#noúmeno
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«Pensar un objeto y conocer un objeto son, pues, cosas distintas. El conocimiento incluye dos elementos: en primer lugar, el concepto mediante el cual es pensado un objeto en general (la categoría); en segundo lugar, la intuición por medio de la cual dicho objeto es dado. Si no pudiésemos asignar al concepto la intuición correspondiente, tendríamos un pensamiento, atendiendo a su forma, pero carente de todo objeto, sin que fuera posible conocer cosa alguna a través de él. En efecto, en la medida en que conociera, no habría ni podría haber nada a lo que pudiera aplicarse mi pensamiento.
Toda intuición posible para nosotros es sensible (cf. estética). Consiguientemente, el pensar, mediante un concepto puro del entendimiento, un objeto en general sólo podemos convertirlo en conocimiento en la medida en que refiramos este concepto a objetos de los sentidos.»
Immanuel Kant: Crítica de la razón pura. Ediciones Alfaguara, S. A., pág. 163. Madrid, 1998.
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"Si consideramos, como es justo, los objetos de los sentidos como meros fenómenos, por lo mismo admitimos al mismo tiempo, que en el fundamento de ellos yace una cosa en sí misma, aunque a ésta no la conozcamos tal como está constituida en sí misma, sino que conozcamos sólo su fenómeno, esto es, el modo como nuestros sentidos son afectados por este algo desconocido. Por consiguiente, precisamente porque admite fenómenos, el entendimiento acepta también la existencia de cosas en sí mismas, y, por tanto, podemos decir que la representación de tales seres que yacen en el fundamento de los fenómenos, por tanto, la representación de seres meramente inteligibles, no sólo es admisible, sino también inevitable."
Kant Prolegomena, XXXII, 314
#Kant#Prolegómenos a toda metafísica futura que haya de poder presentarse como ciencia#Prolegomena#metafísica#noúmeno#en sí
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El ser humano se preocupa de problemas a los que no puede responder, según Kant.
La filosofía de Immanuel Kant, uno de los mayores pensadores de todos los tiempos, nos ayuda a entender los límites del conocimiento, y además nos proporciona una guía ética para vivir en un mundo que no podemos comprender en su totalidad.
Immanuel Kant, uno de los filósofos más influyentes de la era moderna, propuso que la razón humana está inevitablemente preocupada por problemas fundamentales que, aunque no puede abandonar, tampoco puede resolver completamente.
Este dilema es uno de los temas centrales de su obra más famosa, ‘Crítica de la razón pura’ (1781), donde Kant explora los límites y capacidades de la razón humana.
Kant argumenta que la razón se enfrenta a tres preguntas fundamentales: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? y ¿Qué me está permitido esperar?
Estas preguntas representan los problemas esenciales que, según Kant, la razón no puede eludir, ya que son intrínsecamente ligados a la naturaleza humana y a nuestra existencia.
Sin embargo, Kant también sostiene que la razón humana tiene límites y no puede proporcionar respuestas definitivas a estos problemas.
La razón y sus límites Kant sostiene que la razón humana tiene un límite inherente: no puede trascender la experiencia para conocer la “cosa en sí” o la esencia última de la realidad.
Esta barrera es lo que Kant llama el ‘noúmeno’, en contraposición al ‘fenómeno’, que es el mundo tal como lo experimentamos. Según Kant, aunque podemos conocer los fenómenos a través de nuestras percepciones y conceptos, el noúmeno permanece inaccesible a la razón humana.
Este reconocimiento de los límites de la razón implica que hay cuestiones fundamentales sobre la realidad, la existencia y el universo que nunca podremos responder completamente.
La razón, en su búsqueda de respuestas, se enfrenta a problemas que trascienden su capacidad de resolución. Sin embargo, estos problemas son tan esenciales que la razón no puede simplemente ignorarlos.
1. ¿Qué puedo saber?
La búsqueda del conocimiento es una preocupación central para la razón. Kant distingue entre el conocimiento empírico, basado en la experiencia, y el conocimiento a priori, independiente de la experiencia. Mientras que la ciencia y las matemáticas pueden ofrecer conocimiento certero en sus ámbitos respectivos, la razón tropieza con limitaciones cuando intenta conocer la “cosa en sí”, el noúmeno, que trasciende nuestra experiencia.
