#la rosa blanca
Explore tagged Tumblr posts
Text
Recuperación, adoptar una postura biófila
Barrí una longitud amplia de la calle y la acera en ambos lados de la vía donde se encuentra mi vivienda, cavé con pico y pala una fosa poco profunda en un área del parque (área pública) y ahí vertí materia vegetal recolectada (hojas de los árboles). Esa actividad me aporta bienestar, pues a mi manera de ver, es congruente con mi postura biófila, a favor de la vida como algo real, no como un slogan vacío, una simulación muy común entre personas cuyo estilo de vida proyecta lo más opuesto a eso, una postura de amor a la muerte, necrófila.
Me motiva a escribir, la lectura del legado de Erich Fromm (el miedo a la libertad), Franz Kafka (carta al padre) y Charlotte Brontë (Shirley), además de temas sobre vínculos incestuosos, “familias muégano”.
El bienestar es muy tangible, ya casi no siento los estragos de la tortura psíquica de que fui objeto perpetrada por narcisistas malignos como mi padre psicópata, el megalómano de la maquiladora electrónica (entre noviembre de 1997 y enero de 1998) y el psicópata de la industria farmacéutica (el acoso laboral se dio entre junio de 2017 y agosto de 2021).
Pienso que mi participación en X (antes Twitter) parece brillante, incluso con extranjeros angloparlantes. Noam Chomsky cumplió 96 años de edad el sábado 7 de diciembre del año en curso; otro hombre extraordinario que sucede que es judío.
¿Piensa en mí esa psicóloga que adoptó como pseudónimo el nombre Celia Bucay? No siento furia contra ella, Cecilia Bocanegra Mendiola, la recuerdo con gratitud y afecto y deseo que corrija el rumbo, se recupere y sane. Ella merece ser feliz.
¿Piensa en mí esa otra linda psicóloga a la que conocí hace un poco más de una semana? No puedo decirle que desearía poder abrazarla, besar sus mejillas, decirle “te quiero”, pero ella lo sabe.
Debo leer y estudiar más. Una terapeuta en X (ahora Twitter) me envío mensaje directo, ofreciéndome terapia gratuita. Le hice llegar mi número telefónico (móvil), no sé si se dará una interacción con ella.
Mujeres que me ignoraron o me excluyeron (cuando les escribí vía e-mail o me bloquearon en el Messenger WhatsApp, por ejemplo), me buscarán. Wishful thinking? (pensamiento de deseo). Muy probablemente sí, pero quién sabe. Existen tantos fenómenos que la ciencia no puede explicar, por ejemplo, la Sincronicidad, término acuñado por Carl Gustav Jung que yo he experimentado de diferentes maneras a lo largo de muchos años. La manifestación más desafortunada de eso fue la presencia de mi padre psicópata, su aparición en los momentos más inoportunos, por ejemplo, cuando yo me dirigía a la cocina porque necesitaba alimentarme y el 100 por ciento de las veces, el hijo de la gran puta hacía su aparición; fenómeno que parecería demoniaco, pero ese mal individuo (narcisista maligno, psicópata) pasó a mejor vida hace casi 17 años.
Mujeres bonitas muestran interés en mí, hombre que inicia la séptima década de su vida —sexagenario—, de buena apariencia física (me disculpo si eso suena a pedantería), porte distinguido.
El amor llegará a mi vida
Las personas que me hicieron daño fracasaron en sus intentos por destruirme, eso las arruinó e incluso a algunas de ellas las aniquiló. No necesito hacerles daño. Al mirar hacia adelante, desarrollar mis potencialidades, buscar la independencia, la justicia, el trabajo creativo, supero los traumas del pasado y sigo la senda de esas personas ejemplares a las que he llegado a admirar.
Mi padre psicópata, el megalómano de esa empresa maquiladora del ramo electrónico, el psicópata de esa empresa del ramo farmacéutico con el psiquiatra perverso de origen étnico, racial mestizo muy cargado a indígena, han despertado en mí un resentimiento —odio— que se convirtió en una carga muy pesada que he llevado sobre mis hombros durante muchísimos años. Hoy me desprendo de ese peso descomunal y eso me libera. El odio se ha esfumado.
Fragmento de ese bello poema de José Martí, la segunda mitad
#biofilia#amor a la vida#la rosa blanca#josé martí#wilm hosenfeld#hans y sophie scholl#christoph probst#sadio mané#glenn cunningham#patrice lumumba
0 notes
Text
Testimonio de Daniel Tarnopolsky / 21 de julio 2014
🇦🇷 Daniel Tarnopolsky es un defensor de los derechos humanos cuyo testimonio refleja la brutalidad de la dictadura militar en Argentina (1976-1983). El 15 de julio de 1976, sus padres, Hugo Tarnopolsky y Blanca Edelberg, su hermano Sergio, su cuñada Laura Inés del Duca y su hermana Betina fueron secuestrados por las fuerzas de la dictadura y vistos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), centro clandestino de detención, sin que se sepa su destino hasta la fecha. Daniel se exilió, primero en Chile, luego en Israel y Francia, donde en 1978 fundó el Comité de Familiares de Desaparecidos (COSOFAM) para luchar por la memoria y justicia de las víctimas. Regresó a Argentina en 1984 y ha sido clave en juicios históricos como el Juicio a las Juntas. En 1987 inició una demanda contra el Estado argentino y Emilio Massera, donando su indemnización en 2004 a las Abuelas de Plaza de Mayo. Actualmente, Daniel forma parte del Ente Público Espacio para la Memoria y sigue siendo un referente en la defensa de los derechos humanos.
youtube
🇺🇸 Daniel Tarnopolsky is a human rights advocate whose testimony reflects the brutality of Argentina's military dictatorship (1976-1983). On July 15, 1976, his parents, Hugo Tarnopolsky and Blanca Edelberg, his brother Sergio, his sister-in-law Laura Inés del Duca, and his younger sister Betina were kidnapped by the dictatorship’s forces and seen at the Navy Mechanics School (ESMA), a clandestine detention center, but remain disappeared to this day. Daniel went into exile, first in Chile, then Israel, and France, where in 1978 he co-founded the Committee of Families of the Disappeared (COSOFAM) to fight for justice. He returned to Argentina in 1984 and played a key role in historic trials such as the Trial of the Juntas. In 1987, he sued the Argentine State and Emilio Massera, donating his compensation in 2004 to the Abuelas de Plaza de Mayo. Today, Daniel serves on the Public Space for Memory Board and continues to be a leading figure in defending human rights.
#Daniel Tarnopolsky#Hugo Tarnopolsky#Blanca Edelberg#15 de julio de 1976#Juventud Peronista#JP#servicio militar#la Escuela de Mecánica de la Armada#ESMA#Laura Inés del Duca#Betina Tarnopolsky#la Unión de Estudiantes Secundarios#UES#desaparecidos#los desaparecidos#Chile#Israel#Francia#Comité de Familiares de Desaparecidos#COSOFAM#Argentina#Juicio a las Juntas#Emilio Eduardo Massera#Rosa Daneman de Edelberg#Betina sin aparecer#Ente Público Espacio para la Memoria#Promoción y Defensa de los Derechos Humanos#judaísmo#judaism#jumblr
2 notes
·
View notes
Text
Una tarde tranquila - Enzo Vogrincic x Reader
Pairing: Enzo Vogrincic Advertencias: ¿insinuaciones? Solo fluff
Era un miércoles por la tarde. El sol brillaba aun a estas horas de la tarde, era verano y los días se habían alargado por lo que el sol no llegaba a irse del todo. Además hacia un calor que calentaba las zonas áridas, por lo que tu novio, Enzo, y tú habías decidido quedar en el parque, donde regaban el césped y había una fuente donde los niños se bañaban.
Os sentasteis sobre el césped aún seco y empezasteis a hablar sobre la nueva película que había empezado a rodar. Un drama sobre un avión siniestrado en los Andes. Su personaje se moría por lo que no podías dejar de burlarte, pensando que solo sería otro cameo de los suyos. Otro extra que moría de fondo, pensabas. Pero esta vez te equivocabas. De hecho te lo explicaba mientras tu desplegabas la manta para sentaros.
Este tiene mucho recorrido, seguramente hasta el final de la película. - sonrió altivo.
Quizás no te echan porque les da pena decírtelo. - una vez estirada os sentabais sobre ella y sacabais lo que habías traído para merendar, organizando un pequeño picnic.
Muy graciosa - dijo riendo sarcásticamente.
Decidiste hacer fresas con chocolate para que cubrir los antojos de tu novio desnutrido. No podía comerlo, pero no tenían porque saberlo, además, Enzo nunca te decía que no, ya que te veía preocupada. él había traído coco cortado y frutos secos. Pero, a última hora, compró dulces porque sabía que te encantaban las gominolas. Tú también decidiste traer algo más cuando lo viste en la panadería, unas galletas caseras con frutos secos.
Enzo cogió una galleta y se la llevó a la boca. Su flequillo le cubrió la frente y tú se lo colocaste detrás de su oreja.
Estas precioso hoy, espero que no te hayan agobiado mucho las mujeres por el camino. - cogiste una fresa y la rodeaste con tus labios. Enzo cogió aire al verlo. El jugo te caía por los labios y el chocolate cubría tu boca como un delicioso pintalabios. Era un hombre después de todo, no podía resistirse a tus encantos.
Te besó suavemente, saboreando el gusto de tu boca. Fresa, chocolate y tú. No era mala combinación.
Y algunos hombres. - admitió avergonzado. Aún no había triunfado con su film y ya se echaban sobre él. Tú reíste, apoyándote en tus codos para tumbarte al igual que hacía él.
Aunque no daba mucho el sol donde os habíais tumbado, se te podía ver el pecho saliendo de las copas de tu sostén por debajo de la blusa blanca transparentosa. Traviesa, habías decidido llevar un sostén rosa pastel para que Enzo se muriera al verte. Pero esta vez, aun que lo había notado, te miraba melancólico a los ojos y besaba tus labios sin una pizca de lujuria, sino que con cariño. No era inusual, ya que la debilidad de su cuerpo en ayuno lo ponía más cursi de lo normal. Así que lo disfrutabas en silencio, como si fuera un cervatillo y en cualquier momento pudiera asustarse.
Te quiero - simplemente dijiste.
Yo también te amo. - dijo él con los ojos cerrados a la vez que acariciabas su mejilla.
Ayer te había mandado un mensaje de lo mucho que te quería y de lo importante que eras en su vida. Le había parecido necesario debido a que una de las escenas de la película lo había puesto sensible. La escena donde Liliana Methol moría.
Y justo cuando os ibais a dar un beso, se conectaron los aspersores y os mojaron enteros. Por suerte, tu falda vaquera no dejo ver nada, pensaste mirándola. Levantaste la cabeza y viste a tu novio mojado, con sus músculos rígidos bajo su remera blanca y su pelo semi-largo mojado sobre su frente. Tragaste saliva. Tu tampoco eras inmune a la belleza de ese hombre.
Te dieron ganas de llevártelo a casa y hacerle suplicar por ti. Pero te acordaste de que hoy era un día tranquilo para él.
¿Podemos ir a casa? - se mordió el labio. Quizás al final no estaba tan tranquilo.
#enzo vogrincic#enzo vogrincic x reader#enzo vogrincic x you#enzo vogrincic fluff#enzo vogrincic one shot#lsdln cast#lsdln#la sociedad de la nieve#the society of the snow
172 notes
·
View notes
Note
Te podría pedir un dark!Enzo x Barbie! reader que no sea smut? ✨
Cuando digo Barbie me refiero a una chica bien femenina y dulce
Fluff con Dark!Enzo ♡
"Los opuestos se atraen" siempre fue para Enzo -sin importar los estudios científicos que lo confirman- una frase carente de lógica. Las personas deberían tener valores, creencias, metas y gustos en común para que una relación funcione, ¿no? ¿Por qué compartirías tu tiempo con alguien que no ve la vida de la misma manera?
En este momento la idea le parece distante, propia de un sueño febril, mientras observa tu blusa blanca y el suave cárdigan rosa que cubre tus hombros; ambas prendas combinan con el... ¿Cómo era? ¿Rose Latte? Bueno, esa bebida que ordenaste y depositaron en la mesa en una taza tan rosa como su humeante contenido.
-¿Qué pasa?- pregunta cuando nota que no comenzás a beber. Su propia bebida, un Black Eye que es un reflejo de su ropa, también espera por él-. ¿No es lo que pediste?
-Es que no quiero arruinar el dibujo.
-Sacale una foto- propone, conteniendo la risa.
-¿No te molesta?
-Para nada.
Tomás un par de fotos, enfocando intencionalmente su parte de la mesa, antes de regresar tu teléfono a tu bolso y desdibujar con la cuchara el delicado latte art. Cuando levantás el tazón él te imita, disfrutando la costumbre de beber juntos el primer sorbo.
Nota que tu labial deja una huella en la taza y debajo de tu labio inferior, por lo que se estira para borrar la mancha de tu piel. Ese gesto revive el recuerdo del trend de TikTok en el que llenaste su rostro con la marca de tus besos. Estabas usando el mismo labial -tu favorito-, está seguro, y también utilizaste ese color cuando estampaste una de sus camisetas.
