El hartazgo de Fausto
MEFISTÓFELES.- Soy yo.
FAUSTO.- Entra.
MEFISTÓFELES.- Debes decirlo tres veces.
FAUSTO.- ¡Entra, pues!
MEFISTÓFELES.- Así me gusta; espero que nos entendamos. Sólo por alejar tu mal humor me presento cual joven noble en traje de púrpura bordado de oro, con la esclavina de raso al hombro, la pluma en el sombrero y una larga y afilada espada al lado, y te aconsejo que desde ahora te vistas del mismo modo, para que vengas del todo libre a gustar lo que es la vida.
FAUSTO.- Cualquiera que sea el atuendo que use, no por ello sentiré menos las miserias de la existencia. Soy demasiado viejo para no pensar más que en divertirme y demasiado joven para no tener deseos. Por tanto, ¿qué es lo que puede ofrecerme el mundo? ¡Debes privarte, te es la privación indispensable! He ahí la canción eterna que zumba en todos los oídos y que durante la existencia nos repite cada hora con voz brusca. Cada mañana me despierto azorado y de buena gana derramaría amargas lágrimas al ver que el nuevo día no ha de llenar ni un solo de mis ardientes deseos, sino que por el contrario, ha de desvanecer en su curso los presentimientos de cualquier alegría y hacer abortar las creaciones de mi trastornado espíritu. Y luego, cuando viene la noche me tiendo en el lecho poseído de la mayor inquietud por saber que me esperan en él, no el reposo, sino sueños espantosos. El espíritu que reside en mí puede agitar hondamente mi alma y disponer de toda mi fuerza; pero es al parecer impotente en el exterior; por esto me es la existencia insoportable, por lo que deseo la muerte y detesto la vida.
MEFISTÓFELES.- Y, sin embargo, nunca es la muerte un huésped bien recibido.
FAUSTO.- ¡Dichoso aquel a quien la muerte corona de sangrientos laureles en el calor del combate o aquel a quien, después de la embriaguez del baile, sorprende en los brazos de su amada! ¡Ah! ¡Que no pueda yo contemplar al gran Espíritu y morir en mi éxtasis sublime!
MEFISTÓFELES.- Y no obstante, hay quien no se ha atrevido a tomar esta noche cierto licor oscuro.
FAUSTO.- Parece que gustas del espionaje.
MEFISTÓFELES.- No poseo la ciencia universal, pero sé lo suficiente.
FAUSTO.- Pues bien, ya que un sonido grato y dulce me ha librado de mi terrible angustia y ha despertado en mí los sentimientos de la infancia con el recuerdo de mejores tiempos, maldigo todo lo que con sus ilusiones impulsa al alma hacia tan lamentables abismos. ¡Maldito sea el orgullo del hombre; maldito el falso brillo que deslumbra nuestros sentidos; maldito todo lo que crea sueños de gloria y de grandeza; maldito sea todo cuando nos hace querer la posesión de una mujer, de un niño, de un criado o de un coche; malditos sean Marimón y sus tesoros, que nos hacen emprender empresas temerarias y que nos embriagan más tarde con la copa de ilícitos placeres; malditos sean el amor y sus ardientes transportes; malditas sean, en fin, la esperanza y, sobre todo, la paciencia!
CORO DE ESPÍRITUS, invisible.- Ya has destruido todas las bellezas del mundo con tu poderosa mano; sólo quedan algunas ruinas que rodarán hasta el fondo del caos. A un semidios se debe esta destrucción general. ¡Que por lo menos nos sea licito llorar sobre la vasta tumba que encierra tanta belleza! ¡Oh, tú, el más bello y poderoso de los hijos de la tierra, reconstrúyele, infúndale a tu corazón nueva vida, para que podamos cantar nosotros tu obra inmortal!
