#juntos en la hoguera
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Una antigua ciudad plagada de dragones.
Zaraela. Una bailadora de flamenco que debe convertirse en cazadora de dragonas para salvar el legado de la familia.
Arturo. Un cazador de dragones que se niega a mostrale el camino.
Ellos no se soportan, pero se necesitan. Y sin Arturo, el mundo de Zaraela arderá.
Nombre: Juntos en la hoguero
Editorial: Puck
Autor: Isabel Ibañez
Año: 2022
Titulo original: Together we burn
En papel: Gandhi, Casa del libro, Amazon, Buscalibre
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La sostuve
Jamás pensé que llevaría un registro de las veces que te vi como luciérnagas que alumbran un cálido encaje del viento, en torno a la cascada de tu cabello, una hoguera de hebras rojizas y escarlatas que ondean hasta las cenizas.
Mas ahora lo hago, rescatar una tarde de arándanos y cigarros intercalados con agua y cenizas y piedras. Nos encontramos: ¿Recuerdas con qué facilidad la sostuve? Tu mano, junto a la marea en calma del cosmos.
Solo y soñando contigo, ahora lo hago. -snieto
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RELATO DE TERROR.
• AUTOR: Lauren Hamilton
• ¿POR QUÉ DEBERÍA GANAR TU RELATO?: Diría que es perfecto para contar en una noche en mitad del bosque junto a una hoguera.
• SINOPSIS: ¿Te atreves a escuchar la historia de una criatura sobrenatural de la que nadie había oído hablar jamás?
Nadie jamás había escuchado hablar de aquella criatura que se arrastraba por las noches. Quizás porque nadie jamás había salido con vida de un encuentro con la misma.
A la criatura le encantaba vagar por los cementerios, reptando entre las tumbas, enroscándose en los ángeles de la muerte que vigilaban las criptas.
Su forma aún no estaba definida, por eso se metía bajo tierra, en los ataúdes y rompía las cabezas de los cadáveres más recientes, devoraba las cuencas de sus ojos, batía el cerebro y se tragaba hasta la lengua. Le gustaba jugar con el cráneo como si fuera suyo propio, fantaseaba con encontrar algún día un recipiente que poder habitar.
Los animales se escondían cuando lo escuchaban pasar y los humanos no eran capaces de advertir su llegada. Muchos se reían de los escalofríos que tenían, asegurando que era el viento y no la criatura que le respiraba en la nuca, analizando la mejor parte de la cabeza por la que empezar a perforar.
Su primera víctima viva deambulaba sola por el cementerio. Desapareció en cuestión de horas. Ni siquiera dejó los huesos.
La segunda víctima estaba en compañía, pero aquello no detuvo a la criatura. Se las ingenió para apartarla de su grupo, usando los sonidos de la noche a su favor, aprendiendo a imitar las voces de todas esas lenguas que había comido.
La criatura encontró un deleite aun mayor cuando se dio cuenta de que había engañado a su víctima, que había acudido a su llamada. Prácticamente, su comida había andado hacia su boca imaginaria.
Solo la noche pudo hacerse responsable de contar todas las víctimas que habían desaparecido por culpa de la criatura. ¿50? ¿100? No estaba del todo seguro, pero eran números suficientemente altos como para haber aprendido un par de trucos sobre cómo engañar a humanos.
Ahora era capaz de imitar la desesperación de una madre, la risa de un amigo o el llanto de un bebé. Pronunciaba palabras que hacía temblar hasta la niebla y creaba siluetas tan realistas que podía engañar hasta al más escéptico de los científicos.
La criatura dejó de vagar por los cementerios y empezó a deambular por las calles de la gran ciudad.
Pronto descubrió que su comida favorita era el cerebro que estaba impregnado de miedo. Por eso adoptó una táctica diferente, aunque su método seguía siendo el mismo: perforaba la mente de los humanos.
Dicen que se presenta en tu casa, caminando por ella como si le perteneciera, se coloca a los pies de tu cama y te observa mientras duermes, con unos ojos tan brillantes que resultan cegadores. Dicen que se arrastra entre tus sábanas y estudia tu cabeza, con una sonrisa que te perseguirá hasta los mismísimos infiernos. Dicen que te toca el rostro con unos dedos erráticos tan fríos que te congela el alma. Dicen que eso lo hace noche tras noche hasta que estes tan desesperado que la muerte no te parezca una opción tan mala.
Y te estarás preguntando: ¿cómo es posible que sepas su historia si nadie jamás ha oído hablar de esta criatura?
Bueno, solo hay una forma de que pueda entrar en tu casa y es que la víctima tiene que saber de la existencia de la criatura.
Por eso, si esta noche escuchas pasos en tu casa, ten miedo, porque puedes dar por sentado de que soy yo.
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La Fiesta de San Juan, también llamada Víspera de San Juan o Noche de San Juan, es la celebración que tiene lugar anualmente en la víspera de la festividad cristiana del nacimiento de San Juan Bautista el día 24 de junio.12
Algunos vinculan la festividad, o algunas de sus celebraciones, a ritos de origen pagano previos o ajenos al cristianismo (Litha), reminiscencia de sacrificios humanos.34 En países europeos-mediterráneos la realización de hogueras suele ser un elemento habitual.
Se celebra en muchos puntos de Europa, aunque está especialmente arraigada en las áreas periféricas: Inglaterra (Midsummer o St. John's Eve), Irlanda, España, Portugal (fogueiras de São João), Noruega (Jonsok), Dinamarca (Sankthans), Suecia (Midsommar), Finlandia (Juhannus), Estonia (Jaanipäev). En Sudamérica (donde se acerca al solsticio de invierno) es festejada especialmente en el nordeste de Argentina, Brasil (tiene Festas Juninas), Bolivia, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Puerto Rico y Venezuela, donde la noche de San Juan está así mismo relacionada con antiquísimas tradiciones y leyendas españolas como la Leyenda de la Encantada.
Significado religioso
Esta celebración de San Juan Bautista se da debido a que es el santo que está junto al niño Jesús y el único del que se celebra el nacimiento. En la historia sagrada, San Juan Bautista es el primo de Jesús, que anuncia el nacimiento del Mesías y por eso se le considera su precursor. No es casualidad que su fiesta se celebre justo seis meses antes de la Natividad de Jesús. En varios lugares, para honrar al santo se construyen altares en las casas privadas que se pueden visitar durante la noche del 23 al 24 de junio. También son frecuentes las fiestas populares nocturnas en la noche del 23, acompañadas de muchos repiques de tambor y bebidas espirituosas con las que se le da inicio a la festividad, y son tradición, probablemente precristiana, las hogueras. En la mañana del día 24,5 el santo es sacado del lugar donde estuvo guardado durante un año y es llevado sobre la cabeza o en los hombros de quien es nombrado su guardián que en este caso es el dueño del lugar donde estuvo resguardado, es un recorrido que se hace por todo el pueblo o comunidad donde realizan la celebración hasta llegar a la iglesia donde culminan con la celebración de una misa y el fabuloso repique de los tambores. Los fieles esperan al caer la noche para realizar algunos rituales que le dan protagonismo al día, uno de ellos es cortarse el cabello para que crezca fortalecido, otro es colocar un huevo en un vaso de agua y de esa manera tener conocimiento de su futuro, también se dice que ese día el agua adquiere propiedades beneficiosas, las plantas cualidades milagrosas y curativas, así como otras ceremonias que son realizadas por los creyentes con mucha fe, luego se deja el santo en la iglesia y el pueblo se dedica a celebrar toda la noche bajo el toque de tambores.
La fiesta cristiana de San Juan es el 24 de junio, seis meses antes de la víspera del nacimiento de Jesús, que se situaba el 25 de diciembre (según el calendario romano, ambas fiestas se sitúan en el octavo día antes de las calendas de enero y julio, respectivamente). Estos seis meses son la diferencia que los evangelios indican entre uno y otro nacimiento. No obstante, tres días de diferencia de ambas fechas con ambos solsticios hace que no sea razonable asignar esta fiesta al solsticio (aunque es cierto que en el III siglo el 25 de diciembre, octava ante calendas de enero, se celebraba la fiesta romana del Sol Invicto) así que los estudiosos se inclinan por el hecho de que el 25 de diciembre, nacimiento de Jesús, se asocia también con la celebración judía de la Hanukkah o dedicación del Templo (Jesús era el nuevo Templo para los cristianos); pero existen también otras teorías, según las cuales la muerte de Jesús se habría producido el mismo día de su concepción y esta fecha, que también coincidía con la de la creación del mundo, se situaba el 25 de marzo; por tanto el nacimiento, nueve meses más tarde, habría tenido lugar el 25 de diciembre. Según este razonamiento, la colocación de la fiesta de San Juan no estaría directamente relacionada con las celebraciones paganas del solsticio de verano, aunque de alguna forma sirviese también para reconducirlas al universo de referencia cristiano.
Vinculación con el solsticio de verano.
La llegada del solsticio de verano se celebra en toda la geografía española con ritos y tradiciones ancestrales. Algunos piensan que San Juan es la noche más corta del año (en el hemisferio norte) o la más larga (en el sur), aunque en realidad esto suele ocurrir el día 21 de junio, por lo que en muchas localidades se celebran fiestas que duran hasta el amanecer y en las que el fuego y las hogueras tienen un papel especial. La noche de San Juan ha adquirido la magia de las antiguas fiestas paganas que se organizaban con el solsticio de verano.6
El origen de esta costumbre se asocia con las celebraciones en las que se festejaba la llegada del solsticio de verano, el 21 de junio en el hemisferio norte, cuyo rito principal consiste en encender una hoguera. La finalidad de este rito era "dar más fuerza al sol", que a partir de esos días iba haciéndose más "débil" ―los días se van haciendo más cortos hasta el solsticio de invierno. Simbólicamente, el fuego también tiene una función "purificadora" en las personas que lo contemplaban.
En muchos lugares no cabe duda de que las celebraciones actuales tienen una conexión directa con las celebraciones de la antigüedad ligadas al solsticio de verano, influidas por ritos precristianos o simplemente vinculados a los ciclos de la naturaleza. Sin embargo, en otros lugares (por ejemplo, España y Portugal) la existencia de una vinculación entre las celebraciones del solsticio de verano (en el hemisferio norte) que tiene lugar el 20-21 de junio y las celebraciones del día de San Juan (el 24 de junio) varían en función de las fechas, la discontinuidad en la celebración, las tradiciones y costumbres o la ruptura con el pasado precristiano que supuso el largo período de dominación musulmana en la península ibérica, que haría imposible cualquier vinculación con cultos paganos de una festividad vinculada al cristianismo (pero en realidad los musulmanes no intervinieron directamente sobre las costumbres religiosas del pueblo cristiano, como testimonia la conservación del culto mozárabe en Toledo). Pese a ello, se observan elementos comunes, como la realización de hogueras en las calles y plazas de las poblaciones donde se reúnen familiares y amigos.
La vinculación de los ritos ligados al solsticio de verano con otra celebración popular y bastante extendida del mes de junio, las «verbenas de San Pedro» (el 29 de junio, día que el santoral cristiano otorga al primer papa), resulta aún menos clara.
Disputa sobre la fecha
En aquellos lugares donde la celebración se liga a la fiesta de San Juan (24 de junio) y no a la efeméride astronómica del solsticio de verano (21-22 de junio) existe una disputa sobre cuál es la auténtica "noche de San Juan". Si bien cabe entender que a partir de las 0:00 horas ya se trata del 'día de San Juan' y, por tanto (al ser de noche en las zonas lejanas al círculo polar ártico) esas primeras horas puedan más de lo habitual es entender que la noche de un determinado día no se refiere a las primeras horas del mismo, sino a las últimas, una vez que ya se ha puesto el Sol. Ello además se refuerza con el uso tradicional del concepto de "noche" donde la "noche del lunes" es la que va del lunes al martes y no la del domingo al lunes. Esta diferente interpretación da lugar a que en algunas regiones (p.ej. Almería, La Coruña o Barcelona) las celebraciones tengan lugar la noche del 23 al 24 de junio mientras que otras la noche del 24 al 25 (ej. Hogueras de Alicante). Por otro lado, no es extraño que en algunas partes la celebración se extienda a las dos noches en función del espíritu festivo de cada sitio.
Wikipedia
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Eres mi luz en esta tierra salvaje. Una historia de Khal drogo x personaje masculino.
(La historia fue escrita en parte por mí, salvos unas cuantas situaciones que fueron para complacer una petición externa. Pero las bases principales, la trama y el personaje "Dhaevos" y su historia si son de mi creación).
En las vastas llanuras de Essos, donde el viento lleva consigo el aroma de la hierba y el eco de los cascos de los caballos, se alzaba un pequeño pueblo. Sus chozas de barro y paja se agrupaban alrededor de un pozo central, los animales de pequeños establos se alimentaban tranquilamente, y los habitantes vivían en armonía con la naturaleza.
Un día, como un torbellino de fuego y acero, Khal Drogo, el líder de los Dothraki, descendió sobre el pueblo, con el objeto de la conquista y la toma de recursos. Sus guerreros montados en sus corceles, con trenzas ondeando al viento, arrasaron los campos y saquearon las casas.El aire se llenó de gritos y el olor a sangre. En medio del caos, Dhaevos, un joven muchacho de ojos curiosos y manos hábiles, emergió de su choza. Era el antiguo aprendiz del sanador del pueblo, quien logro el título de su maestro, siendo conocido por sus habilidades para curar heridas y aliviar el dolor. Sus manos eran suaves y cálidas, y su corazón estaba lleno de compasión.
Khal Drogo, con su mirada fiera y su piel curtida por el sol, cabalgaba por el pueblo, a lo lejos vió a al muchacho, notando que no buscaba huir de la masacre, con un sentimiento de curiosidad se acercó y se detuvo ante Dhaevos. El joven sanador no mostró miedo; en cambio, sus ojos se encontraron con los del khal, y algo cambió en ese instante. Khal Drogo vio en Dhaevos algo más que un simple habitante del pueblo. Vio la sabiduría en sus ojos y la valentía en su postura. "¿Quién eres, y porque no peleas o huyes, muchacho?" gruñó Khal Drogo en su lengua gutural." Soy Dhaevos, el sanador", respondió Davos con voz firme. "No deseo luchar, eso sería inútil, y si huyo, no podría llegar muy lejos. Solo quiero ayudar a los heridos de mi gente". Khal Drogo lo estudió durante un largo momento. Luego, asintió. "Tus habilidades son valiosas. No te mataré. Pero debes servirme". Sabiendo que no tenía muchas opciones, Dhaevos aceptó su destino, el khal le permitió atender las heridas de los pocos sobrevivientes de su pueblo hasta que la noche se alzo imponente. Luego de la masacre khal drogo y sus hombres se marcharon, y Dhaevos con ellos.
Pasó los días atendiendo a los heridos dothraki, curando sus heridas de batalla y aliviando su dolor; a pesar de haber sobrevivido, la tristeza por la masacre de su pueblo lo inundaba, pero no se dejaba vencer por ella, si lo hacia entorpecería su labor, y si eso ocurría lo mataran por ser una carga, asi que asimilando totalmente su nueva vida, la acepto.
Khal Drogo lo observaba desde las sombras, sus ojos oscuros siguiendo cada movimiento de Dhaevos. El khal era un guerrero feroz, pero también un hombre de honor, y no veía necesidad alguna de que el chico muriera. No permitiría que nadie dañara al sanador. Notando que no toda su gente podía hablar la lengua del sanador, el khal tomo la decisión de enseñarle su lengua natal, sería un arduo trabajo, pero sabiendo que así el muchacho podria hacer mejor su labor.
Con el tiempo, habiendo asimilado rápidamente a lengua Dothraki, para sorpresa de muchos. Khal Drogo y Dhaevos comenzaron a hablar más allá de las heridas y las enfermedades. Compartieron historias de sus vidas, sus sueños y sus miedos. Khal Drogo admiraba la valentía de Dhaevos y su dedicación a su gente. Dhaevos, a su vez, veía en Khal Drogo algo más que un conquistador implacable. Veía al hombre detrás del título, al corazón que latía bajo la armadura de cuero. Una noche, junto a la hoguera, estando los dos solos, Khal Drogo tomó la mano de Dhaevos. "Eres más que un sanador para mí", dijo en voz baja, "aun no lo entiendo, pero solo contigo muestro esta parte de mi, te haz vuelto en mi debilidades y la fuente de mis fortalezas", guardo silencio un momento y luego continuo, "Eres mi luz en esta tierra salvaje". Dhaevos sintió su corazón latir con fuerza, no esperaba tal confesión del otro hombre, pero guiado por lo que le decia su corazón habló, "Y tú eres mi protector, mi khal, te haz vuelto lo mas valioso de mi vida". Así comenzó una historia de amor improbable entre un guerrero dothraki y un sanador. Sus mundos eran diferentes, pero sus corazones se encontraron en el espacio entre las estrellas. Khal Drogo aprendió a amar la ternura de Dhaevos, y Dhaevos descubrió la pasión ardiente que ardía en el khal.
En las noches silenciosas, cuando la luna brillaba sobre las llanuras, siendo la única testigo del amor de ambos hombres, Khal Drogo y Dhaevos se encontraban en secreto. Sus labios se buscaban, sus cuerpos se entrelazaban, y el mundo exterior desaparecía. No importaba que fueran enemigos en la guerra; en ese momento, solo existían ellos dos.
La gente del pueblo murmuraba sobre el extraño vínculo entre el khal y el sanador. Algunos lo veían como una traición, otros como un milagro. Pero Khal Drogo no se preocupaba por los murmullos, y el joven sanador se hacia de oidos sordos, si a su amado Drogo no le preocupan los murmullos de los demas, entonces a el tampoco. Mientras que a los ojos Khal Drogo, solo sabía que había encontrado algo más valioso que todas las riquezas del mundo: el amor de Dhaevos. Por su parte Dhaevos fue despertando la admiración y el respeto del pueblo Dothraki, la compasión y empatia que el muchacho mostraba a los que ayudaba es algo muy raro estre su gente, logrando que muchos lo comenzaran a ver cómo una bendición del cielo para su pueblo.
Y así, en medio de la sangre y el polvo, en un mundo donde las espadas hablaban más fuerte que las palabras, Khal Drogo y Dhaevos escribieron su propia leyenda. Una historia de amor inesperado para ambos pero que aprecian con ferviente intensidad.
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Highlander (1986)
La película cuenta la historia de los inmortales, humanos que solo pueden morir mediante la decapitación y que han existido a lo largo de los tiempos. Uno de ellos, el protagonista de la película, es Connor MacLeod, del clan escocés MacLeod, mientras que su enemigo es conocido como El Kurgan; junto a ambos personajes, la película muestra o menciona a otros cuatro inmortales, aunque parece claro que el número de los mismos sería mucho mayor.
El destino de los inmortales es combatir entre ellos en duelos para alcanzar el Premio, que obtendrá el vencedor del duelo final.
La naturaleza exacta del Premio no queda clara, aunque parece consistir en un poder y sabiduría que permitiría al ganador guiar al mundo a una nueva era ya sea de paz u oscuridad, dependiendo de la naturaleza del vencedor.
El clan MacLeod:
De acuerdo con la película, Connor MacLeod nació en el año 1518 en las Highlands (Tierras Altas) escocesas, en la aldea de Glenfinnan a orillas del Lago Shiel. En 1536, a la edad de 18 años, Connor partió con su clan a combatir frente al clan Frazer rival, en lo que sería su primera batalla. Entre las filas del clan Frazer se encontraba el Kurgan (Clancy Brown), un gigantesco inmortal de las estepas rusas nacido en el I milenio a. C., que al parecer tenía conocimiento previo de la condición de Connor como pre inmortal, algo que el propio Connor desconocía.