Le sonreís para luego tomar una servilleta y deshacerte del resto de producto en tus labios, limpiando la porcelana cuidadosamente mientras le comentás algún detalle de tu semana. Te escucha con atención pero tiene que esforzarse para no perderse en el tintineo de tu brazalete o los movimientos de tus manos, con los que otorgás énfasis a tu relato.
Luego de unos minutos nota tu mueca de molestia y alza ambas cejas. Ante esto respondés señalando sutilmente hacia el extremo opuesto del lugar en el que se encuentran: no es necesario voltear para saber de qué se trata, son típicas las miradas curiosas que juzgan y normalmente logran ignorarlas, pero no siempre es sencillo.
Siempre hay algún que otro curioso que se detiene para mirar, probablemente preguntándose por qué la chica con un peinado perfecto está sentada con alguien que difumina su delineado desastrosamente adrede. Tus pequeños pendientes son otro detalle que contrasta con sus múltiples y notorios anillos.
Toma tu mano y eso es suficiente para borrar la molestia de tu rostro. Recuerda la primera vez que te enojaste en su presencia, durante el estreno de Oppenheimer y Barbie (vieron ambas y para su sorpresa, Barbie fue genial), porque en ambas salas todos miraron más tiempo del debido.
-No entiendo- dijiste entonces y repetís ahora-. ¿Por qué tienen que mirar tanto?
-Porque mi novia es la más linda del mundo.
Soltás su mano bruscamente, fingiendo odiar sus demostraciones cursi, pero puede ver la forma en que mordés tu labio sutilmente para reprimir una sonrisa. Le encanta.
#letters to enzo#deep in thought#deep answers#enzo vogrincic#enzo vogrincic x reader#lsdln cast#lsdln x reader
55 notes
·
View notes
Text
— food court.
vio las nubes dulces en tonalidades rosas, blancas, azules y amarillas; y sus orbes se iluminaron. hacía tiempo no se sentía tan ligero. tan bien. se sacó una mochila durante la primera semana de vacaciones y no tenía planeado añadir más peso en su espalda. ‘ ¿quieres uno? ’ apuntó el algodón de azúcar, mientras recibía el propio en rosa tonalidad y tomó un bocado. ‘ invito yo ’
#perdón por desaparecer la semana pasada...#pero mi ciudad decidió ser el foco de un viento que me dejó sin internet#estaré contando likes
58 notes
·
View notes
Text
«Canción otoñal»
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.
Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.
La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.
¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?
¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?
¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?
¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?
¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.
Federico Garcia Lorca
#poetas en español#literature#poetry#books and libraries#art#culture#love#quotes#spilled ink#poems#writing#writers#photography#prose#books libraries#i love you#photographers on tumblr#scenery#beauty#spilled thoughts
140 notes
·
View notes
Text
«En los jardines humanos
En los jardines humanos que adornan toda la tierra pretendo de hacer un ramo de amor y condescendencia.
Es una barca de amores, que va remolcando mi alma y va anidando en los puertos como una paloma blanca.
Permiso para cortar la flor del comprendimiento, la yerba de la esperanza, la hijita del sentimiento.
En el centro de mi ramo la rosa del corazón, el árbol más amistoso y el fruto de la pasión».
~Violeta Parra~
21 notes
·
View notes
Note
capaz esta es una pregunta muy ignorante, pero genuinamente tengo la duda pq jamás he visto a alguien que no sea chileno hablar de esto: en otros países de latam hacen lo de los polerones de 4to medio? en donde los colegios dejan que los alumnos q están en su último año, se organicen con su curso para diseñar y mandar a hacer polerones personalizados pal colegio en vez del uniforme normal?
En Argentina se hace! Son buzos/remeras/camperas. En mi curso las chicas se encargaban de todo y cuando se organizaban para hacerlas, los varones no participaban y se quedaban boludeando. Así terminamos con una remera y campera blanca y rosa :) los pelotudos después lloraron.
33 notes
·
View notes
Text
Ahora otro te manda flores, otro que seguramente quedó cautivado por tu sonrisa, tu ternura y tus bellos ojos, ojos que nunca había visto antes, otro que tal vez deseches a menos que sea perfecto según tu ego maldito... solo que me parece absurdo y obsceno que no se pueda tomar el tiempo de mandarte tus flores favoritas, siendo el caso que te puede amar sin tener conflicto con su vida actual, la vida de sus sueños y la otra vida; Dicen que al que mucho se le dió mucho se le exigirá, yo lo tuve todo pero en contra y casi me arranco hasta los huesos para dártelos si es que eso te lograba sonrojar, mientras él no te puede dar ni una puta rosa blanca.
27 notes
·
View notes
Text
Sin motivo
En algún lugar, dentro de una silenciosa habitación, un hombre de aproximadamente 50 años se encontraba admirando su propio reflejo, con solo un short rosa encima.
-- Ufffffff. El rosa definitivamente es tu color
Dijo el hombre a su reflejo con una profunda y seductora voz, rompiendo la calma del lugar. Su cuerpo reaccionó instintivamente ante ese estímulo auditivo, comenzando a concentrar su circulación hacia su miembro, que había comenzado a crecer lentamente.
El hombre maduro contemplaba su reflejo, totalmente hipnotizado por la forma en que el short rosa resaltaba sus fuertes rasgos. La tela se ceñía perfecto a su redondo trasero. Los años de ejercicio habían dado excelentes resultados. Pero sin duda, lo que más le encantaba de esa prenda, era como marcaba perfectamente el contorno de su pene. Aún sin estar completamente erecto, se podía apreciar perfectamente su figura a través de la tela tensionada.
-- Definitivamente usaré estos en mi siguiente salida jeje
Dijo el hombre mientras le daba un buen apretón a su nueva verga, haciendo que más sangre fluyera hasta el enorme trozo de carne. La sensación de su miembro en crecimiento, presionándose cada vez más dentro de la tela, era un estímulo erógeno tan intenso para el hombre, que casi comenzaba a masturbarse en ese momento. Como le fue posible, reprimió ese impulso y continuó solo con el espectáculo visual, pues aún no era el momento oportuno para tal acto.
Aún sin apartar la vista del espejo, el hombre le dio a sus bíceps una buena y sensual flexión, antes de poner sus manos en la parte posterior de su cabeza, dejando sus axilas peludas al alcance de su rostro. Lentamente, la nariz del hombre se introdujo en la mata de vello axilar, y dando una fuerte y profunda inhalación, llenó sus pulmones con su aroma masculino. Era un olor sumamente exquisito, la perfecta combinación entre sudor de un largo día de trabajo y la fuerte colonia que tanto amaba.
-- ¡Joder, qué olor! Es tan delicioso. Apuesto a que todos los tipos en el club se pelearán por meter sus caras aquí, ¿No lo crees papá?
El hombre habló sin dirigir sus palabras a nadie en particular. Se dio vuelta sobre su propio eje, volviendo la vista a una pequeña pecera en su escritorio. Dentro del contenedor de vidrio había una especie de baba color verde. Esta baba no paraba de pegarse en las paredes de su prisión, en una serie de torpes y fútiles intentos de escapar. La baba no tenía ojos ni oídos, pero el hombre sabía que su espectáculo narcisista estaba siendo apreciado por el indefenso ser.
La baba, que hasta hace algunas horas había sido un ser humano, observó impotente y horrorizado como su propio hijo utilizaba su cuerpo y lo transformaba en un juguete sexual.
-- Es una lástima que un cuerpo tan bonito como este se haya desperdiciado tantos años en alguien como tú, papá. Pero ahora que yo estoy al mando, está hermosura recuperará ese tiempo perdido.
El hombre se colocó nuevamente frente al espejo. Dándole a su reflejo una sonrisa pícara, el hombre colocó ambas manos en sus caderas, tomó el elástico del short, y con un movimiento rápido hizo descender la prenda por sus gruesas y peludas piernas, hasta llegas a sus tobillos, revelándose así su grueso y palpitante pene. El hombre miró curioso su miembro viril, y en su mirada podía apreciarse un brillo particular de emoción. Aún en ese rostro marcado por arrugas, y con esa espesa barba blanca que reflejaba el paso de los años, la expresión que tenía el hombre era, sin duda, la misma que tiene todo adolescente cuando descubre que el trozo de carne entre sus piernas no sirve únicamente para orinar.
-- Soy tan sexy. Lo único que podría mejorar este cuerpo aún más serían algunos tatuajes. Pero eso ya lo pensaré mejor en otro momento. Por ahora, debo encargarme de tu pequeño amigo acá abajo
La baba comenzó a golpear frenéticamente los cristales de la pecera, mientras veía como el joven al que tanto quería, tomaba su cuerpo y lo utilizaba como un mero objeto de placer. La baba desconocía el motivo por el cual su hijo había decidido robar su cuerpo y su vida. Por más que lo intentaba, no encontraba una razón para esta locura. Solo podía pedir desesperadamente que todo esto se tratara solo de un mal sueño, la peor de sus pesadillas, y que pronto despertaría con el control de su cuerpo. Pero ese pensamiento esperanzador se disipaba con cada segundo trascurrido.
En la habitación se escuchaban gemidos y gruñidos guturales, similares a los de un animal en celo.
-- !!OH SI, ME CORRO PAPÁ, ME CORRO CON TU VERGA¡¡
Tras pronunciar esas palabras, el cuarto nuevamente fue llenado por fuertes gemidos, reflejo del placer que experimentaba el hombre en ese instante. Desde la punta de su pene, hilos blancos de semen salieron disparados con tal intensidad, que todos llegaron hasta el espejo. Solo las ultimas gotas blancas alcanzaron los pies del hombre. La habitación había recuperado su quietud. Poniéndose de rodillas en el suelo, el hombre gateo hasta el espejo y lamio todas y cada una de las manchas blancas en su superficie. Cuando terminó, el espejo lucía aún más limpio que antes de haberlo manchado.
El hombre se puso de pie nuevamente, recogió el short rosa del suelo y tomó una playera de la canasta de ropa sucia. Antes de ponerse las prendas, las acercó a su nariz y dio una profunda inhalación. Parecía disfrutar del olor que emanaba de esa ropa. Terminó de alistarse con algunos accesorios que había comprado previamente y antes de partir, se paró nuevamente frente a la pecera.
-- Bueno papá, te veo luego. Ya es momento de que el mundo conozca al "tú" 2.0. Seguramente traiga algún invitado cuando vuelva, si te portas bien podría considerar dejarte intentar tomar un nuevo cuerpo. Hasta entonces, no te muevas de ahí jajajaja
El hombre salió de la habitación con una enorme sonrisa. A decir verdad, su futuro era incierto, no tenía idea de cómo iba a sobrevivir teniendo que hacerse completamente responsable de toda esta nueva vida. Pero si algo tenía de sobra era actitud. El hombre estaba listo para devorar al mundo, y también todos los culos que se atravesaran en su camino.
180 notes
·
View notes
Text
Kathryn Nuernberger
Traducciones
Quiero creer que el ojo no ve el verde hasta que tiene un nombre,
porque no quiero que nada se vea como antes.
Van Gogh pintó flores rosas, pero el rosa se desvaneció
y los curadores etiquetaron la obra “rosas blancas” por error.
El mundo en mi ventana es un color que los griegos llamaron chlorol.
Cuando aprendí la palabra, estaba recién embarazada
y los primeros líquenes pálidos acababan de motear las ramas plateadas.
Los pinos y los líquenes en la fría llovizna brillaban en verde
y un libro en mi regazo decía que chlorol era una de esas intraducibles
palabras. Su resplandor vibrante me fue placentero entonces, como un dedo
inmerso en azúcar me deleitaba entonces. Dije la palabra en voz alta
para que el bebé escuchase. Chlorol. Imaginé que el bebé
solo podía ver rosa fuerte y carmesí dentro de su universo pequeñito,
pero si pudieses ver lo que estoy viendo, la palabra
es chlorol. Es una de las cosas que te gustará aquí.
Los críticos del siglo XIX se burlaron de los pintores que arrojaron sombras
en inopinados colores. Después de notar que los cipreses verdes dejan caer rojas
sombras, Goethe los reprendió. “El ojo exige
completitud y busca el círculo colorífico en sí mismo”.
Él habla de un truco de luz que le hizo pasear por una hilera de amapolas
para ver nuevamente los pétalos en llamas y figurarse el por qué.
Una y otra vez, Wittgenstein se preocupa por el problema de la translucencia.
¿Por qué no hay blanco claro?
Quiere ver el mundo a través de gafas de blanco color,
pero todo lo que encuentra es niebla.
Pronto sentí como si el bebé se hubiera caído
como una sombra azul en la nieve.
Luego sentí que había matado al bebé
de la manera en que puedes estar pensando en otra cosa
y dejar caer un pesado plato por error.
A veces siento que era estúpido
haber pensado que estaba embarazada.
El color es una ilusión, una respuesta al universo vibrante
de electrones. La luz tañe una hoja y hay una explosión
donde aterriza. Cuando cambian los colores, los campos electromagnéticos
están colisionados. El viento no es lo único que mueve los árboles.
Una vez, cuando entré en esos bosques, vi una única orquídea de color rosa intenso
en la ladera y tuve que seguir recordándome
no contarle al bebé sobre las hermosas cosas pequeñas que estaba viendo.
Entonces el rosa intenso ha estado aquí desde siempre y no me importa siquiera
ese color o cómo Andy Warhol me mostró una orquídea.
