#relatos de terror en español
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luisaalmg · 1 year ago
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Esqueletos✌️🌹🖤💀🖤🌹
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danaearbg · 7 months ago
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3:00 am (+18)
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¿Realmente estamos en un sueño?
3:00 am.
Ahí estaba, sentada esperando a que volviera ese ruido tan desgarrador e inusual. Se volteó hacia el reloj y éste seguía sin avanzar, las manecillas seguían marcando las tres. No era capaz de levantarse a encender la luz pues sabía que la presencia que la había despertado, y la cual era la causante de esos ruidos, seguía en la habitación; observándola.
7:25 am.
—¡Ana! Despierta ya es tarde —su madre le dice mientras abre las cortinas de la habitación.
—Pero mamá, estoy muy cansada —se tapa completamente con las cobijas.
—Vamos Ana —le quita las cobijas—, no querrás perderte otra cita con el psicólogo.
—Está bien, ya voy.
9:10 am.
—Y bien Ana, ¿cómo vas con ello? —el psicólogo pregunta mientras toma su libreta para apuntar.
—Mal —responde con un suspiro—, volví a soñar lo mismo de siempre.
—¿Sentiste lo mismo?
—Si se refiere al miedo, sí, pero esta vez hubo más acercamiento.
—¿Más acercamiento? ¿A qué te refieres? —con intriga se inclina hacia ella.
—Sí, más acercamiento. La verdad no sé cómo explicarlo —titubea—, pero sentí que esa cosa estaba más cerca... vaya, de lograr su objetivo. Es como si en cada sueño diera un paso.
—¿Estás segura de que todo esto es más que un simple sueño? —pregunta con actitud inquisitiva— Me habías comentado que sueles ver películas de terror o suspenso con tu familia.
—¡Claro! Sé que piensa que estos sueños los tengo por esas películas, pero créame, son bastantes reales para pensar que es mi imaginación la que los produce —hace una pausa—. Tal vez, como me dijo hace un tiempo, es algo que tengo atorado del pasado y se refleja en un sueño, pero aún no sé interpretarlo. ¿Por qué cree que estoy aquí?
—Bueno, eso lo sé —se reclina en el respaldo de su silla y hace una expresión de estar pensando—, pero teniendo en cuenta todo esto que me dices y dejando de lado la lógica tal vez no se trate de un sueño.
—¿A qué se refiere? —su cuerpo mantiene una postura rígida y alerta, dejando en claro una apariencia de asombro y miedo.
—No lo sé, para ser honesto comienzo a tener mis dudas respecto a esto. Es bastante extraño que desde hace un mes sigas soñando lo mismo —cierra su libreta y acomoda las cosas del escritorio—. Necesitaría investigar con algunos compañeros tu caso. Por ahora estate tranquila, nos veremos en la siguiente sesión.
3:00 am.
Ahí estaba, sentada esperando a que volviera a escuchar los pasos que se acercaban. Se volteó hacia el reloj y éste seguía sin avanzar, las manecillas seguían marcando las tres. No era capaz de levantarse a encender la luz pues sabía que la presencia que se acercaba seguía en la habitación; observándola.
9:40 am.
—¡Mamá! ��grita con desesperación.
—¿¡Qué pasa Ana!? —entra agitada y muy asustada a la habitación de su hija.
—¡Ahí! ¡Ahí! —señala asustada hacia la pared.
—¿¡Qué!? —enseguida voltea.
—¡Una araña!
—Uff —emite un sonido de alivio—, me asustaste, pensé que era otra cosa.
3:00 am.
Ahí estaba, sentada esperando a que volviera a aparecer la silueta. Se volteó hacia el reloj y éste seguía sin avanzar, las manecillas seguían marcando las tres. No era capaz de levantarse a encender la luz pues sabía que la presencia podría volver a mostrarse.
Comenzó a escuchar los ruidos y gruñidos de antes, al mismo tiempo los pasos se acercaban cada vez más.
—Esto es un sueño, estoy soñando. Nada de esto es real —dice en voz baja.
Todo se detiene…
—Bien, ahora sólo tengo que despertar. Recuerda Ana, estás en un sueño —sigue diciendo para sí, intentando auto controlarse.
—No es un sueño, mira el reloj —una voz escalofriante y rasposa, la cual parecía no provenir de una voz humana, se lo dice cerca de su oreja.
Ana queda inmóvil y un escalofrío le recorre velozmente todo el cuerpo. Mira el reloj y éste marca las 11:00 am. Las manecillas avanzan. Apenas puede reaccionar y, con lentitud, intenta voltear. Una "mano" se asoma a la altura de su hombro.
—¡Mamá! —grita horrorizada.
Enseguida su computadora se enciende y comienza a reproducir una canción a todo volumen. Al mismo tiempo, la puerta de su recámara se azota. Todo en su habitación comienza a oscurecer. Y nuevamente, el reloj marca las tres.
3:00 am.
Ahí estaba, sentada esperando a que volviera ese ruido tan desgarrador e inusual; ahí estaba, sentada esperando a que volviera a escuchar los pasos que se acercaban; ahí estaba, sentada esperando a que volviera a aparecer la silueta; ahí estaba, en un sueño eterno, envuelta en un miedo inexplicable, sin saber qué era lo que la acompañaba en las madrugadas, sin saber que jamás volvería a despertar.
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byaguscortes · 5 months ago
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Si ocurriera que, por la noche, oyerais llorar a un niño, pensarías: «¡Qué penitencia tienen sus padres!». Te despertarías a las dos de la mañana un día y está llorando. Otro día a las tres, y también. El llanto no cede. Una y otra vez, noche tras noche. Sus padres no tienen descanso. ¿Cómo puede ser? ¿No toman medidas? ¿No tienen pensado aliviar el malestar de la criatura de alguna manera? ¿Qué clase de patanes ineptos son sus tutores que permiten que pase a diario? Pero continuaría sin cesura. Y como ocurre con el más leve roce que, si es insistente, termina provocando una úlcera en la piel, así también las noches se sucederían sin descanso, en vela, atento a la más minúscula señal de alivio en el llanto, que no llega. ¿En qué momento aciago, el insomnio te habría de dotar de una profundidad inédita en tus sentidos con la que percibir un nuevo matiz en el llanto? Porque éste no suplica comida, descanso o alivio. En realidad, el llanto supura terror. Dudarías: ¿es el espanto una cualidad recién adquirida o estuvo siempre ahí y solo ahora la percibes? Pero no lo podrías aclarar por más que lo pienses durante largas horas. La angustia, viscosa y fría, te cubriría como un sudario. Y ya no podrías sino ser perseguido por la certidumbre del horror que se muestra a los ojos de ese niño... ¡cada noche! ¿Y qué aquelarre es éste que acontece ante la indiferencia de todos los vecinos? Te imaginas a todos ellos expectantes, como tú; deseando que todo pare; que no haya más llanto, encogidos en sus camas.
Si todo eso ocurriera, tienes que hacer esto: te levantarás desentumeciendo tus músculos, rígidos por la larga vigilia inmóvil. Avanzarás por el pasillo con prudencia, para no tropezar en la oscuridad. Abrirás la puerta de tu casa y saldrás al rellano en silencio. Bajarás la escalera afirmando con cuidado los pies en los fríos escalones. Y ya frente a la puerta, esperarás hasta asegurarte que el llanto sale de esa vivienda. Levantarás alto, sobre tu cabeza, el martillo que tomaste antes de salir. Uno que tienes, grande y pesado. Lo apretarás fuerte, hasta que te duelan los dedos, la muñeca y el antebrazo. El martillo levantado muy alto y sujeto bien fuerte. Entonces pulsarás con insistencia el timbre mientras gritas «¡Fuego!». A los pocos segundos escucharás ruidos de apresuradas pisadas, acercándose.
Es el momento. Adelante, sálvalo.
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leeme-un-poco · 2 years ago
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Vivo en un constante luto. Luto. Esa era la palabra que había estado buscando estos días en aquellos rincones de mi cabeza entre restos de mi pasado y un personaje con mi mismo rostro y una sonrisa que parecía robada. Luto. Estaba de luto de mi propia vida. Me sentía completamente atrapada en una decisión propia que me había jurado a mi misma que me iba a hacer feliz. Y lo hacía. La mayor parte del tiempo. Pero renunciar a mi vida social era algo que no había enlistado al momento de tener que balancear la toma de decisiones.
- Siento que estoy viendo a un fantasma - le dije mientras tomaba un sorbo.
- ¿sí? - respondió sonriendo - tú siempre has amado las historias paranormales
Quizá no debía sonreir. Quizá no debía sentirme así. Extrañaba esto.
- ¿No vas a explícame el por qué? - me estaba mirando - ¿O se supone que debería tomármelo como mejor me parezca?
- Puedes hacer eso - extrañaba el contestar con ambigüedad, extrañaba el poder hablar con personas que parecían, como yo, tener tantas ganas de hacer que sus conversación imitasen los libros que leían.
- Puedo...
