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«Después de haber derribado a los dioses del paganismo, Epicuro vio elevarse ante él ese dios misterioso y desconocido al que los teólogos antiguos sometían al mismo Júpiter, el dios de rostro sombrío, hijo de Caos y de la Noche, sentado inmóvil en el fondo del Olimpo, que es representado sin ojos porque no ve a nadie de los que él aplasta, y la cabeza coronada de estrellas porque su poder se extiende tan lejos como los cielos. Esta divinidad representaba la fuerza vital de la naturaleza, por oposición a los esfuerzos impotentes de los seres humanos, es la que Epicuro se propuso derribar; divinidad mucho más terrible, porque su poder se extiende por todas las partes a la vez, tanto dentro de nosotros mismos como en el exterior y sobre nuestros propios pensamientos y nuestras propias acciones. Imaginar los dioses por encima de todas las cosas era esclavizarse, pero explicar todas las cosas, comprendido uno mismo por medio de las facultades humanas era proclamar la libertad de los hombres y el rechazo del Destino.»
M. Guyau: La Moral de Epicuro y sus relaciones con las doctrinas contemporáneas. Daniel Jorro Editor, pág. 87. Madrid, 1907.
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La Impulsividad
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La Impulsividad
Defrag.mx Podcast De la Vida y otros Cuentos • La Impulsividad
Explorando la Impulsividad: Desde la Neurociencia hasta la Filosofía
¡Bienvenidos a un nuevo episodio de De la vida y otros cuentos! En esta entrega, nos adentraremos en un tema fascinante y relevante: la impulsividad. Acompáñanos en este viaje donde exploraremos las diferentes facetas de este comportamiento, desde sus raíces neurológicas hasta sus implicaciones filosóficas.
En primer lugar, abordaremos la impulsividad en su esencia, desglosando sus fases y analizando cómo impacta en la vida de quienes la experimentan. Desde niños hasta adultos, la impulsividad puede influir en nuestras decisiones y acciones de maneras sorprendentes.
Luego, nos sumergiremos en el mundo de la educación y su relación con la impulsividad, especialmente en el desarrollo de los más jóvenes. ¿Cómo influyen los métodos educativos en la regulación de la impulsividad en niños y adolescentes? Descúbrelo con nosotros mientras exploramos esta conexión crucial.
Pero eso no es todo. Daremos un vistazo más profundo a las bases neurológicas de la impulsividad, explorando cómo funciona en el cerebro y qué factores pueden contribuir a su manifestación en diferentes personas.
Finalmente, desde una perspectiva filosófica, nos sumergiremos en el mundo del estoicismo. Analizaremos esta antigua corriente filosófica y sus representantes, y discutiremos cómo el estoicismo aborda la cuestión de la impulsividad en la vida cotidiana. Además, compararemos el estoicismo con otras corrientes filosóficas como el epicureísmo y el escepticismo, destacando sus diferencias y similitudes.
¡No te pierdas este episodio enriquecedor y revelador de De la vida y otros cuentos! Únete a nosotros mientras exploramos la complejidad de la impulsividad desde múltiples perspectivas. ¡Te esperamos en nuestro próximo encuentro!
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Mujeres en la historia: Temista
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Resolver un guion cuyo dilema se centra entre abrazar el epicureísmo o el estoicismo.
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“Las desgracias deben ser curadas por un sentido de gratitud por las cosas buenas que nos han sucedido, y el conocimiento de que lo que ha pasado no se puede deshacer”
Epicuro de Samos
El Epicureísmo es un movimiento filosófico fundado alrededor del año 307 a. de C. basadas en las enseñanzas del antiguo filósofo griego Epicuro de Samos, el cual fundó la escuela llamada "Jardín" y cuyas ideas fueron seguidas por algunos otros filósofos llamados “epicúreos”.
Se trata de un periodo que abarca la cultura griega a través del mediterráneo y cerca del mundo oriental, derivado de las conquistas militares de Alejandro Magno.
Epicuro llegó a Atenas 17 años después de la muerte de Aristóteles, No obstante que pocos escritos de Epicuro de Samos se tienen hasta nuestros días, Por lo que solamente sobreviven algunos testimonios de su filosofía a partir de sus seguidores, entre los cuales destacan el filósofo y poeta Lucrecio y el hombre de estado y orador Cicero.
Epicuro fue un atomista, seguidor de los pasos de Demócrito, quien fuera maestro de Pitágoras.
Epicuro sin ser un hedonista propiamente, creía que el mayor bien consistía en buscar un placer modesto y sostenible en forma de un estado de “ataraxia” o de tranquilidad y libertad de miedo, y de “aponia” o ausencia de dolor corporal. Todo lo anterior, a través del conocimiento del funcionamiento del mundo y de los deseos limitantes.
Es por lo anterior que los epicúreos en general se retiraban de la política por considerarla fuente de frustraciones que se contraponía a su defensa de una vida simple y en búsqueda de una paz mental y de virtudes.
A diferencia de otras escuelas filosóficass de la época, cuyos miembros se reunían en lugares públicos, los epicúreos eran mas bien solitarios, y se veían a si mismos como una comunidad de amigos que viven juntos según principios comunes.
Para Epicuro y para sus seguidores, el estudio de la naturaleza era el núcleo de su filosofía, y difería de Platón, quien consideraba que lo verdaderamente real era puramente la forma inteligible y lo natural su imagen.
La práctica epicúrea enfatizaba la memorización y repetición de doctrinas en forma condensada, y es por eso que le sobreviven muchas máximas de los textos sobrevivientes.
Fuentes Wikipedia y Ancient Philosophy: Aristoteles and his successors (Coursera).
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El Estado de D'Annunzio: la experiencia de un anarquismo aristocrático fundado en bases republicanas
Por Alexander Bolshakov
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
¿Es este un mundo de colores y fantasmas? Una dictadura sin poder
Los intelectuales europeos de principios del siglo XX soñaban con revivir las antiguas tradiciones heroicas de las repúblicas usando como base las instituciones políticas de la época actual. Muchos escritores, artistas y políticos opositores en Francia, Alemania, Italia y Rusia idealizaron el antiguo sistema político griego y romano siguiendo las ideas nietzscheanas. Por ejemplo, el simbolismo poético de Viacheslav Ivanov está impregnado del espíritu dionisiaco y el culto al superhombre. El mismo Ivanov percibía este culto no sólo de forma abstracta, sino también como una práctica política y un modelo que debía ser aplicado. El mito republicano fue en ese entonces y sigue siendo atractivo por la combinación de elementos que normalmente no se encuentran juntos en otras partes. Entre ellos podemos contar el ideal del valor aristocrático, el reconocimiento del valor supremo de una causa común y el sano anarquismo de un colectivo cohesionado que no necesita de una autoridad externa.
Después de la Primera Guerra Mundial se hizo posible hacer realidad estos sueños intelectuales en medio de la política europea. Había un vacío en la opinión pública: la izquierda aún no era lo suficientemente fuerte y las fuerzas reaccionarias, defensoras del Estado, habían salido debilitadas de la guerra. Ninguna de ellas pudo evitar la catástrofe y la culpa del estallido de la guerra recayó en la totalidad de la clase política. Pero los republicanos, que hasta entonces no habían tenido ni representación en el poder ni influencia en la prensa, podían utilizar fácilmente la retórica de la renovación política; tenían a su alcance una oportunidad histórica.
Gabriele d'Annunzio, escritor italiano de origen aristocrático, personificaba las aspiraciones filosóficas, poéticas y políticas de los intelectuales de derechas. Sus novelas, poemas y obras de teatro eran conocidos en toda Europa. En ellos ensalzaba el epicureísmo, el triunfo de la voluntad del yo y las perversiones eróticas. Hay que decir, en primer lugar, que las opiniones políticas de D'Annunzio no tenían nada que ver con el sentido común y que los ideales republicanos abstractos no se correspondían con los suyos. Era un aventurero que se dejaba llevar por las olas de la historia. Percibía al instante las nuevas ideas y se convertía en su encarnación. Pero, sin un programa político claro, D'Annunzio anhelaba el cambio, algo que se percibe en sus libros y discursos públicos donde pedía una reorganización del orden social. Su idée fixe era el renacimiento de la cultura de la antigua polis griega; D'Annunzio creía que recreando sus antiguos rituales sería posible restaurar las instituciones sociales que correspondientes, las cuales eran más justas que las de su época. ¡Incluso introdujo en el vocabulario de sus compañeros el grito de batalla de los guerreros griegos eja eja alalà! (algo así como el “¡hurra!” ruso). Veía en la emotividad espontánea y la pasión de la unidad colectiva la quintaesencia de la democracia ateniense.
El tono de la vida política de la Italia de finales del siglo XIX era marcado por dos partidos: la “Izquierda” liberal-progresista (Sinistra) y la “Derecha” conservadora (Destra). “Izquierda” y "Derecha" son nombres históricos de los partidos políticos que no se corresponden con la afiliación política de la “izquierda” o la “derecha” actuales. Las diferencias ideológicas entre ellas eran prácticamente nulas y juntas formaban una especie de frente mayoritario progubernamental. Además de estos partidos podíamos encontrar en el parlamento el “Partido de Extrema Izquierda” (Estrema Sinistra), de ideología radical socialista, el “Partido Republicano” (Partito Repubblicano Italiano), de ideología social-liberal, y el “Partido Socialista” (Partito Socialista Italiano). En las elecciones parlamentarias de 1897, los tres partidos liberales obtuvieron 451 de los 508 escaños y los dos partidos socialistas 57 escaños.
