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Io sono un uomo antico, che ha letto i classici, che ha raccolto l’uva nella vigna, che ha contemplato il sorgere o il calare del sole sui campi, tra i vecchi, fedeli nitriti, tra i santi belati; che è poi vissuto in piccole città dalla stupenda forma impressa dalle età artigianali, in cui anche un casolare o un muricciolo sono opere d’arte, e bastano un fiumicello o una collina per dividere due stili e creare due mondi. Non so quindi cosa farmene di un mondo unificato dal neocapitalismo, ossia da un internazionalismo creato, con la violenza, dalla necessità della produzione e del consumo.
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«L'uomo e il denaro non hanno più bisogno l'uno dell'altro. Il denaro si produce da solo. E l'uomo verrà speso o sarà investito come lo è stato il denaro in passato. Il rischio allora era di perdere tutto il denaro. Adesso il rischio è di mettere in pericolo moltissima gente. Mi guarda con aria significativa.
- Ha capito?
- Si... No, temo di no.
- È cosi che pensano all'ONU. E pensano lo stesso nella "haute finance". Nel neocapitalismo. Da qualche parte è stato deciso: niente più sviluppo economico, basta con lo sviluppo industriale. E nemmeno più democrazia. Non serve più, a loro: oggi, moltiplicano il denaro attraverso il denaro, senza bisogno di produrre nulla. Cosi, i corpi umani diventano low cost staff. Disposable commodities. In certe zone del mondo vale già pochissimo, la materia prima umana."
-Hitmen
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La repressione contro gli studenti: un'ossessione neoliberista
La repressione contro gli studenti: un'ossessione neoliberista
a cura della Redazione 6 Maggio 2024 La repressione spietata degli studenti nelle università che osano protestare contro il massacro a Gaza, è frutto della società auspicata dal neocapitalismo: un insieme di individui poco inclini se non inadatti alla socialità e ai compromessi che richiede, e pertanto incapaci di coalizzarsi, organizzarsi e tanto meno lottare. Ossessione neoliberista:…
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La Izquierda fucsia. O de la metamorfosis kafkiana
Diego Fusaro
Lilies that fester, smell far worse than weeds (“Los lirios que se pudren, huelen peor que las malas hierbas”) [1] . Estos versos, extraídos de los Sonetos de William Shakespeare, podrían considerarse, con toda razón, como la descripción más realista del destino que despiadadamente ha envuelto a la Izquierda en el cuadrante occidental del mundo tras la caída del Muro de Berlín.
Para evocar una ulterior figura literaria, los neoizquierdistas han experimentado una Verwandlung, una «metamorfosis» similar a aquella descrita por Kafka. Una metamorfosis que les ha hecho precipitarse en el abismo en el que se encuentran desde 1989 y, en mayor medida aún, desde la llegada del nuevo Milenio. La situación puede parecer por momentos tragicómica, si se considera que actualmente las consignas del Capital y la desiderata de las clases dominantes (menos Estado y más mercado, menos vínculos y más fluidez, menos pertenencia comunitaria y más liberalización individualista) encuentran en los programas y en el léxico de la Neoizquierda arcoíris una puntual respuesta, una defensa enérgica y una celebración ininterrumpida. Sin hipérboles, el orden de los dominantes, en el marco de la globalización capitalista, presenta en la Neoizquierda descafeinada una apología y una santificación no menos radicales que las que halla en la Derecha, sede tradicional de la reproducción cultural y política del nexo de fuerza hegemónico.
La regresión y la barbarie, que no han dejado de acompañar al Capital, ya no se ven contestadas por la Izquierda apelando al deseo de mayores libertades y de futuros ennoblecedores; au contraire, son obstinadamente defendidas y presentadas por la propia Izquierda como la quintaesencia del movimiento de ese progreso de claritate in claritatem que –para decirlo con Marx– no ha dejado de asemejarse a “aquel horrendo ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo del sacrificado» [2]. No más “socialismo o barbarie”, sino “capitalismo o barbarie”; éste parece ser el nuevo y magnético mot d´ordre de una Izquierda que, al negarse a sí misma y a su propia historia, se ha convertido en la guardiana más fiel del poder neoliberal.
Llamamos New left -expresamente en el “inglés de los mercados” que le es tan grato- a la Nueva Izquierda posmoderna y neoliberal, enemiga de Marx, de Gramsci y de las clases trabajadoras y, al mismo tiempo, amiga del Capital, de la plutocracia neoliberal y del Nuevo Orden global turbocapitalista. Utilizamos esta terminología para distinguir cuidadosamente a la neo-izquierda fucsia de la vetero-izquierda roja que, con diversas gradaciones y con intensidades diferenciadas (del reformismo al maximalismo revolucionario, del socialismo al comunismo), intentó de distintas formas, en el Ochocientos y después durante el «siglo breve«, “asaltar los cielos”, alterar el equilibrio de poder, realizar el «sueño de una cosa» y poner en práctica la «simplicidad difícil de alcanzar«.