Desde que había entrado a una relación estaba ignorando por completo la felicidad que puede existir también fuera de la burbuja... Y no me quejo... Aquella burbuja es bonita. Es cómoda, es delicada, es tibia y es amable... Pero es en momentos solitaria y aprisionante. Y es como si finalmente hubiera volteado el rostro, visto a través de la pequeña crisálida transparente y empañada y me hubiera dado cuenta que eso de afuera era antes mi hogar y lo extrañaba... No sabía en qué momento se habían cerrado las puertas tras de mi y en qué momento se habían prohibido los visitantes... Porque así se sentía... Prohibido.
- O - continuó él sacándome de mi ensimismamiento - Puedes decirme por qué desde que estás con alguien ya nadie te puede ver más... Creo que eres tú el fantasma - y aunque se río, sabía que se preocupaba un poco.
- Porque quizá extrañaba mucho este tipo de conversaciones, quizá extrañaba mucho tu cerebro y la manera en cómo me hablas... No solo tú, pero quizá extraño mucho todo esto. El conocer a personas que me hagan sentir como si estuviera viviendo mi propia novela... Viva... Como antes - Se lo dije de frente, quería decírselo a alguien, a él. No podía mentirle a él.
- ¿esa no es más razón para en realidad, no sé - empezó a arreglar las tazas vacías de la mesa y ponerlas una sobre la otra- hacerlo?
- pues no... - me levanté acomodando la silla - imagina que, como en un libro, los personajes que se conocen tanto como nosotros.. O que se hablan tanto como nosotros... Son los principales ¿no? No puedes plasmar sexo o tacto en un libro. Es la conexión intelectual.
- Se nota que no estás leyendo literatura moderna - se acercó a pagar la cuenta. - Pero sé a qué te refieres. Igual... No tienes por qué atormentarte. Tú estás enamorada, no hay nada de malo en que quieras estimular el lado intelectual, no todos podemos ser perfectos - sonrió mientras caminábamos a su auto, tenía razón. Quizá había leído tanto que estaba intentando encontrar un personaje perfecto cuando no es así ¿verdad? Está bien tener amistades, una persona no lo puede tener todo. Solo tenía un miedo, con él...
- Solo que hay algo que se siente mal. En las que yo leo, los personajes que se conocen tan bien y existe... Esto... Pues... Siempre terminan enamorándose - Escuché su risa mientras cerraba la puerta del copiloto una vez me había sentado.
- O matándose - No escuché que lo dijo luego de su risa mientras iba tras el auto a tomar posición en el asiento del piloto.
- Quizá no tengas que preocuparte tanto, quizá sí estés viendo a un fantasma... - no entendí lo que dijo - quizá yo esté viendo a un fantasma - luego entendí por qué lo dijo.
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pcturesofus · 9 days ago
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Ante mis ojos (2022)
“Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí". Frida Kahlo
“I wish you could see yourself through my eyes,” he said softly. “My vision is better.” Eleanor Brown, The Weird Sisters
—Casi que no veo el almacén y sigo de largo…
El clic de la puerta correctamente cerrada y el murmullo de las bolsas de nylon acompañaron sus palabras, pero, aun así, no terminé de registrar que ella había vuelto a casa. Seguía muy ocupado manteniendo un concurso de miradas con mi reflejo y haciendo movimientos repetitivos con la mano como para romper su ilusión. Se ve que era un actor muy bien entrenado, ya que nunca se salió del personaje.
De no estar tan absorto, hubiese oído las llaves caer en la mesa de madera, la voz que continuaba su falso diálogo y los pasos que sonaban cada vez más cercanos.
—Me sentí desconectada, como si eso que no alcanzaba a ver no formaba parte de mi mundo, o yo era la que no pertenecía. ¿Amor? ¿Estás en el baño?
Siguieron unos golpecitos de los nudillos contra el roble, que retumbaron en mi pecho y consiguieron arrancarme de mi ensimismamiento.
—Sí, —contesté y, apurado, apoyé una mano en la puerta, antes de que su curiosidad la condujera al picaporte—, ya salgo.
—Bueno.
Los pasos se hicieron más y más distantes, y me volvió el aire a los pulmones. A lo lejos, se escuchaba cómo empezaba a desembolsar verduras. También se escuchó, mucho más tenue (si bien noté que alzaba la voz para hacerse oír):
—Me había olvidado lo desconcertante que es salir sin lentes. Todavía ni sé en dónde pudieron quedar.
No contesté. Me había sumergido en un nuevo trance, tan hipnotizado como alarmado por la imagen en el espejo. Mi apariencia no se alejaba mucho de la usual: el pelo desordenado cayendo en mechones gruesos sobre la cara, la tez paliducha, los ojos abolsados y oscuros, los labios secos. Dos cosas sí resaltaban, no obstante, de la imagen: los lentes de marco verde y vidrios amarronados sobre el puente de mi nariz, y el pedazo de carne que me faltaba en una de las mejillas.
La historia de cómo encontré los lentes se remonta a esa misma mañana, que me había pasado intentando ignorar el escándalo que solo una persona apurada que perdió algo es capaz de producir. Las puteadas en voz baja, los pasos atropellados, y el frenético abrir, revolver y cerrar los cajones y las puertas. El ruido cesó en cuanto se dio por derrotada y entró al cuarto para despedirse, como siempre.
—Me voy, no encontré los lentes.
Casi se interrumpió sola clavándome un beso en la frente, como si esos segundos de habla fuesen a atrasarla mucho más de lo que ya lo había hecho su peritaje de la casa. Murmuré lo más parecido a palabras para contentarla y esperé a escuchar la puerta para finalmente volver corriendo a Morfeo, quien me esperaba con los brazos abiertos.
Desperté al rato, de golpe, gracias a uno de esos sueños que llamo “desfibriladores” por la manera en que me devuelven a la consciencia como si fuese una cuestión de vida o muerte, usualmente de la mano de palpitaciones, respiración agitada y uno que otro grito. Raras veces lograba recuperar su contenido, pero tardaba horas en deshacerme de esa sensación pavorosa de estar pendiendo de un hilo.
No fui tanto yo el que los encontró sino mi pie, que supo frenar justo antes de que se hicieran pedazos bajo mi peso. A unos pasos del cuarto, en pleno pasillo, yacían los lentes de ella: armazón verde oscuro, vidrios levemente tintados de color marrón, y una cuerda que unía las dos patas y los hacía aún más difíciles de extraviar. Los levanté y los dejé sobre la mesa, haciéndome la nota mental de molestarla por ser tan despistada cuando volviera a casa. Ya me imaginaba su defensa: “te juro que busqué por todos lados”. No pude desdibujarme la sonrisita socarrona en lo que me serví el primer vaso de jugo.
No recuerdo bien cuándo entré al baño, pero sí recuerdo haber chequeado antes que los lentes siguieran sobre la mesa, como para comprobar que no se volviesen a escapar. Después vino el pinchazo de curiosidad, mezclado con aburrimiento, que me impulsó a llevarlos con la idea de probármelos. Inmediatamente después: el hueco. Cuando lo vi por primera vez pensé que era un artificio de mi mente, que confundió alguna sombra o mancha de luz, creando una forma imposible. Luego de refregarme los ojos y reajustarme los lentes, llegué a la segunda conclusión más probable: un bicho. Largué un alarido que no hizo más para espantarlo que la cachetada que le siguió. Me llevó un buen tiempo procesar la información que me remitían mis retinas, y más aún lo que implicaba. Lleno de miedo, llevé mis dedos a la altura de esa zona de mi cara que solía estar forrada de piel, respiré hondo e intenté tocarlo. La sensación fue algo que me resulta imposible describir. Aún peor, sin embargo, fue cuando, por la conmoción, los lentes cayeron al lavamanos. Por impulso regresé la mirada al espejo, y la ausencia de hueco alguno en mi rostro me dejó más helado que cuando lo descubrí. Una vez más llevé mis dedos a ese lugar, y el corazón me dio un vuelco cuando fui capaz de acariciar la piel que hace segundos estaba ausente.
Tampoco me acuerdo mucho del lapso entre mi descubrimiento y el momento en que mi reflejo y yo dejamos de ser las únicas presencias en la casa. No estaba seguro de si los minutos se habían transformado en horas, aunque mi garganta seca y boca pastosa respaldaban esa suposición, o si mi encierro crearía confusión o alentaría preguntas que no podía responder.
En el presente, ella había terminado de ordenar las compras y había encendido el televisor. Las voces se multiplicaron y el ambiente oficialmente perdió la paz de la quietud. No era lugar apto para generar pensamientos coherentes y, dada la conmoción que antes me supo dejar desacomodado, dejé que mis impulsos tomaran el volante y me sacasen del apuro. Tanteé cada cajón del vanitory hasta que encontré uno inhóspito y guardé los lentes allí, sepultados bajo una toalla de mano para reforzar las precauciones. Me lavé la cara con agua fría y le eché una última mirada a mi reflejo, que tuvo el tupé de presentarse intacto, antes de inhalar hondo y salir al pasillo. Ella me esperaba volteada, mirándome desde el sillón. Dudé un segundo, pero opté por la evasión y caminé directo hacia la heladera en busca de agua.
