#la decadencia de occidente
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bocadosdefilosofia · 1 year ago
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«He aquí lo que le falta precisamente al pensador occidental y lo que no debiera faltarle precisamente a él: la comprensión de que sus conclusiones tienen un carácter histórico-relativo, de que no son sino la expresión de un modo de ser singular y sólo de él. El pensador occidental ignora los necesarios límites en que se encierra la validez de sus asertos; no sabe que sus “verdades inconmovibles”, sus “verdades eternas”, son verdaderas sólo para él y son eternas sólo para su propia visión del mundo; no cree que sea su deber salir de ellas para considerar las otras que el hombre de otras culturas ha extraído de sí y afirmado con idéntica certeza. Pero justamente tendrá que hacerlo la filosofía del futuro si quiere preciarse de integral. Eso es lo que significa comprender el lenguaje de las formas históricas, del mundo viviente. Nada es aquí perdurables, nada universal. No se hable más de formas del pensamiento, del principio de lo trágico, del problema del Estado. La validez universal es siempre una conclusión falsa que verificamos extendiendo a los demás lo que sólo para nosotros vales.»
Oswald Spengler: La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, Introducción, 15, tomo I. Editorial Espasa-Calpe, págs. 50-51 Madrid, 1966.
TGO
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jartita-me-teneis · 5 months ago
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NO ES UNA CIVILIZACIÓN PARA VIEJOS
Eso que llamamos civilización occidental ha decidido que las personas de la tercera edad constituyen un estorbo y deben ser confinadas en residencias no muy diferentes de las reservas indias de EEUU, donde solo prosperan la melancolía, el tedio y la soledad. Lejos de crear nuevas formas de convivencia, la necesaria crítica a la familia tradicional, basada en la hegemonía masculina, solo ha alentado la fragmentación social. Cada vez hay más hogares con una sola persona. Hogares que no son hogares, sino celdillas de un gigantesco panel donde nadie conoce a nadie y donde el vecino se percibe como un intruso y no como un semejante. En Occidente, el sentido de comunidad ha desaparecido. Un individualismo autodestructivo ha roto los vínculos afectivos, atomizando la sociedad. Los ancianos son los peor parados en este escenario. Los hijos se desentienden de ellos y las residencias, cada vez más saturadas, se limitan a proporcionar una atención insuficiente, que no incluye ternura ni calidez humana.
Desde los felices 20 del pasado siglo, se ha idealizado a la juventud, degradando a los ancianos a la condición de cachivaches inservibles. En otras épocas, la vejez era sinónimo de sabiduría, templanza y ecuanimidad, pero hoy se considera un período de decadencia que conviene ocultar, quizás porque recuerda la fragilidad de la existencia humana y su carácter efímero. No advierto muchas razones para exaltar la juventud. No he olvidado mis 20 años y recuerdo que los jóvenes de mi generación no eran sabios e inconformistas, sino egoístas, hedónicos, banales, irresponsables y, en algunos casos, absurdamente radicales o provocadores. “Bailando, me paso el día bailando”, cantaba Alaska y no mentía. En los 80, la frivolidad estaba de moda y hacer estupideces, como consumir drogas, emborracharse o llevar una vida promiscua, se consideraba una virtud o un gesto de rebeldía.
De joven, siempre busqué la compañía de personas mayores, de amigos como el tío Iturrioz de El árbol de la ciencia, ese sabio que mantenía largas discusiones filosóficas con Andrés Hurtado. Ahora tengo casi 61 años, echo de menos un Andrés Hurtado con el que hablar de todo lo humano y lo divino. Eso que llamamos civilización occidental solo me augura un futuro de soledad y olvido. Tal vez mi destino no sea demasiado importante, pero sí el de millones de personas de la tercera edad abocadas a un ocaso indigno y miserable. Los jóvenes no reparan en que ellos también envejecerán y que su final podría ser igual de amargo. No creo que haya que volver atrás, pues el pasado no fue un tiempo idílico, pero estoy convencido de que el porvenir no debería parecerse al presente. No pienso que el secreto de una buena vejez consista en un pacto honesto con la soledad, como apuntó García Márquez, sino en la posibilidad de conservar y establecer vínculos afectivos. El amor es lo que da sentido a la existencia. Sin él, el ser humano es un náufrago a la deriva.
Rafael Narbona
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jgmail · 3 months ago
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David Engels: La decadencia de Occidente no es un naufragio, sino una lenta puesta de sol
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Por Eren Yeşilyurt
Resulta imposible no mencionar el nombre de Oswald Spengler cuando se estudia la historia de la revolución conservadora, siendo él una de las piedras angulares de este movimiento. La forma en que Spengler entendía la historia y sus predicciones sobre las diferentes civilizaciones siguen siendo objeto de debate hasta el día de hoy. Esta entrevista a David Engels, experto de renombre mundial en Spengler, es una introducción que puede interesar a los lectores que deseen comprender mejor las ideas de Spengler y su impacto en el mundo actual. En los últimos dos años diferentes editoriales turcas han publicado obras importantes de Oswald Spengler como El hombre y la técnica y La decadencia de Occidente. Sin embargo, otros libros como La hora decisiva, Prusianismo y socialismo y Discurso a la juventud alemana aún no han sido traducidas al turco y están esperando ser conocidos.
¿Cómo era la época en que vivió Spengler y qué lo llevó a convertirse en un «revolucionario conservador»?
Spengler es el típico hijo de la Alemania siglo XIX: su interés enciclopédico por las civilizaciones del pasado, además de la importancia que le daba a la tecnología y su fascinación por la construcción de enormes «sistemas» filosóficos e históricos dan buena cuenta de ello. Sin embargo, su principal momento de actividad se sitúa en la época de la República de Weimar, la cual nació de la abrupta y traumática deconstrucción del «viejo mundo» anterior a la guerra. El empeño de Spengler por mostrar la inevitabilidad de la decadencia y la fosilización de todas las grandes civilizaciones, incluido Occidente, fue recibida de forma entusiasta y ayudó a que mucha gente comprendiera lo que estaba ocurriendo, aunque muy a menudo los lectores redujeron las enormes perspectivas históricas de Spengler a algunos elementos muy coyunturales y pasaron por alto que, para Spengler, la lenta decadencia de Occidente era un proceso muy largo que únicamente culminaría a finales del siglo XXI.