Cuanto más noble parece la vetero-izquierda tradicional, socialista y comunista, con sus éxitos y sus conquistas, pero también con sus fracasos y sus derrotas, tanto más suscita el efecto desagradable de los «lirios podridos» de los que escribiera Shakespeare, la New left fucsia reducida al status de guardia de la jaula de hierro del Capital (con el politeísmo de los valores de consumo incorporado); una guardia sui generis sin embargo, que, para preservar su propia identidad -en realidad perdida hace largo tiempo- y el antiguo consenso de fuerza del lado de los derechos y de los débiles, y para poder así conducir a las masas hacia la silente aceptación del poder del neocapitalismo, debe permanentemente resucitar de nuevo a enemigos definitivamente extintos (el eterno fascismo) o inventar nuevas luchas laterales (las microluchas identitarias por el género y por la green economy), que le permitan aparentar formar parte de la ofensiva contra los males de un existente al que inconfesablemente ha jurado lealtad.
En esto está el elemento verdaderamente trash de la hodierna Izquierda neoliberal. In specie, el elemento más trash de la New left arcoíris posmoderna reside en considerarse a sí misma, con una necesaria falsa conciencia, como el frente avanzado del desarrollo y el progreso universales, sin darse cuenta de que el desarrollo y el progreso que promueve coinciden con los del Capital y sus clases; desarrollo y progreso que, en consecuencia, van acompañados de la desemancipación, el empobrecimiento y la regresión para las clases nacional-populares, o sea aquellas que la izquierda neoliberal «antipopulista» considera ahora abiertamente sus principales enemigas. Y que la vetero-izquierda roja asumía como su propio sujeto social y político de referencia, en el afán de provocar la emancipación de la prosa de la alienación capitalista. No hay duda: para la New left liberal-progresista el principal enemigo no es la Globalización capitalista, sino todo aquello que aún no se ha doblegado a ella y todavía la resiste.
El antifascismo en ausencia de fascismo y las microluchas identitarias por los derechos arcoíris o, en todo caso, por cuestiones sideralmente distantes de la contradicción capitalista, permiten a la New left obtener una triple ventaja: a) tener una coartada para justificar su ahora integral adhesión al programa de la posmoderna civilización neoliberal; b) mantener una propia identidad y un propio consenso, mediante la ficción de la lucha contra enemigos muertos y enterrados (el fascismo) o contra instancias que, en cualquier caso, no ponen en cuestión la reproducción global de la sociedad tecnocapitalista; c) conducir a las masas de militantes -a quienes, a menudo, sería apropiado llamar «militontos«- directos hacia la adhesión a la anarquía eficiente del neocanibalismo liberal, presentado precisamente como progresista y “de izquierdas”.
El consenso inercial del que aún se beneficia la Neoizquierda fucsia, gracias a un glorioso pasado en el bando del trabajo y la emancipación, sirve de esta forma para aprovecharse y así legitimar aquello que la vetero-izquierda roja había combatido. En sufragio de la tesis que evidencia este proceso de metamorfosis, que comenzó con el Sesentayocho y se manifestó en su forma más radical después del annus horribilis de 1989, baste recordar que, desde los años Noventa del «siglo breve«, todo éxito de la Izquierda en Occidente tiende a coincidir con una estrepitosa derrota de las clases trabajadoras.
En nombre del Progreso la Izquierda, con mayor diligencia incluso que la Derecha, se ha hecho promotora de la liberalización consumista y de la privatización, de la precarización del trabajo y de la exportación imperialista de los Derechos Humanos; es decir, ha llevado a cabo, con método científico y con rigor admirable, el tableau de bord del bloque oligárquico neoliberal. Y lo ha hecho apoyando siempre -y ennobleciendo como Progreso– la extensión de la despiadada lógica mercadista a cada esfera del mundo de la vida, a cada rincón del planeta, a cada grieta de la conciencia, deslegitimando simétricamente (como » «regresión«, «fascismo«, «totalitarismo«, «populismo» y «soberanismo«) todo aquello que todavía pudiera contribuir, en palabras de Walter Benjamin, a tirar del freno de emergencia, a detener el «vuelo loco» hacia la nada de la barbarie y el nihilismo.