El Kurgan consiguió herir mortalmente a Connor atravesándolo con su espada, aunque fue repelido por los parientes del escocés antes de que consiguiera decapitarles. Connor fue trasladado a su aldea, donde le fue administrada la extremaunción debido a la gravedad de la herida, rodeado de sus acongojados parientes, aunque tras una noche de agonía consiguió restablecerse asombrosamente.
Su clan le acusó entonces de brujería, maltratándolo y disponiéndose a quemarlo en la hoguera, aunque su primo Angus (James Cosmo) intercedió por él, convenciendo al clan para desterrarlo. Connor consiguió así salvarse de la hoguera, aunque rompiendo todo vínculo con su clan y su tierra de origen.
El exilio:
Connor se estableció finalmente en Glen Coe, donde contrajo matrimonio con Heather MacDonald (Beatie Edney), su primera esposa, y donde aprendió el trabajo de herrero de su suegro. En 1541 Connor fue localizado por un inmortal mucho mayor, que se presentó como Juan Sánchez Villalobos Ramírez (Sean Connery).
Ramírez asumió de inmediato la tarea de adiestrar a Connor en su condición de inmortal, explicándole el origen de los inmortales, la búsqueda del Premio y sus reglas:
Ramírez confesó a Connor que su nombre español era en realidad un pseudónimo, debido al cargo que desempeñaba como Espadero Mayor del rey Carlos I de España. Según la novelización, su verdadero nombre era Tak-Ne, y era oriundo de Egipto, donde había nacido en el año 896 a. C. Se había convertido en inmortal en el 851 a. C., a los 45 años de edad, viajando desde entonces por el mundo hasta llegar a Japón a principios del siglo VI a. C. Allí había contraído matrimonio con la princesa Shakiko, su tercera esposa e hija del herrero Masamune, un genio de la metalurgia adelantado a su tiempo, quien regaló a Tak-Ne su emblemática katana en el 593 a. C.
Ramírez aconsejó a Connor dejar a Heather, puesto que suponía un gran dolor enfrentarse a la muerte de la persona amada. Tal como contó al escocés.
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Nos enamoramos en otoño, como dice la canción.
Grave, pero supimos armonizar a través de este amor melodioso. Frío, contra el viento, pero a mi corazón supiste protegerlo con tu calor.
Recuerdo que no funcionamos y me dejaste una tarde bajo el sol; el mes se volvió mi tristeza de verano.
Todo era tan colorido: escuché las risas de los niños, observé las palomas surcar el cielo tranquilo, pisé la arena, me hundí en las olas, pero con la diferencia de que ya no estaba contigo.
En mí, sólo habitaba un enorme vacío. Mi cuerpo estaba presente, mi alma ausente, y los lugares que eran cálidos para mí se transformaron en un verano cruel.
El invierno no llegó de inmediato, pero sentí que estaba viviendo bajo una borrasca de nieve, haciendo hasta lo impensable para mantener encendida una hoguera que construí luego de mucho sangrar y llorar.
Así que elegí sobrevivir, elegí no perderme, aunque en ese punto era un ermitaño que no tenía nada que perder.
Hasta que llegó la primavera y comprendí el nacimiento de las flores, cómo cuidan su belleza pese a los días duros, cómo lucen vivas, inspiradoras y artísticas pese a la contaminación y los cambios de clima.
Y aunque no fue fácil, me impulsé hacia arriba para nadar junto a las olas y no bajo ellas.
Entendí por qué la oscuridad no es habitable, por lo tanto, mi corazón renació en la luz, sanó sus heridas con verdaderas sonrisas, brilla a través de sus cicatrices bajo el sol e incluso después de sus ocasos, y mantiene su rojo vivo como las cerezas en primavera.
Aprendí que la felicidad sigue existiendo aun cuando el mejor momento de tu vida acaba.
-Dark prince
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No podría asegurar si estaba del todo consciente.
Me encontraba en medio del espeso bosque, tiritando de pavor, con suaves rayos de sol que apenas podían llegar a mí entre tantas ramas espinosas. Aunque no recordaba nada, estaba seguro de que había estado caminando durante varias horas, pues mi figura estaba agotada, casi muerta.
No lograba ver ningún sendero cercano, por lo que tampoco sabía cómo había llegado hasta allí.
Una melodía estrepitosa inició de repente; se oía entre los arbustos del lugar. Podía escuchar, a demás, algunas voces susurrando, junto a un fuerte olor a azufre y a carne en descomposición.
Sin darme cuenta, me hallaba al final del trayecto, frente a una enorme fogata encendida, rodeada de lo que parecían huesos humanos.
Las sombras burlonas comenzaron a encerrarme, mientras pude notar, en lo alto de un barranco, al demonio haciéndose presente, con un cuerpo inmóvil a sus pies, deseoso de empezar el ritual.
La hoguera se avivó de repente y, con la oscuridad invadiéndolo todo, mis memorias fueron devueltas.
El temor comenzó a desvanecerse, recordando entonces que era yo, y nadie más que yo, quien quería entregar mi alma al profundo averno… para toda la eternidad.
— Ideas Neuróticas ©️
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Espero que les guste el capítulo y me ayuden dándole mucho amor ❤️
El sabor del rojo
Capítulo 2
Precedida por un linaje real en donde los hombres siempre tenían el trono asegurado desde antes del nacimiento o de demostrar ser dignos, fue sin duda una frustrante noticia para tu padre cuando el sexto embarazo de su esposa resultó en ti: otra mujer. Ese día de invierno te sostuvo entre sus brazos mientras gimoteabas al sentir el mundo por primera vez y no pudo odiarte por no cumplir sus expectativas. Estuvo conmocionado ante la noticia de que su sexto primogénito era otro fracaso por conseguir al primer varón que pudiera heredar su trono, pero simplemente se rindió y abandonó todo deseo por un hijo muy en el fondo de su ser antes de acabar con esa tradición que desde más de una decena de generaciones atrás había sido el deseo de todo rey. Terminó por aceptar que en un futuro su hija mayor fuera la que heredara el trono y a ti te trató como su padre lo trató a él, para convertirte en una guerrera no le importó enfocarte en el arte de la guerra ni que ignoraras la delicada etiqueta de una doncella. Prefirió entrenarte con la espada desde el alba hasta el ocaso y ese recuerdo llegó a ti mientras yacías profundamente dormida: las llagas en tus manos tras blandir la espada mil veces contra el más fuerte de sus soldados y los impactos en el suelo tras haber sido mil veces derrotada. Recordabas el dolor en cada músculo de tu cuerpo tras entrenar hasta el cansancio, planificar tácticas militares que en principio se derrumbaban como las delicadas hojas de un árbol en el otoño al ser tocadas por una débil brisa y educarte en la guerra donde no se te permitiría ser delicada ni débil cuando la vida de tu pueblo dependía de dar la tuya a cambio. No era un secreto que eras la favorita de tu padre, pues era en ti en donde él entregaba sus más grandes esperanzas y merecido orgullo., pero no podías evitar envidiar la vida llena de lujos de tus hermanas.
Despertaste pesadamente. El sol entrando por el ventanal atormentó tus ojos cansados antes de que decidieras abrirlos, como si la intensidad de sus rayos lograra atravesar tus párpados con tal de hacerte recuperar la consciencia. No quisiste abrir los ojos de inmediato, pues esperabas encontrarte en la peor de las situaciones posibles; siendo una prisionera de guerra en las catacumbas del palacio de Kaliz o en el reino enemigo, atada con cadenas en tus tobillos y muñecas a una pared llena de humedad y musgo. Esperabas oler el penetrante olor del agua estancada y la orina de otros prisioneros, pero para tu sorpresa te encontrabas acostada en una mullida cama con el olor del jardín infiltrándose a la habitación junto con una refrescante brisa. Estabas en tus aposentos y eso te confundió aún más. ¿Había sido un sueño la brutal lucha contra el soberano de los dragones? No, no lo era. Sentiste una punzada de dolor cuando levantaste tu hombro izquierdo y vislumbraste bajo tu camisón las vendas que cubrían la herida aún cicatrizando. Un momentáneo recuerdo llegó a tu mente con forma de esa arrogante sonrisa y esos orbes carmesí que brillaban como dos hogueras crepitando. Estabas segura que fuiste incapaz de detenerlo y aún así… ¿Cómo seguías viva? Fue fácil llenarte de preguntas, pero no resolverlas.
Inspeccionaste tu habitación. La chimenea mantenía la ceniza de la madera junto con unas moribundas ascuas que de seguro te calentaron durante toda la noche, los libros estaban ordenados en la biblioteca empotrada en la misma pared que la chimenea, los sillones se encontraban en el mismo lugar frente al fuego, tu armadura colgaba de un soporte en la esquina de la habitación. Todo parecía estar tan normal que te preocupaba. Te sentaste en el borde de la cama y en ese momento una de las sirvientes del palacio entró a la habitación.
“Princesa, me alivia ver que ha despertado. Su padre, el rey, requiere de su presencia en el salón del trono”, anunció la sirvienta con una reverencia para ti. La mujer mantenía su mirada en el suelo antes de dejarte un recipiente con agua para que te lavaras el rostro. “He pulido su armadura lo mejor posible para la reunión, pero ha quedado con abolladuras luego de la batalla a las afueras de la muralla”. Ella le dió un breve vistazo a la armadura en su soporte.
“¿Cuál es el motivo por el que mi padre me ha llamado?”, preguntaste antes de levantarte. Tu tono denotaba algo de cansancio, pero siempre amable con ella. “¿Qué sucedió con el Ejército Rojo?”
La sirvienta, toma la jarra con agua y la vacía en un recipiente sobre tu mesa y deja una toalla tibia al lado. Clavas tu mirada en tu reflejo en el agua antes de verte al espejo. Las marcas tenues de unas manos en tu cuello se notan lo suficiente para recordarte quien las provocó y entonces trazas el moretón suavemente con la lleva de tus dedos, luego lavas tu cara.
“El emperador del Ejército Rojo tuvo piedad de usted, majestad. La dejó inconsciente en el campo de batalla, pero sufrimos muchas pérdidas durante el combate”, su voz tembló con una obvia amargura y tristeza, aunque claramente agradecía por la vida tuya que había sido perdonada. “Dejaron a unos pocos soldados Adnianos vivos y los tomaron como prisioneros en sus campamentos a orillas del río. A usted la trajo el mismo emperador dragón entre sus brazos y accedió a devolverla al palacio como una ofrenda de paz. Su padre ha proclamado una audiencia oficial para el acuerdo de paz en unas cuantas horas. Por eso requiere su presencia”.
Apretaste tus puños en el borde de la mesa. El coraje ardía en tu sangre al recordar todas las vidas humanas que viste ser arrebatadas por aquel hombre y sus soldados. Una parte de ti quería negarse rotundamente a aquella búsqueda de paz, querías acabar con su vida de una vez por todas y vengar todas las muertes de tus soldados y hermanos, pero te contuviste. No eras alguien para tomar ese tipo de decisiones y aún quedaban otras vidas que se podían salvar. Eso era lo único que lograba apaciguar tu rabia.
“Está bien… Te agradezco…”. Suspiraste antes de hacer una cuenca con tus manos para tomar algo del agua y así mojarte la cara, luego te secaste con la toalla.
Con firmes zancadas caminabas hacia el salón del trono. Te habías vuelto a colocar la armadura, pero te frustró encontrar esas impactantes abolladuras en el metal platinado por más resistente que era el material. Sin duda él era una bestia… y aún así te había dejado vivir. ¿Por buscar la paz? No te tragabas ese cuento.
Cuando finalmente llegaste al salón tu mirada se fijó de inmediato en la imponente figura del emperador enemigo; vestía su armadura negra que resplandecía con grietas enrojecidas como el fuego que subyace en las escamas de un dragón, su cabello corto estaba pulcramente arreglado hacia atrás con unos cuantos de sus rizos coronándose a sus costados, mantenía sus brazos cruzados sobre el pecho y sus fieros ojos permanecieron inmersos en el dueño del trono antes de fijarse en ti y no se apartaron durante un gran rato. Lo miraste de soslayo antes de entrar al salón y hacer una reverencia a tu padre, luego te plantaste junto a tus hermanas a un costado del altar donde se ubicaba el trono y esperaste a que la audiencia empezara sin más.
“Yo, Gerald Grandwind, rey de Adnis, le agradezco por haberle perdonado la vida a la menor de mis hijas”, dice tu padre desde su trono mientras le ofrece una reverencia a Miguel. “Y por supuesto que también le agradezco por haber tenido piedad del resto de mis soldados”.
No aceptabas ver a tu padre inclinándose ante aquel asesino, era simplemente indignante y manchaba su nombre, pero te quedas en silencio mientras mantienes tu mirada fija en cualquier otro lado que no fuera el dragón.
“Fue un acto de buena fe, esperando que logremos llegar a un acuerdo que nos beneficie a ambos”, respondió Miguel y su voz retumbó en el salón como un suave rugido que hizo temblar a todos sólo con el poder que lograba ejercer ese leve tono. Apretaste tus labios y deseaste con toda tu alma poder dirigirte a él para golpearlo.
“Por supuesto… Y como un ofrecimiento por mi parte para llegar a ese acuerdo pretendo que logremos establecer conexiones diplomáticas y comerciales entre nuestras naciones. También con el fin de recuperar a los soldados que mantiene cautivos y cultivar una unión entre nuestras razas, le ofrezco la mano de mi segunda hija”.
Tu padre no era tonto. No le iba a ofrecer a su hija mayor en matrimonio para que tuviera tal poder sobre el trono, por eso prefirió darle a su segunda hija: Isolda. Miraste disimuladamente a tu hermana quien quedó inmediatamente impactada y que miró a su padre con sus ojos aterrados en una silenciosa súplica para revertir ese trágico destino, pues ninguna princesa deseaba comprometerse con su enemigo.
Miguel se percató de la intención del rey humano por no darle a la mayor, pero su reacción fue más calmada de lo esperado. No pareció ofendido, aunque su mirada se mostró fría y desinteresada al fijarse en la princesa Isolda. “Su oferta me es sin duda tentadora y no me niego a liberar a mis prisioneros a cambio, pero espero me permita hacer una pequeña objeción al respecto”.
“¿Acaso no le complace la mano de mi hija?”, respondió tu padre con la voz algo tensa.
“Ella… Simplemente no es de mi agrado”. Imaginaste a tu hermana bufar ofendida ante el comentario, pero seguramente también estaría aliviada. “Tengo a alguien más en mente”.
Tu corazón tembló al escuchar esas últimas palabras y entonces sentiste esa mirada hecha de fuego y sangre enterrada en ti. Rogaste al cielo, a los dioses y a cualquiera que pudiera escuchar tu silenciosa plegaria para que fuera una simple alucinación tuya, pero entonces te atreviste a mirarlo. Sus miradas se encontraron y todo el aire de tus pulmones escapó por tu boca como si el emperador hubiera decidido apoderarse de él. Era un hombre aterrador y arrogante al no llevar ninguno de sus guardias consigo, pero ciertamente era el dueño de ese aire que respirabas, el aire que tus hermanas, tus guardias y tu padre respiraban en ese instante. Él no tendría mayor problema en deshacerse de todos en ese salón si le viniera en gana.
“Deseo la mano de aquella mujer que guió a sus tropas en la batalla y que no titubeó al enfrentarme. A la letal mujer que osó dirigirme su espada al cuello. Deseo la mano de la menor de todas”, exclamó con una voz sedienta sin apartar la mirada de ti ni un solo segundo, posaba su mano sobre la barbilla con su dedo índice sobre sus labios tal vez para disimular su leve sonrisa. Sentiste un vacío en tu estómago antes de girarte para ver a tu padre.
¿Te sentiste traicionada cuando tu padre no puso excusa alguna o cuando su mirada te evitó a toda costa? No pudiste soportar en silencio como Isolda y exclamaste embargada por tantas sensaciones al tiempo; miedo, rabia, frustración, decepción. “No lo permitirías. ¿No es así, padre?”, tu voz tembló en la garganta mientras dabas un paso hacia adelante. Tus cejas se fruncieron por el temor y pequeñas lágrimas humedecieron sus ojos sin llegar a derramarse. “No lo harías… ¿Verdad? El es un asesino…”. Mantenías la esperanza de que tu padre te favoreciera. No sería capaz de comprometerte con el hombre que casi te arrebató la vida, ¿cierto? ¿Cierto? Tus hermanas permanecían en silencio. Ningúna quería ser la moneda de cambio en ese tratado. Habías sido tú quien luchó en el campo, no tus hermanas. Y por más egoísta que resultaba esa forma de pensar, creías que alguna de tus hermanas podían sacrificar un poco más de sí mismas con tal de salvar su reino.
“Vaya forma de dirigirte a un emperador”, dijo Miguel, aunque ya no podías sentir la misma diversión en su tono. ¿Había cambiado su humor?
“No eres mi rey ni eres nada de mí”. Apretaste el puño. Recordaste el momento en que trataste de matarlo y deseaste haber sido más rápida, sólo un poco más ágil para haber logrado tu cometido. “Para mí sólo eres un monstruo y un asesino”.
“¿Acaso no eres igual de asesina que yo?", te reclamó de inmediato. "¿No han sido tus antecesores igual de asesinos que yo? ¿No ha corrido la sangre de mi gente por tu espada y por tus manos, en las de tu padre y en las de tu abuelo?”, su voz denotaba un profundo rencor que se le escapaba en medio de sus preguntas retóricas. “...Aún así te escojo a ti por sobre tus hermanas. Siéntete halagada”.
El discurso de Miguel enmudeció a todos los presentes, incluso a ti. El silencio gobernó por unos segundos hasta que el rey se acomodó en su trono para anunciar su veredicto: “La mano de mi hija menor, T/N Grandwind, ahora es suya, emperador de los dragones, Miguel O´Hara”.
Esas palabras te atravesaron el pecho como una espada. Huiste con pies pesados a cualquier lugar que estuviera lejos del que se suponía sería tu prometido a partir de ese momento luego del mandato de tu padre. ¿Lo perdonarías por ofenderte de esa forma? Sabías que él sólo hacía lo mejor para su reino, pero no habías deseado escuchar a un rey protegiendo a su comandante, querías haber escuchado a un padre alejando todo mal de su hija.
Estabas tan llena de pensamientos que no te diste cuenta del momento en que llegaste a la armería del palacio. Sentiste el calor de la fragua en la habitación contigua a la armería y en seguida el estruendo del martillo contra el metal. ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Te acercaste lentamente a la herrería y te quedaste apoyada en el marco de la puerta mientras veías a tu más íntima confidente trabajando con una moharra de acero que ardía en un hermoso color naranja sobre el yunque. Chispas incandescentes brotaban del metal con cada golpe y recordaste tu espada siendo derretida. La espada que ella te había forjado con tanto trabajo y pasión se había perdido por completo en la mano del emperador dragón.
Alondra te daba la espalda y parecía totalmente concentrada en su labor hasta que finalmente avanzaste para quedar frente a ella. Lucía tan fuerte e imponente en aquel lugar, que con aquellas herramientas firmes en su gruesa mano, el prominente músculo de su brazo al ser flexionando y estirando, y el sudor brotando de su piel no creías que esas canas en su cabello cobrizo ya indicaran los estragos de la edad.