Ella volvió la mirada al televisor, pero aún sentía sus ojos encima. No era la primera vez que tenía esa sensación de cargar con un peso constante y del que no lograba desentenderme; como si pudiera leer sus pensamientos, y todos ellos orbitaran alrededor mío y apuntaran sus lanzas en mi dirección, aguardando la excusa que les diera vía libre para atacar. Ahora, sin embargo, había encontrado algo mucho más concreto para poner en palabras esa presión: ahora sabía que, ante sus ojos, era un pobre desgraciado con la cara ahuecada. No se me ocurría defecto más ofensivo a la inteligencia por lo gráfica de su naturaleza. Me estremecí de pensar la cantidad de veces que me había mirado, todas y cada una de ellas disfrazadas con una calidez ficticia, por dentro crueles y despiadadas. Y la resentí, con más fuerza que nunca y, especialmente, con más razones para hacerlo.
Si esperaba que me uniera a ella en el sillón, sin dudas la decepcioné. Me senté en una de las sillas del comedor y observé, a la distancia, tanto las figuras en el televisor como su silueta, que cambiaba de posición cuando se le dormía una extremidad.
A lo largo del día, hubo instantes en que, casi por milagro, lo olvidé. Me permití tener conversaciones con ella como si nada hubiera pasado, y hasta se me escapó una que otra risa por lo bajo. Eran pequeños paréntesis en los que podía respirar con menor dificultad, en los que parecía perder la conexión con esa parte mía que había ganado un nuevo nivel de consciencia respecto a mí, a ella, a nosotros.
A medida de que el sol se fue escondiendo, esos paréntesis fueron cada vez más escasos, hasta que dejaron de suceder por completo. Mi nueva realidad se volvió inescapable. Comimos en silencio, y no me permití disfrutar el sabor de las verduras frescas de esa mañana. Usé lavar los platos como pretexto para que no me esperara despierta y no haberme lavado los dientes de excusa para no recibir su beso de las buenas noches. Comprobé que yacía exhausta y respiraba con pesadez antes de dejar mis zapatos cerca de la cama y encerrarme nuevamente en el baño, donde mi reflejo me esperaba con la paciencia de quien no tiene adónde ir. En un primer momento lo esquivé, encorvándome para llegar a ese cajón que pesaba tanto como una toalla de mano y un par de lentes finos eran capaces de pesar.
Todo se veía un poco amarronado a través de esos vidrios: el crema del vanitory, el lavanda de los azulejos, el gris de mis medias. Me erguí, tembloroso y con los ojos entrecerrados, temiendo lo que podrían ver. Si aún albergaba esperanzas de que lo ocurrido a la mañana hubiese sido una alucinación perfectamente elaborada, se extinguieron cuando observé el mismo hueco donde supe tener una mejilla.
Al menos era uno solo. Con los lentes puestos se veía y sentía tan real como la abertura de mi boca o mis fosas nasales. Mis dedos podían llenar el espacio vacío, recorrer su circunferencia y hasta rozar la carne pútrida dentro, y las yemas se me teñían de un bordó casi negro que no podía lavar ni con toda el agua con jabón disponible. Solo sin lentes puestos era que dejaba de ver esos manchones oscuros que se trasladaban a mi ropa, a las toallas, a las paredes. E incluso eso no impedía que marcaran su presencia en segundo plano. Y es que, luego de darle una probada a una verdad desagradable, las mentiras plácidas ya no tenían el mismo gusto. Las manchas seguían allí, por más que no las viera, por más que deseara nunca haberlas encontrado. Me rehusaba a vivir un engaño.
Tanto fregarme las manos me dejó frustrado y con las mangas empapadas. Me frené antes de largar una puteada para no correr el riesgo de despertarla y, con cuidado, me arremangué: primero una, luego… Mi alma pegó un tirón cuando casi me abandona el cuerpo. Los ojos, desorbitados, recorrían mi antebrazo derecho, que en la parte más alta lucía un hueco aún más grande que el primero.
Lo vi en el espejo y lo vi de frente, con mis propios ojos. Lo examiné, lo recorrí, lo soplé, lo intenté cubrir con papel higiénico y presioné con fuerzas, con la esperanza de iniciar algún proceso de cicatrización milagroso. Nada parecía servir; el papel se humedecía y se desintegraba en contacto con el viscoso interior, y el brazo solo me picaba y me zumbaba como si más que una abertura albergara una colmena de avispas.
En algún momento, el cansancio me venció, porque el próximo lugar en el que desperté fue en la cama, vestido y echado encima de las frazadas. Miré de reojo hacia el lugar de ella y, luego, giré toda la cabeza para confirmar que estaba vacío. A lo lejos, escuché la canilla abriéndose y el ruido de cajones cerrándose. Mi corazón se detuvo.
El reloj de pared anunciaba que no hacían más de diez minutos de las seis, hora en la que ella solía arrancar su rutina de mañana. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y las yemas de mis dedos parecían despedir descargas eléctricas. ¿Había guardado los lentes antes de acostarme? ¿Qué pasaría si ella los encontrara? ¿Tenía una explicación plausible para haberlos ocultado? Los segundos se pavoneaban en su camino a la salida, y empecé a sentir al tiempo como una masa gelatinosa y, a mí, como una mosca que había tenido el infortunio de quedar atrapada en ella. Pensé en saltar de la cama, correr al baño y enfrentar lo que sea que me esperaba del otro lado de la puerta, pero el impulso de quedarme congelado en el lugar prevaleció y un pánico silencioso reinó en mi mente.
Después de una eternidad, que el reloj marcaba como cinco minutos después, se escuchó el clic de una puerta y los pasos in crescendo hacia el dormitorio.
—¿Te levanté? Disculpá…
Su tono era tan calmo que me inquietó aún más. Negué con la cabeza para desestimar la preocupación, y procuré apoyarme en la apariencia somnolienta para no atraer la atención a mi mirada ansiosa.
—¿A qué hora te acostaste anoche?
Lo preguntó de espaldas a mí, mientras elegía uno entre sus muchos pares de aros, pero eso no impidió que rescatara el interés en su voz. No me era difícil leer sus comportamientos; a esa altura, me resultaba tan natural como leer el diario.
—No sé, tarde.
No contestó, pero, incluso en su silencio, existían señales; un texto de tinta invisible que solo el ojo entrenado era capaz de vislumbrar. No pasó mucho tiempo hasta que emprendió la retirada; le agradecí mentalmente por no intentar darme un beso de despedida. Una vez que quedé solo en la casa, corrí esos pocos metros hacia el baño solo para comprobar que los benditos lentes seguían en su escondrijo de siempre. El alivio me desinfló los pulmones, y pude darle inicio a mi nueva rutina. Rutina que se llevó día tras día, hasta que me robó toda una semana.
Despertar, aguardar a que se fuera, encerrarme en el baño. Ponerme los lentes, buscar más huecos, intentar todo para cubrir, llenar o cicatrizarlos. Salir, ignorarla, inventar excusas, dormir. Con suerte hacía tiempo para comer, por lo menos cuando ella estaba presente, para no ahondar su preocupación. Las duchas las resolvía con paños de agua fría y jabón, mucho desodorante, y la creciente pila de ropa sucia que abandonaba luego del primer uso y, de vez en cuando, era diezmada por ella.
Me quise ocultar bajo algún supuesto instinto de supervivencia o hipocondría, pero sería ingenuo de mi parte no reconocer cierto disfrute morboso en el amanecer y anochecer en esa habitación de seis metros cuadrados, la vista clavada en el espejo, casi ansiando hallar un nuevo socavón donde solía haber solo piel. Cuando por fin cerraba los ojos, soñaba con los azulejos color lavanda, la luz naranja y, en el espejo, un corazón expuesto que aún latía, epicentro de un túnel cavado desde la capa más superficial de mi piel hasta la más profunda de mi organismo.
No pasó mucho tiempo hasta que me empecé a sentir enfermo. Había ya tantas causas para ello que no tenía sentido intentar identificar la principal. Los surcos bajo mis ojos se profundizaron gradualmente; la piel empalideció al gris; los huesos se volvieron más prominentes por todos lados. En mi intento por disimularlo, desterré la ropa más grande que encontré en el armario y evité a toda costa desnudarme, del torso o las piernas, en presencia de ella. Apenas sí tenía fuerzas para hacer otra cosa que dormir y arrastrar los pies hasta el baño, y, ocasionalmente, sostener una conversación compuesta por monosílabos. Ya no tenía la energía o el interés para prestarle atención a los signos que ella enviaba, desde los más a los menos sutiles. Mi mente no daba abasto, ocupada pura y exclusivamente por una obsesión.
Ella pareció notarlo también, ya que, un día, las seis llegaron y se fueron, y seguimos siendo dos en la cama, en el dormitorio, en la casa. Me vi forzado a fingir que dormía, tanto tiempo como pude sostenerlo, y, luego, a fingir interés en lo que habría de desayunar, cuando mi estómago no tuvo mejor idea que rugir con una furia imposible de ignorar.