Odio el rosa. Hace que mis ojos ardan.
9 notes
·
View notes
Text
Hace siglos se dice que dos ángeles opuestos (uno de luz y otro de cal) se cruzaron en una noche de lluvia. Uno de ellos (el de cal) se enamoro perdidamente (del angel de luz). Dicen que lloraba cada noche y que sus lágrimas se volvieron estrellas solo para alumbrar su cama de luz. Dicen que un día el angel del luz moría a la orilla del mar, y viendo esto el angel de cal salió de su gruta donde le contemplaba y se lanzo sobre el mar para salvarle, sabiendo lo que sucedería; rozo sus labios. Dicen que la vida canto bajo un conjunto de rosas blancas y rojas, lilas y azules. se zincelo las alas como marfil en su pecho y desde entonces en la noche le sigue, bajo las olas del mar que nunca le tocan.
7 notes
·
View notes
Note
Respecto al último capítulo del cómic y datos dpque ha dado conocer de Garrett... usa pupilentes y se tiñe el cabello? En el comic tiene ojos azules, pero al ser un Rondell se supone que tiene que tener ojos rosas, no?
Si, lo que caracteriza a un Rondell es su cabellera blanca y sus ojos rosas. Aunque lo del cabello ya se perdio un poco antes de la generación de Elizabeth.
Pero los ojos rosas siempre estan presentes en cada Rondell.
Garrett si tiene ojos rosas, pero usa pupilentes de color azul para ocultar su caracteristica Rondell.
En el segundo arco de la historia se sabra más de él e incluso el dato de que usa pupilentes de colores se sabra más adelante. nun/
Tambien se tiñe el cabello, eso tambien es algo que se mencionara-
10 notes
·
View notes
Text
Este fue un fanfic a petición.
Anónimo: ¿Puedes escribir un fanfic de Sukuna x Uraume en donde van a México por qué… por qué no? Sukuna es torturado por toda la comida picante mientras que ame el pulque y otras comidas mexicanas que no son picantes? Si puedes agregar a Sukuna y Uraume regresando a Japón después de aprender una gran cantidad de groserías mexicanas como “te voy a tumbar los ojos, pendejos”, “cagaste cabrón”, “te voy a chingar a tu putísima madre wey” o algo de ese calibre, sería genial... ¡Gracias!
Masiosare | Sukuna x Uraume (Español)
sukuna ryomen!mexicano x uraume
¡VERSIÓN EN ESPAÑOL! ! (Click here for the English Version!)
Sipnosis: Sukuna descubre que es mexicano y quiere visitar México con Uraume. Contenidos: MUCHAS REFERENCIAS MEXICANAS (las explico en caso de que no seas del club, no te preocupes mi amor) Fluff. Es un fanfic en crack pero a la vez no. Universo alternativo en donde sukuna es mexicano lol Palabras: 1511 words. Nota de Autor: Me reí mucho leyendo eso, lo puedo hacer porque soy mexicana. Gracias anónimo por el pedido! Redescubrí canciones que suelo bailar en bodas o quinceañeras. No podía dejar de bailar lol. Esperen... me estoy convirtiendo en una señora? Bueno
Uraume es un sirviente fiel. Elle acompaña al rey supremo a donde él quiera ir. Así que cuando Sukuna le pidió que lo acompañara a un viaje de autodescubrimiento, pensaba que irían a un templo sagrado o a un lugar paradisiaco en Japón. Lo que nunca se esperó es que quisiera ir a México. Uraume sabía que a él le gustaba explorar nuevas tierras para conquistarlas, pero viajar hasta otro continente le parecía algo excesivo, más no lo cuestionó.
Después de un largo viaje para descubrir su origen, Sukuna descubrió que él había nacido en México, pero no vivió mucho tiempo ahí. Por lo que en cuanto se reencontró con Uraume, le pidió que lo acompañara para hacer un viaje para reconectar con sus raíces como buen whitexican. Así es como el rey y su fiel sirviente emprendieron su viaje a nuevas tierras.
Después de dos días de viaje, Sukuna y Uraume llegaron a Cotija de la Paz, Michoacán. Un alegre pueblo mágico con caminos de piedra, árboles frondosos y gente laborando por todos lados. La característica arquitectura española, las paredes naranjas y los hermosos mosaicos de colores captaron la atención de los recién llegados. Lo primero que hicieron al llegar fue comprar ropa nueva para camuflarse mejor entre los pueblerinos. Sukuna se compró una guayabera blanca con unos shorts negros y sandalias, mientras que Uraume opto por usar un vestido de verano rosa mexicano.
Una vez que se asentaron en el lugar, nuestros protagonistas decidieron vagar sin rumbo en busca de algo interesante que hacer mientras tomaban aguas frescas. Recorrían el parque central, observaban las ardillas correr por el césped y la gente preparando los juegos mecánicos para la feria de verano. Se sentaron en una banca oxidada para observar fascinados la gigantesca iglesia que se podía ver desde cualquier parte del pueblo, varios locales salían para comer después de la misa.
—Tengo hambre—. Sukuna se quejó en cuanto se aburrió de admirar la vista.
Ambos vagaron por el pueblo hasta encontrarse con una larga fila para entrar a un restaurante. Eso solo podía significar que debían servir comida deliciosa. En el letrero de plástico que colgaba del techo se podía ver a un puerco con un gorro de chef dentro de una cacerola hirviendo. Era un restaurante de carnitas estilo Michoacán. Las carnitas estilo Michoacán son carne de cerdo frita en su propia manteca, pero el secreto está en que la manteca está saborizada.
—Comeremos aquí—. Sukuna decidió por ambos antes de adentrarse al lugar. Uraume solo lo siguió de cerca.
Como era de esperarse de un rey, Sukuna corto la fila haciendo que todos los que estaban esperando comenzaron a gritar maldiciones como “¡A la fila, cabrón!” O “¡Quítate, pendejo!��. Sin prestarle atención a la chusma, se sentaron ante una mesa de plástico blanca de Coca-Cola que tenía en el medio un surtido de condimentos. Sukuna chasqueo los dedos un par de veces para que alguien viniera a atenderlos de forma inmediata.
—Disculpe, pero debe respetar la fila—. Le pidió la mesera muy enojada. A lo que Sukuna solo contestó dejando una bolsa repleta de monedas de oro en la mesa, dejando a la mesera completamente desconcertada pero feliz.
—Le traeré una orden de carnitas de inmediato—. La mesera cambió de actitud con una gran sonrisa mientras corría a la cocina.
Sukuna y Uraume quedaron impresionados al ver la olla repleta de carnitas, una torre de tortillas de maíz y dos tarritos de pulque. Uraume podía ver la grasa brotando de la comida y se le hacía agua a la boca. Sukuna no dudo en hacerse un taco y echarle de la salsa más rojiza del surtido. Uraume le advirtió que la probara primero porque había escuchado que a los mexicanos les encanta el picante, pero él le hizo caso omiso pensando que sus papilas gustativas estarían bien. Grave error. El rey se enchiló al primer bocado. Sus ojos comenzaron a lloriquear y su nariz a moquear, pero no se rajó. Sukuna se tragó la deliciosa carne grasosa bañada en salsa roja. Le dio un trago al pulque como un hombre sediento en medio del desierto. Uraume solo se comía sus tacos con un poco de salsa verde con la mente tranquila de haberle avisado.
La noche cayó más rápido de lo que pensaban, pero los juegos mecánicos de la plaza cobraron vida. El centro del pueblo se llenó de familias caminando entre los juegos, las luces de colores iluminaban las calles, los vendedores de los puestos gritaban las promociones a todo el pulmón y la música de Los Ángeles Azules retumbaba por las bocinas. Sukuna y Uraume se habían subido al juego mecánico que parecía atraer a la mayor cantidad de gente. La famosa tagadá, un plato giratorio en el que los que entran tienen que agarrarse fuertemente sin soltarse, ya que los movimientos bruscos que hace el tagadá provocan que las personas salten o reboten. El juego comenzó a girar en cuanto de las bocinas comenzaron a reproducir Arremangala Arrempujala de Los Karkik’s, canción que Sukuna repudio por completo en el primer segundo.
—¡Ay wey!—. Gritó un hombre al lado de Sukuna que se resbalaba poco a poco por los movimientos bruscos.
—No entiendo por qué a la gente le gusta esto—. Sukuna le comentó a Uraume aburrido mientras giraban descontroladamente.
—¡Ya llegó La Monja!—. Anunció el chico que controlaba el juego.
Para sorpresa de los dos extranjeros, un hombre disfrazado de momia poseída se metió al juego y empezó a bailar al ritmo de la música, equilibrándose perfectamente, mientras que el juego seguía meneándose vigorosamente. Sukuna y Uraume miraban perplejos a la momia sacar los pasos prohibidos en medio de la tagadá mientras la gente le aplaudía al ritmo de la canción.
—Creo que por eso les gusta—. Uraume comentó sin quitarle la vista de encima.
—¡Es hora del amor!—. El chico de los controles dio el aviso emocionado por el micrófono.
De la nada, la zona en donde estaba Uraume comenzó a sacudirse violentamente. Elle se agarró con fuerza de las barras metálicas detrás de elle como si su vida dependiera de ello. Su cuerpo se movía violentamente hacia Sukuna por la gravedad. Poco a poco el chico en los controles logró que Uraume cayera sentada sobre el regazo de Sukuna. Ambos se sonrojaron al ver la situación en la que los habían metido. A pesar de que había logrado su cometido, Uraume seguía brincando sobre su rey. Elle intentó jalarse de regreso a su lugar, pero era prácticamente imposible.
—¡Lo siento, mi rey!—. Uraume exclamó entre tartamudeos con las mejillas rosadas.
—¡Vivan los novios!—. Exclamó el chico por el micrófono, seguido de una ola de aplausos.
Finalmente, bajaron del juego, pero el sonrojo aún no se les había bajado. Estaban avergonzados de que simples humanos pudieran ponerlos en esa incómoda situación. Sukuna comenzaba a molestarse por no poder sacarse de la cabeza lo adorable que se veía Uraume en su regazo. “Puta madre…” Pensó molesto.
—¿Qué se te antoja comer?—. Le preguntó Sukuna en un intento por superar la incomodidad.
—He visto mucha gente comprar de ese carrito, quiero saber que es—. Uraume apunto a un carrito blanco con un elote pintado a mano.
Era un carrito de elotes preparados. Una señora los saludo muy animada en cuanto se acercaron a la olla gigante de elotes hervidos. Ambos pidieron un elote completo. Vieron como la señora preparaba sus pedidos rápidamente. Primero una capa de mantequilla, luego una capa de mayonesa, sal y un chingo de queso cotija rallado. Ellos no lo sabían, pero estaban a punto de degustar una de las mejores creaciones culinarias de México.
—¿Con chile, chile del que no pica o sin chile, corazón?—. Le preguntó la señora con una sonrisa amistosa.
—Del chile que no pica—. Contestó Sukuna, halagado por el dulce apodo.
Sukuna y Uraume continuaron deambulando por la feria mientras se entretenían viendo a la gente festejar en su hábitat natural. A pesar de que era pasada de la medianoche, la noche seguía siendo joven. Mientras caminaban por los juegos de azar y habilidad, un borracho se topó contra Uraume, provocando que se le cayera su elote por el golpe. Uraume se entristeció al ver el destino de su delicioso elote.
—¡Ey, cabrón!—. Sukuna le gritó al hombre con las groserías que había aprendido el día de hoy, sin importarle que su acento japonés resaltaba. Le dio su elote a Uraume para tomar al extraño por los hombros bruscamente. —¡Mira por donde caminas, pendejo!—. Sukuna exclamó molesto antes de arrojarlo adentro de un bote de basura. Uraume pensó que alguien iría a defender al hombre borracho, pero para su sorpresa, nadie a su alrededor se inmutó por la pequeña pelea.
—Su vaso elote, señor—. Uraume le dijo una vez que Sukuna regresó con elle mientras se limpiaba las manos.
—Quédatelo—. Le dijo Sukuna. Uraume se sonrojó por la amable acción de su rey. —Le pedí a la señora del chile que no pica y aun así me enchile—. Se quejó a regañadientes. Uraume no pudo evitar reírse.
Masterlist.
¡Ordena tu propio fanfic!
#fanfic#jujutsu kaisen#fanfiction#sukuna ryomen#jjk imagine#sukuna#ryomen sukuna#fluff#jjk fluff#modern au#jujutsu kaisen sukuna#jjk sukuna#jujutsu sukuna#sukuna ryomen smut#jjk ryomen#jujutsu kaisen ryomen#ryomen x reader#jjk#ryoumen sukuna#uraume#español#fanfic en español#mexico#mexican
20 notes
·
View notes
Text
Bonten´s influence
-Sanzu Haruchiyo x fem!reader
/ If you want to read it, you can translate it into English or another language /
Words: 11.565
Synopsis: She is Mikey's girlfriend. It's not the best situation, but it's still better than being alone, right? In the end, the best option is to stay with the strongest and the one who loves you... Is that true?
First chapter, second chapter, three chapter, four chapter
Habían pasado unas semanas desde el día que le dio a Kakucho el papel con lo que iba a hacerle frente a Mikey. Y habían pasado unas semanas sin tener más noticias de nadie. Por eso, y cansada de esperar y convertir todo en una situación peor, decidió llamar aun amiga para que la acompañase a la cita que tenía programada.