2. ¿Qué debo hacer?
Esta pregunta se refiere a la moralidad y la ética. En su ‘Crítica de la razón práctica’, Kant aborda la capacidad de la razón para determinar principios morales. En este sentido, propone el imperativo categórico, una ley moral universal que debe guiar nuestras acciones. Sin embargo, la aplicación práctica de estos principios supone desafíos y dilemas éticos que, desde su punto de vista, la razón no siempre puede
3. ¿Qué me está permitido esperar?
La cuestión de la esperanza está vinculada a la fe y la religión. Kant examina las expectativas humanas sobre la inmortalidad del alma, la existencia de Dios y la justicia última en su ‘Crítica del juicio’. Aquí, la razón se enfrenta a su propia incapacidad para proporcionar pruebas definitivas sobre cuestiones trascendentales, aunque estas sean fundamentales para la vida humana.
La antinomia de la razón pura, así pues, Kant identifica una serie de antinomias, o contradicciones, que surgen cuando la razón intenta abordar estos problemas metafísicos. Por ejemplo, una antinomia clásica es la contradicción entre la afirmación de que el universo tiene un comienzo en el tiempo y la afirmación de que es eterno.
Ambas posiciones pueden argumentarse racionalmente, pero ninguna puede comprobarse o refutarse definitivamente.
Estas antinomias ilustran cómo la razón, al intentar comprender lo absoluto, se ve atrapada en contradicciones irresolubles.
Esto no significa que la razón sea inútil, sino que tiene límites inherentes. Para Kant, la razón puede organizar y dar sentido a nuestra experiencia, pero no puede acceder a verdades absolutas más allá de dicha experiencia. El rol de la crítica
Entonces, la solución de Kant no es abandonar la razón, sino someterla a una crítica rigurosa para entender sus límites y capacidades.
De hecho, en la ‘Crítica de la razón pura’, propone un método trascendental que no busca el conocimiento de las cosas en sí mismas, sino las condiciones de posibilidad del conocimiento humano.
Este enfoque permite a Kant trazar los límites de lo que podemos saber y reconocer las fronteras de nuestra comprensión.
Implicaciones para la filosofía y la ciencia
Por tanto, al reconocer los límites de la razón, Kant abre la puerta a un enfoque más humilde y reflexivo sobre el conocimiento humano.
La ciencia, aunque sea poderosa en su dominio, no puede responder a todas las preguntas de la existencia.
La filosofía, a su vez, debe lidiar con la tensión entre la búsqueda del conocimiento y el reconocimiento de sus límites.
En definitiva, Immanuel Kant sugiere que la razón humana está condenada a enfrentarse a problemas que no puede abandonar, pero tampoco puede resolver por completo.
La crítica kantiana nos invita a reconocer y respetar los límites de la razón, sin renunciar a la búsqueda del entendimiento y la sabiduría.
Un dilema que refleja la naturaleza misma de nuestra condición humana: buscamos respuestas a preguntas fundamentales sobre el conocimiento, la moral y la esperanza, pero debemos aceptar que algunas de estas respuestas pueden estar más allá de nuestro alcance.
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Sobre la no vista 1/ 2 o 3
Hace unas semanas, un chavito interrumpió a media clase mientras yo escribía en el pizarrón. Al no poder detectarlo, pensé de inmediato: “Ojalá tuviera ojos en la nuca” para así ver todo.
Me quedé con esa idea y llegué a la conclusión opuesta: qué bueno que no puedo ver todo.
Imaginemos tener una vista más allá de los ojos, una percepción que alcanzara lo que escapa al sentido común: la bondad, el sonido íntimo de los pensamientos, la muerte, el alma misma. Sería como ver desde el fondo de las cosas, reconocer la vibración de lo invisible. Pero qué curioso: justamente aquello que realmente importa en la vida no se puede ver. El amor, por ejemplo, es así. Podemos ver los gestos que genera, pero el amor en sí (lo que sería el “noúmeno” para Kant) sigue oculto, inalcanzable al ojo. Cada gesto amoroso es la sombra proyectada de algo mayor, algo que no se deja ver, que solo se "siente".
Esta invisibilidad lleva a la necesidad de adivinar, de intuir, y eso es lo lindo.
