#quién le puso esos cachos
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sacachorch0vo · 6 months ago
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Verdadero
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elegiaalasestrellas · 3 years ago
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Tripas
    Coge aire.     Coge todo el aire que puedas.     Este relato tendría que durar tanto tiempo como puedas contener la respiración, y luego un poquito más. Así que escucha todo lo deprisa que puedas.
    Un amigo mío tenía trece años cuando oyó hablar del pegging. Que es como se llama cuando a un tío lo follan por el culo con un consolador. Estimulas la próstata lo bastante fuerte y se rumorea que puedes tener orgasmos explosivos sin manos. A aquella edad, mi amigo era un pequeño maníaco sexual. Siempre andaba loco detrás de la forma más excitante de correrse. Así que fue a comprarse una zanahoria y un bote de vaselina. Para llevar a cabo un pequeño experimento privado. Luego se imaginó la impresión que iban a causar en la caja del supermercado la zanahoria solitaria y la vaselina, rodando por la cinta transportadora hasta la cajera de la sección de comestibles. Con todos los compradores haciendo cola y mirando. Con todo el mundo viendo la gran velada que estaba planeando.     Así que mi amigo compró leche y huevos y azúcar y una zanahoria, todos los ingredientes para una tarta de zanahoria. Y vaselina.     Como si fuera a casa a meterse una tarta de zanahoria por el culo.     Ya en casa, se dedicó a tallar la zanahoria hasta convertirla en un instrumento romo. La untó de grasa e hizo bajar su culo sobre ella. Y luego… nada. Nada de orgasmo. No pasó nada salvo que le dolió.     Y luego la madre de aquel chaval le gritó que fuera a cenar. Le dijo que bajara ya mismo.     Así que él se sacó la zanahoria y la metió toda mugrienta y resbaladiza entre la ropa sucia que tenía debajo de la cama.     Después de la cena fue a buscar la zanahoria y se encontró con que ya no estaba. Resulta que mientras estaba cenando su madre se había llevado toda su ropa sucia para lavarla. Era imposible que su madre no encontrara la zanahoria, cuidadosamente esculpida con el cuchillo de mondar de cocina, todavía pringada de lubricante y apestosa.     Aquel amigo mío se pasó meses bajo una nube negra, esperando a que sus padres se encararan con él. Pero nunca lo hicieron. Nunca. Incluso ahora que es adulto, aquella zanahoria invisible sigue suspendida sobre todas las cenas de Navidad y todas las fiestas de cumpleaños. Cada vez que va a cazar huevos de Pascua con sus hijos, con los nietos de sus padres, aquella zanahoria fantasma flota sobre todos ellos.     Aquella cosa demasiado horrible para ponerle un nombre.     Los franceses tienen una expresión: «Espíritu de la escalera». En francés: Esprit d’Escalier. Se refiere a ese momento en que uno encuentra la respuesta pero ya es demasiado tarde. Digamos que estás en una fiesta y alguien te insulta. Tienes que decir algo. Así que bajo presión y con todo el mundo mirando, dices algo cutre. Pero en cuanto te marchas de la fiesta…     Mientras empiezas a bajar la escalera… magia. Se te ocurre exactamente lo que tendrías que haber dicho. La perfecta réplica despectiva que habría desarmado al otro.     Ese es el Espíritu de la Escalera.     El problema es que ni siquiera los franceses tienen una expresión para denominar las estupideces que dices bajo presión. Esas cosas estúpidas y desesperadas que son las que realmente piensas o haces.     Algunos actos son demasiado bajos hasta para tener nombre. Demasiado bajos para hablar de ellos.     Mirando hacia atrás, los expertos en psicología infantil y los psicólogos escolares dicen ahora que la oleada más reciente de suicidios adolescentes fueron en su mayoría chavales que intentaban asfixiarse mientras se la cascaban. Sus padres los encontraban con una toalla enrollada en torno al cuello, la toalla atada a la barra del armario de su habitación y el chaval muerto. Y esperma muerto por todas partes. Por supuesto, los padres arreglaban la escena. Le ponían pantalones al chaval. Hacían que todo tuviera… mejor aspecto. O por lo menos, que pareciera deliberado. Un triste suicidio adolescente normal y corriente.     Otro amigo mío, un compañero de escuela, tenía un hermano mayor en la marina que una vez le dijo que los tíos en Oriente Medio se la cascaban de forma distinta a como lo hacemos aquí. Aquel hermano estaba destinado en un país desértico donde en los mercados públicos se vendían unas cosas que parecían abrecartas elegantes. Cada una de aquellas elegantes herramientas era una varilla fina de metal pulido o de plata, tal vez tan larga como la mano de uno, con un remate en un extremo, ya fuera una bola de metal o bien uno de esos elegantes mangos labrados que tienen las espadas. Aquel hermano que estaba en la marina decía que los árabes se la ponían dura y luego se introducían aquella varilla de metal dentro y a lo largo de toda su polla tiesa. Se la cascaban con la varilla dentro y aquello hacía que correrse fuera mucho mejor. Más intenso.     Y es que aquel hermano mayor se dedicaba a viajar por el mundo y a enviar expresiones en francés. Expresiones en ruso. Consejos útiles para cascársela.     Después de aquello, un día el hermano pequeño no apareció en la escuela. Por la noche me llamó para preguntarme si le podía recoger los deberes durante las dos semanas siguientes. Porque estaba en el hospital.     Tenía que compartir habitación con viejos a los que les estaban operando de las tripas. Me dijo que todos tenían que compartir el mismo televisor. Que lo único que tenía que le daba un poco de intimidad era una cortina. Que sus padres no lo iban a visitar. Me dijo por teléfono que ahora mismo sus padres eran capaces de matar a su hermano mayor, el que estaba en la marina.     El chaval me contó por teléfono que —el día antes— estaba un poco colocado. Despatarrado en la cama del dormitorio de su casa. Encendiendo una vela y hojeando unas revistas porno viejas, preparándose para pelársela. Justo después de oír la historia de su hermano mayor. La historia de cómo se la cascan los árabes. Así que se puso a buscar algo que le sirviera. Un bolígrafo era demasiado grande. Pero en un costado de la vela había un reguero fijo y liso de cera que podía funcionar. Usando la punta de un dedo, el chaval separó el largo reguero de cera de la vela. Lo alisó más con las palmas de las manos. Hasta dejarlo largo y liso y fino.     Colocado y salido, se lo metió dentro, más y más adentro en la rajita del pis de su polla tiesa. Y con un buen cacho de la cera todavía sobresaliendo de la punta, se puso manos a la obra.     Todavía hoy va diciendo que esos árabes no tienen un pelo de tontos. Que han reinventado por completo el cascársela. Tumbado de espaldas en su cama, las cosas empezaron a ir tan bien que el chaval se olvidó totalmente de la cera. Le faltaba una sola sacudida para correrse cuando se dio cuenta de que la cera ya no le sobresalía.     La fina varilla de cera se le había escurrido adentro. Adentro del todo. Tan adentro que ni siquiera notaba el bulto de la misma dentro de su conducto urinario.     Desde el piso de abajo, su madre le gritó que bajara a cenar. Le dijo que bajara ya mismo. Este chaval de la cera y el chaval de la zanahoria eran personas distintas, pero todos venimos a vivir de la misma manera.     Después de la cena, al chaval le empezaron a doler las tripas. Como no era más que cera, supuso que se derretiría y que acabaría por mearla. Pero ahora le dolía la espalda. Los riñones. No se podía incorporar del todo.     Mientras el chaval me hablaba por teléfono desde el hospital, de fondo se oían campanilleos y gente gritando. Concursos televisivos.     Las radiografías mostraron la verdad, algo largo y delgado, doblado por la mitad dentro de su vejiga. Aquella V larga y fina que tenía dentro estaba aglutinando todos los minerales de su orina. Estaba creciendo y se estaba volviendo más áspera, recubriéndose de cristales de calcio, y se movía de un lado a otro, rasgando el blando revestimiento de su vejiga y bloqueando la salida de su orina. Tenía los riñones taponados. Lo poco que le salía de la polla era rojo de la sangre que llevaba.     Aquel chaval, delante de sus padres, de toda su familia, todos mirando la radiografía negra en presencia del médico y de las enfermeras, todos mirando la enorme V de cera de color blanco brillante que tenían frente a las narices, tuvo que decir la verdad. Cómo se la cascaban los árabes. Lo que le había escrito su hermano desde la marina.     Por teléfono, llegado aquel punto, se echó a llorar.     Le pagaron la operación de la vejiga con sus ahorros para la universidad. Una sola equivocación estúpida y ahora nunca llegaría a ser abogado.     Meterte cosas dentro. Meterte dentro de cosas. Ya fuera meterte una vela en la polla o meter el cuello en un nudo, sabíamos que iba a traer problemas.     Lo que me trajo problemas a mí es algo que yo llamaba Pescar Perlas. En otras palabras, cascármela debajo del agua, sentado en el fondo de la parte más profunda de la piscina de mis padres. Tragaba aire y pataleaba hasta el fondo y me quitaba el bañador. Y allí me quedaba sentado durante dos, tres o cuatro minutos.     Solamente de hacerme pajas, yo tenía una capacidad pulmonar enorme. Si estaba solo en casa, me pasaba la tarde haciendo aquello. Después de escupir mi chorro, mi esperma, se quedaba suspendido en el agua en forma de pegotes grandes, gordos y lechosos.     Y al final de todo, me sumergía una vez más para recogerlo todo. Para recogerlo y luego limpiarme la mano con una toalla. Es por eso que se llamaba Pescar Perlas. Aun con el cloro, tenía que preocuparme de mi hermana. O, Dios bendito, de mi madre.     Aquel era mi miedo más grande en el mundo: pensar que mi hermana virgen adolescente pudiera empezar a ponerse gorda y luego dar a luz a un niño retrasado mental con dos cabezas. Y que las dos cabezas serían igualitas a mí. A mí, el padre. Y el tío.     Al final, la que te cae encima nunca es la que te temías.     La mejor parte de Pescar Perlas era la entrada de aire del filtro de la piscina y de la bomba de circulación. La mejor parte era desnudarse y sentarse encima de ella.     Como dirían los franceses: ¿a quién no le gusta que le succionen el culo?     Con todo, uno puede ser un chaval que se la está cascando y al cabo de un momento ya nunca podrá ser abogado.     Yo bajaba a sentarme al fondo de la piscina y el cielo era un cielo surcado de olas y de color azul claro, visto a través de los dos metros y medio de agua que me cubrían la cabeza. El mundo estaba en silencio salvo por el latido de la sangre en mis oídos. Llevaba el bañador a rayas amarillas anudado alrededor del cuello para tenerlo a mano, solamente en caso de que apareciera un amigo, un vecino o alguien para preguntar por qué me había saltado el entrenamiento de fútbol americano. La succión continua de la entrada de aire de la piscina me iba lamiendo y yo frotaba mi escuálido culo blanco sobre aquella sensación.     En aquel momento yo tenía el suficiente aire y la polla en la mano. Mis padres se habían ido al trabajo y mi hermana tenía ballet. Se suponía que nadie tenía que venir a casa durante horas.     Mi mano me llevó al borde mismo de correrme y luego me detuve. Subí a coger aire otra vez. Me sumergí y me volví a sentar en el fondo.     Y seguí haciendo aquello una y otra vez.     Aquella debía de ser la razón de que las chicas quisieran sentarse en tu cara. La succión era como pegar una cagada que nunca terminaba. Con la polla dura y algo comiéndome el culo, yo no necesitaba aire. Con la sangre latiéndome en los oídos, me quedaba allí abajo hasta que me empezaban a revolotear estrellitas luminosas frente a los ojos. Con las piernas extendidas y la parte de atrás de las rodillas llena de arañazos causados por el cemento del fondo. Los dedos de los pies se me estaban poniendo azules y tenía los dedos de las manos y pies arrugados de pasar tanto tiempo debajo del agua.     Y entonces dejé que pasara. Que empezaran a brotar los enormes pegotes blancos. Las perlas.     Fue entonces cuando necesité tomar aire. Pero cuando intenté patalear contra el fondo, me encontré con que no podía. No podía poner los pies debajo de mí. Tenía el culo atascado.     Los enfermeros de los servicios de urgencias cuentan que cada año hay unas ciento cincuenta personas que se quedan atascadas así, succionadas por una bomba de circulación. Se te engancha el pelo largo, o bien el culo, y te ahogas seguro. Todos los años se ahogan así montones de personas. La mayoría en Florida.     La gente simplemente no habla de ello. Ni siquiera los franceses hablan de TODO.     Levantando una rodilla, y metiendo un pie a presión debajo de mí, yo había conseguido ponerme medio de pie cuando noté el tirón en el culo. Pasé el otro pie por debajo de mí y me impulsé con el pie contra el fondo. Ya estaba pataleando libre, sin tocar el cemento pero sin llegar tampoco al aire.     Todavía pataleando en el agua, agitando los dos brazos, noté que estaba tal vez a medio camino de la superficie pero que no podía subir más. Los latidos que oía dentro de mi cabeza eran cada vez más rápidos y más fuertes.     Mientras los chispazos de luz pasaban una y otra vez por delante de mis ojos, me giré y miré atrás… pero lo que vi no tenía sentido. Una soga gruesa, una especie de serpiente, de color blanco azulado y llena de venas trenzadas, había salido de la piscina y me estaba agarrando el culo. Algunas de sus venas estaban soltando sangre, una sangre roja que parecía negra debajo del agua y que se alejaba flotando de los pequeños desgarrones en la pálida piel de la serpiente. El rastro de sangre iba desapareciendo en el agua, y dentro de la fina piel blanca azulada de la serpiente se veían bultos de comida a medio digerir.     Aquella era la única explicación posible. Un horrible monstruo marino, una serpiente de mar, algo que nunca había visto la luz del día, había permanecido escondido en el fondo oscuro del desagüe de la piscina, esperando para comerme.     Así pues… le di una patada, a aquel montón de piel y venas resbaladizo, con textura de goma y lleno de nudos, y más de aquello pareció salir del desagüe de la piscina. Ahora ya era tal vez tan largo como mi pierna, pero me seguía agarrando el agujero del culo con todas sus fuerzas. Le di otra patada y me acerqué unos centímetros más a dar una bocanada de aire. Aunque todavía sentía que la serpiente me tiraba del culo, me situé unos centímetros más cerca de mi escapatoria.     Apelotonados dentro de la serpiente, se veían restos de maíz y cacahuetes. Se veía una pelota de color naranja brillante. Era uno de aquellos complejos de vitaminas en forma de pastillas para caballos que mi padre me hacía tomar para ayudarme a ganar peso. Para que me dieran una beca para jugadores de fútbol americano. Con hierro extra y ácidos grasos omega-3.     Fue ver las vitaminas lo que me salvó la vida.     