#hugh michael jackman
Explore tagged Tumblr posts
kendyroy · 3 months ago
Text
Tumblr media
RYAN POSTED THIS BEAUTIFUL PICTURE FOR HUGH’S BIRTHDAY TODAY AAAAAAAAA
2K notes · View notes
kittymaryam-thebrowniefairy · 3 months ago
Text
Happy Birthday dad!! 💛
It's both Hugh's and Logan's birthdays today! What a coincidence! :D I hope they both have amazing birthdays! <33
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
Me fr rn! I love him so much! Like please adopt me! Anyways.. I hope Hugh can celebrate 2 birthdays today with 2 cakes and I hope he has a wonderful day! :3
70 notes · View notes
silvertice · 2 months ago
Text
Winter Falls.
Hugh Jackman x Fem!reader.
Tumblr media Tumblr media
Summary: Hugh y ella son amigos desde hace un año, con una tensión subyacente entre ellos. Una salida juntos transforma su relación, llevándolos a explorar nuevos sentimientos.
Category: Slow Burn Romance, Friends to Lovers, First Date, 2000s Nostalgia, Fluff and Tension {TW: Light Humor, Emotional Moments, Friendship Dynamics}.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⏱︎
El reloj en la pared marcaba las 7:20 am. Con el cabello medio seco y la camisa mal abotonada, el café en la encimera quedó olvidado. La promesa de salir temprano se desvanecía rápidamente. Tenía un plan: un atuendo decente, un desayuno tranquilo, pero el cansancio acumulado se burlaba de cualquier intento de organización.
Un suspiro salió mientras el número de Hugh aparecía en la pantalla del teléfono. Seguramente él ya estaba listo, probablemente en camino al trabajo, con esa actitud despreocupada que siempre resultaba irritante, aunque, de algún modo, también reconfortante. Pedirle un favor no era lo ideal, pero llegar tarde y enfrentar las miradas de reprobación de los compañeros tampoco era una opción. Con un leve tamborileo de dedos en la encimera, se marcó su número.
La llamada sonó un par de veces antes de que su voz resonara al otro lado de la l��nea, relajada y casi burlona.
—Vaya, ¿madrugando, princesa? —dijo, y se podía imaginar esa sonrisa que siempre usaba para molestar.
Se rodaron los ojos, pero una pequeña sonrisa se asomó. Su actitud siempre tenía el poder de aliviar un poco la tensión de las mañanas.
—¿Podrías pasarme a buscar? Estoy… un poco retrasada.
Hubo una pausa. En esos breves segundos, la duda surgió. Pero Hugh nunca dejaba colgado a nadie.
—Cinco minutos y estoy allí. —Su tono cambió, y luego añadió—: Ah, y trata de no causarme problemas tan temprano.
Un suspiro escapó, una mezcla de alivio y exasperación. El último sorbo de café se apresuró mientras se recogía el bolso. Era evidente que él haría algún comentario sobre el aspecto apresurado, pero eso ya formaba parte de su dinámica. Hugh tenía la habilidad de convertir cualquier situación en algo menos grave de lo que parecía.
Apenas terminé de poner los zapatos cuando el sonido del auto estacionándose afuera resonó. Al mirar por la ventana, allí estaba él, con gafas de sol y una expresión divertida, esperándola. Con un último respiro hondo, salió, lista para lidiar con los inevitables comentarios que vendrían en el camino.
Apurada, subí al auto y cerré la puerta con un golpe. El motor no rugió como esperaba. Miré a Hugh, que se había quedado mirando al frente con una sonrisa divertida en su rostro.
—¿Qué pasa? ¿Vamos a llegar tarde? —pregunté, tratando de contener la frustración mientras lanzaba un vistazo al reloj.
Sin embargo, en lugar de arrancar, se volvió hacia mí. La distancia entre nosotros se redujo cuando se acercó, y el corazón comenzó a latir un poco más rápido. Sin decir una palabra, tomó el cinturón de seguridad y lo pasó por mi cuerpo, asegurándolo en su lugar. Su cercanía era electrizante; podía sentir el calor que emanaba de él, y un pequeño nudo se formó en el estómago.
—Ah, ya veo. ¿Te puse nerviosa, linda? —dijo con esa voz burlona, un destello de diversión en sus ojos.
El comentario lo acompañó una sonrisa que me hizo desear poder esconderme. No sabía si quería reírme o simplemente querer que el momento se detuviera. La cercanía de Hugh siempre había tenido un efecto extraño, una mezcla de nerviosismo y emoción que nunca había experimentado con nadie más. Intenté ignorar el sonrojo que comenzaba a extenderse por mis mejillas.
—Claro que no —respondí, tratando de sonar segura, aunque la voz casi me falló. —Solo… solo apúrate y arranca.
Él se echó a reír mientras finalmente giraba la llave en el encendido, y el motor vibró a la vida. Con una última mirada hacia mí, puso el auto en marcha. El trayecto hacia el trabajo había comenzado, pero la tensión en el aire se sentía más palpable que nunca.
Mientras el auto avanzaba por la carretera, robé una mirada de reojo a Hugh. Su expresión estaba concentrada en la carretera, pero había algo en su forma de manejar que me hizo pensar, aunque rápidamente traté de alejar esa idea. Era un buen amigo, y pensar en él de esa manera no era lo que debía hacer. Sin embargo, había algo en la forma en que se movía, en su confianza al volante, que lo hacía parecer... bien, por así decirlo.
—¿Tienes en mente lo que vamos a hacer hoy? —preguntó Hugh, rompiendo el silencio y sacándome de mis pensamientos.
—Sí, solo lo básico —respondí, tratando de mantener la voz casual. —No creo que sea un día tan complicado.
Él sonrió, esa sonrisa que siempre tenía para hacerme sentir a gusto.
—Eso espero. Aunque tengo un par de ideas que podrían hacer el día un poco más divertido —dijo, levantando las cejas de forma juguetona.
No pude evitar sonreír. Esa era la parte de Hugh que siempre me hacía sentir cómoda, incluso cuando había una ligera tensión en el aire. Era como si supiera exactamente cómo hacer que el día se sintiera menos pesado.
—Bueno, solo asegúrate de que no sean ideas descabelladas. El jefe no se tomaría eso muy bien —le advertí, un tono de broma en mi voz.
Él se echó a reír, y el sonido resonó en el auto, llenando el espacio con una energía amistosa.
—Prometo que no te meteré en problemas... por ahora —dijo, guiñando un ojo mientras el semáforo cambiaba a verde.
La normalidad de la conversación me tranquilizó, aunque sabía que había algo más debajo de la superficie. Era como si la tensión que solíamos ignorar comenzara a hacerse más presente en cada pequeño intercambio. Pero por ahora, me contentaba con disfrutar de su compañía.
Al llegar a la oficina, Hugh aparcó el auto frente al edificio, y la rutina del día a día nos recibió con los brazos abiertos. Salí del vehículo y estiré los brazos, tratando de despejar la mente antes de entrar.
—¿Listos para otro emocionante día en la sala de guionistas? —bromeó Hugh, con una sonrisa amplia.
—Oh, sí, totalmente —respondí con un tono sarcástico. —No hay nada más emocionante que discutir si un personaje debe llevar sombrero o no.
Ambos reímos mientras caminábamos hacia la entrada. La oficina, decorada con afiches de películas y papeles esparcidos por todos lados, siempre había tenido un aire caótico, pero también creativo. Al abrir la puerta, el bullicio habitual de colegas hablando y riendo nos dio la bienvenida.
Tomé un respiro profundo antes de entrar y sentí cómo la energía del lugar me animaba.
—Primero café, luego guiones —declaró Hugh, llevándome hacia la máquina de café. —No podemos empezar el día sin nuestro combustible.
—No me obligues a recordar cómo sobrevivir sin mi dosis matutina de cafeína —dije, mientras me servía una taza. El aroma a café recién hecho me envolvió, y por un momento, todo parecía más fácil.
Mientras esperábamos, intercambiamos comentarios sobre las tramas que estábamos desarrollando y algunas anécdotas divertidas del fin de semana. Todo parecía fluir con naturalidad, sin que ninguna de las conversaciones tocara la ligera tensión que existía entre nosotros.
Finalmente, después de un rato, nos dirigimos a la sala de guionistas. Mientras nos acomodábamos en nuestras sillas, Hugh se giró hacia mí con una mirada intrigante.
—Oye, a las 8 pm te voy a pasar a buscar. Ponte linda. —dijo, su tono ligero, pero las palabras parecían cargadas de un significado que no podía ignorar.
Me quedé un momento en silencio, sorprendida. La normalidad del día se desvaneció por un instante, y todo lo que quedaba era esa invitación inesperada que llenaba el espacio entre nosotros. La idea de salir con él, de verlo vomo mi compañero de trabajo en un contexto diferente, hizo que mi corazón se acelerara, esta vez parecía algo totalmente diferente.