MEFISTÓFELES.- Escucha, escucha, son los más pequeños de todos mis espíritus. Mira cómo te muestran la senda razonable que debes seguir. ¡Con cuánta razón y profundo conocimiento te impulsan hacia el mundo, arrancándote de este tenebroso recinto donde se hielan los jugos de los que debe alimentarse el alma! Deja de complacerte en esa melancolía que, cual buitre carnívoro, acaba con tu vida. Por mala que sea la compañía en que estés, podrás al menos sentir que eres hombre entre los hombres; sin embargo, no creas que se piense en hacerte vivir entre la chusma. Aunque no soy de los primeros, si quieres unirte a mí y emprender juntos la ruta de la vida, consiento gustoso en pertenecerte ahora mismo, en ser tu amigo, criado y hasta esclavo.
FAUSTO.- ¿Y cuál será mi obligación a cambio?
MEFISTÓFELES.- Tiempo tiene de pensarlo.
FAUSTO.- No, no; porque el diablo es un egoísta y no suele sernos útil por amor de Dios; así que dime tus condiciones y habla claro, porque no deja de ser peligroso tener en casa semejante servidor.
MEFISTÓFELES.- Quiero desde ahora obligarme a servirte y a acudir sin tregua ni descanso aquí arriba a la menor señal de tu voluntad y deseo, con tal de que al volver a vemos allá abajo hagas tú otro tanto por mí.
FAUSTO.- Poco cuidado, en verdad, me da lo de allá abajo; empiezo por destruir este viejo mundo, ya que proceden de la tierra mis goces y la que es ése el sol que alumbra mis penas; una vez libre de él, que suceda lo que sea. Poco me importa que en la vida futura se ame o se odie, ni que tengan esas esferas encima ni abajo.
MEFISTÓFELES.- Si tal es tu disposición, puedes aceptar muy bien lo que te ofrezco; decídete y conocerás por supuesto las delicias que puede aportar mi arte, y te daré lo que ningún hombre ha llegado a vislumbrar siquiera.
FAUSTO.- Pobre demonio, ¿qué es lo que puedes darme? ¿Ha habido acaso un semejante tuyo que pudiera comprender al hombre en sus aspiraciones sublimes? ¿Qué es lo que puedes ofrecer? Alimentos que no sacian; oro miserable que, como el azogue, se desliza de las manos; un juego en el que nunca se gana; una joven que en medio de sus protestas de amor hará guiñas al que esté a mi lado; o el honor, falsa divinidad que desaparecerá como un relámpago. Muéstrame un fruto que no se pudra antes de madurar y árboles que se cubran a diario con nuevo color.
MEFISTÓFELES.- No me amedrenta semejante petición, porque puedo ofrecerte todos esos bienes. Mi buen amigo, desde este momento podemos sin cuidado lanzarnos al despilfarro y a la orgía.
FAUSTO.- El día que tendido en un lecho de pluma pueda disfrutar de la plenitud del descanso, no responderé de mí. Si puedes seducirme hasta el extremo de que quede contento de mí mismo, si puedes adormecerme en el seno de los placeres, sea aquél para mí el último día y para ti el mayor éxito.
MEFISTÓFELES.- Aceptado.
FAUSTO.- ¡Aceptado! Si una sola vez llego a decirte: ¡qué hermoso eres, no temas, permanece siempre junto a mí! En ese momento podrás maniatarme; entonces consentiré en que se abra la tierra bajo mis pies; entonces podrá repicar la campana de agonías; entonces estarás libre y recogerás el precio de tu servicio porque habrá sonado para mí la última hora.
MEFISTÓFELES.- Piénsalo bien, que no lo olvidaremos.
FAUSTO.- En cuanto a esto, estarás en tu derecho. No creas que al aceptar haya obrado de forma superflua. ¿Qué ahora no soy también esclavo? ¿Qué me importa que tú u otro sea mi amo?
MEFISTÓFELES.- Desde hoy, pues, me constituiré en criado del doctor; sólo me falta advertirte algo, que debes saber: que en nombre de la vida o de la muerte exijo de ti algunas líneas.