En el léxico político posmoderno de la New left de las tonalidades arcoíris no hay ni rastro de los derechos de los trabajadores, del pueblo y de los oprimidos: au contraire, «populismo» es la etiqueta despectiva, cada vez más en boga, que –como maestros de la neolengua patentada por Orwell [3]- deslegitima a priori cualquier reivindicación nacional-popular de las clases trabajadoras y del pueblo sufriente, cualquier desviación del «Progreso«, id est del programa de desarrollo de la civilización neoliberal. No hay duda al respecto: le discours du capitaliste, como lo calificaba Lacan, y la «nueva razón del mundo» neoliberal [4] han saturado también el imaginario de una Izquierda ahora filoatlantista y mercadista, que ha transitado cínica y desenvueltamente desde la lucha contra el Capital hasta la lucha por el Capital.
Tal integración al globalcapitalismo rara vez es admitida de manera abierta como lo que realmente es: un alineamiento consciente con el mundo en oposición al cual se había legitimado la política de la Izquierda socialista y comunista durante buena parte del siglo XX. De modo diametralmente opuesto, la New left casi siempre se justifica recurriendo a la hipócrita fórmula liberadora y desresponsabilizante del «no hay alternativa» o a su variante -en la que se basa la nueva teología económica– según la cual «es lo que exige el mercado«. No pocas veces esto se encomia en la Izquierda como adhesión al ritmo del progreso, omitiendo indicar que el progreso en curso coincide con el del Capital y su marcha triunfal de autoafirmación.
Esta obscena adhesión apologética a la prosa cosificadora de la capitalista inégalité parmi les hommes y a su vertiginoso incremento, viene pretextada en el cuadrante izquierdo recurriendo al teorema de la identificación del status quo, intrínsecamente no democrático, con la «democracia” perfectamente completa que debe ser protegida de peligrosas tentativas de «subversión fascista«, que a su vez se hacen coincidir ideológicamente con cualquier pretensión de poner en marcha el éxodo de la jaula de hierro neoliberal.
La retórica anti-totalitaria, como han mostrado Losurdo [5] y Preve [6], juega un papel decisivo en la consolidación del consenso hacia la civilización neoliberal: permite glorificar el modo de producción capitalista como el reino de la libertad, liquidando como «totalitario» al comunismo histórico novecentesco y, en perspectiva, a todo movimiento que pueda proponer rutas alternativas de emancipación respecto del propio capitalismo. Por un lado, el único totalitarismo hoy realmente existente -el de la sociedad totalmente administrada del tecnocapital- se venera como open society de la libertad perfectamente implementada; y, por otro, la idea de socialismo es condenada inapelablemente, induciendo a la adaptación, eufórica o resignada, a la «jaula de hierro» neoliberal.
La asunción del paradigma anti-totalitario contribuyó decisivamente a la metamorfosis de la New left en fuerza liberal-atlantista de complemento de la relación de poder hegemónica. No hay que olvidar que ya en mayo de 1989, esto es, pocos meses antes de la caída del Muro, Achille Occhetto y Giorgio Napolitano -figuras de primera línea del Partido Comunista Italiano- estaban en Washington (era, además, la primera vez en la historia que se concedía “visa” a un Secretario del PCI). Occhetto había encaminado al PCI hacia la metamorfosis kafkiana («svolta della Bolognina«) en New left, o sea en partido radical de masas. Por su parte, Napolitano ocuparía sucesivamente por dos veces el cargo de Presidente de la República (de 2006 a 2015), sin oponerse ni a la intervención imperialista en Libia (2011) ni al advenimiento del «Gobierno técnico» ultraliberal de Mario Monti (2011).
En esta misma estela metamórfica, bajo el signo de la retórica anti-totalitaria, se debe leer la declaración del Secretario del Partido de la Refundación Comunista, Paolo Ferrero, en el periódico «Liberazione» el 9 de noviembre de 2009, en relación al «juicio político sobre la caída del Muro de Berlín”: “ha sido un hecho positivo y necesario, que se debe festejar”. Las de Ferrero podrían haber sido las mismas palabras pronunciadas por cualquier político de firme fe liberal-atlantista.
La metamorfosis kafkiana de la New left aparece tanto más nítidamente si se considera que, por su parte, el comunismo era la promesa más seductora de una felicidad distinta a la disponible, pero también la crítica más glacial de la civilización de la forma mercancía: era, al menos en teoría, la mayor tentativa jamás hecha en la historia de los oprimidos por romper las cadenas, sin tener nada que perder y sólo un mundo que ganar.
También por este motivo la Izquierda posmarxista y neoliberal aparece entre las realidades menos nobles que existen bajo el cielo: ha determinado operativamente o, en todo caso, ha favorecido dócilmente el silencio del «sueño de una cosa«, su tétrica conversión en el «sueño de las cosas» y en la reconciliación con el mundo de la explotación y la desigualdad, de la cosificación y la alienación.