—¿A las 8? —repetí, tratando de sonar despreocupada, pero sabía que mi voz había traicionado mi sorpresa.
—Sí, no tienes excusas. —Hugh sonrió de una manera que me hizo cuestionar si realmente lo decía en serio o solo estaba bromeando.
Mientras continuábamos con nuestra jornada laboral, no pude evitar pensar en lo que eso significaba. La tensión que habíamos estado ignorando de repente estaba a la vista, y yo solo podía esperar que la noche revelara lo que realmente había entre nosotros.
Al llegar a casa, la familiaridad del lugar me envolvió, pero mi mente seguía atrapada en la conversación de esa mañana. Me dejé caer en el sofá y saqué el teléfono, buscando el contacto de mi mejor amiga. Después de un par de tonos, su voz familiar resonó al otro lado.
—¡Hola! ¿Cómo va todo? —preguntó ella, con ese tono entusiasta que siempre me hacía sentir mejor.
—Hola, tengo que contarte algo —dije, sintiendo que la emoción comenzaba a brotar. — Hugh... me invitó a salir esta noche.
—¿Qué? ¡Eso es genial! Ya era hora igual. —exclamó, y su entusiasmo fue contagioso.
—Sí, pero... no sé, estoy tratando de convencerme de que solo es una salida entre amigos —respondí, tratando de mantener la calma mientras me pasaba una mano por el cabello. —Llevamos trabajando juntos durante un año, y siempre ha sido amistad, pero esta salida, es diferente, ¿sabes?
—Claro, hay tensión entre ustedes. He notado cómo se miran en la oficina —dijo, y no pude evitar sonreír. —Así que, ¿qué piensas hacer?
—No lo sé. Por un lado, quiero ir porque ma hace sentir algo, pero también tengo miedo de que sea solo una cena entre amigos y que me haya confudido, agh—confesé, sintiendo un ligero nudo en el estómago.
—¿Y si no es solo eso? —me preguntó. —Tal vez él también siente lo mismo, pero no sabe cómo decírtelo, nadie invita a su compañera de trabajo un viernes a las 8 pm, amor.
Su comentario resonó en mi mente, y un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo. La idea de que Hugh pudiera tener sentimientos más profundos era tentadora, pero también aterradora. ¿Y si las cosas se volvían incómodas? ¿Y si la salida no iba como esperaba?
—No sé, tal vez debería jugarlo de manera segura —dije finalmente, tratando de convencerme. —Solo disfrutar de la cena y ver a dónde lleva la conversación.
—Eso suena a un buen plan —respondió mi amiga. —Pero recuerda, si hay algo más, no tengas miedo de explorar eso. La vida es demasiado corta para dejar pasar oportunidades.
Terminé la llamada con una mezcla de emoción y nerviosismo. La cena con Hugh podría ser solo una salida entre amigos, pero había un trasfondo de posibilidades que no podía ignorar.
Mientras el sol se ponía, me apresuré a prepararme. No quería verme como si hubiera salido de una revista, pero tampoco quería parecer descuidada. Opté por un vestido azul que resaltaba mis curvas de manera sutil, algo que me hacía sentir cómoda y segura. Me eché un vistazo rápido al espejo, dándome cuenta de que me veía bien, y eso me ayudó a calmar un poco los nervios.
Justo cuando estaba terminando, el teléfono fijo sonó. Sabía que era Hugh. Contesté rápidamente, sintiendo un ligero cosquilleo de emoción.
—¿Hola? —dije, intentando sonar tranquila.
—Hey, ¿lista para la noche? —su voz sonaba juguetona.
—Casi, estoy bajando ahora —le respondí, mirando el reloj.
—Perfecto. Nos vemos en un minuto —dijo, su tono despreocupado y familiar me hizo sonreír.
Colgué y respiré hondo. La idea de salir con Hugh ya no era solo una salida entre amigos; había una tensión palpable entre nosotros que no podía ignorar. Con una última revisión al espejo, me dirigí hacia la puerta, para bajar.
Cuando lo hice, la brisa fresca de la noche me recibió como un abrazo suave. Al abrir la puerta, me sorprendí al ver que Hugh no estaba en su auto habitual, sino que se encontraba de pie en la entrada, con una sonrisa en el rostro que iluminaba la penumbra. Llevaba una camisa de botones que acentuaba su figura y unos jeans que parecían un poco más cuidados de lo habitual.
—Hola —saludé, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.
—Hola. Te ves hermosa—dijo, su mirada recorriéndome de manera sutil, pero sincera, lo que me hizo sonrojar un poco. Su tono era tan despreocupado, como si fuera lo más natural del mundo decirlo.
—Gracias, tú también... estás un poco más arreglado de lo normal —respondí, intentando mantener la conversación ligera y no dejar que mi nerviosismo se notara.
Él sonrió con complicidad y me hizo un gesto con la mano para que lo acompañara. Empezamos a caminar, el sonido de nuestros pasos resonando suavemente en la acera. Hugh caminaba con las manos en los bolsillos de sus jeans, su postura relajada, como si no hubiera nada más importante que el momento que compartíamos. La calle estaba tranquila, iluminada por las luces cálidas de las farolas, y el aire fresco hacía que el momento se sintiera especial.
—¿A dónde vamos? —pregunté, curiosa por lo que había planeado.
—Eso déjamelo a mí. No te preocupes, no te voy a defraudar —dijo con confianza, una sonrisa juguetona asomándose en sus labios.
Caminamos un rato en silencio, pero la tensión entre nosotros era palpable. A veces, nuestras miradas se encontraban y rápidamente desvíaba la vista, sintiendo un ligero cosquilleo en el estómago. Era como si el mundo se hubiera desvanecido, y solo existiéramos él y yo, en este momento.
De repente, Hugh rompió el silencio. —¿Sabías que desde que empezamos a trabajar juntos, he estado esperando una ocasión así? —dijo, girando ligeramente la cabeza para mirarme, sus ojos brillando con una chispa traviesa.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué es eso? —pregunté, intentando no sonar demasiado interesada, aunque mi corazón latía más rápido.
—Porque, sinceramente, me gusta pasar tiempo contigo —respondió, su tono sincero y relajado. Su declaración me tomó por sorpresa, y no pude evitar sonreír mientras un calor agradable me envolvía.
Seguimos caminando, y mientras él hablaba, la tensión que había estado acumulándose entre nosotros se sentía como una burbuja lista para estallar. Era un juego sutil de palabras y miradas, pero ambos sabíamos que algo más profundo se estaba formando entre risas y complicidad.
Después de unos minutos de caminar y charlar, llegamos a una pista de patinaje sobre hielo iluminada con luces brillantes y música suave que llenaba el aire. La vista era mágica; el hielo relucía bajo las luces, y la risa de la gente patinando creaba un ambiente animado y festivo.
—¿Patinaje sobre hielo? —pregunté, con los ojos iluminados de emoción y sorpresa.
—¿Te gusta? —me miró, sus ojos brillando con diversión.
—Siempre he querido hacerlo, pero nunca tuve la oportunidad —admití, sintiendo un cosquilleo de anticipación.
—Perfecto, entonces hoy es el día —dijo, con una sonrisa amplia, y se acercó a la entrada para comprar las entradas. Mientras esperaba, no podía evitar notar cómo la emoción brillaba en su rostro.
Entramos a la pista, y él se aseguró de que me pusiera los patines correctamente. Mientras me ayudaba, sus manos rozaban suavemente mis brazos, y cada contacto provocaba un escalofrío agradable.
—Listo, ahora solo tienes que seguirme —dijo, tomando mi mano de forma despreocupada mientras caminábamos hacia el hielo.
Al dar mis primeros pasos sobre el hielo, perdí el equilibrio y me tambaleé un poco. Hugh se rió suavemente y me sostuvo antes de que pudiera caer.
—Vas a tener que hacer más ejercicio para eso —bromeó, guiándome con firmeza mientras me enseñaba a deslizarme.
La música de fondo mezclada con las risas y gritos de los demás patinadores creaba un ambiente de alegría que era contagioso. Mientras patinábamos, la cercanía de su mano en la mía me hizo sentir más segura, y poco a poco, empecé a disfrutar del momento.
—Mira, no está tan mal, ¿ves? —dijo, deslizándose con facilidad y gracia por el hielo, mientras yo trataba de imitarlo.
—Sí, claro, porque tú eres un experto —respondí, riendo mientras me esforzaba por mantener el equilibrio.
Él se detuvo frente a mí, mirándome con una sonrisa traviesa. —Dame la mano, vamos a intentarlo juntos —dijo, y, sin pensarlo, extendí la mano hacia él.
