 1. 
—En esta libreta escribí las primeras ideas de la saga—apuntó la libreta. 
—Cariño, tenés que traer eso a Sevilla—dijo emocionado. 
—No, ¿para qué?
—Para robarlo y venderlo por Ebay—dijo él, Alana rodó los ojos—. Broma, pero quisiera verlo. 
—Lo pensaré—dijo, sabiendo que mañana a primera hora empacar la libreta para dársela a Enzo. 
Alana continuó mostrando el resto de su habitación, desde su antiguo baño, hasta las paredes donde aún había recortes de revistas y posters de sus bandas favoritas. 
—Y bueno, eso es todo—dijo dejándose caer nuevamente en la cama, Enzo le sonrió con ternura.
—Tengo que desmaquillarme, llevo como 20 horas con la cara sin lavar—dijo con asco. 
—En la bolsa pequeña de la mochila dejé tu skincare—informó Enzo, Alana aún no se tomaba el tiempo de desempacar, acomodó el celular para poder seguir estando en la videollamada sin necesidad de tomarlo y abrió la mochila. 
—Puntos extra por no olvidar ninguna de mis cremas—dijo bastante sorprendida, Enzo no sólo  había colocado todos sus productos de limpieza en pequeños botes, también los había etiquetado y enumerado—. ¿Cómo sabes el orden?—dijo viéndolos encantada. 
—Presto bastante atención a tus rutinas—dijo él con tono de obviedad.
—En el compartimento de la transportadora de Zola también dejé sus premios.
—Deberías ser organizador de equipaje.
—No creo que exista tal carrera, pero la tomaré en cuenta para cuando me aburra de ser actor. 
Mientras Alana se desmaquillaba y lavaba la cara, Enzo le platicó sobre cómo había estado su día de grabación, también hablaron de cosas más banales, como que había surtido la despensa y que Lucía y Mayra habían comprado una planta nueva. 
—Hablando de Mayra—carraspeó—. Lucía me platicó hoy que conoce al dueño de otra editorial, estoy seguro que no has visitado esa.
Alana suspiró, estaba cansada de tener que conversar y pensar en editoriales, no sabía en qué momento lo que más adoraba en el mundo se había convertido en algo que le quitaba la tranquilidad y el sueño. 
—Lana, sé que han sido momentos difíciles para vos, pero prometo que encontraremos algo. 
—Mis papás no están muy contentos por todo el asunto de que yo no tenga una editorial—mencionó jugando con los hilos sueltos de su sábana. 
—Bueno, no es tu culpa. 
—¿Qué si cometí un error?
—¿A qué te referís?
—Bueno, tal vez debí de quedarme en donde estaba, esperar que Sebastián sacara su libro y ya.
—Lana, no dejés que esta mala racha te nuble el pensamiento, Maricia y el resto de tu equipo te dieron tu espalda, lo pusieron a él antes que vos. 
—Pues sí, pero—dijo con un nudo en la garganta—. No dejo de pensar que Sebastián sacará su libro a finales de año, los tiempos se hubieran acomodado perfectamente de haberlo sabido.
—Estoy seguro que lo hizo para molestarte, me frustra mucho que pueda seguir encontrando la manera de ponerte mal—dijo Enzo con tono de frustración, Alana tragó saliva.
—Nunca pensé que me metería en este jodido lío—declaró ella apoyando la cara sobre su mano, años atrás, Sebastián y ella habían estado en esa misma cama, viendo películas y platicando sobre sus sueños, ahora Alana estaba ahí, sola y perdida, intentando rescatar lo que tanto le había costado tener.
—Lana…creo que está de más que te lo repita, pero lo haré las veces que sean necesarias—dijo Enzo sentándose—. No me importa cuanto tiempo te tome, todos los gastos del departamento pueden correr por mi cuenta, no me importa.
—Es que no se trata de eso—dijo—. Odio sentirme inútil, odio quedarme en casa sin hacer nada mientras tú sales y trabajas. 
—No sos inútil, no volvás a llamarte así—replicó—. Y hacés un montón, escribís, cuidas de Zola, me lavas mi jodida ropa interior—comenzó a enumerar.
—Antes de llamarte—mencionó Alana sútilmente—. Recibí un correo, hay una editorial que quiere entrevistarme aquí. 
—¡Lo ves! Te dije que todos morirían por tenerte. 
—No tienen oficinas en España, sólo residen acá—murmuró, Enzo tragó saliva. 
—¿Y cómo te hacé sentir eso?
—No sé, es raro, por un lado, claro que me emociona, por otro lado…no mucho—dijo haciendo una mueca.
—Alana—dijo Enzo después de un buen rato—. Sabés que te adoro, yo jamás quisiera ser un impedimento para que podás seguir escribiendo. 
Alana cerró los ojos y negó con la cabeza, no quería ni pensar en la posibilidad de seguir escribiendo pero estando lejos de Enzo. 
—Tú eres mi hogar—le recordó—. Solucionaré esto. 
—Vos también sos mi hogar—dijo él, y  al ver sus ojos brillantes, pensó que sí podrían solucionar ese desastre.
Pero juntos. 
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 21.
—¡Sorpresa!—exclamó Alana en cuanto la puerta se abrió en su cara, tal vez era el café tan cargado que se tomó en el aeropuerto apenas pisó su país natal, tal vez era ver nuevamente el rostro de la persona que más apreciaba en el mundo, pero de pronto toda la fatiga que había sentido en su largo viaje, se esfumó por completo apenas la vio. 
—¿Alana? ¿Qué chingados haces aquí?—preguntó Anna como si  estuviera viendo a un fantasma. 
—No actúes tan emocionada—respondió sarcásticamente. 
—¿Cuándo llegaste a México?—preguntó su hermana mayor jalándola del cuerpo y aplastándola en esa clase de abrazo que sólo ella sabía dar. 
—Acabo de llegar—respondió con tono de culpabilidad, como si de pronto volvieran a tener 9 y 15 años. 
—¿Mamá y papá saben qué  estás aquí?—preguntó Anna tomándola de los hombros e inspeccionándola de arriba a abajo, como cerciorarse que fuera la Alana real y no un producto de su imaginación. 
Anna no sólo era su hermana mayor, también era su mejor amiga, eran polos opuestos, mientras que a Alana siempre se le había dado la literatura, a Anna se le daban los números, Anna tenía una vida básicamente ya resuelta: Estaba casada con otro arquitecto desde hace 6 años, tenían un departamento en la zona más costosa de la ciudad y dos hermosas mellizas. La vida perfecta. 
—No, no realmente—respondió con una mueca. 
Todo había sucedido muy rápido, una noche estaba llorando en el sillón de Enzo debido al asunto de la editorial y a la mañana siguiente ya se encontraba arriba de un avión, volando de vuelta México. 
—Te van a matar cuando se enteren—dijo Anna cruzando los brazos. 
—¿Debería regresar a España?—preguntó con gracia, como si se tratase de la tienda de la esquina—. Sólo serán un par de días. 
—Ojalá fueran más—respondió su hermana, hablando por primera vez con afecto—. Pasa, ¿esa es tu única maleta?—preguntó apuntando la mochila que llevaba en sus hombros, por primera vez, Alana no había sobrecargado su equipaje, todo gracias a Enzo, él mismo le había empacado la mochila con lo que según él, era lo necesario para sobrevivir durante 4 días. 
—Ehh, no—dijo apartándose del marco de la puerta, si a Anna aún no le daba un infarto por la tan inesperada sorpresa, el momento había llegado. 
—¿Te trajiste a tu gata?—gritó horrorizada.
—Su nombre es Zola—le recordó tomando la transportadora y al fin ingresando al departamento, soltó un chiflido cuando lo vio, no recordaba lo espacioso y elegante que era, tal vez eran cosas de arquitectos, o tal vez era que simplemente tenían un trabajo fijo, Alana sintió una punzada en el estómago, últimamente los temas de trabajo y dinero le resultaban bastante sensibles. 
Alana desabrochó la transportadora, Zola salió de ella de inmediato y si no estuviera tan ocupada tomando del plato de agua que Alana acababa de servirle, seguramente inspeccionaría todo el lugar. 
—Por favor dime que tiene todas sus vacunas—dijo horrorizada, Anna era una maniaca de la limpieza, le temía a todo lo que no fuera desinfectante y cloro, de cierta manera, le recordaba un poco a Enzo. 
—Claro que sí, ¿qué clase de madre crees que soy?—preguntó ofendida. 
—Vi las noticias, casi se les ahoga la vez que tú y Enzo se fueron a la playa, ¿cómo está él, por cierto?
—Está bien—dijo sonriendo—. Trabajando hasta el tope, se encuentra grabando las últimas tomas de la peli que lleva tanto tiempo filmando. 
—Aún me parece extraño el hecho de que seas su novia. 
—¿Tan fea soy?—preguntó Alana sentándose en el esponjoso sillón, Zola dejó de beber y se fue a caminar por ahí, Anna la miró no muy contenta, pero se guardó los comentarios que seguramente estaba pensando y se sentó enfrente de Alana. 
—Sabes a lo que me refiero, idiota—exclamó. 
—¿Cómo están las niñas y David?—preguntó inspeccionando el lugar con la cabeza, no había rastro de su cuñado y sobrinas. 
—Se fueron al parque un poco antes de que llegaras, debiste avisar que vendrías, te hubiéramos organizado una bienvenida y limpiado el lugar. 
—¿Estás jodiéndome? Este lugar está más limpio que un hospital—rió—. Perdón por no avisar, todo fue muy rápido, en realidad no tenía planeado venir. 
—Lo supuse, no venías a México desde que te fuiste, a veces pienso que te quedarás para siempre allá. 
Alana apretó los labios al escucharla.
—Dios no lo mande—exclamó, Anna la miró con lástima, ella, junto a Enzo, era la única que sabía que Alana no terminaba de encajar en España, no se podía tomar la libertad de decirle lo mismo a sus padres, principalmente porque los abandonó para seguir a Sebastián, cosa que hasta el día de hoy, aún no se lo perdonaban. 
Si tan sólo los hubiera escuchado mejor…
—¿Cómo te fue en lo de la entrevista?
Alana tomó una gran bocanada de aire y le contó la odisea por la cual había estado pasando las últimas semanas, todas las puertas que había tocado, como su última opción era la editorial Moore y la manera en la que Hector la estaba persuadiendo para escribir historias de terror, como esa era la razón por la cual tuvo que huir de España y regresar a México por unos días. 
—Tu jodido novio literalmente te compró un boleto de avión para que vinieras a México a pensar cosas—dijo con incredulidad cuando Alana terminó de hablar. 
—Si lo dices así suena algo tonto—dijo riendo—. Pero sí, supongo, es la clase de persona que hace eso—dijo con cariño, no llevaba ni un día lejos de él y ya sentía que lo extrañaba.
—Alana, si te soy honesta, cuando me enteré que rompiste con Sebastián, pensé que lo primero que harías sería volver a México—dijo su hermana—. Incluso David y yo te habíamos hecho un espacio aquí, para que pudieras quedarte. 
—Tengo mi propia habitación en la casa de mis papás.
—Ambas sabemos que volver con ellos no es exactamente una opción, siguen enojados porque te fuiste a vivir a España con Sebastián, ya sabes cómo son. 
—A papá nunca le terminó de agradar Sebastián, debí de escucharlo mejor cuando me lo dijo. 
—No sólo era por Sebastián, siguen teniendo una mentalidad muy a la antigua, a mí no me dejaron salir de casa hasta que me casé con David, y que tú te hayas mudado a otro continente sin estar casada fue una…
—Decepción, ya lo sé, Anna, me lo has estado repitiendo por más de dos años—la interrumpió.
—Ellos sólo quieren lo mejor para ti, yo también lo quiero.
—Y se los agradezco, pero sé cuidarme sola—replicó, Anna no respondió, seguramente pensando en cómo habían terminado las cosas con Sebastián, pero por el bien de ambas, no dijo nada—. ¿No piensas volver a México? La idea sigue de pie, puedes quedarte aquí hasta que encuentres otro sitio. 
—Claro que planeo volver aquí eventualmente, pero…
—Ya sé, las cosas son diferentes ahora, o más bien, alguien las hizo diferentes—dijo Anna alzando las cejas, Alana rodó los ojos al sentirse sonrojar. 
—Muero por que lo conozcas, en verdad—dijo entusiasmada. 
—Valeria y Valentina están obsesionadas con él—dijo Anna riendo, refiriéndose a sus hijas de 4 años, como si las hubiera invocado, las niñas entraron por la puerta junto a David. 
—¡Zola!—gritaron al mismo tiempo y corrieron a atrapar la gata que acababa de subirse al piano de cola de la sala, sus sobrinas la habían conocido a través de FaceTime. 
—Divertido que ellas si recuerden el nombre de mi gata y tú no—dijo Alana. 
—Divertido que estén más emocionadas por verla a ella que a ti—dijo Anna. 
—Alana, ¿qué chingados haces aquí?—preguntó David.
—¿Hay alguien que realmente se sienta feliz de verme?—preguntó Alana burlonamente, David negó con la cabeza, pero se acercó a abrazarla. 
—Niñas, vengan a saludar a su tía—gritó Anna. 
