François Duprat, un itinerario de pasajes
Por Nicolas Lebourg
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Primera publicación: Nicolas Lebourg, «François Duprat, un itinéraire de passages», en Olivier Dard ed, Doctrinaires, vulgarisateurs et passeurs des droites radicales au XXe siècle (Europe-Amériques) IDREA I, Berna, Peter Lang, 2012, pp. 129-142.
El activista neofascista francés François Duprat (1940-1978) fue un hombre de pasajes. Se hizo militante en 1958 y buscó constantemente modernizar su campo político para que dejara de ser un movimiento marginal. Es por ello que nunca cesó de buscar métodos, hacer propaganda y tomar ideas de todas las corrientes políticas que conocía o de inspirarse en diferentes espacios y tiempos. Él mismo participó en diversos foros políticos con la intención de asegurando la comunicación entre todos ellos. Modernizó el «nacionalismo de los nacionalistas» de Francia a través de la inspiración del nacional-bolchevismo alemán y el fascismo a través de su historiografía y la actualidad del nacionalismo del Tercer Mundo. Ciertamente, sugirió que los extremistas de derecha debían inspirarse tanto en los trotskistas frankistas como en los lambertistas, pero también relativizó la cuestión del vínculo y los préstamos entre los diferentes extremos, ya que estos préstamos parecen ser más utilitarios que una especie «de herradura», como podría haberlo conceptualizado Armin Mohler. François Duprat incorporó los elementos peyorativos de los movimientos antiinmigración de Inglaterra y Suiza a la política francesa. Propuso un plan terrorista inspirado en Chile e Italia, etcétera. Él mismo participó tanto en los círculos anticomunistas internacionales como en la financiación clandestina de la izquierda francesa. Fue acogido en los salones del Hôtel Matignon al mismo tiempo que era el estratega de la subversión de la extrema derecha francesa.
En resumen, toda su carrera fue la de un hombre en medio de una encrucijada, una esclusa entre mundos que no siempre habrían podido encontrarse sin él. Su trayectoria se vio truncada por un atentado con coche bomba, método bastante insólito en la vida política francesa. Al margen del carácter novelesco y embrollado de su personaje, su método contribuyó poderosamente a la apertura de la extrema derecha y a su adaptación a la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Podríamos hablar de tres “pasajes” que marcaron su vida: 1. entre corrientes de extrema derecha, reutilización de una corriente en la otra; 2. entre la «oscilación ideológica» (1); 3. entre el mundo de la subversión y el del Estado, donde el fustigaba al «sistema», a pesar de su dialéctica revolucionaria. Encontramos aquí una tensión que se inscribe claramente en la cuestión de los años de plomo, de la que él es efectivamente una de sus principales figuras.
Paso a la extrema derecha
Duprat se volvió un activista de la extrema derecha durante la escuela. Se unió al movimiento Jeune Nation, que pronto fue disuelto por el gobierno tras el 13 de mayo de 1958. Fue miembro de su reconstitución, la Fédération des étudiants nationalistes (FEN), inmersa en el activismo de la Argelia francesa. Rechazando las inclinaciones antiactivistas y racialistas de Dominique Venner y Alain de Benoist, fue uno de los miembros de la escisión de la FEN que dio lugar al movimiento Occidente (1964-1968). Aunque el grupo era un torbellino de energía activista, Duprat quiso dotarlo de una mínima estructura ideológica, de la que carecía. Se creó una dirección colegiada, que era un lugar colectivo pero funcional, en el que Duprat se convirtió en el responsable de la propaganda. Junto a Pierre Barroux, el tesorero, se hizo cargo de Occident-Université, de la que Gérard Longuet ya no quería ocuparse. Duprat se convirtió en redactor jefe en abril de 1966. Escribió sobre política internacional, historia de los movimientos fascistas y del izquierdismo. Escribió junto a Pierre Barroux un análisis de la obra de Herbert Marcuse, razón por la cual este último se unió a la extrema izquierda después de mayo de 1968 (2).