En 1897 D'Annunzio fue elegido diputado al Parlamento italiano como candidato conservador. Atrajo a los votantes prometiendo luchar por el cambio social en nombre del triunfo de los antiguos ideales y se declaró diputado de la belleza (deputato della bellezza). En sus discursos, apelando a la mayoría, D'Annunzio criticaba paradójicamente el derecho de esa mayoría democrática a determinar la política del país. Hablaba de la inadmisibilidad de construir un Estado sobre los principios de la igualdad electoral, pues creía que la clase privilegiada debía dirigir el desarrollo de la sociedad y que sólo dentro de las formas políticas creadas por la aristocracia es posible la libertad de acción de las masas. En 1900 el poeta cambia repentinamente su orientación política de conservadora a socialista. Justo en medio de una reunión del Parlamento abandona desafiantemente su posición en la mitad de la sala, donde se encontraba la facción conservadora, y se va al campo de los socialistas. Explicaba este acto por su deseo de unirse a la única fuerza social que representa la vida y la novedad, oponiéndose al esquematismo utilitario burgués del partido en el poder. D'Annunzio utiliza ahora la retórica de la extrema derecha, que no tenía intención de abandonar, para justificar ideas izquierdistas. Su posición política es una síntesis de esnobismo estético, nacionalismo sincero y retórica socialista superficial, pero emocionalmente intensa. D'Annunzio se siente atraído por el mito nacionalista, los objetivos de los socialistas no le inspiran, pero aprende de ellos el uso del populismo y el arte de la movilización de las masas. En 1900 D'Annunzio deja el Parlamento, pero no abandona la actividad política.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial el político encuentra por fin una salida a su sed de entrega heroica a una causa. Siendo un militarista acérrimo, D'Annunzio aboga por la entrada de Italia en la guerra del lado de la Entente. La guerra, desde su punto de vista, puede ser un instrumento de resurgimiento nacional, dándole a Italia una oportunidad histórica de convertirse en un imperio. En 1915, a la edad de 52 años, el poeta acude al frente como piloto militar voluntario, se convierte en uno de los mejores pilotos de combate del ejército italiano, toma el mando de una escuadrilla y pierde la vista de un ojo en combate. En 1918 D'Annunzio es ascendido al grado de mayor.
Durante el año siguiente al final de la guerra el malestar social en Italia fue en aumento, pero no encontró una salida políticamente significativa. Para ser más precisos, hubo muchos excesos, pero no se produjeron acontecimientos significativos y simbólicos que marcaran la futura historia de Europa. El entusiasmo del Risorgimento – que en el siglo XIX encontró una salida en el difícil trabajo político de reunificación de las tierras italianas, el cual no se agotó del todo – se fue combinando con una especie de ideología abstracta de expansión exterior muy común a principios del siglo XX. La situación cambió cuando, durante el acuerdo fronterizo de posguerra, se planteó la cuestión de la propiedad del Fiume, antigua parte del Imperio Austrohúngaro; la comunidad internacional se inclinó por entregar el Fiume al Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos en lugar de a Italia, que la había reclamado.
A los ojos de los “patriotas” italianos, la ciudad se convirtió en un símbolo no sólo de la derrota del gobierno italiano, sino también del debilitamiento de la cultura italiana, heredera directa de la cultura de la Antigüedad. D'Annunzio encontró en sí mismo los principios de un líder anarquista cuando, el 12 de septiembre de 1919, a la cabeza de un grupo de militares que habían traicionado sus juramentos, invadió el territorio del Fiume y, tras romper la débil resistencia de las tropas de ocupación anglo-estadounidenses-francesas, proclamó allí la soberanía italiana. Por supuesto, el gobierno italiano no apoyó esta aventura. Entonces, el 8 de septiembre de 1920, D'Annunzio anunció, al estilo revolucionario, el establecimiento de la Regencia Italiana de Carnaro, que pasó a la historia como la “República del Fiume”. El nuevo Estado no duró mucho (del 12 de septiembre de 1919 al 30 de diciembre de 1920): la República cayó en manos del ejército italiano aproximadamente un año después. Al principio, sin embargo, su surgimiento parecía ser la prueba política de la eficacia de las ideas republicanas.
La liberación del Fiume fue acogida con entusiasmo por la izquierda europea (principalmente los artistas surrealistas), los futuristas del círculo de Marinetti y B. Mussolini, que lanzó la consigna “¡Fiume o muerte!” En Rusia Mayakovsky caracterizó este acontecimiento de la siguiente forma: “El faisán es hermoso, pero su cerebro es pequeño. / El Fiume fue tomado por el embriagador D'Annunzio”. Existe un relato apócrifo perteneciente a un internacionalista italiano que sostiene que Lenin dijo que el único verdadero revolucionario que existía en Italia era D'Annunzio. Sin embargo, había muchos revolucionarios en Italia. El círculo íntimo del poeta-jefe incluía al sindicalista italiano Alceste de Ambris, al internacionalista Leone Kochnitzky, al piloto militar medio loco Guido Keller y al anarquista radical Mario Carli. Más tarde Filippo Marinetti se uniría a todos ellos en su aventura en el Fiume. D'Annunzi ejerció una fuerte influencia en que la élite intelectual italiana adoptara posteriormente las ideas fascistas, adelantándose al mismo Mussolini.
En esencia, D'Annunzio era un hombre influido por la cultura clásica, un cripto-monarquista que tenía gustos por lo arcaicos desde el punto de vista de los artistas de vanguardia de su época y que era más partidario de la voluntad que teórico de la novedad. Al mismo tiempo, desde los primeros días en que dio su golpe se encontró rodeado de radicales de las tendencias políticas más opuestas. L. Kochnitzky (nombrado ministro de Asuntos Exteriores de la República de Fiume) y M. Carli querían hacer de la ciudad-estado un puesto avanzado de la futura revolución mundial, Alceste de Ambriz (nombrado jefe del gobierno de la República del Fiume) era partidario de las ideas sindicalistas (una tendencia que dio origen al corporativismo) y Marinetti representaba a los círculos de la aristocracia de ultraderecha. Ninguno ellos consiguieron lo que quería. Todas estas figuras políticas, singularmente incompatibles y unidas artificialmente por la voluntad del poeta-demiurgo, neutralizaron mutuamente sus ambiciones, lo que llevó a que en el Fiume surgiera un fructífero microcosmos de libertad alejado de las ideologías. La libertad de discusión política se combinaba con la dictadura del caudillo, las fiestas orgiásticas con las continuas maniobras militares y todo ello con el trasfondo de una poetización de la vida cotidiana que adoptaba formas grotescas.
Si hacemos un paralelismo con la realidad de la dictadura soviética resulta fácil ver las diferencias: desde los primeros días de la Revolución de Octubre el nuevo hombre soviético estaba sometido a la opresión de nuevas normas sociales; el nuevo hombre de Fiume, por el contrario, estaba liberado hasta el punto de caer en un estado de naturaleza que emulaba el espíritu de Rousseau. No se trata de una exageración retórica; los testimonios de los huéspedes de Fiume (entre ellos el inventor de la radio Marconi, el director de la orquesta Toscanini y la familia del duque de Aosta) son inequívocos: la libertad política, social y sexual alcanzó límites casi antropológicos. La estética de lo absurdo y lo grotesco se convirtió en un referente que marcaba el comportamiento de todos. El héroe de guerra Guido Keller, que tuteaba a D'Annunzio y era su confidente más cercano al frente de las tropas, marcaba la pauta. Introdujo la moda del nudismo entre los soldados, pasear sin ropa no estaba prohibido sino interfería con la disciplina del ejército. Las drogas, sobre todo la cocaína, estaban ampliamente disponibles y eran baratas. Las mujeres locales simpatizaban con los libertadores. Cada tres días se celebraba un desfile de colores en un ambiente de amor libre. Sus participantes, en su mayoría “legionarios” junto con sus amantes, solían ir vestidos con ropas del sexo opuesto. Se pueden establecer paralelismos entre la experiencia del Fiume y las prácticas sociales que cincuenta años más tarde entraron en la vida de todo el mundo occidental gracias a la revolución estudiantil de 1968. En ambos casos, el apasionado impulso creativo de intelectuales marginados logró barrer con las rígidas y arcaicas estructuras de la sociedad para liberar, en nombre de la justicia, las energías humanas que se encontraban oprimidas por una cultura conservadora.
El mundo capitalista que rodeaba a la nueva república pronto comenzó a causar problemas. El cese del suministro de alimentos obligó a los revolucionarios a introducir un sistema de distribución de alimentos mediante tarjetas, contribuyendo a la creación de una economía al margen del sistema de circulación monetaria. Se decidió no cobrar impuestos a la población. Unos ochocientos niños tuvieron que ser enviados con parientes a los distritos vecinos de Italia para no exponerlos a las posibles penurias de un largo bloqueo. Sin embargo, se encontró una ingeniosa solución al problema del abastecimiento. D'Annunzio requisó la armada local, comandada por el simpático almirante Casanova, y la puso al servicio de una docena de pilotos militares que habían volado a Fiume desde todas partes de Italia con tal de organizar estas fuerzas en escuadrones móviles de piratas que debían apresar a los barcos en tránsito o robar a los grandes terratenientes en aquellas partes de Italia a las que se pudiera llegar fácilmente. Las flamantes rentas cobradas a los capitalistas vecinos permitieron a la sociedad revolucionaria subsistir por sí misma.