Minutos más tarde, David y ella se encontraban en el suelo jugando con las niñas y Zola mientras Anna se refugiaba en la cocina a preparar la cena. 
—¿Cómo estuvo el vuelo?—preguntó David. 
—Largo, no recordaba lo lejos que estoy de acá—dijo. 
—¿Podemos irnos contigo a España?—preguntó Valeria mientras peinaba a Zola con un peine de muñecas. 
—Uy, me encantaría—exclamó Alana—. Podrían quedarse conmigo todo el día en casa y peinar a Zola. 
—No las emociones, tienen que ir a la escuela. 
—¿Qué tan importantes pueden ser las clases para unas niñas de 4 años?—preguntó, David la miró con cara de pocos amigos, Valeria soltó una risa al escucharla, dando a entender que pensaba lo mismo. 
—Ayer aprendimos los días de la semana—dijo Valentina con tono de superioridad. 
—Retiro lo dicho, entonces, no pueden faltar—respondió Alana. 
Valentina comenzó a hablar sobre otras cosas que aprendió en el colegio, como figuras y colores, cuando escucharon el timbre. 
—Esos deben ser tus padres—exclamó David yendo hacia la puerta, Alana giró la cabeza fuertemente hacia Anna. 
—¡Lo lamento! Tenía que decirles que estabas aquí. 
—¡Anna!—dijo parándose y pasándose los dedos por el cabello, seguramente lucía como un desastre.
—No puedes esconderte de tus padres, creí que los extrañabas. 
—¡Lo hago! Pero quería un poco de tiempo para prepararme, hace mucho tiempo que no nos lo veo—habló rápidamente, mucho había pasado desde la última vez que sus papás la visitaron a España, todo el asunto de Sebastián, la editorial, el mundo entero enterándose que le había sido infiel con el actor del momento…
—¿Nos esconderemos de la abuela?—preguntó Valentina emocionada. 
—Tengo el lugar perfecto para eso—dijo Valeria guiñando un ojo. 
—La última vez que las vi no sabían hablar—dijo Alana cayendo en realización. 
—Por eso sus clases son importantes—dijo Anna rodando los ojos. 
—¿Cómo nos escuchó?—preguntó Alana en un susurro. 
—Tiene superpoderes—respondió Valentina en el mismo tono. 
—¡Alana!—gritó su mamá emocionada al verla, al menos alguien se sentía feliz, corrió abrazar a su mamá.
—Hola, papá—lo saludó aún sin escapar de los brazos de su madre. 
—Hola, hija.
—¿Qué opinan de Alana viniendo a México sin avisar?—preguntó David riendo. 
—Bueno, es bienvenida—dijo su madre.
—Es el tipo de cosas que ella hace, no me sorprende—exclamó su padre sacudiéndole el cabello, Alana arrugó la nariz.
—¿Te quedarás ya en casa?—preguntó su madre mientras pasaban todos a sentarse a la gran mesa del comedor. 
—No, sólo estoy acá por unos días—respondió, sus padres fruncieron el ceño. 
—Alana me estaba contando que Enzo le compró el boleto de avión de un momento a otro porque Alana no se había estado sintiendo muy bien, ¿cierto?—preguntó Anna queriéndola salvar de la incómoda situación. 
—¿El tío Enzo es rico?—preguntó Valentina jugando con un tenedor.
—En ese caso nos cae mejor que el tío Sebastián—añadió Valeria. 
—¡Niñas!—las regañó David horrorizado, el padre de Alana se apretó el puente de la nariz y su madre bajó la vista a su plato vacío. 
—Bueno, yo creo que es muy gentil de su parte—carraspeó David. 
—¿Y por qué no vino?—preguntó Javier, su papá. 
—Um, está filmando—respondió. 
—¿Has visto a Sebastián últimamente?—preguntó Laura, su madre, estirando su mano para tomar la de Alana, como muestra de apoyo,  ella se movió incómoda en el asiento. 
—Es preferible que no toquemos ese tema aquí—exclamó Anna abriendo los ojos ampliamente y dándoles una mirada rápida a las niñas, claramente ellas no tenían idea de que Sebastián había agredido a Alana. 
—El tío Sebastián se volvió gay y por eso ahora Alana es novia del millonario Enzo Vog…Vog…—dijo Valeria, Alana se ahogó con su propia saliva. 
—Vogrincic, cariño—la ayudó David bastante nervioso, Alana entrecerró los ojos, claramente él era el culpable de aquella excusa. 
—¿Gay? ¿En serio?
—¡No se me ocurrió otra cosa!—gesticuló David sin soltar ni un sólo sonido. 
—No hablemos más de  hombres en la mesa—sentenció Anna. 
—Amén—dijeron las gemelas, Alana soltó una carcajada, en definitiva había extrañado a su familia. 
—Traeré la cena—dijo David huyendo de la mesa, minutos después, la mesa estaba repleta de toda la comida que Anna había conseguido preparar en menos de una hora.
—¿No te vas a servir pollo?—preguntó Laura con curiosidad al notar el plato de Alana repleto de puré de papá y vegetales.
—Deberías servirte, son como 10 horas de Sevilla hasta acá, debes estar hambrienta—exclamó Javier. 
—En realidad son 15—aclaró David elevando el índice, Anna le dio un codazo. 
—No tengo muchas ganas, gracias—respondió.
Todo se veía delicioso, incluyendo el pollo, pero desde que conocía a Enzo, había adaptado su dieta a una vegana, no lo había hecho a propósito, nunca se le había pasado por la mente dejar de comer productos de origen animal antes, pero después de tanto tiempo conviviendo con él, y después de la mudanza, simplemente sucedió, ahora la idea de comer carne le asqueaba un poco, sabía que era algo bastante común entre las personas que cambiaban de dieta. 
—El tío Enzo es vegetariano—dijo Valentina. 
—En realidad, es vegano—dijo David volviendo a levantar el dedo índice, Anna bufó. 
—¿Por eso no estás comiendo carne?—preguntó Javier horrorizado—. Con razón te ves tan flaca, es una tontería—exclamó colocando una pierna de pollo en su plato, Alana de inmediato sintió que la bilis se le subía por la garganta. 
—Papá, no la fuerces, parece que se va a vomitar. 
—¿Estás embarazada, tía Alana?
—Genial, más pollo para mí—dijo David quitándole la pierna de pollo. 
—¡No estoy embarazada!—dijo horrorizada.
—¿Enzo te hizo vegana?—preguntó su madre. 
—¡No! No fue a propósito, simplemente no consumo tanta carne como antes, una disculpa si los ofendí por ello. 
—No digas tonterías—dijo Laura, pero le arrebató la pierna de pollo a David, dejándolo con la boca abierta para después dejar caer el pollo sobre el plato de Alana. 
—¡No tiene ganas, mamá!—exclamó Anna quitándole nuevamente la pierna y dejándola nuevamente en la mano de David. 
—Creo que ya no se me antoja mucho, cariño—dijo asqueado. 
—¡Ahora te la comes!—gritó Anna, David asintió y le dio una mordida. 
—Bienvenida a casa—dijo Javier sarcásticamente. 
—Enzo me contó el otro día que estabas apunto de terminar tu libro—mencionó David minutos después, una vez que dejaron de pelearse por el pollo.
—¿Desde cuándo pláticas con él?—preguntó Alana riendo. 
—Cuando hablábamos por FaceTime a veces dejabas el celular solo y yo también, Enzo y David conversaban en esos ratos—explicó Anna riendo. 
—No tenía idea—dijo Alana divertida.
—¿Qué podrían tener en común tú y Enzo?—preguntó Javier. 
—Bueno, conectamos bastante bien con el mundo del cine, resulta que tenemos un gusto bastante peculiar y similar, no creo que lo entiendas, con todo respeto, Javier—dijo David con el mismo tono de superioridad de Valentina. 
—Es decir, la película favorita de ambos es Toy Story 2—aclaró Anna. 
—Nos estamos desviando del tema—intervino Laura—. ¿Qué hay del libro, cariño? Hace mucho que no escribías. 
—Um, era sólo una historia tonta que estuve escribiendo durante los últimos meses. 
—Es fantástica—aclaró David—. Bueno, por lo que En me ha contado. 
—¿En? ¿En serio?
—No en de en serio, en de Enzo. 
—¡Se a lo que te refieres!
—Juro que entre Enzo, David y Alana, comparten una neurona en total—dijo Anna. 
—¿Qué es una neurona, mamá?—preguntó Valeria. 
—¿Y qué pasa con la historia?—preguntó Javier—. ¿Ya tienes editorial?
—En eso estoy, papá.
—Pero publicarás esa, ¿cierto? En dice que le podría ir mejor que arco de sangre—dijo David. 
—Creo que empezaré a escribir una historia de horror—dijo Alana, todos en la mesa, incluyendo las gemelas, la miraron como si le hubiera crecido otra cabeza de su cuello. 
—Lo siento, estoy fuera, no pienso leer algo de terror—dijo Valeria cruzando los brazos. 
—Eso es porque no sabes leer—dijo Valentina. 
—Tú tampoco. 
—¿Horror? ¿Qué mierda estás diciendo?—exclamó Anna. 
—Lenguaje—la regañó Javier. 
—Mamá, tendrás que poner dinero en el bote de palabrotas. 
—En un momento, cariño.
—¿Por qué escribirías una historia de horror cuando ya tienes una de fantasía?—preguntó Javier. 
—Es una larga historia—dijo jugando con su comida.
—Bueno, tomaste un jodido viaje largo, lo mejor será que te expliques a ti misma—dijo su madre, David carraspeó. 
—¡Ahorita pongo el maldito dinero, David!
—Genial, la abuela pondrá el doble. 
—Técnicamente, maldito no es una palabrota—le dijo a su sobrina. 
—Niñas, ¿por qué no van a mostrarle su habitación a Zola?—sugirió Anna. 
—¿Trajiste a tu gata?—preguntó Laura, como si Zola la hubiera escuchado, maulló desde el sillón. 
—¡Gata mala! ¡Baja de ahí!—gritó David,
—La editorial con la que quiero firmar sólo me acepta si escribo horror—explicó una vez las niñas abandonaron el comedor. 
—Con todo respeto, Alana, pero eso no tiene sentido—dijo David—. Escribiste la saga en español más leída de los últimos años, ¿por qué te pedirían eso?
—No es lo mismo estar en España que aquí, el público es diferente—dijo cansada de tener que explicar la situación por milésima vez. 
—¿O sea, en España no te quieren?—preguntó Javier. 
—¡Papá!—interfirió Anna. 
—Eso no hubiera pasado si nunca hubiera ido a España. 
—Creo que venir acá pensando que me sentiría mejor fue un error—dijo Alana aventando su servilleta en la mesa. 
—Perdón, no quería decirlo de esa forma, Alana, estoy preocupado por ti, no has escrito nada en siglos. 
—Bueno, ya lo dijo David, ¿no?—dijo apuntándolo—. Escribí una historia, que no vaya a publicarla es otra cosa. 
—Sólo queremos lo mejor para ti—dijo Laura. 
—Todos dicen eso y ninguno se ha tomado la molestía de preguntarme cómo estoy realmente, si quieren lo mejor para mí, entenderían que necesito trabajar y si tengo que escribir un jodido libro de horror, lo haré, fin de la historia. 
—¿Qué piensa Enzo de eso?—preguntó Anna. 
—¿Qué?
—Enzo, ¿qué piensa de eso?
Alana se mordió el interior de la mejilla. 
—Por tu silencio asumo que él también sabe que no es algo que te gustaría—dijo Javier. 
—Papá, necesito trabajar de algo, necesito estar con una editorial o estaré acabada. 
—Entonces vuelve a México, hay miles de editoriales que daría lo que fuera por tenerte aquí—dijo Anna. 
—Te fuiste del país por un hombre y ahora no quieres volver al país por otro hombre—dijo Laura, lo cual se sintió como un golpe. 
—Laura—dijo David horrorizado. 
—No es así mamá, él es diferente—dijo Alana, wow, no llevaba ni dos horas en México y ya estaba llorando—. Me ha ayudado con todo el asunto de Sebastián, incluso antes de ello, él fue la razón por la que volví a escribir. 
—Sólo espero que estés tomando la decisión correcta, Alana, y que no te arrepientas nuevamente. 
Todo era un jodido desastre.
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Capítulo 20.
Tiempo después.
—¿Qué opinas del horror?—preguntó la mujer mientras se acomodaba sus gafas, durante toda la entrevista, Alana había estado más concentrada en ellas que en las preguntas que le hacía, hace más de media hora notó que el rumbo de la entrevista estaba tomando una dirección que no le interesaba mucho. 
—Eh, pues…me gusta leerlo—carraspeó. 
—Bueno, no estás aquí para leer, ¿cierto? Al menos que estés buscando un puesto de editora, creo que podría conseguirte algo—dijo Leticia buscando entre los cientos de papeles de su escritorio.
—No—dijo Alana rápidamente—. No estoy interesada en un puesto de editora, como ya se lo había mencionado—le recordó por quinta vez.
Era su tercera entrevista en la semana, por ser la tercera, pensó que esta vez sería la vencida, estaba más que equivocada.
—Mencionaste que llevas un par de meses trabajando en una nueva historia, ¿cierto?—preguntó Leticia recuperando su atención, Alana sintió su corazón latir más fuerte y se acomodó en la silla, una luz de esperanza le invadió el pecho. 