La búsqueda de un nuevo apartamento estaba solucionada, en parte. Solo necesitaba hacer una criba de lo que realmente se iba a llevar consigo a su nueva vida sin Mikey y estaría listo. Su amiga, Victoria, una chica de intercambio de la que se había conseguido hacer amiga en el instituto la acompañaría en todo ese proyecto. No tenía fuerzas para hacerlo todo sola. Literalmente.
-Voy a empezar a pensar que me estás acosando -dijo, después de despedirse de Victoria con la promesa de que volverían a verse pronto, y se acercaba al coche aparcado en la calle.
Ese día llevaba un traje de dos piezas únicamente. La camiseta blanca del interior sobresalía ligeramente, como si lo hubieran pillado desprevenido, y el traje rosa de siempre. Ya empezaba a ser costumbre encontrárselo en plena calle, ya fuera por casualidad o porque era el fiel perro loco de Bonten. Había un dicho entre los ejecutivos que pronto llegó a oídos de Mikey, y que Mikey le había contado riéndose de lo tontos que podían llegar a ser esas personas.
«-Le llaman perro loco porque parece un perro -le dijo, mientras hacían una ensalada en la comida de ese apartamento de lujo en el que él vivía y que pocos pisaban-. Pero hasta un perro necesita atención de más gente, ¿no?».
Dudaba que fuera su caso, dada la tensión que siempre hubo entre ellos hasta en los mejores momentos. Si es que ella podía considerarlos buenos momentos a cómo una empresa criminal crecía hasta llegar a controlar al propio gobierno.
-Mikey me manda -respondió, sin más, y sin mirarla. Volvía a estar fumando. Por el olor, era tabaco, y no hierba-. Le ha llegado la notificación del seguro del médico. Quiere hablar contigo.
Por un momento, se maldijo a sí misma por ser tan estúpida de pensar que iba a quedar entre ella y una amiga alejada de ese mundo. Claro que iba a tener todavía formas de controlarla, aún sin saber a qué grado de cercanía podían continuar.
-¿Qué quiere ahora?
-Y yo qué coño voy a saber -escupió de mala gana, tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo con la punta del zapato. Mocasines, cómo no-. Hablar, supongo. Estaba calmado cuando me llamó. Sino ya estarías en el coche amordazada.
Se permitió el lujo de mirarle como si la estuviera vacilando. Aunque bien sabía que era cierto. Un jefe criminal no se andaba con tonterías. Y ella al parecer tenía las de perder en muchas ocasiones. Ella respiró, asintiendo.
-Puede llamarme. No es como si tuviera un imperio a mis hombros que no tuviera tiempo para preocuparme por los demás.
-¿Puedes dejar de ser tan perra por un momento y pensar? Quiere hablar contigo, ya es algo. Suficiente tiene con haberme mandado a buscarte.
Lo que sí que quiso decirle era llamarlo estúpido. O imbécil. O el primer insulto que se le viniera a la cabeza por la forma en la que la hubo llamado. Acabó suspirando, y evitando la profundidad de su mirada y clavándola en el suelo. Las ganas de llorar eran fuertes por la medicación que le habían mandado tomar los días previos.
-Dile la verdad y quítatelo de encima. Así nos ahorras tu presencia y saber qué haces.
-Tampoco os lo he pedido.
-Él sí, porque al parecer su pequeña esposa no es suficiente que necesita a la mocosa con la que lleva años saliendo -soltó una risotada seca, guardándose las manos en los bolsillos del pantalón-. Lo mínimo que tienes que hacer es acudir a su llamada para que te arregle
Por alguna razón, el que le dijeran la verdad a la cara dolía más que pensarlo ella misma. Y como siempre, era esa persona la que llevaba el clavo ardiendo a clavárselo en la piel desnuda. Se mordió el labio, y luego el interior de la mejilla hasta que los nervios le dijeron que se detuviera si quería no destrozarse el interior de la boca. Apretó el asa del bolso, pasándose la otra mano por la cara para apartar el desanimo que empezaba a aparecer en los rincones de sus ojos.
-Dile que se meta eso por el culo -le respondió, con el mismo tono despectivo que tenía reservado para reírse de ella. Ahora, era su turno de abrir el cajón de mierda-. Y tu, lo mismo. Seguro que os gusta.
Iba a irse cuando sintió una punzada en el estómago. Dolor. Desesperación. Porque estaba dejando todo atrás de aquella forma. Incluso cuando Mikey podía haberla convencido de dejar todo en tablas y ser simplemente amigos.
Los dedos de Sanzu se clavaron en su piel de un solo movimiento y rápido. A ella hasta le sorprendió que pudiera haberlo hecho a ojos de toda la gente en plena calle y en pleno día. Tenía los ojos bien abiertos y los dientes le chirriaban por apretar la mandíbula.
-A Mikey no le gustará -advirtió, tal vez con un cierto toque suave para no espantarla a la primera. Pero eso no le quitaba el grado de amenaza-. Estás jugando a un juego que no te conviene.
-¿Y a mí qué? -le encaró-. Llevo semanas volviéndome loca en ese apartamento, sabiendo que puede entrar en cualquier momento, y sorpresa, no ha aparecido. El otro día se coló para dejarme su llave y para decirme que prácticamente era una estúpida si pensaba que podría seguir habiendo un nosotros. Todo lo que vivimos es pasado. Dile de mi parte que se concentre en su esposa y en su futuro hijo, si es que alguna vez puede ser feliz con todo lo que tiene en esa cabeza -la amargura en su voz salió incontrolable, alimentada por la forma en la que la vena del cuello de Sanzu se hinchaba e hinchaba presa de la furia que ella le generaba-. Y que deje de mandarme a sus perros cuando quiera un momento de paz en lo que él ha montado.
Se lo quitó de encima de un movimiento, si bien se tambaleó y tardó unos instantes en recuperar el equilibrio en esos tacones. La gente a su paso no les prestaba mucha atención. Debían de pensarse que estaban en una discusión de pareja y que no eran los protagonistas de una historia mientras ellos se rompían el lomo a trabajar. A pesar de ya no estar en sus brazos, aún sentía la sombra de sus dedos clavados en su piel como las garras de una máquina.
En el forcejeo, se le cayó el bolso y todo lo que llevaba dentro. Incluyendo la receta de sus pastillas y el parte médico que le permitía ir a recogerlas a la farmacia; antes y después. Antes de que pudiera recogerlas, él se había doblado por la mitad y recogido los papeles. Ella se lanzó a intentar arrebatárselo, sacándole una risa burlona mientras lo leía desde lo más alto para que ella no lo alcanzara. La sonrisa desapareció tan pronto como el contenido de los papeles entraron en su cabeza.
-¿Qué cojones es esto?
De un salto, ella le quitó los papeles, ahora arrugados, y con las mejillas rojas de vergüenza y rabia a la vez clavándole una de sus peores miradas.
-Estoy embarazada, ¿y qué?
-¿Mikey lo sabe? -fue lo único que preguntó, apoyándose en el coche. La miraba como si fuera una cosa nueva y extraña.
-Eso no es asunto tuyo ni de nadie -se guardó las últimas cosas en el bolso, entre los papeles y el maquillaje-. Solo mío.
Sanzu se apartó del coche y la volvió a agarrar del brazo cuando la vio intentar marcharse. Ella apretó los dientes reuniendo todas sus fuerzas para no darle una bofetada que lo mandara lejos de ella.
-¿Vas a tenerlo? -miró a un lado y luego a ella, y por primera vez le pareció ver algo más en su mirada aparte de maldad natural-.
Se le escapó una risa amarga y cortante.
-¿Ahora es asunto suyo? -quiso saber, ya por desesperación.
-¿No es su hijo?
-Eso tampoco es asunto tuyo.
Sacudió la cabeza. Tal vez eso pudo haber sido su primer error. Sin saber que Sanzu no entendía el idioma de las mujeres cuando se sentían sofocadas por tantas preguntas sin sentido.
-¡Te has tirado a alguien más estando con él, zorra! -los dedos de Sanzu le envolvieron el antebrazo para detenerla, aunque ella no se había movido de donde estaba. Ella frunció el ceño, mirándole con la boca abierta.
-¿Qué coño haces? Claro que es de él
Sin poder resistirlo, ella abrió la boca y le clavó los dientes en la mano que la agarraba. Sanzu le gruñó y la sujetó por la cabeza, tirándole del pelo y la cabeza hacia atrás. Gritó de dolor, y más cuando sintió su cuerpo impactar contra el coche. La cara de Sanzu estaba cerca de la suya cuando abrió los ojos empañados en lágrimas y le vio con los ojos envueltos en pestañas rubias mirándola de cerca.
-No vuelvas a pensar en hacer eso, mocosa.
-Que te den -escupió.
-Le diré a Mikey que te has tirado a otro mientras estabais juntos. ¿Te crees que no lo haré? Y él te matará. O mejor: me mandará a matarte. Y puede que disfrute cada minuto por lo que has hecho. Tal vez te arranque a ese bastardo él mismo.
Una de las manos la soltó y la agarró por el cuello, sujetándola con una fuerza brutal que sin dudas le dejaría marcas cuando la soltara... Si la soltaba. La furia en sus ojos, el fuego que esta vez ya no escondía detrás de una fachada, ardía en llamaradas dispuesto a llevársela con él sin pestañear. La amenaza quedó en el aire envenenado por ellos. Sanzu, entonces, bajó la cabeza, acercando los labios a la concha de su oreja para que solo ella pudiera escuchar lo que decía.
-Te dije que no jugaras con fuego. Solo eres una zorra más de ese tipo. Un juguete para usar y tirar, ¿entiendes? Ahora mismo, podía aplastarte con una mano y...
Su agarre sigue siendo doloroso, haciéndola revolverse y apretarle las muñecas para que la soltara. Pero no lo hacía. No retrocedía pese a sus advertencias. Por un momento, pensó en que él le estaba haciendo un favor en llevarla por ese camino. Quitándole el sufrimiento, el dolor, todo lo de ese tiempo de encima. Casi podía olvidar quién era, y por qué estaba ahí y en esa situación. ¿Y si ese siempre había sido su destino? Morir a manos del perro que seguía a Mikey como un ídolo a respetar.
Pero entonces, desde las sombras que no había percibido que existían en ese día soleado, una voz cortó el silencio.
-Sanzu.
El agarre de él se aflojó ligeramente, pero no acabó de soltarla. La voz calmada de Mikey siempre conseguía sus objetivos, en vez de usar la fuerza directamente. Sanzu fue el primero en volver la cabeza, con cierta sorpresa si pudiera decirse, seguido del turno de ella. Entre sus lágrimas vislumbró una pizca de él.
Mikey. Él estaba ahí. Esperando a unos pocos pasos de ellos, con las manos en los bolsillos de sus pantalones piratas. Al menos eso no había cambiado. Ese estilo simplista suyo... Solo verlo y pensar en los momentos juntos hizo que le empañasen los ojos nuevamente, y el dolor le presionara el pecho ante la vista. ¿Cuánto tiempo hacía que no se veía? ¿Cuánto tiempo hacía que se había estado mintiendo a sí misma y sí quería verlo? ¿Kakucho le habría dato la nota, o la habría tirado a la basura cuando ella le dijo que le daba igual el destino del contenido dentro.
-Es una zorra, Mikey. Te ha engañado todo este tiempo -le explicó, moviéndola como un muñeco de trapo-. Y ahora lleva tu bastardo.
Mikey no pestañeó, como si no escuchase. A la gente siempre le había aterrado la oscuridad de sus ojos, porque no podían saber en qué estaba pensando o qué se le pasaba por la cabeza... En ese momento, ella tampoco pudo adivinarlo.
-Déjala. Es suficiente por tu parte.
Aunque al principio no se movió primero, los dedos que envolvían su cuello y la presión que aún ejercía se disolvió como si nada. Se sentía sucia, manchada, mancillada. Como si fuera la puta que él anunciaba que era ella.
Los ojos de Mikey se posaron sobre ella por un momento, no muy largo, y luego volvieron a Sanzu.
-Vete.
-Como quieras. Lo que te de puta la gana con esta -respondió él, en voz baja, a pesar de que por él corría una rabia que solo ella había visto en esos minutos. Con una mueca burlona, él se giró y caminó hacia las sombras que envolvían a Mikey, dejándolos a solas.
El silencio que les siguió fue pesado.
Sanzu Haruchiyo siempre había sido un desastre, pero realmente no lo conoció.
Tenía recuerdos vagos de una persona que estaba en la Toman de Mikey, pero incluso con eso... Suponer que por ese entonces eran cercanos era un error. En ese tiempo, solo los más cercanos a Mikey eran sus amigos de la infancia, las personas a la que más quería, y todavía en un momento los había apartado de su vida para que no fueran un obstáculo a sus objetivos.
Llevar la Toman a lo más grande. Ser la mejor banda de motoristas... ¿Dónde quedaba todo eso ahora? ¿En los recuerdos en unas fotos que todavía acompañaban a su líder en su vida, pero que por seguridad rechazaba antes de volver a ser una buena persona? Con ella también había sido egoísta. Nunca le dio la oportunidad de quedarse o marcharse. Siempre era él. Y cuando Bonten nació, Sanzu se volvió cada vez más cercano hasta el punto de pasar horas y días en el apartamento de ellos. Una persona normal hubiera dicho basta ante eso, pero ella.... Ella le necesitaba. Necesitaba las palabras reconfortantes de Mikey por las noches, sus brazos que la envolvían cuando se acostaban y que sus ojos brillaran, aunque fuera por unos instantes. Ella se quedó por Mikey.
