#situación de posibilidad
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bocadosdefilosofia · 7 months ago
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«La posibilidad de la acción libre precisa de dos requisitos. En primer lugar, que el hombre que se decide a realizarla disponga plenamente de sí mismo para llevar a cabo su decisión; en segundo lugar, que encontremos en nuestra circunstancia la posibilidad de realizarla. El primer requisito se establece sobre la situación de disponibilidad que tenga el hombre de sí mismo; el segundo se establece sobre la situación de posibilidad que nuestra propia circunstancia nos ofrezca para poder realizarnos y realizar nuestras acciones. Para que el hombre pueda ser enteramente libre necesita conjuntar estas dos condiciones: la situación de disponibilidad de sí mismo y la situación de posibilidad de realizarse. El área de nuestra libertad, por consiguiente, en cierto sentido es algo dado al hombre; en otro sentido es algo que el hombre tiene que realizar.»
Luis Rosales: Teoría de la libertad. Seminarios y Ediciones, S. A., pág. 74. Madrid, 1972
TGO
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olee · 11 months ago
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Fina | Enzo Vogrincic
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*3000 words (me inspiré) & mini s*x scene
Corrías con desesperación por el bullicioso aeropuerto, el eco de tus pasos resonando en los pasillos abarrotados. El tiempo apremiaba, y tu corazón latía al ritmo frenético de la prisa. El billete se aferraba en tu mano, como un talismán que te conectaba con tu destino. "¡Espera! ¡Ya voy!" gritabas, entre jadeos, mientras sorteabas a la multitud con determinación.
El reloj avanzaba implacablemente mientras te abrías paso entre la maraña de viajeros. Las luces parpadeaban sobre las pantallas indicadoras de vuelos, recordándote cada segundo que se escapaba. Al llegar al gate, una sensación de alivio temporal te invadió, pero rápidamente se desvaneció al notar que el área estaba desierta, como un escenario abandonado después de la función.
Te dirigiste apresuradamente hacia el empleado de la aerolínea, tu aliento agitado y la esperanza titilando en tus ojos. "Tengo un vuelo a Madrid ahora, por favor, dime que he llegado a tiempo", imploraste, con la voz entrecortada. El empleado, con un gesto comprensivo, te miró con seriedad y dijo: "Señorita, el vuelo se fue hace diez minutos".
Un nudo se formó en tu estómago, pero no te diste por vencida. Con determinación, preguntaste sobre cualquier opción disponible. "¿Hay algún otro vuelo a Madrid pronto?" El empleado, consultando la pantalla con un semblante compasivo, respondió que el próximo vuelo no sería hasta dentro de 15 horas. Asentiste con resignación, consciente de que el tiempo ya no estaba de tu lado.
Entonces, con la mente fija en tu compromiso ineludible, mencionaste la reunión crucial con la agencia de producción. "Tengo una reunión muy importante en Madrid. Aceptarán mi guión para una obra de teatro, y no puedo perder esta oportunidad", le expresaste al empleado, esperando encontrar alguna solución. El hombre tras el mostrador comprendió la urgencia en tu voz y te informó sobre la posibilidad de esperar.
Te refugiaste en un acogedor café ubicado en algún rincón del aeropuerto de Londres. El aroma del café recién hecho flotaba en el aire, pero tus sentidos estaban inmersos en la música melancólica de Guitarricadelafuente que fluía a través de tus audífonos. Con gestos automáticos, conectaste tu celular para cargarlo, buscando consuelo en las notas de tu artista favorito.
Sin previo aviso, una lágrima solitaria escapó de tus ojos, una expresión palpable de la desesperación que te embargaba por haber perdido el vuelo. La música parecía resonar en sintonía con tus emociones, como si Guitarricadelafuente compartiera tu dolor a través de sus cuerdas y melodías. Mientras las lágrimas seguían su curso, te sumergiste en un mar de pensamientos, contemplando el giro imprevisto que había tomado tu día.
Con resignación, extrajiste el guión de tu bolsa, sosteniéndolo entre tus manos temblorosas. El papel, ahora manchado por las lágrimas, representaba más que un simple texto; era la culminación de tus esfuerzos y sueños. Te encontrabas en una ciudad ajena, lejos de casa, y la realidad de estar varada por 15 horas en Londres se apoderaba de ti.
Las palabras del guionero, antes tan llenas de promesas, se volvían borrosas a través de tus lágrimas. De repente, te sentías como una niña de cinco años que había perdido su globo de cumpleaños, la tristeza reflejada en tus ojos y en cada línea de tu rostro. La ironía de la situación no pasaba desapercibida, y una mezcla de frustración y vulnerabilidad te envolvía mientras te aferrabas al guión como a un salvavidas en medio de la tormenta.
Sumida en la tristeza de tus pensamientos, te diste cuenta de repente de una mano amable que se acercaba a tu rostro con una servilleta. Entre la neblina de lágrimas, apenas pudiste vislumbrar la acción generosa de un desconocido que, con empatía, te ofrecía un medio para secar tus ojos. Agradecida por el gesto, aceptaste la servilleta sin poder identificar a la persona detrás de ella.
La bondadosa presencia a tu lado pasó desapercibida hasta que lograste controlar las lágrimas lo suficiente como para ver a quien te había brindado consuelo. Descubriste que había estado sentado junto a ti durante un buen rato, observando silenciosamente tu situación con comprensión. Sorprendida por su amabilidad, solo lograste articular un simple "thanks", incapaz de distinguir completamente sus rasgos.
En un giro inesperado, el hombre respondió en español. "De nada, yo espero que todo se recupere", dijo con una sonrisa tranquilizadora. Al levantar la mirada para agradecerle debidamente, te encontraste con la visión de un hombre extraordinariamente atractivo. Su piel canela destacaba bajo la luz del café, su cabello despeinado le daba un aire casual y sus ojos, de un caramelo puro, irradiaban calidez y comprensión.
Aunque te sentías vulnerable y con el corazón aún apretado por la situación, la presencia reconfortante de este hombre te hizo sentir un atisbo de consuelo. No sabías exactamente cómo reaccionar ante su belleza, pero la curiosidad y la necesidad de conexión humana te impulsaron a romper el silencio. "¿Hablas español?" preguntaste, con la esperanza de que la respuesta fuera afirmativa. El hombre sonrió y respondió con una risa contagiosa, "Creo que sí".
A pesar de la tormenta de pensamientos que te asaltaba, la visión de este joven que parecía salido de tus sueños generó un apretón en tu corazón. Sin embargo, la realidad chocó contra la fantasía cuando notaste que llevaba una sudadera y tenis Nike, una imagen más casual y terrenal que la que habías imaginado.
El chico, notando tu evidente perturbación, rompió el hielo al expresar su intriga ante la combinación de un guión en tus manos y lágrimas en tus ojos, “No te conozco, pero al ver que tienes un guión en mano y estás llorando, ahora estoy muy intrigado por lo que te ha pasado," dijo el chico guapo con una mezcla de curiosidad y empatía en su voz. Te sumiste en un silencio momentáneo, tratando de procesar la situación y, al mismo tiempo, preguntándote si este encuentro era producto de tu imaginación o si realmente estabas frente a alguien especial.
Finalmente, el chico reveló ser actor y confesó su amor por el teatro, aunque actualmente se encontraba inmerso en proyectos cinematográficos. La conexión con el mundo del teatro hizo que tus ojos se iluminaran con un atisbo de reconocimiento, y una sospecha empezó a formarse en tu mente.
Con un tono casual, le preguntaste: "¿Espera! ¿Tú eres Enzo, Enzo Vogrincic? ¿De 'La Sociedad de la Nieve'?" La confirmación en su expresión te dejó boquiabierta. "Ese mismo", respondió con una sonrisa, añadiendo con humor, "desde hace tiempo no veía a alguien tardarse tanto en reconocerme". Tu corazón latía con emoción mientras intentabas procesar la realidad de tener a un actor reconocido a tu lado.
Con entusiasmo, le confesaste: "Es que... ya he conocido a tantos actores que me da igual, pero... yo amé tu actuación y las otras obras que has hecho en Montevideo, es que amé".
Enzo, aún intrigado, te agradeció con sinceridad. "Gracias, escuchar esto me da más ánimo en hacer lo que hago," expresó con una sonrisa genuina. Sin embargo, no dejó que el agradecimiento se interpusiera en su deseo de conocer más sobre tu historia.
"Pero… no cambiemos el tema, ¿por qué estabas llorando? ¿Eres actriz o…?" preguntó con un gesto de interés. Tomaste un momento para recobrar la compostura y compartir parte de tu vida con este actor que, de alguna manera, se había convertido en un confidente inesperado.
"Soy prácticamente guionista, y me gusta escribir tragedias, dramas y todo lo Lorca," comenzaste a explicar, revelando tu pasión por la escritura teatral. "Pero últimamente no he tenido la suerte, y ahora que tengo una gran oportunidad en Madrid, el vuelo acaba de irse, y pues…" La frustración y la tristeza se reflejaban en tus ojos mientras compartías la historia de tu día caótico, sintiendo que Enzo podría entender el peso de tus aspiraciones y desafíos creativos.
"Qué horrible, pues no estás sola, porque yo también perdí el vuelo para Madrid," compartió Enzo, revelando un inesperado giro en su propia situación. Tus ojos se abrieron con sorpresa ante la revelación. "No jodas?" respondiste, dejando escapar tu incredulidad. Enzo rió ante tu reacción y, con un tono resignado, comentó: "Así es la vida". La ironía de la situación resonó en la conversación, creando un lazo instantáneo basado en las coincidencias y desafíos compartidos.
Después de pasar varias horas inmersos en el café, tú y Enzo continuaban deleitándose en una charla apasionada sobre el teatro y todo lo relacionado con sus amores creativos. El tiempo parecía volar mientras compartían anécdotas, descubrían similitudes en sus carreras y exploraban sus visiones artísticas.
A medida que la conversación fluía, el reloj recordó que era casi la hora del almuerzo. Enzo, con una sonrisa, sugirió: "¿Qué te parece si nos damos un respiro y vamos por unas hamburguesas?" La idea resonó contigo, y juntos se dirigieron a un lugar cercano para disfrutar de un almuerzo casual y reconfortante.
Después de saciar el apetito, la tarde avanzaba y la diversión no se detenía. Enzo, con su sentido del humor intacto, los condujo a un bar cercano. Cómicamente, se dirigió al bartender diciendo: "Denos dos cognac, que nos hace bastante falta". La ocurrencia sacó una risa de tu parte mientras observabas la escena con complicidad.
Mirándolo con una sonrisa, bromeaste: "Sabes, se supone que no esté borracha, pero si es así, no me importa".
Entre risas y la atmósfera relajada del bar, tú y Enzo continuaban disfrutando de la compañía mutua. El ambiente festivo se intensificaba a medida que ambos tomaban innecesariamente, sumiéndose en conversaciones que abordaban cualquier tema que se les ocurriera.
En un momento de confianza, decidiste compartir un secreto que habías guardado durante mucho tiempo. "Enzo, te tengo que confesar algo," dijiste, con un tono cómplice. Él, intrigado, respondió con un "Dale, dime".
Toda roja y riéndote, soltaste la confesión: "Yo te re amaba, like cuando saliste en 'La Sociedad de la Nieve', no pude aguantar mi fanatismo y pues, ahora que lo pienso, creo que hasta escribí un fanfiction de ti". La expresión de Enzo era un cóctel de sorpresa y diversión mientras esperaba a escuchar más detalles.
Con una risa nerviosa, Enzo te pregunta: "Y... de qué era ese fanfiction?" Entre risas y complicidad, respondiste, "Eso mejor no lo hablemos pero... ya tú sabe". Enzo, con una sonrisa pícara, te desafió: "Yo no sé, dime tú".
Entre risas y anécdotas compartidas, el tiempo parecía desvanecerse mientras ambos continuaban disfrutando de la velada. Sin embargo, la realidad del horario de su vuelo a Madrid interrumpió la burbuja temporal en la que se encontraban. El intercom anunció que era hora de abordar, generando una pausa en su divertida conversación.
Enzo, con una mirada juguetona, sugirió: "Quédate conmigo, así te sientas al lado mío y charlamos más". Tú, recordando la asignación de asientos, expresaste tu preocupación: "Pero, el asiento está designado". Sin embargo, Enzo, con confianza, respondió: "Eso me lo dejas a mí". Ante su propuesta, no pudiste evitar sonreír y ceder: "Pues, ¡vale!"
Al entrar al avión, Enzo abordó con confianza y se dirigió a una de las azafatas. "Perdona, pero hubo un error con los asientos, ella se supone que esté al lado mío, además que es my fiancé," dijo con una sonrisa juguetona, dejándote boquiabierta y bastante ruborizada. La declaración tomó por sorpresa a la azafata, quien, a pesar de la confusión, asintió amablemente y te acompañó hasta el asiento asignado al lado de Enzo.
Mientras te acomodabas, una mezcla de asombro y nerviosismo se reflejaba en tu rostro. Enzo, con su actitud desenfadada y una chispa de complicidad, te guiñó un ojo antes de sentarse a tu lado.
Al sentarte, no pudiste evitar comentarle a Enzo: "Estás demente, ¿cómo que fiancé?" Él te miró con una sonrisa pícara y respondió: "Ay mira, estos son cosas que pasan, y además esto, ehh..." Tratando de mantener la compostura, le interrumpiste: "Mira, ya, que estás re tomado, que ni sé de qué estamos hablando."
Él, con un tono cómico y sarcástico, te dijo: "De que eres mi fiancé y punto." En respuesta, le diste un pequeño puño juguetón en el brazo, y Enzo, dramáticamente, exclamó: "Ay, eso dolió." Tú, riendo, le reprochaste: "Ay no seas bobolón."
Ya cómodos en sus asientos, Enzo te mira con la expresión de quien necesita más alcohol, mientras tú le devuelves la mirada con gesto de ya no más. Sin embargo, al pasar una azafata, Enzo, con su característico sentido del humor, le dice: "Perdona, ¿nos podrás traer dos champán? Es que como nos vamos a casar pronto." Tu rostro se torna más rojo de lo que ya estaba ante la inesperada declaración de Enzo.
La azafata, acostumbrada a situaciones peculiares, asiente con una sonrisa y se apresura a cumplir la solicitud. Mientras tanto, Enzo se relaja en su asiento con una expresión de triunfo, mientras tú intentas ocultar tu sorpresa y diversión ante la ocurrencia.
Se tomaron el champán con un "¡Salud!" y el ambiente se llenó de risas y un toque festivo. Sin embargo, a medida que disfrutaban de la bebida, comenzaron a notar que el efecto del alcohol se estaba haciendo más evidente, sumergiéndolos en un estado de relajación profunda. Enzo te mira con complicidad, y con una sonrisa pícara, comenta: "Y de qué era el fanfiction? Es decir, me imagino que era bueno."
Tu rostro refleja una mezcla de pensamiento y vergüenza, y le respondes: "Ay Enzo, por favor, no hablemos de eso, ya te dije que no te voy a contar." Sin embargo, Enzo persiste con curiosidad: "Pero me imagino que fue creativo." Lo miras con incredulidad, como si sus palabras fueran más serias de lo que aparentaban, y le contestas: "Cómo que creativo, I mean, era normal, como una chica empezando sus veintes y todo eso."
La conversación da un giro inesperado cuando Enzo, con sorpresa, pregunta: "Espera, no jodás que… ¿cuántos años tienes?" Lo miras directamente y le respondes con humor: "Bastante mayor, ¿por? ¿Me veo vieja?" Enzo, tratando de explicarse, menciona: "No... es que yo pues, ya sabes que estoy en mis mediados de treinta." Tú, con una sonrisa traviesa, le dices: "Estás bien, ¿o mejor te digo que estás viejo?" Las risas se mezclan con la complicidad, creando un ambiente ligero y divertido mientras continúan su viaje a Madrid.
Después de la conversación sobre el fanfiction, Enzo ya estaba medio dormido, o mejor dicho, parecía cansado o sumido en sus pensamientos. Mientras tanto, sentías la necesidad apremiante de ir al baño. Decidiste levantarte del asiento y dirigirte al baño del avión. Sin embargo, al llegar, te encontraste con una fila larga para el baño de mujeres, y la urgencia no esperaba.
La azafata, al notar tu situación, te tranquilizó diciéndote que podías usar el baño de hombres, ya que estaba vacío en ese momento. Agradecida, aceptaste la oferta y te aventuraste en una larga caminata a través del amplio avión. Al final, encontraste el pequeño baño del avión, donde pudiste aliviarte y refrescarte las manos.
Justo cuando estabas a punto de salir, te diste cuenta de que Enzo estaba a punto de abrir la puerta del baño. Ambos se miraron con asombro, creando un momento de sorpresa compartida. Sin embargo, lo que más te ponía nerviosa era el silencio incómodo que se instaló entre ustedes. Aunque no era incómodo en sí, había una tensión que no podías ignorar.
Tus ojos se encontraron con los de Enzo, sus labios y sus ojos endormecidos brillando en la penumbra del avión. Era como si el tiempo se hubiera detenido por un momento, y la conexión entre ustedes se manifestaba en el silencio compartido. Ambos parecían estar atrapados en la atmósfera íntima del instante, sin palabras pero con una comunicación palpable entre las miradas.
Ligeramente afectada por los efectos del alcohol, observabas cómo el brazo de Enzo estaba recostado en la puerta del baño, como si te invitara a pasar. Sin embargo, te quedaste mirándolo, notando que sus venas sobresalian, un detalle que capturó tu atención de manera inusual.
De repente, Enzo miró a ambos lados y se introdujo al baño contigo, a lo cual respondiste incrédula, diciendo: "Mijo, pero—" Antes de que pudieras terminar la frase, Enzo te agarró de los muslos y te hizo sentar en el mini lavamanos. Te sentías un poco incómoda, sin estar segura de cómo reaccionar, pero permitiste que Enzo guiara la situación.
Él te agarró suavemente del cuello y empezó a besarte apasionadamente, como si ambos tuvieran una sed desesperada de conexión. Respondiste a sus besos de manera igualmente intensa, sumergiéndote en el momento. La pequeña cabina del baño se convirtió en un espacio íntimo donde las emociones y los deseos se expresaban libremente entre ambos, desafiando la lógica del apretado espacio.
Después de tantos besos, Enzo te tocaba apasionadamente por todos lados, más — soltás un suspiro largo y él hace lo mismo, como medio agitado. "Me parece que ya es hora de pegar una cabeceada," te dice. Tú, con cierta preocupación, le tirás, "Pero capaz hay gente esperando afuera, ¿cómo hacemos para salir del baño?" Él te responde con un "Solo tenés que seguirme," agarrándote de la mano. Enzo abre la mini puerta del baño del avión, echa un vistazo a los lados y, medio incómodos pero satisfechos, se encaminan hacia sus asientos.
Al sentarse, tú y Enzo quedan en un largo silencio, procesando todo lo que había pasado en esos largos minutos en el baño del avión. Mientras tanto, Enzo te agarra de la mano y te da un besito en la misma. "(Y/N), me tendrías que pasar tu número de celu, quiero volver a verte," te dice, y tú, ya un poco cansada y recostada en el hombro de Enzo, le respondés, "Cuando aterricemos, te paso mi número," y él asiente con un "Dale."
Fin
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douceurmoon · 6 months ago
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☆ 𝓓eja de buscar la lógica : Crea tu vida soñada ahora ¡!
( + translation to English ! )
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Sé que puede ser difícil de asimilar conocer un concepto como la ley de asunción, especialmente si eres una persona bastante lógica y objetiva, pero tienes que detenerte al seguir complicando la manifestación. Por favor, deja de pensar en cómo y cuándo se manifestará tu deseo, o si siquiera es posible que tu deseo se pueda hacer realidad.
Si no ves cambios en el 3D, no asumas que la ley de asunción es falsa. No creas que eres una excepción y que jamás tendrás lo que quieres. ¡¡Deja de pensar en el fracaso como tu único destino!!
La ley de asunción NUNCA falla. Si piensas que algo es de cierta manera, así será. Tu realidad es un reflejo directo de ti; de tus pensamientos, creencias y suposiciones. Y aunque puede sonar irracional, ¡eso no importa! Tu subconsciente no sabe qué es lógico o no, solo responde a lo que le dices. Y hará realidad lo que sea que creas o asumas como cierto.