—¡Sí!—contestó rápidamente—. Me falta poco para terminar el primer manuscrito, ya sólo faltan pulir algunos detalles. 
—¿Es una continuación de Arco de sangre?—preguntó volviendo a acomodarse las gafas. 
—No, umm, técnicamente está situada en el mismo universo, pero ni la historia ni los personajes se relacionan entre sí—explicó, Leticia arqueó las cejas. 
—Escucha, Alondra—dijo. 
—Es Alana—la corrigió.
—Bien, Alana, por el momento no estamos interesados en otra saga de fantasía, tenemos la editorial repletas de ellas—dijo con lástima—. Sin embargo, podría hacer una excepción contigo si conviertes el manuscrito en una continuación de Arco de sangre debido a la popularidad de la serie, conviértela en una precuela, ¿qué sé yo?
Alana resopló, no tenía intención en continuar la saga, había cerrado su ciclo con ella tiempo atrás.
—Leticia, te prometo que mi nueva historia también es interesante, la he acomodado para un público más juvenil y…
—Si no está relacionada con Arco de sangre, no estamos interesados, cariño—dijo con el mismo tono de lástima falsa, Alana mordió el interior de su mejilla.
—Si no están interesados en más escritores de fantasía, ¿entonces en cuáles lo están?—preguntó dándose por vencida. 
—Horror, por eso te pregunté qué opinas al respecto. 
Nunca se le había pasado por la mente escribir libros de horror, le encantaba el género, pero su pasión siempre había sido la fantasía.
—Tipo Stephen King o algo así—le sugirió, Alana parpadeó varias veces. 
—Si te soy honesta, no estoy muy interesada en el género, no quisiera entregar algo con lo que no me sienta satisfecha—dijo Alana, si ya sufría síndrome del impostor con un género que conocía bastante bien, no se imaginaba con uno para nada explorado. 
—Alondra…
—Alana—volvió a corregirla. 
—He leído tus libros, considero que eres una chica brillante, pero te seré honesta, aquí en España no tienes la misma audiencia que tienes en Latinoamérica, costará el doble, si no es que el triple para que sobresalgas aquí. Usualmente exigimos un manuscrito ya terminado para iniciar el proceso de entrevistas, contigo no fue necesario porque de entrada sé que el trabajo será bueno, pero no te puedo aceptar algo que sea fantasía. Es horror o es nada. O bueno, podríamos darte un puesto de editora. 
La noticia le cayó como un balde de agua fría, llevaba años sin sentirse así de perdida antes. 
—¿Me lo puedo pensar?—preguntó con un hilo de voz, Leticia inclinó la cabeza y asintió. 
—Por supuesto que sí—sonrió mostrando sus blancos dientes manchados de lápiz labial rojo. 
—Vale, gracias por tu tiempo—respondió tomando sus cosas, estaba apunto de salir por la puerta cuando la voz de Leticia la detuvo. 
—Alondra, necesitamos tener una respuesta en�� máximo una semana, si no, la vacante pasa en automático a otra persona. 
Alana suspiró y sin responder salió de la oficina. 
No tenía idea a dónde ir, Enzo le había sugerido que se pasara al estudio de grabación después de la entrevista, al principio había parecido una buena idea, pero después de haber fracasado nuevamente en otra editorial, no le apetecía en lo absoluto ir a un lugar lleno de luces y cámaras y gente gritando por doquier. 
Alana se detuvo en el lobby y miró fijamente a la barra de café que había ahí, en verdad le había gustado la editorial Moore, inconscientemente, la había dejado al último creyendo que ahí se quedaría.
Se sentó en el taburete de la barra, se sentía tan decepcionada de la situación que de lejos probablemente ella  lucía como si en realidad se encontrara en una barra de un bar, quizá alcohol era lo que necesitaba. 
—Disculpa, ¿tienes alcohol?—le preguntó tímidamente a la barista, la cual la miró con una mirada juiciosa, Alana negó con la cabeza rápidamente, en verdad debía encontrarse deprimida para estar ordenando licor en la jodida barra de café de una editorial—. ¿Un americano frío?—sugirió con una mueca, la barista asintió y se dio la vuelta para preparar su café. 
Como no tenía nada más qué hacer, decidió sacar su celular para checar Twitter, grave error, pues la primera noticia que le apareció era la de Sebastián anunciando su nuevo libro. 
Sintió la furia invadirla por completo, ¿cómo mierda lo había terminado tan pronto? El libro estaría públicado a finales de año, Alana sintió las ganas de estrellar su celular, si Sebastián le hubiera dicho que lo terminaría pronto, Alana hubiera podido seguir en la jodida editorial, pero claro, Sebastián, porque quería arruinarle la vida, había dicho que no tenía una fecha clara, haciéndole creer que tardaría incluso años en publicarlo. 
Alana no podía volver a su antigua editorial debido a firmar renuncia, pero incluso si pudiera volver, no regresaría a un lugar donde apoyaban a un abusador. 
—Vete a la verga—soltó viendo la imagen de su ex novio en la pantalla, bloqueó el celular con fuerza y lo dejó caer estruendosamente sobre la barra. 
—¿Qué me vaya a la qué?—preguntó un hombre a su lado, Alana levantó la mirada para observarlo, no lucía mayor de 35 años, lucía bastante pulcro y llevaba puesto un traje bastante planchado, no era de sorprenderse que se sintiera mortificado por el lenguaje de la chica. 
—A la verga—respondió, el misterioso hombre se ahogó con su propia saliva, la barista le dejó el café en la barra y la miró como si acabara de decir la peor cosa del mundo—. Es una expresión mexicana—aclaró.
—Sé lo que es—dijo él, claramente tenía acento español, aunque no tan marcado. 
—Pero no me refería a ti—dijo Alana—. Me refería a mi ex—dijo rápidamente, la barista se dio la vuelta nuevamente y desapareció de la incómoda interacción.
—Umm, vale—dijo el hombre mirándola como una loca y procediendo a darle un sorbo a su café—. Claramente no estás pasando un buen día, le pediste un whisky a la pobre chica.
—No pedí whisky—replicó Alana—. Para ser honesta, ni siquiera sé qué tipo de alcohol quería, y sí, es un pésimo día—exclamó dejando caer su espalda contra el respaldo de la silla.
—¿Puedo saber por qué?—preguntó con curiosidad, Alana suspiró.
—Soy escritora—dijo—. Esta es la tercera editorial que visito en la semana y si te soy honesta creí que sería la buena, es decir, ¡tienen su propia barra de café!—dijo ahora levantando las manos.
—Sí, es bastante genial—dijo el hombre riendo. 
—Como sea, tuve una entrevista pero no quieren que escriba fantasía, es horror, además, la mujer que me hizo la entrevista seguía llamándome por un nombre que no es el mío. 
—¿Y cuál es el problema con ello?—preguntó él.
—Que no es mi nombre—dijo con tono de obviedad. 
—No—dijo él hombre soltando una carcajada—. ¿Qué hay de malo en escribir horror?
—Oh, pues nunca lo he hecho, no es o mío. 
—Bueno, siempre hay una primera vez para todo, ¿no? Estoy seguro que si Leticia te está considerando para un proyecto es porque ve algo en ti. 
—Supongo, pero es como vender mi alma a algo que no sé cómo va a salir por el simple hecho de estar desesperada por trabajar, hubo una situación que me hizo renunciar a mi última editorial, siempre ha estado en contra de mis valores hacer cosas de las que no estoy completamente segura, pero te repito, estoy desesperada, estoy a nada de comenzar a trabajar en un jodido establecimiento de hamburguesas, ahorita vivo con mi novio y él se está haciendo cargo de la mayoría de los gastos, digo, aún tengo dinero, aún recibo dinero por mis libros pasados pero no puedo mantenerme toda la vida de eso, tenemos una gata, ¿sabes lo qué cuesta su comida y sus vacunas?Soy de México, llegué a España por otra situación completamente diferente a esta y ahora estoy…atrapada aquí—habló tan rápido que se le secó la boca, el hombre asintió con la cabeza todo momento, como intentando seguirle el hilo—. Espera, ¿eres cercano a Leticia? Supongo que trabajas aquí, ¿cierto?—preguntó un poco avergonzada por haber hablado de más.
El hombre abrió la boca y la volvió a cerrar sin responder su pregunta. 
—Señor Moore, ¿gusta más café?—preguntó la barista regresando a la barra, él negó con la cabeza y le agradeció con la mano, Alana abrió la boca ampliamente. 
—Lo siento tanto—exclamó horrorizada—. ¿Eres Mauricio Moore?
—No, Mauricio es mi padre, yo soy Hector—dijo extendiendo su mano. 
—El CEO de la editorial Moore—informó la barista, Alana la miró con mortificación y tomó la mano del hombre. 
—Ya no le digas más cosas, parece que se va a desmayar la pobre—le indicó a la barista.
—Lo siento tantísimo por cómo le hablé—volvió a disculparse. 
—No te disculpes y no me hables de usted. Te conozco bien, eres Alana Lomelí.
Alana asintió tímidamente. 
—Qué vergüenza—exclamó, quería que la tierra la tragara. 
—Sé también quién es tu ex novio, recién anunció su nuevo libro, ¿cierto? Supongo que por eso andas tan cabreada—dijo—. No pienses que soy un chismoso, pero digamos que todas las editoriales se enteraron de lo sucedido, lamento que hayas tenido que pasar por eso. 
Era la primera persona que le confesaba saber lo sucedido y sentía compasión por ella, no lo verbalizó, pero se sintió verdaderamente agradecida por ello. 
—Por cierto—comenzó a decir—. Yo fui el que le dio la orden a Leticia de que no te aceptara en la editorial si querías publicar fantasía, así que no la odies a ella. 
—¿Por qué?—preguntó con genuina curiosidad. 
—Bueno, si te tenemos en la editorial más importante de España, nos gustaría hacerte un re-brand, además, el horror es mi género favorito, quisiera leerlo desde tu narrativa. 
Alana lo miró incrédula, no podía creer que la orden había sido directa del CEO por un simple capricho. 
—No contratamos gente latina, pero contigo podríamos hacer una excepción, además, no es mentira que ya no tenemos lugar para otro autor de fantasía, y lamento escuchar que la entrevista no salió como esperaba, le di órdenes claras a Leticia de que si te parabas en su oficina, no salieras de ella sin un contrato. 
—Le dije que me lo pensaría—carraspeó. 
—Bueno, espero que en verdad te lo pienses—sin decir más, Hector Moore abandonó la barra. 
                                                               ˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖ 
—Hola, chiquita, pensé que te vería en el estudio—dijo Enzo entrando a la sala y colocando un beso en su coronilla para después dejar otro beso en la cabeza de Zola, la cual se encontraba en su regazo—. ¿Fue muy pesada la entrevista?—preguntó dejándose caer en el otro sillón.
—Demasiado—respondió Alana, aunque se refería más a la conversación que tuvo con Hector que con Leticia. 
—¿Y bien?—preguntó Enzo llevando su barbilla a su puño. 
—Creo que firmaré con ellos—dijo Alana no muy emocionada. 
—¡Eso es genial!—exclamó, Alana apretó los labios—. Me dijiste que es la editorial más importante de España, ¿por qué no estás emocionada?—preguntó moviéndose de sillón y sentándose a lado de ella, Zola rápidamente comenzó a ronronear y se pasó ahora a sus muslos. 
—Hay una condición para que pueda trabajar con ellos—dijo. 
—¿Cuál es?
—Quieren que escriba horror—dijo con tono abatido, Hector no se había cansado de recordárselo en el resto de la conversación que tuvieron en el café. 
—Pero, ¿qué ocurrirá con la historia que llevas escribiendo por meses?—preguntó.
—Pues, supongo que va para la basura—dijo riendo tristemente. 
—Lana, llevas meses enteros trabajando en ella, y no es porque sos mi novia y mi autora favorita en el mundo entero, pero es genial, me atrevo a decir que podría ser incluso mejor que Arco de sangre. 
Alana sintió las lágrimas formándose en sus ojos, sabía que Enzo tenía razón, le había puesto mucho empeño, esfuerzo y cariño a la historia, la había logrado sacar adelante  a pesar de las situaciones tan horribles por las que había pasado. 
—Están repletos de autores de fantasía en la editorial. 
—Pero ninguno de ellos son vos—dijo Enzo.
—Pero son españoles y yo no—dijo—. El público los prefiere a ellos, no estoy en Latinoamérica, además, soy considerada ahora la escritora más polémica del habla hispana, la editorial sólo me va a aceptar si hacen un re-brand. 
—¿Y un re-brand es obligarte a escribir un género que no soportás? Lana, es una completa boludez. 
—Me gusta el horror. 
—Sí, para leerlo antes de dormir, no para pasar horas enteras escribiendo sobre monstruos debajo de la cama, vos me lo dijiste una vez, preferís escribir cualquier otro género antes que horror. No aceptarás, ¿verdad?
—Enzo, no tengo mucha opción, no tengo trabajo. 
—¿Qué decís con qué no tenés trabajo? Te la pasas día y noche en el teclado, trabajás más que nadie. 
—Si no tengo editorial, no sirve de nada—dijo ella elevando los hombros.