Lo que impulsaba a los militantes de Occidente era un anticomunismo furibundo y bullicioso, expresado sobre todo en una búsqueda incesante del enfrentamiento físico. En marzo de 1966 publicó un folleto inspirado en la dictadura indonesia: «Matad comunistas dondequiera que los encontréis». Pero el objetivo de Duprat era sobre todo imponer un marco ideológico antisemita, su gran obsesión, que no compartían todos los militantes del grupo. En este movimiento ideológicamente atónico, su trabajo consistía en vincular el antisemitismo populista, el antisemitismo conspirativo y la negación del Holocausto. Para ello se inspiró en fuentes internacionales, reseñando ya desde 1962 escritos ingleses de negación del Holocausto en la prensa nacionalista (3). Se trataba de una modalidad militante que hace parte del «método Duprat», el cual consiste en inspirarse en el tiempo y en el espacio en movimientos que se considera que forman una única familia política, el fascismo, integrada en el espectro político de la extrema derecha. Duprat sostiene que, considerando lo que debería ser el neofascismo, «el nacionalismo revolucionario representa un valor universal que cada pueblo descubre a su manera, al tiempo que se vincula a un frente común» (4).
Los múltiples espacios y tiempos del mundo se convierten en fuentes de inspiración, en modelos menos estigmatizados que los regímenes fascistas establecidos, en demostraciones de que pertenecemos a una corriente política dinámica que no ha desaparecido. Esto se debe probablemente a la influencia del publicista alemán Moeller van den Bruck, por supuesto, pero aún más a la del francés Maurice Bardèche, mentor ideológico de Duprat (5). Esta perspectiva, que se refiere a un «tipo ideal» de fascismo, un «fascismo genérico», se ha hecho común a todos los neofascistas y no podemos sino constatar la concomitancia de este fenómeno con la publicación de tesis sociológicas e históricas anglosajonas destinadas a comparar y agrupar los fenómenos fascistas y populistas. Se trata de un concepto importante, porque la historia sirve lógicamente para definir la utopía. Duprat, en nombre de la Ordre nouveau, principal movimiento neofascista en Francia (1969-1973, unas 2.500 personas militaban en él), expone así su visión de la reorganización del mundo: «La revolución nacionalista en Francia» debería conducir a la unidad de Europa, culminando en «Occidente, unido en un nuevo imperio» y luego en una «revolución mundial tendente a la creación de un Nuevo Orden Mundial». Evidentemente, no se trata aquí de atentar contra las estructuras nacionales, aparte de la supresión de las barreras aduaneras entre los países unidos. De hecho, Duprat retoma implícitamente el concepto, que ha estudiado históricamente, de «fascismo vertical» o «co-nacionalismo» definido por el húngaro Ferenc Szálazi en 1933 (6).
El paso de un espacio-tiempo a otro conduce a un programa y a una utopía que permiten demostrar que los nacionalistas no son mitómanos, sino que saben adónde ir y cómo ir, incluso en un ámbito tan serio como el de la organización geopolítica del mundo y, sobre todo, esto les permite decirlo. De hecho, la inspiración esencial de Duprat procede ante todo del nacionalismo revolucionario alemán y más concretamente del nacionalbolchevismo. Duprat no fue el primero en Francia en hacerlo, este puesto lo ocupa Yves Bataille tras su exclusión de Ordre nouveau (ON) en 1972; Bataille fundó la Organisation lutte du peuple (OLP), que se inspiraba en Lotta di Popolo y en el nacionalismo-revolucionario alemán descubierto a través del libro de Jean-Pierre Faye Les Langages totalitaires. Bataille reusó sus eslóganes adaptados al contexto francés contemporáneo. En la época del ON Duprat se contentaba sobre todo con imponer la expresión «nacionalismo-revolucionario». Sin embargo, cuando se convirtió en el número dos del Frente Nacional utilizó este recurso léxico-ideológico para unir a los elementos nacionalistas dispersos en los márgenes del Frente en su grupo de base Groupes nationalistes-révolutionnaires (GNR) (fundado en 1976).
Para lograrlo, adoptó la línea discursiva del fascismo de izquierdas con tintes antiimperialistas y anticolonialistas. Citas de Lenin y llamativas fórmulas anticapitalistas se sucedían en su prensa. Pero se trata de una reutilización destinada a la unificación política. No se trata, pues, de trasvases de la izquierda a la derecha, como podría parecer a primera vista, sino de trasvases de la extrema derecha radical alemana del periodo de entreguerras a la extrema derecha radical francesa de los primeros tiempos de la desindustrialización. Su nacionalismo revolucionario es una modernización léxica del nacionalismo radical clásico, de una «derecha revolucionaria» como se conoce en Francia desde finales del siglo XIX. Lo que pretende el líder del GNR es la liquidación del liberalismo político, tal y como se conoce desde la Ilustración, en favor de una visión de la fusión orgánica de la comunidad del pueblo y el Estado. Es un punto de vista que justifica su autodescripción como fascista, pero que pertenece a la rama «derechista» del fascismo, preocupada por su revancha contra la Revolución Francesa, y no a la tradición de Georges Valois o Marcel Déat a la que parece tan apegado si nos atenemos a las formas. Sus palabras no son tanto ideas como marcadores. Para Duprat ideología y propaganda son dos elementos entrelazados. En Ordre nouveau, por ejemplo, frenó constantemente la propaganda antiinmigración, temiendo que reavivara las tendencias proisraelíes de la extrema derecha.