Da igual qué quieres: dinero, ropa, una pareja, amigos, viajes, regalos, cambios en tu apariencia física, una situación específica, salud, seguridad, habilidades, felicidad... LO QUE SEA. Incluso si algo no tiene sentido para ti, cualquier resultado es posible, porque existen infinitas posibilidades, pero tu realidad responde a tus órdenes. No te preocupes por la lógica o el tiempo (que es solo una ilusión). Relájate y deja que la magia suceda (¡y ni siquiera se trata de magia!) Tu subconsciente es el que se encargará de cómo se llevará a cabo tu deseo.
Tú eres el director de tu propia película, dirígela a tu favor. Ve y haz tus sueños realidad. Tienes el poder de eliminar, modificar o traer lo que desees a tu realidad. Toma esto en serio.
Tu vida ideal no está lejos de ti, en lo absoluto. Lo prometo. ♡
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☆ 𝓢top looking for logic : Create your dream life now !
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I know it can be difficult to assimilate knowing a concept like the law of assumption, especially if you are a fairly logical and objective person, but you have to stop yourself from continuing to complicate manifestation. Please, stop thinking about how and when your wish will manifest, or if it is even possible that your wish can come true.
If you don't see changes in 3D, don't assume that the law of assumption is false. Don't believe that you are an exception and that you will never get what you want - stop thinking of failure as your only destiny!!!!
The law of assumption NEVER fails. If you think something is a certain way, it will be. Your reality is a direct reflection of you; of your thoughts, beliefs and assumptions. And while it may sound irrational, that doesn't matter! Your subconscious doesn't know what is logical or not, it just responds to what you tell it. And it will make true whatever you believe or assume to be true.
It doesn't matter what you want: money, clothes, a partner, friends, travel, gifts, changes in your physical appearance, a specific situation, health, confidence, skills, happiness.... WHATEVER. Even if something doesn't make sense to you, any outcome is possible, because there are infinite possibilities, but your reality responds to your commands. Don't worry about logic or time (which is just an illusion). Relax and let the magic happen (and it's not even about magic!) Your subconscious is in charge of how your wish will be carried out.
You are the director of your own movie, direct it in your favor. Go and make your dreams come true. You have the power to delete, modify or bring whatever you want into your reality. Take this seriously.
Your ideal life is not far from you, at all. I promise. ♡
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impuritiese · 17 days ago
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shut up, ¡please!
viktor modern au - academic rivals
genero neutral - drabble en español
viktor, quien es conocido en la academia como alguien de gran intelecto.
viktor, quien es el pupilo y ayudante del profesor.
viktor, quien simplemente asumía que sería la persona por encima del resto en la lista de notas.
claro, hasta que tu presencia se hizo notar de la forma más molesta posible.
no sociabilizaba con el resto, se la pasaba estudiando lo máximo que las horas del día le alcanzarán, no fallaba en sus proyectos y era quien se llevaba los puntos al momento de atravesar debates durante las clases. ¿cómo podía ser que alguien tan contrario a el tuviera los mismos resultados? le molestaba tu voz, tan alegre y llena de energía.
hace relativamente poco habías llegado, pero ya te habías ganado el cariño de tus compañeros, profesores e incluso aquellos que no coincidian en clases con tu persona. para rematar, tu habitación estando a dos paredes de la suya, lo que causaba que pudiera escuchar cuando ponías música alta durante tus periodos de estudio. ¿quien en su sano juicio estudiaba con música?
la primera vez que hablaron, no fue como esperabas. lo conocías, todos hablaban de él y de como nunca habían visto a alguien llevar su nivel, por lo que imaginabas que podrían incluso ser amigos y estudiar juntos.
no era muy tarde, tal vez las siete y tantas de la tarde. aún sin entender cómo, lograste escuchar un leve golpe en tu puerta, por lo que aún con la manta puesta sobre tu cabeza, la cual protegía tus mejillas del frío que se asomaba a medida que el invierno se acercaba, te apuraste a abrir ésta.
viktor juro que pudo oír un tropezón previo a ver tu cara aparecer con las mejillas completamente coloradas. desconocía si era debido al frío o la posibilidad de que hubiera oído la caída. tomo unos segundos en hablar, pues verte de una forma no "arreglada" lo tomaba por sorpresa. quien era su par, tan sociable, tan arreglado, siempre dando una buena impresión frente al resto, completamente desalineado.
soltó un bufido, ¿la gente los comparaba? no eran para nada iguales, e incluso comenzaba a creer que por cada día que pasaba las similitudes se dispersaban cada vez más, si es que siquiera existían. acomodo su corbata, tosiendo un poco en búsqueda de que su voz apareciera luego de caer en que tal vez se había quedando observando tu figura más de lo debido. no que fuera de manera indecente, pero no era lo planeado.
— me parece que alguien estudia con el volumen algo... alto, ¿me equivoco?
pestañeaste una. dos. tres veces.
debía haberte tomado por sorpresa, pues no parecías consciente de que otros tal vez oían lo mismo a la hora de tus sesiones de estudio. nadie se había quejado antes, ni siquiera sabías que el se encontraba tan cerca.
— ¡oh! cuánto lo lamento, viktor. juro por dios que no era mí intención, en absoluto.
sabía que no era tu intención, en realidad y para ser sincero, ni siquiera le molestaba. la distancia hacia que fuera un zumbido con letras casi indistinguibles, pero el simple hecho de que fueras tu quien estaba en esa situación lo molestaba de alguna forma, por lo que decidió devolver el favor e interrumpir.
— ¿en serio? pensé que lo hacías adrede, que bueno saber que no es así.
sonrió con una falsa simpatía la cual no te fue difícil distinguir. ¿que le pasaba? tal vez lo que decían de el realmente era verdad. sarcástico, fanfarrón y mal compañero. tu ceño se frunció al instante arqueando una ceja ante tal actitud.
— si, claro, bueno... bajaré el volumen entonces, mis más sinceras disculpas nuevamente, viktor, bonito día.
y con eso cerraste la puerta, imitando la sonrisa tan simpática que te había ofrecido segundos atrás. percibiste que tardo un poco en volver por dónde vino, pero no bien escuchaste a la lejanía el portazo de su habitación, volviste a encender la música, acercándote al parlante para poder bajar el volumen.
que lástima que no fue lo que hiciste.
si antes viktor no entendía las letras, ahora las había con completa claridad. ¿que demonios? era a propósito, por supuesto que lo era. se dio una bofetada a si mismo en su cabeza, insultandose por haber creído que serías la amabilidad en persona sin el serlo. estaba errado, odiaba equivocarse, pero esa personalidad que no mostrabas con el resto se lo recordaba cada segundo, complicando el estudio.
así fue por meses, riña iba, riña venía.
debates, proyectos, exámenes. se palpaba la tensión en el aire cuando ambos entraban en un argumento denso del cual ninguno pensaba soltar la cuerda. viktor conoció algo que al resto no le habías mostrado, una competitividad feroz junto al desagrado por su desdén. te odiaba, le resultaba insoportable, si pudiera te haría callar para no tener que oírte nunca más. pero no podía, porque así como te quería lejos, no podía evitar sentirse atraído a la idea de discutir contigo.
te buscaba, eso era obvio a la vista de varios. la competencia que se generaba ante la mínima tarea iba fogueada por pequeños comentarios que terminaban escalando en conversaciones intensas sobre lo que cada uno creía. en cierto punto, le entretenía.
no sabe en qué momento dejo de parecerle una molestia y en cambio algo necesario de su día a día. te odiaba, si, pero la necesidad de ver tu cara contraerse en enojo cuando te superaba en algo le era más gratificante que no verte en todo el día.
por tu lado, dicho comportamiento no se alejaba demasiado de tus ideas. sabías que trataba de pincharte en cada oportunidad que tenía, y te exponias al peligro que significaba recibir un comentario de doble filo por su parte.
tal vez respondías incorrectamente a algo, y su respuesta sería "que considerado de tu parte dar siempre el ejemplo de la respuesta errónea". ambos se sentaban delante, por lo que dichas proclamaciones no eran necesarias hacerlas en voz alta, llegaban a tus oídos de manera perfecta sin necesidad de que el resto lo oyera, excluyendo a quienes estaban cerca, rodando los ojos y soltando bufidos, algún que otro comentario de "deberían resolver esa tensión de otra forma", cosa que claramente ambos ignoraban.
aún así, las dagas no las lanzaba el solamente, puesto que ante la mínima oportunidad de molestarlo la aprovechabas al máximo. debía ser más sutil, tenías una imagen que mantener, lo que resultaba en disculpas y pequeñas risas sin mucho sentimiento cada que pasabas por su lado y tiranas sus lápices al suelo. o pateando su silla, aunque nunca su bastón, había límites. viktor agradecía eso internamente, sería un decepción que incluso tu te metieran con eso.
era divertido para ambos, esperaban que dichas situaciones se dieran durante el transcurso del día, sin temer a alimentarlas o crearlas por qué si, ninguno lo admitía, pero se convertía en una necesidad por la atención del otro.
aunque claro, no era divertido para los profesores quienes notaban como esto entorpecia el desarrollo de ambos, no que sus notas se vieran afectadas, pero la atención puesta en clase era nula, podían contar las veces que viktor miraba el pizarrón, pues eran escasas en comparación a las miradas que te dirigía.
¿le sorprendió a alguno de los dos ser juntados en un proyecto? no, ¿les incomodaba la idea? en lo absoluto. fingir que no les agradaba era sencillo, y tampoco pusieron mucha resistencia ante la situación, intentaron, claro, ¿pero realmente se opondrian a algo que los dejaba tan expuestos a las discusiones? para nada.
viktor optó por que fuera en su cuarto, insististe en llevar tu parlante pues trabajabas mejor de esa forma. no le agrado la idea, pero sabía que luego podría hacertelo saber, cosa que no se hizo esperar mientras ágilmente resolvían los problemas que al resto se le complicaban más.
— que música tan molesta.
— ¿ah sí? me alegra que así te parezca.
intercambiaron una mirada llena de intensidad, eso no quedaría ahí, pero por el momento lo haría.
minuto tras minuto, la tensión se hacía palpable en tan pequeño espacio, no tardó en haber otro encontronazo.
— esto es realmente ridículo, deberías callar ese parlante.
espero ahora si, irritado. ¿realmente lo estaba, o le irritaba que no le hubieras seguido el juego?
tu respuesta no decepcionó.
— creo que en realidad tu deberías callarte, viktor.
cuánto le encantaba que dijeras su nombre, podría haber suspirado en ese preciso instante. dejo su lápiz y apoyo su mentón sobre su mano, mirándote fijamente. no tardaste en devolverle la mirada, se encontraban enfrentados y a poco de distancia, una mesa sobre la que trabajaban los mantenía con la suficiente distancia para no sentir la respiración del otro.
te cruzaste de brazos sobre la silla que te había prestado, observándolo con la misma intensidad que te dedicaba. el estaba sobre su cama, pierna estirada sobre una almohada y hojas desparramadas sobre las sábanas de color azulado.
ambos se quedaron en silencio unos momentos, el pensando su siguiente movimiento, o más bien dicho respuesta. por tu lado, expectante a qué respondería, esperando que aquella cabeza que tanto se parecía a la tuya a la hora de pensar inteligentemente respondiera lo que tanto querías oír.
— ¿te molesta mí voz? encuentran la forma de callarme entonces.
¿como definir lo que sentiste? comencemos por tu reacción, completamente perpleja ante tal seguridad en dicha afirmación. ¿era lo que esperabas? completamente, ¿lo esperabas aún así? para nada. tu sorpresa se hizo notar, pues viktor comenzaba a sentir la inseguridad de que tal vez lo había llevado muy lejos, demasiado lejos.
— sabes que no... no me refería a-
y no, no sabías, pues estabas con la seguridad suficiente de que si se refería a eso, y cumpliendo su pedido lo callaste antes de que pudiera seguir de la forma que tanto ansiabas hace tiempo. viktor solo oyó como lápices caían al suelo viendo tu rodilla se hizo espacio en la pequeña mesa que los separaba, abalanzandose a su figura y tomandolo por las mejillas para plantar un beso torpe en sus labios. tardo en reaccionar, por lo que te separaste pero sin dejar mucha distancia de por medio.
— cállate, por dios. si no era a lo que te referias, al menos déjame disfrutarlo unos segu-
y está vez fue su turno de callarte, tomandote por la nuca para acercarte a el nuevamente, retomando lo que habías dejado momentos antes. era torpe, la necesidad de tal suceso mostrándose en cada movimiento que ambos daban. era incómodo con la mesa de por medio, pero ninguno pensaba soltar al otro, no cuando el deseo había escalado día a día hasta la fecha.
labios inexpertos se movían sobre otros, tratando de dar un balance a la desesperación y la necesidad. tus manos pronto llegaron a su cabello, aferrándose a este como si tu vida dependiera de ello. su otra mano pronto encontró tu antebrazo, al cual se sostenía con la suficiente fuerza para no permitir que te alejaras.
volvieron a abrir los ojos y verse cara a cara cuando el aire no fue suficiente para continuar. agitados, con las pupilas dilatadas, viktor fue el primero en hablar.
— ¿cómo no me iba a referir a eso? las grandes mentes piensan igual, ¿no?
— claro, aunque no catalogaria la tuya como una gran mente.
un simple beso no haría que la relación cambiase, y de aquello viktor se sentía agradecido. las risas no tardaron en hacerse un espacio en el intercambio, volviendo a retomar lo que habían dejado segundos antes en busca de que el otro no logrará decir algo más inteligente que el contrario.
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byaguscortes · 2 months ago
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Un monstruo más exótico
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"Where the fuck did Monday go?"  —David Bowie
1
Mi psicóloga me comentó en una ocasión que es cosa común en aquellos que viven solos el prever la posibilidad de un accidente y tener escrito las personas a las que habría que contactar ante dicha eventualidad. No es posible confiar en que uno mismo pueda gestionar esa situación, así que el individuo se ve forzado a vagar en dichos futuros posibles y anotar sus opciones en cada caso.
A veces, sigo su consejo y escribo en un papel a quién querría llamar si me caigo en la ducha, o si sufriera un ictus o un infarto. O tropezara en las escaleras. Reviso quiénes en mi familia, amigos y conocidos se preocuparían por mí en ese momento difícil. Pienso en Javier, amigo de la infancia. Quizás podría contar mi ex mujer, Verónica. A pesar de nuestro accidentado divorcio quizás se interesaría por mi estado ya que nos quisimos durante quince años. A mi hermana Lucía, sin duda. O llamaría a alguno de mis primos: Juanjo, Fede o Victoria. Con ellos compartí la infancia, veranos luminosos y navidades soberbias, momentos en los que nuestra familia se reunía. Creo que ayudarían en esas circunstancias difíciles para mí.
Pero no son nombres que sirvan en mi lista puesto que, con total seguridad, están muertos.
2
Es un hecho conocido que hay sensaciones (imágenes, olores...) que evocan de forma poderosa y casi automática ciertas emociones. La luz de las farolas del alumbrado público tenía este efecto en mí. Es algo curioso. Al parecer, ese típico color naranja se ha mantenido en parte por coherencia cromática con las antiguas lámparas de gas. 
Pues bien, desde siempre ese color me ha sugerido la idea de la libertad. Encontrarme en un paisaje urbano iluminado de esa forma me ha evocado multitud de opciones, de multitud de aventuras o recorridos. De encontrarme, en suma, en un lugar maravilloso donde todavía era posible elegir: ¿continuamos respetando el propio camino o escogemos otro nuevo y rompemos con todo?
No es que haya perdido la capacidad de elegir, pero… ¿cómo se define una situación sin salida? Yo creo que es aquella en la cual toda acción que emprendemos para mejorarla en algún aspecto, no solo no la mejora, sino que la empeora o, en el mejor de los casos, la mantiene idéntica. No es posible elegir o, mejor dicho, elegir es inútil. Si fallamos en reconocer en una situación este carácter, podemos caer en el error de aplicar soluciones que serían efectivas en circunstancias habituales, pero que resultan inútiles o contraproducentes en este contexto. Es enorme el número de gente que se confundió en este punto. El resultado: la mayoría, casi toda la humanidad, pereció durante los primeros días.
Porque en estos tiempos ver esa luz anaranjada resulta otra cosa. Verla significa que eres visto, que eres accesible. Lo eres a una hora, ya de noche cerrada, donde más te vale estar protegido. 
Mucha, muchísima gente no comprendió esto y murió. 
O algo peor.
3
Estar protegido durante la noche significa: atrincherado, sin hacer ningún ruido. Dejando pasar las horas. Atento a cualquier alteración de un silencio que aplasta todos los perfiles de la realidad. En esos momentos, uno se fuerza a la inmovilidad y ocurre pronto que el único movimiento seguro de hacer es comprobar la hora. Al principio de todo, miraba el reloj cada minuto. Luego hice el propósito de no hacerlo tan seguido, para no volverme loco. Con enorme esfuerzo conseguí hacerlo solo cada quince minutos. Ahora ya estoy acostumbrado y lo hago únicamente cada hora. Es un éxito que no creo que me sea posible mejorar.
Por las noches no es posible dormir, de ninguna manera. Todo lo más, si eres afortunado, entras en un duermevela como febril, en el que la conciencia sólo está despierta a medias y entra y sale del sueño atravesando esa frontera de puntillas, de manera furtiva. Sin que uno se dé cuenta. Porque, en cuanto eres consciente de haberte adormilado un poco más de la cuenta, un ramalazo de pánico hace que te despiertes con un sobresalto. En esos instantes me quedo inmóvil de terror. Imaginando qué ruido podría haber hecho y si se habrá oído. Y por quién, o por qué.
En cuanto amanece, mi cuerpo se relaja y caigo dormido profundamente. Descanso dos o tres horas. Cuando me despierto, este momento es el mejor momento del día. Descansado y con alguna hora de sol por delante.
Es tiempo de buscar algo de comer. Claro, es una tarea que podía llevar todo el día y que tiene dos finales posibles. Encuentras algo, lo que sea, o no. Si encontraba algo lo comía, daba igual de qué forma. Lo comía con cubiertos, si los había. Con las manos, como fuese. Es un goce el encontrar algo todavía comestible. 
O podía ocurrir (y ocurría cada vez con más frecuencia) que no encontraba nada. Lo que solía coincidir con ocasiones en las que me había alejado demasiado de mi refugio como para arriesgarme a volver sin que, mientras tanto, anocheciera. Así que me atrincheraba en una casa ajena y la noche resultaba peor de lo habitual. No os sorprendáis, toda situación puede empeorar. Si he aprendido algo que considere lo suficientemente valioso como para comunicarlo, antes de morir, a otro ser humano, es eso.
No supe lo avanzadas que estaban tecnologías como la Inteligencia Artificial hasta que ocurrió esto. Se me fue desvelando cuando. A medida que pasaban los días, los telediarios continuaban emitiéndose. Eso me llenó de esperanza al principio: el desastre estaba controlado. Había territorios del país que no habían sido afectados o que lo habían superado. Gente que seguía viva y que pensaba que, en estas circunstancias aciagas, lo mejor era continuar cumpliendo con sus obligaciones cotidianas.
Seguí los telediarios con creciente inquietud puesto que la ausencia de mención a cualquier desastre me resultó primero como una forma de mantenerse cuerdo pero luego claramente extraño. Como si habitasen una realidad paralela con cuya evolución se fuese alejando de nuestra propia línea temporal, yo miraba con pasmo el mundo que presentaban los telediarios, cada vez más ajeno y distinto. Claro, más tarde lo entendí. En este momento, por ejemplo, está cubriendo las elecciones. Unas elecciones que no es posible celebrar, fundamentalmente por ausencia de votantes. La mayoría de los candidatos son desconocidos para mí. Probablemente ni siquiera existan y han sido creados para cumplir un rol en un guión ya escrito por un algoritmo. 
Sin embargo, al principio no me fue evidente que los telediarios no eran ejercicios para dar cuenta de la realidad sino ficciones creadas por un ordenador. Eso lo entendí más tarde, mirando las redes sociales. Porque siguen bullendo de actividad. Incluso a día de hoy, recibo menciones y mensajes. Es de locos.
5
Las primeras semanas estuve en shock. Los sucesos nos golpeaban sin que supiéramos cómo reaccionar. Yo no convivía con nadie por entonces y eso me permitió tomar decisiones radicales sin tener que dar explicaciones o temer que me tuviesen por loco. Decisiones que, en medio del caos de esos primeros días, probablemente me salvaron la vida.