—¿Qué te anda pasando? —finalmente escupió, desde el otro lado de la mesa, luego de un largo rato inspeccionándome de pies a cabeza, con ojos que parecían estar a punto de salir disparados de su cráneo para clavarse en mi garganta. Gran parte de mi concentración estaba depositada en no estrujar el cartón de jugo entre mis manos. Sentir su mirada encima, tan desvergonzada en su juicio, me resultaba insoportable.
—¿A qué te referís?
—Dejá de evadir que me voy a volver loca.
Ya no había suavidad en sus palabras, o en su trato, o en su expresión. Dureza y filo era lo único que sobraba, apenas ocultando la profunda angustia detrás.
—Tuve una semana difícil. Por favor, hablemos después.
—¿Para vos fue difícil?
Fue lo más cercano a un bramido que jamás había pronunciado, y su voz lo dilucidó al quebrarse al final de la oración. Frené lo que estaba haciendo, me di vuelta y la vi temblando.
—Quizás te convenga irte a otro lado, —con una mano me restregué la cara, haciendo lo posible por suavizar mi tono—, quedarte en lo de una de tus amigas, por lo menos hasta que resuelva esto.
No contestó inmediatamente.
—¿Y cuándo sería eso? ¿Por qué no me lo contás y lo solucionamos juntos?
No pude ni empezar a hilar una respuesta. La presión había ido en aumento, y mis latidos también. Bajé la mirada hacia el vaso de jugo a medio llenar y algo se removió en mi interior. Lo siguiente que registré es estar corriendo hacia el baño, esta vez para encorvarme encima del lavabo y despedir bilis por labios partidos, ahora también ensangrentados.
Ella me siguió, gritando mi nombre, haciéndome preguntas para conocer mi estado. Más allá de mi voluntad, era incapaz de calmar sus inquietudes, pues estaba demasiado ocupado expulsando el último líquido que me quedaba dentro.
Cuando pude recobrar el aliento y alzar la cabeza, vi las lágrimas silenciosas caer por su rostro de porcelana, lo que me hizo sentir más enfermo que lo que sea que había arremetido contra mi estómago antes. Le pedí que me dejara tranquilo con meros gestos, y fue a través del espejo que registré un leve asentimiento mientras bajaba el trapo que traía listo y se alejaba del baño. Poco después, escuché la puerta principal abrirse y cerrarse.
Habré dormido cerca de veinte horas, pues la mañana siguiente llegó y no tenía recuerdos del día faltante. Amanecí en mi cama, con la ropa del día anterior. En el suelo a mi lado había un balde, y sentía que la cabeza se me partía en mil pedazos, obra de un martillazo tras otro. Ella no estaba en la habitación, pero me bastó con escuchar ruido a la lejanía para cerrar fuerte los ojos.
Sentí sus dedos suaves en mi hombro y reprimí el impulso de tensar los músculos, con el fin de emular la languidez de quien sigue recorriendo las praderas de una tierra de sueños. Despierto era más simple, podía expresar mi aversión a su tacto sin limitaciones, pero, en ese momento, no quería nada menos que escuchar sus gimoteos de animal lastimado que buscaban apelar al cariño que me quedaba por ella. Para mi sorpresa, se fue, luego de su tortuoso ritual de preparación, durante el cual contuve la respiración más de una vez y mi pulso se aceleró considerablemente, tanto que un segundo más en su presencia hubiese implicado una explosión.
Oí el clic de los mecanismos de la puerta cumpliendo su función y salté de la cama con una energía que no me invadía hace semanas, como si se hubiese estado acumulando en segundo plano para esta ocasión. Cerré la puerta del baño detrás de mí, abrí el tercer cajón del vanitory y, del fondo, pesqué los anteojos con armazón verde y lentes amarronadas que habían sido causa de incontables noches de vigilia. Una vez más, los llevé a la altura de mis ojos, mientras mi tembloroso reflejo aguardaba a la expectativa de lo que habrían de revelar. Sin embargo, no había una mirada para rebotar de la mía del otro lado del espejo: solo cuencas negras vacías como un cielo nocturno desprovisto de sus estrellas, y un rostro ahuecado y con más trozos faltantes que pedazos de piel luchando por cubrirlo.
La visión se me tornó negra y escuché vidrio haciéndose trizas contra el piso, producto no de una caída accidental sino de un impacto forzoso, y luego los pisoteos de mi misma pierna mientras remataba un cadáver de policarbonato verde. No sentí ni escuché nada más, solo unos segundos infinitos de las orejas latiéndome con tal potencia que parecía que el cerebro me iba a estallar dentro del cráneo. Después, silencio absoluto.
Volví en mí. Todo a mi alrededor parecía borroneado, y la luz naranja del baño nunca me resultó tan enceguecedora. Se me arrugó el rostro e intenté levantar el brazo para cubrirme, pero no respondió a mis comandos. Desconocía cuánto tiempo había pasado, pero fue suficiente para que el primer sonido que registrase perteneciera a ella: un alarido tan estridente que sorprendía que proviniera de una criatura tan menuda, si incluso humana. Lo siguieron pasos atropellados y el cuerpo que cayó al piso junto a mí de rodillas, con manos temblorosas que buscaban atender un problema no identificado. Me había de ver sofocado, pues lo primero que hizo fue desabotonarme el cuello de la camisa y limpiarme el sudor de la frente.
— ¿Te duele algo?
No hubiese podido responder aunque quisiera. El pesado subir y bajar de mis párpados era el mayor movimiento que estaba capacitado para realizar. Pasado el sobresalto inicial, ella comenzó a escanear el largo de mi cuerpo. Un escalofrío me recorrió la columna cuando noté que se detenía a la altura de mis costillas y apoyaba suavemente, casi con miedo, sus yemas sobre la tela previamente blanca, y me tensé cuando las alzó, recubiertas de un rojo espeso.
En un arrebato, me puso las manos encima e hizo saltar los botones de mi camisa. Ahí fue cuando el alarido anterior empalideció en comparación con los sonidos que lo siguieron. Parecía que quería pronunciar mi nombre, pero solo llanto desconsolado borbotaba de su boca de medialuna invertida. No entendía su horror, y claro: yo no veía mi forma bulbosa, mi piel morada y estirada donde debajo de la primera capa se habían almacenado la piel de ratas y las plumas de pájaros. Yo solo veía huecos que habían de ser llenados cueste lo que cueste, para volver a estar completo, para que me dejara de mirar de esa forma.
—¿Qué pasó? —consiguió articular, la voz un hilo fino tensado por la angustia que pendía de él.
Una de sus manos viajó hacia mi rostro, pero no se atrevió a tocarlo. De todos modos, yo no hubiese tenido fuerzas para rechazarla. De reojo, vi los restos de lo que había sido mi maldición; esquirlas que brillaban para distinguirse de las baldosas del baño. Cada vez me sentía más cansado.
Fui a mirarla una vez más, a confrontarme con el par de ojos que habían sido mi panóptico y mi verdugo, ahora relucientes por las lágrimas que los inundaban. La miré con todas mis fuerzas, como quien está cansado de huirle a su destino y su peor miedo, y luché contra los párpados que se me hacían cada vez más pesados y me invitaban a dejarlos descansar. Antes de que la visión se tornara oscura otra vez, logré notar otros destellos, que colgaban de su cuello y se balanceaban frente a mí: pertenecían a unos lentes de leer, unidos en cada pata por una cuerda negra y fina, con armazón marrón y vidrios verdosos.
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kpwx · 6 days ago
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«Vampiros», de Jacobo Siruela (comp.)
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En la sinopsis del libro se dice que esta es la mejor antología de relatos de vampiros disponible en español, y yo lo creo. No he leído muchas otras como para afirmarlo con seguridad, pero, estando reunidos aquí la gran mayoría de los cuentos imprescindibles, no creo que otra pueda superarla. Tiene, además, imágenes, una buena introducción y un breve prólogo al comienzo de cada relato. Solo basta leer Drácula y este libro para conocer una parte importante de lo mejor de la literatura sobre vampiros.
De los doce cuentos, ocho al menos me parecen buenos o muy buenos, independientemente de la importancia que tienen para el subgénero. Mis tres favoritos son “No despertéis a los muertos” de Johann Ludwig Tieck, “Berenice” de Edgar Allan Poe (no falla: comparar a otro escritor de terror con Poe siempre lo hace sobresalir) y “Carmilla” de Sheridan Le Fanu, pero al menos otros tres quedan muy cerca. Cuando comenté Vampiros de Alexéi Tolstói dije que mi opinión podría estar sesgada por haberlo leído después de Drácula, y ahora que volví a releer uno de los cuentos que contiene ese libro pude ver que sí fue el caso: “La familia del vurdalak” (“Una familia de vampiros” en la otra edición) no es plano ni aburrido como escribí en ese momento. Puede que también tenga que ver la traducción, pero ahora me gustó bastante. Me pareció muy bueno también, aunque más que nada por lo vívida y terroríficamente descriptivo, “Varney, el vampiro” de James Malcolm Rymer. Esta es solo una ínfima selección de una obra extensísima (1344 páginas en una edición anotada), escrita con un claro afán crematístico, pero que terminó influyendo mucho en las obras sobre vampiros que luego se escribirían. Por último, y aunque no es un cuento de vampiros propiamente tal (como tampoco lo es “Berenice”, por lo demás), “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga. En este cuento coincido con Borges en que se recuerda mejor de lo que es, pero aun así me gusta mucho. Con una vida incluso más trágica que la suya, Quiroga es nuestro humilde Poe latinoamericano, y, al menos en el caso de Chile, el causante de los primeros traumas literarios que se tienen en la adolescencia.