D'Annunzio se convirtió en el dictador (comandante) de facto del autoproclamado Estado y, junto con sus socios, redactó una Constitución (Carta del Carnaro) para tal entidad política. La Constitución del Fiume, inspirada por los antiguos ideales romanos, proclamaba la creación de una sociedad en la que cada ciudadano estaba obligado a ser miembro de una de las diez corporaciones profesionales. D'Annunzio quería desarrollar un sistema de gobierno fundamentalmente nuevo, descentralizado, fragmentado, pero unido por un principio común, como una sinfonía musical. El instrumento de la descentralización debían ser las corporaciones independientes, autónomas, que, aisladas, están compuestas por profesionales especialistas en un solo oficio, pero que, juntas, conformaban la totalidad de las fuerzas que existían en la sociedad: ningún individuo quedaba fuera de este sistema. Mediante la fragmentación y la descentralización del espacio social se debía llegar a una síntesis sólida mediante un mecanismo coherente de centralización del poder: nueve corporaciones (ingeniero-burocráticas) estaban completamente liberadas de la carga de tomar decisiones políticas, mientas que los “aristócratas del espíritu” reunidos en la décima corporación (creativa) tomaban las decisiones. La idea central de D'Annunzio era que la esfera de lo político debía ser completamente sustituida por la esfera de lo poético. La improvisación creativa y la pasión, tomadas en su forma más pura, eran el genio transformador del mundo. Las libertades políticas no se dispersaban entre los individuos, sino que se concentran en manos de unos pocos elegidos, artistas, poetas y héroes. De este modo, D'Annunzio da vida al mito nietzscheano del artista que gobierna el mundo. Sin embargo, la imagen del “superhombre” termina por arraigarse, cotidianizarse y pierde su singularidad, pues el creador no actúa solo, sino en alianza con otros como él, unidos en el Consejo de los Mejores (Consiglio degli Ottimi). Además del Consejo de los Mejores, se creó un Consejo de las Corporaciones (Consiglio dei Provvisori). Las reuniones conjuntas de los dos consejos (Arengo del Carnaro) debían convocarse en caso de emergencia con el fin de nombrar a un dictador.
La Constitución garantizaba a los ciudadanos el habeas corpus (libertad personal); educación primaria gratuita; un salario digno; plenos derechos civiles con independencia de sexo, raza y religión; y un salario digno para los desempleados. También consagraba un concepto peculiar de los derechos de propiedad: en adelante, nadie podría reclamar una propiedad a menos que fuera adquirida directamente mediante el trabajo personal. D'Annunzio promovió el lema fatica senza fatica (“trabajo sin fatiga”); creía que el trabajo no debía desplazar a las alegrías de la vida y que la mistificación socialista de la “alienación” podía vencerse incrustando el arte en el tejido mismo del trabajo cotidiano.
Se declaró que la música era el principio fundamental de la organización del Estado, por lo que los desfiles de carnaval no cesaban ni de día ni de noche. Se postuló la prioridad de la mayor libertad posible del ciudadano. Los derechos de las minorías estaban plenamente garantizados. Existía una prohibición absoluta de la violencia. Y, de hecho, no hubo represión. El nuevo orden fue bien recibido. La ciudad mantenía un ambiente bohemio; sólo en los dos últimos meses la alegría general se vio empañada, esta vez por el bloqueo total de Fiume por las tropas gubernamentales.
Sin embargo, no fue posible restablecer la rutina de la vida tras la toma de la ciudad. Las tiendas no funcionaban, los comercios estaban inactivos y no se respetaba la regularidad del transporte público. La población de Fiume se encontró fuera del espacio de la sociabilidad burguesa. Su rechazo manifiesto de los principios liberal-capitalistas de la estructura social hacía imposible la normalización de la vida urbana, lo que significaba que el ideal republicano de la causa común, del trabajo creativo conjunto de ciudadanos iguales, era inalcanzable. El experimento de D'Annunzio demostró así irrefutablemente la falacia de oponer los valores liberales a los republicanos. Allí donde se niegan los fundamentos liberal-burgueses de la civilización europea la república es imposible.
Las teorías republicana y liberal están inextricablemente entrelazadas. Representan dos líneas de razonamiento paralelas y a la vez interrelacionadas. La primera, originada en la Antigüedad, contiene reflexiones sobre cómo debe organizarse un Estado ideal y cómo debe comportarse un gobernante razonable para fortalecer su poder en aras del bien común. La segunda, surgida en los Nuevos Tiempos y desarrollada durante la Ilustración, dirige su atención a la relación entre el poder y el individuo. El republicano se interesa ante todo por la forma de organización del Estado, mientras que el liberal se interesa sobre todo por la lucha del individuo con las autoridades para mantener su libertad. No existe ninguna contradicción insalvable entre ellos; al contrario, hay una larga tradición que ha permitido un diálogo teórico muy fructífero entre ambas. No hay ninguna garantía de que los republicanos sean mejores que los liberales a la hora de abordar los problemas de la organización social. Sin embargo, es posible que sean capaces de impregnar la corriente liberal, ahora dominante, del pensamiento político europeo con algunas ideas del republicanismo clásico, como la introducción de mecanismos de elecciones por sorteo en la formación del gobierno local. Pero esos intentos de construir una sociedad neogriega o neorromana que van acompañados de la abolición de las instituciones de la democracia liberal y la economía capitalista, como hizo d'Annunzio, están condenados al fracaso. Además, las ideas republicanas tergiversadas pueden degenerar en fascismo.
D'Annunzio, sin embargo, no poder ser considerado como un ideólogo del fascismo. Sin duda alguna echó leña al fuego al proclamar la necesidad de la transformación social en la posguerra al ser un crítico convincente del liberalismo y el racionalismo y se le puede llamar padrino político de Mussolini, pero filosófica y estéticamente la doctrina fascista no se correspondía con su mentalidad poética. D'Annunzio era un hombre del Renacimiento, individualista y centrado en sí mismo, mientras que el fascismo era originalmente una ideología opuesta al individualismo y a la iniciativa personal. En La doctrina del fascismo (un ensayo de 1932 firmado con el nombre de B. Mussolini, pero cuyo verdadero autor se considera que es Gentile) se habla de la necesidad de la abnegación individual: el individuo es valioso en la medida en que es capaz de identificarse con la nación y consumirse por completo en el acto de servirla; “fuera del Estado no hay individuo”; el Estado es la “forma interior y la norma”, el “alma del alma” del individuo. La conclusión central es que “nada humano o espiritual existe, y mucho menos tiene valor, fuera del Estado”. En general, no hay lugar para la creatividad poética y el heroísmo espontáneo de D'Annunzio en el sistema político del fascismo. Sí, los escuadrones de asalto (arditi) creados por D'Annunzio durante la aventura del Fiume se unieron a las filas de los partidarios de Mussolini y participaron en la famosa Marcha sobre Roma de 1922. Por supuesto, D'Annunzio influyó en el cambio de la opinión pública italiana y preparó así el ascenso de los fascistas al poder, pero para entonces él mismo se había quedado fuera del proceso político.
Si Gentile puso las bases teóricas del fascismo, entonces D'Annunzio inventó la práctica social del liderazgo fascista con marchas interminables, antiguos gestos romanos de saludo y poéticas alocuciones del dictador a las masas, influyendo en este sentido directamente en Mussolini. En general, D'Annunzio creó una forma ritual-simbólica y teatral del régimen totalitario, sin tener tiempo de llenarla de contenido existencialmente traumático. La artificialidad y el utopismo de su proyecto de Estado contribuyeron a llevar estas características hasta el límite del absurdo en medio de los postulados políticos y filosóficos de la derecha de la época, lo que llevó a perder la oportunidad de renovar el mundo europeo sobre la base del mito republicano. Después de 1920 los valores republicanos quedaron desacreditados. Hoy, cien años después, la política europea se encuentra de nuevo en el punto de elegir un camino y los republicanos tienen la oportunidad de influir en esta elección de manera decisiva.
El interés actual de los intelectuales occidentales por la figura de D'Annunzio se debe a muchas razones. Lo ven como el mayor poeta decadente italiano de todos los tiempos, un teórico militar que influyó en las tácticas de las guerrillas latinoamericanas, un héroe de la revolución conservadora y el primer “superhombre” de la nueva era posliberal. Existen dos interpretaciones muy interesantes sobre el fenómeno que dio vida a D'Annunzio. La primera, glamurosa (expresada por la historiadora cultural Lucy Hughes-Hallett), simplifica y moderniza el personaje del poeta dotándolo de los rasgos del ya conocido postmodernista-mercader y lo compara con el populista italiano Giuseppe Grillo, el cual convierte su capital simbólico en capital político. El segundo enfoque, más analítico (desarrollado por el teórico político Matteo Giglioli), propone considerar a D'Annunzio como un hombre de una irracionalidad total que sólo puede entenderse hermenéuticamente a través de un estudio de la historia de sus ideas estéticas. Este segundo enfoque parece más profundo. En efecto, es difícil creer en la racionalidad de D'Annunzio y parece más correcto interpretar su vida como un ejemplo de cómo la estética puede terminar influyendo la esfera política.
En la cultura europea de los años 1890-1910 (fin de siècle) se produjo una fuerte reacción contra el liberalismo clásico, la idea de progreso y el culto a la razón. Un logro del siglo XIX como la emancipación de amplias capas de la población y su participación en la vida política creó directamente el problema de la ingobernabilidad de las masas. Mientras que las acciones individuales, insertas en un sistema de relaciones bien regulado, pueden ser influidas racionalmente, el comportamiento colectivo de las personas que no están acostumbradas a una cultura política compleja y no comprenden sus convenciones es difícil de predecir. Muchos intelectuales se enfrentaron a la tarea de desarrollar un lenguaje de comunicación entre las autoridades y las masas. Es en este ambiente en el que D'Annunzio crea su imagen, esforzándose por convertirse en la personificación de la fatalidad y de las fuerzas irracionales de la historia. Este papel le parece estéticamente atractivo. Desarrolló una estrategia para su comportamiento artístico, pero no pudo ni quiso reflexionar sobre sus consecuencias políticas. La República del Fiume es el fantasma materializado de D'Annunzio y también es producto de sus aspiraciones estéticas más que políticas.