Y lo que quedaba de ella ahora que él no estaba, la arrastraba a lo profundo de esa oscuridad que una vez inundó y plagó los pensamientos de Mikey. Ahora, en ese coche, el silencio era asfixiante. Como una cadena que le envolviera el cuello, apretando y apretando hasta que solo quedase ella inmóvil y azul en el asiento. Mikey no la miraba, no directamente. Sus ojos negros miraban más a la nada que a las personas, pero eso siempre había sido así. En momento como ese, le hacían darse cuenta de que ella estaba realmente indefensa si de repente sus impulsos oscuros surgían de nuevo; aunque él siempre lo había evitado.
-¿Es cierto? -fue lo primero que preguntó. Continuaba mirando al suelo, con los codos apoyados en las rodillas y el cuerpo relajado.
-¿El qué?
Mikey la miró unos segundos en silencio, antes de sacar de los bolsillos de sus pantalones un papel doblado en trozos y que quedó entre ellos. Los ojos de ella miraron al contenido, aunque sabía de primera mano el contenido. Y lo que significaba.
-¿Es mío?
-Tú qué crees.
-Tendrías que habérmelo dicho en persona, y no dejar que otro me diera la noticia -le dijo. Una parte de ella se levantó en armas por la parsimonia estúpida que le estaba enseñando. Él no era así. Su Mikey no era así con nadie-. Kakucho me dio la nota.
-Estabas ocupado -murmuró, entre dientes. El espacio en el coche era asfixiante. Se sentía encerrada, como un perro en una jaula. ¿Sanzu se sentiría alguna vez así? No pudo evitar preguntarse cómo esa persona podía vivir en ese estado, siempre al servicio de su fiel ídolo... Casi se sorprendió estar pensando en él cuando había estado cerca de matarla en plena calle por un malentendido-. Siempre puedes colarte en mi casa. Ah, no, que me diste las llaves.
Sus ojos oscuros la taladraron por un momento. No pudo evitar ver de reojo, con el cuerpo tenso, la forma en la que él apretaba los puños. Estaba jugando con fuego; Sanzu la había advertido de eso. ¿Qué más quería que hiciera? No iba a callarse. No ahora.
No después de todo lo que tenía que decirle.
-¿De cuánto estás? -preguntó, con cuidado. Ella le miró arrastrando los ojos.
-Unas semanas. Probablemente nuestra última noche.
Una persona atenta y malvada hubiese dicho que era muy conveniente haberse quedado embarazada de él la última semana que estuvieron juntos. Pero en vez de echárselo en cara, Mikey la miró con sus ojos oscuros y rasgos delicados y pálidos. Tenía las mejillas más hundidas, como si no hubiera comido en días, pero de alguna forma se le veía con un mejor aspecto que antes. Probablemente por las comidas que su esposa le estaría haciendo. Algo que ella tampoco había podido darle.
-Estás pálida -señaló, prestando atención en ella-. ¿Estás comiendo bien?
La verdad escondía dolor. Por supuesto que no estaba bien. ¿No la veía? ¿No sabía la razón por la que se había ido de ese lugar? ¿De verdad estaba tan ciego? Su preocupación, sin embargo, se sentía como una herida a la que se le echaba sal. Es como si él estuviera interpretando el papel del salvador cuando era él quien había jodido todo.
-Si hay algo que pueda hacer...
-¿El qué? -cortó-. ¿Te crees que no puedo sobrevivir sola, que voy a morir tan fácil?
Al principio, él no le respondió, y el silencio que les siguió fue peor que la picadura de una avispa. Su vacilación la estaba volviendo loca, pero era peor que verlo suave y sintiendo pena. Solo le haría hervir la sangre. También sabía que de alguna manera estaba clavando su propia tumba, al levantarle la voz y vacilarle. Era obvio que ella sobreviviría más que él si seguía con esa vida, en teoría. Pero desafiarle... Ya casi moría a manos de Sanzu.
-Sé lo fuerte que eres. Lo respeto. Pero te dije que podíamos ser amigos, a pesar de no estar juntos.
Sus palabras eran dulces al oído y fáciles de masticar. Una parte de ella quería pensar así. Pensar que en el fondo, ellos podían ser algo más que antiguos amantes y poder llevarse bien, por el cariño que todavía se guardaban... Pero la otra... La otra era la más lógica, y a la vez la más rencorosa, quería echarle en cara lo destrozada que estaba. Lo que había pensado en la boda, el lugar en el que había acabado el pastel, lo que opinaba de la mujer que ahora era su esposa, su hijo... Todo. Quería decirle todo. Quería que la viera llorar a moco tendido y enseñarle la persona que había pasado de esa confianza habitual a llorar todas las noches antes de dormirse.
Y que ahora, estaba embarazada de él. Un niño nacido del amor, de las noches de conversaciones y abrazos, y que sin embargo, no era más que un extraño para ella. Y un problema para él por lo que significaba.
-No necesito tu ayuda. No necesito nada de ti -continuó ella, su voz alzándose a medida que avanzaba-. Y antes de que tu perro se volviera loco, iba a mandarle que te dijera que te preocupases más en tu nueva familia ahora. Porque no te necesito más.
Mentiras y mentiras. Todo mentiras.
Lo necesitaba como al agua. No estaba bien decirle eso cuando le necesitaba, le amaba hasta lo más profundo de su ser... Y sin embargo, lo odiaba por haber elegido a otra persona. Por haber decidido continuar con esa boda a pesar de todas las indirectas que ella le había dado mientras la planeaban. ¿Tenía que decirle de verdad lo destrozada que estaba porque él no lo había entendido? ¿O es que acaso a él no le interesa nada de eso, lo había entendido, y hubo continuado con la boda a pesar de todo? Ya daba igual, estaba hecho. Estaba casado con una mujer buena, una mujer que le podría hacer feliz, y darle hijos.
-Lo que me pase ya no es asunto tuyo -dijo, apretando los puños en sus muslos-. Vuelve a jugar a las casitas con tu esposa perfecta y tu vida perfecta, Mikey.
Las noches en vela mirando al techo antes de la vela, esperando que él la llamase o le diera un golpe en el brazo y le dijera que se fueran juntos. Que dejasen todo atrás, los preparativos y todo, y él tomase la decisión para ella. Por ella. Pero en vez de eso, ahí estaban. En esa situación insostenible para ambos. Tendría que recoger las piezas de su fragmentado corazón y unirlas para convertirlo en un caparazón.
-Y no te preocupes por este niño. No va a ser una molestia para ti.
Salió del coche, con una última esperanza de que él la detuviera y le dijera que aún así lucharía con ella. Un craso error. Porque a medida que sacaba el cuerpo, él no hizo ni el más mínimo esfuerzo por detenerla. Ni por agarrarla un último momento para hacerla reflexionar. Simplemente salió del coche como una mujer despechada por el amor y traicionada. Ni cuando cerró la puerta, Mikey hizo nada.
Pero de alguna forma, se sintió liberada.
Manjiro Sano era un mentiroso compulsivo. Primero, diciendo que Toman y sus amigos dominarían Japón como la mejor banda de motoristas, y en qué se había convertido aquello. Segundo, diciendo que la amaba y la protegería y algún día, cuando llegase, se casarían y tendrían una familia. Mira en qué situación estaba ella.
Con las cosas que le había obligado a hacer... Bueno, ella tampoco era un ángel después de lo que había hecho en el pasado. Por la forma en la que había tratado a sus padres cuando le dijeron que tenía prohibido salir con chicos malos y motoristas, y ella había acabado fugándose de casa siguiendo la idea de un amor falso que ahora mostraba sus consecuencias. Durante semanas, había intento adivinar dónde sus padres vivían ahora, o si continuaban en su vieja casa. Pero sin los recursos tan amplios de Bonten... Tendría que ir por su cuenta, aunque tardase meses o años en conseguirlo. No se imaginaba acercándose a ellos una tarde cuando descubriera dónde estaban y diciéndoles algo; probablemente la tacharían de mala hija, de desconocida para ellos... Y cuando supieran que estaba embarazada de un hombre que la había abandonado y soltera...
-Dicen que las niñas le roban la belleza a la madre -dijo Victoria desde su sofá. Tenía una copa de vino en la mano y en la otra el teléfono, al que atendía mientras hablaban.
-Eso son leyendas de ancianas.
-Pero son verdad, ¿no? -por un momento, levantó la vista del teléfono-. Mi abuela me lo contaba cuando era niña.
Rodó los ojos sin poder evitarlo. Estaban hablando de bebés. Y la conversación había empezado hablando de casas y muebles. La vida de una adulta siempre la sorprenderían.
Por la tarde, el corazón de ella martilleaba fuerte contra su pecho a medida que bajaba la calle. Tal vez había tomado decisiones absurdas en lo que llevaba de vida. Cada una peor a la otra. Pero la que estaba tomando ese día... La iba a llevar directa a la tumba. Pero era débil y todo el mundo podía saberlo con mirarla a la cara.
Con la mano temblando y la vacilación corriendo por su sistema, tocó el timbre. El silencio que le siguió fue ensordecedor, interrumpido únicamente por la sangre que su corazón bombeaba a toda prisa. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y no dudaba de que hubieran pasado horas mientras esperaba bajo el tejado de aquel bloque tan...humilde. Le recordaba a su adolescencia, a la casa que sus padres tenían en un bloque familiar. La única diferencia es que aquel sitio tenía un muy mejor aspecto de lo que sus padres podrían haberse permitido.
Sus padres nunca podrían haberse permitido un lugar como aquel. Con paredes impolutas y un suelo del que dudaba que pudiera mantener cinco segundos sucio, de baldosas oscuras en contraste con las paredes blancas. El minimalismo parecía ser el tema principal de la gente rica; la casa principal de Mikey también era así, se recordó a sí misma, con la diferencia de que un diseñador tuvo que decorarlo porque de haber sido por él no tendría muebles. Aquel pensamiento le generó un dolor temporal y un revoltijo de emociones en el estómago. ¿Lo habría cambiado todo en ese tiempo? ¿Habría hecho alguna modificación por su esposa, o habría sido ella quien metió mano? Muchas preguntas que ya no eran de su incumbencia...
La puerta se abrió con un crujido y se le cortó la respiración. Una sensación de alivió la invadió, pero solo durante unos pocos segundos... Hasta que le vio.
-Tienes la cara horrible -fue lo que se le ocurrió decir. La expresión de Sanzu no cambió. Tal vez porque no pudiera mover muchos músculos de la cara con tanta hinchazón... Aquello solo hizo que su corazón se encogiera y se sintiera una peor persona de lo que ya era.
«Es mi culpa. Él está así por mí».
Por la forma en la que se había despedido de Mikey y cómo le había hablado. Porque Manjiro Sano nunca olvidaba una ofensa, por mucho amor que sintiera por esa persona, seguía siendo un monstruo. Y lo demostraba con cada gesto.
-Ya, no me digas. Por qué será -dijo, sin importancia pero con sarcasmo en su voz grave y la forma en la miró hacia arriba. Aún con ese aspecto, se las arreglaba para mantener se pie-. ¿Qué haces aquí? ¿Quién de esos inútiles te ha dicho donde vivo?
Por el silencio que ella guardó, la verdad salió a la luz por sí misma. Cómo no iba a saber dónde vivía el perro leal de Bonten alguien que había estado con el líder. Cualquier cosa podía pasar a partir de eso, pero Sanzu decidió maldecir entre dientes y apoyar el brazo en el marco de la entrada. Algunos moratones salieron a la vez con ese gesto, cuando la tela de la camisa se levantó ligeramente y dejó algunos de ellos a la vista. Realmente tenía mejor apariencia de muchas cosas que vio en el pasado; al menos, pensó, seguía vivo.
Apartando todos los pensamientos de lo que podría haberle pasado con dolor de su cabeza, levantó el brazo que sujetaba la bolsa de plástico. Una pequeña bolsa con algo en el interior que parecía pesado. Sanzu lo miró con escepticismo.
-¿Qué coño es eso?
-Lo he comprado ahí abajo -comentó, rápida y con el corazón a mil por la confesión-. En mi barrio la tienda estaba cerrada y... Es para ti. Son frutas y algunas cosas... La verdad es que no me he fijado bien.
-Te has gastado el dinero en nada. Ya tengo comida -respondió, apartando la mirada de la bolsa y de ella. Instintivamente ella bajo el brazo. Estaba acostumbrada a su rechazo, pero no de esa manera tan...¿suave?-. Y tengo a gente que puede conseguir mejor cosas que fruta y lo que diablos sea esto.
En Japón, la fruta era casi un bien preciado. Era cara por las exportaciones y algunas costaban muchísimo dinero. Tenía sentido que alguien con un sueldo estelar pudiera permitírsela a la primera, así como conseguir que gente para que la adquiera. Y por lo demás... Lo había metido en el carro de la compra porque el azúcar nunca venía mal. A ella, por lo menos, le alegraba tener un cajón lleno de dulces para emergencia. Pero adivinó en ese mismo instante que, aparte de ser una tontería para un hombre como Sanzu, él preferiría un subidón de otras cosas en vez del azúcar.