No era una serpiente. Era mi intestino grueso, el colon que se me había salido. Lo que los médicos llaman un «prolapso». Eran mis tripas succionadas por el desagüe.     Los enfermeros cuentan que la bomba de una piscina absorbe trescientos litros de agua por minuto. Lo que significa una presión de casi doscientos kilos. El problema es que por dentro lo tenemos todo interconectado. El culo no es más que el otro extremo de la boca. Si yo no me agarraba las tripas, la bomba seguiría succionando —sacándome las entrañas— hasta cogerme la lengua. Imaginad pegar una cagada de doscientos kilos y veréis que es algo que puede daros la vuelta de dentro afuera.     Lo que sí puedo deciros es que las tripas no sienten mucho dolor. No de la misma forma en que la piel siente dolor. A la materia que estás digiriendo los médicos la llaman materia fecal. Más arriba es el quimo, grumos de una porquería semilíquida y tachonada de maíz y cacahuetes y guisantes redondos.     A mi alrededor flotaba una sopa de sangre y maíz, de mierda y esperma y cacahuetes. Hasta con las tripas colgándome del culo, y yo agarrando lo que quedaba, mi primer impulso fue volver a ponerme el bañador.     No fuera que mis padres me vieran la polla.     Sin dejar de agarrar bien fuerte lo que me salía del culo, con la otra mano cogí el bañador a rayas amarillas y me lo solté del cuello. Aun así, ponérmelo resultó imposible.     Si quieres saber qué tacto tiene tu intestino, cómprate un paquete de esos condones hechos de membrana intestinal de cordero. Saca uno y desenróllalo. Llénalo de mantequilla de cacahuete. Úntalo de vaselina y sostenlo bajo el agua. Luego intenta rasgarlo. Intenta romperlo por la mitad. Es demasiado resistente y gomoso. Es tan viscoso que se te escapa de las manos.     Esos condones de membrana de cordero que no son más que intestinos.     Ahora entendéis con qué me las estaba viendo.     Como lo soltara un segundo, me quedaba sin tripas.     Si nadaba hasta la superficie para coger aire, me quedaría sin tripas.     Y si no nadaba, me ahogaría.     Podía elegir entre morirme en ese instante o morirme al cabo de un minuto.     Lo que mis padres encontrarían al volver del trabajo sería un enorme feto desnudo y encogido sobre sí mismo. Flotando en el agua turbia de la piscina de su jardín. Amarrado al fondo por una gruesa soga de venas y tripas retorcidas. Lo contrario de un chaval que se ha ahorcado accidentalmente mientras se la cascaba. El mismo bebé que habían traído a casa trece años atrás. El chaval que ellos confiaban que consiguiera una beca gracias al fútbol americano y se sacara un máster. Que los tenía que cuidar cuando fueran ancianos. Ahí estaban todas sus esperanzas y sus sueños. Aquel chaval que flotaba, desnudo y muerto. Rodeado de enormes perlas lechosas de esperma desperdiciado.     O bien eso o mis padres me encontrarían envuelto en una toalla ensangrentada, desplomado a medio camino entre la piscina y el teléfono de la cocina, con un cacho partido y maltrecho de mis tripas todavía colgando de la pernera de mi bañador a rayas amarillas.     El tipo de cosas de las que ni los franceses quieren hablar.     Aquel hermano mayor que estaba en la marina nos enseñó otra buena expresión. Una expresión rusa. Igual que nosotros decimos en inglés: «Me hace tanta falta como un agujero en la cabeza», los rusos dicen: «Me hace tanta falta como tener dientes en el agujero del culo».     Mnye etoh nadoh kahk zoobee v zadnetze.     ¿Sabes esas historias que se cuentan sobre animales atrapados en una trampa que se arrancan su propia pata a dentelladas? Pues bueno, cualquier coyote te dirá que un par de mordiscos son preferibles a estar muerto.     Joder… aunque no seas ruso, algún día esos dientes te pueden hacer falta.     Porque si no los tienes, lo que has de hacer es lo siguiente: has de forcejear hasta darte la vuelta. Te pasas un codo por detrás de la rodilla y te levantas esa pierna hasta la cara. Luego te pones a darte dentelladas en el culo. En cuanto se te acaba el aire, eres capaz de morder cualquier cosa con tal de volver a respirar.     No es algo que quieras contarle a una chica en vuestra primera cita. No si esperas un beso al final de la velada.     Si te contara cómo sabía, nunca más volverías a comer calamares.     Es difícil saber qué asqueó más a mis padres: cómo me había metido en aquel lío o cómo me había salvado. Después de salir del hospital, mi madre me dijo: «No sabías lo que estabas haciendo, cariño. Estabas en estado de shock». Y aprendió a hacer huevos escalfados.     Todo el mundo estaba muerto de asco o de lástima por mí…     Me hacía tanta falta como tener dientes en el agujero del culo.     Últimamente la gente siempre me dice que estoy demasiado flaco. Cuando nos invitan a cenar la gente se queda callada y se cabrea porque no me como el estofado que me han preparado. El estofado me mata. También el jamón al horno. Todo lo que se pasa más de un par de horas en mis tripas sale exactamente igual. Si he comido judías blancas o atún en pedacitos, cuando me levanto del retrete los veo ahí exactamente iguales.     Después de sufrir una resección intestinal radical, la carne no se digiere muy bien. La mayoría de la gente tiene un metro sesenta de intestino grueso. Yo soy afortunado de tener veinte centímetros. Así que nunca conseguí una beca para jugadores de fútbol americano. Y nunca me saqué un máster. Mis amigos, el chaval de la cera y el chaval de la zanahoria, crecieron y se hicieron grandes, pero yo nunca he pesado un kilo más del que pesaba aquel día a mis trece años.     Otro grave problema fue que mis padres habían pagado un montón de dinero por aquella piscina. Al final, mi padre simplemente le dijo al tipo de la piscina que había sido un perro. Que el perro de la familia se había caído dentro y se había ahogado. Y que el cad��ver había sido succionado por la bomba. Incluso cuando el tipo de la piscina rompió el armazón del filtro para abrirlo y sacó un tubo como de goma, una madeja acuosa de intestino con una pastilla enorme de vitaminas dentro, incluso entonces, mi padre se limitó a decir:     —Ese perro de las narices estaba chiflado.     Incluso desde la ventana de mi dormitorio en el piso de arriba, se oía decir a mi viejo:     —A ese perro es que no lo podíamos dejar solo ni un segundo…     Entonces a mi hermana no le vino la regla.     Ni siquiera después de que cambiaran el agua de la piscina, ni siquiera después de que vendieran la casa y nos mudáramos a otro estado, ni después del aborto de mi hermana, ni siquiera entonces mis padres volvieron nunca a mencionar aquello.     Nunca.     Esa es la zanahoria invisible de mi familia.     Ahora ya puedes respirar hondo otra vez.     Porque yo todavía no he podido.
    Tripas: Un relato de San Destripado, por Chuck Palahniuk. Extraído de Fantasmas.
Chuck Palahniuk (2005). Fantasmas (Trad. Javier Calvo Perales).
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xenophon13 · 5 years ago
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Hereditary, la moderna tragedia griega.
La cuarentena, en lo personal, me ha venido bastante rentable para saciar el ansia cinéfila que me ha acompañado toda la vida. No llevo la cuenta de las películas que he visto en este mes y cacho porque no todas me han llamado la atención igual y no he escrito de todas. Sin embargo, las únicas dos pelis de horror que me he animado a ver en este lapso me han parecido, ambas, geniales. Y resulta que son obra del mismo director, que al mismo tiempo es el guionista y productor, Ari Aster; se trata de Hereditary, de 2018, y Midsomar, de 2019. El análisis opinión del día de hoy trata sobre la primera.
Pocas veces he visto películas de terror que jueguen con el simbolismo y el uso de metáforas de la forma en que lo hace Hereditary. Seguramente no hace falta quien pueda enumerar un buen número de películas de horror que cumplen características similares (y a mí me vienen a la mente unas cuantas), pero, de todas formas, creo que si las contrastamos con el número total de películas de ese género que se producen y estrenan cada año, la verdad es que la comparación entre nuestros largometrajes resaltables y aquéllas películas que abusan de los estereotipos y caen en lo simple, resulta abismal.
No pretendo detallar demasiado la trama de la peli, porque parte del objetivo de este breve escrito es que se animen a verla en caso de que no haya sido así. Quiero hablar de uno de los simbolismos más resaltables que puede percibirse en la historia como un todo: la idea de que lo que le ocurre a la familia de Annie, la protagonista, es una tragedia en el sentido griego de la expresión. Y lo hago no partiendo únicamente de mi visión personal del filme, sino, también, de un par de escenas que simbólica e indirectamente transmiten esa idea.
 Ambos actos transcurren en la escuela, en clase de Peter, el hijo de 16 años de la familia en la que se centra el drama. La primera se presenta pocos minutos después de dar comienzo la historia. Peter está en clase y la cámara nos lo muestra distraído, prestando escaza atención al tema del que se está tratando en clase. Pasa que el profesor –de literatura, al parecer- estaba explicando la trágica muerte de Heracles, el héroe griego por excelencia. Una de las compañeras de Peter (precisamente la que captaba la mirada del adolescente) afirma que el gran problema de Heracles, aquello que primordialmente lo arrastra a la muerte, es su arrogancia, que lo ciega y no le permite entrever el destino fatal que le espera. Satisfecho en parte con la respuesta, el profesor ahora pregunta si la muerte del héroe resulta ser más o menos trágica porque estaba predestinada por los mismos dioses.
De aquí uno puede empezar a preguntarse, sin haber visto el final del filme, si lo que nos están presentando es, precisamente, una tragedia griega no sólo porque su final pueda llegar a ser nefasto, como en cualquier drama trágico -en el que los protagonistas mueren o se ven sometidos a fuerzas superiores que los dañan a ellos o a personas cercanas que aprecian-, sino porque, además, no hay escapatoria posible al destino que está de antemano establecido por un ente superior. Ejemplos de ese tipo de pensamiento en la literatura griega abundan. El caso de Heracles en la obra sofoclea del siglo V a.C. es poco conocido, aunque no por eso deja de ser revelador.
El famoso héroe griego muere asesinado, involuntariamente, a manos de su esposa, Deyanira. Ésta se había enterado de que Heracles estaba enamorada de Yole, la hija del rey de Ecalia, en la isla griega de Eubea, a quien el héroe había raptado después de asesinar a su padre y conquistar la ciudad. Deyanira sabe del amor de Heracles hacia Yole porque ésta, junto con el grupo de esclavas al que pertenecía, se habían adelantado en el trayecto. Asustada de perder a su esposo, Deyanira recurre a una poción que le había dado Neso, centauro que en su tiempo intentó violarla y que, por eso mismo, había sido asesinado por el mismo Heracles. La pócima debía tener la acción de enamorar a quien fuera que la utilizara, de tal manera que Deyanira supuso que sería buena idea empapar con el filtro una túnica que pensaba enviarle al héroe como obsequio. A fin de cuentas, ¿qué podía salir mal? Pues que, tristemente para Heracles, la pócima era venenosa y tan pronto éste se puso la prenda empezó a convulsionarse, acosado por el efecto del brebaje.
El drama resulta intenso, y muy humano, además, pero no concluye ahí. Desesperada y sintiéndose terriblemente culpable por el ardid que había sufrido de parte de Neso, que evidentemente había engañado a Deyanira, ésta se clava una espada en el costado, quitándose la vida.
Al final del drama es Hilo, el hijo de Heracles, el que nos explica que la muerte de su padre estaba profetizada; el oráculo afirmaba que el famoso héroe moriría por culpa de un habitante del Hades –evidentemente se trata de Neso-  y que sus trabajos terminarían al concluir la campaña de Eubea. Estando muerto, Heracles no podía cumplir más misiones para los dioses. Y, a todo esto, ¿qué pudo haber hecho Heracles para impedir ese futuro? Absolutamente nada, porque estaba sellado por la voluntad divina. De la misma manera en que no pudo hacer nada el mítico rey Edipo, protagonista de otra de las obras trágicas de Sófocles.
Edipo es un ejemplo muy esclarecedor sobre cómo funcionan las tragedias griegas. Edipo era hijo del rey de Tebas, Layo, y de su esposa, Yocasta. Antes de su nacimiento, a Layo le había sido comunicado un oráculo que le afirmaba que, en el caso de que algún día llegara a ser padre, ese hijo suyo lo mataría y después, no contento con haberse zurrado a su progenitor, se desposaría con su madre. Aterrorizado por la sentencia divina, Layo se cuidaba de no procrear hijos con su esposa, pero, en un descuido provocado por una borrachera de las que se daban en la antigüedad, Yocasta quedó embarazada.
Se imaginarán el espanto de Layo, griego religiosísimo, cuando vio salir del vientre de Yocasta a un niño varón que, según le habían profetizado, estaba destinado a quitarlo de todas sus posiciones de honor: padre, rey, esposo. Más rápido de lo que uno tarda en embriagarse en un bacanal griego, Layo tomó al niño, le atravesó sus diminutos pies con un par de fíbulas y lo abandonó para que muriera a los pies del monte Citerón. No obstante, el infante no murió, sino que tuvo la suerte de ser encontrado por unos pastores que después se lo entregaron a Pólibo, el rey de Corinto. Mérope, la esposa del monarca, se encargó de la crianza de Edipo, a quién le llamaron así por sus piecitos pinchados (pues, en efecto, Οἰδίπους significa, literalmente, “pies hinchados”).
Sin embargo, pasados veinte años, fue Edipo mismo quien se vio abordado por la profecía. El mismo Oráculo de Delfos le aseguró a Edipo que estaba destinado a matar a su padre para después casarse con su madre. Evidentemente, nuestro héroe desdichado piensa en ese momento que a quien se refiere la profecía es a sus padres adoptivos, de los que él no sabe que lo han recibido después de haber sido abandonado por los verdaderos. Alarmado, asume que lo mejor que pude hacer en ese momento es no volver a Corinto para, de esa forma, eludir el terrible destino. Por desgracia, en su camino de auto exilio Edipo termina encontrándose en una encrucijada con Layo, su verdadero padre. Éste, encolerizado porque Edipo ha tardado mucho tiempo en cederle el paso, termina por ordenar a su heraldo que mate a uno de los caballos del joven viajero. Edipo, presa de la ira, decide asesinar tanto al heraldo como a su padre Layo, cumpliendo así la primera parte de la profecía del oráculo délfico.
Ya deberíamos sospechar el resto de la historia, pero aquí la resumo. Edipo es nombrado rey de Tebas luego de responder correctamente los acertijos presentados por la Esfinge. Como nuevo monarca, busca ganar legitimidad casándose con la esposa del rey anterior, por lo que sin saberlo termina desposando a su madre y teniendo varios hijos con ella.