FAUSTO.- ¿Cómo? ¡Nunca hubiera creído que llegara tu pedantería al grado de pedirme un escrito! ¿Es posible que conozcas tan poco al hombre y que no sepas lo que vale su palabra? ¿No basta con que yo haya pronunciado aquella que para siempre dispone de mi vida? ¿Crees que en medio de la tempestad que agita y hace retemblar los cimientos del mundo, pueda obligarme una palabra escrita? ¡Qué quimera tan arraigada en nuestros corazones! ¿Quién intentaría siquiera evadir su cumplimiento? Dichoso aquel que conserva pura la fe en su seno por no serle costoso ningún sacrificio. Pero un pergamino escrito y sellado es un fantasma para todos y, no obstante, la palabra expira al transmitirla a la pluma y no queda más autoridad que la del documento. ¿Qué quieres de mí, maligno espíritu?, ¿bronce, mármol, pergamino o papel? También dejo a tu decisión si debo escribirlo en un estilo, con un buril o una pluma.
MEFISTÓFELES.- ¡Cuántas palabras! ¿Por qué te has de exaltar de este modo? Es suficiente cualquier trozo de papel, con tal de que escribas en él con una gota de sangre.
FAUSTO.- No temas que deshonre este pacto; es la colaboración de mi actividad lo que precisamente te ofrezco; me he engreído tanto que sólo puedo pertenecer a tu clase. El espíritu creador me ha desechado: la naturaleza se cierra ante mí, el hilo de mi pensamiento está quebrado y estoy hastiado de toda ciencia. Haz, pues, que queden satisfechas mis ardientes pasiones, que cada día se preparen para mí nuevos encantos bajo el impenetrable velo de la magia; que se me permita sumergirme en el torbellino del tiempo y en los pliegues más secretos del futuro, para que el dolor y el goce, la gloria y la pena se den en mí confundidos. Preciso le es al hombre vivir en una actividad eterna.
MEFISTÓFELES.- No, éste no ha señalado ningún límite ni objetivo; así que si deseas gozar de todo un poco y aprovechar su rápida carrera, podrás tener tantos tesoros como apetezcas, con tal que te unas a mí y no seas indeciso.
FAUSTO.- Bien ves que no se trata aquí de dicha pasajera; al contrario, quiero consagrarme todo entero al vértigo, a los placeres más terribles, al amor que está junto al odio, al desaliento que eleva. Mi corazón, curado de la fiebre del saber, no estará en adelante cerrado a ningún dolor; en cambio, también deseo sentir en lo más profundo de mí todos los goces permitidos a la humanidad, saber lo que hay de más sublime y profundo en ellos, acumular en mi todo el bien y todo el mal, que es su patrimonio exclusivo, hacer extensivo mi propio mal hasta el suyo y acabar por morir como la raza humana.
MEFISTÓFELES.- Puedes creerme: yo, que desde hace miles de años estoy mordiendo este duro alimento, te aseguro que desde la cuna al sepulcro ningún hombre puede digerir la antigua levadura. Cree a uno de los nuestros que dice: esa gran totalidad está creada por un solo Dios; a él se deben las eternas estrellas; a nosotros nos ha creado para la oscuridad y sólo ustedes tienen el día y la noche.
FAUSTO.- Pero yo deseo ...
MEFISTÓFELES.- Te comprendo, pero sólo una cosa me inquieta: el tiempo es corto y el arte, largo. Creo que deberías instruirte; únete con un poeta; déjale dar rienda suelta a su imaginación y haz que te infunda las más nobles cualidades, esto es: el valor del león, la agilidad del ciervo, el ardor del italiano, la constancia del habitante del norte. Haz que encuentre el medio de unir la magnanimidad a la astucia y que en virtud de cierta combinación te dé las ardientes pasiones de la juventud. De mí puedo decirte que me gustaría mucho ver a un hombre de esta clase, para poder darle el título de maestro del Microcosmos.
FAUSTO.- ¿Quién soy, pues, si no se me permite llegar a esa corona de la humanidad a la que aspiran todos mis sentidos?
MEFISTÓFELES.- Tú eres, en el último resultado, lo que debes ser: coloca sobre tu cabeza una peluca de miles de bucles, calza tus pies con coturnos de una vara de alto, que no por eso dejarás de ser lo que eres.