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"R ☑️En esta exploración de la maldad y sus características, es importante destacar que aquellos considerados "malos" pueden ser maestros de la manipulación, mostrando una actitud negativa y generando malestar en tu presencia. Su comportamiento puede ser celoso, posesivo e hiriente, sin mostrar ningún remordimiento por sus acciones. Además, su constante mal humor y negatividad pueden contribuir a una reputación cuestionable. Estas personas también pueden manifestar comportamientos agresivos y burlarse del infortunio ajeno, evidenciando un dramatismo excesivo y un exceso de confianza. Desvalorizan el tiempo ajeno y juzgan con rapidez, mostrando inconsistencia e irresponsabilidad en sus acciones. Adoptan una actitud victimista y utilizan el chantaje emocional como una herramienta para manipular a los demás. En medio de esta reflexión sobre la maldad, es interesante mencionar cómo la filosofía griega también ha abordado estas cuestiones. Las corrientes filosóficas del estoicismo y el epicureísmo, por ejemplo, han reflexionado sobre el comportamiento humano y la búsqueda de la armonía y la felicidad. Utilizando estos conceptos de manera aleatoria, podemos profundizar aún más en nuestra exploración de la maldad y las características asociadas a las personas consideradas "malas". A través de esta reflexión, buscamos comprender mejor el origen y los patrones de comportamiento que definen a estas personas, al tiempo que nos esforzamos por desarrollar estrategias para protegernos y mantener nuestro bienestar emocional y mental. En este video, nos adentraremos en un análisis más profundo de las características asociadas a las malas personas, explorando las señales y rasgos comunes que pueden ayudarnos a identificar comportamientos malévolos. También reflexionaremos sobre la importancia de comprender las motivaciones y circunstancias detrás del comportamiento de una persona antes de etiquetarla como m. ¡Acompáñanos en esta exploración de la maldad, su origen y las reflexiones que nos invita a hacer! eflexiones la Maldad: Origen y Características que Debes Conocer"
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¿Qué es la felicidad? ¿Es nuestro objetivo ser felices?
¿Qué es la felicidad?, ¿qué podemos hacer para obtenerla?,¿nuestro objetivo en esta vida es ser felices ? estas y otras preguntas más ,serán las que intentaremos resolver .
⚫Esto claro desde nuestro punto de vista , ya que nadie posee la verdad absoluta y menos en un tema que abarca tanto y que ha impulsado a filósofos como Demócrito (el "filósofo que ríe", debido a su pensamiento ,entre otros, de que la felicidad humana o alegría es producida por el pensamiento, y por considerar el buen ánimo como el objeto de la vida), Platón (para el cual, para lograr la felicidad, uno debe volverse inmune a los cambios del mundo material y esforzarse por obtener el conocimiento del reino de las ideas) ,Epicuro (fundador del epicureísmo, promoviendo que el objetivo de la vida era alcanzar un estado de tranquilidad, ausencia de miedo y ausencia de dolor corporal) entre muchos otros filósofos que no vamos a mencionar, para no hacer esto interminable, en definitiva la felicidad es un tema muy recurrente sin importar la sociedad ,época o persona y esto lo podemos ver, como no, en nuestro día a día ¿quien no quiere ser feliz?,¿ seguirías trabajando igual de bien si no tuvieras felicidad?, ¿ quien no hace todo lo que puede por ser feliz? ,incluso cuando más cuesta el ser humano siempre intenta mantener la esperanza y cree que las cosas siempre pueden ir a mejor y puede que esta sea la razón de nuestra tan longeva supervivencia ,el esperar que un futuro mejor va a llegar y trabajar para lograrlo, trabajar para garantizar una felicidad futura.
⚫La felicidad puede tener muchas formas y significados para diferentes personas. Algunas formas de encontrar la felicidad pueden incluir cultivar relaciones significativas con amigos y familiares, cuidar de tu bienestar físico y emocional a través del ejercicio o la meditación, establecer metas y trabajar hacia ellas, también dedicar tiempo a actividades que te apasionen y te hagan sentir realizado. En definitiva, la felicidad puede encontrarse en las pequeñas cosas de la vida y en el equilibrio entre diferentes aspectos de tu día a día.
⚫También hay que considerar que cuando una persona es feliz y lo muestra, puede provocar envidia en quienes la rodean, especialmente si estos están insatisfechos con sus propias vidas. Esta envidia puede manifestarse de diversas formas, desde actitudes pasivo-agresivas hasta críticas directas. Sin embargo, es importante recordar que la felicidad auténtica tiende a ser contagiosa (como las sonrisas ) y puede inspirar a otros a buscar su propio bienestar, en lugar de simplemente desear lo que los demás tienen.
⚫Por último, al igual que optamos por nuestra felicidad también debemos optar por respetar la felicidad de los demás, ya que existen infinitas maneras de ser feliz. Hay varias maneras en las que podemos conseguir esto, por ejemplo, mediante la escucha activa, aceptar que no todo el mundo tiene el mismo punto de vista que tú ,por lo cual no debes menospreciar su opinión, siendo empático e intentar ser optimista, creando un ambiente en el que se sientan valorados y que sus metas son de igual importancia que las de las tuyas.
⚫En síntesis, los seres humanos vivimos nuestro día a día buscando la felicidad mediante varias actividades, ya sean mentales o físicas, pero no sé debe obviar que tanto tú felicidad como la de los que te rodean tiene la misma importancia ,cosa que no es tan común de ver hoy en día con lo egoísta que es la sociedad en la que vivimos, pero esto no debería impedirnos nuestra búsqueda de la felicidad para sentirnos completos y realizados.
Redactado por: Darío ,Diego, Eduardo y Miriam.
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Biografía de Epicuro, Filósofo Griego del Hedonismo
picuro, (Su significado en griego es “Aliado” o “Camarada”), nació en Samos en 341 a.C. y fallece entre los años 271-270 a.C. También se le conocía como Epicuro de Samos. Fue un filósofo griego, fundo una escuela denominándose el epicureísmo.
Su doctrina se destacó por el hedonismo racional y el atomismo. Se caracterizó por estar en contra del platonismo, influenciado por los principales pensadores griegos del momento como Demócrito, Pirron, Aristóteles y los cínicos.
Si quieres saber mas sigue el siguiente enlace:
Fuente: Biografía de Epicuro, Filósofo Griego del Hedonismo
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«La naturaleza», de Tito Lucrecio Caro
En el reino inviolado de la muerte eres, oh gran pagano, manjar de libres, demasiado fuerte para el servil cerebro de un cristiano.
Comparar las obras que han sobrevivido de los estoicos y de los epicúreos me parece que explica en gran medida por qué han tenido tan diferente popularidad a lo largo de la historia a pesar de ser semejantes en muchos aspectos. Del estoicismo ha llegado el diario de Marco Aurelio, las disertaciones de Epicteto y la voluminosa obra de Séneca; del epicureísmo, nada más que unas breves cartas y fragmentos de Epicuro y el poema de Lucrecio, que es el libro del que trata esta publicación. De rerum natura (en la edición de Gredos —que es la que leí y recomiendo— se tradujo simplemente como La naturaleza) está compuesto en su mayoría por disquisiciones ajenas a la ética, que es lo que, a fin de cuentas, podría seguir teniendo vigencia hoy en día. Desde la física de los átomos a los sueños, pasando por la meteorología, la astronomía y la biología (entre otras muchas cosas): toda la realidad intenta ser explicada según la doctrina materialista del fundador del Jardín. Pero ¿qué tendrá que ver todo esto con la felicidad, que es lo que buscaban las escuelas filosóficas helenistas? El propio Epicuro lo dejó claro:
No resulta posible liberarse del temor ante las más definitivas preguntas sin conocer cuál es la naturaleza del universo y perder así el recelo ante algunas de las creencias de los mitos. De modo que sin la investigación de la naturaleza no es posible recoger placeres puros.
Además de la ausencia de dolor físico, para los epicúreos la felicidad requería un estado mental sereno en el que el miedo a la muerte y a los dioses no estuviera presente, y eso es lo que intenta conseguir Lucrecio con este poema. ¿Logró convencer o hacer que los romanos de su época se adhirieran a su escuela? No estoy tan seguro, pero la belleza de su obra fue admirada desde siempre, y hoy en día es frecuentemente considerado como el mayor poema escrito en lengua latina. No diría que se lee con el placer que se leen las Cartas a Lucilio o las Meditaciones, porque a ratos sí que puede hacerse algo pesada, pero en su conjunto es una obra de gran profundidad y belleza. Mucho vale la pena darse el tiempo de leerla y buscar entremedio de las páginas de ásperas reflexiones en torno a la naturaleza las perlas que han impresionado y conmovido a tantos pensadores a través de la historia.
Algunos pasajes para apaciguar el espíritu:
¡Oh raza desdichada de los mortales, cuando atribuyó tales acciones a los dioses y les endosó amargos enfados! ¡Qué grandes llantos ellos solos se granjearon entonces y qué golpes tan recios para nosotros, qué lágrimas para nuestros descendientes! Y no es devoción ninguna el que una vez y otra se vea uno cubierto de velo dirigirse a una piedra y arrimarse a todos los altares, tampoco caer postrado en tierra y abrir las manos ante santuarios de dioses, ni rociar las aras con mucha sangre de cuadrúpedos, ni ensartar promesas y oraciones, no, sino más bien poder verlo todo con mente serena.