Vamos concluyendo que, por más que los distintos agentes humanos de la trama buscan descarrilar el destino que tiene preparado el oráculo para el futuro rey, al final Edipo se vuelve consciente de que, sin saberlo antes, ha cumplido con la aciaga profecía porque ha asesinado a su padre Layo, el rey de Tebas, y se ha casado y procreado hijos con su madre, Yocasta. El impacto de la noticia es tal en la familia real que Yocasta se cuelga y Edipo se saca los ojos, desesperado porque no quiere ver los horrores de los que se ha hecho responsable, es decir, sus hijos, que al mismo tiempo son sus hermanos.
Volviendo a Hereditary, la segunda escena transcurre llegando casi al punto cumbre de la película, cuando estamos por comprender la trama en general, habiendo ya reunido casi todas sus partes. Peter está de nuevo en la escuela, pero, por obvias razones que se harán evidentes a lo largo de la narrativa, ha cambiado bastante desde la última vez que lo vimos tomando clase. De nuevo está distraído, pero ya no por la atracción sexual que siente por una de sus compañeras, sino por los eventos traumáticos que que acorralan a su familia. Así, justo antes de que la escena llegue a su clímax, el profesor de literatura menciona a otro de los personajes más importantes de la mitología griega, Agamenón, el rey de Micenas que logró aglutinar a los principales jefes griegos para hacer la guerra a la ciudad de Troya.
Uno de los sucesos más trascendentales dentro de la historia de Agamenón consiste, como hace resaltar el maestro en la escena de Hereditary, en el sacrificio que éste tuvo que entregar a la diosa Artemisa, a quien el rey había insultado gravemente al matar a uno de sus ciervos sagrados y, por si eso fuera poco, comparándose con ella. En retribución, la diosa hizo que el mar cayera en una calma absoluta momentos antes de que la expedición partiera de Áulide, en la costa griega, lo que hacía imposible que los barcos, impulsados por velas, se movieran en dirección a Troya. El sacrificio que demandaba la divinidad no era cualquiera. Consistía en que el rey debía ofrendar la vida de su propia hija, Ifigenia, a la diosa de la caza, pues solo así ésta permitiría que el viento volviera a soplar con la fuerza suficiente para impulsar los barcos que transportaban las tropas helenas. Agamenón aceptó, acosado por su hermano Menelao, garantizando así el éxito de su viaje marítimo, pero, a su vez, desencadenando los hechos que más tarde lo harían protagonista de su propia historia trágica.
Al concluir la guerra de Troya, en la que los griegos resultaron triunfantes, Agamenón vuelve a su hogar, en Micenas, para encontrarse con una conspiración organizada por Clitemnestra, su propia esposa, y por el amante de ésta, Egisto. No concluirían aquí las desgracias de la familia de los Átridas, pues el asesinato de Agamenón desencadenaría, a su vez, el de Clitemnestra y su amante a manos del hijo de ésta y de Agamenón, Orestes. Con todo y que la historia posterior es muy interesante, no pienso extenderme en ella.
En este punto me gustaría apoyarme en Aristóteles para resaltar otra de las cualidades fundamentales de la tragedia griega. Con la historia de Edipo hemos corroborado que los griegos asumían, de alguna manera, que el destino estaba sellado por los caprichos de los dioses y que los humanos poco podían hacer para cambiarlo. De la mano de Agamenón podemos notar, como se percataba ya el afamado filósofo en pleno siglo IV a.C., que en la tragedia es el héroe el que comete los actos que, a la postre, lo condenarán a una conclusión nefasta. En otras palabras, la tragedia es más tragedia en la medida en que el personaje principal es el autor de su propia destrucción. Si Agamenón no hubiera caído en la hybris (la falta religiosa producto del exceso de soberbia) de retar a la diosa Artemisa, jamás habría tenido que ofrecer a Ifigenia en sacrificio y, por ende, Clitemnestra no habría engendrado el rencor que la llevó a asesinar a su esposo. Ejemplos de ese talante abundan en el cine y Hereditary no se escapa de esa tendencia.
Sin embargo, Hereditary nos habla de la acción de Agamenón porque, además, como señala el título del largometraje, es hereditaria. Al aceptar ofrecer a su hijo a un ente superior, un tema que además es central en el drama que narra la película, el rey no solo se condena a sí mismo, sino también a sus hijos, que heredan el ciclo de venganzas por el cual Orestes debe asesinar a su madre en retribución del asesinato de su padre.
Por todo lo anterior, pienso que Annie no es la única protagonista de la historia, ni siquiera la principal; el personaje protagónico es comunitario, se trata de la familia de Annie, en especial de la rama que incluye a su madre y a sus hijos, aunque es cierto que todos se ven afectados por las decisiones que en el pasado tomó, efectivamente, la abuela, cuya sombra, o al menos la de sus acciones, persigue a los personajes durante todo el periplo al que se ven sujetos. Y vaya que se ven sujetos, impotentes incluso. El filme comienza con un acercamiento a una de las miniaturas que elabora Annie. Se trata de una casa a la que la cámara se aproxima en un acercamiento que, al final, termina por cobrar vida con la aparición de los personajes, introduciéndonos la idea de que los personajes no son más que elementos a la disposición absoluta de un ser superior que, en este caso, es demoniaco.
Es obvio que la película explora un gran número de símbolos y metáforas que permiten interpretar de forma muy vasta la historia, al parecer sencilla, que se desarrolla en las dos horas que dura el filme. Una de sus mejores propuestas es eso, precisamente, la multitud de símbolos, tanto directos y metafóricos como literarios, que son los que he querido compartir hoy.
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thedemonsinsiderei · 5 years ago
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La maldición de Adlessar
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Año: 2014
Magnet Treason
Link aquí
Trama: En el mundo de Treiden, se vive una extraña época de paz. Durante los últimos siglos, los reinos se pelean entre sí por el territorio, dominar los recursos, tener mayor acceso al mar… Por poder, independientemente de la excusa que elijan, se pelean por poder y ambición. Y cuando los reyes se pelean, ocurren guerras… pequeñas, grandes, desastrosas, con menos o más muertos, pero guerras. Y justo en este momento, hay una tregua. No durará mucho, todos lo saben, pero es una tregua al fin. Es el momento elegido para comprar los lujos… es sabido, en época de guerra comer bien es un lujo, así que, a aprovechar la tregua y disfrutar una buena cena y el regreso de los seres queridos que sobrevivieron… si alguno lo hizo, claro. Es el momento en el que los elfos hacen el arco a un lado, felices de no tener que arrebatar más vidas, y los enanos llenan sus jarras de cerveza y afilan las hachas para cuando regrese la batalla. Las dríades cuidan sus árboles, preparándose para defenderlos cuando alguien quiera su madera para flechas o una fogata, y las hadas… bueno, ya se sabe. Las hadas siguen parloteando sin enterarse de nada.
En medio de esta tregua, tú eres un… ¿humano?, ¿elfo?, ¿enano? En fin, eres un ser que vive como siempre lo ha hecho, agradeciendo (o no) la paz, cuando algo la interrumpe. Raptan a quien más quieres en el mundo. Sí, secuestran a ese ser querido, aquel por quien lo darías todo, frente a tus ojos y sin que puedas hacer nada. ¿Que eres un poderoso guerrero? Ni tú puedes contra cincuenta hombres… no a tiempo para evitar que se lo lleven. Ah, ¿eres un mago? Vaya casualidad, tienes diez magos más poderosos que tú frente a ti. Oh, sí, lo han raptado y tú sin poder hacer nada, impotente, viendo cómo una persona encapuchada lo secuestra y desaparece en una nube de humo bien dramática, tras decir unas solas palabras, la única pista que tienes…
Si lo quieres vivo, ve a las Ruinas de Adlessar.
Cuando decidí abrir este rol, quise crear el mundo como un homenaje, a mi manera, de los grandes autores de fantasía épica de los ‘80 y ‘90 que leía tanto en mi adolescencia. Tiene toneladas de referencias tan directas que hoy en día me doy cuenta que debí haber puesto los autores porque era plagio descarado: las dríades idénticas a las de David Eddings, igual que sus hombres de barro, o los medios-dragones. Bueno, he de decir que los medios-dragones no. Tomé la idea de que se transformaran en humanos y de que conservaran las escamas en ciertas partes, pero por qué lo hacen y cómo son esos dragones no se parecen al original. Aunque sí su nacimiento, el hecho de que los magos encanten los huevos. Ambas cosas son de Dragonlance, obvio. Y hubo más referencias, como ciertos reinos y demás, pero menos claras. El caso es que este mundo fue creado para el rol. Ni de pedo hago una novela de ese mundo. Y lo hice hace mucho, con menos experiencia, así que tiene muchas contradicciones y fallas que debo remediar a futuro. Por cierto, Adlessar no es el nombre del mundo ni de una ciudad, es el nombre de un mago muerto hace cientos de años. Él le puso una maldición a los ancestros de la pareja del villano del rol, y para evitar su muerte hizo lo que hizo. Su fin fue ser devorado por Alaska. Literal se lo comió. Es mi ídola.
Volvemos a hablar de Juvia (Juvia, qué bueno que no lees mi tumblr (?)). Juvs acá hizo a un personaje muy real pero que poca gente se anima a hacer, o que cuando lo hacen suele ser rechazado: un machista odioso en toda regla. Eamonn, hermano de Galine. Aún recuerdo lo relativamente cerca que estuvo de violarse a Lucy para ponerla en su lugar (léase como: pasaba si nos daba el tiempo). Eamonn no es un personaje querible realmente, pero a mí me agradaba. Además, realmente amaba a su hermana y realmente hacía todo por ella. Por eso, tiempo después, la historia inversa de Galine me llegó tanto al kokoro.
Heimdal y Alaska fueron de mis favoritos de ese rol, y ¿vieron que al final eran pareja? Tardaron como cinco años, pero ea ;D. La historia de ambos era genial, y Alaska particularmente fue muy influyente en ese rol, y no sólo por comerse al malvado. Omen obviamente de mis favs, pero es que Omen y su relación con Lucy es de mis favoritas de la historia. Por otra parte, amé a los pjs de AngelaZunna. No llevó personajes fáciles aunque lo parecieran, y me encantó cómo los roleó. Hubo algunos más, claro *se abraza a Pancho y sus rayos haciendo fuck you y al perrito de Ailis* pero ellos quedaron en mi memoria para siempre.
Ese rol, de todas maneras, fue muy divertido por mi despedida:
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JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAA. Bueno, es que me lo creía.
Aciertos: la trama. La trama fue muy buena, y sigo pensando igual. No era fantasía épica como tal. No salvaban al mundo ni nada por el estilo. Sólo querían rescatar a sus seres queridos, y el villano sólo quería rescatar al suyo. El mundo no cambiaría si ganaban o perdían.  Sí, metí viajes, la tendencia de ir de una esquina a la otra del planisferio y eso, pero la motivación y la trama en sí sigo creyendo que fue muy buena. 
Errores: me costó adaptarme. Hubo un bajón muy fuerte de actividad en un momento que no había previsto y eso me trastocó todos los planes para mantener el rol entretenido, y me costó improvisar. Hoy en día veo cómo podría haberlo solucionado fácilmente, pero entonces me costó mucho. La información, al mejor estilo de novela de fantasía, la di de a cachos muy largos en forma de conversación, y aunque no es un mal plan (lo he repetido luego, con Kristian en Siete por ejemplo), no era el mejor allí, donde podía darla de otra manera en el mismo lapso de tiempo.
Sensaciones del momento: seré honesta, recuerdo haber estado muy triste por cómo se daba y haber llorado mucho, pero al releer el rol luego nunca entendí bien por qué lo hacía. Sé que el bajón de actividad me jodió, porque me recordó lo que pasó en mi primer rol, pero también sé que no fue sólo eso y no recuerdo qué fue lo que me molestó tanto que realmente pensé en no masterear nunca más. No recuerdo grandes reclamos o cosas así, pero quién sabe y los hubo y nomás no los recuerdo. No recuerdo haber disfrutado masterear ese rol salvo al final y en el primer objetivo, hay como un mes de rol que la pasé mal pero no recuerdo por qué exactamente.
Los dejo con las cabeceras:
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eldiariodelarry · 6 years ago
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El Huaso, parte 20: Cumpleaños Feliz
Lista de capítulos
—Ya, vamos —me dijo el Bryan, acercándose a mí y me tomó del hombro para llevarme a conversar un poco más alejados de la entrada. Nos sentamos en los escalones que bajaban hacia la playa—. Cuéntame, ¿qué pasó?
—El Huaso po, que se enoja por puras weás —le dije, más fuerte de lo que debería.
—¿Tengo que ir a sacarle la chucha? —me preguntó, en tono de broma.
—No —respondí después de un par de segundos—. Es una tontera en verdad —no estaba seguro si contarle sobre las ideas del Huaso—, pero me da rabia que sea tan…
No terminé la frase porque tampoco quería decir cosas malas sobre mi pololo.
—Es por mi culpa. ¿verdad? —me preguntó el Bryan después de un rato de silencio.
Lo miré y estaba un poco cabizbajo.
—Sí. Supongo que te has dado cuenta que como que te odia un poco —le respondí.
—He tenido una leve impresión —dijo con ironía.
—Bueno, lo que pasó es que se enojó por el baile de Shakira… en realidad estaba enojado primero por haber perdido el mister piernas, y después tu baile fue la gota que rebalsó el vaso —le expliqué.
—Ya, pero si somos amigos —se defendió—. No es como que yo te vaya a alejar de él.
Guardé silencio después de su última frase.
—Lo que pasa es que se pone celoso de ti —le dije finalmente—. Piensa que quizás podría pasar algo entre nosotros. Entre tú y yo.
Se sorprendió por lo que le dije.
—Pero si somos amigos —dijo con un poco de pena—. Eres como mi hermanito.
—Si lo mismo le dije yo, pero no entiende. Se enojó caleta.
—¿Te hizo algo? ¿te gritó? ¿te pegó? —me preguntó preocupado.
—No, nada de eso —lo tranquilicé—. Simplemente se enojó y me ignoró, como si no existiera.
—Y tu, ¿Cómo te sientes?
—Siento que quiero llorar, pero no sé si es por la pena o por la rabia. O ambas.
El Bryan me acercó a él pasando su brazo por mi hombro para consolarme.
—Si querí llorar, llora. Te ofrezco mi hombro.
—No soy muy bueno para llorar en público —me excusé. En verdad me daba vergüenza llorar.