FAUSTO.- ¡Bien lo veo! Sin resultado he reunido todos los tesoros del espíritu humano, puesto que en el recogimiento no siento brotar en mí ninguna fuerza nueva, ni se ha aumentado mi grandeza el espesor de un cabello, ni en lo más mínimo me ha acercado a lo infinito.
MEFISTÓFELES.- Mi buen señor, eso consiste en que todo lo ves como se ve con vulgaridad; es preciso aprovecharnos antes de que se nos escapen enteramente los placeres de la vida. Veamos: tus manos, tus pies, tu cabeza y tu espalda te pertenecen sin duda alguna, y no porque utilice audazmente una cosa puede decirse que lo posea menos. Si poseo seis caballos, ¿no será su fuerza también mía? Pues he aquí que si los monto, podré contar con sus 24 piernas. Déjate de reflexiones y lánzate al mundo conmigo. Te lo aseguro: el hombre pusilánime es como el animal a quien hace un duende girar en torno a un páramo, mientras que Se extienden a su alrededor pastos verdes y hermosos.
FAUSTO.- ¿Cuándo comenzamos?
MEFISTÓFELES.- Vamos a partir enseguida, ya que no es este gabinete más que un lugar de tortura, ya que no merece el nombre de vida el eterno fastidio que uno siente y causa. Deja ese triste estado para tu vecino el gordo. ¿Para qué atormentarse por más tiempo sin fin alguno? Lo mejor de lo que sabes ni siquiera te atreves a decirlo a tu discípulo. ¡Ah! Oigo pasos en el corredor.
FAUSTO.- Sea quien sea, no me es posible recibirlo.
MEFISTÓFELES.- Después de haber esperado tanto tiempo, no puedes al pobre muchacho desalentar. Vamos, dame tu vestido y tu gorro; mucho me engaño o ha de irme el disfraz a las mil maravillas.
(Se viste)
MEFISTÓFELES.- Ahora, confía en mí; sólo necesito 15 minutos; mientras prepárate para nuestro hermoso viaje.
(Fausto sale. Mefistófeles con el largo atuendo de Fausto)
MEFISTÓFELES.- Sí, sí, desprecia la razón y la ciencia, suprema fuerza del hombre; deja que el espíritu infernal te ciegue con sus ilusiones y sus encantos, y te me entregarás sin mediar condición alguna. El destino le dotó de un espíritu incapaz de contenerse en su desenfrenado camino; en alas de su aspiración ardiente ha pasado ya por todos los placeres de la tierra; permítaseme ahora arrastrarle por los desiertos de la vida a través de una medianía insignificante, donde forcejeará agitado en su lucha infatigable, sin ver nunca satisfecho su deseo insaciable por retroceder siempre la copa ante sus abrasados labios. En vano demandará gracia; aun cuando no se hubiera entregado al diablo, no sería menoS inevitable su pérdida.
(Entra un estudiante)
EL ESTUDIANTE.- Acabo de llegar y me presento para conocer y hablar con un hombre que incita el respeto y la admiración general.
MEFISTÓFELES.- Me complace mucho tu cortesía; sólo veras en mí a un hombre como cualquier otra. ¿Son muchos tus estudios?
EL ESTUDIANTE.- Vengo a pedirte que te encargues de mí; estoy animado con la mejor voluntad y tengo algún dinero y mucha salud, y a duras penas ha consentido mi madre a que me alejara de ella; pero mi deseo de aprender aquí algo útil ha vencido todos los obstáculos.
MEFISTÓFELES.- No podías haber elegido mejor lugar.
EL ESTUDIANTE.- Pues de verdad quisiera ya retirarme, porque no tienen para mí estos muros y salas atractivo alguno; hay, además, un espacio muy reducido y no se descubre desde él ni un solo árbol; puedo afirmar que en esta sala y en estos bancos perdería el oído, la vista y el pensamiento.