También hay en la falta de observación una libertad que le otorgamos al otro: el derecho a su privacidad para esconder las cosas o mostrarlas si quiere.
Lo bonito es precisamente no ver a los demás. Al no vigilar, damos la oportunidad a las personas de ser auténticas. Somos libres y damos libertad al no ver permanentemente al otro; al darle la espalda y otorgarle la confianza de que no hable mal de nosotros, de que no nos traicione y, sobre todo, de que no nos vigile tampoco.
No ver crea el espacio genuino de la libertad donde podemos ser débiles sin temer la ingratitud. Nos arriesgamos a la vulnerabilidad, sí, pero esa misma vulnerabilidad otorga una libertad auténtica y bilateral.
Si yo vigilara a mis alumnos todo el tiempo, ellos nunca podrían respetarme; me tendrían miedo. No serían seres humanos, sino objetos observados. Diría Sartre en 𝙀𝙡 𝙨𝙚𝙧 𝙮 𝙡𝙖 𝙣𝙖𝙙𝙖: "La mirada del otro nos aliena, nos convierte en un 'ser-en-sí' (objetos) y no en 'seres-para-sí' (sujetos libres y conscientes de sí mismos)".
Conclusión 1: Lo más hermoso está oculto al ojo.
Conclusión 2: La vulnerabilidad es la primera condición para ejercer la libertad.
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Algo me está afectando desde hace ya unas semanas, es una sensación que no logro identificar, solo sé que no me deja tranquilo.
¿Ansiedad?, No lo creo, digo, no soy para nada un efecto detectando los sintomas pero entre mis 16 y 18 creo haber sufrido de eso, el corazón agitado, problemas para respirar, los mareos por tantos pensamientos juntos, yo siempre pensé que eso que sentí fue ansiedad, no volví a sentirme así hasta mis 20 años cuando supe que mi ex novia ya tenía una nueva pareja, no lo negaré, sí fui insistente para intentar regresar, sin embargo, a diferencia de otras tantas ocasiones con ella, aquella vez no logré nada, eventualmente dejé de insistir pero esa sensación me siguió por varios meses.
Aclaro que, tras ese fin definitivo con mi ex, no era solamente ansiedad lo que sentía, me atrevo a decir que pase por un periodo de depresión, recuerdo no haberme duchado en 1 mes entero, me quedaba derrotado en mi sillón mirando tv, sin trabajar, sin estudiar, siendo un parásito en mi hogar, no había día que no llorara, que no sufriera pensando en ella con su nueva pareja, quería escribirle, quería volver a insistirle, pero no, la batalla entre mi orgullo y mi humillación era ardua, pero al final, no volví a escribirle.
Hoy por hoy no me siento así, en ese tiempo me sentía tumbado, con una fuerte desgana para cualquier cosa, me daba asco mirarme, pensar en como se me persivía como persona - cómo un insecto-, en cambio, desde aproximadamente finales del 2021 la situación cambió, hoy en día me siento valioso, con conocimiento por encíma de la gran parte de persona en mi universidad, OJO, tengo razones, me he esforzado bastante, he estudiado mucho porque con el tiempo empecé a disfrutar del estudio, no me importaban las notas sino aprender (sin embargo, sin intentarlo quedé en 2do puesto de toda mi facultad el ciclo pasado), a su vez ya no me inquietaba en mis relaciones, he salido con muchas chicas, no me siento orgulloso de ello per se, de lo que me siento orgulloso es de mi capacidad actual para no verme afectado de sobremanera cuando las cosas no salen bien, no soy un robot ni pretendo serlo, claro que he tenido pequeñas tristezas, pero pasan sumamente rápido.
Volviendo al objeto de esta publicación... la sensación que tengo actualmente, haciendo un gran esfuerzo mental para describirla de alguna manera (aunque para nada exacto, vaya que hay límites en el lenguaje), teniendo en cuenta que, para los entendidos de la filosofía, esto bien podría considerarse un noúmeno, ya que sintiendolo, no lo conozco, dudo que el lenguaje que posee e inclusive el que existe me sirva para describirlo, es quizá un tema de mi subconsciente, ¿el pensar en sí? si me equivoco, discúlpeme maestro Kant...
