#llegó tarde a hacer una cena para ambos
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Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien desde el momento en el que la partera te puso en sus brazos declarándote como una niña, supo que daría todo lo que tenía con tal de protegerte del mundo y toda su crueldad.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien tan pronto como puede llevarte a Kings Landing, te presenta en el banquete de celebración que organizó su padre para ti.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien ríe ante la opulencia que reluce de los presentes que trajo Lord Corlys en dicha cena, ambos hombres decididos a ser el abuelo que tenga el lugar más privilegiado de tu corazón.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien tiene el corazón lleno de amor cada que los ve a ti y a Jace compartir la cuna en la guardería, escuchando sobre como es la única forma de hacer que ambos duerman de corrido sin llantos.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien jamás dejó que la crueldad de su madrastra te alcanzara a ti, con Jacaerys haciendo todo para ayudarla a eso cuando vio detrás de el manto de mentiras que cubre el horrible ser de las personas en la Red Keep.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien siempre tiene algún beso cálido que dejar en tu coronilla o alguna caricia suave para tus manos y mejillas.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien no te dejó conocer más que lujos y comodidades; siempre con vestidos nuevos de telas finas, joyas de piedras brillantes y extranjeras, las comidas más exquisitas de los siete reinos que en cada cena se amoldaban a tus preferencias, etc.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien desde que la sangre de tu luna llegó por primera vez, juró frente al fuego que jamás deberías conocer el desamor y la soledad se un matrimonio por conveniencia. Tu eres su niña, su única niña.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien a pesar de su espíritu ardientemente indomable, no es más que dulce y calmada al rededor de ti y de tus hermanos, siempre educandolos con gentileza y amor sincero.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, la que sin importar cuán laboriosos sean sus deberes en Dragonstone, siempre encuentra el tiempo para pasar algunos momentos durante la tarde contigo, trenzando tu cabello, compartiendo té y pasteles, contándote historias de sus días de juventud con Lady Laena o llevándote a ver a Syrax.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien luego de la pérdida de tus hermanos uno a uno, ya no te permitía permanecer lejos; tu cama fueron movidas a sus aposentos, solo se le permitió a damas de su confianza servirte y se aferró a ti durante cada noche mientras tarareaba las nanas valyrias que habías oído durante toda su infancia.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, a quien viste sacrificar todo lo que le quedaba, incluso la corona de su padre, para sacarte a ti y a tu último hermano vivo con vida de Westeros, uno a cada lado de su costado en el carruaje mientras ella los sostenía con fuerza.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, quien no escuchó los pedidos de que huya que tú y tu hermano le gritaron cuando los traidores habían dado paso a los verdes en Dragonstone.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen...la que viste frente al dragón de tu tío mientras un guardia sostenía tu cabeza para que miraras su muerte, mientras tu hermano hermano Aegon suplicaba piedad para ella.
Tu madre, Rhaenyra Targaryen, a cuyos brazos no pudiste volver cuando, durante el tiempo que Cregan Stark permaneció, irrumpió en tu habitación durante la noche cuando le dijeron que no habías salido en toda la tarde, quitándote de las manos la daga con la que habías intentado quitarte la vida...
#house of the dragon#hotd one shot#rhaenyra targaryen#rhaenyra targaryen x reader#la casa del dragón#hotd fanfic
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Nada serio (Bjorn x lectora)
Masterlist de mi autoría
Sinopsis: lo que empezó como algo casual, poco a poco se fue tornando en algo un poco mas serio. O al menos eso te parecía, hasta que viste a Bjorn besándose con otro.
Ver a Bjorn casi devorar a aquella muchacha -que ____ reconocía como la recepcionista de la oficina de trabajos- no le sentó nada bien.
Nunca determinaron una exclusividad, ni mucho menos estar saliendo. Pero llevaban tanto tiempo teniendo un "algo" que ilusamente ____ creyó que podían ser "algo más". Se equivocó. Y solo cuando comprendió eso, entendió otra cosa más. Bjorn era un idiota. Porque esa noche en el bar, él la vio. Y parecía hacer a propósito todo el descarado accionar.
____ pasó de la tristeza al enojo en solo unos momentos. Y no tardó en planear algo para devolverle la amargura.
Como cada mañana, Bjorn llegó tarde a las minas. No se preocupaba, pues la supervisora solía cubrirle esas tardanzas. Esa mañana ____ no estaba en la oficina. Y Bjorn rompió su racha de presentismo impecable. No iba a negar que le molestó aquello, pues solían darle un extra de dinero por siempre llegar a tiempo. Pero más lo extrañó no ver a la mujer en el lugar. Ella siempre estaba ahí. Sin falta.
Se habrá enojado por lo de anoche. El beso con Mary...
Bjorn sonrió apenas, pues la idea de causarle celos le parecía divertida. Pronto entendería que no, no era nada divertido.
El resto de la mañana no la vio, otro rasgo extraño. Ella era supervisora, debía supervisar obviamente. Comenzaba a picarle el bichito de la curiosidad de nuevo.
—Buenos días, Bjorn.—un Tyler algo apresurado se acercó al minero, dejando sus cosas a un lado y comenzando a alistarse para empezar a trabajar.
—¿Dónde diablos estabas? Debías cubrirme hace rato, Tyler.—ambos comenzaron a cargar los carros de los desperdicios de la mina.
—Kai tiene una gripe horrible, me desvelé cuidándola. No escuché la alarma.—Tyler sonrió apenas—. Pero la chica de la entrada me cubrió, dijo que no me preocupara por ello.—Bjorn lo miró enseguida—. Ya sabes, la chica bonita, la que a veces nos trae cosas para almorzar a todos.—
—¿____?—Tyler asintió enseguida, emocionado por finalmente tener el nombre—. ¿Estaba en la entrada?—
—Si, hombre. Estaba ahí junto a los otros supervisores... Parecía que recién llegaba.—
Bjorn no lo entendía en ese momento, pero la mujer empezaría un trabajo de hormiga, poquito a poquito... Porque si a él le parecía divertido molestarla, ____ se la devolvería. Peor.
Los siguientes días, Bjorn creyó inteligente no buscar a la mujer. Ella iría a buscarlo, como cada noche últimamente. Pero eso no pasó. ____ desapareció de su área cotidiana.
Todo lo contrario a Tyler, que parecía toparse con ella todo el tiempo. Y eso solo hacía que Bjorn se molestara más y más.
—Hoy puede ser un buen día, Bjorn.—Tyler secaba la transpiración de su frente, mirando a su primo emocionado.
—Es viernes, para mi es lo suficiente bueno.—
—Pero puede ser mejor... La señorita supervisora me invitó a una cita... Bueno, no una cita en sí, pero quiero creer que podría serlo.—Bjorn volteó a mirarlo, sin creerse ni un poco lo que estaba escuchando—. Dijo "estaré en el restaurante hoy, pásate y te invitaré la cena ¿Si?" No sabía si ir pero creo que...-
Bjorn dejó de escucharlo.
¿Una cita? ¿Con ____? Imposible.
—¿Por qué una supervisora de rango alto querría salir contigo?—soltó de golpe, interrumpiéndolo.
—Creo que tal vez... Le gusto un poco.—Tyler sonrió con cierto orgullo.
—¿Y a ti... te gusta ella?—
—¿A quién no? Es bonita, amable... Y es muy graciosa sin siquiera intentarlo mucho.—sonrió tontamente—. Kai dijo que la amaría de cuñada.—
Mientras tyler seguía trabajando con un ánimo mucho más alto que antes, Bjorn hervía de celos.
Ya no le estaba haciendo nada de gracia este accionar de la chica. Lo ignoró por un tiempo, pero ahora necesitaba enfrentarla, decirle que deje de meterse con Tyler. Ella era su chica, y no podía permitir que eso cambiara.
Era viernes por la tarde y aún faltaban unas horas para que los mineros dejaran de trabajar. Pero como supervisora, ____ ya no tenía compromisos con el trabajo. Estaba en casa, ordenando un poco el desastre que la semana había dejado por todos lados. Apenas terminaba de juntar la ropa del suelo del cuarto cuando alguien tocó la puerta principal.
—¡Un segundo!—gritó desde el pasillo, lanzando la bola de ropa a la lavadora y apurándose a abrir la puerta. Se llevó una no muy agradable sorpresa al ver a Bjorn ahí parado—. ¿Qué diablos haces aquí? Deberías estar trabajando.—
—Dije que me sentía mal y por miedo a que sea gripe me mandaron a casa temprano ¿Puedo pasar?—quiso entrar sin siquiera esperar una confirmación. ____ lo detuvo.
—Hoy no, Bjorn... Ni hoy ni nunca más.—por la cara del joven, supo que no estaba muy contento—. Esto ya no pasará más, lo cortaremos aquí y ahora.—
—¿"Esto"? ¿qué diablos es "esto"?—Bjorn gesticulaba nervioso con las manos, removiéndose en el lugar—. Nosotros no tenemos nada.—
—Justo eso. Esto que tenemos no es nada serio, es una mierda. Y ya me cansé de eso...—a pesar de que la intención de ____ era molestar a Bjorn en un inicio, con el paso de los días comenzaba a creer que no era algo tan falso. Realmente ansiaba tener algo serio.
Tener a alguien que la esperara en casa, alguien con quien compartir un momento agradable sin necesidad de que sea algo sexual... algo que no la hiciera ver a su pareja besarse con cualquiera en un bar. Ella queria un compañero, un novio. Uno que solo la quisiera a ella. Que la amara. Y Bjorn difícilmente sería ese tipo de persona—. Así que ya no quiero verte, Bjorn... Se terminó.—
____ quiso cerrarle la puerta, pero Bjorn la detuvo. No tenía intenciones de terminar la charla justo ahora.
—¿Terminar? ¿Es en serio?—la miró molesto—. Estábamos bien, funcionamos bien... ¿Toda esta estupidez es por lo del bar? Solo fue una tontería, no importa. Quería molestarte y ya.—
—Ah, y lo conseguiste, Bjorn. No quiero volver a verte. Te vi esa vez, no quiero imaginar con cuántas has estado sin que yo lo viera...—
—... ¿Y entonces qué? ¿Irás tras mi primo?—la miró ya algo ansioso—. Eso parece el tipo de mierda molesta que yo te hice a ti, pero peor. Y no me parece justo que metas a mi familia en nuestras mierdas.—Tyler le importaba una mierda a esas alturas, Bjorn intentaba aferrarse a cualquier excusa como sea.
—Ni siquiera sabía que Tyler era tu primo. No lo parece, porque él no es un completo imbécil.—Bjorn rodó los ojos—. No estoy jugando con él, de verdad me agrada. Asi que hazme el favor de dejar de ser un idiota y lárgate de mi casa... Aquí ya no volverás a entrar.—Esta vez la puerta se cerró en su cara, y Bjorn sintió un dolor punzante en el pecho.
¿Todo había terminado?
No. Él no quería eso. Él amaba quedarse en su casa. Se sentía cálido. Querido.
Se arrepentía de haber molestado a la chica, finalmente entendía que fue una estupidez.
Él mismo había establecido lo de "nada serio", porque no quería limitarse a estar solo con ella. Pero ahora que ella se lo planteó, no le gustó nada. ____ le gustaba, disfrutaba estar a su lado.
Ahora se quedaba sin nada, y no podía sentirse más solo.
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It’s fine
Ghost x Lectora
Ghost comienza a evitarte para protegerte, pero no tomo en cuenta otros factores de riego.
Advertencia: abuso sexual, triste, muerte.
. . . . . . ╰──༄ ‧₊˚───── ─── ❨🫧❩
La actitud fría por parte de Ghost era común y frecuente, nada extraño pero, hace unas semanas que su actitud contigo era más que fría. Te estaba ignorando.
Ustedes eran una pareja desde hace ya algunos años, nunca llegaron al matrimonio. En estos años claramente que han desarrollado su confianza con el otro. Confianza que se estaba quebrando.
Se conocieron gracias a una misión asignada por el Capitan Jhon Price. Actualmente ya estabas retirada de ese mundo, por el contrario de Ghost que estaba más que sumergido en ello.
Te encontrabas haciendo los quehaceres de la casa con tu música un poco alta, cuando la puerta se abrió. Ghost había regresado de su misión.
— ¡Simon! — Te sorprendiste al verlo y fuiste hacia él con el ritmo de la música y una amplia sonrisa.
Lo abrazaste pero él te alejó y apago la música.
— No estoy de humor —
Esa era su excusa reciente, antes era “estoy cansado”. Se recostó en el sofá, tirando su cabeza hacia atrás, tú continuaste con los quehaceres.
— ¿Quieres que te prepare algo de comer? —
— No —
Con ese rotundo negativo como respuesta se levantó, se duchó y se recostó a dormir en la recámara de invitados. Eso era lo otro, él comenzó a dormir separado de ti desde hace unos días. Te estaba destruyendo poco a poco.
Al siguiente día tendría libre, sabias que se iría temprano por la mañana por lo que colocaste una alarma.
04:30 a. m. Te levantaste y él estaba arreglando un bolso, apuntó de salir.
— ¿Dónde vas? —
— Regresaré al almuerzo —
— ¿No prefieres quedarte? —
Tus manos recorrieron sus hombros, sus pectorales, su abdomen, apuntó de llegar al lugar deseado cuando te detiene.
— Basta — Endureció su mirada, abrió la puerta y se fue a quien sabe dónde.
No llegó al almuerzo, ni a la cena y te evitaba de esas maneras constantemente, como si tú mera presencia le desagradase.
Al día siguiente fue lo mismo, pero en la tarde tocaron la puerta. Pensaste que era Ghost, pero el solo entraría a casa. Finalmente era tu vecino.
— Hola, ¿puedo pasar? —
— Claro —
Te hiciste a un lado para dejarlo pasar y cerrar la puerta.
— ¿Gusta algo de beber? — Él se negó — Entonces dígame ¿Qué lo trae por aquí? —
— He notado que tu pareja te ha ignorado ¿no es así? — Se acerco con dominancia.
Era más bajo que ghost pero se le notaba un buen estado físico.
— No es de su incumbencia —
— Oh vamos, puedo ser mucho mejor que ese idiota — Lo abofeteaste.
— No se atreva a hablar de ese modo —
— Maldita perra y yo que sería amable contigo — atrapo ambas de tus manos.
Nunca llegaste a un cargo tan alto como el de Ghost y más aún retirada, tus habilidades estaban realmente descuidadas.
— Suélteme — Por más que forcejeabas este no cedía.
— Al fin estarás con un buen hombre ¿no te alegra eso? —
Pateaste su zona baja provocando que soltara su agarre. No desaprovechaste oportunidad para correr a encerrarte en tu cuarto. Tomaste tu celular para llamar a alguien.
[Simon 💗]
Estabas apunto de llamarle, cuando un pensamiento pasó por tu mente “no responderá, le desagradas”. Buscaste otro contacto.
[Soap]
Esperaste que contestara rápido. Y así fue.
— ¡[T/N]! Tanto tiempo —
— Soap ahora yo… — Tú desesperación era perceptible en tu voz.
— ¡Abre la puerta, maldita zorra! —
— ¿[T/N]? ¿Qué está sucediendo? —
En ese momento cayó la puerta, tiraste rápidamente el celular bajo la cama sin cortar la llamada.
— ¿Por qué te escondes? De esta no te escaparás, he esperado bastante por esto —
— Aléjate — Las lágrimas comenzaron a hacer su aparición.
Si Soap no llegaba pronto o llamaba a emergencias estarías en un gran peligro.
Él se acercaba a paso lento pero seguro, mientras te regalaba una sonrisa desquiciada.
— Lo disfrutaremos ambos, te lo prometo —
En el momento que miraste el celular bajo la cama captaste como Soap colgaba la llamada. Tu bienestar ahora mismo quedaba en las manos de él.
. . . . . . ╰──༄ ‧₊˚───── ─── ❨🫧❩
Soap salió del cuartel lo más rápido que pudo, en el camino se encontró con el capitán.
— ¿A dónde tan rápido? —
— A casa de Ghost —
Soap ni siquiera volteo para contestarle a su capitán, él solo seguía corriendo.
Al llegar a tú casa apoyo su cabeza en la puerta para escuchar y solo escucho tus gritos. La abrió y corrió donde provenían.
Logró ver cómo estabas solo en ropa interior, forcejeando al que en esos momentos lamia tu cuello.
Tus ojos al verlo sintieron alivio, estarías a salvo.
Soap lo tomó de la camisa tirándolo lejos de tu persona apuntándolo con su arma.
— Maldito enfermo ¿Qué se supone que haces! — Le gritó — De esta no escaparas vivo, bastardo —
En el suelo trato de arrastrarse hasta la salida, pero se detuvo ante las palabras de Soap.
— Si llegas a salir por la puerta, no dudes en que te dispararé en la cabeza — Se saco su abrigo y te lo entrego — Tranquila, ya estoy contigo. —
— Gracias — Susurraste con tus lágrimas que persistían en salir.
. . . . . . ╰──༄ ‧₊˚───── ─── ❨🫧❩
Ghost en su habitación del cuartel sintió que tocaron su puerta.
— Adelante —
El capitán Price se adentró
— ¿Estás aquí? — Habló sorprendido.
— ¿A qué se debe esa pregunta? — Lo miro de reojo.
— Soap salió del cuartel a toda prisa, dijo que se dirigía a tu casa. Ghost, no tenía buena pinta —
— Gracias por el aviso, capitán —
Se dirigió hacia la salida, mientras los pensamientos lo carcomían “¿y si le ocurrió algo? Por algo la estuve alejando, porque mis enemigos ahora me tenían en la mira, no quería que ella se viera envuelta en esto. ¡Mierda! He visto su semblante triste por semanas por culpa de esos bastardos. Si la llego a perder a ella también no sé qué haré”
Al llegar a su casa vio una camioneta de policías afuera. Su preocupación cada vez crecía más y más. Te buscó con su mirada, con desesperación.
Estabas dando tu declaración, Soap te daba su apoyo apoyando su mano en tu hombro.
— ¿Qué sucedió aquí? — Ghost se había acercado a gran velocidad.
— Señor, ella está dando su testimonio. Más trade podrán hablar —
Soap te miro, comprendiste por completo su mirada. Te preguntaba si podía ir con Ghost a contarle, si estabas bien. Tú asentiste y él te dejo.
Dirigió a Ghost un poco más allá.
— Habla — Su mirada era penetrante.
— Ella me llamó y se escuchó como alguien derribó la puerta, le decía que la iba a complacer y se iban a divertir. Ella le decía que se alejara. Cuando llegue acá, el tipo la tenía casi desnuda, besándola en el cuello —
— ¿Dónde está el bastardo? —
— Ya se lo llevaron las autoridades. Ghost, no era uno de tus enemigos, era su vecino —
— Vecino o enemigo, estará muerto para mañana —
Ghost estaba sintiendo tantas emociones, sentía alivio porque estuvieras a salvo, sentía rabia porque no te pudo proteger y se sentía mal porque tú no acudiste a él, sino a su amigo, Soap.
Cuando terminaste tus declaraciones Simon fue el primero en acercarse, te abrazo.
— Me alegro que estas bien — Esta vez tú lo separaste.
— Sí, estoy bien — Tus ojos aún enrojecidos no lo miraban.
— ¿Por qué no me llamaste a mí? — Él sabía que no era el momento, pero te encaro. Solo le respondiste con otra pregunta, dejándolo perplejo.
— ¿Me hubieras contestado? —
Era cierto, Ghost no le hubiera respondido la llamada.
— No sé si tu actitud de ahora es algo personal o es por el trabajo, pero de cualquier modo yo en verdad que más tiempo no lo podré tolerar —
— ¿Qué tratas de decir? — Simon temía lo peor.
— Está noche tomaré un vuelo hacia mi país, estaré con mi familia. Nuestra relación llega hasta aquí —
Simon se irguió y su mirada volvió a endurecer.
— Si es lo que deseas no te detendré —
— Ya veo, rudo hasta el final ¿no? Te deseo lo mejor, Simon — Te adentraste a la casa e hiciste tu maleta.
Ghost se alejó de ahí, lo suficiente para no estar en tu perímetro de visión pero sí en el suyo. Observó cómo hacías tus maletas, como tomaste un taxi directo hacia el aeropuerto y como tomaste el avión a las casi 23:00 hrs.
Solo le quedaba una deuda por saldar y se encontraba en la estación de policía.
Al ser un teniente lo dejaron a solas con el hombre que atento contra tu seguridad, mala decisión. Esa noche el no necesito ningún arma, él lo mató con sus propios puños.
. . . . . . ╰──༄ ‧₊˚───── ─── ❨🫧❩
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Track 37: Café molcajeteado
Se había quedado a esperar fuera de su departamento, fijándose si podía ver a Kaito llegar.
Tuvo un nuevo mensaje.
«¡LO SIENTO!»
«Ha surgido un inconveniente, no podré ir».
Suspiró.
«Te lo compenso luego, lo prometo».
Lanzó su móvil contra el suelo.
No lo suficientemente fuerte para que la pantalla se trizara, por desgracia. Cómo odiaba cuando le hacían promesas que no iban a ser cumplidas.
Alguien lo recogió por él.
—¿Qué haces fuera Haru? —era Natsume.
—Uhm… esperaba… a Kaito… —fue cuidadoso en cómo expresarse, tomando en cuenta su poco conocimiento en las señas— ha dicho… que no… vendría.
—Vaya… —se quedó pensativo— ¿Iban a… alguna parte?
—Reservó una mesa en un... restaurante costoso —suspiró— por suerte me ha dejado el dinero para pagarlo, hasta me tomé la molestia de buscar la ropa más adecuada… —frunció el ceño.
«Woah, sí que es diferente hablar con las señas». Pensó, ya acostumbrado a sus respuestas monótonas y habla entrecortada.
—¿Dónde es?
Le mostró la dirección.
—Es un sitio demasiado costoso para una simple cena.
—Ha sido su... idea.
Se fijó en las ropas mucho más casuales que se traía.
—¿Te parece bien si vamos a comer ramen? —propuso— Pensaba ir a hacer compras, pero… supongo que si cambias de planes por hoy no será tan decepcionante.
—¿Ah?
—Te estoy invitando a comer, Haru—Haru.
Desvió la mirada colocando una mano sobre su cabeza, en un intento muy pobre de ocultar ambos: vergüenza y felicidad.
Llegaron a un restaurante medianamente lleno de gente.
—Por cierto, felicidades por salir.
—Gracias…
—Me siento un poco tonto por haber empezado a aprender señas bastante tarde, perdón si he sido una molestia los últimos meses.
Negó.
—E—está bien… estoy acostumbrado a… cosas como esa… —dijo— a no todo el mundo le interesa aprender…
—¿Has hablado con Luka?
Llegó un mesero, que les dio la bienvenida y la carta del menú.
—Ah… —tosió— ¿Ha… mencionado algo?
—Preguntó por ti.
—Ya veo…
—¿Pasó algo?
—¿Crees que soy… frío…? —quiso desviar el tema.
—Ciertamente te reservas muchas cosas, como cualquiera —dijo— por una parte, lo entiendo, por eso a lo que me dedico… ya sabes.
—Huh…
—Si se trata de que tienes mal humor pues… ¿no es normal? Todos se ponen de malas si pasan por momentos estresantes, incluso yo, muchas veces por cosas personales y otras por cosas más obvias —sonrió un poco forzado— los padres de Madoka no son grandes apoyos precisamente, he estado intentando convencerle que deje su casa por un largo tiempo.
Quedó ligeramente encantado, al ver su cara cambiar a una expresión ligeramente sombría.
—Sé que tuve suerte de tener familiares comprensivos, aun así no comprendo cómo es que el número de personas en contra sigue siendo mayor, así es muy difícil enfrentarse a prejuicios. —hubo un silencio corto— ¿Ves? A eso me refiero, Haru—Haru. —Sonrió— Simples pero grandes problemas.
—Fui... grosero con Chiaki… tal vez por reflejo… —suspiró— no pretendía… lo que me dijo me hizo muy feliz pero… me dio miedo…
Cuando fantaseaba sobre momentos como aquel, nunca se vio a sí mismo reaccionar de esa manera.
—Es una forma autodestructiva de defensa.
Asintió.
—No sé solo… cada vez que… alguien es amable conmigo… pienso que lo es porque buscan algo… de mí y yo… no tengo… nada que ofrecer… —traga saliva— entro en pánico… y empiezo a actuar… de forma irracional…
—Vivir con pánico todo el tiempo no es bueno.
—No…
—Tienes miedo pero de todas formas intentas ser comprensivo con los demás, eso me agrada.
Se sonroja.
—Me gusta pensar que soy optimista, pero es muy difícil que ciertas personas me tomen en serio porque creen que siempre estoy siendo un payaso —explica— Madoka es alguien cauteloso también, de vez en cuando me recuerda restablecer los límites.
—¿Así que… no te molesta?