MEFISTÓFELES.- Todo depende de la costumbre. Tampoco el niño toma al principio el pecho de la madre de buena gana y luego se le ve beber su alimento de él con placer. Lo mismo te sucederá en el seno de la sabiduría.
EL ESTUDIANTE.- Mucho deseo colgarme de su cuello, pero enséñame la forma de lograrlo.
MEFISTÓFELES.- Explícate antes de seguir: ¿cuál es la facultad que eliges?
EL ESTUDIANTE.- Mi deseo de saber es tal, que quisiera poder abarcar todo cuanto existe en el cielo y en la tierra, en la ciencia y en la naturaleza.
MEFISTÓFELES.- Estás en buen camino, pero necesitas dejar de distraerte.
EL ESTUDIANTE.- En él estoy en cuerpo y alma; con todo, me procuraré la libertad posible y algunas horas de ocio en esos hermosos días de fiesta del verano.
MEFISTÓFELES.- Aprovecha el tiempo. ¡Pasa tan pronto! Pero el método te mostrará cómo ganarlo. Así que, mi buen amigo, ante todo te aconsejo un curso de lógica, que es la que ha de guiar tu espíritu; la lógica le calzará precisos borceguíes, para que ande derecho y con circunspección por el camino del pensamiento y no se pierda como un fuego fatuo en el espacio. Luego se te enseñará durante muchos días, que aún para las cosas más simples y que harás en un santiamén, cómo beber y comer, es por completo indispensable obrar con método y por tiempos. Y en efecto, sucede con el pensamiento lo que con un telar, en el que basta un solo esfuerzo para poner en juego millares de hilos, donde la lanzadera corre sin parar y al deslizarse se escurren los hijos invisibles y a la vez se hacen mil nudos. Viene también el filósofo y te demuestra que debe ser de ese modo: lo primero es esto y lo segundo es lo otro; luego lo tercero y lo cuarto deben seguir, y sin lo primero y lo segundo, nunca hubiera existido lo tercero y lo cuarto. Los estudiantes de todos los países, a pesar de comprenderlo de esa forma, nunca llegan a tejer. Si se quiere conocer y entender algo importante, se inicia desde luego por hacer abstracción de la inteligencia: se dispone de todos los elementos, ¿pero cómo lograr el anhelado fin si falta el lazo intelectual? La química llama a eso Encheiresin natura, y sin pensarlo se burla de sí misma.
MEFISTÓFELES.- Lo comprenderás mucho mejor cuando hayas aprendido a reducir y clasificar todo como es conveniente.
EL ESTUDIANTE.- De tal modo me aturde todo esto, que creo tener una rueda de molino en la cabeza.
MEFISTÓFELES.- Y luego debes, ante todo, dedicarte a la metafísica; en ella podrás profundizar todo lo que no comprende la inteligencia humana y por todo lo que pertenezca o deje de pertenecer a ella recurrirás siempre a una palabra científica. Para este primer curso dedica tu tiempo con la mayor regularidad que puedas; tendrás cinco clases diarias. Asiste a ellas a la primera campanada, con la debida preparación, sin dejar de saber todos los párrafos de tu lección, para que nada dejes que no se encuentre en el libro; con todo, podrás escribir como si el Espíritu Santo en persona te dictara.
EL ESTUDIANTE.- No tendrás que repetirlo, por estar muy convencido de lo útil que debe serme; además, nada iguala el placer de haber pintado lo blanco de negro.
MEFISTÓFELES.- Entonces elige una carrera.
EL ESTUDIANTE.- No puedo acostumbrarme al estudio del derecho.
MEFISTÓFELES.- Lejos de mí está la idea de reprenderte por ello, pues mucho sé lo que es esa ciencia. Las leyes y los derechos se suceden como una eterna enfermedad y se les ve pasar de generación en generación y arrastrarse sordamente de un punto a otro; la razón se convierte en la locura y el beneficio, en tormento. ¡Desdichado de ti, hijo de tus padres, por no tratarse nunca del derecho que nació con nosotros!
EL ESTUDIANTE.- Aumentas la repugnancia que ya sentía por aquella ciencia. ¡Ah! ¡Dichoso el que reciba de ti la instrucción! Estoy cerca de estudiar teología.