Spengler es considerado a menudo como un «revolucionario conservador», pero dudo que fuera realmente tan «conservador» y «revolucionario» como lo etiquetan. De hecho, estaba a favor del determinismo histórico y consideraba que Occidente había entrado en una época donde la democracia liberal se transformaría primero en una oligarquía financiera para luego ser suplantada por una forma cesarismo, después vendría la guerra civil y la unificación imperial. En consecuencia, consideraba a Cecil Rhodes y a Mussolini como los primeros síntomas de una evolución que sólo culminaría, según él, en el siglo XXI. Esperaba que Alemania se sacudiera de la tutela de la República de Weimar y entrara a competir en la carrera por la construcción de un futuro Imperio paneuropeo. Detestaba al nacional-socialista y colisionó relativamente temprano con Hitler y su partido a causa de su doctrina racial, la cual rechazaba, estando convencido de la igualdad de todas las grandes civilizaciones. Por eso tampoco estoy seguro de que Spengler fuera realmente un «conservador», ya que estaba convencido de que el desvanecimiento del viejo mundo era una fatalidad que había que aceptar, aunque fuera a regañadientes, para abrazar la tecnología, el imperialismo y la modernidad.
La primera obra que viene a la mente cuando se menciona a Spengler es La decadencia de Occidente. ¿Qué quería decir con esa obra? ¿Acaso Occidente realmente se ha derrumbado o este proceso continúa hasta el día de hoy?
El título «La decadencia de Occidente» garantizó el éxito duradero de Spengler, pero fue (y sigue siendo) motivo de muchos malentendidos. La tesis principal de Spengler es la idea de que todas las altas civilizaciones – Egipto, Mesopotamia, China, India, la Antigüedad clásica, Mesoamérica, el Cercano Oriente monoteísta, Occidente y probablemente también Rusia – no sólo son iguales entre sí, sino que evolucionan siguiendo etapas paralelas que se corresponden con las fases de desarrollo de un ser orgánico. Esta idea no era absolutamente nueva, por supuesto, pero Spengler fue el primero que intentó sistematizar esta hipótesis basándose en la investigación histórica moderna.
Además, Spengler quería demostrar que el Occidente moderno había alcanzado su fase final de desarrollo y estaba a punto de entrar en un periodo que se correspondía en general con la República Romana tardía, que él veía como el momento final de la Antigüedad Clásica antes de que el Principado de Augusto diera paso a su fosilización y petrificación definitivas. Esta idea tampoco era absolutamente nueva, ya que desde el siglo XIX la mayoría de los intelectuales europeos estaban influidos por una atmósfera de «fin de siècle», pero Spengler dio un sentido histórico mucho más amplio a esta impresión. Sin embargo, al elegir el título «Untergang» (literalmente «Hundimiento», no «Decadencia»), contribuyó a cierta incomprensión de su obra, ya que esta palabra no sólo se refiere, en lengua alemana, a un «naufragio» y, por lo tanto, a una catástrofe espectacular, sino también a la lenta puesta del sol. Spengler explicó más tarde que era este último sentido el que respaldaba y que también podría haber elegido el título de «Plenitud de Occidente» para su obra, pero, por supuesto, la interpretación más espectacular de «Untergang» como «colapso» fue la que el público en general retuvo hasta hoy. Esta es también la razón por la que este proceso, por supuesto, todavía está en marcha y continuará durante algunas generaciones, ya que Spengler ha demostrado claramente en su obra que la etapa final de un imperio europeo a la manera de «Augusto» no se alcanzará hasta el siglo XXI, mientras que la Civilización-Estado que emerja de esta transición perdurará potencialmente durante un par de siglos más, exactamente igual que sobrevivieron durante bastante tiempo el Imperio Romano, el Imperio Han o el Imperio Ramésida, aunque de forma cada vez más primitiva y petrificada.
¿Qué tipo de predicciones ofrece la comprensión cíclica de la historia de Spengler sobre los futuros grandes cambios en la política mundial? ¿Qué tipo de orden mundial podría surgir tras el colapso de la civilización occidental?
En primer lugar, permítanme insistir en que el pensamiento histórico de Spengler no es «cíclico» en sentido estricto, ya que el final de una civilización nunca va seguido de su renacimiento: su muerte es definitiva. Por supuesto, pueden surgir nuevas civilizaciones más tarde, pero rara vez en el mismo territorio y generalmente sólo muchos siglos después y basadas en paradigmas mentales totalmente diferentes. Por lo tanto, estas civilizaciones son mónadas, no elementos de una cadena.
En cuanto al futuro, el inminente establecimiento de un imperio de la civilización occidental probablemente vería un cierto retorno del imperialismo y la autoafirmación occidentales, ya que el universalismo posliberal y la diplomacia centrada en el Estado-nación tan típicos del siglo XX serían sustituidos por alguna forma de patriotismo civilizacional. Entraríamos así en una etapa de coexistencia entre varios Estados-civilización que competirían entre sí por el dominio de sus respectivas territorios y recursos estratégicos, pero que aceptarían, a grandes rasgos, sus limitaciones mutuas, exactamente igual que el Imperio Romano dejó de expandirse después de Augusto, coexistió pacíficamente con el Estado-civilización iraní y prefiriendo la defensa al ataque. Sin embargo, Occidente se fosilizará lentamente y perderá su capacidad de resistencia, el progreso tecnológico también se ralentizará y el mundo occidental empezará a parecerse a China y Japón en el siglo XVIII: una sociedad en gran medida cerrada sobre sí misma y cada vez más inmóvil. De este modo, Occidente se convertiría en el Estado-civilización más joven si lo comparamos con China, Japón e India, pero también el fragmentado mundo musulmán, que han alcanzado esta fase hace ya muchos siglos y sólo obtienen su energía actual del impulso de Occidente.
Entre estos restos fosilizados de civilizaciones anteriores probablemente surgirán dos nuevos espacios culturales. Por un lado, Rusia: Spengler estaba convencido, como yo también lo estoy a estas alturas, de que Rusia no es una parte del mundo occidental, sino una civilización autónoma, aunque probablemente se encuentre aún en periodo de gestación y necesite liberarse de la abrumadora influencia de Occidente para alcanzar su propio ciclo civilizatorio. Por otra parte, personalmente creo que en un par de siglos más o menos, África podría convertirse en la patria de una nueva civilización futura, aunque por supuesto esto entra en el campo de la especulación.
¿Cómo trasciende el concepto de «socialismo prusiano» de Spengler la tradicional división derecha-izquierda? ¿Cómo puede evaluarse este concepto en la actualidad?