Juntos, comenzamos a deslizarnos, y la risa llenó el aire mientras tratábamos de mantenernos en pie. La tensión entre nosotros se sentía cada vez más cómoda, cada momento se cargaba de una complicidad que parecía florecer a medida que avanzábamos.
—Este es un buen comienzo para una cita, ¿no crees? —dijo Hugh, mirándome de reojo mientras patinábamos.
—¿Una cita? —repetí, sorprendida pero divertida.
—Solo estoy diciendo que podríamos hacer esto más a menudo —respondió, y en ese instante su mirada se detuvo en mí, el ambiente se volvió más íntimo.
Mientras patinábamos, me sentía cada vez más segura, pero justo cuando comenzaba a disfrutar plenamente, perdí el equilibrio y empecé a tambalearme hacia un lado. El hielo se volvió traicionero bajo mis pies, y antes de que pudiera reaccionar, me vi girando sin control, preparándome para caer.
De repente, sentí una mano firme en mi cintura. —Te tengo —dijo Hugh, con una sonrisa que mezclaba diversión y tranquilidad mientras me estabilizaba.
—Gracias, me salvaste de hacer el ridículo —reí suavemente, sintiendo la cercanía entre nosotros.
Él sonrió, esa calidez que siempre me hacía bajar la guardia iluminaba su rostro. —No te preocupes, es mi trabajo asegurarme que no caigas... y si caes, que sea por mí —añadió, guiñándome un ojo con un toque de nerviosismo que me hizo sonreír aún más.
Antes de que pudiera responder, un niño pasó a nuestro lado rozando sin querer a Hugh, lo que hizo que ambos perdiéramos la poca estabilidad que habíamos recuperado. Nos desplomamos torpemente en el frío y húmedo hielo.
—Parece que el primero en caer no fui yo —comenté, soltando una risa leve por la situación.
Hugh rió también, y luego su mirada se fijó en mí, notando algo en mi mejilla. Con un gesto suave, se acercó y quitó una pizca de nieve que se había quedado pegada. —Tienes un poco de nieve aquí —dijo, pero en su mirada había algo más que diversión.
El momento se volvió extraño, como si el tiempo se detuviera entre nosotros. Mis mejillas ardían con su cercanía y el toque de sus dedos. Ambos nos incorporamos después, algo nerviosos, ignorando la tensión que parecía envolvernos.
—Bueno, ¿quieres seguir patinando? —preguntó él, su sonrisa todavía en su rostro.
—En realidad, prefiero que no. Tengo un plan perfecto para continuar la noche —le respondí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza. —¿Qué te parece si dejamos el hielo por ahora y hacemos algo diferente?
Hugh levantó una ceja, claramente intrigado. —¿Y cuál es ese plan? Me tienes con curiosidad —dijo, con esa sonrisa juguetona que conocía tan bien.
—Déjame sorprenderte —dije, tirando suavemente de su mano hacia la salida de la pista. —Confía en mí.
Nos reímos mientras salíamos del hielo y nos dirigimos a la entrada para quitarnos los patines y devolver lo que habíamos rentado. Lo que fuera que ocurriera después, sabía que la noche estaba lejos de terminar.
Mientras caminábamos de regreso, el aire frío de la noche contrastaba con el calor que aún sentía después de patinar. Hugh y yo avanzábamos en silencio, pero no era incómodo, al contrario, había algo en esa calma que me hacía disfrutar cada paso. Nuestras manos iban balanceándose a los lados, rozándose de vez en cuando, como si algo nos empujara a tomarnos de las manos, pero ninguno se atrevía a dar ese paso.
Cada pequeño roce me hacía consciente de su presencia de una forma que normalmente no permitía. Era como si el simple contacto de nuestras manos fuera suficiente para hacer que mi pulso se acelerara un poco más. No podía evitar preguntarme si él sentía lo mismo, si cada vez que nuestras manos se tocaban, ese pequeño cosquilleo también lo recorría a él.
Miré de reojo, observando su perfil mientras caminábamos. Hugh tenía las manos ligeramente abiertas, como si estuviera a punto de tomar la iniciativa, pero algo lo detenía, o tal vez estaba esperando a que yo lo hiciera. El pensamiento de entrelazar mis dedos con los suyos era tentador, pero, al mismo tiempo, intimidante.
—¿Te cansaste de patinar? —preguntó de repente, rompiendo el silencio con una sonrisa cómplice.
—No tanto como pensé, la verdad, fue divertido, me gustó mucho—respondí con una ligera risa, tratando de ignorar el hecho de que nuestras manos volvían a rozarse por un segundo más largo. Sentía que el simple hecho de no apartarla lo decía todo.
Seguimos caminando sin prisa, y el silencio volvió a instalarse entre nosotros, aunque esa energía entre ambos seguía ahí, suspendida en el aire frío de la noche. ¿Acaso él también estaba pensando en dar ese paso? O tal vez simplemente esperaba a ver si yo lo hacía primero.
Finalmente, me armé de valor, o al menos lo intenté. Mi mano dejó de balancearse tanto, acercándose más a la suya, pero en el último segundo, justo cuando estuve a punto de hacerlo, sentí cómo su mano se retiraba un poco, ajustándose el abrigo.
Me reí internamente, aliviada y frustrada a partes iguales. Claramente, no era tan fácil como parecía.
Después de un rato caminando en silencio, la ciudad nocturna empezaba a adquirir un ambiente más acogedor bajo las luces tenues de las calles. Las manos de ambos aún rozaban de vez en cuando, pero ahora, en lugar de centrarse en eso, se me vino a la mente un pequeño lugar no muy lejos de allí, uno que solía visitar cuando era niña, que era perfecto para la ocasion.
—¿Conoces el mejor chocolate de aqui, que está a unas cuadras? —pregunté, rompiendo la calma mientras nos acercábamos a la esquina.
Hugh me miró con curiosidad y negó con la cabeza.
—No, no creo haber estado por aquí muchas veces y nunca tome chocolate —admitió, levantando una ceja. —¿Por qué?
—Es uno de esos lugares que guardan historias —dije, sintiendo una pequeña sonrisa asomarse en mis labios. —Solía ir allí de pequeña con mi familia, especialmente en noches frías como esta. Sirven el mejor chocolate caliente de la ciudad, o al menos eso pensaba cuando era niña.
Él sonrió ante mi entusiasmo, asintiendo lentamente. —Entonces, ¿me estás invitando a tu lugar secreto? —preguntó, en tono juguetón.
—Bueno, no tan secreto, pero sí muy especial para mí, no puedo creer que no hayas probado el chocolate —respondí, sin poder evitar notar lo cálido que se sentía hablar de algo tan personal.
— y yo no puedo creer que no hayas patinado antes.— me contratacó sonando dulce pero sarcástico a la vez lo cual me hizo soltar una risa suave. —pero suena perfecto, confío en ti —dijo, mientras ajustaba el ritmo de sus pasos para seguirme.
Caminamos juntos hasta la cafetería, una pequeña joya escondida entre edificios más modernos, con luces amarillentas que hacían que se viera como un refugio acogedor en medio de la noche fría. Al entrar, el cálido aroma a cacao y pasteles recién horneados nos envolvió de inmediato. Todo en ese lugar se sentía exactamente igual que cuando era pequeña, desde las mesas de madera gastadas hasta la campanilla que sonaba al abrir la puerta.
Nos sentamos en una de las mesas junto a la ventana, y sin pensarlo dos veces, pedí el clásico chocolate caliente. Hugh me siguió el juego, observando con una mezcla de curiosidad y diversión mientras me perdía en mis recuerdos.
—Así que este es tu refugio —comentó Hugh, mientras la mesera dejaba frente a nosotros dos tazas humeantes y llenas de crema batida en la parte superior. —Tiene ese aire nostálgico.
—Sí, no ha cambiado mucho desde la última vez que vine —admití, sintiendo cómo una parte de mí volvía a ese tiempo de niñez en el que todo parecía más simple.
Tomé un sorbo, el sabor cálido y dulce inundó mis sentidos, haciéndome cerrar los ojos por un segundo. Cuando los abrí, Hugh estaba mirándome con una sonrisa suave.
—¿Qué? —le pregunté, sintiendo que el rubor subía ligeramente por mis mejillas.
—Nada, solo... te ves bien cuando estás feliz —respondió con una sinceridad inesperada, y aunque su tono tenía esa actitud despreocupada, había algo más profundo detrás de sus palabras.
El momento se quedó suspendido, y aunque el chocolate caliente estaba ahí para distraerme, no pude evitar sentir cómo esa tensión entre nosotros, la que había estado presente durante meses, se hacía un poco más evidente.