—Nope. —sonrió— Cada quien lidia con sus emociones como ha aprendido, no creo estar en posición de hablar demás si no se pasan de la raya. —se fijó en el menú— ¿Te importa si pido dos tsukemen?
—No… hazlo.
—Vale. —cerró el menú— Si es cierto que Luka te conoce de antes, el riesgo que tomó es uno consciente.
—Eso…
«Kacchan, mira esto».
Le llegó una foto de Tama, acompañada de Kai, quien hacía su mejor esfuerzo por mostrar una sonrisa decente.
«¡Es la presi!»
—Oh.
«Resulta que es roommate con mi compañera de proyecto, ¡Deséame suerte para poder hacer un avance hoy!»
«No».
«Muy gracioso».
«¿Sigues en tu cena?»
—¿Quién es?
—Tama.
—Tengo una idea.
—¿Ha respondido?
—Me envió esta foto. —se la enseñó.
Kai tomó el móvil, en un principio igual de confundida que ella al tratarse de una que mostraba la mesa y parte de una mano.
—Habrá intentado sacarle una foto a la comida o algo así.
—Esa es la mano de Natsume.
—¿Eh?
—Tiene la costumbre de enviarme fotos sin buen enfoque, se inventó un juego tonto donde tengo que adivinar a dónde ha ido. —suspiró— Están en el lugar de siempre, que perezoso es para cocinar por su cuenta... en serio…
—¿Yoshiyuki?
—Es el único Natsume que conoces, ¿no?
—Vaya, vaya… —imitó la forma de hablar de una mujer educada, incluso cubriendo su boca como tal— vaya, vaya…
—¿Qué tiene?
—Admiro tus capacidades observadoras Kai.
—Deberías enfocarte en trabajar, señorita líder. —ignoró el cumplido.
—Kai, ¿nos puedes traer más agua? —pidió alguien.
—¡No soy vuestra sirvienta, tráela tú misma vaga!
—Vale… —evitó discutir.
«Suerte».
No escribió más.
—¿Por qué?
—Es más divertido así. —llegaron sus pedidos— Voy a por algo de tomar.
Era mejor cuando salía con él sin duda. Verdaderamente no tenía remedio. Pensar en ello como una cita le hacía más feliz, a pesar de estar consciente de ser un pensamiento unilateral.
Pronto dejaron el restaurante. La noche ya estaba encima de ellos.
—¡Encontré a la luna! —señaló al cielo.
Le siguió con la mirada.
—Ha estado escondida las últimas noches —rio—, parece que te gustó la bufanda.
Sus mejillas se ruborizan, otra vez.
—Me alegra.
Le sonrió nerviosamente.
—Siempre trato de... cuidar los regalos que recibo…
—Es un lindo gesto. —volvió a reír— Me alegra haber roto la barrera entre nosotros, pensar en todo lo que me he perdido por ser tonto. —bromeó fijándose en sus manos.
—¿Barrera?
—Esta. —Con su mano simuló una pared invisible entre ambos, la que luego rompió tomando sus manos por uno segundos— En serio, en serio estoy muy feliz.
Se paralizó.
—Yo… también…
Aunque esa no era la única.
—Qué bueno. —se soltó.
Le vino a su cabeza las palabras de Gen. Quizá empezaba a ser capaz de sentir el optimismo tan contagioso del chico en sí mismo.
Cuando volvió a la realidad, sintiendo un par de lágrimas llenar sus ojos, Natsume ya estaba varios pasos delante de él.
—Te quedarás atrás, Haru—Haru.
- ͙۪۪̥˚┊❛ ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
—Te daré un consejo —recordó una conversación con Tama, en medio de otoño, mientras le acompañada a hacer compras al konbini.
—No creo que estés en posición de darme un consejo amoroso.
Se ofendió un poco.
—¡Tal vez no ahora, pero no cambia las cosas!
Esperó a por el sin más.
—Solo dilo, hazlo.
—No es tan fácil.
—¡Sé que no es fácil, tarado! —se cruzó de brazos— De todas formas, hazlo.
Desvió la mirada, negándose a responder.
Suspiró, resignándose solo a unas palmadas en la espalda.
—Ánimo. —fue más amable— Aunque no esté ahí te voy a apoyar siempre, ¿vale?
—Ya lo sé.
- ͙۪۪̥˚┊❛ ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
Podría no tener otra oportunidad como ésta, se iba a lamentar más si la echaba a perder como la de Luka.
Respiró profundo, manteniendo esa distancia de pasos que involuntariamente había creado.
—¡Nat—sume! —gritó con su temblorosa voz.
—¿Hmmm?
—¡M—me gus—as!
Estaba al borde del llanto sabiendo de su mala suerte, al enamorarse de alguien ya tomado. Aún así quería una respuesta.
—A mí también me podrías gustar. —sonrió— Pero quiero a Madoka todavía más.
Asintió, tomándose un momento para parar las lágrimas antes de que fuera a más. Sin tener mucho éxito de detenerse a sí mismo. Aunque fuese capaz de detenerlas ahora, le esperaba una larga noche.
Mientras no llegase, iba a disfrutar de esa única oportunidad a solas.
Había despertado con un cansancio enormemente inhumano. Sus ojos estaban irritados y aún quedaba algo de rubor en su nariz, sacando todas las fuerzas que tenía para servirse un té, aunque sea y hacerse algunas bolas de onigiri con sobras de ayer.
Se había levantado muy tarde para tener tiempo de currarse un desayuno.
Fue a sentarse, si ser un zombi era equivalente a esto, no se molestaría por morir y volverse en uno verdaderamente. Al apenas sostener la comida, volvía a sentirse débil teniendo que dejarla a un lado para recostarse con los brazos estirados sobre la mesa.
—Para ya, Haru… —se dijo a sí mismo.
Sabía que su respuesta iba a ser negativa, sabía que se iba a arrepentir al día siguiente haga lo que haga. Pero sobre todo, sabía que se quedaría con la culpa de los resultados por un largo, largo, largo tiempo.
Más del que podría considerarse habitual.
«¿Cómo te fue?». Un mensaje de Tama.
«Se lo dije».
«Oh». Luego escribió //hugs antes de mandar algo más. «Hiciste bien».
Sus ojos se volvieron una cascada que creyó seca.
- ͙۪۪̥˚┊❛ ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
Logré ver al anciano que trajo a Haru desde el auto, pareció un personaje sacado de una obra de teatro, algo que podría ser interpretado en una de esas obras que se hacen en la okiya de Luka.
Alguien completamente alienado.
Mis padres fueron a enfrentarse con la madre de Haru, yo le seguí cuando fue a esconderse de todo el ruido.
—Haru... —reaccionó de inmediato, a pesar de no llevar auxiliares— ¿Por qué?
Estaba aliviado.
—Si desaparezco, Yami y Luka no podrán encontrarme.
Honestamente esperaba que mis padres dijeran «Iremos mañana en la mañana» sin embargo estábamos aquí, seguían siendo altas horas de la madrugada a pesar de que tomamos la ruta más rápida.
—Porque Yami fue amable... para mí, Yami es la prueba que las personas amables son reales.
Algo faltaba.
—Pero... la última vez que nos vimos, estabas tan feliz... hablando sobre esa persona.
Me sonríe.
—Está bien, puedo reunirme con ellos el siguiente verano. Ellos pueden encontrarme.
Tenía miedo.
Era como verlo desvanecerse, esa preciosa instancia de felicidad iba a desaparecer.
—Haru —tomê sus manos— no olvides, no puedes olvidar... llámame, te ayudaré a buscarlos si... no pueden.
Algo había cambiado y algo faltaba.
Pero se podía recuperar, aunque ya no fuera de la misma manera.
—Estábamos muy preocupados — le abracé— gracias por volver, gracias....
Empezó a llorar, por un momento brillo regresó a sus ojos, aunque fueran lágrimas.
Y yo también.
- ͙۪۪̥˚┊❛ ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
—¿Otra vez rezando por la relación de tus amigos, Enmusubi?
—Ayasato... —traía ropa de sacerdotisa, supuso que estaba de voluntaria, tenía que ser a propósito— no, eso ya lo hice la semana pasada, esta vez conseguí un omamori diferente.
Estaba sorprendida.
—Tiene que ser especial, jamás te he visto anticipar tanto una donación, considerando que eres habitual.
—Claro que lo es, he esperado este momento por mucho mucho tiempo.
—Ah, el tío que casi se vuelve tu hermano. —se cruzó de brazos al momento de notar qué traía en su itabag esta vez— ¿Otro Cogimyun?
Asiente.
—Es el más grande que vi en el arcade.
𓆝 𓆟 𓆞 𓆝
Canciones incluidas:
▶ Café Molcajeteado, Aku ft. Danny
▶ Identity (アイデンティティ) Kanaria ft. Gumi & Hatsune Miku
▶ All I need are things I like (すきなことだけでいいです) Pinocchio ft. Hatsune Miku
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Los bunearys de la llanura son demasiado rápidos.
Aquella tarde, cuando ya había caído el sol, Norkian llegó a casa con la ropa plagada de manchas de tierra y césped, pues al encontrarse en la zona salvaje y ver tantísimos pokémon juntos no pudo evitar emocionarse y empezar a perseguirlos. Al final, a pesar de su estatura y sus largas zancadas, no fue capaz de alcanzar ninguno, pero se había divertido.
Con cuidado de no hacer ruido fue hasta el establo, donde ya dormitaban los mudsdale que su padre usaba para arar el campo, y empezó a quitarse la ropa sucia. Cogió una cubeta con agua y jabón y se dispuso a quitar las manchas de su ropa, sentado frente a la cubeta.
En casa tenían lavadora, claro, ser granjero no estaba reñido con usar electricidad, pero el pelirrojo temía que su padre se enfadara con él al verle volver así, o peor aún, que le sonsacara lo que había hecho aquella tarde y se acaba enterando que en apenas unos días se marcharía de la granja.
El señor Craig nunca había estado a favor de que su hijo se dedicara a estudiar pokémon en vez de usarlos para combatir. Tal vez quería ver cumplido su sueño de la niñez en su propio hijo, forzándole a desafiar al alto mando. Quizás envidiaba la genética que le había tocado a su retoño, viéndola desaprovecharse.
Es por ello que Norkian había mantenido con su madre en secreto lo de su viaje.
Una vez logró quitar las manchas, escurrió su ropa y volvió a ponérsela, dándose cuenta de que no había logrado secarla del todo, y de que el aire nocturno de la región le helaba hasta los huesos. Así que se apresuró en volver a la parte de la granja donde se situaba su casa.
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La modesta casa de los McCraig no era demasiado grande, o al menos no lo suficiente como para que Norkian pudiera caminar erguido sin darse en la cabeza al pasar de una estancia a otra. Prácticamente todos los marcos de las puertas de esa casa tenían abolladuras en la parte superior de éstos.
La que tenía menos abolladuras, irónicamente, era la puerta de la cocina, donde Norkian pasaba gran parte de su tiempo, puesto que también era el lugar de la casa donde se solía encontrar a la señorita Bee.
Aquella noche ambos estaban cenando solos, habiendo dejado apartada la cena del cabeza de familia, que había vuelto a retrasarse.
- …y cuando me di cuenta Molly estaba haciéndole carantoñas a un señor de Crampón, ¡pero no era un desgracia’o! Sabía un montón sobre pokémon, y-y-y tenía un pollo negro que hablaba y hacía cosas. –
Norkian iba contándole a su madre lo que había hecho aquella tarde, emocionadísimo, mientras ésta asentía de vez en cuando, escuchando atentamente mientras cenaba.
- ¿Un pollo? Venga Norkie, si sabes mucho de pokémon… ¿cómo se llamaba? –
- Señor Norton. –
- ¡Norkie! ¡El pokémon, no el desgracia’o! – Se echó a reír, cubriéndose los labios con las manos, más por miedo a escupir la comida que otra cosa.
- ¡Ah! Se llamaba… Locke. Y era un… un… ¿Corviknight? –
- ¿A mí me lo preguntas? Eres tú el que lo ha visto. –
- Jo Má, es que me se bailan las palabras… -
- No Norkie, cariño, se dice “me bailan”. – Corrigió a su no tan pequeño retoño, dándole un par de cariñosas palmaditas en el antebrazo. - ¿Y qué hiciste después? Volviste muy tarde… -
- Euhhhhh… - Miró a ambos lados, como asegurándose de que nadie más les escuchaba, y empezó a contarle cómo fueron a la Zona Salvaje y todo lo que vio allí, primero entre susurros y luego subiendo la voz poco a poco, empujado por su propia emoción.
- ¡Y entonces vi bunearys! Y-y me recordaron mucho a ti Má, porque eran pequeñitos y bonitos, como tú. Intenté coger uno para enseñártelo, pero son muy rápidos… -
La madre, que estaba escuchando enternecida, no pudo evitar dar un bote en su asiento cuando el cabeza de familia entró en la cocina, abriendo la puerta con un golpe seco.
--------------
- ¿¿Dónde está mi puta cena, Susan?? –
El señor Craig, un hombre alto y corpulento, vociferó a su esposa antes de dejarse caer sobre su silla. Norkian miró a su padre, reprimiendo el impulso de hacer gesto alguno que indicara que había percibido el evidente olor a alcohol que desprendía, e intentó actual como si nada.
- Buenas noches, Pá. ¿Cómo fue… la tarde? –
El cabeza de familia tardó algunos instantes en responder, tamborileando los dedos sobre la mesa con el ceño fruncido.
- Joder, ¿no podías esperarme, gordo de los cojones? –
- ¿Qué? – El chico miró su plato, aún a medio comer. – … lo siento Pá, pensamos que tardarías mucho más en volver… -
Craig ya iba a gritarle alguna grosería al grandullón, cuando Susan puso su plato frente a él, musitando un “qué aproveche”. Huevos fritos con arroz, el plato favorito del cabeza de familia. Ante silencio que acababa de formarse, Susan suspiró con alivio, pero ni siquiera le dio tiempo a sentarse antes de que volviera a romperse.
- ¡JODER! ¡Esto está helado! –
- P-pero cielo, es arroz… en verano se sirve frío… -
- ¿Verano? ¿¿PERO TÚ HAS VISTO LA QUE ESTÁ CAYENDO?? –
Craig señaló hacia la ventana, a través de la que se podía ver el cielo nocturno, despejado, sobre el suelo húmedo de la reciente lluvia.
- Pá, hace rato que dejó de llover… -
- ¡No me contradigas, gordo de mierda! –
- ¡N-no pasa nada! ¡Volveré a calentarlo! –
Susan se apresuró en coger el plato de su marido, pero éste la apartó de un empujón, haciendo que ambos, esposa y plato, cayeran al suelo, esparciendo la cena del marido por el suelo.
- Mira lo que has hecho… ¡estúpida! ¡No sirves para nada! –
Craig se dispuso a propinarle una patada a su esposa, pero repentinamente su mundo se oscureció tras recibir un golpe seco en la cabeza.
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why don’t you ask him/her instead? (mi oportunidad para sacar a hyunho celoso[?])
&. JEALOUSY SENTENCE STARTERS.
Decir que estaba sorprendido era decir poco, se mantuvo viendo a Hyunho un buen tramo de minutos y es que al principio le costó entender lo que pasaba… hasta que finalmente comprendió. ❝¿Estas molesto porque estuve pasando mucho tiempo con mi compañera de la universidad?❞ — es la única respuesta que podía hallar, más aun porque llegó tarde al encuentro con Hyunho y fue porque su compañera de clases lo llamó a último minuto para que la ayudara en algo de un trabajo que debía entregar. ❝ Si quieres puedo ir a preguntarle si prefiere el spaghetti con salsa de pollo o de carne, aunque no creo que entienda, quizás lo toma como una invitación a una cena conmigo.❞ — agregó con una pequeña sonrisa. Sí, le gustaba ver al mas bajito tan irritado por celos. { @xwishingscar }
#aajnskjsjnkdjd me da risa porque#en vez de darle miedo ver a hyunho así#le causa ternura???#y le gusta verlo celoso JANAKJSMND im soft#encima lo sigue picando xDDD#pa' que se entienda el contexto#llegó tarde a hacer una cena para ambos#porque la dude lo retrasó y bueno(?)#「 ♤ 」 ask ━ jonghyun.#「 ♥ 」 lover ━ hyunho.#「 ★ 」 criminal ━ jonghyun.#xwishingscar
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Clases de Seducción II, parte 1: Sebastian
Temporada 1
La música monofónica de las luces de navidad se escuchaba desde el living de la casa.
Sebastian estaba en su habitación, leyendo historias paranormales en un blog de internet, creyendo cada palabra que leía, mientras esperaba que la cena estuviese servida.
Si bien siempre le había gustado la navidad, precisamente ese año la idea de estar demasiado tiempo con su familia le provocaba un profundo rechazo. Su padre se había puesto muy firme respecto a que tendría que hacer el servicio militar en vez de ir a la universidad el año entrante, aunque Sebastian aún tenía confianza en que le había ido bien en la PSU.
Si pudiera elegir, en ese momento estaría hablando por Messenger con Rubén, su mejor amigo, pero después de la fiesta de gala de cuarto medio su amistad se había tensionado: Sebastian le había enrostrado a su amigo su propio descuido por haberse ido de la fiesta completamente borracho con Felipe, un compañero del liceo a quien apenas conocía.
A Felipe lo ubicaba porque habían jugado fútbol juntos un par de veces anteriormente, y si bien, no le parecía que fuera un potencial homicida, sí le llamaba la atención que fuera tan reservado siempre.
—Ya deja de decir eso, Seba —le dijo una vez Daniela en el recreo, mientras ambos veían cómo Felipe saludaba a Catalina en el quiosco—. No es raro el Pipe, solo tienes que conocerlo.
—Es re difícil si el hueón no habla nada —respondió Sebastian, riéndose—. Hemos jugado juntos a la pelota y es imposible sacarle algo de conversa. Todo responde con monosílabos, si es que. Por lo general solo gruñe.
—No seas pesado —la muchacha le dio un golpe en el abdomen—. Le ha tocado difícil en la vida, pero es muy buena onda.
Esa vez Sebastian se quedó con la frase de Daniela dándole vueltas en la mente. “¿Qué cosas tan difíciles podría haber pasado alguien a su edad?”, se preguntaba. Poco sabía Sebastian en ese entonces de las distintas realidades que pueden estarle ocurriendo a la gente a su alrededor.
Sebastian no lograba concentrarse en el texto que tenía en la pantalla del computador, donde se exponía el testimonio de un funcionario del ejército y su familia que decían haber visto dinosaurios en la carretera entre Arica e Iquique, según reportaban los periódicos de hace poco más de seis años.
La mente le daba vueltas a su reciente pelea con Rubén, y pensaba en cómo se pudo haber evitado todo ese problema si simplemente hubiese sido un poco más valiente, y creaba escenarios imaginarios donde pudo haberse atrevido a cambiar el curso de su amistad con Rubén: en la fiesta de Daniela, después de haber retirado las invitaciones para la licenciatura, el mismo día de la fiesta de gala.
Oportunidades había tenido muchas, pero el miedo siempre fue más fuerte. Incluso cuando iban caminando hacia sus casas, después de ir al liceo a buscar las invitaciones a la licenciatura, se atrevió a dar el primer paso para hacerle ver a Rubén su real interés en él, pero una muy errónea interpretación de la reacción inicial de Rubén lo hizo dar pie atrás no muy sutilmente. Esa tarde cuando llegó a su casa, se tiró en la cama, hundió su cara en la almohada y (aprovechando que no había nadie en la casa) gritó con todas sus fuerzas, de impotencia por haberse arrepentido, y sobre todo, por haber lastimado a Rubén por su cobardía.
—Hijo, a comer —le dijo su madre, asomándose brevemente por la puerta del dormitorio.
Sebastian se puso de pie y salió al comedor, donde ya estaban su padre y su hermana sentados, esperándolo a él y a su madre, que aún no terminaba de servir todos los platos. Fue al baño a lavarse las manos y al volver al comedor ya estaban todos sentados.
Su madre hizo una oración religiosa para agradecer a dios por la cena de navidad y la alegría de estar juntos como familia, y luego procedieron a comer, con una película cristiana en el canal evangélico de fondo.
Después de cenar, los cuatro se dirigieron al living donde estaba el árbol de navidad, con una escueta cantidad de regalos.
—Este es para ti, hijo —el padre de Sebastian le entregó un regalo de tamaño considerable.
Sebastian lo abrió entusiasmado. Siempre le había gustado la navidad por los regalos, pero no por el hecho de recibir un regalo caro ni nada por el estilo, sino por el símbolo de que alguien te considere importante en su vida y dedique tiempo en prepararte un obsequio. Eso le parecía lindo, además que el olor del papel de regalo le traía muchos recuerdos gratos de cuando era menor.
Al abrir el regalo, se encontró con una gran mochila (“para mochilear”, pensó), y una pelota de fútbol nueva. Le pareció curioso el regalo, pero lo agradeció de igual forma.
—Gracias, papá —le dijo a su padre dándole un abrazo.
—Es para que la lleves al regimiento —le contestó su padre, con orgullo en la voz—. Un consejito, el que lleva la pelota siempre tiene un mejor recibimiento.
El comentario de su padre no le cayó nada de bien a Sebastian, y de hecho, le bajó completamente el ánimo.
—La mochila es para que lleves tus cosas —intervino su madre, con delicadeza.
—Gracias —murmuró Sebastian, impotente.
—Deberían habérsela regalado para que se fuera a mochilear —comentó Priscilla, la hermana menor de Sebastian, percatándose de la incomodidad de él.
—No digas esas tonteras Priscilla, mochilear es de drogadictos y vagonetas —la retó su padre—. Sebastian no va a andar haciendo esas tonteras, ¿cierto hijo?, primero las responsabilidades.
Sebastian simplemente asintió, y luego su madre le entregó un regalo a Priscilla.
—Gracias mami —dijo su hermana dándole un abrazo a su mamá.
Priscilla abrió el regalo y sacó un diario de vida, un set de lápices y plumones y varias esquelas.
—Gracias —dijo algo decepcionada Priscilla.
Sebastian de inmediato notó la decepción de su hermana, y sabía a qué se debía: Priscilla a sus 13 ya estaba bastante grande como para recibir regalos así.
—¿Por qué le regalan otra pelota de fútbol al Seba si ya tiene cuatro? —preguntó Priscilla, agudizando su tono de voz—. Mamá, te dije la otra vez que yo también quería jugar a la pelota.
—Pero hija, puedes usar una de las pelotas viejas de tu hermano —le respondió la madre con voz suave.
—¿Cómo se te ocurre decirle eso Marta? —intervino el padre, molesto—, la Prisci es una niñita, no puede jugar a la pelota.
Sebastian soportó por unos minutos la incomodidad de la situación, hasta que su madre le ofreció cola de mono para seguir compartiendo con ellos, pero prefirió irse a dormir.
—Oye, princesa —le dijo a su hermana, abriendo la puerta de su habitación después de dar un par de golpes. Priscilla se había ido a su dormitorio apenas habían terminado de abrir los regalos—, no te bajonees.
Su hermana estaba sentada en la cama ojeando de mala gana las esquelas que le habían regalado sus padres, seguramente pensando en que ni siquiera las coleccionaba como para recibirlas de regalo.
—No me gusta que mi papá insista en mandarte al servicio —le dijo ella con pena en la voz.
Sebastian sintió que las palabras de su hermana le abrigaron el corazón.
—No te preocupes por eso —soltó una risita—, no me voy a ir al servicio.
—¿Cómo que no Seba?, ¿no has estado poniendo atención al papá los últimos dos meses?, es lo único de lo que habla.
—Si sé, pero…
—¿Tu crees que sea solo una técnica para asustarte, pero en realidad te va a dejar quedarte? —le preguntó con un brillo de esperanza en la mirada.
—No sé —Sebastian volvió a soltar una risita, nerviosa esta vez—, pero pretendo hacerle cambiar de opinión. Estudié mucho para la PSU y estoy seguro que me fue bien.
—¿En serio? —la esperanza se desvaneció de la mirada de Priscilla, y ahora solo había escepticismo.
—Si… —las preguntas de su pequeña hermana lo hicieron dudar de su seguridad—. No me iré a ningún lado.
Priscilla le dio un fuerte abrazo, que Sebastian no supo si era de alegría o de consuelo.
—No me habías dicho que te gustaría jugar fútbol —le comentó, cambiando de tema.
—Si —Priscilla se despejó el pelo que le había quedado en la cara—, en la escuela empecé hace poco, pero no le he dicho a mis papás.
Sebastian no tenía idea del interés deportivo de su hermana.
—Puedes quedarte con mi regalo, la pelota nueva —le dijo con una sonrisa.
—¿En serio? —Priscilla se llevó las manos a la boca sorprendida—, ¿y qué vas a llevar al regimiento?
—Ya te dije que no iré a ningún lado —le recordó él—. Pero si voy, no voy a llevar pelota. Ni ahí con agradarle a hueones.