—Bueno, entonces te ofrezco mi cuerpo para que te desahogues —se puso frente a mi, confundiéndome con lo que decía. me pasé mil rollos en un segundo, pero después aclaró a qué se refería—. Desquítate golpeándome —sacó pecho, para usarlo como pushing bag.
—¡No! No te voy a golpear —le dije.
—Si se oh —se volvió a sentar a mi lado—. Estoy seguro que eres incapaz de hacerle daño a alguien. Por eso siento que no mereces que te trate así el Pato. Me da pena que no se dé cuenta de eso.
—O quizás se da cuenta y por eso es tan weon. Como que le da miedo perderme —traté de pensar.
—No lo justifiques. Debería aprovechar cada tiempo que tiene contigo en vez de celarte y enojarse por weas.
—Si sé. Si por eso me molesta tanto que sea así.
—Yo por mi parte voy a tratar de no afectar en tu relación con él, ¿bueno? —me dijo mirándome a los ojos—, pero acuérdate de lo que te dije la otra vez. Si te trata mal me avisas.
—Bueno —le dije sonriendo—. No más bailes sensuales entonces —puse cara de pena.
—Tienes al Pato para que te los haga —me respondió riéndose—. Cuando estés soltero podría evaluarlo. Para entonces capaz yo esté pololeando con la Cata y te invitamos a un trio.
—Si te avispai sipo. Se nota que igual le gustai a la Cata y tu no haces nada —le dije, cambiando de tema.
Nos quedamos un rato más conversando hasta que le dije que me tenía que ir.
—Prefiero irme antes de que termine el carrete para no cruzarme con el Huaso.
—Bueno, te voy a dejar al paradero —se ofreció.
Subimos a la calle y apenas llegamos a la vereda vimos que venía un colectivo. Lo hice parar y me despedí del Bryan, y él me dijo que le avisara cuando llegara a mi casa.
Al llegar a mi casa le avisé al Bryan y me acosté. En el WhatsApp abrí el chat con el Huaso tentado de escribirle algo, no sabía qué, pero me contuve y apagué el celu, me acosté de lado y dejé que las lágrimas cayeran por mi cara hasta quedarme dormido.
El día sabado me quedé en mi casa, no salí a ningún lado así que me dediqué a estudiar y a hablar con el Bryan y otros amigos. Y cada tanto volvía a abrir el chat del Huaso para ver si estaba en línea o si aparecía “escribiendo…”, pero nada de eso apareció.
El Bryan me invitó el domingo a su casa a jugar play, y yo para despejarme un poco, acepté. Al llegar pude conocer a su hermano menor, del que tanto me había hablado, ya que las veces anteriores que había ido a su casa, estaba en clases. El hermano se llamaba Pedro, y al igual que el Bryan, era muy bonito de cara y delgado, piel blanca y pelo castaño corto; se llevaban por un año de diferencia y apenas lo vi el radar se activó.
Tenía una personalidad muy extrovertida y alegre, que daban ganas de ser su amigo para reír todo el día. Estuvo un rato jugando con nosotros al play hasta que llegó a buscarlo su pololo.
—Es muy simpático tu hermano —le comenté una vez estuvimos solos.
—Es el mejor mi hermanito. A pesar de ser menor que yo, me ha enseñado muchas cosas —dijo con orgullo en su voz—. Gracias a él soy como soy, sin prejuicios ni estereotipos.
—La raja. Ojala yo pueda algún día llegar a ser tan feliz como él —de verdad lo deseaba.
—¿Oye y que vas a hacer pa tu cumple? —me preguntó, cambiando de tema.
—No se, nada yo cacho. Soy re malo pa celebrar mi cumple. Y tampoco digamos que estoy muy de humor.
—Ya, pero demás que pal finde se te pasa.
—No sé. El miércoles mis papás me van a despertar temprano para darme algún regalo y tomar desayuno con torta, como siempre.
—Ah… Bueno si para el finde no tienes con quien salir —haciendo referencia a si seguía sin hablar con el Huaso—, salgamos a celebrar tu cumple.
—Bueno —acord�� sonriendole—. Ahí nos ponemos de acuerdo.
Al día siguiente no fui a clases (solo tenía clases teóricas), y fui a cubrir un turno en la pega.
“Donde estas?” me preguntó el Huaso por WhatsApp al ver que no estaba en clases. me alegró ver que se dio cuenta que no estaba, pero igualmente no le respondí.
—¿Y su amigo? —me preguntó mi jefe al verme llegar solo.
—Está en clases. Como me avisó a ultima hora de que viniera hoy, tuve que faltar a clases —inventé.
—¡Que pena! Justo cuando quería hablar con él —dijo moviendo exageradamente las manos, como siempre.
—¿Sobre qué? —le pregunté sorprendido.
—Bueno, es que quería ofrecerle si quería sacarse unas fotos para publicitar la ropa en el Facebook de la tienda —me explicó—. Como tiene muy buen físico, y tu claramente eres muy amigo de él, pensé que podría aceptar.
—Ah, si po…
—Cuando lo veas le dices que le quería ofrecer eso.
—Ya po, yo le digo —le dije a mi jefe, aunque no estaba seguro si decírselo o no.
—El pago lo podemos conversar.
Quedó el tema hasta ahí, durante la pega, y cuando me estaba yendo mi jefe me dice “no se te olvide decirle a tu amigo”. Yo asentí y me fui. Cuando me subí a la micro me habló la Claudia por WhatsApp: “Hola Larry, ¿Cómo estay?”. Me pareció raro que me hablara, porque nunca conversamos por whatsapp, pero igual le respondí.
—Súper, y tu?
—Bien, bien —respondió ella—. Oye ¿qué te pasó? ¿por qué no fuiste a clases hoy?
—No me sentía muy bien —era medio verdad en todo caso.
—Ojalá te mejores. Te hablaba para que vinieras a mi casa. Nos juntamos acá con los niños. Está el Victor, el Marcelo y el Huaso —estaba seguro que el Huaso le había dicho que me escribiera.
—Gracias, pero no podré ir. Nos vemos mañana en la U!
Me despedí rápidamente de ella sin extender la conversación innecesariamente. Me daba mala espina que el Huaso estuviera con otros compañeros seguramente tomando, y que uno de esos compañeros haya sido el Marcelo, el ser mas desagradable del mundo.
Al día siguiente teníamos laboratorio, pero yo hablé con el profe para poder ir al grupo de la mañana, para así no toparme con el Huaso en el grupo de la tarde, donde estábamos juntos.
—¿Qué haces acá? —me preguntó el Victor al verme llegar.
—Es que me cambié al grupo de la mañana porque a la tarde tengo que ir al doctor —inventé.
—Aahh… has estado actuando medio raro —me dijo mirándome con sospecha—, como si estuvieras evitando algo…
Me sorprendió lo que me dijo porque el Victor siempre había sido medio volado, y como que no ponía mucha atención a las cosas.
—Na que ver —le dije riéndome, para bajarle el perfil—. Ayer tuve que ir a la pega y hoy tengo doctor. Solo eso —le expliqué.
Medio asustado por la suspicacia del Victor, igual me quedé trabajando en su mesón.
—Oye que lástima que no hayas podido ir ayer donde la Claudia —me dijo mientras trabajábamos—, creo que lo habrías disfrutado.
Me pareció raro su comentario, pero lo dejé pasar. Al terminar el laboratorio me fui para mi casa a descansar, y en la tarde el Huaso me llamaba, pero yo no le contestaba. Estaba siendo demasiado inmaduro, porque por una parte quería que se disculpara y que todo fuera como antes, pero tampoco le daba la oportunidad de disculparse. Errores que comete uno cuando es pendejo y está enamorado: toma decisiones ilógicas.
Al día siguiente mis padres me despertaron temprano, como a las 9 para cantarme el cumpleaños feliz. Entraron a mi pieza con la torta y dos velas, con los números 2 y 1. Me dieron un regalo, y me hicieron bajar a tomar desayuno con ellos. Cuando terminamos de desayunar, golpearon la reja y mi papá salió a ver quién era. Al volver a entrar mi papá, se me detuvo el corazón cuando ví que venía entrando junto al Huaso.
—Hijo, tu amigo Pato te vino a ver —anunció mi papá apenas entró.
—Gracias tío —dijo él—, hola tía —saludó a mi mamá, que aún estaba sentada en el comedor—. Hola Larry —me saludó finalmente, con la voz temblorosa—. Feliz cumpleaños —sonrió con timidez, como esperando lo peor.
—Hola, Pato —respondí nervioso—, gracias…
—Hijo, nosotros nos vamos —me dijo mi papá—, volveremos en un rato.
—Ofrécele torta al Pato po —me dijo mi mamá, acercándose a despedirse de mi—. No desordenen mucho.
Se fueron, y apenas sonó la reja al cerrarse, el Huaso se me tiró encima y me abrazó.
—Perdóname por favor —me dijo con la voz entrecortada—. Te juro que nunca más te voy a volver a gritar. Ni me voy a enojar contigo.
Lo callé con un beso, dándole a entender que lo perdonaba.
—Está bien —le dije al fin, después del beso que estuve esperando por días—. Nunca mas.
—Te traje un regalo —me dijo, sacando una cajita de su bolsillo. Me la entregó y al abrirla había un par de llaveros que formaban un corazón con la frase “Te amo por siempre” — una mitad es para ti y la otra para mi. Feliz cumpleaños, amor.
Nos besamos y nos dirigimos a mi pieza, mientras en el camino él se iba sacando el chaleco que tenía puesto. Al llegar a mi pieza, cerré la puerta con llave y él me tomó por detrás. Me besó el cuello y me abrazó, y luego me acostó en mi cama.
Me siguió besando, y comenzó a sacarme la ropa, primero la polera, y luego la parte de abajo del pijama. Me besó los pectorales y luego bajó por mi abdomen hasta mi  pene, que obviamente ya estaba completamente erecto. Se lo metió a la boca y aplicó todo lo aprendido en el año. Luego se desvistió él, sin permitirme levantarme para ayudarlo (“Hoy es tu día, yo haré toda la pega”, me dijo) y se puso encima de mí en posición de 69. Yo con gusto le hice sexo oral mientras recibía lo mismo de su parte, aunque en un momento me enfoqué mas en su parte trasera.
Estaba chupando su pene, y luego comencé a lamerle las bolas y ya después me enfoqué completamente en su ano. Le hice un beso negro como hace rato no lo hacía. Pasaba mi lengua y metía mis dedos jugando con su próstata, lo cual producía gemidos de placer su parte. El placer que le produje con mis dedos fue tan intenso que tuvo que parar con el oral para poder gemir con tranquilidad.
Luego se enderezó y se sentó encima de mí, y acercó su rostro al mío para besarme. Comenzó a menear su cadera mientras me besaba, y eso hizo que me excitara más. Se volvió a enderezar y se levantó un poco para acomodar mi pene en su ano. Poco a poco comenzó a introducirlo, y cuando ya estaba completamente adentro se quedó quieto por un momento, respirando con los ojos cerrados. Luego los abrió y al verme soltó una risa tierna.
—Las cosas que hago por amor —me dijo, y me tomó las manos y las besó. Cuando lo hizo me fijé que tenía los nudillos rojos, como si hubiera golpeado algo con los puños.
Comenzó a mover la cadera de adelante hacia atrás, pero le costó un poco, así que se acuclilló y comenzó a saltar sobre mi pene. Le costó al principio, pero luego agarró la técnica y lo hizo más fácil y rápido. Al rato volvió a arrodillarse y a mover la cadera, y también pudo hacerlo mejor que al principio. Se detenía a ratos para acercarse a besarme, y luego volvía a enderezarse para seguir cabalgando. Se detuvo para hacerme sexo oral nuevamente y tras unos minutos disfrutando sus habilidades lingüísticas, aproveché la ocasión para enderezarme y dejarlo acostado boca abajo en la cama
Me acerqué a su culo y lo lamí ya en una posición más comoda. Abría y apretaba sus cachetes con mis manos mientras mi lengua jugaba alrededor de su ano. Él gozaba lo que le hacía mientras yo ya sentía que la lengua se me cansaba. Me acomodé para tomar el control de la situación y se lo metí lo mas brusco que pude. 
Mi cadera se movía con fuerza de adelante hacia atrás, y el Huaso gemía con cada embestida.
—Más rápido —me dijo el Huaso entre gemidos de placer, y yo le hice caso, lo hice lo más rápido que pude por un par de minutos hasta que él acabó con un orgasmo. Yo me detuve rápidamente y lo voltié para ver lo que había hecho. Todo su semen sobre mi cama, pero no me importó. Me acerqué para chupar su pene recién acabado, y probé un poco del semen que aún quedaba en él, provocándole espasmos en todo el cuerpo.
Luego acerqué mi pene a su boca y él de inmediato comenzó a mamar. Lo hizo con gusto haciéndome gemir igualmente. Escuchó como mis gemidos se hacían cada vez mas intensos, y él respondía con mayor entusiasmo, haciéndome acabar en su boca. No me permitió sacarlo, siguió mamando hasta que mi pene quedó flácido, y ahí por fin, se acercó a besarme, dándome a probar mi propio semen.
Se acostó a mi lado y me abrazó.
—Nunca más te haré sufrir ¿ya? —me dijo al oído.
—¿Promesa?
—Promesa.
—Yo tampoco te haré sufrir. O al menos intentaré no hacerlo —le prometí.
—Y prometo no ponerme weon por el Bryan. Aunque me caiga mal.
—Tonto —me reí—. Deberían volver a ser amigos.
—No se…
—¿Qué te pasó ahí? —le pregunté acariciándole los nudillos.
—Ah… es que —comenzó diciendo mientras se acomodaba en la cama, para sentarse mirándome a la cara—, bueno, el lunes le pegue a ese weon del Marcelo.
—¿Por qué? —pregunté sorprendido y acomodándome para sentarme también.
—Es que ese dia se puso a hablar weas… sobre ti, y me enojé y le pegué.
—¿Qué dijo de mi?
—Cosas feas…
—Ya pero ¿Qué cosas? —me estaba desesperando un poco y sentía el corazón latir a mil por hora.