Bajó la bolsa y la cabeza, poniéndola detrás de ella como si intentara esconderla. Aunque la verdad estaba ahí. Se había esforzado para nada. Y ahora estaba quedando como una ridícula mostrando sus intenciones. Al menos, le ahorraba verlo drogado para soportar el dolor. Puede que estuviera pasando por los efectos secundarios de alguna de sus dosis "diarias".
-¿Algo más?
-¿Puedo entrar?
-No.
Fue directo. Y casi que le alegró... En parte. Porque no se imaginaba entrando en la casa de una persona que podría haberla matado a plena luz del día y en medio de la calle y que todavía estaba pasando por los efectos de la paliza de su jefe. El ex de ella. Desde ese punto de vista, tenía razones de más para sacar su katana y cortarla en pedacitos. ¿Dónde la guardaría? Era una pregunta estúpida, pero se moría de curiosidad en esa posición. ¿En un armario? ¿En un expositor? Probablemente dormiría con ella al lado de la cama sin importarle que pudiera cortarse en un tropiezo.
La dulzura de Manjiro contrastaba con la amargura de Sanzu. Lo cual, era extrañamente placentero porque le demostraba que no todos eran amables con ella en ese mundo. Se dio cuenta de ello mientras guardaba las medicinas que necesitaría después de la intervención. No todos fueron amables con ella, pero para fingir sonreían con esa falsedad que caracterizaba a ese mundo de engaños y traiciones por la espalda. Un enemigo de Bonten pagaba el precio con su vida. Ella, lo estaba pagando con la sinceridad que había necesitado en el pasado.
Una bola de emociones se arremolinó en su pecho y mente. Los ojos pronto se le empaparon al darse cuenta de ello. La nariz le picó, y tuvo que pasarse la manga de la chaqueta fingiendo que se la limpiaba o algo le molestaba.
-Lo siento.
-Ya -respondió él.
No se percató de nada de lo que ella sentía. Se agradeció. Porque lo último que necesitaba era una burla en su cara de lo imbécil que era por ir allí pensando que unas frutas le ayudarían. Las lágrimas de principiante cayeron.
-¡Dios, vete ya! ¡Eres insufrible!
Y ella lo hizo, tambaleándose. Le obedeció. Se marchó limpiándose las lágrimas que le resbalaban por las mejillas sin control y la cara roja.
Manjiro Sano siempre la avisaba: nunca debía de acercarse a Sanzu estando drogado. Por su seguridad, o para no alterar el orden interno de Bonten. Cuanto más drogado estuviera, al parecer hacía las cosas de su trabajo más motivo y enserio. Tenerlo con el mono solo empeoraba las cosas. Se volvía irascible y quería matar a cualquiera que estuviera en su camino.
Hacía un par de días que no le veía. Lo cual, en parte, era sorprendente dado el afán que tenía su ex a enviarle a su perro. Lo último que supo de Sanzu fue cuando se marchó de su casa llorando y con lo puesto encima. Al llegar al apartamento había tirado la bolsa en una esquina y llorado tan fuerte que se durmió con la cara pegada al sofá. Verlo ahora, con los moratones y los cortes aún en la cara, le hacían pensar en los motivos que lo llevaban a buscarla en su gimnasio. ¿Burlarse de ella? No. No era tan estúpido de coger su coche solo para aquello. ¿Pena? Alguien como él no podía sentir pena por nadie. Debían de ser cosas de su trabajo; por ende, órdenes de Manjiro.
-Sube al coche.
Eran tres palabras que se habían repetido dos veces. Y esa era la tercera. Probablemente la última antes de que él se lanzara de nuevo a por ella y la arrastrara dentro.
-No voy a subir a ese coche -era su respuesta.
Al final había acabado dentro de ese coche, en los asiento de detrás sentada como una niña, sin saber muy bien cómo. Solo recordaba haber suspiro y arrastrado los pies lentamente hasta el interior. Tal vez porque una parte de ella ya no podía luchar.
El coche se movía en silencio por las calles. Desde dentro, el silencio era tenso y capaz de ser cortado con un cuchillo. O katana, ya dependiendo de los favoritismos que tuviera Sanzu en ese momento. No recordaba haber compartido ningún momento bonito o para almacenar en sus recuerdos con un hombre con él. Solo miradas largas en el apartamento de Mikey mientras preparaba café, maldiciones dirigidas a ella directamente sin ocultar su desprecio a la acompañante de su jefe y momentos como el ocurrido hacía unos días. En otro momento, jamás le habría hecho eso. De haber seguido con Mikey, la idea de haberle puesto una mano a su pareja jamás se le habría pasado por la cabeza. A menos que fuera un suicida. Y menos, de una mujer embarazada.
Ese pensamiento amargo le recordó su práctica despedida con Mikey. La forma en la que le había dicho que no quería volver a verle ni formar parte de su vida de nuevo. Y él no se había arrepentido.
-¿De verdad ella está embarazada?
Hubo un silencio extraño entre ellos. Sin decir nada más podía adivinar que supo a quién se refería; como para no hacerlo. Normalmente, Sanzu le respondía al instante con una broma cruel o con un insulto que ella o ignoraba o respondía de vuelta.
-Y yo qué diablos voy a saber -escupió con desagrado evidente-. No me pagan por saber cuándo le viene la regla a la novia de mi jefe. Ni cuántas veces follan.
Pensar en eso era realmente espeluznante; el que él pudiera haber sabido cuándo ella tenía la regla, cuántas veces lo hacía con su ex, cuánto tiempo podían haber llevado buscando un bebé... Le ponía los pelos de punta.
-Ahora es su esposa -se sorprendió defendiéndola de voz alta.
-¿No es lo mismo? Los dos términos llevan a lo mismo: os lo folláis. Y yo cobro por arreglar lo que destrozáis.
Por un momento, ella se lo pensó. Ciertamente en eso tenía sentido. Las dos estaban vinculadas con Mikey por tener relaciones sexuales con él, dejando de lado el tema afectivo y sentimental que tantos dolores de cabeza le habían dado. Se miró las manos en el regazo, con la mirada perdida en cada uno de los detalles que la conformaban. Manos pequeñas, pero de dedos largos y finos, con uñas largas y cuidadas que siempre había mantenido decoradas con pintauñas de colores llamativos. Y que ahora se sentían como vómito de unicornio. Y un puñetazo en la boda del estómago por todo el tiempo y cuidado de sí misma que le había entregado sin darse cuenta.
«El futuro es nuestro. Siempre», le prometió una vez, bajo la luz de la luna y en una mesa del restaurante más caro de la ciudad. Y una mierda. La iba a tirar a la basura en dos años.
-La única diferencia es que una tiene el título de esposa legítima y la otra de amante.
-Lo hemos dejado -confesó-. Le dejé antes de la boda.
Otro silencio. Casi podía notar sus ojos a través del retrovisor puestos sobre ella. Antes de apartarlos y volver a ponerlos en la carretera por la que iban. Ella seguía con la cabeza apoyada en la ventanilla.
-Eres idiota hasta para eso -le respondió sin cortarse la lengua-. Arrastrándote aún con esas. Tu bastardo será un bastardo sin reconocer entonces.
Para su sorpresa, se vio no respondiendo a su juego. Pudiendo haberle dicho tantas cosas, ella prefirió bajar la cabeza y guardar silencio. Sus ojos perdidos en la nada se la llevaron consigo a lo más profundo de su mente. El resto del camino fue en silencio y bajo la amenaza invisible de otro insulto. Pese a eso, podía sentir que de vez en cuando él le echaba miradas cortas por el retrovisor. Como si pensara que se había desvanecido en el aire.
-¿Te ha enviado Mikey?
No hubo respuesta. Lo cual, significaba queo ya estaba cansado de ella o prefería no hablar de las motivaciones que lo habían llevado a presentarse en la puerta de su gimnasio y arrastrado con él.
-¿Vais a matarme?
Silencio. Por cada pregunta que hacía, el silencio se volvía cada vez más pesado. Miró fuera del vehículo. Aún estaban en la ciudad, en calles conocidas del centro que reconocía de haber pasado tantas veces. Reconocería esa calle como en cualquier lado. Tiendas de lujos, restaurantes de ensueño... Lugares a los que había ido y que evocaban recuerdos de una manera dolorosa. Algunas prendas de su armario eran de esas tiendas, desde zapatos y vestidos hasta pendientes y guantes de invierno.
El coche se detuvo suavemente en la acera delante de una. La calle no estaba tan llena como para decir que toda esa gente iba a entrar en la tienda en concreto. Probablemente gente como ella pasaría por ahí y ni entraría. Otras, con bastante dinero para derrochar, comprarían un solo bolso
La puerta de la tienda se abrió. Vio como Sanzu de reojo atendía a la escena. Reconoció a las personas de inmediato como Ran, el hermano mayor de los Haitani, y una mujer pelirroja... Su mente divagó brevemente por la imagen que le estuvo enseñando a su hermano el día que fue a la oficina de Bonten a ver a Mikey. Debía de ser ella. Por la forma en la que iban vestidos, los dos debían de ganar suficiente dinero como para ducharse en él y que todavía sobrara. El brazo de él le envolvía la cintura, y la sonrisa de ella... Nunca había visto una sonrisa tan transparente en una persona como la de esa mujer. Era bonita, de esa clase de belleza común pero que por alguna razón destacaba en la sociedad por su forma de comportarse.
-Ese idiota -se burló, sin sonreír o apartar la mirada de la escena que se desarrollaba-. Al menos es bueno eligiendo mujeres. ¿Pelirroja? Lo veía más por rubias.
Ella no dijo nada. Se limitó a observarlos marcharse en silencio. En un momento, él le abrió la puerta del asiento del acompañante en la parte de atrás, y vio cómo ella desaparecía con sus bolsas dentro del vehículo. El conductor, un hombre vestido de negro y gafas, salió del coche para reunirse con él. La puerta se cerró. Los dos tuvieron una conversación lenta pero seria. No pudo lo que estaban hablando, pero se intuía la situación. Ella. Mikey se había comportado tantas veces así que era igual de fácil de leer en las personas ajenas a su vida pero que compartían la capacidad de sentir.
Los ojos le escocieron por alguna razón. El recuerdo, seguro, de haber vivido esa escena un millar de veces y haberse sonreído de la misma manera que esa mujer le regalaba sus sonrisas a Ran. Hubo un tiempo en el que pensaba que sus mejores sonrisas tenían que pertenecer a su pareja. ¿Ahora quién se las quedaba? ¿Iba a volver a sonreír alguna vez tras todo aquello? Con Bonten detrás de ella acechando como lobos y la presencia de Mikey sobre ella a esas alturas...
Otra persona salió de la tienda. Esta vez, un hombre vestido de negro con una sonrisa en unos rasgos juveniles. Uno de los dependientes, pensó ella. La puerta de su lado se abrió para su sorpresa. En algún momento de sus divagaciones Sanzu había salido y ahora le sujetaba la puerta. Vacilante, salió con una expresión confundida sin aparta los ojos de ambos. Ahora sujetaba la bolsa del que, que se daba la vuelta y se retiraba de nuevo a la tienda.
Estiró el brazo, y agarró la cuerda de la bolsa que se le tendía. Por un instante, sus manos se rozaron, pero solo unos instantes que no llegaban ni a segundos ni significaban nada. Aún así, sabía que sus manos eran ásperas con conocerle, para su sorpresa. Unas manos grandes y bonitas, marcadas por la pólvora y la práctica con la katana. Seguramente tendría callos en las palmas, y algún dedo roto arreglado con torpeza durante una misión. Apartó esos pensamientos de ella sacudiendo la cabeza.
-Paso de soltarte el discurso. Ya se entiende por sí solo.
Sus ojos se posaron en la bolsa, ya con ella, y en el interior de esta. La curiosidad podía con ella. De un borde colgaba una nota. Esta vez, escrita en digital; perdía todo el sentimentalismo, al no poder descifrar cómo se encontraba mientras la escribía. ¿Nervioso? ¿Calmado? ¿Enfadado? La tecnología había destrozado el sentimentalismo. La leyó. Y se rio. Por primera vez, se rio. Una risa amarga pero sincera que salió de ella sin pensarlo.
-¿Cree que esto se va a arreglar con un bolso? -repitió las palabras de la carta en voz alta, con la voz temblorosa-. «No quiero molestarte más. Acepta esto. Te lo mereces». ¿Me veis de verdad tan estúpida?
Miró brevemente a Sanzu, que había apartado la mirada y se cruzaba de brazos. La flexión de sus músculos, si bien no muy marcados, era evidente a través de la camisa ajustada y la chaqueta. No necesitó una respuesta directa, porque ella ya la sabía.
-¡Estoy embarazada! -exclamó, tirando la bolsa a un lado del coche. Le daba igual el contenido, la bolsa, el producto, lo que diablos fuera que hubiese ahí dentro. La cólera solamente la inundaba y no le hacía razonar-. Estoy embarazada de un niño que no se merece nada de esto. ¿Y el muy imbécil se piensa que puede venir y regalarme un bolso para compensarlo...? ¡Que os den! ¡A todos vosotros!