—¡Seba! —Priscilla volvió a llevarse las manos a la boca, esta vez sorprendida por la palabra coloquial usada por su hermano.
—No le digas a mi papá que dije eso —le pidió Sebastian, con complicidad.
Sebastian se quedó mirando el diario de vida que acababa de recibir como regalo su hermana. Para mantener en privado su contenido, tenía una cerradura muy elaborada, que contrastaba notablemente con el diseño de la tapa, un pingüino bastante alegre sobre un fondo verde.
—¿Te importa si me lo quedo? —le preguntó a su hermana, intentando sonar casual.
—Llévatelo —le dijo ella, y luego le dio un abrazo de agradecimiento.
Sebastian se puso de pie y se acercó a la puerta para irse a su dormitorio.
—¿Tienes muchos secretos? —le preguntó Priscilla, sacando por lógica el propósito de Sebastian para el diario.
Un escalofrío le recorrió la espalda y sintió que el corazón se le aceleró por la pregunta de su hermana. Se volteó para mirarla a los ojos, aún sin saber qué responder.
Podía mentirle y decir que usaría el diario para otra cosa, pero prefirió no hacerlo.
—Sí —respondió finalmente, suspirando temblorosamente.
—Buena suerte con eso —le dijo ella, asumiendo que los secretos de su hermano no eran nada grave, y por el contrario, era algo normal—. A la Isabel —una compañera de la escuela— no le sirvió de mucho escribir en el diario porque un día se lo sacaron de la mochila y todos se pusieron a leerlo.
Sebastian se rió, aunque sintió pena por Isabel. Luego sin decir nada salió de la habitación.
Cuando despertó esa mañana, Sebastian sintió un profundo dolor de cabeza que le impedía concentrarse con claridad en el día que tendría por delante: se tenía que presentar en el regimiento para viajar hacia Arica a comenzar su servicio militar.
La noche anterior se había quedado dormido muy tarde, con la mente dándole vueltas a su discusión con Rubén y el futuro de su amistad. Producto del mal dormir, sentía que la cabeza le iba a explotar.
Se levantó sin ganas y se fue a duchar. Sintió un ardor en los nudillos al sentir el agua golpetear en ellos. Bajó la mirada y vio sus heridas de un color rojo vivo, aún sin lograr una efectiva cicatrización. Sintió rabia, pena y vergüenza al recordar la razón de dichas lesiones, pero ahogó esas sensaciones levantando el rostro e imaginando que el agua se las llevaría por el desagüe.
Se puso un pantalón de jeans sencillo y una polera de color rojo. “De seguro les va a encantar que use esta polera para presentarme”, pensó, y sonrió para sí mismo, intentando subirse el ánimo.
Desayunó junto a sus padres, quienes no se esforzaron en establecer una conversación para alivianar el estado de ánimo de Sebastian.
Antes de irse, fue a la habitación de Priscilla para despedirse.
—Prisci, me voy —le susurró Sebastian para despertarla.
Su hermana se despertó de un sobresalto y lo abrazó de inmediato.
—Te voy a extrañar —le dijo ella.
—Yo también —confesó él, aunque utilizó gran parte de sus energías en sonreir, para convencerla de que estaba bien a pesar de todo.
—No dejes que te roben tu luz —le pidió Priscilla, al despedirse, sorprendiendo a Sebastian por la frase.
—No lo harán —prometió él, después de unos segundos. Manteniendo su sonrisa de confianza y seguridad, aunque era completamente falsa. Estaba destruido por dentro.
Cuando salió del dormitorio de su hermana, su madre le dijo que su papá ya había dejado su mochila en el auto, y lo estaba sacando de la cochera para estacionarlo fuera de la casa.
Sebastian salió por la puerta de entrada, seguido de su madre, y de forma instintiva, miró en dirección a la esquina que daba hacia la casa de Rubén, y ahí estaba su mejor amigo de pie, mirándolo a la distancia.
Sintió que el corazón se le encogió y un nudo se le formó en la garganta. Bajó la mirada y bajó el par de escalones que daban hacia la calle, y al abrir la puerta del auto, volvió a mirar en dirección a Rubén, pero no lo pudo ver bien porque tenía la vista nublada por las lágrimas.
Se subió al Ford Fiesta de su padre, y sintió que la garganta le iba a explotar por la fuerza que estaba reuniendo para no llorar.
La mañana estaba realmente hermosa, el sol brillaba radiante mientras se elevaba lentamente por sobre los cerros áridos de la ciudad, tiñendo de un agradable tono dorado las calles y casas del barrio, mientras los pájaros cantaban alegres la melodía de la naturaleza que era tan esquiva en el norte grande. Sin embargo, Sebastian era incapaz de apreciar la belleza de todo eso. Lo veía, a través de las ventanillas del vehículo de su padre, pero lo sentía lejano, como si todo lo bueno que pudiera existir en el mundo no fuera para él. Solo podía ser un espectador distante, pasivo.
El aroma del pino aromatizante recién abierto y de la silicona para autos le provocó náuseas. Su padre, pensando que ése era un gran día, había hecho una limpieza profunda al vehículo, como si con eso demostrara su profundo amor a la patria.
Sebastian mantuvo la mirada gacha, temiendo que Rubén apareciera a su lado, golpeando la ventana rogándole que no se fuera, y temiendo no ser lo suficientemente fuerte para no bajarse y abrazarlo, e incluso besarlo enfrente de sus padres. Sin embargo, nada de eso no pasó. Su real orientación seguía a salvo por el momento.
Sintió comezón en los nudillos, y de forma instintiva se los quiso rascar, disparando inmediatamente un molesto ardor. Las mismas emociones volvieron a manifestarse, pero esta vez no estaba en la ducha para dejar que se las llevara el agua.
Cuando su padre puso en marcha el vehículo y comenzó a andar, Sebastian levantó la vista y miró disimuladamente por el espejo retrovisor, buscando a Rubén. No pudo identificar las expresiones de su rostro, pero solo con ver su silueta, sintió un dolor profundo en el pecho, y cuando su padre viró en la esquina hacia la derecha y ya no lo pudo ver más, soltó el llanto que tenía ahogado, que estuvo aguantando por varios minutos.
La idea de no volver a ver a Rubén por tantos meses le destrozaba el corazón, aún después de cómo había sido su última conversación.
Si bien, la ausencia de Rubén en su fiesta de despedida lo había molestado, no sentía que fuera algo terrible que no pudiera perdonar. De hecho, el día anterior cuando su amigo fue a conversar con él, tuvo que reprimir sus ganas de correr a abrazarlo con fuerza, de sentir su cuerpo, su aroma, y quizás sus labios por última vez. Estaba dispuesto a perdonar su ausencia sin reparos.
Pero en ese mismo momento, cuando Rubén comenzó a explicarse, Sebastian pensó que quizás era mejor para Rubén si él se iba en malos términos con él. En el momento le pareció lógico y tenía sentido, porque Sebastian tenía el presentimiento de que con él lejos, Rubén podría no entregarse por completo a su relación de pareja con Felipe, intentando mantener un espacio para él cuando volviera, porque sentía que a pesar de ya estar pololeando, aún lo quería como algo más que amigo. Estaba convencido de eso.
En cambio, al tomar la decisión de irse en malos términos, Rubén lo podría olvidar, no estaría esperando su regreso. No se limitaría a crear nuevas amistades pensando en el fracasado de su amigo que solo le quedó ser obligado a realizar el servicio militar por ser incapaz de responder bien una prueba de selección universitaria.
“¿Cómo se te ocurre haberlo hecho así?”, pensó toda la tarde anterior, después de que Rubén se fue de su casa. “¿Por qué iba a afectar su pololeo si seguían siendo amigos a pesar de la distancia?, ¿de verdad te crees tan importante?”. El arrepentimiento por su decisión no tardó en aparecer, pero intentó convencerse de que era lo mejor.
“Él estará mejor así. Podrá seguir adelante”. En el fondo, sentía que su amistad podría estancar a Rubén, y lo estaría amarrando a su mediocridad de pendejo sin futuro.
—No llore hijo —le dijo su padre intentando sonar paternal—, ahora se va a convertir en todo un hombre. Eso debería llenarlo de orgullo —el papá de Sebastian buscaba su mirada a través del espejo retrovisor—. Allá va a aprender también que los hombres no lloramos. Eso es para las mujeres.
—No digas eso —le dijo la madre de Sebastian, aunque no con mucha convicción.
—Es verdad —el padre de Sebastian soltó una risotada—. Aparte, más le vale hijo que no haya estado llorando por el maricón ese del Rubén, mire que ahí lo bajo y le saco la chucha antes de llegar al regimiento.
Sebastian sintió un golpe de furia tan intenso que estuvo a punto de darle una patada al asiento de su padre para hacer notar su molestia por cómo hablaba de Rubén. Pero no lo hizo, dejó que siguiera hablando con su madre sobre quizás qué cosas mientras él concentraba su furia en su puño, que lo tenía tan apretado que sintió que se estaba haciendo daño en las palmas con sus propias uñas.
Para liberar un poco la furia, le dio un golpe con el puño a la puerta del vehículo, sobresaltando a su madre.
—¿Qué fue eso? —preguntó la mujer asustada.
—Este cabro hueón le pegó a la puerta —respondió el padre, perdiendo el tono paternal, y volviendo a su forma de hablar habitual.
Sebastian no respondió. La verdad no le importaba hacer enojar a sus padres; ya no lo podían castigar más.
Se miró el puño y vio que por el golpe, las heridas se volvieron a abrir y el ardor fue más intenso que nunca, e incluso dejó manchada con sangre la puerta del auto.
—Cuando llegues al regimiento pide que te curen el puño —le dijo su madre preocupada al verle la mano a Sebastian—. ¿Tan fuerte le pegaste a la puerta?
El tono de extrañeza de su madre le provocó una leve sonrisa burlona a Sebastian. Obviamente no tenía el puño así por el golpe a la puerta del auto.
Se secó las lágrimas del rostro, y cuando llegaron al regimiento, sintió que aún tenía los ojos hinchados por el llanto.
“Tremendo inicio”, pensó. “Van a pensar que soy ahueonao por estar llorando el primer día”.
Dio un largo suspiro con los ojos cerrados para dejar salir lo último de su llanto.
“Pico. Que piensen lo que quieran”.
—No olvides que te amamos —le dijo su madre dándole un fuerte abrazo y muchos besos en la frente.
—Recuerda mantener en alto nuestro apellido. Por algo somos Guerreros —le dijo su padre dándole unas palmadas en la espalda.
Sebastian no sintió mayor emoción al despedirse de sus padres. Lo único que podía sentir en ese momento era desilusión hacia ellos, por obligarlo a hacer algo que no quería, sin importarles su sentir.
Tomó la mochila llena de ropa, se la puso al hombro e ingresó caminando al regimiento.
Preguntó en la entrada al joven soldado que estaba de guardia hacia dónde dirigirse, y el muchacho de forma muy cortante le dio las indicaciones.
Entró a un amplio galpón que a Sebastian le daba la impresión de ser un gimnasio techado o algo por el estilo, aunque no veía ningún tipo de implemento deportivo, o graderías, o demarcaciones en el suelo que indicaran que era una cancha de algún tipo.
El lugar estaba casi completamente vacío., salvo por tres militares instalados cada uno en un mesón, separados por al menos tres metros de distancia, y un joven con ropa de calle, al igual que él, de cabello castaño y piel blanca como la leche, que se notaba ansioso, aunque sonreía como si estuviera disfrutando la espera.
Sebastian se acercó al primer mesón, siguiendo las instrucciones del guardia.
—Buenos días, ¿dónde tengo que dejar mis cosas? —le preguntó con la mayor seguridad posible en su voz al primer militar, de piel oscura por años de exposición al sol, y un gran bigote que a Sebastian le recordó al Profesor Rossa.
El hombre apartó la vista del periódico que estaba leyendo y lo miró.
—Buenos días joven, ¿Cuál es su nombre? —el militar, de apellido Rodríguez según se leía en el parche de su pecho, le preguntó con el mismo tono marcado del guardia.
—Sebastian Guerrero —respondió ya molesto con el tono prepotente de los militares.
—Necesito su cédula de identidad —le dijo mirándolo a los ojos fijamente a través de unos anteojos ópticos rectangulares. Sebastian se la entregó—. ¿Para qué regimiento se dirige, Señor Guerrero? —Rodriguez se dispuso a buscar el nombre en un libro con letras muy pequeñas donde se enlistaban muchos nombres que Sebastian no alcanzó a divisar.
—Al de Arica —el tono de Sebastian se iba mimetizando en pesadez con el del señor Rodríguez.
—Muy bien, el joven que está allá atrás también va hacia Arica —le informó el hombre, apuntando al joven de aspecto ansioso—. ¿Lo conoce? —Sebastian negó con la cabeza—. Serán compañeros de regimiento. Ya tendrán doce horas de viaje para conocerse. Pase al mesón de aquí al lado a dejar sus cosas.
Sebastian obedeció sin ganas. Se acercó al siguiente mesón, donde dejó su mochila y esperó que apareciera alguien. Tras unos segundos, un joven militar que Sebastian supuso no era mucho mayor que él, de piel morena y sonrisa jovial se acercó desde detrás del biombo del mesón contiguo.
—Hola —lo saludó el muchacho, marcando unos atractivos hoyuelos al costado de la comisura de sus labios.
—¡Olivares! —le llamó la atención el señor Rodríguez, desde el mesón de al lado.
—¡Si mi Capitán! —Olivares se cuadró manteniendo su sonrisa.
—¡Formalidad!, ¡no está en una reunión con amigos!
Sebastian miró al Capitán Rodríguez y seguía sentado en el mesón, leyendo el periódico nuevamente.
—¡Entendido mi capitán! —obedeció Olivares y volvió a su quehacer.
—Qué pesado —murmuró Sebastian.
—¿Traes…? —comenzó a preguntarle Olivares cuando Rodríguez se aclaró la garganta de forma ruidosa—, ¿trae algo que debamos confiscar? —se corrigió, mientras abría la mochila de Sebastian para revisarla.
—No, solo mi ropa y útiles de aseo —respondió Sebastian.
—¿Y esto? —Olivares sacó un diario forrado de color púrpura—, ¿lo usas para vestirte o para asearte? —le preguntó con ironía.
—Lo uso para escribir, tomar apuntes —Sebastian se puso nervioso, y esperó que Olivares no lo notara.
Olivares sonrió satisfecho, mostrando sus dientes perfectos, y continuó revisando la mochila de Sebastian, quien no prestaba atención a sus pertenencias: estaba mirando atentamente el rostro de Olivares.
—Estamos —dijo finalmente Olivares, tras terminar la revisión. Le colgó a la mochila una etiqueta plástica con el nombre de Sebastian, y se la entregó—. Guarda todo y luego pasa acá al lado.
Sebastian asintió, intentando mantener su postura de indiferencia.
—Oye —le dijo Olivares—. Diviértete.
El muchacho le regaló una última sonrisa coqueta, se dio media vuelta y se dirigió a la entrada del recinto.
—Te dije que te comportaras, Olivares —Sebastian escuchó que Rodríguez le llamaba la atención mientras él guardaba sus cosas.
—Capi, da lo mismo, ni siquiera va a estar con nosotros. Aún ni empieza, de hecho —Olivares sacó una cajetilla de cigarros y un encendedor del bolsillo del pantalón.
Rodríguez suspiró sin ganas de seguir discutiendo, y dejó que Olivares saliera a fumar.
Sebastian, por su parte, pasó al último mesón, de revisión médica.
—Pasa detrás del biombo y quítate la ropa —le dijo el último militar, de unos cuarenta años.
Sebastian se percató que la insignia de su uniforme decía “Dr. Hoffmann”.
Obedeció sin decir nada y se desnudó por completo.
El doctor Hoffmann le hizo varias preguntas respecto a sintomatología y antecedentes de enfermedades, mientras le tomaba signos vitales y evaluaba sus reflejos y sentidos.
—¿Qué te pasó ahí? —le preguntó, dándole suaves golpes con la lapicera en los dedos de las manos.
—¿Si digo que me agarré a pelea me echan del servicio? —contra preguntó Sebastian, haciéndose el problemático.
—Eso está por verse —respondió el doctor luego de soltar una risa sonora.
A Sebastian le molestó que se riera y no lo mirara feo o lo retara.
—Doctor, acá está el carnet del congrio —Olivares ingresó por detrás del biombo como si nada, extendiéndole la cédula de identidad de Sebastian al doctor Hoffmann.
—¿Cuántas veces te he dicho que no entres cuando estoy con pacientes? —lo regañó el doctor.
—Disculpe doc —Olivares bajó la vista, algo avergonzado.
—A mí me da lo mismo —comentó Sebastian—. Me tendré que acostumbrar a la falta de privacidad en el regimiento, ¿o no?
Olivares lo miró sonriendo con sorpresa. Lo miró a los ojos por un par de segundos y luego bajó la mirada para dar un vistazo rápido a su cuerpo completamente desnudo, para luego volver a mirarlo a los ojos.
—No me importa como sea el regimiento, acá se mantiene la confidencialidad del paciente —argumentó el doctor, y esperó a que Olivares saliera del lugar.
Continuó evaluando a Sebastian y le hizo curaciones en las heridas de los nudillos.
—Ya para mañana deberían estar mejor —le indicó—. Ahora solo debes esperar afuera a que te llamen para tomar el bus. Mucho éxito.
Sebastian salió del “box” de atención, y notó que ya no estaba el joven ansioso. Se paró en la entrada del recinto y vio que el joven estaba conversando con Olivares mientras fumaban un cigarro. Sebastian se sentó en el primer escalón del acceso, y miró a los muchachos a la distancia mientras conversaban como si se conocieran de toda la vida.
No escuchó nada de lo que decían, pero al cabo de un par de minutos, los muchachos se despidieron y el joven ansioso se fue caminando hacia un lugar que Sebastian no podía ver desde donde estaba sentado.
—Oye, llegó el bus —le dijo Olivares, acercándose a él en las escalinatas, y sentándose a su lado.
—¿Dónde? —preguntó Sebastian, manteniendo su tono de voz indiferente.
—Se está estacionando allá —Olivares le indicó en dirección hacia donde se había dirigido el joven ansioso.
Olivares se quedó mirando por unos segundos a Sebastian, que le devolvía la mirada serio, demostrando que no quería estar ahí.
—Y cambia esa actitud de mierda —le dijo soltando una risa—, que no te va a durar mucho en el regimiento.
—La actitud de mierda se queda conmigo. Si no la quieren, que me saquen de ahí —respondió desafiante Sebastian, poniendose de pie.
Olivares negó con la cabeza, aún sonriendo.
—No te va a servir de nada —le dijo después de unos segundos, poniéndose serio—. Vas a aprender, conocer personas, hermanos para toda la vida. Solo tienes que abrirte a ello. Puedes divertirte mucho en el regimiento si te lo propones.
Olivares se puso de pie y dio un largo suspiro.
—Disfruta, ya te dije —continuó Olivares, y se dio la vuelta para subir los últimos escalones, mientras Sebastian se quedaba mirándolo. Antes de entrar al recinto, se volteó y con una sonrisa le dijo—. Me llamo Matías, por si acaso.
Sebastian asintió, esforzándose para esbozar una sonrisa y no parecer tan indiferente.
—Yo Sebastian —respondió torpemente.
—Si sé, lo vi en tu cédula —dijo finalmente Olivares, y luego entró al recinto y se perdió de vista.
Sebastian se fue caminando hacia el estacionamiento que le había indicado Matías, pensando en lo que le había dicho.
“¿De verdad puede ser tan bueno como él dice?”, pensaba. “Imposible. De seguro se hizo el simpático solamente para que no diera tantos problemas al capitán allá en Arica”. Para Sebastian todas las buenas impresiones que se pudo haber llevado de esa mañana eran una estrategia del ejército para comenzar a “domesticarlo” y así hacer más fácil su obediencia.
En su mente, no había forma que algo bueno pudiera salir de ahí.
Guardó su mochila en el compartimiento de equipaje afuera del bus, y al subirse vio que el joven ansioso estaba sentado en el primer asiento, así que por razones obvias, él se ubicó al fondo del mismo.
El Capitán Rodriguez al cabo de un minuto subió al bus, les dio un breve discurso de motivación al que Sebastian no prestó atención, y luego de despedirse, se bajó del bus y le dio la orden al chofer para que partiera.
Sebastian miró por la ventana las calles de Antofagasta por última vez hasta quizás cuándo. No sabía con certeza cuando le permitirían volver a su casa, pero tenía claro que por un par de meses tenía que permanecer en el regimiento sin derecho a salir.
Con la idea de ese deprimente futuro en la cabeza, se quedó dormido apenas el bus salió de la ciudad.
Cuando volvió del paseo de curso a Iquique, Sebastian se sentía extraño. Ansioso y decepcionado. Había tenido la mejor experiencia de su vida, pero también experimentó el terror más grande que podría sentir un joven confundido como él.
Al enfrentar las preguntas curiosas de sus padres y su hermana por saber cómo lo había pasado, mintió lo mejor que pudo diciendo que todo había estado perfecto.
Su primera noche de regreso a su casa, se dedicó a completar un proyecto que se le había ocurrido antes del viaje. Le puso un nuevo forro al diario de vida de su hermana, que le habían regalado sus padres para navidad, pero que Priscilla no quiso conservar.
Lo cubrió con una cartulina de color púrpura, con la mayor delicadeza posible, lo máximo que le permitían sus torpes manos. Nunca había sido bueno para las artes plásticas, y sólo había logrado aprobar el ramo año tras año en el liceo gracias a que Liliana le hacía los trabajos.
El resultado le pareció bastante decente, sumado a la cerradura que a su juicio se veía de buena calidad, ya que la llave no era simple como otros diarios de vida que había tenido Priscilla cuando tenía siete años (los podía abrir fácilmente con un alfiler).
No sabía qué poner en la tapa, así que por el momento lo dejó así, sin título. “Quizás más adelante se me ocurra algo”, pensó.
Ya era cerca de la medianoche cuando por fin terminó, y casi de inmediato, se recostó de lado en la cama, y se dispuso a escribir.
“Querido Diario. Me siento tan estúpido escribiendo aquí, pero creo que es una buena forma de desahogarme sin tener a nadie con quien hablar. Bueno, tengo a alguien, pero sería bastante incómodo hablar con esa persona sobre todo lo que pretendo escribir aquí después de haber sido rechazado por él”.
Sebastian levantó la lapicera de color azul y soltó una risita avergonzada.
“Es una tontería”, pensó. “No sé en qué estaba pensando”. Cerró el diario, lo guardó en el fondo de su armario, y salió de la pieza a buscar comida.
Sebastian despertó algo desorientado, sin saber dónde estaban. Por la ventana podía ver casas, así que obviamente estaban en una ciudad, pero no sabía dónde era.
Dio un vistazo hacia el resto de los asientos, y se dio cuenta que habían dos jóvenes más aparte de él y el chico ansioso.
Buscó su celular y vio que eran pasado las once de la mañana. Por el tiempo que había pasado la única opción posible era que estaban en Calama, o al menos saliendo de ella, y supuso que habían pasado a recoger a los dos nuevos muchachos.
Le pareció curioso que los cuatro, incluyéndolo, estaban sentados muy separados el uno del otro, sin mostrar ninguna intención de comenzar a conocerse.
Ya tendrían tiempo para eso, supuso. Tiempo de sobra.
Intentó volver a conciliar el sueño, pero le fue imposible. Reclinó el asiento y se puso a mirar por la ventana mientras pensaba en su futuro próximo.
Pasaron por afuera de una plaza y pudo ver a un grupo de jóvenes de su edad conversando y riendo animadamente esa mañana de domingo.
“Qué suerte tienen”, pensó, y lo invadió una envidia insoportable.
¿Por qué él?, ¿por qué su padre tenía que obligarlo a hacer el servicio militar?, ¿por qué su padre lo odiaba tanto como para arruinarle sus oportunidades de ser feliz?
En ese momento sentía una real aversión hacia su padre. Lo culpaba por todo lo malo que le había pasado en el último tiempo. Había dejado pasar sus posibilidades de establecer una relación romántica con Rubén solamente por los temores que le provocaban el rechazo a su orientación por parte de su padre y su reforzamiento a la masculinidad tóxica. Y ahora, estaba rumbo a hacer el servicio militar como castigo desmedido por no haber tenido notas ideales en el liceo.
Mientras más vueltas le daba al asunto en la mente más odiaba a su padre.
Su madre no se salvaba de su odio tampoco. La culpaba de no haberse opuesto con la suficiente fuerza a la determinación de su padre, a pesar de que no estaba de acuerdo. Sebastian se sintió completamente abandonado por ella. Además que su actitud cuando supo que Rubén era gay tampoco fue la mejor, apoyando a su padre diciéndole que no volviera a juntarse con él, como si tuviera algún tipo de enfermedad contagiosa.