—Te quisieron convencer, ¿cierto?—preguntó.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque te conozco y la Lana con la que vivo y tanto adoro, jamás aceptaría ese tipo de condiciones. 
Alana jugó con sus dedos, mentiría si dijera que Hector no pasó horas persuadiendo para que se adentrará al mundo del horror. 
—¿Crees que no puedo escribir un libro como ese?
—No—negó Enzo—. Sé que podrías escribir un libro como ese y eso es lo que temo, porque podrías escribir el mejor libro de horror de la historia y no ser feliz ni un sólo segundo al hacerlo. 
Alana no pudo evitarlo más y rompió en llanto.
—Vení—dijo él arrastrándola hacia su cuerpo—. Sabes que te apoyo, pero sólo quiero lo mejor para vos, quiero que vos seas feliz. 
—Me siento atrapada aquí, en esta ciudad, este país, siento que no pertenezco aquí, nunca lo haré. 
Enzo la miró con compasión, sabía que él la entendía, sabía que él se sentía de la misma manera y sabía que él también haría lo posible para salir de Sevilla. 
—Quiero estar en México, con mi familia y mis amigas, aunque sea un instante. 
Enzo se despegó de ella y sacó su celular. 
—¿Qué haces?
—Comprándote un vuelo de avión a México—dijo simplemente. 
—Enzo. 
—Mirá cómo estás, estar aquí no te hace bien, necesitas ver a tu familia aunque sea unos días, quizá eso te haga sentir mejor y puedas pensar con la mente más fría. 
Alana se limpió las lágrimas, su novio tenía razón, no visitaba México desde que se había mudado a España. 
—Ojalá pudieras venir conmigo—dijo Alana apoyando su cabeza sobre el hombro de Enzo mientras veía cómo procedía el pago, era una fortuna pagar un boleto de avión redondo de un día para otro, no tenía idea cómo agradecerle. 
—Pronto, ¿sí?—dijo él calmándola. Serán unos días para despejarte, sabes que te estaré esperando acá cuando vuelvas. 
Alana lo abrazó, sabiendo que eso era verdad.
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Capítulo 19.
—Creo que  con esto es más que suficiente—se quejó arrugando la nariz mientras sujetaba a Zola entre sus brazos, la gata hacía lo posible para escapar del agarre, pues había estado bastante divertida  toda la tarde caminando alrededor del hotel. 
—No, mira lo roja que tienes la nariz—replicó Alana mientras le aplicaba otra generosa capa de bloqueador solar. 
—Creo que prefiero que esté roja a que parezca que me he lavado la cara con coca—dijo Enzo, durante los días que llevaban en la playa, se había rehusado a utilizar protector solar porque no le agradaba la sensación que le dejaba en la piel. 
—No seas quejumbroso—dijo Alana cerrando el bote, Enzo le respondió sacando la lengua, Alana no pudo evitar soltar una carcajada, en verdad parecía que el chico había hundido su  cara en cocaína—. Se va absorber rápido—dijo intentando tranquilizarlo. 
Enzo rodó los ojos y siguieron caminando, se encontraban explorando la parte trasera del hotel, en donde se encontraban dos gigantescas piscinas  y un montón de sillas de playa y camastros,  a unos metros estaba el océano completo para ellos. 
—Auch, ¡Zola!—gritó con dolor, la gata acababa de encajarle las agarras por al menos tercera vez seguida. 
—Déjala en el suelo, no se escapará—ordenó Alana, la gata tenía puesta una pechera y correa, ya había estado caminando un buen rato sin problema alguno,  sin embargo, de un momento a otro Enzo se preocupó de que la gata fuera a huir directo al océano—. Es inteligente como su madre—dijo con tono de superioridad.  
—Ya, y también es idiota como su padre—dijo Enzo, aún así colocó la gata en el suelo y sujetó la correra fuertemente. 
—Tiene complejo de perro, no pensé que le gustaría estar así—rió mientras observaba a Zola, la gata caminaba tranquilamente por la arena, como si hubiera pasado toda su vida en la playa a pesar de su corta edad. 
—Estoy seguro que alguien acaba de fotografiarnos, ¿crees que somos malos padres por traer a una pobre gata a la playa?—preguntó Enzo con tono de preocupación.
—¡Por supuesto que no!—replicó Alana—. Mírala, se la está pasando increíble. 
Enzo sonrió con cariño ante la imagen, la conexión entre ellos era casi palpable.
Pero entonces, en una fracción de segundo, una gaviota voló cerca de la superficie del mar, probablemente buscando comida, Zola se volvió loca y corrió con tanta fuerza hacia el océano que la correa abandonó la mano de Enzo. 
—Mierda, mierda—exclamó Alana, las personas alrededor miraron con gracia la escena, no podía decir lo mismo de Enzo, su novio lucía como si estuviera apunto de sufrir un infarto. 
—¡Zola! ¡Vení para acá!—gritó como nunca lo había escuchado, con un tono bastante agudo y femenino a decir verdad y sin previo aviso corrió directo al océano—. ¡Gata mala!
—Tranquilo, sabe nadar—gritó Alana con todas sus fuerzas mientras ahuecaba su boca con las manos para que su voz fuera más audible.
—¡De nada sirve si una ola se la lleva!—replicó Enzo sin voltear a verla, ya se encontraba dentro del agua y estiraba el brazo intentando recuperar la correa. 
Alana miró la escena con mortificación, dejó la bolsa de playa y se adentró al mar a pesar de no llevar traje de baño. 
Zola maullaba con fuerza mientras nadaba intentando permanecer en la superficie, aún así, tenía ese ligero brillo de diversión en sus ojos mientras huía de Enzo. 
—Está disfrutando esto—se quejó Enzo con la respiración agitada mientras movía los brazos fuertemente para alcanzar a la mascota. 
—¡La tengo!—exclamó Alana sujetando la correa, jaló a Zola, sin embargo de una zancada, esta brincó al pecho de Enzo, el cual la tomó con fuerza para recuperarla. 
Se escucharon algunos aplausos y risas, Alana apretó los labios con vergüenza, eso definitivamente estaría por todo Twitter. 
—Retiro lo dicho, somos pésimos padres—dijo regresando a la orilla del mar. 
Zola iba de lo más tranquila en los brazos de Enzo. 
—No te lamas, estás llena de sal—la regañó mientras caminaban de vuelta al hotel, no necesitaban decir que no les apetecía seguir al aire libre después de lo ocurrido. 
—¿Crees que le haga daño?—preguntó Alana con nerviosismo, no podía evitar sentirse culpable por lo sucedido, pues ella había incitado que la gata caminara por la arena, intentó alejar la cabeza de Zola de su lomo, para evitar que siguiera lamiendo, pero esta le respondió con un rasguño.
—Definitivamente no es bueno—respondió Enzo. 
—Es mi culpa—dijo Alana con arrepentimiento, tomó una toalla de la bolsa y la colocó sobre Zola, la pobre gata no dejaba de temblar del frío. 
—Aunque la tuviera en mis brazos todo el tiempo, ambos sabíamos que algo así sucedería, es culpa mía por sugerir sacarla de la habitación en primer lugar. 
—Al menos fue divertido mientras duró—dijo Alana mientras ingresaban a la habitación. 
—Hay que bañarla para que se le quite la sal—dijo Enzo quitando la correa, Zola corrió a revolcarse a la cama.
—Sí, tienes razón—apoyó la idea, tomó a Zola entre sus manos, Enzo ingresó al baño para inciar la bañera. 
—Nunca había bañado un gato—confesó Alana.
—Nunca había tenido un gato—añadió Enzo sentándose a lado de ella y volviendo a revisar la temperatura del agua. 
Irónicamente, Zola parecía más asustada del agua de la tina que la del océano, tanto Enzo como Alana estaban haciendo lo posible para quitarle la sal del cuerpo, pero resultaba imposible y 5 minutos después, ambos tenían los brazos repletos de rasguños. 
—Eso no está funcionando—se quejó Alana mientras evitaba que la gata saltara de la bañera por quinta vez—. Yo creo que ya no tiene sal, con esto es suficiente—dijo intentando convencerse a sí misma. 
—Amor, no hemos podido enjuagarla nada, tenés más agua encima vos que ella—resopló Enzo echando la cabeza hacia atrás, era su último día en la playa y ninguno había imaginado pasarlo de esa manera—. ¿Sabes qué? La llevaré al vet que está acá en el hotel para que la bañen ellos—dijo simplemente. 
—¿Hay veterinario aquí?—preguntó Alana entredientes, juraba que el ojo le estaba temblando.
—Ehh, sí, nos lo dijeron cuando nos dieron el recorrido, ¿no te acordás?
—¿Y qué hacemos nosotros intentando bañarla?—se quejó elevando la voz. 
—Pensé que nos ayudaría a reforzar nuestro vínculo con ella—dijo Enzo con obviedad, a veces olvidaba que Enzo en verdad veía a Zola como una hija. 
—Llévala tú, yo  voy a cambiarme—respondió Alana de mala gana, en realidad no estaba enojada con él, sólo agotada. 
—Vámonos Zola, mamá explotará en cualquier momento—dijo Enzo tomando a la gata y saliendo de la habitación, Alana rodó los ojos, se cambió y se echó en la cama.
Tiempo más tarde, Alana abrió los ojos lentamente, apenas Enzo y Zola habían abandonado la habitación, había caído en un necesario y profundo sueño. 
—Perdona, ¿te desperté?—preguntó Enzo suavemente mientras le bajaba el volumen a la televisión.
—No—respondió—. ¿Llevo mucho tiempo dormida?
—Unas dos horas, aún no me llaman para recoger a Zola—dijo Enzo. 
Se quedaron viéndose unos segundos en silencio, hasta que ambos rompieron en risas al mismo tiempo. 
—Qué desastre—exclamó Alana carcajeándose mientras se llevaba las manos a la cara. 
—Creo que a la próxima hay que conseguir niñera—dijo Enzo con el mismo tono, sujetó las manos de Alana y las apartó de su rostro—. Voy a extrañar estar aquí con vos—dijo en voz baja, Alana sonrió lentamente. 
—Yo también—dijo con nostalgia, los últimos días habían sido maravillosos, le había encantado estar en medio de la nada sin preocupaciones, empujó lejos la idea de que al día siguiente tendrían que volver a casa, Enzo retomaría las grabaciones, Alana la escritura y claro, tenía que buscar una nueva editorial. 
—¿En qué tanto pensás?—preguntó Enzo apartando un mechón de su cara, se encontraba arriba de Alana, sin apoyar por completo su cuerpo para no lastimarla, pero sí lo suficiente para que pudiera sentirlo. 
Alana tomó una gran bocanada de aire y se dispuso a hablar, Enzo la escuchó con suma atención. 
—Estoy preocupada por el asunto de la editorial, ¿qué si no consigo una nueva?—preguntó con miedo, Enzo le acarició el rostro, lo cual fue suficiente para que sus temores se calmaran un poco, tenía el poder de hacer que sus miedos se esfumaran. 
—Amor, estoy segura que lo harás, sos la mejor escritora del mundo—dijo él, Alana apretó los labios, sabía que eso no era verdad, pero eso no quitaba que se sintiera importante al saber que Enzo la consideraba tal—. ¿Por qué no te publicas independientemente?
—Aunque el proceso de publicación es más sencillo, la distribución será más complicada—respondió ella, en los primeros años de su carrera había sido una escritora independiente, y aunque había aprendido bastante durante ese tiempo, la idea de volver a eso la atemorizaba. 
—Bueno, no pensemos en eso ahora, ¿vale?—sugirió Enzo, Alana asintió y estiró el cuello para besarlo, demostrando lo mucho que apreciaba su apoyo. 
Los labios de Enzo la recibieron tan familiares como siempre, suaves y estableciendo el ritmo, Alana llevó sus dedos hacia el cabello de él, haciendo que él soltara un jadeo ahogado al toque de manera casi instantánea,  hace un tiempo había descubierto lo mucho que al chico le gustaba que Alana jugara con su cabello, y desde entonces, no paraba de hacerlo.
Enzo profundizó el beso, dejando que su lengua entrara sin previo aviso a su boca, ella la recibió gustosa, Enzo la tomó del cuello para poder llegar aún más profundo y firme, Alana movió sus piernas para rodearlo de la cintura y sentir su cuerpo aún más cerca, no podía obtener suficiente. 
No sabe cuánto tiempo estuvieron en esa posición, besándose ferozmente y restregándose el uno contra el otro, pero supo que era demasiado cuando sus respiraciones se encontraban más agitadas de lo normal, se separó un poco de él para tomar oxígeno, encontrándose con la mirada dilatada de Enzo, tenía la boca entreabierta y el cabello más despeinado que de costumbre. 
—Te quiero tantísimo—se escuchó a sí misma decir, nunca había sido una persona que hablara mucho en ese tipo de situaciones, pero desde que estaba con Enzo, eso había cambiado. 
Todo había cambiado. 
—Te quiero—respondió Enzo hundiéndose en su cuello, Alana gimió y comenzó a tirar la camisa de él para quitársela, pasó las yemas de los dedos a lo largo de toda su espalda, sintiendo como sus músculos se contrarían ante el toque y el movimiento de sus caderas,  minutos más tarde ya no había capas de ropa separándolos.