En 1970 observó que en Suiza la inmigración había provocado una explosión de xenofobia, a pesar de la oposición a ella expresada por los partidos políticos parlamentarios, las iglesias y los sindicatos. Del mismo modo, en Gran Bretaña, la campaña racista antiinmigración de Enoch Powell, unida al antiizquierdismo, fue instructiva. El líder de la tendencia ultra del Partido Conservador británico fue capaz de ganarse a una parte del electorado laborista y fue muy bien recibido por el proletariado. La campaña de Powell, que exigía la repatriación de los inmigrantes so pena de desencadenar una guerra racial, contuvo primero el voto de la extrema derecha y luego, al popularizar los temas racistas entre las clases trabajadoras, permitió al Frente Nacional Británico (BNF) irrumpir de forma definitiva en la escena política (7). Duprat anotó varias lecciones de esto para aplicarlas a la acción política en Francia. Impuso un eslogan a Jean-Marie Le Pen, que no le gustaba («un millón de parados es un millón de inmigrantes más») para las elecciones legislativas de 1978. Su defensa de sustituir el anticomunismo por un eslogan antiinmigración de connotación social se hizo apostando por una popularización de la derecha, lo que conduciría a la legitimación de la extrema derecha. Siempre interesado en lo llamativo François Duprat tomó prestado de todo el mundo para intentar reconstruir su familia política. Incluso, si es necesario, de sus enemigos.
Oscilaciones
François Duprat siempre había dicho a sus compañeros de militancia que procedía del trotskismo. Incluso afirmó haber estado a punto de volver a él y haber estado tentado de reincorporarse a las filas lambertistas tras ser expulsado de Occidente en 1967. En una larga entrevista concedida poco antes de su asesinato, declaró que había militado durante cuatro años en la Union de la gauche socialiste (UGS) y que después se había unido a Jeune Nation en 1958 (8). Estos dos datos se repiten en casi todas las referencias a Duprat. En varias ocasiones ha sido utilizado como una forma de demostrar la unión de los extremos. En lo que respecta al trotskismo, miente igualmente y nunca ha sido miembro de una organización de extrema izquierda, ni siquiera un simpatizante (9).
Hay que señalar que esto se refiere a aventuras familiares y no políticas. Uno de los fundadores de la UGS fue Claude Bourdet, el hombre que dirigía la red de resistencia a la que pertenecía Joseph Duprat, el padre de François Duprat (10); las tendencias trotskistas son las de Pierre-Claude Duprat, su hermano mayor. Este peso familiar también lastra algunos de los modelos que podrían realizarse sobre él. En el coloquio sobre la subversión organizado en Metz por Olivier Dard y François Cochet, dije que la estructura celular de los Groupes nationalistes-révolutionnaires de base se inspiraba en el modelo que los nacionalistas-revolucionarios de la Organisation Lutte du Peuple habían tomado prestado de sus contactos alemanes (11). Ahora bien, conociendo desde entonces – gracias a los archivos – el pasado de pertenecer a la Resistencia del padre de François Duprat, el cual siempre había ocultado, sólo puedo constatar que Joseph Duprat era miembro del Noyautage des administrations publiques (NAP), estructura de inteligencia para la que Claude Bourdet había recibido de hecho de Jean Moulin la misión de configurarla en forma de “red compartimentada” de células muy diferentes del “movimiento” de la Resistencia (12). Por supuesto, es imposible decir si el hijo reutiliza la historia del padre, sobre todo porque esta forma de combate también se encuentra entre los partidarios de la Argelia francesa, entre los que se encontraba François Duprat (13). Hay una especie de impresión de ida y vuelta, pero forma parte de la interminable reutilización metodológica de la subversión, la contrasubversión y la antisubversión. En efecto, si bien no podemos sino rechazar la idea de una simple transmisión lineal, no existe una simple disimulación o un supuesto doble discurso.