De cualquier forma, atendiendo a la descrición que mencioné, tengo un vacío, sé que debo hacer cosas, las haré, las hago, digo... es mi obligación, aunque en el fondo me parezca absurdo, Wao!, escribiendo esto que lo estoy comprendiendo, sabía que debía escribirlo, me explico, he leído a Camus, dicho eso creo que empiezo a comprender a Meursault, ¿Entonces que queda? REBELARME.
Aunque no estoy listo para ello, mentiría si digo en este momento que puedo rebelarme contra el absurdo, después de todo, si bien me pasa seguido este pesar, no se siente en todo momento, más arriba en otra publicación, quizá cuente más cosas que giran por mi cabeza, quizá llegue a otras conclusiones, eso no lo sé pero, si no es así... Sr.absurdo, espero que llegue el momento en el que, como imagino a sísifo, pueda ser feliz con ello.
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El triste resultado ha sido que el modernismo no ha tenido ningún mensaje, ni para esta vida ni para la próxima. El que no tiene mensaje para la siguiente vida, no puede tener mensaje para esta vida, si no hay otra vida, no hay mensaje de nadie para nadie sobre nada; idealistas de todas las épocas han sentido la necesidad de un "Más Allá". Las "Ideas" de Platón, el "Noúmeno" de Kant y el "Absoluto" de Hegel son evidencia de los vanos esfuerzos de idealización realizados por el hombre aparte de Dios. Las utopías han sido abundantes. Pero ninguno ha ofrecido ninguna ayuda genuina. Todos ellos han buscado una cosa absoluta en lugar de una Persona absoluta. Ninguno ha estado dispuesto a admitir que el hombre ha traído el mal sobre sí mismo, así que, sólo el cristianismo ofrece alivio. La seguridad de la justicia futura permite que los pobres que están en Cristo permanezcan "puros de corazón", el alivio es suyo, un consuelo genuino, como el mundo no conoce ni puede entender. Queda un descanso para el pueblo de Dios. Cornelius Van Til. Los diez mandamientos.
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Creo que si no hay dolor, confusión o inteligibilidad en el medio, no lo disfruto.
Sé que la mayoría de las personas no están cómodas con esto, pero es que personalmente no encuentro otra manera de atravesar los procesos. Hay un poco (¿mucho? ¿todo?) de la inconformidad del artista en toda esta ruta nocturna.
Hay un eclipse sucediendo a la altura de tu ombligo sobre la calle llena de rocío y estrellas con nombres diferentes. Persiste el miedo de olvidarte cómo o cuánto brillaba la amenaza anterior. Hay algo cautivador en las voces que sólo vibran una vez, y es que no lo sabes. Ahí está la incertidumbre de lo mágico.
Cuando era chico se me venían olores de otros alborotos de la nada, algo funcionaba diferente y ese olor pasaba como diciendo hola/chau y nada más. Ya casi no me pasa.
Aunque ahora el trance es mediante sonidos. Ese saxofón suena como vos, baila como vos. Golpean botellas a lo lejos, se sientan las estrellas a ver cómo galopan sus mejores sueños, el 12/8 rima con nostalgia, la madrugada se siente oscura y absoluta, centrarse ya no es un juego que me salga bien.
En tal caso sé que algún día lo verás.
Quisiera mostrarle al mundo todo lo que aprendí. Hay un punto de no retorno donde hay que elegir entre eso o irnos sólo con nuestra sabiduría para unirnos con el todo.
Una vez me miraste tan pero tan fuerte que separaste mi carne de mis huesos, el noúmeno del concepto.
Puedo escuchar silbar a esos seres que me buscan, me observan tanto que duermo con las manos abiertas. Hay algo tan maravilloso en no entender nada de lo que decís, un balbuceo idiota de dimensiones astrales que me gusta tanto.
Estoy congelado y abatido por la respuesta que entrega la realidad sin siquiera preguntar si puede entrar o si estamos ocupados cambiándonos las pieles para el acto siguiente.
Sé que no me incumbe decirle al resto qué hacer. Pero ojalá pudieran ver y escuchar lo que veo y escucho antes del amanecer.
Es el sonido más pesado jamás captado por un alma que de limpia no tiene nada.