—Mierda—maldijo cuando sintió a Enzo bajar por su cuerpo depositando besos por todos lados, hasta llegar a su zona más sensible, sabía la manera adecuada de tocarla y besarla para que ella fuera un completo desastre y no pudiera hacer nada más que gemir y balbucear. 
Alana elevó las caderas hacia la cara de él y cuando estuvo apunto de venirse, él separó su boca, haciendo que ella soltara un sonido de queja. 
Enzo la tomó de la cintura nuevamente y ella repitió el movimiento, haciéndole entender que le daba permiso de ingresar, lo sintió llenándola por completo de un sólo deslizamiento, Alana soltó un grito más fuerte de lo que esperaba, haciendo que Enzo riera.
Cada embestida se sentía mejor que la anterior, el sexo nunca había sido algo primordial para Alana, pero justo en ese momento, sintiendo a Enzo llenándola por completo, sintió que podría pasar toda su vida en esa posición. 
La habitación se llenó de los sonidos que los dos emanaban, sus cuerpos chocando, las respiraciones agitadas y los gemidos de ambos, Enzo no temía en demostrar lo bien que él también se estaba sintiendo, lo cual resultaba la cosa más excitante del mundo. 
Cayó desplomado en su cuerpo cuando ambos terminaron, Alana sentía que su alma se le había ido y se encontraba suelta por ahí, nunca se había sentido tan querida como en esos momentos.
—¿Estás bien?—preguntó Enzo arrastrando su cuerpo para abrazarla—. Tu mente parece estar en otro lugar—Alana salió de su trance para mirarlo fijamente. 
—Creo que podría estar contigo para siempre—confesó, la expresión de Enzo se rompió en una sonrisa genuina y depositó un beso sobre los labios de Alana, demostrándole que él pensaba lo mismo. 
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 18.
Alana se movió incómoda en su asiento una vez más, a pesar del aire acondicionado del restaurante y que su espalda estuviera completamente descubierta debido al vestido que había elegido, sentía un calor abrasador recorrerle a lo largo de toda la espina dorsal, ¿cuáles eran las probabilidades de encontrarse a la ex novia de Enzo precisamente en ese lugar? Por lo que tenía entendido, la mujer, al igual que él, era uruguaya, ¿qué hacía en esa playa tan escondida de España?
Por su parte, Enzo se limitó a darle otro sorbo a su copa de vino,  era como si se encontrara fingiendo demencia, Alana sabía a ciencia cierta que Samara y él habían terminado en buenos términos, habían tenido una relación bastante duradera y sana, terminaron simplemente decidieron que sus planes a futuro no eran los mismos, Alana no se sentía insegura o celosa, claro que Samara era una mujer bastante hermosa, sabía que era inteligente y divertida, sabía que si Enzo había estado tanto tiempo con ella y hablaba con tanto cariño era porque Samara era verdaderamente una buena persona, sin embargo, no podía evitar sentirse incómoda por obvias razones.
—¿Querés volver a la habitación? Ya estoy comenzando a marearme—carraspeó su novio, se le notaba algo nervioso y su cara estaba más roja de lo normal, Alana no podía decidir si era por el vino o la presencia de su ex amor. 
—No me molesta si quieres ir a saludar, sé lo mucho que significó para ti—declaró Alana estirando su brazo para tomar la mano de Enzo—. Sé que siguen siendo amigos—le regaló una sonrisa sincera. 
—Ehh—vaciló—. Ella parece estar bastante en su rollo y yo en el mío en estos momentos, ¿para qué molestar?—dijo él levantando los hombros, quitándole importancia al asunto. 
—¿Alguna vez viniste aquí con ella?—preguntó, cuando recién llegaron al hotel, sintió que era un lugar mágico y nuevo para ambos, pero ahora existía la posibilidad de que esa no fuera la primera vez de Enzo en el lugar. 
—¿Qué?—frunció el ceño—. Por supuesto que no—dijo ofendido. 
—No lo digo con mala intención, simplemente me pareció una coincidencia muy grande que esté precisamente aquí, pensé que tal vez ambos ya conocían el lugar, eso es todo. 
—Escogí este lugar porque era el único hotel cerca que nos aceptaba con todo y Zola, Samara no tiene nada que ver aquí, ni siquiera sabía que estaba en España—habló rápidamente, más que enojo, su tono de voz mostraba cierto grado de frustración que Alana no lograba comprender, pues en ningún momento le había reclamado nada. 
—Vale—dijo ella—. Simplemente preguntaba. 
Enzo apartó su mano y se apretó el puente de la nariz, Alana tragó saliva en seco, todo el día había sido más que maravilloso, no esperaba discutir con Enzo, mucho menos por algo tan superficial. 
—Ya no tengo hambre—dijo Alana, no le apetecía seguir estando en el restaurante, de pronto el alcohol se había acentuado más en su sistema, las luces se sentían muy brillantes y las conversaciones del resto de personas sonaban invasivas. 
—Sí, yo tampoco—coincidió su novio.
—Voy al baño rápido—dijo Alana quitándose la servilleta de su regazo para después abandonar la mesa.
Sintió su cuerpo relajarse cuando el agua helada del grifo tocó sus manos, las lavó meticulosamente, las secó y miró su reflejo en el espejo.
Ella y Samara eran como polos opuestos, ella tenía el cabello oscuro, Samara era casi rubia, sus ojos eran cafés, los de Samara eran azules grisáceos, la había visto sentada, pero aún así lucía significativamente más alta que ella. 
Era hasta chistoso hacer la comparativa, Sebastián y Enzo también eran polos opuestos físicamente.
Alana sacudió la cabeza ante sus ideas, no estaba llegando a nada conciso, no había sentido en comparar. 
El sonido de la puerta la sacó de su trance, Samara entró como si gobernara el baño y le puso candado a la puerta, tal como lo había pensado, la chica era significativamente más alta que ella, Alana no pudo evitar sentirse pequeña, tanto física como metafóricamente. 
—Hola—dijo Samara alegremente—. No quiero parecer loca, pero quería conversar con vos, por eso le eché candado y toda la cosa—dijo riendo.
—Hola—dijo extrañada.
—Soy Samara, un gusto—dijo extendiendo su mano, Alana la inspeccionó por varios segundos y la tomó, tenía sus dedos delgados y largos, además de un precioso esmaltado, cuando Alana apartó su mano cruzó los brazos escondiendo sus propias manos, sus uñas estaban mordidas y con callos en las yemas debido al constante contacto con las teclas al escribir durante todos esos años. 
—Alana—dijo ella asintiendo. 
—Sé quién sos—dijo ella—. Soy gran fanática tuya, desde mucho tiempo atrás—exclamó llevándose sus perfectas manos al pecho.
Alana recordó como Enzo le había contado meses atrás que Samara había sido la que le mostró sus libros, sin ella, Enzo nunca hubiera tenido idea de quién era Alana Lomelí. 
—Yo también sé quién eres—respondió Alana, tal vez era el cambio tan repentino de escenario, pero sentía que todo el alcohol que había ingerido se había esfumado por completo.
—Quise acercarme pero no quería verme invasiva, Enzo y tú se veían bastante divertidos y con copitas encima—dijo ella sonriendo, ¿qué nunca se cansaba de sonreír?—. Es un mundo muy pequeño, vine acá con mi novio porque es pianista y lleva un par de semanas trabajando aquí, en el lobby del hotel—informó, Alana recordó haberlo escuchado tocar cuando llegó. 
—Oh, genial, es grandioso.
—Sí, le gusta mucho lo que hace—dijo Samara llevándose uno de sus rizos detrás de su oreja. 
—Qué bien. 
—Umm, Enzo y yo llevamos mucho tiempo de conocernos, somos…bueno, fuimos, no sé, grandes amigos—dijo Samara comportándose nerviosa por primera vez desde que la intercedió. 
—Sé que fueron novios—dijo Alana inclinando la cabeza—. Descuida, no me molesta o algo así, te tiene un gran aprecio. 
—Lo conozco bien—dijo Samara agachándose para quitarse sus sandalias de tacón, aún así seguía siendo bastante alta—. Probablemente no se acercó a saludarme porque no quería incomodarte, no me molesta, sos muy especial para él.
Alana abrió la boca para responder pero no logró emitir ni un sólo sonido, no sabía que responder a ello, Samara pareció notarlo de inmediato, porque siguió hablando con su dulce y melodiosa voz. 
—No he estado muy pendiente de las noticias—carraspeó—. Entre el teatro, el trabajo de Martín, mi novio y otras cosas, pero sí algo sé es que Enzo siempre ha sido una persona bastante reservada y compuesta, escuché ciertas cosas, su relación no ha sido precisamente la más discreta…
—No sé a qué viene todo esto—la interrumpió, Samara levantó la mano, pidiéndole a Alana que la dejara continuar, ella lo hizo. 
—Si Enzo se ha metido en todo ese torbellino es porque en verdad te quiere, ¿sabes? Martín y yo estábamos acá mucho antes de que ustedes llegaran al restaurante—informó, Alana abrió los ojos en sorpresa ante la revelación, Enzo y ella habían estado horas ahí y no se habían percatado de la pareja hasta hace unos minutos. 
—No tenía idea—murmuró. 
—Porque cuando están juntos, están en su propio mundo—dijo Samara sonriéndole con ternura—. Te mira como si vos fueras la única persona en una habitación llena de gente, y vos lo mirás igual. Para no hacer el cuento tan largo, sólo quería decirte que estoy muy feliz por ustedes, sobre todo por Enzo, merece una buena persona a su lado y vos claramente lo sos. Gracias por cuidar de él. 
—Gracias por tus palabras, en verdad las aprecio viniendo de alguien que Enzo considera importante en su vida—dijo sinceramente, no había esperado esa interacción, siempre le habían parecido mágicas las conversaciones que se podían tener con mujeres desconocidas en los baños y esta no había sido la excepción.
—Bueno, ya no te robo más que aquél hombre seguramente debe estar buscándote por todos lados. 
—Sí—asintió riendo.
Alana salió del restaurante sintiéndose completamente diferente, Samara en verdad le había agradado, podía ver por qué Enzo la seguía apreciando hasta el día del hoy, por culpa de su turbulenta relación con Sebastián, había olvidado que existen personas que terminan en buenos términos. 
—Te veo muy pensativo—dijo Alana cuando finalmente llegó hasta Enzo, contrario a lo que Samara había dicho, él no se había estado buscándola y en realidad se encontraba frente al mar, viendo el océano y con los zapatos en la mano, estaba algo oscuro, las tenues luces del restaurante a unos cuantos metros alumbraban el lugar, al igual que el reflejo de la luna sobre las olas. 
—Perdóname por como te hablé hace un rato—dijo Enzo rápidamente—. No fue la mejor manera de hacerlo, estaba nervioso. 
—¿Por Samara?—preguntó Alana sútilmente, Enzo se giró hacia ella y la tomó del rostro. 
—No, no sé, no quería que te incomodaras por su presencia, resulta que yo fui el que lo terminó haciendo más incómodo, te pido una disculpa por ello. 
—Enzo, entiendo que ustedes sigan siendo amigos, no porque Sebastián y yo hayamos terminado mal significa que todo el mundo termina así, además, es una chica bastante agradable, demasiado a decir verdad—dijo bajando la mirada sin querer. 
—Hey, ¿qué pasa?—preguntó Enzo levantando su mentón. 
Alana apretó los labios.
—Podés decirme—la impulsó. 
—Hablé con ella en el baño…es lindísima, por fuera y por dentro.
—¿Estás celosa?—preguntó Enzo con una pizca de diversión en su mirada.
—¡No puedo evitarlo! Es tan amable, además sonríe todo el tiempo, ¿cómo no se le cansa la cara?—preguntó con curiosidad, Enzo soltó una carcajada echando la cabeza hacia atrás, por un instante Alana se olvidó de toda la situación—. Y sé que la relación entre ustedes fue tan sana y tranquila, en cambio conmigo…Pues, siento que te he arrastrado a tantos problemas con los que no tienes que lidiar. 
—Alana, para mí no hay mujer más hermosa que vos, ¿me escuchás?—dijo viéndola fijamente—. Vos sos divertida, amable, inteligente, bella y la lista sigue y sigue. Samara fue alguien muy importante para mí y aún la aprecio, pero hasta ahí, desde que te conozco no ha existido nadie más para mí, no quiero que haya alguien más, sos vos o es nadie. 
Alana sintió que su estómago giraba y brincaba de felicidad, a pesar de todos esos meses, su novio seguía poniéndola nerviosa.
—Estás borracho—dijo ella empujándolo con el hombro, sólo porque se encontraba demasiado sonrojada cómo para decir o hacer otra cosa. 
—Sí—admitió—. Un poquito, pero sigo pensando igual. Y Lana, en verdad te quiero, te quiero tanto que no me importa lidiar con la gente aburrida que escribe cosas sobre nosotros, que nos critica como si nos conociera, te quiero tanto, y ni ellos, ni Samara, ni Sebastián, ni nadie cambiará eso. Te lo prometo. 
—Te quiero—dijo Alana rodeándole el cuello con sus brazos. 
—Te quiero—repitió,  tomó una pausa de unos segundos y volvió a hablar—. Y estoy completamente y profundamente enamorado de vos. 