“T/N…”, dijo ella al levantar la mirada y encontrarse contigo. Su piel dorada brillaba por el sudor, y unas cuantas gotas caían por su frente y sienes. Ella dejó a un lado su martillo y colocó de nuevo la punta de la lanza en el fuego de la fragua, luego se acercó a ti y te abrazó. Sus fuertes brazos te rodearon y te sentiste protegida entre ellos, sabiendo que con ella finalmente podrías ser un poco vulnerable. “Me alegra saber que te encuentras bien… Escuché que fuiste herida durante el combate, pero que los invasores te perdonaron la vida. Los dioses habrán obrado por tal acto de misericordia”, dijo antes de apartarse y mirar tu rostro algo magullado por las heridas del combate.
“Tal vez hubiera preferido morir allí afuera…”, murmuraste mientras volvías a ocultar tu rostro y ahogabas tu llanto en el hombro de Alondra. Sentirte cerca de ella te recordaba tantos años de tu infancia, cuando te escondías de tus obligaciones en la herrería y era ella quién contaba las historias de sus obras maestras como si fueran mucho más que simples armas. Cómo si tuvieran alma. Y creciste con esas historias mientras te escabullías de tu padre, viéndola forjar espadas, lanzas, mazos y crear escudos por horas durante años hasta que en algún momento empezaste a sentirte como una nieta mimada junto a ella.
“¿Ha sido por la audiencia? No se me ha permitido presenciar la reunión, así que cuéntame qué sucedió”. Alondra llevó uno de tus cabellos detrás de tu oreja y te miró con atención.
“Me marché a la mitad, pero fue más que suficiente para mí…”. Sentías la garganta seca y no sabías si se debía al calor de la herrería o a lo incómodo que resultaba mencionar el amargo veredicto de tu padre. “Aquel monstruo sólo está jugando conmigo. Pudo haberme matado, pero me ha dejado viva para divertirse a costa de mi sufrimiento. El rey accedió a un acuerdo de paz con él y… también a … ofrecerle mi mano como ‘acto de buena fe’…”. No te atreviste a llamarlo padre.
La cálida mirada marrón de Alondra te vió con ternura mientras te acariciaba el cabello y apretaba suavemente el abrazo para colocar tu cabeza sobre su pecho. Escuchar el latido de su corazón era como escuchar su martillo contra el acero; tan potente y lleno de vida. La abrazaste con fuerza y apretaste tus manos en su espalda, calmandote en el sentimiento de sentirte segura entre sus brazos.
“No quiero hacerlo… ¿Por qué yo?”. Te odiabas por haberle deseado tu destino a cualquiera de tus hermanas, pero fuiste tú quién más sacrificó durante la guerra. Fuiste tú quién dio el cuerpo y el alma desde la infancia para luchar por todos los demás. ¿No habías entregado ya demasiado?
Esperabas un consuelo por parte de ella, querías escuchar lo que tu padre no dijo cuando te ofreció a aquel hombre. Querías sentir sus callosos dedos limpiar tus lágrimas mientras te juraba cualquier cosa que pudiera darte algo de esperanza, pero eso no fue lo que esa mujer te entregaría. Nunca te sobreprotegería ni te mentiría, pero a su manera haría que la chispa en tu alma volviera a arder. “T/N…”, dijo para luego suspirar. “¿Permitirás que eso te detenga? Tú, mi pequeño terremoto andante, dejarás huella por donde sea que pases y nada impedirá que logres lo que deseas. ¿Que si te vas a casar con alguien que no amas? Ningún hombre te dirá que hacer ni mucho menos determinará quién eres. Ni siquiera un absurdo matrimonio logrará detenerte”. Alzaste la mirada y entonces sus ancianas manos limpiaron tus lágrimas. “Además el amor no es único dentro del matrimonio, porque nadie te amará tanto como yo te amo, mi linda guerrera”. Sí, ella siempre lograba sacarte una sonrisa.
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El viaje histórico de la percepción de nuestro mundo respecto a los astros lo podemos iniciar desdes la perspectiva de Aristóteles, se decía que “Aristóteles creía que la tierra estaba en reposo y que el sol, la luna, los planetas y las estrellas se movían en círculos a su alrededor” y no fue sino hasta que “en el siglo II a.C. otro griego, Ptolomeo, convirtió esta idea en un modelo completo del firmamento”, es importante destacar que los modelos estaban inspirados y desarrollos en base a la percepción de Aristóteles unos 340 años antes de Cristo.
Sin embargo en 1514 “Copérnico tuvo la revolucionaria idea de que no todos los cuerpos celestes deben girar alrededor de la tierra. De hecho, su idea era que el sol estaba en reposo en el centro del sistema solar y que la tierra y los planetas se movían en órbitas circulares a su alrededor”, esto marcó un nuevo precedente cambiado un poco lo ya establecido por un modelo donde el centro estelar es el sol y nosotros junto al resto de astros lo orbitamos.
Otro de los puntos importantes a destacar es que Nicolás Copérnico fue un sacerdote Polaco y su propuesta del modelo estelar fue publicada anónimamente ante el miedo a ser quemado en la hoguera por herejía.
Una breve historia del tiempo — Stephen Hawking & Leonard Mlodinow
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Una vida para la revolución
Por Jesús Aller
Fuentes: Rebelión
Si el siglo XIX en Francia es un siglo revolucionario, podemos decir que la de Auguste Blanqui es la llama más vigorosa que alimenta esa hoguera, de principio a fin.
Su primer texto conocido es un llamamiento a la insurrección de julio de 1830, y la víspera de la proclamación de la Comuna de París, el gobierno reaccionario de Thiers lo hizo detener y se negó a canjearlo por setenta y cuatro rehenes, lo que nos da idea del valor que se le atribuía.
Encarcelado tres décadas de su vida, y conocido por ello como l’Enfermé (El Encerrado), Blanqui fue acusado de impaciencia en sus afanes revolucionarios y acabó cediendo el cetro del pensamiento transformador a herederos suyos que lo enriquecieron con teorías sociales y económicas, pero su impulso sigue iluminándonos irrepetible. Su biografía y sus escritos tienen la virtud de transportarnos al origen de las luchas sociales de hoy mismo, y transmitirnos el coraje de quien encarnó como pocos la misión de dirigir a las masas proletarias en el combate por su emancipación.
Todos estos aspectos quedan de manifiesto en los escritos de Blanqui seleccionados, traducidos y anotados por Julio Monteverde que Pepitas acaba de editar. El libro trae además un prólogo que firman “Algunos agentes del Partido Imaginario” y repasa la figura de un hombre con una heroica trayectoria, pródigamente cristalizada en sociedades secretas e insurrecciones de incierto futuro. Ni dios, ni amo, título escogido para la recopilación, es el nombre de un periódico fundado por Blanqui en 1880, y se convirtió luego en uno de los lemas favoritos de los anarquistas.
De ancestros italianos, Louis-Auguste Blanqui nació en Puget-Théniers (Alpes Marítimos) en 1805, en la familia de un profesor bonapartista frustrado años después por la restauración borbónica de 1814. El joven Auguste viaja a París con trece años y allí realiza estudios de Derecho y Medicina, pero es seducido muy pronto por la agitación revolucionaria y se une a los carbonarios, sociedad secreta que trataba de alumbrar una república con amplio contenido social. A partir de ese momento, su vida es una sucesión ininterrumpida de insurrecciones fallidas y encarcelamientos, en la que el hilo conductor es un pensamiento político simple: una vanguardia debe dar un golpe de mano y tomar el poder para expropiar a la burguesía e instaurar el comunismo.
En 1830 Blanqui se une al pueblo parisino en la Revolución de julio contra la dinastía borbónica, pero sus esperanzas de una república se ven frustradas con el acceso al trono de Luis Felipe I, que inaugura la dinastía de los Orleans. La lucha sigue sin embargo por medio de agrupaciones secretas como La Sociedad de las familias, fundada por Blanqui en 1835, y desmantelada ésta y encarcelada su cúpula, La Sociedad de las estaciones, que toma el relevo en 1837. Dos años después, nuestro comunista ocupa por la fuerza el Ayuntamiento de París con sus partidarios, y resiste allí varios días, lo que le vale una condena a muerte, conmutada a cadena perpetua.
El Encerrado no vuelve a la calle hasta 1848, y ese año revolucionario va a tratar infructuosamente de dotar a la II República que nace de un mayor contenido social, movilizando a la clase obrera junto a otros líderes como Étienne Cabet o Louis Blanc. En mayo una nueva ocupación del ayuntamiento capitalino es aplastada por el ejército y acarrea a Blanqui diez años de condena. Liberado en 1859, con Napoleón III ya en el poder, su activismo no mengua, con lo que en dos años está de nuevo en la cárcel, aunque su influencia y prestigio no dejan de crecer y son una referencia entre los más radicales que se oponen al II Imperio. Exiliado en Bélgica tras lograr escapar en 1865, Blanqui pone sus ideas sociales y políticas por escrito en textos que serán reunidos tras su muerte con el título de Crítica social (1885).
Tras regresar a París con la amnistía de 1869, el de Puget es muy activo en los prolegómenos de la Comuna de París, pero detenido en marzo de 1871 no pudo participar en su fase final. Cuando su ya frágil salud se deteriora después en las cárceles de la III República, muchos se mueven por que sea indultado y al fin es puesto en libertad en junio de 1879. Le queda de vida poco más de un año, y su principal objetivo en esta última etapa será lograr una amnistía para los presos de la Comuna.
Escritos para guiar la acción
Entre los textos recogidos en el libro, encontramos proclamas y análisis de las perspectivas revolucionarias en momentos diversos, así como instrucciones insurreccionales, a veces muy detalladas, como la que lleva por título: “Esquema del procedimiento a seguir en un levantamiento armado en París”, que incluye un plano. Se presenta también el reglamento de la Sociedad de las familias y el ideario del periódico Candide, fundado por Blanqui en 1865. Contra la enseña republicana tricolor, se defiende en otro artículo la bandera roja ondeada por los insurrectos en sus barricadas ya desde 1832, con el color de la sangre de los mártires que dieron su vida por traer la República.
Una reflexión sobre el pasado, permite a Blanqui concluir que la crónica humana puede definirse como un combate entre privilegio e igualdad, y lúcidamente se diagnostica la nueva fase del desastre, en la que la expansión colonial somete pueblos y destruye el planeta: “Responderemos ante la historia por esta masacre”. Se identifican los grandes problemas sociales y se ofrece una posible solución. Así por ejemplo, en “La riqueza social debe pertenecer a los que la crearon”, de 1834, leemos: “algunos individuos se han apoderado por medio de la astucia y la violencia de esta tierra común que pisamos, (…) y han establecido por medio de leyes que será siempre de su propiedad.” Clama contra esto nuestro rebelde, y defiende el derecho de las masas a expropiar a los dueños del mundo para establecer un régimen de igualdad, el cual debería basarse según él, no en un reparto equitativo, que fácilmente degenerará en nuevas desigualdades, sino en un “régimen de asociación”. Otro texto de 1869-70 lleva un título emblemático: “El comunismo, futuro de la sociedad.” El capital es reconocido como el enemigo a batir y la educación como el arma imprescindible para elevar la conciencia del pueblo.
Y cómo será posible la expropiación de los dueños del mundo. Para nuestro pensador, ninguna inteligencia puede predecir cuando la historia agotará su viejo camino y alumbrará el ansiado momento, pero sí tiene claro que el objetivo entonces ha de ser armar al pueblo y desarmar a la burguesía, para lo cual ve necesario un decidido núcleo que desbroce el camino. Blanqui desprecia por igual a los socialistas reformistas como Louis Blanc y a los revolucionarios de la Internacional, como Marx o Bakunin, que creen en un rol esencial de las masas organizadas en el proceso de transformación. El Encerrado considera inevitable una dictadura: “El pueblo necesitará durante algún tiempo ‘un poder revolucionario’”, escribió.
En el texto que cierra el libro, “La eternidad por los astros”, elaborado en prisión en 1871, Blanqui reflexiona sobre la infinitud del espacio y el tiempo y concluye postulando un eterno retorno que anticipa el de Nietzsche: “Sea cual sea, el camino que completará la propia existencia del planeta hasta su último día ya ha sido recorrido miles de millones de veces. Tan sólo es una copia impresa de antemano en el tiempo.” Luego añade: “Todo lo que uno habría podido ser aquí en la Tierra, lo es en otro lugar.” Sin embargo, admite que esta “eternidad del hombre por los astros” resulta melancólica, porque deshace toda idea de progreso. Su lección provechosa sería que nos enseñara a relativizar la pretensión humana de ser el centro del cosmos.
Auguste Blanqui queda retratado en cuerpo y alma en los textos recopilados en Ni dios, ni amo. Él acertó a ver la máquina monstruosa que se había puesto en marcha en el mundo y dedicó su vida a ensayar obstinadamente contra ella el único remedio que se le antojó posible de aplicar. Su inflexible gimnasia revolucionaria, avant la lettre, puede parecernos agotadora, frustrante e incluso desmovilizadora, pero no podemos negarle un profundo respeto a este hombre irrepetible, porque todos sus actos fueron guiados sólo por una conciencia en carne viva de la aberrante escisión social impuesta por el capital. “El yo siempre me ha dejado frío”, escribió en una ocasión.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
vagaban diluyéndose en el espacio eterno,
sin rayos, sin senderos, y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo
consigo el día,
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
de esta desolación; y todos los corazones
se helaron en una plegaria egoísta por luz;
y vivieron junto a hogueras —y los tronos,
los palacios de los reyes coronados— las chozas,
los hogares de todas las cosas que habitaban,
fueron quemadas en las fogatas; las ciudades se consumieron,
Y los hombres se reunieron en torno
a sus ardientes refugios
para verse nuevamente las caras unos a otros;
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
de los volcanes, y su antorcha montañosa:
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques – pero hora tras hora
Fueron cayendo y apagándose —y los crujientes troncos
se extinguieron con un estrépito—
y todo fue negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza,
tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
sus pilas funerarias con combustible,
y miraban hacia arriba
con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
y se enroscaron entre la multitud,
siseando, pero sin picar —y fueron muertas para ser alimento:
y la Guerra, que por un momento se había ido,
se sació otra vez—; una comida se compraba
con sangre, y cada uno se hartó, resentido y solo
atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
toda la tierra era un solo pensamiento
y ese era la muerte,
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
del hambre se instaló en todas las entrañas —hombres
morían—, y sus huesos no tenían tumba,
y tampoco su carne;
el magro por el magro fue devorado,
y aún los perros asaltaron a sus amos,
todos salvo uno,
Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
a raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
tentaron sus delgadas quijadas; él no se
buscó comida,
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
y un corto grito desolado, lamiendo la mano
que no respondió con una caricia —murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre;
pero dos
de una ciudad enorme sobrevivieron,
y eran enemigos; se encontraron junto
a las agonizantes brasas de un altar
donde se había apilado una masa de cosas santas
para un fin impío; hurgaron,
y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
en las débiles cenizas, y sus débiles alientos
soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
que era una burla; entonces levantaron
sus ojos al verla palidecer, y observaron
el aspecto del otro —miraron, y gritaron, y murieron—
De su propio espanto mutuo murieron,
sin saber quién era aquel sobre cuya frente
la hambruna había escrito Enemigo.
El mundo estaba vacío,
lo populoso y lo poderoso —era una masa,
sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida –
una masa de muerte— un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
y nada se movía en sus silenciosos abismos;
las naves sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
dormían en el abismo sin un vaivén –
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
Antes ya había expirado su señora la luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba De su ayuda. Ella era el universo.
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Capítulo 9
(La historia es una adaptación de la obra FINAL FANTASY VII por lo tanto incluye SPOILERS de esta.)
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Autopista derrumbada del sector 6.
Volviamos al sector 7 para poder avisar a los demás de que por suerte estábamos bien. Elmyra nos había dicho que este atajo era el más rápido y que llegaríamos en un santiamén. Estaba todo destrozado, la plataforma de encima se había caído en esa autopista y no parecía el camino más seguro.
— Démonos prisa, este camino no me da buena espina.- Dijo Cloud mirándome fijamente.
— Entendido.
Empezamos a recorrer la autopista, las escaleras de muchas zonas eran inaccesibles así que teníamos que utilizar una especie de grúas para poder pasar al otro lado. Hacer team así con Cloud era genial, bueno yo personalmente me lo pasaba bien. Sentía que nos complementábamos y que éramos un buen equipo.
A más de la mitad del camino nos encontramos una hoguera que parecía que había sido recién apagada.
— Ha pasado gente por aquí hace poco.- Miré al rubio, algo desconfiada de la situación.
— Mirad qué tenemos aquí.- escuchamos una voz claramente de un tipo maleante que venía desde nuestras espaldas.- ladrones, pillaos in fraganti
Nos giramos para mirar de dónde venía y nos pusimos en posición de guardia al ver a tres maleantes que daban hasta un poco de yuyu.
— ¿Cómo sus atrevéis a saquear los hogares de ciudadanos de bien?- Dijo otro de los maleantes.
— Creo que tendréis que compensarnos por… daños y perjuicios.- No paraban de decir tonterías.
— Eso, ¡por tantos prejuicios! O sea, perjurios… ¿Cómo era?- Dijo el tercero de los maleantes, bajito y gordito.
— ¿Cómo pués tener la cabeza tan hueca? To el mundo conoce esa palabra. Te compensan por daños y prejuicios cuando… Pos… Cuando te han dañao… Ya sabes.
— ¡Fijo! Es lo que te dan cuando…. Lo tengo en la punta de la lengua, coñe.
Se estaban discutiendo literalmente porque no sabían como definir una palabra, delante nuestro.
Vaya maleantes
Sin querer no pude aguantar la risa y se me escapó un poco, haciendo que los tres se giraran mirándome fijamente a mi.
— ¿Te has reío?- Me dijo uno mirándome fijamente acercándose peligrosamente a mi.- Podemos solucionar esto por las wenas si nos dais una remuneración.
— Renume… ¿Renuqué?- El otro maleante fue directamente hacia el que parecía el jefe- ¿Qué nos enumeren algo?
— No, cacho melón, re-mu-ne-ra-ción. Es… ¡Como el perjuicio!
No callaban ni debajo del agua, parecía que les faltaban piezas dentro de la cabeza por su forma de hablar y por lo incultos que eran.
— Cloud, ¿podemos deshacernos de ellos?- lo mire fijamente, quería seguir avanzando el camino y ya me estaba cansando un poco.
— Si, señorita.- me asintió con la cabeza.
Nos enfrentamos a duelo contra ellos, ya me estaba acostumbrando a luchar al lado de Cloud pues ya teníamos mejor sincronización y eso hacía que termináramos con nuestros objetivos mucho más rápido. Parecía que subiéramos de nivel cada vez que luchábamos juntos, era toda una experiencia.
Les dimos una paliza, terminaron los tres en el suelo, aunque se notaba que se estaban haciendo los muertos para poder escapar de nosotros y que no los matáramos. Eso me hizo reír un poco más y Cloud se me quedo mirando fijamente, sin saber que tipo de mirada era pero sin ningún ardor de hielo de por medio.
Parque verde del sector 6.
Por fin después de esta divertida experiencia salimos de la autopista y llegamos justo a las puertas del sector 7. Allí, se encontraba un pequeño parque de niños que aún era parte del sector 6.
— Sil.- Me miró fijamente Cloud como si quisiera decirme algo importante.- ¿Descansamos un rato?