Aunque Duprat mienta sobre su filiación trotskista, no por ello deja de estar verdaderamente familiarizado con el medio en lo que se refiere a su práctica y su ideología. En cuanto al método, cuando Duprat reflexiona largamente sobre uno de los fracasos más amargos de la extrema derecha, su incapacidad para plantear reivindicaciones sociales, se inspira, por una parte, en los métodos de los frankistas (estrategia de los sectores periféricos) y, por otra, insiste en inspirarse fuertemente en los métodos de los lambertistas. La forma de concebir la penetración en el mundo sindical existente, de llevar a cabo el trabajo de entrada y de facción y, a continuación, de construir un sindicato propio sobre sus cimientos, se basa objetivamente en la metodología lambertista. No se trata de un injerto ideológico, sino de una aclimatación en la derecha de métodos nacidos en la izquierda, del mismo modo que el partido leninista siempre fascinó a los fascistas. Pero Duprat también recurrió a los ataques de la extrema izquierda contra los fascistas como un medio de intentar producir nuevas tácticas. Le obsesionaba la idea de utilizar a la pequeña burguesía anticomunista en beneficio de la vanguardia neofascista; se lamentaba de no disponer de los medios para ser, en la terminología del análisis marxista, “las bandas armadas del Capital”, porque eso simplificaría la financiación de su partido... Esta idea es claramente influido por los esquemas históricos inspirados por León Trotsky, que explican el ascenso al poder del fascismo por el declive de una pequeña burguesía hostil al comunismo: aquí Duprat reutiliza directamente tanto la práctica militante trotskista como la disciplina histórica marxista como medio de estrategia fáctica (14). Él mismo establece la conexión y plantea varias preguntas cuando le dice a un periodista: “Sigo muy influido por mis primeros tiempos en la extrema izquierda. Nunca he negado ciertos análisis marxistas del capitalismo y de la historia. Por eso comparo nuestra lucha por la liberación nacional y social del país con la del Partido Comunista Alemán durante su giro ‘nacional’ de 1931. El maoísmo en sí no me asusta” (15).
Hay mucho de esto en Duprat, incluido cierto dandismo intelectual, y, sobre todo, mucho de su tiempo. Diga lo que diga, Duprat no tiene una visión marxista del capitalismo y de la historia. Ya que siempre concibe la historia y la lucha política como un enfrentamiento de vanguardias que pugnan por hacerse con el poder. Se podría decir que sigue la teoría de las “minorías activas” conocida desde Auguste Blanqui. Además, apenas veía al maoísmo como una de las tendencias del comunismo y lo consideraba más bien como una forma de fascismo. Más que al leninismo, lo vinculaba al nazismo. Una ideología racial sustentada sobre el imperialismo de un Estado de acero del que dependían las masas campesinas y que usaba la violencia y la represión homicida contra los liberales dentro del aparato: Duprat compara sistemáticamente la China de Mao con el Tercer Reich. En otras palabras, su maoísmo no es el de la izquierda proletaria, sino que está en línea con las publicaciones del académico estadounidense James Gregor, que vinculaba el fascismo y el maoísmo.
La referencia de Duprat al comunismo alemán de entreguerras no es en absoluto un rasgo original de su pasado pseudoizquierdista, sino un claro indicio de su capacidad para trasladar fórmulas de un espacio a otro. En efecto, la declaración de “liberación nacional y social” del Partido Comunista de Alemania en 1931 y su llamamiento al campesinado habían atraído hacia él a numerosos militantes nacionalsocialistas que juzgaban al partido nazi demasiado burgués y conservador, y que el año anterior habían seguido a Otto Strasser, uno de los principales dirigentes del partido nazi, en su disidencia “socialista”. Después de 1968, estas referencias volvieron a ponerse de moda en la República Federal de Alemania por parte de la extrema derecha radical y los nacionalistas-revolucionarios para poder reformular su discurso lejos de la sombra acusadora del Tercer Reich. Fueron sobre todo los corresponsales y activistas de la OLP de Bataille quienes volvieron a poner de moda estas referencias, junto con una frase de Lenin: “Haz de la causa del pueblo la causa de la nación y la causa de la nación será la causa del pueblo”, que era muy común en el movimiento nacional-bolchevique bajo la República de Weimar (16) ...