Spengler creía que, en el siglo XX, los principales representantes de la civilización occidental, Francia, España y hasta cierto punto Italia, habían dejado de ser fuerzas activas, y que sólo Alemania, así como el mundo anglosajón, eran los últimos agentes que competían por la configuración del futuro Estado-civilización europeo. En su opinión, el mundo anglosajón representaba el principio del liberalismo, mientras que Alemania, liderada por Prusia, representaba el principio del colectivismo jerárquico, que se correspondía a grandes rasgos con la oposición entre Cartago y Roma durante los siglos III y II a.C. Personalmente, no estoy muy de acuerdo con esta clase de simplificación dualista, pero si la aceptamos como hipótesis de trabajo podríamos especular que el mundo anglosajón sustituyó al mundo prusiano durante la Segunda Guerra Mundial, pero la actual Unión Europea, cada vez más dominada por Alemania, blande un cierto ideal burocrático y un universalismo kantiano que se ha ido transformando en algo que Spengler podría haber reconocido como «prusiano» (al menos en su versión «ilustrada» del siglo XVIII), aunque se encuentre (por el momento) desprovisto de cualquier forma de patriotismo o militarismo.
En su crítica a la modernidad, Spengler veía en la tecnología un elemento de disolución de las culturas. ¿Cómo interpreta estas críticas de Spengler en el mundo digital actual?
Para Spengler la tecnología no es un elemento de disolución, sino más bien un síntoma de la fase tardía a la que llegan todas las civilizaciones. En efecto, el mundo helenístico en la Antigüedad clásica, los Estados Combatientes en China, el califato abasí en el mundo oriental y, por supuesto, Occidente durante los siglos XIX y XX, todos ellos se caracterizan por un progreso científico exponencial que se corresponde con una fase de expansión imperialista y colonialista, la difusión del materialismo y el advenimiento de un arte puramente expresionista y teatral. Por tanto, el progreso no es la razón de la «decadencia» (o de la «plenitud», como decíamos más arriba), sino sólo uno entre otros muchos síntomas. El siglo XXI es sin duda, como preveía Spengler, la cumbre de este progreso y probablemente también será su final.
Esto puede parecer algo sorprendente, ya que todos hemos estado acostumbrados a pensar en el progreso tecnológico como una especie de evolución lineal, interminable y exponencial, pero si comparamos Occidente con las demás civilizaciones, deberíamos esperar que, durante la próxima generación, no se produzcan verdaderos cambios de paradigma científico y que, aparte de algunas nuevas técnicas de aplicación, el «progreso», tal y como lo conocemos ahora, se detenga en gran medida. Si miramos a nuestro pasado reciente, el salto tecnológico que separa el principio del siglo XIX del principio del XX es, en efecto, mucho mayor que el que separa este último del siglo XXI. Además, muchas tecnologías ya están siendo deconstruidas ante nuestros ojos, especialmente en Europa: trenes de levitación magnética como el Transrapid, aviones de pasajeros ultrasónicos como el Concorde, tecnología de transporte como los aerodeslizadores, incluso los motores de combustión y la energía nuclear: todo esto se abandona o se rechaza conscientemente su uso ante nuestros propios ojos, mientras que absurdos anticientíficos como los estudios de género, el apocalipsis climático o la autodeconstrucción poscolonial son impulsados masivamente por las élites. Es sólo cuestión de tiempo que esta actitud antitécnica llegue a Estados Unidos, que es en muchos sentidos la «última nación fáustica».
En la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París vimos el dominio del sistema mundial por parte de quienes desprecian lo sagrado y dominan la política mundial. Se discuten los roles de género, se esclaviza a la gente por medio de la tecnología y el interés. ¿Cree que a Occidente le queda algún valor al que aferrarse?
Muchos de los absurdos ideológicos de la modernidad fueron efectivamente previstos por Spengler, especialmente el ecologismo, la oikofobia occidental, el pacifismo cobarde y el autosabotaje de las ciencias, pero estoy convencido de que Spengler se escandalizaría si viera el grado de autodestrucción que está en marcha hoy en día. Sin embargo, para Spengler, la cuestión de los «valores» es puramente estética: Spengler era, en términos generales, ateo y veía los sistemas morales y filosóficos como síntomas puramente relativistas del crecimiento y decadencia de las civilizaciones, ciertamente deploraba el declive de los valores tradicionales como prueba de la decadencia de Occidente, pero no tenía fundamentos conceptuales desde los que condenarlos desde un punto de vista absoluto, excepto, por supuesto, su utilidad puramente pragmática para mantener unida a una sociedad. Aquí es donde yo difiero de Spengler, ya que creo en una verdad perenne y trascendente que está más allá de todas las civilizaciones y que se expresa no sólo a través del intelecto humano, sino también a través de la ley natural y que, en consecuencia, legitima un cierto conjunto de normas morales absolutas cuya perversión es, por tanto, no sólo un mero hecho histórico entre muchos otros, sino también una desviación concreta de los valores absolutos, aunque, por supuesto, esta desviación adopta formas diferentes para cada civilización en su última etapa.
¿Puede desarrollarse hoy una perspectiva «neo-spenglerista» que reinterprete el pensamiento de Spengler? ¿Es posible hacer una nueva lectura del mundo occidental contemporáneo a partir de las obras de Spengler?
Por supuesto: eso es lo que estoy haciendo desde hace al menos 20 años, centrándome principalmente en dos aspectos. Por un lado, los conocimientos históricos de Spengler eran amplios, sin embargo, eran a menudo producto del diletantismo y además condicionados por los límites de la historiografía de principios del siglo XX. Entretanto, sabemos mucho más sobre las civilizaciones que Spengler trató de forma muy marginal o incluso ignoró, como las sociedades mesoamericanas y andinas y el sudeste asiático. Además, estoy convencido de que tenemos que asumir que las civilizaciones clásicas sumeria y china fueron seguidas respectivamente por una civilización asirio-babilónica y una civilización sucesora tao-budista. Además, el antiguo Irán, que Spengler incluyó en el mundo monoteísta, debe considerarse definitivamente como una civilización aparte. Así pues, no sólo es posible, sino también necesario, adaptar las teorías de Spengler a los conocimientos actuales; una adaptación que, sin embargo, no contradice la tesis general de la morfología cultural.
Por otra parte, la filosofía de Spengler se basa en un vitalismo nietzscheano un tanto burdo y simplista, muy popular en su época, pero bastante insatisfactorio, ya que sólo da una respuesta estética a los grandes misterios de la existencia, se estanca en un relativismo filosófico y excluye la esfera de la trascendencia. Yo mismo desarrollé un apuntalamiento metafísico de la morfología cultural de Spengler que se basa más bien en un modelo dialéctico que vincula la evolución de cada civilización a la lógica interna de la autorrealización de diversas formas de trascendencia a través de las distintas civilizaciones y sus arquetipos específicos. De ahí que las civilizaciones no deban describirse mediante el modelo curvo de primavera-verano-otoño-invierno (o juventud, edad adulta, vejez y muerte), sino a través del proceso dialéctico de tesis (una sociedad holística basada en la trascendencia), antítesis (una sociedad materialista, humanista y progresista) y una síntesis final (consistente en un breve y concluyente retorno racional a la tradición antes de su fosilización).
