#frenó
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oknews · 5 days ago
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El freno de la Corte a Insfrán golpea a los intendentes que buscan voltear la ley que limita sus reelecciones
El fallo de la Corte Suprema declarando inconstitucional la reelección indefinida de Gildo Insfrán en Formosa tuvo un fuerte correlato en la provincia de Buenos Aires, donde varios intendentes del peronismo buscan voltear la ley que limita sus reelecciones y ven en esa reciente sentencia un golpe a sus intenciones. El fallo del Máximo Tribunal sacudió al peronismo bonaerense en medio del debate…
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manaosdeuwu · 1 year ago
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salir con ropa normal: te chiflan y te tocan las bocinas
salir con todo el equipo de independiente: VAMOS ROJO [bocinazo] EAAAA
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adribosch-fan · 1 year ago
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LA ADUANA FRENÓ EL INGRESO AL PAÍS DE UN POTENTE AFRODISÍACO ILEGAL CONOCIDO COMO “LA MIEL DEL AMOR”
Este producto se presenta como natural y tiene la apariencia de la miel en cuanto a color y textura. Contiene Sildenafil, el principio activo del Viagra, y Tadalafil, un fármaco utilizado para tratar la disfunción eréctil. Un control de rutina en la frontera con Paraguay terminó en el descubrimiento de un potente afrodisíaco ilegal conocido como “la miel del amor” que podría causar serios…
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dariann-garcia · 3 months ago
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El miedo lo frenó, pero la decisión ya había tomado sus pies.
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notasfilosoficas · 8 months ago
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“El mundo exige resultados. No cuentes a otros tus dolores de parto. Muéstrales al niño”
Indira Gandhi
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Indira Priyadarshini Gandhi fue una política india nacida en Allahabad en noviembre de 1917 que ejerció como primera ministra de la India entre 1966 y 1977 y nuevamente desde 1980 hasta su muerte en 1984.
Hija y heredera política del héroe nacional indio Jawaharlal Nehru, fue la segunda gobernante que mas tiempo ejerció el cargo de primer ministro  la primera mujer en hacerlo.
Primero años
Su padre fue un abogado descendiente de una familia acomodada en la India y educado en el Reino Unido, tuvo una participación destacada en el proceso de independencia de la India.
La carrera política de su padre la mantuvo lejos de él durante su infancia y fue educada en prestigiosos colegios en la India, Suiza y Reino Unido.
En 1942 regresa a la India y contrae matrimonio con Feroze Gandhi quien no tienen ningún parentesco con Mahatma Gandhi y procrean dos hijos. Fue a partir de las infidelidades de su esposo que Indira se muda a la residencia de su padre quien a partir de entonces funge como su confidente, que es cuando comienza su carrera política.
Historia.
En 1964 tras la muerte de su padre, y bajo el nuevo gobierno, es nombrada ministra de información y radiodifusión.
Pronto sus habilidades parlamentarias y su estilo populista además de un eficiente sistema propagandístico la llevan a ocupar el puesto de secretaria general del partido del congreso.
Al morir el primer ministro en turno en 1966 Lal Bahadur Shastri, los diferentes líderes del partido consideraron poner a un líder que consideraban dócil, por lo que pensaron en la inofensiva Señora Gandhi, por ser portadora de una importante dinastía, asumiendo el cargo de primer ministra en un momento crítico en la historia del país, pues la guerra Indo-Pakistaní había comenzado apenas unas semanas antes.
Durante la guerra se estima que 10 millones de refugiados huyeron a la India, causando inestabilidad financiera en el país, lo cual provocó graves roces internacionales y confrontaciones políticas entre India y Pakistan, y a pesar de ello, Indira no frenó el recibimiento de inmigrantes causando roces internacionales entre el gobierno estadounidense bajo la presidencia de Richard Nixon, quien junto con Henry Kissinger consideraron esta política como irracional e irresponsable.
Debido a la tendencia izquierdista del gobierno de Indira Gandhi, Estados Unidos decidió apoyar a Pakistán.
Como repuesta Indira Gandhi firmó el tratado de amistad y cooperación con la Unión Soviética preparando tropas indias y desplegando 93,000 soldados al este de Pakistán, logrando con el apoyo popular una victoria militar en 1971, dando lugar al nacimiento de Bangladesh una “república independiente” que en realidad era un satélite de la India.
Esta victoria le otorgó a Indira Gandhi el estatus de heroína y la transformó en una primera ministra respetada y popular.
La caída de Indira Gandhi comenzó después de que la India ganase la guerra contra Pakistán en 1971, en donde el tribunal superior halló a Indira culpable de corrupción electoral en las elecciones de 1971.
En 1975 Indira proclamó un estado de emergencia, ordenando la detención de sus opositores quienes mas tarde formarían el partido Janata, y en 1977, el partido de Indira perdió las elecciones frente a la Janata recuperándolo en 1980 tras obtener el triunfo de los comicios en un nuevo congreso, un partido que había creado tras la escisión del Partido del Congreso.
Muerte.
En junio de 1984, en un intento de acabar con el terrorismo sij y los intentos separatistas del Punjab, ordenó la que fuera llamada “Operación estrella azul” con la finalidad de desalojar a su líder y a sus seguidores en la region, lo que provocó la muerte de su líder y  de muchos peregrinos y civiles, causando graves daños a su templo.
Algunos meses después de estos hechos Indira Gandhi fue asesinada por dos miembros de su guardia personal de origen sij en su residencia en Nueva Delhi. Contaba con 66 años de edad.
Fuentes: Wikipedia y biografíasyvidas.com
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poetailurofilica · 3 months ago
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Te vi entre aquella multitud, todos iban sin parar, pero algo te frenó: bendito ése instante en que te volteaste a contemplar mi existir
@poetailurofilica
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ninadesucre · 30 days ago
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Título: Rush Together
Tipo: Canon Montreal Personajes involucrado: Penny y anterior druida de Lancashire
A pesar de haber escuchado la puerta abrirse, cosa que era inusual a aquella hora de la mañana, Penny no pudo levantar los ojos del folleto informativo en el que se había sumido desde hacía una semana. Las inscripciones a productor musical estaban por empezar y tenía que tomar una decisión. Si mantener la misma deriva de su vida de estos veinte años, tratando de ganar el orgullo y aprobación de su madre Miranda, buscar entonces trabajos de druida o hasta una manada a la que afincarse… O bien optar por una senda de rebeldía y buscar lo que siempre había deseado, el rumbo al que sabía que estaba destinada, ser una gran productora musical. Para eso había estado trabajando en las últimas semanas, para ello secretamente a ojos de Miranda se encontraba en aquella tienda vieja y mohosa de vinilos en la que no entraba ni un alma pero que ofrecía dos grandes cosas: un salario estable y la garantía que su madre no iba a aparecerse por un antro como aquel.
Se decía que era ahora o nunca, el momento del cambio y salirse del camino marcado por Miranda. Pero las manos le temblaban sobre el folleto solo de pensar dar aquel salto.
En eso estaba, tratando de reunir toda la valentía posible dentro de su ser cuando el potencial o la potencial clienta se detuvo delante del mostrado donde estaba recargada. Levantó entonces la mirada esperando encontrar un vinilo que cobrar, pero lo que se deslizó sobre la superficie fue algo muy distinto.
Un símbolo céltico que identificó al momento. Un modo de conocerse sin presentaciones.
Agrandó los ojos. Hasta ese momento a la única druida que había conocido era a su madre. Hasta ese momento.
Una mujer en su sesentena de cabellos cobrizos blanquecinos le sonreía desde detrás del mostrador mientras seguía con un dedo sobre el símbolo que le había extendido sobre la superficie. —Tengo una propuesta para ti, Penelope. —En los labios de la menor se formó una mueca tan solo de escuchar su nombre al completo, la contraria no se vio afectada porque seguía con ojos brillantes que casi podían constatar una inmensa fe tras sus actos.
La mujer no se presentó, no dio un nombre para su persona, pero tampoco pareció necesario para lo que la había movido para estar frente a la Paddington. Le habló sobre la manada a la que pertenecía (a la cual si dio nombre, Lancashire), y de la que lamentablemente debía de dejar más pronto que tarde… Y ahí era dónde entraba aquel fortuito encuentro. Así como había tradición de legar el poder del líder de este singular grupo, también lo era para la figura de la emisaria. Legar a nuevas generaciones para que perduraran unos valores que también dispuso a disgregar, dejando a la menor con un cúmulo de información que se remolinaba en su interior haciéndose bola. —Siento interrumpirte, pero creo que te has equivocado de persona. —Frenó todo aquel derrame de bendición por formar parte de dicha manada… Lo que la hacía entrar en un vértigo constante por distintos motivos. —No soy la persona que has estado buscando y a la querrías pasarle tu legado.
No solo no había tenido contacto antes con una manada (o directamente con una criatura, ella solo había estudiado todo bajo el papel) sino justamente, o por azares de la vida, se estaba debatiendo en dejar aquel destino impuesto para buscar uno que naciera de sí misma (no de su madre). No era ni la persona ni mucho menos el momento adecuado. —No me he equivocado, no dejaría esta importante decisión al azar sin haber averiguado cosas antes de ti, Penelope Paddignton. —Dijo con cierta sorna que hicieron aumentar tanto la desconfianza como la mueca en el rostro de la menor. ¿Cosas? ¿Qué cosas?
—Entonces sabrás de sobra que no tengo experiencia. —Y no pareció ser un factor predeterminante, porque la mujer mantenía la cándida sonrisa mientras daba un asentimiento. —Y que no soy sociable. No me gusta la gente. —Entrecerró los ojos. —Es más, posiblemente acabe cometiendo un asesinato con uno o más solo por el hecho de contrariarme o molestarme. —Bromeó con sarcasmo o no. —Es decir. ¿De verdad aprecias tanto a la manada como dejarla a manos de una completa desconocida, que podría ser una lunática? A mi me parece que tu oferta no se mantiene y que o bien les odias o bien en vidas pasadas nos odiábamos y has venido a cobrarte tu venganza. —Porque quizás era al revés y era la manada la que no estaba bien… Fuera como fuera, aquello olía a quemado y era mejor salir del edificio antes que verse atrapada en un incendio. Estampó el dedo sobre el símbolo y lo arrastró de regreso a la mujer. —Lo siento, pero te has equivocado.