Pero también, como el corredor que persiste y avanza hacia la meta, comencé a quedarme solo. dejando atrás a todo el mundo, sin nadie a mi alrededor con quien compartir noticias o vivencias de lo que estaba ocurriendo. 
A veces escuchaba discusiones en la escalera. O gritos. Varias veces llamaron a la puerta. Nunca me atrevía a abrir. A los tres días se hizo el silencio y no volvió a oírse una voz humana ahí fuera.
Entonces ni siquiera me atrevía a mirar por la ventana y mi forma de comunicarme con los demás era a través de las redes sociales, del móvil. 
Pasaba el día chateando con familia, amigos y compañeros de trabajo. Es verdad, que ya habia bloqueado a varios de ellos que se habian descubierto poseedores de un sentido del humor demasiado negro para mi: mandaban mensajes sobre su maravilloso fin de semana en la sierra o como planeaban ir a esquiar a Navacerrada el proximo puente. Me parecía una actitud estúpida y simplemente les descartaba como interlocutores válidos en el angustioso momento que vivíamos.
Con uno de ellos, Luis, un compañero de trabajo que vivía cerca, a unas calles de distancia, comencé un intercambio de noticias e ideas que me resultó enormemente útil. Al parecer estaba atrincherado con su familia. Simpatizamos, ya que teníamos ideas similares sobre las cosas y no nos resultaba difícil ponernos de acuerdo. Me invitó a visitarlo y unirme a ellos.
Valoré lo arriesgado que era tomar esa decisión y cómo, en la ignorancia de lo que estaba pasando y que podía ocurrir en adelante, resultaba algo apresurado. Sin embargo, en un acceso de debilidad, en un día en el que la soledad amenazaba con aplastarme, acepté su oferta.
Me decidí a salir. Para ello busqué la forma más segura de hacerlo. Me puse un abrigo, cuyas hombreras me hacían parecer más corpulento y me cubrí con una manta, que me ocultaba y no daba pistas sobre la persona avanzaba por la calle. Así de esta manera salí a la calle por primera vez. No podía hacer más.
Bajando por las escaleras, lo más silenciosamente posible, encontré que la puerta del primero izquierda estaba abierta. Entornada apenas unos centímetros. Tuve un mal presentimiento y me detuve.
Cuando conseguí hacer acopio de algo de coraje, continué bajando, con la mirada fija en esa rendija de oscuridad que daba acceso a la vivienda. Superé esa planta, pero luego, mientras avanzaba por el siguiente tramo de escaleras, oí como, a mis espaldas, la puerta se cerraba con un portazo. Sobresaltado, eché a correr el resto de la bajada, con el corazón encogido, hasta que llegué al recibidor de la finca y salí al exterior.
Lo primero que pensé fue que era domingo. Naturalmente, no lo era y, en realidad, la organización de la semana en siete días estaba siendo, rápidamente descartada como un artificio inútil. Pero ver las calles sin coches, los comercios sin actividad y las aceras vacías de peatones, me transmitió la imagen de un día festivo en el que la ciudad, remolona, se resistía a levantarse de la cama. 
Comencé a caminar. Ahora dudaba si era buena idea. ¿Acaso sabía que me podía encontrar? Aceleré el ritmo y avancé, trotando, por la acera. Por alguna razón, me avergonzaba correr. La idílica impresión de mañana de domingo se veía estropeada por algunos detalles: Un coche atravesado en una calle adyacente. Una cristalera rota en algún comercio. Pero nada más.
Mientras caminaba miraba también hacia los edificios. Escrutaba las ventanas, esperando encontrar alguien asomado, una figura, un indicio de movimiento. Pero no fue así.
Luis vivía apenas a tres calles de mi piso. Llegué en poco tiempo. La puerta de acceso daba a un pequeño jardín y entonces, tras subir una breve escalera, se accedía a un adosado de dos pisos que habitaba él y su familia. La puerta de acceso estaba abierta. La de la vivienda, también. Entornada. Uno sabe que las trampas tienen ese aspecto así que me puse en tensión y evité subir. Iba a volver a casa sin más, pero la puerta del garaje estaba abierta de par en par así que me acerqué a mirar 
Encontré su cadáver. Allí, colgado, inmovil, estaba Luis. Podría hacer días que estaba así. Yo era la primera vez que veía un cadáver en mi vida. Me quedé quieto. Incapaz de reaccionar. 
Entonces vibró el móvil y resultó que era Luis, que acaba de publicar en una de las redes sociales en que participaba. “Aquí, sufriendo, con unos amigos!”. En la foto, manipulaba con evidente entusiasmo unas piezas de carne en una barbacoa. Parecía ser el jardín de esa casa. Inmediatamente, varias personas hicieron like a la foto. Incluso hubo quien hizo un comentario irónico. En la imagen, en un segundo plano, estaba yo mismo, sonriendo a la cámara, sosteniendo una cerveza.
6
La tarde de mi descubrimiento Luis me contactó varias veces. Se mostró preocupado por mi silencio y luego se comenzó a irritar. Terminó dejándome de hablar porque le parecí un imbécil desagradecido. Durante ese tiempo, a pesar de la terrible evidencia, no pude tomar plena conciencia de lo que ya sabía. Solo era tecnología, un algoritmo, un programa de ordenador que suplantaba a Luis. Yo había visto cómo estaba el verdadero Luis.
Pasado ese primer momento de sorpresa, comencé a valorar con desolación el estado de cosas. ¿Quién de todos con los que había estado hablando estos días estaba vivo y quienes eran meros fantasmas que la tecnología había hecho posible? No podía saberlo.
Pasó una semana y, entonces, resignado, escribí a Luis. Le pedí disculpas y retomamos la amistad.
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elbiotipo · 1 year ago
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Che de la dolarizacion se puede volver? Onda que cambie el presidente, diga "jaja eso estuvo bien raro", y volvamos al peso?
La dolarización y el cierre del banco central son anticonstitucionales, claro y simple. En las funciones del congreso (Art. 75, lo google en 15 segundos) está la de establecer un banco federal, imprimir moneda y regular su valor. 75-19 dice explicítamente sostener el valor de la moneda. O sea que el presidente Milei no puede hacer eso, lo tiene que hacer el congreso, que no le va a dar la mayoría, y si lo intenta es anticonstitucional de todas formas.
Pero digamos que lo hace igual, porque puede hacerlo con alguna transfugueada: no. El dólar es inderrotable, sobre todo si sos un país del tercer mundo. Ecuador, Zimbawe y otros países que se dolarizaron todavía no han podido volver a su moneda propia. La única forma de desdolarizarnos sería que colapse el dólar de alguna manera y adoptemos otra moneda (ponele, un peso afianzado por los BRICS), y aunque creo que eso va a pasar eventualmente, no lo veo muy cercano en este momento.
Está por supuesto la posibilidad de que no lo haga oficialmente, y es lo más probable, ni es que vamos a tener dólares en mano (jaja como vas a tocar el sagrado dolar con tus sucias manos tercermundistas?) sino que el gobierno de Milei va a encontrar una forma de hacer un "peg", que no es tan divertido como suena, del peso al valor del dólar, en vez de que se sostenga solo. Esto haría que sigamos teniendo pesos, pero según el valor del cambio de moneda según el dólar EEUU, que por supuesto, a nosotros nos va a dejar con centavos de dólar. Constitucionalmente es posible y creo que es a lo que está apuntando Milei. Al menos en teoría se podría revertir pero sería tan catastrófico que no sé que vendría después.
Creo que a grandes rasgos estaríamos ante una situación un tanto similar a Puerto Rico, oficialmente "parte" de la economía de EEUU pero sin duda sin los mismos derechos ni absolutamente ninguna capacidad de decisión sobre nuestros asuntos. O sea, pasaríamos a ser colonia, básicamente.
La verdad hay muchísima incertidumbre al respecto a esto, pero te puedo asegurar que no es una buena decisión. Acá hay un artículo que lo discute mejor que yo:
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erizumon · 3 months ago
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Passionately.
Aquí dejo un mini-fic inspirado en este cómic, que escribí por un prompt en otro grupo; gracias @chio-chan2artbox por tu contribución al fandom 💖 y espero les guste uwu
🦔 🌸 🦔 🌸 🦔 ≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪ 🦔 🌸 🦔 🌸 🦔
Nunca te sentiste especialmente atraído a otras personas. Claro, podías perfectamente identificar a la gente objetivamente atractiva a tu alrededor, tú mismo lo eras.
Aprendiste que el consenso general sobre tu apariencia se inclinaba a la belleza hegemónica, por lo que no era raro cuando otros halagaban tu aspecto, desde los chismes de los agentes más jóvenes que se deslumbraban con la fantasía casi infantil y glorificada de tu persona, hasta aquellos que tenían más años en el rubro y eran mucho más aventados a la hora de proponerte un acercamiento más íntimo.
Y sin embargo; ninguna de esas cosas podría importante menos.
Estar en el paraguas de la asexualidad te hace inmune a esas cosas, supones. Y aún que eso podría dar pie a la incomodidad inicial que te da la objetivización hacia tu persona, aprendiste a ignorarlo y con el tiempo a que ni siquiera lo registraras.
No eras normal... Eso era un hecho, pero estaba bien, no era algo que necesitaras. No para ser un buen agente, mucho menos para ser el tío de los niños que te esperan en casa.
No importaba cuanto Linda insistiera en que sería bueno para ti hacer uso de lo que tienes para conseguirte una pareja, rechazaste la idea apenas la planteaba en la mesa.
Lawrence se reía y Candace sólo rodaba los ojos en blanco, siempre alegando a tu lado aburrido para descartar cualquier posibilidad de una cita real.
No te molesta, de hecho, lo encuentras divertido.
Así que te ríes, porque descartas el sincero pensamiento de que alguna vez desearas ser visto por alguien.
Pero... Como si fuese una burla del destino, conoces a un científico loco lo suficientemente extravagante para que te haga alzar una ceja. Heinz no era la clase de hombre que podría pasar desapercibido entre la multitud; ya sea por su voz, la forma de moverse o la necesidad de una grandeza que en el fondo sentías no era necesaria.
No cuando tenía esa habilidad especial para adueñarse del escenario y los reflectores a donde quiera que vaya, desde la elegancia con la que su bata de laboratorio se movía al ritmo de su andar, la pasión con la que explicaba el plan de ese día, el brillo juguetón y lleno de ambición que le hacía rejuvenecer mil años ante una esperanza que nunca flaqueaba.
Heinz es hermoso.
Tan hermoso que te cortaba el aliento al estar en su presencia, agradeciendo de manera infinita que el entrenamiento de la agencia te preparara para nunca perder la compostura. Incluso cuando sentías emociones tan fuertes desde la primera vez que lo viste detrás del buzón.
“Amor a primera vista” le dicen.
Y te encuentras ardiendo en la intimidad de tu habitación, teniendo sueños que nunca pensaste tener. Imaginando esos ojos mirándote como quien mira a una obra de arte. Los ojos que antes sentías que te cosificaban los añorabas en él. Te preguntaste como se sentiría si él te miraba como los demás.
Y tu estómago se hundió en una emoción desconocida de sólo pensarlo.
Porque si era Heinz... Si era Heinz quien te miraba de esa manera, entonces nada más importaría.
Y lucharías porque eso nunca se detuviera.
Hasta que lo notas, una mirada furtiva cuando notas que los botones de tu camisa se han deshilado y tienes media prenda abierta. Chasqueaste la lengua, tendrías que encontrar la manera de justificar esto y no porque no puedas repararlo (aprendiste a coser bastante bien, aún que no por las razones correctas) Pero será complicado llegar así a casa.
Así que estas a punto de marcharte después de la despedida y maldición habitual, cuando notas los ojos de alguien sobre ti.
Sus ojos se encuentran.
Sus mejillas están sonrojadas.
Él te mira.
Tú lo haces de vuelta.
Sonríes.
Y lo vez entrar en pánico cuando se da cuenta de la situación. Te acercas, mientras sientes el cuerpo hundirse en una llama que arde y quema todo a su alrededor, las “mariposas” que alguna vez escuchaste a alguien mencionar llegaron como ecos a tu memoria y lo que antes pensabas que era una sensación infantil e idealizada te golpea con la fuerza de un puño de titanio, para siempre recordarte que antes de ser un agente, un hermano, un tío, un amigo... Un némesis.
Eras humano.
Y siempre puedes equivocarte.
Sonríes, porque precioso y hermoso Heinz, apenas puede articular una palabra, está nervioso y ansioso, lo vez balbucear algunos murmullos; disculpas, excusas, mentiras, cosas que sabes que no siente y que tiene miedo.
Tú también lo tienes.
Pero no te detienes... No cuando tu cuerpo te grita que acortes la distancia, tus pies cosquillean y la sensación de dolor ansioso que invaden tus manos cuando decides tomarlo de las mejillas.
—Perry...
No Perry el Ornitorrinco.
No Agente P.
Perry.
Tu nombre suena celestial en sus labios, esos que te llaman y son la tentación perfecta para perderse en ellos, aprietas ligeramente tu pulgar sobre su labio inferior, gozando del tacto y pequeño jadeo que sale cuando intenta respirar después de paralizarse por unos segundos.
Es hermoso, divino y precioso.
Repites en tu cabeza como un mantra mientras tus mejillas duelen después de sonreír por tanto tiempo.
Heinz recupera el aliento, finalmente se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y lo que pareció una eternidad perdidos en los ojos del otro, se fue en el segundo exacto en que Heinz apartó la mano que sostenía su barbilla, acercando la palma en sus labios te da un beso en el centro.
Cálido y dulce, avivando la llama que te exige más de él.
De su presencia, su cariño y amor.
Decides dejar de arder en solitario y con un movimiento rápido estás sujetando su muñeca, acercándolo más a tu cuerpo mientras lo aprisionas con la mano libre sobre su cintura. Aprietas lo suficientemente fuerte para saber que vas a dejar una marca ahí y no te importa, mucho menos parece a él importarle, no cuando están a centímetros de los labios del otro.
No pierdes el tiempo, te adueñas de sus labios apenas cerraste los ojos.
“Cómo si hubiese fuegos artificiales”
Resonó en ti con mayor fuerza, tarareando al sentir como sus cuerpos parecían encajar cómo un rompecabezas perfecto. Manos en sus caderas, una pierna entre las suyas, él abrazando tu cuello, sus pechos unidos y el glorioso sonido de sus jadeos en tu boca, está inclinándose ligeramente para atraparte y le dejas, porque no hay ninguna trampa en la que desees estar con tanta fuerza como en sus brazos.
Creíste que había una parte de ti completamente muerta que nunca resurgiría.
Pero Heinz estaba aquí para demostrarte que nunca debes dar nada por sentado.
Te derrites.
Y él se derrite contigo.
Dejando que tu cuerpo se emborrache de la pasión que nació para quemar el bosque entero, sin control, sin restricciones.
Y entonces... El mundo dejó de existir.
🦔 🌸 🦔 🌸 🦔 ≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪ 🦔 🌸 🦔 🌸 🦔
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el--erratico · 1 year ago
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Miro tus ojitos y siento como si a través de ellos pudiera llegar a tu corazón, como si supiera el gran amor que me tienes y la gran conexión que hay entre tú y yo, no sé si te pase lo mismo, pero al verte solo siento amor.
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Sabes de un tiempo para acá creo que el amor está desgastado, quizá porque todo dura menos de lo que nos gustaría, así que si te digo que te quiero para todo y que te quiero con todo de mi, significa que todo el tiempo que pasemos juntos te voy a querer con toda mi alma, porque la eternidad es relativa, y quizá no sea para siempre, pero sí para todo...
Quiero comenzar aclarando algo que es muy importante para mí: Cada palabra escrita y cada sentimiento que va inmerso aquí, es la expresión más clara de lo que habita en mi alma, de lo que crece día a día en mi corazón y de lo que se genera en mi mente en cada momento de mi existencia; y tú mi amor, eres la causante de todo esto que siento, que adoro escribirte y dejarte estas palabras que podrás leer siempre incluso si ya no estoy.
Una vez más me encuentro escribiéndote, creo que hasta puedo decir que se ha vuelto un hábito el hacerlo. Me fascina poder trasmitir todo lo que siento por ti en palabras que sé que podrían durar una eternidad en el mundo.
Te tuve apoyada sobre mi pecho y me sentí el tipo más afortunado del mundo. No necesitaba más. En ese momento supe que no había vuelta a tras. Que te quería. Que te amaba, que de verdad te amaba y que te amaría con toda mi alma hasta donde la vida me permitiera.
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Estoy seguro que expresar lo que sentimos nos permite ser más abiertos, más comprensivos, más atentos, tengo un pensamiento que no puedo quitarme de la cabeza y que aunque no lo has pedido, siento la necesidad de explicártelo y sobre todo que no exista más esa duda en tu mente, en tu corazón y en tu alma.
Habia pedido hace tanto tiempo poder encontrar a alguien con quien disfrutar cada segundo de la vida fuera bueno o malo, aunque tardaste mucho tiempo (no tanto como el que suelen esperar otros por su persona correcta) créeme que esos momentos en que no habías llegado los disfrute y ahora que estás aquí valoro cada segundo que pasas junto a mi.
He querido mucho antes, pero nunca he querido a alguien como en este preciso momento. Nuestro amor nos ha ensañado tanto en tan poco tiempo, que estoy ansioso de todo lo que seguiremos aprendiendo juntos, queriendonos cada día un poquito más.
Amo tus besos, tus pasos, amo tu alma, amo tu estar en mi vida, amo la casualidad, el destino y el milagro de amarnos de esta manera, esta manera tan eterna, quizás la eternidad dura solo esos segundos que podemos mirarnos con tanto amor.
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Nos encontramos en un momento tan catastrófico de mi existencia que a veces dudo si eres real, eres tan buena y atenta conmigo que el corazón se me derrite de amor cuando te veo.
No sé mucho sobre el destino o el futuro pero si sé que quiero estar a tu lado con la todas las posibilidades de mi existencia, quiero ver cada atardecer agarrados de la mano y que te rías por alguna bobada de las mías, quiero bailar hasta que nuestros pies ardan y que te sientas tan segura y llena de amor en las noches como hasta ahora.
No niego que ha sido difícil y que muchas veces pensé demasiado nuestra situación, pero sabía (y sé) que eras tú la persona con quien yo debería estar. Tengo muy seguro dentro mi el no dejarte ir, por muy difícil que se encuentre nuestra relación en ciertos momentos (si es que llegamos a eso).
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Supongo que en alguna ocasión nos enfadaremos y tendremos alguna que otra crisis, quizás pasemos por momentos infelices, pero no quiero que dudes ni por un instante de que eres el amor de mi vida.
Me encanta mirarte. Me da tanta paz verte concentrada en algo que estás haciendo, cuando me hablas de algo que te gusta con ese brillo en los ojos. Cuando te veo cantar y bailar o cuando te miro dormir. Eres tranquilidad, eres paz, lo eres todo. Ni siquiera creo que estas palabras sean suficientes para capturar todo lo que siento por ti.
Nunca me cansaré de repetirte lo especial que eres, lo pinché hermosa que luces en las mañanas o lo lindos que son tus ojitos y tu cabello. Porque te mereces eso y mucho más y el que haga estos recordatorios cada ocasión que nos vemos es para que nunca dudes ni olvides que tan enamorado estoy de ti.
Con todo el amor del universo, tu amorcito.
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Me seguiré esforzando por ser lo mejor para ti.
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xjulixred45x · 1 year ago
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¡OKEY MI ULTIMO POST DE INVENCIBLE ANTES DE DEDICARME A LAS PETICIONES POR EL RESTO DEL MES NO ME MATEN!¡ESTA VES ES FLUFF!