Variando la conocida fórmula empleada por Benedetto Croce en relación al cristianismo [7], hubo un tiempo en el que no era posible no declararse “de izquierdas”, de igual modo que ahora, por las mismas razones, resulta imposible denominarse “de izquierdas”. Intentar reformar o refundar la Izquierda es una operación intrínsecamente imposible e inútilmente energívora, ya que -como intentaremos demostrar- su paradigma está contaminado desde el principio por esa contradicción, que estalla completamente en dos fases: la primera con el Sesentayocho, y la segunda con el 1989. Desde Marx, desde Gramsci y desde el anticapitalismo se podría recomenzar el camino en busca de la comunidad emancipada, bajo la bandera de las relaciones democráticas entre individuos igualmente libres. Pero para hacerlo será necesario, al mismo tiempo, decir adiós al paradigma de la Izquierda, animado como está -nos lo han enseñado los estudios de Boltanski y Chiapello, los de Michéa y Preve– por una adhesión irreflexiva al mito del Progreso y a la errónea creencia de que la aprobación del mundo burgués y su cultura produce por sí misma la emancipación. Habrá que «desconectar» el paradigma de Marx de la Izquierda y sus aporías internas, para volver a partir del propio Marx y aventurarse hacia un nuevo -y aún por imaginar- comunitarismo anticapitalista, más allá de las columnas de Hércules de la Derecha y la Izquierda.
Por tanto, consideramos inútil y además contraproducente obstinarse en «aullar con los lobos«, para retomar la feliz fórmula que Hegel utilizó en Frankfurt para explicar cómo no era posible reformar nada en los francforteses [8]. Vivimos en el tiempo de la “Izquierda imposible”. Si, como le gustaba afirmar a Preve, “el mensaje es inadmisible cuando el destinatario es irreformable”, es preciso ir más allá, sin preocuparse del coro virtuoso de los lobos ululantes. Estos últimos, sumidos en la agorafobia intelectual, se opondrán a toda innovación teórica y a toda posible producción teórico-práctica de nuevos paradigmas con capacidad –por retomar la explosiva hendíadis puesta en cuestión por Marx– de criticar teoréticamente y cambiar prácticamente el orden de las cosas.
La Neoizquierda glamour, de hecho, parece definitivamente atrincherada en su propio paradigma. Y, a merced de su agorafobia intelectual permanente, no está dispuesta a exponerse a un diálogo sobre temas y problemas relativos a ella y a su propia visión: su indisponibilidad para una discusión racional y problematizadora hace que cualquiera que se atreva a criticarla sea, por eso mismo, condenado al ostracismo como un enemigo a expulsar y como un infiltrado fascista que -nuevo hereje- intenta penetrar en la ciudadela «pura» para corromperla.
Incluso en esto la New left desempeña una función apologética no despreciable respecto a la globocracia neoliberal: más específicamente, una función apotropaica.
De hecho, a remolque de su pasado, la Izquierda sigue presentándose traicioneramente como el bando de la emancipación, justo ahora cuando sólo defiende las razones del bloque oligárquico neoliberal: y por esta vía, con su pretensión de estar monopolísticamente del lado de la la defensa de los dominados (que en realidad contribuye diariamente a desemancipar), contribuye a deslegitimar cualquier intento de criticar y superar el capitalismo, tildándolo inmediatamente como «no de izquierdas» y, por tanto, reaccionario por definición.
En resumen, la paradoja reside en el hecho de que si la Derecha encarna plenamente el paradigma de quienes, de diversas maneras, se sienten cómodos con el status quo, la New left pretende representar en exclusiva toda posible instancia crítica, en el acto mismo con el que –no menos que la Derecha– es orgánica al orden de los mercados. Y con ello garantiza de la mejor forma posible su función de gatekeeping.