Duprat popularizó estos redescubrimientos en Francia. Utilizó la cita de Lenin como lema del semanario Cahiers européens que dirigía cuando era el número dos del FN. En pocos años, estas referencias se convirtieron en un marcador indispensable de la postura nacionalista-revolucionaria del “NR” hasta el punto de que se puede considerar que es el NR quien inventó la frase “visto desde la derecha”. Se trata mucho más de un corpus lexico-ideológico y de una estética que de una transferencia de elementos programáticos o incluso de una visión del mundo. Y, sobre todo, se trata de transferencias dentro de la extrema derecha radical europea y no entre ámbitos políticos divergentes. Por supuesto, podría argumentarse que una de las pocas fórmulas doctrinales permanentes de Duprat es que la revolución debe conducir a un Estado “de todo el pueblo”. La expresión se encuentra en la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) bajo Brezhnev, entre los revolucionarios nacionalistas del Tercer Mundo o Bakunin (17) … Pero menos que una conjunción, se trata de la dinámica común de totalidad que acompaña la historia del Estado-nación, siendo el totalitarismo su sustrato ideológico en medio de toda una exacerbación utópica del deseo de representación de la sociedad por el Estado. Sin embargo, al igual que Franco Freda, existe un elemento en el que Duprat se acerca bastante a la ultra y extrema izquierda: el antisionismo radical.
En 1967, para refutar los argumentos prosionistas de la extrema derecha, Duprat recurrió a un campo propagandístico que, en el contexto de la Guerra Fría, había sido desarrollado por la URSS y luego retomado y desarrollado por los nacionalistas árabes y los comunistas europeos, ortodoxos o no: “la entidad sionista” era equiparada al Tercer Reich, al imperialismo, al racismo y al belicismo. La denuncia del “nazismo” sionista por Duprat estaba en consonancia con su negación del Holocausto: el único genocidio real era el cometido por los nazis israelíes contra el pueblo palestino. El lenguaje común era así transformado por un nuevo contenido ideológico; pero François Duprat supo colarse entre los intersticios y logró combinar el antisionismo radical con las formulaciones antiimperialistas utilizadas antaño por los revolucionarios-conservadores alemanes (18). Con ello creo un mito movilizador total en el que el enemigo sionista imponía su dominación mundial a través de las finanzas, el bolchevismo y la “mentira de la Shoah”. Por otra parte, los nacionalistas-revolucionarios comparten los mismos problemas que los nacionalistas árabes: la vanguardia de un pueblo ocupado por los sionistas. En el marco de esta lucha antisionista se le atribuye a Duprat numerosos contactos con personalidades del nacionalismo árabe, muchas de las cuales son materia de leyenda; pero es cierto que fue visitante habitual por el director adjunto de la Liga Árabe en París entre 1967 y 1972 (19). Sin embargo, en el contexto de la Guerra Fría, sus oscilaciones en la forma también sirven a un propósito contrasubversivo.
Subversión y contrasubversión
Los elementos se interpenetran. La concepción internacionalista del fascismo de Duprat le llevó a defender a todos los nacionalistas del Tercer Mundo, lo que puede llevar a confundirlo, a veces deliberadamente, con la extrema izquierda. Pero también puede corresponderse con las relaciones con el mundo de los Estados. Durante la guerra de Biafra, por ejemplo, Duprat hizo suya la causa del régimen nigeriano. Pero le pagaba la embajada. Su trabajo no se limitó a la elaboración de un folleto de propaganda, también fue utilizado para distribuir fondos nigerianos entre los diputados gaullistas, con el fin de mostrar dónde estaban los amigos de Francia. Es cierto que Duprat no era un desconocido para la Françafrique. Había visitado Nigeria en varias ocasiones y vivió en el Congo (20). También sabía que el dinero fluía de un lado a otro. Durante un tiempo, trabajó para el Redressement économique. Esta agencia, fundada por antiguos colaboradores, principalmente miembros del gabinete de Jean Bichelonne bajo Vichy, se encargaba de financiar la vida política francesa mediante, entre otras cosas, consultorías en África. Redressement économique financió principalmente a la izquierda no comunista y, en cierta medida, a la extrema derecha. Su director, el antiguo empleado Etienne Michel, ayudó a organizar la campaña presidencial de François Mitterrand en 1974. En el manuscrito de L'Argent et la politique, en el que trabajó en 1978, Duprat considera que el lobby de Michel es mucho más influyente que el lobby de Georges Albertini.