Fuente: https://erenyesilyurt.com/index.php/2024/10/10/david-engels-the-decline-of-the-west-is-not-a-shipwreck-but-like-the-slow-setting-of-the-sun/
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anonim0-irreal · 2 years ago
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Supongo que este hombre ya está, de perdidos al río.
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aecedia · 2 years ago
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no es que en realidad el mundo esté en decadencia es que en realidad ya no se puede soportar más la pose de todavía confiar y creer en el proyecto cultural totalizante de ‘occidente’, de todas sus promesas y proyectos civilizatorios
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elbiotipo · 2 years ago
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No se si puedo hacerte una pregunta que me roe en la insomnia de hoy pero, que piensas de quea Tierra siempre acaba con un gobierno mundial en todos los libros y pelis de ciencia ficción? Siempre me ha parecido un recurso barato para que luego todos los terrestres hablen inglés.
Siempre me pareció chistoso que en la Tierra unida de Star Trek todos los capitanes y más de la mitad de los personajes sean norteamericanos (y humanos tambien pero ese es otro tema)
Para mí es un poco inevitable de que algún día va a existir un gobierno mundial, pero no en el sentido de un "país" que cubra toda la Tierra (aunque no lo descarto, la mejor parodia me parece los EEUU de la Tierra en Futurama) sino una organización lo suficientemente poderosa para que tenga literalmente imperio (en el sentido romano de la palabra) sobre todo el planeta, incluso en las partes que no son miembros de ella. Cuando vemos por ejemplo los mapas del imperio romano o español o inglés en los libros de historia, nos olvidamos que no era necesariamente que dominaban todos esos territorios como, por ejemplo, Argentina tiene provincias representadas en el congreso y demás, o ni siquiera como colonias, sino que eran administrados por las elites locales, pero aún así bien partes de un imperio (como el Raj Británico administrado por príncipes locales, o los "protectorados" franceses donde todo el mundo sabía quien mandaba)
(por eso, como siempre digo, algún día en los libros de texto va a haber una sección sobre un Imperio Estadounidense con un mapa mostrando su territorio, bases militares y esfera de influencia política/económica, y no porque EEUU sea particularmente maligno, sino porque lo veas como lo veas, califica con todas las definiciones de un imperio)
Una unión global va a ser muy parecida, creo yo, con la independencia en papel de sus miembros, pero subordinada en mayor o menor medida a algo más grande. La Unión Europea se menciona mucho como ejemplo.
Por los siglos que vienen, creo que la Tierra seguirá siendo el mundo con la gran mayoría de la humanidad y del poder político y económico, y hasta ahora no me parece que encontremos algo más que nos quite esa perspetica. Pero eventualmente van a existir intereses mundiales que solamente van a poder ser enfrentados por una organización a escala global. Ahora mismo, la organización de la ONU, pese a muchas cosas admirables, ha fracasado en resolver esos problemas. La alianza y el sistema de EEUU (el FMI, todo el sistema de comercio y justicia global, la OTAN, y mucho más), lo que llamamos "el Occidente", está en una decadencia que podría acelerarse o estancarse. Que le seguirá? Otra hegemonía de otra nación? Las competencias imperialistas de siglos pasados?
O capaz un intento de un verdadero buen gobierno global? Un nuevo intento de recuperar los ideales de cuando se creía que realmente podríamos y deberíamos acabar con la guerra, el hambre y la enfermedad? Una unión de los pueblos oprimidos del sur y del norte para alcanzar la justicia que anhelamos?
Sea como sea, va a ser también un imperio: de vuelta, en el sentido romano, algo que impera. Y todos los imperios han dejado su legado: cultura, idiomas, arquitectura, y valores.
Que va a salir del primer estado realmente global? Cual va a ser su legado? Eso no tengo idea.
Sigo apuntando a la República Socialista Mundial, de todas formas.
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ferrolano-blog · 18 days ago
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¿Por qué una potencia mediana en decadencia como es Gran Bretaña sigue practicando el «gran juego» contra Rusia, como si estuviésemos todavía en el siglo XIX? ¿Por qué el Reino Unido está tan empeñado en librar una guerra por poderes contra Rusia? Gran Bretaña ha sido la animadora de Estados Unidos en la política sobre Ucrania, más belicosa incluso que Estados Unidos... porque hasta bien entrado el siglo XX tuvo un imperio mundial que necesitaba defender... Podemos ver en estos estereotipos del siglo XIX el embrión de la visión occidental moderna de que la democracia es la forma pacífica, y el despotismo la belicosa, del Estado... Otra razón importante de la actual belicosidad británica es la equiparación de Putin y Hitler. La política exterior británica sigue dominada por la vergüenza del Acuerdo de Munich de 1938... la genuina admiración occidental por la lucha de Ucrania por su independencia se ha transformado en una guerra por poderes contra la Rusia de Putin, con una atención sólo superficial a los propios intereses de Ucrania... la paz en sí misma es un objetivo moral... Es la negativa de nuestros halcones y de sus pasivos seguidores del campo a reconocer las pretensiones morales de la paz lo que constituye el mayor peligro al que se enfrenta el mundo en la actualidad (Lord Skidelsky, miembro independiente de la Cámara de los Lores)
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rastel1979 · 2 months ago
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Vaig a emprar les meves habilitats políglotes per deixar clares varies coses:
- Si eres sionista i creus que Israel te el dret de fer el que li parega per existir: PORTA I BLOC.
- Sí eres TERF o homòfob o et sobra alguna lletra en el teu món ideal: PORTA I BLOC.
- ¿Eres antisemita, islamofobic, no respectes als ateus o les altres religions no occidentals o ets la classe de cristià que considera cristianisme sols la teva visió? PORTA I BLOC
- ¿Creus que el feminisme a arruïnat la nostra societat? PORTA I BLOC.
- ¿No penses respectar la meva llengua? PORTA, BLOC I VES A CAGAR DIARREA A LA VIA.
- Fascista, nazi i cual excusa similar: PORTA, BLOC I AIXÍ ET PILLE UNA RIUA DE MERDA AMB LA BOCA OBERTA.
Versión en castellano:
- ¿Eres sionista y crees en el derecho de Israel a defenderse como crea? PUERTA Y BLOC
- ¿Eres TERF o homofobo o te sobra alguna letra en tu mundo ideal? PUERTA Y BLOC PA TUS MORROS
- ¿Eres antisemita, islamofobo, no respetas a los ateos ni a los creientes de credos no occidentales y eres la clase de cristiano que usa a Jesús como excusa para imponer tu forma de ver el mundo si importar que? PUERTA Y BLOC.