—La experiencia no es un requisito de trabajo. —Remarcó ella y colocó también su dedo índice sobre el papel antes de que Penny lo retirara, sin embargo, no lo empujó de regreso. —Todos podemos cometer aciertos y errores con nuestros consejos, no importa lo experimentados que seamos. —Alzó una ceja, a lo que Penny no la rectificó… Aunque sí pensaba que eso era una cosa y otra distinta cometer un error tras otro. Intuición que tenía que ocurriría si aceptaba el puesto. —Y los aprecio mucho, son mi familia… Lo han sido y lo seguirán siendo, pero mi fin ha terminado… Lo hará en muchos sentidos y es mi deber elegir un buen reemplazo. —La menor estuvo apunto de replicar, pero la mujer se adelantó antes de que la corrigiera. —Perdón, un reemplazo. Quizás bueno o no, pero solo con las oportunidades uno puede averiguarlo. —Entonces dio unos toques sobre el papel, tamborileó un repiqueteo de no más de tres notas. —Una vez a mi me dieron la oportunidad de escapar y desde entonces solo he estado agradecida a sabiendas que en mi momento debía de regresar el favor. —Pillando desprevenida a la menor, arrastró el papel con el símbolo de nuevo hacia ella. Pero no fue lo único sino que con la otra mano tamborileó la misma melodía sobre el folleto. —Esto no llegará hasta que escapes y esta es la mano que te tiendo para ello, Penelope.
El corazón le dio un vuelco en el pecho y aunque no conocía de nada a aquella mujer (y le parecía bastante rara a decir verdad), un sudor frío la invadió. Repiqueteó en su cabeza aquella palabra que parecía gloria y maldición, escapar. Escapar de Miranda y de su influencia, pero también de su amparo y su necesidad de validación. Aquella dualidad hacia que el pecho se le oprimiera. Era una decisión que cambiaría por completo el rumbo de su vida… ¿Pero así no lo eran las mejores (o peores) decisiones? Las que lo acercaban a uno al abismo de la incertidumbre.
Agarró el papel.
La mujer retiró sus dos manos y con ello retrocedió unos pasos. —Haz las maletas, Nottingham te espera.
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unpoetacasiempedernido · 4 months ago
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El bus frenó en seco, sonreí al ver unos ojos lindos frente a mi, a la salida sintiéndome un poco a azul, me centré en la flor del mismo color del balcón donde aquella viejita me saluda todos los días, haciendo la misma mueca graciosa que puedo encontrar en el rayon que dejan las sillas de la oficina, donde hacemos aviones de papel a las 11:30, media hora antes de salir al almuerzo, que me regaló mamá, caliente como el amarillo, del sol que no me deja ver bien, haciéndome bajar la mirada donde hay un camino de hormigas donde justo en el medio, dos se besaron y yo sonreí por tan increíble día; aunque haya tomado el bus con sueño, el que se cumplió cuándo frenó en seco.
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oknews · 6 days ago
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Llaryora abre una guerra con Roggio: frenó aumento de tarifa y lo quiere desplazar de los casinos
Martín Llaryora hizo explotar en una semana una bomba racimo contra Aldo Roggio, en un año para el olvido del poderoso empresario que en agosto no pudo hacer frente al pago de intereses de obligaciones negociables en una de las empresas del grupo. En el caso de Córdoba, Llaryora envió poderosas señales al empresario en dos licitaciones que le fueron otorgadas por Jose Manuel de la Sota y con Juan…
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manaosdeuwu · 1 year ago
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le ayude a mi viejo a mover un marco de aluminio y me lo di en la cara con todo 😭
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diamantar · 1 year ago
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LLAMA SECRETA
→ Rhaenyra Targaryen + Daemon Targaryen x fem!OC [Haella Targaryen] (ft. Aegon Targaryen)
✦ Sinopsis: La posibilidad de ser feliz finalmente aparece luego de insufribles años de matrimonio con Aegon, pero, ¿superará el miedo a las consecuencias?
✦ Advertencias: Incesto / Poliamor / Diferencia de edad / Matrimonio arreglado / Engaño / Violencia / Angst / Confort.
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
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—¡Haella! ¿Dónde está Aegon?
Frenó ante la voz de su madre y giró, rápidamente notando el manojo de nervios y ansiedad que era.
—Durmiendo. Intenté despertarlo, pero me echó vociferando maldiciones —suspiró profundo—. La resaca es intensa y aún no he visto a los niños, iba a ordenar que alguien se ocupara de él.
Alicent mordió el interior de la mejilla izquierda y negó, la actitud del Targaryen siendo extremadamente decepcionante y común.
—Yo lo hago, tu sigue y fijate que todos estén listos.
—Entendido.
Separándose, la joven colocó una mano sobre el estómago y cerró los ojos aplicando distintos ejercicios de respiración. En breve la herencia de Lucerys Velaryon sobre Marcaderiva sería cuestionada y todos quienes quisieran reclamar el trono estarían presentes, incluyendo los partidarios y representantes de cada opción. Aquello definitivamente incluía a Rhaenyra y Daemon, los cuales escuchó que llegaron al amanecer.
El simple hecho de saber que las personas que realmente amaba, con quienes hubiera deseado compartir su vida, ocupaban la Fortaleza Roja la hacía temblar. Eternos, tortuosos y angustiosos años pasaron desde que los vio, tanta vigilancia y embarazos impidiendo que pudiera escapar a Rocadragón a al menos pasar una noche con ellos. Cartas y regalos fue el único intercambio que lograron, aunque el mantenerse lejos le provocaba inmenso temor. Ser madre y la progresión de edad marcaron grandes cambios f��sicos, además que al no estar junto a ambos era fácil que la olvidaran y dejaran de querer… ¿Seguirían anhelando por ella una vez que la vieran?
Sacudió la cabeza y evitó arrancarse la piel alrededor de los dedos, directamente ingresando a la habitación donde sus dos hijas menores descansaban. Sonrió al verlas despiertas y desayunadas, las sirvientas vistiéndolas con finas ropas mientras jugaban con muñecos.
—Buen día —saludó absolutamente amorosa inclinándose en medio para abrazarlas—. ¿Durmieron bien?
—¡Si, e incluso soñamos lo mismo! —respondieron al unísono, según Mellos siendo una característica común en gemelos y gemelas
—¿De verdad? ¿Qué fue? —preguntó genuinamente interesada, en el proceso buscando un broche de cabello a cada una.
—¡Volábamos!
—¡En la noche!
—¡Sobre dragones!
—¡Contigo!
El canturreo intercalado y organizado sorprendió a todas las presentes, Haella inclinando la cabeza por el extraño panorama que planteaban.
—¿Disfrutaron el paseo? —siguió el juego sintiendo ligera pena al ninguna de ellas poseer un dragón.
—¡Mucho! ¡Dorado y rojo! —exclamaron, y eso le hizo fruncir el ceño al no tener razón.
Inspirando y encogiendo los hombros, dio breves indicaciones a las sirvientas y partió a la recamara de su hijo mayor, el cual empezaba a salir cuando llegó.
—Buen día, ¿cómo estás? —preguntó pellizcando suave su mejilla derecha.
—Se supone que es mi jornada libre, ¿por qué tengo que despertar temprano? —refunfuño con el ceño fruncido.
—Lo siento, mi amor, como príncipe hay responsabilidades que debes atender —inclinó la cabeza reconociendo la frustración—. En compensación trataré que mañana tengas menos clases.
—¿De verdad? —inquirió dubitativo, pero el semblante ya cambiaba a uno esperanzado.
Haella le guiñó un ojo y lo abrazó por la espalda para que caminara con ella, en calma admirando uno de los jardines internos hasta que notó a Joffrey pasear junto una niñera. El corazón dio un vuelco y rápido buscó por Rhaenyra o Daemon, pero no encontró a ninguno en las cercanías.
—Vamos al salón principal, nos esperan.
Sin hablar demasiado llegaron y ambos titubearon un momento por la multitud que esperaba el inicio de la audiencia. Los llegados de Rocadragón no estaban presentes, así que con más calma avanzó hacia su abuelo y hermanos.
—¿Dónde está Aegon? —preguntó Otto mientras Helaena sonreía y saludaba al niño.
—Intenté despertarlo… —murmuró levantando la manga del vestido y enseñando rojizos rasguños—. Madre fue hacerlo ella misma.
Disgustado por la noticia, el Hightower asintió y les dejó para ir con el resto del Consejo Privado.
—Asumo que te defendiste y también lo golpeaste un poco, ¿verdad? —inquirió Aemond inclinándose a hablarle al oído.
—Como siempre —suspiró cansada, y él soltó una corta y seca risa.
—Esperemos que llegue a tiempo.
Sin decir más giró el rostro y descubrió que Vaemon Velaryon y Rhaenys Targaryen ya estaban allí. Una de las hijas de Laena se mantenía de pie junto a la rubia y por un segundo conectaron miradas, cortésmente realizando un pequeño asentimiento.
—Están aquí —dijo Helaena en alivio manteniendo ambas manos sobre los hombros de su sobrino.
Alicent y Aegon ingresaron tensos y con expresiones agrias mientras las gemelas revoloteaban igual que mariposas. Risueñas y extrovertidas, saludaron a cada persona y ganaron sonrisas ante tan encantadora actitud, el rubio siendo incapaz de sacudir la resaca e imitar un mínimo a las pequeñas.
—Esposa —saludó al llegar e inclinarse a besarle la mano.
—Esposo —respondió indiferente al saber que madre le había obligado a mostrar respecto.