— ¿Quieres descansar? ¿Qué mosca te ha picado?- Me reí un poco, querer descansar no era para nada algo típico de él, por lo que le conocía.- ¿Qué tal allí arriba?
Señalé con el dedo encima de lo que parecía un tobogán para los más pequeños con forma de animal redondo. Cloud asintió y subió primero, ayudándome a subir después agarrándome la mano. Nos sentamos los dos juntos, bastante cerca. Siendo realistas, me encontraba muy cansada de todas las emociones vividas hoy, no había sido un día corto.
— Hoy no ha habido ni un momento de pausa.- Miraba las luces del cielo, con nostalgia en la ojos. Este sitio me traía recuerdos vacíos que no podía describir, no sabía qué recuerdos eran.
Cloud me miró fijamente intentando analizar mi mirada. Parecía que buscaba un momento idílico.
— Sil.- Me acercó un poco a él, este gesto me sorprendió y lo miré a los ojos. Que ojos más bonitos tenía, el mako solo hacía resaltarlos más. De tan atónita que me quede mirándolos, mi corazón empezó a ir muy rápido.- Esto… es para ti.
Me sonrió, era de las primeras veces que lo veía sonreír así. Y en medio de su sonrisa me tendió una rosa roja.
Me sorprendí mucho, y lo miré a los ojos, sin creer lo que veía, sintiendo que mi corazón iba a salir de mi pecho. Sin pensarlo mucho, le abracé fuerte, también era la primera vez que lo hacía pero mi cuerpo sintió la necesidad de hacerlo.
— Gracias Cloud…
Cloud correspondió mi abrazo y nos quedamos abrazados por un par de segundos antes de que él deshiciera el abrazo y me acercará aún más a él. Nuestros labios quedaron muy cerca, pensaba que me iba a besar. No podía controlar ni mi corazón ni mis mejillas, sentía que me fallaban las piernas. El ambiente gritaba que nos besáramos, sus reacciones, las mías, todo.
Justo en el momento que yo creía que Cloud iba a juntar nuestros labios escuchamos un ruido proveniente de algún tipo de objeto metálico a unos escasos metros de nosotros. En ese momento nos sobresaltamos un poco los dos y nos separamos. Tosí un poco escondiendo mi vergüenza, seguía sin controlar el ruido de mi corazón.
Cloud bajó rápidamente del tobogán poniéndose en guardia y acercándose donde había sonado el ruido.
— ¿Quién anda ahí?- Exclamó sacando su espada.
— Vale, perdón perdón.- De golpe salió Aeris riendo un poco de detrás de un muro con las manos en alto.- Soy inocente.
— ¿Aeris?- Pregunté yo sin entender nada, bajando del tobogán. Cloud suspiró y guardó su espada en su espalda.
— Os he arruinado la cita, ¡qué rabia!- Añadió Aeris mirándonos fijamente.
— Pero tú…- Le dije acercándome a ella.- ¿No estabas durmiendo en tu casa?
— Si, bueno. Pero no me podía perder este momento.- Ella rió y miró a Cloud sonriéndole de manera cómplice a lo que él desvió la mirada. No entendí nada.
— Aeris pero… deberías volver a casa. Es muy tarde.- Le dije, preocupada por ella.- Pero, queda algo lejos de aquí… ¿te acompaño?
— Ah, no. No te preocupes Sil. He venido sola hasta aquí también, no me pasará nada.- Me respondió ella.- En caso de emergencia conozco otro camino. Y es más seguro.
— Entonces ve por allí, ¿si?- Le dije con una sonrisa.
En ese momento las puertas de la barriada del sector 7 se abrieron. Que raro. A tales horas de la noche era muy raro que unas puertas de una barriada se abrieran. De dentro salió un carro siendo tirado por un chocobo. Al mirar dentro del carro vimos a Tifa que iba dentro de este.
—¿¡Tifa!?- Exclamamos Cloud y yo al unísono.
Fuimos corriendo siguiendo el carro y nos pusimos detrás de este haciendo que Tifa nos reconociera. Ella iba vestida con un vestido azul muy corto, con un gran escote.
— ¡Sil! ¡Cloud! ¡Estáis vivos! Pensé que no os volveríamos a ver…
Nos subimos al carro, agarrados a la barandilla y yo la miraba fijamente sin entender absolutamente nada.
— ¿Qué haces aquí?- Preguntó Cloud a lo que Tifa lo mandó a callar rápidamente.
— Os lo explicaré más tarde.- Respondió Tifa.- Ahora mismo voy a ver a Don Corneo.
— ¿A Don Corneo?- No pude evitar escandalizarme un poco al relacionar esas palabras y la manera en la que Tifa iba vestida.
— Será mejor que volváis a El Séptimo Cielo y os reunáis con los demás.- Agregó Tifa.
— Pero…- Intenté hablar.
— Sil, no te preocupes por mí.- Me sonrió con una sonrisa sincera.- Ya has visto que patadas pego.
— Ya…
Cloud me agarró del brazo y me hizo bajar del carro, viendo como Tifa se iba dirección el mercado muro.
— ¡Cloud! ¿Qué haces? Hay que ir detrás de ella.- Le dije mirándole fijamente, muy preocupada.
— Es mayorcita, y le sobra fuerza para encargarse de tipos como ese. O peores.- Me respondió Cloud.
En ese momento apareció Aeris donde estábamos y puso sus manos en su cadera.
— Ni de broma, tienes que ir tras ella Cloud.- Dijo Aeris dándome la razón.
— Cloud no conoces a Corneo, ¿Verdad?- Le miré fijamente.
— Don Corneo siempre se las apaña para volverlo todo en tu contra, da igual lo fuerte o inteligente que seas.- Exclamó Aeris.- Y… ¿dónde crees que va a reunirse con él? En una mansión llena de matones.
— Ay, Tifa…- Exclamé yo.
— ¿No te preocupa lo que le pueda pasar?- Dijo Aeris mirando fijamente a Cloud.- ¡Tienes que ayudarla!
La puerta de la barriada del sector 7 se cerró en ese momento y yo le agarré el brazo a Cloud haciéndole un gesto de ir dirección mercado muro, a salvar a Tifa. Emprendimos los tres la marcha y llegamos a una estación de chocobos donde estaba el carro y el chocobo que habían transportado a Tifa hasta aquí.
Nos paramos justo en frente y un mozo de cuadra cuidaba al chocobo.
— ¡Hola! ¿Adónde os llevo?- Nos preguntó el mozo.
— Hace poco ha llegado en chocobotaxi una chica. ¿Sabes dónde está ahora?- Preguntó Aeris al mozo.
— No, y si no habéis venido a coger un taxi, largo. ¿No veis que estoy trabajando?- El chaval nos envió a pastar.
— No se te ve muy ocupado.- Le dijo Cloud.
— ¿Qué me has dicho, cacho…?- El mozo se giró mirando fijamente a Cloud.
De golpe salió otro hombre de dentro de la estación de chocobos que también llevaba un gorro como el taxista.
— ¿Qué pasa aquí? No os conozco. ¿Qué queréis?
— Estamos buscando a unas chica que ha venido en chocobotaxi. ¿Nos puedes ayudar a encontrarla?- Le pregunté educadamente al señor.
— Quizás. ¿Por qué la estáis buscando?- Preguntó el señor.
— Bueno… para… algo muy importante personal.- Dijo Aeris mirando fijamente al señor esperando que no hiciera más preguntas.
— ¿Ah, no me digas? Bueno, tengo muchos clientes, así que es difícil acordarse de todos. ¿Cómo es esa chica?
— Bueno… Es una chica de pelo largo atado al final de ojos carmesí. Iba muy sexy.- Respondí.
— Espera, ¿os referís a Tifa?- Preguntó el hombre.
— Sí.- Mencionó Cloud.
— ¿Estás pillado por ella, chaval?- Preguntó el hombre.- Siento romperte el corazón, pero vas a tardar bastante en volver a verla.
— ¿Qué quieres decir?- Le dije yo mirándolo fijamente, notaba la mirada de Cloud en mi nuca, fijamente.
— Es una chica muy guapa. Corneo va a hacer otra prueba de selección y ella es una de las candidatas.- Respondió el de los taxis.
— ¿Que selecciona?- Preguntó Aeris.
— A su próxima chica de compañía.
— ¿Cómo?- Me sobresalté.- Está hablando de seleccionar a una chica para…
— Claro, Tifa es un bellezón y cumple todos los requisitos.- El señor se me quedó mirando.- Aunque si quieres para la próxima te puedo recomendar a ti, también entrarías dentro de sus gustos.
— ¡Ew!- Expresé.- No, gracias.
— Igualmente, mi experiencia me dice que Tifa no va a salir de su mansión en mucho tiempo; quizá no lo haga nunca…
— ¿Dónde podemos encontrar a ese tal Don Corneo?- Preguntó Cloud.
— ¿Por qué lo preguntas? ¿Vas a ir a buscar bronca por tu chica?
— No es mi chica.- Cloud me acercó a él y no pude evitar ponerme como un tomate.- Pero es mi amiga.
— Bah, lo que digáis. Haced lo que queráis pero a mi no me metas. Ya tenéis toda la información, ¿no? Entonces largo.
Nos dio aire y me separé de Cloud aun algo roja.
— Creo que ya no nos va a ayudar más…- Dijo Aeris, suspirando.- Bueno, quizás tengamos más suerte en otro sitio. Vamos a dar una vuelta
Mercado Muro.
Entramos a mercado muro. Un sitio abarrotado de luces y de un ambiente un poco especial. Aunque era muy de noche había muchísimo ambiente.
Bienvenidos al mercado Muro, ¡la capital del placer de Midgar! Aquí hay opciones para todos.- Dijo un señor de relaciones antes de mirar a Cloud.- Oh, vas bien acompañado eh chaval. Podéis pasarlo bien juntos, por separado, ganaros unos guiles si queréis. ¡Aquí nadie os va a mirar mal! Tenemos una oferta limitada…
— No gracias.- Dijo Aeris poniendo las manos en la cara.- Vamos chicos.
Nos adentramos un poco más y Aeris decidió mirar una tienda que había allí que parecía de bebidas. En ese momento un señor nos paró a Cloud y a mi.
— ¡Vosotros! Sí, vosotros dos. ¿Tenéis donde disfrutar de esta noche de ensueño?- Nos preguntó. No pude evitar sonrojarme y mirar a Cloud de reojo.- Tenemos una habitación perfecta para unos tortolitos como vosotros.
— ¿Cuánto cuesta?- Preguntó Cloud.
— ¡Cloud! Tenemos que ir a por Tifa…- Le dije agarrándole el brazo.
— Si cambiáis de idea, ya sabéis dónde encontrarme.- Dijo el señor.
Fui rápidamente hacia donde estaba Aeris y seguimos los tres el camino investigando el mercado muro intentando ver si podíamos llegar a alguien para que nos contara más acerca de como poder hablar con Don Corneo.
De golpe un hombre de pelo rojo hacia arriba salió corriendo al lado nuestro.
— Disfrutar en plan tranquis de la compañía de chicas guapas… ¡Eso me pide el cuerpo!- Dijo el chaval ese.
— Vamos, a ese le conozco.- Dijo Cloud.
Fuimos corriendo detrás de él siguiéndolo y se paró delante de un sitio con muchas luces.
— Entro pa dentro o no entro pa dentro… Si entro, ¡a saber qué me encuentro! ¡Qué tormento!- Dijo el chaval mirando a Cloud, como si nada.- ¿Entiendes qué te quiero decir, no?
— No.
— Bah, estaba cantao. No te veo en plan filosófico como el menda. Los que tenéis cara de niño bueno sois lo peor, tronco. Sois unos brutos que zurráis a to el mundo pa disimular la inseguridad. Mazo triste. ¿Eh? ¿Qué pasa?
— ¿Has visto a Tifa por aquí?- Preguntó Cloud.
— ¿Tifa? ¿El amor de mi vida? ¿Quién eres y de qué la conoces? Bah, eso me da igual. ¿Tifa está por aquí? ¿Y eso? ¿¡Por qué!?
— Pero, ¿este quien es?- Le pregunté a Cloud sin entender nada.
— Un imbécil.- Me respondió.
— ¡Ay, no!- Exclamó el chaval otra vez.- Es culpa mía, ¿no? ¡Fijo que ha venío a pedirme que no me largue sin ella! ¡Déjate de tonterías Johnny, Tifa te necesita! ¡TIFA, YA VOY, TESORO MÍO!
El hombre salió corriendo gritando esas últimas palabras. Parecía borracho o si no, no entendía absolutamente nada.
Decidimos seguir el rumbo mientras investigábamos el mercado. De lejos vimos una gran mansión con arquitectura japonesa. Fuimos directamente allí, parecía ser donde vivía alguien que podría ser importante, es decir, Don Corneo. Cloud abrió la puerta y entramos a lo que parecía una sala de recibimiento con otra puerta gigante al fondo. Delante de ella se encontraban tres tíos que no daban mucha buena espina.
— Alto, chaval. Quieto Ahí. Aquí no entran chicos guapos.- Dijo el chaval del medio con pelo gris.
— Estamos buscando a alguien.- Dijo Cloud mirándole.
— Me da que eres nuevo en el mercado Muro.- Añadió el chaval.
— Sí, ¿y?
— No se puede entrar a la mansión de Don Corneo así como así, menos aún los hombres.
— ¿Y que tal yo?- Pregunté
— ¿Y yo?- Preguntó Aeris justo después.
— Quizás, pero no os lo recomiendo.
— Pero oye, Leslie, una es muy mona, algo sosa pero muy mona y la otra tiene… buenos atributos y una cara bonita.- Dijo otro de los tíos que había allí.
— ¿Perdón?- Le dije fijamente.
— ¿Cómo dices?- Aeris se enfadó también mirándolo.
— Bah, podría pasar una, pero ser "mona" no es suficiente.- Dijo el tal Leslie.
— Porfa, ¿no nos puedes ayudar?- Pidió Aeris de la mejor manera posible.
— ¿Tienes idea de en qué líos os estáis metiendo?
— Leslie va, las chicas tienen su punto, las dos. Con algunos retoques aquí y allá…- Dijo el otro chico que había.
— Me los voy a cargar.- Dijo Aeris muy cabreada.
— ¿Te ayudo?- Le pregunté mirando fatal a los tres matones.
— Si de verdad queréis participar en las pruebas, necesitáis una carta de recomendación.
— Bueno y ¿quién nos la puede proporcionar?- Preguntó Aeris.
— El triunvirato, las únicas tres personas que conocen el gusto de Don Corneo a la perfección.- Respondió Leslie.- El primero es Sam, el experto en chocobos. Luego está Madame M, propietaria del salón de masajes. Y por último, Andreas Rhodea, del Honeybee Inn. Son un tanto particulares, la verdad, y no recomiendan a cualquier atontada que se les presente.
— Bueno, vale. Volveremos pronto.- Dije yo mirando a Cloud y a Aeris para salir allí.
Salimos de la mansión y suspiré, tantos comentarios innecesarios estaban haciendo de esta experiencia todo un infierno.
— Deberíamos ir a ver a Sam otra vez. Dijo que me podría recomendar a mi.- Dije yo.
— Sí, buena idea Sil.- Me dijo Aeris.
— Sil…- Cloud me miró fijamente a los ojos.- ¿Estás segura?
— Sí, cualquier cosa por salvar a Tifa. No voy a dejar que le hagan nada.- Expresé.
En ese momento apareció ese tal Johnny otra vez mirándonos a los tres con los brazos cruzados.
— Conque era eso, ¿eh? Han invitao a Tifa a la mansión de Don Corneo. Pero pa conseguir ese honor, hay que tener el visto bueno de alguien del triunvirato. ¿Cierto?- Nos señaló a los tres.- Es decir, que sé qué tenéis que hacer pa salvarla. ¡Tifa, aguanta! ¡Te vamos a ayudar! ¡Johnny te va a rescatar, tesoro!
— No se le ve muy espabilado, ¿eh?- Dijo Aeris sin entender nada de lo que acababa de pasar mientras Johnny se iba corriendo.
— No.- Respondió Cloud.
Emprendimos rumbo a ver al señor Sam, de los chocobos. No me hacía demasiada ilusión pero había que hacer cualquier cosa, el tiempo pasaba. Llegábamos rápidamente con la suerte de que Sam estaba fuera, arreglando algún chocobo.
— Otra vez vosotros… Ya os lo he dicho, pero os lo vuelvo a repetir: no contéis conmigo. Largo de aquí.- Nos dijo con mala cara.
— Antes de hablarnos así, escucha lo que tenemos que decir.- Le dije.- Eres del triunvirato, ¿no? Quiero la recomendación para las pruebas.
— ¿Eh?- Preguntó Sam confundido.
— Por favor.
— Como quieras.- Me dijo mirándome fijamente.
— ¿En serio? ¿Así de rápido?- Pregunté yo.
— Sí. Para las próximas pruebas te tendré en cuenta.
— Ya decía yo…- Suspiré.- Para las próximas no me valen. Necesito para este si o si.
— ¿Estas mismas? Imposible, muñeca. Ya he nominado a Tifa, y va a ganar de calle.
— Hm… ¿Tan seguro estás de eso?- Le pregunté.- Aunque sí, Tifa es un bombón.
— ¡Tu también tienes muchas posibilidades, Sil!- Me dijo Aeris con una sonrisa.
— Madre mía.- Dijo Sam.- Vaya ganas de participar, ¿eh?
— ¡Muchas!- Añadí poniéndome las manos en la cadera.
— ¿Qué tal si nos lo apostamos?- Aprovechó Sam sacando una moneda y haciéndola girar.- Tú dirás.- Señaló a Cloud.- Cara o cruz.
— Cara.- Respondió Cloud.
— Cruz, has perdido.- Sam se rio.
— Oye, enséñame esa moneda.- Le dije acercándome a él.
— Me has pillado, ¿eh?- Nos enseñó la moneda la cual era cruz por los dos lados.
— ¡Eh! Eso es hacer trampas.- Le dijo Aeris enfadada.
— Así se juega aquí, en mercado Muro.- Nos miró fijamente.- Pero si tan empeñados estáis, tendríais que intentar convencer a los otros dos.
— Aún así…- Aeris parecía muy indignada con la situación.
Decidimos poner rumbo a ver alguno de los otros dos del triunvirato. Nos teníamos que empezar a dar más prisa aunque la noche seguía siendo joven. Llegamos a un local del cual salía el tal Johnny de allí dentro. Por fuera estaba lleno de luces LED de color purpura y rojas, parecía un sitio poco apropiado.
— ¿Es aquí?- Preguntó Cloud.
— Eso creo.- Respondió Aeris.
— Entonces, dejad que me ocupe yo. Esperad fuera, ¿vale?- Dijo Cloud mirándonos a las dos.
— ¿Y eso por qué?- Preguntó Aeris mirándolo fijamente.
— Nosotras vamos contigo.- Dije yo mirando también a Cloud fijamente.
— No creo que…- Intentó justificarse él.
— El habla no es tu fuerte, Cloud. Vamos los tres.- Le dije mirándolo sin poder evitar soltar una pequeña sonrisa al ver la cara con la que me miraba al decirle eso.
Cloud suspiró y entramos los tres. Había una recepción que llevaba a una puerta bastante grande. Habían muchas chicas disfrazadas con traje de abejita sexy custodiando la zona. No entendía donde habíamos entrado. Fuimos a hablar directamente con el chico que estaba atendiendo en la recepción.
— Buenas tardes.- Nos saludó el recepcionista.