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analisword · 9 months ago
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Capítulo 17.
—Creo que con eso sería todo—exclamó Alana con las manos sobre sus caderas mientras observaba con orgullo la maleta que acababa de hacer, tenía la mala costumbre de empacar su equipaje en último momento y esta vez no era la excepción, se encontraba sumamente emocionada por viajar con Enzo por primera vez, la playa que visitarían se encontraba solo a dos horas de Sevilla, por lo cual simplemente se irían en un auto rentado, también la causaba demasiada curiosidad ver qué tan buen conductor era su novio, tal vez era algo superficial y banal, pero hacer cosas por primera vez con Enzo le parecía lo más interesante del mundo, incluso si se trataba de ser su copilota por primer vez.
—¿Estás segura? ¿No querés llevar la nevera también?—preguntó Enzo con sarcasmo, Alana rodó los ojos al escucharlo.
—Qué exagerado—dijo ella.
—Mi amor, llevás casi todas tus cosas ahí, nos vamos tres días, no tres meses—dijo riendo, él había empacado su maleta la noche anterior, la cual consistía de una simple mochila, hacerla no le tomó ni siquiera 5 minutos, a diferencia de Alana, la cual había pasado gran parte de la mañana acomodando sus cosas estratégicamente para que la maleta no explotara. 
—Soy una mujer precavida, de mí te acordarás cuando necesites algo—dijo Alana elevando los hombros, restándole importancia a los comentarios de Enzo. 
—Bueno, es que una cosa es llevar pastillas para la tripa—dijo levantando el pequeño botiquín que Alana había empacado para ambos—. Y otra es llevar esta cantidad de bragas, ¿en verdad necesitas todas estas?—preguntó levantando ahora una de las bragas con su dedo índice, Alana se las arrebató y las volvió a dejar en la maleta. 
—Es por si las pastillas para la tripa no funcionan—dijo Alana imitando su tono de voz. 
—Pero llevas 12 bragas, Lana. 
—¿Qué tal si me cago tres veces al día por accidente?
—Dale, tenés razón—dijo Enzo dándose por vencido, Alana cerró la maleta felizmente. 
—¿Tienes todo lo de Zola listo?—preguntó, Enzo se había encargado de empacar las cosas que necesitarían para su gata, como sobres de alimento húmedo, arena, sus platos y unos cuantos juguetes para que se entretuviera en el hotel en lo que ellos salían a divertirse. 
—Sí, acá está—dijo cargando la mochila que había dejado en un costado de la cama, curiosamente, Zola llevaba más equipaje que Enzo—. Y los de la compañía ya vinieron a dejar el auto, entonces podremos irnos ya. 
—Bueno, ya todo está listo—dijo Alana inspeccionando la habitación una última vez, cerciorándose de no olvidar nada. 
—¿Segura?—preguntó Enzo desviando hacía la pequeña mesa que Enzo había colocado hace unas semanas atrás en la habitación para que Alana pudiera escribir ahí cuando no le apeteciera estar encerrada en la oficina, esa mesa se había convertido en el lugar de escritura favorito de la chica, pasaba horas sentada ahí por las noches mientras que Enzo leía en silencio en la habitación o jugaba con Zola, apreciaban los momentos en los que podían disfrutar de la compañía del otro sin tener que conversar. 
En la mesa se encontraba la laptop de Alana, lucía bastante abandonada ahí con un montón de papeles encima, ella hizo una mueca, quería el viaje para distraerse de los días tan pesados que había tenido, desgraciadamente, todo el tema de la editorial le habían quitado la motivación, y aunque no tenía la intención de escribir durante el viaje, esperaba que al menos le llegara algo de inspiración. 
—Sí.
Enzo asintió levemente al escucharla, se acercó a ella, la tomó de la cintura y colocó un beso en su frente.
—Vale, la compu se queda, lo que brinde paz—dijo él llevando un mechón de Alana detrás de su oreja, a veces se sentía como si el chico le leyera los pensamientos—. Pronto tendrás más ganas de escribir, es entendible por todo lo que ha estado sucediendo—dijo con su típico tono de apoyo y comprensión, Alana le sonrió, se sentía muy agradecida de tenerlo a su lado, el día anterior la había acompañado a firmar su renuncia oficial de la editorial (gracias al cielo Sebastián no había estado presente). 
—Deberíamos irnos ya—sugirió Alana volviendo a sentirse animada, Enzo le sonrió mostrando todos sus dientes, tomó la gigantesca mochila de Alana junto a la transportadora que llevaba a Zola, la cual dormía tranquilamente, Alana tomó el equipaje de Enzo y Zola y salieron del departamento sin ver atrás. 
—¿Seguro que eres buen conductor?—preguntó Alana una vez ya se encontraban en el auto.
—Obvio, la pregunta ofende—dijo—. Conducía todo el tiempo en Uruguay. 
El mero viaje en carretera fue más que suficiente para que Alana volviera a sentirse bien y se olvidara de todo el rollo de los últimos meses, Enzo conducía con la mirada fija en la carretera y sólo soltaba el volante un par de veces para llevar la mano de Alana sobre sus labios o colocar la suya en los muslos de la chica, el paisaje era precioso, disfrutaban de la música sonando fuerte y bajaron el volumen sólo para que Alana pudiera leerle los últimos capítulos que llevaba escritos de su manuscrito. 
Dos horas después ya se encontraban en el hotel, definitivamente no era extremadamente lujoso ni de  cinco estrellas, pero seguía siendo bello, limpio y además aceptaban que Zola se quedara en la habitación. 
El hotel tenía un estilo colonial y se encontraba a unos cuantos metros de la playa, después de instalarse y comer algo, se dirigieron a la playa para disfrutar del sol.
Se la pasaron todo el día jugando en la playa como niños pequeños, lanzándose en las olas y revolcándose en la arena, era justo lo que ambos habían necesitado, como ya era costumbre, algunas personas les habían tomado fotografías a lo lejos, pero eso no los detuvo de seguir jugando y demostrando afección pública. 
—Me encanta verte así de feliz—dijo Enzo una vez por fin se sentaron en la arena—. Te miras radiante.
—Me encanta la playa, hace muchísimo que no venía a una—informó Alana, la última vez que había estado en el mar había sido cuando vivía en México. 
—Te prometo venir más seguido—dijo Enzo, Alana sintió un millón de mariposas en el fondo de su abdomen, el futuro se sentía tan prometedor, no lo diría en voz alta aún, pero por dentro sentía que Enzo era su persona, no le encontraba sentido a seguir buscando, nadie la entendía como él, nadie la hacía sentir como él.
Cuando cayó la noche se dirigieron de vuelta a la habitación para prepararse para cenar en el restaurante y bar del hotel.
—No es justo, yo fui la que la encontró—exclamó Alana mientras se colocaba unas sandalias más presentables para la cena, Zola se encontraba ronroneando mientras Enzo la acariciaba, no era sorpresa notar que la gata había desarrollado un vínculo especial con él, aunque Alana fuera la que pasara más tiempo en el departamento y la que la alimentara, Zola simplemente adoraba a Enzo. 
—Qué celosa que sos—dijo Enzo—. ¿Lista?
—Lista—respondió Alana.
Se dirigieron al restaurante, era definitivamente el lugar más elegante de todo el hotel, la cena estaba deliciosa y los licores aún mejor, quizá era porque no estaba acostumbrada a beber mucho, pero par de copas fueron suficientes para que Alana comenzara a sentirse algo mareada y a juzgar por la apariencia de Enzo, él estaba en la misma situación, su piel se encontraba más roja de lo normal, tenía los ojos brillosos y una ligera capa de sudor. 
—No encuentro el punto a tener un tenedor así de pequeño—exclamó levantando el pequeño tenedor, Alana soltó una carcajada sorprendiendose a sí misma de lo fuerte que había sonado, sí, definitivamente ya se encontraba ebria.
Enzo abrió los ojos ampliamente al escucharla pero igual soltó una risotada, algunas personas presentes los miraron con cara de pocos amigos, pero aún así el mesero se acercó para volver a llenar sus copas, se encontraban discutiendo animosamente de nuevo sobre el pequeño utensilio cuando la mirada de Enzo se desvió un poco sobre el hombro de Alana y carraspeó para bajar la mirada y tomar otro sorbo del vino, ella giró su cabeza para ver qué estaba observando.
A unas cuantas mesas se encontraba una preciosa mujer con un vestido amarillo, tenía unos preciosos ojos azules y un cabello castaño claro que caía por su espalda, se encontraba conversando animosamente con otro hombre, Alana entrecerró los ojos intentando recordar dónde la había visto, pues su hermoso rostro le parecía bastante familiar, entonces recordó haberla visto un par de veces en televisión y revistas. 
Se trataba de la ex novia de Enzo. 
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analisword · 10 months ago
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Capítulo 16.
A pesar de que Alana llevaba un buen tiempo sin visitar la editorial, su cuerpo la transportaba  por pura memoria muscular, se sintió como en casa cuando el olor a hojas y tinta invadió sus fosas nasales, el lugar no se veía muy diferente desde la última vez que había estado ahí, y aunque las oficinas que se encontraban en Ciudad de México fueran sus favoritas debido a la nostalgia que estas provocaban en ella, también le encantaban las de Sevilla. 
—Alana, cuanto tiempo—la recibió la secretaria que se encontraba en el escritorio de la entrada.
—Hola—saludó Alana felizmente—. Vengo con Maricia, me pidió que viniera cuanto antes—informó mientras le mandaba un mensaje de texto a Enzo para avisarle que  había llegado a la editorial con bien. 
—Te está esperando en su oficina. 
Alana le sonrió en agradecimiento y subió por el elevador hasta la oficina de Maricia, en los pasillos se encontraban retratos de las portadas de los libros más aclamados de la editorial, entre ellos por supuesto, la saga de Alana. 
Debido a la confianza que se tenían, Alana entró a la oficina sin tocar, la sonrisa de su rostro se borró al notar que Sebastián se encontraba sentado ahí. 
—¿Qué hace él aquí?—preguntó Alana elevando la voz más de lo normal, sintiendo de inmediato la necesidad de salir corriendo del lugar. 
—Alana, siéntate por favor—le indicó Maricia pacíficamente, ¿cómo podía pretender que lo que le estaban haciendo estaba bien? 
—No pienso sentarme si él está aquí—replicó, Sebastián la miró con aburrición desde la otra silla—. Tiene una jodida orden de aprehensión, si no se va, le hablaré a la policía—dijo sacando su celular con manos temblorosas. 
—Me voy para que platiquen tranquilas—dijo Sebastián apunto de pararse, pero Maricia le hizo una seña con la mano para que volviera a sentarse. 
—Necesitamos hablar entre los tres, por favor, Alana—dijo Maricia con ojos suplicantes, Alana tomó una bocanada de aire e intentando mantener la compostura se sentó en en la otra silla, no sin antes intentar alejarla de Sebastián lo más posible, hace semanas que no lo veía. 
—Pudiste avisarme que estaría aquí, al menos—se quejó. 
—Ambas sabemos que no hubieras venido si te lo hubiera dicho—respondió Maricia con tono apelativo, Alana chasqueó la lengua al escucharla, lo decía como si eso fuera su jodida culpa,  si hubiera sabido que Sebastián estaría ahí, al menos le hubiera podido decir a Enzo que la acompañara, no podía evitar sentir miedo ante la presencia de Sebastián. 
Dios, Enzo se pondría furioso cuando se enterara que Maricia le había hecho tal cosa. 
—¿Podemos al menos  hacer esto rápido? Por favor—rogó, su ante asintió fuertemente. 
—Sé que ambos se encuentran escribiendo en este momento—dijo Maricia—. ¿Tienen un aproximado de en cuánto tiempo terminarán los respectivos libros?
—Un par de meses más, yo creo—dijo Alana, no tenía fecha exacta, pero en ese tiempo había avanzado hasta ¾ del libro. 
—No tengo fecha definida, estoy escribiendo a mi propio ritmo—respondió Sebastián, Maricia lo miró fijamente y soltó un suspiro. 
—Entiendo—dijo la mujer—. Alana, seré directa, no podemos publicar tu libro hasta que el de Sebastián esté listo.
Alana frunció el ceño al escucharla, Sebastián podía pasarse años escribiendo ese estúpido libro.
—No puedes hacer esto, no sabe cuándo lo va a terminar, el mío queda listo en unos meses, lo adelanto si quieres—exclamó rápidamente, para terminarlo más pronto tendría que sacrificar algunas horas de sueño, pero estaba dispuesta a hacerlo de ser necesario. 
—Sebastián inició el trámite de su libro antes—le recordó la mujer. 
—Sí, porque no me dejaba escribir el mío para que yo le corrigiera el suyo—escupió Alana. 
—Bueno, no te tenía con las manos amarradas, ¿cierto?—preguntó Maricia, Alana la miró incrédula, Marcia no sólo había sido su agente, también la había considerado una amiga, familia incluso. 
—Ignoraré tu comentario—bufó—. ¿Qué tiene que él haya iniciado su libro antes? Siempre se ha publicado el primero en ser terminado, no empezado.
—No es sobre eso—dijo Maricia. 
—¿Entonces sobre qué es? Porque déjame decirte que no estoy entendiendo nada.