Si pudieran los hombres, lo mismo que parecen sentir que tienen asentado en el alma un peso que con su carga les cansa, conocer también por qué causas ello sucede y de dónde en su pecho se forma esa suerte de enorme bloque dañoso, no llevarían una vida tal como ahora las más de las veces vemos que no sabe cada cual qué hacer consigo mismo y anda buscando cambiar constantemente de sitio a ver si puede echar a tierra su carga.
Mira igualmente lo poco que nos importa la antigüedad pretérita del tiempo eterno, antes de nacer nosotros; la naturaleza así nos pone delante de una imagen de ese tiempo que tras la muerte nuestra al cabo llegará: ¿acaso algo espantoso en él se revela?, ¿acaso parece siniestro en algún modo?, ¿no se presenta como más tranquilizador que ningún sueño?
Y una vez que ya he enseñado que las bóvedas del mundo son mortales y que el cielo está hecho de cuerpo nacedero, y que cualesquiera cosas que en él nacen o es forzoso que nazcan, las más se desbaratan, entérate ahora de las otras que quedan, pues subir a la vez al noble carro de este poema veraz conmigo quisiste. Ahora podrás conocer el trueno, la nieve, los rayos y el granizo, cómo los lanza la cólera de los vientos, como al revés todas las cosas que se derrumban quedan luego puestas en una paz amigable, y las demás cosas que ven suceder en tierras y cielo los mortales, cuando a menudo se quedan suspensos con las almas despavoridas y dejan sus corazones abatidos con el miedo de los dioses y los oprimen tirados contra el suelo, porque la ignorancia de las causas los obliga a poner sus negocios bajo el mando de los dioses y cederles a ellos la soberanía, pues las causas de tales acciones de ninguna manera aciertan a verlas, y piensan que suceden por gracia divina.
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La apuesta de Epicuro y de su jardín va más allá de la persecución de los placeres del cuerpo, promueve más bien los del espíritu, como podrían ser las amistades o la contemplación de la naturaleza. Y en este jardín no faltó el codiciado conocimiento como fuente de placer, convertí parte de las delicias y entorno en sustratos para leer la obra De anima de Aristóteles, una influencia del epicureísmo. Los escritos de este tratado sobre el alma complementan la composición con un tono reflexivo en relación a los valores de Mollusca, tomando cortes de páginas de traducciones al español e inglés de una edición libre del libro consolidando la estética del collage.
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The commitment of Epicurus and his garden goes beyond the pursuit of the pleasures of the body, rather it promotes those of the spirit, such as friendships or the contemplation of nature. And in this garden there was no lack of craved knowledge as a source of pleasure, I converted part of the delicacies and environment into substrates to read Aristotle's ‘De anima’, an influence of Epicureanism. The writings of this treatise on the soul complement the composition with a reflective tone in relation to Mollusca's values, taking cuts from pages of translations into Spanish and English from a free edition of the book consolidating the aesthetics of a collage.
#ilustraciones#collage digital#diseñográfico#graphic design#prácticaindependiente#jeannejiménez#mollusca#art direction#portada#art cover
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Gestión Emocional
Nuevo episodio ha sido publicado en https://defrag.mx/podcast-de-la-vida-y-otros-cuentos-gestion-emocional
Gestión Emocional
Defrag.mx Podcast De la Vida y otros Cuentos • Gestión Emocional
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Bienvenidos a un nuevo episodio de “De la Vida y otros Cuentos”. En esta ocasión, Alex Martín nos trae un tema crucial para el desarrollo personal y profesional: La Importancia del Manejo de las Emociones. Este episodio promete ser una guía esencial para todos aquellos que desean mejorar su bienestar emocional y sus relaciones interpersonales.
La Gestión Emocional: Clave para el Éxito
En este episodio, exploramos cómo una adecuada gestión emocional puede marcar una diferencia significativa en nuestra vida diaria. Alex Martín nos hablará de los beneficios que trae consigo el manejo de las emociones, incluyendo:
Evitar conflictos innecesarios: Cómo la gestión emocional puede ayudarnos a mantener la calma y resolver disputas de manera efectiva.
Mantener el enfoque en nuestros proyectos: La importancia de la estabilidad emocional para no desviarnos de nuestros objetivos.
Transformar la frustración en estrategias: Convertir emociones negativas en oportunidades para cambiar y mejorar.
Mejorar las relaciones interpersonales: Hacer que nuestras interacciones sean más fluidas y armoniosas.
Comprender a los demás: Desarrollar la empatía y entender mejor a quienes nos rodean.
Auto-motivación: Mantenernos motivados incluso en momentos difíciles.
Desarrollar liderazgo: Cómo la inteligencia emocional es fundamental para liderar con éxito.
Invitado Especial: Víctor Hugo Cabrera
Nos complace anunciar que en este episodio nos acompañará Víctor Hugo Cabrera, un experto en gestión emocional. Víctor nos compartirá sus conocimientos sobre cómo manejar nuestras emociones para alcanzar el éxito en nuestras relaciones personales y profesionales.
Segmento Filosófico: Las Emociones a lo Largo de la Historia
En nuestro segmento filosófico, “Las emociones: una breve historia en su marco filosófico y cultural en la Antigüedad”, exploraremos la profunda conexión entre las emociones y nuestra identidad. Aunque las emociones son fundamentales para quienes somos, su naturaleza y estructura siguen siendo un campo de investigación activo en diversas disciplinas científicas.
El Significado de las Emociones
El término “emoción” es un concepto complejo y multifacético que ha sido objeto de innumerables interpretaciones a lo largo de la historia. En este segmento, analizaremos:
La visión aristotélica de las emociones: Cómo Aristóteles entendía las emociones y su impacto en la acción humana.
El Epicureísmo y la emoción: La relación entre el pensamiento epicúreo y la gestión emocional.
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No te pierdas este episodio del podcast “De la Vida y otros Cuentos”. Puedes escucharlo en Defrag.mx y en todas tus plataformas de podcast favoritas. Asegúrate de suscribirte para recibir notificaciones de nuevos episodios y únete a la conversación en nuestras redes sociales usando el hashtag #VidaYEmociones.
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No hay nada tan falso e ilusorio como el concepto epicúreo de la educación, el concepto de un Montaigne, por ejemplo, según el cual el hombre puede formarse divirtiéndose y sin más impulso que la atracción del placer. Si la vida no tiene nada de sombrío y si es criminal hacerla artificialmente lóbrega a la mirada del niño, también es verdad que siempre es una cosa seria y grave que la educación, para prepararle a la vida, tiene que participar de esta gravedad. Para aprender a contener el propio egoísmo natural, a subordinarse a unos fines más altos, a someter los propios deseos al imperio de la voluntad, a mantenerlos dentro de unos justos límites, es necesario que el niño ejerza sobre sí mismo una fuerte contención.
Émile Durkheim La Educación: su Naturaleza y su Función
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Mujeres que buscan llamar mi atención con un té amo, palabra efímera tan desperdiciada hoy en día, por no sentirla, por no entenderla, como el placer y el dolor, creen que mis deseos son kinéticos, que pierdo el juicio por tan poco ingenio, por mirar la piel desnuda, por lo banal, hace mucho deje de ser un esclavo sin juicio ante el placer sin raciocinio, aquello a lo que creemos seducir. Si en verdad buscan un deseo de alocar estos dedos, busquen más allá; sumérjanse a un estado katastemático... si el placer que conocen las eleva al cielo por 5 segundos esto supera por mucho esos momentos y si es que no le temen a lo más profundo, sedúceme mujer y elevémonos juntos, rétame en este siguiente nivel que el hedonismo es toda una locura y más cuando es la del Epicureísmo, tantas referencias escritas hoy; puede que sea un voto de confianza quizás... o tal ves sea de soledad por querer compartir mi locura contigo.
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El marxismo y los orígenes de la crítica ecológica
Esteban Mercatante
El libro El retorno de la naturaleza, de John Bellamy Foster, muestra el rol jugado por biólogos y científicos de otras disciplinas con una mirada materialista no mecánica, junto a varios marxistas, en la puesta en pie de las bases de la ecología, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
El libro El retorno de la naturaleza. Socialismo y ecología [1], de John Bellamy Foster (en adelante JBF), retoma el hilo histórico donde el autor lo había dejado hace 20 años en La ecología de Marx, que, como indica su nombre abordaba los aspectos en los que la crítica de la economía política de este último ponía de relieve las consecuencias del desarrollo del capitalismo en el metabolismo natural. En su nuevo trabajo, JBF muestra cómo continuó elaborándose, después de Marx, el estudio de la naturaleza desde una mirada materialista, no mecanicista, entendiéndola como una totalidad jerarquizada, que no es estática sino que está en permanente transformación.
Entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, período en el que se concentra el libro, esta ambiciosa empresa fue nutrida por aportes de numerosos científicos y otros intelectuales, que al mismo tiempo que jugaron roles claves en el desarrollo de la biología y otras ciencias, discutieron sobre los modos de hacer ciencia, criticando al mismo tiempo a los defensores de miradas idealistas, como a quienes tenían un punto de vista materialista mecanicista. Como cuenta el autor en la introducción del libro, la amplitud de la elaboración de la que era necesario dar cuenta obligó a reformular completamente el plan inicial de trabajo, para dar voz a más de una decena de protagonistas –y a una multitud de “actores de reparto” cuya vida y obra también se cuenta escuetamente– a través de los cuáles se construye la narrativa. Como advierte, los pensadores
que constituyen el punto focal de este libro son bastante variados, desde el darwinista de izquierda E. Ray Lankester y el romántico-marxista Morris en la primera parte, hasta el materialista histórico clásico Friederich Engels en la segunda parte, y el socialista de estilo Fabiano y ecologista Arthur Tansley, los científicos rojos JD Bernal, JBS Haldane, Joseph Needham, Hyman Levy y Lancelot Hogben, y el materialista cultural Christopher Caudwell en la tercera parte (p. 4).
Tenemos científicos, pero también artistas y escritores como Morris y Caudwell, y al dirigente revolucionario Engels. Más allá de las amplias diferencias entre ellos, JBF considera que “todos entraban en la categoría de socialistas materialistas preocupados por la interpenetración dialéctica de la naturaleza y la sociedad, y las complejas relaciones de evolución y emergencia” (p. 4).
El retorno de la naturaleza tiene un foco geográfico bien delimitado, que es Gran Bretaña. Por varios motivos que expone al comienzo del libro, JBF elige ceñirse a este recorte espacial. Entre ellos destacan: que en ese país se podía ver como en ningún otro “el desarrollo de una herencia intelectual basada directamente tanto en Marx como en Darwin” (p. 9); los vínculos entre el movimiento romántico, el marxismo y la ecología eran allí particularmente fuertes, lo que se plasmó especialmente en la obra de William Morris; y, finalmente, que entre los marxistas británicos, en particular, había una fuerte corriente de “marxismo emergentista”, cuyas raíces “se remontan al antiguo materialismo epicúreo, inspirado en parte por el conocimiento de los propios estudios de Marx sobre el epicureísmo” (p. 9). Solo la intempestiva llegada, en 1931, de una destacada delegación rusa para participar del Segundo Congreso Internacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología, amplía este espectro y lleva a JBF a dirigir su mirada a los notables desarrollos que estaban teniendo lugar en la URSS. Estos serían abruptamente interrumpidos en los años que siguieron a ese Congreso: los juicios de Moscú llevaron al fusilamiento del más prominente miembro de la delegación, Nikolai Bujarin. El resto de los participantes terminaron desplazados como resultado de la consolidación de Trofim Denisovich Lysenko, quien con el apoyo de Stalin impondría una línea oficial en la ciencia basada en el esquematismo. Las reflexiones sobre el método científico que produjeron alto impacto en los británicos presentes en el Congreso de 1931, serían cortadas de cuajo en la URSS.
Como irá revelando JBF a lo largo de más de 700 páginas, cada uno de los pensadores abordados contribuyó a enriquecer el pensamiento ecológico desde perspectivas críticas del capitalismo, sentando las primeras bases para la crítica ecológica, en una época en la cual los problemas ambientales no eran considerados con la urgencia y jerarquía que hoy tienen. Desde el espectro socialista hubo acá una labor pionera, que en las narrativas contemporáneas de las disciplinas que abordan las cuestiones ambientales suele quedar desdibujada.
Si a menudo se ha considerado que la ecología surgió en un universo liberal, divorciada del socialismo, nuestro análisis muestra que esta ideología recibida está lejos de la verdad, y que la ecología estaba en sus inicios profundamente entrelazada con las luchas por la igualdad humana y la revuelta contra la sociedad capitalista (p. 25).
Ya solo por mostrar esto de manera contundente, el libro de JBF sería una gran contribución. Pero la recuperación de esta rica empresa teórica de numerosos investigadores que buscaron profundizar la comprensión de la naturaleza en su complejidad y evolución, su interacción con el metabolismo social y que apostaron también a la transformación de la sociedad –capitalista– de su tiempo en un sentido progresivo, más allá de los diversos caminos que se dieron para ello, es un gran aporte para abordar hoy la cuestión de la relación entre el metabolismo social y el metabolismo natural, que está al borde de un desequilibrio catastrófico como resultado de la dinámica desquiciada que impone el capitalismo.
La naturaleza, compleja y dinámica
Los protagonistas de la historia que relata El retorno... contribuyeron a enriquecer y desarrollar la concepción sobre naturaleza como una realidad compleja, en constante cambio e interacción con las sociedades humanas. Aportaron a este bagaje ya fuera a través de su producción teórica en ámbitos científicos específicos, o a través de reflexiones más generales sobre el lugar de la ciencia y los efectos de la acción de la humanidad sobre la naturaleza, de la cual es parte.
Es bueno detenerse en lo que decía Friedrich Engels, quien está literalmente en el centro del libro de JBF por el impacto que produjo su elaboración en buena parte de quienes son allí nombrados, y cuya obra destaca por la importancia fundamental que otorgó siempre a la crítica a los efectos que produce el capitalismo sobre el ambiente –urbano y rural– y por su profundo conocimiento de la ciencia de su época sobre la cual debatió en varias ocasiones, para darse una idea del alcance del cambio de enfoque sobre la naturaleza que se produjo entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
En sus apuntes publicados póstumamente como Dialéctica de la naturaleza, obra fragmentaria e incompleta compuesta de diferentes borradores y partes del Anti-Dühring, Engels sintetiza en algunas páginas los formidables avances alcanzados por la “moderna investigación de la naturaleza”, iniciada en la segunda mitad del siglo XV, que “es la única”, en su opinión “que ha logrado un desarrollo científico, sistemático, en todos y cada uno de sus aspectos”. Esto la distingue principalmente de “las geniales intuiciones de los antiguos en torno a la filosofía de la naturaleza” [2]. Al mismo tiempo que se producen avances revolucionarios en numerosos ámbitos, observa Engels, el período que transcurre hasta finales del siglo XVIII se caracteriza por
haber llegado a desentrañar una peculiar concepción de conjunto, cuyo punto central es la idea de la absoluta inmutabilidad de la naturaleza. Cualquiera que fuese el modo como había surgido, la naturaleza, una vez formada, permanecía durante todo el tiempo de su existencia tal y como era […] Por oposición a la historia de la humanidad, que se desarrollaba en el tiempo, a la historia de la naturaleza se le asignaba solamente un desarrollo en el espacio. Se negaba en la naturaleza todo lo que fuese cambio y desarrollo [3].
Por eso, si las ciencias naturales de la primera mitad del siglo XVIII estaban por encima de la antigüedad griega en punto al conocimiento e incluso a la clasificación de la materia”, se hallaban “por debajo de ella en cuanto al modo de dominarla idealmente, en cuanto a la concepción general de la naturaleza” [4].
Engels celebra, en Dialéctica de la naturaleza, los nuevos descubrimientos y elaboración teórica que desde la segunda mitad del siglo XVIII estaban volviendo insostenible esta mirada estática. En la física y la astronomía, en la naciente geología, en la biología con la teoría de la evolución de Darwin y algunas contribuciones que la precedieron, surgía otra percepción completamente distinta, más rica, compleja y dinámica.
La nueva concepción de la naturaleza había quedado delineada en sus rasgos fundamentales: todo lo que había en ella de rígido se aflojaba, cuanto había de plasmado en ella se esfumaba, lo que se consideraba eterno pasaba a ser perecedero y la naturaleza toda se revelaba como algo que se movía en perenne flujo y eterno ciclo [5].
El hilo de El retorno…, o, para ser más precisos, uno de ellos, muestra cómo los biólogos, genetistas y científicos de otras disciplinas, que iniciaron su labor influenciados por esta nueva concepción, continuaron nutriéndola con nuevos descubrimientos que hicieron avanzar sus respectivas áreas, al tiempo que abrían además la puerta a nuevos problemas, entre ellos, el de la ecología. Vamos a detenernos en algunos de ellos.
E. Ray Lankester, de cuya labor da cuenta JBF en el primer capítulo del libro, continuó los estudios sobre la evolución. Uno de sus trabajos más importantes, titulado Degeneration: A Chapter in Darwinism, muestra que la evolución “no es un proceso unilineal de progreso de formas más simples a otras más complejas” (p. 40). Lankester afirmaba que existen tres posibilidades en la evolución de las especies: equilibrio, elaboración o degeneración. Esta última era definida como “un cambio gradual en la estructura en el que el organismo se adapta a condiciones menos variadas y menos complejas de vida” [6]. En opinión de JBF, este rechazo a una visión lineal “es el punto de partida necesario para cualquier crítica ecológica” (p. 40).
El concepto de ecosistema fue por primera ver formulado por el botanista Arthur Tansley, en un artículo en el que polemizaba con John Philips, que defendía una postura holista (cuyo punto de partida es la totalidad, que es más que la suma de las partes) e idealista, inspirada en Jan Smuts. Para el holismo, los sistemas, que son el punto de partida del análisis, tienden a convertirse en abstracciones, y se les otorga un sentido predeterminado que produce siempre una evolución progresiva. Una de las principales consecuencias que tenía este enfoque en el terreno de la botánica, en el que Tansley y Philips debatían, era el de descartar cualquier línea de evolución regresiva, ya fuera “sucesión retrógrada” o “disrupciones externas”. Estos últimos conceptos, tratados por varios biólogos materialistas continuando la línea abierta por Lankester y otros autores, abrían la posibilidad de distintos resultados evolutivos. Es en contraposición al planteo de Philips que Tansley introduce por primera vez el concepto de ecosistema, “como una forma –sostiene JBF– de avanzar en el análisis ecológico sin ceder paso al idealismo, al misticismo y a la teolología” (p. 523). De acuerdo a Tansley, el objetivo del análisis botánico debe ser
todo el sistema (en el sentido de la física), que incluye no solo el complejo del organismo, sino también todo el complejo de factores físicos que forman lo que llamamos el entorno del bioma: los factores del hábitat en el sentido más amplio. Aunque los organismos puedan reclamar nuestro interés principal, cuando intentamos pensar fundamentalmente no podemos separarlos de su entorno especial, con el que forman un sistema físico […] Estos ecosistemas, como podemos llamarlos, son de los más diversos tipos y tamaños. Forman una categoría de los numerosos sistemas físicos del universo, que van desde el universo como un todo hasta el átomo [7].