Le dio una patada. Y lo pisó. Varias veces. Cegada por rabia, no se daba cuenta del escenario que estaba haciendo en medio de la calle- De la imagen que se estaba generando de ella públicamente. Debían de pensar que era una loca más, enfurecida porque su pareja no le había comprado lo que quería o porque ese precio era escandalosamente barato a lo que ella estaba acostumbrada. ¡Pero le daba igual! En ese momento, se sentía como si pudiera arrasar con todo. Con Mikey, con Bonten, con toda la perfecta vida que esa mujer tendría y que egoístamente no se merecía. ¡Se lo merecía ella! ¡Había sido ella quien había pasado noches en vela haciendo la boda, no esa mujer que ahora llevaba un anillo de oro puro con un lema escrito por ella!
Con los Haitani, con la vida de lujo que tenían y el misterio que arrastraban con ellos. Con Kakucho, que había decidido darle la nota en vez de lanzarla a la basura junto con sus tacones. De Mochi y Koko... Aunque a ellos no les conocía, seguro que tenían algo que opinar. Pero sobre todo, quería acabar con ese hombre que la miraba como si no fuera más que una pieza de decoración en la estantería de trofeos de Mikey. Arrancarle esos precios ojos azules verdoso que siempre que la miraban parecía insultarla en silencio, su boca y sus cicatrices, escupirle... Pero a la vez, era el único que conocía aquello. Cómo realmente se sentía sin necesidad de hablarlo. Porque estúpidamente era tan transparente que él había sabido leerle desde el principio.
La mujer que se había abierto de piernas para el jefe. La zorra que se esconde en su cueva cuando algo sale mal. La mocosa que conoce información clasificada y que podría ser la ruina de toda la organización... Y la mujer que todavía seguía viva por órdenes de un jefe al que necesitaban concentrado. La única debilidad que no podían quitarle a Mikey.
Eso era ella.
Y ni siquiera alguien como Sanzu podría quitársela.
-Mikey dice que haces tus propias pastillas -murmuró, dando un paso hacia delante
-Estás embarazada del jefe. No es una buena idea.
-¿Ahora estoy embarazada de él? Hace poco dijiste que era una zorra que se abría de piernas a todo el mundo cuando no me prestaban atención -le dijo, acercándose tanto como pudo a él, con el rostro contorsionado y rojo-. ¿Y ahora quieres proteger a un niño que ni siquiera es nada? No me lo creo.
Por primera vez, vio como la sonrisa burlona de Sanzu no aparecía en lo que respetaba a su seguridad. Solamente una larga mirada puesta sobre ella, como la de un padre advirtiendo a su hijo de no poner las manos en el fuego. ¿Qué más daba ya? ¿Qué iba a perder ahora?
-Te pagaré. ¿Cuánto por unas?
-Eres una niñata jugando con algo que no es tuyo. Este no es tu mundo.
Sus dedos se apretaron en puños con esa respuesta vaga. Ni él debía de creérsela por cómo lo decía. Debía de seguir pensando en ella como la chica inútil que se había juntado con Mikey de adolescentes y que necesitaba de su atención. Tal vez lo fuera. Tal fuese esa chica desesperada. Pero ahora... En ese momento no quería ser nadie.
-¡Este es mi mundo desde que estoy con él! -exclamó, con las manos en la cabeza y golpeando en el suelo con el pie, como los niños pequeños. La sangre le quemaba las venas, la respiración se le cortaba y sentía que su mente iba a estallar en cualquier momento con cosas que nadie necesitaba saber-. ¡Era yo quien se sentaba con él en la cama mientras lo veía volverse loco por las cosas que hacía, cuando despertaba del sueño en el que estaba por vuestras mierdas! ¡Era yo la que se despertaba corriendo porque escuchaba la puerta de casa abrirse y no sabía si era él o alguno de sus enemigos! ¡Y todavía sigue siéndolo si no puede entender que ha sido su decisión el final de lo nuestro! Todo este tiempo hemos sido él y yo.
-¿Y él te conoce? Deja de ser estúpida y piensa por una vez. Lo único que estás haciendo es comportandote como una niña por atención. Asumelo ya. No te queda otra.
Una niña. La palabra se repitió en su cabeza mientras intenta asimilar todo lo que estaba pasando. Primero, en el bolso destrozado en el suelo. Luego, en el lugar en el que estaba y cómo actuaba. ¿Pero ella era la niña? ¿Ella era la que tenía que comportarse cuando era la que su corazón había quedado roto y habian hecho con los restos lo que les dio la gana...?
Sanzu suspiró, pero no dijo nada. Abrió el chaleco de su chaqueta y de él sacó una pequeña bolsita, no más sangre de la mitad de la palma de su mano, y se la dio. Dentro, habían pastillas de colores y con marcas que no reconocía.
-Esto no va a solucionar tus problemas. ¿Quieres unas? Adelante. Hazlo. Jodete la vida que los demás ya la limpiaremos. ¿No sois Mikey y tu siempre? Ya nos encargaremos de recoger lo que quede de nuestro jefe por tu comportamiento suicida.
Lo vio inclinarse hacia ella con cierta ligereza, como si nada de lo ocurrido hubiera pasado. Para él, solo era dinero perdido en un bolso de lujo. Para ella, el recordatorio de una humillación pública. Y la obsesión de una persona a no dejarla marcharse ni por las buenas.
-Tal vez nos hagas un favor y te tomes la bolsa entera.
Se quedó un rato ahí, con la bolsa colgando de sus dedos tan despreocupadamente que le hacia pensar en que la policía de la zona estaba comprada o acostumbrada a verle por ahí tan amenudo. Ella no recogió las pastillas aunque su cuerpo se hubiese lanzado a por ellas a la desesperada... La conocía mejor de lo que pensaba. Sabía que ella era debil, pero una clase de debilidad diferente a la del resto porque se basaba en su fuerza mental. También sabía que en eso ella más fuerte que Mikey, y que por eso era fácil engañarla de esa manera.
Pero era débil en cuanto a los demás.
No iba a mancharse las manos de sangre y quedarse quieta. Ni con la sangre de un latido que todavía no era nada.
Simplemente las miró en esa bolsa que colgaba delante de su cara como si así todos sus problemas fueran a solucionarse. Por última vez miró a su alrededor, asintiendo para sí misma, comprendiendo por primera vez la posición en la que estaba. No iba a ser fácil deshacerse de ellos, pero no imposible. Y sabía por dónde empezar. Después de un rato que se hizo largo para ambos, la mirada de ella se clavó con fuerza en él.
-Dile a tu dueño que si quiere que le perdone, que me deje en paz -le dijo, agachándose por la mitad y recogiendo la bolsa aplastada con el bolso-. ¿Quieres serle útil? Llévame a casa.
Por primera vez, vio los ojos de Sanzu iluminarse con algo que no fuera la droga que tomaba siempre entrar en su cuerpo. Guardó la bolsa de nuevo en su lugar, y sin decir nada, entró en el coche cerrando la puerta de un portazo a su paso. Ella le siguió al poco tiempo. Nadie dijo ni intentó nada en todo el camino hacia el apartamento que todos conocían. El lugar donde Mikey iba para pasar el rato con su antigua amante. Recordaba las bromas, y las ignoraba cuando podía y se sentía con fuerzas. Otras, simplemente se echaba a llorar. Ese día, iba con la cabeza bien alta a ese lugar que ahora era un agujero vacío en la memoria de ella.
Su mente ya no sentía pena por la paliza que Manjiro le había dado, aunque siguiera pesando en su corazón como un recordatorio al mundo que todavía los unía. Su mente ya no sentía lástima por el futuro que le esperase. Porque él nunca la había sentido por ella. Él solo la quería fuera de en medio desde el principio. Siempre se lo había dejado claro.
Lo haría.
Cuando llegaron, se bajó del coche. Pero antes de irse, le dejó unos billetes en el asiento que sabía que al volver a su casa comprobaría que estuvieran limpios y vería. Sin duda, eso lo enfadaría; el ser considerado un chófer por la puta de su jefe era peor que ser el perro de su ídolo. Cerró la puerta de un portazo, como él había hecho, y se alejó sin siquiera despedirse. Escuchó a sus espaldas las llantas pulir el suelo mientras se marchaba.
Ya finalmente en la segufidad de su casa, comió sola, se duchó sola y vio la televisión sola. En ese espresso orden.
Después de eso, durmió sola.
Y por primera vez en semanas, las pesadillas no vinieron a ella. Solo una cama amplia que era para compartir pero que ahora era para ella.
Y lo disfrutó.
Mikey la amaba, pero eso era mentira. Solo había una persona que amaba por encima de ella. A él mismo. Lo demostró cuando al convertirse en jefe de Bonten no dejó que nadie le tocase. Ni la mirara a ella por encima del hombro. Para proteger su honor. Semanas de silencio absoluto.
Su nuevo apartamento era pequeño pero sencillo. Justamente lo que necesitaba para una vida tranquila. Los muebles eran lo último en lo que había pensado, pero su hogar poco a poco estaba cogiendo forma. Nadie sabía dónde vivía, tal vez Victoria y alguna amiga que no estaba relacionada con Bonten ni conocía nadie. Ni siquiera su antiguo amante.
Con el dinero que había conseguido devolviendo el bolso de su ex a la tienda original pudo comprarse ropa nueva en una tienda normal. Lo cual, en parte, la hizo sentirse cómoda consigo misma. Una de las promesas que le habían hecho era no preocupare por el dinero, que pensase en el futuro. Ahora, con su vida normal, con su trabajo golpeando fuerte como un recordatorio a sus deberes mundanos y una casa con deudas... Se sentía extraña regresando a la vida que sus padres y familiares tuvieron alguna vez. Con el dinero de la casa pudo comprarse aquella, y tener una fuente de emergencia en el banco para protegerse de amenazas que vinieran; un despido, la crisis... Cualquier cosa.
El seguro médico, por ejemplo. Quitó a Mikey de su servicio y se puso al servicio público. No sin antes aprovechar la operación que llevaba días esperando y que el médico le había recomendado por su bien corporal. Aunque eso le sonaba más a una escusa de intentar ganar tiempo para evitarlo. Victoria estaba con ella, tomándola de la mano, en el pasillo mientras esperaban al medico. Sin saberlo se había convertido en su confidente, lo cual era...una sorpresa y un soplo de aire fresco. Conocía su historia, no toda, pero de alguna manera parecía intuir que detrás de sus palabras había algo más. Incluso sin ella decirlo.
-Cuando acabes, estaré aquí esperándote, ¿vale? Y comeremos en tu casa lo que quieras. Pero prométeme que te tomarás la medicación aunque sepa a hospital.
Ella la pudo evitar reír. Victoria le sonrió por última vez, dándole un apretón en la mano antes de quedar al otro lado de las puertas. Lo que las separaba del mundo normal y del quirófano.
Una vez había escuchado a su madre decir que las mujeres sabían cuándo debían tener hijos y cuándo no. Y le había contado la historia de su abuela después de casarse con su abuelo. Su historia y, en algunos matices, la historia de ellas dos. Si ese era su destino, vivir a la sombra y no poder tener hijos porque su cuerpo ya estaba agotado, entonces lo abrazaría con gusto. Ella sabía que nunca podría ser una buena madre; no podía serlo consigo misma, ese bebé sufriría estando con ella y sola. Y cederlo al Estado... No. Tampoco le haría eso a un niño que no tenía la culpa. No. A veces una madre tenia que optar por el camino rápido; incluso si ella dejaba de ser considerada madre.
Victoria se quedó con ella una hora más en la camilla después de la intervención. Lloró con ella, acariciandole la espalda como hubiese deseado que el padre de ese niño hubiera estado. Pero la fuerza de Victoria y la forma en la que le hizo reír fue un apoyo que en ese momento necesitaba con ella. Y no llantos, palabras bonitas y... Lo que fuera que Manjiro Sajo pudiera haberle proporcionado. Ya no le quedaba nada de él, nada que los atase... Y eso era lo que más le dolió. Porque entonces significaba que había salido de su vida completamente y abría camino a esa vida que ella necesitaba de paz y esperanza.
Fuera de la clínica hacia el mismo tiempo que con el, que hubieron entrado. Despejado, decente para pasear durante horas bajo la luz suave del sol con una sudadera por si refrescado más tarde. No pudo evitar pensar en que se acercaba el mal tiempo de finales de año y aquello se convertiría en un lugar concurrido por turistas y nativos enfermos que pasaban más tiempo en el hospital resfriados que en sus casas. Victoria le estaba hablando de un nuevo juego para la Nintendo que podrían jugar esos días mientras ella se recuperaba, aprovechando que tenía la consola para ella sola. Un regalo. Solo Victoria podía quitarle pelos a un asunto como ese... Pero lo agradecía.
Las dos se detuvieron a la salida poco abarrotada del hospital. Una ambulancia no muy lejos de ellas sonaba. Fue como si la actitud de Victoria hacia los demás cambiase drásticamente solo con ver a esa persona.
-Está bien -le dijo a Victoria, que miraba a Sanzu con tan mala cara que podría haberse lanzado a por él directamente.
-¿Seguro? Tiene muy mala pinta.
La tenía. El pelo ligeramente revuelto y el traje descolocado. Ya era costumbre verlo tan de seguido, a pesar de haber notado su falta aquellas semanas. No podía dejar de mirarle, como si ella fuera un imán y él el metal. Se veía tan extraño que estuviera ahí a pesar de su último intercambio de palabras. También respecto a Mikey. Se había acostumbrado a su insistencia más que a su falta. Y ahora enviaba a Sanzu como si nada. Debía de estar muy desesperado.