Mientras tomaba otro sorbo de mi chocolate, observé de reojo cómo Hugh se llevaba la taza a los labios. Fue un segundo después, cuando la taza ya estaba en la mesa, que noté algo que me hizo sonreír.
—¿Qué pasa? —preguntó él, levantando una ceja al ver mi expresión.
—Nada, es solo que... —No pude evitar soltar una pequeña risa, inclinándome hacia él mientras le señalaba la parte superior de su labio. —Tienes un poco de crema... justo aquí —dije, haciendo un gesto alrededor de mi propio labio para que lo entendiera.
Hugh frunció el ceño, confuso al principio, y luego, al darse cuenta de lo que había pasado, se pasó la mano rápidamente por la boca.
—¿Ya? —preguntó, pero todavía quedaba un rastro blanco en su labio superior.
Negué con la cabeza, riéndome un poco más. —No, todavía no —dije, alargando la mano para señalarle el punto exacto.
Él me miró, mitad avergonzado y mitad divertido, antes de intentarlo de nuevo. —¿Y ahora?
Suspiré, divertida. —A ver... no, no, déjame —dije finalmente, acercándome y, con una leve sonrisa, pasé mi pulgar suavemente por la zona afectada, limpiando los restos de crema batida. La cercanía entre nosotros me hizo sentir un ligero cosquilleo en el estómago, pero me obligué a mantener la calma.
—Gracias, supongo que ahora sí me salvaste a mí del ridículo —bromeó él, con una sonrisa encantadora que me desarmó un poco.
—Es lo justo, ¿no? —respondí, recuperando mi mano con una risa suave.
El ambiente volvió a relajarse después de ese momento, pero la tensión no desaparecía del todo. Seguía ahí, flotando en el aire, en esos pequeños momentos en que nuestras miradas se cruzaban, en la forma en que nuestras conversaciones parecían deslizarse entre lo cómodo y lo cargado de significado.
Después de terminar nuestros chocolates y dejar algunas monedas sobre la mesa, nos levantamos y salimos de la cafetería. El aire nocturno estaba fresco, pero no incómodamente frío. Mientras caminábamos, nuestras manos continuaban balanceándose levemente a los lados, rozándose de vez en cuando, pero ninguno hacía el primer movimiento para entrelazarlas.
Conversamos sobre cosas triviales, historias del trabajo, alguna que otra broma, y de repente me di cuenta de que habíamos tomado un rumbo conocido. Levanté la vista y me sorprendí al ver que estábamos justo frente a mi edificio.
—Bueno... —dije, deteniéndome en la entrada de mi casa. —Parece que llegamos.
Hugh se detuvo también, levantando una ceja al ver dónde estábamos. —Vaya, el tiempo pasó rápido —dijo, metiendo las manos en los bolsillos y acercándose un paso más, pero sin invadir mi espacio personal. —No me di cuenta de que estábamos caminando hacia acá.
Solté una risa suave. —Sí, yo tampoco...
Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos bajo las luces de la calle. Sentía que había algo más que ninguno de los dos estaba diciendo, algo que flotaba en el aire entre nosotros, pero también algo que no queríamos apresurar.
—Bueno, entonces... —Hugh rompió el silencio, pero sus palabras parecían colgar en el aire sin una dirección clara.
—Sí, bueno... —me mordí el labio, sintiendo ese nerviosismo que solía ocultar tan bien a su alrededor, pero que ahora me parecía imposible de ignorar.
Nos quedamos así, de pie, casi riendo por lo incómodo y emocionante que se sentía el momento, como si ambos supiéramos que esa noche había sido diferente, pero ninguno supiera cómo terminarla.
Hugh rompió el silencio, mirándome directamente a los ojos con una leve sonrisa en los labios. —La verdad, la pasé muy bien esta noche... —Su tono era más bajo, casi susurrante. Entonces, agregó—: Y, por cierto... te ves muy linda esta noche.
Sentí cómo mi corazón dio un pequeño salto, y no pude evitar sonreír ante el comentario. Era esa manera suya, siempre lanzando algo sutil pero directo, dejándome en ese limbo de no saber si bromeaba o si hablaba en serio.
—¿Ah, sí? —respondí, levantando una ceja, intentando mantener la calma mientras me mordía ligeramente el labio. —Entonces, ¿al final sí era una cita?
Hugh soltó una risa suave y se acercó un poco más, aunque manteniendo las manos en sus bolsillos. —¿Qué crees tú? —preguntó, su mirada fija en la mía, dejando la pregunta flotando entre nosotros. La forma en que lo dijo, con esa mezcla de desafío y diversión, me hizo sentir un leve escalofrío.
—No sé Hugh... —respondí, juguetona, ladeando un poco la cabeza y encogiéndome de hombros. — Pues pensaba que no, como no lo habias dicho...
Hugh mantuvo su mirada en la mía, y su sonrisa se tornó más suave, casi cómplice. Dio un pequeño paso hacia mí, quedando lo suficientemente cerca como para que nuestras manos se rozaran. —Pues si... —dijo en voz baja, con esa seguridad suya—. Era una cita.
Su respuesta me tomó por sorpresa, y sentí mi respiración volverse un poco más pesada al notar lo cerca que estaba. Nuestras manos seguían rozándose sutilmente, como si la energía entre nosotros nos empujara a cruzar esa línea.
Sentí cómo el calor se extendía por mis mejillas. La sinceridad en su voz, el toque sutil de nuestras manos, todo contribuía a un momento cargado de algo más que palabras.
Hugh no dejó que el momento se desvaneciera. Lentamente, deslizó su mano hasta tomar la mía con firmeza, entrelazando nuestros dedos. Ese simple gesto hizo que mi corazón diera un vuelco. Sin decir nada más, me acercó un poco más hacia él, hasta que el espacio entre nosotros se desvaneció casi por completo.
—Te ves hermosa —repitió, su voz apenas un murmullo, pero lo suficientemente clara para que cada palabra calara profundo.
Mis ojos no se apartaron de los suyos, y aunque mi mente me gritaba que debía decir algo, hacer algo, simplemente me quedé ahí, sintiendo su mano cálida sobre la mía y cómo el mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse. Las luces de la calle, el sonido distante del tráfico, todo desapareció en ese instante.
Nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir su respiración, y mis propios pensamientos empezaron a volverse un caos. Pero en ese caos había algo cierto: no quería que ese momento terminara.
Hugh sostuvo mi mirada por unos segundos más antes de inclinarse lentamente hacia mí. Apenas me dio tiempo de procesar lo que estaba sucediendo cuando sus labios rozaron los míos en un suave y sutil beso. No fue intenso ni apremiante, fue delicado, como si estuviera explorando la idea de lo que podría ser. Mi corazón se aceleró, y aunque el beso duró apenas un suspiro, dejó una sensación cálida que se expandió en mi pecho.
Cuando se apartó solo lo suficiente para mirarme de nuevo, una sonrisa juguetona apareció en sus labios. —No quería que esta cita terminara sin algo memorable, ¿no crees?
Mi respiración se entrecortó un poco, todavía sintiendo el cosquilleo de sus labios sobre los míos, y antes de poder decir nada, él añadió con una mirada traviesa: —Aunque, si lo prefieres, podríamos hacer esto más seguido. Solo dime cuándo.
Me quedé un segundo en silencio, tratando de procesar sus palabras y lo que acababa de pasar. Todavía sentía el calor en mis labios, y aunque mi corazón estaba latiendo a mil por hora, intenté mantener la compostura.
—¿Y si te digo que no necesito pensarlo? —le respondí, con una pequeña sonrisa, tratando de igualar su tono juguetón. Sentí que el rubor en mis mejillas se hacia mas intenso, pero no me importaba. Estaba cómoda en la cercanía entre nosotros.
Hugh soltó una risa baja, complacido con mi respuesta. Se tomó un momento para mirarme de nuevo antes de finalmente dar un paso atrás. —Entonces, lo tomaremos como un sí.
Con una última sonrisa, se giró hacia la calle. —Nos vemos mañana —dijo, mientras retrocedía unos pasos más, sus manos en los bolsillos de su abrigo. —Descansa bien, linda.
Y con eso, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la dirección opuesta, dejándome ahí, aún procesando la suavidad del beso, el calor de su cercanía, y la promesa tácita de que esto no era solo un encuentro casual.
44 notes · View notes
10158142 · 3 months ago
Text
Tumblr media
Hugh Michael Jackman
9 notes · View notes
watmalik · 3 months ago
Text
Never thought I’d hear the phrase “this cute Australian guy” uttered by Sir Patrick Stewart when referring to Hugh Jackman, but here we are.
3K notes · View notes
mrsaquaman187 · 5 months ago
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
Is this a love language now?
6K notes · View notes
inmymagnetoera · 2 months ago
Text
Made a little something.