Mark Grayson/Invincible x Starfire Lectora
Imaginate ser un alien similar a Starfire de DC, justamente puedes seguir la linea original del personaje (yo sigo mas que nada la de los comics o la de la serie de 2003) donde tu planeta fue conquistado por otra raza(gracias a tu hermana) o puedes ir por la linea mas "family friendly" que es que decidiste explorar el mundo fuera de tu planeta hogar pero terminaste en manos de una especie de red de trafico intergaláctica.
imagino que si es el primer caso, lo mas probable es que tu raza haya sido conquistada por los propios Viltrumita, lo que hizo que ocurriera una MASACRE de la cual milagrosamente tu y tu hermana pudieron huir.
indiferentemente de lo que elijas, terminaste en la tierra, aunque habiendo pasado grandes eventos traumaticos, por lo que cuando vez a este mundo nuevo, con una especie extraña, empiezas a atacar por mero instinto (como lo que hizo Starfire en el primer capítulo de Teen Titans)
es entonces cuando Mark o mejor dicho INVENCIBLE aparece.
el trata de pelear contigo al principio, alejarte de los civiles, eso hasta que se da cuenta de lo asustada que estas(especialmente si hablamos del caso de la invasión Viltrumita y te das cuenta que Mark ES un viltrumita). por lo que trata el cambia de estrategia e intenta calmarte lo mas que puede.
cuando lo logra el te termina llevando con los guardianes del Globo para ver que hacer. me imagino que eres un poco diferente que la Starfire original, estás mas asustada y a la defensiva en esta situación, al principio solo confiabas en Mark.
por lo mismo Cecil decide que te quedaras en el pentagono hasta que sepan que hacer contigo. Mark te hecha una mano para aprender las cosas "normales" de la tierra y mostrarle a Cecil que no eres una amenaza.
(si tuviste que aprender el idioma humano por "contacto labial" definitivamente todo el equipo se burla un poco de Mark por estar enamorado ahora).
¡imagínate a Mark e Eve trayendote ropa para probarte!🥺 Eve probablemente solo la crea apartir de la nada, pero tambien trae ropa que le dan sus padres que no quiere y por alguna razon a ti te gusta.
Mark se ofrece a ayudarte a entrenar! al principio trata de ir facil contigo, pero cuando casi lo dejas sin cabeza con tus rayos laser, aprende la leccion.
Definitivamente el te saca para comer comida chatarra! mas cuando se da cuenta de que la comida del pentágono no te ayuda mucho por tu gran apetito. Mark se sorprendió de la cantidad de comida que podias comer pero afortunadamente Cecil lo paga(solo no le digas todavia🤫)
definitivamente una de las cosas favoritas de Mark sobre ti, cuando ya tienes superado el trauma, es ru actitud inocente, aun después de todo, eres muy buebujeante y amigable. lo cual es cuanto menos difícil de encontrar en su linea de trabajo, por lo que quiere mantener esa parte de ti lo mas posible.
Mark definitivamente te llevo a conocer a su madre, al principio estaba algo nervioso de que no te aceptara después de lo que paso con su padre, pero sorprendentemente Debbie lo tomo muy bien.
gracias a esto pudiste conocer mas sobre la cultura de la tierra, le preguntabas a Debbie constantemente sobre los lugares que ella habia visto, como eran y su cultura (incluso algunas anécdotas de Mark cuando era niño), y con tu actitud burbujeante y juvenil no fue difícil para Debbie encariñarse contigo fácilmente.
aparte de que te ayudo a enamorarte bastante rapido de la tierra, ver su belleza por ti misma, lo cual te animo a ser tu propia version de un heroe.
cuando quieres volverte una heroina, Mark entra en un conflicto interno, por una parte SABE muy bien qje no quieres que alguien tome decisiones por ti, lo respeta, pero por otra parte le ATERRA la posibilidad de que te lastimes, te capturen, pierdas por completo tu ser o peor, MUERAS.
probablemente gracias a esta conversación es que ustedes dos se vuelven pareja.
en general al principio Mark trata de hacer tus primeras patrullas contigo para enseñarte lo basico, después de te deja hacer lo que quieras, y esta TAN ORGULLOSO cuando le ganas a alguien.
"¡ESA ES MI CHICA!" tipo de orgulloso.
definitivamente le gusta mucho volar contigo y simplemente divagar, por lo menos siente que ahi ustedes dos tienen mas Privacidad. aparte de que le gusta como te vez en tu elemento. segun el.
si hablamls del primer caso de origen que dije al principio y tu hermana vuelve, Mark ve atravez de TODAS las banderas rojas y sera el primero en advertirte sobre ella, ya el paso por algo similar con su familia, no quieres pasar por eso.
si ambos pelean juntos, PAREJA DE PODER. LITERAL. tienes ciertas habilidades que Mark no, por lo que se complementan muy bien.
si Mark se lastima, entras en MODO RAMPAGE y ¿sinceramente? Mark no sabe si deberia estar asustado o mas enamorado. o exitado.
si TU te lastimas DIOS AYÚDANOS, MARK ESTA ENOJADO--- alguien la va a pasar mal.
en general, ambos son como dos Golden Retrirvers siendo felices juntos.
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nevenkebla · 2 months ago
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Maravillosas capacidades
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Fantastic Four (1998) #532 J. Michael Straczynski (Escritor), Mike Mckone (Dibujante)
— Susan Storm: Bien, basta de pataletas. Has cerrado las puertas de todos los armarios a tu alcance. Ahora, piensa. ¿Qué haría Reed en una situación así? — Reed Richards: Pues empezaría… por un beso que te haga ver las estrellas. — Susan Storm: ¿Reed? ¿Qué haces? Vaya, ha sido una buena medicina, doctor. — Reed Richards: Sabía que tanto doctorado me serviría de algo. — Susan Storm: ¿Pero qué haces en casa tan pronto? Creía que aún te faltaban semanas. — Reed Richards: Ha habido un cambio de planes. — Susan Storm: Bien, porque tenemos aquí un problema que… — Reed Richards: Lo sé. Sra. Debouvier, del departamento de bienestar infantil, cree que criamos a nuestros hijos en un entorno inseguro e investiga la posibilidad de llevárselos de aquí.
— Susan Storm: Sí, pero ¿Cómo lo sabías? — Reed Richards: Te he oído hablando sola. — Susan Storm: Pero juraría que no he dicho su nombre, yo… Reed, ¿Vamos al dormitorio? — Reed Richards: Soy el doctor, ¿no? — Susan Storm: Pero es mediodía. — Reed Richards: ¿Cómo vas a leer la receta si no?
— Reed Richards: Voy a buscar agua. ¿Quieres algo? — Susan Storm: No… estoy bien. ¿Te he mencionado las maravillosas capacidades que te dieron esos rayos cósmicos?
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latristereina · 2 months ago
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He leído que Catalina es igual que Fernando en el carácter, me gustaría saber más al respecto ¿Hay pruebas sobre eso?
No sé si era igual igual, pero hay descripciones de ambos que nos indican que sí tenían cosas en común. Si no recuerdo mal, se trata de cómo ambos actuaban ante las adversidades y ante la gente. Ambos parecían tener el aspecto sonriente y el don de gentes, ocultando y disimulando sus verdaderas emociones y sentimientos cuando la situación lo requería. Casi todo lo que Catalina sabía de la política y la diplomacia, se lo enseñó su padre cuando la convirtió en su embajadora y le dio las claves para que pudiera escribirle en código. En una de sus cartas a Fernando, Catalina se jacta de disimular y de usar la posibilidad de casar a su hermana Juana con Enrique VII como señuelo para mejorar su situación en la corte. Parecía muy orgullosa de ello.
Tanto Fernando como Catalina podían estallar cuando llegaban a su límite.
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rubimoon45 · 15 days ago
Text
Delicious temptation on a cold heart
-Ran Haitani x fem!reader
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/ You can traslate to your lenguage if you want to dead it /
Words: 16,1k
Synopsis: the Haitani´s Empire is wealthy and powerwful over all Roppongi. Bonten is dangerous than ever.
First chapter, second chapter, thrid chapter, fourth chapter, fifht chapter _Masterlist_
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Ran Haitani seguía siendo un misterio.
Lo había visto matando a una persona. Casi matándola, se corrigió rápidamente, porque la persona seguía viva aunque con muchas probabilidades de pasar al otro barrio.
El eco de las palabras de Ran aún resonaba en su mente. La imagen que su padre le había dado... Su padre nunca le había hecho ninguna foto. Lo sabía porque básicamente la única función que ella servía en esa cara era la de extender el linaje familiar por la puerta de atrás; era su hermana la que tenía que llevarse toda la gloria, la hija legítima que ahora gozaba de un matrimonio perfecto. La frustración y la tristeza se mezclaban en su pecho, creando una sensación de vacío. Durante un breve instante, había creído que las cosas podían cambiar, que esa frágil burbuja de normalidad podría ser algo más que un sueño. Con lo bien que iba la conversación... Ran se había equivocado; no era a ella a quien tenía en esa foto. Pero la realidad siempre encontraba la forma de arruinarlo.
Hope caminó lentamente hacia el sofá, que a simple vista parecía una superficie dura, dejando que sus dedos recorrieran el borde de la mesa, sus pasos pesados y su corazón cargado de emociones. Se dejó caer, hundiéndose en los cojines, y se llevó una mano al rostro, cerrando los ojos con fuerza para contener las lágrimas. Se recordó lo estúpida que estaba siendo. Odiaba llorar por él. Odiaba que, a pesar de todo, se hubiera esforzado por entender la situación en la que estaban y él se esforzaba en lo contrario.
«Soy una estúpida -se dijo mentalmente, con el rostro hundido en las manos-. Todos son iguales. Todos quieren lo mismo y se burlan en tu cara».
Porque ella era la hermana bastarda y fea, la que estudiaba una carrera que en ese país de poco serviría y no tendría salidas. Lo había sabido desde el principio, cuando aceptó estar a su lado, pero cada vez que veía una posibilidad de algo más, algo mejor, él volvía a caer en ese mundo del que nunca parecía querer salir. Y ella quedaba atrás, sola, enfrentando la realidad de que nunca sería su prioridad.
El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos, haciéndola sobresaltarse. Pensaba que Ran se lo habría quitado mientras dormía para no cometer una locura, pero seguía en los bolsillos de su chaqueta. Lo miró con resentimiento, sabiendo que no traería buenas noticias. No quería saber de ese mundo, no quería recordar qué lo había apartado de ella esta vez. Pero el teléfono siguió sonando, implacable.
Con un suspiro pesado, lo tomó entre sus manos y vio que no era nadie conocido, sino un número desconocido. Dudaría en contestar, porque podría ser una broma o alguna campaña publicitaria, pero qué más tenía que perder.
-¿Qué? -dijo con voz cansada, sin molestarse en ocultar su frustración. Se frotó las lágrimas, apartándoselas rápido.
-¿Está Ran contigo? -preguntaron, un tono serio, aunque su voz no llevaba la agresividad de siempre. Hope pestañeó varias veces. Volvió a mirar el contacto desconocido, y luego a los lados como si les estuvieran gastando una broma.
Hope apretó los labios.
-¿Quién eres? -preguntó, poniéndose seria.
Un silencio. Un suspiro lo interrumpió por el otro lado, y ruido fuerte que le hizo maldecir.
-Rindou -Hope pestañeó. No necesitaba más indicaciones para saber que era la persona que la había sujetado mientras su hermano asesinaba a Hayakawa. El hermano de Ran-. ¿Está contigo?
Hope inspiró por la nariz.
-Está en su despacho. Tiene su móvil encima -respondió ella secamente-. Se fue hace unos minutos. Recibió una llamada.
Rindou guardó silencio por un momento al otro lado de la línea, y Hope pudo oír el ruido de la calle, el ambiente oscuro y agitado en el que ellos dos se movían constantemente.
-Bien. No te molesto más... -dijo finalmente, pero había algo en su tono que la inquietaba. Era más frío de lo habitual, más controlado, lo que significaba que probablemente había problemas más grandes de lo que Ran le había dejado entrever antes de salir.
Una parte de ella quiso colgarle directamente, pero la otra... La otra le decía que sacase todo cuanto pudiera de lo que Ran no le contaba. Se mordió el labio.
-¿Qué está pasando? -preguntó ella, su voz más firme, dejando de lado la frustración por un momento para concentrarse en lo que él pudiera decirle.
No tenía por qué responderle. No había realmente ningún motivo para que lo hiciera. Pero... Su madre la llamó Hope por motivos que desconocía, ya que nunca la conoció porque la abandonaron con meses en la casa de su padre, ni su historia, pero ella le dio una interpretación. Había una frase que había llegado a sus tiempos a partir de la mitología griega, y que ella conocía por su profesora particular de cultura clásica occidental:
«La esperanza es lo último que se pierde».
-Nada que debas saber, Hope -respondió él, manteniéndose en esa línea distante. Supuso que conocía su nombre por ser la esposa formal de su hermano y por haberlo escuchado.
Hope sintió una punzada en el pecho al escuchar esa frase. Pero, ¿qué pasaba con ella? ¿Qué pasaba con lo que sentía ella cada vez que escuchaba eso? Cuando nadie se molestaba en explicarle las cosas. No era una niña, pero se merecía algo más, aunque no fuera más que un papel firmado.
Se quedó en silencio, sintiendo cómo la ira y la impotencia se arremolinaban dentro de ella. Claro que lo sabía. Sabía que Ran nunca elegiría serle sincero ni cuando ella estaba en esa situación. Siempre mentiras, desplantes... Porque, aunque intentaran tener estos momentos de normalidad, siempre, siempre ella arruinaba todo.
-Adiós, entonces.
Hope apretó los labios, pero no respondió. Rindou colgó después de un par de segundos de silencio, dejándola sola nuevamente en la sala.
Sentada en el sofá, Hope se abrazó a sí misma, sintiendo el peso de todo lo que Rindou había dicho, aunque escaso de palabras. Sabía que había verdad en eso poco, pero también sabía que había un límite para lo que ella podía soportar. A nadie le importaba que se estuviera volviendo loca en cada escenario que se imaginaba, o en cada excusa que escuchaba para mantenerla completamente al margen. No esperaba que le dijeran la verdad, pero eso...
Finalmente, se levantó del sofá, mirando la puerta, como si aún esperara que en ese momento alguien apareciera y le contase todo lo que sus oídos no escuchaban. Pero en su corazón, sabía que la normalidad que ella buscaba tal vez no era más que un sueño.
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Ran Haitani salió del despachó cuando ella estaba viendo la televisión en la planta de abajo.
Decidió ponerse manos a la obra cuando fuera de noche y todos estuviesen durmiendo. Ninguno de los hombres de confianza de Ran entraban en la casa, no por la noche, lo que le dejaba un camino libre a la hora de buscar. Dormían en otra zona de la casa, como una zona dedicada a invitados o sirviente -siempre, esa parte tradicional de las jerarquías y el estatus, estaba presente-, conectada a la casa. Cerca pero lejos, pensó cuando se lo explicaron antes de cenar.
Ran se fue antes a la cama antes que ella, y cuando entró en el dormitorio, lo vio durmiendo y respirando con fuerza pero sin roncar. «Al menos, si lo hiciera, sabría cuándo estaba despierto o no». No se podía tener todo en esta vida. Dormía tan profundamente que le pareció un niño cuando cogía el dueño y luego le costaba despertarse. Cuando lo comprobó mirando por encima de su hombro, tenía el rostro pegado a la almohada y el cuerpo tan relajado que parecía pesado. «Adorable -se dijo por dentro-, pero no tengo tiempo para admirarlo».
Dado que el despacho estaba en la parte de arriba y conectado por unas escaleras con el dormitorio, tuvo que tener más cuidado de no hacer ruido. Al mínimo crujido de la madera, resbalón torpe de los objetos, o cualquier cosa que pudiera pasar a causa de su mala suerte, estaba segura de que despertaría a Ran. Y si dormía con el arma bajo la almohada -no lo había comprobado-, entonces la cosa se complicaría.
Los cajones crujían cuando los abría, señal de que las bisagras necesitaban un buen pegote de grasa. Fue un problema hacerlo con todos y cada uno de los cinco de seis cajones que había en total. Encima, no había nada más que una táblet apagada y unas plumas estilográficas que le recordaron a las películas antiguas donde aún se firmaban con ella. Supuso que a Ran le gustaba la elegancia y perfección en todo lo que hacía.
Decidió ponerse manos a la obra cuando fuera de noche y todos estuviesen durmiendo. Ninguno de los hombres de confianza de Ran entraban en la casa, no por la noche, lo que le dejaba un camino libre a la hora de buscar. Dormían en otra zona de la casa, como una zona dedicada a invitados o sirviente -siempre, esa parte tradicional de las jerarquías y el estatus, estaba presente-, conectada a la casa. Cerca pero lejos, pensó cuando se lo explicaron antes de cenar. Ran se fue antes a la cama, y cuando entró en el dormitorio, lo vio durmiendo y respirando con fuerza pero sin roncar. «Al menos, si lo hiciera, sabría cuándo estaba despierto o no». No se podía tener todo en esta vida. Dormía tan profundamente que le pareció un niño cuando cogía el dueño y luego le costaba despertarse. Y, además, estaba muy guapo. Cuando lo comprobó mirando por encima de su hombro, tenía el rostro pegado a la almohada y el cuerpo tan relajado que parecía pesado. «Adorable -se dijo por dentro-, pero no tengo tiempo para admirarlo».
Dado que el despacho estaba en la parte de arriba y conectado por unas escaleras con el dormitorio, tuvo que tener más cuidado de no hacer ruido. Al mínimo crujido de la madera, resbalón torpe de los objetos, o cualquier cosa que pudiera pasar a causa de su mala suerte, estaba segura de que despertaría a Ran. Y si dormía con el arma bajo la almohada -no lo había comprobado-, entonces la cosa se complicaría. No podría hacerse la víctima porque Ran la apuntase con el arma o co
Los cajones crujían cuando los abría. Señal de que las bisgradas necesitaban un buen pegote de grasa. Fue un problema hacerlo con todos y cada uno de los cinco de seis cajones que había en total. Encima, no había nada más que una tablet apagada y unas plumas estilográficas que le recordaron a las películas antiguas donde aún se firmaban con ella. Supuso que a Ran le gustaba la elegancia y perfección en todo lo que hacía.
La silla olía a él, como los papeles cuando los removió y solo se encontró con un disgutó al ver que estaban en blanco. Era como buscar una aguja en un pajar.
Hasta que solo quedó un cajón. La última de sus esperanzas. Se lo pensó antes de hacerlo. Si había algo, pues el éxito de su misión habría valido la pena y se iría con una sonrisa a la cama. Y si no, no le tocaría otra que admitir su derrota y seguir buscando por el resto de la sala con mucho más cuidado. Era enorme. Tardaría horas en encontrar lo que quería si no estaba en el escritorio. También podría dejarlo para mañana, pero solo le causaría más insomnio.
Finalmente, tomó la confianza suficiente para hacerlo. Le tocase lo que le tocara, lo admitiría. Inhaló, y exhaló por los pulmones. Cerró la mano alrededor del pomo decorado... Y Hope abrió el cajón de un tirón, arriesgándose a hacer todo el ruido de golpe y que pudiera despertarlos a todos. Pero no pasó. El cajón se abrió sin hacer más del ruido necesario, lo que le sacó una sonrisa victoriosa.
Pero no encontró lo que buscaba. No del todo.
Eran fotografías. Buenas y malas, con gente o sin gente. Algunas eran de su propia boda El vestido blanco que ella no había elegido cubriendo su parte, el velo echado hacia atrás y el ramo de flores reales -rosas y tulipanes-, un rostro que apenas reconocía. Los pellizcos le recordaban que tenía que sonreír, y ella lo hacía como podía. Una vez sin ellos, su rostro apenas era una cara de felicidad y dicha por el día más feliz de mujer. Miró el resto de fotos aparte de la principal. Una ella sola, otra con la familia, varias con su padre y madrastra y alguna con su hermana. La familia más cercana. Respecto a Ran, era o estar solo o con ella y su familia. Ni rastro de su hermano como pensaba en un inicio. ¿Por qué no había ido? ¿Habían surgido problemas en su trabajo, si tenía, o con la familia? No tenía ni idea porque, al no conocerlo ni a él ni al resto de la familia de su marido, le era complicado imaginarse algo así.
Pero eso no tenía sentido. 
Ninguno. No tendría sentido haberla dejado con la miel en los labios sin ningún motivo. Ese era su despacho, tendrían que haber cosas con las que sacar información, aunque no fuera el despacho... Tenía que haberlo hecho mal. Buscado en el sitio erróneo. Al final, no era como si esa casa fuera ocupada todo el año como el ático. Debían de estar ahí, se dijo, en el apartamento. Nunca entraba en el despacho de esa casa, era la norma, y tendría sentido guardarlas en esos cajones, y no en el chalet.