— Hola.- Respondió Aeris con una sonrisa.
— Bienvenidos al corazón del mercado Muro, el Honeybee Inn. ¿Buscan la compañía de una abejita o de un zángano?- Preguntó el recepcionista.
— Hemos venido a ver a Andreas Rhodea.- Respondió Cloud con una mirada insípida.
— Ah, la gran estrella del Honeybee Inn. ¿Tiene cita con él, caballero? ¿Me puede decir su nombre?
— Ah, no hemos concretado una cita.- Dijo Cloud desviando algo la mirada.
— Entonces lo siento mucho.- Respondió el recepcionista.- Es obligatorio concertar una cita, y el próximo hueco libre es… dentro de tres años.
— ¿¡Tres años!?- Exclamó Aeris.
— Solo serán cinco minutos. Seguro que puede hacer un hueco.- Mencionó Cloud cruzándose de brazos.
— Necesitamos ayuda para que Aeris y yo podamos participar en las pruebas de Don Corneo.- Dije yo mirando fijamente al recepcionista.
— Sean cuales sean las circunstancias, no es posible hablar con él sin cita previa.
— ¿En serio? ¿No hay otra manera?- Preguntó Aeris.
— Aunque no sea frecuente, el señor Rhodea a veces invita clientes que le llamen la atención.- Respondió el recepcionista.- Si no, me temo que no existe otra manera.
— Supongo que no hay nada que hacer…- Dijo Aeris.- En fin, vamos a probar con el que queda.
Asentí y salimos del Honeybee Inn en dirección al último sitio que nos habían dicho. Si fallábamos aquí ya no había más esperanza. Llegamos a una calle donde ya no había tantas luces ni tan ambiente pero por como estaba de poco cuidado se notaba que seguía siendo mercado Muro. El local de la última del triunvirato se encontraba allí y nos lo indicó cuando escuchamos unas voces desde fuera del local.
— ¿De qué vas, tronca? ¡No pienso pagar tanto!- Era la voz de Johnny.
— Esto es un negocio, listillo. Si no tienes dinero, ¡largo de aquí!- Dijo la voz de una chica.
En ese momento justo cuando llegamos a la puerta salió corriendo Johnny del local. Que pesadilla de tío.
Entramos los tres y allí estaba la chica. Era una chica que iba vestida con ropas tradicionales, con lo que parecía ser un kimono y un decorado en el pelo. Debía ser Madame M. Cuando entramos se giró mirándonos fijamente a los tres.
— Bienvenidos, pasad. ¿Solo vosotros tres? Venid.- Dijo la chica con una sonrisa.- Decidme, ¿qué tipo de masajes deseáis?
— ¿Cómo dice?- Pregunto Aeris mirándola.
— ¿Es vuestra primera vez en este establecimiento?- Preguntó Madame M.- Este es un salón de masajes. La fatiga y la tensión pueden convertir hasta la tarea más basica en una tortura. Aquí nos complacemos en ayudar a nuestros clientes a liberar esa tensión. ¿Qué mejor manera de relajarse que disfrutar de un masaje profesional? Ahora que nos entendemos perfectamente, ¿qué tipo de masaje queréis?
— No somos clientes.- Respondió Cloud.
— ¿Entonces?- Preguntó Madame M mirándole fijamente.
— Pensamos que nos podrías recomendar a ella y a mi.- Aeris me acercó a ella.- para la audición de Don Cor…
— Acabáramos… Di otra palabra más y te tragas el abanico.- Nos amenazó con su abanico y suspiró.- Lo que me faltaba por oír… Sois jóvenes y tontos, así que quizá os creáis que podéis hacer lo que os dé la gana. ¿Qué venís pidiendo? ¿Un favor?- La chica se acercó a Cloud.- Pues escuchadme bien. Esto es un salón de masajes, un establecimiento respetable. Si no habéis venido como clientes… ¡decidme una cosa! ¿¡No creéis que estaría en mi derecho de echaros a la calle por hacerme perder el tiempo con memeces!? ¿¡Y BIEN!?
El tono de Madame M ya era demencial, se notaba que le habíamos hecho enfadar. Los tres nos quedamos en silencio por unos momentos ya que no nos esperábamos para nada esta reacción. La chica puso su abanico en el mentón de Cloud.
— ¿Cómo te llamas?- Le preguntó
— Cloud Strife.
— La mano.- Le pidió de golpe Madame M.- ¡Dame la mano!
Cloud le hizo caso y le dio su mano y Madame M se puso a mirarla al detalle y a apretarla.
— Una mano fuerte y firme típica de un guerrero, aunque posee cierta delicadeza y tersura. Muy bien, Cloud. Veamos de qué pasta estás hecho. Y luego… ya hablaremos. Bueno, ¿qué opción de masaje deseas?
— El masaje de… 3000 guiles.- Respondió Cloud.
No pude reír un poco por la situación y miré a Aeris quien también reía un poco.
— Pasa entonces a la habitación del fondo y… espera.
Cloud pasó a la habitación y Madame M fue detrás de él. Aeris y yo nos quedamos en recepción mirándonos sin entender nada.
— Está costando más de lo que pensaba.- Le dije a Aeris.- Espero que a estas alturas Tifa esté bien.
— Seguro que lo está, Sil. No sobre pienses.- Ella me sonrió y se acomodo.- Por cierto, quería pedirte perdón.
— ¿Perdón? ¿Por qué?
— Bueno…- Ella negó con la cabeza.- Por nada… Siento haberte arruinado el momento.
— ¿Qué momento?- Le pregunté sin entender nada.
— Con él.
— Ah, no, me hace ilusión que estés aquí.- Le sonreí.
— Muchas gracias, está siendo una experiencia esto.- Me respondió mirándome.
— Totalmente.
Reímos un poco y en ese momento salió Cloud con una cara de perdido que no se la aguantaba ni él.
— ¿Cómo ha ido?- Le pregunté.
— ¿Eh?- Dijo él, confundido.
— ¿Estás bien?- Le preguntó Aeris mientras él se apoyaba en la pared.
— Sí…- Respondió con un hilo de voz.
— Estás rarísimo Cloud.- Le dije yo mirándolo fijamente.
— ¿En serio?- Me respondió sin mirarme.
— Muy raro.- Agregué.
En ese momento Madame M se acercó a Cloud y lo abanico un poco con su abanico.
— ¿Crees que vas a repetir?
Cloud desvió la mirada bajándola, algo rojo. ¿Qué había pasado en esa habitación?
— Muy bien. Ya nos entendemos perfectamente.- Dijo Madame M.
— Entonces…- Añadió Aeris acercándose a Madame M.
— Decidme qué necesitáis y ya veremos si os ayudo.- Respondió ella.
— Eres del triunvirato, ¿no?- Preguntó Aeris.- Quiero que nos recomiendes a ella y a mi para las pruebas de Don Corneo.
— ¿Y por qué ibais a querer participar en las pruebas?- Preguntó Madame M abanicándose.- Bueno, vale.
— ¿De verdad?- Pregunté yo sorprendida.-
— Pero no podéis ir vestidas así.- Dijo Madame M
— ¿Eh?- Dijo Aeris.
— Jamás enviaría a Don Corneo dos candidatas con vestidos tan… sencillos.
Aeris me miró fijamente el vestido y luego se lo auto miro a ella para volver a mirar a Madame M.
— Si lo hiciera, cuestionarían mi puesto en el triunvirato.- Seguía explicando Madame M.
— ¿Qué tiene de malo mi vestido?- Me preguntó Aeris.
— Es muy bonito, te pega muy bien Aeris. ¿Y el mío? Pensaba que no era… sencillo.
Cloud desde la pared me miraba fijamente de arriba abajo, analizando mi ropa.
— Yo no lo había visto sencillo para nada.- Me dijo Aeris.- Entonces… ¿qué tenemos que ponernos?
— Yo me encargo de eso. Los vestidos que os voy a conseguir parecerán que os han costado un millón de guiles.- Mencionó Madame M.- Pero me lo tendréis que pagar.
— ¿Y cuánto valen?- Preguntó Cloud.
— Lo que he dicho.- Respondió ella a lo que a mi un poco más y se me cae la cara al suelo.- Pero descuida. Salta a la vista que no podéis permitiros unos vestidos tan caros. Así que escuchad, tengo una idea. Existe un coliseo subterráneo en este distrito. Cloud, espero que te apetezca luchar, porque pienso inscribirte. Si ganas el torneo, convertiré a Sil y a Aeris en unas bellezas sin parangón.
— ¿Dan algún premio por ganar?- Preguntó Cloud.
— Sí, pero lo cobra quien inscribe al campeón. Bueno, ¿qué me dices?
— Muy bien.- Respondió él.
— ¿Yo también puedo participar?- Pregunté mirando a Madame M.
— Los tres, sin problema. Llévadles esta inscripción. Ya estarán apuntando a los luchadores así que será mejor que os deis prisa.
Salimos del salón de masajes y pusimos rumbo los tres hacia allí.
— ¿En qué lío nos hemos metido ahora?- Preguntó Aeris.
— En uno gordo. No creo que en este barrio peleen limpio.- Respondió Cloud.
— Estoy segura de que podremos ganar.- Dije yo mirándolos a los dos con una sonrisa.- Estáis con la mejor especialista de materias de Midgar.
— Me encanta tu confianza, Sil.- Dijo Aeris riendo un poco.- Pero mejor que mantengamos los pies en la tierra por si acaso.
— Si, eso también es verdad.- Me reí un poco.
Nos dirigimos rápidamente al coliseo donde se hacía el torneo de Don Corneo. Fuimos al chico que estaba en la puerta y le dijimos que íbamos a luchar como un equipo. Nos dio paso y nos metimos a un ascensor para llegar a la sala de descanso.
Abajo nos esperaba un encargado que nos paso a una especie de sala de espera. Me senté en una de las sillas y me puse a mirar mis materias y limpiarlas bien.
— ¿Haces esto seguidamente?- Me preguntó Aeris poniéndose a mi lado.
— Sí, me gusta mantenerlas bien limpias y brillantes. Manías mías.- Me reí.- Nos dará suerte para el combate.
— Ahora voy más segura.- Aeris también rio.
En ese momento nos dieron aviso de que iba a comenzar el torneo y se abrieron las puertas. Habían dos presentadores en el medio de la arena de combate quienes daban los coros de bienvenida.
— ¡Aquí en la ciudad que nunca duerme!- Dijo uno de los presentadores.
— ¡En el paraíso del vicio y del pecado, del dolor y el placer!- Dijo el otro.
— En el lugar donde cualquier deseo puede hacerse realidad por el precio adecuado: ¡el mercado Muro!
— Queridos amantes de la locura y violencia… ¡Os damos la bienvenida!
— ¿Estáis cómodos? Esta noche seréis testigos del espectáculo más sangriento del mercado Muro… qué digo, ¡del mundo!
— Aquí, ¡en el Coliseo de Don Corneo!
En ese momento todo el mundo aplaudió y gritó muy fuerte, parecían eufóricos por el torneo.
— ¡El premio de esta noche es nada más y nada menos que un millón de guiles! Y solo hay una forma de conseguirlo: ¡masacrando al rival!- Seguía diciendo el presentador.
— ¡Dándole una somanta de palos!
— ¡Con saña!
— ¡Sin miramientos!
— ¡Hasta que escupan sangre!
— Solo los luchadores más despiadados…
— Los que aguanten hasta el final…
— ¡Se harán con el premio y la gloria!
— ¡Ha llegado el momento que tanto ansiabais! ¡Bestias sedientas de sangre lucharán para vuestro disfrute!
— ¡Combatientes de lo más variopinto lucharán a muerte para vosotros!
— ¡Aquí y hoy, en la Copa Corneo!
En ese momento Aeris me miró muy sorprendida de la presentación de los presentadores.
— A vaya sitio hemos ido a parar…
Me reí un poco y le dijimos al encargado que estábamos preparados para el primer combate. En ese momento nos hicieron pasar a los tres hacia la arena.
— Para el primer encuentro, demos la bienvenida a tres luchadores.
— Un chico y dos chicas. ¿Cuál de las dos podrá conquistar al chico?
— ¡Vaya lugar para decidirlo!
— ¡Es su primer torneo! Y será el último si no tienen experiencia, ¿o sí la tienen?
— ¡Un aplauso para Cloud, Sil y Aeris!
Al pasar todo el mundo nos medio abucheaba y nos gritaba cosas obscenas a Aeris y a mi.
— Ahora sí que estoy cabreada.- Exclamó Aeris.
— Que se note.- Le sonreí
— ¡Su contrincante será uno de los mejores domadores de bestias del mercado Muro!- Seguía presentando uno de los presentadores.
— ¿Acabará el trío amoroso en la panza de sus mascotas?- Decía el otro presentador.
— Contemplad a estos perros del averno: ¡los canes infernales!
En ese momento las grandes puertas que habían al otro lado de la arena se abrieron. De golpe el encargado del otro lado salió corriendo chillando y los chuchos asquerosos del domador de bestia se lo intentaron comer antes de que el domador les llamara de vuelta y el encargado saliera chillando.
—¿¡Luchas con animales!?- Preguntó Aeris.
— ¿Eh?- Dijo el domador.- ¿Sois nuevos? Las reglas no dicen nada de que solo puedan competir personas.
— ¡Esto está que arde señoras y señores!- Decía uno de los presentadores.
— ¿Quién se alzará con la victoria en este duelo de hombres y bestias?- Seguía el otro presentador.
— ¡Esto podría acabarse en un abrir y cerrar de ojos, así que nada de pestañear! Sin más dilación, ¡que empiece el combate de la primera ronda!
Dieron la señal y mientras Aeris se encargaba de uno de los perros y Cloud del otro yo iba directamente al domador de bestias. Solo de usar un par de veces mi materia PIRO+ cayó al suelo de rodillas y los perros terminaron de la peor manera posible. Fue un combate muy fácil.
— ¿¡Quién iba a imaginarse que el combate terminaría así!?- Dijo el presentador
— ¡Qué desenlace tan inesperado, señoras y señores!- Añadió el otro presentador.
— Y los ganadores de este combate son… ¡Cloud, Sil y Aeris!
En ese momento se abrieron las puertas para que pudiéramos volver a la sala de espera hasta nuestro siguiente turno.
— ¡Primera victoria! ¡A seguir así.- Mencionó Aeris contenta.
— Y ha sido para chuparse los dedos.- Dije yo orgullosa.- Gracias materia piro, te quiero.
Aeris se rio haciendo que yo me riera también y miré a Cloud quien se apoyó en la pared, pensativo.
— ¿Qué te pasa?- Le pregunté.
— Las reglas no tienen ni pies ni cabeza.- Dijo Cloud.
— Ya…- Respondió Aeris.- ¿Quizá el siguiente combate sea más justo?
— No os esperéis demasiado.- Añadí yo.- Es posible que cada combate sea más injusto que el anterior.
Nos sentamos en una de las mesas y esperamos tranquilamente hasta que un mensaje de megafonía anunciaba que nuestro siguiente combate iba a empezar en breves. Nos dirigimos rápidamente a las puertas y estas se nos abrieron, dando paso a la arena otra vez.
— Continuamos con el segundo encuentro de la semifinal…- Dijo uno de los presentadores.- Recién salidos de una cita con la muerte, os presento… ¡al trío amoroso afortunado!
— ¿Por qué nos llaman así?- Pregunté sin entender nada.
— Su suerte es nuestra desgracia.- Dijo el otro presentador.- ¡Otro aplauso para Cloud, Sil y Aeris!
Un montón de gente seguía quejándose y diciendo mierda desde las gradas. Los abucheos nos perseguían.
— ¡Sus contrincantes son una panda de ladrones, buitres del vertedero, los asesinos más viles de Midgar! Sabandijas profesionales, ¡lo peor de lo peor!
— ¡Señoras y señores, cuidado con las carteras, que estos tienen las manos muy largas!
— Os presento la escoria de Midgar: ¡la pandilla del Chungo!
En ese momento aparecieron los tres maleantes que nos habíamos encontrado en la autopista derrumbada antes Cloud y yo.
— ¡Flipa con el humo! Tapaos la boca. ¿To bien?- Dijo El Chungo.
— Eh, ¡son los pavos de antes!.- Dijo El Broncas señalándonos.
— ¡Buah, chaval! La venganza es un plato que se sirve caliente.- Mencionó El Chungo.- Espero que tengáis ganas de postre, porque vamos a repartir tortas.
— ¿Encima vas a invitarles al postre?- Le preguntó El Pardi a El Chungo.
— ¡Es un decir, melón! ¡Estás tonto!
De golpe la puerta se volvió a abrir y aparecieron más detrás de ellos, siendo un grupo bastante grande de maleantes.
— ¿Son más?- Preguntó Aeris.
— ¿De dónde han salido estos amigotes tan impresentables?- Dijo el presentador.- Se ve que la pandilla del Chungo tiene un total de ocho miembros.
— Bueno, pues van a volver corriendo por donde han venido.- Añadí yo.
— Pero eso no vale.- Dijo Aeris muy indignada.
— Ow, la única regla que vale es que no hay reglas.- Mencionó El Chungo.- Si a Don Corneo le parece bien, te aguantas.
En ese momento en la pantalla apareció un dibujito de Don Corneo dándoles el OK.
— Don Corneo ha dado su aprobación.- Dijo uno de los presentadores.
— ¡Esto es absurdo!- Mencionó Aeris.
— ¡Esto va a ser una carnicería!- Dijo el presentador.- Querido público, no miréis para otro lado, ¡no vaya a ser que os perdáis lo mejor!
— ¡Que comience el segundo combate de las semifinales de la Copa Corneo!
En ese momento inició la batalla. Ellos iban con armas como hachas así que decidí usar la materia de protección en los tres para evitar ser aniquilados vivos. Empezamos a luchar juntos, aunque ocho contra tres no era demasiado justo, eran bastante malos peleando y al final nos los cargamos en un santiamén.
— Eran tres contra… no sé cuántos exactamente, pero muchos. Aun así, nuestros ganadores son…- Dijo el presentador.- De nuevo, ¡Cloud, Sil y Aeris!
Se nos abrieron las puertas y entramos rápidamente a la sala de descanso otra vez. Me senté y cerré los ojos descansándolos un poco.
— ¡Ahora a por la gran final!- Exclamó Aeris.- Aunque… no se os ve muy contentos.
— ¿Yo? Ah.- Dije.- Solo estoy algo cansada, pero voy bien. Lo estamos haciendo genial.
— ¿Y tú Cloud?- Le preguntó Aeris.
— Solo estoy pensando en el siguiente combate.
— Bueno, no pienses demasiado. Si hemos llegado hasta aquí podemos con lo que se nos venga.- Respondí sacando una materia y lanzándola al aire y agarrándola sucesivamente.
Nos quedamos allí por un rato más hasta que volvimos a escuchar la megafonía diciendo nuestros nombres para que fuéramos hacia la puerta. Las puertas se abrieron enfrentándonos a nuestro combate final.
— Señoras y señores. ¡El espectáculo está llegando a su fin!- Dijo el presentador.
— Esta Copa Corneo ha estado repleta de giros inesperados y mucho tomate, ¡y ahora está a un combate del desenlace!- Añadió el otro presentador.- Nosotros tampoco queremos que acabe. ¡Pero ya se dice que lo bueno, si breve, dos veces bueno! ¡Por eso, vamos a despedirnos por todo lo alto y a voz en grito! ¡Que nos oigan hasta en la plataformaaaaaa!