También menciona el hecho de que, ante la dificultad de conseguir que el FN fuera financiado por los empresarios, fue el Partido Socialista el que le echó una mano (21). Los socios de Duprat eran mucho menos sectarios de lo que podrían sugerir sus escritos y declaraciones. A principios de 1973 fue recibido por los lideres gaullistas en el Hôtel Matignon para vender los servicios de Ordre nouveau y del FN en contra de los candidatos liberales en beneficio de los neogaullistas (22). Hay que decir que estaba estructuralmente ligado a estos equilibrios (más allá de su carácter, que se prestaba a ello). Detenido como miembro de la clandestina Jeune Nation, Duprat se vio obligado a convertirse en confidente de la Policía Judicial. A continuación, se convirtió en informante del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje (SDECE), precursor de la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE), y de los Renseignements généraux (RG). Los amigos de la familia Duprat eran los hermanos Doustin. Tras ejercer como alto funcionario en las colonias africanas en los años 50, Daniel Doustin se convirtió en director de la Direction de la Surveillance du Territoire (DST; contraespionaje) de 1961 a 1964. Doustin estaba al frente de una estructura secreta de coordinación de la lucha contra la subversión: la Oficina de Enlace, que el Ministro del Interior Raymond Marcellin reactivaría más tarde contra los izquierdistas. Duprat se situó así en una zona gris, alquilando a veces a Ordre nouveau al Estado para ganar dinero. Conocía a Gabriel Jeantet, que pertenecia a los Bichelonne y Jeantet, quienes estaban en su mejor momento con el gabinete Marcellin: Duprat puso a su servicio a Ordre Nouveau (23). François Duprat jugaba así entre dos bandos y desaprobaba la radicalización de la violencia por parte de la Ordre nouveau a través de su Groupe d'intervention nationaliste, por considerarla demasiado peligrosa y antipolítica (24). Sin embargo, no dejaba de sostener la idea de que la violencia pudiera engendrar un nuevo orden.
En 1976 publicó Année zéro. Tanto el título como la maquetación de la revista fueron tomados de Anno Zero, el boletín informativo del grupo terrorista italiano Ordine Nero, editado por uno de los fundadores de Ordine Nuovo, Clemente Graziani. Este antiguo contacto italiano de la Organización Armada Secreta (OAS) estaba muy implicado en la oleada terrorista de ese entonces, por lo que se refugió en España. Desde allí estaba en estrecho contacto con François Duprat. Así que no es sorprendente encontrar a Duprat defendiendo una estrategia a la italiana mezclada con ejemplos de Chile. Teorizó una estrategia de tensión en caso de la victoria de la izquierda en las elecciones legislativas de 1978. Se trataba de organizar un grupo de combate aplicando una estrategia de tensión, lo que conduciría a un paso a la lucha armada de los izquierdistas que desembocaría en una intervención del ejército apoyada por el aparato ideológico de los partidos de extrema derecha (25). No había pues ninguna incoherencia ideológica en el hecho de que, al mismo tiempo, Duprat construyera sus grupos de base nacionalistas-revolucionarios sobre este programa y fuera el número dos del Frente Nacional. Sobre todo, porque volvía a desplegar las lecciones de la Alemania de entreguerras en el contexto del largo 1968: “Tenemos que ser capaces de combinar una organización de combate con una organización de formación y supervisión. Sin las SA [Secciones de Asalto], el NSDAP [Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán] nunca habría podido tomar el poder, pero sin la Politische Organisation las SA no habrían tenido más éxito que los Corps Francs de Kapp y Luttwitz durante el putsch de 1920... Suponiendo que el movimiento nacionalista-revolucionario disponga de las fuerzas necesarias para una lucha violenta y sostenida, si estas fuerzas están disciplinadas y organizadas, puede ganarse a las masas de derechas, que siempre buscan una fuerza capaz de tranquilizarlas. [...] Una Revolución sólo podrá llevarse a cabo si muchos conservadores pacíficos dejan de sentirse tentados por la perpetuación del orden reinante” (26).