- ¿Crees que el feminismo es el origen de la decadencia de la sociedad? PUERTA Y BLOC.
- ¿Nazi, fascista o derivado? PUERTA, BLOC Y ASÍ TE CAIGAS EN UN POZO NEGRO REBOSANTE.
- ¿No piensas respetar mi lengua porque él castellano es la lengua que nos hermana y nunca fue lengua de imposición? PUERTA, BLOC Y ASÍ TE MUERAS COMO HERODES AGRIPA
English version:
- Are you a zionist or believe that Israel is allowed to do anything in order to maintain his apartheid existence? BLOCK AND USE THE DOOR 🚪
- TERF, homophobic or you don't like some letters because of your imaginary fantasy world: DOOR & BLOCK.
- Are you anti-Semitic or islamophobic or an anti-atheist or disrespect any of the non occidental religions or are you the kind of Christian that just believes that Christianity is the way to impose your way of life on everybody? DOOR AND BLOCK.
- Do you believe that feminism is breaking our society? DOOR AND BLOCK.
- Nazi,fascist or similar? BLOCK AND GO TO HELL
- don't respect my language and the other languages? BLOCK, DOOR AND I HOPE THAT YOU DIE EXACTLY LIKE HEROES AGRIPA.
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duky82 · 2 months ago
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Kamikaze Helmets presenta nuevo single "Más"
Kamikaze Helmets presenta nuevo single “Más” Estímulos, estímulos y más estímulos, relaciones personales insustanciales, nuevas adicciones, occidente está en plena decadencia y muestra de ello es la excesiva psicologización que nos lleva a pasar por la faz de la tierra sin prestar atención a lo verdaderamente importante. Continue reading Kamikaze Helmets presenta nuevo single “Más”
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vlibre · 3 months ago
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¡Bailad, malditos!
Hemos llegado a creer lo suficiente como para alimentar el descrédito con el que debemos examinar esta realidad.
La expresión de uno mismo debería expandirse como un canto a la humanidad, atrayendo el milagro y despertándonos del sueño, olvidando esa noche oscura de nuestra razón. Danzar en la suntuosidad de la decadencia occidental, sin reconocer siquiera el olor mortecino que desprende, sin observar la ruina en las imágenes de la vida cotidiana, es cruzar al otro lado del río, guiados por Caronte,…
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brunojordanposts · 3 months ago
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Un motín contra el orden de Occidente
Entrevista de Loren Balhorn a Peter Mertens Loren Balhorn es redactor jefe de la edición en alemán de Jacobin. Peter Mertens es secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica.     La hegemonía occidental está en decadencia y la izquierda debe hacer frente a un nuevo equilibrio de poder internacional. Peter Mertens, secretario general del Partido de los Trabajadores de Bélgica,…
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jartita-me-teneis · 1 month ago
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El anonimato que vivió Brujas durante más de cuatro siglos ha hecho que sea una de las ciudades medievales mejor conservadas del mundo. Fue fundada en el siglo XI alrededor de una fortaleza del siglo IX. Hasta el siglo XV, Brujas fue una de las ciudades más prósperas del continente. Su red de canales, por la que muchas veces ha sido comparada con Venecia, hizo que fuera un importante centro comercial del norte de Europa. A finales del siglo XV, cuando el río Zwin se encenagó, la ciudad comenzó una época de decadencia. A principios del siglo XX, cuando la ciudad estaba muy abandonada y sumida en la pobreza, fue objeto de una profunda restauración, convirtiéndose en un importante destino turístico. Actualmente, más de 3 millones de viajeros visitan sus empedradas calles cada año, convirtiéndola en la ciudad más visitada de Bélgica, por delante de Bruselas. Brujas es la capital de la región de Flandes Occidental y, desde el año 2000, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
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jgmail · 2 months ago
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El momento liberal
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Charles Krauthammer, un experto estadounidense en relaciones internacionales, escribió un artículo programático titulado «El momento unipolar» (1) en el número de 1990/1991 de la prestigiosa publicación globalista Foreign Affairs, en el que ofrecía una explicación del fin del mundo bipolar. Tras el colapso del bloque del Pacto de Varsovia y la desintegración de la URSS (que aún no se había producido en el momento de la publicación de su artículo) surgiría un orden mundial en el que Estados Unidos y los países del Occidente colectivo (OTAN) serían el único polo que gobernaría el mundo, estableciendo sus reglas, normas, leyes y equiparando sus propios intereses y valores a los del resto del planeta mediante acuerdos vinculantes. Esta hegemonía mundial establecida de facto por Occidente fue denominada por Krauthammer el «momento unipolar».
Poco después, otro experto estadounidense, Francis Fukuyama, publicó un manifiesto similar titulado el «fin de la historia» (2). Pero a diferencia de Fukuyama, que se apresuró a proclamar que la victoria de Occidente sobre el resto de la humanidad ya había tenido lugar y que en adelante todos los países y pueblos aceptarían sin rechistar la ideología liberal y aceptarían el dominio exclusivo de Estados Unidos y Occidente, Krauthammer fue más comedido y cauto y prefirió hablar de «momento», es decir, de una situación de facto con respecto al equilibrio de poder internacional, pero no se precipitó a decir que este orden mundial unipolar sería duradero. Todos los signos de la unipolaridad se encontraban presentes: aceptación incondicional por casi todos los países del capitalismo, la democracia parlamentaria, los valores liberales, la ideología de los derechos humanos, la tecnocracia, la globalización y el liderazgo estadounidense. Pero Krauthammer, observando tal estado de cosas, decidió decir que existía la posibilidad de que no se tratara de una realidad estable, sino sólo de una etapa, una cierta fase, que podría convertirse en un modelo a largo plazo (en cuyo caso Fukuyama tendría razón) o incluso podría llegar a su fin, dando paso a otro orden mundial.
En 2002-2003 Krauthammer retomó su tesis en otra prestigiosa publicación, pero ya no globalista sino realista, National Interest, donde publicó un artículo titulado « Sobre el momento unipolar» (3), argumentando que después de diez años la unipolaridad había sido un momento y no un orden mundial duradero, ya que pronto surgirían modelos alternativos debido a las crecientes tendencias antioccidentales en el mundo que se podían observar en los países islámicos, en China, en una Rusia fortalecida, donde el presidente Putin había llegado al poder. Los acontecimientos posteriores han reforzado aún más la tesis de Krauthammer de que el momento unipolar ha llegado a su fin y que Estados Unidos no ha conseguido que su liderazgo mundial, el cual poseía en la década de 1990, sea duradero y sostenible: el poder de Occidente ha entrado en un periodo de declive y decadencia. Las élites occidentales no supieron aprovechar la oportunidad de dominar el mundo, que estaba prácticamente en sus manos, y ahora es necesario participar en la construcción de un mundo multipolar con estructuras diferentes, sin pretender poseer la hegemonía, en caso de que no se quiera permanecer en absoluto al margen de la historia.