[1] William Shakespeare. “Sonetos”. Ed. Acantilado, 2013
[2] Karl Marx.” Futuros resultados de la dominación británica en la India”, 1853 http://www.marxist,org/espanol/m-e/1850s/1853-india.htm
[3] George Orwell. “1984”. Ed. Signet Classic, 1961
[4] Pierre Dardot y Christian Laval. “La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal”. Ed. Gedisa, 2015
[5] Domenico Losurdo. “La izquierda ausente. Crisis, sociedad del espectáculo, guerra”. Ediciones de Intervención Cultural, 2015
[6] Costanzo Preve. “Destra e Sinistra. La natura inservibile di due categorie tradizionali”. Ed. Petite Plaisance, 2021
[7] Benedetto Croce. “Perché non possiamo non dirci <cristiani>”. Ed. Laterza, 1959
[8] Georg Wilhelm Friedrich Hegel. ”Enciclopedia delle scienze filosofiche in compendio”. Ed. Laterza, 1963
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3 "Eliminar el estigma de la homosexualidad" (ya salió) "Se trata del derecho de la mujer a elegir". (otra vez) "Es muy gratificante que los liberales sigan manteniendo en alto la bandera liberal en este tema." Neocapitalismo, puro y duro "La autodeterminación de las mujeres
3 "Eliminar el estigma de la homosexualidad" (ya salió) "Se trata del derecho de la mujer a elegir". (otra vez) "Es muy gratificante que los liberales sigan manteniendo en alto la bandera liberal en este tema." Neocapitalismo, puro y duro "La autodeterminación de las mujeres
— Teresa Domínguez 🦋 #RESISTERS (@letra_escarlata) Apr 17, 2023
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Modena: Respinto l’odg per dedicare un bene pubblico al rivoluzionario africano Thomas Sankara
Modena: Respinto l’odg per dedicare un bene pubblico al rivoluzionario africano Thomas Sankara. Il Consiglio ha respinto l’odg di De Maio (Modena Sociale) che chiedeva di dedicare un bene pubblico al militare rivoluzionario africano Thomas Sankara. Per la maggioranza del Consiglio comunale non deve essere intitolato uno spazio o un bene pubblico a un rivoluzionario e icona marxista del panafricanismo e presidente del Burkina Faso dal 1983 al 1987, anno del suo assassinio: è stato un militare dalla personalità divisiva, non apprezzata da tutti, e soprattutto simbolo di una storia geopolitica controversa che non appartiene al territorio modenese. Con queste motivazioni il Consiglio comunale di Modena non ha approvato l’ordine del giorno proposto nella seduta di giovedì 23 marzo da Beatrice De Maio (Modena Sociale) che chiedeva, appunto, di dedicare un luogo della città al cosiddetto “Che Guevara africano”, che ancora oggi, a distanza di 36 anni dalla morte, “resta una figura carismatica ed esempio di riscatto e libertà per molti giovani di quel continente”. L’ordine del giorno è stato bocciato con il voto contrario del Partito democratico; a favore invece, oltre a Modena Sociale, Gruppo indipendente per Modena, Alternativa Popolare, Movimento 5 stelle e Fratelli d’Italia, mentre si sono astenuti Lega Modena, Forza Italia e Sinistra per Modena. “Quella dell’Africa è una storia estremamente complessa, di cui Sankara è stato certamente protagonista, portando avanti anche delle battaglie giuste”. È quanto condiviso in aula dai gruppi contrari alla mozione, puntualizzando però che “su questa tipologia di toponomastica l’Amministrazione ha fatto una scelta ben precisa: i nomi da custodire nella memoria cittadina devono essere collegati a Modena”. In particolare, per Federica di Padova e Antonio Carpentieri (Pd) “la questione non è giudicare storicamente la vicenda di Sankara: il punto oggettivo è che la mozione chiede di prendere posizione su un militare andato al potere con un colpo di Stato, in una terra lontana migliaia di chilometri da Modena”. Intervenendo in qualità di presidente della Commissione toponomastica del Comune di Modena, l’assessore Andrea Bosi ha puntualizzato inoltre che “esiste un regolamento, votato dal Consiglio comunale, nel quale si stabilisce che per proporre un’intitolazione basta raccogliere 50 firme: poi è la commissione competente che decide”. Considerato alfiere della decolonizzazione e tra i massimi esponenti del panafricanismo (movimento che ambisce a realizzare l’unità politica e culturale dell’Africa), l’ordine del giorno puntava a riabilitare “dal dimenticatoio della storia” la figura di Sankara, sottolineando la portata storica e culturale delle sue battaglie. Sostenitore della democratizzazione delle relazioni internazionali e oppositore al concetto di “grandi potenze”, Sankara – specifica il documento – divenne celebre soprattutto per la sua radicale denuncia, in qualità di presidente del Burkina Faso, dei crimini dell’imperialismo, del colonialismo e del neocolonialismo. De Maio ne ha ricordato, a proposito, l’iconico discorso pronunciato al vertice dell’Organizzazione dell’unità africana (Oua) di Addis Abeba, in Etiopia, in cui annunciava la volontà di non ripagare il debito estero contratto con le potenze occidentali, invitando