—Engañaste a Sebastián—soltó Maricia simplemente—. Todos lo saben, estás de novia con el actor ese en poco tiempo, no queda con los valores de nuestra editorial y ciertamente no queda con la reputación que llevabas como persona hasta ahora.
—¿Y sí queda con los valores de la editorial publicar a un jodido golpeador?—peleó—. Maricia, estuve en el hospital—le recordó, nunca creyó tener que explicarse a sí misma. 
Sebastián veía la interacción con silencio, Maricia tomó una gran bocanada de aire y continuó hablando. 
—Si te publicamos primero a ti, pueden haber bajas para la editorial, deja que lo publiquemos primero a él, una vez que termine su novela, esperamos un poco más y ya publicamos la tuya, eres una escritora rápida, podrías incluso hacer la parte dos en lo que inicia el proceso de publicación de Sebastián. 
Alana la miró incrédula, sentía  un nudo en su garganta, Maricia y la editorial la habían apoyado durante toda su carrera, joder, Alana había llegado ahí antes que él. 
—¿Y cuándo será eso? ¿en uno, dos, diez años?
—No seas exagerada, Alana—dijo Sebastián volteando a verla.
—No te atrevas a hablarme—lo apuntó—. Me mantuviste sin escribir todo este tiempo, me golpeaste, me mandaste al hospital y ahora estás haciendo que no pueda trabajar. ¿Cuándo me dejarás en paz?
—Alana, sí puedes trabajar, sigue escribiendo, tu libro será publicado, te lo garantizo—dijo Maricia. 
—¡En tiempo indefinido!—replicó—. No puedo creer que estés de su jodido lado, Maricia. 
—Estuvo mal lo que Sebastián te hizo, pero tú tampoco hiciste bien. 
—Me parece estúpido que incluso haya punto de comparación—dijo parándose dispuesta a irse.
—Alana, por favor no hagas esto difícil—dijo Maricia. 
—¿Sabes qué? Vete a la mierda—escupió ella. 
—Alana, no seas estúpida—advirtió Sebastián.
—Vete a la mierda tú también—dijo—. Renuncio, no pienso seguir trabajando en esta porquería de lugar. 
—Alana, te tomará siglos volver a  encontrar editorial—dijo Sebastián. 
—Eso lo veremos—dijo ella saliendo de la oficina, sabía que él tenía razón, pero no pensaba mostrarse insegura ante él, ya no. 
—No estás pensando adecuadamente—dijo Sebastián siguiéndola, Alana se giró al escuchar su voz.
—Me estás arruinando la puta vida, Sebastián, nunca debí abandonar mi país para seguirte, cada día me arrepiento de haber sido tan jodidamente estúpida. 
—Dame dos años para terminar mi libro, después públicas el tuyo y ya está, aún estás a tiempo de pedirle disculpas a Maricia, no querrá perder a una escritora como tú. 
—Pues yo no pienso seguir trabajando con ustedes dos, así tenga que iniciar de cero, lo haré—dijo firmemente. 
—Alana—dijo Sebastián bajando la voz—. Será difícil encontrar una editorial aquí en España que te publique siendo mexicana, lo sabes bien, Enzo podrá tener muchos contacto en el mundo del cine, pero de literatura no sabe un carajo. 
—¿Qué tiene que ver Enzo en esto?—preguntó Alana desesperadamente—. Tú y tu maldita manía de reducir mi trabajo al de un hombre, por eso tú y yo nunca pudimos funcionar. 
—Lo hicimos durante cuatro años. 
—Hasta que me golpeaste. 
—Hasta que te acostaste con él—replicó. 
—No pienso seguir discutiendo contigo, dile a Maricia que mañana presento mi renuncia formal. 
—Alana, por favor hablemos como personas civilizadas—gritó Sebastián, provocando que varias personas en la editorial se giraran a verlos, Alana lo ignoró y tomó el elevador lo más rápido que pudo, intentando ignorar el hecho de que su ex novio la estaba siguiendo desde el otro elevador. 
                                                           ˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖ 
—¡Corte!—gritó Julio, Enzo se dejó caer en el suelo cuando lo escuchó, llevaba casi todo el día de pie y sus piernas ya no podían soportar más—. Se queda, Enzo, vete a casa claramente estás al borde del colapso—dijo con algo de lástima en su voz. 
—¿No tenés que grabar más escenas?—preguntó parándose rápidamente mientras se limpiaba el césped de sus pantalones, sintiéndose avergonzado por lo dramático que estaba siendo. 
—Contigo no, puedes irte a casa—le ordenó Julio, Enzo agradeció con un asentimiento de cabeza, no era común que Julio le permitiera irse antes de tiempo.
Enzo se despidió con la mano rápidamente del resto de los actores que se quedarían para seguir grabando y se dirigió al camerino para tomar sus cosas, Alana se había ido del estudio hace unas tres horas, se imaginaba que para entonces la junta de la editorial ya habría terminado y no podía esperar por llegar temprano a casa para estar con ella.
Entró al camerino y Lucía se paró abruptamente de la silla al verlo entrar. 
—¿Retoque? Pero si está intacto el maquillaje.
—Nah, ya me puedo ir, terminé mis escenas por hoy—dijo felizmente, Lucía asintió efusivamente y comenzó a guardar tan rápido sus cosas que unas cuantas brochas se le cayeron de las manos. 
—Dios, ¿pero qué pasa con vos?—preguntó riendo mientras le pasaba una gorda brocha.
—¿Qué pasa de qué?
—No sé, parecés maníaca—respondió observándola de arriba a abajo. 
Lucía se rascó el cuello tan fuerte que dejó unas marcas rojas en su clara piel. 
—Bueno, ni cómo decirte, mirá—dijo pasándole el celular para después empezar a morderse las uñas, su amiga podía ser una persona muy nerviosa. 
Enzo la miró confundido y procedió a tomar el celular, al ver la imagen y el pie de foto se le fue el alma a los pies. 
''Alana Lomelí, escritora y nueva novia de Enzo Vogrincic, es captada conversando afuera de su editorial con su ex novio, el editor Sebastián Villafuentes, recordemos que el actor tuvo una disputa con el mexicano hace un tiempo afuera de un hospital (...)''.
Enzo sintió que la boca se le secaba, el pie de foto  y la noticia dejaba mucho que desear, claramente Alana y Sebastián no estaban conversando, sus expresiones demostraban enojo y frustración, se encontraban discutiendo, Enzo bloqueó el celular en cuanto alcanzó a leer uno que otro comentario donde se le juzgaba a Alana y se le llamaba de todo tipo de nombres hirientes por haber sido captada en cámara con Sebastián. 
—¿Hace cuánto fue esto?—preguntó Enzo guardando sus cosas rápidamente, tenía que revisar que Alana estuviera bien, no había forma en la que ella hubiese ido hasta la editorial sabiendo que Sebastián estaría ahí, le habían tendido una retorcida y horrible trampa. 
—Hace como una hora—dijo Lucía—. Alana tiene que estar bien, no hay forma en la que Sebastián la haya podido tocar en un lugar público, ¿cierto?
Enzo chasqueó la lengua al escucharla, no quería ni siquiera imaginar tal cosa, sintió como su pulso se aceleró y la forma en la que sus manos comenzaron a sudar, tomó su celular y encontró un mensaje de Alana de hace unos minutos en donde le decía que ya se encontraba en casa, Enzo se llevó la mano al pecho en alivio al leer el texto. 
—Está en casa—informó. 
—Qué alivio—dijo Lucía imitando su reacción.
—No puedo creer que su jodida editorial le haya hecho eso, claramente Alana no tenía idea de que Sebastián estaría ahí—dijo con tono de frustración.
Se encontraba nervioso al pensar en qué estado se encontraría a Alana, le rezaba al cielo que su novia no se encontrara muy alterada por el encuentro que había tenido con Sebastián, la pobre no podía tener un jodido respiro sin que algo malo sucediera, Enzo sentía la necesidad de protegerla y le irritaba el hecho de sentir que no estaba haciendo un buen trabajo. 
Cuando entró al departamento se encontró con Alana sentada en el sillón con Zola ronroneando sobre sus muslos, la gata fue la primera en notar que había entrado a la sala, pues brincó hacia él apenas lo vio ingresar, Enzo se agachó y le regaló una pequeña caricia en sus orejas. 
—Mi amor—susurró Enzo con pena en su voz, Alana soltó un sollozó y se le lanzó en los brazos, Enzo la sostuvo mientras acariciaba su cabello, se sentía fatal por la situación y le dolía hasta los huesos que Alana tuviera que pasar por eso. 
—No debí de haber ido—dijo con un hilo de voz, Enzo sintió que su garganta se cerraba un poco, pero intentó guardar la compostura.
—Tiene una jodida orden de aprehensión, ¿cómo permitieron que se acercara a vos?—preguntó Enzo con enojo, Alana se separó unos centímetros de su cara y lo miró con confusión, probablemente porque el chico sabía lo que había sucedido antes de que ella se lo contara—. Está en todos lados, les tomaron unas fotos. 
Alana frunció el ceño y Enzo tragó saliva en seco, sabía que no era su culpa, sabía que no era algo que él pudiera controlar, pero era consciente que él era el responsable de que las cámaras estuvieran puestas sobre Alana todo el tiempo, desde que se había dado la noticia de que ella y él eran pareja, le tomaban fotos hasta en el supermercado.
Alana se quitó el cabello de la cara con tono de desesperación y se dejó caer en el sillón. 
—¿Querés hablar al respecto?
—Renuncié a la editorial—dijo simplemente, Enzo abrió los ojos ampliamente al escuchar la noticia, Alana adoraba la editorial para la que trabajaba, había firmado con ella desde su primera saga.
—¿Qué?
—No pensaban publicar ninguno de mis trabajos hasta que Sebastián publicara el suyo y él no sabe cuando terminará su libro, conociéndolo se tardaría años con tal de que yo no pueda publicar nada—explicó rápidamente.
—Pensé que no lo volverían a publicar por lo que te hizo—dijo Enzo enfadado, ¿cómo alguien podía seguir leyendo a un hombre golpeador?
—Supongo que el público en verdad separa el arte del artista—dijo Alana con un tono de sarcasmo en su voz—. Pero resulta que eso no aplica para mí, piensan que tendrán ventas bajas por lo que yo ''le hice a Sebastián''—dijo haciendo comillas en lo último.
—Es una tremenda boludez. Lo siento mucho mi vida, sé lo  cómoda que te sentías trabajando ahí—dijo Enzo tomando su mano para ofrecerle su apoyo, Alana entrelazó sus dedos con los de él. 
—Maricia claramente prefiere apoyarlo a él que a mí, así que no quiero seguir trabajando ahí, mañana presentaré la renuncia formal.
—Yo te acompaño—dijo Enzo, no pensaba dejar a Alana sola en ese lugar. 
Ella asintió y le sonrió tristemente. 
—No porque renuncies dejarás de escribir, ¿cierto?—preguntó con nerviosismo, Alana sin escribir era como quitarle el agua a un pez. 
—No, claro que no—dijo—. Sólo que será difícil conseguir otra editorial. 
—Sos Alana, obvio un montón de editoriales morirán por publicarte—dijo Enzo intentando animarla.
—En Latinoamérica, no aquí—dijo ella levantando los brazos—. Simplemente me siento tan tonta, me siento atrapada en esta ciudad—dijo ella llevándose la cara a las manos, Enzo sabía que Alana no se sentía del todo bien viviendo en Sevilla, la ciudad y la cultura era preciosa, pero el corazón de Alana se encontraba en su país. 
—Bueno, vámonos—dijo él simplemente, Alana levantó la cara con curiosidad. 
—No podemos simplemente irnos—dijo ella riendo con tristeza. 
—No—coincidió él—. Pero podemos irnos aunque sea un fin de semana de aquí, ¿no? Necesitás un descanso de todo este lío, decí una ciudad, una parte del mundo y nos vamos este mismo el fin de semana—haría lo que fuera necesario para que Alana tuviera unos días de paz. 
—En, eso nos costará una fortuna. 
—Digo, tampoco estoy diciendo que nos vayamos a China—dijo él riendo con obviedad—. De preferencia algo por acá, estoy seguro que habrá un lugar que llame tu atención.
Alana se quedó pensativa por un momento mientras jugaba nerviosamente con sus dedos. 
—Anda, no te hagas del rogar—dijo Enzo empujándola suavemente de la rodilla. 
—Bueno—dijo ella suspirando—. Supongo que ir a la playa sería lindo—dijo tímidamente.
—Bueno, nos vamos a la playa entonces—dijo Enzo elevando los hombros—. Y hay que comprarle una transportadora a esta niña, no podemos dejarla sola acá—dijo cargando a Zola, Alana sonrió ampliamente, quizá las cosas no estaban pintando nada bien, pero irse de Sevilla por unos días les ayudaría bastante a distraerse. 
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analisword · 10 months ago
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem Reader)
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Capítulo 15.
—¿Será que primero va el huevo  o el tomate?—preguntó Enzo con curiosidad mientras inspeccionaba de arriba a abajo el bote del sustituto de huevo, como esperando encontrar una instrucción de cocción ahí.