Miró a su alrededor. Era un despacho amplio, muy vacío en las paredes y con una pared de piedras a sus espaldas que daba al dormitorio principal. Solo ahí había un cuadro, y era impresionista pero con características que lo harían formar parte del arte actual y no de la época. Esos cuadros debían ser expuestos y guardados por los museos, no por las familias. ¿Cabría la posibilidad que alguna foto estuviese en las estanterías? Si no estaban en las paredes, los marcos de las estanterías valdrían. O de la cómoda. O de las mesitas. Cualquier superficie donde fuera normal guardarlas. ¿Y dónde más había estanterías? La biblioteca. Había visto unos marcos sobre algunas repisas camino a la biblioteca, que no había mirado tampoco, pero también unos en la sala. Sí, tenía que ser ahí. Aunque luego no fuera, era una idea espectacular mirar ahí. Y de paso, comprobar si el ordenador funcionaba.
Hope volvió a abrir el cajón de la mesa. La madera crujió de nuevo al desplazarse, pero no se opuso a que lo abriera como antes. Lo que sí la sorprendió, fue ver unos sobres que antes no había visto al fondo que le llamaron la atención. Eran amarillos, como si el papel se hubiera conservado a lo largo del tiempo, pero reciente. Todos estaban abiertos y, de uno de ellos, asomaba las siglas de un departamento que reconoció como el banco. Su banco. Rápidamente los sacó y puso al lado de las fotos; luego, las abrió con cuidado de no cortarse con el papel.
Las letras estaban algo borrosas, al punto de haber eliminado algunos dígitos por completo, pero aún así podía leerse. Le costó reconocer algunas letras por la poca iluminación, pues las cortinas estaban echadas y la única luz que entraba eran la de las escaleras del dormitorio y las que daban al pasillo de la segunda planta. 
BENEFACTOR: RAN HAITANI
DÍA: XX/XX/XXXX
CANTIDAD: 3.806,95 ¥
Era una gran cantidad de dinero, sin duda. De hecho, demasiado dinero. No conocía las cuentas de Ran, pero una cantidad como esa superaba a muchas de las familias que vivían a los alrededores. Si de verdad estaba gastando ese dinero, tendría que ser un buen motivo. Nadie hacía un cheque con tanto capital por nada. ¿Estaría ligado a su trabajo?
Parte de ella pensó en la posibilidad de ser las pruebas de su adulterio. La excusa más decente que tendría para despertarle en ese momento y echarle en cara todo. Hope siguió mirando los papeles, las cifras, todo...
Cogió el último de la lista y la carta. Si iban por orden, entonces ese era el más reciente de las cartas. Siguiendo el orden de recogida, claro. Ahora resultaría que era lo contrario. Los demás, los dejó sobre la mesa en caso de necesitarlos.
PARA: UNIVERSIDAD INTERNACIONAL DE JAPÓN
CANTIDAD: 60.850,74 ¥/año
Ese ere el nombre de su universidad. Aunque no pusiera espresante que iba dirigido a la facultad de Bellas Artes, podía entenderse el contexto sin necesidad de leer la carta con el sello de la universidad. Las manos de Hope temblaron como si estuviera en medio de una tormenta como la de fuera. La boca se le había secado.
-Mi pequeña esposa ahora cotillea los asuntos de su marido -Hope pegó un salto en el sitio, pero no gritó. Se dio la vuelta para encontrarse a Ran a contraluz en las escaleras del dormitorio y los brazos cruzados, apoyado sobre un hombro en la pared y mirándola... No podía ver cómo la miraba-. Jamás la habría imaginado así. ¿Algo interesante que ver?
-¿Por qué...? ¿Por qué tienes un cheque dirigido a mi universidad? -dio paso atrás.
Sus pasos resonaron sobre las tablas cuando se acercó. Llevaba puesto los zapatos, lo que era una sorpresa increíble viniendo de él y su rectitud. Hope dio otro paso hacia atrás, con las cartas en las manos. Ran se detuvo al ver su reacción, y pudo ver una mueca pasarle por los labios que rápidamente solucionó mirando al escritorio. Hacia el cajón que ella había estado mirando.
-¿Por qué estabas mirando esto? No son tus cosas.
-Solo quiero saber eso. Lo demás me da igual -declaró ella-. ¿Has estado pagando mi matrícula?
Silencio, uno muy incómodo. Se tomó un rato para responde, pero cuando lo hizo fue con voz grave:
-Sí.
Hope no lo entendió.
-¿Por qué? No tiene sentido. Tengo dinero. 
-Te cerraron la cuenta antes de casarnos. -confesó, y le sentó como una patada en el estómago-. Dijeron que no ibas a necesitarla.
Un balde de agua fría en la cara. Eso es lo que sintió. Seguía sin tener sentido que alguien le cerrase las cuentas cuando ella era mayor de edad, y más en ese entonces, y su tía era quien la gestionaba con permisos para poder acceder a ella en caso de que algo le pasara a Hope. Pero tampoco el permiso para cerrarla sin un aviso previo a la verdadera titular. 
-Mi tía nunca haría eso -balbuceó, y sinrió estúpida al hacerlo. Apretó los labios, conteniendo ese temblor en su voz-. Tampoco podría cerrarla porque no es titular de cuenta...
-Tu tía no, pero sí tu padre -explicó con cuidado en sus palabras. Hope volvió a mirar el cheque, y luego de nuevo a Ran. Claro, cómo no se le había ocurrido la única persona en el mundo que vendería a su hija a cambio de beneficios para su familia y que casi la mataba a palos-. Antes de casarnos dijo que ya que ibas a casarte con un hombre rico no necesitarías tu propio dinero, y cerró la cuenta bajo el pretexto de que ahora tocaba cobrar tu educación. Lo que tú has estado pagado es mediante una cuenta que abrí a tu nombre y los ingresos periódicos de meses que he estado metiendo.
Eso tendría sentido, pero no el por qué tener los documentos oficiales en una casa a la que nunca iba. ¿Otra mentira más? Antes le había dicho que apenas visitaba la casa porque tenía mucho trabajo, y resulta que ahora se encontraba con unos documentos de hacía meses.
-¿Y tú lo sabías? ¿Por eso...? ¿Por eso has hecho todo esto?
Pensó en los viajes que solía hacer cada ciertos meses en esos dos años. Cada viaje estaba planificado, y ella se enteraba unos días antes por teléfono; por él o mayormente a través de una secretaria. Tenía que ir acompañado para no romper la mentira. Pero, ¿con quién? Hayakawa se quedaba con ella, así como algún que otro guardaespaldas que aparecía para informarle de los avances positivos o negativos del viaje, pero sin dar muchos detalles, como si a ella le angustiase la idea de que fuera a pasar algo. Al principio, pensó que era una forma que tenía Ran de controlarla desde fuera o de notificarle cuándo volvería.
Y entonces recordó los regalos que le dejaba en el armario con las cartas de disculpa. Joyas -pulseras, pendientes, collares, anillos a medida- que jamás se pondría pero que insistía en regalarle. En cómo el ama de llaves de alguna manera le recomendaba utilizar las joyas para que resaltasen su belleza y su estatus social. Todas y cada una de ellas recordándole que se merecía el mundo por soportar tantos viajes. Las mismas que leía y tiraba sin interés porque no le creía.
Todo cobró sentido.
Y fue increíblemente doloroso para alguien que promulgaba ser indestructible con las emociones. Se mordió el labio hasta que sintió la sangre. Sangre.
-¿Has estado viniendo aquí con alguien de verdad? -preguntó de repente. Ran dejó de pestañear en el momento que acabó la oración, como si le pillase verdaderamente por sorpresa-. Quiero decir, dices que no has venido en mucho tiempo, pero estos -levantó los papeles para que los viera- son muy nuevos. En este pone algo de una acción de hace unos meses. Tendría sentido que vinieras, pero... No tiene pinta que vinieras solo, ¿verdad?, a la casa de tu familia y tardases semanas en volver a la capital.
Ni una mirada. Ni una palabra. Nada. Ni siquiera se movió ni intentó hacer nada... Ni ir con ella para quitarle esa idea de la cabeza como venía haciendo desde el poco tiempo que hablaban. El silencio se lo dijo todo.
-Oh... -fue lo único que dijo. Y fue ella-. Eh...vale. Creó que voy a salir a dar un paseo o algo.
¿Debería haber dicho más? Quizás sí, porque la situación lo requería. Pero...por alguna razón no quería discutir, ni gastar unas fuerzas que apenas notaba en defender una posición que quizás saliera a la luz. ¿Tenía el derecho de hacerlo después de todo lo ocurrido hasta ahora? ¿Tenía derecho a echarle en cara todo lo que había aguantado en silencio desde el primer día?
-No puedes salir -fue lo único que dijo. Lo único. El muy cobarde no se esforzaba ni en negarlo-. Es de noche y está nevando.
Giró la cabeza y lo comprobó. Nieve cayendo por la ventana de forma descontrolada pero que aún dejaba qué desear. La noche oscura se cernía sobre ellos. Tenía la sensación de que eso apenas era el inicio de una buena tormenta.
-Solo...quiero estar en el jardín. Que me de un poco el aire. Cogeré una chaqueta y saldré -aseguró teniendo en cuenta el clima y la situación-. No quiero discutir.
-Yo tampoco, Hope -dijo. Y lo hizo de una forma tan transparente, tan suave, que el corazón de Hope consiguió aflojarse un poco más. Se negó a que el escozor que le recorrió la nariz y los ojos la domase-. Quédate. Hablemos.
Pero igualmente bajó a la habitación a cámara lenta. La sudadera y aquellos pantalones no harían nada frente a la tormenta, así que cogió el abrigo y se lo puso por encima abrochado hasta arriba. Luego, se calzó con unas botas, dándole igual la parte cultural de la casa y el respeto a lo que fuera que el resto de habitantes seguían. No tenía por qué hacerlo. No la habían educado con eso. Estaba a punto de salir, móvil en mano, cuando escuchó la voz de Ran sonando y sus pasos haciendo eco en el aire.
-Hope, tenemos que hablar de esto -dijo.
-Ahora quieres hablar -se burló, conteniéndose, dándole la espalda aún-, pero esta vez yo no quiero y vas a tener que aguantarte.
-No voy a dejarte salir con ese tiempo. 
Hope se giró entonces a Ran. Estaba bajando las escaleras, rápido pero precavido. A medida que avanzaba, la luz se iba haciendo de él y aclarando las facciones que en el despacho no habría visto a la primera. Tenía el pelo peinado hacia atrás, pero no como acostumbraba a verlo arreglado. La camiseta de manga corta hacía que se le marcasen los músculos del pecho, bien formados y marcados contra la tela. La tinta asomaba en la mitad de su cuerpo, como culebras serpenteando. Los pantalones le quedaban sueltos, pero también le hacían una figura atlética y despreocupada que, de alguna extraña manera, hacía que su belleza terrenal subiera. 
Cada vez que lo veía, era como incitar a sus instintos a que cometieran el primer pecado que se le pasara por la cabeza. O cada uno de los siete. Y era tan dolorosamente difícil de evitar que siempre la llevaba a pensar lo peor de ella misma. ¿Cómo la veía? ¿La veía igual que ella se veía a sí misma en los espejos, con el pelo enloquecido y delgaducha, sin atributos destacables más que un par de pechos que siempre se preocupaba por tapar y unas caderas que siempre habían molestado a su madrastra a la hora de elegir la ropa?
-¿Quieres hablar? Bien, hablemos -se sentó en la cama y lo miró. Cuando vio que los ojos de Ran empezaban a brillar de nuevo a causa de la relajación, vio cómo nació de nuevo la oscuridad cuando ella preguntó en voz alta-. ¿Quién eres?
Ran suspiró una respuesta.
-Otra vez eso.
-Me sigues diciendo lo mismo todo el rato. Y ahora resulta que es verdad que me has sido infiel todo este tiempo -resopló, enumerando las razones para hablar del tema que con tanta ansia le carcomían por dentro-. ¿Por qué has hecho eso? ¿Es por mí?
Eso debió pillarlo desprevenido, porque giró la cabeza con tanta fuerza y rapidez que por un momento temió que le saliera volando. Las manos sobre el escritorio se cerraron y los músculos de los brazos se tensaron. Desde su posición, pudo ver cómo una vena se le marcaba en el cuello y le latía.
-¿Por qué piensas que eres tú la causa?
-No hemos hablado en dos años. Ni cuando nos conocimos, hablamos más allá de lo que estábamos haciendo y lo que queríamos, pero sin ganas de que el otro conociera toda nuestra vida. Si es por mí, lo entendería. Pero -las palabras se le atragantaron en la garganta, pero es esforzó en seguir hablando- he estado durmiendo en la misma cama que tú y caminando por toda esta casa. ¿Has traído a esa persona y...estado con ella en esa cama o en algún otro lugar en el que yo he estado?
Ran se pasó los dedos por el pelo, y dio la sensación de que se daba pequeños tirones de la raíz mientras buscaba una respuesta. Tendría sentido, ¿no? Si se traía a alguien a una casa para estar con ella, aunque fuera una noche, sería para estar en la cama. La mera idea la estremecía, pero al decirlo en alto le quitó pesó a sus palabras y se liberó. En parte. Porque el dolor en el pecho seguía ahí, y las ganas de que dijera que era mentira, que estaba bromeando, hacían fuerza.
-La he traído a esta casa, pero nunca a nuestra casa -respondió-. O era en la habitación de invitados o en otro lado, pero no donde tú has dormido. 
Hope le miró en silencio. Lo sabía. No estaba loca. Todo este tiempo, las miradas de compasión de las criadas cuando llegaban flores que no eran para ella y que intentaban ocultarlo... No estaba loca. Todo este tiempo, la verdad estuvo delante de ella. Tan delante que dolía, ardía, quemaba, la enfriaba, y volvía a alzarse cada vez más furiosa contra ella.
-¿La conozco?
-No -negó rotundamente.
Por lo menos ahora estaba segura de que la cama estaba limpia de pecados y pensamientos que la harían revolverse el resto de su existencia. Habría quemado el colchón y el somier hasta las cenizas de haber sido una respuesta contraria. Ya estaba preparando el plan para hacerlo. ¿Cómo era ella? ¿Era guapa? ¿Era inteligente? ¿Aquella mujer que venía con ellos la conocía y por eso se sorprendió de ver a Hope? Viéndose al lado de ellos, seguro que ella sería hermosa y elegante.
El tipo de persona con la que alguien como él se juntaría. No como una como ella. Muchas preguntas se le pasaron por la cabeza, cada una más ponzoñosa a la otra.
-Jamás relacionaría eso contigo.
«Pero, sin embargo, me has estado mirando a los ojos y besando en los mismos lugares donde ella habrá estado», no pudo evitar pensar. Asintió, e hizo la última pregunta que le interesaba sobre la mujer que había estado acostándose con su marido. Su voz sonó como una puñalada.
Solo pudo apretar los labios, con cada vez más fuerza. La rabia hervía en su interior, pero también estaba el dolor, la traición que se sentía como una quemadura lenta.
-¿Sigues con ella?
-Es más fácil empezar una guerra que hablar con ella -volvió a revolverse el pelo-. Es una persona insistente. Pensó que por una vez que estuviera con ella daría todo lo que tenía para hacerla mi pareja oficial. Quiso conocerte, verte, pero se lo prohibí. Lo que he hecho antes del matrimonio no creo que te interese -Hope le dio la razón en algo-, pero en el matrimonio es diferente. Que pensase que era la mujer a la que entregaría todo solo demuestra que el compromiso es un amarre y que la furia de mi mujer sería menor si la hacía salir al público conmigo, como si tú fueras la segunda en la relación. Dejé de verla hace un año, cuando demostró que no era capaz de ser la segunda.
Hope bajó la mirada al suelo, sintiendo cómo su corazón latía dolorosamente en su pecho. Había soportado a Ran con todo lo que tenía; sus desplantes, sus comentarios que más de ser inocentes le hacían daño, sus bromas, a él... Lo había intentado de verdad. Y ahora, ese minúsculo pilar en el que había depositado su confianza se había desmoronado por completo.
Porque ella siempre había tenido razón.
-Y tú me acusaste de infiel -dijo ella, después de un largo momento de silencio, levantando la cabeza para atenderle, esta vez con una mirada más firme-. Dijiste que te había sido infiel con el primero que había visto. Me habrías encerrado, lo dijiste. Y luego, culpaste a mi guardaespaldas de meterse entre mis piernas después de preguntarle si le parecía atractiva.
Sus ojos se dispararon hacia ella nuevamente. Algo sorprendente pasó por ellos como una flecha llena de veneno, la adrenalina corriendo por el cuerpo de Hope como un segundo torrente sanguíneo.
-No tendrías que haber escuchado eso. ¿Viste...?
-Las armas, sí, pero solo escuché una parte. Lo importante. 
Ran se acercó a ella en dos pasos con sus largas piernas. En cuestión de segundos, sus brazos estaban atrapados por las dos garras por manos que el hombre tenía y Hope jadeó. Por otro lado, su mirada era suave pese a la fuerza con la que la agarraba. No... No era fuerza. Se estaba conteniendo. Las venas se le marcaban en los brazos; las líneas de tinta oscura ascendiendo que marcaban la fuerza de unos músculos bien ejercitados y conservados.
-Al menos dime para qué la necesidad de armas cuando no tienes nada que ver con negocios ilegales. ¿Podrías responder a eso aún a sabiendas que dependiendo de la respuesta no me volverías a ver?
-En el caso de que pensases huir, no podría dejarte hacerlo. Porque eres mía y ningún abogado pensaría presentarme los papeles de un divorcio.
Demasiado engreído, se dijo, para la paciencia que estaba mostrando Hope. Las ganas de quitarle los brazos de encima eran fuerte, sintiendo los dedos clavarse en su piel pero sin necesidad de usar las uñas.
-Eres un ególatra.
Al menos, sabía cómo no dejar la cicatriz pero no la marca. Hope respondió con una una sonrisa burlona. ¿Por qué esa tendencia a agarrarla de los brazos cuando salía un tema de discusión entre los dos? ¿Era una forma de volverla loca? ¿Por qué esa mirada de advertencia que le helaba los huesos pero le calentaba el espíritu a revolverse y alejarse de él?
-Me dan igual las armas, pero sí que las tengas en mi casa -admitió-. Respecto a la infidelidad, podrías tener la decencia de admitir que un buen abogado lucharía en la Corte por una recompensa millonaria. ¿Qué tan especial era ella? ¿Por qué? ¿Para qué llevarla al hogar de tu familia? 
-Todo tiene que ver contigo, Hope -confesó. Los latidos de Hope volvieron a acelerarse con la respuesta, que era diferente a la que se esperaba. Pero totalmente.
Puede que tolerase a Ran Haitani.
¿Ahora le estaba echando la culpa de sus acciones a ella? ¿De verdad estaba haciendo eso cuando no tenía ningún derecho a hacerlo? Las cosas eran así: él había sido infiel, ella no, y aún así, ella quería saber los verdaderos motivos por algo de lo que no tenía la culpa. Porque no lo era, ¿verdad? Los dos la tenían. No hablaban, ni se veían, ni nada. Lo justo era dividir la responsabilidad entre los dos y asumir las consecuencias que el otro hiciese.
Si Hope hubiera tenido a otra persona, otro gallo habría cantado. Toda esta conversación sería diferente por el hecho de ser mujer. Porque, al parecer, una mujer casada seguía teniendo la responsabilidad de ser la parte fiel y leal, y la del hombre lo contrario, y asumir el pecado. La última vez que habían hablado del tema, en el ático, antes de su ataque de ansiedad por lo que pensaba que iba a suceder, y Ran se había puesto hecho una furia en todo eso. Y ella también, pero por el estrés que estaba pasando. 
-Antes has dicho que ella quería conocerme. ¿Por qué? ¿Por qué conocer a alguien como yo? ¿La habrías dejado hacerlo?
Si quería conocerla, entonces habría hecho numerosos intentos por ello. No solo uno o una simple petición a la persona que tendría que cederle ese permiso. ¿Habría Hope aceptado en otra situación quedar con ella y conocer su historia? Las personas que se transformaban en amantes de gente pudiente eran de un bajo mundo que les llamaba la atención a la gente como Ran. Quizás fuera eso, una persona de clase media que había llamado su atención y comenzado una relación con la primera mirada. Las películas empezaban así, pero aquello era la vida real. Estaba segura de que le hubiese gustado conocerla por el simple hecho de que le aseguraba un nivel de vida aún mayor por el simple hecho de ser la segunda en el matrimonio.