—Ya, calmate, te contaré todo del principio —tomó aire y luego comenzó—. Cuando yo le dije a la Claudia que te hablara por WhatsApp para que fuerai a su casa, porque quería verte, el Marcelo escuchó tu nombre, y dijo “¿y pa que quieren que venga ese weon?”, y le dijimos que porque erai amigo de nosotros po, pero el weon pensó que como erai nuevo en el grupo podía hablar weas malas de ti. Empezó a decir que le caiai mal, y ahí yo me enojé, pero lo dejé pasar, porque puta me daba lo mismo si le caiai mal po, uno no siempre le puede caer bien a todo el mundo. Pero después el weon siguió, y empezó a decir que —se detuvo, como pensando si decirme o no, pero luego continuó—,  “ese weon maraco debe andar ocupao pegándose el sida con algún fleto ahora”, y puta me molestó la wea po, me tire encima de el y le saqué la chucha. El Víctor se acercó a separarme, pero no pudo, porque igual es re flacuchento. La wea es que le grité “el Larry es mi pololo y si seguí hablando mal de él te voy a volver a sacar la chucha” —me llevé las manos a la boca, sin creer lo que me contaba—. El guatón no hizo nada, no se defendió ni nada, agarró su mochila nomas y se fue… y bueno ahí me quedé yo con los puños pa la cagá, me corrían las lágrimas de rabia y el Victor me abrazó y me dijo que me calmara y la Claudia fue a buscar su botiquín —lo abracé y me puse a llorar, no pensé que jamás haría lo que hizo. Yo ya había asumido que viviríamos nuestro pololeo en secreto por siempre.
—Gracias por defenderme —le dije.
—Ahí me di cuenta de que puta que había sido weon —me dijo con la voz temblorosa otra vez—. Te amo y no quiero que nadie hable mal de ti.
—¿Y que dijeron la Claudia con el Victor? —le pregunté después que pasó la emoción de su confesión.
—Puta, dijeron que ya era hora que saliera del closet. Que no eran weones y que se notaba que teníamos algo —se sonrojó.
—¿Viste que no era tan malo? —le comenté.
—Si… bueno igual les pedí que por favor no le dijeran a nadie, y estuvieron de acuerdo. Aunque supongo que al menos la Claudia no se va a aguantar y le va a contar a la Cata. Y en verdad como que no me importa que ellos, los más cercanos se enteren. Yo solo quiero ser feliz contigo.
Nos besamos y nos quedamos un rato acostados, y luego nos fuimos a bañar rápido antes de que volvieran mis padres. Él se fue a su casa a buscar las cosas para ir a la U en la tarde, y yo me quedé en mi casa, aún en el cielo, por saber que el Huaso me defendió de un sacoweas y mas encima se atrevió a asumir nuestro pololeo frente a otras personas. Ese fue el mejor cumpleaños que había tenido.
Siguiente Capítulo: Fuera del Closet
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marcelo-maturana · 3 years ago
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30.09.2020 10:08 P.M.
Algunas anotaciones sobre los viajes en el tiempo
Que yo sepa existen dos maneras de entender el avance del tiempo: de manera lineal o de manera circular. Si el tiempo se mueve en línea recta, como una flecha, entonces significa que de poder viajar al pasado no se podría realizar ningún cambio histórico, porque lo que ya pasó, pasó. No hay muchas vueltas que darle. Algunos plantean además que no se podría viajar al pasado, o que el viaje al futuro sería un viaje de ida solamente. Si se mueve de manera circular, entonces sí existe la posibilidad de poder alterar eventos históricos y de viajar en cualquier sentido, lo que le abre el espacio a muchas paradojas científicas y filosóficas. ¿Pero y qué pasa cuando empezamos a considerar la posibilidad de que existan numerosas realidades? ¿No implicaría eso que los viajes en el tiempo son también viajes en el espacio? O a lo mejor cambiar el pasado abre nuevas líneas temporales, lo que complicaría aún más las dichosas paradojas. Volvamos un momento al viaje en el espacio e imaginémonos que logramos inventar una máquina que nos permite viajar en el tiempo. Descubrimos además que el tiempo se mueve de forma circular y de que no importa lo que se haga, siempre va a existir un único universo, nada de realidades alternativas y esas cosas. No solo la Tierra se mueve alrededor del Sol a una velocidad que nuestra mente apenas logra comprender, el Sol mismo se mueve mucho más rápido en conjunto con la Vía Láctea. Si viajáramos al pasado, en este escenario hipotético que planteo, tendríamos que tener en consideración la ubicación exacta de la Tierra, sino, sería posible terminar teletransportándonos directamente al espacio y no a nuestro planeta. La ciencia puede ser muy exacta en esas consideraciones, pero me temo que no será suficiente, y puede que me equivoque en esto, pero desde que existimos los seres humanos es muy posible que la Tierra nunca haya estado en un mismo lugar dos veces. ¿Cómo establecer coordenadas si no sabemos qué tan grande es el universo, que por lo demás, todavía sigue en expansión, o si, dicho en otras palabras, apenas conocemos un rinconcito ínfimo de todo cuanto hay? Para entender mis dudas, tratar de establecer la ubicación exacta de la Tierra hace cientos de miles de años atrás sería como si nos subiéramos a un carrusel con una venda que cubre nuestros ojos, excepto por dos circulitos de un centímetro de diámetro por los que podemos ver algo. Poco. Casi nada. Si el carrusel es del porte de un estadio de fútbol, ¿podríamos tratar de subirnos al mismo caballo dos o tres veces después de haber hecho una nueva fila? Me parece que no sería nada de fácil y que lo que sabemos del universo hoy en día no nos permitiría asegurarle un viaje seguro al primer viajero temporal.
(Las redundancias y aliteraciones son accidentes que de momento no sé cómo salvar. Sepan disculpar).
Ahora bien, ¿qué pasa con nuestras mentes cuando viajamos en el tiempo? Si viajáramos a un pasado en el que no existimos todavía, ¿perderíamos la memoria? ¿Apareceríamos con la mente en blanco? ¿O daría lo mismo? Y si viajamos a nuestro pasado personal, qué, ¿podría venirse abajo el tejido de la realidad por no tolerar la coexistencia de dos versiones distintas de uno mismo? A lo mejor no, pero una de las dos versiones muere o se desintegra, supongo que la más vieja. Habría que pensar también en la posibilidad de que al viajar en el tiempo el que entra en la máquina es una persona diferente de la que sale, a lo mejor un clon. ¿Qué nos asegura que podríamos ser capaces de transportar espacio-temporalmente nuestros contenidos mentales? ¿Nuestra identidad? Por eso me gustan los viajes en el tiempo de la serie «Dark», porque las versiones más antiguas de los viajeros recuerdan sus distintos encuentros con sus versiones diferentes, ocurridas en su pasado individual. En el transcurrir de estos encuentros se resuelven por omisiones olímpicas muchas de estas dudas que he ido planteando, supongo que gracias a la efectividad y otras ventajas de la ficción audiovisual. Compárenlos con los viajes en el tiempo en las películas Marvel. No obedecen a ninguna lógica, hipotética o conocida, y solo están ahí porque "los viajes en el tiempo son cool". Las reglas que se inventaron sus directores y guionistas no se comprometen con ninguna de las reglas que la ficción, la ciencia y la filosofía han planteado a lo largo de quién sabe cuantos años y solo existen para justificar una serie de escenas y planos de mierda que le podrían fascinar a gente con sendos hoyos en la cabeza, de esas que se entusiasman con lodazales digitales de color gris y marrón. Si el Capitán América que hemos seguido a lo largo de las decenas de películas Marvel (que apenas se estrenaron como en diez años) se encontró con una versión más vieja de sí mismo unos momentos después de que se desarrollaran los eventos de la primera película de los «Avengers», entonces dicho Capitán América debería recordar en «Endgame» que años atrás se pegó unos cuantos cachos en el hocico, ¿no? ¿Tanto que le gustan las frasecitas culiás a esos personajes piñuflientos y Steve Rogers no fue capaz de decir nada al respecto? Pfff. Vean cómo se entienden los viajes en el tiempo en «Rick and Morty» o «Legion» (ojo, una serie marvelita) y díganme que las películas Marvel no son diarrea capitalista hedionda a mediocridad y egocentrismo putrefacto, por favor. Y si se trata de ver películas con viajes en el tiempo un poco menos refinados, tenemos las espectaculares dos primeras entradas de la saga «Terminator», la consagradísima trilogía de «Back to the Future» e incluso, la tercera película de «Harry Potter», grandes películas dirigidas y escritas por mucho mejores directores y escritores (y realizadas colectivamente por sus muy talentosos equipos creativos, artísticos y técnicos). Volviendo a «Rick and Morty», uno de sus co-creadores, Dan Harmon, reescribió una escena de «Dr. Strange». Que yo sepa, nunca se dijo cuál, pero al haber visto «Community» (otra de sus series) y «RaM» queda claro de inmediato que fue el clímax. El chiste para mí es que Harmon destruyó cualquier intento de utilizar los viajes en el tiempo en las películas Marvel, al usarlos de la manera más simplemente inteligente que se le pudo haber ocurrido. Por si no la han visto, la escena es así: después de muchas peripecias que llevan al Dr. Strange a hacerse con el control literal del tiempo, se encuentra con el gran antagonista de la película, una especie de titán o dios que representa a una fuerza cósmica capaz de hacerle frente a su piedrita verde culiá, que no es nada menos que un aspecto material de la temporalidad universal. Strange trata de hacerlo entrar en razón a través del diálogo pero el gigante se aburre y lo aplasta. Como el Dr. controla el tiempo, retrocede y trata de reiniciar el diálogo. Muere nuevamente. Se da inicio a una secuencia de montaje que da entender que Strange y su némesis repiten la misma interacción por una cantidad indefinida de tiempo, supongamos que infinita. El objetivo del superhéroe, hueviar al dios hasta que se aburra, que es lo que termina pasando. El gigante lo deja ir y con tal de que esta pulga microscópica no le siga rompiendo las pelotas, promete no poner en peligro a la Tierra o al universo, o algo así, qué importa esa hueá, la vi una vez. La secuencia es graciosísima y en mi humilde opinión, vale la pena verla en otros estados mentales. Con ella Harmon ya puso los límites de lo que el Dr. Strange puede hacer con su piedrita culiá, entonces cuando en «Infinity War» lo vemos pelear con Thanos usando esos aritos de fuego ridículos, en vez de detener el tiempo y quitarle el guante o las gemas o lisa y llanamente cortarle la mano o matarlo, dan ganas de pararse de la butaca a reclamar por la estafa flagrante de la que se fue víctima. Lo que hizo Harmon, entonces, fue convertir los viajes en el tiempo en un dispositivo que usado con inteligencia, destruye cualquier historia de Marvel que los incluya («Infinity War» debió haber terminado a la media hora). Es una bomba de relojería y de ahí en adelante los viajes en el tiempo de las películas marvelitas no pueden correr en línea recta o de manera circular, solo pueden irse a pique. En corto: Harmon saboteó los viajes en el tiempo del MCU y cobró mucha plata por ello. Lo que obviamente no significa que no los vayan a seguir mal utilizando. Si no fuera porque la nueva película del Dr. Strange va a ser dirigida por Sam Raimi no me cabrían dudas de que fácilmente podría resultar en un esperpento visual aburrido y masturbatorio. Eso, si las películas Marvel siguieran despertando algún tipo de interés.
(Sí, me doy cuenta de lo contradictoria que es esta perorata).
Pero volviendo al tema, que tirar pestes puede ser latero para mí y para el lector (que no existe, muajaja),
(MAÑANA SIGO)
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rucamu-blog · 4 years ago
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LAS MANDARINAS
El vuelo era a las nueve del día siguiente, rumbo a Londres. Tenía tiempo de sobra para hacer una visita. Llamó a Luc esa misma tarde, de camino a Sevilla.
—Voy de camino a Sevilla, ¿te apetece?
—Tengo una reunión, saldré algo tarde. ¿A qué hora llegas?
—A las once.
—Perfecto, me da tiempo a llegar a la estación. Espérame en la parada.
Siempre era así de fácil. Habían echado mil polvos desde aquella vez, cuando se conocieron. Nico era portavoz de las juventudes y él, Luc, número dos del partido. Tenía pareja, pero ya se sabe. Al Luc le gustaba una polla más que a un tonto un lápiz. Le daba igual si eran verdes, negras o malvas. Le gustaba con venas, «como un árbol genealógico», solía decir.
Luc le sacaba veinte años a Nico. Disfrutaba de una larga carrera en el ámbito local. No aspiraba a ascender a nivel autonómico o al nacional, lo suyo era el municipio. Lo tenía claro «a mayor altura, mayores problemas». No estaba dispuesto a caer, al menos no a pegar una hostia de las de órdago. Luc tenía una buena cabeza. Era licenciado en Medicina, pero nunca ejerció; de siempre lo suyo, lo que mejor se le había dado, era lo de lamer culos.
A su favor había que decir que tenía cierta clase; iba a Madrid todos los meses exclusivamente a comprarse ropa en la calle Serrano. No podía con la vulgaridad, en términos materialistas. Él decía que de todo lo mejor. El mejor coche, la mejor casa, los mejores vinos… Y claro, como buen dandy, no se conformaba con cualquier cosa. Le gustaba jovencitos. Universitarios, más bien. Por eso Nico era siempre bienvenido.
—¿Pero de dónde vienes, boquita de piñón?
—De una reunión del partido, estamos buscando apoyos del grupo mixto para los presupuestos.
—¡Uyy, mixto! Como tú, cacho perro… que yo sé que también te van los molletes…
—Deja de plumear, pareces una folclórica —A Luc no le gustaba los amaneramientos—.
—Escucha al pijo… ¿se te ha atravesado un pelo de coño…?
Montaron en el BMW de Luc y pusieron rumbo al dúplex que tenía en la playa. Era su segunda residencia, el picadero, fuera de la vista del ciudadano de a pie. A Luc le gustaba tener todo bajo control; sus vicios y sus excesos no los iba pregonando por ahí, a lo loco. Incluso cuando pedía una botella de champagne de seiscientos euros se cuidaba de que el resto de acompañantes del reservado lo ignorasen. Lo del coche tenía un pase. Tenía otro de alta gama guardado en el garaje para pavonearse por localidades cercanas. No era excesivo pasearse con un BMW, la gente lo aceptaba, era normal… un hombre de política, no era para menos.
—¿¡Te quieres esperar!? Estate quieto.
—Oinch… qué soso eres… ¿es que tienes miedo?
—¿Es que ahora eres La Tacones? ¿Qué coño te pasa? ¿Vienes de una rave de Chueca?
—Es para joderte, ya sabes que no soporto a esas carnavaleras…
—He comprado vino de camino a la estación. No quedaba en casa.
—¿…pero esto qué cojones es? ¿¡Me quieres envenenar!? ¡Vino de cartón! ¡Embotellado!
—He parado en una tienda de comestibles… ¿qué quieres?
—…comerte el pollón, Clinton mío.
Dejaron el coche en el garaje y subieron por la escalera que daba directamente a la casa.
—¿Y el picha floja de tu novio?
—Está en casa de sus padres, en el pueblo.
—¡Qué puta eres! Y con jovencitos. ¿No te da vergüenza?
—Puedo hacer lo que me de la gana. Hasta cortarte la cabeza con esa katana… nadie lo sabría. Tengo formas de hacer desaparecer las cosas de la faz de la tierra.