Además del cuestionamiento a cualquier postura teleológica, Tansley presenta acá la noción de la naturaleza como una totalidad estructurada por sistemas de distinto alcance o jerarquía, cada uno de los cuales tiene propiedades específicas, que ya había trabajado en oportunidades anteriores. Existe entre los niveles relaciones de mutua determinación, aunque en diversos grados. Como observa JBF, un “aspecto importante, dialéctico, del enfoque de Tansley era la acción recíproca de los diferentes componentes” (p. 524). Esto lo observamos cuando Tansley señala que
el complejo climático tiene más efecto sobre los organismos y sobre el suelo de un ecosistema que estos sobre el complejo climático, pero la acción recíproca no está del todo ausente […] Con lo que tenemos que lidiar es con un sistema, del cual las plantas y los animales son componentes, aunque no los únicos componentes. El bioma está determinado por el clima y el suelo y a su vez reacciona, a veces y en cierta medida sobre el clima, siempre sobre el suelo [8].
Tan importantes como las elaboraciones mencionadas acá, son las de John Desmond Bernal, John Needham, John B. S. Haldane, y varios otros.
El discurso del método
Una cuestión central que une las reflexiones de muchos de los autores citados a lo largo del libro de JBF es la cuestión del “emergentismo”. Esta noción, ya presente en Engels, implica, como sostiene Zbigniew A. Jordan, que
la realidad material tiene una estructura multinivel; cada uno de estos niveles se caracteriza por un conjunto de propiedades distintivas y leyes irreductibles; y cada nivel ha surgido de niveles temporalmente anteriores de acuerdo con leyes que son absolutamente impredecibles con respecto a las que operan en los niveles inferiores [9].
Esta manera de entender la realidad material, con las conclusiones que se desprenden de ello al momento de estudiarla, es un punto sobre el que hacen hincapié varios de los pensadores en las citas que recupera JBF. El ya mencionado Tansley, se apoya en la teoría de Hymen Levy que caracteriza la naturaleza como un conjunto de sistemas jerarquizados e interdependientes. Partiendo de allí, sostiene que el método de la ciencia “es aislar los sistemas mentalmente con fines de estudio, de modo que la serie de aislamientos que hacemos se convierta en el objeto real de nuestro estudio”. El sistema aislado, siempre es necesario tenerlo presente, es parte de una realidad mayor con la cual está relacionada e interactúa: “los sistemas que aislamos mentalmente no solo se incluyen como partes de otros más grandes, sino que también se superponen, se entrelazan e interactúan entre sí. El aislamiento es en parte artificial, pero es la única forma posible de proceder” [10].
JBF retoma lo planteado por Levy y Tansley para concluir:
El método científico-materialista utiliza la abstracción como un método para determinar las leyes científicas mediante las cuales los complejos de la naturaleza pueden aislarse para su análisis e investigación. Además, si existe algún enfoque significativo para examinar la naturaleza, radica en reconocer que el mundo está en un estado de cambio constante, de modo que el conocimiento sobre él, en el mejor de los casos, se refiere a procesos y leyes que solo se mantienen en determinados niveles de abstracción (p. 517).
Encontramos, en las discusiones reseñadas en El retorno…, numerosos aspectos que se vinculan al método científico que Marx plantea en la Introducción de los manuscritos económicos de 1857-1858, publicados póstumamente con el título de Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858. Allí Marx plantea que la realidad material concreta es una totalidad jerarquizada, y que para comprenderla –es decir, reproducir ese concreto real como un concreto pensado, que es como la ciencia logra apropiarse de la realidad– es necesario proceder a través de abstracciones, es decir, primero descomponer ese concreto en sus determinaciones más simples, para luego reconstruir las relaciones entre esas determinaciones, una vez comprendidas aisladamente, para reconstruir –en el pensamiento– las relaciones que constituyen esa totalidad compleja.
Dialéctica de la naturaleza
La cuestión de la dialéctica de la naturaleza atraviesa El retorno… de principio a fin. De las tres partes del libro, una entera está dedicada a los aportes de Engels, y un capítulo entero a la mirada de Engels sobre la dialéctica de la naturaleza.
Como es ampliamente conocido, desde la década de 1920 la noción de una dialéctica de la naturaleza se transformó en una divisoria de aguas entre los teóricos marxistas. Como observa JBF
Para aquellos versados en los debates filosóficos en torno al marxismo, ninguna cuestión ha sido más polémica que la dialéctica de la naturaleza, cuyo rechazo inflexible ha separado la tradición filosófica conocida como “Marxismo Occidental” del marxismo de la Segunda y Tercera Internacional, mientras que también abrió una brecha entre Marx y Engels.
Con esto último se refiere JBF a la interpretación, que se volvió común desde entonces, según la que habría sido Engels el responsable de extender la dialéctica a los terrenos de la naturaleza, camino que Marx no habría suscrito.
El rechazo a la dialéctica de la naturaleza “tuvo como resultado un abandono casi total de cualquier conexión con las ciencias naturales (visto como intrínsecamente positivista) dentro del Marxismo Occidental”.
JBF argumenta que las corrientes marxistas que rechazaron la dialéctica de la naturaleza introducían un dualismo neokantiano “que separaba los fenómenos que pueden ser experimentados del noúmeno, o cosa-en-sí”.
Esto se traspuso luego en el marxismo occidental a la noción de que las ciencias sociales / históricas eran reflexivas, con un sujeto-objeto idéntico [...], mientras que las ciencias naturales se basaban en un positivismo ingenuo, incapaces de reconocer las limitaciones inherentes de nuestro conocimiento del mundo físico, y la imposibilidad de un razonamiento dialéctico donde la reflexividad no aplicaba.
Georg Lukács, en una nota al pie de Historia y conciencia de clases (1921), fue uno de los primeros en objetar la dialéctica de la naturaleza y dio así el puntapié inicial a las críticas a Engels. Se trata de un caso paradojal, entre otras cosas por la inspiración hegeliana de ese texto, es decir, opuesta en principio al neokantismo. Varias décadas después Lukács corregirá su postura en este punto. En La ontología del ser social cuestionaría la interpretación a la cual su comentario en Historia y conciencia de clases había dado pie, manifestando que su crítica a Engels en ese texto no implicaba un rechazo total a la noción de la existencia de una “dialéctica objetiva”. Entonces Lukács se referirá a una “tipología” de formas dialécticas entre las que se incluye la dialéctica objetiva de la naturaleza. De acuerdo con JBF, esta tipología de Lukács “podría verse en términos de una jerarquía estructurada [...] que incluye tanto la dialéctica objetiva de la naturaleza como la dialéctica de la historia humana”. A la pregunta de cómo puede conocerse esta dialéctica objetiva, Lukács respondía que esto ocurría principalmente de dos formas. En primer lugar,
dado que la vida humana [el trabajo] se basa en un metabolismo con la naturaleza, no hace falta decir que ciertas verdades que adquirimos en el proceso de llevar a cabo este metabolismo tienen una validez general, por ejemplo, las verdades de las matemáticas, la geometría, la física, etc. [11].
En segundo lugar, en lo referente a la experimentación científica,
Lukács argumentó, en línea con Engels, que la experimentación científica, que implica la interacción con la naturaleza en condiciones controladas, puede proporcionar información sobre la dialéctica objetiva de la propia naturaleza y sus leyes siempre cambiantes, aunque el conocimiento derivado de tales experimentos y de la práctica industrial tenía que ser críticamente evaluado como mediado ideológicamente (p. 21).
Para el Lukács tardío “el metabolismo entre la humanidad y la naturaleza estaba condicionado por la dialéctica de la naturaleza y, al mismo tiempo, era la fuente de la comprensión humana de esa ‘dialéctica objetiva’” (p. 22).
Esta dialéctica de la naturaleza nunca estuvo en discusión para la mayor parte de los pensadores cuya trayectoria recorre el libro de JBF. Veamos lo que decían algunos de ellos sobre la cuestión. Needham afirmaba respecto del proceso dialéctico que
Marx y Engels fueron lo suficientemente audaces para afirmar que ocurre realmente en la propia naturaleza en evolución, y que el hecho indudable de que ocurre en nuestro pensamiento sobre la naturaleza se debe a que nosotros y nuestro pensamiento somos parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza de otra manera que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. De la última partícula física al átomo, del átomo a la molécula, de la molécula al agregado coloidal, del agregado a la célula viva, de la célula al órgano, del órgano al cuerpo, del cuerpo animal a la asociación social, la serie de niveles organizativos es completa. Nada más que la energía (como ahora llamamos a la materia y al movimiento) y los niveles de organización (o las síntesis dialécticas estabilizadas) en diferentes niveles han sido necesarios para la construcción de nuestro mundo [12].