Tumblr media Tumblr media Tumblr media
2K notes · View notes
marvelsgirl616 · 4 months ago
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
fruity boys x posters.
2K notes · View notes
wolviestars · 5 months ago
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media
ohh guyssss
2K notes · View notes
4ever-feral · 3 months ago
Text
I CAN TAKE ALL THREE OF THEM…..NOT IN A FIGHT 🥵
1K notes · View notes
kendyroy · 3 months ago
Text
Tumblr media Tumblr media
HAPPY BIRTHDAY TO THE SWEETEST AND MOST TALENTED PEANUT THERE IS !! He means the world to me and I really don’t know how I could’ve made it this far in the year without his silly little puppy energy. I love ya so so much Hughie!
89 notes · View notes
suzieloveships · 4 months ago
Text
The way Michael Fassbender and James Mcavoy talked about Erik and Charles and how Hugh Jackman and Ryan Reynolds talked about Logan and Wade but also how Josh Brolin talked Wade and Nate and him calling a scene where DP falls balls first on Cable's face a "sex scene" and also Tom Hardy saying that Eddie and Venom "are aligned by the stars, are meant to be"...
I hope Joseph Quinn knows I expect similar energy from him next year if someone ask him about Johnny and Peter relationship while he is promoting Fantastic Four
837 notes · View notes
silvertice · 2 months ago
Text
You Idiot.
[halloween especial]
Eddie Alden x fem!reader
Tumblr media Tumblr media
Summary: Ella ha estado enamorada de su compañero de cuarto durante años, pero con cada desprecio, su paciencia se agota. Una fiesta de Halloween ofrece la oportunidad perfecta para intentar seguir adelante, pero él no está dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Entre disfraces y juegos, la tensión se transforma en algo más.
Category: Slow Burn Romance, Friends to Lovers, Halloween Vibes, 2000s, Jealousy, Emotional Turmoil, Unrequited Love, Misunderstandings {TW: Light Humor, Emotional Moments, Friendship Dynamics, Flirting}
...
Me miro en el espejo, terminando de ajustar los últimos detalles de mi disfraz. No puedo negar que esta noche me veo increíble; algo en la luz tenue del cuarto, el maquillaje, el disfraz... todo parece estar en su lugar. Incluso mi confianza, que siempre tambalea cuando estoy cerca de él, parece haberse reforzado esta vez.
Eddie aparece detrás de mí, preparándose en su estilo despreocupado de siempre. Su disfraz le queda sorprendentemente bien, resaltando justo lo suficiente para que todas en la fiesta se den cuenta de su presencia. No es nada nuevo, claro; Eddie siempre ha sido de los que dominan la atención sin siquiera intentarlo. Me atrevo a lanzar un cumplido, un comentario ligero, esperando quizá un gesto que me demuestre algo más. “Vas a dejar a muchas chicas suspirando esta noche, ¿eh?” le digo, medio en broma y medio esperando algo más.
Él solo sonríe de esa forma suya, como si nada le importara demasiado, y responde con algún comentario casual. Una broma, un guiño, todo lo que dice sin comprometerse nunca. Siento el orgullo revolverse en mi interior; no puedo dejar que esta sensación se repita más. Y entonces se me ocurre una idea. Lo miro de reojo, y con una sonrisa casi indiferente, suelto: “Bueno, probablemente yo no vuelva esta noche... Un amigo me va a pasar a buscar más tarde, por si quieres traer alguien esta noche.”
La reacción de Eddie es casi imperceptible, apenas un pequeño cambio en su expresión que trato de no leer demasiado, pero está ahí. Y aunque mantengo la mirada en el espejo, noto que su postura se tensa un poco. Por un segundo, me permito disfrutar del poder de haberle dado una pizca de su propia medicina.
De repente, Eddie se inclina hacia mí, tan cerca que casi siento su respiración en mi cuello. Sus manos encuentran mi cintura con la familiaridad de quien sabe exactamente cómo afectarme, incluso sin proponérselo. Su toque es suave, apenas una presión en la piel que me quema de una forma que odio admitir.
Me mira a través del espejo con una sonrisa que tiene algo de desafío y algo de burla. “¿De verdad vas a dejar que otro te lleve esta noche?” Su tono es ligero, como si la pregunta fuera inofensiva, pero sus dedos se ajustan un poco más en mi cintura, manteniéndome firmemente en mi lugar. La tensión entre nosotros es palpable, como si ese simple contacto fuera suficiente para que todo mi plan de olvidarlo se tambaleara.
Mis manos se tensan en el borde del tocador, y me obligo a no mirarlo directamente, a mantener la mirada en mi reflejo. No voy a ceder tan fácil… o al menos, eso me repito en la cabeza mientras intento ignorar el torrente de emociones que él desata en mí con tan solo un roce.
Pero él, como siempre, parece saberlo. Su sonrisa se ensancha, y con esa confianza arrolladora de quien siempre obtiene lo que quiere, añade en voz baja: “¿Por qué buscar en otro lado cuando sabes que aquí tienes todo lo que quieres?”
Siento cómo algo se rompe y algo se despierta dentro de mí al mismo tiempo. Maldigo internamente, odiando la forma en que tiene de hacerme replantear todo. Justo cuando creo que puedo seguir adelante, aparece con esa actitud suya que me hace dudar, que me recuerda por qué me enamoré de él en primer lugar.
“Estúpido Eddie…” murmuro para mí misma, aunque no sé si intento convencérmelo a mí o a él.
Suspiro, tratando de mantener la compostura, y retoco mi labial en el espejo, aprovechando cada segundo para calmarme. Él sigue ahí, observándome como si disfrutara de cada una de mis reacciones. Cuando finalmente termino, me doy la vuelta para verlo y sacudo la cabeza, reprimiendo una sonrisa.
“¿De verdad no había otro disfraz?” le digo, cruzándome de brazos. Lo miro de arriba abajo, notando cómo su disfraz es una versión bastante similar al mío, pero con esos detalles que sólo él podría agregar para hacerlo único… y provocativo.
Él se encoge de hombros con una sonrisa burlona. “¿Qué? Pensé que haríamos buena pareja vampiresca.”
Ruedo los ojos y le doy un ligero empujón en el pecho. “No necesitamos ir a juego.”
Pero por dentro, esa parte de mí que todavía alberga algo de esperanza se pregunta si realmente eligió ese disfraz por casualidad o si, en algún rincón de su mente, quiso hacerme saber que le importa un poco más de lo que está dispuesto a admitir.
Eddie suelta una risa suave y se inclina hacia mí otra vez, con esa cercanía que hace que cada célula de mi cuerpo se ponga en alerta. “No podía dejar que te divirtieras sola, ¿verdad?”
Y ahí está otra vez, haciendo que una chispa de ilusión crezca dentro de mí, aunque sé que no debería. Me muerdo el labio y niego con la cabeza, porque a estas alturas, no puedo dejar que vuelva a quebrar mi orgullo… no de nuevo.
Finalmente, salimos del departamento que compartíamos, y la brisa fresca de la noche de Halloween me envolvió al instante. Eddie seguía haciendo comentarios juguetones mientras caminábamos hacia el auto. Una vez dentro, me acomodé en el asiento del pasajero, pero no podía dejar de pensar en lo que había estado sintiendo últimamente.
Mientras él encendía el motor, miré mi teléfono y vi un mensaje de mi amigo que decía que vendría a la fiesta mas tarde y que nos podiamos encontrar allí. Una mezcla de emoción y nervios me invadió. “Parece que esta noche podría ser más interesante de lo que esperaba,” murmuré para mí misma, pero Eddie lo escuchó.
Sin darme cuenta, él frenó de golpe, y el movimiento me hizo inclinarme hacia adelante, golpeando el cinturón de seguridad. “¿Qué carajos te pasa, Eddie?” le reclamé, irritada y sorprendida.
“Oh, nada, solo asegurándome de que no vayas a volar por la ventana si alguien decide buscarte un poco antes de tiempo,” respondió con una sonrisa que no ocultaba un toque de celos.
Lo miré, confundida. “¿Qué quieres decir con eso?” pregunté, sintiendo una chispa de tensión en el aire. Pero el no respondió.
La incomodidad se instaló entre nosotros mientras me debatía entre sentirme frustrada por sus comentarios y emocionada por la forma en que, incluso en su tono casual, dejaba entrever lo que realmente sentía.
Mientras continuábamos conduciendo, me resultaba cada vez más difícil entender qué le pasaba a Eddie esa noche. Estaba demasiado juguetón con sus comentarios, como si disfrutara de picarme. Aquella mezcla de humor y celos era nueva, y no podía evitar pensar que había algo más detrás de sus palabras.