— ¡Tenemos aquí el trío amoroso que nos han dejado con la boca abierta combate tras combate. Super unidos por su insaciable sed de sangre. Los campeones de Madame M: ¡Cloud, Sil y Aeris!
Cloud suspiró y lo miré fijamente. Se notaba que se empezaba a cansar también de los comentarios.
— ¡Vamos! ¡Más alto! ¡No os oigo animar! ¡Desgañitaos!- Dijo el presentador saltando y animando con los brazos.- ¡Se enfrentarán a los ganadores por quinta vez consecutiva de la Copa Corneo! ¡Dos máquinas de matar que han descuartizado a cientos de contrincantes!
— ¡Y desmembrado a otros cuantos!
— ¡Un dúo duro de pelar que corta por lo sano y por lo menos sano!
— Los verdugos mecánicos… Los campeones de Sam… ¡Sierritas y Balitas!
— ¡Aquí llegan!
Se abrieron las puertas y aparecieron dos máquinas aniquiladoras de Shinra.
— ¿Son robots?- Preguntó Aeris.
— Más bien armas de Shinra.- Respondió Cloud
— Más bien tramposos.- Mencionó ella.
— Pan comido.- Dije yo preparándome para la lucha.
— ¿Quién se llevará el millón de guiles? ¡Preparaos para un combate que hará historia!- Dijo el presentador.- ¡Que empiece el combate final de la Copa Corneo!
En ese momento llegó el momento de empezar el combate. Tenía en mente que este combate iba a ser bastante sencillo porque el electro afecta muy negativamente a cualquier máquina y se me daba bastante bien usarlo. Estuve en lo correcto porque tanto el aniquilador como el triturador duraron poquísimo en combate. Cloud, Aeris y yo nos compenetramos bien para romper los dos brazos de la máquina y luego escacharrarlas.
— Esto nunca a… ¡No me lo puedo creer!- Dijo uno de los presentadores.
— Los ganadores de la Copa Corneo, el trío amoroso asesino… ¡Cloud, Sil y Aeris!- Dijo el otro presentador.
Salimos de la arena y me senté de inmediato. Estábamos los tres bastante agotados pero ya estaba todo cumplido por lo que parecía.
— Ahora ya podemos centrarnos en salvar a Tifa.- Dijo Aeris.
— ¡Por fin!- Exclamé.- Espero que esté bien…
— Volvamos al salón de Madame M para que os podáis cambiar… Luego adonde Corneo.- Dijo Cloud.
— ¡Vamos!- Dijo Aeris.
En ese momento entró Madame M a la sala de descanso con una cara algo enfadada.
— Lo siento, pero tengo una mala noticia.- Exclamó ella.- Aún os queda un combate más.
— ¿En serio? ¿Por qué?- Pregunté sin entender absolutamente nada.
— Habéis cautivado al público y han apostado fuerte. No os hacéis una idea de la suma de las apuestas. Don Corneo le va a sacar toda la tajada que pueda.- Explicó Madame M
— ¿Entonces?- Preguntó Cloud.
— Tendréis que derrotar al luchador que elija Don Corneo para que os declaren campeones de la copa.
— ¡Oye ese no era el trato!- Mencionó Aeris indignada.
— ¿¡Te crees que no lo sé!?- Exclamó con una fuerte voz Madame M.- ¡Es un cerdo avaricioso! ¡Un baboso de mierda! ¡La madre que…!
En ese momento ella suspiró intentando calmarse.
— Pero es lo que hay. Es Don Corneo quien dicta las reglas.- Siguió Madame M.- De todas formas, si ganáis este combate no le quedará más remedio que aceptar vuestra victoria. El público se asegurará de ello.
— ¿Este será el último combate?- Preguntó Cloud no demasiado convencido.
— Eso espero.- Respondió Madame M.
— Bueno, esperemos que sea igual de fáciles que los anteriores.- Agregué.
En ese momento nos volvieron a llamar por megafonía. Esperaba sinceramente que fuera la última vez, estaba bastante cansada. En ese momento se abrieron las puertas y entramos a la arena una vez más.
— La Copa Corneo de esta noche ha sido histórica.- Dijo uno de los presentadores.
— La despedida de este torneo nos ha dolido tanto como a vosotros, querido público.- Dijo el otro presentador.
— Pero nadie está tan apenado como el propio Don Corneo… ¡por eso ha decidido celebrar un combate más!
La gente chillaba muy fuerte, había un ruido increíble en toda la arena. Todo el mundo parecía emocionado.
— En este encuentro participará el trío amoroso del momento, aquellos que han arrasado esta noche. ¡Cloud, Sil y Aeris!
— ¡Cloud! ¡Cloud! ¡Salúdanos!- Chillaba una persona del público.
— ¡Eres el mejor, Cloud!- Decían otras chicas del público saltando para poder llamar su atención.
— ¡Aeris! Te amo, ¡cásate conmigo!- Decía otro tío del público.
— ¡Sil! ¡Yo pago el hotel! ¡Vente conmigo esta noche!- Decía otro.
— Su contrincante llega directa de las profundidades del coliseo.- Dijo un presentador.
— ¡Se trata de una pesadilla hecha realidad, una bestia liberada de su prisión para el deleite del público!- Dijo el otro presentador.- ¡El arma secreta de Don Corneo! Un aplauso para… ¡la casa infernal!
En ese momento en vez de abrirse las puertas, se abrió el suelo saliendo literalmente una casa de este.
— Pero… si es una casa.- Dijo Aeris
En ese momento la casa se movió y empezó a echar llamas de sus ventanas.
— ¡No es una casa cualquiera!- Dijo Cloud poniéndose en posición de combate.
— ¡A un lado, la residencia del mal!- Dijo el presentador.- ¡Al otro, el trío amoroso más rompedor de Midgar! ¿¡Dónde se ha visto un duelo más épico que este!? En ningún sitio, ya os lo digo yo. Lo que vais a presenciar hoy y aquí ¡es el nacimiento de una leyenda!
— No os perdáis ni un segundo de la acción, señoras y señores.- Exclamó el otro presentador.
— El combate final finalísimo de la Copa… ¡comienza ahora!
Empezamos rápidamente el combate. La casa se especializaba en bombardear y en embestir, o por lo menos eso parecía al principio. Parecía que no había manera de fatigarla. Para ser una casa se movía demasiado rápido y como te pillaba te metía dentro para sacudirte hasta dejarte tonto. En una de estas pilló a Cloud y lo metió dentro, parecía que lo estaba explotando dentro de las cuatro paredes. Le curé con mi materia y seguimos el combate hasta que de golpe la casa se paró.
En ese momento mi instinto fue correr rápidamente hacia ella para cargárnosla pero Cloud me agarró por la cintura parándome.
— ¡Quieta ahí!- Me dijo.
En ese momento la casa empezó a temblar y de ella salieron dos brazos, cuatro piernas y una cabeza enorme.
— ¡Cuidado!- Exclamó Aeris al ver que la casa iba directamente en dirección donde estábamos Cloud y yo.
Cloud se puso delante mío y paró la casa de un espadazo para que no pudiera darnos. Rápidamente intenté usar algunas de mis materias pero tenían muy poco efecto, parecía que se había puesto algún tipo de escudo.
— Mierda, hay que buscarle un punto débil.- Exclamé yo.
En ese momento me fije en que los colores de sus paredes cambiaban y sus colores eran parecidos a los colores elementales así que cuando se le pusieron las paredes amarillas decidí usar AERO y la casa entró en fatiga.
— ¡BINGO!- Dije contenta.
Después de averiguar su punto débil parecía que todo se había vuelto más fácil, su vida bajaba considerablemente rápido. Llegó un punto que hasta la casa volaba para intentar aplastarnos pero por suerte éramos más rápidos. En una de estas la casa se escacharró así que Cloud aprovechó la oportunidad y saltó sobre su cabeza clavándole su espada haciendo que la casa explotara y se quedará en ruinas.
En ese momento todo el mundo parecía no creerlo y yo miré a Cloud de manera inconsciente.
— ¡Lo hemos hecho!- Exclamé.
Cloud asintió y se acercó a mí poniendo un brazo sobre mi hombro y acercándome a él haciendo que me sonrojara un poco. Era como… un medio abrazo de su parte. Cogí una materia y la lancé fuerte hacia el aire como símbolo de victoria y la recogí cuando volvió hacia mi. Aeris vino rápidamente hacia nosotros dos y chocamos los cinco.
— Los ganadores…- Dijo uno de los presentadores.
— Los campeones…- Dijo el otro presentador.
— Son ¡Cloud, Sil y Aeris!- Dijeron los dos al unisono.
En ese momento salimos de la arena y también del coliseo ya que teníamos que ir a ver a Madame M al salón de masajes para que nos cambiará a Aeris y a mi. Con tanta euforia se me había medio pasado el cansancio. En un abrir y cerrar de ojos llegamos al salón de masajes.
— Habéis venido.- Nos dijo Madame M, recibiéndonos.- Ya tengo todo lo que necesitamos… Por cierto, Cloud. ¿Tú eres el mercenario del que hablan? Me han dicho un pajarito que has ayudado mucho a la gente del sector 5. Me parece muy loable por tu parte.
— No lo hice solo.- Dijo Cloud mirándome.
— Bueno, voy a vestir a Sil y a Aeris con los modelitos más impresionantes que hayas visto. Te vas a quedar boquiabierto. Y… Ahora que he dejado las cosas claras. ¿Estáis listas?
— Sí.- Dije yo.- Acabemos con esto.
— Muy bien, manos a la obra. La belleza lleva su tiempo y esfuerzo, más de lo que te imaginas.- Dijo Madame M mirando a Cloud.- Mientras tanto, a ver, a ver… Seguro que hay cosas que solo te atreves a hacer sin tus amigas. Aprovecha que estás solo para pasártelo en grande. Tengo la sensación de que ya le estás cogiendo gustillo a la zona. Aunque como eres nuevo por aquí, quizá no sepas bien cómo aprovechar el tiempo y divertirte. Por eso decidí hablar con Sam, él se encargará de guiarte.
— Yo no te he pedido que me busques una guía.- Dijo Cloud algo mosqueado.
— Pero hay muchas cosas que desconoces.- Le dijo Madame M.- Es el momento perfecto para que conozcas mundo y madures un poco. No se hable más, Sil, Aeris, venid conmigo.
— ¡Ay! ¡Qué ganas de ver el vestido!- Exclamó Aeris.
— Espero que sea de mi rollo… Si no, no me lo pongo.- Dije yo.
— Los vestidos son importantes, por supuesto. Ya he buscado uno que os pegara a cada una. Pero también hay que maquillaros bien y arreglar esos peinados. Voy a sudar tinta.
— Bueno, hasta luego Cloud.- Dijo Aeris.
Yo solo le sonreí y Aeris y yo nos metimos para dentro.
— Por cierto…- Dijo Madame M antes de que Cloud se fuera.- Como cotillees, te arranco los ojos.
Cloud suspiró y salió del local. Madame M empezó a hacer un trabajo espectacular con nosotras. A Aeris le puso un vestido rojo hasta los pies que le quedaba espectacular y además le hizo un peinado precioso que parecía sacado de un cuento de hadas. Luego Madame M se puso a trabajar conmigo poniéndome un vestido tipo lolita de color negro y rojo que definitivamente me favorecía un montón y me peino poniéndome un tocado bonito en el pelo a juego con el vestido. Luego nos maquilló a las dos poniéndonos bien bonitas y terminamos con un poco de perfume.
— Así podríais conquistar a cualquier chico que queráis.- Nos dijo Madame M mirándonos fijamente.
¿Cualquier chico que quisiera?
— Estás preciosa Aeris.- Le dije dándole una vuelta para ver todo su look completo.
— ¡Tu si que estas bonita, Sil! Eres una monada.- Dijo Aeris dándome una vuelta a mi.
— Por cierto.- Nos dijo Madame M.- Hay alguien que quiere conocer a Cloud, podríamos decir que le ha llamado la atención. Si no queréis entrar solo vosotras dos a la mansión de Don Corneo será mejor que llevéis a Cloud ante él, quizás puede darle también una carta de recomendación.
— ¿Hablas de Andrea Rhoeda? ¿El director de Honeybee Inn?- Pregunté.
— Exactamente.- Contestó Madame M.- Y creo que él podría tener una idea para conseguir que Don Corneo no note nada. Será mejor que una de vosotras vaya a verle al Honeybee Inn y la otra avisé a Cloud.
— Entonces, yo voy al Honeybee Inn.- Dijo Aeris mirándome.- Tu encárgate de Cloud.
— A las ordenes.- Dije con una sonrisa.
En ese momento salimos las dos del salón de masajes y una fue dirección HoneyBee Inn. Yo debía buscar a Cloud pero de golpe apareció Johnny en mi camino.
— No me digas na, ¿vas a buscar a Cloud verdad?- Me dijo mirándome fijamente.
— Sí, ¿Cómo lo sabes?- Le pregunté.
— Yo se donde esta, te llevó con él.
Johnny me llevó hasta el puente de la mansión de Don Corneo, justo antes de llegar un montón de gente se nos apelotono mirando mi vestido. No pude evitar ponerme algo roja de la situación, no estaba tan acostumbrada a recibir tanta atención.
— Eh, ¡largo! Nada de mirar. Venga, fuera, ¡vamos!- Johnny iba haciendo paso entre la gente y puso una alfombra roja corta entre donde estaba Cloud y yo.
Me acerqué a él lentamente, algo sonrojada, con las manos al frente y le miré a los ojos. Él me miraba con la boca medio abierta, vi como se le dilataban las pupilas, mi corazón empezó a ir muy muy rápido, pensaba que iba a salir de mi pecho.
— Ese vestido…- Me dijo cuando estaba cerca de él.- Estas preciosa.
Me dio la mano y me acercó a él. Lo miré a los ojos, sentía que me iba a morir de lo rápido que se movía mi corazón.
— Gracias…- Le dije con la voz algo baja.
Él me miró fijamente a los ojos, agarrándome fuerte la mano. El tiempo se había parado. Me estaba poniendo tan roja que desvié la mirada y me aparté un poco.
— Perdona.- Me dijo él.
— N-No, no te preocupes…- Le respondí.
— Me da que este asunto es más peligroso de lo que pensábamos.- Mencionó Cloud mirándome.- Ni siquiera sabemos qué os van a pedir en esas pruebas de selección. Ni en sueños voy a dejar que las dos entréis solas por vuestra cuenta.
— Ah, si, tenemos un plan para eso. Pero primero tienes que acompañarme a un sitio.- Le respondí.
— ¿Qué plan?- Me preguntó.
— Según Madame M, has llamado la atención de alguien divino y quiere conocerte en persona.
— ¿Cómo?
— Tú sígueme.
Le llevé derecho al HoneyBee Inn y me paré en la puerta, mirándolo.
— Vamos a ver a Andreas Rhodea, del HoneyBee Inn, y a convencerlo para que te entregue su carta de recomendación.- Le dije.- No querías que fuéramos solas, ¿no? Si nos ayuda Andreas, podrás venir con nosotras. Va venga, entremos, Aeris debe estar esperando aquí también.
Le agarré del brazo y lo llevé a la fuerza hacia dentro del HoneyBee Inn donde estaba el recepcionista esperándolo.
— Bienvenido al HoneyBee Inn, el paraíso del ocio y la diversión.- Nos dijo el recepcionista.
— Hemos venido a ver a Andreas Rhodea.- Dijo Cloud.
— Supongo que usted es el señor Cloud. Le está esperando.
— ¿El "señor" Cloud?- Preguntó Cloud a lo que yo reí un poco.
— Me ha pedido que le haga pasar cuanto antes. Por favor, pase al escenario del fondo.
— ¿Qué escenario?- Dijo Cloud.
— El que está al fondo, señor. Cruce esa puerta y siga todo recto.
Cloud y yo nos dirigimos a la puerta del fondo donde unas abejitas lo esperaban y le hicieron pasar rápidamente, antes que a mi. En ese momento Aeris vino hacia mi y me sonrió.
— ¿Le has convencido?- Me preguntó.
— Creo que aun no entiende que va a hacer allí.- Reí un poco.- ¿Entramos?
— Sí.
Entramos a la sala de la función donde en el escenario bailaban las abejitas y el señor Andrea, justamente estaban sacando a Cloud al escenario. Aeris y yo nos sentamos juntas en un sofá mirando toda la escena.
— Bienvenido al Honeybee Inn, Cloud.- Le dijo el señor Andrea acercándose a él.- Quieres que te recomiende, ¿no es así?
En ese momento el señor Andrea le puso un dedo en los labios para evitar que dijera nada.
— Te entiendo.- Dijo Andrea.- Pero para ganarte mi aprobación, vas a tener que conquistarme con un baile.
Andrea se puso a bailar con las demás abejitas y en ese momento Cloud se intentó dar la vuelta siendo interceptado por varias abejitas y siendo arrastrado a la fuerza al medio del escenario. En ese momento se percató que Aeris y yo estábamos sentadas allí y le animamos haciéndole señas de ánimo con los brazos.
Cloud suspiró y se quedó con Andrea en el escenario.
— ¿Crees que puedes seguirme el ritmo?- Le preguntó Andrea.
En ese momento empezó el espectáculo de verdad donde Andrea y Cloud se pusieron a bailar juntos, haciendo una tremenda obra. No pude evitar soltar alguna que otra carcajada mientras bailaban, ver así a Cloud era tan divertido.
— ¡Eso Cloud! ¡Demuestra quién manda!- Dije yo animándolo desde el público.
El siguió bailando dándolo todo, se le daba extrañamente bien bailar. Estaba siendo todo un espectáculo. Parecía que Andrea y Cloud estaban hasta sincronizados con los pasos.
— ¡Que buenos pasos!- Dije yo desde el público aplaudiendo.
— ¡Baila super bien, Cloud!- Exclamó Aeris aplaudiendo también.
Andrea se puso delante de Cloud y le hizo un corazón con las manos.
— Mi abejita reina… Me has conquistado. Sí. Te voy a convertir en una belleza sin igual. No hay tiempo que perder. ¡Manos a la obra!
En ese momento las abejitas pusieron una silla en el centro del escenario y sentaron a Cloud. Taparon la escena con unas plumas y cuando desviaron las plumas Cloud estaba cambiado totalmente. Le pusieron un vestido con corsé azul con una falda larga lila. Le habían maquillado e incluso le habían puesto el mismo tipo de trenzas que yo llevaba.
Estaba guapísima.
Aeris y yo nos quedamos boquiabiertas mirando fijamente su tremendo vestido y lo bonito que le quedaba.
En ese momento Andrea fue hacia él le dio la mano e hicieron un par de vueltas bailando más y para rematar los dos quedaron tan cerca que parecía que se iban a comer la boca en ese instante. No pude soltar un pequeño chillido de emoción al ver la escena.
— ¡Ideal!- Dijo Andrea.- La belleza de verdad es una representación del corazón. No cede ante la vergüenza y no se rige por los conceptos de género. No tengas miedo, Cloud.
Se dieron la mano e hicieron una reverencia indicando que el show había terminado. Aeris y yo salimos primero del HoneyBee Inn y le esperamos fuera. En una de estas lo vimos salir sin decir absolutamente ni una palabra, nos acercamos rápidamente a él.
— Hala Cloud. ¡Vaya espectáculo!- Le dijo Aeris.
— Ya ves, no sabia que bailabas tan bien.- Le dije yo.
Cloud siguió andando ignorándonos por completo.
— ¿Cloud?- Le pregunté.