Tomaron posición y Haella se encargó de mantener a las jóvenes entretenidas junto a breves ayudas de Aemond, inevitablemente tensándose cuando Alicent murmuró que Rhaenyra había llegado. Sumamente nerviosa miró a la entrada y observó como toda la familia ingresaba, la mencionada estando a la cabeza junto a Daemon. Verlos le quitó el aliento y sintió la cabeza ligera, por un momento perdiendo balance y dando un paso en falso.
—¿Qué te sucede? —preguntó Aegon con cierto enfado.
—Me marea tu peste a alcohol —respondió en mismo tono, y él chasqueó la lengua evitando pelear.
Los niños que tanta polémica traían crecieron en bellos jóvenes, especialmente Jacaerys que mantenía la espalda recta y orgullosa ante cualquier mirada desdeñosa. Por su parte, el hermano del Rey usaba el cabello por los hombros y era un estilo nuevo que hasta ese entonces jamás había atestiguado, Rhaenyra manteniéndose tan hermosa como la recordaba.
Acelerada y con el estómago estrujado, giró la cabeza y prefirió ver como su abuelo se sentaba en el Trono de Hierro. Cada presente lo miró y oyó como este anunciaba que representaría al Rey, la pobre salud de Viserys siendo ningún un secreto para quienes vivían en el castillo.
—Dorado y rojo —murmuró la menor de las niñas, y la otra asintió.
Haella hizo un pequeño sonido para que mantuvieran silencio y sorprendida aguantó el aliento cuando encontró los violáceos ojos de Rhaenyra. Detuvo cualquier movimiento y la vio caminar al centro del pasillo dispuesta a comenzar la audiencia, los irises brillando al reconocerla. Quebraron conexión cuando enfrentó al Hightower, bonitos y definidos labios separándose a decir unas pocas palabras cuando fue interrumpida.
Ante la incredulidad de cada presente, Viserys apareció dispuesto a zanjar él mismo el asunto de Marcaderiva. Encorvado y absolutamente débil avanzó con la Escolta Real mientras Alicent quedaba muda de la impresión y Aemond liberaba un suspiro frustrado. Haella, que de por sí estaba abrumada, perdió aún más sentido de la realidad cuando Daemon avanzó y ayudó a su hermano llegar al trono. Le colocó la corona que había caído y al regresar aprovechó a analizarla, en un parpadeo logrando que rubor la dominara al elevar una ceja y darle un vistazo de arriba a abajo.
Avergonzada rompió nexo y con susto notó que Aemond y su madre observaban. Tragó perdiendo capacidad de funcionar normal y prefirió fijarse en Aegon, el cual ignoraba los detalles y simplemente veía a Rhaenys tomar palabra en símbolo de su esposo.
—Mamá —llamó la mayor de las gemelas, la cual alzaba los brazos con aura suplicante.
Sintiendo pena de antemano por su cintura, Haella la tomó en brazos y la apoyó en una cadera. Con caricias suaves dejó que descansara la cabeza en el cuello y dormitara mientras la Targaryen anunciaba que sus nietas y nietos se hallaban comprometidos, fortaleciendo así el derecho de Lucerys en Marcaderiva.
Alguien maldijo por lo bajo y apreció la desganada expresión en Alicent, la cual miraba el suelo en derrota mientras Vaemond tomaba protagonismo de la situación. El enojo y la agresividad con la que hablaba tensó a más de uno, Aegon pareciendo salir del aburrimiento ante el espectáculo.
—¿Te diviertes? —preguntó por lo bajo a su esposo, el cual sonrió.
—Amanecer tal vez no fue mala idea.
Nuevamente evitó poner los ojos en blanco y con preocupación apreció el estrés en Rhaenyra, tantas emociones definitivamente siendo perjudicial para su embarazo. Rápido buscó a Daemon y este hizo lo mismo, sin palabras compartiendo pensamiento en que el hombre definitivamente era un problema.
—¡Esos niños no son verdaderos Velaryon! —exclamó a todo pulmón, el salón cayendo en profundo silencio—. Ciertamente tampoco familia mía.
Haella inspiró profundo y deseó estar en cualquier lugar en vez de allí, la asustada expresión de Lucerys incentivando el fastidio.
—Es suficiente —contestó Rhaenyra tratando de finalizar la escena.
—No veré años de tradición terminar en favor de estos… —detuvo la frase y volteó hacia la heredera al Trono de Hierro decidiendo si continuar o no.
—Dilo —animó Daemon en tono bajo y amenazante.
Alicent y Otto apenas se movieron por la expectativa, de reojo notando que Helaena era la más incomoda del grupo.
—¡Bastardos! —gritó, enseguida una fina sábana de murmullos cubriéndolos—. Bastardos engendrados por una puta —añadió marcando con fuerza cada palabra, cualquier resentimiento escapando de él en ese momento.
Todos los cabellos de Haella se erizaron y detestó que sus hijos atestiguaran tal falta de respeto, entonces Viserys poniéndose de pie y desenfundando la daga que cargaba.
—Tendré tu lengua por eso —anunció entre respiraciones laboriosas.
Una sensación electrizante los recorrió y rápidamente abrazó más a la niña en brazos, entonces mirando a Daemon y notando que tomaba el mango de Hermana Oscura.
—¡Cierren los ojos! —ordenó desesperada usando el brazo libre para hacer que voltearan.
Apenas logró que se enfoquen en ella cuando la espada cortó la cabeza de Vaemond a la mitad, jadeos resonando mientras alrededor todos saltaban en sorpresa. Alicent tomó a su nieto y se aseguró de que no viera, la menor de las gemelas gritando y haciendo que Otto se ocupara de ella.
—Puede quedarse con la lengua —anunció el Targaryen viendo los restos y el reguero de sangre.
Haella retrocedió y llamó a las niñeras para que le ayudaran a llevarse a los niños, explícitamente indicando que evitaran el cadáver. Pasaron por detrás del publico e intentó consolar a los jóvenes, sin frenar llevándolos a su habitación y usando todo el tiempo necesario para estabilizarlos.
Alicent llegó a la hora y anunció que se realizaría una gran cena familiar según la orden de Viserys, con cariño otorgando caricias a los pequeños mientras le echaba miradas extrañas.
—¿Qué sucede? —preguntó al no lograr descifrar lo que pensaba.
—Durante la audiencia Daemon y Rhaenyra no dejaban de mirarte.
—¿En serio? —frunció el ceño fingiendo desentender—. Ciertamente conectamos un par de veces, pero no noté que se fijaran demasiado.
—De joven solías llevarte bien con ellos —comentó mientras juntaba las manos al frente.
—Sucedió hace mucho, prácticamente son desconocidos —mantuvo la calma incluso si el corazón empezaba a agitarse.
—Evita relacionarte, no traen más que peligro y deshonra.
—Por supuesto —asintió firme y solemne.
La Hightower se conformó e invitó a los niños ir a sus propias habitaciones para almorzar, bañarse y dormir hasta la hora de la reunión.
—Nos vemos luego, también descansa.
—Cuídate, madre.
Quedando a solas al llevarse a todos del cuarto, suspiró pesado y se recostó procesando las emociones del día. Ver a quienes amaba después de tanto tiempo la llenaba de un doloroso anhelo, ya que sabía que no podría estar con ellos y de por vida viviría atada a Aegon.
—Señorita, ¿desea comer?
Brincó del susto y respondió afirmativo a la sirvienta al otro lado de la puerta, la cual ingresó con una bandeja.
—Prepara la tina, cuando termine me asearé.
—Excelente —asintió mientras arreglaba el escritorio y llenaba la copa de vino.
Con poco apuro se alimentó mientras las femeninas arreglaban la ropa que vestiría, al tragar añadiendo que seleccionaran un camisón al también aprovechar a dormir antes de la gran cena.
Apenas finalizó ingresó al agua y dejó que su dama de mayor confianza le lavara el cabello, ausente dejando los minutos pasar hasta que tembló por el frío. Salió y aplicó las fragancias que más disfrutaba, con libro en mano sentándose junto al fuego e intentando que los mechones se secaran antes de acostarse.
La relajación del baño fue mayor al esperado y el quiebre de una madera ante las llamas la despertó, torpe levantándose y yendo a refugiarse en las sábanas. La baja temperatura de la telas le erizó la piel hasta que una vez más se deslizó en la inconsciencia, durante horas logrando ignorar el mundo cuando pequeños roces la obligaron a regresar. Frunció el ceño y movió el rostro al percibir toques cerca de los labios, entonces apreciando una mano que se perdía en el cabello y la mimaba.
—¿Aegon? —preguntó sumamente confundida por la delicadeza y el cariño, aunque el aroma a flores fue una clara señal de que no se trataba del mencionado.
Un pequeño sonido a mofa la alertó y entreabrió los parpados, así notando que el sillón junto la chimenea estaba volteado y alguien lo ocupaba.
—Esperamos no decepcionarte.
Inmediatamente se incorporó y al frotar los ojos encontró a Daemon viéndola con una mueca traviesa y las piernas cruzadas, mientras que Rhaenyra sonreía sentada al borde de la cama.
—¿Qué…? —preguntó torpe por el sueño.
—Desapareciste y no recibimos señales de que quisieras vernos, así que te buscamos.
—Los niños quedaron asustados y luego recibí advertencias… No quería levantar sospechas.
—¿Cuál de los Hightower? —preguntó el hombre inclinando la cabeza.
—Mamá.
—¿Con qué palabras nos halagó? —indagó enarcando una ceja.
Suspirando y rodando el cuello, permitió que Rhaenyra la tomara de la mano y le acariciara con el pulgar.
—Recordó que nos llevábamos bien y aconsejó que mantuviera distancia, ya que al perecer traen peligro y deshonra —confesó, y al decirlo la incomodidad le calentó las orejas.
—Si se preocupara tanto por ti no te hubiera casado con Aegon —retrucó venenoso tensando la mandíbula.
—Al menos estando con él pudo seguir viviendo aquí y tener la ocasional oportunidad de verlos.
—¿Has deseado por nosotros? —preguntó la femenina en tono gentil.
Haella encogió los hombros y miró la pared sin saber que decir, especialmente al desconocer donde paraba la relación de los tres.