—¿Qué eres ahora, el jodido Al Capone? A ti se te está subiendo la política a la cabeza.
—Tengo amigos en Madrid… estas cosas se hacen con un par de llamadas. ¡Ah! ¿Te acuerdas cuando estuvimos en ARCO el año pasado?
—Claro…
—¿El ciempiés gigante que andaba con cien pollas?
—¡NOO!
—Mira por la ventana.
—¡No me lo puedo creer! Y ahí lo tienes… en el jardín. Te ha debido costar una pasta.
—No sabes tu bien… es de un artista del que se habla mucho últimamente. Empezó haciendo graffitis en las calles de Baltimore. Está muy cotizado…
—Vamos a follar…
Empezaron haciéndolo en el salón. Luc parecía estar incómodo. Le hizo ver que no podían hacerlo en el sofá; era de piel, no quería mancharlo. Se echaron al suelo, sobre una amplia alfombra que cubría toda la habitación.
—¡Escúpeme en el culo, gilipollas!
—¿Desde cuándo no lo haces?
—No te emociones… han habido otros antes que tú.
—Y qué pasa, ¿se han dejado la polla dentro?
—¡Imbécil!
—Cállate y agárrate los huevos… los tienes muy gordos…
—¡Me voy a ir! ¡Me voy a ir!
—Eres una niña idiota, te voy a hacer callar.
Luc agarró la funda de la katana y empezó a azotarlo.
—¿Pero qué haces, retrasado?
—¡Que te calles!
—¡Sí… me gusta! ¡Qué buenas ideas tienes, Luc!
—¿Pero qué te pasa? ¿Te has tragado un reparto de Almodóvar?
—¡Me voy a ir, Luc…! ¡Cómo me zumbas en las próstata!
Luc dejó la funda de la katana apoyada sobre una silla y se dirigió al baño. Se miró al espejo y sacudió la cabeza, «¿qué estoy haciendo con este gilipollas?» se dijo, desencantado. A Nico le había entrado hambre. Se puso los calzoncillos y se fue a la cocina, directo a la nevera.
—¡Wooo! ¿Pero esto qué es lo que es, María Martillo?
—¿El qué?
—Tío, tienes la nevera llena de mandarinas. ¡Solo mandarinas! ¿Qué haces con esto?
—Es un regalo.
—¿Un regalo de quién? ¿De Don Simón?
—Cerré un negocio, ya sabes.
—¿Qué sé?
—Hay cosas que es mejor no pagar con dinero. Y se paga así, en especie.
—Debió ser algo muy gordo… por esto te pueden meter en la cárcel, lo sabes ¿no? JAJAJA
—¿De qué te ríes? No tienes ni idea. Fui parte importante en una negociación.
—¿Convenciste a un gato para que bajase de un árbol? ¡Ay! ¡Es que me meo!
A Luc empezó a subírsele los colores a la cara. Apretó los puños y clavó la mirada en Nico. A él las bromas gilipollas no le gustaban, se tenía en alta estima, no permitía que se burlasen de él.
—Te la estás jugando.
—¿Vas a meter una cabeza de caballo en mi cama?
—Tienes envidia, niñato. Tú te has comido una mierda en el partido. Te echaron por no saber sujetarte esa mano fláccida de vieja putona.
—No sé como no te han largado ya, todo el mundo sabe que eres gay. Es paradójico, ¿verdad? ¿Por qué somos de este partido? Somos conservadores, ¿no? Nuestros compañeros, muchos de ellos, siguen pensando que lo nuestro es una enfermedad. Y encima no quieren que nos casemos. Pero no sé… es que es raro que nos casemos ¿no? Y encima creemos en Dios, cuando al Vaticano le gustaría vernos colgados de los huevos. No sé, ¿tú qué crees? ¿Por qué eres del partido?
—Por las ideas.
—¡Y una leche! ¿Te crees que follo contigo porque eres guapo? ¿Pero tú te has visto, corazón? A mi me gusta tu coche, tu casa… tu cipote de oro. A mi me pone el poder. Que me compren cosas, que me lleven de viaje… Me da igual que los nuestros digan que nos estamos cargando la familia. ¿Quién quiere una familia? ¡Vamos! Dime, sé sincero…
—¿Es que hoy no te vas a callar?
—… me gusta cuando te pones agresivo. ¡Ven, acércate!
Empezaron de nuevo, en el salón. Mientras Luc lo culeaba con todas sus fuerzas, no podía evitar quitarle el ojo de encima a la katana. La miraba y miraba a Nico. «Sabe Dios que si pudiese te metía un tajo en todo el cuello» pensó, mientras lo castigaba con todas su fuerzas. Finalmente, lleno de rabia e impotencia, alargó el brazo y se decidió por la funda. Nico se percató de sus movimientos.
—¿Pero…? ¿Qué vas a hacer? ¡Oh sí! ¡Vamos, cariño! ¡Como tú sabes! ¡Hazlo fuerte! ¡Deja bien claro quién manda aquí…!
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gblog · 7 years ago
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El amor en los tiempos del Inbound Marketing
Queridos amigos, estamos aquí reunidos para unir a la marca y al usuario en este festivo enlace.
“Tú, Marca, ¿prometes dirigirte al usuario de una forma personalizada, no intrusiva y que le aporte valor durante todas de las fases del proceso de compra, tanto en el TOFU, como en el MOFU, en la transacción final y en la fidelización de cada día?”
“Tú, Usuario, prometes dejarte acompañar, disfrutar y dejarte sorprenderte en el camino?
:::::::::: Los novios aceptan y se produce en el público una algarabía llena de vivas y banderas de colores::::::::::
/Horas después.../
Cling, cling, cling.
Como madrina, me gustaría proponer un brindis por los novios y decir unas palabras en este hermoso día. Es este un romance poco habitual, que incluso en otra época no se habría visto bien. Pero bueno, esto ya son otros tiempos, ¡es 2016!  ¿Quién no tiene un móvil en la mano, un Tinder, un Grinder o lo que sea? Pues eso…
La verdad es que internet facilitó las cosas para que Marca y Usuario se conocieran, desde luego, pero no todo fue fácil al principio. La Marca se había fijado en el Usuario desde hacía tiempo, pero claro, este no era un individuo cualquiera… tan listo, tan vivido y viajado, tan curado de espanto ya… Llamar su atención del Usuario era difícil y todos los paseos de la Marca haciéndose la encontradiza en revistas, apareciendo sexy en un spot de TV,…¡incluso publicando su perfil e intereses en Adwords! no conseguían resultado, ella era una más en un océano.
Hasta que la Marca, tras enchufarse media vida de Carrie Bradshaw y litros de helado de chocolate, decidió que basta ya, que qué era eso de tanto push y tanto ir persiguiendo como loca al Usuario, que tenía que cambiar de actitud y poder atraerle con sus encantos.
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La Marca, tras recibir calabazas en los medios tradicionales
Sabiendo lo que quería, la Marca decidió considerar una nueva estrategia, eso tan moderno que ella llama Inbound Marketing pero que yo conozco como ligar bien, de toda la vida. Y yo creo que a la Marca no le importará que cuente un poquillo el proceso…jijiji. Niñas y niños, esto es conocimiento del bueno, del que merece ser compartido, así que estad atentos. Estas son las 7 cosas que la Marca hizo:
Se puso a trabajar en sus armas de seducción. Ojo, no me refiero a maquillarse como una puerta e ir enseñando cacho, sino demostrar porqué es única y valiosa, mostrando sus virtudes y aquello que la diferenciaba de todas las demás.
Aprendió a contar buenas historias. Como buena amiga, en su momento de bajón le recomendé a la Marca leer las Mil y Una Noches, o al menos que buscara en Wikipedia la historia de Sherezade y… bueno, bueno, se le pusieron los ojos como platos, ya entendía qué significaba eso del Storytelling y lo aplicó a su marketing de contenidos.
Se modernizó un poco. Sabiendo que el Usuario era un forofo de las redes y pasaba allí buena parte del día, se posicionó muy bien en ellas. Optimizó el SEO de su web y se actualizó en social media marketing, publicidad en buscadores, analítica web, email marketing,… Así, cuando despertó su curiosidad, fue el Usuario el que corrió a buscar sobre la Marca en las redes,  maravillándose con sus contenidos e historias y encantado de haberla encontrado en la inmensidad de la Red. ¡Esto es amor 2.0.!
Se hizo amiga de sus amig@s. La Marca conoció al círculo del Usuario e hicieron buenas migas e incluso algunos conocidos del Usuario, esos que se sientan ahí, en la mesa de los Influencers, empezaron a hablar de lo maja que era la Marca, etc. despertando aún más el interés del Usuario.
Le pidió el email y el Whatsapp. ¿Qué es eso de esperar a que quien te gusta dé el paso? La Marca tomó la iniciativa y fue ella la que pidió directamente el email y Whatsapp al Usuario para intercambiar mensajes… y lo que surja.
Mantuvo el contacto. La Marca maximizó el número de puntos de contacto con el Usuario y el awareness hacia ella. Vamos, que se hizo notar y llamó la atención del Usuario en lugar de perseguirlo como antes.
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La marca, antes (el Usuario es el gato perplejo)
7. Fue directa, clara e irresistible. La marca se comportó de manera natural y atenta: de buena gana se interesó por escuchar al usuario y conocerle mejor, contarle cosas que realmente le interesaban y se dejó de líos y rodeos… Así se hicieron uña y carne y, a partir de entonces, todo fue rodado.
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La marca, ahora
Al final el Usuario cayó rendido a sus pies. Vamos, ya le habéis oído, sólo tiene buenas palabras para SU Marca. De hecho a veces es hasta un poco cansino ¡no habla de otra cosa! Cómo se nota que está enamorado…
Si alguien quiere conocer más sobre el método de seducción de la Marca, hay hasta eBooks al respecto (Los Secretos del Inbound Marketing) y aquí os dejo un breve esquema.
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Vía: Milca Peguero
Y ahora  ¡brindemos por los tortolitos!
/Y colorín colorado, con un post al estilo Inbound Marketing os lo he contado/
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El monstruo - Mariana Enriquez
Pablo supo que Carlitos no iba a volver cuando vio a su mamá entrar al rancho a los gritos, mientras las tías la sostenían para que no se cayera al piso o se arrancara los pelos. Después le dieron una pastilla con vino y la pusieron a dormir. A él le dijeron que se portara bien, y lo abrazaron mucho, porque sabían cuánto quería a su hermano. 
A Carlitos lo habían matado, y el cuerpo apareció flotando en el Riachuelo, boca arriba —cosa bastante rara, porque los ahogados solían quedar boca abajo—. Pablo se fue corriendo al fondo de la isla, y se metió a llorar en una de las casillas abandonadas. Ya estaba desobedeciendo a su madre, porque a ella no le gustaba que fuera para el fondo, donde vivían los densos, que tomaban mate en los pasillos todo el día y después salían a la noche todo mal, o se los llevaba la policía, o los mataba la policía o se tiroteaban entre ellos y con la policía. La gente de adelante les tenía miedo, porque en Montaña, la calle principal, se andaba bastante tranquilo: con negocios de ropa y almacenes, casi parecía un lugar normal. 
En el fondo era distinto, pero a Pablo le gustaba. El fondo quedaba más lejos del Riachuelo, el aire apestaba menos y no se escuchaba tan claro el plop plop del agua negra, que le hacía acordar a un monstruo dormilón que, algún día, se iba a despertar y les iba a tirar el puente encima; pero no el puente Avellaneda, el viejo, ese de fierro oscuro que no servía para nada pero a alguna gente le parecía lindo aunque era igual al espinazo del monstruo, así, al aire libre. Algún día el agua aceitosa iba a cubrir el puente viejo, iba a tomar forma, y toda esa oscuridad se los iba a llevar, como se acababa de llevar a Carlitos. 
Cuando terminó de llorar se fue a buscar al Chino, su mejor amigo que vivía solo porque tenía al papá preso y la mamá se había ido a trabajar a Constitución y no había vuelto más. El Chino se caminaba la isla todo el día y por eso estaba cada vez más flaco. Además, había empezado a fumar. Era muy inteligente, y conocía lo que pasaba en la isla, hasta los secretos, y eso que de muchas cosas nunca se hablaba. 
Sabía, por ejemplo, lo que le había pasado al pibito que vivía al lado del San Telmo. Primero se fue a Constitución a pedir, porque le dijeron que ahí estaba la posta. Después agarró la bolsita y la empezó a necesitar, porque pasaba eso: la tenías que oler todo el día o te volvías loco. Unos tipos le prometieron darle bolsitas gratis. Gratis de plata: tenía que chuparles la pija o alguna otra cosa así como pago, de degenerados que eran. Después de un tiempo el pibito apareció en el Argerich, se había querido tirar debajo de un coche. Lo salvaron. Lo trajeron de vuelta. A la semana se tiró al Riachuelo y se ahogó. Muerte segura, con ese aceite que parecía los pelos largos empastados de las mujeres cuando tapan las cañerías y hay que sacarlos o tirarle a la cañería soda cáustica. 
El Chino había visto animales muertos flotar y pudrirse, cachos de carne, intestinos de vacas. Pablo no había visto tantas cosas: no se acercaba al agua, trataba de andar lejos de la orilla y del muelle. La teoría del Chino era fácil: el agua negra pedía pibitos, había que entregarle chicos de vez en cuando, tipo ofrenda, como a las Mais cuando pedían cosas para favores. Por eso los policías le habían hecho cruzar nadando el Riachuelo a ese pendejo que se llamaba Emmanuel en Pompeya. Eso lo hicieron porque son unos hijos de puta, dijo Pablo. Más vale, dijo el Chino, pero ¿por qué tan pero tan hijos de puta? Si lo querían matar, con pegarle un tiro ya estaba. ¿O acaso no matan pibes todos los días? No: lo hicieron cruzar porque el Riachuelo los convenció, porque el Riachuelo habla. 
El Chino nunca le había escuchado la voz, pero hay cosas que se saben, que son obvias, aunque no haya pruebas. 
El Chino se armó un porro y ofreció, pero Pablo le dijo que no, porque cuando estaba mal no fumaba, se ponía peor. Además, ¿qué iba a hacer ahora sin Carlitos? Había un montón de gente en la isla que organizaba marchas, ayudada por unas personas que venían de Capital: estaban convencidos de que a Carlitos lo había matado la policía. Seguro que tenían razón, pero no había sido eso solamente, pensó Pablo. Si el Chino tenía razón, la cuestión no se arreglaba con hacer mierda a los policías o mandarlos presos. No se iba a terminar nunca, porque el monstruo no se iba a ir. Siempre iba a querer más y siempre iba a conseguir gente que le habilitara lo que necesitaba. 