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thenoizboy · 3 months ago
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Hacer comparaciones resulta la mayoría de las veces, un acto necio, injusto, poco fructífero, redundante con lo que se busca demostrar, y por lo general, carente de sustento contextual. De igual manera, pretender que aquellas creaciones artísticas o culturales sean igual que aquellas de donde provienen o fueron adaptadas, es también un acto con las mismas características mencionadas.
Nosferatu (2024) en su versión dirigida por Robert Eggers, es ejemplo de estas exigencias. Habrá opiniones en el circuito de la crítica cinematográfica que demandan la necesidad de que esta obra sea una versión apegada al filme de Friedrich Wilhelm Murnau (1922) y el de Werner Herzog (1979). No hay que olvidar que la distancia temporal que separa a los tres filmes, está marcada no sólo por los estilos de dirección de sus creadores y sus objetivos artísticos, sino por las condiciones históricas de producción cinematográfica en que fueron realizadas.
Aunado a ello, no falta quien busque comparar el universo de Nosferatu con la mismísima novela de Bram Stoker. Recordemos que el filme de Murnau fue resultado de la estrategia de su director para evadir la restricción legal (derechos de autor) impuesta por los herederos de Stoker a las adaptaciones cinematográficas de la novela. Sería hasta 1931, en las versiones paralelas en inglés y español que popularizaron Tod Browning y George Melford respectivamente, que Drácula se presentó con la nominación original de los personajes de la obra literaria.
Hay también opiniones que consideran que la versión de Eggers no se despoja completamente de ciertos elementos presentes en las de Murnau y Herzog, y que además no aporta nada a la innovación. Las obras fílmicas, por lo factores mencionados, no tendrían por qué ajustarse o desajustarse parcialmente o en su totalidad de sus fuentes de adaptación. Partamos que el lenguaje cinematográfico no está consumado y está sujeto a la formación que impone el contexto en sus diversas dimensiones.
Nosferatu, de Robert Eggers, no tendría problema en considerarse una obra maestra que parte de las aportaciones de sus versiones anteriores para crear algo nuevo, sin la necesidad de apegarse a las visiones de Murnau y Herzog. Eggers retoma elementos que le permiten construir un personaje y un ambiente con aquellos nutrientes tecnológicos y formales disponibles actualmente en la producción cinematográfica. Murnau realizó un filme sujeto a las posibilidades y recursos técnicos de su época que contribuyó a definir un movimiento artístico cinematográfico nacional. Herzog realizó un filme sujeto a su visión humana, folklorista y antropológica que ha distinguido su obra y su pensamiento.
Encontrar aquellos elementos que Eggers toma de estas dos perspectivas, podría ser un divertimento para la crítica cinematográfica demandante, y una labor necesaria para justificar la comparación o la segregación entre obras fílmicas y literarias. Pero esto no es el objeto de este comentario, sino destacar la complementariedad y el enriquecimiento que las tres versiones aportan al conjunto de una obra y a su narrativa.
Eggers a diferencia de Murnau y Herzog, es un director cinematográfico especializado en el género de terror/horror. Esto le confiere el dominio de las estrategias simbólicas que le permiten configurar una obra que cumple con el propósito de mostrar con tanto detalle la cara del mal representada en un Conde Orlok sediento de vida y de saciar un deseo erógeno al sembrar la desgracia en todo un pueblo. Lo anterior no es un pecado de adaptación, sino una forma de aprovechar el relato de Drácula para llevar a la pantalla la personalidad impositiva y sobrenatural del vampiro como protagonista de la historia. De ello, también se ha acusado a Eggers de no brindarle al conde, una mayor predominancia en la duración del filme, y por tanto, hay que reiterar que el mal que Eggers busca representar con Nosferatu, va más allá de la presencia en aparición de un personaje siniestro, para centrarlo en los efectos que la llegada del conde tiene en los personajes que lo secundan en la historia.
Nosferatu, de Robert Eggers es un claro ejemplo que permite observar cómo evoluciona el cine y con ello lo que éste nos muestra en pantalla. Descubrir cómo un personaje y una historia van transformándose y refinándose a través de las décadas, es una de las gratificaciones que obtenemos los espectadores cuando las mentes inquietas que producen los filmes, emprenden esa aventura maravillosa que responde a las más genuinas preguntas creativas, e incluso a las preguntas humanas elementales. Los filmes también son producto de su tiempo. El Nosferatu del 2024, es el vampiro del cine que ahora a nosotros nos ha tocado ver. Es la representación del mal que nuestros ojos, los que nuestra época ha configurado, que estamos preparados para mirar. Ya vendrán otras versiones que retomen sabiamente el hilo evolutivo del cine para entregarnos otra cara del vampiro. Por lo pronto, disfrutemos y sorprendámonos del regreso a la pantalla del Conde Orlok y su estela pestilente y catastrófica.
{Imagen realizada con Grok (IA) presentando juntos a los actores que han interpretado a Nosferatu: Max Schreck, Klaus Kinski y Bill Skarsgård}
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lavozs · 5 months ago
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LEYENDAS, FÁBULAS Y CUENTOS
Del libro 101 cuentos clásicos de la India.
Recopilados por Ramiro Calle.
La disputa
EL AGUJERO DE LA OREJA
Tierra cachonda, de Álvaro de Laiglesia
El divorcista español
AUDIOLIBROS EN LA VOZ SILENCIOSA
Cuentos completos, de Agatha Christie
Los cuentos de Parker Pyne
El caso del esposo descontento (The Case of the Discontented Husband).
EL BAÚL SIN FONDO
Definición y origen de CONFIABILIDAD, de la web definicion.de
MIS CONVERSACIONES MATUTINAS CON EL TÍO DEL ESPEJO
Ignorancia supina
RELATOS DE TERROR Y MISTERIO EN LA MEDIANOCHE
Escritoras del siglo XX. Cuentos de fantasmas.
El seguidor, de Cynthia Asquith
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trastornadosrevista · 1 year ago
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VUELVE EL FESTILAPTRA A CIUDAD CULTURAL KONEX
Celebrando su octava edición, el FestiLaptra regresa el próximo sábado 17 de febrero a partir de las 18 hs, y hasta bien entrada la madrugada, al Ciudad Cultural Konex. Con una destacada grilla que incluye a más de 10 bandas del género indie, el festival promete ser una experiencia inolvidable para todos los asistentes.
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Los bandas confirmadas para esta edición son: Santiago Motorizado, 107 Faunos, Antolín, Bestia bebé, Hojas por el Barrio, Javi Punga, Koyi, Las Ligas Menores, Media hermana, Nina Suarez, Reno y Tigre Ulli. Además, está programada una poderosa puesta en escena y una feria donde se podrán encontrar más de cincuenta lanzamientos del sello Laptra, disquera emblemática de la música indie argentina, que actualmente está celebrando 20 años de actividad.
Más que una productora discográfica independiente, Laptra es un referente cultural indispensable al momento de comprender la necesidad de apostar por la autogestión. Originaria de la ciudad de La Plata, aunque también con un pie en Buenos Aires, esta etiqueta formó un colectivo que reunió a grupos y solistas atravesados por una manera afín de atender al hecho artístico.
Para celebrar esa identidad sonora, así como su gestión por los proyectos emancipados, empoderados y atrevidos, la disquera concibió a mediados de la década pasada su propio espacio de exposición: el FestiLaptra.
Durante una misma jornada, los distintos actores del sello recrean los clásicos de sus respectivas obras, al mismo tiempo que aprovechan la convergencia para dar cuenta de su actualidad creativa. Es un festejo que versa sobre el crecimiento de Laptra, así como de la profundidad de un relato que nació con los grupos El Mato a un Policía Motorizado y 107 Faunos.
Los grandes artistas confirmados al FestiLaptra evidencian no sólo el crecimiento, sino también la pluralidad estética y generacional del catálogo de esta productora platense, cuyo gen encontró la inspiración en la dinámica y épica de sellos internacionales de la talla de Matador, Sarah, Creation y 99 Records.
Vale la pena destacar que de la mano de Laptra apareció el año pasado “Algo para decir”, el álbum debut solista de Nina Suárez que, en los balances de fin de año de los medios especializados en música, rankeó entre los mejores discos de 2023.