“¿Por qué estás tan…?” empecé a decir, pero decidí callar. No quería profundizar en eso. La última cosa que necesitaba era complicar más nuestras dinámicas. Me obligué a sacar esos pensamientos de mi mente y concentrarme en la noche que tenía por delante.
“Solo relájate y disfruta, estamos a punto de ir a una fiesta, ¿recuerdas?” murmuré para mí misma, intentando hacer que la emoción del momento opacara cualquier otra inquietud. Había pasado demasiado tiempo deseando que Eddie me prestara atención, y ahora que lo hacía, no sabía cómo manejarlo.
Finalmente, llegamos al lugar de la fiesta, y la música ya resonaba en el aire. Abrí la puerta del auto y respiré hondo, tratando de despejar mi mente. “Vamos, no podemos llegar tarde,” le dije, forzando una sonrisa mientras bajaba del coche, decidida a disfrutar de la noche y dejar atrás cualquier confusión.
La fiesta era un caos encantador. La casa de dos pisos estaba completamente decorada para Halloween: telarañas falsas colgaban de las esquinas, calabazas iluminadas adornaban cada mesita y luces parpadeantes creaban una atmósfera espeluznante pero festiva. La música retumbaba en las paredes mientras la multitud se movía al ritmo de la canción, todos disfrutando de la noche disfrazados de criaturas de la noche y personajes de películas.
Me perdí en el mar de gente, saludando a amigos y conocidos. La noche era justo lo que necesitaba: risas, bailes y un momento para olvidarme de las complejidades. Disfruté de la libertad de dejarme llevar, riendo con amigas y compartiendo anécdotas sobre los disfraces que llevábamos. Pero a pesar de la diversión, había una parte de mí que no podía evitar buscarlo en la multitud.
Era difícil no notarlo. Eddie, con su disfraz de vampiro, se movía con una confianza que atraía las miradas de todos. Cada vez que pasaba cerca, una energía palpable me envolvía. Había algo en su forma de actuar que todavia me hacía dudar.
Más tarde, mientras estaba en la sala, rodeada de amigos, vi a un chico que se acercaba a mí. Era el que había mencionado antes, aquel que iba a pasar a buscarme. Tenía una sonrisa encantadora y una mirada que me hizo sentir emocionada. “¡Hey! Te estaba buscando,” dijo, acercándose y ofreciéndome su mano.
“¡Hola! Perdona, estaba en medio de la fiesta,” respondí, sintiendo que mi corazón se aceleraba un poco al verlo. La química entre nosotros era evidente, y me sentí aliviada al darme cuenta de que él también estaba disfrutando de la noche.
El chico comenzó a hablarme sobre lo que había hecho en la fiesta, y mientras intercambiábamos risas, sentí que Eddie me observaba desde un rincón de la sala. Era una sensación extraña, como si ambos estuviéramos conectados a pesar de la distancia. Sin embargo, decidí concentrarme en el momento y disfrutar de la compañía del chico.
Nos movimos por la fiesta, bailando y riendo.
Mientras charlábamos y reíamos, el chico me sonrió con una expresión cómplice. “¿Te gustaría ir a la cocina a buscar un trago? Escuché que tienen un ponche de Halloween que está increíble,” sugirió, su tono era casual pero atractivo.
“Claro, suena bien,” respondí, sintiendo una chispa de emoción al saber que tendríamos un momento a solas. Me dejé llevar por la idea de disfrutar de la noche y la compañía del chico, dejando de lado mis pensamientos.
Nos dirigimos hacia la cocina, donde la música sonaba más tenue y la iluminación era un poco más cálida. El ambiente era perfecto, y el aroma de las bebidas mezcladas flotaba en el aire. Él se movió hacia la mesa de la cocina, sirviendo dos vasos con el ponche.
“Aquí tienes,” dijo mientras me pasaba uno, sus dedos rozando los míos. El contacto me hizo sonreír, y por un instante, me sentí liviana y despreocupada.
Empezamos a charlar más relajados, compartiendo historias sobre los disfraces que habíamos elegido para la noche. “Me encanta tu disfraz de vampiro.” comentó, mirándome con una sonrisa genuina que hizo que me sintiera bien.
“Gracias, pero creo que tú te ves bastante bien también,” respondí, riendo mientras lo miraba a los ojos. Estaba empezando a olvidarme del caos emocional que había traído a la fiesta, y la química entre nosotros era evidente.
Mientras tomábamos un trago, el chico hizo un gesto hacia el jardín. “¿Te gustaría salir a ver la decoración afuera? Escuché que hay una fogata,” sugirió, y sin pensarlo mucho, asentí.
“si, claro.” exclamé, emocionada por la idea. Quería disfrutar de la noche y dejar que el momento me llevara, al menos por un tiempo.
Salimos juntos al jardín, riendo y disfrutando de la brisa fresca. A lo lejos, la fogata iluminaba el área y creaba un ambiente acogedor. Me sentía libre, y por un momento, olvidé todo sobre Eddie y las complicaciones que solía traer.
Mientras disfrutábamos del aire fresco y reíamos, compartiendo historias sobre nuestras aventuras pasadas, la atmósfera se sentía cada vez más relajada y divertida. La fogata chisporroteaba suavemente, y el calor del fuego contrastaba con la brisa de la noche.
“No puedo creer que viniste a esta fiesta,” dije entre risas, mientras él me contaba sobre una experiencia cómica que había tenido en otra fiesta de Halloween. Su risa era contagiosa, y me encontraba cada vez más cómoda en su compañía.
Justo cuando me preparaba para decir algo más, un grupo de chicos pasaron junto a nosotros, riendo y bromeando. Uno de ellos, evidentemente borracho, perdió el equilibrio y me empujó accidentalmente. “¡Hey!” exclamé, pero antes de que pudiera caer, el chico a mi lado me agarró de la cintura con firmeza, manteniéndome en pie.
Nos encontramos cara a cara, el espacio entre nosotros se redujo drásticamente. Su aliento era cálido y su mirada, intensa. Aquel breve momento me hizo sentir una conexión inesperada, pero decidí mantenerme enfocada en la diversión de la noche.
“Cuidado,” dijo él, una sonrisa juguetona asomando en sus labios, “no quiero que te caigas por culpa de estos locos.”
Reí, tratando de disimular la chispa de tensión que había surgido. “No te preocupes, creo que tengo un buen equilibrio,” respondí, alejándome un poco, aunque su mano aún permanecía en mi cintura.
“¿Quieres salir de aquí? La gente se está poniendo un poco densa,” sugirió él, lanzando una mirada hacia el grupo cercano que comenzaba a reírse más ruidosamente y a acercarse al borde de lo molesto. “Podríamos encontrar un lugar más tranquilo.”
Un alivio recorrió mi cuerpo al escuchar su propuesta. “Sí, eso suena bien,” respondí, y antes de que me diera cuenta, él tomó mi mano y comenzamos a abrirnos camino a través de la multitud.
La música resonaba a nuestro alrededor mientras la gente reía y bailaba. Pero había algo en su presencia que hacía que me sintiera más segura. La idea de intentar algo nuevo me llenaba de emoción.
Sin embargo, justo cuando estábamos a punto de salir, noté una figura familiar en el centro de la sala. Eddie, medio borracho, había levantado la vista y nos estaba mirando con una expresión que no podía descifrar. Su mirada pasó de la diversión a una mezcla de sorpresa y algo más, y en un instante, se acercó rápidamente.
“Ey, ey, ey ¿A dónde crees que vas?” preguntó Eddie, tomando mi brazo con firmeza y deteniéndome en seco. La intensidad en su mirada me hizo detenerme, y sentí un pequeño tirón en mi estómago. “¿No te quedas un rato más?”
El chico a mi lado me soltó, confundido, mientras yo intentaba procesar lo que estaba sucediendo mientras soltaba una risa nerviosa. “Solo íbamos a buscar un lugar más tranquilo,” respondí, tratando de sonar despreocupada, aunque mi corazón latía con fuerza.
Eddie me miró de nuevo, esta vez con una mezcla de celos y preocupación. “¿Por qué no me dijiste que te ibas con él?” su tono era un poco más intenso de lo que esperaba, y podía sentir la tensión en el aire.
“Si te dije que me iba con el, pero estás tan borracho que no te acuerda, solo... vete a casa, Eddie,” le dije, sintiendo que la situación se complicaba cada vez más.
El chico, aún a mi lado, parecía no saber qué hacer con la situación. Eddie, con su agarre en mi brazo, no me dejaba mover. La multitud seguía bailando a nuestro alrededor, pero en ese momento, solo había espacio para nosotros tres.
“No, estoy bien” respondió él, su tono firme aunque un poco tambaleante. “Solo quédate un rato más. No tienes que irte con él.”