El discurso de Putin en Múnich en 2007, el ascenso al poder en China de un líder fuerte como Xi Jinping y el rápido crecimiento de su economía, los acontecimientos en Georgia en 2008, el Maidan ucraniano, la reunificación de Rusia con Crimea y, finalmente, el inicio del Nuevo Orden Mundial en 2022 y una gran guerra en Oriente Próximo en 2023 no han hecho sino confirmar en la práctica que los prudentes análisis de Krauthammer y Samuel Huntington (4), siendo este último el que predijo un «choque de civilizaciones», estaban mucho más cerca de la verdad que Fukuyama, que era demasiado optimista (frente al Occidente liberal). Ahora resulta obvio para todos los observadores sensatos que la unipolaridad fue sólo un «momento» y que este momento está siendo sustituido por un nuevo paradigma: la multipolaridad o – más cautelosamente – el «momento multipolar» (5).
Hemos traído a colación esta discusión con la intención de subrayar el significado del concepto de «momento» en el análisis de la política mundial. A continuación, vamos a retomar el tema.
¿Momento o no momento?
El debate sobre si estamos hablando de algo irreversible o, por el contrario, temporal, transitorio e inestable en el caso de tal o cual sistema internacional, político e ideológico tiene una larga historia. A menudo, los defensores de una teoría insisten vehementemente en la irreversibilidad de los regímenes y transformaciones sociales con los que están de acuerdo, mientras que sus oponentes, o simplemente los escépticos y observadores críticos, plantean la idea alternativa de que se trata sólo de una cuestión de momento.
Las revoluciones socialistas del siglo XX – en Rusia, China, Vietnam, Corea, Cuba, etc. – contradijeron el marxismo. Pero la revolución mundial no se produjo y empezaron a existir dos sistemas ideológicos en el mundo: el mundo bipolar comenzó a existir desde 1945 (tras la victoria conjunta de comunistas y capitalistas sobre la Alemania nazi) hasta 1991. En esta confrontación ideológica cada bando argumentaba que el bando contrario no era el destino de la humanidad, sino simplemente un momento, no el fin de la historia, sino una fase dialéctica intermedia. Los comunistas insistían en que el capitalismo se derrumbaría y el socialismo reinaría en todas partes y que los propios regímenes comunistas «existirían para siempre». Los ideólogos liberales les respondieron: no, el momento histórico es el comunismo, el comunismo no es más que una desviación frente al camino burgués de desarrollo, un malentendido y el capitalismo existirá para siempre. Esta es, de hecho, la tesis de Fukuyama sobre el «fin de la historia». En 1991 parecía que tenía razón. El sistema socialista se derrumbó y las ruinas de la URSS y China se precipitaron a abrazar el libre mercado, es decir, se pasaron al capitalismo, confirmando las predicciones de los liberales.
Por supuesto, algunos marxistas marginales creen que aún no es de noche, que el sistema capitalista fracasará y entonces llegará la hora de la revolución proletaria. Pero esto no es seguro. Al fin y al cabo, cada vez hay menos proletarios en el mundo y, en general, la humanidad va en una dirección completamente distinta.
Las opiniones de los liberales, que, siguiendo a Fukuyama, consideraban que el comunismo no era más que un momento y que proclamaron que el «capitalismo sería el fin de la historia» al parecer tenían razón. Los parámetros de la nueva sociedad, en la que el capital alcanza la dominación total y real, fueron interpretados de diversas maneras por los posmodernistas, que propusieron métodos extravagantes para luchar contra el capitalismo desde dentro. Entre ellos, el suicidio proletario, la transformación consciente del individuo en un inválido o en un virus informático, la reasignación de género e incluso el especismo. Todo esto se ha convertido en el programa de la izquierda liberal estadounidense y cuenta con el apoyo activo de la cúpula dirigente del partido demócrata: el wokismo, la cultura de la cancelación, la defensa de la ecología, los transgéneros, el transhumanismo, etc. Pero tanto los partidarios como los detractores del capitalismo victorioso están de acuerdo en que no se trata sólo de una fase del desarrollo que será sustituida por otra cosa, sino que es el destino y la etapa final de la formación de la humanidad. Sólo la transición a un estado posthumano – lo que los futurólogos llaman «singularidad» – puede ir más allá. La propia mortalidad del hombre queda aquí superada en favor de la inmortalidad mecánica de la máquina. En otras palabras, bienvenidos a la Matrix.
Así, en la batalla de dos sistemas ideológicos, ganó la burguesía, que es la creadora del paradigma dominante del fin de la historia.
La importancia de Trump en la historia mundial
Sin embargo, la posibilidad misma de aplicar el término «momento» en la época de la «victoria global del capitalismo» abre una perspectiva muy especial, aún poco pensada y desarrollada, pero cada vez más clara. ¿No deberíamos asumir que el colapso franco y evidente del liderazgo occidental y la incapacidad de Occidente para ser una instancia universal de poder legítimo de pleno derecho tienen una dimensión ideológica? ¿No significa el fin de la unipolaridad y de la hegemonía occidental el fin del liberalismo?
Esta consideración se ve confirmada por un acontecimiento político crucial: el primer y segundo mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. La elección de Trump como presidente por parte de la sociedad estadounidense implica una crítica abierta al globalismo y al liberalismo como expresión del Occidente unipolar y revela que ha madurado una masa crítica de insatisfacción tanto ideológica como geopolítica frente al dominio de las élites liberales. Además, el hecho de que Trump eligiera como vicepresidente de EE.UU. a J.D. Vance deja claro que este ha abrazado la «derecha posliberal». El liberalismo fue considerado como un término negativo a lo largo de la campaña electoral de Trump, aunque se utilizó para referirse al «liberalismo de izquierdas» como ideología del Partido Demócrata estadounidense. Sin embargo, en los círculos del «trumpismo de base» el liberalismo se ha ido convirtiendo en un término negativo y ha pasado a verse como algo inseparable de la degeneración, la decadencia y la perversión de las élites gobernantes. En la ciudadela del liberalismo – Estados Unidos – ha triunfado por segunda vez en la historia reciente un político extremadamente crítico con el liberalismo y sus partidarios no tienen reparos en demonizar directamente esta corriente ideológica.