gli altri governi africani a fare altrettanto. Fu probabilmente questo intervento, ha puntualizzato la consigliera, a determinare il suo assassinio meno di tre mesi dopo, in un colpo di Stato organizzato dell’ex collaboratore Blaise Compaoré, con l’appoggio di Francia, Stati Uniti d’Ameria e militari liberiani. L’ordine del giorno, dunque, attraverso la richiesta di dedicargli uno spazio o un bene pubblico della città di Modena, evidenziava “la grande attualità” di Sankara e delle sue critiche, soprattutto quelle rivolte al neocapitalismo occidentale che "a fronte di una raggiunta indipendenza formale dei Paesi africani, non smette ancora oggi di esercitare forme di assoggettamento, non solo economico". Del politico rivoluzionario, De Maio ha infatti ricordato anche la "strenua difesa" dell’indipendenza intellettuale e linguistica delle numerose etnie africane, contro l’avanzare dell’omologazione culturale operata dai Paesi occidentali. Nel dibattito è intervenuta anche Elisa Rossini (FdI) affermando che “la posizione del Pd mostra l’imbarazzo di prendere certe decisioni, come quella di riconoscere Sankara oppositore del colonialismo francese”. ... #notizie #news #breakingnews #cronaca #politica #eventi #sport #moda Read the full article
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“Il capitalismo è oggi il protagonista di una grande rivoluzione interna: esso sta evolvendosi, rivoluzionariamente, in neocapitalismo. […] Davanti a questo neocapitalismo rivoluzionario, progressista e unificatore si prova un inaudito sentimento (senza precedenti) di unità del mondo. Perché tutto questo? Perché il neocapitalismo coincide insieme con la completa industrializzazione del mondo e con l’applicazione tecnologica della scienza. Tutto ciò è un prodotto della storia umana: di tutti gli uomini, non di questo o quel popolo. E infatti i nazionalismi tendono, in un prossimo futuro, a essere livellati da questo neocapitalismo naturalmente internazionale. Sicché l’unità del mondo (ora appena intuibile) sarà un’unità effettiva di cultura, di forme sociali, di beni e di consumi.
Io spero naturalmente che, nella competizione che ho detto, non vinca il neocapitalismo: ma vincano i poveri. Perché io sono un uomo antico, che ha letto i classici, che ha raccolto l’uva nella vigna, che ha contemplato il sorgere e il calare del sole sui campi, tra i vecchi, fedeli nitriti, tra i santi belati; che è poi vissuto in piccole città dalla stupenda forma impressa dalle età artigianali, in cui anche un casolare o un muricciolo sono opere d’arte, e bastano un fiumicello o una collina per dividere due stili e creare due mondi. (Non so quindi cosa farmene di un mondo unificato dal neocapitalismo, ossia da un internazionalismo creato, con la violenza, dalla necessità della produzione e del consumo)”.
Pier Paolo Pasolini, La voce di Pasolini. I testi, Matteo Cerami e Mario Sesti. Feltrinelli Real Cinema, 2006.
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(...) nuestra actividad entera pone a trabajar capitales diferentes que nos hacen ostentar un puesto determinado en la sociedad. Y dicha actividad resulta útil en la medida en que aumenta un capital determinado. Si leo determinados libros o veo determinadas películas puedo aumentar el capital cultural. Si las comparto, el capital social. Tejer amistades, embarcarse en proyectos, realizar estudios, ir a conciertos, exposiciones, amar, frecuentar determinados espacios, atesorar experiencias intensas o, incluso, hacer deporte tienen sentido en tanto incrementan nuestros capitales humanos. Parece que hemos puesto a trabajar nuestra vida para aumentar nuestra productividad capitalista convirtiéndonos en productores y consumidores que viven al compás de los mercados. Que somos emprendedores de nosotros mismos. Pero ni siquiera esto sirve y, en ciertas ocasiones, vuelve a aparecer la sensación de no ser lo suficientemente útiles, productivos, la certeza muda de que falta algo, de que siempre faltará algo. Esta falta, traducción psicológica de una cuestión material, apunta a la imposibilidad de entender totalmente la vida como trabajo, a la profunda irreductibilidad entre ambas, a la tenue rebelión de la vida que se niega a ser trabajo. Como si la duda de ser realmente útiles encerrase otra, más radical: ¿es este capital humano que cuidamos lo que hace que la vida merezca la pena?
Via
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Capisci di essere diventato uno stronzo senza vita, col fetido culo ormai appaltato al neocapitalismo, quando i momenti come questo te li senti un obbligo, e non ce la fai a smettere di controllare mail e messaggini sul telefono.
Morto che cammina, Irvine Welsh
#citazione#irvine welsh#libro#morto che cammina#neocapitalismo#capitalismo#tecnologia#telefono#alienazione#nostalgia#mark renton
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La Filosofía como praxis para repensar lo humano.