—Tal vez.
—Eres imprecisa —presionó Daemon apoyándose en uno de los brazos del sillón.
—Las circunstancias han cambiado desde la última vez que estuvimos juntos.
—Tus cartas enseñaban cariño y añoranza, ¿acaso has cambiado? —indagó Rhaenyra inclinando la cabeza y viéndola atenta—. ¿Tienes a alguien más?
—¿Disculpa? —preguntó sorprendida elevando ambas cejas y dejando los labios entreabiertos.
—Por experiencia sé lo que es estar en un matrimonio incompatible y como la calidez de otros brazos reconfortan cuando estás lejos de quien quieres.
Por unos momentos olvidó cómo hablar y dejó los labios entreabiertos, pero finalizó por negar con la cabeza.
—Mi hermano ciertamente no es el esposo que hubiera deseado, pero tampoco busqué un amante, tengo hijos a los que no quiero perjudicar con mis acciones.
—Aegon, en cambio, puede hacer lo que quiera —acotó Daemon.
—Por mi que continúe, lo que sea para evitar compartir cama con él —bufó alterando de actitud y luciendo más vívida que antes.
—¿Te trata bien? —preguntó Rhaenyra sentándose mejor ante el repentino cambio.
—Apenas nos vemos y cuando interactuamos terminamos peleando, ¿quién pensó que casarme con mi gemelo sería buena idea? —gruñó echándole una mirada al hombre y viendo que sonreía.
—Me sorprende que pudieran engendrar.
—Un cometido que no hubiéramos podido lograr sin alcohol, aunque Aegon vive ebrio —rodó los ojos al tiempo que inspiraba profundo—. Agradezco que esas ocasiones no sean más que recuerdos vagos bajo el mareo de la bebida.
—¿No han dormido juntos desde las gemelas? —indagó el mayor afilando la mirada, cada detalle que pudiera obtener siendo oro.
—El día que nacieron hubo un momento donde pactamos que nuestras obligaciones como pareja finalizaron. Tres hijos son suficientes.
—Por lo que, ¿en estos últimos dos años solo has encontrado consuelo en ti misma?
—¿Viniste a ser un pervertido? —regañó con mejillas sonrosadas.
—Ciertamente no —intervino Rhaenyra mirando a su esposo en regaño.
—¿Entonces cuál es la intención?
—Salvarte —respondió la Targaryen con una postura que captó la atención de ambos—. Consideramos que lo sabes, pero eres importante para nosotros y nos encantaría que viviéramos juntos.
Haella elevó ambas cejas y retrocedió unos centímetros, en blanco viéndola sin ser capaz de pensar.
—¿Cómo? —frunció el ceño como si hubiera expresado algo incoherente.
—Imaginar tu estadía aquí, compartiendo tu vida con alguien como Aegon… Deseamos estar contigo, las cartas no son suficiente.
—Nunca lo fueron —añadió Daemon ajustado posición y jugando con un anillo—. Un pedazo de pergamino jamás podría reemplazar tu presencia.
Nerviosa y halagada amagó a sonreír, pero la implicación de tales deseos empezaba a oprimirle el pecho.
—Suponía que el interés en mí se borraría con el pasar de los años. Siendo sinceros, ¿no soy más que un juguete que quitarle a los Hightower?
El miedo a ser un capricho resistía incluso cuando ambos vivían en la Fortaleza Roja, donde recién encontraba el amor e idealizaba una vida de fantasía. Conocía el desagrado entre Otto y Daemon al igual que la antigua relación entre Rhaenyra y su madre, por lo que no podía evitar formular negativas teorías.
—Por supuesto que no —contestó la mujer, en el ceño fruncido notándose la ofensa de que pensara así.
—Espero que entiendan mi inseguridad —aclaró rápido—. Ustedes han podido estar juntos y crear una familia mientras yo formaba otra vida que solo conocían a través de cartas. No es lo mismo.
—Ciertamente —coincidió Daemon al tiempo se ponía de pie—. Aunque debes recordar que nosotros nos unimos luego de años distanciados, apenas sabíamos del otro y aún así quemábamos en añoranza, ¿por qué sería distinto contigo?
Un extraño calor surgió en el pecho de Haella y bajó la mirada, inconscientemente mordiendo el labio inferior ante la realización de que realmente era apreciada por las personas que amaba. Rhaenyra acunó una de sus mejillas y sonrió reconfortante, enseguida inclinándose a besarla de manera suave y tentativa. La joven sintió la consideración y correspondió en señal de que el acto era de agrado, logrando que ella sonriera y la acariciara con el pulgar en el proceso de separarse.
—¿Puedo asumir que nuestros sentimientos son los mismos? —preguntó complacida.
—Absolutamente —asintió pequeño con la piel erizada en nervios y excitación.
La cama se hundió y Haella miró al hombre, la intención en su mirada siendo clara y evitando palabras cuando era su turno de poseerla. El momento fue absolutamente diferente y liberó un pequeño jadeo al sentir que una mano iba a sostenerla entre el cuello y el mentón, la intensidad y dominación surgiendo desde el inicio incluso si no era especialmente agresivo.
—Espera… —murmuró apenada y conmovida en sensaciones poco usuales.
—¿Por qué? —preguntó fingiendo desentender mientras con los labios recorría zonas de piel cercanas y sensibles.
Rhaenyra sonrió disfrutando de lo fácil que se avergonzaba y bajó las pupilas a la única tela que la cubría, en eso mirando rápido la puerta cuando golpearon por entrar.
—¿Ha despertado, señorita?
El tono de la sirvienta congeló a la joven y rápido empalideció ante el peligro de ser descubierta, desesperada mirándolos y apreciando como ambos se elevaban.
—Nos vemos en la cena —murmuró la femenina mientras Daemon asentía y la tomaba de la cintura.
Se acercaron a uno de los muros en el proceso que Haella buscaba un abrigo, asombrada documentando como desaparecían a través de un pasaje secreto.
—Puedes entrar —anunció fuerte, entonces una mujer de mediana edad ingresando.
—Es hora de comenzar con los arreglos.
La Targaryen asintió e indicó que comenzaría lavándose el rostro, después de eso entregándose a que la embelleciera. El vestido verde oscuro abrazó su cuerpo y brilló en combinación con el collar y los aretes de diamante, luego las experimentadas manos dirigiéndose a trenzar el cabello de manera que su cuello y hombros quedaran despejados.
—¿Terminado? —preguntó cuando revisaba los últimos detalles.
—Si, Princesa —asintió dejando que se viera.
La imagen en el espejo realmente no importaba cuando era un panorama conocido luego de tantas veces que debió lucir femenina y formal, por lo que eligió dejarlo e ir por sus hijos. Conociendo que las gemelas pasarían la velada en la guardería, directamente fue por el mayor y sonrió al verlo con un traje nuevo.
—Te ves esplendido en el obsequio de tu abuelo —sonrió encantada tocando la felpa negra del saco.
—Gracias —respondió seco por la timidez, aunque en silencio apreciaba como las prendas le favorecían.
En breve salieron y fueron al salón, donde prácticamente toda la familia se encontraba hablando. Ambos miraron y dudaron a que grupo acercarse, y la idea de ir con Aemond quedó descartada ante la expresión seria y agría que cargaba.
—Buenas noches, madre —saludó cuando Alicent cortó distancia.
Ella sonrió estresada y miró al joven halagando la manera en que lucía, entonces dos sombras aproximándose y tensándolas al saber que era la pareja Targaryen que más las sacudía. Rhaenyra rompió hielo con amable formalidad y la Reina le imitó, Daemon manteniendo su pequeña sonrisa usual hasta que se fijó en el joven.
—En la tarde te he visto entrenar con espada —comentó de manera desinteresada inclinando la cabeza, casi intentando lucir amigable.
—Ah, lamento no haber notado su presencia —respondió ligeramente intimidado tratando de mantener la cortesía.
—Parecías realmente adecuado, ¿te agrada?
—Disfruto de las actividades físicas.
—Posees habilidad, me gustaría practicar contigo en la siguiente oportunidad.
—S-Sería un honor —asintió nervioso poniendo la espalda recta.
Daemon miró a Haella y ella sonrió educada intentando no levantar sospechas.
—¿Imagino que las niñas estarán en su propio espacio al igual que Joffrey? —inquirió Rhaenyra.
—Correcto, aún son muy jóvenes para pasar una cena entera sin levantarse, llorar o corretear.
—Deberíamos hacer que pasen tiempo juntos, seguro disfrutarán la compañía del otro ��opinó Daemon mirando a su esposa por aprobación, la cual sabía que tendría—. Estrechar la familia, como Viserys desea.
Alicent carraspeó y asintió indicando que en la próxima visita se ocuparían de aquello, acto seguido llamando a Aemond y haciendo que ocuparan la mesa. Cerca de su hermano, ignoró la mirada de éste y sonrió cuando Helaena llegó, aunque la calma duró poco cuando Aegon apareció.
—Esposa —suspiró, y con pesadez se sentó al lado.
—Esposo —contestó analizando si ya estaba ebrio o no—. Reconoce la presencia de tu hijo —regañó.
El Targaryen elevó las cejas desprevenido y miró al joven forzando una mueca extraña, sin palabra estirando un brazo y dándole unas palmadas en la mejilla. Alicent ganó alivio al ver que se encargaban de mantener las apariencias, fugaz fijándose en los invitados antes de que la Guardia Real abriera las puertas. Sobre un trono movible, los hombres más fuertes cargaban el dañado cuerpo de Viserys entre elegantes ropas, joyería y una máscara que ocultaba mitad de su putrefacto rostro.
—Tomen asiento y disfruten —anunció una vez que lo acomodaron en la cabecera.
Cada uno hizo caso y, en un acuerdo silencioso, evitaron las rivalidades manteniendo buen carácter. De todas maneras, Aemond, parecía poseer dificultades y frío escaneaba los jóvenes de Rhaenyra, en especial a quien fue responsable de herirlo de por vida.