Este plan sigue siendo teórico, ya que Duprat consideraba a la extrema derecha francesa demasiado inmadura, declarando a un periodista: “Dame una extrema derecha inteligente y te daré un terrorismo inteligente” (27). Pero también es notable que cuando Duprat escribió Année zéro esperaba que el “legado de Lambert” engrosara las arcas de la extrema derecha y que el plan terrorista que describió se pareciera en muchos aspectos al que atribuye en Argent et politique a una conspiración patronal francesa, apoyada por milicias de extrema derecha, para llevar a cabo un golpe de fuerza en caso de una victoria de la izquierda en 1978. Es una situación que resume la extrema derecha de nuestro tiempo y más allá. Incluso cuando trabaja, innova y reflexiona sobre su práctica a menudo es incapaz de actuar debido a su dificultad para hacer coincidir su pensamiento y su práctica. Insensatamente, opta más por la táctica que por la estrategia. Incluso cuando habla de revolución, su heteronomía hace que sólo pueda acabar sirviendo de tropa de matones reaccionarios. Duprat pagó estos defectos con su vida.
Conclusión
Más allá de la persona de François Duprat la valoración de su papel de animador es también la de crear métodos para la resurrección y la acción de la extrema derecha. La plasticidad que se encuentra en el centro de la extrema derecha radical le permite agregar e hibridar elementos. Puede así renovarse trasladando temas, principios y eslóganes de un espacio a otro. No es necesario buscar una coherencia absoluta, una doctrina descrita tras una etiqueta ideológica. Los traslados entre espacios, tiempos y campos persiguen el mismo fin: romper las barreras sociales, escapar del purgatorio democrático. Como escribió Duprat: “La acción política es el intento implacable de ocupar el mayor terreno posible. El resto es literatura. Y mala” (28).
Además, bajo la vigilancia del Estado y con sus grupos disueltos periódicamente, la extrema derecha ha vivido en un constante estado de heteronomía. El trabajo de su barquero consistía en abrir una vía que permitiera a su cosmovisión perdurar y remodelarse en los términos de su tiempo. Duprat hizo precisamente eso. La plasticidad, que podía ser una debilidad a la hora de abordar las clases, se ha convertido ahora en un motor de adhesión, permitiendo una segmentación del discurso acorde con la actual estructuración sociológica de la población francesa. En otras palabras, el paciente trabajo de redefinición de la extrema derecha, mediante la búsqueda de formas adecuadas a la lucha política de posguerra, ha contribuido a establecer la dinámica electoral que se ha activado posteriormente.
Notas:
1. Como dice Jean-Pierre Faye: “una zona específica de la topografía estará vinculada a una función singular: la de romper los lenguajes ideológicos e introducir en ellos lo que se ha llamado Verschänkheit (Thomas Mann), entrelazamiento; o Schwanken, oscilación, alternancia. Esta zona del entrecruzamiento ideológico es el sindicalismo-revolucionario en el ejemplo italiano; es el nacional-bolchevismo en la topografía alemana” (Jean-Pierre FAYE, Langages totalitaires, Paris, Hermann, 1972, p. 7). Duprat aconsejó a los jóvenes activistas que leyeran este libro.
2. Dirección Central de Inteligencia, «Le Mouvement Occident», Bulletin mensuel confidentiel Documentation-Orientation, n° 142, septiembre de 1968, p. 3, Archives nationales F7/15585; Reseña general de la prefectura de policía, nota sobre Pierre Barroux, 9 juillet 1969, Archivos de la prefectura de policía GA04; François DUPRAT, Les Mouvements d’extrême droite en France de 1944 à 1971, Paris, L’Homme libre, 1998 (1972), p. 132.
3. Jean-Yves CAMUS, René MONZAT, Les Droites nationales et radicales en France, Lyon, Presses universitaires de Lyon, 1992, p. 80.
4. François DUPRAT, Le Manifeste nationaliste-révolutionnaire, Dossiers Nationalistes, supplément n° 2 aux Cahiers européens-Notre Europe, novembre 1976, p. 1. 5 Bardèche ve el fascismo como algo eterno, que se extiende desde Esparta hasta el Egipto de Nasser, pasando por Alemania e Italia, y hacia un futuro indefinido: “el propio término fascismo se hundirá sin duda, porque está demasiado cargado de calumnias, porque se pierde en un mar de tinieblas rodeado de brumas malignas. ¿Qué importa la palabra? El orden espartano, el hombre según Esparta, es el único escudo que nos quedará, como todos sabemos, cuando la sombra de la muerte se alce sobre Occidente. [...] Bajo otro nombre, otro rostro, y sin duda sin nada que sea una proyección del pasado – el rostro de un niño que no reconoceremos, la cabeza de una joven medusa – renacerá el orden de Esparta: y, paradójicamente, será sin duda el último baluarte de la libertad y de la buena vida”, Maurice BARDÈCHE, Qu’est ce que le fascisme?, Sassetot-le-Mauconduit, Pythéas, 1995 (1961), p. 188.