La única que lo apoyó incondicionalmente siempre fue Priscilla, su pequeña hermana. Desde ya la estaba extrañando, y deseaba que no dejara que sus padres le inculcaran malos pensamientos.
Dentro de todos sus pensamientos negativos hacia sus padres, finalmente siempre llegaba hacia Rubén. Su padre lo estaba enviando a hacer el servicio militar, impidiéndole seguir viendo a su mejor amigo, y eso era lo que más le dolía.
Lo peor de todo, era que la forma en que cerró su relación de amistad con Rubén fue completamente su culpa y de nadie más. si no hubiera sido por sí mismo, quizás ahora estaría en ese mismo bus rumbo a Arica, pero con la promesa de al regresar, continuar un pololeo con él. Pero no. Por su estupidez, Rubén prefirió encontrar el amor junto a Felipe, y a Sebastian no le quedó otra que aceptarlo, apoyarlo, y finalmente, rechazarlo para que viviese junto a su pololo sin pensar en él.
Cuando llegaron a Quillagua, el conductor del bus se bajó afuera de una posada, y al cabo de un par de minutos volvió.
—¡Soldados! —les gritó, sorprendiendo a Sebastian por el tono ronco de su voz. No había pensado que el conductor del bus fuera militar también, pero ahora que lo razonaba mejor, no tenía sentido que enviaran a los nuevos soldados con un conductor sin entrenamiento militar—. Vamos a almorzar acá. Bájense y tomen asiento todos juntos en una mesa.
Sebastian fue el último en bajarse, con la mirada baja para evitar el contacto visual con el conductor.
Ingresó a la posada que estaba prácticamente vacía, con un par de camioneros sentados comiendo en mesas aisladas. sus nuevos compañeros estaban tomando asiento en una mesa para seis personas en un rincón, así que Sebastian se acercó a ellos, seguido por el conductor.
No pasaron ni cinco minutos cuando una bella joven de piel morena vestida con una polera negra ceñida al cuerpo les trajo un plato de ensalada a cada uno. Sebastian notó que los tres muchachos quedaron encantados con la belleza de la joven.
El plato era bastante grande y contundente, así que Sebastian comenzó a comer de inmediato para acallar los rugidos de su estómado, mientras escuchaba a sus compañeros comenzando a conocerse.
El chico ansioso se presentó como Andrés, mientras que los dos muchachos que habían subido en Calama eran Javier (de piel morena y melena rizada que apenas le tapaba una notoria cicatriz en la frente y otra en el mentón) y Julio (de piel blanca y negro cabello corto y en puntas, que a Sebastian le recordó a Sid de Toy Story).
—¿Y tú? —dijo uno de los muchachos.
Sebastian levantó la vista solo cuando no escuchó ninguna respuesta. Sabía que le estaban preguntando a él. Efectivamente los tres lo estaban mirando, esperando que se uniera a la conversación.
—¿Yo qué? —preguntó serio Sebastian, manteniendo el tenedor con unos trozos de papas cocidas y lechuga a unos cinco centímetros de su boca.
—¿Cómo te llamai? —le preguntó Javier, poniéndose serio, al nivel de pesadez de Sebastian.
—Sebastian —respondió, llevándose finalmente el tenedor a la boca.
—¿Y de dónde eres?, ¿eres voluntario igual? —lo interrogó Andrés, con notable entusiasmo en su voz.
“Este hueón va a ser insoportable”, pensó Sebastian.
—De Antofa, igual que tú. Nos subimos juntos, por si no te acuerdas —respondió cortante Sebastian.
—Oye no le respondai así —lo increpó Javier, defendiendo a Andrés.
—Ya, pero ellos igual se subieron juntos pero no son de la misma ciudad. Julio es de San Pedro —le explicó Andrés, sin ver mellada su buena actitud por la mala onda de Sebastian.
Sebastian no dijo nada. Se quedó en silencio mirando fijamente a Javier, quien le devolvía la mirada furiosa.
Genial. Aún ni empezaba su servicio militar y ya una persona lo odiaba.
—Todos los años es lo mismo —murmuró el chofer, riéndose para sí.
Julio y Andrés siguieron conversando, con ocasionales intervenciones de Javier, a quien Sebastian notó que quedó molesto por su actitud, pero no le importaba.
Sebastian solo se dedicó a escuchar. Tanto Andrés como Julio eran voluntarios, mientras que Javier había salido seleccionado y perdió todas sus oportunidades para eximirse. Notó que los muchachos no mostraron intensión en incluirlo en la conversación, pero tampoco le importó mucho. Mientras menos lo molestaran, mejor para él.
Tras una hora de pausa para almorzar, volvieron a subirse al bus para continuar su camino.
Pasaron a Iquique, donde se subieron tres muchachos más, uno muy alto, uno llamativamente gordo y el otro tan rubio que Sebastian dudó que fuera chileno.
El chico rubio le sonrió amablemente, a lo que Sebastian respondió levantando el mentón a modo de saludo, y se sentó en la fila de delante de él.
Sebastian se acomodó reclinando el asiento, y se puso a mirar por la ventanilla esperando que lo invadiera el sueño para poder dormir.
Finalmente llegaron al regimiento de Arica cerca de las diez de la noche, justo cuando Sebastian había logrado conciliar algo de sueño hace apenas dos horas.
Los muchachos se bajaron del bus con sus bolsos, y de forma obligatoria tuvieron que ingresar a un galpón donde habían tres uniformados, con la misma función de revisar sus equipajes, al igual que en Antofagasta.
—¿Otra vez lo mismo? —murmuró Sebastian molesto cuando le tocó su turno.
El militar que estaba frente a él abriendo su bolso, tenía un vistoso bigote negro que lo hacía verse mayor de lo que realmente era.
—Mientras más revisiones, mejor, soldado —respondió el hombre, que por la etiqueta de su uniforme, se apellidaba Guerrero, igual que Sebastian.
No supo qué responder, y supuso que no hacerlo era lo más sensato. Miró a su alrededor y en el mesón de la derecha estaba Javier, con las manos cruzadas por la espalda, esperando que el uniformado terminara de revisar sus cosas. Tenía una sonrisa socarrona en el rostro, y Sebastian sabía que era porque había escuchado la respuesta de Guerrero, y cómo él había quedado en silencio.
Sebastian se sintió estúpido y avergonzado. Javier estaba ahí de pie, seguramente burlándose de él en su mente, mientras él había sido incapaz de responder.
—¿Su celular? —le pidió Guerrero, extendiéndole la mano.
Sebastian se lo entregó a regañadientes y vio que el hombre le pegaba una cinta de papel con su nombre y su rut anotados.
—Se lo entregaremos en un par de meses más, si se lo merece, claro —le informó.
—¡Nuevos soldados! —habló con fuerza un hombre que había entrado al galpón sin que Sebastian se diera cuenta.
El hombre estaba vestido de militar, como todos en el lugar, y se acercó caminando hacia donde estaban los muchachos, ya concluída la revisión de los bolsos.
—Soy el Capitán Gomez —se presentó el hombre, dejando de lado los ademanes militares, pero manteniendo la fuerza y autoridad de su voz—. Quería aprovechar de darles la bienvenida esta noche. Mañana ya tendremos mayor tiempo de conocernos y comenzar oficialmente su servicio militar. Ahora vayan a las barracas a descansar —señaló en dirección a una de las puertas del fondo—. Mañana los espero a las setecientas en el patio, ¿está claro? —preguntó sin levantar la voz.
Todos respondieron afirmativamente, menos Sebastian, que se mantuvo en silencio.
—Muy bien —el Capitán se despidió con una cordial sonrisa y se fue caminando en dirección contraria a las barracas.
—Ya escucharon al capitán —intervino Guerrero cuando Gómez ya no estaba—. Mañana a las siete de la mañana en el patio, formados. No a las siete con cinco ni a las siete con diez. A las siete en punto. Si no están en el horario indicado serán castigados —hizo una pausa para mirar a cada uno a los ojos—. Deberán escoger una cama, donde dormirán por el resto de su estadía. Sobre cada cama hay un kit de artículos personales y una llave para su casillero designado. Pueden elegir la cama que ustedes quieran.
Guerrero dio media vuelta y les indicó el camino, mientras los muchachos lo seguían en silencio.
Las barracas eran los dormitorios. Ingresando por la puerta llegaban a un pasillo principal, que a mano derecha tenía tres grandes dormitorios con al menos diez camarotes cada una. los muchachos se percataron que el primer dormitorio estaba ocupado parcialmente por otros muchachos que ya estaban durmiendo, y Sebastian asumió que por eso Guerrero les dio las indicaciones antes de ingresar. Ninguno de los dormitorios tenía puerta, solo un gran umbral abierto. Al fondo del pasillo estaban los baños y, supuso Sebastian que las duchas también.
Los siete muchachos entraron en el dormitorio del otro extremo, el más cercano al baño, y se instalaron.
—Buenas noches soldados —Guerrero se despidió sin levantar la voz y salió de las barracas.
—Buenas noches —respondieron los muchachos casi al unísono.
Sebastian se fue directo a la última litera del fondo para no tener que hablar mucho con nadie, mientras Andrés junto a Julio ya comenzaban a meter conversa a los jóvenes que se habían subido al bus en Iquique, a quienes Sebastian no tenía interés en conocer.
Tomó la llave que estaba sobre la toalla en su cama y abrió el casillero. Guardó su bolso sin abrir, y todo el set de artículos personales, que incluía toalla de baño, pijama, ropa interior, desodorante, champú, jabón, pasta y cepillo de dientes, entre otras cosas.
Se quitó la ropa rápidamente y se acostó dándole la espalda a sus compañeros.
Se sentía completamente solo y vulnerable. No tenía con quién hablar, con quién desahogarse, y pensar en eso solo le traía más ansiedad a la mente, pero no podía evitar darle vueltas al asunto. No quería estar ahí y estaba determinado a no disfrutar su estancia en el regimiento.
Cerró los ojos con fuerza, como obligándose a dormir, como si con eso fuera necesario, pero lo único que logró fue escuchar los murmullos de sus compañeros.
—Es callado él —dijo una voz que Sebastian no reconoció. Supuso que era uno de los muchachos de Iquique.
—Supongo que no quiere estar aquí, por eso está así —comentó Andrés, comprensivo.
—Es un saco de hueas —dijo la voz petulante de Javier.
Un silencio incómodo se generó entre el grupo, y Sebastian estuvo a punto de levantarse a encarar a Javier.
—Tenemos que entenderlo —concilió Andrés—, ya se le va a pasar.
Sebastian dio un largo suspiro para calmarse, agradecido por las palabras del muchacho entusiasta.
Sus compañeros se acostaron a dormir y no demoraron mucho en conciliar el sueño, mientras que Sebastian seguía en su cama, mirando la pared, incapaz de entregarse a los brazos de Morfeo.
Cuando llegó a su casa, Sebastian entró con la mirada gacha, intentando mantener el equilibrio lo más posible para disimular su borrachera.
No había nadie en el living, así que se dirigió a su habitación lo más rápido posible para evitar encontrarse con sus padres.
Cerró la puerta detras de sí y se sentó en la cama, respirando hondo, y dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas, en silencio. Sentía que el pecho le dolía como si estuviera reteniendo con fuerza algo en su interior: su amor por Rubén.
Acababa de despedirse de su amigo después de acompañarlo a hacer sus postulaciones a la Universidad, y de encontrarse con Liliana y Rafael en un pub ubicado en el barrio universitario.
Sebastian se había estado sintiendo muy vulnerable emocionalmente en el último tiempo, producto de la frustración de no haber podido consolidar una relación con Rubén. Esto, sumado al alcohol consumido durante la tarde, produjo que hablara demás frente a sus ex compañeros, dejando expuestos sus sentimientos.
Le había dicho a Liliana y Rafael que Felipe le había quitado a Rubén, y que probablemente en el Servicio encontraría un nuevo amor, mientras que a Rubén le había dicho que prefería no dormir en su casa porque no soportaba la idea de no poder estar con él sentimentalmente.
Además, estuvo a punto de mandar todos sus miedos a la mierda y besar a Rubén ahí afuera de su casa, sin importarle lo que los demás pensaran, solo para poder sentir sus labios por última vez. Pero finalmente, una vocecita de cordura se abrió paso en su mente: simplemente le dio un fuerte abrazo, sintiendo su aroma y su cuerpo.
Sebastian tomó el diario que había tirado en el armario semanas atrás, después de haberse desmotivado a escribir lo que sentía por considerarlo estúpido.
Ahora, con el alcohol en su organismo para motivarlo a sacar a flote todos sus sentimientos, buscó la llave en el cajón del velador, abrió el diario, y comenzó a escribir:
“Rube, esto es lo que realmente siento.
Te amo.
Y aunque estés con Felipe, te voy a seguir amando.”
Sebastian miró lo que escribió y le pareció demasiado cursi. Iba a arrancar la hoja, pero decidió manterla.
Más abajo agregó, casi como una nota:
“Y me refiero a amor real. No amor de amigos. No amor de hermanos. Amor de pareja. Que te quede claro”.
Sebastian suspiró y dio vuelta la página.
“Ojalá pudiera retroceder el tiempo y haber podido usar la misma valentía que por fin pude reunir ese día en Humberstone, para completar esa propuesta que quería hacerte esa tarde cuando volvíamos de ir a buscar las entradas de la licenciatura, ¿te acuerdas?
Ese día te quería proponer realmente si esa noche de la fiesta querías dar el siguiente paso conmigo. Pero entré en pánico, y como medida de defensa, mentí, y con esa mentira te destruí.
No sabes cuánto me arrepiento.
Esa tarde en mi casa me tiré en la cama dándole muchas vueltas. ‘Anda y dile lo que sientes de verdad’, me repetía en la mente; pero luego el miedo volvía a hacerse presente: ‘Hiciste lo correcto. Esos sentimientos van a pasar. No están bien’.
Me levanté de la cama y salí de mi pieza con la intención de ir a hablar contigo y decirte la verdad, pero mi viejo me prohibió salir tan tarde porque al otro día tenía que levantarme temprano.
Yo sé que esto no justifica todo lo que te hice sufrir, pero quiero que conozcas realmente qué es lo que siento.
Bueno, ni siquiera sé si realmente vas a leer esto alguna vez, pero prefiero escribirte a ti antes que a un ser abstracto como ‘mi querido diario’.”
Luego escribió en la siguiente plana, pero en el centro:
“Me gusta verte como estás ahora. Entusiasmado por estar conociendo a alguien como pareja. Te ves feliz. Aunque desearía que esa felicidad la compartieras conmigo y no con Felipe”.
Sebastian se enderezó un poco y sonrió emocionado, mientras una lágrima comenzaba a caer por su rostro.
Cerró el diario para evitar que le cayeran lágrimas, y se recostó de lado en la cama, abrazando el diario, como si fuera una extensión de Rubén.
Se quedó dormido finalmente, con una sonrisa dibujada en el rostro.
Había encontrado la forma correcta para desahogarse.
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El amor es lo que nos mueve
Kanao sabe lo que es el amor.
Kanao sabe lo que es el amor, no es ajena a ello. Puede que la primera parte de su vida la pasara rodeada de miseria e inmundicia, pero ha tenido la suerte, una suerte que es consciente no todo el mundo tiene, de que esa etapa fuera breve, y la que siguiera fuera una época de alegría y color. De amor.
A pesar de que Kanao sabe lo que es el amor, es un sentimiento que ha tenido que ir descubriendo con los años. Desentrañándolo poco a poco. No ha crecido con él presente desde el primer día de su vida como otros bebés y niños más afortunados, pero cree que por eso puede apreciarlo más. Puede identificarlo mejor porque ha ido descubriendo poco a poco que es.
El amor es dos extrañas que la miran con pena a los ojos y la toman de la mano, arrastrándola con ellas en una carrera desesperada, alejándola de la cruel vida que le esperaba y poniéndola a salvo, aunque en ese entonces no sabe muy bien de qué se trata esa calidez en su pecho.
Pero Kanao, a pesar de su mudez y de sus ojos perdidos es inteligente y a partir de ese momento deja de estar perdida.
Así que aprende.
Aprende del amor de Kanae. Una sonrisa preciosa y llena de luz en su rostro mientras le acaricia la cabeza y le dice que todo estará bien. Un fuerte abrazo, una palabra que también tiene que aprender, y con la que ahora está fascinada. “Abrazo”, susurra en la oscuridad de su habitación mientras rememora los que ha recibido en su corta vida. Los va enumerando, sumando cada uno nuevo a su colección de abrazos como si fuera un tesoro, hasta que son tantos que deja de contar, y se siente privilegiada por poder dejar de hacerlo.
Aprende que amor también es Shinobu, con una belleza igual a su hermana pero un ceño fruncido y labios crispados gritándole. Aprende que el amor no siempre es caricias y abrazos, que a veces también es preocupación y desesperación. Aprende a identificar el tono de Shinobu, las grietas en su voz cuando le explica a su hermana mayor que teme porque sea incapaz de decidir, que quede para siempre sujeta a las decisiones de los demás. Aprende que tras su irritación esconde una profunda preocupación.
Para demostrarle que puede tomar decisiones pro sí misma, que no está completamente perdida, decide por primera vez. Decide su propio apellido. Tsuruyi. Se siente bien, y se siente aún mejor recibir las miradas de afecto y de orgullo de Kanae y Shinobu. De sus hermanas. También se siente bien tener algo que es propio, que su suyo, porque a veces su nombre se siente como una modificación de Kanae.
(Se siente horrible la primera vez que piensa eso, pero aprende, más tarde, que también es humano sentir cosas agrias a veces. Aun así, intenta alejar todos esos sentimientos de ella).
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Amor, descubre con el corazón bombeando el pecho y la emoción en sus ojos, es ver llegar a otra pequeña niña a la Finca Mariposa. Es más pequeña que ella cuando llegó, pero está en clarísimas mejores condiciones. Físicas, quizás, porque no deja de llorar.
Kanae y Shinobu se la presentan casi con miedo, pisando cáscaras de huevo pues no saben como puede ser su reacción. Nunca ha compartido mucho tiempo con otras personas salvo ellas dos, y mucho menos otros niños. Mucha gente pasa por la finca, gente en recuperación sobre todo, pero si no está con sus hermanas pasa la mayor parte de su tiempo sola, acompañada de su moneda, practicando como lanzarla al aire. Es normal que teman como se va a comportar ahora que va a tener que convivir todo el tiempo con otra persona. Que tendrá que compartir sus atenciones con ella.
Su reacción es la siguiente: abraza a la pequeña, cuyo nombre todavía no sabe, y le dice que todo va a estar bien con suaves palabras que se lleva el viento y que sus hermanas mayores no alcanzan a escuchar. Pero la pequeña sí.
Las miradas sorprendidas y orgullosas que intercambian las hermanas quedan a sus espaldas, pero los puñitos de la pequeña agarrándose a ella quedan con ella para siempre.
Kanzaki Aoi es el nuevo miembro de la familia de las Mariposas, y Kanao acaba de convertirse en hermana mayor.
Acaba de sumar un nuevo amor a su vida.
Descubre que el amor de hermana mayor es diferente. No es que te protejan todo el tiempo, sino proteger todo el tiempo y, para su sorpresa, descubre que le gusta. Le gusta el cosquilleo de atrapar a Aoi justo antes de caerse. Le gusta explicarle cosas sintiendo que posee una sabiduría infinita ante la curiosidad de sus grandes ojos azules. Le gusta que sea tan instintivo comportarse así con ella que muchas veces olvide para qué tiene la moneda, no le hace falta tomar una decisión cuando se trata de su hermanita.
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La vida es feliz y brillante, o lo es hasta que Kanae muere.
La vida sigue siendo brillante porque los colores de las flores y de las hojas, del cielo y las nubes, siguen siendo los mismos.
Shinobu no.
Su hermana se encierra. En su habitación y en sí misma.
Mucha gente viene a casa, y Kanao los recibe, siempre silenciosa pero eficiente, dándose cuenta con rapidez del papel que tiene que representar.
Shinobu no sale, no mucho, y a veces ella y Aoi, más veces de las que le gusta admitir, fingen no escuchar su llanto, o sus gritos de rabia.
Kanao es inteligente, siempre se lo han dicho, pero no sabe cómo actuar o qué decir.
Y tampoco sabe que hacer con ese agujero negro que tiene ahora en el pecho, el sitio donde antes tenía el amor de Kanae.
Así, Kanao aprende también que con el amor viene la pérdida.
Por primera vez en su vida, no está tan segura de que compense amar.
No sí el resultado va a ser ese infinito dolor el resto de lo que dure su vida.
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Decide, que sí, que sí que merece la pena. Lo decide un día, el primer día después de la muerte de Kanae en el que Aoi sonríe, y ella sonríe al verla. Merece la pena porque mientras viva quiere sentir eso, y quiere sentir que todos a su alrededor pueden vivirlo.
Quiere amar y sentirse amada, y que todos los niños del mundo lo puedan sentir.
No quiere que nadie tenga que sufrir pérdidas.
Cuando esa noche va a llevarle la cena a Shinobu, se sienta frente a ella y le dice que quiere convertirse en cazadora de demonios. Que quiere luchar contra los demonios.
Shinobu parece sorprendida por un instante. Luego vuelve a su expresión ausente.
Kanao piensa, con el corazón en un puño, que así debía lucir ella cuando era una niña desamparada y olvidada por todos.
Su hermana asiente pero sigue pareciendo tan lejana que Kanao duda que la haya escuchado.
A la mañana siguiente cuando se despierta ya hay olor a comida caliente y dulce en el aire. Shinobu está en la cocina poniendo los platos sobre la mesa. Lleva el haori de Kanae, y ahora también lleva su expresión dulce y amigable, aunque hay grietas.
Ni a Aoi ni a ella se les pasan ambos detalles, pero fingen que no ha pasado nada relevante, tan felices de tener a su hermana (o al menos aparte de ella) de vuelta que Aoi casi no puede contener las lágrimas mientras desayuna.
Shinobu le dice a Kanao todavía con la sonrisa de su hermana mayor en los labios que más tarde empezaran con su entrenamiento.
Kanao está feliz y triste a la vez, porque ha recuperado a Shinobu ha perdido una parte de ella.
Se pregunta si alguna vez volverá la explosiva y cabreada chica que le grito al hombre que la tenía en la calle.
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Los siguientes años transcurren con rapidez, una sucesión de entrenamientos y preparación.
También de risas, en especial cuando llegan las tres pequeñas a la familia.
También hay llanto. Vivir en la finca Mariposa significa que muchos luchadores vienen a recuperarse o curarse ahí, pero no siempre se recuperan o se curan.
También viven con el recuerdo de Kanae. Hay días en que es más fácil y días en que es más difícil.
Shinobu no vuelve nunca a mostrar su personalidad, la máscara de la amabilidad de su hermana cada vez mejor asimilada. Incluso Kanao ya es incapaz de ver las grietas.
Kanao se entrena con verdadero ahínco, y a pesar de que entrena con chicas mayores que ella, es sin duda la mejor. Hay un destello en los ojos de Shinobu cuando la mira que le dice que está orgullosa a la par que preocupada, esa preocupación que siempre ha asimilado va unido a su amor.
Kanao está decidida a luchar, a defender y a proteger.
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Crece, y con ella crece también Aoi. Descubre en ella lo que es tener no solo una hermana, sino también una amiga. Ninguna de las dos es especialmente sociable, Kanao por su mudez voluntaria y Aoi por su mal genio, y ambas ahuyentan a gran parte de los jóvenes que visitan la finca, así que encuentran a la mejor amiga en el corazón de la otra. No hay problema con eso, pues se habrían seguido escogiendo incluso si tuvieran todos los amigos del mundo.
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Kanao tiene dieciséis años cuando conoce a Kamado Tanjiro.
Según él, se conocen en un oscuro y frío bosque una noche de muerte, sangre y lucha contra demonios, cuando ella se abalanza sobre él como un destello blanco y detiene su espada.
Según ella, se conocen una soleada tarde de primavera, las abejas zumban en el jardín y el viento fresco huele a flores. Él la toma de las manos y la mira directamente a los ojos y provoca que su corazón se acelera con locura, con una emoción, con una vivacidad que no ha experimentado antes.
Kanao lo mira, indefensa y sin barreras frente a la franqueza de sus ojos y la luz de su sonrisa, y recuerda ser pequeña y descubrir lo que era el amor. Se siente igual y diferente al mismo tiempo.
Cuando Tanjiro suelta sus manos, hay un hormigueo en ellas, algo que le dice que el contacto ha durado demasiado poco. Y cuando le sonríe, es lo más hermoso que Kanao ha visto en toda su vida, y se siente como si el mayor secreto del mundo se le hubiera revelado con esa sonrisa.