Haella, consciente de la sed de venganza, vigiló hasta que Lucerys soltó una baja risa al los sirvientes poner un gran cerdo cocido cerca de su hermano. Apretó los labios ante el recuerdo de la cruel broma que le jugaron de niño y apreció la furia surgir desde lo profundo del Targaryen. Suspiró en derrota conociendo que de alguna manera cobraría aquella burla y nerviosa recurrió al vino, con copa en labios mirando a Daemon y casi atragantándose cuando él le guiñó un ojo. Rápido analizó alrededor y disimulada carraspeó por el líquido que se desvió hacia el conducto pulmonar, entonces Viserys tomando palabra y dando un prolongado discurso donde exponía la felicidad de tenerlos reunidos. El inquebrantable deseo de ser una gran familia unida persistía y la mayoría de los presentes bien sabía que aquello no progresaría, aunque por un momento la fantasía pareció convertirse en realidad cuando Rhaenyra y Alicent intercambiaron cándidas palabras.
Los jóvenes se miraron desconcertados y Haella buscó descifrar las emociones de su abuelo, aunque, para gran sorpresa, este ya le veía e hizo un gesto a que interviniera a romper el momento de reconciliación. Con la mente nublada al no querer la atención de la mesa sobre ella, inquieta agarró la copa y arrastró la silla hasta apoyarse en ambos pies.
—Me gustaría decir algunas palabras —anunció en tono acelerado, con ligero temblor aguantando la necesidad de colocar una mano sobre el pecho—. Quiero brindar por esta cena compartida entre seres queridos, especialmente a mis adorados padres —realizó una pequeña pausa de respecto, a lo que ambos asintieron complacidos—. Festejo este gran reencuentro familiar y dedico este vino a desearles prosperidad… Especialmente a mi esposo e hijos, para que siempre estemos sanos —miró a Aegon, el cual estaba absolutamente desconcertado.
Avergonzada regresó a la silla y evitó prestar atención al resto, ansiosa bebiendo hasta terminar la jarra más cercana.
—Nunca ingieres tanto alcohol, ¿qué sucede? —preguntó su gemelo analizándola como pocas veces.
—Hoy poseo el gusto, nada más —encogió los hombros como si no fuera importante.
El rubio guardó silencio y pensó por largos segundos, finalmente inclinándose a hablarle al oído.
—Las únicas veces donde te embriagaste fue cuando compartimos aposentos, ¿ver tantos niños pudo haber despertado un nuevo deseo de ser madre? —susurró al tiempo que una mano iba sostenerla del muslo.
Haella no pudo evitar la expresión de espanto y rápido volteó, sus rostros quedando a pocos centímetros.
—Pensé que teníamos un acuerdo.
—Si lo deseas puedo hacer el esfuerzo —aseguró, por un segundo viéndole los labios.
La implicación la dejó sin palabras, especialmente porque fielmente creía que compartían el disgusto romántico y sexual por el otro.
—Estamos en publico —regañó regresando a mirar su plato con las mejillas ligeramente coloradas.
—¿Entonces debo proponer un nuevo heredero cuando nos hallemos a solas? —inspiró apretando la tierna carne bajo el vestido.
Sin dudar agarró la mano y con disimulo la quitó echándole una rápida mirada a Alicent, la cual ya estaba viéndolos con aire severo por el comportamiento del masculino.
—Tres hijos están bien, ni pienses en visitar mi habitación.
—Sería un desperdicio cuando estás a unas copas de no recordar la noche, sabes que madre estaría complacida con otro nacimiento.
Haella realizó un sonido seco y lo pellizcó por debajo de la mesa, a lo que Aegon saltó gracias al dolor y por el momento desistió. Enseguida miró a Rhaenyra y ella brevemente enarcó una ceja ante la escena, apenada evitándola y preguntándose cuándo el evento terminaría. Aguantó y se enfocó en su hijo hasta que Viserys comenzó a sentirse mal, en silencio viendo como los guardias lo retiraban y sintiéndose aliviada de que todo estuviera llegando a fin.
—También deseo brindar —soltó Aemond poniéndose en pie ahora que el Rey no estaba.
—Hermano —suspiró por lo bajo arrugando el ceño en preocupación, aunque Aegon sonrió y agarró el vino a sabiendas de que el espectáculo estaba por comenzar.
Contuvo el aliento en cada palabra que el Targaryen soltó hasta que los cabellos se le erizaron cuando sutilmente llamó “bastardos” a los hijos de Rhaenyra. El primero en reaccionar fue Jacaerys y tal reacción solo logró que Aemond lo provocara más, por lo que en menos de un parpadeo una batalla comenzó.
—¡Hijo, atrás! —exclamó Haella agarrando al joven de los hombros y llevándolo contra una pared alejada—. ¡Aegon! —llamó indignada cuando este fue contra Lucerys al ver iba a entrometerse en la pelea.
Helaena, desorientada y asustada, fue con ella y ayudó a proteger al joven atestiguando como Rhaella retenía a su gemela de ir a defender a Jacaerys. La Reina no tardó en levantarse y regañarle mientras los guardias presentes iban a retener a los Velaryon, aunque lograron zafarse y amagaron a arremeter hasta que Daemon intervino. El salón cayó en silencio y el mayor, relajado y con aire de superioridad, lo enfrentó mostrando una ligera mueca de animo a que siguiera con esa actitud ante él.
—Suficiente, todos fuera —ordenó Rhaenyra a los jóvenes, quienes inspiraron profundo e hicieron caso tratando de calmarse.
Aemond perdió la sonrisa y sostuvo la mirada analizando sus posibilidades, la confianza lentamente descendiendo y prefiriendo pasar de él e irse.
—¿Están bien? —preguntó Alicent analizando a su nieto y dos hijas, el trío asintiendo—. Mejor vayan a los aposentos y traten de… superar este día.
Haella mordió el interior de la mejilla y contuvo el enojo al ver a Aegon, el cual pareció sentir la furia y prefirió retirarse luego de echarle un vistazo. En segundos lo siguió en compañía de Helaena y juntas fueron a dejar al joven en su habitación, donde un sirviente lo ayudaría con las ropas y prepararía el lugar para que tuviera un buen sueño.
—Descansa, hermana —habló la mayor dándole un pequeño abrazo.
—Nos vemos mañana —despidió, con ligera prisa desapareciendo hacia el sector donde vivía.
Inspiró profundo y los eventos del día pasaron como una novela que prefería olvidar, pero entonces recordó el momento compartido con Daemon y Rhaenyra. Inconscientemente puso una mano en el estómago por las repentinas cosquillas y negó por como tenerlos en mente cambiaba su humor en un segundo.
Al llegar cerró la puerta y miró la cama donde horas atrás compartió besos con quienes amaba, de pronto la propuesta de vivir con ellos golpeándola como un coletazo de dragón. Deseaba, sinceramente deseaba una vida de ensueño y romance, pero el miedo a las repercusiones la frenaban de siquiera considerar abandonar el castillo.
En la mañana fue difícil verlos partir y el vacío que la llenó le hizo querer nunca haberlos cruzado, porque ahora los añoraba muchísimo más. Tener que seguir la rutina fue difícil y solo pudo mantener buena cara ante sus hijos, pero interactuar con Aegon, Aemond, Alicent u Otto fue más difícil que antes. Los muros se sentían huecos y congelados hasta que notó que era un reflejo de ella y la gente que la rodeaba, el fuego no existía en aquel lugar y la pequeña llama que poseía se extinguía en cada día que pasaba.
—Madre —llamó el mayor de los niños entrando con cuidado a la habitación—. Mamá… ¿Estás bien? —insistió al ella seguir mirando por la ventana de manera ausente.
—Hijo —susurró saliendo del trance y acercándose, inmediatamente yendo a acariciarle el cabello y la mejilla.
—¿Te sientes mal? Apenas has salido a pasar tiempo con nosotros —frunció el ceño intentando que el labio inferior no temblara.
—Lo siento, mi amor —disculpó rápido entendiendo que ya no era capaz de esconder el sufrimiento—. He estado sintiéndome un poco rara, nada más.
—¿Has visto a los sanadores? —preguntó aún preocupado.
—No es algo que ellos puedan solucionar, pero haré lo mejor para volver a la normalidad —prometió, porque lo que menos quería era generarle ansiedad a los pequeños.
—¿Qué es lo que tienes?
Torciendo la boca y pensando como abordar el tema, lo invitó a sentarse en la punta de la cama con ella.
—La vida aquí… El castillo… No me hace muy feliz —confesó simple sin ahondar en los detalles—. Pienso que podríamos vivir mejor en Rocadragón, amaría que tú y tus hermanas tuvieran gente de su edad para jugar, aprender e interactuar.
—Pero… ¿Papá, la abuela y el resto? —inclinó la cabeza en confusión.
—Seríamos solo nosotros cuatro —sonrió con pena apretando los labios con fuerza—. Ellos no tienen intenciones de estar contentos o sanar; las reglas, el rencor y lo que los demás piensan es más importante que el bienestar general.
Él bajó la mirada al regazo y luego a otras partes de la habitación, claramente analizando y llegando a dudas y conclusiones.
—¿Qué sucede si no voy? ¿Te irás igual? —inquirió amagando a conectar miradas, pero no fue capaz por los nervios.
—Jamás te dejaría, no deseo que sufras o te falte a quien recurrir cuando las obligaciones sean demasiado para ti. Eres mi hijo, lo que más amo, no podría abandonarte.
Increíblemente aliviado, el joven la abrazó y permanecieron en silencio hasta que llamaron a la puerta. Ambos miraron y se pusieron de pie cuando oyeron la voz de Ser Criston, por lo que rápido permitió que entrara después de la Reina. La tensión en ambos fue lo primero que notó, especialmente la expresión estresada, ansiosa y nerviosa de la mujer mientras frenaba y suspiraba pesado.
—Con el mayor pesar vengo a informar que Viserys ha fallecido.
—¿Qué? —preguntó Haella, inmediatamente sintiendo una roca en el corazón.
—Sucedió en la madrugada, los sanadores no han podido hacer nada al respecto.