La persona con la que su esposo pasaría más tiempo -uno que ella no tenía por la universidad y las visitas a su tía-, quien probablemente tendría a sus hijos en secreto y ahorrarían a Hope un peso que no quería vivir. Sin embargo, la que tendría que salir cara al público con la vergüenza si se supiera sería ella. La que recibiría las palizas por no ser una buena esposa. Los comentarios a sus espaldas. La que tendría que vivir con la conciencia de que era incapaz de darle un hijo a su marido.
Hope ya se había preparado mentalmente para eso en el momento en el que la dejaron sola en el ático, en el primer mes, y descubrió que los viajes de Ran eran frecuentes y que dormiría con ella sin que se diera cuenta. Y no le importaba. 
Solo había una pregunta que se le pasaba por la cabeza. Y no le daba vergüenza admitirla en voz alta. ¿De verdad era igual a ella en eso? No lo parecía. Hope venía de una familia rica y poderosa, pero se comportaba como una persona de nivel medio porque consideraba absurdo gastarse un dineral en joyas y ropa que podía adquirir en tiendas normales con la misma calidad o mejor.
-Te he dicho que se lo prohibí. No querría a mi amante y a mi mujer en la misma sala.
«Amante». Sonó varias veces en su cabeza, con su propia voz y la de Ran. Ya era una palabra demasiado fea como para decirla en alto y recordarla.
-Quiero ver una foto -pidió, pero sonó más como una orden.
-No.
Lo cierto es que habría sido más fácil, pero después de decirle eso ahora tenía muchas más ganas de saber cómo era y por qué había llamado su atención. Porque parecía ser Hope el centro de la mayoría de sus problemas.
-Tengo curiosidad.
Ran la miró. La luz de la habitación suavizó sus expresiones, pero seguía mirándola fijamente y como un depredador reflexionando sobre si era una buena presa o debía pasar a la siguiente. No estaba enfadado, porque sino se le vería, sino que calculaba la situación buscando una solución.
Al final, se dirigió hacia la bolsa de lona que habían guardado en el armario empotrado a la pared, más pequeño que el del ático, y rebuscó en ella. Hope esperó pacientemente al lado de la puerta. Una vez conseguido lo que buscaba, Ran se acercó a ella, dejando un cierto margen de distancia entre ellos, y estiró el brazo. Tenía algo entre los dedos. Hope la cogió y la miró. 
En parte, tenía razón en lo de parecerse. La diferencia era que ella parecía una modelo incluso con esa sudadera de deporte y mallas ajustadas, el pelo castaño recogido en una despreocupada coleta. Las mejillas sonrosas resaltaban en su pálido rostro. Estaba hecha desde tan lejos que la calidad se había perdido en el camino, y seguramente debido al movimiento. Estaba tan delgada que podría ser modelo de talla media, con unas curvas generosas en las caderas y unos pecho estándar, tal vez. Era dolorosamente atractiva, perfecta.
Pero no era ella, se tenía que recordar. Le faltaban algunos atributos propios que no la hacía una copia perfecta. No una para poder decir que eran gemelas... Ni una para corroborar la infidelidad de Ran. Tampoco podía creer que llevase una foto de ella a la ligera.
-Es de hace unos meses. Pedí que se la hicieran porque estaba dando más problemas de los que esperaba tras apartarla de mi vida.
Levantó la cabeza en su dirección, escuchando atentamente.
-¿Qué problemas?
-Quería conocerte. Era muy insistente con el tema y lo sacaba siempre que podía cuando nos veíamos. Una vez intentó llamarte por mi teléfono para decirte lo que estábamos haciendo, pero la detuve -explicó. Contaba las cosas con tanta tranquilidad que era imposible ponerse nervioso de primeras. Incluso si la situación lo requería-. Hace unos meses descubrió dónde vivía y amenazó con hacerte una visita sorpresa si no la concertaba formalmente -rodó los ojos con cierto agotamiento-. Antes de entrar fue detenida por acoso.
La mente de Hope empezó a funcionar. ¿Cabría la oportunidad de que alguna vez la siguiera a la universidad si le hiciera algo? Las denuncia de acoso solo funcionaban cuando la otra parte era conocera de la privaticación de su espacio, no por terceros. Algo tendría que haber pasado con esa chica como para que ahora Ran estuviese tan nervioso y hubiera llegado a sacar el arma y disparar a quema ropa.
-Hayakawa... -pero no pudo terminar la frase. Fue tan duro decir su nombre en alto.
-Él tenía instrucciones de protegerte. Conocía su cara y habría sabido cómo actuar en el caso de que se te intentase acercar, como los demás.
-Por eso insististe en la protección -murmuró recordando la conversación. Sus órdenes habían sido expresamente que nadie se le acercase. Ahora empezaba a tener más sentido-. ¿Fue ella quien atacó a Hayakawa?
Ran sacudió la cabeza negando.
-Eso es otro asunto -intentaba quitarle peso al asunto, pero para Hope era imposible. Estaban hablando de su seguridad, y ahora que Hayakawa no estaba, no pensaba confiar en un extraño-. Tu cabecita no tiene que preocuparse por eso.
-Me tengo que preocupar porque era mi amigo.
Ran frunció el ceño, visiblemente cogido por sorpresa e irritado. Dio un paso hacia ella, pero Hope retrocedió automáticamente.
-Un guardaespaldas al que alguien paga por cobrar sus servicios no es un amigo -dijo en tono neutral-. Solo cumplía su trabajo. Protegerte estaba por encima de cualquier...amistad. Lo que fuese eso.
Las palizas que le daban a Hope era por ser insubordinada y siempre contestar. Ahora que estaba fuera de ese lugar, pensaba aprovecharlo al máximo junto con su libertad. 
-Deja de serlo cuando una mujer ha querido hablar conmigo y ver de lo que era capaz. ¿Tan buena era que le permitías todo menos conocer a tu mujer para juzgarla? -se encogió de hombros, devolviéndole la imagen. Ran la tomó, después de darle una mirada recelosa. La foto acabó en uno de sus bolsillos-. Al menos ella me habría dicho la verdad hace un año.
-Señor -exclamó haciendo un movimiento absurdamente dramático con el cuello-. ¿Por qué no puedes simplemente querer hablar del tema y cerrar el asunto de las armas? 
Se encogió de hombros donde estaba. Buena pregunta.
-¡Simplemente no me sale ser infiel! Yo...podría haberlo hecho, lo mismo, digo. Al final, este matrimonio no fue amor y tendría cavidad, fundamentos, pero no para decirte lo que hacer. Si lo hiciste, fue porque sabías que no me afectaría. Te agradezco habérmelo contado, no como pensaba que sería, pero supongo que gracias. 
-¿De verdad crees que no fue por amor?
Hope sonrió con burla, pero dolida en el fondo. Se acarició disimuladamente el anillo de bodas que llevaba puesto sobre el anular. Tendría que haberlo tirado por el fregadero. Recordaba el corto momento donde sus ojos no fueron lanzas capaces de perforar armaduras, cuando le puso el anillo y la miró de una forma que le hizo sentir cosas para después olvidarlas ante promesas que esperaba alguna vez que fueran mentiras. 
-Tú no me quieres, Ran -señaló, también suave y con una mirada dulce para que fuera capaz de entender sus emociones. Su posición en todo aquello-. Amas la idea de tener algo. Solo mírate. Eres uno de los hombres más ricos de Japón, atractivo e inteligente como uno solo. Y tienes menos de treinta años. Tienes un aura que lo grita. Cualquier mujer se lanzaría a por ti por ser quien eres.
-Cualquier mujer, tú lo dices, pero tú no.
Y ahí estaba él. Diciéndole que le había sido infiel una vez, antes quizás y después del matrimonio, sincerándose con lo había hecho mal y bien. Parecía que Hope realmente se rehusaba a admitir los sentimientos de otra persona por ella, y también los suyos personales. Pero, cómo no hacerlo con lo que le había tocado vivir. No haber conocido a su madre, ni tener ninguna imagen de ella para hacerla prevalecer en el tiempo, y haber sido tratada desde siempre como una bastarda con el apellido de la bienaventurada familia Wegner.
Luego, vivir con una educación estricta donde la imperfección era rechaza y con el concepto de que su cuerpo tenía que estar limpio hasta el matrimonio para que sus hijos nacieran sin los pecados de los padres. Abandonada por quien pensó que era el amor de su vida y abusada en todos los aspectos hasta un matrimonio por conveniencia con un señor que habría hecho de su cuerpo su centro de descarga. 
¿Cómo no iba a tener derecho a ser incapaz de sentir cosas por alguien cuando toda su vida había sido medida a la perfección y obligado a dejar de pensar? ¿Cómo no iba a tener miedo de sus propios sentimientos cuando se los habían privado toda su vida? Era como una pesadilla. Si alguien más hubiese vivido esa pesadilla, no lo habría contado. Y luego estaba ella, superviviente de todo eso, que se había llevado palizas justas e injustas, y con traumas incapaces de superarse de primeras. ¿Y él era capaz de empezar una conversación afectiva empezando a hablar de su amante, de las cosas que quería hacerle?
-Dime que no querías el beso de hace unos días, lo que te estaba haciendo y lo que te estaba generando estando ahí solos -los dedos de su mano acariciaron su mejilla y dejaron un rastro sensible por el camino. Los dedos empezaron a cosquillearle-. Dime por qué me besaste antes en el baño si no era porque sentías algo más.
Pero no podía. 
Las palabras no le salían de la boca con la fuerza suficiente. Cuando lo intentaba, una fuerza perversa tiraba de ellas y las regresaba a su lugar. Un miedo que inundaba su cabeza en forma de mancha oscura y que se reía cruelmente al verla fallar. Pero, sin embargo, lo que tenía en el exterior era todo lo contrario. Luz, una que la instaba a hablar y a decir lo que opinaba cuando le estaban preguntado por algo. Los dedos de Ran le hacían cosquilla ahí donde iba, desde las mejillas hasta la curva desnuda del cuello, la línea de su mandíbula y la parte de atrás de la oreja, ahora roja.
-Sé capaz de decirme que no querías que te hiciera el amor ahí mismo, o al llegar a casa, y admitiré lo que quieras con la mano en las escrituras. 
Las manos le temblaban. No, el cuerpo le temblaba. Las mejillas le ardían como antorchas en la noche más oscura, con el corazón golpeando tan fuerte que en algún momento tendría que salirse de donde estaba. ¿Por qué no lo hacía ya, y ahorraba el sufrimiento? Hablar en vano de las santas escrituras era un acto de herejía, le había dicho su madrastra en una de sus lecciones, pero si lo hacía era porque tenía motivos para creer que tu teoría era correcta. 
-Piénsalo, Hope
-¿Que piense qué?
-Piensa en cómo sería.
Se le acercó más y la rodeó por la cintura con un brazo. Le llegó su olor corporal, la suave loción de baño, el propio olor que él generaba, sin rastro de la costosa y fuerte colonia. Estaba ahí con ella, tocándola y tan cerca, pero aún así parecía irreal. Su cuerpo era cálido.
Pero por otro lado estaba ella, que debía estar enfadada y odiarlo por todo lo que él guardaba dentro y no le contaba. En algún momento, otro, podría haber comprendido con la cabeza fría el motivo del por qué controlaba todo aspecto de su vida... Pero ahora no. Ahí, con la cabeza revuelta y con tanta información sin profesar... No. No podía. No podía imaginarse en un escenario así con él, ni con él ni con nadie a aquellas alturas.
-¿Te crees que esto es un juego? -su voz salió más suave de lo que quería, y eso no sirvió para alimentar su rabia-. Me has mentido, me has ocultado que mi familia me había quitado el dinero, y no me dijiste nada... No soy ninguna de tus marionetas, maldita sea. No, no lo soy.
Con lo último sonaba arrepentida, como si quisiera convencerse a sí misma de que lo que estaba haciendo es bueno. Ran arqueó una ceja, claramente disfrutando de su reacción. Sin previo aviso, sus dedos le rozaron suavemente la barbilla, la punta de esta, levantándole el rostro para que sus ojos se encontrasen nuevamente. Había algo oscuro, llamativo como perturbador, en sus ojos que hacía a su corazón latir con fuerza.
-¿Manipularte? -susurró, su voz envolviéndola como un veneno dulce-. Yo creo que es al revés. ¿No me estarás manipulando a mí? Porque no puedo dejar de pensar en tenerte a mi lado, de darte lo que necesitas... Lo que necesitamos...
Antes de que pudiera replicar, Ran se inclinó cerca de ella y sus labios se rozaron. Fue un toque apenas perceptible, un gesto que pretendía encender el fuego que ambos sabían que estaba allí de alguna manera; dormido, esperando a despertar y avivarse. Su cuerpo respondió al instante, un calor abrasador recorriéndole el cuerpo, pero su mente seguía firme, recordando el motivo de su enfado. Sintió que los oídos le pitaban, durante unos segundos, y los ojos le picaban.
«No. No va a ser así».
Él fue a profundizar el beso, pero ella lo empujó con fuerza, apartándolo. Su respiración estaba agitada, pero esta vez no por el deseo que él intentaba provocar, sino por la verdadera furia que comenzaba a arder en su interior. Aunque las mejillas y su cuerpo ardieran, su corazón dolía y su cabeza latía.
-¡Basta ya! -gritó, con la voz rasposa y desesperada-. No puedes hacer esto. ¡No puedes! No puedes pensar que con un beso o una caricia puedes controlarme. ¡No soy tu marioneta!
El rostro de Ran cambió. La sonrisa confiada desapareció por primera vez, y por un breve segundo, algo parecido a la sorpresa le cruzó el rostro.
-Estoy harta. Necesito pensar.
Sin darle tiempo a responder, se apartó de su lado y cogió de nuevo las cosas con las que iba a salir de casa. Ran estaba demasiado sorprendido como para darse cuenta de que ella ya estaba saliendo del dormitorio a través de las escaleras del despacho. Escuchó su nombre flotar en el aire, pero no se detuvo por nada en el mundo. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de dolor y rabia impulsando cada paso mientras huía de él, de la confusión que siempre traía consigo.
No miró atrás. Porque si lo hacía, volvería a ser la Hope debilucha y caería en la trampa que Ran tendía desde que comenzó a relacionarse con él.
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La nieve caía con fuerza, cubriendo el suelo en un manto blanco que parecía borrar el mundo. Las luces de las farolas en el suelo apenas iluminaban el camino empedrado que llegaba desde la entrada de la residencia hasta la puerta, y el viento gélido comenzaba a ser cada vez más fuerte.
Permaneció de pie junto a la enorme ventana, mirando cómo los copos se estrellaban contra el cristal, formando figuras caóticas antes de desaparecer movidos por ese viento descontrolado. Hacía tiempo que no entraba en ese lugar, en general en esa casa, pero la última vez que recordaba haberse pasado por ahí con buenas intenciones era cuando Rindou y él buscaban un lugar donde sus padres no los buscarían; la biblioteca de la casa, al parecer, era la opción correcta. Su ceño fruncido era lo único que delataba la inquietud que comenzaba a acumularse en su pecho, aunque en sus ojos aún brillaba esa mezcla de arrogancia y confianza que malamente siempre lo acompañaba.
Su esposa se había marchado después de una fuerte discusión que había dejado el aire cargado de tensión, a pesar de que él pensaba que podría convencerla de lo contrario. El tema, como siempre, había sido una tontería que terminó escalando hasta lo incontrolable. Ran le había gritado, y ella, como siempre, acababa huyendo. Solo por esa vez le dejaría la mota de confianza que apenas entregaba a gente externa a su situación. Era lista. Volvería. Nadie tan tonto se adentraría en una tormenta que estaba apunto de desatarse.
-La señora Haitani aún no ha vuelto, señor -le escuchó decir a esa mujer, su secretaria, que Rindou tantas veces le había dicho que era más una molestia que una ayuda. Por el momento, no había sido ni lo uno ni lo otro-. ¿Quiere que avise a la seguridad para que vayan a por ella?
Se convencía a sí mismo de que volvería pronto, quizás un par de horas, cuando el frío comenzara a calarle los huesos y se diera cuenta de lo imprudente que era estar allá afuera en medio de una tormenta como esa. La conocía bien; era testaruda, pero no irracional. O al menos, eso quería creer. Era lista, así lo había demostrado en varias ocasiones. Tal vez hubiera llegado al pueblo bajo la colina y alguno de esos paletos la hubieran acogido con falsa modestia.
Las primeras dos horas pasaron lentamente, con la suave melodía de alguno de los vinilos favoritos de su padre sonando en la habitación. Desde la biblioteca la entrada podía verse bien, y más con esas enormes ventanas que había ordenado poner durante la remodelación. Adiós a lo antiguo y hola a lo moderno, se había dicho, encargando a los arquitectos más eficientes para reconstruir de cero toda la casa sin tocar algunas de las salas que sí le interesaba mantener; el interior de la biblioteca, el cuarto infantil, alguna sala de invitados... Solo lo que le traían buenos recuerdos. Lo demás, podían tirarlo o dárselo a quien lo necesitara. Porque ni Rindou o él iban a reclamarlo.
Ran caminaba en silencio, sus pasos resonando suavemente contra la alfombra. Se sirvió un vaso de whisky, lo bebió despacio y siguió esperando. Pero a medida que la noche avanzaba, la confianza que había tenido comenzó a desmoronarse. Como una mala sensación que se instalaba en su pecho y era difícil disuadir; le recordaba amargamente a diversas situaciones que había vivido con su hermano en el reformatorio cuando eran menores de edad. El viento ahora sonaba más fuerte, como cuchillas arañando el aire y cortando todo a su paso. Hope Wägner. Esa mujer... Tendría que haberla encerrado en alguna de las habitaciones para ahorrarse esa situación; atarla, echarle algo en el té, lo que diablos fuera, pero que se estuviera quieta como llevaba los primeros días sin hacer preguntas por lo ocurrido en el apartamento de Roppongi.
Ran tamborileaba los dedos sobre la mesa. Miró el reloj por enésima vez.
—¿Dónde demonios estás?
Otra hora pasó. La casa estaba en completo silencio, solo interrumpido por el aullido del viento afuera. Cada vez estaba más convencido que haber hablado las cosas con ella antes de que husmease entre sus cosas y descubriera tanto su infidelidad como el estado real de sus cuentas. ¿Quién la mandaba ir a hacer eso? No lo había hecho en su casa, pero ahora así. El nerviosismo comenzó a abrirse paso en su mente, un sentimiento que odiaba con toda su alma. No le gustaba perder el control, y esto se sentía como perderlo por completo. La última vez que lo perdió, uno de los estúpidos chicos de la Tokyo Manji Gang los había derrotado a su hermano y a él mientras derramaba lágrimas de impotencia; un momento humillante, pero del que había aprendido mucho y vengado.
Tomó su teléfono, respirando hondo antes de marcar el número de uno de sus hombres de seguridad personal.
-Entra en casa. Estoy en la biblioteca.
Del otro lado de la línea, su guardaespaldas no necesitó más instrucciones. Tardó poco en aparecer, con el traje perfectamente colocado y el teléfono aún en su mano.
-Id a buscarla. Pero esta vez de verdad. ¿Sabéis dónde está?
-Nada más la señora salió uno de mis chicos fue con ella, señor -respondió él de inmediato, con ese molesto tono formal que solo detonaba el interés económico y temor a la influencia de Bonten-. Él sabrá dónde está.
Ran les había confiado la seguridad de su esposa antes, pero nunca con esta urgencia. El último hombre al que le confió su seguridad más personal estaba muerto, producto de un conflicto con una pequeña potencia que quería competir con Bonten y arrasarlos, atacando a lo más cercano que tuviera. Una filtración les había dado una información demasiado poderosa y de la que Rindou se estaba encargado, junto con Sanzu al haber implicados traidores. Esta vez, no se trataba de una salida planificada o de una noche en la ciudad. Ahora, estaba confiando en otras personas para ir a por la mujer que estaba unida a él por un papel y que tantos quebradores de cabeza le había dado.
-Hazlo -acabó diciendo, sin emoción, sin apartar los ojos de esa maldita entrada de piedra que tendría que haber arreglado-. Cuanto antes.
No atendió a ver si el hombre se marchaba o lo que hiciera. Simplemente se quedó ahí esperando. La nieve no daba señales de detenerse. Las horas seguían pasando, y cada minuto que ella no volvía era un peso más sobre sus hombros. Una molestia, un inconveniente, lo que demonios fuera, pero no lo quería encima. Y menos si se llegaba a saber que esa molesta mujer pelirroja que siempre olía a pintura estaba en peligro. El aire gélido de la tormenta comenzaba a colarse en sus pensamientos.