La Filosofía como praxis para repensar lo humano.
FUENTE DE LA IMAGEN: https://revista.reflexionesmarginales.com/paradojas-de-la-biopolitica/ Si en un exceso de osadía, intentáramos identificar cuáles son los problemas a los que la Filosofía se enfrenta en la actualidad podríamos mencionar los siguientes: ¿Cómo opera y que efectos tiene la denominada IV Revolución industrial en las sociedades contemporáneas?¿Cómo reconstruir la legitimidad de…
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Chi ten 'e sord capisce
- Mami
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“Il capitalismo è oggi il protagonista di una grande rivoluzione interna: esso sta evolvendosi, rivoluzionariamente, in neocapitalismo.
Davanti a questo neocapitalismo rivoluzionario, progressista e unificatore si prova un inaudito sentimento (senza precedenti) di unità del mondo.
Perché tutto questo? Perché il neocapitalismo coincide insieme con la completa industrializzazione del mondo e con l’applicazione tecnologica della scienza. Tutto ciò è un prodotto della storia umana: di tutti gli uomini, non di questo o quel popolo.
E infatti i nazionalismi tendono, in un prossimo futuro, a essere livellati da questo neocapitalismo naturalmente internazionale.
Sicché l’unità del mondo (ora appena intuibile) sarà un’unità effettiva di cultura, di forme sociali, di beni e di consumi.
Io spero naturalmente che, nella competizione che ho detto, non vinca il neocapitalismo: ma vincano i poveri. Perché io sono un uomo antico, che ha letto i classici, che ha raccolto l’uva nella vigna, che ha contemplato il sorgere e il calare del sole sui campi, tra i vecchi, fedeli nitriti, tra i santi belati; che è poi vissuto in piccole città dalla stupenda orma impressa dalle età artigianali, in cui anche un casolare o un muricciolo sono opere d’arte, e bastano un fiumicello o una collina per dividere due stili e creare due mondi.
Non so quindi cosa farmene di un mondo unificato dal neocapitalismo, ossia da un internazionalismo creato, con la violenza, dalla necessità della produzione e del consumo“
Pier Paolo #Pasolini
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Negli Stati Uniti la deriva politica verso destra continua. È uno slittamento iniziato quarant’anni fa e che non si è mai fermato; anche le vittorie democratiche di Clinton, Obama e Biden sono state effimere, un po’ perché parziali (il congresso e la netta maggioranza degli stati sono restati in mano ai repubblicani, la corte suprema è sotto il loro totale controllo) e soprattutto perché ottenute al prezzo di decise sterzate a destra. Giustamente Robert Reich, uno dei più lucidi politologi ed economisti americani, ha notato che se oggi viene considerato di estrema sinistra dipende dal fatto di essere restato sulle posizioni molto moderate che aveva negli anni settanta. Tutto il mondo è andato nella stessa direzione, a cominciare dall'Italia. Purtroppo non perché la destra sia conservatrice, come continua a essere definita da giornalisti mediocri e corrotti e dagli intellettuali più codardi della Storia. Al contrario, non vuole conservare assolutamente nulla e la ragione per cui vince è che ha fatto del consumismo irresponsabile e “libero”, ossia senza limiti, la sua bandiera.
Era inevitabile che la gente, in mancanza di ideali, fede, cultura e radici, si adagiasse nel più becero individualismo e nella ricerca del piacere immediato, in gran parte realizzato trasformando i prodotti e le esperienze imposte dalla pubblicità in bisogni, e poi soddisfacendoli comprando compulsivamente. Ora, dopo decenni di edonismo e di abitudine allo spreco (sono la stessa cosa), è difficile tornare indietro e rinunciare ai viaggi facili, per turismo e per “lavoro”, alle tecnologie di moda, alla fiera delle vanità che è diventato il Natale, all’automobile personale (figli diciottenni inclusi), al bagno privato (un appartamento che ne abbia uno solo è da poveracci), all’aria condizionata centralizzata e al riscaldamento a pavimento. Quelli che fino a mezzo secolo fa erano dei privilegi e dei lussi sono diventati dei diritti e l’indisponibilità a fare sacrifici e a comportarsi in modo disciplinato e rigoroso sono probabilmente le caratteristiche salienti della nostra epoca.