Los ojos picaron y soportó la angustia para consolar al menor, el cual de por sí estaba triste y aturdido por la conversación anterior.
—¿Cuándo será el entierro? —habló en tono contenido.
—Pronto lo anunciaremos, primero debemos organizar la ascensión de Aegon como Rey.
—¿Cómo? —frunció el ceño y apreció como los oídos empezaban a zumbar por la catarata de noticias.
—Era el deseo de tu padre, lo confesó hace pocos amaneceres —afirmó antes de acercarse y tomarlos de un hombro—. Lamento la pérdida, me encargaré de que todo esté bien.
—¿Has avisado a Rhaenyra y Daemon?
Esos nombres la tensaron y apretó los labios, un destello de culpa brillando en el marrón de los irises.
—Enviaré una carta una vez que todo esté asentado.
La declaración encendió la preocupación en Haella y evitó pronunciar palabra, así quedando nuevamente a solas con el niño.
—El Reino está por cambiar y será inestable… Ambos deben saber que tu abuelo ha fallecido —empezó a decir apretándolo más contra ella—. Hijo mío, ¿me acompañarás a Rocadragón?
—Si, mamá —confirmó al tiempo que escondía el rostro en su vestido, lágrimas mojando la tela.
—Gracias.
Desde esa mañana el plan de mudanza comenzó y ambos mantuvieron las apariencias, en secreto armando el viaje y lo poco que podían llevar considerando que volarían. Fue un proceso rápido considerando que la muerte de Viserys no se podía ocultar demasiado tiempo, así que dos dos días después, en plena noche, tomó a los niños.
—¿Qué haces? —preguntó el mayor mientras sostenía a una de las gemelas.
—Abro un pasadizo, el castillo esta repleto de ellos —murmuró mientras empujaba a un costado y movía la pesada pared—. Mira donde pisas, ten cuidado —indicó estirando los brazos a tomar a la niña mientras la otra colgaba a su espalda en un amarre.
Bajaron escalones y cruzaron pasillos hasta casi perderse, entre laberintos hallando la salida y abandonando la Fortaleza Roja para atravesar la ciudad tapados de pie a cabeza. La actividad nocturna deslumbró a los jóvenes, aunque las acciones moralmente cuestionables y gritos les pusieron los cabello de punta.
—¿Falta mucho? —preguntó el muchacho sintiendo los pies cansados, con dificultad cargando un par de mochilas.
—Un poco más, pronto estarás volando —explicó agitada cambiando de brazo a la menor.
Con sudor e incertidumbre mantuvo el optimismo incluso si dudaba de poder ejecutar la huida, con temor saludando al guardia nocturno e indicando que trajera a la bestias. Miró alrededor intentando dilucidar cuantos testigos existían, pero parecían ser los únicos entre las tenues antorchas del amplio lugar. El rugido de su dragón le erizó los cabellos e hizo que mirara por uno de los pasillos, donde una gran cabeza anaranjada se asomó de manera lenta y adormilada.
—Enseguida traigo al pequeño, Princesa —avisó una vez que el cuidador estuvo lo suficientemente cerca.
—Prepara las cadenas de vuelo asistido, daremos un paseo en conjunto —ordenó suave estirando la mano libre a acariciar las gruesas escamas.
Asintiendo y desapareciendo de nuevo, Haella indicó al primogénito que le ayudara a subir y atar a una de las gemelas y las pertenencias en la montura. Ajustaron los seguros y revisó que la menor a su espalda estuviera bien, al terminar colocándose los guantes de piel mientras el entrenador se acercaba con un energético y joven dragón. El hombre conectó a las dos criaturas con una gruesa cadena y en Alto Valyrio los llevó fuera del edificio, en el proceso la Targaryen dándole indicaciones al menor de cómo volar al ser el primer viaje largo que experimentaría.
La brisa nocturna golpeó su rostro e hizo que inspirara profundo, al cerrar los ojos obteniendo un momento de paz hasta que tomaron posición. Miró al guardia y él le devolvió el vistazo entre dudas, aunque realizó un gesto de cortesía y ocultó las sospechas en una cabeza gacha.
—Estoy listo —avisó el niño apretando las riendas y enderezando la espalda.
Haella observó el cielo y finalmente dio señal de vuelo, el dragón dando largos pasos antes de ganar altura. Mordió el interior de una mejilla y evitó girar a ver lo que abandonaba, lagrimas perdiéndose mientras las luces en Desembarco del Rey se volvían pequeñas. Las prendas se humedecieron al ingresar al techo de nubes y contuvieron el aliento hasta atravesar la sofocante oscuridad, enormes y brillantes estrellas recibiéndolos una vez libres. Estiraron el cuello y admiraron los astros ante la significativa diferencia, por un momento tentados a estirar las manos y comprobar si eran capaces de tocar tal belleza.
—Bonito, ¿verdad? —preguntó a las gemelas también mirar.
Respondieron positivamente y el viaje continuó en absoluta paz, el tumulto sucediendo en secreto dentro del corazón de la Targaryen ante el peligroso e incierto futuro que sus acciones generarían.
Con nariz, mejillas y dedos congelados, todos apreciaron los primeros rayos del sol y cerraron los ojos disfrutando del suave calor. La niebla en el horizonte de a poco se hizo visible y anunció la proximidad al destino, finalmente apreciando el castillo de Rocadragón.
—¿¡Dónde aterrizamos!? —preguntó el niño con nervios ante el nuevo desafío.
—Volemos alrededor un par de veces hasta que los guardias nos vean y den aviso de llegada, luego nos guiaré a un área abierta para descender con comodidad.
Haella los llevó a las torres de vigilancia y enseguida observó como dos arqueros corrían escaleras abajo. Complacida admiró la estructura y sorprendida jadeó cuando una serpentina sombra los cubrió, de pronto un rugido a su izquierda haciendo que encontrara a Syrax planeando.
—Dorado y rojo —murmuraron las gemelas.
Inmediatamente frunció el ceño y elevo el mentón para ver a Caraxes analizarlos, en el proceso realizando particulares sonidos de bienvenida.
—¿Cómo…? —empezó a preguntar al ciertamente atinar con los colores, la frase siendo recurrente desde la primera vez que la dijeron.
Un escalofrío la recorrió y consideró que sus hijas fueran soñadoras en vez de jinetes, una cuestión que en ese momento no podía analizar a pesar de que la descolocó: ¿desde cuándo sabían que terminarían en el otro lado de la familia?
En pocas ordenes empezó a bajar y con cuidado vigiló a los inexpertos, los cuales lograron tocar tierra y parecieron aliviados de finalmente dejar el cielo. La estabilidad la mareó y cerró los ojos notando, por primera vez, el cansancio y el dolor corporal que la torturaba. Con las articulaciones endurecidas, lentamente liberó los seguros de la montura hasta que el eco de su nombre cortó la calma. Adrenalina la llenó y buscó la fuente del llamado, el largo y rubio cabello de Rhaenyra sacudiéndose en el viento mientras se acercaba.
Sonriendo y sintiendo nada más que verdadera felicidad, se puso de pie y averiguó la manera de bajar a las niñas de manera segura hasta que Daemon surgió en el panorama. Él sonrió complacido y ella perdió el aliento, enseguida estirando los brazos y entregándole a una de las niñas antes de que le ayudara a bajar.
—Finalmente elegiste —comentó una vez que la tuvo en frente.
—Si… —dudó al recordar las razones que finalmente la hicieron escapar.
—¿Qué sucedió? —tensó el ceño y analizó las pequeñas expresiones.
—Haella —nombró Rhaenyra antes de encerrarla en un abrazo, sobre el hombro viendo a la pequeña que llevaba colgada.
Cerró los ojos ante el reconfortante contacto y con fuerza contuvo las lagrimas, la emoción mezclándose en ansiosa tristeza por las noticias que entregaría.
—Lo lamento —habló ahogada escondiendo el rostro.
Rhaenyra la estrechó con más fuerza antes de mirar preocupada a su esposo, el cual se acercó intentando consolarla.
—Sea lo que sea, lo superaremos juntos —prometió Daemon acomodándole el cabello en un gesto cariñoso.
Abrumada asintió y entre lagrimas apreció la cercanía, aquellos cuerpos enseguida enseñando que ellos eran su verdadero hogar.