No sabe exactamente qué es este sentimiento, pero sabe que es diferente a cualquier cosa que ha sentido antes. No mejor, no peor, pero si definitivamente diferente. Tiene que serlo, porque su corazón se va a salir de su pecho, y se pregunta si quizás le esté dando un infarto, a pesar de que sabe que es demasiado joven para eso.
Tanjiro se va con esa misma sonrisa camino a una nueva misión, y el corazón de Kanao se encoge ante la idea de peligro, aunque sabe que no puede hacer nada. Es su trabajo tanto como es el suyo.
Pero esa sensación persiste, incluso cuando él está fuera de su vista.
Piensa que quizás con los días se le pasara. Se le pasa. En parte. Porque está tan tranquila viviendo su día a día con normalidad y de repente recuerda su sonrisa, el tacto de sus manos entre las suyas, el destello de su mirada, y siente que le tiembla todo el cuerpo, que el corazón se le va a derretir dentro del pecho y que el sol apunta directamente a sus mejillas.
Empieza a preocuparse tanto que acaba hablando con Shinobu. Si es algo grave, no quiere preocupar a Aoi. Tampoco quiere preocupar a Shinobu, pero es la mayor, ella seguro que sabe qué hacer.
Cuando Kanao termina su explicación y levanta la vista, pues ha sido incapaz de hacer contacto visual mientras le contaba, su corazón se encoja.
Shinobu la mira con picardía en los ojos y mordiéndose el labio. Parece desbordante de felicidad. Y parece ser la Shinobu gritona y mandona que la salvó de las calles. La Shinobu que era antes de la muerte de Kanae.
Eso le dice que sin dudas lo que le ocurre no es nada malo.
Pero no la prepara para las palabras de después.
—Eso es amor, Kanao.
Su pensamiento inmediato es que no, no puede serlo porque ella ya sabe lo que es el amor y no se siente así. Se siente parecido si, pero no así.
—Un tipo diferente de amor —aclara Shinobu y toma una de sus manos.
Kanao las contempla. Lo que siente ahora no se parece a lo que sintió con Tanjiro. Esto es familiar, es el calor de años de confianza, el cariño de su hermana mayor, de la persona que más admira en el mundo, de aquella que desea tener la fuerza suficiente para proteger, a quien quiere hacer orgullosa.
Con Tanjiro ni siquiera tiene claro exactamente que sintió: un torbellino de emociones tan intensas, tan breves y espontáneas que se siente incapaz de nombrarlas a todas.
Solo es capaz de decir que quiere sentirlo de nuevo.
.
.
.
La próxima vez que Kanao ve a Tanjiro, él aparece tan de sorpresa que cree que se le va a salir el corazón del pecho, aunque sospecha que incluso con un sobre aviso su inquieto corazón se habría comportado igual.
Tanjiro la saluda con una sonrisa y Kanao le corresponde con otra, más suave, pero más auténtica que la que mantiene siempre. Sospecha que es la sonrisa que aparece en sus labios cada vez que piensa en él.
Deja que su corazón lata incontrolable, que todas las emociones que la presencia del chico trae consigo la inunden, sin molestarse en identificarlas. Quiere sentirlas, quiere sentirse así. Siempre, sí es posible.
Kanao conoce el amor pero se da cuenta qué todavía le queda mucho, muchísimo, por descubrir sobre él.
Y no puede esperar a hacerlo.
Escribí este fic como regalo de cumpleaños para https://mermazing-art.tumblr.com/. ¡Espero que os guste tanto como a ella! ¡Gracias por leer ^^!
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27.Ceniza
Sumario.
Tom saltó a la fama internacional con su personaje de Loki en la película de Marvel, Thor. Ahora, pasada un poco la euforia por la película, es atacado por una enfermedad terrible con la que, en ocasiones, pierde el control sobre sí mismo, nadie sabe qué es, ningún médico puede ayudarlo, y se recluye para no dañar a la gente a su alrededor con esos episodios violentos ocasionados por esta extraña enfermedad. En su desesperación, y después de haber agotado todas las posibilidades médicas, se ve obligado a viajar a otro país, muy diferente al suyo para buscar a la ayuda de una bruja.
Nota de Autor: Los diálogos que están en negrita, son diálogos en inglés.
El playlist en YouTube con las canciones del Fic es http://www.youtube.com/playlist?list=PLe1RQg1PRt4FaYvpCpq6raUbZwtpyLwbz
27. Ceniza
Había sido probablemente los dos días más deprimentesde su vida, estaba feliz de saber que ambos, Tom y Loki, iban a estar bien, pero ver partir a Tom le rompió el corazón, Loki había estado con ella todo el tiempo. Nunca la presionó a nada, aunque los cuervos en la ventana probablemente podrían ser el primer indicio de que la familia real se estaba impacientando, se preguntó por un segundo cuantas mujeres habían tenido la oportunidad de darse su tiempo antes de entregarse a un Dios, “supongo que no muchas” pensó la bruja, y por la forma en que Odín la veía desaprobatoriamente también suponía que no era la única en pensarlo.
No era que estuviera evadiendo la situación pero estaba muy triste por Tom. Ella dejó caer su cabeza en la mesa que tenía enfrente, tenía demasiado tiempo pensado y se estaba cansando, honestamente no se estaba escondiendo de Loki, se estaba escondiendo de todos los demás, de la mirada de desaprobación de Odín, de la de preocupada de Frigga, de la cariñosa de Thor, de la crítica de todos los demás, nunca se había escondido de nadie, y no le gustaba la sensación, suspiró tomando la decisión de hacer lo que tenía que hacer. Dos ligeros golpes sonaron en la puerta, ella supuso que eran los guardias reales que venían por ella para terminar el ritual.
—Pase— dijo ella con un suspiro. Pero para su sorpresa era Loki.— Creo que es la primera vez que te veo tocar una puerta.— dijo la bruja sonriéndole al Dios.
—¿Estas bien? Madre preguntó por ti en la cena.
— Sí, lo siento es que no estaba de humor para ver a nadie.
—Es la partida de Thomas ¿Verdad?
—En parte
—Bueno esa parte la puedo resolver.—dijo con una sonrisa –padre ha decretado que por tu servicio a la casa real, a ti y a Thomas se les ha concedido pasajes reales cuando quieran, ambos pueden usar el Bifröst siempre y cuando no se esté usando y ya sabes que Odín podría…— pero fue interrumpido por ella cuando lo abrazó.
—No puedo creerlo, él puede venir ¿Cuando quiera?
—Y tú puedes regresar, todos quieren que te quede claro que no eres nuestra prisionera, eres nuestra invitada, quiero decir, mi invitada, eres mía y no quiero verte infeliz nunca, también quiero que sepas que no voy a obligarte a nada. Terminaremos cuando estés lista. – Diciendo esto, la soltó— dicho esto me retiro por la noche, si necesitas algo estoy a una puerta de distancia o pídeselo a los guardias. – dijo contento.
—¿Loki?— dijo ella despacio y él sonrió porque la escuchó menos estresada.
—¿Si?
—¿Desde cuándo sabías del privilegio del Bifröst?
Loki se congeló un momento, pero se recuperó en seguida —¿Disculpa?
—¿Desde cuándo sabías del privilegio del Bifröst?— repitió ella más enojada
—¿No entiendo? ¿Qué quieres decir?— Dijo aguantando la sonrisa.
♦
La Reina estaba honestamente preocupada por la conclusión del ritual, no era que no confiara en la humana, aunque no la conocía tan bien, sabía dos cosas, uno que nadie se atrevería a hacer ese viaje sin estar segura de llevarlo a cabo y dos, queella amaba a ambos hombres, pero eso no quería decir que la humana no quisiera tomarse su tiempo y tiempo era algo que no tenía Loki, iba ahora a la habitación destinada a ella, no tenía pensado presionarla, pero un empujoncito no hacía daño. Pero cuando llegó a la habitación se dio cuenta que no era la única que había pensado en ello porque estaban Thor y Odín pegados a la puerta, tuvo que suprimir una sonrisa, porque no parecían muy regios ahí parados uno a lado del otro inclinados tratando de oír.
—Espero que ustedes dos tengan una buena razón para este comportamiento.—ambos Dioses se despegaron rápido y se pararon muy derechos, Odín fue el primero en reaccionar,
— Amada esposa, ¿Qué ocupa la mente de la Reina de Asgard, que la lleva a esta parte del castillo tan tarde? yo quería mantener unas palabras con el Príncipe heredero.— Thor solo asintió muchas veces.
— Y que labor tienen escuchando a través de la puerta de nuestra invitada, la mortal.
—Esto... Estábamos… si ella necesitaba… yo…¿Tu qué haces aquí?— dijo Odín defendiéndose a lo que la Reina trató de ocultar la sonrisa divertida en su comisura izquierda muy parecido a como Loki lo hacía, iba a decir algo pero un ruido fuerte salió de la habitación de la humana.
— ¿Qué fue eso?— Dijo el Rey y Thor se pegó de nuevo a la puerta.
—Parece que están discutiendo.
—¿Qué? –preguntó Frigga,— No deberían estar haciendo eso, ¡No discutiendo!
—¡Oh! Loki— dijo el primer hijo
—¿Qué hizo ahora?— preguntó Odín cansado.
—No le había dicho a Lady Ofelia que ustedes leshabían concedido permiso de viajar a Midgard y de regreso.
—¿Es la razón de la trágica despedida entre los mortales?— preguntó el Rey y su hijo asintió una vez.
—¡Oh! Loki— dijeron los tres mientras escuchaban los gritos y golpes en la habitación,
—Bueno no parece que pase algo hoy así que mejor dejémos que arreglen sus cosas.
—¿No deberíamos ayudar?—Dijo Thor preocupado.
—Loki no le va a hacer nada a la mortal, tú hermano no es tonto.— dijo el Rey, con esto ambos soberanos se retiraron por la noche, pero Thor se quedó, le preocupaba su hermano y la mortal, pero su preocupación no era que se hicieran daño, es cierto Loki, es muchas cosas pero tonto, estaba lejos de serlo y es muy difícil que la mortal pudiera hacerle algo a un Dios. Lo que le preocupaba era la unión de ambos, no entendía cómo iba a funcionar, eran muy parecidos en carácter y por el tiempo que convivió con ambos mortales se dio cuenta que era Göthi el que los unía, el que calmaba los ánimos de la pareja que ahora discutía tras la puerta.
Thor tampoco era un tonto, o un niño, sabía que solo debían encamarse y que para eso no era necesario la convivencia con la doncella, con una experiencia personal ya larga, sabía que solo era sexo, pero las doncellas en Asgard sabían lo que hacían, las vírgenes mortales no lo sabían, para ellas si era importante la relación entre ellas y los Æsir, debían sentirse protegidas para entregarse. Incluso si se consumaba y ella no estaba completamente segura, el ritual no funcionaría, debía ser una entrega total y aunque Loki tampoco era un niño y también tenía experiencia bastante respetable, no tenía mucha experiencia con Midgardianas. Tal vez debería hablar con su hermano pequeño al respecto.
—¡Por la Diosa! ¡Eres un cretino!— gritó la mortal en español.
—Fue una broma. Vamos ¡Thomas lo entendería!
—¡No! Thomas no lo entendería, Thomas te perdonaría, es diferente — dijo ella aventándole los adornos de la habitación. Loki por supuesto los esquivaba aunque no le hubieran hecho daño, no quería hacerla enojar más.— De verdad no puedes controlarte ¿Verdad?
—Bueno, soy el Dios de esto así que…— dijo con una sonrisa adorable.
—No te pongas simpático conmigo, pasé los peores días de mi vida pensando que nunca lo iba a ver.— dijo ella más calmada. Y él dio unos pasos tentativos hacía ella, cuando ella no se movió se acercó más.
—Por favor, sabes que lo único que quiero es que estén bien. Lo lamento.— dijo con media sonrisa y ella volteó los ojos pero le devolvió la sonrisa.
—Bueno supongo que aun así es una buena noticia— dijo ella alejándose de él para caminar hacía su vestidor, sacó de su mochila una caja. Luego levantó el brazo ofreciéndole a Loki la mano, para que se acercara, Loki lo hizo tomándola y ella lo haló mientras caminaba guiándolo, pero se detuvo en seco.
—¿Qué pasa?— pregunto él, pero ella en vez de contestar sonrió,— ¿Qué?
—Tu hermano está en la puerta— dijo ella ampliando la sonrisa.
El Dios frunció el ceño celoso,— ¿Y por qué eso es una buena notica?— dijo mientras se disponía a abrir la puerta.
—No, Loki ¡Tu hermano está en la puerta!— él se detuvo para verla confundido pero de repente comprendió.
—¿Puedes sentirlo?— dijo sonriendo
—Puedo sentirlo, un poco ¡Pero sí! Ahora deshazte de él.
—Con gusto
Abrió la puerta para encontrarse con Thor quien estaba parado muy derecho con una amplia, sincera y un poco pícara sonrisa. En cambio Loki estaba irritado, con una ceja levantada y esperando. En otro momento ambos hermanos se hubieran quedado viendo durante horas, ya que eran igual de testarudos, pero en esta ocasión el menor tenía un poco de prisa.
—¿Qué es lo que quieres, tú gran zoquete?— preguntó el Dios de ojos verdes, pero Thor solo amplió más su sonrisa, obligándolo a casi cerrar sus ojos azules. Pero antes de que Loki pudiera preguntar, este lo acercó hacia él, con su brazo sobre los hombros del menor y le puso la otra mano en el pecho,
—Hermano, es mi responsabilidad como el mayor aconsejarte sobre las maneras para intimar con una doncella.
—¿De qué hablas? Tuve descendencia mucho antes que tú, imbécil, creo que sé hacer esto— dijo el menor un poco avergonzado.
—Pero Loki, es Midgardiana.
—Tu conocimiento sobre los nueve reinos y sus razas nunca cesa de asombrarme hermano.
—Me refiero que tú casi nunca bajaste a Midgard a… — pero Loki lo interrumpió.
—¡No quiero discutirlo contigo Thor!— y el rubio subió las manos, sonriendo.
—Está bien hermanito, solo quiero aconsejarte porque no son como las demás doncellas de los otros reinos, debes ser muy cuidadoso, son criaturas muy frágiles y recuerda Loki que tu Wala es casta, debes tener más cuidado de hacerla sentir protegida, debes seducirla, esto es importante, que ella se sienta atendida, amada. Es la forma entre nosotros los Dioses y las Doncellas de sacrificio Midgardianos, recuerdo una vez que Padre y yo fuimos a este reino, yací con dos doncellas y créeme se puede poner complicado si no les das la atención suficiente a cada… —el Dios menor veía al mayor horrorizado, y apenado.
—Thor—lo interrumpió diciendo entre dientes, bajando la mirada y cerrando los puños.
—¿Si?—Thor vio a su hermano temblar ligeramente de ira, pero lo confundió con algún síntoma— ¿Te sientes mal? ¿Quieres que llame a Madre, o tal vez a Eir?
—¿Recuerdas que pasa si alguien amenaza la seguridad de la corona?
Thor lo vio confundido— Claro que sí hermano, ¿Acaso hay una amenaza cerca?— Dijo cambiando al "modo guerrero" enseguida.
—Estoy a punto de cometer alta traición a Asgard amenazado la vida del heredero a la corona— dijo levantado la cara hacia su hermano, usando esa mirada que aterrorizaba al mismísimo Concejo de la corte de su padre, pero Thor, tardó un segundo en entender, luego con una gran "O" formándose en sus labios, entendió lo vergonzoso para su hermano.
—Estaré en la otra habitación por si me necesitas. – se disculpó y se fue. Loki lo vio irse y respiró aliviado.
Para cuando Loki regresó, avergonzado y molesto, la habitación se había llenado de un aroma extraño
—¿Wala? ¿Qué es esto?— ella estaba vestida de blanco hincada en el piso descalza y rodeada por un circulo de polvo negro. Y estaba dibujando algo en el piso con tiza, y prendiendo algunas velas, llevaba el cabello suelto, le caía por los hombros, había algunas velas en el piso, unas piedras, algunos talismanes y un par de cuencos con un líquido blanco en ellos. Contenían leche y miel, la luz hacía que el cabello de Ofelia destellara en tonos rojos. Ella se enderezó soplando el palito de madera con el que estaba prendiendo las velas, por alguna razón Loki pensó, que esta sencilla acción era de las cosas más eróticas, y al mismo tiempo más inocente, que había visto en los nueve reinos.
—El incienso es sándalo, una madera preciosa de la tierra, la ceniza es de los árboles del bosque de la Diosa, los símbolos para protección y la leche y miel para sellar la unión— dijo levantando de nuevo la mano y él la tomó sentándose con ella en el círculo.
— Sabes que nada de esto, es necesario ¿Verdad?— dijo él viéndola, “¡Por las barbas de Odín, es hermosa!” pensó el Dios orgulloso de la belleza de su mortal.
— Lo sé, pero si voy a hacer esto, lo voy a hacer bien, puedes ayudarme o solo “disfrutar el paseo”—él se rió un poco de eso.
—Me encantaría ayudar mi lady, no todos los días aprendo rituales nuevos.— dijo él, en tono educado y ella sonrió.
Después de terminar con los símbolos, se puso a la tarea de desvestir al Dios, una vez que estaba él en una camisa y un pantalón simple, se hincaron uno frente al otro, ella le pasó uno de los cuencos con leche y tomó el otro para ella, dijo en voz muy baja – en la sabiduría de la anciana, la experiencia de la madre y el permiso de la doncella…— luego le hizo una señal para que lo bebiera, Loki trató de no reírse por el esfuerzo de ella de no tener arcadas de asco.
Luego ella cerró los ojos y comenzó a recitar el ritual que había hecho su madre y su abuela y tantas generaciones atrás, generalmente el hombre no hace nada en ese momento, Loki comenzó a sentir la energía, cerró los ojos también. Los símbolos comenzaron a brillar,el circulo se prendió en pequeñas llamas y del cuerpo de Loki comenzaron a salir chispas verdes y doradas, mientras que el de ella, salían destellos rojos. Cuando ella acabó ambos abrieron los ojos al mismo tiempo, ella tenía los ojos completamente negros y él tenía las pupilas dilatadas, Loki se acercó mientras ella se recostaba.
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Un pequeño relato de Sero x Kirishima 💜
Sero llegó a su casa y Kirishima lo recibió con besos y abrazos como siempre, pero algo se sentía raro.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó el pelirrojo.
—Estuvo bien, solo tuvimos dos robos menores. ¿Cómo estuvo el tuyo?
—Bien.
Kirishima tenía una mirada brillante y esa sonrisa misteriosa que tenía siempre que quería decirle algo. Sospechaba que quizás su lindo novio estaba preparando una sorpresa para él, por lo que decidió no preguntarle nada.
Más tarde, mientras cenaban, Kirishima no pudo aguantar más y mirando a Sero con una expresión tímida comenzó a hablar.
—Kaminari y Ashido adoptaron un gato. Le pusieron Pepe, para nada masculino si me preguntás. —Hanta se rio, es cierto que no era un gran nombre, pero era muy propio de sus amigos—. Pero es muy lindo, es todo negro y muy peludo.
—¿Sí? ¿Te mandaron fotos?
—Sí. Después te las muestro. —Eijiro miró a su novio con los ojos muy brillantes y Hanta supo lo que se venía— ¿Y si adoptamos un perro?
Sero bebió agua con lentitud bajo la atenta mirada de Kirishima que esperaba paciente por una respuesta.
—No sé Eiji, tener una mascota requiere mucha responsabilidad. Hay que comprarle comida adecuada, sacarla a pasear, pagar las vacunas…
—Pero las vacunas son una vez al año y la comida no es tan cara. Siempre quise tener un perrito, pero mis papás no querían —dijo con una expresión triste.
A Sero no le gustaba ver esa cara triste, pero a veces la voz de la razón tiene que hacer presencia. No siempre se obtenía lo que uno quería.
La cena continuó, no volvieron a hablar del tema de las mascotas y Eijiro cambió su expresión. No se lo veía feliz, pero tampoco triste o enojado. Hanta creyó que Kirishima había entendido la situación, pero debería saber que su novio nunca se daba por vencido tan fácilmente.
El sábado por la tarde, aprovechando que ambos tenían el día libre fueron a pasear al parque a petición del pelirrojo. Recorrieron los puestos de la feria que se organizaba allí los fines de semana, Hanta aprovechó para comprar algunas plantitas. Hacía poco en su agencia le habían regalado un cactus y descubrió su amor por la jardinería. Luego de eso caminaron por el lugar y se sacaron varias fotos juntos.
Eijiro hizo un jadeo de sorpresa que asustó a Hanta.
—¡Hanta mirá eso, vamos a ver!
Al mirar el lugar donde estaba señalando, Sero pudo ver un cartel muy llamativo que decía “Jornada de adopciones”, un poco más atrás había varias personas con perros de todos los tamaños y colores. Enseguida entendió las intenciones de su novio, no era ningún tonto.
—Por eso querías al parque hoy, ¿no? —dijo mirando a los perros a la distancia. Cuando se giró para ver a Kirishima, él ya no estaba a su lado. Pudo ver cómo, sin esperar respuesta de él, iba caminando hacia el lugar donde estaba el refugio de animales.
Negando con la cabeza lo siguió, ya estaba previendo cómo iba a terminar ese día.
Antes de llegar pudo ver a Eijiro acariciar a un perro mediano que se veía muy amistoso. La muchacha que sostenía la correa le estaba comentando algo. Probablemente el nombre del animal o algo así.
Se paró a su lado sin decir nada, la mirada ilusionada de Kirishima hablaba por sí sola. Le encantaba verlo así, emocionado por algo. Su novio era muy hermoso.
—Hanta, estos perritos no tienen hogar. ¿No te parece que podemos adoptar uno?
La pregunta lo sacó de su ensoñación. Lo miró un momento tratando de unir sus pensamientos.
—Eiji no sé… —no pudo terminar de hablar porque algo lo envistió por detrás, empujando sus piernas, haciendo que casi se caiga.
Se dio vuelta y vio un perrito pequeño que parecía un rompecabezas canino, pues era una mezcla entre salchicha, pastor alemán y cocker.
—¡Alba! —una chica con cuatro brazos se acercó a ellos—. Perdón, me distraje y salió corriendo. ¿Estás bien?
Sero miraba a la chica con gesto sorprendido. Miró hacia abajo y vio a Eijiro acariciar a la perrita que parecía que tenía una sonrisa en la cara.
—¿Se llama Alba? —preguntó Sero mirando a la chica.
—Sí, ella también está en adopción. Tiene cinco años, está castrada y vacunada.
Hanta sonrió, la muchacha parecía un vendedor desesperado. Se agachó para acariciar al animal, dejando la bolsa con las plantas a su lado, en el pasto.
La perrita se paró en dos patas, apoyándose en Hanta.
—Creo que ella te eligió a vos —dijo Kirishima divertido.
—Sí. Mi abuela también se llamaba Alba.
Kirishima abrió la boca en forma de O.
—Es una señal. Tenemos que adoptarla.
Hanta lo miró sonriendo sin dejar de acariciar a la perra.
—Podría ser.
La sonrisa que se formó en el rostro de Eijiro podría iluminar el parque entero.
Ese día su familia de dos se convirtió en una familia de tres. Volvieron a su hogar abrazados y compraron pollo frito para celebrar, porque las cosas buenas se celebran con comida rica.
Algunas semanas después, los tres miraban la televisión en el sillón. Hanta, quien estaba reacio a tener una mascota, se encariñó muy rápido con Alba y se divertía al ver los desplantes de celos absurdos que Kirishima le hacía a la perrita por preferirlo a Sero antes que a él.
—Alba no me quiere. Tenemos que adoptar otro perro que me quiera.
—No.
—¡Pero Hanta…!
https://archiveofourown.org/works/33362371
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Fic SamBucky: Patitas en la oscuridad
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SamBucky Halloween 2021 Bingo prompt 5: Something lurking in the woods
AO3 link: https://archiveofourown.org/works/33462121
Título: Patitas en la oscuridad
Autor: Lady chibineko (Miembro de la Orden Sirusiana) (Miembro de la Mazmorra del Snarry) (Alumna de la casa de Hufflepuff en Media Noche en la Torre de Astronomía)
Disclaimer: Los diversos personajes del MCU (Marvel Cinematic Universe) pertenecen a Marvel, Disney y sus respectivos creadores, productores, directores y demás involucrados en este amplio universo.
Advertencia: Este es un fic slash, lo que quiere decir relación chico-chico; si no es de su agrado este tipo de lectura por favor no sigan.
Nota: Este fic participa en el evento 'SamBucky Halloween 2021 Bingo' auspiciado por THE SAMBUCKY LIBRARY en tumblr, con el prompt: Something lurking in the Woods (Algo acechando en el bosque) (Tarjeta 2, espacio medio izquierdo).
~.~.~.~.~.~
Una de las cosas que Bucky amaba más de Delacroix era la tranquilidad que se respiraba allí.