Vi pare una conquista? Immagino allora che non vi siate insospettiti neanche un po’ per l’improvvisa scomparsa del servizio militare, in quasi tutto l’occidente e in perfetta coincidenza con il trionfo del neocapitalismo selvaggio. Ho detestato la leva e non mi ha insegnato nulla: eccetto una cosa, per il solo fatto che fosse obbligatoria: e cioè che si hanno anche dei doveri sociali sgraditi in quanto limitano pesantemente e arbitrariamente la nostra libertà individuale, e tuttavia vanno accettati lo stesso. Identica cosa per la morale e per le buone maniere, importanti inibitori delle tensioni sociali e soprattutto necessari dispositivi disciplinanti e autodisciplinanti.
La tattica del liberismo è quella della terra bruciata: in poco tempo ha distrutto legami sociali, norme morali e tradizioni culturali vecchie di secoli. Arduo ripristinarle: ci vorrebbero secoli e, figuriamoci, la gente si è assuefatta all’obsolescenza programmata e se una cosa non si rompe da sola la butta via lo stesso: la pazienza e la fortezza sono diventate parole e virtù desuete se non incomprensibili. Questo ha fatto la destra, questa nuova destra libertaria e liberista: ha sdoganato l’egoismo e ha incoraggiato la superficialità. Grazie all’aiuto di una “new left” (da dire in inglese perché ispirata da inglesi e americani) avventurista e incompetente: le spallate decisive alle vecchie strutture conservatrici e moralistiche, di destra e di sinistra, le hanno date i sessantottini, gli hippie, i radicali, i liberal, i terzomondisti, i woke; ma ad approfittarne sono stati i ricchi, le loro multinazionali, i loro media, le loro celebrity.
Il problema è che dall’individualismo non si esce; neppure quando ci si renda conto che ci sta portando alla catastrofe. Persino Dio, quando si accorse che l’umanità era diventata malvagia, non ci provò neppure a redimerla e preferì annientarla con il Diluvio. E allora? Un nuovo Diluvio sta per arrivare e la destra continua a vincere perché si limita a negarlo, e in tanti (anche a sinistra) preferiscono le illusioni alla responsabilità: per cui il Covid è una montatura, il cambiamento climatico un complotto, Greta Thunberg e il papa due esaltati, gli scienziati dei servi delle banche; è così più facile mettere la testa nella sabbia o ancor meglio nello smartphone e continuare a vivere come prima, senza rinunce, senza disciplina, appiattiti sul presente.
Non mi consola la possibilità che anche questa volta possano salvarsi un Noè e la sua arca, neppure se riuscissi a salirci anch’io. Non mi interessa sopravvivere al mio mondo e al mio passato, come invece vogliono fare i ricchi solipsisti americani che si costruiscono bunker in Nuova Zelanda o finanziano l’esplorazione di Marte. Preferirei che ci salvassimo in molti, in particolare le persone di buona volontà e capaci di memoria storica, che malgrado tutto sono ancora la maggioranza. Però devono scuotersi. Beata la terra che non ha bisogno di eroi, dice il Galileo di Brecht. Non sono d’accordo: penso che l’impegno, il coraggio e l’abnegazione siano valori fisiologici, necessari anche in tempi propizi per non abbassare la guardia, come è accaduto dagli anni ottanta in poi. In ogni caso oggi non possiamo permetterci di farne a meno: o emergono molti eroi, capaci di riconoscersi e di organizzarsi e disposti a lottare e sacrificarsi, oppure siamo tutti perduti, i vigliacchi e gli indifferenti inclusi.
- Francesco Erspamer
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¿Para esto que ha quedado el comunismo? ¿Para travestir al neocapitalismo? Camaradas, se os olvida que las mujeres no estamos para cumplir los deseos de nadie, y menos para vender ni "regalar" los hijos que parimos, que desde que nacen son objeto de #DDHH https://t.co/2wI21z18tU
¿Para esto que ha quedado el comunismo? ¿Para travestir al neocapitalismo? Camaradas, se os olvida que las mujeres no estamos para cumplir los deseos de nadie, y menos para vender ni "regalar" los hijos que parimos, que desde que nacen son objeto de #DDHH https://t.co/2wI21z18tU
— Teresa Domínguez 🦋 #RESISTERS (@letra_escarlata) Apr 15, 2023
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"Io sono un uomo antico, che ha letto i classici, che ha raccolto l'uva nella vigna, che ha contemplato il sorgere o il calare del sole sui campi, tra i vecchi, fedeli nitriti, tra i santi belati; che è poi vissuto in piccole città dalla stupenda forma impressa dalle età artigianali, in cui anche un casolare o un muricciolo sono opere d'arte, e bastano un fiumicello o una collina per dividere due stili e creare due mondi. Non so quindi cosa farmene di un mondo unificato dal neocapitalismo, ossia da un internazionalismo creato, con la violenza, dalla necessità della produzione e del consumo"
P. P. Pasolini
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