Él sabía lo que pasaba abajo del agua negra, desde muy chico. Una sola vez se había subido al bote para ir hasta La Boca, con su papá, cuando todavía estaba vivo, antes de que se lo comiera el bicho. Y había visto los cientos de deditos del monstruo tocando el bote y los remos; su papá hablaba con un amigo, ni lo miraba, pero Pablo sintió que le faltaba el aire y quiso decirle papá mirá esos dedos, dedos flacos pegajosos, a medio formar todavía, pero iban a hacerse fuertes algún día, él se dio cuenta y tenía nomás cinco años. 
Ahora tenía ocho, y ya sabía demasiado. Que el agua no se dejaba limpiar, por ejemplo. En la isla se hablaba de que nadie cuidaba a la gente ni se decidía a limpiar el Riachuelo porque, total, eran pobres, si se morían mejor, menos problemas, menos pobres chorros brutos sucios. Qué importaba si se contaminaban, si los chicos se enfermaban con manchas en la piel, si nacían deformados, sin ojos, con brazos de más o de menos, con el corazón del lado derecho, las mujeres que abortaban en seguida de embarazarse, y cáncer a cualquier edad y en todas partes del cuerpo, una forma de matarlos sin que tuvieran que pegarles tiros. 
Pero el Chino le había contado otra cosa. 
Una vez había venido una cuadrilla de limpieza. El Chino, que se llevaba bien con todo el mundo y le sacaba conversación a cualquiera porque no hablaba para nada como un villero, y la gente se impresionaba, se puso a conversar con uno de la cuadrilla y después terminaron borrachos. El limpiador le contó la verdad. Tenían que hacer como que trabajaban, pero no tenían que empezar de verdad. El hombre no sabía muy bien por qué les habían dado esa orden, a lo mejor porque alguien se quería quedar con la plata del proyecto. Pero el Chino investigó más y encontró una información que entonces a Pablo le pareció muy rara, y ahora le resultaba totalmente creíble: había gente que sabía del monstruo dormido, y no quería molestarlo, porque esa gente se hacía una idea clara de lo que podía pasar. Entonces armaban planes de limpieza, los publicaban en los diarios, los anunciaban en la tele, pero no los hacían nunca. Hasta podían ser cómplices del monstruo. Les convenía. 
A mí me encantaría pensar que no limpian nomás de hijos de puta, dijo el Chino. Pero me parece que quieren que todo quede como está, o quieren que siga adelante y no cambiar, porque nadie sabe qué es el Riachuelo. Quién duerme en el barro allá abajo. Qué pasa si se lo molesta. Nadie sabe.
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suenoseroticoslive · 7 years ago
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Fuente: Revista Paula 1239. Sábado 18 de noviembre de 2017. Edición aniversario 50 años.
Ver artículo original
>Agradecemos la entrevista a Noelia Zunino<
Asexuados, infantilizados e invisibilizados. Las personas con discapacidad no solo tienen que luchar contra su diagnóstico, sino que con los mismos rótulos que les pone la sociedad y sus más cercanos en relación a su sexualidad. Esta es su nueva batalla: reivindicar su derecho a disfrutar del sexo.
Por Noelia Zunino / Fotografía: Alejandro Araya / Producción: Álvaro Renner
Solo y desnudo empezó a tocarse. Era la primera vez que lo hacía después de tres años del accidente. Tomó el medicamento que le recetaron para tener erecciones, puso una película pornográfica y empezó a recorrer su nuevo cuerpo. Uno que no quería, que rechazaba y que sentía como una cáscara. Pero que era suyo.
A Esteban Torres (38) la vértebra lumbar 1 le estalló en pedazos y aplastó su médula espinal. El día anterior, el 5 de diciembre de 2005, el grupo Saiko se había presentado en Temuco en un show de campaña de la entonces candidata Michelle Bachelet. Esteban, con 25 años, era el bajista y descendió del escenario entre aplausos. De ahí emprendieron rumbo a Santiago.
Horas después hubo un frenazo y lo último que vio fue un camión que se estrellaba contra el bus. Fue algo rápido y violento. La máquina terminó con todos sus pasajeros en el lecho del río Maipo. Esteban oía gritos, llantos; sentía todo el trajín a su alrededor, pero no sus piernas.
Casi un mes tardaron los médicos en dar con un diagnóstico preciso y decirle que lo suyo, entre muchas fracturas, era un traumatismo raquimedular, lo que en términos prácticos le imposibilitaba mover desde la zona lumbar hasta la punta de los pies. Esteban pensaba que lo que estaba viviendo era un chiste cruel. Él, que había entrado a estudiar Educación Diferencial para ayudar a las personas con discapacidad, pasaba a ser uno de ellos.
Durante ese tiempo hubo algo que a Esteban le urgía; algo de lo cual nadie le hablaba. Desde el accidente, casi no tenía erecciones y, cuando sí ocurría, duraban poco.
“Me hablaban de la recuperación de los músculos, pero nadie me hablaba de mi pene. Es muy poco lo que hablan los equipos profesionales que trabajan en rehabilitación sobre el cambio en las relaciones sexuales y cómo manejarlo en pareja”, recuerda.
Tres años de pololeo llevaba cuando se accidentó. Luego de su primera alta, intentaron tener encuentros sexuales. No resultó. Esteban entendió que tendría que ir de a poco. Comenzó con rehabilitaciones para el control de esfínter y ahí tuvo una mejor respuesta, pero ya no era lo de antes. Ni siquiera se acercaba. Y él cada vez se enojaba más y más con su situación y, sobre todo, con su propio cuerpo.
La vida sexual desapareció. En los dos años que siguieron al accidente, lo operaron 12 veces de su columna y pasó la mayor parte del tiempo internado en cinco hospitales distintos, incluyendo uno en Cuba. Con todo eso, era cada vez más complejo reencontrarse con su polola.
Para el tercer año ya presentaba una notable mejoría. Sin embargo, entre él y su pareja no había más que hacer. “Terminamos y quedé deprimido e inseguro”, dice. Tras el quiebre, un urólogo le recetó fármacos para tener erecciones. “Necesitaba explorarme, saber qué sentía. Mis primeras citas fueron conmigo mismo”.
Esteban dejó una vida atrás. Con una discapacidad de 70%, ya no era apto físicamente para obtener su título de profesor diferencial. De a poco dejó la silla y pasó a las muletas. Eso le permitió seguir tocando en Saiko, pero en 2013 dejó la banda. “Terminé siendo un cacho porque los escenarios no tienen rampas y ya no podía tocar tanto rato de pie”, dice. Tuvo que reinventarse: empezó a hacer talleres musicales en escuelas diferenciales.
Empezó a indagar qué pasaba con otros como él. Supo que no era el único y que muchos accidentados con lesión medular terminaban sus relaciones porque no sabían cómo manejar su sexualidad.
Le ocurrió también a Jaime Reyes. De ser profesor de Educación Física, andar en moto y tener éxito con las mujeres, a los 24 años pasó a estar postrado. Recuerda que un día estaba en su cama y su entonces pareja se acostó a su lado. Le pidió que se acercara y lo tocara. Ella se negó. “¿Para qué si no lo sientes?”, le dijo. Un año antes un accidente en moto lo había dejado tetrapléjico y, salvo por unos sectores en el pecho, brazos, espalda y cuello, Jaime no sentía nada.
“Fue doloroso. Ya no camino, pero sí soy hombre. Fue el primer golpe de rechazo de cómo podría venir la vida en adelante. ¿Cómo convivir con eso?”, dice.
Jaime tuvo que aprender a lidiar con un cuerpo que no le responde. No puede mover sus manos ni sus dedos, pero se las arregla para escribir en el celular con un puntero.
Todo para él ha sido un aprendizaje y un gran desafío. Incluso el de derribar los mitos y prejuicios de su entorno en relación a su sexualidad, solo por el hecho de estar tetrapléjico en una silla neurológica. Hoy, a 23 años del accidente, entiende que lo que entonces le dijo su pareja responde en parte a lo que cree la sociedad: que las personas con discapacidad no tienen sexo.
“Me hablaban de la recuperación de los músculos, pero nadie me hablaba de mi pene. Es muy poco lo que hablan los profesionales que trabajan en rehabilitación sobre el cambio en las relaciones sexuales y cómo manejarlo”, dice Esteban Torres, ex bajista de Saiko.
Diversidad funcional
El II Estudio Nacional de Discapacidad de 2015 dice que en Chile el 20% de la población adulta está en situación de discapacidad. Son más de 2,5 millones de personas y, para muchos, el diagnóstico se convierte en una lápida para su goce sexual. Porque independiente del tipo de discapacidad que tengan, la sociedad los tiende a infantilizar, invisibilizar y tratar como asexuados, sobre todo si se tiene una discapacidad cognitiva.
La abogada Paulina Bravo sabe de eso. Preside el Observatorio de Derechos Sexuales y Reproductivos de las Personas con Discapacidad (Odisex), creado en 2016 para pelear por estos derechos, pero lo ha vivido en carne propia.
Era adolescente, aún no perdía por completo su visión, pero sentía que eran los demás quienes no la veían; que sus ilusiones afectivas eran cercenadas por una negación social implícita, como si no tuviera derecho a vivirlas, solo por ser ciega. Cuando llegaban sus tías y querían saber quién de sus hermanos y primos pololeaba a ella la saltaban. Hasta hoy, a los 43 años, asegura que nunca le preguntan en su familia si tiene pareja.
En los seminarios y charlas que ha dictado sobre el tema, Paulina ha comprobado que la anulación de la sexualidad se repite en todo Chile y lo explica así: “Muchas familias dicen que la persona con discapacidad es el angelito que les cambió la vida. Y los ángeles no tienen sexo”.
También lo ha notado la sicóloga y sexóloga Rafaella di Girolamo, especialista en terapias con el cuerpo y sexualidad en la discapacidad. “Se malentiende que también tienen discapacidad en el placer. Se los limita y les falta libertad para explorar”, dice.
Esteban Torres no quería que lo miraran así ni se conformaba con el rótulo de “discapacitado”. Necesitaba romper con esa visión y fue en esa búsqueda que dio con el Foro de Vida Independiente, creado en 2001 en España, y el concepto de “diversidad funcional”. El término es parte de un movimiento que nació en Estados Unidos en los 70 como una lucha de personas con algún tipo de discapacidad para derribar el mito de que no podían hacerse cargo de sus propias vidas. Que, aunque requieran cierto apoyo y asistencia, pueden ser autónomos y ejercer sus derechos. “¡Nada sobre nosotros, sin nosotros!”, es la consigna que los identifica.
Fue allí también que descubrió otro término que llamó su atención: la asistencia sexual. Pidió más material para saber de qué se trataba. Entonces sintió que tenía que hacer suya la frase de los diversos funcionales y dar a conocer en Chile lo que estaba descubriendo.
Felipe Orellana quedó tetrapléjico a los 16 por un piquero. Es seductor, estudió el tantra y está muy empoderado en su sexualidad. “Es paradójico, pero la discapacidad me ha enseñado de la sexualidad. Me obligó por la falta de movimiento
a desarrollar otras cosas”, dice.
La rebelión de los asexuados 
Algunas de las veces que Cristina Rey ha masturbado a alguien con diversidad funcional, aplica tanta fuerza que termina cansada. Ella es periodista de profesión, pero lleva décadas trabajando en distintas terapias para desarrollar la sexualidad: desde sesiones para la piel hasta terapias colectivas; todas las ofrece en su página web Amaeru Sexualidad Natural. En el verano europeo pasado se amplió a una nueva arista: la asistencia sexual. Una de las actividades que realiza, cuenta, es la masturbación para el autodescubrimiento, “puede ir desde un primer contacto para acercarse y tomar confianza hasta el orgasmo”, dice desde España.
Según la European Platform Sexual Assistance, la asistencia sexual consiste en apoyar a personas con discapacidades en todo el espectro de su sexualidad. Para algunos es una figura virtuosa, sobre todo para los que no pueden explorar su cuerpo ni tener relaciones por sí mismos. “Me transformo en sus manos para lograr una autoerotización”, dice Cristina.
En países como Suiza, Bélgica, Holanda o Alemania la asistencia sexual es parte de los servicios sociales que otorga el Estado porque lo entienden como un tema de salud. Se espera que un asistente sexual sepa manejar distintas situaciones como limpiar sondas o mover a la cama al cliente, en algunas partes su formación está regulada. Así es en Suiza, pero no en España. Cristina explica que allá “son las personas quienes me dicen cómo y qué hacer porque está dentro del concepto de vida independiente: ellos dirigen”.
Hay distintas definiciones y propuestas sobre la asistencia sexual: están quienes, como Cristina, ayudan a la autoexploración pero sin tener coito; hay organizaciones que ofrecen altruistamente tener relaciones; y están tambi��n las trabajadoras sexuales, que aseguran ser las más capacitadas para hacer ese trabajo.
En Chile recién se está empezando a conocer de esto en círculos muy pequeños. Y en eso Esteban ha sido de gran ayuda en la V Región. Desde Quillota, creó en 2014 el colectivo Diversidad Funcional Chile y empezó a dar charlas sobre asistencia sexual y la filosofía que hay detrás. Incluso ha expuesto en el Senado, ante la comisión de discapacidad y en conversatorios de bioética.
Ahí conoció a Tamara Suárez (31), una educadora diferencial que también hizo una búsqueda personal y hace charlas en la región sobre sexualidad y discapacidad. A los cuatro años la diagnosticaron dentro del espectro autista y 20 años después le dijeron que era Asperger. Tenía una hiper reacción al tacto y desde chica le cargaba que la abrazaran. Si bien disfrutaba el sexo, el contacto físico la perturbaba. Tanto que en sus primeras relaciones se quedaba en blanco, pues la superaba el nivel emocional de tanto roce. Ahora es distinto: “No tendría problema en trabajar como mediadora sexual. No sé si llegaría al coito, pero hay mucho para hacer”, dice.
Para llegar a ese cambio, tuvo que transitar por el mismo camino de autoaprendizaje que muchos otros han recorrido. No fue fácil. Quizás el que más le dolió fue con sus primeras relaciones sexuales, cuando su padre le dejó de hablar alrededor de dos años tras enterarse de que tenía parejas mujeres. Al saberlo, la llevaron al siquiatra. Eso le sirvió para conocer sus límites y aprender del ensayo y del error. “Pensaban que quizás no iba a poder decidir por mi diagnóstico. Me sentía invalidada. Ahora han evolucionado, pero tiene que ver con mi postura: me aceptas o no, nomás. Estoy empoderada de mi vida”, dice Tamara, quien tiene una hija de 3 años.
Tanto ella como Esteban quieren ser de los primeros asistentes sexuales en Chile, y así después ayudar a otros que quieran hacer lo mismo. Para eso pretenden ir a Argentina y anotarse en el curso que una vez al año dicta la educadora diferencial y orientadora sexual en diversidad funcional, Silvina Peirano, una de las máximas exponentes latinoamericanas en la materia.