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«La ligera paloma, que siente la resistencia del aire que surca al volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho mejor aún en un espacio vacío. De esta misma forma abandonó Platón el mundo de los sentidos, por imponer límites tan estrechos al entendimiento. Platón se atrevió a ir más allá de ellos, volando en el espacio vacío de la razón pura por medio de las alas de las ideas. No se dio cuenta de que, con todos sus esfuerzos, no avanzaba nada, ya que no tenía punto de apoyo, por así decirlo, no tenía base donde sostenerse y donde aplicar sus fuerzas para hacer mover el entendimiento.»
Immanuel Kant: Crítica de la razón pura. Editorial Alfaguara, págs. 46-47. Madrid, 1998.
TGO
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#immanuel kant#kant#crítica de la razón pura#entendimiento#sentidos#espacio vacío#ideas#metafísica#fenómeno#noúmeno#conocimiento#teoría del conocimiento#platón#analogía de la paloma#teo gómez otero
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Lo interior sigue siendo un puro más allá para la conciencia, ya que ésta no se encuentra aún por sí misma en él; es vacío, pues es solamente la nada del fenómeno y, positivamente, es lo universal simple. Este modo de ser de lo interior asiente de un modo inmediato a quienes dicen que el interior de las cosas es incognoscible; pero el fundamento de esto debiera captarse de otro modo. De este algo interior tal y como es aquí de un modo inmediato no se da, evidentemente, conocimiento alguno, pero no porque la razón sea para ello demasiado corta de vista, limitada, o como quiera llamársela, acerca de lo cual aún no sabemos nada, por ahora, pues no hemos penetrado tan a fondo; sino por virtud de la simple naturaleza de la cosa misma, a saber: porque en lo vacío no se conoce nada o, expresando lo mismo del otro lado, porque se lo determina precisamente como el más allá de la conciencia
Hegel “La Fenomenología del Espíritu”
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LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA —¿Que es el fenómeno y que es el noúmeno? En "La crítica de la razón pura", Immanuel Kant nos habla de fenómenos, refiriéndose a la manera en que aparecen los objetos en la mente de un sujeto que conoce su mundo, cualquier fenómeno estará entregado a la mente por medio de los sentidos, la conformación de nuestra mente hace que sólo recibamos información del exterior mediado primero por los sentidos y después interpretado por nuestra propia mente. Por ésta razón no es posible ningún conocimiento realmente objetivo, pues siempre hay un sujeto que está interpretando los objetos de la realidad, se nos presenta en la parte conciente de nuestra mente los objetos y experiencias ya ordenadas para nuestro entendimiento del entorno. Los fenómenos aparecen como imágenes ya ordenadas en el espacio y en el tiempo para que puedan ser interpretadas y reconocidas como objetos en el mundo y percibimos únicamente lo que el sujeto interpreta como objeto, no conocemos el objeto en sí mismo, pues estamos sometidos a nuestros sentidos y a nuestra razón para interpretar los objetos. El objeto en sí, Kant lo llama Noúmeno, éste el origen de las representaciones de los objetos en nuestra mente, es el objeto aislado de un sujeto. Él hace una ilustración para explicarlo mejor, habla de una isla en medio del océano, la isla (en donde nos encontramos) es el mundo que conocemos y que puede ser conocido, "el mundo sensible". El mar es el noúmeno, la inmensidad inaccesible. ¿Hay otras islas más allá de toda esa agua? Es imposible saberlo sin ahogarnos. Luego pensamos, si existe un mundo sensible, debe existir un "mundo inteligible" (como decía Platón) ¿no es así? Pues para Kant esto no es posible. Es decir que, puesto que no podemos escapar de nuestra razón, somos totalmente dependientes de nuestra subjetividad, y algo que está fuera de nuestros límites no puede ser realmente conocido, en este caso, sí podemos pensar en el noúmeno, pero no conocerlo. El noúmeno es una consecuencia lógica, pues, si hay representaciones (fenómenos) debe haber algo que sea el origen de esas representaciones (noúmeno) ése es nuestro límite. Aquí encontramos que se puede entender el noúmeno desde una perspectiva negativa y otra positiva. La parte negativa es el noúmeno visto como un límite de nuestra capacidad de conocer la realidad, como el final del conocimiento que puede ser adquirido con las funciones de nuestra razón, siendo siempre un empirismo subjetivo. La parte positiva es que, algo que pueda tener una experiencia ilimitada y fuera de la subjetividad, que pudiera ver al mismo tiempo todas las representaciones, podría ver los objetos en sí mismos (noúmeno), esto sería como una especie de Dios que todo lo ve, pero no es nuestro caso, puesto que nosotros estamos sometidos a nuestros sentidos y de ellos tomamos información para interpretar el mundo, y nuestra razón tiene ese límite de no conocer los objetos en sí, su conocimiento es siempre puramente subjetivo. Éste descubrimiento fue muy importante para desarrollar el pensamiento Kantiano, y ha ejercido una enorme influencia en pensadores posteriores. Kant utiliza éstos conceptos para esclarecer los límites de la razón, y así poder establecer un conocimiento que pueda ser verdaderamente científico, evitando salirnos de los límites racionales y empíricos, y no inventar conceptos que jamás se van a comprobar o si quiera son posibles de alcanzar, como, por ejemplo: La eternidad, el alma y Dios.