La gente del pueblo era amable con él, e incluso lo habían incorporado de una u otra manera en la medida de lo posible a la comunidad, lo cual no solo era un milagro por el hecho de ser reconocido aun en gran parte del planeta como quien fuese el Soldado de Invierno, sino porque el motivo por el cual se había mudado a Louisiana y a éste pueblo en particular era porque James 'Bucky' Barnes era la pareja sentimental de Sam Wilson, el actual Capitán América. Y el pueblo entero le había abierto la puerta sin siquiera pestañear.
Teniendo en cuenta como habían sido las cosas para parejas del mismo sexo de la época de la que él era originario, y ni que decir el aumentar a eso ser una pareja interracial; la verdad era que la actitud de la comunidad de Delacroix era suficiente para hacer que su cerebro prácticamente estallase dentro de su cabeza.
Pero volviendo a la idea original, incluso con lo cordiales y efusivos que eran todos a la hora de hacer que Bucky se sintiese bienvenido, por sobre todas las cosas lo que más resaltaba era que le daban el espacio suficiente para funcionar, lo que debido a sus múltiples traumas era casi la definición de paraíso, y lo que le había permitido ir desarrollando poco a poco las rutinas diarias que le ayudaban a vivir la vida en lugar de solo sobrevivirla.
Una de esas rutinas, por lo menos cuando estaba en el pueblo, era volver a casa por la tardes caminando. Bucky amaba la libertad que tenía de ir a su propio ritmo, respirando el aire de la ciudad y los muelles en un inicio para luego cambiar de escenario, aromas y sonidos al cruzar los pequeños parches de bosque que rodeaban las distintas propiedades, lo que incluía la casa que Sam y él mismo habían comprado tras decidir que Delacroix era tan buen lugar como cualquier otro para vivir y que si Fury o alguien más necesitaba la presencia del Capitán América y/o el Lobo Blanco para solucionar algún problema, pues lo mínimo que podían hacer era ir a buscarlos allí y luego retornarlos.
Delacroix era donde estaba la familia y tras años como prófugos, y luego de eso sin mucho más que departamentos solitarios y vecinos llenos de prejuicios tanto en Washington como en New York; estar en otro lugar no tenía ningún sentido.
Así que allí estaba Bucky, a menos de 10 minutos a pie de la casa, pensando en que al llegar lo estaría esperando una comida caliente recién hecha (le tocaba cocinar a Sam y éste se había retirado del muelle con la camioneta casi una hora antes de que Bucky diese por terminado su día); cuando un ruido alertó al caminante.
Ahora, recapitulando, nadie en el pueblo era tan idiota como para tratar de emboscar a Bucky Barnes... pero en contadas ocasiones algún matón de turno había tratado (y fallado), y el bosque era uno de los lugares favoritos para tratar de hacerlo aparentemente.
Y a quien fuese que habían enviado esta vez, debía de ser realmente bueno porque el ruido de la pisada que había alertado a Bucky había sido casi inexistente.
Pero Bucky seguía siendo mejor.
El soldado agudizó los sentidos, listo para defenderse, cuando sintió a su atacante venir por la espalda.
Volteó listo a todo, menos para lo que vino por él.
~.~.~.~.~.~
- ¡Sam!- llegó prácticamente gritando Bucky a su hogar.
- ¡Ey, Buck! Justo acabo de terminar de preparar la cena. Dame un minuto para poner la mesa y podremos comer.
- ¡No, no! ¡Sam, tienes que escuchar lo que me pasó!- exigió el súper soldado, lo cual hizo que el Capitán posara por fin sus ojos en su pareja, y frunciese el entrecejo ante la condición de la polera de manga larga que Bucky estaba usando ese día.
- ¡Hombre! ¿Qué le pasó a tu ropa? Estás hecho un desastre.
- ¡Es lo que estoy tratando de contarte! ¡Fui atacado!
- ¡Atacado!- preguntó Sam de pronto preocupado.
- ¡Sí! ¡Por él!- señaló Bucky sacando de pronto algo del bolsillo delantero de la polera.
- Buck... ¿Fuiste atacado por un gato que apenas cabe en la palma de tu mano? ¿Qué hizo, amenazarte con dientes que aún huelen a la leche de su madre?
Y es que 'el atacante' efectivamente era un gatito tan pequeño que Sam no le daba más de 3 semanas, tal vez un mes de edad.
Sam suspiró. Bucky de pronto tenía el ceño fruncido mientras miraba fijamente al gato.
- ¿Crees que su madre lo esté buscando?
- ¡Oh, Bucky! No revisaste a ver si ella estaba alrededor ¿Cierto?
Bucky negó viéndose de pronto bastante culpable.
Sam observó mejor al gatito. Estaba bastante sucio y además tan flaco que se le veían las pequeñas costillas. Tal vez no hubiese una madre cerca después de todo si el pequeño estaba en esa condición.
- ¡Voy a revisar a ver si encuentro a su madre!- anunció Bucky ya dando media vuelta, listo para volver a salir.
- ¿Ahora?- preguntó Sam mientras señalaba las ollas con la comida caliente.
- Son solo 10 minutos caminando hasta allí, menos si voy corriendo ¡No puedo separar a una madre de su hijo, Sam!- 'No otro más, no otra vez' fue lo que escuchó Sam aunque Bucky no lo dijese- Regresaré antes de que la comida de enfríe.
Sam volvió a suspirar antes de gruñir.
- Será más rápido si voy contigo.- declaró antes de tomar su abrigo y seguir a Bucky, esperando estar en máximo 30 minutos de vuelta, calentar un poco la cena y poder finalmente comer juntos.
Por supuesto, no volvieron hasta casi la media noche, poco más de 5 largas horas después, pues lo que encontraron en el bosquecillo cercano a la casa no fue a la madre del gatito, sino una bolsa con otro gatito adentro, el cual estaba en una condición deplorable.
La única opción fue recoger al animalito lo más delicadamente posible, volver a la casa, subir a la camioneta e ir al consultorio veterinario que estaba cerca a los muelles.
¡Sam no podía creer que alguien tuviese el corazón tan muerto como para hacer algo como eso! Pero lo que más le había dolido había sido la expresión de su chico, entre molesto y aterrado, todo envuelto en 10 capas de ansiedad y preocupación.
Afortunadamente el primer gatito estaba en mucho mejor condición excepto por lo desnutrido y que al parecer era más pequeño de lo que debía ser para su edad. Según el veterinario, ambos gatos tenían por lo menos 6 semanas de vida.
El primer gato resultó ser un macho, el segundo una hembra. Al primero le dieron un baño de emergencia con un shampoo antipulgas muy suave, le aplicaron una inyección de vitaminas, lo desparasitaron y le dieron una cartilla para que tanto Sam como Bucky estuviesen atentos a las fechas en las que debían de comenzar con sus vacunas a partir de los 3 meses de edad. Sam alargó el que le pusieran microchips al macho y guardó la cartilla para cuando le encontraran dueños responsables al gatito, y así poder dar la información completa a dichas personas. Él mismo pagaría por todo de ser necesario para estar seguro de que el futuro dueño empezase de manera correcta con la tenencia del animalito.
Por la pequeña gata hicieron todo lo que pudieron (le corrieron un diagnóstico completo, la desparasitaron, le pusieron fluidos y antibióticos, limpiaron delicadamente de su pelaje una gruesa capa de suciedad) y la mandaron a casa cuando Bucky se negó a dejar a ninguno de los gatitos en la consulta, asegurando que él cuidaría de ambos, especialmente de la gatita, día y noche. Bucky no tenía mucho apego a la idea de los hospitales, y al parecer estaba proyectando aquello en los pobres gatos.
Por desgracia, Sam estaba seguro de que Bucky dijo aquello de cuidar de la gata día y noche de manera literal, así que luego de comprar un arenero y arena, algo de alimento para cachorros, una cama y un juguete en forma de ratón, ambos regresaron a casa junto a sus nuevos inquilinos temporales.
Sam miró la olla con la cena ahora fría. Era pasta a lo Alfredo, así que no era como si se hubiese echado a perder en unas pocas horas; aunque si así fuese Bucky igual no le perdonaría que tirase toda una olla de comida al traste de la basura. Mentalidad de la época de la Gran Depresión y todo eso.
Volteando, miró a Bucky, quien tras haber puesto en la mesa la caja que contenía a la gata que luchaba por su vida (aún unida a la pequeña bolsa de suero a través de una aguja en la pata delantera) se había quedado mirándola con el corazón prácticamente en esos dos ojos azules que Sam tanto amaba.
¡Urgh! Le iba a caer pesado el comer tan tarde, pero de nuevo, no era como si Bucky fuese a descansar o a preocuparse por alimentarse o alguna otra cosa que no fuese el ver a la gata. Y no quería que su hombre se saltase ni una comida, no con lo que le había costado acostumbrarlo a comer de manera regular.
Prendiendo la hornilla, decidió calentar un poco la pasta al igual que la salsa a lo Alfredo y luego sirvió la comida en dos platos, como se suponía debía de haber hecho horas atrás.
- Buck.
- ¿Eh?- Bucky por fin le prestó atención a Sam, y se sorprendió al ver el plato de pasta humeante justo frente a sus ojos.
Sam puso el plato en la mesa, señalando a Bucky que moviese su silla y comiese. Ya cada plato tenía un tenedor, así que Bucky empezó de inmediato.
Fue por un par de vasos de jugo y pronto él también estaba comiendo, aunque menos de lo normal. No importaba la condición física, 40 años seguían siendo 40 años de edad.
Una vez que terminaron, Sam mandó a Bucky a darse una ducha y cambiarse de ropa, prometiendo ver a la gata mientras tanto. En menos de 10 minutos Bucky estaba de vuelta, mirando a la pequeña.
Con un último suspiro y un beso, Sam se fue a dormir sabiendo que encontraría a Bucky exactamente en la misma posición cuando despertase en unas 5 horas, listo para comenzar un nuevo día.
~.~.~.~.~.~
Para lo único que Bucky salió de la casa al día siguiente (y los dos que le siguieron a ese) fue para ir a la veterinaria (para preocupación de la gente del muelle, quienes se habían acostumbrado a tener al veterano de la Segunda Guerra Mundial cuando ese no se encontraba salvando al mundo).
Por supuesto Sam puso al corriente a todos ese primer día, y de paso aprovechó para indagar quien había podido ser el autor de tan despreciable hecho como lo es dejar a dos gatitos a merced de una muerte segura, y se enteró de que más de una persona había notado la presencia de una camioneta desconocida rondando casi a media mañana por la plaza y los alrededores. Consiguió armar una descripción decente sobre el vehículo y sus 2 ocupantes, y lo comunicó tanto a la policía local como a Bucky. El último prácticamente gritaba venganza por cada poro, por lo menos cuando su atención no estaba en revisar si la gatita seguía respirando.
El machito por su lado se recuperaba con rapidez ahora que al parecer por fin recibía los cuidados necesarios, dejando a su paso un camino de pelitos color blanco humo y el desorden propio de un cachorro de su edad. Sam admitía que era un animalito simpático, con un pelaje esponjado como si fuese una nube, y una actitud juguetona y simplona.
La gata en cambio era de un color blanco níveo, ahora que estaba limpia; pero Sam la miraba con reserva. Realmente estaba en mal estado y le preocupaba el estado emocional de Bucky en caso la pobre no lo lograse.
El segundo y tercer día el panorama no cambió demasiado, pero para el cuarto de pronto saludos emocionados lo hicieron levantar la mirada de donde reparaba redes de pesca, solo para encontrarse a Bucky llegando con un transportador de tela en una mano, desde donde se podía ver al macho dando saltos; y otro transportador, pero para bebés, adherido al pecho de su pareja. Sam estaba seguro de que era el que usaban para Cass de bebé y miró a Sarah, quien estaba a su lado, con una ceja alzada.
- ¿Buck?- saludó con una pregunta a su sonriente novio.
- ¡Abrió los ojos por fin! El veterinario dice que está mucho mejor y dijo que no habría problema en traerla siempre que la mantenga en un lugar fresco donde no le caiga el sol, y que vea que se alimente a sus horas.
Y para dar énfasis a sus palabras dejó ver a Sam que la gata estaba dentro del carrier para bebés, con la patita ya libre de la aguja por la que recibía el suero.
Sam tan solo parpadeó y asintió ¿Qué más podía hacer?
Tal vez de esa manera los gatos consiguiesen dueños sin tanto esfuerzo. El machito sin duda estaba haciendo un buen trabajo mientras atraía miradas al jugar con el hilo suelto de una de las redes de pesca, ahora que estaba fuera del carrier para mascotas en el que había llegado.
Sam estaba esperanzado.
~.~.~.~.~.~
10 días después, Sam aún se negaba a aceptar lo que era obvio para todo el resto del pueblo.
Así que por supuesto Sarah decidió decirlo en voz alta.
- ¿Sabes que esos dos ahora son de James y también tuyos, verdad?
Sam gruñó.
- ¿En serio? ¿En verdad tenías que decirlo en voz alta? ¡Acabas de arruinar cualquier posibilidad de que el destino me traiga a otras personas que quieran ser sus dueños!
Sarah rodó los ojos.
- Tu novio lleva llamando Alpine a la gata desde hace por lo menos dos días. La única manera en que la arrancarás de los brazos de 'hombre loco de los gatos', será si lo matas primero, o por lo menos lo dejas inconsciente. Pero en ese caso, luego de despertar y dejarte a ti inconsciente, igual irá por su gata.
Sam bufó.
Él ya sabía eso... solo que había elegido estratégicamente ignorar ese hecho con la esperanza de que Bucky dejase de hacerlo.
Sarah seguía mirándolo.
- ¿Qué se supone que vamos a hacer cuando nos llamen a una misión? ¿Negarnos? ¿Llevarlos con nosotros? Nunca sabemos si durarán un día o un mes.
Sarah volvió a rodar los ojos.
- Motivo por el cual con gusto cuidaré de ellos cuando ambos estén fuera.
Sam echó la cabeza para atrás mientras se cruzaba de brazos.
- ¿Qué pasó con eso de 'no animales en casa' que le repites una y otra vez a los niños cada que te piden un perro o un gato?
- Bueno, no es como si fuesen a quedarse para siempre; y de paso los chicos verán cumplido su deseo y dejarán de molestar. Además, no seré la excusa para que le digas a James que no se puede quedar a los gatos; si de verdad planeas mantener esa posición, tendrás que encontrar otro motivo para sustentarla.
Sam volvió a bufar.
Esa noche decidió que el nombre del macho sería Figaro, por el simple hecho de que si Bucky ya había elegido un nombre, lo justo es que él eligiese el otro.
Bucky le demostró con gran predisposición y energía, que tan de acuerdo estaba con la manera en la que Sam pensaba.
~.~.~.~.~.~
Cuando los gatitos cumplieron 3 meses, llegó la siguiente misión, siendo que estaban programados para irse justo tras la aplicación de la primera vacuna de los dos mininos.
Bucky estaba completamente reticente a la idea de dejar a sus niños... er, mascotas; especialmente a Alpine, cuando había posibilidad de que la vacuna les chocase y les causase fiebre o algún otro tipo de malestar.
Sarah juró y rejuró que lo primero que haría sería llamarlo en caso sucediese algo parecido.
Aun así, esa noche el teléfono móvil de Sarah comenzó a sonar, mientras en la pantalla aparecía el pedido para una video llamada con un nombre bastante familiar.
- James...- comenzó Sarah tras aceptar la videollamada, solo para ser recibida por la imagen del rostro amoratado del hombre de 107 años- ¡Oh, por Dios!
- ¡Ey, Sarah!
- ¡¿Estás bien?!
- ¿Esto? No te preocupes, para mañana estaré bien ¿Cómo están Alpine y Fig?
Sarah parpadeó incrédula, por lo que tardó un poco en contestar.
- Están... están bien.
Bucky frunció el entrecejo.
- ¿Estás segura? ¿Puedes ponerlos en pantalla?
- James...- comenzó a amonestar Sarah.
Sam apareció junto a Bucky, luciendo un par de puntos sobre la ceja izquierda.
- Solo pon a los gatos en pantalla, hermana ¡Por favor! O no me dejará dormir esta noche mientras enumera todo lo que puede estar mal con ellos, y mañana aún tenemos trabajo por hacer aquí.
Sarah suspiró y finalmente fue hasta la sala donde estaba la cama de los gatos, con ellos acurrucados dentro y los enfocó.
- ¡Allí están! ¡Hola Alpine, hola Figaro!- saludó Bucky emocionado, haciendo que su voz medio despertase a los dos gatitos durmientes.
- ¿Alguien dijo gatos?- preguntó una voz y de pronto Sarah vio a Ant-Man, si no se equivocaba, acercar su rostro a la pantalla (para molestia de Sam)- ¡Aaaawww! ¡Son unos gatitos adorables!
- ¿Verdad?- preguntó Bucky con el pecho hinchado como un pavo real.
- ¡A ver!- reclamó otra voz, y esta vez el rostro enmascarado de Spiderman entró en la pantalla- ¡Gatitos!- exclamó entonces una voz demasiado joven para el gusto de Sarah.
- ¡Si, sí, gatitos!- dijo Sam exasperado- Y estaban durmiendo hasta hace un momento, y es justo lo mismo que yo deseo hacer, así que digan adiós- gruñó el hombre- Buenas noches, Sarah.
- Buenas noches.- se despidió la mujer a tiempo, justo antes de que se cortase la video llamada, tras lo cual negó con la cabeza.
Y bueno, era parte de la vida con esto de ser la hermana del Capitán América y la cuñada del Lobo Blanco, o por lo menos eso suponía.
~.~.~.~.~.~
A los seis meses del encuentro entre Bucky y Figaro, la camioneta que era presuntamente culpable de haber dejado abandonados en aquella bolsa a los gatitos volvió, y con ella sus dos ocupantes.
Fue una suerte que tanto Sam como la policía llegasen menos de 10 minutos después que Bucky, porque de haber llegado minutos después no hubiese habido nada por lo cual llegar.
En la parte de atrás iba una bolsa de rafia parecida a la usada para abandonar a los gatitos, y dentro de ésta estaba un cachorrito de lo que parecía ser un Husky, pero su estado era tan deplorable que la verdad, no estuvieron seguros hasta que el veterinario lo corroboró.
Sucedía que esos dos eran parte de un grupo de cría ilegal de perros y gatos que operaba en New Orleans y alrededores, donde robaban mascotas de raza, pero en lugar de buscar compradores para estas, las usaban para obtener crías y luego vender los cachorros. Aquellos que no llegaban a los estándares necesarios para ser bien vendidos, eran abandonados para evitar gastos extras o bien dados a criadores ilegales de perros de pelea. El grupo tenía poco menos de 10 meses operando, pero eso no era realmente motivo de alivio teniendo en cuenta la cantidad de fotos de cachorros y mascotas robadas que estaban obteniendo de los teléfonos móviles de los sujetos.
Tan solo por la promesa de la policía de no dejar que el Soldado de Invierno los matase, dos dos detenidos cantaron como canarios; y es que Bucky se veía positivamente más homicida a cada palabra que esos dos soltaban.
El mismo Bucky se ofreció para ir a desmantelar la operación a New Orleans, aunque decir que se ofreció era bastante generoso. Fue más bien que se impuso y no dejó que nadie le dijese que no podía, so amenaza de ir por su cuenta y no dejar piedra sobre piedra.
Los periódicos locales hicieron de la noticia algo más espectacular de lo que en realidad fue, y comenzaron a llamar a Bucky el 'Héroe de las patitas en la oscuridad' en el titular, en alusión al hecho de haber encontrado a los animales robados en condiciones penosas dentro de jaulas pequeñas en habitaciones oscuras.
El pequeño grupo de fans del Lobo Blanco/Sargento Barnes/... ¿Soldado del Invierno? (los de relaciones públicas estaban trabajando y dando su mejor esfuerzo para deslindar a Bucky del último nombre) se encargó de esparcir la noticia al resto de los Estados Unidos, y de paso al mundo en general gracias a la magia de internet.
Con todo, esa fue una muy buena semana.
~.~.~.~.~.~
Bucky se movió en medio de la oscuridad con dirección a la cocina, cuando una pequeña sombra se movió al lado del sofá. Bucky rodó los ojos.
Figaro era terrible acechando, podía verlo llegar desde el otro lado de la habitación, a diferencia de Alpine que era una cazadora nata.
Pronto, tal y como sabía que sucedería, tenía un enorme y esponjoso gato atacando el borde de su pantalón de pijama.
Bucky se agachó para recoger a Figaro y plantó un beso en la peluda cabeza.
- No importa Fig, igual te queremos aunque lo único que seas capaz de cazar sean las hojas caídas de los árboles.
El gato maulló de contento ante la voz suave y las caricias detrás de la oreja. Pronto otra figura caía sobre el soldado, ésta vez saltando desde el borde superior del sofá y aterrizando grácilmente sobre el hombro izquierdo del humano.
Por supuesto Alpine no iba a querer ser dejada fuera de la repartición de mimos por parte de Bucky, así que éste se las arregló para darle un poco de cariño también.
El súper soldado terminó de dirigirse a la cocina y sacó una lata de comida gourmet, repartiéndola en dos platitos y colocándolos en el suelo frente a los ansiosos gatos.
- Feliz primer aniversario desde su llegada, y espero que sean muchos más. No le digan a Sam que les di esa lata extra tan tarde ¿De acuerdo?
- No necesitan decirme nada. Ya sabía que ibas a dársela ni bien te levantaste de la cama ¿En serio no podías esperar hasta mañana, bebé?- preguntó Sam mientras rodeaba la cintura de Bucky con los brazos y besaba su cuello, pegándose a la espalda de su pareja.
Bucky se encogió de hombros.
- El aniversario de su llegada es hoy, no mañana.
Sam rió bajito.
- Supongo. Y solo por eso lo dejaré pasar... pero tú eres el encargado de limpiar los platos antes de que los restos que vayan a dejar se echen a perder.
Bucky rodó los ojos.
- Con Figaro, nunca hay restos. Pero está bien.- respondió el súper soldado, observando feliz a sus pequeños acechadores nocturnos.
The End
Notas de la autora:
El quinto... no me puedo quejar del muso, se está esforzando.
Y bueno, introduciendo a la familia Wilson-Barnes a los hermanos Alpine y Figaro, y haciendo que el público quiera un poquito más a Bucky alrededor del mundo, creo que no estuvo nada mal para un día de escritura.
Nos leemos pronto, ya tengo en borrador el siguiente fic... solo tengo que pasarlo a limpio. Solo advierto que el que viene está lleno de angst... So much angst!
Un kiss gatuno para todos.
chibineko chan (Miembro de la Orden Sirusiana) (Alumna de la casa de Hufflepuff en Media Noche en la Torre de Astronomía) (Miembro de la Mazmorra del Snarry)
~.~.~.~.~.~ Campaña de NO AL PLAGIO Digamos NO al plagio, este mensaje va dirigido al público, para que el trabajo de cada uno como autor sea tratado con el respeto que se merece. Recuerden que cada obra es como el bebé de cada uno de los que creamos dichas obras; y como tales amaremos y protegeremos esas obras dándole lo mejor de nosotros para que el resto del mundo pueda disfrutar con el resultado final. Por eso, si sabes de algún caso de plagio, denúncialo al autor del respectivo trabajo, ten por seguro que dicho autor te lo agradecerá. Gracias.
#SamBuckyHalloween2021#Sam Wilson#Bucky Barnes#Alpine (Marvel)#Figaro (Marvel)#Something lurking in the woods#Mention of animal abuse but not graphic description#Family#Established relationship#Humor#Romance#Arrest of illegal pet dealers#kittens adoption
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INTERVENCIÓN #3
❛ Esta es la última vez que me dirijo a ustedes por esta noche. Espero que para estas alturas ya tengan, al menos, una teoría. Ahora quiero mostrarles algo, quiero que vean por sus propios ojos los minutos posteriores a la muerte de Mathilde y en qué se encontraba cada una de las personas que tenemos como sospechosas. Quienes tengan interés, no duden en seguirme. ❜
Figura de Emmeline se mueve con gracia por el gran salón, consciente de que acapara gran parte de las miradas a su alrededor. Una fila de personas le siguen, aquellxs quienes parecen más interesades en reconstruir el misterio. Terminan fuera de una habitación, antes de abrir la puerta Emmeline se voltea y vuelve a hablar.
❛ En esta habitación podrán ver cómo los eventos se desplegaron, les invito a un viaje al pasado. ❜
00:10 Del primero de noviembre de 1860
¿Qué hacía Genevive, la mejor amiga?
A esa hora se encontraba en el salón principal, de ello pueden atestiguar distintas personas de su Aquelarre, después de todo le preguntó por Mathilde a cada una de ellas. La notaban nerviosa, desesperada, incluso, casi como un augurio de lo que encontraría veinte minutos más tarde al subir. Recorrió el salón principal durante varios minutos, incluso llegó a la cocina, encontrándose con Alton; tras cubrir cada uno de los espacios de la primera planta, finalmente subió veinte minutos después y encontró el cuerpo de Mathilde.