Bernal daba cuenta de un aspecto de la dialéctica de la naturaleza al explicar los efectos acumulativos que pueden tener los residuos que deja todo proceso natural, generando en ocasiones tendencias que se oponen a dicho proceso:
Dado cualquier sistema, no un sistema estático, porque […] los sistemas estáticos son meras abstracciones, dado cualquier sistema, entonces, además de la actividad principal del sistema, siempre quedarán ciertos efectos acumulativos residuales. Ahora bien, estos efectos residuales se pueden dividir en los que contribuyen a la actividad principal y los que se oponen a ella. El primero puede considerarse simplemente parte de la actividad principal; pero estos últimos están destinados, con tiempo suficiente y en ausencia de perturbaciones externas, a acumularse hasta tal punto que toda la naturaleza del sistema y su actividad se transforman. En el caso más simple posible, esto es simplemente una explicación de los cambios oscilatorios que se repiten universalmente. Cualquier proceso, una vez puesto en marcha por un impulso inicial, continúa en ausencia de fuerzas externas hasta que, superando su posición de equilibrio como resultado de su propio impulso, se detiene y se invierte. Pero en casos más complicados, en lugar de un mero movimiento oscilatorio de ida y vuelta como el tipo de cambio cíclico que ocurre en todas partes, obtenemos, como resultado de la oposición y la detención de la actividad primaria, una nueva y cualitativamente diferente [13].
La cuestión de la dialéctica de la naturaleza, como ya señalamos, atraviesa todo el libro. No todos los pensadores mencionados abrazan abiertamente la idea. Pero aun los más reacios a adoptarla como una formulación general, muestran en sus investigaciones nociones que se aproximan a la visión dinámica, compleja, estructurada, y en interacción con el metabolismo social de la que buscaba dar cuenta Engels. Y todos, sin excepción, aportaron a enriquecer el enfoque materialista no mecánico, opuesto tanto al idealismo como al empirismo.
Auge y ocaso de la “ciencia para el pueblo”
Los años de la Segunda Guerra Mundial serían el momento en el cual la izquierda científica en Gran Bretaña, que era mayormente parte del Partido Comunista (PCGB), alcanzó mayor influencia, que enfrentó desde el primer momento la oposición decidida de liberales y conservadores [14]. Autores como Bernal, Needham, Hogben y otros, eran parte de una corriente extendida que jugaba un rol destacado en la investigación en las más diversas áreas al mismo tiempo que levantaban la perspectiva de una transformación social y de poner los conocimientos al servicio de la sociedad. Enfocados en los debates sobre la ciencia y sin poner en cuestión los marcos estratégicos del PCGB, pusieron sobre el tapete el rol social que tenían los científicos y su producción. En su libro El rol social de la ciencia , Bernal afirma la perspectiva de una “ciencia para el pueblo”, que está indisociada de una transformación de raíz de la propia sociedad. Si bien Bernal reconocía la importancia de la libertad en la ciencia, objetaba la pretensión de la “ciencia pura” a las que se apelaba para impugnar cualquier discusión sobre el rol de la ciencia. Estas pretensiones de una ciencia pura en las condiciones del capitalismo imperialista, no eran más que una forma de desentenderse del hecho de que lo que caracterizaba el período era “la tendencia creciente al monopolio nacional de la ciencia en interés del poder estatal, económico y militar”. Bernal concluía que así como la revolución burguesa había sido esencial para el desarrollo de la ciencia, “dándole, por primera vez, un valor práctico, la importancia humana de la ciencia trasciende en todos los sentidos a la del capitalismo [...] el pleno desarrollo de la ciencia al servicio de la humanidad es incompatible con la continuidad del capitalismo” [15].
El ascendiente de este grupo de científicos, sufrió duros reveses en los años de la Guerra Fría, hostigados por el Estado y enfrentados a los científicos conservadores y liberales, los cuáles contaron incluso con amplio financiamiento de organizaciones vinculadas a la CIA estadounidense (p. 695). Pero su pérdida de influencia también tendría lugar, en las décadas siguientes, en los ámbitos de la izquierda. La denuncia de los crímenes de Stalin realizada por Nikita Kruschev en su discurso de 1956, y la ocupación de Hungría por parte de la URSS ese mismo año, llevarían en todo el mundo a la ruptura de amplios sectores con los Partidos Comunistas. En Gran Bretaña, un quinto de la militancia del PCGB lo abandonó de forma inmediata. Muchos intelectuales que dejaron el partido dieron vida a la Nueva Izquierda, que fundaría la icónica revista New Left Review. La segunda generación de la New Left, que surgirá en los años 1960 ya sin ningún lazo de militancia en el PCGB, emergió “principalmente en filosofía, historia y estudios culturales, dentro de lo que se entendía como ‘marxismo occidental’, definido en gran medida por su rechazo a la dialéctica de la naturaleza y, por tanto, al materialismo dialéctico” (p. 719). Buena parte del bagaje producido por estos científicos de inclinación socialista durante la primera mitad del siglo XX entró parcialmente en el olvido.
El (necesario) retorno de la naturaleza
En los años 1960 y 1970, durante los cuáles los procesos revolucionarios atravesaron todo el planeta, la crítica ecológica empieza a tener un vigoroso desarrollo. La amenaza nuclear es uno de sus principales disparadores, dando lugar a un movimiento por la paz y el desarme que tuvo a Bernal entre sus destacados impulsores.
Al calor de la radicalización política, hace su aparición, toda una nueva camada de científicos de orientación anticapitalista y socialista que retomará críticamente las elaboraciones de quienes los precedieron. En el epílogo JBF da cuenta de algunos de sus principales exponentes que realizarían desde entonces hasta hoy numerosas contribuciones destacadas: Rachel Carson, Jack Lindsay, Stephen Jay Gould, Rita Arditti, Anne Fausto-Sterling, Ruth Hubbard, Richard Levins, Richard Lewontin [16], Hilary Rose y Steven Rose [17]. Con pocos años de diferencia, el lema “Ciencia para el pueblo” fue recuperado en EE. UU. y en Gran Bretaña para dar vida a un extendido movimiento que impugnaba “la militarización de la ciencia” y su dominio por el capital. Pero a finales de la década de 1970, con la derrota y desvío de los procesos revolucionarios, el clima político se volvería adverso para el desarrollo de estas corrientes (así como para el marxismo y el pensamiento crítico de izquierda que conocerían un marcado retroceso en las dos décadas siguientes). Particularmente en la cuestión ambiental, señala JBF que
las reformas ambientales liberales en la década de 1970, seguidas por la reacción de Reagan y las terribles revelaciones sobre la gestión soviética del medio ambiente, debilitarían la influencia de la ecología radical y anticapitalista, que solo recuperaría el terreno perdido una generación después, como resultado de las catástrofes globales acumulativas desatadas por el sistema capitalista (p. 773). <
Efectivamente, ante la perspectiva de catástrofes ecológicas que el capitalismo muestra como cada vez más inescapable, la crítica ecológica desde una mirada marxista ha ganado autoridad. Lo ha hecho ante la evidente urgencia y necesidad de discutir estrategias de salida de este modo de producción, que subordina todo –incluyendo la sostenibilidad de la relación entre el metabolismo social y el metabolismo natural– al afán de lucro. Eso vuelve, para JBF, más urgente “recurrir al pasado”, no simplemente “en un sentido histórico, sino porque los resultados que se obtuvieron pero ahora olvidados son cruciales para nuestras luchas en el presente” (p. 25). El retorno de la naturaleza al que se refiere el título del libro apunta al “redescubrimiento de las raíces ecológicas de la sociedad humana” (p. 25). Este trabajo de JBF es un gran aporte para recuperar –con el necesario beneficio de inventario– las elaboraciones que abordaron desde posiciones marxistas o influenciadas por ellas, la compleja interacción entre sociedad y naturaleza. Y así, poder afilar las armas de nuestra crítica al capitalismo contemporáneo.
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NOTAS AL PIE
[1] The Return of Nature: Socialism and Ecology, Nueva York, Monthly Review Press, 2020. La referencia de página de las citas de este libro serán indicadas entre paréntesis en el cuerpo del texto.
[2] Friedrich Engels, Dialéctica de la naturaleza, Marxists.org, consultada el 18/02/2021 enhttps://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dianatura/index.htm.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Ídem.
[6] Degeneration: A Chapter in Darwinism, citado por JBF, pp. 40-41.
[7] “The Use and Abuse of Vegetational Concepts and Terms”,Ecology 16/3, julio 1935. Citado por JBF, pp. 523-524.
[8] Ídem. Citado por JBF, pp. 524-525.
[9] Zbigniew A. Jordan, The Evolution of Dialectical Materialism: A Philosophical and Sociological Analysis, Londres, Macmillan, 1967, p. 167.
[10] “The use...”, ob. cit., citado por JBF, p. 524 .
[11] Georg Lukács, Conversations with Lukács, citado por JBF, p. 20.
[12] Joseph Needham,Time: The Refreshing River, citado por JBF, p. 23.
[13] Bernal, “Dialectical Materialism”, citado por JBF, p. 561.
[14] Entre los que combatieron la influencia de los llamados “científicos rojos”, se encontraron incluso investigadores que tuvieron influencia en muchos de ellos, como el mencionado Arthur Tansley. Este último, aunque se reconocía como socialista de inclinación fabiana (una corriente reformista desarrollada en Gran Bretaña), era hostil a los planteos identificados con la Rusia soviética.
[15] Bernal, The Social Function of Science, citado por JBF, p. 692.
[16] Está próximo a aparecer el libro de Levins y Lewontin, La biología en cuestión, publicado por Ediciones IPS como parte de la colección Ciencia y Marxismo.
[17] El libro Genes, células y cerebros , de Hilary y Steven Rose, fue publicado en 2019 por Ediciones IPS.
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