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EL FILÓSOFO PERDIDO| PERACTORUM| NRO. 003
La pista
El genio no tiende a dar explicaciones, la verdad que habla su lengua se manifiesta en unísono, su criterio no es diverso, es simplemente: toma o deja.
Tengo una facilidad para darme cuenta del recorrido lógico de cada interpretación, lo que me dificulta el expresar la contradicción de aquella; si, es la facilidad de algo que dificulta hacer otra cosa, es el conocer ya algo que dificulta expresar eso mismo-, y mientras de mayor cantidad sea, más lo consume el gran mundo de lo implícito. La mayoría de los asuntos interpretables, los que están equivocados, están a su vez perdidos en el lugar donde se sostienen, y es por ver el lugar aquel donde se logra conocer la falsedad de algo, no así su desarrollo.
La alusión que hago a algo inmediatamente se empuja hacia el silencio, no me impulsa a construir su argumento. Las interpretaciones que fácilmente reconozco, de aquellas que pretenden llegar a la verdad, son como entrañas enredadas, con una lógica que se entiende sobretodo filosóficamente, por lo tanto, se desenredan solo con la concepción de objeto- sujeto, de origen, y de causa y efecto, ocultándose para no ser vistas por el análisis. No puedo anunciar el tropiezo o la equivocación con la que llega una interpretación, tendría pues, que hacer todo un esfuerzo para explicar su armado esquemático, y que está asentado por afirmar ciertas filosofías. Pues hay siempre algo en lo que se basa la interpretación, sosteniendo una línea lógica, mientras más complicada mejor para prevenir contradicciones (como si la contradicción consistiría en desatar nudos y no así en negar una afirmación), todo esto orquesta un esfuerzo exhaustivo, como es en realidad desentrañar o desatar grandes problemas. Ahora bien, al constar de un esfuerzo cuantitativo y al tener un propósito para explicar la validación de lo interpretado, es que no puedo ser enemigo de la mentira, me condeno a rechazar desmentir lo que es falso, como a ahorrarme la explicación junto a ese consumidor esfuerzo de expresar; que, si bien es posible y puede beneficiar a uno, carece de total sentido.
Mozart, si, quien más podría ser
Quien recibe la verdad
Algo que no entra
Como la noche en el día
No puede llamarse verdad.
Algo que entra
como la noche en las estrellas
No puede llamarse verdad.
La verdad está inexistente
Esperando a su mundo
Esperando al genio.
La verdad no está inerte
Esperando circular
Esperando al mediocre consolar.
Quien recibe la verdad
Es un pasaje de gordos noúmenos,
Un altanero saciado de
reflexión, virtuosidad y pasión
Que hace esperar y entrar a la verdad
Como la noche al día.
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Sólo un símbolo; una flor que un día arranqué; o que arrancó conmigo indiferente de la lluvia que le dio cabida; o un viaje que se comenzó a sí mismo, que no reparó, que no construyó; una lápida que anunció una futura muerte prematura; o un suspiro que se enfrió demasiado rápido, cual cuerpo celeste.
Una extrañeza del espacio-tiempo; o el noúmeno que es comienzo y fin, cual serpiente devorando su cola; una época in-determinada, fenomenal espanto del espíritu corroído por la lluvia.