Como contraparte del indie raudo de la hija de Rosario Bléfari, en este capítulo del FestiLaptra se podrá disfrutar igualmente del dream pop Media Hermana. A mediados de 2023, la dupla lanzó a través del sello su nuevo trabajo, el EP Ideograma.
Asimismo, Súper terror, el más reciente disco de El Mató a un Policía Motorizado, fue publicado por Laptra conjuntamente con Primavera Label, brazo discográfico del festival español Primavera Sound. Se trata de la primera vez que un álbum de una productora independiente argentina es considerado, casi por unanimidad, el “Álbum del año” en todas las encuestas que se hicieron en nuestro país. La salida de ese trabajo coincidió con los 20 años de la fundación del grupo, lo que funcionó como excusa para su presentación en el mítico estadio Luna Park, plaza que aún les quedaba pendiente por hacer. Si bien El Mato no será de la partida en esta versión del FestiLaptra, sí estará su bajista y cantante, Santiago Motorizado, quien despidió el 2023 con un tándem de shows memorables, en el patio del Konex, acompañado por varios músicos amigos.
Bestia Bebé también tocará su flamante y contundente álbum, El Verano. Por su parte el hiperactivo Reno hará lo mismo con su disco, Caricia. En tanto que Antolín revisitará una vez más su patente de 2022, Ladrón de almuerzos.
Las Ligas Menores adelantarán sus próximas canciones durante su intervención, mientras que su ex bajista, María Zamtlejfer (ataviada por su álter ego Trigre Ulli), seguirá defendiendo su disco La bruma.
Este encuentro artístico será una ocasión idónea para disfrutar nuevamente del repertorio clásico de 107 Faunos, así como del mítico Javi Punga, y de los inigualables Koyi y Hojas por el Barrio.
Las entradas ya se encuentran a la venta a través de Ticketek.
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cleoenfaserum · 1 year ago
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¿QUIEN PUEDE MATAR A UN NIÑO?
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Es una película olvidada de 1976 que en la introduction de film podríamos añadir el genocidio al que el invasor terrorista sionista israelí, con la ayuda de gran bretaña y el sostenimiento de EEUU con OTAN están masacrando al pueblo Palestino, similar a lo que EEUU cometió con los nativos de ese país.
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¿Quién puede matar a un niño? es una película española de 1976, dirigida por Narciso Ibáñez Serrador, basada en la novela El juego de los niños de Juan José Plans y con música de Waldo de los Ríos.
Actualmente, este largometraje constituye uno de los más celebrados del género de terror en el cine español. (¿Quién puede matar a un niño? Wikipedia)
Vean la película a continuación...
863-1 LINK: https://ok.ru/video/2696366524993
Quien fue ¿Chicho Ibáñez Serrador? - Wikipedia
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Narciso Ibáñez Serrador (Montevideo, 4 de julio de 19351​-Madrid, 7 de junio de 2019​), más conocido como Chicho Ibáñez Serrador o Luis Peñafiel (el seudónimo con el que firmaba sus guiones), fue un director de cine y realizador de televisión, director teatral, actor y guionista uruguayo-español.
A lo largo de su vida, destacó por su contribución al cine fantástico y de terror en idioma español, así como por los numerosos programas que dirigió para Televisión Española, entre los que destacan Historias para no dormir, Historia de la frivolidad y Un, dos, tres... responda otra vez, entre otros.
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El juego de los niños de Juan José Plans
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Genial, Maravillosa y Terrible novela escrita por el Maestro Don Juan José Plans y publicada en 1976.
La dramatización radiofónica también fue realizada por don Juan José Plans y sus compañer@s del programa "Historias". Un apunte: El genio Stephen King, publicó un relato titulado "Los chicos del Maíz" (con bastantes coincidencias con la novela de Juan José Plans) por primera vez en la revista Penthouse en marzo de 1977. Ahí queda el detalle. También otro Maestro, (Chicho Ibáñez Serrador) realizó una película en (1976) basada en la novela de Juan José Plans, titulada "¿Quién puede matar a un niño?". Una buena película, pero que se deja por el camino muchos de los detalles de la genial obra de Plans. Por cierto, la parte final de la novela, da para pensar. ¡O mejor dicho, la parte final de la novela. Da para mucho, en lo que pensar!...
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863-2 https://youtu.be/52Y_NorzZdk
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863-3 https://youtu.be/kLzx-nB3UPg
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863-4 https://youtu.be/Q8VvukbHRd0
NOTAS:
¿Quién puede matar a un niño?
Chicho Ibáñez Serrador - Wikipedia, la enciclopedia libre
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luisaalmg · 4 months ago
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Holi🤗✌️🍾🥂
🌹🖤💀🖤🌹
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sencilla-mentelibros · 2 years ago
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Cenizas quedan en la memoria (Cenizas quedan #2)
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“La magia que la había maravillado era la misma que ahora la devoraba con el miedo a lo desconocido. Era una sensación extraña descubrir todo lo que podía amar en el mundo, en contraste con todo lo que había que temer.”
Bueno, nos adentramos de nuevo en el terror. Definitivamente, puedo decir que no es de mis géneros predilectos y que prefiero otro tipo de lecturas, sin embargo no por eso voy a dejar de decir que estoy disfrutando de estos libros por distintas razones. La primera es porque me gusta mucho ver las referencias a lugares propios de El Salvador, y aunque el texto no se presta para descripciones extendidas sobre arquitectura o el ambiente, es fácil imaginarse un pueblo en Sonsonate (aún en 1924) y adentrarse en la historia.
El autor establece tres puntos de referencia, Sonzacate, Atecozol y La Hacienda La Junta, dentro de los cuales se desarrollan los acontecimientos; ésta última derruida y consumida por el fuego voraz que sufrió durante la infancia de los mellizos. Y Sonzacate y Atecozol, dos lugares pequeños y comunales que brindan refugio a la familia. Me parece interesante que el autor no se detiene a describir el ambiente más de lo necesario para inspirar un sentimiento, y esto lo hace a través de los ojos de los mismos mellizos o de quien se encuentre en el lugar en ese momento.
La segunda particularidad que me llamó la atención es el uso de diferentes maneras de hablar por parte de cada uno de los personajes. Se nos presenta una mujer originaria de Andalucía cuyo acento se materializa utilizando la expresión fonética de las palabras en español, quien no dice “yo la puedo llevar, Claudio, gracias”, sino “yo la puedo llevá, Claudio, graciah”. Así mismo, se nos presentan a los protagonistas salvadoreños del relato terminando las frases en “vos” o que dicen “cabal” y “chivo”, personajes que comen pupusas, horchata y empanadas. Además, como contraste, se nos presenta el nawat como tercer variante del habla, el cual no traduce más que un par de ocasiones.
Este idioma desconocido para la mayoría de habitantes de El Salvador se utiliza para representar el pasado de la colonia, algo tan antiguo como ancestral y a la vez algo nuevo para nosotrxs que no hablamos el idioma. Se presta muy bien para ejemplificar el pasado mucho más mágico y quizá, a veces, hasta ajeno a nosotrxs. Al colocarnos frente al nawat, en la mayoría de las ocaciones, no tenemos ni idea del acento de quienes lo hablan, no sabemos que no tenían un sistema de escritura, no sabemos la cultura al rededor del mismo. Es por eso que al utilizarlo en una de los eventos que le sucede a Ignacio, enfatiza en el sentimiento, en el miedo a lo desconocido.
En este relato, los mellizos ya están mayores y padecen de un estado feliz y amnésico que les permite salir adelante con sus vidas, junto a Candelaria su ahora madre. Son felices, prósperos y reconocidos incluso a nivel nacional. Sin embargo, pronto nos damos cuenta que la pérdida de la memoria es provocada por un brebaje que Candelaria les proporciona diariamente para que ellos puedan disfrutar de su éxito — con toda la buena intención del mundo — . Este tercer elemento, es una fuerte crítica. Cuando los mellizos se percatan de que su memoria ha sido borrada empiezan a cuestionar todo lo que viven y entran en una especie de crisis existencial que les impide pensar en otra cosa más que en la búsqueda de su pasado y de su historia.
Quiero decir que, el miedo, que está presente durante todo el texto, no surge únicamente de los acontecimientos inmediatos en los que se ven inmersos, sino también del miedo a no saber quién sos, del miedo a tu pasado, a lo que podés descubrir, al no reconocerte y que, al saberte satisfecho de tu búsqueda te podés preguntar ¿qué es lo que te queda?, ¿la familia que podés perder en el presente?
Este segundo tomo lo encontré mucho más angustiante que el primero, con una aproximación menos inocente. Claro, los mellizos ya son mayores y ya no ven la magia como cuando eran niños. Los mitos, las leyendas y la magia ya no son solo historias, hoy deben afrontar que son parte de la vida cotidiana sin entenderla — volvemos a la ficción — , y ese es el problema: no entienden nada de lo que les sucede porque son ajenos a la magia nawat, porque son ajenos al idioma, porque son ajenos a su pasado, a su familia, a Candelaria, a ellos mismos. Hay una especie de disocio entre lo que les rodea y ellos mismos.