MEFISTÓFELES.- No quisiera que te atrevieras, porque es muy fácil perder la senda que se debe tomar, en cuyo caso no habría para tu mal ningún remedio. Lo mejor que debe hacerse en materia tan delicada es no hacer caso más que a uno mismo y afirmar por la palabra del maestro. En suma … atente a las palabras si deseas llegar con paso firme y seguro al templo de la verdad.
EL ESTUDIANTE.- Sin embargo, toda palabra debe contener una idea.
MEFISTÓFELES.- Según, pero no debe uno inquietarse mucho por esto, porque cuando faltan ideas, hay palabras que pueden sustituirlas; con ellas puede discutirse con energía y hasta con ellas erigir un sistema. Como son las palabras tan fáciles de creer, no se borraría de ellas ni una coma.
EL ESTUDIANTE.- Perdón que te interrumpa con mis preguntas, pues aún tengo que molestarte. ¿No podrías decirme algo acerca de la medicina? ¡Tres años transcurren con rapidez y es, por otra parte, tan vasto el campo que ofrece! Aunque no sea más que un dedo el que nos señala el camino, se anima uno para continuar.
MEFISTÓFELES, aparte.- Este tono magistral ya empieza a fastidiarme: adoptemos de nuevo el papel de diablo.
(En voz alta)
MEFISTÓFELES.- El espíritu de la medicina puede entenderse con simplicidad; estudia bien el grande y el pequeño mundo, para dejarlos ir al fin donde Dios mejor quiera. Sin resultado intentarás profundizar la ciencia, pues sólo aprende cada uno lo que logra aprender; sólo las circunstancias o, mejor dicho, el saber aprovechar la oportunidad, puede hacerte gran hombre. Tienes buena raza y me pareces además aventurero; así que basta que tengas confianza en ti mismo, para que no te falte la de los otros. Sobre todo, dedícate a la curación de mujeres; esos eternos dolores mil veces repetidos se curan por un mismo tratamiento, y con tal de que seas con ellas un poco respetuoso, las dominarás por completo. Basta un título para atraer su confianza y convencerlas de que tu ciencia excede con mucho al resto; podrás entonces permitirte ciertas cosas que apenas lograrán otros tras años enteros de adulación y lisonjas: tómales luego el pulso, dirigiéndoles al mismo tiempo una ardiente mirada, y pasa luego el brazo por su talle, para ver si el corsé les aprieta.
EL ESTUDIANTE.- Eso me parece ya mucho más claro, pues al menos se ve el fin y el medio.
MEFISTÓFELES.- Mi querido amigo, toda teoría es tan seca como verde y lozano es el árbol de la vida.
EL ESTUDIANTE.- Te juro que todo esto me parece un sueño. ¿Me atreveré a importunarte de nuevo sólo para oírte y aprovecharme de tu ciencia?
MEFISTÓFELES.- Puedes contar siempre con todo lo que dependa de mí.
EL ESTUDIANTE.- No puedo ausentarme sin mostrarte antes mi álbum: concédeme una línea.
MEFISTÓFELES.- Con mucho gusto.
(Escribe y le entrega el álbum)
EL ESTUDIANTE, lee.- Eristis sicut Dells, scientes bonumm et malum.
(Cierra el álbum con respeto, saluda y se retira)
MEFISTÓFELES.- Sólo falta que practiques la vieja sentencia de mi prima la serpiente, para que tu semejanza con Dios te atormente.
FAUSTO.- ¿Adónde debemos encaminarnos?
MEFISTÓFELES.- A donde desees. Podemos ver el grande y el pequeño mundo. ¡Con cuánto gusto y provecho Vas a seguir su animado curso!
FAUSTO.- Sí; pero a pesar de mi larga barba, puedo asegurar que no sé vivir, así es que dudo mucho del éxito de mi empresa; nunca he sabido comportarme en el mundo: me siento tan pequeño en presencia de los demás, que a cada paso luciré turbado.