Una superficie lisa sobre la cual escribir limpiamente; ¿limpiamente?; el terror de lo que no alcanza a comprenderse humano; una sabiduría palpitante, itinerante, relativa, volátil, derivada insípida.
Sólo un símbolo; una flor arrancada; el comienzo del fin de una vida; o la infinita misericordia que, por infinita, inhumana; aquello que desprende el espíritu; aquello que es cuerpo, aquello que es por eso alma, arma, refugio, suspiro, bao agitado ante el peso de la luz de la Luna; debilidad encarnada.
Aquel verdugo que, como lenguas de fuego, nos posee; aquellas criaturas benditas; ese remanso marchito; las primeras notas del preludio del vacío; una historia que no termina de terminar.
Sólo un símbolo; flor que entrega vida, por comprender su significado; entregar vida en la muerte; entregar fuerzas para la vida; entregar el profundo sentido que el mismo caos necesita; sentido del cual depende, mas no conoce; condición humana más profunda; condición humana... sólo un símbolo.
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Noúmeno
No sé qué diluyo en mi sangre, ya. Para temblar.
Cuantas naves náufragas, descompuestas, perdidas, en las cuales quise morir y se mezclaron, serenas, desilusionando finales que pude llegar a creer definitivos.
Muertes inmediatas que me salvaban de mis ojos, por fin, de mis labios, por fin, de mi nada insalvable, fracturada en cien caminos borrados; en barrancos oníricos que predije hace años.
Mi corazón seco me sorprende, a veces, cuando me acerco a él. Blanco, quebradizo, ocupante ilegítimo de un pecho que, tal vez, fue mío.
Una gran sombra gris me evita el roce, habita en mis huellas; no sé de dónde vino pero es la única que me acompaña siempre, me cuida, me protege del miedo de acariciarme por error y me desmiente si TOCO.
Un eco fértil resuella desde mi centro, un eco de lo que me anega, supliéndome, desde que no volví de aquel húmedo azul, de aquella niña rubia y sola; aquella litófaga; sonrisa que se perdió en la isla; aquella arqueóloga de madrigueras; aquel ímpetu que me produce ocasos.
Y la tristeza que queda, y la tristeza. Mi nombre, tristeza. El tiempo.
Los pies que nunca fueron míos. Por eso no aprendí a caminar. Como la risa.
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No dualidad
Para poder contemplar la verdad que es uno ha de estudiar la experiencia mediante el uso de la razón para distinguir los objetos causales de la experiencia y escudriñar por él mismo la verdad que compone dicha realidad.
¿Qué objetos son esos que causan la experiencia?
En primer lugar, aclarar que se trata de un único objeto, es el sujeto empírico, el que experimenta. A este sujeto se le adjudica el poder de conocer la realidad, que primeramente se entiende como existente, como real. Lo que no se sabe es que más adelante hay una segunda capa para descubrir la esencia de la realidad, una segunda etapa de retorno a lo que éramos antes de nacer, que fue lo que se denomina noúmeno, aunque no es un objeto, simplemente es que nada existe.
Desde luego uno ha de entender que se identifica con el nombre que le han puesto, la cosa: >> tu nombre <<
Pero esa identificación tiene un precedente que es el componente empírico, la primera causa de la ignorancia. Esa debe de ser la aprensión o la identificación, sin lugar a dudas, lo que causa el existir falaz o aparente. (debiera ser, muy seguro)
Entonces viene la infancia del bebé, se le pone un nombre, que aún no sabe ni de lo que significa ni de lo que implica. Pero con el tiempo empieza a entender que ese nombre se dirige hacia él, lo que causa la primera ignorancia.
Esta primera ignorancia de la que os hablo no es más que la causa del aparente existir del mundo experiencial de cada sujeto, es la falsa noción de que uno existe, y esto es lo primero que uno debe borrarse de la cabeza, que uno no existe. Y para ello basta con mirar un poco en el corazón, a sabiendas de las teorías empíricas que vienen dadas por la filosofía; como, por ejemplo, la de los vedas.
Y es así como entonces uno logra a entender que el sujeto empírico realmente no tiene existencia, y que por lo tanto, al no ser existente, se pierde uno en ese no existir y se libra uno mismo de la ignorancia.
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