Las luces del coche de su equipo desaparecieron en la distancia, y Ran se quedó solo, con los nudillos blancos de apretar el vaso de whisky. Sabía que nunca debió haber dejado que se fuera. Pero también sabía que cuando la encontraran, tendría que ser él quien pidiera tanto las explicaciones como darle una disculpa por no haber sido él quien detuviera aquella tontería, y ese pensamiento le incomodaba tanto como la tormenta que rugía afuera.
Esa mujer... ¿Cómo una mujer podía dar tantos problemas? ¿Cómo una mujer que nunca había manifestado su opinión podía meterse en un problema tan serio que hiciera peligrar su vida? Recordó la última mirada que le había lanzado antes de salir corriendo por la puerta, su rostro encendido de rabia como de desesperación por salir de esa habitación que la asfixiaba; la misma ansiedad que había visto en otras personas, y no una buena imagen a comparar. Había algo más allá del enojo, algo que no había notado en su momento pero que ahora le atormentaba: decepción. Ran no podía soportar que lo mirara de esa manera. El padre de ella, un imbécil arrogante al que caló hacía ya tiempo, había dicho, antes de casarse, que era igual de sumisa como todas las esposas debían ser y encima la hermana mayor, por lo que era responsable y conocía su rol mejor que nadie; y una mierda. Hope tenía el carácter de un felino, y de los grandes. Dejaba que la acariciasen, pero a la mínima molestia, ¡zas!, se rebanaba la mano. Lo demostraba cada vez que hablaban.
El reloj en la pared seguía su incesante tictac. Los minutos continuaban pasando, y la tormenta solo empeoraba. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, su teléfono sonó de nuevo. Lo agarró con rapidez, su corazón acelerándose.
-¿Y bien? -preguntó, sin esperar.
-La hemos encontrado.
Ran sintió que podía volver a respirar, solo durante unos instantes, pero la tensión en la voz del hombre al lado de la línea lo detuvo.
-Estamos de camino, jefe. No habría llegado muy lejos con esa ropa y ese calzado.
-Traedla, ya -ordenó, su voz siendo más dura de lo que pretendía, pero le daba igual. Eran trabajadores y él su jefe, quien les pagaba, y su trabajo era devolver a Hope con vida.
Su cuerpo se levantó de aquella silla tan incómoda, un mueble decorativo que dejó al decorador poner porque nunca habría pensado regresar a esa casa. Al parecer, las cosas cambiaban aunque uno no lo quisiera. Apuró el trago de alcohol tan rápido como pudo antes de salir de la biblioteca y caminar hacia la entrada. Su secretaria estaba ahí, sentada al final de las escaleras con el ordenador en el regazo y la mirada perdida en el contenido; cuando lo vio aparecer, dejó lo que estaba haciendo y se levantó tan rápido como pudo.
El tiempo hasta que llegó el coche con su esposa fue insoportablemente lento. Y la presencia de esa mujer solo lo acababa por poner más y más nervioso, con dos ojos mirándole tan fijamente sin perder detalle. Intentó ignorarlo lo máximo que pudo. Cuando finalmente escuchó el motor afuera, por encima de la tormenta, y vio las luces del coche iluminar el porche, corrió hacia la puerta sin pensarlo dos veces. El viento gélido lo golpeó en la cara al abrirla, pero no le importó. Ran salió dando zancadas de la calidez del hogar al frío del exterior, sin nada más que lo cubriera que la ropa de estar por casa y unas deportivas que la criada había metido en la bolsa de viaje poco después de que ellos abandonaran Roppongi.
Fuera, la batalla se libraba sin remordimientos. Sintió que el mundo se detenía cuando vio a su esposa en brazos de uno de sus hombres, inconsciente, cruzando el grueso muro de piedra original de la parcela, con la cabeza echada para atrás, la melena pelirroja colgando como una cascada de rizos incontrolables, y la ropa con la que había salido. El viento arrastraba más nieve a su alrededor, pero todo lo que podía ver era su cuerpo inmóvil, cubierto por ropa empapada de nieve y su respiración apenas visible, como si fuera un hilo frágil a punto de romperse.
Sintió que algo se rompía. Algo que hasta el momento había estado descansando, o dormido dependiendo de por dónde se viera, se despertaba y lo golpeaba de golpe.
-¡Dádmela! -se escuchó gritando, distante, mientras su cuerpo se adentraba en la tormenta del exterior. Rindou se habría burlado de haber estado ahí, viéndole comportarse de esa manera por alguien que no fuera alguno de los dos, que siempre habían estado juntos. Pero le daba igual-. ¡Dádmela ya!
Sus hombres le obedecieron. El chico vestido de uniforme, unos centímetros más bajo que él, que la llevaba en brazos le pasó el cuerpo de Hope sin rechistar. Ran juró que nunca había sentido algo tan liviano como el cuerpo alto y delgado de Hope. En ese momento, una sensación lo sacudió profundamente. Estaba fría, demasiado. Su piel, las pocas veces que había llegado a tocarla y estado cálida, ahora parecía mármol, y su pecho apenas subía y bajaba. Los copos de nieve se fundían en su cabello, pegándose a su frente pálida como si la tormenta misma intentara reclamarla. Ni las pecas que manchaban su rostro mostraban la vitalidad de siempre.
Sin decir nada, Ran cruzó el umbral de la casa, sosteniendo el cuerpo inmóvil de Hope con fuerza. El calor del interior le golpeó de inmediato, pero no fue suficiente para aliviar la terrible sensación de que algo estaba muy mal. ¿Cuándo fue la última vez que se sintió así? Hacía mucho. Antes de formarse Bonten como tal. Y volver a sentirlo era, como poco, una mierda. La incertidumbre le roía la carne intentando profundizar hacia la médula, carcomerlo... Pero no podía. Había muchas cosas en juego, entre ellas, la vida de Hope. La colocó en la cama del dormitorio principal, apartando las mantas hasta los pies casi de un tirón. Su piel estaba casi translúcida, y el temblor débil de su cuerpo no era un buen signo. Sabía lo que significaba la hipotermia; sabía que no tenían mucho tiempo.
Escuchó suaves pasos a sus espaldas. Sabía quién era.
-Llama al médico -ordenó, comenzando a quitarle la ropa mojada a Hope. Primero, la chaqueta que no hubiera servido ni para guardar una parte de su calor corporal, alguna de sus tontas compras pensando que guardaría dinero cuando su cuenta era millonaria.
-Señor Haitani, si lo hacemos, sabrán... -no dejó que termina. Su boca iba más rápido que su cerebro.
-¡Hazlo! ¡Que lo amenacen con acabar con toda su familia, pero que venga inmediatamente! ¡Busca en ese pueblucho alguien que sirva!
El caos de la situación no era algo a lo que Ran Haitani estuviera acostumbrado. Él era un hombre que siempre tenía el control, que mantenía el poder sobre todo lo que lo rodeaba. Pero en ese momento, mientras veía a su esposa luchando por permanecer en el umbral de la consciencia, el control era lo último que sentía. Estaba asustado, y eso lo aterrorizaba más que cualquier otra cosa.
Ella no respondió, sino que se marchó de la habitación. Haría lo que le decía, lo que le ordenaba. Nadie era tan estúpido de jugársela. Continuó mirando a Hope, sus rasgos descoloridos y la mancha de color que se unía a la raíz de su pelo de color rojo, un golpe que sangraba. Sus ojos estaban cerrados, sus labios morados y temblorosos, mientras su respiración se hacía cada vez más débil. Ran la sacudió, intentando mantenerla despierta, pero no había respuesta.
Los segundos parecían alargarse eternamente mientras Ran gritaba a sus hombres para que calentaran la casa, trajeran mantas secas, cualquier cosa que pudiera ayudar. No podía permitirse perderla. No así.
Finalmente, uno de los hombres apareció con un botiquín, seguido de un médico que entró con rapidez. La expresión del doctor, se tensó al ver la gravedad de la situación. El tiempo se volvió borroso para Ran mientras el médico trabajaba, dándole instrucciones rápidas a los guardaespaldas, monitoreando su pulso y haciendo todo lo posible por estabilizarla.
-Es una etapa avanzada de hipotermia -anunció el médico, en voz baja, con urgencia pero sin alarmismo. Le sorprendía la parsimonia de ese hombre mientras su vida estaba en el mismo peligro que la de Hope si llegaba a morir-. Necesitamos subir su temperatura corporal, pero lentamente, o su corazón podría...
-¿Un baño caliente serviría?
-Eso solo subiría su temperatura rápidamente. Lo mejor serían... Sí, toallas mojadas calientes. Y mantas. Hay que cambiar su ropa y ponerle una seca.
Ran apretó la mandíbula, observando cada movimiento, impotente. No podía hacer nada más que esperar, y esa sensación lo estaba destrozando por dentro. Durante la siguiente hora, todo lo que hizo fue seguir las órdenes de un hombre que esperaba saber lo que hacía o lo pagaría caro. Mandó a sus hombres a por las mantas y por las toallas calientes. De desnudarla se encargó él, buscando un conjunto cualquiera que estuviera seco en la bolsa de viaje individual que le habían hecho a ella. Ropa interior y un pijama valdrían, se dijo, y se volvió hacia la cama.
-Está fuera de peligro, por ahora, pero necesitará reposo. Si hubiera pasado un poco más... -dejó la frase inconclusa, pero el mensaje estaba claro-. La herida de su cabeza solo necesita unos cuidados. Es superficial.
Ran asintió en silencio, incapaz de confiar en su propia voz. Su esposa estaba viva, pero el frío seguía alojado en su propio corazón. Se sentó a su lado, mirando su frágil figura mientras recuperaba lentamente algo de color en el rostro.
La tormenta afuera seguía rugiendo, pero dentro de la casa, el ambiente era tenso. Se quedó sentado junto a la cama donde yacía su esposa, inmóvil, envuelta en varias mantas secas que sus hombres le habían traído. Su respiración había mejorado, aunque aún era lenta y superficial. Todo lo que hacía era observarla, sintiendo cómo cada segundo que pasaba sin que ella abriera los ojos abría una poco más profunda. No era común que se sintiera así. Para Ran Haitani, el miedo no era un compañero habitual. Las únicas veces que había sentido en su vida fueron pocas, y relacionadas con su hermano pequeño y la seguridad de ambos. Controlaron Roppongi desde jóvenes, sin problemas, incluso desde el correccional al que les mandaban cada vez que la policía los encontraba metidos en problemas. Una vida así los había curtido en la misma pieza. Pero ahora lo tenía apretándole el pecho, recordándole que había cosas en su vida que estaban más allá de su control.
La imagen de ella alejándose, sus ojos llenos de furia y dolor, seguía repitiéndose en su mente. Tendría que haberle hablado de la otra mujer hacía tiempo, aunque fuera solo para advertirla. Pero, en vez de eso, había continuado esquivándola en aquel apartamento que solo los asfixiaba a ambos cuando se encontraban e ignoraban. En ese momento, había creído que ella solo necesitaba tiempo, que el frío la haría entrar en razón y regresaría, aunque lo insultara e ignorase más tiempo todavía. Sería justo, ¿no? Nunca se imaginó que llegaría tan lejos, que se quedaría afuera tanto tiempo, arriesgando su vida.
Él nunca había sido bueno para pedir perdón. ¿Cuándo fue la última vez que se disculpó con alguien? Probablemente en la época de Tenjiku, cuando Izana los reclutó. El orgullo siempre había sido su escudo, la manera en que mantenía a raya cualquier debilidad y lo mandaba hacia delante para continuar. Admiraba eso, esa confianza que Izana tenía en Kakucho, pero el destino quiso que no continuaran juntos. Izana estaba muerto y enterrado; y Kakucho ahora era el tercero al mando en Bonten, fiel a Mikey. En un mundo como ese, tener una debilidad, una, ya era ser hombre muerto. Pero en ese momento, frente a ella, inconsciente, ese orgullo se sentía vacío, inútil.
-Jefe -uno de sus hombres se acercó con cautela-. Hemos reforzado la seguridad en las afueras de la casa y cerramos todas las rutas. No entra ni sale nadie sin permiso. También estamos despejado el camino para el doctor en caso de que se necesite de nuevo.
Asintió sin levantar la mirada de su esposa. Apretó la mandíbula, intentando calmar el torrente de emociones que lo carcomía por dentro.
Ran suspiró, sin apartar la vista de ella, del color en sus mejillas que volvía a aparecer gracias al calor de las toallas calientes en sus puntos clave. Y mientras el viento afuera seguía rugiendo, juró en silencio vigilarla. No había más que hacer, y sin embargo, no podía despegarse de ese lugar, como si temiera que, si lo hacía, algo malo pasaría. Tenía que estar allí, tenía que verla despertar, saber que estaría bien.
Que estuviera viva era la primera victoria en medio de la tormenta.
No supo si habría una segunda.
Ni tampoco si podría hablar sin lanzarse sobre ella.
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Estaba viva.
Los ojos de ella se entreabrieron lentamente, pesados por el cansancio y el frío. Su mirada, al principio perdida, comenzó a enfocar la habitación, hasta que finalmente se detuvo en un punto fijo. Una lámpara de tela.
Intentó moverse, pero su cuerpo la traicionó. Estaba demasiado débil para hacer mucho más que mirar algo. Sus labios se entreabrieron como si quisiera decir algo, pero el mínimo esfuerzo era demasiado. Cerró los ojos por un momento, respirando con dificultad.
Hope estaba tumbada en la cama con los ojos cerrados. Sus dedos apretaban la tela de la almohada, su cuerpo temblando. El corazón le iba muy rápido, como si quisiera salirse del pecho. Estaba sudando. La calefacción estaba muy alta. O era ella. No lo sabía.
El sudor frío perlaba su frente mientras intentaba respirar con dificultad, los recuerdos desordenados del hielo, el frío penetrante y la oscuridad la inundaban, ahogándola en el miedo. Trató de incorporarse, pero sus brazos flaquearon, y cayó de nuevo sobre la cama, apenas capaz de levantar su cabeza. Sus dedos, apenas visibles entre las sábanas, se sintieron adormecidos, pálidos, y a pesar del calor del cuarto, todavía sentía el frío mordiendo la piel.
"-¿Qué hago aquí?" pensó, y su respiración se aceleró, como si en cualquier momento volviera a sentir la gélida mano de la muerte arrastrándola hacia el vacío. El dolor de la hipotermia aún latía en sus huesos.
Con manos temblorosas, se aferró a la manta que la cubría, envolviéndose en ella como si fuera su única protección. Puso los pies en el suelo de madera, que aunque cálido, aún se sentía extraño, como si no perteneciera a este lugar. Se levantó lentamente, tambaleándose, sus piernas temblorosas amenazando con fallarle en cualquier momento. Su respiración aún era irregular, pero la idea de quedarse inmóvil en la cama era peor. Tenía que moverse, tenía que entender qué había pasado.
La habitación estaba tenuemente iluminada por la luz de una lámpara en la esquina. Sus ojos escudriñaron cada rincón, intentando reconocer algo familiar, pero nada. Con pasos lentos y arrastrados, se dirigió hacia la puerta. El suelo crujía bajo sus pies mientras se deslizaba por el pasillo, su cuerpo temblaba incontrolablemente, más por el miedo que por el frío. El cuerpo el temblaba. Solo recordaba haberse caído al suelo mientras intentaba regresar a casa y golpeado la cabeza.
Las paredes de la casa eran extrañas, los cuadros, los muebles... nada le resultaba familiar. Al menos, cercano a ella. Solo esas fotos de ellos dos juntos y partes cortadas como si se sintiera una maldición enseñarlo. Pero había algo en el aire, un aroma cálido a madera quemada y a algo más, a hogar, que parecía tranquilizador y desconcertante a la vez. El eco lejano de voces se filtraba desde la planta baja, haciéndola detenerse. Se tensó, reconociendo una de las voces de inmediato. Era él.
Su corazón dio un vuelco.
La última vez que lo había visto, todo estaba teñido por la discusión en la entrada de casa. Las palabras duras, el rencor acumulado, la distancia que parecía insalvable entre ambos. Ella había salido furiosa, cegada por el dolor y la frustración, y fue entonces cuando todo sucedió. El frío, la oscuridad...
Hope, con el cuerpo temblando bajo la manta, caminó hacia la escalera, sus pies avanzando con torpeza pero decididos. Bajó los peldaños, sintiendo cómo cada paso la acercaba a la fuente de esas voces. La luz cálida de la chimenea iluminaba tenuemente la sala de estar. Se detuvo en la penúltima escalera, asomándose apenas para no ser vista.
Allí estaba su marido, de pie junto a la chimenea, el rostro serio, hablando con alguien más. Al principio, no reconoció al otro hombre. Estaba de espaldas, pero su postura le resultaba vagamente familiar. Fue solo cuando el hombre giró ligeramente, que reconoció el perfil de su hermano. El hombre que la había sujetado mientras... Hope intentó no recordar la sangre, el arma, el moribundo hablando. Solo le congelaba la sangre más de lo que ya estaba.
Su hermano y su marido, ambos juntos, hablando en voz baja. Las palabras llegaban distorsionadas hasta ella, pero alcanzó a captar fragmentos.
-Todo está resuelto, podéis regresar... Pero no hagas tonterías... Es peligroso todavía...
Hope sintió un nudo en la garganta al escuchar aquellas palabras. La frialdad y la distancia que había sentido entre ellos parecía haberse desvanecido, al menos por el momento. El peso de la discusión que había tenido con su marido se sintió más leve, pero aún no desaparecía del todo.
Su cuerpo seguía temblando, y no solo por la debilidad. Una parte de ella quería correr hacia ellos, dejarlos saber que estaba bien, que había despertado. Pero otra parte, más vulnerable, temía enfrentarse a las emociones que había dejado atrás antes de que todo se derrumbara. Los observó unos segundos más, el calor de la chimenea apenas alcanzándola desde donde estaba. Las llamas danzaban, proyectando sombras que parecían suavizar las líneas tensas del rostro de su marido.
Algo en él había cambiado. Hope lo notaba en la forma en que hablaba, en cómo su hermano asentía sin discutir.
Finalmente, reunió el valor para dar un paso adelante, pero el crujido del suelo la delató. Las dos cabezas se giraron hacia ella al unísono, como dos mascotas sincronizadas con su amo, pero sabía que estaba lejos de eso. Su marido la miró con sorpresa, sus ojos encontrando los de ella con una mezcla de alivio y culpa. Su hermano también la miró, pero no dijo nada; la caída de sus ojos manifestaba el desdén o pereza en los asuntos que compartía con su hermano mayor.
Hope tragó saliva, el miedo aún apretándole el pecho, pero dio otro paso hacia ellos. No sabía qué decir, pero en ese momento, su presencia lo decía todo. Dio un paso más hacia adelante, apretando con fuerza el agarre en la barandilla unida a la pared, y luego otro, el crujido de la madera bajo sus pies resonando en la sala.
Ran fue el primero en reaccionar. Dejó escapar un suspiro y avanzó hacia ella con una mezcla de duda y urgencia, como si no estuviera seguro de si debía abrazarla o mantener distancia. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo, notando el temblor en su cuerpo y la manta que aún la envolvía como un escudo. Se detuvo a pocos pasos de ella, las palabras atascadas en su garganta.
-Deberías volver a la cama-dijo finalmente, en un tono más suave. Sabía que no podían resolverlo todo en ese momento. Había muchas cosas sin decir, pero su salud era lo principal-. Estás muy pálida.
Hope asintió, aunque no se atrevió a mirarlo directamente. Se pasó una mano por el rostro, aún sintiendo el temblor en sus dedos. Sabía que estaba lejos de estar bien, pero la fuerza para admitirlo no estaba en ella en ese momento. Un vacío enorme se había instalado en su pecho, uno que el frío no había causado, sino la distancia emocional que sentía entre ellos. También estaba confusa, extrañada. La última vez que lo vio, fue después de una gran discusión de la que apenas recordaba nada más que sus gritos y el carisma de Ran.
Rindou, que hasta ahora había permanecido en silencio, finalmente se movió. Dio un paso hacia ellos, rompiendo el espacio incómodo que se había formado, pero no intervino de inmediato. Su mirada pasó de Hope a su hermano, como evaluando la tensión invisible que flotaba entre ambos.
-Voy a salir un momento -dijo finalmente, su voz neutra, pero lo suficientemente firme como para señalar que entendía que no tenía lugar en esa conversación-. Regresaré luego. No os matéis.