El chico a mi lado, confundido por la tensión, miraba de uno a otro sin saber qué hacer. “¿Todo bien aquí?” preguntó, tratando de romper el hielo.
“Sí, todo bien,” respondí rápidamente, sintiendo la incomodidad en el aire. Pero la mirada de Eddie no se apartaba de mí, llena de frustración y algo más profundo que no podía descifrar.
“Vamos, solo un rato más,” insistió Eddie, dando un paso más cerca, ignorando al chico que estaba a mi lado. “No estoy tan borracho, ¿verdad?” trató de hacer una broma, pero su risa sonó más nerviosa que divertida.
“No sé, Eddie,” dije, sintiendo que cada palabra se volvía más difícil de pronunciar. “Quizás deberías pensarlo. De verdad, vete a casa.”
El chico se rascó la nuca, claramente sin saber cómo ayudar. “No quiero interrumpir…” dijo, mirando de reojo entre los dos.
“No es eso, solo… solo estoy tratando de aclarar las cosas,” respondí, intentando evitar el caos que estaba surgiendo.
Eddie se cruzó de brazos, la frustración visible en su rostro. “No quiero que te vayas, eso es todo. ¿Por qué no podemos quedarnos un rato más y disfrutar de la noche?”
La tensión creció, y la mezcla de emociones en el aire era casi palpable. Era como si Eddie intentara aferrarse a algo que ya estaba escapándose de su alcance.
Pero antes de que pudiera dar un paso más, sus pies tropezaron con el suelo y se desplomó, cayendo de espaldas. El golpe resonó en el suelo de la casa, y la gente a nuestro alrededor se giró, algunos riéndose y otros mirándolo con preocupación.
“¡Eddie!” grité, sintiendo una mezcla de frustración y preocupación. Me agaché a su lado mientras algunos amigos se acercaban para ayudarlo. “Dios mio. No puedo creerlo, ¡eres un idiota!” lo maldije entre dientes, sintiendo que la rabia crecía dentro de mí.
El chico a mi lado miraba la escena con sorpresa. “¿Está bien?” preguntó, tratando de contener la risa.
“Claro, solo es un borracho que no sabe cuándo parar,” respondí, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. La situación que había intentado evitar se tornaba más complicada de lo que había imaginado.
Mientras ayudaba a Eddie a incorporarse, no podía evitar pensar en lo absurdo de todo esto. ¿Cómo podía seguir sintiendo algo por alguien tan imprudente?
El chico se acercó, preocupado por Eddie. “Déjame ayudarlo. Puedo llevarlo a casa,” ofreció, mirando de reojo a Eddie, que seguía tambaleándose.
“Sí, por favor. Eso sería genial,” respondí, sintiendo que esta era la mejor solución en medio del caos. No tenía ganas de lidiar con sus tonterías ni un segundo más.
Eddie murmuró algo incomprensible, pero el chico lo rodeó con un brazo por sus hombros, guiándolo hacia la salida. A medida que caminábamos hacia el auto, el aire fresco de la noche me despejó un poco la mente. Sabía que no podía dejar que Eddie arruinara mi noche.
Cuando llegamos al departamento, el chico y yo ayudamos a Eddie a entrar. Él se dejó caer en el sillón, y aunque trataba de mantenerse consciente, sus ojos se cerraron lentamente.
“Te dije que no debías beber tanto,” le dije, sintiendo una mezcla de frustración y preocupación mientras me aseguraba de que estuviera cómodo.
El chico me miró después de acomodar a Eddie en el sillón. “¿Te llevo a casa o quieres quedarte un rato más?” preguntó, con una sonrisa amistosa.
“Vivo con él,” respondí, señalando a Eddie, lo que hizo que la atmósfera se tornara un poco incómoda. “Así que tecnicamente estoy en casa.”
“Oh, claro...,” dijo el chico, su sonrisa desvaneciéndose un poco. “No sabía que eran compañeros de cuarto. Es... un poco raro.”
Me encogí de hombros, intentando mantener la conversación ligera. “Sí, bueno, es mas barato pagar la renta.” Sentí que tenía que defender la situación, pero la incomodidad entre nosotros se hacía palpable, dibujando una sonrisa algo nerviosa.
La atmósfera se tornó tensa tras el comentario del chico. “Es... un poco raro,” repitió, mirando a Eddie como si esperara alguna reacción. Yo me sentía atrapada entre querer aclarar las cosas y el deseo de salir de esa incomodidad.
“No es tan raro, solo es un compañero de cuarto,” dije, tratando de restarle importancia. “No pasa nada entre nosotros.”
Él me observó, y pude ver la duda en su mirada. “Ya, claro... pero, ¿no es un poco complicado vivir con alguien así?” cuestionó, frunciendo el ceño.
“Complicado o no, es...simplemente Eddie” respondí, un poco más defensiva de lo que pretendía. La frustración comenzaba a aflorar en mí, y podía sentir que las cosas no se estaban desarrollando como esperaba.
Finalmente, el chico dio un paso atrás, alzando las manos en señal de rendición. “Está bien, no quiero hacerte sentir incómoda,” dijo con un susurro. “Quizás debería irme.”
“No, no es eso,” intenté tranquilizarlo, pero era demasiado tarde. Él dio un paso atrás, murmurando algo sobre que era mejor dejar las cosas así.
“Está bien. Cuídate,” dijo antes de alejarse, dejándome sola en el departamento con Eddie.
Suspiré, sintiéndome frustrada y decepcionada. Había querido que la noche fuera diferente, pero aquí estaba, de nuevo lidiando con los efectos del alcohol en Eddie y la incomodidad que había creado. Me quedé mirando a Eddie en el sillón, preguntándome si alguna vez entendería lo que realmente quería.
Eddie se movió en el sillón y, como si despertara de un profundo letargo, se incorporó con una expresión clara en el rostro. “Era un completo idiota,” murmuró, frotándose los ojos. “Menos mal que no te fuiste con ese tipo.”
Mi indignación creció al escuchar su tono tan lucido. “No me jodas ¿Así que todo esto era un juego para ti?” respondí, cruzando los brazos con fuerza. “¿Estabas fingiendo estar borracho?”
Él se echó a reír, como si fuera la cosa más graciosa del mundo. “Vamos, no es tan grave. Solo estaba probando tus límites.”
La rabia se apoderó de mí. No podía creer lo infantil que era su actitud. “No es una broma, Eddie. No tienes idea de lo que siento, y te comportas como un tonto. ¿Por qué siempre tienes que jugar así?” Mi voz se quebró ligeramente mientras hablaba, la frustración acumulándose en mis palabras.
Eddie se detuvo, su risa se desvaneció. Se acercó un poco más, su expresión cambió a una de seriedad. “Espera... ¿qué quieres decir?” Su mirada se volvió intensa, como si realmente comenzara a entender la profundidad de mis palabras.
“No sé por qué siempre tengo que estar aquí rogando que te des cuenta de lo que hay entre nosotros,” seguí, sintiéndome vulnerable pero decidida. “Es como si no pudieras tomarte nada en serio. Eres tan estúpido a veces.”
Su rostro se suavizó, y la broma que había querido lanzar se desvaneció. Sentí el aire cargado entre nosotros, la tensión palpable. Estaba claro que ambos habíamos llegado a un punto crítico. La pregunta ahora era si estaríamos dispuestos a dar el paso hacia lo que realmente queríamos.
Sentí que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos mientras la frustración y el dolor se desbordaban. Me dejé caer en el sillón, sintiéndome atrapada entre la ira y la tristeza. “Siempre he estado aquí, Eddie. Siempre. Pero parece que nunca te das cuenta de lo que siento, simplemente lo ignoras y te comportas como un verdadero imbecil. He estado tratando de ser fuerte, de hacer como si no me doliera, pero no puedo más,” solté, mi voz temblando mientras hablaba.
“Me esfuerzo por seguir adelante, por no esperar nada de ti, pero siempre termino esperando, deseando que alguna vez reconozcas lo que hay entre nosotros. Me haces sentir como si estuviera persiguiendo sombras, como si mis sentimientos no importaran en absoluto.” Las palabras se deslizaban fuera de mí, un torrente de emociones que no podía controlar.
“Siempre eres el primero en divertirte, el que se ríe y juega. Siempre es ‘solo una noche’ o ‘solo diversión’ para ti, pero yo no puedo seguir pretendiendo que eso no me afecta. Quiero más que eso, y es tan frustrante porque sé que tú sientes algo, pero no lo admites. ¿Por qué no puedes simplemente ser sincero conmigo?” Mis ojos se llenaron de lágrimas, y sentí cómo una de ellas se deslizaba por mi mejilla.