Así, podemos hablar del fin del «momento liberal», del hecho de que el liberalismo, que parecía haber vencido históricamente y derrotado de una vez por todas a la ideología, resultó ser sólo una de las etapas de la historia mundial y no su fin. Y más allá del liberalismo – después del final del liberalismo y al otro lado del liberalismo – surgirá gradualmente una ideología alternativa, un orden mundial diferente, un sistema de valores diferente. El liberalismo resultó no ser un destino, no el fin de la historia, no algo irreversible y universal, sino sólo un episodio, sólo una época histórica con un principio y un fin, con límites geográficos e históricos claros. El liberalismo se inscribe en el contexto de la modernidad occidental. Ganó batallas ideológicas con otras variedades de esta modernidad (el nacionalismo y el comunismo), pero al final se derrumbó, llegó a su fin. Y con él llegó el fin del momento unipolar de Krauthammer y el ciclo aún más extenso del dominio colonial exclusivo de Occidente a escala planetaria que comenzó con la época de los grandes descubrimientos geográficos.
El mundo Postliberal
El mundo está entrando en una fase postliberal. Sin embargo, esta fase posliberal no coincide en absoluto con lo planteado por el comunismo. En primer lugar, el movimiento socialista a escala mundial se ha derrumbado y sus puestos de avanzada – la URSS y China – han abandonado sus teorías con tal de adoptar en mayor o menor medida elementos del capitalismo. En segundo lugar, la principal fuerza motriz actual responsable del colapso del liberalismo son los valores tradicionales y las identidades profundas de las distintas civilizaciones.
La humanidad ha comenzado a superar el liberalismo no a través del socialismo – el materialista y la tecnología –, sino a través del renacer de estratos culturales que la modernidad occidental consideraba superados, desaparecidos, abolidos, es decir, a través de la premodernidad, que resultó que no había sido destruida y no mediante la posmodernidad, la cual no es sino una continuación de la modernidad occidental. El postliberalismo es algo muy diferente a cómo el pensamiento progresista de izquierdas imaginaba el futuro. En general, el postliberalismo pone entre paréntesis el dominio occidental nacido de la Modernidad y lo considera simplemente como un fenómeno temporal, una fase que no es universal e intemporal. La Modernidad no fue sino una etapa transitoria de una determinada cultura que apoyándose en la fuerza bruta y en la tecnología logró durante un cierto periodo de tiempo imponer su liderazgo a escala planetaria, creyendo que así podría universalizar sus principios, técnicas, métodos y objetivos. Esa es la historia del imperio más exitoso del mundo moderno, pero la hegemonía occidental ha llegado a su fin después de cinco siglos y la humanidad ha vuelto (tímidamente) al estado anterior antes de que se produjera el dramático ascenso de Occidente. El liberalismo, por su parte, se ha convertido históricamente en la última forma de imperialismo planetario de Occidente tras haber absorbido todos los principios básicos de la modernidad europea y haberlos llevado hasta sus últimas conclusiones lógicas: ideología de género, wokismo, cultura de la cancelación, teoría crítica de la raza, transgénero, quadrobers, posthumanismo, posmodernismo y «ontología orientada hacia los objetos». El fin del momento liberal es algo más grande que el simple fin del liberalismo: es el fin de la hegemonía exclusiva de Occidente sobre la humanidad. Es el fin de Occidente.
Hegel y el momento liberal
Hemos hablado varias veces del «fin de la Historia», pero no nos hemos detenido a examinar el origen de esa teoría. Este concepto fue planteado por Hegel y únicamente tiene sentido si examinamos su filosofía de la historia. Tanto Marx como Fukuyama se basaron en Hegel, pero el comunismo y el liberalismo modificaron profundamente el alcance de las tesis hegelianas. Según Hegel el fin de la historia no puede ser pensado dejando de lado su principio. Al comienzo de la historia Dios se encuentra oculto para sí mismo. Por lo tanto, pasa (a través de la negación de sí mismo) a la naturaleza y luego de la naturaleza, debido al principio dialéctico de Dios, a la historia. La historia es el despliegue del espíritu. Poco a poco, la historia va dando a luz distintos tipos de sociedades. Primero, las monarquías tradicionales, luego las democracias y las sociedades civiles y después llega la época del gran imperio del espíritu. En cada etapa Dios se manifiesta en la historia y en la política de forma cada vez más clara. El fin de la historia, según Hegel, es cuando Dios se manifiesta plenamente en el Estado, pero este no es un Estado ordinario, sino un Estado gobernado por los filósofos, por el espíritu. Tal Estado viene precedida por la creación de una sociedad civil dispersa y atomizada (el liberalismo), en el cual la naturaleza ya ha sido completamente superada y el espíritu aún no ha encontrado su manifestación más elevada, el cuál solo es posible de alcanzar mediante el imperio. Ahora está claro que Hegel entiende el liberalismo precisamente como un momento que domina debido a la disolución de los antiguos Estados y antes de la creación de un nuevo y verdadero Estado que pone fin a la historia.
Los marxistas y los liberales no creen en Dios, por lo que descartan este principio de Hegel, rechazando su comienzo: el Dios-en-sí. Reemplazan a Dios con la naturaleza, que sería el verdadero comienzo. La naturaleza (no está claro por qué...) se desarrolla y da lugar a la sociedad. Luego la sociedad da nacimiento a la historia y se convierte en sociedad civil, es decir, liberalismo. Los liberales se detienen ahí (según Fukuyama, el fin de la historia llega cuando toda la población de la Tierra se convierte en una «sociedad civil»). Los marxistas, en cambio, sostienen que dentro de la «sociedad civil» (¡pero sin ir más allá!) existe una fase de orden capitalista con clases sociales y otra de orden comunista sin clases sociales. En ambos casos el fin de la historia es precisamente la «sociedad civil». En ninguno de los dos casos se plantea la existencia de un imperio espiritual al final de la historia. Esto es lógico, pues al eliminar el principio (Dios) de la teoría de Hegel, se niega también el fin (el imperio del espíritu). Habiendo comenzado con la naturaleza (en Hegel es el segundo momento, no el primero), se terminan con la sociedad civil (en Hegel no es el fin de la historia, sino la fase precedente, es decir, el «momento liberal» propiamente dicho).
Y aunque el liberalismo también es sólo un momento para los marxistas, en la interpretación más general (hegeliana) de la «sociedad civil» sigue siendo algo preliminar, sobre todo porque el mismo Hegel no estaba familiarizado con la interpretación distorsionada que hizo Marx de su propia doctrina (no se sabe qué clase de discípulos tienen los grandes filósofos).
Así, en el contexto de la filosofía de Hegel, el momento liberal abarca toda la «sociedad civil» (incluida la sociedad comunista, que a finales del siglo XX resultó ser sólo una desviación del liberalismo y en la década de 1990 volvió a su matriz burguesa capitalista).