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mrclmlt · 1 year ago
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La decisión de la Cámara fue adoptada con los votos de los magistrados José Alejandro Sudera y Andrea García Vior, que integran la sala de feria de la Cámara del Trabajo junto con la jueza Dora González, que postuló remitir la causa a la Cámara Contencioso Administrativo Federal para que defina qué fuero debe tramitar el expediente. "No se evidenciaría objetivamente la ´necesidad´ de adoptar tan numerosas medidas y que, aunque ello pudiera -hipotéticamente- intentar justificarse en la referencias genéricas a 'un hecho demostrado', lo cierto y jurídicamente relevante es que no se avizorarían las que se alegan constituyan razones de 'urgencia' para eludir la debida intervención del Poder Legislativo en lo que hace a la legislación de fondo", sostuvieron los jueces que conformaron la mayoría, según surge del fallo al que accedió Télam. "Varias de las normas que el Poder Ejecutivo Nacional pretende modificar sin darle intervención a los legisladores tienen naturaleza represiva o sancionatoria al punto que se las ha incluido como integrativas del derecho penal laboral, calificadas como 'leyes antievasión'", agregaron los magistrados. Los jueces destacaron, además, que "no se explica cómo las reformas planteadas, de aplicarse en forma inmediata y por fuera del trámite normal de sanción de las leyes, podrían remediar la situación referida a la generación de empleo formal, máxime cuando el propio decreto reconoce que se encuentra estancada hace 12 años, lo que impide -en principio- considerar la irrupción de alguna circunstancia súbita, imprevisible o de extrema 'excepcionalidad'". "En lo que hace al trámite legislativo que el decreto pretende obviar, cabe mencionar que el Presidente de la Nación se encuentra facultado a convocar al Congreso a sesiones extraordinarias (art. 99 inc. 9 de la Constitución Nacional) y que tanto el Reglamento de la Cámara de Diputados como el de la Cámara de Senadores poseen herramientas que permitirían darle mayor celeridad al tratamiento de cada proyecto en caso de que sus autoridades o integrantes de los cuerpos lo requieran (tramitación en comisiones de manera conjunta y mociones de preferencia o de tratamiento "sobre tablas")", recordaron. Además, señalaron que "resulta, al respecto, insoslayable que mediante el Decreto 76/23 (BO 26/12/23) se ejerció esa facultad y se convocó al Congreso de la Nación a sesiones extraordinarias desde el 26/12/23 y hasta el 31/1/24, a fin de tratar -entre muchísimos otros temas- la ratificación del DNyU 70/23". Los magistrados también resaltaron que es una "inveterada doctrina del máximo tribunal que las consideraciones genéricas expuestas en los considerandos de los Decretos de Necesidad y Urgencia resultan inhábiles para justificar el dictado de medidas legislativas por parte del Poder Ejecutivo Nacional". Algunas de las modificaciones en materia laboral establecidas en el decreto de necesidad y urgencia (DNU) que firmó el presidente Milei, que ahora quedaron provisoriamente suspendidas, son la ampliación del periodo de prueba hasta los 8 meses, la incorporación de los bloqueos o tomas de establecimientos como causa de despido y cambios en el sistema de indemnizaciones. En materia de convenciones colectivas de trabajo, el DNU indica que esa materia "solamente mantendrá subsistentes las normas referidas a las condiciones de trabajo establecidas en virtud de ellas y hasta tanto entre en vigencia una nueva convención colectiva o exista un acuerdo de partes que la prorrogue". "El resto de las cláusulas (obligacionales) podrán mantener su vigencia, solo por acuerdo de partes o por la específica prórroga dispuesta por el Poder Ejecutivo Nacional", señala el DNU.
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notasfilosoficas · 1 year ago
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“Mi abuelo me dijo que hay dos tipos de personas: las que trabajan y las que buscan el mérito. Me dijo que tratara de estar en el primer grupo; hay menos competencia”
Indira Gandhi
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Indira Priyadarshini Gandhi fue una política india nacida en Allahabad en noviembre de 1917 que ejerció como primera ministra de la India entre 1966 y 1977 y nuevamente desde 1980 hasta su muerte en 1984.
Hija y heredera política del héroe nacional indio Jawaharlal Nehru, fue la segunda gobernante que mas tiempo ejerció el cargo de primer ministro  la primera mujer en hacerlo.
Primero años
Su padre fue un abogado descendiente de una familia acomodada en la India y educado en el Reino Unido, tuvo una participación destacada en el proceso de independencia de la India.
La carrera política de su padre la mantuvo lejos de él durante su infancia y fue educada en prestigiosos colegios en la India, Suiza y Reino Unido.
En 1942 regresa a la India y contrae matrimonio con Feroze Gandhi quien no tienen ningún parentesco con Mahatma Gandhi y procrean dos hijos. Fue a partir de las infidelidades de su esposo que Indira se muda a la residencia de su padre quien a partir de entonces funge como su confidente, que es cuando comienza su carrera política.
Historia.
En 1964 tras la muerte de su padre, y bajo el nuevo gobierno, es nombrada ministra de información y radiodifusión.
Pronto sus habilidades parlamentarias y su estilo populista ademas de un eficiente sistema propagandístico la llevan a ocupar el puesto de secretaria general del partido del congreso.
Al morir el primer ministro en turno en 1966 Lal Bahadur Shastri, los diferentes líderes del partido consideraron poner a un líder que consideraban dócil, por lo que pensaron en la inofensiva Señora Gandhi, por ser portadora de una importante dinastía, asumiendo el cargo de primer ministra en un momento crítico en la historia del país, pues la guerra Indo-Pakistaní había comenzado apenas unas semanas antes.
Durante la guerra se estima que 10 millones de refugiados huyeron a la India, causando inestabilidad financiera en el país, lo cual provocó graves roces internacionales y confrontaciones políticas entre India y Pakistan, y a pesar de ello, Indira no frenó el recibimiento de inmigrantes causando roces internacionales entre el gobierno estadounidense bajo la presidencia de Richard Nixon, quien junto con Henry Kissinger consideraron esta política como irracional e irresponsable.
Debido a la tendencia izquierdista del gobierno de Indira Gandhi, Estados Unidos decidió apoyar a Pakistán.
Como repuesta Indira Gandhi firmó el tratado de amistad y cooperación con la Unión Soviética preparando tropas indias y desplegando 93,000 soldados al este de Pakistán, logrando con el apoyo popular una victoria militar en 1971, dando lugar al nacimiento de Bangladesh una “república independiente” que en realidad era un satélite de la India.
Esta victoria le otorgó a Indira Gandhi el estatus de heroína y la transformó en una primera ministra respetada y popular.
La caída de Indira Gandhi comenzó después de que la India ganase la guerra contra Pakistán en 1971, en donde el tribunal superior halló a Indira culpable de corrupción electoral en las elecciones de 1971.
En 1975 Indira proclamó un estado de emergencia, ordenando la detención de sus opositores quienes mas tarde formarían el partido Janata, y en 1977, el partido de Indira perdió las elecciones frente a la Janata recuperándolo en 1980 tras obtener el triunfo de los comicios en un nuevo congreso, un partido que había creado tras la escisión del Partido del Congreso.
Muerte.
En junio de 1984, en un intento de acabar con el terrorismo sij y los intentos separatistas del Punjab, ordenó la que fuera llamada “Operación estrella azul” con la finalidad de desalojar a su líder y a sus seguidores en la region, lo que provocó la muerte de su líder y  de muchos peregrinos y civiles, causando graves daños a su templo.
Algunos meses después de estos hechos Indira Gandhi fue asesinada por dos miembros de su guardia personal de origen sij en su residencia en Nueva Delhi. Contaba con 66 años de edad.
Fuentes: Wikipedia y biografíasyvidas.com
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ladyyulissaling · 5 months ago
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Capítulo I - primera impresión
La historia comienza con el señor paladino en su auto dirigiéndose a las afueras de la ciudad de Metroville, no era costumbre ni parte de su rutina pero aún así estaba maravillado por el bello paisaje del bosque aunque un tanto nublado era precioso hasta que...
—¡cielos!— Dijo el abogado sorprendido agarrando el volante de su auto con fuerza
Cuando salió de él para inspeccionarlo se dió cuenta de que este se había atascado en el lodo, y lo peor de todo, había ensuciado sus zapatos recién pulidos. El varón estaba algo repugnado, pero siguió con su camino a pie pues ya estaba en el lugar correcto, solo tenía que seguir el sendero (y por su auto no se preocupaba ya contactaría a un grúa).
Este llevaba un libro que necesitaba para saber si la demanda de la señorita Caramell era válida. él no tenía ni idea de quién era Caramell, per sí sabía que ella era quien había demandado a un tal Owen por supuestamente reclamar una propiedad que no le pertenecía, y por lo que escuchó decir por el teléfono, la señorita Caramell no estaba nada felíz así que decidió tomar el caso en sus manos
Después de haber recorrido el sendero y con algo de dificultad debido a sus gafas de sol, llegó a una estación que supuso era la oficina de la guardabosques, cambió sus gafas de sol a gafas normales, se acercó tímidamente y tocó el timbre, pacientemente esperó a que ella o alguien más saliera.
Segúndos después una linda mujer uniformada salió cubriendo su rostro con un gran sombrero de patrullaje.
—Disculpe..¿es usted Caramell Grisly?— preguntó el abogado
—¡Es correcto señor!— respondió alegremente quitándose el sombrero de la cara dejando ver el brillo de sus ojos y su cabello negro. El abogado sin más le extiende la mano y ella corresponde el saludo.
—¡Es un placer señor paladino!, que bueno que está aquí me han hablado mucho de usted ¡sígame!— alzando la mano y caminando hacia el extenso bosque
El señor paladino siguió a la chica por el sendero, mientras iba detrás de ella se pegaba a él mismo en la mejilla por los mosquitos en el aire, y la neblina del aire empañó un poco sus lentes dificultándole ver, pero sí pudo seguir.
—No recibimos muchas visitas en esta época del año, a los visitantes no les gusta la niebla, además los animales se preparan para ivernar y se esconden, así que no es muy divertido— explica la mujer a Simon
—Oh, eso suena...lindo— tartamudeaba por la pobre visión que sus gafas le daban
—Es más que lindo, ¡es maravilloso! este es su hogar y así a sido desde siempre— decía inspirada mirando una rama con un par de pajaritos en un nido
Después de pulir sus lentes con una manta, Simón vió el nido y empatizó con las ideas de la chica.
—!Ejem!—tosió Caramell— esto es lo que quería mostrarle
El hombre vió hacia donde ella apuntaba, un espacio del bosque lleno de árboles talados, una im��gen que casi hizo que sus gafas se cayeran de la impresión.
—Usted no sabe lo mucho que me duele ver esto—suspiró con una cara triste—¿pero sí nos ayudarás cierto?— dijo mucho más animada
—Es correcto madame— contestó a la de cabello azabache
—¡fiuf! ¡gracias a Dios!— suspiró porfin quitándose el estrés de aquel paisaje dañado de encima
Pero la calma no le duró por mucho tiempo, escuchó a lo lejos un sonido ensordesedor y la tierra tembló debajo de sus pies, una gran máquina se aproximaba hacia ellos. En ese momento la mujer se puso enfrente de ella.
—¡¡Deténgase ahí!!— exclamó en alto usando su mano derecha en señal de alto, y la izquierda postrada en su cintura
El jóven que conducía la máquina frenó de inmediato, mientras esta frenaba, Simon se cubría la cara con el libro de reglas y Caramell simplemente se quedó parada como si nada cruzando los brazos y rodando los ojos.
De esa enorme chatarra bajó un hombre con traje gris, corbata azul, cabello pelirojo, casi calvo y algo obeso. Se acercó a la dama y dijo...