Eddie se quedó en silencio, su mirada fija en mí, tratando de absorber cada palabra. Se acercó, y aunque la distancia entre nosotros era corta, me sentía más vulnerable que nunca. “No sabía que te sentías así,” dijo, su voz apenas un susurro.
“Claro, como si no fuera obvio, Ed. Pero estoy cansada. Estoy cansada de estar aquí, esperando que te des cuenta de que soy más que una amiga para ti.” La presión en mi pecho era abrumadora, y la realidad de mis sentimientos se hacía más clara.
“No quiero ser solo una opción para ti.” terminé, sintiéndome expuesta y al borde de las lágrimas. La combinación de la tristeza y la rabia me envolvió, y lo último que quería era que mis sentimientos lo asustaran o lo alejaran aún más.
Eddie se inclinó hacia mí, su expresión cambiando a una de sinceridad profunda. “Yo lo siento mucho, no quería que te sintieras así.”
Mis lágrimas comenzaron a caer libremente, y mientras los sentía deslizarse por mi rostro, comprendí que tal vez, solo tal vez, esta noche podría cambiar todo.
Se acercó lentamente, como si temiera romper la atmósfera delicada que nos rodeaba. Con cuidado, rodeó mi cintura con sus brazos, atrayéndome hacia él. Sentí el calor de su cuerpo, una sensación de protección que me reconfortó en medio de mi tormenta emocional. El silencio se alargó entre nosotros, un espacio en el que mis sollozos comenzaron a calmarse poco a poco, mientras él simplemente me sostenía.
Finalmente, rompió el silencio con su voz suave. “Lo siento de verdad,” dijo, su mirada profunda y sincera. “A veces soy un completo idiota, y no sé cómo reaccionar ante lo que siento. Pero no quiero que pienses que no me importas. Es justo lo contrario.”
Me miró fijamente a los ojos, y en su expresión había una mezcla de juguetonería y seriedad. “La verdad es que tengo miedo, ¿sabes? Miedo de que algo salga mal, de que nuestras risas se conviertan en lágrimas, de que si me atrevo a dar un paso adelante, no sea capaz de manejarlo. No creo que te merezca, pero quiero que sepas que te quiero con todo mi corazón.”
Mientras hablaba, acarició mi rostro con las yemas de sus dedos, secando mis lágrimas con un gesto tierno. Su toque era suave, casi reverente, y sentí cómo la calidez de su cariño comenzaba a calmar mi angustia.
“Lamento ser tan complicado y no saber cómo hacer las cosas bien,” continuó, su voz ahora llena de sinceridad. “No sé cómo manejar lo que siento, pero lo que más deseo es que no me pierdas. No quiero que te vayas.”
Las palabras de Eddie me envolvieron como un manto cálido, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, solo tal vez, estaba en el camino correcto.
“Ed…” susurré, tratando de procesar todo lo que me estaba diciendo. Su cercanía me llenaba de esperanza, y aunque sabía que había un largo camino por recorrer, su sinceridad me hizo creer que tal vez podríamos enfrentarlo junto
Eddie me abrazó con más fuerza, y, de repente, me sentí vulnerable, atrapada entre sus brazos y el sillón. Antes de que pudiera reaccionar, me tumbó, quedando él encima de mí, mirándome con una sinceridad que me desarmaba. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos mientras lo observaba, buscando en su mirada alguna pista de lo que realmente sentía.
“Shh,” dijo suavemente, acercándose más. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir su aliento cálido sobre mi piel. La luz tenue del departamento jugaba con las sombras, acentuando la intensidad de su mirada. Era un momento tan íntimo que casi podía olvidar lo que había pasado antes, las risas, los celos y la confusión.
“Solo escúchame,” continuó, y sentí que se me aceleraba la respiración. Cada palabra suya era un hilo que tejía un nuevo camino entre nosotros, un camino que temía recorrer, pero que a la vez deseaba con todas mis fuerzas.
Lo miré a los ojos, buscando respuestas. Era difícil ignorar el calor que emanaba de su cuerpo, la forma en que su mirada se posaba en mí como si estuviera intentando grabar cada detalle. “Eddie, ¿qué estás haciendo?” pregunté, mi voz temblorosa.
“No quiero perderte,” dijo, y esas palabras resonaron en mí como un eco. “Sé que he sido un idiota, pero, ¿podríamos intentar ser algo más que amigos esta vez?”
Su sinceridad me golpeó.
“No lo sé, Eddie,” respondí, sintiendo las lágrimas amenazando con escapar nuevamente. “Siempre estás en la cuerda floja entre el chico que me gusta y el que parece no importarle nada.” Mi voz se quebró, y, en un momento de vulnerabilidad, dejé caer mi guardia.
Eddie se acercó un poco más, sus ojos fijos en mí, como si cada palabra que decía contara. “No quiero que te vayas con el primero que se cruce en tu camino solo para olvidarme, y sé que esto es raro, vestidos de vampiros y todo, se que tarde un poco en darme cuenta pero...” bromeó, tratando de aligerar el ambiente, y por un momento, me hizo sonreír a pesar de la tensión.
Era una locura lo que estaba pasando, pero, mientras lo miraba, sabía que había algo real entre nosotros, algo que merecía ser explorado.
Nos miramos en silencio, el mundo exterior desvaneciéndose mientras nuestras miradas se entrelazaban. Era como si el tiempo se detuviera, cada segundo estirándose hasta el infinito, lleno de significado. La habitación se llenó de una energía palpable, y pude sentir el latido de mi corazón resonando en mi pecho.
Eddie, aún inclinado sobre mí, mantuvo su mirada fija en la mía. Sus ojos, llenos de sinceridad, parecían decirme todo lo que nunca había podido expresar. Sentí cómo la distancia entre nosotros se acortaba, un imán invisible atrayéndonos el uno hacia el otro. Era un momento cargado de promesas y posibilidades, de todo lo que podríamos ser.
Finalmente, sus labios se acercaron a los míos, lentos y deliberados, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romper el hechizo. Cerré los ojos, sintiendo su aliento cálido acariciar mi piel, y me dejé llevar por la magia del momento. Cuando nuestros labios se encontraron, fue como si todo cobrara vida de nuevo.
El beso fue honesto, lleno de la vulnerabilidad que ambos compartíamos. Sus labios eran suaves, exploratorios, y había una dulzura en su toque que me hizo sentir segura. Me devolvió todo lo que había sentido por él, y en ese instante, todas mis dudas se desvanecieron. Era solo nosotros, envueltos en un mundo que parecía pertenecer únicamente a nosotros dos.
Eddie inclinó un poco su cabeza, profundizando el beso, y la calidez que se expandía en mi pecho me hizo sentir viva. Era un beso lleno de amor, de esa conexión que había anhelado por tanto tiempo. La tensión que había existido entre nosotros se transformó en un sentimiento reconfortante, como si finalmente hubiéramos encontrado nuestro camino de regreso a casa.
Cuando nos separamos, nuestras frentes se tocaron, y sentí su respiración entrecortada mezclándose con la mía. Los ojos de Eddie estaban brillantes, y por un momento, el mundo exterior volvió a existir, pero esta vez, me sentí lista para enfrentar lo que viniera, porque sabía que, a su lado, podría ser quien realmente era.
“¿Qué hacemos ahora?” murmuré, una sonrisa tímida asomándose en mis labios, sabiendo que había dado el primer paso hacia algo nuevo y emocionante.
“Lo que sea que tú quieras,” respondió él, y en su voz, escuché la promesa de un futuro lleno de posibilidades y juguetón.
Lo miré a los ojos, una mezcla de risa y frustración burbujeando en mi interior. “Eres un idiota,” le dije con una sonrisa. “Podrías ser un gran actor con lo que hiciste para parecer tan borracho.”
Eddie soltó una risa baja, intentando mantener la seriedad. “Siempre he sido bueno para hacer teatro. Pero la verdad solo quería asegurarme de que no te fueras con ese tipo.”
Su sonrisa se amplió, y en ese instante, todo lo que nos había separado pareció desvanecerse. Nos miramos, y él se inclinó hacia mí, robándome un beso suave y tierno. Me reí entre los labios de él. “Eres un idiota,” murmuré, mientras él seguía robándome besos, cada uno lleno de cariño y complicidad.
“Quizás debiera seguir actuando así más a menudo,” bromeó, y ambos estallamos en risas, dejando atrás cualquier duda que nos hubiera atormentado.
34 notes · View notes
10158142 · 3 months ago
Text
Tumblr media
Hugh Michael Jackman
6 notes · View notes
scottxlogan · 2 months ago
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
Wolverine gifs that didn't make the giftober cut this year. Figured I would give everyone a treat before Halloween :)
519 notes · View notes
mrsaquaman187 · 5 months ago
Text
Tumblr media Tumblr media Tumblr media
Taking in the view 🖤
3K notes · View notes