6. François DUPRAT, «Naissance et développement du fascisme hongrois», en La Revue d’histoire du fascisme, septiembre-octubre 1972, p. 185; idem, «Un programme de politique étrangère: nationalisme et Occident», en Ordre nouveau, supplément à Pour un Ordre nouveau, junio de 1972, pp. 226-261.
7. François DUPRAT, Michel FACI, La Montée du nationalisme en Grande-Bretagne, supplément à La Revue d’histoire du fascisme, junio-julio de 1977; François DUPRAT, «Le Fascisme dans le monde», número especial, Défense de l’Occident, octubre-noviembre de 1970, pp. 35-45; Anne-Marie DURANTON-CRABOL, L’Europe de l’extrême droite de 1945 à nos jours, Bruxelles, Complexe, 1991, p. 8.
8. Cf. Grégory PONS, Les Rats noirs, Paris, Jean-Claude Simöen, 1977.
9. Tenemos los testimonios de su hermano, de su cuñado y de su primo (recogidos por Joseph BEAUREGARD); en esta familia con un software ideológico republicano y de izquierdas, todos recuerdan el escándalo provocado por las ideas neofascistas y antisemitas del joven François Duprat.
10. Servicio histórico de la Defensa, Bureau Résistance, dossier de J. Duprat 16P 20284.
11. Nicolas LEBOURG, «La subversion de l’extrême droite radicale face à l’Etat durant la Ve République», en François COCHET, Olivier DARD (dirs.), Subversion, antisubversion, contre-subversion, Paris, Riveneuve, 2009, pp. 311-323.
12. Claude BOURDET, «Historique du NAP», s. l. n. d., p. 3, SHD 17 P 174.
13. Nicolas LEBOURG, «Anatomie de la violence ‹révolutionnaire› d’extrême droite, entre dynamique subversive et contre-révolution préventive (1962-1973)», en Revue des sciences sociales, n° 46, diciembre de 2011, pp. 36-43.
14. François DUPRAT, La Construction du parti révolutionnaire. Principes et méthodes, Dossiers Nationalistes, supplément aux Cahiers européens-Notre Europe, 1 de julio de 1975.
15. Grégory PONS, op. cit., p. 67.
16. Patrick MOREAU, Les Héritiers du IIIe Reich. L’Extrême droite allemande de 1945 à nos jours, Paris, Seuil, 1994.
17. Cf. René GALLISOT, «Unités et figure du national-populisme», en René GALLISOT (dir.), Populismes du Tiers-Monde, Paris, L’Harmattan, 1997, p. 305.
18. Cf. François DUPRAT, «L’Agression israélienne», en Défense de l’Occident, julio-agosto 1967.
19. Entrevista de Melham Ayache con Joseph Beauregard, Paris, 11 de diciembre de 2010.
20. RGPP, nota sobre Duprat, 12 de mayo de 1969, p. 2, APP GAD8 666.293; Grégory PONS, op. cit., pp. 64-65.
21. APP GA M4 501.409; texto mecanográfiado L’Argent et la politique en notre possession; Nicolas FOURNIER, Edmond LEGRAND, C… comme combines, Paris, Alain Moreau, 1975, p. 261; Frédéric CHARPIER, Génération Occident, Paris, Le Seuil, 2005, p. 286; Le Matin, 23 juillet 1979.
22. Le Canard enchaîné, 14 de febrero de 1973; idem, 21 de febrero de 1973.
23. Centro de Archivos Contemporáneos 930584/24, CA OM EE II 7080 et 7216; CAC 19860581/3; AN 5W269.
24. RGPP, notas selladas “confidencial” del 31 de mayo, 1 de junio y 9 de junio de 1972, APP GA03.
25. Fulvio REITER, Ordine Nuovo Verità e menzogne Riposta alla Commissione Stragi, Rome, Settimo Sigillo, 2007, s. p.; François DUPRAT, Année zéro, 1976.
26. François DUPRAT, Le Manifeste nationaliste-révolutionnaire, op. cit., pp. 14-17.
27. Grégory PONS, op. cit., p. 71.
28. En Cahiers européens hebdomadaires, 21 de febrero de 1978.
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