Finalmente, y este sí es un completo spoiler, así que pueden dejar de leer con el párrafo anterior; me parece genial como viene contando una historia donde hasta medio camino te das cuenta que es la historia de las leyendas que alguna vez escuchaste. O sea, sí, entiendo que me dijeron que era un retake de las leyendas salvadoreñas, pero nunca pensé que ellos iban a ser los protagonistas. Según yo, solo iban a estar los elementos y ya. Fin del asunto. Pero no, cuando lees este libro estás viviendo un mundo de leyenda. Literal.
Fecha original de publicación: septiembre 19, 2021
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eduardoarboledaballen · 2 years ago
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TZILACATZIN: TERROR DE LOS ESPAÑOLES
Tzilacatzin era el nombre de ese valiente guerrero mexica-tlatelolca que de acuerdo con los relatos de la invasión española en el libro “Las lanzas rotas”, era heredero de los Quinametzin, gigantes de la mitología azteca que poblaron este mundo durante la era anterior a la Lluvia del Sol. Este mítico héroe fue un personaje clave durante la lucha por la toma de Tenochtitlán al luchar contra los…
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entrepalabrasmx · 2 years ago
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Comunión con el Diablo
Tuvo gran recibimiento por la crítica especializada en la pasada edición de Sitges Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya
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El terror español se adueña de México con la llegada de una de las cintas más terroríficas de la década, Comunión con el Diablo, una película que revisita un siniestro mito popular para llevarlo a las salas de cine. Una historia estelarizada por Carla Campra y Aina Quiñones, que marca el regreso al cine en español del realizador Víctor García, una reconocida figura dentro del cine de género, que estrena de la mano de Zima Entertainment.   Sara, una adolescente recién llegada al pequeño pueblo de Tarragona, trata de encontrar su lugar en aquel nuevo y cerrado entorno. Una noche, en compañía de su extrovertida amiga Rebe, van a una discoteca y durante el trayecto a casa se encuentran a una misteriosa niña vestida con un vestido de comunión que desaparece y sólo deja a una antigua muñeca, lo que marcará el comienzo de la pesadilla.   Basada en hechos reales, esta historia gira alrededor de una maldición que trasciende generaciones y hace que aquel relato sobrenatural de boca en boca, se convierta en un sólido universo de terror característico de las grandes franquicias dentro del género, pero con un giro que se acerca muy íntimamente al localismo español.   Este largometraje, que tuvo una exitosa proyección fuera de competición en el Sitges Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, refleja la experiencia de García en el armado visual y argumental del thriller: jumpscares precisos, una criatura enigmática y la búsqueda por la resolución del maligno secreto. Destreza que fue desarrollada gracias a su partición en proyectos como El Ciclo (2003), Regreso a la residencia del mal (2007), 30 Days of Night: Blood Trails (2007) o Espejos siniestros 2 (2010), sólo por mencionar algunos.   Al respecto, el director detalla que “El cine especialmente de terror, me ha fascinado desde pequeño, y toda mi carrera profesional ha sido, en cierta forma, condicionada por esta fascinación.”   Con guión de Guillem Clua, Víctor García y Alberto Marini, Comunión con el Diablo es el retrato del ya escalofriante proceso de crecer, al tocar temas como el bullying, los peligros del consumo de sustancias y la violencia intrafamiliar; en conjunto con sucesos sobrenaturales que incluyen maldiciones y muertes inexplicables, una mezcla que sin duda sube el nivel de dificultad a la adolescencia.
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authordavidisaacruiz · 2 years ago
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Se buscan escritores interesados en publicar, participa por el Premio!..
PREMIO PROMONET DE NARRATIVA DIGITAL 2024
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Ediciones Promonet, una editorial que impulsa publicaciones en línea, celebra su 12 Aniversario con el lanzamiento oficial de la convocatoria de este premio internacional, el cual esta dedicado a la publicación independiente de autores noveles en dos categorías que son Ficción y No ficción. Este propósito se fundamenta en el lema de nuestra editorial “Promoviendo el conocimiento en Internet”. Con el hecho de presentar su obra a este Premio, el autor de la obra acepta que se regirá por las siguientes bases que se explican a continuación: Podrán participar escritores noveles de cualquier nacionalidad, mayores de edad, que hayan escrito una sola obra en idioma español, originales e inéditas y que no se encuentren participando en otros concursos durante el fallo de este premio. Para participar solo se admitirá el archivo de la obra en los formatos de texto en digital .txt, rtf, doc, docx o PDF. No se solicitará en ningún momento el envío postal de la obra en unidad de almacenamiento portátil, ni tampoco formato impreso de las obras participantes con el fin de agilizar el proceso de selección. Se enviará a los todos los participantes un correo electrónico de confirmación acerca de la recepción exitosa de su obra y datos de participante, o en su caso se les comunicará cualquier corrección necesaria para su re-envío dentro del plazo de esta convocatoria. La obra y datos del participante deberán ser enviados únicamente a nuestro correo electrónico: [email protected]
Se convocan dos categorías:
• NARRATIVA DIGITAL DE FICCIÓN: Se incluye en ficción la obra acorde a la narrativa corta de un solo autor, como colección de relatos, microrelatos, cuentos o novela corta. Se aceptarán obras de una extensión de hasta 300 páginas como máximo, con letra arial, espaciado doble, y márgenes de una pulgada. El tema de la obra es libre, pero se recomiendan los siguientes sub géneros: romántica, terror y misterio, sátiral política, humor, erótico y policíaco. De caracter inédito y preferiblemente con derechos del autor registrados.
• NARRATIVA DIGITAL DE NO FICCIÓN: Se incluye en esta categoría únicamente la obra, escrita por unos o dos autores, acorde a la investigación académica de cualquier campo profesional como Tesis de grado adaptada, Ensayo, Colección de artículos de periodismo, Manuales y guías técnicas. Se aceptarán obras de una extensión de hasta 300 páginas como máximo, con letra arial, espaciado doble, y márgenes de una pulgada. El tema de la obra es libre, pero se recomiendan los siguientes sub géneros: científico, social, política y economía. Se aceptan que se incluyan dentro del documento tablas, gráficas e imágenes con buena resolución de 300 ppi en el archivo digital de la obra de no ficción. No se permitirá obras ya publicadas. Se permite la participación por nombre real de autor/a y/o seudónimo.
En cualquiera de los dos casos, se deberán enviar en el mismo correo electrónico, dos archivos adjuntos; uno de la Obra y otro de los Datos del participante, con lo siguiente:
Titulo de la obra,
Seudónimo (si lo tiene),
Nombre legal del autor de la obra participante,
Género literario, Sub género temático,
Número de documento de identidad o pasaporte,
País de residencia o Dirección,
Correo electrónico,
Red social (de Whatsapp o Instagram si lo tiene),
Breve reseña biográfica del autor y Foto reciente.
De no presentar este archivo con Datos personales la participación en el concurso de narrativa podrá ser rechazada. El plazo de envío de las obras será hasta las 23:59 hora del Pacífico, del día 31 de diciembre de 2023. Las obras de los 10 finalistas serán anunciadas a través del sitio oficial de Ediciones Promonet en Febrero de 2024, más tarde de estos se escogerán 2 ganadores y tres finalistas que serán elegidos según su categoría en base a la calidad narrativa del argumento, o a la innovación en la investigación académica. El premio consistirá en 1 paquete de servicios de edición digital, cuyo valor unitario oscila $300.00, para la edición completa y publicación de las 2 obras ganadoras en formato ebook o libro electrónico y de edición de tapa blanda por venta bajo demanda en la plataforma digital que Promonet le asigne, con una promoción gratuita en Internet a través de anuncios enlazados al sitio de ventas oficial, audiolibros y video book trailers por un periodo máximo de 3 años, contados a partir de la fecha del anuncio del fallo. De considerarlo, la organización del Premio podrá también estimar conceder a los otros 2 finalistas seleccionados descuentos especiales por servicios de corrección y edición dentro de un tiempo limitado para quienes no habiendo ganado, dispongan del interés de contratar servicios de edición, autopublicación, traducción al inglés, italiano o portugués para la promoción extendida de su obra participante con Ediciones Promonet. Además se obsequiarán a los finalistas paquetes de ebooks gratis de propiedad de la editorial digital. La Organización del concurso podrá considerar representar la adaptación de la obra como proyecto cinematográfico en desarrollo dentro de la duración del contrato, que será máxima de 3 años, que podrá ser premiada por un fondo de producción local como idea original del argumento de su un guión de cine, de confimarse esto recibirá un porcentaje adicional.