— Eeeo, ¿Cloud? ¿Hola?- Le dijo Aeris.
— ¡Te estamos hablando Cloud!-Le dije con un tono mas serio.
— Callaros.- Nos dijo de golpe.- No digáis nada más.
— ¿Nada de nada?- Preguntó Aeris.
— No.- Remarcó él.
— ¡Pero si estás divina, Cloud!- Exclamé sin pensar demasiado.
En ese momento Cloud suspiro y nos dirigimos los tres directos a la mansión de Don Corneo con nuestras tres cartas de recomendación para las pruebas. En la puerta estaban los tres tipos de antes, incluido Leslie.
— No puede ser…- Dijo Leslie.
— Aquí tienes: las recomendaciones de Andreas Rhodea y Madame M. Con eso vale, ¿no es cierto?- Preguntó Aeris.
— ¿Vais en serio?- Preguntó Leslie
— ¿Hay algún problema?- Pregunté yo mirándolo fijamente.
— Vosotras sabréis…
En ese momento nos abrieron las puertas y entramos a la mansión de Don Corneo de verdad. Allí nos esperaban varios lacayos de Don Corneo.
— ¿Habéis venido a las pruebas?- Preguntó el lacayo.- Por las escaleras, última puerta a la izquierda. Y nada de husmear.
Subimos las escaleras mientras escuchábamos como los lacayos hablaban de manera muy asquerosa sobre nosotras. Entramos a la sala que nos habían dicho y era básicamente una sala de trastos. De golpe escuchamos un fuerte ruido y habían sido las puertas que las habían cerrado de golpe.
— Esto no pinta bien.- Dije mirando la situación.
— ¿Qué es ese olor dulce tan raro?- Mencionó Aeris.- ¿Y por qué me estoy mareando?
— Es gas.- Dijo Cloud de golpe.- Vámonos.
Cloud intentó abrir la puerta pero sin éxito. En unos segundos nos quedamos los tres en el suelo, super mareados, sin poder casi movernos. Se abrieron las puertas y entraron los lacayos.
— ¿Os llevamos a la sala de espera para que descanséis un poco?- Dijo uno.
— Bueno, tirando que es gerundio.- Dijo otro.
— ¿Adónde… nos… lleváis?- Preguntó Aeris con la poca voz que podía.
— Arriba monada.- Dijo un lacayo intentando levantar a Cloud el cual lo intentó apartar empujándolo un poco haciendo que el lacayo intentará volver a levantarlo bruscamente.
— ¡Eh, trátala bien, gilipollas!- Dijo su compañero.
— ¿Qué haces? ¿Quieres bronca o que?- Le respondió el lacayo.
— Son las chicas de Don Corneo. Como les dejemos alguna marca, rodarán cabezas.
— Ya, lo sé.
— Esta vez sí que están de rechupete las cuatro, ¿no te parece?
Se rieron y aprovecharon nuestro mareo y debilidad para llevarnos a otro cuarto. En ese momento noté una mano que me movía bruscamente.
— ¿¡Sil!? ¿Eres tú?
Abrí los ojos y era Tifa que me miraba fijamente.
— ¿Tifa? ¡Ai! Menos mal que estás bien.- Me tiré a ella abrazándola y ella me correspondió.- Pensé que te habría pasado algo malo…
En ese momento se despertó Cloud y miró fijamente a Tifa.
— ¿¡Tifa!?- Dijo Cloud.
— ¿Si…?- Preguntó ella sin entender nada.
— ¿Estás bien?- Le preguntó Cloud.
— Si… Espera… Un momento… ¿¡Cloud!? ¿Eres tú? ¡Hala, qué de maquillaje! ¡Y con vestido!
— Ya sé que estoy divina. A otra cosa.- Respondió Cloud.
No pude evitar reír un poco por su contestación. En ese momento Aeris volvió a la consciencia y fui rápidamente hacia ella para ayudarla.
— ¿Estás bien?- Le pregunté.
— Sí. Un poco mareada, pero no es para tanto.- Me respondió Aeris. En ese momento se percató de Tifa y fue rápidamente hacia ella.- Hola, Tifa. ¿Qué tal?
— Bien…
— Ah, perdona. Soy Aeris, una amiga de Sil y de Cloud. Estábamos preocupados y decidimos venir a echarte una mano.- Dijo Aeris con una sonrisa.
— Eh… ¿Gracias?- Dijo Tifa aun sin entender nada.
— Ya hablaréis luego. Tenemos que irnos.- Dijo Cloud mirando la habitación.
— ¿Qué?- Preguntó Tifa.
— Ya mismo.- Exclamó Cloud.
— ¡No! No pienso irme sin lo que he venido a buscar.- Dijo Tifa.
— ¿Eh? ¿Y que es?- Le pregunté.
— Pues… Cuando volvimos a la barriada, aparecieron unos tipos y empezaron a hacer un montón de preguntas. Así que me puse a investigar…
— ¿Tiene que ver con Don Corneo?- Le pregunté.
— Exacto. Estaban preguntando por Avalancha. Pero… no sabía por qué. Así que decidí venir y preguntarle en persona.
— ¿En serio?- Exclamó Cloud.
— Pensé que si nos quedábamos a solas en su habitación podríamos hablar cara a cara.- Explicó Tifa.- Pero luego me enteré de que en las pruebas compiten tres o cuatro chicas. Y si no lograba que me eligiera a mí, todo habría sido en vano.
— ¡Entonces no tienes de qué preocuparte!- Dijo Aeris mirándola.- Porque aquí tienes a las otras tres candidatas. ¿A que si?
— Si…- Respondió Cloud sin demasiada motivación.
— Las cuatro unidas jamás seremos vencidas.- Dije riendo un poco.
— Eso espero…- Dijo Tifa
— Sil, Cloud, tu y yo.- Dijo Aeris con una sonrisa.- Da igual a quién elija, ¿no?
— No se, Aeris.- Dijo Tifa mirándola.- Me da cosa involucrarte en todo esto… sobre todo a ti.
— Déjala. Siempre hace lo que quiere.- Añadió Cloud.
— Es muy cabezona.- Añadí yo.
— ¡Ay, que bien! Ya empezáis a conocerme, por fin.- Mencionó ella con una sonrisa.
Cloud suspiró y nos pusimos a esperar a que vinieran a abrirnos a pasar a la siguiente fase.
— Salid por la puerta de la izquierda y subid las escaleras.- Escuchamos la voz de un lacayo.- Venga, chicas, al tajo.
Salimos por la puerta las cuatro en cuanto anunciaron el mensaje.
— Venga, chicas, vamos.- Dijo Cloud a lo que reí un poco.
— ¿Tantas ganas tienes?- Le preguntó Tifa a lo que él no respondió.
— Te estas metiendo en el papel, ¿eh?- Le dije yo.
— Sí, sí…
En ese momento llegamos a otra sala donde nos recibieron los presentadores de la Copa Corneo. Nos pusimos en fila y el presentador nos miró fijamente.
— Eh, vuestras caras me suenan. ¿Nos conocemos de algo?- Nos preguntó el presentador.
Aeris negó con la cabeza sin decir una palabra mirando fijamente al presentador.
— Bah, da igual.- Dijo el presentador poniéndose una mano en la nuca.- Cojonudo. ¿Estáis preparadas? Venga, al tema. ¡Os presento al galán más carismático del mercado Muro! ¡El único, el inimitable… Don Corneo!
En ese momento salió de detrás de la pared un gordito bajito con poquito pelo rubio en la cabeza y una ropa horterísima.
—¡Qué guapas! ¡Qué bien!- Dijo casi que babeando viniendo hacia donde estábamos.- ¿Con cuál de vosotras voy a intimar?
Se acercó de golpe a Aeris y la miró literalmente de arriba abajo.
— ¿Me quedo contigo?- De golpe pasó a Tifa y le miró fijamente las tetas.- ¿O contigo?
Luego pasó a Cloud siendo un momento tenso porque si lo descubrían todo a la mierda. Le agarró y le tocó el brazo asintiendo y luego fue directamente hacia mi y se quedó con la baba fuera de la boca. Me agarró la mano y me dio una vuelta que casi me hace vomitar, pero tenía que fingir.
— ¡Síiiii! ¡Ya lo sé! ¡Decidido!- Dijo Don Corneo.- La elegida de esta noche es… la muñequita de rojo.
Suspiré y rodé los ojos, pero todo sea por el plan de Tifa.
— Uhhh… Así me gustan más, con un poquito de actitud.- Dijo Don Corneo agarrándome de la mano. Por instinto puse un poco de resistencia.- ¿Te gusta hacerte la dura? Me gusta.. no lo sabes tu bien..
Cloud me miraba fijamente mientras Don Corneo me sujetaba, se notaba que tenía ganas de hacer pedazos a este gilipollas, igual que las tenía yo.
— Quedaos con las sobras.- Dijo Don Corneo a sus lacayos.
Don Corneo me llevó a su habitación y me senté en el borde de la cama con las manos en la falda sin decir ni una palabra. Lo tenía atrás mío y lo escuchaba babear, me estaba dando mucho asco.
— Que muñequita mas bonita. Aunque vas vestida como una normalmente las de plástico no tienen tantas… ya sabes, tetas como tu.- Suspiré al escuchar esa mierda que había soltado por esa sucia boca.- Venga, deja la timidez y ven con papi. Solo estamos tú y yo…- Se acercó aún más a mi.- ¡Eres más mona de lo que pensaba!
— ¿Puedes parar de decir esa mierda?- Le pregunté con mi tono más calmado posible.
— Vaya, la muñequita es peleona. Cómo me pone…- Me respondió Don Corneo haciendo una foto con una cámara con flash.
— ¿Qué ha sido eso?- Le pregunté.
— No te preocupes, muñequita. Tan solo es una fotito para recordar este fogoso encuentro.- Dijo Don Corneo.- Y para que no se te ocurra ninguna tontería, como negarte…
Me hizo otra foto pero más de cerca.
— Dios, que asco.
— ¡UH! Sigue así, que me encanta esta personalidad que tienes…- Me dijo Don Corneo.
— Te lo digo en serio, das puto asco.- Exclamé levantándome de la cama.- Lo único que parece que tienes es dinero porque lo demás…
— ¡Oye! ¿Quién cojones te crees como para hablarme así? ¡Que alguno entre y le dé una lección a esta zorra maleducada.- Exclamó Don Corneo.
En ese momento entraron Tifa, Aeris y Cloud a la habitación y Cloud me agarró de la cintura atrayéndome a él.
— ¿Estás bien?- Me preguntó sin poder evitar ponerme un poco roja.- ¿Te ha hecho algo?
— No, tranquilo, estoy bien.- Respondí yo.
— Lo siento pero…- Dijo Tifa mirando a Don Corneo.- La lección se la hemos dado nosotras a tus hombres.
— ¿Pero que…?- Preguntó Don Corneo sin entender nada.
— ¡Sil! ¡Toma tu ropa!- Dijo Aeris dándomela.
Me puse detrás de un biombo que había y me cambié rápidamente de ropas volviendo a mis trajes normales.
— ¿Y en qué momento ha entrado un chico aquí?- Exclamó Don Corneo mirando a Cloud.- ¿A que habéis venido vosotros cuatro?
— Las preguntas las hacemos nosotros.- Dijo Tifa poniéndose las manos en la cadera.- Por ejemplo: ¿por qué estaban tus hombres preguntando por AVALANCHA en el sector 7?
— ¿Eh? No sé de qué estás hablando.- Respondió Don Corneo poniéndose bien.
— No te hagas el tonto.- Tifa se cruzó de brazos y se acercó a él.- Segunda oportunidad. ¿Por qué estaban tus hombres preguntando por AVALANCHA en el sector 7? Desembucha o…
— Te los corto.- Dijo Cloud apunto de sacar su espada haciendo que Don Corneo se asustara.
— ¡Vale, vale! Hablaré, hablaré. Me pagaron para encontrar a un tipo con una ametralladora en vez de brazo.- Don Corneo hablaba de Barret.
— ¿Quién te pago?- Preguntó Tifa.
— ¡No te lo puedo decir! ¡Me darían de palos como a un chucho!- Respondió él.
— Más te vale decírmelo, porque si no…
— Te los quemo.- Dije yo sacando mi materia piro del bolsillo.
— Y luego yo te los arranco.- Añadió Aeris haciendo que temblara de miedo.
— ¡Fue el director de seguridad pública de Shinra! ¡Heidegger!- Exclamó Don Corneo
— ¿¡Shinra!? ¿Y qué se traen entre manos?- Preguntó Tifa.
— Hay cosas que es mejor no decir, ¿sabes?- Dijo él.
— Es mejor que sigas hablando… De verdad te lo digo.- Le dije mirándolo fijamente.
— Te los aplastaré.- Dijo Tifa muy decidida.
— Vale, os lo digo. No puedo decir que no a chicas tan guapas.- Exclamó Don Corneo.- Como AVALANCHA ha volado dos reactores, Shinra quiere aplastarlos a ellos y su base de operaciones. Y digo "aplastar", literalmente. Van a derribar el pilar, lo van a volar por completo.
— ¿El pilar?- Exclamó Tifa.
— ¿Estás sorda?- Preguntó de mala manera Don Corneo.- Sin el pilar, la plataforma se derrumbará. Igual que pasó en el sector 6, seguro que habréis visto los escombros. Pues dentro de nada, ¡así va a quedar el sector 7!
— No me lo puedo creer…- Dijo Tifa cambiándole la voz a muy preocupada.
— Tifa, hay que irnos.- Le dije rápidamente.
Los cuatro intentamos correr hacia la puerta cuando la voz de Don Corneo nos freno.
— Antes de que os vayáis…
— Cállate.- Dijo Cloud.
— Por favor, seré breve.- Dijo Don Corneo.- Como sabéis los malos solo revelan sus planes llegado cierto momento. ¿Sabéis cuándo es?
— Cuando se creen que ya han ganado.- Respondí yo.- ¿a que sí?
— Señoras y señores, ¡tenemos una ganadora!- Dijo Don Corneo.- Habéis ganado un viaje con todos los gastos pagados… ¡a las alcantarillas!
Don Corneo le dio a una palanca y el suelo se abrió tirándonos directamente hacia las alcantarillas, como en una caída libre. Todo se volvió negro de un momento a otro.
-
Esto es una adaptación de la obra original FINAL FANTASY VII (SQUARE ENIX©) sin fines de lucro. Solo tiene fines lúdicos y de comunidad. Prohibida la copia de la adaptación igual que la extracción de personajes propios sin autorización.
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La vida fluye, al agua corre, el aire viaja, el viento sopla, las montañas cantan, las aves juegan, el fuego crepita en la hoguera... Tu y yo viviendo una experiencia, juntos escribiendo un capítulo más de nuestro bello libro, creando pasajes de sempiterna belleza, apostando por el cariño, aniquilando tristezas con la certeza que nos da el contruir en unión por los dos; agregando alegrías y disfrutando de besos y caricias, de apapachos y sonrisas.
Viajamos y con cada experiencia vivida, el amor se hace más fuerte, la confianza crece, la complicidad es nuestra aliada... Ambos estamos creando nuestra historia de amor.
Leregi Renga
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Capítulo V: El Festival de la Bruma pt. II
El río Hjaal dividía Morthal en dos partes. Los vecinos de la villa se reunieron al este de la región meridional, junto a la casa de Falion. Como mago de la corte, era su deber oficiar la ceremonia. Habían colocado varias filas de bancos de madera y, mientras el pueblo tomaba asiento, Falion terminó de preparar la antorcha para bendecir el fuego.
Cuando la ceremonia empezó, ya había caído la noche y las estrellas brillaban en el cielo. Alicent se sintió minúscula al mirar el firmamento; Maser y Secunda brillaban sobre sus cabezas en aquella noche clara, y la luz de la aurora tenía el color del tórax de las luciérnagas y de las alas azules de las mariposas.
Falion se situó frente a la hoguera que la guardia encendió para la ocasión y contempló a su audiencia. A su espalda las frías aguas del Hjaal devolvían los destellos de luz y las ramas de los sauces se mecían al paso de la brisa, dejando caer algunas hojas y creando sombras serpenteantes en el ambiente.
—Habitantes de la comarca, nos reunimos otro año para recordar las hazañas de Magnus, el arquitecto de Mundus. —Falion giró sobre sí, encarando al fuego. Encendió la antorcha y luego alzó ambos brazos al cielo—. ¡MAGNUS! ¡Escucha nuestra voz, pues hoy recordamos tu sacrificio para que tú nos recuerdes cuando las nieblas lleguen y nos oculten a tus ojos!
Alicent se compadeció de Falion. El brujo no era una persona de multitudes y casi podía sentir su incomodidad cuando volvió a encarar al público. Era un orador terrible: dejó caer el brazo libre a un costado, donde se quedaría hasta el final del monólogo, y procedió a relatar por enésima vez el enfrentamiento que habían tenido Magnus y Molag Bal allí mismo, en la Comarca de Hjaal.
Falion siguió contando aquella leyenda que ya se sabía de memoria. La familia de la jarl ocupaba la primera fila y Alicent pilló a Joric mirando en su dirección. Ella se había sentado en la última fila junto a Seth y desde allí podía verlos a todos. Había personas a las que no conocía demasiado, ciudadanos de las afueras que solo visitaban Morthal para conseguir suministros o, en un día como aquel día, la bendición de Magnus.
Buscó a su madre con la mirada y la encontró junto a Thonnir. Últimamente pasan mucho tiempo juntos, pensó al ver cómo se inclinaban el uno hacia el otro para intercambiar comentarios. Su atención volvió a Seth; parecía estar absorto en la narración de Falion.
—Las raíces de Molag Bal en nuestra comarca son profundas. Tamriel todavía era joven cuando el señor de la dominación y la esclavitud pisó por primera vez estas tierras. En esa ocasión el cruel daedra se burló de Arkay, tras arrebatarle el alma de Lamae Beolfag, quien se convertiría en la primera hija de la noche.
Alicent se inclinó hacia Seth.
—Se refiere a los vampiros. Según las historias, Lamae vivía en esta comarca cuando conoció a Molag Bal —explicó, buscando impresionarlo.
—Había escuchado algo al respecto —respondió él sin mirarla.
—No conforme con la transgresión —Falion elevó la voz, haciendo un esfuerzo por hacerse escuchar por encima del murmullo de la gente y de la corriente del río—, Molag Bal decidió burlar una vez más a Arkay y retorció la magia de Tamriel para dar a sus creyentes el poder de secuestrar las almas de los difuntos. El poder de esclavizarlas, impidiendo su paso al más allá.
—Ahora habla de los nigromantes —comentó Alicent, intentando llamar su atención de nuevo.
Seth la ignoró por completo. A Alicent se le escapó un pequeño suspiro. Se quedó pensando en si había hecho algo mal.
—¿Tú crees que algo de lo que dice es cierto? —preguntó Seth de pronto.
La pregunta la pilló por sorpresa.
—Pues… No lo sé.
—Vamos, alguna opinión tendrás. ¿Crees que son ciertas? —Seth se inclinó hacia ella sin desviar la mirada de Falion.
Alicent se encogió de hombros.
—Cada vez que alguien no hace sus ofrendas, pasan cosas malas.
Aquello captó la atención de Seth, que la miró directamente y orientó el cuerpo en su dirección. Alicent hizo lo mismo.
—¿Qué tipo de cosas malas?
—Lalette no hizo sus ofrendas el año pasado —susurró con secretismo.
—Tenía entendido que Lalette se fue por voluntad propia —replicó él.