MEFISTÓFELES.- Mi buen amigo, todo se obtiene con facilidad, sólo te falta confiar en ti para saber vivir.
FAUSTO.- ¿Cómo vamos a salir de aquí? ¿Dónde tienes caballos, criados y coche?
MEFISTÓFELES.- Sólo necesitamos extender esta capa para emprender un viaje aéreo, pero te pido que no lleves grandes líos, porque no deja de ser nuestra ascensión muy atrevida. Vaya preparar un poco de aire inflamable que no tardará en levantarnos y ya verás, si no pesamos mucho, cuán rápido será el camino. Te felicito por tu nueva carrera por la vida.
0 notes
Quando você crê em Deus, mas não tem certeza de que Ele te ama
"Porque Deus tanto amou o mundo que deu o seu Filho Unigênito, para que todo o que nele crer não pereça, mas tenha a vida eterna.
João 3:16
Preciso começar dizendo que uma coisa é tomar conhecimento do amor de Deus com os nossos ouvidos, outra coisa é entender isso com o nosso coração e viver esse amor na pele em que habitamos.
Crer que Deus nos ama não é algo automático, pois exige de nós uma convicção de que o amor de Deus está sobre nós independentemente da situação. (CONVICÇÃO: opinião firme a respeito de algo, com base em provas ou razões íntimas; convencimento.)
Andar com Deus implica ter a convicção do seu amor sem ter culpa dessa certeza.
Entramos em uma geração onde nos apontam como culpados por acreditar e seguir a esse Deus que tanto falamos.
Esses apontamentos nos fazem acreditar que o amor existe porém não conseguimos compreender como este, sendo o maior amor que existe, pode alcançar alguém tão podre como eu, e me levar a crer de fato nesse Deus de amor.
Deixando bem claro que você é importante e essa carinha bonita do seu lado também é importante e se você ficou frustrado em saber que você não é mais importante que os outras bilhões de pessoas do mundo, deixa eu te contar um segredo: nós somos meros coadjuvantes de uma história em que o protagonista é ELE, o roteirista é ELE o produtor é ELE o diretor é ELE e no final o Oscar vai pra ELE.
Não ter a certeza de que Deus nos ama é olhar pra nossa história e pensar: eu tô muito apagadinho, precisa ter uma reviravolta aqui, e um elemento surpresa ali e tomamos as rédeas pra no final fazer da nossa vida uma mentirada igual esses filmes de ação, cheia de explosões e adrenalina e continuações, porque afinal eu sou o principal, eu tenho que sobreviver a tudo, sempre sair por cima e no final pilotar um carro tunado rumo ao horizonte.
E sabe porque nós investimos em narrativas assim? Porque tem plateia pra assistir, e nos fazer sentir que somos importantes, que nós somos preciosos.
E você quer saber quem de fato você é?
Esta afirmação é fiel e digna de toda aceitação: Cristo Jesus veio ao mundo para salvar os pecadores, dos quais eu sou o pior.
Mas, por isso mesmo alcancei misericórdia, para que em mim, o pior dos pecadores, Cristo Jesus demonstrasse toda a grandeza da sua paciência, usando-me como um exemplo para aqueles que nele haveriam de crer para a vida eterna.
Ao Rei eterno, ao Deus único, imortal e invisível, sejam honra e glória para todo o sempre. Amém.
1 Timóteo 1:15-17
O Ateísmo na vida do cristão não começa quando ele dá as costas para esse evangelho, e sim quando ele acredita fielmente que seus planos são melhores que os planos de Deus, que suas escolhas serão melhores e que o seu julgamento sobre os outros e a si mesmo é melhor do que a palavra.
Deixamos de crer no amor de Deus quando nos esquecemos que dos pecadores seremos sempre os piores.
Quando deixamos de acreditar que ELE tem cuidado de nós.
Em outro extremo usamos essa insignificância para deixar de viver os propósitos de Deus.
Nossa como eu sou miserável, nossa como eu sou pobre pecador e nu.
Usamos até a palavra: Que é o homem, para que com ele te importes? E o filho do homem, para que com ele te preocupes?