—Hola Caramell— dijo con una mirada perversa mientras encendía un puro
—Hola Owen...— saludó con disgusto la guardabosques, dado que el señor Nowman era un hombre muy bajo Caramell tenía que mirar hacia abajo para poder charlar con él
—Y al fin...¿ya decidiste rendirte y dejarme a mi la propiedad?— fumaba con delirios de grandeza
—¡¡De ningúna manera!!— exclamó con ira
—¡Anda! Continúa resistiéndote, sabes que el tiempo se te acaba, y nadie vendrá a salvarte— amenazó exhalando humo en su cara haciéndola toser
—¡En primer lugar no hagas eso! Y en segúndo ¡esta vez no vengo sola! —sonrió— ¡este es mi abogado!— tomó a Simon de los hombros y lo presentó al frente
—Simon .J. Paladino. Abogado— extendió la mano al hombre obeso
Todo quedó en silencio por un momento hasta que él y sus socios empezaron a reír.
—¿Que? ¡Cramelo! ¿hiciste equipo con este bago? ¡es increíble!— se reía el hombre junto a sus demás cómplices
La mujer estaba a punto de amenazarlo, pero el señor Paladino dió un paso al frente ajustando sus gafas y lo miró directamente cruzando los brazos.
En ese momento él y sus socios se quedaron callados ante la profunda mirada del hombre, la cuál jurarían que les penetraba hasta el alma.
—En primer lugar señor Nowman— dijo seriamente— esa no es forma de tratar a una mujer— la dama prestó atención ante ese comentario— en segúndo lugar, ese vocabulario es callejero y de bajo ¡y en tercero!— levantó un poco la voz— muéstreme su permiso de demolición— extendiéndo la mano derecha hacia el más bajo
El señor chasqueó un dedo y uno de sus cómplices le entregó un documento al abogado, mismo que leyó detenidamente.
—Esto no está firmado— le entregó el papel al dueño— es completamente ilegal demoler un área protegida sin la autorización de la guardabosques. ¿Qué tiene que decir en su defensa?— reclamó con severidad
—oh, señor Palediano— dijo Owen
—Es Paladino— corrigió Simon
—En primer lugar, esta área se a quedado sin recursos económicos como para pagar su mantenimiento de rutina, y les queda muy poco tiempo para poder hacer algo al respecto— dijo soberbio y arrogante— y en segúndo, Caramell no es la dueña del bosque, esta es un área pública en dónde la gente solo viene a hacer turismo y ver animales sucios y esas cosas— explicó con cara de desagrado
Caramell gruñó ante ese comentario.
—Así que lamentablemente ya no hay nada que usted ni nadie puedan hacer por él— ante esa oración la guardabosques se destrozó por dentro, puso su mano en su hombro y bajó tristemente la mirada
—No si yo puedo ayudarla— proclamó el abogado
La chica volteó a verlo sorprendida —¿de verdad lo harías?—
—Claro, para eso estoy aquí— respondió con su voz monótona
—¡Bien! par de dramáticos, tienen dos meses para solucionar este bochorno, pero si no lo hacen...tú deberás entregarme la propiedad ¡y largarte de esta ciudad!— apuntando a la guardabosques quien se quedó boquiabierta por lo que dijo el sujeto
—Bien— contestó tranquilamente el abogado— pero si usted pierde, tendrá que pasar un año tras las rejas, pagar una multa de $20,000 por los daños, y cien horas de servicio comunitario— dijo con severidad hacia el inversionista
—Trato hecho—aceptó la propuesta y ambos estrecharon la mano
—Vámonos muchachos— alzó la mano y gritó a sus cómplices— hasta entonces, caramelo—
Justo cuando dijo eso último se subió a la gran maquinaria, viéndolos con una mirada perversa mientras se alejaba con los demás.
—¡Rayos!, ¡como odio a ese soquete!— refunfuñó la jóven— ¡¿quién se cree que es?!
Simon la observó a detalle y parecía que quería llorar de la rabia, sus mejillas estaban algo rojas por la ira y sus dientes rechinaban mientras abrazaba el libro de reglas que anteriormente recibió del abogado.
Simon no sabía como consolar a la chica pues se veía que la estaba pasando mal, y la entendía perfectamente, ese hombre tenía una conducta y un vocabulario muy desagradable no entendía como ella podía haberlo soportado todos estos días.
—Yo te ayudaré lo prometo— dijo el abogado poniéndo su mano derecha en su hombro, no era bueno con las personas pero sí quería entenderlas
—Gracias de verdad Señor Paladino—
—No hay problema, sólo hago mi trabajo y será lindo trabajar contigo— le contestó calmadamente
Caramell estaba algo sorprendida por la monotonía de su voz, lejos de aburrirla o de hacerla dormir le daba mucha paz, y su apariencia física elegante le ayudaba bastante a calmarse de todo ese vergonzoso escándalo formado anteriormente por Owen.
—¡Pues vienvenido! Desde ahora este también es tu hogar— colocando su mano en su hombro
Simon se sentía alagado, pues no se había sentido vienvenido con ningúno de sus otros clientes. Por lo general resultaban ser indiferentes y otras veces eran arrogantes, pero con ella no, y eso lo aliviaba.
—Nos vemos mañana entonces— respondió el varón
—Hasta luego— se despidió aleteando la mano antes de voltear hacia otro lado
Justo cuando el hombre se marchó directo a la carretera dónde ya habían puesto su auto, ella curiosa lo miró irse de espaldas. Suspiró y decidió marcharse.
Tal vez este sea un buen comienzo para Simon, quizás ella podría ayudarlo a socializar y hacer amigos, pero hasta entonces tenía que cumplir con su misión de ayudarla, él era un hombre de palabra y estaba dispuesto a cumplirla
Continuará....
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tatianalucia89 · 2 years ago
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Tumblr media
Un corto IzuOcha porque son hermosos 💚💗
Me inspiré un poco en la canción Sparks Fly de Taylor Swift. Además, quería probar la técnica del monólogo y eso. Advertencia de Ochako intensa y un poco de ooc.
Ojos verdes
—¡Está bien, lo admito! —gritó Ochako, exasperada porque su amiga Mina no dejaba de insistirle con el tema—. Sí, me gusta Deku. Me gusta tanto que no puedo dejar de mirarlo y pensar en lo hermoso que es cada vez que estamos en combate, o entrenando. Y me muero de felicidad cada vez que me toca hacer equipo con él. Cuando se me acerca lo suficiente como para que pueda tocarlo, ¡me pican las manos! Y luego me dice algo bonito y te juro Mina, en esos momentos tengo miedo de que pueda ver en mis ojos cuánto me gusta.
››Es que Deku es una persona maravillosa. Al principio me dije a mí misma, Ochako tu deber es concentrarte en ser heroína. Pero simplemente no puedo, a veces una tiene que tomar riesgos. Y ese par de ojos verdes es un riesgo que quisiera tomar.
Mina trató de decirle algo, estaba sonriendo como nunca en su vida. Realmente estaba feliz de que su amiga le haya dicho la verdad. Pero Ochako la frenó antes de que pudiera emitir sonido.
››Esperá Ashido, todavía tengo cosas para decir. Porque voy a hablar ahora y después no voy a repetir esto nunca más. Así que escuchalo bien —Mina le dijo que sí con la cabeza, mientras que las mejillas de Uraraka se pusieron más rosadas de lo que ya eran. Su tono de voz bajó y su cuerpo se relajó un poco—. Lo que más me gusta de Deku es su sonrisa. Cada vez que él sonríe todo brilla a su alrededor, es como si salieran chispas volando de su cuerpo. Es tan hermoso que duele. Y realmente quisiera que se olvide de todo y me bese. De hecho, ese va a ser mi deseo en mi próximo cumpleaños.
Luego de esa confesión extensa y a todo pulmón, Ochako se tranquilizó y le hizo saber a su amiga que fue bueno sacar todo eso de su sistema. Después de todo no había sido tan malo ceder ante la insistencia de su amiga.
Sin embargo, cuando escuchó un ruido detrás de ellas y se giró sorprendida, se dijo que no había sido una buena idea en lo absoluto.
A tan solo dos metros de ella estaba Izuku mirándola con la cara roja y los ojos brillantes, a sus pies se encontraba la fruta que había dejado caer al escuchar las palabras de la chica que le gustaba.
Fin 💚
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el-principito-descalzo · 6 months ago
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Difícil dividir el tú y el yo y el yosinti
Llueve en junio
Y se convierte en algo excepcional porque hacía tiempo que no llovía tan seguido por aquí.
Quizás deje de hacerlo,
quizás, como temíamos,
en poco tiempo no haya agua.
Pero la ventana abierta
y esa lluvia repentina casi entrando por ella me recuerda a aquel junio.
Desde entonces, entre tú y yo se estableció
(o establecimos)
Una distancia insalvable
Un abismo infranqueable
Una brecha irreparable
Un muro inderribable
Una separatividad intrascendible
Siempre me movió un deseo inalcanzable
de defender lo indefendible
y nos frenó una coraza injusticiable
en la que cada uno se escondía.
Un tribunal de excepción
decidió que lo que se corta no se puede volver a unir.
Luego, la transición no sabe mucho de memoria
y silencia las voces.
La poesía, como la psicología,
es una forma de violencia.
E intento escapar de esa violencia
propia, ajena, heredada, transferida,
poniendo de por medio
Una distancia insalvable
Un abismo infranqueable
Una brecha irreparable
Un muro inderribable
Quizá sea lo único que nos quede
y nunca nos gustó que cayera el muro de Berlín:
no supimos ver que, como decía Davis, los muros derribados son puentes.
No saber nada era esos cuidados paliativos.
Pero sigo reconociéndote en cada uno de mis pasos,
intentando conocerme en el proceso,
sabiendo que estoy hecho de pedacitos de ti,
decostruyendo lo que corta de esos pedacitos.
Espero ser, algún día, más que eso,
por lo pronto, sigue siendo difícil dividir el tú y el yo y el yosinti.
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