Alicent buscó de nuevo a su madre entre el gentío, y cuando la encontró se quedó mirando a Thonnir y a Virkmund, el hijo pequeño que el hombre había tenido con Lalette.
—Sí, pero…, no sé. Me sigue pareciendo raro.
Seth torció el gesto.
—¿Qué tiene de raro? —preguntó con impaciencia.
—No sé. Es raro, sin más —respondió ella, empezando a sentirse incómoda—. Me cuesta creer que dejase a su hijo por una guerra de la que nunca había hablado. Además, ya ha pasado otras veces…
Alicent se frotó el hombro con incomodidad y apartó la mirada cuando sus ojos se empañaron.
—¿Era alguien importante? —preguntó Seth, suavizando el tono.
—Sí… mi padre —confesó con la voz quebrada.
—Vaya —dijo Seth, tras un breve silencio—. Siento haber sacado el tema —añadió con una mirada sincera—. Perdona, estoy haciendo que no te enteres de nada.
—No pasa nada. Me sé esta historia de memoria —respondió ella, tras colocar un mechón de pelo tras la oreja.
Seth miró hacia Falion por un momento, antes de devolverle la atención.
—Entonces, prefiero que me la cuentes tú —contestó él.
Eso le arrancó una pequeña sonrisa.
—No sé yo… —dudó.
Alicent bajó la mirada hacia el suelo con timidez; la mano de Seth atrapó su barbilla y la obligó a levantarla. No necesitó decir nada, su sonrisa y aquella forma de mirarla que él tenía la animaron a hablar.
—A Magnus no le gustó mucho cómo Molag Bal usó la magia, ni tampoco que volviera a desafiar a Arkay, así que se metió en el cuerpo de uno de sus seguidores para enfrentarse a él y a su ejército. Aunque Magnus lo derrotó y lo desterró del pueblo por un tiempo, durante la pelea Molag Bal le arrancó un ojo. Por eso la niebla cubre Morthal durante meses. Y por eso hoy se bendice la llama de la antorcha, para que hoy nos vea y nos proteja de sus seguidores cuando esta llegue.
Seth quedó pensativo tras escuchar la historia, con la mirada fija en la antorcha que Falion sostenía.
—Creo que debería leer más sobre las leyendas locales —giró la cabeza para mirarla una vez más—. ¿Qué me recomiendas?
Alicent negó, cabeceando en dirección a la familia de la jarl. Joric se apuró en mirar al frente.
—Eso deberías preguntárselo a Idgrod. Ella es la que sabe de libros.
Seth asintió y volvió la vista al frente. Falion estaba terminando de narrar la batalla que habían mantenido Magnus y Molag Bal. Más que una pelea, aquello había sido la conclusión de una guerra. Tras prestar atención al mago unos minutos, tuvo la sensación de que no había explicado nada bien los hechos.
—¿Por qué nos mira así? —preguntó Seth en voz baja.
Alicent volvió a pillar a Joric mirando hacia ellos. Esta vez se fijó en sus ojos. Parecía molesto. Enfadado.
—No te preocupes por él —murmuró Alicent, tratando de quitar hierro al asunto—. Probablemente solo se está preguntando de qué hablamos.
—También me miró de esa manera cuando lo conocí. Creo que le molestó que su madre insinuara que tal vez Idgrod y yo deberíamos pasar tiempo juntos —contó como si nada.
Alicent lo miró con sorpresa.
—Oh —musitó, con una decepción muy mal disimulada—. Pensé que era por mí. Parecía muy enfadado cuando les hablé de…
Seth esperó a que continuara y Alicent se puso completamente roja, consciente de que había hablado de más.
—...¿De mí? —preguntó Seth, antes de cambiar el tono a uno más ligero—. Supongo que no vienen muchos forasteros por aquí.
—No, no muchos —dijo Alicent, sin apartar los ojos de la hoguera—. Y tú eres el primero que se queda.
—No es un mal sitio —reconoció. Alicent siguió su mirada, estaba puesta en su amiga—. Tal vez considere la recomendación de la jarl.
—¿De pasar tiempo con Idgrod? —preguntó ella, desanimada.
—De establecerme aquí. No tiene por qué ser con Idgrod.
Alicent giró la cabeza hacia él con rapidez y la volvió a dirigir hacia adelante casi a la misma velocidad, como si lo hubiera hecho sin querer. Sin saber qué decir, apuntó con la barbilla hacia la fogata, queriendo que Seth volviera la atención a la ceremonia.
Falion ya había terminado de contar la leyenda, así que dejó la antorcha en un soporte metálico junto a la mesa, donde lo tenía todo listo para preparar las ofrendas de los habitantes de la comarca. Colocó un cuenco y una vela, encendió esta última con la llama bendecida de la antorcha, y vertió un poco de cera derretida en el cuenco para pegar la vela al recipiente.
—Magnus, hoy enciendo esta vela en tu nombre para rogar tu protección. Y ofrezco este pergamino a Julianos para que él me guarde cuanto tus ojos no me vean.
Falion depositó con cuidado el pergamino en el recipiente. Con la ofrenda completa, se acercó al río Hjaal y se agachó para dejar el cuenco sobre sus aguas. La ofrenda del mago se empezó a alejar lentamente, mecida por el río.
El murmullo de las gentes de la comarca subió algunos tonos y, tan pronto la jarl se puso en pie, muchos la imitaron. Idgrod Cuervo Viejo siempre era la segunda en hacer la ofrenda. Tras eso, cada habitante de la comarca debía esperar su turno para que el mago preparase su ofrenda y, con ella, hacer su petición al aedra.
—¿Crees que le gusto? —preguntó de la nada, con inocencia.
Alicent buscó con la mirada a quién se refería. Alva estaba de pie unos bancos más adelante. Comentó algo a Benor y se acercó a la mesa de las ofrendas, a cuyo alrededor ya se había formado un corro.
—¿A Alva? —Seth asintió y ella frunció el ceño—. Llegas tarde. Ya está con alguien.
Seth siguió mirando a Alva, y Alicent dio un pequeño pisotón en el suelo, atrayendo de nuevo su atención.
—¿Sabes? —fingió cambiar de tema—. Mamá dice que algún día heredaré la Cabaña del Taumaturgo.
—¿En serio? —preguntó Seth—. ¿Y me harás descuento?
—Podrías incluso no pagar…
A Seth se le escapó la risa y ella dejó de mirarlo. Además de ellos, solo quedaban un par de parejas sentadas en los bancos. Casi todos los vecinos charlaban animadamente en torno a la hoguera, esperando su turno para hacer las ofrendas. Vio a Joric salir de entre la multitud, dirigiéndose hacia donde estaban.
Alicent recogió la ofrenda de su regazo y se puso de pie para saludar a su amigo. Seth hizo lo propio, colocándose a su lado.
—Joric, ¿ya has hecho tu ofrenda? —preguntó Alicent como saludo.
Joric lanzó una mirada fugaz a Seth y luego negó. Adoptó una expresión infantil, tímida e ilusionada. Joric tenía el pelo de un tono castaño ceniza y, aunque siempre lo llevaba corto y desordenado, aquel día había intentado peinarse.
—Esperaba que hiciéramos juntos nuestras ofrendas este año —propuso con la esperanza brillando en los ojos.
Al igual que a Seth, tampoco podía dejar de mirarlo. Pero no porque estuviera guapísimo, sino porque parecía que una vaca le había lamido la cabeza.
—Claro. Seth, ¿te unes a nosotros? —lo invitó, preguntándose si tendría el mismo aspecto a sus ojos que Joric a los propios. Tímidamente se atusó el pelo.
—Me refería a nosotros. A ti y a mí —puntualizó Joric—. No quiero hacer mis ofrendas anuales con un extraño.
—Oh, vamos Joric. No seas malo —protestó, tendiéndole la mano a Seth—. Ven… —pidió.
Aquello le arrancó una sonrisa al chico, que tomó su mano. Los tres se acercaron a la zona de las ofrendas. Había bastante gente dispersa por los alrededores aunque la mayoría se apiñaba en torno a la mesa. Los tres chicos se apartaron un poco del grupo tras reconocer que todavía les quedaba un buen rato de espera hasta que llegara su turno.
—¿Qué te pareció Falion este año? —preguntó Joric.
Alicent notó algo de resentimiento en su pregunta y frunció el ceño.
—No sé, ha estado bien… como todos los años.
Joric apretó los labios. Ahora se notaba a todas luces que estaba molesto.
—¿Ah sí? ¿De verdad escuchaste algo? Porque te vi hablando todo el rato.
Que Joric le hablase así la molestó. Abrió la boca para responder, pero Seth fue más rápido.
—Alicent me estaba explicando vuestras costumbres. Es bueno ver que alguien aquí tiene educación —reprochó con frialdad.
Aquella réplica le cayó a Joric como un jarro de agua fría. Apretó los puños mirando desafiante a Seth.
—¿Tienes algún problema conmigo, Athan?
Seth, a su lado, se llevó una mano a la cabeza y estiró los dedos para masajearse las sienes. Alicent percibió una sonrisa irritada tras su brazo. Él suspiró y luego se quedó mirando hacia la multitud. Ella siguió su mirada y se detuvo en la antorcha. La brisa había arreciado y sacudía la llama. Cada poco, Falion alzaba el brazo para encender una vela que añadir a otra ofrenda.
—¿Yo? —Seth volvió en sí de golpe, decidido a confrontar a Joric—. Parece que eres tú quien tiene un problema. Si quieres lo hablamos en privado —retó.
Joric frunció el ceño y miró a Alicent. Esta levantó los brazos, negando, pero él sacó pecho y se enfrentó a Seth.
—Con mucho gusto, Athan. Sígueme.
Joric caminó siguiendo el río, yendo tras las rocas y arbustos que los ocultarían del resto. Seth lo siguió mientras ella intentaba hacerlos entrar en razón.
—Chicos no seáis idiotas, es una fiesta, no hay razón para pelear.
Pero ninguno le hizo caso.
—Cuál es tu problema, Cuervo Imberbe —empezó Seth en cuanto estuvieron lo suficientemente lejos.
Pese a la oscuridad, Alicent pudo imaginar las mejillas de Joric rojas por el comentario.
—¿Qué me has llamado, Athan? —preguntó acortando distancias, con un tono tan chillón que a Alicent le dio la sensación de que iba a pegarle.
Una energía blanca y luminosa brotó de los dedos de Seth, envolviendo sus manos.
—Joric, basta ya… —pidió ella, intentando ponerse entre los dos, enfrentándose a él. Pero éste la apartó con gentileza para volver a encarar a Seth.
—Mi problema eres tú, Athan. No me gustas.
Seth alzó ambas cejas.
—Yo no te he hecho nada, mocoso. Que no sepas gestionar tus celos es problema tuyo, no mío.
No parecía intimidado en absoluto por la agresividad de Joric. Alicent contuvo el aliento, preparándose para intervenir si hacía falta. Por suerte, Joric se limitó a dedicarle una mueca de asco.
—Me pareces un falso, Athan. No me gusta cómo miras, ni cómo hablas, ni cómo te comportas. Y tampoco me gusta que estés todo el rato alrededor de Alicent —espetó antes de escupir frente a los pies de Seth.
Seth respondió con un mohín de disgusto.
—Qué vulgar… —se limitó a comentar Seth, con tanto desdén como frialdad—. ¿Así es como educa la jarl a sus hijos?
—¡En Morthal tenemos las formas de Morthal, y no necesitamos que venga un repeinado de la ciudad a decirnos cómo comportarnos! —exclamó Joric como un resorte.
—Si yo fuera tú, me lo pensaría dos veces antes de hablar de repeinados.
Joric la miró buscando su apoyo pero ella tardó en reaccionar, conteniendo una risa nerviosa tras el último comentario de Seth.
—Chicos —interrumpió, queriendo evitar que las cosas siguieran escalando—, es una fiesta. No hay ninguna necesidad de…
De pronto, el viento rugió sobre sus cabezas interrumpiendo la conversación. Aunque la luz de la hoguera brillaba tras las rocas que hacían de cortavientos, solo el fuego de la antorcha estaba bendito. Las flores entre sus manos la hicieron recordar que todavía no había hecho su ofrenda.
—Creo que deberíamos…
—Tal vez fue un error venir, Alicent —la cortó Seth—. Está claro que estoy estropeando la fiesta para algunos.
Las palabras de Seth acertaron en su pecho como flechas. Por aquella riña estúpida, él no estaba disfrutando del festival y quería irse. Trató de irse, pero Alicent lo sujetó de un brazo.
—No dejaré que te vayas por culpa de Joric.
—¡No entiendo por qué lo defiendes! —se quejó Joric, frustrado.
—Porque a diferencia de ti, él ha demostrado respeto por nuestras tradiciones. Y tú… Tú estás actuando por celos —reprochó ella. Estaba tan mosqueada con él, que ni se paró a pensar en cómo se sentía su amigo.
Joric la miró herido y soltó un suspiro abatido.
—Haz lo que quieras, Alicent —y pegó una patada a una piedra y se alejó de ellos.
—Gracias —dijo Seth en un susurro.
Alicent sonrió, pero se quedó mirando cómo Joric se alejaba. En cuanto se asomó a la multitud, escucharon la voz de Idgrod.
—¡JORIC!
Aquel grito sonó igual que todas las veces que Idgrod había visto a Joric estar a punto de hacerse daño. Joric se acercó a su hermana y empezaron a hablar, y no mucho después se giró hacia Alicent alarmado. Alzó ambos brazos y los zarandeó en el aire, para que se diera prisa.
Alicent cruzó el camino de la rivera a paso rápido, hasta alcanzarlos. Tan pronto se asomó a las rocas, vio que Falion no preparaba las ofrendas solo. Los vecinos apuraban sus propias ofrendas viendo que el fuego de la antorcha era más débil ante cada zarandeo del viento. Ella y Joric intercambiaron una mirada de pánico.
Los dos echaron a correr. Cuando Alicent llegó a la mesa Joric estaba cogiendo dos cuencos. El viento pegó otro revés y la antorcha se apagó sobre sus cabezas, dejándolos a ambos en completo silencio. A ellos y a todos los allí presentes.
Un susurro cada vez más alto se extendió por la rivera del Hjaal hasta que Brelas, un elfo oscuro que vivía en una cabaña al noroeste de Skyrim, pronunció en voz alta lo que todos estaban pensando.
—Esto tiene que ser un mal presagio.
Brelas estaba junto a la mesa y tampoco había hecho sus ofrendas. Alicent dejó caer sus flores al suelo, desanimada. Entonces el miedo se empezó a apoderar de ella. No fue la única; algunas voces se alzaron e incluso llegó a escuchar algún llanto.
Miró hacia Joric tras recordar que él tampoco la había hecho, justo a tiempo de ver cómo salía corriendo hacia Seth.
—Esto es culpa tuya, Athan —acusó.
Seth, que caminaba tranquilamente en su dirección, paró en seco y se cruzó de brazos. Cuando Joric llegó hasta él, le atizó un empujón. Seth se tambaleó y recuperó la postura sin hacer amago de defenderse.
—¿Mía? Fuiste tú el que empezó.
Idgrod aceleró el paso con Alicent pisándole los talones y se puso entre ambos.
—¡Déjalo, Joric! —ordenó—. Mamá quiere verte.
—Mierda —maldijo Joric, pasándose una mano por el pelo—. Va a matarme.
Joric les dio la espalda y se alejó. Idgrod se despidió con mirada antes de seguirlo. Hasta ese momento, Alicent no se dio cuenta de que la gente los miraba. Entendió por qué cuando atendió a los cuchicheos.
—No puede ser coincidencia que primero llegue el chico y luego se apague la antorcha —comentó Uthna a su esposo Hroggar.
Se giró hacia Seth preocupada por cómo podría sentarle aquello y se sorprendió al darse cuenta de que tenía la atención puesta en otra parte. Siguió su mirada y se encontró la de Falion puesta en él, cargada de dudas. Cuando Seth volvió sus ojos a ella, Alicent fingió que no se había dado cuenta.
—¿Estás bien? —le preguntó Seth, ladeando la cabeza—. Pareces preocupada.
—Yo… —musitó, con los hombros hundidos y lágrimas en los ojos—. Mi ofrenda…
—Ha sido mi culpa —dijo Seth con arrepentimiento. Puso una mano en su hombro, la atrajo contra su cuerpo y la abrazó—. Lo siento. Hagamos una cosa. Te prometo que no dejaré que te pase nada.
Alicent alzó la cabeza sobre su pecho y le sonrió con timidez.
—¿De verdad? —preguntó con un hilo de voz.
—De verdad. —Seth sonrió.
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La leyenda del muelle del olvido de los amantes
Caminando por las calles del puerto, escuchamos una historia que hablaba de la leyenda de muelle del "Olvido de los Amante", el mar de Lumina se alzaba con majestuosidad y el muelle del "Olvido de los Amantes", es un muelle envuelto en sombras y secretos. La leyenda que lo rodeaba era susurrada en voz baja por los lugareños, como si temieran que mencionarla en voz alta pudiera activar la maldición que habitaba en aquel lugar.
Según las historias que se contaban alrededor de las hogueras en las noches de luna llena, el muelle del Olvido de los Amantes era un umbral entre dos mundos: el de la promesa y el de la separación eterna. Los amantes que se atrevían a despedirse en sus tablas, jurando amor eterno y asegurando un futuro juntos, quedaban atrapados en un destino cruel. La energía oscura del muelle tejía una red invisible que separaba sus caminos para siempre.
La historia que destacaba en medio de las leyendas era la de Elara y Lysander. Elara, una doncella de cabellos negros como la noche, y Lysander, un valiente guerrero de ojos centelleantes, compartían un amor profundo que parecía capaz de desafiar cualquier adversidad. Sin embargo, cuando las responsabilidades llamaron a Lysander a luchar en una guerra lejana, prometieron encontrarse nuevamente en el el muelle del Olvido de los Amantes, bajo el resplandor de la luna roja, cuando los astros lo permitieran.
Los días pasaron como hojas arrastradas por el viento, y finalmente llegó la noche en que Lysander debía regresar. Elara, con el corazón lleno de esperanza, llegó al muelle envuelta en un manto de estrellas. Pero Lysander nunca apareció. El viento parecía llevar consigo el eco de su nombre, y las olas lloraban en su lugar. La maldición del muelle del Olvido de los Amantes había cobrado su precio, y Elara quedó atrapada en una eterna espera, su amor convertido en un lamento en las noches de luna roja.
El muelle del Olvido de los Amantes se convirtió en un lugar temido y respetado por todos aquellos que conocían su historia. Los amantes que llegaban allí, sintiendo la atracción magnética del muelle y sus promesas de unión eterna, eran advertidos por los ancianos del pueblo sobre la maldición que acechaba. Algunos, llenos de valor, decidían despedirse en sus tablas, creyendo que su amor podría superar cualquier obstáculo, pero el muelle del Olvido de los Amantes siempre prevalecía, separando sus vidas de manera inexorable.
Y así, el muelle del Olvido de los Amantes permanecía como un testigo silencioso de los amores trágicos y las promesas rotas. Las olas seguían susurrando las historias de aquellos que habían desafiado su poder, y el viento llevaba consigo los suspiros de los corazones rotos que lo visitaban. Era un lugar donde el amor y la separación se entrelazaban en una danza eterna, donde los amantes se despedían con la esperanza de desafiar su destino, sin darse cuenta de que el muelle mismo era el guardián de su trágica historia.
Mario Latabán
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