Salmos 8:4
Nos vitimizamos como se isso fosse aumentar a o amor e atenção de Deus para nós e esperamos que alguém venha nos dizer o quão importantes nós somos.
Então vamos começar pela simplicidade em reconhecer que você é.
Estou falando dessa pessoa por debaixo da máscara de crente que vestimos.
Se esse algo que você faz é tão certo porque precisa ser escondido? Se essa aba que você abre é de boa porque precisa ser na janela anônima? Se as conversas que você tem tem são saudáveis então porque seu aplicativo precisa de senha.
“é pra minha privacidade, preciso ter meu espaço” , não confunda liberdade com libertinagem, não é porque tudo lhe é licito que tudo te convém e nós tanto sabemos disso quando somos expostos ficamos envergonhados.
A pergunta quem vem a seguir é: Como esse amor que consegue ver quem eu sou por debaixo das máscaras de santidade que eu uso, pode continuar me amando assim?
A resposta que tenho pra te dar é porque esse amor não é um amor humano, não é condicional, esse é um amor que vai além da nossa compreensão, uma amor que traz vida, e quem traz vida não se importa com o cheiro de morte porque tem certeza que basta uma palavra e tudo muda.
Nada do que você faça vai aumentar ou diminuir esse amor, porque Deus não nos dá o amor, Ele é o amor, e por ser o amor não tem como ter variações de quantidade.
Ele não amou muito o mundo, ele amou de maneira tal que fez algo que ninguém poderia ou ousaria fazer por um pecador como eu e você.
O sacrifício não foi pra você levantar as mãos e se sentir importante, foi pra reconhecer que SÓ O SENHOR É DEUS SÓ DEUS É O SENHOR. E ele por ser o amor é incondicional.
Entenda que, amar não tem a ver com cantar a musica do momento, usar a moda do momento, falar as gírias do momento, amar tem a ver com fidelidade independente do momento, amar tem a ver com decisão e respeito independentemente das circunstancias. Amar tem a ver com ceder, se render para que uma alegria maior te alcance.
Nada do que você fizer vai te tornar mais ou menos digno do amor de Deus.
Mas quanto mais você busca esse amor, mais você vai vivendo a certeza de que ELE É.
O amor incondicional não é uma carta branca pra fazer o que quiser como bem entender, na verdade é um convite ao arrependimento e rendição.
Pouco se fala em arrependimento nos dias de hoje, deixar velhas praticas, matar o velho homem todos os dias, sacrificar a carne, porque a nova cultura está supervalorizando o “EU” e não tem como crer num Deus todo poderoso enquanto o meu ego está sendo alimentado pelos pecados que eu cultivo dentro de mim.
Enquanto eu achar que meus pecados me manterão de pé eu sustendo uma política de que Deus existe mas ele tá lá no céu esperando por mim enquanto eu sigo aqui livre leve e solto, buscando salários insuficientes, buscando amizades insatisfatórias, buscando palavras inconfortáveis e amores vazios, porque NADA vai tomar o lugar do amor que é INSUBSTITUÍVEL.
Sua renda estável, seu apartamento confortável, sua promoção do ano, seus filhos se formando, sua cura dessa doença, sua conta bancária no azul, a saúde da sua família, situações favoráveis, nada disso é a prova de que Deus te ama pois tudo isso é condicional, mas o sacrifício dele não viu condição alguma.
Deus não precisa de terra fértil pra fazer brotar, ele não precisa de células saudáveis pra curar, Ele não precisa que você seja alguém pra confiar responsabilidades a você, ele não precisa ser amado pra amar. Onde não existe O SENHOR CRIA!
Paulo tanto sabia disso que ele diz em Romanos 8:38-39 Pois estou convencido de que nem morte nem vida, nem anjos nem demônios, nem o presente nem o futuro, nem quaisquer poderes,
nem altura nem profundidade, nem qualquer outra coisa na criação será capaz de nos separar do amor de Deus que está em Cristo Jesus, nosso Senhor!
1 note
·
View note