¿Qué hacía Ellis, el prometido?
A esa hora recién se encontraba yéndose por una de las salidas traseras del convento, pasando por la cocina, caminando a paso firme en medio de la oscuridad con una velocidad que solo parecía estar impulsada por la rabia misma; según él, optó por ese camino para evitar preguntas sobre la discusión que tuvo con su prometida. Luego de eso no volvió más en toda la noche, sobre el destino de Mathilde se enteró a la mañana siguiente cuando le encontraron apestando a alcohol en una de las habitaciones del burdel más conocido de la ciudad.
¿Qué hacía Victor, el músico?
Parecía haber perdido ya el uso de la razon cuando salió de la oficina de la institutriz, el mundo le daba vueltas mientras caminaba por los pasillos del segundo piso entre la penumbra que mucho no ayudaba. Si recuerda haber visto a alguien más caminar por ahí, creyendo que se trataba de la institutriz le siguió para ir a buscar sus cosas, fue ahí cuando llegó a la biblioteca, que estaba en total oscuridad. Al prender una vela solo pudo percatarse de que estaba en el lugar erróneo, mas no encontró a nadie y tampoco se percató de la daga que permanecía en el suelo a pocos metros de la entrada de la biblioteca.
¿Qué hacía Alton, el copero?
Venía volviendo de la parte trasera de la cocina donde hay una escalera solamente utilizada por trabajadores del convento que es mucho más directa que la escalera principal, ahí también estaba la reserva de vinos, de la cual el venía entrando a la cocina con varias botellas sobre sus brazos. Se topó con Genevive al entrar a la cocina, quien estaba hecha un desastre y que tuvieron que sacar a la fuerza de la cocina. Tras eso Alton fue visto conversando y riendo con Jacques, luego volvió a servir algunas de las copas y se perdió entre el gran salón lleno de gente.
¿Qué hacía Cynthia, compañera de Mathilde?
Algunas personas la vieron corriendo por el pasillo del primer piso que da al jardín y donde también, se encuentra la escalera principal que da al segundo piso, su rostro estaba rojo aparentemente por el llanto, a esa hora las lágrimas ya corrían por toda su cara. Quienes vieron su recorrido aseguran que murmuraba cosas sin sentido, quizá la que más resonó a oídos ajenos tenía que ver con una confesión bastante inusual ‘Él no la merece’, una de las brujas del Aquelarre juró oír, no hacía falta muchas vueltas para comprender que se trataba sobre Ellis. Parecía querer perderse cuando se metió dentro del laberinto, colapsando al llegar a los lirios donde la encontró Jacques.
¿Qué hacía Jacques, el jardinero?
A esa hora se encontraba en la cocina, aparentemente había ido por un vaso de agua y un poco de comida tras la larga jornada de trabajo. Algunos trabajadores dicen que intercambió algunas palabras con Alton, murmullos sobre el hastío que era trabajar en este tipo de eventos. Luego de eso volvió al jardín, diez minutos más tarde ya estaba dentro del laberinto, fue junto a los lirios que encontró a Cynthia, ella seguía llorando. Ambos se quedaron ahí hasta que los gritos de terror y asombro de les asistentes les alertó de lo que ocurría.
¿Qué hacía Katheryn, la institutriz ?
Se encontraba en su oficina en el segundo piso junto a Victor, pagándole por el trabajo de la velada, interacción que intentó hacer lo más veloz posible, teniendo en cuenta el evidente estado de ebriedad del hombre (uno que dejó más que claro que no aprobaba). Luego de eso hizo un chequeo regular de su oficina, sin embargo, no se percató hasta la mañana siguiente de que las llaves de la sala de armería habían sido robadas de uno de los cajones. Tras aquello volvió a la sala de plegarias de donde no salió hasta que le fueron a buscar para darle aviso de la muerte de Mathilde.
ACLARACIONES OOC
Con esta intervención pueden enviarnos sus teorías de quién mató a Mathilde (y por qué, si gustan) al ask del blog de actividades. Para hacer esto tienen hasta el jueves 19 de noviembre durante todo el día y noche. Cabe recalcar que esto es totalmente opcional y recordar que es parte de la intervención que se realizó en la fiesta de Ursuline; aún si no alcanzaron a rolear dentro de esa fiesta, pueden ver el resto de las intervenciones en el blog y enviar sus teorías (asumiendo como hc de que sus personajes participaron de esa fiesta).
Las teorías se envían como si sus personajes las dijesen, por ende, si tienen más de un personaje pueden enviar distintas teorías específicando a qué personaje corresponde.
Hay un premio dentro de personaje para quien acierte, el cual consiste en una cena para dos (tu personaje puede invitar a quien quisiese del grupal) en el reconocido restaurante Commander's Palace, premio que podrá hacer efectivo a través de una convo posteriormente.
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Glee «A very important dinner» Part III
Diciembre de 2041
-¿Serás la Andy Sachs para mi Miranda Priestly?... —pregunto Kurt divertido, acto seguido tomó dos copas bebiendo inmediatamente de una de ellas. -¿Quien? -«Devil wears prada»... -¿Cómo?... -Ok… no se si despedirte o tirarte este vaso de espumante por ser tan joven y no entender esa cita cinematografía.. -Lo siento Señor Hummel… -Esta bien… bebe conmigo… —añadió entregando una de las copas— allí vienen dos personas...—dijo Kurt señalando con disimulo la pareja que venía hacia ellos como si lo conociera de toda la vida, Helen buscó toda la información pertinente y se le susurro al oído en tiempo récord y así lo fue haciendo con todas las personas desconocidas para su jefe.
-Tengo la impresión que esa de allí es la mesa Señor Hummel… —dijo Helen indicando hacia adelante, la mayoría de los invitados a la cena ya estaban ubicados en sus asientos y parecían ansiosos por la comida. -¿Segura?... ¿no esta un poco adelante?... —replico Kurt arrugando el entrecejo mientras miraba el resto de las mesas. -¿A que se refiere? -A que las personas que organizan, siempre ponen a la gente más importante en las primeras mesas… -¿Y usted que es?... -¿Disculpa? -Señor Hummel, usted es tanto o más importante que cualquiera de los aquí presentes… no se si lo sabe, pero ha ganado a cuánto premio lo han nominado… —dijo Helen soltando una risa, Kurt la miró un instante y se irguió un poco como si recién cayera en la cuenta de cuán importante era en el mundo de Broadway— y mire… esta si era su mesa… —añadió la mujer al ver que el código de la invitación coincidía con el que estaba junto al centro de mesa. -Vaya… esto al menos nos garantiza un plato caliente… —dijo tomando ubicación, miró de reojo la hora antes de terminar de sentarse y dejo su teléfono al lado de los cubiertos.
-¿Conocía este hotel Señor Hummel?... —pregunto Helen también sentándose. -Por supuesto… no se si te lo he dicho, pero desde que llegamos a New York, con Blaine hemos hecho un tour bastante sexy pero todos los hoteles de la ciudad… —respondió alzando una de sus cejas de manera traviesa, Helen también sonrió pero como con vergüenza— ¿se ha demorado?, ¿no crees?... —dijo Kurt mirando hacia la entrada del salón y a su teléfono de manera alternada. -La verdad es que no… solo ha pasado media hora desde que llegó Señor Hummel… —hizo notar Helen mientras tocaba con mimo los cubiertos y todos los detalles que habían en la mesa.. -¿¡Es verdad eso!?... —exclamó mirando la hora nuevamente— vaya… si que lo es… —agregó al comprobar por el mismo que de verdad solo había pasado media hora. -No se preocupe, estoy segura y ya viene en camino, el mensaje de mi hermano da para interpretar que al gatito lo atendieron de inmediato… -Pues eso espero… si hubiésemos esperado hasta mañana como sugerí, nada de esto habría pasado, pero Blaine insistió e insistió… -Debe ser porque cuando le sucede algo a usted o al pequeño Noah, el Señor Anderson es de los que reaccionan así… —contestó Helen chasqueando sus dedos cuando decía lo de «así», Kurt volvió a lo del respingo de sorpresa pensando que esta vez no se quedaría callado. -¡¿Que?! -¿Que?... —repitió la asistente sintiéndose un poco intimidada. -¿Qué demonios se supone qué significa eso? -Nada… es decir… -¿Has estado hablando con Julianna? -No, ¿por qué? -Porque si las dos creen que yo soy un consentido o no se que mas, déjame decirte que... -¡Señor Hummel!... —exclamó una mujer saludando a la distancia, acto seguido hizo un par de señas indicando que iría hasta donde ellos estaban. -Ella es importante, fue la presidenta del AEA en 2020 —susurro Helen mientras buscaba más información— es la señora Kathe... -Se quien Helen, gracias… —interrumpió Kurt hablando entre dientes. -Señor Hummel… —repitió ya llegando a la mesa— que honor mas grande… —añadio estirando su mano— mi nombre es Katherine Shindle -Lo se… y el honor es mio… —respondió este levantándose de la silla para saludar a la recién llegada, era una mujer de edad avanzada pero que derrochaba elegancia y vitalidad. -¿Que tal todo? -Hasta ahora todo genial, espero y la comida sea igual… -Solo espera y verás, este hotel no es el Plaza, pero es bien fantástico en realidad… ¿ella es? —pregunto la señora Shindle apuntando a Helen. -Mi asistente… Helen Fitzsimmons… —respondió Kurt apuntándola, la aludida se levantó y le estrechó la mano de inmediato. -Excelente, lo que mas necesitamos en este medio son asistentes.. -Ni que lo diga… -¿Su esposo?, creí que vendría con él. -Si… bueno llegara mas tarde, tuvimos una emergencia con la mascota de mi hijo más pequeño... -Nada grave espero… —dijo Katherine llevándose una mano al pecho como para demostrar angustia e interés. -No, no tengo tanta suerte… -¡Auch!... ¿asumo y no le agrada esa mascota? -No… disculpe, lo que dije estuvo fuera de lugar… ya que a quien tiene que agradarle es a mi hijo… yo me conformo con agarrarme los pelos cada ve que se sube a uno de mis muebles.. -Claro… -¿No quiere sentarse?... —pregunto Kurt abriendo uno de los lugares. -No por favor… tengo que volver a mi mesa a escuchar a Hugh Jackman hablar de «The music man».. —respondió Katherine blanqueando los ojos. -¿Hugh Jackman?, ¿en serio?... -Obvio… ¿no lo conoces? -No personalmente…¿están por aquí? —preguntó señalando las mesas de alrededor. -No cariño, a los viejos nos ponen más atrás... cerca del baño por supuesto… —añadió soltando una risa, Kurt no supo si debía reír también o aquello se consideraría de mala educación de su parte— gusto en conocerte Helen… —agregó sonriéndole a la asistente quien batió la mano bien rápido y rio de manera nerviosa— y usted Señor Hummel… déjeme decirle que debió pedir una mesa en la primera línea… -Por favor… -Es la verdad… eres una leyenda desde tu primera obra… -No tanto como usted.. -Por favor… yo solo presidí el AEA hace como mil años… -Pero en el año más difícil para todos… -Tal vez... pero cualquiera lo podría haber hecho… cosa que deberías hacer tú en algún momento de tu vida… -No estoy seguro de eso… -Pues yo sí… tengo mis ojos puestos en ti desde que escribiste el prólogo del libro de Benjamin D. Brantley... -Fue la tercera edición… -¡Y la más vendida!... ¿que pasa contigo?... tu jefe necesita unos cursos de apreciación y valoración personal… —añadió mirando a Helen, esta solo se limitó a sonreír como diciendo «lo se, pero que quiere que haga», Kurt la miró de vuelta con mala cara y Helen pensó que al parecer y además de todo, su jefe podía leer la mente— bueno… me voy, me hubiese encantado conocer a tu esposo… -En cuanto llegue, me aseguraré de que nos acerquemos a su mesa… -Por favor… así me liberan de la historia de «The showman» que no se cuantas veces la he escuchado...—agregó Katherine haciendo un gesto con su mano en alto mientras se retiraba. -Que amable… —dijo Helen bebiendo de su copa. -Lo mismo digo, ahora... creo que nosotros estábamos a punto de dilucidar algo cuando Katherine nos interrumpió, así es que... creo que me debes una explicación Helen Fitzsimmons… —añadió Kurt cruzando sus manos sobre la mesa, Helen se bebió todo de un solo trago y suspiro aliviada cuando vio aparecer a Blaine. -Allí viene el señor Anaderson.. —dijo tragando. -¿Cómo?... -Allí… —repitió Helen señalando hacia la entrada donde Blaine hablaba con un par de personas, una de ellas le indico dónde dirigirse y la otra le pidió una foto. -Y causando revuelo como siempre… —agrego Kurt soltando un suspiro enamorado, Blaine hizo un par de señas y apuró sus pasos hasta llegar a la mesa que les correspondía.. -No es tan tarde —dijo como primera cosa, casi anteponiéndose a lo que su esposo se supone y le diría.. -Lo se… —dijo de vuelta Kurt echándose hacia atrás en la silla, su esposo se acercó y le dio un pequeño beso de saludo— ¿nuestro hijo? -En casa con Julianna, muy feliz de que todo saliera bien para su querida mascota… —explicó Blaine sentándose a su lado, Kurt blanqueo los ojos e hizo una seña al mesero para que trajera más licor, Helen hizo un gesto saludo que fue respondido con una sonrisa por el esposo de su jefe— ¿y aquí?... ¿como esta todo?... —preguntó acercando su silla un poco mas a la de su esposo, tanto que Kurt pudo usar el pecho de él como respaldo en vez de su asiento. -Como lo ves… ah… se me acerc�� Katherine Shindle.. -¿Katherine Shindle?... -Si, la que fue presidenta del sindicato de Broadway en el 2020.. -Por supuesto… ¿y que quería?… —quiso saber Blaine apoyando su mentón en el hombro de su esposo. -Pues conocerme… ¿puedes creerlo? -Por supuesto… —respondió sin vacilar, Kurt sonrió engreído— ¿y de qué hablaron?. -De todo, pero lo más importante es que me dijo que debería estudiar la posibilidad de presidir la AEA… que lo haría bien y todo… -¡Por supuesto que lo harías bien!… —exclamó de vuelta Blaine besándole el cuello— tú lo haces todo bien… —agrego repitiendo lo de los besos. -Adulador… -Apuesta tus mejores partes a que si lo soy… -¿Me roba mis frases Señor Anderson-Hummel… -Un poco si.. —respondió Blaine riendo, Kurt también rio y se acomodó más sobre él— ¿has hablado con al gente importante?... -Casi con todos… solo me falta llegar a la mesa principal donde están los productores de más peso… -Si quiere yo puedo ir a hacer algunos contactos Señor Hummel… —dijo Helen levantándose, ambos giraron la cabeza al unísono como si recién cayeran en la cuenta que no estaban solos en la mesa. -¿Harías eso linda? -Obvio… vuelvo enseguida… -Gracias Helen… —dijo Blaine sonriendo, la mujer hizo una especie de reverencia divertida mientras se dirigía hacia donde dijera. -No le agradezcas tanto, al fin y al cabo hace su trabajo, además que necesito reprenderla por algo y no quiero que me conteste porque gracias a ti se le subieron los humos.. -¿De que tienes que hablar? -Pues ella y Julianna dijeron un par de cosas que me dejaron bien estupefacto… -¿«Estupefacto»?... —repitió Blaine riendo. -¿Que?… ¡es una palabra!… y muy adecuada por lo demás... -Por cierto que lo es… ¿y qué cosas fueron esas?, si me permites preguntar... -Pues ambas dijeron que cuando se trataba de mi o de Noah tu reaccionabas así… —dijo Kurt chasqueando los dedos— y Julianna añadió el término aprehensivo… —Blaine sonrió para sí sin decir nada— ¿me escuchaste?... —agregó mirándolo hacia atrás por sobre su hombro. -Por supuesto que te escuche… -¿Entonces?... ¿qué es ese silencio Señor Anderson-Hummel?... —pregunto Kurt moviéndose para quedar mirándolo a la cara. -No es nada… —respondió Blaine haciéndole un cariño en la cara— es solo que... que puedo decir además que es todo verdad… —dijo encogiéndose de hombros. -¿Cómo?... —respondió Kurt casi derretido. -Lo que oyes… Kurt… —Blaine le tomó las manos, se las besó y lo miró fijo a los ojos, Kurt sintió que le daba algo— tú… eres lo mas importante para mi… lo mas importante… y con respecto a Noah... bien sabes que amo a todos nuestros hijos pero él… no lo sé… tal vez porque es el menor, o porque es nuestro... o porque no costó tanto concebirlo… —dijo Blaine soltando un suspiro— es por eso que reacciono así… —agrego chasqueando sus dedos— o soy ese aprehensivo que dice Julianna… lo siento... -No lo sientas… me elevas el ego hasta más arriba de las nubes, pero puedo vivir con ello, no te preocupes… -Muy bien… —dijo Blaine sonriendo. -Ahora… ¿quieres conocer a alguien? -¿A quien? -A Hugh Jackman… -¿Que?, ¿Wolverine, esta aquí?... —pregunto mirando a su alrededor. -Difícil porque ese es un personaje de ficción pero la Katherine esa de la que te hable… esta en la misma mesa que Hugh Jackman y me dijo que si quería me acercara… ¿quieres conocerlo? -¡Por supuesto que sí!… —exclamó Blaine levantándose de inmediato. -Ok, tanto entusiasmo no me parece pertinente… -Vamos...es Wolverine de quien estamos hablando… —añadió acomodándose la corbata— aunque no se que haría si decide sacar sus garras… —dijo sonriendo con travesura. -Pues que no las saque o yo sacaré las mías… —termino por decir Kurt alzando su ceja inquisidora.
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You & Me | TeddyxLilyLu.
—Por fin: hogar dulce hogar.
Tras haber tenido un caótico año escolar, Lily Luna se encontraba más que lista para pasar un tranquilo verano en su hogar, Godric’s Hollow. La pelirroja había sido la última en entrar por el umbral, siguiendo los pasos de sus hermanos mayores: James ya se encontraba en la cocina, buscando algo de comer... y Albus había subido a su habitación con la excusa de “encontrarse exhausto”, aunque Lily sabía bien que el chico subió a enviarle una lechuza a Scorpius. Negando lentamente, la joven dejó su baúl en una esquina de la habitación, lista para finalmente correr a los brazos de su madre, misma que se encontraba mirando a James con una ceja alzada. Sin más, Ginny rodeó el cuerpo de la pequeña Lily con firmeza, lista para comenzar a hacer preguntas sobre clases, amigos, vida amorosa... Sí: esa mujer no perdía el tiempo.
Lily sabía bien que su madre querría todos los detalles de su quinto año en el castillo, así que no tardó en sentarse a la mesa, con una taza de té frente a ella, para relatar todo aquello que consideraba “adecuado.” Como era de esperarse, el tiempo se fue volando: antes de que ambas pelirrojas se dieran cuenta, una hora había pasado desde que iniciaron su conversación. Al percatarse de la hora, Ginny Potter dio un pequeño brinco, susurrando con rapidez que “era hora de hacer la cena” ya que “los chicos llegarían pronto.”
A pesar de la sorpresa que sintió al escuchar a su madre hablar en plural (siendo que ella sólo esperaba a su papá), la joven Ravenclaw se ofreció a ayudar. A pesar de no ser tan buena en la cocina como su madre (y mucho menos como su abuela), Lilu amaba aprender cosas nuevas, ¿y qué mejor manera de hacerlo, que de la mano de su madre? Sin tiempo que perder, pusieron manos a la obra: la pequeña Potter haría una pasta, y su madre el plato principal. Al trabajar en equipo, las mujeres de la familia Potter tuvieron todo listo en menos de una hora, por lo que, orgullosas de su trabajo, tomaron asiento a la mesa de nueva cuenta, escuchando a lo lejos como James y Albus corrían al comedor, llamados por el olor de la cena.
—¿Ya vamos a comer? Huele delicioso... y ahora muero de hambre —aseguró James, tomando asiento justo frente a Lily, quien negaba lentamente con diversión. —Obviamente no, James —respondió Albus ligeramente exasperado, permitiéndose girar los ojos antes de tomar asiento junto a su hermana menor.— Aún falta papá... aunque ya es hora de que regrese, ¿no? —preguntó con una pequeña mueca en el rostro, mirando la hora en el reloj de muñeca que siempre usaba.
—Así es... su padre tenía algo que hacer después del trabajo, chicos, pero debería estar aquí en... cinco minutos, tal vez —respondió Ginny, mirando también la hora antes de comenzar a poner los platos a la mesa.— Así que levántense y ayúdenme un poco.
Con un flamante trabajo en equipo, James y Albus pusieron un set de cinco platos, uno para cada integrante de la familia Potter, y tomaron asiento de nueva cuenta; Lily se había puesto de pie y llevó las cacerolas a la mesa, y justo cuando pensaron que todo estaba listo... Ginny añadió un set más a la mesa.
—¿Alguien más vendrá a cenar, mamá? —preguntó Albus con curiosidad. —Sí, pero no les diré quien será nuestro invitado... quiero que sea una sorpresa —admitió entre risas, mirando la cara de enfurruñamiento de sus hijos.
Antes de que los Potter Weasley pudieran hacer preguntas, un familiar sonido llegó a sus oídos, proveniente de la sala: la red Flu se había activado, cosa que indicaba la llegada de su papá. Los tres jóvenes dieron un salto al verlo, y sin más, corrieron a abrazarlo. Después de todo, los jóvenes habían pasado más de seis meses sin verlo, y lo habían extrañado bastante. Los pequeños Potter estaban tan ensimismados en su padre, que no notaron al joven de cabello azul eléctrico que venía tras él, mismo que, sin perder tiempo, saltó mientras un pequeño “¡boo!” salía de sus labios. Como era de esperarse, Lily fue la primera en pegar un grito... para después abalanzarse sobre el joven, gritando su nombre una y otra vez.
Entre grandes carcajadas, Teddy rodeó la cintura de la pelirroja con firmeza, alzándola un par de segundos en el aire antes de besar su frente con delicadeza. Asimismo, y con una gran emoción, James y Albus se acercaron a ellos, rodeándolos con un fuerte abrazo. Divertidos ante la imagen, Harry y Ginny negaron lentamente y los apuraron a sentarse a la mesa, donde los seis integrantes de la familia comenzaron a comer, entre risas y amenas charlas sobre todo un poco.
Al acabar la cena, Teddy y Lily se ofrecieron a lavar los platos, viendo esa como una oportunidad para hablar sin que los otros integrantes de la familia estuvieran cerca. Sin tiempo que perder, la joven lavaba y Teddy secaba para hacer el trabajo menos pesado para ambos, y mientras lo hacían, una pequeña conversación daba inicio:
—Dime, Lilu: ¿cómo estuvo tu año en Hogwarts? ¿Te fue bien en los TIMOS, tuviste muchos problemas de chicos? —finalizó, tratando de reprimir una pequeña risita... sin mucho éxito. —Qué gracioso, eh —respondió la joven con una mueca en su rostro, arrugando ligeramente la nariz antes de negar lentamente, lista para responder.— Estuvo bastante bien: siento que mejoré bastante en el quidditch, y volar sigue siendo algo que me hace increíblemente feliz. Me fue bien en los exámenes... o eso quiero pensar. Me da miedo reprobar pociones, si te soy sincera, pero al menos sé que saldré muy bien en adivinación y DCAO. Y en cuanto a tu última pregunta... prefiero no hablar de ello —admitió con suavidad, pensando de manera inmediata en Lorcan Scamander... y en uno de sus mejores amigos, Samuel Finnigan.— A este paso, cumpliré el deseo del tío George y seré una monja, Teddy. —Claro que no harás eso, pequeña —aseguró el joven de cabello azul para, acto seguido, revolver el cabello de la pelirroja de manera fraternal.— Verás que, sea lo que sea que esté pasando, mejorará. Te lo aseguro. Además, el joven al que elijas será el más afortunado del mundo por tenerte —finalizó, con la mirada fija en los platos que aún tenía que secar.— Así que no te estreses mucho, ¿sí?
Sin decir nada aún, Lily esperó a que Teddy terminara su parte de los quehaceres... y se lanzó a sus brazos, cerrando los ojos mientras el joven, al que consideraba un hermano más, la acunaba entre sus brazos. Sin mucho más que decir, la joven susurró un suave “gracias” al oído de Teddy, quien le aseguró que no había nada que agradecer.
Sin más que hacer, los jóvenes entrelazaron sus manos, como cuando eran pequeños, y subieron a la habitación de Teddy, misma que seguía luciendo como una pequeña parte del alma del ex-Gryffindor: esta aún tenía varios banderines de su casa, fotos de la familia, de él con Vic... y un par de fotos de los Merodeadores, esos jóvenes que, aunque no habían conocido, eran parte de su legado y de todo lo que ellos eran hoy en día.