Hope le lanzó una mirada, pero no dijo nada. Sabía que su hermano había sido el que la había encontrado, el que había organizado todo para que estuviera a salvo, pero en ese momento, la presencia de cualquier otra persona la abrumaba. No podía procesar más emociones, no podía manejar más que lo que tenía frente a ella. Y lo que tenía frente a ella era su marido, el hombre con el que había compartido unas extrañas semanas de miradas rápidas y casi discusiones sobre su seguridad, y con quien ahora apenas podía sostener una conversación sin sentir que algo estaba irrevocablemente perdido.
Cuando Rindou se fue, la puerta se cerró con un suave clic detrás de él, y la sala quedó sumida en un silencio aún más pesado. Hope, sintiendo que su cuerpo se debilitaba de nuevo, se apoyó contra la pared, tirando de la manta para ajustársela mejor. Estaba exhausta, pero no solo físicamente; su mente, su corazón, todo en ella parecía estar drenado de energía, de fuerza. Ran todavía no acababa de acercarse más de lo medido. Había una distancia palpable entre ellos, como un abismo que ninguno parecía capaz de cruzar.
-Estuviste a punto de morir -dijo, haciendo que ella levantara la cabeza para atenderle-. Tendrías que haberte quedado en la casa, no lo que has hecho. Haberte encerrado en otro lado, pero no haber salido de esa manera y menos durante una tormenta.
Ella asintió levemente, aunque sus ojos no se apartaban de él. La frialdad del exterior parecía haber quedado atrás, pero una distancia emocional se mantenía entre los dos, una distancia que ninguno de los dos sabía cómo acortar todavía.
-No sirve de nada preocuparse por eso ahora, ¿no? Estoy viva, débil, pero viva. Aunque dolida, creo. Recuerdo el por qué reaccioné así.
Él parpadeó ante esa respuesta, como si no la hubiera esperado. Las líneas de su rostro se tensaron, y por un momento, Hope vio la sombra del hombre con el que había discutido en la entrada de su casa, la dureza en su mirada, la rigidez en su postura. Pero esta vez no hubo explosión, no hubo palabras ásperas. Solo una resignación silenciosa. Las palabras duras, los reproches, las cosas no dichas… Todo seguía allí, intacto, y la idea de que ahora, después de haber estado tan cerca de la muerte, simplemente pudieran ignorarlo todo le parecía absurda.
-Lo siento, no es la respuesta que quieres. Pero no tenías derecho a decirme nada de eso de aquella manera-respondió ella-. Y menos a decirme que tu amante estaba intentando ponerse en contacto conmigo. ¿Cómo pensabas que iba a tomarme esto? ¿Y lo de mi dinero? Tendrías que habérmelo dicho el primer día, no ahora, después de dos años de silencio.
-De lejos no me imaginaba esta tontería ahora -respondió, haciendo un gesto con el brazo-. ¿Qué es lo que intentas, Hope? ¿Qué me sienta mal, que me arrastre a tus pies pidiendo que me perdones? No voy a hacerlo porque estoy libre de conciencia.
-¡Eres tu quien tendría que habérmelo dicho, no que yo lo descubriera! ¿Es que no lo entiendes? -se sujetó más fuerte a la barandilla, apoyándose y respirando con intensidad. La cabeza le latía con una fuerza abrumadora.
-No tendrías que haber hurgado en mis cajones.
-¡Pero lo hice! ¡Y mira como estoy!
No quería llorar. Las lágrimas no solucionarían nada, y sabía que el dolor que sentía no era algo que pudiera desaparecer con facilidad. Su cuerpo aún estaba agotado, pero el verdadero peso que la hundía era el emocional. Las palabras entre ella y su marido no habían sido pronunciadas, las disculpas no habían sido ofrecidas, pero la distancia entre ambos no era algo que pudiera arreglarse con una simple conversación. Había algo más profundo que se había roto, y Hope no sabía si alguna vez podrían repararlo.
-Pero tampoco sé qué quieres que diga. ¿Qué esperas de mí, que finjamos que todo está bien? No entiendo nada -suspiró, echando la cabeza hacia delante-. Un día estás bien y me hablas bien y al otro me echas de lado y descubro cosas que no entiendo ni entenderé. He intentado...
Él frunció el ceño, visiblemente molesto por sus palabras. Dio otro paso hacia ella, y aunque su proximidad debería haber reducido la distancia entre ellos, solo la hizo más evidente.
-¿Intentado? -repitió con incredulidad, su tono cortante-. ¿De verdad lo has hecho? Porque yo no lo he visto. Todo lo que siento es que te alejas todo lo que puedes. No hablas conmigo, no dejas que me acerque. ¿Cómo esperas que no me busque una persona que me haga caso? Solo tú y tus quejas.
Esas palabras la golpearon como una bofetada, pero había verdad en ellas, a pesar de todo. Había construido muros, no solo alrededor de su relación, sino alrededor de sí misma. Puede que tuviera razón en eso. Quién no lo haría en su situación, después de una infancia de trauma y tras trauma. El miedo y la frustración la paralizaban. Ese tono... Solo lo había escuchado una vez en él, y fue con la seguridad del apartamento y la de ella. Y muchas, demasiadas, veces en boca de su progenitor.
Pero eso no le daba derecho a alguno a hablarle así. Y menos desprestigiarla como si fuera una...
«Siempre me ha visto como eso. ¿Qué pensará de lo demás? -no pudo evitar preguntarse en la mera posibilidad de que se hubiesen acostado en vez de haber salido. La habría abandonado».
-No soy una puta.
Hope sintió que sus palabras la desgarraban solo de decirlo en voz alta, pero al mismo tiempo, no podía decir que no lo había pensado. ¿Qué quedaba de ellos? ¿Qué eran, aparte de dos personas atrapadas en una relación vacía, sin saber cómo seguir adelante?
-Nunca me he quejado. Pero si crees que soy una molestia, puedes divorciarte de mi cuando te de la gana. Devolverme a esa cárcel con solo pestañear, porque nunca pierdes el control. No es como si pasaras tiempo conmigo, ¿no? Sería lo mejor para ambos -escupió sin darse cuenta lo último con un odio del que no se había percatado-. Tal vez ella sí podría ser la esposa perfecta.
Hubo un largo silencio después de esas palabras. Ran parecía querer decir algo, pero no encontraba las palabras; se veía que no estaba contento con esa respuesta, que no podía perder la compostura frente a ella y menos con una respuesta como esa. Porque nunca le había importado, ¿no? Solo era un juego. Finalmente, Hope se dio cuenta de que esa era su respuesta. No había nada más. No había disculpas, no había comprensión. Solo ese muro impenetrable entre ellos, la indiferencia que había marcado su matrimonio desde el principio.
Ran entrecerró los ojos, pero no respondió todavía. Tardó un poco más. Hope vio en su rostro una mezcla de incomodidad y escepticismo, como si no pudiera entender por qué ella estaba tan alterada. Pero esa misma incomprensión era parte del problema. Nunca había entendido realmente lo que ella necesitaba, porque nunca se había molestado en intentarlo.
-Bien -respondió Ran, en un tono tan diferente que la heló en el sitio y la dejó sin palabras. Era exactamente, en tono y timbre, igual a las amenazas que salía de la boca de su padre-. Entonces, te comportarás como mi perfecta esposa a partir de ahora, ¿no? Si es lo que realmente quieres como tu nuevo rol. Mañana volveremos a la capital. Prepárate.
«Me odia. Siempre lo ha hecho -pensó, pero en el fondo le dolía como una bofetada en la cara-. Es como mi padre».
Hope asintió lentamente, sintiendo el peso de su decisión caer sobre sus hombros. Un enorme paso hacia atrás. La tranquilidad de los días de antes, de haber estado sola y haber pensado, haber hablado brevemente con él como si se conocieran... No. Ya nada importaba. Sabía que no sería fácil, pero al menos ahora ya no tenía que luchar por algo que nunca había existido realmente. Porque una vez volvieran a la ciudad, todo iba a volver su curso; miradas largas, respuestas breves y la monotonía de siempre.
Cuando volvió a la habitación a descansar, después de oír como la puerta del despacho al otro lado se cerraba para hablar en intimidad con su hermano, se permitió el lujo de derramar alguna lágrima de dolor.
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bigtits-boob-milena-velba · 7 months ago
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Para inspirar un encuentro entre Milena y Miosotis se plantean un "control de tráfico".
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Ambas llaman la atención por sus llamativos y exagerados escotes, Milena como conductora y Miosotis controlando el tráfico como policia.
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La cara de sorpresa de Milena es espectacular, ante la posibilidad de una multa, y más con una policia tan imponente como Miosotis.
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En esta situación cualquier gesto, como un cacheo, una posición forzada esta llena de imágenes muy llamativas en ambas.
Miosotis permite admirar el traje de policia, corto y escotado, típico de zonas caribeñas, y Milena, sus típicos vaqueros con una camisa atada, dejando a la vista su vientre y sus pechos. La expresión de Milena es sorprendente cuando la policia explora el lateral de sus pechos.
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En otras ocasiones será Milena quien se ponga el uniforme de policia, el mismo que llevaba Miosotis, corto, mismo eslogan y escotado. Por el cuerpo y estilo de Milena, a ella le es más llamativo y elegante.
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O incluso de policia fetichista, en cuero, y fusta.
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Y esta misma situación de control policial, se presentará en otras ocasiones, siempre muy espectacular.
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También Miosotis tratará el estilo policial para otras sesiones, como aquí, con un vestido corto, escotado, sus esposas y pistola.
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Gracias a sus grandes pechos, incluso más grandes que los de MIlena, es muy llamativa, prominentes, y sobresaliendo por ese escote. También en ella destaca su delgadez en comparación con sus enormes y desproporcionados senos.
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Y como era de esperar, la desproporción es muy evidente entre sus pechos y sus sujetadores, incapaces de hacer su función.
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unblogparaloschicos · 7 months ago
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Cine: Punch (2022)
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Jim (Jordan Oosterhof) pasa su tiempo en el club de boxeo de Pirau (Nueva Zelanda), entrenando con dureza por su padre, Stan (Tim Roth). No sabemos bien si lo hace por verdadera pasión o por imposición parental, pero ahí está él, firme frente a la posibilidad de convertirse en profesional. Pirau es un lugar pequeño en el que vemos a personajes coloridos que cuentan con cierta (mala) fama. Uno de los más notables es Whetu (Conan Hayes), un muchacho maorí que vive con su perro en una casucha alejada del pueblo y es constantemente burlado por su inocultable homosexualidad. Incluso Jim, con su silencio, parece cómplice del bullying pueblerino, pero una ocasión accidental, en la que es atacado por medusas, lo conecta con Whetu.
Es obvio que el encuentro, lejos de ser esporádico, les convierte en amigos, obligándose a ocultarse de la sociedad y a que Jim adopte una postura más afín a lo que la sociedad requiera. Además, su relación con su padre, alcohólico y con un futuro amenazante, toma otro cariz una vez que comienza a replantearse no sólo su destino como boxeador profesional sino, incluso, su propia sexualidad.
La película abre con Stan retirando a su hijo, entonces pequeño, de un juego infantil en el que lleva un traje alado; luego muestra a ambos practicando boxeo en medio del cumpleaños del niño. Dos más que obvios momentos en los que el director Welby Ings procura pincelar la situación asfixiante en la que se encuentra la relación entre padre e hijo. Dos instantes que, complementariamente, dicen mucho sobre la mentalidad imperante en esa zona neozelandesa.
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exclusionlaboral1 · 3 months ago
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"EXCLUSIÓN LABORAL EN LAS MUJERES"
Para entrar un poco en contexto, la exclusión laboral en las mujeres se relaciona a que las mujeres deben enfrentarse a barreras sistemáticas y persistentes para que así puedan acceder, participar y mantenerse en el mercado laboral a la misma par de condiciones con los varones.
Dicho tema no es un problema local, regional o nacional, esto es un problema GLOBAL, que persiste desde tiempos atras. Tradicionalmente, las mujeres han sido relegadas a roles domésticos ante ello se les ah negado el acceso a la educación y a la formación profesional. Esta situación ha contribuido a la segregación ocupacional, donde las mujeres tienden a concentrarse en sectores con menor remuneración y menor posibilidad de ascenso.
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Diversos factores contribuyen a la desigualda de género:
Las expectativas sociales sobre los roles de hombres y mujeres influyen en las elecciones profesionales y las oportunidades laborales.
Las mujeres suelen asumir la mayor parte del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos, lo que limita su tiempo y energía para dedicarse a la vida profesional.
Las mujeres aún enfrentan discriminación en el ámbito laboral, tanto en el acceso al empleo como en la promoción. Esto puede incluir sesgos inconscientes en los procesos de selección y hostigamiento sexual.
La ausencia de políticas públicas que promuevan la igualdad de género en el ámbito laboral dificulta la eliminación de las barreras que enfrentan las mujeres.
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archivo.amecopress.net
Ahora nos explayamos un poco mas a lo legal, resaltando las siguientes leyes:
Ley N° 28983 (igualdad de oportunidades entre mujeres y hombre)
Aplicación de la ley N° 28983:
Establecer el marco normativo institucional y de políticas públicas, en el ámbito nacional regional y local, para garantizar a mujeres y hombres el ejercicio de igualdad, libre desarrollo, autonomía, bienestar, impidiendo la discriminación tanto pública como privada, desarrollando la igualdad.
Ley N° 30709 (prohíbe la discriminación remunerativa entre hombres y mujeres)
Aplicación de la ley N° 30709:
Dispone la determinación de categorías funciones remuneraciones permitiendo la ejecución del principio de igualdad, en concordancia por igual remuneración por trabajo de igual valor.
A pesar de tener estas leyes que dicen "establecer una igualdad equitativa", en la actualidad no se ejecutan en la sociedad al 100%, ya que sigue existiendo la exclusión y más hacia las mujeres.
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elmontonero.pe
Después de entrar en un poco de contexto en este tema, les presentare unos argumentos que nos lleva a la concientización para que ayudemos entre todos a que ya no exista la exclusión ante las mujeres:
Alta informalidad laboral
En 2020, el 77,3% de las mujeres que trabajaban en Perú lo hacían en el sector informal. Esto indica una falta de acceso a empleos formales y seguros, lo que contribuye a la exclusión laboral.
Distribución desigual en el mercado laboral
Aunque ha aumentado la participación de mujeres en el mercado laboral, esta no se ha traducido en igualdad de oportunidades. Las mujeres tienden a concentrarse en actividades de baja productividad.
Segmentación en la ocupación
Las mujeres son más propensas a trabajar en ocupaciones con menor estabilidad y remuneración, lo que limita su acceso a beneficios sociales y legales que suelen estar disponibles para trabajos formales.
Educación y habilidades
A pesar de los avances en educación y capacitación, las mujeres siguen enfrentando barreras en el acceso a empleos bien remunerados y en posiciones de liderazgo, perpetuando su exclusión del mercado laboral.
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DATO IMPORTANTE: El artículo 23 de la declaración universal de los derecho humanos establece principios fundamentales sobre el derecho al trabajo, la igualdad salarial y las condiciones justas a tiempo.
Dando como concluido este documental quiero decirles que la exclusión laboral de las mujeres es un problema complejo que requiere un enfoque global para su solución. Por otro lado la igualdad de género en el trabajo no solo es un imperativo de justicia, sino también una condición esencial para el desarrollo económico y social sostenible.
"Una mezcla diversa de voces conduce a mejores discusiones, decisiones y resultados para todos" Sundar Pichai, CEO de Google
REFERENCIAS:
Instituto Nacional de Estadística e Informática. (2023). Condiciones de vida en el Perú: Informe anual 2022. Instituto Nacional de Estadística e Informática. https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1934/libro.pdf
Ley de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres Ley Nº 28983 ,(2007).https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&opi=89978449&url=https://www.mimp.gob.pe/files/direcciones/dgfc/diff/normatividad_nacional_general/6_Ley_de_Igualdad_de_oportunidades.pdf&ved=2ahUKEwi314jHvZGJAxVEFbkGHXOsJLkQFnoECBYQAQ&usg=AOvVaw24MgX88ouDaq-EuBP6VEHn
Ley que prohíbe la discriminación remunerativa entre varones y mujeres Ley Nº 30709,(2017). https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&opi=89978449&url=https://img.lpderecho.pe/wp-content/uploads/2024/06/Ley-30709-LPDerecho.pdf&ved=2ahUKEwi314jHvZGJAxVEFbkGHXOsJLkQFnoECD4QAQ&usg=AOvVaw3Gi1J8FSkj-foVQCAQvIxc.
Naciones Unidas. (s. f.). Declaración Universal de los Derechos Humanos. https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights
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nagifics · 15 days ago
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Simuanálisis
Como ya llevo una copa en mano y la verborragia fue inherente, ahí vamos...
Más allá del ship en sí, siempre he visto a Santos y Ravenna como las distintas caras de una misma moneda: conflicto en torno al compromiso. Mientras uno tiene la necesidad de cierto orden y estabilidad en su vida, el otro no puede permanecer más de unos cuantos meses en pareja. Hay individuos así, es verdad; pero Santos parece ver más allá de eso cuando explica la situación sentimental de los cuatro en el capítulo trece (creo).
Esta es una de esas cosas que podría haber prestado a más debate y diferentes perspectivas de la vida entre ellos. Porque mientras Ravenna le permite a Santos (y digo 'le permite' porque Santos también termina capturado en esa actuación) darle rienda suelta a su expresividad a través de los personajes simulados, Santos le brinda estabilidad a su vida porque encausa su talento hacia un fin a través de variados medios. Esto, a su vez, le permite y le trae la tan buscada variedad; el escenario es cambiante y los personajes también.
Con lo único que parece comprometido Ravenna es, irónicamente, su trabajo, e irónicamente también, es donde Santos más se expresa. Si bien Lamponne y Medina también actúan, hay una diferencia muy evidente en la manera en que Santos ve la actuación de Ravenna y cómo ve a los demás (y no, no tiene que ver con una visión homo).
Entre los cuatro tienen cualidades contrapuestas y que admirar, pero en lo que se refiere a Ravenna y Santos, resulta más clara la admiración o inclinación de Santos hacia Ravenna. Es difícil saber qué tiene Ravenna en estima porque (de nuevo, muy irónico) lo oculta bastante bien. Aprecia a sus compañeros, es carismático y es piola pero ¿qué los une a ellos realmente? Cobra más sentido cuando, de los cuatro, es del que menos sabemos cómo y por qué llegó ahí.
Voy a retomar mi primer punto porque desvarío y puedo ver que me estoy alejando de la premisa: miedo al compromiso. Es, más bien, corrigiendo sobre la marcha, el miedo de ambos hacia la intimidad emocional.
Podríamos decir que los cuatro presentan esto en mayor o menor medida, pero lo que es curioso para mí es que mientras Medina y Lamponne (más allá de esa dualidad sensibilidad/dureza) manejan las gamas medias de este problema, Santos y Ravenna son los extremos: Santos prácticamente no quiere sostener ningún vínculo con que pueda generar conexión emocional (deduzco que por temor a la posible pérdida y el desvío de su objetividad), y Ravenna, aunque tenga un montón de relaciones, no puede lograr un vínculo sólido no sólo porque lo aburre sino porque -sospecho- protege sus emociones y no explora la etapa del conocimiento íntimo, algo que Santos sí podría haber logrado con Victoria.
Esto vuelve a ser irónico, y en parte está bien porque habla de una contradicción humana, pero: la persona más fría en la habitación se permitió ser abierta y vulnerable, mientras la que se supone más desenvuelta y expresiva, no. Es como tener a dos evitativos en la misma escena: uno lo hará evitando toda relación que le suponga un riesgo emocional, renunciando a (casi) todo vínculo (el único capítulo que contradice esto es el 7), y al contrario, el otro tiene una incapacidad de renunciar a tantas posibilidades en la vida (los simulacros también le permiten esto, que no se "case" con ninguna profesión). Es más, yendo al extremo del detallismo y poniendo en juego el discurso, Ravenna usa la frase "últimamente la fidelidad me está costando" o sea que, hay un costo pero ¿cuál es ese costo? ¿a qué debe renunciar? ¿por qué lo asume como tal?
Así que sí, la exploración y dinámica de ambos daba para más, no necesariamente resolviendo estos puntos ya que la serie no se llama "En terapia con los simuladores" pero sí desarrollando más al equipo.
Y como para cerrar, una cosa más... Feliz Año Nuevo, probablemente ya esté en pedo.
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