El premio no podrá ser declarado desierto. El Jurado estará conformado por tres colaboradores de Ediciones Promonet que permanecerán en secreto y se revelarán al momento del fallo en fecha estimada para finales del mes de febrero de 2024, del cual se informará a todos los participantes a través de todos nuestros blogs informativos. Se mantendrá comunicación posterior con los 4 participantes ganadores a través de correo electrónico y redes sociales. Se asume que todos los participantes a este premio quedan suscritos a la base de contactos por e-mail de Ediciones Promonet, hasta que estos manifiesten su solicitud expresa de darse de baja de la misma. Ediciones Promonet podrá renunciar a recibir cualquier porcentaje de lo ganado por las ventas de la obra contratada por los dos autores premiados en su plataforma de ventas y les cede estos derechos durante la duración del contrato editorial. Los finalistas conceden a Ediciones Promonet el uso de su portada y partes del contenido de su obra premiada para promocionarse en sus sitios y blogs oficiales por Internet, así como de su fotografía de rostro por un tiempo indefinido, además de la colocación de publicidad dentro de las colecciones de Ediciones Promonet al colofón de su ebook y en el libro impreso cuando sea su obra publicada. Los autores de las obras premiadas mantendrán en su poder el 70% de sus regalías internacionales en formato electrónico y el 40% en formato de papel impreso, (el porcentaje restante corresponderá al servicio de una Plataforma de ventas en línea como Amazon KDP, Casa del Libro, Kobo Rakuten, etc) así como sus derechos conexos por la Autoría de sus obras como son los de adaptación de cine, reedición independiente por imprenta y demás.
A excepción del derecho de distribución, por el cual asumen aceptar que Ediciones Promonet les asesore en el proceso de autopublicación en todas las tareas que este proceso implique, como su editorial bajo contratación exclusiva sin costo. Esto obligará al autor a crear su propia cuenta de tranferencia de dinero electrónica en Payoneer, de manera personalizada por parte del autor o autora de cada obra premiada donde tendrá que suministrar al editor alguna información general, personal y bancaria segura, con el único fin de recibir por transferencia electrónica directa de sus fondos provistos por sus regalías e informes de ventas dentro del periodo que se estime oportuno para la cancelación o prorrogación de este compromiso entre las partes. Esto incluye el cobro de una tarifa de tranferencia que se decontará a las regalías.
Ediciones Promonet como empresa de servicios editoriales, asume una visión basada en el respeto a los derechos humanos, y libertades civiles por lo cual no aceptará ni promoverá obras que atenten contra los principios de paz y justicia social, como puede suceder con la violencia, el racismo, la discriminación y el abuso en contra de los derechos civiles. Ediciones Promonet garantizará la confidencialidad del uso de los datos enviados a este certamen, y asumirá la responsabilidad de eliminar todos los archivos que no sean premiados. Se limitará también como una agencia intermediaria o tercero ante las posibles implicaciones legales que se le presenten al autor titular de su obra ante la Plataforma de Ventas externa, y de obtener el premio, el autor asumirá incluso el pago de sus impuestos que en adelante generen sus actividades de comercio electrónico según cada país, por lo que el autor ganador libera de cualquier responsabilidad ante algún suceso que pudiera afectar a los representantes de este Premio internacional con sede principal en la República de Panamá.
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kpwx · 1 year ago
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Antología de las mejores novelas policíacas, I (Editorial Acervo)
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No hay duda de que la Antología de las mejores novelas policíacas publicada por Acervo es la mejor de todas las que se pueden encontrar en español. Pero esto no es tanto por su extensión (más de 6 mil páginas en 18 volúmenes) como por su contenido: además de autores reconocidos del género (Agatha Christie, John Dickson Carr, Ellery Queen, G. K. Chesterton, George Simenon) y de autores reconocidos ajenos al género que en alguna ocasión lo practicaron (Charles Dickens, Robert Louis Stevenson, Guy De Maupassant, William Faulkner, Roald Dah) se incluyen una gran cantidad de escritores que en su tiempo fueron relevantes pero que hoy en día son desconocidos incluso para los que nos gusta la literatura policíaca. Varios de ellos no los he visto publicados en ninguna otra parte, y como es probable que nunca vuelvan a editarse, lo más seguro es que solo se puedan leer aquí. También hay que decir que el nombre de la colección no corresponde del todo con el contenido, pues no son novelas (salvo algunas que podrían considerarse también cuentos largos) ni son todas policíacas. Es más bien una antología de los mejores cuentos de crimen y misterio en la que el terror también tiene bastante presencia.
Como he hecho en otras antologías, un par de palabras y una puntuación sobre cada cuento.
“Los asesinatos de la calle Morgue”, de Edgar Allan Poe
Infaltable en todas las antologías. Aun siendo el cuento que inauguró el género es bastante mejor (al menos en lo que corresponde a la escritura y a lo novedoso del argumento) que la mayoría de los que pueden leerse aquí, y eso demuestra lo superior que era Poe en comparación con los escritores que vendrían. 7/10
“El velo negro”, de Charles Dickens
Este es uno de los muchos ejemplos de cuentos que no corresponden al género policíaco propiamente tal. Corto y nada sorprendente, aunque sirve para darle variedad a la antología. 3.5/10
“La mano”, de Guy de Maupassant
Más terror que policíaco. Sencillo y efectivo. La explicación simple y racional, precisamente por ello, sorprende. 7/10
“El ritual de los Musgrave”, de Arthur Conan Doyle
Aunque fue escogido por Conan Doyle como uno de sus doce relatos favoritos, no sé por qué se prefirió incluir en este primer volumen por encima de otros que son más icónicos. En lo que respecta a mí, no me parece especialmente bueno. 5/10
“Las manos del señor Ottermore”, de Thomas Burke
Uno de los muchos escritores de misterio que en su tiempo fueron populares y que hoy en día duermen en el más absoluto olvido. Buscando información sobre él, leí que este cuento fue elegido en 1949 como el mejor cuento de misterio de todos los tiempos. Yo no creo que sea para tanto, pero es un buenísimo relato sobre un asesino en serie. 7/10
“Pisadas extrañas”, de G. K. Chesterton
Aunque Chesterton es evidentemente superior a la mayoría de los escritores policíacos, este cuento en particular no es ni de lejos uno de sus mejores. Eso sí, su característico uso de una simpleza ingeniosamente tratada no está ausente. 5.5/10
“La caída de Mr. Reader”, de Edgar Wallace
Teniendo tantos cuentos buenos vinieron a poner uno tan malo como este. 3.5/10
“Villa filomena”, de Agatha Christie
Sorprende un poco la diferencia entre su faceta de novelista y de cuentista. No es que la mayoría de sus relatos sean increíblemente buenos, pero este en particular es malo. 3.5/10
“El juez corrobora”, de J. S. Fletcher
El hecho de que lo tuve que volver a leer ahora para acordarme de qué trataba demuestra lo olvidable que es este cuento. Verdaderamente lamentable. 2.5/10
“Sangre de actor”, de Ben Hecht
Por muy reconocido guionista y director de cine que fuera el autor, no se puede decir otra cosa si no que este cuento es insoportablemente aburrido. 4/10
“El cuadro de Greuze”, Freeman Wills Crofts
Gran autor de misterio. Este relato es bastante predecible, pero genera intriga y es entretenido. 6/10
“El hombre de los dos sacos”, E. Phillips Oppenheim
La resolución de este cuento es la menos ingeniosa que podía haber habido. Es un cuento absolutamente obviable. 2.5/10
“¿Sigue mi camino?”, de George Harmon Coxe
Bonito. Algo novedoso en el escenario. Bien escrito. 6.5/10
“El simulador”, de Stuart Palmer
Título no muy bien escogido. Ni muy bueno ni muy malo. 5/10
“El caballero de París”, de John Dickson Carr
Uno de sus habituales misterios históricos, que, si bien no es el mejor, es agradable de leer. La inclusión del conocido escritor al final del libro es un inesperado detalle. 6/10
“¿Bajo pena de muerte?”, de George Simenon
Con la mitad de las páginas habría estado todavía mejor, pero es un cuento entretenido e intrigante. 6.5/10
“Las dos botellas de salsa”, de Lord Dunsany
Terminar un cuento con los ojos abiertos y las cejas levantadas es un buen indicio. 6.5/10
“La aventura del acróbata”, de Ellery Queen
De los autores de cuentos policíacos que permiten ser deducidos, Queen es una elección a la segura. Entretenido. 6/10
“Crimen imperfecto”, de I. Covarrubias
Un cuento cortito puede permitirse no ser bueno. 4/10
“Gay Falcon’’, de Michael Arlen
Cuento con acción y dramatismo. Conforme avanza se vuelve mejor, hasta terminar siendo relativamente entretenido 5.5/10
“El asesino viaja en el mismo tren”, de David Savage
Me gustan los cuentos ambientados en trenes, pero este en particular es bastante malo. La clave del enigma es de una obviedad impresionante. 4/10
“Los cuatro amigos del doctor”, George Joseph
Tan cortito como el de Covarrubias, pero algo menos malo. Cumple con lo justo. 4.5/10
“Papá Benjamín”, de William Irish (Cornell Woolrich)
Este cuento es un poco extraño para lo que acostumbraba Cornell Woolrich (más bien para lo que he leído de él), y quizá por eso mismo me gustó. De todos modos, creo que tiene demasiadas páginas para lo que podía dar. 5.5/10
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