Aplicando el modelo completo (no truncado, no reducido) de la filosofía de la historia de Hegel a la cuestión que estamos considerando, obtenemos la aclaración que nos faltaba sobre qué es exactamente lo que puede venir después del liberalismo, cuyo final Hegel previó y, además, consideró inevitable, porque si Dios (alfa) está al principio de todo, también debe estar al final de todo (omega). Hegel consideraba que esta encarnación de Dios al final de la historia era algo análogo a lo que hoy se suele llamar el Estado-civilización. Es decir, el fin del liberalismo no es en absoluto el fin de la historia, sino el fin de una determinada etapa, que tiene su propio significado en el contexto general del cambio de ciclos y épocas, y que es un preludio necesario (aunque negativo) a la instauración del imperio del espíritu.
Postmodernidad y monarquismo
En este contexto, el monarquismo adquiere un significado especial. No en retrospectiva, sino en perspectiva: el monarquismo del futuro. La democracia liberal y la era de la república se han agotado. Los intentos de construir una república mundial han fracasado por completo. En enero de 2025 se sellará definitivamente este fracaso.
Pero, ¿qué vendrá después? ¿Qué parámetros tendrá la época posliberal? Esta pregunta sigue completamente abierta. Pero la mera idea de que todo el contenido de la modernidad europea – ciencia, cultura, política, tecnología, sociedad, valores, etc. – no era más que un simple episodio, que desembocó en un final vergonzoso y miserable, muestra lo inesperado de este futuro postliberal tras el fin del momento liberal.
Hegel nos da una pista de cómo será: una época de monarquías. Y hay indicios claros de que su filosofía (la versión completa y no la truncada defendida por los liberales y marxistas) tenía toda la razón
La Rusia actual, aunque formalmente sigue siendo una democracia liberal, ha tomado partido por lo valores tradicionales y es, en la práctica, una monarquía. El hecho de que tengamos un único líder nacional, la inamovilidad del poder supremo y nuestra confianza en los fundamentos espirituales, la identidad y la tradición son requisitos previos para que se dé una transición a la monarquía, no desde una perspectiva formal, sino desde el punto de vista de los principios. Claro, no se trata de una monarquía nacional, sino de un imperio del espíritu, la restauración del Katechon, la Tercera Roma, la capital de la civilización ortodoxa. Desde un punto de vista histórico y geopolítico esto incluye el legado de Gengis Khan. El fin de la historia será ruso o no será. En cualquier caso, el momento liberal de la política rusa ha pasado irrevocablemente y la premodernidad rusa será cada vez más relevante.
Otros Estados-civilización también están avanzan gradualmente en la misma dirección. Narendra Modi cada vez presenta más y más los rasgos distintivos del Devaraja o Chakravartin, el monarca sagrado, asemejándose al décimo avatar, Kalki, que viene a poner fin a la Edad Oscura, la época de la decadencia y la degeneración, que coincide exactamente con el momento liberal que Modi ha llamado a superar en su lucha por restaurar el Hindutva, la identidad india. Del primer avatar al décimo, de nuevo, como sostiene Hegel, se produce una continuidad entre el alfa y el omega.
En la actual China comunista el liderazgo de Xi Jinping muestra cada vez más los rasgos de la restauración de un imperio confuciano tradicional. Y su líder asume el arquetipo del Emperador Amarillo. La China contemporánea tiene todos los motivos para avanzar hacia la creación de un imperio hegeliano del espíritu. Y el marxismo puede ser muy útil aquí, sólo hay que dar un paso y completar hasta el final la versión marxista truncada y por tanto contradictoria de la lectura de Hegel. Al principio existía Dios (digamos, Pangu). Al final habrá «Tianxia» (天下) -- la doctrina del eterno sagrado Imperio Celestial.
El mundo islámico también necesita integrarse. El Califato de Bagdad 2.0 podría ser un punto de referencia, porque fue en la época abasí cuando tanto la civilización islámica como el Estado islámico alcanzaron su apogeo.
Es muy posible suponer la creación de un imperio africano y de un imperio latinoamericano. No es casualidad que América Latina esté representada en el BRICS por Brasil, el único territorio colonial de la historia que durante cierto tiempo paso de ser una periferia a ser el centro: la capital del Imperio portugués.
Por último, por qué no considerar un giro aparentemente paradójico de la política norteamericana hacia el monarquismo. El filósofo norteamericano Curtis Yarvin lleva mucho tiempo hablando de la necesidad de una monarquía en Estados Unidos. Hasta hace muy poco se le consideraba una figura marginal extravagante. Pero luego resultó que sus ideas influyeron mucho en el futuro vicepresidente de Estados Unidos, James David Vance. ¿Y no es Donald Trump una especie de monarca? Donald Primero. También tenemos a Donald Trump Jr., un joven notable llamado Barron Trump. En un mundo post-liberal, todo es posible. Incluso un giro monárquico.
El futuro está abierto
El mismo término «momento liberal», si pensamos en su contenido, tiene un tremendo potencial revolucionario en la esfera del pensamiento político. Lo que se pensaba que era el destino, la inevitabilidad, la ley de hierro de la historia, resulta ser sólo una pincelada en medio de un lienzo mucho más amplio y rico. Esto significa que la humanidad dispone de una libertad infinita de imaginación política: ahora todo es posible. El regreso al pasado, incluida la antigüedad más remota, la restauración de los reinos sagrados, incluidos los imaginarios, el descubrimiento de nuevos caminos, el desenterramiento de las identidades olvidadas y la libre creación de otras nuevas. Sólo hay que dejar de lado el liberalismo y sus dogmas, pues el mundo está cambiando.
En lugar del fatalismo que pregonaba la sustitución de las personas por las máquinas (Singularidad), el tecnoapocalipsis y el armagedón nuclear, se abre ante nosotros un horizonte desconocido. Desde este punto podemos ir en cualquier dirección: la dictadura del determinismo histórico queda derrocada. Comienza la pluralidad de los tiempos. Y Hegel con su imperio del espíritu y el establecimiento de monarquías de nuevo tipo es sólo una de sus posibilidades. Una perspectiva atractiva, pero no la única. Seguramente, gracias a la diversidad de civilizaciones que tiene la humanidad existirán otras formas de superar el momento liberal.
Notas:
[1] Krauthammer Ch. The Unipolar Moment // Foreign Affairs, 70.1, 1990/1991. P. 23-33.
[2] Fukuyama F. The End of History and the Last Man. NY: Free Press, 1992.
[3] Krauthammer Ch. The Unipolar Moment Revisited // National Interest, 70, 2002/2003: P. 5-17.
[4] Huntington S. The Clash of Civilizations?// Foreign Affairs, summer 1993. P. 22-47.
[5] Савин Л. Многополярный момент [https://www.geopolitika.ru/article/mnogopolyarnyy-moment]
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adiariomx · 6 months ago
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