-Puedo manejarlo. No te preocupes.
Victoria se marchó, no sin antes darle una mirada altiva a Sanzu, que prácticamente la ignoró y siguió mirándola como si nada. Se quedaron solos. Una parte de ella le decía que huyera, que saliera corriendo aunque lo que quedase de ella fueran restos para lanzar a los cerdos y que se lo comieran. Y la otra, le recordaba encarecidamente lo que todos ya sabían: nadie huía de Bonten.
Nadie huía y vivía para contarlo del perro loco de Bonten.
Las manos le temblaron cuando dio los primeros pasos, con el bolso apretado a ella como si lo peor que fuera a pasarle pudiera estar ahí dentro con los yenes que le quedaban. No. La realidad era otra. Con Bonten te aliabas o te enemistabas; en ese momento, ella no sabía a quien temer más. A su ex, incapaz de olvidar una ofensa y al cargo de la organización más poderosa. O del perro fiel que le acompañaba en sus negocios y que no dudaría en meterle una bala en la cabeza.
-¿Te envía Mikey?
-No.
Ella asintió, sin mucho más que decir.
Y así, se fue con Sanzu Haruchiyo.
El coche estaba en silencio. Era mutuo.
La radio sonaba encendida, pero sólo voces en murmullos que apenas le entraban en los oídos con el motor del coche ronroneando. Los dedos de ella se curvaban en su regazo sin apartar la mirada de enfrente, a la carretera que avanzaba con ellos en sentido contrario. La tensión que arrastraban entre ambos venía de largo, pero la discusión del otro día la acentuaba.
No podía evitar mirarle de reojo, sin embargo. O pensar en los motivos que lo arrastraron a ir y recogerla en el hospital. Dudaba que alguno supiera la razón con seguridad de por qué estaba en el hospital, más allá de un chequeo rápido por el embarazado o algo. ¿Mikey sabía algo? Eso la aterrorizada de verdad. Porque significaba que entonces la tenía más controlada de lo que pensaba. ¿Significaba eso que entonces sabía dónde vivía ahora? No. Imposible. Era imposible que algunos de ellos supieran dónde estaba ahora con todo el revuelo que había generado. Le lanzaba miradas rápidas a Sanzu de vez en cuando, sin saber bien qué hacer o decir. O si debía decir algo en un momento así. Ninguno se soportaba. Él la habría matado a la primera oportunidad que tuviera, pero era por Mikey que continuaba sin poder hacerlo.
Había entrado en ese coche por no hacer una escena, por no meter a Victoria en sus problemas ni para llamar la atención de personas que pudieran estar mirando aquello con curiosidad externa. Si metía a Victoria en aquello nunca se lo perdonaría. Ni a Victoria ni a nadie cercano fuera de ese mundo de oscuridad y sangre.
-¿Vas a matarme por fin? -preguntó, lanzándole una larga mirada. Sonaban estúpida volviendo a repetir la pregunta que la había llevado a una tienda de lujo hace unas semanas.
Las manos le temblaron durante un instante, cuando la de él se apartó del volante y se movió...hacia la palanca de cambios. El motor ronroneó en una suave sacudida cuando tomaron una carretera que giraba a la izquierda, abandonando la serie de coches que continuaron de frente y otros pocos que les siguieron de cerca. La expresión de él tampoco cambió, como si lo tuviera todo mecanizado. Los músculos se movieron al tensar el brazo en el proceso, con las mangas de la camisa remangadas. Por su rostro ya no había rastro de la paliza que su jefe le había dado semanas atrás, más allá de las cicatrices que lo acompañarían el resto de su vida. Una pequeña parte de ella quería saber si tenía más cicatrices, no de ese estilo tan...brutal. Pero era difícil pensar que alguien como él que siempre estaba al frente de las misiones no tuviera heridas.
-Sí que era de Mikey -dijo, rompiendo el tenso silencio. Ni la calefacción encendida consiguió calentarle el cuerpo-. Nunca le he sido infiel.
-A mi me da igual.
Casi le dieron ganas de reír. Lo decía la persona que de haber podido la habría ahogado.
-Claro que sí.
Se notaba que la conversación no era lo suyo. La única tarea que él hacía era obedecer, como un perro, y no se quejaba. No podía creerse que esa persona hubiera llegado a mano derecha de la banda más peligrosa del país. Apartó la vista y la volvió a posar en el exterior del vehículo. Habían salido a las afueras de la capital, pero no del todo. A saber qué es lo que se le pasaba por la cabeza en ese momento...
Se mordió el labio. La inseguridad empezaba a inundarle, producto de que los efectos de los sedantes estaban perdiendo efecto. Y no tenía las medicinas a mano, no las había sacado de casa, porque pensaba que después de la intervención volvería a la soledad de su casa cogida de la mano por Victoria.
-No puedo tener hijos -se vio confesando, con la mirada perdida y la respiración atascada.
-¿Necesitas una ecografía?
Sus ojos perdidos se clavaban en el suelo de aquel coche. Como si le diera vergüenza decir algo que no estuvo en sus manos hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Tuvo ganas de abrir la boca y de decirle el procedimiento al que se había sometido hacía poco, pero le fallaron las palabras. También porque la influencia en Sanzu acabaría a oídos de Mikey, y no quería volver a ver a ese hombre en lo que le quedaba de vida.
-Me ligué las trompas hace mucho. Decían que ese 1% era muy poco probable a la hora de tener hijos, que tendría que revertir el proceso. Sonaba bien en ese entonces, y sigue sonando bien. No traer un niño a este mundo que acabe en una cuneta o metiéndose donde no le llamen.
Movida por un deseo de tener un destino juntos, ella había entregado muchas cosas. Desde su virginidad, si bien eso en esta sociedad era un discurso machista, hasta su capacidad de tener hijos. ¿Acaso Mikey podía haberse hecho una idea de lo que significaba ser padre? Ahora lo sabría, pero con otra mujer. Después de años y años negando ese reconocimiento a poder serlo cuando ella se hizo esa intervención para no poner en peligro la vida que habían construido. Una lágrima traicionera acabó deslizándose por su mejilla hasta empapar su ropa. Seguida de otra y otra.
-Sigues estando embarazada de Mikey -le respondió sin apartar la mirada de la carretera-. Y nada va a cambiarlo. Hacerte eso probablemente sea un problema cuando tengas a ese bastardo.
Solo esperaba que el niño que naciera de esos dos tuviera una vida medianamente normal, y feliz. Era incapaz de odiar a un ser que todavía no había nacido... Ni a su madre. No podía. No iba con ella echarles la culpa solo a ellos de una decisión tomada por otros hacía mucho tiempo. Se apartó esa lágrimas traidora de la mejilla, arrastandola lejos.
-Pregúntale a tu jefe eso.
-No voy a preguntarle a Mikey sobre los asuntos que tú amante tenga con él. Ni voy a hablarle de su bastardo.
Su bastardo. Eso era ese pequeño grano en su vientre para él. Un bastardo, una molestia... No era como si eso la sorprendiera. La única persona que podría amar alguien como Sanzu era a Mikey. Mikey, Mikey y únicamente Mikey.
-¿De verdad te sirve de algo? Lamerle el culo a Mikey. Serle tan fiel... ¿Lo necesitas tanto?
Sanzu no pestañeó, pero no de la sorpresa. Un reflejo del cuerpo que le pedía descanso o algo más. «Tiene mono», se dijo. Podía verlo en las gotas que le caían por el cuello y de las que ella no se había percatado. Estaba conduciendo un coche con una pasajera teniendo el mono de meterse algo en el cuerpo que lo sacase de la realidad o lo llevara al otro barrio.
-Eso ya lo sabes tu, ¿no?
-Yo he podido dejarle, y seguir adelante -dijo. Casi podía verle sonreír con esa petulancia suya, recordandole que no era nadie más que una mentirosa si se creía sus propias palabras-. ¿Tienes vida fuera de Bonten? ¿Tienes algo -hizo enfasis- que no sea Bonten?
Vio sus ojos entrecerrarse, y una leve sombra de irritación cruzando sus rasgos, pero no dijo nada. De hecho, no dijo nada, solo condujo. Los dedos clavados en el volante se apretaba. ¿Se estaría imaginando que era su cuello?
-¿Tienes personalidad? Una que no sea obedecer cada orden o vivir una mentira. ¿Tienes familia, a alguien? ¿O es que no puedes mantener a nadie cerca porque eres demasiado inútil para valerte por ti mismo?
Su mandíbula se tensó y la expresión vaciló por fin, perdiendo la compostura de persona ajena a los asuntos hasta que actuaba. Una postura peligrosa, porque ahora sabía de lo que era capaz en sus carnes.
Pero no se detuvo.
-Bonten tiene todo, pero tú no tienes nada. Siempre jugando con fuego, ¿eh? Como si fueras intocable, con tus armas y tus drogas. Pero no eres nadie, ni mucho menos más importante que yo. Lo único que nos diferencia es lo que tú me dijiste una vez: yo me abría de piernas y consolaba a Mikey, sí, pero tú solo eres un chiste. Uno triste y patético que algún día se deseará con toda la mierda que se mete dentro.
Eso dio en el blanco, y ella cerró la boca tan pronto como vio que su mano salía disparada a la máquina de cambios. El impacto la golpeó antes que el sonido el llegó a los oídos, seguido del pitido que inundó su cabeza en un lado de su cabeza. Se llevó la mano a la zona que había golpeado, pero sinceramente no sabía qué le dolía más; que hubiese tenido el valor de hacerlo después de todo ese tiempo o el segundo golpe contra la ventanilla.
-Espero que te de una sobredosis y te mate -le escupió, por primera vez con puro odio. Lo de antes solo había sido un reto movido por la repulsión que le daba estar con él en esa situación. Aquello... Aquello era ella diciéndole la verdad.
Sanzu apretó los dedos en la palanca de cambios.
-Fuera.
Sus ojos se posaron en em exterior. Debía de estar de broma. ¿No? ¿Iba a dejarla ahí fuera poniéndola en peligro ante cualquier cosa? ¿En su estado? No lo sabe. Claro, porque no es cosa suya. Y sin un dueño que tirase de su correa, Sanzu se estaba comprando como el mismo desgraciado de siempre.
-¿Lo dices de verdad o es un farol?
-He dicho que salgas del coche -repitió, poniendo la voz más grave y apretando las manos en el volante hasta dejar los nudillos blancos-. Antes de que te arrastre fuera por el pelo.
No bromeaba. No era un farol. Iba a dejarla a su suerte en una carretera que no conocía y donde podía pasar cualquier cosa. Fue el turno de ella de apretar la mandíbula, acompañado del dolor en el lado de la cara.
-Ya que eres tan generoso, me llevo esto, perro.
No se lo merecía. Realmente no. Pero ella quería castigarlo por cómo se comportaba con ella y cómo la trataba. Y que de alguna manera, si le pasaba algo ahí fuera, cargase con la culpa de haber participado en la muerte de una chica inocente que tenía ADN suyo en las manos. Pero Sanzu era demasiado estúpido estando drogado que no se daría cuenta de eso. No le extrañó verle ignorarla con un gesto despectivo mientras agarraba su chaqueta de diseño y al sacaba con ella del coche. Dio un portazo contra el coche al cerrar la puerta, pero ni eso le hizo reaccionar.
El motor rugió. En cuestión de segundos, el coche se marchaba carretera arriba... Lejos y hasta convertirse en nada más que una pequeña luz más y más diminuta en el espacio. Sus dedos alrededor de la chaqueta se apretaron, y la prenda acabó en el suelo.
La arrugó, la ensució, la rompió por zonas que no sabía ni existían... También le gritó. A la chaqueta, a Mikey, a Sanzu, hasta que su garganta dolió y los ojos se le empaparon de frustración. No importaba lo que hiciera: cada vez era más idiota. Sus dedos urgaron en los bolsilos. Una tarjeta de recomendación con su número y una bolsa de pastillas; la que se había tomado antes de recogerla. Y todavía con esas, ella no se quedó a gusto.
Una punzada de dolor la golpeó en la zona baja. Un recordatorio a su estado. Y a lo idiota que fue en confiar en que esa persona sería medianamente decente y sincera estando drogado. ¿Qué más le quedaba por hacer más que caminar y volver a la ciudad? ¿Iba a encontrar un autobús activo a esas horas...?
Contuvo las lágrimas. Cada paso suponían un esfuerzo corporal y mental que no podía permitirse. Tal vez en otro momento. Pero así...
Tendría que haberse ido a casa con Victoria, y no con ese cabronazo.
-Puto bastardo. Deberías morir...
#sanzu haruchiyo#tokrev sanzu#sanzu x reader#bonten sanzu#tokyo revengers haruchiyo sanzu#tokyo revengers
9 notes
·
View notes
Text
blu spy es albino y fan de romeo santos. me lo imagino cantándole "eres mía" a la mamá de scout XDD
está ahí, como con una rosa blanca entre los dientes, se le arrima y de una: NO TE ASOMBRES.... SI UNA NOCHE.... ENTRO A TU CUARTO Y NUEVAMENTE TE HAGO MÍA!!
55 notes
·
View notes