“Hay cambios importantes que tienen que venir no solo de la sensiblización, sino también en las agendas de los Estados. Están pasando cosas importantes, pero necesitamos un colectivo más activo y orgulloso”, dice Silvina desde Buenos Aires. En sus cursos, asegura, cada vez se interesan más chilenos.
La abogada Paulina Bravo creó en 2016 Odisex, una organización que promueve los derechos sexuales de las personas con discapacidad. Ella es ciega.
Yes, we fuck
Soledad Arnau tiene 47 años y recién hace dos que pudo tocarse por debajo de su ropa interior. Fue gracias a su asistente sexual, Teo Valls, de 32 años.
Con él, Soledad pudo sentir la sensación de tocar sus pezones y la suavidad de sus manos. Ella es española y una férrea activista de la vida independiente. Su diversidad funcional es de 85%. Sus manos están dobladas y no tiene movilidad. La tienen que asistir para bañarse, cambiarse, para comer, pero su postura es que eso no la puede anular como persona. En 2015, el documentalista Antonio Centeno le preguntó si podía grabar una de las sesiones con su asistente sexual y ella accedió. Creía que si mostraba su realidad, podría fomentar políticas públicas enfocadas en la discapacidad desde esta nueva perspectiva. Así surgió el documental Yes, We Fuck, que provocó en España que esta filosofía tomara vuelo.
Allí se ve cómo Teo toma las manos de Soledad y las dirige para que ella misma pueda acariciarse. Si bien Soledad había tenido relaciones sexuales, era la primera vez que podía tocarse a sí misma. “Nunca había experimentado la sensación de sentirme. Me pareció precioso: mis dedos podían cogerme el pezón o meter mis manos en las bragas. Fue un momentazo de placer conmigo misma”, cuenta desde España.
La abogada Paulina Bravo vio en ese documental una herramienta para abrir el debate en Chile. Por eso lo ha exhibido en distintas charlas que ha realizado para dar a conocer Odisex, la organización que creó en marzo de 2016, luego de un viaje que hizo a Ginebra como delegada del Ministerio de Justicia para rendir el examen de Chile ante el comité de expertos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) respecto al cumplimiento de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Su intención inicial era difundir la asistencia sexual, pero al poco andar se dio cuenta de que aún era muy pronto y que en Chile había que partir por algo mucho más básico: el empoderamiento.
En 2015, el actor y comunicador audiovisual Felipe Orellana (36) fue uno de los fundadores de Ronda Chile, una organización que busca romper con los mitos y fomentar la inclusión sociolaboral desde las competencias. Aunque ya no forma parte de ella, esta institución le abrió puertas para conocer personas que querían, como él, cambiar esta mirada. Cree que algo pasa con la generación de treintones y cuarentones que en Chile hoy dan batalla para empoderarse. Ve que hay más gente que se reúne, que crean fundaciones y salen a pelear. Sin embargo, también cree que es un proceso lento, que antes de unirse, hay que pasar por un empoderamiento individual. Dice que para él, hacerlo no fue fácil, sobre todo desde el punto de vista sexual.
Quedar tetrapléjico a los 16 años de edad por un piquero, le produjo la primera duda: “¿Alguien me pescará?”. Se disipó rápidamente en pleno tratamiento de rehabilitación. Felipe Orellana es un seductor y le gusta jugar con eso. Su personalidad juega a su favor y se hizo conocido su espíritu aventurero cuando el año pasado se emitió por TVN un programa donde viajaba en su tricicleta por Chile, experimentando distintas actividades.
Pero detrás de ese personaje resuelto, hasta hace muy poco Felipe tenía muchas dudas. Su primera relación sexual, luego de quedar tetrapléjico, fue tres años después de su accidente. Estaba muy borracho. Ni siquiera se acuerda si lo disfrutó o si logró una erección. Pero sí se dio cuenta de que iba a necesitar que lo asistieran, que ya no podía hacer tantos movimientos por sí mismo y de que él siempre iba a tener que estar abajo. Desde entonces, para romper los prejuicios de si “se puede o no se puede”, Felipe empezó a enfocarse en el placer de la otra persona. “Dejé de buscar mi placer para que la otra persona lo pasara bien. Saqué aplausos, pero yo fingí muchísimo. Me autodiscapacité”, dice.
Un día dijo basta y dejó que lo acariciaran. Comenzó a estudiar el tantra y estuvo más atento a otros sentidos. Se empoderó de su sexualidad. Hoy se enorgullece: “Es paradójico, pero la discapacidad me ha enseñado de la sexualidad. Me obligó por la falta de movimiento a desarrollar otras cosas”, dice.
El año pasado se creó por primera vez una mesa técnica intersectorial sobre sexualidad en parte como respuesta al informe de la ONU y a la demanda de organizaciones. La conforman, además, el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis) y el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género (Sernameg), organizaciones de personas con discapacidad, entre ellas Odisex, y su objetivo es incidir en cambios normativos y legales para promover los derechos sexuales y reproductivos de las personas con discapacidad bajo una mirada de derechos humanos. Ahí también presentaron el documental e hicieron un seminario donde estuvo invitada la argentina Silvina Peirano.
La subdirectora de Senadis, Viviana Ávila, cuenta que, a partir de esa instancia, organizaciones creadas por personas con discapacidad se han acercado y les han pedido talleres prácticos sobre asistencia sexual en las regiones Metropolitana, del Biobío y Valparaíso. También un grupo de trabajadoras sexuales de la Fundación Margen ha planteado la posibilidad de capacitarse, luego de participar en un seminario.
“Hay un interés, pero nada concreto. A muchas no les gusta atender a personas con discapacidad porque no saben cómo hacerlo. Pero si se especializaran, tendrían otra llegada y perderían los miedos. Porque todos tienen derecho a una sexualidad plena”, dice Herminda González, presidenta de la fundación.
La oferta ya existe. Muchos portales de escorts ofrecen el servicio de “discapacitados”, aunque Soledad Arnau es categórica: eso es una prostitución especial, no es asistencia sexual.
Mientras, desde Buenos Aires, Silvina Peirano ve con interés lo que está pasando en Chile. La Universidad de Chile prepara junto al Senadis un curso de capacitación integral de la sexualidad para entregar, a partir de 2018, herramientas a profesionales de la rehabilitación. Ese mismo año espera Esteban Torres tener todo listo para echar a andar su Foro de Vida Independiente en Chile y convertirlo en un punto de encuentro, como el de España.
Para Silvina, lo que ocurre en Chile le parece familiar; porque así partió en España y Argentina años atrás.
“Cuando la persona con discapacidad se da cuenta de que el sexo tiene que ver con ellos no hay cuidador y restriccionismo que valga. Hay un activismo fuerte. Los ángeles se están convirtiendo en los sublevados que necesitamos. No hay vuelta atrás”, dice.
Los más restringidos
Quienes tienen alguna discapacidad cognitiva son los que peor situación enfrentan para reivindicar sus derechos sexuales. Para ellos, la restricción es mayor. Y muchas veces son sus familias la primera barrera de tope.
Padres que siguen bañando a sus hijos hasta los 14 años, duermen juntos hasta avanzada edad, no les otorgan espacios propios y privados o incluso les arreglan sus citas. Este tipo de acciones, dice la pediatra Macarena Lizama, directora ejecutiva del Centro UC Síndrome de Down, no solo exacerban su infantilización; también impiden el desarrollo de conceptos importantes relacionados con la sexualidad, como el pudor o la privacidad.
“Hay tanto mito sobre lo que no pueden hacer por su discapacidad cognitiva, que no se les educa en torno a eso: ni en reconocer las emociones ni los comportamientos sociales, y eso puede llevar a que los jóvenes tengan conductas más intuitivas que aquellas con códigos socialmente aceptados”, explica.
También está el pánico a abrir esa puerta y que los hijos no sean capaces de leer dobles intenciones, que sean vulnerables al abuso. “Los padres necesitan un acto de justicia porque los hemos dejado muy solos, porque en las temáticas sexuales, los profesionales sienten que no tienen que ver con ellos, pero les exigen que lo manejen”, dice Silvina Peirano.
Ximena Rivas fue directora del Senadis y es fundadora y presidenta del directorio de la fundación Incluye 360 y hasta a ella, que lleva décadas en el mundo de la discapacidad defendiendo los derechos, le cuesta sobrellevar el tema de la sexualidad. Siempre le dijeron que su hija con holoprosencefalia semilobar severa tenía muy baja esperanza de vida, por lo que nunca se planteó el tema de su sexualidad. Le decían que sólo viviría hasta temprana edad, pero hoy es uno de los pocos casos del mundo que ha sobrevivido hasta los 15 años. Es muy dependiente. No camina, se mueve poco y solo se comunica con las miradas. ¿Podría tener sexo? Hoy Ximena se lo cuestiona: “No sé si lo va a necesitar en algún minuto y dudo si es realmente bueno para ella. Pero me da nervio que me pueda equivocar, que quizás sí lo necesitará”.
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amointernet · 8 years ago
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Natalia Zuazo
37 años - periodista, escritora, consultora de estrategia digital 
guerrasdeinternet.com
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¿Cuándo escuchaste hablar de Internet por primera vez? En el colegio, en 1993. Durante la primaria, a la mañana, iba a una escuela “paralela” a la pública de mi barrio, donde teníamos computación y programación (y teatro, y música, y es uno de los recuerdos más felices de mi vida). Y en la secundaria teníamos también computación, con un profesor canchero, de dos metros, machista, al que odiaba, pero al que resistía siendo muy buena en las tareas (nada nuevo, se ve que siempre preferí el combate intelectual). Tuve compu en 1987, una IBM PS/2, que mi mamá compró con el quinto premio del Gordo de Año Nuevo de la Lotería. Me conecté por primera vez a internet en 1994, un viernes a la tarde (lo recuerdo porque sigue siendo mi momento preferido de la semana), con toda mi familia alrededor, desde una PC armada por el técnico del barrio (que también tenía un video club) y mi novio de ese momento (que trabajaba en sistemas). La historia completa la conté en el prefacio de mi libro Guerras de internet, acá.
¿Qué fue lo primero que buscaste? Museos. El Louvre y el de Antropología de México supongo, por influencia de mi mamá, que entendía internet como una forma de “mostrarnos en mundo”. Y después, por mi cuenta, entraba a páginas de noticias de acá y de afuera, que todavía eran pocas y se tipeaban letra por letra. Después, más que buscar, descubría. Páginas de literatura, donde la gente empezaba a subir la obra de los autores digitalizada. De repente no tenías que tener todos los libros de un autor en TU biblioteca: estaban ahí. Eso me llevaba a querer descubrir más (“¿Hay más de esto?” era una pregunta posible, porque todavía no estaba TODO).
¿En qué plataforma empezaste a chatear? En foros, eligiendo a alguien que decía algo que tenía que ver conmigo (en esa época podía ser películas de De Palma o libros de Fogwill). Podías chatear un rato sin conocerte ni necesitar hacerlo. Era anónimo y no se necesitaba saber tanto del otro. El anonimato y su misterio sigue siendo una de mis cosas preferidas de internet (y de la vida).
¿Cuál fue tu primer nick? Nautilus. Fue también mi nick de escritura desde chica en el taller literario al que iba. Me lo puso mi hermana, por Verne, “porque yo era muy grande al lado de ella”.
¿Te acordás tu número de ICQ? No, aunque tuve. (Y un poco me parece una snobeada los que se acuerdan eso de memoria).
¿Tenías fotolog? ¿Cuál era? No. Yo no era cool. Era estudiosa y reservada. Me divertía mucho, pero jamás necesité mostrarlo (tampoco ahora, bah).
¿Quién fue tu primer amigo de Internet? Matías Chamorro (@matiastxt). No sé si fue el primero, pero sigue siendo mi amigo y se lo debo a internet (más exactamente a Twitter en 2007).
¿Qué fue lo más insólito que te pasó? Trabajo hace tanto en internet que me cuesta responderlo. Tal vez haya sido un mail de algún lector después de una nota. La gente te escribe esperando que te guste todo lo que te dicen, o te manda cosas espantosas que escribe. Al principio eso era raro. Aunque también he encontrado lectores copados, ojo.
¿Qué es lo más preciado que te dio Internet? Me gusta pensar que nos lo dio a todos, y es compartir cosas (nuevas, viejas, interesantes, divertidas, importantes, políticas). Me gusta seguir pensando (y militando) porque internet no sea mía, sino que se parezca lo más posible a algo colectivo.  
¿Te googleaste alguna vez? Sí. Y tengo alertas donde cada tanto me entero que me copian cachos exactos de cosas que escribí y me da mucha vergüenza ajena.
¿En cuántas redes sociales estás? Twitter, Linkedin, Facebook, Instagram, Whatsapp.
¿Cuál es tu preferida? Solía ser Twitter, pero cada vez me cuesta más por la violencia y la desinformación (aunque sigo, a propósito y en dosis mínima, a alguna gente detestable, para saber de qué hablan). Linkedin, aunque la uso bastante para buscar gente y trabajar, me resulta horrible en su reflejo de lo peor del sistema. Ayer, por ejemplo, alguien posteó un meme sobre el caso de “éxito” de un megabillonario que no había tenido una educación formal, elogiando el típico caso del “emprendedor” self-made. Tenía miles de likes y comentarios del tipo “quiero ser como él”. Lo que nadie decía es que el tipo produce en base a trabajo esclavo desde hace décadas. Y el otro día, alguien posteó una foto de una protesta de trabajadores y se le desató un linchamiento masivo porque “esta red no es para eso”. ¿Una red de trabajo que no hable de explotación? Alguien debería escribir un paper.
¿Tenés una rutina en Internet? Como duermo con todo apagado, cuando me despierto chequeo mensajes, avisos y demás de mails y redes varias. El resto del día, estoy permanentemente en la computadora: armando presentaciones, escribiendo, buscando, respondiendo, teniendo llamadas y reuniones. Noticias leo todo el día; no tengo “un horario” en que las veo. También internet es mi fuente para decidir y/o bajar qué película o serie miro a la noche. Igual, sigo leyendo mucho en papel, compro libros, escribo y trabajo con libros y con papel, subrayando, tomando notas, haciendo esquemas, wireframes.
¿Cuánto tiempo de tu día le dedicás a Internet? Como trabajo en, para, con y sobre internet, siempre me pregunto cómo será no tenerla todo el día presente. Por eso, practico y milito el “no estar” en internet, desconectar, dejar el celular, y siempre tengo las notificaciones en silencio (todas, incluso las llamadas). Y amo no estar en internet. Es un derecho que todos deberíamos tener. Y si no lo tenemos, reclamarlo.
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