Ahí, Lily decidió ocupar la cama del joven (como siempre hacía) para leer en voz alta uno de sus libros favoritos. A pesar de que era un poco tarde, y ninguno de los dos eran niños ya, decidieron simplemente disfrutar un poco de la compañía que mutuamente se regalaban, pensando en lo bien que lo pasarían el resto del verano.
#LilyxTeddy#Inspired in: You and Me#By: Niall Horan#Quedó muy largo c:#Pero extrañaba a mi Lilu y aquí me tienen(?)
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[MiniFic! Mystrade]
Basado en los personajes de Granada TV.
Angst.
Hurt/Confort.
Décimo primera parte ❤️
Décimo segunda parte.
Décimo tercer capítulo ❤️
(¡Muy bien! Ya es oficial, el nombre de está historia será "Insulto" 😚. Más tarde cambiare los links de los corazones por el título definitivo, o tal vez mañana 🤔... Uno de estos dias seguramente jajaa 😜)
(Seguiré intentando con mis portadas, probando qué tal queda el título, pero así se mantendrá de todas formas, aun me falta el resumen, pero eso ya es lo de menos 😋)
(Este capítulo es... Bueno, rayos si no es uno de mis favoritos, me rompió todavía más el corazón escribirlo, pero también fue hermoso😄. Para mí se sintió más bien como una montaña rusa emocional, no sé cómo será desde tu perspectiva, pero aun así espero que te guste leerlo al menos una pequeña parte de lo mucho que amé escribirlo ❤️✨)
* * *
Lestrade mantuvo un tranquilo silencio escuchando al querido y amable doctor Evans, quien lo regañó por el negligente e irresponsable cuidado de sus heridas. El hombre lo conocía muy bien, no se relacionaban exclusivamente por el trabajo, si las cenas tardías en compañía de su esposa y las casi siete navidades pasadas en su casa decían algo a favor de su amistad. Esto, tan desafortunado como podía ser, traía consigo el aparente derecho de reprender al inspector tal cual lo haría a un especialmente molesto e irresponsable hermano menor.
—Voy a hacer que despidan a ese bastardo —gruñó, colocando una nueva venda alrededor del hombro de Lestrade, quien de espaldas, se guardó cualquier aguda réplica que pudiera habérsele ocurrido.
Diederik Evans, habiéndose ganado a pulso el derecho de ser un hermano mayor en niveles muy por encima de sus propios hermanos mayores, sostenía en sus manos la confidencialidad obtenida de un hombre que comparte gustos similares. Gustos tan exquisitos que, en las propias palabras del doctor, no se limitaban a la hermosa y delicada belleza de las mujeres, sino que también, evolucionado, se veía capaz de fundirse en igual medida en el espeso y almizclado fervor masculino.
—Al demonio con eso, yo me encargaré de…
—Nada —lo cortó Lestrade, masajeándose el muslo, lo que sea que le hubiera dado el doctor ya surtía efecto, el dolor se convertía de a poco en una simple punzada—. Me encargué de eso y no hay otra cosa en la que puedas o debas involucrarte —añadió, su voz calmada, ocultando a la perfección lo afectado y débil que se sentía.
Algo en su interior amenazaba colapsar su ya delicado equilibrio. ¿Así lo soportaba un hombre? Se preguntó, su voz temerosa golpeando las delicadas paredes de su mente. La confusión llegaba a un límite que hacía imposible siquiera una respuesta al millón de dudas, incluso una cosa tan simple le hacía titubear. Recibió de su amigo un golpe amistoso en el hombro y un resoplido de mediana aceptación, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Querrás convencerme del mismo modo en el caso de Charles? —cuestionó el doctor, poniéndolo de pie y ayudándolo a recostarse en la pequeña cama en donde pasó una incómoda noche. La piel blanca de Diederik manchada de un rojo furioso, casi a la par de su cabello y su barba espesa—. Sé que no puedo hacer nada sobre el asunto, sin embargo me gustaría saber que al menos evitarás exponerte descaradamente al peligro. Te conozco, Greg, y no quiero imaginarme identificando tu cuerpo si decides que ponerte como cebo para atrapar a ese hombre es la única solución.
Lestrade se sintió atrapado. Esquivó la mirada del doctor y le ayudó a quitarse los tirantes, desabotonar y levantarse la camisa. La herida en su vientre, aunque menos profunda se trataba de la más larga, si bien cicatrizada, todavía le causaba molestia. La carne sensible fue palpada duramente, en definitiva como una especie de castigo, por los gruesos fríos dedos. Se tragó un insulto.
—Aún estoy buscándolo, si lo encuentro antes que él a mí puedo prometerte que seré yo quien jale del gatillo, lo óptimo sería, ambos lo sabemos, llevarlo ante el juez —mirando la expresión en el rostro del doctor descubrió que sus palabras fueron apenas una respuesta viable—. Puedo sentirlo, Dirk, estamos cerca —dijo, conciliador, sin mentir y tampoco diciendo toda la verdad. El doctor asintió, creyéndole o no, lo aceptaba.
Prometiendo llevarle un bastón tan pronto lo consiguiera, ya que su pierna en definitiva acabó sufriendo por encima de lo esperado, bajo el techo de la pequeña casa desolada permanecieron nuevamente la confortable cantidad de dos cabezas. Mycroft acompañó al doctor hasta la puerta mientras Lestrade intentaba acomodar su ropa. Con toda la concentración que precisaba para enfocarse en el caso, su mente intranquila se veía superada ante pensamientos de inexistente relación. En toda su altura y atractivo, el hombre que lo desembocaba hizo acto de presencia.
Verlo causó que un estremecimiento recorriera su espalda. Repentinamente debilitado, apartó su rostro de la espesa bruma grisácea. Su corazón estallaría contra las costillas en un segundo ante el peso de esa repentina emoción, notaba las piernas temblar aun si seguía sentado, un sonrojo impetuoso se abrió paso de manera vergonzosa. El control de su ya endeble cuerpo se perdía veloz. La presencia de Mycroft imponía, modificando a su alrededor la luz y el oxígeno, muy aparte de lo que mostraba su físico o sus ojos, su aura misma hacía colapsar a Greg, fácil y voraz, pareciera estar en medio de una tormenta.
Un vendaval devastador que derrumbaba sus paredes, dejándolo indefenso, como una herida abierta, exponiendo hechos que nunca llegó a sentir en un nivel de intensidad siquiera parecido en ningún otro momento de su vida.
El pensar en lo sucedido al preparar el desayuno aumentó su timidez, su debilidad. Recordar la dulce sensación de su abrazo, de los besos demandantes, las caricias y aquella risa sublime —profunda, atronadora, la cúspide de lo masculino—, el sentirse a salvo al recostarse contra su pecho; no existía la culpa entre sus brazos, ni gritos ni insultos, ni voces que se precipitaran a hacerle saber cómo un hombre debería ser. De una forma incomprensible, se volvía correcto. Estaba bien sentirse frágil, dejarse llevar, dejarse proteger.
Y deseaba regresar. Entregarse una vez más, entregarse para siempre. Cuando aquella pesada niebla se mantuvo fijamente en él, arrancándole de un tajo el último gramo de fuerza, le dejó apenas cubrirse el vientre usando los brazos, bajo su intensidad desvío la mirada. Evitando mostrar sus cicatrices. ¿A Mycroft le molestarían?
El corazón se le atoró en la garganta al escuchar sus pasos, un temblor le recorrió el cuerpo, sus sentidos sobrecargados, casi preparándose para caer desde un acantilado. Un peso descomunal de súbito volcado en su ser. Se encontró ávido. Sumamente necesitado. Lo quería de nuevo. Lo ansiaba tanto. Quería ser sostenido. Le faltaba la respiración, su corazón dolía, quería saber que al menos durante un segundo estaría bien, que caería confortable sobre su pecho. Poderosos brazos volvieron a tomarlo, llevándolo hasta sentarlo en los suaves muslos, sabiéndose rodeado de Mycroft, sintió la primera lágrima caer. Llevó las manos a su rostro, tocando la humedad entre los dedos y mirándola confuso, sin entender a quién pertenecía o de dónde provenía. Apenas consciente de nada, un suave puño contrajo sus latidos, respirar se complicó aún más.
—Está bien —susurró Mycroft usando una calmada voz—, todo estará bien. —Acariciaba su espalda y lo aferraba como si la vida dependiera de ello. Un diluvio de lágrimas se desencadenó desde los castaños ojos de Greg, después de la primera ya nada pudo detener las siguientes, ni siquiera su falta de comprensión.
Ocultó su rostro contra el cuello de Mycroft, sujetó con fuerza la tela oscura del saco, una idéntica angustia repentina deslizó hacia su cuerpo un miedo frío e imprudente antes reprimido en su interior, gritó. Todo dolía, pero era tan bueno. Todo era oscuro, pero tan increíblemente hermoso. Todo era dulce, pero tan incorrecto. Sabía tan bien sobre su piel, pero no debería serlo. Y sin embargo, en su dulzura ilógica, lo quería. Lo amaba.
He aquí su revolución, la rendición de lo que sabía contra lo que sentía. Su grito de triunfo y derrota. Su naturaleza y su insulto. La última estaca de la rebelión. He aquí al ganador, que victorioso cantaba su gloria despidiendo a los perdedores a través de sus ojos. Su final, su principio; cerrando su garganta en emociones infinitas, oníricas e inefables. ¿El resultado? Ni positivo ni negativo, solo Greg Lestrade. En su yo más puro. Entregándose sin reparos, dentro de su inseguridad y descubrimiento, al hombre que lo abrazaba. A quien lo acariciaba cariñosamente, tanto como su alma frágil, agotada, lo exigía. A quien le susurraba amor y colmaba su espíritu de paz, otorgándole un refugio en donde podía descansar. Ser como realmente era.
—¿Por qué? —cuestionó, su voz rasposa apenas audible, todavía escondido y seguro en su brazos. Algo le hizo preguntar—. No tenías ninguna razón y aun así…
—Aun así besé tu mano —imitando a sus palabras lo tomó de la mano, simplemente sosteniéndolo contra su pecho luego de un beso tranquilo, al igual que el resto de su cuerpo, sin el menor atisbo de flaquear en su agarre—. Te equivocas al pensar que no había ninguna razón, siendo que fuiste tú quien me obligó a actuar. Te veías hermoso bajo la suave luz, luego el sonido de tu voz, el brillo en tus ojos… Y en el hospital, rodeado de ese impoluto blanco… —decía, separándose un poco, lo justo para coincidir sus miradas. Avergonzado, Lestrade intentó volver a su refugio, Mycroft lo detuvo encajando en la bisagra de su mentón los meñiques, un par de pulgares limpiaron los rastros húmedos, dejó de moverse, aceptando la atención—. Me gustaría que pudieras mirarte. Tus mejillas, tus labios, ¿cómo podría existir otra forma de adorar tal exquisitez? —Un par de nuevas lágrimas abandonaron sus ojos. Su corazón dolía, recibiendo lleno de temor cada palabra. No poseía ya la fuerza para rechazar cualquier cosa. Su debilidad le provocaba un hambre incontrolable, quería ser el centro de su atención, derrumbarse ante el caballero de tacto como la seda y sucumbir a sus caprichos.
Al mismo tiempo que se rendía ante el beso que Mycroft regalaba a sus labios, la paz volvía a su cuerpo, relajando a sus sentidos y el corazón, permitiéndose una entrega total, sin dudas o culpabilidad. Se dejó arrastrar por la tormenta, se dejó cuidar por la niebla. Y rendido logró comprender, aunque solo fuera el inicio, la verdadera emoción de seguridad ante su delicadeza. Liberó un suspiro, la boca ajena colocó un beso en su sien.
Recostándose entonces en el hombro de su Holmes, notó al fin la mano en su cadera desnuda. El ancho terso pulgar dibujaba gráciles líneas en su piel enrojecida y marcada por la cicatriz, evitó decir algo. Nada había de qué hablar, las palabras sobraban contra el afable toque. En silencio aceptó las caricias, estremeciéndose al sentirlas viajar a sus costillas y su pecho. Gruesos dedos enrojecían su piel ante la presión de su contacto, al tenerlos bajo su nuca cedió al beso demandante, rindiéndose a su fuerza, recibiendo anhelante cuanto su caballero quisiera entregar.
El aliento le faltaba e incomprensiblemente el deseo de alejarse permanecía sin aparecer, viendo su esfuerzo recompensado al sentir la palma sobre su espalda descender hacia sus caderas. Con el brazo libre se sujetó del grueso cuello de Mycroft antes de que la otra mano repartiera caricias a su muslo, el tacto suave aún a través de la tela. Al separarse elogios llovieron sobre sus oídos, su exhalación errática fluyendo silenciosa bajo cada halago. No escuchó burlas sobre su inexperiencia o rechazo a su torpe empeño de querer corresponder, estaba bien.
Al oír un par de golpes azotar la puerta, se sintió tranquilo al punto de no sentir pesadez o abandono al ser alejado de Mycroft, que prometiendo tener cuidado, volvió a tomar su mano para besarla antes de salir de la habitación. Esta vez, por primera vez, ninguna sensación confusa o pensamientos erráticos amenazaron con hacerlo flaquear. Al tenerlo de vuelta sin embargo, aun si lo sentó nuevamente en su regazo, el gesto de extrañeza instalado en el atractivo rostro no lo abandonó un segundo. El único culpable; el papel entre sus manos.
—¿Crees en él? —cuestionó Mycroft luego de que ambos hubieran repasado un par de veces las cortas líneas en la hoja. El humor anterior apenas sujetándose a su piel por los ocasionales roces de las manos de su amante sobre sus brazos o piernas.
«Inspector;
A nombre y honor mío, tenga por seguro que su búsqueda dirigida al señor Charles Delacroix se volverá completamente infructífera cuando, el sábado al amanecer, huyamos juntos a Francia.
Como su compañero de vida, estoy dispuesto a asegurarle que, al encontrarnos fuera de esta nauseabunda nación, ningún otro crimen se cometerá en nombre de nuestra apasionada aventura.
Reduzca su persecución, pues, hasta el día en que finalmente consiga liberarse del amante devoto cuya única meta es tenerme entre sus brazos.
Reniegue de mi petición y sufrirá las consecuencias.
R.»
—No importa si lo creo o no, Charles ha asesinado a diez hombres, ninguno de ellos tenía relación entre sí. Incluso si estas palabras son reales... —agregó en un susurró— ningún amor justifica la muerte de un hombre. —No convencido al detalle de sus propias palabras. Debería de estarlo, y en definitiva existía por algún sitio la culpa de no sentirse como se supone lo haría un protector de la ley. Sin embargo, habiendo probado ya el paraíso, probablemente desataría el infierno si se viera obligado a separarse de su caballero.
—Provocaría guerras por ti, Greg Lestrade —declaró, sosteniendo su rostro. Ante la firmeza de su voz el inspector tragó con fuerza, de alguna forma las palabras sonaban capaces de hacerse realidad. Un leve temor lo hizo estremecer un santiamén antes de desvanecerse, contrario a lo que debería sentir, saber lo que Mycroft estaría listo para hacer teniendo la única intención de conservarlo junto a él, nunca se mentiría, le hacía feliz.
Su pecho dolía, mientras su mente se empeñaba en concentrarse el resto de su cuerpo rogaba una vez más por los labios ajenos. Por el contacto. Consideró inadmisible planear deshacerse de la sensación, mucho menos si la tentación en persona mantenía aquel gesto sobrio, firmes los ojos en su rostro, atentos, observando con tanta intensidad. Se contagió del calor bajo esa mirada, del hambre reflejada en ella. No intentó resistir.
Abandonándose de nueva cuenta entre sus brazos, permitió que aquellos labios adictivos regresaran a su boca.
Suspiró, rendido.
Por ese depredador quería ser devorado.
(No puedo decir mucho sobre el próximo capítulo, pero estoy tan terriblemente tentada a escribir smut 😚... Sé que no sería bueno, pienso en que Lestrade aún está demasiado "fresco" en su nueva manera de sentirse que escribir un smut igual es demasiado 🤔. Tal vez sea excesivo y le dé más peso emocional del que ahora pueda soportar, no sé que tan claro logré plasmar el sentir de mi inspector, así que dime cuales son tus propias conclusiones ¿ok? 😊)
(Oh, casi lo olvido. No tengo la menor idea como es que he logrado escribir un nuevo capítulo por semana, pero de lo que si estoy segura es que no voy a prometer seguir con esta racha. Disfrútalo mientras pueda asdfghjkl 🤣🤣🤣, obviamente me seguiré esforzando por continuar, está historia solo me gusta más y más ❤️✨❤️✨)
(Me despido, mil gracias por leer 🤗❤️💕✨. Perdón por los errores ortográficos, serán corregidos cuanto antes 😚❤️. Te amo ❤️💕💞✨)
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𝐘𝐀 𝐑𝐘𝐔𝐍𝐆
Veintinueve años | Piscis | 15 de Marzo | Detective Retirado
‘ 𝙄𝙣𝙨𝙞𝙙𝙚 𝙢𝙮 𝙗𝙡𝙪𝙚 𝙙𝙧𝙚𝙖𝙢 .. 𝙄 𝙬𝙖𝙣𝙩 𝙩𝙤 𝙝𝙤𝙡𝙙 𝙮𝙤𝙪 ’
Nacido como el segundo de los hijos de la familia Ya, Ryung creció dentro del núcleo de una familia conformada por padre y madre, su hermano mayor Insu y dos hermanos menores a él que llegarían con una diferencia de tres años entre sí: Jung y Kyong. Desde pequeño nunca careció de necesidades y creció como un niño saludable y atento gracias a las educaciones que sus padres le brindaron desde que era apenas un crío. Siempre fue el más centrado de sus hermanos, pues mientras Insu disfrutaba de hacer su vida un papalote metiéndose en problemas y los menores correteaban por toda la casa causando destrozos y travesuras, él era el único que ayudaba a su padre y madre en el negocio familiar: un restaurante que había sido herencia de su abuelo al señor Ya, que con esfuerzos y trabajo duro había conseguido levantar el lugar y volverlo el más solicitado del barrio de Jongno-gu.
· Su adolescencia transcurrió de la forma más ordinaria, entre los deberes en el trabajo y la escuela Ryung repartía su tiempo para brillar en ambos y nunca defraudar a nadie o a sí mismo. Durante esta época se vio especialmente influenciado por su padre que siempre fue su ejemplo a seguir al pasar más tiempo con él que con cualquier otro membro de su familia, sobre todo en esas noches en las que después del trabajo y de la cena ambos se tumbaban a ver las series policiacas favoritas de su padre en la televisión. De ahí, a su vez, que naciera el palpitante deseo en el joven Ya de convertirse en un detective como los que tanto idolatraba y soñaba. Un sueño que se convertiría pronto en realidad cuando llegada la edad de dieciocho años su padre le apoyase en la idea de integrarse en la KNPU ( Universidad Policía Nacional de Corea ) donde además de entrenarse como oficial, también obtuvo una licenciatura en Investigación Criminal.
· Sus años dentro de la KNPU pueden quizás considerarse como los mejores de su vida, ya que dentro de la Universidad no solo conoció a su actual mejor amigo, un chico de Itaewon llamado Da Chanwook, sino también al primer amor de su vida. Una jovencita de la misma rama que la suya, cuya determinación y fuerza fueron capaces de eclipsar todo a su alrededor desde el primer momento en que la vio en el aula de clases. Ryung lo llamó amor a primera vista, sin embargo, no se atrevió a hablar con ella hasta mediados de su primer semestre en una fiesta de mitad de curso donde una cosa llevó a otra y al final, después de besos y caricias, acordaron en seguirse viendo hasta convertirse en una de las parejas que mas daban de que hablar entre los pasillos ante los enamorados que se veían, lo tan eternamente entregados que estaban el uno con el otro.
· Ryung no quería estar con nadie más y así fue. Desde el primer día que estuvo oficialmente con Narae supo que su destino sería estar con ella, incluso cuatro años después cuando ambos habían conseguido graduarse con los honores correspondientes de dos alumnos capaces, inteligentes y con un futuro brillante por delante. La vida iba bien. Todo marchaba de maravilla y con sus nuevos trabajos no pasó mucho tiempo antes de que ambos pasaran a vivir juntos y comenzaran a vivir en carne el cuento de Hadas que habían siempre soñado compartir. Sin embargo, los sueños a veces son solo sueños y deberían de mantenerse de esa forma. Especialmente cuando no se puede conseguir el final feliz esperado.
· Cinco años de relación después y con un anillo en dedo, Narae y Ryung fueron designados a un caso que requería especial cuidado: Un asesino serial, con quince víctimas cobradas y un modus operandi inusual. Trabajaron mano con mano, más su objetivo siempre estaba u paso delante de ellos y de cada pista que los dirigía hacia un nuevo camino que los acercaba hacia la identidad de quien parecía estarse divirtiendo con ellos. Era emocionante. Ryung encontraba el juego de cacería como algo estimulante que no dejaba de sonar en su cabeza y lo impulsaba a levantarse cada día de su cama para seguir con su trabajo con la adrenalina corriendo por sus venas. Mas todo dejó de ser divertido cuando la primera pista de identidad cayó sobre su mesa y, tras ello, la vida de Narae también. Se había acercado tanto , tanto que podía sentirlo entre sus dedos, que descuidó lo que más amaba y una tarde soleada de verano fue testigo del último aliento de la mujer que llamó más de una vez el amor de su vida. Una bala en el corazón. Y desde entonces no volvió a salir el sol en la vida de Ya Ryung.
· El alcohol y las drogas se volvieron sus mejores amigos. Chanwook buscó las mil maneras de sacarlo del agujero en el que se hundía cada día. Su trabajo se volvió una pesadilla y no hubo día durante los siguiente siete meses que no llegase borracho o afectado. Se volvió una carga, un estorbo. Sus padres trataron de ayudarlo, pero entre más lo hacían Ryung más los alejaba hasta que un día su padre llegó a su casa escoltado por dos hombres y, sin su consentimiento, lo llevaron anexado a una clínica de rehabilitación para alcohólicos y adictos. Pasó un año y seis meses encerrado, tratando de superar las pesadillas que venían a su mente y sobre todo la muerte de la persona que más había llegado a querer en su vida. Aprendió a vivir con la culpa como a dejarla ir, ya que en más de una ocasión se culpó de la muerte de Narae por su obsesión de atrapar a alguien que nunca fue capturado. El peligro seguía fuera y él dentro, pero hizo sus esfuerzos por recuperarse hasta que lo declararon lo suficiente capaz de vivir fuera de las cuatro blancas paredes de una habitación que lo vieron en sus peores momentos.
· Así es como comienza a vivir una vez más. El viejo departamento que compartió con Narae en su momento pasó a la venta y se consiguió un lugar más cerca de sus padres, solo por mantenerlos tranquilos ante la idea de estar demasiado lejos si es que sufría una recaída e intentaba algo contra su bienestar. Volvió al trabajo, esta vez fuera de campo, tras un par de exámenes psicométricos que le dieron pauta para reintegrarse al cuerpo de policías como un detective de escritorio. Los casos en su mesa no volvieron a ser grandes criminales, sino crimines menores que no involucraban demasiado de su sanidad mental con tal de que no sufriera o pudiera comprometer las operaciones del resto de sus compañeros. Sin embargo, a pesar de la oportunidad que tenía y de lo que sabía que debía de cuidar su trabajo, su mente seguía puesta de vez en vez en los expedientes sin resolver. Ese en el que sabía que se encontraba el caso de Rim Haneul, el hombre que no solo había acabado en total con la vida de veinte jovencitas. Sino también con la de Narae… el amor de su vida.
Datos extra:
Desde que fue dado de alta de rehabilitación se ha mantenido sobrio. Trata de mantenerse lo más alejado del alcohol que le sea posible, con tal de no tener una recaída y perder su trabajo.
Vive solo. Aunque a veces comparte su habitación de invitados con Insu cada vez que este pelea con su esposa.
En ocasiones todavía se pasa por el restaurante de su padre y ayuda en lo que pueda, a pesar de ya no sentirse del todo motivado para hacerlo.
Tiene una perra rottweiler de mascota. Un regalo que le hizo su madre tras haberse mudado a su nuevo departamento. La mujer dice que es un perro guardián que lo protegerá de las malas vibras, pero Ryung piensa que no es más que animal glotón y holgazán. El nombre del can es Navy.
No soporta los lugares tan concurridos. Trata de evitarlos ya que quedó acostumbrado al constante silencio y soledad de la clínica.
Chanwook sigue siendo su mejor amigo. Lo ve solo en ocasiones y se hizo padrino de su primogénito a pesar de no sentirse nada conectado con los niños.
Es bisexual. Pero nunca ha estado con un hombre a pesar de encontrarlos atractivos cuando era más joven.
Narae no se menciona frente a él.
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