—El orden de los factores no altera el producto—respondió Alana haciéndose la sabia mientras hundía su cara en la espalda de Enzo e inspiraba su delicioso aroma, como cada mañana, se encontraban en el campo de batalla (la cocina) tratando no quemar el edificio entero en el intento. 
—Nena, ya vimos que eso no aplica acá—replicó Enzo, Alana rió al recordar cómo habían hecho un total desastre hace unos días al intentar hornear un pastel, Enzo estaba seguro que aquella abominación de repostería había salido tan mal por no mezclar los ingredientes secos y húmedos por separado.  
—Creo que es una vergüenza que estemos así de viejos y no podamos preparar unos simples huevos—dijo Alana despegándose del cálido cuerpo de su novio para servirse algo de café, gimió ante el delicioso sabor de este, al menos eso sí les salía bien. 
—Bueno, por algo se empieza—dijo Enzo dándose por vencido y vaciando en la sartén el tomate picado. 
Alana sintió algo rasposo en su pie, bajó la mirada y encontró a Zola lamiéndole un dedo,  la cargó en un abrazo, era increíble lo mucho que había crecido en los últimos días, la gata había pasado de tomar biberón a alimento húmedo y por muy mala suerte de Enzo, había comenzado a dañar los sillones, aunque a él no le parecía molestar mucho.
—Te voy a extrañar hoy—dijo Alana con algo de tristeza en su voz mientras acariciaba el pelaje de Zola, en los últimos días el chico había estado más ocupado que nunca entre entrevistas y grabaciones.
—Podés acompañarme hoy a grabar—sugirió él—. Escribís allá—dijo batiendo los huevos, Alana pensó que era una buena idea, quizá no podría verlo mucho, pero le haría bien escribir en otro lugar y estar cerca de él.
—Uy, sí, me gusta esa idea—dijo emocionada. 
—A mí me gustas vos—dijo Enzo. 
Alana se preguntaba si en algún momento la tan famosa fase de luna de miel terminaría, desde que Enzo le había pedido ser su novia no podían despegarse el uno del otro, y aunque seguían manteniendo una relación  bastante privada, el chico no temía a decir abiertamente en las entrevistas que la escritora era su novia.
Algunos odiaban a la pareja, otros la amaban, pero a ellos no podía importarles menos las opiniones, se encontraban bastante contentos en el pequeño mundo que habían creado juntos. 
Alana no tuvo que aferrarse a su mochila como la primera vez que había visitado el estudio de grabación, pues ahora Enzo la llevaba de la mano, dirigiéndola hasta el camper, el staff los saludaba efusivamente, se notaba de lejos que todo el equipo de producción se encontraba encantado con Enzo, así como el resto de los actores, Enzo la presentó con algunas personas, Alana se sintió halagada cuando uno que otro le mencionó haber leído uno de sus libros en alguna ocasión. 
—Buenas—exclamó Lucía cuando los vio entrar al camper, Alana le sonrió tímidamente, no habían tenido el mejor inicio de todos y se sentía un poco tonta por haberse puesto celosa de ella la primera vez que se vieron, Enzo se encargó de contarle tiempo después que su amiga en realidad era lesbiana y llevaba más de cinco años de novia con una chica chilena llamada Mayra. 
—Hola—dijo Alana sentándose en el sillón y procediendo a sacar su mochila para mantener sus manos ocupadas. 
—Enzo me contó que ya están de novios—dijo Lucía simplemente, Alana se sintió sonrojar—. Aunque bueno, no necesita que lo haga, la noticia está en todas partes, son como la nueva pareja real o algo así. 
—Lucía, me quería disculpar contigo, la primera vez que nos vimos no fui muy amable—dijo Alana. 
—Ah, ¿qué va? Yo también me porté grosera con vos, Enzo es como mi mejor amigo, si sos su novia automáticamente somos amigas.
Alana sonrió ampliamente, se sintió un poco triste por nunca haberse permitido entablar amistades desde que se había mudado a Sevilla, sin embargo, se sentía emocionada de que Enzo le estuviese presentando a tanta gente. 
—Mucha amistad y  mucho romanticismo, pero el director anda como loco llamándome—dijo Enzo echándose el cabello para atrás, invitando a Lucía que le aplicara los productos cuanto antes. 
—Qué pesado que sos—Lucía rodó los ojos y comenzó a trabajar en su rostro, Alana le sonrió por última vez y se hundió en la escritura.
Durante la mitad del día Enzo y Lucía estuvieron entrando y saliendo del camper, a Alana le parecía increíble todo el trabajo que la maquillista tenía que hacer en el chico a pesar de que su rostro luciera prácticamente natural, si no estuviera viendo todos los productos que la rubia le aplicaba, ni se hubiera enterado que Enzo llevaba maquillaje. 
—Estoy que me muero del cansancio—dijo Lucía moviendo las piernas, al menos Enzo tenía oportunidad de sentarse durante el proceso, ella se la pasaba moviéndose de arriba a abajo, Alana se había sentido tan estresada por ella que estuvo apunto de preguntarle si necesitaba ayuda con algo—. Me voy a comer en lo que te llaman de nuevo, chau—dijo saliendo de un portazo.
—¿Vos tenés hambre?—preguntó Enzo desde su silla, Alana protuyó el labio al escucharlo, aún se encontraba llena del desayuno que habían preparado esa mañana. 
—No realmente, ¿tú?
Enzo se negó y se llevó la mano a la frente para peinarse el mechón rebelde que le había caído por la cara, Alana no podía despegar la vista de él, para su papel tenía que llevar ropa bastante casual, así que técnicamente iba vestido como en  su día a día, sin embargo, la camisa negra que llevaba se acomodaba en su cuerpo de forma correcta y Lucía había hecho maravillas con su cabello, este se veía más suave que nunca. 
—¿Qué tanto me mirás?—preguntó Enzo con tono de nerviosismo, ¿cómo podía ser tan atractivo y adorable al mismo tiempo? 
—Lo guapo que eres—respondió. 
Enzo le sonrió a través del espejo para después caminar hacia ella y estrellar sus labios tan dulces como siempre, Alana no pudo evitar pasar sus dedos por el cabello de su nuca, lo cual pareció tener un gran efecto en Enzo, porque soltó un jadeo como respuesta, Alana mordió suavemente su labio inferior al escucharlo.
Como ella seguía sentada en el sillón, Enzo tuvo que arrodillarse frente a ella para estar a la misma altura, siguieron besándose con profundidad hasta que Enzo decidió romper el beso para dirigirlo a la mandíbula de la chica, ella cerró los ojos con fuerza, pensó en lo mucho que habían cambiado las cosas desde la última vez que habían estado en ese mismo lugar y se sintió agradecida de que lo hubieran hecho, era difícil apagar su mente, pero cuando sintió las manos firmes de Enzo sobre sus muslos desnudos se olvidó de todo lo demás de inmediato, todo lo que podía sentir y pensar era él. 
—En—suspiró al sentirlo profundizar el ataque en su cuello, él sonrió en su piel como respuesta. 
Ella no pudo evitarlo y elevó un poco las caderas, demostrando lo necesitada que se encontraba por el toque de él. 
—¿Puedo?—preguntó Enzo subiendo sus manos aún más sobre sus muslos, justamente ese día había decido usar un vestido de verano, Alana asintió rápidamente mientras soltaba un jadeo. 
Sintió los largos dedos de Enzo deshacerse de sus bragas y levantar aún más su vestido, dejándola completamente expuesta para él, Enzo abrió sus piernas y procedió a dejar húmedos besos en su entrepierna, Alana elevó las caderas aún más como respuesta.
—Me volvés loco—suspiró él contra su proximidad y Alana sintió que todo su cuerpo se encendía.
Enzo comenzó a acariciarla suavemente y una vez encontró el ritmo que ella claramente disfrutaba, procedió a adentrar su dedo índice, Alana suspiró ante la imagen de Enzo arrodillado frente a ella, su dedo se ocultó hasta donde su anillo del dedo índice llegaba, nunca volvería a ver esos anillos de la misma manera. 
—Enzo—gimió su nombre y dejó caer la cabeza sobre el sillón, si cerraba los ojos podía jurar que veía estrellas, sin embargo volvió a dirigir la atención hacia Enzo, pues esa era una imagen digna de adorar. 
Ella soltó un sonido de protesta cuando Enzo sacó sus dedos abruptamente, pero volvió a soltar un grito de placer en cuanto  ahora sintió sus labios.
Enzo la tomó de los tobillos y llevó sus piernas sobre sus hombros para poder llegar con más profundidad, al hacerlo, la laptop de Alana estuvo apunto de caer de su costado, por lo que ella la cerró abruptamente y la acomodó mejor en el sillón. 
—¿No se borra lo que escribiste?—preguntó Enzo con preocupación desprendiendo la boca de su clítoris, tenía las pupilas dilatadas y la respiración entrecortada, sus labios se encontraban entre abiertos y mojados, Alana por un segundo que se vendría en ese mismo instante ante la obscena imagen. 
—No, no—dijo rápidamente—. Tú sigue—ordenó empujando los hombros del chico, él soltó una risa y siguió con su trabajo, ambos se encontraban demasiado excitados como para importarles el lugar en el que se encontraban y que cualquier persona pudiera entrar en cualquier momento. 
Alana hundió sus dedos en el cabello de Enzo en cuanto sintió que él comenzó a utilizar tanto la lengua como dedos, no sabía lo mucho que podía sentir hasta que él comenzó a tocarla y besarla de esa forma, soltó otro gemido ahogado en cuanto otro dedo se insertó. 
—Me encantan los sonidos que hacés, mi vida, pero te me van a escuchar—dijo Enzo con la voz agitada para llevar su mano libre hacia la boca de Alana, silenciándola,  soltó otro grito cuando Enzo regresó sus labios en ella, sin embargo el grito fue disipado por la palma de él. 
—Santa mierda—exclamó. 
—Esa boquita—rió Enzo dejando un beso en su rodilla mientras aún la penetraba con sus dedos, Alana no pudo resistirlo más,  se dejó colapsar y que la ola de placer la invadiera por completo, Enzo sacó los dedos de ella en cuanto las pequeñas convulsiones se detuvieron, ambos se encontraban cubiertos por una ligera capa de sudor,  Alana no podía pensar en otra cosa que desnudarlo y subirse sobre él, así que cuando él volvió a estrellar sus labios contra los de ella, comenzó a jalar el cuello de su camisa. 
—¡Escena 4!—gritó alguien tocando la puerta de metal fuertemente, haciendo que ambos se separaran abruptamente. 
Enzo arrugó la nariz y apretó los ojos ante la orden, Alana soltó una risita. 
—Qué mala que sos—dijo él negando con la cabeza. 
—Tú fuiste el que empezó—exclamó ella para después dejar un corto beso sobre el cuello del chico. 
—No, fuiste vos por verte así—exclamó dando un pequeño golpe en su cadera—. Tengo que ir ahora. 
—Vale—dijo—. Suerte—exclamó para volver a llevar la laptop a sus muslos y bajar su mirada hacia la entrepierna de Enzo, él llevó la mano ahí como intentando disminuir el tamaño de su notoria erección y  volvió a negar con la cabeza. 
—Que sepas que te odio mucho—dijo él, Alana sabía que no lo decía en serio, pues tenía una enorme sonrisa en su rostro y en sus ojos había un brillo que demostraba adoración. 
—Te quiero—dijo ella lanzándole un beso mientras él salía.
El resto del día Alana intentó distraerse cada que Enzo regresaba al camerino junto a Lucía para el retoque de maquillaje, sintiendo la mirada profunda de él sobre ella cada que la sangre subía por sus mejillas.
Alana llevaba un buen tiempo viendo a la hoja en blanco que le mostraba la pantalla de su computadora, su imaginación se había ido por completo para la escena de guerra que se había encontrado escribiendo y se había centrado en ideas de qué podía hacer para recompensar a Enzo una vez estuvieran solos, entonces su celular vibró. 
Había un mensaje de Maricia, su agente, diciéndole que tenía que ir a la oficinas de la editorial de urgencia, Alana se sintió algo confundida, pero guardó sus cosas y salió del camper, tantos años trabajando con Maricia le habían enseñado que cuando ella le hablara, tenía que acudir cuanto antes. 
Enzo se encontraba viendo una de las escenas que acababa de grabar en una de las pantallas de la cámara, se veía satisfecho con el trabajo e intercambió unas cuantas palabras con el  director, pareció notar la presencia de Alana en el set porque se giró y la encontró parada en una esquina jugando con las correas de su mochila, Alana no sabía si despedirse propiamente de él o simplemente avisarle mediante un mensaje que tenía que ir a la editorial de emergencia.
Sin embargo, Enzo colocó una mano sobre el hombro de Julio, como indicándole que ahora volvía y caminó hasta su novia. 
—¿Qué pasa?—preguntó observando que la chica llevaba la mochila en los hombros, aún faltaba un rato para que Enzo terminara de filmar. 
—Me habló Maricia, dice que tengo que ir a la editorial cuanto antes—le informó.
—¿Pasó algo malo?
—No creo—respondió honestamente—. Pero tengo que irme ya, el taxi ya viene. 
—Dale mi amor, con cuidado, me avisas cualquier cosa—dejó un rápido beso en sus labios y volvió hacia su zona de grabación.
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